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El problema de los medios y los fines

Últimamente se le viene prestando mayor atención a los pecados y flaquezas de la ciencia oficial.
Sin embargo, con la importante excepción de Lynd, a través de su brillante análisis (1939), la
discusión sobre las raíces del tales fallos ha estado bastante olvidada. Este capítulo es un intento
de demostrar los muchos puntos flacos de que la ciencia ortodoxa hace gala y, en especial, los de
la psicología, que son consecuencia de centrar la atención en los medios o en las técnicas en vez
de definir la ciencia por sí misma.

Centrarse en los medios quiere decir, a mi modo de ver, considerar que la esencia de la ciencia se
encuentra en sus instrumentos, técnicas, procedimientos, en toda la parafernalia científica,
olvidan do que, en realidad, la esencia está en los problemas que plantea, en los interrogantes, las
funciones y los objetivos. En ese enfoque simplista, el hecho de centrar la atención en los medios
lleva a confundir a los científicos con los ingenieros, los físicos, los técnicos de labora torio, los
sopladores de vidrio, los analistas, los mecánicos. Cuando los medios se confunden con los fines, a
altos niveles intelectuales, se llega a considerar como sinónimos la ciencia y el método científico.

LA TÉCNICA ENDIOSADA

Cuando el énfasis se pone en la elegancia, la distinción y la para fernalia la consecuencia inevitable


es la pérdida de sentido, de vitalidad y de significación de los problemas, así como de la
creatividad en. general. Cualquier candidato a un doctorado de filosofía entenderá fácilmente lo
que esto quiere decir en la práctica. Un problema que esté tratado satisfactoriamente desde el
punto de vista metodológico es raramente criticado. En cambio un problema audaz, que rompa
moldes a causa de que puede ser «fallido» es criticado incluso antes de que se plantee por
completo. De hecho, la critica en el mundo. científico parece centrarse exclusivamente en la critica
del método, la técnica, la lógica, etc. No recuerdo haber visto entre los escritos que me son
familiares ni un solo articulo que criticase a otro por ser trivial, poco importante o carente de
consecuencias

Así pues, se extiende la idea de que el problema de la tesis no importa, lo que importa es que ésta
esté bien hecha. En una palabra, que ya no es preciso que ofrezca contribución alguna al saber. Lo
que los candidatos al doctorado deben saber son las técnicas de aplicación en su campo y los
datos que hasta el momento se han acumulado en él. Casi nadie dice que hagan falta ideas
interesantes para investigar. Por lo tanto, llegan a "científicos» gentes que son absolutamente
inertes desde el punto de vista de la creatividad. En un nivel inferior, en el campo de la ciencia y la
técnica en la escuela secundaria, se pueden observar resultados parecidos. Al alumno se le incita a
considerar la ciencia vinculada a la manipulación de aparatos y a procedimientos aprendidos en
libros de recetas; en una palabra, a seguir la corriente de la gente y repetir una y otra vez lo que
han hecho y dicho otros. En ningún sitio se enseña que ser un científico es algo diferente de un
técnico o de un lector de libros de ciencia.

Es fácil malinterpretar mi argumento. No pretendo decir que el método carezca de importancia.


Simplemente, pretendo dejar claro que, incluso en el campo de la ciencia, es fácil confundir los
medios con los fines. Son precisamente los fines, los objetivos de la ciencia los que dignifican y dan
valor a los métodos de trabajo. Los científicos que están en la brecha tienen que ocuparse
ineludiblemente de una técnica impecable; pero sólo porque es un camino, una ayuda,

para lograr sus fines, para responder a preguntas importantes. Si olvidan esto se convierten en el
hombre del que Freud hablaba, que se pasaba el tiempo limpiándose las gafas en vez de
ponérselas y mirar a través de ellas.

Centrarse en los medios pone a los técnicos y a los manipuladores. de aparatos en el puesto de
mando de la ciencia, desanchando a los que tienen preguntas que hacer y problemas que resolver.
Sin la pretensión de crear una dicotomía extrema y poco realista, es posible señalar una diferencia
entre los que sólo saben cómo se hace y los que también saben qué hay que hacer. Individuos de
los primeros, de los que hay verdaderamente unos cuantos, tienden inevitablemente a
comportarse como los sacerdotes de la ciencia, autoridades en el protocolo, el procedimiento; por
así llamarlo, el ritual y el ceremonial. Estos individuos, en el pasado, han sido un verdadero
engorro, ahora que la ciencia se convierte en un tema de politica nacional e internacional, pueden
ser un auténtico peligro. Son doblemente peli grosos, porque llevan a la gente a comprender a los
manipuladores con mucha más facilidad que los creadores a los teóricos. Centrarse en los medios
lleva a sobrevalorar la cuantificación indiscriminadamente como un fin en sí misma. Esto se
observa al contemplar cuan importante se ha hecho en los caminos de la ciencia la forma de decir,
más que el contenido de lo que se dice: la elegancia y precisión se anteponen a la pertinencia y el
grado de implicación.

Los científicos que se centran en los medios, a pesar de si mismos, tratan de encajar sus problemas
a las técnicas, en vez de lo contrario. Su pregunta de arranque suele ser, ¿qué problemas puedo
abordar con estas técnicas y equipo que ahora poseo?, en vez de preguntarse, ¿cuáles son los
problemas más urgentes y cruciales en los que puedo ocupar mi tiempo? ¿Cómo explicarse si no el
hecho de que la mayoría de los científicos en activo pasan su vida entera en una pequeña parcela
cuyos límites están definidos no por una pregunta básica acerca del mundo sino por los aparatos y
técnicas que tienen a mano? En psicología muy poca gente ve el punto de humor que tiene el
concepto de «psicólogo de animales» o «psicólogo de estadística», es decir, personas que no les
importa abordar cualquier problema con tal que puedan ellos usar sus animales y sus estadísticas.
Al final, esto debe recordarnos al famoso borracho que buscaba su cartera, no donde la había
perdido, sino bajo la farola de la calle, porque allí había más luz; o al médico que diagnosticaba
ataques al todos sus pacientes porque ésa era la única enfermedad que sabía curar.

Centrarse en los medios conduce a crear una jerarquía de ciencias, en la que, perniciosamente, la
física es más acientífica que la biología, la biología más que la psicología y la psicología más que la
sociología ». Esa suposición jerárquica sólo se hace en base a la elegancia, el éxito, la precisión de
la técnica. Desde el punto de vista de los fines de la ciencia, jamás se habría creado tal jerarquía,
ya que, ¿quién puede asegurar tajantemente que la cuestión del desempleo o los prejuicios de
raza, o el amor, son, de forma intrínseca, menos importantes que las estrellas, el sodio o el
funcionamiento del riñón? Centrarse en los problemas compartimentaliza las ciencias demasiado,
edifica murallas entre ellas que separan los territorios. Cuando preguntaron a Jacques Loeb si era
neurólogo, médico, psicólogo a filósofo, respondió: «Yo soluciono problemas», Realmente, ésta
debería ser la respuesta al uso. Y estaría bien que la ciencia tuviera más personas como Jacques
Loeb. Pero estos deseos se pierden en una filosofía que convierte al científico en un tecnólogo y
un experto, en vez de un aventurero en busca de la verdad; se convierte en uno que sabe en vez
de uno que está intrigado.. Si los científicos se vieran a sí mismos como plateadores de preguntas y
buscadores de soluciones más que como técnicos especializados, habría una especie de carrera
hacia la nueva frontera de la ciencia, hacia los problemas psicológicos y sociales, de los cuales
sabemos menos y deberíamos saber más. ¿Por qué hay tan poco. intercambio de información
entre estos departamentos? ¿Cómo pue de ser que cien científicos investigan en el campo de la
física o la química por cada docena que investigan problemas psicológicos? ¿Qué sería mejor para
la humanidad, poner mil mentes a fabricar mejores bombas (o mejor penicilina, incluso), o
ponerlos a trabajar en los problemas del nacionalismo, la psicoterapia o la explotación del hombre
por el hombre? Centrarse en los medios en la ciencia crea un abismo demasiado grande entre los
científicos y otros buscadores de la verdad, y entre sus diferentes métodos de búsqueda de la
verdad y el entendimiento. Si definimos la ciencia como búsqueda de la verdad, el conocimiento y
el entendimiento, y una preocupación por cuestiones importantes, tiene que sernos muy difícil
poner a los científicos a un lado, y los Sus problemas pueden ser los poetas, filósofos y artistas en
el otro mismos. Una diferenciación semántica clara si debe hacerse, por supuesto; y, debe
admitirse, debería hacerse en base a la diferencia de método y de técnicas para guardarse de
cometer errores. Pero sería mucho mejor para la ciencia que el abismo entre el científico y el
poeta y el filósofo fuera menor de lo que es hoy en día. Centrarse en los medios, simple y
llanamente, los pone en reinos diferentes; centrarse en los fines los concebiría como
colaboradores necesitados de ayuda mutua. Las biografías de los grandes científicos demuestran
que lo último es más verdad que lo primero. Muchos de los grandes científicos han sido también
artistas y filósofos, y han saca do tanto alimento para sus ideas de los filósofos como de sus
colegas científicos.
LOS MEDIOS Y LA ORTODOXIA CIENTÍFICA

Centrarse en los medios tiende inevitablemente a crear una ortodoxia científica, que genera a su
vez una heterodoxia. Los interrogantes y los problemas en la ciencia rara vez pueden ser
clasificados, formulados o fichados. Las preguntas del pasado ya no son preguntas, son respuestas.
Las preguntas del futuro aún no existen. En cambio si es posible formular y clasificar los métodos y
técnicas del pasado. Se les da el nombre de «leyes del método científico». Canonizadas,
encorsetadas por la tradición, la lealtad, la historia, se convierten en ataduras del presente, en vez
de ser meras ayudas y sugerencias. En las manos de los menos creativos, los tímidos, los
convencionales, estas leyes se han convertido virtualmente en una exigencia de resolver nuestros
problemas del presente sólo como nuestros antepasados resolvieron los suyos.

Tal actitud es especialmente peligrosa para las ciencias psicológicas y sociales. Aquí, la obligación
de ser puramente científicos se traduce por: usad las técnicas de las ciencias físicas,
experimentales y de la naturaleza. De ahí surge la tendencia entre psicólogos y socio logos a imitar
las viejas técnicas en vez de crear otras nuevas, que son necesarias por el simple hecho de que el
grado de desarrollo, los problemas y los datos son intrínsecamente diferentes de los de las ciencias
físicas. En este sentido, la tradición en la ciencia puede ser un legado peligroso. Y la lealtad un
peligro sin precedentes.

Uno de los mayores peligros de la ciencia ortodoxa es que bloquea el desarrollo de nuevas
técnicas. Si las leyes del método científico ya se han formulado, sólo falta aplicarlas.
Necesariamente se convierten en sospechosos los nuevos métodos o técnicas nuevas; en
consecuencia, se les recibe con hostilidad. Un ejemplo: el psicoanálisis. La psicología Gestalt. Los
test Rorschach, En parte la hostilidad se genera porque aún no se ha invitado a colaborar a la
lógica relacional, holística y de síndrome, a la estadística o a las matemáticas que las nuevas
ciencias sociales y psicológicas necesitan.

De ordinario, el avance de la ciencia es un asunto de colaboración. ¿Cómo si no pueden individuos


limitados realizar avances o descubrimientos de importancia, incluso grandiosos? Cuando no hay
colaboración el avance se detiene hasta que aparece un gigante que no necesita ayuda. La
ortodoxia significa negar ayuda a la heterodoxia. Como, además, pocos (de los heterodoxos y de
los ortodoxos) son genios, el avance es lento continuo y escaso, sola mente del lado ortodoxo. La
ideas heterodoxas se sostienen durante largos periodos de agotador abandono y oposición hasta
que, de pronto, se abren camino, si son correctas, y entonces se convierten en ortodoxas.

Otro peligro, probablemente más grave, de la ortodoxia es que limita cada vez más la jurisdicción
de la ciencia. No sólo bloquea el desarrollo de nuevas técnicas; también bloquea la producción de
interrogantes, sobre la base, el lector podrá fácilmente imaginárselo, de que tales cuestiones no se
pueden responder en base a las técnicas disponibles (por ejemplo: interrogantes sobre lo
subjetivo, sobre los valores, sobre la religión). Sólo este planteamiento erróneo hace posible esa
innecesaria confesión de derrota, esa contradicción de términos, el concepto de «problema no
científicos, como si existieran preguntas que no osamos preguntar pero quisiéramos responder. Es
seguro que nadie que haya leído y comprendido la historia de la ciencia se atrevería a hablar de
problemas insolubles, Hablaría de problemas que aún no se han resuelto. Dicho de este modo, se
nos plantea un incentivo estupendo para entrar en acción, para ejercer más allá nuestro ingenio y
capacidad de inventiva. Dicho en términos de ortodoxia de la ciencia» (lo que el método científico
nos permite hacer, ¿ahora?) nos vemos impelidos a lo contrario, a imponernos limitaciones, a
abdicar de las áreas donde nuestro interés humano es más grande. Y esta tendencia puede llegar a
los más grandes extremos. En discusiones de congreso se han llegado a establecer fundaciones a
nivel nacional y algunos físicos se han permitido sugerir que las ciencias psicológicas y sociales
queden expresamente excluidas porque no son suficientemente científicas. ¿En base a que se
puede afirmar algo parecido si no es por un respeto exclusivo a las técnicas ya consagradas y
pulidas y por una total falta de conciencia de la naturaleza interrogante de la ciencia como tal y su
enraizamiento en los valores y motivaciones humanas? ¿Cómo tengo que aceptar, como
psicólogo, ésta y otras taras, para remitirme a mis amigos físicos? ¿Tengo yo que usar sus
técnicas? Son inútiles para mis problemas. ¿Cómo podrían resolverse los problemas psicológicos?
¿Acaso deben quedar sin resolver? ¿Deben los científicos abdicar del problema y pasárselo a los
teólogos? ¿0 es esto una burla? ¿Subyace acaso la idea de que los psicólogos son estúpidos y los
físicos inteligentes? ¿En base a que puede afirmarse algo tan improbable? ¿En base a
impresiones? Si es así yo debo transmitir mi impresión de que hay tantos insensatos en un campo
de la ciencia como en cualquier otro. ¿Qué impresión es, pues, más válida? Lo siento, pero no
hallo ninguna otra explicación, excepto la de que sólo se da un campo importante de acción a la
técnica; quizá el único.

La ortodoxia centrada en los medios enseña a los científicos a sentirse <<sanos y salvos» cuando
deberían ser arriesgados y valientes. Llega a parecer que lo normal en el trabajo de un científico es
moverse pulgada a pulgada por la carretera bien asfaltada, en lugar de salir a descubrir nuevos
caminos, trazar nuevas sendas por lo desconocido. La ortodoxia impone métodos conservadores.
No arriesga. Hace que los científicos se conviertan en pobladores, ya no son pioneros

El lugar adecuado para los científicos, de vez en cuando por lo menos, es en medio de lo
desconocido, lo caótico, lo solamente. entrevisto, lo inimaginable, lo misterioso, lo inexpresivo.
Ahí es donde una ciencia orientada hacia la búsqueda de respuestas los tendría colocados siempre
que fuera necesario. Y ahí es precisa mente donde no se arriesgan a ir si la ciencia se orienta hacia
los medios.

El exceso de énfasis en métodos y técnicas estimula a los científicos

1) a creerse que son más objetivos y menos subjetivos de lo que en realidad son
2) a pensar que no tienen por qué implicarse en cuestiones de valores. Los métodos son
éticamente neutros, los problemas, los interrogantes, pueden no serlo, ya que, más pronto o más
tarde lo envuelven a uno en intrincados nudos de valores. Una forma fácil de evitar el problema de
los valores es centrarse en las técnicas de la ciencia y olvidar sus objetivos. En verdad, parece
probable que una de las más fuertes raíces de la orientación hacia los medios en la ciencia es el
esfuerzo extenuante por permanecer objetivo (sin valores) en la medida de lo posible.

Pero, como hemos visto en el capitulo 15, la ciencia no ha sido, no es ni puede ser completamente
objetiva, que es lo mismo que decir «independiente de valores humanos». No sólo eso; es seria
mente debatible si la ciencia debe intentar mantenerse totalmente objetiva o, sencillamente, sólo
tan objetiva como los seres humanos pueden ser. Todos los fallos que se enumeran en este
capítulo pue den achacarse al error de no considerar la naturaleza humana en sus auténticas
limitaciones. Los neuróticos pagan un alto precio en subjetividad por sus vanos intentos, pero,
irónicamente, además, se convierten en pensadores cada vez más flojos.

A causa de esta imaginaria independencia de los valores por parte del científico, lo que
auténticamente vale empieza a resultar cada vez más nebuloso Si las filosofías que se rentran en
los fines fueran extremas (lo cual rara vez son), y si fueran plenamente coherentes consigo mismas
(a lo que no se atreven, por miedo a sus absurdas consecuencias), no habría forma de distinguir
entre un experimento importante y uno que no lo es. Sólo habría experimentos bien desarrollados
técnicamente y otros técnicamente malos

Sólo bajo

criterios de método, la investigación más trivial puede exigir tanto respeto como la más fructífera.
Claro que esto no ocurre de forma extrema, pero es sólo por la fuerza de los criterios y de los
resulta dos, no por los métodos. De todas formas, aunque el error no suele ser descarado es
suficientemente significativo, aunque no sea obvio. Los anuarios de ciencia están llenos de
ejemplos que ilustran este punto: que no vale la pena hacer lo que no puede hacerse bien. Si la
ciencia fuera sólo un conjunto de normas y procedimientos, ¿qué diferencia habría entre la ciencia
por un lado y, por el otro, el ajedrez, la alquimia, la «paragualogía» o la práctica dentaria?

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