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PREVENIR ¿PRACTICA PRIVATIVA DEL CAMPO DE LA SALUD?

(Bloj)

Introducción

Según el concepto de salud y educación con que trabajemos variará la idea de prevención que
podamos concebir en cada campo. La prevención se establece de situaciones que pueden
ser significadas por los miembros de una institución o comunidad como problemáticas.

Para hablar de la prevención de los problemas es necesario circunscribir la conflictiva, incluso


en términos cuantitativos es necesario que la misma adquiera un carácter particular. Hablamos
así de la necesidad de prevenir una epidemia o la violencia en las escuelas cuando esto
adquiere características de reiteración; más allá de las singularidades que adopte en
cada caso. Esto no significa que no debamos atender a esas singularidades, pero el criterio de
planificación preventiva de la problemática deberá ser más globalizante.

Principales modelos de salud y educación. Supuestos compartidos. Concepciones de


prevención que se desprenden.

Partamos de la definición de la O.M.S. que entiende a la salud como el completo estado de


bienestar físico, mental y social. Aquí la enfermedad seria entendida como la desviación de la
norma. Este modelo deja de lado las dificultades cotidianas que atraviesan los sujetos para
acceder incluso a una “cura” puramente biológica, es decir, desde esta concepción liberal el
sujeto permanecerá pasivo, “entregando” su cuerpo a la supuesta cura biológica.

La prevención sería evitar que los hechos sucedan; encontrando las causas de la
enfermedad, la misma podría ser evitada. En esta concepción tanto la asistencia como la
prevención y la rehabilitación cobran forma de compartimentos estancos.

Siguiendo este modelo (M. Medico Hegemónico) podríamos pensar en el ámbito educativo
como un sinfín de situaciones similares, donde la idea de un alumno que aprende y un docente
que enseña se transforman en la situación ubicada bajo el círculo de un antiguo idealismo ; no
importan los contenidos a transmitir, ni las didácticas, ni las posibilidades del medio en que un
aprendiz habita, sino sólo la posibilidad de que el alumno recepciones pasivamente el saber
que su maestro le otorga. Ideal que acaba cayéndose por ser inalcanzable.

En este sentido, los problemas se solucionan linealmente, eliminando a quien se sale de la


norma o intentando su neutralización. En estos modelos se establece una relación de
causalidad unidireccional, y la prevención entonces se establecería en la línea de evitar el “mal
desencadenamiento de los hechos”, es decir, aquellos que se presenten contrariando el orden
natural de las cosas. Por ende, la resolución de problemas es pensada linealmente,
causalmente, reduciéndose así la problemática.
El sujeto cree que “si obra en determinado sentido se producirán ciertas consecuencias en
virtud de esas leyes (contacto y semejanza). Tutelada por la magia y la religión, la prevención,
junto con la terapéutica, registra sus orígenes en un mismo primer modo de producción: el
mito.” La prevención pasaría por hacer algunas cosas y no otras para que determinados
sucesos se den o no. En esta modalidad de intervención subyace una idea de eternidad,
quedando borrada la idea de un sujeto histórico.

Otro modelo de salud a analizar es el que propone la medicina preventiva. La misma


adopta una concepción multicausal de los procesos de salud-enfermedad. Reconoce a la
enfermedad como producto de determinaciones sociales, intrínseca al sujeto.

La concepción de salud se amplía a la satisfacción de necesidades, no reduciendo su


definición a la ausencia de enfermedad. La medicina preventiva parte del supuesto de que
los sujetos podrán adoptar una conducta que responda al saber preventivo y de cuidado que se
les platee desde el saber sanitario. En general se interviene a partir de la conformación de
equipos interdisciplinarios que se encargan de elaborar y hacer que se transmitan ciertas
informaciones para el cuidado de la población.

Esta medicina va a plantear que la forma de prevenir la enfermedad consiste en suministrar a la


población una información en la que se indique en qué consisten determinadas enfermedades y
de qué manera cuidarse para no contraerla; por este motivo cae en el engaño de suponer que
los sujetos pueden cuidar de su salud voluntaria y consciente por el solo hecho de saber cómo
hacerlo. Esta actitud preventiva es menos posible aun en los sectores marginales, donde en
general el sujeto suele quedar inhibido, absorto, pasivizado frente al permanente impacto que
le produce la pobreza, donde la lucha personal queda reducida a la supervivencia y no parece
haber lugar para adoptar actitudes preventivas.

Vale decir que el suministro de información no resulta suficiente para prevenir. Similar
creencia suele sostenerse en los docentes respecto de los niños “con problemas”, donde se
pretende muchas veces que él o su familia tomen una decisión conciente e inmediata para
resolver o evitar determinado trastorno orgánico o sintomático que se presente a través de un
problema de aprendizaje concreto.

Estas concepciones se sostienen sobre los supuestos de que el sujeto puede recepcionar
pasivamente la información suministrada para poder reproducirla con exactitud, y de que el
mismo podría decidir voluntaria y conscientemente todos sus actos; por lo cual aprendería o
cuidaría de su salud por simple voluntad. Lo que queda claro es que, tanto desde la escuela
como desde los medios de comunicación no formal, la información que se impone a modo de
completad no resuelve esta ilusión.
Si tomamos el concepto de salud vinculado a la posibilidad de que una población adquiera una
posición activa para la resolución de sus problemas estaremos pensando a la salud como
práctica social. Entonces la salud va a estar ligada al continuo accionar de la sociedad para
transformar aquello que debe ser cambiado.

No es el conflicto lo que define lo patológico, sino que es el bloqueo de los conflictos y


la imposibilidad de resolverlo lo que certifica la enfermedad. Esta concepción participativa
integral ubica a la estructura social como determinante de los procesos de salud-enfermedad.
Su práctica se inserta en la población con la intervención de equipos con metodologías
interdisciplinarias y transdisciplinarias. Sostiene el concepto de un sujeto activo, social e
histórico.

Si pensamos la salud como practica social vamos a tomar la idea de desequilibrio como
fundante de la conflictividad, como inherente a la vida. Con este concepto de salud, la idea
de prevención va a ser diferente ya que no se puede prevenir aquello que es fundante.

En general, los programas preventivos que se proponen y estructuran se caracterizan por


constituirse como programas participativos, integrales e intersectoriales; y su gestación
no debería surgir exclusivamente de los niveles superiores de las directivas institucionales sino
de los grupos sociales que intentan resolver sus dificultades.

No obstante, toda planificación de programas preventivos debería formar parte de una política
global del sector para que la misma pueda ser efectivizada. “En educación la tarea preventiva
no puede desvincularse de la propuesta educativa en su conjunto.”

Ahora bien, la articulación intersectorial para la consecución de una práctica social no es tarea
sencilla ni debe ser planteada como una panacea; de ella surgen también múltiples obstáculos,
deformaciones y perdidas de especificidad de las practicas. Coincidimos con Alicia Stolkiner en
que “la efectivización de acciones intersectoriales entre salud y educación es una tarea
ineludible. Una correcta articulación evitaría la superposición de esfuerzos, aumentaría el
rendimiento de los recursos y, fundamentalmente, favorecería el logro de los objetivos de
ambos sectores en una tarea de potenciación mutua.” Pero debemos estar advertidos del
contexto en que este modelo de práctica social e intersectorial viene a instalarse (en un marco
de ajuste y reducción del gasto público, con un consecuente proceso de desresponsabilización
del estado).

Una propuesta disciplinar. La práctica psicoanalítica como practica social.

Desde el PSA consideramos que la aproximación más adecuada para pensar la prevención
seria la planteada en último término: una práctica sostenida como práctica social. De
manera que las resoluciones y preservación de las problemáticas se vayan resolviendo en el
marco de la realidad que en general se nos presenta como compleja y conflictiva.
En este sentido, para Galende, el aporte del PSA a la prevención podría fundarse en dos
premisas:

La relativización de las categorías sano-enfermo, para enfatizar la constitución y


funcionamiento del síntoma.

La concepción del sujeto estructuralmente escindido, tópicamente sostenido en una


dinámica conflictiva; en equilibrio no resolutivo con su medio social y por lo tanto
potencialmente productor de síntomas.

Para el analista, prevenir no significa evitar que se produzca el síntoma sino partir de él para
analizar la estructura que lo produce. El PSA mantiene su rol transformador en la apertura
del síntoma: en la cualidad interrogativa y de escucha; pero no puede ser pensado como
totalizante para abordar una tarea preventiva, sólo interviene en ciertas condiciones
subjetivas de producción sintomática. Desde este abordaje, seria preventivo intervenir en
función de que un sujeto o comunidad puedan salir del circuito repetitivo de conflictos en el
que se encuentran inmersos y que logren articular recursos simbólicos que le permitan
“restablecer la capacidad de producir y amar”.

Las intervenciones deberían apuntar a ayudar al sujeto a salir del lugar de pasividad
marcando sus potencialidades, partiendo de la puesta en relieve de su dimensión
histórica. Lo importante es que el sujeto pueda disponer de instrumentos que le
permitan convivir con ese desequilibrio fundante de la conflictividad e inherente a la
vida: que pueda operar creativamente para soportar el malestar que es propio de la
cultura.

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