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El Sermón del Monte

Instituto para el Desarrollo Ministerial • Iglesia Bautista Vida Nueva

IDEM
Instituto para el Desarrollo Ministerial
Introducción

Una voz en la montaña.

“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus


discípulos.”
Mateo 5:1

Imagínate que has sido invitado a un acto oficial del gobierno de tu


país, te encuentras allí escuchando un discurso público. A tu alrededor
hay personas que parecen estar interesadas en lo que el orador dice;
pero también hay quienes tienen una mirada perdida en el vacío. Sus
cuerpos están ahí pero sus mentes, evidentemente, se encuentran en
otro lugar ocupadas por cosas que a ellos les parecen más
importantes. Si te ha sucedido, sabes que un discurso puede resultar
una de las experiencias más aburridas y tediosas de tu vida o el
desafío más desafiante e inspirador para tu propia realidad humana.
Tristemente, rara vez es esto último. Sin embargo, aunque no nos
guste, cuando una figura de autoridad habla a sus seguidores, es
importante que prestemos atención. Por eso, no desestimes lo
importante que puede ser para ti escuchar a otro dar un discurso. De
hecho, la historia de la humanidad puede ser analizada -e incluso
definida- por algunas cuantas de estas alocuciones pronunciadas en
los momentos críticos por los líderes de turno.

Piénsalo. Un discurso puede ser dirigido a una nación entera o


pensado para inspirar a unos cuantos individuos especialmente
influyentes. Las palabras hábiles y bien talladas de un líder son
capaces de incendiar tanto el alma de una sola persona como el
espíritu de las masas en el afán transformar su mundo. Al procurar
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una Venezuela libre, Simón Bolívar dijo a los legisladores venezolanos
en su famoso discurso de Angostura: “en vuestras manos está la
balanza de nuestros destinos, la medida de nuestra gloria; ellas
sellarán los decretos que fijan nuestra libertad...". Aquel discurso -de
casi 5,000 palabras- fue la base para su permanencia en el poder y la
oportunidad de hacer historia política en nuestra amada América
Latina. Otros personajes como Winston Churchill, al tomar el mando
de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial, hicieron época de la
misma manera, precisamente, con un discurso. Fue Churchill quien, en
una arenga a sus colegas parlamentarios tratando de promover el
espíritu que les hiciera resistir los bombardeos alemanes -y hablando
a toda la nación- dijo su célebre frase “No tengo nada que ofrecer sino
sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Igualmente, el discurso de
Gettysburg pronunciado por Abraham Lincoln en menos de tres
minutos -y con apenas 300 palabras a lo largo de un puñado de
oraciones- apela tan directamente a la psiquis del pueblo
norteamericano. En él, Lincoln acuñó la famosa frase sobre “el
gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” que sigue siendo
repetida por políticos en todas las latitudes y continúa atizando en
muchos los ideales de la democracia y de la libre elección popular.
¿Quién no conoce del discurso de Martin Luther King Jr. y su afamado
“yo tengo un sueño” con el que inspiró el movimiento de las libertades
civiles que ha dado forma a mucha de la mentalidad actual respecto a
la discriminación racial? ¿O lo dicho por Kennedy al desafiar a sus
conciudadanos con “no preguntes lo que tu país puede hacer por ti;
pregunta lo que tú puedes hacer por tu país.”? Ya sea que estés de
acuerdo o no con estos personajes, su influencia y la forma magistral
en la que usaron sus discursos para afectar a su mundo, deben
resultar admirables.

Los cristianos también somos expertos en discursos. Es que, en el


mejor de los sentidos, un sermón es precisamente un discurso. Es una
exposición de lo que se cree y con el que el orador pretende enamorar
a otros a participar del cambio necesario en su mundo. El Sermón del
Monte (Mateo 5 al 7) es, sobre cualquier otro, el discurso más famoso
que el Rey pronunció mientras caminó entre nosotros. Es, sin lugar a
dudas, el más emblemático de todos sus sermones.

Tú y yo necesitamos conocerlo y entenderlo por diferentes razones.


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Por un lado, su contenido espiritual y las implicaciones que de él
derivan -tanto para nuestro crecimiento personal como para el avance
del reino en general- son cuantiosas e invaluables. Por el otro,
contrario a lo que el Maestro quiso inspirar, este sermón se ha
convertido en uno de los trozos más malinterpretados de las
Escrituras. No será raro que encuentres que los conceptos compartidos
por Jesús en él son frecuentemente sacados de contexto y utilizados
para respaldar doctrinas y filosofías personales que poco o nada
tienen que ver con lo que el Maestro enseñó a los miembros de su
escuela de discipulado. Desde los errores propios de la teología de la
liberación, hasta el planteamiento conservador que reduce al sermón
del monte a un mero tratado de ética -dejando de lado la propuesta
central del reino- este es un trozo de la Biblia que ha sido
particularmente maltratado en su explicación y abusado en su
aplicación. ¡Necesitamos entenderlo!

Un discurso escrito.
Ya que el sermón completo es fascinante, tu primera tarea en este
curso es leerlo de punta a punta. Hazlo más de una vez. Saca ventaja
del hecho que puedes leer una transcripción del discurso dado en
aquel monte. Pide a Dios que su Espíritu le revele a tu alma lo que él
quiso inspirar para nosotros. Sube al monte con Jesús, no permitas
que los múltiples ruidos de tu actividad cotidiana te distraigan. Léelo
despacio, disfrutándolo y poniendo interés y atención en la
continuidad de su argumento, y en cómo esta se mantiene a pesar de
la diversidad de elementos que presenta su contenido. Utiliza un
papel y un lápiz. Subraya, marca, y anota con cuidado todo aquello
que te parezca “nuevo” o que te resulte muy relevante para tu vida
espiritual.

Una vez que conozcas de cerca el contenido del discurso de Cristo


verás como -en el monte- él habló del corazón de sus seguidores y de
la importancia del Reino. Fíjate cómo su temática comienza y termina
por el estado espiritual de sus oyentes; nota cómo persigue
abiertamente plantear la formación del carácter. Antes de interpretar
el Sermón, es importante que entiendas lo que Jesús dijo. Mantén en
mente que, dado el momento histórico en que el sermón fue
originalmente predicado a los discípulos, el contenido del discurso del
Maestro te hace responsable de tu necesidad personal de madurar en
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la obediencia al Rey. Si bien, los elementos sueltos de este discurso
son aplicables de una manera u otra para todos, el argumento global
que contiene es un desafío para los más maduros. Jesús lo predicó
pensando en los líderes de su movimiento; en aquellos doce que
recién había nombrado como sus apóstoles. A estas alturas de tu
crecimiento espiritual, él desea que tú seas como uno de aquellos
hombres: un siervo, un líder, un obrero, un hombre o una mujer
maduros. Admítelo: Si actualmente no estás madurando, hay algo que
no está bien sucediendo en ti. ¡No te quedes tranquilo pretendiendo
que todo está bien!

Al desarrollar su ministerio terrenal, Jesucristo sabía que no todos los


que le seguían de cerca eran sus discípulos. Recuerda que en este
momento, el Maestro había estado con los estudiantes de su escuela
por cerca de veinticuatro meses. Había sido, igualmente, una
temporada caracterizada por la presencia de grupos grandes de
personas a su alrededor. Mateo registró el Sermón del Monte haciendo
una referencia a esa misma realidad. El capítulo 5 de su evangelio se
abre con la descripción del contexto del discurso de Jesús: “Viendo la
multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos.”
El Espíritu Santo nos indica que el Rey veía con claridad la diferencia
entre “la multitud” y “sus discípulos”. En el cristianismo actual las
mismas dos realidades siguen presentes. La diferencia estriba en el
nivel de compromiso que cada grupo tiene con el Maestro. Si bien
todos los que seguimos a Jesús estamos lejos -y algunos, estamos
muy lejos- de ser lo que Dios quiere que seamos, la verdad es que no
hay manera de tener un pie en el mundo y otro en el reino y seguir
creyendo que uno es un seguidor de Jesús. ¡Es tanto más imposible
creer que eres un creyente maduro estando en tal condición! No existe
tal cosa como un discípulo a medias.

Un sermón no dado a las multitudes.


Jesús sabía que la gente no es feliz. Por eso, como veremos en la
próxima sesión, inició su discurso tratando, precisamente, los
conceptos básicos de la felicidad. Él, siendo Dios y hombre, entendía
la realidad humana mejor que los humanos mismos. Mateo 4:23-25
dice que en su ministerio Jesús recorrió toda Galilea, “enseñando en
las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando
toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.” Y que a causa de esto
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“se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían
dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los
endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó.”

La razón por la que las personas son infelices es porque no hay nadie
al cuidado de sus almas. Las multitudes son, en las palabras del Rey,
“como ovejas que no tienen pastor” y por esa razón están
“desamparadas y dispersas” (Mateo 9:36). Piénsalo. Una oveja sin
pastor es un desastre andando. Su pelo crece sin control, se llena de
molestos nudos y -su cuerpo completo- se vuelve el alojamiento ideal
para toda clase de molestos parásitos. Semejante estado no sólo es
lamentable, es ineludible. Una oveja en en tal condición no puede
pretender que todo está bien. Tampoco pueden hacerlo quienes no
tienen a Dios como el pastor de sus almas. Sus realidades están
completamente deprivadas de todo rastro de felicidad permanente.
Isaías 57:20 dice que “los impíos son como el mar en tempestad, que
no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo.”

La condición espiritual y emocional de cada persona que es parte de


“la multitud” tiene un impacto inmenso en su realidad cotidiana. Así
es hoy, pero así ha sido siempre. No te equivoques pensando que los
elevados indicadores sociales de depresión y otros males similares
son “un problema moderno”. Si bien la Organización Mundial de la
Salud denomina a la depresión como la segunda causa más común de
discapacidad en todo el mundo después de las enfermedades
cardiovasculares (y se espera que se convertirá en la número uno en
los próximos diez años), no es un mal solamente de nuestros
tiempos. Es un problema de la naturaleza humana. En palabras de
Pascal: “el corazón de cada hombre tiene un vacío que necesita
llenar… y ese vacío tiene la forma de Jesucristo.”

Todo esto causó la compasión de Jesús cuando estuvo en la Tierra, y


la sigue causando. Sin embargo, es curioso que la solución para la
miseria humana no fue dada a las multitudes. El Sermón del Monte, la
carta magna de la fe cristiana, el plan maestro del carácter del
creyente, la respuesta a la necesidad humana fue dada a aquellos que
podían hacer algo por la multitud: A los discípulos; a ti y a mí.

A la hora de dar su discurso, Jesús dejó a las multitudes y se apartó


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solamente con sus discípulos.

Un sermón para los discípulos.


Una de las verdades más difíciles de digerir en nuestras iglesias es
que no todos los que se llaman cristianos son verdaderamente
seguidores de Jesús. Como vimos, en algún momento antes, “el
discípulo es uno que, tras el intento de volverse como Cristo y así
morando en su “fe y práctica” sistemática y progresivamente arregla
sus asuntos con tal finalidad”. Cuando Dallas Willard escribió tal
definición tocó una fibra sensible en la iglesia de nuestros tiempos.

Ir a una iglesia no te hace discípulo de Jesús. Ni siquiera participar de


un programa de discipulado lo logra. Eres seguidor de Jesús cuando
deseas ser como él, te decides a estudiarlo a fondo -su carácter, sus
valores, su cosmovisión, su persona- y, en el poder del Espíritu Santo,
emprendes el delicado proceso de hacer ajustes a tu vida para
parecerte cada vez más a él. Si dejas al Espíritu Santo fuera de este
proceso, te embarcarás en un engañoso programa de buenas obras;
podrías lograr un cambio ético y conductual, pero no serás un discípulo
de Jesucristo.

Un discípulo de Jesús es aquel que habiendo nacido de nuevo, se


encuentra en el proceso de crecer para reproducirse en otros y morir a
sí mismo. En algún punto avanzado de ese desarrollo se encontraban
“los doce” cuando escucharon el Sermón del Monte.

Al hablar de crecer como discípulos, recordemos quienes fueron los


doce, cómo fueron elegidos y cuál era el propósito que su Rabí tuvo
para con ellos. En realidad es indispensable que así suceda para que,
este discurso o mensaje que fue predicado “para ellos” se vuelva todo
lo relevante que debe ser para ti y para mí.

Históricamente, aquella escuela de discípulos iniciada por Juan el


Bautista y “trasladada” oficialmente al cuidado de Jesús en Juan
1:35-39, había evolucionado hasta ser un movimiento que requería de
una estructura formal y de líderes que la condujeran. Por supuesto,
dicha estructura incluía a los famosos doce discípulos o apóstoles
(Marcos 3:13-14), pero el desarrollo del carácter estaba dirigido no
solamente a ellos. No era necesario entonces -ni lo es ahora- que un
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líder sea “formalmente nombrado” para ser un discípulo maduro de
Jesús. De hecho, los discípulos de Jesús eran -y son- aquellos que
sencillamente están en el proceso de ser como Jesús. Él mismo lo
afirmó así en Mateo 10:25 al decir: “Bástale al discípulo ser como su
maestro, y al siervo como su señor.”

No hay terreno neutral en el discipulado. O eres de la multitud, o eres


de los discípulos. Ni más, ni menos.

Un sermón que no da espacio para terreno neutral.


No era difícil para Jesús diferenciar quienes estaban dentro y quienes
fuera. No le es difícil ahora tampoco. A pesar de que probablemente
tú ya has caminado por un buen trecho del proceso de discipulado, es
conveniente que te hagas la pregunta: ¿Qué soy? ¿Soy parte de la
multitud o un discípulo? ¿Es mi compromiso con el reino cómodo y “a
medias” o es total e incondicional (aun siendo imperfecto y limitado)?

Al contestar estas preguntas, sé honesto. No se trata acá de lo que


otros esperan que seas, de lo que proyectas ser, ni de lo que
quisieras ser. Se trata de lo que realmente eres. Estar en una iglesia
y haber pasado por “todos los pasos del sistema” -cualesquiera que
dichos pasos hayan sido- no garantiza tu realidad espiritual.

En el reino no hay terreno neutral. O estás creciendo activamente bajo


la voluntad del Rey o no lo estás. O eres un estudiante, un aprendiz
de Jesús o no lo eres. O hay evidencia palpable de tu sumisión al
gobierno o dominio efectivo de Dios sobre tu vida o no la hay. O eres
parte de los discípulos o lo eres de la multitud. O escuchas la voz de
Dios o cierras tus oídos a ella.

Lo dicho por Bolívar, Churchill o Lincoln fue trascendental en los


momentos históricos en que sus discursos fueron escuchados. Ahora,
no son más que voces en el pasado. Incluso el eco de los discursos de
Martin Luther King o de Kennedy están destinados -tarde o temprano-
a volverse fragmentos sueltos de la historia de una nación. Serán
estudiados y admirados como piezas de museo, pero sus afirmaciones
no despiertan más los deseos de cambio que produjeron en el pasado.
A diferencia de ellos, el Sermón del Monte -como todo lo dicho por
Jesús- sigue teniendo plena vigencia. Sólo él tiene palabras de vida
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eterna. Si Juan el Bautista fue la voz que clamó en el desierto, Jesús
seguirá siendo para nosotros la voz que clama desde la montaña.

No cometamos el error de cerrar nuestros oídos a lo que él nos dice.


Preguntas para discusión

1. ¿He leído por completo el sermón del monte (Mateo 5-7)? ¿Qué
cosas noté y anoté que me resultaron completamente nuevas?

2. ¿Cómo se define un discípulo?

3. ¿Cuál es el perfil de una persona que es parte de la multitud?


¿Puedo nombrar a algunos en mi pequeño mundo que son parte
de la multitud? ¿Qué siento -verdaderamente- hacia ellos?

4. ¿Cómo podemos resumir el sermón del monte en nuestras


propias palabras?

5. ¿Qué soy? ¿Soy parte de la multitud o un discípulo? Si yo


hubiera estado con Jesús en, ¿me habría llamado al monte con
él o me habría dejado abajo con la multitud?

6. ¿Es mi compromiso con el reino cómodo y “a medias” o es total


e incondicional (aun siendo imperfecto y limitado)?

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Capítulo 1

El secreto de la felicidad.

“Y alabé yo a los finados, los que ya murieron, más que a los


vivientes, los que viven todavía. Y tuve por más feliz que unos y otros
al que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del
sol se hacen”
Eclesiastés 4:2-3

Sucedió hace más de 30 años -cuando Patty y yo apenas éramos


novios- sin embargo, la escena sigue tan clara como el día en que fui
testigo de ella. Sus protagonistas fueron dos niños, una gata y un
listón rojo. Los niños eran mis, entonces, futuros cuñados. La gata
-Misha, para quienes la conocieron- era una de esas nobles criaturas
sin la menor pretensión de belleza, raza o abolengo. Blanca, de
cuerpo pequeño con manchas negras, resaltaba en ella una cola
inusualmente larga y siempre erguida que acentuaba su humilde
procedencia. Era una gata simple, común y corriente. Los niños…
bueno, digamos que ellos no eran ni simples, ni comunes, ni
corrientes.

La vida había hecho que Misha llegara a vivir a la casa de mis suegros
para alegrar la vida de los pequeños. Su tolerancia para resistir los
juegos y las bromas de los niños no tenía rival. Era, en ese sentido,
una gata atípica. No era raro que ellos le gastaran toda clase de
bromas. Y Misha, resistía.

El día en mención escuché la algarabía propia de los pequeños


cuando(mientras? no sé xq “cuando” suena raro) disfrutaban de una
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de sus travesuras. Al acercarme, la vi. Mis cuñados habían atado a la
larga y enhiesta cola de Misha un listón de color rojo brillante. La
punta del mismo colgaba justo frente a la cara de la gata. Ella, siendo
gato al fin y al cabo, había decidido pescar con una de sus patas
delanteras la cinta y se movía frenéticamente tratando de atraparlo a
como diera lugar. Sin embargo, al mover su pata, su cuerpo se movía;
y al mover su cuerpo, la cola -y el listón atado a ella- también
entraban en movimiento. Entre más trataba de quedarse con el listón,
más elusivo se volvía.

Cuando entré a la habitación en la que todo esto tenía lugar vi como


la gata -de la manera más frenética- giraba a toda velocidad,
haciendo círculos en la persecución de un imposible. Mientras tanto,
los chiquillos se reían con sonoras carcajadas, burlándose cruelmente
(que dramático haha!) de aquella pobre criatura. Todo estaba
sucediendo tan rápido que casi no se podían distinguir los detalles
formados por pelos, patas, colas y listones, todos mezclados en un
torbellino de movimiento sin ningún destino concreto. ¡Pobre Misha!

Esa noche aprendí una lección que nunca he podido olvidar: todos
nosotros somos como aquella gata. Satanás nos ha anudado a la
punta de nuestras colas un listón rojo que se llama “felicidad”. Entre
más esfuerzos hacemos para alcanzarla, más nos frustramos. Algunos
de nosotros -y muchos de aquellos que conocemos- corremos en
círculos de manera incesante, persiguiendo una realidad imposible.
Queremos ser felices. Nos esforzamos por lograrlo. Pero la felicidad
nunca sucede permanentemente. A través de los años, he visto a
Misha personificada en hombres y mujeres, niños y viejos, pobres y
ricos. Todos procurando su felicidad como sea posible. El listón rojo
cambia de persona a persona. En algunos está formado por sus
sentimientos, en otros por sus sueños y ambiciones. Para algunos
tiene forma de éxito, y para no pocos la brillante cinta está atada al
poder y a la independencia -la mal llamada “libertad” que muchos
buscan. Y, mientras tanto, el diablo se ríe de la broma cruel que nos
ha gastado.

“No soy feliz”. He escuchado esa declaración demasiadas veces en los


últimos treinta años. Regularmente sale de los labios de esposas que
están cansadas de intentar sobrevivir un matrimonio fallido, de
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jóvenes molestos por las condiciones que -consideran ellos- son
intolerables, o de adultos frustrados con la realidad de su iglesia, de
su trabajo o de su país.

Si alguna vez te has sentido como Misha, necesitas prestar atención a


las palabras con las que Jesucristo abrió el discurso en la montaña. Él
resolvió -antes que nada- el dilema de la búsqueda de la felicidad
entre sus seguidores. Jesús dijo, básicamente, que tú y yo no
solamente podemos ser felices sino que debemos serlo. Sin embargo,
él mostró a sus discípulos que la vía en que las multitudes creen que
se atrapa la felicidad simplemente está equivocada.

Felicidad
Los primeros doce versículos de Mateo 5 son ampliamente conocidos
como “las bienaventuranzas”. En realidad, este no es sino un término
que podría ser traducido como “felicidad” o “realización”. El Rey dio a
sus seguidores un juego de conceptos no como simples ideas al azar,
sino escogiendo cada uno de los rasgos de carácter y el orden en que
los iba a presentar.

La propuesta de la introducción del Maestro en su discurso fue que la


felicidad no depende de las circunstancias que enfrentes en un
momento dado de la vida sino de tu carácter, de esa fibra interior de
la que está hecha tu alma. Lawrence Pervin, define el carácter como
"la disposición a expresar el comportamiento en patrones consistentes
de funciones a través de una serie de situaciones". Hemos estudiado
antes que el carácter es “la excelencia moral que se sostiene con
firmeza ante cualquier circunstancia de la vida.” Es, así mismo, “el
resultado de las convicciones profundas sobre el bien y el mal y de la
decisión de obrar en base a tales convicciones.” Cada definición de
carácter conlleva los mismos tres elementos, aunque sean expresados
de formas distintas: convicciones, conducta y constancia.

Ahora, ten cuidado de confundir la felicidad que Jesús presentó con el


concepto que el mundo promueve en nuestros días. El Maestro utilizó
la palabra griega MAKARIOS, un término que significa afortunado,
feliz, dichoso o, incluso, bendito. Sus discípulos entendieron a
perfección que él hablaba de una virtud que no resulta ni es afectada
por las circunstancias. Esa que denota paz y gozo interior. Un estudio
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de MAKARIOS en otros pasajes de la Biblia nos muestran que Pablo
estableció que aun en la viudez -una de las condiciones más
complejas para una mujer en los tiempos bíblicos- se podía ser “más
feliz” al quedarse sin casar (1 Corintios 7:39-40). El mismo Pablo dijo
sentirse “feliz” estando en la cárcel aun estando metido en graves
problemas (Hechos 26:2).

MAKARIOS es una parte esencial del carácter de Dios (y de Cristo).


Dios es MAKARIOS, él es “feliz” (1 Timoteo 1:11). Jesús es
MAKARIOS, él es “bendito” 1 Timoteo 6:14-15. No es difícil encontrar
la lógica divina. Él desea que seamos como él. Dios quiere, entonces,
que tú y yo seamos felices. ¿Cómo podemos ser felices?

De la introducción a su sermón, podemos aprender de Jesús que la


felicidad es un fruto natural, no un objetivo elaborado. Así es. Ser
feliz es un fruto o un subproducto del carácter. Es el mundo el que ha
planteado que la felicidad es “el objetivo de la vida”, amarrándolo
como si se tratara de un listón en la cola de un gato. En el sermón del
monte, las bienaventuranzas -o la felicidad- no son comandos, sino
que son las indicaciones de algo que ya está sucediendo. Jesús no
dijo “sed pobres de espíritu para que de vosotros sea el reino de los
cielos y podáis ser felices”, sino que más bien señaló una realidad:
“bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de
los cielos”.

Es curioso, pero al leer apresuradamente el texto, los seres humanos


revelamos nuestra naturaleza y damos vuelta a esta relación causa y
efecto. “Cambiemos para ser felices”, diremos. No es, ni más ni
menos que utilitarismo llevado al extremo.

Un ejemplo es diezmar. Sabes que “el que diezma es bendecido”,


entonces decides diezmar para recibir una bendición. Los ejemplos se
multiplican y suceden por doquier: ministrar, evangelizar, congregarse
o cualquier otra actividad -pensamos- debe ser buscada para que
“produzca” una bendición. El fruto se vuelve la meta. El Rey quiere
que tú yo abramos los ojos: la conexión causa-efecto en la vida
cristiana no es con la felicidad. La felicidad es un fruto producido
naturalmente cuando el carácter -las convicciones que producen una
conducta constante- está establecido en el reino. Es similar al fruto
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del Espíritu, los rasgos de carácter de quien está controlado por el
Espíritu (Gálatas 5:22-23) que no son una meta que debe ser
procurada de manera forzosa, sino el producto natural de ser
controlados por el Espíritu Santo en nuestras vidas.
Rasgos
Tratemos de entender el argumento que Jesús planteó en las
bienaventuranzas. Toma nota de cómo cada rasgo de carácter que dio
está seguido por una causa, un “porque” o explicación en el texto de
su discurso.

Como algo curioso, cinco de los ocho rasgos establecen paradojas


retóricas. Es decir, son pensamientos expresados por frases que
envuelven una contradicción aparente a nuestra razón. El Rey estaba,
obviamente, tratando de hacer que sus discípulos analizaran
espiritualmente la importancia del carácter. Además, dos de los
“porque” que él dio son presentes, seis son futuros. Algunas de las
consecuencias de nuestro carácter serán cosechadas únicamente en la
eternidad. La cantidad de detalles en la introducción al Sermón del
Monte y las ramificaciones espirituales que tales detalles generan son
inmensas. Bien harás si decides tomar un lapicero y anotar al margen
de tu Biblia los pormenores que el Espíritu Santo te presente cuando
trates de entender estos principios. Sin embargo, no pierdas de vista
la razón por la cual estudiamos este sermón. Antes que nada, presta
atención a las razones que presenta y haz el autoexamen necesario
para saber si tal rasgo es ahora parte de tu carácter.

Rasgo 1: Los pobres en espíritu son felices porque de ellos es el reino


de los cielos. Esta es una frase que ha sido muy abusada a través de
los siglos. Han sido muchos los que han leído la frase “los pobres” y
corrido a sacar implicaciones meramente socioeconómicas. Sacada de
su contexto, la frase ha sido la bandera de movimientos sociales en
muchas ocasiones. Entonces, ¿quienes son “los pobres de espíritu”? y
¿cómo podemos tú y yo desarrollar tal rasgo de carácter?

“Pobres” (del griego PTOCHOS) describe a una persona en el peor


estado de mendicidad. Era aquel incapaz de subsistir sin la ayuda de
alguien más. PTOCHOS fue la expresión usada para señalar la
condición de la iglesia de Laodicea en Apocalipsis 3:17. Por otro lado
“espíritu” en este caso no se refiere a la parte inmaterial del ser
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humano. Habla más bien del vigor, el arrojo y la autosuficiencia propia
del carácter de algunos. “Pobres de espíritu” indica la condición del
que carece del ímpetu y la actitud de autosuficiencia tan propias de
nuestro tiempo. Es la idea en Isaías 66:2 cuando Dios dice que mirara
“a aquel que es pobre y humilde de espíritu”; de Isaías 57:15 al decir
que él habita “con el quebrantado y humilde de espíritu”. Salmos
34:18 dice que Dios salva “a los contritos de espíritu”; Salmos 51:17
nos recuerda que “los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado”.
En otras palabras, los pobres de espíritu son los humildes, los que no
se creen autosuficientes, los que reconocen su necesidad de depender
de otros -en este caso de Dios- para lograr su mismísima
subsistencia.

Ahora, ¿por qué es “de los pobres de espíritu” el reino de los cielos?
Aprendimos sobre el reino antes. Históricamente el reino de los cielos
era para Israel. Incluso después de resucitar, la pregunta fue
¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? (Hechos 1:6) Israel no
quería recibir al Rey y al reino porque -precisamente- como nación no
era “pobre de espíritu”. Doctrinalmente, Israel tendrá que ser
quebrantado para poseerlo. De la misma forma, a manera devocional,
el impedimento para ser gobernado por Dios es nuestro propio sentido
de autosuficiencia, la falta de humildad. Piénsalo. El reino de los
cielos no puede ser tuyo mientras tú mismo te domines. Esta
bienaventuranza es una bofetada al humanismo y al concepto clásico
de la felicidad. El camino a la exaltación -al reino- será siempre la
humildad. Fue, por supuesto, el ejemplo de Cristo en Filipenses 2.

Rasgo 2: Los que lloran son felices porque ellos recibirán consolación.
Jesús pudo haber dicho: la felicidad está reservada para quienes se
duelen por su pecado. Aunque el llanto y sufrimiento son una
experiencia común para todos los seres humanos, no todo el
sufrimiento es igual. Hay muchas razones para llorar, desde válidas y
correctas hasta carnales e incorrectas. Jesús describió acá una de las
razones correctas para llorar.

El término que utilizó el Rey es PENTHEO, una palabra usada para


describir el dolor más grande que existe: el producido por nuestros
actos. Al señalar la falta de acción contra el pecado en su
congregación, Pablo dijo a los corintios: “...estáis envanecidos. ¿No
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debierais más bien haberos lamentado (PENTHEO) , para que fuese
quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?” (1
Corintios 5:2)

MacArthur dice que hay nueve palabras en griego para describir el


dolor o luto producidos por el sufrimiento. Esta es la más intensa de
las nueve. Dicho de una manera más simple: ante nuestra
pecaminosidad, debemos sentir dolor. Al enfrentar su pecado, Dios
llamó a Israel “a llanto y a endechas, a raparse el cabello y a vestir
cilicio” (Isaías 22:11-12).

¿No es cierto que, incluso si ya eres un cristiano “maduro”, tienes la


tendencia a minimizar la magnitud de tus transgresiones ante Dios?
¿Cuándo fue la última vez que lloraste por tu pecado?

¿Por qué son felices los que lloran? Este rasgo no indica -por
supuesto- que la felicidad viene solamente por que lloremos, sino por
la consolación que tendremos al recibir el perdón de nuestra maldad.
La conciencia de tu pecado es la única puerta al arrepentimiento y al
restablecimiento de la comunión con el Rey. Felices los que “ven su
condición espiritual al punto de dolerse por su pecado”. Ellos recibirán
consolación.

Rasgo 3:Los mansos son felices porque ellos recibirán la tierra por
heredad. Manso, por definición, es aquel que posee un espíritu afable
(1 Pedro 3:4). Alguien de condición benigna y suave. Es, por cierto,
una de las partes del fruto del Espíritu en Gálatas 5:23. Este rasgo es
el complemento a la primer bienaventuranza, la “pobreza de espíritu”.
Nota que la humildad y la mansedumbre suelen ir juntas en la Biblia
(Efesios 4:2; Salmos 25:9; Colosenses 3:12). En Mateo 11:29, Jesús
se describió a si mismo como alguien “manso y humilde”. ¿Te
atreverías a usar estos términos para hablar de tu carácter?

El término utilizado en aquella montaña fue PRAOS, que también


puede traducirse como “gentil, benevolente”. Felices los llevaderos,
los que exhiben en su carácter los rasgos más opuestos al machismo.
El argumento podría frasearse así: Las personas gentiles, recibirán la
herencia de la tierra y por eso son felices.

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  15 
Pero, ¿por qué son felices los mansos? Bueno, por un lado, recibir la
tierra por heredad es una cita directa de Salmos 37:11 y era una
referencia histórica a la promesa dada a los judíos en el AT. Nota que
“los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de
paz.” no dice que ellos la ganarán, o la conquistarán. Esta es, como
muchas de las promesas en la Palabra de Dios, una herencia recibida
por gracia.
Devocionalmente lo mismo nos sucede a nosotros. En las Escrituras,
la tierra de Canaán era un cuadro del cielo y de la vida plena acá en la
tierra. La felicidad no viene por la mansedumbre en sí, sino por la
gracia de heredar la tierra prometida. ¿No te hace feliz saber que el
reino implica para ti una vida abundante acá en la tierra y la promesa
de un cielo que no puedes perder? Si tal verdad no te hace feliz, casi
puedo apostarte que nada lo logrará.

Rasgo 4: Los que tienen hambre y sed de justicia son felices porque
ellos serán saciados. Ahora, antes de seguir adelante, procura no leer
en el pasaje lo que no dice. Jesucristo no se refirió solamente a tener
hambre y sed de justicia social. La justicia es la rectitud, la santidad
propia de los que son salvos. Es la necesidad profunda, el deseo
intenso de hacer las cosas bien, como deben ser hechas. Por lo tanto,
esta característica no debería ser usada por organizaciones políticas
cuando sus integrantes no están dispuestos a vivir una auténtica
justicia personal.

Pero, ¿qué son el hambre y la sed de justicia? Hambre (PEINAO) habla


de una necesidad, de la conciencia de un vacío interior que requiere
ser llenado, satisfecho. Sed (DIPSAO) es un anhelo o deseo intenso.
Una ambición personal que está en lo más profundo del corazón de
algunos. Cuando combinas los elementos de la declaración del
Maestro encontrarás que hablaba de una actitud hacia la santidad. La
urgencia de vivir en santidad será -en tiempo futuro- saciada algún
día. Pero es necesario que ahora y acá, veamos la santidad cual si
fuera tan indispensable como lo es el agua y la comida para nuestra
vida física (Salmos 42:1-3) ¿Tienes tú la desesperada necesidad de
vivir una vida más santa? Si es así, serás saciado. Y tal saciedad, te
hace una persona feliz.

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  16 
¿Cómo somos saciados los discípulos del Rey? Bueno, Cristo nos
satisface. Él es el pan de vida y quien coma de él nunca tendrá
hambre (Juan 6:35). El es agua en el pozo, y quien beba agua que él
da “no tendrá sed jamás” (Juan 4:14). La pregunta para nosotros es si
tenemos apetito por Jesús o si ya nos sentimos satisfechos.

Ahora, hasta este momento podemos ver con claridad una progresión
en el argumento de Cristo. Primero, la felicidad es el fruto de un
carácter que no es arrogante ni autosuficiente, al punto en que
permite que Dios reine con libertad en su vida. Segundo, feliz es
aquel que se duele de su condición espiritual, permitiendo que Dios le
consuele. Entonces, tercero, la felicidad surge de una actitud no
pendenciera (deprivada de todo rasgo de machismo) y de la
disposición a ser manso, esperando la gracia de una vida plena. Y,
cuarto, dichoso es quien tiene una necesidad y un deseo desesperado
de la rectitud de Dios en su vida. A él, Cristo le sustenta. Él le
satisface.

Si las bienaventuranzas terminarán acá, ¿Te calificarías tú como una


persona feliz? Jesús siguió con al menos cuatro rasgos adicionales.

Rasgo 5: Los misericordiosos son felices porque ellos alcanzarán


misericordia. Esta es una condición interior de carácter que se refleja
exteriormente. La misericordia es la virtud que inclina el ánimo a
compadecerse de los trabajos y miserias ajenas. Es “ser dador” para
satisfacer el dolor de otros. Es más que la simple compasión o que la
mera identificación con el que sufre; es más bien la acción de moverse
hacia la satisfacción de tal necesidad. Por eso, la Biblia habla en
repetidas ocasiones de “hacer misericordia”. (2 Samuel 9:1; Zacarías
7:9)

Quien es misericordioso, aquel que tiene como estilo de vida el hacer


misericordia, será quien alcanzará misericordia. Por supuesto, es un
rasgo propio de quienes son creyentes (1 Pedro 2:10). Si bien, la
misericordia puede colocarnos en un estado en el que se reciben las
bendiciones de Dios por gracia (Hebreos 4:16), el Maestro se refería
acá a lo que algunos llaman “la ley del eco”. Dios perdona nuestras
ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Si de

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  17 
gracia recibisteis, debemos dar de gracia… con el misericordioso te
mostrarás misericordioso (2 Samuel 22:26)

Rasgo 6: Los de limpio corazón son felices porque ellos verán a Dios.
¿Qué significa tener un corazón limpio? Es igualmente, una condición
interior que se refleja exteriormente. El término “limpio” (KATHAROS)
significa literalmente “purificado”. Del mismo surge la palabra
castellana catarsis, vocablo al acto de limpiar el alma o la conciencia.
KATHAROS se inicia con la limpieza del corazón por la sangre de Jesús
y culmina en vivir una vida limpia o santa. Los que tienen un corazón
limpio anhelan ver a Dios. 2 Timoteo 2:22 dice que los “de corazón
limpio invocan al Señor.” Eso les hace personas felices. La certeza de
que verás a Dios es una de las verdades más emocionantes de la
experiencia cristiana. Tener el corazón puro y vivir en santidad son
expresiones sinónimas. (Hebreos 12:14)

Ve a la montaña con Jesús en tu imaginación y, por un breve


momento, siéntate a sus pies y escúchalo declarar que quién tiene el
corazón limpio, verá a Dios. ¡Qué pensamiento! Ahora, vuela hasta el
Antiguo Testamento y recuerda como éste señalaba que era,
precisamente, la falta de santidad lo que impedía que Dios fuera visto
(Exodo 19:21). Dios se ocultaba en la más profunda oscuridad (Salmos
97:12). La idea de “ver a Dios” era completamente ajena al
pensamiento de los discípulos. Sin embargo Jesús les afirmó: los de
corazón limpio sí lo verán, por eso son felices. ¡En su presencia hay
felicidad total!

¡Ver a Dios es la comunión con él en el reino! De alguna manera


hemos creído la mentira de que podemos “estar en el reino” pero no
vivir en santidad, y que de todas maneras tendremos acceso a la
comunión con Dios. ¡Qué error! Es imposible entender este rasgo sin
examinar el estado de nuestro corazón. Si lo encuentras limpio, sé
feliz.

Rasgo 7: Los pacificadores son felices porque ellos serán llamados


hijos de Dios. ¿Qué significa ser pacificadores? Jesús señaló como
aquel que cultiva la paz y concordia será identificado con Dios. Este
es un concepto único en la Biblia. Requiere de haber hecho la paz con
Dios (Romanos 5:1) y de estar en paz con uno mismo (Isaías 57:20).
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  18 
Esto permite estar en paz con otros -lo que regularmente llamamos
“comunión”- y nos constriñe a promover la paz con Dios (2 Corintios
5:14-21) y a cultivar la paz entre otros.

Ser un pacificador es un rasgo que refleja el carácter de Dios; si algo


es parte de la naturaleza divina es, precisamente, la paz. Dios es un
Dios de paz (Romanos 15:33). Jesucristo es nuestra paz (Efesios
2:14). El fruto del Espíritu es paz (Gálatas 5:23). Los pensamientos
que Dios tiene para nosotros son paz (Jeremías 29:11). Pensar en
Dios trae paz (Isaías 26:3).
Manifestamos la naturaleza de nuestro Padre cuando somos
pacificadores. Por eso, “somos llamados” hijos de Dios. En otras
palabras, “te pareces a Dios” cuando eres un pacificador y a nadie le
cuesta reconocer que eres su hijo. Esto te hace feliz.

Pero, si eres un manojo de nervios o eres una persona conflictiva,


siempre involucrado en problemas personales, no solamente no eres
un reflejo de la naturaleza espiritual de tu padre, sino que vives en un
estado constante de infelicidad.

Rasgo 8: Los que padecen persecución por causa de la justicia son


felices porque -al igual que los pobres de espíritu- de ellos es el reino
de los cielos. Algunos, implicó Jesús en su discurso, no encajan en
este sistema de cosas. Por esa razón, son perseguidos. Cualquiera
pensaría que si nuestro carácter ha crecido hasta mostrar los rasgos
presentados en las primeras siete bienaventuranzas ¡le seríamos
agradables a todos y recibiríamos el aplauso de cuantos nos rodean!
Tal pensamiento es falso. En realidad, el mundo no tolera a una
persona así. Su sola presencia pone la carne de todos demasiado en
evidencia.

La justicia por la cual persiguen a alguien así es un resumen del


carácter de una persona en el reino. Las palabras de Salmos 37:12
siguen siendo aplicables a nuestros días: “Maquina el impío contra el
justo, y cruje contra él sus dientes.” Aunque nos cueste aceptarlo,a
nosotros nos es “concedido a causa de Cristo, no sólo que creamos en
él, sino también que padezcamos por él.” (Filipenses 1:29).

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  19 
¿Por qué es causa de felicidad que seamos perseguidos por la
justicia? Porque de los que sufren persecución es el reino de los
cielos. Como dijimos antes -en la primer bienaventuranza- el
impedimento para ser gobernado por Dios es nuestro propio sentido
de autosuficiencia. De la misma manera, es un impedimento para ser
gobernado por Dios la búsqueda de una seguridad y protección que
toma prevalencia sobre el reino de Dios. Ser un seguidor de Jesús
garantiza la oposición de los opositores de Jesús.

¿Qué es más importante para ti? ¿Tu integridad física? ¿La protección
tuya y de tu familia? ¿O tiene el reino más importancia para ti?

Apropiación
¿Entiendes la progresión de las bienaventuranzas en tu vida? Si te
crees autosuficiente, eres insensible a tu pecado, crees que el reino
es una cuestión de poder personal y autosuperación; si no te importa
ni deseas la santidad, si eres alguien más dispuesto a “quitar en vez
de dar”, si no eres un agente de paz (porque no la tienes
personalmente) y velas por tu propio pellejo antes de pensar en el
reino… no puedes ser feliz.

Por otro lado, si tu carácter es como Jesús lo planteó, tu realidad es


el reino, recibes la gracia y el consuelo cuando pecas, tu vida acá es
plena, Jesús te satisface, tienes comunión con Dios, y reflejas su
naturaleza … entonces ¡eres feliz!

Rasgo 9: cuando nos persiguen por nuestra fidelidad al Rey somos


felices. En realidad, las primeras ocho bienaventuranzas son el
argumento que el Maestro usó en la montaña para plantear un último
rasgo. En Mateo 5:11 él dijo: “Bienaventurados sois cuando por mi
causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra
vosotros, mintiendo.” Clave acá resulta la expresión “por mi causa”.
No es el simple sufrimiento o la cruel persecución la que nos coloca en
la posición de ser dichosos. Es la alianza personal e íntima lealtad al
Rey y a su causa la que hace que esta persecución sea diferente de
todas las demás.

Es la apropiación de las bienaventuranzas la que hace que este trozo


del discurso de Jesús se vuelva una fuente de inspiración y no
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  20 
solamente mera información. Es el análisis concienzudo de nuestro
carácter y las ramificaciones del mismo la que nos permitirán ver si
somos felices o si no lo somos.

Cuando nos acusen sobre nuestro carácter -y les sea necesario mentir-
entonces sucede la oportunidad de felicidad de la que Jesús habló a
sus discípulos. “Felices sois” cuando su vida sea tan diferente al resto
del mundo que tengan que perseguirnos. Esta es la verdad de
Santiago 4:4 expresada de manera directa. Y, cuando así sea, puedes
tener la certeza de que habrá un galardón. No acá y no ahora
necesariamente, pero sí en los cielos. Por eso “es necesario que todos
nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno
reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea
bueno o sea malo.” (2 Corintios 5:10)

Si murieras hoy y tu vida fuera examinada, ¿que tan diferente sería


del resto del mundo? ¿Te encontraría culpable de ser un allegado a
Jesús? ¿Serías -entonces- hallado una persona feliz? ¿O formarías
parte de las masas que aún corren tras la cinta roja que el enemigo
ató a sus colas?

Las personas felices, cambiarán su mundo. De eso se trata el resto


del discurso pronunciado en aquella montaña.

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  21 
Preguntas para discusión

1. ¿Cómo se define la felicidad?

2. ¿Por qué decimos que la felicidad es un fruto y no un objetivo?

3. ¿Cuáles son algunas de las mentiras que he creído respecto de


la felicidad a lo largo de mi vida? ¿Cómo puedo ser libre de esas
mentiras?

4. ¿Cómo puedo resumir el mensaje de las bienaventuranzas para


mí mismo? ¿Cómo puedo enseñarlo a otros?

5. ¿Cuáles de las bienaventuranzas ya son una realidad en mi


vida? ¿Por qué?

6. ¿Cuáles de las bienaventuranzas aún no son una realidad en mi


vida? ¿Por qué?

7. ¿Hay alguna manera en la que yo haya experimentado


persecución por causa de mi lealtad a Jesús? ¿Cuál fue mi
primera reacción?

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  22 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  23 
 
 
Capítulo  2  
 
Sal  y  luz.  
 
 
 
 
“Porque  en  otro  tiempo  erais  tinieblas,  mas  ahora  sois  luz  en  el  Señor;;  
andad  como  hijos  de  luz”  
Efesios  5:8  
 
 
 
 
“Para  ser  como  él...  prefiero  no  ser  cristiana”.  Escuché  la  frase  de  labios  
de  una  esposa  que,  cansada  del  maltrato  y  del  abuso  de  su  cónyuge,  
había  llegado  -­sola-­  buscando  consejo  para  enfrentar  su  crítica  
situación.  Los  nombres  de  ambos  resultan  irrelevantes  para  la  
ilustración  del  punto  que  aprenderemos  en  esta  ocasión,  pero  puedo  
asegurarte  que  ambos  eran  personajes  reales.    
 
El  hombre  en  cuestión  no  sólo  era  miembro  de  una  pequeña  
congregación  de  su  ciudad,  sino  que  era  uno  de  esos  cristianos  que  
participan  en  todo  lo  que  la  iglesia  hace.  Recientemente,  después  de  
años  de  dirigir  cantos  y  supervisar  el  funcionamiento  de  uno  de  los  
ministerios  de  adultos,  había  sido  nombrado  diácono.  Era  -­obviamente-­  
un  líder  considerado  “de  muy  buen  testimonio”  entre  los  creyentes.  
Pero,  en  su  vida  privada,  era  poco  menos  que  un  ogro.  O,  al  menos,  así  
lo  pintó  la  esposa.  
 
Ella  me  contó  cómo  durante  el  noviazgo  en  la  universidad,  fue  atraída  
por  la  apariencia  positiva  de  buen  carácter  y  sólidos  valores  de  aquel  
cristiano  evangélico  de  toda  la  vida.  Luego  me  dijo  cómo,  a  pesar  de  ser  
católica,  se  casó  con  él  enamorada  e  ilusionada.  En  casa,  al  principio  
oraban  juntos  ocasionalmente  e  incluso  llegó  a  acompañarle  a  la  Iglesia  
en  la  que  él  se  congregaba.  Sin  embargo,  unas  cuantas  semanas  de  
matrimonio  sirvieron  para  que  la  verdadera  personalidad  de  su  esposo  
El  Sermón  del  Monte  
 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    23  
se  diera  a  conocer.  Resultó  ser  un  verdadero  desastre.  
 
La  reseña  que  la  esposa  me  dió  de  él  contenía  casi  cada  rasgo  que  la  
Biblia  usa  para  referirse  al  hombre  natural.  Le  llamó  soberbio,  iracundo,  
egoísta,  y  le  describió  como  pendenciero  y  bravucón.  Aquella  frustrada  
mujer  enfatizó  cómo  había  convivido  -­en  ese  entonces,  por  casi  una  
década-­  con  este  hombre  “insensible  al  sufrimiento  de  otros  pero  
hipersensible  a  todo  lo  que  él  considerara  una  ofensa”.  Por  supuesto,  
cuando  se  refirió  a  la  participación  de  él  en  la  Iglesia  le  tildó  claramente  
de  hipócrita.    
 
Hice  lo  que  cualquier  consejero  cristiano  habría  hecho:  le  presenté  a  
Jesús.  Le  hablé  de  la  necesidad  de  su  alma,  del  consuelo  posible  en  
Cristo  y  de  la  esperanza  de  aquellos  que  conocen  al  Señor.  Pero  -­quizás  
por  las  heridas  emocionales-­  me  dijo  que  no  quería  nada  con  la  religión.  
No  quería  ser  como  su  esposo.  “Prefiero  quedarme  como  soy”,  me  dijo.  
Aunque  no  eran  miembros  de  nuestra  iglesia,  traté  de  concertar  una  
cita  con  ambos,  sin  embargo  él  -­amablemente-­  la  evadió.  Con  el  
tiempo,  supe  que  se  habían  divorciado.  Él  mantuvo  la  apariencia  de  
piedad  en  su  iglesia.  Ella  mantuvo  su  estado  de  impiedad  en  la  
eternidad.  Aunque  para  el  resto  del  mundo  ellos  son  “una  pareja  más”  
en  las  estadísticas  del  fracaso  matrimonial,  para  ambos  las  
consecuencias  serán  reales  para  siempre.    
 
Ciertamente,  creyentes  como  el  acá  descrito  distan  mucho  de  ser  todo  
lo  felices  que  planteó  Jesús  en  el  Sermón  del  Monte.  Además,  la  
inconsistencia  existente  entre  su  vida  y  sus  supuestas  creencias  hará  
que  quienes  les  conozcan  se  resistan  a  abrazar  al  Rey  y  a  someterse  a  
su  reino.  Vivir  tal  realidad  no  solamente  es  grave  -­y  profundamente  
triste-­  para  quienes  se  llaman  cristianos,  sino  que  plantea  un  conflicto  
aún  peor  cuando  la  analizamos  desde  la  perspectiva  del  discurso  en  la  
montaña.  “Vosotros  sois  la  sal  de  la  tierra”  dijo  Jesús  a  sus  siervos.  
“Vosotros  sois  la  luz  del  mundo”  les  indicó  casi  de  inmediato.  Es  
imposible  que  nuestras  vidas  sean  inconsistentes  con  las  enseñanzas  
del  Maestro  y  seamos  sal  que  sala  y  luz  que  ilumina.    
 
Influencia  
Ríos  de  tinta  se  han  usado  para  explicar  las  analogías  de  sal  y  luz  que  el  
Rey  usó  en  el  monte.  Obviamente,  los  elementos  que  Jesús  escogió  
El  Sermón  del  Monte  
 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    24  
para  compararlos  con  sus  siervos  no  fueron  elegidos  al  azar.  Ambos  son  
radicalmente  distintos  el  uno  del  otro,  pero  los  dos  son  universales  para  
la  experiencia  humana.  Uno  es  tangible,  el  otro  no  lo  es.  Uno  puede  
envasarse  o  contenerse,  el  otro  no.  La  sal  obra  secretamente,  la  luz  lo  
hace  abiertamente.  La  sal  obra  interiormente,  la  luz  lo  hace  por  fuera.  
Puedes  ver  y  sentir  los  efectos  de  la  sal.  En  contraste,  ves  -­e  incluso  
sientes-­  por  efecto  de  la  luz.  
 
La  sal,  un  elemento  que  en  sí  es  muy  insignificante,  tiene  una  influencia  
grande  sobre  su  entorno.  La  sal  place,  preserva,  provoca  sed,  sazona,  
condimenta  y  refuerza  los  sabores  y  aromas  de  otros  elementos.  
Aplicada  de  la  forma  correcta,  la  sal  es  un  mineral  indispensable  para  la  
vida,  sana  heridas  y  permite  que  los  alimentos  insípidos  tengan  buen  
sabor.  Sin  embargo,  también  -­usada  de  la  manera  indebida-­  la  misma  
sal  destruye  y  corroe  sin  misericordia  incluso  los  metales  más  sólidos.  
Es  imposible  asumir  que  la  presencia  o  ausencia  de  la  sal  sea  
irrelevante.  Este  mineral  influye  todo  aquello  con  lo  que  entra  en  
contacto.  En  ese  sentido  tú  y  yo,  como  siervos  del  Rey,  somos  como  la  
sal.  Aunque  en  sí  no  seamos  muy  importantes,  podemos  hacer  una  gran  
diferencia.  Podemos  ser  muy  beneficiosos,  o  extremadamente  nocivos  y  
perjudiciales.  Toma  nota  de  que  Jesús  dijo  "vosotros  sois"  la  sal  de  la  
tierra.  Él  implicó  que  es  la  congregación  de  creyentes  quienes  debemos  
influenciar  al  mundo  y  no  al  revés.  
 
¿Puede  la  sal  verdaderamente  perder  su  sabor?  ¿Puedes  tú  perder  la  
influencia  sobre  tu  mundo?  Cuando  el  Rey  habló  en  aquella  montaña,  
sus  interlocutores  sabían  muy  bien  que  la  sal  que  ellos  consumían  era  
sacada  del  Mar  Muerto  y  colocada  en  tierra  firme  para  un  proceso  de  
secado  y  limpieza.  Pero,  al  aire  libre,  los  agentes  del  medio  ambiente  
podían  ensuciarla  y  volverla  inservible  para  su  consumo;;  entonces,  era  
echada  en  las  calles  para  rellenar  los  hoyos.  Así,  era  hollada.  Lo  mismo  
puede  pasar  al  creyente  en  su  proceso  de  exposición  al  mundo.  Al  no  
influenciar  al  mundo  puede  “venir  a  ser  eliminado”  (1  Corintios  
9:26-­27).  Este  es  un  riesgo  que  no  se  minimiza  con  el  tiempo  de  
caminar  con  el  Señor.  Mientras  estemos  expuestos  a  las  influencias  
-­inevitables-­  del  ambiente  en  el  que  nos  movemos,  podemos  ser  
afectados  por  él  de  manera  que  abandonemos  el  carácter  propio  del  
reino  y  perdamos  así  nuestra  influencia  sobre  la  tierra.  Un  seguidor  de  
Jesús  que  llega  a  ese  punto,  “no  sirve  más  para  nada”.  
El  Sermón  del  Monte  
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Por  otro  lado,  la  luz  es  igualmente  un  agente  de  influencia.  La  luz  está  
estrechamente  relacionada  con  la  esencia  misma  de  Dios;;  
curiosamente,  la  Biblia  no  dice  que  él  sea  sal.  Dios  es  luz,  la  Biblia  es  
luz  y  Jesús  es  luz  (1  Juan  1:5;;  Salmos  36:9;;  119:105).  En  términos  
generales,  la  luz  es  la  manera  exhaustiva  que  se  utiliza  para  referirse  a  
la  revelación  de  Dios,  de  su  Hijo  y  de  su  Palabra.  De  manera  directa,  el  
Rey  dijo  de  sí  mismo:  “Yo  soy  la  luz  del  mundo;;  el  que  me  sigue,  no  
andará  en  tinieblas,  sino  que  tendrá  la  luz  de  la  vida”  (Juan  8:12)  
Somos  la  luz  del  mundo  en  el  sentido  en  que  reflejamos  a  Cristo,  la  luz.  
Es  su  luz  -­su  influencia-­  con  la  que  debemos  alumbrar  al  mundo.    
 
En  su  discurso,  el  Maestro  dijo  que  “nosotros”  (plural)  somos  la  luz  del  
mundo.  Inmediatamente,  él  habló  de  una  ciudad  entera,  refiriéndose  no  
a  una  sola  luz  sino  más  bien  a  una  colección  de  luces  unidas  en  una  sola  
luz.  Es  probable  que  él  no  estuviera  pensando  en  una  ciudad  durante  la  
noche,  sino  en  la  luz  reflejada  por  las  casas,  construidas  de  piedra  
caliza  blanca,  que  hacía  que  las  ciudades  fueran  visibles  desde  largas  
distancias  al  reflejar  estas  la  luz  del  sol.  Las  ciudades  eran  construidas  
de  piedra  caliza  blanca  Imagínate  el  sol  saliendo  y  reflejando  su  luz  en  
esa  ciudad.  Se  podía  ver  por  kilómetros  en  el  tiempo  del  día.  Un  pueblo  
así,  ¡simplemente  no  podía  estar  oculto!  Por  supuesto,  cuando  caía  la  
noche,  la  luna  también  alumbraba  la  ciudad.  Aun  cuando  no  había  luna,  
-­a  causa  del  material  y  el  color  de  las  construcciones-­  las  luces  de  la  
ciudad  en  las  ventanas  de  las  casas  podían  ser  vistos  por  kilómetros.    
 
A  continuación,  Jesús  razonó  con  ellos:  “Así  alumbre  vuestra  luz  delante  
de  los  hombres,  para  que  vean  vuestras  buenas  obras,  y  glorifiquen  a  
vuestro  Padre  que  está  en  los  cielos.”  En  estos  momentos  de  tu  caminar  
con  Dios,  es  importante  que  te  apropies  de  la  aplicación  de  estos  
principios  a  tu  propia  vida.  Uno  de  ellos  es  evidente:  tu  testimonio  
personal  ante  otros  debe  ser  evidente.  Tienes  la  necesidad  de  vivir  una  
vida  de  buenas  obras  que  valide  e  influencie  a  los  demás  para  que  Dios  
sea  glorificado.  El  segundo  es  quizás  menos  notorio:  es  indispensable  
que  hagas  esto  “en  comunidad”  con  tus  otros  hermanos  en  Cristo.  Ni  un  
grano  de  sal  solo  ni  una  sola  casa  sobre  un  monte  serán  la  influencia  
debida  sobre  el  mundo  que  Dios  está  buscando.  Piénsalo.  Solamente  
cambiaremos  este  mundo  cuando  tengamos  la  capacidad  de  mostrar  

El  Sermón  del  Monte  


 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    26  
que  los  cristianos  -­plural-­  tenemos,  unidos,  el  mismo  propósito  de  
influenciar  nuestras  sociedades  como  verdaderos  súbditos  del  Rey.  
 
Desafortunadamente,  casi  cada  vez  que  se  habla  de  unidad,  la  iglesia  
corre  a  abrazar  el  error  del  ecumenismo.  ¡Cuidado!  La  propuesta  de  
Jesús  no  describe  a  un  grupo  de  diferentes  doctrinas  unidas  arrojando  
luz  -­o  luces-­  sobre  una  sociedad.  Es,  más  bien,  una  referencia  a  un  
grupo  de  creyentes  unidos  -­que  comparten  el  propósito  único  de  la  
expansión  del  reino-­  y  se  convierten  así  en  sal  que  sala  y  luz  que  
ilumina  en  sus  respectivos  mundos.    
 
No  te  aísles  de  tu  iglesia.  No  trates  de  vivir  la  vida  cristiana  a  solas.  Si  
bien  es  posible  que  logres  subsistir,  será  prácticamente  imposible  que  
alcances  tú  solo  los  niveles  de  influencia  que  lograrás  junto  a  otros  
creyentes.  Igualmente,  si  discipulas  a  otros,  o  si  das  liderazgo  espiritual  
-­familiar,  ministerial,  o  simplemente  de  manera  informal-­  anima  a  
quienes  están  bajo  tu  dirección  a  participar  de  la  vida  de  comunidad  de  
la  iglesia.  Seamos  juntos  sal  que  sala  y  luz  que  ilumina.    
 
Estándares  claros  
Por  supuesto,  para  vivir  en  una  comunidad  de  este  tipo  se  necesita  de  
ciertos  estándares.  Cuando  estos  no  son  claros,  el  riesgo  es  que  la  
influencia  se  deteriore  e  incluso  llegue  a  perderse  por  completo.  Una  
buena  parte  del  resto  del  Sermón  del  Monte  fue  usada  por  Jesús  para  
definir  cómo  debe  ser  el  carácter  de  aquellos  que  influenciarán  a  otros  a  
buscar  al  Rey.  
 
Lo  radical  del  mensaje  presentado  por  el  Maestro  causaría  fácilmente  
que  algunos  pensaran  que  estaba  rompiendo  con  lo  enseñado  por  el  
Antiguo  Testamento.  ¡Un  verdadero  error!    Las  normas,  los  principios  y  
los  planes  de  Dios  son  inmutables.  Él  no  cambia  sus  estándares  por  
nada  y  por  nadie.  La  Biblia  -­los  66  libros-­  son  y  han  sido  siempre  un  
solo  estándar  absoluto.  Incluso  para  nosotros  que  no  estamos  bajo  la  
ley  de  los  judíos,  los  estándares  han  cambiado  (Romanos  6:14-­15).  De  
hecho,  Jesús  es  el  estándar.  
 
El  Rey  advirtió  a  sus  siervos  que  no  debían  pensar  que  él  venía  a  
“abrogar  la  ley  o  los  profetas”.  El  propósito  de  Jesús  no  era  la  
derogación  del  Antiguo  Testamento,  sino  más  bien  la  continuación  de  un  
El  Sermón  del  Monte  
 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    27  
plan  eterno  que  siempre  contuvo  la  verdad  inmutable.  De  hecho,  el  
Maestro  les  dijo  que  solo  habría  cambios  “hasta  que  pasen  el  cielo  y  la  
tierra”,  una  elegante  hipérbole  para  expresar  que  el  fin  de  la  ley  nunca  
sucederá.  Jesús  estaba  diciendo:  “es  más  fácil  que  el  mundo  se  acabe  
y  no  que  Dios  no  haga  que  se  cumpla  lo  predicho  sobre  mí  en  la  ley”.  Ni  
una  jota  ni  una  tilde  pasarán,  afirmó  Jesús,  estableciendo  que  hasta  el  
detalle  más  pequeño  de  lo  profetizado  sobre  él  en  la  ley  sucedería.    
 
La  ley  del  Antiguo  Testamento  es  buena,  siempre  lo  ha  sido  y  siempre  
lo  será.  Ella  contiene  los  principios  claros  de  la  santidad  que  todos  
debemos  procurar  (1  Timoteo  1:8-­11).  De  hecho,  Jesús  fue  literalmente  
el  cumplimiento  de  la  ley  y  los  profetas  porque  en  él  se  cumplió  todo  lo  
que  el  AT  decía.  Tal  aseveración  es  una  realidad  histórica.  La  ley  y  los  
profetas  contienen  centenares  de  referencias  acerca  de  Jesús.  Por  
ejemplo,  el  tabernáculo  en  Éxodo:  el  tipo  de  estructura,  la  orientación  
en  la  que  se  ubicaba  la  edificación  principal  dentro  del  atrio,  la  clase  y  la  
calidad  de  los  materiales  con  los  que  se  construyó,  el  contenido  del  
mismo,  la  forma  como  era  cargado,  todo  apuntaba  a  Cristo.  
Igualmente,  el  sistema  de  sacrificios  en  Levítico,  el  tipo  de  animales,  la  
hora  y  las  fechas  en  que  eran  ofrecidos,  la  manera  de  ofrecerlos,  todo  
apuntaba  a  Cristo.  Lo  mismo  sucedía  con  el  cordero  pascual.  
Deuteronomio  18:18-­21  nos  describe  la  edad,  el  día,  la  hora,  la  clase,  la  
forma  en  que  era  ofrecido  aquel  animal  y  todo  apuntaba  a  Cristo,  
¡incluso  la  manera  en  cómo  era  comido!  Espacio  nos  haría  falta  para  
hablar  de  las  docenas    y  docenas  de  profecías  mesiánicas  que  señalaban  
“al  profeta”,  al  Rey,  al  ungido  ¡todo  apuntaba  a  Cristo!  
 
Sin  embargo,  la  razón  principal  por  la  que  Jesús  no  vino  para  abrogar  la  
ley  fue  porque  él  cumplió  -­precisamente-­  todo  lo  que  ésta  pedía.  La  ley  
incluye  en  total  613  mandamientos  y  contiene  las  normativas  morales,  
sacramentales,  y  sociales  de  Dios  para  Israel.  Jesús  cumplió  cada  una  
de  ellas.  El  carácter  de  Jesús  era  el  reflejo  perfecto  de  hasta  el  más  
pequeño  estándar  puesto  por  la  ley  (Isaías  42:1-­3;;  Zacarías  9:9).  El  
carácter  de  Jesús  es,  entonces,  el  estándar  para  ser  sal  que  sala  y  luz  
que  ilumina  en  un  mundo  de  corrupción  y  tinieblas.    
 
Posiciones  en  el  reino  
Algo  que  el  Maestro  dejó  muy  en  claro  a  sus  discípulos  en  aquel  monte  
es  que  es  el  carácter  lo  que  determina  tu  estado  o  posición  en  el  reino.  
El  Sermón  del  Monte  
 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    28  
Las  dos  alternativas  que  él  planteó  siguen  teniendo  vigencia  para  
nosotros:  Uno,  “cualquiera  que  quebrante  uno  de  estos  mandamientos  
muy  pequeños,  y  así  enseñe  a  los  hombres,  muy  pequeño  será  llamado  
en  el  reino  de  los  cielos.  Dos,  “cualquiera  que  los  haga  y  los  enseñe,  
éste  será  llamado  grande  en  el  reino  de  los  cielos”  (Mateo  5:19).  
   
Estas  alternativas  me  llevan  a  preguntarte:  ¿Cómo  quieres  vivir  en  el  
reino?  ¿Cuáles  son  tus  aspiraciones  cuando  se  trata  de  honrar  al  Rey  
por  la  eternidad?  En  realidad,  puedes  escoger  entre  ser  uno  de  los  más  
pequeños  o  uno  de  los  grandes.  Si  lo  analizas,  concluirás  que  este  
pasaje  determina  que  lo  que  hacemos  ahora,  o  más  bien  lo  que  somos  
ahora,  determinará  nuestra  posición  en  el  reino.  Entendiendo  que  el  
reino  de  los  cielos  es  físico  y  que  su  aplicación  histórica  y  doctrinal  
están  directamente  vinculadas  con  Israel,  podemos  hacer  una  aplicación  
al  reino  de  Dios  en  nuestra  vida.  No  son  exactamente  iguales,  pero  
ambos  comparten  el  mismo  Rey.  No  son  lo  mismo  históricamente,  pero  
los  dos  se  unen  en  un  solo  sistema  que  da  honra  a  Cristo.    
 
Como  cosa  curiosa,  el  término  escogido  por  el  Rey  que  se  traduce  como  
“quebrantar”  también  puede  traducirse  como  “desligarse”  o  renunciar  a  
una  obligación.  Él  hizo  un  énfasis  en  los  mandamientos  “más  
pequeños”,  lo  que  podríamos  llamar  “las  jotas  y  las  tildes  de  la  ley”.  
Debemos  recordar  que  en  el  carácter  todo  es  importante,  incluso  lo  que  
consideramos  como  “cosas  pequeñas”  (Mateo  23:23;;  Deuteronomio  
12:32).  A  la  vida  que  guarda  con  devoción  este  tipo  de  estándares  es  a  
lo  que  regularmente  llamamos  “piedad”:  hacer  las  cosas  a  la  manera  de  
Dios  y  disfrutarlas.  
 
Hay  una  segunda  condición  para  definir  el  status  en  el  reino:  enseñar  
estos  principios  de  vida  a  otros.  Jesús  dijo  de  estos  principios  que  
“cualquiera  que  los  haga  y  los  enseñe”  será  llamado  grande  en  el  reino  
de  los  cielos.  Se  trata  entonces  tanto  de  implementar  nuestras  
creencias  en  acciones  concretas  (hacerlos)  como  de  volverse  de  
influencia  para  que  la  vida  de  otros  cambie  hacia  la  piedad  (enseñarlos).  
Nuevamente,  la  idea  de  sal  y  luz  surgen  como  una  condición  para  
quienes  somos  siervos  del  Rey.  Por  cierto,  ten  mucho  cuidado  con  
quienes  te  enseñan  un  estilo  de  vida  contrario  a  la  piedad.  ¡Apártate  de  
los  tales!  concluyó  Pablo  en  1  Timoteo  6:3-­5.  Tal  afirmación  es  muy  
válida  en  una  época  en  la  que  los  absolutos  de  la  verdad  son  
El  Sermón  del  Monte  
 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    29  
constantemente  desafiados  por  el  humanismo  y  la  seudo-­filosofía  
popular  y  la  relatividad  en  los  valores  es  descaradamente  impulsada  por  
casi  cada  medio  posible.    
 
Antes  de  entrar  a  la  aplicación  de  los  principios  eternos  de  carácter,  
Jesús  le  recordó  a  sus  siervos  que  si  su  justicia  no  era  mayor  que  la  de  
los  escribas  y  fariseos,  la  entrada  al  reino  de  los  cielos  estaba  vedada.    
 
Esta  es  una  advertencia  para  nosotros  también.  Especialmente  si  
tenemos  la  responsabilidad  de  dar  liderazgo  espiritual  a  otros.  Una  cosa  
es  impulsar  los  valores  del  carácter  que  Dios  pide,  y  otra  
completamente  diferente  es  generar  un  grupo  de  reglas  de  conducta  
religiosas  -­como  las  llamadas  tradiciones  de  los  hombres-­  que  los  
fariseos  trataron  de  imponer  como  el  carácter  que  Dios  pedía  (Marcos  
7:6-­8  y  Colosenses  2:8).    
 
Los  escribas  y  fariseos  elaboraron  un  sistema  complejo  de  conducta  que  
exigía  obras  que  no  nacían  directamente  de  la  ley  y  los  profetas.  Ahora  
llamamos  a  tal  práctica  con  el  nombre  de  legalismo.  Por  supuesto,  el  
cumplimiento  de  este  sistema  humano  generaba  el  orgullo  y  la  soberbia  
tan  condenados  en  la  Palabra  de  Dios.  Sin  embargo  eran  un  sistema  de  
justicia.  Por  otro  lado,  la  fe  de  Jesús  consistía  en  creer  no  en  lo  que  
hacemos  de  la  ley  o  de  los  profetas,  sino  en  aquel  que  fue  el  
cumplimiento  de  la  ley  y  los  profetas  (Romanos  4:1-­5).  Esta  fe  es  otro  
sistema  de  justicia.  Por  supuesto,  la  justicia  que  es  mayor  es  la  que  no  
se  gloría  en  sí  misma  (Romanos  9:30-­33),  la  justicia  de  Dios  (Filipenses  
3:9-­10).  Sin  esa  justicia  “mayor”  o  superior,  no  hay  entrada  al  reino.  
 
La  historia  de  aquella  pareja  con  la  que  comenzamos  este  capítulo  tiene  
mucha  más  relevancia  a  la  luz  de  lo  enseñado  por  el  Rey.  Lo  último  que  
puede  pasarnos  es  que  nuestra  influencia  como  creyentes  se  pierda  
hasta  el  punto  en  que  otros  “no  quieran  ser  como  nosotros”.  Si  bien  la  
eternidad  de  las  almas  está  en  juego,  algo  aún  más  santo  e  importante  
también  lo  está:  la  gloria  de  Dios.  Por  eso,  es  importante  que  nuestro  
carácter  crezca  a  los  estándares  que  Jesús  estableció  en  el  Sermón  del  
Monte.  De  eso  se  trata,  precisamente,  el  siguiente  capítulo.    
 
   

El  Sermón  del  Monte  


 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    30  
Preguntas  para  discusión  
 
1. ¿En  qué  maneras  prácticas  estás  conectado  a  otros  creyentes  
para  ser  sal  y  luz  a  tu  pequeño  mundo?  
 
2. ¿Puedes  pensar  en  algún  episodio  de  la  vida  en  el  que  perdiste  tu  
influencia  como  creyente  por  causa  de  un  desliz  de  tu  carácter?  
¿Te  sentirías  en  libertad  de  compartirlo  con  tu  grupo  de  IDEM  y  
explicar  si  pudiste  recuperar  luego  esa  influencia  y  cómo  lo  
lograste?    
 
3. Si  tu  muerte  estuviera  próxima  ¿Cuál  crees  que  sería  tu  estado  en  
el  reino  durante  la  eternidad?  ¿Por  qué  lo  crees  así?  ¿Cuáles  pasos  
prácticos  podrías  dar  para  hacer  un  cambio  en  ese  estatus?  
 
4. ¿Cuáles  son  las  personas  -­con  nombre  y  apellido-­  a  quienes  estás  
enseñando  los  principios  de  carácter  del  reino?  
 
5. ¿Cuáles  son  algunas  de  las  áreas  pequeñas  -­las  jotas  y  las  tildes-­  
que  la  mayor  parte  de  personas  pasan  por  alto  con  referencia  a  su  
carácter?  ¿Cuáles  son  algunas  de  las  que  tú  estás  consciente  que  
no  has  tratado  como  se  debe?  
 
6. Vimos  que  los  fariseos  practicaban  una  forma  de  lo  que  ahora  
llamamos  legalismo.  ¿Puedes  identificar  “tradiciones  humanas”  y  
conceptos  no  bíblicos  que  has  creído  e  impulsado  como  si  fueran  
“lo  que  Dios  quiere  de  ti”?    
 
 
 
 
 
   

El  Sermón  del  Monte  


 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    31  
 
Capítulo  3  
 
Relaciones  personales:  Estándares  altos  
 
 
 
 
 
“El  discípulo  no  es  superior  a  su  maestro;;  mas  todo  el  que  fuere  
perfeccionado,  será  como  su  maestro.”  
Lucas  6:40  
 
 
 
 
 
Estábamos  en  el  punto  más  lejano  de  una  pista  de  aviones  comerciales  
cuando  escuché  por  los  audífonos  de  la  pequeña  aeronave  todas  las  
indicaciones  propias  de  una  conversación  entre  el  piloto  y  la  torre  de  
control.  Aquel  era  un  avión  de  dos  motores  relativamente  nuevo.  Su  
propietario,  un  buen  amigo  miembro  de  la  iglesia  donde  yo  daba  una  
conferencia  esos  días,  había  sido  muy  amable  al  invitarme  a  sobrevolar  
la  ciudad  y  las  playas  en  los  alrededores.  El  clima  era  inmejorable,  y  la  
compañía  de  aquel  piloto  -­con  décadas  de  experiencia  volando  según  
me  había  dicho-­  prometían  una  mañana  inolvidable.    
 
¿Sabes?,  hay  una  magia  especial  al  volar  un  avión  pequeño.  Es  una  
peculiar  sensación  combinada  de  libertad  y  perceptible  fragilidad  la  que  
se  hace  presente  a  miles  de  pies  de  altura.  A  diferencia  de  los  aviones  
comerciales  -­robustos,  presurizados,  aislados,  y  relativamente  
silenciosos-­  volar  en  una  pequeña  avioneta  es  una  experiencia  
multisensorial.  El  ruido  de  los  motores  y  la  vibración  del  fuselaje  hacen  
que  sea  imposible  olvidar  el  desafío  a  las  leyes  de  la  física  que  se  hace  
al  volar  de  esa  manera.  Especialmente  para  alguien  como  yo,  sin  el  más  
mínimo  entrenamiento  o  conocimiento  de  vuelo,  la  percepción  de  estar  
haciendo  algo  antinatural  -­volar-­  era  inevitable.  Puedo  asegurarte  que  
aquella  mañana,  me  sentía  volando.  
 
El  Sermón  del  Monte  
 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    32  
Mientras  sobrevolábamos  la  más  hermosa  de  las  campiñas,  mi  amigo  
piloto  -­a  quien  llamaré  Antonio-­  me  sorprendió  al  preguntarme  si  quería  
tomar  el  mando  de  la  aeronave.  A  juzgar  por  la  sonrisa  en  su  rostro,  
seguramente  debo  haber  quedado  pálido  ante  el  solo  pensamiento  de  
tener  el  control  en  mis  manos.  Por  supuesto,  mi  primera  reacción  fue  
declinar.  Sin  embargo,  con  suaves  palabras,  Antonio  me  convenció  de  
que  solamente  tenía  que  colocar  las  manos  en  el  timón  que  había  frente  
a  mí  y  me  aseguró  que  él  permanecería  en  control  en  todo  momento.  
Hasta  el  día  de  hoy,  no  sé  porqué  le  dije  que  sí.  Una  gran  sensación,  
pero  una  mala  decisión.  
 
Cuando  apenas  habían  transcurrido  un  par  de  minutos,  Antonio  decidió  
jugarme  una  broma  y  apagó  los  motores  del  avión.  Inmediatamente  se  
hizo  un  aterrador  silencio.  La  vibración  del  timón  en  mis  manos  
desapareció  de  inmediato.  Los  motores  callaron.  Créeme,  casi  juraría  
que  mi  corazón  también  se  detuvo.  Pocas  cosas  son  tan  atemorizantes  
como  el  absoluto  silencio  de  un  avión  que  planea  por  los  aires  
sosteniéndose  por  las  leyes  de  la  física  (¡y  por  la  gracia  de  Dios!).  Por  
supuesto,  nunca  mejor  dicho,  puse  el  grito  en  el  cielo.  De  hecho,  es  
posible  que  me  hayan  escuchado  con  claridad  hasta  el  otro  lado  del  
hemisferio.  Ante  mi  sobresalto,  y  mientras  reía  estrepitosamente,  mi  
amigo  Antonio  encendió  prontamente  los  motores  de  la  aeronave,  
dimos  un  par  de  vueltas  más  por  aquella  zona  y  procedimos  a  aterrizar.  
Como  te  dije,  fue  inolvidable.  
 
El  punto  de  mi  historia  sucedió,  en  realidad,  dos  días  después  de  aquel  
singular  episodio.  Al  terminar  una  de  las  conferencias  en  la  iglesia  
donde  me  encontraba  como  predicador  invitado,  uno  de  los  líderes  se  
acercó  y  me  dijo:  “Me  cuentan  que  volaste  con  Antonio”  Cuando  le  
respondí  que  así  había  sido,  inmediatamente  añadió:  “¡Eres  valiente!  
¡Yo  no  me  subo  a  un  avión  con  él  desde  que  le  revocaron  la  licencia  de  
vuelo  hace  algunos  años!”  Al  principio  pensé  que  aquel  líder  bromeaba.  
¡Entonces,  al  darme  cuenta  que  no  era  así,  estuve  cerca  de  un  
verdadero  síncope!  Apenas  si  pude  dar  crédito  a  mis  oídos.  ¡Había  
volado  con  un  piloto  sin  licencia!  ¡Que  terrible!  
 
Piénsalo.  Hay  ciertas  profesiones  y  oficios  que  demandan  estándares  
elevados.  Ni  tú  ni  yo  subiríamos  -­en  nuestra  mente  cabal-­  a  un  avión  
comercial  pilotado  por  alguien  sin  las  debidas  credenciales.  Tampoco  
El  Sermón  del  Monte  
 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    33  
permitiríamos  que  un  cirujano  sin  graduarse  realizara  una  complicada  
operación  en  nuestro  cuerpo.  ¡De  ninguna  manera!  Hoy  en  día,  casi  
todo  lo  que  es  importante,  requiere  de  una  licencia  especial.  No  puedes  
dar  clases  en  una  escuela  primaria  si  no  tienes  una  licencia  para  ello.  
Tampoco  puedes  bucear,  conducir  un  automóvil,  disparar  un  arma,  
llevar  la  contabilidad  de  una  empresa  o  litigar  como  abogado  a  favor  de  
alguien  más,  si  no  cuentas  con  las  respectivas  aprobaciones  para  
desempeñar  tales  actividades.  Un  sistema  de  licencias  y  aprobaciones  
colegiadas  han  sido  diseñadas  alrededor  de  actividades  como  esas  para  
proteger  a  los  usuarios  de  las  mismas  y  al  público  en  general.    
 
Algunas  veces  creo  que  a  los  cristianos  -­especialmente  a  los  más  
maduros-­  se  nos  debería  exigir  una  certificación  de  buena  conducta  y  de  
habilidades  relacionales  para  poder  entrar  en  contacto  con  otros;;  
especialmente  cuando  dicho  contacto  lo  realizamos  en  el  nombre  del  
Rey.  Sería  muy  conveniente  si,  antes  de  tratar  con  un  líder  de  grupo  
pequeño  o  con  alguien  en  una  posición  de  liderazgo,  pudiéramos  
cerciorarnos  de  que  “ha  sido  certificado”  en  su  carácter  y  que  fue  
aprobado  por  una  instancia  superior.  Ciertamente,  esto  “protegería  a  los  
usuarios  del  cristianismo  y  al  público  en  general”.    
 
Lamentablemente,  pedir  tal  sistema  de  licencias,  es  imposible.  Quizás  
por  eso  el  Maestro  puso  tanto  énfasis  en  los  estándares  altos  de  sus  
siervos.  Él  sabía  que  el  estado  y  el  avance  del  reino  dependían  de  la  
calidad  del  carácter  de  quienes  lo  impulsaran.  Eso,  pues,  fue  de  lo  que  
les  enseñó  en  su  discurso  en  las  laderas  de  aquel  monte.  
 
El  fin  del  enojo  
Al  hablar  sobre  carácter  en  el  reino,  uno  de  los  temas  más  ampliamente  
desarrollados  por  el  Rey  en  la  montaña  fue  el  de  las  relaciones  
personales  de  sus  siervos.  Él  dejó  claro  a  sus  discípulos  que  resultaba  
imposible  influenciar  a  otros  siendo  sal  y  luz  si  no  desarrollaban  
relaciones  sanas  que  fluyeran  de  las  actitudes  correctas  en  sus  
corazones.  Como  ya  vimos,  aunque  lo  planteado  en  cuanto  a  relaciones  
humanas  parecía  revolucionario,  Jesús  estuvo  pronto  a  señalarles  que  
los  estándares  de  conducta  del  reino  no  son  sino  la  interpretación  
correcta  de  lo  que  él  -­y  el  Padre  y  el  Espíritu-­  habían  establecido  en  la  
ley.  Por  eso,  señaló:  “no  penséis  que  he  venido  para  abrogar  la  ley  o  los  
profetas;;  no  he  venido  para  abrogar,  sino  para  cumplir.”  
El  Sermón  del  Monte  
 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    34  
 
El  aspecto  más  básico  de  las  relaciones  interpersonales  individuales  es  
el  respeto  a  la  vida.  Jesús  buscaba  que  ellos  se  sensibilizaran  hacia  el  
valor  de  la  vida.    “Oísteis  que  fue  dicho  a  los  antiguos”  expresó  el  
Maestro  a  sus  estudiantes;;  muy  probablemente,  la  razón  por  la  cual  no  
les  dijo  “leisteis  que  fue  escrito”  fue  por  la  indisponibilidad  para  las  
personas  comunes  en  aquella  época  del  texto  escrito.  Solamente  los  
fariseos,  escribas  y  sacerdotes  parecían  tener  acceso  a  las  copias  de  los  
rollos  de  la  ley.  Entonces,  sin  la  palabra  de  Dios  en  sus  manos,  el  judío  
promedio  dependía  de  lo  que  la  religión  les  decía.    
 
Por  supuesto,  el  mandamiento  a  continuación  no  era  un  asunto  ni  de  la  
religión  moderna,  ni  de  los  fariseos.  “No  matarás”  -­un  mandamiento  
dado  curiosamente  en  singular-­  era  cuestión  de  Dios  desde  el  principio.  
Al  no  ser  colectivo  (no  dice:  “no  mataréis”),  su  mandamiento  excluía  los  
actos  del  gobierno  y  de  la  sociedad  como  promotores  y  ejecutores  de  la  
justicia.  Vale  acá  la  pena  recordar  que  la  pena  de  muerte  encargada  a  
los  magistrados,  es  un  decreto  divino  previo  a  la  ley  (Génesis  9:6).  Las  
palabras  del  Rey  en  su  discurso  deben  haber  evocado  en  los  oyentes  lo  
que  tantas  veces  habían  sido  instruidos  en  la  religión  del  Antiguo  
Testamento:  una  persona  no  puede  asesinar  a  otro.  
 
Este  pecado,  que  apareció  por  primera  vez  en  Génesis  4,  está  presente  
a  lo  largo  de  toda  la  Biblia.  Es  el  acto  consciente  o  por  descuido  de  
dañar  a  otra  persona  y  que  resulta  en  la  privación  de  la  vida.  Está  
condenado  por  doquier  en  las  Escrituras.  “No  matarás”  es  el  texto  del  
mandamiento  en  Éxodo  20:13;;  pero  también  se  encuentra  tratado  en  
Éxodo  21:14  -­el  que  matare  debía  ser  quitado  del  altar-­,  en  Éxodo  
21:20  -­el  que  matare  debía  ser  castigado-­,  en  Levítico  24:21  -­quien  
hiera  a  un  hombre  de  muerte,  que  muera-­  y  en  Deuteronomio  22:8  y  
Éxodo  21:29.  En  estos  últimos  pasajes,  la  ley  afirmaba  que  cuando  la  
muerte  era  por  negligencia,  había  opción  de  conciliar  económicamente,  
pero  que  de  todas  maneras  el  imputado  debía  enfrentar  la  justicia.    
 
Es  a  esa  realidad  a  la  que  el  maestro  se  refería  cuando  dijo  que  
“cualquiera  que  matare  será  culpable  de  juicio”.  Dañar  a  alguien  te  hace  
culpable,  digno,  merecedor  o  expuesto  a  enfrentar  un  tribunal,  ser  
juzgado  y  recibir  la  pena  respectiva.  En  otras  palabras,  la  ley  no  dejará  
a  un  asesino  salirse  con  la  suya  y  lo  condenará.  O  al  menos,  no  debería  
El  Sermón  del  Monte  
 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    35  
dejar  que  se  saliera  con  la  suya.  Sin  embargo,  al  decir  “la  ley”,  el  
Maestro  no  se  refería  exactamente  a  algo  que  se  pareciera  a  un  tribunal  
oa  un    juzgado  actual.  Del  pensamiento  del  Rey,  lejos  estaban  los  
abogados  defensores  actuales,  los  recursos  legales,  procesos  de  amparo  
y  toda  la  serie  de  herramientas  judiciales  que  ahora  llenan  nuestros  
tribunales.  En  tiempos  bíblicos,  la  ley  establecía  cómo  tratar  cada  
violación  a  la  misma  de  una  manera  específica.  Los  sacerdotes  levitas  y  
el  juez  -­bajo  la  figura  de  una  teocracia-­  eran  los  encargados  para  
impartir  justicia  en  base  a  esa  ley.  Deuteronomio  17:8-­13.  En  la  ley,  
asesinar  a  otro  y  ser  considerado  “culpable  de  juicio”  implicaba  
enfrentar  la  pena  de  muerte.  Dios  valora  la  existencia  humana.  Atentar  
contra  ella,  nunca  será  algo  dejado  impune  a  los  ojos  del  creador  y  
sustentador  de  la  vida  misma.    
 
Sensibilizarse  a  la  vida  es  algo  básico  para  refrenar  nuestros  
sentimientos  viles  hacia  otros.  El  problema,  implicó  Jesús  a  sus  
seguidores,  no  radica  en  el  acto  de  asesinar  a  otro.  El  problema  está  en  
la  pasión  del  alma,  en  las  palabras  de  la  boca  e  incluso  en  los  
pensamientos  del  corazón  de  quien  odia  a  otra  persona.  Para  violar  el  
principio  divino,  no  nos  es  necesario  tirar  de  un  gatillo  o  golpear  con  
saña  a  quien  odiamos.  Tú  y  yo  podemos  jamás  haber  matado  a  alguien  
físicamente,  pero  esto  no  quiere  decir  que  nunca  hemos  violado  el  
comando  divino  que  nos  pide  respetar  la  integridad  de  nuestro  prójimo.  
 
El  problema  de  la  pasión  de  nuestra  alma.  Jesús  prosiguió  con  su  
discurso  y  contrastó  lo  que  los  discípulos  habían  escuchado  con  un  
“pero  yo  os  digo”.  Ahora,  sus  seguidores  oirían  de  primera  mano  la  
explicación  auténtica  de  lo  que  la  ley  siempre  había  querido  decir.  Este  
tipo  de  explicación  es  -­incluso  en  el  derecho  moderno-­  “la  definición  de  
la  norma  en  la  propia  norma”,  y  la  lleva  a  cabo  únicamente  el  
legislador.  Es  la  explicación  de  quien  originalmente  escribió  la  ley,  de  
manera  que  todos  entiendan  lo  que  esta  implicaba.  “Yo  os  digo  que  
cualquiera  que  se  enoje  contra  su  hermano,  será  culpable  de  juicio”  dijo  
el  Dador  de  la  Ley.  El  Rey  estaba  haciéndoles  notar  que  el  problema  
surge  de  la  ira  que  se  desboca  en  el  interior  del  ser.  Es  un  proceso  que  
se  inicia  en  un  corazón  amargado  por  las  acciones  del  otro  y  que  resulta  
en  odio  real  hacia  el  ofensor.  La  ira  es  -­por  supuesto-­  una  pasión  
prohibida  por  Efesios  4:13  y  regulada  en  Santiago  1:19.  Todo  hombre  
debe  ser  “tardo  para  airarse;;  porque  la  ira  del  hombre  no  obra  la  
El  Sermón  del  Monte  
 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    36  
justicia  de  Dios”.    Como  veremos  pronto,  el  enojo  pecaminoso  suele  ir  
acompañado  de  expresiones  verbales  impropias  (Colosenses  3:8).  Ante  
tal  situación,  Jesús  igualó  el  pecado  del  asesinato  físico  con  el  de  la  ira  
que  desea  tal  asesinato.  Tan  “merecedor”  de  juicio  es  quien  quita  la  
vida  a  otro  como  “merecedor  de  ser  llevado  ante  el  tribunal”  es  aquel  
que  se  enoja  contra  su  prójimo.    
 
Es  imposible  no  detenerse  a  imaginar  lo  que  los  discípulos  deben  haber  
pensado  en  esos  momentos.  Ante  las  palabras  de  sus  maestros,  los  
temperamentos  difíciles  de  Juan  y  Jacobo  -­los  hijos  del  trueno-­,  el  del  
impulsivo  Pedro  o  el  del  sedicioso  Simón  el  Zelote  deben  haber  causado  
que  sus  cejas  se  enarcaran  y  los  corazones  mismos  se  encogieran.  El  
Rey  estaba  poniendo  un  alto  rotundo  a  toda  una  vida  de  enojos.  ¡Que  
bueno!  Si  lo  hizo  para  ellos,  ciertamente  debe  hacerlo  para  nosotros.  
¿Qué  habrías  sentido  tú  si  hubieres  estado  en  aquella  montaña?  ¿Te  
habrías  dado  por  aludido?  ¿Tienes  un  problema  con  la  ira  que  debes  
resolver?  El  estándar  de  Jesús  es  alto.  Y,  en  ese  momento,  apenas  
estaba  comenzando.  
 
El  problema  de  las  palabras  de  nuestra  boca.  La  ira  es  más  fácilmente  
expresada  por  lo  que  sale  de  nuestros  labios.  “De  la  abundancia  del  
corazón,  habla  la  boca”  dijo  Jesús  en  Mateo  12:34.  En  el  monte,  el  
señaló  que  “cualquiera  que  diga:  Necio,  a  su  hermano,  y  cualquiera  que  
le  diga  fatuo,  quedará  expuesto  al  infierno  de  fuego”.  Por  un  lado,  el  
término  traducido  como  necio  en  nuestra  Biblia  actual  es  “raca”,  un  
concepto  complejo  a  causa  de  la  enorme  carga  emocional  que  encierra.  
Raca  es  una  expresión  verbal  de  injuria  contra  la  persona.  Es  un  insulto  
en  el  sentido  más  completo  de  la  palabra.  Es  una  manera  de  expresar  el  
más  profundo  desprecio  arrogante,  y  el  menosprecio  más  miserable  y  
odioso  que  alguien  puede  tener  hacia  otra  persona.  El  problema,  por  
supuesto,  es  el  corazón  con  el  que  se  dice  raca.  Por  el  otro  lado,  fatuo  
(MOROS)  significa  falto  de  razón  o  de  entendimiento.  Es  llamar  a  tu  
hermano  necio,  tonto,  insensato  e  ignorante.  Más  que  el  señalamiento  
de  las  limitaciones  intelectuales  en  otro,  esta  es  una  expresión  que  toca  
su  realidad  espiritual,  con  igual  menosprecio  que  raca.  Los  estudiosos  
del  idioma  hacen  notar  que  la  idea  tras  fatuo  es  la  de  señalar  a  uno  que  
dándose  cuenta  de  la  existencia  de  Dios  ha  tomado  la  decisión  de  
rebelarse  contra  él,  como  el  necio  del  Antiguo  Testamento.  Es  entonces  
-­en  un  sentido-­  desear  a  tal  persona  el  mismo  infierno.    

El  Sermón  del  Monte  


 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    37  
 
El  problema  de  los  pensamientos  del  corazón.  Los  insultos  que  salen  de  
la  boca  de  quienes  nos  consideramos  siervos  del  Rey  nos  hacen  
“culpables  ante  el  concilio”.  Insultar  de  tal  manera  es,  a  los  ojos  de  
Dios,  no  muy  diferente  que  quitar  la  vida  física  a  otra  persona.  La  
infracción  es  tan  profunda  que  Jesús  les  dijo  que  las  ofensas  nos  dejan  
expuestos  “al  infierno  de  fuego”.  Debemos  tomar  en  cuenta  que  la  
palabra  “expuesto”  es  la  misma  que  se  ha  traducido  antes  como  
“culpable  de  juicio”.  Varias  interpretaciones  son  posibles  para  tal  
pensamiento.  Las  más  válidas  son  la  posibilidad  de  que  el  Maestro  
estuviera  haciendo  una  referencia  histórica  al  basurero  público  -­el  
crematorio  local-­  o  señalando  la  realidad  espiritual  de  que  solamente  un  
individuo  no  regenerado  podría  albergar  tal  odio  en  su  corazón.  La  
realidad  es  que  nuestros  pensamientos  son  -­siempre-­  una  manifestación  
de  nuestra  condición  espiritual.  Ya  Salomón  dijo,  respecto  del  malo,  
“cual  es  su  pensamiento  en  su  corazón,  tal  es  él”  (Proverbios  23:7).  
Dicha  afirmación  sigue  siendo  cierta  en  nuestro  tiempo.    
 
Tú  y  yo  debemos  ponderar  con  tranquilidad  las  afirmaciones  de  Jesús.  
En  el  reino,  tus  sentimientos  hacia  otros  son  tan  importantes  como  tus  
acciones  hacia  ellos.  Este  simple  principio  tiene  un  lado  positivo  -­de  
buenos  sentimientos-­  y  uno  negativo,  de  actitudes  reñidas  con  el  
carácter  de  un  siervo  del  Rey.    La  realidad  es  que  todos  tenemos,  en  
más  de  alguna  ocasión,  sentimientos  viles,  a  veces  escondidos  e  
intencionalmente  ocultos.  Solemos  pensar  que  por  no  expresar  tales  
sentimientos  exteriormente  “estamos  bien”,  así  que  les  damos  cabida  
en  el  corazón  y  -­en  más  de  alguna  ocasión-­  incluso  los  justificamos  con  
argumentos  en  nuestro  propio  subconsciente.  Somos  como  el  mítico  
avestruz,  de  quien  se  dice  que  esconde  la  cabeza  creyendo  que  si  él  no  
ve  el  peligro,  el  peligro  no  le  verá  a  él.  Sin  embargo,  cuando  esto  
sucede,  estamos  equivocados.  Recuérdalo:  En  las  relaciones  personales,  
lo  que  sientes  en  tu  interior  vale  tanto  como  lo  que  haces  en  el  exterior.  
El  Maestro  enseñó  a  sus  siervos  en  la  cima  de  aquella  montaña  que,  
para  él,  las  intenciones  de  sus  corazones  eran  tan  importantes  como  lo  
son  sus  actos.    
 
La  prioridad  de  las  relaciones  sanas  
El  valor  que  Jesús  otorgó  a  las  relaciones  sanas  fue  claramente  
enfatizado  en  el  siguiente  punto  de  su  discurso.  El  planteó  que  debía  

El  Sermón  del  Monte  


 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    38  
haber  reconciliación  entre  los  creyentes  antes  que  pudiera  haber  
adoración  a  Dios.  “Por  tanto”  les  dijo,  conectando  directamente  las  
relaciones  interpersonales  con  la  relación  personal  de  cada  quien  con  
Dios,  “si  traes  tu  ofrenda  al  altar,  y  allí  te  acuerdas  de  que  tu  hermano  
tiene  algo  contra  ti,  deja  allí  tu  ofrenda  delante  del  altar,  y  anda,  
reconcíliate  primero  con  tu  hermano,  y  entonces  ven  y  presenta  tu  
ofrenda”.  En  la  mente  de  sus  estudiantes,  la  imagen  mental  de  un  judío  
que  llevaba  un  animal  para  la  reconciliación  con  Dios  o  para  celebrar  
con  Dios  se  hizo  inmediatamente  presente.  Probablemente  Jesús  estaba  
haciendo  referencia  a  la  ley  de  la  restitución  en  Levítico  6:2-­6.  Con  toda  
seguridad  estableció  que  la  responsabilidad  de  restauración  está  en  
ambos  el  ofendido  y  el  ofensor  (Romanos  12:18).  El  altar  era  el  punto  
de  contacto  entre  el  hombre  y  Dios,  y  el  momento  de  estar  ante  él  era,  
sin  lugar  a  dudas,  el  más  sagrado  y  especial  de  todo  adorador.  Sin  
embargo,  el  Rey  les  instruyó  que,  si  aún  existían  rencillas  y  problemas  
personales  en  el  momento  de  adorar,  todo  debía  quedar  en  suspenso  
hasta  que  se  arreglara  el  problema  humano.  
 
Sin  reconciliación,  no  puede  haber  adoración.  Las  relaciones  humanas  
sanas  deben  tener  prioridad  máxima  en  el  marco  de  pensamiento  del  
siervo  del  reino.  No  debe  extrañarnos  que  se  nos  diga  que  si  tratamos  
mal  a  nuestras  esposas,  Dios  no  nos  escucha  (1  Pedro  3:7);;  o  que  si  no  
perdonamos  a  quienes  nos  ofenden,  Dios  no  nos  perdona  (Mateo  
6:14-­15).  El  Maestro  recordó  a  sus  discípulos  que  la  sanidad  de  las  
relaciones  interpersonales  es  una  carretera  de  dos  vías.  No  solo  es  
importante  buscar  la  paz  con  aquellos  que  nos  ofenden,  sino  que  es  de  
crucial  trascendencia  que  tomemos  acción  cuando  sabemos  que  alguien  
está  molesto  con  nosotros.  En  otras  palabras,  es  el  discípulo  del  reino  el  
encargado  de  procurar  la  reconciliación,  incluso  si  no  es  él  el  ofendido.  
Igualmente,  “tratar  la  causa”  (Proverbios  25:9)  con  quien  sabemos  que  
hemos  dañado  es  inherente  a  la  madurez  del  carácter  de  un  creyente  
verdadero.    
 
El  dejar  la  ofrenda  ante  el  altar  mientras  se  resuelve  el  conflicto  implica  
varias  realidades:  (1)  Que  Dios  debe  ser  adorado  al  final  de  cuentas.  Es  
evidente  que  la  instrucción  del  Rey  no  es  una  prohibición  de  la  
adoración  ni  un  comando  para  “evitar  ir  ante  Dios”  de  manera  
indefinida.  De  la  misma  manera,  supone  que  (2)  la  acción  que  
tomaremos  para  reconciliarnos  con  quien  hemos  ofendido  es  inmediata.  

El  Sermón  del  Monte  


 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    39  
El  animal  que  sería  sacrificado  como  ofrenda  no  podía  permanecer  ante  
el  altar  de  manera  indeterminada.  El  lapso  de  tiempo  entre  el  
reconocimiento  de  la  ofensa  y  la  búsqueda  de  la  reconciliación  debía  ser  
tan  corto  como  fuere  posible.  Nota  que  otra  ramificación  es  que  (3)  la  
ofrenda  quedaba  para  dar  ocasión  de  que  ambos  adversarios  “se  
pusieran  de  acuerdo”  y  se  reconciliasen.  No  se  trataba  de  ir  a  ver  quien  
tenía  la  razón  o  quien  era  culpable  del  conflicto,  sino  de  ir  a  restablecer  
la  relación  dañada.  Reunirse  con  quienes  se  sienten  ofendidos  con  
nosotros  solamente  para  ventilar  los  problemas  o  hacer  más  grande  la  
discusión  ya  existente  es,  además  de  inútil,  incongruente  con  el  
carácter  de  un  siervo  del  Rey.    
 
La  prioridad  que  debemos  otorgar  al  mantenimiento  de  relaciones  sanas  
tiene  también  una  razón  práctica.  Si  no  nos  reconciliamos  con  quienes  
hemos  ofendido,  eventualmente  enfrentaremos  las  consecuencias.  El  
Maestro  les  dijo:  reconcíliate  “entre  tanto  que  estás  con  él  en  el  camino,  
no  sea  que  el  adversario  te  entregue  al  juez,  y  el  juez  al  alguacil,  y  seas  
echado  en  la  cárcel”.  Toda  ofensa  puede  llevarnos  a  un  punto  sin  
retorno  en  el  que  las  consecuencias  podrían  terminar  incluso  en  un  
conflicto  civil  que  implique  cárcel  y  demandas  legales  para  la  restitución  
del  ofendido.  Si  es  así,  ¡bien  merecido  lo  tenemos!  Jesús  añadió:  “De  
cierto  te  digo  que  no  saldrás  de  allí,  hasta  que  pagues  el  último  
cuadrante”.  Acéptalo.  No  es  sensato  dejar  un  conflicto  sin  resolver.  La  
justicia  humana  no  siempre  es  la  mejor  vía,  especialmente  para  el  
ofensor.  Sin  embargo,  incluso  ante  la  ley  de  Dios,  no  hay  escapatoria  a  
nuestra  responsabilidad  de  resolver  los  conflictos  en  que  nos  
encontramos  involucrados.    
 
Esos  mismos  principios  deben  incorporarse  a  la  manera  como  tú  y  yo  
manejamos  los  conflictos  interpersonales.  Estos  deben  ser  atendidos  de  
forma  prioritaria,  sin  dilaciones  ni  retrasos  innecesarios.  Una  vez  que  la  
reconciliación  humana  ha  sucedido  -­o  al  menos,  que  esta  se  ha  
procurado  de  la  mejor  manera  posible-­  la  conexión  de  adoración  a  Dios  
tendrá  mucho  más  sentido  y  significado  para  nosotros.    
 
Un  pecado  cultural  
Los  estándares  altos  propuestos  por  Jesús  sobre  las  relaciones  
interpersonales  deben  causar  eco  en  nuestros  días,  particularmente  en  
nuestra  amada  América  Latina.  El  enojo  y  las  malas  relaciones  han  

El  Sermón  del  Monte  


 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    40  
llegado  a  ser  parte  de  un  bagaje  endémico,  aceptado  incluso  como  algo  
normal  entre  quienes  nos  llamamos  líderes.  Aunque  tú  y  yo  no  
formemos  parte  de  los  elevados  índices  de  violencia  física,  el  punto  que  
Jesús  hizo  a  sus  siervos  debe  hacernos  reflexionar.  No  necesitas  
asesinar  a  nadie  para  violar  el  mandamiento  que  protege  la  integridad  
de  tus  semejantes.  Basta  con  permitir  que  tu  mal  genio  de  rienda  suelta  
a  las  palabras  inapropiadas  y  a  los  pensamientos  de  menosprecio  contra  
aquellos  que  te  rodean.  Peor  aún,  puedes  asumir  que  “no  estás  tan  
mal”  porque  tales  sentimientos  permanecen  ocultos  en  tu  corazón  y  
continuar  tu  vida  de  adoración  como  si  nada  estuviera  sucediendo.  
 
Como  algo  curioso,  a  pesar  de  que  consideramos  el  enojo  y  el  mal  genio  
como  algo  aceptable,  no  es  raro  que  los  líderes  en  nuestras  iglesias  
evitemos  hablar  de  esto  con  otros.  Sabemos  que  es  algo  malo  que  
existe  en  nuestras  vidas,  pero  pretendemos  que  no  está  allí  y  lo  
dejamos  sin  tratar.  Considéralo.  Si  Pedro,  Juan,  Jacobo  y  los  escogidos  
para  ser  parte  de  los  doce  precisaron  de  estas  instrucciones,  ¡cuánto  
más  las  necesitamos  nosotros!  Exponernos  a  los  conceptos  del  Sermón  
del  Monte  debe  causar  los  ajustes  en  el  carácter  que  hemos  pospuesto  
hasta  este  momento.    
 
Si  una  licencia  de  buenas  relaciones  fuera  necesaria  para  avanzar  el  
reino,  ¿podrías  obtenerla  sin  dificultad?  ¿Pasarías  los  exámenes  de  
conducta  que  algo  así  te  demandara?  ¿Sería  aprobado  tu  corazón  
respecto  de  los  sentimientos  correctos  en  todas  las  relaciones  
personales  que  ahora  tienes?  Si  tu  carácter  solía  ser  bueno  en  esta  
área,  ¿Tendrían  las  autoridades  responsables  que  revocar  tu  licencia?  A  
diferencia  de  los  pilotos  de  aviones,  los  siervos  del  reino  no  necesitamos  
una  licencia  para  operar.  Sin  embargo,  no  nos  confundamos.  Los  
desastres  que  nosotros  provocamos  pueden  ser  mucho  más  dramáticos  
y  fatales  en  los  corazones  de  muchos  que  los  causados  por  ellos.  
   
   

El  Sermón  del  Monte  


 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    41  
Preguntas  para  discusión  
 
1. ¿Por  qué  comparó  Jesús  el  asesinato  con  el  odio  y  el  enojo?  
 
2. ¿Cuáles  son  algunos  pasos  prácticos  que  debes  tomar  para  
resolver  un  conflicto  personal?  ¿Qué  sucede  cuando  la  otra  
persona  no  desea  solucionar  el  problema?    
 
3. ¿Cuál  es  la  postura  bíblica  respecto  de  la  pena  de  muerte?  
¿Cuáles  son  algunos  de  los  problemas  que  esta  posición  puede  
generar?  ¿Cómo  se  resuelven  tales  problemas?  
 
4. ¿Por  qué  un  líder  tiene  mayor  responsabilidad  que  los  demás  
cuando  se  trata  de  la  resolución  de  conflictos  personales?  
 
5. ¿Cuáles  son  algunas  aplicaciones  prácticas  que  podemos  dar  al  
principio  de  “reconciliación  antes  de  adoración”?  
 
6. ¿Cómo  ayudarías  a  un  discípulo  -­o  a  alguien  bajo  tu  influencia  
ministerial-­  a  luchar  contra  el  enojo?  
 
7. ¿Tienes  tú  un  problema  con  la  ira  y  con  el  mal  genio  que  sabes  
que  debes  resolver?  ¿Cómo  podría  tu  tutor  o  tu  grupo  de  IDEM  
ayudarte?  
 
8. ¿Qué  debe  hacerse  con  un  líder  que  se  resiste  a  cambiar  su  
carácter  (especialmente  en  el  área  de  la  ira  y  el  mal  genio)?  
¿Cuáles  son  algunos  ejemplos  bíblicos?  
 
 
 
 
 
   

El  Sermón  del  Monte  


 2014  IDEM  -­Iglesia  Bautista  Vida  Nueva    42  
 
Capítulo cuatro. 
 
Lealtad Matrimonial: Estándares aún más altos. 
 
 
 
 
 
“Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los 
fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.” 
Hebreos 13:4 
 
 
Con casi 60 millones de lectores en el mundo, Men’s Health es la revista 
masculina más grande del mundo. Sus cuarenta ediciones en cuarenta y 
siete países se dedican a investigar y tratar diversos temas como los 
ejercicios, la nutrición, la sexualidad, el estilo de vida y otros aspectos 
de la vida y la salud de los hombres. Hace unos años, un hombre 
llamado Ricardo, escribió en la revista el siguiente testimonio: 
"El engaño fue el peor error que he cometido en mi vida. Yo no sé 
si de todas maneras habríamos terminado en un divorcio, pero me 
sentí muy mal cuando engañé a mi esposa. Yo, realmente, no 
quería el divorcio. Ni siquiera, en verdad, quería estar con aquella 
(otra) mujer; es sólo que ella me decía lo que yo necesitaba 
escuchar… que no estaba recibiendo ninguna atención por parte 
de mi esposa en casa, que no habíamos dormido juntos en unos 
tres meses... yo no comprendía lo que pasaba en la mente de mi 
esposa. Me encontraba realmente confundido. Esta otra mujer me 
daba la atención que no había conseguido en mucho tiempo. Se 
sentía muy bien, hasta justo después de que ocurrió. Entonces, 
me sentí terrible". 
 
Ricardo es, ni más ni menos, otro hombre más que forma parte de las 
estadísticas sobre el adulterio y el divorcio; estadísticas que, por cierto 
son tan abrumadoras que hasta parecen haber sido manipuladas para 
reflejar datos exagerados. Sin embargo, no es así. Aun si se trata de 
estudios conservadores, los estimados proponen que uno de cada 

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  43 
cuatro hombres casados cometerá adulterio al menos una vez en la 
vida; prácticamente otro más se verá involucrado ­en algún punto del 
matrimonio­ en una relación emocional desleal con alguien que no es su 
esposa. Las estadísticas de infidelidad por parte de mujeres, aunque 
tienen índices un poco menores, no son tan diferentes. Tampoco la 
frecuencia entre creyentes arroja resultados más prometedores. Cuando 
se trata de analizar los índices de adulterio y de deslealtad matrimonial, 
todos los estudios están de acuerdo: es un mal endémico. Está por 
todos lados. Las redes sociales, la movilidad en los empleos, la facilidad 
para viajar y todos los avances en la comunicación han potenciado aún 
más un pecado que ya era fácilmente cometido por muchos. Tú y yo no 
estamos exentos. Todos ­sin excepción­ estamos en riesgo.  
 
Sin embargo, haremos bien si nos cuidamos de no hacer un análisis 
solamente social de este problema. El adulterio, aunque puede ser visto 
y estudiado como un mal generalizado, dista mucho de ser sólo eso. Si 
dejamos las frías estadísticas y echamos un vistazo al pequeño mundo 
que nos rodea, la realidad se presenta más aterradora. Los números 
fríos, al menos, están desprovistos de rostros, de nombres y de 
apellidos. Las tablas de análisis y los porcentajes no tienen hijos 
pequeños que conozcamos y que ­sabemos­ crecerán con los 
impedimentos producidos por un hogar fallido. Algunas de estas familias 
se terminarán disolviendo oficialmente. Otras, nunca llegarán a firmar 
papeles de divorcio; pero el deterioro y la separación serán igualmente 
devastadores. Una pareja que permanece aparentemente unida pero 
que está separada en el corazón por la infidelidad de uno de ellos (o de 
ambos), es el caldo de cultivo para la amargura, el resentimiento y la 
ira. Pronto aprenden, quienes así intentan vivir, que los seres humanos 
no fuimos diseñados para que nuestras almas pudieran sobrevivir a 
semejantes sentimientos. 
 
Lo más probable es que tú conoces a más de alguien ­creyente o no­ 
que ha jugueteado, o ha sido juguete, en una infidelidad. Ciertamente, 
no es tarea nuestra condenar ni defender a quienes se encuentre en tal 
situación. “A los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” dijo el 
autor de Hebreos. Nuestro enfoque es la condición de carácter que el 
Rey hizo a sus discípulos. Lo que nos interesa entender es que, en el 
reino, la fidelidad matrimonial y el honor necesario para respetar los 
votos matrimoniales son, en una palabra, indispensables.  
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  44 
 
Lealtad al pacto matrimonial 
A estas alturas, un segundo “oisteis que fue dicho” fue pronunciado por 
el Maestro en su discurso de la montaña. En este caso, el mandamiento 
al cuál él hizo referencia era ­y será, mientras el ser humano exista­ el 
más famoso de todos: “No cometerás adulterio”. También es, 
lamentablemente, uno de los más desobedecidos. 
 
La mención del adulterio surgió dentro del contexto del tema central del 
sermón del Rey: el carácter del siervo en el reino. Ya él les había dicho 
que una personalidad afable era indispensable para sus súbditos, 
advirtiéndoles de cómo la ira puede desembocar en una flagrante 
violación a la ley de Dios. Ahora era tiempo de hablar sobre cómo otra 
pasión ­la lujuria­ era capaz de terminar en lo mismo. Piénsalo. La ira y 
la lujuria son dos fuerzas poderosamente dañinas en la vida de 
cualquier persona. Sin embargo, en el caso de un creyente maduro, 
desatarlas no solamente le perjudican a él sino que le impedirán ser luz 
que ilumina y sal que sala.  
 
Una vez más, Jesús siguió la estrategia de denunciar una enseñanza 
que los rabinos habían dado al pueblo partiendo de la ley. Por supuesto, 
la primera mención de “no cometerás adulterio” era mucho más antigua 
que los maestros religiosos de tiempo de Cristo. Las implicaciones 
espirituales del comando dado por Moisés en el Decálogo (Éxodo 20:14) 
no eran solamente conyugales; tenían también ramificaciones 
espirituales, y muchas. El Antiguo Testamento hablaba continuamente 
del adulterio o fornicación espiritual con otros dioses en actos que, casi 
siempre, se consumaban por medio del pecado de idolatría. El 
panorama que evoca la simple mención del adulterio es terrible. La 
deslealtad es cruel. Es, así mismo, un tema con el cuál Dios tiene una 
relación muy personal. Créeme, si alguien conoce el dolor de la traición 
y la infidelidad por parte de quien le ha jurado amor y lealtad es, 
precisamente, Dios Padre. 
 
“No cometerás adulterio” les recordó Jesús. El problema está en cuán 
poco valoraban los judíos el pacto matrimonial, el trato que daban a la 
constitución misma que Dios había hecho para el matrimonio. La espiral 
de pecado comienza cuando la relación matrimonial no es vista como 
honrosa, valiosa; no le percibimos, entonces, como un vínculo que debe 

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  45 
ser cuidado a toda costa. Hebreos 13:4 es la clave. Triste. La manera 
en la que los judíos del tiempo de Jesús habían minimizado este pecado 
no dista mucho de nuestra propia realidad. Todavía ahora sucede con el 
esposo que “el ojo del adúltero está aguardando la noche, diciendo: No 
me verá nadie; y esconde su rostro.” (Job 24:15). De la misma manera 
sucede con la esposa: “El proceder de la mujer adúltera es así: Come, y 
limpia su boca y dice: No he hecho maldad.” (Proverbios 30:20).  
 
No hay nada pequeño, honesto o inocente en el acto del adulterio. 
Oseas lo colocó entre tan detestables pecados como perjurar, mentir, 
matar, hurtar y el homicidio recurrente. Este es, además, un problema 
crítico en el sentido de que nadie puede declararse exento de sus 
alcances. El adulterio es, ha sido y siempre será un problema 
condenable. En el Antiguo Testamento tenía una sola “cura”: matar a 
ambos infractores (Levítico 20:10). Ahora, la única salida para el 
adulterio es, por supuesto, huir tan rápida y tan decididamente como se 
pueda (1 Corintios 6:18). 
 
Aunque Dios condena las relaciones sexuales prematrimoniales y toda 
relación carnal fuera del matrimonio, el punto de Jesús en su discurso 
no fue señalar el acto pecaminoso y carnal per se. El problema, implic´ø 
él, es la deslealtad. No es de extrañar, entonces, que al comparar el 
tratamiento de apedreamiento en las relaciones fuera del matrimonio 
pero estando desposados (Deuteronomio 22:23­24) y el tratamiento de 
relaciones prematrimoniales con una doncella sin compromiso (Éxodo 
22:16­17), los procedimientos son distintos. En ambos casos, los 
participantes pecan. En ambas situaciones, las relaciones son ilícitas. 
Sin embargo, curiosamente, unos son “muertos indefectiblemente” y a 
los otros se les permite seguir vivos. Una lectura cuidadosa del texto 
nos hará concluir que la diferencia estriba en que en un caso había 
compromiso (y se demandaba lealtad) y en el otro no era así.  
 
En el Monte, el Rey dio otro “pero yo os digo” e interpuso un nuevo 
evento de interpretación auténtica de la ley. Como aprendimos antes, la 
interpretación auténtica solamente puede hacerla el legislador. Por 
supuesto, Jesús es Dios, y era él el único que podía confirmar lo que se 
“quiso decir” en la ley al establecer “no cometerás adulterio”. El 
problema era mucho más que una falta conyugal. El problema de la 
deslealtad a tu pareja es la carne. El meollo de todo está en el corazón.  

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  46 
 
“Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla”, dijo el Maestro a sus 
seguidores, “ya adulteró con ella en su corazón”. El punto central de 
Jesús es que la violación de la ley no sucede en el momento en el que 
hay relaciones carnales con quien no es tu cónyuge (¡aunque sí es 
pecado!), sino que se produce cuando permitimos la ruptura del 
compromiso emocional propio de una pareja de casados. Es una 
cuestión de honor, de carácter. Un siervo del Rey no debe nunca, por 
ningún motivo, permitir que sus sentimientos y pensamientos se 
permitan el lujo de fantasear con una relación de esta naturaleza. En un 
mundo en el que la sensualidad desbocada está cada vez más presente 
y las líneas morales se tornan cada vez más borrosas, tú y yo no 
podemos permitirnos participar de relaciones sentimentales con 
aquellos que no son nuestros cónyuges. Si alguna vez encuentras que 
tu corazón está considerando a alguien más como una posibilidad para 
sustituir a tu pareja, habrás caído en la falta que el Rey condenó en la 
montaña. 
 
Por supuesto, los grandes problemas nunca tienen soluciones a medias. 
Si el carácter de los hombres y las mujeres del reino se ven desafiados 
por la tendencia en nuestra carne hacia la deslealtad, la solución debe 
ser radical. Si es necesario, dijo el Rey, hay que sacar el ojo derecho. Si 
es necesario, añadió, hay que cortarse el brazo más fuerte. Ya sea que 
tomes tales instrucciones de forma literal o que veas únicamente las 
aplicaciones cotidianas de las mismas, es evidente que Jesús hizo un 
llamado a ser radicales en el trato con este pecado. Los estándares del 
reino para la defensa del matrimonio son ­si es posible­ aún más 
elevados que los establecidos para el cuido del temperamento personal. 
 
La única manera de tratar con nuestra deslealtad ­incluso cuando ésta 
solamente es potencial­ es huyendo de las tentaciones que la provocan. 
Como ya vimos, la Biblia te instruye a huir de la fornicación (1 Corintios 
6:18), de las pasiones juveniles (2 Timoteo 2:22) y de cuanto 
represente un peligro para tu carácter en este sentido. Si bien, sacar el 
ojo y cortar el brazo físicamente pueden no tener mucho eco en nuestra 
cultura actual, la idea de separación aunque implique dolor ciertamente 
sí lo tiene. Como casi cada elemento dañino y extraño en nuestro 
cuerpo, la cirugía debe ser profunda, radical y sin tardar. Cuando 
permitimos que “algo” quede de una relación que amenazaba la 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  47 
estabilidad de nuestro matrimonio, el resultado suele ser que esta 
relación volverá a crecer. Acéptalo. Si es necesario, a fin de evitar la 
deslealtad debes cambiar de trabajo, despedir a la persona que 
representa un problema, cambiar de iglesia, cambiar de carrera 
universitaria o mudarte de ciudad. ¡Lo que sea necesario!. 
 
 
Lealtad a la pareja. 
Pero justo después de referirse al valor de la lealtad al matrimonio, el 
Maestro señaló lo enseñado por los otros rabinos de su tiempo” 
“Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio.” Esto sería 
el equivalente a decir “no dejen cabos sueltos sin resolver… si se 
divorcian, háganlo legalmente”. El corazón de tal enseñanza propone 
que el divorcio es una alternativa, siempre y cuando se haga con apego 
a la ley. Desafortunadamente, el mismo pensamiento se mantiene aún 
en nuestros días. Ahora, el divorcio es considerado como una salida 
válida por el mundo en general, y por una considerable porción de 
creyentes en particular.  
 
Una gran cantidad de información se ha escrito y analizado con respecto 
a la enseñanza bíblica acerca de este tema. Deuteronomio 24:1­4, 
Mateo 19:1­10, 1 Corintios 7 y otros pasajes nos permiten ver con 
facilidad el corazón del Rey; y nos dejan ver, igualmente, lo complejo 
del corazón del hombre. Uno de los problemas principales es el acto de 
abandono de quien se divorcia hacia las responsabilidades que una vez 
tuvo con su pareja. Más allá del simple análisis frío de la institución 
matrimonial, el Rey estaba tratando de proteger a la persona con la que 
una vez nos casamos. “El que repudia a su mujer” dijo Jesús, haciendo 
énfasis en el vínculo aún existente entre ambos cónyuges. “El que se 
casa con la repudiada” añadió, poniendo como contraste el hecho de 
que, entre los miembros de la nueva relación, no existe tal conexión de 
propiedad. No es “su” mujer, ni es “su nueva esposa”; es la repudiada. 
Por supuesto, la cláusula de exclusión “a no ser por causa de 
fornicación” provee terreno para el divorcio bíblico. Sin embargo, el 
propósito del discurso en la montaña no era el abrir la puerta a una 
posibilidad de divorcio, sino el hacer un énfasis en la responsabilidad 
hacia la persona con la que ya existía un compromiso indisoluble. 
 
Además, pareció añadir el Maestro, la palabra de honor ­el juramento 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  48 
de compromiso que sucede en un matrimonio­ fue empeñada. Sus 
palabras textuales fueron: “habéis oído que fue dicho a los antiguos: No 
perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos.” Perjurar es jurar 
en falso ­sabiendo que no hay intención de cumplir dicho juramento­ o 
jurar mucho, añadiendo de esa manera fuerza a la promesa. 
Igualmente, perjurar es faltar a la fe ofrecida en el juramento. En un 
creyente, el perjurio ante Dios implica una de las mayores evidencias de 
la ausencia de temor hacia Aquel que espera que cumplamos todo lo 
que prometemos. El carácter de un siervo está moldeado alrededor de 
la premisa de que todo voto ante Dios se cumple (Deuteronomio 
23:21­23). El sí debe ser sí; el no debe ser no. Si tal principio gobierna 
las áreas pequeñas de un siervo del Rey ­negocios y compromisos 
temporales­ cuánto más debe hacerlo en los compromisos permanentes 
e incluso eternos. El matrimonio es para siempre. La promesa hecha a 
tu pareja no puede ser abandonada a placer. Tu palabra está en juego. 
Y, la palabra de un siervo en el reino, no es algo con lo que se deba 
jugar. 
 
La palabra honor ha caído por completo en desuso. Ya no es más el 
valor que gobierna la vida de la sociedad. El honor fue sustituido ­en 
parte a causa del humanismo y el relativismo­ por el razonamiento de 
las circunstancias. Ahora pensamos que está bien si damos honor a 
algunas cosas, siempre y cuando hacerlo sea posible o simplemente sea 
cómodo y conveniente. La realidad es que sin carácter no hay honor, y 
que sin honor no hay lealtad.  
 
 
Conclusiones 
Unas palabras al corazón de todos nosotros son necesarias en este 
punto. Esta es una realidad de la cual ninguno puede considerarse 
ajeno. Incluso si eres soltero o soltera, tú puedes ser la tercera persona 
en una infidelidad matrimonial. La única manera de protegernos es 
considerando este pecado de la manera en la que Dios lo considera. 
Evita los eufemismos. No le llames amor, amistad, felicidad, derechos, 
oportunidad o cualquier otro término inofensivo a lo que Dios le llama 
como pecado y violación a la santidad matrimonial. Evita incluso las 
relaciones emocionales que puedan llevarte a considerar a alguien como 
un potencial candidato a acompañarte en este desastre. En ese sentido, 
decide desde antes que suceda que hay conversaciones que nunca 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  49 
tendrás fuera del matrimonio. Igualmente, hay libertades que nunca 
tomarás; sin importar los atenuantes circunstanciales que parezcan 
validar una excepción. 
 
Si estás casado, honra la relación con tu cónyuge. El mejor antídoto 
para la deslealtad es ­paradójicamente­ la decisión por honor de que no 
serás desleal traicionando la confianza de quien tan generosamente la 
ha depositado en ti. Este mundo necesita sentir la influencia de 
matrimonios que son sal y luz a la sociedad. Nada impide que tú formes 
uno de esos matrimonios. Con la excepción, por supuesto, de un 
carácter que no se conforma a los estándares del reino.   

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  50 
 
 
Preguntas para discusión 
 
1. Al entender el reino, ¿Por qué es importante la lealtad en el 
matrimonio? 
 
2. ¿Cuáles son algunos pasos concretos para proteger a mi 
matrimonio ­presente o futuro­ del desastre de una relación 
adúltera? ¿Cómo huyo? 
 
3. ¿Por qué implicó Jesús que la deslealtad en el corazón es un 
pecado más grave que la infidelidad sexual? 
 
4. ¿Cómo puedo ayudar a un creyente que está en el proceso de la 
deslealtad? 
 
5. ¿La enseñanza de Jesús, descalifica para el reino a los 
divorciados? ¿Y a los adúlteros? ¿Cuál debe ser nuestra actitud 
hacia unos y otros? 
 
 
 
 
 
 

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  51 
 
Capítulo cinco 
 
Renuncia a la venganza: un estándar superior 
 
 
 
 
 
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la 
ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el 
Señor”. 
Romanos 12:19 
 
 
 
 
 
 
Gengis Khan, el cruel conquistador mongol del siglo XIII, es sin lugar a 
dudas uno de los personajes más sanguinarios de la historia. Se le 
atribuye a él haber ejecutado uno de los actos de venganza más 
brutales de que se tenga conocimiento: la destrucción del Imperio 
Jorezmita, también conocido como Imperio Corasmio. 
 
Corría el año 1218, y Khan descendía por la región de Corasmia hacia el 
oriente medio cuando, reservando sus fuerzas para objetivos militares 
más importantes, decidió enviar una una caravana de mercaderes como 
embajada de paz a la ciudad de Otrar. Allí, el gobernador ­un Sha 
llamado Ala ad­Din Muhammad II­ cometió el garrafal error de 
menospreciar a los mongoles y ejecutar a los miembros de la comitiva 
de paz, confiscando todos los bienes que transportaban. Indignado, 
Gengis Khan envió una segunda expedición para reclamar por el brutal 
acto de rechazo a sus peticiones de paz. En esa ocasión, la reacción 
Jorezmita fue aún más insensata: no sólo ignoraron las peticiones de 
restitución del conquistador mongol, sino que ­de manera insultante­ 
rasuraron por completo las cabezas de los miembros de aquella 
segunda expedición y les enviaron de regreso a su jefe, abatidos y 
humillados. Un error grave. Habían despertado la ira de Khan. 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  52 
 
Utilizando todos sus conocimientos de guerra, y con la paciencia propia 
de aquellos que realmente desean vengarse, Gengis Khan atacó por 
varios frentes en el año 1220. Sus 200,000 hombres aniquilaron por 
completo el ejército Jorezmita de más de un millón de efectivos. En 
realidad, no solamente destruyeron la ciudad de Otrar, sino que 
asaltaron, quemaron y redujeron a escombros las ciudades de Bujará, 
Samarcanda y la capital corasmia llamada Urgench. Diversas fuentes se 
refieren a Khan como un maestro de la guerra sicólogica, afirmando que 
ésta llegó a su punto máximo de desarrollo en la venganza contra los 
Jorezmitas. Mezclando amenazas y promesas, usó el terror interior para 
desmoralizar y dividir a los ejércitos locales de los pobladores de 
aquellas ciudades. Luego, por supuesto, eliminó tanto a los unos como 
a los otros. 
  
La sed de venganza del mongol no conoció límites. Algunos relatos 
señalan cómo sus ejércitos llegaron al punto de desviar el caudal de dos 
ríos para inundar y hacer desaparecer por completo el poblado que 
había visto nacer a Ala ad­Din Muhammad II. Al final, fueron millones 
los que murieron en la sangrienta campaña que duró tres larguísimos 
años caracterizados por un nivel de destrucción que no se volvió a ver 
sino hasta las guerras mundiales del siglo XX. Un imperio entero fue 
desarticulado por una sola razón: la venganza. Por supuesto, tal actitud 
vengativa dio sabor a todo lo que Khan hizo. Se cuenta que al morir, en 
1227, Khan pidió que se eliminara por completo otra gran ciudad ­Hsi 
Hsia­ y que su cuerpo fuera trasladado a Karakorum, capital de 
Mongolia. Sus herederos se encargaron de satisfacer sus deseos y, de 
paso, de asesinar a todos aquellos que vieran directamente la caravana 
fúnebre de su emperador en la ruta entre Hsi Hsia y su destino final en 
Mongolia.  
 
Afortunadamente, no hay muchos Khans en nuestra realidad. Sin 
embargo, cuando deseas vengarte de alguien que te ha ofendido, estoy 
seguro que ­aun si tu intención no es la de convertirte en una versión 
moderna del conquistador mongol­ un poco de aquel nefasto personaje 
sale a la luz de manera velada. A estas alturas de tu caminar espiritual, 
espero que seas de quienes logran refrenar sus deseos de venganza. 
Siendo un creyente maduro entiendes que el revanchismo y la toma de 
la justicia por tus propias manos ­en cualquier escala­ es un acto 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  53 
contrario al corazón de Dios. Sin embargo, la falta de venganza por las 
ofensas no siempre es un acto de madurez. ¡A veces simplemente se 
debe a que no tienes a un ejército de 200,000 hombres sanguinarios 
bajo tus órdenes! La clave es, y siempre será, el estado de tu corazón. 
 
En el proceso de formación de sus discípulos, el Maestro tomó la 
decisión de hablarles sobre algunas de las pasiones más intensas que 
deforman al ser humano. Jesús les dio a entender que los estándares 
con los cuales él mide a sus súbditos son ­cuando se trata de las 
pasiones­ mucho más altos que los que el mundo reconoce. Ya hemos 
visto cómo la ira y la lujuria fueron las primeras dos áreas señaladas en 
su discurso de la montaña; pero una incluso más intensa ­necesitada de 
un estándar incluso más elevado­ todavía tenía que ser establecida en 
el monte:  
 
La ley del Talión 
Ojo por ojo, diente por diente. La Ley del Talión es una de las secciones 
más criticadas en la Biblia. Es citada de manera errónea, sacada del 
contexto y utilizada en la literatura popular ­o en las conversaciones 
cotidianas­ sin entender lo que realmente dice. Para muchos, el ojo por 
ojo de la Biblia es algo que ronda la autorización de la venganza 
personal. ¡No podría haber una percepción más equivocada de lo que 
Dios comunicó a sus seguidores! 
 
En realidad, “la Ley del Talión” implica reciprocidad. La idea es facultar 
al estado para la retribución legal por un crimen, estableciendo un límite 
justo a la aplicación de las penas y castigos. Su nombre mismo surge de 
la expresión tale, que significa “igual” en latín. Entonces, contrario a lo 
que se piensa, fue diseñada para ser restrictiva de la violencia y no 
promotora de la venganza. Eso es, precisamente, lo que Gengis Khan 
no comprendió: El castigo nunca debe exceder al crimen que originó 
dicho castigo.  
 
Ahora, la ley ­toda­ fue dada para que temieran aquellos que no 
obraran bien (1 Timoteo 1:9­11); pero, igualmente, para regir cómo se 
trataría a quienes no obraran correctamente. Como bien se ha dicho 
antes: “La aplicación de la pena, con barbarie, a lo largo de los siglos no 
implica un defecto de la ley (del talión), sino una falla de los 
aplicadores.” Un estudio de las tres ocasiones en las que el Antiguo 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  54 
Testamento la menciona (Levítico 24:20, Éxodo 21:24 Y Deuteronomio 
19:21), mostrará que Dios deseaba impartir justicia protegiendo a su 
pueblo de los excesos propios del deseo de venganza. Levítico 24:18­22 
ofrece protección contra las influencias y preferencias personales a la 
hora de juzgar un crimen. Éxodo 21:26­27 protege a los siervos del mal 
obrar de sus amos, siendo una advertencia especialmente a quienes 
abusaban de su autoridad. Por otro lado, Deuteronomio 19:15­16 
prohibía expresamente la venganza personal. La forma en cómo Dios la 
redactó establece que el ojo por ojo no podía ser ejecutado de manera 
individual. Era una ley social. Eran los jueces los encargados de 
investigar si, efectivamente, un ojo había sacado; sólo así podían 
proceder a establecer justicia, y esta no podía ser más que el cobro de 
otro ojo en el ofensor. La ley del Talión tampoco podía aplicarse sin el 
testimonio de dos o tres testigos, protegiendo así de falsas acusaciones 
por parte de quienes se declararan ofendidos.   
 
En esta etapa del reino de los cielos, mientras Jesús no está aún 
sentado en el trono de la Tierra, un problema en toda sociedad es que 
muchas de las leyes humanas carecen de la fuerza necesaria para 
impartir justicia real entre los ciudadanos de una nación. Baste decir 
que Dios sí le dio tal fuerza a sus preceptos. Lamentablemente, la 
debilidad en las leyes humanas ha minimizado el temor entre quienes 
delinquen. La idea de que “los magistrados no están para infundir temor 
al que hace el bien, sino al malo” (Romanos 13:3­5) ha sido 
menospreciada por el mundo. “Si haces lo malo, teme” dice Pablo. 
Jesús validó ­e incluso amplió­ la ley del Talión sabedor de los 
propósitos verdaderos de la misma. No se trata hoy, ni nunca se trató, 
de una puerta para la venganza puesto que esta no es un concepto 
cristiano. Se trata de justicia, sin pasiones ni distorsiones humanas. De 
hecho, la idea de la revancha está eliminada de la Biblia (Romanos 
12:17). Por eso, si eres el tipo de persona que es proclive a la 
venganza, a la indignación justiciera, a “poner las cosas en claro” y 
utilizas argumentos como “es indebido no quedarse sin hacer nada” o 
alguna de las otras posturas con las que disfrazamos nuestra idea de 
venganza, será mejor que prestes mucha atención a Jesús: La 
venganza, repito, no es un concepto cristiano.  
 
Las relaciones personales no pueden ser gobernadas por el principio del 
Talión. El Rey puso dichas relaciones, al menos dentro del reino, en un 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  55 
nivel superior. Al situarlas dentro del contexto correcto, el Maestro evitó 
que sus discípulos utilizaran el Talión como una excusa para la revancha 
individual. Entender que el ojo por ojo no fue dado para legislar las 
relaciones personales ­los malos tratos entre familia, las estafas entre 
conocidos, las riñas entre vecinos, etc.­ es crucial para un siervo del 
Rey. Un estándar mayor rige estas situaciones: “No resistáis al que es 
malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele 
también la otra”. Nada fácil. Las palabras de Jesús en aquella montaña 
aún causan incomodidad y molestia entre sus seguidores.  
 
Madurez individual. 
Jesús pidió a sus discípulos volver la otra mejilla, dar la capa cuando 
alguien abusaba de ellos pidiéndoles la túnica, o llevar una carga la 
milla extra. Él planteó principios que atentan contra la carne. Tales 
actos surgen de una forma de pensar que no le gusta a nadie y que, 
humanamente hablando, no parece ser justa. De hecho, es posible que 
no lo sea; pero es correcta. El Rey sabía que vivimos en un mundo en el 
que hemos sido programados para defender nuestros derechos. Tú y yo 
­al igual que los siervos en aquel monte­ estamos dispuestos a pelear 
por lo que consideramos justo para nuestro bien.  
 
Las actitudes propuestas para el reino nacen de un gran principio 
general dado por Jesús: “No resistáis al que es malo”. Acto seguido él 
les dijo: “a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha”, “al que quiera 
ponerte a pleito y quitarte la túnica” y “cualquiera que te obligue a 
llevar carga por una milla”. Nota como la forma de conjugación cambia 
de “ustedes” a “tú”. El Maestro estaba enseñándoles sobre las 
decisiones personales e individuales que cada quien tenía que tomar en 
sus tratos diarios con otros. Piénsalo. En los tribunales, el no confrontar 
retributivamente al malo lleva a la descomposición social. En las 
relaciones personales, el conflicto y la venganza te llevan a la 
descomposición moral. Que los tribunales actúen como personas 
(perdonando) es tan malo como que las personas actúen como 
tribunales (condenando).  
 
La madurez individual en el trato con otros demanda que seamos 
personas de gracia. Tal requisito en la vida del reino no debe 
extrañarnos ni escandalizarnos. Incluso en el Antiguo Testamento, 
como les explicó Jesús, las relaciones personales debían estar saturadas 
El Sermón del Monte 
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de gracia. Fue Salomón quien instruyó a sus hijos: “No digas: Yo me 
vengaré; espera a Jehová, y él te salvará” (Proverbios 20:22). Más 
adelante añadió: “No digas: Como me hizo, así le haré;daré el pago al 
hombre según su obra.” (Proverbios 24:29). Por supuesto, ser tratados 
con gracia es una idea que a todos nos resulta agradable. Tratar a otros 
con esa misma gracia, puede parecernos algo no tan atractivo.  
 
El principio de no resistir al malo tiene ­según el Maestro­ cuatro 
aplicaciones. Cada una de ellas es una estocada a la carne. En realidad, 
este es el rasgo central de la madurez espiritual y contiene el espíritu 
mismo de lo enseñado en toda la Escritura: Tú y yo debemos morir a 
nosotros mismos. Las cuatro áreas de aplicación que Jesús les dio son 
las siguientes: 
 
Humildad. En las relaciones personales el carácter del discípulo en el 
reino requiere de ser humilde. Especialmente, el tipo de humildad que 
te permite no reaccionar con violencia ante la humillación injusta. 
Cuando el Rey les instruyó diciendo: “antes, a cualquiera que te hiera 
en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” él estaba tocando una 
de las fibras más sensibles de un judío: el respeto a su propia dignidad. 
Los términos usados por el Maestro fueron cuidadosamente escogidos. 
Herir (HRAPIZO) en este versículo es una traducción de un vocablo que 
implica “golpear con la mano abierta”. El área de la mejilla a la que él 
hizo alusión (SIAGON) es, puntualmente, el pómulo. El Maestro sabía 
que, entre los judíos, la forma más cruel de menosprecio era una 
bofetada en la cara. Resulta interesante que su ejemplo fue de índole 
“menor”: Él no utilizó la figura de una puñalada en la espalda, una lanza 
en el costado o un golpe en la cabeza. Su punto era la tolerancia a la 
humillación, la actitud espiritual de no reaccionar a las ofensas. No se 
trataba ­entonces­ solamente del acto de poner la mejilla física (porque 
entonces recibiríamos una golpiza interminable), sino de la actitud de 
pasar por alto la ofensa recibida.  
 
Si pudiéramos parafrasear a Cristo diríamos: “Cuando recibas un 
insulto, ten siempre la disposición a recibir un poco más”. El 
pensamiento mismo es antinatural para el hombre natural. Tal 
capacidad solamente surge de entender que la dignidad de un creyente 
está en Cristo. Piénsalo. La fuerza interior de carácter para poner la otra 
mejilla dista de ser un rasgo de debilidad. Es, más bien, la aplicación 
El Sermón del Monte 
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espiritual de Proverbios 19:11: “La cordura del hombre detiene su furor, 
y su honra es pasar por alto la ofensa”. De la misma manera, es la 
capacidad de  “enseñorearse” de tu espíritu que promueve Proverbios 
16:32. ¿Cómo reaccionas tú a los insultos? ¿Cómo manejas las ofensas 
personales? ¿Cuánta tolerancia tienes a la humillación injusta? ¿Te 
sientes herido irreparablemente cuando alguien amenaza tu dignidad? 
¿Te cuesta digerir que Jesús establezca esta manifestación de la 
humildad como un rasgo de carácter en el reino? El tipo de respuesta 
que des a estas preguntas ­y el dolor interior que ellas te causen­ es un 
buen parámetro para evaluar tu madurez en este punto de la vida. 
 
Seguridad. En las relaciones personales, el carácter del siervo en el 
reino debe tener la seguridad de saber que está protegido y respaldado 
por Cristo. Eres una persona segura cuando tu fe está apropiadamente 
fundada en Dios. Cuándo Jesús dijo a sus discípulos que “al que quiera 
ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa”, evocó en 
sus mentes una imagen cotidiana muy fácil de comprender. En la ley 
mosaica, estaba prohibido “poner a pleito” legal a una persona por su 
ropa. Según Éxodo 22:26­27, hacerlo era una violación clara de los 
derechos de una persona ya que implicaba que ésta quedaría 
desprotegida ante los elementos e inclemencias del medio ambiente. 
Equivaldría ahora a embargar la cama y la cocina de alguien por la falta 
de pago de una deuda, algo que está prohibido por las leyes humanas 
en algunos países. Sin embargo, sucedía.  
 
Una vez más, resulta interesante que el ejemplo que Jesús escogió fue 
“menor”: no les habló de un pleito legal por una casa, una hacienda o 
una fortuna. Su propósito iba mucho más allá de regular los embargos 
por montos financieros, por pequeños o grandes que fuesen. Él estaba 
enseñando a sus seguidores en aquel monte que, incluso si la injusticia 
­la violación flagrante a los derechos­ atentaba contra ellos, había 
alguien superior que les cuidaba. Si tal violación amenaza nuestra 
seguridad económica, solamente la fe en un Dios protector, proveedor y 
poderoso evitará que contraataquemos con pasión. En resumen, cuando 
tú y yo tenemos la seguridad que produce la confianza en Dios, no nos 
cuesta sufrir el agravio (1 Corintios 6:7) y no nos será difícil renunciar a 
nuestros derechos.  
 
¿Estás tú seguro de la protección de Dios en todas tus necesidades? 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  58 
¿Cómo manejas las injusticias que atentan contra tu estabilidad? ¿Te 
cuesta ejercitar la fe en los momentos de crisis financiera? 
 
Mansedumbre. En las relaciones personales el carácter del discípulo en 
el reino debe ser manso. Para esta aplicación del principio de no resistir 
al malo, el Rey usó otro caso conocido para sus discípulos. Él les desafió 
diciendo: “a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé 
con él dos”. La obligación (ANGAROS) a la que Jesús hizo mención 
surgió de un término importado al griego. Para entenderla mejor 
debemos remontarnos al sistema persa de puestos de correo separados 
entre sí a un día de distancia a caballo. Cuando el jinete que 
transportaba la carga necesitaba a alguien que lo sustituyera podía 
“reclutar” oficialmente a quien él considerara más apto. Los romanos 
adaptaron esta costumbre de manera que un soldado podía obligar 
(ANGAROS) a alguien que cargara su equipo. Simón de Cirene ­quien 
cargó la cruz de Jesús en su camino al calvario­ es un ejemplo de este 
tipo de acciones. Sin embargo, los militares solamente tenían autoridad 
para encontrar ayuda por una milla o el equivalente a unos mil pasos.  
 
Una vez más, el ejemplo que Jesús es de naturaleza “menor”. Él no les 
dijo que al ser reclutados debían ofrecerse para ir a otro país, extender 
su servicio obligatorio por una larga temporada o estar dispuestos a ser 
llevados en esclavitud. Tampoco les pidió que se ofrecieran de 
voluntarios si no eran reclutados. Es que su ejemplo no solamente se 
trataba de no pelear, ni oponerse a la incomodidad de llevar una carga. 
Jesús quería mostrarles que se debe estar dispuesto a no tomar el 
tiempo, las energías o los recursos personales como motivos de 
conflicto. La mansedumbre es la forma en la que un siervo del Rey 
maneja las condiciones molestas e incómodas de la vida. La práctica de 
ANGAROS era completamente legal pero, por supuesto, resultaba muy 
inconveniente para quienes eran reclutados. Ponte por unos instantes 
en tal situación. Si alguien te obligara a llevar una carga mil pasos y te 
sacara de tu esquema de responsabilidades diarias robando tu precioso 
tiempo, ¿te ofrecerías de voluntario para llevarla dos mil pasos y no 
solamente mil?  
 
Generosidad. En las relaciones personales el carácter del discípulo en el 
reino debe ser generoso. Esta es la última aplicación que el Rey dio 
porque ­entre otras cosas­ la prueba más grande de la espiritualidad 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  59 
suele estar asociada con nuestra actitud hacia el dinero. Jesús les dijo: 
“Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo 
rehúses”. Dos verbos sobresalen en esta aplicación: Dar (en el sentido 
de entregar algo como regalo) y prestar (en el sentido de considerar 
una solicitud dinero que eventualmente sería devuelto).  
 
Entre los judíos ­a causa de la ley del jubileo­ las deudas eran un mal 
negocio. No podían cobrar  intereses entre ellos y, de manera 
sorprendente, toda deuda debía ser perdonada al llegar el año de la 
remisión ­cada 7 años­ o en el año del jubileo (cada año 50). Esto 
implicaba que todas las deudas, incluso las que habían sido otorgadas el 
año seis o el 49, corrían el riesgo de no ser jamás cobradas por quien 
jugaba el papel de acreedor. Por tanto, cuando el año de remisión o el 
del jubileo se acercaba, muchos consideraban que era mejor no prestar 
porque, en realidad, hacerlo equivalía a tomar la decisión de regalar lo 
que se daba prestado. Por supuesto, la ley obligaba a los judíos a nunca 
tener tan mezquina actitud (Deuteronomio 15:7­10)  
 
Ahora, este no es un principio para estimular el endeudamiento. 
Tampoco avala a quienes son pedigüeños y deciden vivir de la lástima 
financiera de quienes les rodean. Jesús atacó, precisamente, las 
actitudes viciadas de quienes tenían los recursos y no querían 
compartirlos. “¡Sé generoso!” podría explicarse la propuesta del Rey. 
“¡No seas tacaño!” o “¡Deja la mezquindad!” serían ideas paralelas. El 
mismo juego de valores se encuentran diseminados por el Nuevo 
Testamento (Santiago 2:15­16; 1 Juan 3:16­17) 
 
En esta ocasión, resulta interesante que el ejemplo de Jesús no es 
“menor”. A diferencia de las tres anteriores, al hablar de dinero y 
generosidad, Jesús dejó esta aplicación como algo abierto. En el reino, 
el carácter de una persona se muestra de una mejor manera por la 
forma en cómo usa el poder y el dinero. Es incluso más notorio cuando 
vemos la manera en la que usa el dinero con los que no tienen poder.  
 
¿Eres generoso? ¿Eres de los que buscan una ocasión para dar o de 
quienes encuentran en cada ocasión una excusa para no hacerlo? 
Recuerda: El manejo que des a tus oportunidades de ser generoso te 
mostrarán ­a ti y a Dios­ el estado de tu corazón.  
 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  60 
 
Conclusiones 
Gengis Khan ha estado muerto por casi 800 años, pero, la pasión 
humana que lo convirtió en el ser vengativo y cruel que le caracterizó 
aún permanece viva. El deseo de venganza está presente en cada uno 
de nosotros. Satisfacerlo corrompe el carácter de un siervo del Rey y 
aniquila por completo la efectividad del reino. La reinterpretación de la 
ley del Talión que Jesús dio a los siervos en el monte debe ser 
considerada seriamente por todos nosotros. Dejemos el ojo por ojo y 
diente por diente para que los magistrados y autoridades civiles se 
hagan cargo de él. Nos toca a ti y a mí escoger la vía de la gracia en las 
relaciones personales, incluso en aquellas en las que nuestros derechos, 
nuestra comodidad o incluso nuestra estabilidad financiera se ve 
amenazada.  
 
Si aún tienes problemas en esta área, el desafío es que des los pasos 
necesarios para salir de ella. Vuelve la otra mejilla. Deja la capa. Lleva 
la carga otra milla. Sé generoso con quien te pida. Piensa en lo que 
sucedería en nuestro mundo si los cristianos de nuestra época 
decidiéramos vivir bajo esta norma. Renunciar a la venganza es un 
estándar superior a todos los presentados por el Rey en el Sermón del 
Monte. Lo único que le supera es el amor genuino por los enemigos. Por 
supuesto, de eso se trata el próximo capítulo. 
 
 
   

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  61 
 
Preguntas para discusión 
 
1. ¿Cómo puedes explicar a un recién convertido el principio de 
“poner la otra mejilla”? 
 
2. ¿Cómo manejas la injusticia y el abuso de otros hacia tus 
derechos? 
 
3. ¿Cómo pueden cultivarse la humildad, la seguridad, la 
mansedumbre, y la generosidad? ¿Cuáles son algunas disciplinas 
prácticas que pueden ayudarnos a crecer en estas áreas? 
 
4. ¿Por qué es “correcto” no resistir al malo en el entorno del reino? 
¿Cuáles son algunas malas interpretaciones a este principio? 
 
5. ¿Cómo se relaciona la gracia y la manera en la que Jesús 
interpretó la ley del Talión ? 
 
6. ¿Te consideras una persona vengativa? Comparte tus luchas y tus 
victorias en esta área con tu grupo de IDEM. Pide (y ofrece) 
ayuda para lidiar con esta pasión en la vida cotidiana. 
 
 
 
 
 
   

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  62 
 
Capítulo 6 
 
El amor por los enemigos: El máximo estándar. 
 
 
 
 
 
“ Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes, 
Y cuando tropezare, no se alegre tu corazón; No sea que Jehová 
lo mire, y le desagrade, y aparte de sobre él su enojo.” 
Proverbios 24:17­18 
 
 
 
 
 
 
Michael Paterniti comparte en su libro The Telling Room una historia 
real que escuchó cuando visitó la ancestral aldea de su padre en Sicilia. 
Cada día, mientras estaba en la remota población, Paterniti vio a una 
mujer muy anciana andando apoyada en su bastón; caminaba con 
muchos esfuerzos en una carretera empinada que llevaba hasta el 
cementerio local. Al hacer los cálculos, y tomando en cuenta el lento 
paso con el que la mujer avanzaba, el autor dedujo que recorrer el 
trayecto desde su casa hasta el cementerio y luego regresar tomaba 
cerca de seis horas del día de aquella mujer. 
 
¿Qué pena inspiraba su diaria y difícil caminata? ¿La motivaba el dolor 
de un niño abandonado o de un marido fallecido? ¿Era acaso el amor de 
su vida a quien ella visitaba? Para sorpresa de Paterniti, los lugareños 
dijeron que lo que impulsaba a la viejecilla es lo que ellos llaman astio, 
la palabra italiana para denotar un odio rencoroso y amargo. Resulta 
que la  archienemiga de la mujer estaba enterrada en aquel cementerio. 
Así que, lloviera o hiciera sol, la anciana caminaba cada día colina arriba 
hasta la tumba de su enemiga, sólo para escupir sobre ella una vez 
más. 
 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  63 
 
Amor y odio. 
El odio es una pasión poderosa. Puede, si se permite, llegar a ser más 
dañina y dominante que la ira ­a menudo aislada por un evento 
individual­ o que la lujuria que destruye cualquier relación matrimonial. 
Es que el odio envenena el corazón, desmenuza el alma y aniquila el 
espíritu humano. No hay manera de permanecer en el reino 
sometiéndose al Rey y permitir al mismo tiempo que el odio se albergue 
en nuestros corazones. Jesús lo sabía. En la dinámica de 
seguidor­siervo­sacrificio por la que caminó a sus discípulos, él dejó 
muy claro que si algo diferenciaría a su movimiento de todos los demás 
no era solamente la presencia del amor entre ellos. Era también la 
ausencia del odio hacia otros. Amar y no odiar es el último de los 
desafíos relacionales. Una vez más, las palabras del Rey en el monte 
deben tener eco en nuestras conciencias. Basta con echar un vistazo 
dentro de nuestro corazón para darnos cuenta que tú y yo no somos 
diferentes a Pedro, a Jacobo o a Juan. Lo que ellos escucharon es algo 
que nosotros necesitamos desesperadamente aprender y aplicar a 
nuestra realidad cotidiana.  
 
“Oísteis que fue dicho” dijo el Maestro en el monte: “Amarás a tu 
prójimo, y aborrecerás a tu enemigo”. ¡Que tremendo pensamiento! Por 
un lado, amar al prójimo ­como veremos­ sí es un mandamiento que 
provenía desde el Antiguo Testamento. Era “Palabra de Dios”, inspirada 
por el Espíritu Santo y traspasada de generación a generación a través 
de los siglos. Por el otro, aborrecer a los enemigos no lo era. No estaba 
­ni está­ en el texto del Antiguo Testamento. Nunca salió de los labios 
de Dios. Sin embargo, en la doctrina popular de la época, la religión 
proclamada por los fariseos y sus compinches, ambas piezas de 
información habían llegado a ser consideradas como verdad. Antes de 
proseguir con el análisis propio de lo dicho por Jesús, es conveniente 
que notemos el peligro que aún tenemos de mezclar trozos de la 
Palabra de Dios con elemento puramente culturales, otorgando a tal 
mezcla el calificativo de “pensamiento bíblico”.  
 
Amarás a tu prójimo, entonces, no era un mandamiento nuevo. Ya 
Levítico 19:18 decía con claridad: “No te vengarás, ni guardarás rencor 
a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo”. 
Luego, como si de una rúbrica que validara el pensamiento se tratare, 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  64 
el versículo terminaba con la expresión “Yo Jehová”, dando fuerza a la 
instrucción de amar a alguien que naturalmente no era fácil amar. A 
este pasaje se le sumaban otros textos que implicaban el mismo 
espíritu. Éxodo 20:16­17 ­casi al final del decálogo­ y su repetición en 
Deuteronomio 5:20­21, instruían a cuidar la reputación del prójimo y la 
integridad de sus bienes y su familia. Proverbios 3:29 prohibía el 
intentar mal contra el prójimo, y Proverbios 14:21 catalogaba como 
pecado menospreciar a un semejante. En total,  el prójimo es 
mencionado en más de ochenta mandamientos y, consistentemente, en 
cada uno de ellos se busca que los miembros del pueblo de Dios le den 
su favor. 
 
Sin embargo, aun los mandamientos más claros pueden ser oscurecidos 
por un corazón que se resiste a obedecer. Ante toda la enseñanza sobre 
el amor a un semejante, la pregunta ¿quién es mi prójimo? llegó a 
formularse y discutirse ampliamente en los tiempos de Jesús (Lucas 
10:29). Es decir, si yo puedo comprobar que tú no eres mi prójimo, 
entonces no tengo porqué amarte. Los rabinos estaban divididos en 
esto. Unos pocos enseñaban que todos los pueblos constituían el 
prójimo de los judíos. Algunos, por el contario decían que solamente los 
Israelitas eran sus prójimos, y habían quienes especificamente que 
prójimos eran únicamente los miembros de su tribu. La parábola del 
buen samaritano ( Lucas 10:30­37), contada por Jesús en otro 
momento, nos da luz muy clara sobre quien es nuestro prójimo.  
 
Escuché hace algunos años a Stephen Rummage decir que podemos 
dividir y catalogar a toda la humanidad por medio de la parábola del 
buen samaritano. Es que, en realidad, la parábola misma es la 
respuesta a la pregunta sobre la verdadera identidad de nuestro 
prójimo. El recuento de la historia pone a varias personas o grupos de 
personas en la línea de pensamiento: El hombre que descendía de 
Jerusalén, los ladrones en el camino, el sacerdote y el levita y 
­finalmente­ el samaritano. Los ladrones ­o golpeadores­ son aquellos 
que consideran que su prójimo es una víctima a quien pueden explotar. 
Los religiosos ­o ignoradores­ son quienes viven con la filosofía de que 
su prójimo es un problema a quien deben evitar. Finalmente, el 
samaritano representa a un último grupo: Los ayudadores. Estos son 
aquellos que creen que su prójimo es una persona a quien deben y 
pueden amar.  
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  65 
 
Algunas preguntas se vuelven obligatorias en este punto: ¿A cuál grupo 
perteneces tú? ¿Tienes claro quién o quienes son tus prójimos? ¿Es una 
evidencia tangible en tu vida el carácter de amor con el que bendices a 
quienes están a tu alrededor?  
 
Amar al prójimo era un mandamiento muy claro. Sin embargo, como ya 
notamos antes, lo que no decía el Antiguo Testamento era que se debía 
odiar a los enemigos. Por definición, un enemigo es aquel que te tiene 
mala voluntad y te desea o hace mal. Por supuesto, pensar en amar a 
una persona así no resulta grato. Fueron los rabinos de la época 
quienes concluyeron erróneamente que aborrecer a un enemigo era 
algo válido, y llegaron al punto de enseñarlo abierta y descaradamente 
en forma de precepto. ¿Había enemigos en el Antiguo Testamento? 
Claro, los pertenecientes a las naciones que estaban constantemente 
tratando de evitar que los israelitas conservaran la tierra. ¿Debían ser 
aborrecidos? No, a pesar de haber sido condenados a muerte y 
destierro no hay una instrucción de Dios para aborrecer a quienes 
pertenecían a estos pueblos. No había ­ni hay­ instrucción precisa ni 
causa válida para aborrecer a otra persona.  
 
Aborrecer es “detestar a alguien con odio”, y ­por los contextos­ se 
infiere que en el Nuevo Testamento implica “amar menos”, “tener de 
menos” o “estimar menos” a otra persona. En otras palabras, con el 
enemigo era válido tener una muy mala actitud. Incluso si no lo 
enseñamos de manera tan directa como lo hacían los religiosos, la idea 
que Jesús corrigió entres sus seguidores aún predomina de alguna 
manera entre nosotros. Este es el momento en tu proceso de 
crecimiento en el que tienes que cerciorarte que todas las emociones 
negativas hacia otros ­desde las más profundas hasta las que 
solamente consideras como una liviana mala actitud­ son desterradas 
por completo de tu alma. Ten cuidado de no albergar odio en tu corazón 
contra nadie en tu vida.  
 
El Antiguo Testamento prohibía explícitamente que no se podía siquiera 
albergar este tipo de odio en el corazón (Levítico 19:17). De hecho, 
había que ayudar al asno en apuros del que se consideraba enemigo 
personal (Éxodo 23:5). Para quienes argumentaban que el enemigo era 
el extranjero ­aunque, como hemos visto, había naciones enemigas­ 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  66 
Dios les dio instrucciones sobre el trato cordial a los extranjeros 
(Deuteronomio 23:7). En el Nuevo Testamento, Juan dijo que el que 
aborrece a su hermano está en tinieblas (1 Juan 2:11) y que es 
homicida (1 Juan 3;15). Luego añadió que si alguien dice amar a Dios 
pero aborrece a su hermano es mentiroso (1 Juan 4:20). Reconócelo: 
No hay congruencia entre la madurez espiritual y el odio hacia alguien.  
 
Actos concretos 
¿Cómo se ama, entonces, a un enemigo? En su discurso en la montaña, 
Jesús impulsó una vez más el giro de pensamiento de sus discípulos 
hacia la interpretación auténtica de la ley. Un nuevo “pero yo os digo” 
aparece en el versículo 44 de Mateo 5 expresando cuatro actitudes que 
deben acompañar a la madurez de un siervo en el reino: “Amad a 
vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los 
que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. Nada 
fácil. Por supuesto, si la madurez fuera fácil, todos serían maduros.  
 
Ámale, aunque sea tu enemigo. El comando más simple ­y más obvio­ 
es que encierra las acciones que deben gobernar la relación de un 
siervo del reino con quienes se consideran sus enemigos. Desde el 
punto de vista de las relaciones, el mandato de Jesús para amar al 
enemigo era completamente revolucionario. En el sentido más práctico, 
amar a un enemigo no difiere en cuanto a intención de la manera en la 
que amaras a una esposa (Efesios 5:25) o a un hermano en la fe (1 
Pedro 2:17). Amar implica siempre la renuncia a nuestro egoísmo (1 
Corintios 13) y a la búsqueda de nuestra propia comodidad a fin de 
procurar el bien de quien amamos. Es, por supuesto, una decisión de la 
voluntad y no solamente un reflejo de los sentimiento y emociones del 
alma. Tú y yo podemos decidir amar ­o dejar de amar­ a quienes así lo 
deseemos. Obedecer este primer comando nos permitirá dar los pasos 
siguientes. Antes de seguir adelante debes preguntarte si hay alguien 
­en tu presente o en tu pasado­ a quien debes decidir amar. Tal vez 
nunca le has considerado un enemigo en el sentido más clásico de la 
palabra; pero, sí sabes que hay algunos que te tienen mala voluntad y 
te desean o hacen mal. Si ese es tu caso, ámale. Para ti ha llegado el 
momento de demostrar la madurez real. 
 
Deséale bien, aunque él te desee mal. En el monte, el Maestro les 
instruyó a expresar el amor por los enemigos bendiciéndoles a pesar de 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  67 
recibir maldición de parte de ellos. Bendecir es desear el bien, o hablar 
bien de alguien. El vocablo griego de donde se deriva esta palabra 
(EULOGEO) ha tomado una forma castellana muy conocida por todos 
nosotros: elogio. Incluye la bendición expresada verbalmente ­el clásico 
“que Dios te bendiga”­ pero implica que el corazón hable bien del otro y 
desee el bien para esa persona. La historia de Simei (2 Samuel 
16:5­14) es, sin lugar a dudas, uno de los mejores ejemplos de cómo 
puede ejecutarse este comando. La Escritura nos dice que aquel mal 
hombre “salía maldiciendo, y arrojando piedras contra David” y le decía 
“maldiciéndole: ¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso!”. Acto 
seguido Simei tildó de asesino al ungido de Dios y se alegró ­en su 
cara­ del hecho que Absalom se rebelara contra David. Los detalles de 
la historia son vívidos, llegando al punto de explicar que el enemigo del 
rey iba “ arrojando piedras delante de él, y esparciendo polvo”. ¡Que 
imagen! Ante la indignación de su ejército, David solamente tenía que 
pronunciar una palabra para terminar con la vida de tan virulento 
personaje. Cuando uno de sus generales pidió autorización para 
ejecutar la debida justicia, el rey dijo: “Dejadle que maldiga, pues 
Jehová se lo ha dicho. Quizá mirará Jehová mi aflicción, y me dará 
Jehová bien por sus maldiciones de hoy”.  No solamente le perdonó la 
vida en ese momento, sino que lo hizo en una segunda ocasión en el 
capítulo 19 del mismo libro.  
 
Sírvelo, aunque él te deteste. Jesús les hizo ver que el amor al enemigo 
se manifiesta por medio de hechos. El “hacer bien” del versículo 44 se 
puede entender fácilmente con la expresión: ¡acciones!. El vocablo 
denota un esfuerzo de labor intencional sobre un material de trabajo. Es 
producir, hacer, trabajar. Son hechos concretos que demandan un 
esfuerzo personal. Es que, como bien se ha dicho antes, el amor se 
demuestra. Pablo lo dijo de otra manera en Romanos 12:20­21: “...si tu 
enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; 
pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No 
seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”. Lo 
sorprendente de este mandato es que fue dado para contrarrestar, 
precisamente, lo que los fariseos y escribas enseñaban. A quien se debe 
servir es a aquel que nos aborrece. Como lo entendimos antes, el 
término tiene diferentes intensidades. Debemos servir a quien tiene una 
mala actitud cotidiana hacia nosotros o a quien nos detesta con odio.  
 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  68 
 
Finalmente, intercede por él, aunque te ofenda. Si tienes a una persona 
que te hace la vida difícil y se ha vuelto tu adversario debes orar por él, 
orar por “la situación” que les tiene distanciados y por “la condición” 
espiritual y emocional del mismo. Una vez más, es interesante lo que el 
Rey planteó a sus seguidores. Si de verdad quieres vivir los estándares 
del reino, cerciórate que cuando alguien te insulta de manera pública 
(te ultraja) o cuando hace un esfuerzo para dañarte (te persigue) 
responderás con una oración de intercesión por él. No solamente orarás 
para que el conflicto termine, sino que orarás para que la persona con 
quien tienes el problema sea bendecida por Dios. Tal bendición podría 
ser la salvación de su alma o el rescate de su mente de una vida “en 
hiel de amargura y en prisión de maldad” (Hechos 8:23) a la libertad 
que solamente Jesús puede otorgar. 
 
Una cuestión de naturaleza 
Obviamente, no cualquiera actúa cumpliendo las instrucciones de Jesús 
en cuanto al trato con los enemigos. El Maestro mismo dijo que esto se 
hace “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos”. En 
otras palabras, para que quede claro que eres un hijo de Dios. Acto 
seguido, él describió a nuestro Padre como aquel “que hace salir su sol 
sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. El 
argumento es poderoso: Dios no actúa diferente con los buenos o con 
los malos. Él no se venga, ni guarda rencor. Él hace llover sobre todos 
y, aunque no lo merezcan, trata a todos por igual. Está en la naturaleza 
del Padre ser perdonador, misericordioso y paciente con quienes se han 
declarado sus enemigos. Él es el Dios que se deleita en misericordia 
(Miqueas 7:18) al punto que la hace nueva cada mañana 
(Lamentaciones 3:22­23). Si somos herederos de su naturaleza, 
compartiremos con él los rasgos que le son propios del carácter. Estos 
rasgos se harán más evidentes en la medida en que maduremos y 
crezcamos; cuando él crezca y nosotros mengüemos.  
 
Tú y yo estamos en el mismo punto en el que se encontraban los 
discípulos en aquel monte. Es cierto, podemos optar por cerrar nuestros 
oídos y corazones, rechazando estas revolucionarias actitudes; pero si 
lo hacemos, ¿en que nos diferenciaremos de los que no conocen a 
Jesús? El Rey argumentó a sus siervos poderosamente: “Porque si 
amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  69 
también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos 
solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?”  
 
La pregunta acá es: ¿Qué nos hace diferentes? Cualquiera puede amar 
a quienes le aman. En su sabiduría, Jesucristo escogió a dos de los 
personajes más malos de la sociedad para permitirnos comprender su 
punto: Los publicanos ­los despreciables recolectores de impuestos, 
vendidos al detestable imperio Romano­ y los gentiles, considerados por 
los judíos como seres humanos de inferior categoría por carecer de la 
Ley de Dios. El día de hoy, para causar el mismo impacto en las 
emociones de sus oyentes Jesús habría escogido como ejemplo a 
pandilleros y narcotraficantes. El simplemente les señaló que incluyso 
los malhechores más perversos y los delincuentes comunes suelen 
conservar lazos de amistad y relaciones solidarias fuertes con sus 
familiares o con quienes consideran como “miembros del mismo 
gremio”. Acéptalo. Amar a quien te ama no es complicado. La prueba 
máxima de nuestra madurez sucede cuando recibimos la oportunidad 
de tratar con alguien ­un jefe, un compañero, un vecino, incluso un 
familiar­ que no tiene, y probablemente nunca tendrá, ni el más mínimo 
interés en amarnos. 
 
Hagamos un alto acá por unos instantes. La madurez cristiana no 
consiste en la cantidad de pasajes bíblicos que somos capaces de 
memorizar o, incluso, de analizar y explicar. No se trata tampoco de la 
actividad ministerial que desempeñemos ­por comprometida e intensa 
que ésta sea­ ni por la envergadura de las obras en favor de Dios o de 
nuestros prójimos que tengamos a bien ofrecer. Tales cosas son 
importantes, e incluso pueden ser indicadores de la existencia misma de 
vida espiritual y de salud en el alma. Sin embargo, la máxima evidencia 
de nuestra madurez proviene de la sencilla aparición de la naturaleza 
misma de Dios en nuestro carácter cuando decidimos amar a nuestros 
enemigos. No debe sorprendernos que, finalmente, la conclusión de 
Jesús en esta sección del monte fue lo dicho por él en el versículo 48: 
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los 
cielos es perfecto”. 
 
Jesús dejó claro que la perfección no consiste en la ausencia de 
defectos, sino en la capacidad de reflejar a Dios. La imitación del Padre 
(Efesios 5:1) es, en realidad, un tema amplio en las Escrituras. Incluye 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  70 
la imitación de su santidad (1 Pedro 1:15­16); de su misericordia 
(Lucas 6:36) y de su semejanza (1 Juan 3:2). Es a eso lo que se llama 
“madurar” en la Biblia. Imitar a Dios es lo que nos corresponde en esta 
etapa del crecimiento espiritual. Sólo así comprobaremos al mundo que 
tenemos a un Dios que funciona. Solamente así lograremos el propósito 
de Dios para nosotros: ser sal que sala y luz que ilumina.  
 
 
   

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  71 
Preguntas para discusión 
 
1. ¿Quién es tu prójimo? 
 
2. ¿Cuáles son las similitudes y cuáles las diferencias entre amar a 
un amigo y amar a un enemigo? 
 
3. ¿Cuál es la definición clásica del término “enemigo”? ¿Cuáles son 
las implicaciones prácticas de amar a un enemigo? 
 
4. De las cuatro actitudes que Jesús propuso en el monte para tratar 
a los enemigos, ¿cuál es la que más me cuesta? ¿Por qué? 
 
5. Dadas las instrucciones dadas por Jesucristo sobre el trato con los 
enemigos, ¿Qué tan lejos creo estar de la madurez personal? 
¿Qué opinaría Dios de mí sobre este particular? 
 
6. ¿He tenido a alguien en mi vida al que hayas llegado a odiar? 
¿Está tal odio resuelto? ¿Cómo se resolvió? ¿Por qué no se ha 
resuelto aún? 
 
 
 
 
 
 

El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  72 
 
Conclusión 
 
Un examen de conciencia. 
 
 
 
 
 
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los 
cielos es perfecto.” 
Mateo 5:48 
 
 
 
 
 
Corría los albores del Siglo XIII ­probablemente en 1204 o 1205­ 
cuando, en los tenues claustros de la Sorbona, Stephen Langton se dio 
a la titánica tarea de dividir el texto completo de la Biblia en capítulos. 
Tal vez por la influencia que él mismo tuvo posteriormente como 
Arzobispo de Canterbury, o quizás por lo efectivo de su sistema, el 
trabajo que él realizó pronto se popularizó. Unos 20 años después, los 
libreros en París iniciaron la publicación de la Biblia parisina y la división 
de capítulos se volvió universal. Transcurrirían aún trescientos años 
antes que Robert Estienne incorporara oficialmente la división de 
versículos hecha por un fraile dominico ­Sanctes Paginus­ a fines del 
siglo XV y comienzos del XVI. La historia dice que Estienne realizó la 
revisión de este trabajo en un largo viaje a caballo entre París y Lyon. 
Para la década entre 1550 y 1560, los libros y versículos de las 
escrituras ya tenían la forma que ahora usamos. Es curioso, ahora ni 
pensamos Pero, al principio no fue así. 
 
Cuando Jesús llevó a sus discípulos a la cima del monte, su discurso fue 
elaborado de un solo tirón. No hubo allí interrupciones, ni letras 
negrillas que dividieran en párrafos los principios y preceptos que quería 
darles para que ellos vivieran el reino. Fue Langton quien decidió que el 
capítulo 5 terminara con las palabras “Sed, pues, vosotros perfectos, 
como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Es a Langton, 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  73 
en un sentido, a quien debemos agradecer que en esta etapa del IDEM 
lleguemos hasta acá. No podemos, por supuesto, sacar al Espíritu Santo 
del proceso de división de los capítulos y versículos. No parece ser 
casualidad que el pensamiento final del primero de los tres capítulos del 
Sermón del Monte termine con un resumen perfecto del tema central 
del mismo: la perfección. O, en palabras más actuales, la madurez. 
 
El final del capítulo cinco es una excelente razón para hacer un alto y 
realizar un detenido y profundo examen de conciencia respecto de la 
madurez de cada uno de nosotros. Para esto, déjame hablarte en 
términos más allá de lo puramente personal. Quiero hablarte como a un 
líder en el movimiento del Rey. A estas alturas, es precisamente eso lo 
que deberías ser o, al menos, aspirar a ser. Como hemos aprendido en 
estas últimas semanas, no tienes que ser un pastor ordenado o un 
misionero en una tierra lejana para ser un líder. Puedes ser líder acá y 
ahora. Lo único que se necesita es que vayas delante de otros en el 
impulso del reino. Lo cierto es que el Maestro, en el monte, no habló a 
un montón de creyentes sentados en una iglesia un domingo por la 
mañana. Le habló a los líderes de la Iglesia futura. A aquellos que 
serían capaces de trastornar al mundo entero (Hechos 17:6). En mi 
mente, tú habrías estado en ese grupo. 
 
Hemos aprendido hasta este momento que todo líder puede y debe ser 
una persona feliz. Escuchamos de boca del Rey cuáles son los rasgos de 
carácter que producen de manera espontánea tal felicidad (Mateo 
5:3­11). La felicidad ­tal como la entendimos al principio de estos 
estudios­ es inseparable del liderazgo en el reino. Si no tienes esa 
virtud que denota paz y gozo interior y que no resulta ni es afectada por 
las circunstancias una luz amarilla debe encenderse en lo más profundo 
de tu conciencia. Por favor, no sigas adelante en IDEM sin revisar 
nuevamente lo dicho por Jesús y realizar un auto­examen detenido que 
compare cada uno de sus bienaventuranzas con tu carácter. 
 
Aprendimos que los pobres en espíritu ­los humildes­ son felices porque 
de ellos es el reino de los cielos. Ninguna alegría supera a saberse 
gobernado por el Rey al haberle cedido en obediencia el trono de 
nuestra vida. Aprendimos también que los que lloran ­por causa de 
entender su propia pecaminosidad­ son felices porque ellos recibirán 
consolación. Igualmente, nos dimos cuenta que los mansos ­los 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  74 
llevaderos­ son felices porque ellos recibirán la tierra por heredad. 
Vimos cómo esto se refiere a una vida que reposa en la gracia por 
completo. Estudiamos cómo los que anhelan una vida de santidad ­los 
que tienen hambre y sed de justicia­ son felices porque ellos serán 
saciados. Que los misericordiosos ­que hacen bien a otros­ son felices 
porque ellos alcanzarán misericordia. Aprendimos que los de limpio 
corazón ­quienes se han purificado­ son felices porque ellos verán a 
Dios (un pensamiento que todavía me abruma personalmente). Vimos 
cómo los pacificadores ­quienes cultivan la paz y la concordia­ son 
felices porque ellos serán llamados hijos de Dios. Y, finalmente, 
aprendimos que los que padecen persecución por causa de la justicia 
son felices porque ­al no encajar en este sistema de cosas­ de ellos es 
el reino de los cielos. 
 
Para un líder, estos rasgos son más que teoría. Entonces, para ti deben 
ser parte de la vida. Son los elementos humanos básicos para enamorar 
a otros del reino. Juntos producen el tipo de personalidad atractiva que 
asemeja a Jesús en este mundo. ¿Quien no admira a un líder 
genuinamente humilde? ¿Quién le huye a un líder llevadero y con 
buenas relaciones personales? ¿Quién no quiere seguir a aquel que es 
transparente sobre su condición humana pero mantiene un férreo deseo 
de santidad? ¿Quién no quiere ir tras aquel que, con un corazón limpio y 
destilando verdadera paz, está dispuesto a sacrificarse hasta donde sea 
necesario para que el reino avance? Si desarrollas estos rasgos ­o al 
menos estás desarrollándolos­ no será necesario que finjas una religión 
o que adoptes de manera postiza un maquillaje de cristiano maduro. Si 
más líderes entendieran esto menos fracasos tendríamos en el 
cristianismo.  
 
No en vano Jesús les dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro 
Padre que está en los cielos es perfecto.” 
 
Aprendimos, además que un líder puede y debe gozarse de las 
circunstancias adversas de la vida (Mateo 5:11­12), y que puede y debe 
ser luz que ilumina y sal que sala al mundo que le rodea. La clave, por 
supuesto, es mostrar sus buenas obras (Mateo 5:13­16). Aprendimos 
acá sobre la importancia del testimonio y la vida en comunidad. Los 
pequeños detalles son los que causan la gran diferencia. Este fue el 
momento dentro del capítulo en el que Jesús introdujo la interpretación 
El Sermón del Monte 
 2014 IDEM ­Iglesia Bautista Vida Nueva  75 
auténtica de la ley del Antiguo Testamento. Estándares claros, les 
llamamos. Estándares que deben conocerse, vivirse y enseñarse con 
intención. ¿Quién no quiere seguir a un líder que se para con autoridad 
en el conocimiento y la práctica personal de la Biblia? Por eso, no 
puedes seguir adelante como líder en el reino si no has hecho parte de 
tu vida el estudio, la práctica y la transmisión de estos estándares. 
Personalmente, te pido que no avances más si no estás ministrando de 
manera activa en la enseñanza de la Palabra. Por supuesto, la 
enseñanza debe ser precedida del conocimiento de la misma y del 
mejor intento posible por vivir esa palabra en tus circunstancias diarias.  
 
Los estándares que el Maestro dio a sus siervos no han cambiado. Tus 
relaciones interpersonales deben ser las adecuadas para un líder. 
“Adecuado” es, por cierto, un término que no puede determinarse 
arbitrariamente. Para este momento, debes haber al menos comenzado 
a lidiar con tu enojo, con las palabras duras que suceden a causa del 
enojo y con los pensamientos viles que lo generan. Sé sincero. Si 
todavía no lo has hecho, no es demasiado tarde. Si lo dejas pasar como 
“un problema de carácter que no tiene mayor importancia” se volverá 
en un estorbo para tu liderazgo. ¿Quién quiere estar bajo el liderazgo 
de un guía espiritual duro de palabras y de pensamiento? ¿Cómo 
liderarás un ministerio si tras de ti hay una estela de personas 
resentidas a causa de tu personalidad y tu mal genio? 
 
¿Y qué hay de la santidad y la pureza sexual? Jesús estableció la 
importancia de tener victoria sobre los impulsos sexuales (Mateo 
5:27­30) y la protección del matrimonio (Mateo 5:31­37). Aprendimos 
en este módulo cómo el Maestro enfatizó la lealtad matrimonial tanto 
para quienes están dentro como para los que están fuera del vínculo 
conyugal. En un mundo de sensualidad en el que las barreras de la 
castidad, e incluso del respeto entre personas de ambos sexos, 
parecieran haberse diluido, es necesario que tomes decisiones radicales. 
No se trata de implementar un sistema de reglas legalistas y normas 
policiales entre los líderes de una iglesia. Es una cuestión de madurez; 
simple y llana. Yo he tomado mis propias medidas ­en base a lo visto en 
la vida y a lo aprendido de otros más sabios que yo­ y tú debes tomar 
las tuyas: Rendiré cuentas constantemente a mi cónyuge de todo lo 
relacionado con mi pureza sexual. No me quedaré a solas ­nunca­ con 
alguien del sexo opuesto, no me enfrascaré en conversaciones sobre 
El Sermón del Monte 
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temas íntimos con ella. No desarrollaré amistades con otras mujeres si 
no involucra a mi esposa. Cuidaré de mi matrimonio. Trataré de no 
viajar solo. Haré esto ­y algunas otras cosas­ porque deseo ser leal a 
Dios y a su reino ­primero­ y a mi esposa en segundo lugar. ¿Quién en 
su sano juicio quiere seguir a un líder espiritual que ha fracasado en su 
hogar? ¿Quién querría avanzar en el reino con un pícaro mujerero? Por 
favor, esta es un área que no debe ser tenida a menos.  
 
Finalmente, si eres líder debes estar en el camino franco de aprender a 
perdonar y tratar con amor a tus enemigos (Mateo 5:38­48). Entiendes 
ahora el principio de “poner la otra mejilla”; aún está por verse si lo has 
incorporado plenamente a tu carácter. Igualmente sabes de la 
humildad, la seguridad de ti mismo, la mansedumbre, y la generosidad 
que caracterizan a un líder en el reino. El desafío sigue siendo que 
lleves todo esto a la práctica. No me sorprenderá si en esta etapa de tu 
crecimiento personal eres probado en esta área. Sólo así sabrás si eres 
capaz de amar a tus enemigos, bendecir a los que te maldicen, hacer 
bien a los que te aborrecen, y orar por los que te ultrajan y te 
persiguen. Si Dios permite que un conflicto personal aparezca en tus 
circunstancias, aprovecha para amar a la persona que se considera tu 
enemigo, deséale bien, aunque él te desee mal; sírvelo, aunque él te 
deteste e intercede por él, aunque te ofenda (Mateo 5:44). Este es el 
estándar que te colocará a los ojos de quienes te siguen en el reino 
como un líder verdadero. ¡Cualquiera puede ser como el resto de la 
gente, siendo bueno con quienes son buenos con él! ¿Quién no querría 
seguir a un líder con estos estándares? 
 
Stephen Langton tuvo razón al terminar su división del capítulo 5 de 
Mateo con el pensamiento “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro 
Padre que está en los cielos es perfecto.” El liderazgo espiritual se trata 
de madurez. A esto es a lo que tú y yo estamos llamados como líderes. 
A propósito, más adelante en IDEM terminaremos el estudio del Sermón 
del Monte. 
 
 
 
 
   

El Sermón del Monte 
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Preguntas para discusión 
 
1. ¿Qué es la madurez en el cristianismo? 
 
2. ¿Por qué no debe haber liderazgo sin madurez espiritual? 
 
3. ¿Qué áreas de mi vida ­de las tratadas en este módulo de IDEM­ 
aún no han madurado evidentemente ? ¿Hay alguna en la que no 
veo ningún crecimiento? 
 
4. Vimos esta pregunta antes, pero vale la pena repetirla: ¿Cuáles 
son las áreas de mi vida que todavía deben crecer en la fase de 
siervo? Si me tocara decidir si estoy listo para la fase de sacrificio, 
¿me promovería a mí mismo? 
 
5. ¿A quien doy cuentas de mi crecimiento espiritual? ¿Qué tan 
transparente soy? 
 
 
 
 
 
   

El Sermón del Monte 
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