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IDEM
Instituto para el Desarrollo Ministerial
Introducción
Un discurso escrito.
Ya que el sermón completo es fascinante, tu primera tarea en este
curso es leerlo de punta a punta. Hazlo más de una vez. Saca ventaja
del hecho que puedes leer una transcripción del discurso dado en
aquel monte. Pide a Dios que su Espíritu le revele a tu alma lo que él
quiso inspirar para nosotros. Sube al monte con Jesús, no permitas
que los múltiples ruidos de tu actividad cotidiana te distraigan. Léelo
despacio, disfrutándolo y poniendo interés y atención en la
continuidad de su argumento, y en cómo esta se mantiene a pesar de
la diversidad de elementos que presenta su contenido. Utiliza un
papel y un lápiz. Subraya, marca, y anota con cuidado todo aquello
que te parezca “nuevo” o que te resulte muy relevante para tu vida
espiritual.
La razón por la que las personas son infelices es porque no hay nadie
al cuidado de sus almas. Las multitudes son, en las palabras del Rey,
“como ovejas que no tienen pastor” y por esa razón están
“desamparadas y dispersas” (Mateo 9:36). Piénsalo. Una oveja sin
pastor es un desastre andando. Su pelo crece sin control, se llena de
molestos nudos y -su cuerpo completo- se vuelve el alojamiento ideal
para toda clase de molestos parásitos. Semejante estado no sólo es
lamentable, es ineludible. Una oveja en en tal condición no puede
pretender que todo está bien. Tampoco pueden hacerlo quienes no
tienen a Dios como el pastor de sus almas. Sus realidades están
completamente deprivadas de todo rastro de felicidad permanente.
Isaías 57:20 dice que “los impíos son como el mar en tempestad, que
no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo.”
1. ¿He leído por completo el sermón del monte (Mateo 5-7)? ¿Qué
cosas noté y anoté que me resultaron completamente nuevas?
El Sermón del Monte
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Capítulo 1
El secreto de la felicidad.
La vida había hecho que Misha llegara a vivir a la casa de mis suegros
para alegrar la vida de los pequeños. Su tolerancia para resistir los
juegos y las bromas de los niños no tenía rival. Era, en ese sentido,
una gata atípica. No era raro que ellos le gastaran toda clase de
bromas. Y Misha, resistía.
Esa noche aprendí una lección que nunca he podido olvidar: todos
nosotros somos como aquella gata. Satanás nos ha anudado a la
punta de nuestras colas un listón rojo que se llama “felicidad”. Entre
más esfuerzos hacemos para alcanzarla, más nos frustramos. Algunos
de nosotros -y muchos de aquellos que conocemos- corremos en
círculos de manera incesante, persiguiendo una realidad imposible.
Queremos ser felices. Nos esforzamos por lograrlo. Pero la felicidad
nunca sucede permanentemente. A través de los años, he visto a
Misha personificada en hombres y mujeres, niños y viejos, pobres y
ricos. Todos procurando su felicidad como sea posible. El listón rojo
cambia de persona a persona. En algunos está formado por sus
sentimientos, en otros por sus sueños y ambiciones. Para algunos
tiene forma de éxito, y para no pocos la brillante cinta está atada al
poder y a la independencia -la mal llamada “libertad” que muchos
buscan. Y, mientras tanto, el diablo se ríe de la broma cruel que nos
ha gastado.
Felicidad
Los primeros doce versículos de Mateo 5 son ampliamente conocidos
como “las bienaventuranzas”. En realidad, este no es sino un término
que podría ser traducido como “felicidad” o “realización”. El Rey dio a
sus seguidores un juego de conceptos no como simples ideas al azar,
sino escogiendo cada uno de los rasgos de carácter y el orden en que
los iba a presentar.
Ahora, ¿por qué es “de los pobres de espíritu” el reino de los cielos?
Aprendimos sobre el reino antes. Históricamente el reino de los cielos
era para Israel. Incluso después de resucitar, la pregunta fue
¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? (Hechos 1:6) Israel no
quería recibir al Rey y al reino porque -precisamente- como nación no
era “pobre de espíritu”. Doctrinalmente, Israel tendrá que ser
quebrantado para poseerlo. De la misma forma, a manera devocional,
el impedimento para ser gobernado por Dios es nuestro propio sentido
de autosuficiencia, la falta de humildad. Piénsalo. El reino de los
cielos no puede ser tuyo mientras tú mismo te domines. Esta
bienaventuranza es una bofetada al humanismo y al concepto clásico
de la felicidad. El camino a la exaltación -al reino- será siempre la
humildad. Fue, por supuesto, el ejemplo de Cristo en Filipenses 2.
Rasgo 2: Los que lloran son felices porque ellos recibirán consolación.
Jesús pudo haber dicho: la felicidad está reservada para quienes se
duelen por su pecado. Aunque el llanto y sufrimiento son una
experiencia común para todos los seres humanos, no todo el
sufrimiento es igual. Hay muchas razones para llorar, desde válidas y
correctas hasta carnales e incorrectas. Jesús describió acá una de las
razones correctas para llorar.
¿Por qué son felices los que lloran? Este rasgo no indica -por
supuesto- que la felicidad viene solamente por que lloremos, sino por
la consolación que tendremos al recibir el perdón de nuestra maldad.
La conciencia de tu pecado es la única puerta al arrepentimiento y al
restablecimiento de la comunión con el Rey. Felices los que “ven su
condición espiritual al punto de dolerse por su pecado”. Ellos recibirán
consolación.
Rasgo 3:Los mansos son felices porque ellos recibirán la tierra por
heredad. Manso, por definición, es aquel que posee un espíritu afable
(1 Pedro 3:4). Alguien de condición benigna y suave. Es, por cierto,
una de las partes del fruto del Espíritu en Gálatas 5:23. Este rasgo es
el complemento a la primer bienaventuranza, la “pobreza de espíritu”.
Nota que la humildad y la mansedumbre suelen ir juntas en la Biblia
(Efesios 4:2; Salmos 25:9; Colosenses 3:12). En Mateo 11:29, Jesús
se describió a si mismo como alguien “manso y humilde”. ¿Te
atreverías a usar estos términos para hablar de tu carácter?
El Sermón del Monte
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Pero, ¿por qué son felices los mansos? Bueno, por un lado, recibir la
tierra por heredad es una cita directa de Salmos 37:11 y era una
referencia histórica a la promesa dada a los judíos en el AT. Nota que
“los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de
paz.” no dice que ellos la ganarán, o la conquistarán. Esta es, como
muchas de las promesas en la Palabra de Dios, una herencia recibida
por gracia.
Devocionalmente lo mismo nos sucede a nosotros. En las Escrituras,
la tierra de Canaán era un cuadro del cielo y de la vida plena acá en la
tierra. La felicidad no viene por la mansedumbre en sí, sino por la
gracia de heredar la tierra prometida. ¿No te hace feliz saber que el
reino implica para ti una vida abundante acá en la tierra y la promesa
de un cielo que no puedes perder? Si tal verdad no te hace feliz, casi
puedo apostarte que nada lo logrará.
Rasgo 4: Los que tienen hambre y sed de justicia son felices porque
ellos serán saciados. Ahora, antes de seguir adelante, procura no leer
en el pasaje lo que no dice. Jesucristo no se refirió solamente a tener
hambre y sed de justicia social. La justicia es la rectitud, la santidad
propia de los que son salvos. Es la necesidad profunda, el deseo
intenso de hacer las cosas bien, como deben ser hechas. Por lo tanto,
esta característica no debería ser usada por organizaciones políticas
cuando sus integrantes no están dispuestos a vivir una auténtica
justicia personal.
El Sermón del Monte
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¿Cómo somos saciados los discípulos del Rey? Bueno, Cristo nos
satisface. Él es el pan de vida y quien coma de él nunca tendrá
hambre (Juan 6:35). El es agua en el pozo, y quien beba agua que él
da “no tendrá sed jamás” (Juan 4:14). La pregunta para nosotros es si
tenemos apetito por Jesús o si ya nos sentimos satisfechos.
Ahora, hasta este momento podemos ver con claridad una progresión
en el argumento de Cristo. Primero, la felicidad es el fruto de un
carácter que no es arrogante ni autosuficiente, al punto en que
permite que Dios reine con libertad en su vida. Segundo, feliz es
aquel que se duele de su condición espiritual, permitiendo que Dios le
consuele. Entonces, tercero, la felicidad surge de una actitud no
pendenciera (deprivada de todo rasgo de machismo) y de la
disposición a ser manso, esperando la gracia de una vida plena. Y,
cuarto, dichoso es quien tiene una necesidad y un deseo desesperado
de la rectitud de Dios en su vida. A él, Cristo le sustenta. Él le
satisface.
El Sermón del Monte
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gracia recibisteis, debemos dar de gracia… con el misericordioso te
mostrarás misericordioso (2 Samuel 22:26)
Rasgo 6: Los de limpio corazón son felices porque ellos verán a Dios.
¿Qué significa tener un corazón limpio? Es igualmente, una condición
interior que se refleja exteriormente. El término “limpio” (KATHAROS)
significa literalmente “purificado”. Del mismo surge la palabra
castellana catarsis, vocablo al acto de limpiar el alma o la conciencia.
KATHAROS se inicia con la limpieza del corazón por la sangre de Jesús
y culmina en vivir una vida limpia o santa. Los que tienen un corazón
limpio anhelan ver a Dios. 2 Timoteo 2:22 dice que los “de corazón
limpio invocan al Señor.” Eso les hace personas felices. La certeza de
que verás a Dios es una de las verdades más emocionantes de la
experiencia cristiana. Tener el corazón puro y vivir en santidad son
expresiones sinónimas. (Hebreos 12:14)
El Sermón del Monte
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¿Por qué es causa de felicidad que seamos perseguidos por la
justicia? Porque de los que sufren persecución es el reino de los
cielos. Como dijimos antes -en la primer bienaventuranza- el
impedimento para ser gobernado por Dios es nuestro propio sentido
de autosuficiencia. De la misma manera, es un impedimento para ser
gobernado por Dios la búsqueda de una seguridad y protección que
toma prevalencia sobre el reino de Dios. Ser un seguidor de Jesús
garantiza la oposición de los opositores de Jesús.
¿Qué es más importante para ti? ¿Tu integridad física? ¿La protección
tuya y de tu familia? ¿O tiene el reino más importancia para ti?
Apropiación
¿Entiendes la progresión de las bienaventuranzas en tu vida? Si te
crees autosuficiente, eres insensible a tu pecado, crees que el reino
es una cuestión de poder personal y autosuperación; si no te importa
ni deseas la santidad, si eres alguien más dispuesto a “quitar en vez
de dar”, si no eres un agente de paz (porque no la tienes
personalmente) y velas por tu propio pellejo antes de pensar en el
reino… no puedes ser feliz.
Cuando nos acusen sobre nuestro carácter -y les sea necesario mentir-
entonces sucede la oportunidad de felicidad de la que Jesús habló a
sus discípulos. “Felices sois” cuando su vida sea tan diferente al resto
del mundo que tengan que perseguirnos. Esta es la verdad de
Santiago 4:4 expresada de manera directa. Y, cuando así sea, puedes
tener la certeza de que habrá un galardón. No acá y no ahora
necesariamente, pero sí en los cielos. Por eso “es necesario que todos
nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno
reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea
bueno o sea malo.” (2 Corintios 5:10)
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Preguntas para discusión
El Sermón del Monte
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El Sermón del Monte
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Capítulo 2
Sal y luz.
“Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor;;
andad como hijos de luz”
Efesios 5:8
“Para ser como él... prefiero no ser cristiana”. Escuché la frase de labios
de una esposa que, cansada del maltrato y del abuso de su cónyuge,
había llegado -sola- buscando consejo para enfrentar su crítica
situación. Los nombres de ambos resultan irrelevantes para la
ilustración del punto que aprenderemos en esta ocasión, pero puedo
asegurarte que ambos eran personajes reales.
El hombre en cuestión no sólo era miembro de una pequeña
congregación de su ciudad, sino que era uno de esos cristianos que
participan en todo lo que la iglesia hace. Recientemente, después de
años de dirigir cantos y supervisar el funcionamiento de uno de los
ministerios de adultos, había sido nombrado diácono. Era -obviamente-
un líder considerado “de muy buen testimonio” entre los creyentes.
Pero, en su vida privada, era poco menos que un ogro. O, al menos, así
lo pintó la esposa.
Ella me contó cómo durante el noviazgo en la universidad, fue atraída
por la apariencia positiva de buen carácter y sólidos valores de aquel
cristiano evangélico de toda la vida. Luego me dijo cómo, a pesar de ser
católica, se casó con él enamorada e ilusionada. En casa, al principio
oraban juntos ocasionalmente e incluso llegó a acompañarle a la Iglesia
en la que él se congregaba. Sin embargo, unas cuantas semanas de
matrimonio sirvieron para que la verdadera personalidad de su esposo
El Sermón del Monte
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se diera a conocer. Resultó ser un verdadero desastre.
La reseña que la esposa me dió de él contenía casi cada rasgo que la
Biblia usa para referirse al hombre natural. Le llamó soberbio, iracundo,
egoísta, y le describió como pendenciero y bravucón. Aquella frustrada
mujer enfatizó cómo había convivido -en ese entonces, por casi una
década- con este hombre “insensible al sufrimiento de otros pero
hipersensible a todo lo que él considerara una ofensa”. Por supuesto,
cuando se refirió a la participación de él en la Iglesia le tildó claramente
de hipócrita.
Hice lo que cualquier consejero cristiano habría hecho: le presenté a
Jesús. Le hablé de la necesidad de su alma, del consuelo posible en
Cristo y de la esperanza de aquellos que conocen al Señor. Pero -quizás
por las heridas emocionales- me dijo que no quería nada con la religión.
No quería ser como su esposo. “Prefiero quedarme como soy”, me dijo.
Aunque no eran miembros de nuestra iglesia, traté de concertar una
cita con ambos, sin embargo él -amablemente- la evadió. Con el
tiempo, supe que se habían divorciado. Él mantuvo la apariencia de
piedad en su iglesia. Ella mantuvo su estado de impiedad en la
eternidad. Aunque para el resto del mundo ellos son “una pareja más”
en las estadísticas del fracaso matrimonial, para ambos las
consecuencias serán reales para siempre.
Ciertamente, creyentes como el acá descrito distan mucho de ser todo
lo felices que planteó Jesús en el Sermón del Monte. Además, la
inconsistencia existente entre su vida y sus supuestas creencias hará
que quienes les conozcan se resistan a abrazar al Rey y a someterse a
su reino. Vivir tal realidad no solamente es grave -y profundamente
triste- para quienes se llaman cristianos, sino que plantea un conflicto
aún peor cuando la analizamos desde la perspectiva del discurso en la
montaña. “Vosotros sois la sal de la tierra” dijo Jesús a sus siervos.
“Vosotros sois la luz del mundo” les indicó casi de inmediato. Es
imposible que nuestras vidas sean inconsistentes con las enseñanzas
del Maestro y seamos sal que sala y luz que ilumina.
Influencia
Ríos de tinta se han usado para explicar las analogías de sal y luz que el
Rey usó en el monte. Obviamente, los elementos que Jesús escogió
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para compararlos con sus siervos no fueron elegidos al azar. Ambos son
radicalmente distintos el uno del otro, pero los dos son universales para
la experiencia humana. Uno es tangible, el otro no lo es. Uno puede
envasarse o contenerse, el otro no. La sal obra secretamente, la luz lo
hace abiertamente. La sal obra interiormente, la luz lo hace por fuera.
Puedes ver y sentir los efectos de la sal. En contraste, ves -e incluso
sientes- por efecto de la luz.
La sal, un elemento que en sí es muy insignificante, tiene una influencia
grande sobre su entorno. La sal place, preserva, provoca sed, sazona,
condimenta y refuerza los sabores y aromas de otros elementos.
Aplicada de la forma correcta, la sal es un mineral indispensable para la
vida, sana heridas y permite que los alimentos insípidos tengan buen
sabor. Sin embargo, también -usada de la manera indebida- la misma
sal destruye y corroe sin misericordia incluso los metales más sólidos.
Es imposible asumir que la presencia o ausencia de la sal sea
irrelevante. Este mineral influye todo aquello con lo que entra en
contacto. En ese sentido tú y yo, como siervos del Rey, somos como la
sal. Aunque en sí no seamos muy importantes, podemos hacer una gran
diferencia. Podemos ser muy beneficiosos, o extremadamente nocivos y
perjudiciales. Toma nota de que Jesús dijo "vosotros sois" la sal de la
tierra. Él implicó que es la congregación de creyentes quienes debemos
influenciar al mundo y no al revés.
¿Puede la sal verdaderamente perder su sabor? ¿Puedes tú perder la
influencia sobre tu mundo? Cuando el Rey habló en aquella montaña,
sus interlocutores sabían muy bien que la sal que ellos consumían era
sacada del Mar Muerto y colocada en tierra firme para un proceso de
secado y limpieza. Pero, al aire libre, los agentes del medio ambiente
podían ensuciarla y volverla inservible para su consumo;; entonces, era
echada en las calles para rellenar los hoyos. Así, era hollada. Lo mismo
puede pasar al creyente en su proceso de exposición al mundo. Al no
influenciar al mundo puede “venir a ser eliminado” (1 Corintios
9:26-27). Este es un riesgo que no se minimiza con el tiempo de
caminar con el Señor. Mientras estemos expuestos a las influencias
-inevitables- del ambiente en el que nos movemos, podemos ser
afectados por él de manera que abandonemos el carácter propio del
reino y perdamos así nuestra influencia sobre la tierra. Un seguidor de
Jesús que llega a ese punto, “no sirve más para nada”.
El Sermón del Monte
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Por otro lado, la luz es igualmente un agente de influencia. La luz está
estrechamente relacionada con la esencia misma de Dios;;
curiosamente, la Biblia no dice que él sea sal. Dios es luz, la Biblia es
luz y Jesús es luz (1 Juan 1:5;; Salmos 36:9;; 119:105). En términos
generales, la luz es la manera exhaustiva que se utiliza para referirse a
la revelación de Dios, de su Hijo y de su Palabra. De manera directa, el
Rey dijo de sí mismo: “Yo soy la luz del mundo;; el que me sigue, no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12)
Somos la luz del mundo en el sentido en que reflejamos a Cristo, la luz.
Es su luz -su influencia- con la que debemos alumbrar al mundo.
En su discurso, el Maestro dijo que “nosotros” (plural) somos la luz del
mundo. Inmediatamente, él habló de una ciudad entera, refiriéndose no
a una sola luz sino más bien a una colección de luces unidas en una sola
luz. Es probable que él no estuviera pensando en una ciudad durante la
noche, sino en la luz reflejada por las casas, construidas de piedra
caliza blanca, que hacía que las ciudades fueran visibles desde largas
distancias al reflejar estas la luz del sol. Las ciudades eran construidas
de piedra caliza blanca Imagínate el sol saliendo y reflejando su luz en
esa ciudad. Se podía ver por kilómetros en el tiempo del día. Un pueblo
así, ¡simplemente no podía estar oculto! Por supuesto, cuando caía la
noche, la luna también alumbraba la ciudad. Aun cuando no había luna,
-a causa del material y el color de las construcciones- las luces de la
ciudad en las ventanas de las casas podían ser vistos por kilómetros.
A continuación, Jesús razonó con ellos: “Así alumbre vuestra luz delante
de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a
vuestro Padre que está en los cielos.” En estos momentos de tu caminar
con Dios, es importante que te apropies de la aplicación de estos
principios a tu propia vida. Uno de ellos es evidente: tu testimonio
personal ante otros debe ser evidente. Tienes la necesidad de vivir una
vida de buenas obras que valide e influencie a los demás para que Dios
sea glorificado. El segundo es quizás menos notorio: es indispensable
que hagas esto “en comunidad” con tus otros hermanos en Cristo. Ni un
grano de sal solo ni una sola casa sobre un monte serán la influencia
debida sobre el mundo que Dios está buscando. Piénsalo. Solamente
cambiaremos este mundo cuando tengamos la capacidad de mostrar
El Sermón del Monte
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cuatro hombres casados cometerá adulterio al menos una vez en la
vida; prácticamente otro más se verá involucrado en algún punto del
matrimonio en una relación emocional desleal con alguien que no es su
esposa. Las estadísticas de infidelidad por parte de mujeres, aunque
tienen índices un poco menores, no son tan diferentes. Tampoco la
frecuencia entre creyentes arroja resultados más prometedores. Cuando
se trata de analizar los índices de adulterio y de deslealtad matrimonial,
todos los estudios están de acuerdo: es un mal endémico. Está por
todos lados. Las redes sociales, la movilidad en los empleos, la facilidad
para viajar y todos los avances en la comunicación han potenciado aún
más un pecado que ya era fácilmente cometido por muchos. Tú y yo no
estamos exentos. Todos sin excepción estamos en riesgo.
Sin embargo, haremos bien si nos cuidamos de no hacer un análisis
solamente social de este problema. El adulterio, aunque puede ser visto
y estudiado como un mal generalizado, dista mucho de ser sólo eso. Si
dejamos las frías estadísticas y echamos un vistazo al pequeño mundo
que nos rodea, la realidad se presenta más aterradora. Los números
fríos, al menos, están desprovistos de rostros, de nombres y de
apellidos. Las tablas de análisis y los porcentajes no tienen hijos
pequeños que conozcamos y que sabemos crecerán con los
impedimentos producidos por un hogar fallido. Algunas de estas familias
se terminarán disolviendo oficialmente. Otras, nunca llegarán a firmar
papeles de divorcio; pero el deterioro y la separación serán igualmente
devastadores. Una pareja que permanece aparentemente unida pero
que está separada en el corazón por la infidelidad de uno de ellos (o de
ambos), es el caldo de cultivo para la amargura, el resentimiento y la
ira. Pronto aprenden, quienes así intentan vivir, que los seres humanos
no fuimos diseñados para que nuestras almas pudieran sobrevivir a
semejantes sentimientos.
Lo más probable es que tú conoces a más de alguien creyente o no
que ha jugueteado, o ha sido juguete, en una infidelidad. Ciertamente,
no es tarea nuestra condenar ni defender a quienes se encuentre en tal
situación. “A los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” dijo el
autor de Hebreos. Nuestro enfoque es la condición de carácter que el
Rey hizo a sus discípulos. Lo que nos interesa entender es que, en el
reino, la fidelidad matrimonial y el honor necesario para respetar los
votos matrimoniales son, en una palabra, indispensables.
El Sermón del Monte
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Lealtad al pacto matrimonial
A estas alturas, un segundo “oisteis que fue dicho” fue pronunciado por
el Maestro en su discurso de la montaña. En este caso, el mandamiento
al cuál él hizo referencia era y será, mientras el ser humano exista el
más famoso de todos: “No cometerás adulterio”. También es,
lamentablemente, uno de los más desobedecidos.
La mención del adulterio surgió dentro del contexto del tema central del
sermón del Rey: el carácter del siervo en el reino. Ya él les había dicho
que una personalidad afable era indispensable para sus súbditos,
advirtiéndoles de cómo la ira puede desembocar en una flagrante
violación a la ley de Dios. Ahora era tiempo de hablar sobre cómo otra
pasión la lujuria era capaz de terminar en lo mismo. Piénsalo. La ira y
la lujuria son dos fuerzas poderosamente dañinas en la vida de
cualquier persona. Sin embargo, en el caso de un creyente maduro,
desatarlas no solamente le perjudican a él sino que le impedirán ser luz
que ilumina y sal que sala.
Una vez más, Jesús siguió la estrategia de denunciar una enseñanza
que los rabinos habían dado al pueblo partiendo de la ley. Por supuesto,
la primera mención de “no cometerás adulterio” era mucho más antigua
que los maestros religiosos de tiempo de Cristo. Las implicaciones
espirituales del comando dado por Moisés en el Decálogo (Éxodo 20:14)
no eran solamente conyugales; tenían también ramificaciones
espirituales, y muchas. El Antiguo Testamento hablaba continuamente
del adulterio o fornicación espiritual con otros dioses en actos que, casi
siempre, se consumaban por medio del pecado de idolatría. El
panorama que evoca la simple mención del adulterio es terrible. La
deslealtad es cruel. Es, así mismo, un tema con el cuál Dios tiene una
relación muy personal. Créeme, si alguien conoce el dolor de la traición
y la infidelidad por parte de quien le ha jurado amor y lealtad es,
precisamente, Dios Padre.
“No cometerás adulterio” les recordó Jesús. El problema está en cuán
poco valoraban los judíos el pacto matrimonial, el trato que daban a la
constitución misma que Dios había hecho para el matrimonio. La espiral
de pecado comienza cuando la relación matrimonial no es vista como
honrosa, valiosa; no le percibimos, entonces, como un vínculo que debe
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ser cuidado a toda costa. Hebreos 13:4 es la clave. Triste. La manera
en la que los judíos del tiempo de Jesús habían minimizado este pecado
no dista mucho de nuestra propia realidad. Todavía ahora sucede con el
esposo que “el ojo del adúltero está aguardando la noche, diciendo: No
me verá nadie; y esconde su rostro.” (Job 24:15). De la misma manera
sucede con la esposa: “El proceder de la mujer adúltera es así: Come, y
limpia su boca y dice: No he hecho maldad.” (Proverbios 30:20).
No hay nada pequeño, honesto o inocente en el acto del adulterio.
Oseas lo colocó entre tan detestables pecados como perjurar, mentir,
matar, hurtar y el homicidio recurrente. Este es, además, un problema
crítico en el sentido de que nadie puede declararse exento de sus
alcances. El adulterio es, ha sido y siempre será un problema
condenable. En el Antiguo Testamento tenía una sola “cura”: matar a
ambos infractores (Levítico 20:10). Ahora, la única salida para el
adulterio es, por supuesto, huir tan rápida y tan decididamente como se
pueda (1 Corintios 6:18).
Aunque Dios condena las relaciones sexuales prematrimoniales y toda
relación carnal fuera del matrimonio, el punto de Jesús en su discurso
no fue señalar el acto pecaminoso y carnal per se. El problema, implic´ø
él, es la deslealtad. No es de extrañar, entonces, que al comparar el
tratamiento de apedreamiento en las relaciones fuera del matrimonio
pero estando desposados (Deuteronomio 22:2324) y el tratamiento de
relaciones prematrimoniales con una doncella sin compromiso (Éxodo
22:1617), los procedimientos son distintos. En ambos casos, los
participantes pecan. En ambas situaciones, las relaciones son ilícitas.
Sin embargo, curiosamente, unos son “muertos indefectiblemente” y a
los otros se les permite seguir vivos. Una lectura cuidadosa del texto
nos hará concluir que la diferencia estriba en que en un caso había
compromiso (y se demandaba lealtad) y en el otro no era así.
En el Monte, el Rey dio otro “pero yo os digo” e interpuso un nuevo
evento de interpretación auténtica de la ley. Como aprendimos antes, la
interpretación auténtica solamente puede hacerla el legislador. Por
supuesto, Jesús es Dios, y era él el único que podía confirmar lo que se
“quiso decir” en la ley al establecer “no cometerás adulterio”. El
problema era mucho más que una falta conyugal. El problema de la
deslealtad a tu pareja es la carne. El meollo de todo está en el corazón.
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“Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla”, dijo el Maestro a sus
seguidores, “ya adulteró con ella en su corazón”. El punto central de
Jesús es que la violación de la ley no sucede en el momento en el que
hay relaciones carnales con quien no es tu cónyuge (¡aunque sí es
pecado!), sino que se produce cuando permitimos la ruptura del
compromiso emocional propio de una pareja de casados. Es una
cuestión de honor, de carácter. Un siervo del Rey no debe nunca, por
ningún motivo, permitir que sus sentimientos y pensamientos se
permitan el lujo de fantasear con una relación de esta naturaleza. En un
mundo en el que la sensualidad desbocada está cada vez más presente
y las líneas morales se tornan cada vez más borrosas, tú y yo no
podemos permitirnos participar de relaciones sentimentales con
aquellos que no son nuestros cónyuges. Si alguna vez encuentras que
tu corazón está considerando a alguien más como una posibilidad para
sustituir a tu pareja, habrás caído en la falta que el Rey condenó en la
montaña.
Por supuesto, los grandes problemas nunca tienen soluciones a medias.
Si el carácter de los hombres y las mujeres del reino se ven desafiados
por la tendencia en nuestra carne hacia la deslealtad, la solución debe
ser radical. Si es necesario, dijo el Rey, hay que sacar el ojo derecho. Si
es necesario, añadió, hay que cortarse el brazo más fuerte. Ya sea que
tomes tales instrucciones de forma literal o que veas únicamente las
aplicaciones cotidianas de las mismas, es evidente que Jesús hizo un
llamado a ser radicales en el trato con este pecado. Los estándares del
reino para la defensa del matrimonio son si es posible aún más
elevados que los establecidos para el cuido del temperamento personal.
La única manera de tratar con nuestra deslealtad incluso cuando ésta
solamente es potencial es huyendo de las tentaciones que la provocan.
Como ya vimos, la Biblia te instruye a huir de la fornicación (1 Corintios
6:18), de las pasiones juveniles (2 Timoteo 2:22) y de cuanto
represente un peligro para tu carácter en este sentido. Si bien, sacar el
ojo y cortar el brazo físicamente pueden no tener mucho eco en nuestra
cultura actual, la idea de separación aunque implique dolor ciertamente
sí lo tiene. Como casi cada elemento dañino y extraño en nuestro
cuerpo, la cirugía debe ser profunda, radical y sin tardar. Cuando
permitimos que “algo” quede de una relación que amenazaba la
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estabilidad de nuestro matrimonio, el resultado suele ser que esta
relación volverá a crecer. Acéptalo. Si es necesario, a fin de evitar la
deslealtad debes cambiar de trabajo, despedir a la persona que
representa un problema, cambiar de iglesia, cambiar de carrera
universitaria o mudarte de ciudad. ¡Lo que sea necesario!.
Lealtad a la pareja.
Pero justo después de referirse al valor de la lealtad al matrimonio, el
Maestro señaló lo enseñado por los otros rabinos de su tiempo”
“Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio.” Esto sería
el equivalente a decir “no dejen cabos sueltos sin resolver… si se
divorcian, háganlo legalmente”. El corazón de tal enseñanza propone
que el divorcio es una alternativa, siempre y cuando se haga con apego
a la ley. Desafortunadamente, el mismo pensamiento se mantiene aún
en nuestros días. Ahora, el divorcio es considerado como una salida
válida por el mundo en general, y por una considerable porción de
creyentes en particular.
Una gran cantidad de información se ha escrito y analizado con respecto
a la enseñanza bíblica acerca de este tema. Deuteronomio 24:14,
Mateo 19:110, 1 Corintios 7 y otros pasajes nos permiten ver con
facilidad el corazón del Rey; y nos dejan ver, igualmente, lo complejo
del corazón del hombre. Uno de los problemas principales es el acto de
abandono de quien se divorcia hacia las responsabilidades que una vez
tuvo con su pareja. Más allá del simple análisis frío de la institución
matrimonial, el Rey estaba tratando de proteger a la persona con la que
una vez nos casamos. “El que repudia a su mujer” dijo Jesús, haciendo
énfasis en el vínculo aún existente entre ambos cónyuges. “El que se
casa con la repudiada” añadió, poniendo como contraste el hecho de
que, entre los miembros de la nueva relación, no existe tal conexión de
propiedad. No es “su” mujer, ni es “su nueva esposa”; es la repudiada.
Por supuesto, la cláusula de exclusión “a no ser por causa de
fornicación” provee terreno para el divorcio bíblico. Sin embargo, el
propósito del discurso en la montaña no era el abrir la puerta a una
posibilidad de divorcio, sino el hacer un énfasis en la responsabilidad
hacia la persona con la que ya existía un compromiso indisoluble.
Además, pareció añadir el Maestro, la palabra de honor el juramento
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 48
de compromiso que sucede en un matrimonio fue empeñada. Sus
palabras textuales fueron: “habéis oído que fue dicho a los antiguos: No
perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos.” Perjurar es jurar
en falso sabiendo que no hay intención de cumplir dicho juramento o
jurar mucho, añadiendo de esa manera fuerza a la promesa.
Igualmente, perjurar es faltar a la fe ofrecida en el juramento. En un
creyente, el perjurio ante Dios implica una de las mayores evidencias de
la ausencia de temor hacia Aquel que espera que cumplamos todo lo
que prometemos. El carácter de un siervo está moldeado alrededor de
la premisa de que todo voto ante Dios se cumple (Deuteronomio
23:2123). El sí debe ser sí; el no debe ser no. Si tal principio gobierna
las áreas pequeñas de un siervo del Rey negocios y compromisos
temporales cuánto más debe hacerlo en los compromisos permanentes
e incluso eternos. El matrimonio es para siempre. La promesa hecha a
tu pareja no puede ser abandonada a placer. Tu palabra está en juego.
Y, la palabra de un siervo en el reino, no es algo con lo que se deba
jugar.
La palabra honor ha caído por completo en desuso. Ya no es más el
valor que gobierna la vida de la sociedad. El honor fue sustituido en
parte a causa del humanismo y el relativismo por el razonamiento de
las circunstancias. Ahora pensamos que está bien si damos honor a
algunas cosas, siempre y cuando hacerlo sea posible o simplemente sea
cómodo y conveniente. La realidad es que sin carácter no hay honor, y
que sin honor no hay lealtad.
Conclusiones
Unas palabras al corazón de todos nosotros son necesarias en este
punto. Esta es una realidad de la cual ninguno puede considerarse
ajeno. Incluso si eres soltero o soltera, tú puedes ser la tercera persona
en una infidelidad matrimonial. La única manera de protegernos es
considerando este pecado de la manera en la que Dios lo considera.
Evita los eufemismos. No le llames amor, amistad, felicidad, derechos,
oportunidad o cualquier otro término inofensivo a lo que Dios le llama
como pecado y violación a la santidad matrimonial. Evita incluso las
relaciones emocionales que puedan llevarte a considerar a alguien como
un potencial candidato a acompañarte en este desastre. En ese sentido,
decide desde antes que suceda que hay conversaciones que nunca
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 49
tendrás fuera del matrimonio. Igualmente, hay libertades que nunca
tomarás; sin importar los atenuantes circunstanciales que parezcan
validar una excepción.
Si estás casado, honra la relación con tu cónyuge. El mejor antídoto
para la deslealtad es paradójicamente la decisión por honor de que no
serás desleal traicionando la confianza de quien tan generosamente la
ha depositado en ti. Este mundo necesita sentir la influencia de
matrimonios que son sal y luz a la sociedad. Nada impide que tú formes
uno de esos matrimonios. Con la excepción, por supuesto, de un
carácter que no se conforma a los estándares del reino.
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 50
Preguntas para discusión
1. Al entender el reino, ¿Por qué es importante la lealtad en el
matrimonio?
2. ¿Cuáles son algunos pasos concretos para proteger a mi
matrimonio presente o futuro del desastre de una relación
adúltera? ¿Cómo huyo?
3. ¿Por qué implicó Jesús que la deslealtad en el corazón es un
pecado más grave que la infidelidad sexual?
4. ¿Cómo puedo ayudar a un creyente que está en el proceso de la
deslealtad?
5. ¿La enseñanza de Jesús, descalifica para el reino a los
divorciados? ¿Y a los adúlteros? ¿Cuál debe ser nuestra actitud
hacia unos y otros?
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 51
Capítulo cinco
Renuncia a la venganza: un estándar superior
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la
ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el
Señor”.
Romanos 12:19
Gengis Khan, el cruel conquistador mongol del siglo XIII, es sin lugar a
dudas uno de los personajes más sanguinarios de la historia. Se le
atribuye a él haber ejecutado uno de los actos de venganza más
brutales de que se tenga conocimiento: la destrucción del Imperio
Jorezmita, también conocido como Imperio Corasmio.
Corría el año 1218, y Khan descendía por la región de Corasmia hacia el
oriente medio cuando, reservando sus fuerzas para objetivos militares
más importantes, decidió enviar una una caravana de mercaderes como
embajada de paz a la ciudad de Otrar. Allí, el gobernador un Sha
llamado Ala adDin Muhammad II cometió el garrafal error de
menospreciar a los mongoles y ejecutar a los miembros de la comitiva
de paz, confiscando todos los bienes que transportaban. Indignado,
Gengis Khan envió una segunda expedición para reclamar por el brutal
acto de rechazo a sus peticiones de paz. En esa ocasión, la reacción
Jorezmita fue aún más insensata: no sólo ignoraron las peticiones de
restitución del conquistador mongol, sino que de manera insultante
rasuraron por completo las cabezas de los miembros de aquella
segunda expedición y les enviaron de regreso a su jefe, abatidos y
humillados. Un error grave. Habían despertado la ira de Khan.
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 52
Utilizando todos sus conocimientos de guerra, y con la paciencia propia
de aquellos que realmente desean vengarse, Gengis Khan atacó por
varios frentes en el año 1220. Sus 200,000 hombres aniquilaron por
completo el ejército Jorezmita de más de un millón de efectivos. En
realidad, no solamente destruyeron la ciudad de Otrar, sino que
asaltaron, quemaron y redujeron a escombros las ciudades de Bujará,
Samarcanda y la capital corasmia llamada Urgench. Diversas fuentes se
refieren a Khan como un maestro de la guerra sicólogica, afirmando que
ésta llegó a su punto máximo de desarrollo en la venganza contra los
Jorezmitas. Mezclando amenazas y promesas, usó el terror interior para
desmoralizar y dividir a los ejércitos locales de los pobladores de
aquellas ciudades. Luego, por supuesto, eliminó tanto a los unos como
a los otros.
La sed de venganza del mongol no conoció límites. Algunos relatos
señalan cómo sus ejércitos llegaron al punto de desviar el caudal de dos
ríos para inundar y hacer desaparecer por completo el poblado que
había visto nacer a Ala adDin Muhammad II. Al final, fueron millones
los que murieron en la sangrienta campaña que duró tres larguísimos
años caracterizados por un nivel de destrucción que no se volvió a ver
sino hasta las guerras mundiales del siglo XX. Un imperio entero fue
desarticulado por una sola razón: la venganza. Por supuesto, tal actitud
vengativa dio sabor a todo lo que Khan hizo. Se cuenta que al morir, en
1227, Khan pidió que se eliminara por completo otra gran ciudad Hsi
Hsia y que su cuerpo fuera trasladado a Karakorum, capital de
Mongolia. Sus herederos se encargaron de satisfacer sus deseos y, de
paso, de asesinar a todos aquellos que vieran directamente la caravana
fúnebre de su emperador en la ruta entre Hsi Hsia y su destino final en
Mongolia.
Afortunadamente, no hay muchos Khans en nuestra realidad. Sin
embargo, cuando deseas vengarte de alguien que te ha ofendido, estoy
seguro que aun si tu intención no es la de convertirte en una versión
moderna del conquistador mongol un poco de aquel nefasto personaje
sale a la luz de manera velada. A estas alturas de tu caminar espiritual,
espero que seas de quienes logran refrenar sus deseos de venganza.
Siendo un creyente maduro entiendes que el revanchismo y la toma de
la justicia por tus propias manos en cualquier escala es un acto
El Sermón del Monte
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contrario al corazón de Dios. Sin embargo, la falta de venganza por las
ofensas no siempre es un acto de madurez. ¡A veces simplemente se
debe a que no tienes a un ejército de 200,000 hombres sanguinarios
bajo tus órdenes! La clave es, y siempre será, el estado de tu corazón.
En el proceso de formación de sus discípulos, el Maestro tomó la
decisión de hablarles sobre algunas de las pasiones más intensas que
deforman al ser humano. Jesús les dio a entender que los estándares
con los cuales él mide a sus súbditos son cuando se trata de las
pasiones mucho más altos que los que el mundo reconoce. Ya hemos
visto cómo la ira y la lujuria fueron las primeras dos áreas señaladas en
su discurso de la montaña; pero una incluso más intensa necesitada de
un estándar incluso más elevado todavía tenía que ser establecida en
el monte:
La ley del Talión
Ojo por ojo, diente por diente. La Ley del Talión es una de las secciones
más criticadas en la Biblia. Es citada de manera errónea, sacada del
contexto y utilizada en la literatura popular o en las conversaciones
cotidianas sin entender lo que realmente dice. Para muchos, el ojo por
ojo de la Biblia es algo que ronda la autorización de la venganza
personal. ¡No podría haber una percepción más equivocada de lo que
Dios comunicó a sus seguidores!
En realidad, “la Ley del Talión” implica reciprocidad. La idea es facultar
al estado para la retribución legal por un crimen, estableciendo un límite
justo a la aplicación de las penas y castigos. Su nombre mismo surge de
la expresión tale, que significa “igual” en latín. Entonces, contrario a lo
que se piensa, fue diseñada para ser restrictiva de la violencia y no
promotora de la venganza. Eso es, precisamente, lo que Gengis Khan
no comprendió: El castigo nunca debe exceder al crimen que originó
dicho castigo.
Ahora, la ley toda fue dada para que temieran aquellos que no
obraran bien (1 Timoteo 1:911); pero, igualmente, para regir cómo se
trataría a quienes no obraran correctamente. Como bien se ha dicho
antes: “La aplicación de la pena, con barbarie, a lo largo de los siglos no
implica un defecto de la ley (del talión), sino una falla de los
aplicadores.” Un estudio de las tres ocasiones en las que el Antiguo
El Sermón del Monte
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Testamento la menciona (Levítico 24:20, Éxodo 21:24 Y Deuteronomio
19:21), mostrará que Dios deseaba impartir justicia protegiendo a su
pueblo de los excesos propios del deseo de venganza. Levítico 24:1822
ofrece protección contra las influencias y preferencias personales a la
hora de juzgar un crimen. Éxodo 21:2627 protege a los siervos del mal
obrar de sus amos, siendo una advertencia especialmente a quienes
abusaban de su autoridad. Por otro lado, Deuteronomio 19:1516
prohibía expresamente la venganza personal. La forma en cómo Dios la
redactó establece que el ojo por ojo no podía ser ejecutado de manera
individual. Era una ley social. Eran los jueces los encargados de
investigar si, efectivamente, un ojo había sacado; sólo así podían
proceder a establecer justicia, y esta no podía ser más que el cobro de
otro ojo en el ofensor. La ley del Talión tampoco podía aplicarse sin el
testimonio de dos o tres testigos, protegiendo así de falsas acusaciones
por parte de quienes se declararan ofendidos.
En esta etapa del reino de los cielos, mientras Jesús no está aún
sentado en el trono de la Tierra, un problema en toda sociedad es que
muchas de las leyes humanas carecen de la fuerza necesaria para
impartir justicia real entre los ciudadanos de una nación. Baste decir
que Dios sí le dio tal fuerza a sus preceptos. Lamentablemente, la
debilidad en las leyes humanas ha minimizado el temor entre quienes
delinquen. La idea de que “los magistrados no están para infundir temor
al que hace el bien, sino al malo” (Romanos 13:35) ha sido
menospreciada por el mundo. “Si haces lo malo, teme” dice Pablo.
Jesús validó e incluso amplió la ley del Talión sabedor de los
propósitos verdaderos de la misma. No se trata hoy, ni nunca se trató,
de una puerta para la venganza puesto que esta no es un concepto
cristiano. Se trata de justicia, sin pasiones ni distorsiones humanas. De
hecho, la idea de la revancha está eliminada de la Biblia (Romanos
12:17). Por eso, si eres el tipo de persona que es proclive a la
venganza, a la indignación justiciera, a “poner las cosas en claro” y
utilizas argumentos como “es indebido no quedarse sin hacer nada” o
alguna de las otras posturas con las que disfrazamos nuestra idea de
venganza, será mejor que prestes mucha atención a Jesús: La
venganza, repito, no es un concepto cristiano.
Las relaciones personales no pueden ser gobernadas por el principio del
Talión. El Rey puso dichas relaciones, al menos dentro del reino, en un
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 55
nivel superior. Al situarlas dentro del contexto correcto, el Maestro evitó
que sus discípulos utilizaran el Talión como una excusa para la revancha
individual. Entender que el ojo por ojo no fue dado para legislar las
relaciones personales los malos tratos entre familia, las estafas entre
conocidos, las riñas entre vecinos, etc. es crucial para un siervo del
Rey. Un estándar mayor rige estas situaciones: “No resistáis al que es
malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele
también la otra”. Nada fácil. Las palabras de Jesús en aquella montaña
aún causan incomodidad y molestia entre sus seguidores.
Madurez individual.
Jesús pidió a sus discípulos volver la otra mejilla, dar la capa cuando
alguien abusaba de ellos pidiéndoles la túnica, o llevar una carga la
milla extra. Él planteó principios que atentan contra la carne. Tales
actos surgen de una forma de pensar que no le gusta a nadie y que,
humanamente hablando, no parece ser justa. De hecho, es posible que
no lo sea; pero es correcta. El Rey sabía que vivimos en un mundo en el
que hemos sido programados para defender nuestros derechos. Tú y yo
al igual que los siervos en aquel monte estamos dispuestos a pelear
por lo que consideramos justo para nuestro bien.
Las actitudes propuestas para el reino nacen de un gran principio
general dado por Jesús: “No resistáis al que es malo”. Acto seguido él
les dijo: “a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha”, “al que quiera
ponerte a pleito y quitarte la túnica” y “cualquiera que te obligue a
llevar carga por una milla”. Nota como la forma de conjugación cambia
de “ustedes” a “tú”. El Maestro estaba enseñándoles sobre las
decisiones personales e individuales que cada quien tenía que tomar en
sus tratos diarios con otros. Piénsalo. En los tribunales, el no confrontar
retributivamente al malo lleva a la descomposición social. En las
relaciones personales, el conflicto y la venganza te llevan a la
descomposición moral. Que los tribunales actúen como personas
(perdonando) es tan malo como que las personas actúen como
tribunales (condenando).
La madurez individual en el trato con otros demanda que seamos
personas de gracia. Tal requisito en la vida del reino no debe
extrañarnos ni escandalizarnos. Incluso en el Antiguo Testamento,
como les explicó Jesús, las relaciones personales debían estar saturadas
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 56
de gracia. Fue Salomón quien instruyó a sus hijos: “No digas: Yo me
vengaré; espera a Jehová, y él te salvará” (Proverbios 20:22). Más
adelante añadió: “No digas: Como me hizo, así le haré;daré el pago al
hombre según su obra.” (Proverbios 24:29). Por supuesto, ser tratados
con gracia es una idea que a todos nos resulta agradable. Tratar a otros
con esa misma gracia, puede parecernos algo no tan atractivo.
El principio de no resistir al malo tiene según el Maestro cuatro
aplicaciones. Cada una de ellas es una estocada a la carne. En realidad,
este es el rasgo central de la madurez espiritual y contiene el espíritu
mismo de lo enseñado en toda la Escritura: Tú y yo debemos morir a
nosotros mismos. Las cuatro áreas de aplicación que Jesús les dio son
las siguientes:
Humildad. En las relaciones personales el carácter del discípulo en el
reino requiere de ser humilde. Especialmente, el tipo de humildad que
te permite no reaccionar con violencia ante la humillación injusta.
Cuando el Rey les instruyó diciendo: “antes, a cualquiera que te hiera
en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” él estaba tocando una
de las fibras más sensibles de un judío: el respeto a su propia dignidad.
Los términos usados por el Maestro fueron cuidadosamente escogidos.
Herir (HRAPIZO) en este versículo es una traducción de un vocablo que
implica “golpear con la mano abierta”. El área de la mejilla a la que él
hizo alusión (SIAGON) es, puntualmente, el pómulo. El Maestro sabía
que, entre los judíos, la forma más cruel de menosprecio era una
bofetada en la cara. Resulta interesante que su ejemplo fue de índole
“menor”: Él no utilizó la figura de una puñalada en la espalda, una lanza
en el costado o un golpe en la cabeza. Su punto era la tolerancia a la
humillación, la actitud espiritual de no reaccionar a las ofensas. No se
trataba entonces solamente del acto de poner la mejilla física (porque
entonces recibiríamos una golpiza interminable), sino de la actitud de
pasar por alto la ofensa recibida.
Si pudiéramos parafrasear a Cristo diríamos: “Cuando recibas un
insulto, ten siempre la disposición a recibir un poco más”. El
pensamiento mismo es antinatural para el hombre natural. Tal
capacidad solamente surge de entender que la dignidad de un creyente
está en Cristo. Piénsalo. La fuerza interior de carácter para poner la otra
mejilla dista de ser un rasgo de debilidad. Es, más bien, la aplicación
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 57
espiritual de Proverbios 19:11: “La cordura del hombre detiene su furor,
y su honra es pasar por alto la ofensa”. De la misma manera, es la
capacidad de “enseñorearse” de tu espíritu que promueve Proverbios
16:32. ¿Cómo reaccionas tú a los insultos? ¿Cómo manejas las ofensas
personales? ¿Cuánta tolerancia tienes a la humillación injusta? ¿Te
sientes herido irreparablemente cuando alguien amenaza tu dignidad?
¿Te cuesta digerir que Jesús establezca esta manifestación de la
humildad como un rasgo de carácter en el reino? El tipo de respuesta
que des a estas preguntas y el dolor interior que ellas te causen es un
buen parámetro para evaluar tu madurez en este punto de la vida.
Seguridad. En las relaciones personales, el carácter del siervo en el
reino debe tener la seguridad de saber que está protegido y respaldado
por Cristo. Eres una persona segura cuando tu fe está apropiadamente
fundada en Dios. Cuándo Jesús dijo a sus discípulos que “al que quiera
ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa”, evocó en
sus mentes una imagen cotidiana muy fácil de comprender. En la ley
mosaica, estaba prohibido “poner a pleito” legal a una persona por su
ropa. Según Éxodo 22:2627, hacerlo era una violación clara de los
derechos de una persona ya que implicaba que ésta quedaría
desprotegida ante los elementos e inclemencias del medio ambiente.
Equivaldría ahora a embargar la cama y la cocina de alguien por la falta
de pago de una deuda, algo que está prohibido por las leyes humanas
en algunos países. Sin embargo, sucedía.
Una vez más, resulta interesante que el ejemplo que Jesús escogió fue
“menor”: no les habló de un pleito legal por una casa, una hacienda o
una fortuna. Su propósito iba mucho más allá de regular los embargos
por montos financieros, por pequeños o grandes que fuesen. Él estaba
enseñando a sus seguidores en aquel monte que, incluso si la injusticia
la violación flagrante a los derechos atentaba contra ellos, había
alguien superior que les cuidaba. Si tal violación amenaza nuestra
seguridad económica, solamente la fe en un Dios protector, proveedor y
poderoso evitará que contraataquemos con pasión. En resumen, cuando
tú y yo tenemos la seguridad que produce la confianza en Dios, no nos
cuesta sufrir el agravio (1 Corintios 6:7) y no nos será difícil renunciar a
nuestros derechos.
¿Estás tú seguro de la protección de Dios en todas tus necesidades?
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 58
¿Cómo manejas las injusticias que atentan contra tu estabilidad? ¿Te
cuesta ejercitar la fe en los momentos de crisis financiera?
Mansedumbre. En las relaciones personales el carácter del discípulo en
el reino debe ser manso. Para esta aplicación del principio de no resistir
al malo, el Rey usó otro caso conocido para sus discípulos. Él les desafió
diciendo: “a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé
con él dos”. La obligación (ANGAROS) a la que Jesús hizo mención
surgió de un término importado al griego. Para entenderla mejor
debemos remontarnos al sistema persa de puestos de correo separados
entre sí a un día de distancia a caballo. Cuando el jinete que
transportaba la carga necesitaba a alguien que lo sustituyera podía
“reclutar” oficialmente a quien él considerara más apto. Los romanos
adaptaron esta costumbre de manera que un soldado podía obligar
(ANGAROS) a alguien que cargara su equipo. Simón de Cirene quien
cargó la cruz de Jesús en su camino al calvario es un ejemplo de este
tipo de acciones. Sin embargo, los militares solamente tenían autoridad
para encontrar ayuda por una milla o el equivalente a unos mil pasos.
Una vez más, el ejemplo que Jesús es de naturaleza “menor”. Él no les
dijo que al ser reclutados debían ofrecerse para ir a otro país, extender
su servicio obligatorio por una larga temporada o estar dispuestos a ser
llevados en esclavitud. Tampoco les pidió que se ofrecieran de
voluntarios si no eran reclutados. Es que su ejemplo no solamente se
trataba de no pelear, ni oponerse a la incomodidad de llevar una carga.
Jesús quería mostrarles que se debe estar dispuesto a no tomar el
tiempo, las energías o los recursos personales como motivos de
conflicto. La mansedumbre es la forma en la que un siervo del Rey
maneja las condiciones molestas e incómodas de la vida. La práctica de
ANGAROS era completamente legal pero, por supuesto, resultaba muy
inconveniente para quienes eran reclutados. Ponte por unos instantes
en tal situación. Si alguien te obligara a llevar una carga mil pasos y te
sacara de tu esquema de responsabilidades diarias robando tu precioso
tiempo, ¿te ofrecerías de voluntario para llevarla dos mil pasos y no
solamente mil?
Generosidad. En las relaciones personales el carácter del discípulo en el
reino debe ser generoso. Esta es la última aplicación que el Rey dio
porque entre otras cosas la prueba más grande de la espiritualidad
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 59
suele estar asociada con nuestra actitud hacia el dinero. Jesús les dijo:
“Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo
rehúses”. Dos verbos sobresalen en esta aplicación: Dar (en el sentido
de entregar algo como regalo) y prestar (en el sentido de considerar
una solicitud dinero que eventualmente sería devuelto).
Entre los judíos a causa de la ley del jubileo las deudas eran un mal
negocio. No podían cobrar intereses entre ellos y, de manera
sorprendente, toda deuda debía ser perdonada al llegar el año de la
remisión cada 7 años o en el año del jubileo (cada año 50). Esto
implicaba que todas las deudas, incluso las que habían sido otorgadas el
año seis o el 49, corrían el riesgo de no ser jamás cobradas por quien
jugaba el papel de acreedor. Por tanto, cuando el año de remisión o el
del jubileo se acercaba, muchos consideraban que era mejor no prestar
porque, en realidad, hacerlo equivalía a tomar la decisión de regalar lo
que se daba prestado. Por supuesto, la ley obligaba a los judíos a nunca
tener tan mezquina actitud (Deuteronomio 15:710)
Ahora, este no es un principio para estimular el endeudamiento.
Tampoco avala a quienes son pedigüeños y deciden vivir de la lástima
financiera de quienes les rodean. Jesús atacó, precisamente, las
actitudes viciadas de quienes tenían los recursos y no querían
compartirlos. “¡Sé generoso!” podría explicarse la propuesta del Rey.
“¡No seas tacaño!” o “¡Deja la mezquindad!” serían ideas paralelas. El
mismo juego de valores se encuentran diseminados por el Nuevo
Testamento (Santiago 2:1516; 1 Juan 3:1617)
En esta ocasión, resulta interesante que el ejemplo de Jesús no es
“menor”. A diferencia de las tres anteriores, al hablar de dinero y
generosidad, Jesús dejó esta aplicación como algo abierto. En el reino,
el carácter de una persona se muestra de una mejor manera por la
forma en cómo usa el poder y el dinero. Es incluso más notorio cuando
vemos la manera en la que usa el dinero con los que no tienen poder.
¿Eres generoso? ¿Eres de los que buscan una ocasión para dar o de
quienes encuentran en cada ocasión una excusa para no hacerlo?
Recuerda: El manejo que des a tus oportunidades de ser generoso te
mostrarán a ti y a Dios el estado de tu corazón.
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 60
Conclusiones
Gengis Khan ha estado muerto por casi 800 años, pero, la pasión
humana que lo convirtió en el ser vengativo y cruel que le caracterizó
aún permanece viva. El deseo de venganza está presente en cada uno
de nosotros. Satisfacerlo corrompe el carácter de un siervo del Rey y
aniquila por completo la efectividad del reino. La reinterpretación de la
ley del Talión que Jesús dio a los siervos en el monte debe ser
considerada seriamente por todos nosotros. Dejemos el ojo por ojo y
diente por diente para que los magistrados y autoridades civiles se
hagan cargo de él. Nos toca a ti y a mí escoger la vía de la gracia en las
relaciones personales, incluso en aquellas en las que nuestros derechos,
nuestra comodidad o incluso nuestra estabilidad financiera se ve
amenazada.
Si aún tienes problemas en esta área, el desafío es que des los pasos
necesarios para salir de ella. Vuelve la otra mejilla. Deja la capa. Lleva
la carga otra milla. Sé generoso con quien te pida. Piensa en lo que
sucedería en nuestro mundo si los cristianos de nuestra época
decidiéramos vivir bajo esta norma. Renunciar a la venganza es un
estándar superior a todos los presentados por el Rey en el Sermón del
Monte. Lo único que le supera es el amor genuino por los enemigos. Por
supuesto, de eso se trata el próximo capítulo.
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 61
Preguntas para discusión
1. ¿Cómo puedes explicar a un recién convertido el principio de
“poner la otra mejilla”?
2. ¿Cómo manejas la injusticia y el abuso de otros hacia tus
derechos?
3. ¿Cómo pueden cultivarse la humildad, la seguridad, la
mansedumbre, y la generosidad? ¿Cuáles son algunas disciplinas
prácticas que pueden ayudarnos a crecer en estas áreas?
4. ¿Por qué es “correcto” no resistir al malo en el entorno del reino?
¿Cuáles son algunas malas interpretaciones a este principio?
5. ¿Cómo se relaciona la gracia y la manera en la que Jesús
interpretó la ley del Talión ?
6. ¿Te consideras una persona vengativa? Comparte tus luchas y tus
victorias en esta área con tu grupo de IDEM. Pide (y ofrece)
ayuda para lidiar con esta pasión en la vida cotidiana.
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 62
Capítulo 6
El amor por los enemigos: El máximo estándar.
“ Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes,
Y cuando tropezare, no se alegre tu corazón; No sea que Jehová
lo mire, y le desagrade, y aparte de sobre él su enojo.”
Proverbios 24:1718
Michael Paterniti comparte en su libro The Telling Room una historia
real que escuchó cuando visitó la ancestral aldea de su padre en Sicilia.
Cada día, mientras estaba en la remota población, Paterniti vio a una
mujer muy anciana andando apoyada en su bastón; caminaba con
muchos esfuerzos en una carretera empinada que llevaba hasta el
cementerio local. Al hacer los cálculos, y tomando en cuenta el lento
paso con el que la mujer avanzaba, el autor dedujo que recorrer el
trayecto desde su casa hasta el cementerio y luego regresar tomaba
cerca de seis horas del día de aquella mujer.
¿Qué pena inspiraba su diaria y difícil caminata? ¿La motivaba el dolor
de un niño abandonado o de un marido fallecido? ¿Era acaso el amor de
su vida a quien ella visitaba? Para sorpresa de Paterniti, los lugareños
dijeron que lo que impulsaba a la viejecilla es lo que ellos llaman astio,
la palabra italiana para denotar un odio rencoroso y amargo. Resulta
que la archienemiga de la mujer estaba enterrada en aquel cementerio.
Así que, lloviera o hiciera sol, la anciana caminaba cada día colina arriba
hasta la tumba de su enemiga, sólo para escupir sobre ella una vez
más.
El Sermón del Monte
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Amor y odio.
El odio es una pasión poderosa. Puede, si se permite, llegar a ser más
dañina y dominante que la ira a menudo aislada por un evento
individual o que la lujuria que destruye cualquier relación matrimonial.
Es que el odio envenena el corazón, desmenuza el alma y aniquila el
espíritu humano. No hay manera de permanecer en el reino
sometiéndose al Rey y permitir al mismo tiempo que el odio se albergue
en nuestros corazones. Jesús lo sabía. En la dinámica de
seguidorsiervosacrificio por la que caminó a sus discípulos, él dejó
muy claro que si algo diferenciaría a su movimiento de todos los demás
no era solamente la presencia del amor entre ellos. Era también la
ausencia del odio hacia otros. Amar y no odiar es el último de los
desafíos relacionales. Una vez más, las palabras del Rey en el monte
deben tener eco en nuestras conciencias. Basta con echar un vistazo
dentro de nuestro corazón para darnos cuenta que tú y yo no somos
diferentes a Pedro, a Jacobo o a Juan. Lo que ellos escucharon es algo
que nosotros necesitamos desesperadamente aprender y aplicar a
nuestra realidad cotidiana.
“Oísteis que fue dicho” dijo el Maestro en el monte: “Amarás a tu
prójimo, y aborrecerás a tu enemigo”. ¡Que tremendo pensamiento! Por
un lado, amar al prójimo como veremos sí es un mandamiento que
provenía desde el Antiguo Testamento. Era “Palabra de Dios”, inspirada
por el Espíritu Santo y traspasada de generación a generación a través
de los siglos. Por el otro, aborrecer a los enemigos no lo era. No estaba
ni está en el texto del Antiguo Testamento. Nunca salió de los labios
de Dios. Sin embargo, en la doctrina popular de la época, la religión
proclamada por los fariseos y sus compinches, ambas piezas de
información habían llegado a ser consideradas como verdad. Antes de
proseguir con el análisis propio de lo dicho por Jesús, es conveniente
que notemos el peligro que aún tenemos de mezclar trozos de la
Palabra de Dios con elemento puramente culturales, otorgando a tal
mezcla el calificativo de “pensamiento bíblico”.
Amarás a tu prójimo, entonces, no era un mandamiento nuevo. Ya
Levítico 19:18 decía con claridad: “No te vengarás, ni guardarás rencor
a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Luego, como si de una rúbrica que validara el pensamiento se tratare,
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 64
el versículo terminaba con la expresión “Yo Jehová”, dando fuerza a la
instrucción de amar a alguien que naturalmente no era fácil amar. A
este pasaje se le sumaban otros textos que implicaban el mismo
espíritu. Éxodo 20:1617 casi al final del decálogo y su repetición en
Deuteronomio 5:2021, instruían a cuidar la reputación del prójimo y la
integridad de sus bienes y su familia. Proverbios 3:29 prohibía el
intentar mal contra el prójimo, y Proverbios 14:21 catalogaba como
pecado menospreciar a un semejante. En total, el prójimo es
mencionado en más de ochenta mandamientos y, consistentemente, en
cada uno de ellos se busca que los miembros del pueblo de Dios le den
su favor.
Sin embargo, aun los mandamientos más claros pueden ser oscurecidos
por un corazón que se resiste a obedecer. Ante toda la enseñanza sobre
el amor a un semejante, la pregunta ¿quién es mi prójimo? llegó a
formularse y discutirse ampliamente en los tiempos de Jesús (Lucas
10:29). Es decir, si yo puedo comprobar que tú no eres mi prójimo,
entonces no tengo porqué amarte. Los rabinos estaban divididos en
esto. Unos pocos enseñaban que todos los pueblos constituían el
prójimo de los judíos. Algunos, por el contario decían que solamente los
Israelitas eran sus prójimos, y habían quienes especificamente que
prójimos eran únicamente los miembros de su tribu. La parábola del
buen samaritano ( Lucas 10:3037), contada por Jesús en otro
momento, nos da luz muy clara sobre quien es nuestro prójimo.
Escuché hace algunos años a Stephen Rummage decir que podemos
dividir y catalogar a toda la humanidad por medio de la parábola del
buen samaritano. Es que, en realidad, la parábola misma es la
respuesta a la pregunta sobre la verdadera identidad de nuestro
prójimo. El recuento de la historia pone a varias personas o grupos de
personas en la línea de pensamiento: El hombre que descendía de
Jerusalén, los ladrones en el camino, el sacerdote y el levita y
finalmente el samaritano. Los ladrones o golpeadores son aquellos
que consideran que su prójimo es una víctima a quien pueden explotar.
Los religiosos o ignoradores son quienes viven con la filosofía de que
su prójimo es un problema a quien deben evitar. Finalmente, el
samaritano representa a un último grupo: Los ayudadores. Estos son
aquellos que creen que su prójimo es una persona a quien deben y
pueden amar.
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 65
Algunas preguntas se vuelven obligatorias en este punto: ¿A cuál grupo
perteneces tú? ¿Tienes claro quién o quienes son tus prójimos? ¿Es una
evidencia tangible en tu vida el carácter de amor con el que bendices a
quienes están a tu alrededor?
Amar al prójimo era un mandamiento muy claro. Sin embargo, como ya
notamos antes, lo que no decía el Antiguo Testamento era que se debía
odiar a los enemigos. Por definición, un enemigo es aquel que te tiene
mala voluntad y te desea o hace mal. Por supuesto, pensar en amar a
una persona así no resulta grato. Fueron los rabinos de la época
quienes concluyeron erróneamente que aborrecer a un enemigo era
algo válido, y llegaron al punto de enseñarlo abierta y descaradamente
en forma de precepto. ¿Había enemigos en el Antiguo Testamento?
Claro, los pertenecientes a las naciones que estaban constantemente
tratando de evitar que los israelitas conservaran la tierra. ¿Debían ser
aborrecidos? No, a pesar de haber sido condenados a muerte y
destierro no hay una instrucción de Dios para aborrecer a quienes
pertenecían a estos pueblos. No había ni hay instrucción precisa ni
causa válida para aborrecer a otra persona.
Aborrecer es “detestar a alguien con odio”, y por los contextos se
infiere que en el Nuevo Testamento implica “amar menos”, “tener de
menos” o “estimar menos” a otra persona. En otras palabras, con el
enemigo era válido tener una muy mala actitud. Incluso si no lo
enseñamos de manera tan directa como lo hacían los religiosos, la idea
que Jesús corrigió entres sus seguidores aún predomina de alguna
manera entre nosotros. Este es el momento en tu proceso de
crecimiento en el que tienes que cerciorarte que todas las emociones
negativas hacia otros desde las más profundas hasta las que
solamente consideras como una liviana mala actitud son desterradas
por completo de tu alma. Ten cuidado de no albergar odio en tu corazón
contra nadie en tu vida.
El Antiguo Testamento prohibía explícitamente que no se podía siquiera
albergar este tipo de odio en el corazón (Levítico 19:17). De hecho,
había que ayudar al asno en apuros del que se consideraba enemigo
personal (Éxodo 23:5). Para quienes argumentaban que el enemigo era
el extranjero aunque, como hemos visto, había naciones enemigas
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 66
Dios les dio instrucciones sobre el trato cordial a los extranjeros
(Deuteronomio 23:7). En el Nuevo Testamento, Juan dijo que el que
aborrece a su hermano está en tinieblas (1 Juan 2:11) y que es
homicida (1 Juan 3;15). Luego añadió que si alguien dice amar a Dios
pero aborrece a su hermano es mentiroso (1 Juan 4:20). Reconócelo:
No hay congruencia entre la madurez espiritual y el odio hacia alguien.
Actos concretos
¿Cómo se ama, entonces, a un enemigo? En su discurso en la montaña,
Jesús impulsó una vez más el giro de pensamiento de sus discípulos
hacia la interpretación auténtica de la ley. Un nuevo “pero yo os digo”
aparece en el versículo 44 de Mateo 5 expresando cuatro actitudes que
deben acompañar a la madurez de un siervo en el reino: “Amad a
vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los
que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen”. Nada
fácil. Por supuesto, si la madurez fuera fácil, todos serían maduros.
Ámale, aunque sea tu enemigo. El comando más simple y más obvio
es que encierra las acciones que deben gobernar la relación de un
siervo del reino con quienes se consideran sus enemigos. Desde el
punto de vista de las relaciones, el mandato de Jesús para amar al
enemigo era completamente revolucionario. En el sentido más práctico,
amar a un enemigo no difiere en cuanto a intención de la manera en la
que amaras a una esposa (Efesios 5:25) o a un hermano en la fe (1
Pedro 2:17). Amar implica siempre la renuncia a nuestro egoísmo (1
Corintios 13) y a la búsqueda de nuestra propia comodidad a fin de
procurar el bien de quien amamos. Es, por supuesto, una decisión de la
voluntad y no solamente un reflejo de los sentimiento y emociones del
alma. Tú y yo podemos decidir amar o dejar de amar a quienes así lo
deseemos. Obedecer este primer comando nos permitirá dar los pasos
siguientes. Antes de seguir adelante debes preguntarte si hay alguien
en tu presente o en tu pasado a quien debes decidir amar. Tal vez
nunca le has considerado un enemigo en el sentido más clásico de la
palabra; pero, sí sabes que hay algunos que te tienen mala voluntad y
te desean o hacen mal. Si ese es tu caso, ámale. Para ti ha llegado el
momento de demostrar la madurez real.
Deséale bien, aunque él te desee mal. En el monte, el Maestro les
instruyó a expresar el amor por los enemigos bendiciéndoles a pesar de
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 67
recibir maldición de parte de ellos. Bendecir es desear el bien, o hablar
bien de alguien. El vocablo griego de donde se deriva esta palabra
(EULOGEO) ha tomado una forma castellana muy conocida por todos
nosotros: elogio. Incluye la bendición expresada verbalmente el clásico
“que Dios te bendiga” pero implica que el corazón hable bien del otro y
desee el bien para esa persona. La historia de Simei (2 Samuel
16:514) es, sin lugar a dudas, uno de los mejores ejemplos de cómo
puede ejecutarse este comando. La Escritura nos dice que aquel mal
hombre “salía maldiciendo, y arrojando piedras contra David” y le decía
“maldiciéndole: ¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y perverso!”. Acto
seguido Simei tildó de asesino al ungido de Dios y se alegró en su
cara del hecho que Absalom se rebelara contra David. Los detalles de
la historia son vívidos, llegando al punto de explicar que el enemigo del
rey iba “ arrojando piedras delante de él, y esparciendo polvo”. ¡Que
imagen! Ante la indignación de su ejército, David solamente tenía que
pronunciar una palabra para terminar con la vida de tan virulento
personaje. Cuando uno de sus generales pidió autorización para
ejecutar la debida justicia, el rey dijo: “Dejadle que maldiga, pues
Jehová se lo ha dicho. Quizá mirará Jehová mi aflicción, y me dará
Jehová bien por sus maldiciones de hoy”. No solamente le perdonó la
vida en ese momento, sino que lo hizo en una segunda ocasión en el
capítulo 19 del mismo libro.
Sírvelo, aunque él te deteste. Jesús les hizo ver que el amor al enemigo
se manifiesta por medio de hechos. El “hacer bien” del versículo 44 se
puede entender fácilmente con la expresión: ¡acciones!. El vocablo
denota un esfuerzo de labor intencional sobre un material de trabajo. Es
producir, hacer, trabajar. Son hechos concretos que demandan un
esfuerzo personal. Es que, como bien se ha dicho antes, el amor se
demuestra. Pablo lo dijo de otra manera en Romanos 12:2021: “...si tu
enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber;
pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No
seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal”. Lo
sorprendente de este mandato es que fue dado para contrarrestar,
precisamente, lo que los fariseos y escribas enseñaban. A quien se debe
servir es a aquel que nos aborrece. Como lo entendimos antes, el
término tiene diferentes intensidades. Debemos servir a quien tiene una
mala actitud cotidiana hacia nosotros o a quien nos detesta con odio.
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 68
Finalmente, intercede por él, aunque te ofenda. Si tienes a una persona
que te hace la vida difícil y se ha vuelto tu adversario debes orar por él,
orar por “la situación” que les tiene distanciados y por “la condición”
espiritual y emocional del mismo. Una vez más, es interesante lo que el
Rey planteó a sus seguidores. Si de verdad quieres vivir los estándares
del reino, cerciórate que cuando alguien te insulta de manera pública
(te ultraja) o cuando hace un esfuerzo para dañarte (te persigue)
responderás con una oración de intercesión por él. No solamente orarás
para que el conflicto termine, sino que orarás para que la persona con
quien tienes el problema sea bendecida por Dios. Tal bendición podría
ser la salvación de su alma o el rescate de su mente de una vida “en
hiel de amargura y en prisión de maldad” (Hechos 8:23) a la libertad
que solamente Jesús puede otorgar.
Una cuestión de naturaleza
Obviamente, no cualquiera actúa cumpliendo las instrucciones de Jesús
en cuanto al trato con los enemigos. El Maestro mismo dijo que esto se
hace “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos”. En
otras palabras, para que quede claro que eres un hijo de Dios. Acto
seguido, él describió a nuestro Padre como aquel “que hace salir su sol
sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. El
argumento es poderoso: Dios no actúa diferente con los buenos o con
los malos. Él no se venga, ni guarda rencor. Él hace llover sobre todos
y, aunque no lo merezcan, trata a todos por igual. Está en la naturaleza
del Padre ser perdonador, misericordioso y paciente con quienes se han
declarado sus enemigos. Él es el Dios que se deleita en misericordia
(Miqueas 7:18) al punto que la hace nueva cada mañana
(Lamentaciones 3:2223). Si somos herederos de su naturaleza,
compartiremos con él los rasgos que le son propios del carácter. Estos
rasgos se harán más evidentes en la medida en que maduremos y
crezcamos; cuando él crezca y nosotros mengüemos.
Tú y yo estamos en el mismo punto en el que se encontraban los
discípulos en aquel monte. Es cierto, podemos optar por cerrar nuestros
oídos y corazones, rechazando estas revolucionarias actitudes; pero si
lo hacemos, ¿en que nos diferenciaremos de los que no conocen a
Jesús? El Rey argumentó a sus siervos poderosamente: “Porque si
amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 69
también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos
solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?”
La pregunta acá es: ¿Qué nos hace diferentes? Cualquiera puede amar
a quienes le aman. En su sabiduría, Jesucristo escogió a dos de los
personajes más malos de la sociedad para permitirnos comprender su
punto: Los publicanos los despreciables recolectores de impuestos,
vendidos al detestable imperio Romano y los gentiles, considerados por
los judíos como seres humanos de inferior categoría por carecer de la
Ley de Dios. El día de hoy, para causar el mismo impacto en las
emociones de sus oyentes Jesús habría escogido como ejemplo a
pandilleros y narcotraficantes. El simplemente les señaló que incluyso
los malhechores más perversos y los delincuentes comunes suelen
conservar lazos de amistad y relaciones solidarias fuertes con sus
familiares o con quienes consideran como “miembros del mismo
gremio”. Acéptalo. Amar a quien te ama no es complicado. La prueba
máxima de nuestra madurez sucede cuando recibimos la oportunidad
de tratar con alguien un jefe, un compañero, un vecino, incluso un
familiar que no tiene, y probablemente nunca tendrá, ni el más mínimo
interés en amarnos.
Hagamos un alto acá por unos instantes. La madurez cristiana no
consiste en la cantidad de pasajes bíblicos que somos capaces de
memorizar o, incluso, de analizar y explicar. No se trata tampoco de la
actividad ministerial que desempeñemos por comprometida e intensa
que ésta sea ni por la envergadura de las obras en favor de Dios o de
nuestros prójimos que tengamos a bien ofrecer. Tales cosas son
importantes, e incluso pueden ser indicadores de la existencia misma de
vida espiritual y de salud en el alma. Sin embargo, la máxima evidencia
de nuestra madurez proviene de la sencilla aparición de la naturaleza
misma de Dios en nuestro carácter cuando decidimos amar a nuestros
enemigos. No debe sorprendernos que, finalmente, la conclusión de
Jesús en esta sección del monte fue lo dicho por él en el versículo 48:
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto”.
Jesús dejó claro que la perfección no consiste en la ausencia de
defectos, sino en la capacidad de reflejar a Dios. La imitación del Padre
(Efesios 5:1) es, en realidad, un tema amplio en las Escrituras. Incluye
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 70
la imitación de su santidad (1 Pedro 1:1516); de su misericordia
(Lucas 6:36) y de su semejanza (1 Juan 3:2). Es a eso lo que se llama
“madurar” en la Biblia. Imitar a Dios es lo que nos corresponde en esta
etapa del crecimiento espiritual. Sólo así comprobaremos al mundo que
tenemos a un Dios que funciona. Solamente así lograremos el propósito
de Dios para nosotros: ser sal que sala y luz que ilumina.
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 71
Preguntas para discusión
1. ¿Quién es tu prójimo?
2. ¿Cuáles son las similitudes y cuáles las diferencias entre amar a
un amigo y amar a un enemigo?
3. ¿Cuál es la definición clásica del término “enemigo”? ¿Cuáles son
las implicaciones prácticas de amar a un enemigo?
4. De las cuatro actitudes que Jesús propuso en el monte para tratar
a los enemigos, ¿cuál es la que más me cuesta? ¿Por qué?
5. Dadas las instrucciones dadas por Jesucristo sobre el trato con los
enemigos, ¿Qué tan lejos creo estar de la madurez personal?
¿Qué opinaría Dios de mí sobre este particular?
6. ¿He tenido a alguien en mi vida al que hayas llegado a odiar?
¿Está tal odio resuelto? ¿Cómo se resolvió? ¿Por qué no se ha
resuelto aún?
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 72
Conclusión
Un examen de conciencia.
“Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto.”
Mateo 5:48
Corría los albores del Siglo XIII probablemente en 1204 o 1205
cuando, en los tenues claustros de la Sorbona, Stephen Langton se dio
a la titánica tarea de dividir el texto completo de la Biblia en capítulos.
Tal vez por la influencia que él mismo tuvo posteriormente como
Arzobispo de Canterbury, o quizás por lo efectivo de su sistema, el
trabajo que él realizó pronto se popularizó. Unos 20 años después, los
libreros en París iniciaron la publicación de la Biblia parisina y la división
de capítulos se volvió universal. Transcurrirían aún trescientos años
antes que Robert Estienne incorporara oficialmente la división de
versículos hecha por un fraile dominico Sanctes Paginus a fines del
siglo XV y comienzos del XVI. La historia dice que Estienne realizó la
revisión de este trabajo en un largo viaje a caballo entre París y Lyon.
Para la década entre 1550 y 1560, los libros y versículos de las
escrituras ya tenían la forma que ahora usamos. Es curioso, ahora ni
pensamos Pero, al principio no fue así.
Cuando Jesús llevó a sus discípulos a la cima del monte, su discurso fue
elaborado de un solo tirón. No hubo allí interrupciones, ni letras
negrillas que dividieran en párrafos los principios y preceptos que quería
darles para que ellos vivieran el reino. Fue Langton quien decidió que el
capítulo 5 terminara con las palabras “Sed, pues, vosotros perfectos,
como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Es a Langton,
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 73
en un sentido, a quien debemos agradecer que en esta etapa del IDEM
lleguemos hasta acá. No podemos, por supuesto, sacar al Espíritu Santo
del proceso de división de los capítulos y versículos. No parece ser
casualidad que el pensamiento final del primero de los tres capítulos del
Sermón del Monte termine con un resumen perfecto del tema central
del mismo: la perfección. O, en palabras más actuales, la madurez.
El final del capítulo cinco es una excelente razón para hacer un alto y
realizar un detenido y profundo examen de conciencia respecto de la
madurez de cada uno de nosotros. Para esto, déjame hablarte en
términos más allá de lo puramente personal. Quiero hablarte como a un
líder en el movimiento del Rey. A estas alturas, es precisamente eso lo
que deberías ser o, al menos, aspirar a ser. Como hemos aprendido en
estas últimas semanas, no tienes que ser un pastor ordenado o un
misionero en una tierra lejana para ser un líder. Puedes ser líder acá y
ahora. Lo único que se necesita es que vayas delante de otros en el
impulso del reino. Lo cierto es que el Maestro, en el monte, no habló a
un montón de creyentes sentados en una iglesia un domingo por la
mañana. Le habló a los líderes de la Iglesia futura. A aquellos que
serían capaces de trastornar al mundo entero (Hechos 17:6). En mi
mente, tú habrías estado en ese grupo.
Hemos aprendido hasta este momento que todo líder puede y debe ser
una persona feliz. Escuchamos de boca del Rey cuáles son los rasgos de
carácter que producen de manera espontánea tal felicidad (Mateo
5:311). La felicidad tal como la entendimos al principio de estos
estudios es inseparable del liderazgo en el reino. Si no tienes esa
virtud que denota paz y gozo interior y que no resulta ni es afectada por
las circunstancias una luz amarilla debe encenderse en lo más profundo
de tu conciencia. Por favor, no sigas adelante en IDEM sin revisar
nuevamente lo dicho por Jesús y realizar un autoexamen detenido que
compare cada uno de sus bienaventuranzas con tu carácter.
Aprendimos que los pobres en espíritu los humildes son felices porque
de ellos es el reino de los cielos. Ninguna alegría supera a saberse
gobernado por el Rey al haberle cedido en obediencia el trono de
nuestra vida. Aprendimos también que los que lloran por causa de
entender su propia pecaminosidad son felices porque ellos recibirán
consolación. Igualmente, nos dimos cuenta que los mansos los
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 74
llevaderos son felices porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Vimos cómo esto se refiere a una vida que reposa en la gracia por
completo. Estudiamos cómo los que anhelan una vida de santidad los
que tienen hambre y sed de justicia son felices porque ellos serán
saciados. Que los misericordiosos que hacen bien a otros son felices
porque ellos alcanzarán misericordia. Aprendimos que los de limpio
corazón quienes se han purificado son felices porque ellos verán a
Dios (un pensamiento que todavía me abruma personalmente). Vimos
cómo los pacificadores quienes cultivan la paz y la concordia son
felices porque ellos serán llamados hijos de Dios. Y, finalmente,
aprendimos que los que padecen persecución por causa de la justicia
son felices porque al no encajar en este sistema de cosas de ellos es
el reino de los cielos.
Para un líder, estos rasgos son más que teoría. Entonces, para ti deben
ser parte de la vida. Son los elementos humanos básicos para enamorar
a otros del reino. Juntos producen el tipo de personalidad atractiva que
asemeja a Jesús en este mundo. ¿Quien no admira a un líder
genuinamente humilde? ¿Quién le huye a un líder llevadero y con
buenas relaciones personales? ¿Quién no quiere seguir a aquel que es
transparente sobre su condición humana pero mantiene un férreo deseo
de santidad? ¿Quién no quiere ir tras aquel que, con un corazón limpio y
destilando verdadera paz, está dispuesto a sacrificarse hasta donde sea
necesario para que el reino avance? Si desarrollas estos rasgos o al
menos estás desarrollándolos no será necesario que finjas una religión
o que adoptes de manera postiza un maquillaje de cristiano maduro. Si
más líderes entendieran esto menos fracasos tendríamos en el
cristianismo.
No en vano Jesús les dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro
Padre que está en los cielos es perfecto.”
Aprendimos, además que un líder puede y debe gozarse de las
circunstancias adversas de la vida (Mateo 5:1112), y que puede y debe
ser luz que ilumina y sal que sala al mundo que le rodea. La clave, por
supuesto, es mostrar sus buenas obras (Mateo 5:1316). Aprendimos
acá sobre la importancia del testimonio y la vida en comunidad. Los
pequeños detalles son los que causan la gran diferencia. Este fue el
momento dentro del capítulo en el que Jesús introdujo la interpretación
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 75
auténtica de la ley del Antiguo Testamento. Estándares claros, les
llamamos. Estándares que deben conocerse, vivirse y enseñarse con
intención. ¿Quién no quiere seguir a un líder que se para con autoridad
en el conocimiento y la práctica personal de la Biblia? Por eso, no
puedes seguir adelante como líder en el reino si no has hecho parte de
tu vida el estudio, la práctica y la transmisión de estos estándares.
Personalmente, te pido que no avances más si no estás ministrando de
manera activa en la enseñanza de la Palabra. Por supuesto, la
enseñanza debe ser precedida del conocimiento de la misma y del
mejor intento posible por vivir esa palabra en tus circunstancias diarias.
Los estándares que el Maestro dio a sus siervos no han cambiado. Tus
relaciones interpersonales deben ser las adecuadas para un líder.
“Adecuado” es, por cierto, un término que no puede determinarse
arbitrariamente. Para este momento, debes haber al menos comenzado
a lidiar con tu enojo, con las palabras duras que suceden a causa del
enojo y con los pensamientos viles que lo generan. Sé sincero. Si
todavía no lo has hecho, no es demasiado tarde. Si lo dejas pasar como
“un problema de carácter que no tiene mayor importancia” se volverá
en un estorbo para tu liderazgo. ¿Quién quiere estar bajo el liderazgo
de un guía espiritual duro de palabras y de pensamiento? ¿Cómo
liderarás un ministerio si tras de ti hay una estela de personas
resentidas a causa de tu personalidad y tu mal genio?
¿Y qué hay de la santidad y la pureza sexual? Jesús estableció la
importancia de tener victoria sobre los impulsos sexuales (Mateo
5:2730) y la protección del matrimonio (Mateo 5:3137). Aprendimos
en este módulo cómo el Maestro enfatizó la lealtad matrimonial tanto
para quienes están dentro como para los que están fuera del vínculo
conyugal. En un mundo de sensualidad en el que las barreras de la
castidad, e incluso del respeto entre personas de ambos sexos,
parecieran haberse diluido, es necesario que tomes decisiones radicales.
No se trata de implementar un sistema de reglas legalistas y normas
policiales entre los líderes de una iglesia. Es una cuestión de madurez;
simple y llana. Yo he tomado mis propias medidas en base a lo visto en
la vida y a lo aprendido de otros más sabios que yo y tú debes tomar
las tuyas: Rendiré cuentas constantemente a mi cónyuge de todo lo
relacionado con mi pureza sexual. No me quedaré a solas nunca con
alguien del sexo opuesto, no me enfrascaré en conversaciones sobre
El Sermón del Monte
2014 IDEM Iglesia Bautista Vida Nueva 76
temas íntimos con ella. No desarrollaré amistades con otras mujeres si
no involucra a mi esposa. Cuidaré de mi matrimonio. Trataré de no
viajar solo. Haré esto y algunas otras cosas porque deseo ser leal a
Dios y a su reino primero y a mi esposa en segundo lugar. ¿Quién en
su sano juicio quiere seguir a un líder espiritual que ha fracasado en su
hogar? ¿Quién querría avanzar en el reino con un pícaro mujerero? Por
favor, esta es un área que no debe ser tenida a menos.
Finalmente, si eres líder debes estar en el camino franco de aprender a
perdonar y tratar con amor a tus enemigos (Mateo 5:3848). Entiendes
ahora el principio de “poner la otra mejilla”; aún está por verse si lo has
incorporado plenamente a tu carácter. Igualmente sabes de la
humildad, la seguridad de ti mismo, la mansedumbre, y la generosidad
que caracterizan a un líder en el reino. El desafío sigue siendo que
lleves todo esto a la práctica. No me sorprenderá si en esta etapa de tu
crecimiento personal eres probado en esta área. Sólo así sabrás si eres
capaz de amar a tus enemigos, bendecir a los que te maldicen, hacer
bien a los que te aborrecen, y orar por los que te ultrajan y te
persiguen. Si Dios permite que un conflicto personal aparezca en tus
circunstancias, aprovecha para amar a la persona que se considera tu
enemigo, deséale bien, aunque él te desee mal; sírvelo, aunque él te
deteste e intercede por él, aunque te ofenda (Mateo 5:44). Este es el
estándar que te colocará a los ojos de quienes te siguen en el reino
como un líder verdadero. ¡Cualquiera puede ser como el resto de la
gente, siendo bueno con quienes son buenos con él! ¿Quién no querría
seguir a un líder con estos estándares?
Stephen Langton tuvo razón al terminar su división del capítulo 5 de
Mateo con el pensamiento “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro
Padre que está en los cielos es perfecto.” El liderazgo espiritual se trata
de madurez. A esto es a lo que tú y yo estamos llamados como líderes.
A propósito, más adelante en IDEM terminaremos el estudio del Sermón
del Monte.
El Sermón del Monte
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Preguntas para discusión
1. ¿Qué es la madurez en el cristianismo?
2. ¿Por qué no debe haber liderazgo sin madurez espiritual?
3. ¿Qué áreas de mi vida de las tratadas en este módulo de IDEM
aún no han madurado evidentemente ? ¿Hay alguna en la que no
veo ningún crecimiento?
4. Vimos esta pregunta antes, pero vale la pena repetirla: ¿Cuáles
son las áreas de mi vida que todavía deben crecer en la fase de
siervo? Si me tocara decidir si estoy listo para la fase de sacrificio,
¿me promovería a mí mismo?
5. ¿A quien doy cuentas de mi crecimiento espiritual? ¿Qué tan
transparente soy?
El Sermón del Monte
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