La corrupción que es un obstáculo a los intereses comunes. Trata, sobre
todo, de los recursos que se sustraen a la economía, a la producción y a las políticas sociales; por lo que, como consecuencia los costos, la carga o perjuicios recaen siempre sobre los ciudadanos, en especial a los grupos más vulnerables. Es decir, la corrupción impide la promoción de la persona y hace que las sociedades sean menos justas y menos abiertas o democráticas. Lo que encamina a determinar pobreza y violación a los derechos de las personas. Sin embargo, aunque está claro que la corrupción política produce un grave daño para el crecimiento económico, sus efectos son todavía más nocivos en los bienes inmateriales que tienen que ver sobre todo con el espacio cualitativo y humano de la vida social. La corrupción en la gestión de lo público, compromete el correcto funcionamiento del Estado, influyendo negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados; lo que conduce a una constante y creciente desconfianza respecto a la gestión realizada por las instituciones públicas, causando el menosprecio y la apatía de los ciudadanos por la política y sus representantes, con el consiguiente debilitamiento de las instituciones y del marco jurídico ( la legalidad) que es otro de los bienes que tiene una sociedad organizada (Recordemos que es la legalidad la herramienta que permite establecer relaciones correctas entre sociedad, la economía y la política por lo que es clave al momento de planificar el desarrollo de una sociedad. En efecto, el ciudadano ecuatoriano es concebido como un sujeto político que goza de unos derechos que le protegen las diversas esferas de su vida personal, pero que a su vez responde ante unas ciertas responsabilidades. Es decir, una ciudadanía democrática debe promover los deberes y las responsabilidades, sobre todo los que tienen que ver con las exigencias al efectivo goce de sus derechos. La importancia del compromiso del ciudadano con lo público, en la construcción de interés comunes, es fundamental para lograr la sociedad deseada: la del buen vivir. Desde la institucionalidad estatal existen herramientas con la cual se fomenta la ciudadanía inclusiva y democrática; a través de la convocatoria a vivir los valores cívicos, los cuales procuran una organización justa en la que todos los ciudadanos se vean reconocidos en cuanto tales; donde primen los valores de la libertad y la igualdad entre ellos. Es decir, convoca el civismo como el êthos propio de la ciudadanía, un marco de acción moral que procura
la convivencia entre los seres humanos, sosteniendo mínimos esenciales de respeto a los otros y cooperación social, más allá de los intereses netamente particulares. En conclusión, la practica ética en el ámbito de lo público no se refiere solamente en cuanto a garantizar aspectos de la buena administración de los recursos materiales que se tiene como sociedad; tiene que ver también con el reconocer situaciones de carácter espiritual o de carácter cultural que poseen los distintos grupos, sobre todo los de atención prioritaria, y las individualidades que tenemos dentro de la nación ecuatoriana. La corrupción contrasta radicalmente con todos estos principios que procuran garantizar desde la normativa constitucional, ya que instrumentaliza a la persona humana utilizándola con desprecio para conseguir intereses egoístas. Contradice la solidaridad, porque produce injusticia y pobreza, y la subsidiaridad porque no respeta los diversos roles sociales e institucionales, sino que más bien los corrompe. Ahora bien, la lucha contra la corrupción implica una ética. Ética que busca el reconocimiento a través de valores que no solo respeten y visibilicen la diversidad cultural y social, sino que también agencien la dignidad de las personas, en especial las más vulnerables, y el derecho a que los individuos encuentren la dignidad necesaria en cuanto a la satisfacción de necesidades materiales y espirituales. Esto quiere decir que debemos llegar a una madurez ética donde no prime la ambivalencia de los valores y donde los actos antiéticos no sean validados por la misma sociedad. Madurez ética que parte de la ciudadanía involucrada en la vigilancia de los asuntos públicos. Ética también que implica la participación en el campo político-jurídico. La finalidad es que todos los grupos siguiendo un proyecto intercultural, etario y de atención prioritaria, legislen y administren una sociedad ecuatoriana integrada, estable, democrática que posibilite actitudes de entendimiento y bienestar para todos sus integrantes.