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Alma Rosa Huerta Vergara es Bióloga de la Facultad de En las páginas de este libro se habla de momentos de la historia de la vida descu-
I Sergio R.S. Cevallos-Ferriz Sergio R. S. Cevallos Ferriz es Biólogo de la Facultad de
Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de Méxi- biertos en su gran mayoría en México. La narración de los científicos muestra Ciencias de la unam, estudió la maestría y doctorado en Bo-
co, donde estudió la Maestría en Sostenibilidad en el Ins- cómo los procesos actuales también operaban en el pasado, pero resaltan las di- Alma Rosa Huerta Vergara tánica con especialidad en Paleobotánica en la Universidad
tituto de Ecología, unam. Es profesora de asignatura en la ferencias que hay en su actuar, lo que genera escenarios (montañas, valles, ríos, de Alberta, Canadá. Desde 1980, se incorporó al Instituto
Facultad de Ciencias de la unam, en donde imparte clases mares, etc.) y actores (organismos) semejantes, pero obras (selvas, desiertos, bos- de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de
de Paleobiología y Paleobotánica. ques, sabanas, etc.) muy distintas a través del tiempo. De diferentes maneras se México donde es investigador Titular “C” de tiempo com-
Siempre ha tenido inquietud sobre el correcto uso de comentan historias de sucesión de las formas a través del tiempo y se resalta cómo pleto. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
los recursos naturales y tiene inclinación por el grupo de las los procesos geológicos son importante influencia para detonar procesos biológi- Su línea de investigación reconstruye la historia de la
coníferas y ha hecho distintas contribuciones para descri- cos responsables de la biodiversidad. La obra introduce momentos de la vida pasa- vegetación en México. Se centra en identificar a los orga-
bir a los miembros de Pinaceae más antiguos conocidos de da que pueden parecerse mucho a la actual, pero que están encerrados en escenas nismos del pasado y su interacción con los procesos que
México. Ha publicado sus primeros artículos y participado que no volverán a suceder. Se muestra además cómo los organismos guardan generan la evolución geológica y son promotores de biodi-
en congresos nacionales e internacionales, obteniendo el con recelo secretos de su vida, de sus relaciones o del ambiente en el que vivieron versidad. Su producción incluye más de 100 artículos, siete
reconocimiento “Edouard Boureau”, que otorga la socie- y cómo leer toda esta información que está encriptada; que al descifrarla, llena libros y cuatro capítulos de libros, ha sido citado en alrede-
Interpretando procesos
dad Ágora Paleobotánica (España/Francia), durante su a las formas de vida, de color, de sustancia, de aroma, y las ubica en entornos muy bien dor de 1200 ocasiones, e impartido aproximadamente 120
congreso anual al mejor trabajo estudiantil. Es miembro de caracterizados. conferencias. Sus trabajos han aparecido en las revistas en
de la vida pasada
PALEOBIOLOGÍA
varias asociaciones científicas. Los 24 capítulos, ordenados en ocho secciones y presentados en dos tomos, pue- las que neo y paleobotánicos privilegian para dar a conocer
den leerse por separado pues enriquecen e introducen diversos temas; son comple- su trabajo.
mento de cátedras universitarias; amplían la idea histórica de lo que fue la vida en el Su labor docente inicia en 1978 como ayudante de pro-
pasado y, lo más importante, permiten soñar con lo que será la vida futura. fesor y co tinúa en la actualidad como profesor de asignatu-
ra en la Facultad de Ciencias, y como tutor en los posgrados
de Ciencias Biológicas, de la Tierra y Biomédicas.
Pertenece a la Academia Mexicana de Ciencias y es
miembro de varias asociaciones científicas.
Incluye bibliografías
ISBN 978-607-02-9343-6 (obra completa)
ISBN 978-607-02-9350-4 (primera parte)
Prólogo 9
Judith G. Márquez Guzmán
Introducción 11
Alma Rosa Huerta-Vergara y Sergio R. S. Cevallos-Ferriz
paleobiología
Capítulo1 15
El laberinto de la perspicuidad: ¿Paleobiología en México?
Alejandro Cristín y Jesús Alvarado Ortega
el inicio
Capítulo 2 71
Evolución química y el origen de la vida
María Colín García y Alicia Negrón Mendoza
Capítulo 3 95
Geoquímica aplicada a la paleontología y paleoecología
en ambientes carbonatados marinos: principales métodos
y tipos de análisis utilizados
Juan Francisco Sánchez-Beristain y Pedro García-Barrera
Capítulo 4 125
Microbialitas en México: del cámbrico al reciente.
Hugo Beraldi-Campesi
Capítulo 5 191
Arrecifes: condiciones para su desarrollo,
su dinámica y su historia a través del tiempo
Pedro García-Barrera, Juan Francisco Sánchez-Beristain y Luis Chávez-García
7
PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
9
PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
Agosto de 2016
Judith Márquez Guzmán
Profesora emérita de la Facultad de Ciencias
de la Universidad Nacional Autónoma de México
Introducción
11
12 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
el último capítulo trata de los avances y cambios de los sistemas y sus procesos a
través del tiempo.
Es muy importante que sepamos que los cambios que se han suscitado en la Tie-
rra afectan procesos de distinta índole; los que impulsaron la evolución geológica de
México tuvieron particularmente un gran impacto.
En la tercera sección del libro se habla de la espectacular formación de una
masa continental, como resultado del armado de un gran rompecabezas tridi-
mensional, en el que se agregaron y quitaron piezas a través del tiempo, pero al
mismo tiempo se produjeron cambios importantísimos en el relieve. La vida fue y
vino sobre este rompecabezas, surgió, cambió y se extinguió respondiendo a estos
cambios. Los ríos, lagos y lagunas, los valles y montañas aparecieron y desapare-
cieron; con ellos las zonas secas o tropicales variaron y las plantas y animales del
pasado, a través de adaptaciones, ocuparon los espacios cambiantes. México y su
constante cambio contiene historias sensacionales y espléndidas que sólo a través
de su reconstrucción, a partir de pequeños ejemplos como los incluidos aquí, se
pueden comprender.
Actualmente estamos inmersos en importantes discusiones y debates sobre el
cambio global y/o cambio climático. Los estudiosos de estos procesos buscan ex-
plicar qué sucedería en el futuro cercano y han encontrado en las rocas y sus fósiles
importante información que pone a prueba sus predicciones; es como tener un ar-
chivo secreto con respuestas a los experimentos que hoy se llevan a cabo en la Tierra.
Saber leer estas fuentes de información es un reto que se ejemplifica en la sección
“Lo más reciente”. Cuando un mundo sustentable forma parte de las iniciativas de
la sociedad actual, la parte histórica cubre un aspecto importante para dar sustento
a las propuestas que se hacen, por lo que los estudios de esta sección encierran una
buena introducción a un área de conocimiento que enlaza de manera fascinante al
pasado reciente con la actualidad y el futuro inmediato.
A continuación, cuatro secciones ilustran aspectos de procesos biológicos que
ayudaron a establecer la vida actual. Así, el estudio de las plantas vasculares muestra,
en dos capítulos, cómo se establece la presencia de taxa extintos, y su importancia
para entender aspectos de la evolución de un grupo que sólo los fósiles pueden do-
cumentar, además de discutir la evolución de las plantas vasculares, especialmente
los cambios en sus hábitos reproductivos por su dependencia del agua. Los inver-
tebrados ilustran de manera majestuosa cómo los grupos varían a través del tiempo
y, en cierta medida, aclaran cómo los fósiles ayudan en otras áreas para dilucidar
la historia de la vida. Finalmente la sección de vertebrados permite conocer a los
organismos dominantes sobre la Tierra en distintos momentos, haciendo evidente
la magnitud de los cambios a través del tiempo.
introducción 13
EL LABERINTO DE LA PERSPICUIDAD:
¿PALEOBIOLOGÍA EN MÉXICO?
Vivimos como el resto del planeta… huérfanos del pasado y con un futuro por inventar.
Octavio Paz, 1950
resumen
15
16 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
introducción
Los fósiles –evidencias de la actividad biológica conservadas en las rocas– son los
objetos de estudios básicos y fundamentales, tanto de la paleontología como de la
paleobiología; sin embargo, estas ciencias surgieron en circunstancias y momentos
históricos distintos, y consecuentemente, como en otras ciencias, sus objetivos de
estudio, agendas y programas de investigación son particulares y, en cada caso, defi-
nen el devenir y la manera en que estas ciencias son conceptualizadas, tanto por sus
propios arquitectos (los paleontólogos y los paleobiólogos), como por los usuarios
del conocimiento que generan (en general, la sociedad entera). Por eso, los aspectos
conceptuales primarios e históricos de ambas ciencias deben considerarse al tratar
de entender lo que éstas son y lo que no son.
En primer lugar, es necesario señalar que el desarrollo de la paleontología con-
dujo, de manera natural, paulatina e inexorable, hacia el surgimiento de la paleo-
biología. En este sentido, es válido ver a la paleontología como la raíz de la paleo-
biología, pues sin el andamiaje de la primera la segunda nunca hubiera emergido.
A pesar de esta relación histórica, no se debe entender a la paleobiología como una
disciplina que simplemente sustituyó a la paleontología, ni como el resultado de la
sofisticación o adición de nuevas tareas a aquellas que históricamente venían siendo
atendidas por la paleontología.
Eldredge & Cracraft (1980) señalaron que la biología comparada consiste en
reconocer los patrones y los procesos del mundo vivo. Aunque, originalmente for-
mulada para describir la naturaleza básicamente descriptiva de dicha actividad cien-
18 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
En el tiempo que el geólogo británico Charles Lyell (1854), amigo cercano de Charles
Darwin, agrupó las palabras griegas “palaios” (=antiguo), “onta” (= seres) y “logos” (=
tratado o discurso) para dar nombre a la “paleontología” como “la ciencia que estudia
a los seres vivos del pasado”, era innegable que los fósiles son restos de seres vivos
pretéritos; incluso su denominación ya se apegaba, al igual que con los organismos
existentes, al sistema de clasificación biológica fundado en Systema naturæ por Linnæi
(Linnaeus, 1758). No obstante, los geólogos rápidamente reconocieron los fósiles
como un atributo más de las rocas sedimentarias, las cuales al mismo tiempo sólo son
un componente más de aquellos que constituyen el sistema de las rocas, estudiado por
la geología. William Smith, a principios del siglo xix (Winchester, 2001), reconoció
que el contenido fósil de una capa rocosa permite definirla e identificarla dentro de
los elementos o unidad del sistema geológico; esto hace posible reconocer los patrones
de distribución geográfica y de sucesión temporal (por superposición) de las rocas se-
dimentarias en la Tierra. Así, los geólogos siempre han usado los fósiles para explicar
los patrones y los procesos de formación y transformación de las rocas sedimentarias
de la Tierra. Este breve recuento histórico ilustra a la perfección el surgimiento de la
paleontología como una ciencia subordinada a la geología, simplemente porque los
fósiles se encuentran en los cuerpos rocosos, y porque tanto geólogos como numero-
sos paleontólogos de los siglos xix y xx, aprovecharon estos elementos en su afán por
reconocer la composición y funcionamiento de nuestros planeta (Sepkoski, 2009).
Desde entonces, en torno a esta perspectiva, se formaron generaciones de paleontó-
logos y se gestaron sociedades paleontológicas dedicadas a identificar los fósiles y su
distribución dentro del contexto natural e histórico de las rocas.
A pesar de que el estudio formal de los fósiles fue instituido formalmente como
una ciencia subordinada a la geología, varios naturalistas destacados, anteriores y
contemporáneos de Charles Lyell, ya los identificaban y clasificaban como especies
biológicas; es decir, como unidades elementales de estudio del sistema de los seres
vivos. Las implicaciones sociales y científicas de esta situación ya eran discutidas
desde los siglos xvii y xviii. La transmutación de los seres vivos, por ejemplo, sólo
era concebible si se consideraba el paso del tiempo y un mundo muy viejo pero en
continuo cambio, y los fósiles junto con las rocas atestiguaban tales cambios, tanto
en los organismos como en el planeta (Moreno, 2002).
Aunque Ebbighausen y Korn (2013) señalaron que el entendimiento actual de lo
que es la paleontología tiene sus orígenes en la síntesis moderna de la teoría evoluti-
va (1936-1947), aquí hemos enfatizado que desde su surgimiento la paleontología
tuvo un carácter dual; por un lado, los paleontólogos atendían y resolvían problemas
capítulo 1. EL LABERINTO DE LA PERSPICUIDAD: ¿PALEOBIOLOGÍA EN MÉXICO? 21
La Tierra
Océanos
Plataformas
continentales
1 cm2 1000 m2 1000 km2
4500 ma
Minuto Hora Día Año Siglo 1 ma 600 ma
Comunidad B
11 12 1
10 2 Provincia
9 3 Especie
8 4 Comunidad A
7 6 5
Individuo
Figura 1.1. Espectro de escalas espaciales y temporales que debe considerar la paleontología.
Dependiendo de la entidad biológica de interés (individuo a provincia), las barras de intervalo
muestran los límites dimensionales de los procesos investigados (por ejemplo el reemplazamiento
de ciertas especies por otras en el seno de una comunidad dinámica es un fenómeno que se repite
en numerosas ocasiones, puesto que tales comunidades pueden perdurar entre decenios, miles o
casi un millón de años). En la figura se pueden observar dos perspectivas espacio-temporales de
una comunidad (A y B). De acuerdo con Schopf (1972b) la aceptación de una u otra dependerá
de suponer a las comunidades como entidades dinámicas (A) o estáticas (B). Para la paleobiolo-
gía, los patrones y procesos de estudio se sitúan hacia el extremo derecho.
Sepkoski y Ruse, 2009a; Sepkoski, 2012), también representa una barrera efec-
tiva que impide su desarrollo en comunidades científicas que no participaron
en el surgimiento de esta ciencia o que carecen de antecedentes paleobiológicos
teóricos y metodológicos claros.
24 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
1
Neontología es un término acuñado en 1889 para referirse al estudio de los organismos vivos y con ello distinguir
aquellos estudiosos de la vida no pasada (E. R. L., 1889; Sepkoski y Ruse, 2009b).
capítulo 1. EL LABERINTO DE LA PERSPICUIDAD: ¿PALEOBIOLOGÍA EN MÉXICO? 25
BIOLOGÍA EVOLUTIVA
Evolución molecular
Genética evolutiva
Figura 1.2 Conceptualización de la
Biología del desarrollo
paleobiología. Arriba, representación de
Morfofisiología evolutiva caja donde se muestra a la paleobio-
Etología evolutiva logía como una disciplina componente
Ecología evolutiva de la biología evolutiva, cuyo rol es de
suma importancia dada su competen-
Sistemática
cia, casi exclusiva, en la interpretación
a mediana y gran escala dimensional
Paleobiología de los patrones históricos. Abajo, repre-
sentación de cable, en donde la paleo-
biología se muestra como una ciencia
que requiere de la agrupación de todos
los campos de la biología, puesto que
la vida es un fenómeno multifacético,
manifestado a través del tiempo geoló-
Tiempo Geológico gico. La composición y la extraordina-
ria longitud del cable, permiten visua-
lizar la necesidad de los paleobiólogos
de crear modelos abstractos de estudio,
Paleobiología principalmente con lenguaje matemá-
tico, raramente utilizados en la biolo-
gía tradicional.
26 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
(expresadas como números, curvas, índices, tasas, etcétera) son los elementos
usados en la creación de expresiones gráficas o matemáticas que sirven como
modelos que de inmediato muestran las relaciones entre los datos involucrados.
Así es posible concentrar de manera rápida y concreta el significado individual
y la interrelación de estos conjuntos de datos.
Dado lo anterior, no es raro que las primeras representaciones gráficas que vieron
la luz bajo la óptica paleobiológica sean las curvas de expresión cuantitativa del
mundo vivo a lo largo de la historia (figura 1.3), en donde las distintas jerarquías
taxonómicas se contraponen al tiempo geológico. Estas gráficas han sido materia de
distintos análisis durante aproximadamente 35 años, porque en ella es evidente la
naturaleza variable y la tendencia general al incremento de la biodiversidad, mues-
tra el surgimiento y predominio de los distintos grupos de organismos y puntualiza
los momentos de caídas abruptas de la biota (los famosos eventos de extinción
masiva), entre otros sucesos (Sepkoski et al., 1981; Miller, 2009). Aún hoy, los
paleobiólogos enfrentan los retos que tiene el generar explicaciones claras de dicha
expresión de la diversidad biológica y los factores que la regulan (Alroy et al., 2001,
2008; Peters y Foote, 2001; Stanley, 2007; McGowan y Smith, 2008; Harper et al.,
2015), actividad que ha resultado tan compleja que también ha atrapado la aten-
ción de físicos y computólogos (por ejemplo, Rohde y Muller, 2005; Hayes, 2005).
Ejercicios semejantes se han aventurado en explorar la importancia de la selección
natural en la configuración de los patrones filogenéticos (Gould et al., 1977; véase
también Huss, 2009) o en la expresión morfológica y funcional de la biodiversidad;
esperando que al excluir la selección natural sea posible observar a los otros posibles
factores que las regulan (por ejemplo, Eckert y Hall, 2006; Moreau et al., 2006;
Friedman y Coates, 2006; Benton y Emerson, 2007; Friedman, 2010; Meredith et
al., 2011; Zhang et al., 2015).
El título de Models in Paleobiology no pudo ser menos apropiado para el libro
que consolidó la paleobiología moderna, al mostrar los logros, como lo manifestó
Sepkoski (2012) casi medio siglo después, de la relectura a la expresión de la vida a
través del registro fósil. Además, en este libro se dio luz a una idea simple y bella, la
teoría del equilibrio puntuado formulada por Niles Eldredge y Stephen Jay Gould,
que representa el aporte más relevante de la paleobiología al empeño de alcanzar
una explicación general de la evolución biológica.
El surgimiento de la paleobiología moderna en 1972 requirió del cumplimiento
de una serie de condiciones técnicas y humanas que deben ser consideradas. En
primer lugar, después de dos siglos de paleontología, se alcanzó lo que se podría
considerar una “masa crítica” de datos paleontológicos, que hicieron posible el de-
sarrollo de nuevas maneras de estudio de la evolución (Grantham, 2009); esto fue
28 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
Paleozoico Mesozoico Cz
Cm O S D Ca P T J K Pg N
3000
2500
2000
1500
1000
500
0
541 496 434 372 310 248 186 124 62 0
Tiempo (millones de años)
Figura 1.3. Curva de diversidad. Originalmente publicada por Sepkoski et al. (1981), esta
simple representación gráfica, junto los datos subyacentes que la conforman, han sido motivo del
más exhaustivo escrutinio científico, especialmente numerosos análisis y comparaciones matemá-
ticas. Todo ello se debe a que en la gráfica se puede reconocer, sin dificultad alguna, la tendencia
al incremento de la diversidad con el paso del tiempo; aun cuando ésta ha experimentado repen-
tinos y marcados decrementos (indicados por las flechas), patrones que se han interpretado como
cinco extinciones en masa. Una segunda lectura de la gráfica permite visualizar un máximo de
diversidad alcanzado durante toda la Era Paleozoica (es decir, ¡en 289 millones de años!) y pe-
riodos de extinción cada ¡~62 millones de años!. El significado de tan sólo estas observaciones son
acaloradamente debatidas entre paleobiólogos, geoquímicos, físicos, computólogos, e incluso astró-
nomos (véanse las citas en el texto, consúltese también Medvedev y Melott, 2007; Melott et al.,
2012). Abreviaturas: Cm, Cámbrico; O, Ordovícico; S, Silúrico; D, Devónico; Ca, Carbonífe-
ro; P, Pérmico; T, Triásico; J, Jurásico; K, Cretácico; Pg, Paleógeno; N, Neógeno; Cz, Cenozoico.
Metodológica y Jerárquica
Estructural Modal-temporal
aplicada y cursorial
Desarrollo
de métodos
Restricciones de análisis Niveles de Estasis y tasas de
embriológicas matemáticos, selección cambio evolutivo
estadísticos y
táxicos
Desarrollo Rol, alcance
Origen de linajes:
Discontinuad en de métodos y y eficacia de
paleobiogeografía
morfoespacios modelos asistidos paroxismos
y filogenia
por computadora planetarios
Roles, alcance
Vínculos Modelaje de y eficacia de
Tendencias
ontogenia- evolución neutral extinciones en
evolutivas
filogenia y significados masa-radiaciones
evolutivas
Significado del
Paleobiología de la incremento
conservación histórico de la
diversidad
1. Patrones y procesos evolutivos. Bajo esta área se agrupan temas sobre adaptación,
biogeografía evolutiva, conductores evolutivos (drivers), constricciones (geográ-
ficas y ontogenéticas), convergencia y coevolución, disparidad, diversidad y di-
versificación, efecto boomerang, escalada evolutiva, especiación, especialización,
evolución iterativa, extinciones, filogenias y relojes moleculares, heterocronía,
niveles y modos de selección, novedades evolutivas, modos de cambio onto-
genético, modos de evolución, origen de especies y linajes, presiones selectivas
y radiaciones; reemplazamiento, rotación o renovación taxonómica (turnover);
variación, tasas evolutivas, tendencias evolutivas y teoría jerárquica. Los grupos
taxonómicos más concurridos incluyen a microorganismos, foraminíferos, fito-
plancton, algas, invertebrados y vertebrados. La mayoría de los temas de esta
área se relacionan directamente con las agendas y programas de investigación en
paleobiología (tabla 1.1).
2. Paleontología organísmica. Esta área incluye análisis estructurales y funcionales
que tocan los temas de autoecología, autoecología experimental, biología estruc-
tural y biomateriales, biomecánica, etología, fisiología animal y vegetal, génesis
y regeneración de estructuras biológicas, morfología, morfoespacios y modelaje
morfológico, morfofisiología, morfología funcional, morfometría y ontogenia.
Estos temas son abordados teniendo en cuenta sólo algunos grupos taxonómi-
cos, como son foraminíferos, plantas, invertebrados y vertebrados. Nótese que
aquí se ha incluido un tema propio de la agenda estructural de la investigación
paleobiológica, a saber, el análisis de morfoespacios.
32 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
Las diez áreas descritas reflejan la vastedad de los tópicos de investigación abor-
dados en Paleobiology, aunque es clara la predominancia de ciertas áreas, entre
las cuales destaca “patrones y procesos evolutivos”, al aparecer en todos los volú-
menes considerados y concentrar 31.4 % de los artículos analizados (tabla 1.2).
En segundo lugar está “paleontología organísmica”, la cual también está siempre
presente y representa 21.7% de las publicaciones (tabla 1.2, figura 1.4). En con-
junto, estas dos áreas son las más importantes al concentrar 53.1% de los 143
artículos estudiados.
Las áreas “métodos e implicaciones” y “tafonomía e implicaciones” son de impor-
tancia media. Aunque siempre están presentes en todos los volúmenes considerados,
sólo agrupan 30.1% de los artículos totales, representando 16.8% y 13.3%, respec-
tivamente. Por otro lado, las áreas de “paleoecología” (11.2%) y “paleobiogeografía”
(2.8%) tienen una importancia menor, que en conjunto representan 14% de los
143 artículos (tabla 1.2, figura 1.4).
En estas seis primeras áreas se concentran 97 % de las publicaciones. El restante
3% está distribuido en igual porcentaje entre las áreas 7-10, siendo temas incons-
tantes entre los cuatro volúmenes revisados (tabla 1.2, figura 1.4).
34 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
En resumen, este simple y breve análisis indica que las áreas 1 a 4 fueron los
principales tópicos de investigación presentados en las páginas de cuatro volúme-
nes de Paleobiology. De éstos, las áreas 1 y 3 se apegan a los enfoques, considera-
ciones, agendas y programas de estudio de la paleobiología (tabla 1.3), fundadas
con en el libro Models in Paleobiology.
Si se tiene en cuenta que esta publicación es el medio ex profeso de comunicación
científica de la paleobiología; que en cada volumen revisado se encuentran los resul-
tados de investigaciones hechas general y previamente a los años 2001, 2005, 2010
y 2014; y si además se repara en la constante presencia de las áreas 1 a 4, entonces es
razonable inducir cuáles han sido las principales líneas de investigación paleobiológica
en los últimos casi 15 años. Así, y como conclusión de esta sección, los paleobiólogos
siguen explorando la expresión de la diversidad taxonómica, morfológica y funcional
en los múltiples niveles de organización biológica, para reconocer las causas y los fac-
tores evolutivos que la regulan.
capítulo 1. EL LABERINTO DE LA PERSPICUIDAD: ¿PALEOBIOLOGÍA EN MÉXICO? 35
Paleobiology Publicaciones
Figura 1.4. Distribución porcentual de las publicaciones científicas y tesis por áreas de inves-
tigación. Con excepción de Paleobiology, los restantes rubros corresponden a la investigación
paleontológica desarrollada en México, especialmente en la unam.
¿paleobiología a la mexicana?
Universidad de Guanajuato
Universidad Autónoma de Guerrero
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
Universidad Autónoma de Guadalajara
Universidad Autónoma del Estado de México 2
Todos los trabajos de los incisos A-D se categorizaron en las diez áreas de inves-
tigación definidas en páginas previas (áreas 1 a 10 en tablas 4-9). Debido a que en
México no hay ninguna publicación especializada en paleobiología, y por ello las
publicaciones mexicanas abordan los diferentes aspectos biológicos y geológicos de
la paleontología, fue necesario utilizar áreas de investigación adicionales (áreas 11-
21 en tablas 1.4-1.8). En la figura 1.4 se puede comparar la representatividad entre
las áreas de investigación que son tratadas en los contenidos de Paleobiology y en las
publicaciones mexicanas ya señaladas (incisos A-D).
Es posible reconocer que los autores mexicanos publican artículos relaciona-
dos con una amplia variedad de áreas (18), siendo tres las preponderantes por su
frecuencia porcentual superior o cercana al 10%, en donde se incluye “taxonomía
e implicaciones” (33.3%), “biostratigrafía e implicaciones” (10.8%), y un gru-
po de áreas “sin relación con la paleontología” (por ejemplo, biología aplicada)
(9.6%). En conjunto, estas tres áreas concentran 53.7% de los trabajos citados
(tabla 1.4, figura 1.4). El restante 46.3 % se distribuye de la siguiente manera:
entre 5.1 y 8%, “Compendios y catálogos”, “Fósiles proxies y cambio climático” y
“Estratigrafía”; entre 1 y 5% “Paleoecología”, “Tafonomía e implicaciones”, “Am-
bientes de depósito y/o evolución geológica”, “Sistemática filogenética”, “Proxies
geológicos y/o cambio climático” y “Biología organísmica”. Otras áreas están
capítulo 1. EL LABERINTO DE LA PERSPICUIDAD: ¿PALEOBIOLOGÍA EN MÉXICO? 41
Tabla 1.4. Áreas de investigación tratadas por los investigadores del Instituto de Geología, unam
entre los años 2001 y 2014 en publicaciones generalmente arbitradas
Periodos
Tabla 1.5. Áreas de investigación tratadas en dos ediciones (X y XI) del Congreso Nacional de Pa-
leontología organizado por la Sociedad Mexicana de Paleontología (IGL, 2006; Vega Vera, 2009)
Tabla 1.6. Áreas de investigación tratadas en Studies on Mexican Paleontology (Vega et al., 2006)
Áreas Total %
5. Paleoecología 1 8.33
6. Paleobiogeografía 1 8.33
8. Biostratigrafía e implicaciones 1 8.33
10. Taxonomía e implicaciones 2 16.66
11. Compendios y catálogos 7 58.33
Total 12
Tabla 1.7. Áreas de investigación desarrolladas en tesis de la unam entre los años 2001 y 2014. Las tesis de licenciatura incluyen trabajos
de las carreras de Biología y de Ingeniero geólogo
climático
18. Colecciones paleontológicas 0 0 0 0 1 0 0 0 0 1 0.7194
Total 20 37 33 9 16 11 7 3 3 139
43
44 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
representadas por menos de 1%. De las seis áreas de investigación que resultaron
preponderantes en Paleobiology (1-6 en tablas 1.2 y 1.4), sólo cinco son tratadas en
las publicaciones científicas de los autores mexicanos, pero estas son de importancia
menor al aparecer en sólo 9.9% de los artículos publicados, y en el mejor de los casos
“paleoecología” no rebasa 4%.
Con relación a las publicaciones que aparecen en los resúmenes del Congreso Na-
cional de Paleontología, se reconocieron 14 áreas de investigación (tabla 1.5), donde
el 73.5% de los trabajos se concentran en sólo dos de ellas, “taxonomía” (53%) y
“biostratigrafía” (20.5%) (figura 1.4). Con valores inferiores están las áreas “métodos
e implicaciones” (7.7%) seguido por un grupo de seis áreas con porcentajes entre 1
y 5%, y otras cinco con apariciones por debajo de 1%. En este caso, las seis áreas de
investigación preponderantes en Paleobiology (1-6 en tablas 1.2 y 1.5) tienen una re-
presentación de 16.2% de los resúmenes, pero ninguna de éstas rebasa 7%.
En Studies on Mexican Paleontology se han reconocido sólo cinco áreas, entre las
cuales “Compendios y catálogos” tiene el mayor porcentaje de trabajos (58.3%), se-
guida de “Taxonomía” (16.6%) y “Biostratigrafía”, “Paleoecología” y “Paleobiogeo-
grafía”, estas últimas representadas por 8.3% (tabla 1.6, figura 1.4).
capítulo 1. EL LABERINTO DE LA PERSPICUIDAD: ¿PALEOBIOLOGÍA EN MÉXICO? 45
Por otra parte, las temáticas tratadas en las tesis consideradas se clasificaron en
once áreas de investigación (tabla 1.7, figura 1.4). De éstas, el área “Taxonomía
e implicaciones” es preponderante al ser abordada en más de la mitad de las tesis
de todos los grados académicos (55.4%), seguida por “Bioestratigrafía e implica-
ciones” y “Fósiles proxies y/o cambio climático” que están representado en 17.3
y 8.6%, respectivamente. El resto de las áreas de investigación abordadas están
representadas en porcentajes menores a 6%. Las seis áreas de investigación pre-
sentes en Paleobiology (1-6 en tabla 1.7) son abordadas en las tesis; sin embargo,
éstas son de menor importancia y en conjunto sólo representan 15.8%, siendo
“Paleontología organísmica” la mejor representada al alcanzar 5.7%. En cambio,
considerando el nivel académico de estas tesis, el área de “Taxonomía e implica-
ciones” es el tema que predomina en tesis de licenciatura y maestría, mientras que
en el nivel de doctorado “Bioestratigrafía e implicaciones” es el área preponderan-
te (tabla 1.7). En esta tabla es notable un decremento en el número total de tesis
de maestría y doctorado. Las áreas de investigación definidas en Paleobiology (1-6
en tabla 1.7) son abordadas mayormente en el nivel de licenciatura; entre 2001
y 2014 éstas fueron desarrolladas en 14 tesis. En tesis del nivel de maestría este
número se reduce drásticamente hasta seis para el mismo periodo; y el caso más
extremo está en las tesis de doctorado donde estas áreas de investigación fueron
abordadas sólo dos veces en los últimos 14 años.
En este ejercicio de comparar el porcentaje de las áreas de investigación abor-
dadas durante 15 años por los paleobiólogos que publican en Paleobiology -pu-
blicación tomada aquí como una excelente ventana que demuestra la agenda
y programas de investigación que actualmente están siendo atendidos en esta
ciencia- con aquellas desarrolladas en un periodo de tiempo semejante por los
estudiosos de fósiles en México -considerando publicaciones, tesis desarrolladas
en todos los niveles académicos y trabajos expuestos en congresos-, es posible
señalar una coincidencia muy pobre (tablas 1.4-1.8 y figura 1.4). Estos resultados
sugieren que en México el estudio de los fósiles no es abordado con enfoques
paleobiológicos y que gran parte de los esfuerzos de científicos mexicanos aún
están encaminados a dos áreas tradicionalmente incluidas en la agenda de la pa-
leontología, como el reconocimiento de la identidad taxonómica de su registro
fósil y su distribución espacio-temporal. Esta afirmación está sustentada por la
preponderancia de las áreas “Taxonomía e implicaciones” y “Bioestratigrafía e
implicaciones” que los paleontólogos mexicanos abordaron en las publicaciones
analizadas (figura 1.4).
Desde su fundación en 1975, Paleobiology es el principal foro de comu-
nicación científica para la investigación paleobiológica. La revista ha estado
Tabla 1.9. Usos y omisiones del término paleobiología en publicaciones y trabajos inéditos de investigadores y estudiantes de la unam. 46
Condición A) sin uso del término en título, subtítulos, objetivo(s) y/o texto, pero con tema de estudio claramente perteneciente a los pro-
gramas de investigación de la disciplina. Condición B) uso del término en título, subtítulos, objetivo(s) y/o texto, para aludir a un tema
de estudio ajeno a la disciplina. Esta condición se manifiesta en dos situaciones que se explican en el texto
Tipo de
Autores Condición A Condición B
trabajo
Ferrusquía-Villafranca et Resumen de
Paleoecología y distribución biogeográfica
al. (2006) congreso
(…) original contributions (…) dealing with any aspect of biological paleontolo-
gy. Emphasis is placed on biological or paleobiological processes and patterns,
including macroevolution, extinction, diversification, speciation, functional morphol-
ogy, bio-geography, phylogeny, paleoecology, molecular paleontology, taphonomy, nat-
ural selection and patterns of variation, abundance, and distribution in space and
time, among others. Taxonomic papers are welcome if they have significant and
broad applications. Papers concerning research on recent organisms and systems are
appropriate if they are of particular interest to paleontologists (…) (Paleontological
Society, 2015).
Como se demostró, los estudios sobre los fósiles en México están principal-
mente dirigidos a dos áreas del dominio de la paleontología -la taxonomía y la
biostratigrafía- y no hacia las áreas contempladas por la paleobiología. Tal au-
sencia de investigaciones paleobiológicas en el núcleo de la paleontología mexi-
cana resulta incoherente al considerar el grado de institucionalización de esta
ciencia, como lo expresan los distintos planes de estudio vigentes en distintas
universidades de este país (tabla 1.3). Una explicación para tal paradoja es que
esta institucionalización erróneamente sólo involucró el término “paleobiolo-
gía” sin contemplar una adecuación o adaptación de las condiciones materiales
y humanas necesarias.
En la tabla 1.9 se muestra los diferentes usos del término “paleobiología” por
parte de paleontólogos y estudiantes de la unam, otra vez tomada como la mues-
tra representativa del grado de desarrollo de la paleobiología en México, y a la vez
como índice sobre el grado de entendimiento de lo que ésta es para la comunidad
50 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
científica. Los autores de las tesis e indirectamente los directores de éstas, y los au-
tores de las publicaciones especializadas hacen uso de este término para dos situa-
ciones: en una, los autores expresan que su estudio sobrepasa de alguna manera
la estructura y contenido de las investigaciones típicas de la descripción e identi-
ficación taxonómica de los fósiles; mientras que en la otra, los autores ponen de
manifiesto que los fósiles son considerados como entidades biológicas reales al ser
incluidos como parte de un sistema con especies existentes. En ninguna de las dos
situaciones, la investigación hecha pertenece al dominio de la paleobiología (tabla
1.2, tabla 1.9). Esto demuestra que en la universidad más importante de México
no hay un concepto claro de la paleobiología arraigado en los grupos académicos
ni en sus estudiantes, ya que estos autores usan el término “paleobiología” sólo
para exaltar los logros o alcances reales o pretendidos de su producción científica.
Por otro lado, tres de los casos mostrados en la tabla 1.9 (condición A), dos
de ellos tesis de licenciatura (Tovar Liceaga, 2005; Pineda Salgado, 2013) y el
otro un artículo (Omaña et al., 2012), revelan otra cara del mismo problema -la
carencia de un concepto claro de la paleobiología-. En tales trabajos, las autoras
llegan a conclusiones que tienen relación directa con las áreas de investigación de
la paleobiología; sin embargo, es patente que estas autoras no se dieron cuenta
de sus incursiones en tal dominio porque en ningún momento se incluye el tér-
mino en sus textos ni hay menciones intencionadas de los programas de investi-
gación en paleobiología.
conclusiones
de distintos de atributos de la
Biodiver-
Paleobiología Sistema Vida biodiversidad. Identificación Evolución de la biodiversidad
sidad
del origen y reguladores de esta
51
expresión
52 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
FÓSILES
PALEONTÓLOGO PALEOBIÓLOGO
Figura 1.5. Preguntas básicas que hacen diferente el quehacer de paleontólogos y paleobiólogos
a partir del registro fósil
capítulo 1. EL LABERINTO DE LA PERSPICUIDAD: ¿PALEOBIOLOGÍA EN MÉXICO? 53
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64 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
resumen
M uchas son las hipótesis que se han sugerido para explicar el origen de la vida,
desde las filosóficas hasta las científicas. El estudio científico del origen de la
vida comenzó en el siglo xx cuando Oparin y Haldane propusieron una hipótesis
que explicaba que la vida fue precedida por un periodo en el que se produjo la sín-
tesis abiótica y la acumulación de compuestos orgánicos. Este periodo es conocido
actualmente como evolución química. Aunque la evolución química es un proceso
perfectamente definido en concepto, no puede ser delimitado espacial o temporal-
mente con precisión. Los experimentos de Miller-Urey en 1953 demostraron que la
síntesis abiótica de moléculas orgánicas era posible, y con ello se cambió para siem-
pre el panorama del estudio de origen de la vida, iniciándose la química prebiótica
como disciplina científica.
En este capítulo se presenta una revisión breve sobre los procesos de evolución quí-
mica y algunas hipótesis sobre las fuentes de materia orgánica en la Tierra primitiva.
Se discute el papel que pudieron tener los manantiales hidrotermales submarinos en
el proceso, y el de cuerpos extraterrestres como cometas, meteoritos o polvo interpla-
netario como acarreadores de moléculas orgánicas, además de resaltar el papel de los
minerales en estos procesos. Se caracteriza brevemente el problema de la quiralidad y,
finalmente, el mundo del rna como predecesor del mundo de dna actual.
71
72 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
el origen de la vida
¿Qué es la vida?
Han sido muchas las explicaciones que se han sugerido para explicar el origen de la
vida, ya que este tema ha ocupado a la humanidad desde la antigüedad. No obstan-
te, la concepción del mismo y la forma de abordarlo se han transformado y se han
ido enriqueciendo de acuerdo con los tiempos, la cultura y los procesos históricos.
capítulo 2. EVOLUCIÓN QUÍMICA Y EL ORIGEN DE LA VIDA 73
Fuego Aire
tierra agua
Figura 2.1. Los cuatro elementos de la antigüedad: aire, agua, fuego y tierra. Muchos fueron los
filósofos que consideraban que era a partir de éstos que la vida se podía constituir
Durante las primeras décadas del siglo xx surgieron muchas propuestas para en-
tender el origen de la vida (Lazcano, 1992). En México, Alfonso Luis Herrera fue
el primer científico interesado en estudiar el origen de la vida. Herrera mezcló dis-
tintas sustancias inorgánicas y obtuvo microestructuras a las que llamó sulfobios,
con ello propuso la teoría de la plasmogenia (Herrera, 1942); de acuerdo conla cual,
la estructura del plasma celular derivó del sulfuro y de compuestos con un grupo
ciano (CN), que formaron una matriz molecular, dentro de la cual era posible fijar
CO2 por su reducción a H2CO (Silva et al., 2004). En ese mismo siglo, Eduard
Pflüger resaltó el papel del HCN para explicar el origen de moléculas orgánicas. En
la década de 1980, el descubrimiento de los manantiales hidrotermales submarinos
hizo que surgiera la idea de la aparición de la vida en un sistema donde imperaran
condiciones de alta presión y temperatura (Miller et al., 1997).
El estudio del origen de la vida como disciplina científica surgió a principios del
siglo xx cuando, independientemente, el bioquímico ruso Alexander I. Oparin en
1924 y el polímata inglés John B. S. Haldane en 1929 propusieron que la evolución
biológica fue precedida por un proceso de evolución química (Haldane, 1929; Opa-
rin, 1957). Para ellos, esta evolución abiótica podía ser entendida a través de proce-
sos físicos y químicos, rompiendo toda la antigua tradición, que sugería que la vida
estaba hecha de compuestos orgánicos, y que éstos sólo podían provenir de la
vida. Sin embargo, la propuesta de Oparin y Haldane permaneció latente hasta que,
en 1953, Stanley Miller comenzó los estudios en el terreno experimental (Deamer
y Fleischaker, 1994). A partir de ese momento, las investigaciones en el área se han
diversificado y ampliado.
Experimento de Miller-Urey
El experimento de Miller surge a partir de las ideas del notable químico Harold
C. Urey, quien había estudiado el origen del Sistema Solar y los eventos químicos
asociados con el proceso (Bada y Lazcano, 2003). A partir de estos estudios, Urey
infirió que el surgimiento de la vida en la Tierra debió haber estado acompañado de
una atmósfera reductora (Urey, 1952). Estas ideas fueron planteadas en una con-
ferencia en la Universidad de Chicago, donde se encontraba Stanley Miller, quien
comenzó a interesarse en el tema (Bada y Lazcano, 2003). En el año 1953 Miller
publicó finalmente los primeros resultados experimentales, indicando que había
logrado la formación de compuestos orgánicos (aminoácidos, hidroxiácidos y urea),
al simular las condiciones atmosféricas probables para la Tierra primitiva, basadas
en el modelo de atmósfera primitiva planteado por Urey (Miller, 1953). Para ello,
sometió una mezcla de gases incluyendo metano (CH4), amoniaco (NH3), agua
76 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
Organismo actuales
Enfoque Bacteria, Arquea, Eucaria
Top-down
Reducción Unidad mínima celular
de complejidad Protocélula
origen Biopolímeros
de la vida
Aumento
de complejidad Moléculas orgánicas
Evolución química
Enfoque Compuestos inorgánicos
bottom-up
Figura 2.2. Enfoques para explicar el origen de la vida. El enfoque “top-down” analiza las pro-
piedades de la vida actual para inferir tanto las moléculas como las rutas, estructuras y ensambla-
jes que pudo haber tenido la vida antigua. En contraste, el enfoque “bottom-up” trata de explicar
cómo los procesos abióticos pudieron contribuir a la formación de biomoléculas o sus precursores,
que finalmente originaron a los seres vivos. Ambos enfoques son complementarios.
Lazcano, 2005). Estos rasgos compartidos incluyen el hecho que todos los orga-
nismos compartan el mismo código genético y las características esenciales de la
replicación del genoma, la expresión génica, las reacciones anabólicas básicas y
la producción de energía asociada a la membrana, mediada por la ATPasa (Delaye
y Lazcano, 2005). Esta propuesta se apoya en la teoría de que algunos metaboli-
tos existentes y los mecanismos bioquímicos (como la traducción y la presencia
de metaloproteínas) pudieran haber estado estrechamente unidos a los sistemas
químicos prebióticos. Todo ello se deduce de la existencia de fósiles moleculares
(i.e. adenosina, glicina, centros de azufre, de hierro, rna ribosomal, y algunas
secuencias de dna y fósiles de procesos) en los organismos actuales (Peters y Wi-
lliams, 2012).
Ambos enfoques se plantearon para resolver el mismo problema, pero no son
contrarios sino complementarios. En algún punto ambos han de convergir para
entender cuál es el origen del complejo fenómeno que es la vida. En este capítulo
estamos interesados en presentar el primer enfoque, el bottom-up, y para entenderlo es
necesario definir qué es la evolución química.
En 1929, la joven astrónoma inglesa Cecilia Payne descubrió que los elementos
más abundantes en el universo son el hidrógeno y el helio (Trimble, 1997), lo cual
supuso que la nebulosa presolar de la cual se originó el sistema solar fue también
rica en ellos. En consecuencia, las atmósferas de los planetas que se formaron por
condensación (atmósferas primarias) debieron contener H y He abundantemente,
ya sea combinados o no con otros elementos, formando otros compuestos, como
CH4, NH3, H2O, H2S, etc. (Owen et al., 1979).
Groth y Suess (1938), de acuerdo con datos obtenidos de la composición de la
corteza terrestre y de las exhalaciones volcánicas, plantearon que la atmósfera de
la Tierra primitiva carecía de oxígeno libre y que los principales constituyentes de-
bieron haber sido el H2O y el CO2.
La mezcla que se usó para llevar a cabo los experimentos de Miller estuvo basada
en componentes reducidos y el resultado fue que esta composición atmosférica dio
buenos resultados para la síntesis de productos.
Experimentos posteriores, de Miller y de otros autores, simulando distintas com-
posiciones atmosféricas, hicieron notar que para que se lleve a cabo una síntesis de
aminoácidos (Lewis y Prinn, 1984) o de otros productos, las atmósferas reductoras
son más favorecedoras que las oxidantes, tanto por los productos obtenidos como
por el rendimiento de los mismos (Chang, 1994). Es decir, las atmósferas reductoras
generan mayor diversidad de productos y éstos se forman en mayor concentración.
Aunque la composición atmosférica de la Tierra primitiva es debatible todavía,
muchos geólogos se inclinan por una atmósfera primitiva ligeramente reductora
(Cleaves et al., 2008), que contuvo mayoritariamente N2, CO2, H2O, CO y peque-
ñas cantidades de H2 (Pinto et al.,1980; Levine et al., 1982; Holland, 1984). Con
una composición atmosférica como ésta es poco probable que se llevara a cabo una
síntesis orgánica efectiva; es decir, la materia orgánica no pudo haber sido sinteti-
zada exclusivamente en la atmósfera. Para salvar este obstáculo se han planteado
hipótesis alternativas sobre el origen de la materia en la Tierra. Una de ellas es que la
materia orgánica pudo haber venido del exterior, traída por el impacto de cometas y
meteoritos (Ehrenfreund y Charnley, 2000). Otra opción es que la síntesis de mate-
ria orgánica se llevó a cabo en otros ambientes, no sólo en la atmósfera del planeta;
entre ellos, se ha considerado a los manantiales hidrotermales submarinos, ya que
estos ambientes disponían tanto de energía como de materia para que se produjera
la síntesis de compuestos más complejos.
Delaye y Lazcano (2005) sugirieron que es poco probable que cualquier mecanis-
mo individual haya sido responsable de la formación de la amplia gama de compues-
tos orgánicos que se sintetizaron y acumularon en la Tierra primitiva. Los mismos
autores sugieren que la sopa prebiótica se pudo haber formado con aportaciones de
capítulo 2. EVOLUCIÓN QUÍMICA Y EL ORIGEN DE LA VIDA 81
dos tipos: 1) endógenas, por las síntesis llevadas a cabo en ambientes reductores, en
manantiales hidrotermales submarinos, en la atmósfera, etc., y 2) por el aporte de
fuentes exógenas, como cometas, meteoritas y polvo interplanetario. En los siguientes
apartados se hace una breve descripción de algunas de estas fuentes y su importancia.
química prebiótica
Células
Figura 2.3. Moléculas orgánicas y vida. Se muestran cuatro de los principales grupos de moléculas
orgánicas esenciales para la vida: aminoácidos, lípidos, bases nitrogenadas y azúcares, y se indica
el lugar que ocupan estos compuestos o sus polímeros en la célula, unidad básica de los seres vivos
capítulo 2. EVOLUCIÓN QUÍMICA Y EL ORIGEN DE LA VIDA 85
espejo
H H
CH2 CH2
L-alanina D-alanina
Figura 2.4. Quiralidad. Los objetos quirales son aquellos cuya imagen en el espejo no es super-
ponible a la original. Muchos objetos muestran esta propiedad, como los pies o las manos; sin
embargo, las moléculas también son quirales. En el ejemplo se muestra la molécula de alanina,
un aminoácido muy simple; en las proteínas siempre se encuentra la L-alanina y no su imagen
especular, la D-alanina
86 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
surgen preguntas aún sin resolver: ¿por qué se han seleccionado unos enantiómeros
y no otros?, ¿en qué se basó la elección?, y ¿cuál es el origen de la bioquiralidad?
Una cuestión importante es elucidar cuál fue el primer material genético que existió
y cómo se dio la colaboración entre los sistemas de almacenamiento de informa-
ción, su duplicación y el metabolismo en general. El sistema molecular que todos
los organismos actuales comparten está basado en la estrecha relación entre el adn,
el arn y las proteínas (dogma central de la biología molecular). Hasta mediados del
siglo xx todavía no se sabía dónde se almacenaba la información genética; algunos
científicos pensaban que en las proteínas y otros que en los ácidos nucleicos. Fue
Oswald Avery quien demostró que eran los ácidos nucleicos quienes almacenaban
la información. Asimismo, se descubrió que para la replicación de los ácidos nuclei-
cos se requería de enzimas y que la síntesis de enzimas era dependiente de los ácidos;
es decir, con ello se generó un fuerte problema de circularidad.
El descubrimiento de moléculas catalíticas de arn (Kruger et al., 1982; Gue-
rrier-Takada et al., 1983) cambió entonces el panorama. Fue así que se propuso la
hipótesis del mundo de arn (Gilbert, 1986), que postula que éste fue el primer po-
límero informacional, aunque el concepto del arn como una molécula primordial
ya había sido propuesto por diversos autores (Crick, 1968; Orgel, 1968). El mundo
del arn es un periodo hipotético en el que se propone que tanto la información
hereditaria necesaria como la actividad enzimática de los organismos se encontraba
en las moléculas de arn.
Aunque la hipótesis del mundo de arn es considerada como más plausible en la
actualidad, hay varios problemas asociados a ella. Uno de los puntos más débiles que
presenta es que no se ha logrado la síntesis de esta compleja molécula en condiciones
prebióticas y, además, el arn es una molécula químicamente muy inestable (Bernhardt,
2012). No se debe perder de vista, sin embargo, que esta hipótesis es el mejor modelo
con el que se cuenta en la actualidad para explicar la evolución temprana de la vida.
comentarios finales
Hasta la fecha esta área no es capaz de explicar cómo se dio el paso de los monóme-
ros hacia los polímeros y cuál fue el escenario que precedió a la vida.
Siempre se debe considerarse que los seres vivos no son sólo la suma de sus partes;
la biología es una ciencia compleja. Las células son las unidades básicas en biología,
y cuando se unen forman tejidos con propiedades distintas de las celulares. Del
mismo modo, cuando los tejidos se unen forman órganos que difieren mucho de
sus predecesores, los tejidos, y tienen también propiedades específicas. Esta lógica
continúa, y en cada nivel de organización aparecen propiedades únicas que no pue-
den ser explicadas sólo sumando las de sus partes.
Es por ello que, a pesar de que en química prebiótica se tienen muchos avances
en cuanto a la síntesis de moléculas orgánicas importantes para los seres vivos actua-
les, queda aún un largo camino por recorrer. Por otro lado, es importante recordar
que los organismos son resultado de procesos históricos. La información genética
de los seres vivos actuales guarda millones de años de evolución. Las síntesis que se
hacen en el laboratorio son muy sencillas y sólo tratan de lograr la síntesis de blo-
ques básicos, pero carecen de ese valor histórico y, por tanto, evolutivo. Debemos
considerar y valorar este tipo de condicionantes puesto que los seres vivos albergan
valiosos secretos que aún no hemos logrado entender completamente.
agradecimientos
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94 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
resumen
95
96 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
geoquímica
Para proceder con los estudios geoquímicos en carbonatos marinos hay una gran
cantidad de técnicas, que van desde “simplemente” analizar la composición de los
elementos que los conforman, hasta un detallado desglose de la composición isotó-
pica de una muestra.
En este trabajo se revisan las más utilizadas actualmente. Algunas de ellas, al
desarrollarse en otros países, se representan por su abreviatura en el idioma inglés.
ciales de los elementos presentes (figura 3.1). Después de la irradiación, los radioi-
sótopos artificiales decaen emitiendo partículas o, más importante, rayos gamma,
que son características del elemento del cual son emitidos (Schwedt, 1995).
Partícula
beta
Núcleo
Rayo radioactivo
retardado
Núcleo
producto Figura 3.1. Análisis
por activación de neu-
Rayo de neutrones trones (NAA), en el que
una muestra es sometida
a un rayo de neutrones.
Los núcleos atómicos de
la misma se tornan ra-
dioactivos y desprenden
Rayo rayos g y partículas b
inmediato (ver texto para mayores
Núcleo detalles).
bombardeado
Núcleo compuesto
este modo el material emite una radiación característica de los átomos involucrados.
El término “fluorescencia” se aplica a fenómenos en los que la absorción de la radia-
ción con una energía específica resulta en la reemisión de radiación de una energía
diferente (generalmente más baja).
Radiación incidente
proveniente de la fuente
de Rayos x
Rayos X emitidos
desde el orbital X Un electrón del orbital M
llena el lugar vacante
Electrón expulsado
Electrón expulsado desde el orbital L
desde el orbital K
Rayos X emitidos
desde el orbital L
K
L
M
Figura 3.2. Fluorescencia de Rayos X (xrf). En este proceso los rayos X incidentes expulsan a los elec-
trones unidos a los orbitales más internos del átomo (en este caso, orbitales M y L). La eliminación
de un electrón de esta manera torna inestable a la estructura electrónica del átomo, y los electrones en
los orbitales superiores (aquí orbitales K y L, respectivamente) “caen” al orbital más bajo (orbitales
L y M, respectivamente) para llenar el hueco dejado.
(figura 3.3, modificada de Soderberg, 2010). Esto puede hacer que algunas de
las moléculas de la muestra se disgreguen en iones poliatómicos. Estos iones se
separan a continuación de acuerdo con su relación masa-carga, normalmente
mediante su aceleración y exposición a un campo eléctrico o magnético. Los io-
nes poliatómicos con la misma relación masa-carga serán sometidos a la misma
cantidad de deflexión (Fairchild et al., 1988), y posteriormente detectados por
un mecanismo capaz de detectar partículas cargadas, tales como un multiplica-
dor de electrones. Los resultados se muestran como espectros de la abundancia
relativa de los iones detectados como una función de la relación masa-carga.
Los átomos o moléculas en la muestra se pueden identificar mediante la corre-
lación de masas conocidas para las masas identificadas o a través de un patrón
de fragmentación característico.
Molécula e-
de muestra
+ + +
+
Iónes DETECTOR
poliatómicos
Ionización
+ +
-
+ IMÁN
Los iones son
+ + desviados por
Fragmentación
+ un campo
magnético
Iones poliatómicos más
Remoción fragmentos neutros
por vacío
Figura 3.3. Espectrometría de masas (MS). La muestra es ionizada por medio del bombardeo con
electrones, disgregando algunas de las moléculas en iones poliatómicos y, con el tiempo, en algunos
fragmentos neutros. Después de separar los fragmentos neutros por medio de la acción del vacío, se
separan los iones a continuación de acuerdo con su relación masa-carga, mediante su aceleración
y exposición a un campo magnético (modificado de una idea original del doctor Tim Soderberg,
Universidad de Minnesota en Morris).
capítulo 3. GEOQUÍMICA APLICADA A LA PALEONTOLOGÍA Y PALEOECOLOGÍA... 101
¿qué medir?
análisis de elementos
Elementos mayores
Elementos menores
Los elementos menores son todos aquellos cuyo porcentaje en peso de la corteza
terrestre se encuentra entre 0.1 y 1%. Estos elementos comúnmente sustitu-
yen a algunos elementos mayores en los minerales principales. Si llegan a estar
en concentraciones suficientemente altas pueden llegar a formar minerales in-
dependientes y fácilmente observables, que se suelen denominar minerales ac-
cesorios. Los más comunes en los carbonatos son el manganeso y el estroncio.
En la aragonita, el estroncio es un elemento menor. Las concentraciones de
Sr en este mineral oscilan entre 7000 y 10000 ppm. A mayor cantidad de Sr
en la aragonita, se puede inferir una mejor preservación, y por lo tanto una
menor diagénesis de la muestra. Normalmente, el manganeso y el estroncio
están correlacionados inversamente en una muestra de aragonita, por lo que si
se encuentran mayores concentraciones del primero, se espera un mayor grado
de diagénesis.
La presencia de otros elementos traza en una muestra de carbonato puede
indicar procesos particulares de cada paleoambiente. Así, por ejemplo, el va-
nadio y el cobre pueden indicar procesos de origen posiblemente metabólico
en carbonatos microbianos (Sánchez-Beristain et al., 2011; Sánchez-Beristain
y López-Esquivel Kranksith, 2011), una vez que se descarte una correlación
con algunos elementos mayores (como Fe, Si, Al), y con algunos otros menores
(como S, P y Mg).
Elementos traza
Se denomina de esta forma a todos los elementos de la tabla periódica cuyo porcen-
taje en peso de la corteza terrestre es menor a 0.1%. Dada su baja concentración,
ésta se expresa en ppm (partes por millón) o ppb (partes por mil millones), y excep-
cionalmente (si su contenido en una roca concreta es muy alto) en porcentaje del
óxido correspondiente.
Un apartado especial merecen las llamadas “tierras raras”. Estos elementos inclu-
yen la serie de los lantánidos y los actínidos, ubicados en la parte inferior de la tabla
periódica. Los elementos conocidos como tierras raras -ree, por sus siglas en inglés
(Rare Earth Elements)- son un grupo de elementos traza que incluyen a todos los
104 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
elementos, desde el lantano (Z = 57) hasta el lutecio (Z = 71). Su química los torna
particularmente útiles en los estudios de geoquímica marina, como por ejemplo
en la determinación del estado de oxidación y la temperatura de un medio acuoso,
porque tienen un radio iónico similar y la mayoría de ellos un estado de oxidación
trivalente (Elderfield y Greaves, 1982; Elderfield, 1988). Sólo el cerio y el europio
poseen diferentes estados redox (Ce - IV y Eu - II, respectivamente), lo que permite
tomar ciertas determinaciones ambientales con su ayuda. Aunque las ree son solu-
bles, son relativamente resistentes al metamorfismo de bajo grado y a la alteración
hidrotermal (Hühne, 2005).
La abundancia natural de los elementos resultantes de la nucleosíntesis muestra
una variación rítmica con el número atómico; sin embargo, esta variación puede ser
corregida por la normalización a un estándar. Estas normalizaciones producen los
llamados “patrones ree”. Elderfield (1988) propuso el primer patrón de ree basado
en la normalización de las concentraciones de ree encontradas en lutita para ob-
tener valores en condrita. El itrio, aunque no es un ree, se comporta de un modo
químicamente similar a la mayoría de rees y se puede insertar entre el disprosio y
el holmio, lo que es concordante con su radio iónico (Byrne y Lee, 1993; Bau et al.,
1997). Por lo tanto, se obtiene con ello un patrón de ree + Y (rey).
Además del agua de mar (e.g. Elderfield y Greaves, 1982; German, Holliday
y Elderfield, 1991; Piepgras y Jacobsen, 1992; Bau, Möller y Dulski, 1997), los
patrones de ree o rey se han obtenido a partir de diferentes tipos de reservorios,
como los ríos (Goldstein y Jacobsen, 1988), sistemas magmáticos (Bau, 1996),
formaciones de hierro bandeado (Bau y Dulski, 1996, Bolhar et al., 2004), fluidos
hidrotermales (Michard y Albarède, 1986; Bau y Dulski, 1999), costras de hie-
rro y manganeso (Delecat, 2005), apatitos biogénicos (Grandjean-Lecuyer, Feist y
Albarède, 1993) y, en los últimos quince años, también a partir de carbonatos de
origen organosedimentario conocidos como microbialitas (e.g. Webb y Kamber,
2000; Kamber y Webb, 2001; Van Kranendonk, Webb y Kamber, 2003; Bolhar et
al., 2004; Delecat, 2005; Olivier y Boyet, 2006; Kamber y Webb, 2007).
Los patrones ree y rey generalmente se normalizan de acuerdo al estándar paas
(Post Archean Australian Shale; McLennan, 1989) en microbialitas. Cuando se
realiza la obtención de un patrón normalizado rey-paas, es importante tener en
cuenta el concepto de “anomalía”. Una anomalía puede ser entendida como cual-
quier desviación de una línea recta después de un proceso de normalización, como
resultado de cualquiera de mayores (anomalía positiva, valor > 1) o menores con-
centraciones (anomalía negativa, el valor <1) de las esperadas.
A pesar de la utilidad de los patrones de ree, las tierras raras son muy susceptibles
a los diferentes agentes en el agua de mar, por lo que se altera su patrón original.
capítulo 3. GEOQUÍMICA APLICADA A LA PALEONTOLOGÍA Y PALEOECOLOGÍA... 105
0,1000 4
3
0,0100
0,0010
La Ce Pr Nd Sm Eu Gd Tb Dy Y Ho Er Tm Yb Lu
Figura 3.4. Gráficos rey (Tierras Raras + Itrio) normalizados a paas (McLennan, 1989) de un
conjunto de carbonatos sedimentarios. 1: Microbialitas del Jurásico Superior de Francia (datos
de Olivier y Boyet, 2006; cinco muestras). 2: Microbialitas del Holoceno de la Gran Barrera de
Coral, Australia (datos de Webb y Kamber, 2000; 52 muestras). 3: Costras del calcimicrobio Ro-
thpletzella (Datos de Nothdurft, Webb y Kamber, 2004; cuatro muestras). 4: Costras del calcimi-
crobio Renalcis (datos de Nothdurft, Webb y Kamber, 2004; 16 muestras). En todos estos gráficos
(incluyendo el número 1) se representa el patrón distintivo de rey para los océanos actuales, en los
que se distingue una anomalía positiva de lantano y una anomalía negativa de cerio, además de
una anomalía positiva de itrio (ver texto y referencias para mayores detalles).
0,10
0,01
La Ce Pr Nd Sm Eu Gd Tb Dy Y Ho Er Tm Yb Lu
Figura 3.5. Gráficos rey (Tierras Raras + Itrio) normalizados a paas (McLennan, 1989) de un
conjunto de carbonatos sedimentarios. 1: bifs del Arqueano de Groenlandia y Sudáfrica (datos de
Bolhar et al., 2004; nueve muestras). 2: bifs del Arqueano de Sudáfrica (datos de Bau y Duls-
ki, 1996; cinco muestras). 3: Microbialitas del Arqueano de Sudáfrica (datos Kamber y Webb,
2001, 12 muestras). 4: Microbialitas del Triásico de Italia (datos de Sánchez-Beristain, 2010;
cinco muestras). Obsérvese cómo en todos los gráficos, si bien hay anomalías positivas de lantano y
de itrio, también las hay para el caso del cerio -reflejando condiciones reductoras- y para el europio
-indicando un importante aporte hidrotermal- (ver texto y referencias para mayores detalles).
capítulo 3. GEOQUÍMICA APLICADA A LA PALEONTOLOGÍA Y PALEOECOLOGÍA... 107
análisis de isótopos
Los isótopos son los átomos de un mismo elemento, cuyos núcleos tienen una
cantidad diferente de neutrones, y por lo tanto difieren en masa atómica. Algunos
son estables; esto es, no se descomponen en un tiempo mesurable por métodos hu-
manos. Otros son inestables o radioactivos; es decir, se degradan en otras especies
atómicas (Hoefs, 2009).
Así, por ejemplo, el núcleo del átomo de hidrógeno contiene 1 protón, 0 neutro-
nes, y por lo tanto una masa atómica de 1. El núcleo del deuterio (que es un isótopo
del hidrógeno), contiene 1 protón y 1 neutrón, con masa atómica de 2. El núcleo
del tritio (otro isótopo del hidrógeno) contiene 1 protón y 2 neutrones, con masa
atómica de 3. De estos tres isótopos sólo el hidrógeno y el deuterio son estables,
mientras que el tritio es radioactivo.
Isótopos estables
30,0
25,0
20,0
15,0
10,0
5,0
0,0
28,00 29,00 30,00 31,00 32,00 33,00 34,00 35,00 36,00
El carbono tiene dos isótopos estables de origen natural: 12C (98,89%) y 13C
(1,11%). Las proporciones de estos isótopos se reportan en ‰ con respecto al
estándar vpdb (Viena Pee Dee Belemnite), y se enuncian como δ13C, que se lee
delta de carbono-13. Actualmente el δ13C de la atmósfera es -7 0 con respecto de
ese estándar. Durante la fotosíntesis, el carbono que se incorpora en el tejido vegetal
está reducido significativamente en 13C con respecto a la atmósfera.
Los valores de δ13C de plantas y organismos pueden proporcionar información
útil acerca de la productividad primaria. El fraccionamiento isotópico en el sistema
CO2- HCO3-CaCO3 resulta en la precipitación de una calcita enriquecida en δ13C
en aproximadamente un 10% en relación con el CO2 a una temperatura de 20 °C.
Las rocas carbonatadas marinas suelen tener valores de δ13C muy cercanos al vpdb
(0± 5‰). Los carbonatos lacustres generalmente tienen valores de δ13C más ba-
jos debido a la incorporación de CO2 derivado de la descomposición de material
vegetal en el suelo. Los carbonatos formados por la oxidación de CH4 biogénico
(que está muy empobrecido en 13C) también tienen valores muy ligeros de δ13C
(más negativos), mientras que los carbonatos formados en sistemas ricos en materia
orgánica, donde la metanogénesis ha transportado porciones significativas del dic
(Carbono inorgánico disuelto, por sus siglas en inglés) hacia la fase gaseosa, pueden
tener valores muy positivos de δ13C (> + 20 ‰), (Albarède, 2003).
Todos los organismos están hechos de moléculas basadas en el carbono. Este car-
bono es, en su mayoría, 12C, ya que al ser más ligero se incorpora más fácilmente a
las moléculas orgánicas, y de esta manera las moléculas que lo contienen se adaptan
de mejor forma a los sitios activos de las enzimas; no obstante, algunos átomos de
carbono en los organismos pertenecen al 13C. Cuando se realiza alguna reacción
biológica en la cual se incorpore carbono a los organismos, el isótopo “preferido”
siempre será el 12C, aunque una porción de 13C también se incorporará. Es conocido
el hecho de que las llamadas “excursiones positivas” (aumentos con respecto al valor
obtenido por estándares para ciertas etapas del tiempo geológico) de δ13C en el car-
bono inorgánico total obtenido a partir de algunos sedimentos, están relacionadas
con aumentos en la productividad. Este fenómeno tiene la siguiente explicación: al
haber una mayor cantidad de biomasa, una proporción considerable de carbono-12
será incorporada a los organismos, mientras que el 13C restante no lo será; por ende,
la proporción de éste aumentará (White, 2013). De la misma manera, si ocurre un
evento del tipo “extinción masiva”, lo que se observará será una excursión negativa;
esto es, un descenso del δ13C.
112 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
isótopos radioactivos
20 g
100
10 g
50
5g
25
2.5 g
12.5
1.5 g
6.25
0 1 2 3 4
NÚMERO DE VIDAS MEDIAS
(1 VIDA MEDIA = 5730 +/- 40 AÑOS)
Figura 3.7. Gráfica que ilustra el decaimiento radioactivo del 14C. Es posible observar cómo la
cantidad de átomos de este isótopo decrece a la mitad a medida que transcurre una vida media (ver
texto para mayor información).
116 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
conclusiones
agradecimientos
a los doctores Klaus Simon y Andreas Pack (Universität Göttingen, Alemania) por
permitir el uso de las instalaciones del Departamento de Geoquímica de la Univer-
sidad de Göttingen en Alemania para obtener algunos de los datos empleados en la
elaboración de este manuscrito. Agradecemos a la doctora Mika Kohno (Universität
Göttingen, Alemania) por las facilidades brindadas. Asimismo, extendemos nuestro
más sincero agradecimiento a los doctores Delmar Larsen (University of California,
Davis) y Tim Soderberg (University of Minnesota, Morris) por permitirnos el ac-
ceso a la información del Proyecto Chemwiki. Reiteramos nuestro agradecimiento
al doctor Soderberg por conceder su autorización para modificar parte de su obra
para obtener la figura 3 de este manuscrito. Por otra parte, agradecemos a un revisor
anónimo por sus atinados comentarios y sugerencias respecto de este manuscrito,
que permitieron mejorar su calidad de manera sustancial. Por último, expresamos
nuestro agradecimiento a la maestra en ciencias Laura López-Esquivel Kranksith
(unam) por las valiosas discusiones respecto de cuestiones técnicas.
118 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
literatura recomendada
Hevesy, G., Levi, H., 1936. The action of neutrons on rare-earth elements.
Kongelige Danske Videnskabernes Selskab Mathematisk-Fysiske Meddelelser,
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Jones, C. E., et al., 1994. Strontium isotope variations in Jurassic and Cretaceous
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capítulo 3. GEOQUÍMICA APLICADA A LA PALEONTOLOGÍA Y PALEOECOLOGÍA... 121
MICROBIALITAS EN MÉXICO:
DEL CÁMBRICO AL RECIENTE
Hugo Beraldi-Campesi
resumen
125
126 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
1. definición de microbialita
El término ‘microbialita’ (+micros +bios +lithos; roca microbiana o roca hecha por
vida microscópica) lo han definido Burne y Moore (1987) como depósito orga-
no-sedimentario que se ha acrecionado como resultado de la actividad de una co-
munidad microbiana bentónica que atrapa y sujeta partículas sedimentarias y ofrece
superficies de nucleación para la precipitación mineral (ver también Riding, 2011).
Sin embargo, la mayoría de la literatura científica está sesgada hacia las microbialitas
marinas y de composición carbonatada, a pesar de que también existen microbiali-
tas carbonatadas no marinas y muchas otras no carbonatadas, compuestas por sili-
catos, fosfatos, óxidos y sulfatos, entre otros (hay reportes incluso de microbialitas
de carbonato y fluorita en ambientes evaporíticos; Icole et al., 1990). Para entender
mejor a los microorganismos y a sus interacciones con los minerales y con su am-
biente, es necesario expandir el concepto de microbialita (e incluso incorporar el de
macrobialita para estructuras sedimentarias formadas por macroorganismos) a un
nivel más realista acerca del potencial de la biota para formar estructuras sedimenta-
rias (e incluso nuevos minerales; por ejemplo Labrenz et al., 2000; Kim et al., 2002;
Zuddas y Podda, 2005; Burleigh et al., 2014) de origen químico.
Por otro lado, las definiciones de microbialita hasta ahora propuestas no se han es-
tandarizado según el tipo de génesis, composición mineralógica o morfología y fábricas
internas. Esto da cabida también a que se nombre microbialitas, por ejemplo, a estruc-
turas sedimentarias incipientes que aún no se han desarrollado completamente en una
estructura macroscópica bien definida (por ejemplo como las costras minerales, costras
calcáreas, el desert varnish y otros; por ejemplo Krumbein y Giele, 1979; Krinsley, 1998),
o que no se le considere como microbialita a algo que sí lo es. A pesar de ocasionales
ambigüedades con el término, en todos los casos debe existir un componente biológico
para llamar microbialita a una estructura sedimentaria. De no ser posible comprobar la
presencia o acción biológica en el desarrollo de una estructura sedimentaria química, no
capítulo 4. MICROBIALITAS EN MÉXICO: DEL CÁMBRICO AL RECIENTE 127
para aquellas estructuras laminadas y que tuvieran una cantidad significativa de granos
detríticos. Posteriormente Martin et al., (1993) propusieron el término estromatolitos
siliciclásticos para aquellas estructuras con laminación estromatolítica y con > 10% de
granos detríticos. Sin embargo, en ambos casos los granos detríticos están cementados
por una precipitación mineral posterior al atrapamiento de los clastos que componen
a la estructura. En estos casos se podría aceptar el término ‘microbialita’, siempre y
cuando se compruebe la presencia de microbios en la formación de la estructura y se
presente algún grado de precipitación mineral que cemente los clastos, de lo contrario
el término miss (Noffke, 2010) sería más apropiado.
La identificación de la presencia y participación microbiana en el desarrollo de
microbialitas es esencial para describir y comprender los procesos que llevaron a la
formación de una estructura sedimentaria. Algunos modelos de morfogénesis abióti-
ca de estructuras sedimentarias naturales (Grotzinger y Rothman, 1996) y artificiales
(McLoughlin et al., 2008) cuestionan el grado de participación de microorganismos
en su desarrollo, si acaso la hubo, pudiendo tener éstas un origen puramente abiótico.
Esto ocurre en ambientes naturales con saturación de minerales donde la precipitación
y desarrollo de estructuras sedimentarias químicas podría darse, teóricamente, sin la
mediación de microorganismos. Sin embargo, hoy se sabe que los microbios pueden
potencialmente habitar cualquier superficie de la corteza terrestre donde se precipitan
minerales, e incluso inducir su precipitación. Dada esta ubicuidad y potencial geoquí-
mico, su interacción con precipitados minerales (donde éstos ocurren) es casi inevitable
(Fouke, 2011). Aun a pesar de ello, el uso de la terminología para estructuras biosedi-
mentarias que pudieran agruparse con el término microbialita no ha sido estandarizada
completamente en la comunidad científica y aún se debate. Esta reflexión sobre el
concepto microbialita merece atención no sólo para los casos donde hay debate sobre
el origen de estructuras sedimentarias (Grotzinger y Rothman, 1996; McLoughlin et
al., 2008), sino también por la participación de microorganismos en la mediación de
microbialitas que siguen descubriéndose donde antes se pensaba que sus procesos
de formación eran puramente abióticos (ej. Cangemi et al., 2010; Spadafora et al.,
2010; Potter-McIntyre et al., 2014; Sallstedt et al., 2014). En este sentido, es necesa-
rio enfatizar la importancia de modelos experimentales que establezcan las diferencias
entre estructuras sedimentarias de origen biótico y los de origen abiótico, sobre todo
para caracterizar biofirmas, útiles no sólo para la clasificación y mejor comprensión de
las microbialitas, sino también para su detección en rocas antiguas y en otros planetas.
Se debe resaltar también que no todos los precipitados minerales mediados por la
acción biológica de microorganismos son necesariamente microbialitas. Un ejemplo
son las costras o biolaminitas de poco espesor que no desarrollan necesariamente estruc-
turas macroscópicas con relieve positivo, sino que son simplemente recubrimientos de
capítulo 4. MICROBIALITAS EN MÉXICO: DEL CÁMBRICO AL RECIENTE 129
A
sedimentario
Nivel de base
promedio
Biolaminitas
B Trombolitos Estromatolitos
(no laminado) (laminado) Oncolitos y ooides
También hay casos en donde la terminología requiere del uso de criterios adi-
cionales, como la geometría de los depósitos químicos. Un ejemplo son los sedi-
mentos químicos de gran espesor (escalas decamétricas a kilométricas; por ejemplo
formaciones de hierro bandeado, bif-Banded Iron Formations- o simplemente
ir-Iron Formations-; Kendall et al., 2012; Konhauser y Riding, 2012; Lyons et
al., 2012; Pecoits et al., 2015) depositados en una superficie preexistente (general-
mente fondos marinos), con laminación paralela u ondulada, en los cuales se puede
reconocer la mediación microbiana (por ejemplo Kappler et al., 2005), pero que no
son propiamente microbialitas, dada la geometría del depósito masivo y la ausencia
de estructuras sedimentarias o concreciones minerales individuales.
El espesor de las microbialitas comienza en la escala milimétrica (a pesar de
que hay laminación micrométrica en ciertos casos), aunque generalmente las
típicas microbialitas se miden en escalas centimétricas a métricas. Para evitar
errores conceptuales con la diagnosis y la terminología, cuando una estructura
sedimentaria no cumple con la definicón de microbialita pero se acerca mucho a
ésta, se debe hacer una descripción del tipo de depósito químico, su morfología,
composición mineral y su ambiente de formación, antes que clasificarla como
microbialita. Ese proceder facilitaría el análisis de estudios geobiológicos que im-
pliquen precipitados minerales asociados con microorganismos (ejemplos tufas
calcáreas, geyseritas, nódulos y costras de manganeso, etc.; Moore y Vogt, 1976;
Walter, 1976b; Pentecost, 2005), independientemente de si la nomenmclatura
es aplicada correctamente o no. Todo ello con fines de corregir la semántica en
la literatura, cada vez que entendemos más acerca de la naturaleza de las micro-
bialitas, y el mucho o poco impacto que pueden tener los microbios en su for-
mación. En suma, microbialita es un término genérico usado para agrupar a una
gran variedad de estructuras sedimentarias químicas, macroscópicas, mediadas
por microorganismos.
2. tipos de microbialitas
Hay muchos tipos de estructuras sedimentarias químicas en las cuales los microbios
participan directa o indirectamente. Sin embargo, su participación no ha sido re-
conocida históricamente. Por ejemplo, las tufas calcáreas son bien conocidas desde
hace más de 2000 años (Pentecost, 2005), y sin embargo, a pesar de observar micro-
bios y otros organismos asociados a las tufas, su rol en la precipitación mineral y en
el desarrollo morfológico de las estructuras ha sido reconocido sólo recientemente
(ejemplo Pentecost, 2005; Pedley y Rogerson, 2010a). Casos similares incluyen
capítulo 4. MICROBIALITAS EN MÉXICO: DEL CÁMBRICO AL RECIENTE 131
a los estromatolitos y oncolitos (Walter, 1976; Reitner et al., 2011), que fueron
descritos desde 1650 (Borel, 1649) pero cuya mediación biológica fue reconocida
(aunque no cabalmente entendida en términos de su fisicoquímica) más de 200
años después (Monty, 1977).
Actualmente se reconoce la participación microbiana en un gran número de
sustratos donde ocurre la precipitación de minerales, tanto en ambientes super-
ficiales (acuáticos y terrestres) como subsuperficiales (cuevas, grietas, acuíferos,
etc.). Bajo el esquema propuesto aquí para la definición de microbialita, su clasi-
ficación comprende criterios morfológicos, composicionales, genéticos (relacio-
nado a su génesis) y ecológicos (tabla 4.1). A continuación se describen los tipos
de microbialitas más comunes.
2.1 Estromatolitos
Los estromatolitos son las microbialitas que más se han reportado en la literatura,
sobre todo porque son las únicas que existen desde hace 3500 Ma hasta la actuali-
dad (Allwood et al., 2006; Noffke y Awramik, 2013), lo cual tiene implicaciones
para el origen de la vida, la evolución de la biosfera y la astrobiología (Farmer, 1999;
Noffke, 2015).
La mayoría de los estromatolitos se caracterizan a nivel macroscópico por for-
mar biohermas y biostromas (geometrías arrecifales protuberantes y alargadas
respectivamente; Laborel, 2005) y a nivel centimétrico por formarse laminada-
mente. Las láminas son generalmente de distinta tonalidad (clara y oscura), y su
forma, espesor, continuidad y composición mineral se producen por la combina-
ción de factores físicos, químicos y biológicos. En general, las estructuras sedi-
mentarias con microlaminación se han adjudicado a un origen biológico (Scholz
et al., 2002), dadas las implicaciones de tamaño, energía y dinámica sedimentaria
que ocurren a esa escala.
La mayoría de los estromatolitos reportados en la literatura son fósiles y de am-
bientes marinos (ej. Walter, 1976; Riding, 2000), pero también los hay fósiles de
ambientes lacustres y fluviales (Awramik y Buchheim, 2009; Brasier, 2011). En
cambio, los estromatolitos recientes han sido reportados de una gran variedad de
ambientes acuáticos, que van de marinos (Bahamas, Kuwait, Shark Bay; Gebelein,
1969; Logan et al., 1974; Chivas et al., 1990; Dupraz y Visscher, 2005; Andres y
Reid, 2006) a agua dulce (Cuatro Ciénegas, CoAH; Winsborough et al., 1994), hi-
persalinos (Shark bay), de ambientes ácidos y alcalinos (Australia, Argentina; Jones
et al., 2000; Brake et al., 2002), de alta montaña (Farias et al., 2013), psicrófilos
(Mackey et al., 2015), en cuevas (Lozano y Rossi, 2012; Daza-Brunet y Bustillo-Re-
Tabla 4.1. Clasificación de microbialitas según su morfología, composición mineral, génesis y ecología 132
Óxidos,
Morfología subesférica, Golubic &
fosfatos,
de escala milimétrica a Campbell,
capítulo 4. MICROBIALITAS EN MÉXICO: DEL CÁMBRICO AL RECIENTE
carbonatos.
centimétrica, con o sin 1981; Breheret,
Estadios de Dominada por precipitación mineral,
Bioconcreciones laminación interna. Pueden 1991; Chan
cristalinidad en ambientes vadosos y subacuáticos
tener consistencia blanda et al., 2005;
amorfa en
y textura granular antes de Bowen et al.,
estos minerales
litificar 2008a
es común
133
134 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
vuelta, 2014) y ambientes hidrotermales (Walter et al., 1972; Jones et al., 2000,
2005; Berelson et al., 2011). Los estromatolitos también han sido reportados de
ambientes marinos profundos (Gygi, 1992) o completamente afóticos (Bohm y
Brachert, 1993), aunque estos casos generalmente abordan al registro fósil y de los
cuales son raros los análogos recientes.
La nomenclatura en la taxonomía de los estromatolitos se desarrolló con
los rusos y los estadounidenses (Walter, 1976a), pero quedó en desuso cuando
nuevos ejemplos fueron reportándose del periodo reciente, de los se cuales po-
dían conocer los procesos de desarrollo y sus factores ambientales directamente.
Además, fuera de Rusia, muchas morfologías estromatolíticas se describieron
por separado y para diferentes ambientes, aunque correspondían a un mismo
tipo de estromatolito, perdiendo así su exclusividad taxonómica. Por otro lado,
el origen de algunas estructuras descritas inicialmente como estromatolitos fue
cuestionado, dado que pudieron ser precipitadas de manera completamente
abiótica, pues no se observaron rasgos de la permineralización de tapetes mi-
crobianos, la laminación no presentaba rugosidades y el crecimiento mineral en
cada lámina no presentaba formas biológicas microscópicas ni moldes formados
por microbios (Walter, 1976b; Hofmann y Jackson, 1987; Grotzinger y Knoll,
1999; Bartley et al., 2000; Pope y Grotzinger, 2000). Aun así, se debe resaltar
que estas estructuras abióticas se han estudiado sólo del registro fósil y no de
ejemplares recientes, lo cual resulta en una limitante para asegurar que, en efec-
to, los microbios no estuvieron involucrados en su formación. Hay ejemplos
modernos donde, a pesar de que la precipitación mineral se lleva a cabo de
manera abiótica (por ejemplo ambientes hidrotermales donde ocurre la preci-
pitación de sílice; Fouke, 2011), los microbios terminan teniendo un grado de
participación en el desarrollo de los depósitos sedimentarios (Andres y Reid,
2006), lo cual limita aun más la comparación entre estructuras fósiles putati-
vamente abióticas y análogos actuales formados abióticamente. A este respecto
hacen falta más experimentos para determinar exactamente las diferencias entre
precipitados minerales con y sin microbios.
Además de la precipitación mineral, una acción biológica preponderante en la
formación de estromatolitos marinos es el atrapamiento y sujeción de partículas
en la superficie de la biopelícula (Andres y Reid 2006; Frantz et al., 2015), la cual
casi siempre consta de organismos filamentosos y abundantes secreciones de eps,
que sirve de pegamento en la fijación de las mismas (ej. Black, 1933; Ginsburg y
Lowenstam, 1958; Decho, 1990, 1994, 2000, 2010; Reid et al., 2000; Dupraz et
al., 2009; Manzo et al., 2012). Luego, la acreción del estromatolito depende de un
balance entre la tasa de precipitación mineral, el suministro de partículas, la des-
capítulo 4. MICROBIALITAS EN MÉXICO: DEL CÁMBRICO AL RECIENTE 135
2 .2. Trombolitos
2.3. Oncolitos
Los oncolitos son microbialitas no adheridas al sustrato (Pia, 1927; Peryt, 1983),
que presentan laminación al interior y variadas morfologías externas (subesféricas,
nodulares, subcilíndricas, discoidales, etc.). Existen oncolitos de varias composi-
ciones minerales y tamaños (generalmente de cm a dm); en varios ambientes, ma-
rinos y no marinos del mundo (costas, lagos, cuevas, fondos marinos, manantiales
hidrotermales y no termales, etc.); y de varias eras geológicas (Cuneen y Sillitoe,
1989; Walter et al., 1996; Lizeng et al., 1997; Riding, 1991, 2000; Jones et al.,
1997; Flügel, 2004; Garcia-Pichel et al., 2004; Astibia et al., 2012). Los granos se-
dimentarios biogénicos, como los ooides (Davaud y Girardclos, 2001), no deberían
considerarse microbialitas porque no son estructuras sedimentarias per se, sino clas-
tos sedimentarios que se clasifican como granos recubiertos o coated grains (Flügel,
2004). Respecto de esto es necesario un criterio que distinga con más precisión a
estas estructuras.
Al igual que otras microbialitas (estomatolitos y trombolitos), los procesos
de formación de oncolitos se favorecen en aguas oligotróficas pero con elemen-
tos disponibles en solución (Ca2+, Mg2+, Mn2+, Fe2+, Si(OH)4, SO42-, PO43-)
que forman minerales con otros iones (carbonatos, óxidos, silicatos, sulfatos,
fosfatos). La mayoría de los oncolitos se forman en ambientes con alta energía
(por ejemplo corrientes, oscilación por oleaje) donde pueden ser girados y
redondeados. Los oncolitos generalmente se forman a partir del enconstra-
miento de prácticamente cualquier objeto (fragmentos de microbialitas, clas-
tos, conchas, etc.; Logan et al., 1964) que pueda ser arrastrado por flujos de
oscilación y corrientes, donde nuevas capas de sedimento se precipitan en su
periferia. La energía del medio permite que las estructuras rueden y ofrezcan
nuevas superficies para el crecimiento de los microbios (dominantemente fo-
tosintéticos, como las cianobacterias).
El crecimiento laminar se debe a alternancia entre la abundancia de materia or-
gánica de los microbios que colonizan la superficie de la estructura, el crecimiento
mineral, y las fluctuaciones ambientales asociadas a ciclos (astronómicos, climáti-
cos, corrientes, mareas, etc.; Riding, 2000; Fügel, 2004), el cual puede estar afecta-
do por estacionalidades (por ejemplo ambientes kársticos, fluviales, lagunares). El
crecimiento órgano mineral procede generalmente de un núcleo, que puede estar
compuesto de clastos preexistentes, compuestos de materia orgánica y sedimento
fino, granos minerales o granos esqueletales (por ejemplo fragmentos de conchas).
Hay diferentes clasificaciones definidas para los granos cubiertos (coated grains),
en donde caben los ooides u oolitos (con laminación concéntrica o radial, <2 mm),
138 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
pisoides (con laminación concéntrica, 2-10 mm), y oncoides u oncolitos (con lami-
nación concéntrica regular o irregilar, >10 mm), según su composición, estructura,
morfología y tamaño (Scholle y Ulmer-Scholle, 2003). Sin embargo, desde el pun-
to de vista geobiológico, los oncolitos pueden formar parte de los oncoides, ooides
y pisoides, e incluso en ejemplos de ambientes subterráneos (Richter, 1983), dado
que la terminología definida para granos carbonatados también llega a ser ambigua
(Flügel, 2004). Para efectos prácticos, cualquier estructura sedimentaria esférica o
subesférica, laminada, no adherida al sustrato y generalmente de diámetro centimé-
trico, cuya formación haya sido mediada por microbios, puede ser considerada un
oncolito. Cabe mencionar que existen estructuras tipo oncolito, pero que no son
formadas por microbios, sino por metazoarios (por ejemplo Biozoarios y serpúlidos;
Rider y Enrico, 1979; Balson y Taylor 1982; Hillmer et al. 1996; Scholz, 2000).
Sin embargo, una diferencia notable entre estructuras formadas por microbios y
metazoarios es el tipo de laminación, sus fábricas y texturas. La laminación mediada
por microbios suele ser menos intrincada, más homogénea y sencilla morfológica-
mente hablando, mientras que en el caso de los oncoides formados por metazoarios
se advierten patrones estructurales con geometrías complejas que no se observan en
los que son microbianos.
2.4. Dendrolitas
Las dendrolitas (no confundir con las ‘dendritas’; Swartzlow, 1934; Laval et al.,
2000) fueron definidas por Riding (1991) como estructuras dendríticas (ramifi-
cadas) y laminadas, formadas principalmente por la calcificación de cianobacterias
(y otros microbios). En ambientes acuáticos superficiales (marinos y no marinos),
de escalas (altura) generalmente de milimétricas a unos pocos centímetros. Otras
clasificaciones incluyen a las dendrolitas bajo el término de calcimicrobios (Scholle
y Ulmer-Scholle, 2003), e incluso estructuras similares han sido descritas de cuevas
pero con diferente terminología (por ejemplo coraloides; Aubrecht et al., 2008).
Microbialitas dendríticas de ambientes subterráneos (cuevas, tubos de lava, etc.),
que no son formadas por microbios fotosintéticos, se clasifican aquí bajo el término
genérico de bioespeleotema.
Macroscópicamente, las dendrolitas pueden formar domos y columnas de altura
o espesor desde decimétrico a métrico, una vez que los inter espacios entre los cuer-
por dendrolíticos han sido rellenados con sedimento. Estas fábricas aparecen oca-
sionalmente asociadas a estromatolitos y trombolitos de varios tipos (Kahle, 2001;
Woo et al., 2008; Riding, 2011). Una limitante para la definición de las dendrolitas
es que sus descripciones parten únicamente de ejemplares fósiles del Paleozoico,
capítulo 4. MICROBIALITAS EN MÉXICO: DEL CÁMBRICO AL RECIENTE 139
especialmente del Cámbrico (Riding, 1991); con respecto a esto hacen falta des-
cripciones de ejemplares modernos.
2.5. Leiolitas
Las leiolitas han sido definidas como estructuras domales y columnares que
generalmente se asocian a estromatolitos y trombolitos, pero que no tienen fá-
bricas particulares internas (laminación, aglutinamientos, etc.), es decir que sus
fábricas son afaníticas (Riding, 2000). La mayoría de los ejemplares descritos
para este tipo de microbialitas son fósiles y no más antiguos que el Mesozoico
(Braga et al., 1995; Dupraz y Strasser, 1999; Mancini et al., 2004), aunque
también han sido reportadas de tufas recientes (Burne, 1992; Burne y Johnson,
2012; Burne et al., 2014).
Las tufas (no confundir con tobas de origen volcánico) son depósitos de espesor
desde centimétrico a decamétrico y de extensión que va de métrica a kilométrica,
formados por carbonato de calcio a temperatura ambiente, en ambientes fluviales
(Pedley y Rogerson, 2010a) y lacustres (Arp et al., 1998; Thomas y Farmer, 2008),
y reportadas en el registro geológico desde el Paleozoico hasta nuestros días (Brasier,
2011). En esos ambientes se forman muchas microbialitas asociadas a las tufas,
como estromatolitos, oncolitos y trombolitos. Las tufas modernas se caracterizan
por contener moldes de plantas calcificadas. Además de que de las tufas se deri-
van microbialitas como las antes mencionadas, la presencia de biopelículas en las
partes húmedas de las tufas, en cada momento de su formación, las provee de una
naturaleza microbialítica en su totalidad, en un momento dado lo mismo que a los
travertinos y sinters (ver abajo). Es decir que, en sentido estricto, los depósitos de
tufa podrían considerarse microbialitas y macrobialitas.
Es posible que hayan existido tufas en el Precámbrico, pues los procesos que
operan en su formación seguramente se desarrollaron también en aquella época, sin
embargo su naturaleza friable (baja densidad y poca dureza) y su limitada locali-
zación geográfica sobre masas continentales quizás influyeron negativamente en su
preservación en el registro geológico. Los mecanismos de formación de tufa están
mayormente ligados a la saturación de carbonatos en el agua y la degasificación del
CO2 disuelto que provienen de los acuíferos que alimentan los ríos y lagos donde se
forman estas estructuras. La degasificación se produce preferentemente por dismi-
nución de la presión del agua y gases freáticos hacia la superficie, por turbulencia,
140 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
2.8. Calcretas
En muchos suelos, sobre todo áridos y semiáridos, se forman nódulos y costras calcá-
reas debajo o cerca de la superficie, a veces asociadas a otros sustratos, como superficies
de rocas o raíces de plantas. Los organismos, notablemente las plantas vasculares y sus
microbios asociados, intemperizan las rocas y el suelo, liberando calcio y alcalinizando
el medio, lo cual contribuye a la precipitación de carbonato en esa zona (Alonso-Zar-
za 1999; Alonso-Zarza y Silva, 2002; Pedley y Rogerson, 2010a). Aunque algunos
autores han propuesto que las calcretas pueden originarse en la superficie del suelo
(Verrechia, 1995), la mayoría concuerda en que las calcretas se desarrollan principal-
mente en el subsuelo, cerca de la superficie (por capilaridad) donde la evaporación es
más activa y alrededor de la rizósfera de las plantas (Alonso-Zarza y Wright, 2010).
Estas costras generalmente se desarrollan en variados tipos de terreno (fluvial, aluvial,
planicies, etc.), generalmente en la ausencia de sedimentación clástica (Alonso-Zarza,
2003), y por lo tanto indican periodos de estabilidad geológica. En el caso de com-
probarse la acción microbiana en la depositación de calcretas, tanto laminares como
nodulares, éstas pueden ser consideradas como microbialitas.
2.11. Bioconcreciones
1991; Mita et al., 1994), los cuales han sido explotados por el hombre dado que
son naturalmente ricos en metales de relevancia económica (por ejemplo Burnett et
al., 1982; Tebo et al., 2004). En estos casos también se ha visto la importancia de
los procesos metabólicos en la óxido reducción de metales, cuya catalización ocurre
de manera acelerada cuando los microbios están presentes (Tebo et al., 2004), y por
tanto se pueden incluir dentro de las microbialitas.
2.12. Bioespeleotemas
rrison et al., 2005), las cuales difieren de los tapetes microbianos por carecer de un
componente sedimentario (con >10% de partículas sedimentarias de >0.1mm de
diámetro), por ser generalmente delgadas (<5 mm) y por estar incipientemente o
no estratificadas, en comparación con los tapetes microbianos, que suelen contener
abundantes partículas sedimentarias, y ser gruesos y estratificados (Bauld, 1981;
Stal y Caumette, 1994). Sin embargo, tienen en común que se desarrollan en la
superficie de rocas y regolito, en ambientes que varían de completamente secos
(desiertos; Belnap y Lange, 2001) a húmedos y subacuáticos. Las biopelículas (y
subsecuentes tapetes microbianos) deben estar en contacto con aguas saturadas para
poder formar microbialitas.
Las biopelículas tienden a madurar y formar comunidades cada vez más comple-
jas que pueden llegar a formar tapetes microbianos (Bauld, 1981; Stal y Caumette,
1994), compuestos por diferentes tipos de microorganismos de variados metabo-
lismos que influencian la biogeoquímica, y la ecología local y global (Awramik,
1982; Hoehler et al., 2001; Noffke y Awramik, 2013). Las biopelículas y tapetes
microbianos pueden encontrarse distribuidos homogénea o heterogéneamente en
el espacio, aunque las primeras son más comunes en ambientes con profusa preci-
pitación química y los segundos en ambientes clásticos, aunque no exclusivamente.
Durante la formación de microbialitas, cambios en la fisicoquímica y sedimen-
tología del medio, aunados a la velocidad de crecimiento y movilización de los
microbios sobre la superficie, pueden ocurrir de manera continua, en pulsos o de
manera errática; por ejemplo, cuando dependen de la disponibilidad de agua o
elementos minerales para su actividad. Estos cambios pueden quedar registrados
en la morfología, la composición y las fábricas internas de las microbialitas (cam-
bios en la laminación o ausencia de la misma, porosidad menestral, pináculos,
composición mineral, etc).
Las biopelículas funcionan cooperativamente para asegurar su establecimiento
y permanencia, así como para estabilizar la superficie que habitan y adaptarse a
factores cambiantes del microambiente (disponibilidad de nutrientes, luz, pH, tem-
peratura, salinidad del medio, humedad, etc.). Biopelículas y tapetes microbianos
generan biomasa y otros materiales, como células muertas y desechos (unos más
solubles que otros), que se reciclan in situ o son suspendidos por corrientes. Mu-
chos microbios que viven en microbialitas producen endoesporas, estructuras de
resistencia, metabolitos secundarios y un gran número de secreciones (incluyendo
diferentes tipos de polímeros, lípidos, quelantes, exoenzimas y iones), que se suman
a la matriz extracelular y a los componentes minerales de la misma. Todos estos
componentes y sus reacciones químicas modifican la fisicoquímica circundante y
promueven la precipitación mineral (Riding y Awramik, 2000; Pedley y Rogerson,
148 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
2010a; Reitner et al., 2011). Esta interacción entre biomasa y sedimento (partículas
y precipitados minerales) resulta finalmente en la formación de la microbialita.
El establecimiento de biopelículas y tapetes microbianos, así como su inter-
vención en fenómenos planetarios (cambio composicional de la atmósfera, es-
tabilización de sustratos, erosión acelerada, lixiviación de los continentes hacia
los océanos, fijación de gases y otros elementos en minerales, etc.), ha sido fun-
damental para la evolución de la atmósfera, la biósfera, la hidrósfera y la geós-
fera del planeta (Bergmann et al., 2004; Falkowski et al., 2008; Hazen, 2010).
otros. Por ejemplo, muchos pedernales de todo el mundo prueban que la materia
orgánica se puede conservar durante millones de años (Schopf, 1983; Sforna et al.,
2014; Beraldi-Campesi et al., 2015) gracias a la fina permineralización del metarial.
A pesar de que la presencia de eps en cualquier tipo de biopelícula es evidente,
que aún falta mucho por conocer acerca de aspectos particulares de la función que
puede tener en la formación de microbialitas, tales como la composición y carga
eléctrica particular de las secreciones dependiendo del tipo de ambiente (ambientes
marinos, lagos, cuevas, etc.) o del tipo de microbios que lo producen (diatomeas y
otras algas, cianobacterias y otras bacterias, hongos, etc.). La distribución y abun-
dancia de la biomasa microbiana y todas sus secreciones son de gran importancia
para la biogeoquímica global a través del tiempo, pues implica que los sedimentos
de prácticamente todas las rocas sedimentarias que existen desde hace al menos
3500 Ma han estado en contacto con algún tipo de materia orgánica disuelta o
incluso biopelículas. En este sentido, las microbialitas son importantes porque pue-
den demostrar la presencia de vida en el pasado.
a) Carbonatos
Los carbonatos son los minerales más frecuentes relacionados con las microbialitas.
El carbonato de calcio, CaCO3, es un mineral muy común en la Tierra, debido a
que el Ca2+ es un elemento abundante en el manto terrestre y fácilmente liberado
por hidrólisis de las rocas ígneas, aunado a la abundancia de CO2 atmosférico en la
Tierra. En cuerpos de agua, el carbonato se forma fácilmente cuando el pH es >6.4.
Así, la conversión de CO2 atmosférico a una forma iónica de carbonato disuelto
favorece la formación de bicarbonato y finalmente carbonato, según aumenta el
pH (Eq. 1; Fig. 4.2). El carbonato finalmente forma enlaces covalentes con cationes
como el Ca2+, Mg2+, Fe2+ y otros, los cuales precipitan como minerales carbonatados
(ej. CaCO3, MgCO3, FeCO3).
Eq. 1. CO2 + H2O =(pH ≤6.4)= H2CO3 =(pH ≥6.4)= HCO3- =(pH ≥10.3)= CO32-
capítulo 4. MICROBIALITAS EN MÉXICO: DEL CÁMBRICO AL RECIENTE 151
-2 -2 + + CO2 + CO
H22O+ H2O
-2.5 -2.5
H2CO3H2CO3 HCO3-HCO3-
-3 -3
- -
Símbolos
Símbolos
de de
-3.5 -3.5 elementos
elementos
químicos
químicos
H H + +
Ca2+ Ca2+
-4 -4 T=25ºCT=25ºC CO32- CO32-
+-+
T=0ºC T=0ºC
O O - - -
+ +
-4.5 -4.5 T=25ºCT=25ºC T=0ºC T=0ºC C C
LLUVIALLUVIA MAR MARP=300 P=300
atm atm
-5 -5 LAGOSLAGOS CaCO3CaCO3
Ca Ca
4 45 5 6 6 7 78 8 9 9 10 1011 1112 12
pH pH
Figura 4.2. Abundancia de especies carbónicas según elt pHt y la temperatura (Zeebe y Wolf-Gla-
drow, 2001) y mecanismo abiótico de precipitación de carbonato de calcio (CaCO3).
Hay varios procesos que pueden alterar el medio acuoso circundante y modificar
la alcalinidad (capacidad de buffer del cuerpo de agua), como son la disponibili-
dad de Ca2+, la producción de OH- y la saturación de CO2 y HCO3, así como los
cambios en pH, para promover la precipitación de carbonatos (ej. Bathurst, 1975).
Los procesos microbianos asociados a la precipitación de CaCO3 son variados y
parten de distintos principios físicos y químicos. Entre los procesos metabólicos
que tienden a alcalinizar el medio acuoso destacan la fotosíntesis oxigénica, la res-
piración anaeróbica disimilatoria, la reducción de sulfato, la oxidación de sulfuros,
la metanogénesis y la amonificación (Konhauser, 2007; Delgado et al., 2008). En
tapetes microbianos de ambientes marinos se ha observado que hay procesos que
favorecen la precipitación de carbonatos y otros que promueven su disolución (Ta-
bla 4.2). Aunado a ello, en esos ambientes también ocurren procesos microbianos
de degradación erosiva de los carbonatos vía microexcavación, por ejemplo por
cianobacterias (Garcia-Pichel et al., 2010). Así, la formación de microbialitas de
carbonato depende de un balance que favorezca la precipitación sobre la disolución
y la erosión.
Por su parte, los procesos microbianos pasivos que influencian la precipitación
de carbonatos incluyen la presencia de materia orgánica (como el eps), la presencia de
quelantes o ligandos asociados a la pared celular o en el eps, la adsorción de ca-
tiones (ej. Ca2+, Mg2+) en la matriz extracelular, y la potencialidad de cargas eléc-
152 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
Promotores de
Metabolismo Reacción
precipitación
Fotosíntesis
Cianobacterias Ca2+ + 2HCO3- = CaCO3 + CH2O + O2
oxigénica
Bacterias del
Fotosíntesis HS- + Ca2+ + 3HCO3- = CaCO3 + CH2O +
azufre
anoxigénica (SO4)2-
(ej. púrpuras)
Bacterias
Sulfato Ca2+ + OH- + (SO4)2- + 2CH2O = CaCO3 +
reductoras de
reducción CO2 + HS- + 2H2O
sulfato
Promotores de
Metabolismo Reacción
disolución
Varias bacterias, Heterótrofos
O2 + CH2O + CaCO3 = 2HCO3- + Ca2+
hongos, etc. aerobios
Bacterias
Oxidadores 3HS- + 4O2 + HCO3- + CaCO3 = 2CH2O +
oxidadoras de
de sulfuro Ca2+ + 3SO42-
sulfuro
Heterótrofos
H2O + 3CH2O + CaCO3 = 2HCO3- +
anaerobios y Fermentadores
CH2O + Ca2+
facultativos
b) Silicatos
c) Fosfatos
d) Óxidos
e) Sulfatos
Actualmente, los microbios pueden ser detectados en prácticamente todas las su-
perficies de la Tierra, además de otros ambientes, como aerosoles y cuerpos de agua.
Además, las biopelículas y tapetes microbianos son omnipresentes en los ambientes
donde hoy se forman microbialitas (Demicco y Hardie, 1994; Moore y Burne,
1994; Winsborough et al., 1994; Pedley y Rogerson, 2010a; Farias et al., 2014;
Mackey et al., 2015). No es el objetivo de este trabajo enlistar todos los nom-
bres científicos reportados hasta ahora de microbios encontrados en la superficie
y subsuperficie de todo tipo de microbialitas modernas alrededor del mundo, sino
más bien enfatizar la variedad de nichos ecológicos que existen para los microbios
asociados a microbialitas hoy en día, que es reflejo de una larga coevolución bio-se-
dimentaria a lo largo del tiempo geológico, ya que hay ejemplos fósiles de muchas
microbialitas. De esto último se dan ejemplos de México, y muchas referencias
citadas aquí hacen referencia a ejemplos fósiles de todo el mundo (por ejemplo,
compendios en Monty, 1981; Schopf 1983, 1992; Bertrand-Sarfati y Monty, 1994
y referencias ahí citadas).
Técnicas moleculares de secuenciación para conocer los genes de los microbios
(bacterias, arqueobacterias y eucariontes) que habitan ambientes y microbialitas
tan diversas como estromatolitos marinos (Allen et al., 2009; Baumgartner et al.,
2009; Garby et al., 2012), estromatolitos asociados a tufas (Santos et al., 2010),
estromatolitos de agua dulce (Breitbart et al., 2009), tufas fluviales (Arp et al., 2010;
Beraldi-Campesi et al., 2012), travertinos (Fouke et al., 2003), sinters (Reysenbach
y Cady, 2001), oncolitos de agua dulce (Garcia-Pichel et al., 2004), etc., han de-
mostrado que las bacterias son el dominio más abundante en las microbialitas (más
capítulo 4. MICROBIALITAS EN MÉXICO: DEL CÁMBRICO AL RECIENTE 159
90
Neógeno y Cuaternario
80 Paleógeno
Cretácico
70 Jurásico
Triásico
60
Pérmico y Carbonífero
50 Devónico, Silúrico, Ordovícico, Cámbrico
Precámbrico
40
30
20
10
0
EDAD (Ma)
Figura 4.3. Histograma de frecuencias de la diversidad fósil de invertebrados en México com-
binada. La diversidad se encuentra mejor representada en rocas de 100 a 160 Ma. (Fuente:
Servicio Geológico Mexicano, Mapserver. Consultado en noviembre, 2014. Fechamientos pa-
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resumen
E n este capítulo se abordan los principales conceptos relacionados con los ele-
mentos, procesos y componentes que regulan y controlan el origen, desarro-
llo y crecimiento de los arrecifes. Los arrecifes son estructuras geológico-biológicas
que han sido estudiadas ampliamente por una gran cantidad de investigadores,
principalmente por su diversidad biológica y también por la complejidad de sus
construcciones.
Por otro lado, también se analizan brevemente las condiciones físico-químicas
que permiten su desarrollo y que rigen su dinámica como ecosistemas, culminando
con una síntesis de su historia evolutiva a través del tiempo.
introducción
191
192 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
A más de treinta años de la aseveración de Logman, sabemos que no hay nada más
alejado de la realidad. Año con año se descubren nuevas y peculiares facetas sobre estas
formaciones del paisaje marino, tanto en la actualidad como a nivel histórico.
Las comunidades arrecifales son particulares en muchas, variadas e interesantes
formas. Para algunos investigadores son importantes porque pueden llegar a ser
muy antiguas (algunas datan de hace 3400 millones de años), y por lo tanto pro-
veen de pistas acerca del origen y la evolución temprana de la vida (Fagerstrom,
1987; Wood, 1999); para otros, son interesantes debido a la variedad y diversidad
tan asombrosa de tales comunidades (Cole y Michael, 2013). Para unos más, la
fascinación por los arrecifes recae en el surgimiento, proliferación, transformación
y resurgimiento de comunidades biológicas composicionalmente distintas y a la vez
estructuralmente diferentes (Zell, 2014).
¿qué es un arrecife?
La palabra arrecife proviene del árabe hispano rasif, que significa “firme” o “dique”.
Aunque actualmente no hay una definición universalmente aceptada en torno
a lo que es un arrecife, la mayoría de los especialistas que se dedican a su estudio
concuerda a menudo en que con ese término se definen estructuras o depósitos
calcáreos de muy distintas dimensiones en los reinos submarinos, que varían en
forma, tamaño y composición. Aunque en términos comunes dicho vocablo puede
abarcar una amplia gama de estructuras situadas bajo la superficie del agua, es posi-
ble obtener un consenso para definirlo, el cual implica las siguientes características:
• La presencia de una elevación positiva sobre el relieve submarino, producto
(principalmente) de la acumulación y crecimiento de exoesqueletos de corales,
conchas de moluscos, esponjas, foraminíferos, algas calcáreas y muchos otros
organismos.
• Una estructura rígida, formada por organismos de crecimiento diario, como los
corales.
• Abundancia de esqueletos u otras estructuras calcáreas (conchas, tubos, capara-
zones, filamentos algales y cementos). Las estructuras formadas principalmente
por esqueletos pueden ser de variadas dimensiones (desde unos cuantos metros
hasta miles de kilómetros cúbicos); derivadas de organismos coloniales o grega-
rios; y el macizo que formen deberá crecer y ser una mezcla heterogénea de ellos,
de acuerdo a la posición de vida de los mismos.
• Actualmente, alta biodiversidad. En el pasado han existido también arrecifes
formados por una sola o por pocas especies.
capítulo 5. Arrecifes: Condiciones para su desarrollo... 193
el modelo de j. a. fagerstrom
Quienes han estudiado más a los arrecifes desde el punto de vista de su sedimento-
logía y su historia geológica, han sido geólogos y paleontólogos con una formación
principalmente geológica. Por el contrario, la mayoría de los investigadores que es-
tudian a los sistemas arrecifales actuales de acuerdo con su ecología y biodiversidad,
tiene una formación netamente biológica. En este caso, lo ideal para su estudio es
basarse en un modelo que tenga en cuenta las dos aproximaciones.
Hay un modelo que integra el conocimiento que se tiene de los arrecifes a partir
de dos perspectivas: una geológica, que ve a los arrecifes como formaciones y estruc-
turas dinámicas en un contexto sedimentario, y la biológica, en la que están con-
templados como comunidades o remanentes de las mismas, principalmente desde
un punto de vista ecológico.
En 1987, tras décadas de investigación exhaustiva sobre los arrecifes que existie-
ron en el pasado geológico de la Tierra, John Alfred Fagerstrom (nacido en 1930),
hizo público su modelo, el cual se basa en el concepto de gremio o comunidad
(guild), idea acuñada por Root (1967). Un gremio es un grupo de especies que
explotan la misma clase de recursos ambientales de una forma similar, sin importar
la posición taxonómica de sus integrantes, por lo que sus requerimientos de nicho
pueden traslaparse significativamente; así, una especie puede pertenecer a más de
un gremio. Este concepto pone énfasis en todas las especies simpátricas involu-
cradas en una interacción competitiva. En este modelo, Fagerstrom propone una
clasificación de los organismos que habitan o habitaron en los arrecifes de acuerdo
con su función dentro de su gremio; es decir, el rol ecológico y estructural que lleva
a cabo en el mantenimiento y evolución de este tipo de comunidades.
No obstante, al no estar definido el concepto que hace referencia a “la misma cla-
se de recursos ambientales” en el modelo inicial de Root (1967), Fagerstrom (1987,
1991) propuso que el tipo y orientación de sustrato, de acuerdo con la forma en
que sean aprovechados los recursos, puede definir las categorías gremiales, lo cual
en esencia vendría siendo una variante del concepto de “nicho ecológico” de Grin-
nell (1917) o del ecoespacio de Bambach, Bush y Erwin (2007). A partir de esto se
puede concluir, de inicio, que habría una mayor similitud morfológica intragremial
que intergremial y que cada gremio lleva a cabo una función particular dentro del
desarrollo exitoso de la comunidad arrecifal.
Bajo este esquema, los organismos constructores (constructors), con su creci-
miento vertical y lateral, proveen a la estructura de la mayor parte de su volumen,
proporcionando también un andamiaje que ayuda a soportar y desarrollar cada
vez más la estructura inicial; los amortiguadores (bafflers) actúan como una barrera
194 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
En general, la estructura orgánica de los arrecifes consiste en una gran masa donde
crecen entremezclados diferentes tipos de organismos; en los arrecifes cenozoicos
veríamos a organismos coloniales como los corales y gregarios como las ostras o las
esponjas, así como sus esqueletos en un proceso de construcción continua que se
puede ver afectado por diferentes factores que se analizan con detalle más adelante;
tales organismos se fijan al fondo marino por la secreción de cristales de carbonato
de calcio y además quedan, hasta cierto grado, enterrados en el sedimento, lo que
les proporciona estabilidad. Los principales organismos en este caso son los corales
escleractinios, cuyos esqueletos, cuando están en posición de vida, tienen una tasa
alta de crecimiento diario y resisten la turbulencia normal del agua. Además de los
corales, también son constructores importantes las algas calcáreas, los briozoarios,
las esponjas, los foraminíferos, serpúlidos y otros; no obstante, el registro fósil nos
muestra que en los distintos períodos geológicos han participado diferentes tipos de
organismos en su construcción; por ejemplo, los rudistas durante el Cretácico, los
arqueociátidos en el Cámbrico Inferior y las cianobacterias y comunidades algales
del Precámbrico, estos últimos construyeron las estructuras conocidas como estro-
matolitos (figura 5.1).
capítulo 5. Arrecifes: Condiciones para su desarrollo... 195
A B
Figura 5.1. Las estructuras organo-sedimentarias, conocidas como estromatolitos, fueron las
principales constructoras de arrecifes durante el Precámbrico y el Paleozoico Inferior. a) Se ob-
servan estromatolitos actuales desarrollándose en un ambiente submareal en las islas Bahamas,
E. A. Shinn, 1970. b) Un afloramiento de estromatolitos fósiles, expuesto por erosión en las Islas
Victoria, Archipiélago Canadiense (fotografía de G. M. Young, 1974).
proceso de amortiguación
factores químicos
Salinidad
Oxígeno
Bióxido de Carbono
Nutrimentos
Después de la fijación del carbono por la fotosíntesis, las zooxantelas y demás or-
ganismos fotosintéticos requieren de nutrimentos disueltos en el agua para crecer,
desarrollarse y reproducirse. Los nutrimentos más importantes, y las formas en las
que se presentan para ser utilizados por los fotosintetizadores en la zona arrecifal,
son el nitrógeno y el fósforo, con las siguientes variantes:
a) NO2-2; NO3-1; NH4-1; además del nitrógeno orgánico disuelto.
b) PO4-3; principalmente fosfato orgánico disuelto.
factores físicos
Diversos autores, entre ellos Hopley (1982) y Kinzie (1973) han confirmado que a
lo largo del año hay poca variación en la temperatura del agua que rodea a los arre-
cifes; encontraron que la fluctuación térmica es de tan sólo 2 o 3°C en promedio;
esto, incluso hasta una profundidad de aproximadamente 70 metros. Lo anterior
significa que los ecosistemas arrecifales se desarrollan mucho mejor en condiciones
estables de temperatura, donde no se presentan fluctuaciones importantes que in-
hiban su crecimiento.
La gran mayoría de los arrecifes que se encuentran dentro de la zona fótica se
desarrollan bajo temperaturas óptimas que fluctúan entre los 23° y 28°C, especial-
mente en el caso de aquellos formados por corales zooxantelados; no obstante, para
202 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
los arrecifes que se desarrollan en los límites latitudinales de las zonas fóticas, las
temperaturas invernales pueden disminuir hasta los 18ºC.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que existen especies de corales que
toleran variaciones mayores de temperatura, hasta los 10°C, los corales no
zooxantelados. Finalmente, Rosen (1975) documentó el hecho de que la tem-
peratura influye definitivamente en la sobrevivencia de las larvas y en la repro-
ducción de los corales.
La densidad del agua de mar está controlada por la temperatura y la salinidad, pero
debido a que la salinidad es extremadamente estable, la temperatura resulta ser el
control más importante para la densidad en el océano. Por otro lado, debido a que
la densidad es inversamente proporcional a la temperatura, el perfil de densidad ba-
timétrica resulta generalmente una imagen especular del perfil térmico del agua. Por
lo anterior, el agua cálida y ligera cerca de la superficie, y el agua progresivamente
más fría y densa, al aumentar la profundidad, proveen de una estabilidad interna
a las aguas oceánicas o de mar abierto (previniendo movimientos verticales de las
masas de agua). Lo anterior refuerza la idea generalizada de que las corrientes de
surgencia no son una fuente importante de nutrimentos para los sistemas arrecifales
de mar abierto, y que el crecimiento y desarrollo de tales arrecifes depende, en su
lugar, de procesos internos (altamente eficientes) de reciclado de nutrientes.
Turbiedad y textura
llos que se encuentran sobre o dentro del sustrato. Las relaciones entre turbulencia,
turbiedad y textura son extremadamente complicadas en cualquier ambiente; no
obstante, se presentan aquí algunos aspectos generales para comprender su impor-
tancia en los ambientes arrecifales. En primer lugar, las aguas arrecifales sobresalen
por sus niveles inusualmente bajos de turbiedad, en contraposición a la alta turbu-
lencia que en otros ambientes comúnmente produce alta turbiedad. Numerosos
factores contribuyen a la baja turbiedad arrecifal, pero uno de los principales es que
la turbulencia transporta o desplaza a casi todo el lodo que se encuentra alrededor
de los arrecifes, por lo cual los sustratos adyacentes a los mismos son generalmente
arenosos y con granos de tamaño mayor. La turbiedad de las aguas arrecifales tiene
importantes efectos físicos y consecuencias biológicas.
Un aspecto relacionado con los efectos físicos es el hecho de que los sólidos
suspendidos reflejan y dispersan la radiación solar que llega al sistema, por lo que
la profundidad a la que penetra la luz es variable y depende de la cantidad de par-
tículas que se encuentran suspendidas. En general la intensidad de la luz es alta
en las aguas arrecifales tropicales, y la profundidad hasta la base de la zona fótica
es excepcionalmente grande y su determinación varía considerablemente entre los
grupos de los organismos fotosintetizadores; por ejemplo, para las zooxantelas es de
aproximadamente 100 metros, para las algas rojas coralinas incrustantes es de hasta
125 metros, para algunas algas calcáreas verdes hasta 150 m y para las cianobacterias
es de varios cientos de metros.
Los efectos biológicos de esta turbiedad relacionada con la intensidad de la luz
involucran los siguientes aspectos importantes:
a) Tasas fotosintéticas más altas respecto de otros ambientes marinos.
b) Presencia de importantes organismos arrecifales intolerantes a la turbiedad,
como las esponjas.
c) Tasas mayores de crecimiento en los corales zooxantelados de acuerdo a la inten-
sidad y duración del periodo de iluminación; por ejemplo, 11 horas efectivas a
20 metros de profundidad, y 40 minutos a 40 metros.
factores geológicos
clasificaciones descriptivas
a) Generalmente son más pequeños que todos los demás tipos de arrecife men-
cionados.
b) Carecen de una laguna pero se localizan precisamente dentro de alguna de ellas,
previamente formada por un arrecife de barrera o por un atolón.
c) Están sumergidos, aunque las partes altas pueden alcanzar el nivel de marea en
los atolones.
d) A diferencia de casi todos los arrecifes de mar abierto, están cimentados sobre
sedimentos o rocas sedimentarias.
Las lagunas de los atolones pueden contener gran cantidad de parches arrecifales
de muy variadas formas y tamaños, desde sub circulares hasta totalmente irregula-
res. Para tener una mejor idea, y sin generalizar, se trata de estructuras que tienen
en promedio tres metros de altura o menos, y hasta 12 o 13 metros de diámetro
(Fagerstrom, 1987).
capítulo 5. Arrecifes: Condiciones para su desarrollo... 209
Arrecifes de plataforma
zonación geomorfológica
Los grandes sistemas arrecifales de aguas someras se caracterizan por tener sucesiones la-
terales de zonaciones geomorfológicas situadas casi paralelamente a la costa de las tierras
adyacentes y al contorno sumergido del talud que da hacia mar abierto. Parece ser que
las variaciones laterales de la turbulencia son el control principal de la zonación, la cual
se expresa tanto ecológica como geomorfológicamente. La zonación geomorfológica
refleja las variaciones en el balance que hay entre la acreción (crecimiento biológico y
depósito de sedimentos) y la degradación (erosión) de las estructuras arrecifales.
En los perfiles de zonación geomorfológica, la cresta del arrecife (zona de su-
perficie, zona de rompientes) divide al sistema arrecifal de forma natural en dos
unidades: la externa o de mar abierto, dominada por las olas a menos de 15 metros
de profundidad, o dominada por las corrientes entre los 15 y los 35 metros; y la
que se conoce comúnmente como la parte distal del arrecife, cuya porción interna
(que da hacia tierra firme) o postarrecife, está dominada por corrientes de marea y
factores locales de turbulencia.
210 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
Cresta
arrecifal
Planicie
Laguna arrecifal Talud
Tierra
Figura 5.2. Sección transversal generalizada de un atolón actual típico del Indo-Pacífico, que
muestra las principales zonas geomorfológicas (modificada de Fagerstrom, 1987).
Planicie Cresta
Isla Talud
arrecifal algácea
Laguna
Parche
arrecifal
Figura 5.3. Sección transversal generalizada de un arrecife marginal o de barrera típico de la zona
del Caribe, muestra las principales zonas geomorfológicas (modificada de Fagerstrom, 1987).
capítulo 5. Arrecifes: Condiciones para su desarrollo... 211
clasificaciones genéticas
El interés por determinar la naturaleza geológica de las rocas que sirven de cimiento
a los arrecifes de mar abierto comenzó mucho antes de la época de Darwin, quien
en 1842 propuso su teoría para explicar el origen de los atolones; sin embargo, pa-
saron muchos años antes de que se obtuvieran datos importantes al respecto.
El primer intento organizado para perforar a través de un arrecife y conocer sus
cimientos se realizó entre 1896 y 1898, cuando la Royal Society de Londres pa-
trocinó dicho proyecto en las islas Ellice (atolón Fanafuti), donde la perforación
alcanzó los 340 metros, aunque en aquel entonces no se llegó hasta los cimientos,
se encontró que los primeros 194 metros son de una caliza coralina y el resto
consta de dolomita. Posteriormente, y por medio de datos sísmicos, se encontró
que los cimientos estaban entre los 550 y los 770 metros. Tiempo después siguie-
ron muchos más en diferentes partes del mundo; por ejemplo, en Australia en
1926, 1937 y 1966; todas ellas en algunos puntos de la Gran Barrera de Coral.
El principal objetivo de las primeras perforaciones fue resolver el problema de la
cimentación de los arrecifes; por ejemplo, Darwin tuvo razón. Muchos investi-
gadores querían confirmar su teoría de la subsidencia, y en ese caso las respuestas
dependían de conocer la naturaleza de las rocas que sirven de cimiento a los
arrecifes. Sin embargo, fue hasta 1951 cuando se concluyó la primera perfora-
ción exitosa en el atolón Enewetak; se perforó hasta 1340 metros y se localizó el
contacto entre los cimientos de basalto y las calizas arrecifales del Eoceno (Ladd
et al., 1953). La secuencia sedimentaria por arriba del basalto incluyó estructuras
arrecifales formadas por algas y corales característicos de la zona fótica, propios
de ambientes lagunares; otras rocas carbonatadas de aguas someras y depósitos de
talud confirmaron la validez de la teoría de la subsidencia de Darwin para el ori-
gen de los arrecifes de mar abierto, en la cual los atolones representan la culmina-
ción de una sucesión genética de tipos geomorfológicos de arrecifes, que se inicia
con los arrecifes marginales e incluye a los arrecifes de barrera como un estadio
intermedio. Por otro lado, hay varios factores interrelacionados que influyen en
las tasas a las cuales se erosiona el cono volcánico expuesto y subside dentro de la
corteza oceánica. Por lo anterior, la tasa de desarrollo para que se forme un ato-
lón es muy variable; por ejemplo, en las islas Bikini se tiene evidencia (obtenida
mediante perforación) de un intervalo de aproximadamente 10 millones de años
entre la formación del cono volcánico y el inicio del crecimiento del arrecife. El
arrecife y otras rocas carbonatadas que se encuentran por arriba de los cimien-
212 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
En 1842, Darwin no previó los efectos de las fluctuaciones eustáticas del nivel
del mar dentro de su teoría de la subsidencia para explicar el origen de los atolones.
De acuerdo al prolongado desarrollo de los arrecifes oceánicos durante el Cenozoi-
co, la influencia del diastrofismo es mucho mayor que las influencias eustáticas. Por
el contrario, respecto al origen y desarrollo a corto plazo (Neógeno) de arrecifes de
plataforma, estrechos y jóvenes, la influencia eustática excede a la del diastrofismo.
En zonas orogénicas (formación activa de montañas) y de vulcanismo intenso,
los arrecifes y las terrazas cortadas por las olas muestran un incremento siste-
mático en su edad, con el incremento de su altitud sobre el nivel del mar, de tal
manera que los arrecifes han sido utilizados de forma efectiva para determinar
la tasa de elevación de dichas estructuras; desde luego, después de descontar el
efecto eustático.
Aparentemente el enfriamiento climático a nivel mundial que se inició durante
el Oligoceno Temprano, se incrementó durante el Mioceno y Plioceno, y alcanzó su
máximo durante el Pleistoceno. Dentro de esta tendencia de largo plazo, también se
han encontrado varias fluctuaciones climáticas de corto plazo, tanto cálidas como
frías, causadas por la emergencia, erosión y sumersión de los arrecifes someros de la
zona fótica. Por ejemplo, algunos arrecifes y terrazas prepleistocénicas se encuentran
actualmente a 50 metros por encima del nivel del mar (Newell, 1972).
factores biológicos
Dado que este capítulo está dirigido a estudiantes de la carrera de biología, debemos
acotar los alcances de este apartado sobre los factores biológicos que afectan el desa-
rrollo de los arrecifes, debido a que los términos, conceptos e interacciones descritas
someramente en los siguientes párrafos son ya del dominio de los estudiantes, sólo
se quiere resaltar la importancia de relacionar tales factores biológicos con los as-
pectos geológicos, temporales y de constante cambio que han hecho de los arrecifes
uno de los ecosistemas más antiguos de la Tierra, cuya evolución tanto geológica
como biológica se observa a través del registro fósil.
214 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
biogeografía
diversidad
biológica
sucesión ecológica
El proceso más importante que se lleva a cabo en los arrecifes actuales y en los del
pasado geológico es el de la construcción de la estructura arrecifal a partir de los esque-
letos de organismos como los corales, esponjas, briozoarios, algas calcáreas y muchos
otros. Dicha estructura es exclusiva de los arrecifes y les proporciona tanto un relie-
ve topográfico como rigidez. Casi tan pronto como los organismos han construido
su estructura rígida, comienzan numerosos procesos de destrucción que literalmente
rompen a dichos esqueletos en pedazos de diferentes dimensiones, desde granos muy
pequeños como el de una arena, hasta trozos mayores de varios tamaños y formas; por
ejemplo, pedazos de esqueletos de coral. Tales granos quedan de inmediato sujetos al
régimen hidrodinámico del sistema arrecifal; si la turbulencia del agua es suficiente,
los granos son desplazados por suspensión o por tracción (transportación) y llevados
desde el arrecife hacia todo el sistema arrecifal. Si la turbulencia es tan baja como
para no poder transportar las partículas o los fragmentos, éstos se sedimentan entre
la estructura y se convierten en sedimentos internos; eventualmente las corrientes
que transportan los materiales pierden velocidad, ya sea por encontrar obstáculos o
por la disminución de su energía, lo que da como resultado la depositación de tales
partículas. Hasta aquí el arrecife consiste en una estructura orgánica viviente que se
encuentra con cierto grado de destrucción parcial y con sedimentos tanto dentro de
su estructura como rodeando a todo el sistema.
capítulo 5. Arrecifes: Condiciones para su desarrollo... 217
Las estructuras arrecifales, también llamadas edificios, por ser construcciones gran-
des que a veces llegan a medir varios kilómetros de altura (García-Barrera, 2006),
son asimismo importantes desde el punto de vista económico, ya que proporcionan
materia prima para la industria de la construcción; por ejemplo, el llamado mármol
y otros tipos de roca caliza que se emplean comúnmente como recubrimiento para
218 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
mente in situ (S) y cavidades/cemento (C). Estos tres elementos varían en proporción
de acuerdo con el sitio, la productividad, la profundidad, etc., y ya sea juntos o sepa-
rados, dichos componentes proveen también el soporte estructural del arrecife.
Sobre estas bases de composición y estructura se reconocen tres categorías prin-
cipales de arrecifes orgánicos:
1) Arrecifes sustentados o soportados por una matriz (arrecifes microbianos agluti-
nados, arrecifes en parches o “clusters” y arrecifes segmentados).
2) Arrecifes soportados por esqueletos (arrecifes con andamiaje o estructura).
3) Arrecifes soportados por cemento (arrecifes cementados).
En su trabajo, Riding ofrece una explicación detallada de cada uno de ellos basa-
da principalmente en parámetros estructurales; por ejemplo, características físicas,
sedimentológicas y de todo aquello que sostiene a una estructura arrecifal, sin im-
portar su tamaño. Su clasificación enfatiza que los principales componentes sedi-
mentarios (matriz, esqueletos esencialmente in situ y cemento) brindan el soporte
esencial a los arrecifes. El soporte o andamiaje del arrecife es un concepto sencillo
que refleja directamente un amplio rango de propiedades o características que in-
tegran al arrecife como un todo: los organismos que lo construyen, su morfología,
su ecología, su estado de biomineralización y sobre todo, el ambiente en el que se
desarrolló. Desde este punto de vista, la estructura se identifica como el atributo
principal de un arrecife, la cual es el resultado de procesos constructivos y deposi-
cionales que se llevan a cabo dentro del arrecife y que determinan su composición
sedimentaria; es decir, las proporciones de matriz, esqueletos esencialmente in situ
y cemento/cavidades. Además, y para la mejor comprensión de esta propuesta, tales
proporciones se representan en esquemas triangulares, donde se observa la mayor o
menor presencia de cada una de las características mencionadas.
A diferencia de otros autores, Riding busca distinguir los tipos de arrecifes a par-
tir de criterios objetivos reconocibles en el campo, sin importar la edad geológica
de la estructura a estudiar. En ejemplos específicos (y para clasificarlos) se pueden
utilizar combinaciones de términos que relacionen a los organismos dominantes
con la estructura resultante del arrecife; por ejemplo, estructura arrecifal de corales
escleractinios, parches arrecifales de rudistas, estructura arrecifal rellenada por es-
tromatopóridos, estructura microarrecifal (derivada de asociaciones microbianas),
etc. En esta clasificación también se incluye a los montículos de lodos calcáreos que
pueden o no ser de origen orgánico.
Invitamos cordialmente a nuestros lectores a revisar dicho trabajo y beneficiarse
de los conocimientos que Robert Riding comparte con la comunidad científica
interesada en los arrecifes.
220 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
Etapa 1a (era Paleoarqueana, hace 3 400 millones de años) (Allwood et al., 2006)
Es muy importante resaltar que en México hay evidencia fósil importante de arre-
cifes precámbricos en el estado de Sonora. Se trata de los afloramientos de las capas
Gamuza (Capas Gamuza; Cevallos-Ferriz, Pelayo-Ledesma y Salcido-Reyna, 1988),
donde se localizó a las formas asignadas a los géneros Jacutophyton y Conophyton,
cuya probable antigüedad es de 900 millones de años (Weber et al., 1979).
A inicios de la era Paleozoica (hace 542 millones años), los animales empezaron a tener
un rol más predominante. Los primeros animales constructores de estructuras similares
a biohermas o parches arrecifales fueron los llamados arqueociátidos, un grupo biológi-
co que por sí mismo constituye una clase del Phylum Porifera, que sólo vivió durante
parte del Cámbrico (hace 542 a 485 millones de años), que inmediatamente después de
su aparición consiguió adaptarse a los ambientes marinos someros. Asimismo, poco a
capítulo 5. Arrecifes: Condiciones para su desarrollo... 223
poco algunos otros animales comienzaron a apoderarse de los otros gremios, en particu-
lar del de los moradores (trilobites y equinodermos) y de los destructores (sipuncúlidos).
El gremio de los unificadores sigue siendo dominado por calcimicrobios (figura 5.5).
1) Constructores: arqueociátidos.
2) Amortiguadores: arqueociátidos no masivos.
3) Unificadores: Renalcis, Epiphyton.
4) Destructores: Trypanites (sipuncúlidos?) y procesos físicos.
5) Moradores: trilobites, braquiópodos (Lingula), equinodermos, esponjas y “hio-
litos” (posiblemente moluscos).
Para finales de la era Paleozoica, si bien los corales poco a poco tomaban prepon-
derancia dentro de la construcción de arrecifes, aún no eran tan importantes en ese
rubro como lo fueron posteriormente y como lo son en nuestros días. En el Pérmico
(hace 298 a 252 millones de años), y más específicamente en el Pérmico Medio
(Guadalupiano), los arrecifes son aún dominados por esponjas (figura 5.7). Asimis-
mo, otros taxa, conocidos como Microproblematica (Flügel, 2010) por su afinidad
taxonómica poco resuelta, medran en todos los gremios, pero principalmente en los
unificadores, debido a su plasticidad morfológica (Fagerstrom, 1987). Los morado-
res están representados por corales, moluscos y algunos peces.
1) Constructores: esponjas coralinas (principalmente Inozoa y Sphinctozoa en su
mayoría), algunos corales rugosos y tabulados.
2) Amortiguadores: Demospongiae.
3) Unificadores: briozoarios, Tubiphytes obscurus y otros microproblematica (Ar-
chaeolithophorella).
4) Destructores: principalmente procesos físicos. Poca evidencia paleontológica.
5) Moradores: braquiópodos, foraminíferos (Fusulinida), crinoideos, moluscos,
corales tabulados y rugosos; peces del tipo condrósteos (tiburones).
Después de la gran extinción del Pérmico pocas cosas cambiaron respecto de los
gremios arrecifales. Al inicio del Mesozoico (hace 252 millones de años), los arreci-
fes triásicos seguían siendo dominados por esponjas. No obstante, algo importante
es que los corales escleractínidos o hexacorales, que constituyen el tipo predomi-
nante actualmente, hacen su aparición. Durante el Triásico (hace 252 a 199 millo-
nes de años), específicamente en el Carniano (Triásico Superior, hace 235 millones
de años), las esponjas siguieron dominando prácticamente todos los gremios, pero
los corales escleractinios comenzaron poco a poco a invadir el gremio de los cons-
tructores. El éxito adaptativo de los mismos se debe a la asociación simbiótica con
las zooxantelas, un grupo de algas dinoflageladas, que al asociarse a una colonia
de coral le brindan nutrientes a cambio de la luz que reciben al establecerse en él
a bajas profundidades (figura 5.8). Esta asociación ha sido probada por métodos
geoquímicos y existe desde el Triásico Superior (Stanley y Swart, 1995).
1) Constructores: esponjas Inozoa y Sphinctozoa; corales escleractínidos.
2) Amortiguadores: Inozoa, Sphinctozoa, Crinoidea.
3) Unificadores: Koskinobullina socialis, Ladinella porata, Tubiphytes obscurus, Bac-
cinella, esponjas encostrantes (Murania).
4) Destructores: principalmente procesos físicos.
5) Moradores: moluscos bivalvos, alga Solenopora, braquiópodos (muy pocos).
conclusiones
La historia de los arrecifes ha sido tan dinámica como la historia de la vida misma.
Conforme surgen nuevos taxa en el reino marino, muchos de ellos se adaptan al
capítulo 5. Arrecifes: Condiciones para su desarrollo... 229
Figura 5.10. Imagen de una comunidad arrecifal actual. Los principales constructores son los
corales escleractinios de hábitos coloniales; sólo en la Gran Barrera de Coral Australiana encon-
tramos 350 especies de ellos (ilustración de Alba Fernández).
medio arrecifal de manera exitosa y sustituyen la función que otros llevaban a cabo
en estos maravillosos ecosistemas. Los arrecifes han existido intermitentemente a lo
largo de los últimos 3 400 millones de años, y corren el peligro de desaparecer si no
se emprenden acciones inmediatas a su favor.
Los arrecifes son indicadores ecológicos y paleoecológicos muy útiles para com-
prender los cambios que se presentan en nuestro planeta a través del tiempo, inclui-
dos los de tipo climático, geográfico, geológico y evolutivo.
agradecimientos
Los autores agradecen a Itzia Nieto y Daniel Navarro Santillán del Museo de Pa-
leontología de la Facultad de Ciencias de la unam, la lectura crítica y las sugerencias
para mejorar este trabajo.
230 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
literatura recomendada
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capítulo 5. Arrecifes: Condiciones para su desarrollo... 233
Luca Ferrari
resumen
237
238 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
introducción
La relación entre biología y geología se dio desde una etapa temprana de su desa-
rrollo a través de la paleontología, disciplina que comparte aspectos con ambas. La
biología y la geología nacieron como ciencias descriptivas del entorno natural pero
tuvieron que enfrentar la evidencia de que la Tierra es un planeta dinámico, donde
tanto la biosfera como la litosfera están sujetas a cambios continuos e interactúan
entre sí. La evidencia de formas de vida que ya no existen, que proveían los fósiles,
y la observación de especies endémicas en lugares aislados, empujó los naturalistas
del siglo xix a buscar explicaciones que eventualmente llevaron a Darwin y Wallace
a elaborar la teoría de la evolución. Estos naturalistas se dieron cuenta que la evolu-
ción biológica se debía al cambio de los hábitat y/o al aislamiento de poblaciones,
procesos que finalmente son controlados por acontecimientos geológicos. A su vez,
entre el final de siglo xix y el principio del siglo xx, el reconocimiento de los mis-
mos fósiles de plantas y animales terrestres en continentes ahora separados por gran-
des océanos fue una de las evidencias que llevó a postular la teoría de la deriva de los
continentes, precursora de la tectónica de placas (Suess y Waagen, 1888). Implícito
en estas explicaciones está el reconocimiento de que, al cambiar continuamente la
superficie del planeta, los procesos geológicos van construyendo barreras para el
intercambio biótico, las cuales determinan eventos vicariantes (que producen una
especiación por aislamiento geográfico) o abren vías de comunicación que permiten
la mezcla de poblaciones anteriormente aisladas.
En la actualidad el intercambio de información entre biología y geología es cada vez
más común. En las últimas dos décadas, la aplicación sistemática de la secuenciación de
adn ha permitido determinar el árbol filogenético de una gran variedad de taxones
de animales y plantas, llevando al desarrollo de la disciplina de la filogénesis molecular.
Esta disciplina estima la edad aproximada de un evento vicariante partiendo de la hipó-
tesis que la tasa de ocurrencia de la mutación genética es constante o linear en el tiempo,
por lo que hay una relación directa entre el número de mutaciones acumuladas entre
dos taxones y el tiempo, relación que puede ser calibrada por medio de fósiles fechados
con precisión. En los estudios de filogénesis molecular se ha vuelto una práctica común
comparar las edades de separación entre clados con las edades de eventos geológicos
responsables de la formación de barreras geográficas capaces de provocar la dispersión de
un ancestro común. En estos casos la información geológica se usa para constreñir la his-
toria evolutiva de una especie; sin embargo, la información biológica también puede ser
importante para la geología (por ejemplo, Peng et al., 2006; Che et al., 2010). Éste es el
propósito de la geogenómica, disciplina emergente donde los datos biogeográficos y filo-
genéticos se utilizan para constreñir modelos de evolución geológica (Baker et al., 2014).
capítulo 6. Geología y Biodiversidad: una Evolución Paralela 239
Orógenos
Los orógenos se pueden dividir en dos categorías: los de tipo colisional y los de
tipo cordillerano. El primer tipo es el producto de la colisión entre grandes masas
continentales que chocan una vez que la litosfera oceánica que estaba entre ellas se
ha subducido completamente. Debido a su flotabilidad la litosfera continental no
240 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
Tiempo de Espacio
Proceso geológico Efectos para la vida
desarrollo afectado
Barreras topográficas o
Procesos tectó-
canales de comunicación
nicos regionales:
100s a 1000s marina, cambios del dre-
orogénesis, rifting,
10 a 80 Ma de kilómetros naje impacto climático por
arcos volcánicos y
cambio de elevación y por
grandes provincias
afectación de la circulación
ígneas
atmosférica
Destrucción directa,
cambios del drenaje,
enfriamiento climático por
Erupciones disminución de la inso-
10s a 100s de
volcánicas Días a años lación por la emisión de
kilómetros
explosivas ceniza en la atmósfera y por
disminución de la CO2 por
fertilización de Fe en los
océanos
Movimientos
10s de Destrucción directa,
en masa Horas a días
kilómetros cambios al drenaje
(deslizamientos)
puede ser subducida, por lo que la convergencia entre los dos continentes produce
un acortamiento de los márgenes de placas que se traduce en el levantamiento de
una cadena montañosa. El ejemplo moderno más espectacular es la cadena Alpi-
no-Himalayana, producto del cierre del océano Thetis y de la colisión entre África,
Arabia e India por un lado, con Eurasia (Stampfli y Borel, 2002) (figuras 6.1 y 6.2).
En las orogenias de tipo cordillerano, en cambio, el levantamiento se produce
por la colisión y acreción de segmentos de litosfera oceánica engrosados y flotantes
como mesetas oceánicas y arcos insulares, o por la subducción plana que se produce
cuando una meseta oceánica logra ser subducida, o cuando un continente se mueve
hacia la zona de subducción más rápidamente de cuanto la placa oceánica retroce-
da. El ejemplo moderno de este tipo de orógeno es la Cordillera Nordamericana y
la Cordillera de los Andes (figura 6.3).
capítulo 6. Geología y Biodiversidad: una Evolución Paralela 241
Figura 6.1. Modelo digital de elevación de la región de colisión entre África y Europa, muestra
la ubicación de la cadena orogénica formada por los Alpes, los Apennines y los Dinarides.
a B
Figura 6.3. Modelo digital de elevación de los orógenos cordilleranos: A: Cordillera norteame-
ricana. B: Cordillera de Los Andes.
Rupturas continentales
vulcanismo
movimientos en masa
smo se extiende por casi 1 200 km de largo por 200 a 400 km de ancho, desde la
frontera con los Estados Unidos hasta la Faja Volcánica Transmexicana. La smo se
caracteriza por dos pulsos de volcanismo silícico explosivo (ignimbrite flare-ups)
ocurridos entre 34 y 28 Ma en toda la provincia, y entre 24 y 18 Ma en su parte
sur. Dichos pulsos produjeron un volumen gigantesco de ignimbritas en un tiempo
relativamente corto (Ferrari et al., 2007). El altiplano que forma el núcleo central
de la smo tiene una altura promedio de 2 250 m en la parte norte y sur, y de 2 500
m en la parte central y suroriental, con varios picos que alcanzan alturas superiores
a los 3 000 m (figura 6.5). Tanto en su parte oriental como en la occidental este
altiplano ha sido afectado por una tectónica extensional, que ha provocado la for-
mación de amplias depresiones limitadas por fallas normales con dirección de N-S a
nno-sse. La extensión en la parte oriental se considera parte de la llamada provincia
de Cuencas y Sierra (Basin and Range) Mexicana que incluye buena parte de la Mesa
Central. En la parte oeste de la smo la extensión fue más intensa, llegando a formar
la nueva cuenca marina del Golfo de California. Como resultado, en la mitad oeste
de la smo se ha desarrollado una red hidrológica caracterizada por grandes ríos que
llevan importante cantidades de agua dulce a la planicie costera, y son fundamen-
tales para el mantenimiento de grandes humedales costeros, como los de Marismas
Nacionales en Nayarit.
Figura 6.5. Modelo digital de elevación de México, muestra la ubicación de las provincias
volcánicas de la Sierra Madre Occidental y de la Faja Volcánica Transmexicana.
248 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
comentario conclusivo
literatura recomendada
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EL POLEN Y EL CLIMA
Susana Sosa-Najera
resumen
257
258 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
introducción
La cantidad de energía solar y la forma en que ésta incide sobre la superficie terrestre
influyen sobre la temperatura de cada zona geográfica, mientras que las variaciones
de temperatura en la superficie del planeta y el movimiento de rotación de éste,
condicionan el patrón de corrientes de aire (vientos) y, por ende, las precipitaciones
pluviales. Durante la transferencia de aire caliente desde el ecuador hacia los polos,
los vientos alisios del sureste y noreste, además de los vientos del oeste, son los res-
ponsables de las diversas precipitaciones pluviales en el planeta.
El clima es el patrón promedio que se obtiene durante un periodo de tiempo
suficientemente largo (aproximadamente 30 años), de las condiciones atmosféricas
en una región pequeña del planeta (Martín, 2003). Generalmente se expresa en
términos de temperatura y precipitación media, aunque también parámetros como
humedad, viento y nubosidad son importantes caracterizadores del clima. Los fac-
tores que determinan el clima de una zona son: la posición latitudinal, la posición
continental referente a la línea de costa, la altitud sobre el nivel del mar y la loca-
lización en relación a los principales componentes de la circulación atmosférica ge-
neral, como son las celdas de alta y baja presión, que determinan el movimiento de
las diferentes masas de aire y su interacción con los océanos (García, 1989).
De manera general, las masas de aire que determinan el clima de México son las
celdas de alta presión subtropical del Atlántico (Bermudas-Azores) y la del Pacífico,
así como la Zona de Convergencia Intertropical (zcit) de bajas presiones. Durante
el verano, cuando la zcit se encuentra desplazada hacia el norte, las lluvias ocurren
en la mayor parte del territorio nacional y los vientos alisios recogen humedad del
golfo de México llevándola hacia el interior del continente. Durante el invierno, la
zcit se desplaza hacia el sur, estableciéndose condiciones secas en la mayor parte del
país (Metcalfe et al., 2000).
La riqueza y diversidad de especies también varía regionalmente con la tempera-
tura y la precipitación. Diversos autores han agrupado ecosistemas estrechamente
relacionados, que se caracterizan por una composición de especies y un espectro de
tipos biológicos de plantas (árboles, hierbas, arbustos), con un funcionamiento y un
ajuste al clima y al suelo característicos, definidos por la estructura de la vegetación
y el clima; en varios casos también por componentes geográficos (latitud y altitud)
denominados biomas. Estos biomas han cambiado su composición debido a las
fluctuaciones climáticas imperantes en diferentes tiempos.
Cualquier alteración climatológica, disminución de alguna especie debido a la
extinción o, por el contrario, sobrepoblación de alguna especie, provoca un efecto
dominó que va afectando a todos los organismos que ahí habitan, ya que ninguno
capítulo 7. EL POLEN Y EL CLIMA 259
sobrevive en forma aislada. Todos los organismos, desde los microscópicos hasta
los grandes depredadores dependen unos de otros para desarrollar naturalmente su
ciclo de vida. En conclusión, la temperatura es un factor que limita la distribución
de las especies, actúa sobre cualquier etapa del ciclo vital y afecta las funciones de
supervivencia, reproducción y desarrollo. Encontrar las relaciones entre la distri-
bución de especies con el medio físico y biótico, y la presencia o ausencia de di-
ferentes especies, resulta en general difícil, ya que la variación de los factores del
medio no actúan de forma aislada, sino que interactúan unos con otros, pero de
forma general se puede decir que el clima es el factor determinante en la distribu-
ción de la vegetación.
El clima ha cambiado a través de la historia de la Tierra, cambios que se consi-
deran a su vez como la fuente principal de la variabilidad, en la cual los organismos
evolucionan debido a que el clima no sólo actúa directamente sobre las plantas, sino
también sobre otro tipo de procesos, como la formación del suelo, la distribución
de los organismos, microorganismos y comunidades, entre otros (Rzedowski, 2006).
Durante los ciclos glaciales/interglaciales, los modelos de distribución atmosférica
han variado, produciendo cambios en las temperaturas y fuentes de humedad, oca-
sionando transformaciones significativas en la distribución de la vegetación. Biomas
comparables han existido en el pasado, así es que reconstruyendo biomas anteriores
y uniéndolos al presente proporcionan una perspectiva paleoecológica en la distribu-
ción de plantas modernas y comunidades. Diferencias en las comunidades pasadas
han ocasionado cambios en el genotipo de los taxa de plantas (cambios evolutivos),
cambios en los rangos geográficos (cambios distribucionales) y cambios en la natura-
leza de las comunidades que ellas forman (cambios vegetacionales).
Desafortunadamente las plantas no pueden ser preservadas en su totalidad de-
bido a que se desintegran y raramente son preservadas en la misma proporción en
la que estuvieron presentes en la comunidad original, además de que la preserva-
ción no sucede en todos los ambientes, sino que sólo ocurre en ciertos ambientes
de depósito.
palinología
La vegetación que se desarrolla en un sitio dado produce granos de polen que trans-
portan el gametofito masculino de las plantas con flores (espermatofitas), y de las
esporas de helechos (Pteridophyta) y de musgos (briofitas), los cuales son liberados
al aire o a la tierra, para posteriormente ser transportados a un sitio de depósito
(lagos, turberas, suelos, etc.), donde son preservados, archivándose así el registro de
260 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
La cantidad de polen de una especie particular que es depositada por unidad de área
depende de un gran número de factores, entre los que están: el número de flores
o inflorescencias, disposición de las flores en la planta, frecuencia de la floración
(anual, a intervalos y/o de periodos cortos), distribución y abundancia de la planta
en la comunidad ya que el tamaño y lugar donde se desarrolla el taxón dentro de la
comunidad, puede reducir la floración y/o la producción de polen. Debido a todos
estos factores se puede concluir que cada floración tiene un número indefinido de
flores y un número indeterminado de anteras; esto es, la producción de flores y
polen en una comunidad es altamente variable (Birks y Birks, 1980).
Otro de los factores a considerar es la producción absoluta de polen de las es-
pecies. Si la especie tiene una alta productividad polínica puede estar sobrerrepre-
sentada en la lluvia de polen en comparación con su abundancia en la comunidad,
o igualmente representada tanto en la lluvia de polen como en la vegetación, y
finalmente pude estar subrepresentada en el espectro de polen en caso de tener poca
productividad polínica.
Para llevar a cabo el análisis de polen es necesario conocer la ecología de la polini-
zación, ya que dependiendo de las diferentes estrategias de las plantas, el número de
granos de polen susceptible a ser depositados varía. Es así que los tipos de dispersión
polínica son un factor fundamental en la representación de los granos de polen y
esporas en las lluvias modernas y fósiles.
Las especies de polinización entomófila producen poco polen, por lo que tienden a
ser difícilmente preservadas en el registro fósil, a menos que la flor caiga en un depósito
adecuado (Faegri e Iversen, 1989). En la polinización por agua (hidrófila), generalmente
las plantas acuáticas presentan granos de polen que no se preservan bien debido a que
generalmente tienen una delgada pared (exina), por lo cual se degradan rápidamente,
resultando en que la preservación puede ser pobre y los granos de polen difíciles de de-
terminar. Algunas plantas acuáticas presentan pocos granos de polen, los cuales no son
liberados de la planta madre, germinando en el estigma, lo que reduce las posibilidades
de encontrarlos en lluvias de polen fósiles; algunas otras presentan pocos granos de po-
len por antera (Faegri e Iversen, 1989), por lo cual no se encuentran en el registro fósil.
capítulo 7. EL POLEN Y EL CLIMA 263
Las plantas que utilizan al viento como vector de polinización se llaman anemó-
filas, son caracterizadas por su alta producción de polen, el polen presenta paredes
lisas y formas aerodinámicas, el cual es liberado y esparcido de manera eficiente
contribuyendo exitosamente a la lluvia de polen. El polen anemófilo es dependiente
en la transferencia de las corrientes de aire y el grado de dispersión variará conside-
rablemente con el tamaño del grano de polen, con la estación del año en la cual son
emitidos y con la estructura física de la vegetación (Tauber, 1967).
La dispersión y depositación de polen también dependen de si el tipo de polen es
de pobre dispersión y baja productividad, taxa que son raros o restringidos a tipos de
hábitats específicos (por ejemplo, Mimosa); taxa que producen granos de polen
grandes y pesados que presentan tasas de caída rápida y reducido radio de disper-
sión, como Abies (Andersen, 1967).
Asimismo, el lugar de desarrollo del taxón permite la liberación y/o transporte
del polen más lejos o más cerca de la fuente de origen. El transporte de los granos de
polen puede ser a través de los troncos de los árboles (sotobosque) sobre el dosel
del bosque, y depende también de la velocidad, rapidez y turbulencia del viento. La
vegetación del sotobosque juega un papel secundario en la lluvia de polen cuando
la cubierta del bosque, o una parte del mismo desaparece; este sustrato bajo cambia
en importancia debido a que la entrada de luz favorece a la vegetación baja y el
viento incrementa la dispersión del polen (Tauber, 1967). El polen de las especies
de polinización anemófila es un importante grupo de plantas ya que contribuye de
forma substancial en la lluvia de polen (Tormo et al., 1996).
Otros factores que afectan los registros de lluvia de polen son los mecanismos de
degradación (físicos, químicos y biológicos), como por ejemplo la corrosión y degra-
dación que producen granos de polen arrugados con exina delgada, granos de polen
arrugados con exina gruesa y rotos (Havinga, 1964; Cushing, 1967); otros factores
que afectan la exina son la alta temperatura, alta presión, oxidación (en ambientes
naturales y aeróbicos) y ataque microbial.
De acuerdo con el modelo de Prentice (1985, 1988), la producción de polen y la
dispersión de cada taxón son los factores principales que controlan la representación
del polen en relación con la abundancia de la planta; sin embargo, Sugita (1994)
modificó el modelo de Prentice señalando que la mezcla en el agua del lago y la
concentración del sedimento redistribuye el polen depositado originalmente sobre
la superficie entera. El modelo Prentice-Sugita (Sugita, 1994) calibra la relación
polen-abundancia de la planta y hace una predicción del área de origen del polen.
Prentice (1985) sugiere que el polen local se encuentra en un radio de 20 metros,
el polen extra-local entre 20 m y 2 km, el polen regional entre 2 y 200 km y el extra
regional a más de 200 kms.
264 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
depositación polínica
FVTM Golfo de
Río México
Lerma Ciudad de 20º
México
1
Océano
Pacífico
2 18º
0 100 200 300 Km
Figura 7.1. Mapa del centro de México donde se localiza la Faja Volcánica Trans-Mexicana.
1: Cuenca alta del Lerma. 2: Lago Verde Veracruz.
Zonas
0 0
1000 STCRZ
1
+ +
+ V
2
5000
+
+ STCRZ
3 IV
+ +
TTC
4
STCRZ
III
10000
5 PTS
6 STCRZ
II
15000
7
+
8 +
20000 STCRZ
I
9
23000
10 90 20 10 20 40 40 5 5 20 20 20 200 400 600 800 1000
Porcentaje Concentración (Part/cm3)
Figura 7.2. Diagrama polínico de la cuenca alta del Lerma, mostrando la edad de radiocar-
bono, la columna litológica, los diagramas polínicos en porcentaje, el diagrama de carbón en
concentración y las zonas polínicas. En la parte superior se observan las formas biológicas y en la
parte inferior la descripción de la columna litológica.
EL POLEN Y EL CLIM capítulo 7. EL POLEN Y EL CLIMA A 267
de la tefra Pómez Toluca Superior, y la que presenta las letras ttc es la Tefra
Tres Cruces; estas erupciones volcánicas modifican en mayor o menor medida
la vegetación.
La Pómez Toluca Superior (pts) también separa el Pleistoceno (zonas polínicas I
y II) del Holoceno (zonas polínicas III, IV y V).
Para esta secuencia se registraron 126 taxa polínicos de las diferentes formas de
vida (árboles, arbustos y hierbas), pero sólo se graficaron los taxa más representa-
tivos para el bosque mixto, Pinus sp, Quercus sp, Alnus sp, Abies sp y tipo Cupres-
saceae; y para los taxa herbáceos Poaceae, Zea mays, Amaranthaceae, Ambrosia sp y
Artemisia sp.
Zona I. de 23 000 a 16 000 años 14C antes del presente (ap). El conjunto po-
línico muestra altos valores de hierbas, Poaceae y Asteraceae, y los taxa arbóreos
presentes muestran bajos valores de bosque de coníferas y bosque mixto.
Zona II. de 16 000 a 11 850 años 14C ap. Se observó la reducción en polen de
poaceas y otras hierbas de disturbio, así como el incremento en los valores de polen
de taxa de bosque.
Zona III. de 11 850 a 8 500 14C años ap. Se observaron valores fluctuantes de
bosque de Pinus y bajos porcentajes de hierbas, así como el incremento en pteri-
dofitas.
Zona IV. de 8 500 a 3 700 14C años ap. Los árboles muestran los más altos por-
centajes en el diagrama y una reducción importante de las Cupressaceae. Se redu-
cen considerablemente los valores de las hierbas y se presenta el primer registro de
Teosinte (taxón precursor del maíz), se incrementa la concentración de las partículas
de carbón.
Zona V. de 3 700 a 1 200 14C años ap. Se incrementan los porcentajes indicativos
de actividad humana como lo son las asteraceas, el maíz, las amaranthaceas y las
partículas de carbón.
Por el contrario, una de las zonas más húmedas del trópico mexicano, muy cerca
del Golfo de México, es la sierra de los Tuxtlas, caracterizada por una vegetación de
bosque tropical perennifolio, la cual ha respondido a la variabilidad climática y
al impacto humano, modificando la vegetación cercana los últimos 2 800 años
(Caballero et al., 2006, Lozano-García et al., 2007, Ortega-Guerrero et al., 2006,
Lozano-García et al., 2010).
El Lago Verde se localiza a 18° 3’ 43” N y 20° 52’ W, a 100 msnm (figura 1,
núm. 2) con una temperatura de 25°C y una precipitación media anual de 2 500
mm/año.
La vegetación aledaña es bosque tropical entre 0 y 700 msnm, aunque pue-
de alcanzar hasta 1 000 msnm (Álvarez del Castillo, 1977); es muy diverso y
heterogéneo, con lianas, epífitas, hierbas y palmas, con árboles que alcanzan
hasta 40 m; bosque tropical secundario, transformado por la perturbación na-
tural del bosque tropical, se localiza en la misma altitud y está caracterizado
por Cecropia obtusifolia, Trema micrantha y Myriocarpa longipes, entre otras;
bosque mesófilo, localizado en las laderas del volcán San Martín, entre 700 y
1 450 msnm, con taxa templados como Liquidambar sp., Ulmus sp., Quercus
sp., Pinus sp., Carpinus sp., etc. (Álvarez del Castillo, 1977); y los taxa de per-
turbación humana en su mayoría plantas herbáceas como asteraceas, legumino-
sas, poaceas, solanaceas rubiaceas y euphorbiaceas (Castillo Campos y Laborde,
2004; Ibarra Manríquez et al., 1997).
El diagrama (figura 7.3) presenta tres zonas polínicas y dos subzonas. Los tipos
polínicos fueron clasificados en grupos ecológicos basados en la información botá-
nica (Álvarez del Castillo, 1977, Ibarra-Manríquez et al., 1997; Ibarra-Manríquez y
Sinaca-Colín, 1987, 1995, Martínez-Ramos, 1997; Sousa, 1968).
Zona 3. Subzona 3B. de 2 145 a 1 990 años 14C ap. Caracterizada por algunos
elementos de bosque tropical secundario y con elementos de taxa de disturbio,
incluyendo Zea mays.
Subzona 3A. de 1 990-1 212 años 14C ap. También presenta altos porcentajes de
polen de disturbio mientras se reduce el polen de los taxa de bosque tropical secun-
dario y se presenta un incremento importante en el polen de maíz, lo que sugiere
un impacto humano intenso.
Zona 2. Subzona 2B. de 1 212 a 500 años 14C ap. Se incrementa nuevamente el
polen de bosque tropical secundario (Trema y Cecropia que son reportadas como
taxa pioneros, Álvarez-Buylla, 1997), mientras que se reducen de manera impor-
tante los taxa de disturbio.
270 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
Subzona 2A. de 500 a 137 años 14C ap. Se incrementan los porcentajes de bos-
que tropical secundario, de bosque tropical y mesófilo, alcanzando valores de 50%,
lo que sugiere el abandono de la agricultura y se observa una importante reducción
en los taxa de disturbio. Hacia el final de esta zona reaparece el polen de maíz a la
vez que se incrementa el polen de disturbio.
La zona 1 (0.30 cm -0 cm) es muy parecida a la subzona 3A, donde se re-
ducen nuevamente los elementos de boque tropical y tropical secundario, y
se observa un ligero incremento en el bosque mesófilo, así como en los taxa
de disturbio.
0 0
1 México
100 Actual
200 50
300
Colonial
400 2A
100
150
500
600 Post
200
Clásico
700
800
900 2B
1000
1100 250
1200
1300
300 Clásico
1400
1500
1600 3A
350
1700
1800
1900 400 Formativo
tardio
2000
2100 3B
450 20 40 20 50 20 20 20 40 40 30 30 30 50 100
Porcentajes
Figura 7.3. Diagrama polínico del lago Verde, Veracruz, muestra la edad de radiocarbono, los
diagramas polínicos en porcentaje, las zonas polínicas y los periodos arqueológicos. En la parte
superior se observan agrupadas las diferentes comunidades.
capítulo 7. EL POLEN Y EL CLIMA 271
La presencia de polen de disturbio, junto con la aparición del polen de Zea y los
bajos porcentajes en el polen arbóreo de los bosques tropical y del bosque tropical
secundario, da una clara percepción de la presencia de cultivos y agricultura en la
zona (zonas 3 y 1). Mientras, en la zona 2 parece haber un abandono de agricultura
y ganadería en la zona de estudio, advertido por los bajos porcentajes de polen de
disturbio y por en el incremento de polen en los bosques tropical y tropical secun-
dario, así como en el mesófilo.
En el lago Verde, Veracruz, Lozano-García y colaboradores (2007) observaron
incrementos y decrementos de polen de distintas comunidades vegetales cercanas
al lago durante los últimos 2 300 años, los cuales responden a cambios en el clima
(mayor o menor humedad y mayor o menor temperatura).
Durante el Formativo Medio y hasta el Clásico Medio en la sierra de los Tuxtas
en Laguna Pompal, Goman y Byrne (1998), registraron también impacto humano en
los diagramas de polen, caracterizado por la presencia de altos porcentajes de polen
de disturbio y la presencia de polen de Zea, como se observa en este diagrama de
polen, zona 3 y zona 1.
El abandono de los cultivos se observa por el decremento en el polen de disturbio y
por un incremento en el polen de bosque tropical secundario durante el Posclásico. En
el periodo colonial el polen de estos bosques se incrementó de manera considerable.
Durante este periodo hubo una mayor oscilación climática, denominada “La Pequeña
Edad de Hielo” (347 a 466 años 14C ap), caracterizada por un avance glacial que re-
dujo la temperatura, donde se observa un incremento en el bosque tropical y tropical
secundario y una reducción en los taxa de disturbio. Hacia el periodo actual se observa
nuevamente un incremento en los taxa de disturbio, incluyendo a Zea, y un decremen-
to importante en los porcentajes de polen de bosque tropical y tropical secundario.
conclusiones
Como se puede observar en los casos presentados (cuenca alta del Lerma y Lago
Verde, Veracruz), se estableció primero la composición de la paleovegetación por
medio de la morfología polínica y posteriormente se establecieron las comunidades,
dependiendo del porcentaje de cada tipo polínico observado, teniendo en cuenta
también el polen de plantas indicadoras de climas fríos y el polen de plantas indi-
cadoras de condiciones secas, cambios en la abundancia del polen preservado que
reflejaran cambios en la abundancia de las poblaciones de plantas representadas, y
272 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
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capítulo 7. EL POLEN Y EL CLIMA 275
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Liseth Pérez
resumen
E n este capítulo se presenta una síntesis de los estudios paleobiológicos más impor-
tantes que se han realizado sobre la fauna de ostrácodos lacustres del Cuaternario
Tardío en el norte de los Neotrópicos (México, Guatemala y Belice). Los ostrácoda
(crustácea: podocopida) no marinos han sido objeto de estudio a nivel mundial por
su importante utilización como indicadores de condiciones ambientales pasadas y
por su excelente preservación en sedimentos lacustres. Específicamente, en el norte de
los neotrópicos, el grupo presenta un alto potencial para estudios paleoecológicos, de-
bido a los extensos gradientes de precipitación y altura, y a su alta abundancia y diver-
sidad. Recién a inicios del siglo xxi, Pérez et al., (2011a) iniciaron estudios ecológicos
cuantitativos basados en ostrácodos en 63 cuerpos de agua de la península de Yucatán
y sus alrededores (Guatemala y Belice). El estudio reportó 29 especies de ostrácodos y
los resultados fueron utilizados en el análisis paleoecológico del registro sedimentario
más antiguo (aproximadamente 200 000 años) que hasta la fecha se conoce para las
tierras bajas, como lo es el del Lago Petén Itzá, en el norte de Guatemala. Con el pro-
pósito de mejorar la interpretación de las concentraciones de isótopos estables (δ18O y
δ13C) en las valvas fósiles depositadas durante el Pleistoceno Tardío y Holoceno Tem-
prano en el núcleo PI-6 del Lago Petén Itzá, Pérez et al. (2013a) realizaron una calibra-
ción actual a lo largo de un transecto de profundidad que cubre desde la zona litoral
277
278 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
del lago hasta una profundidad máxima de 160 m. Especies nectobénticas mostraron
concentraciones de δ18O y δ13C más positivas que las especies bénticas, reflejando sus
preferencias ecológicas y hábitat. Debido a que la mayor parte de los estudios se han
realizado en las tierras bajas, actualmente se están llevando a cabo investigaciones en
las tierras medias (Selva Lacandona, Chiapas) y altas (centro de México). Las investi-
gaciones realizadas han resaltado así el importante papel que juega el tipo de especie,
hábitat, preferencias ecológicas, biología, etc. en la interpretación de estos resultados,
y muestran claramente el efecto del cambio climático sobre la diversidad de ostráco-
dos durante el Cuaternario Tardío. Esto destaca el gran potencial de los ostrácodos
lacustres neotropicales como herramientas de reconstrucción ambiental y climática.
introducción
a
Figura 8.1. A) Mapa mundial que muestra la ubi-
cación de sitios con registros sedimentarios extensos y
antiguos donde se han realizado proyectos paleocli-
máticos y paleoambientales en el marco del Programa
Internacional de Perforaciones Continentales (icdp
por sus siglas en inglés). Muchos de los lagos son con-
siderados“antiguos” debido a que tienen un registro
climático y ambiental de por lo menos los últimos
125 000 años (e.g. lago Petén Itzá, Bosumtwi,
Malawi, Baikal, etc.). Ubicación del lago Petén Itzá
en el norte de los Neotrópicos. B) Mapa que muestra
el gradiente de precipitación de la península de Yuca- b
tán y sus alrededores (Guatemala y Belice). Los círcu-
los blancos indican los cuerpos de agua muestreados
(n=63) por Pérez et al., (2011a) y el negro indica la
ubicación del lago Petén Itzá, en el distrito de Lagos
de Petén. C) Mapa batimétrico del lago Petén Itzá,
Guatemala. Indica la ubicación de los núcleos PI-6,
PI-SC-1-10m y el transecto N-S donde muestras de
sedimento superficial fueron colectados de 0.5 a 165 m c
de profundidad (modificado de Pérez (2010).
capítulo 8. Ostrácodos lacustres del Cuaternario... 281
área de estudio
El norte de los neotrópicos es un área que presenta una diversidad de ecosistemas debido
a los amplios gradientes en precipitación y altura. Este trabajo se enfoca en el área de
la península de Yucatán, que abarca las tierras bajas del sureste de México (estados de
Campeche, Quintana Roo y Yucatán), norte de Belice y Guatemala, así como el resto
del área aledaña de Belice y el altiplano en Guatemala (figura 8.1B). La península de
Yucatán es una plataforma de carbonatos marinos con una altitud máxima de aproxima-
damente 300 m s.n.m.; el ambiente cárstico es típico de la región. La península integra
depósitos del Terciario y Cuaternario, y la edad aumenta del norte hacia el sur. El sur
se caracteriza por depósitos del Cretácico Superior (Hodell, et al., 2004). El cráter de
impacto Chicxulub (65 millones de años) se ubica en el noroeste de la península y es
una de las tres estructuras más grandes conocidas en la Tierra (>150 km de diámetro),
que ha causado extinciones masivas. La topografía cárstica de Belice es más pronunciada
en las calizas cretácicas que colindan con las Montañas Mayas (Day, 1996). El clima de
la península es húmedo tropical y se caracteriza por un gradiente de precipitación que
incrementa del noroeste hacia el sur (500 a 1 500 mm/año, figura 8.1B). La precipita-
ción está controlada por la migración de la Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT)
y el sistema semipermanente de alta presión de las Azores-Bermudas (Hodell, et al.,
2005). Existen tres estaciones: 1) época seca, de enero a mayo; 2) época lluviosa, entre
junio y octubre; y 3) una época con lluvias de invierno, entre noviembre y diciembre
(Schmitter-Soto et al., 2002). La temperatura media anual es de 26°C (White et al.,
2004). Hay pocos lagos y lagunas de agua dulce debido a la escasa precipitación y rápida
infiltración de la precipitación en el subsuelo cárstico (Leyden et al., 1998). La penín-
sula tiene una diversidad de ecosistemas que incluyen bosques tropicales, humedales,
manglares y lagunas en el área costera. La presencia de cenotes es común en la Península
debido a su formación natural por la disolución y colapso de la caliza. Otros cuerpos de
agua tienen origen fluvial o tectónico (Alcocer y Bernal-Brooks, 2010). Los ecosistemas
acuáticos actuales y su fauna en el área de estudio presentan diversas amenazas para su
conservación, entre las cuales se encuentra la urbanización, agricultura y acuacultura, el
turismo y diversas actividades industriales como consecuencia del crecimiento poblacio-
nal desmesurado (Tapia González et al., 2008). El altiplano en el sur de Guatemala (≥1
200 msnm) incluye lagos que en su mayoría son de origen volcánico, a diferencia de los
cuerpos de agua kársticos y/o tectónicos del norte de Guatemala y resto de la península
de Yucatán. Asimismo, la composición química del agua (Ca, HCO3) es diferente a la
del resto de los lagos estudiados en las tierras bajas.
282 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
El lago Petén Itzá está ubicado en el distrito central de los lagos de Petén, en el norte
de Guatemala, el cual se extiende desde la laguna Perdida en el oeste, hasta los lagos
Yaxhá y Sacnab en el este (figuras 8.1B, C). Se ubica a una altura de 120 msnm,
tiene un área de 100 km2 y 165 m de profundidad. Es un lago mesooligotrófico
con una transparencia de 7.5 m en noviembre. La termoclina en la época seca se
encuentra entre 20 y 40 m de profundidad. Las aguas del lago están dominadas
por Ca, HCO3, Mg y SO4 (Brezonik y Fox, 1974; Pérez et al., 2010c, 2011b). La
característica más importante del lago es que es superficialmente cerrado, por lo que
es altamente sensible al cambio climático. Este tipo de lagos responden más rápido
a cambios en el balance entre precipitación y evaporación que los sistemas abiertos;
por ejemplo, el lago muestra fluctuaciones estacionales y a largo plazo en niveles, y
el nivel del lago aumenta alrededor de dos meses después de los periodos de mayor
precipitación (insivumeh, 1985). Debido a su gran profundidad (165 m), el lago
nunca se secó durante los severos periodos de sequía a finales de la última glacia-
ción, por lo que se cuenta con un registro sedimentológico de los últimos 200 000
años. Esto hace del lago un objetivo para estudios paleolimnológicos, razón por la
cual fue perforado en una campaña en el año 2006 (Hodell et al., 2006).
Métodos
Primeros estudios
riormente, a finales del siglo xx, se produjo un incremento en los estudios enfoca-
dos en el análisis de isótopos estables en valvas de ostrácodos depositadas durante
el Holoceno en cuerpos de agua de esa zona (Hodell et al., 1995; Curtis, et al.
1996; 1998; Leyden et al., 1996; Whitmore et al., 1996). Una de las razones por
las cuales la mayoría de los estudios se limitan al Holoceno es porque muchos
lagos en el norte de los neotrópicos se formaron a inicios del Holoceno, cuando
la humedad y temperatura aumentaron (Pérez, 2010). Las excepciones son los
registros sedimentarios del lago Quexil (Leyden et al., 1993; 1994) y Petén Itzá,
norte de Guatemala (Hodell, et al., 2006). Sin embargo, el registro sedimentario
del lago Petén Itzá es mucho más extenso, y estudios recientes sugieren que el lago
tiene una historia ambiental y climática de los últimos 200 000 años (Müller, et
al., 2010) (figura 8.1). Hillesheim et al. (2005) presentaron, por primera vez para
el mismo lago, resultados de isótopos estables en valvas de ostrácodos depositados
durante la transición del Pleistoceno al Holoceno (aproximadamente 11 250 a 7
500 años ap). Con ayuda del icdp y de otras agencias de financiamiento, el lago
Petén Itzá fue perforado exitosamente en el 2006. Alrededor de 1 300 m de sedi-
mentos en siete sitios fueron extraídos del lago Petén Itzá. Los estudios paleocli-
máticos y paleoambientales más recientes de Escobar et al. (2012) y de Pérez et
al. (2013a) presentan resultados de periodos aún más antiguos (≤43 000 años ap)
del registro sedimentario extraído por el icdp.
Set de calibración
Tabla 8.1a. Estudios más importantes sobre la fauna de ostrácodos durante el Cuaternario tar-
dío en el norte de los neotrópicos. Las referencias se muestran en orden cronológico, mientras que
las especies en orden alfabético (especies E a T, ver tabla 8.1b)
Candonocypris serratomarginata?
Chlamydotheca colombiensis
Chlamydotheca unispinosa
Chlamydotheca texasiensis
Cypridopsis rhomboidea
Cypridopsis okeechobei
Cypridopsis niagrensis
Cypretta brevisaepta ?
Cypridopsis mexicana
Cypridopsis inaudita
Referencias
serratomarginata
Cypria petenensis
Cypria pelagica
Cyprideis sp.
Candona sp.
Cypretta sp.
Brehm 1932* x
Furtos 1936 x x x x x
Furtos 1938 x
Brehm 1939 x
Ferguson et al., 1964 x
Goulden 1966 x
Deevey et al., 1980 x
Hillesheim et al., 2005
Pérez et al., 2005
Pérez et al., 2008 x
Pérez et al., 2010b, 2010c x x x
Pérez et al., 2010a
Pérez et al., 2011a x x x x x x
Pérez et al., 2012 x x x x
Escobar et al., 2012
Pérez et al., 2013a x
Pérez et al., 2013b x x x x x x
Sitio: cen: múltiples cenotes; iza: Izabal; pet: Petenxil; pi: Petén Itzá; pld; Petén Lake District;
ts: Training set; yun: cueva Yunchen
capítulo 8. Ostrácodos lacustres del Cuaternario... 287
Cypridopsis yucatanensis
Cyprinotus symmetricus
Cyprinotus unispinifera
Cyprinotus inconstans
Darwinula stevensoni
Tema
Sitio
País
Cytherura sandbergi
Cypridopsis viduella
Cytheridella ilosvayi
Dolerocypris opesta
Dolerocypris maya
Cypridopsis vidua
Cyprinotus putei
x pi gua tax
x x x x x x x cen mex tax
yun mex tax
x pi gua tax
pi gua tax
pet gua paleo
pld gua dist
pi gua paleo
x iza gua eco
x x iza.pld gua eco
x x pi gua tax, eco
x x pi gua paleo
x x x x ts mex, gua dist, eco
x x x ts gua eco, dist
x pi gua paleo
x x pi gua eco, paleo
x x x x ts gua eco, dist
Tabla 8.1b. Estudios más importantes sobre la fauna de ostrácodos durante el Cuaternario tar-
dío en el norte de los neotrópicos. Las referencias se muestran en orden cronológico, mientras que
las especies en orden alfabético (especies E a T, continuación de tabla 8.1a)
Eucypris serrato-marginata
Paracytheroma stephensoni
Herpetocypris meridiana
Physocypria denticulata?
Perissocytheridea cribosa
Fabaeformiscandona sp.
Limnocythere floridensis
Elpidium bromeliarum
Metacypris americana
Heterocypris punctata
Limnocythere opesta
Eucypris cisternina
Ilyocrypris gibba
Referencias
Limnocthere sp.
Loxoconcha sp.
colombiensis
Furtos 1936 x x x x x
Furtos 1938
Brehm
x
1939
Ferguson et al., 1964
Goulden 1966 x
Deevey et al., 1980
Hillesheim et al., 2005 x
Pérez et al., 2005
Pérez et al., 2008 x x x
Pérez et al., 2010b,
x x
2010c
Pérez et al., 2010a x x
Pérez et al., 2011a x x x x x x x x x x x
Pérez et al., 2012 x x x x x
Escobar et al., 2012 x
Pérez et al., 2013a x x
Pérez et al., 2013b x x x x x x x x x x x
Sitio: cen: múltiples cenotes; iza: Izabal; pet: Petenxil; pi: Petén Itzá; pld; Petén Lake District;
ts: Training set; yun: cueva Yunchen
capítulo 8. Ostrácodos lacustres del Cuaternario... 289
Stenocypris malcolmsoni
Physocypria xanabanica
Stenocypris fontinalis
Strandesia intrepida
Physocypria globula
Strandesia obtusata
Strandesia bicuspis
Pseudocandona sp.
Thalassocypria sp.
Stenocypris major
Tema
Potamocypris sp.
Total
Sitio
País
Trajancypris sp. 2 pi gua tax
x x x x x x 23 cen mex tax
1 yun mex tax
3 pi gua tax
1 pi gua tax
2 pet gua paleo
1 pld gua dist
1 pi gua paleo
1 iza gua eco
x x 8 iza.pld gua eco
x x x 7 pi gua paleo
mex,
x x x x x x x x 29 ts dist, eco
gua
x x x x x x x 22 ts gua eco, dist
x 3 pi gua paleo
x x x 8 pi gua eco, paleo
x x x x x x x x 29 ts gua eco, dist
Tabla 8.2. Distribución vertical de las especies de ostrácodos en el lago Petén Itzá. Las muestras
de sedimentos superficiales fueron colectados a lo largo de un transecto (0.5-165 m) norte a sur,
a lo largo del lago (figura 8.1C) (modificado de Pérez et al., 2010b, c)
Profundidad Estilo
Especie Observaciones
(max. 165 m) de vida
13
C OSTRÁCODOS (‰) 18
O OSTRÁCODOS (‰)
-8 -7 -6 -5 -4 -3 -2 -1 0 1 2 3 4
0
5
10
15
20
25
30
35 Temperatura Nectobénticas
Cypridopsis okeechobei
40 Strandesia intrepida
45 Heterocypris punctata
50
18
Ocalcita Bénticas + P. globula
55 Cytheridella ilosvayi
Darwinula stevensoni
60
13
CCID Physocypria globula
Pseudocandona sp.
25.5 26 26.5 27 27.5 28 Limnocythere opesta
Temperatura del agua (ºC)
Figura 8.2. Concentraciones de isótopos estables (δ18O y δ13C) en valvas de ostrácodos ac-
tuales colectadas hasta 60 m de profundidad en el lago Petén Itzá. Las especies nectobénticas
(sombra roja) presentan valores más positivos de δ13C y δ18O, lo que sugiere productividades
y evaporación más altas que para las especies bénticas (sombra azul) (modificado de Pérez et
al., (2013a)).
BÉNTICAS NECTOBÉNTICAS
1 2 8 9 10
3 4 11 12 13
5 6 14 15
7 16 17
18 19
100µm
Figura 8.3. Fotografías tomadas con microscopio electrónico de barrido (meb) de valvas de
especies de ostrácodos seleccionadas, colectadas en cuerpos de agua de la península de Yucatán y
sus alrededores. Especies bénticas: 1: Perissocytheridea cribosa. 2: Pseudocandona sp. 3: Lim-
nocythere opesta. 4: Darwinula stevensoni. 5: Cytheridella ilosvayi. 6: Limnocythere flori-
densis. 7: Cyprideis sp., Especies nectobénticas: 8: Cypridopsis okeechobei. 9: Cypretta brevi-
saepta? 10: Physocypria xanabanica. 11: Physocypria denticulata? 12: Physocypria globula.
13: Potamocypris sp. 14: Loxoconcha sp. 15: Heterocypris punctata. 16: Thalassocypria
sp. 17: Strandesia intrepida. 18: Stenocypris major. 19: Candonocypris serratomarginata.
(Modificado de Pérez et al. (2011a)).
0.8
18
0
Temperatura
Profundidad COSTA
TIERRAS BAJAS Conductividad
pH THA
POT
PGL
13
C PCR CIS
LOP HPU
PSE PDE
CBR SIN COK
CIL LFL
DST
ALTIPLANO
CVI
-0.8
-0.4 1.0
Figura 8.4. Análisis de correspondencias canónico (acc) del set de calibración de la península
de Yucatán y alrededores. El análisis multivariado indica que la conductividad del agua es la
variable ambiental más importante que determina la distribución de ostrácodos en el área de
estudio. Asimismo, se pueden apreciar las especies típicas de las tierras bajas, altiplano y lagunas
costeras (modificado de Pérez et al., (2011a)).
294 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
10000
11000 11000
I
12000
13000
YD 12000
13000
14000
14000
15000
II BA 15000
III
16000 16000
IV
17000 17000
V
UII
18000
19000
H1 18000
19000
20000 20000
21000 21000
22000 22000
23000 UIII 23000
24000
Figura 8.5. Abundancia (valvas/g) de las comunidades fósiles de ostrácodos (especies bénticas
y nectobénticas) depositadas entre 23 000-10 000 años ap en el lago Petén Itzá, Guatemala
(núcleo PI-6). El recuadro azul indica temperaturas frías y un ambiente húmedo durante el
Último Máximo Glacial (umg), mientras que los recuadros rojos sugieren temperaturas altas y
condiciones húmedas durante el ba y el Holoceno temprano. Los periodos con recuadros blancos
indican condiciones secas. Las abundancias en negro corresponden a valvas de ostrácodos adultos
y aquellas en blanco a valvas de estadios larvarios. Se presentan resultados del total de valvas de
adultos (tva) y del total de valvas de adultos rotas (tvar). H1: Evento Heinrich 1, ba: Bolling
Allerod, yd: Dryas Reciente (modificado de Pérez et al. (2011a, 2013a)).
capítulo 8. Ostrácodos lacustres del Cuaternario... 295
relativamente bajos (+5.1‰ a +5.3‰) y los valores de δ13C fueron mayormente ne-
gativos (-7.1‰ a -6.4‰) (Pérez et al., 2013a). Estos resultados sugieren temperaturas
húmedas y frías así como profundidades medias-altas y baja productividad. Diversos
estudios sedimentológicos y geoquímicos sustentan los resultados basados en ostráco-
dos (Hodell et al., 2008; Müller et al., 2010).
Pérez et al., (2011a) reportan fluctuaciones muy marcadas entre periodos secos y hú-
medos, templados y cálidos (figura 8.5). Se reconstruyeron tres periodos de sequía,
los cuales corresponden con el evento Heinrich 1 y el Dryas Reciente (yd). Los se-
dimentos presentaron alta abundancia de la especie béntica Limnocythere opesta y de
otras indicadoras de zonas litorales, como Heterocypris punctata y Strandensia intrepida
(tabla 8.2). La profundidad inferida fue menor a los 20 m. Las valvas de ostrácodos
depositadas durante el evento Heinrich 1 (H1) presentaron valores de δ18O altos
(+7.3‰), sugiriendo alta evaporación en el lago, y valores altos de δ13C (+3.7‰)
indicando niveles bajos del lago y una alta productividad (Pérez et al., 2013a). Asimis-
mo, se identifican dos periodos con mayor precipitación y niveles del lago más altos
que corresponden a un periodo corto entre el evento Heinrich (aproximadamente
17 000-16 100 años ap) y el Bolling Allerod (ba, 15 000-13 000 años ap). Estos sedi-
mentos están dominados por la especie indicadora de altas profundidades, P. globula
(tabla 8.2) y por valores más bajos de δ18O (+3.8‰) y δ13C (-5.9‰), que indica una
disminución de la evaporación y niveles más altos del lago (Pérez, et al., 2013a). La
especie Cytheridella ilosvayi, que es una de las dominantes de las comunidades actuales
en la península de Yucatán, no fue reportada en este registro sedimentario.
discusión
BÉNTICAS NECTOBÉNTICAS
LOP CIL DST PSE COK PGL SIN TVA g-1 nivel lago (m)
10 20 30 40 0 10 20 30 40 0 2 4 6 8 10 0 4 8 12 16 20 30 40 50 60 0 4 8 12 16 0 0.2 0.4 0.6 0 2000 4000 0 10 20 30
2000 2000
1950 1950
1900 1900
1850 1850
1800 1800
1750 1750
1700 1700
1650 1650
1600 1600
1550 1550
Figura 8.6. Abundancia relativa (%) de las comunidades de ostrácodos depositados durante los
últimos 475 años en el lago Petén Itzá, Guatemala (núcleo PI-SC-1-10m), y fluctuaciones en
los niveles del lago inferidas después de aplicar una función de transferencia basada en ostrácodos
actuales colectados en un transecto N-S de profundidad. El recuadro azul indica temperaturas
más templadas y una disminución gradual del nivel del lago hacia años más recientes durante la
Pequeña Edad de Hielo (peh) (modificado de Pérez et al. (2010a)).
Yucatán, junto con análisis geoquímicos de los sedimentos, sugiriendo así que el
colapso de la antigua civilización maya se debió en gran parte a sequías severas.
Durante varios años se continuó analizando a los isótopos estables en valvas de
ostrácodos; sin embargo, información taxonómica, biológica y ecológica no fueron
utilizadas para la interpretación de los datos. Pérez et al. (2013a) demostraron la
importancia de tener en cuenta estos factores. Estos estudios indicaron las diferen-
cias que hay entre especies bénticas y nectobénticas, así como especies que habitan
las zonas litorales y más profundas, o especies epi o infaunales. Lo anterior sugiere
analizar las valvas de cada especie por separado en una muestra para la obtención de
una reconstrucción hidrológica, ambiental y climática más robusta.
Estudios actuales, combinados con los estudios paleobiológicos y paleoecológicos
del registro sedimentario del lago Petén Itzá, permitieron la reconstrucción de las
condiciones ambientales y climáticas durante los últimos 23 000 años ap, convirtién-
dose en la primera reconstrucción ambiental basada en bioindicadores acuáticos del
sitio de estudio. El umg se caracterizó por temperaturas frías, fuertes lluvias, vientos y
niveles medio-altos del lago. Posteriormente, el análisis de las comunidades de ostrá-
codos depositados durante la deglaciación muestran, inequívocamente, la alternancia
de condiciones secas y húmedas para luego terminar con condiciones más húmedas
durante el inicio del Holoceno. El lago Petén Itzá es superficialmente cerrado, que lo
hace altamente sensible a cambios en el balance entre la precipitación y la evapora-
298 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
CLIMA
ACTUAL PASADO
taxonomía paleoecología
biología
ecología paleohidrología
funciones de geoquímica
transferencia (isótopos estables)
biogeografía
distribución geoquímica
(elementos traza)
genética evolución
reproducción y ontogenia
morfología ensayos en
NECESARIOS laboratorio
HUMANOS AMBIENTE
Figura 8.7. Compilación de los aspectos tratados sobre la fauna de ostrácodos en el norte de los
neotrópicos, así como los estudios necesarios para mejorar las inferencias climáticas y ambientales
del Cuaternario en el área de estudio. La interacción clima, ambiente y ser humano juega un
papel importante en la interpretación de los resultados de estos estudios.
ción, que se manifiesta en fluctuaciones marcadas en los niveles del lago, lo cual se ha
observado en múltiples ocasiones durante los últimos 23 000 años. La precipitación
en el área de estudio se encuentra principalmente controlada por la posición de la
Zona de Convergencia Intertropical (zcit). Condiciones más húmedas se infirieron
probablemente cuando la zcit se encontraba en la posición norte y condiciones más
secas, con una posición más al sur. La PEH en el norte de Guatemala presentó, entre
1 500 y 1 850 años ad, una progresiva disminución de los niveles del lago hasta llegar
a niveles muy bajos (Pérez et al., 2010a); posteriormente se incrementó nuevamente
la profundidad, y a finales del siglo xx se alcanzaron nuevamente niveles altos. Esta
información histórica es de suma importancia, ya que permite un mejor entendi-
miento de las fluctuaciones actuales de los niveles del lago, lo cual afecta a cientos de
habitantes de las ciudades y pueblos próximos al lago Petén Itzá.
capítulo 8. Ostrácodos lacustres del Cuaternario... 299
conclusiones y perspectiva
El presente trabajo demuestra claramente el alto potencial tienen que los ostráco-
dos para hacer inferencias ambientales y climáticas en el área de estudio; además,
confirma que tanto una taxonomía consistente como un buen conocimiento de las
preferencias ecológicas de las especies es indispensable. La presencia y abundancia
de ostrácodos en el registro sedimentario del lago Petén Itzá, han permitido hasta
la fecha realizar inferencias sobre el ambiente y clima durante los últimos 23 000
años en el norte de los neotrópicos. Actualmente se están finalizando los análisis
de las comunidades fósiles del núcleo PI-6 que contienen una historia climática
y ambiental de los últimos 85 000 años aproximadamente. Se realizarán estudios
futuros en núcleos de sedimentos extraídos de profundidades más someras, donde
se espera que las concentraciones de valvas sean más altas. Para darle continuidad
a este tipo de estudios en la región se han iniciado análisis similares en sedimen-
tos del lago de Chalco, centro de México, el cual es un registro sedimentario aún
más antiguo (aproximadamente 800 000 años) que el del lago Petén Itzá, que
permitirá reconstruir condiciones ambientales pasadas en la zona de transición
neártica-neotropical. Estudios que se están realizando en lagos de la selva Lacan-
dona, Chiapas, revelarán si las comunidades acuáticas han respondido en forma
similar a las de las tierras bajas o altas al cambio climático y ambiental de lo que
lo hicieron en el pasado. Los estudios actuales de los sets de calibración han repor-
tado la posibilidad de especies nuevas, por lo que será necesario combinar análisis
taxonómicos, morfológicos y moleculares para su estudio y descripción. La mejor
resolución taxonómica mejorará las reconstrucciones paleoecológicas en México y
Centroamérica. A pesar que los estudios han sido escasos, y aunque han generado
una gran cantidad de información sobre el ambiente y clima del lago Petén Itzá
y regiones aledañas, aún es necesario realizar estudios con una mayor resolución
temporal, un mayor enfoque multi proxy y hacer comparaciones de registros se-
dimentarios cercanos o a lo largo de transectos y gradientes ambientales.
agradecimientos
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304 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
Whitmore, T.J. et al., 1996. Holocene climatic and human influences on lakes of
the Yucatán Península, Mexico: an interdisciplinary paleolimnological approach.
The Holocene 6, pp. 273-287.
resumen
307
308 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
introducción
20
Localidades
15
10
5
y = 20.566 - 0.00491* x
G.L.= 38
R = 0.924
2
Elevación (msnm)
Figura 9.1. Regresión lineal simple para la temperatura mínima del mes de mayo como una
función de la elevación de diferentes localidades del centro de México. Se muestran los valores
de β y el estadístico (F) con su probabilidad de error asociado (p-value), así como los grados de
libertad (G.L.) y el coeficiente de la regresión (R2).
15
Observados
Estimados
14 Error
13
Ei
12 Уi
11 Yˆ i
10
Elevación (msnm)
Figura 9.2. Valores observados y los estimados como una función de la variable independiente.
esperada para el mes de mayo cuando se está a nivel del mar (elevación 0) es de 20.6 oC,
mientras que por cada metro de ascenso, se espera un descenso (coeficiente negati-
vo) de 0.0049 oC de esta temperatura. La línea de regresión representa los valores
esperados de la variable dependiente (y, temperatura mínima de mayo en este caso)
a medida que se cubre el gradiente estudiado de la variable predictora (x, elevación
sobre el nivel del mar para el ejemplo). Así, estos valores se conocen como y estimados
y se denotan con ŷ.
Dado que la estimación de los coeficientes o ajuste del modelo es un procedi-
miento puramente matemático, es posible ajustar líneas de regresión que descri-
ban la relación entre cualquier par de variables cuantitativas (Bolker, 2008; Fox y
Weisberg, 2011). Así, se debe evaluar si la relación encontrada es o no razonable
y/o estadísticamente significativa. Esta evaluación se realiza a través del cálculo de
las diferencias entre los datos observados (yi) y las estimaciones (ŷi) para cada uno
de los predicotres observados (xi) (figura 9.2). Esta diferencia se conoce como error
o como resiudal en la estimación de cada uno de los puntos (εi en la ecuación 1) y
capítulo 9. ANÁLISIS DE REGRESIÓN APLICADO A REGISTROS FÓSILES... 311
representa la porción de las yi observadas que no puede ser explicada por el modelo.
Si se hace una suma de todos los errores, ésta sería igual a cero para cualquier línea
de regresión, dado que cruza el centro de masa de la nube de puntos, de manera que
los residuales positivos y negativos se contrarrestan. De aquí que, para la evaluación
de la regresión, se use la suma de resiudales al cuadrado (conocida como sse), la cual
elimina los signos de cada residual, balanceando la contribución de cada punto al
error total de la suma de regresión (Gelman y Hill, 2007; Zar, 1999).
Bajo un modelo eficiente de regresión, se espera que los residuales sean lo más pe-
queños posible, y que presenten baja variabilidad a lo largo de la línea de regresión
(Fox y Weisberg, 2011). Residuales pequeños y cercanía de los puntos observados
a la línea de regresión se traducen como una sse baja. Sin embargo, es natural que a
medida que se tienen más puntos observados la sse aumente, dado el aporte mar-
ginal de cada uno de los puntos. De esta manera, es necesario dividir la suma de
cuadrados entre los grados de libertad1 para obtener el cuadrado medio del error
(cme), una figura comparable entre regresiones independientemente del número de
observaciones que tenga cada una de ellas. De manera análoga, la diferencia cuadra-
da entre valores estimados de la variable dependiente (ŷi) y la media de los valores
observados de la misma variable (denotada por Ȳ), representa la suma de cuadrados
de la regresión (ssr), la cual se estandariza mediante su divisón por el número de
parámetros para producir el cuadrado medio de la regresión (cmr).
Lo deseable es que el cme sea lo más pequeño posible, mientras que el cmr sea
alto (Zar, 1999). Así, el cociente entre cmr y cme (tabla 9.1) representa un estadítico
que es comparable con la distribución F de Fisher (valor tabulado F α (1),1,n-2 para la
regresión lineal con un solo predictor). Esta comparación permite la evaluación esta-
dística del desempeño de la regresión usando el cociente cmr/cme como estadítico
de F, el cual permite estimar la probabilidad de que la línea de regresión estimada sea
producto del azar (p-value). Para el caso del ejemplo de la temperatura del mes de
mayo en el centro de México como una función de la elevación, se obtuvo una F de
476 para la regresión ajustada, la cual resultó mucho mayor que los valores tabuldos
(F0.05(1),1,38 = 4.098). De acuerdo con la distribución de F, la probabilidad de obtener
un valor mayor que 476 es menor a 2x10-16, lo que a su vez representa la probabili-
dad de que la regresión ajustada sea espuria. Consecuentemente, y de acuerdo con
los valores convencionales de probabilidad de cometer error al aceptar la regresión
como funcional (no se acepta probabilidad de error superior a 0.05), la regresión del
ejemplo es altamente significativa en términos globales.
2
Grados de libertad: exceso de observaciones (n) sobre número de parámetros J. H., Zar, 1999, Biostatistical
Analysis: Prentice-Hall, Upper Saddle River, N. J. Para el caso de la regresión lineal simple se cuenta con sólo un
parámetro o varaible explicativa, de manera que los grados de libertad son n-1.
312 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
Tabla 9.1. Fórmulas para el análisis de varainza con los valores del ejemplo entre paréntesis
Suma de Grados de Cuadrado
Fuente de Estadístico
Cuadrados Libertad Medio
variación (F)
( SS ) (g.l.) ( CM )
SSR ∑(Yi–Y )2 CMR
∑(Yi–Y )2 1
Regresión g.l. regresión 1 CME
(740.01) (1) (740.01) (475.78)
∑(Yi–Y i)2 n-2 SSE ∑(Yi–Y i)2
Residuales g.l. residuales
(error) n-2
(59.1) (38) (1.56)
TOTAL
∑(Yi–Y )2 n-1
(799.11) (39)
20
15
10
Línea de regresión
5
Intervalo de confianza
Figura 9.3. Distribución (normal) de los errores asociados a la variable de respuesta (y), que
muestra el intervalo de confianza uniforme para todas las observaciones (homocedasticidad).
314 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
Los dos casos particulares más útiles para el estudio de los patrones de diversidad a tra-
vés del tiempo mediante el uso de indicadores indirectos, son la descripción de la pre-
sencia y abundancia de las especies como funciones de indicadores independientes.
En el primer caso (presencia de especies a través del tiempo), se trata de una varaible
binaria (puede tomar sólo valores 0 y 1 para indicar ausencia y presencia, respectiva-
mente). En el segundo (abundancia de una especie particular), se trata de una varaible
discreta que sólo puede tomar valores positivos. En principio, ambos casos incumplen
como mínimo con el supuesto número 4. Así, se hace necesario acudir a los modelos
lineales generalizados, los cuales se describen a continuación para ambos casos.
Como su nombre lo indica, los modelos lineales generalizados (glm por sus siglas
en inglés) constituyen la expresión genérica de los modelos lienales. Ellos tienen
cuatro componentes fundamentales: 1) la variable dependiente (yi), 2) un grupo
de predictores (xi, sólo uno en el caso de regresión simple) con coeficientes asocia-
dos (βi), 3) una función de enlace que transforma a los yi (tanto observados como
estimados), y 4) una distribución conocida de los yi, de manera que se haga po-
sible el ajuste de las relaciones mediante la técnica de los estimadores de máxima
verosimilitud (Wood, 2006). La tabla 9.2 presenta una breve descripción de estos
cuatro componentes para tres modelos básicos de regresión útiles en estudios
paleoecológicos.
Explicación de
Explicación de
una variable
Explicación de una variable
dependiente que
una variable que que toma
Utilidad toma valores
se presenta como únicamente
contínuos que
presencia-ausencia valores discretos
se distribuyen
positivos
normalmente
Valores binarios
Valores contínuos Valores
de yi (0 para
yi que se distribuyen asocaidos con
ausencia yi para
normalmente cuentas
presencia)
Función
Función logística
logaritmo
que convierte
Los datos no natural,
Función de valores del
se transforman transforma
enlace intervalo 0 a 1
(conocida como el dominio
en el intervalo
función identidad) positivo al
-∞ a ∞
intervalo
(figura 9.4)
-∞ a ∞
Predictor log ŷ = β0+β1*x
ŷ=β0+ β1*x ln(ŷ)=β0+ β1*x
lineal 1- ŷ
Predictor
de valores
ŷ=β0+ β1*x ŷ= e β0+ β1*x ŷ= e β0+ β1*x
estimados 1+eβ0+ β1*x
(ŷ)
Distribución
Normal Binomial Poisson
de los yi
316 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
de presencia resulta mayor a 0.5, ésta puede ser interpretada como una predicción
de presencia, mientras aquellas por debajo de 0.5 corresponderían a predicciones de
ausencia. De cualquier manera, el punto central del uso de este método en estudios
paleoecológicos es la identificación de la importancia de diferentes factores sobre la
presencia de los taxa a nivel individual. La función logística de enlace (ecuación 2)
transforma los valores de yi, los cuales están dentro del intervalo 0 a 1, al intervalo
-∞ a ∞ (figura 9.4A). De esta manera, el modelo se ajusta para predecir valores
transformados de yi, de manera que es necesario aplicar la inversa de la función
logística al resultado final para conocer los valores predichos en términos probabi-
lísticos (ecuación 3).
logit (z)= log
(1-z z ) (2, ver figura 4A)
logit-1 (z)=
(1+ee )
x
x
(3, ver figura 4B)
cretas positivas, es posible modelarla a través del glm Poisson. En este caso cada
observación yi no tiene límite natural, en el sentido de que no hay un número de
intentos necesario para alcanzar la cuenta yi; así, cada unidad i corresponde a un
contexto espacial o temporal en el cual se cuenta yi veces un evento (e.g. número
de individuos de un taxón particular). De esta manera es posible modelar la abun-
dancia de un taxón particular (yi) en términos del contexto ambiental ofrecido por
un indicador independiente.
Dado que las cuentas se encuentran acotadas por el cero (no se presenta abun-
dancia negativa), los datos observados de yi se transforman al rango de –∞ a ∞
mediante Ael uso de la función logarítmica (figuraB 9.4C). Así, la estimación directa
1.0
4 Valores observados de y
A B
0.8
1.0
4
2 Valores observados de y
Presencia
0.6
0.8 Valores
2 predichos
0 Presencia de y
0.4
0.6
Valores
Ausencia predichos
0
-2 de y
0.4
0.2
-2 Ausencia
-4
0.0
0.2
0.0 0.2 0.4 0.6 0.8 1.0 -4 -2 0 2 4
-4
0.0
C D
3 20
C Valores observados de y D
3
2 20
15
Valores observados de y
2
1
15
10 Valores
predichos
de y
1
0 Abundancia
10 Valores de y
5 predichos
de y
0
-1 Abundancia
de y
5
0
-1
0 5 10 15 20 -2 -1 0 1 2 3
Ejemplo
Los modelos lineales generalizados (glm), logístico y Poisson, han sido aplicados
sobre series de datos fósiles a nivel de taxón individual para explicar la presencia
y abundancia de los mismos a través del tiempo (Correa-Metrio et al., 2014). Los
ejemplos que se presentan en esta sección corresponden al análisis de datos deriva-
A B C D
20000
30000
40000
50000
60000
70000
80000
0 50 100 150 0 2000 4000 6000 0 200 400 600 800 0 5000 15000
SM Asteraceae Inga Quercus
Figura 9.5. El registro del núcleo PI6 del lago Petén-Itzá. A) Susceptibilidad magnética (en
línea gris) y presencia de tres taxa polínicos: Alternanthera (círculos), Asteraceae (rombos) y Con-
volvulacea (cuadros) a lo largo de la secuencia sedimentaria. B), C) y D) Abundancia absoluta
de los taxa Asteraceae, Inga y Quercus, respectivamente.
capítulo 9. ANÁLISIS DE REGRESIÓN APLICADO A REGISTROS FÓSILES... 319
dos del núcleo PI6 del lago Petén Itzá, en las tierras bajas de la Península de Yucatán,
Guatemala. Dicho núcleo representa un registro continuo de los últimos 86 000
años (Hodell et al., 2008), el cual fue analizado en términos palinológicos a una
resolución temporal de aproximadamente 150 años (Correa-Metrio et al., 2012)
(figura 9.5). Adicionalmente, para cada muestra de polen se cuenta con la suscep-
tibilidad magnética, la cual, siendo un indicador directo de los niveles de erosión
pluvial, sirve como indicador de los niveles de precipitación (Hodell et al., 2008).
Es importante aclarar que no es necesaria una resolución temporal específica para
aplicar este tipo de análisis sobre datos paleoecológicos. Estos análisis buscan identi-
ficar relaciones sistemáticas y estructurales entre la presencia (glm logístico) o abun-
dancia (glm Poisson) de los diferentes taxa, así condiciones ambientales específicas
(Gelman y Hill, 2007) expresadas en términos de los indicadores independientes.
Así, dichas relaciones no implican ningún tipo de estructura temporal, a menos
que se estén utilizando escalas temporales que sugieran el desarrollo de relaciones
evolutivas entre el ambiente y los taxa bajo estudio.
Para la aplicación del modelo logístico es necesario que los datos del taxón de
interés estén en términos de presencia-ausencia. Dadas características propias de las
técnicas de muestreo, es posible que los datos ya se encuentren en términos de pre-
sencia-ausencia. También es necesario contar con un indicador independiente que
sirva como varaible explicativa de la presencia del taxón en estudio, el cual puede
estar en cualquier escala de medición (Gelman y Hill, 2007). De hecho, en estudios
puramente ecológicos es posible evaluar la influencia que otros taxa tienen sobre la
presencia-ausencia del taxón bajo estudio.
El ejemplo particular que se presenta aquí sobre la aplicación del glm logístico a da-
tos paleoambientales corresponde a la presencia de Alternanthera, Asteraceae y Convol-
culacea en función de la susceptibilidad magnética del sedimento (figura 9.5a). Así, los
resultados permitirán evaluar si el efecto de la precipitación sobre la presencia de estos
taxa es significativo (tabla 9.2). El signo que acompaña al estimador de β1 implica la
direccionalidad de la relación entre la presencia del taxa y la susceptibilidad magnética.
Así, mientras valores altos de precipitación afectan negativamente la probabilidad de
encontrar Alternanthera y Asteraceae en la vegetación, el efecto sobre Convolculaceae
es positivo. Estos resultados coinciden con la afinidad climática identificada para estos
taxa, pues mientras en la actualidad los dos primeros son caraterícticos de climas secos,
el último se asocia a condiciones húmedas (Marchant et al., 2002).
Sin embargo, de acuerdo con los límites establecidos por dos errores estándar (tabla
9.3), el efecto de la precipitación sobre la presencia de Alternanthera y Convolculaceae
es significativo, mientras que sobre Asteraceae no lo es; esto se debe a que el intervalo
de confianza definido para el β1 de Asteraceae contiene al cero (-0.00918 ± 0.03282,
320 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Primera parte
A B
Convolvulaceae Quercus
Asteraceae Inga
Altemanthera Asteraceae
-0.04 -0.02 0.00 0.02 0.04 -0.006 -0.004 -0.002 0 0.002 0.004
C D
6 12
4
10
2
Asteraceae
8 Inga
0 Quercus
-2 6
Altemanthera
-4 Asteraceae
Convolvulaceae 4
-6
E F
1.0
1000 60000
0.8
Altemanthera
Convolvulaceae 800 50000
0.6
0.2 30000
400
0.0
0 50 100 150
Figura 9.6. Resultados de los glm logístico y Poisson. Arriba, los coeficientes de los taxa eva-
luados con: A) Regresión logística. B) Regresión Poisson. En medio, transformación de datos
mediante la función C) Logística. D) Logarítmica, con respecto a los valores de Susceptibilidad
Magnética (sm). Abajo, predicciones de los modelos para E) Probabilidad de encontrar o no al
taxón dados los valores de sm. F) Abundancia esperada de polen por centímetro cúbico taxón
dados los valores de sm.
capítulo 9. ANÁLISIS DE REGRESIÓN APLICADO A REGISTROS FÓSILES... 321
Intercepto Coeficiente
Taxon Modelo SE 2*SE
( βo ) e( β1 )
tar es la magnitud de las predicciones (centenas para Inga y millares para Quercus), las
cuales parecen mediadas por la producción de polen de cada uno de los taxa (Bush y
Rivera, 1998). Mientras Inga es polinizado por insectos, y por ende necesita producir
una cantidad de polen relativamente pequeña, Quercus es polinizado por el viento,
para lo que se hace necesaria la producción de grandes cantidades de polen.
conclusiones
literatura recomendada
Incluye bibliografías
ISBN 978-607-02-9343-6 (obra completa)
ISBN 978-607-02-9347-4 (segunda parte)
el mundo verde
Capítulo 10 11
Diversidad de coníferas en el Cretácico de México:
Introducción a los aspectos biológicos y geológicos
Alma Rosa Huerta-Vergara y Sergio R. S. Cevallos-Ferriz
Capítulo 11 31
Colonización de la Tierra por las plantas
Sergio R. S. Cevallos-Ferriz y Alma Rosa Huerta-Vergara
Capítulo 12 61
Utilidad de la anatomía de la madera en la inferencia de
aspectos funcionales de paleobosques: Estimación
de gravedad específica y características hidráulicas.
Hugo Israel Martínez-Cabrera y Emilio Estrada-Ruiz
Capítulo 13 87
Paleopalinología
Uxue Villanueva Amadoz
Capítulo 14 121
ámbar: reservorio de vida pasada
A. L. Hernández-Damián, J. A. Pratt-Fernández,
y Sergio R. S. Cevallos-Ferriz
los invertebrados
Capítulo 15 137
Calpionélidos y colomiélidos
Rafael Antonio López Martínez y Ricardo Barragán Manzo
Capítulo 16 155
Lofoforados
Francisco Sour-Tovar, Sergio González-Mora,
Daniel Navarro-Santillán y Miguel Angel Torres-Martínez
7
PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Capítulo 17 189
El orden Pectinida (Mollusca: Bivalvia) a través del tiempo y del espacio
Sara Alicia Quiroz-Barroso
Capítulo 18 211
El registro fósil de crustáceos en México
Francisco J. Vega
Capítulo 19 233
Gasterópodos de Chiapas, 300 millones de años de permanencia
Javier Avendaño Gil y Alma Rosa Huerta-Vergara
Capítulo 20 249
Paleobiología de conodontos: anatomía, función y afinidades biológicas
Pilar Navas-Parejo y Carlos Martínez-Pérez
vertebrados
Capítulo 21 275
Tafonomía de dinosaurios: Reconstruyendo las piezas del rompecabezas
Claudia I. Serrano Brañas
Capítulo 22 297
Algunos ejemplos de estudios paleobiológicos
con mamíferos terrestres del Cenozoico
Eduardo Jiménez Hidalgo
herramientas útiles
Capítulo 23 321
Las reconstrucciones paleoartísticas y su importancia en el avance
de la paleobiología
Aldo Domínguez-de la Torre
Capítulo 24 331
El quehacer científico de las colecciones
Violeta A. Romero Mayén
el mundo verde
CApÍTULO 10
resumen
L as plantas del Mesozoico tienen en general descendientes entre las plantas ac-
tuales y tienen diferencias importantes, pues poseen caracteres o mosaicos de
1
caracteres que les diferencian. Su identificación con base en comparaciones mor-
fo-anatómicas detalladas es un primer acercamiento para conocer sus distintos as-
pectos biológicos. En general estas plantas representan taxa extintos que generan
un reto adicional, que es establecer cómo funcionaban y se relacionaban, tanto con
otras plantas contemporáneas como con el medio ambiente. Dentro de las gimnos-
permas, las coníferas en México han sido estudiadas sólo de manera esporádica y
superficial. Los fósiles de este grupo, recolectados en Coahuila, Sonora y Chiapas,
muestran que Pinaceae y Cupressaceae son dominantes en las comunidades del
Cretácico en el país, aunque otras familias, como Araucariaceae, Podocarpaceae y
Cheirolepidaceae, también crecieron en la región, interpretándose por su abundan-
cia en el registro fósil como un componente menor de las comunidades de hace 96 a
65 millones de años. El análisis del registro fósil de México sugiere, en cuanto a bio-
diversidad se refiere, dos procesos interesantes: uno alude a la dominancia de Cu-
pressaceae durante el Mesozoico, la cual parece disminuir hacia el Reciente; el otro
contrasta la presencia y diversidad de Pinaceae en el Cretácico con su muy limitada
recolecta en el Paleógeno y su reaparición a partir del Neógeno de acuerdo con el
11
12 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
registro polínico, que es cada vez más abundante hacia la actualidad. La historia de
estos dos grupos de coníferas y otros asociados, se tiene que seguir estudiando, pues
unos parecen ser antiguos en la región, mientras que otros se estima que fueron
reintroducidos recientemente.
introducción
las coníferas
Las coníferas pertenecen al grupo de las gimnospermas, con cerca de 615 especies
incluidas en 70 géneros (Farjon y Filter, 2013), que a su vez se incluyen en varias fa-
milias cuyo número varía según el autor. Por ejemplo, Christenhusz y colaboradores
(2011) proponen una clasificación en la cual reconocen tres órdenes con seis fami-
lias: Pinales (Pinaceae), Araucariales (Araucariaceae y Podocarpaceae) y Cupressales
(Sciadopityaceae, Cupressaceae y Taxaceae).
Las coníferas son plantas vasculares con crecimiento monopodial, óvulos desnu-
dos en el momento de la polinización (presente en todas las gimnospermas), ma-
dera de tipo manoxílica y dos tipos de ramas: largas o macroblastos y cortas o bra-
quiblastos (Rodríguez y Porras, 2010). Las estructuras reproductivas consisten en
conos o estróbilos. Los conos polínicos son estructuras simples con microesporófilas
que crecen con disposición espiralada, decusada o verticilada unidas a un eje prin-
cipal. Cada una de ellas porta entre dos (raramente uno) y 20 microesporangios en
su superficie abaxial (Cronquist, 1969; Eckenwalder, 2009). El polen incluido en
cada microesporangio generalmente consta de un cuerpo central rodeado por sa-
cos aéreos que facilitan su dispersión por viento (Domènech y Martinell, 1996).
Probablemente, lo que mejor define a este grupo son sus estructuras reproductivas
femeninas, los conos femeninos u ovulíferos, son estructuras complejas muy dife-
rentes a las de otras gimnospermas (Cronquist, 1969). Los conos ovulíferos están
conformados por brácteas (hojas modificadas) y escamas ovulíferas (derivados de
ramas) unidas al eje principal (Farjon, 2008; Eckenwalder, 2009). Cada escama
ovulífera porta generalmente dos óvulos en su superficie adaxial sin embargo, este
número varía (Cronquist, 1969).
Actualmente, las coníferas están ampliamente distribuidas en todo el mundo y
dominan la vegetación de muchas regiones boreales y de bosques de alta montaña
(Domènech y Martinell, 1996; Cleal y Thomas, 2009). El clima en el que gene-
ralmente se desarrollan es templado y frío; y se encuentran desde el Círculo Ártico
hasta el Círculo Antártico, aunque se distribuyen principalmente en el Hemisferio
Norte (Cronquist, 1969).
14 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
algo de historia
Por millones de años las coníferas dominaron las comunidades vegetales, comenzando
en el Paleozoico, y fueron especialmente importantes durante el Mesozoico. Su historia
se extiende al menos desde el Carbonífero Tardío, hace unos 300 millones de años (Ra-
ven, 1999), incluyendo a familias extintas que les precedieron y, a partir del Mesozoico,
son cada vez más importantes las actuales. Dentro de las extintas, incluidas en Voltzia-
les, la diversidad es importante y sus hábitos de crecimiento variados; el grupo incluye
a las familias Ultrechtiaceae (Pensilvánico-Pérmico Inferior), Thucydiaceae (Pensilvá-
nico), Emporiaceaea (Pensilvánico), Majonicaceae (Pérmico Superior), Ulmanniaceae
(Pérmico Superior), Bertheliaceae (Pensilvánico), Ferugliocladaceae (Pérmico Inferior)
y Buriadiaceae (Pérmico Inferior). En contraste, aunque las coníferas también contie-
nen algunos grupos extintos, como Palissyaceae (Triásico-Jurásico), Pararaucariaceae
(Jurásico), y Cheirolepidaceae (Triásico-Cretácico), en su mayoría agrupan taxa actuales
en Podocarpaceae (Triásico-Reciente), Araucariaceae (Triásico-Reciente), Cupressaceae
(Triásico-Reciente), Sciadopityaceae (Cretácico-Reciente), Pinaceae (Triásico-Reciente)
y Taxaceae/Cephalotaxaceae (Jurásico-Reciente; Taylor y Taylor, 2009).
pinaceae en méxico
nes de Pagiophyllum Heer (Weber, 1980). Del Cretácico Superior en Coahuila se han
identificado estructuras reproductivas tales como las escamas ovulíferas referidas como
Aachenia knoblochi Weber (Weber, 1980; figura 10.1, E) y el cono masculino Kobalos-
trobus olmosensis Serlin et al. (Serlin et al., 1980; figura 10.1, D); además, se han repor-
tado ramas y hojas de Brachyphyllum macrocarpa Newb. (Weber, 1972; figura 10.1, A),
Genitzia Endkicher (Weber, 1980), Metasequoia cuneata (Newb.) Chatney y Rarita-
nia (Newb.) Hollick et Jeffrey, así como maderas asignadas a Podocarpoxylon Gothan,
Taxodioxylon Harting em. Gothan y Dadoxylon Endlicher (Cevallos-Ferriz, 1992). El
registro palinológico del Cretácico Superior de Coahuila incluye a los granos de polen
Araucariacites Cookson ex Couper, Taxodiaceaepollenites Kremp ex Potonié, Classopolllis
Pflug y Cedripites cretaceous Pocock (Martínez Hernández et al., 1980). López-Higue-
ra y colaboradores (2008) registran para el Cretácico Superior, del Grupo Cabullona,
Sonora, a Araucariacites Cookson ex Couper y Classopollis Pflug. Almeida y Martínez
(1982) reportan, para esa misma cuenca, a Pityosporites elongatus (Norton) Tschudy y
Cedripites parvus Norton.
a b c d
d e f g
i j k l
Figura 10.1. Coníferas de Chiapas.
capítulo 10. Diversidad de coníferas en el Cretácico de México... 17
En los últimos años, se recolectaron abundantes ramas con hojas, algunas con
conos en conexión orgánica, además de hojas, conos, semillas y brácteas dispersas
en la localidad El Chango, Chiapas (figura 10.2). Aunque aún se trabajan estos
materiales, algunos se han relacionado con distintas familias de coníferas, entre ellas
Araucariaceae (figura 10.2 E, F, G ,H), Podocarpaceae (figura 10.2, J), Cupressa-
ceae y Pinaceae. Una asociación como ésta no se encuentra en México actualmente,
ni se ha vuelto a reportar a lo largo del Cretácico-Cenozoico de la región. Más
aún, el trabajo sistemático hasta este momento sugiere que la mayoría son plantas
extintas, por lo que la comunidad, aunque haya sido un bosque de coníferas, nada
tiene que ver con las comunidades de coníferas que se desarrollan actualmente en
México. De Araucariaceae y Podocarpaceae sería aún prematuro sugerir alguna afi-
nidad, pero su presencia está bien documentada. De Cupressaceae se conoce más, y
pudieran estar presentes Glyptostrobus Endl, Cryptomeria D. Don y Chamaencyparis
Spach (González-Ramírez et al., 2013; figura 10.2, C, L); curiosamente, son grupos
con distribución natural actual en Asia.
En cuanto a Pinaceae, distintos tipos de hojas sugieren no sólo su presencia, sino
también cierta diversidad (figura 10.2, A, B, D, M), ya que es distinta comparada
con las pinaceas actuales de México (figura 10.2, D, M). Las hojas de estas plantas
son morfológicamente semejantes a las de Keteleeria y Larix, además de que un
cono ovulífero (figura 10.2, A) puede estar relacionado con alguno de estos dos
géneros. Aunque hay semejanzas, las diferencias sugieren que se trata de géneros
extintos que morfológicamente recuerdan a algunas plantas actuales, aunque no
necesariamente cercanos filogenéticamente. Hay que añadir que el primer género
ya no crece en el país y el segundo tiene una distribución restringida.
Finalmente, de la localidad El Chango hay que reconocer la presencia de una
rama con hojas y cono ovulífero en conexión orgánica que recuerda a miem-
bros de Cheirolepidaceae (figura 10.2, I), especialmente a Pararaucaria, por la
construcción “trilobada” de sus escamas ovulíferas; sin embargo, aún es necesario
hacer comparaciones detalladas entre ésta y otras plantas fósiles para confirmar
su identificación. Escamas ovulíferas dispersas con tres proyecciones sugieren aún
más la presencia de este grupo extinto de coníferas, cuyas hojas también han sido
reportadas sin mayor comparación o soporte en varias localidades del norte de
México. Es interesante mencionar que entre las brácteas de conos femeninos
de coníferas recolectadas en El Chango, algunas tienen cinco proyecciones, lo que
sugiere que Cryptomeria estaba presente, dando mayor soporte a las determinacio-
nes hechas con base en hojas tipo Cupressaceae.
En rocas más jóvenes del estado de Sonora se ha recolectado una variada flora
dominada por coníferas, entre las que son especialmente abundantes distintos
18 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
f d e
Figura 10.2. Coníferas de Coahuila.
capítulo 10. Diversidad de coníferas en el Cretácico de México... 19
órganos de Pinaceae que aún tienen que ser descritos e identificados con mayor
precisión (figura 10.3); sin embargo, un cono y una rama con hojas merecen
especial atención en este momento (figura 10.3, A, E). Huerta-Vergara (2013)
describe estos materiales y hace una consideración importante. Aunque los fósi-
les no están en conexión orgánica, su cercanía espacial en una pequeña muestra
de mano sugiere que ambos representan a la misma planta y aunque no se tratan
como una sola especie, se discute asumiendo que más adelante se comprobará
esto. Lo importante es que la anatomía y morfología del cono lo ubican en la
sección Pinus del género Pinus, mientras que la anatomía de las hojas de la
rama la asocia con la sección Strobus del género Pinus. Entonces, si estos dos
órganos aislados realmente representan a una sola planta, ésta sería un ejemplo
de una especie con mosaico de caracteres que hoy se definen en dos secciones
distintas del mismo género. Su presencia y asociación atestiguan que en el Cre-
tácico existía una tercera sección que compartía caracteres con las dos secciones
actuales, pues de otras partes del mundo la presencia de las secciones Pinus y
Strobus en el Cretácico ha sido demostrada, sugiriendo que esta tercera sección
estuvo presente desde el Cretácico Superior. El reconocimiento de esta tercera
sección se había postulado anteriormente con base en material permineralizado
del Eoceno, del Pedernal de Princeton, Canadá (Klymiuk et al., 2011), lo que
da mayor sustento a la presencia de este taxón extinto en México. Este pino, o
sus órganos aislados, son entonces los fósiles más antiguos bien documentados
del género en México.
Hasta ahora se ha mencionado el registro que abarca parte del Mesozoico de
México, que contrasta con la evidente ausencia de macrofósiles de coníferas des-
pués del Cretácico. Para el Paleógeno (65-23 ma), se tienen pocos registros, y lo
que mejor se conoce sugiere especialmente la presencia y diversidad de Cupressa-
ceae en el Eoceno de Chiapas (Palacios Chávez y Rzedowski, 1993). Es hasta el
Neógeno (23-1.8 ma) en donde aumenta la cantidad de polen, principalmente
de Pinus y Picea, mientras que hacia la parte final de ese periodo, Mioceno de
Tlaxcala, reaparecen los macro fósiles representados por maderas que recuerdan a
las de Taxus y Podocarpus, además de que hojas de Juniperus se han recuperado de
rocas del Plio-Pleistoceno en Hidalgo. Una posible explicación para esta ausencia
de coníferas puede involucrar la caída del meteorito Chicxulub, Yucatán, hace
aproximadamente 65 millones de años. El evento provocó una extinción masiva
(Gulick et al., 2008, 2013; Urrutia y Pérez, 2008; Escobar-Sánchez y Urrutia,
2010) que aparentemente afectó la presencia del grupo en latitudes bajas de Amé-
rica del Norte. Sin duda este evento ocasionó alteración en los biomas, y en las
coníferas al igual que otros grupos de plantas y animales enfrentaron condicio-
20 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
a b c d
f
e g h
j i k m
Figura 10.3. Coníferas de Sonora.
nentales y ampliando las áreas en donde las plantas se pudieron establecer. Este
evento coincidió con el levantamiento del territorio continental, durante el Cre-
tácico Tardío y el Paleoceno, época en la que las plantas fueron colonizando las
zonas emergidas, formando comunidades con características particulares.
Actualmente, México cuenta con cuatro sistemas montañosos principales
con distintas historias geológicas. La Sierra Madre Occidental comenzó su le-
vantamiento en el Cretácico Tardío y terminó en el Mioceno Medio; su com-
posición es principalmente de rocas ígneas, cuenta con una longitud de ca.
1 250 km por 150 km de ancho, en promedio, y se eleva en promedio, 2 250
msnm, abarcando a los estados de Sonora, Chihuahua, Durango, Sinaloa, Za-
catecas, Nayarit y Jalisco, y convirtiéndola en uno de los complejos volcánicos
más grandes del mundo. La Sierra Madre Oriental inició su formación en el
Cretácico/Paleoceno y terminó en el Mioceno; en algunas zonas se eleva hasta
2 000 msnm o más y está compuesta, principalmente, por rocas sedimentarias
marinas, que contienen evidencia de que el mar Interior continental invadió la
plataforma continental del Jurásico Tardío al Cretácico; al retroceder las aguas
de dicho mar los sedimentos quedaron expuestos, coincidiendo con el levanta-
miento del territorio continental mexicano en el Cretácico Tardío, que poste-
riormente, durante el Cenozoico Temprano, sufrió una serie de plegamientos y
fallas. La tercera prominencia importante es la Faja Volcánica Transmexicana,
cuya evolución se produjo durante el Cenozoico Medio; esta faja cruza el país
de este a oeste, atravesando a los estados de Veracruz, Puebla, México, Tlaxcala,
Hidalgo, Guanajuato, Querétaro, Guerrero, Colima, Nayarit y Jalisco, además
de partes de Michoacán, Morelos y la Ciudad de México; sus máximas elevacio-
nes se encuentran entre los paralelos 19° y 20° de latitud Norte, destacando el
Pico de Orizaba con 5 747 msnm, la mayor elevación de México. Finalmente
la Sierra Madre del Sur, con 1 200 km de longitud y alrededor de 2 000 msnm,
alcanza en algunos puntos 2 500 msnm y cruza a los estados de Jalisco, Colima,
Michoacán, Guerrero y Oaxaca; su historia geológica es poco conocida, sin
embargo, la presencia de sedimentos marinos y lavas del Cretácico sugieren
una colisión tectónica entre islas y el continente (Ferrusquía-Villafranca, 1993;
Challenger, 1998).
Otros dos eventos geológicos del Cretácico y del Cenozoico Temprano son
las deformaciones Servier y Laramide, resultado de cambios de la tectónica de
placas que afectaron al margen occidental de América del Norte. La deformación
Servier ocurrió del Albiano al Maastrichtiano, mientras que la deformación Lara-
mide empezó cuando la deformación Servier terminó y finalizó durante el Eoceno
Temprano/Tardío (González-León, 1992).
capítulo 10. Diversidad de coníferas en el Cretácico de México... 23
discusión
La breve comparación entre los biomas del Cretácico y los del Reciente enfatiza la
gran diferencia entre los ambientes en que se desarrollaron las coníferas en Méxi-
co de hace 100 a 65 millones de años y los de la actualidad (figuras 10.1, 2 y 3).
Además, aunque el trabajo taxonómico de las coníferas del Cretácico aún no está
terminado, resalta que en su gran mayoría se trata de plantas extintas. Al cotejar la
información brindada por los órganos aislados de las plantas del Cretácico con la de
las plantas actuales, donde organismos completos son el motivo de comparación,
resalta la parcialidad de la información de las plantas del pasado, aunque también
señala importantes semejanzas y diferencias de las plantas de estos dos momentos
de la historia de la vida. A este respecto, el pino de Esqueda, Sonora, del que se
presentaron aquí una rama con hojas y un cono ovulífero (figuras 10.3. A, E),
provee evidencia de un taxón extinto, sugiere la presencia de una tercera sección en
la historia de este linaje, y destaca la necesidad del conocimiento detallado de las
plantas del pasado para conocer los pormenores de la evolución de los linajes. Si
bien estos dos órganos son los únicos que se pueden relacionar con el género Pinus,
se reconoce que hay otras pináceas que seguramente representan plantas extintas no
relacionadas a Pinus, mas sí a Pinaceae.
La diversidad de Pinaceae, y en general de las coníferas, en el Cretácico, cierta-
mente, tiene que ver con los ambientes que habitaron y su capacidad de respuesta a
las fuerzas de selección que, en ese momento, actuaban sobre un grupo que diver-
sificó activamente desde el Jurásico. La selección favoreció que, en aquel tiempo, se
diferenciara un tercer grupo, o una tercera sección, dentro del género Pinus, en la
que la especie, por describir formalmente, de Esqueda es el representante más viejo,
y la especie de Canadá, Pinus similkameenensis, el representante más joven conocido
(Klymiuk et al., 2011). De manera similar, la gran radiación de Pinus en México
durante los últimos dos millones de años parece estar ligada a la gran variación de
ambientes que se pueden encontrar actualmente en la región. Ambos momentos
señalan que los procesos biológicos que producen diversidad son disparados por
procesos geológicos. Definir con precisión cuáles son éstos y su grado de partici-
pación es aún tarea pendiente y una gran área de oportunidad para aumentar el
conocimiento histórico de las Pinaceae y las coníferas.
Otro momento de interés en la historia de las coníferas en México lo representa
el hecho de que, a lo largo del Cenozoico, las Pinaceae, y en general las coníferas,
declinan en importancia en el registro fósil y sólo se les encuentra a través de
granos de polen. El polen no indica necesariamente que crecían in situ o cerca del
lugar de depósito, ya que éste pudo haber sido transportado del sitio de origen
24 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
literatura recomendada
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resumen
L a biodiversidad actual tiene una larga historia que sólo se conoce completa si a
ésta se le añade el registro fósil. El gran número de taxa extintos son la mejor
evidencia de esta compleja historia, especialmente los descubrimientos de grupos
completamente extintos con alto nivel taxonómico. Muchos son los cambios o
adaptaciones que atravesaron los linajes de plantas para contribuir a la megabiodi-
versidad actual. Aparentemente es el agua, y en especial el esfuerzo por depender
cada vez en menor medida de ella, una fuerza importante que promueve la continua
innovación en los distintos ciclos de vida. Se discuten los ciclos de vida de grandes
grupos para ejemplificar cómo la evolución de los órganos y sistemas en las plantas
hacen que el concepto de planta vascular varíe a través del tiempo. Se hace hinca-
pié en las plantas vasculares del Silúrico/Devónico que no tienen hojas ni raíces, y
su sistema vascular carece, o es muy escasa, de pared secundaria; pasando por las
plantas del Devónico/Carbonífero, de las que muchas de las características de las
primeras se conservan, pero que ya desarrollan micrófilas, pasan a ser heterospóri-
cas, y aun un diverso grupo de plantas desarrollan o intentan formar estructuras
semejantes a semillas, además de que en ese tiempo su crecimiento determinado y
cambium vascular unifacial son dominantes. Otro episodio importante es la apari-
ción de la reproducción hidraspérmica en el Devónico, que se extiende al Pérmico
31
32 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
En prácticamente 85% del tiempo geológico las plantas no vivieron en las par-
tes emergidas de los continentes en la Tierra. Sin embargo, durante ese tiempo
hubo organismos fotosintéticos, lo cual quiere decir que existieron organismos
que aprovecharon la luz para generar reacciones que facilitarían la vida. Por mu-
cho tiempo se pensó que durante ese tiempo tan largo los organismos que reac-
cionaban a la luz estaban restringidos a los cuerpos de agua; sin embargo, en las
últimas dos décadas se ha documentado, cada vez con mayores evidencias, que
sobre los continentes, en las partes emergidas, se desarrollaron costras biológicas
que contenían principalmente cianobacterias y servían para estabilizar y/o con-
trolar los procesos de sedimentación, formación de suelos o erosión, y en cierta
manera iniciar un equilibrio entre los procesos que se producen o generan en la
hidrósfera y aquellos que se manifiestan en la atmósfera. Aunque existía vida en
las partes emergidas de los continentes, ésta dependía del agua de manera muy
importante, por lo que en las próximas páginas la historia que los fósiles cuentan
sobre el establecimiento y desarrollo de una biosfera rica, diversa y variada sobre
los continentes (figura 11.1); se discute como muy ligada a adaptaciones que lle-
varon a una mejor administración del agua, recurso vital para las diferentes fases
de los ciclos de vida de los organismos. En otras palabras, la evolución temprana de
las plantas sobre la corteza terrestre se puede sugerir como una colección de adap-
taciones para el aprovechamiento del agua disponible en las zonas emergidas de
los continentes. El paso del agua a la tierra es entonces un proceso que requirió
de la interacción de lo biótico y lo abiótico, es una narración de eventos llena de
capítulo 11. Colonización de la Tierra por las plantas 33
experimentos ¡pero no es una línea recta!, por el contrario, esta historia está llena
de sucesos variados en los que grupos de plantas contemporáneos, en distintos
momentos de esta historia, iniciaron mecanismos distintos para lograr un mejor
balance en la interacción del aprovechamiento de los sistemas hídricos sobre los
continentes y sus necesidades vitales, procurando con ello ampliar sus áreas de
distribución.
VIRIDIPLANTAE
STREPTOPHYTA
CLOROPHYTEAS
ALGAS ROJAS
OOGAMIA - PLASMODESMOS
ESTADÍO JUVENIL
DE GAMETOFITO
ESPORANGIO
MADURACIÓN
DESARROLLO ESPORA
DEL ESPOROFITO
FECUNDACIÓN
GAMETOFITO
MADURO
ARQUEGONIO ANTERIDIO
Figura 11.2. Ciclo de vida de general de las plantas vasculares.
capítulo 11. Colonización de la Tierra por las plantas 35
Si bien es interesante conocer a los ancestros de las plantas que viven sobre las
partes emergidas de los continentes, es necesario reconocer circunstancias singulares
que han promovido la colonización de estas zonas (figura 11.3). Tres de ellas destacan
en esta reseña. La primera es que las algas verdes pertenecen al grupo de organismos
eucariontes, es decir a aquellos que tienen núcleo, cloroplasto y mitocondria con do-
ble membrana en el interior de sus células, otros organelos son membranosos (con
una membrana) como los lisosomas, peroxisomas y vacuolas. Su aparición se explica a
través de un proceso de interacción novedoso que tuvo lugar hace ca. 2 000 millones
de años, el cual está ampliamente distribuido en la actualidad y que resultó ventajoso
entre los participantes, la simbiosis. La segunda es que desde entonces los organismos
fotosintéticos son protagonistas de un evento que antecede a la colonización de las
partes emergidas de los continentes (figura 11.1) la incursión en la zona de transición
entre los cuerpos de agua y las zonas emergidas es un precedente importante de la
exposición a la atmosfera, en esa zona aprovecharon los momentos en que el agua les
rodeaba para completar sus actividades vitales. La tercera es de interés para generar un
mejor concepto de los ancestros de las plantas que vivia sobre el continente, y es que
los organismos fotosintéticos que vivían en la Tierra hasta antes de la colonización
de las partes emergidas y la diferenciación de las plantas vasculares, se caracterizaban
porque las células de sus fases pluri o multicelulares del ciclo de vida tenían número
cromosómico haploide, y su fase diploide se restringía al cigoto (figura 11.4).
Gametangio Gametangio
femenino masculino
Esporangio
Esporangia
2n
esporofito
Se puede tomar a las carofitas como modelo de las algas a partir de las cuales
se desarrollaron las plantas vasculares. Seguramente éstas habitaban zonas poco
profundas en los bordes de los cuerpos de agua, como mares, estanques, lagos,
lagunas, etc. Posiblemente ayudadas por la presencia de alguna sustancia o reves-
timiento que las protegía contra la desecación, así como la producción de esporas
de resistencia que les ayudaba a sobrellevar momentos desventajosos. Se puede
hipotetizar que estas estrategias favorecieron a las especies que habitaban las zonas
de transición a resistir periodos fuera del agua. Seguramente esta característica fue
muy importantes para detonar la radiación adaptativa de los antepasados de las
plantas continentales.
Es un hecho que los organismos abandonaron los cuerpos de agua para in-
cursionar en las partes emergidas de los continentes hace aproximadamente 425
millones de años, por lo que fue necesario que encontraran algunos incentivos
que los invitara a renunciar a los cuerpos de agua en donde tenían protección, ali-
mentación y variedad de ambientes. La presencia de un sol brillante cuya luz no
era alterada por el agua, abundante bióxido de carbono, suelos ricos en nutrien-
tes, además de relativamente escasos herbívoros y probablemente menor número
de patógenos, fueron algunos atractivos para dar inicio a la colonización de las
partes emergidas.
Mientras que salir de la hidrosfera para adentrarse en la atmósfera ofrecía una
serie de ventajas para los organismos en aquel momento, lograr la transición y apro-
vechar los nuevos recursos no era una tarea sencilla, por más atractivos que éstos
fueran. Las plantas tuvieron que encontrar la manera de lograr este cambio, lo
que significó entre otras cosas evitar que sus cuerpos y gametos se secaran, captar
y transportar el alimento a lo largo y ancho de su cuerpo, encontrar mecanismos
que pusieran en contacto a los gametos para lograr la fertilización, etc. Estos pre-
parativos para la vida en la atmósfera marcaron de forma importante la evolución
de los organismos fotosintéticos sobre la Tierra. Las algas no tenían solución para
estos problemas, pero los grupos que incursionaban en la zona de transición y un
poco más allá en las partes emergidas fueron adaptándose poco a poco a las nuevas
condiciones, logrando su establecimiento en las partes emergidas de los continen-
tes. Llama la atención que conforme se da este proceso de colonización a las zonas
emergidas el ciclo de vida de los organismos fotosintéticos cambia. Si los organis-
mos vivían en el agua la generación dominante era haploide, es decir N, y la fase es-
porofítica se restringía al cigoto que de inmediato sufre meiosis para volver a la fase
dominante del ciclo de vida (figura 11.4). Cuando los organismos fotosintéticos se
alejaron de los cuerpos de agua, innovaron su ciclo de vida con la alternancia de
generaciones (figuras 11.2, 11.3). Este nuevo ciclo de vida se caracteriza porque en
capítulo 11. Colonización de la Tierra por las plantas 37
Opérculo Protonema
Cápsula
Esporofito
maduro (2n) Seta Gametofito (n)
Espermatozoides
Esporofito
joven (2n)
Óvulos (n)
Gametofito (n)
Arquegonios
Embrión
Cigoto (2n)
el gameto femenino, se prepara para recibir a los anterozoides, los cuales son liberados
aprovechando la presencia de agua que utilizan para nadar y desplazarse hasta alcanzar a
la célula huevo. En el interior del arquegonio se fusionan ambos gametos para dar lugar
a un zigoto del que surgirá un nuevo esporofito (figuras 11.3, 11.10, 11.14, 11.15).
En este proceso continuo de adaptación las plantas continentales tuvieron que
localizar los recursos y buscar la forma de tener acceso a ellos, lo que implicó que
desarrollaran estrategias en dos direcciones. La primera tenía que ver con la admi-
nistración de la luz, sobre todo en lo que se refiere a las partes aéreas de la planta, las
cuales estaban expuestas directamente al sol (figuras 11.6, 11.8). También tenían que
encontrar la forma de utilizar los recursos que se encontraban en el suelo, como el
agua y los minerales. Las plantas que se adentraban a las partes emergidas de los con-
tinentes enfrentaban grandes problemas que requerían al mismo tiempo de grandes
soluciones, pero sobre todo debieron lidiar con entornos distintos e ir solucionando
la problemática que significaba colonizar los nuevos escenarios (figuras 11.6, 11.7,
11.8). Hay que recordar que sus ancestros, las algas o algún grupo intermedio, no
tenían estos problemas (figura 11.5), pues sus cuerpos estaban sumergidos en el agua,
medio en el que se desarrollaban uniformemente, sus tejidos y células no tenían que
ser protegidos contra la desecación, y el acceso a los nutrientes era relativamente sen-
cillo ya que estaban disueltos en el medio. La forma de interactuar con el medio en el
que se desarrollaban era muy distinto cuando vivían en el agua, por lo que, se volvió
un reto enorme cuando se movieron para colonizar la atmósfera.
SOLO EPICÓTLO
ENDOSPERMA
COTILEDÓN
TESTA
EJES AÉREOS
EPICÓTILO
HIPOCÓTILO
EMBRIÓN
EJES SUBTERRÁNEOS
Figura 11.6. Comparativo de embrión unipolar vs. embrión bipolar.
40 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Una de las grandes soluciones que las plantas vasculares encontraron para ir
enfrentando los problemas de la colonización de las zonas emergidas, fue el desa-
rrollo de regiones meristemáticas, de crecimiento activo y diferenciación celular,
especialmente los meristemos apical y subapical que acercan a las plantas al sol,
a la luz, al agua y a los minerales. El meristemo apical produjo crecimiento en
longitud en las partes aéreas de las plantas y apareció primero en la historia de
las plantas vasculares. El meristemo subapical apareció después, y a partir de él se
desarrollan las raíces que van a interactuar con el suelo, el agua y los minerales.
La aparición de los meristemos no es súbita ni soluciona en un instante todos los
problemas. A partir de estos meristemos se desarrolló la epidermis, el tejido fun-
damental y el tejido vascular (figuras 11.6, 11.8, 11.9, 11.11), pero cada uno de
ellos tiene su propia historia evolutiva que puede ser leída en los fósiles del Silúri-
co Superior-Devónico Inferior, en los grupos que se conocen como Rhyniophyta,
Zosterophyta y Trimerophyta, o en quienes le siguen en el tiempo, como las Lyco-
phya, Arthrophyta, Pteridophyta, Progimnospermpohyta y Pteridospermophyta
(figuras 11.3, 11.10, 11.13-15).
Figura 11.7. Diorama con plantas que se reproducen por esporas, comparativamente existían
pocas plantas con semilla.
capítulo 11. Colonización de la Tierra por las plantas 41
Núcleo
Célula epidémica en CT
Tricoma
Cutícula
Célula
epidérmica
Estoma
Aparato
Estomático
Epidermis
Cutícula
Epidermis superior
Parénquima
en empalizada
Parénquima Xilema
esponjoso Estoma
Floema
Epidermis inferior
TRANSPIRACIÓN Hoja
Espacios subestomáticos
Parénquime en
Epidermis empalizada
superior
Haz
vascular
Parénquime
esponjoso
Elemento conductor
Elementos
conductores
Vaso
Punteadora
Vasos
conductores
Agua +
Epidermis y pelo Sales minerales
absorvente
Figura 11.9. El movimiemnto del agua impulsado por ósmosis y por tejido vascular.
44 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Para el sistema de bombeo del agua a las partes superiores, las hojas juegan una
función muy importante (figura 11.12), en ellas se localiza gran cantidad de apara-
tos estomáticos que ayudan a regular la presión osmótica y el intercambio de gases
entre el interior de la planta y el medioambiente, cuyo desequilibrio detona la acti-
vidad de la bomba, conocida como fenómeno de coheso-tenso-evapotranspiración.
El punto aquí es que hojas “verdaderas” se desarrollan sólo a partir de las licofitas y
artrofitas, los cuales tienen un tipo de hoja micrófila, es decir que carecen de laguna
foliar. En grupos anteriores los aparatos estomáticos se encontraban sobre los tallos
y había dos posibilidades: una es que los tallos fueran lisos, y la otra es que de los ta-
llos se desarrollaran proyecciones conocidas como enaciones, que de manera similar
a las hojas ayudaban a aumentar la superficie de la planta (figuras 11.12 - 11.15).
Posiblemente lo limitado de la distribución de los aparatos estomáticos contribuyó
a que las primeras plantas tuvieran un sistema fisiológico distinto al de las plantas
Estróbilo
Esporangio con esporocitos
Micrófila Esporófila
Rizoma
Esporofito
Esporagio
Esporofito en formación
Gametofito
2n
n
Cigoro
Anteridio con anterozoide
Gametofito
Fertilización
Tétrada de esporas
actuales, como se sugirió, y sólo con la aparición de las hojas, que proporcionaron
un mayor equipo de bombeo representado por los aparatos estomáticos, se conti-
nuó modernizando al tejido vascular (figuras 11.11 - 11.12).
Entre estas adaptaciones, que de una manera u otra se desarrollaron en las plan-
tas que primero vivieron sobre los continentes, hay una serie de características que
las unen y hacen interesante la respuesta de las plantas a las exigencias del nuevo
medio en el cual se empezaron a establecer. En la transición del Devónico al Car-
bonífero hubo cambios que representan la acumulación de adaptaciones que van
facilitando la colonización de las partes emergidas de los continentes. Entre ellos,
el cambio hacia la dominancia del esporofito, la adquisición de gametangios para
proteger a los gametos, la implementación de una cubierta protectora limitante del
intercambio de gases y pérdida de agua, la aparición de meristemos capaces de for-
mar y diferenciar tipos de células, tejidos y órganos, el inicio de la diferenciación
del tejido vascular así como del desarrollo de hojas, además del aumento en talla y
un alto valor en la relación superficie volumen en las plantas vasculares.
Hasta este punto se ha descrito y comentado sobre una serie de plantas que tie-
nen características intermedias entre aquellas que vivían en los cuerpos de agua y las
plantas que en definitiva se establecieron sobre los continentes y sus partes emergidas
(figuras 11.3, 11.11, 11.15). Se mencionaron grupos extintos con características muy
particulares, en las que el esporofito es la fase dominante (Rhyniophyta, Zostero-
phyta, Trimerophyta) y el gametofito comienza a ser inconspicuo (figura 11.3). Tam-
bién se hizo referencia a tres grupos de plantas actuales (Bryophyta, Marchantiophyta
y Anthocerophyta) que crecen en regiones húmedas pero sobre las partes emergidas, y
en las que el esporofito depende del gametofito (figura 11.5). Finalmente, se introdu-
jo una serie de plantas, muchas de ellas extintas o con muy pocos representantes en
la actualidad, cuyas características aún recuerdan a las primeras plantas que vivieron
sobre el continente, o a las primeras plantas vasculares, pero que seleccionaron una
serie de caracteres que les permitieron avanzar en el esfuerzo por depender cada vez
menos del agua, logrando con ello ampliar sus áreas de distribución y continuar co-
lonizando regiones de los continentes previamente inhabitadas por las plantas. Entre
estos grupos destacan las Lycophyta, Arthtrophyta, Pteridophyta, Progymnospermo-
phyta y Pteridospermophyta (figuras 11.7, 11.15). Todas estas son plantas que desde
el Devónico aumentan su talla en varios metros de altura, alcanzan hasta los ca. 20-30
m durante el Carbonífero y formaron el o los estratos arbóreos de los bosques y selvas.
También contribuyeron con plantas de menor tamaño, entre las que se cuentan ar-
bustos de distintos tamaños y herbáceas (figura 11.7). De esta manera las plantas van
aumentando el espacio ocupado por la biosfera que interactúa de manera directa con
la atmósfera, y en conjunto generan nuevos espacios.
46 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
TIPOS DE ESTELES
SINOFONOSTELE
CORTEX
ANGIOSPERMAS
GIMNOSPERMAS
ACTINOSTELE
ANFICRIBAL
DICTOSTELE
PLECTOSTELE
PTERIDOPHYTA
RHYNIOPHYTA
ZOSTEROPHYTA XILEMA
TRIMEROPHYTA
LYCOPHYTA FLOEMA
Figura 11.11. Los esteles.
Una de las adaptaciones que permitió aumentar la talla de las plantas fue la ad-
quisición de meristemos secundarios (figura 11.9). Las plantas anteriores tenían la
capacidad de crecer en longitud mediante los meristemos apical y subapical, y estos
nuevos linajes adquirieron la posibilidad de crecer en diámetro seleccionando al
cambium vascular y al felógeno (figura 11.9). En las plantas actuales el primero ge-
nera al xilema y al floema secundarios, mientras que el felógeno produce a la corteza
o súber hacia el exterior y felodermis hacia el interior de la planta.
Aparentemente, ese tiempo las plantas tenían varias estrategias para aumentar
su altura compensando su altura con el diámetro de la planta. En el registro fósil
no ha sido fácil documentar la presencia del floema, y el floema secundario no es
capítulo 11. Colonización de la Tierra por las plantas 47
la excepción. Se han reportado células que recuerdan a las del floema de las plantas
actuales (células cribosas o tubos cribosos, células acompañantes, parénquima, etc.)
pero son escasas, no se extiende su distribución a lo largo de la planta o su conser-
vación no es convincente, por lo que se ha discutido que las plantas relacionadas
con los licopodios y equisetos actuales durante el Devónico-Carbonífero carecían
de floema secundario, y seguramente tenían una fisología alternativa para distribuir
las sustancias elaboradas a través de la fotosíntesis. Esta situación seguiere la ausen-
cia de cámbium vascular bifacial como los helechos, progimnospermas y helechos
con semilla, en donde la presencia del floema secundario ha sido documentado de
manera más clara, y poseían entonces cámbium vascular unifacial.
Reducción y planamiento
de ejes
Ramificación desigual
Micrófila
Esporangio Enación
Tejido vascular
Fusión de cortex para formar
mesófilo (concreción de ramas)
MICRÓFILA MEGÁFILA
REPRODUCCIÓN EN LAS
GIMNOSPERMAS CONO
MASCULINO
SACOS DE POLEN
HOJAS
CONO
MASCULINO
CONO
FEMENINO GRANO DE
POLEN POLEN
ÓVULO
TUBO POLÍNICO
CONO
FEMENINO (PIÑA)
ÓVULO
ESCAMA
ÁRBOL
ÓVULO
FECUNDADO
NUEVA PLANTA
ALA
tallo se cierra a poca distancia de la desviación, pero en ese espacio entran en con-
tacto células de parénquima de la médula y el córtex, formando a la laguna foliar.
De manera similar, cuando la traza vascular se desprende de un simpodium de un
eustele, el simpodium completo desvía su trayectoria para formar la traza foliar. Sin
embargo, a poca distancia de la desviación del simpodium éste se restablece y el
espacio que representa la interrupción del simpodium da lugar a la laguna foliar al
poner en contacto a las células de parénquima del córtex y la médula.
50 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
ANGIOSPERMAS
CICLO DE VIDA
FLOR
Antera
Estigma Estambre
Esporofito Filamento
Estigma
Estilo Gineceo
Embrión
Ovario
Óvulo
Endospermo
Cubierta
seminal Endospermo
(3n) Antera Célula madre
de la megaspora
Embrión en
desarrollo (2n)
Hasta este punto se ha hecho énfasis en plantas que se reproducen por esporas
y se están introduciendo plantas que se reproducen por semillas. Es conveniente
entonces recapitular ciclos de vida característicos de las plantas que viven sobre los
continentes. El primero es el de las briofitas, hepáticas y anterocerotales, en el que
hay fase haploide y diploide multicelulares, pero en la que domina el gametofito y el
esporofito es dependiente de éste (figura 11.5). En este ciclo de vida los organismos
siguen dependiendo mucho del agua, no existe un tejido vascular como el de las
otras plantas que viven sobre el continente y su tamaño es pequeño.
El segundo ciclo de vida, aunque semejante en algunos aspectos al anterior, tiene
importantes diferencias. Por ejemplo, el esporofito es la generación dominante, aun-
que el gametofito tiene una talla considerable comparada con cualquier gametofito de
los grupos vivientes (figuras 11.3, 11.10, 11.13-11.15). El gametofito de estas plantas
(Rhyniophyta, Trimerophyta) tiene también tejido vascular, aunque no se conocen
muchas de sus características, y el tejido vascular del esporofito de estas primeras plan-
tas vasculares, que sólo se conocen del registro fósil, se parece más al tejido vascular
de las briofitas, hepáticas y anterocerotales en cuanto a que sus células conductoras no
están completamente lignificadas; sin embargo, comparten la necesidad de la presen-
cia de agua para completar su ciclo de vida a través de la cual los anterozoides nadan y
alcanzan a la célula huevo en el arquegonio (figuras 11.3 vs. 11.5). En estos dos tipos
de ciclo de vida, el gametofito es de vida libre, es decir crece y se desarrolla afuera de
la espora y por ello se conoce como exospórico.
Un tercer ciclo de vida que se puede comparar es el de los licopodios y las colas de
caballo (figura 11.10). En ellos el esporofito alcanza formas arbóreas y el gametofito
se reduce más; este último, en la mayoría de sus representantes, es exospórico, aun-
que en algunos de sus taxa se da el fenómeno de heterosporía, es decir que los sexos
se separan produciendo esporas distintas, hay gametofito masculino y gametofito
femenino. En este caso las esporas se refieren como microesporas para el caso mas-
culino y megaesporas para el caso femenino; los gametofitos también se diferencian
como microgametofito o megagametofito respectivamente. En algunos linajes los
órganos femeninos en las plantas heterospóricas tienden a reducir el número de
megaesporas funcionales por megaesporangio, llegando al punto extremo de contar
con una sola megaespora funcional por megaesporangio. Este proceso de reducción
en el número de megaesporas es muy importante en la secuencia de eventos que
sirven para postular el origen del óvulo; en otras palabras, la diferenciación de las
plantas con semilla.
Es interesante ver cómo las plantas en sus distintas fases del ciclo de vida,
gametofito y esporofito, se van adaptando de manera que les permita, de formas
diferentes, depender menos del agua. En este sentido las estrategias se vuelven
52 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Anterozoide
Prótalo joven flagelado
Anteridio
Fecundación
Esporofito
Soros con maduro
esporangios
Zigoto (2n)
Esporofito joven (en arquegonio)
MEIOSIS
Esporangio
Rizoma
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resumen
61
62 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
introducción
Las plantas tienen dos herramientas básicas para enfrentar las condiciones del am-
biente: los mecanismos fisiológicos y los que involucran la variación morfoanató-
mica. Los mecanismos fisiológicos pueden tener respuestas a corto y a largo plazo.
A corto plazo, por ejemplo, la actividad estomática obedece a estímulos ambientales
en momentos determinados (e.g. estrés hídrico y condiciones de luz) y por lo tanto
su actividad es transformable en breves periodos de tiempo. Los ajustes fisiológicos
a largo plazo se dan por aclimatación o como respuesta a las condiciones ambien-
tales durante el desarrollo temprano; por ejemplo, las hojas que crecen en niveles
bajos de luz desarrollan mecanismos bioquímicos que les permite operar en dichas
condiciones (e.g. alta eficiencia en captura de luz y bajos puntos de compensación
lumínica; Björkman, 1981; Givnish, 1988). El segundo mecanismo, la variación
morfoanatómica, también puede ser resultado de las condiciones ambientales en
periodos de tiempo relativamente breves durante el proceso de desarrollo de la plan-
ta (e.g., diferenciación y expansión de las hojas). Sin embargo, la morfología y la
anatomía posibilitan respuestas a largo plazo, pues una vez establecidas son rara vez
modificables (e.g. tamaño y forma de las hojas, densidad estomática y tamaño de
las células conductoras del xilema, entre otras); por ello las plantas guardan la huella
del ambiente en muchas de sus características estructurales. Por ejemplo, las hojas
que se desarrollan bajo la sombra, además de contar con las estrategias fisiológicas
mencionadas, son más delgadas y con menor radio masa/área que las hojas que
crecen bajo la luz directa del sol (Reich et al., 1998). Otros ejemplos de la variación
morfológica relacionada con el ambiente, incluyen la influencia de la precipitación
en el área foliar, a mayor precipitación generalmente se presentan hojas de mayor
talla (megáfila > 1640,25 cm2) y con margen entero (Givnish, 1984; Fonseca et
al., 2000), la temperatura en la frecuencia estomática y el número de aparatos es-
tomáticos en las hojas se ha aplicado a conocer las concentraciones de CO2 en el
pasado. La concentración de este gas en la atmósfera se ha referido en innumerables
ocasiones como indicador paleoclimático (Huner et al., 1981) y el tamaño de los
elementos conductores en el xilema, por lo regular vasos grandes y solitarios, los
encontramos en lugares con alta precipitación (Carlquist, 1975, 1988).
Es por esta relación cercana entre la expresión de las características morfológicas
y el ambiente que dichos rasgos estructurales aportan información sobre aspectos
paleoclimáticos (Wolfe, 1971; Wiemann et al., 1998) y son potencialmente útiles
para la estimación de parámetros funcionales de las plantas fósiles en un contexto
ecológico. En años recientes algunos ecólogos han reconocido una serie de carac-
teres anatómicos de la madera que vinculan su variación con estrategias ecológicas,
capítulo 12. UTILIDAD DE LA ANATOMÍA DE LA MADERA EN LA INFERENCia... 63
caracteres de historias de vida y patrones de uso de recursos (Chave et al., 2009). Sin
embargo, poco se ha hecho por inferir aspectos ecológicos y funcionales con plantas
fósiles mediante el análisis de atributos anatómicos (e.g. Gravedad específica, Mar-
tínez-Cabrera et al., 2012). Esta área de estudio, todavía poco explorada, permitirá
relacionar la evolución de estrategias ecológicas y funcionales de la paleofloras y
linajes vegetales con cambios en regímenes climáticos y evolución del paisaje.
En este trabajo se describen dos estudios recientes en los que se han empleado
características anatómicas de la madera de angiospermas para inferir aspectos ecoló-
gico funcionales de algunas paleofloras mexicanas. En particular, en la información
paleoecológica contenida en la gravedad específica de la madera (ge) (Martínez-Ca-
brera et al., 2012) y en las características hidráulicas (Martínez-Cabrera y Estra-
da-Ruiz, 2014).
dina y Falcon-Lang, 2012). Es sabida la estrecha relación que guarda la ge con los
caracteres anatómicos de la madera (Aguilar-Rodríguez et al., 2001; Fortunel et
al., 2014), por lo que en nuevos marcos analíticos la estructura anatómica de este
tejido secundario puede brindar información más allá de la que tradicionalmente
ofrece en el análisis paleoclimático (Wiemann et al., 1998, 1999; Martínez-Cabrera
y Cevallos-Ferriz, 2008, Martínez-Cabrera et al., 2014).
La variación de la ge al interior de las comunidades está relacionada con los aspec-
tos ecológicos que determinan su estructura y función (e.g. Muller-Landau, 2004;
Chave et al., 2009). Mayor variación en la ge en comunidades nos indica mayor
fragmentación del nicho ecológico e historias de vida, y por lo tanto sugiere un papel
preponderante de la competencia interespecífica y partición del nicho en la estructu-
ración de dichas comunidades (Borchert, 1994 Muller-Landau, 2004). Debido a que
la ge es un carácter selectivo de importancia ecológica, su convergencia en valores, al
interior de las comunidades o biomas, indica que un filtro ambiental estaría estruc-
turando las comunidades (Swenson y Enquist, 2007); esto es, se ha encontrado que
la ge varía con la altitud, latitud, temperatura y precipitación (Barajas-Morales, 1987;
Aguilar-Rodríguez et al., 2001; Wiemann y Williamson, 2002; Chave et al., 2006;
Swenson y Enquist, 2007; Martínez-Cabrera et al., 2009, 2011).
A nivel anatómico, la ge está determinada en gran medida por las característi-
cas de diferentes tipos celulares (e.g. parénquima, fibras, vasos) y su proporción
en el xilema, pero sobre todo por el grosor de la pared de las fibras, su diámetro y
el radio entre estas dos variables. Cada una de estas tres variables explica más de
75% de la variación de la ge (Martínez-Cabrera et al., 2009). En este sentido, la
ge se puede estimar usando caracteres anatómicos. Actualmente hay dos méto-
dos para determinar la ge en plantas fósiles; uno de ellos se basa en el porcentaje
(P%) que ocupa la pared de los diferentes elementos celulares vistos en plano
transversal y en la ge de las sustancias que la integran (gravedad específica de la
pared celular, GEpc=1.05;Wheeler et al., 2007); con este método la ge es sim-
plemente el producto de P% y la GEpc. El segundo método (Martínez-Cabrera
et al., 2012) emplea modelos de predicción que describen la relación de ge con
el diámetro y densidad de los vasos, y el radio entre la pared y el diámetro de las
fibras (tabla 12.1, Martínez-Cabrera et al., 2012). Las ecuaciones presentadas
en ese estudio tienen buenas propiedades predictivas, como lo atestigua la alta
correlación entre la ge observada y la calculada en el conjunto de datos de comu-
nidades actuales que sirvió para validar las ecuaciones (figura 12.1) y la ausencia
de diferencias significativas entre las predicciones y la ge observada (tabla 12.2).
Su mejor ecuación describió en promedio 63% de la variación en la ge cuando
todas las comunidades se incluyeron; este porcentaje se incrementó hasta 84% en
capítulo 12. UTILIDAD DE LA ANATOMÍA DE LA MADERA EN LA INFERENCia... 65
Tabla 12.1. Modelos multivariados de predicción de ge como función de los caracteres anató-
micos de la madera. Modelos e importancia estadística de cada uno de sus parámetros; AICc=
criterio de información de Akaike para muestras pequeñas; ΔAICc= cambio en AICc, con 0 indi-
cando el mejor modelo. R2 adj= coeficiente de determinación ajustado. RPF= radio pared/lumen
de las fibras (μm); logrpf= log radio pared/lumen de las fibras; logdiamv= log diámetro de vasos
(μm); logdenv= log densidad de vasos (vasos mm−2). (Tabla tomada de Martínez Cabrera et al.,
2012). ** P <0.001, ** P >0.01, * P ≤0.05.
GE = 0.802***
1 +1.346(RPF)*** -65.137 0 39.2 <0.001 0.533
-0.22(LOGDIAMV)*
GE=0.755***
-64.77
2 -0.21(LOGDIAMV)* 0.362 38.9 <0.001 0.531
+3.823(LOG RPF)***
GE= 0.243***
3 +1.343(RPF)*** -64.49 0.645 38.6 <0.001 0.529
+0.106(LOGDENV)*
GE = 0.22***
4 +0.101(LOGDENV)* -64.298 0.839 38.4 <0.001 0.528
+3.816(LOG RPF)***
1.4
1.2
1.0
0.8
0.6
0.4
R2=0.635***
0.2
Tabla 12.2. Comparación entre los valores de GE observados y los estimados usando los con-
juntos de datos de validación. La tabla muestra la media y varianza del valor medio observado,
y los estimados por cada uno de los modelos para cada sitio. Los análisis de varianza indican
que ninguno de los valores medios estimados con las ecuaciones de predicción fueron significati-
vamente diferentes del valor observado (P>0.05 en todos los casos). (Tabla tomada de Martínez
Cabrera et al., 2012).
ANOVA
Bosque 0.760, 0.730, 0.028 0.729, 0.028 0.729, 0.03 0.727, 0.029
caducifolio 0.082 (F1,53=0.21) (F1,53=0.219) (F1,53=0.218) (F1,53=0.25)
Selva tropical 0.548, 0.562, 0.019 0.562, 0.02 0.547, 0.019 0.545, 0.02
húmeda 0.04 (F1,53=0.09) (F1,53=0.08) (F1,53= 0.0005) (F1,53= 0.002)
Bosque
0.657, 0.638, 0.006 0.641, 0.006 0.639, 0.005 0.641, 0.005
mesófilo de
0.008 (F1,23=0.26) (F1,23=0.17) (F1,23=0.25) (F1,23= 0.21)
Montaña
el paleoclima inferido. El paleoclima bajo el cual estas floras crecieron, también cal-
culado usando características anatómicas de la madera (Castañeda-Posadas, 2007),
sugiere condiciones megatermales (>25 °C) con una alta precipitación (map=1866
y 2171 cm3 respectivamente) y con una temporada seca muy corta (1.6 y un mes
respectivamente), condiciones que se esperarían en bosques tropicales húmedos. La
composición taxonómica de la paleocomunidad de Tlaxcala, que incluye taxa como
Terminalia, Cedrela, Pterocarpus y cf. Hypodaphnis (Castañeda-Posadas, 2007; Cas-
tañeda-Posadas et al. 2009), concuerda con la interpretación de un bosque tropical
húmedo. Se sugiere que en ambas localidades la ge podría estar sobreestimada por
la deficiente preservación de las paredes (Martínez-Cabrera et al., 2012) o porque,
siendo éste un carácter filogenéticamente conservado (Cavender-Bares et al., 2004;
Chave et al., 2006; Swenson y Enquist, 2007), la prevalencia de ciertos linajes con
alta ge hayan influido en el resultado (Martínez-Cabrera et al., 2012).
Los estimados para las otras dos paleofloras (El Cien y Huambos) son consistentes
con los datos paleoambientales. Los estimados paleoclimáticos de la Fm. El Cien, tam-
bién basados en caracteres anatómicos de la madera, sugieren temperaturas cálidas (tma
22.7-24.8) y un sistema hidráulico con alta capacidad de conducción, similar a algunos
bosques húmedos y subcaducifolios/caducifolios (Martínez-Cabrera y Cevallos-Ferriz,
2008). La hipótesis que sugiere afinidad de la paleoflora de El Cien con bosques ca-
ducifolios o subcaducifolios se encuentra también apoyada por la alta prevalencia de
maderas con porosidad anular y semianular, y en cierta medida por la composición
florística. Algunos de los representantes vivos más cercanos de las maderas identificadas
de la formación son de hábito perenne (40%), aunque también se pueden encontrar
en los bosques caducifolios, como Andira y Copaifera (Martínez-Cabrera et al., 2006),
mientras que aproximadamente el 20% son caducifolios. Alrededor de la mitad de los
parientes vivos más cercanos de la Fm. El Cien se encuentra actualmente en los bosques
caducifolios de la costa sur y suroeste de México (Martínez-Cabrera y Cevallos-Ferriz,
2008). Los estimados de ge para la Fm. El Cien (media de 0.76 g cm3) son muy simi-
lares a los de Chamela (0.77 g cm3), la cual forma parte de este sistema de selvas caduci-
folias en el occidente de México. Análisis paleoclimáticos indican que la flora de la Fm.
Huambos representó una selva tropical húmeda y creció bajo condiciones megatermales
y con ligera estacionalidad en la precipitación (Woodcock et al., 2009). La ge calculada
(0.55 g cm3) fue también similar a la de los bosques tropicales húmedos de México,
América Central (0.55-0.56 g cm3) y del sureste de Asia (0.57-0.59 g cm3) (figura 12.3).
Como se mencionó, la ge mide esencialmente la inversión de carbón por uni-
dad de área, así, por cada incremento en el crecimiento radial, las maderas ligeras
necesitan invertir menos carbón que las maderas densas (King et al., 2005, 2006),
por lo que la ge se relaciona inversamente con velocidades de crecimiento y direc-
capítulo 12. UTILIDAD DE LA ANATOMÍA DE LA MADERA EN LA INFERENCia... 69
El Cien Tlaxcala
1.0 1.0
0.8 0.8
0.6 0.6
0.4 0.4
Chiapas Perú
1.0 1.0
0.8 0.8
0.6 0.6
0.4 0.4
Figura 12.2. Media e intervalos de confianza (±95%) de los valores estimados para las loca-
lidades fósiles (líneas negras). El diagrama de caja muestra la mediana y el rango intercuartil.
(Figura tomada de Martínez Cabrera et al. (2012).
70 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
GRAVEDAD ESPECÍFICA
0.2 0.4 0.6 0.8 1.0 1.2 1.4
SA, palmar - 15
SA “desert scrub” - 12
Australia - 666
Europa - 58
Tlaxcala - 23
El Cien - 21
Chiapas - 23
Perú - 25
Figura 12.3. Comparación entre la media de los valores estimados de ge para cada especie en
las cuatro floras fósiles con la de varias regiones (Zanne et al., 2009) o comunidades actuales
particulares (Schenk et al., 2008; Martínez-Cabrera et al., 2009). Los diagramas de caja mues-
tran la mediana y rango intercuartil de las predicciones de especies individuales. Los puntos grises
representan la ge media. Los números arriba de los diagramas de caja indican el tamaño de
muestra. Figura tomada de Martínez Cabrera et al. (2012).
capítulo 12. UTILIDAD DE LA ANATOMÍA DE LA MADERA EN LA INFERENCia... 71
Algunos de los aspectos funcionales bajo mayor presión ambiental son aquellos
relacionados con la adaptación a regímenes hídricos. Debido a que el rango de
expresión de las características anatómicas del sistema vascular de las plantas está
limitado por aspectos biofísicos impuestos por el ambiente, éstos pueden ofrecer
información de primera mano acerca de las estrategias ecológicas y funcionales de
las paleocomunidades (Martínez-Cabrera et al., 2012), de sus paleoambientes y
de cómo estas estrategias se han modificado a través del tiempo (Wolfe, 1971).
La fotosíntesis, con el consecuente intercambio gaseoso, es un proceso extremada-
mente costoso en términos de agua, debido a que sus tasas de difusión son mucho ma-
yores que las del CO2 (por cada molécula de CO2 que entra a las hojas se pierden entre
100 y 500 moléculas de agua; Lambers et al., 1998). Es precisamente la asimetría en
las tasas de difusión lo que determina en buena parte muchas de las características del
sistema vascular de las plantas. Por ejemplo, a lo largo de gradientes de precipitación
(en altitudes y latitudes bajas) se produce una relación entre la disponibilidad de agua
y el diámetro de los vasos, de tal manera que en ambientes secos los vasos son en pro-
medio más angostos que los de las plantas que crecen en regiones tropicales húmedas
(Carlquist, 1988). La fijación de carbón y la producción de biomasa no sólo requieren
de una gran inversión de agua, sino que también, en biomas con productividad y
tasas de crecimiento altas, se requiere una eficiencia hidráulica elevada para cubrir las
altas demandas fotosintéticas (Tyree et al., 2003; Santiago et al., 2004). Sin embargo,
estos conductos anchos altamente eficientes tienden a experimentar más embolis-
mos por ruptura mecánica o cavitación inducida por estrés hídrico (Hacke y Sperry,
2001). Aunque la cavitación inducida por estrés hídrico está presente a lo largo de
todo el gradiente de disponibilidad de agua (Sperry y Pockman 1993; Kolb y Sperry,
1999), las plantas adaptadas a condiciones secas son capaces de experimentar embo-
lismos a mayor tensión en el xilema (bajo potencial hídrico) que la plantas adaptadas
a ambientes mésicos, que experimentan embolismos a valores más altos de potencial
hídrico. Una de las consecuencias de la formación de embolismos es la reducción del
flujo de agua hacia las hojas (Meinzer, 2001), reduciendo la conductividad estomática
(Pratt, 2005) y causando un impacto negativo en la fotosíntesis (Brodribb, 2000).
Cuando el estrés hídrico es prolongado y/o intenso, los embolismos pueden crear
fallas hidráulicas catastróficas que terminan en la muerte de la planta.
La resistencia a la cavitación en plantas actuales es usualmente cuantificada usan-
do el potencial hídrico, el cual experimenta una pérdida del 50% (P50) de la ca-
pacidad conductora. La medición del P50 requiere forzosamente de material vivo
y por lo tanto no es medible directamente en fósiles. Sin embargo, recientemente
72 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
propiedades hidráulicas
A 120
100
80
60
40
20
B 1.0
0.8
0.6
0.4
0.2
C 0.12
0.08
0.04
0.00
Figura 12.4. Comparación de: a) conductividad teórica, b) fracción vascular F, y c) resistencia a im-
plosión vascular entre comunidades actuales y las plantas de la Fm. Olmos. Los diagramas de caja gri-
ses muestran la mediana y el rango intercuartil para cada variable en cada comunidad. El punto negro
y las líneas negras representan la media e intervalos de confianza (±95%). Debido a disponibilidad de
material, el análisis de resistencia a implosión vascular sólo incluyó un subconjunto de comunidades y
la paleoflora de la Olmos. (figura tomada de Martínez-Cabrera y Estrada-Ruiz (2014)).
74 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
En este sentido, los autores encontraron que la conductividad teórica por área
transversal específica (Ks) del paleobosque de la Fm. Olmos fue alta. De hecho, en
la comparación que hacen con otras comunidades actuales, el aparato hidráulico
de la paleoflora fue el más eficiente (Ks =18.81 g·mm-1·Mpa-1·s-1), sólo compa-
rable, aunque no significativamente diferente, con el bosque tropical húmedo
(Ks =17.81 g·mm-1·Mpa-1·s-1), el bosque subcaducifolio (Ks =13.06 g·mm-1·Mpa-
·s ) y el bosque mesófilo de montaña (Ks = 9.41 g·mm-1·Mpa-1·s-1) (figura 4a).
1 -1
A B
0.05 0.05
0.04 0.04
0.03 0.03
0.02
0.02
0.01
0.01
0.00
0.00
0.0 0.5 1.0 1.5
500 1000 1500
Log Ks (g . mn-1 . MPa-1 . S-1) Precipitación media anual
Figura 12.5. Relación entre resistencia a implosión con: a) conductividad potencial y b) MAP.
La línea de regresión en cada grafica fue suavizada usando regresión local (polinomio de primer
grado). En la figura 5a las morfoespecies de la Olmos están representas en color gris. En la figura
5b se muestra la media (línea horizontal interrumpida) y los cuartiles superior e inferior (líneas
grises) de la resistencia a implosión de la Fm. Olmos (figura tomada de Martínez-Cabrera y
Estrada-Ruiz (2014)).
determinada por las características de las fibras (Martínez Cabrera et al., 2009) y
en menor medida por F u otras características de los vasos (Preston et al., 2006;
Martínez-Cabrera et al. 2009, Zanne et al., 2010).
Martínez-Cabrera y Estrada-Ruiz encontraron una relación negativa entre Ks y
resistencia a implosión (r=-0.39, p= 0.0008) en las plantas de la Fm. Olmos (figura
12.5a). Sin embargo, la variación de estas dos variables es ortogonal y parece estar
coordinada sólo en algunos ambientes (ver descripción del análisis de ordenación
abajo y figura 12.6). Ninguna de las variables relacionadas con el aparato hidráulico
se relacionó significativamente con la precipitación media anual (en el conjunto de
datos actuales), como sí lo estuvo la resistencia a implosión (R= -0.37, P= 0.033;
figura 12.5b). Como resultado, los autores sugieren que la resistencia a implosión
tiene mayor potencial para inferir precipitación que características relacionadas con
la eficiencia conductora e indican que la Fm. Olmos tuvo una precipitación compa-
rable con comunidades actuales húmedas (figura 12.5b). La falta de relación signifi-
cativa entre Ks y precipitación sugiere que capacidades hidráulicas promedio simila-
res se pueden encontrar en comunidades con regímenes de precipitación diferentes,
76 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Los vasos de las plantas de la Fm. Olmos fueron en promedio los más vulnerables
a la implosión ((t/b)2h= 0.0137; figura 12.4c), pero especies individuales tuvieron
un intervalo amplio de valores, con algunas extremadamente vulnerables, como
Quercinium centenoae 0.001, y otras sumamente resistentes, como Muzquizoxylon
porrasii 0.065. Esta última incrementó el valor medio de la paleocomunidad, por
lo que no se registraron diferencias significativas con otras comunidades mésicas
incluidas en el estudio (e.g. bosque templado, figura 12.4c). Sin embargo, si se
compara la mediana en las mismas comunidades, resulta claro que el paleobosque
es mucho más vulnerable que las otras comunidades actuales.
Los valorares estimados de resistencia a la cavitación (P50) se calcularon usando
su relación con (t/b)2h, y estuvieron entre -0.082 MPa en Q. centenoae y -10.63
MPa en M. porrasii. Al igual que en el caso de (t/b)2h, esta última especie incremen-
tó el valor P50 medio de la paleoflora -2.78 MPa (-1.53 MPa sin M. porrasii). La
mediana se calculó en -1.6 MPa indicando un alto riesgo de cavitación, a tensiones
capítulo 12. UTILIDAD DE LA ANATOMÍA DE LA MADERA EN LA INFERENCia... 77
hidráulicas relativamente bajas (mínimo estrés hídrico). Maherali et al. (2004) mos-
tró que la mediana en valores de P50 en bosques tropicales húmedos actuales fue de
alrededor de -1 MPa y que las 41 especies pertenecientes a este tipo de vegetación
varió entre 0 MPa y -6 MPa. De este estudio se desprende que si bien la mayoría de
las especies en los bosques tropicales húmedos pueden experimentar embolismos en
potenciales hídricos altos (baja tensión en el xilema), hay especies capaces de resistir
mayor desecación y en consecuencia se plantea que hay una gran variación en la
resistencia a cavitación en estos biomas. De las maderas de la Fm. Olmos, dos al-
canzaron valores más allá de los mostrados por Maherali et al. (2004) para las selvas
húmedas tropicales: Javelinoxylon morfotipo 2 (-6.15 MPa) y M. porrasii (-10.63
MPa), lo cual se puede deber a variación en el interior de la comunidad. Los bos-
ques caducifolios incluidos en su estudio (Maherali et al., 2004) fueron alrededor
de 1MP más resistentes que el de las plantas de la Fm. Olmos (mediana -1.6 vs. -2.5
MPa), pero las especies más resistentes al estrés hídrico llegaron hasta los -10MPa.
La relación negativa entre (t/b)2h y pma en comunidades actuales (Schenk et al.,
2008; Martínez-Cabrera et al., 2009; Martínez-Cabrera y Estrada Ruiz, 2014) y
el decremento de P50 con la reducción de pma en angiospermas (Maherali et al.,
2004), sugieren un gran potencial de estas métricas para aproximar las condiciones
de humedad de floras fósiles. En particular, ambas, (t/b)2h y P50, indican estrés hídri-
co bajo para la flora de la Fm. Olmos.
Martínez-Cabrera y Estrada Ruiz (2014) realizaron un análisis de componentes
principales entre clases (“between pca”; Baty et al., 2006) para comparar el espacio
funcional de las plantas de la Fm. Olmos con algunas comunidades actuales y medir
la importancia estadística de los patrones de asociación observados. Encontraron
que la capacidad conductora Ks y la resistencia a implosión (t/b)2h, con carga alta
en el primero y segundo componente respectivamente, son ortogonales. Así, las
plantas de la Fm. Olmos ocuparon el espacio funcional correspondiente a la alta
eficiencia hidráulica y alta vulnerabilidad a la implosión vascular. Este análisis tam-
bién reveló que las plantas de la Fm. Olmos tuvieron una mayor variación a lo largo
del eje de eficiencia conductora que en el eje de implosión vascular (la elipse en la
figura 6 correspondiente a la Fm. Olmos está alongada de manera paralela al eje de
la eficiencia conductora), lo que sugiere que el ambiente limitó la variación de este
aspecto funcional, más que la eficiencia conductora. En otras palabras, el ambiente
ejerció fuertes presiones seleccionando ciertos valores de resistencia a embolismos,
mientras que otras fuerzas propiciaron la diversificación de estrategias conducto-
ras (e.g. partición de nicho). Las comunidades actuales usadas en la comparación
(figura 12.6), que en su mayoría son de climas secos, mostraron el patrón inverso,
con mayor amplitud en valores de implosión (y también mayores valores absolutos)
78 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
400
300
200
100
0
0.0 0.2 0.4 0.6 0.8 SIM
OLMOS
JMS
C SC MS
PF
HWF
PC1
Figura 12.6. Gráfica de ordenación que muestra las estrategias hidráulicas entre comunidades.
El pca entre clases muestra las elipses y centros de gravedad del análisis entre las plantas de la Fm.
Olmos. Las comunidades fueron significativamente discriminadas (Ratio = 0.78, P < 0.001) por
caracteres funcionales usados en el análisis (Ks, S, F y (t/b)2h), como lo muestra el histograma de
la prueba de permutación de Monte-Carlo sobre el porcentaje de inercia entre grupos. La línea
negra marca el valor observado y las barras en el histograma los valores de las 1,000 simulacio-
nes. Sim = radio en inercia entre clases e inercia total (figura tomada de Martínez-Cabrera y
Estrada-Ruiz (2014)).
capítulo 12. UTILIDAD DE LA ANATOMÍA DE LA MADERA EN LA INFERENCia... 79
literatura recomendada
PALEOPALINOLOGÍA
resumen
introducción
87
88 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
1. ¿qué es la paleopalinología?
¿cómo se conservan los palinomorfos en las rocas?
foraminíferos, hongos y partes quitinosas del exoesqueleto de insectos) que resisten los
tratamientos fisicoquímicos empleados para su extracción de las rocas (Traverse, 1988).
Etimológicamente la palabra polen procede del latín pollen-inis y significa polvo
muy fino o flor de la harina. El polen se define como el conjunto de células mascu-
linas producidas en los estambres de las flores, que contienen los gametos (células
reproductoras) que realizan la fecundación. Por otro lado, la espora consiste en una
o varias células haploides formadas por meiosis por el esporofito.
El polen se transmite de unas flores a otras (proceso denominado polinización)
por el viento (anemocoria), agua (hidrocoria) o a través de otros vectores, como
los animales (zoocoria), de los cuales los insectos juegan un papel relevante. El
grano de polen y la espora tienen una cubierta orgánica resistente, formada fun-
damentalmente por esporopolenina (uno de los compuestos orgánicos más resis-
tentes, constituido principalmente por ácidos grasos, fenilpropanoides, fenoles y
trazas de carotenoides) (Guilford et al., 1988) y celulosa, que facilita su resisten-
cia mientras es transportado, antes de que se produzca la fecundación (Traverse,
1988). Los quistes de dinoflagelados están constituidos por dinosporina, un com-
puesto muy resistente similar a la esporopolenina (Traverse, 1988). La estabilidad
química de estos compuestos es muy elevada, permitiendo su conservación en los
sustratos y sedimentos donde se puedan depositar los granos de polen tras viajar
por la atmósfera gracias al viento (denominado lluvia polínica) o ser transportado
mediante corrientes fluviales. Tanto en la actualidad como en épocas pasadas, las
áreas más propicias para la acumulación de polen, especialmente en latitudes me-
dias del planeta, son las turberas, marismas, ambientes lacustres o humedales. El
sustrato bajo lámina de agua en estas áreas se caracteriza por mantener condicio-
nes de anoxia (ausencia de oxígeno) de manera constante, por lo que la preserva-
ción óptima del polen se produce en ambientes con escasa erosión y oxigenación.
Pocas plantas o granos de polen/esporas llegan a fosilizar debido a que son des-
truidas (por herbivorismo, por hongos o debido a las inclemencias del clima) en
cuanto mueren. Para que se preserven intactas necesitan condiciones adecuadas,
deben ser enterradas con rapidez y que el ambiente sea reductor, ya que el oxígeno
favorece su destrucción. Las plantas (incluyendo sus restos, como son semillas y
esporas/granos de polen) que han sido ya enterradas bajo condiciones anaeróbi-
cas, no se libran de las fuerzas de la naturaleza debido a que aún tienen un largo
camino que recorrer antes de preservarse en las rocas. El conjunto de procesos que
producen la formación de una roca sedimentaria compacta a partir de sedimentos
sueltos se denomina diagénesis. La diagénesis implica la compactación (por el peso
de los sedimentos suprayacentes y pérdida de agua de los poros) y cementación (por
precipitación de fluidos en los huecos entre los granos) de los sedimentos sueltos.
90 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
800
600
400
ANGIOSPERMAE
200
Primeras plantas GYMNOSPERMAE
vasculares y
no vasculares
LYCOPHYTA Y MONILOPHYTA
(”PTERIDOPHYTA”)
0
Silúrico Devónico Carbonifero Pérmico Triásico Jurásico Cretácico Terciario
ERA PALEOZOICA ERA MESOZOICA ERA CENOZOICA
Figura 13.1. Registro fósil de aparición de los diferentes clados de plantas vasculares con una
intensa radiación de las angiospermas a partir del Cretácico en comparación con las filicales y
gimnospermas (tomado de Willis y McElwain, 2002).
Para clasificar los granos de polen y esporas hay que fijarse en los siguientes caracte-
res morfológicos: 1) polaridad, simetría y forma; 2) apertura; 3) estratificación de la
exina (estudios ultrastructurales); 4) ornamentación.
Para mayor detalle en estos temas se recomienda consultar Traverse, 1988; Play-
ford y Dettmann, 1996; Hesse et al., 2009.
3.2. Apertura
eje
ecuatorial
Monocolpado Monoporado
colpo
poro
Dicolpado Diporado
Vista ecuatorial Vista polar
Saco aéreo
Vista ecuatorial
Tricolpado Triporado Tricolporado
Tipos Tétradas
diada masulas
Pantocolpado Pantoporado Pantocolporado
Figura 13.2. Polaridad, simetría y tipo de apertura más comunes en granos de polen y esporas. a:
representación de la Tierra según su eje polar con la superficie ecuatorial (ecuador) representada en
rosa; b, c, g, h: agrupación de cuatro granos de polen denominada tétrada (granos tricolporados con
tres colpos y tres poros en figuras 2b y 2g; triporados con tres poros en figuras 2c y 2h); d, i: polaridad
en un grano tricolporado de polen eudicotiledónea, un ejemplo está representado en las figuras 2e y
2j, donde se figura un grano de Bellis perennis (Asteraceae) en vista polar (figura 2e) y ecuatorial
(figura 2j). Las áreas sombreadas en oscuro (figuras 2g, 2h y el grano de polen de pinácea) indican
la cara distal (las imágenes de la parte superior están modificadas de Hesse et al., 2009).
capítulo 13. PALEOPALINOLOGÍA 95
la superficie del grano), seguida por el tipo (porado, colpado, colporado) (figura
13.2). Además, hay otras nomenclaturas específicas, como son: a) poliplicado,
para indicar granos con varias crestas longitudinales (plicas); b) fenestrado, para
denominar granos con fenestras o grandes hoyos dando una apariencia de ven-
tanas; c) espiraperturado, donde la apertura es espiralada a lo largo de todo el
grano (figura 13.2).
En términos generales, la pared del grano de polen (esporodermo) de las plantas con
semillas consiste en dos capas: la interna, denominada intina, y la externa, que es la
exina. La intina no suele conservarse en esporas/polen fósil. La exina se divide a su vez
en diferentes subcapas, de la cual hay dos clasificaciones: una basada en la composi-
ción química de las subcapas y otra según la morfología (figura 13.3, abajo derecha).
En la clasificación basada en el quimismo de las subcapas, por un lado se diferen-
cia la intina constituida por celulosa, hemicelulosa, callosa (β-1,3 glucan) y pectina
(Ünal, 2013); en pólenes actuales se puede estudiar la composición química de
cada una de las subcapas, sin embargo esta diferenciación en fósil es inviable, ya
que durante los procesos diagenéticos y el tratamiento químico para extracción de
los pólenes se destruye la intina. Por otro lado se distingue la exina, que se divide en
dos subcapas, la endexina es la interna y la ektexina la externa; la endexina es una
capa simple no estructurada, que en gimnospermas es siempre laminada en estadios
maduros. La ektexina es estructurada, compuesta principalmente por esporopole-
nina y subdividida a su vez en el foot-layer, infratectum y tectum. El foot-layer puede
ser continuo, discontinuo o estar ausente. El infratectum en angiospermas es gene-
ralmente columelado, o en casos aislados granular (coincidiendo con los linajes de
angiospermas más antiguas), mientras que en las gimnospermas es granular o alveo-
lar, nunca columelado (figura 13.3, abajo). El tectum es generalmente una subcapa
continua, aunque si es discontinua se habla de granos semitectados, si además es
columelada y si el tectum no está presente.
Es imposible diferenciar las dos subcapas (endexina + foot-layer) de la nexina
cuando se está estudiando el ejemplar bajo el microscopio óptico si no es con base
en una tinción. Por tanto, para estudios taxonómicos de granos de polen y esporas
fósiles se usa la clasificación morfológica, la cual no corresponde completamente
con la división del quimismo, dividiendo la exina en dos subcapas, la interna es
la nexina (que englobaría la endexina y el foot-layer de la ektexina), y la externa es la
sexina (que se divide en las mismas subcapas que la ektexina: columelas, tectum y
elementos ornamentales) (figura 13.3).
96 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Espora trilete
Polen
Granular Alveolar
Tectado Semitectado Intectado
NO COLUMELADO COLUMELADO
Figura 13.3. Arriba, esquema de la estructura de la pared de las esporas monoletes (con una
única apertura alargada) y triletes (con apertura formada por tres radios convergentes), consti-
tuida por tres capas (de más interna a más externa): nexina, sexina y elementos ornamentales o
perina. Abajo, esquema de la ultraestructura de los granos de polen de gimnospermas con una
exina no columelada y la de angiospermas columelada excepto en las más primitivas, que puede
ser granular o alveolar. Las diferentes subcapas de la exina de los granos de polen de angiospermas
se pueden clasificar con base en su composición química o en su morfología (abajo a la derecha).
capítulo 13. PALEOPALINOLOGÍA 97
3.4. Ornamentación
µm
5 espina báculo
4 gema clava
espínado verruga pilo
3
1 gránulo
0
A B
Psilado Granulado
C D
Verrugoso Gemado
E F
Baculado Clavado
G H
Equinado Equinolofado
I J
Lofado Reticulado
K
L
Foveolado Estriado
Figura 13.4. Imagen que ilustra los tipos de ornamentación más comunes en granos de polen
y esporas actuales. Arriba, corte transversal esquemático de tipos de ornamentación. Abajo, con
fotografías al microscopio electrónico de barrido de diferentes granos de polen y esporas con sus
esquemas. A) Bauhinia surinamensis. B) Maripa glabra. C) Elisabetha princeps. D) Matisia
ochrocalyx. E) Osmunda regalis. F) Pachira insignis. G) Catananche caerulea. H) Scorzo-
nera hispanica. I) Vernonia parishii. J) Eperua falcata. K) Mabea piriri. L) Acer campestre.
capítulo 13. PALEOPALINOLOGÍA 99
4. ¿cómo se estudian?
4.1 Microscopía
1 2 1 2 1 2
H H H
51 52 53
3 4 3 4 3 4
1 2 1 2 1 2
J J J
51 52 53
3 4 3 4 3 4
Figura 13.5. Sistema de coordenadas del England FinderTM para la localización de los taxones. Se
muestra una ampliación de un sector (representado mediante un círculo blanco) del England FinderTM.
100 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
A B C
A B C D
Figura 13.6. Ejemplo del tratamiento de imagen utilizado en Elaterosporites klaszi, un grano
de polen de gnetal del Albiano (hace 105 millones de años) de la localidad de Escucha situada
al noreste de España. A, B, C: tres fotos tomadas en diferentes planos, D: foto final después de
acoplar las partes nítidas usando el programa CombineZP.
102 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
5. aplicaciones de la paleopalinología
5.1 Paleogeografía
Entre los hallazgos más llamativos en el registro fósil de la zona norte de la Repúbli-
ca se encuentren la presencia de granos de polen y esporas en depósitos del Grupo
Cabullona en Sonora, y la Formación Olmos en Coahuila, en el Cretácico Superior,
con edades entre 72-70 y 68-70 millones de años respectivamente (p. e. Medús y
Almeida-Leñero, 1982; Villanueva-Amadoz et al., 2014a). De hecho son los dos
únicos datos que se tiene de las asociaciones de esporas/polen de la República,
interesantes, ya que una región se localiza hacia el noreste del país y la otra hacia el
noroeste, las cuales presentan una flora notablemente diferente.
Datos palinológicos de Norteamérica (principalmente de Estados Unidos y Ca-
nadá) revelan que existieron dos provincias florísticas durante el Cretácico Superior,
bien diferenciadas debido a un mar epicontinental que dividía esa porción de tierra
en dos. Por un lado, desde el Cenomaniano (hace unos 100 millones de años)
existía en la costa este de Estados Unidos y en Europa un conjunto de pólenes de
angiospermas característicos, denominado grupo de Normapolles, constituido por
granos tri(col)porados (Tschudy, 1975; Kedves y Diniz, 1983) (figura 13.7; repre-
sentado por la letra N en la figura 13.8). La predominancia de este grupo en las
formaciones Upson, San Miguel y Olmos en Coahuila es evidente (estrella azul en
la figura 13.8) (Rueda-Gaxiola, 1967; Martínez-Hernández et al., 1980; Medús y
Almeida-Leñero, 1982; Martínez-Hernández y Tomasini-Ortiz, 1989).
Por otro lado, existió otro conjunto de pólenes de angiospermas que caracte-
rizaban el Turoniano-Maastrichtiano (89.8-66 millones de años atrás) en la costa
oeste de Estados Unidos (grupo de Aquilapollenites: granos con cuatro protuberan-
cias ecuatoriales), el cual se extendía hasta Siberia y países del Este (Nichols et al.,
1982; Herngreen et al., 1996) (figura 13.7). La provincia de Proteacidites, caracte-
rizada por los géneros de polen de angiosperma Tschudypollis (antes denominado
Proteacidites) y Nothofagus durante el Turoniano-Maastrichtiano, estaba restringida
al Hemisferio sur, salvo un par de áreas (California y Nuevo México) en la costa
oeste de Estados Unidos donde son abundantes (representado por la letra P en la
capítulo 13. PALEOPALINOLOGÍA 103
Figura 13.7. Dos grandes grupos que predominaban en el Cretácico superior en el norte de
México. A la izquierda está representado el grupo de Normapolles, caracterizado por granos
de polen de angiospermas tri(col)porados. A la derecha se encuentra el grupo de Aquilapolleni-
tes, con granos de polen de angiosperma que poseen cuatro apéndices en la zona ecuatorial (imá-
genes modificadas de Punt et al., 2007 y Friis et al., 2006 . La escala corresponde con 10 µm.).
104 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
A
P
N A
??
Figura 13.8. Mapa paleogeográfico del Campaniano-Maastrichtiano donde figuran las tres
provincias palinoflorísticas descritas. N: Provincia de Normapolles situada en la costa este de
Norteamérica, grupo precursor de las fagáceas actuales (representadas a su derecha). A: Provincia
de Aquilapollenites, situada en la costa oeste de Norteamérica (representado por un grano del
género Aquilapollenites correspondiente a un antecesor de la familia actual Santolaceae con un
ejemplar actual representado a su derecha). P: Provincia de Proteacidites (representada en las
figuras por un grano del género Tschudypollis y a su derecha un representante actual de proteales
a la cual pertenecería).
5.2 Bioestratigrafía
A B C D E
F G H I
J K
que un inmenso y caudaloso río transcurría por Coahuila, que llegaba desde el no-
roeste y descargaba los sedimentos en un mar tranquilo de poca profundidad donde
se dividía en varios brazos, entre los cuales se formaban pequeños lagos y pantanos;
asimismo, descargaba material en lagunas de agua salobre.
Este paisaje deltaico estaba ocupado por dinosaurios herbívoros hadrosaurios
con pico de pato (muy abundantes en medios costeros) y ceratópsidos (con cuernos
en la cabeza) así como por dinosaurios carnívoros como tiranosáuridos y ornito-
mímidos. Estos dinosaurios convivían junto con cocodrilos, tortugas, lagartijas y
peces (Lucas y González-León, 1993, 1996), mientras que en el mar habitaban
cangrejos, ostras, ammonites, peces, tiburones y mosasaurios (Porras-Múzquiz y
Alvarado-Ortega, 2013).
Este territorio tenía además una gran diversidad de plantas, ya que se han ob-
servado más de 100 tipos de plantas, representadas principalmente por esporas/
pólenes y hojas. En el conjunto de esporas/pólenes de la Formación Olmos pre-
dominan las angiospermas triporadas (género Alnipollenites) y tricolporadas (gé-
nero Triporopollenites), gimnospermas taxodiáceas y los palinomorfos indicativos
de medios de agua dulce, como son Leiosphaeridia, Pediastrum, Stereisporites y Styx
(Martínez-Hernández et al., 1980a). En menores proporciones se observan otros
granos de polen de gimnospermas de araucariáceas y cheirolepidiáceas, que indican
capítulo 13. PALEOPALINOLOGÍA 107
A B C D
F G H
I J
Figura 13.10. Restos de plantas fósiles de la Formación Olmos en Coahuila. A: Fronda del filical
herbáceo cf. Tectaria (Dryopteroideae). La Rosita, Mina 6. Escala: 3 cm. Foto: A. Altamira y R.
Weber. B: Fragmentos foliares de la filical cf. Aneimia o Aneimites (Schizaeaceae). Escala: 1,5
cm. Mina Nueva Rosita No. 6. Foto: R. Weber. C: Filical flotante Salvinia coahuilensis Weber
(Salviniaceae); Hojas elípticas, con quilla abaxial, venación reticulada (retocada en la foto con
tinta china) y esporocarpos. La Rosita, Mina N° 6. Escala: 3cm, Foto: A. Altamira. D: Ramas de
Brachyphyllum macrocarpum Newberry (Cheirolepidiaceae). Mina Nueva Rosita No. 6, Esca-
la: 2 cm. Foto: R. Weber. E: Hoja de dicotiledónea Manihotites sp. con arquitectura dicotómica.
Mina N° 3, Barroterán. Escala: 5 cm. Foto: A. Altamira & R. Weber. F: Hoja palmada del género
de palmera Sabalites sp. (Palmae o Arecaceae). Mina Nueva Rosita N° 6. Verticalmente, miden
unos 30 cm. Foto: A. Altamira & R. Weber. G: Probablemente hoja protolaurácea de 24 cm de
largo; en la literatura identificaciones de hojas similares con Artocarpus. Mina Nueva Rosita N°
6, Foto: R. Weber. H: Hoja entera, denticulada y con ápice de goteo distal de posible Dicotiledónea
indeterminada. Mina El Saúz, Escala: 5 cm. Foto: A. Altamira & R. Weber. I: Dicotiledónea in-
determinada. Escala: 5 cm. Mina Nueva Rosita N° 6, Foto: A. Altamira & R. Weber. J: Hoja de
Liriodendron alatum Newberry (Magnoliaceae) con cuatro lóbulos y pecíolo alado, alas constrictas
distalmente. Mina El Saúz, Escala: 5 cm. Foto: R. Weber. Imágenes tomadas de la página web que
diseñó R. Weber: http://www.geologia.unam.mx/igl/deptos/paleo/weber/galcreco.htm.
capítulo 13. PALEOPALINOLOGÍA 109
Figura 13.11. Reconstrucción del paisaje de Coahuila hace 65-70 millones de años, realizada por el
ilustrador Aldo Domínguez, donde queda reflejada la mayoría de las plantas citadas anteriormente.
marias que irradian de una cabeza central, conjunto que se asemeja a un paraguas.
Otra característica es la existencia de pinnas vegetativas (con pinnulas vegetativas
dispuestas hacia arriba con un patrón similar a un “ala de mariposa”) separadas de las
fértiles; también se caracteriza por presentar pinnas fértiles con soros dispuestos en
racimos esféricos que contienen los esporangios (estructura de las plantas, hongos o
algas que producen y contienen las esporas), los cuales aparecen protegidos por un
denso indusio (superficie membranosa o vellosa que cubre los esporangios) peltado
o abombado (Alvin, 1968, 1971; Daber, 1968; Watson y Alvin, 1996).
Se han encontrado numerosos frondes, tanto vegetativos como fértiles, pertenecien-
tes a esta especie. Uno de los frondes fértiles estudiados contenía soros (receptáculos
de esporas), los cuales fueron tratados con ácidos para liberar las esporas contenidas
en su interior, y posteriormente fotografiados al microscopio electrónico de barrido
(figura 13.12B). De esta manera se observaron tres diferentes fases de desarrollo de
las esporas de esta filical, con diferente morfología antes de alcanzar la madurez. La
primera fase ontogenética implica una morfología redondeada de la espora con la
marca trilete incipiente, la segunda fase consiste en un contorno subtriangular de
la espora con la marca trilete bien desarrollada y la fase final sugiere una espora ple-
namente desarrollada, con forma triangular, con la laesura bien desarrollada y con
engrosamientos paralelos a los radios de la laesura característicos (figura 13.12C).
Estas esporas maduras in situ se asemejan morfológicamente a las esporas actuales de
la Familia Matoniaceae (Diez et al., 2005), y al margen de que algunos autores (Alvin,
1971; Watson y Alvin, 1996) han indicado que Weichselia reticulata pertenece a la
Familia Weichseliaceae, se puede establecer su parentesco con matoniáceas actuales.
Este estudio demuestra además un aspecto muy importante a tener en cuenta
cuando se realizan estudios taxonómicos, el cual revela que una misma planta pue-
de producir esporas morfológicamente diferentes, en este caso debido a diferencias
en su madurez. Las esporas y granos de polen se clasifican según sus características
morfológicas; por ello, si observamos tres esporas diferentes que presentan cada
una de las fases ontogenéticas descritas, estaríamos asumiendo tres morfoespecies
diferentes, cuando realmente, deberíamos establecer una sola.
Otro ejemplo de esporas in situ de isoetales se trata en el siguiente subapartado
(5.4.2 Diferentes formas de dispersión).
Las isoetales son un grupo de plantas que han sufrido grandes cambios. Durante el
Paleozoico eran abundantes las filicales de isoetales de tamaño arbóreo, como por
ejemplo el género Pleuromeia que producía macro y microsporas triletes, a diferencia
capítulo 13. PALEOPALINOLOGÍA 111
A B
Figura 13.12. A) Posible reconstrucción del filical arborescente Weichselia reticulata modi-
ficado a partir del diseño de Alvin (1971). B) Imagen de agrupaciones sorales de Weichselia
reticulata observados con microscopio electrónico de barrido (tomado de Diez et al., 2005; cor-
tesía de la editorial Elsevier). C) Dos esporas in situ de uno de los soros de Weichselia reticulata
en la cual se distinguen dos etapas ontogenéticas diferentes: a la izquierda, una espora inmadura
de morfología circular; a la derecha, una espora de contorno triangular casi madura con los tres
radios de la apertura trilete bien desarrollado y con unos engrosamientos de la exina alrededor de
la laesura (tomado de Diez et al., 2005; cortesía de la editorial Elsevier).
B C
Figura 13.13. A: Planta de Isoetes sp. con una disposición espiralada de las hojas, Sierra de
Ríos, Cerro Largo, Uruguay. B: Detalle de la base del micrófilo de Isoetes sp. con una pequeña
lígula triangular sobre el megasporangio, y las megásporas blanquecinas, Sierra de los Difuntos,
Rocha, Uruguay. C: Corte longitudinal del cormo de Isoetes sp. con un núcleo conspícuo de xi-
lema de color blanco y los esporangios en la base de los micrófilos, Sierra de los Difuntos, Rocha,
Uruguay. MG: Megasporofilo con megaesporas; MC: Microsporofilo con microsporas (imágenes
tomadas de www.thecompositaehut.com).
capítulo 13. PALEOPALINOLOGÍA 113
Uno de los cambios que ha sufrido el género Isoetes se refiere a su forma de disper-
sión, como se demuestra en un estudio del género Isoetites (figuras 13.9 A, 13.9 E) de
edad albiana terminal (hace unos 105 millones de años) proveniente de la Unidad
Margas de Transición en la localidad de Estercuel (Teruel, España).
La liberación de microsporas en el microsporangio del género actual Isoetes se
realiza por la ruptura de la lámina y liberación masiva de las mismas. Sin embargo,
se observaron unas masas de microsporas fósiles in situ en el microsporófilo de
Isoetites sp. estudiado, indicado como MC (figuras 13.14 A, 13.14 D, 13.14 F). Las
microesporas in situ son monolete con la cara proximal psilada y la cara distal tuber-
culada (figuras 13.14 B, 13.14 C). La presencia de tales agrupaciones en el material
estudiado difiere de las microsporas del género actual Isoetes que se desprenden
directamente del microsporófilo.
Las plantas se reproducen en periodos temporales concretos, ya sea mediante los so-
ros que protegen a las esporas en el caso de las filicales, o mediante conos en el caso
de las gimnospermas o flores con estambres en las angiospermas donde se producen
los granos de polen. Cada especie de planta produce una espora o grano de polen
característico, con una estructura de la pared (también denominada ultraestruc-
tura) determinada que refleja el hábitat en el cual vive. En la actualidad se puede
conocer el tipo de grano de polen o espora que produjo una planta determinada,
no hay mayor misterio que recolectar la parte fértil en época de floración o cuando
producen los esporangios. Sin embargo, cuando se estudia los granos de polen o es-
poras fósiles es complicado, ya que es muy poco común encontrar las plantas en su
época de reproducción con sus órganos reproductores, asociados a granos de polen
y esporas. Lo más común es que para reproducirse las plantas liberen grandes can-
tidades de esporas o granos de polen que son dispersados mediante insectos, viento
o corrientes de agua. Estas esporas o granos de polen finalmente son depositados
generalmente lejos de la planta productora. Por ello, la mayoría de las esporas y gra-
nos de polen fósiles están dispersos en el sedimento y es muy difícil saber cuál fue la
planta productora. Sin embargo, los estudios ultrastructurales, es decir la anatomía
de las paredes de los palinomorfos, pueden ayudar para saber su afinidad botánica.
Con el fin de observar la estructura interna de las agrupaciones de microsporas
in situ provenientes del Isoetites descrito (figuras 13.14 A, 13.14 F), se cortó una
de las masas mediante un haz de iones focalizado (fib). En este corte transversal se
puede diferenciar un centenar de distintas microsporas con su cuerpo central hueco
(figuras 13.15 A y 13.15 B). Cada una de las microsporas presenta el exosporio de
114 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
A B
C D
Figura 13.14. A: Microesporofilo de la licofita Isoetites sp. proveniente de la Unidad Margas de
Transición (Albiano terminal) de la localidad de Estercuel, Teruel, España. B, C: Imagen del meb
de las microsporas in situ dentro de las agrupaciones de microsporas. D: Una de las agrupaciones de
microsporas in situ del ejemplar de Isoetites de la figura 14A. E: Hoja de Isoetites sp. proveniente
del mismo nivel que el ejemplar de la figura 14a. F: Detalle de las agrupaciones de microsporas de
la figura 14A. Las escalas gráficas corresponden en la figura 14B y C a10 micras, 14D a 100 micras
y 14F a 500 micras. Imágenes retocadas de Villanueva-Amadoz et al. (2014b).
la exina con una textura similar a la de una esponja de baño con numerosas cavi-
dades (figura 13.15 C). Además las microsporas presentan una nexina compacta,
constituida por subcapas laminadas, indicadas con una flecha (figura 13.15 D).
Esta capa esponjosa es característica de las isoetales (Grauvogel-Stamm y Lugardon,
2001, 2004) que le confiere flotabilidad en medios acuáticos o con humedad (Kar
y Dilcher, 2002); por tanto, esta capa esponjosa es un criterio para afirmar que estas
microsporas fósiles efectivamente pertenecen a las isoetales.
capítulo 13. PALEOPALINOLOGÍA 115
A B
C D
Figura 13.15. Imágenes del meb de una de las masas de microsporas in situ proveniente del
ejemplar de Isoetites sp. representado en la Figura 9A. A: Corte mediante fib de una de las
agrupaciones de microsporas, permitiendo la observación de la estructura de la pared de
las microsporas. B: Sección trasnsversal de la masa de microsporas que permite observarlas en
tres dimensiones. C: Sección transversal de la pared de una microespora. D: Detalle del exos-
porio con subcapas laminadas (flecha blanca) y superficie nanoverrugosa del cuerpo central de
la espora. Escalas 100 μm (A), 20 μm (B), 1 μm (C), 500 nm (D) (imágenes modificadas de
Villanueva-Amadoz et al., 2012). (imágenes modificadas de Villanueva-Amadoz, U., et al.,
2012. Focused ion beam nano-sectioning and imaging: a new method in characterisation of
palaeopalynological remains. Grana 51: 1-9. Copyright © Collegium Palynologicum Scandi-
navicum, reprinted by permission of Taylor and Francis Limited, www.tandfonline.com<http://
www.tandfonline.com> on behalf of Collegium Palynologicum Scandinavicum).
116 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
literatura recomendada
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Uxue Villanueva Amadoz. Estación Regional del Noroeste (erno), Instituto de Geología,
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CApÍTULO 14
resumen
121
122 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
el ámbar y presentó evidencia de su parecido con la resina de pino (Plinio, Libro 37, ca-
pítulos 11-12); sin embargo, la palabra ámbar proviene del árabe anbar (Poinar, 1992).
Por su belleza, propiedades físicas e inclusiones biológicas, al ámbar se le han atri-
buido propiedades misteriosas, algunas preservadas hasta nuestros días por varias cul-
turas alrededor del mundo (Langenheim, 1969), incluyendo a México, donde en
reportes arqueológicos y antropológicos se constata su conocimiento y uso desde el
periodo prehispánico; la pieza arqueológica de ámbar más antigua procede del sitio
olmeca de “La Venta” y está fechada hacia 700 a. C., mientras que la descripción más
completa fue registrada por fray Bernardino de Sahagún en el Códice Florentino: “El
ámbar desta tierra se llama apozonalli (Lowe, 2005). Dícese desta manera porque el
ámbar desta tierra o estas piedras ansí llamadas son semejantes a las campanillas o
enpollas del agua cuando las da el Sol en saliendo, que parece que son amarillas claras,
como oro. Estas piedras hállense en mineros en las montañas (Lowe, 2005). Hay tres
maneras destas piedras: la de una manera dellas se llama ámbar amarillo. Estas parecen
que tienen dentro de sí una centella de fuego. Son muy hermosas: la segunda manera
se llama quetzalapozonalli. Dícese desta manera porque son amarillas con mezcla de
verde claro. La tercera se llama iztacapozonalli. Dícese así porque son amarillas blan-
quecinas. No son transparentes ni muy preciosas” (Lowe, 2005).
Los depósitos de ámbar se encuentran distribuidos alrededor de todo el mundo,
clasificados por edad geológica y zona geográfica (Langenheim, 1969). Éstos se
encuentran en rocas del Carbonífero hasta el Pleistoceno (Langenheim, 1969), des-
tacando los de Líbano (ca. 130 Ma.), Myanmar (ca. 100 Ma.), España (ca. 100-90
Ma.), Nueva Jersey (ca. 90-70 Ma.), Báltico (ca. 40 Ma.) y República Dominica
(ca. 20 Ma.) (Langenheim, 1969; Poinar, 1998). En México, en el estado de Chia-
pas, se localizan depósitos de ámbar del Cenozoico, su edad y ubicación lo hacen
único en el mundo, sin embargo no ha recibido tanta atención en comparación con
otros depósitos (Solórzano-Kraemer, 2010). Chiapas se encuentra al sur de México,
y constituye una región importante para el entendimiento de la biodiversidad de
México e incluso de América, ya que se encuentra justo al norte de América Cen-
tral, la cual funciona como puente terrestre para la migración de plantas y animales
entre Norteamérica y Sudamérica (Graham, 1999; Burman y Graham, 1999). Los
procesos geológicos y biológicos que han actuado a lo largo de millones de años
constituyen uno de los detonantes de la biodiversidad, y es el ámbar un testigo fiel
donde se preservan los vestigios de comunidades ancestrales que pueden ayudar a
comprender mejor los procesos resultantes de la diversidad biológica actual.
En varios municipios de Chiapas se encuentran minas de ámbar, tal es el caso
de Totolapa, Ostuacán, Mal Paso, Huitiupan y Simojovel de Allende, entre otros; de
los cuales este último el principal. Los minero-agricultores de estas localidades ex-
124 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
traen el ámbar manualmente con herramientas como pico, pala y carreta (Ytuar-
te-Núñez, 2010).
Las inclusiones biológicas del ámbar de Chiapas fueron redescubiertas en for-
ma accidental, en 1952, por una expedición de científicos del Departamento de
Entomología y Parasitología de la Universidad de California, Berkeley (Hurd et
al., 1962), en el cual se encuentra la más importante colección de inclusiones
biológicas de ámbar con alrededor de 3 000 especímenes (Avendaño-Gil et al.,
2012). En México sobresale la colección del Instituto de Historia Natural, de la
Secretaría de Medio Ambiente e Historia Natural en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas,
en la cual se encuentran resguardadas 215 piezas con un total de 569 organismos,
que de acuerdo con Avendaño-Gil et al. (2012) 73.64% son animales; los insectos
son el grupo más abundante, mientras que 26.36% corresponde a plantas en su
mayoría angiospermas.
La edad de los depósitos de ámbar de Chiapas aún no ha sido esclarecida to-
talmente. Böse (1905) realizó una síntesis geográfica y fisiográfica de la zona,
dividiendo la secuencia estratigráfica Cenozoica en: división Eoceno, división
Simojovel (Oligoceno), división Tenejaoa (Plioceno) y división Cuaternario.
Posteriormente Frost y Langenheim (1974) dividieron al grupo Simojovel en:
Arenisca La Trinidad, Arenisca Rancho Berlín y Formación La Quinta, en la
que se encuentra asociado el ámbar, aparentemente incluido en una secuen-
cia marina del Oligoceno, como lo sugieren foraminíferos plantónicos como
Globigerina ciperoensis Bolli. y Globorotalia kugleri Bolli. (Veiga-Crespo et al.,
2007). En la zona de secuencia de foraminíferos plantónicos, en los intervalos
de las zonas N3 y N4 se han asignado edades radiométricas con rangos de 22.5
a 26 Ma (Berggren y Van Couvering, 1974). Sin embargo, Grimaldi (1996)
mencionó que muchos depósitos de ámbar se encuentran asociados con ligni-
tas, pizarras friables y arcillas deltaicas del Mioceno Temprano. Posteriormen-
te, Solórzano-Kraemer (2007) asigna el ámbar de México al Mioceno Medio
(20-15 Ma.), debido al parecido que presenta con los depósitos de ámbar de
República Dominicana, incluyendo la presencia de lechos de lignita, un regis-
tro fósil similar de insectos (40%) y su origen botánico de especies extintas de
Hymenaea. En años más recientes, Vega et al. (2009), usando 87Sr/86Sr en con-
chas bien preservadas de Turbinella maya de Los Pocitos, una localidad muy
cercana a Simojovel, establecieron una edad de 23 Ma.
Tomando en cuenta lo anterior con respecto a la aproximación en la edad del ámbar,
y para entender el medio en el que vivieron las comunidades antiguas fosilizadas, el
clima durante el Mioceno en tierras bajas del sur de la antigua América era similar a la
actual, considerado en general como tropical (Jaramillo et al., 2006), y aunque la con-
capítulo 14. ÁMBAR: RESERVORIO DE VIDA PASADA 125
figuración de los continentes en ese momento era muy parecida a la actual, se dieron
cambios importantes, donde aún separados América del Norte y del Sur, se llevaba a
cabo el movimiento del Bloque Chortis en el margen suroeste de la costa del Pacífico
de México, el cual se ha reconstruido como una paleopenínsula que paulatinamente se
extendía hacia el sur con una intensa actividad volcánica y tectónica (Cevallos-Ferriz
y González-Torres, 2006). Asimismo, en el registro fósil de plantas y animales de Mé-
xico para ese tiempo, se comienza a reconocer una mayor similitud morfológica entre
taxones fósiles y actuales (e.g. Solórzano-Kraemer, 2007; Cevallos-Ferriz et al., 2012).
A partir de ese momento se pudo establecer la pauta para debatir el inicio del estableci-
miento de las comunidades biológicas como actualmente se conocen.
Las inclusiones de plantas soportan el desarrollo de una vegetación tropical como
lo sugiere el registro de Hymenaea (ver ejemplo de figura 14.1), que incluyen frag-
mentos de hojas de Acacia (Miranda, 1963), dos briofitas (e.g. figura 14.1), Lejeu-
nea paleomexicana (Grolle, 1984), Ceratolejeunea (Heinrichs et al., 2014), flores de
Tapirira durhamii (Miranda, 1963), Socrotea brownii (Poinar, 2002), Colpothrinax
chiapensis (Chambers et al., 2012) y Swietenia miocenica (Castañeda- Posadas y Ce-
vallos-Ferriz, 2007). Sumado a estos registros resaltan los trabajos de Palacios-Chá-
vez y Rzedowski (1993) quienes, en un estudio palinológico al norte del estado,
con base en muestras de rocas del Mioceno inferior-medio, reportan la abundancia
de Junglandaceae (Engelhardtia y Oreomunnea), seguido de Picea, Quercus, Pinus,
Melastomataceae y Cyatheaceae (Pteridophyta), sugiriendo que en el pasado debió
prevalecer un clima fresco y muy húmedo en la zona.
En el ámbar de Chiapas posiblemente se encuentran algunas pistas de la vida en
el momento de la generación de la resina. Las plantas que dieron origen a esta resina
fósil fueron determinadas en un principio por Langenheim y Beck (1965), quienes
compararon el espectro infrarojo del ámbar con el de las resinas de varios géneros de
plantas, concluyendo que fue Hymenaea (e.g. figura 14.1) la planta que lo produjo,
que forma parte de la familia Leguminosae. Posteriormente dos especies extintas se
describieron e identificaron con base en estructuras aisladas como las productoras
del ámbar en Chiapas, H. mexicana (Poinar y Brown, 2002) e H. allendis (Calvi-
llo-Canadell et al., 2010). La primera tiene mayor parecido morfológico con H.
verrucosa Gaertn. de África y la segunda comparte parecido con H. courbaril, distri-
buida desde México, Centroamérica y Sudamérica (Calvillo-Canadell et al., 2010).
La evidencia fósil sugiere entonces que durante el Mioceno en Chiapas se
desarrolló un bosque de Hymenaea en tierras bajas adyacente a un manglar
(Solórzano-Kraemer, 2007; Serrano-Sánchez et al., 2015), donde la resina fue
transportada dentro de un sistema deltaico a través de arroyos y ríos a la zona
costera (Langenheim et al., 1967).
126 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
D E
Figura 14.1. Ejemplos de inclusiones de plantas y hongos en ámbar mexicano. A: Musgo (Br-
yophyta). B: Pétalo de Hymenaea sp. C: Hoja no identificada (Magnoliophyta). D: Hifas de un
hongo posiblemente parasito en un escarabajo (Platypodidae). E: Cáliz de flor de Hymenaea sp.
capítulo 14. ÁMBAR: RESERVORIO DE VIDA PASADA 127
A B
C D
A B
C D
A B
C D
E F G
Figura 14.4. Ejemplos de fósiles artrópodos (Insecta) en ámbar mexicano. A: Mosquito (Culici-
dae). B: Tipúlido (Tipulidae). C: Abeja (Apidae). D: Himenóptero no identificado. E: Hormiga
(Formicidae) en posición defensiva.
130 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
A B
C D
Figura 14.5. Ejemplos de hemipteroideos en ámbar mexicano. A; Fulgoromorfo (Fulgoromor-
pha). B: (Homoptera). C: Fulgoromorfo (Fulgoromorpha). D: Nogodina sp.
A B C
D E F
Figura 14.6. Isópteros y coleópteros en ámbar Mexicano. A: Termitas (Kalotermitidae).
B: Termita obrera (Isoptera). C: Termita soldado (Isoptera). D: Mastotermes electromexi-
cus (Mastotermitidae). E: estafilínido o escarabajo del nido de las termitas (Staphylinidae).
F: Gorgojo (Curculionidae).
capítulo 14. ÁMBAR: RESERVORIO DE VIDA PASADA 131
A B
C D
E F
Figura 14.7. Otros ejemplos de inclusiones fósiles en ámbar mexicano. A: Saltamontes (Or-
thoptera). B: Pececillo de cobre (Archaeognatha). C: Reduvído o insecto patas de hilo (Redu-
viidae) con extremidades delanteras rapaces. D: Burbujas de líquido atrapadas en el ámbar.
E: Pelo de mamífero.
132 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
literatura recomendada
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capítulo 14. ÁMBAR: RESERVORIO DE VIDA PASADA 135
CALPIONÉLIDOS Y COLOMIÉLIDOS
resumen
137
138 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
introducción
El presente capítulo muestra una síntesis de dos grupos de microfósiles que tienen una
gran importancia bioestratigráfica, los calpionélidos y los colomiélidos. Ambos gru-
pos han sido usados de manera efectiva para precisar la edad de rocas correspondientes
a los límites Jurásico/Cretácico y Aptiano/Albiano en diferentes lugares del mundo,
así como para establecer correlaciones entre regiones muy distantes, como México
y Europa. Sin embargo, aun cuando su uso bioestratigráfico está muy extendido, el
conocimiento sobre el organismo que habitaba su testa o lórica es prácticamente nulo,
debido a que sus partes blandas nunca han sido encontradas fosilizadas.
Al no contar con restos de las partes blandas del organismo, su clasificación taxonómi-
ca se ha basado en las características de la única parte que se ha encontrado en el registro
fósil, la lórica. Debido a la típica forma de copa de su lórica, estos fósiles se han asociado
con los tintínidos actuales, que tienen una lórica morfológicamente similar. Sin embar-
go, otros investigadores han encontrado diferencias entre la lórica de ambos microorga-
nismos y han propuesto que en realidad los calpionélidos y colomiélidos no tienen re-
presentantes actuales y deben ser clasificados como incertae sedis (organismos de afinidad
incierta). Este debate aún continúa entre los estudiosos de estos microorganismos.
El estudio de los tintínidos se remonta al año 1803, cuando Shrank describió el
género Tintinnus (el nombre se debe posiblemente al sonido que provocan las cam-
panas). Éste fue el punto de partida para trabajos de gran importancia para el cono-
cimiento de estos microorganismos ciliados. Un ejemplo de ellos fueron los trabajos
clásicos de Haeckel (1873) (figura 15.1).
La primera especie descrita fue denominada Calpionella alpina por Lorenz (1902),
pero la creyó erróneamente como perteneciente a un foraminífero, pues su corte era
semejante a una especie de la familia Lagenidae. Fue el investigador español Guiller-
mo Colom quien propuso una relación entre los calpionélidos y los tintínidos, aspec-
to que resultó en su momento en uno de los grandes debates de la micropaleontología
y que continúa hasta la actualidad.
capítulo 15. CALPIONÉLIDOS Y COLOMIÉLIDOS 139
Figura 15.1. Antiguo dibujo de tintínidos con su forma de copa característica (tomado del
clásico de Haeckel, 1873).
aspectos de su biología
Poco se sabe sobre la biología de los calpionélidos, y aun menos sobre la biología
de los colomiélidos. El debate sobre su asignación taxonómica a los tintínidos o a
organismos incertae sedis continúa sin ser resuelto. Indistintamente de su clasificación
taxonómica, para el estudio de la lórica de los calpionélidos y colomiélidos se puede
tomar como base la lórica de los tintínidos actuales. Debido a su parecido morfológi-
co y las partes en que se divide la lórica de los tintínidos actuales, su nomenclatura ha
sido adoptada en forma general por los estudiosos de los tres grupos.
140 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Laminillas Ciliares
Collar zona
oral
Lóriga
apÉndice
adhesivo
Zona
aboral
50 µ
apéndice
caudal
Figura 15.2. Representación esquemática de un tintínido mostrando sus partes (tomado de
Colom, 1988).
capítulo 15. CALPIONÉLIDOS Y COLOMIÉLIDOS 141
paleoecología
Como los calpionélidos y colomiélidos no pueden ser clasificados con certeza como
tintínidos, no se puede extrapolar las condiciones de vida de estos organismos ac-
tuales a los fósiles. Sin embargo, algunas herramientas, como el análisis de microfa-
cies, permiten obtener datos indirectos acerca de su modo de vida.
Los calpionélidos y colomiélidos se encuentran en facies sedimentarias de mar
abierto, asociados a radiolarios, espículas de esponjas, foraminíferos y calciesferas. Es-
capítulo 15. CALPIONÉLIDOS Y COLOMIÉLIDOS 143
Actualidad
TINTÍNIDOS
Eoceno
44
MILLONES
DE AÑOS
Albiano
COLOMIÉLIDOS
Aptiano
8
MILLONES
DE AÑOS
Hauteriviano
CALPIONÉLIDOS
Titoniano
Figura 15.3. Periodos sin registro de las formas afines de calpionélidos, colomiélidos y tintínidos.
tas asociaciones brindan pistas indirectas sobre el hábitat de los calpionélidos y colo-
miélidos. Otra pista es proporcionada por su morfología; aún cuando calpionélidos y
colomiélidos no sean tintínidos, su parecido morfológico debe indicar la ocupación
de nichos ecológicos muy similares, y por tanto se puede decir que muchas de las
características ecológicas deben ser compartidas por ambos (de no ser así la evolución
144 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
A B
Figura 15.4. Calpionélidos en fase de reproducción (tomada de López-Martínez et al., 2013).
capítulo 15. CALPIONÉLIDOS Y COLOMIÉLIDOS 145
50 µ A 50 µ B
Figura 15.5. Calpionélidos aberrantes. Explicación en el texto (tomada de López-Martínez
et al., 2013).
De otros grupos fósiles, como las amonitas, se conoce que la aparición de or-
ganismos aberrantes y deformes parece indicar cierta senilidad genética en una
determinada especie o género, lo cual se asocia generalmente con el declive y
extinción de éstas.
Estos fósiles aberrantes de calpionélidos pudieran indicar la senilidad del género
Crassicollaria, lo que sería una explicación razonable para su extinción.
Piso
(1971) (1995) Michalik (2007) et al. (2013) bioeventos
Sistema
(2010)
cartathica
Tintinnopsella Tintinnopsella
Superior
cadischiana
Tintinnopsella
major major major major
Valanginiano
Ct.
Ct.
Ct.
Ct.
E
darderi darderi darderi darderi
Inferior
3 murgeani murgeani murgeani
oblonga oblonga
D 2 oblonga oblonga oblonga
CRETÁCICO
Superior
Cs. oblonga
T. longa
Calpionellopsis
Calpionellopsis
Calpionellopsis
Calpionellopsis
Calpionellopsis
1 simplex simplex simplex simplex simplex Cs. simplex
C longa cadisch.
elliptica elliptica elliptica elliptica
Berriasiano
elliptica elliptica
C. elliptica
B ferasini remaniela ferasini remaniella ferasini
R. ferasini
Calpionella
Calpionella
Calpionella
Calpionella
Calpionella
Calpionella
alpina
Inferior Medio
alpina alpina alpina alpina alpina C. alpina
(forma globosa)
3 colomi colomi colomi Cr. colomi
intermedia intermedia intermedia
A 2 intermedia brevis brevis
Cr. brevis
Superior
1 remanei remanei remanei remanei remanei remanei Cr. intermedia
Crassicollaria
Crassicollaria
Crassicollaria
Crassicollaria
Crassicollaria
Crassicollaria
C. alpina Saccocoma
Preatintinnop Preatintinnop Chitinoidella
Boneti Boneti
Boneti Boneti
Medio
Saccocoma
Jurásico
Tithoniano
Chitinoidella
Chitinoidella
Chitinoidella Dobeni
PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Superior
Primera aparición Última aparición Explosión
capítulo 15. CALPIONÉLIDOS Y COLOMIÉLIDOS 147
zona de chitinoidella
Esta biozona se define a su base por la aparición del género Chitinoidella. Se puede
subdividir en dos subzonas que llevan el nombre de las especies que la caracterizan:
Subzona Boneti y Subzona Dobeni.
zona de crassicollaria
Esta zona la define la primera aparición del género Crassicollaria. Se subdivide en las
subzonas Remanei, Brevis y Colomi.
A b C
D E F
G H I
J K L
Figura 15.7. Calpionélidos de las diferentes biozonas: A: Chitinoidella boneti. B: Longicolaria
sp. C: Daciella sp. D: Daciella danubica. E: Crassicolaria colomi. F: Cr. parvula. G: Cr. mas-
sutiniana. H: Cr. brevis. I: Cr. intermedia. J, K: Calpionella alpina. L: Remaniella ferasini.
148 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
zona de calpionella
A B C
D E F
Figura 15.8. Calpionélidos continuación. A: Calpionella elliptica. B: Calpionellopsis sim-
plex. C, D: Calpionellopsis oblonga. E: Tintinnopsella carpathica. F: T. longa.
zona de calpionellopsis
La aparición del género Calpionellopsis define esta biozona con sus dos especies:
Calpionellopsis simplex y Calpionellopsis oblonga. La primera aparición de cada una
de ellas marcó una división a nivel de subzona. La última subzona está definida por
la primera aparición de Praecalpionellites murgeanui.
capítulo 15. CALPIONÉLIDOS Y COLOMIÉLIDOS 149
zona de calpionellites
zona de tintinnopsella
recta
ALBIANO Inferior
calpionellopsella
Zona de coahuilensis
Colomiella
mexicana
deflandronella
Aptiano Superior
A B C
Figura 15.10. Algunas especies de colomiélidos del Aptiano-Albiano. A: Parachitinoidella cu-
villieri. B: Colomiella mexicana. C: Colomiella Recta.
Los colomiélidos presentan una biozonación detallada que permite ubicar el lí-
mite entre el Aptiano y el Albiano, como muestra la figura 15.9.
Aun cuando este grupo tiene una enorme importancia bioestratigráfica, muy po-
cos trabajos se han realizado para aumentar su comprensión. Las biozonas basadas
en colomiélidos se pueden dividir como sigue, de acuerdo a Trejo (1975).
zona de colomiella
literatura recomendada
Pop, G., 1994. Calpionellid evolutive events and their use in biostratigraphy. Ro-
manian Journal of Stratigraphy 76, pp. 7-24.
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sea-level fluctuations recorded in the West–Carpathian (Late Jurassic/Early Cre-
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géennes de l’epoque secondaire. Ann. Guébhard 47, pp. 4-25.
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tionspaléobiogéographiques. Bulletin de la Societé geologique de France 169,
pp. 829-839.
Tappan, H., Loeblich, A. R. Jr., 1968. Lorica composition of modern and fossil
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sique-Crétacé, Lyon, Neuchâtel, September 1973. Mémoire du Bureau des Recher-
ches Géologiques et Minieres 86, pp. 95-104.
LOFOFORADOS
resumen
155
156 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
introducción
generalidades
relaciones filogenéticas
10 mm
0.5 mm
A
B
0.5mm C
Figura 16.1 A. Aldanotreta sunnaginensis, braquiópodo del Piso 2 del Cámbrico de Siberia,
hasta ahora la especie más antigua conocida de un braquiópodo (imagen tomada de Laurie,
2000). B. Eccentrotheca, representante del grupo considerado como troncal de foronídeos (toma-
do de Skovsted et al., 2008). C. Reconstrucción de Micrina (elaborada por Holmer et al., 2008),
tommótido que presenta dos escleritos de composición organofosfática en un arreglo estructural
bilaminar que forman una concha homóloga a la de braquiópodos linguliformes. Es el represen-
tante del considerado grupo troncal de braquiópodos.
foronídeos
Generalidades
Actualmente sólo existen dos géneros, con al menos 11 especies de foronídeos; todos
son marinos, de cuerpo vermiforme, tubícolas y suspensívoros (Álvarez et al., 2005).
Su cuerpo puede medir de pocos milímetros hasta 45 centímetros de longitud; la
parte inferior del cuerpo, llamada ámpula, se encarga de adherirlo al tubo, el cual está
formado por un tejido quitinoso; el resto del cuerpo tiene movimientos libres y en su
extremo superior se encuentra la boca rodeada por un lofóforo constituido por dos
coronas de tentáculos en un número proporcional al tamaño corporal del foronídeo,
dispuestos en espiral o en forma de herradura, y provistos longitudinalmente de dos
filas de células sensoriales. Los foronídeos presentan vasos sanguíneos especializa-
dos que contienen hematocitos y hemoglobina, algo inusual en invertebrados. Se re-
producen principalmente por clonación, pero se presenta también una reproducción
sexual durante la cual, siendo dioicos o hermafroditas, los gametos masculinos son li-
berados en el agua y capturados por el lofóforo de otros individuos, en donde los hue-
vos se fecundan internamente; los cigotos son liberados y se desarrollan como parte
del plancton, o en el lofóforo del mismo individuo, al igual que en algunos briozoos.
capítulo 16. LOFOFORADOS 161
briozoos
Generalidades
Los briozoos, también conocidos como ectoproctos, son animales marinos que se
encuentran en todos los océanos, desde zonas litorales hasta abisales, y en algu-
nos cuerpos de agua dulce. Presentan una organización colonial, conocida como
zoario, formada por individuos microscópicos, llamados zooides, que se caracte-
rizan por tener un lofóforo retráctil que rodea la boca pero no el ano. Aunque en
una colonia todos los zooides son genéticamente idénticos (clonales), el polimor-
fismo morfológico refleja diferencias en su función. Por ejemplo, los avicularia
son zooides para la defensa, y en algunas especies de vida libre también funcionan
162 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
como soportes que le permite moverse a la colonia. Los gonozooides son zooides
especializados presentes en algunos briozoos, su función es alimentar a los cigotos
antes de que sean liberados como larvas. Una consecuencia del polimorfismo es
que los zooides de alimentación deben proporcionar nutrientes a los zooides que
no se alimentan por sí mismos; esto se lleva a cabo usando el sistema funicular,
vasos sanguíneos que pasan de zooide a zooide a través de poros en las paredes
(Boardman y Cheetham, 1987). La inmensa mayoría de los briozoos presenta
un exoesqueleto de carbonato cálcico. La excepción son los miembros de la clase
Phylactolaemata que carecen de esqueleto mineralizado y en donde la pared de
los zooides, denominada cutícula, es una membrana gelatinosa o quitinosa cons-
tituida por compuestos orgánicos. En las formas con esqueleto mineralizado, éste
puede ser de aragonita, de calcita con alto o bajo contenido de magnesio, o puede
presentar una composición mixta. En las formas calcíticas la pared está normal-
mente formada por una doble capa celular: el peritoneo, que está en contacto
con la cavidad celómica, y la epidermis, que es la capa externa a partir de la cual
se secretan los cristales de carbonato cálcico. Externamente, cubriendo la capa
carbonatada, se encuentra la cutícula (Aguirre, 2009). El aparato digestivo de un
zooide se encuentra suspendido en el celoma y tiene forma de “U”. La boca se co-
necta con el estómago por medio del esófago, continúa con el intestino y finaliza
en el ano, localizado fuera del lofóforo; como se mencionó, en la parte inferior
del estómago se encuentra el funículo o sistema funicular, que es un filamento
que permite el transporte de nutrientes entre zooides. El lofóforo, con forma de
penacho, tiene tentáculos ciliados y rodea a la boca (Aguirre, 2009) (figura 16.2).
Es de resaltar la ausencia de órganos especializados para realizar las funciones
circulatoria, excretora y de intercambio gaseoso, por lo que en algunos casos los
desechos se acumulan en el aparato digestivo y forman los llamados cuerpos par-
dos que están relacionados con el deterioro y regeneración de los zooides (Brusca
y Brusca, 2003). La mayoría de los briozoos son hermafroditas y presentan un
desarrollo indirecto, con larvas planctotróficas y lecitotróficas.
Distribución temporal
Lofóforo
Cilios
Tentáculo
Orificio
Boca
Ano
Faringe
Recto
Cistidio
Músculo anular
Celoma
Músculo retractor
Funículo
Poro interzoidal
100
200
300
400
~50 géneros
STENOLAEMATA GYMNOLAEMATA
Figura 16.3. Patrones de aparición, diversificación y extinción de los órdenes de briozoos (mo-
dificada de McKinney y Jackson, 1991).
capítulo 16. LOFOFORADOS 165
Sin métodos bien desarrollados o documentados, durante décadas los briozoos han
sido reconocidos por su papel como indicadores de condiciones paleoambientales.
Tal es el caso del uso simplista de la morfología colonial, independientemente de
los taxa que la presenten, como indicadora de la energía, turbidez, tasas de sedi-
mentación u otros factores. Este uso implica varios problemas y posibles errores;
por ejemplo, en diversos ambientes se pueden encontrar asociaciones de diferentes
especies de briozoos con una amplia gama de morfologías coloniales; estas asociacio-
nes reflejan estrategias alternativas para afrontar las mismas condiciones ambientales
(Taylor, 2005), e incluso se puede encontrar morfologías idénticas, desarrolladas por
dos o más especies, en más de un tipo de ambiente. Para solventar tales problemas y
evitar errores de interpretación, una alternativa es el uso restringido de las variantes
morfológicas dentro de un solo taxón, considerando la gran plasticidad fenotípica
que presentan las especies de briozoos, tanto a nivel de los zooides como de la colonia
(Hageman et al., 1999), ya que la morfología de la colonia es una respuesta directa a
la disponibilidad de alimento o sustrato, a la energía hidráulica del medio, a la pro-
fundidad, a las tasas de sedimentación, etc. (McKinney y Gault, 1980; Hageman et
al., 1998; Taylor, 2005; Hageman et al., 2011; Taylor y James, 2013).
Un caso claro se encuentra en el briozoo de la clase Cyclostomata, Idmidronea
atlantica que estudió Harmelin (1973). En esta especie la plasticidad fenotípica
de la colonia le permite vivir bajo diferentes condiciones microambientales, desa-
rrollando morfologías particulares para cada una de esas condiciones: las colonias
que crecen sobre superficies abiertas, expuestas al oleaje o corrientes fuertes, son
robustas, regularmente ramificadas y con poca separación entre las bifurcaciones de
las ramas; por el contrario, las colonias que se encuentran en cavidades del sustrato
rocoso, por ejemplo la caverna cerrada de un arrecife, son por lo general delgadas,
poco ramificadas y muy sinuosas (figura 16.4). Los factores que afectan a la mor-
fología de estas colonias aún son desconocidos, pero pueden ser resultado de la
energía de las corrientes y la disponibilidad de alimento.
El análisis de las variaciones en el tamaño de los zooides que componen una co-
lonia es otro ejemplo del papel de los briozoos como indicadores paleoambientales,
ya que este rasgo puede reflejar diferentes regímenes o cambios de temperatura aso-
ciados a la estacionalidad del ambiente en que crecieron las colonias. La variación
en el tamaño de los zooides que forman una colonia puede ser expresada mediante
un coeficiente de variación (cv) con el que se infiere que las colonias con valores
de cv pequeños vivieron en ambientes de baja o nula estacionalidad; cuando estos
valores son altos se interpreta una alta estacionalidad (O’Dea y Okamura, 2000). El
166 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
potencial de esta metodología es tan fuerte que se puede reconocer la variación am-
biental a la escala de calendario (Hageman et al., 2011). Un desafío actual para los
briozoólogos es identificar los factores ambientales exactos que provocan la varia-
ción intraespecífica en los briozoos actuales, para después aplicar este conocimiento
en las especies fósiles (actualismo biológico).
Colonia creciendo
sobre superficie abierta
Colonia creciendo
sobre caverna expuesta
Colonia creciendo
sobre superficie cerrada
Figura 16.4. Variantes morfológicas de Idmidronea atlantica dada su exposición a las corrientes
(modificada de Harmelin, 1973).
capítulo 16. LOFOFORADOS 167
estudios evolutivos
Los briozoos también ofrecen una ventana para el estudio de patrones evolutivos, y
dentro de ellos el análisis de convergencias sobresale al ser evidente que la historia
del grupo está caracterizada por una constante e iterativa aparición de las mismas
morfologías coloniales en distintos grupos de briozoos. Estas convergencias, a pesar
de generar fuertes problemas en la reconstrucción de su filogenia (Anstey, 1990),
brindan muchos ejemplos que permiten reconocer básicamente nueve formas colo-
niales: incrustante, de domo, palmeada, foliosa, fenestrada, ramas robustas, ramas
delicadas, articuladas y de vida libre. Estas morfologías coloniales sólo son aplica-
bles para briozoos con esqueletos calcáreos, ya que es posible encontrar otras en
briozoos de cuerpo blando, como en las colonias de algunos ctenostomados que
horadan conchas. Ninguna de las nueve morfologías coloniales es única de algún
grupo taxonómico en particular y todas han aparecido más de una vez a lo largo
del tiempo geológico (Taylor y James, 2013). Por ejemplo, las nueve formas han
C 6 mm
5 mm 5 mm
A B D
3 mm
Figura 16.5. La forma fenestrada de la colonia, no está solamente presente en briozoos. A: Tam-
bién se presenta en grupos no emparentados como graptolitos. (B), C: Prasopora simulatrix. La co-
lonia de esta especie de briozoo presenta forma de domo, morfología que es iterativa en varios grupos
del mismo phylum. D: Archimedes sp., briozoo paleozoico que despliega una morfología helicoidal.
168 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
0.50
0.20
0.05
10 30 50 70 90
BWANG
Figura 16.6. Morfoespacio teórico variando los parámetros ELEV y BWANG en colonias he-
licoidales de briozoos; se despliegan las posibles morfologías que una colonia puede alcanzar.
(Tomada de Raup et al., 2006).
0.75 1
2
0.5
3
0.25 5
4
6
7
0 30 60 90
BWANG
no es más que una extensión geométrica de los paisajes adaptativos propuestos por
Sewall Wrigth (1932), en donde se puede apreciar la frecuencia de aparición de for-
mas hipotéticas en la naturaleza (McGhee, 2007). Todas estas formas las generaron
con sólo variar dos parámetros: la tasa de inclinación de la hélice (ELEV), y el án-
gulo entre el eje central de la hélice y las redes de filtración de la colonia (BWANG)
(figura 16.6). Al comparar todo el espectro de morfologías teóricas encontraron que
la mayoría de los géneros con colonias helicoidales coinciden cercanamente en los
mismos parámetros y solamente ocupan de manera discreta pequeñas regiones de
todo el espectro geométrico posible (figura 16.7).
Muchas de las formas son teóricamente posibles, pero la naturaleza nunca las
produce. ¿Por qué razón los briozoos sólo usan unas cuantas morfologías helicoida-
les teniendo un espectro teórico tan amplio? Una posible respuesta la ofrecen Mc-
Kinney y McGhee (2003), quienes analizaron la eficiencia de cada morfología para
la alimentación mediante filtración, y observaron que la forma que se repetía más
veces era la que presentaba una mayor eficiencia, mientras que las morfologías que
se encuentran en áreas que no han sido explotadas son prácticamente ineficientes
para el hábito de vida que tienen los briozoos. Este gran número de convergencias
revela un rango limitado de soluciones funcionales disponibles para estos organis-
mos coloniales filtradores.
equilibrio puntuado
Uno de los ejemplos más interesantes, que brinda información sobre diferentes fa-
cetas del proceso evolutivo, es el realizado por Cheetham (1986) con las especies del
género Metrarabdotos (orden Cheilostomata) presentes en una serie estratigráfica
que abarca del Mioceno Temprano al Pleistoceno en República Dominicana (figura
16.8). En el análisis de 46 caracteres en cada linaje el autor reconoció que en nueve
pares de especies ancestro-descendiente sólo unos cuantos caracteres sufrieron cam-
bios a través del tiempo, que inclusive los caracteres diagnósticos no presentaron
alteraciones de manera gradual y que los cambios significativos se presentaron en
puntos muy definidos en la serie estratigráfica. Los resultados se interpretan pos-
tulando que las características analizadas exhiben un patrón dominante de estasis
extendida, la cual es interrumpida ocasionalmente por eventos de cambios morfo-
lógicos muy rápidos y que dan origen a las nuevas especies. En al menos siete de los
casos la especie ancestral persistió después de dar origen a la especie descendiente;
éste es un ejemplo de evolución acorde a la teoría del equilibrio puntuado propuesta
por Eldredge y Gould (1972).
capítulo 16. LOFOFORADOS 171
Ma
0
unguiculatum
tenue
auriculatum
lacrymosum
5 n.sp.7
n.sp.10 n.sp.9
n.sp.5
colligatum n.sp.8 n.sp.4
n.sp.6 n.sp.3
10 kugleri
15
n.sp.1 n.sp.2
chipolanum
>20 micropora
braquiópoda
Los braquiópodos son lofoforados que se distinguen por presentar su cuerpo pro-
tegido por una concha bivalva compuesta, dependiendo del grupo, por fosfato
cálcico o carbonato de calcio. La valvas de cada concha, denominadas ventral y
dorsal, normalmente son de diferente tamaño, la ventral es generalmente más
grande, y son simétricas respecto a un plano perpendicular al de la comisura. Este
rasgo permite diferenciar las conchas de los braquiópodos de las de los moluscos
bivalvos en donde el plano de simetría sigue la comisura de la concha y por ello
172 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
distribución temporal
paleobiología
en el exterior de las valvas que mantienen la concha en posición vertical; iii) cemen-
tación de la valva ventral a otras conchas o sustratos duros para evitar el desplaza-
miento por el oleaje; iv) desarrollo de poblaciones fuertemente gregarias, capaces de
formar densas acumulaciones de individuos, donde incluso algunos organismos se
encuentran cementados unos sobre otros, algo que no sucede en las asociaciones de
braquiópodos no cementantes (figura 16.9 E y F). En otro grupo de braquiópodos,
en los representantes del suborden Lyttoniidina se presenta la cementación de la re-
gión posterior de sus conchas y la alta agregación de individuos dentro de la misma
población (Fagerstrom, 1987). El desarrollo de tales características morfológicas es
un patrón que se ha presentado en distintos tiempos geológicos, en grupos de inver-
tebrados sin relación filogenética, lo cual demuestra, como muchos otros casos de
convergencia evolutiva, que para resolver problemas adaptativos la naturaleza experi-
menta con modelos morfológicos o fisiológicos muy diversos, pero generalmente se
establece un modelo óptimo que se repite en diversos grupos biológicos. En la figura
16.9 se ilustra a Ethmophyllum, una esponja del orden Archaeocyathida, del Cám-
brico Inferior en Sonora; Amplexiphyllum hamiltonae, un coral rugoso del Devónico
Medio en Estados Unidos; Axosmilia sp., un hexacoral del Cretácico Inferior en Pue-
bla, Titanosarcolites, un rudista, molusco bivalvo del Cretácico en Michoacán y a dos
E F
A B C D 1cm
Figura 16.9. A: Ethmophyllum, esponja del Orden Archaeocyathida, del Cámbrico inferior de
Sonora. B: Amplexiphyllum hamiltonae, coral rugoso del Devónico Medio de Estados Unidos.
C: Axosmilia sp. hexacoral del Cretácico Inferior de Puebla. D: Titanosarcolites rudista, molusco
bivalvo, del Cretácico de Michoacán. E: Richthofenia cf. communis, del Pérmico de Italia y F:
Prorichthofenia sp., del Pérmico de Texas; E y F: Braquiópodos de la Superfamilia Richthofe-
nioidea. La morfología muy similar de los seis ejemplares es un ejemplo de convergencia evolutiva
resultado de la adaptación a las condiciones ambientales bajo las que se desarrollaron formando
parte de comunidades arrecifales. Las fotografías E y F se tomaron de la página web “Form and
Function: A tribute to Adolf Seilacher” del Museo de Historia Natural Peabody de Yale.
capítulo 16. LOFOFORADOS 177
Valva dorsal
Comisura en
zig-zag
Valva ventral
Vd
A Vv B C
C D
Figura 16.11. Vistas anteriores de conchas de braquiópodos del orden Spiriferida con diferentes
tipos de surco, A: Sin surco. B: Con surco poco profundo. C: Surco normal. D: Surco profundo.
Vv=Valva ventral; Vd=Valva dorsal (tomada de Shiino y Kuwazuru, 2010).
capítulo 16. LOFOFORADOS 179
A 1 cm B
C
Figura 16.12. A: La flecha señala al braquiópodo del género Nisusia adherido por el pedúnculo
a escleritos de un ejemplar de Wiwaxia, animal enigmático que ha sido descrito como un molus-
co. B: Ampliación del ejemplar de Nisusia. C: Pycnocrinus sp., crinoideo del Ordovícico supe-
rior de Ohio, cubierto prácticamente en su totalidad por 60 ejemplares de Zygospira modesta,
braquiópodos atrípidos, fijos con su pedúnculo alrededor del tallo del equinodermo. Ambos casos
son ejemplos de comensalismo o ectosimbiosis, relaciones que se han presentado en braquiópodos
en muy diversos tiempos geológicos y que se pueden relacionar con la explotación de diferentes
estratos sobre la interfase sustrato-masa de agua (“tiering”) (fotografías de A y B, tomadas de
Topper et al., 2014; fotografía C tomada de Sandy, 1996).
capítulo 16. LOFOFORADOS 181
literatura recomendada
Holmer, L. E., et al., 2008. The Early Cambrian tommotiid Micrina, a sessile bival-
ved stem group brachiopod. Biology Letters 4 (6), pp. 724-728.
Hyman, L. H., 1959. The Invertebrates: Smaller Coelomate Groups. Chaetognatha,
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resumen
introducción
La palabra latina pecten significa peine y fue empleada por primera vez por el filó-
sofo Plinio el Viejo al referirse a las conchas de moluscos marinos que tenían una
189
190 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Los representantes más antiguos del orden Pectinida se originaron desde el Pa-
leozoico Temprano, pero durante el Paleozoico Medio y Tardío se multiplicaron
y transformaron en un elemento característico del ambiente marino. Al igual que
sus representantes actuales, debieron ser organismos suspensívoros que vivieron en
algún periodo de su vida sobre el fondo, adheridos por un conjunto de filamentos
córneos, conocido como biso.
Después de la extinción masiva de finales del Pérmico, los bivalvos mostraron un
aumento gradual de la riqueza genérica durante el Triásico, alcanzado un número
máximo de 171 géneros en la base del Triásico Superior (McRoberts, 2001). Las
causas que influyeron en la nueva estructura de las comunidades marinas, y las tasas
evolutivas relacionadas con ello, han sido motivo de diferentes propuestas. Una de
ellas, conocida como Revolución Marina del Mesozoico, o mmr, considera que tuvo
un papel importante la proliferación de depredadores durófagos, como cangrejos,
asteroideos, peces y reptiles (Vermeij, 1977, 1987); en respuesta a esto evoluciona-
ron desarrollando varias estrategias de defensa en diferentes linajes de bivalvos. Así,
mientras familias como Ostreidae, Plicatulidae, Dimyidae y Spondylidae desarro-
llaron de manera independiente un hábito cementante y una potente articulación
de la charnela que impedía la manipulación por los depredadores ó los bivalvos
heterodontos desarrollaron un sifón que les permitió colonizar medios infaunales
profundos fuera del alcance de depredadores, algunos bivalvos del orden Pectini-
da (pectinoides) pertenecientes a la familia Pectinidae (pectínidos) adquirieron la
habilidad de nado por el cierre de las valvas, permitiéndoles escapar activamente
del ataque de depredadores, lo que contribuyó significativamente a su gran éxito
Postpaleozoico (Hautmann, 2004), convirtiéndose en un elemento importante de
la fauna moderna (en el sentido de Sepkoski, 1981).
Los pectínidos tienen una concha formada por calcita, un mineral muy resistente
a la disolución, por lo que ésta puede permanecer después de que las conchas de
aragonita de una fauna se han disuelto. Debido a esto es bastante común que las
conchas de los pectínidos, junto con las conchas de las ostras, sean las únicas preser-
vadas en estratos mesozoicos y cenozoicos.
Actualmente la mayoría de los pectínidos se alimenta de una gran variedad de
organismos en suspensión, incluyendo diatomeas, protozoarios, larvas de crustá-
ceos y de equinodermos, esporas y algas. Las poblaciones se encuentran en todos los
mares, a profundidades desde 10 hasta casi 100 m, en donde el movimiento de las
aguas es lo suficientemente alto para mantener la oxigenación y el aporte de alimen-
to necesario. Algunas veces se presentan en profundidades mayores pero en forma
esporádica, ya que el rango batimétrico varía con las especies o géneros y pueden
estar influidas por las condiciones oceanográficas. Son organismos muy sensibles
192 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
a las vibraciones, a los estímulos químicos y a las sombras. La hilera de ojos que
circundan su manto les permite distinguir entre la luz y la oscuridad, y detectar el
movimiento que los rodea y la presencia de depredadores naturales, como gasteró-
podos, cangrejos y estrellas de mar (figura 17.1A).
Seno bisal
Ctenolium
POSTERIOR ANTERIOR
VENTRAL
Figura 17.1. A: Vista ventral de un ejemplar vivo, se observa la hilera de ojos que circunda al
manto (Argopecten irradians, fotografía de Rachael Norris y Marina Freudzon, Woods Hole,
MA). B: Morfología externa de la valva derecha, Familia Pectinidae. El ctenolium es una estruc-
tura desarrollada tardíamente en el grupo, por lo que está presente únicamente en los miembros
bisados de los pectínidos.
capítulo 17. EL ORDEN PECTINIDA (MOLLUSCA: BIVALVIA)... 193
evolución de la forma
(…) las especies que han poblado la Tierra representan un subconjunto muy
pequeño de todas las formas imaginables, en otras palabras, que la mayoría de for-
mas que son concebibles no se han formado. Por el contrario, algunos aspectos de
la forma han evolucionado convergentemente en numerosas ocasiones. Dado que
la vida ha evolucionado en la Tierra durante millones de años ¿por qué el espectro
de la forma biológica es tan limitado?.
194 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
A AMBIENTE
• Físico
B
• Biológico
A AMBIENTE
• Físico
B
• Biológico
A FUNCIÓN
MORFOLOGÍA
DEL ORGANISMO AMBIENTE Análisis de facies
HISTORIA FILOGENÉTICA
• Físico
Ecología B
• Interna
• Bauplan
FABRICACIÓN
• Biológico ESTRUCTURAL
• Externa
• Conductual • Genoma
• Biomateriales
MORFOLOGÍA •Análisis demecánica
Regulación facies
FUNCIÓN DEL ORGANISMO
Bioarquitectura Cladística
Ecología
• Regulación química
Biomecánica Distancias
• Formación moleculares
de patrones
• Interna Morfología funcional
• Externa Etología FABRICACIÓN ESTRUCTURAL
Morfología teórica
Mecánica del desarrollo
• Conductual • Biomateriales Genética del desarrollo
• Regulación mecánica
Bioarquitectura • Regulación química
Biomecánica • Formación de patrones
Morfología funcional
Etología HISTORIAteórica
Morfología FILOGENÉTICA
• Bauplan
Mecánica del desarrollo
• Genoma
Genética del desarrollo
Cladística
Distancias moleculares
Figura 17.2. A: Tetraedro de Seilacher que representa los factores que inciden en la evolución de
la forma, caracteres y métodos de estudio (recuadros). B: desarrollo alométrico de las costillas
HISTORIA FILOGENÉTICA
de los pectínidos. (figuras simplificadas de Seilacher (1991)).
• Bauplan
• Genoma
Cladística
Distancias moleculares
196 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Por otra parte, muchos cambios morfológicos pueden tener origen en la onto-
genia por heterocronía o pleiotropía. Al considerar que algunas variantes genéticas
puedan ser generadas por mutaciones espontáneas con mayor frecuencia que otras,
el término limitación del desarrollo se utiliza para describir la aleatoriedad de la
variación que resulta de la interacción entre el genoma y los procesos del desarrollo;
un ejemplo es la evolución repetida de la fijación bisal en moluscos bivalvos adultos,
facilitada probablemente por la presencia del biso en estados juveniles, rasgo reteni-
do por una simple modificación durante el desarrollo.
Así, la variación sobre la que actúa la selección natural no es estrictamente fortui-
ta; por el contrario, implica una combinación de diferentes factores, que incluye la
acción de genes reguladores que han repercutido en el desarrollo de una evolución
iterativa en el grupo (Seilacher, 1984, 1991).
Como se mencionó, los pectinoides presentan una larga historia geológica a tra-
vés de la cual se han diversificado, de tal manera que su porcentaje dentro de la
fauna marina es elevado. Esto se debe, en parte, a que las especies tienen diver-
sos hábitos de vida y ocupan diferentes nichos ecológicos dentro de su comuni-
dad, evitando así la competencia por el espacio y por el alimento, constituyendo
de esta manera un mecanismo de especiación. Si se observa cuidadosamente un
ejemplar actual, se puede encontrar que su forma y muchas de sus estructuras
representan adaptaciones a su modo de vida. Esta morfología funcional, que se
observa en las especies actuales, nos permite deducir cuáles fueron los hábitos de
los miembros fósiles del grupo.
aurícula extendida y del seno, la concha sería susceptible de volcar a lo largo del
margen anteroventral por alguna fuerza que actuara desde la parte posterior de
la concha (Stanley, 1970).
A AU
B AU
C D
1a
2a
1c
2b
1b
Figura 17.3. Diferencias en el contorno de la valva, ángulo umbonal y simetría de las aurículas
anterior y posterior. A: especies que viven adheridas al sustrato. B: Especies de nado libre en etapa
adulta. AU= ángulo umbonal (figuras simplificadas de Stanley, 1970). C: Función de soporte
mecánico del seno bisal y del alargamiento de la aurícula anterior de los pectínidos que viven
adheridos al sustrato. Flecha grande = fuerza del biso; flecha pequeña = fuerza de volcadura;
doble flecha = eje de estabilidad de la concha (figura simplificada de Stanley, 1970). D: Vistas
laterales y superiores que muestran movimientos de nado (1a-c) y de escape (2a, b). La dirección
del movimiento está indicada por las flechas gruesas; la dirección de las corrientes de chorro está
indicada por las flechas delgadas (figura simplificada de Cox, 1969).
198 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
• Formas nadadoras. Estas especies se desplazan cerca del fondo mediante una serie
de impulsos provocados por movimientos rápidos de apertura y cierre de sus valvas
que producen un chorro de agua hacia afuera, entre las aurículas, por lo que el
molusco viaja con la charnela dirigida posteriormente (figura 17.3 D). Cuando no
están activos de esta manera, los moluscos descansan sobre una de las valvas en el
fondo marino.
Si bien muchas especies retienen el surco bisal de su periodo juvenil de fijación,
toda la estructura del animal está modificada para facilitar el nado: las valvas son de
contorno circular, simétricas, aplanadas, casi lisas, delgadas y comparativamente más
ligeras. Un poderoso músculo aductor posterior (la única parte comestible del mo-
lusco) está bien desarrollado, así es que la concha se puede abrir rápidamente cuando
el músculo se relaja. Las branquias y márgenes del manto también están provistos de
músculos para retraerse del borde de la concha cuando ésta está cerrada. Las aurícu-
las pequeñas y simétricas y el ángulo umbonal grande (mayor a 105°) incrementan
la capacidad de nado, pues las corrientes expelidas desde la comisura dorsal pasan
de manera directa hacia atrás, incrementando la fuerza de propulsión hacia adelante
(figura 17.3 B).
Otra característica es que el ligamento alivincular-alado de los Eontoliidae y Pec-
tinidae difiere de otros tipos de ligamento alivinculares por la dirección de creci-
miento diferente del resilium y de los ligamentos laterales, lo cual resulta en una
posición interna del resilium adecuado para una apertura de las valvas de manera
fuerte y rápida (Hautmann, 2004).
Estas modificaciones han resultado muy eficaces para la natación, la cual es una
conducta principalmente utilizada para escapar del ataque de depredadores.
Los estudios realizados por Alejandrino et al. (2011) ilustran que la convergencia
y el paralelismo también ocurren a nivel de los hábitos de vida. Los sesgos en las
transiciones de los tipos de hábitos observados pueden indicar restricciones debido
a limitaciones físicas u ontogenéticas de fenotipos particulares. A partir de sus estu-
dios consideran que la fijación temporal al sustrato por fibras bisales (bisados) es la
condición ancestral para la familia Pectinidae, con subsecuentes transiciones a los
cinco tipos restantes de hábitos:
Casi todas las transiciones entre los hábitos de vida se repitieron en su filogenia
y la mayoría de ellas fueron el resultado de evolución paralela a partir de ancestros
bisados. La evolución convergente también ocurrió dentro de la familia Pectinidae
y produjo dos clados de forma nadadora y dos de forma excavadora semienterradas
adicionales (Alejandrino et al., 2011). Así, su análisis indica que el hábito de ad-
hesión mediante el biso condujo significativamente a más transiciones que ningún
otro estilo de vida, y que los hábitos cementante y anidados están representados
únicamente como apomorfías, nunca como plesiomorfías.
Simultáneamente, Serb et al. (2011) estudiaron la convergencia morfológica en
la concha de pectínidos, realizando análisis morfométricos de la geometría de land-
marks en especies con diferentes hábitos de vida. Todas las formas de las conchas
resultaron diferentes, con excepción de las de nadadores de larga distancia, cuyas
conchas fueron indistinguibles, por lo que dedujeron que la evolución convergente
ocurre en la forma de la concha de los pectínidos, lo que sugiere que la selección de
la forma de la concha y del hábito de vida han sido importantes en la diversificación
del grupo.
A B
C D
E F
Figura 17.4. A: Pterinopectinella sp., Formación Ixtaltepec, Pensilvánico de Santiago Ixtal-
tepec, Oaxaca. B) Acanthopecten coloradoensis, formación Tuzancoa, Pérmico (Kunguria-
no) de Otlamalacatla, Hidalgo. C: Geografía durante el Carbonífero. D: Geografía durante el
Mioceno. E: Argopecten ventricosus, Pacífico, ejemplar actual. F: Argopecten ventricosus,
formación Tirabuzón, Plioceno de Santa Rosalía, Baja California Sur. Escala = 1 cm (fuente de
mapas: Ron Blakey, Colorado Plateau Geosystems. http://cpgeosystems.com).
capítulo 17. EL ORDEN PECTINIDA (MOLLUSCA: BIVALVIA)... 205
Las relaciones entre las faunas recientemente dispersas y los límites de terrenos
tectónicos se complican aun más por las variaciones a corto plazo de fenómenos ocea-
nográficos como las corrientes, los eventos de El Niño y los cambios en las áreas de
surgencia. Un ejemplo de esto es la dispersión en condiciones favorables a corto plazo
que ocurrió durante un evento de El Niño, por una corriente fuerte inusual y un au-
mento de 1 a 2°C en la temperatura media de la superficie del mar, que sucedió en la
costa del Pacífico, durante los periodos inusualmente cálidos de 1957-1959. En este
evento, poblaciones de la especie N. subnodosus migraron 800 kilómetros al norte en
contra de la corriente de California, desde la península de Vizcaíno, México, hasta la
isla de Catalina, California (Radovich, 1961; Strachan et al., 1968 in Smith, 1991).
conclusiones
agradecimientos
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Francisco J. Vega
1
resumen
introducción
211
212 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
una comparación entre formas afines. Cada grupo presenta su conjunto de carac-
terísticas diagnósticas, las cuales deben tener un grado de preservación más que
aceptable para lograr una identificación confiable y detallada.
Aunque los decápodos tienen su origen a fines del Paleozoico, en México sola-
mente se cuenta actualmente con registros que parten del Cretácico temprano.
Este trabajo pretende ofrecer un panorama general de las asociaciones de crustá-
ceos fósiles en México, presentadas en orden cronológico y por localidad, incluyen-
do el esquema paleogeográfico, los principales representantes de dichas asociaciones
y referencias actualizadas para que el lector interesado pueda profundizar en el tema.
registro fóssil
Hasta el momento, el decápodo más antiguo de México proviene de capas del Cre-
tácico Inferior (Aptiano, 125 Ma) de la localidad de San Juan Raya (figura 18.1.1),
famosa desde finales del siglo xix, pero que sólo hasta el año 1995 reveló su contenido
de pequeñas langostas (Meyeria magna M’Coy, 1849) (figura 18.1.2-1.4) del Aptiano
(Feldmann et al., 1995). La distribución de esta especie era muy amplia, se tienen
registros confirmados de Colombia, Inglaterra y España, y posiblemente de China
(Vega et al., 2008a; López-Horgue, 2009; González-León et al., 2014). Estudios en
progreso indican que el alcance para la edad de esta especie pudo ser relativamente
amplio, abarcando desde el Barremiano hasta el Albiano, y frecuentemente se halla
en depósitos donde suele ser muy abundante, posiblemente en relación con eventos
marinos de anoxia. Alencáster (1977) reportó un ejemplar de la langosta Astacodes sp.,
del Hauteriviano-Aptiano de la formación San Lucas, Guerrero.
En la también famosa localidad Tepexi de Rodríguez (Albiano, 110 Ma) (figura
18.1.5) se han formado algunos de los fósiles más espectaculares en cuanto a preserva-
ción se refiere (Feldmann et al., 1998; Vega et al., 2005b; Garassino et al., 2013a). Los
artrópodos no son la excepción, e incluyen formas extintas y existentes, algunas de ellas
actualmente en ríos de Sudamérica, como los Aeglidae (figura 18.1.6). Los isópodos
del género Archaeoniscus, Milne Edwards, 1843 (figura 18.1.7), presentan una preser-
vación excepcional, que incluye partes bucales. Se sabe que este género tuvo una amplia
distribución, con representantes en Europa durante el Jurásico Tardío y en Egipto y
Corea en el Cretácico Temprano. Se ha planteado que su hábitat eran ríos cercanos a
la costa (Park et al., 2012). Los cangrejos de la familia Tepexicarcinidae, Luque, 2014
(figura 18.8), representan un linaje primitivo en la evolución de estos crustáceos.
214 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
1 2
6
3 4
9
5
8
14
12
10
7 11 13
Figura 18.1. 1: Mapa paleogeográfico de México del Cretácico temprano (Aptiano, 125 Ma),
con ubicación aproximada del área de San Juan Raya, Puebla. 2-4: Meyeria magna M´Coy,
1849, Santa Isabel Atenayuca, Puebla. 5: Mapa paleogeográfico de México para el Cretácico
temprano (Albiano, 105 Ma), con ubicación aproximada del área de Tepexi de Rodríguez,
Puebla y del área del Espinal, Chiapas. 6: Protaegla minuscula Feldmann, Vega, Applegate
y Bishop, 1995, Tepexi de Rodríguez, Puebla. 7: Archaeoniscus aranguthyorum Feldmann,
Vega, Applegate y Bishop, 1995, Tepexi de Rodríguez, Puebla. 8: Tepexicarcinus tlayuaensis
Feldmann, Vega, Applegate y Bishop, 1995, Tepexi de Rodríguez, Puebla. 9: Palinurus palaciosi
Vega, García-Barrera, Perrilliat, Coutiño y Mariño-Pérez, 2006, El Espinal, Chiapas. 10, 11:
Isópodos esferomátidos, El Espinal, Chiapas. 12: Isópodo cirolánido, El Espinal, Chiapas. 13,
14: Tanaidáceos, El Espinal, Chiapas.
capítulo 18. EL REGISTRO FÓSIL DE CRUSTÁCEOS EN MÉXICO 215
El cangrejo Graptocarcinus muiri, Stenzel, 1944, fue reportado para la Caliza Ta-
ninul de la formación El Abra, de edad Cenomaniano basal (100 Ma) (Agua-
yo-Camargo, 1998).
Crustáceos del Cenomaniano (100 Ma) (figura 18.2.1) se han descrito de la Cantera
Muhi en el estado de Hidalgo (Feldmann et al., 2007), en donde el género de camarón
Aeger Münster, 1839 (figura 18.2.6), descrito por primera vez para el Jurásico de Soln-
hofen en Alemania, hizo su aparición en América con ejemplares depredadores con ter-
ceros maxilípedos extremadamente largos en comparación con su pariente de Alemania.
Se cuenta también con un ejemplar incompleto de la langosta Palinurus (figura 18.2.5),
apoyando su posible origen en América durante el Cretácico. Recientemente fue re-
portado un grupo extinto de extraños crustáceos, conocidos como tilacocéfalos (figura
18.2.7), que presentaban apéndices raptores, sugiriendo su posible hábito depredador.
La localidad El Chango (Chiapas) está integrada por calizas laminares tipo Lar-
gestätten, que incluyen plantas, peces y crustáceos bien preservados. Algunos de
los camarones de esta localidad (figura 18.2.2-18.2.4) pertenecen a familias que
actualmente se encuentran en el Indo Pacífico (Garassino et al., 2013b).
Al norte de México (Coahuila) se encuentran las canteras de Múzquiz, de edad
Cenomaniano-Coniaciano (93 Ma) (Stinnesbeck et al., 2005), con una fauna co-
mún con algunas especies previamente reportadas para Colombia y Texas (Vega et
al., 2007a). La diversidad es notable, con un total de diez especies de crustáceos del
Turoniano, posiblemente afectados por eventos de anoxia (figura 18.2.8, 18.2.9,
18.2.13-18.2.17). Cenomanocarcinus vanstraeleni, Stenzel, 1945 (figura 18.2.10-
18.2.12), es el cangrejo más común, especie que se distribuyó ampliamente desde
el Albiano y Cenomaniano, hasta el Turoniano (Garassino et al., 2013c), cuya mor-
fología sugiere que tal vez se trataba de un crustáceo adaptado a vivir en la parte
216 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
alta de la columna de agua, asociado con algas flotantes durante eventos de fondos
anóxicos. La interesante asociación entre cirripedios y conchas de ammonites revela
una historia de comensalismo y dispersión (Ifrim et al., 2011) (figura 18.2.8).
1 2 3
4 5 7 17
6 8
98
13
11 12 10
14 15 16
Figura 18.2. 1: Mapa paleogeográfico de México del Cretácico tardío (Cenomaniano, 105 Ma),
con ubicación aproximada del área del Chango, Chiapas; Muhi, Hidalgo y Múzquiz, Coahui-
la. 2: Mexicania grijalvaensis Garassino, Vega, Calvillo-Canadell, Cevallos-Ferriz y Coutiño,
2013, El Chango, Chiapas. 3: Mokaya changoensis Garassino, Vega, Calvillo-Canadell, Ce-
vallos-Ferriz y Coutiño, 2013, El Chango, Chiapas. 4: Tzeltalpenaeus exilichelatus Garassino,
Vega, Calvillo-Canadell, Cevallos-Ferriz y Coutiño, 2013, El Chango, Chiapas. 5: Palinurus sp.,
Muhi, Hidalgo. 6: Aeger hidalguensis Feldmann, Vega, Martínez-López, González-Rodríguez,
González-León y Fernández-Barajas, 2007, Muhi, Hidalgo. 7: Tilacocéfalo, Muhi, Hidalgo.
8: Stramentum (Stramentum) pulchellum (Sowerby, 1843) sobre concha de ammonite, Múz-
quiz, Coahuila. 9: Nephropinae, Múzquiz, Coahuila. 10-12. Cenomanocarcinus vanstraeleni
Stenzel, 1945, Múzquiz, Coahuila. 13: Langosta scilárida, Múzquiz, Coahuila. 14: Cretacora-
nina sp., Múzquiz, Coahuila. 15: Gourretia aquilae (Rathbun, 1935), Múzquiz, Coahuila. 16,
Ranínido, Múzquiz, Coahuila. 17: Estomatópodo pseudoescúldido, Múzquiz, Coahuila.
capítulo 18. EL REGISTRO FÓSIL DE CRUSTÁCEOS EN MÉXICO 217
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Figura 18.3. 1: Mapa paleogeográfico de México del Cretácico tardío (Coniaciano, 85 Ma), con
ubicación aproximada del área de Temalac, Guerrero. 2: Costacopluma bishopi Vega y Feldmann,
1992, Temalac, Guerrero. 3: Longusorbis quadratus Fraaije, Vega, van Bakel y Garibay Romero,
2006, Temalac, Guerrero. 4: Mapa paleogeográfico de México del Cretácico tardío (Campaniano,
85 Ma), con ubicación aproximada de Jiménez y Formación Cerro del Pueblo, Coahuila, así como
Rosario, Baja California y afloramienos de la Formación Mezcala, Guerrero. 5: Icriocarcinus
xestos Bishop, 1988, Rosario, Baja California. 6: Zygastrocarcinus carolinasensis Klompmaker,
Ventura y Vega, 2013, Formación Cerro del Pueblo, Coahuila. 7: Costacopluma mexicana Vega
y Perrilliat, 1989, Formación Cerro del Pueblo, Coahuila. 8-10: Matildélido, Formación Cerro
del Pueblo, Coahuila. 11, Cenomanocarcinus sp., Formación Mezcala, Guerrero. 12, 13, Enoplo-
clytia tepeyacensis Vega, Garassino y Zapata-Jaime, 2013, Jiménez, Coahuila.
capítulo 18. EL REGISTRO FÓSIL DE CRUSTÁCEOS EN MÉXICO 219
M. zoque representa una especie del género viviente Menippe (De Haan, 1833), lo
que implica el registro más antiguo de un género de cangrejo viviente. Por su parte,
C. planetarius debe ser considerada como C. woolacotti (Whiters, 1922), reportada
por vez primera para el Maastrichtiano inferior de Jamaica. La composición de
especies de decápodos de Chiapas es peculiar, y solamente tiene afinidades con
localidades de edad similar del Caribe y posiblemente Brasil, dadas las similitudes
entre Palaeoxanthopsis meyapaquensis y P. cretacea (Rathbun, 1902) del Maastrich-
tiano Inferior en Paraiba. Esta distribución está relacionada con el hábitat marino
arrecifal para estas especies. En el noreste dominaron principalmente Dakoticancer
australis, Rathbun, 1935 (figura 18.4.6), Ophthalmoplax brasiliana, Maury, 1930
(figuras 18.4.9, 18.4.10) y Costacopluma mexicana, Vega y Perrilliat, 1989 (figura
18.4.8). Esta última desapareció hacia el Maastrichtiano terminal (66.2 Ma), po-
siblemente dando origen a una nueva especie que se encuentra en estudio y que
sobrevivió al evento K/P, convirtiéndose en una forma enana, característica de un
fenómeno llamado “efecto Liliput”. Sodakus mexicanus, Vega, Feldmann y Villalo-
bos-Hiriart, 1995b (figura 18.4.7), se encuentra asociada con C. mexicana. Dako-
ticancer, Rathbun, 1917 desapareció hacia el Maastrichtiano Medio, mientras que
O. brasiliana se dispersó hacia Sudamérica en el Maastrichtiano Tardío (66.8 Ma),
incrementando su talla en relación con la baja de temperatura en el mar, volviendo
a una talla mediana en el llamado evento del Cretácico Terminal (66.2 Ma), con
altas temperaturas, y desaparece en el límite K/Pg (Vega et al., 2013b).
El evento de extinción masiva, conocido como K/Pg (66 Ma), está registrado
en el Grupo Difunta (Coahuila y Nuevo León). La recuperación de los crustáceos
decápodos se podría evaluar analizando la composición de especies del Paleoceno de
esta misma región, por lo que actualmente se encuentra en progreso un estudio
sobre las posibles adaptaciones y estrategias que permitieron a algunos géneros so-
brevivir a la extinción.
Varias especies de decápodos han sido reportadas para la Formación Rancho Nuevo
(Coahuila) del Paleoceno (62 Ma) (figura 18.4.12). Vega et al. (2007b) reportan la
presencia de ejemplares de talla pequeña (Figura 18.4.14-4.20), aunque un par de
quelas de Enoploclytia (figura 18.4.13) son de gran tamaño, al igual que ejemplares
en estudio de la langosta Linuparus (White, 1847) (figura 18.4.11), la cual también
sobrevivió al evento K/P. Con base en ejemplares de Tehuacana tehuacana (Rath-
bun, 1935) (figura 18.4.19) del Paleoceno en Texas, se ha documentado un caso de
220 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
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Figura 18.4. 1: Mapa paleogeográfico de México del Cretácico tardío (Maastrichtiano, 70 Ma), con
ubicación de localidades en Chiapas (Formación Ocozocoautla), San Luis Potosí (Formación Cárde-
nas) Nuevo León y Coahuila (Grupo Difunta). 2: Vegaranina precocia (Feldmann, Vega, Tucker,
García-Barrera y Avendaño, 1996), Formación Ocozocoautla, Chiapas. 3: Palaeoxanthopsis me-
yapaquensis (Vega, Feldmann, Gracía-Barrera, Filkorn, Pimentel y Avendaño, 2001), Formación
Ocozocoautla, Chiapas. 4: Megaxantho zoque Vega, Feldmann, García-Barrera, Filkorn, Pimentel
y Avendaño, 2001, Formación Ocozocoautla, Chiapas. 5: Carcineretes planetarius Vega, Feldmann,
Ocampo y Pope, 1997, Formación Ocozocoautla, Chiapas. 6: Dakoticancer australis Rathbun, 1935,
Formación Potrerillos, Nuevo León. 7: Sodakus mexicanus Vega, Feldmann y Villalobos-Hiriart,
1995, Formación Potrerillos, Nuevo León. 8: Costacopluma mexicana Vega y Perrilliat, 1989, For-
mación Potrerillos, Nuevo León. 9 y 10: Ophthalmoplax brasiliana Maury, 1930, Formación Cerro
Grande y Formación Las Encinas (respectivamente), Coahuila. 12: Mapa paleogeográfico de México del
Paleoceno (60 Ma), con ubicación de loclaidades de la Formación Rancho Nuevo, Coahuila. 13: Quelas
de Enoploclytia sp., Formación Rancho Nuevo, Coahuila. 14: Calianásido, Formación Rancho Nuevo,
Coahuila. 15: Enoploclytia sp., Formación Rancho Nuevo, Coahuila. 16 y 17: Ranínidos, Formación
Rancho Nuevo, Coahuila. 18: Paraverrucoides alabamensis (Rathbun, 1935), Formación Rancho
Nuevo, Coahuila. 19: Tehuacana tehuacana Stenzel, 1944, Formación Rancho Nuevo, Coahuila. 20:
Viapinnixa perrilliati Vega, Nyborg, Fraaye y Espinosa, 2007, Formación Rancho Nuevo, Coahuila.
capítulo 18. EL REGISTRO FÓSIL DE CRUSTÁCEOS EN MÉXICO 221
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Figura 18.5. 1, Mapa paleogeográfico de México del Eoceno (52 Ma), con ubicación de localidades
en Chiapas (El Veinte, El Jobo) y Baja California Sur (Formación Bateque). 2, Notopoides exiguus
Beschin, Busulini, De Angeli, and Tessier, 1988, El Veinte, Chiapas. 3, Ranina berglundi Squires
and Demetrion, 1992, El Veinte, Chiapas. 4, Tehuacana schweitzerae Vega, Nyborg, Coutiño y
Hernández-Monzón, 2008, El Veinte, Chiapas. 5, Santeella lillyae Blow and Manning, 1996, El
Veinte, Chiapas. 6, Karasawaia markgrafi (Lőrenthey, 1907[1909]), El Veinte, Chiapas. 7, Pano-
peus veintensis Vega, Nyborg, Coutiño y Hernández-Monzón, 2008, El Veinte, Chiapas. 8, Or-
bitoplax nandachare (Vega, Cosma, Coutiño, Feldmann, Nyborg, Schweitzer, and Waugh, 2001),
El Veinte, Chiapas. 9, Viapinnixa alvarezi Vega, Cosma, Coutiño, Feldmann, Nyborg, Schweitzer,
and Waugh, 2001. 10, Calappilia hondoensis Rathbun, 1930, El Jobo, Chiapas. 11, Xaiva? sp. El
Jobo, Chiapas. 12, Lophoranina cristaspina Vega, Cosma, Coutiño, Feldmann, Nyborg, Schweitzer
y Waugh, 2001, El Jobo, Chiapas. 13, Lobonotus mexicanus Rathbun 1930, Baja California
Sur. 14, Montezumella tubulata Rathbun, 1930, Baja California Sur. 15, Eriosachila bajaensis
Schweitzer, Feldmann, Gonzales-Barba and Vega. 2002, Baja California Sur.
capítulo 18. EL REGISTRO FÓSIL DE CRUSTÁCEOS EN MÉXICO 223
conclusiones
agradecimientos
A los editores de este libro, por la amable invitación a participar. Ron Blakey gene-
rosamente permitió el uso de mapas paleogeográficos. A los paleontólogos y geólo-
gos, profesionales y amateurs, que han hecho posible que el registro de crustáceos
fósiles en México sea representativo y de los más diversos.
224 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
1 2 3
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14 15
Figura 18.6. 1, Mapa paleogeográfico de México del Mioceno Temprano (20 Ma), con ubicación de
localidades en Chiapas (Simojovel), Veracruz (Tuxpan) y Tamaulipas. 2, Ranina sp., Formación Tux-
pan, Veracruz. 3, Quela de calápido, Formación Tuxpan, Veracruz. 3, 4, Callinectes sp., Formación
Tuxpan, Veracruz. 5, Necronectes sp., Formación Tuxpan, Veracruz. 6, Calappa zurcheri Bouvier,
1899, Caliza Macuspana, Chiapas. 7, Hepatella amazonica Beurlen, 1958, minas de ámbar de Si-
mojovel, Chiapas. 8, Palaeopinnixa perornata Collins y Morris, 1976, minas de ámbar de Simojovel,
Chiapas. 9, Iliacantha panamica Todd y Collins, 2005, minas de ámbar de Simojovel, Chia-
pas.10, Ostrácodo en ámbar de Simojovel, Chiapas. 11, Anfípodo en ámbar de Simojovel, Chiapas.
12, Cangrejo en ámbar de Simojovel, Chiapas. 13, Eurytium sp., Coatzacoalcos, Veracruz. 14, Por-
tunus haitensis Rathbun, 1923, Reynosa, Tamaulipas. 15, Coronula sp., Plioceno, costa de Guerrero.
capítulo 18. EL REGISTRO FÓSIL DE CRUSTÁCEOS EN MÉXICO 225
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capítulo 18. EL REGISTRO FÓSIL DE CRUSTÁCEOS EN MÉXICO 231
Gasterópodos de Chiapas,
300 millones de años de permanencia
resumen
introducción
Los gasterópodos son un gran grupo biológico que gracias a su antigüedad, preser-
vación de su concha y atractivo permite seguir su rastro evolutivo, y hasta su uso
233
234 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
cultural en uno de los estados del país donde se han dado importantes cambios
geológicos, biológicos y culturales.
El presente escrito es el resultado de prospecciones de campo, recolecta de fósiles y
su organización en colecciones de consulta y de exhibición que se han realizado en el
estado de Chiapas desde la inauguración del Museo de Paleontología “Eliseo Palacios
Aguilera” (21 de octubre de 2002), perteneciente a la Secretaría de Medio Ambiente
e Historia Natural.
En diversas publicaciones en relación con los moluscos, donde se incluye por
supuesto a los gasterópodos, se dan los siguientes razonamientos con respecto a su
predominio en el registro fósil:
1. Los gasterópodos tienen una concha dura, susceptible de ser conservada después
de muerto el organismo.
2. Viven en hábitats que al morir el organismo su concha es fácilmente sepultada,
evitando así su destrucción por diversos factores físicos y químicos.
3. Es un grupo muy prolífico en individuos por generaciones.
4. Son muy antiguos, pues se tiene registro de sus conchas desde el inicio
del Paleozoico.
5.- Persistencia en la forma de sus conchas a través de las edades geológicas que
permiten su asignación taxonómica.
6. Es el único grupo dentro de los invertebrados que tiene representantes marinos,
terrestres y dulceacuícolas.
7. Su dieta alimenticia incluye a especies herbívoras y carnívoras.
8. La concha preserva un registro completo de la ontogenia, que por lo general no se
puede modificar una vez formada, al menos en su expresión externa (Gould, 2004).
Las rocas más antiguas portadoras de fósiles son del Paleozoico Tardío, en las cuales
se ha reportado presencia de las siguientes especies de gasterópodos:
• Bellerophon (Bellerophon) crassus (Buitrón, 1977).
• Pleurotomaria? cf. P.? carinifera, P. neglecta, Natica sp. y Bellerophon cf. Costatus
(Mullerried, 1936; Mullerried et al., 1941; García et al. 2011; figura 19.1).
A B
Figura 19.1. A) y B) Pleurotomaria sp.
A B
C D
Figura 19.2. A) Actaeonella sp. B) Cerithium sp. C) Nerineas sp. D) Natica sp.
capítulo 19. Gasterópodos de Chiapas... 237
• Actaeonella cf. A. laevis, Natica sp., Pterocerella sp., Cerithium sp., Nerinea sp.,
Harpagodes sp., Turritela sp. (Chubb, 1959).
• Harpagodes oceani, ?” Natica” sp. cf. N. hemispherica, Nerinea gachupinae nov.
sp., ? Purpuroidea acatlana (Alencaster, 1977).
• Gyrodes sp. (Michaud, 1984).
• Cerithium subcarnaticum, Cerithium cf. C. simonyi, Depranochilus quadriliratus,
Gyrodes abyssinus, Haustator bilira, Haustator trilira, Pseudamaura lepta, Turrite-
lla cardenasensis, Turritella vertebroides, Turritella potosiana (Buitrón et al., 1995)
• ? Perissoptera sp. (Vega et al., 2006).
A C
Figura 19.3. A) Campanille sp. B) Cerithium sp. C) Turritella sp.
238 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
A B C
D E F G
H I J K
Figura 19.4. A) y B). Cerithium sp, C) Oliva sp. D) Turritella sp. E) Agladrillia (Eumeta-
drillia) serra. F) y G) Conus sp. H) Turritella sp. I) y J) Harpagodes sp. K) Turbinella maya.
capítulo 19. Gasterópodos de Chiapas... 239
• Bittium toulai, Bittium sp., Caecum sp., Columbella n. sp., Cancellaria (Cancella-
ria) barretti, Cancellaria (Cancellaria) n. sp., Columbella sp? Columbella n. sp.,
Conus marginatus, Conus puncticulatus, Conus symmetricus, Conus sp., Drillina
alesiodata, Drilla (Crassispira) bosei, Ethalia? solida? Fusus exilis? Mitra (Cancilla)
dalli, Nassa n. sp., Nassa sp.?, Nassa (Uzita?) villarelloi, Natica guppyana, Natica
2 spp., Phos elegans, Oliva (Neocylindrus) gatunensis, Oliva liodes, Oliva dufresnei,
Pleurotoma alesidota, Pleurotoma sp., Pyramidella arenosa., Terebra (Myurella) cole-
ri, Terebra (Myurella) curvilineata, Terebra . sp., Teinostoma sp., Tornatina canali-
culata?, Turbonilla protracta, Turbonilla interrupta, Turbonilla sp., Turritella n. sp.,
Turritella sp., Mitra silicata, Mitra henikeri, Natica sulcata (Perrilliat, 1974).
• El gigante del grupo, representado por el género Campanille (Perrilliat y Aven-
daño, 1999).
• Bernaya (Protocypraea) cf. angystoma, Bernaya (Bernaya) obesa, Bernaya (Ber-
naya) media chiapasensis, Cypraeorbis alabamensis ventripotens, Cypraeorbis ala-
bamensis mexicana, Cypraeorbis sp., Cypraeidae, Eocypraea (Eocypraea) inflata,
Eocypraea (Eocypraea) sp., Eocypraea (Eocypraea) cf. castacensis, Eocypraea? sp.,
Macrocypraea veintensis, Proadusta subrostrata bartonensis, Proadusta acyensis,
Proadusta sp. (Perrilliat et al., 2003).
• Architectonica alabamensis, Architectonica sp. cf. A. elaborate, Architectonica sp.,
Athleta petrosa petrosa, Bittium (Bittium) estellensis, Calyptraea aperta, Callistoma
granulata, “Cerithium” sp., Cirsotrema sp., Cornulina? sp., Crommium globosa,
Exilia sp., Galeodea koureos, Haustator sp. cf. H. rivurbana, ?Iddingsia sp., La-
pparia sp. cf. L. nuda, Levifusus sp., Lyrischapa spinifera, Mesalia alabamiensis,
Pachycrommium clarki, Palmerella mortoni mexicana, ?Palmerella sp., Potamides
(Potamidopsis) tricarinatus, Sulcobuccinum sp. cf. S. scalina, Terebellum (Seraphs)
sp., Tornatellaea bella, Trochus sp., Turricula sp., “Turritella” humerosa sanjuanen-
sis, “Turritella sp., Volutilithes sp. cf. V. muricinus, Volutocorbis minutus (Perrilliat
et al., 2006).
• Agladrillia (Eumetadrillia) vermeiji, Architectonica sp., Conus bravoi, Cypraea
(Erosaria) cf. C. (E.) aliena, Melongena corona tzeltal, Mitra (Tiara) henekeni
illacidata, Oliva cf. O. dimidiata, Persicula cf. P. zuliana, Persicula (Rabicea) sp.,
Rhinoclavis (Ochetoclava) sp.,Strioterebrum sp.,Turbinella maya, Turritella altili-
ra, Turritela sp., Xenophora delecta (Perrilliat et al., 2010).
A B C D
E F G
H I J
K L M K
O P Q R
S T U V
Figura 19.5. A) Pomacea flagellate. B) Pomacea sp. C) Bunillus sp. D) Pomacea sp. E)
Euglandina albersi. F) Oliva sp. G) Planorbella sp. H) Lucidella (Poenia) lirata. I) Oliva sp.
J) Oliva dufresnei. K) Melongena sp. N) Coelocentrum tomacella. O) Oligyra sp. P) Choa-
nopoma terecostatum. Q) Melanoides tuberculata. R) Opeas sp. S) Pachychilus schumoi. T)
Pachychilus indiorum. U) Euglandina decusata. V) Euglandina sp.
capítulo 19. Gasterópodos de Chiapas... 241
A B C
F E
Figura 19.6. A) Campanille sp. B) y C) Actaeonella sp. D) Cerithium sp. E) Nerineas sp.
F) Turritella sp.
242 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
cestral en relación con las faunas de ambas localidades, deduciéndose por tanto que
posiblemente la vieja tierra de Chiapas, en el Mesozoico Superior, recibió antes
que ninguna otra región del actual México elementos de origen gondwánico, emigra-
dos del oriente al occidente a lo largo de las riveras del mar de Tethys. Tal cosa pudo
suceder durante el Campaniano o poco antes, razón por la cual existen como fósiles
en capas de esa edad, dispersándose posteriormente hacia otras localidades en el borde
occidental del Geosinclinal mexicano (Maldonado-Koerdell, 1950).
La época actual, como la del Terciario, son épocas de máximo desarrollo de la
fauna de gasterópodos en la historia geológica del planeta (Inst. Gallach, 1989),
apreciación que se confirma con nuestros registros para el territorio de Chiapas.
De numerosos grupos de animales o vegetales no hay registros fósiles, y la infor-
mación fósil es fundamental pues permite construir un esquema filogenético sobre
bases estables, añadiendo la dimensión tiempo y dejando de lado lo meramente
especulativo, pero por lo general el hallazgo de estos datos es comúnmente fortuito
y fragmentario, situación que con base en la información mencionada no aplica
para el caso de Chiapas.
Otro aspecto para la reflexión en el presente estudio es el concerniente a su con-
cha y su persistencia a través de las eras geológicas, lo cual llevan a sugerir que se
trata de una estructura relicta, pues retiene caracteres que son persistentes, como lo
es en particular la forma espiral. Los numerosos ejemplos de conformación espiral
que encontramos al estudiar las formas de los gasterópodos sugiere que se trata de
una estructura de la que se podría decir que es “óptima”, pues presenta una variabi-
lidad considerable sin alterar su diseño primario, situación que han aprovechado los
gasterópodos para su exitosa y larga vida evolutiva, lo cual ha llamado la atención
para el tratamiento por medio de modelos y métodos matemáticos de investigación
(Thompson, 1980).
Este taxón también ofrece, como lo comenta Gould (2004, p. 1074), “oportu-
nidades inusuales para el estudio de la evolución, por selección o cualquier otro
mecanismo, en cualquier carácter y su respuestas correlacionadas a través de una
estructura tan integral e integrada”.
Los modelos obtenidos de las conchas de moluscos han llegado a ser muy exactos
y elaborados, lo que ha resultado particularmente útil, no sólo en la representación
de la forma como tal, sino que además han sido de enorme ayuda en la solución de
problemas biomecánicos, fisiológicos, evolutivos, ecológicos, etc., en relación con
las especies cuyas formas describen (Picones, 1983).
La persistencia de la concha en los gasterópodos hallados en territorio de Chia-
pas, con una antigüedad de aproximadamente 300 millones de años, nos presenta
un escenario seguramente cambiante, donde un conjunto de caracteres y bioserie
244 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
agradecimientos.
literatura recomendada
Javier Avendaño Gil. Coordinación Técnica de Investigación de la Secretaría del Medio Ambiente
e Historia Natural (semahn).
Alma Rosa Huerta-Vergara. Posgrado en Ciencias de la Sostenibilidad, Universidad Nacional
Autónoma de México. javierdchiapas@gmail.com.
CApÍTULO 20
Paleobiología de conodontos:
anatomía, función y afinidades biológicas
resumen
introducción
249
250 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
critos hace más de 150 años (Pander, 1856), todavía hoy la paleobiología del grupo
sigue siendo el centro de acaloradas discusiones científicas (Turner et al., 2010;
Blieck et al., 2010).
Los primeros conodontos fueron descritos por el biólogo ruso Christian Heinz
Pander, a finales del siglo xix, en el Ordovícico en Estonia, mostrando diversos
elementos con una morfología simple en forma de cono, de ahí su nombre “dientes
cónicos”. Ya desde su descubrimiento fueron identificados como restos de peces; sin
embargo, dada la falta de representantes actuales, y la ausencia de tejidos blandos
preservados en el registro fósil, esta primera asignación fue pronto discutida. Des-
de entonces han sido relacionados con algas, conuláridos, asquelmintos, gnatosto-
múlidos, moluscos, anélidos, artrópodos, quetognatos o cordados, entre otros (ver
Müller, 1981). Esta incertidumbre quedó más o menos resuelta con el descubri-
miento de especímenes fósiles con tejidos blandos preservados, permitiendo centrar
el debate sobre sus afinidades, y restringir la discusión a definir si eran un grupo de
cordados o si representaban ya a un grupo de vertebrados primitivos.
En cualquier caso, los conodontos representan a un grupo de organismos extintos ex-
clusivamente marinos, de rápida evolución morfológica y con una amplia distribución
geográfica y temporal, desde el Cámbrico superior hasta su extinción a finales del Triá-
sico, cerca de 300 millones de años de historia evolutiva. Debido a ello, a su resistencia
a la diagénesis e incluso al metamorfismo, así como a su fácil extracción de las rocas
que los contienen, los conodontos se han constituido como importantes herramientas
bioestratigráficas, tanto para fechar como para realizar correlaciones estratigráficas. Se-
gún esto, los conodontos son la base para las biozonaciones y correlaciones regionales
y suprarregionales de muchos pisos del Paleozoico y de parte del Mesozoico (Triásico).
Los conodontos han demostrado ser también una herramienta de gran utilidad
en la búsqueda de hidrocarburos y recursos naturales, utilizándolos como indica-
dores de paleotemperaturas. Los elementos conodontales se emplean como paleo-
termómetros con base en los cambios de color que presentan. Los cambios de color
conforman una escala de valores numéricos denominada Índice de Alteración del
Color o cai (por sus siglas en inglés, Color Alteration Index, Epstein et al., 1977),
que básicamente es una escala que correlaciona la coloración del conodonto con la
temperatura máxima que alcanzó la roca en algún momento desde su formación
hasta la actualidad. Estos cambios son consecuencia de la maduración de la materia
orgánica contenida en el conodonto por el incremento de la temperatura a través del
tiempo, los cuales son predecibles e irreversibles. Esta característica ha hecho de los
conodontos una herramienta muy útil, por ejemplo, para prospecciones petrolífe-
ras, por lo que son una valiosa herramienta para la geología económica con grandes
aplicaciones para la industria.
capítulo 20. Paleobiología de conodontos... 251
Gracias a estas importantes aplicaciones, durante la primera mitad del siglo xx,
las investigaciones en conodontos sufrieron un gran impulso, centrándose princi-
palmente en aspectos puramente geológicos, dejando el problema de su anatomía,
afinidades biológicas y posible función de los elementos conodontales como aspec-
tos secundarios de su estudio. Sin embargo, a partir de los descubrimientos de im-
presiones de tejido blando de algunos conodontos en el Carbonífero de Edimburgo
(Briggs et al., 1983), se produjeron avances importantes en ese sentido, no sólo en
la anatomía y afinidades, sino que además se estableció un marco de comparación
para interpretar la posible función de los elementos conodontales. El presente tra-
bajo representa una revisión del conocimiento paleobiológico del grupo, principal-
mente sobre el aparato conodontal, el animal conodonto y sus afinidades biológi-
cas, así como sobre la posible función de estos elementos conodontales.
A B C
Figura 20.1. Cortes transversales esquemáticos de A) Protoconodonto. B) Paraconodonto. C)
Euconodonto. (Basado en Sweet y Donoghue (2001).
tidad de fosfato cálcico. Los protoconodontos muestran una profunda cavidad basal
donde las lamelas se añaden a la superficie interna en forma continua, y ha sido pro-
puesto como el grupo ancestral del que evolucionaron los paraconodontos (Bengs-
ton, 1976), los cuales presentan una menor proporción de materia orgánica que sus
supuestos predecesores y, al igual que los protoconodontos, crecen por acreción de
nuevas lamelas en la parte inferior del elemento. Sin embargo, a diferencia de los
protoconodontos, estas lamelas no se depositan de manera continua, sino creciendo
únicamente por los extremos distales del elemento. Cabe destacar que la estructura in-
terna de los paraconodontos no muestra ninguna separación entre tipos histológicos
diferentes (Müller y Nogami, 1971; Murdock et al., 2013). Por último, los eucono-
dontos, los que conforman la diversidad del grupo desde finales del Cámbrico hasta
su extinción a finales del Triásico, desarrollaron formas más complejas con diversos
tipos de elementos (ver más adelante). Normalmente la mayoría de autores, cuando
utiliza el término conodontos, hace referencia a los euconodontos. Los euconodontos
muestran importantes diferencias en la forma de crecer en comparación con el resto.
Ejemplares bien preservados muestran dos partes claramente diferenciadas, la corona
y el cuerpo basal. Internamente ambas partes están formadas por lamelas de creci-
miento concéntrico que se van añadiendo por acreción en torno a un núcleo de
crecimiento (figura 20.2). Además, estos dos componentes (corona y cuerpo basal) se
diferencian principalmente en que las lamelas del cuerpo basal tienden a ser más grue-
sas y menos mineralizadas que las lamelas de la corona. Esta diferencia en la minera-
lización de ambas regiones queda reflejada en la superficie de contacto entre ambas,
conocida como cavidad basal, la cual es una superficie débil que favorece la rotura y
capítulo 20. Paleobiología de conodontos... 253
Núcleo de crecimiento
Corona
Figura 20.2. Sección idealizada de un elemento del género Palmatolepis, muestra la estructura
interna de un conodonto y la relación entre las lamelas de la corona y el cuerpo basal. Basado en
Müller y Nogami (1971).
254 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Como con cualquier otro grupo fósil, la clasificación de los conodontos se basa
en las características morfológicas de los diferentes elementos; por lo tanto, para
facilitar su descripción se diferenciaron varios tipos en función de su morfología,
entre los que destacan los elementos coniformes, ramiformes y los pectiniformes o
de plataforma (figura 3). Actualmente se sabe que un mismo animal podía tener
distintos elementos pertenecientes a varios de estos tipos (ver apartado siguiente).
Los elementos conodontales coniformes son en esencia conos, que se pueden di-
vidir como el resto de elementos, (figura 20.3 A): una base más o menos extendida,
que incluye una cavidad basal subcónica, y una cúspide (corona) maciza con el eje
vertical recto o curvo, la cual se estrecha hasta el extremo superior del elemento.
Para su descripción, los elementos coniformes se han orientado tradicionalmente
con el extremo de la cúspide hacia arriba y el margen superior de la base orientado
horizontalmente.
Los elementos ramiformes son los que presentan al menos uno de los extremos
de su base prolongados como un proceso serrado en su borde superior, ya sea late-
ral, anterior o posterior. Como en el caso de los elementos coniformes, la base es la
parte que incluye la cavidad basal, y la cúspide o dentículo principal es la estructura
cónica que se desarrolla por encima del extremo superior de la cavidad basal (figu-
ra 20.3 B). Los procesos son las extensiones que se desarrollan a partir de la base,
que normalmente presentan costillas, carenas, crestas o quillas. Todos los elementos
ramiformes presentan al menos un proceso en su margen superior, pero no todos
los procesos son serrados. A cada uno de los elementos de un margen serrado se le
denomina dentículo, y pueden ser de menor o mayor tamaño que la cúspide. Al
igual que los elementos coniformes, para su descripción y comparación se orientan
con el extremo de la cúspide hacia arriba. El lado posterior del elemento sería el del
extremo cóncavo de la cúspide, o hacia donde apunta el extremo de la cúspide. El
eje más largo del elemento, es decir el que contiene al proceso más largo, se orienta
horizontalmente, nombrándose el resto de procesos, según su posición, posterior,
anterior o lateral.
Por último, los elementos pectiniformes o de plataforma (figura 20.3 C) son los
que presentan una morfología más compleja y suelen presentar un mayor desarrollo
en comparación con los elementos ramiformes. Sus morfologías pueden ser variadas
pero todos están caracterizados por la presencia de láminas aserradas, con mayor o
menor desarrollo, que pueden estar ausentes en algunos grupos, y por el desarrollo
de contundentes plataformas o procesos en una forma muy variada. Estas platafor-
mas suelen además estar ornamentadas con diversas estructuras: nódulos, carenas,
capítulo 20. Paleobiología de conodontos... 255
A B
Cúspide
Posterior Dentículos
Anterior
Cúspide
Base
Cavidad basal
Cavidad basal
C Anterior
Lámina Surcos
Carena
Cavidad
Plataforma basal
Costillas
Posterior
Figura 20.3. Esquemas sobre la terminología utilizada en la descripción de los distintos tipos de
elementos conodontales. A) Coniforme. B) Ramiforme. C) Pectiniformes o de plataforma. (A y B)
modificados de Benton y Harper, 2009; C) modificado de Martínez-Pérez, 2010.
costillas o surcos, que les dan una morfología muy característica. Estos elementos
son los más importantes debido a que desarrollan complejas morfologías con una
gran variedad de estructuras en su superficie, y a su vez esta diversidad de formas es
la base para la sistemática del grupo. Por este motivo, además, son los que aportan
más información bioestratigráfica. Al igual que ocurre con la nomenclatura utiliza-
256 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Actualmente se sabe con certeza que el “esqueleto” de los conodontos estaba compuesto
por un número variable de elementos de distintas morfologías, dispuestos en la región
orofaríngea del animal y con una simetría bilateral según el eje rostro-caudal. Esta serie
de elementos pertenecientes a un único individuo se denomina Aparato Conodontal.
Sin embargo, llegar a esta conclusión costó cerca de un siglo, debido principal-
mente a que los conodontos aparecen en el registro fósil como elementos discretos
desarticulados y raramente como asociaciones. Así describió Pander (1856) los pri-
meros taxones del grupo teniendo en cuenta la morfología de los elementos cono-
dontales por separado. Al igual que otros microfósiles, los conodontos se estudiaban
observando la superficie de las rocas, limitando la cantidad de material disponible.
Sin embargo, durante la década de los años cincuenta, gracias a la aplicación de
nuevas técnicas de procesado, disolviendo las rocas carbonatadas con ácidos (Ellison
y Graves, 1941), el número de conodontos disponibles aumentó exponencialmen-
te, y con ello el número de investigadores dedicados a su estudio. Dada la naturaleza
del registro fósil de conodontos conocido, formado principalmente por elementos
aislados, la taxonomía monoelemental fue la más utilizada durante las siguientes dé-
cadas por la gran mayoría de conodontólogos.
De cualquier modo, ya desde el inicio de las investigaciones del grupo, Hinde
(1879) describió agrupaciones de elementos conodontales con varias formas asocia-
das, postulando la idea de que varios tipos morfológicos podían pertenecer a una
misma especie. Posteriormente, autores como Schmidt (1934), Scott (1934, 1942)
capítulo 20. Paleobiología de conodontos... 257
Dorsal
Caudal
Elementos P1
Elementos P2
Rostral
Ventral
Elementos S y M
Figura 20.4. Reconstrucción del aparato conodontal para conodontos de tipo ozarkodínido, in-
dica la posición de los principales elementos P, M y S en el aparato (modificado de Martínez-Pé-
rez et al., 2007; basado en Purnell et al., 2000).
significado en otros organismos, tales como dorsal, ventral, caudal, oral, etc. Mar-
tínez-Pérez et al. (2007) tradujeron al castellano esta terminología (tabla 20.1) y
discutieron su importancia para estudios de tipo paleobiológico. Del mismo modo,
la nueva terminología propuesta por Purnell et al. (2000) modificó ligeramente la
propuesta de Sweet (1981), manteniendo las mismas categorías P, M y S pero mo-
dificando el subíndice de 0 a 4 para indicar la posición del elemento respecto a
diferentes ejes del aparato (figura 20.5). Esta terminología, como ya pusieron de
manifiesto Purnell et al. (2000), es mucho más útil y aconsejable ya que permite
hacer comparaciones directas no sólo con otros conodontos, sino con otros grupos
de vertebrados primitivos, que hasta el momento no era posible hacer.
Tabla 20.1. Terminología convencional utilizada para la orientación y descripción de los ele-
mentos conodontales y su equivalente con respecto a su posición biológica real (términos traduci-
dos al castellano directamente de Purnell et al., 2000, por Martínez-Pérez et al., 2007).
gue siendo uno de los grandes debates sobre la paleobiología del grupo. Este aspecto
ha sido ampliamente discutido por diversos autores (ver, por ejemplo, Lindström,
1974; Nicoll, 1977, 1985, 1987, 1995; Conway-Morris, 1980; Bengston, 1983b;
Purnell y von Bitter, 1992; Purnell, 1993, 1994, 1995; Donoghue y Purnell, 1999a
y b; entre otros), del cual se han propuesto dos interpretaciones principales. Por
un lado, están aquellos que defienden la posibilidad de que el aparato conodontal
sirvió como estructura de soporte de tejidos ciliados que habrían atrapado y selec-
cionado el alimento previo a su ingesta, apoyando la hipótesis de organismos sus-
260 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Rostral
M M
Sd/S1 Sd/S1
Sa/S0
Sc/S4 Sc/S3 Sb/S2 Sb/S2 Sc/S3 Sb/S4
Pa/P1 Pa/P1
Caudal
Figura 20.5. Esquema de la posición relativa de los diferentes elementos que conforman el
aparato conodontal en ozarkodínidos en su posición topológica relativa con indicación de la nu-
meración de ambos (modificado de Martínez-Pérez et al., 2007; basado en Purnell et al., 2000).
capítulo 20. Paleobiología de conodontos... 261
1973; Conway-Morris, 1976). Pero no fue hasta principios de la década de los años
80 cuando Briggs et al. (1983) describieron los primeros restos, relativamente bien
conservados, del conodonto Clydagnathus cavusformis del Misisípico en Edimburgo
(Escocia), que mostraba un aparato conodontal asociado a un organismo de cuer-
po blando anguiliforme (ver figura 20.6). Posteriormente se descubrieron nuevos
especímenes, tanto en Edimburgo (Aldridge et al., 1986) como en otras localidades
del Silúrico en Norteamérica (Mikulic et al., 1985a y b: Smith et al., 1987) y en
el Ordovícico en Sudáfrica (Aldridge y Theron, 1993; Gabbott et al., 1995). Esto
permitió conocer mejor la anatomía de los conodontos e identificar toda una serie
de estructuras que han servido para proponer las posibles afinidades biológicas del
grupo (ver, por ejemplo, Aldridge et al., 1993; Donoghue et al., 1998, 2000), así
como reconstruir el posible aspecto del animal conodonto (figura 20.7).
A
Cabeza
Ampliación de la región cefálica
Elementos conodontales
B
Miómeros
Figura 20.6. Ejemplar igse 13821 Clydagnathus cavusformis, del Carbonífero Inferior de Edim-
burgo (Escocia). A) Ejemplar completo de animal conodonto de morfología anguiliforme. B) Dibujo
a cámara clara del mismo ejemplar donde se aprecia la región cefálica con las supuestas cápsulas
ópticas, el aparato conodontal, una aleta caudal soportada por radios y parte de la musculatura
miomérica. C) Dibujo a cámara clara de la región cefálica aumentada con la posición del aparato
conodontal y las supuestas cápsulas óticas en el contramolde (modificado de Briggs et al., 1983).
264 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
observaciones finales
agradecimientos
literatura recomendada
Aldridge, R. J. et al., 1986. The affinities of conodonts-new evidence from the Car-
boniferous of Edinburg, Scotland. Lethaia 19, pp. 279-291.
Aldridge, R. J. et al., 1993. The anatomy of conodonts. Philosophical Transactions of
the Royal Society of London, Series B 340, pp. 405-421.
Aldridge, R. J. et al., 1995, The apparatus architecture and function of Promissum
pulchrum Kovács-Endrödy (Conodonta, Upper Ordovician), and the prionio-
dontid plan. Philosophical Transactions of the Royal Society of London, Series B
347, pp. 275-291.
Aldridge, R. J. et al., 1987. The architecture and function of Carboniferous
polygnathacean conodont apparatuses. En: R. J. Aldridge (ed.), Paleobiolo-
gy of Conodonts. Chichester: British Micropaleontogical Society series, Ellis
Horwood, pp. 63-75.
Aldridge, R. J. y Theron, J. N., 1993. Conodonts with preserved soft tissue from
a new Ordovician Konservat - Lagerstätte. Journal of Micropaleontology 12(1),
pp.113-117.
Bengston, S., 1976. The structure of some Middle Cambrian conodonts, and the
early evolution of conodont structure and function. Lethaia 9, pp. 185-206.
Bengtson, S., 1983a. The early history of the Conodonta. Fossils and Strata 15, pp. 5-19.
Bengtson, S., 1983b. A Functional Model for the Conodont Apparatus. Lethaia
16 (1), p. 38.
Benton, M. J. y Harper, D. A. T., 2009. Introduction to Paleobiology and the fossil
record. Oxford, Wiley-Blackwell.
Blieck, A. et al., 2010. Fossils, histology, and phylogeny: Why conodonts are not
vertebrates. Episodes 33(4), pp. 234-241.
Briggs, D. E. G., Clarkson, E. N. K. y Aldridge, R. J., 1983. The conodont animal.
Lethaia 16, pp. 1-14.
Buryi, G.I. y Kasatkina, A. P., 2005. A comparative morphological analysis of the
rounded phosphatic structures in Euconodonts and their functional significan-
ce. Paleontological Journal 39(1), pp. 52-56.
Conway-Morris, S., 1976. A new Cambrian lophophorate from the Burgess Shale
of British Columbia. Palaeontology 19, pp. 199-222.
Conway-Morris, S., 1980. Conodont function: fallacies of the tooth model. Lethaia
13, pp. 107-108.
Donoghue, P. C. J., 2001. Conodonts meet cladistics: recovering, relationships
and assessing the completeness of the conodont fossil record. Paleontology
44 (1), pp. 65-93.
268 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Pilar Navas-Parejo. Estación Regional del Noroeste, Instituto de Geología, Universidad Nacional
Autónoma de México.
Carlos Martínez-Pérez. Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biologia Evolutiva. Valencia, España /
School of Earth Sciences, University of Bristol. Carlos.Martinez-Perez@uv.es.
vertebrados
CApÍTULO 21
resumen
275
276 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
introducción
cual se depositaron los organismos, a través del cual se pueden establecer los pro-
cesos tafonómicos y sedimentarios que pudieron haber interactuado con los restos
orgánicos; II) las características tafonómicas presenten en los fósiles, las cuales pue-
den incluir distintos parámetros, como la diversidad taxonómica, la abundancia re-
lativa, el tamaño del cuerpo, el tipo de elementos esqueléticos presentes dentro del
yacimiento y el grado de alteración de los elementos; y III) la historia tafonómica
de las asociaciones, a partir de la cual se establecen los distintos tipos de yacimiento
presentes en el registro sedimentario (Behrensmeyer, 1991).
Este capítulo tiene como finalidad ilustrar la manera en que la tafonomía, apli-
cada al estudio de los dinosaurios, provee una vía para el entendimiento de la com-
pleja historia por la cual atravesaron sus restos durante su transición de la biosfera
a la litosfera.
Tradicionalmente, cuando se habla sobre las posibles causas de muerte dentro del
grupo de los dinosaurios, la cultura popular muestra un conjunto de imágenes
catastróficas, como la caída de un meteorito o bien una serie de luchas titánicas
interminables entre estos organismos. Sin embargo, estas causas, por más impac-
tantes que sean, no fueron las únicas que pudieron haber provocado lesiones y en
consecuencia la muerte de los dinosaurios; de hecho, al igual que en la actualidad,
ésta se pudo haber producido por eventos mucho más sencillos y comunes, como
la vejez, la intoxicación por alimentos, la presencia de plagas, eventos de incendio
o un incremento en la mortandad de juveniles durante la época de migración, entre
capítulo 21. TAFONOMÍA DE DINOSAURIOS: RECONSTRUYENDO... 279
Tabla 21.2. Posibles causas de muerte en dinosaurios y su evidencia en el registro fósil (modifi-
cado de Martin, 2001)
Tipo de
Causas Evidencias
muerte
Cenizas y gases
provenientes
Yacimientos monoespecíficos de
de erupciones
dinosaurios: terópodos (Allosaurus),
volcánicas;
Asfixia hadrosaurios (Hypacrosaurus) /
enterramiento rápido
ejemplares encontrados en “posición
en sedimentos
de vida”: oviraptores sobre sus nidos
lodosos y tormentas
de arena
Competencia entre Marcas de dientes y otras heridas
dinosaurios de la infligidas en los huesos que sugieren
Competencia
misma especie por que fueron causadas por miembros
intraespecífica
territorio, comida y de la misma especie (ejemplos en
reproducción tiranosaúridos y ceratópsidos)
Restos de dinosaurios que forman
parte de contenidos estomacales;
Muerte por la acción canibalismo (marcas de dientes en
Depredación
de depredadores huesos ocasionadas por depredadores
potenciales (tiranosaúridos y
cocodrilos)
Al atravesar Acumulaciones monoespecíficas de
diferentes cuerpos dinosaurios preservadas en depósitos
Ahogamiento
de agua (ríos, lagos, deltaicos o fluviales (saurópodos,
deltas) terópodos y ornitópodos)
Infecciones
Sobrecrecimiento en huesos (Allosaurus
bacterianas o virales;
Enfermedades y Triceratops); infecciones en huesos
mala nutrición;
(Kritosaurus); artritis (Tyrannosaurus)
estrés ambiental
Fracturas de estrés en falanges y
Provocadas por vértebras (hadrosaurios, ceratópsidos
Lesiones físicas
diferentes causas y saurópodos); fusión de vértebras
caudales (Ankylosaurios)
Muerte Asfixia de los Sepultamiento de nidos con huevos en
embrionaria embriones planicies de inundación (saurópodos)
capítulo 21. TAFONOMÍA DE DINOSAURIOS: RECONSTRUYENDO... 281
Figura 21.1. Proceso de necrólisis en un ave; la flecha señala la torsión del cuello y de la cabeza
durante la fase de rigor mortis.
todas las partes blandas del cuerpo son consumidas casi en su totalidad, dejando
los huesos expuestos al ambiente. Lo anterior trae como consecuencia que estos
elementos se vean empobrecidos en su contenido orgánico y sean mucho más
susceptibles al ataque de hongos y de otras bacterias. Finalmente, una vez que
los huesos se encuentran completamente expuestos sin ningún tipo de cobertu-
ra tisular que los proteja, por lo general se ven sometidos a una serie de modi-
ficaciones físicas generadas por los procesos que ocurren sobre la superficie del
suelo (intemperismo y pisoteo), o bien por aquellos que son ocasionados por la
acción del agua, como la desarticulación, el transporte y la abrasión (Behrens-
meyer, 1991; Fiorillo, 2002).
282 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Los huesos frescos se caracterizan por presentar una elevada elasticidad y rigidez, pro-
ducto de su composición orgánica (colágeno) y mineralógica (apatita), lo cual provo-
ca que sea muy difícil romperlos. Sin embargo, cuando dichos elementos quedan ex-
puestos al medio ambiente, van perdiendo sus características composicionales debido
a la acción del intemperismo. Este último se define como aquel proceso en el que los
componentes microscópicos orgánicos e inorgánicos originales son separados y des-
truidos por agentes físicos y químicos que actúan directamente sobre ellos (Behrens-
meyer, 1991; McGowan, 1993). Así, el intemperismo en fósiles de dinosaurios tiene
la capacidad de proveer una serie de evidencias concretas referentes a los procesos
tafonómicos que actuaron sobre ellos, de manera que permite generar información es-
pecífica del tiempo de exposición de los elementos óseos sobre la superficie del suelo.
El trabajo pionero de Anna Behrensmeyer (1978) sobre yacimientos tafonómi-
cos de mamíferos modernos permitió establecer una clasificación y aportó un co-
nocimiento más detallado de las distintas etapas del proceso de intemperismo que
pueden sufrir los elementos óseos. Estas etapas están relacionadas con el tiempo
de permanencia de los restos sobre la superficie del suelo (desde el momento de la
muerte del organismo) y las condiciones ambientales locales (tabla 21.3). Cuando
los huesos se exponen al aire éstos tienden a fracturarse en una serie de patrones que
por lo general siguen la estructura original de dichos elementos, para posteriormen-
te seguir deteriorándose hasta desintegrarse por completo (figura 21.2).
En el registro fósil de dinosaurios se pueden encontrar huesos que exhiben solamente
una fase específica de intemperismo (particularmente dentro de las etapas 1 y 2 de este
proceso; tabla 21.3), lo cual se podría interpretar como una muerte de tipo catastrófica,
o bien que las condiciones locales, como la humedad, la cantidad de oxígeno presente o
un enterramiento rápido, impidieron que se siguieran deteriorando. Hay otro tipo de
yacimientos en donde los restos esqueléticos presentan diferentes grados de intemperi-
zación; esto podría representar una acumulación de huesos durante largos periodos de
tiempo (años o cientos de años), o bien reflejar una elevada variabilidad dentro de las
condiciones microambientales, en las cuales algunos huesos se mantienen casi intactos
en comparación con otros que presentan fases avanzadas de intemperismo. Ahora bien,
la ausencia de fracturamientos puede ser indicativa de que los elementos óseos sufrieron
un enterramiento muy rápido quedando así protegidos; por el contrario, la presencia
de restos de dinosaurios completamente fracturados y que presentan la misma fase de
intemperización podría sugerir que éstos fueron pisoteados por animales pesados y
de tamaño considerable; es decir, por otros dinosaurios. Este mismo proceso se puede
observar en la actualidad en huesos de elefantes modernos (Martin, 2001).
capítulo 21. TAFONOMÍA DE DINOSAURIOS: RECONSTRUYENDO... 283
b c
Figura 21.2. Etapas del proceso de intemperismo en distintos elementos óseos de dinosaurios des-
cubiertos en la Formación Cerro del Pueblo (Campaniano), Coahuila, México. a) Maxilar y me-
tatarso de hadrosaurio en los cuales se observan solamente algunas fracturas superficiales, indicando
una intemperización mínima (etapa 1). b) Fragmento de costilla donde se muestra una superficie
altamente fibrosa indicativa de un intemperismo avanzado (etapas 3 y 4). c) Vértebra de hadro-
saurio en la que el tejido esponjoso del hueso se encuentra expuesto y que corresponde a la fase más
avanzada de intemperización (etapa 5) (basado en la clasificación de Behrensmeyer, 1978).
capítulo 21. TAFONOMÍA DE DINOSAURIOS: RECONSTRUYENDO... 285
Por otro lado, las corrientes de agua que tienen una velocidad de flujo más inten-
sa tienden a orientar los huesos de manera paralela a la dirección predominante de
dicha corriente. Debido a lo anterior, cuando se lleva a cabo un estudio tafonómico,
resulta imprescindible elaborar un mapa de distribución donde se indique la posi-
ción de cada uno de los elementos óseos contenidos en el yacimiento. Dicho mapa
se utiliza como guía para la interpretación de los patrones espaciales de los huesos
presentes en el depósito, así como indicador de la dirección del flujo de la corriente
del agua (Behrensmeyer, 1991). En algunos yacimientos de dinosaurios los huesos se
encuentran tan pegados entre sí que resulta casi imposible separarlos (figura 21.3 a),
mientras que en otros presentan una distribución en forma de parches que va de
densa a difusa. Los huesos de organismos más pequeños (incluidos neonatos y ju-
veniles) tienden a agruparse formando densas concentraciones, las cuales, depen-
diendo de su grado de preservación, pueden sugerir que forman parte de contenidos
estomacales o de heces fecales (figura 21.3 b).
Aunado a lo anterior, la orientación que presentan los huesos en los yacimientos
podría reflejar otro tipo de indicadores tafonómicos, como por ejemplo el trampeo.
Se ha observado que los huesos de las extremidades (anteriores y posteriores), pue-
den llegar a presentar una orientación casi vertical dentro del yacimiento fósil, lo
cual pudo ser producto del pisoteo intensivo de otros organismos presentes en la
zona (figura 21.3 c). Esta situación ha sido observada actualmente en diferentes co-
munidades de mamíferos modernos, particularmente en elefantes (Martin, 2001).
Por otro lado, el crecimiento de plantas y raíces, así como el movimiento del suelo,
pueden llegar a ocasionar un cambio en la posición de los restos óseos (Behrensme-
yer, 1991; figura 21.3 d).
Otro proceso físico que puede ocurrir durante los eventos post mortem es la abra-
sión, la cual se presenta en huesos que han perdido todas sus proyecciones y super-
ficies externas debido a la erosión física o química; por lo general se considera como
un factor indicativo de la ocurrencia de un transporte fluvial o de retrabajo. Sin em-
bargo, esto no es necesariamente correcto, ya que la acción de otros factores, como
el intemperismo, el trampeo y/o la masticación por parte de depredadores pueden
provocar el redondeo de los elementos óseos y la remoción de las capas de hueso más
superficiales (Behrensmeyer, 1991). Por esta razón, la abrasión sólo se debe considerar
como una evidencia de la intensidad y/o del tiempo de interacción de los huesos con
el sedimento, pero no se encuentra necesariamente relacionada con el transporte. En
algunos yacimientos de dinosaurios se ha observado que ciertos huesos y dientes fue-
ron transportados sin mostrar ningún signo típico de abrasión, mientras que por otro
lado hay restos óseos con claras evidencias de abrasión, pero que no sufrieron ningún
tipo de transporte significativo (Behrensmeyer, 1982; Fiorillo, 2002).
capítulo 21. TAFONOMÍA DE DINOSAURIOS: RECONSTRUYENDO... 287
a b
c d
Figura 21.3. Diferentes tipos de evidencias de transporte físico por corrientes y de trampeo en
huesos de dinosaurios de la formación Cerro del Pueblo, Coahuila, México: a) Amalgamación
de huesos dentro de un yacimiento. b) Contenido estomacal de un depredador. c) Fémur de ha-
drosaurio que presenta una posición casi vertical dentro del yacimiento, indicativa del pisoteo de
otros organismos. d) Fémur de hadrosaurio con raíces.
Los dinosaurios fueron organismos terrestres, razón por la cual sus fósiles se han en-
contrado preservados casi exclusivamente en ambientes sedimentarios continentales
y, sólo en casos excepcionales, en ambientes marinos (Carpenter, Dilkes y Weisham-
pel, 1995; Martin, 2001; figura 21.4). En la actualidad se sabe que los ambientes
de depósito ejercen una enorme influencia en cuanto a la preservación de los restos
288 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
FLUVIAL GLACIAL
(Huesos, huellas, nidos,
coprolitos, gastrolitos)
LAGUNA
ALUVIAL (Huesos)
(Huellas)
PLATAFORMA
LACUSTRE CONTINENTAL
(Huesos y huellas)
DELTA
ESTUARIO (Huesos, huellas,
(Huesos y huellas) coprolitos, gastrolitos)
INTERMAREAL
(Huellas)
MAR SOMERO
(Huesos en raras
ocasiones)
COSTA
(Huellas)
Figura 21.4. Esquema de ambientes sedimentarios en el cual se muestran los distintos tipos de
fósiles de dinosaurios que se pueden preservar dentro de ellos (modificado de Martin, 2001).
Tabla 21.4. Grados de transporte de los diferentes tipos de huesos que conforman el esqueleto de
un dinosaurio tomando como base el índice de área (A) / volumen (V) y las densidades de cada
elemento (modificado de Martin, 2001)
Elementos con elevados Elementos con bajo A/V Elementos con bajo A/V
A/V y de baja densidad y de densidad intermedia y de alta densidad
Una vez que los huesos han sido enterrados en el sedimento, éstos se ven some-
tidos a la acción de diferentes factores físicos, químicos y biológicos, conocidos
también como procesos diagenéticos, los cuales tienen la capacidad de modifi-
car los restos originales hasta transformarlos por completo (Martin, 2001). En
particular, las condiciones biogeoquímicas del manto freático y la presencia de
microorganismos son los principales responsables de los cambios que ocurren
en los organismos enterrados. Ahora bien, bajo condiciones favorables de en-
terramiento hay distintos tipos de compuestos disueltos en el medio (CaCO3,
Fe2O3 y/o SiO2), los cuales penetran gradualmente los restos óseos a través de
sus poros (especialmente del tejido esponjoso), de manera que pueden precipi-
tar dando lugar a diversos tipos de minerales (cuarzo, calcita, pirita o apatita).
Estas combinaciones pueden llegar a su vez a reemplazar los materiales orgáni-
cos y/o simplemente rellenar los espacios intersticiales dejados por la materia
Tabla 21.5. Ambientes sedimentarios y factores que controlan las acumulaciones y la preservación de restos orgánicos en los yacimientos 290
de dinosaurios (modificado de Behrensmeyer, 1991)
Son aquellas acumulaciones en las cuales los elementos óseos se encuentran com-
pletamente desarticulados y no muestran un arreglo anatómico natural, pero que
corresponden a un mismo individuo (figura 21.5 b). En este caso las piezas del
esqueleto pueden estar completas o simplemente presentar algunos elementos
del cuerpo. Debido a que los huesos ya no muestran un arreglo original, muchas
veces es posible llegar a confundir estos yacimientos con los de acumulaciones en
masa o “bonebeds” (literalmente, “lechos de huesos”).
a b
c d
Figura 21.5. Diversos tipos de yacimientos fósiles de dinosaurios presentes en la formación Ce-
rro del Pueblo, Coahuila, México: a) Yacimiento con restos parcialmente articulados (complejo
tibia-astrágalo de un hadrosaurio; la flecha muestra la articulación anatómica original). b)
Yacimiento con elementos óseos asociados, los cuales se encuentran completamente desarticulados
pero pertenecen al mismo individuo. c) Yacimiento con huesos aislados (ilion de hadrosaurio).
d) Micrositio en el que se observan diferentes tipos de huesos de las extremidades y una vértebra.
3. conclusiones
La tafonomía es una ciencia que desempeña diversos papeles dentro del ámbito de
la paleobiología, ya que a través del reconocimiento de la importancia que tienen
los diferentes tipos de agentes tafonómicos, y de los procesos involucrados en la
formación de los ambientes sedimentarios, permite la interpretación de las dis-
tintas historias tafonómicas de cada yacimiento, las cuales a su vez conllevan a la
construcción de modelos ecológicos bien fundamentados sobre la dinámica de las
comunidades del pasado.
Particularmente, la tafonomía de dinosaurios contribuye a la investigación de
los diferentes procesos físicos, químicos y biológicos que se presentaron durante
la transición de sus restos desde la biosfera a la litosfera. De esta manera la ciencia
tafonómica permite colocar a los dinosaurios dentro del contexto de sus ecosistemas
originales, definiendo así las posibles interacciones que pudieron haber tenido estos
organismos con su medio ambiente.
agradecimientos
literatura recomendada
Badgley, C. E., 1986. Taphonomy of mammalian fossil remains from Siwalik rocks
of Pakistan. Paleobiology 12, 119-142.
Behrensmeyer, A. K. y Kidwell, S. M., 1985. Taphonomy’s contributions to Paleo-
biology, Paleobiology 11, pp. 105-119.
Behrensmeyer, A. K., 1975. The taphonomy and paleoecology of Plio-Pleistocene
vertebrate assemblages east of Lake Rudolf, Kenya. Bulletin of Museum of Com-
parative Zoology 146, pp. 473-578.
Behrensmeyer, A. K., 1978. Taphonomic and ecologic information from bone wea-
thering. Paleobiology 4 (2), pp. 150-162.
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Behrensmeyer, A. K. 1991. Terrestrial Vertebrate Accumulations. En: P. A. Allison
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Volume 9 of Topics in Geobiology. Nueva York, Plenum Press, pp. 291-335.
Behrensmeyer, A. K., Kidwell, S. M. y Gastaldo, R. A., 2000. Tapho-
nomy and Paleobiology. En: D. H. Erwin y Wing, S. L. (eds.),
Deep Time Paleobiology’s Perspective. Lawrence, Kansas, The Paleon-
tological Society, Supplement of Paleobiology 26, pp. 103-147.
resumen
297
298 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
y su rol ecológico en las comunidades antiguas (Prothero, 2004), por lo que los
estudios paleobiológicos con mamíferos se encargan de descifrar cómo vivieron sus
representantes en las diferentes épocas geológicas.
Actualmente los mamíferos están representados por alrededor de 4 600 especies y ha-
bitan en todos los continentes de la Tierra; estos vertebrados están incluidos en tres gran-
des grupos: Monotremata, Metatheria y Placentalia; durante el Cenozoico han sufrido
una importante diversificación taxonómica y ecológica (Kemp, 2007; Prothero, 2006).
El Cenozoico incluye los últimos 66 millones de años antes del presente y se di-
vide en tres periodos: Paleógeno, Neógeno y Cuaternario (figura 22.1). Durante la
mayor parte del Paleógeno el clima fue cálido, alcanzando un máximo en el Eoceno
Temprano, cuando la temperatura comenzó a disminuir hasta caer drásticamente
en el Oligoceno Temprano. En el Neógeno hubo una recuperación de la tempe-
ratura, la cual culminó en el Mioceno Medio, y a partir de esa época la tendencia
general fue la disminución de la temperatura hasta el Cuaternario, cuando hubo os-
cilaciones térmicas importantes (Prothero, 2006). Estos cambios en la temperatura
a lo largo del Cenozoico, junto con varios procesos geológicos, como la orogénesis,
el vulcanismo y los cambios en el nivel de los mares, tuvieron una marcada influen-
cia en la evolución de plantas y animales, incluyendo a los mamíferos.
Después de la extinción masiva del Cretácico/Paleógeno los mamíferos tuvieron
una radiación adaptativa. De las 18 especies de mamíferos placentados identificadas
en el Cretácico Tardío en Estados Unidos de América, su número aumentó a 84 gé-
neros en el Paleoceno Medio (Prothero, 2006).
En el Eoceno Medio aparecieron los representantes más antiguos de varios de los ór-
denes de mamíferos modernos (Artiodactyla o Cetartiodactyla -según el autor-, Car-
nivora, Perissodactyla y Primates, entre otros) (figura 22.1). Como resultado de las extin-
ciones ocurridas en distintos linajes en el límite Eoceno-Oligoceno, se dio un cambio en
la composición de las faunas de mamíferos norteamericanos, así como un incremento en
las adaptaciones cursoriales (para desplazarse más eficientemente) y la aparición de la lo-
fodoncia (dientes con crestas alargadas de esmalte) en varios linajes (Wing y Sues, 1992).
A lo largo del Mioceno se dio la expansión del bioma sabana en Norteamérica y
hubo varias migraciones de mamíferos desde Eurasia, los cuales se integraron con
los mamíferos endémicos (Prothero, 2006).
El Plioceno fue una época de marcado intercambio biótico entre las Américas,
en el cual diferentes grupos de mamíferos migraron desde Norteamérica hacia
Sudamérica y viceversa (figura 22.1). Muchos de los géneros de mamíferos ac-
tuales tienen a sus representantes más antiguos en el Plioceno. En el Pleistoceno
ocurrieron cuatro glaciaciones mayores en América del Norte, hubo una amplia
diversidad de grandes mamíferos, y al final de la época ocurrió la extinción de la
capítulo 22. ALGUNOS EJEMPLOS DE ESTUDIOS PALEOBIOLÓGICOS... 299
MAGNÉTICA
POLARIDAD
SUB- EVENTOS RECONSTRUCCIONES
MA PERÍODO ÉPOCA
ESCALA
ÉPOCA PALEOGEOGRÁFICAS
Holoceno Tardío
1 Cuaternario Pleistoceno Medio Era del hielo con megamíferos en varios
Temprano continentes
Tardío Primeras fases del Gran Intercambio
Plioceno Temprano Biótico entre las Américas.
Aparecen los homínidos.
Hace aproximadamente 35 ma
40 Europa continúa siendo un
archipiélago y México una
Medio península. Australia se aleja de la
Aparecen varios ódenes modernos de Antártida. En el norte de
Paleogeno Eoceno mamíferos (artiodáctilos, perisodáctilos, Sudamérica hay más tierra
emegida que hace 50 ma.
roedores, etc.) en Norteamérica,
Figura 22.1. Algunos de los eventos bióticos importantes ocurridos durante el Cenozoico y la configu-
ración de los continentes a través de la era Cenozoica (datos tomados de Prothero, 2006, y TSCreator,
2015).
300 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Los estudios paleobiológicos que se han realizado con mamíferos terrestres son de
muy diversa índole, de los cuales hay una vastísima literatura y son de muy larga
tradición, la cual se ha desarrollado paralelamente con la paleontología. La infor-
mación derivada de este tipo de estudios se encuentra en muy diversas fuentes,
las cuales no siempre están al alcance del público en general, en especial de los
estudiantes; es por ello que en este capítulo se describen algunos de los métodos
utilizados para conocer cómo vivieron los mamíferos fósiles, y se comentan algu-
nos ejemplos de estudios paleobiológicos de mamíferos del Cenozoico mexicano
publicados recientemente.
Para facilitar su comprensión dichos estudios se agruparon en tres grandes campos:
ecológico, filogenético y biogeográfico.
La paleoecología se encarga del estudio de los organismos del pasado, sus inte-
racciones y reconstrucción de los tipos de hábitat donde vivieron, e investiga los
procesos ecológicos y evolutivos que a largo plazo causan que las comunidades y
los ecosistemas cambien a través del tiempo geológico (Scott et al., 1992). Cuan-
do los estudios paleoecológicos se centran en una sola especie (paleoautoecolo-
gía), se determinan sus hábitos y modos de vida; esto es, de qué se alimentaban
los individuos pertenecientes a una especie, su tipo de locomoción y sus estra-
tegias de vida; para ello se recurre al actualismo, a la morfología funcional, a la
anatomía comparada y a la tafonomía, entre otras disciplinas. Por su parte, cuan-
do los análisis paleoecológicos incluyen a diversas especies (paleosinecología) se
estudian las relaciones e interacciones entre las especies de la paleocomunidad y
se pueden realizar inferencias sobre los tipos de hábitat donde vivieron, se estu-
dian las relaciones depredador/presa y se pueden realizar análisis comunitarios
para develar cómo se repartieron los recursos las diferentes especies representadas
(Scott et al., 1992).
Por su parte, en la filogenética se reconstruyen las relaciones evolutivas entre
los organismos (Wiley y Lieberman, 2011). Así, los estudios filogenéticos se enfo-
can en conocer la identidad taxonómica de las especies, determinar qué relaciones
de ancestría-descendencia tienen las especies entre ellas y si también es posible
establecer los modos de especiación de los mamíferos; esto es, si en su registro
fósil se observan patrones de anagénesis o evolución filética, lo que se interpreta
como que una especie ancestral da lugar a una especie descendiente sin la multi-
plicación del número de especies a través del tiempo dentro de un linaje, o si por
el contrario se observan patrones cladogenéticos de especiación, en los que una
especie ancestral da lugar a una o dos especies descendientes con la persistencia o
capítulo 22. ALGUNOS EJEMPLOS DE ESTUDIOS PALEOBIOLÓGICOS... 301
Los dientes son los elementos esqueléticos más resistentes en los mamíferos (Hill-
son, 2005) y por ende son los más abundantes en el registro fósil. Por ello, buena
parte de los métodos para inferir paleodietas se han centrado en el estudio de
estos elementos.
Los mamíferos son carnívoros o herbívoros. Los carnívoros, a su vez, pueden
alimentarse sólo de carne o de carne y huesos. Dentro de los herbívoros hay tres
categorías: a) pacedor, los cuales se alimentan principalmente de materia vegetal
abrasiva del tipo de las gramíneas (> 90 % de consumo); b) ramoneador, los cuales
se alimentan de vegetación poco abrasiva, como las plantas dicotiledóneas leñosas
de los arbustos y las hojas de los árboles (> 90 % de consumo); c) hábitos mixtos,
como su nombre lo indica, son la categoría intermedia entre las dos anteriores, por
lo que se alimentan tanto de vegetales abrasivos, como los pastos, y poco abrasivos,
como las hojas de los árboles (Fraser y Theodore, 2011).
Los métodos empleados para conocer el tipo de dieta de los mamíferos extintos
se pueden dividir en mecánicos y biogeoquímicos. En los primeros se observa el
patrón de desgaste dental a nivel macroscópico (mesodesgaste) o microscópico (mi-
crodesgaste), y en los segundos se hace uso de los isótopos estables para determinar
paleodietas (MacFadden y Cerling, 1996; Fortelius y Solounias, 2000; Solounias y
Semprebon, 2002).
302 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Mesodesgaste dental
mixtos) en un elevado porcentaje (lo cual no sucedía con los otros métodos men-
cionados) y es posible aumentar el tamaño de muestra de ejemplares fósiles para
estudios de mesodesgaste (Fraser, et al., 2014).
C
Figura 22.2. Ejemplos de los patrones de mesodesgaste. A) Patrón típico de un ramoneador, en
este caso la llama extinta Pleiolama vera, con cúspides aguzadas/subaguzadas y valles altos. B)
Patrón típico de una especie de hábitos mixtos, el venado cola blanca, Odocoileus virginianus,
con cúspides subredondeadas y valles altos. C) Patrón típico de una especie pacedora, Equus
caballus, el caballo, con cúspides romas y valles bajos.
304 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Microdesgaste dental
En este método se evalúa el daño del esmalte dental que se produce por la
atrición y abrasión a nivel microscópico debido a las últimas comidas de los
organismos. Al igual que en el mesodesgaste, el patrón de daño del esmalte está
relacionado con el alimento, lo que produce patrones diferentes en herbívoros
ramoneadores, pacedores, de hábitos mixtos (figura 22.3) y en los mamíferos
carnívoros (Hillson, 2005). El microdesgaste ha sido muy útil para determinar
las dietas de diversos mamíferos fósiles, incluyendo varias especies de homíni-
dos así como de poblaciones humanas arqueológicas (Ungar et al., 2008).
Al inicio los análisis de microdesgaste se realizaban con microscopio electró-
nico de barrido (sem), por lo que el procesamiento de las muestras era lento y
su costo era elevado (Mihlbachler et al., 2012). Aun cuando todavía se realizan
estudios de microdesgaste con sem, a partir del año 2002 se generó una técnica
conocida como microdesgaste dental de bajo aumento (Solounias y Sempre-
bon, 2002), que consiste en elaborar moldes de los molariformes de mamíferos
con sustancias que permiten registrar de manera fiel el patrón de daño del
esmalte; esto es, las estrías o “rasguños” y punteaduras, fosos o “piquetes” que
presenta el esmalte; posteriormente se elabora un vaciado o réplica a partir del
molde con una resina transparente de alta fidelidad, la cual permite capturar
todos los rasgos del daño que están presentes en el molde; este molde se obser-
va bajo el microscopio con un aumento de 35X y se cuentan de forma directa
las estrías y los fosos; también se pueden obtener fotografías digitales (figura
22.3) y realizar en ellas los conteos (Solounias y Semprebon, 2002; Mihlba-
chler et al., 2012). Al igual que con el mesodesgaste dental, los resultados de
la muestra fósil se comparan con aquellos de los mamíferos herbívoros actuales
y con ello se determina si el patrón de daño concuerda con el de un pacedor,
ramoneador, frugívoro o con el de un herbívoro de hábitos mixtos. En general,
los organismos pacedores tienen un patrón de microdesgaste donde las estrías
son abundantes, mientras que en los ramoneadores y frugívoros los fosos son
más comunes.
Un método relacionado con el microdesgaste es el análisis de textura de mi-
crodesgaste, desarrollado por Scott et al. (2005), en el que se observa el daño
del esmalte dental a nivel microscópico pero en tres dimensiones, así es que se
crean superficies con relieve. Por el elevado costo del equipo que se requiere
para realizar estos análisis de textura, hasta ahora la técnica no se ha aplicado
con tanta frecuencia como el mesodesgaste y el microdesgaste, ya que el equipo
para realizarlo es costoso.
capítulo 22. ALGUNOS EJEMPLOS DE ESTUDIOS PALEOBIOLÓGICOS... 305
a b
Figura 22.3. Ejemplos de patrones de microdesgaste dental de bajo aumento. A) Patrón de un
individuo pacedor (Equus burchelli), obsérvese la gran cantidad de estrías. B) Patrón de un in-
dividuo frugívoro (Tayassu peccari), donde se observan pocas estrías y una mayor cantidad de fo-
sas grandes. (Imágenes modificadas de http://www.nyit.edu/medicine//research/microwear_files.)
Isótopos estables
Los análisis de isótopos estables de carbón se han utilizado para determinar los
hábitos alimentarios y la ecología de mamíferos fósiles desde hace más de 20 años
(MacFadden y Cerling, 1996). Dichos análisis en el esmalte dental de los mamí-
feros herbívoros indican si éstos se alimentaban de plantas con ciclo fotosintético
C3 (ciclo de Calvin-Benson), o con ciclo fotosintético C4 (ciclo de Hatch-Slack),
una mezcla de ambas o de plantas con ciclo cam. Actualmente alrededor de 85%
de la biomasa de las plantas terrestres, incluyendo los árboles, arbustos y pastos de
altitudes elevadas o de altas latitudes utilizan el ciclo de Calvin, mientras que cerca
de 10% de la biomasa de plantas terrestres utiliza el ciclo C4. Los pastos de zonas
templadas y tropicales son predominantemente C4 y están adaptadas a climas más
áridos y estacionales que las plantas C3 (MacFadden, 2000).
La proporción de 13C/12C de las muestras de esmalte dental generalmente se
expresa como δ13C en partes por mil y son comparadas con estándares internos
de laboratorio. Los valores de δ13C de -17‰ a -10 ‰ reflejan una dieta de
plantas C3, mientras que valores de -2‰ a +4‰ indican una dieta de plantas
C4 (figura 22.4); los valores más negativos que -7.9‰ indican organismos ra-
moneadores (menos de 10 % de plantas C4 en su dieta) y valores más positivos
306 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Figura 22.4. Diagrama donde se muestran los intervalos de valores de ð13C con respecto a los
hábitos dietarios de los mamíferos herbívoros y el tipo de vegetación predominante (dibujado a
partir de los datos de Hopley et al., 2006; Domingo et al., 2012; y Lopes et al., 2013).
análisis filogenéticos
Taxonomía
Modos de especiación
rales de las especies en un clado se sobreponen y alguna de ellas o las dos pueden
presentar autapomorfías (Hulbert, 1993).
más generalista que las otras dos especies. En el otro artículo Bravo-Cuevas et al.
(2015) integran los tres métodos de análisis de dieta (mesodesgaste, microdesgas-
te e isótopos estables) y establecen que Astrohippus stocki del Plioceno en Guana-
juato tuvo una dieta de plantas C3/C4 y que ingería recursos abrasivos; asimismo,
integrando la información sobre la dieta de esta especie en distintas localidades de
Norteamérica se determinó que era un herbívoro generalista.
Los primeros trabajos para inferir hábitos dietarios con base en isótopos estables
de mamíferos fósiles mexicanos se comenzaron a publicar en el año 2008. En un
artículo sobre variación geográfica de las dietas de équidos pliocénicos de Norte-
américa se incluyeron ejemplares de Yepómera, Chihuahua y de Rancho El Oco-
te, Guanajuato (MacFadden, 2008). Los resultados mostraron que en Yepómera
Nannipus aztecus, Neohipparion eurystyle, Dinnohippus mexicanus y Astrohippus
stockii eran pacedores C4, mientras que en El Ocote, N. eurystyle, D. mexicanus y
A. stockii eran casi exclusivamente pacedores C4, mientras que N. aztecus variaba
su dieta consumiendo desde pastos C4 hasta una dieta mixta con plantas C4 y
C3 (MacFadden, 2008).
En otro artículo se determinó qué tipo de planta (C3 o C4) consumían los ma-
muts y équidos pleistocénicos de El Cedral, San Luis Potosí (Pérez-Crespo et al.,
2009). También, como resultado de los estudios de doctorado de Pérez-Crespo, se
obtuvieron datos isotópicos de la dieta promedio de varios grupos taxonómicos de
mamíferos pleistocénicos de algunas localidades del centro del país, los cuales per-
mitieron conocer qué tipo de planta consumían varios taxones de herbívoros, como
mamuts (Mammuthus), gonfoterios (Cuvieronius), gliptodontes (Glyptotherium) y
caballos (Equus), además de determinar si eran pacedores, ramoneadores o de hábi-
tos mixtos; también se realizaron algunas inferencias sobre el ambiente en el que se
desarrollaban. Un aspecto interesante de estos estudios es que reportan que en las
localidades estudiadas había un hábitat heterogéneo con zonas de pastos y bosques,
distinto al actual (Pérez-Crespo et al., 2012).
En Sonora se realizaron análisis de isótopos estables con mamíferos del Pleisto-
ceno Tardío de una de las muy pocas localidades fosilíferas de esa época en el norte
del país. En el estudio se utilizaron dientes de caballo (Equus), de bisontes (Bison),
de venado (Odocoileus), de gonfoterio y de llamas (Hemiauchenia), entre otros. Los
resultados mostraron que las especies estudiadas tenían distintas preferencias de
dieta, algunas eran ramoneadores, como la llama, mientras que otros eran pacedo-
res estrictos, como Bison. Asimismo, se observó que en Terapa existió un mosaico
capítulo 22. ALGUNOS EJEMPLOS DE ESTUDIOS PALEOBIOLÓGICOS... 311
de hábitats con bosques y pastizales que contrasta con el desierto sonorense actual
(Nunez et al., 2010).
Por su parte, en la porción sur del centro del país, en el estado de Hidalgo, Bra-
vo-Cuevas et al. (2013) describieron recientemente los berrendos del Pleistoceno
Tardío de algunas localidades fosilíferas, y con base en análisis de isótopos estables
determinaron que los individuos hidalguenses de Capromeryx minor, un berrendo
enano que era común en Norteamérica, tenían hábitos herbívoros mixtos.
Estudios taxonómicos
Modos de especiación
Uno de los grupos de mamíferos que más se han utilizado en los ejemplos de evolución
son los équidos. En el registro fósil de este grupo se han interpretado tanto eventos de es-
peciación por anagénesis, como eventos cladogenéticos de especiación (Hulbert, 1993).
312 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Durante los siglos xviii, xix y hasta principios del siglo xx, los estudios paleo-
biológicos con mamíferos en México se centraron en los aspectos taxonómicos
(Montellano-Ballesteros y Jiménez-Hidalgo, 2006), casi siempre con un enfoque
tipologista. Es a partir de la segunda mitad del siglo xx cuando los paleontólogos
con formación biológica comenzaron a considerar la variación intrapoblacional e
interpoblacional para identificar especies fósiles mexicanas. A lo largo del siglo xx el
registro fósil de los mamíferos cenozoicos se incrementó considerablemente (Mon-
tellano-Ballesteros y Jiménez-Hidalgo, 2006); sin embargo, a pesar de tres siglos de
estudio, aún hay muchos huecos de información respecto a su riqueza taxonómica,
modos de evolución y aspectos paleoecológicos y biogeográficos.
Por ejemplo, hasta hace pocos años no se habían descubierto localidades eocéni-
cas u oligocénicas con registros de mamíferos terrestres al sur de la Faja Volcánica
Transmexicana, por lo que no se conocía nada sobre estos vertebrados en la zona sur
del país; pero esto cambió en años recientes con los primeros registros de localida-
des paleogénicas continentales en Oaxaca, los cuales constituyen los registros más
sureños de varias especies y donde se descubrieron taxones nunca antes registrados
para el Paleógeno en México, como rinocerótidos, pecaríes o leptoquéridos (Jimé-
nez-Hidalgo et al., 2011, 2012, 2015).
Por otro lado, hasta principios de la década de 1970, los mamíferos del Plioceno
mexicano fueron conocidos casi exclusivamente a partir de material de localidades
en Chihuahua y algunas en Guanajuato (Montellano-Ballesteros y Jiménez-Hidalgo,
2006), pero se conocía muy poco sobre los mamíferos de esa época en la mayor parte
del país. El estudio continuo de las localidades del Mioceno y Plioceno del centro de
capítulo 22. ALGUNOS EJEMPLOS DE ESTUDIOS PALEOBIOLÓGICOS... 313
literatura recomendada
Jiménez-Hidalgo, E. et al., 2015. The First Late Eocene continental faunal assem-
blage from tropical North America. Journal of South American Earth Sciences
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Kemp, T. S., 2007. The origin and evolution of mammals. Londres, Oxford Uni-
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resumen
321
322 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
acercar tanto al estudioso como al curioso a aquellos aspectos que son intangibles
por medio del mero estudio del material fosilizado. Si bien al biólogo de campo
frecuentemente le es difícil ser testigo visual de muchos de los procesos biológicos,
conductas, o de la mera presencia de alguna especie en su entorno natural, para el
paleontólogo es simplemente imposible, jamás podrá encontrarse colocando redes
de captura para aves jurásicas o prensando herborizados de plantas silúricas, por
más que así lo desee, las reconstrucciones del pasado paleontológico serán las que
Figura 23.1. Ilustración del piso oceánico de Burgess Shale (Cámbrico Medio), representando a
Anomalocaris cazando al artrópodo Marella, con reconstrucciones de Hallucigenia (lobopodio),
Ottoia (priapúlpido), Pikaia (cordado), Vauxia y Wapkia (poríferos), y Dinomisuchus (afini-
dad desconocida) (ilustración de John Sibbick, gouache).
capítulo 23. Las Reconstrucciones paleoartísticas... 325
permitan al paleontólogo acercarse desde una perspectiva visual a las hipótesis fruto
de investigaciones propias y ajenas, si bien apreciar una de estas imágenes no es
como salir de práctica de campo, proporciona una adecuada visualización para que
el pensamiento comprenda y desarrolle nuevas teorías e hipótesis (figura 23.2).
Son las imágenes las que han permitido hacer más entendibles las condiciones del
mundo pasado a partir de lo que ha desarrollado la paleontología en los últimos siglos,
en cierta medida satisface la necesidad de ver concretada la principal tarea del paleon-
Figura 23.2. Ilustración del Carbonífero de Nueva Escocia, representando al antiguo reptil
Hylonomus cazando un insecto, en medio de un bosque de helechos arborescentes, helechos con
semilla, equisetales y el gran licopodio arborescente Sigillaria (ilustración de Douglas Henderson,
lápiz y polvo de grafito).
326 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
tólogo, que es la de reconstruir los organismos del pasado, desde su estructura mor-
fológico-anatómica, sus conductas y su papel en el ecosistema, hasta su posición en el
ambiente geológico que dio origen a sus restos fósiles. Es por esto que las ilustraciones
paleoartísticas representan la culminación de muchas investigaciones en paleonto-
logía, ya que son resultado e integración de todas aquellas conclusiones que, como
piezas de rompecabezas, el científico se ha dedicado a ensamblar para generar un
esbozo de las características que tenía un organismo o ecosistema en el pasado (figura
23.3). Las imágenes en paleontología se pueden usar como eslabones en el desarrollo
de esta disciplina; estudiando estas imágenes se podría entender el desarrollo histórico
y el curso que han tomado muchas teorías, son evidencia fehaciente, de manera muy
similar a un fósil, de un momento de la historia, del pensamiento, en este caso del
mundo paleontológico, y podrían ser entendidas, además de como herramientas de
comunicación, como un importante legado histórico.
En este sentido, y en forma muy particular, las imágenes paleoartísticas son igual de
vulnerables que las hipótesis que les dieron origen, ya que a diferencia de la ilustración
de otras disciplinas científicas, el paleoilustrador, al igual que el paleontólogo, jamás
podrá ser testigo visual de aquello que pretende ilustrar y depende totalmente de la
información que le aporta el material fósil en primera instancia, que en la mayoría de
los casos se encuentra fragmentado o mal conservado, y de la información que le pro-
porciona el paleontólogo. La comunicación entre el ilustrador y el científico es fun-
damental, ya que el ilustrador, además de tener muy clara la información que el pa-
leontólogo desea comunicar, debe llegar a un acuerdo con él para representar aspectos
relacionados directamente con la apariencia de los organismos y de su entorno, que si
bien pueden escapar a los objetivos del trabajo del científico, son de suma relevancia
para el artista, tales como patrones de coloración, texturas, características del paisaje,
y del ecosistema, etc. En la mayoría de los casos la experiencia del investigador es de
gran ayuda para resolver dichos aspectos, aunque la búsqueda de información adicio-
nal por parte del artista a veces es necesaria. En otros casos la información es tan escasa
que el ilustrador puede tener cierta libertad, interpretativa y de creación. Con respecto
al tema del exceso de invención o imaginación en las reconstrucciones, se tendría que
analizar por su origen y su audiencia, y estar conscientes de que las reconstrucciones
estarán lejos de representar la apariencia que pudieron tener los organismos y sus
escenarios, pero siempre intentan acercarse a la representación más probable de éstos.
Como señaló Northcut (2004), desde la excavación del fósil hasta su publicación
como imagen, los términos como “exactitud”, “verdad” y “hecho” se vuelven cada vez
más difíciles de cuantificar o calificar en las reconstrucciones paleoartísticas, las cuales
ofrecen una visualización interpretativa de un fenómeno que no se puede verificar. Sin
embargo, en este punto, como lo indica Northcut (2004), se tendría que considerar
capítulo 23. Las Reconstrucciones paleoartísticas... 327
Figura 23.3. Reconstrucción de la fauna y flora del Paleógeno, parte de un panel educativo
que muestra la historia de la Tierra y de la vida en ella, del Paleoceno los mamíferos Ectoco-
nus, Paramys, un miácido y árboles del género Ficus; del Eoceno los mamíferos Uintatherium,
Pakicetus, Hyracotherium, Tarsius, Palaeochiropteryx y el ave Gastornis; del Oligoceno Cy-
nodictis, Mesohippus, y un mono; del Mioceno Indricotherium, Oioceros, Siamotherium,
Hexaprotodon, Palaeochoerus, un fócido, Felis áttica, Ursavus, Tetralophodon, árboles del
género Quercus y palmas (ilustración de Alberto Gennari, acrílico, cortesía del Museo dell’Am-
biente de la Universidad de Salento, Italia).
328 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
un aspecto ético en el paleoarte; una imagen ética sería una representación creíble, que
apoye el avance del conocimiento, mientras que una imagen no ética puede causar
una distorsión en el entendimiento científico o presentar una visión insostenible de
los mundos antiguos.
Otro aspecto de las reconstrucciones paleoartísticas es su papel dentro de la retóri-
ca de la paleontología, entendiendo por retórica todos aquellos elementos persuasivos
incorporados al discurso científico, lo cual las convierte en un arma de doble filo para
el avance de esta disciplina. Las imágenes son herramientas excelentes para generar ar-
gumentos; sin embargo, debido a que a menudo se aceptan sin evaluación crítica por
parte de la comunidad científica, los detalles realistas y la estética pueden convencer a
la gente de la veracidad de las ilustraciones paleontológicas y de las ideas que hay detrás
de ellas. Esto significa que, aunada a la finalidad comunicativa de estas imágenes, ellas
tienen cualidades persuasivas de las que podemos estar conscientes o no (Topper, 1996).
Siempre estará el riesgo de una interpretación descuidada y sin crítica por parte de la au-
diencia (Gifford-Gonzales, 1993), específicamente en el sector fuera de la paleontología.
Aunque le reste cualidades narrativas a la historia que cuentan los fósiles, valdría la pena
poner el sufijo “así pudo haber sido” a cada reconstrucción, en lugar del ya conocido
“así era”; esto en el sentido de que la paleontología es una ciencia que nos habla de la
dimensión histórica de la vida y en ese sentido es una gran contadora de historias.
Dallas (1931) considera que en la mayoría de los casos las ilustraciones que acom-
pañan a los artículos referentes a material fósil pueden ser de mayor valor y utilidad
que el texto mismo del que provienen. En ese sentido, las reconstrucciones deben
ser preparadas y editadas con el mismo cuidado con el que se elaboró el texto que las
acompaña, de tal modo que haya una congruencia entre ambos. Una reconstrucción
sustentada sólidamente puede ayudar a transmitir ideas importantes, acordes con el
mensaje principal que nos da el contexto paleontológico, y de forma muy indepen-
diente al posible convencimiento que se pueda producir al comunicar una hipótesis,
considerando que el convencer sólo por imponer una idea obstaculiza el debate y la
discusión, genera dogmatismo e interrumpe el desarrollo en este caso de la paleon-
tología. El poder que tienen las reconstrucciones como arma de divulgación masiva,
deberá ser usado con responsabilidad, sabiendo que en la mayoría de los casos podrían
ser aceptadas en forma inmediata.
Se dice que una imagen dice más que mil palabras, pero un ícono dice más que mil
imágenes, y esto es cierto para muchas de las imágenes elaboradas por la paleontolo-
gía. Éstas se han desvinculado tanto del discurso científico que ya tienen vida propia y
han sido incorporadas a la cultura general, como las imágenes de dinosaurios (Figura
23.4), uno de los fenómenos socioculturales más interesantes, donde su proyección
en los medios de comunicación masiva ha generado toda una mitología alrededor
capítulo 23. Las Reconstrucciones paleoartísticas... 329
Figura 23.4. Mural que representa la clásica confrontación entre el dinosaurio cornado Tricera-
tops y su letal adversario el Tyrannosaurus (Cretácico) (de Charles R. Knight, óleo, cortesía del
Field Museum, CK9T, Chicago).
literatura recomendada
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resumen
331
332 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
Podría sonar redundante el título, sin embargo es necesario entender los fines que
tienen las colecciones científicas y por qué sus objetivos son distintos a los que tie-
nen las colecciones docentes o las de exhibición. Las colecciones conformadas con
propósitos de exhibición -como aquellas que se encuentran en vitrinas de museos
de ciencia e historia natural- contienen objetos llamativos para los espectadores
y con un proceso de estudio concluido, con un trabajo museográfico detrás de él y
donde su función es entretener y comunicar a un nivel muy general la informa-
ción referente a cada objeto. Las colecciones docentes, como su nombre bien
lo dice, tienen la intención de contribuir y apoyar la formación académica con
colecciones conformadas por objetos ya estudiados y determinados, y que por la
naturaleza de la colección son susceptibles a una alta manipulación, y por lo tanto
a un deterioro físico constante. La situación de las colecciones científicas, en un
nivel muy superficial, se podría entender en forma muy similar a las docentes o de
exhibición, pues en todas ellas se resguarda, conserva y comunica; sin embargo,
una colección científica tiene la tarea y la obligación de resguardar y perpetuar
los objetos que generan, soportan y validan el conocimiento científico. La ciencia
capítulo 24. EL QUEHACER CIENTíFICO DE LAS COLECCIONES 333
A B
C D
Figura 24.1. Las colecciones científicas son archivos involucrados en el desarrollo y validación del
conocimiento científico. Los objetos resguardados en éstas, representan evidencia taxonómica, biogeo-
gráfica, bioestratigráfica, ecológica, etc. En el caso de la colecciones paleontológicas, éstas involucran la
variante temporal con mayor escala, pues nos permiten observar y describir toda esta evidencia en un
rango de tiempo mayor al humano.
capítulo 24. EL QUEHACER CIENTíFICO DE LAS COLECCIONES 335
que estas reacciones no sólo ocasionan daños al material ya que también resultan
en pérdida de información y material. La caracterización de las reacciones es muy
conocida en la literatura especializada debido a que representa un problema recu-
rrente dentro de las colecciones. Esto supone que los involucrados en el manejo
y conservación de las colecciones debieran estar constantemente al tanto de estos
factores dentro de sus recintos, buscando las condiciones óptimas de resguardo del
material mediante la implementación de medidas adecuadas y de la adecuación de
aquellas que ya se ejecutan, que en este caso incluyen el monitoreo constante de las
condiciones de humedad así como el control de ésta mediante deshumidificadores
y uso de sílica-gel (figura 24.2).
En muchas ocasiones estas acciones pueden estar supeditadas a cuestiones de
presupuesto, donde entra en juego la importancia que tiene una colección para la
institución de la que forma parte y la cantidad de recursos, tanto económicos como
humanos, que a ellas se destina. Hay limitaciones económicas, y es tal vez aquí
donde hace falta trabajo de parte de las personas involucradas en la actividad cu-
ratorial de estas colecciones, hace falta difundir -entre nuestra propia comunidad
científica- la importancia de conservar y mantener estos acervos mediante acciones
y no únicamente con palabras.
A B
C
Figura 24.2. El manejo y conservación adecuada de las colecciones es una tarea prioritaria para
la preservación del material albergado en ellas. El monitoreo constante de las condiciones de
humedad y temperatura con aparatos como termo-higrómetros(A), el control de la humedad en
los cuartos que albergan las colecciones mediante el uso de deshumidificadores (B) y el control lo-
calizado de la humedad con el uso de sílica-gel (C), son algunas de las prácticas cotidianas dentro
de las colecciones que permiten la conservación de los objetos depositados en ellas.
340 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
con los objetivos de estas colecciones permanece igual, sin lograr realizar en su to-
talidad las tareas en estos recintos, o bien realizándolas con una mayor inversión de
tiempo. Estos son obstáculos que se han tenido que sortear adecuando los recursos
disponibles y buscando formas de subsanar estas carencias, priorizando las tareas y
necesidades dentro de las colecciones.
Por otro lado, hay una discusión vigente con respecto al límite en la informa-
ción que se pone a disposición de la comunidad. Los fósiles siempre han desperta-
do interés y curiosidad, no sólo entre la comunidad científica sino también entre
la población en general; la divulgación de datos que contengan la localización
exacta de los puntos de colecta resulta en un ejercicio arriesgado, pues por ser un
recurso llamativo, los fósiles no están exentos del saqueo para su comercialización.
Mantener abiertos al público los datos es una tarea que se debe realizar con ciertas
restricciones; a final de cuentas, el público que no está relacionado con el campo
científico, y que busca acercarse y conocer sobre el registro paleontológico no lo
hará mediante los registros digitalizados de colecciones científicas, más bien
lo hará a través de los foros adecuados, como las colecciones en exhibición en los
museos. Un tema más en la mesa de discusión entre los involucrados en crear ac-
ceso a los datos del material de las colecciones a través de internet está relacionado
con los mecanismos óptimos para estandarizar y hacer visibles e interoperables las
bases de datos que se encuentran dispersas entre estas instituciones (Johnson et
al., 2005; Johnson et al., 2010; Wieckzorek et al., 2012). Probablemente la tarea
principal es lograr la estandarización de la información de las colecciones, lo que
a su vez llevará a la interoperabilidad entre bases de datos con la consecuente
capacidad de intercambiar y darle uso a la información; las bases de datos son el
repositorio de los datos crudos y sin procesar de la paleontología (Johnson et al.,
2010), por lo que es necesario crear sistemas que permitan transformar los datos
en bruto en información útil. Un sistema de homogeneización de contenidos que
ha sido empleado desde 1999 y que ha tenido auge es Darwin Core, el cual tiene
como propósito principal crear un lenguaje común que funcione para compartir
datos relacionados con biodiversidad mediante la aplicación de un conjunto de
términos y campos que perfectamente pueden ser aplicados e interpretados por
personas y por programas de computación (Wieckzorek et al., 2012). Sonaría
obvio, e incluso parecería sencillo, que todas aquellas instituciones generadoras
de datos de esta índole buscaran aplicar un cuerpo de estándares, sin embargo, ha
sido un camino sinuoso y largo para llegar a estos acuerdos, que ha implicado la
participación de diversas instituciones y organizaciones preocupadas por el reto
no sólo de compartir y darle uso a los datos, sino también generar redes globales
de comunicación y cooperación.
342 PALEOBIOLOGÍA. interpretando procesos de la vida pasada. Segunda parte
literatura recomendada
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