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I N V E S T I G A C I O N

CIENCIA
TEMAS ............. SCIENTIFIC AMERICAN

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4 o TRIMESTRE 2008

f 1N V h S " I G A C I O N "i

CIENCIA '
; NUMERO MONOGRAFICO
91 í p fr t r l S f t FFfe K E?
j j i K-" f í' t y- q _t j l'J / i ^

¿Podemos proteger
nuestra intimidad
personal en un
mundo cada vez
más intervenido?
I \ V I- S T I G A C I O N

CIENCIA
CIENCIA BIO

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Plan para evitar 1»
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¿Está preparado para


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La ciencia y la técnica cambian nuestra forma de trabajar,


de entretenernos, de viajar, incluso nuestra manera de pensar

Lea INVESTIGACION CIENCIA.


Podrá así distinguir la realidad de la ficción.

1UM1H i ITí
P [< E S 1 H J A O [ O N

DARWIN» UNA VIDA PARA U N A IDEA


En 1859, tras 20 años de estudios minuciosos y reflexiones, Darwin
publicaba El origen de las especies. Esta obra no sólo revolucionó las
ciencias de la vida, sino que reveló también al hombre su humilde
lugar entre los seres vivos. Si bien la idea de la evolución estaba ya en
el ambiente desde hacía tiempo, Darwin le dio la forma de una teoría
elaborada, apuntalada sobre una idea revolucionaria: la selección
natural. Según ésta, los organismos se modifican de generación
en generación para formar, en una larga escala de tiempo, nuevas
especies. Asimismo, la selección natural, que garantiza la superviven­
cia y la muerte de los individuos, es responsable de la desaparición
de las especies y de formas enteras de vida. El concepto, simple y Darwin encaramado
poderoso, no deja indiferente. Las reacciones son numerosas: debates en el árbol de las especies.
vehementes, polémicas, interpretaciones y transformaciones, que han
persistido hasta nuestros días.
En la misma Inglaterra colonialista en que los esclavos fueron pro­
clamados ¡guales que los súbditos de su Majestad británica y en una
nación impregnada de cultura bíblica donde se cuestionó el dogma de
la Creación, un caballero rural sin cargo universitario revolu­
cionó nuestra concepción del mundo. Inglaterra era
entonces un país de contrastes, donde el conserva- ~r-j) 4
durismo reinante tenía el mérito de conservar... la
libertad de pensamiento.
Seguiremos la trayectoria de Darwin paso a paso,
en los hechos afortunados que permitirán la maduración
de sus ideas, la metamorfosis del estudiante mediocre de la
burguesía victoriana. Acompañaremos al naturalista paciente
y meticuloso en su periplo con el Beagle, la "oportunidad de
su vida". Viaje que inspiró su larga reflexión hacia una visión
del mundo difícil de aceptar. Por fin, entenderemos los oríge­
nes y el propósito de la más bella teoría de la historia natural.
Una cita extraída de El hombre sin atributos, de Robert Musil,
nos guiará en nuestra exploración:

No tienes más que representarte lo que ocurre en nuestros días:


cuando un hombre importante lanza una idea nueva a l mundo,
ésta se convierte inmediatamente en objeto de división; despierta
simpatías y antipatías. A l principio, los admiradores arrancan
de ella grandes trozos para su conveniencia y analizan a
conciencia a su maestro como los zorros desmenuzan la ^
carroña; después, los adversarios anonadan sus pasa- ^
jes débiles, de modo que de la obra ya no queda más que
un conjunto de aforismos que amigos y enemigos aprovechan
a su agrado. Le sigue una ambigüedad general. No existe un
Sí que no vaya acompañado de un No. Hagas lo que hagas,
hallarás siempre veinte ideas nobles a favor y otras veinte en
contra. Uno estaría tentado de creer que sucede como en el amor,
el odio y el hambre, donde los gustos deben ser distintos para que
cada cual pueda tener el suyo.

Barbara Continenza
Profesora de historia de las ciencias
de la Universidad de Roma Tor Vergata
Traducción: Anna Ferran
Portada: Le Scienze
Las citas del libro “El origen de las especies por medio de la selección
natural”, traducción de Antonio de Zulueta, se han extraído de la edición
de 1921 de la editorial Calpe, Madrid.

d ir e c t o r g e n e r a lJosé M .a Valderas Gallardo


Pilar Bronchal Garfella
d ir e c t o r a e in a n c íe r a
e d ic io n e s Juan Pedro Cam pos Gómez

Laia Torres Casas


p r o d u c c ió n M .a Cruz Iglesias Capón
Albert: Marín Garau
s e c r e t a r ía Purificación M ayoral M artínez
a d m in is t r a c ió n Victoria Andrés Laiglesia
s u s c r ip c io n e s Concepción Orenes Delgado
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SUMARIO
4o trimestre 2008/Temas 54

í Presentación
Mi'K
4 La evolución, una revolución $
La te o ría de D arw in, expuesta en 1859 en El o rig en de las especies, p lan teab a de'Jaíz un nuevo concepto,del m urfdo. ■■
¿Se tra ta b a de una revolución o de una evolución? ? , '/ , 'vK
\rsr-
JE.;:y W:
8 El hom bre y los sim ios ;. \ ■■■/;
El descubrim iento de los simios a n tro p o m o rfo s suscitó num erosas polém icas desde principios del siglo XIX.
Se te m ía n las consecuencias nefastas, en el plano m oral, de un acercam iento e n tre los simios jy é l hofnfore.

17 B abuinos y m etafísica ;■
El 16 de agosto de 1838 D arw in escribía: "El o rigen del h o m bre ha q u ed ad o ahora probád o.
La m etafísica debería florecer. Q uien en tie n d a al babuino hará más por la m etafísica que Locke!%

I Los años de form ación 5; •


Igual que su padre y su abuelo, el joven Charles inicia estudios de m edicina, q ue in terru m p irá en 1827. •
C uando se le reo rien ta hacia la vida eclesiástica, dem uestra ya afición a la historia natural.

El largo periplo del Beagle


C uando se em barca en el B eagle en 1831, D arw in es un h o m bre joven de 22 años, p e rtrechado con una buena form ación
naturalista. A su regreso, tras cinco años de navegación, la fa m a le acom paña. / ¡f
>f 4 jf > ‘ ' \ -
p„] « I
Las prim icias de una teoría \ A:
Tras haber confiad o a expertos el m aterial recolectado d u ra n te su viaje, D a rw in e m p ren d e e n Í8 3 7 la redacción
de sus Cuadernos. A u n q u e no son exhaustivos, la expresión "m i te o ría " se to rn a recurrente.

46 La lucha por la existencia *- ■i | ¿


Las especies se m odifican de fo rm a grad u al. D a rw in in te rp re ta esas transform aciones com o una adaptació n i
de los m utan tes al m edio. Al leer a M alth us, en 1838, id entifica selección artificial con selección n a tu ra l. /

Í?7 Vida privada f' '


El m a trim o n io en 1839, los hijos, la e n fe rm e d a d , los problem as personales y las reflexiones teóricas agravan
el conflicto in te rio r q u e sufre D arw in sobre la religión. Se volverá agnóstico. . ^ *

S7 Primeros esbozos ^ ^ . /
En 1842 y en 1844, D arw in escribe sendos borradores de su te o ría sobre la evolución. \
Después, para consolidar su reputación, e m p ie za un largo tra b a jo sobre la sisteVhática de los cirrípedos.

62 Compañeros de viaje ~ A A A
El veran o de 1858, m ientras prepara una tercera versión de la q ue iba a ser su obra m aestra, .
D arw in recibe un artículo de W allace que exponía unas ideas m uy próxim as a las suyas. y ::T '/ ;

El origen de las especies


En 1859, tras más de vein te años de tra b a jo , D arw in publica El o rigen de las especies.
A provechará las ediciones siguientes para responder a las críticas q ue suscita su te o ría . x\
VAfe-'-
?#^ É
|A
í
I A El origen de la mente '4%
D eberá proyectarse "m ucha luz sobre el o rigen del hom bre y su historia", concluye Darwinr-.en El o rigen de l^&éíspédes.
Tras un largo silencio, abordará esta delicada cuestión en 1870. ? '

f é Biografía y bibliografía
La teoría de D arw in, expuesta en 1 8 5 9 en El origen de las especies,
planteaba de raíz un nuevo concepto del mundo.
¿Se trataba de una revolución o de una evolución?

os historiadores insisten en ello: en su obra más célebre, The Origin

L of species by means o f natural selection (“El origen de las especies por


medio de la selección natural”), publicada en 1859, Darwin nunca
empleó el término “evolución” y jamás se refirió a la especie humana.
Darwin era valiente, pero no temerario.
Con todo, el año 1859 representó un hito en la historia. Menos de
1. Darwin transformó las ciencias de la vida 40 años después, el paleontólogo norteamericano Henry Fairfield Osborn
del mismo modo en que Copérnico había (1857-1935) preparaba una de las primeras historias del evolucionismo;
revolucionado la astronomía: la teoría como sería cada vez más frecuente, buscaba por todas partes precursores
de Copérnico cuarteó el geocentrismo; de la idea de evolución. En 1894, en From the Greeks to Darwin, the deve-
la de Darwin asestó un duro golpe al lopment ofthe evolution idea through twenty-four centuries (“De los griegos
antropoceiitrismo. El Sistema copernicano a Darwin, el desarrollo de la idea de evolución a través de veinticuatro
i eproducidc abajo se ha extraído de las siglos”), escribió: “‘El antes y el después de Darwin serán siempre el ante
Eníreíiens sur ¡a pluralicé des mondes y post urbem conditam de la historia de la biología.” Según Osborn, la idea
("Conversaciones acerca de ía pluralidad de los de la evolución no era nueva, sino que había “alcanzado su madurez tras
rumbes"), de Bernard le Soviet' de Fonteneile lentas contribuciones aportadas a lo largo de veinticuatro siglos. [...] Cuanto
(1657-1757), uno de los -inspiradores de las más se estudia la ley de la evolución, más se convence uno de que no se
nuevas concepciones naturalistas desarrolladas llegó a la misma por un descubrimiento decisivo, sino por el desarrollo
en el Siglo de las Luces. progresivo de ideas subordinadas y conexas, antes de que fuera reconocida
como un todo único, primero por Lamarck y después por Darwin.”
Osborn explica así la evolución del concepto de evolución. Dicho de­
sarrollo guarda semejanza con un proceso darwinista. No es ninguna casua­
lidad. La evolución darwinista de los seres vivos se produce gradualmente,
sin saltos bruscos; el conocimiento avanza de forma pareja. Esa visión
“continuista” y acumulativa de la ciencia corresponde a una aplicación
(avant la lettre) de la teoría evolucionista del conocimiento, que traslada el
mecanismo darwinista de la evolución de los organismos al afloramiento y
establecimiento de ideas nuevas. La evolución se aplica a la Evolución.
El hecho de que para Darwin la evolución no sea sinónimo de progreso
(es decir, un avance hacia una perfección cada vez mayor) es un detalle
que, según Osborn, podríamos pasar por alto. También podrían ignorarse
las diferencias entre la teoría de Darwin y la de Lamarck, consideradas
simples etapas de un largo recorrido. “El futuro — concluía Osborn— nos
dirá si los precursores de Darwin y el mismo Darwin [...] han resuelto de
manera satisfactoria este problema antiguo, o si debemos esperar todavía
a otro Newton para nuestra filosofía de la Naturaleza."
Aludiendo a Newton, Osborn mencionaba una expresión comúnmente
utilizada años antes del fallecimiento de Darwin para rendirle homenaje. |
El "Newton de la brizna de hierba", cuyo advenimiento Inmanuel Kant 5

4 TEMAS 54
(1724-1804) no osaba esperar, se había en­
carnado finalmente en Darwin, el hombre
que había sido capaz de explicar en términos
de leyes puramente naturales el "misterio de
los misterios", la estructuración y diferen­
ciación de la vida sobre la Tierra.
En la Crítica del juicio (1790), Kant, en
el punto culminante de su reflexión sobre la
naturaleza de la ciencia y del conocimiento,
había afirmado: “es absolutamente cierto que
no podemos aprender a conocer, por princi­
pios puramente mecánicos de la naturaleza,
los seres organizados y su posibilidad interior
[...]. Es absurdo para los seres humanos [...]
esperar que algún nuevo Newton venga un
día a explicar la producción de una brizna
de hierba por leyes naturales, a las que no presida designio alguno 2. "Cuando ya no contemplemos un ser
Ahora bien, ya en 1868, en su Historia natural de la creación, el zoólogo orgánico como un salvaje contempla a un
alemán Ernst Heinrich Haeckel, discípulo autoproclamado y fiel continua­ barco, sino como un organismo con una larga
dor de Darwin, se pronunciaba en contra del pesimismo de Kant: anunciaba historia, ¡más interesante se hará el estudio de
que Darwin había superado el concepto finalista o ideológico tradicional la Historia Natural!", viene a decir Darwin en el
de la naturaleza, aquel que imponía una explicación de la naturaleza en Origen de las especies. La ilustración proviene
términos de hechos predestinados. Libres de ese prejuicio, los hombres de la Historia naturalis ranarum de August
de la ciencia podían estudiar los fenómenos de la vida en su globalidad y Roesel von Rosenhof (1705-1759), naturalista e
explicarlos por causas naturales puramente mecánicas. ilustrador alemán.
En efecto, Darwin había concluido El origen de las especies afirmando,
con la discreción y la moderación que le caracterizaban:

Es interesante contemplar un enmarañado ribazo cubierto por muchas


plantas de varias clases, con aves que cantan en los matorrales, con dife­
rentes insectos que revolotean y con gusanos que se arrastran entre la tierra
húmeda, y reflexionar que estas formas, primorosamente construidas, tan
diferentes entre sí, y que dependen mutuamente de modos tan complejos,
BIBLIOTECA BRITANICA, LONDRES

han sido producidas por leyes que obran a nuestro alrededor. [...] Hay
grandeza en esta concepción de que la vida, con sus diferentes fuerzas, ha
sido alentada por el Creador en un corto número de formas o en una sola,
y que, mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la
gravitación, se han desarrollado y se están desarrollando, a partir de un
principio tan sencillo, infinidad de formas las más bellas y portentosas.

D arwin 5
1 M
$ **

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J

I w

M
1 K

3. La transición del comportamiento desde el La evolución darwinista, un proceso de naturaleza mecánica


póngido hasta el homínido, obra de Stephan Las “leyes que obran a nuestro alrededor” son la ley del desarrollo y de
Freedman (1987). Darwin no abordó, en El la reproducción, la herencia, la variabilidad, la selección natural, la di­
origen de las especies, la cuestión del origen vergencia de caracteres y la extinción de las formas menos adaptadas. El
del hombre. proceso que Darwin describe con tanta precisión en El origen de las especies
es indudablemente mecánico. Y aunque no sepa fundamentar el origen
de las especies sobre unas bases fisicoquímicas, su enfoque materialista y
unificador es, a un tiempo, manifiesto e inquietante. Haeckel pregonaba:
4. El naturalista alemán Ernst Haeckel “‘Evolución’ es de ahora en adelante la palabra mágica, merced a la cual
(1834-1919), ferviente defensor de Darwin podemos aclarar, o por lo menos empezar a aclarar, los misterios que nos
y de su teoría. rodean. Pero pocos han entendido realmente esta consigna, y pocos se han
dado cuenta de que su importancia transforma el mundo”.
Dejando aparte la fogosidad retórica, el darwinismo aparece, en efecto,
desde su formulación, como una nueva concepción del mundo. También
se hizo habitual el uso de la expresión “revolución darwinista” para referirse
al cambio radical de paradigma introducido por la teoría de Darwin en
el dominio de las ciencias de la vida y en otras áreas.
Haeckel reunió en un mismo Panteón los nombres de Darwin y de
Copérnico, el autor de otra gran revolución científica. En 1874, en An-
tropogenia o historia de la evolución humana, declaraba haber señalado por
primera vez “los méritos de esos dos héroes en la erradicación del concepto
antropocéntrico y geocéntrico del universo [...]. Del mismo modo que Co­
pérnico dio su golpe de gracia al dogma geocéntrico en 1543 [...], Darwin
asestó un golpe fatal al dogma antropocéntrico en 1859”. Afirmaba que
la teoría darwinista era subversiva; demostraba su importancia al subra­
yar que “la misma explica por medios mecánicos el origen de las formas
orgánicas e identifica las causas responsables” y que “queda casi eclipsada
STEPHEN FREEDMAN (arriba); LE

por la importancia desmesurada que adquiere por sí sola una consecuencia


única y necesaria de la teoría [...]: el origen animal del hombre”.
Sigmund Freud, a punto de infligir a la humanidad un tercer golpe
de gracia, retomará el tema del “Copérnico del mundo orgánico”. En
su Introducción al psicoanálisis (1916-1917), escribe que a lo largo de los
siglos “la ciencia ha proporcionado al egoísmo ingenuo de la humanidad

6 TEMAS 5 4
¡¡Ir"

dos grandes desmentidos. La primera vez sucedió cuando se demostró que


la Tierra, lejos de ser el centro del universo, constituía sólo una parcela
insignificante del sistema cósmico del que apenas podemos imaginarnos
su grandeza. Asociamos este primer dato al nombre de Copérnico [...]. La
investigación biológica aportó a la humanidad el segundo desmentido [...]
al establecer su descendencia del reino animal y al mostrar la indestruc­
tibilidad de su naturaleza animal. Esta última revolución ha tenido lugar
en nuestros días, gracias a los trabajos de Charles Darwin, Wallace y sus
predecesores [...]”. Freud será responsable de una tercera humillación a la
“megalomanía de la humanidad”, a su narcisismo, cuando demuestra “al yo
que ni siquiera es dueño de su propia casa, que éste debe contentarse con
las informaciones extrañas y fragmentarias de lo que ocurre, a extramuros
de su conciencia, en su vida psíquica”.
En El origen de las especies, Darwin había previsto que sus ideas provo­
carían una revolución en la historia natural:

Cuando no contemplemos ya un ser orgánico como un salvaje contempla


a un barco, como algo completamente fuera de su comprensión; cuando
miremos todas las producciones de la naturaleza como seres que han tenido
una larga historia; cuando contemplemos todas las complicadas conforma­ 5. Las teorías de Darwin, Copérnico y
ciones e instintos como el resumen de muchas disposiciones útiles todas a su Sigmund Freud (1856-1939) (arriba) han
posesor, del mismo modo que una gran invención mecánica es el resumen supuesto, cada una de ellas, un duro golpe
del trabajo, la experiencia, la razón y hasta de los errores de numerosos al antropocentrismo.
obreros; cuando contemplemos así cada ser orgánico, ¡cuánto más interesante
— hablo por experiencia— se hará el estudio de la Historia Natural!
6. Ernst Mayr (1904-2005), de origen alemán y
Este pasaje es representativo de una obra que transformará nuestra inter­ nacionalizado norteamericano, fue uno de los
pretación de los seres vivos y cuyas consecuencias filosóficas serán funda­ fundadores del evolucionismo moderno.
mentales: sustitución de un mundo estático por un mundo en evolución;
rechazo del creacionismo; rechazo de la teleología cósmica; superación
del antropocentrismo; explicación materialista de lo que hasta entonces
se había concebido en términos de “proyecto” divino; sustitución de las
clasificaciones rígidas y apriorísticas por un pensamiento articulado sobre
las variaciones de la naturaleza.

¿Acumulación progresiva de descubrimientos e ideas?


Con todo, ¿fue la “revolución darwinista” una revolución genuina? ¿No se
trataría más bien, como sugería Osborn, de un desarrollo lineal y continuo,
de una acumulación de descubrimientos y hechos nuevos, incluso de una
evolución en el sentido darwinista del término, es decir, la modificación y
diferenciación de una idea adaptada de forma progresiva a los problemas
pendientes de resolver? Epistemólogos e historiadores persiguen desde hace
tiempo una descripción racional del progreso científico. La “revolución
darwinista” ocupa en este proceso un lugar de primer rango. Por un lado,
su calidad es objeto de estudio: ¿es o no es una teoría revolucionaria? Por
otro lado, se trata de un modelo, más o menos reestructurado a posteriori,
de evolución del conocimiento. Los resultados de estos análisis dan lugar a
las reconstrucciones históricas y teóricas del darwinismo. Estaremos, pues,
atentos a su desarrollo.
POUR LA SCIENCE (arriba)] LE SCIENZE (abajo)

De momento, deberemos contentarnos con la expresión “revolución


darwinista” en su acepción genérica y descriptiva, que se limita a registrar
el éxito inmediato, aunque discutido, de la teoría de Darwin, así como el
efecto profundo y difuso que la misma ejerció en los círculos científicos,
en el dominio ideológico-filosófico y en la opinión pública de la época.
Opinión pública que se implicó inmediatamente en lo que Ernst Mayr, uno
de los exponentes más eximios de la biología darwinista, ha denominado
la “batalla por la evolución”.

D arwin 7
El hombre
y los simios
E l descubrimiento de los simios antropomorfos suscitó
mmmerosas polémicas desde principios del siglo XIX.
Se temían las consecuencias nefastas, en el plano moral,
de un acercamiento entre los simios y el hombre

i
| or qué debieron científicos eminentes soportar numerosas
J II acometidas de un público enardecido? ¿Por qué surgieron
m tantas polémicas en el seno de revistas científicas y periódicos
I sobre un aspecto en apariencia tan marginal como la presen­
cia o ausencia, en el cerebro de los simios, de una pequeña estructura
denominada hippocampus ¿Cómo logró una cuestión de anatomía
comparada despertar tales pasiones en la opinión pública, casi hasta el
punto de provocar reyertas?
Richard Owen, uno de los principales protagonistas de la disputa, era
entonces el mayor experto británico en simios. Desde los años treinta del
siglo xix, había publicado varios trabajos sobre la osteología del chimpancé
y el orangután; había conservado en alcohol cerebros de simio; también
había llevado a cabo notables estudios paleontológicos, en particular so­
bre fósiles de reptiles. A él debemos el término “dinosaurio”, acuñado en
1841 para designar a un carnívoro gigante, descrito por otros científicos
y denominado Megalosaurus.
Los grandes viajes habían favorecido desde hacía tiempo la recolección de
todo tipo de organismos. Sin embargo, los simios, a causa de su parecido
con el hombre, promovieron la publicación de relatos fantásticos donde se
describían su comportamiento singular y capacidad extraordinaria. Cabe
señalar que las poblaciones con las que los viajeros entraban en contacto
durante sus expediciones, si bien eran indiscutiblemente humanas, pre­
sentaban — desde el punto de vista del explorador— una forma de vida
primitiva y "bestial". De hecho, cuanto más se distinguían esas poblaciones
del hombre blanco civilizado, más se tendía, sin muchos escrúpulos, a
aproximarlos a los simios.
La primera descripción de un chimpancé data del año 1699. Si bien
disipaba las semejanzas entre el simio y el hombre, equiparaba el pigmeo
a una suerte de eslabón intermedio, que habría compartido con el hombre
48 caracteres y 34 con los otros cuadrúmanos. Resultaba fácil ceder a la
tentación de considerar formas "inferiores" de humanidad a las tribus
1. Sir Richard Owen (1804-1892), en una indígenas que se irían descubriendo.
fotografía tomada hacia 1855. A este En 1849, se supo, por el relato de un misionero, de la existencia, en
anatomista y paleontólogo debemos el término Africa occidental, de un gran simio de apariencia feroz: el gorila. Se pidió
dinosaurio. Opuesto a la tesis de la continuidad enseguida la opinión a Owen sobre la inquietante semejanza entre ese animal
entre el animal y el hombre, Owen sostenía imponente y la especie humana. Como había hecho ya en el pasado, fruto
que la presencia de una pequeña estructura, de su experiencia, el científico se esforzó en calmar los ánimos inquietos.
el hippocampus minor, distinguía el cerebro No obstante, en 1855, después de numerosos chimpancés y orangutanes,
humano del cerebro de los simios. llegó a Londres el primer ejemplar vivo de gorila. Se trataba de una hembra

8 TEMAS 5 4
joven, que se convertiría en una atracción de circo, arrastrado por todo el 2. El simio bien educado (1827), cuadro
país como un fenómeno de feria. caricaturesco dei pintor Edwin Landseer.
El pobre animal despertaba un profundo estupor allí donde se exhibía.
Reavivó un debate ya candente en los medios científicos, pero que, desde
entonces, merced al impulso del eslogan "el hombre mono", alcanzaría a
un público más extenso. La atmósfera debía guardar cierta semejanza con
la que describió Georges Brassens en El Gorila: 3. Georges-Louis Leclerc de Buffon (1707-1788),
“A través de las anchas rejas de la jaula contemplaba un grupo de viejas cuyo retrato (abajo) se conserva en el Museo
un gorila poderoso, sin reparo por lo que pensaran de él. Ajenas a todo, de Versalles, fue precursor del evolucionismo.
las comadres señalaban cierto lugar, que mi madre me ha prohibido ri­ Consideraba las variaciones observadas en los
gurosamente citar aquí.” seres vivos como un alejamiento de un "molde"
original.
El fíjismo de Linné contra el continuismo de Buffon
Regresemos al debate científico, sin duda menos espectacular, aunque no
menos vivo. Ya en 1735, Cari von Linné (1707-1778) reconoció la manifiesta
semejanza física entre el hombre y el simio. Incluyó a ambos en el mismo
orden, el de los Anthropomorpha. Nuestro sistemático sueco era fijista. Consi­
deraba su clasificación inmutable. Su “sistema natural” debía reflejar, mediante
la individualización de caracteres esenciales y fijos, la división original de
los organismos en especies creadas ab initio por el Creador; esas especies se
perpetuaban después de generación en generación, siempre invariables, con
la excepción de minúsculas diferencias accidentales e intrascendentes.
Linné no tenía ninguna intención de atentar contra la idea tradicional de
“hombre” en cuanto criatura intelectual y moralmente superior; ni siquiera
pretendía contradecir la noción de una creación divina según los preceptos
del libro del Génesis. Sin embargo, su decisión de incluir el hombre y el
simio en el mismo orden se consideró extraordinaria y provocativa. Pero
Linné no se retractó. Desafió a los críticos a que mostraran las diferencias
cuya existencia proclamaban.
Paradójicamente, fue Georges-Louis Leclerc de Buffon (1707-1788) quien
restituyó la distancia entre el hombre y el simio. El naturalista francés fue

D arwin 9
el gran adversario de Línné. Entabló con él un debate sobre el concepto
de especie que ha marcado la historia de la biología. Al representar la
naturaleza como un sistema de entidades separadas e instauradas de forma
definitiva, Linné intentaba, según BufFon, someter a leyes arbitrarias las leyes
de la naturaleza, dividir ésta allí donde era indivisible y medir sus fuerzas
con nuestra pobre imaginación. En opinión de Buffon, Linné ignoraba
deliberadamente que “la naturaleza manifiesta gradaciones desconocidas
y, en consecuencia, no puede prestarse por completo a estas divisiones,
ya que el cambio de una especie a otra, y a veces de un género a otro, se
produce a través de matices imperceptibles”. He ahí la paradoja. Para la
historia, Buffon es un precursor del evolucionismo, aunque en puridad no
desarrollase ninguna teoría de la evolución. Sí intentó, en cambio, describir
con todo detalle el mundo de los seres vivos, a fin de que, liberados de
los prejuicios sistemáticos, pudiéramos descubrir los infinitos matices y
transformaciones que nos alejan de un “molde” original.
Fue, pues, el “continuista” Buffon quien salvó al hombre de la bestiali-
zación a la que el “fijista” Linné arriesgaba condenar:

Hemos afirmad# que la Naturaleza funciona siempre y actúa en todo me­


4. II naturalista sueco Cari von Línné era fíjista. diante transiciones imperceptibles y matices; esta verdad, que por otro lado no
Sin pretender banafizar el estatuto def hombre, sufre ninguna excepción, se desmiente de hecho a continuación; [...] ya que
clasificó e éste junto a los simios en el mismo si el hombre perteneciera al orden de los animales habría en la naturaleza
orden animal; el de los Anthropomorpha. cierto número de seres menos perfectos que el hombre y más perfectos que el
animal, por los que se descendería, de modo imperceptible y gradual, desde
el hombre al simio; pero este no es el caso, sino que sepasa directamente del
ser pensante al ser material, del poder intelectual a la fuerza mecánica, del
orden y el propósito al movimiento ciego, de la reflexión al instinto.
5. Frontispicio de la segunda edición del
Systema naturae de Cari von Línné, publicada El hombre: ¿cuerpo de simio y espíritu casi divino?
en Estocolmo en 1740 (la primera edición es Para salir de apuros, Buffon reafirmaba la diferencia del hombre en el
de 1735). plano moral e intelectual. Otro naturalista, Louis Daubenton (1716-1800),
que colaboraría en la redacción de la magna Historia natural de aquél,
confirmó más tarde, a partir de las diferencias anatómicas, el dualismo
CAROLl L lN N .f i entre el hombre y los simios. La comparación anatómica correspondía
Natate CariOfarto %nur,4* a un terreno menos metafísico y científicamente más riguroso. Tal dife­
rencia infranqueable en el plano anatómico se traducía sobre todo en la
fuerza muscular de las extremidades inferiores en el hombre, adaptadas a

NATURA
la deambulación erguida; se reflejaba también en la situación del agujero
occipital que, según Daubenton, ocupaba el centro de la base del cráneo
sólo en el hombre y no en el simio (también esa situación central era
1N <>JO necesaria para la posición erecta).
NATI!RAi RÉGNA TRIA, No obstante, las características identificadas por Daubenton para evitar
s Ec n n n o m. cualquier equívoco abusivo entre la “historia natural” del hombre y la
C LM S S S , p K V IN £ $ s C E X E g ji,
J V S T É .M A T 1 C Í P R O F Q .N ilN T U R ,
de los otros animales fueron utilizadas, poco después, con una finalidad
opuesta, por Julien Virey (1775-1847). En la entrada correspondiente a
“hombre” del Nuevo diccionario de Historia Natural, publicado en 1803 y
en 1817, este naturalista francés planteaba el problema de las relaciones
entre los elementos físico y moral de los seres humanos, reafirmando su
heterogeneidad y, de forma simultánea, su unión indisoluble en el hombre.
Esta petición de principio permitía admitir las semejanzas físicas con los
simios y, por consiguiente, la pertenencia del hombre al mundo animal,
I4kw Secunda, Atíclior. pero exclusivamente en el plano físico. Aunque el hombre posea cuerpo de
simio, su espíritu roza lo divino. El hombre es el único animal bímano y
Al*«l Q O T T Í * . K I E S E W E T T B R . bípedo, sostenía Virey. Por otro lado, podía deducirse una suerte de gra­
*74®> «- dación en la presentación de esas características. Así, el hombre blanco se
mantiene de pie, el negro comienza a inclinarse hacia el suelo, el simio se
sitúa en posición oblicua y, por fin, el cuadrúpedo mantiene su cuerpo en

10 TEMAS 5 4
6. Estudio del ángulo facial (intersección de la
línea oreja-nariz con la línea frente-mentón)
extraído de la edición de 1791 de una obra
de Peter Camper. Este naturalista holandés
comparaba los simios con las "razas" humanas.

una posición paralela al suelo, porque su cabeza está más inclinada todavía
que la del simio. Se observa, proseguía Virey, una verdadera gradación en
la vida y las facultades de todos los cuerpos, ya que podemos “descender”
del hombre blanco al negro, del negro al hotentote, hasta el orangután.
Merced a los estudios de expertos en sistemática y en anatomía comparada,
que hasta la fecha habían recurrido exclusivamente a métodos descriptivos
y morfológicos, nacía una nueva disciplina: la antropología científica. Al
aceptar el principio de una modificación gradual de las características ana­
tómicas, se abría la puerta a una comparación cuantitativa que permitía 7. La escala de la creación» en una ilustración
medir la importancia de las modificaciones. Peter Camper (1722-1789), procedente de la primera edición (1512) de De
médico y fisiólogo holandés, se había servido de diversas técnicas para nova lógica (1303) de Ramón Lull (1232-1316).
definir el “ángulo facial”, un parámetro que empleaba para comparar el
cráneo de distintas razas humanas entre sí y con el cráneo de simios. El
análisis concernía sólo a la estructura ósea, sobre la cual se trazaban líneas
que unían la oreja y la nariz, por un lado, y la frente y el mentón, por
otro. La intersección de esas líneas formaba un ángulo. Este pasaba de
42 grados en los simios rabones, a 58 grados en el orangután, 70 grados
en el hombre negro y el calmuco, entre 80 y 90 grados en el hombre
europeo, hasta los 90 grados de las efigies de las piedras grabadas del arte
romano y los 100 grados de la cabeza idealizada del Apolo griego, expresión
suprema de belleza y nobleza. Según Camper, y con él un gran número
de sus contemporáneos que siguieron derroteros similares, se producía la
convergencia de diversas tradiciones de investigación: la fisonomía antigua,
la teoría del arte, la anatomía y la antropología incipiente. Algunos incluso
quisieron ver en ese análisis craneológico las premisas de la frenología.
Sin embargo, la progresión que se deducía de esa comparación estaba
muy lejos de prefigurar una evolución, como lo indicaba la inclusión de la
cabeza de Apolo, ideal de belleza divina. En esa época, el mundo natural
solía representarse mediante la escala natural o la “cadena del ser”, imagen
muy antigua donde cada peldaño o eslabón de la naturaleza simbolizaba
un nivel o segmento autónomo respecto del anterior, es decir, un acto de
creación independiente. La imagen de la escalera ilustraba la idea de una
perfección creciente, que encontraba su más alta expresión en el nivel
más elevado, ocupado, claro está, por el hombre (salvo en los casos que
incluían criaturas celestes como los ángeles).
Ciertamente, había parecidos inquietantes entre entidades que ocupaban
niveles distintos, pero no incomodaban a los partidarios de la escala natural.
LE SCIENZE

En tales casos recurrían a la hipótesis de la “degeneración”, sugerida ya por


Buffon, es decir, el alejamiento respecto de un molde original debido a las

D arwin 11

condiciones desfavorables de ciertas regiones. Así, desde el hombre blanco, el


más perfecto, se “descendía” al negro, al hotentote y así de forma sucesiva.
Los europeos, más cerca de este ideal, encontraron en ello una confirmación
de su propia superioridad sobre otras razas humanas, “más simiescas”.

Hacia una descripción funcional de los seres vivos


En 1798, Etienne Geoffroy Saint-Hilaire (1772-1844) y Georges Cuvier
(1769-1832) retomaron la técnica del ángulo facial, modificándola parcial­
mente. Las características anatómicas del hombre se comparaban de nuevo
frente a las de diversas especies de simios; pero los datos se ponían luego en
relación con la conducta, a fin de correlacionar capacidad y ángulo facial.
Los mandriles, simios particularmente feroces y violentos, poseían un ángulo
facial de 30 grados; los macacos, más vivarachos y mansos, un ángulo com­
prendido entre 42 y 45 grados; los cercopitecos, despiertos, alegres, delicados
y apacibles, entre 50 y 60 grados; los gibones y los orangutanes, entre 56 y
63 grados; por último, el hombre presentaba siempre un ángulo superior a
70 grados. Después se propuso, dentro de la misma especie humana, otra
correlación entre la forma del cráneo y la inteligencia: las poblaciones con
una frente baja y una mandíbula prominente nunca estarían dotadas de una
capacidad intelectual equivalente a la del promedio de los europeos.
Empezó entonces a imponerse una forma distinta de observar el mundo
vivo. Se trataba de establecer nexos entre las partes de la estructura exami­
nada y la función desempeñada por una de tales partes en relación con las
otras. Dicho de otro modo, considerar cada parte en relación con el todo
y con la función que ejerce en el mismo. Ya no bastaba la descripción de
un hueso aislado: se asociaban la forma y posición de éste a la función que
cumplía en el contexto de la organización general del organismo. Según
Cuvier, no existe “prácticamente ningún hueso que varíe en sus facetas,
curvas y protuberancias, sin que los otros sufran variaciones proporciona­
les; del examen de un hueso es posible deducir, con ciertos límites, la
estructura del esqueleto entero”.
De este principio nació la paleontología: la reconstrucción, a partir de
elementos fósiles, de organismos desaparecidos. La propia anatomía iba
a abandonar el plano de la simple descripción estructural y estática para
orientarse hacia cuestiones dinámicas y funcionales. Para Saint-Hilaire, si
un órgano presentaba un crecimiento superior al normal, ese fenómeno
repercutía de forma inmediata en las partes más cercanas, las cuales, a
partir de ese momento, no lograban alcanzar su desarrollo habitual; sin
embargo, ninguna parte desaparecía: todas se conservaban.

El debate sobre el plan de organización


Un “plan de organización” configuraba, pues, la estructura y relacionaba las
funciones entre sí. Por mor de ese plan de organización, Cuvier y Saint-
Hilaire se enfrentaron en una controversia encendida que mereció la atención
de la prensa en 1830 y que marcó una de las grandes etapas de la historia de
la biología. Cuvier identificaba en el mundo animal cuatro grandes grupos
fundamentales: vertebrados, moluscos, articulados y radiados. Saint-Hilaire,
8. Georges Cuvier, cuya estatua se encuentra en cambio, revindicaba una continuidad ininterrumpida de formas, una
en Montbéliard, su ciudad natal, negaba unidad del plan de organización común a todos los animales.
la existencia de una continuidad entre las Por un lado, Cuvier parecía desmarcarse de los esquemas de interpreta­
especies. ción del mundo vivo precedentes, rompiendo con la idea de la sucesión
lineal y sin interrupciones. Por otro lado, si bien había manifestado interés
por los aspectos históricos del estudio de los animales (hasta el punto de
sentar las bases para la investigación de su prehistoria), seguía siendo un
POUR LA SCIENCE

paladín del fijismo, un defensor intransigente del catastrofismo. No entendía


los fósiles como testigos de las transformaciones experimentadas por las
especies, sino como vestigios de especies que habían vivido en el pasado

12 TEMAS 5 4
y se habían extinguido en catástrofes súbitas. Para Cuvier, si las especies
hubieran variado de forma progresiva, habríamos hallado los rastros de sus ///.
Á fí/rr
modificaciones graduales; y no habían aparecido hasta entonces.
Geoffroy Saint-Hilaire tomó una dirección opuesta al principio de la
constancia de las especies. Sostenía la idea de un plan estructural común a
todas, expuesto a modificaciones y transformaciones dependientes del me­
dio. Sólo ese plan podría explicar lo que Cuvier se obstinaba en considerar
como creado en su origen con el fin de ejercer una función determinada
' Omna - Ü itítn y.
y, por consiguiente, inmutable.
Según ese razonamiento, contraatacaba Geoffroy Saint-Hilaire, un hom­
bre que utiliza muletas estaría destinado, en un principio, a ver su pierna
paralizada o amputada. Somos simples historiadores de lo que existe;
entendemos las funciones sólo después de haber estudiado e intentado
comprender los instrumentos responsables de las mismas. ^ l
J la /u . ]
Por otra parte, Geoffroy Saint-Hilaire se había convertido, desde hacía
tiempo, en adalid de las tesis transformistas de Jean-Baptiste Lamarck
(1744-1829). Lamarck, fallecido cuando estallaba el debate en toda su
virulencia, había sido ya el punto de mira de las críticas acerbas y sarcasmos
de Cuvier. Para atacar las ideas de Lamarck, Cuvier aprovechó incluso el
elogio fúnebre que pronunció en su honor. Sin embargo, por una venganza
Hernuon. i 7¡a¿.
del destino, este “elogio” no se publicó hasta 1832, tras su propia muerte. ..
Cuvier afirmaba que las fantasías de Lamarck estimulaban la imaginación
de poetas y metafísicos, pero no se sostenían ante cualquiera que hubiera
disecado una mano, una viscera o una pluma.

La naturaleza empezó por los más simples T t’/vJ í/<í .


Lamarck ocupa un lugar privilegiado en el debate sobre el evolucionismo,
SJwjy. iim/n,
honor que debe, paradójicamente, a un Cuvier deseoso de ridiculizar sus
tesis. Cuvier terminó por divulgar una suerte de caricatura, que supuso
el rechazo de las ideas de Lamarck. Aunque Darwin creía no compartir la
tesis de Lamarck, se le han reprochado ciertos rasgos de las mismas. 9. Esta lámina del Tableau élémerttaire de
A diferencia de Linné, Cuvier crea de nuevo dos órdenes separados rhistoire naturelle desanim aux( 1797), de
para el hombre y los simios. Lamarck, en cambio, en su Filosofía zoológica Georges Cuvier, compara el cráneo de distintos
(1809), clasifica al hombre en el grupo de los mamíferos bímanos. Además, mamíferos. Cuvier se proponía establecer una
desde una visión materialista — coherente con lo que se consideraría desde correlación entre la geometría craneana y las
entonces una teoría del desarrollo y de la transformación de las especies— capacidades intelectuales.
establece una conexión real entre el hombre y los simios. Basando su clasi­
ficación zoológica en el sistema nervioso, Lamarck ordena los animales en
apáticos, sensibles e inteligentes. Realiza un análisis naturalista del espíritu,
entendido como la adquisición progresiva de facultades cada vez más
complejas en la trama de interacciones entre el organismo y su entorno.
El concepto, totalmente transformista en adelante, de las especies vivas
va acompañado, sin embargo, de otro cambio radical de perspectiva: la
inversión de la scala naturae, desde el ser "más perfecto en la cúspide de la
escala, hasta el menos perfecto, en el pie de la misma. Lamarck escribió:
Si es verdad que todos los seres vivos son producciones de la Naturale­
za, no es posible negarse a creer que no pudo crearlas más que de forma
sucesiva. Hay motivo para pensar que comenzó por los más simples, no
habiendo producido más que en último lugar las organizaciones de mayor
complejidad, sea del reino animal, sea del vegetal.
El orden natural es, por tanto, el que reproduce el “proceso de la
naturaleza”, es decir, la sucesión temporal, histórica, a través de la cual
se modifican las especies. Lamarck afirma que es la naturaleza la que ha
“creado la organización, la vida, la capacidad de sentir; la que ha multi­
plicado y diversificado, dentro de límites que nos son desconocidos, los
órganos y las facultades de los cuerpos organizados, cuya existencia man­
tiene o multiplica; la que ha creado en los animales, sólo a través de la

D arwin 13
necesidad, que establece y dirige los hábitos, el origen de todas las acciones,
de todas las facultades, desde las más simples hasta las que constituyen el
instinto, la capacidad y, por último, el razonamiento”. Por tanto, la escala
natural se dinamiza y, por así decirlo, se invierte, con una consecuencia
nueva: si, hasta entonces, la mente había sido la explicación del mundo
biológico, en ese momento el mundo biológico empezaba a convertirse
en la explicación de la mente.
La primera parte de la Filosofía zoológica concluye con “Algunas consi­
deraciones relativas al hombre”. Bajo una forma rigurosamente hipotética,
Lamarck propone sus tesis sobre el origen del hombre y sobre la adquisición
progresiva de las facultades que lo caracterizan:

5/ e/ hombre no se hubiera distinguido de los animales más que en su


organización, resultaría fácil mostrar que los caracteres de organización
que se emplean para formar con sus variedades una familia separada, son
10. Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829) todos el producto de antiguos cambios en sus acciones y de los hábitos que
sostenía una concepción transformista de ha adquirido, hábitos que han llegado a ser particulares de los individuos
los seres vivos. Pensaba que la naturaleza de su especie. Efectivamente, si una raza cualquiera de cuadrúmanos, sobre
había producido primero los organismos más todo la más perfeccionada de ellas, perdiera, por la necesidad de las circuns­
simples y había terminado por los de mayor tancias o por cualquier otra causa, el hábito de trepar a los árboles y de
complejidad. El manuscrito de abajo pertenece asir las ramas con los pies, como con las manos, para colgarse de ellas, y si
al séptimo capítulo de su PhilosopMe los individuos de esta raza se vieran obligados, durante varias generaciones,
zoologique (1809): "De la influencia ce las a no utilizar sus pies mas que para andar, y cesaran de utilizar sus manos
circunstancias sobre las acciones y los hábitos a modo de pies; no hay duda [...] que estos cuadrúmanos se transforma­
de los animales... como causas que modifican rían finalmente en bímanos, y que los pulgares de sus pies dejarían de
su organización y sus partes". estar separados de los otros dedos, con lo que dichos pies les servirían sólo
para caminar. Además, si los individuos a los que me refiero, movidos
c U f >. v u .'
por la necesidad de dominar, y al propio tiempo de ver a lo largo y a lo
I|¡¡§! '¡¡fifi i ancho, se esforzaran en mantenerse de pie y adquirieran constantemente
'Sí íin jb u u ^ 1*1 t. J v x e t f f
este hábito de generación en generación; no hay duda tampoco de que
IkAífeifc 3*AhtHUMX, íf}l4
sus pies irían ganando de forma imperceptible una conformación propia
\nJLit3if 3» awt
Klíilfci Lur ai-jAuifuti*. Huirf para mantenerlos en una postura erguida, que sus piernas adquirirían
pantorrillas, y que estos animales apenas podrían caminar con los pies
y las manos al mismo tiempo. Por fin, si esos mismos individuos de­
■' t í h > I r ! ¡ f u . f A / f t kn« 3. &x- jaran de valerse de sus mandíbulas para morder, desgarrar o atrapar
v«»h« ‘’t-pytyi ^*í [...], tampoco hay duda de que su ángulo facial iría aumentando, que
*-5«4 «i.« YMuJTtK.tj'Jcl su hocico se acortaría de forma gradual, y que cuando éste finalmente
desapareciera, sus dientes incisivos serían verticales.
+e.sct-j&tify *
■' fyttofy'tjltf hiyfa*y **« 4*■,£«■»
ife.Ce- ttk £ " r i h .^ x^ ií kxÍ C fit“ Suponiendo, prosigue Lamarck, que la raza más perfeccionada de
rexfcvy mxh y»u í i. t ^ ; m ; tn1<ty * f w*fce »«; iV « / ; *«*•> los cuadrúmanos hubiera adquirido, “mediante hábitos constantes en
it e u r W »V t h íS*» • •//* * . « ¿ .3 »
todos sus individuos”, el tipo de configuración y las facultades des­
^ c j u fc n t, i * «j L u i f í í ^ f i/w k « f c O i^ e ife ^ e í* . u>,Uk* .

J. L. CHARMET (arriba): MUSEO NACIONAL DE HISTORIA NATURAL DE PARIS (abajo)


k

■8», '■ c u n tí L u L í t Ó f S x ^ f e jw f - v J f i V u n i t "


critas, habría ella dominado de forma gradual a las demás razas de
e rf á V c n t f f e i. '^ } « u ¿ /v 0 u ¿ V » * » **■» Itd ifc tft*
animales y habría establecido “diferencias notables” con las mismas.
y .'«.j ^e;fer S<- ^óá fu T f i Lamarck considera al chimpancé (Simia troglodytes, según la clasifica­
«* «• *Axu-c~rt', f¿tu^«í ¿ ción de Linné) el más “perfeccionado de los animales”. El animal no
/4.4ív .Ir A*,—í«r.K3v«*« se sostiene en pie más que unas pocas veces, ya que esta posición le
: ^ ■■■
•■■■-.. ¡y -• resulta extraña e infrecuente en sus hábitos de vida. Lamarck destaca a
continuación el hecho de que, aunque tal postura le sea “más natural”
al hombre, éste también debe realizar un control activo y continuo
para permanecer erguido, ya que su columna vertebral no coincide con el
eje de su cuerpo y el peso de la cabeza y las visceras ejerce un par de fuerzas
respecto del centro de gravedad del cuerpo. Ello tiende a demostrar que el
hombre posee “un origen análogo al de otros mamíferos”.
Siguiendo con su hipótesis, Lamarck supone que, siempre empujados
por la necesidad, los individuos han desarrollado de forma progresiva
sonidos articulados con el fin de enriquecer su repertorio de signos de

14 TEMAS 5 4
comunicación. Al ejercitar la garganta, la lengua y los labios desarrollarían
la facultad del habla. “Las necesidades lo explicarían todo por sí solas;
habrían originado los esfuerzos, mientras que los órganos propios de las
articulaciones se habrían desarrollado por su uso habitual.” Y concluye:
“Tales serían las reflexiones que se podrían plantear si el hombre, con­
siderado aquí la raza preeminente en cuestión, no se distinguiera de los
animales más que por las características de su organización, y si su origen
no fuera diferente del de éstos”.
En efecto. Decir primero una cosa y luego su contrario, tal parece ser
la estrategia de Lamarck. Bien se trate de prudencia, de un guiño irónico
o de una manera sutil de eludir las posibles censuras, debe admitirse un
hecho: con Lamarck, el hombre se convierte en un animal natural, desde
todos los puntos de vista, incluido el relativo a sus facultades intelectuales y
morales. La explicación se encuentra en el mismo mecanismo que subyace
bajo la transformación de todos los seres vivos: la modificación del entorno
provoca nuevas necesidades, las nuevas necesidades incitan a cambiar los
hábitos, los hábitos modifican la estructura y, por fin, la tristemente célebre
“herencia de los caracteres adquiridos” ratifica esas modificaciones.
Como ya se ha señalado, GeofFroy Saint-Hilaire había tomado partido por
algunas ideas de Lamarck, pero aun así las debió malinterpretar. El atribuía
a las circunstancias ambientales un tipo de intervención sobre el organismo
mucho más directo que el propugnado por el propio Lamarck. Cuvier, que
siempre se había opuesto a las ideas lamarquianas, hizo lo posible, con no­
table éxito, para que éstas fueran mal interpretadas. En la controversia que
lo enfrentaba a Saint-Hilaire, Cuvier salió victorioso; pero el transformismo,
pese a esa victoria pírrica, constituía una realidad ineludible.

La disputa sobre el hippocampus minor


Por aquel entonces, en Gran Bretaña, Charles Lyell (1797-1875) publicaba,
entre 1830 y 1833, los Principies o f Geology, una obra que iba a ejercer
una influencia determinante sobre Darwin. En la misma se sometían a un
examen profundo las ideas de Lamarck y se refutaban de forma categórica.
Por lo que respecta al hombre, el autor manifestaba la inquietud de que
las tesis de Lamarck llegaran a destruir “la fe del hombre en la noble
genealogía de su especie”.
Richard Owen, personaje al que nos hemos referido ya y que iba a recibir
el apelativo de “Cuvier británico”, había adquirido un merecido prestigio
por sus trabajos de anatomía, paleontología y sistemática. Había dejado de
defender una concepción totalmente estática de la naturaleza y admitía modi­
ficaciones compatibles con su idea de los “tipos”. Según esa teoría, inspirada
en el arquetipo platónico, existían tan sólo matrices ideales, fundadas sobre
principios geométricos (un número reducido de formas fundamentales), que
se reconocían al estudiar lo que el propio Owen denominaba “homologías”.
Esas homologías correspondían a semejanzas estructurales identificables
incluso en partes muy diferenciadas de varios organismos (por ejemplo,
las alas de los pájaros y los miembros anteriores de los mamíferos), cuyas
modificaciones, halladas también en los fósiles, no son más que diversas
realizaciones de un mismo proyecto divino de desarrollo ideal.
A través de esa visión, Owen avanzó un paso más y desarrolló la “teoría
vertebral del cráneo”, según la cual los huesos del cráneo corresponderían
a una transformación de las últimas vértebras de la espina dorsal. A partir
de ciertas características del cerebro, clasificó los mamíferos y asignó el
hombre a una subclase distinta, la de los Arquencéfalos. Subrayó, además, 11. La "escala anatómica", según el escritor y
la estrecha semejanza entre las manos y los pies en los simios, contraria­ teólogo suizo Johann Kaspar Lavater (1741-
mente a lo que se observa en el hombre. 1801). Esta escala iba desde la "bestialidad
LE SCIENZE

Como ya se ha comentado, los simios estaban de moda. En todas partes deforme" de la rana hasta la belleza ideal de
se debatía sobre sus rasgos morfológicos “humanos”. Se temían las conse- Apolo.

D arwin 15
cuencias nefastas que entrañaba, en el plano moral, la proximidad de éstos
con el hombre. Ya no era necesario ser un gran experto para constatarlo,
pues el origen simiesco del hombre se había convertido en la bandera de
ciertos iconoclastas que atentaban contra el orden público.
Nos hallamos en 1857. Tras varias conferencias públicas en las que cual­
quier vinculación entre el simio y el hombre se había rechazado de forma
categórica, apareció de repente el hippocampus minor. Se trataba de una
pequeña proyección, situada en la parte posterior de cada hemisferio ce­
rebral, que, según Owen, distinguía al cerebro humano del cerebro de los
simios antropomorfos. Owen, hombre con un poder y autoridad de talla
internacional, se convertiría en un paladín de la humanidad. Thomas Henry
Huxley, personaje menos conocido que Owen, pero también de importancia
creciente, ponía en tela de juicio tales divagaciones. Tras una breve carrera
militar, Huxley había descubierto su vocación por la ciencia y se había
consagrado, con toda su energía y resultados brillantes, al estudio de los
invertebrados. El que se convertiría en el “buldog de Darwin” no había
manifestado hasta entonces ningún interés particular por la transformación
de las especies. No obstante, Huxley, de espíritu enérgico y combativo, no
temía las polémicas. Asimismo, manifestaba una profunda antipatía contra
Owen, quien a su vez le correspondía con la misma moneda.
En 1858, Huxley se incorporó a la disputa contra la teoría vertebral del
cráneo y en pro de la continuidad entre el babuino, el gorila y el hombre.
Contradijo a Owen sobre la imposibilidad de hallar el hippocampus minor en
el cerebro de los simios y lo ridiculizó al atribuir la causa de esta ausencia a la
mala conservación de las muestras utilizadas. Sostuvo la imposibilidad de “trazar
una línea de separación entre la acción instintiva y la acción racional”. Y llegó
a una conclusión tan temida como inevitable: “En sus cimientos, en la base
de su naturaleza, el hombre es una parte integrante del mundo orgánico”.

El hombre de Neandertal
Dos años antes, en 1856, se había descubierto en Alemania, cerca de
Düsseldorf, una bóveda craneana y huesos de extremidades pertenecientes
a quien se denominaría el hombre de Neandertal. Los restos del mismo
género encontrados con anterioridad habían caído en el olvido, en los
museos;* pero esta vez el descubrimiento tuvo una resonancia extraordi­
naria. A diferencia del cráneo del hombre moderno, el del Neandertal era
alargado y aplanado, poseía una protuberancia en su parte posterior y unos
arcos superciliares muy acentuados. Algunos plantearon la hipótesis de
que pertenecía a un antiguo bárbaro europeo. Otros señalaron el parecido
con el cráneo del gorila, lo que desencadenó una oleada de discusiones.
Algunos interpretaron sus particularidades como alteraciones patológicas;
según éstos, los restos pertenecían a un individuo que habría sufrido ra­
quitismo y habría experimentado una fractura en el codo; el fruncimiento
constante de las cejas a causa del dolor habría provocado la prominencia
de los arcos superciliares. O bien, se imaginaban otros, se trataría de un
cosaco de las fuerzas de invasión rusas de 1814, un hombre enfermo que
habría encontrado la muerte en la caverna donde se habían hallado sus
restos. Había incluso quienes lo consideraban un idiota.
Huxley fue uno de los primeros en sostener la teoría de que el hombre de
Neandertal representaba un nexo entre períodos anteriores de la evolución -
humana. Estimó en 1200 centímetros cúbicos el volumen del cerebro que =
debió haber contenido la caja craneana del Neandertal, lo que lo situaba i
en la media de los cerebros del hombre moderno y muy por encima de los j
del gran simio antropomorfo. Aunque se excluyera la hipótesis de un idiota l
moderno, costaba admitir que una criatura de rasgos tan simiescos pudiera l
haber tenido capacidades mentales análogas a las del hombre moderno. \
Fue entonces cuando empezó la búsqueda del “eslabón perdido”. \

16 TEMAS 5 4
Babuinos
y metafísica
E l 1 6 de agosto de 1 8 3 8 D arw in escribía: “E l origen del hombre
ha quedado ahora probado. La metafísica debería florecer.
Quien entienda a l babuino hará más p o r la metafísica que Locke>}

■ hacía Darwin en ese entorno del siglo xix, mientras se


■I 1 debatía sobre las diferencias entre el hombre y los simios?
/ \ Con casi cincuenta años de edad, miembro respetado de la
comunidad científica, Darwin trabajaba desde hacía años, con
una constancia notable, en un proyecto cuya intención, en un principio,
no se atrevió a confesar ni siquiera a sí mismo. Pero ahora, desde hacía
poco, no sin cierta incomodidad e inquietud, lo estaba dando a conocer a
un círculo reducido de amigos “escogidos” y dignos de confianza, aunque
destilando las informaciones. En 1844, en una carta dirigida a uno de esos
amigos, el médico y botánico Joseph Dalton Hooker, escribía: “Estoy casi
convencido, al contrario de lo que pensaba en un principio, de que las
especies (es como si confesase un crimen) no son inmutables”.
En sus cuadernos de notas privados, los célebres Cuadernos que había em­
pezado a redactar en 1837, donde se concede cierta libertad, nos desvela sus
pensamientos; Darwin se había asomado ya al problema de la continuidad
entre el hombre y los otros animales, muy especialmente en los cuadernos
N y M (asignaba una letra del alfabeto a cada uno), denominados también
Cuadernos sobre el hombre, el espíritu y el materialismo, o Cuadernos metafísicos.
En ellos aborda, repetidas veces, el tema de la expresión de las emociones, de la
conciencia, de las relaciones entre el espíritu y el cuerpo, de la distinción entre
el instinto y las facultades superiores, así como una serie de otras cuestiones
que lo conducen a consideraciones de naturaleza filosófica, religiosa y moral.
En diversas ocasiones hace referencia a los simios, y sus observaciones dejan
poco margen de duda acerca de su posición sobre este problema espinoso:
para Darwin, el hombre no ocupa un lugar privilegiado en el universo.
Darwin vio por primera vez un gran simio (Jenny, un orangután hembra
de tres años) el 28 de marzo de 1837, en el zoo de Londres. El animal
había sobrevivido un invierno gracias al pabellón con calefacción que se
había habilitado para las jirafas. Murió algunos meses después, pero no sin
que antes lo hubiesen exhibido, púdicamente vestido con ropas femeninas,
ante la duquesa de Cambridge.
En los Cuadernos de Darwin abundan las observaciones detalladas, las
ideas improvisadas, las indicaciones para un examen profundo ulterior, las
reflexiones lanzadas sobre el papel casi en forma de aforismos. “El origen 1. Una de las representaciones más antiguas
del hombre ha quedado ahora probado. La metafísica debería florecer. de simio antropomorfo, sin duda una
Quien entienda al babuino hará más por la metafísica que Locke”, escribió hembra de orangután, es ésta. Aparece en
el 16 de agosto de 1838. En otras palabras, no se puede pretender inves­ De monstris, de Fortunio Liceti (1577-1657),
tigar el origen del conocimiento y estudiar la naturaleza del espíritu sin embriólogo de Padua. Se reprodujo en
haber comprendido el vínculo de parentesco entre el hombre y el simio. numerosos textos del siglo xvm.

D arwin 17
Algunos días más tarde, tomó notas sobre las muecas de los simios y se
preguntó si reían o lloraban.
El 30 de agosto, después de una serie de reflexiones sobre la felicidad, el
intelecto y los instintos, añade: “El espíritu del hombre no es más perfecto
que los instintos de los animales en todas las cambiantes circunstancias
[...]. ¡Luego nuestra ascendencia es el origen de nuestras malas pasiones!
¡El diablo, bajo la forma de un babuino, es nuestro abuelo!”.
El 4 de septiembre escribió: “Platón [...] dice en el Fedón que nuestras
‘ideas imaginarias’ derivan de la existencia anterior del alma, no nacen de la
experiencia. Por existencia anterior entiéndase simio”. El 23 de septiembre, tras
numerosas observaciones y comparaciones sobre la capacidad de expresión del
hombre y el simio, apunta: “Todo el argumento basado en la expresión, más
que cualquier otro punto concerniente a la estructura, debe su interés a su
conexión con la mente (mostrar que en lo tocante a la mente hay un hiato,
no un salto entre el hombre y los brutos) [...] Comparen a un fueguino con
un orangután y ¡atrévanse a afirmar que la diferencia es muy grande!”.
Por último, el 4 de octubre: “Estudiar la metafísica como siempre se
ha hecho me parece tan ineficaz como querer saber de astronomía sin la
ayuda de la mecánica. La experiencia demuestra que el problema de la
mente no puede resolverse atacando directamente la ciudadela. La mente
es una función del cuerpo. Hay que proporcionar un fundamento sólido
a partir del cual extraer nuestros argumentos”.

El hippocampus minor ridiculizado por un hippopotamus major...


Tan sólo se trata de unas breves citas. Sin embargo, son más que suficientes
para convertir en un baluarte irrisorio ese hippocampus minor que Owen,
veinte años después de la redacción de las notas, quiso levantar para defender
la posición del hombre en la naturaleza de los peligros que la asediaban.
Este hippocampus minor ridiculizado encontraría pronto su justo lugar en
2. "Comparen un fueguino con un orangután, un entretenido libro para niños, Los niños del agua, escrito en 1863 por
y ¡atrévanse a afirmar que las diferencias son Charles Kingsley (1819-1875). Capellán de la reina Victoria, profesor de
muy grandes!", escribió Darwin en un cuaderno historia en Cambridge, comprometido en las luchas sociales y fundador del
en 1838. Arriba, un indígena de la Tierra del grupo de los “socialistas cristianos”, Kingsley fue uno de los pocos clérigos
Fuego según Conrad Maertens, dibujante a que defendieron a Darwin tras la publicación de El origen de las especies.
bordo del Beagle durante la segunda parte del En este relato fantástico, escrito con fines claramente pedagógico-morales
viaje de Darwin. y con una buena dosis de ironía, “una historia de hadas, nada más que un
entretenimiento y una obra de la imaginación, de la que no se debe creer
una palabra, aunque sea verdadera”, el hippocampus minor se convertía en
el hippopotamus major. “No existe nada más fiable que la gran prueba del
hippopotamus. Si en tu cerebro hay un hippopotamus major, entonces no
eres un mono, aunque poseas cuatro manos, y no tengas pies, y seas más
simiesco que el más simiesco de todos los monos del zoo. Si, en cambio,
se descubriera un hippopotamus major en un solo cerebro de mono, no hay
nada que hacer, nada librará a tu tatatatatatatatatatatatarabuela de haber
sido un mono también”.
Es comprensible que Owen y los teólogos biempensantes que lo apo­
yaban se sintieran amenazados con esa nueva visión del mundo y del
hombre (el hombre se había considerado “especial” durantes siglos). No
es necesario ser un gran experto para entender también por qué Darwin
fue tan prudente y tardó tanto tiempo en hacer pública esta teoría de
la transformación de las especies, teoría de la que no podía menos que
esperarse efectos explosivos.
En realidad, en esa época ya existían al menos dos versiones de la que con el
tiempo sería la teoría darwinista de la evolución, pero quién sabe si Darwin se
hubiera decidido a divulgar sus ideas si, precisamente en 1858, mientras Owen
y Huxley mantenían su acalorado debate, no hubiera recibido por correo, el
18 de junio, el ensayo de un joven naturalista llamado Robert Wallace.

18 TEMAS 5 4
Los años
de formación
Igual que su padre y su abuelo, el joven Charles inicia estudios de
medicina, que interrum pirá en 1827. Cuando se le reorienta hacia la
vida eclesiástica, demuestra y a afición a la historia natural

harles Darwin nació el 12 de febrero de 1809. Contrariamente a

C lo que se ha pretendido, Darwin no se hizo a sí mismo. Por ser


responsable más que nadie — salvo quizá Mendel— de la impor­
tancia otorgada a las genealogías, conviene remontarse a sus dos
ilustres abuelos, que no llegó a conocer.
El abuelo materno se llamaba Josiah Wedgwood (1730-1795). Aunque
fue casi autodidacta, gracias a su espíritu emprendedor y a su talento
para experimentar con nuevos materiales y técnicas, creó lo que se con­
vertiría en una de las principales fábricas de porcelana de Gran Bretaña
y proveedora de la casa real. Se casó con una prima, Sarah, con la que
tuvo ocho hijos. La primogénita, Susannah (1765-1817), sería la madre
de Charles Darwin.
El abuelo paterno, Erasmus Darwin (1731-1802), fue médico, científico,
inventor y poeta. Brillante, imaginativo y extraordinariamente activo en
el cultivo de la mente y en sus aplicaciones. De su matrimonio con Mary
Howard nacieron cinco hijos; dos de ellos fallecieron a muy corta edad;
el tercero, Robert Waring Darwin (1766-1848), sería el padre de Charles;
los otros dos, Charles y Erasmus, sucumbieron a la edad de 20 y 40 años,
respectivamente. Charles, estudiante de medicina, pereció a causa de una
infección contraída en una autopsia; Erasmus, abogado, abrumado por
graves problemas financieros, se suicidó (murió ahogado) en un acceso
de depresión. Robert Waring bautizó a sus dos hijos con el nombre de
sus hermanos difuntos.
La esposa de Erasmus, Mary Howard, murió a los 30 años de edad,
cuando Robert Waring tenía sólo cuatro. Más adelante, Erasmus se vol­
vió a casar y tuvo otros siete hijos, sin contar uno o dos hijos ilegítimos
más entre los dos matrimonios. Tal proliferación se inscribía en su visión
de la actividad sexual, que Erasmus aplicaba desde el punto de vista
científico (como vínculo esencial en la gran cadena de los seres vivos) y
literario (la denominaba en sus poemas “obra maestra de la naturaleza”).
Era autoritario hasta el límite de la tiranía. Robert, el padre de Charles,
se vio prácticamente obligado a emprender los estudios de medicina. De
ahí que se prometiera a sí mismo no comportarse con sus hijos como su
padre lo había hecho con él.
1.R . ' fanng Darwin, padre de Charle, L\y *.vh
La influencia del abuelo Erasmus ?ff/ , .a médico. Erasmus Darwin {abajo,
Erasmus era un científico brillante. Se interesó por la física, la química, la , 3U- ' k . ^rno de Charles, fue también e! óuútíiu,
botánica y la geología. Tradujo del latín la obra de Linné Generaplantarum. por vía m aterna, del naturalista, antropólogo y
Escribió un poema enciclopédico en verso, titulado El jardín botánico. estadístico Francis Galton (1822-1911).

D arwin 19
Zoonomia, en dos volúmenes, es sin duda su obra más conocida. Cabe
mencionar también El templo de la naturaleza, publicada a título postumo
en 1803. En todos esos trabajos, sostenía tesis muy avanzadas sobre la
transformación de los seres vivos. Negaba cualquier explicación del com­
portamiento en términos de esquemas preestablecidos e innatos; atribuía,
en cambio, una función importante a los hábitos adquiridos inmediata­
mente después del nacimiento, incluso durante el desarrollo embrionario.
Suscribía la teoría de la herencia de los caracteres adquiridos, que, lejos de
ser nueva, constituía una suerte de creencia difusa y tácitamente aceptada.
En esencia, anticipó un buen número de los rasgos propios de la teoría de
Lamarck. Se desconoce, pues, la influencia que Erasmus ejerció sobre su
nieto. Charles conocía las posiciones de su abuelo, pero poco a poco fue
distanciándose de las versiones del lamarckismo vigentes en esa época.
Erasmus Darwin y Josiah Wedgwood se conocieron en calidad de médico
y paciente. Pronto se dieron cuenta de su interés común por la técnica y los
inventos. Ambos formaban parte de la Sociedad Lunar (“Lunar Society”),
denominada así porque sus miembros, los “lunáticos”, se reunían las noches
de luna llena para poder regresar después a su casa con mayor comodidad y
seguridad (en ausencia de alumbrado público). Dicha sociedad contó entre
sus filas con algunos de los más ilustres representantes del tejido empresarial
del distrito de Birmingham; se convertirían en el centro de una nueva cul­
tura dinámica, cada vez más alejada de la aristocracia rural tradicional. La
2. Frontispicio de la Zoonomia de Erasmus celebridad de algunos de estos industriales no ha decaído: John Wilkinson,
Darwin, cuyo primer volumen apareció en por las fundiciones, y James Watt, por la máquina de vapor. A su lado
1794. En esta obra, el abuelo de Charles Darwin había científicos eminentes, como el químico John Priestley.
anticipó, unos quince años antes, ciertos Josiah y Erasmus compartían además convicciones políticas e ideológicas.
aspectos de la teoría de Lamarck, Ambos eran whigs (miembros del partido liberal inglés), grandes admiradores
de las revoluciones francesa y americana, y hombres comprometidos con las
reformas sociales. La familia Wedgwood construiría más tarde un pueblo
alrededor de su fábrica para alojar a los obreros y a sus familias. Josiah y
Erasmus no eran “benefactores de la humanidad”, sino representantes de
una clase social en ascenso e ilustrada: desde los años 1780 y 1790, ambos
adoptaron posturas abolicionistas ante la esclavitud. Esa conducta generosa
caracterizó también a su descendencia. Años después, ejercería una clara
influencia sobre Darwin, cuando, en el transcurso de su viaje, presenció
la deportación de esclavos y la violencia que se les infligía.
Una violencia “justificada” por las teorías “científicas” de la época, que
admitían la existencia de una humanidad “de segundo rango”, eslabón
entre el hombre y el simio. Plasta 1807 Gran Bretaña no prohibió el
tráfico de esclavos en sus territorios. En 1832, el Parlamento debatía la
cuestión de su emancipación total; mientras tanto, la opinión pública se
movilizaba a favor de las misiones civilizadoras. Desde 1787, la Sociedad
Antiesclavista había adoptado como símbolo una medalla de porcelana
azul con relieves blancos fabricada por Josiah Wedgwood. En ella aparecía
la silueta de un esclavo encadenado bajo la leyenda “¿Acaso no soy un
hombre y un hermano?”. La medalla reflejaba un acto evidente de civismo,
pero también una excelente visión comercial: aprovechar los sentimientos
filantrópicos de las clases medias y altas británicas le supuso a Wedgwood
unos beneficios suculentos.

El peso de la herencia
Con el matrimonio entre Robert Waring Darwin y Susannah Wedgwood,
en 1796, las dos familias sellaron una unión que hallaría otras ocasiones
para fortalecerse: el mismo Charles se casaría con una prima Wedgwood j
3. El ingeniero británico James Watt (1736- y una de sus hermanas haría lo propio con otro primo. La generosa dote ;
1819), que patentó en 1769 la máquina de de Susannah y los ingresos considerables de su marido, que tuvo éxito en i
vapor, fue miembro de la Sociedad Lunar. la profesión médica y que administraba hábilmente su patrimonio, garan- \

20 TEMAS 5 4
tizaron un nivel de vida confortable en The Mount, la gran residencia que 4. Con William Small (1734-1775) y Matthew
adquirieron en Shrewsbury. Boulton (1728-1809), Erasmus Darwin fue uno
Antes de casarse, Robert preguntó a su padre sobre los motivos de la de los fundadores de la Sociedad de Lunáticos.
muerte de su madre Mary. La carta que enviaría Erasmus reviste su interés. El grabado de la izquierda representa una
Ofrece un testimonio directo del tipo de comunicación que existía entre reunión de los miembros de esa sociedad en
padre e hijo, explícita y “sin escrúpulos”, como él mismo la definió. La el domicilio de otro miembro ilustre, James
carta refleja algunas de sus ideas médicas, lamarckianas avant la lettre. Watt. Adviértanse las botellas esparcidas por el
Erasmus estaba convencido de que Mary había heredado de su padre, quien suelo. Arriba, Matthew Boulton, rico industrial
“nunca había caído en enajenación, aunque sí se había emborrachado, en de Birmingham, en su época de componente de
público y en privado”, una enfermedad hepática, típica del alcoholismo, la Sociedad de Lunáticos.
que la convertía en víctima de violentas crisis de dolor y convulsiones,
“aliviadas a veces con grandes dosis de opio y un poco de vino, al que
se acostumbró [...]. Todas las enfermedades causadas por la bebida son
hereditarias, pero sólo en parte; el origen de la epilepsia y la enajenación
se encuentra, creo, en la bebida. Así lo he observado a menudo en la
epilepsia. Pero una generación sobria basta para revertir el desgaste de la
generación que bebe. Conozco numerosas familias que presentan por un
lado algunos dementes y cuyos hijos, ahora adultos, no experimentan nin­
gún síntoma. Si no fuera así, no habría en todo el reino una sola familia
sin epilépticos, gotosos y enajenados”.
A pesar de su creencia en la herencia de los caracteres adquiridos (el
alcoholismo era considerado un caso típico), Erasmus pretendía tranqui­ 5. El camafeo antiesclavista fabricado por
lizar así a su hijo. De hecho, Robert tuvo con Susannah seis hijos, todos Josiah Wedgwood, abuelo materno de Charles
ellos completamente sanos. Después de las tres primeras hijas, Marianne, Darwin, rezaba: "¿Acaso no soy un hombre y un
Caroline y Susan, nació Erasmus; cuatro años después llegó Charles y hermano?"
15 meses más tarde, Catherine, la benj amina.
(arriba a la izquierda, abajo); NATIONAL PORTRAIT GALLERY, LONDRES (arriba a la derecha)

Experiencia precoz de! dolor


Susannah cayó enferma y murió tras un largo sufrimiento, en 1817,
cuando Charles contaba tan sólo ocho años. El mismo señalaría en su
Autobiografía (que escribió a los 67 años para sus hijos): “No recuerdo
casi nada de ella, sólo su lecho de muerte, su vestido de terciopelo negro
y su curiosa mesa de trabajo. Creo que mi falta de recuerdos sobre ella
puede atribuirse en parte a mis hermanas, quienes, a causa de su dolor,
evitaban hablar de ella o pronunciar su nombre; podría también deberse
a la propia invalidez de mi madre antes de su muerte”.
Esa experiencia precoz del dolor y la ausencia de recuerdos sobre su
madre se han considerado, en una biografía reciente escrita por John
Bowlby, psiquiatra infantil y psicoanalista, uno de los elementos que de­
sencadenaron las graves alteraciones psíquicas y físicas que sufrió Charles
durante toda su vida adulta. Trastornos gástricos, con vómitos y náuseas,
palpitaciones, crisis de pánico y sensaciones de desmayo. El propio Darwin
anotó y describió pormenorizadamente esos síntomas, que condicionaron
2 su existencia.

D arwin 21
Ningún médico se hallaba entonces capacitado para emitir un diagnóstico
preciso. Se avanzaron numerosas hipótesis. Hubo quien señaló la enfer­
medad de Chagas, transmitida por ciertas chinches, que Darwin habría
contraído en América del Sur a lo largo de su viaje. Sin embargo, dado
que ciertos síntomas estaban presentes ya antes de su partida, muchos se
inclinan por una afección psicosomática, sobre todo si se considera que
los trastornos tendían a manifestarse en situaciones de estrés emocional y
de fatiga excesiva. Se sugirió también un “síndrome de hiperventilación”
o una “neurosis de angustia”.
Darwin temía que se tratase de una enfermedad hereditaria. Se sentía
angustiado, probablemente como su padre, por la idea de haberla trans­
mitido a sus hijos. Desgraciadamente, el destino confirmó sus temores:
en 1851, su hija mayor Annie falleció a la edad de diez años de una “fie­
bre gástrica biliar”. La muerte de su madre, y luego de su hija, de una
enfermedad gástrica, sumado a sus propias crisis de síntomas similares,
le inquietaron. Tanto, que le provocaron una angustiosa ansiedad por la
salud de sus otros hijos, que fueron durante tiempo el objeto de cuidados
y atenciones obsesivos. ¿Cómo podía Darwin ignorar los riesgos de un
matrimonio consanguíneo (Emma, su mujer, era prima hermana suya) e
ignorar que “la lucha por la existencia” que favorece a los más fuertes y a
los más sanos, y que él mismo teorizaba por entonces, no tenía motivos
para pasar por alto a su familia?

Concepción finalista de la historia


No nos anticipemos y regresemos al Darwin niño, huérfano de madre a
los ocho años, para conocer su formación. La necesidad de señalar ciertos
acontecimientos más que otros favorece una cierta concepción finalista de
la historia de una vida cuyo desenlace y resultados conocemos. Sabemos
dónde queremos ir y relataremos la historia en función de ese fin. Al ac­
tuar así, operamos —¿cabría acaso otra opción?— de modo contrario al
de la naturaleza, que, según Darwin, selecciona y “escoge” sin proyecto ni
objetivo. Ella no “sabe” dónde se dirige: lo que le importa es llegar.
Tras la muerte de la madre de Charles, la vida en The Mount cambió de
forma radical. Las hermanas mayores asumieron la dirección de la casa y la
educación de los pequeños. El carácter de un padre gravemente afectado, ya
de por sí difícil, empeoró. Una vez más, en su autobiografía, Darwin nos
ofrece un amplio relato sobre la figura paterna y nos muestra la veneración
que le profesaba: “Corpulento, de espaldas anchas [...], era el hombre
más imponente que jamás haya visto”. El doctor Robert medía un metro
ochenta y llegó a pesar 150 kilos. “Sus principales características consistían
en una simpatía arrolladora y capacidad de observación, cualidades que
nunca he visto superar, ni siquiera igualar. [...] Poseía (debido seguramente
a sus dotes de simpatía) una propensión excepcional a inspirar confianza
[...]. Su éxito profesional fue muy notable, teniendo en cuenta que en un
principio, según me contó, había odiado sobremanera la profesión médica;
si él hubiera tenido la subsistencia mínimamente asegurada, o si su padre
le hubiera dado opción, nunca hubiera ejercido de médico. Hasta el final
de su vida, el pensamiento de una operación le ponía enfermo, y apenas
soportaba ver a alguien sangrar, repugnancia que me transmitió”.
Esta descripción resulta inquietante, ya que evoca las facetas de la profe­
sión médica de la época: una cierta sensiblería, el papel de confidente del
enfermo y los consejos sabios y casi didácticos prodigados a los esposos.
Darwin proseguía con la lista de las cualidades paternas: una memoria
extraordinaria, un orador excelente, casi siempre de buen humor y jovial
con todos, pero que se hacía obedecer e incluso temer. Aunque irascible,
LE SCIENZE

sabía ser muy amable. Era hábil y prudente en los negocios. Y por último:
“Mi padre no tenía espíritu científico, en la medida en que no trató de

22 TEMAS 5 4
generalizar en forma de leyes universales sus conocimientos. Sin embargo,
presentaba una teoría para casi cualquier cosa que sucedía. No creo que
le deba mucho desde el punto de vista intelectual, pero su ejemplo fue
de gran valor moral para todos sus hijos”.

La escuela mediocre de Shrewsbury


Durante un año, Charles frecuentó la escuela local. En 1818, a la edad
de nueve años, lo internaron en la escuela de Shrewsbury. Allí pasaría
siete años, sin gran provecho ni alegría. Considerada una de las mejores
de Inglaterra, la escuela estaba dirigida por el reverendo Samuel Butler,
abuelo del célebre escritor Samuel Butler (1835-1902). Este último acogió
al principio con entusiasmo la teoría darwinista, aunque terminaría por
abandonarla y abrazar una concepción evolucionista fuertemente inspirada
en el lamarckismo.
En Así muere la carne, novela publicada a título postumo en 1903,
Butler trenza una sátira brillante y feroz de la sociedad victoriana, de sus
actitudes beatas y de sus instituciones opresoras, en especial, la familia y
la escuela. El protagonista es inscrito, por la voluntad de su padre, en una
prestigiosa escuela dirigida por un famoso doctor Skinner, que no es otro
que el reverendo Butler, pérfidamente descrito por su nieto irreverente: 8. La escuela de Shrewsbury, donde Darwin fue
Cuando el doctor Skinner era todavía un hombre joven de apenas internado a los nueve años. En aquel entonces,
veinticinco años, quedó vacante el puesto de director de la escuela de estaba dirigida por el reverendo Samuel Butler,
Roughborough. Se lo dieron a él sin vacilar. Los resultados justificaron abuelo del escritor Samuel Butler (1835-1902).
la elección. Los alumnos del doctor Skinner se distinguían en cualquier
universidad a la que fueran. El modelaba sus espíritus a partir del suyo
y les dejaba una huella en el alma, una marca que ya no se borraría en
toda su vida.
Las Meditaciones sobre la Epístola y la personalidad de San Judas habían
dado renombre al doctor Skinner: “Esta obra analizaba con tal profundidad
el tema, que quien la compraba no tenía ya necesidad, en adelante, de
meditar sobre la Epístola de San Judas, y agotaba incluso a cualquiera que
se ocupara de ella”. En su domicilio contaba con un pequeño laboratorio
“instalado en un rincón de la habitación; la existencia de ese laborato­
rio y el uso familiar, frecuente y más o menos exacto, de palabras como
“carbonato”, “hiposulfito”, “fosfato” y “afinidad” bastaban para demostrar,
incluso a los más escépticos, que el doctor Skinner era un químico de
primer orden. Puedo afirmar de paso que el doctor Skinner cultivaba
también otras ciencias, amén de la química. Sabía poco de mucho; cada
una de esas nociones limitadas constituía un peligro”. Butler describía
la biblioteca polvorienta, las doctas discusiones en las que participaba el
doctor Skinner, la prosopopeya y la seriedad incómoda con las que hablaba
de manera solemne, incluso de nimiedades. Y concluía:
Maestros de escuela, si alguien entre ustedes lee este libro, recuerden
que puede suceder que un chiquillo lloroso y tímido, conducido por su
padre hasta su despacho, a quien ustedes tratan con todo el menosprecio
que merece y a quien hacen la vida intolerable durante años, pues bien,
ese chiquillo puede ser su futuro biógrafo. Cuando observen a un pobre
chiquillo con los ojos abatidos, sentado en el borde de la silla, contra la
pared de su despacho, no olviden repetirse: “Es posible que sea este niño
quien, si no voy con cuidado, explique algún día a todo el mundo la
clase de hombre que yo era”. Si tan sólo dos o tres maestros de escuela
aprendieran esta lección y la retuvieran, estos últimos capítulos no se
COLECCION HALTON-DEUTSCH

habrán escrito en vano.


Sin lugar a dudas, Darwin habría coincidido plenamente con esa opi­
nión.
Dejando de lado los resultados escolares que él mismo calificaba de me­
diocres, Darwin hallaba satisfacción en otras tareas. Empezaba a observar

Darwin 23
la naturaleza y a coleccionar insectos y plantas. Hacia los 12 años, había
aprendido a disparar el fusil. Pero lo que más le motivó fue la instalación,
con su hermano Erasmus, en un cobertizo de la casa paterna, de un pequeño
laboratorio, donde los dos llevaron a cabo experimentos de química a me­
nudo tan malolientes, que sus compañeros le pusieron “Gas” por apodo.

Los estudios de medicina en Edimburgo


El padre de Darwin, consciente de los resultados académicos insatisfacto­
rios de su hijo, decidió en 1825 enviarlo a Edimburgo para que iniciara
los estudios de medicina con su hermano mayor, como era tradición
en la familia. Charles frecuentó los cursos durante dos años, con una
larga interrupción en verano; durante el mismo, de regreso a su hogar,
atendía con cierta satisfacción a algunos pacientes pobres. Prosiguió con
las lecciones y la práctica clínica, aunque sin excesivo entusiasmo. Los
cursos carecían de interés para él: la Universidad de Edimburgo, aunque
todavía la mejor de Gran Bretaña, atravesaba una crisis debido, entre otras
causas, a un deterioro progresivo del nivel del claustro docente. Con el
apoyo político y eclesiástico, las cátedras se ocupaban como si se tratase
de bienes familiares.
Citaremos el caso emblemático de Alexander Monro, representante de
la tercera generación de catedráticos de anatomía y al que Darwin con­
sideraba sencillamente repugnante. Aupado allí en 1800, profesaba con
indolencia, de manera prolija y aburrida. Desaliñado, presentaba manchas
de la sangre de los cadáveres. Lo que menos le importaba era actualizar
el contenido de sus clases según los avances de la ciencia, si damos por
cierto un episodio en el que, utilizando para la lección las notas de su
abuelo, olvidó poner al día las fechas y leyó, sin inmutarse: “Cuando yo
era estudiante, en 1719...”. El incidente es sintomático de una enseñanza
de la medicina que reconocía la benevolencia y la sabiduría de un creador
divino, garante de una armonía de la Naturaleza y del orden social y moral.
El mismo Monro declaraba enseñar anatomía “para situar el contexto de la
creación animal, que ofrece sorprendentes demostraciones de la sabiduría
y el poder de su Autor”.
En esa época, prosperaron en Edimburgo numerosas escuelas privadas
de medicina. Competían con la Universidad al impartir una enseñanza de
calidad. Los estudiantes adquirían conocimientos sobre las investigaciones
llevadas a cabo en Francia y en Alemania, desde la nueva anatomía com­
parada hasta los últimos descubrimientos de la paleontología, sin olvidar
la fisiología, la neurología y la nueva “ciencia” de la frenología, de Franz
Gall y Johann Spurzheim.
Monro se oponía a la frenología. Se esforzaba en demostrar la ausencia
de correlaciones entre la dimensión y la forma del cráneo y las facultades
mentales. Partiendo de la premisa que, de ser fiable la frenología, la inter­
ferencia de un cuerpo físico con el cerebro de un ser vivo habría producido
distorsiones del comportamiento, Monro creyó útil introducir agujas en
el cerebro de ocas, conejos y gallinas, que a continuación dejaba corretear
libremente. Al no manifestarse las supuestas alteraciones del comporta­
miento, llegaba a la conclusión de que la frenología estaba equivocada.
Aportó luego otros argumentos, como la existencia de espacios entre el
CIVICA RACCOLTA DI STAMPE A. BERTARELLI

cerebro y la caja craneana, que habrían impedido, según los principios de


la frenología, una comparación entre la forma del cerebro y la presencia
de protuberancias externas.
Los razonamientos de Monro no carecían de interés, pero Darwin era
incapaz de “amar el odio” que destilaba su profesor. Anotaba las presun­
tas pruebas en sus apuntes. Sin convencerle las tesis de la frenología, se
encontraba decepcionado por el rumbo que tomaban los debates, teñidos
de animosidad y prejuicio, carentes de voluntad de verdad.

24 TEMAS 5 4
r
Por otro lado, Darwin quedaría muy impresionado por una experiencia
traumatizante: dos intervenciones quirúrgicas, una de ellas en un niño,
ejecutadas sin anestesia. (En esa época no se disponía todavía de cloro­
formo.) Mostraba aprensión por los cadáveres utilizados en las diseccio­
nes. Con frecuencia se trataba de cuerpos mal conservados y empleados
varias veces, dada su escasez. Los únicos cadáveres que la ley autorizaba
disecar eran los de asesinos condenados o de indigentes muertos durante
su detención. Era imposible satisfacer las necesidades de las escuelas de
medicina. No sólo llegaron a robarse cadáveres, sino que, en 1828, se
produjo el asesinato de al menos dieciséis personas con el fin de vender
su cuerpo a los anatomistas. Este comercio terminó en un escándalo,
seguido del proceso y de la ejecución del culpable, cuyo cuerpo... se puso
a la disposición de la universidad para la disección. Todo ello resultaba
excesivo para un Darwin sensible.

La "eminencia clerical"
Con todo, la experiencia de Edimburgo no fue ni mucho menos ne­
gativa: el joven provinciano de dieciséis años encontró un mundo es­
timulante, rico en ideas y en personalidades. Durante su segundo año
en la universidad, Charles se orientaría con mayor decisión hacia la
historia natural (que en esa época abarcaba la zoología, la meteorología,
la geología, la botánica, etcétera). Se integró en la “Sociedad Pliniana
de Historia Natural”, una de las múltiples asociaciones estudiantiles
que había en Edimburgo. Allí circulaban ideas radicales y se discutía
sobre política, ciencia e incluso sobre el “espíritu” en los animales y en
el hombre. Darwin conoció allí a Robert Grant (1793-1874), médico
y zoólogo, especialista en anatomía de invertebrados. En París, Grant
había estudiado, con Cuvier y Geoffroy Saint-Hilaire, embriología y 10. La frenología, el estudio de los rasgos
anatomía comparada. Conocía las obras de los naturalistas franceses y mentales a partir de la forma del cráneo,
en particular las de Lamarck, pero apreciaba igualmente los trabajos de estaba en boga en la época de Darwin.
Erasmus Darwin. Durante ese período, Charles leyó la Zoonomia de su Hallamos un ejemplo de ello en este
abuelo y, por lo menos en parte, el Sistema de los animales sin vértebras portaplumas capiliforme, de la primera mitad
(1801) de Lamarck (se desconoce si leyó también el prefacio de esa obra, del siglo xix. Se conserva en el Instituto de
donde Lamarck exponía sus ideas sobre la transformación de las especies Historia de la Medicina de la Universidad de
bajo el efecto de un “impulso interno”). Viena.
En su autobiografía, Darwin explica que no se dejó convencer por esas
ideas: “Un día que paseábamos juntos, [Grant] dio rienda suelta a su gran
admiración por Lamarck y sus puntos de vista sobre la evolución. Yo le
escuchaba con un silencio asombrado y — hasta donde yo sé— sin que ello
afectara mi espíritu. Ya había leído la Zoonomia de mi abuelo, que sostiene
opiniones semejantes, pero había dejado de compartirlas. No obstante,
es probable que el hecho de haber oído exponer y alabar tales puntos de
vista, cuando era muy joven, favoreciese que yo los defendiera, bajo una
forma distinta, en el Origen de las especies. En esa época, yo admiraba
la Zoonomia; pero al leerla una segunda vez tras un intervalo de diez o
quince años, me decepcionó, por ser la desmesura de la especulación en
comparación con los hechos presentados”.
En aquellos años, Darwin inicia investigaciones sobre el terreno, aprende
a cazar y a identificar muestras, a disecar pájaros y, sobre todo, entra en
contacto con las corrientes ideológicas que influyen en la vida política y
cultural.
En 1827, año en que Charles abandonó definitivamente Edimburgo,
Grant fue nombrado, sin que fuera óbice su reputación lamarckista, profesor
de zoología en el Colegio Universitario de Londres. Un éxito deslumbran­
te que fue canto del cisne: el profesor abandonó la escena académica en
LE SCIENZE

1835, excluido por Richard Owen, a quien había contrariado sobremanera


y quien puso de relieve el peligro de las ideas de Grant por amalgamar

D arwin 25
lamarckismo, transformación de las especies y revolución francesa, ideas
que amenazaban la estabilidad social y los valores morales.
En 1827, tras un breve viaje a París (el único que hizo al continente
europeo en toda su vida), Darwin regresó al hogar familiar para pasar
el verano y disfrutar de un largo y merecido descanso. La caza era su
principal diversión; se consagró a ella con un ardor y entusiasmo tales
que suscitaron la recriminación del padre, decepcionado por el fracaso
en los estudios de medicina. “Te preocupas sólo de la caza, de los perros
y de perseguir a las ratas — se quejaba el doctor Robert airado— , serás
la deshonra de la familia.” Sin dejar lugar para la discusión, se decidió
entonces que Charles se dedicara a la vida eclesiástica y prosiguiera sus
estudios en Cambridge. Nunca había sido su intención ser párroco an­
glicano, pero la idea tampoco le disgustó. Le debió parecer mucho peor
oponerse a las decisiones paternas. Después de todo, se trataba de una
opción de vida bastante habitual y socialmente apreciada en las familias de
un cierto rango, sobre todo para quien no había manifestado una auténtica
vocación. Además, muchos naturalistas eran eclesiásticos. Con todo, tuvo
momentos de perplejidad:

A l haber debatido y reflexionado escasamente sobre el tema, tenía escrúpu­


los en declarar mi creencia en todos los dogmas de la Iglesia de Ingla­
terra [...]. Como no dudaba en absoluto sobre la verdad estricta y literal
de cada palabra de la Biblia, me convencía a mí mismo de que nuestro
Credo debía ser aceptado plenamente. No me impresionaba lo ilógico que
hay en afirmar que creía en lo que no comprendía y que de hecho resulta
ininteligible. Podría haber dicho con toda verdad que no deseaba poner
en duda ningún dogma, pero nunca llegué a estar tan loco como para
pensar y declarar “credo quia incredibile ”.

Darwin rememora con ironía que, en una reunión de doctos frenó­


logos, el análisis de una fotografía suya había señalado claramente una
“protuberancia de la clerecía lo bastante desarrollada para dar lugar a diez
sacerdotes”. Explica: “Teniendo en cuenta la agresividad con que me he
visto atacado por la ortodoxia, parece ridículo que en su día pretendiese
ser pastor”. De hecho, nunca llegó a serlo, si bien la religión ocuparía un
lugar importante en su reflexión.

Cambridge: teología y ciencias naturales


A pesar de todo, Darwin frecuentó Cambridge durante unos tres años,
de 1828 a 1831. Su opinión sobre la influencia de esos estudios en su
educación difícilmente podría haber sido más lapidaria: “Perdí comple­
tamente el tiempo”. A lo largo de esos años, estudió matemáticas, los
clásicos y filosofía moral. Aprobó los exámenes. Por encima de todo, se
puso a coleccionar insectos, una actividad muy de moda por entonces. Se
trataba de una “simple pasión por la colección”, como él precisa; pero si
bien todavía no le empujaban intenciones sistemáticas ni científicas, ello le
acercaba más a ese mundo natural que atraparía toda su atención. Como
prueba de su entusiasmo, escribió: “Un día, al arrancar una vieja corteza,
vi dos escarabajos extraños y atrapé uno con cada mano; vi después un
tercero de un tipo distinto que no podía permitirme dejar escapar; de
modo que introduje en mi boca el que mantenía en la mano derecha.
Pero ¡ay!, expulsó un líquido intensamente acre que me quemó la lengua,
por lo que me vi obligado a escupir el escarabajo, que finalmente perdí,
igual que el tercero”.
Asimismo, frecuentó cursos libres como las lecciones de botánica del
reverendo John Henslow (1796-1861), que se convertiría en uno de sus
amigos más próximos. Abandonó, en cambio, aunque más tarde se arre-

TEMAS 5 4
pintió, el curso del reverendo Adam Sedgwick (1785-1873), profesor de
geología. En agosto de 1831, estimulado por Henslow, realizó con él una
breve expedición geológica en el norte del País de Gales, donde empezó
a familiarizarse con la estratigrafía.

Las lecciones del geólogo Adam Sedgwick


Sedgwick ironizaba sobre las interpretaciones literales de los textos sagrados.
Criticaba a los que veían en cada descubrimiento geológico un argumento
a favor del relato bíblico del Diluvio. Sin embargo, consideraba que el
“camino laborioso pero seguro de la inducción honesta” permitiría recon­
ciliar las verdades científicas y los dogmas religiosos. Contrario a cualquier
forma de transformismo, será por tanto uno de los críticos más duros de un
polémico libro: Vestigios de la historia natural de la creación, publicado de
forma anónima en 1844. Esta obra fue un auténtico éxito, como lo había
previsto su autor, Robert Chambers (1802-1871), un editor y periodista de
Edimburgo consciente del giro que había tomado el debate en los círculos
científicos y culturales, y decidido a divulgarlo a un público más amplio.
Redactado en un estilo simple y directo, el libro se publicó en un momento
en que la disputa entre creacionismo y transformismo revelaba, más allá de
su carácter científico, una componente abiertamente ideológica. La obra,
con frecuencia provocadora, explotaba esa base ideológica y proponía una
“visión científica alternativa de progreso”, una suerte de evolución cósmica
que involucraba a todas las especies, incluida la humana, en una ascensión
por etapas bajo una presión evolutiva intrínseca. 12. Darwin se arrepintió de no haber asistido
Sedgwick lo atacó con todas las fuerzas: echó por tierra sus tesis, denun­ a las clases de Adam Sedgwick, profesor de
ció su falta de contenido científico y declaró que se trataba de una obra geología de Cambridge (arriba). Sí acudió,
tan incalificable, que casi podía haberlo escrito una mujer — a destacar en cambio, a las lecciones de botánica del
la sensibilidad de la época— , si no fuera porque incluso una mujer no profesor John S. Henslow (abajo), con quien
se habría rebajado a considerar indistintamente todos los fenómenos del entabló amistad.
universo a través del “progreso y desarrollo de un materialismo repugnante,
dogmático y degradante”. Pese a que sabía perfectamente cuán distinto
era su concepto de evolución de la noción de desarrollo y progreso lineal,
¿cómo podía Darwin no sentirse amenazado por semejante ataque, si en
el momento de aparecer el libro de Chambers su teoría de la evolución
estaba ya estructurada y articulada?
Sus temores estaban fundados. Obtendría prueba de ello en la carta
que le escribió Sedgwick, en 1859, algunos días después de la publica­
ción de El origen de las especies: “He leído su libro con más pena que
alegría. He apreciado grandemente algunas de sus partes; otras me han
hecho desternillar de risa hasta dolerme las costillas; y hay otras que las
he leído con una profunda tristeza porque creo que son totalmente falsas
y terriblemente perversas”.
Las enseñanzas de Sedgwick, desde la campaña geológica de 1831, inicia­
rán al joven Darwin en la complejidad del trabajo científico. En esa época,
se descubrió en los alrededores de Shrewsbury una concha supuestamente
tropical. Sedgwick se mostró escéptico ante tal hallazgo (probablemente
un fraude inventado con astucia). En un principio, Darwin se sorprendió
por la actitud de Sedgwick; pero más tarde comprendió que no basta un
dato solitario para demostrar un cuadro teórico estructurado, ni un único
hecho para establecerlo.
Escribió en su autobiografía: “Nada hasta entonces me había dado
a entender mejor, a pesar de mis numerosas lecturas científicas, que
la ciencia se basa en reagrupar los hechos para extraer de ellos leyes o
conclusiones generales”. Un juego sutil relaciona datos de observación,
teorías e hipótesis. “Una anécdota del viaje muestra hasta qué punto
LE SCIENZE

resulta fácil pasar por alto los fenómenos, aunque sean éstos notables,
cuando no han sido observados antes por nadie. Pasamos muchas horas

D arwin 27
examinando todas las rocas con máxima atención [...], pero ni el uno ni
EL DISECADOR j el otro nos percatamos de los sorprendentes fenómenos glaciares que en
INTELIGENTE ! ellas se encontraban; ni siquiera apreciamos las rocas claramente estriadas,
i los peñascos inestables, las morrenas terminales y laterales. Y, sin embargo,
Para demostrar la existencia de Dios, William ¡
eran tan evidentes...”
: Paley razonaba, en 1802, así: "Supongamos ¡
Darwin no olvidaría la lección. Su estancia en Cambridge le brindó
que caminando por la campiña tropiezo con i
otras lecturas y tuvo la oportunidad de entrar en contacto con las figuras
una piedra y se me pregunta cómo llegó ésta a |
dominantes del debate científico. Conoció al filósofo William Whewell
: parar allí; podría responder que, hasta donde i
(1794-1866), que pronto publicaría dos obras monumentales; Historia de
: yo sé, la piedra siempre ha estado allí [...]. Pero I
las ciencias inductivas (1837) y Filosofía de las ciencias inductivas (1840).
imaginemos que encuentro un reloj en el suelo;
Leyó el Discurso preliminar al estudio de la filosofía natural (1830) del
I al preguntárseme cómo llegó allí, no pensaré
filósofo, físico y astrónomo John Herschel (1792-1871). Esta obra estaba
un solo instante en mi respuesta anterior, esto j
completamente consagrada a la discusión sobre el método inductivo en la
es, que el reloj había estado allí todo e! tíem- j
ciencia newtoniana; insistía sobre los aspectos cuantitativos y predictivos
po". Sólo puede haber sido ideado y construido j
de las teorías científicas y sobre el valor universal de las leyes naturales
por un artesano. Igualmente — prosigue ;
que se inscribían en el contexto de la teología natural.
Paley— , numerosas construcciones de la natu-
En la misma época, Darwin leyó también las obras de otro teólogo
I raleza, por ejemplo ei ojo, tan perfeciamente
naturalista, William Paley (1743-1805), en especial la Teología natural o
‘ adaptadas a su función, pueden corresponder
demostración de la existencia y de los atributos de la divinidad, fundada en
j sóloalaobradeun Diseñador inteligente. Des­
los fenómenos de la naturaleza (1802). Aquí “demostraba” la existencia de
terrada de la biología en los años ochenta de!
Dios mediante un argumento que había adoptado diversas formas desde
siglo xx por ei triunfo darwinista, esta teoría
la Grecia antigua: el del Ingeniero inteligente. Según Paley, si encontramos
r será retomada bajo el nombre de diseño inteli- un reloj, debemos inferir necesariamente que existe un relojero (el “Gran
j gente por una nueva generación de científicos
Relojero” de Voltaire); los inventos y adaptaciones impresionantes que
| convencidos de que la teoría de Darwin no pue- observamos en la naturaleza constituyen, pues, la prueba concluyente de la
I de explicar las múltiples facetas de la compleji- existencia de Dios. Destacan entre ellos numerosos ejemplos: la perfección
j dad de los seres vivos. Aunque ya no se invo-
geométrica de las celdillas de un panal, la maravillosa funcionalidad del
1 que a Dios, éste se sustituye por "causas
ojo, el significado del registro fósil y el asombroso funcionamiento de los
inteligentes", "detectabies empíricamente". instintos. Precisamente acerca de los instintos se citaba a menudo, no sin
polémica, a Erasmus Darwin, quien, en su Zoonomia, se había manifestado
en contra de la interpretación del instinto en términos de un mecanismo
preestablecido y de la idea de que “el pobre animal que lo poseyera no
sería más que una máquina”.
13. El filósofo y astrónomo John Herschel, en
1867. Darwin había leído su Discurso prelim inar Posturas todavía poco definidas
al estudio de la filosofía natural (1830). Por su parte, Charles declara en su autobiografía: “En esa época no me
preocupaba de las premisas de Paley; las había aceptado desde un prin­
cipio, me entusiasmó y convenció la larga serie de argumentaciones”. En
El origen de las especies, utilizará los ejemplos de Paley como testimonios
de adaptaciones perfectas, en un marco explicativo donde desde entonces
estarían ausentes el Relojero, el Autor divino y el Gran Arquitecto, así
como esas causas finales que todavía se citaban en la teología natural y en
la historia natural. Escribió: “El viejo argumento de una finalidad en la
naturaleza, como lo presenta Paley y que en otro tiempo me parecía tan
concluyente, se derrumba con el descubrimiento de la ley de la selección
natural. A partir de ahora, ya no podemos pretender que la bella char­
nela de una concha bivalva esté hecha por un ser inteligente, como la
bisagra de una puerta lo está por el hombre. No parece que exista una
mayor finalidad en la variabilidad de los seres orgánicos o en la acción de
la selección natural que la que hay en la dirección del viento”.
Además de hombre de iglesia, Whewell era creacionista y defensor del
argumento del Diseñador inteligente: “Cada miembro u órgano no produce
únicamente un cierto efecto, sino que ha sido concebido con ese fin; [...]
cada parte posee su propia causa final, una finalidad a la que está adaptada
y en la que se debe buscar su razón de ser”. Igualmente fue explícito sobre
la cuestión de las especies: “Las especies tienen una existencia real en la
naturaleza, y la transición de una a otra es imposible”. ¡Qué paradoja que

28 TEMAS 5 4
una de las citas de Darwin en la presentación de El origen de las especies
pertenezca a Whewell! Está extraída de una obra de 1833, Astronomy and
General Physics Considered with Reference to Natural Theology, publicada
dentro de una serie de ocho volúmenes de autores diversos titulada Brid-
gewater Treatises, donde se elogia “el poder, la sabiduría y la benevolencia
de Dios que se manifiesta en la Creación”.
La cita escogida por Darwin dice lo siguiente: “Nos remontaremos
tan lejos como sea posible en el mundo material, para observar que los
hechos se producen no por una intervención aislada del poder divino
(que se manifiesta en cada caso particular), sino por la acción de leyes
generales”. La precisión de que las leyes generales podrían aplicarse sólo
al “mundo material” pretendía, según Whewell, excluir el tratamiento
científico de cuestiones como el origen de la vida, del hombre y del espí­
ritu, acontecimientos de un orden distinto del natural y sobre los que la
ciencia resultaba inútil. “El misterio de la creación, escribió en 1840, no
es competencia de la ciencia”. Darwin no podía estar de acuerdo. En sus
Cuadernos, ya en 1838, se había expresado de forma crítica con respecto
a Whewell: “Si todos los otros animales han sido formados de una cierta
manera, entonces el hombre podría ser un milagro, pero la inducción nos
lleva a conclusiones de otro tipo”. Igualmente, había criticado la visión
general providencialista y finalista del Diseñador inteligente, manifestando
su irritación ante los que consideraban a Whewell “profundo porque
afirma que ¡la longitud del día está adaptada a la longitud del sueño del
hombre! ¡Que el universo entero está adaptado de la misma manera! Y no
el hombre a los Planetas ¡Vaya arrogancia!”. 14. Darwin leyó los Principios de Geología
de Charles Lyell en su viaje a bordo del
¿Son las leyes naturales obra de Dios? Beagle, entre 1831 y 1837. Esta obra le influyó
En la presentación de El origen de las especies aparece la cita de Whewell profundamente.
junto a otra de Bacon (utilizada a menudo también por Sedgwick y
Charles Lyell), que invita a un estudio tan atento de la Biblia como de
la naturaleza, pero cuidando de no confundir ambos dominios. ¿Cómo
se explica tal coincidencia? Es posible que Darwin hubiera demostrado
cierto oportunismo e intentado evitar el choque frontal con las opiniones
y la sensibilidad de la mayoría. En efecto, al menos desde un punto de
vista diplomático, el acuerdo entre los filósofos de la ciencia era notable.
“Intentar conocer el origen de las cosas no es una tarea del filósofo
natural”, sostenía Herschel en 1830. Incluso John Stuart Mili (1806-
1873), en otros aspectos gran antagonista de Whewell, compartía la idea
del Diseñador inteligente y de un “Dios que gobierna el mundo a través
de leyes invariables”. Este constituye el quid de la cuestión. Para proteger
la interpretación teológica se reafirmó un sofisma refinado: cuanto más se
demostraba que los fenómenos empíricos se regían por causas secundarias
(materiales), conforme a leyes generales y fijas establecidas por Dios, más
se demostraba el poder y la omnisciencia de éste. El final de la inclusión
de Dios como agente causal en las explicaciones científicas no se debe,
pues, a los materialistas ateos, sino a los creyentes, convencidos de servir
así a la causa de la religión. Si se excluye el origen del universo, de los
seres vivos y, naturalmente, del hombre, todo queda gobernado por leyes
naturales: interpretar la naturaleza a partir de leyes fijas y causas naturales
legitimaba la ciencia.
Sería sólo cuestión de tiempo que los límites de la ciencia se expandieran
hasta abarcar también la explicación de los fenómenos originales. Quizá
Darwin había presentido esa posibilidad. Sin embargo, a pesar de las citas,
no logró sustraerse a los fuertes ataques dirigidos contra él por Herschel y
Whewell (quien impidió que El origen de las especies ocupara un lugar en
LE SCIENZE

los estantes de la biblioteca del Trinity College en Cambridge). Su teoría


iba demasiado lejos.

D arwin
29
El largo periplo
del Beagle
Cuando se embarca en el Beagle en 1831> D arw in es un hombre joven
de 2 2 años, pertrechado con una buena formación naturalista. A su
regreso, tras cinco años de navegación, la fa m a le acompaña

e entre sus lecturas en Cambridge, dos obras despiertan en Darwin

D “un deseo apremiante de realizar una aportación, siquiera modesta,


a la noble edificación de las ciencias de la naturaleza. Ni una doce­
na de libros me influyeron tanto”. El primer libro, que ya hemos
mencionado, es el de Herschel; el otro, una obra en siete volúmenes de
Alexandre von Humboldt, Narración personal (1818). Este, reseña de un
viaje a América del Sur, muestra la diversidad de intereses de su prolífico
autor. (Cosmos, título de su última obra, alberga veinte volúmenes.)
Fascinado por los relatos de Humboldt, Darwin sueña en emprender un viaje
a Tenerife. Intentará atraer a Henslow y otros en su proyecto. “Conseguí que
me presentaran a un comerciante de Londres para informarme sobre los navios,
pero ese proyecto se abortó al plantearse el viaje del Beagle”. El 29 de agosto
de 1831, en Shrewsbury, una carta de Henslow le transmite que el capitán
1. El naturalista y viajero alemán Alexander Robert FitzRoy (1805-1865), de la Marina Real, busca un compañero de viaje
von Humboldt (1769-1858) (izquierda) y su instruido, dispuesto a embarcarse sin sueldo para que ayude al naturalista del
compañero de expedición a América del barco en su labor cartográfica de las costas de América del Sur. El viaje debe
Sur Aimé Bonpland (1773-1858), pintados durar dos años y la partida está prevista para finales de septiembre.
por Eduard Ender en 1850. El relato de von La propuesta parece hecha a medida. El navio está equipado para la
Humboldt había cautivado a Darwin. investigación científica y Darwin se halla capacitado para sacarle partido a
semejante ofrecimiento, providencial e ines­
perado. Pero su entusiasmo queda atempe­
rado con la reacción, previsible, del doctor
Robert Darwin, quien se opone a que su
hijo abdique una vez más de sus obligaciones
y responsabilidades. Con todo, le deja una
puerta abierta: “Si encuentras un hombre con
sentido común que te aconseje que vayas,
lo consentiré”.
Charles reacciona con rapidez. El primero
de septiembre, se presenta en Maer, a unos
30 kilómetros de Shrewsbury. Allí vive su tío
Josiah Wedgwood. A Darwin le gusta este
ACADEMIA DE BRANDEBURGO, BERLIN

lugar, donde había pasado largas vacacio­


nes con sus primos. Encuentra un aliado en
su tío, con quien mantiene unas relaciones
excelentes, lo mismo que con el resto de la
familia Wedgwood. Charles ha traído una
lista de las objeciones paternas, que Josiah va
desmontando, una por una, en carta remitida

30 TEMAS 5 4
a Shrewsbury. No sólo se declara a favor de la partida de su sobrino, sino que
acompañará a Charles a casa de su padre, quien termina por capitular.
Falta todavía el consentimiento del capitán FitzRoy, a quien Darwin
visita el cinco de septiembre. Darwin le causa una excelente impresión
al marino, hasta el extremo de dejar de lado sus discrepancias políticas.
FitzRoy es un conservador convencido; los Darwin, liberales. La única
objeción parece ser la nariz de Charles, según él mismo explica en su Au­
tobiografía: “Más tarde, me enteré de que estuve a punto de ser rechazado
a causa ¡de la forma de mi nariz! Ardiente discípulo de Lavater [FitzRoy],
juzgaba el carácter de un hombre por sus características morfológicas.
Dudaba de que alguien con la nariz como la mía poseyera la energía y la
determinación necesarias para el viaje. El futuro demostró que mi nariz
mentía.” Darwin acabará por remplazar al naturalista oficial del Beagle,
despedido por incompatibilidad de carácter.

El Beagle, frágil esquife


Darwin acompaña a FitzRoy a Devonport, base naval en la proximidad
de Plymouth, para conocer el Beagle. En dique seco, para su reparación,
le parece en bastante mal estado y, sobre todo, pequeño. Cuenta sólo
con dos cabinas y apenas si mide veintisiete metros de eslora por siete y
medio de manga. Darwin y John Lort Stokes, joven oficial de diecinueve
años e hidrógrafo asociado a la misión, se alojan en una cabina de popa, 2. El Beagle, representado a la izquierda en el
de tres por tres metros y medio. Esta sólo contiene tres sillas y una gran estrecho de Magallanes, era un bergantín de
mesa para las cartas náuticas, única superficie de apoyo para el trabajo 27 metros de eslora. Este navio de la Marina Real
de preparación y conservación de las muestras que Darwin recolectará. tenía por misión explorar las costas de América
Para dormir se requiere colgar hamacas, la de Darwin suspendida sobre del Sur, recopilar datos sobre sus condiciones
la mesa; se cae varias veces al probarla y precisa, pues, algunos arreglos meteorológicas o hidrográficas y mejorar ciertos
para que cumpla su función. No es todo. Cuando avanza de pie, debe mapas. La cabina de Darwin (en color rojo) se
agachar la cabeza. La otra cabina es la de FitzRoy; allí comparte pitanza encuentra en la popa. Retrato de Robert FitzRoy
con el capitán. De ella podrá disponer para otros usos. En la biblioteca (1805-1865), capitán del Beagle, después de
hay unos 245 volúmenes y un número apreciable de instrumentos; entre su promoción a vicealmirante. FitzRoy tomó
ellos, 22 cronómetros necesarios para el cálculo de la longitud. Al regresar a el mando del Beagle en 1823. Fue nombrado
Inglaterra tras cinco años de viaje, se habrán retrasado apenas 33 segundos gobernador de Nueva Zelanda en 1843, función
con respecto a la hora de Greenwich (prueba del esmero de FitzRoy en que desempeñó con poco éxito durante dos años
dotar a su barco con los mejores instrumentos). (su actitud humana con respecto a los maoríes le
Se trata de mejorar los mapas de las costas de América del Sur trazados valió la enemistad de los colonos). A pesar de su
en una expedición anterior, en la que FitzRoy había participado, y de espíritu abierto, se opuso a la teoría de Darwin
levantar los mapas de las costas de la Patagonia, de la Tierra del Fuego y que creía incompatible con su fe cristiana.
de numerosas islas, entre ellas, las Malvinas. Por último, un tercer objetivo Cuadro de Francis Lañe.

D arwin 31
consiste en registrar las condiciones meteorológicas, las mareas y los vientos.
En la fase de gran expansión comercial de Gran Bretaña, resultaba vital \
identificar las mejores rutas y los puntos de atraque más estratégicos para
garantizar la seguridad de los buques mercantes.
A bordo del Beagle viajan 64 personas. Además de los oficiales, todos 5
muy jóvenes, la tripulación cuenta con un artista, Augustus Earle, un H
médico, Robert McKormick, un fabricante de instrumentos, personal de
servicio, el capitán, Darwin, tres indígenas de la Tierra del Fuego y un I
misionero de veinte años. Los tres fueguinos —un hombre de unos 27 años, ||
bautizado con el nombre de York Minster, un joven de 15 años, Jemmy ^1
Button, y una niña de 10 años, Fuegia Basket— llegaron a Inglaterra
recogidos en el primer viaje del Beagle. Un cuarto había sucumbido, tras -
haber desembarcado, como consecuencia de una vacuna contra la viruela. ¡1
Hospitalizados e instruidos a costa de FitzRoy, después de ser aleccionados
y presentados en la forma debida ante los soberanos británicos, debían ser jf
repatriados con el fin de evangelizar y civilizar las “tribus” en Tierra del [
Fuego, a las que pertenecían. jj
La partida del Beagle se aplaza repetidas veces; en primer lugar, para llevar \
a cabo las reparaciones obligadas, que FitzRoy supervisa; luego, por culpa Jj
de las condiciones meteorológicas adversas. Leva anclas el 10 de diciembre. Jj
3. El 20 de febrero de 1835, un seísmo azota la Soplan vientos tan fuertes, que hay que volver a puerto. En una segunda \
ciudad chilena de Concepción, mientras Darwin tentativa, el Beagle queda encallado en un bajo del que consigue liberarse [
se encuentra en la región. Este dibujo de J. C. gracias a la marea; no tarda en encontrarse con un huracán; de nuevo hay 1
Wickham sacado de La aventura del Beagle de que volver a guarecerse. El mal tiempo se alarga hasta Navidad; aunque
King, FitzRoy y Darwin, ilustra la magnitud de entonces puede zarpar, la tripulación no renuncia a la celebración de la
la catástrofe. fiesta. Se emplea un día entero sacando a los borrachos de las tabernas del Jj
puerto; FitzRoy, furioso, ordena encadenar a algunos. Ya a bordo, hace j
azotar a los insubordinados, con gran disgusto de Darwin. Finalmente, m1

LE SCIENZE
la tarde del 27 de diciembre de 1831, el bergantín Beagle abandona el | 1
puerto de Plymouth. La aventura empieza. í 1

El viaje del Beagle, el "acontecimiento más importante de mi vida"


“Determinante para toda mi carrera, el viaje del Beagle fue con creces el acon­
tecimiento más importante de mi vida”, escribe Darwin en su Autobiografía.
En 1839, se publica el diario, reeditado y corregido en varias ocasiones: el
Viaje de un naturalista alrededor del mundo. Durante cuatro años y nueve
meses, Darwin experimenta una maduración humana y científica fuera de lo
común. A su regreso a Inglaterra, se ha hecho famoso por la calidad y la riqueza
del material recolectado y expedido, por la precisión y la pertinencia de sus
observaciones, de las que había venido dando cuenta por carta a sus amigos,
sobre todo a Henslow, quien se esforzó en divulgar sus enseñanzas.
En cada escala del Beagle, Darwin baja a tierra, se adentra en el país, a
caballo o a pie, atraviesa las llanuras desoladas, escala las montañas, salva
los ríos y explora los bosques. Allí donde va, acopia material faunístico:
aves, insectos, reptiles, peces, mamíferos, animales salvajes, aunque también
animales domésticos. Observa sus hábitos, los describe, los identifica, los
compara con especies similares encontradas en regiones vecinas y se fija en
su distribución geográfica. Selecciona las muestras, analiza el contenido de
su estómago, las despelleja, las cataloga, las diseca y anota datos de interés.
Lo mismo hace con la flora. Las especies descritas con esmero se cuentan
por centenas en el Viaje de un naturalista. El sentimiento de admiración
y de fascinación que experimenta Darwin, émulo de Humboldt, nunca
decae y sabe transmitírselo al lector.
Algunos hallazgos son excepcionales. En Punta Alta, Brasil, descubre
un osario de mamíferos terrestres fósiles gigantescos (que Owen describirá
más adelante en su volumen consagrado a la Zoología del viaje del Beagle):
nueve ejemplares de cuadrúpedos y numerosos fragmentos, entre ellos,

32 TEMAS 5 4
partes de tres cráneos y de huesos de Megatherium, cuyo “nombre [...]
indica sus enormes dimensiones”; huesos de Megalonyx, un esqueleto casi
perfecto de Scelidotherium-. “Este animal debió de ser tan grande como
el rinoceronte; la estructura de su cabeza lo emparenta [...] con la del
hormiguero del Cabo; pero en otros aspectos se parece a los armadillos”;
Mylodon darwinii de un género muy próximo, aunque de dimensiones
menores; y el Toxodon; “tal vez uno de los animales más extraños que se
hayan descubierto. Por su talla, este animal se asemejaba al elefante o al
megaterio; pero la estructura de sus dientes, como afirma Owen, demuestra
sin ambages su estrecho parentesco con los roedores, orden que incluye
hoy en día los cuadrúpedos más pequeños; en muchos puntos también
se acerca a los paquidermos; por último, a juzgar por la posición de sus
ojos, de sus orejas y de sus fosas nasales quizá tenía hábitos anfibios, como
el dugongo y el manatí, con los que también está emparentado. ¡Qué
sorprendente es encontrar estos distintos órdenes, hoy en día bien separa­
dos, confundidos en las diferentes partes de la organización del ToxodonT
(andando el tiempo, la clasificación del Toxodon se modificará, entre otras
causas, por la reconstrucción errónea del esqueleto).
Los relatos de Darwin no son simples descripciones pasivas: las diferencias
y las semejanzas entre especies, interpretadas a la luz de su distribución
geográfica, plantean preguntas a las que las ideas clásicas sobre la crea­
ción del mundo no ofrecen respuestas satisfactorias. Cuando se embarcó
en el Beagle, las ideas de Darwin no se alejaban del marco creacionista 4. Reconstrucción del esqueleto de
tradicional. A su regreso, nuestro naturalista no es todavía transformista Megatherium (un perezoso gigante del tamaño
en apariencia, pero plantea una serie de cuestiones no resueltas que recla­ de un elefante) en el Viaje de un naturalista
man, incluso antes que una solución correcta, una formulación pertinente. alrededor d e l mundo, de Darwift,
Durante el viaje se interesa sobre todo en lo concerniente a la geología:
lleva consigo el primer volumen, regalo de FitzRoy, de los Principios de
Geología, Ilustraciones de esta ciencia tomadas de los cambios modernos que
han experimentado la Tierra y sus habitantes, que acaba de publicar Charles 5. El mapa del viaje del Beagie,

Fernando de Noronha
Recite -j?
w , i .. Salvador -2.
19 de julio 1835 \ C V I 2 dejuljo 1S535 / \ 28 de febrero 1832
Victoria,
sao
"'■ ^/R lo’íde Janeiro
1836 / 4 de abril 1832 .............
/ o
óntevideo 26 de julio 1832
Buenos Aires
Isla Chiloéj V^rjíÁTfeahía Blanca
21 de noviembre
Hobart 1834 • ■— • V\ .
5 de enero 1836 Malvinas
1 ese’ marzo 1833
Tierra del Fuego 10 de marzo 1834
15 dé diciembre 1832

D arwin 33
Lyell. En 1832, consigue en Montevideo el segundo volumen, y en las
islas Malvinas, el tercero.
Henslow le había recomendado su lectura, aconsejándole que “no se adhi­
riera en ningún caso a los puntos de vista que se defienden en la obra”. Por
el contrario, Darwin simpatiza de inmediato con las tesis uniformitaristas de
Lyell. Este sostiene que los cambios sufridos por la superficie terrestre han
venido instados por fuerzas que ejercieron una acción constante y gradual
a lo largo del tiempo y que siguen operativas. Como ya había hecho antes
John Hutton (1726-1779), se opone con firmeza al catastrofismo (para
Hutton, los acontecimientos geológicos son cíclicos). Según el catastrofismo,
las alteraciones de la superficie terrestre y las extinciones subsiguientes de
las especies vivas son el producto de sucesos catastróficos extraordinarios,
como el diluvio del que habla el Génesis. Estos hechos formidables se
habrían repetido numerosas veces después de la Creación y, según las in­
terpretaciones, habrían ido seguidos de nuevas intervenciones creadoras o
(como había planteado Cuvier) de migraciones de especies procedentes de
otras regiones del mundo; estas especies repoblarían las zonas devastadas
por la catástrofe. (Los términos “uniformitarismo” y “catastrofismo” fueron
introducidos por Whewell en una crítica de los Principios de Geología.)
Lyell, que interpreta la naturaleza y la historia de la Tierra como “un sistema
regular de causas secundarias”, era creacionista, postura de la que no abdica.
Extiende su explicación naturalista a la extinción de las especies, no a su
origen: “Sobre la cuestión de si las nuevas especies sustituyen de tiempo en
tiempo a las especies que se van extinguiendo no existe una opinión definitiva,
ya que hasta el presente los datos que poseemos son insuficientes”.
Herschel le reprochó no haber respondido a esa pregunta, dejando sin
resolver “el misterio de los misterios”. Whewell plantea el siguiente dilema:
“Aceptar la doctrina de la transmutación de las especies y suponer que
las especies de una época geológica determinada se hayan transformado
en especies de otra época por la acción prolongada en el tiempo de causas
naturales, o creer en numerosos actos sucesivos de creación y de extinción
de especies, con independencia del curso normal de la naturaleza, sucesos
que se pueden calificar sin exagerar de milagrosos”. El se inclina por la
segunda opción; Darwin habrá de abordar pronto la misma cuestión.

Darwin se convence de la gradualidad de la extinción de las especies


Por lo que respecta a la extinción y gradualidad del fenómeno, Darwin
no alimenta ninguna duda. En el Viaje de un naturalista, al referirse a
“los principios tan bien expuestos por Lyell”, apunta que pocos países han
conocido mutaciones tan profundas como el continente sudamericano desde
1535, año en que desembarcaron los primeros colonos con 72 caballos en
el estuario del río de la Plata. Desde entonces, con la introducción de otros
animales domésticos y su enorme propagación, “las incontables manadas de
caballos, de ganado mayor y de rebaños de ovejas, no sólo han modificado
las características de la vegetación, sino que se han reproducido también
en todas partes y a punto han estado de acabar con el guanaco, el ciervo
y el avestruz. Hubieron de producirse, además, otros cambios; el cerdo
salvaje remplaza con toda probabilidad al pécari en muchos lugares”.
Idéntico fenómeno se repite en Australia: “Años atrás, abundaban en
este país animales de caza mayor, pero ahora hay que alejarse mucho para
encontrar un emú y escasea el canguro; ambos han sufrido estragos ante
la presencia del lebrel inglés. Es posible que transcurra aún mucho tiempo
antes de que sean exterminados, pero su desaparición es inevitable”. Si,
tras la introducción de nuevas especies por el hombre, se observa en un
principio la disminución gradual y después, la extinción de las especies
existentes, entonces “admitir que las especies se hacen raras antes de desa­
parecer, no sorprenderse de que una especie escasee más que otra y, a pesar

34 TEMAS 5 4
de todo, recurrir a un agente extraordinario y maravillarse cuando una
especie deja de existir, es exactamente como admitir que, en el hombre, la ANTES DEL DILUVIO
enfermedad es el preludio de la muerte y no extrañarse de la enfermedad;
y, en cambio, cuando éste falleciera, sorprenderse profundamente y llegar En Disertación sobre los cambios experimen­
a creer que ha muerto de forma violenta”. tados por nuestro planeta. Voltaire pone su
En este punto, Darwin rechaza el catastrofismo y acepta el gradualismo. habilidad literaria al servicio de una mala cau­
Se suma con mayor resolución a esa postura en lo que respecta a la geolo­ sa científica: "En las montañas de Hesse se ha
gía, donde Lyell le sirve de referencia con su división de las eras geológicas hallado una piedra que parecía llevar la
basada en la clasificación de las rocas. Cada vez que desembarca, estudia imprenta de un rodaballo, y en los Alpes, un
la estratigrafía de las rocas y las características del suelo; relaciona entre lucio petrificado y se llega a la conclusión de
sí la sucesión de los organismos y las rocas que los contienen. En Chile, en que el mar y los ríos har fluido, por turnos,
agosto de 1834, emprende una excursión a los Andes: sobre las montañas. ¿No sería más natural
sospechar que estos peces, traídos por un via­
M i objetivo, al venir aquí, es observar los amplios estratos de conchas jero, al estropearse fueran arrojados y se
situados a unos cuantos metros sobre el nivel del mar y que se queman petrifica an con el paso de los tiempos? Pero
hoy en día para convertirlos en cal. Resulta patente que toda esta línea esta idea es demasiado simple y poco siste­
de costas se ha levantado. A una altura de cien a doscientos metros se mática. Se dice que se ha descubierto un
encuentra un gran número de conchas que parecen muy antiguas; he ancla de barco en una montaña suiza: pero no
hallado algunas incluso a una altitud de cuatrocientos metros. Estas se reflexiona sobre el hecho de que hasta allí
conchas aparecen dispersas en la superficie o sepultadas en una capa de se habían transportado a pie grandes cargas
tierra vegetal negro-rojiza. A l examinar esta tierra vegetal con el micros­ y sobre todo cañones; que se pudo haber uti­
copio, me sorprendió ver que era en realidad de origen marino, rico en lizado un ancla para sujetar las cargas en una
partículas diminutas de materia orgánica. grieta de alguna roca; que es muy probable
que este ancla procediera de los pequeños
En 1835, todavía en la Cordillera, describe que los valles principales se puertos del lago de Ginebra; que tal vez la
caracterizan en sus flancos por terrazas de cantos rodados y de arena: historia del ancla sea pura leyenda; y se pre­
fiere afirmar que se trata del ancla de un bar­
Estoy convencido [...] de que estas terrazas de cantos se acumularon durante co que se amarró en Suiza antes del diluvio. I
la elevación gradual de la Cordillera, mientras los torrentes depositaban [...] Se han visto también en las provincias de j
sus aluviones, en niveles sucesivos, en los márgenes de largos y estrechos Italia, de Francia, etc., pequeñas conchas que i
brazos de mar; primero lo hicieron en la cabecera de los valles, después, se asegura son originarias del mar de Siria. i
cada vez a un nivel más bajo, a medida que el suelo se levantaba gra­ No deseo discutir su origen; pero, ¿no podría j
dualmente. Si es así, que no lo dudo, la gran cadena de Cordilleras [no ser que la multitud de peregrinos y cruzados j
ha] surgido de repente, como lo creían en otro tiempo todos los geólogos que llevó su dinero a Tierni Santa, trajera con­
y como lo creen todavía muchos de ellos [...]. A la mente le cuesta en­ sigo algunas conchas?"
tender, si no es poco a poco y con esfuerzo, los efectos de una acción que -__________ ________ ,__ ____________
se repite tan a menudo.

Gradualismo, períodos inmensamente largos, acción incesante y uniforme


de las propias fuerzas naturales... Las observaciones y reflexiones geológicas
empujan a Darwin a establecer correlaciones entre la actividad volcánica

8. Darwin explica la formación de los arrecifes


de coral suponiendo que los corales se
desarrollan sobre un terreno en proceso de
hundimiento en el mar. En la ilustración, los
corales crecen en aguas someras, sobre lo que
antaño constituía la costa que sobresale de
una isla que se está hundiendo (a). Por último,
la isla entera queda sumergida y los corales
forman un atolón, es decir, un arrecife que
rodea una laguna; ésta reposa sobre lo que
formaba la cima de la isla (b ). Darwin demostró
que los corales no podían desarrollarse en
POUR LA SCIENCE

la parte central de la laguna, donde el agua


permanecía estancada, ya que para proliferar
necesitaban una fuerte marejada.

D arwin 35
y las cadenas montañosas, entre las islas volcánicas y los márgenes de las
costas continentales; y por supuesto, le llevan a preguntarse sobre la apa­
rición, más o menos repentina, de grupos de organismos en los estratos
geológicos. También tiene la “suerte” de ser testigo directo y observar los
efectos de otros acontecimientos, por cierto catastróficos, aunque naturales:
la erupción del volcán andino Osorno, el terremoto de Concepción del
20 de febrero de 1835 y los maremotos.

Atolones: islas que se hunden y corales que emergen


A su regreso a Londres, Darwin se integra en la Sociedad de Geología, de
la que más tarde fue elegido secretario. Presenta en ella sus observaciones
vulcanológicas y geológicas de América del Sur. A lo largo de los años si­
guientes, publica importantes trabajos; en particular, Observaciones geológicas
sobre las islas volcánicas (1844) y Observaciones en América del Sur (1846),
ambas revisadas y reeditadas en diversas ocasiones. Entre estos estudios, el
más conocido es el dedicado a las barreras coralinas, Los arrecifes de coral
(1842), donde sus conclusiones (todavía aceptadas hoy en día) difieren de
las defendidas por Lyell. En su Autobiografía podemos leer:

Toda la teoría fue concebida en la costa occidental de América del Sur,


sin que hubiera visto ningún arrecife de coral. Por tanto, he tenido que
verificar y completar mis observaciones con un examen detallado de los
arrecifes vivos. Pero cabe destacar que, durante los dos años precedentes,
me había fijado sin cesar en los efectos de la elevación intermitente del
suelo en las costas de América del Sur, deforma simultánea con la erosión
y la acumulación de sedimentos. Ello me hizo reflexionar mucho [...] sobre
los efectos de la subsidencia (hundimiento paulatino del suelo) y fue fácil
sustituir, con imaginación, la deposición continua de sedimentos por el
crecimiento hacia arriba del coral. Así forjé mi teoría sobre la formación
de las barreras de arrecifes y de los atolones.

Lyell atribuía la formación de los arrecifes a la elevación de las islas


volcánicas colonizadas por los corales, y que adquieren su configuración
circular, #por el reagrupamiento de los corales alrededor de los márgenes
de los cráteres volcánicos sumergidos. Por el contrario, Darwin sostenía
que eran las islas pequeñas las que se hunden lentamente, mientras que los
corales se acumulan para mantener el nivel, poco profundo, que necesitan
para desarrollarse (entre 135 y 150 metros de profundidad como máximo).
A medida que los fondos descienden, la barrera sube y, cuando la isla está
9. La isla Bora Bora y el arrecife de coral sumergida por completo, aparece la conformación típica del atolón.
circundante. El croquis de este atolón fue Lyell acogerá favorablemente esta nueva interpretación y Darwin le agra­
realizado por Darwin, quien explicaba su decerá siempre al maestro su mente abierta y su capacidad para superar los
formación por el crecimiento ascendente del prejuicios. Darwin se apartará en otros muchos puntos de las posiciones
arrecife de coral que ceñía un islote volcánico, de Lyell, y éste deberá superar el recelo que le inspiran las tesis planteadas
mientras éste se hundía lentamente. en El origen de las especies. Darwin le dedicará un homenaje en su Autobio­
grafía'. “Su buena fe, digna de reconocimiento, se hizo patente cuando, ya
mayor, se convirtió al transformismo; en esos tiempos ya había adquirido
una gran reputación al oponerse a los puntos de vista de Lamarck. A veces
me recordaba lo que yo le había dicho, hacía años, sobre la oposición de
la vieja escuela de geólogos a sus planteamientos novedosos: ‘Sería bueno
que los científicos perecieran a los sesenta años, ya que superada esa edad,
su oposición a toda teoría nueva es segura’. Ahora Lyell esperaba que le
permitieran vivir”. Algunas malas lenguas pretenderán que Lyell aceptó
por superstición las ideas de Darwin, al menos en parte.
Su adhesión fue valerosa, pues si tomamos en cuenta su actitud anterior,
tenía motivos para oponerse. Lyell había atacado enérgicamente las tesis
transformistas de Lamarck. Refutaba categóricamente que a través del estu-

36 TEMAS 5 4
dio de los fósiles se pudiera documentar cualquier progresión en dirección
al hombre y juzgaba incoherente la manera en que Lamarck abordaba la
cuestión. Además, detestaba la idea de una continuidad desde el animal
hasta el hombre, ya que negaba la “línea de separación entre lo racional
y lo irracional, lo responsable y lo irresponsable”.
A lo largo del viaje, Darwin reflexionó largo y tendido en torno al
tema. Uno de los elementos de su razonamiento fue su apunte sobre los
habitantes de la Tierra del Fuego:

Asistí allí al que había de constituir, sin duda, el espectáculo más curioso
e interesante de mi vida. No me imaginaba la enorme diferencia que
separa al hombre salvaje del hombre civilizado, mucho mayor que la
diferencia entre el animal salvaje y el animal doméstico, lo que se ex­
plica, por otro lado, por el hecho de que el hombre presenta una mayor
capacidad de progresar. [...] Su vileza se vislumbraba hasta en su actitud
y con facilidad se podía leer en sus rasgos la sorpresa, la extrañeza y la
inquietud que sentían. [...] El lenguaje de este pueblo apenas merece la
denominación de lenguaje articulado.

El espectáculo desconcertante y desolador de las tribus salvajes


Los encuentros con las tribus también lo contrarían. Darwin describe seres
miserables y enclenques, casi desnudos o cubiertos sólo por mantas de guanaco
o de foca: “Estos desgraciados salvajes están mal desarrollados, tienen un
rostro horrible, cubierto de pintura blanca, la piel sucia y grasa, el cabello
enredado, la voz discordante y los gestos violentos”. Duermen replegados
sobre sí mismos como los animales, en el suelo. Se alimentan exclusivamente
de lo que encuentran, lo que les lleva a menudo a sufrir hambrunas y prac­
ticar el canibalismo. No se sabe si creen en una vida después de la muerte,
aunque entierran a sus difuntos. Sus habilidades son comparables con el
instinto de los animales, ya que no mejoran con la experiencia; prueba de
ello es que su canoa, “su invento más ingenioso”, no ha evolucionado desde
hace más de 250 años. ¡El “estado noble” del hombre, por el que tanto se
preocupaba Lyell, no sale indemne de ese espectáculo!
Recordemos que en el Beagle viajaban tres fueguinos que debían reinser­
tarse en su población de origen, para llevar la civilización. El abismo que
se abrió con sus semejantes fue tal, que, después del breve paréntesis en
el mundo civilizado, apenas podía creerse que poseían un mismo origen.
Según el relato del capitán FitzRoy, los fueguinos muestran reacciones de
repugnancia. Fuegia se esconde y no les quiere ver; “monos - sucios -
idiotas —no son hombres”, se exclamaban los otros dos fueguinos a la
vista de las tribus. No obstante, les dejaron en su tierra acompañados de
un joven y valeroso misionero.
Algunos meses más tarde, se supo que el empeño de FitzRoy había
fracasado. Cuando el Beagle volvió a pasar por allí, el joven misionero,
despojado de todos sus bienes, renunció a la empresa y terminaría por irse
a civilizar otras poblaciones, en Nueva Zelanda. Fuegia y York Minster,
después de casarse, habían huido, no sin arrebatarle antes a Jemmy Button
todo lo que llevaba. El reencuentro fue lúgubre:

Una pequeña canoa, con una pequeña bandera en la proa, se acercó a


nosotros y vimos que uno de los hombres de la tripulación se limpiaba el 10. Los tres fueguinos que volvían a su tierra en
rostro con abundante agua para eliminar cualquier resto de pintura. Este el Beagle : Jemmy Button, York Minster y Fuegia
hombre era el pobre Jemmy, convertido de nuevo en un salvaje delgado Basket. Dibujos del capitán FitzRoy.
y despreciable, con el cabello desordenado y el cuerpo desnudo, salvo un
LE SCIENZE

pedazo de manta atado alrededor de su cintura. No lo reconocimos hasta


que estuvo muy cerca de nosotros, ya que se mostraba avergonzado y daba

D arwin 37
la espalda al barco. Cuando le vimos por última vez estaba gordo, limpio, bien vestido;
nunca había visto un cambio tan enorme y lamentable. Pero una vez que estuvo vestido
y se hubo desvanecido la turbación inicial, volvió a ser el de antes. Cenó con el capitán
FitzRoy y comió con la educación de siempre. Nos comentó que tenía suficiente (o como
él decía, demasiado) para comer, que no pasaba frío, que sus amigos eran muy buenas
personas y que no deseaba regresar a Inglaterra. Por la noche descubrimos la causa de
este cambio de opinión tan grande en Jemmy: su joven y linda mujer [perteneciente a
otra tribu] llegaba al barco [...]. Nos explicó que había construido él mismo su canoa y
¡alardeaba de poder hablar un poco la lengua materna de su esposa! Pero, cosa curiosa,
había enseñado algunas palabras en inglés a toda su tribu [...]. Todos nos apenamos al
pensar que le estrechábamos la mano por última vez.

Para los científicos de la época, resultaba difícil hablar del “estado noble” del hombre
ante una humanidad tan degradada e inculta. “Un salvaje sin civilizar, escribe Darwin
a su hermana Caroline en marzo de 1833, es en verdad uno de los espectáculos más
desoladores del mundo”. No obstante, a pesar de las diferencias de raza y cultura, la
especie humana sigue siendo única para él: no tiene la tentación de desdibujar “la línea
de separación” entre el hombre y el simio, como hacen muchos de sus contemporáneos
que postulan la existencia de uno o varios grupos independientes e intermedios en la
taxonomía humana. Sin duda, para Darwin, esta experiencia fue un aprendizaje sobre
la amplitud de las transformaciones en el seno de una misma especie.
El viaje proporciona a Darwin otras ocasiones para reflexionar sobre el hombre y la
civilización. En Buenos Aires la revolución hace estragos; tropas de soldados patrullan las
calles. En Montevideo, una clase dirigente corrupta e ignorante ejerce un poder sangui­
nario. En Australia y Nueva Zelanda, los aborígenes van desapareciendo progresivamente,
diezmados por los recién llegados. En Argentina, es testigo de algunos episodios de la
guerra exterminadora encabezada, por las tropas del general Juan Manuel de Rosas contra
los indios: “Aquí todos están convencidos de liderar la más justa de las guerras porque
está dirigida contra los salvajes. ¿Quién podría creer que en nuestra época se cometieran
tantas atrocidades en un país cristiano y civilizado? Se perdona la vida a los niños para
venderlos como sirvientes, esclavos mejor, por lo menos mientras sus dueños pueden
persuadirles de que los son”. En las colonias españolas, apunta Darwin, los esclavos son
mejor tratados que en los territorios portugueses o ingleses.
La esclavización despierta su indignación. A la cuestión le dedica las últimas páginas de
su diario de viaje. El 19 de agosto de 1836, cuando el Beagle pone rumbo a Inglaterra
desde Brasil, confiesa: “Doy gracias a Dios por no tener que visitar de nuevo un país con
esclavos”. El relato sobre las atrocidades y crueldades a las que ha asistido toma aquí un
valor explícito de testimonio y condena:

Imagine lo que sería vivir siempre bajo la amenaza de que su esposa e hijos — esos seres a
los que incluso los esclavos tienen derecho a llamar suyos— le sean arrebatados y ¡vendidos
como animales al mejor postor! Y que hombres que declaran amar a su prójimo como a sí
11. Cabaña indígena mismos, que creen en Dios y que rezan para que se haga su voluntad en la Tierra, sean
de Tierra de Fuego. los mismos que excusan, mejor dicho, ¡qué ejecutan esos actos! M i sangre se revela cuando
pienso que nosotros los ingleses, y nuestros descendientes americanos, en suma, todos nosotros
que nos vanagloriamos tanto de nuestras libertades, ¡nos convirtamos en culpables de actos
semejantes! Por lo menos, me queda el consuelo de pensar que hayamos hecho, para expiar
nuestros crímenes, el sacrificio más grande que ninguna otra nación ha hecho todavía.

El Parlamento inglés abolió en 1833 la esclavitud.

12. Iguana terrestre de las Pinzones y tortugas de las Galápagos, pruebas contundentes
Galápagos (Conolophus Antes de ver a Darwin pisar su patria, retrocedamos hasta una etapa de su viaje que
subcristatus). Cabe destacar sería crucial para el desarrollo de su teoría sobre la evolución. El 17 de septiembre de
su mimetismo de color 1835, el Beagle atraca en la isla de San Cristóbal, en el archipiélago de las Galápagos,
con las rocas. las islas de las tortugas. Se trata de un archipiélago de origen volcánico formado por
una decena de islas, cinco de ellas extensas; dista un millar aproximado de kilómetros
de las costas de Ecuador. Las islas se hallan bastante cerca del continente; a pesar de su
situación geográfica, gozan de un clima templado gracias a la confluencia de corrientes
oceánicas procedentes de la Antártida, entre ellas, la corriente de Humboldt. Razón por la
que, como comprueba Darwin con estupor, los pingüinos, los osos marinos y los leones
marinos cohabitan con aves tropicales, iguanas, tortugas, cactus. Hasta donde Darwin
sabía, nunca había existido allí una población humana indígena.
En ese lugar Darwin encuentra los célebres pinzones y las no menos famosas tortugas.
Por lo que respecta a estas últimas, tendrá la oportunidad de descubrir su sabor: “La
región ventral asada al estilo de los Gauchos, carne con cuero, es decir, sin retirar la piel,
es deliciosa; se hace una sopa muy sabrosa con tortugas jóvenes; pero no puedo decir
que esa carne me entusiasme”. Sin embargo, parece no haber vislumbrado las diferencias,
pequeñas aunque nítidas, que distinguen los diversos grupos de tortugas en razón de su
isla de origen. No obstante, el vicegobernador Mr. Lawson ya le había informado que “las
tortugas diferían de una isla a otra y podía adivinar sin equivocarse de qué isla provenía
cualquier ejemplar que se le presentara”. De ello se habían percatado ya los propios cor­
sarios, que frecuentaban las islas desde el siglo xvn, así como los balleneros, que buscaban
descanso en las islas tras sus largas campañas de pesca. Los marineros saquearon las islas,
llevándose tortugas por centenares para aprovisionarse de carne fresca.
Poco tiempo después de Darwin, el ballenero en que iba Hermán Melville (1819-1891)
desembarcó en las Galápagos. Allí encontró inspiración para Moby Dick. Atracar allí constituía
toda una proeza; debido a las fuertes corrientes, las islas, como espejismos y alucinaciones,
aparecían y desaparecían de repente ante la vista. Se las llamó islas Encantadas, tal era la magia
de su atmósfera, e inspiraron leyendas y supersticiones sin cuenta. Corría entre los marineros
la leyenda de que si los capitanes de navio morían en ellas se transformaban en tortugas...
Al principio Darwin pasa por alto las diferencias entre las tortugas: “Mezclaba las
colecciones procedentes de dos islas. Nunca me hubiera imaginado que islas situadas a
80 o 90 km de distancia, casi todas a la vista unas de otras, formadas exactamente por
las mismas rocas, sometidas a un clima muy parecido y con una altitud semejante, al­
bergaran animales distintos; pero pronto comprobaremos la veracidad de este hecho. [...]
Tuve bastante suerte al procurarme un número suficiente de muestras para establecer el
fenómeno particularmente destacable de la distribución de los animales.”
Una vez más, Darwin admite no haberse percatado de lo que se le ofrecía a la vista,
igual que había ocurrido durante la excursión geológica con Sedgwick que relata en su
Autobiografía. Sin embargo, aunque el material no se catalogó con minuciosidad, sí fue
examinado por expertos, una vez en Londres. A la luz de resultados análogos obtenidos en
la clasificación de ejemplares de iguanas, y sobre todo de pinzones, quedó de inmediato
demostrado que, no obstante su asombroso parecido, pertenecían a especies distintas,
características de cada isla.
A propósito de los pinzones, Darwin había escrito en sus Notas ornitológicas'. “Cuando
veo estas islas tan próximas unas de otras, con una reserva animal escasa, habitadas por esas
aves de estructura ligeramente distinta, que ocupan el mismo lugar en la naturaleza, debo

Darwin 39
sospechar que se trata sólo de variedades [...]. Si existe una mínima base
en estas observaciones, valdría la pena examinar la zoología de los Archi­
piélagos; ya que tales hechos socavarían la estabilidad de las especies”.
Darwin se inclinaba a considerar como variedad de una misma especie a
los individuos ligeramente distintos que ocupaban las diferentes islas. Ade­
más, hacía notar su parecido con otras especies observadas en el continente.
En sí misma, la idea no contradecía todavía la interpretación tradicional.
El propio Lyell se mostraba dispuesto a admitir cierta variabilidad en las
especies; la consideraba incluso necesaria para su dispersión a partir de
sus “centros de creación”.
En este punto discrepan los historiadores. Unos sostienen que Darwin,
durante el viaje del Beagle, no tuvo “revelaciones” acerca de la transmutación
de las especies, que nada le llevó a pensar en términos de evolución y que
encontraba interesantes, pero no problemáticas, las variaciones en el seno
de los grupos. Otros, en cambio, estiman que identificó rápidamente los
elementos sobre los que basó la tesis de la transmutación de las especies, para
llegar bastante pronto a una diferente explicación causal de su origen.

Una única especie se modifica para conseguir distintos fines


A pesar de su importancia, no vamos a entrar en este análisis histórico
y nos referiremos a los escritos de Darwin en el Viaje de un naturalista,
13. Tortuga gigante de las Galápagos donde destaca con claridad el papel de las Galápagos en la teoría de la
(Geochelone elephantopus), de la isla de evolución. Vale, no obstante, la pena subrayar que Darwin retocó ciertas
partes de su diario de viaje en su reedición de 1845; sometió a revisión
profunda el capítulo consagrado a las Galápagos. Este capítulo constituye
un testimonio histórico, no por lo que Darwin vislumbra durante el viaje,
sino por lo que llega a pensar y estima poder comunicar en 1845, a medio
camino entre su regreso a Inglaterra, a finales de 1836, y la publicación
de El origen de las especies, en 1859. En el transcurso de ese prolongado
intervalo acomete un trabajo teórico y práctico impresionante para poner
en orden sus ideas sobre la evolución.

La historia natural de las islas es sumamente curiosa y digna de la mayor


14. Torrentes de lava "en cuerdas" en la Bahía atención, escribe Darwin sobre las Galápagos. La mayoría de los organismos
de Sullivan, isla de San Salvador (archipiélago son esencialmente indígenas y no se les encuentra en ningún otro sitio;
de las Galápagos). incluso se observan diferencias entre los que viven en una isla y otra. Sin
embargo, todos estos organismos presentan un grado de parentesco más
o menos estrecho con los de América, a pesar de que el archipiélago esté
separado del continente por unas 500 o 600 millas marinas. En una
palabra, este archipiélago constituye un pequeño mundo en sí mismo, o
mejor, un satélite vinculado a América, de donde proceden algunos orga­
nismos y de donde deriva el carácter general de sus especímenes indígenas.
Nuestra sorpresa ante el número de seres aborígenes que enriquecen estas
islas crece si consideramos además su limitada extensión. A l mirar cada
colina coronada por su cráter y los límites de cada colada de lava, que se
distinguen todavía con nitidez, nos sentimos inclinados a pensar que en
un período, geológicamente reciente, el océano se extendía sin interrupción
allí donde las islas se encuentran ahora. De este modo, en el tiempo y en
el espacio, llegamos a las puertas del misterio de los misterios, la primera
aparición de nuevos seres sobre esta Tierra.
OISSVJ AY1IM /

Sigue un inventario de las especies de aves observadas y, entre ellas, “un


grupo muy singular de gorriones [los pinzones] que se parecen entre sí por
la conformación de su pico, por su cola corta, por la forma de su cuerpo
y por su plumaje. Hay trece especies, que Gould ha dividido en cuatro
subgrupos. Todas son características de este archipiélago, como también lo
es, por otra parte, el grupo entero [...]. El hecho más curioso es la perfecta

TEMAS 54

40
r
gradación del grosor del pico en las diferentes
especies [...]. Cuando se considera tal gradación
y diversidad de configuración en un pequeño
grupo de pájaros, muy próximas entre sí, uno
se podría imaginar que, en virtud de una
pobreza original de aves en este archipiéla­
go, una única especie se haya modificado
para conseguir distintos fines”.
El “Gould” aludido es John Gould
(1804-1881), uno de los principales or­
nitólogos del siglo xix, taxidermista de la
Zoological Society y autor de espléndidas
ilustraciones naturalistas, a quien Darwin
confía sus colecciones de aves. Los resultados
de su trabajo de clasificación confirmarían las
cuestiones de Darwin:

¿Cómo es posible que en estos pequeños islotes,


que sólo hasta hace poco, geológicamente hablando,
debían estar cubiertos por las aguas del océano, islotes
formados por lavas basálticas y que en consecuencia difieren
del carácter geológico del continente americano, además de
estar por otra parte sometidos a un clima propio; cómo es posible, 15. De las 14 especies de pinzones de Darwin,
pregunto, que sobre estos pequeños islotes las poblaciones indígenas, siendo trece viven en el archipiélago de las Galápagos.
distintas tanto en número como en especies de los del continente, y por Tamaña diversidad asombró a Darwin y tuvo un
tanto con una relación recíproca distinta, hayan sido creadas siguiendo el papel importante en la elaboración de su teoría
modelo americano? de la evolución. El mapa de las islas Galápagos
fue dibujado en 1793 por James Colnett (la
Las incoherencias de una explicación creacionista se hacen cada vez más anchura de la parte inferior de la isla principal
evidentes. En el marco de la interpretación basado en la distribución geo­ es de 70 kilómetros).
gráfica y en los tiempos geológicos empieza a dibujarse una solución del
“misterio de los misterios”. No obstante, Darwin se expresa con prudencia
y se pregunta por qué en islas cuya estructura difiere tanto del continente
se habrán “creado” animales tan parecidos a los que medran en éste. Sus
interrogantes abarcan también la cuestión de la especialización:

La distribución de los organismos de este archipiélago no causaría tanta


sorpresa si una isla, por ejemplo, poseyera un sinsonte y otra isla, un
pájaro perteneciente a un género totalmente distinto; si una poseyera un
género de lagarto y en una segunda isla hubiera otro género diferente o
ninguno en absoluto [...]. Por el contrario, lo que me impresiona es el
hecho de que varias islas alberguen sus especies peculiares de tortugas,
de sinsontes, de gorriones y de plantas, y que sus especies presenten los
mismos hábitos, ocupen situaciones análogas y cumplan claramente las
mismas funciones en la economía natural de este archipiélago. Es posible,
sin duda, que alguna de estas especies representativas, por lo que hace
referencia al menos a las tortugas y ciertas aves, sólo sean, a la postre,
razas bien definidas; mas, si se admite que es así, este hecho no tendrá
menos interés para el naturalista.
ARCHIVO LIGABUE (abajo)', LE SCIENZE (arriba)

El domingo 2 de octubre de 1836, el Beagle llega a Inglaterra. Darwin


parte inmediatamente hacia Shrewsbury. Durante su viaje ha redactado
770 páginas de diario, 1383 de notas sobre geología y 368 sobre zoología.
“El filósofo”, como lo había apodado la tripulación, había recolectado
1529 muestras de especies conservadas en alcohol, 3907 pieles, huesos y
ejemplares conservados en seco, más una pequeña tortuga de las Galápagos
que ya había crecido cinco centímetros.

D arwin 41
Las primicias
de una teoría
Tras haber confiado a expertos el m aterial recolectado durante su viaje,
D arw in emprende en 1 8 3 7 la redacción de sus Cuadernos, Aunque no
son exhaustivos, la expresión “m i teoría'se torna recurrente

, y i i arwin llega a Shrewsbury en coche el 4 de octubre de 1836, en

D plena noche. Allí le reciben llenos de alegría sus hermanas y su


padre, siente el placer intenso de regresar a su hogar. El largo viaje
le ha cambiado. Leemos en su Autobiografía: “Es probable que mi
mente madurara con los trabajos del viaje, a juzgar por un comentario
de mi padre, el observador más agudo que jamás he conocido, aunque
escéptico por naturaleza y alejado de toda veleidad frenológica; nada más
verme de vuelta, se volvió hacia mis hermanas y exclamó: ‘Fijaos, la forma
de su cabeza ha cambiado”’.
Darwin se concede sólo un breve respiro. No tarda en marcharse de
nuevo. Se desvía por Cambridge, para saludar a Henslow, y prosigue ha­
.ti? - cia Londres, donde conoce a Lyell y Owen. Va ampliando su círculo de
relaciones y confía las colecciones a clasificadores expertos: Henslow se
encargará de las plantas; Leonard Jenyns, de los peces; Frederick William
Hope, de los coleópteros; Miles Joseph Berkeley, de los hongos; Owen, de
los fósiles; George Waterhouse, de los mamíferos y una parte de las aves;
Thomas Bell, de los reptiles; William Lonsdale, de los corales; Christian
Gottfried Ehrenberg, de los protozoos ciliados; y John Gould, del resto
de las aves.
y: En febrero de 1837, en su discurso presidencial de la Sociedad Geo­
lógica, Lyell utiliza los datos ya disponibles de Owen sobre los fósiles
de América del Sur. Darwin, que se ha convertido en miembro de esta
sociedad científica y que ha impartido ya una conferencia sobre geología,
asiste al evento. Lyell interpreta la afinidad entre las especies extinguidas
y las especies vivas, que se desprende claramente de los trabajos sobre los
fósiles, en términos de “sucesión de las especies”, concepto que esgrime
para reforzar su tesis uniformitarista. El hecho de que los fósiles hallados
por Darwin sean de formas hasta entonces desconocidas y típicas de
América del Sur demuestra que, desde hace largo tiempo, en cada conti­
nente medran formas perfectamente adaptadas a las condiciones locales,
1. El ornitólogo John Gould, a quien Darwin había formas que han conservado su estructura característica. Owen habla de
confiado especímenes de aves recolectados “persistencia del tipo”.
REAL ESCUELA DE CIRUJANOS, LONDRES

durante su viaje, concluyó que diversos grupos Al mes siguiente, Darwin recibe las conclusiones de Gould. Los diversos
procedentes de las Galápagos, como los pinzones y sinsontes de las Galápagos, aunque de estrecho parentesco,
pinzones, estaban constituidos por especies corresponden a especies distintas. Ciertos rasgos, así la forma del pico,
distintas si bien estrechamente emparentadas. presentan una variación gradual; permiten discriminar las especies en ra­
Este dibujo de Gould, extraído de la obra zón de las islas. Resulta evidente que el aislamiento constituye uno de los
Zoología del viaje del Beagle, representa el factores clave en esta diferenciación, que permite, no obstante, mantener
pinzón de cactus común (Geospiza scandens). la ‘semejanza de todas esas especies con las del continente.

42 TEMAS 5 4
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Darwin se instala en Londres, donde vive su hermano
Erasmus. Desde allí podrá seguir más de cerca el avance o - t £ \
de las investigaciones sobre sus colecciones. Comienza 1¿cAfL n~
a trabajar sobre sus notas de viaje, tarea a la que se Ll.
dedicará hasta septiembre de 1837. Tras una serie de AL ' ■4.
retrasos, no se publicarán hasta 1839, junto con las de -* A*.r. N f
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FitzRoy. Algunos meses más tarde, aparecerán de forma
¿C -/tk ~ f*Z evt,p~ vtCs, tu- Cfhfyd
independiente bajo el título Journal o f Researches into
the Natural History o f the Various Countries Visited by
H.M.S. Beagle. Más adelante, en 1843, saldrá a la luz
una edición profundamente revisada y titulada Viaje de un naturalista
alrededor del mundo. página del diario escrito
Ese mismo año inicia sus Cuadernos. “En julio empecé la redacción de opino I ? ' VÍaje en 61 Bed9le: " En conc'« ió n t
mis primeras notas sobre los hechos relativos a El origen de las especies, a para 2 ^ PUede ser de may °r Provecho
Joven naturalista que un viaje lejano
los que había venido dedicando detenida reflexión. Durante veinte años
h- t exc'tacíón ante la novedad de los
no abandonaría dicha tarea”, leemos en su autobiografía. Un primer Cua­
derno, identificado con la letra A y consagrado a la geología, se perdió casi sVact°7dld»pr i biiidr des de éxi,° es,imuian
entero. Los Cuadernos B, C, D y E, o Cuadernos sobre la transmutación de vela ^ Ú ' F ,C6S los tiempos de la marina
' CUando queda mundo por explorar.
de las especies, los escribió entre julio de 1837 y julio de 1839. A con­
tinuación, Darwin pasó directamente a las letras M y N para identificar
los Cuadernos sobre el hombre, el espíritu y el materialismo, que ya hemos
traído a colación, y que redactó en paralelo a los anteriores, desde julio
de 1838 hasta julio de 1839. En cierto momento, considera necesario
separar sus notas sobre la especie humana y sus estrechos vínculos con los
animales de sus notas sobre la transmutación de las especies en general.
Sin embargo, ambos asuntos se hallan siempre presentes en su espíritu,
como lo demuestra el entrelazamiento de los mismos en los Cuadernos
anteriores a julio de 1838 y la presencia constante en los Cuadernos sobre
la transmutación de reflexiones sobre el hombre, incluso después de abrir
los Cuadernos M y N.
Darwin proyecta además la elaboración de una selección completa,
preparada con sus propios medios, sobre los trabajos de los especialistas
que investigan sus colecciones. Para tal fin, y con el apoyo de Henslow,
conseguirá mil libras de financiación de los fondos del Tesoro. La obra se
titulará Zoología del viaje del Beagle. Se dividirá en cinco partes: mamíferos
fósiles (Owen), mamíferos (Waterhouse), aves (Gould), peces (Jenyns)
y reptiles (Bell), respectivamente. Se publicará entre 1838 y 1843. Este
trabajo ocupará buena parte de su tiempo, sin que le impida comenzar
por entonces su libro sobre geología.

D a r w in
43
Discreto y prudente
En 1838, Darwin es nombrado secretario de la Sociedad Entomológica,
así como de la Sociedad Geológica (no podía declinar la invitación de
Whewell, presidente a la sazón de esta última). Ejerciendo Darwin el
cargo de secretario, se vio envuelto Robert Grant, su antiguo profesor de
Edimburgo, en una suerte de proceso por sus ideas lamarckistas. Sostiene
que el opósum, el mamífero más antiguo conocido, es en realidad un rep­
til; se basa en una mandíbula fósil que han descubierto cerca de Oxford,
en rocas antiguas, anterior a la presumible aparición de los mamíferos.
Grant interpreta el hallazgo como el signo de un progreso desde formas
inferiores hacia formas superiores. Hipótesis que ni los creacionistas ni Lyell
están dispuestos a admitir. Para Lyell, los mamíferos pudieron haber sido
creados en cualquier momento, bajo una forma perfectamente adaptada
a las circunstancias. Con todo, hay también creacionistas “avanzados”
que reconocen una progresión providencial del animal más simple al más
“perfecto”: el hombre.
Darwin se muestra discreto a este respecto. En sus notas, cita a Lamarck
en diversas ocasiones; le llama “espíritu profético de la ciencia”. Sin dejar, al
propio tiempo, de explicitar su distanciamiento: “Mi teoría es muy distinta
de la de Lamarck”, escribe en el Cuaderno B. La expresión “mi teoría”
se vuelve cada vez más recurrente. Ahora bien, si ya entonces existe una
teoría darwinista, intenta por todos los medios que permanezca en secreto,
hasta que pueda ofrecer una respuesta satisfactoria a todas las preguntas no
resueltas. Los ataques contra la transformación de las especies se recrudecen;
la desventura de Grant representa sólo un avatar más.
Darwin sabe que Grant está equivocado (el opósum no es un reptil),
3. Un barrio pobre de Londres, según Gustave pero sabe también que su antiguo profesor defiende correctamente la idea
Doré (1832-1883). Hacia 1840, Darwin temía de una transformación de las especies en el transcurso de largos períodos
que sus ideas sobre ia evolución de las especies de la historia de la naturaleza. La mandíbula descubierta corresponde a un
fueran aprovechadas por los extremistas mamífero antiguo, “El padre de todos los Mamíferos en una época remota”,
radicales, adeptos a las tesis lamarckistas. escribe en el Cuaderno B, donde perfila el esbozo de un árbol: “Los seres
organizados representan un árbol con una ramificación irregular; ciertas
ramas se muestran mucho más divididas que otras, de ahí los Géneros. Un
gran número de brotes terminales mueren; otros muchos nacen. La muerte
de una especie no es más extraña que la de un individuo”. A partir de
esta metáfora, Darwin propone: “El árbol de la vida debería denominarse
quizás el coral de la vida, con su base de ramas muertas; de manera que
no es posible distinguir las transiciones”.
La vieja imagen dominante de la scala naturae, o cadena de los seres, tan
íntimamente ligada y útil a las tesis del creacionismo, es sustituida de manera
creciente por la nueva imagen del árbol; sin ser inédita, se convertirá ya en
emblemática. El árbol, empleado tradicionalmente en las reconstrucciones
de las genealogías familiares, constituirá un símbolo cargado de teoría.
Ilustra, o eso se quiere, la propagación de la vida, no sólo en el espacio,
sino sobre todo en el tiempo, así como su diferenciación dendriforme.
A partir de un origen común, el árbol representa y materializa el proceso
histórico de la evolución. La teoría de la descendencia con modificación,
más conocida como teoría de la evolución, va tomando cuerpo.

Tímida adhesión ai materialismo


En sus notas, Darwin continúa con la reflexión de la duración de la
vida de las especies, la necesidad de la extinción, la reproducción sexual,
4. En este esquema, datado del 21 de abril de la mezcla de los caracteres tras el apareamiento y la “repugnancia” con
1868, más de treinta años después del viaje respecto a los cruzamientos. Dibuja otro árbol que resalta con mayor
del Beagle, Darwin se propone precisar las nitidez la irregularidad de las ramificaciones. Sigue interesándose por
relaciones de parentesco entre el hombre y los los instintos, la influencia de las condiciones ambientales, los hábitos,
otros primates. hábitos que se convierten en instintos, hábitos que en ocasiones preceden

44 TEMAS 5 4
a la estructura, la herencia, herencia de la
mente y la tendencia al cambio. Lamarck
está, sin duda, presente en su pensamiento,
pero Darwin precisa: “Los cambios no son
el resultado de la voluntad de los animales,
sino de una ley de adaptación, igual que
para los ácidos y las bases”. O incluso: “La
voluntad según Lamarck, absurda. No es
aplicable a las plantas”.
Darwin subraya la diferencia entre su teo­
ría y la de Lamarck, alejándose irremedia­
blemente desde entonces de las posiciones
creacionistas. Las páginas de los Cuadernos
no dejan ni un resquicio a la duda: “Evito
decir en qué medida me adhiero al mate­
rialismo; digo sólo que las emociones, los
instintos, la magnitud del talento, que son
hereditarios, lo son porque el cerebro del niño guarda semejanza con la 5. Este retrato de ■-/Joseph Hooker
línea paren tal”. Asimismo, polemiza de forma irónica con los expositores . A-1911) se con - a! Escuela
de la teología natural, destacando lo falso para resaltar lo verdadero: “Acep­ 'rujanos de Ion . cirujano y
tamos que los satélites, los planetas, los soles, los universos, es decir, los ;co, ronocíú a i 9. Examinó
sistemas universales en su totalidad, puedan estar gobernados por leyes; - tas que Darwi, traído de la Tierra
pero cuando nos referimos al más pequeño de los insectos, pretendemos ■se convecina en uno de sus amiqos.
que un acto especial de la creación lo haya hecho aparecer súbitamente,
ya dotado de sus instintos, de su lugar en la naturaleza, de su hábitat”.
Y ataca también el prejuicio antropocéntrico: “El hecho de que las cir­
cunstancias hayan dado a la abeja el instinto no es menos pertinente que
el hecho de que hayan dado al hombre el intelecto”.
Darwin había traspasado la linde de lo imaginable. En el plano de las
relaciones sociales y políticas, así como en el de la teoría científica que
elaboraba con gran esfuerzo, la divulgación de sus ideas habría sido una
temeridad. Por un lado, se enfrentaba al creacionismo. Darwin conocía
la intensidad de las vindicaciones de sus representantes; no resulta sor­
prendente que en los Cuadernos evocara las persecuciones de los primeros
astrónomos. El mismo Whewell, en la Historia de las ciencias inductivas
(1837), que se había publicado hacía poco, citaba de nuevo la “herejía”
heliocéntrica de Copérnico, la condena de Galileo por la Inquisición y la
ejecución de Giordano Bruno en la hoguera. Whewell hablaba con me­
nosprecio de Galileo y de Bruno, que tachaba de arrogante, mientras que
juzgaba con indulgencia la Inquisición, que había actuado con moderación
y únicamente bajo el apremio de las circunstancias.
Por otro lado, estaba el lamarckismo (lo que se tomaba por tal y lo que el
propio Darwin, siguiendo a Lyell, entendía por lamarckismo): voluntarismo,
pulsión interna, deseo, progreso. A pesar de que dicha teoría perdiera fuerza
en el plano científico (basta pensar en Grant), los radicales se la habían
apropiado porque se adaptaba a sus ideas de desarrollo autónomo de la
naturaleza y de progreso. Los radicales eran anticlericales y materialistas;
extremistas, preconizaban reformas sociales profundas. Se oponían a la
aplicación del Poor Laiv Amendment Bill. Este proyecto de enmienda a
la ley de los pobres, defendido por los liberales (vuhigs), eliminaba cualquier
ayuda del Estado a los necesitados y creaba situaciones de fuerte competencia
para el empleo. Darwin era un liberal, pertenecía a la clase acomodada
y no tenía intención de renunciar a sus privilegios. No podía arriesgarse
BRIDGEMAN-EDIMEDIA

a que sus ideas sobre la transformación de las especies fueran explotadas


con fines políticos. Los radicales eran, por otra parte, antimaltusianos; y
precisamente en esa época Darwin acababa de hallar en Maithus una clave
de interpretación para abordar algunos de sus problemas.

D arwin 45
La lucha
por la existencia
Las especies se modifican de form a gradual. D arw in interpreta esas
transformaciones como una adaptación de los mutantes a l medio. A l leer
a Malthus, en 1838, identifica selección artificial con selección natural

n su Autobiografía, Darwin declara haber leído en octubre de 1838


1. En su Ensayo sobre el principio de la
población, el economista Thomas Malthus
argumenta que la población aumenta según
una progresión geométrica, mientras que
los medios de subsistencia aumentan más
E el Ensayo sobre el principio de la población, del reverendo Thomas
Malthus. Más exactamente, entre el 28 de septiembre y el 3 de
octubre, leyó la sexta edición de 1826, que contiene modificaciones
importantes respecto de la edición original de 1798. De hecho, la doctrina
de Malthus, según la cual la supervivencia del hombre es consecuencia de
lentamente, según una progresión aritmética. una lucha feroz, le resulta familiar. El debate público sobre las medidas
Partiendo de esta constante, la lucha feroz demográficas y sociales que deberían emprenderse para aliviar la miseria
por la supervivencia resulta inevitable. Por de las clases trabajadoras e indigentes está, desde hace tiempo, a la orden
otro lado, según Malthus, "el pueblo debe del día y es objeto de discusiones en el seno de la familia Darwin.
considerar que es él mismo la causa de sus Las desgravaciones fiscales que benefician a las clases medias y altas afectan
sufrimientos"; resulta, pues, inútil ayudarlo. a los Darwin, y al propio Charles, cuya situación económica depende de
Estas ideas de lucha por la existencia influyeron un capital prudentemente invertido por su padre. Su hermano Erasmus
en Darwin, quien las trasladó al contexto de los frecuenta asiduamente a la escritora Harriet Martineau, calificada por sus
animales y las plantas. adversarios de “mujer maltusiana”. Esta autora había conocido personal­
mente a Malthus. (Las voces
maldicientes se sorprendían
. , 'til» » iv,;—'■ctfAtrniÉ.Yf. - 7 "7 , ífüEL EFPET A Sun u LlhBRTÉ CIVILB, KTC. . ' (jjM
de su posibilidad de diálo­
s il Hcliu litóse pás'ííprés luí des enfimts qui té'ffeprcsentrnl, n |xi&
ócoulci lés conseiisde l¡j,priKÍence, etcroífa. en se n»ar¡ mi lí’in.Vuire-
1' pérsüader que cest su gonvérnement qu’jl doit impuler des maux ^u'il
s'est lul-méme allírés, i! esi manifesté qu’on aura toujours denouveaux
go: ella sorda y él aqueja­
ment, avoír,át;oU de se réposer enlicremcnt sur !c> soii:? de la IVo-
vidcnce.
Tnoyens de fomenler le niécontenli uienl el desemer des carmes de rc-
volulion, Aprés avoir délrtiil le gouverncmeiit clabli, le peuple.-Jou-
do de un labio leporino.)
A la vénlé, dans un pays civilisó el oít Ton rorni.iil los jouiss.uicu*
que i’aisanee procure, nn te» projuge nu peni ciérnate enuerement tes ,,
mm
jours en prole á la miseá*, lo'irne son ivssentimenl sur eeuxq.uí'ont
Su^cédé^ aes;:,j)remjírs;; inaiíres. A peine a-l-il-immoití ces; r\óqycHes Martineau divulgó las ideas
luraíéres nniurelíes,: mjsis il parv ien th des óbscurcir. Jusqua ce que Víqtí)tndsqix’i} ¿h eleiTiarrtbí cl'autres. sans q(i?ón pitase voir ^n;t¿rl^e á
celte obscurilé soil dissipéci, eique le paúvrn soileclaíré sur la cause.de.: ■ déái'üVpiles süscítées pAr une crióse' íoujVjiifTeqiapjíviié. de Malthus a través de una
scs souíírancos; jiisqua ce qu'on lui áit appris que c'est a luiTnéme \ •: íonnlei’ qii-aiv;;niíHeu de ces orases le plus grnñd ñpinbre
qu*H dolí les impuler, on ne sauraíí diré que chaqué homme spitvlaUséá'J: de bjon áienl réepiirs au pouv.oir absolu? Us onVítVprouvé qd;’^^''góu- extensa serie de opúsculos y
á son propio el libre ehoíx'sur la queslion du manare. verneDícní coñlemí dans de sages luidles est insiiffisant pouh:r¿pVibtér
respriEróvólúlíóiiqáire; iis sonl las de charígériienls doní ówiñéH'Ptíut novelas populares de éxito,
prévoirlaifinq ils n’espérenl plus tiende leurs elTorls, et cherchentun
> UBEHTÉ CtVU.fi I.A COíO.USf,OCt DE tA ;
prolecleur cohlre Ies furetirs de l’anarchie. ’ 7 ’\ V viajando algunas de ellas a
La mulLlude qui lait les émeufes est le produit d’ime popúláíiÓh'ex-
céclanle. Elle se senl pressée par le séüfimcnl' dé ses son^^^^ ces bordo del Beagle. Harriet
II sutP.de ce que nous venons de diré, que le peitpíe doit $'enñsagtr- souffrancéé sonl saos doute irop réelles, mais elle'ignore -absolúmcnl^
cotiime élant hd-méme. la cause principóle de ses souffraiiccs. Peubétrc;
au premier coup d’cetl. celte doclrinc parattra peu Favorable h la iibtírúí.
quelle en ésl la canse. Cetlc muUiliide égarée esl íin enneñrí' rpáou- Martineau era entonces una
lable dé ia liberté, qui fomente la tyranníe ou ■!«■faíí naitr^kSbquel- \
' C ést, díra-í-on, fournir aux gouvernemenls un pretexte pouropprtmer
leurs sújets, sansque ceux-ci aient droií de se piainclre; el les aulorisSr
quefois, dans sa fórénr, il semble la vouloir délíhu’é, ce n’esfvqüe'-poiir t
rlfi rélablir sous une nouvelle forme. L’Angltíterre ne tarderaCp^ílong' í
personalidad política influ­
á rejeter sur les lois de la nalure, ou. sur Timprudence du pauvre, les*
suites funestes de leurs véxalions. Alais il he faul pas júger sur l'im-
temps pent-étre á fournir uri’ éxemple de i'éffei de teís furhÚHéis'sur j
l’établissement de la lyrañnié; €ómmp anii de la liberté, et ehperpi des i!
yente, respaldada por los
. pression rehire au premier coup d’ceil. Je suis persuade que ceux qui
con^idéreront cesujel de plus pres recoimaílronl qu’itne cónnaissance
grandes armées permanenles, cest pvéc im xdfv fegret que jéi'ijie/)|vois S
' Toreé de recomiaUVe que, sans le secotirs de célle forcé, la dél.re'sse du .
ki
lÉí
,
whigs tras su apoyo a las re­
pléiiie, et géiiéralomenl répáiUlue, de la principale cause de la pauvreté
esl Ie.inoyéo le plus sur d’élablír sur de solides Íóndemeuls une liberté
^(jjú'ple pendant les dernierés; dísétfcs{iStM) e f íSOl). encoiji^gée par
;‘.'«Tjgdqrance el la' folie des cjásses snpérieiires, aurait pu le
'
formas que éstos proponían
sagé el raisonpáüJe. lis reconnallront que l'obstacle principal qúi é’óp¿; .
posé a ceí etáBíisSemenl resulte de i’ignorance de la cánse dóht je párle
^funestes esees, et plpngér iinaiymént le páysdans toiitéS^l&^ÍLor—;;i
Teursvde la famine. Si ces lemfis:malheureux revenarenl fréquemiricnt
sobre la “ley de los pobres”,
ét des snifés qqe celte ignorance doit naUirelIcnieht eritratnér.
La détresse á laquellc sonl róduites les classes tníériéurésdü pejipie,:
(et i’étíá. présení du pays ne peui que irop les fáiró prévoir}, iljs'onVri—
raienl eeFt^une:pei*s(iectlve lúgubre. On x;erraií: la consíÍtúfionVan-,',v
la norma maltusiana tan cri­
et 1‘habitude oü ellos sonl d'ailribiter ccUedélresseá ceux qtiT le r goü-
•vernenl, me paraissenl clrc les vrais remparts du d&|»ó:isnié. C¿l élat
glaise mordterfK&vgrands pas vers ceMeiteu//ioíia.«^{á^qué' H ú ^
i lui a prédlléjirra; moins que quelqtie conjmolion populairc ne ylnt ticada.
de dioses íoürnil u ccitii qui abuse de l:auIorílé itn moü f a jopareot dé ¿J\arréíer; -triste reniéde qui ne peul qu'accnoUre notretefljRob Si les.méa •:
Iefaire,afin de conlcoir les séditieux. C’esí la vraie raison pour laquelle ^níenlem entspoiitiquesselronvaienlm élé^auxcris deslftíííin.elqu^une El propio Darwin reseña
un gouvernemenl libre lend sans cesse «a sa desíruclion» par la lolérancé ^revolulion s’opéní( par la’pópulace. en proterau besojnv#ídeinandant
de ceux qui sonl chargcs de le inainlenir. Tcllc esl la cause qui a faíl r d'élre nourrie, íl faudrait s’aUendrc á de íp^péiuels^cbapgcinenlSj^a en su autobiografía la impor­
,échotter les plus genéreux: eííorls, et qui, dans le cottrs des rcvolu-'
Tíons, a ía il périr la liberté naissanle. Tanl qu’il sera au pouvoir d’un -:{\) Euthan<isie, morí lienreu$< e (toiix, üanquille eísans ófiulpur rte ce tancia que tuvo Malthus en
LE SCIENZE

.homme mécoiUeuí el doué de qiidqW laten t dagiler le peupte, de hu ftóñíkdi^fainre. Üpk. r .y


la elaboración de la teoría
de la evolución. Basado en

46 TEMAS 5 4
la investigación sobre el material acopiado durante el viaje del Beagle, 2. A la izquierda, Thomas Malthus (1766-1834).
llegó a la conclusión de que cabía interpretar los hechos desde la óptica A la derecha, Harriet Martineau (1802-1876),
de una modificación gradual de las especies. Sin embargo, faltaba com- defensora apasionada de Malthus. Erasmus,
prender el modo en que los “organismos de todo tipo se han adaptado hermano de Charles Darwin, era uno de los
magníficamente a sus condiciones de existencia”. Esas adaptaciones perfectas allegados de la autora,
constituían las premisas de la teología natural. Había llegado el momento
de explicarlas.

De la selección artificial a la selección natural


Con esta finalidad, “sin una teoría preconcebida, según los auténticos
principios baconianos [...]”, Darwin reúne el mayor número posible de
datos sobre las variaciones morfológicas de los animales y las plantas en
la naturaleza y, muy particularmente, las especies domesticadas: palomas,
perros, caballos y otros animales emparentados. Para ello interroga de forma
sistemática, mediante cuestionarios impresos y otros medios, a ganaderos,
criadores, viveristas y jardineros. La famosa afición de los ingleses por los
animales y los jardines había convertido la cría y la jardinería en negocios
florecientes. El propio Darwin cría palomas y otras aves para sus estudios.
Reúne informaciones sobre cómo el ojo experimentado del especialista
identifica entre individuos de una misma especie variaciones casi imper­
ceptibles que le permite seleccionarlos, escogiendo los mejor adaptados a
sus propósitos y favoreciendo su reproducción mediante apareamientos
predeterminados.
“Pronto comprendí, explica, que la selección constituía la clave del
LE SCIENZE (izquierda), POUR LA SCIENCE (derecha)

éxito en materia de producción de especies útiles, lo mismo animales


que vegetales”. Al principio se interesa por el mecanismo de variación; se
percata luego de la analogía entre la selección realizada por los criadores
y la que opera sobre la naturaleza. Sin duda alguna, había identificado
ya la semejanza entre esos dos procesos cuando escribió el último de sus
Cuadernos sobre la transmutación, donde afirma: “El hecho de que las razas
domésticas se obtengan de la misma manera que las especies (bien que en
este último caso de forma mucho más perfecta e infinitamente más lenta)
constituye una parte destacable de mi teoría”.

D arwin 47
En su autobiografía precisa: “¿Cómo podía aplicarse la selección a
organismos que viven en un estado puro de naturaleza? Esta pregunta
representó un misterio para mí durante mucho tiempo”. Fue entonces
cuando Darwin leyó la obra de Malthus: “Al hallarme en buena predis­
posición para apreciar la lucha incesante por la existencia, debido a mis
numerosas observaciones sobre los hábitos de los animales y las plantas,
me surgió de repente la idea de que, en función de las circunstancias,
las variaciones favorables tenderían a preservarse y las desfavorables a
eliminarse. De ello resultaría la formación de especies nuevas. Había en­
contrado por fin una teoría sobre la que trabajar; pero mi ansiedad por
evitar las críticas era tal, que decidí no escribir ni el más mínimo esbozo
durante algún tiempo”.
Una abundante bibliografía analiza las fases del desarrollo histórico y
teórico a través de las cuales Darwin llega a la selección natural, tras en­
contrar en Malthus la tesis de la inexorable disparidad entre los ritmos de
crecimiento de la población y los recursos alimentarios. Lo que Darwin
presenta como la intuición repentina de una mente preparada se produce
en realidad por una agregación de varios elementos: variación, herencia,
reproducción sexual, aislamiento, esterilidad, distinción entre variedades y
3. Frontispicio de la primera edición (1729) especies, selección natural, descendencia, adaptación, analogía entre selec­
del libro de Jonathan Swift (1667-1745): Una ción natural y selección artificial. Algunos de esos elementos ya formaban
modesta proposición para prevenir que los parte de los argumentos con los que Darwin trabajaba desde hacía tiempo;
niños de los pobres sean una carga para sus otros, gracias a Malthus, resolverían las cuestiones pendientes.
padres o el país, y para hacerlos útiles al
público. En este panfleto, Swift propone, para Los principios de Bacon, una guía para Darwin
resolver los problemas de miseria, vender No nos referiremos a las notas, cartas, informes, conferencias, encuentros,
l°s niños a la edad de un año para que sean es decir, el denso entramado en el que los historiadores bucean para re­
comidos. Los remedios planteados 70 años más construir esa fase tan delicada del desarrollo de la teoría. Además, ningún
tarde por Malthus eran apenas más realistas historiador puede tener una confianza ciega en lo que el mismo Darwin
(matrimonios tardíos y abstinencia sexual, expresa en su Autobiografía.-, ninguna autobiografía constituye un testimonio
sobre todo para los pobres). absolutamente fidedigno. A lo sumo, podemos entrever indicios indirec­
tos en la forma de expresarse del autor y su opción deliberada de hacer

Tnimmm: • te » 4 WMvi«;¡p.¡L
explícito este o aquel aspecto. Sea, por ejemplo, la insistencia de Darwin
sobre los principios “baconianos” que le guiaron en sus investigaciones;
se trata de una alusión intencionada que tiende a reforzar su forma de
proceder, acorde con los cánones de la metodología moderna de la ciencia.
For prerentir.g tbc Sobre esa cuestión existe también un número considerable de estudios que
ponen en duda que el método darwinista procediera de forma inductiva,
ILDREN a partir de “hechos” observados y con independencia de “prejuicios” teó­
ricos. Más adelante se repetirán ciertos aspectos de semejante análisis de
o v
la teoría darwinista. Por el momento, lo que nos importa es que Darwin
P O O R PF. O PLE considera, o juzga oportuno afirmar, que ha procedido de acuerdo con
cierto tipo de reglas.
Frotn íwing a
En lo que atañe a la génesis de la teoría en el transcurso de esos años
^tttefcert to tfytít pztm ts, de reflexión, elaboración e investigación, no nos arriesgaremos demasiado.
OR THE
Imitaremos la prudencia de Darwin. Nos limitaremos de momento a alguna
aclaración sobre cómo consigue, apoyado en las ideas de Malthus, centrar
C O U N T R Y, su atención en la “lucha por la existencia”. Ese concepto le resulta familiar
por estar presente en los escritos de numerosos naturalistas, desde Linné
AND
hasta Lyell, pasando por De Candolle. Mas, desde ese instante, se percata
For mtfcing tbtm Benefidil to the del equivalente natural de la selección artificial; de aquí deduce la teoría
PUBLlCK, de la selección natural sobre la que trabajará a lo largo de veinte años.
Como hemos visto, Malthus inspira a los whigs la política de “asisten­
J) V S L I N: cia” —o mejor dicho, de no asistencia— a las clases pobres. Profesor de
Printed by S. Hj'ding, oppoQte the ILmJ .?«- historia y economía política en el Haileybury College, institución fundada
ten netr ■■FijbmMt.Strttt. *n the BU*- ;
MDCCX'UX. por la Compañía de las Indias Orientales para la formación de los jóvenes
funcionarios, Malthus escribe, en 1798, su Ensayo sobre el principio de la

48 TEMAS 54
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039-5 Matem ática
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046-8 Planeta azul, I
C\l CM

planeta verde
i

054-9 El legado de Einstein


población, en la medida en que afecta al progreso futuro de la sociedad, con
comentarios sobre las teorías del Sr. Godwin, el Sr. Condorcety otros autores. Se
opone así, algunos años después de la Revolución Francesa, a los utópicos
y otros filósofos del progreso que sostenían la tesis de la perfectibilidad del
hombre y la sociedad, y veían en la Revolución una ocasión para afirmar
las doctrinas igualitarias. En ese contexto, Malthus opina que la abolición
de todas las leyes de subsidio a los pobres sería la “mejor solución para
aumentar la felicidad del pueblo inglés en su conjunto”. A pesar de sus
buenas intenciones, esas leyes sociales tienen, según Malthus, el efecto
contrario al deseado. Subvencionar la miseria provoca un encarecimiento
de los alimentos, un aumento del coste del trabajo, un laxismo en las
costumbres y un deterioro general de las condiciones de vida. Esas leyes,
afirma Malthus, “crean los pobres que ellas mismas deben atender”. Por
el contrario, defiende que los pobres tienen su destino entre las manos y,
en la medida en que “los mayores estímulos del espíritu parecen ser las
necesidades del cuerpo”, aliviar su sufrimiento mediante la beneficencia
equivale a fomentar su indolencia y sus vicios naturales.
Maltus recomienda, sobre todo para las clases inferiores, el matrimonio
tardío y la abstinencia sexual, sin excluir “prácticas no naturales” como el
aborto y el infanticidio. Hay que reconocer que los remedios de Malthus
eran, en su cinismo, más humanos que la solución “simple y poco onerosa”
planteada unos 70 años antes por Jonathan Swift para resolver proble­
mas análogos en Irlanda. En el panfleto satírico Una modesta proposición
(1729), Swift propone la venta de los niños de un año de edad “a gente
de bien y de calidad en todo el reino [...] para una buena mesa. Si se
tienen visitas, de un niño saldrán dos fuentes de comida; si se cena en
familia, un cuarto, paletilla o pierna, será suficiente, y sazonado con un
poco de pimienta o de sal tras hervirlo resultará excelente hasta el cuarto
día, sobre todo en invierno”.
Las propuestas de Malthus se fundan en tesis de filósofos y economis­
tas del siglo xviii y en estudios más antiguos todavía sobre la expansión
demográfica. El mismo apela a David Hume y a Adam Smith. La idea de
que las dimensiones de la población guardan una estrecha relación con
la producción de los medios de subsistencia corresponde a una verdad
adquirida. La esperanza de poder instaurar un equilibrio natural, como
muchos otros habían pensado, queda desautorizada por las condiciones
de miseria creciente que oprimen a las clases inferiores. Basándose en
datos demográficos y estadísticos, Malthus pone de relieve la inexorable
y creciente desproporción entre el aumento de los recursos alimentarios,
que sigue una progresión aritmética, y el crecimiento incontrolado de la
población, de progresión geométrica.

Tasas de reproducción y medios de subsistencia


Ahora bien, “el crecimiento de la especie Rumana no puede mantenerse al
ritmo de crecimiento de los medios de subsistencia más que por la acción
constante de la poderosa ley de la necesidad”. Aunque Malthus se preocupe,
sobre todo, de la especie humana, la constatación es trasladable a otras
especies: “En los reinos animal y vegetal, la naturaleza ha distribuido las
semillas de Ja vida con una mano extraordinariamente generosa y liberal.
Pero ha sido parca con el espacio y los alimentos necesarios para hacerlas
crecer. Si hubiera suficientes alimentos y espacio donde extenderse, los
gérmenes de la vida presentes en un pequeño pedazo de tierra ocuparían
millones de mundos en cuestión de unos millares de años. La necesidad,
esa imperiosa ley natural que lo rige todo, los retiene dentro de límites
POUR LA SCIENCE

impuestos. [...] Y la raza humana tampoco puede eludirla, cualesquiera


que sean sus esfuerzos”. La cuestión se plantea en términos más simples 4. David Hume (1711-1776), uno de los filósofos
para plantas y animales, entre los que “los sujetos sobrantes son eliminados británicos sobre el que se basó Malthus.

D arwin 49
por la falta de espacio y de alimento, o, en el caso de los animales, por
los ataques de los depredadores”. En cambio, en lo que atañe a la especie
humana, donde el instinto de propagación no es menos intenso, es la
razón la que debe frenar el impulso.
En la sociedad y en la naturaleza, la necesidad de contener la procreación
excesiva de la especie en relación con los recursos existentes se concretaría
así en una competencia inevitable. Sin embargo, ese destino sombrío de
lucha y sufrimiento entraba a formar parte, según Malthus, de un designio
providencial:

Para que los estímulos de este tipo fueran más constantes y para empujar
al hombre a servir los designios benevolentes de la Providencia [...], se ha
prescrito que la población creciera con mayor celeridad que las subsistencias.
Esta ley general [...] engendra indiscutiblemente muchos males parciales,
pero una pequeña reflexión nos convencerá sin duda de que éstos se ven
en gran medida compensados por los beneficios que produce. Los fuertes
estímulos parecen necesarios para suscitar el esfuerzo; y, para dirigir este
esfuerzo y formar la facultad de razonamiento, parece absolutamente
necesario que el Ser supremo actúe siempre conforme a leyes generales. La
permanencia de las leyes de la naturaleza, o nuestra certidumbre de que
las mismas causas producen los mismos efectos, constituye el fundamento
de la facultad de razonar [...]. Si Dios modificara su designio con fre­
, sacón (1561-l62í cuencia [...], se produciría probablemente una torpeza general y fatal de
5- El fl|ósofo inglés f 0 flCÍS ofí |a tradición todas las facultades humanas; incluso las necesidades del cuerpo cesarían
C° n la intención de ro^P 0 nOUSo una nuev de incitar a los hombres a realizar un esfuerzo, sin que pudieran esperar
aristotélica y escolástic3' pí ¿ d a d a sobre I razonablemente que sus esfuerzos, bien orientados, fueran coronados por
clasificación de las cíe»lCia rfe| alma (memo éxitos [...]. Es a esta permanencia a la que debemos los más grandes y
distinción de las faai!tadeS redefínió el nobles esfuerzos del espíritu. Es a esta permanencia a la que debemos el
imaginación y razón).
Paginación razón) Ja ínvestigacii pensamiento inmortal de un Newton.
científico c°fñS
conocimiento científi*-^ hechos y '
._s hecnu=>_
de
de los
las causa*
causas naturales de
d e , parw¡n in 'nsisti La argumentación de Malthus se inscribe en la teología natural. También
determinación de su e s e ^ ia‘ form¡dad de para él, un proyecto divino gobierna los destinos del mundo, a través de
diversas ocasiones sobr* ' ^ ¡ a n o s . leyes naturales e inmutables. Una de esas leyes es la “lucha por la existencia”,
trabajos con los princíp'05 expresión presente ya en Lyell y en otros autores, y que él utiliza sin un
énfasis particular. Aquí esa ley adquiere fuerza porque de ella se deducen
algunos cálculos. En ella se basa y se justifica el modelo económico de no
intervencionismo, perfectamente adaptado a los intereses del capitalismo
incipiente de la revolución industrial. De la economía a la “economía de
la naturaleza” no hay más que un paso. La analogía es coherente y eficaz;
de hecho, se halla difundida en las obras de los naturalistas. El propio
Darwin la coge al vuelo.

La biología al servicio de las ciencias sociales... y viceversa


El debate se centra en la aplicación, a las ciencias sociales y a la econo­
mía, de las ciencias biológicas (en especial de las ideas de Darwin y de
la teoría de la selección natural). La discusión es compleja. Las ciencias
sociales han utilizado la biología para explicar el funcionamiento de la
sociedad y, a la inversa, la biología ha interpretado la naturaleza mediante
modelos sociales. El mismo Malthus había encontrado en la naturaleza
la legitimación de sus tesis. De forma recíproca, la teoría de Darwin,
(re)aplicada al dominio social, daría luz al “darwinismo social”.
La dimensión ideológica del debate resulta evidente. Si el discurso de
Malthus intenta justificar, en el plano científico y en tanto que ley de la
naturaleza, el statu quo social y determinado modelo económico, la teoría
darwinista proyecta sobre la naturaleza las estructuras y los conflictos de
la sociedad victoriana. En el paso de un contexto a otro, las traslaciones
y las metáforas entrañan en su fundamento (en ocasiones de manera

50 TEMAS 5 4
implícita) sistemas de valores ajenos al discurso científico. Por otro lado,
las analogías y las metáforas dan lugar a interpretaciones nuevas, a partir
de las cuales se construyen inéditos marcos teóricos, independientes del
cuadro inicial. A buen seguro fue alguno de esos aspectos el que inspiró
a Darwin la lectura de Malthus.
El día que inició la lectura del Ensayo, Darwin anotó en sus Cuadernos'.

28 de septiembre de 1838. No deberíamos extrañarnos de los cambios


asombrosos en el número de individuos de las especies provocados por
pequeños cambios en la naturaleza del lugar. [...] Ni siquiera el lenguaje
incisivo de [...] De Candolle logra expresar con la misma eficacia que
Malthus la idea de guerra entre las especies. — (En ausencia de penuria,
el crecimiento de las poblaciones animales sólo puede ser detenido por
frenos positivos) — En la naturaleza, la producción no aumenta mientras
no prevalezca ningún freno, así la escasez y la consiguiente muerte —
población que aumenta en progresión geométrica en un período muy
inferior a los 25 años. [...] Bastan unos pocos años de abundancia para
que crezca la población humana, y una cosecha normal provoca entonces
la muerte — En Europa, por ejemplo, cada año muere, en promedio, el
mismo número de individuos de cada especie debido a los depredadores,
el frío, etcétera. [...] La causa final de esta imbricación debe ser una
estructura adecuada y que se adapte al cambio. [...] Se puede afirmar
que existe una fuerza [que llena], mediante todo tipo de estructuras
adaptadas, los vacíos de la economía de la naturaleza, o que más bien
produce tales vacíos al rechazar las [estructuras] más débiles.

Darwin lanza esas ideas en cascada, como si persiguiera por escrito el curso
rápido de su pensamiento. En realidad, constituye la primera formulación
de la teoría de la selección natural. La activación de un proceso autónomo
origina analogías y reflexiones que, conforme se organizan, dejan en un
segundo plano su contexto inicial, la dimensión social, el providencialismo, 6. En estas páginas, Dan* •
para transformarse en un contexto teórico distinto. de una población de ei , calcu,a el aument0
La “economía de la naturaleza” se dibuja poco a poco como un proceso límites impuestos p0r i , tes en ausencia de
de interacciones dinámicas entre las especies y, sobre todo, entre las especies £1 origen de las especi * fal*ade alim entos.E"
y su entorno. Las mismas especies se convierten en estructuras dinámicas. animales conocidos $ ^ .6scribió: De todos ios
Son las poblaciones, los grupos de organismos, los que a su vez interactúan. es el que se reproduce6 P'ensa que el e,efante
La lucha por la supervivencia no sólo se muestra entre especies distintas, He realizado algunos t T S ,entamente-
sino también entre individuos de la misma especie. Pequeñas alteraciones en cuál sería el mínimo au Culos Para est™ar
el medio se traducen en importantes cambios en el número de individuos de individuos. Se p u e d * 6"*0 en número
de una especie. En el imponente teatro de la vida (el irresistible deseo de a equivocarse, que e J *.admitir' sin m¡ed°
propagación maltusiano), unos sobreviven; otros caen. Debe hacerse a la edad de treinta a f^ 1^ a reProducirse
frente a los depredadores, al frío, a la escasez de alimentos. Es necesario haciéndolo hasta los n° S’ y que continúa
encontrar el propio espacio, a veces por la fuerza. Se produce una elección de tiempo produce Se-°Verita; en este intervalo
(no aparece todavía el término “selección natural”) de la estructura idónea mismo vive hasta l0s * descendientes' V él
y que se adapta al cambio. Es como si una fuerza poderosa favoreciera a admiten estas cifras ^ años- Luego' si se
los mejor adaptados (los más fuertes) a propagarse en detrimento de los cuarenta o setecientos ^ de set_ecientos
peor adaptados (los más débiles). Tal es la “teoría sobre la que se debe diecinueve millones d C,r,CUenta años» habría
trabajar”, indica Darwin en su autobiografía. descendientes de una**elefantes vivos' tod°s
Con el principio de progresión geométrica de la población, Malthus Primera pareja".
ofrece a Darwin una idea fructífera. En El origen de las especies podemos
leer: “De aquí que, como se producen más individuos que los que pueden
sobrevivir, tiene que haber en cada caso una lucha por la existencia, ya de
un individuo con otro de su misma especie o con individuos de especies
distintas, ya con las condiciones físicas de la vida. Esta es la doctrina de
Malthus, aplicada con doble motivo, al conjunto de los reinos animal y
LE SCIENZE

vegetal, pues en este caso no puede haber ningún aumento artificial de


alimentos, ni ninguna limitación prudente por el matrimonio”.

D a r w in

51
Vida privada
E l matrimonio en 1839, los hijos, la enfermedad, los problemas
personales y las reflexiones teóricas agravan el conflicto interior
que sufre D arw in sobre la religión. Se volverá agnóstico

arwin no siguió las recomendaciones de continencia de Malthus.

D
CASARSE
Muy al contrario, hizo caso al consejo de su padre de casarse
Hijos (si Dios lo quiere) — una constante com­
pañera (y amiga en la vejez) que se interesará
rápidamente si quería tener hijos, ya que se acercaba a los treinta
por uno — objeto para ser amado y con el que años. En noviembre de 1838, Darwin pide en matrimonio a
entretenerse, — mejor que un perro en cualquier su prima Emma Wedgwood. Venía pensando en ello desde hacía algún
caso. — un hogar y alguien que se cuide de tiempo, a la vez que le inquietaba su propia salud. Esos síntomas, que ya
él — los placeres de la música y del cotorreo
femenino. — Estas cosas son buenas para la
hemos mencionado y que lo acompañaron a lo largo de su vida, se ma­
salud. — Obligación de visitar y recibir a los nifestaban con frecuencia creciente. Su ritmo de trabajo es desenfrenado:
familiares [tachado], pero una te r r ib le p é r d id a lee continuamente, escribe memorias y anotaciones, su espíritu está en
d e tie m p o .
ebullición. Las ideas que va desarrollando se le van convirtiendo paula­
Dios mío, es insoportable pensar en pasarse tinamente en motivo de angustia. Encontrar una persona que se ocupe
toda la vida como una abeja obrera, trabajando, de él en el futuro parecía una idea razonable. Llegó a esa resolución tras
trabajando, y sin hacer nada más.
un examen minucioso de la cuestión. Por increíble que parezca, nos dejó
No, no, eso no puede ser. — Imagínate pasándote
unas notas que dan fe de ello. Examinó las ventajas y los inconvenientes
el día entero solo en la ennegrecida y sucia casa
de Londres. — Hazte sólo la idea de una esposa del matrimonio, con una falta total de romanticismo. En el dorso de la
buena y cariñosa sentada en un sofá, con un buen misma hoja^oncluye:
fuego, y libros, y quizá música — Compara esta
visión con la dura realidad de Great Marlborough
St. Cásate, cásate, cásate. Q. E. D.
Habiéndose demostrado la necesidad del matrimonio — ¿Cuándo? Más
tarde o más temprano. El Gobernador dice que más temprano, ya que
de lo contrario, mal asunto si se tienen hijos [...] Pero si me casara
NO CASARSE mañana: habría una infinidad de problemas y de gastos para adquirir y
Sin hijos (sin una segunda vida), nadie que amueblar una casa; luchar para evitar la Sociedad — visitas matinales
se ocupe de ti en la vejez. — ¿De qué sirve
trabajar sin la simpatía de amigos próximos y
queridos? ¿Quiénes son los amigos próximos y
queridos de los ancianos, sino su propia familia?
Libertad para ir donde uno quiera — escoger
Sociedad y fr e c u e n ta r la p o c o . — Conversación
con hombres inteligentes en los clubes.
No estar obligado a visitar a los parientes, ni
ceder a cada fruslería — los gastos y angustia
por los hijos — las posibles peleas.
— no poder leer por las
P é r d id a d e tie m p o ,
noches — gordura y ociosidad — ansiedad y res­
ponsabilidad — menos dinero para libros y — Si
muchos hijos, obligado a ganarse el pan — (Pero
es muy malo para la salud trabajar demasiado).
Quizás a mi mujer no le guste Londres; enton­
ces la sentencia es el destierro y la degradación
a una idiotez indolente y ociosa.

52 TEMAS 5 4
— situaciones incómodas —pérdida de tiempo cada día. (A menos que
la esposa sea un ángel y logre que uno no deje de ser laborioso.) ¿Cómo
podría ahora ocuparme de mis asuntos si estuviera obligado a salir todos los
días a pasear con mi mujer?¡Ay! No podría aprender francés, ni conocer
el Continente, ni América, no podría subir en globo, no podría viajar
solo a Gales —pobre esclavo — estarías peor que un negro — y además
la horrenda pobreza (a menos que la esposa sea mejor que un ángel y
tenga dinero). — Animo — No se puede vivir esta vida solitaria, con
una vejez renqueante, sin amistad, ni calor, ni hijos, ni quien te mire a
la cara, ya con arrugas. — No importa, confíate a la suerte — mantente
bien atento — Hay muchos esclavos felices.

Darwin no tiene nada de apasionado, por lo menos en esta faceta... Sin


embargo, una vez tomada la difícil decisión de casarse y de participar en
la reproducción de la especie, su elección le lleva resueltamente a Emma.
Es rica, sabe francés, italiano y alemán, le gusta el deporte, sobresale en
el tiro al arco, toca el piano (ha sido alumna de Chopin) y, muy proba­
blemente, será un “ángel”.
Darwin acude en diversas ocasiones a Maer, a la residencia de los
Wedgwood. En el transcurso de una de esas visitas, durante un paseo, le
llaman la atención unas lombrices que, mediante su acción lenta y casi
imperceptible, han removido una buena extensión de tierra. La casualidad
quiere que durante el paseo no estuviera acompañado de Emma; luego 1. Down House (arriba, a la izquierda), donde
no estaba distraído. Sea como fuere, poco después presentará una breve vivió Darwin desde septiembre de 1842. Esta
exposición sobre el tema ante la Geological Society, y regresará sobre esta casa se encuentra en el pueblo de Downe, unos
cuestión repetidas veces a lo largo de su vida. En octubre de 1881, algu­ 25 kilómetros al sur de Londres. Emma Darwin
nos meses antes de su muerte, su último libro, The Formation of Vegetable {arriba) es la esposa de Charles. Este retrato
Mould, through the Action ofWorms, with Observations oftheir Habits [“La de George Richmond se conserva en Down
formación del humus por la acción de las lombrices, con observaciones House. Al lado, las páginas del diario donde
sobre sus hábitos”], tratará precisamente sobre las transformaciones increí­ Darwin sopesa las ventajas e inconvenientes
bles del suelo de que son capaces estas minúsculas criaturas mediante sus del matrimonio.
funciones digestivas. La obra tuvo un éxito indiscutible: en pocos meses
se vendieron 3500 ejemplares.
El 11 de noviembre de 1838 (el “gran día”, day o f days, escribe en su
diario privado), se decide a pedir la mano de Emma. Ella acepta y se casan
el 29 de enero de 1839. En su diario escribe: “Me caso en Maer a la edad
de treinta años; vuelvo a Londres.” Eso es todo. La anotación siguiente data
del 5 de febrero: “He empezado con el alemán”. Y el 7 de febrero: “He
reemprendido la monografía sobre los bancos de coral...”. Esas anotaciones

D arwin 53
son siempre lapidarias. Consigna esencialmente sus desplazamientos, las
fechas de inicio y fin de sus trabajos y, con un detalle notable, la aparición
de sus trastornos, así como otros acontecimientos de importancia especial.
El 27 de diciembre del mismo año, escribe: “Nacimiento de un hijo a las
9 h 30.” Se trata de Wiiliam Erasmus (1839-1914). Alquilan una nueva
casa en Londres, donde residirán hasta septiembre de 1842.

El nacimiento de su prime ' ' .


"excelente oportunidad para una observación minuciosa"
Este nacimiento representa una nueva posibilidad de estudio, una “excelente
oportunidad para una observación minuciosa”. Desde los primeros días de
vida de su hijo, Darwin inicia una observación continua y sistemática de los
comportamientos del niño, que consigna escrupulosamente en sus notas.
Siempre que puede, establece analogías con el comportamiento animal.
Realiza pequeños experimentos, hace, por ejemplo, pequeños ruidos para
determinar a partir de qué edad el niño identifica la procedencia de los
sonidos o desplaza rápidamente objetos cerca de su rostro para evaluar el
carácter reflejo de sus reacciones, independiente de la experiencia. Estu­
dia el desarrollo progresivo de la coordinación motora y de la facultad
de manipulación de objetos. Se concentra muy especialmente en la apa­
rición de las emociones y de las expresiones asociadas (ira y miedo, en
particular); señala que el niño reconoce pronto las expresiones faciales de
los demás. Darwin se interesa, sobre todo, en las expresiones, más que
en las emociones como tales, y en su contenido subjetivo peculiar; a tal
fin, aplica lo que se ha considerado una “táctica de la clasificación” de
los aspectos objetivos y observables de la expresión, muy diferente de los
2. Darwin, con su primogénito, Wiiliam. numerosos pasajes introspectivos, basados en el autoanálisis, presentes en
Poco después de su nacimiento, Darwin sus Cuadernos anteriores.
realizó observaciones sistemáticas sobre el Asimismo, estudia el problema de las asociaciones de ideas y las primeras
aprendizaje y el comportamiento del niño. manifestaciones de la comunicación y del lenguaje articulado. Compara
el comportamiento del niño con el de los
simios, a partir de diversas experiencias,
como la observación de su propia imagen
reflejada en un espejo. Un verdadero método
de observación, que pretende demostrar la
continuidad entre las funciones psíquicas
animales y humanas y su origen natural co­
mún, va tomando forma; este aspecto había
constituido ya uno de los principales centros
de su reflexión en los Cuadernos. Sus notas
no se publicarán hasta 1877, en la revista
Mind —donde habían salido varios artículos
sobre el origen natural del lenguaje— , en
parte por el estímulo de la salida a la luz
en 1871, y la reimpresión en 1874, de The
Descent ofMan (La ascendencia del hombrej,
donde Darwin expresa sus opiniones sobre
el ser humano. En 1877, esas notas consti­
tuían, con su enfoque original, un trabajo
innovador y sorprendente en el dominio
de la psicología infantil, sobre todo si se
tiene en cuenta que fueron escritas 37 años
antes; en la bibliografía anterior, este tipo
de trabajos era rarísimo.
Después de Doddy, apodo afectuoso de
LE SCIENZE

Wiiliam, nacieron otros nueve hijos: Annie


en 1841; Mary al año siguiente (tan sólo

54 TEMAS 5 4
Charles Darwin Q ' j Emma Wedgwood
1809-1882 1808-1896
1839

Wiiliam Annie Mary Henrietta Georges Elizabeth Francis Leonard Horace Charles
Eleanor Waring
1839-1914 1841-1851 1842 1843-1930 1845-1925 1847-1926 1848-1925 1850-1943 1851-1928 1856-1858
fallecida
a las tres semanas

sobreviviría tres semanas), Henrietta en 1843, George en 1845, Bessy en 3. Darwin tuvo diez hijos, dos de los cuales
1847, Francis en 1848, Leonard en 1850, Horace en 1851 y, finalmente, (Mary y Charles Waring) murieron muy
en 1856, Charles Waring; este último probablemente tenía trisomía y pequeños.
falleció a los 18 meses como consecuencia de una epidemia de escarlatina
que también afectó a algunos de sus hermanos y hermanas.

El dolor del deceso de su segunda hija, a la edad de diez años


A pesar de que trabajase tanto, parece que Darwin fue un padre afectuoso,
que jugaba con sus hijos, prestaba atención a su salud y se preocupaba
por si habían heredado de él esa enfermedad jamás diagnosticada que le
atormentaba. Además de los dos hijos fallecidos muy pequeños —en aquella
época la mortalidad infantil era muy elevada—, conoció el inmenso dolor
del deceso de su segunda hija, Annie, a la edad de diez años. La niña cayó
enferma y su estado se deterioró progresivamente. Darwin, tras comprobar
el fracaso de todo tipo de intervenciones, decidió someterla a un tipo de
hidroterapia practicada por el doctor Gully, terapeuta renombrado en la
época. El mismo recurría a ella desde hacía algún tiempo —como última
esperanza del mal que le afligía— , a pesar de que anteriormente había con­ llo ro s o acontec¡m¡e
siderado a ese médico un charlatán. El tratamiento hidroterápico consistía Darwin hacia el
en una cura mediante duchas frías, friegas, compresas y abluciones diversas,
siempre con agua fría, combinadas con un régimen riguroso y paseos; todo
esto se basaba en el principio de que las enfermedades crónicas estaban
causadas por un flujo de sangre insuficiente hacia los órganos internos.
Una mezcla de homeopatía, mesmerismo y quiromancia estuvo muy de
moda entre las clases acomodadas, afligidas por una especie de “enfermedad
victoriana” que se caracterizaba por un abanico más o menos diverso de
trastornos psicofísicos. El doctor Gully tenía numerosos pacientes ilustres:
Charles Dickens y su esposa, Thomas Carlyle y su esposa, George Eliot,
Alfred Tennyson, Herbert Spencer y muchos otros.
Darwin sacó cierto provecho de la terapia, pero no se pudo hacer nada
para salvar a la pequeña Annie. Más adelante, decepcionado por las graves
recaídas, él mismo abandonará ese tipo de cura. La muerte de la hija hizo
resurgir en él una cuestión no resuelta en la relación con su mujer: la acti­
tud con respecto a la religión. Emma, profundamente creyente, encontraba
consuelo en la fe. Por el contrario, Darwin se había ido alejando progresiva
e inexorablemente de la misma, ya antes de casarse; pero el respeto por
los sentimientos de su esposa y la angustia de ésta por las elecciones de
su marido no dejaban de preocuparle.

Una lenta evolución en sus convicciones,


desde el 'leísmo" hasta el "agnosticismo"
En su Autobiografía, Darwin relata: “De este modo, la incredulidad me
invadió muy lentamente, y finalmente se hizo total”. Va adoptando una

Darwin
r
“actitud escéptica y racionalista”. La extrema dificultad, o incluso la impo­
sibilidad, de concebir el universo y el mismo hombre “como el resultado
de una necesidad o de un azar ciegos” conducen a la creencia en una
“Causa Primera con un espíritu inteligente, análogo, en cierta medida,
al del hombre”.

Surge entonces la duda: ¿es de fiar el espíritu del hombre que, estoy
convencido, se ha desarrollado a partir de un espíritu tan bajo como el
del animal más bajo, cuando extrae conclusiones tan grandiosas? ¿No
serán éstas el resultado de la conexión entre causa y efecto que se nos
impone como si fuese necesaria, pero que depende probablemente de una
experiencia heredada? Tampoco debemos pasar por alto la probabilidad
de que el constante inculcar la creencia en Dios en el espíritu de los
niños produzca un efecto tan poderoso, y quizá hereditario, sobre sus
cerebros no desarrollados por completo, que les resulte tan difícil recha­
zar su creencia en Dios como a un mono abandonar su odio y miedo
instintivo hacia la serpiente. No puedo pretender arrojar la mínima luz
sobre problemas tan oscuros. El misterio del principio de todas las cosas
es irresoluble para nosotros; es por ello por lo que debo contentarme con
permanecer agnóstico.

Thomas Huxley forjó el término “agnosticismo” para designar el dis­


tan ciamiento respecto a todo tipo de “gnosis”, es decir, el conocimiento
de los misterios religiosos. En Agnosticism, un ensayo escrito en 1889,
Huxley confiesa

Cuando alcancé la madurez intelectual y empecé a preguntarme si era


ateo, teísta o panteísta, materialista o idealista, cristiano o librepensador,
me di cuenta de que cuanto más aprendía y reflexionaba, menos fácil era
la respuesta, hasta que terminé por llegar a la conclusión de que ninguna
de esas denominaciones me convenía, ni siquiera parcialmente, excepto
la última. La única cosa sobre la que se ponía de acuerdo la mayor
parte de esta buena gente era precisamente sobre la que yo difería. Ellos
estaban completamente seguros de haber alcanzado una cierta “gnosis”;
con más o menos éxito habían resuelto el problema de la existencia. En
5. Darwin, hacia la cincuentena, por la época en cambio, yo estaba completamente seguro de que no lo había resuelto, y
que apareció El origen de las especies (1859). poseía una convicción bastante firme de que el problema era irresoluble.
Y, con Hume y Kant de mi lado, no podía considerarme presuntuoso por
mantenerme en esta opinión.

Para Darwin, la aceptación de la etiqueta de agnóstico fue el resultado de


un largo trayecto interior, sobre todo teórico. Más allá de sus relaciones con
Emma, el problema de la religión afectaba de manera inmediata y explícita
a sus ideas sobre la existencia de leyes naturales, sobre su uniformidad y,
por consiguiente, sobre su aplicación necesaria a todos los aspectos de la
naturaleza, incluido el hombre. Es él quien considera apropiado denomi­
nar “teístas” las convicciones que él posee en la época de El origen de las
especies. Estas convicciones cambiarán, hasta convertirse al agnosticismo,
compromiso elegante que sirve para superar el conflicto entre la ciencia y
la fe, intensamente sentido en la cultura y la sociedad victorianas.
En este sentido, algunos comentaristas juzgan que el conflicto fue menos
dramático de como se suele pintarlo, bien gracias a la especie de conti­
nuidad que había entre el pensamiento naturalista y esa teología natural
que, a través de la “ley natural”, celebraba la grandeza del Creador, bien
gracias a que en la moderada postura de los agnósticos se podía observar
LE SCIENZE

cierta religiosidad intrínseca que, pese a su arriscada defensa de la ciencia,


les llevaba a evitar una confrontación directa con la religión.

56 TEMAS 5 4
Primeros esbozos
En 1 8 4 2 y en 1 8 4 4 , D arw in escribe sendos borradores de su teoría
sobre la evolución. Después, para consolidar su reputación,
empieza un largo trabajo sobre la sistemática de los cirrípedos

urante el verano de 1842, Darwin escribe a lápiz 35 páginas de

D notas, su primera elaboración de una teoría sobre la evolución.


En ellas se encuentran algunas refutaciones prudentes de las
“opiniones ordinarias”, según las cuales “la miríada de organismos
que pueblan este mundo son fruto de un número equivalente de actos
de creación”:

Como no sabemos nada de la [...] voluntad de un Creador, no vemos qué


razón podría haber de que existiese tal o cual relación entre los organismos
creados de tal modo; incluso podrían haber sido creados según un esquema
totalmente distinto. Maravillaría, sin embargo, que ese esquema fuera
precisamente el que resultaría de que los grupos de organismos descendiesen
de los mismos padres [...]. Mientras se creía imposible que algunos orga­
nismos pudieran cambiar, o pudieran de algún modo adaptarse a otros
organismos de manera compleja, y sin embargo permanecieran separados
de ellos por una barrera de esterilidad infranqueable, era justificable, 1. En 1820, Augustin Pyrame de Candolle (1778-
incluso habiendo indicios a favor de una ascendencia común, admitir 1841, abajo), que acuñó el término taxonomía
distintas creaciones según la voluntad de un Creador omnisciente; o bien, para designar la ciencia de la clasificación,
[...] afirmar, como Whewell, que el origen de cada cosa sobrepasa la escribía: "Todas las plantas de un lugar
comprensión humana. En las secciones precedentes, he intentado demostrar clasificado están en guerra". Su hijo Alphonse
que una tal variación o especificación no es imposible, e incluso desde (1806-1893), botánico también, proseguirá
muchos puntos de vista es absolutamente probable. la obra paterna y describirá las luchas de las
especies en la naturaleza.
En las secciones precedentes, Darwin trataba de las variaciones observadas
en situación de domesticación y en el medio natural. Admite que algunas
de las variaciones podrían depender de los hábitos adquiridos en la vida
—“la falta de uso atrofia”— y convertirse a continuación en hereditarias.
“Selección natural” ya es el título de un párrafo donde escribe:

A la vista del feliz aspecto de la naturaleza, puede ponerse en duda en


un primer momento la guerra de la naturaleza de De Candolle [...].
Pero, dada la capacidad de cada organismo de medrar en progresión
geométrica y debido a que cada región, en condiciones normales, debe
estar tan poblada cuanto se pueda, un poco de reflexión demostrará que
esto es realmente así [...]. En los animales no hay freno moral, y se re­
producen en la época del año en que los alimentos son más abundantes o
en la estación más favorable [...] supongamos que se produce un cambio
de clima excepcional, cuánto no crecerán ciertas tribus, también animales
introducidos — la presión existe siempre — capacidad de las plantas
LE SCIENZE

alpinas de soportar otros climas. Imagínese un número infinito de semillas


dispersadas, bosques que recuperan su densidad; mil cuñas penetran en la

D arwin 57
economía de la naturaleza. Ello exige una profunda reflexión; estudiar a
Malthusy calcular las tasas de crecimiento...

Las ideas anotadas anteriormente de manera fragmentaria se estructuran


en este primer borrador de El origen de las especies en un verdadero esque­
ma expositivo. Darwin ya tiene en cuenta las posibles objeciones contra
la teoría de la selección natural: “Se podría objetar que unos órganos tan
perfectos como el ojo y la oreja no habrían podido constituirse nunca”. E
insiste sobre la gradación de la aparición de las diversas estructuras: “Pre­
tendo simplemente demostrar que la proposición [una aparición gradual i
de las diversas estructuras] no es tan monstruosa como parece a primera
vista, y que si se pueden alegar buenas razones para pensar que las especies
descienden de progenitores comunes, la dificultad de imaginar formas de
estructura intermedia no basta para rechazar de entrada la teoría”. En
otro párrafo aborda las capacidades mentales de los animales salvajes o
domésticos, afirmando de nuevo que no quiere preocuparse del origen de
la memoria, de la atención y de las diversas facultades del espíritu, “sino
únicamente de sus diferencias en cada una de las grandes divisiones de
la naturaleza”.

"Las formas específicas no son inmutables"


En una segunda parte, “Sobre las pruebas geológicas”, Darwin trata de los
fósiles. “Si se reunieran todas las formas que han existido en algunas gran­
des divisiones, se encontraría, con una buena aproximación, una gradación
continua”. Apunta que las opiniones de ciertos geólogos, especialmente de
Lyell, podrían representar un obstáculo para su teoría. Pero “si la geología
no hace más que presentarnos, al ir arrancando grupos de hojas, ciertas
páginas de los últimos capítulos de una historia, y cada página tan sólo
ilustra una pequeña parte de los organismos de esa época, los hechos
concuerdan perfectamente con mi teoría”.
También aborda la distribución geográfica de las especies, y utiliza
entre otros los datos de las Galápagos. Afronta el gran problema de la
clasificación y del carácter arbitrario de los criterios adoptados para rea­
grupar los #organismos. “La clasificación que todo el mundo considera
más correcta se denomina Sistema Natural, pero nadie puede definirlo
[el diferente grado de afinidad entre los animales, con su correspondiente
división en géneros, familias, órdenes, etc.] [...]; si se lo utilizase con toda
seriedad, el Sistema Natural debería ser genealógico.” Darwin examina
ciertas semejanzas entre las estructuras de grandes grupos de animales:
“Por ejemplo, observamos el [ala del] murciélago, [la pata de] el caballo,
la aleta del delfín, la mano, todos ellos construidos según la misma es­
tructura [...], notamos que hay un profundo nexo de unión entre ellos,
e ilustrarlo es el fundamento y el objeto de lo que se denomina Sistema
Natural; y [ese nexo] es el fundamento de la distinción entre caracteres
verdaderos y adaptativos. Ahora bien, este hecho extraordinario, que la
mano, la pata, el ala y la aleta sean la misma cosa, lo explica de inmediato
el principio de [la existencia de] formas-padre [...]”. Darwin analiza la
interpretación posible de los órganos llamados abortados, órganos que
resultan inútiles, que habrían podido llegar a serlo “durante la sucesión
de un número infinito de modificaciones”. Menciona a Lamarck, para
reafirmar que no existe “una tendencia hacia la perfección”. Y concluye:
“Estas son las razones que me llevan a pensar que las formas específicas
no son inmutables”.
He ahí el “crimen” que confesará en su carta de 1844 dirigida al botánico
POUR LA SCIENCE

Joseph Hooker, a la que ya hemos aludido {véase el capítulo 'Babuinos


y metafísica”). (Darwin acababa de entablar con él relaciones epistolares
porque, siguiendo el consejo de Henslow, que no disponía de tiempo

58 TEMAS 5 4
para ello, deseaba confiarle el establecimiento del catálogo de las plantas
recolectadas en las Galápagos.)
Algunas líneas después de la afirmación fatídica de que las especies no
son inmutables, Darwin añadía en su manuscrito de 1842:

Hay mucha grandeza en considerar a los animales existentes bien los


descendientes directos de formas sepultadas miles de pies bajo tierra, bien
los coherederos de un ancestro aún más remoto. Ello concuerda con lo
que sabemos de la ley impuesta a la materia por el Creador, según la
cual la creación y la extinción de las formas, como el nacimiento y
la muerte de los individuos, deben ser el efecto de medios [leyes] secun­
darios. Es ofensivo pensar que el Creador de un número incontable de
sistemas de mundos tenga que haber creado cada una de las miríadas
de parásitos reptantes y de gusanos que todos los días llenan de vida el
suelo y las aguas de [este] solo planeta. [...] La muerte, el hambre, la
rapiña y la guerra escondidas en la naturaleza han tenido como con­
secuencia el bien más elevado que podamos concebir: la creación de los
animales superiores ha venido directamente de ahí. Sin duda, la idea
de unas leyes capaces de crear organismos individuales, caracterizados

-• .*
todos ellos por la mayor precisión de ejecución y por las adaptaciones
más extensas, trasciende en un principio nuestras humildes facultades.
Se ajusta mejor a [nuestra modestia] suponer que cada uno de esos
organismos exige el fíat de un creador. Pero, en la misma proporción, 3. Grabado extraído de Formas artísticas de
la existencia de tales leyes debería elevar la idea que nos hacemos del a naturaleza, de Ernst Haeckel (1834-1919).
poder del Creador omnisciente. La clasificación de los cirrípedos, crustáceos
marinos que viven sujetos a un soporte,
Mediante este artificio, Darwin aparta su teoría de un conflicto tajante P anteaba serias dificultades. Darwin estudió
con la religión. Dios no ha creado las especies de una en una, sino que en detaíle este grupo de animales, lo que
ha impuesto la ley de la evolución a la materia inicial. Darwin debe a consolidó su reputación científica.
continuación desarrollar el esbozo: su teoría está bien articulada, pero es
necesario reforzarla con todos los datos disponibles y recopilar otros nue­
vos sobre la selección artificial, su variación y sus causas, los testimonios
fósiles, el desarrollo embriológico y la distribución geográfica. Aún queda 4. Grabado extraído de Memoria sobre la
por realizar mucho trabajo antes de hacer pública una teoría todavía familia delasmelastomáceas, deAugustin
vulnerable. Pyrame de Candolle (1828). Este botánico
Londres, presa de la agitación social, se ha convertido en un lugar m im c°ntemporáneo de Darwin emprendió
inhabitable. Charles y su esposa Emma han crecido en el campo, tienen una vasta clasificación de los vegetales:
por entonces dos hijos (en espera de un tercero) y no se sienten bien en a ^tem ática era la ciencia naturalista
la ciudad. Con la ayuda del doctor Robert (Darwin aún no ha obtenido de la época.
beneficios de su trabajo), compran una casa
en Downe, un pequeño pueblo de Kent, a
unas dos horas de Londres. El 17 de sep­
tiembre de 1842 se mudan a Down House.
La casa es enorme, con un jardín y siete
hectáreas de bosque. Con el tiempo, Darwin
emprende grandes trabajos de renovación y
de ampliación; compra un terreno adyacen­
te donde planta arbustos y árboles, y hace
trazar un sendero, el Sandwalk (camino de
arena), por el que se paseará todos los días.
Pasa una gran parte de la jornada, con un
empleo estricto del tiempo, en su despa­
cho espacioso y confortable. Pero no lleva
una vida de recluso; frecuenta las socieda­
des científicas y Down House se convierte
en el lugar de encuentro de un círculo de
amigos y colegas. 59
Los resultados del viaje del Beagíe
En su nueva residencia, Darwin reemprende su trabajo sistemático sobre
las notas y materiales recopilados durante el viaje del Beagle. Su obra
sobre las barreras de coral data de 1842; en 1843 publica el último vo­
lumen de su Zoología del viaje del Beagle, y en 1844 acaba el libro sobre
las islas volcánicas. En 1845 aparece la segunda edición revisada de su
diario de viaje; en 1846, su obra sobre la geología de América del Sur.
Mientras tanto, continúa estudiando el problema de las especies.
A principios de 1844, retoma su borrador y empieza a elaborar una versión
ampliada en unas 230 páginas. Aunque esta versión tampoco estaba pensa­
da para ser publicada, en una carta dirigida a su esposa del 5 de julio de
1844 Darwin da instrucciones precisas para el caso de que falleciera antes
de haber concluido la versión definitiva: “Acabo de finalizar mi borrador
sobre la teoría de las especies. Con que hubiese, puesto que creo que es
verdadera, un solo juez competente que la aceptase, se la considerará un
notable paso adelante de la ciencia. Por lo tanto, en caso de que muriese
de repente, como mi último y más solemne deseo, que estoy seguro con­
siderarás como si figurara legalmente en mi testamento, destina 400 libras
a su publicación”. Al escribir una lista de editores posibles, sugiere a Lyell,
eventualmente asistido por Hooker o por Henslow. Diez años más tarde,
en 1854, cuando se prepara para iniciar una tercera versión, evidentemente
angustiado por la perspectiva de no terminarla, añadirá: “Hooker es de lejos
el mejor para editar mi volumen sobre las especies”.
El ensayo de 1844 está calcado sobre el borrador precedente, pero la
argumentación es más sólida y los datos están organizados y descritos con
5. RobertChambers (1802-1871), autor una mayor exactitud. Por lo que se refiere al estadio de elaboración de su
anónimo de Vestigios de la historia natural teoría, su Autobiografía precisa que en aquella época
de la creación. La obra, publicada en 1844 y
que admite la transmutación de las especies, pasé por alto un problema de gran importancia; me parece sorprendente,
provocó una gran agitación. salvo en virtud del principio del huevo de Colón, que los pasase por alto,
al problema y a la solución. Se trata de la tendencia que tienen los seres
orgánicos de un mismo origen a divergir en su carácter a medida que se
modifican. Que han divergido profundamente se hacepatente en la manera
en que las especies de todo tipo se pueden clasificar en géneros, los géneros
en familias, las familias en subgrupos y así sucesivamente; y me acuerda)
perfectamente del lugar del camino, iba en mi carruaje, en que para mi
gran gozo se me presentó la solución; fue mucho después de mi llegada a
Down. La solución, según creo yo, es la siguiente: la descendencia modifi­
cada de todas las formas dominantes y en aumento tiende a adaptarse a
las muchas y muy diversas situaciones de la economía de la naturaleza.

A inicios del año 1845, Hooker le remite el resultado de su trabajo sobre


las plantas recolectadas en las Galápagos. Se trata de una confirmación
más de la diferencia entre las especies de una isla a otra. En los meses
anteriores, Darwin había estado informándole parcialmente sobre la teoría;
Hooker manifiesta un interés prudente y una generosa disponibilidad. Sólo
en 1847 le dejará leer una copia de su ensayo. Hooker no entendió de
inmediato el sentido profundo de la teoría, pero aun así emprendió un
análisis crítico y minucioso de los numerosos temas abordados. Darwin
apreció mucho sus objeciones técnicas, desprovistas de prejuicios tradicio­
nales ajenos al discurso científico.
En otoño de 1844 aparece Vestigios de la historia natural de la creación,
obra de 400 páginas escrita anónimamente por Robert Chambers, futuro
editor y científico aficionado. Este libro presenta una historia de la Tierra, de
la formación del sistema solar a la aparición de los animales y de las plantas,
LE SCIENZE

el origen de la humanidad y el de las sociedades. La obra, que produce


un gran alboroto, conoce un éxito comercial, aunque es objeto también

60 TEMAS 5 4
de ataques virulentos. La reacción de Sedwick expresa tanta indignación y
es tan vehemente, que suscita reacciones a favor de Chambers, cuyo libro
viene a simbolizar la oposición al poder clerical y conservador.
Darwin, por su parte, experimenta sentimientos más atemperados. La
obra rompe con un tabú al admitir la transmutación, pero avanza opiniones
sin un fundamento científico. Sin embargo, considera inaceptable la crítica
de Sedgwick. La obra no disgusta a Hooker, pero no puede admitir que se
especule sobre temas de esa clase; en otras ocasiones, ha criticado a “los que
quieren hablar de las especies sin haber descrito antes una en detalle”. No
olvidemos que, desde el siglo xvii y la reforma de la sistemática de Linné,
dedicarse a la historia natural equivalía a identificar un orden vegetal o ani­
mal. Los botánicos y zoólogos se consagran casi exclusivamente a estudios
sistemáticos, a menudo descriptivos: clasificación y ciencia son sinónimos.

De 1846 a 1852, trabajos sobre los cirrípedos


Darwin, que ha subcontratado a otros para el trabajo taxonómico del
material recolectado durante el viaje del Beagle, termina en diez años la
tarea en la que se sumergió tras regresar del viaje. No queda más que
estudiar un minúsculo animal, un pequeño crustáceo que había recogido
a lo largo de las costas chilenas en 1835. Se trataba de un cirrípedo de
especie desconocida. Hasta entonces, las investigaciones sobre este grupo
de animales marinos sésiles (de los que forman parte los percebes y los
hálanos) no habían dado más que resultados insatisfactorios. Para Darwin
era la oportunidad ideal de adquirir, en el dominio de la sistemática, una
reputación que pudiera mantenerle al abrigo de los ataques sobre sus com­ 6. - iph H r con- „ con í :íma )
petencias reales. En octubre de 1846 se lanza a un estudio cuyo alcance y a nza d rwin, n le t en 1.
complejidad sin duda no había previsto, como tampoco el provecho que una cupia cL borra..-, sobre -oría '
sacaría de él su teoría. “Los cirrípedos forman un grupo de especies difíciles origen de las especies,
de clasificar y muy variable; mi trabajo me resultó muy útil cuando en El
origen de las especies tuve que analizar los principios de una clasificación
natural”, escribirá Darwin en su Autobiografía. Reúne materiales de di­
versas procedencias y su trabajo se extiende igualmente a los fósiles, hasta
convertirse en una monografía exhaustiva sobre el tema, en tres grandes
volúmenes, que publica entre 1852 y 1854, o sea, unos ocho años después
de que emprendiese la tarea. En 1853, recibe la Real Medalla por sus
estudios sobre los corales y, en particular, sobre los cirrípedos.
Darwin se vio obligado a equiparse de nuevos instrumentos adaptados
para la disección de unos organismos tan pequeños y de un objetivo más
potente para su microscopio. El descubrimiento de un mundo desconocido
le fascinó. Estudió la anatomía de esos animales, su reproducción, su ciclo
biológico, sus fases de desarrollo, los lazos de parentesco entre las especies
actuales y las especies fósiles y, sobre todo, la variación, “esta enrevesada
variación que me place cuando me doy a la especulación pero que como
sistemático me resulta odiosa”, escribe a Hooker en 1850. ¿Cómo saber
si dos individuos que son distintos pertenecen o no a la misma especie?
La variación le atormenta; aunque le reafirma más en sus ideas sobre la
evolución, sus tentativas de distinguir las especies de las variedades le
exasperan. “He maldecido a las especies y me he preguntado qué pecado
he podido cometer para recibir tal castigo.”
Darwin se encuentra finalmente en situación de utilizar sus descubri­
NATIONAL PORTRAIT GALLERV, LONDRES

mientos en el plano de la sistemática para verificar sus hipótesis relativas al


mecanismo de la evolución. Por entonces ya sabe cuál es el “pecado” que
está purgando. El mismo se ha acusado de un delito, el de creer que las
especies no son inmutables. Los estudios que publica sobre los cirrípedos
son, sin embargo, un trabajo irreprochable de sistemática: en ellos no se
traslucen las ideas que le han guiado y que se vieron confirmadas en el
transcurso de sus investigaciones.

61
Darwin
de viaje
E l verano de 1858, mientras prepara una tercera versión
de la que iba a ser su obra maestra, D arwin recibe un artículo de Wallace
que exponía unas ideas muy próxim as a las suyas

principios de los años cincuenta del siglo xix, Darwin conoce a

A Huxley, por entonces miembro del consejo de la Regia Sociedad


de Londres. (Darwin será elegido para este mismo consejo en
1854.) En 1853, Huxley le invita a explicar sus trabajos sobre los
cirrípedos; el mismo año, en ocasión de la décima edición de los Vestigios
de la historia natural de la creación, la obra “transmutacionista” de Robert
Chambers, que por entonces sigue teniendo éxito, Huxley publica una
reseña virulenta donde ataca la transmutación de las especies; según él,
la idea insensata de progreso y los argumentos planteados por Chambers
carecen de fundamento científico. Darwin se muestra dudoso. Se siente
inclinado a aprobar esas críticas, de las que aprecia la inteligencia y el
rigor (el concepto de evolución de Chambers no coincide con el suyo);
pero al mismo tiempo se pregunta si sus propios conceptos resistirían unos
ataques de esa categoría.
Es la época de los enfrentamientos entre Huxley y Owen. El hippocampus
minor no es más que una de las numerosas manzanas de la discordia, no
siempre de orden teórico o científico, entre ambos naturalistas. Huxley
es adversario de Owen y considera intolerables sus ataques contra Lyell
(igual que Darwin y su grupo de amigos), pero es igualmente intransigente
en su rechazo de la transmutación de las especies; es antimaltusiano. De
todos modos, felicita en repetidas ocasiones a Darwin por su trabajo sobre
los cirrípedos.
Darwin escucha con atención las conferencias apasionadas de Huxley, lee
las memorias que presenta, estudia sus trabajos. Le invita a las reuniones
de Down House, a las que se unen las familias de los participantes y que
son para él la oportunidad, cada vez más explícita, de confrontar sus opi­
niones con las de sus amigos naturalistas. Este grupo escogido de amigos
manifiesta un amplio abanico de puntos de vista. Algunos, como Hooker,
en adelante un participante destacado, dudan en aceptar plenamente ciertos
elementos de la teoría de Darwin. Otros, como el entomólogo Thomas Ver-
non Wollaston (1822-1878), parecen adherirse sin objeción a la teoría, pero
la desnaturalizan con sus componendas pacificadoras. Huxley, para Darwin,
todavía es un enigma. Finalmente está Lyell, el geólogo eminente...
1. Richard Owen, en una caricatura aparecida Lyell ha acogido bien las premisas y las consecuencias de la teoría.
en VanityFair, una revista semanal inglesa. Sobre todo, teme estas últimas, a la vista de la agitación existente en
Este paleontólogo creacionista se enfrentó los debates públicos sobre la vinculación entre hombre y simio. Sin
a Thomas Huxley en una resonada polémica. compartir las ideas de Darwin, tampoco se opone a ellas; antes bien,
Huxiey sería uno de los seguidores más fieles intenta entender no sólo la teoría como tal, sino la óptica evolucionista
de Darwin, en general. En un esfuerzo de comprensión, debe repensar sus críticas

62 TEMAS 5 4
2 La interacción entre las especies y su
a Lamarck, a la luz de lo que Darwin sostiene, hasta el punto de llamar
entorno constituye un factor importante en
constantemente a la teoría de Darwin “teoría de Lamarck conforme
el proceso de la evolución. Ei naturalista y
a las modificaciones de Darwin”. Darwin reaccionará con vehemencia
explorador Alexandervon Humboldt, pionero
contra esta interpretación y escribirá:
de la ecología, se fijó en la correlación entre
[...], en diversas ocasiones se refiere usted a mis ideas como si fueran una las especies y su medio. Prueba de ello es
variante de la doctrina de desarrollo y progreso de Lamarck. Si tal es real­ la ilustración del volcán Chimborazo, en el
Ecuador, donde se detallan ¡as características
mente su opinión, no hay nada que decir, pero no me parece a mí que sea
así Platón, Bujfon, mi abueb y mucho otros más llegaron antes que Lamarck de la vegetación en función de la altitud:
a la conclusión evidente de que si las especies no habían sido creadas de Humboldt inscribió sobre la ladera del volcán
forma independiente, debían descender de otras especies, pero aparte de eso, todas las plantas clasificadas, y jalonó la
no veo ninguna otra cosa en común entre El origen y Lamarck. altitud de algunos puntos de referencia, como
la del Mont Blanc o la del Popocatepelt. En el
Darwin escribe a Lyell que una amalgama tan “desafortunada” entre sus documento aparecen muchos otros datos en
ideas y las defendidas en una obra de Lamarck perjudicaría gravemente función de la altitud; por ejemplo, la presión
la aceptación de El origen de las especies, ya que Lamarck promulgaba la atmosférica, la temperatura, la refracción,
idea de progreso, una idea que le era del todo ajena. los animales, los fenómenos eléctricos
observados, el aspecto del cielo, la variación
Darwin perfila sus argumentos con un grupo de amigos de la gravitación o la composición química del
Darwin se rodeó de un grupo heterogéneo de naturalistas capaces de aire. Humboldt emprendió la ascensión de la
ofrecerle datos suplementarios e informaciones útiles para su teoría, pero montaña en junio de 1802, en compañía de
también de someterla a debate. Cada miembro del grupo, según su espe­ Aimé Bonpland y de Carlos Montúfar. Según
cialidad, acepta o rechaza diferentes elementos de la teoría, a veces los más Darwin, la selección natural favorece las
significativos. En suma, los “darwinistas” divergen entre sí, antes incluso plantas mejor adaptadas a las condiciones
de la publicación de El origen de las especies. externas. Las pendientes de un volcán, con
Alfred Russel Wallace (1823-1913) se incorpora al grupo. Este joven unas condiciones tan variadas, albergan así
AKG

naturalista sin dinero y casi autodidacta viaja a través del mundo para numerosas especies.

D arwin 63
Darwin empezó con una colonia restringida de palomas, que fue enri­ de un largo tiempo sumergidos en. agua salada. Durante meses tuvo por
queciendo con diferentes razas procedentes de diversas partes del mun­ aquí y allá, y no sólo en casa, decenas de botellas llenas de agua salada:
do. Estudiaba sus semejanzas y diferencias con el fin de establecer re­ además de a sus hijos, Darwin hizo participar en este experimento, por
laciones entre los grupos y remontarse hasta un posible origen común. otro lado extremadamente laborioso, a clases enteras de las parroquias
Efectuaba además experimentos de selección, en los que llevaba a la vecinas. Algunas semillas fracasaban, pero otras resistían más allá de
práctica las nociones que había adquirido a través de la bibliografía y la todas las previsiones y germinaban en ciertos casos después de 80 días,
relación directa con ios criadores. Como le había sucedido antes con los y algunos granos de pimienta después de cinco meses. Calculó las dis­
cirrípedos, se sumergió en el estudio del material tancias que podrían recorrer en estos intervalos de tiempo las semillas
que le llegaba de todas partes (esqueletos, transportadas por las corrientes. Recibió semillas tropicales, con
carcasas de animales muertos, ejem- ' • sus vainas, que la corriente del
piares vivos). Pero no se limitaba a Golfo había transportado has­
las palomas: realizaba, a la par, ta las costas de Noruega:
experimentos con semillas, germinaron.
para averiguar el modo en Pero no se detuvo
que ciertas especies vege­ ahí. Verificó si los granos
tales habían alcanzando las podían quedar atrapados
islas, separadas de la tierra en el plumaje de las aves:
firme por una distancia inspeccionó el lodo pegado
a veces considerable, y a sus patas y encontró incluso
colonizarlas. larvas de animales. Hurgó en
Darwin no estaba los excrementos para ver si las
convencido de la existen­ simientes resistían a los jugos gástricos. Analizó el alimento regurgitado
cia de "puentes de tierra" de tipo por ias rapaces del zoológico, a las que había ofrecido pequeños pájaros
"Atlántida" que, según Lyell y otros imaginaban, habrían existido por alimentados con granos. Vio cómo germinaban semillas que habían
todas partes, para desparecer iuego en las profundidades marinas, no permanecido hasta 30 días dentro del cuerpo de una paloma muerta, a
sin que antes las especies continentales hubiesen llegado a las islas la que había dejado flotar en agua salada.
y las poblaran. Por ese motivo se puso a estudiar los diversos medios Los resultados de todos estos experimentos eran más que suficientes
potenciales de transporte de semillas. Descubrió que, contrariamente para confirmar su hipótesis: las especies continentales pueden colonizar
a lo que se pensaba, muchos granos todavía podían germinar después islas lejanas, incluso en ausencia de puentes de tierra.

cazar animales raros que vende luego a los coleccionistas. A principios de


los años cincuenta del siglo xix, tras haber presentado diversos informes
sobre sus colecciones naturalistas y publicado un diario de viaje, inicia
una correspondencia con Darwin. En 1854 vuelve a partir hacia las Indias
orientales. Al año siguiente se publica su artículo titulado Sobre la ley que ha
regulado la introducción de nuevas especies; en él Wallace presenta pruebas de
la evolución de las especies, pero sin explicar su mecanismo. Es Lyell quien
señala el artículo a Darwin. Este último lo encuentra más bien ambiguo,
pero anima por escrito a Wallace a proseguir su estudio, y le hace saber que
él mismo trabaja en esas cuestiones desde hace más de veinte años.

La larga maduración de £/ origen de ias especies


A finales de 1857, respondiendo a Wallace, que le ha puesto al día sobre
sus trabajos acerca de la distribución de las especies en las islas y que le ha
preguntado sobre las novedades en sus proyectos, Darwin escribe: “Estoy
muy contento de que estudie la distribución según una base teórica.
Estoy totalmente convencido de que sin especulación no existen obser­
vaciones buenas y originales [...] Muy pocos naturalistas se preocupan de
cuestiones que vayan más allá de la simple descripción de las especies”. Y
añade: “Me pregunta si hablaré del ‘hombre’. Pienso que voy a evitar de
plano la cuestión, rodeada de tantos prejuicios; aunque admito que se trata
del problema más importante y más interesante para un naturalista”.
Durante el fuego cruzado entre Owen y Huxley, Darwin toma una
decisión: no hará ninguna mención del hombre en su trabajo, que pro­
gresa muy lentamente y no piensa poder publicar antes de dos años (es

64 TEMAS 5 4
la tercera versión de su manuscrito sobre el origen de las especies). Lyell
anima a Darwin a expresarse abiertamente y le insiste que publique, al
menos, ciertas partes de la teoría, por ejemplo sus experimentos con las
palomas (véase el recuadro “Los experimentos de Darwin”). En efecto,
Darwin llevaba a cabo desde hacía tiempo una serie de experimentos para
investigar, entre otras cosas, la distribución geográfica de los organismos.
Había optado por la redacción de una versión más larga y documentada,
y todavía buscaba nuevas confirmaciones para sus hipótesis.
En octubre de 1856, remite a Hooker los dos primeros capítulos de la
nueva versión, consagrados principalmente a la variación de las especies do­
mésticas. Al mismo tiempo, prosigue sus experimentos y establece contactos
con otros científicos para obtener nuevas informaciones. Por mediación de
Hooker, entabla correspondencia con Asa Gray, botánico de Harvard que
trabaja también en la distribución geográfica de las especies; en septiem­
bre de 1857, le escribe una carta donde expone pormenorizadamente su
tesis. A inicios del año 1857, después de un capítulo muy largo sobre la
fecundidad y la esterilidad, empieza a escribir la parte relativa a la “lucha
por la existencia” y dispone ya de cientos de páginas llenas de datos. Antes
del verano emprende la sección sobre la variación, para seguir después con
la de la selección natural. Ha decidido que el libro se titulará Selección
natural. En marzo de 1858 están terminados diez capítulos, y estima que
ya ha escrito dos tercios de la obra. No obstante, interrumpe su trabajo,
como había ocurrido en diversas ocasiones, ante el empeoramiento de su
salud, de su gran cansancio, así como de las preocupaciones que le provoca
la salud de algunos de sus hijos.

Empujado por la competencia de Wallace,


Darwin se decide a publicar
El 18 de junio de 1858, poco después de haber retomado su trabajo, recibe
de Wallace un artículo de unas veinte páginas titulado Sobre la tendencia 3. El naturalista Alfred Russel Wallace
de las variedades a apartarse indefinidamente del tipo original. Charles en 1854, el año de su partida hacia Malasia.
LE SCIENZE (arriba); REAL ESCUELA DE CIRUJANOS, LONDRES (abajo)

Darwin 65
4. A la izquierda Asa Gray (1810-1888), uno de
los principales botánicos norteamericanos del
siglo xix. Gracias en muy buena medida a su
intermediación, la teoría de Parwirs se divulgó
en Norteamérica. A la derecha, Charles Darwin
en los años setenta.

Waring, el menor de sus hijos, fallece algunos días más tarde, con sólo
dieciocho meses de vida. Darwin escribe en su Autobiografía: “Mis planes
se contrariaron, pues a principios de verano de 1858 el señor Wallace, que
entonces se encontraba en el archipiélago malayo, me envió un ensayo [...]
que contenía exactamente la misma teoría que la mía”.
Aunque no sean exactamente idénticas, ambas teorías son muy similares.
Wallace trata sobre las variedades, la “lucha por la existencia”, los ritmos
de crecimiento de las poblaciones con respecto a los recursos, los cambios,
aunque sean ínfimos, capaces de actuar favorable o desfavorablemente
sobre la supervivencia. Ante la doctrina de Lamarck, sostiene que sus
hipótesis sobre las variaciones progresivas de las especies que resultarían
de las tentativas de los animales por desarrollar sus órganos útiles, han
sido “refutadas fácilmente y en repetidas ocasiones por todos los escritores
que han tratado de este tema”. Y explicaba: “La jirafa no ha adquirido su
largo cuello por el deseo de alcanzar las ramas de los arbustos más altos
y haberlo estirado constantemente con ese propósito, sino simplemente
porque cualquier variedad dotada de un cuello más largo de lo usual ob­
tenía de inmediato una fuente nueva de pasto en el mismo terreno que
sus compañeras de cuello más corto, y a la primera escasez de comida
podía así sobrevivirías.”
Wallace aborda el tema de las líneas divergentes con respecto a un tipo
central, de la sucesión de especies sin parentesco, de la ausencia total de
límites definidos en la producción de variedades cada vez más alejadas
del tipo original. Y concluye haciendo hincapié, explícitamente, en la
continuidad del proceso: “A esta progresión por medio de pequeñísimos
pasos, en direcciones diversas, pero siempre contrastada y equilibrada por
esas condiciones necesarias a las que ha de sujetarse la existencia para
preservarse, se la podría seguir, según se cree, hasta coincidir con todos
los fenómenos presentados por los seres organizados, sus extinciones y su
sucesión en épocas pasadas, y todas las extraordinarias modificaciones de
LE SCIENZE (arriba a la izquierda, abajo)

forma, de instinto y de costumbres que exhiben”. Como comenta Darwin


con inquietud en una carta que escribe a Lyell, si el joven Wallace hubiera
leído su manuscrito, no habría podido hacer una mejor síntesis.

Todo lo que es nuevo es falso, todo lo que es verdadero ya se sabía


Por consejo de Lyell y Hooker, el ensayo de Wallace, junto con un extracto
del trabajo de Darwin y de la carta enviada por Darwin a Asa Gray el 5 de

66 TEMAS 5 4
septiembre de 1857 (donde, además de resumir sus opiniones, ilustra el 6 . Según Lamarck, las jirafas adquirían un largo
principio de divergencia de los caracteres) se presentaron el 1 de julio de cuello para llegar mejor a las hojas altas de
1858 a la SociedadLinneana. Estos documentos estaban precedidos por una los árboles, lo que constituía un progreso para
carta de Lyell y de Hooker, que daban fe de conocer los puntos de vista de esos animales. En opinión de Darwin, las jirafas
Darwin desde 1844, y del hecho que su teoría no había cambiado funda­ con un cuello largo se alimentan de las hojas
mentalmente desde 1839. Ambos hombres confirman además que Darwin altas que sus congéneres no pueden alcanzar;
y Wallace “han concebido, de forma independiente y con desconocimiento de tal modo sobreviven y se reproducen mejor
mutuo, la misma ingeniosa teoría sobre la aparición y perpetuación de las en tiempos de escasez, al seleccionarse dicho
variedades y de las formas específicas sobre nuestro planeta”. carácter.
La teoría se recibe con una indiferencia casi general. Darwin comentará
en su Autobiografía: “Sea como sea, nuestros trabajos conjuntos atrajeron
apenas la atención: el único comentario público del que me acuerdo sobre
la cuestión fue el del Profesor Haughton de Dublín, quien juzgó que todo
lo que contenían de nuevo era falso, y todo lo que había de verdadero
era viejo. Ello viene a demostrar cómo un punto de vista nuevo debe
argumentarse largo y tendido para que despierte el interés público”.
Esta indiferencia se refleja también en el informe anual del presidente
de la Sociedad Linneana, en aquella época Thomas Bell, quien escribe:
“en realidad, el año [...] no se ha caracterizado por ninguno de esos des­
cubrimientos singulares que [...] revolucionan el dominio de la ciencia
al que pertenecen”. Esta indiferencia parece, por lo tanto, contradecir la
tesis según la cual Darwin, igual que Wallace, tan sólo habrían expresado
y sistematizado lo que ya se “respiraba en el aire”. El mismo Wallace, que
se alejará en adelante de las posiciones de Darwin, afirmó siempre que la
teoría de la selección natural es exclusivamente obra de Darwin y que su
propio ensayo “nunca habría convencido a nadie o, como mucho, habría
sido tachado de especulación ingeniosa, mientras que su obra revoluciona
el estudio de la historia natural”. El único mérito que reconocía el buen
Wallace era el de haber empujado indirectamente a Darwin a que escribiera
y publicara pronto su obra.

D arwin 67
El origen
de las especies
En 1 8 5 9 , tras más de veinte años de trabajo, D a rw in publica
El origen de las especies. Aprovechará las ediciones siguientes
para responder a las críticas que suscita su teoría

esde 1858, Darwin trabaja intensamente en la elaboración de un

ON
D resumen de su extenso manuscrito sobre el origen de las especies.
A finales de noviembre de 1859 publica la que era, “sin ningu­
na duda, mi principal obra”. El título, escogido con su editor,
Murray, reza: On tbe Origin o f Species by Means of Natural Selection, or
the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life (“Sobre el origen
de las especies por medio de la selección natural, o la conservación de las
THE ORIGIN OF 8PECIES razas favorecidas en la lucha por la vida”). La primera tirada es de 1250
ejemplares, pero las ventas pronto superarán esa cifra. La segunda edición
aparece en 1860, y la tercera en 1861, complementada, al inicio del texto,
BY MEAÜS OF JATBRAl SELECTOS,
por una Noticia histórica sobre los progresos de la opinión relativa al origen
de las especies. En esas ediciones, como en la cuarta (1866), no introduce
ninguna modificación sustancial. La quinta edición (1869) experimenta
PBESEBVA.TION OF FAVOUHED HACES IN THE STRUGGLR
en cambio revisiones importantes, del mismo modo que la sexta y última
FO R LIFE. (1872), donde Darwin añade un capítulo entero sobre las “Objeciones
diversas a la teoría de la selección natural”. Es a esta última edición a la
6
que nos referiremos por norma general.
La breve introducción empieza por una alusión a las informaciones ad­
B y CHARLES DARWIN, M.A., quiridas durante el viaje del Beagle, sobre la distribución geográfica y sobre
FBLLOIV OF TH E ROYA!,, GEOI.OGlt'A h, I.tS N .E A S , ETC., 3O0IETIE8 ¡
AUTHOP, OF ‘ JOHRNAI, OF RESEARCH ES DBB1NO II. M. S. HHAGI.E’S VOFAOK
la geología, que “parecen arrojar alguna luz sobre el origen de las especies,
llOl.'XD TH E WOR1.I).’
misterio de los misterios, como lo ha llamado uno de nuestros mayores
filósofos” (se refería a John Herschel). El objetivo de la obra es “llegar
a un juicio claro acerca de los medios de modificación y de adaptación
mutua”. El estudio cuidadoso de los animales domésticos y de las plantas
cultivadas se presenta en la obra como el mejor campo de investigaciones
para resolver “este oscuro problema”.
L 0N 150N :
JOHN MÜRRAY, ALBEM ARLE STREET.
La f Udleza ofrece las variaciones..
1859.
el a , .ore las acumula en los anímale: domésticos
Darwin dedica el primer capítulo a las variaciones de las especies domés­
ticas. Se centra en las causas de su variabilidad, que resulta de la propia
1. El frontispicio de la primera edición (1859) naturaleza del individuo y de la variación de las condiciones de vida;
de El origen de las especies. también se interesa en los efectos del modo de vida y del uso o desuso de
ciertas partes del organismo, efectos considerados hereditarios (un ejemplo
citado es el gran desarrollo de las ubres en las vacas en países donde son
habitualmente ordeñadas). A continuación, precisa que únicamente son de
interés para su teoría las variaciones hereditarias, y que las leyes que regulan
LE SCIENZE

la variabilidad, igual que las que gobiernan la herencia, son en gran parte
desconocidas. Al analizar diversos datos sobre la cría y el cruzamiento de

68 TEMAS 5 4
2. ¿Cómo saber si los
in dividuos que se asem ejan
p ertenecen o no a una m ism a
especie, o a una m ism a
subespecie? Los taxónom os
se han debido e n fre n ta r
re p e tid a m e n te a este
p roblem a d elicado, ilustrado
aq u í p o r la variación de las
m anchas de los é litro s de la
m a riq u ita asiática Harmonía
axyridis.

EL CONCEPTO MODERNO
razas domésticas, Darwin aclara el papel determinante que ejerce la selec­ DE ESPECIE
ción efectuada por el hombre: “La clave está en la facultad que tiene el
Si Linné veía en la especie un tipo morfológi­
hombre de seleccionar acumulando: la Naturaleza da variaciones sucesivas;
co (una especie reunía a los individuos que se
el hombre las suma en cierta dirección útil para él”.
parecían lo suficiente para ser designados
El segundo capítulo, “Variación en la naturaleza”, empieza con una
bajo el mismo nombre y eran capaces de
afirmación casi paradójica:
reproducirse), la definición moderna de la
especie es biológica y se inscribe en una
Tampoco analizaré aquí las varias definiciones que se han dado de la
corriente de pensamiento iniciada por Darwin
palabra especie. Ninguna definición ha satisfecho todavía a todos los natu­
y protagonizada principalmente por los biólo­
ralistas; sin embargo, todo naturalista sabe vagamente lo que quiere decir
gos E. Mayr{1904)yT. Dobzhanskv(1900-
cuando habla de especies. Generalmente la palabra encierra el elemento
1975). Dobzhansky se expresaba de este
desconocido de un acto distinto de creación. La palabra variedad es casi
modo en 1951: "Las especies se forman cuan­
tan difícil de definir; pero en ella se sobrentiende casi universalmente
do lo que hasta el momento había sido un
comunidad de ascendencia, aunque rara vez pueda ser probada.
conjunto de poblaciones aptas para el entre­
cruzamiento se escinde en al menos dos con­
Algunas páginas antes, Darwin declaraba: “Por estas observaciones se
juntos genéticamente aislados. Las especies
verá que considero la palabra especie como dada arbitrariamente, por
son, por lo tanto, grupos de poblaciones
razón de conveniencia, a un grupo de individuos muy semejantes, y que
entre las cuales se ha vuelto imposible el
no difiere esencialmente de la palabra variedad, que se da a formas menos
intercambio genético debido a mecanismos
reconocibles y más fluctuantes”.
de aislamiento reproductivo". Este concepto
La renuencia de Darwin a definir el concepto central de especie ha
define no solamente la especie, sino también
suscitado constantemente problemas de interpretación. Algunos han con­
un proceso evolutivo esencial, la escisión de
siderado que, no pudiendo más que oponerse al concepto “esencialista”
una especie en dos especies diferenciadas, o
de especie (concepto dominante desde siempre, según el cual la especie se
especiación. No obstante, esta definición no
identifica según caracteres esenciales y, por lo tanto, inmutables), Darwin
se aplica más que a organismos de reproduc­
había acabado por adoptar una posición en los antípodas de la anterior.
ción sexual biparental. Además, las barreras
Dicho de otro modo, la palabra especie se aplicaría a grupos de organismos
entre especies son difíciles de delimitar: en
definidos por criterios de pura comodidad; se trataría entonces de grupos
ciertos casos la separación de dos especies
desprovistos de una existencia objetiva, mientras que la única unidad
resultaría de la acumulación progresiva de
biológica verdadera sería el individuo.
pequeñas diferencias. A lo largo de este pro­
ceso, las dos futuras especies no se hallarían
Si las especies no están bien definidas,
todavía completamente diferenciadas
¿qué significan las variaciones?
(podrían engendrar algunos seres híbridos).
El inagotable problema de la definición del concepto de especie trasciende
¿Debemos entonces hablar de una o de dos
el ámbito de la sistemática biológica. Está relacionado con nuestra manera
especies?
de catalogar el mundo y, por lo tanto, de elaborar los conceptos sobre ■ Illlil ■■■■ iillSIII |
los que basamos nuestro conocimiento de la realidad: el debate sobre el WHHKÍBk iWliiMgi— SMWB^Bil :I

D arwin 69
concepto de especie no es más que una aplicación concreta
de un problema fundamental de lógica y de teoría del cono­
cimiento. No obstante, en el contexto de la formulación de
las teorías biológicas, y en particular de la teoría evolucio­
nista, la definición de especie es crucial, el objeto, todavía
hoy, de ásperas disputas que la teoría de la evolución no
ha conseguido resolver o que incluso ha empeorado. Justo
después de la publicación de El origen de las especies, uno
de los adversarios más encarnizados de la teoría darwinista,
Louis Agassiz, señaló: “Me parece que hay una gran con­
fusión en la tesis general de la variabilidad de las especies,
sobre la que se insiste tanto últimamente. Si las especies no
existen, como sostienen los partidarios de la teoría de la
transmutación, entonces ¿cómo pueden variar?”.
Según otros intérpretes, Darwin era consciente de la di­
ficultad y habría evitado deliberadamente cualquier intento
de redefinición. Al utilizar la noción de “especie” definida
por los naturalistas de la época, Darwin confirmaba que
3. Ilustración extraída de los Estudios sobre no se podía distinguir la palabra “especie” de la palabra “variedad”; y de
los glaciares, de Louis Agassiz, donde éste este modo se mostró partidario de una evolución divergente, donde las
avanzaba la hipótesis de la existencia de un variedades no son más que especies que se están formando. La atención
"período glacial" en el pasado. se centraba entonces en esas diferencias individuales, pequeñas y muy
numerosas, que siempre habían molestado a los sistemáticos, pero que
constituían, según Darwin, la materia bruta de la evolución:

Nadie supone que todos los individuos de la misma especie estén fundidos
absolutamente en el mismo molde. Tales diferencias individuales revisten
la mayor importancia para nosotros, porque frecuentemente, como es muy
conocido de todo el mundo, son hereditarias, y aportan así materiales
para que la selección natural opere sobre ellas y las acumule, de la misma
manera que el hombre acumula en una dirección dada las diferencias
4. Louis Agassiz (1807-1873) fue uno de los individuales de sus producciones domésticas.
adversarios más acérrimos de la teoría
de Darwin. ¡Ahí está! Esas pocas líneas contienen la esencia de la teoría de la evolu­
ción. Pero Darwin prosigue, imperturbable, comentando las dificultades a
las que hace frente el naturalista sistemático para detectar las diferencias y
distinguir entre especie y variedad. Con este propósito, introduce algunos
ejemplos, documenta casos particulares, repite y aclara sus tesis:

El paso de un grado de diferencia a otro puede ser en muchos casos


el simple resultado de la naturaleza del organismo y de las diferentes
condiciones físicas a que haya estado expuesto largo tiempo; pero, por lo
que se refiere a los caracteres más importantes y adaptativos, el paso de
un grado de diferencia a otro puede atribuirse con seguridad a la acción
acumulativa de la selección natural [...] y a los resultados de un mayor
uso o desuso de sus partes. A una variedad bien caracterizada se la puede
denominar, por lo tanto, especie incipiente.

El tercer capítulo trata de la “lucha por la existencia”. Darwin se refiere


aquí a De Candolle, a Lyell y a Malthus, con su principio del aumento en
progresión geométrica del número de organismos, según el cual “[...] nacen
muchos más individuos de los que pueden sobrevivir, y [...], en consecuencia,
debe haber una lucha por la existencia que se repite con frecuencia”, sea con
otros individuos de la misma especie, sea con las condiciones físicas de la
vida. Plantea unos ejemplos para demostrar las interacciones complejas y a
veces insospechables entre los seres vivos. En virtud de la lucha interespecífica
y, sobre todo, en el seno de una misma especie, Darwin explica:

TEMAS 5 4
70
Las variaciones, por ligeras que sean y cualquiera que sea la causa de
que procedan, si son en algún grado provechosas a los individuos de una
especie en sus relaciones infinitamente complejas con otros seres orgánicos
y con sus condiciones físicas de vida, tenderán a la conservación de estos
individuos y serán, en general, heredadas por la descendencia [...]. He
llamado a este principio, por el cual toda ligera variación, si es útil, se
conserva, con el nombre de selección natural, a fin de señalar su relación
con la facultad de selección del hombre; pero la expresión, frecuentemente
usada por el señor Herbert Spencer, de supervivencia de los más aptos es
más exacta y a veces igualmente conveniente.

"Selección natural" se transforma en "supervivencia del más apto"


Algunos han sostenido que a raíz de las acusaciones de antropomorfis­
mo dirigidas contra la expresión “selección natural”, Darwin adoptó en
las últimas ediciones de El origen de las especies la definición de Spen­
cer, “supervivencia del más apto” (survival of the fittest). La elección fue
desafortunada por más de un motivo. En primer lugar, abría un nuevo
frente de polémica, con quienes se preguntaban si la teoría de la selección
natural no sería más que una vana tautología: los que sobreviven son los
más aptos, pero los más aptos ¿no son precisamente los que sobreviven? 5. Herbert Spencer (1820-1903) concebía
Además, el paralelismo con el pensamiento de Spencer no aclaraba apenas la evolución como un progreso, una
el concepto de la evolución de Darwin. Por otro lado, este último no complejificación creciente de lo homogéneo
tenía a Spencer en muy alta estima, e incluso escribió en su Autobiografía-. a lo heterogéneo. Darwin no manifestaba
“Sus conclusiones nunca me han convencido [...]. Sus generalizaciones ningún interés en esa idea, ni nunca empleó el
fundamentales [...] quizá son, me atrevería a decir, muy valiosas desde término de evolución en la primera edición de
un punto de vista filosófico, pero de tal naturaleza, que no me parece El origen de las especies; prefería la expresión
que tengan ninguna utilidad estrictamente científica”. "descendencia con modificaciones".
En efecto, Spencer concebía la evolución como un progreso, un desarrollo
de lo homogéneo hacia lo heterogéneo, un despliegue de posibilidades; para
fundamentar su idea, empleaba la analogía con la ontogénesis, es decir, el
desarrollo, el crecimiento, de los individuos. Tal era el sentido habitual del
término “evolución”; se entiende mejor ahora que Darwin prefiriera referirse a
veces a la “descendencia con modificaciones”. Además, el interés por la evolu­
ción manifestado por Spencer había nacido en el terreno de la teoría social y
se había inspirado en el lamarckismo, confirmándose así una vez más el cruce
entre este último y la idea de progreso. Por lo tanto, no es de extrañar que
de la confusión entre darwinismo biológico y evolucionismo social surgiera
una confusión interpretativa, bien reflejada en la etiqueta de “darwinismo
social”, con todas las consecuencias a las que ya hemos aludido.
Con más motivo, Darwin insistía: “Debo advertir ante todo que uso
esta expresión [lucha por la existencia] en un sentido amplio y metafóri­
co, que incluye la dependencia de un ser respecto de otro, e incluye —lo
que es más importante— no sólo la vida del individuo, sino también
el éxito al dejar descendencia”. Sin embargo, ello no bastará para evitar
la interpretación “agresiva” del darwinismo, según la cual Darwin es el
teórico de una naturaleza “roja de sangre en dientes y garras”, conforme
a la expresión de Alfred Tennyson en el poema In memoriam (1850),
es decir, un mundo donde los organismos, para sobrevivir, no pueden
más que luchar y matarse entre ellos. No obstante, la argumentación de
Darwin se desarrolla esencialmente en torno a la dimensión ecológica y a
la distribución geográfica de los organismos:

De dos cánidos, en tiempo de hambre, puede decirse verdaderamente que


luchan entre sí por cuál conseguirá comer o vivir; pero de una planta en
el límite de un desierto se dice que lucha por la vida contra la sequedad,
aunque más propio sería decir que depende de la humedad. De una

D arwin 71
planta que produce anualmente un millar de semillas, de las que, por
término medio, sólo una llega a completo desarrollo, puede decirse, con
más exactitud, que lucha con las plantas de la misma clase o de otras
que ya cubrían el suelo.

A pesar de ello, muchos aceptarán o no el darwinismo según suscriban o


no un modelo socioeconómico basado en la rivalidad y la competencia.
Darwin dedica un capítulo entero de El origen de las especies a aclarar
los malentendidos relativos a la expresión “selección natural”:

Algunos hasta han imaginado que la selección natural produce la va­


riabilidad, cuando en realidad implica solamente la conservación de las
variaciones que aparecen y benefician al ser, dadas sus condiciones de
vida [...]; y hasta se ha argüido que, como las plantas no tienen voluntad,
¡la selección natural no les es aplicable! En el sentido literal de la palabra,
indudablemente, selección natural es una expresión falsa; pero ¿quién ha
puesto alguna vez un reparo a los químicos que hablan de las afinidades
electivas de los diferentes elementos? [...] Se ha dicho que yo hablo de la
selección natural como de una potencia activa o divinidad; pero, ¿quién
pone algún reparo a un autor que habla de la atracción de la gravedad
como si regulase los movimientos de los planetas? Todos sabemos lo que
se entiende por tales expresiones metafóricas y qué implican; y son casi
necesarias para la brevedad. Del mismo modo, además, es difícil evitar
el personificar la palabra Naturaleza; pero por Naturaleza quiero decir
sólo la acción y el resultado totales de muchas leyes naturales y por leyes,
la sucesión de hechos, en cuanto son conocidos por nosotros.

Darwin quiere evitar cualquier interpretación de tipo finalista: ningún


6. El árbol genealógico del hombre, tal propósito, ninguna voluntad consciente, ninguna fuerza misteriosa guía
como lo representó el naturalista alemán, y el proceso de la selección.
darwinista convencido, Ernst Haeckel en su
obra Anthropogenie, a finales del siglo xix. Este El árbol de las especies
árbol engloba todo el reino animal; el hombre En este contexto, Darwin introduce brevemente un tema que profundizará
se encuentra por casualidad en la rama central en La ascendencia del hombre (1871), la selección sexual: “Esta forma de
más alta... aunque la idea de progreso sea selección depende, no de una lucha por la existencia en relación con otros
ajena a la evolución darwiniana. seres orgánicos o con las condiciones externas, sino de una lucha entre
los individuos de un sexo —generalmente, los machos— por la posesión
del otro sexo. El resultado no es la muerte del competidor desafortunado,
sino el que deja poca o ninguna descendencia”.
La selección natural puede dar lugar a la extinción o a la divergencia de
los caracteres. Darwin introduce esta idea para explicar cómo “en la econo­
mía general de un país, cuanto más extensa y perfectamente diversificados
para diferentes costumbres estén los animales y plantas, tanto mayor será
el número de individuos que puedan mantenerse”. Extinción y divergencia
de caracteres se representan precisamente en el único diagrama que figura
en toda la obra. Se trata de una esquematización puramente teórica de la
descendencia con modificación de las especies, durante extensos períodos
de tiempo, que ilustra cómo “esas ventajas derivadas de la divergencia de
caracteres tienden a producirse cuando se combinan con la selección
natural y la extinción”. Este diagrama no es más que una clasificación
genealógica donde se ponen de manifiesto las relaciones de subordinación
de los diversos grupos de organismos.

[...] Las variedades de una misma especie, muy estrechamente relacio­


nadas entre sí; las especies del mismo género, menos relacionadas y de
modo desigual, formando secciones o subgéneros; las especies de géneros
distintos, mucho menos relacionadas; y los géneros, relacionados en gra-

12 TEMAS 5 4
dos diferentes, formando subfamilias, familias, órdenes,
subclases y clases. [...] Si las especies hubiesen sido crea­
das independientemente, no hubiera habido explicación
posible de este género de clasificación, que se explica
mediante la herencia y la acción compleja de la selección
í En El origen de las especies, Darwin incluyó un diagrama para ilus­
natural, que producen la extinción y la divergencia de trar la importancia de la divergencia de los caracteres y de la extín-
caracteres. ¡ ción en la selección natural. Las letras A a i representan especies
¡ vecinas. Darwin supone que las especies A e l son muy comunes y
Encontramos aquí un giro teórico y metodológico radical: están muy extendidas. Las líneas divergentes que parten de estas
este “sistema natural” que los sistemáticos buscaban reposa especies esquematizan sus descendientes variables: "Se supone
sobre vínculos genealógicos, a través de la diferenciación que las variaciones son ligerísimas, pero de la más diversa natu­
y de la selección. La pertenencia de los organismos a un raleza; no se supone que todas aparezcan simultáneamente, sino,
grupo ya no está determinada por un conjunto de carac­ ; con frecuencia, tras largos intervalos de tiempo; ni tampoco se
teres necesarios y suficientes, sino por una “serie continua supone que persistan durante períodos iguales. Sólo las variaciones
de grupos intermedios que los enlazan”. La antigua scala que sean en algún modo ventajosas {que resultan de la divergencia
de caracteres) persistirían o serían objeto de selección".
naturae, imagen de una perfección creciente y lineal de
Después de mil o más generaciones de variaciones (delimitadas
un mundo inmóvil y preordenado, es sustituida por la por las líneas horizontales), aparecen variedades diferenciadas
imagen del árbol, que Darwin refuerza al proporcionarle (simbolizadas en el diagrama por las letras minúsculas acompaña­
un contenido teórico: das de una cifra). El mismo esquema reproducido durante nume­
rosas generaciones da lugar finalmente a la formación de nuevas
Las ramitas verdes y que dan brotes pueden representar especies {a'4,g u, etc.)
especies vivientes, y las producidas durante años anteriores En la larga marcha de la evolución, la extinción desempeña una
pueden representar la larga sucesión de especies extingui­ importante función: "los descendientes perfeccionados de una
das. En cada período de crecimiento, todas las ramitas especie cualquiera tienden a suplantar y exterminar en cada gene­
que crecen han procurado ramificarse por todos lados y ración a sus precursores y a su tronco primitivo. [...] Si se admite,
remontar y matar a los brotes y ramas de alrededor, del pues, que nuestro cuadro representa una cantidad considerable
de modificación, la especie A y todas las variedades primitivas
mismo modo que las especies y grupos de especies, en todo
se habrán extinguido, estando reemplazadas por ocho especies
tiempo han dominado a otras especies en la gran batalla nuevas — aMa mu— y la especie / estará reemplazada por seis
por la vida. [...] Así como los brotes, por crecimiento, especies nuevas — n14a z14— ". Además, puesto que las especies A
dan origen a nuevos brotes, y éstos, si son vigorosos, se e / están muy difundidas, hubieron de tener primitivamente alguna
ramifican y superan por todos lados a muchas ramas más ventaja sobre la mayor parte de las otras especies vecinas (B, C, D
débiles, así también, a mi parecer, ha ocurrido, mediante para A, y G, H, K, L para /). A lo largo de generaciones, las especies
generación, en el gran Arbol de la Vida, que con sus representativas de A e I probablemente habrán heredado algunas
ramas muertas y rotas llena la corteza de la tierra, cuya de estas ventajas y al mismo tiempo se habrán perfeccionado: "Pa­
superficie cubre con sus hermosas ramificaciones, siempre rece, por lo tanto, sumamente probable que habrán ocupado los
en nueva división. puestos, no sólo de sus antepasados A el, sino también de muchas
de las especies primitivas que eran más semejantes a sus padres,
exterminándolas así" {líneas punteadas verticales interrumpidas en
¿Cómo se producen las variaciones? ¿Cuál es la materia
el cuadró).
bruta sobre la que actúa la selección? “Nuestra ignorancia
de las leyes de la variación es profunda”, repite Darwin.
Su estrategia consistió en considerar la variación como una
“caja negra”. Esta sólo se abriría mucho más tarde, con el
advenimiento de la genética y el redescubrimiento de las
leyes de Mendel. Más tarde, hacia mediados del siglo xx, la
identificación de la estructura del ADN permitió descifrar
poco a poco lo que conocemos hoy en día como código
genético, que contiene las instrucciones de la estructura­
ción y desarrollo del organismo en su interacción con el
medio ambiente.

"Una tendencia a variar debida a causas


que ignoramos por completo"
Pero Darwin desconoce todo eso. La variación apenas acaba
de adquirir la dignidad de fenómeno de interés, mientras
POUR LA SCIENCE

que la explicación de la herencia de los caracteres, es decir,


su transmisión a la progenie, todavía se encuentra hipo­
tecada por las teorías de la herencia mezclada (blending

D arwin 73
inheritancé)'. que los hijos presentan caracteres intermedios con
respecto a los de sus padres es una idea casi universalmente
aceptada. El mismo Darwin simpatiza con este con­
cepto, a pesar de plantear importantes problemas
a su teoría de las variaciones hereditarias. Estas
se “diluirían” con los sucesivos cruzamientos,
como apunta Henry Jenkin, profesor de la
Universidad de Glasgow, en 1867. En efecto,
si en un bote de pintura blanca se vierten
algunas gotas de pintura negra (la variación)
se obtiene pintura gris, de la que ya no se
podrá recuperar el color negro puro; y si,
a continuación se diluyen algunas gotas de
esta mezcla en pintura blanca, la modifica­
ción de color está destinada a desaparecer. La
objeción está bien fundamentada. Darwin es
perfectamente consciente de ello, como también
lo es de otros interrogantes que se derivan de su
teoría, a cuyo análisis dedica el sexto capítulo de El
origen de las especies. Recordemos también que ulterior­
mente añadirá un capítulo como complemento a su obra, en
respuesta a las críticas que se le formularon.
7. Los nu^:-parios responsables de la En cuanto a las causas de las variaciones, Darwin insiste en aclarar la
variación; de- los organismos \ ¡vos eran expresión “debidas a la casualidad” que había utilizado para calificarlas (la
totalmenu- desconocidos pv? L' arwin y sus biología evolucionista moderna utiliza la expresión “mutación aleatoria”).
contempou' neos, Las leyes Je o- herencia El término “aleatorio” no significa aquí una ausencia de causas; significa
descubierta pero los año: ÍJt u oorel padre solamente que cualesquiera que sean las causas de la mutación, ésta no
Gregor Metido-! C 1 22-1884) opeo-eron una constituye una respuesta del patrimonio hereditario en vistas a una mejor
primera expfcaaói:, pero penno.r ecieron adaptación del organismo a su entorno. Dicho de otro modo, la mutación
durante mucho tiempo ignoradas. ín es+a no va necesariamente en la misma dirección que las modificaciones del
fotografíe, 10 nada en E nonasterk J*3 medio y no resuelve los problemas que éste provoca en el organismo. En
Altbrümi, Mer de! es eí ; m ( l- ¡'0 por le ce. echa. este sentido preciso es aleatoria, pues no persigue ningún fin. La selección
sólo intervendrá a posteriori y la someterá a examen, conservando o elimi­
nando lo que, según las circunstancias, será útil o perjudicial al individuo
y, por consiguiente, a la especie.
Darwin tiene motivos de sobra para temer ser mal interpretado y ver su
discurso recaer en un marco providencialista y finalista. Por eso se mantiene
en precisar que “debidas a la casualidad” es “una expresión completamente
incorrecta”, pero tiene la ventaja de reflejar nuestra ignorancia sobre las
“causas de cada variación particular”.
Sin embargo, intenta identificar las causas posibles de estas variaciones,
examinando “las condiciones de vida a las que ha estado sometida cada
especie durante varias generaciones sucesivas”. No obstante, enseguida
hace notar que se podrían dar “ejemplos de variedades semejantes produ­
cidas por una misma especie en condiciones de vida tan diferentes como
puedan concebirse”, y por el contrario, “de variedades diferentes producidas
en condiciones externas iguales al parecer”. Consideraciones tales como
éstas le inclinaron “a atribuir menos importancia a la acción directa de
las condiciones ambientales que a una tendencia a variar debida a causas
que ignoramos por completo”.
Darwin escribe también que no cabe duda de que “el uso ha fortaleci­
do y desarrollado ciertos órganos en los animales domésticos, de que el
desuso los ha hecho disminuir y de que estas modificaciones son heredi­
tarias”. Y cita, entre otras cosas, la atrofia de los ojos del topo y de las
alas del avestruz, cuyas patas están muy desarrolladas. También evoca la
acción del clima, en particular sobre las plantas, y las variaciones corre­
lacionadas de las diferentes partes del organismo, sobre todo durante el

74 TEMAS 5 4
crecimiento y el desarrollo. Subraya la mayor variabilidad de los caracteres
específicos con respecto a los caracteres genéricos más antiguos y, por lo
tanto, más arraigados. Interpreta la reaparición de los caracteres perdidos
desde hace tiempo afirmando que “la hipótesis más probable no es que
un individuo, de repente, se parezca a un antepasado del que dista
algunos centenares de generaciones, sino que el carácter en cuestión ha
permanecido latente en todas las generaciones sucesivas, y que, al fin,
se ha desarrollado en condiciones favorables desconocidas”. Reconoce la
importancia de las diferencias de constitución producidas por los hábi­
tos. Y concluye: “Cualquiera que pueda ser la causa de cada una de las
ligeras diferencias entre los hijos y sus padres —y tiene que existir una
causa para cada una de ellas— , tenemos fundamento para creer que la
continua acumulación de diferencias favorables es la que ha dado origen
a todas las modificaciones más importantes de estructura en relación con
las costumbres de cada especie”.
De este modo, Darwin menciona el entorno, el clima, los hábitos, el
uso y el desuso como causas potenciales de las variaciones. Más adelante 8. August Weismann (1834-1913) se opuso
se interpretó esta idea como una especie de recaída en el lamarckismo. a la hipótesis lamarckiana de la herencia de
No obstante, más allá del hecho de que Lamarck no hubiera defendido los caracteres adquiridos. Según su teoría,
nunca la tesis de una acción directa del entorno sobre el organismo un organismo posee, por una parte, células
(como se le ha atribuido), estos conceptos no se consideraron típicos somáticas, que pueden modificarse bajo
de una visión lamarckiana de la evolución más que en un segundo influencias externas, y por otra, células
momento, cuando “lamarckismo” y “darwinismo” se radicalizaron y se germinales, que transmiten los caracteres
convirtieron en posiciones mutuamente excluyentes e irreconciliables. hereditarios pero no se ven afectadas por
Esta interpretación fue también consecuencia de la distinción entre factores externos. La ilustración inferior,
somatoplasma y germoplasma establecida alrededor de los años ochenta extraída de El origen de fas células sexuales de
del siglo xix por August Weismann. En opinión de este biólogo alemán, las hidromedusas, de Weismann, representa
un organismo posee una parte de células somáticas, sujetas a modifica­ la parte superior de un hidrozoo hembra con
ciones provisionales debidas a influencias externas (estas modificaciones tentáculos y yemas con óvulos.
desaparecen con el mismo individuo), y otra parte de células germinales,
depositarias de los caracteres hereditarios y totalmente al abrigo de las
influencias externas.
En esa misma época, la herencia de los caracteres adquiridos
y la acción directa del entorno sobre la constitución hereditaria
del organismo fueron ideas que casi se relegaron al rango de
supersticiones. Fueron tachadas de “lamarckismo”, término
que se convirtió pronto en motivo de infamia. Como hemos
visto, Darwin había destacado sus diferencias con respecio
a Lamarck. Pero este último, en su teoría, no rechazaba el
uso o el desuso de los órganos, o la acción directa del
medio ambiente; estos conceptos todavía no se consi­
deraban aspectos distintivos de la teoría de Lamarck.
Lo que Darwin rehusaba sobre todo de Lamarck eran
sus tesis no fundamentadas sobre la fuerza interna que
daba lugar a la acción, el finalismo, el progresismo; en
consecuencia, era primordial identificar las causas naturales
plausibles de una variación importante y no orientada,
sobre la cual podría ejercerse la acción puramente mecánica
de la selección.

La "pangénesis", una teoría sobre la herencia


de los caracteres adquiridos
En las aproximadamente 900 páginas de La variación de los animales
y las plantas bajo la acción de la domesticación, obra publicada en 1868,
Darwin presentará una enorme cantidad de observaciones y de infor­
maciones para apoyar las ideas expuestas en El origen de las especies. Sin
embargo, la obra es conocida sobre todo por la “hipótesis provisional de

D arwin 75
MIVART, DAR S
En 1871, Mivart escribía: "La selección natural es absolutamente Pieuronéctidos. No obstante, la migración ocular empieza cuando la
incapaz de explicar el mantenimiento y desarrollo de estructuras larva nada en medio del agua; su "reposo" en el fondo no se efectúa
bajo su forma inicial, rudimentaria y minúscula, por muy útiles sino una vez finalizada la migración ocular.
que luego lleguen a ser". Uno de los ejemplos que menciona es La hipótesis de Malm, retomada por Darwin, será reexaminada y
la asimetría de los peces planos, o Pieuronéctidos, cuyos adultos presentada como nueva y original en 1970 por el francés Jacques Blot.
poseen ambos ojos en un mismo lado. Según é!, si la explicación del Este último señaló que los peces ángel y los peces murciélago podían
aplastamiento y la asimetría de los peces pianos es un mejor camu­ nadar en medio del agua de manera oblicua, incluso horizontal, y con­
flaje y una mayor facilidad para alimentarse en el fondo, el origen sideraba así estos peces como precursores de los peces planos. Inclu­
mismo del fenómeno, esto es, el inicio de la migración ocular, no so se servía de una especie fósil (Amphistiumparadoxum) para apoyar
confiere ninguna ventaja al animal y no puede ser explicado por la esta teoría. Pero según un examen reciente, llevado a cabo por uno de
selección natural. nosotros, esta especie fósil no ofrece ningún parentesco próximo con
Dan/vin responde a las objeciones de Mivart en la última edición los peces planos. Además, estos comportamientos de reposo sobre un
(1872) de El origen de las especies: 1) un órgano en desarrollo puede lado y de natación oblicua u horizontal se reencuentran en diversos
muy bien ejercer una función grupos de peces: maragotas,
diferente de la conseguida por algunos peces ángel e incluso
el órgano final; es la función | j | | | | pecilpilest^pSl'l
¡ de partida la que se selecciona caso, ¿por qué dar preferencia
(como la pluma de las aves, a un grupo de peces en la
originada de un órgano que búsqueda delj)arientépfóximo
servía inicialmente para la de los peces planos? Así pues,
termorregulación); 2) el órgano resulta muy difícil utilizar esta
en cuestión puede estar vin­ característica para explicar el
culado con otra característica origen de la asimetría en los
cuya aparición ha supuesto una peces planos.
ventaja selectiva inmediata. En 1982, David Policansky
No obstante, en el caso de examinó la platija estrellada
los peces planos, el beneficio (Platichthys stellatus), especie
aportado por un principio de en la que coexisten individuos
asimetría ocular no es nada diestros (ambos ojos en el
evidente. Estos peces son lado derecho) y zurdos, y cuya
simétricos al nacer, con un ojo proporción difiere según las
en cada lado. En el transcurso regiones. En esta platija, el
j de una metamorfosis, uno Un, {Para,. 'ser .us) .-\a minc.bc p ■Darwin &n 100 % de los individuos de las
í de ambos ojos migra hacia el 1834 ü. u viajv - -; l Los ojos se centran en la costas japonesas son zurdos,
| reborde superior de! cráneo y superficie rdadt . . *.ca figura es cj ;: ce un dibujo en las costas de Alaska lo
termina por instalarse ¡unto al Mor realiza r Phillip Ki. cial a bordo : xzagle. son el 70 % y en las costas
otro ojo, sobre la cara superior. californianas el 50 %. Con la
Este fenómeno único en los ver­ ayuda de cruzamientos entre
tebrados no ha cesado de intrigar a los naturalistas. El primero que dio individuos diestros y zurdos, Policansky concluyó que la polaridad de la
unaexpiicaciónfueJohann H. F. vc-n Autenrieth, en 1800: la migración asimetría (derecha o izquierda) depende de factores a la vez genéticos
ocular evitaría que el pez perdiera un ojo, ya que si el ojo se mantuviera y ambientales, y supuso que el fenómeno está ligado a otro carácter,
pegado al substrato se volvería inútil. En 1867, el sueco A. W. Malm no identificado hasta el momento.
indica que el joven pez plano posee "una altura excesiva del cuerpo, La asimetría de los peces planos, ¿estaría realmente ligada a otro
i una aletas muy pequeñas y carece de vesícula natatoria, por lo que se carácter y, de ser así, a cuál? La pregunta sigue sin respuesta (aunque
cansa y cae pronto de un lado sobre ei fondo". En esta posición, torce­ de ningún modo desacredita la teoría de la evolución). Sería necesario
ría "su ojo inferior hacia arriba con tanto vigor, que acabaría llevando identificar el pariente vivo más próximo de los peces planos, con el
el ojo hacia la parte superior". De este modo, la asimetría externa del fin de comparar su morfología, biología, desarrollo de ambos grupos
pez plano sería el resultado de una asimetría interna que le hace caer de peces y obtener así nuevos indicios. Todavía no se ha propuesto
sobre el fondo. Este esquema de Malm es ei que Darwin expondrá en ningún candidato serio y definitivo. Mas, sobre la base de los datos
su respuesta a Mivart. moleculares, el japonés Masaki Miya y sus colaboradores han indicado
Un pleuronéctido no sería plano y asimétrico si no fuera como hace muy poco que el pariente próximo de los peces planos debería
consecuencia de otro carácter, de tipo conductual. Por otro lado, según buscarse cerca de la familia de los Carangidae (caballas, serviolas,
varios biólogos de los años treinta del siglo xx, los peces planos tienen jureles o chicharros).
su origen entre ios meros, las cabrillas y las maragotas. Estas últimas Bruno Chanet
tienden a echarse sobre un lado, con la mitad del cuerpo cubierto Instituto Universitario Europeo del Mar (Plouzané, Francia)
por el fondo arenoso. El origen de la asimetría se derivaría así de un Franqois Chapleau
comportamiento peculiar en los supuestos parientes próximos de los Universidad de Ottawa (Ontario, Cañada)

76 TEMAS 5 4
la pangénesis”, una teoría sobre la herencia de los caracteres adquiridos
(que ciertos comentaristas han considerado una hipótesis ad hoc, si no
una especulación, creada para salir del paso de las dificultades surgidas en
la teoría de la evolución). Esta hipótesis postulaba la existencia de par­
tículas, denominadas “gémulas” (a propósito de las cuales Darwin citaba
a BufFon, Spencer y otros autores que ya habían avanzado ideas similares
en contextos teóricos claramente diferentes; tampoco se puede descartar
la influencia de su abuelo Erasmus). Distribuidas por todas las partes del
cuerpo, se consideraba que las gémulas eran migraciones de los tejidos
somáticos hacia los órganos reproductores; suponiendo que una ~
mayor o menor utilización de una parte del cuerpo las modificaba,
permitían una explicación de los caracteres adquiridos.
La teoría de la pangénesis era errónea, y en todo caso inútil
desde el momento en que la herencia de los caracteres adquiridos
fue desmentida por los hechos. Sin embargo, algunos han calificado
las gémulas de Darwin como una intuición correcta de la herencia “de
partículas discretas” que sería confirmada por los célebres experimentos de
Gregor Mendel (1822-1884), y después por el mutacionismo del botánico
holandés Hugo de Vries (1848-1935). 9. Una paloma mensajera inglesa, dibujo
Cabe destacar que, ya en La variación, Darwin tuvo la oportunidad de sacado de la obra La variación de los animales y
responder a una serie de críticas y malentendidos. Esos reproches tam­ las plantas bajo la acción de la domesticación.
bién los expresaban aquellos que, si bien habían aceptado la teoría de la Esta obra de Darwin presenta en unas 900
evolución y, aparentemente, de la selección natural (como el botánico Asa páginas una gran cantidad de datos que
Gray, convertido en uno de los principales partidarios del darwinismo en apoyan las ideas expresadas en El origen de las
América), no podían renunciar a la idea del Creador inteligente. Darwin especies.
explica:

Un Creador omnisciente habría previsto todas las consecuencias que


pudieran resultar de las leyes que él mismo ha impuesto. [...] [¿Se
puede] sostener que hubiera ordenado especialmente cada una de las
innumerables variaciones de nuestros animales y plantas domésticos, a
la vista del criador, variaciones que en su mayoría no tienen utilidad
alguna para el hombre y que, lejos de ser ventajosas para el propio ser
vivo, son muchas veces perjudiciales? [...] ¿Ha ordenado [el Creador] que
la conformación y las cualidades mentales del perro varíen de manera
que pueda engendrar una raza de una ferocidad indomable, provista
de mandíbulas capaces de derribar un toro, y ello sólo para la diversión 10. En los rodaballos y otros peces planos,
brutal del hombre? Pero si abandonamos el principio en un solo caso uno de los ojos ha migrado para situarse en
—por ejemplo, si no admitimos que las variaciones del perro primitivo el mismo lado que el segundo ojo. Jackson
hayan sido dirigidas intencionadamente para dar origen al lebrel, esa Saint-Georges Mivart había citado el ejemplo
imagen perfecta de la simetría y del vigor—> tampoco podemos defender de la asimetría ocular de los peces planos para
en lo más mínimo la hipótesis de que las variaciones de naturaleza poner en tela de juicio la teoría darwiniana de
semejante y resultantes de las mismas leyes generales (que, gracias a la la evolución por selección natural.
selección natural, han sido la base fundamental de la formación de los
animales más perfectamente adaptados, entre ellos el hombre) hayan
sido dirigidas de una manera especial e intencionada. [...] N i siquie­
ra podemos adoptar las opiniones del profesor Asa Gray cuando dice
que “la variación ha sido dirigida siguiendo ciertas líneas ventajosas,
como un riachuelo que sigue líneas de irrigación definidas y útiles”.
Si admitimos que cada variación particular ha sido predeterminada
desde el origen de los tiempos, la plasticidad de la organización [...],
así como este impulso de reproducción superabundante que [...] tiene
como consecuencia la selección natural [...], deberían parecemos leyes
superfluas de la naturaleza. Por otra parte, un Creador omnipotente y
omnisciente lo ordena y prevé todo; así pues, nos encontramos ante la
presencia de una dificultad tan irresoluble como la del libre albedrío
y la predestinación.

D arwin 77
r-

lf

La idea de la evolución se impuso fácilmente,


no así la de la selección natural 'GE'
En el séptimo capítulo de El origen de las especies, añadido en la sexta
edición de 1872, Darwin responde a otras críticas, en particular, al ataque
del zoólogo inglés Jackson Saint-Georges Mivart (1827-1900). Inicialmente
favorable a las ideas de Darwin, Mivart había adoptado después una dura
actitud crítica. Había atacado la selección natural en una obra publicada en
1871, cuyo título, Génesis de las especies, decía mucho sobre las intenciones
de su autor. En efecto, Mivart reafirmaba su fe en el poder divino y obje­
taba a Darwin, entre otras cosas, que la selección natural no explicaba la
aparición de nuevas estructuras útiles para el organismo {véase el recuadro
“Mivart, Darwin y los ojos de los peces planos”).
Refiriéndose a numerosos casos, Darwin demuestra cómo las costumbres,
el uso y la correspondencia entre gradaciones de estructura y cambios de
función explican, en términos de selección natural, la adquisición progresiva
de estructuras nuevas. En su réplica a Mivart, no vacila en utilizar los dos
únicos ejemplos que tomó del reino vegetal: la estructura de las flores de
las orquídeas y los movimientos de las plantas trepadoras. Darwin había
dedicado a la cuestión dos trabajos, publicados tras la primera edición de
El origen de las especies.
En La fecundación de las orquídeas por los insectos y los buenos resultados del
cruzamiento (1862), explicaba las ventajas de la fecundación cruzada e ilus­
traba cómo habían desarrollado las orquídeas estructuras extraordinariamente
adaptadas para atraer a los insectos en su provecho. En Los movimientos y
los hábitos de las plantas trepadoras (1864), describía las diversas estrategias
adoptadas por las plantas para “alcanzar la luz y el aire libre con el míni­
mo consumo de materia orgánica posible”. Ambos estudios, más allá de
las numerosas informaciones que incluían, confirmaban el nuevo esquema
explicativo de Darwin... y constituyeron defacto un ataque frontal contra la
, idea del Diseñador inteligente. No es sorprendente, pues, que se convirtieran
en el punto de mira polémico de los críticos, que si bien habían reconocido
la idea de evolución, no podían deshacerse de una concepción metafísica
de la naturaleza en provecho de una concepción materialista, ni abandonar
11. Dos variedades de gallos, presentados en La la idea de un arquitecto divino por la de un proceso ciego y mecanicista.
variación de los animales y las plantas bajo la En este sentido, no es la idea de la evolución en sí la que encontró los
acción de la domesticación. mayores obstáculos (en realidad, se afirmó y extendió con una rapidez no­
table), sino la de la selección natural. La evolución se convirtió pronto en
“un hecho”, mientras que la selección se mantuvo durante mucho tiempo
como “una hipótesis” (por lo demás peligrosa), término por el que se dejaba
filtrar deliberadamente la idea negativa de especulación no científica y no
fundamentada en los hechos. Por lo tanto, desde un punto de vista histó­
rico es imprudente emplear los términos “darwinismo” y “evolucionismo”
como sinónimos. Muchos, entre ellos el círculo restringido de amigos de
Darwin, se declaraban evolucionistas, pero al mismo tiempo rechazaban
ciertos elementos característicos de la teoría de Darwin.
Incluso el gradualismo darwinista recibió desde un principio duras críticas,
ya que atacaba la concepción existencialista y discreta del mundo vivo.
Fue así cómo, en contra de la evolución gradual teorizada por Darwin
(pequeñas variaciones aleatorias sometidas a la acción de la selección acaban
por modificar las especies y originar otras nuevas), se afirmó la idea de
una evolución “por saltos”, en la que las variaciones grandes dan lugar a
la formación de especies nuevas.

La evolución por saltos, juna utopía!: Natura non facit saltus


Se ha argumentado que existía una razón concreta para preferir la evolución
por saltos a la evolución gradual: la primera permitía preservar la disconti­
nuidad entre las especies y salvaguardar, aunque in extremis, la definición

78 TEMAS 5 4
esencialista de la especie. Sin embargo Leibniz ya había afirmado que “la
Naturaleza no crea ni especies ni géneros totalmente separados: entre ellos
hay siempre algunas formas intermedias”.
Por otro lado, Darwin es muy claro sobre este punto. En su réplica
a Mivart, en la última edición de El origen de las especies, reafirma su
posición:

El señor Mivart, además, se inclina a opinar, y algunos naturalistas están


de acuerdo con él, que las especies nuevas se manifiestan “súbitamente y
por modificaciones que aparecen de una vez”. [...] Piensa que es difícil
creer que el ala de un ave se desarrollase de otro modo que por una mo­
dificación “relativamente súbita de carácter señalado e importante” [...].
Esta conclusión, que implica grandes interrupciones o discontinuidad en
las series, me parece sumamente improbable [...]. Según nuestra expe­ 12. Zarcillo de una planta trepadora que
riencia, las variaciones bruscas y muy marcadas se presentan en nuestras se enrosca en el tallo de otra planta. En
producciones domésticas aisladamente y a intervalos de tiempo bastante Los movimientos y hábitos de las plantas
largos. Si esto ocurriese en estado natural, las variaciones estarían expues­ trepadoras (1864), Darwin describía las
tas, como se explicó anteriormente, a perderse por causas accidentales de diversas estrategias adoptadas por las plantas
destrucción y por cruzamientos sucesivos, y sabemos que esto ocurre en para alcanzar la luz y el aire libre utilizando la
estado doméstico, a menos que las variaciones bruscas de esta clase sean menor cantidad posible de materia orgánica.
especialmente conservadas y separadas por el cuidado del hombre.

Darwin menciona el aislamiento en tanto que elemento esencial para la


formación de razas domésticas. No obstante, contrariamente a las primeras
formulaciones de su teoría, tiende a subestimar su papel en la naturaleza. 13. Las flores de las orquídeas poseen
Este punto constituye, por otro lado, la causa de un debate importante, estructuras que parecen especialmente
incluido en el seno de la biología evolucionista moderna, en cuanto al adaptadas para atraer a los insectos
papel primordial del aislamiento geográfico en la formación de las espe­ polinizadores. Darwin se centró en esta
cies nuevas. La posición defendida por Darwin sobre el gradualismo y la cuestión en su obra La fecundación de las
importancia de la selección es clara y categórica. Véase cómo concluye el orquídeas por los insectos y los buenos
capítulo consagrado a las objeciones formuladas contra su teoría: resultados del cruzamiento, publicado en 1862.
Abajo, una flor del género Ophrys, sp.
El que crea que alguna forma antigua, mediante una tendencia o fuerza
interna, se transformó de repente, por ejemplo, en otra provista de alas,
estará casi obligado a admitir, en oposición a toda analogía, que variaron
simultáneamente muchos individuos. [...] Estará, además, obligado a creer
que se han producido repentinamente muchas conformaciones admirable­
mente adaptadas a todas las otras partes del mismo ser y a las condiciones
ambientes; y no podrá presentar ni una sombra de explicación de estas
complejas y portentosas adaptaciones. [...] Admitir todo esto es, a mi parecer,
entrar en las regiones del milagro y abandonar las de la Ciencia.

Darwin aborda a continuación la cuestión del instinto. Emprender el


BIBLIOTECA KROCH / UNIVERSIDAD CORNELL (arriba); MANUEL CRESPO (abajo)

estudio del comportamiento es una decisión indudablemente delicada y


afirma no tener “la intención de investigar el origen de las facultades men­
tales”. Según una estrategia muy similar a la adoptada para el concepto de
especie, declara que no intentará dar definición alguna del instinto, y se
limita a explicar: “Comúnmente se dice que es instintivo un acto ejecutado
por un animal, especialmente si es un animal muy joven, sin experiencia,
y cuando es realizado del mismo modo por muchos individuos, sin que
conozcan para qué fin se ejecuta”. De este modo aplica al origen de los
instintos el mismo mecanismo que opera en la evolución en general:

No sé ver dificultad alguna en que la selección natural conservase y acu­


mulase continuamente variaciones del instinto hasta cualquier grado que
fuese provechoso. Así es, a mi parecer, cómo se han originado todos los
instintos más complicados y maravillosos. No dudo que ha ocurrido con los

D arwin 79
instintos lo mismo que con las modificaciones de estructura material, que
O P IN IO N S se originan y aumentan por el uso o costumbre y disminuyen o se pierden
por el desuso; pero creo que los efectos de la costumbre son, en muchos
casos, de importancia subordinada a los efectos de la selección natural, de
MEN OF LIGHT & LEADING lo que pueden llamarse variaciones espontáneas de los instintos; esto es,
And o f the T IM E S Newspaper, &e„ variaciones producidas por las mismas causas desconocidas que producen
OH ligeras variaciones en la conformación física.
'T H E D A R W IN . C R A Z E .
"La objeción más grave": la imperfección de los registros fósiles
■'A Gosjid ©f B ir t.”— T howas C aelvue,
“ I ventura to think shat rao System of Phüosophv tfeat has erar been
El capítulo noveno está dedicado al hibridismo. Darwin demuestra en él
taugfet os» eatth Mes andar sucha weighí of anteseiW t im probabffity.”
T u * D uke of A a e ra , i» the CaitmjiariHjRtmtv. que la esterilidad entre especies o variedades diferentes es progresiva, y no
“ The sabtle sopluétríss of his (H uxify's) schon) are doing infiniteiy
moramischíef than'tbe outspoten bUsriaemy o í Hradlaugfc." absoluta y clara, como se pensaba a partir de la teoría clásica. En los dos
- J. M. Wsiss, MJ>., M.B.CJP.
capítulos siguientes, titulados “De la imperfección de los registros geológi­
'■Tfc- fvcsonee of tiw .« o f his booka whiois h a ré modo hia dhiof táiio to jam e, thó cos” y “De la sucesión geológica de los seres orgánicos”, Darwin aprovecha
" üñRm oi >j>6cxfi8> r.ad abU more toe “ üesneat of Kss,
mas* n urraca* «oá abwtfntaly gntíuitous
'í Tub Wíid of ptsbHt^j>n and tbm a tíu o rie s as sus conocimientos de geología para responder a lo que define como “la
Ifcs4f o m o t m e w n ^ n~ ~ lm Moa
(¡> m ñn J.^TÍpg h*m xo«nib»t^ép.
Acadeary of Sdesces, os tbe grosnd of the t
objeción más grave y clara que puede presentarse en contra de mi teoría”:
los descubrimientos geológicos no revelan una serie orgánica perfectamente
BV continua que contenga todos los organismos intermedios, como lo prevé su
THE E$V. F. 0 . MOKHIS, B.A„ teoría. Darwin presenta una larga serie de explicaciones (véase el recuadro
Rector of N m b * m h d w f Yer&sfáu,
“¿Por qué los registros geológicos son tan imperfectos?”).
AUTHOR OF "A HISTORY OF 8RITI8H BiROS,”
M icnted by fmnissiott te Her Mcst Gfackm Mafisty ihe Quien. Aprovecha la ocasión para responder a otra crítica, que había sido formu­
lada por William Thomson (1824-1907), el futuro Lord Kelvin, y por un
laONDONi tY. 8. P A B TEI01ÍE <ft 00., PATERNOSTER KOW. grupo de físicos: mediante cálculos basados en la velocidad de enfriamiento
p b ic b ohe OTsrinr.
de un cuerpo del tamaño de la Tierra, habían llegado a la conclusión de
que la edad de la Tierra no era en absoluto infinita, como había propuesto
14. La teoría darwiniana ha suscitado fuertes Lyell. Según ellos, la Tierra no podía tener más de 100 millones de años;
reacciones desde su difusión. Prueba de ello es más probablemente, sólo 24 millones de años: una duración insuficiente
este frontispicio de un volumen de 1885, que para explicar los cambios tan importantes como los previstos en la teoría
reunía las opiniones contrarias a "la moda de de la selección natural. No obstante, mediante estimaciones geológicas,
Darwin". Darwin obtiene unas duraciones mucho más extensas.
Los capítulos duodécimo y decimotercero de El origen de las especies,
ambos consagrados a la “distribución geográfica”, examinan en detalle los
problemas de la migración, el papel de las barreras geográficas que pue­
den impedir a las especies colonizar ciertas regiones, pero que al mismo
tiempo influyen sobre la formación de especies propias. Darwin ilustra los
múltiples medios de dispersión con los que las especies pueden alcanzar
regiones diversas y, a continuación, modificarse según su adaptación a las
condiciones locales. Compara las reglas que determinan la duración y la

"He intentado demostrar que los registros geológicos son suiramente que cada una de las formaciones no se ha depositado de un modo
incompletos; que sólo una parte del globo ha sido geológicamente continuo; que la duración de cada formación es probablemente corta,
explorada con cuidado; que sólo ciertas clases de seres orgánicos se comparada con la duración media de las formas especificas; que
han conservado en abundancia en estado fósil; que tanto el número la migración ha representado un papel importante en la aparición
de ejemplares como el de especies conservados en nuestros museos de nuevas formas en una región o formación determinada; que las
es absolutamente nada, comparado con el número de generaciones especies de extensa distribución geográfica son las que han variado
que tuvieron que haber desaparecido durante una sola formación; con más frecuencia y las que han dado más frecuentemente origen a
que, debido a que el hundimiento del suelo es casi necesario para la nuevas especies; que las variedades han sido al principio locales; y,
acumulación de depósitos ricos en especies fósiles de muchas clases, finalmente, que, aun cuando cada especie tiene que haber pasado por
y que tienen que ser lo bastante gruesos para resistir la futura erosión, numerosos estados de transición, es probable que los períodos durante
tuvieron que transcurrir grandes intervalos de tiempo entre la mayoría los cuales experimentó modificaciones, aunque muchos y largos si se
de nuestras formaciones sucesivas; que probablemente ha habido miden por años, hayan sido cortos, en comparación con los períodos
más extinción durante los períodos de elevación, y que durante estos durante los cuales cada especie permaneció sin variación".
últimos los registros se habrán llevado del modo más imperfecto; El origen de las especies, Charles Darwin

80 TEMAS 5 4
continuidad de las especies en el tiempo con las que actúan en el espacio,
para comprobar que “en ambos casos las leyes de variación han sido las
mismas y las modificaciones se han acumulado por el mismo medio de
la selección natural”.
En el penúltimo capítulo, a través del análisis de las dificultades de la
clasificación, Darwin confirma de nuevo el significado profundo de las
reconstrucciones genealógicas, cuando la comunidad de descendientes es
la única causa conocida de la estrecha semejanza entre los seres vivos. La
importancia de los caracteres morfológicos y embriológicos, del desarro­
llo y de los órganos rudimentarios se vuelve comprensible y se justifica
teóricamente cuando se admite que una clasificación natural debe ser
genealógica.

Darwin defiende la legitimidad científica de sus trabajos


Llegamos a las conclusiones de lo que Darwin denomina una “larga argu­
mentación”. Después de una recapitulación minuciosa reivindica el carácter
científico de su método de trabajo:

Difícilmente puede admitirse que una teoría falsa explique de un modo


tan satisfactorio, como lo hace la teoría de la selección natural, las di­
ferentes y extensas clases de hechos antes indicadas. Recientemente se ha
hecho la objeción de que éste es un método de razonar peligroso; pero es
un método utilizado al juzgar los hechos comunes de la vida y ha sido
utilizado muchas veces por los más grandes filósofos naturalistas. De este
modo, [...] la creencia en la rotación de la Tierra sobre su eje hasta hace
poco tiempo no se apoyaba casi en ninguna prueba directa. No es una
objeción válida el que la Ciencia hasta el presente no dé luz alguna sobre 15. Esta serie de cráneos de diferentes tipos
el problema, muy superior, de la esencia u origen de la vida. ¿Quién puede de palomas» que figuran en La variación de
explicar qué es la esencia de la atracción de la gravedad? Nadie rechaza los animales y las plantas bajo la acción de
actualmente el seguir las consecuencias que resultan de este elemento la domesticación, ilustra las posibilidades
desconocido de atracción, a pesar de que Leibniz acusó ya a Newton de de la selección artificial.
introducir propiedades ocultas y milagros en la Filosofía”.

Recordemos que Darwin había iniciado las primeras ediciones de El


origen de las especies con una cita de Bacon y otra de Whewell (elimi­
nadas en las ediciones posteriores); igualmente, en diversas ocasiones,
en la Autobiografía y los Cuadernos, se había referido a los cánones de
la ciencia que obligaban a adoptar un enfoque inductivo a partir de los
hechos. Después de los numerosos estudios que condujeron a Darwin a
su teoría de la evolución y a los fundamentos lógicos de su pensamiento, 16. Un fósil de ammonites. Darwin era
en la actualidad se cree que el científico aplicó de manera coherente y consciente de que los registros geológicos no
rigurosa el método hipotético-deductivo. Sus éxitos, lejos de derivarse dejan entrever la continuidad de la cadena de
de la simple recopilación de hechos, fueron el resultado de su capacidad los seres vivos.
para desarrollar una teoría y formular hipótesis a verificar. Sin duda, la
declaración que hace Darwin en el extracto que se reproduce aquí arriba
puede considerarse como una toma de conciencia metodológica y un
testimonio de su intención de reivindicar la legitimidad de su modo
de trabajo.
Las páginas de conclusión de El origen de las especies contienen un pasaje
denso sobre las consecuencias del desarrollo ulterior de su obra y, sobre
todo, del impacto que ésta iba a producir. El fragmento es tajante y parece
estar introducido descuidadamente por Darwin entre una plétora de obser­
vaciones y deseos: “En el porvenir veo ancho campo para investigaciones
mucho más interesantes. La Psicología se basará seguramente sobre los
cimientos, bien echados ya por el señor Herbert Spencer, de la necesaria
LE SCIENZE

adquisición gradual de cada una de las facultades y aptitudes mentales. Se


proyectará mucha luz sobre el origen del hombre y sobre su historia”.

D arwin 81
Deberá proyectarse “mucha lu z sobre el origen del hombre y su historia ” mfifís
A lflf
concluye D arw in en El origen de las especies. Tras un .;
abordará esta delicada cuestión en 1 8 7 0

alvo algunas alusiones, el hombre es el gran ausente de El origen

S de las especies. Darwin ha eludido deliberadamente este tema. Sin


duda, no se trataba únicamente de una maniobra táctica que pre­
tendía evitar problemas, como había escrito en una carta a Wallace
mencionada anteriormente. Algunos vieron en ello una decisión polémica,
coherente con el antiantropocentrismo del naturalista: omitir el hombre en
El origen de las especies equivalía a negarle un papel central, a sobrentender
que las leyes válidas para el resto de seres vivos se le podían aplicar sin
una distinción particular.
Sin embargo, otros extraerán a su conveniencia conclusiones inevi­
tables y avivarán el debate. Recuérdese que el año anterior a la publi­
cación de El origen de las especies, la discusión entre Owen y Huxley
sobre el hippocampus minor, conocido en términos populares como la
polémica sobre “el hombre mono”, había alcanzado cotas máximas de
virulencia. Por encima de todo, el tema sobre la animalidad del hom­
bre se hab(a extendido más allá de los círculos científicos, e incluso
servía como argumento a favor de reivindicaciones político-ideológicas.
Caricaturas, dibujos humorísticos y rimas invadían la prensa satírica,
como la célebre revista Punch. Evidentemente, es necesario distinguir
el impacto de El origen de las especies en los medios estrictamente
científicos de las reacciones mucho más espectaculares divulgadas por
la prensa y las sociedades científicas abiertas a un público más amplio,
aunque cultivado.
Se ha constatado que, tras salir a la luz El origen de las especies,
fueron cada vez más abundantes las reseñas y comentarios sobre la
obra, con la aparición de grupos de opinión más o menos sectarios a
favor o en contra de Darwin y de sus ideas; en su mayoría, los deba­
tes giraban en torno a sus consecuencias para el concepto de hombre
y la explicación providencialista del mundo natural. Naturalmente,
la prensa religiosa se pronunció contra las “herejías modernas”, uti­
lizando todo tipo de estrategias en sus ataques: denuncias, burlas,
críticas de la estructura lógica y metodológica de las argumentaciones
darwinistas. Hacia el fin de los años sesenta del siglo xix, cuando
el éxito de la teoría de la evolución era evidente y las metáforas de
1. Una caricatura del obispo de Oxford, Samuel Darwin se habían introducido (a menudo en un sentido impropio)
Wilberforce, apodado "el untuoso Sam", uno en el lenguaje corriente, los ataques se afinaron: sus detractores recal­
de los protagonistas del legendario, y en parte caron que la teoría aceptada de la evolución por los expertos no era
LE SCIENZE

filosófico, debate de Oxford sobre la teoría de la teoría darwinista, ya que muchos habían rechazado de la misma
la evolución. la selección natural.

82 TEMAS 5 4
La teoría de la selección natural no deja indiferente
No resultaba fácil agrupar a los científicos en uno u otro bando, ni siquiera
cuando parecía que ellos mismos querían ubicarse. Henslow protestó públi­
camente contra su inclusión en el grupo de los “darwinistas”. En cuanto a
Lyell, en quien estaban fijas las miradas, la prudencia con la que todavía se
expresaba en 1863 en su obra Antigüedad del hombre fue tal, que se utilizó
contra Darwin, para gran decepción de este último. Lyell no tomará partido
de forma más explícita hasta 1868, con ocasión de la décima edición de 2. Retrato de Thomas Huxley (1825-1895),
los Principios de Geología. Incluso Owen, en el otro frente, decepcionó a pintado en 1883 por J. Collier.
los que hubiesen deseado ver en él una mayor intransigencia, sobre todo
porque sostenía entonces su “teoría de la derivación”, un “devenir constante
y predeterminado de las formas orgánicas”. La inconsistencia científica de
esta teoría contribuyó a empañar su reputación, ya comprometida por el
conflicto con Huxley sobre el hippocampus minor. Ese conflicto se había

Al final de una conferencia que había atraído a mucha gente, el obispo tiempo consideró problemática la idea de la clasificación genealógica.
de Oxford, Samuel Wilberforce, se dirigió torpemente a Huxley para Según algunos, su obra El lugar del hombre en la naturaleza era un libro
preguntarle sí descendía de los simios por parte de su madre o de su contra Owen más que a favor de Darwin. Por otro lado, no fue él quien
padre. Pagaría las consecuencias. Huxley lo contó así: "Había escu­ presentó ante Wilberforce argumentos sólidos a favor de la teoría de la
chado con una gran atención la intervención del obispo, pero no pude evolución, sino el botánico Joseph Hooker. En efecto, este último decla­
descubrir en ella ningún elemento nuevo o argumento novedoso, con ró ante los reunidos que se había opuesto mucho tiempo a la teoría de
la excepción, a decir verdad, de la pregunta que me planteó sobre mi la evolución, pero que finalmente había aceptado las concepciones
preferencia en materia de antepasados". Huxley leespetó que, por su de Darwin, basándose en la observación directa que llevaba a cabo
parte, no había pensado nunca en orientar la discusión hacia un tema desde hacía varios años sobre la forma y la distribución de las plantas.
semejante, pero que estaba totalmente dispuesto a seguir al estimado Además, demostró que la interpretación de Wilberforce era tan errónea,
prelado en ese terreno: "Si se me preguntara sobre si prefería tener por que resultaba imposible que hubiera leído el libro de Darwin.
abuelo a un humilde simio o a un hombre muy dotado intelectualmen­ Ai salir de la conferencia con Hooker, Huxley, quien no sentía nin­
te y con grandes medios de influencia, pero que tan sólo utilizara sus guna inclinación por el debate público, le confió que esa experiencia le
dones y Sus poderes para ridiculizar una gran cuestión científica, diría, llevaría "a revisar mi opinión sobre el valor práctico del arte de hablar
sin vacilar, que prefiero el simio". en público y, a partir de ahora, lo cultivaré con esmero e intentaré no
Sin embargo, el propio Huxley tenía sus reservas con respecto a la detestarlo más". De hecho, Huxley no sólo abrazó la teoría darwiniana
teoría de Darwin. Consideraba la selección natural como una hipótesis sin reservas, sino que se convirtió en el "buldog de Darwin", con el
probable, pero sin demostrar de manera definitiva y experimental. El pleno consentimiento del interesado. En realidad, Darwin nunca habría
gradualismo darwiniano se presentaba ante sus ojos como una "difi­ querido ni podido librarse a unas confrontaciones directas tan penden­
cultad no necesaria": aceptar que se producen saltos en la naturaleza cieras e impetuosas, y llamaba a Huxley "mi buen y admirable agente
habría evitado las múltiples objeciones contra la teoría. Durante mucho de propagación de herejías execrables".

D arwin 83
TEMAS 54
cerrado con la publicación, en 1863, de
la obra de Huxley El lugar del hombre en
la naturaleza. En la misma se recopilaban
las intervenciones y conferencias populares
de los años precedentes; apoyándose en los
resultados de las investigaciones sobre ana­
tomía comparada del hombre y los simios
antropomorfos, concluía:

Las diferencias estructurales que separan al


hombre del gorila y el chimpancé no son tan
grandes como las que separan al gorila de
los simios inferiores [...] Las diferencias
de estructura entre el hombre y los simios
antropomorfos justifican ciertamente que lo
consideremos el representante de una familia
separada de ellos; sin embargo, en la medida
en que difiere menos de ellos que éstos lo
hacen de otras familias del mismo orden,
no estaría justificado colocarlo en un orden
distinto. Se confirma pues la sagacidad de
ese gran legislador de la zoología sistemática
que fue Linné, y un siglo de investigaciones
anatómicas nos llevan a esta conclusión: que
el hombre pertenece al mismo orden (para el
que se debe conservar el término linneano
Primates) que los simios y los lémures.

Así se expresaba en su primer libro Huxley, miembro respetado de la 4. A la vuelta del siglo xix, Darwin y la teoría
comunidad científica, orador enardecido y polemista corrosivo. Esos rasgos de la evolución se convirtieron en uno de los
del carácter los había cultivado a raíz del episodio, un tanto exagerado, del temas preferidos de los caricaturistas. El dibujo
debate de Oxford. En el curso del mismo, en 1860, se había enfrentado humorístico adjunto, publicado en la revista
al obispo de Oxford, Samuel Wilberforce, a su vez ornitólogo experto e satírica Punch, viene acompañado por la
influido por su eminencia gris, Owen. leyenda "El hombre no es más que un gusano".
El caso de Wallace todavía es más notable. “Coautor” de la teoría de la El hombre no es más que un junco, lo más
selección natural y seleccionista a ultranza —hasta tal punto que él mismo endeble de la naturaleza, escribía Pascal, pero
se consideraba “más darwinista que Darwin”— , Wallace pensaba que la es un junco pensante. Para Darwin, el hombre
selección natural estaba causada por las alteraciones del ambiente. Añadía no piensa más que los otros animales...
que el hombre no escapa a la selección, aunque sus tendencias sociales la
modifican y le confieren una evolución intelectual única. En 1869, Wallace
radicaliza su posición: “Una Inteligencia superior ha guiado el avance de la
especie humana en una dirección definida y con una finalidad concreta”.
Llegaría a esta conclusión a través de una interpretación adaptacionista
extrema: la selección, que sólo conserva lo útil, no justifica el desarrollo de
un cerebro tan evolucionado en el hombre primitivo y el salvaje, quienes
no necesitan tal rendimiento.
Darwin no sale de su asombro: “Espero —le escribiría en 1869— que
no haya aniquilado completamente a su hijo y al mío”. En cierto sentido,
Wallace le fuerza una vez más para que actúe al descubierto. Después de
la primera edición de El origen de las especies, Darwin había concentrado
toda su energía en reconsiderar cada uno de los aspectos criticados de su
teoría. Sin otorgarse ni siquiera un descanso, había ampliado, documentado
más profundamente y corregido las ediciones sucesivas de El origen de las
especies. Había supervisado personalmente sus numerosas traducciones.
Había multiplicado los intercambios epistolares para obtener informacio­
nes suplementarias y confirmaciones sobre sus datos. Había proseguido
sus experimentos con plantas y animales y había publicado otros trabajos

D arwin 85
5. Macho del ave del paraíso raggíana importantes, entre ellos La variación de los animales y las plantas bajo la
(■Paradisaea raggíana) efectuando su parada acción de la domesticación, en 1868. No obstante, Darwin había evitado
nupcial. Según Darwin, la lucha por la cuidadosamente la cuestión del origen del hombre. Inicialmente había
supervivencia está acompañada por una lucha previsto incluir en El origen de las especies un capítulo dedicado al hombre,
constante por la posesión de las hembras. Esta pero había renunciado a ello a causa del volumen excesivo que ya había
lucha paralela ha incitado a los machos de alcanzado la obra. En los años setenta, decide abordar este espinoso pro­
ciertas especies a desarrollar unos ornamentos blema: “Cuando observé que muchos naturalistas aceptaban la doctrina
poco discretos, que no les son de ninguna de la evolución de las especies, me pareció oportuno trabajar sobre las
utilidad en la lucha por la supervivencia, pero notas que ya poseía y publicar especialmente un tratado sobre el origen
que atraen a las hembras y favorecen así su del Hombre”, escribe en su Autobiografía.
reproducción.
El hombre, un animal más
Un nuevo cambio cultural incita a Darwin a expresarse sobre el origen del
hombre. Una serie de trabajos había dotado a la psicología de consistencia
científica: los estudios en neurofisiología y en psicofisiología experimentales
(estudios de las relaciones entre el funcionamiento del cerebro y el com­
portamiento), el análisis fisiológico del comportamiento, la aplicación de
técnicas de medición al análisis psicológico y el asociacionismo evolucionista
de Spencer (según el cual, las asociaciones estímulo-respuesta se transmiten
de una generación a otra mediante modificaciones del sistema nervioso).
Al liberarse de la tradición filosófica, la psicología había encontrado en
las ciencias naturales un nuevo fundamento y, a su vez, había ofrecido a
la investigación en biología la legitimización de un análisis científico del
espíritu, análisis al que Darwin se asiría sin vacilar.
En 1871, después de tres años de trabajo, publica La ascendencia del
hombre y la selección sexual. A partir de 1874, aparece una segunda edición
revisada. En ella Darwin elabora de nuevo desmesuradamente sus notas,
hasta convertirla en una obra en dos volúmenes que aborda, como indica
su título, el concepto de selección sexual. Es uno de los aspectos de su
teoría donde su desacuerdo con Wallace es más profundo.
“A menudo se ha afirmado con rotundidad — escribe Darwin— que
nunca se podría conocer al hombre; pero la ignorancia engendra más
confianza que el conocimiento, y son los que saben poco, y no los que

86 TEMAS 5 4
saben mucho, los que afirman de una manera perentoria que la ciencia
nunca podrá resolver tal o cual problema”. El objetivo principal de la
obra es precisamente examinar si el hombre, igual que las otras espe­
cies, desciende de alguna forma preexistente, comprender de qué modo
se produce y evaluar las diferencias entre las “razas” humanas. En La
ascendencia del hombre, Darwin formula finalmente el concepto natu­
ralista del hombre al que se adhiere desde la época de la redacción de
los Cuadernos', la continuidad entre el hombre y los otros animales se
aplica tanto a las características físicas como a las características mentales,
morales y sociales. Se interesa en particular por las facultades intelec­
tuales que dan lugar a una “capacidad mental superior” — tales como
la curiosidad, la imitación, la atención, la memoria, la imaginación, la
razón, la abstracción, el lenguaje y la conciencia— , no para desarrollar
una psicología sistemática, sino para demostrar que esos temas pueden
ser abordados de manera coherente y eficaz en el cuadro de la teoría de
la evolución.
Darwin analiza la genealogía humana. Tras haber reafirmado la validez
de las leyes generales que han llevado a la diversificación de los animales
inferiores, escribe:

[El hombre] se ha multiplicado tan rápidamente, que se ha visto so­


metido por fuerza a la lucha por la existencia y, en consecuencia, a la
acción de la selección natural. Ha engendrado numerosas razas, algunas
de ellas tan divergentes, que varios naturalistas las han considerado es­
pecies distintas. El cuerpo del hombre se ha construido según el mismo
plan homólogo que el de otros mamíferos. Atraviesa las mismas fases de 6. Jóvenes w o o d a b e , de N íger, m aq u illad o s y
desarrollo embriológico. Conserva muchas conformaciones rudimentarias engalanados para la fie s ta G e re w o l, d u ran te
e inútiles que, sin duda, tuvieron su utilidad en el pasado. [...] Si el la cual las m uchachas escogen al jo v e n m ás
origen del hombre hubiese sido totalmente diferente del origen del resto a p u esto del año. Según D a rw in , las diferencias
de los animales, esas manifestaciones dispares no serían más que errores e n tre las "razas" se d eberían a la selección
sin sentido, y una hipótesis semejante es inadmisible. Por el contrario, esas sexual; esas d iferencias no son de ningún
manifestaciones se vuelven comprensibles, al menos en una gran parte, si provecho especial para los hom bres en la lucha
se considera que el hombre es, junto con otros mamíferos, el descendiente po r la existencia, pero les suponen una v e n taja
común de algún tipo inferior desconocido. en la reproducción.
Después, al analizar el reino animal, se refiere al hombre de este modo:
“Como desde un punto de vista genealógico el hombre pertenece al
grupo de los catarrinos, o grupo del Viejo Mundo, debemos concluir,
aunque con ello se resienta nuestro orgullo, que nuestros antepasados
primitivos habrían recibido con razón la denominación de simios. Lo
cual no permite suponer que el ancestro primitivo de todo el grupo
de los simios, entre ellos el hombre, haya sido idéntico, o incluso
se hubiera parecido mucho, a alguno de los simios actuales”.
A continuación, se centra en el valor de las diferencias entre
las razas humanas desde el punto de vista de la clasificación;
después de haber confirmado su diversificación a partir de un
tronco único y común, aborda la selección sexual, ya que, según
él, las diferencias entre las razas, aunque sean pertinentes, no pue­
den explicarse por la selección natural. En efecto, “las variaciones
ventajosas únicamente pueden conservarse de este modo; pero,
hasta donde nos es posible juzgar (aunque podríamos equivocarnos
fácilmente a este respecto), ninguna de las diferencias externas que
^8IS1¡¡SB distinguen las razas humanas entre sí proporcionan al hombre algún
servicio directo o especial”.
^ Sis?;' "- - >- • -'-
Los criterios de la selección sexual: fuerza y belleza
Para analizar correctamente el papel de la selección sexual en la diferen­
ciación de las razas humanas, Darwin considera necesario “examinar todo
7. Perro que gruñe: uno de los dibujos el reino animal”. Siguen 11 capítulos, con más de 300 páginas, sobre los
de T. Wood que ilustran La expresión dé las principios de la selección sexual y sobre los caracteres sexuales secundarios
emociones de Darwin. que exhiben sobre todo los machos de diversas especies: desde los crustá­
ceos, los insectos, los peces, los anfibios, los reptiles y las aves (a las que
dedica cuatro capítulos) hasta los mamíferos y el hombre.

[La selección sexual], explica Darwin, no depende de la lucha por la


existencia [...], sino de la lucha entre los individuos de un sexo, normal­
mente los machos, para asegurarse la posesión del otro sexo. El resultado
de esta lucha no es la muerte del vencido, sino la ausencia o pequeño
número de descendientes. Por lo tanto, la selección sexual es menos rigu­
rosa que la selección natural. Generalmente, los machos más vigorosos,
es decir, los más aptos para ocupar su lugar en la naturaleza, dejan un
mayor número de descendientes.

Sin embargo, además del combate entre machos por la posesión de


las hembras y la adquisición de elementos que sirven para establecer la
supremacía entre individuos del mismo sexo, a Darwin le llaman la aten­
ción los caracteres sexuales secundarios, presentes en las especies donde
el dimorfismo sexual destaca más: exhibición de colores, libreas, dibujos
complejos en el plumaje y cualquier otro tipo de ornamento (por ejemplo,
el canto en las aves), que exhiben sobre todo los machos. Las ventajas de
esos caracteres en la lucha por la supervivencia son difíciles de demostrar,
ya que, al hacer el animal especialmente visible, e incluso entorpecer sus
movimientos (pensemos, por ejemplo, en la cola del pavo real), queda
expuesto a los depredadores. Darwin ofrece la siguiente justificación:

Está totalmente claro que esos caracteres deben atribuirse a la selección


sexual y no a la selección general, ya que los machos desarmados, sin
adornos y desprovistos de atractivo, no conseguirían peores resultados en
su lucha por la existencia, y serían capaces de engendrar una numerosa
progenie, si no se enfrentaran a la presencia de machos mejor dotados.
[...] En resumen, es indudable que, en casi todos los animales de sexos
separados, existe una lucha periódica y constante entre los machos por

8 8
TEMAS 54
la posesión de las hembras [...]. No obstante, hay una multitud de casos
donde los machos que consiguen vencer a otros no llegan a poseer a las
hembras, sino después del consentimiento de estas últimas. El cortejo entre
los animales no es de ningún modo tan breve ni tan simple como
se podría imaginar. Los machos mejor adornados, los que mejor
cantan, los que saltan de forma más graciosa son los que más
excitan a las hembras, que preferirán acoplarse con ellos.

En este punto entraba en juego la capacidad de las hembras


de escoger al macho según criterios de belleza, lo que suscita­
ría críticas enérgicas. Wallace, en particular, no podía aceptar
que se atribuyera un sentido estético a animales distintos del
hombre. Se podrían citar incontables pasajes donde Darwin
declara explícitamente que esta facultad existe en los animales,
así como otras, y corrige la falsa interpretación según la cual el
sentido de belleza presente en los animales sería comparable con el
del hombre civilizado. Y escribe: “Sería más razonable comparar el
sentido de la belleza que poseen los animales con el que poseen
los hombres salvajes, quienes admiran los objetos brillantes o
curiosos y a quienes les gusta apropiarse de ellos”. Antes, en la
misma obra, no había dudado en afirmar:

Creo que hemos demostrado que el hombre y los animales superio- yNC-
res, los primates sobre todo, tienen instintos comunes. Todos ellos
poseen los mismos sentidos, las mismas intuiciones, experimentan
las mismas sensaciones; tienen pasiones, afectos y emociones pare­
cidas, incluso las más complejas, como los celos, la desconfianza, la
emulación, el reconocimiento y la magnanimidad; practican el engaño
y la venganza; temen el ridículo; les gustan las bromas; sienten sorpresa y 8. Postura de un gato asustado por un perro:
curiosidad; poseen las mismas facultades de imitación, atención, delibera­ otro dibujo del natural realizado por Wood
ción, elección, memoria, imaginación, asociación de ideas y razonamiento, para Darwin.
aunque por supuesto, en grados muy diferentes.

¿"Antropomorfizar" a ios animales para luchar


contra el antropocentrismo?
Según la tesis de fondo de Darwin, la diferencia entre la mente del hombre
y la de los animales superiores, por muy grande que sea, tan sólo es de
magnitud y no de género. Su convicción y la firmeza de sus argumen­
taciones no se ven ni mucho menos mermadas por las polémicas sobre
una eventual presencia o ausencia del sentido de lo bello. Por otra parte,
esta “belleza” es relativa, a pesar de que cierta teología natural la hubiera
considerado absoluta: ¡la belleza de la naturaleza habría sido creada para
el placer del hombre! Darwin evita cualquier provocación: su argumenta­
ción, realizada con determinación, está minuciosamente documentada. El
único elemento de desafío reside en su manera de expresarse, abiertamente
antropomórfica (y por lo tanto directamente atacable). En la misma se ve
con más frecuencia una elección reflexionada que una simple dificultad
objetiva en describir los comportamientos y facultades de los animales en P 0 |^
otros términos que los habitualmente reservados para el hombre. Lejos de I "Ved, pues, esa nariz, que del rostro
representar un debilitamiento, el antropomorfismo de Darwin refuerza su • en que mora destruyó la armonía,
ataque contra el antropocentrismo. Al “antropomorfizar” a los animales y
al “zoomorfizar” al hombre, Darwin realiza una síntesis naturalista, conse­ ¡ sonrojarse traidora".
cuencia buscada y necesaria del principio de continuidad entre todos los
Cyrano de Bergerac,
seres vivos. Admitir la capacidad de las hembras para elegir en función
Edmond Rostand
de criterios estéticos constituye una etapa teórica crucial para la historia
natural del espíritu:

D arwin 89
Cualquiera que admita el principio de la evolución y, en cambio, experi­
mente alguna dificultad en creer que las hembras de los mamíferos,
de las aves, de los reptiles y de los peces hayan podido desarrollar
el gusto por la belleza hacia los machos, gusto que por lo general
concuerda con el nuestro, debe recordar que, en cada miembro
' de la serie de los vertebrados, las células nerviosas del cerebro
í; derivan directamente de las que poseía el antepasado común
í>; del grupo entero: el cerebro y las facultades mentales pueden
recorrer un desarrollo análogo bajo condiciones semejantes
' y, en consecuencia, pueden cumplir aproximadamente las
Wf mismas funciones.

jj¡ | La selección sexual desempeñó también un papel impor-


¡I; tante y coherente para la teoría en su globalidad. Al demos-
jj trar los límites de acción de la selección natural, abría la
ú posibilidad de una interpretación más amplia del mecanismo
selectivo en general: la evolución no selecciona tanto una
¡f especie por su capacidad de sobrevivir cuanto por su éxito
reproductor. Cuanto más importante sea la descendencia de
un macho, más probabilidades tendrá éste de transmitir su
patrimonio genético. Es precisamente en esta dirección en la
' que se desarrollará la biología evolucionista del siglo xx. Algunos
estudios han demostrado, en efecto, que en ciertas especies existen
genes (que intervienen, por ejemplo, en el metabolismo de las grasas) que
9. La expresión de un chimpancé enfadado favorecen la reproducción, aunque reducen la esperanza de vida.
y gruñón, de nuevo según un dibujo A pesar de ello, o quizás a causa de ello, la selección sexual fue el ob­
del natural de Wood. jeto de numerosas críticas. Hasta hace poco dio incluso lugar a múltiples
ataques. Algunos han afirmado que se trataba de una simple hipótesis
ad hoc, que sirvió para tapar las brechas de la teoría de la evolución por
selección natural.

La expresión de las emociones


En La ascendencia del hombre, Darwin anuncia que desea abordar de ma­
nera explícita otro aspecto, no por más específico menos significativo, en
la reconstrucción de una historia natural del espíritu. En la introducción
escribe:

Tenía la intención de añadir aquí un ensayo sobre la expresión de las


diversas emociones en el hombre y los animales menos elevados, tema que
me había llamado la atención, ya hace algunos años, en la obra de Sir
Charles Bell. Este anatomista célebre sostiene que el hombre posee ciertos
músculos únicamente destinados a expresar sus emociones, opinión que yo
debía tener en cuenta, por oponerse claramente a la idea de que el hombre
sea el descendiente de cualquier otra forma inferior. Igualmente, deseaba
verificar hasta qué punto las emociones se expresan de la misma manera
en las diferentes razas humanas. Pero a causa de la longitud de la obra
actual, he debido renunciar a incluir en ella dicho ensayo, que está en
parte terminado y será objeto de una publicación independiente.

La expresión de las emociones en el hombre y los animales aparece en 1872,


un año después de La ascendencia del hombre. Una vez más, se trata de una
obra más bien voluminosa: después de una introducción y tres capítulos
10. Darwin ilustró La expresión de las dedicados a enunciar los principios de la expresión, expone a lo largo de
emociones con fotografías. Arriba, expresión dos capítulos los medios de expresión y las expresiones específicas en los
de sorpresa; en la página siguiente, animales. El resto del libro, hasta llegar a las conclusiones, se dedica a las
expresiones de disgusto. expresiones específicas del hombre.

90 TEMAS 5 4
P

Darwin analiza un enorme espectro de actitudes o de sentimientos


—sufrimiento y llantos, gozo y alegría, reflexión, odio e ira, desprecio y
disgusto, sorpresa y miedo y, finalmente, el fenómeno del rubor, “la más
humana de todas las expresiones”— , y ofrece para cada comportamiento
una descripción esquemática en términos de fisiología neuromuscular,
7:§
basada en múltiples ejemplos.
A través de una exposición rápida y densa de las numerosas obras
destinadas al estudio de la expresión, Darwin se distancia de la vieja
tradición de la fisiognomía, definida como el “arte de conocer el carácter
mediante el estudio del estado habitual de los rasgos”. Recordemos que
el capitán FitzRoy había dudado en admitirle a bordo del Beagle a causa
de su nariz.
También critica a numerosos autores, como los ilustres fisiólogos Pierre
■I
I Gratiolet y Charles Bell (éste había publicado en 1844 la tercera edición de
su Anatomía y filosofía de la expresión), quienes “parecen estar firmemente
convencidos de que la especie, incluida por supuesto la humana, apareció
en su estado actual. Sir Charles Bell, imbuido de esta convicción, opina
que muchos de nuestros músculos del rostro son sólo instrumentos de la
expresión o se hallan especialmente dispuestos para tal fin. Sin embargo, el
simple hecho de que los simios antropoides posean los mismos músculos
faciales que nosotros determina que esta afirmación sea muy improbable,
ya que presumo que nadie estará dispuesto a admitir que los simios ha­
yan sido provistos de músculos especiales únicamente para ejecutar sus
desagradables muecas. Asimismo, a casi todos los músculos del rostro se
les puede asignar, con una gran verosimilitud, unos usos distintos, inde­
pendientes de la expresión”.
Al mismo tiempo que critica la teoría de las creaciones independientes
de las especies (“según esta doctrina, todo podría y puede ser explicado de
igual modo; y su influencia ha sido tan funesta para la expresión como
para todas las otras ramas de la historia natural”), Darwin llega a su tesis
fundamental sobre la expresión:

Ciertas expresiones de la especie humana, los pelos que se erizan en si­


tuación de terror extremo, los dientes que se ensenan en un arrebato de
rabia, son casi inexplicables si no se admite que el hombre ha vivido en
el pasado en unas condiciones muy inferiores y parecidas a la bestiali­
dad. La coincidencia de ciertas expresiones en especies dispares (aunque
próximas entre sí), por ejemplo, los movimientos de los mismos músculos
del rostro durante la risa en el hombre y en varios simios, se entiende un
poco mejor si se cree en la descendencia de esas especies de un antepasado
común. Aquel que acepta de manera general el desarrollo gradual de la
organización y de los hábitos en todos lo animales verá aclararse toda
la cuestión de la expresión desde un ángulo nuevo e interesante.

La génesis de una expresión


Darwin no ofrece una definición de la “emoción”. En realidad, no se ocu­
pa en absoluto del tema y se concentra en las expresiones, directamente
observables aunque su fugacidad y las sugestiones de nuestra imaginación
nos lleven a veces al error. Con este fin, menciona en diversas ocasiones los
estudios experimentales de Guillaume-Benjamin Duchenne (1806-1875),
neurólogo francés que había publicado, en 1862, Mecanismo de la fisonomía
humana, o análisis electrofisiológico de la expresión de las pasiones. Mediante
la estimulación eléctrica de los músculos del rostro, el neurólogo provoca
movimientos expresivos asimilables a las expresiones auténticas, a fin de
LE SCIENZE

analizar su fundamento fisiológico. Darwin tuvo la idea de presentar las


abundantes fotografías tomadas por Duchenne a sujetos que desconocen

D a r w in
91
11. Una de las fo;cgs:;fias de U t &• Alimentos totalmente las técnicas utilizadas por este último para inducir las expre­
de Duchenne sobre la estimúlate i <J¿ctrica de siones; de este modo, Darwin verifica experimentalmente la capacidad
los músculos del rostro. de esos sujetos neutros para identificar diferentes expresiones, fuera de
todo contexto. Su objetivo es correlacionar las expresiones y los “estados
mentales” asociados.
La fotografía ha empezado, desde hace muy poco, a servir de apoyo a
la investigación científica. La expresión de las emociones es uno de los pri­
meros textos donde se publican, además de las fotografías de Duchenne,
unos clichés cuidadosamente escogidos por Darwin y, en ciertos casos,
ejecutados expresamente por actores. En efecto, la técnica fotográfica de
la época exige mantener durante largo tiempo la postura, lo que difícil­
mente habría permitido captar las expresiones en directo. Por la misma
razón, Darwin encarga realizar dibujos para ilustrar del natural las posturas
expresivas de los animales.
Además, Darwin explota una variedad de métodos que describe con
pormenor. Igual que en los Cuadernos y en el diario que escribe desde el
nacimiento de su primer hijo, para demostrar el origen instintivo y no
aprendido de ciertas expresiones, se basa en la observación de los niños
“porque expresan diversas emociones con una energía extraordinaria’, según
destaca Sir Charles Bell”. En segundo lugar, le parece oportuno estudiar
a los alienados, “ya que están sujetos a las pasiones más fuertes y les dan
libre curso”. También indaga en las expresiones representadas por los pin­
tores y escultores: “Había esperado encontrar una ayuda poderosa en los
grandes maestros de la pintura y la escultura, que son unos observadores
tan atentos [...], pero salvo algunas excepciones, no he encontrado ningún
provecho en ellos. La razón es, sin duda, que en las obras de arte la belleza
constituye el fin principal; pero la intensa contracción de los músculos del
rostro es incompatible con la belleza”. Incluso cita las célebres Conferencias
sobre la expresión de los diferentes tipos de pasiones del pintor Charles Le
Brun, que datan de 1667 y que “contienen algunas observaciones buenas”,
junto con “extraños contrasentidos”.
Por otro lado, Darwin considera “de la mayor importancia verificar
si en todas las razas humanas, sobre todo las que han mantenido pocas
relaciones con los europeos, existen las mismas expresiones y los mismos
gestos, como se ha asegurado a menudo sin pruebas suficientes. Si los
mismos movimientos de las facciones o del cuerpo expresan las mismas
emociones en razas humanas distintas podemos concluir, con una gran
probabilidad, que esas expresiones son las verdaderas, es decir, son innatas
o instintivas”. Con esta finalidad había preparado, desde 1867, un cues­
tionario de dieciséis preguntas a las que respondieron funcionarios de las
colonias y misioneros. De los resultados de la encuesta concluyó “que un
mismo estado de espíritu se expresa en cualquier país con una destacable
uniformidad”. Por último, realiza observaciones muy precisas sobre las
expresiones de los animales, ya que “ [ese aspecto] nos proporciona la base
más segura para establecer de una manera general las causas o el origen
de diversos movimientos de la expresión”.
Darwin formula así tres principios. El primero es el principio de la uti­
lidad de los hábitos asociados, según el cual “los movimientos útiles para
la consecución de un deseo o el alivio de una sensación dolorosa, si se
repiten con frecuencia, se convierten en tan habituales que se reprodu­
cen cada vez que aparece este deseo o sensación”. En otras palabras, los
comportamientos instintivos se derivan de costumbres adquiridas a través
del refuerzo psicológico. Por ejemplo, la acritud de un gato asustado por
un perro será siempre la misma, caracterizada por el erizamiento de los
pelos, el lomo curvado y la emisión de un soplido. El segundo principio
12. Caricatura de Darwin como "hombre- es el principio de la antítesis, según el cual “el uso constante [...] afirma
mono". en nosotros la costumbre de ejecutar voluntariamente actos opuestos [...].

92 TEMAS 5 4
r

ODERNAS DE LA EVOLUC
Cuando Darwin enunció su teoría de la evolución, en 1859, los
conocimientos sobre genética eran nulos. A principios del siglo xx,
los trabajos de Thomas Morgan (1866-1945) sobre la genética de los
mutantes d e D ro s o p h ila demostraron que pequeñas mutaciones en un
animal tienen a veces consecuencias muy importantes sobre su anato­
mía. Además, el estudio de la genética de las poblaciones proporciona
ciertos datos, como la frecuencia de un gen, que permiten observar la
selección natural en acción. En 1937, el genético Theodosius Dobz-
hansky (1900-1975) señaló que tales estudios de genética aportan
una nueva mirada sobre la teoría de la evolución, y elaboró la teoría
sintética de la evolución que enlazaba la genética y el darwinismo. A él
se unieron pronto el anatomista y embriólogo Julián Huxley (1887-
1975), el ornitólogo Ernst Mayr, el paleontólogo George G. Simpson
(1902-1984) y el botánico G. Ledyard Stebbins, quienes aplicaron esas
ideas a sus disciplinas. De ese acercamiento de evolución y genética
nació ei neodarwinismo: en el seno de las poblaciones, las variacio­
nes hereditarias, resultado de mutaciones mínimas, se someten a la
acción de la selección natural, que modifica las frecuencias génicas de
esas poblaciones. Esos cambios conducen a una mejor adaptación de
los organismos. De esta síntesis destaca, sobre todo, la idea de una
evolución a pequeños pasos y ¡a idea de progreso, una de las ideas
clave de Simpson: la evolución representaría, por una parte, una trans­
formación gradual de lo vivo y, por otra parta, una progresión hacia
una "mejor adaptación". A partir de los años setenta del sigio xx, esta
visión vacilará ante la Irrupción, entre otras, de la biología molecular y
la sistemática.
Sin embargo, la conmoción no fue inmediata. Por causa tuvo más
bien un cambio en ¡a forma de ver el genoma: con gran sorpresa, los
cátedra! nc> San ¡Virn-ros.. en V e r e d a , re ¡rosa sobre
genéticos descubren que ei genoma no es una estructura compacta y
cu atro arcos. E -íe tip o de ai«n u ím turo í w e ¡.■noecr cu atro
rígida, a semejanza de un programa informático, sino una cadena de
pechinas (<?/? c o t o i'a s u l) que- el tie ; m vcicn h¡i jp iiiv e c h a d o , aero
elementos — los genes— capaces de duplicarse y recombinarse. A raíz
de estas modificaciones aparecen nuevos genes, que pueden adquirir que ei a rq u ite c io no U ív - u '- "r i ■iy>r..,i.í!tl>VI De iquai m odo, eu ío^>
entonces nuevas funciones. Ciertas secuencias, como los transpo­ «.eres vivos la e m p in e ion er L¡ !;!ij¡?rHÍór> ue ios e s a c te :.;i que
sones, pueden incluso desplazarse e insertar copias de sí mismos en p ree xis ten fo¡ lu if arneníi-
otras partes del genoma. Contra toda previsión, esos transposones tan
sólo codifican las proteínas que les son útiles, pero que no sirven a su En 1979, Gould y Richard Lewontin forjan el concepto de exaptación,
huésped. En el decenio de 1990, algunos estudios demostraron que los esto es, la utilización, desde un punto de vista evolutivo, de un carácter
transposones son numerosos y ocupan, por ejemplo, el 44 por ciento que preexistía fortuitam ente. Dicho de otro modo, a partir de lo viejo la
del genoma humano. ¡Casi la mitad del genoma, a p r ío r í, no tiene evolución construye algo nuevo.
ninguna utilidad para el organismo! La historia de las especies también se reexamina: la cladística,
En esa época también se pone de manifiesto la existencia, en una obra del entomólogo alemán Willi Hennig (1915-1976) propone
misma célula, de conflictos en el interior del genoma, o entre dos establecer árboles donde aparecen relaciones de parentesco, pero
genomas diferentes, como los del núcleo y las mitocondrias. Así pues, sin buscar los antepasados. En esta clasificación, los fósiles ya no son
la selección no se aplica sólo sobre el organismo,, sino sobre toda ancestros potenciales, sino "primos" en los que se examina el grado
entidad más o menos autónoma que incluya uno o diversos genes. Se de parentesco con otras especies. La idea de "progreso" tam bién es
distinguen entonces diferentes niveles de selección segúh la entidad de debatida, especialmente por Leigh Van Valen, quien, en 1973, constata
que se trate: el nivel molecular, el nivel celular y, por supuesto, el nivel que la probabilidad de extinción de una especie es ¡ndepéndiente del i
del organismo. Algunos biólogos privilegian un nivel más que o tro .. tiempo. En otras palabras, las especies evolucionan y se adaptan pero
Darwin opinaba que la selección actúa sobre el organismo, Wallace, no modifican su probabilidad de extinción, ya que las otras especies
« o b r e la especie. En el ¡ado opuesto, Richard Dawkins, en los años tam bién evolucionan.
setenta, únicamente considera los genes como blanco de la selección y Finalmente, en 1977, el debate se centra en los mismos orígenes de
ve los organismos como instrumentos para propagar el ADN. El biólogo la vida. La filogenia molecular ha demostrado que las mitocondrias y
Stephen Jay Gould (1941-2002), en cambio, preconizará una evolución los doroplastos son bacterias que viven en simbiosis en el citoplasma
activa en todos los niveles. de las células de los mamíferos. Igualmente, ciertos transposones
A lo largo de los años, los investigadores refutarán ciertos puntos serían los vestigios de antiguos virus colonizadores... No somos más
de la teoría sintética. Así, en 1991 aparece ia teoría neutralista de la que una quimera, y la visión gradualista hacia el progreso continuo se
¡STOCKPHOTO

evolución molecular de Motoo Kimura, según la cual, la mayoría de las desdibuja a favor del "bricoiaje de la evolución", que domina en todos
mutaciones serían neutras y no aportarían ninguna ventaja selectiva. los niveles de integración.

D arwin 93
[A veces, incluso], en un estado de ánimo
determinado, debe producirse una tendencia
involuntaria, irresistible, a la realización de
actos totalmente contrarios”. Darwin señala
el ejemplo de un perro dócil: “Ninguno de
sus movimientos, de sus expresiones más
claras de afecto le son de utilidad alguna al
animal. Parece que éstas se explicitan porque
se hallan en total oposición o antítesis con
respecto a la expresión de cólera”. El tercer
principio, denominado el principio de acción
directa del sistema nervioso, reúne los com­
portamientos que no pueden incluirse en las
categorías precedentes. Según Darwin, el ex­
ceso de energía nerviosa desplegada durante
una emoción deriva hacia comportamientos
como la transpiración o los temblores, por
la única razón de que ha de liberarse hacia
algún sitio y esas vías se encuentran ya di­
bujadas: “La fuerza nerviosa fluye fácilmente
por cauces que ya ha recorrido antes”.
13. Fotografía de prensa del entierro de A través de estos tres principios, Darwin confirma las opiniones generales
Charles Darwin, celebrado en la abadía de sobre el carácter innato o hereditario de los principales actos expresivos.
Westmínster. Además, propone una explicación plausible sobre su génesis: esos actos
se habrían ejecutado en un comienzo con un objetivo bien definido, más
tarde se habrían vuelto habituales y por último hereditarios, a veces con
independencia de su ventaja efectiva, siendo entonces utilizados de manera
voluntaria y consciente como medio de comunicación. Darwin añade:
“Si se admite que la mayoría de los movimientos de la expresión se han
. adquirido gradualmente y se han convertido después en instintivos, hasta
cierto punto parece probable, a priori, que la facultad de reconocerlos se
haya vuelto instintiva a través de un mecanismo idéntico”. Concluye su
obra manifestando el deseo de un estudio más profundo de la expresión
en el futurg, en particular por algún “fisiólogo experto”.

La psicología de las plantas


Después de sus dos grandes obras sobre el hombre, Darwin reemprende el
trabajo sobre las plantas. En 1875 publica una obra sobre las plantas insec­
tívoras, además de una edición ampliada del trabajo sobre las plantas
trepadoras y la segunda edición de La variación. A estas publicaciones les
siguen, en 1876, un trabajo sobre la autofecundación y la fecundación
cruzada y, al año siguiente, un estudio sobre las diferentes formas de las
flores, así como una nueva edición del libro sobre las orquídeas. Finalmente,
en 1880, aparece La facultad motriz en las plantas.
En efecto, Darwin indaga en las plantas las formas primitivas y ele­
mentales de las funciones psicológicas. Mediante análisis elaborados de
fisiología vegetal, explica cómo las plantas pueden también presentar un
“comportamiento”, es decir, efectuar movimientos, responder a estímulos,
transmitir informaciones de una parte a otra de su organismo. Con la ayu­
da de su hijo Francis, realiza experimentos sobre las funciones complejas
de las plantas insectívoras (sobre las que había iniciado sus observaciones
en 1860). Examina las diferentes reacciones de las hojas frente a cuerpos
orgánicos e inorgánicos, e investiga los procesos químicos que permiten a
los pequeños tentáculos contraerse y atrapar su presa. “Ofrece” a las plan­
tas toda clase de alimentos (carne asada, cartílagos, hueso, esmalte, urea,
etc.) para estudiar sus procesos digestivos. Incluso les administra sustancias
como la estricnina y la nicotina, cuyo efecto en el sistema nervioso de

94 TEMAS 5 4
los animales era conocido; observa que esas sustancias ejercen una acción
estimulante y tóxica en las plantas; éstas parecen no reaccionar ante la
morfina, la atropina, el curare y el veneno de cobra. Darwin compara
inmediatamente ese comportamiento con las numerosas “acciones ejecu­
tadas inconscientemente por los animales inferiores”: “No es exagerado
afirmar —escribe en 1880— que el extremo de la radícula, [...] capaz de
dirigir los movimientos de las partes adyacentes, actúa como el cerebro
de un animal inferior; cerebro que está situado en el extremo anterior del
cuerpo, que recibe las impresiones de los órganos de los sentidos y dirige
los numerosos movimientos”.
Su última obra, publicada algunos meses antes de su fallecimiento,
está dedicada a las lombrices, que “han desempeñado en la historia del
mundo un papel mucho más importante del que la mayoría supondría
en un primer momento”. Desde un punto de vista sensorial, estas hu­
mildes criaturas están poco dotadas: “No se puede afirmar que vean,
aunque puedan distinguir la luz de la oscuridad; son totalmente sordas
y tienen poco olfato; sólo poseen muy desarrollado el sentido del tacto”.
Sin embargo, después de someterlas a experimentos minuciosos (construye
hojas artificiales de formas diversas y observa las diferentes estrategias de
las lombrices para introducirlas en sus galerías), Darwin está dispuesto a
reconocerles “un cierto grado de inteligencia más que un simple impulso
ciego del instinto”.
Cuando este último trabajo estuvo listo para publicarse, Darwin lo añadió
a la lista de sus publicaciones en su Autobiografía, que había empezado a
escribir en 1876 y que de vez en cuando iba actualizando. En la conclusión
de la Autobiografía, afirma:

M i éxito como hombre de ciencia, cualquiera que haya sido su alcance, se


debe, a mi modesto entender, a todo un conjunto complejo de cualidades
y condiciones diversas, entre ellas — las más importantes— el amor por
la ciencia, mi paciencia sin límites para reflexionar largamente sobre un
tema determinado, mi actividad observadora y recopiladora de hechos y,
finalmente, una buena dosis de invención así como de sentido común.
Dada la mediocridad de mis capacidades, es verdaderamente sorprendente
que yo haya influido tan considerablemente en la opinión de los hombres
de ciencia sobre algunos puntos importantes.

Charles Darwin falleció el 18 de abril de 1882 y fue inhumado con


todos los honores en la abadía de Westminster.

¿Podemos imaginar, por ejemplo, que el hombre poseerá todavía alma


cuando la biología y la psicología hayan aprendido a entenderla, a tratarla
en su conjunto? Sin embargo, ¡aspiramos a ese momento!¡Todo está ahí!
El saber es una actitud, una pasión. En el fondo, incluso es una actitud
ilícita: como el gusto por el alcohol, el erotismo y la violencia, la necesidad
de saber implica la formación de un carácter que ya no está en equilibrio.
Es totalmente falso afirmar que el investigador persigue la verdad. Es ella
quien le persigue; él, la soporta. Lo verdadero es verdadero, el hecho es
real independientemente del investigador: éste simplemente tiene la pasión;
la dipsomanía del hecho determina su carácter y él se preocupa hasta la
ansiedad por saber si sus constataciones engendrarán algo total, humano,
cabal, o si engendrarán cualquier cosa. Es una naturaleza contradictoria,
sufridora y, sin embargo, extraordinariamente enérgica (El hombre sin
atributos, Robert Musil, 1930).
LE SCIENZE

Igual que el investigador de Robert Musil, Darwin, investigador apasionado,


consagró toda su vida a una verdad, la teoría de la evolución...

D arwin 95
BIOGRAFIA
% Ü ñ ü charles Darwin nace en Shrewsbury (Inglaterra), hijo 1 8 4 : Emprende la redacción de su monografía sobre los
de Robert Waring Darwin y Susannah Wedgwood. cirrípedos, que le ocupará durante ocho años.

El 15 de julio su madre fallece prematuramente. 1 8 5 1 Fallecimiento de su hija mayor Annie.


Ese mismo año acude a la Escuela de Shrewsbruy.
1858 En la Sociedad Linneana lee un ensayo sobre la teoría
Se inscribe en la facultad de medicina de Edimburgo. de la evolución por medio de la selección natural y
presenta la memoria, de contenido análogo, que Alfred
Interrumpe sus estudios de medicina y se inscribe
Wallace le ha enviado desde el sudeste asiático. Su hijo
en la Universidad de Cambridge, con vistas a convertirse
menor, Charles Waring, fallece.
en pastor de la Iglesia anglicana.
1859 Publica El origen de las especies por medio de la selección
1 8 3 1 Embarca en el bergantín Beagle, que bajo el mando del
natural (On the Origin ofSpedes by Means o f Natural
capitán Robert FitzRoy leva anclas el 27 de diciembre en
Selection).
Plymouth para realizar un viaje alrededor del mundo. En
el transcurso del viaje Darwin se convierte en el naturalis­ 1 8 7 1 Publica La ascendencia del hombre y la selección sexual
ta oficial del Beagle. (The Descent o f M an and Selection in Relation to Sex).

1836 El Beagle fondea de nuevo en costas británicas. Darwin 1 8 7 2 Publica La expresión de las emociones en el hombre
se establece en Londres. y los animales (The Expression o fth e Emotions in Man
and Animáis).
1 8 3 9 En enero se casa con su prima Emma Wedgwood;
en diciembre nace William, su primogénito. 1 8 8 1 Termina su Autobiografía y publica La formación del
humus por la acción de las lombrices (The formation
1841 Nacimiento de Annie, su hija mayor. o f vegetable mould, through the action o f worms).

1842 En otoño se muda con su familia a Down House, en Kent. 1882 El 19 de abril fallece en Down House.
1844 Empieza a trabajar en la teoría de la evolución.

BIBLIOGRAFIA
Obras de D arw in traducidas al español: *

DIARIO DE UN NATURALISTA ALREDEDOR DEL MUNDO. Trad. Juan Mateos de Diego. Espasa-Calpe

LA ESTRUCTURA Y DISTRIBUCION DE LOS ARRECIFES DE CORAL. Los Libros de la Catarata

LA TEORIA DE LA EVOLUCION DE LAS ESPECIES. Trad. Joan Lluis Riera Rey. Dirigido por Fernando Pardos Martínez. Editorial Crítica. (Incluye textos
de Alfred Russel Wallace.)

EL ORIGEN DE LAS ESPECIES. Trad. Antonio de Zulueta. Editorial Calpe

LA FECUNDACION DE LAS ORQUIDEAS. Trad. Carmen Pastor Gradolí. Editorial Laetoli.

LA VARIACION DE LOS ANIMALES Y LAS PLANTAS BAJO DOMESTICACION. Trad. Armando García González^ Consejo Superior de Investigaciones
Científicas. Los Libros de la Catarata.

EL ORIGEN DEL HOMBRE Y DE LA SELECCION EN RELACION AL SEXO. Editorial Edaf.

LA EXPRESION DE LAS EMOCIONES EN LOS ANIMALES Y EN EL HOMBRE. Trad. Ramón Fernandez Rodríguez. Alianza Editorial.

PLANTAS CARNIVORAS. Trad. Joandoménec Ros. Editorial Laetoli.

ENSAYO SOBRE EL INSTINTO Y APUNTE BIOGRAFICO DE UN NIÑO. Trad. Eulalia Pérez Sedeño. Editorial Tecnos.

AUTOBIOGRAFIA. Trad. Aarón Cohén y María Luisa de la Torre. Alianza Editorial.

Las obras com pletas de D arw in en inglés se pueden leer en darivlri-online.org.uk

La correspondencia de D arw in se puede leer en w w w .d arw in p ro je ct.a c.u k


N° 1: Conciencia y libre albedrío N° 18. Freud
N-' 2 Inteligencia y creatividad Np 19 Lenguaje corporal
N ' 3 Placer y amor N" 20: Aprender a hablar
N° 4: Esquizofrenia N°21: Pubertad
N° 5: Pensamiento y lenguaje N0 22: Las raíces de la violencia
N° 6: Origen del dolor N° 23: El descubrimiento del otro
N° 7: Varón o mujer: cuestión de simetría N° 24: Psicología e Inmigración
N° 8: Paradoja del samaritano N° 25: Pensamiento mágico
N° 9: Niños hiperactivos N° 26: El cerebro adolescente;;;
N° 10: El efecto placebo N° 27: Pslcograma del terror
N° 11: Creatividad N° 28: Sibaritismo inteligente
N° 12: Neurología de la religión N° 29: Cerebro senescente
N° 13: Emociones musicales N° 30: Toma de decisiones
N° 14: Memoria autobiográfica N° 31: Psicología de la gestación
N° 15: Aprendizaje con medios virtuales N° 32: Neuroética
N° 16: Inteligencia emocional N° 33: Inapetencia sexual
N° 17: Cuidados paliativos

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TEMAS 2: El mundo de los insectos TEMAS 31: Fenómenos cuánticos


TEMAS 4: Máquinas de cómputo TEMAS 32: La conducta de los primates
TEMAS 6: La ciencia de la luz TEMAS 33: Presente y futuro del cosmos
TEMAS 7: La vida de las estrellas TEMAS 34: Semiconductores y superconductores
TEMAS 8: Volcanes TEMAS 35: Biodiversidad
TEMAS 9: Núcleos atómicos y radiactividad TEMAS 36: La información
TEMAS 11: Biología del envejecimiento TEMAS 37: Civilizaciones antiguas
TEMAS 12: La atmósfera TEMAS 38: Nueva genética
TEMAS 13: Presente y futuro de los transportes TEMAS 39: Los cinco sentidos
TEMAS 14: Los recursos de las plantas TEMAS 40: Einstein
TEMAS 15: Sistemas solares TEMAS 41: Ciencia medieval
TEMAS 16: Calor y movimiento TEMAS 42: El corazón
TEMAS 17: Inteligencia viva TEMAS 43: Fronteras de la física
TEMAS 18: Epidemias TEMAS 44: Evolución humana
TEMAS 20: La superficie terrestre TEMAS 45: Cambio climático
TEMAS 21: Acústica musical TEMAS 46: Memoria y aprendizaje
TEMAS 22: Trastornos mentales TEMAS 47: Estrellas y galaxias
TEMAS 23: Ideas del Infinito TEMAS 48: Virus y bacterias
TEMAS 24: Agua TEMAS 49: Desarrollo del cerebro,
TEMAS 25: Las defensas del organismo desarrollo de la mente
TEMAS 26: El clima TEMAS 50: Newton
TEMAS 27: El color TEMAS 51: El tiempo
TEMAS 28: La consciencia TEMAS 52: El origen de la vida
TEMAS 29: A través del microscopio TEMAS 53: Planetas
TEMAS 30: Dinosaurios TEMAS 54: Darwin

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