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El documento describe cuatro áreas clave que suelen ser objeto de controversia: 1) la definición del problema, incluida la percepción de su existencia y sus causas; 2) las propuestas de solución, incluida la determinación de la acción apropiada; 3) el pronóstico del problema si no se aborda, incluido el alcance del daño; y 4) el pronóstico de la solución propuesta, incluida su efectividad y factibilidad, así como posibles consecuencias no deseadas.
Descripción original:
Acá se explica cómo plantear la controversia en un texto
El documento describe cuatro áreas clave que suelen ser objeto de controversia: 1) la definición del problema, incluida la percepción de su existencia y sus causas; 2) las propuestas de solución, incluida la determinación de la acción apropiada; 3) el pronóstico del problema si no se aborda, incluido el alcance del daño; y 4) el pronóstico de la solución propuesta, incluida su efectividad y factibilidad, así como posibles consecuencias no deseadas.
El documento describe cuatro áreas clave que suelen ser objeto de controversia: 1) la definición del problema, incluida la percepción de su existencia y sus causas; 2) las propuestas de solución, incluida la determinación de la acción apropiada; 3) el pronóstico del problema si no se aborda, incluido el alcance del daño; y 4) el pronóstico de la solución propuesta, incluida su efectividad y factibilidad, así como posibles consecuencias no deseadas.
Las controversias suelen girar en torno a una problemática y una posible manera de solucionarla.
I. Definición del problema. La controversia podría girar en torno a la concepción misma
del problema. Podríamos estar ante una postura que ve un problema donde alguien más no lo ve. La discrepancia también podría estar alrededor de las causas del problema, del diagnóstico que se hace de él y los factores que se consideran involucrados. II. Propuesta de solución. Una propuesta de solución tiene por objetivo dar fin al problema. Cuando hay responsabilidad moral o legal, esta consiste en actuar de acuerdo con lo que la situación exige; pero esto implica el discernimiento sobre cómo proceder en esa circunstancia particular. Ante un caso X, nos preguntamos ¿qué corresponde hacer? Muchas veces la solución que se propone para responder a un problema está ya establecida por códigos escritos en papel o códigos de costumbres que parecen grabados en piedra y que señalan claramente la decisión que debemos tomar. III. Pronóstico del problema. A un problema se le reconoce como tal por sus efectos. Si el problema no es atendido a tiempo, ¿qué consecuencias tendrá a corto, mediano o largo plazo? La magnitud del problema depende del daño que causa; por lo tanto, es importante evaluar ese daño midiendo ámbitos de impacto, el número de afectados, las posibilidades de revertir el impacto, los daños colaterales. De esta evaluación depende que consideremos que la atención de un problema es urgente o prioritaria o no. Tenemos aquí una nueva posibilidad de discrepancia. IV. Pronóstico de la solución. Puesto que toda solución tiene por objetivo resolver un problema, podemos proyectar la solución y evaluar sus alcances y su capacidad de atacar las causas. evitar los daños o revertirlos. Podemos en ese sentido medir su efectividad o calcularla. También podemos argumentar en torno a la factibilidad de una solución; en otras palabras, a las posibilidades de llevarla a cabo por factores humanos o logísticos, por ejemplo. Finalmente, también podemos considerar los impactos negativos de la aplicación de una solución; consecuencias indeseadas que podrían devenir en un problema mayor que el que estamos tratando de resolver. Estos pueden ser algunos aspectos alrededor de los cuales se debate cuando se está por tomar una decisión de cualquier índole.