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UNIVERSIDAD PABLO DE OLAVIDE

FACULTAD DE HUMANIDADES

NICOLÁS MAQUIAVELO

EL PRÍNCIPE

Ensayo

Rafael Aragón Muñoz


Doble Grado en Humanidades y Traducción e Interpretación
Materia: Fundamentos de la Historia Moderna

Prof.: Israel G. Lasmarías Ponz


Grupo: EPD 12
Índice
1. Introducción
2. Desarrollo
3. Conclusión
1. Introducción

Nos encontramos ante El Príncipe, obra escrita por Nicolás Maquiavelo en 1513,
aunque publicada en 1531 de manera póstuma. Este libro que nos disponemos a comentar se
trata de un tratado que pretende inaugurar a inicios del siglo XVI una nueva ciencia: la política.
Su principal tema es sobre cómo un dirigente debe desarrollar la acción política para conservar
y aumentar su poder. El objetivo, sin embargo, es la busca de la regeneración política de la
Península Itálica totalmente deteriorada por la acción de los ejércitos del Papa, de Francia y de
España.

2. Desarrollo

La idea principal de esta selección de capítulos son las recomendaciones que hace el
autor al gobernante sobre las decisiones que debe tomar para conservar y aumentar su poder.
En concreto, Maquiavelo se centra en 3 aspectos principalmente: el primero, relativo a cómo
debe actuar el gobernante en los diferentes tipos de principados: hereditarios, mixtos o nuevos;
el segundo, sobre cómo debe organizar el ejército; y tercero y último, respectivo a cómo debe
este hacer la guerra.

En el primer aspecto, sobre cómo debe actuar un gobernante según su principado, el


autor diferencia entre tres tipos: los hereditarios, los mixtos y los nuevos. Los principados del
primer tipo son aquellos en los que impera el linaje de su señor. Por su parte, los nuevos, pueden
ser completamente nuevos, como lo fue Milán para Franceso Sforza, o son a modo de miembros
añadidos al Estado hereditario del príncipe que los adquiere, como es el caso del reino de
Nápoles con respecto al rey de España.

De los principados hereditarios, Maquiavelo dice que, en los Estados hereditarios y


acostumbrados al linaje de su príncipe, la dificultad de conservarlos es bastante menor que en
el caso de los nuevos, ya que es suficiente con respetar el orden de sus antepasados y adaptarse
a sus acontecimientos. Vemos un claro ejemplo el de Italia, donde el duque de Ferrara no ha
podido resistir los asaltos de los venecianos en 1484, como tampoco los del papa Julio en 1510,
pero por distintas causas a la antigüedad de su autoridad.

El autor de “El Príncipe” relata las dificultades que se encuentran en un principado


nuevo, principalmente cuando no es totalmente nuevo, sino un miembro añadido a un Estado
anterior, lo cual origina un principado que podría ser denominado mixto. El problema planteado
emana de una dificultad natural presente en todos los principados nuevos y consiste en que los
hombres cambian de buen grado de señor con la esperanza de mejorar; esta esperanza les hace
tomar las armas contra su señor, pero se engañan, pues después la experiencia les hace ver que
han salido perdiendo. Todo esto viene determinado por la necesidad que obliga inevitablemente
a agraviar a los nuevos súbditos tanto por medio de tropas como por las otras muchas
violaciones de derechos que trae consigo la nueva adquisición. El ejemplo más claro es el de
Luis XII de Francia, que perdió Milán por estas razones, con la misma rapidez con la que lo
había ocupado. Por ello, Maquiavelo aconseja que el que adquiere territorios nuevos de estas
características, debe respetar dos principios si quiere conservarlos: el primero consiste en
extinguir la familia del antiguo príncipe; el segundo, en no alterar ni sus leyes ni sus tributos.
El resultado será que el nuevo territorio formará en brevísimo tiempo un solo cuerpo con su
antiguo principado. Eso sí, las dificultades aparecen cuando se adquieren Estados en un país
de lengua, costumbres e instituciones diferentes. En este caso, es necesario tener gran fortuna
y mucha habilidad para conservarlos. Uno de los mayores remedios y más eficaces sería que el
que los adquiere se fuera a vivir allí, como hico el Turco con respecto a Grecia.

Los principales cimientos y fundamentos de todos los Estados consisten en las buenas
leyes y las buenas armas. Y como la una no existe sin la otra y viceversa, Maquiavelo no habla
únicamente de las armas, de cuántos son los géneros de tropas y sobre los soldados
mercenarios. Dice este que las tropas con que un príncipe defiende su Estado pueden serle
propias o mercenarias, auxiliares o mixtas. Las mercenarias y auxiliares son útiles y peligrosas,
y si uno tiene apoyado su Estado sobre armas mercenarias, jamás estará firme y seguro, pues
estas tropas carecen de unidad, son ambiciosas, sin disciplina y desleales. El único remedio
posible que el autor ve a esta dificultad es que el príncipe vaya con ellas en persona y ejerza el
oficio de jefe y capitán de las mismas. Como ejemplo de tropas mercenarias en la Antigüedad,
tenemos a los cartaginenses, quienes al acabar la primera guerra contra los romanos estuvieron
a punto de ser sometidos por sus propios soldados mercenarios, a pesar de que al frene de ellos
se encontraban ciudadanos cartaginenses.

Por su parte, las tropas auxiliares son otras dentro de las que Maquiavelo clasifica como
“tropas inútiles”. Se trata del ejército de terceras personas a las que se les reclama apoyo en la
guerra. El ejemplo que el texto proporciona es el del papa Julio cuando se benefició de la ayuda
de las tropas de Fernando, rey de España tras un acuerdo entre ambos. El texto nos aclara que
estas sueles ser útiles, pero casi siempre perjudiciales, ya que, en caso de pérdida, quedas
deshecho, y en caso de victoria, te conviertes en prisionero suyo. El consejo del autor a seguir
es que, como hacen los príncipes prudentes, lo ideal es evitar siempre este tipo de tropas y
recurrir a las de uno mismo, prefiriendo perder con las propias a vencer con la de otro. Aquí,
pone el ejemplo de César Borgia y sus acciones en la Romaña.

De lo que corresponde al príncipe en lo relativo al arte de la guerra, el autor del texto


piensa que un príncipe no debe tener otra preocupación, excepto la de la guerra y su
organización y dirección, ya que este es un arte que corresponde exclusivamente a quien
manda. Además, requiere tanta virtud que no solo no mantiene en su lugar a los que han nacido
príncipes, sino que en ocasiones releva ese rango a hombres de condición privada. Se muestra
en el texto el ejemplo de que cuando un príncipe ha pensado más en las exquisiteces que en las
armas, ha perdido su Estado, debido a que el motivo fundamental que te lleva a perderlo es el
descuidar este arte, y el motivo que te lo hace adquirir es el ser experto en el mismo.

3. Conclusión

Deducimos por lo tanto que, en general, hay dos modelos de político enfrentados en El
Príncipe. Uno de ellos atribuido a Cesar Borgia; un modelo de buenas intenciones, pero que,
según Maquiavelo, conduce al fracaso, ya que es un modelo que no supo adaptarse a las
circunstancias, además de ser uno en el que se toman decisiones equivocadas. El otro modelo
es el correspondiente a Fernando de Aragón “El Católico”. Este sí es considerado por el autor
un modelo digno de imitar, además de poseer notable éxito, ya que este era un monarca
ejemplar.

Por otro lado, hay dos conceptos fundamentales para los gobernantes: “Virtud” y
“Fortuna”, y según Maquiavelo, de la combinación de ambos se obtiene el éxito. De esta
manera, la “virtud” se identifica con la inteligencia que posee el gobernante para adaptarse a la
realidad de la situación política; este proceso de adaptación garantiza el éxito del gobernante,
es decir, la buena fortuna. Por su parte, la “fortuna”, buena o mala, depende de la virtud
(inteligencia) del gobernante. La realidad le lleva a reconocer a Maquiavelo que Cesar Borgia
no tuvo la virtud suficiente para garantizarse una buena fortuna.

Finalmente, llegamos a la conclusión de que, para ser un buen príncipe debes adaptarte
a las situaciones que tu principado requiere, dependiendo de si posees uno hereditario, nuevo
o mixto. Además, lo ideal es valerse por sí mismo con la ayuda del propio ejército de uno, y
no ayudarse de soldados mercenarios ni ejércitos auxiliares, ya que pueden ser beneficiosos y
eficaces en un momento determinado, pero unos lastres enormes en el futuro. Por último, para
triunfar en la guerra, un príncipe debe tener otro objeto más que la guerra y lo que a ella
concierne, por lo que este debe renunciar a asuntos no trascendentales que puedan interferir en
su necesaria relación con el arte de la guerra.

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