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DR.

A N G E L A M O R RÜIBAL
PR O F. DE LA UNIV. P . C 0M P08T EL ANA ;

Los Problemas Fundamentales


de la Filosofía y del Dogma
T O M O S É P T IM O
1POBTUUOJ

De! Ente Teológico y del Ente Ontológíco


eñ la. Escolástica

. MADRID BARCELONA
ÍV. SuArbz, Preciados, 4 8 ;Lib. Siboíasa, Puerteferrlae, 1i
— '------ ■ ' ALEMANIA
E. HebnArdez, Phz, 8 B. Hébdeh, Freiburg Im Brei&gau

s a n t i a g o
Imprenta, Llbr. y E n e. del S em inarlo C oncillar
19 3 3
DR. ANGEL AM O R RUIBAL
P í W . 1)1' LA U.NMW P . COMPOSTliL ANA

Los Problemas Fundamentales


de la Filosofía y del Dogma
T O M O S É P T IM O

(póstumo )

De! Ente T eológico y del E nte O ntológico


en la E sc o lá stica

•X'

M A D R ID A L E M A N IA

E. H E jiN i.N ’ D is Z , P az, B B. H k k d i í r » F r e ib u r g ¡m B r e ig g a u

SANTIAGO
Itn p ren la, L ib r. y E n e* d el S e m in a rio C o n c ilia r
1933
N IH 1L O B S T A T
El Censor,
D r . C o n s t a n t e A u o r y N e v e is o

IMPRIMATUR:
El Gobernador E cco., S. P.,
L. ® S . D r, F e r n a n d o P e ñ a V ic e n te .
M . I. S i ? . D r . D . A n o k l M .'1 A m o r K i i i b a i .

*{* 4 de N o v ie m b r e d e 19/50
M . I . S r , l ) r . L). A n g e l M ,a A m o r R u i b a l

DATOS B IO G R Á F IC O S

ie n quisiéram os ofrecer a la cabeza de eate

B volumen, prim ero de los póstum oS del escla-


reciclo Autor, una acabada biografía del mismo; y
a tal objelu hem os requerido el co ncurso de uno de
sus m ás apro v ech ad o s discípulos, fino observador,
que en dicción exquisitam ente correcta maneja con
facilidad y soltura la form a descriptiva. P ero rehu­
yendo, quizá excesivam ente, la publicidad de trab a­
jos que a su juicio no estuvieren bien cincelados,
nuestro colega se ha excusado (con sentimiento
suyo, hem os de confesarlo), alegando que no se
atrevía a delinear la Figura del venerado y adm irado
M aestro. Y si el m ás experto en estos achaques no
se ha decidido ¿qué h arem os los restantes colegas?
Hem os, pues, de con cretarn o s a p resentar algu­
nos Datos Biográficos, esperando que cuando, al
co rrer de los an o s, se ofreciere con el debido relieve
le valiosa representación de Amor Ruibal en las m ás
altas cum bres del sab er hum ano, no faltará quien
con m ano hábil trace su Biografía.

La ampliación biográfica que del A utor publica


en el primer lomo (p. 524) del Apéndice la «Enciclo­
pedia Universal > E spasa-C alpe, condensa en reía-
IV

clón muy escueía. pero exacta, las principales pro­


ducciones y múltiples actividades que ocuparon la
vida del biografiado, P o r eso nos perm itim os tra s­
cribir literalm ente. añadiendo algunas notas, dicha
ampliación biográfica, siquiera ello implique el in­
conveniente de e x i g i r traslad o mental a tiempo
pretérito de algunos extrem os allí bien expresados
en el presente. A la dicha trascripción anotada,
seguirán o tro s d ato s, algunos po steriores, y unas
lo sc as pinceladas.

He aquí la ampliación de E sp asa:


«Amor Ruibal (Angel María). Biog, Filólogo,
teólogo y orientalista español, n. en S an Verlsimo
de B arro (Pontevedra) en m arzo de 1870. 1
Realizó s u s estudios en S an tiago y en Roma,
cursando en la prim era de dichas ciudades h asta el
d octorado de Teología, que recibió en el S em inario
Central C om postelano z. P ensionado por la diócesis
p ara perfeccionar su s esludios, con elección libre
de m aterias, cu rsó el d octorado de Filosofía de
S an to T o m ás, que explicaba el profesor De M anda­
to; y lenguas orientales, árabe y siríaco, en la cáte­
dra del orientalista Qismondi. Sim ultáneam ente cur­

1 Según certificación de la partida de bautismo unida


a su expediente personal archivado en la Secretaría del
Seminario de Santiago, nació el 11 de Marzo de 18fi9, de
legítimo matrimonio de D. Jesús Amor Rebón y D.* Rosa­
lía Ruibol Maquieira, habiendo recibido el bautismo el
siguiente día 12, con los nombres de Angel, Marta, José.
2 Ingresó en el Seminario de Santiago el año de 1879:
hasta 1895, hizo cuatro cursos de Latín y Humanidades,
tres de Filosofía, seis de Sagrada Teología y dos de Dere­
cho Canónico.
V

s ó D erecho canónico y Derecho rom ano, recibiendo


la licenciatura en dicha facultad. 1
Vacante uno cátedra de Teología en el Sem inario
C entral de S antiago, fué llam ado p ara ocuparla, la
cual desem peñó hasta que fué nom brado profesor
de Derecho canónico en el mismo centro, cátedra
que sigue desem peñando.
Al ser elevado aquel Sem inario a Universidad
Pontificia, fué encargado de redactar los E statutos
de la m isma, ap ro b ad o s por la S ag rad a C ongrega­
ción de E studios, y p or lo s cuales se rige a. Introdujo
la cátedra de estudios superiores de lenguas orien­

1 En Roma sólo estuvo el curso de 1895 a 1896; y en


él hizo todos ios estudios que el texto detalla.
2 Desde el año de 1876, es decir, tres años antes de
qué ingresara como alumno el niño Amor Ruibal, gozaba
el Seminario de Santiago la categoría de Central, o estaba
•facultado para conferir los grados mayores de Licenciado
y Doctor en Sagrada Teología y en Derecho Canónico,
con sujeción al Plan de Estudios concordado, de 28 de
Septiembre de 18S2. Esta facultad de conferir grados ma­
yores en ambas Facultades, se la otorgara Su Santidad
Pío IX al Seminario de Santiago por mediación de su Pro-
Nuncio en España el Emmo. y Revmó. Sr. Cardenal Si-
meoni, que en 25 de Noviembre de 1876 firmó el decreto de
concesión. Con fecha 30 de Junio de 1896, la Sagrada Con*
gregación de Estudios, por mandato de S. S. León XIII,
dirigió a los Prelados de España en cuyas Diócesis radica­
ban loa cinco Seminarios Centrales (Toledo, Valencia,
Granada, Salamanca y Santiago) una Instrucción ordenan­
do la organización de sus estudios more Universitario,
para lo cual debían redactar oportunos Estatutos y some­
terlos a la aprobación de la misma Sagrada Congregación.
Esta labor, és la que realizó el Sr. Amor Ruibal, durante
el curso de 1896 a í¡7, primer año de su magisterio.—La
Constitución Apostólica de Su Santidad Pío XI (q. D. s.)
VI

tales y Filología com parada, en dicho centro, que


desem peñó v arios añ o s (cátedra hoy suprim ida).
C anónigo, por oposición, de la C atedral de San*
tiago desde 1903, d esp u és d octoral de la mism a igle­
sia m etropolitana, vicario general, p rovisor del a rz o ­
bispado. g obernador eclesiástico y, en fa vacante
d é la sede arzobispal, vicario capitular; m iembro de
la Junta de disciplina, de la predicación y de la de
Adm inistración d iocesana, y juez sinodal; miembro
del Colegio de D octores p ara g rad o s, en las F acul­
tades de Filosofía, Teología y Derecho canónico,
nom brado por la S ag rad a C ongregación de E s ­
tudios.
E s académ ico correspondiente de la Real A ca­
dem ia E spañola y de la de C iencias M orales y Polí­
ticas; académ ico de honor de la Real Academia G a­
llega; miembro de ia R. Soci&tá deg!’ InteliettuaU
(Rom a-Catania), y de la Altoríentalische Oesella-
chaft. de Berlín.
C uéntanse, entre los libros que escribió, los si­
guientes: De platonismo et arístofeiismo in evolu-
done Dogmatum (1897), libro que responde a su
Programa de Propedéutica teológica (1898); Doc/rí-

Deus scientiarum Dominas, de 31 de Mayo de 1951, or­


dena la reorganización de los estudios en todas las Uni­
versidades del Orbe Católico erigidas por autoridad de
la S. Sede; y manda a tal efecto, redactar nuevos Esta­
tutos con sujeción a Normas prefijadas, decretando de
modo general, que los Estatutos por los que venían rigién­
dose todas las Universidades Pontificias quedaban sin vigor
al cerrarse el curso de 1931 a 1932. Por tanto, en virtud de
esta disposición general déla S. Sede, los Estatutos que
para el Centro Compostelano redactara D. Angel Amor
Ruibal, quedaron sin vigor a los dos años próximamente
del fallecimiento de su autor.
vu

na de Santo Tomás acerca del influjo de Dios sobre


Jas criaturas y sobre la Ciencia Media, al que acom ­
paña la traducción y exam en crffico de un opúsculo
del cardenal Pecci so h re el mism o lema (1900); Prin­
cipios generales de Lingüística indo-europea (1901);
Los problemas fundamentales de la Filología com­
parada, en d o s tom os (1904-05); Esponsales y ma­
trimonio, análisis teológico canónico del Ne temere,
en d o s lom os (1908; 2.° ed., 1912); Amoción admi­
nistrativa de ¡os párrocos, exposición y comentarios
al iMaxima Cura», que va precedida de un amplio
Estudio sobre los sistemas del Derecho penal canó­
nico; Los problemas fundamentales de la Filosofía
y del Dogma (Santiago, 1914 y siguientes), obra de
la cual se han publicado h asta el presente seis lom os,
y Derecho Pena! de la iglesia Católica según el Có­
digo Vigente (1919). \
En 1925 fué nom brado por el Romano Pontífice,
miembro de la Com isión española de tres teólogos
para esludiar y exponer ante la S an ta S ede la d o c­
trina patrística y teológica acerca de !a Mediación
universal, en el orden de la G racia, de la Virgen Ma­
ría. S o b re esta maleria redactó d os volúm enes, uno
teológico y palríslico, y o tro de la antigua himnolo-
gía griega, volúm enes que, por se r propiedad de la
S an ta Sede, sólo a ella com pete su publicación. S u
esclarecido autor está en constante relación con los
m ás eminentes filólogos y teó logos de las naciones,
bien penetrados del valor de lo s sabios juicios de
Am or Ruibal, en las m ás ard u as m aterias*.

Además de las producciones literarias y científi^

1 Esta obra tiene tres tomos, de los ciiales es com-


VIII

cas enum eradas en la precedente relación del E sp a ­


s a , ha publicado el S r. Amor Ruibal en 1915 (dos edi­
ciones), La Bula Española y sus privilegios, según
Ja reforma de Benedicto XV. Exposición y comen­
tarios.
S iendo alumno inferno de 6.° año de S . T eolo­
gía en nuestro Sem inario (1892 a 1893) preparó un
estudio so b re el sirfaco-aram áico, que, presentado
en certam en abierto por la S ociedad O rientalista de
Berlín, obtuvo el segundo prem io.
Aunque las múltiples ocupaciones y carg o s que
desde 1922 p esaron sobre ¿I, como también su ya
muy quebrantada salud, le impidieron acabarlos y
d arlo s a luz, había co n sag rad o largas vigilias a los
trabajo s siguientes: a) Refutación de tas escépticas
apreciaciones de hipercrfticos modernos acerca de
ia aparición de! Apóstol Santiago en Clavijo; b) Dic­
cionario critico del Gallego; c) Los Problemas Fun­
damentales de ia Filología comparada, 2.a edición
en 4 tom os; d) E l Código de Khammurapi, texto
siríaco y versión crítica española, en sus relaciones
con la legislación mosaica y demás legislaciones
antiguas; e) Introducción a ¡a Gramática comparada
de las lenguas indo-europeas; f) ídem de fas lenguas
camítico-semíticas; g) Gramática del Griego bíblico
para uso de teólogos y escriturarios.

El gabinete de estudio y la cátedra, eran del ma-


yor atractivo p ara el S r. Am or. Ni aún en los últi-

plemento un cuarto volumen, intitulado: Censuras y Penas


Canónicas, según el Código vigente.—Exposición y co­
mentarios.
IX

m os anos, cuando múltiples delicados carg o s se le


echaron encima, y su salud era bastante precaria,
dejó de explicar con puntualidad asidua su asigna­
tura: desde el añ o de 1896, en que term inó los estu­
dios e inauguró su m agisterio, sólo el curso de 1929
a 1930 dejó de explicar su cátedra; y esto a causa
d e imposibilidad ffsica.
Hacia el 20 de Septiem bre de 1929, hallándose en
au casa de S an Verísim o de B arro, a cortos p aso s
de la misma un ciclista poco avisado, que venía a
su s espaldas, lo derribó con violencia, sufriendo tan
intensa conm oción visceral y cerebral, que puso en
muy serio peligro su vida. Las consecuencias de este
grave accidente fueron las que le tuvieron alejado
de su cátedra durante el cu rso de 1929 a 30; aunque
en el recogim iento de su gabinete de estudio conti­
nuó realizando intensa labor, resolviendo expedien­
tes, evacuando consultas, etc.
Algunos m eses antea de inaugurarse el curso
siguiente, había el S r. Amor reanudado su vida ha­
bitual, concurriendo a la cátedra desde el prim er día
y durante lodo el m es de Octubre; pero la enferme­
dad que desde hacía algunos an o s m inaba su robus­
ta complexión, presentó caracteres muy alarm antes
el 3 de Noviembre. D espués de recibir con fervor
cristianó el S an to Viático y dem ás auxilios espiri­
tuales, a las doce del día 4 de Noviem bre de 1930
traspo n ía los linderos del tiempo y entraba en los
d e la eternidad, este sacerd o te ejemplar y gran m aes­
tro, D. Angel María Amor Ruibal.

Vayan por último las foscas pinceladas ;


Don Angel Am or (así aolía, y suele, llam ársele)
era de elevada estatu ra, constitución robusta y for­
X

nida. H acem os caso om iso de cuanto se refiere a l a


personalidad literaria y científica, que bien acredi­
tada está en su s múltiples y variadas producciones.
De s u s m aneras al producirse, haríam os, a guisa de
torpe ensayo, la sem blanza: continente grave y dig­
no; gesto s y m odos muy característicos, correctos,
de espontánea naturalidad sin el m ás leve aso m o de
estudiada afectación; tem peram ento bien equilibrado,
con ra ro s atisb o s de vehem encia contenidos en lo s
límites de lo razonable bajo el im perio de una férrea
voluntad;aspecfo hahitual de espíritu reconcentrado,
que al se r interpelado to rn áb ase súbitam ente en ri­
sueño, afectuoso y llanísim am enle com unicativo,
aún con lo s m áslhum ildes, sin que jam ás se traslu­
ciera algo de im paciencia o contrariedad por mu­
cho que sej alarg ara el diálogo; expansivo, inofen­
siva y delicadam ente ingenioso en el trato particular
con los com pañeros y con los discípulos.
De su s virtudes m orales y religiosas, dejem os
que hablen hechos muy escuetam ente presentados:
E nrre los 35 y 45 añ o s de edad, por d os veces
tuvo que som eterse a delicadas operaciones quirúr­
gicas; y ni un solo día dejaba de com ulgar, de h acer
lo s a cto s de piedad sacerdotal, ni de rezar su Bre­
viario, a pesar de tener que g u ard ar en el lecho
posición inmóvil y muy incóm oda para la lectura. Lo
mismo hacía en las enferm edades, aún sintiendo
muy ag u d o s dolores: él, que era benigno en la inter­
pretación de los deberes y obligaciones de los de­
m ás, se aplicaba a sí mismo una interpretación ex­
cesivam ente rígida. Ello nos da la medida de s u
piedad sacerdotal, y del cuito que rendía al cumpli­
m iento de lo s deberes. E sto mismo confirm a su
proceder en las repetidas veces que s e le instó
p ara que aceptase cargo episcopal, en alg u n o s
XI

caso s presentándole lista de S edes vacantes para


que eligiera: siem pre rechazó los ofrecim ientos; y
en una de las o casio n es, al conm inarle con censu­
ras eclesiásticas si no aceptaba, replicó que (as
eludiría abrazando la vida religiosa, a lo que tenía
perfecto derecho conform e a los S S . C ánones.
C uando el accidente desgraciado, del que ya se
ha dicho fuera víctima en Septiem bre de 1929, ha­
biéndose presentado en su casa personal del Juzga­
do, e intentando, una vez que el paciente hubo reco­
brado el conocim iento, tom arle declaración, para lo
cual se le enteró previam ente del sucedido (pues de
nada se había dado cuenta), respondió que era inú-
til la diligencia, p or cuanto él con toda su alm a, y
en todos los órdenes, perdonaba al culpable. He ahí
un reflejo de la g ran d eza de su alma profundam ente
cristiana.
Al salir a luz en 1914 el prim er lotno de la obra
cuya continuación es el presente volumen, los que
habíam os sido discípulos del A utor convenim os en
testim oniarle de alguna manera' la entusiasta sa tis­
facción con que recibíam os el nuevo fruto de su
fecundísimo ingenio: reunidos entre n o so tro s algu­
nos cientos de p esetas, se aco rd ó hacer un retrato
del M aestro, de tam año natural en lienzo pintado al
óleo. Artista de la localidad, firma muy acreditada
en E spaña y en el E xtranjero, se brindó a pintar el
relrato, siem pre que obtuviéram os del M aestro s e
prestara a concurrir a su estudio algunas h o ra s
varios días, por cuanto él se negaba term inantem en­
te a traslad ar al lienzo retrato s de fotografía. La
oferta n o s pareció muy halagüeña; pues las pocas
pesetas reunidas era retribución irrisoria para artis­
ta de tal relieve: y confiados en el carácter bonda­
doso del M aestro, m ás todavía en el singular afecto
XII

que tenía a los discípulos, hem os aceptado en firme


la proposición del afam ado artista.
S ó lo con m achacona insistencia se consiguió
arra n car a D. Angel palabra de acceder a nuestra
petición. T odo m archó a m edida de los deseos; y
nos hem os apuntado un éxito, el día que fué entre­
gado el retrato al S r. Rector de la Universidad Pon­
tificia, p ara que o rd en ara su colocación en oficina
del C entro que le pareciere conveniente, habiendo
sido muy de nuestro ag rad o el lugar al efecto elegi­
do. P asa ra de esto algo m ás de un mes, cuando
D. Angel, que seguram ente no se había acordado
del asunto después del último día de su concurren­
cia al estudio del pintor, acertó a e n tra re n la depen­
dencia donde se colocara el cuadro: los allí presen­
tes sa caro n la im presión de que ni lo advirtió. P ero
al día siguiente muy de m añana, D. Angel acom pa­
ñado de d o s carp in tero s, entra en la dependencia,
m anda desco lg ar el cu ad ro , y s e lo lleva. Fué inútil
toda pesquisa p ara sab er el paradero, e intentar por
otra so rp re sa recuperar el cuadro: D. Angel nunca
adm itió diálogo so b re este particular.

Después del fallecimiento del M aestro, y cumpli­


d os los deberes de caridad cristiana en esto s c aso s,
la familia tom ó el acuerdo (el finado no había dejado
disposición testam entaria alguna) de d o n ar la valio­
s a Biblioteca al C entro en que hiciera su s estudios
y ejerciera, con rara muy su p erio r com petencia, el
m agisterio.
E ste g en ero so desprendim iento de una Biblioteca
que era legítimo título de distinción en la familia,
generosidad tanto m ás de ag radecer, cuanto que
to d o s los d o n an tes poseen títulos académ icos y
XIII

superio r cultura, nada vulgar, p ara utilizar con fruto


aquella, sirvió d e ocasión a lo que s e tenía prem edi­
tado, a una m inuciosa requisa del consabido cuadro.
S e retiró la Biblioteca, y la casi totalidad de lo s en­
se re s de !a vivienda... pero aquello... Cuando ya se
perdiera toda esperanza, al rem over un arm ario, se
desprendió insospechado envoltorio, algo así com o
mapa enrollado, que resultó s e r el ya fam oso lienzo,
por fortuna muy bien conserv ad o .
Huelga añadir, que el lienzo encuadrado en mar­
co de artística talla, ha sid o restituido a su primitivo
lugar, y preside la Biblioteca del que ha sido insigne
m aestro del C entro, la Biblioteca del M. I. S r. D octor
D. Angel María A m or Ruibal (q. D, h.)

C . P ., P b r o .

S antiago, A gosto de 1933.


Cuenta y razón previa al lector

Motivo de ésta. — A ún sintiendo toda-,nuestra pe-


queñez, uo hem os querido eludir el honroso e n c a r­
go de las señoras herm anas y herm anos políticos
del inolvidable m aestro M. I. S r. D. A ngel M.* A m or
Ruibal, p ara d irig ir la edición del copioso original
que sobre Los Problemas Fundamentales de la Filosofía
y del Dogma dejó escrito el insigne P rebendado
Com postelano.
Y al o frecer a los muchos ad m iradores del g ra n
P olígrafo Gallego, en tre los pdstumos, el p rim e r vo­
lumen de su obra m agistral, en él ad v e rtirá n aque­
llos, no sólo el inevitable co n traste de lo editado
bajo la sabia dirección del A u to r con lo que sale a
luz por mano de nada aprovechado discípulo, sino
tam bién un cambio de procedim iento en las'divisio­
nes del texto. Am bos extrem os obedecen a la m ism a
causa: a la insuficiencia del editor. El prim ero de
los extrem os aludidos, aunque no disculpa, tiene ex­
plicación en la causa indicada y bien m anifiesta;
pero el extrem o segundo requiere- ulterior explica­
ción, por cuanto al lector le asiste el derecho de po­
der d iscernir con facilidad y criterio seguro lo que
es sazonado fruto del sa b er del A utor, de aquello
que es desm edrada añadidura ajena. Esto, y adem ás
una muy lig era indicación de los problem as que se
tocan y explanan en el original dejado por el A utor,
es motivo de esta Cuenta y razón previa al lector.
Procedimiento usado por el Autor. —No hacem os
refe ren cia al procedim iento claro y patente en los
tom os ya publicados p or el Autor, muy sim ilar y
XVI •

casi idéntico, al de sus m últiples producciones; sino


al procedim iento de p rep aració n del original. Con­
cretándonos, pues, a este p articu lar, hem os de ad­
v e rtir, que el S r. A m or R uibal d esarro llab a en dis­
curso continuado sus concepciones sobre los puntos
que tratab a, siendo muy ra ro en co n trar en sus ori­
ginales algún epígrafe intercalado, y careciendo
frecuentem ente de todo encabezado los m azos de
cuartillas que suelen ser b astan te abultados: tam po­
co num eraba las cu artillas, siendo necesario, al en­
co n trarse con alguna trasposición de las m ism as,
buscar su orden por ilación del texto y del discurso.
A l d a r sus trab ajo s a la estam pa nuestro A utor los
repasab a, para com pletar algún detalle, h acer co­
rreccio n es, divisiones de los capítulos con sus enca­
bezados y sum arios de los m ism os, labor que con
frecuencia d ifería para las g alerad as de im prenta,
por serle m enos g rata que el ex p lanar sin tra b a s de
ningún g énero en fluido discurso su inm enso caudal
de doctrina y variadísim a erudición, cubriendo sin
tachad u ras (cosa ra ra en sus originales) centenares
de cuartillas.
El esbozado procedim iento del M aestro, d ará al
lector, no sólo idea exacta del estado en que el o rig i­
nal vino a n u estras manos, sino que tam bién explica
por qué es inevitable haya de ofrecer visible con­
traste, lo editado p or el A u to r con lo editado sin su
dirección, no obstante llev ar sumo cuidado en tra s ­
lad ar al libro con toda fidelidad los originales que
traducen su pensam iento; porque les falta la labor de
últim a mano, la cual en producciones de es.ta índole
difícilm ente pueden suplir, aún teniendo m ucha com ­
petencia, te rc e ra s personas.
Nuestra dificultad, y consiguiente cambio de pro­
cedimiento. —Desde luego, era necesario ren u n ciar
a toda labor de corrección sim ilar a la que últim a­
m ente h acía el A utor, ya porque exige com petencia
m uy su perior a la n u estra, ya porque ello ocasiona­
XVII

ría una m ixtión de ideas, y quizá la adulteración del


pensam iento de aquél, que la índole del com etido
dem anda se conserve in alterable, para que a nadie
pueda su scitar dudas de genuinidad. P ero aún dan­
do de mano a esto, las condiciones en que, según
lo indicado, se encuentra el original, ofrece dos
principales dificultades p a ra co n serv ar inalterable
el procedim iento del A utor en las divisiones del
texto: una, la extensión desproporcionada de los ca­
pítulos; otra, los sum arios de.los mismos.
E s dificultad la m ucha extensión de los capítulos
sin división alguna de las m aterias en ellos acopla­
das, porque esto engendra confusión y cansa al lec­
tor: por eso el A utor subdividia sus disertaciones
en capítulos al darlas, a la publicidad, haciendo-en el
texto original las correcciones que las divisiones in­
troducidas dem andaban. P ero como nuestro com eti­
do nos veda toda alteración del original, habríam os
de ofrecer capítulos de m ayor extensión que los de
los volúm enes precedentes, con no se r poca la de
aquéllos. P a ra obviar esta dificultad, hem os in tro ­
ducido la subdivisión por artículos en cada capitulo;
subdivisión que, no sólo proporciona la referida
ventaja, sino que perm ite m ultiplicar los m ism os ca­
pítulos, aunque a p rim e ra vista pudiera creerse o tra
cosa. Al principio de alguno de los artículos adven-
tirá el lecto r que el texto tiene tan intim a relación
con el final del artículo precedente, que parece re ­
chaza la separación; pero fuera necesario retoi-ar
algo el original, cosa de. ningún modo tolerable, o
ren u n ciar a la división.
No es m enor dificultad, la form ación de sum arios
de capítulos tan sintéticos como los de los tomos edi­
tados; porque estas sín tesis tan concentradas sólo
puede h acerlas el mismo A utor; cualquier otro, co­
rre peligro de falsear el pensam iento de aquél, o
ten d rá que form ar sum arios desm esurados y a la
v e z p a rc o s e n sentencias, o sea de m era indicación.
X VIII

de m aterias. P a ra su p lir de alguna m anera los su­


m ario s, adem ás de la subdivisión po r artículos, se
intercalan en éstos enunciados sintéticos ide cada
uno de sus m iem bros o puntos; los cuales enuncia­
dos, con los de capítulos y artículos, se reproducen
al final del tomo en la form a de índice del mismo.
H em os de confesar ingenuam ente que los enuncia­
dos intercalados en los artículos, amén de ten er
o tras deficiencias, nos han resu ltado desm esurada­
m ente excensos, por lo que se rá n enojosos al lec­
to r. Le rogam os, nos perdone el desacierto, que
verem os (D. m.) de ev itar en tom os sucesivos. P o r
lo que al p resen te tomo se refiere, prescinda el lec­
to r de los aludidos enunciados; y si lo juzga con­
veniente, p rescin d a tam bién de los encabezados de
capítulos y artículos (hecha excepción de los c o rta ­
dísim os que al final llevan (A.), k-s cuales son del
Autor), y con ello ten d rá la labor del M aestro tal
cómo la contienen sus originales, y sin ajenas añ a­
diduras.
Indicaciones que ha de tener presentes el lector.—
Com o consecuencia del procedim iento expuesto,
para distin g u ir con seg u ro criterio , lo que es tra sla ­
do literal de los originales del A u to r de aquello que
es añad id u ra editorial, h ab rá de te n e r p resen tes el
lector las indicaciones siguientes:
1.* El texto de capítulos, artículos, etc., es origi­
nal del A utor, en el cual no se hizo la m ás leve alte­
ración, ni siq u iera las que pudieran co rre g ir, sin a l­
teración del pensam iento, algún natural descuido de
la dicción.
2.a L os cornudísim os encabezados de capítulo, o
arlículo, a cuyo final va (A.), son del A utor: todos
los dem ás encabezados, como tam bién los enuncia­
dos intercalados en cursiva a) texto de los artículos
sin excepción alguna, con la num eración de p á rra ­
fos, es añ adidura editorial.
3.a L as notas puestas al texto, son originales del
XIX

A utor; sólo alguna que o tra es editorial, lo cual se


significa anteponiéndole E.).
E stas indicaciones, salvo ad v erten cia en c o n tra ­
rio, habrán de ten erse p resen tes p ara la lectura de
ulteriores tom os póstum os de la Obra.
Ligera indicación de la materia en tomos sucesi­
vos.—En el artículo 6.° del capitulo IV de este tomo,
nn. 312 y 313, p resen ta el A utor en resum en los fun­
dam entales problem as filosóficos que influyen en la
exposición sistem ática del Dogma, cuyo resum en es
a la vez esbozo del plan que ulteriorm ente se propo-
[ne desarro llar en su Obra. Teniendo a la vista el in­
dicado resum en y el esbozo de plan, b astarán lige­
r a s indicaciones p a ra que el lecto r se haga cargo de
las m aterias estudiadas por el Sr,, A m or Ruibal eñ
los originales que (D. m.) llenarán otros varios
tomos.
Los fundam entales problem as filosóficos allí indi­
cados, son todos ellos objeto de am plio estudio en
los originales relictos. La teoría del conocer, que
con razón y sumo acierto hizo el A utor punto cén ­
tr ic o de la obra, la ha d esarrollado en todos sus as-
¡pectos: a base de esta teuria, resuelve con criterio
personal los fundam entales problem as de la Me­
tafísica.
En cuanto a ]¡i aplicación teológica de estos pro­
blem as, la hace ex ten sa y cum plida a dos punios b á ­
sicos; a) Las pruebas científicas de la existencia de
Dios según las teorías filosóficas del mism o A utor;
b) posibilidad v existencia del orden sobrenatural,
su distinción del orden de la n aturaleza, y relacio ­
nes, sin confusión, de am bos órdenes. O tras aplica­
ciones teológicas, las tocan los originales inciden­
talm ente; pero conocidas las teo rías filosóficas del
A utor y algunas de estas indicaciones, es fácil de­
ducir la solución que él hubiera dado a no pocas
cuestiones teológicas, caso de que llegase a d e sa rro ­
llar en toda su integridad la p a rte teológica del plan.
XX

P o r lo indicado, a d v e rtirá el lector que los o rig i­


nales todavía sin editar, constituyen el nervio, p o r
decirlo así, de la O bra, y lo m ás in teresan te de ella.
E n esta p arte, la crítica pasa a lu g ar secundario: el
análisis y la síntesis como lab o r p ersonal del A utor,
es lo predom inante en los orig in ales que irán edi­
tándose, siquiera no falten co n trastes de sus conclu­
siones con las de las diversas escuelas filosóficas.
C A R ÍT U L O I

El Ente teológico, ji la construcción científica de


su conocimiento humano en la escolástica.

A R T ÍC U L O I
Relación de la sistematización ontojójlco-teológica
de la escolástica con las antiguas escuelas filosóficas
y con la doctrina patrística.

Nexo lógico entre la demostración de un


prim er ente y la manera de representarlo.
I. La elaboración sistem ática de las pruebas
de la existencia del S e r supremo, de que nos
hemos ocupado en el volumen precedente, tiene
su natural evolución y complemento obligado en
la parte constructiva científica de las propiedades
y atributos divinos; de suerte que a lo? diversos
sistem as de prueba de la existencia de Dios, res­
ponden diversas formas de explicar los constituti­
vos de su entidad, según se alcanza fácilmente, y
habrem os de ver. E ste nexo lógico entre la de­
mostración de un primer ente y la m anera de re­
presentarlo, que hemos hallado al examinar las
teorías patrísticas acerca de la Divinidad, aparece
todavía con mayor precisión y relieve a través de
las especulaciones metafísicas de las escuelas
m edioevales.
2 —

El pensamiento filosófico asipatrístico como


escolástico en orden a la interpretación científica
del ser de Dios y de sus atributos, se halla vincu­
lado en sus líneas capitales a las antiguas escue­
las filosóficas estoica, aristotélica y platónica.
2. En orden a la interpretación científica
del ser de Dios y de sus atributos, las líneas
capitales del pensamiento filosófico así patrístico
como escolástico, puede decirse que se hallan
Vinculadas (y ello se deduce también de lo que
atrás dejamos expuesto), a las tres escuelas de la
antigua filosofía; estoica, aristotélica y platónica,
con su fase neoplatónica, en cuanto sus doctrinas
fueron depuradas y ordenadas al servicio del dog­
ma, según la idea cristiana de Dios, y la que ofrecía
Igualmente la teología hebraica, que hemos visto
es harto explícita respecto a la realidad de Dios y
de sus atributos, siquiera dicha doctrina sea más
descriptiva y de creencia, que no constructiva, y
de base filosófica, a que es ajena en general toda
la teología semítica (v. t. I de esta obra, c. VI).
Antitética posición del estoicismo y del aris-
toielismo en este punto.
3. La escuela estoica con su doctrina de la Di­
vinidad presente en el seno de la naturaleza, como
espíritu que la vivifica y la compenetra en todas sus
manifestaciones (nv^ufia siá náv-wv S'.eXijXuBoc, dice OHr
genes, Contr. C ., VI, 71), hizo resaltare! aspecto
cjctrinsecista y operativo de Dios, con sus atribu­
tos respectivos. La escuela aristotélica, coñ su te -
sis del motor y del móvil, redujo las m anifestado-
— 3 -

nes divinas a la pura eficiencia de un centro supremo


inmóvil, que ni aun mueve, causa, sino como térm i­
no de la aspiración evolutiva y razón de los movi­
mientos del uni Verso , según atrás queda dich o (v. to­
mo V, c. 11). Así, pues, el Motor inmóvil no sólo no
exige entidad de persona infinita y atributos corres­
pondientes, sino que excluye todos los relativos al
mundo, a su constitución y gobierno, que dentro de
dicha teoría privaba de la inmovilidad absoluta al
Motor primero. La inmovilidad absoluta es la carac­
terística del Ser primero en el aristotelismo; como a
la inversa para los estoicos la movilidad es la carac­
terística de Dios, y de sus perfecciones. El Primer
inmóvil del Estagirita es el Primer móvil (tó r.p&tov
*ívt;xov) del estoicismo; y ello explica, de lina parte
que Dios se manifieste a través de los movimien­
tos del universo, y de otra que lo rija y gobierne
según las exigencias de la movilidad de las cosas.
De esta suerte, si bien desde el punto de vista
ortológico la doctrina estoica representa un des­
censo respecto de la de Aristóteles, en cambio
desde el punto de vista teológico significa un
avance y progreso marcado en el estudio repre­
sentativo de la realidad divina y de sus perfeccio­
nes, que tan explícitamente reconocen los filóso­
fos de esta escuela, en especial los atributos de
la sabiduría, omnipotencia, justicia y providencia
de Dios (1).
Y es de observar que en el estoicism o las

(1) Sin duda fueron loa estoicos los primeros en for­


mular de una manera cumplida la prueba de la existencia
_ 4 -

pruebas de la existencia de Dios se presentan en­


lazadas con los divinos atributos, de suerte que
fundados en éstos, singularm ente en el de la Pro­
videncia, probaban los estoicos la existencia de
un S er supremo; a la inversa de lo que acontecía
en el aristotelisrno, dentro del cual los que utiliza-

de Dios tomada del orden de la naturaleza, de la armonía


de los seres, y regularidad del movimiento de los astros,
que desenvolvió por modo especial Cleunles, como nota
Cicerón, cuyos conceptos reproduce. Basta mirar al cielo,
concluye, para ver que no es obra del azar. «Quarum rerum
aspectus satis indicat nonesse ea fortuita». (De na/. deor.,
II, 37). Antes (ib. 1.1, 58). el mismo Cicerón, dentro de la
misma escuela, formula aquel bello y conocido argumento
físico, o cosmológico, que comienza: <'Quís hunc liominem
dixerit, qui cum certos coeli motus, tam ratos astrorum or-
diñes, tamque omnia inter se connexa et apta Viderit, neget
in iis ullam inesse rationem...?»; donde recorre, al estilo
estoico, toda la magnificencia de las obras de la naturale­
za. De los estoicos es igualmente el argumento de las
causas finales, propuesto por ellos de varias maneras; y en
ellos aparece formulada por vez primera la prueba de la
imposibilidad de que arrojadas al acaso las letras det alfa­
beto resultase compuesto ni un verso de la ¡liada (Cíe., De
nat. deor., II, 37), de tantas maneras presentada en tiempos
posteriores para mostrar la necesidad de una inteligencia
que presida al orden del mundo. Fué igualmente en el es­
toicismo donde primeramente se utilizó el argumento del
consentimiento universal de los pueblos en proclamarla
existencia de Dios, reiteradamente propuesto también por
Cicerón: convicción que Plutarco estima de rafceB tan hon­
das, 'que antes cree pudiera edificarse una ciudad sin ci­
mientos —facilius urbem condi sine solo posse puto,— que
existir un pueblo ain dioses (Contra Colot. 7). Para dicha
escuela el sentimiento de Dios es una ley de la naturaleza,
innata como las leyes de moral y justicia. «Omnibus inna-
— 5 -

ban la argumentación del motor inmóvil, debfan


primero llegar a algo que mueve sin ser movido»
sea o no Dios, para después de hallar un primer
Ente motor, descubrir mediante nuevos raciocinios
su personalidad, y luego sus perfecciones.

tum et in animo quasi ¡nsciilptum esse Déos», escribe Marco


Tulio (De nat. rieor., II, 5). Responde todo ello a la teoría
del Wfos universal, de que ya nos hemos ocupado, manifes­
tación de la Divinidad en el seno de la naturaleza, y por lo
mismo en la conciencia del ser humano. La semilla del
Xáyo<¿ de S. Justino y demás escritores cristianos estoicos
en otro lugar mentados, como el testimonio del alma natu­
ralmente cristiana de Tertuliano, de la misma escuela,
responden a la tesis aludida; y mediante sus influencias
formóse aque! tipo de la ley natural objetivada, como en
tablas escritas, en le naturaleza, al modo que tos juristas
romanos, discípulos del estoicismo, y más tarde los esco­
lásticos (que discutían sobre si los preceptos de la primera
tabla o también los de la segunda del Decálogo eran ley na­
tural) explicaban los imperativos de aquélla.- Por esta con­
dición de la naturaleza en orden a lo divino, el hombre
siente la necesidad de Dios. «Detrahe hnr. inestimabile bo-
num, (dice un gran estoico español, Séneca, refiriéndose a
la Divinidad), non est vita tanti ut sudem, ut aestuem. Oh
quam contempta res est liomo, nisi supra humana se erexe-
rit!», etc. (Natnrae, Quaest., Praef.). La teoría de una ma­
teria espiritualizada que con Tertuliano afirmaron de Dios
y del alma otros estoicos cristianos, tiene sus bases en el
estoico, y en la tesis de lo divino inmanente en todo
lo real, con la materia elevada a elemento cooperante con
la Virtud divina (v. el t. V, c. II). Y tenemos por cierto que
la misma teoría de una materia universal espiritualizada,
que en otro lugar hemos visto como reaparece en la filoso­
fía y teología arábiga, y mediante lus árabes pasa a signi­
ficados escolásticos, no es sino una eflorescencia de las.
ideas estoicas que pasaron a los árabes, mezcladas con las
- 6 -

Especial posición del platonismo: fu sió n de


la s concepciones platónica y aristotélica con la
del estoicismo, que a sí proporcionó la primera
sistem atización filosófica de los atributos di­
vinos.
4. La tesis platónica y neoplatónica, con su
tipo hipertrascendente de la Divinidad como sabe­
mos, no perm ite la representación de sus atributos,
sino a manera degradaciones subordinadas a la en­
tidad ultratrascendente, cuya representación en
cuanto accesible, sólo cabe mediante la intuición.
Mas es por esto mismo por qué a los platóni­
cos en sus diversos matices posteriores, acabó
por imponérseles el concepto estoico de la pre-
sencialidad divina al espíritu, y la doctrina consi­
guiente de !a concepción y ordenación de sus
atributos; no de otro modo que hubieron de efec­
tuarlo los aristotélicos, que en tiempo del estoi-

aristotélicas, al igual que otras evidentemente platónicas y


plotinianas; y fué esto tanto más factible, cuanto no pocos
aristotélicos del período estoico fundieron los conceptos
de uno y otro sistema. De esto suerte el panteísmo del
Pórtico vino atenuándose hasta no quedar más que como
idea de origen, sin dejar de subsistir sus conceptos sobre
la presencia de la Divinidad en la naturaleza, sobre los
divinos atributos, y natural condición del hombre para sen­
tir a Dio6 dentro de si, y elevarse por la moral y el asce­
tismo a los más altos grados de perfección que permite la
filosofía. Los múltiples escritos de filosofía moral-religiosa
y ascética de Séneca, tan leídos en la Edad Media (páginas
enteras del áureo libro De imiíatione Christi están calca­
das en Séneca, según dejamos notado en otro lugar), bas­
tan para mostrar la índole teológica de las evoluciones en
cismo, y después de él, se afiliaron a este siste­
ma, fundiéndolo, sobre todo en los problemas
teológicos y m orales, con las enseñanzas del Es-
tagirita.
5. De esta suerte el estoicismo impuso a los
seguidores de las otras dos escuelas sus modali-,
dades peculiares respecto a la representación de
Dios en sus atributos; e hizo que dichos sistemas
platónico y aristotélico apareciesen siendo vehícu­
los de aquellas modalidades en la teología cristia­
na (1). Así pues la teoría estoica proporcionó la
primera sistematización filosófica de los atributos
divinos no sólo a los seguidores de la escuela,
sino a los que profesaron dentro de las otras dos

la escuela estoica. V. acerca de esta escueta los escritos


atrás cit. (t. V, c. II). Sobfe el aspecto latino del estoicis­
mo, de especial influencia teológica, jurídica y ascética
entre los escolásticos, v. Aubertin, Desapieni. doctoribus
qui a Cíe. morle ad Neronis princ. fíomae viguere; C. Mar-
tha, Les moratistes sous Vempire Romain, phiios. et poe­
tes; Montee, Lestoicismc a Rome; Ferraz, De stoica dis­
ciplina apud p, romanos. También al objeto, J. Czolbe,
Vindiciae Senecae; Werner, De Senecae philosophia;
Lehmann, L. A. Seneea, ti. setne philosoph.; Schripten
(Philologus, «ol. 70); F. L. Bdhm, A. Sencca u. sein Werth
auch fiir ansere Zeit (Prg. Berl. 1856); Holzherr, der
Phiios. Ann. Seneca (Schulprg., Tubing. 1858; Baur, Séne­
ca u. Paa/us, das Verhültn des Stoicismus Zum Christen-
Ihum etc. (Ztrf, f. wiss. Tlieo!., vol. 1), descontando sus
inexactitudes.
(I) En rigor las tres escuelas, como otras helénicas,
fueron, en el aspecto teológico sobre todo, expresión de
una misma doctrina fundamental, a la que en otros lugares
- 8 -

mencionadas, que en su conjunto dominaron y se


sobrepusieron al estoicismo.
Y la cuestión que mucho más tarde, discute la
escolástica, de sí la idea de Dios (como ser per­
sonal y con atributos que lo caractericen) precede
y acompaña a las pruebas de la existencia de Dios,
o por el contrario esta idea y la de sus atributos
es posterior a las pruebas que llevan a un motor
inmóvil, de donde se ha de llegar después a la
conclusión que este motor es Dios, es resuelta ya
en el primer sentido por ¡a escuela estoica y por
los aristotélicos y platónicos que participaron de
ella (1). Sólo el aristotelismo rígido instaurado

nos hemos referido. Aludimos a la antiquísima y no heléni­


ca doctrina órflca y sus procesos ciclieos en las manifesta­
ciones de la existencia, que en evolución no interrumpida
Vienen de Dios, y vuelven a Él; teoría que según lo expues­
to atrás (V. t. V, c. III), se manifiesta en el sistema de Heró-
Clito, no menos que en el de Platón y Aristóteles, con sus
variantes, no menos que en el pensamiento estoico. Queda
también observado (V. el t. V cit.) que las ideas órficas in­
formaron el pensamiento de Filón, y mediante él, las fases
neoplatónicas Como sin duda alguna la legítima interpre­
tación filosófica religiosa de los sistemas gnósticos ha de
buscarse en el orfísmo amalgamado con ideas cristianas
(V. !o que al objeto decimos en el t. V cit.). Y es de obser­
var que si las ideas platónicas y estoicas aparecen fundidas
en ios primeros teólogos del cristianismo, no menos se en­
cuentran allí los elementos Órficos que con aquellos siste­
mas ingresaron en el cuerpo filosófico del cristianismo, en
especial mediante la escuela alejandrina. (V. lo dicho sobre
la doctrina y fuentes de Cl. Alejandrino, t. V, c, III).
(1) La idea típica de la Divinidad que presidía a las
pruebas de su existencia, y constituía idea centro de la re-
por los árabes hizo reaparecer lá segunda de las-
citadas doctrinas, que en especial medíante Ave-
rroes se Itnpuso al mismo Santo Tom ás, como,
dejamos atrás anotado.

presentación de Dios, era el ser Providencia, y como tal-


Ordenador cun la plenitud de sabiduría y poder respecto-
del mundo, y délas causas finales en él, como hace Ver
Marco Tul io (De nat. deor., 11,62). De ello es expresión,
cumplida el Himno a Zeas de Oleantes, cuyos son estos
hermosos versos teológicos con que saluda a la Divinidad:.
«Oh el más glorioso de los inmortales, ser a quien adoran
bajo cien nombres, eternamente poderoso, o Zeus, yo te-
saludo, Gobernador soberano_de la naturaleza. Es deber-
de todo mortal el orar ante tí, porqué, etc »;
K t l S t a t ' d d - a v á ic o v , 7ioX t)ü> vj(ie, i t a y / p a i í j a i e í
Zeü, ipXY)yé, v i(io u |i é t a TtdvTot xu¡tepvfi5v,
X a tp e 1 a i y á p ítiv T s o a i 8-éfu? O-vjjtoioi TtpoaauSSv.
’E k oo O y ip lo fiev , f i l u d a X a x iV T í;
U oüvoi, B oa xe x a i Mprte-. -S'vVjT’ s jtl f a l a v .

V. en Estobeo(Ed. I, p. 30) lo restante de estos versos.


(Edic. de Heeren, in Stob. Ecl. phys.; id. Schwabe;
id. Peterson; y Meredorf, etc.)
El problema del mal planteado por las doctrinas órficas,
de que se hace cargo Platón entre los griegos, ca de una
manera mucho más explícita abordado por la escuela es­
toica,-cuya solución racional es la que prevaleció fuera y
dentro del cristianismo. El mal dentro del plan de la Provi­
dencia, no es más que una. permisión; una resultante del
bien o bienes que aquella ordena, y extrínseco y acciden­
tal en la naturaleza. Crisipo escribió con este criterio su
libro EsplfnjSáv eyicXiftAv stvai. ¡njíe jisujtióv év i<J> xóafH|i (De
que nada hay en la naturaleza que deba ser corregido o la­
mentado); Plut. De repug. stoic., 37. Los males no son sino
a manera de excrescencias, ¿mY6vv>j|i,iMa, del bien según.
Marco Aurelio, al decir de Aulo Gelio.
- 10 -
'En manera alguna necesitaba el pensamien­
to cristiano de las escuelas filosóficas para e l
concepto de la Divinidad: idea fundam ental que
la filosofía helénica no podía proporcionar .
6. Dicho se está que el pensamiento cristiano
en manera alguna necesitaba de las escuelas filo­
sóficas para el concepto de la Divinidad, que sus
fuentes propias le presentaban de modo muy su­
perior; pero elfo no obstaba para que en este
punto, como en los demás análogos, hallase en
los conceptos filosóficos elem entos de sistema
doctrinal, que utilizó ampliamente como ya hemos
vistp, y tendrem os ocasión de Ver adelante en la
explicación del ser de Dios y de'sus atributos.
7. Una idea fundamental que la filosofía helé­
nica no podía proporcionar, y que sin embargo es
esencial, lo mismo en la realidad de Dios que en
la interpretación doctrinal de su ser, es la de la
infinidad. Sabem os ya que lo infinito de los filó­
so fo s griegos era la inversa de lo infinito en la
teología cristiana (véase lo que dejamos expuesto
en el t. V); y expresaba tan sólo la capacidad
pura de un orden, en sus formas concretas y de-
term inables; lo cual en relación con el ser de Dios
no alcanzaba sino a u n tipo caótico y a la vez
abstracto de la Divinidad, que debía traducirse en
los múltiples dioses de la m anifestación politeísta;
no de otra suerte que la multiplicidad de seres
singulares se realiza en algunas formas de pan­
teísmo, dentro de la unidad caótica e infinita, de
la cual son proyecciones individualizadas.
— 11 -

Dada la idea cristiana de lo infinito en un


Ser real y personal, qué problemas se ofrecen
para explicar racionalmente aquella represen­
tación, y teoría filosófica necesaria a tal objeto .
8. Dada la idea cristiana de lo infinito en un
Ser real y personal (1), los conceptos filosóficos
de las escuelas aludidas no podían menos de ex­
perimentar hondas modificaciones de adaptación;
y aparte de esto los primeros problem as que así
se ofrecen para resolver eran ajenos a las anti­
guas elucubraciones teológicas aludidas. Partien­
do en efecto de la realidad de un Ser infinito, se
hace necesario en primer término explicar, en
orden a su representación personal y a sus per­
fecciones o atributos, que es de lo que ahora tra­
tamos, cómo puede tener lugar la síntesis de estas
perfecciones, concebidas como distintas, en la
unidad de Dios, sin dejar éste de ser infinito e in­
finitos sus atributos. Al mismo tiempo el discerni­
miento de estos atributos, y la explicación misma
que ellos exigen, presuponen una manera de co­
nocer en el hombre que sea capaz de garantir la
Verdad de sus percepciones aplicadas a un Ente
infinito. Es decir que se requiere una teoría expli-

(1) El infinito cristiano no sólo no es el infinito grie­


go, sino qué tampoco es el infinito hebraico, donde la infi­
nidad se reducía al concepto de grandor operativo j>mayes-
tático de Dios respecto de las criaturas. La infinidad subs­
tancial, como decimos en otro lugar, característica ontoló-
gíca del Ser divino, no aparece en la teología del Antiguo
Testamento, y es ajena a todo el semitismo antiguo.
(V. el t. 1 de esta obra, c. VI).
- 12 —

cativa del nexo cognoscitivo divino-humano, y de


lo infinito en (o finito, sin lo cual no se alcanza
una representación de Dios que sea válida y sub­
sistente.
En la filosofía patrística se halla esbozada
aquella teoría: su ulterior sistem atización en la
escolástica, que ofrece las variedades del res­
pectivo sistem a ontológico de cada escuela.
9. En la filosofía patrística se halla esbozada
esa teoría, según lo ya expuesto (t. V), con diver­
sas orientaciones; y a su vez los escolásticos tra­
taron en este punto, como en otros, de presentar
soluciones adecuadas, según los respectivos sis­
tem as filosóficos.
Las cuatro fases que hetnos hallado en el pen?
samiento patrístico respecto a la determinación
del ser de Dios (su existencia, s-n s«tv¡ cómo es,
éotiv; qué es, tí? 6<mv¡ y cuán grande es, n¿aoc
so™), [as hallamos sistem atizadas en la teología
posterior, y reducidas entre los escolásticos a los
problemas de la existencia divina (que hemos es­
tudiado atrás), de ia esencia, y de los atributos
en sf y en orden a la esencia, dentro de lo infini­
to, y en relación con el humano conocer.
10. Y no es m enester advertir que en esta
parte representativa del Ser se ofrecen las mismas
variedades que hemos visto al tratar del conoci­
miento de la existencia divina, derivadas de los
sistem as ontológicos respectivos- Asf el proceso
constructivo de tipo platónico o neoplatónico es
ideal y a priori, de lo abstracto a lo concreto,
— 13 —

como sabemos son todas sus elaboraciones o rto ­


lógicas. El proceso aristotélico es dialéctico y a
posteriori, de lo concreto a lo abstracto. El pro­
ceso intuicionista, de origen estoico, aparece aso­
ciado por modo especial al de los platonizantes, y
con m ayores limitaciones al de los arislotélicos
escolásticos, dando lugar a procesos mixtos, en las
variedades que hemos tenido ocasión de exami­
nar. Lo que dejam os sentado en estudios prece­
dentes (v. el t. IV de esta obra) sobre la materia,
no excusa de entrar en ulteriores declaraciones
acerca de la orientación teológica de dichos sis­
temas.
Postulados dogmáticos que presiden a la
representación filosófico-teológica medioeval
de la Divinidad.
11. Aquí sólo es de notar que las solucio-
tnes filosóficas recibidas por la teología ortodoxa
|(y con frecuencia fraccionadas y yuxtapuestas
para que pudiesen adaptarse a ella), hubieron
de ajustarse a las normas exigidas por la dog­
mática: 1.° la distinción entre dos fuentes de c o -...
nocer, natural y sobrenatural; 2.° la realidad de
un conocimiento natural representativo de Dios,
independiente del conocer sobrenatural; 3.° un
conocimiento sobrenatural que exige por su Índole
la teoría del conocimiento constructivo, al modo
humano, del ser de Dios; 4 .° el conocimiento natu­
ral de Dios sea o no p er causas, o de origen a
posteriori, es siempre inadecuado, incapaz por lo
tanto de representar la Divinidad según es en sí,
— 14 -

ni en su plenitud, ni en un grado finito de percep­


ción de la misma. La representación humana de
Djos sólo alcanza a bordear lo divino, y es sólo
acerca de su entidad, ne.pi 8s<bv, como dijeron
los antiguos (1).
T ales son sumariamente los postulados que
por lo menos de un modo implícito encontram os
presidiendo a la representación filosófico-teológi-

(1) Los dos caminos que a este objeto señalaba la teo­


logía patrística, son los que utiliza la teología ortodoxa
medioeval para sostener el criterio moderado que indica­
mos. Uno a príori, mostrando que por ser el acto cognos­
citivo una perfección en el entendimiento, es necesario que
su objeto sea proporcionado a su potencia de conocer, y
por lo tanto finito, Y como el ser de Dios sólo puede cons­
tituir objeto adecuado de su entender divino, tampoco por
esto pudiera nunca decirse nquel objeto propio de la mente
humana. La olra vía, es a posterior!, derivada dei modo
humano de conocer. Este, en efecto, por su intensidad, por
su extensión, por su calidad, excluye el conocimiento
propio de Dios. Por su intensidad; porque la humana inte­
lección ni aun alcanza a penetrar en la naturaleza íntima
de las cosas que nos rodean, ni aun en la de la propia alma.
Es argumento que como liemos visto (t. IV y V) utilizaban
ya los Padres capadncios, en especial el Níseno y S. Basi­
lio, contra los eunotnianos; no sin que aparezcan a veces
tocando los confines del agnosticismo, según también deja­
mos notado. De S. Gr. de Nisa es, p. e>., esto argumen­
to: «Quis enim est qui suae propriae animae cognitionem
perceptam habuit? Quis novit ipsius essentiam? An mate-
rialis est, ¡inmaterialis?... Et quid de anima loquor? Sed
ñeque carnis ipsius curptireas qualitates, ele.». (G. Eu-
nom. I. XII). Por su extensión/ porque es indudable que si
de las cosas finitas lio podemos formar concepto sino me­
diante ¡deas múltiples que se completan y se limitan al mis-
- 15 -

ca medioeval de la Divinidad, y que responden &


sus análogos de las antiguas escuelas patrísticas.
La naturaleza divina es incomunicable, e inimi­
table, son los dos conceptos suprem os en la ma­
teria. En cuanto incomunicable ningún ente crea­
do ni creable puede reproducirla. En cuanto inimi­
table no puede darse ni ente sem ejante a Dios,
ni idea que lo represente. Es pues tal la condición
inefable de la divina naturaleza que no puede ha­
llarse nada que propiamente la exprese ni en los.
objetos ni en los conceptos.

mo tiempo, mucho más acontece esto cuando se trata de!


Ente infinito, donde la simplicidad es absoluta, y sin em­
bargo la forma representativa humana, dista inmensamen­
te de serlo. También esta razón es invocada por los capa-
docios. «Fidenter pronuntio, dice el Nlseno (1. cit.) eum qui
est supra omne nomen, fieri nobis muitorum nominum, cum
pro variis b u ís beneficiis Varíe nominatur». De modo análo­
go S., Basilio (I. I, c. Eunom.). Finalmente por la calidad de
los conceptos que formamos de Dios. Porque es manifies­
to que cualitativamente las ¡deas humanas tienen el mismo
fondo común significativo ya se refieran a cosas finitas, o
al Ente infinito; lo cual no podría en modo alguno aconte­
cer si tuviésemos noción propia y directa de Dios. La nota
distintiva para enunciar de Dios nuestros conceptos está, o
en añadir el calificativo de infinito c lo significado por la
idea humana, o negar la imperfección que su contenido ex­
presa para elevarlo a la Divinidad. En uno y otro caso, Dios
es siempre de algún modo el supcr-cntc, el ultra-substan­
cia del Pseudo-Areopagita respecto del alcance positivo
intelectual nuestro. «Nullasuae naturae argumenta praebet,
decía el Niseno, sed hac sola nota cognosdtur etsi com-
prehendi nequeat». (Ob. cit., 1. I),
— 16 -

A los incuestionables postulados dogm áti­


cos de la escolástica no siempre responden ló­
gicam ente las teorías por ella form uladas, que
con frecuencia se ve precisada a cohibir y cer­
cenar, dando ello lagar a múltiples oscitaciones
y a la fusión de las concepciones de los diver­
sos sistemas.
12. Mas si estas norm as sor» incuestiona­
bles como imperativos de un sano criterio filo-
sófico-teológico, no quiere eso decir que las teo­
rías formuladas respondan lógicamente a aque­
llas leyes. Antes por el contrario, es necesario
cohibir los sistem as y cercenarlos con frecuencia
para que respondan al tipo doctrinal que es me­
nester obtener. De ahí las múltiples oscilaciones
que se advierten en la ontología teológica, y en
primer término en la que atañe a la representación
-del ser de Dios, y que en la fase medioeval no son
sino un reflejo o proyección de las mismas oscila­
ciones en épocas precedentes por idénticas causas
determ inadas.
13. Ya hemos visto al trazar las grandes lí­
neas de la ideología cristiana aplicada a la dogmá­
tica (cf. t. IV) como se manifiesta a través de las
escuelas y de las edades; y en volúmenes prece­
d entes (t. V y VI) se han podido ver sus aplica­
ciones concretas al concepto de la Divinidad no
m enos que al de su existencia en la teología pa­
trística. En la fase escolástica donde como es sa­
bido, persiste la influencia de aquella ideología,
-destácase, m erced a la preponderancia aristotéli­
- 17 -

ca, con nuevas variantes de aplicación, que luego


habremos de apreciar. No sólo aparecen entonces
otras ramificaciones cognoscitivas en orden a la
percepción de lo finito, y de igual suerte respec­
to de lo infinito, sino que los seguidores de las
diversas orientaciones doctrinales vienen a tradu­
cir cada cual por sus propios conceptos, las ense­
ñanzas de los antiguos m aestros.
Así es como de una parte las corrientes in-
tuiciomstas a lo neoplatónico hallan en la teo­
logía patrística las fórmulas más expresivas de in­
tuición; mientras de otra parte los seguidores del
aristotelismo encuentran en los mismos m aestros
los precursores de su pensamiento filosófico.
Bastaría al efecto recordar las dos direcciones
con que aparecen interpretados S. Agustín y el
Pseudo-Areopagita; los cuales al mismo tiempo
que proporcionan los elem entos más significados
de sistematización platonizante, son tenidos por
representantes del pensamiento, teológico-peripa-
tético. Ya sabemos como Santo Tomás transfor­
ma la teoría cognoscitiva teológica del D octor de
Hipona, y encuentra allí confirmación de su aris­
totelismo; de igual m anera que, con la escuela de
Alb. Magno, descubre en el marcadísimo neopla­
tonismo del Pseudo-Areopagita la expresión de la
tesis aristotélica,y aun la reproducción de la propia
Física de Aristóteles, de todo lo cual son antíte­
sis manifiesta ias obras pseudo-areopagíticas (1).

(1) Esas desviaciones en la interpretación de los anti­


guos maestros, debidas a la falta de una visión adecuada
tom o v ii 2
— 18 —

14. Todo ello, sin embargo, así como ha


cooperado a la fusión de ideas y a constituir un
tipo del ente, y en general un sistem a ontológico
mixto, donde se juntan elem entos aristotélicos,
platónicos y neoplatónicos, de lo cual, sin remon­
tarnos muy alto, es fácil hallar vestigios, que la
escolástica refleja aún en tratados elem entales
(teoría de los posibles, y conocimiento divino
de ellos en la esencia de Dios; teoría media de

de] conjunto del sistema, o de la teoría que preside a sus


doctrinas, son harto frecuentes aún en tiempos posterio­
res, cuando ya no existen las atenuantes medioevales para
disculparlas. Concretándonos a este punto de la idea re­
presentación de Dios, encontramos hoy, como en tiempos
pasados, quienes sólo descubren en la filosofía y teolo­
gía patrística las fórmulas de la intuición ontologlsta. El
Ivqputov, natura!, ingénito, de la escuela alejandrina, no es
otra cosa para éstos que expresión de la tesis ontologista
acerca de la idea de Üios; no de otra suerte que a ella res­
ponde la iluminación mental de S. Agustín, como sostiene
Tomassin (Dogm. theol., I), y a la vez aceptan Standenma-
yer <ob. cit.)i Klee (ob. cit.), Gerdil (Dcfens. deMalebran-
che, y Prineip, metaphis.) con los demás de esta escuela.
Por el contrario, los que participan del criterio escolásti­
co, dan por inconcuso que la interpretación legítima del
pensamiento patrlstico está en la que impone el aristotelis-
mo teológico medioeval. Unos y otros, habremos de repe­
tirlo, prescinden del elemento filosófico y del sistema que
preside a las antiguas escuelas teológicas, y hallan asi los
que les place, justificados por testimonios disgregados, sus­
ceptibles de laB más varias interpretaciones. Los matices
propios de cada escuela, y aun de cada teólogo antiguo de
cuantía, han de estudiarse, como venimos haciéndolo, to­
mando en cuenta todos los factores que integran su doc­
trina.
- 19 -

los universales; teoría de la causa ejemplar; teo­


ría de la bondad y belleza, etc.); de igual modo
vino a coadyuvar a la sistematización también
mixta de la idea de Dios, tal como se objetiva su
representación en los sistem as teológicos me­
dioevales que hubieron de prevalecer. De esta
suerte los diversos factores que atrás hemos visto
intervenir en la constitución de la ontología escó-
lástica, aparecen a su modo interviniendo en la
elaboración científica del concepto de Dios, según
habremos de exponer, y en parte se colige por lo
ya dicho.
Puntos capitales que en orden a la interpre­
tación del ser, atributos y personalidad de Dios
se ofrecen a la investigación filosofico-teológica
medioeval: teorías consiguientes.
15. Los puntos capitales que se ofrecen
a la investigación filosófico-teológica medioeval
en la materia, son los mismos de la fase patrísti­
ca, con las diferencias de sistematización y orien­
taciones filosóficas: Qué e¡s el S er divino en sí,
o entidad esencial de Dios. Qué son los atributos
de la Divinidad. Q ué nexo existe entre el ser
substancial de Dios y sus caracteres atributivos.
Qué significa la personalidad de Dios, y cómo se
halla en la Divinidad.
La teología escolástica responde a estos pro­
blemas con la teoría filosófica del conocer, con la
teoría del ente, con la teoría de las perfecciones,
y de su real o virtual distinción en Dios. Mas por
lo mismo que no todos convienen ni en una común
— 20 —

teoría cognoscitiva, ni en el modo de entender el


concepto del ser, ni en la m anera de explicar las
perfecciones respecto de la Divinidad, tampoco
puede aparecer una la solución respecto a los pro­
blem as teológicos m encionados.
Dos pantos capitales se ofrecen como razón
genética de las diversas soluciones, agnóstica,
intuicionista y abstractiva.
IB. Los dos puntos capitales que al efecto
se ofrecen como razón genética y primordial de
las diversas soluciones aludidas, son: l.° L a de­
terminación del valor objetivo de los conceptos
humanos respecto de Dios, y por consiguiente de
la teoría de las perfecciones y modo de distinguir­
se en la Divinidad. 2.° La determinación del con­
tenido y amplitud significativa del ente ontológico
según las escuelas medioevales, que se sintetiza
en la controversia de si el concepto del ente es
análogo o univoco.
17. Dejando este segundo punto para ser
tratado adelante por su más amplia significación,
aquí habremos de concretarnos a) primero de los
dos señalados. En orden, pues, al equivalente
objetivo de la representación humana de Dios,
aparecen las tres m aneras ya aludidas al tratar de
la existencia divina: la forma agnóstica, la intui­
cionista, y la abstractiva, que negando la in­
tuición, afirma un conocimiento del ser de Dios
mediante los conceptos form ados al contacto de
las cosas sensibles.
E stas diversas soluciones respecto a la huma­
- 21 -

na representación de la entidad divina, tienen por


base inmediata las tesis diversas suscitadas por la
cuestión ontológica y lógico-psicológica de los
universales. La tesis primeramente antirrealista,
evoluciona luego en sentido nominalista.

A R T IC U L O II
Exposición y critica de las teorías escolásticas en
la interpretación científica del ser, atributos y per­
sonalidad de Dios: aplicación de las aludidas teorías
a la interpretación teológica en proceso analítico.

Las teorías teológicas en su aspecto científico


dependen del valor de nuestras ideas respecto de
Dios: teorías con que a ello responde la esco­
lástica .
18. Toda la teología del E nte primero, en
su parte científica, es una teoría constructiva de
Dios en orden al humano conocer. S entar, pues, las
bases de esta teoría es echar los fundam entos del
edificio teológico, y del valor objetivo y real que
pueda corresponder a nuestros conceptos cuando
los trasladamos a las regiones de lo infinito, o lo
infinito viene a las regiones de lo finito en cuanto
es accesible a la capacidad de nuestras facul­
tades cognoscitivas.
La teoría de la esencia, de los atributos, de la
personalidad de Dios, y el mismo carácter trascen­
dente del Ser Suprem o, que es capital y substan­
cial distintivo de la entidad Divina, depende en su
aspecto científico del valor de nuestras ideas re s­
pecto de Dios, aunque a la vez sea antes necesa­
rio reconocer el hecho de la trascendencia de
Dios, para determ inar lo que Valen o no valen
nuestras ideas respecto de Él. ¿Qué es la esencia
que nosotros concebimos en Dios? ¿Qué son los
atributos divinos? ¿Cuál es la relación que existe
entre la noción substancial de Dios y sus caracte­
res atributivos? ¿Qué significa la personalidad de
Dios, ya se considere en el aspecto filosófico, en
cuanto subsistente e intelectivo, ya en el aspecto
teológico, en cuanto trinidad de personas en una
substancia?

19. La teología escolástica responde a esto


con la teoría filosófica del conocimiento, con la
teoría del ente y con la teoría de las perfeccio­
nes y de su real o virtual distinción. Mas por lo
mismo que no todos convienen ni en una común
teoría cognoscitiva, ni en el modo de explicar el
concepto del ente, ni en la clasificación de las per­
fecciones, tam poco puede ser una la solución que
se ofrezca de los problemas teológicos menciona­
dos, y del Valor objetivo que corresponde a nues­
tros conceptos respecto de ellos-

Cómo entra la teoría del conocimiento en la


sistem atización doctrinal del Ente infinito: tres
form as, que por el modo de conocer, revisten
las diversas teorías.
20. La teoría del conocimiento entra en la
sistematización doctrinal del Ente infinito en cuan­
to de ella depende el modo de conocer a Dios, y
en cuanto dentro del modo de conocer, fija el
— 23 —

valor objetivo de los conceptos humanos acerca


de la Divinidad.
21. Por el modo de conocer revisten las teo­
rías acerca de la Divinidad tres formas históricas
fundamentales, de las cuales hay otras derivacio­
nes menos significadas.
22. Son dichas formas: .
a) La agnóstica, o que niega toda eficacia a
los actos cognoscitivos humanos respecto del
Ente infinito. Sus aspectos pueden ser múltiples,
según se ve por lo que dejamos expuesto al ocu­
parnos de las teorías agnósticas de un Ideal, y
que nos evita entrar aquí en ulteriores explica­
ciones.
b) La intaicionista, en cualquiera de las va­
riantes de ontologismo, según la cual Dios es in­
mediatamente conocido por la inteligencia huma­
na. Distínguese, sin em bargo, en esta doctrina el
conocimiento directo del reflejo. Por el primero
conocemos a Dios de una m anera confusa e in­
consciente; por el segundo (mediante la contem­
plación de las cosas sensibles) llegamos a la per­
cepción clara y distinta del S e r Suprem o. En uno
y otro caso el principio del conocer es el mismo,
la intuición de la Divinidad.
c) La forma abstractiva, finalmente, o de co-
nocimiento mediato, según la cual Dios no es ob­
jeto de nuestro conocimiento más que en cuanto
podemos formar concepto de Él, a través de los
conceptos de las cosas finitas. La naturaleza divi­
na es incomunicable e inimitable; en cuanto inco­
municable, ningún ente creado ni creable puede
— 24 -

reproducirla; en cuanto inimitable, no puede darse


ni ente sem ejante a Dios, ni idea que lo repre­
sente, sin la intuición de la Divinidad, que no te ­
nemos en la tierra. Es, pues, tal la naturaleza di­
vina, que no puede hallarse nada que con propie­
dad la exprese ni en los objetos, ni en los concep­
tos. La doctrina de las tres vías de conocimiento
de Dios (vía caasalitatis, vía excellentiae, vía
remotionis) tiene por base la teoría cognoscitiva
teológica de que nos ocupamos, como expresión
de un término medio entre el agnosticism o y el in-
tuicionismo divino. El conocimiento por la causa­
lidad, sirve para llegar a la existencia de Dios, y
atribuirle las perfecciones de las criaturas que
son sus efectos.
Exposición y critica de la teoría o tesis no­
minalista,
25. Los partidarios del nominalismo, que
niegan todo valor real a las concepciones abs­
tractas en cuanto tales, no podían ver ni vieron
en ellas, así en los tiempos de la escolástica como
en los posteriores, una significación entitativa. Por
lo tanto,-según ellos, de la aplicación a Dios de di­
chos conceptos abstractos no puede resultar nin­
gún conocimiento objetivo del Ente primero.
La teoría nominalista es reproducida substan­
cialmente por la escuela del pragm atism o, que
debe considerarse como una variante nueva de
aquella vieja doctrina. Nominalismo y pragmatismo
entran, pues, en la fase agnóstica antes señalada,
respecto del Ente teológico, aunque por otro ca­
- 25 -

mino que el de los tradicionalistas y demás que


profesan el agnosticismo referido, fundados en la
insuficiencia de la virtud cognoscitiva humana.
}d. de la teoría o tesis del realismo puro.
24. En la tesis del realismo puro los cón-
ceptos abstractos son expresión de realidades
abstractas también; que si en el mundo finito res­
ponden a entidades finitas, en el orden infinito
expresan form as infinitas existentes en el seno de
Dios, y que sirven de tipo esencial a todas las
formas finitas de lo universal y de la idea.
25. El realismo puro, hartó conocido y domi­
nante en la Edad Media, lleva a la teoría in tu id o -
nista ya mencionada, ora en la forma de ontolo-
gistno, ora en la de panteísm o. Y a su vez la tesis
intuicionista, en cualquiera de sus form as, es sus­
ceptible de traducirse en realismo puro. De esta
suerte en los ámbitos de la teología se encuen­
tran dicho realismo con el intuicionismo, como el
agnosticismo con el nominalismo.
Id. del realismo moderado.
26. La tesis del realismo m oderado, colocán­
dose entre el realismo puro y el nominalismo re s­
pecto del valor objetivo de los conceptos abstrac­
tos, según lo expuesto en.otro lugar, sefiala tam­
bién un término medio entre la fase agnóstica y la
intuicionista del humano conocer respecto del Ente
infinito. Porque así como, en dicha doctrina,
las formas abstractas tienen una base real (el
tipo individualizado de las esencias), aunque la
- 26 -

m anera de conocer no exprese e1 tipo de la reali­


dad, sino las esencias sin la individualización, de
igual suerte trasladados dichos conceptos abstrac­
to s a lo infinito, responden a una base real en
Dios, siquiera la manera de su representación sea
diversa de lo que en sí son las perfecciones divi­
nas representadas.
27. Pero se advierte sin dificultad que si
existiese una verdadera correspondencia entre la
universalidad de la idea respecto de Dios y de ia
criatura, nuestros conceptos significarían entitati-
vamente lo mismo en ambos casos, con sólo la di­
ferencia de ser un término finito y otro infinito.
De suerte que cuantas veces lo universal respon­
de a esencias diversas (en todos los casos en que
caben definiciones distintas), otras tantas expre­
saría en lo infinito diversidad esencial de elem en­
tos, con detrim ento manifiesto de la divina simpli­
cidad y de las diferencias que existen e n tre e l ser
de la Divinidad y el ser de la criatura.
Es, pues, necesario suprimir del concepto uni­
versal finito, no sólo los límites de parte de la cosa
significada, sino también la equivalencia real co­
rrespondiente a la significación abstracta de los
conceptos, si ha de ser aceptable el intento de
una explicación de la objetividad de nuestras ideas
respecto de Dios mediante la teoría de que nos
-ocupamos.
M as, suprimida la equivalencia significativa de
la realidad concreta en la idea, y despojada ésta
de ios límites finitos de su propia representación
objetiva, ¿qué resta ya del concepto universal
— 27 -

como representativo de la realidad divina? ¿Qué


queda de la significación de un universal donde
ni el modo de significar ni la realidad significada
responden a su concepto? Porque estos dos ele­
mentos son tan esencialm ente indispensables para
que haya universal, que suprimido el primero no
es posible que haya otro conocimiento que el de
la intuición concreta de la cosa; y prescindiendo
del segundo no hay objeto de conocimiento, y la
forma abstracta concebible es una ficción mental
de un ente de razón. D espojar, pues, el universal
de ambos factores para , hacerlo trasponer los li­
mites de lo finito, es anularlo completamente,
mientras se intenta fundaren él una teoría cognos­
citiva del Ente Infinito.
28. Así, a las dificultades de orden metaffsi-
co indicadas en otro lugar, viene a añadirse esta
fundamental en el orden teológico, que inhabilita
al realismo moderado para formular una solución
científica del problema de que se trata. Y es que
la teoría de lo universal tal como viene al realis­
mo moderado a través de la tradición aristotélica,
y cual si fuese el molde ideal de las esencias in­
dividualizadas áin ser en sí individuales, está en
condiciones muy sem ejantes a las del realismo
platónico, de donde procede, para servir de expli­
cación a los entes finitos y al E nte infinito.
La forma de universalidad tipo de una esencia,
cual la idea concreta de una cosa, es sin duda al­
guna tan equivocada en el platonismo como en el
aristotelismo, y de ello proceden los inconvenien­
tes que en una y otra doctrina se ofrecen.
— 28 —

De igual modo que las soluciones de la ob­


jetividad teológica, el problema de las perfec­
ciones divinas guarda relación con las opinio­
nes sobre los universales: de ah í que respondan
a éstas, tres¿diversos modos de entender las per­
fecciones-divinas
29, Como las soluciones de la objetividad de
los conceptos teológicos mediante los universales
se enlazan con el problema del conocimiento de
Dios, tam biéirel problema de las perfecciones di­
vinas guarda relación con las opiniones sobre las
universales.
A las tres opiniones expuestas, corresponden
otras tres respecto al modo de entender las per­
fecciones divinas, y por consiguiente los divinos
atributos.
30. A l nominalismo, responde la opinión que
sostiene que las perfecciones en Dios no se dis­
tinguen ni aún con distinción de razón; una misma
suprem a perfección en D ioses denominada y con­
cebida por nosotros como múltiple, no por algo
intrínseco a ella, sino por el orden extrínseco que
dice a las criaturas en las diversas condiciones en
que éstas se encuentran. La divinidad se llama
justicia, en cuanto corresponde a un premio o a un
castigo; misericordia, en cuanto corresponde a la
humana indigencia; om nipotencia, en cuanto atañe
a la creación y a lo creable; y así sucesivam ente.
T al es la doctrina de Gregorio Ariminense, de
Ockam y de Gabriel Biel (todos en sus Comenta­
rios a las Sentencias), reproducida hoy por los
- 29 -

partidarios del pragmatismo, como aplicaciones a


la teología.
51. Al realismo paro, responde la doctrina
de la distinción real entre las divinas perfecciones
de la manera que fué sostenida en la Edad Media
por los partidarios de dicha escuela, consecuen­
tes con sus principios, y que a pesar de los es­
fuerzos para hacerla compatible con la simplicidad
de Dios, mereció la reprobación de la Iglesia. Las
influencias del realismo, aunque contenido dentro
de los confines de la ortodoxia, revélanse en mu­
chos conceptos teológicos de S. Anselmo, siquie­
ra a él haya acudido el realismo moderado para
formular su esquema de las perfecciones divinas.
Aceptando los principios de la escuela realista,
Enrique de G ante enseñaba también que los atri­
butos divinos son distintos del ser de Dios inde­
pendientemente de las relaciones de Dios con el
mundo, «absque omni respectu et comparatione
ad creaturas» (Quodl. 5); singularmente el enten­
dimiento y la voluntad. Porque si las'personas divi­
nas, dice E. de G ante, se distinguen realm ente, y
el entendimiento y la voluntad son principio de
ellas, la voluntad y el entendimiento deben distin­
guirse realm ente entre sí de igual modo.
52. Por último, al realismo moderado se
hace corresponder la teoría de la distinción de
razón para explicar las divinas perfecciones, sin
suscribir los principios ni de la escuela nomina­
lista ni de la realista, quedándose así en un inter­
medio, que excluya la distinción real sin negar
toda distinción en Dios.
- 30 —

Al contrario de las dos teorías extremas, la


del realismo moderado utiliza en el problema
de las perfecciones divinas una teoría que no es
consecuencia lógica de su tesis: efecto de ello,
es que la ^distindio rationist en la cuestión in­
vocada, no se ofrezca en los antiguos escolásti­
cos con caracteres bien definidos: igual ambi­
güedad de la distinción form al introducida por
Escoto .
55. N ótese que la distinción de razón invocada
por el realismo moderado no es, como en las otras
opiniones extrem as, una consecuencia lógica de
esta teoría, antes bien constituye una restricción de
su principio de universalidad, y una positiva desvia­
ción de la tesis aristotélica que se invoca. Porque
el universal aristolélico en la misma unidad ideal
del tipo representativo excluye la identidad real de
las perfecciones que cada tipo formalmente diver­
so representa, lo cual no cuadra a la distinción de
razón que se trata de garantir y defender.
34. E sta poca coherencia de la distinción de
razón con la teoría de los universales, hizo que
dicha distinción no apareciese en los antiguos es­
colásticos con caracteres bien definidos, y exenta
de dudosas interpretaciones. Á1 lado de las expli­
caciones de S. Anselmo, y Enrique de G ante más
tarde, oscilantes entre el realismo y el no realismo
de su tiempo, aparecen las enseñanzas de Alberto
Magno y Santo Tom ás, donde las distinciones que
admiten en Dios, singularm entelas del primero, son
más susceptibles de ser traducidas ora por el siste­
- S i ­

ma platónico del antiguo realismo (y mejor todavía


por el formalismo escotista), oré por el nominalis^
ta, que por la distinctio rationis como tradicional­
mente se interpreta hoy mediante una fórmula ab­
solutamente ajena a los antiguos escolásticos.
35. A su vez con Escolo comienza el uso de
ia distinción form al, tan ambigua en sus princi­
pios como la distinctio rationis; y m ientras la
distinción de razón sirve a unos para aproximarse-
ai nominalismo teológico, y a otros para acercar­
se al realismo, la distinctio form alis es¡ llevada,
simultáneamente a significar la distinción a parte
rei y la distinción misma de razón, común a Santo
Tomás, y aún es adaptada de algún modo después
a! nominalismo de Ockam y de P. Aureolo.
La ambigüedad de dichas distinciones, es-
en los siglos X V y X V I objeto de controversias,.
y oscilaciones, ora hacia el realismo, ora en
sentido nominalista: prevalece entre los esco -
tistas la distinción form al <ex natura rei*, ori­
ginando con los tom istas honda controversiay
que contribuyó a precisar la ambigua tdistinctio
rationis ».
36. Era en efecto punto muy discutido en-
los sigíos XV y XVI, si la distinción fo rm a l de
Escoto significaba una distinción ex natura rei en­
tre la esencia divina y sus atributos, o expresaba
tan sólo una distinctio per rationem, lo cual equi­
valía a discutir si ia doctrina de Escoto sobre este-
punto se diferenciaba o no de la que enseñaban ios
demás escolásticos. Gregorio de Arimini en su
- 32 -

Coment. a las Sent. (d. 8. q. I)i con otros an­


teriores a que alude en el lugar citado, da a la
distinción de Escoto el Valor de una distinctio
rationis; y dentro de esta denominación lleva la
doctrina escotista a una interpretación de gusto no­
minalista. A Gregorio Ariminense lo siguieron des­
pués otros, entre los cuales figuran Suárez, Váz­
quez y Hurtado, bien que alejándose del sentido
nominalista, y acentuando la significación de la
distinctio rationis en acepción más realista, cuan­
to era m enester para que la distinción de razón
y la distinción form al fuesen equiparables.
37. La escuela escotista. por el contrario,
con excepciones muy contadas, defendió e hizo
prevalecer corno opinión de Escoto la distinción
formal ex natura reí, origen de hondas controver­
sias con la escuela tomista especialmente, las
cuales controversias coadyuvaron no poco a pre­
cisar la ambigua distinctio rationis en el sentido
en que vino a prevalecer.
En medio de dicha controversia surge de
la escuela tomista una ramificación que in­
troduce la distinción virtual intrínseca: repul­
sa de la escuela tradicional contra esta inno­
vación; fracaso de las tentativas para borrar
las diferencias de las distinciones respectiva­
mente propugnadas por tom istas y escotistas.
38. M ientras así se discute la distinción de
Escoto y su aplicación teológica, y unos la alejan
y otros la aproximan a la inestable distinctio ra­
tionis, otra ramificación surge d é la escuela to­
- 33 -

mista que introduce la distinción virtual intrín­


seca, con la cual se alejan de los que se proponían
aproximar a Escoto a la distinción de razón, y
se aproximan decididamente a los que procuraban
alejarlo de ella, o sea vienen a acercarse a la es­
cuela escotisla y su distinción a parte rei.
39. Dicho se está que la escuela tradicional
tomista levantóse contra la distinción virtual in­
trínseca, protestando al mismo tiempo de que se
intentase llevar la doctrina de S anto Tom ás por
sendas tan sem ejantes a las seguidas por el esco-
tismo, distanciado cada vez más definidamente de
los tomistas. Pero ello es innegable, que así como
el pensamiento de Escoto aparecía bastante oscu­
ro para dar lugar a interpretaciones encontradas,
el de Santo Tomás era también objeto de iguales
encontradas interpretaciones. Y Suárez, que con
su habitual eclecticismo quiso reducir las diferen­
cias, sosteniendo que en el fondo las opuestas
escuelas están conformes, vino por ello a ser ob­
jeto de censura para los unos y para los otros.
Transformación de concepto con el sistem a
de distinciones «rationis ratiocinantis et rationis
ratiocinatae»: consiguiente diferencia entre la
antigua y la moderna distinción de razón; con•
secuencias de una y otra distinción.
40. Por fin, el sistem a de distinciones rationis
ratiocinantis y rationis ratiocinatae aparece sus­
tituyendo al antiguo concepto de la distinción
de razón, fijando más la separación entre las
opiniones discutidas, pero realizando una trans­
- 34 -

formación no sólo de nombre, sino de significa­


ción y de concepto en lo que los escolásticos en­
tendían por distinctio rationis.
41. En efecto, entre la €distinctio rationis»
antigua y la «distinctio rationis» usual apenas hay
nada común más que el nombre. En el sentido
moderno la distinción de razón se contrapone a
la distinción a parte rei, y la «ratio» significa la
facultad intelectiva que ejecuta la distinción. Por
consiguiente dícese «distinctio rationis» la que es
originada por el entendimiento y en él tiene su
causa eficiente. Cuando éste es causa de la dis­
tinción sin fundamento en la cosa, tiene lugar la
«distinctio rationis ratiocinartis»; cuando es causa
de ella con fundamento en la cosa, se origina la
«distinctio rationis ratiocinatae». Según esto, se
requiere para que se dé distinción de razón, que
no haya distinción real, y basta que no haya dis­
tinción real para que tenga lugar la distinción de
razón.
42. M as en la doctrina antigua, al contrario,
ni se requiere ni basta que no haya distinción real
en la cosa, para que pueda darse distinción de
razón. La razón no significa aquf la potencia in­
telectiva, sino el concepto que el entendimiento
al percibir una cosa o una propiedad de la cosa
forma de ella dentro de si, o sea la representación
mental de una percepción. La distinción, pues, de
razón así entendida prescinde de que haya o no
distinción real en el objeto, y sólo atiende a la
distinción de conceptos que se forman en nosotros,
y que el objeto ocasiona en la m ente al ofrecerse
- 35 —

nuestra percepción. Por consiguiente si loscon-


eptos son distintos, aunque en la cosa no se dé
istinción ni el entendimiento trate de hallarla, te-
emos lo suficiente para la distinctio rationis
lencionada, porque tenem os ideas distintas ori-
¡nadas por el objeto del conocimiento. Y a la in-
ersa, aunque en el objeto se dé distinción real,
0 por eso deja de existir la distinctio rationis,
¡empre que dicho objeto ocasione diversos con-
eptos, ya coincidan ya no coincidan con la di»
ersidad de elementos que hacen la composición
eal del mismo.
Puede, por consiguientevdarse a un mism otiem -
o, en esta teoría, distinción real y distinción de
azón; y puede darse distinción de razón, de la
ual no es causa eficiente el entendim iento, sin
Istinción real. La única causalidad del entendi-
liento en tal distinción es la form al, en cuanto
or su natural condición está ordenado a repre-
entar las percepciones por ideas diversas; mien­
tas en la moderna acepción, el entendimiento es
ausa eficiente de la distinción de razón, porque
1 mismo la hace y la sostiene cuando en la cosa
o existe.
45. La teoría moderna, como se ve, es una
íoría de escuela con tendencia determinada, don-
e la distinctio rationis por si misma niega toda
istinción erj la cosa; y la distinción en la cosa
iega la distinctio rationis. Por el contrario, la
istinción antigua de razón partiendo del hecho
e la diversidad de conceptos form ados en la
lente, que ninguna escuela pone en duda, deja
- 36 —

libre a cada una determinar qué valor real corres­


ponde a dicha diversidad de conceptos, y por lo
tanto cual es el valor real de la distinción de
razón. Por eso bajo esa distinctio rationis plan­
teaban el problema teológico de las perfecciones
divinas tom istas, escotistas y nominalistas, sin
perjuicio de fijar luego en aquella el carácter ob­
jetivo que en cada escuela procediera admitir o
rechazar.
Significado e ineficacia de la sustitución
de concepto en la distinción de razón.
44. ¿Qué significa y a qué obedece la sustitu­
ción de la explicación antigua por la otra moder­
na ya mencionada? Significa y constituye la in­
troducción declarada de la tesis antinominalista y
antiescotista como solución del punto de que se
trata; porque admitir tal distinción es sentar la
doctrina de la distinción virtual, y excluir de an­
temano lo que afirman escotistas y nominalistas,
y dar por dirimida la controversia sostenida entre
las diversas escuelas, cosa que no permitía la an­
tigua distinción de razón.
45. Pero la anticipación de una teoría en una
definición no es una prueba; y las pruebas de
dicha teoría, que se reducen a ías pruebas de la
definición, no se presentan más que con carácter
negativo, esto es, por la exclusión del escotismo
y del nominalismo, lo cual ciertam ente no basta
para concluir que la distinción virtual sea ver­
dadera.
46. La teoría nominalista representa la fór-
— 37 —

muía del agnosticismo absoluto en el orden teoló­


gico. Por consiguiente, dada la verdad de que la
existencia de Dios es demostrable, puede argüirse
contra el nominalismo con ella, porque en el no­
minalismo no es posible dem ostrar la existencia
de Dios. Pero los nom inalistas conceden que la
existencia de Dios no puede dem ostrarse, por lo
menos de una manera cierta e inequívoca, por lo
mismo que nada hay en las criaturas que pueda
predicarse de Dios a no ser en sentido equívoco.
Dado el Valor objetivo de las fórmulas dogmá­
ticas. y el carácter de representación real en las
proposiciones teológicas tal como se sostienen en
la enseñanza tradicional, cabe sin duda argüir
también contra el nominalismo; porque éste no
puede aceptarlas sin renunciar a sus principios,
Pero el nominalismo ni acepta la exposición tradi­
cional de los términos dogmáticos, ni explica de
esa manera el valor de las fórmulas teológicas.
Por último dado el valor objetivo de los univer­
sales, cabe impugnar por este medio (y con todos
los argumentos filosóficos que de aquí derivan) la
teoría nominalista que lo rechaza. Mas en esto
está precisamente e! distintivo de la escuela, en
negarlos universales como objetivos, y reTiusar
admitir la afirmación de los adversarios.
47. Pasando a la teoría escotista, dado que
la distinción real y la de razón sean extrem os con­
tradictorios, no es posible la distinción del esco-
tismo. Pero el escotism o, que no niega el prin­
cipio de contradicción, niega que la distinción real
y la de razón, tal cómo la presentan los rnoder-
— 38 —

nos teólogos, exprese extrem os contradictorios.


Dado igualmente que el ser haya de entender­
se respecto de Dios como una susiantivación de
la noción del ser en sf, como forma pura en tipo
concreto, a la m anera que la esencia aristotélica
se sustantiva por la individuación en !o finito,
puede argüirse contra el escotismo, ora m ostran­
do que la esencia divina es ipsarrt essey para ex­
cluir la distinción form al que no puede ser ipsam
esse, ora sosteniendo que la distinción escotista
destruye la simplicidad de Dios, porque niega que
todo en Él sea ipsam esse, ora finalmente pro­
bando que la distinción form al al quebrantar la
identidad a parte rei, quebranta el ser de Dios y
el ser de sus atributos, porque no expresan en sf
la plenitud del esse infinito e indistinto.
Mas el escotismo, cuyo carácter predominante
en el orden ontológico está en haber transform a­
do la teoría del ser aristotélico, haciendo desapa­
recer de la teodicea peripalética ei ente inmóvil,
la forma pura con la rigidez de una abstracción,
explicando fuera de esos moldes asi la unidad de
Dios como el ejercicio de la vida divina y de su
potencia respecto de las criaturas, no tiene incon­
veniente en admitir como legítimos tales argumen­
to s en la teorfa de los adversarios; pero por lo
mismo que ellos no aceptan esa teoría ni la doc­
trina aristotélica de éstos respecto del ser, tales
argumentos sólo pueden ser válidos contra los que
los formulan, si pretendiesen asociar sus princi­
pios a los principios escotistas, cuya incompatibi­
lidad es ío único que resulta dem ostrado.
— 39 —

Bastan las precedentes indicaciones para


hacer ver que la moderna «distinctio rationis >
exige fundamentos de sistem a más hondos y de
mayor alcance.
48. Estas Indicaciones bastan para hacer ver
que la distinctio rationis moderna exige otros
fundamentos de sistem a que sean más hondos y
de más alcance que los que se ofrecen en la simple
impugnación -directa de las doctrinas opuestas, si
ha de ofrecerse, siquiera sea negativamente con
garantías de solidez. Decimos siquiera sea negati­
vamente, porque, como queda notado, de que el
nominalismo y el escotismo sean falsos río se si­
gue que la distinción aceptada comúnmente por la
escuela tomista sea Verdadera.
' 49. Ahora bien; los fundamentos de sistema
que sirven para sostener ia objetividad de lo sig­
nificado por la distinción Virtual no son otros que
los de la teoría del conocimiento en el realismo
moderado, como fórmula de la percepción objeti­
va del ser m ediante los universales, Y los univer­
sales aristotélicos de que se trata hemos visto que
no responden en m anera alguna a la distinción
virtual, ni pueden ser aplicados al E nte infinito sin
que desaparezca la teoría o se niegue ia trascen­
dencia de Dios, o se equiparé su trascendencia a
la del ente ontológlco, tal como lo concibe la filo­
sofía aristotélico-escolástica, que sería la nega­
ción misma del ser divino.
Y partimos del supuesto de que la teoría de
los universales y la teoría del ser aristotélico-es-
- 40 —

colástica fuese legítima, porque ella misma basta


para demostrar que nada vale aplicada al Ente in­
finito. En otro lugar habremos de ver sus defi­
ciencias en el orden filosófico.
50. La teoría nominalista con sus negaciones
respecto de lo universal, es lógica en sus nega­
ciones teológicas- la escotista con su manera de
entender la constitución de los seres, es también
lógica introduciendo la distinción formal. Pero la
teoría del realismo medio con sus esencias traduci­
bles por los universales, y sus individuaciones com­
plem entarias que los convierten en singulares, no es
lógica en modo alguno si no traslada a la naturale­
za divina esa doctrina íntegra, ya que ella es la que
se quiere explique nuestro conocimiento de Dios.
51. La inseguridad y oscilaciones cuando se
trata de la aplicación teológica de la teoría, con­
fírmalas el hecho de que los seguidores de ella.,
sin renunciar a unos mismos principios ni aún a la
escuela tomista, unos sostienen la distinción ra­
tionis ratiocinatae en Dios, y otros, aunque sean
los menos, la distinción virtual intrínseca, que
excluye la anterior y se aproxima a la distinción
formal escotista. E sta distinción virtual intrínse­
ca sin convertirse en distinción actual, excluye
que el entendimiento sea causa eficiente de las
distinciones en Dios, y por consiguiente hace que
se admita en Dios antes de toda operación inte­
lectiva un principio intrínseco de distinción, en
Virtud del cual pueden darse en Dios sin contra­
dicción predicados contradictorios.
He ahí substancialm ente, no sólo la opinión es-
- 41 -

cotista, sino una concesión capital a la tesis rea­


lista, incompatible con lo que significa la distin­
ción de rozón.
La inconsistencia teológica de tos sistemas
escolásticos aludidos, es natural reflejo de las
deficiencias de la teoría filoso/ico-cognoscitiva
en que se apoyan; y es que todos los juicios tío
puramente existenciales se traducen por valores
de lo real según sus cualidades o atributos .
52. Todo lo que acabam os de notar acerca del
sistema constructivo de perfecciones en la Divini­
dad, no es más que natural reflejo de las deficien­
cias en la teoría filosófica cognoscitiva en que
se apoyan, y que se sintetizan en las fórmulas de
interpretación de la realidad mediante las uníver-.
sales según quedan señaladas. La idea filosófica
es en esto, como en los demás casos, la que se
proyecta en la idea teológica que interpreta, con
las ventajas o desventajas consiguientes de inter­
pretación.
53. Y es que no siendo en ningún caso, como
en su lugar veremos, los humanos conceptos ex­
presión de lo que se denomina la esencia dela£
cosas sino como tipo reflejo de lo real, que sobre
éste aparece constituido, todos los juicios que no
sean existenciales (juicios de realidad pura), se
traducen en juicios de valores de lo real según
sus cualidades o atributos; juicios que en cuanto
explican e interpretan el contenido de cada exis­
tencia, responden al valor absoluto en su orden
de las cosas, cuya idea llenan y completan, sin
— 42 —

perjuicio de la apreciación relativa de aquellos


valores en cuanto se subordinan a un orden psico­
lógico y cognoscitivo determinado.
Todo concepto de perfección es una form a
de valores en/itativos; y perfecciones diversas
p o r su categoría, no pueden ser intelectualmen-
te representadas sino como distintas: esta d is­
tinción representativa no significa ni equivale,
en la misma entidad finita , a una distinción de
realidades, sino a manifestaciones diversas de
su ser y actividad.
54. En los seres finitos pueden darse grados
diversos dentro de una misma categoría de perfec­
ción (que es una forma de valores entitativos); y
perfecciones diversas por su categoría, las cuales
-en un sujeto, no pueden ser representadas sino
como distintas, porque de otra suerte su tipo es­
pecífico y valor concreto, se haría desaparecer,
anulando por lo tanto su significación. M as esta
distinción de valores no significa ni equivale en la
misma entidad finita, a una distinción de realida­
des, sino a m anifestaciones diversas del ser cuya
actividad tiene tales equivalencias específicamen­
te diversas, sin romper su unidad; antes bien pue­
den servir para acentuarla. Porque, no sólo pueden
d arse valores distintos expresados por perfeccio­
nes diversas en un mismo ente finito, sino que en
entes compuestos puede resultar un valor entitati-
Vo indivisible y nuevo originado de la composición
d e que se trata.
55. Cuando se elevan a lo infinito e s to s Va­
■ 43 —

lores en la Divinidad, lejos de multiplicarse la Va­


riedad de perfecciones, lo que se multiplica infini­
tamente es la Intensidad de la naturaleza capaz de
ostentarlas; porque interpretadas dichas perfec­
ciones, no como tipos entitativos con realidad pe­
culiar en los seres, sino como expresión de valo­
res reales que integran el ser mismo, cuanto más
se eleva la categoría de un ente, tanto más crece
la capacidad de sus valores, dentro d e la mayor
unidad del ser que los produce. De suerte que
están en razón directa la mayor simplicidad y
elevación de un ser, con la mayor multiplicidad y
real equivalencia de Valores traducibles en per­
fecciones. Y parecen expresión de este mismo
pensamiento y doctrina aquellas palabras de San
Agustín: «Non distant in eis (en las divinas perso­
nas) ista; sicut in nobis aliud est memoria, aiiud est
intelligentia, aliud dilectio sive charitas; sed unum
aliquid est quod omnia valet, scilicet sapientia,
ele,». Y con esta peculiar atenuación de su plato­
nismo, explica como el spiritas sapientiae puede
ser unus et múltiples, según la E scritura(S ap. VII,
22): «Legitur spiritus sapientiae maltiplex, sed
rectedicitur etiam simplex; multiplex enim est,
quoniam multa sunt quae habet; simplex autem,
quia non aliud quam quae habet est». (Ep. 169, 6),
La antes aludida doctrina teológico-escolás ■
tica, llevada por las corrientes filosóficas a que
se subordina, se encuentra entre extremos in­
conciliables.
56. La doctrina de los teólogos antes men-
- 44 ~

donada se encuentra entre extrem os inconcilia­


bles, llevada por las corrientes filosóficas a que se
subordina. De una parte supone como entidades
las perfecciones; y por lo mismo en los casos en
que por su concepto son irreductibles, lo son igual­
m ente por la realidad privativa que en tal supuesto
encierran. Y de otra parte en dichas teorías se in­
tenta hacer aplicación a Dios de lo que las perfec­
ciones significan, aislándolas de su contenido en
cuanto es entidad peculiar en cada una, sin lo
cual aquellas no pueden subsistir.
La distinción de perfecciones convertida en
distinción representativa de valores, es siempre
una distinción virtual.
57. Según los conceptos que hemos expues­
to, el problema de la distinción de perfecciones
convertido en distinción de valores, es siempre
virtual con doble aspecto estático y dinámico.
En su aspecto dinámico, significa la existencia en
un ser de la virtud real de los diversos valores de
perfección, que responden a títulos distintos de
acción en el mismo ser. En su aspecto estático la
distinción virtual de valores, significa los valores
en sí como nos es dado conocerlos aisladam ente,
pero refiriéndolos a su origen, que hace no sean
separables ni se separen, sino en la forma humana
de conocerlos. Así, pues, todas las distinciones que
nos es dado formular respecto de Dios se apoyan
en su misma suprema eminencia, y responden al
grado mayor de perfección en el mayor grado de
unidad y simplicidad.
— 45 -

A R T ÍC U L O III

Interpretación esco lá stica del ser y p erfeccion es de


Dios en proceso sin tético o constructivo.

Correspondencia en la materia, de los proce­


sos analítico y sintético: reaparecen en éste con
todo su vigor las orientaciones filosóficas nota­
das en aquél;pero las corrientes que en el pro­
ceso constructivo dan la norma, son el plato­
nismo y el aristotelismo moderados.
58. Al proceso analítico en orden a la deter­
minación de la realidad de Dios m ediante sus per­
fecciones, cuya base acabam os de examinar,
corresponde el proceso sintético y de distribución
orgánica de las mismas perfecciones o atributos,
que constituyen el sistema doctrinal de la teología
natural y de los tratados teológicos de Dios uno,
como entre los latinos se conocen.
59. Dicho se está, que las orientaciones
filosóficas cuyas tres principales ramificaciones
hemos indicado, reaparecen en todo su vigor, y
con sus diversas encontradas modalidades y solu­
ciones, al tratar de la síntesis suprem a de las divi­
nas perfecciones. No hemos de traer aquí 1as
correspondientes derivaciones extrem as en la ma­
teria, del antirrealismo (nominalismo) y realismo,
bien fáciles de alcanzar por lo dicho, y anterior­
mente esbozadas desde el punto de vista del co­
nocer, en el t. IV de esta obra. Sólo debem os re­
ferirnos a los elem entos filosóficos que integran
- 46 —
la interpretación teológica ortodoxa de la visión
humana de Dios, y que responden a una interpre­
tación m oderada de las m entadas teorías.
60. Las dos corrientes, en efecto, que dan la
norma de ia sistematización teológica de los atribu­
tos divinos, son la del platonismo moderado y del
aristotelismo m oderado, como se revelan en las
respectivas escuelas de S. Buenaventura, Alej. de
Ales, Escoto, etc., y en la de Alb. Magno, Santo
T om ás, etc.
La corriente del platonismo moderado.
61. La primera tiende a hacer resaltar los
atributos como perfecciones según el contenido de
la idea que las representa, tratando sin embargo
de mantener la variedad de las mismas dentro de
la unidad superior que corresponde a la esencia
como realidad y como idea de jerarquía primaria y
más universal. E s la teoría constructiva 'que apa­
rece en S. Anselmo y seguidores de la dirección
doctrinal agustiniana y del Pseudo-Areopagita. La
tesis de Enrique de Gand que distingue en Dios
triple pluralidad, de ideas, de atributos, y de per­
sonas, es expresión exagerada y extrem osa de
aquellos principios,-a lo cual no llega, y positiva­
m ente rechaza la escuela de que hablamos ( 1).

(1) Según Enrique de Gand (Quodl. 5) desde el mo­


mento en que existe en Dios distinción real de personas,
los atributos del entendimiento y voluntad, que en la teoría
latina son principios reales de dicha distinción real, deben
s er también realmente distintos entre si, y p or si mismos
— A l­

lá. del aristotelismo moderado .


62. L*& segunda dirección, de carácter pre­
dominante aristotélico, lejos de reíerir a Dios la
plenitud del contenido de la idea peculiar de cada
perfección, no halla en las ideas nada que pueda
elevarse a la Divinidad, si no es mediante el refle­
jo de una analogía capaz de oscilar hasta tocar
en el agnosticismo, que encontram os aquí y allá
diseminado desde Maimónides hasta Occam; si
bien dicho se está, que la escuela de Alb. Magno,
con Santo Tomás a la cabeza, ha procurado man­
tenerse muy lejos de ese extremo, que siempre im­
pugnó, cualesquiera que sean las dificultades que-
su misma posición pueda ofrecer.
Como consecuencia de su$ respectivas p osi­
ciones gnoseológicas, en el orden constructivo
de los atributos divinos prefieren, la corriente
platónica el método inductivo, y la aristotélica
el deductivo.
65. Y es que en la teoría cognoscitiva de lo&
primeros, la representación de las ideas viene de
Dios, y nada tiene de extraño que a Él en retorno
puedan referirse; m ientras en la teoría de los se­
gundos el contenido de las ideas es exclusivamen­
te de representación de lo sensible, y no pueden
aplicarse a Dios sino desnaturalizándolas.

(ver respectum ad intra) distintos del ser esencial divino.


Argumento utilizado después de varias maneras para sos­
tener, como Durando, que el origen de las personas divinas
está en la esencia como tal, y no en el entender y querer de
Dios en ninguno de sus aspectos.
- 48 -

64. Esta diversa posición gnoseológica de


ambas escuelas lleva también a la diversidad de
métodos en el orden constructivo de los atributos
divinos adoptado en principio por aquéllas. La es­
cuela agustiniana prefiere el método deductivo,
que inicia S. Anselmo entre los escolásticos.
C onsiste el procedimiento en partir de la idea de
lo infinito en perfección, o del ser supremo, o so­
berano bien (son los tres aspectos generalmente
elegidos al objeto), y deducir de ahí progresiva­
mente los varios atributos de Dios, según el orden
que se impongan al partir de una u otra de las
ideas indicadas. San Anselmo utiliza este proce­
dimiento así en el Proslogiam como en el Mo-
nologium, con la diferencia de que, en el primero
de estos tratados parte de la idea de lo infinito
como expresión natural de Dios, según sabemos,
mientras en el segundo, parte de la idea del ser
suprem o conocido como soberano Bien. Y mien­
tras este aspecto de Bien sumo predomina en San
Buenaventura y le sirve al fin de que se trata, la
idea de lo infinito (aunque no como conocimiento
a priori), es constituida en punto central por Es­
coto para el sistema de los atributos divinos.
65. En la escuela aristotélica el método de
preferencia es el inductivo. Para ello, conforme a
su teoría sobre la formación de los conceptos, la
elaboración se efectúa sobre las categorías de lo
perceptible, trasladando a Dios cada serie de atri­
butos que hallamos en los seres de la naturaleza,
y en nuestra Vida psíquica, salvo las Imperfeccio­
nes que son inseparables de las criatura^, y me­
— 49 -

diante elevación a lo infinito de aquello que con­


cebimos como expresivo de realidad perfecta,
cuya ausencia en Dios aparece como imperfec*
ción. o hace que no sea el ente más grande que
podemos concebir ( 1).
Ambas escuelas reconocen los fres clásicos
momentos de ascensión cognoscitiva a la Divini­
dad, o vías para determinar sus atributos; pero
esta doctrina en el platonismo es simple medio
subsidiario para conocer lo divino, mientras en
el aristotelismo es medida de aquel conoci­
miento.
66. Asi la escuela agustiniana como la aristo­
télica, reconocen los tres clásicos momentos de
ascensión cognoscitiva a la Divinidad, o vías para
determinar sus atributos. La via positiva, o de
afirmación en Dios de las perfecciones que exis-

(1) Estas.dos maneras a priori y aposteriori de seña­


lar los atributos divinos las encontramos ya indicadas, aun­
que sin relacionarlas con la tesis filosófica respectiva conio
es menester, en Hcrbocus B ritto, a principios del si­
glo XIV. Y aun después de proponer los dos procedimien­
tos, distingue en el a posteriori, o por los efectos, dos mo­
dalidades: «Uno modo sic: quia D eas est agetis primum.et
nobilissimutn, ideo est agens per intellectum et tfoluntatem,
et sic sunt ibi dúo attributa, scilicet intcltectus et volun­
tas,., (deduciendo luego por este procedimiento psíquico
otros atributos). Alio modo hoc ostenditur ex causalitate
sic: Quidquid perfectionia est simpliciter in effedu, oppor-
tet praeesse ín causa; sed in creaturis inveniuntur plura
quae dicunt simpliciter perfectionem, puta esse bonum,
justum, intelligentem, e t sic de aliis; ergo, etc.». (In IV,
Sent. I. I, d. II).
t o m o vii 4
- s o ­
ten en las criaturas, porque en la causa no puede
faltar la perfección que se halla en el efecto; la
vía negativa, o de contraposición de lo infinito a
lo finito, por la cual es indispensable negar o remo­
ver los límites de la perfección finita para enunciar­
la de la Divinidad; y la vía de eminencia, o de sín­
tesis de los conceptos dichos en su doble aspecto
positivo y negativo, mediante la cual se concibe a
Dios como centro infinito donde se encuentran y
se funden en unidad simplicísima todos los atribu­
tos o perfecciones concebidas como resultante de
la plenitud del ser personal infinito de Dios.
67. E sta doctrina de origen neoplatónico, uti­
lizada y sistem atizada, como sabem os, por el
Pseudo-A reopagita, tiene en la escuela aristotéli­
ca un uso mucho más amplio y directo que en la
agustiniana, donde es más bien complemento y
medio subsidiario en conocer lo divino, que no
medida de este conocimiento, como cuando se
trata de conceptos exclusivam ente derivados a
posteriori.
Con sujeción a dichas normas, son también
comunes las clasificaciones de atributos divi­
nos, aunque ofrecen distinto aspecto según se
formulan, baja el tipo de las categorías ideales
platónicas, o bajo las normas empíricas del
aristotelismo; pero en uno y otro caso reapare­
ce el problema de las distinciones, que obliga a
aplicar aquí la ya esbozada doctrina de los
valores.
68. D é conformidad con estas norm as de
— 51 -

constitución y depuración cognoscitiva para llegar


a los atributos divinos, aparece de antiguo la doble
clasificación de éstos, según su naturaleza y su
forma de conocimiento. Por su naturaleza, se
impuso la clasificación de atributos significativos
de perfección pura (perfectiones simplices), y
perfección en cuyo concepto aparecen imperfec­
ciones, (v. gr., las propiedades de los cuerpos
subordinados a la razón de materia; perfectiones
mixtae) ( 1).
69. Como resultante inmediata de la distin­
ción mencionada, viene la clasificación de las per­
fecciones dichas, por su existencia en Dios, en
fonnaliter existentes (según su naturaleza) en la
Divinidad, y en perfecciones existentes en esta
eminenter, o virtaaliter (en cuanto incluidas sin
sus peculiares imperfecciones en otra perfección
superior). Dicho se está que esta clasificación
tiene diverso aspecto según se proponga bajo el
tipo de las categorías ideales platonizantes, o se
formule según las normas empíricas del aristote-
lismo. Pero en uno y otro caso aceptada según la

(1) Más tarde aparece la distinción en perfectiones


simpliciter simplices, y perfectiones simplices, reserván­
dose esta última denominación, como es sabido, para las
relaciones divinas en la Trinidad, consideradas como per­
fecciones puras, y al mismo tiempo no absolutas, porque
se excluyen entre si. Esta clasificación de perfecciones
simples, sólo subsiste dado que las dichas divinaB relacio­
nes se tengan como expresivas de perfección en sí, lo cual
no pocos niegan, y puesto el sistema latino de la Trinidad,
harto vulnerable, como ya se ha visto.
— 82 —

equivalencia diversa objetiva que expresa dicha


división, hace reaparecer el problema de las dis­
tinciones respecto de Dios, del cual hemos habla*
do, y que obliga a aplicar aquí la misma doctrina
de los valores con referencia a la síntesis infini­
ta, donde éstos tienen como tales las gradaciones
que les corresponden, sin ninguna gradación enti-
tativa presupuesta o concomitante. «Omnes Deo
convenientes sive notiones sive voces, dice a
nuestro objeto S. Basilio, ejusdem sunt dlgnitatis,
eo quod nullum habent discrimen significationis in
subjecta re (natura d iv in a ) ; T(¡> [irjS é v 7tSpl TV¡V TOO
f i i t o x s i f i i v a ’j B i z y é p í i v o r ) |ia o £ a v (S. BaS. Op. Ep. 80).

Palabras, sin embargo, que deben entenderse,


según nuestra doctrina, no como negación de Va­
lores diversos, lo que lleva a! agnosticismo, sino
como negación de tipos diversos form ales o emi­
nentes de aquellos valores de perfección en Dios.
70. La clasificación de los atributos en cuan­
to a la forma de su conocimiento (atributos posi­
tivos, y negativos, esto es, que se obtienen por
negación de imperfección o límite, v. gr. la infini­
dad, ia simplicidad, etc.), es también consecuen­
cia de lo anterior, en ambas aludidas escuelas; si
bien con las modalidades consiguientes a la-diver­
sa m anera de entender el valor de las ideas, como
sabemos ( 1).

(1) Esto en cuanto al hecho de las dos clases de per­


fecciones asf distribuidas, traducidas generalmente por
atributos. Por lo demás, según luego diremos, no todoB,
aún entre los antiguos, tienen como atribuios los denomina-
— 53 —
A través de la elaboración sistem ática de los
atributos divinos, ofrécese siempre la perspecti­
va del problema más hondo respecto del valor
de nuestros conceptos en orden a la Divinidad:
el aislamiento que en los tratados teológicos
hubo de prevalecer entre la teoría del conocer y
la de los atributos divinos, originó una distri­
bución mecánica de éstos.
71. A través de esa elaboración sistemática
de atributos divinos, que según las respectivas
teorías pretende ser expresión de la realidad en
el ser de Dios, ofrécese siempre la perspectiva
del problema más hondo respecto del valor de
nuestros conceptos en orden a la Divinidad, Gomo
ya se colige por lo dicho acerca de las distincio­
nes en las perfecciones divinas, y en otro lugar
Aeremos con mayor amplitud al ocuparnos de las
dos tesis de escuela el ente univoco y el ente aná­
logo en sí y en sus aplicaciones teológicas. El
aislamiento que entre la teoría del conocer y la de
los atributos divinos hubo de prevalecer en los
tratados teológicos, originó esa distribución me­
cánica que se advierte cuando se ocupa de las per­
fecciones de Dios, cual si se tratase de piezas
inertes con entidad peculiar, susceptibles de ¡un­
tarse en un todo empíricamente elaborado,

dos negativos. O tras clasificaciones varias posteriores no


hacen a nuestro objeto.
- 54 -

A R T IC U L O IV
La cuestión de la esen cia divina en la escolástica,
com o razón fundamental de la c la sifica ció n de los
atribuios.

Sentido ontológico del problema.


72. Como evolución más cumplida en el sis­
tem a de los atributos divinos, encuéntrase su cla­
sificación en orden a una razón fundamental del
concepto de la Divinidad, representada como esen­
cia, no en sentido físico de los elem entos nece­
sarios para constituir un ser determinado (porque
en tal sentido nadie niega que todo sea esencia en
Dios), sino en sentido ontológico, en cuanto es
nota que se ofrece a nosotros como propiedad
primaria, centro y fuente, de las demás propieda­
des de la cosa.
Esencia física, y esencia metafísica: esta
usual división hace surgir el problema de la
unidad del ente; y la posición antitética de
aquellos conceptos revela su inestabilidad fi­
losófica.
75. La esencia física comenzó a distinguirse
de la ontológica, como el qui est (y en general
quod est), respecto del quid est. De esta suerte
dicha esencia física no se diferencia de la reali­
dad individual de cada naturaleza (la substancia
prim a, mpuiuj oíoi?. aristotélica), prescindiendo de
los accidentes o modalidades accidentales que se
ofrecen en cada individuo dentro de la misma na-
-■ 55 -
luraleza física (1). Y lá esencia ontológica Vino a
ofrecerse como elem ento primordial que preside
a la esencia física, cuyas diversas propiedades y
atributos ora convergen ora emergen, según la ma­
nera de considerarlos, de aquel centro melafísico,
en análoga m anera a la de los radios de una cir­
cunferencia respecto del centro de ella.
74. E sta vulgar división de esencia fisicq y
metafísica, tan corriente en escritos y tratados fi­
losóficos y teológicos, hace resurgir el hondo pro­
blema de la unidad del ente, con las variantes que
platónicos y aristotélicos imponen a su solución.
D esde luego se ve el uso convencional de la esen­
cia, que aparece con propiedades opuestas e irre­
ductibles cuando se trata de la esencia física y
de la metafísica. Porque la prim era propiedad y
distintivo de la esencia m etafísica, es que pueda
enunciarse de todos los individuos de la misma
categoría. Por el contrario es propio de la esencia
física, que no pueda predicarse sino de cada indi­
viduo en particular. La segunda propiedad de la

(1) Si, pues, corresponde a la esencia física humana el


constar de cucrpo y espíritu, no asi pertenece a ella el que
dicho cuerpo sea más o menos perfecto, o la inteligencia
de mayor o menor grado de penetración; como tampoco el
poseer este o aquel cuerpo o espíritu determinado, sino
simplemente la realidad de ambos factores. Claro es que
tío existiendo en Dioa accidentes, la esencia física, 6egún
los que asi la entienden, responde al ser real y absoluto de
llios, contraponiéndose generalmente a las relaciones de
la Trinidad, aunque esto tampoco es aceptado por todos,
como fácilmente se alcanza, según se reconozcan o no las
relaciones como perfección en sí.
— 56 —
esencia metafísica, es que sea principio y génesis
de las demás cualidades y atributos de la cosa-
En la esencia física se requiere, a la inversa, que el
conjunto de atributos se encuentren todos en el
mismo plano, por decirlo así, respecto del ser de
la cosa. Como tercera propiedad se señala en la
esencia m etafísica, el ser lo que se entiende y re­
presenta mentalm ente cual fundamento de la reali­
dad de cada objeto. En la esencia física, nada
exige que una propiedad se entienda como funda­
mento de otra en la constitución de los seres.
E sta posición antitética de las dos esencias re­
vela la inestabilidad filosófica del concepto, tal
como se formula y utiliza.
La esencia metafísica según el tipo platóni­
co y aristotélico, ni llena las condiciones que se
le asignan, ni puede aplicarse a Dios: todo ello
es resultante del problema perdurable en dichos
sistem as, de cómo se constituye la esencia sin­
gular.
75. En cuanto a la esencia metafísica según
el tipo platónico y aristotélico que utilizó la esco­
lástica y los posteriores en la teología, échase de
Ver fácilmente que no puede llenar, así entendida,
las condiciones que se le asignan (1). Su calidad

(1) E.) Antes de este párrafo, contiene el original uno


tachado por el Autor; pero como puede aclarar lo que si­
gue a la llamada, nos permitimos recogerlo en nota. Lo
tachacho es como sigue: «La esencia metafísica, en efec­
to, para que pueda realmente decirse eminriable de todos
los sujetos de igual categoría, exige lo mismo en el plato-
— 57 ~

de elemento entitativo con universalidad propia


(de suerte que de no m ediarlas notas individuantes
y singularizadoras, por su misma naturaleza ja
esencia es un universal rea] único e indistinto)
hace que ni pueda aplicarse propiam ente a Dios,
ni sea lo primero que se concibe en las cosas, ni
menos constituya razón de sus atributos.
No puede, en efecto, aplicarse a Dios, no ya en
cuanto sea algo distinto realmente de las demás
perfecciones, porque en tal sentido sabido es que
ni la esencia metafísica puede distinguirse de las
demás perfecciones, ni dicha forma, d é la esencia
denominada física; sino en cuanto por su intrín­
seca naturaleza antes mencionada, es un elem en­
to estático y amorfo, puesto fuera de todas las de­
terminaciones de la individualidad, y que tratán­
dose de una entidad infinita, quedaría infinitamen­
te alejada de originar, ni aún según nuestro modo
de concebir, la personalidad de Dios con sus per­
fecciones peculiares. Tam poco puede ser lo pri­
mero que se concibe en cada cosa, porque lejos
de constituir, así entendida, la realidad concreta
de ellas, son los elem entos individualizadores los
que de lina manera extrínseca la singularizan; y
por lo tanto de éstos depende todo lo que en con­
creto puede significar aquélla en los singulares, o
sea el valor real e intelectual que cabe atribuirle.

nÍ6mo que en el arÍ9to.telismo, que sea algo capaz de uni­


versalidad real y entitativamente, de tal suerte que de no
aplicársele los determinantes de la unidad individual, cons­
tituirla un ser indeterminado y amorfo, pero externo, ob­
jetivo.
— 58 —
Esto mismo explica por qué lejos de ser la esencia
fuente de los atributos de lo real, resulten éstos
fuente y razón de la esencia existente e inteligi­
ble como singular.
76- Y todo ello no es sino una resultante del
problema perdurable en dichos sistem as, de cómo
se constituye la esencia singular, por algo intrín­
seco o extrínseco a ella. Si por algo intrínseco, la
esencia es por su naturaleza algo singular, y por
lo tanto no está constituida objetivam ente por la
universalidad que se le atribuye; si por algo ex­
trínseco, las cosas no serían por su esencia sin-,
guiares, ni son lo que son sino por elem entos ex­
trínsecos a lo que se dice su propio ser.
Mas dejando este punto, que ya tendremos
ocasión de tratar adelante con amplitud, habre­
mos ahora de referirnos a la génesis de la doctri­
na de la esencia en su aplicación teológica, y a la
orientación de las diversas maneras de concebir
dicha esencia, convertidas en opiniones sobre la
misma.
El problema, si la Divinidad e.s pura esen­
cia, o existencia para, tiene repercusión injne-
diata en la cuestión más concreta de cuál sea
la esencia én Dios; dé ahí la división primaria
en dos opiniones acerca de su constitutivo
esencial.
77. El problema que hemos visto planteado
en las escuelas, especialm ente agitado entre los
árabes, sobre si Dios es pura esencia, o existen­
cia pura, como fórmulas que se estimaban obliga­
- 59 —
das para excluir la composición en Dios, tiene in­
mediata repercusión en el problema más concreto
de cuál sea la esencia en Dios, problema que des­
pués que el primero perdió su significación en
orden a Dios, al rectificarse la teoría del ente bajo
la fórmula del acto y potencia, que por modo es­
pecial acentuó Averroes según hemos visto, v in o .
a resumir el valor ontológico y cognoscitivo del
problema de la esencia y existencia aludido, con
ia limitación concreta a lo que debe decirse cons­
titutivo esencial de la Divinidad.
78. De ahí la división primaria sobre de la
doctrina acerca del constitutivo esencial de Dios,
en dos opiniones: una que coloca la esencia divi­
na en la plenitud del ser, y otra en el acto de exis­
tir, que por lo mismo se traduce en el conjunto
de perfecciones existentes en Dios.
La escuela nominalista, consecuente con su
teoría cognoscitiva, coloca la esencia de Dios
en el acto de existir, enlazándose así con la
teoría ontológica de los que reducen a la exis­
tencia todo el ser de Dios.
79. Esta última es la opinión de la escuela
antirrealista en su aspeclo nominalista. En ella,
al igual que la escuela que sólo atribuía a Dios
pura existencia, no se admite un conocimiento po­
sitivo en grado alguno de las perfecciones divinas.
Sabemos que Dios es algo real, por la existencia
contingente del mundo; sabemos también que en
su realidad se congregan las perfecciones todas
elevadas a lo infinito; pero esto lo afirmamos no
- 60 —
por conocimiento positivo, sino negativamente, en
cuanto esa Causa primera es condiüo sine qua
non para explicar la existencia del universo, y no
se entiende que sea primera causa sin que posea
toda perfección. La suma de realidad con que re­
presentam os a Dios, es el ser esencial de Dios.
80. Y es lógica esta doctrina desde el mo­
m ento en que, según la teoría cognoscitiva nomi­
nalista, no existe Valor alguno en la representación
de los universales; porque desde ese momento ni
nosotros podemos elevarnos a ia Divinidad me­
diante tales representaciones, únicas de que al
objeto disponemos, ni la esencia de Dios, como,
la de cualquier singular, puede ser nunca repre­
sentada válidamente, sino por lo concreto en la
forma objetiva en que se ofrezca la cosa. Dado
que sólo el conocimiento de los singulares sea el
único Verdadero, a las cosas naturalm ente percep­
tibles se han de limitar nuestras ideas; y por lo
tanto la idea de Dios no es para nosotros sino la
de Causa primera, exigida por la contingencia del
mundo, cuyo ser concreto es ctímulo de todas las
perfecciones, pero que nosotros no podemos co­
nocer ni apreciar.
81. Y he ahí cómo la teoría cognoscitiva no.
minalista se enlaza con su teoría ontológica y teo­
lógica respecto de la esencia de Dios; y a la vez
viene a reproducir la teoría análoga cognoscitiva,
o mejor agnóstica, de los que hacían consistir todo
el ser de Dios en la existencia (determinación
concreta de perfecciones existenciales),, tan favo­
- 61 —

recida en la teología arábiga y aún en la judaica


medioeval, como hemos visto ( 1).
Por el contrario, reflejan no pocos conceptos
de la teoría que reduce todo el ser de Dios a
esencia pura, aquellos que propugnan consti­
tuir ésta ía plenitud del ser: de este tipo se
ofrecen dos variantes, una de base aristotélica
con elementos platónicos, y otra de base plató­
nica con elementos aristotélicos.
82. A su vez, la opinión de los que hacen con­
sistir la esencia divina en la plenitud del ser, re­
flejan en no pocos conceptos la teoría de los que
reducen toda la realidad de Dios a esencia pura,
si bien atenuados al objeto, y según el predomi­
nio de la escuela filosófica que utilizan.
83. Dos son en efecto las variantes del tipo
de la esencia divina en cuanto plenitud de ser.
Una de base aristotélica; y es la que partiendo d e l"
ser como realidad inmutable, introduce la aseidad
en cuanto equivalente del acto puro, como ser a
se. De esta suerte la esencia de Dios se traduce
en lenguaje aristotélico por una form a pura; si
bien el acto inmóvil que así representa el arlsto-
telismo, se transform a en esta filosofía teológica
en principio activo y vital, no sólo como fuente de
la personalidad divina y de sus atributos, sino
también en cuanto razón última de todo lo posi­
ble; pues harto sabido es que la escolástica intro­
duce siempre, en una u otra forma, en la noción

(1) E.) Tomo VI, cap. X, nn. 464 y 491.


de los posibles la divina esencia. Con la esencia
divina concebida en esta forma se realiza una ra­
dical transform ación en la aseidad, o acto puro
de origen aristotélico, como es fácil de advertir.
84. Pudiera decirse que ese elemento platónico
que convierte la esencia divina (a la aseidad seca y
estéril de! aristotelismo) en centro vital donde como
en espejo se proyecta la inteligibilidad, sea radi­
cal o formal de los posibles, significa una verda­
dera inversión de la teoría aristotélica. Y es una
incoherencia, sin duda fácil de explicar cuando no
se penetra en la contextura íntima de los sistem as,
que los mismos filósofos y teólogos que nos ha­
blan del ser a se como esencia de Dios, sin ningún
otro determ inante, vengan después cuando se tra­
ta del modo de proceder de Dios las criaturas, y
d é la 5 razones eternas de las cosas, de las ideas
•divinas, etc., a señalar en la esencia dicha ele­
mentos que én ella no habían puesto, sino más
bien excluido. Debido a esto, no pocos convierten
el ser a se en subsistencia.
85. La otra Variante en la doctrina de la
esencia divina como plenitud del ser, es de base
platónica, a la inversa de la anterior, si bien re­
coge a su Vez elem entos aristotélicos. En ella no
es el ser como acto, como form a para, lo que
constituye la esencia divina, sino una propiedad
determinante concreta que sobresale respecto de
las demás, y que caracterizando el ser mismo en
sf, de alguna m anera lo absorbe. En tal sentido re­
viste la esencia tres aspectos: a) el del Bien o
- 63 —
Bondad suma, donde platónicos puros y platoni­
zantes que aceptan las normas del Pseudo-A reo­
pagita, encuentran la nota esencial de Dios; b) eí
de la inteligencia suprema, que igualmente es
propuesta por la escuela platonizante como dis­
tintivo de la esencia, y es a la vez opinión acep­
tada por algunos filósofos y teólogos aristoté­
licos de la escuela de Santo Tomás; c) el del
se r en cuanto incluye y expresa lo infinito, como
atributo fundamental, sin el que Dios no sería ni
ser a se ni ente primero. Esta infinidad primaria
y radical, que de una parte e$ como la forma in­
trínseca del existir divino, de otra parte constituye
la raí?: de todos los atributos, que son a modo de
proyecciones distintas de la infinidad y de la per­
fección que ésta encierra.
86. En estas diversas soluciones, representa
el extremo aristotélico la tesis d é la aseidad tal
como se ha formulado en la escuela de Alberto
Magno, y especialm ente en la de Santo Tomás,
su más importante derivación. En ella la plenitud
del ser no.lo es por su contenido, sino en cuanto
puro acto, como queda dicho, que por eso el Aqui-
netise no duda reducir la esencia al esse actualis
existentiae (I, q. 3, a. 4, etc.). Pero ello no obsta
a la gran diferencia que hay entre la simple exis­
tencia según la fórmula nominalista (el ser en
cuanto ente real por oposición al no ser), y la
existencia esencial, por decirlo así (el ser realiza­
do por posesión plena e inmutable de su existir).
87. El extremo platónico está representado»
- 64 -
a tenor de lo indicado, por las teorías que hacen
expresión suprem a del ser divino, el Bien o la In­
teligencia. Y a la vez, los términos intermedios há-
llanse significados por las demás doctrinas a que
dejamos hecha referencia. En la escuela de Santo
Tom ás, los que colocan en la inteligencia el ser
esencial de Dios, Van a esto obligados por la impo­
sibilidad de hallar en la pura aseidad de dicha es­
cuela los elem entos que luego hacen intervenir en
la posibilidad y naturaleza de las cosas según los
tipos eternos con fundamento en la esencia de
Dios. En sentido negativo, la aseidad tiene, según
ellos, valor esencial en cuanto excluye el ser ab
alio; pero en sentido positivo exigen como pro­
piedad positiva la inteligencia, como expresión
más alta del ser de la esencia divina, procurando
m antener al mismo tiempo la distancia que la se­
para de la esencia en el ente finito.

88- He aquí, en efecto, las orientaciones que


es dado hallar en la íntima contextura de la teoría
aludida. Puesto que la esencia ha de concebirse
como el elemento central de la cosa, del cual de­
penden todas las propiedades de ésta, es necesa­
rio, según sabem os, que ella constituya la prime­
ra perfección, sin dependencia de otra que la pre­
ceda, y que al mismo tiempo sirva para caracteri­
zar la cosa, o el orden de cosas de que se trate.
En la tesis de la aseidad constitutivo esen­
cial de Dios se da yuxtaposición de soluciones
antitéticas, aplicando doctrina platónica al tra•
ta r del ser de Dios, y doctrina aristotélica tra•
- 65 -

lando del ser de las criaturas: este sincretismo,


lejos de constituir teoría científica, conviértese
en arreglo convencional e insubsistente.
89. Ahora bien; partiendo de la noción aris­
totélica del ente es fácil dem ostrar, que el ser no
puede constituir la esencia en lo finito. Porque
si bien la entidad.es la perfección suprema en el
ser, no reúne, según el tipo aristotélico, las de­
más condiciones de esencia; pues ni es peculiar
de ningún orden concreto de entes para distin­
guirlo de ios demás, ni aparece como rBfz y base
de las particulares propiedades o atributos de
cada ente concreto.
Mas si por el contrario existe un ente, que
como tal se distinga de los demás, de suerte que
la misma condición de ente le ponga fuera de
toda razón común con las diversas categorías de
entidad finita, tendremos en él un ser de condi­
ción esencialm ente distinta de los demás. De este
modo su esencia será la expresión de su realidad
concreta singularísima, y por lo mismo de todas
las perfecciones que deben corresponder al ente
que a diferencia de las cosas finitas, no se dice
tal por abstracción, sino por intensión en la ple­
nitud de entidad. Tal es el ente increado.
90. De aquí las diferencias entre el se r pro­
pio de los entes finitos y del ente infinito. Los
entes finitos a medida que se concretan en sus
perfecciones incluyen más perfecciones de otros
órdenes más generales; así el ser racional inclu­
ye el ser animal, y éste el ser viviente, ele.; pero
TOMO Vil 5
- 66 -

no viceversa, de modo que el ser animal incluya


al ser racional, o el ser viviente al ser animal.
Por el contrario traiéndose del ente infinito, don­
de ei ser es representación concreta y peculiar
del mismo, a la mayor determinación sólo respon­
de una mayor amplitud de perfecciones, de suerte
que todas las categorías de éstas son simple
desenvolvimiento del ser como tal. Por consi­
guiente la plenitud del ente constituyendo ei s e r a
se, hace que la aseidad sea la nota esencial de
Dios, y centro de todos sus atributos.
91. En las ideas que acabam os de apuntar
acerca de la génesis interna de la tesis de la
aseidad tal cómo llegó a prevalecer, se descubre
a primera vista la yuxtaposición de las soluciones
antitéticas sobre la constitución y tipo del ente.
Antítesis que así como, según atrás queda demos­
trado, vino a convertirse en síntesis respecto de
la teoría del ente, m erced a las restricciones y
labor de ajuste que el sincretism o medioeval efec­
tuó, de igual modo hubo de reflejarse en su apli­
cación a los problemas teológicos, comenzando
por este de la teoría de la esencia de Dios.
92. En la doctrina expuesta sobre el consti­
tutivo esencial divino se hace uso de la tesis plató­
nica cuando se trata del ser de Dios; pero se uti­
liza la aristotélica respecto del ser creado. Por
este procedimiento es fácil hallar tipos diversos
de esencia, según los tipos de entidad respectiva.
Mas ello sólo puede verificarse a expensas déla
unidad lógica y científica de la demostración que
— 67 —
s
se intenta hacer, cayendo así por su base el edifi­
cio levantado. Si para explicar el constitutivo
esencial de Dios se utiliza la teoría del ser a lo
platónico, necesario es explicar según ella tam­
bién el constitutivo esencial de las criaturas.
Y supuesto esto, la esencia creada represen­
taría la plenitud del ser en su orden, como en el
suyo lo representa la esencia divina; de suerte
que en uno y otro caso se procedería no por abs­
tracción, sino por intensión representativa de las
perfecciones de cada orden de seres. El ser finito
seria, pues, el elemento esencial en lo creado,
como el ser infinito lo sería en la Divinidad. Y ya
se ve que esto ni da los tipos de esencia contra­
puestos como se buscan, ni en figor expresan
concepto peculiar y privativo de esencia; que más
bien se identificaría con la entidad.
93. Si por el contrario se acude a la teoría
aristotélica, el ser aparece enunciable (cualquiera
que sea la forma unívoca o analógica que se pre­
fiera) de Dios y de las cosas creadas, como ele­
mento susceptible de todas las determinaciones
con que se concrete. De modo que ni expresa
orden alguno determinado de seres, ni elemento
esencial peculiar a ninguno de ellos, como deja­
mos notado.
94. No cabe, pues, en la m ateria ni el uso
exclusivo del ente platónico, ni el del ente aristo­
télico; y desde el momento en que se juntan los
dos para utilizar unou otro según convenga, como
se hace, la teoría científica se convierte en un
arreglo convencional insubsistente. Y si bien es
- 68 —
incuestionable que Dios es la plenitud del ser,
eso equivale a que su realidad es infinita, pero en
modo alguno a que la aseidad constituya la esen­
cia divina; del mismo modo que la limitación del
ser creada no dice nada respecto de su esencia,
sino respecto de su finitud.
No habrem os de insistir en este punto, al cual
volveremos a referirnos exponiendo nuestros con­
ceptos acerca del mismo. Aquí basta lo apuntado
para ver la confluencia de los sistem as filosófi­
cos, y sus deficiencias en el proceso constructivo
de que se trata.

t A R T IC U L O V

C lasificación esco lá stica de lo s atributos, consiguien­


tem ente a las teorías acerca de la esen cia de D ios.

Conceptos de los divinos atributos que re­


flejan corrientes respectivamente aristotélica y
platónica.
95. La influencia inmediata de ese mismo sin­
cretismo filosófico la encontram os al fijar la idea
de los divinos atributos, que es la resultante más
compleja de la intervención de los sistem as filosó­
ficos. Dos conceptos encontram os, en efecto, de
atributos divinos donde se reflejan las corrientes
respectivas aristotélica y platónica.
Concepto y clasificación de tos divinos atri­
butos bajo influencia aristotélica.
96. El atributo divino es bajo la primera de
- 69 -
estas influencias, todo lo que se concibe como so­
breviniendo a la esencia pura; o sea, todo lo que,
fuera de la esencia, se enuncia en cualquier fo r­
ma de D ios .
Según esta definición, que parte de que la esen­
cia es puro acto, o forma pura a lo aristotélico
(aunque adquiera su aspecto platónico como ple­
nitud de ser), todo • cuanto se conciba como de
alguna manera determ inante de la esencia, es
atributo.
97. De esta manera se piultiplican las e sp e­
cies de atributos; y de ello proviene la clasifica­
ción harto corriente en atributos positivos, o sea
todas las propiedades que, excepción hecha'de la
esencia, concebimos en Dios de modo positivo; y
atributos negativos, o sea las perfecciones que no
nos representam os sinp porrem oción de las opues­
tas imperfecciones de las criaturas (v, g r., la uni­
dad, la simplicidad, la inmutabilidad, la eternidad,
la inmensidad). De igual suerte proviene la división
en atributos absolutos (que intrínsecam ente con­
vienen a! ser de Dios), y relativos (atributos que
sólo le convienen supuestas las criaturas, y por
denominación extrínseca derivada de ellas; verbi­
gracia, el ser C reador, la acción de la Providen­
cia, etc.).
Concepto y clasificación de los mismos atri­
butos bajo influencia platónica.
98. Bajo la influencia platónica la esencia,
concebida como elem ento de actividad, lleva a una
idea de atributo que supone la realidad esencial
- 70 -
con caracteres peculiares, a los cuales dichos
atributos sobrevienen. La definición de atributo
como forma o modalidad secundaria que sobre­
viene a la cosa constituida en su perfección
esencial, para perfeccionarla, responde a la
orientación filosófica de que hablamos.
99- Los seguidores de esta doctrina no ad­
miten en Dios atributos negativos ni relativos (1).
No reconocen los atributos relativos, porque
éstos no ponen en Dios perfección alguna, y sólo
de una manera accidental y contingente (esto es,
en cuanto se da el hecho de la creación) se enun­
cian de Dios.
Tampoco a c e p ta n los atributos negativos,
porque siendo remoción dé imperfecciones que se
advierten en las criaturas, o sólo constituyen en
Dios modalidades de otras perfecciones, o mo­
dos intrínsecos de la misma esencia. Así la anidad
y la simplicidad, etc., no son sino modalidades
de la esencia divina; la eternidad, la inmensi-

(I) Dicho se está, que siendo los llamados atributos re­


lativos una forma concreta consiguiente a la relación de
las obras ad extra al autor de ellas, significan siempre la
existencia de perfecciones absolutas con sólo la corres­
pondencia con el término o términos ad extra dichos. Y
sólo en ese sentido concreto se niega el Valor de atributo
a (os que se designan por esa relatividad. En cuanto a la
distinción entre atributos positivos y negativos guarda
analogía con la de atributos comunicables e incomunica­
bles, igualmente desechada en la teoría que indicamos.
Prescindimos de otras clasificaciones, ya porque son pos­
teriores a la fase de que nos ocupamos, ya porque no ha­
cen al objeto.
- 71 -
dad, etc., lo son igualmente de la esencia y de los
que en esta opinión deben decirse exclusivamente
atributos (sabiduría, bondad, ju sticia, e tc :.),
pues se refieren a la presencia de Dios en dura­
ción y espacio sin límites, y a la actuación de sus
atributos sin tiempo ni espacio.
100. La orientación teológica platonizante de
que tratamos, impone, pues, una peculiar distri­
bución de perfecciones divinas: 1.° la esencia (en
la forma de aseidad como ser pleno , o con dis­
tintivo de actividad, v. gr., la inteligencia, la infi­
nidad fundamental, etc.); 2 .° las modalidades in­
trínsecas del ser divino (que ora afectan a la
esencia, ora a los atributos), y se conciben sólo
por remoción de imperfecciones de las criatu­
ras (1); 3-° atributos, o sea perfecciones repre­
sentadas como complementarias en Dios, y en
forma positiva enunciadas, del mismo (sabiduría,
justicia, bondad , poder, con todas las demás
perfecciones morales divinas); 4.° perfecciones en
relación con el ser de las criaturas, que' determi-

(1) Como modalidades intrínsecas de la esencia: la


unidad, la simplicidad, la inmutabilidad, la infinidad (co­
locada como fundamental en primer término, por los que la
consideran distintivo esencial). Modalidades intrínsecas de
los atributos: la infinidad en sus proyecciones complemen­
tarias a través de las perfecciones divinas; la eternidad , y
la inmensidad. Los atributos quedan así, según lo dicho,
limitados a las perfecciones psíquicas y morales, en cuarto
las elevamos de las criaturas a Dios. Esto, sin embargo,
tomo sistematización más común, y sin excluir variantes de
enumeración.
— 72 —

nan denominaciones peculiares de Dios (como


Creador, Conservador, Provisor universal, etc.)
En armonía con los respectivos sistem as fi~
losó ¡icos, las dos referidas formas de concebir
los atributos divinos, entrañan diversos proce­
sos constructivos de la representación de la D i ■
vinidad.
101. Estas dos formas de concebir las per­
fecciones divinas no sólo responden cada una a
su respectivo sistema filosófico, sino que entrañan
procesos constructivos de la representación de la
Divinidad diversos, consiguientes a la distinta ma­
nera de conocer lo divino de que atrás dejam os
hecho mérito (el conocimiento m ediante las ideas
de valor propio sólo en el mundo de las percep­
ciones sensibles, a lo aristotélico; y el conoci­
miento de Valor no limitado a dicho orden de per­
cepciones, según el criterio platonizante).
En el sistema teológico aristotélico, dado el
proceso cognoscitivo de Dios influido por ideas
formuladas *a posteriori» y como resultante de
la índole de sus pruebas de la existencia de
Dios, no se impone definido eslabonamiento de
los atributos divinos.
102. Esto mismo explica por qué según el sis­
tema teológico aristotélico, donde el proceso cog­
noscitivo de Dios se desenvuel ve bajo la influencia
predominante de las ideas formadas a poste­
riori, no se impone por exigencia del procedi­
miento un eslabonamiento definido en los atribu­
— 73 -

tos divinos; su única condición es la de que s e


subordinen como concepto central a la noción de.
acto o de forma pura, que preside al tipo de la.
esencia, sin un orden preciso entre ellos, y sin
que sea necesario otra cosa para que se digan.
atributos, más que el ser algo enunciable de la
Divinidad, ora con carácter absoluto ora relativo,
ya en forma positiva ya negativa.
103. Es esto también una resultante de la ín­
dole de las pruebas de la existencia de Dios se­
gún la doctrina aristotélica. Hemos ya indicado
que en este sistema los argumentos derivados del
aristotelismo no prueban sino la existencia de un
motor primero en acto , sin determ inar su natura­
leza y perfecciones; y así lo declara expresam en­
te C ayetano refiriéndose a las pruebas que aduce
Santo Tomás. En esta hipótesis se prescinde de
toda conciencia presupuesta de la personalidad
divina, como norma que preside a la investigación
racional de su realidad, y se atiende tan sólo a las
exigencias mecánicas, por decirlo así, del proceso
discursivo en las relaciones causales del motor y
del móvil. Es justam ente lo que hace Aristóteles,
con la diferencia de que se invierte el procedi­
miento, a fin de acom odar sus razonamientos para
la prueba de la existencia de Dios, que él no in­
tenta probar, como sabemos.
104. Y esto explica por qué en los antiguos-
teólogos de dicha escuela es tan capital y signifi­
cada la cuestión, generalm ente planteada después
de los argumentos sobre la existencia de Dios, de
si se dan en Dios todas las perfecciones. Tesis.
— 74 —
que en la escuela teológica aristotélica es d e p ri-
mera necesidad demostrar, a fin de que tales prue­
bas obtengan a modo de complemento, lo que les
falta para referirse a Dios en cuanto tal, o sea
como Ente personal supremo y perfectísim o.
Por eso mismo S anto T om ás después de pro­
poner sus cinco vías consabidas para probar la
divina existencia (no sin intercalar la cuestión de
la simplicidad de Dios), formula la tesis de si
en Dios existen las perfecciones de todas las
cosas.
Y después de m ostrar (según el formulario
aristotélico del acto puro, o de la materia y for­
ma,. con ideas neoplatónicas del Pseudo-Areopa­
gita que cita), como se da toda perfección, pre­
senta su doctrina y argum entos sobre los atribu­
tos: «D ebonitate Dei»; «De infinítate Dei»; «De
existentia Dei in rebus»; «De Dei immutabilitate»;
«De Dei aeternitate»; <De unitate Dei». E ste
orden en que desarrolla el Aquinense en la Summa
su doctrina acerca de las perfecciones divinas
nos hace ver la ausencia de una gradación siste­
mática de base objetiva, obligada en el aristotelis-
mo sobre la materia, como dejamos indicado.
105. Porque se advierte a primera vista, que
sin abandonar la teoría del acto puro y de la for­
ma, dicha ordenación de los divinos atributos no
sólo puede ser propuesta de modo diverso, sino
que de hecho vino a organizarse en forma distinta
y más precisa, proponiéndose después de la exis­
tencia de Dios, la tesis de su unidad; la de su
esencia y perfecciones; y luego la de los atributos
— 75 -
en particular, sim plicidad, inmutabilidad, infi­
nidad, con sus dos proyecciones de la inmensi­
dad y de la eternidad. Según se \>e, aquí se man­
tiene un orden más lógico atendida la relación de
los atributos, sin embargo de ser clasificación
donde entran igualmente los atributos dichos ne­
gativos y los positivos, a los cuales se añaden
después los relativos, a que atrás hemos aludido,
según el sistema aristotélico teológico.
Viceversa en el sistema teológico-ontológico
platonizante, razones opuestas a las indicadas
respecto del aristotelismo, imponen el eslabo­
namiento de los divinos atributos.
106. En el sistema platonizante, el carácter
ya señalado de la esencia, impone otra forma
constructiva y distribución de los atributos divi­
nos, como queda dicho. Y si bien caben Varian­
tes, como de hecho existen, en todas ellas se
mantiene el tipo fundamental de la esencia con
determinantes cualitativas, o m odalidades de la
esencia, y modos ulteriores de perfección fuera de
aquellas cualidades, que constituyen los atri­
butos.
Esta orientación ontológica impone además la
condición psicológica de una representación, ini­
cia! al menos, de la Divinidad, a cuya demostración
se encaminan sus pruebas. Por lo tanto, las prue­
bas de la existencia de Dios no se ordenan, como
en !a teología peripatética, a m ostrar únicam ente
que existe algo que es primera causa, debiendo
después dem ostrarse que en tal primera causa se
— 76 —

encuentran las propiedades de Dios; sino que de


modo directo han de probar aquéllas la realidad
personal de Dios, aunque luego se estudien en
concreto cada una de las perfecciones que en su
conjunto aparecen al demostrar la existencia de
un S er supremo perfectísimo.
107. No hay para que traer aquf las doctrinas
platonizantes medioevales, cuyos principios psico­
lógicos y ontológicos en su aplicación teológica
hemos estudiado atrás (v. el t. IV, cc. I-IV). En ellas
las pruebas de la existencia de Dios son esencial­
mente representativas de su ser perfecto; por
cuanto la argumentación externa y a posteriori, es
aquí expresión del nexo entre la visión interna de
la divina existencia y la realidad entitativa de la
Divinidad, si bien, más que por el valor atribuido a
las pruebas que emplean, por la proyección psí­
quica sobre éllas de la idea presupuesta de Dios,
y de la eficacia de la intuición al objeto. Estas
doctrinas, aparte de lo que significan en cuanto
antítesis de las cuasi mecánicas fórmulas aristoté­
licas sobre el motor inmóvil, no son de tom ar en
cuenta por la inconsistencia de la base aprioris-
tica en que se apoyan, y que en sus diversos as­
pectos hemos reiteradam ente discutido.
Las ideas filosóficas platónicas y aristotéli­
cas que intervienen en la elaboración científica
del tratado de Dios, se reflejan en los sistemas
de Escoto y Santo Tomás respectivamente, si
bien moderadas p o r diversos factores y por la
yuxtaposición de conceptos de la s aludidas es­
— 77 -
cuelas filosóficas griegas: ambos sistemas (Mi­
tológicos tienen sus deficiencias; pero sin em­
bargo el preponderantemente platonizante es e t
que mejor se adapta a una humana concepción
orgánica de la Divinidad.
108. C o r el criterio moderado que hubo de
prevalecer al organizarse las escuelas teológicas
en sus dos formas aristotélica y agustiniana, la re ­
presentación más cumplida de ésta respecto del
punto que nos ocupa, hállase en la doctrina de
Duns Escoto, cuya escuela es igualmente la que
perpetúa dicha orientación teológica, como luego
veremos, de igual modo que la de Santo Tomás
mantiene la norma filosófica aristotélica en la ul­
terior elaboración del concepto de Dios.
109. Duns Escoto al hacer intervenir las
pruebas a posteriori en la existencia de Dios con
carácter propiam ente demostrativo, se pone en el
caso de reconocer como término inmediato de la
demostración, según las exigencias comunes a las
teorías medioevales del ser, la razón exlstenclal,
o mejor la existencia divina, como un hecho;
pero al mismo tiempo, dado el carácter represen­
tativo que corresponde en la tesis platonizante a
la noción de existencia, ya en orden al sujeto que
la conoce mediante una idea, ya en orden al obje­
to a que corresponde -la existencia, la cual se
completa siem pre por exigencia esencial con el
contenido de otra idea, el Doctor Sutil halla
también como Incluida e Incrustada en la prue­
ba de la existencia, la noción de la esencia,
— 78 —
con la nota de la infinidad que la caracteriza.
Por esto se descubre ya la razón por qué Es­
coto propone la distinción fundamental de atribu­
tos de la existencia y modos del ser divino. Los
atributos de la existencia están constituidos por
todo lo que excluye la razón de contingencia en
el S er primero; y son los que expresan la idea de
incatisabilidarí, de necesidad y de aseidad.
Estas variantes de un mismo concepto, no corres­
ponden a la existencia divina como modos del ser
de Dios, cual si éste pudiera concebirse como su­
jeto de aquellos atributos que le sobrevinieren, lo
cual equivaldría a no concebir nada de la existen­
cia de Dios, porque ésta nada es en Él, sino in­
trínsecam ente representada en aquellas propie­
dades.
Los modos de) ser divino, partiendo de la mo­
dalidad fundamental del ser de Dios en cuanto in­
finito, que Escoto incluye también como propie­
dad de la existencia ( 1), responden a los denomi­
nados atributos absolutos en la escuela aristoté­
lica. La infinidad emerge de la existencia, después
de caracterizarla como equivalente afirmativo del

(1) Lns escotistas, que hablan de la aseidad como esen­


cia divina (sea con la intelectualidad o sin ella), entre
los cuales se cuenta Cl. Avassen, clásico en su escuela
(Scot. Academ., 1.1), seccionan indebidamente la doctrina
del maestro, tomando la existencia a se como expresión
adecuada del pensamiento de éste. Para Escoto la aseid a d
es el extremo negativo de la esencia divina, cuyo término
positivo es la infinidad en el existir, de donde procede la
infinidad ulterior en sus atributos.
79 -
ser a se, para penetrar en todos los llamados atri­
butos absolutos, sin la cual no existirían. Apare­
cen, en fin, las modalidades operativas (del enten­
dimiento y voluntad divinos, ya en orden a Dios
mismo, ya en orden a las criaturas), y ellas cons­
tituyen las últimas form as de modalidad divina,
las cuales, aunque no calificadas expresam ente en
Escoto, responden a lo que, viene a declararse
atributos propiam ente en la tesis platonizante,
que atrás hemos sintetizado y que acepta la es­
cuela escotista con otros, fuera de ella, de crite­
rio no aristotélico en este punto ( 1).
110. Así, pues, las ideas filosóficas deriva-

(1) Una fórmula bien precisa de esta doctrina, que con­


firma lo que arriba decimos, no3la ofrece el autorizado es-
cotista J. G. Boivin tratando este punto concreto. «De
igual modo, dice, que en el hombre 9on de considerar cua­
tro cosas: su esencia, sus modos intrínsecos, sus propieda­
des, y sus operaciones, así conviene Iratar de De Dea uno
en cuatro capítulos. El primero relativo a los predicados
de la divina esencia (praedicata quidditativa; que son los
que atrás hemos señalado como elementos intrínsecos al
ser divino); el segundo tra ta rá de los modos intrínsecos,
como la infinidad, la inmutabilidad, la eternidad, la simpli­
cidad; el tercero, de los atributos, que son como las pro­
piedades del ser divino; la inteligencia de Dios, la volun­
tad, etc.; el cuarto habrá de examinar las relaciones de
Dios y lo creado, tratando de I b providencia, de la predes­
tinación, etc.». (Theoí. Scoti, p. I, tr. 1). Esta doctrina,
como se ve, no es sino una forma sistematizada del pensa­
miento de Escoto, que es el de la escuela platonizante deli­
neado anteriorm ente, y también aceptado por otros teólo­
gos, que sin ser de la escuela escotista ni platónica, encuen­
tran más acertada dicha doctrina que la del aristotelismo
- 80 —

'das del platonismo 3? aristotelism o que intervienen


en la elaboración científica del tratado teológico
de Dios, aparecen reflejadas y como cristalizadas
respectivam ente en los sistem as de Escoto y
S anto Tom ás, si bien moderadas en ambos por
diversos factores, y por la yuxtaposición en am­
bos de conceptos de uno y otro de aquellos gran­
des filósofos. Justam ente la aspiración a llegar al
fondo de lo real mediante esos tipos representa­
tivos de las esencias en las escuelas griegas, es
lo que hace lan inestables las opiniones teológi­
cas expuestas, donde se reflejan aquéllas.
111. Pero sin necesidad de referirnos ahora
a la constitución ontológica de dichas esencias
según los principios atrás discutidos, encuéntranse
sus consecuencias en la aplicación teológica.
La teoría de la aseidad en sus diversas formas
hemos visto tropieza con graves dificultades cuan­
do se trata de fijar su equivalencia real y su con-

teológico; sin rep arar sin embargo en que es incoherente


« ilógico admitir los principios de un sistema, y proceder
luego en el ulterior desarrollo de la misma tes¡9 según las
exigencias de escuela diversa, como entre los modernos
hace De San (De Deo, I), tan adversario de la escuela es­
cotista, como seguidor de ella, bien que sin citarla, en esta
- cuestión. A su Vez no fallan entre los escotistas quienes
presentan las doctrinas de Escoto acerca de Dios y sus
atributos, de manera harto disconforme con su teoría. La
Sumiría Theol. /. Duns Scoti, de H. de Montefortlno,
donde se reproduce literalmente el mismo orden y forma
de tratar los atributos divinos (en otras tantas cuestiones
de idénticos títulos) que ofrece la Summa Theol. de Santo
Tomás, es, entre otras, buena prueba de lo que decimos.
— 81 -

tenido. La teoría de la infinidad, o de cualquier


otro determ inante considerado co m o esencial,
lleva siem pre a una forma de aseidad como lógi­
camente preexiste a todas las determ inaciones de
lo real en Dios; sin que quepa presentar com pe­
netrándose la existencia y lo infinito, que es dua­
lismo que repugna a la esencia real que se busca.
Sin duda, que partiendo de cualquiera de los
atributos divinos, puede rehacerse, por decirlo
así, sobre él la plenitud del ser de Dios, y consti­
tuir por lo tanto el tipo esencial Independiente­
mente de un elem ento concreto único.
112. C on todo, aparte de las deficiencias
anejas al sistema ontológico que preside a lá ela­
boración de las teorías señaladas, la de mejor sis­
tem atización, y la que más se adapta a una
concepción orgánica de la Divinidad, en cuanto
humanamente puede alcanzarse, es sin duda la
platonizante (con predominio de la intelectuali­
dad, o de la infinidad) con la gradación de pro­
piedades y atributos que hemos indicado.

A R T IC U L O VI

Contextura filosó fica de lo s atributos divinos según


las diversas la ses del pensam iento teológico, hasta
llegar a la doble forma que representan las escu ela s
de Santo T om ás y de E scoto.

(Periodos o fases, empírica Y de clasificación)

Razón del articulo.


113. Sin entrar ahora en ulteriores considera-
to m o v n e
— 82 -

d o n e s sobre la materia, que adelante, exponiendo


nuestra doctrina, será ocasión de hacer, debemos
examinar la contextura filosófica de los atribuios
divinos según las diversas fases del pensamiento
teológico, hasta llegar, sistem atizándose, a la doble
forma que representan las escuelas de Santo
Tomás y de Escoto, síntesis de las dos orienta­
ciones m etafísicas de la antigua filosofía helénica
en la interpretación del dogma.
Distínguense en la doctrina escolástica tres
fases: empírica, de clasificación, y de teoría .
114. Hemos distinguido en la doctrina esco­
lástica acerca de las pruebas de la existencia de
Dios, las tres fases, empírica, de clasificación
y de teoría ( 1); que a su vez hallamos antes en la
época patrística, y allí hemos aplicado también a
la evolución sistemática sobre los divinos atribu­
tos. Esta misma clasificación, pues, corresponde
hacer ahora para el estudio de la compenetración
filosófico-teológica en la época escolástica de las
perfecciones en la Divinidad.
Fase empírica: en ella no se encuentran otros
elementos filosóficos, que los trasladados de
Boecio y el Damasceno; y los atributos divinos
se determinan «a posteriori » y en forma adje­
tiva sin categoría fija entre si, ni menos con
la esencia .
115. De los dos procedimientos de que atrás

(1) E.) V. el tomo VI de esta obra, cap. VIH, nn. 300


y 301.
— 83 —

hemos hecho mención respecto al modo de deter­


minar el ser divino por sus atributos, uno a p o s­
teriori y otro a priori, el primero es el utilizado
en el período empírico, guardando paralelismo
con la manera de formular entonces las pruebas
de la existencia de Dios, según hemos visto.
116. En e s ta fa s e no se encuentra, aparte
de los elem entos filosóficos trasladados de Boecio
y del Dam asceno, orientación propiam ente cien­
tífica sobre la naturaleza divina. T odos los atri­
butos se consideran de una m anera indistinta; y
el concepto mismo de atributo es el general de
denominación de Dios, según el valor escritura­
rio de la tradición que hace exprese una pala­
bra de modo negativo o positivo alguna perfección
divina.
Esta forma adjetiva y extrínseca de designar
los atributos divinos, sin categoría fija entre ellos,
ni menos respecto de la esencia, aunque conserva
su influencia en algunos teólogos correspondien­
tes al que hemos designado como período de cla­
sificación, cede sin em bargo su lugar a la labor
sistematizadora de San Anselmo, que en adelante
se impone y prevalece.
San Anselmo inaugura la fase de clasifica­
ción, deduciendo <a priori», por lógica indecli­
nable, del propio ser.de Dios el sistem a de sus
atributos; y si «a posteriori* prueba también su
tesis, es para confirmarla, clasificando p o r ta l
medio las perfecciones de las criaturas en orden
a Dios: en ello estriba, y deriva de este Santo
- 84 -
Doctor, la distinción de perfecciones absolutas
<simples* y <m ixtas », y la regla de éllas.
117. Conocem os ya los principios filosóficos
que presiden a las elevadas concepciones de San
Anselmo acerca de la Divinidad, y de cómo lle­
gamos a conocerla ( 1).
De conformidad con ellos el Doctor de Can-
torbery establece la deducción a priori, es decir,
sobre la base de la suprem a grandeza de Dios, el
sistem a de sus atributos, deduciéndolos por lógica
indeclinable del p ro p io . ser divino. Y si bien en­
cuentra a posteriori, o subiendo de las criaturas
a Dios la misma prueba de su tesis, no es para
fundarla sobre ese procedimiento, sino para con­
firmarla y clasificar por ese medio las perfeccio­
nes de las criaturas en orden a Dios.
118. En ello, en efecto, estriba la distinción
tan conocida de perfecciones absolutas simples y
mixtas que deriva de San Anselmo (Monolog
c. 15), y la regla respecto de ellas, según la cual la
perfección simple se caracteriza por ser mejor
que su opuesta, y que cualquier otra con la cual
sea incompatible; y la perfección mixta se distin­
gue por envolver en su concepto imperfección, o
por ser incompatible con otra perfección mayor o
igual en el sujeto.
Idea onto lógica que preside a l proceso teo­
lógico de San Anselmo: antitético proceso onlo-

(1) E.) V. en esta obra: tomo IV, cap. IV, nn. 273-277;
tomo VI, cap. IX, nn. 315-549.
- 85 -
lógico que el Santo Doctor encuentra en los
seres finitos; problemas que esta antítesis
plantea.
119. La idea ontológica que preside al pro­
ceso constructivo de la Divinidad en San Ansel­
mo, puede traducirse por la de una infinidad plena
a lo platónico, al modo del néXaYOj o ia la q ánsipov n a l
«¿piaxcv que dice el Damasceno. la cual irradia
como proyecciones del ser, todo lo que en ella dis­
tinguirnos en Forma de atributos. Así en lo infinito
la substancia se determina a sí misma en dichos
atributos, y éstos son a la vez determinados por
aquélla.
120. Pero en lo finito no encuentra San An-,
8elmo el mismo proceso, porque la ley de la mul­
tiplicidad de seres dentro del mismo tipo específico
y esencial impide aquella identidad de atributos
con la esencia, propia del Ente único supremo. El
ser finito se ofrece en la doctrina anselmiana
como compuesto de la substancia en sf indetermi­
nada y amorfa, y de las propiedades o atributos
que le sobrevienen bajo la acción determinan le y
creadora del S er infinito, que produce los seres
concretos.
La diversa índole que de esta manera ofrece la
entidad infinita con su esencia y atributos, respec­
to de la finita con la suya y sus propiedades, es
manifiesta. Pero la antítesis que así se plantea
lleva a una investigación más íntima de lo que sea
la relación de la esencia y los atributos así en lo
finito como en lo infinito, sin lo cual falta la base
— 86 —

cognoscitiva que nos perm ite fijarla índole de las


respectivas entidades.
121‘ Si la esencia es algo en sí individual en
la cosa como son los atributos, entre éstos y
aquélla no existe solución de continuidad, y todos
ellos pueden equipararse desde el punto de vista
del ser y de! conocer. En esta hipótesis lo singu­
lar es lo único que tiene existencia; y lo universal
no es real. El ascenso, pues, de las criaturas a
Dios para enunciar de Él las perfecciones de lo
creado, es labor puramente representativa extrín­
seca; ya que falta la universalidad del concepto
como nexo de unión ideal entre el valor de lo fini­
to y de lo infinito.
Si la esencia latente en el fondo de los seres
no es algo en sí concreto e individual, debe cons­
tituir una realidad universal a manera de la unidad
de su idea, o es una idea a que no responde como
tal una realidad. En la primera hipótesis ios atri­
butos y la esencia en, lo finito como en lo infinito,
no pueden tener realidad propia, porque ésta ne­
cesariam ente sería particular; y toda forma par­
ticular en dicha hipótesis desaparece absorbida por
otra más general al modo que se generaliza la
idea, fundiéndose todo en unidad absoluta.
En la hipótesis segunda la esen cia no existe
realm ente com o algo distinto d e los atributos, ni
los atributos son nada sino de la entidad total de
la cosa , porque ei Valor abstracto de la idea que
los representa no los alcanza.
122. Y he ahí planteado de nuevo el perdura­
ble problema del conocer en su equivalencia onto-
— 87 -

lógica, según las diversas orientaciones que la


cuestión de los universales ofrecía en la época a
que nos referimos. Sus consecuencias teológicas
en la constitución del ser de Dios, según el hu­
mano alcance, y en la teoría de sus atributos,
saltan a la vísta; y así como encontram os tales
doctrinas influyendo en los problem as que suscita
la Trinidad de personas, igualmente determinan
las modalidades que el realismo puro y el an­
tirrealismo imponen en cuanto al conocimiento
humano de las perfecciones divinas, y a la inter­
pretación ontológica de éstas en Dios.
Así la teoría de Abelardo, que convierte las
personas divinas, Hijo y E. Santo, en atributos de
la Divinidad, fa cual a su Vez es un absoluto de
Upo neoplatónico, refleja el realismo platonizante
aplicado a la idea de Dios, a pesar de que el mis­
mo impugna la tesis realista en la filosofía de su
liempo. De igual modo que la tesis antirrealista
de Roscelino, que aplicada a la Trinidad llevóle a
su peculiar triteismo respecto del ser de Dios y
de nuestro conocimiento de sus perfecciones, daba
igual resultado que la posterior nominalista de
Occam; y con ser m enos pronunciada y positiva­
mente indecisa la posición del primero respecto a
las soluciones filosóficas del segundo, no por ello
dejaba de ser base utilizable para el agnosticismo
teológico, y para la negación de atributos discerni-
bles en Dios, a lo cual se vino a llegar por la doble
vía antitética del antirrealismo, y del platonismo
realista medioevales de las escuelas teológico-
tnísticas atrás estudiadas (V. t. IV).
- 88 -

Proyecciones teológicas que en San Anselma


ofrece el problema ontológico y a la vez cognos­
citivo: principales soluciones al mismo dentro
de la fase de clasificación que el Santo Doctor
inaugura.
125. El problema a la Vez cognoscitivo y on­
tológico que aquí se ofrecía es el de saber, dentro
de los moldes de escuela recibidos, si las ideas
generales tienen o no la misma representación ob­
jetiva qtte las ideas singulares, aunque con aspec­
tos desde luego diferentes. El problema aparece
m anifiesto con aplicación teológica en la doctrina
indicada de San Anselmo, contraponiendo la rela­
ción que guarda la esencia con los atributos en
las cosas finitas, a lo que acontece entre la esen­
cia y atributos divinos.
124. Y las soluciones que al objeto se nos
ofrecen están sintetizadas en las diversas orienta­
ciones, antirrealista, realista, y teoría de la
no diferencia, que deriva de las dos primeras.
Exposición y crítica de las teorías: extremas
del antirrealismo, y del realismo; como de la
media de lo *no diferente*, que constituyó la
primera génesis del realismo moderado.
125- El antirrealismo de Roscelino acepta la
tesis de que lasideas generales representan la misma
realidad que las singulares; en cuanto unas y otras
no pueden ser sino expresión de individuos; y sólo
conocimiento individual se admite en dicha teoría.
126. El realismo de Bernardo de Chartres,
de Bernardo Sylvestris, (distinto del anterior),
- 89 —

como de Guillermo de Champeaux, etc., adm ite


la misma tesis; pero en cuanto lo general es a su
modo una individualidad entitativa, o unidad real
sin solución de continuidad a través de los se res
singulares, como una categoría ideal se distingue
e individualiza mentalmente distinguiéndose d e
otras categorías.
127. La teoría de lo no diferente, que es un
intento de conciliación entre los extrem os dichos
por síntesis de ambos, admite también aquella te­
sis en las dos acepciones dichas, combinadas se­
gún su especia! criterio. Es, como se sabe, la
teoría de Adelardo de Bath y demás indiferentis *
tas, que colocan en el seno de toda substancia dos
elementos substanciales de propiedades opuestas.
Todo lo existente, según ellos, es individual;
pero todo individuo reúne en sí elem entos diferen­
tes (propios o peculiares suyos), y elem entos no
diferentes (comunes) y reales, que . hacen real­
mente comunicables las. propiedades. Sócrates est
differens et non differens. Differens, qaatenus
est ipse Sócrates; indifferens,qua tenas consi-
milis ceteris, scilicet cam Platone et cum a liis
individais hominis. Es la síntesis del pensamien­
to de Adelardo de Bath su De eodem et diver­
so, donde se juntan los inconvenientes del realis­
mo y del antirrealismo, si se toma a la letra la
teoría, o se reduce a uno de aquellos, si cualquiera
de los mismos se hace prevalecer (1).

(1) V. Wilner, D as Adelard von Bath Traktat d e


codem el diverso, ed, de Bauenker (texto íntegro); también
— 90 -
128. Mas esta singular teoría tiene el mérito
■de haber hecho resaltar las desventajas de las dos
precedentes que juntaba, y al mismo tiempo cons­
tituyó la primera orientación y génesis de la teoría
del realismo moderado, que vino a prevalecer en
las escuelas, y que a pesar de sus dificultades
bien significadas, constituyó el instrumento teo­
lógico más aceptable para explicar el ser de Dios
y de sus perfecciones y operaciones. Como la
teoría de los indiferentistas, la del realismo mo­
derado es un intento de conciliación entre Platón
y Aristóteles; y como aquélla, intenta ésta una
atenuación conciliadora entre los extrem os rea­
lista y antirrealista; con la diferencia de que los
indiferentistas juntaban en la cosa, a parte rei,
lo singular y lo universal según el tipo realista;

Hatiréau, Manas. lat. V. Interprétase comúnmente a Ade-


lardo en sentido antirrealista, aunque nada puede decirse
con certeza. De esta misma escuela salieron los que afir­
maban que el problema discutido es exclusivo de los entea
finitos, y no aplicable a la Divinidad (\>. atrás n. 589). —E.)
La cita que cierra la precedente nota del Autor se refiere
al indicado número del tomo VI, cap. IX. Tal estructura de
la aludida cita da a entender, que era propósito del autor
incluir la materia de este^capítulo, como también la de lo»
dos siguientes (los tres capítulos dichos Forman un fas­
cículo de cuartillas de texto continuado sin divisiones ni
encabezados de especie alguna) en el tomo V) de la obra,
publicado hace próximamente 14 años; pero como resulta­
ría de volumen desmesurado, evidentemente resolvió dife
rirlo como l.er capítulo del tomo VII, siendo el único fas­
cículo de cuartillas que ha dejado con la indicación de ca­
pítulo, hecha sin duda al desistir de su inclusión en el
tomo VI.
- 91 —
mientras en la teoría del realismo moderado lo
universal, limitado en la cosa por lo singular, sólo
recibe la forma de universalidad mediante la idea
abstracta abstrayendo dicho límite de individua­
lidad.
Mas por esto mismo se advierte que el rea­
lismo moderado suscribe la tesis antes propues­
ta, como las demás teorías: las ideas universales
representan la misma realidad que las singulares;
pero en las primeras se prescinde del límite indi­
vidual que señalan las segundas. Mas esto hace
que exista a parte rei un verdadero universal,
puesto que no se admite que la idea lo produzca
o cree, sino que simplemente remueve su modali­
dad individual, sin alterar la realidad que en sí
tiene. De este modo la esencia se halla realmen­
te la misma en todos los individuos de igual espe­
cie, no por aplicación de una idea común, sino
por una común realidad, que sólo limita la nota in­
dividual en cada caso; de suerte que si no existie­
se o se separa esta Individuación, la esencia se en­
cuentra una e indivisible universalmente realizada.
El referido problema, eslabonado desde San
Anselmo a las solucione# teológicas, ofrece,
aparte de otras consecuencias, la de señalar­
nos la importancia de la cuestión de la *indivi-
duación» en la constitución del enle, y consi­
guientemente en el estadio de las perfecciones,
de la esencia y de la Trinidad de personas en
Dios.
129. El problema, así propuesto, eslabonado
- 92 —
a las soluciones teológicas desde San Anselmo,
nos hace ver el fondo de la cuestión en su doble
aspecto cognoscitivo y ontológico, y además el
contacto mutuo en que se encuentran las mencio­
nadas soluciones, a pesar de las modalidades que
revisten.
Otra consecuencia muy importante es el seña­
larnos este problema la verdadera posición e
importancia de !a doctrina acerca de la individua-
ción, generalm ente considerada como cosa com­
plementaria al reproducir las teorías medioevales,
y e n realidad tan intrfnseca y substancial en la
constitución del ente, como las doctrinas acerca
de \a esencia. Por eso mismo, la cuestión entra de
lleno en el terreno teológico cuando se trata de
estudiar fas perfecciones y atributos de Dios en
orden a su esencia; de igual modo, que al formu­
lar la teoría acerca de la Trinidad. Justam ente esa
manera de plantear el problema del ser constituye
la base de la teoría trinitaria latina con la esencia
previa y preintetecta a la individualización perso­
nal, que en esa teoría debe sin embargo brotar de
aquélla (v. t. V, c. IX), no obstante la absoluta in­
determinación que representa.
130. El problem á de la individualidad del
ser, no existe para el antirrealismo nominalista,
porque nada adm ite.que no sea singular; pero no
resuelve el problema del conocer por ideas uni­
versales, y anula por lo tanto la aplicación de los
hum anos conceptos a Dios.
Para el realismo puro desaparece el problema
del conocer por conceptos universales, por cuan­
— 93 —

to todo es universa! en esta teoría; pero no re­


suelve el problema de lo singular, porqiie los
tipos universales no contienen ninguna nota de
individualidad, ni aún lógicamente pueden soste­
nerse las diversas categorías de ideas universales
en que se ofrecen.
El realismo moderado (dejando aparte la so­
lución mixta de los indiferentistas), se propone
resolver el problema de la universalidad real de
la esencia, y de la singularidad de los seres, me­
diante la individualidad; pero sin resolver el pro­
blema de la génesis de la individuación, y de su
nexo y eficiencia intrínseca sobre la esencia, de
suerte que sin dejar de ser .ésta, en sí considera­
da y a parte reí, de condición universal, sea al
mismo tiempo por substancial e intrínseca condi­
ción individual. Es en realidad este el punto difícil
del problema, con que tropiezan las dem ás men­
cionadas teorías, ya que esa conciliación de lo
universal y de lo singular es intento de .todas
ellas.
Para penetrar la intima contextura de las
precedentes soluciones medioevales, es menes­
ter referirlas a la teoría de la materia y forma
según las escuelas platónica y aristotélica.
131. Si querem os ahora penetrar más íntima­
mente en la contextura de las soluciones me­
dioevales aludidas, es m enester referirlas a las
dos maneras de constitución real de los seres se ­
gún las escuelas platónica y aristotélica, que aquí,
como en la marcha genera! filosófica de entonces,
- 94 -

impusieron su dictadura, mediante la teoría de la


materia y forma, en la acepción metafísica que
responde a la teoría, adem ás d'e la acepción física
que también le fué propia.
Si se exceptúa la escuela nominalista, para-
todas las demás, representan la materia y for­
ma tos constitutivos del ente: en general, la for­
ma se toma por elemento de la esencia y de la
universalidad; asignándose ia materia como
elemento de la individuación y singularidad:
Abelardo invirtió estas funciones de materia y
form a, llevando sus aplicaciones teológicas
hasta la Trinidad.
132. Puesta la materia y forma como ele­
m entos concretos y sin representación alguna
fuera de cada realidad singular, dio como resul­
tante la individualidad de tipo nominalista, ajeno a
la concepción metafísica de los grandes maestros
m encionados. En esta doctrina no hay tipos espe­
cíficos ni genéricos resultantes de la materia o
de la forma, sino tipos individuales.
Por el contrario, en las demás escuelas es ora
la forma, ora la materia, lo que representa ¡a
razón esencial y específica en cada tipo de cosas,
quedando la individualidad para ser determinada
por uno u otro de dichos elem entos que no
constituye el tipo-general y específico, En general
la forma fué considerada como el elemento de la
esencia y de la universalidad; y la materia como
el elem ento de la individuación y singularidad.
133. Abelardo siguió el procedimiento con­
— 95 —
trario, haciendo de la materia el principio especí­
fico y esencia de las cosas, m ientras señala el
principio de individualidad en la forma. De esta
suerte la universalidad clásica de la forma vino a
conservarse sin elem ento alguno restrictivo, una
vez suprimida en la materia la condición de ele­
mento individualizador. De ahí que Abelardo
a pesar de su oposición al realismo d e s u tiempo,
acabe por aceptar las form as platónicas, realistas
en absoluto, lo cual resalta sobre todo cuando se
trata de los seres suprasensibles y destituidos de
materia; en ellos no debiera lógicamente Abelar­
do reconocer ni aún esencia, por falta del ele­
mento material que según él la constituye; pero
todo lo suple la forma pura idealizada, que le
obliga a reproducir el concepto neoplatónico de la
Divinidad como idea pura, abstracta y ultratras-
cendente, con los atributos idealizados del Hijo y
del E. Santo, y destituidos de personalidad.
La escuela de San Alberto Magno reaccionó
más decididamente que otras, sobre la tesis an­
tigua, en contra de la inversión abelardiana.
134. La escuela de A lberto Magno, reac­
cionando más decididam ente que otras sobre la
tesis antigua, hizo prevalecer la representación
de la esencia y de la universalidad, en la forma,.
reservando la nota de singularidad e individuación
para la materia.
Sin embargo en Alberto Magno, como tendre­
mos ocasión de observar, todavía la forma con­
serva una insubordinación acentuada respecto de
- 96 -
la materia, que le perm ite m ás amplio uso de la
universalidad platónica y de sus so lu cio n es, que
la que e s propia del aristo telism o en que profesa,
A eso e s debido que A lb erto M agno mantenga
una m anera dé emanación de lo s se re s creados,
com o exten sión de formas suprem as concretadas
en las c o s a s , bien que sin d e ja r de m antenerse
en la.ortodoxia; y en ello s é origina su sistem a de
escalon am ien to en las cau sas y en lo s s e r e s , no
m enos que aquel co n cep to de la presencialidad
divina por la cual D io s es a modo de energía uni­
versal primaria laten te en tod as las fuerzas de la
naturaleza, D o ctrin a que llevada al orden sobre­
natural, e s b a s e de muy diversas soluciones en
cu an to al nexo de la naturaleza y de ia gracia,
y al ca rá c te r de la e fic a c ia en é s ta , según el
m odo de interpretar aquel fundam ental dinamismo
divino.

Amplísimas proyecciones ortológicas y teo­


lógicas que la escolástica da a la teoría de la
materia y forma.
135. El problem a, pues, de la materia y
form a en cuanto exp resión de la esencia y de su
individualidad en tra en el mundo ontológico
c o m o exp resión c o n cre ta del problem a primera­
m ente d ialéctico , de los universales y singulares,
y Viene a re p rese n ta r la entidad real de los seres.
M as si son graves las dificultades que hemos
■Visto afectan a la teo ría de lo s universales eri su
a sp e cto dialéctico, no son de m enos cuantía las
que s e o frecen en su a sp e cto o n tológico, como
-9 7 —

forma y materia en las c o sa s c o n c re ta s. M as


con todo, dicha teo ría no só lo s e erigió en cen tro
del sistem a de realidad de lo s e n te s, en su a sp e cto
m etafísico, sino que s e aplicó igualm ente al mundo
espiritual y an gélico , y a la idea m isma de la D i­
vinidad. C ierta m en te que era ex ig en cia ló gica de
la teoría el llevarla a tod os los ám bitos de lo re a l,
porque en todos lo s se re s co rp ó re o s c in co rp ó ­
reos, de entidad fin ita o infinita, s e requ iere una
individualidad, y algo que se a esencia o s e co n ­
ciba com o ta l. M as por cuanto la materia, princi­
pio sup uesto de individuación en la d octrina de
que s e trata, queda fuera del ser de D io s, y aun
del ser de los esp íritu s, por lo m enos en la d o c­
trina p erip atética más re cib id a , de ahí nuevas di­
ficultades, y d esviaciones de la teo ría, para hallar
en la form a pura toda la eficien cia de la esencia
y al m ismo tiem po de la individualidad. D e ahí
igualm ente e s a m anera ca si m ecán ica, y de pro­
ceso inflexib le so b re la materia y forma que p re­
side a lo s razon am ien tos de la teología a risto té ­
lica, sin exclu ir los de S a n to T o m á s, y que, com o
verem os, en su aplicación a la realidad de D io s ,
es de fre c u e n te s y hondas d eficie n cia s.
156. P ero a n tes e s m en ester estud iem os e s a
teoría m edioeval de la individualidad, que rep er­
cute en tod a la filo so fía y teología d e la ép o ca,
refiriéndonos prim ero a su s fu en tes platónica y
aristotélica, harto in d ecisas y co n fu sa s.

TOMO Vil T
CAPÍTULO II

Interpretación escolástica del V alor objetivo ab­


soluto de los atributos en la naturaleza de Dios.
(P eríodo, o lase, de teoría)

ARTICULO I

Indicaciones prelim inares acerca de la materia del


capitulo.

Nexo lógico y sistemático de la materia del


capítulo con las pruebas de la existencia de
Dios.
1 3 7 . L a parte constru ctiva científica de las
prop iedad es y atributos diurnos, no podía diso­
c ia rs e de las pruebas de la divina e x iste n cia , cua­
lesq u iera que fu esen la s o sc ila c io n e s y discrepan­
cia s, ora a c e rc a de la interp retació n de dichos
atrib u tos, ora so b re su Valor o b jetivo absotuto en
la naturaleza de D ios.
Dos fa ses histérico-doctrinales más impor­
tantes a l objeto.
1 3 8 . L as dos fa se s m ás im portantes al o b je­
to están re p rese n ta d a s por las d octrinas anterio­
re s a la influencia aráb igo -aristo télica, y por las
p o sterio re s a é sta , que ca ra cteriz a n el apogeo del
pensam iento e sc o lá stic o .
- 99 —

139. En la prim era fa s e la ela b o ra ció n te o ­


lógica es un re fle jo , ora de la doctrina griega a tra­
vés del D am ascen o y de B o e c io , con m ás la pre­
ponderante Influencia del P seud o-A reopagita, ora
de! pensam iento de S a n A gustín, generalm ente
enlazado con las d o ctrinas pseudo-dionisianas,
sobre todo en lo que s e re fiere a los atributos m ás
íntimos de la vida divina, o s e a al entendim iento
y voluntad de D io s. En e s te punto la teo ría cjem-
plarista en orden a las id e a s, y la voluntarista
respecto de su eje c u c ió n y del obrar de D io s en.
general, Vienen eslab o n ad as, o m ejor yu xtap u es­
tas, sin una sistem atización regulada, que por otra
parte e s harto com p leja cuando s e trata d e harm o­
nizar la inflexibilidad de los tipos esenciales, que
el ejem plarism o platón ico e sta b le c e , con la acción
potestativa y libérrim a de la Voluntad d e D io s re s­
pecto de e llo s. Y a hem os visto en otro lugar
(t. III, c . III), la única solución legítim a en !a m a­
teria.
Por lo que h a ce a los dem ás atrib u to s divinos,
su valor ob jetivo e s sostenid o con el crite rio g e­
neral patrístico, pero con o rien ta cio n es filo só fica s
diversas, según las escu e la s que hicieron m ás de
una vez n ecesa ria la intervención de la Iglesia
para m antener los d erech o s de la ortodoxia.
140. En tal sentid o la elab o ració n doctrinal
de los atributos divinos puede d e cirse que en el
siglo XII se halla ya realizad a, sin que en ép o ca s
posteriores s e h ic ie se o tra c o sa , sino p re cisa r el
carácter de algunos de aquellos, d escartar opinio­
nes no so sten ib les, y o rg anizar el conjun to en
— 100 —

derredor d e un cen tro e se n cia l, ya platónico ya


a risto té lic o , al modo indicado (1). Y e s en este
punto donde com ienza la labor d e teo ría a que

(1) Las deficiencias de elaboración sistemática hace


que la teología anterior al siglo XII no ofrezca un conjunto
bien definido acerca de los atributos de Dios. Veamos sus
principales características.
La anidad de Dios. E s reconocida por todos según exi­
gencia dogmática; pero no explicada siempre de una ma­
nera precisa, debido al encuentro del problema de la unidad
con la Trinidad personal, de que simultáneamente se ocu­
pan los antiguos teólogos, y a la Inestable posición del pro­
blema de los universales. De ahí la multiplicidad de distin­
ciones (v. Hugo de San V íctor, Eruúitio didascálica,
I. VII, c. 19; Alano de Lille, Distinctiones theotogicae, pa­
labra Unum; y antes San Bernardo, De consideraíione,
1. V, c. 8). El haberse tomado universalmente como obra
de Boecio el tratado De uniíalc del español Gundisalvo,
que reproduce y compendia a Abengabirol (Avicebrón),
contribuyó muy mucho a que, aún dentro de la ortodoxia,
se acrecentase la desorientación sobre el valor de la uni­
dad individual divina, y de la unidad de universalidad por
naturaleza en Dios, concebido a lo neoplatónico por in-
fluencia del libro indicado. Problema que a la Vez vino a
enlazarse con la doctrina de Pedro Lombardo sobre la uni­
dad de singularidad y la Trinidad de personas divinas
(I, di9t. 2), y que es base de las antiguas disputas sobre si
existe una personalidad común a las tres Personas, o por
lo menos una substancia absoluta común a ellas; utrum
detur personalitas realiter absoluta el communis in Deo;
an natura absolate subsistens sit communis tribus perso-
nis, etc. Cuestión que con el mismo carácter prevaleció
después en tos teólogos que nos hablan, ora de una subsis­
tencia, ora de una existencia previa a la de las personas de
la Trinidad.
La subslartcialidad divina (como esencia o naturaleza
— 101 -

responden los Varios sistem as co nstru ctivos de la


representación filo só fica de la Divinidad, en tre
los cuales d estacan el de la escu e la de S a n to To>
más y el de la de E sco to .

preintelecta, según prevaleció en el sistema trinitario lati­


no), es doctrina que se encuentra, reproducida de S . Agus­
tín, en los antiguos teólogos latinos, con las modalidades
platonizantes del Pseudo-Areopagita, o de la filosofía sub­
siguiente y previa al aristotelismo. El concepto substancial
de Dios se enlaza en su interpretación filosófica con el
concepto de la unidad divina, con análogas oscilaciones en
su interpretación para dejar a salvo la doctrina de la Trini­
dad, Sobre este punto en la época a que nos referimos,
son de recordar, S . Anselmo en su Monoiogium, c. XX V Iy
6Ígts.; Iba de Chartres, Decreium, I p., c. 2; Gilberto de wj
Porrée, De Trinitatc, y De praedicatione trium Personm
rum; y Ricardo de San Víctor, De Trinitatc. IJ
La simplicidad de la substancia divina es expuesta y ;
generalmente defendida por exclusión de componentes, de'
aujelo y accidentes, de partes distintas, y de perfecciones
complementarias, como más tarde por exclusión de materia
yforina. S . Anselmo en el Monoiogium, c. XV I, s ig .,y
Prostogium, c. 22; S . Bernardo, De consideratione, 1. V,
c. 6; y R. de S . Víctor, De Trinitate, 1 .1, c. 13, exponen
dicha doctrina. Y es la de Alano de Lille, Ars fidei, ). 1,
c. S: Theotogicae rcgulae, reg. 8; Giib. de la Porrée, In
librnm (el de Boecio) quomodo substantiae bonae sinl, etc-
La espiritualidad de Dioe ofrécese sostenida con doble
carácter: 1." por exclusión de la materialidad y de sus pro"
piedades; 2.° por afirmación de la superioridad del espíritu
sobre In materia. «Dignior est spiritus quam corpus; utique
(divina cssentia) asserenda est esse spiritus, et non co r-
pus:, escribe S . Anselmo (Monolog., c. 27). Esta manera
afirmativa es presentada en triple aspecto: a) fundada en
la oposición a las propiedades físicas de los cuerpos (divi­
sibilidad, extensión, peso, etc.), que excluye el ser espiri-
— 102 —

En la fa se de apogeo escolástico, se desta­


can las escuelas de Santo Tomás y de Escoto.
14 1 . L as resp ectiv a s orien tacio n es que he-

tua) de Dios; b) por relación con las funciones psíquicas


(entendimiento y voluntad), que están sobre la materia;
c) por relación con la conciencia psicológica (la conciencia
de la verdad, del bien, etc.), que es representación ajena a
lo corpóreo. El primero -de estos aspectos o frécese en San
Anselmo, I. cit.; en S . Bernardo, De Consid., 1. V, c. 6;
Hugo de S . Víctor, Eruditio Didascal., 1. VII, c. 19, entre
otros posteriores. En el 2 ° y 3.° de los aspectos dichos,
según el criterio de S . Agustín, y también del Pseudo-
Areopagita, el mismo Hugo de S , Víctor, ob. cit., 1. VII,
c. 16; id. De Sacram., I. I, p. 5.a, c. 6; y Alano de Lille,
Theotogicae regulae, VII, donde reproduce la frase pita­
górica del Trism egisto, según la cual Dios es una esfera
inteligible cuyo centro está en todas partes y la circunfe­
rencia en ninguna.
La inmutabilidad de. D ios es deducida, unas veces de
su omnipresencia, como en S . Anselmo; ctras, de la sim­
plicidad, como en Hugo de San Víctor, e tc., lo cual en ri­
gor no prueba sino la inmutabilidad en el espacio y tiempo;
no la de la misma vida de Dios.
L a inmensidad. Fué afirmada, por «nos a lo platónico,
como realidad sobresubstancial presente a las cosas en di­
versas gradaciones, a modo de lo inteligible en ellas; para
otros la inmensidad derívase de la omnipotencia, llegando
alguuos, como Honorio de Autun y Tierry de Chartres a
negar la omnipresencia inmanente, limitándola al alcance
de acción exterior en las cosas. La cuestión más tardé dis­
cutida entre los escolásticos sobre el valor lógico de infe­
rir la inmensidad de la omnipotencia, no era antes co­
nocida.
La eternidad. E s sostenida con criterio más seguro,
debido a su forma de oposición al tiempo (como negación
de principio, de fin, y de mutaciones), y a los conceptos de
-loa­
mos hallado en dichas escu e la s en orden al c o n o ­
cimiento de la ex isten cia de D io s, re v éja n se con
mayor pujanza cuando se tra ta d e interpretar las
divinas p e rfe c c io n e s y atrib u tos. En e s te punto no
menos que en el prim ero, am bas e sc u e la s refleja n
el influjo sim ultáneo a risto té lic o y plató n ico , si
bien con aquella m arcada preponderancia del aris-
totelism o en la e sc u e la de S a n to T o m á s, que ya
conocem os; y a su Vez con elem en to s predom i­
nantes platón icos en la de E s c o to , según s e ve
también por lo a trá s exp uesto.

San Agustín, y de Boecio (cuya definición de eternidad se


hizo clásica), que las enseñanzas de S . Anselmo (Pros-
l o g c. 20-21) hicieron resaltar. Las cuestiones sobre la
presenciaüdadde las cosas a la eternidad de D ios (con pre­
sencia real in mensura aeternitatis, al modo de la escuela
de Santo Tomás; o sólo en cuanto son conocidas las cosas
por Dios en la eternidad, según el criterio de los demás
teólogos), son ajenas a la época a que nos referimos.
La omnipotencia. E s presentada con carácter, ora inte-
lectualista determinado por leyes esenciales de las cosas,
que la rigen, ora con carácter voluntarista, como expresión
de que cae bajo el poder divino cuanto quiere que sea
hccho. Ambos aspectos son formulados dentro de la doc­
trina platonizante. A la vez se presenta caracterizada la
omnipotencia en algunos por el optimismo, como en Abe­
lardo: «Profecto id solum facere (Deum) posse arbitrar,
quod quandoque facit» (Theol. christ., 1. 5.°); lo cual sin
embargo no prevalece en su época.
En cuanto a los atributos del conocer y del querer divi­
nos, ya hemos dicho que predomina la doctrina agustiniana
y pseudo-dioniaiana en la teología anterior al siglo XII, que
no dejó tampoco después de ejercer marcado influjo, como
es manifiesto.
— 104 -

Dos categorías de problemas, que a l objeto


del capitulo han de distinguirse.
1 4 2 . D os c a teg o ría s de problem as se distin­
guen al o b je to , tratando de la D ivinidad; la deter*
m inación de las p erfeccio n es de D io s com o ser
re a l, y las pecu liares de la ideología divina, de la
divina voluntad y o p eracio n es ad extra.
La escuela de han Alberto Magno plantea y
resuelve con criterio y doctrina aristotélica, lo
referente a los atributos estáticos; y con cri­
terio doctrinal platónico, lo atinente a los atri­
butos dinámicos.
1 4 3 . L o que s e re fiere al entender y querer
divinos, com o a su obrar extern o , es exp licado con
criterio platonizante en la e sc u e la de A lb. M agno
y sus derivados.
L o que atañ e a lo s atributos de la entidad de
D ios, es planteado y resu elto por S a n to T o m ás
con criterio y doctrina a risto télica , h asta el punto
de que en algunas cu estio n es a p en as o fr e c e otros
argum entos que los de A ristó tele s adaptados ora
d irectam en te, ora por m ediación arábiga, a su
o b je to .

Tres puntos capitales sobre los cuales se


concretan las ideas, que en cada escuda pre­
siden a la teoría de los atributos estáticos .
14 4 . T o m em o s, al o b je to , por b a se tres pun­
to s c ap itales en los divinos atributos, com o son:
la unidad divina; la simplicidad, y la infinidad
d e D io s. P u ed e d e cirse que ahí s e co n cre ta n las
-1 0 5 —

ideas que en cad a e sc u e la presiden a la te o ­


ría de los atributos estáticos de la Divinidad; a sí:
como se rebelan las v en ta ja s e incon venien tes,
que ora el sistem a platonizante, ora el a risto ­
télico, ofrecen en sus resp ectiv as ad ap tacio n es
teológicas.
El análisis y ponderación de los argumentos
de cada escuela, no implica menosca­
y teo r ía s
bo alguno de las tesis dogmáticas cumplida­
mente demostradas en la escolástica.
145. H em os de rep etir aquí lo que ya queda
indicado al trata r de las pruebas sistem áticas de
la existen cia de D ios (1); que una co sa es-la te sis
teológica sostenid a por las diversas e scu e la s alu­
didas, y probada cum plidam ente en ellas con a r­
gumentos com unes de razón , ap arte de las fuen­
tes te o ló g icas, y otra c o s a muy diversa son los
argumentos derivados d irectam en te de la teo ría
filosófica a que cada cual ha dado p re feren cia . L a
realidad de D io s, las p erfeccio n es consig uien tes
a su Ser absoluto, esto e s, que exclu y e de sf
toda relación de dependencia a todo otro se r, o a
cualquier entidad que haya de integrar o p erfec ­
cionar su n atu raleza, o sus divinas o p era cio n es
(en lo cual s e sintetizan los atributos), son v er­
dades que a p a re ce n con solidez inconm ovible en
los tratados d e los m a estro s m ed ioevales. P ero
eso, que no obsta a que ello s m ism os d iscutiesen
entre sí el Valor de los razon am ien tos de sistem a:

(0 E) V. tomo VI, cap. XI, n. 499 y sigs.

0
-1 0 6 —

o de escu e la resp ectiv a, tam poco impide que tales


argum entos puedan y deban se r exam inados, sin
m en oscabo de ía te sis en cuyo favor los han pre­
sen tad o las referid as escu e la s.
Al co n cre ta r, pu es, en S a n to T o m á s de Aquino
y en Duns E sco to com o sus principales represen ­
ta n te s, los m éritos o dem éritos de los sistem as
aristo télico y platonizante que patrocinan, queda
siem p re a salvo la so lid ez de la d efen sa dogmática
que a p a re ce en su s e s c rito s, y que cualquiera
puede com probar, prescindiend o de los razona­
m ientos de e sc u e la ; razon am ien tos que cuando
son d em ostrad os in e fic a c e s , prueban más que
nada la inadaptación del sistem a de donde provie­
nen, a pesar del sa b er y entendim iento que aque­
llo s grandes ing en ios em plearon en h acerlo s adap­
tab les.

ARTICULO II

Sistem atización e interpretación de los atributos divi­


nos en la escuela de Santo Tom ás.

Los principios filosóficos, de potencia y


■acto, de materia y form a, son los que presiden
en esta escuela la teoría de los atributos di•
vinos.
14 6 . L o s principios filo só fico s que presiden
a toda la teoría de lo s atributos divinos en la es­
cu ela de Sa n to T o m á s son el de la potencia y
acto, y el de su b a se la materia y form a, aplica­
— 107 -

dos y a para exclu ir de D ios la im perfección de las


criaturas en las cu a les se encuentran acto y p o­
tencia, forma y materia, ya para afirm ar el s e r
de acto puro ya el de pura form a en la Divini­
dad, siem pre con la sign ificación y alcan ce de uni­
versalidad on tológica que atrás (t. V I, c. X I), he^
mos visto tenían ta le s fórm ulas en el aristotelism o
medioeval á rab e y e sc o lá stic o , a las cu a les s e les
hacia re co rrer todos lo s ám bitos de la realidad
sensible o esp iritual, finita o infinita, tom ando
como medio exp licativo lo que era m ás bien un
postulado convencional en sí, y en los valores que
se Ies hacían rep resentar.
E so no ob stan te, la te o d icea de S a n to T o m á s,
como de cuantos p rofesaron en el aristo telism o ,
reproduce de una m anera co n stan te y universal,
salvo las lim itacion es que im pone la exp licació n
del entendim iento y voluntad divinos, la teo ría pe­
ripatética m entada. Y a hem os visto (1) que la b a se
y principal m edio de prueba utilizado por S to . T o ­
más para probar la e x iste n cia de D io s, es el con­
cepto de movimiento y de potencia y acto c o rre s­
pondiente. Y e s ló gico que e s te mismo medio sirva
para definirlo, y probar la realidad de los atribu­
tos divinos. En virtud de ello D ios e s motor inmó­
vil porque es pura forma, y acto puro (en igual
sentido). Y porque e s motor inmóvil, no puede s e r
cuerpo, ni tam poco co rp ó re o ; porque en la teo ría
aristotélica ningún cuerpo mueve, sino en cuanto
es movido, ni tien e en sí la razón de su m oyi-

0) E) V. tomo VI, cap. X I, n. 502 y sig9.


- 108 —

m iento, sino en la forma que le e s im puesta ( 1 ).


P or e so m ism o, D io s es pura form a sin ningún
g é n e ro de m ateria; porque la form a rep resen ta el
a c to , com o la m ateria el estad o de potencia, y
D io s e s acto puro, com o e s agente primero (2).
147. P ero el ser acto en D io s no sign ifica en
A ristó tele s el ser activo o virtud dinám ica infinita,
sino sim plem ente el no esta r constituido el ente
prim ero por materia y forma, sino co n sta r de
sola form a, a modo de a cto está tico e inconm o­
vible; que por eso A ristó teles no co n fie re al pri­
mer motor la calidad de ta l, m ás que en cuanto
1as c o sas se mueven h acia éi, pero sin que él
s e mueva hacia las c o sa s rii eje rz a en ellas
otra acción alguna,, com o reiterad am en te hicimos
n otar.
El A q u in en se a cep ta la te sis a risto télica de
que D ios e s acto por no s e r constituid o por forma
con m ateria (5). P ero al m ismo tiem po com o las
m an ifestacio n es internas y ad extra de la vida de
D ios no s e avienen con la te sis e stá tic a del Esta-
g irita, S a n to T o m á s introduce los c o n c e p to s di­
nám icos neoplatón icos del libro De Causis y del
P seu d o-A reop agita, para interp retar la inteligen-

(1) «Cum Deus sit primum movens immoium ac pri-


m um ens... impossibile est esse corpas. 1.° Quia nullum
corpus movetnon motum, utpatet inducendo per singula»;
etc. (S . T h., I p., q. 5, a. 1).
(2) «Cum Deus sit actas purus... et primum agens sim-
pliciter, non est aliquo materia in ¡pso». (L . c. art. II).
(3) «Cum Deus non sit ex materia et forma compositu9,
idem est quod sua natura et essentia». (L. cit,, a. 3),
— 109 -

d a, la voluntad y las o p era cio n es divinas, com o si


aquellos co n cep to s fu esen elem en to s a risto télico s
(ya sabem os lo s co n cep to s equivocados del Aqui-
nense y dem ás de su tiem po so b re dichos au tores).
Al mismo tiem po, participando del erro r d e inter­
pretación proveniente de los á ra b e s platonizan­
tes, tom a en sentido inverso al que tiene en A ris­
tóteles según queda señ alado, la te sis d e q u e D ios
es motor inmóvil, en cuanto é sta significa para
Santo T o m ás que D ios e s agen te cread or y con­
servador de las c o s a s , a pesar de su inmovilidad,
dogma bien aje n o al pensam iento aristo télico .
148. D ado que D io s e s inmóvil por se r acto
puro, y e s a c to en cuanto form a, síg u ese que D io s
debe ser su propia esencia, o sea indistinta la
esencia y la realidad única divina, que ex clu y e
toda clasificació n g en érica o e sp ecífica (1 ). La
forma e s aquí, com o siem pre, el P ro teo , que re c i­
be todas las variantes y ad ap tacio n es a que s e le
somete, sin e x p re sa r nada c o n cre to in teligible (al
igual en e sto con la materia prima).
149. A sí, pu es, la idea p eripatética penetra
en lo más íntim o de la labor sistem á tica y doctri­
na de D ios exp u esta por la escu e la de A lberto
Magno, cuyo pensam iento filo só fico no e s en e ste
punto sino un trasunto de co n cep to s perip atéti­
cos.. E s d ecir, que no s e trata de una doctrina
sólo extrín seca y accid en talm en te eslab o n ad a al

U) «Deus cum sit primum efficiens, et actus purus, et


ens simpliciter primum, essentiam indistinctam ab esse
habet». (L. cih , a. 4).
- 110-

aristotelism o, com o alguna vez s e dijo, sin o de


una elabo ració n te o ló g ica d irecta y estrictam en te
subordinada a la teoría de A ristó te le s, sin que eso
ob ste a que m uchos razonam ientos puedan aislar­
s e y ser sosten id o s con independencia de aquella.
Para dem ostrar lo que decim os basta leer la
secció n corresp o n d ien te a los atributos de Dios
a sí en la Suma c. Gent. com o en la Suma Teoló­
gica, donde no se en cu en tra te s is alguna que no
s e a prueba total o p arcialm en te con alguno de los
co n cep to s aristo télico s señ alad o s.
E s a com p en etración sistem á tica no puede me­
nos de h acer participar a la doctrina tom ista de la
organización sin tética de la teo ría aristotélica;
pero tam bién ocasio na sus d eficie n cia s, que son
consig uien tes a la inestabilidad de los postulados
del E stagirita.

La unidad de Dios según la teoría de esta


escuela: crítica de dicha teoría .
150. D esd e el punto d e vista aristotélico,
uno de los argum entos m ás usados en la escuela
de A lberto M agno, y el prim ero que propone en
la Suma Teológica ei A q u in en se a c e rc a de la
unidad de D io s, fú nd ase en que en D io s su esen­
cia y su individualidad son la misma co sa . «Aque­
llo por lo cual S ó c r a te s es hom bre, puede comu­
n icarse a m uchos; pero aquello por lo cual es este
hombre, no puede com u nicarse sino a uno. Si,
pues, S ó c ra te s fu ese hom bre por aquello que lo
h a ce este hombre, no podría h aber m uchos hom­
b re s , com o no hay m uchos S ó c r a te s . Pues esto
-1 1 1 —

acontece en D io s; porque D io s e s su n aturaleza».


Nam ipse Deas est sna natura, ut supra osten.'
siim est, q. III, a. 3 (1).
Es, com o s e Ve, un razonam iento en que s e
prueba la anidad por la simplicidad; y ésta a la
vez se ajusta al tipo a risto télico de la forma pura,
o de la ese n cia , según el criterio perip atético de
ios universales. L a humanidad (un universal e x ­
presivo de la forma) s e enuncia de S ó c ra te s a l
decir que es hom bre, com o se enuncia de cu al­
quier hombre; pero si toda la humanidad posible
se redujese a S ó c r a te s , de ningún otro podría
enunciarse aquélla sino de S ó c r a te s ; y eso es lo
que a co n tece con la divinidad re sp e c to d e D ios.
151. P or e so mismo, porque s e trata de ar­
gumentación puram ente a risto télica, los que no-
profesan e s e sistem a no la adm iten. Ni para plato­
nizantes y dem ás partidarios del realismo, ni para
los propugnadores del nominalismo podía o fre c e r
solidez el argum ento; porque los prim eros no ad­
miten que pueda d a rse nunca universal (forma o
naturaleza) que com o tal s e individualice, cu a les­
quiera que sean las particip acio n es de lo s indivi­
duos en aquél; y los segundos, por el contrario,
«o reconocen sino la individualidad d e la naturale­
za, sin otro c a rá c te r universal. A sí según el ejem -

(1) S . Th. I, q. XI, a. 5. Los otros dos argumentos


que utiliza en el mismo lugar, son: Uno, ex infinítate per-
fcctionis, especialmente utilizado por la patrística, y de
&xee;ente manera desarrollado por Tertuliano. O tro, es
tomado de la unidad del mundo, ab unitate mundi.
- 112 -

pío propuesto por S a n to T o m á s, de que Só crates


y su s e r humano fu esen id én tico s, no se seguiría
que no h u b iese otro hom bre, sino que no habría
o tro S ó c ra te s . D e igual su erte, de que D io s sea
su naturaleza no se sigu e que no haya sino un
solo D ios, sino que no hay o tro D ios, que sea
£ste D ios de que s e trata. R azonam ien to que con­
clu y e. aunque desde diverso punto de vista, así
en el realismo p latónico, com o en el nomina­
lism o ( 1 ).
152. D ich o se e stá que no intentam os decla­
rar con esto m ás legítim as las teo rías platonizan­
te y nom inalista que la a risto télica (o que como

(1) Algunos comentaristas, entre ellos el Ferrariense,


se hacen cargo del razonamiento aludido, utilizado en es­
pecial por los nominalistas, aunque sin señalar su base fi­
losófica antiaristotélica. «Non videtur ista ratio (divi Tho-
mae) concludere: (scilicet, Deus est suum esse, ergo est
umis Deus). Posito enim quod Sócrates csset suum esse, non
sequitur quod non sit aliquid homo nisi Sócrates, sed tantum
quod non sit alius Sócrates; sic, etc. A lo <]ue responde el
mismo haciendo constar con textos de Santo Tomás que la
universalidad del ser de la especie vendría a identificara
con el ser de S ócrates, si en éste el ser y la individualidad
fuesen una misma cosa. No repara el Ferrariense, ni los que
le sicjuen, que para hacer esa afirmación es antes necesario
declararse aristotélico, y profesar en su escuela, sin lo
cual el razonamiento a nada conduce. Y aún dentro del
aristotelismo (por un encuentro ineludible con el platonis­
mo), se llega por ese camino lo mismo a la individualiza­
ción de la esencia universal en Sócrates, que a la universa­
lización de Sócrates en la esencia universal. Inconveniente
que de igual modo ofrece el argumento en orden a DioJi
-como arriba notamos.
-1 1 3 -

tal se nos o fre c e aplicada a los universales).


Nuestro intento e s h a ce r notar el c a rá c ter ex clu ­
sivam ente sistem ático def argum ento que Sa n to
Tom ás propone en prim er lugar para probar la
unidad de D ios.
153- Independientem ente del punto d e vista
realista y nominalista, la te sis a risto télica que
sirve de b ase a S a n to T o m á s e 3 harto vulne­
rable:
1.° P orque si toda forma, exp resiva de la
esencia, e s por su condición in trín se ca de c a rá c ­
ter universal, según A ristó teles, y tam bién S a n to
Tom ás, com o verem os, y en ello fundan uno y
otro el Valor objetivo universal de lo s co n cep to s
intelectuales, no puede en ningún ca so d arse la
escncia, como tal, o com o form a, despojad a de
aquella universalidad, sin destruir su intrínseca
condición ob je tiv a , y anular el valor ob jetivo que
a ella respond e.
2 .° P orque si en algún c a so d eja de ser ver­
dadero el c a rá c te r de universalidad de la forma
antes de que s e individualice por algo ex trín seco
a la misma, cualquiera de la s te sis nominalista o
platónica se ría en dicho c a so verdad era, m enos la
aristotélica; y por lo tanto nada o b staría a su ver­
dad m ientras no s e dem u estre lo contrario; lo cual
es arruinar la teo ría y el fundam ento de la argu­
mentación. Y com o el ca so co n c re to en que desde
luego se niega el valor o b jetivo com o u n iversal,
es el de la e se n c ia divina o Divinidad en a b s­
tracto, síg u ese que en e s te m ismo c a so e s válido
el argumento citado p rop uesto en nominalista.
tomo vn s
- 114 -
D e que D ios sea este D ios, s e sigu e tan só lo que
no puede h aber otro que se a e s te m ism o, aunque
puedan existir distintos d io ses.
3 .° P orq u e en ia m ism a te o ría a risto télica es
absurdo, que lo infinito por universalidad pueda
con v ertirse en infinito concreto por la condición
infinita del su jeto en que r e c a e (en nuestro caso,
D io s); ya que el infinito en exten sión (universali­
dad), jam ás se en cu en tra con el infinito en inten­
sión (su jeto infinito en p e rfec c io n es), sino que
m útuam ente s e exclu y en . Q u e si se co nced iese
por un m omento com o posible la reductibilidad de
uno a otro infinito, siem pre tendríam os com o con­
secu en cia ineludible que e s tan fa c tib le reducir el
infinito individual a la universalidad, cóm o el uni­
versal a individual (1). Y por lo tan to , lo mismo
puede d educirse que la e se n c ia s e individualiza en
D ios por ser infinito, com o que D io s s e universa-

(1) En la Suma c. Cent, llevado Santo Tomás por la


lógica de sus asertos peripatéticos, no duda argüir en fa­
vor de la unidad de Dios, fundándose en que Él e9 el ser
abstracto (bien lejos de asentir a ninguna consecuencia no
ortodoxa de esa tesis), razonando de este modo: «Item, esse
abstractum est unum tantum; ut albedo si esset abstracta,
esset una tantum; sed Deus est ipsum esse abstractum,
cum sit suum esse, ut probal utn est supra: impossibiie est
igitur esse nisi unum Deum». (5 . contra Gent.,l. I, c. 42),
E s esto una confirmación práctica de que, !o que arrib a de­
cimos sobre la reductibilidad del ser abstracto de lo forma
aristotélica a la unidad individual, y la del ser individual a
la_abstracción y universalidad de ia forma, En el lugar ci­
tado trae Santo Tomás hasta diecisiete argumentos (redu­
cidos a tres en la Sama Teológica), casi todos ellos calca-
— 115 —

liza en la ese n cia por se r é sta universal e infinita;


lo que sería anular la personalidad de D io s, e ir
derecham ente al panteísm o.
154. No n e c e sita ciertam en te la dogm ática
de estas argum en taciones de puro sistem a para
sostener sus verdad es. Y el m ismo S a n to T o m á s
aduce luego su s o tro s dos argum entos (e l de la
perfección infinita, y el de la unidad y harmonfa
del universo) atrás an otados, que confirm an esto
que decim os. En realidad las pruebas de la ex is­
tencia de D ios debidam ente pro p u estas, han de
ser el fundam ento de las pruebas de la unidad di­
vina y dem ás atributos, com o sim ple exten sió n de
aquellas.
La inseguridad de los postulados a risto té­
licos, y la extrem ada subordinación del pensa­
miento del A quinense, y en general de la escu ela
de Alb. M agno, a los m ism os, e s la cau sa de que
muchos de sus razonam ientos vacilen y caigan; y
ello fué tam bién o casión para que más de una vez
se confundiese el e sc a so valor dem ostrativo de los
argumentos p erip atético s en sus a p lica cio n es te o ­
lógicas, con la dem ostrabilidad en sí de lo s co n ­
ceptos del dogm a, cual si la e fica cia de todo ra­
ciocinio fu ese vinculada n ecesa ria m en te al valor
de un sistem a dado. E jem p lo de lo que decim os se
nos o frece en e s te punto de lo s atrib u tos divinos,

ios <£n Aristóteles, e insosten ib les, tal com o ap arecen , si no


se presupone Verdadera la d o ctrin a peripatética. E s una
demostración palpable de la influencia del Estagirita en la
concepción teológica del Aquinense.
- 116 -

y m ás en c o n c re to en el de la unidad de D io s de
que tratam o s, y que los nom inalistas declaran sus­
cep tib le de prueba dialéctica, pero no de pruebas
dem ostrativas ( 1 ).

Teoría de la escuela aplicada a la simpli­


cidad de Dios: examen crítico de aquélla.
155. Prosiguiendo en el exam en de las in­
flu en cias a risto télica s, hallam os que la misma doc­
trina de la form a pura, del acto puro, co rre sp o n ­
diendo a la estabilidad de la forma, preside a la
re p rese n tació n de la simplicidad de D io s en la
escu ela de S a n to T o m á s. L a te o ría cogn oscitiva
p erip atética, que limita el valor de los co n cep to s
a lo sen sib le, im pone desde luego a la escu e la de
A lb. M agno el proced er por negación y remoción
de las propiedades d e lo se n sib le cuando s e trata
de lo su p rasen sib le, y en prim er térm ino refirién­
d o se a las p erfeccio n es divinas. Ello e s lo que hace
tam bién que S a n to T o m á s, una vez probada la
ex iste n cia de D io s, no p a se a estud iar su unidad;
sino que é sta a p a re ce tratada después de ocupar­
se de tod os los atrib u tos ¿ntitativos de la Divini­
dad. Y por el m ismo m otivo, para lleg ar a la sim­
plicidad d e D io s com ienza sentando que no e s cuer­
po, que no e s com p uesto de materia y forma, etc.

(1) C f. Occam, S en t., I, Dist. 10; Gabriel Biel, id., 1,


a. 2, concl, 3, etc. La pruebe de la u n id a d y simplicidad por
la forma idéntica al ser divino, mientras llevaba a unos con
Pedro de Allíaco a afirmar que era más simple y una la
persona divina que la esencia, por ser ésta comunicable,
otros afirman lo contrario.
— 117 -

D esd e luego los razon am ien tos, harto co m p le­


jo s, que o fre c e la Suma c. Gent. so b re e s te punto,
proceden todos ca lca d o s en la Physica de A ristó­
teles, con su c o n cep to de p o ten cia puram ente pa­
siva en la m ateria, y la n egación a priori de toda
actividad vital intrínseca a ella ( 1 ).
En la Suma Teolog. sim plifica y re ctifica su
argum entación; pero siem pre b a jo la presión inelu­
dible de la forma y materia a risto télic a s, que
harto le coartan en su discurso.
B asta record ar al o b je to sus m ás sa lien tes c o n ­
ceptos a c e rc a de la simplicidad divina: Deus est
primum movens immotum (principio de su s argu­
m entaciones probando que D io s no e s cuerpo);
Deus est actas puras (para probar que no e s
compuesto de m ateria y fo rm a); Deas non est
compositas ex materia et form a (para probar
que D ios es su e se n c ia o naturaleza). E s te mismo
concepto Deus est sua essentia (que en la Suma
c. Gent. e s una deducción o co n se cu en cia , y en la
Suma Teolog. a p a re ce com o principio) preside

(1) Por argüir con Aristóteíes, no duda el Aquinense


proponer como argumento una tesis que él mismo está
lejos de admitir, cual es el movimiento eterno de las esfe­
ras celestes. «In omiti motu sempiterno, dice, oportet
quod primum movens non moveatur ñeque per se, ñeque
per accidens, sicut ex supradictis patet. Corpus autem
coeli movetur circulariter motu sempiterno, ergo primus
motor ejus non movetur ñeque per se ñeque per-accidens».
(c. Gent., c. 20). Y cita allí al objeto el lib. 8.° Pfiysic. de
Aristóteles. Ni aun desde el ptmto de Vista de posibilidad
lógica pudiera valer esta argumentación más que lo que va­
liese la probabilidad del aserto peripatético.
- 118 —

a la doctrina del A quinense para m ostrar que en


D ios e s una m isma c o s a essentia et esse; que
D io s no se halla en ningún gén ero , e tc.
T a le s son las ideas p erip a tética s que presiden
a la doctrina de S a n to T o m á s so b re la dem ostra­
ción cien tífica de! s e r sim ple d e D io s; y que c o n s­
tituyen una sim ple adaptación de las que informan
sus pruebas aristo télica s de la ex isten cia divina.
La sín tesis del proceso sistemático ( 1 ) en
e s te punto h állase en e sto s dos c o n cep io s: a) Dios
es motor inmóvil; y por lo m ismo e s a c to puro, y
s e r sim plicfsim o; b) Dios es idéntico con su esen­
cia y naturaleza; y por lo tanto no s e da en E l ni
com posición física de materia y forma (co n lo
cuai d e sap are ce la com p osición metafísica á<tpo­
tencia y acto en el sistem a de A ristó tele s), ni
com p osición lógica u ontológicu de género y di­
ferencia .*
Lo que dejam os exp uesto a c e rc a del postulado
a risto télico : Todo lo que se mueve es movido por
otro} de donde deriva la aplicación del concepto
de motor inmóvil a la sim plicidad divina, nos ex­
cu sa d e u lteriores d ecla ra cio n es en la materia
(v. el t. V I, c. X I, so b re la e x iste n cia de D io s).

(1) Hablamos del proceso de sistema, porque a esto


sólo nos referimos en el estudio que venimos efectuando.
Santo Tom ás, como toda lo escuela do Alb. Magno, y las
demás escuelas teológicas, utiliza en sus proposiciones
otros argumentos independientes del aristotelismo, perfec­
tamente Válidos e incontrovertibles. Y es que el Valor de la
teología no depende del Valor de la doctrina de Aristóteles
o Platón.
— 119 —

156. D íg a se o lro ta n to del co n cep to de ma­


teria y forma, y de su aplicación a la com posi­
ción de potencia y acto. Y a hem os visto (t. V I,
c. X I), que la teoría de la m ateria y form a no
puede exp licar la doctrina del acto y p o ten cia , ni
en el sentido estric to h ylom órfico, ni en ninguna
de las transform acion es o n tológicas p o sterio re s,
hasta su uso en los universales, que e s por donde
ha Venido su utilización en orden a los co m p uestos
de género y diferencia .
157. La te s is Deas est idem quod saa essen-
tia e s la expresión cumplida d e la negación d e po­
tencia y acto , d e género y d iferen cia, e t c . P ero
es tam bién donde se sin tetizan lo s incon venien tes
del sistem a perip atético en orden a la cuestión de
que s e trata. Para ap reciar, en e fe c to , el Valor y
alcance d e aquel co n cep to , e s n ecesario p recisar
la representación d e la esencia en toda entidad In­
dividualizada. A hora bien; o la ese n cia re c ib e la
individuación por la cual co rresp o n d e a una enti­
dad y no a otra, en Virtud de algo ex trín seco que
le sobreviene para individualizarla, o por el con­
trario la individuación e s constituida por la ese n ­
cia en cuanto tal. En el prim er sen tid o, no hay
e.nle alguno que no pueda d e cirse idéntico con su
propia ese n c ia , prescindiendo de aquello por lo
cual se individualiza; pero por lo mismo que la in­
dividuación ha de so b rev en ir de fu era de la e se n ­
cia, ninguno de los en te s d e los cu ales s e diga, al
modo señ alado, que son su e se n c ia dejan d e se r
resultantes de dos fa c to r e s , y por lo tan to co m ­
puestos, en la doctrina aristo télica .
— 120 -

En la segunda h ip ótesis la ese n cia no es ya


elem en to su scep tib le de individuación, sino que
por el contrario la e se n c ia e s intrínsecam en te indi­
vidual, de su erte que esencia e individuo no se
distinguen; lo cual puede de igual m odo s e r rea­
lismo puro, com o puro nominalismo, pero de
ninguna m anera respond e a la doctrina peripatéti*
ca que se intenta utilizar. Ni basta d ecir que tra­
tán d ose del S e r infinito la ese n cia e s por sí misma
la razón de la individualidad, porque supuesto
que la idea de ese n cia ex c lu y e intrínsecam ente
todo lo q ue no sea de su propio co n cep to , so pena
de suprim ir rad icalm en te la teoría de A ristó teles,
la elevación de una ese n cia a lo infinito só lo pue­
de sign ificar una infinita distan cia de toda indivi­
duación y singularidad, que equivaldría a la total
ausencia de! ser personal de D ios.
158. En el fondo, lo que aquí a p a re ce e s el
problem a perdurable de la materia y form a peri­
p a téticas. Para exclu ir la com posición de form a y
m ateria, s e le atribuye a D io s el se r de pura for­
ma; y la forma se trad u ce por la esencia.
M as en los en tes cread o s, de donde s e toma
el tipo de la form a, ésta no puede en modo algu­
no d e cirse elem ento determ in an te de la individua­
lidad, sino por el co n tra rio , ha de se r elem ento
determ inado por la materia en cuanto individuan­
te (signata quantitaie), para que la form a deje
de ser un universal. Ju sta m en te , según ya deja­
m os advertido, la escu e la de A lb. M agno fué la
que de modo esp ecial re a ccio n ó en e s te punto
co n tra la d octrina de A belard o, según la cual la
— 121 -

materia prima era el elem en to individual iza b le,


y la forma el elem ento individualizador (v. t. V I,
c. ) ( 1 ); con lo cual s e en trab a directam ente en
el realismo, o e x isten cia absoluta de las form as
universales, con las co n se cu en cia s que el mismo
Abelardo sacó en orden a la Trinidad (2).

(1) E) En el tomo VI, que sin señalar capítulo cita el


Autor, algo dice referente a la inversión de Abelardo en
las funciones correlativas de materia y forma al constituir
los entes; pero de la reacción de la escuela de San Alberto
Magno contra la inversión abelardiana habla en el capitulo
que había intentado incluir en dicho tomo VI y ahora va al
comienzo de éste, según se advierte en la nota al prece-
tiente n. 127 (p. 89-90). Por tanto, el lugar aludido por la
cita del Autor corresponde a este VII tomo, cap. I, art. VI,
número 134.
(2) Sobre la misma tesis de que Dios es su forma, y
por ello su esencia, reposa también la prueba aristotélica
de Santo Tomás acerca de que en Dios no se da composi­
ción dtí naturaleza y persona. Y la razón es, porque sólo
en !os compuestos de materia y forma se distinguen la na­
turaleza y el supuesto. De esta suerte la simplicidad por
dicltn concepto no es exclusiva de Dios, sino propia tam­
bién de los espíritus, destituidos de materia. De ahí la ne­
cesidad de hacer indivldualizable la esencia por sí misma,
aún en las criaturas (espirituales); que es dar a la forma la
interpretación platónica, y platonizante medioeval, bien
acentuada por el Pseudo-Areopagita, del universal singula­
rizado sobre sí propio, y por lo tanto objetivado en su pro­
pia universalidad. Expresión teológica de ello, es la doctri­
na que Santo Tomás acepta, de que los ándeles no pueden
multiplicarse dentro de una especie, sino que cada especie
sólo contiene un ángel. E s decir, que en la esencia o forma
espiritual no cabe sino una individuación; y por cuanto no
!m>' nada que imponga a la forma la exclusión de su univer­
salidad, porque sería privaría de lo que se supone ser su
-1 2 2 —

15 9 . S i, pues, la esencia s e identifica con la


form a al modo dicho, y ésta por ex ig e n cia m eta­
física del sistem a no puede ex p licar por sí la indi­
vidualidad, e s m anifiesto que la afirm ación Deas
est idem quod sua essentia no exp lica la indivi-

naturaleza (una forma o esencia singular en st es imposi­


ble y contradictoria en la teoría aristotélica), síguese que
la individuación en el caso propuesto es especifica, o sea
de la especie como tal a lo platónico; dentro de la cual en
vez de singularizarse la forma, se unlversaliza la entidad
angélica que por ella se intenta explicar. M is de una vez
hemos tenido ocasión de notar, la universalización indivi­
dualizada en las jerarquías entitativas del Pseudo-Areopa-
gita, del cual es reflejo la doctrina del Aquinense sobre el
Valor de las formas puras, presentadas en- aristotélico,
que ya sabemos por aristotélico tenía Santo Tomás al
Pseudo-Dionisio. Ciertamente, que algunos escolásticos
posteriores no dejaron de notar afinidad entre la teoría de
las formas puras en si individualizadas, y la teoria plato­
nizante del intelecto uno, que creían invento de Averrocs, a
lo cual aun más tarde teólogos como Tournely hacen refe­
rencia.
A parte de lo dicho, la tesis de la forma singularizada en
sí, exige la indistinción de la naturaleza y supuesto en las
criaturas espirituales, de una manera análoga a la de la Di­
vinidad, cosa que la escuela tomista no admite, y que el
mismo Santo Tomás (Quodl. Q, q. 2, art. 2; y p. 2.", q. 17,
a. 1), parece no aceptar. A esa posición inestable obligada,
es debida la solución extrema de Cayetano, quien propone
la consabida doctrina de que la naturaleza (la forma), se
distingue realmente en las criaturas espirituales del su­
puesto, porque la subsistencia le es dada como elemento
extrínseco y adicional. Solución que pretendiendo resolver
la dificultad de la forma individualizadora, la agrava in’
mensamente, así por lo que atafle a la constitución intrín­
seca de (a personalidad, que jamás puede ser algo externo
-1 2 3 -

duación de la naturaleza divina, ni por lo mismo


justifica la sim plicidad, o negación de com po­
sición, a cuyo fin se utiliza. H ay que re co n o cer,
e im plícitam ente lo co n fiesan p artidarios d e la te o ­
ría aristo télica, que según los principios de ésta,
la personalidad de D io s (com o naturaleza su b sis­
tente) es in exp licab le, y co n stitu y e un m isterio
dentro del sistem a , a p esar de que el s e r personal
de Dios en el sen tid o ,o n to ló g ico dicho, deb e r e ­
sultar inm ediatam ente de las pruebas de la divina
existencia.
160. A parte de lo dicho, tod a la re p rese n ta ­
ción que se le atribuye a la forma para constituir
la esencia y el ser divino, se apoya en !a sim ple
hipótesis de que materia y form a sean los co n s­
titutivos in trín seco s de las entid ades sen sib les, en
que la m ateria e s el principio ineludible y n e c e sa ­
rio de la individuación en ellas. Y e s sabido que
no sólo la teo ría en sí, sino por modo esp ecia l la
individuación m ediante la materia signata qaan-
titatc, no o fr e c e garan tías de estabilidad aun en
la misma escu e la com o tend rem os.ocasión d e co m ­
probar.
Dado que la e se n c ia , o forma, no exp resa ni
encierra en sf la individualidad, tam poco puede

8 la persona, como por lo que liace a fa singularización de


la forma, universal en sí, que el elemento externo yuxta­
puesto no puede menos de suponer realizada, contrapo­
niéndose entre st como dos entidades irreductibles. No sin
razón, pues, la misma escuela tomista prescinde gene­
ralmente del argumento aludido, como ya Gregorio de V a­
lencia (in I. D. Thomae, dis. I, q. 3), proponía se hiciese.
— 124 —

corresp on d erle. com o tal forma, m ás valor que el


universal. En tal sentido la form a p o see la sim­
plicidad propia de la categ o ría ontológica en que
s e coloq u e; pero ya sab em o s que e s a simplicidad
es puram ente negativa, y propia, no de lo s entes
c o n c re to s, sin o de las a b stra ccio n es ( 1 ).

( t) El carácter abstracto, o puramente lógico, que re­


viste la forma respecto a la naturaleza individual, revélase
no sólo a través de las observaciones hechas, sino en los
miamos recursos que es menester utilizar en la escuela
aristotélica para individualizar dicha forma. El mismo Son­
to Tomás da como explicación de que los espíritus puedan
ser forma sin materia, el c¡ut* basta la especie para indivi­
dualizar el género, limitándolo a la naturaleza de la espe­
cie: «Dúplex est limitatio formae. Una quidein secundum
quod forma speciei limílatur ad inclividuum; et talia est limi­
ta lio formae per materiam. Alia vero secundum quod forma
generis limitalur ad naturam speciei; et talis limitatio non
fit per materiam, sed per formam magis deierminatam a
qua sumilur differentim. (De spirifualib. creaturis, c. 1),
Dicho se está, que siendo ia especie un concepto abstracto,
como el del género en su orden, tan imposible y contradic­
torio es que individualice ia especie a un ser, como que re­
sulte individualizado por el género. E sto sin contar que es
unH pura ficción lógica decir que en el orden ontológico y
real la especie sobrevenga al género; cuando el género no
es sino una abstracción de las especies, que por e30,
aún en la misma doctrina aristotélica, no es tipo esen­
cia/ de ninguna realidad, ni por lo tanto puede servir de
base, cuando e9 término de una deducción. Por eso sin
duda, según hemos visto, prefería Cayetano interpretar la
individuación angélica com o resultante de algo extrínsecos
su forma o naturaleza, aunque ello según queda también
indicado, sea de todo punto insostenible.
E se tránsito del orden lógico al ontológico, con la
correspondiente artificial transformación de las formas,
— 125 —

161. E s te tránsito , de todo punto in a cep ta ­


ble, de la sim plicidad abstractiva a la sim plicidad
real e s harto frecu en te en los teó lo g o s aristo téli­
cos, debido al influjo exp lícito o im plícito de la
inestable adaptación de la teoría de las formas.
El mismo S a n to T o m á s, tratando de la sim pli­
cidad divina, nos o fre c e aquel argum ento tan re­
petido por m uchas, cual una verdad inconcusa: S i
Dios estuv iese en algún género , debería h allarse
en el género de en te , porque el género ex p resa la
esencia; m as el en te no puede s e r g é n e ro , porque
ninguna diferen cia puede h allarse que e sté fuera
del ente; luego D ios no e stá comprendido en nin­
gún género. ( S . T h ., 1, q. 5 , a. 5 ). (1).

es corriente en los aristotélicos medioevales, cristianos y


árabes. De éstos toma Santo Tomás el símil de los núme­
ros, para explicar como cada forma puede corresponder a
un individuo en especie. No obstante 9er evidente, que
cada número, por ser tipo de representación abstracta,
puede concretarse en cosas o entidades indefinidas homo­
géneas o heterogéneas; que es la inversa de lo que se
quiere probar cuando se aplica tal concepto a la doctrina
de que los ángeles constituyen cada uno su diversa espe­
cie, debido a la forma en que se incluyen.
(1) Nos limitamos a lo que directamente refleja la doc­
trina de sistema. O tros argumentos hay generalmente utili­
zados sobre el mismo punto, como el de que Dios de estar
en algún género sería compuesto de genero y diferencia; y
también que en tal hipótesis se distinguirían en Dios la
esencia y el ser, los cuales son discutibles y discutidos;
pero por su índole má9 general están fuera de nuestro ob­
jeto. Aunque son de origen aristotélico, formulados ambos
por lus filósofos árabes (Avicena repite en Varias formas
et de la composición del ser y de la esencia), y también por
— 126 -
D esd e luego si el en te , según la te sis aristoté­
lica fu ese género, sería igual co lo ca r en él la Di­
vinidad, o colo carla en cu alq u ier otro género;
porque la com posición de género y d iferencia so­
brevendría de la misma m anera en uno y en otro
c a so . S i algo sign ifica, pues, el argum ento, es
que lo que obsta a que D io s e s té b a jo un género,
h állase en no haber gén ero que a lca n ce al ente
en cuyo con cep to e stá com prendida la Divinidad,
y que por eso D ios e s sim ple, a jen o a todo géne­
ro y diferencia. M as com o el ente que así está
fu era de todo género no es sino el en te abstracto
y univcrsalísim o que denom inam os ente ontológi­
co, síg u ese que para que valga el argum ento sería
n e c e sa rio e inevitab le conv ertir el s e r de D ios en
una ab stracció n , y confundir a lo trascendentalis-
ta neoplatónico el en te o n tológico con el en te teo­
lógico, co sa bien ajen a a la m en te y a la doctrina
de S a n to T o m á s. E s to es una confirm ación , harto
c la ra , de las d e ficien cia s inherentes al sistem a fi­
lo só fico que se utiliza.
La infinidad de Dios en la teoría de esta es­
cuela: crítica de la misma.
162. C on la teo ría de la infinidad divina

Alberto Magno y Santo Tomás, en otras escuelas apare­


cen utilizados; y los reproducen el platonizante Enrique
de Gand, el agustiniano Egidio Romano, y antes Escoto,
como a su Vez San Buenaventura, bien que éstos los presen­
ten con Variantes de aspecto, arguyendo ora sobre la com­
posición, ora sobre la limitación ajenas en absoluto de la
Divinidad.
-127-
acontece co sa sem eja n te, y no puede m enos de
ser así, ya que son unas m ism as las b a se s filo só ­
ficas utilizadas (1).
163. En la Suma c. Getit. propone S a n to

(1) Los escolásticos antiguos de la escuela aristotéli­


ca, y muchos de fuera de ella, al ocuparse de la infinidad
de Dios, hablan de la argumentación de Aristóteles en la
materia, aplicando a Dios lo que el Estagirila enseña res­
pecto del primer motor inmóvil en los liba. Vil y VIII de la
Física, y en el XII de la Metaf., y resumiendo su tesis en
la fórmula: Denm esse infinitae virtutis, ex eo quod movef
tempore infinito, juxta Aristotelem, Sabemos ya cómo
mueve el Motor inmóvil según Aristóteles, en cuanto ea
termino a donde aspira por su naturaleza el universo móvil,
pero no en cuanto sea causa de éste; o sea de una manera
inversa a como la filosofía cristiana entiende la eficiencia
de Dios respecto del mundo (v. atrás, t. V, c. II). Lo cual
impone la profunda transformación que representa la tesis
escolástica señalada en su base, y en su contenido, respec­
to a las de A ristóteles, como puede verse en loa cita­
dos libros VII (en especial lecc. S.°) y VIII Physicor.
(ed. León XII!), y XII, Metaph.
Mas, supuesta la tesis dicha, de que el M otor primero
moviese tempore infinito, no se sigue de ello que este Mo­
tor fuese infinito. «Quae rdlio, dice Suárez, inultorum tor-
sit ingenia, quoniatn statim apparet omnino inefficax» (Mc-
taph. Disp. 28, d. 2). Y en efecto, es claro que para mover
en tiempo sin término, basta un motor finito que no termi­
ne, cosa que en la doctrina de Aristóteles es tan factible,
como que de hecho el mismo universo finito es eterno; y
aparte de esto los motores particulares de las diversas es­
feras celestes (calificados de espíritus por los escolásti­
cos), que Aristóteles introduce, son finitos en virtud ope­
rativa e infinitos en duración. Por esto no es de extraflar
íue algunos escolásticos sostuviesen que Aristóteles sólo se
propuso probar la infinidad de D ios en duración, y no in-
198 —

T o m á s am plia se rie de argum entos de varia índo­


le; unos de los cu a les pueden d e c ir se no sistem á­
tic o s y de valor y e fic a c ia probatoria (v. gr. los
fundados en la perfección de D ios, en la virtud

tensiva, de Virtud o naturaleza. (No hay para que repetir


que Aristóteles no habla de la Divinidad, sino del primer
M otor inmóvil).
A ristóteles fúndase a la vez, para probar la infinidad del
primer Motor, como quieren los escolásticos (aunque pro­
piamente se refiere a la inmovilidad eterna del mismo), en
que el tiempo y el movimiento son infinitos (eternos, sin
principio ni fin). Y esto es tesis cierta y reiterada de Aris­
tóteles, apoyada en la razón imaginaria de que, por cuanto
sin tiempo no hay antes y después, y por cuanto siempre po­
demos pensar en antes y después desde la eternidad, sígue­
se que el tiempo lia existido siempre, y por lo tanto igual­
mente existió el movimiento. Así, en el Vl\\Phfsic.,después
de referirse al movimiento eterno, y concluir que siempre
existió algún movimiento (mutación) anterior al primero
( E n a i spa me -pozépa. |i£x«(3oXt] itpi&Trjg), añade: «Además
de esto, cómo puede haber antes y después, no existiendo
tiempo?; o tiempo sin existir movimiento? Si, pues, el tiem­
po es el'número (medida) del movimiento, o una especie de
movimiento, es necesario que el tiempo exista siempre, >’
que el movimiento sea perpetuo». np¿j 8é -joikoij xo itpátípov
Oo-cEpov ítüf ioxai xpávou jítj lirtos; vj b xpiveg, ¡líj oGcr)S
otiv^aeius; Eí íé louv á xpívo? xtvVjaetoc ¿piftfiág icívíjafc as,
sfcwp áel XPáv(S6 áo 'tv <iváyx.-t¡ n al y.ívsaiv á tíio v etvai (|¡b. VIII
cit., lee. 2.°). S ob re esta base se funda la inmovilidad dei
primer Motor (v. también, Arist. Mctaph., lib. XII, al. XI,
c. 6), y de ahí el origen de la infinidad de Dios que los es­
colásticos tratan de hallar en Aristóteles.
El argumento de A ristóteles, lo hemos ya notado atrás,
es absolutamente vano; porque un antes y un después no
pueden existir sin que se presupongan las cosas ya exis­
te n tes, aun según la misma doctrino de Aristóteles; de
- 129 -

operativa infinita, e tc .); y o tros form ados dentro


del sistem a, que son los que h acen a nuestro pro­
pósito.
T al e s la prueba jde la infinidad diyina fundada

suerte, que si. éstas pueden comenzar, eí tiempo y el movi­


miento pueden comenzar también. Y es claro a la vez que
un antes y después concebido en si por nosotros, pres­
cindiendo de las cosas, es una creación imaginaria; que en
realidad es lo que ocasiona la confusión del Estagirlta. Esa
deficiencia en el razonamiento, fué señalada por los esco­
lásticos al defender la posibilidad y la realidad de la crea­
ción no eterna del universo (cf. Kleutgen, Philosophte
d. Vorzeit, t. II, y Ábtmndl., 2haupts., en lo tr. fr, t. VI,
9 dis,, cap. 2). Y Santo Tomás, en los coment. a la Me-
taph. 1. XII, y Phys. I. VIH, lee. 2, donde refuta a Averroea
sobre la creación; así como Suárez en la Maph.. 1. c it., in­
sisten con vigor sobre este punto. Pero con todo, Santo
Tomás no acierta a desprenderse del influjo de Aristóteles
en cuanto a la tesis del movimiento en tiempo infinito, aun­
que no admita la mánera aludida de probarlo. Así en el
cap. XX, S . c. G ent., lib. I, utiliza este argumento: Nulia
poter.tia finita potest movere tempore infinito; sed poten-'
tía primi motoris movet tempore infinito, guia motas pri­
mas est sempiternas; ergo potentia primi motoris est in­
finita. Para probar que ninguna potencia finita puede mo­
ver en tiempo infinito, aduce la razón del todo y de las
partes, suponiendo que la potencia motora se divide según
éstas, y por lo tanto con sujeción a mayor o menor tiempo
según las partes; lo cual excluye la infinidad. Es de Aristó­
teles en el VIII Phys. cit. (como también lo dice el F erra­
riense, y sin otro valor que. el de la autoridad del Esta-
girita). Prescindiendo de esto, que es una adaptación del
sem en tó análogo del movimiento para probar la existen­
cia de Dios antes de ahora examinado (V. t. VI, c. X I), y
te que además en el argumento en cuestión se da por su­
puesto, que todo motor finito haya de ser cuerpo, la tesis,
tomo vu »
— 130 —

en que todo acto paro , no recibido en materia


alguna, es infinito. «D eu s autem , d ice, est actus
nullo modo in alio e x iste n s, quia non e st forma in
m ateria». E s d e cir, que la -materia es toda la

potentia primi motoris movet tempore infinito, guia motas


primas est sempiternus, sólo pudiera tener lugar en la
existencia eterna del mundo (sobre esa base discurre Aris­
tóteles); y aún entonces dándole un -valor objetivo en si al
tiempo que lo haga comparable a la eternidad, antes de re­
ferirlo a las cosas, que por sí excluyen el no tener princi­
pio en su entidad (defecto que en su lugar hemos visto
hacia resaltar Algazel, refiriéndose a la imposibilidad de la
creación eterna).
El mismo Santo Tomás acaba por reconocer la insubsis-
tencia de esa argumentación a donde le lleva su extremada
sujeción a Aristóteles, cuando Jo reproduce más adelante,
en el cap. 43 del lib. I cit., para probar directamente la infi­
nidad de Dios: Deus non habet virtutem activam finitam;
movet enim in tempore infinito; quod non potest esse nisi
a virtnte infinita, atsupra ostensum est(c. 20, o sea donde
está el argumento en la forma ya mencionada). Mas añade
luego: «Haec autem ratio est secundum ponentes aeter-
nitatem mundh. E s decir, que el argumento no vale al ob­
jeto. S i bien añade que no obstante eso, y partiendo de la
no eternidad del mundo, todavía confirma mejor la infinidad
de Dios, adhuc tnagis confirmatur. La razón es, porque
cuanto más dista del ser lo creable, tanta mayor es la po­
tencia necesaria para que venga a existir, potencia que se
requiere sea infinita, por cuanto illud quod omnino nos
est, est infinite distans ab acia (I.. cit). Mas aquí se realiza
una transformación evidente del argumento primero. El ra­
zonamiento primero es de carácter físico, sobre el movi­
miento, y así lo propone Aristóteles también; y el segundo
és un argumento metafísico sobre la potencia y acto, don­
de se prescinde en absoluto de que el movimiento sea o no
eterno. De suerte que el Aquinense no obstante su intento
-131 -

razón de lím ite, y de lo finito; c o sa que, com o


luego direm os, e s fa lsa e inaceptada en la misma
escuela peripatética. Y a la Vez resulta que toda
pura form a Viene a ten er, a lo platónico, igual in­
finidad a la de D io s, siem pre que se co n sid ere en
acto sin s e r recibida en m ateria alguna, y sin la
potencialidad que la ord en a, según dicha escu e la ,
a la m ateria. E s d ecir, que la infinidad de un uni­
versal su b sisten te sería la propia de la Divinidad,
y por lo m ismo aquel universal sería D ios. Si al-
bedo, dice con lógica S a n to T o m ás, esset per se
existens, perfectio albedinis non terminaretur
in ea, quatemis haberet quidquid de perfectione
albedinis haberipotest. ( C . G e n t., I, c. 4 3 ).
164. E l influjo de la m ism a doctrina de la
forma peripatética lleva al A quinense a formular
este argum ento, que m ás p a re ce n eop latón ico que
aristotélico: E l ser a b stra cto es infinito,.p orque in­
finitos en tes pueden participar de é l;.la lim itación
en éstos, pues, sólo resu lta de se r ca u sad o s por
otro. Luego el ser divino, que no tie n e c a u sa , e s
infinito (1).
Lo que s e sigue en rigor de la te sis sen tad a,

de justificar desde el punto de vista físico el argumento


aristotélico de la infinidad, según hemos visto atrás (t. VI,
n' 508 síjjs.), viene también a desecharlo; cosa que igual­
mente efectúan, Escoto, Cayetano, etc., al transformarlo en
razonamiento metafísico, como a la vez queda advertido
(t. VI, ]. cit.).
(1) «Ipsutn e ss e ab so lu te consideratum , infinitum e st¡
nam ab infinitis e t infínitís modis p articip a ri p o ssib ile e st:
81 ¡íjilur alicujus e s s e sit finitum, o p o rtet quod lim itetur e s s e
— 132 —

e s , que la infinidad de D ios es la infinidad del


en te a b stracto , y no otra. Y com o por otra parte
el s e r en a b stra cto , consid erad o, com o en el razo­
nam iento ap are ce , fu era del su jeto co g n o scen te,
tam poco tie n e ca u sa , sería por e s to mismo idén­
tic o a D ios, o la Divinidad en sí. E l tránsito del
en te on tológico al en te teo ló g ico no puede ser
m ás m anifiesto.
165. En la Suma Teol. prescin de S a n to T o ­
m ás de esta Variedad d e argum entos, y lo s reduce
a uno solo: una co sa , razona el A n gélico , s e dice
infinita en cuanto no es fin ita. A hora bien la ma­
teria e s finita porque e s limitada por la forma, y
aunque e s porque re cib e de é sta su perfección.
M as la forma limitada por la materia, no recibe
su p erfección de la m ateria; a n tes b ien, la materia
re strin g e la plenitud de la forma. Luego el infi­
nito que proviene d e una form a no determinada
por m ateria algu na, es exp resión de lo perfecto.
M as lo que hay de m ás form al (e s d ecir, d e más
pura forma), e s el se r. P or consig uien te el ser di­
vino no limitado por nada, es infinito y per­
fe cto (1).
P rescind ien do de todo lo que puede decirse de

illud per aliquid aliud quod sit aliqualiter causa illius esse...¡
sed esse divini non potest esse aliqua causa... igituresge
suum est infinitum, et ipse infinitus». (C . Gent. I, c. 43).
(1) «Considerandum est igitur, quod infinitum dicilur
ex eo quod non est finilum. Finitur autem quodammodo et
materia per formam et forma per materiam... Materia
autem perficitur per formam per quam finitur... Forma
Autem non perFicitur per materiam, sed magis per eam ejus
-1 3 3 —

la m ateria y form a, y de la com binación de limi­


taciones m utuas que se utiliza, tan convencional
e inestable com o el sistem a, éc h a se de ver com o
defecto cap ital, el atribuir a la ab stracció n de la

atnplitudo contrahitur; linde infinitum, secundum quod se


tener ex parte formae non determinatae per materiam,
liabot rationen perfecti. Illud autem quod est máxime fór­
male omnium, est ipsum esse. Cum igitur essedivinum non
sit esse receptum in aliquo, sed ipse sit suum esse sub­
sistáis, ut supra ostensum est, manifestum est quod ipse
Deus sit ¡nfinitus et perfectus (1, q. 7, a. 1).
El nexo que árabes y escolásticos establecían entre
las categorías aristotélicas y la materia y forma, como
determinante y determinado, para constituir las especies
dentro del género, y los individuos dentro de la especie,
ocasionaban un circulo discursivo al tratar de la simplici­
dad o de la infinidad divina, al afirmar que Dios era simple
e infinito, por la ausencia en él de todo género; y al mis­
mo tiempo, que Dios no estaba en ningún género, por ser
simple e infinito, con el supuesto latente de una forma
pura, objetivada, sin sujeción a categorías. El Aquinense
no es del todo ajeno a este procedimiento; así en el c. 25,
I C. G., se propone demostrar que Dios no puede estar en
ningún género, porque esto lo limitaría en sus perfecciones,
i>sea, dejaría de ser infinito; y a la vez en el cap. 43 aduce
como prueba de que Dios es infinito, el no hallarse en nin­
gún género: «Deus autem non est in aliquo g en ere...; est
igitur infítiitus». Mas lo que principalmente aquí hace' a
nuestro intento, es notar la índole del razonamiento en que
deduce de no estar Dio9 en ningún género, que es infinito*
Porque es manifiesto, que de la exclusión áe. género no se
sigue la infinidad real de Dios. El ente ontológico excluye
dicha infinidad real, y está fuera de todo género. Y la infi­
nidad abstractiva que le corresponde (por donde este argu­
mento vendría a ser una variante del que arriba notamos),
es la antítesis de la infinidad divina, de que se trata, De
— 134 -

form a el valor igualm ente a b stra cto del se r en ge­


n eral, y convertir su infinidad en el infinito d é la
plenitud del ser co n cre to divino. M uy le jo s está
el A quinense d e h a ce r al panteísm o la m enor con-

igual manera, todo lo que fundado en la exclusión de género


se dice, de que Dios es infinito porque no puede ser defini­
do, como invocando a Aristóteles afirman antiguos comen­
taristas de Santo Tom ás, no conduce mejor a la infinidad
divina, que a la infinidad del ente universal, igualmente in­
definible. De suerte que lo indefinible en absoluto (en or­
den a cualquier grado de inteligencia), no puede distinguirse
como real; cosa que teólogos eminentes como Gabr. Váz­
quez, ya advirtieron (in S . T h., disp. X X V , q. VII). Sin
duda que la escuela de Alb. Magno, y Santo Tomás desde
luego, parte de la' realidad entitativa del S e r no compren-
. dido en género y diferencias; pero su base de sistema para
ello es la forma para, la forma ilimitada por materia algu­
na, ni ordenada a ella, como el Aquinense hace constar.
Pero siendo el Valor real de la forma aludida un simple
postulado, tan inseguro como la existencia de la forma
misma, y sin que pueda fijarse en ella nada que la caracte­
rice como diversa de una idealidad ilimitada, dicho se esté,
que al suprimir el género y diferencia de una tal forma, 110
se consigue garantizar mejor su valor entltativo; antes
bien, se hace más explícita su ilimitación de idealidad 0 de
ser en abstracto. Esta doctrina de la forma pura aplicada
al ser de Dios vino directamenle de los árabes a la esco­
lástica, sobre todo mediante Averroes, que es el que da el
tipo doctrinal en esto ajustado a la teología (v. el Tehafot,
o sea la Destructio destnwtv. contra Algazel). Las dos cé­
lebres opiniones de los filósofos musulmanes, atrás menta­
das (v. t. VI, c. X ) de tipo platonizante, están calcadas en
la teoría de las formas: una la de que Dios es existencia
pura sin esencia (para evitar a su modo la indeterminación
propiH de la forma no recibida en materia alguna), y otra
la de que es esencia pura sin existencia (a fin de excluir,
— 135 -

cesión; pero no c a b e duda, que so b re el procedi­


miento que utiliza liegaron a la te sis panteísta no
pocas escu e las filo só fica s m edioevales; p roced i­
miento muy aristo télico , aunque lleva al platonis-'

también a su manera, la limitación supuesta que el exirtir


imponía a la pura forma del ser). En una y otra hipótesis
se excluía de Dios todo género y diferencia; porque el
existir puro no los admite, por desaparecer el contenido
sobre que pudieran recaer; y la esencia pura por su propia
universalidad los excluye. De suerte que al afirmar que
Dios es pura forma, se afirma al mismo tiempo que es acto,
y que no hay en él género ni.diferencia.
El carácter abstractivo de lo infinito, más que real e in­
tensivo, que se refleja en la argumentación precedente,
aparece también en otros razonamientos del Aquinense
sobre el mismo punto. De esta índole es el argumento que
funda, en que nuestro entendimiento puede extenderse in
infinitum en entender, «cujus signum ést, dice, quod quan-
tiíace qualibet finita data, intellectus noster inajorem exco­
gitare possit». De donde deduce, que debe existir algo inte­
ligible infinito, y que este inteligible es Dios. «Oportet igi-
tur alíquam rem intelligibilem infinitam esse, quam oportet
esse inaximam rerum; et tianc dicimus Deum. Deus igitur
est infiuitus». ÍContr. G. 1, c. 43). S e advierte fácilmente
el tránsito que aquí aparece del orden ideal al orden real,
a la manera de lo que acontece y hemos expuesto, (t. VI),
con el argumento anselmiano sobre la existencia de Dios.
Que el entendimiento pueda extender a lo infinito su activi­
dad cognoscitiva, al modo que señala Santo Tomás, no es
sino la resultante natural de la abstracción, dentro de la
cual caben infinitos objetos concretos. Y por lo mismo ,que
esa capacidad infinita se da en un ser finito y limitado, an­
tes llevaría a concluir la infinidad del sujeto cngnoscente
que la ejerce, que no la de! objeto conocido, el cual en or­
den u dicho conocimiento no sólo no se requiere que sea
infinito, sino que es necesario aparezca limitado para que
— 136 —

m o, o m ejor deriva de él, y a que A ristó tele s an­


te s que en su escu e la , p ro fesó en la de Platón, y
de allí tom ó su d octrina de las form as.
O tro defecto tam bién capital co nsig u ien te, es
que incluyendo la form a com o tal la razón del
se r, ni los individuos son ta le s sino d e una mane­
ra extrín seca al s e r , ni son tam poco finitos por
razón intrínseca del ser propio, supuesto que la
form a exp resa el s e r , y e s en sí infinita e imper­

sea concreto. De otra suerte, habría que objetivar a lo pla­


tónico la idealidad ab9tracta de los conceptos, con la impo­
sibilidad consiguiente de llegar a la Divinidad mediante
ellos.
Análogo al precedente, es el argumento que Santu To­
más funda en la diversidad de grados en que los seres po­
seen una perfección; grados que sólo caben en lo finito,
donde se da lo más o menos perfecto. Hor el contrario, el
ser que es la misma perfección (la bondad en sí, la verdad
en af) no admite grados en ella, y es por lu tanto infinito,
porque no puede haber nada más perfecto. E ste ser es
Dios, «cujus esse est sua bonitas». E s, pu^3,infinito en
bondad. «Nullo igitur modo potest cogitari aliquid nielius vel
perfectius Deo. Est Igitur infinitas ir bonitate». Rs el argu­
mento corriente en todos lus teólogos y filósofos, platoni­
zantes (si bien con la atenuación y sobriedad que es habi­
tual en el Doctor Angélico), y por modo especial, comuní­
simo en el Pseudo-Areopagita, cuyos conceptos hemos es­
tudiado atrás (v. el t, IV). Dios es la verdad en si, ia bon­
dad en si, la belleza en si, son las fórmulas habituales De
divinis nominaiibus, como cualquiera puede ver en ese y
demás tratados pseudo-dionisianos. De esta manera la idea
abstracta de verdad, bondad, etc., se objetiva como ente
en si, en la forma contradictoria de un abstracto-concreto,
que no es lo uno ni lo otro, y mediante un tránsito ilógico
en absoluto del orden de idealidad al de realidad. Y a hemos
- 157 -

fectible. Cuando deb e d e cirse, a la inversa, que


cada ente limitado e s tal por el se r finito que le
pertenece con anterioridad a toda com p aración
con cualquier form a supuesta infinita, o uni­
versal.
166. S e dice adem ás que la form a e s r e s ­
tringida en su infinidad por la materia. M as si
esto se adm ite, allí donde la m ateria no e x iste , la
forma es infinita; y según e sto en los esp íritu s
angélicos, destituidos de m ateria, se daría infini­
dad; serían entitatiVam ente infinitos, e igu ales a la
Divinidad. E s o b servació n esta q u e ya hizo E s c o ­
to, y contra la cual s e levantaron en general los
comentaristas de S a n to T o m á s d esd e C a y e ta n o ,
sentando que la forma e s sólo infinita en su razón
específica; y que la materia sólo la limita en
cuanto la co n tra e al individuo dentro d e la espe­
cie que la prim era exp resa .
Mas por “un m omento admitida esa doctrina, s e
inutiliza en absoluto el argum ento de Sa n to T o ­
más que se preten d e defen d er; porque según ello
no siendo infinita en absoluto la forma sin mate-

visto cuino por ese procedimiento se vino a sobreponer el


valor de la ¡dea de ia Divinidad, y de los principios nietafí-
aicos a la realidad misma de Dios; de suerte que, aunque
Dios no existiese, existiría alguna verdad, o sea, la no exis­
tencia de Dios, como decía Fischacre con otros escolásti­
cos, y el principio de contradicción (v. t. VI, c. 9). Cosa
sin embargo bien ajena a la escuela de Alberto Magno, y
desde luego a San tu Tomás, y no adaptable tampoco a su
aristotelismo, como tampoco procede de éste el argumento
a Que venimos refiriéndonos.
- 138 -

fia , de que D ios se a form a pura no s e sigue su


infinidad absoluta. A n tes por el contrario será me­
n este r, prim ero m ostrar que D ios e s infinito en
toda su e rte de p e rfe c c io n e s , para poder d ecir que
le corresp o n d e una forma absolutam ente infinita,
Y por cuan to, según e s o , la forma no e s infinita
sino en cuan to e s todo lo que puede se r a n tes <jue
la m ateria la lim ite, síg u ese que la infinidad del ser
c o m o tal, no es sino la de una indeterminación
pura, que dista infinitam ente de la infinidad propia
d e D io s (1).
Conclusión critica, referente en general a la
teoría materia del artículo, y contraida en par­
ticular'a su aplicación a l problema de la indi­
vidualidad y personalidad de Dios.
1 6 7 . Con lo exp u esto , h ay lo su ficien te para
com probar lo que d ejam o s dicho a c e rc a de la con­
textu ra íntim a de la exp osició n filo só fica del ser
de D io s en la e sc u e la de A lb. M agno, y para apre­
ciar igualm ente la s d eficie n cia s de las te sis aristo­
té lic a s aplicadas a la realidad divina; ya que los
puntos c e n tra le s a que a cab am o s de referirnos,
re fle ja n la doctrina filo só fica que preside al con­
junto de los atributos o n to ló g ico s de D io s.
1 6 8 . Por lo que h a ce a la individualidad de la
n aturaleza divina, no es m en ester insistam os en lo

(1) La infinidad específica (le la forma, lleva a sus se­


guidores a la infinidad relativa de los ángeles, y a consti­
tuir, como sabemos, una especie por cada individuo angé­
lico, como con el Aquinense afirman los que le siguen, fun­
dados en la deleznable base de la forma.
— 139 -
ya expuesto al tratar del co n cep to de la e se n c ia
de Dios, para ver que aquélla está calcad a en la
teoría de las formas, y de ella derivan las grav es
dificultades con que tropiezan sus seguidores para
explicar el se r personal de D io s, por la im posibi­
lidad de individualizar una forma pura, sin rom ­
per con la teoría de A ristó teles, o d ecla ra rse fu e­
ra de ella al m ismo tiem po que s e invoca y utiliza.

ARTICULO III

La idea central de Escoto en este punto, es la de lo


infinito; y no la de materia y forma que preside a la
teoría de la escuela de Santo Tomás.

169. D iverso del p ro ceso filo só fico de la e s ­


cuda de Alb. M agno en la m ateria, es el de la e s ­
cuela agustiniana m oderada que rep resen ta Duns
Escoto; prosiguiendo cada una en la in terp reta­
ción del s e r de D io s, el cam ino trazado en las
pruebas de la existen cia de D ios. P or eso la idea
central en e ste punto e s tam bién la de lo infinito
para E sco to , y no la de las formas (o materia y
forma) de la escu ela d e Alb. M agno. La infinidad
como nota esen cial y c a ra c te rístic a del S e r divino
preside a todas la s p erfeccio n es de D io s, y es
como el tipo fundamental d e la n aturaleza divina;
y ella expresa y en cie rra la plenitud ex isten cia l, o
la aseidad, según queda notado a trá s. Infinidad
fundamental, que luego se m anifiesta com o infini­
dad formal en [os distintos atributos que s e enun­
cian de la Divinidad, com o m odalidades del se r
infinito radical a n tes enunciado.
- 140 —

Consecuencia de las respectivas teorías cog­


noscitivas, es que la noción de infinito tenga
carácter afirmativo en la teoría de Escoto, y ca­
rácter negativo en la teoría de Santo Tomás.
170. El se r infinito de E s co to , es aquel que
realiza en si la plenitud de la entidad y d e la per­
fe cció n dentro de la unidad. Infinitan! est cai
nihil entitatis deest , eo modo qao possibih est
illud habcri in aliquo uno. La teoría escotista
del co n o cer le perm ite dar c a rá c te r m ás afirmati­
vo que negativo a la noción de lo infinito; a la in­
v ersa de lo que ex ig e la teoría peripatética del co­
n o ce r, que e s la de S a n to T o m á s, donde s e acen­
túa el asp ecto negativo de! co n cep to de lo infini­
to so b re el positivo y de afirm ación directa.
En am bas e scu e la s lo infinito divino e s, y no
podía m enos de ser, lo p erfecto en grado insupe­
rable. P ero en la escu e la platonizante agustiniana,
que utiliza E s c o to , la visión idea! c a e directamen­
te so b re lo p erfecto en lo infinito, m ientras en la
escu ela a risto télica c a e directam en te sobre lo no
finito por negación- de lím ites en lo finito. Por eso
para el A quinense el infinito es lo no finito, quod
non est finitum. Y aun m ás, para 110 salir de los
m oldes, bien estrech o s del peripatetism o, hace
c o n star S a n to T o m á s, que lo infinito es tal, por la
negación de límite en la forma, debido a la falta
de materia. Infinitum secundum quod se tenet
ex parte formae non determinatae per mate-
riam, habet rationern perfecti (S . I, q. 7, a. 1)-
D octrin a ciertam en te inadm isible, y que de no res­
— 141 -

ponder a una interpretación personal muy diversa


en Santo T o m á s, [levaría a la identificación del
ser de D ios con el se r a b stra cto , com o form a
pura, según queda notado.

En la escueta escotista el infinito aparece


en función de lo trascendente; en la escuela to­
mista encuéntrase en función de la forma pura.
171. L o infinito en la escu e la de E s c o to , y
en la agustiniana en g en eral, a p a re ce en función
de lo trascendente com o sumo real y perfecto ;
de suerte que s e opone a lo finito no sim plem ente
por negación de lo s lím ites de é s te , sino por p o se­
sión directa y absoluta de p erfec c io n es que sólo
en lo infinito ex isten .
A su vez en la escu ela aristo télica lo infinito
encuéntrase en función de la forma pura puesta
más allá de toda materia, si bien derivando luego
remotamente del ser aquella form alidad plení­
sima que bajo ella s e en cierra; y que m ás que re ­
presentada com o ta l, es o b je to de in feren cia s su­
cesivas, hasta la form ación de un tipo analógico
por asociación de p erfeccio n es derivadas de las
criaturas, y privadas.de las lim itacion es que en ­
vuelven (1).

(I) Esta doctrina, de si puede enunciarse de la Divini­


dad algún concepto genérico de la clasificación de los aerea
finitos, no es entre los escolásticos sino resultante, de ai
Dios puede, o no, colocarse dentro de las categorías,
*■ gr. como substancia. Punto este ampliamente discutido
entre los antiguos teólogos, según las respectivas teorías
cognoscitivas, y siempre con las limitaciones que impone la
— 142 —
Es error manifiesto pensar que lo infinito
por acumulación de la escuela nominalista, res­
ponde a la teoría de Escoto.
172. P en sa r que el infinito por acumulación,

distancia que media entre el Ser infinito, y las entidades


finitas (V. G abr. Vázquez, Disp. X X II, cap. 2). Por esto
último, las diferencias entre unos y otros resultan general­
mente anuladas; y a ello es debido que teólogos como Gre­
gorio de Valencia, consideren cuestión de nombre la de si
Dios ha de decirse, o no, objeto de las categorías (aristoté­
licas, únicas en uso entonces): «Videtur controversia haec
ron tam esse de re, quam de nomine» (in Div. Thom , d. I,
q. 3 .a). Sin embargo, la base filosófica es diversa en unos y.
otros. La teoría platonizante y realista lleva lógicamente,
por el concepto de univocidad, a hacer la Divinidad objeto
de categorías; sin que eso obste a que las restricciones
impuestas luego al ser univoco permitan llegar a la tesis
contraria; como en efecto llegan Enrique de Gand, y Escoto,
que sostienen no hallarse Dios en categoría alguna, no obs­
tante suteoria del ente unívoco. D e igual m anera la doctri­
na nominalista, por camino opuesto a la realista, viene a
sus mismas consecuencias en la maleria. Pero el nominalis­
mo con su negación de la universalidad real, no deja tam­
poco más que la sombra de las categorías aristotélicas, y
de su aplicación a lo infinito. Por eso Occam, Gabriel Biel
y Gregor. de Arimini, (en especial,este último, que resume
todas las dificultades en la materia), encuentran expedito
el camino para atribuir a la Divinidad la categoría de subs­
tancia, y desentenderse de los inconvenientes que en este
punto se ofrecen a la tesis realista. En la forma media, de­
nominada realismo moderado, puede tener lugar la misma
cuestión, y ser solucionada en sentido ora de acentuación
realista, ora nominalista; aunque por su índole se ordena a
la limitación de las categorías a lo finito, dejando sólo a Ib
analogía, o conceptos análogos, lo que de ellas pueda apli­
carse a la Divinidad. Prácticamente, según queda notado,
-1 4 3 -

o lo indefinido e ilim itado en p erfeccio n es que la


escuela nom inalista en señ a com o propio de D io s,
responde a la teo ría agustiniana o de E s co tó , es un
error m anifiesto, en que sólo incurren los q u e n o

la inclusión de lo Infinito divino en las categorías finitas,


mediante las restricciones que impone la razón y la orto­
doxia, era problema que más se referís a la posibilidad del
conocer humano respecto de Dios, que al S e r ontológico
de la Divinidad, sin dejar de ofrecer peligros de interpreta­
ción inadmisibles. Por esto, y porque una vez desviadas las
categorías aristotélicas de lo que realmente les correspon­
de significar, no hay derecho a trasladar a Dios su aplica­
ción, hubo de extinguirse dicha doctrina; la cual es impug­
nada actualmente, comc lo fué de antiguo, en el sentido
real y propio que tienen las categorías peripatéticas, pres­
cindiendo de las aludidas adaptaciones "de sentido más o
menos restringido.
Es de advertir que el mismo problema de las categorías-
aplicadas a la Divinidad fué, antes que entre los escolásti­
cos, propuesto entre los árabes, de donde pasó con sus
comentarios aristotélicos y controversias teológicas, a los
primeros. Las consabidas teorías de la esencia sola en
Dios, y de la sola existencia, están en conexión con dicho
problema, no menos que las soluciones intuicionistas, y las
agnósticas respecto de D ios, según lo expuesto en otro-
lugar (t. V, cc. IV y V). Ciertamente, también Algazel argu­
yendo contra loa que afirman que en Dios no hay género y
diferencia, según los filósofos, dice que ésa doctrina hace
a Dios del todo incognoscible. Doctrina que trae A.verroes
en el Tehafot (sobre la simplicidad lógica divina), para
impugnaría, sentando la forma de conocimiento por analo­
gía tal como ha venjdo a sostenerse en la escolástica;
(cf. Horren, Averroes, Die Widerlegung des Gaaaii. Lehré
iib.Coft, V'). Averroes a la vez establece en el lug. cit.,
que el nexo entre el género y diferencia es idéntico al de la
potencia y acto, o sea de la materia y forma. De suerte-
— 144 —

han leído, ni m enos han m editado, los escrito s del


D o ctor Su til, ni lo s de los nom inalistas. Mucho
•más fácil hubiera sido llegar por las sen d as del pe-
rip a tetism o a las co n clu sio n es nom inalistas acerca
d e lo infinito, que no por las sen d as platóni-
co-agu stin ian as, en oposición y an títesis a sí cog­
n oscitiv a com o m etafísica, lo m ismo psicológica
que on tológica. con el p ro ceso individualista y
agn óstico de la escu ela m entada (1).
En el sistema de Escoto aparecen tan radi­
calmente inconfundibles lo infinito y lo finito)
que aquél no sufre detrimento en puntos tan
vulnerables de su teoría como lo son el del ente
univoco y el de la distinción formal.
175. Lo infinito y lo finito en el sistem a de
E sco to ap arecen p erfecta m en te delineados y radi­

que al afirmar que D ioses pura forma, se afirma al mismo


tiempo que es acto, y que no tiene género ni diferencia.
E s, como se ve, la síntesis del pensamiento aristotélico,
donde la formo desempeño e! papel que se le asigna, y se
-concreta o universaliza según aquello a que se ordene, ex­
cluyendo o incluyendo una razón genérica a tenor de la
manera de actuación que se le quiera dar, de igual modo
•entre los filósofos aristotélicos árabes, que entre los la­
tinos.
(1) Ni se ha de creer tampoco al vulgo de los que trans­
criben filosofía y teología escolástica, cuando por el hecho
de ser una doctrina sostenida en la escuela nominalista, la
jtizgnn sin valor, o errónea y Vitanda a priori. Salvo defi­
ciencias originarias y privativas del sistema, harto sin duda
pudieran aprender en los maestros de esa escuela, y aún
utilizar no poco con Ventaja, aquellos que así presumen
darlos por juzgados.
- 145 -

cálmente inconfundibles, m erced al c a rá c te r en ti-


tatitfo trascen d en te que re sa lta en el prim ero r e s ­
pecto del segundo. Y es esto lo que m ejor h a ce
ver com o su teo ría del en te unívoco ha de ser in­
terpretada, m ás com o exp resión de la nota exis-
tencial del se r, que de la esencial al modo an ti­
guo, siquiera dicha teoría dentro de las norm as
generales de la escu e la perm ita se r llevada lógica­
mente con otras d ireccio n es, com o verem os.
D ígase otro tan to de la distinción formal, pun­
to también vulnerable del sistem a; pero que dentro
de la teoría de E s co to en m anera alguna s e o fre c e
con detrim ento de la infinidad divina; pues lejo s
de constituir las p e rfe c c io n e s, so b re que h a ce r e ­
caer aquella distinción, elem en to s d iv erso s dentro
de ella, las presen ta com o p ro y eccio n es infinitas
sobre la infinidad m ism a fundam ental, de donde
brotan. E s co to h a ce p ro ced er de S . Agustín la
distinción form al dicha que d efiende; y sin duda
que a través de la doctrina platónica o platonizan­
te (de tanto predominio en el D o cto r de H ipona),
donde en la objetivación m isma de una idea g en e­
ral se incluyen todas las variantes típ icas de e sp e ­
cie, sin detrim ento de la suprem a unidad de aqué­
lla, puede h alla rse interpretación que se a ju ste a la
teoría del D o cto r S u til. Y de h ech o ten em o s por
cierto que la distinción de formalidades según
los concep tos, no e s sino un trasunto del neopla­
tonismo m edioeval, acep tad o en e s to com o én
otros puntos por la escu e la agustiniana en que
profesó E sco to . En ta l sen tid o , y salvo el d e fecto
primario del sistem a platon izan te, la teo ría de E s ­
— 146 —

co to en la m ateria puede te n e rse por equivalente


y precursora de la distinción virtual, tal como más
tarde vino a prevalecer b a jo los postulados aris­
to télico s.
1 7 4 . La oposición de escu elas y procedimien­
tos filo só fico s co rresp o n d ien tes, haciend o desviar
las opiniones de sus o rígen es, acen tuó sus dife­
re n cias, y o casio n ó q ue la doctrina de lo s escotis-
tas, m ás qu e.la de E s co to (que al fin nunca fué
convencido de erro r, ni d eclarad o heterodoxo),
a p a re cie se contrapu esta tam bién en el fondo a la
.d e su s ad v ersario s, y en realidad insostenible,
B ie n es verdad que el m ismo vicio radica] de la
teo ría de E s c o to , resu ltan te de la representación
cogn oscitiva por esencias, a lcan za igualmente a
la teo ría peripatética, y. es lo que h ace que la dis­
tinción virtual a p a re z ca en la m ateria tan oscura
y m isteriosa cuando s e atiend e a su contenido on­
tológico, com o la m isma e sc o tista , según tendre­
m os ocasión de com probar.

Consecuencias de la diversa orientación de


los sistemas aludidos: a Escoto, le permite su
orientación desenvolver todo el conjunto de las
divinas perfecciones a base de la infinidad, en
cuanto idea necesasia para concebir el Ente
supremo.
175. Lo que ah ora h a ce principalmente' a
nuestro o b je to , e s h acer n otar la diversa orienta*
ción del sistem a de E s c o to , al partir de las dos
ideas cap itales de lo infinito y de lo finito, en­
fren te a la del sistem a de A lb. M agno, partiendo
- 147-

de la materia y forma, ya reunidas para co n sti­


tuir lo con tin g en te, ya en sí considerada la forma
como acto puro, para ex p licar la constitución del
Ser primero.
So b re la b a se de la infinidad en cuanto idea
necesaria para co n ceb ir el E n te suprem o, se des­
envuelve todo el conjunto de las divinas p erfec­
ciones (1). La unidad (unicidad) de D ios, flu ye de
la infinidad absoluta, como co n secu en cia primaria
y m anifiesta. E s el razonam iento que tan vigoro­
samente form ulaba T ertuliano a c e rc a de dicha di­
vina unidad: Proinde Deas, cum summum rnag-
nntn sit, ráete, ve.ritas nostra pronuntiavit: Deas
si non unas est, non est... porro summum mag-
num unicam sit neccsse est... (C . M arc. I. 1, 4 2 ).
Mas E scoto no sa ca en e s te punto todo el fruto
que podía y debía sa ca r de su te sis elevada d e lo
infinito.
176. P u esta la infinidad com o nota capital
del sistem a, la simplicidad divina o fré c e se tan
inmediatamente a la vista, com o la unidad de
Dios. Ninguna com p osicion de m ateria y form a;
esencial ni accid en tal, puede d arse en la p erfec ­
ción infinita. Y a sobem os que S a n to T o m á s parte
de la teoría de las form as para afirm ar de D ios el
acto puro, y la sim plicidad consiguien te; de su e rte
que la criatura no e s sim ple, no por s e r finita di-

(1) Las pruebas de la infinidad divina aducidas por E s­


coto, son de la misma índole de las aducidas al tratar de la
existencia de Dios, con otras no rigurosamente concluyen*
tes, como el mismo E scoto declara (Repor!. I, d. 2, q. 2).
-1 4 8 —

rectam en te, sino por ex istir en ella acto y poten-


cía. Por el co ntrario , en la doctrina de D uns E s­
c o to , la criatura no es sim ple, porque e s finita; y
de su se r finito p ro ced e com o derivación, el ser
com puesta d e a c to y p o ten cia, con las dem ás com­
p o sicio n es a m anera que la co sa d e cre c e en cate­
goría dentro de lo finito,
E s e sta una orien tación abiertam ente platónica
del problem a; y con ello viene a co n firm arse, y al
m ism a tiem po s e exp lica claram en te, !o de la dis­
tinción form al de E s co to , que dentro de la doc­
trina platonizante, en que según d ejam o s sentado
debe in terp retarse, tien e sentido muy distinto del
que se le atribuye al traducirla por las distinciones
form ales en sentido aristo télico , com o se hizo y
se h a ce por tradición tan desorientada com o su­
perficial.

; -:J 1 7 7 . D icho s e e s tá que la solución dada a los


tre s puntos c ap ita les de la infinidad, unidad , y
simplicidad, se re fle ja en todos los dem ás atri­
butos entitativos divinos en ia teo ría de Escoto,
com o se m anifiesta en la de S a n to T o m á s con el
c a rá c te r pecu liar perip atético de su teodicea ya
señalado.

oposición de las dos aludidas teorías,


expresión teológica de los sistemas filosóficos
aristotélico y platónico, respectivamente, no res­
ponde sólo a diversa interpretación abstracta
del ser de Dios, sino también a su represen­
tación ante la conciencia: a partir del siglo
XVI no pocos /onustas, o abandonan o ate-
— 149 -
mían en ¡a materia los procedimientos peripa­
téticos.
178. L a oposición en tre las dos te o ría s, e x ­
presión teológ ica de los sistem as filo só fico s aris­
totélico y platónico resp ectiv am en te, no responde
tan sólo a una diversa interpretación a b stra cta
de la realidad de D io s; implica tam bién distinta
manera de rep resen tació n de la Divinidad an te 1a
conciencia. La teo ría d e las formas h a ce resaltar
la idea de un acto puro, y de una unidad lógica y
muerta, sin que se a lc a n c e , sino por procedim ien­
tos subjetivos subsiguien tes, el co n cep to de la
personalidad on tológica y viviente de D ios, cual
acontece con la s pru ebas de su existen cia en el
mismo sistem a. L a teoría d t la infinidad entraña
y expresa de modo inm ediato el co n cep to de! se r
personal, del ser viviente divino, que es com o el
centro de la realizació n de lo infinito en p e rfe c ­
ciones. En tal sentido ha podido afirm arse con
Verdad, que la teología a risto télica s e a leja b a m ás
de la concepción p a trística de D io s que no la e s ­
cotista, ya que la p atrística d escrib ió siem p re la
Divinidad por su c a rá c te r de lo infinito (1).

179. La filo so fía te o ló g ica de E s co to con


predominio de lo infinito, sin que fu ese creació n

(1) Es lo que entre otros advierte Boyvin: «Paires de-


finierunt Deum per infinitara, tanquam per primum cotí-
ceptum querri haberc possum usdeDeo, etc.» (Theol. S c o t.,
p. I, c. 3). Pero la sistematización escolástica primera en
tHl sentido, no es de E scoto, sino de S . Anselmo, cuya teo­
logía es especialmente una teología de lo infinito.
- 150 -

nueva aun en tre lo s e sc o lá stic o s (todas las va­


rian tes m edioevales de teo lo g ía agustiniana, y en
e sp ecia l S . A nselm o participaban de e s e criterio),
hubo de e je r c e r m ayor influjo sin em bargo me­
diante el D o cto r S u til, que por autoridad o ense­
ñanza d e ningún otro, D e hecho, aún los mismos
ad scrito s a la e sc u e la del A quinense, con excep­
ción de los que a p a recen ligados a la letra de]
m aestro, abandonaron ya desde el siglo X V I los
proced im ientos estricta m en te p erip atético s en la
m ateria, o los atenuaron grand em ente, modifican­
do a sí la argum entación de su teo lo g ía tradi­
cion al.
180. Y hem os de notar, que S u á re z , sin pro­
fe sa r jam ás en el esco tism o , proced e en e s te pun­
to de una m anera análoga a la de E sco to . L a infi­
nidad ap are ce en su tratado De Deo uno (cap- XI),
y una vez d escartad a la incorporeidad y el ser in­
cread o de que allí prescin de, a la ca b ez a de los
atributos divinos; y so b re todo en la m anera de
dem ostración, es abandonado el procedim iento pe­
rip atético de Sa n to T o m á s en esto , com o en ge­
neral en la teo lo g ía de D io s, sin dejar de convenir
por ello en los razon am ien tos que no son propia­
m ente siste m á tico s o de escu e la .
El A quin en se s e sien te atraído por la teo­
ría de la form a pura, y no llega a m ostrarnos las
p erfeccio n es de [a Divinidad, sino a través del
acto resu ltan te d e la form a aludida, com o lo pa­
ten tiza en sus dos Samas y en su Com entario a
la s Sentencias. Y el gran teó lo g o español mencio­
nado, p rescin d e en absoluto de esa te o ría para de­
- 151 —
mostrar la perfecció n infinita de D ios, com o pu­
diera hacerlo un discípulo de la escu ela agu stinia- '
na; no ob stan te subordinar con S a n to T o m á s las
pruebas de lo infinito a las de la p erfección de
Dios, a la inversa, en cuanto proced im iento, de lo
que hace E s c o to , siquiera en la infinidad funda­
mental de su sistem a s e incluya ya la plenitud de
perfección, sin lo cual lo infinito divino no te n ­
dría valor ni sentido real.

Sin que haya dejado de influir también la ■


doctrina de Escoto, la razón capital de la trans­
formación onto lógic o-teológic a referida fu é la
indigencia del sistema peripatético, sobre todo
en el punto de contraposición de la esencia
y las relaciones en Dios, al sumarse tal indi­
gencia con la de la teoría latina de la Tri­
nidad.
181. E s de n otar, sin em bargo, que esa trans­
formación ontológica q ue acabam os de señalar en
sus aplicaciones te o ló g ica s, no e s só lo , ni princi­
palmente, una resu lta n te de la teo ría esc o tista ,
aunque ella haya contribuido no poco al resu lta ­
do. La razón capital s e en cuen tra en el análisis
más completo y regulado que a p a re ce efectu á n ­
dose sobre la naturaleza divina, en esp ecia l al
contraponer la esencia a las relaciones en D io s,
objeto de tan agitadas co n tro v ersias, y so lu cio n es
diversas dentro de la m isma ortodoxia.
La teoría griega de la T rin id ad, según hem os
visto (t. V), haciendo re ca e r la infinidad so b re el
ser personal de D io s, de cuya personalidad de­
- 152 —

pendía la visión humana de la esencia, ponía de


m anifiesto la am plia sign ificació n ló gica y o rto ló ­
gica de lo infinito en el se r divino, cualquiera que
fu ese el asp e cto en que se m irase. P or el contra­
rio en la teoría latina y e sc o lá s tic a d é la Trinidad,
al an tep on erse la esencia a la personalidad divi­
na, se venía ló gicam ente a parar a un tipo imper­
sonal y a b stra cto de e se n c ia , ca p a z de sufrir todos
los desvíos h etero d o x o s, e incapaz en sí de res­
ponder cien tíficam en te a la constitución de las
p erso n as divinas.
182. La esencia, pu es, resu ltab a una verda­
dera forma a lo p erip atético , a sí en la escuela de
S an to T o m á s com o en la de E s c o to , ya que unos
y o tro s participaban de la inversión sistem ática
aludida, que com ienza con S . A gustín. Una dife­
ren cia ex istía sin em bargo en tre la doctrina de Es­
coto y la del A q uin en se; y e s que el 'prim ero al
dar prim acía a la infinidad agustiniana, o de ple­
nitud p erfectiv a, tratando de Dios uno, dejaba ra­
dicalm ente a salvo el tipo de la vitalidad de la
ese n c ia contrap u esta a la de las P erso n a s, cuanto
es posible pueda m a n ten erse dentro de esa esen­
cia-forma, donde lo indefinido y a b stra cto Viene
a sustituir a todo lo que signifique entidad deter­
m inada. M ien tras el seg u n d o, una vez reducido el
ser de Dios uno a un puro acto de índole peri­
p atética, suprim ía rad icalm en te todo principio di­
nám ico divino, según lo h acia tam bién Aristóteles,
y d ejab a la esencia reducida a una forma inflexi­
b le e in erte, que adem ás de en co n tra rse en las
sen d as de una a b stra cció n , no o frecía base para
— 153-

constituirla poder germ inativo, por decirlo a sí, de


las P erson as en el sen o de D ios-
183. E s ta indigencia del sistem a filo só fico ,
que venía a sum arse a la del sistem a teológ ico la­
tino de la T rin id ad, según ya lo dejam os ro ta d o
(V. también e! t. V ), ocasio nó la rea cció n o n toló-
gica a que nos referim o s; de su erte que d e sta cá n ­
dose la perfecció n infinita de la e se n c ia , era ella
misma la que venía a p ro y ecta rse en las em ana­
ciones inm anentes que constitu y en las procesio­
nes de las divinas P erso n a s, en la constitución y
distinción de éllas según sus o ríg en es, y en los
factores de esta distinción o relacio n es vitales
en Dios.

ios mismos teólogos peripatéticos refracta­


rios a la referida transformación¡ evidencian su
necesidad, al introducir aventuradamente para
la esencia divina ana subsistencia absoluta dis­
tinta de las tres relativas.
184. Y es de ver com o aún aquellos te ó lo g o s
de la escuela p erip atética m ás re fra c ta rio s a e sta
transformación de co n cep to s, sintiendo la n e c e s i­
dad de m odificar el antiguo criterio de escu e la ,
hubieron de re fleja rla cla ra m en te, introduciendo
la tesis de una subsistencia absoluta para la
esencia, distinta de la s su b sisten cia s relativas y
peculiares de las divinas P erso n a s. Opinión aven*
turada, que fué vivam ente com batida (y digna de
serio, porque tod as las re serv a s y distinciones de
sus seguidores no pueden evitar la transform a­
ción de la e se n c ia pura en una nueva personali­
— 154 -

dad d istin ta d e la T rin id ad ); p ero que en su misma


ex ag eració n m uestra la n ecesid ad experim entada,
de dar a la e se n c ia valor m ás co n creto que el de
la forma pura a risto té lic a .

Conclusión: los dos sistem as contrapuestas,


el uno peripatético y platonizante el otro, des­
viándose de sus antiguos exclusivismos, dieron
la indicada forma moderada e intermedia.
185. T e n e m o s, p u es, a la vista dos formas
de elaboración ontológica divina en co n trad as, una
p erip atética, y o tra p lato n izan te; la prim era con
m arcado influjo aráb ig o (los co m en tario s de Ave­
r ro e s a la F ísica y M etafísica de A ristó teles, y su
C o m p en d io d e M e tafísica con el T eh afo t, o la an­
tigua D estru ctio d estru ctio n u m , son piedras milia­
rias en el cam ino de la in terp retació n teológica del
A quin en se so b re D ios, q u e hem os visto); la se­
gunda con predom inio n eo p lató n ico m anifiesto (la
versión latina d e P lotino, y en esp ecial, S . Agustín,
S . A nselm o y el P seu d o -A reo p ag ita, ap arecen aquí
rep ro d u cid o s). Y dich as dos sistem atizaciones,
d esv ián d o se un tan to de su s an tiguos exclusivis­
m os, diero n la form a m o d erad a interm edia que
h em o s indicado; y que si no ev ita los defectos ca­
p itales de! p ro ceced ím ien to , aten ú a las divergen­
cias d en tro del mism o.
-1 S 5 -

A R T Í C U L O IV
Interpretación escolástica de los atributas psicológi­
cos de.Dios en su aspecto entltaütfo.

Encuéntranse reproducidos en este punto,


los procedimientos filosóficos ya señalados;
pero con notable desviación de la escuela peri­
patética hacia las teorías platonizantes.
186. P asan d o ah o ra,a la elaboración científi­
ca del orden p sicológico divino, o sea a los atrib u ­
tos divinos del orden p sicológico (los atributos
morales p u ed en d arse a! o b jeto por incluidos en
aquéllos), en cu én tran se rep ro d u c id o s lo s p rocedi­
mientos filosóficos señ alad o s, con una diferencia
sin em bargo; cual e s la desviación n otable d e la
escuela p erip atética d e Alb. M agno hacia las te o ­
rías platonizantes.
Proceso doctrinal y argumentos de Santo
Tomás en la materia; yuxtaposición de teorías:
critica.
187. Ya hem o s ad v ertid o ( l ) q u e en la d o c­
trina de S an to T o m ás a c erca d e D ios, se n o ta a
primera vista e s e trán sito an titético (que su g ran
entendimiento a ten ú a en lo posible), d e la te s is
aristotélica del se r d e D ios a la te s is plato n izan te
del conocer divino, o m ejo r d e su e n ten d er, de su
querer y de su obrar. T rá n sito que si e s obligado
por la incapacidad del sistem a d e A ristóteles en

(1) E.) V. el a rt. 1.® de e s te c a p ., n. 143.


— 156 —

la m ateria, no p o r e s o resu lta cosa m enos irregu­


lar y d e y u x tap o sició n de teo rías.
En el m ism o p ro c e so doctrinal de S an to To­
m ás a c e rc a d e los atrib u to s p sicológicos, hay que
distinguir e n tre los atrib u to s (entendimiento y vo-
luntad divinos) entiÉatiVamente considerados, y
las fu n cio n es y ejercicio de e s to s atributos. Por­
que au n q u e p a re z c a ex trañ o qu e la existencia del
entendim iento y voluntad en D ios pueda probarse
por la teo ría d e l a s /o / m a s , S to . T o m ás lo hace así,
no sin aducir, sin em b arg o , o tro s razonam ientos a
posteriori, y d e la cate g o ría g en eral de argumen­
to s u tilízables co n in dependencia del aristotelism o,
para g aran tir las v erd ad es teo ló gicas con algo más
e s ta b le y fu era d e los p o stu lad o s de escuela.
188. B a sta abrir la Suma c. Gent., o la Suma
Teolog. en los lu g ares resp ec tiv o s, para que apa­
rezca confirm ado lo qu e decim os. A sí los tres pri­
m eros arg u m en to s que p ropone S a n to T om ás en la
Suma c. G. (Quod Deus est inte/ligens, c. XLIV),
son ex p resió n exclusiva del rep etid o sistem a pe­
rip atétic o . El p rim ero p a rte del movimiento, en
cu an to su p u e sto q u e en motores y móviles no se
puede proceder in infinitum (ib.), el prim er mo­
to r inm óvil (D ios), d e b e s e r lo primero apeteci­
ble, p o rq u e e s el o b jeto p rim ero de! conocimiento
en el Ser_que se m ueve a sí m ism o; por lo tanto
el prim er S e r e s in telig en te; p o rq u e el misino que
s e a p e te c e , se h ace intelig en te en acto por aquello
que a él s e u n e com o inteligible ( 1 ).

(1) «Q uia ap p e ten s ipsum fit intelligens actu per hoc


- 157 -

189. A p rim era vista se ad v ierte la p ro ced en ­


cia aristotélica del arg u m en to , a s í com o su s defi­
ciencias. P o rq u e e s in n eg ab le, que ni de que un
ente sea primer motor, s e sig u e que se mueva a s i
mismo (el m ism o A ristó teles lo d eclara a b so lu ta­
mente inmóvil); ni de qu e s e m ueva a sí m ism o, se
sigue que se a p ara sí propio inteligible; ni m enos
que por ser inteligible, se a in telig ente. Si la inteli­
gibilidad y la intelig en cia no se Vinculan a la infi­
nita perfección en el S e r p rim ero , no hay principio
lógico ni o n tológico que legitim e ta! argum enta­
ción. Q ue si se p a rtie se d e la perfección infinita,
huelga todo dicho d iscu rso .
Pero ex iste ad em ás una equivocación fu n d a­
mental en la in terp retació n d e la doctrina del E s-
tagirita. S ab em o s y a que en la d octrina de A ristó­
teles (v. t. V, c. II), el primer motor universal
en tanto lo es, en cu an to p erm an ece inmóvil en
absoluto; y el u n iv erso co n el conjunto d e se re s
que lo integran, en tan to e s móvil po r n atu raleza,
en cuanto tien d e a su p erfecció n , y e s atraído
hacia ella por el c e n tro inmóvil o prim er M otor,
que sólo en virtud de e s a in trín seca atracció n de
lo móvil, lo actú a y m ueve e te rn am en te, sin o tra
acción sobre lo finito, y sin que se a M otor por
lo mismo, m ás que en cu an to las co sa s tienden a
evolucionar en d erre d o r suyo.
Es decir, que el apetito innato que S an to T o -

quod e¡ tanquain intelligibili u n itu r. O p o rte t igitur D eum


esse intelligentem, facto suppositione quod primum motum
m oveatseipsum .ut phylosophi p osuerutit». C .S . c .G ,,c .4 4 ).
— 158 —
m ás c re e hallar tam bién en Itf D ivinidad respecto
d e sí m ism a, e s en ia d o ctrin a de A ristó teles ex-
elu siv am en te p ropio d e lo s s e re s m óviles, o sea
del universo finito. Y el m ovim iento que Sanio
T o m á s atrib u y e al p rim er M otor, creyendo ser
do ctrin a aristo télica (movens seipsum ut philo-
sophi posuerunt), es la inversa de lo que Aristó­
te le s e n se ñ a , según ef cual el prim er M otor uni­
v ersal jam ás se m ueve ni es m ovido. D e suerte
que siguiendo la d o ctrin a de A ristó teles, a que
c re e a ju s ta rs e el A q u in en se, habría que concluir
que D ios, siendo c a p az de m ovim iento aunque sea
in tern o , no es el prim er M otor, o lo que e s igual,
no es el prim er E n te de A ristó teles.
¿Llegó S an to T o m ás a co n o cer que en su ar­
gum ento ju n tab a dos ideas o p u e s ta s, y aún contra­
dicto rias en el aristo telism o que utilizaba? ¿Ad­
virtió las deficiencias del argum ento en sí, aun
d e s co n tad a la equivocación m encionada? No lo
sabem o s. P ero lo c ierto es, que tal argum ento, el
prim ero de la 5 . c. Gent., d e sa p a re c e en absoluto
en la Suma Teológica.
190. B ajo la m ism a influencia aristotélica
ap a re c e n esto s d o s arg u m en to s tam bién de la
Suma c. Gent.: a} T o d o m o to r m ueve por alguna
form a; por lo tan to el m o to r prim ero ha de mover
por una form a u n iv ersal; y e s ta form a de índole
u niv ersal .no se halla sino en el entendimiento;
luego el prim er M otor (D ios), e s inteligente (1):

(1) « O p o rtet igitur, cum om ne m ovens m oveat per ali-


quam Formaiu qüum in ten d it movendo, quod forma per quam
- 159 -

b) A dem ás, en ta n to un s e r e s inteligente,, en


cuanto e s sin m ateria, com o lo m uestra el h ech o
de que las fo rm as resu ltan en ten d id as en acto por
abstracción d e la m ateria; que p or eso el en ten d i­
miento re c a e so b re los un iv ersales y no so b re los
singulares; y siendo esto así, u n a entidad ha d e re­
sultar intelig en te siem p re que se a sin m ateria;
luego D io s' que es inm aterial, e s inteligente (1).
19!. N ó te s e como la leo rfa de la forma ap a­
rece. en confirm ación d e lo que d ejam o s se u lad o ,
mostrando Varios de los a sp e c to s indefinidam ente
múitinles de qu e es c ap az . Y m ientras a trá s , al tra ­
tar de la entidad divina, la forma significa la ple­
nitud del se r, aquí en el prim ero de los d os últi­
mos razo n am ien to s, equ iv ale a la actividad inte­
lectiva, o a la intelecció n universal (que de a m b as
maneras cab e in terp retar las p alab ras d e S to . T o ­
más: forma per modum universalem non inveni-
tur nisi in intellectu); a su v ez en el segundo d e
dichos razo n am ien to s, equ iv ale a un inteligible p o r
universalidad rep re sen tativ a; corno ad elan te, se-

movet primum moVena, sít universalis form a, e t univ e rsa le


boiiurn. Form a autem p e r modum universalem non in v e n itu r
nisi in intelleclu; o p o rte t ig itu r primum m ovens, quod D eus
est, esse intelligens». (S . c. G .( 1. cit.)
(1) «Item, ex hoc aliqua rea e s t intelligens, quod e s t
sine materia; cujus signum e s t quod form ae fiu n t intel-
¡ectae in actu p e r a b stra ctio n e m a m ateria; unde e t in-
tellectus est tiniversalm m et non singularium , quia m ateria
eat individuationis principium ... U n d e... o p o rte t rem aliquam
ex hoc esse intellígentem , quod e s t sine m a teria. O stensum
est autem supra Deum e sse omnino im m aterialem ; est igi-
tur intelligens». ( S .c . G ., I. c.).
-1 6 0 -

gún n o tarem o s, tien e la equivalencia d e una deter­


m inante d e la voluntad.
E sta flexibilidad d e la forma p ara significar a
Voluntad m últiples c o n c e p to s, p erm ite q u e su apli­
cació n se a ig u alm en te lógica en los problemas
m ás d iversos; p ero p o r lo m ism o, se anula con
ello todo el valor d e las co n clu siones así deduci­
d as, que no son sino re su lta n te de postulados li­
b rem en te p re su p u e sto s p ara llegar a ellas. En los
dos arg u m en to s p ro p u e sto s se ad v ierte fácilmente
esto , con m ás o tras d eficiencias derivadas.
192. A sí en el prim ero de ellos, aun supo­
n iendo que ningún a g e n te d el universo o brase sino
p o r la forma aristo télica, no se seguiría de ahí ni
que el E n te prim ero n ecesite una -forma para ser
M oto r prim ero (cuya acción no puede asimilarse
a ningún m ovim iento en lo finito), ni m enos que
h ay a d e m over m ed ian te una forma universal;
y sin ello, ya no cab e deducir, que p o r no hallarse
ta le s form as universales sino en el intelecto, el
S e r p rim ero debe ser in telig en te; que si la forma
universal se co n v ierte en la rep resen tació n abs­
tra c ta qu e p a re c e incluir, ni e sta abstracción sería
o p erativ a, com o se su p o n e , sin o que por su índo­
le e s deductiva, ni re sp o n d e al conocim iento pro­
pio y p ecu liar del E n te prim ero.
El se g u n d o arg u m en to p ro ced e so b re la misma
d elezn ab le h ip ó tesis d e la forma, y adem ás con­
vertida e x p re sa m e n te en una ab stracció n (intellec-
tas est universalium et non singularuim). Y de
una tal h ip ó tesis, qu e los sin g u lares se hacen inte­
ligibles por ab stracc ió n de la materia, deduce
Santo T o m ás, qu e un s e r que d iste sum am ente de
la m ateria ha de se r inteligente. No cab e cierta-
mente adm itir que los sin g u tares com o ta le s no
sean inteligibles, (lo co n trario e s una rem iniscencia
platónica d e no ser d e la m ateria, a ju sta d a por
A ristóteles a su teo ría in telectiv a); p ero m ucho m e­
nos, cuando esto ha de re fe rirse al conocim iento de
Dios, que no puede d e ja r d e co n o cer los singula­
res m ateriales o in m ateriales, ta le s com o son y al
modo que tien en realid ad . Eí conocim iento por
abstracción es propio dei hom bre, que ciertam en ­
te ejerce su s a c to s psíquicos con la co operación
de la m ateria. Q u e si las formas s e hacen inteli­
gibles al d iso c ia rse de ia m ateria, y al m ism o tiem ­
po son formas se p a ra d a s d e la m ateria las que
constituyen el se r in telig en te, nada o bsta p ara
que unas m ism as formas inteligibles sean a la
Vez inteligentes, p u e s en ellas se cum ple el aleja­
miento p ro p u esto del ord en m aterial; qu e a e s o
viene a parar la te s is p lató n ica y neo p lató n ica de
las ideas objetiv ad as en su valor universal,
193. En la Suma Teol. m odifica los aludidos
argum entos, y los red u ce a uno: L os s e re s q u e no
conocen, tienen la forma lim itada por la materia;
no así los dem ás, c u y a s fo rm as no e stá n m aterial­
mente lim itadas; p o rque a m edida que las formas
son inm ateriales, s e aproxim an a c ie rta infinidad
(accedunt adquamdam infinitatem). E s, p u es,
m anifiesto, que la inm aterialidad d e una c o s a es
la razón de que sea co g n o scitiv a: p a te t igitar,
quod immateriaiitas alicu/us rei est ratio, quod
sil cognoscitiva; et secundum modam immate-
162 -
rialitatis est modas cognitionis (I, q. XIV,
a. 1 ).
S e Ve bien, qu e en el fondo quiere ir al argu­
m ento de la espiritualidad, p ara afirm ar sobre él
la facultad in telectiv a, y lleg ar por los grados di­
v erso s de esp iritu alid ad a la sum a perfección en
dicho o rd en , y p o r lo m ism o a la suprem a intelec­
tualid ad . M as la disciplina d e escu ela, al imponer­
se subo rd in ació n a la teo ría de las formas, hace
q u e se qu ed e en el te rre n o de la simplicidad, o
inm aterialid ad , que si en sf no es la categoría de
la espiritualidad, m en o s lo es en la doctrina aris­
to télica d e las form as, d o n d e e s sabido que éstas
pueden s e r simples sin que sean inteligentes. Y
d e argüir so b re la sim plicidad d e é s ta s, intentando
llegar así a la in telig en cia, ten d ríam o s, según lo
ya n o tad o , q u e la form a pura d e ser (el ser en
a b stracto ) co n stitu iría el g rad o suprem o del ser
in telig en te.
194. D e igual m odo que la teo ría d e la s/o r-
mas s e aplica al entendimiento, viene luego adap­
ta d a a la voluntad div in a, co n la inversión de
equivalencias en el oficio d e la forma. En efecto,
cuando se tra ta d e llegar a i en tendim iento a través
d e las form as, o s e a a un a forma inteligente, el
p ro c e so e s a s c e n d e n te , o d e aislam iento de la ma­
teria, seg ú n hem os v isto , reflejando la influencia
del tipo a b s tra c to in teligible e in telig en te de las
ideas p lató n icas.
M as en orden a la voluntad, el p ro ceso es des­
c e n d e n te ; y la forma re p re se n ta en to n ces una
te n d e n c ia h acia la m ateria in teligible, o hacia el
-1 6 3 -

objeto entendido en acto ; d e igual su e rte que, tra ­


tándose d e s e re s d estitu id o s d e entendim iento, la
forma en cu anto a p etito sensitivo, lleva hacia la
posesión de la co sa, o de la perfección que la na­
turaleza por su condición req u iere (1). N o h ay
para qué d ecir que p or la índole de la m ateria de
que se tra ta , y p o r las o p u e sta s p ro p ied ad es que
a la forma se le asig n an , en cuanto a ja función
intelectual y a la volitiva, queda é sta reducida a
una fórmula nom inal sin co n ten id o, o a ex p resió n
irreductible d e cu alid ad es co n trad icto rias. Y esto
es tanto m ás m anifiesto, cu an to la rigidez d e la
forma, y la grad ació n . m ism a de su s categ o rías
descendentes d esd e la vida in telectiva h a s ta el
movimiento ap etitivo en los s e re s de vida se n siti­
va, y a su m odo en la vida v eg etativ a, conduciría
lógicamente a la negación del libre alb ed río , que
por su condición ta le s formas no pueden m enos
de suprimir.
195. M as el A qu in en se que así lleva la teo ría

(1) «V oluntas íntellectum con seq u itu r. S icu t enim r e s


natural is habet esse in a c tu p e r suam form am , ¡ta intel-
lectus est intelligens a c tu p e r suam form am intelligibilem .
Quaelibet autem res ad suam form am naturalem hanc h a b e t
lmbiludinein, u t quando non h ab e t ipsam , te n d at in eam; e t
quando habet ipsam, quiescat in ea... E t utrum que p e rtin e t
ad voluntatem» (I, q. 19, a. 1). S o b re esa b ase, deduce S a n ­
to Tomás que donde hay entendim iento, h ay V oluntad; y
por lo tanto, ésta no puede fa lta r en D ios. E s argum ento
análogo, aunque m ejorado, al que a n te s habla p ro p u esto en
la S. c. G.: «Adlmc: quicum que ineat aliqtia form arum , ha­
bet per ¡llarn formam hubitudinem ad e a q u ae su n t in rerum
natura, etc.» (L. [, c. 72).
— 164 -

de la forma h a s ta la co n stitu ció n íntim a de la en­


tid ad psíq u ica hum ana y divina, se d etien e no obs­
ta n te en los co nfínes d e ta lib ertad , y prescinde de
a q u ella te o ría p ara explicarla. E s un procedim ien­
to ilógico; p ero qu e p ru eb a la sin c erid ad de Santo
T o m ás en las ap licacio n es teo ló g icas del mismo.
Ya hem os n o tad o (t. VI, c. XI), que el D octor An­
gélico a p a rtá n d o se del sistem a aristotélico de. las
formas en la in terp retació n de los fenóm enos del
libre alb ed río , se co lo có p o r eso mismo fuera de
la premoción físic a de escu elas teo ló g icas pos­
te rio re s, a u n q u e al A q u in en se intenten referirse
com o a su p re d e c e so r, con m anifiesta desviación
d e su s en señ an zas.

May diverso procedimiento, en la materia se­


guido por la escuela de Escoto, y en general
p or la de las variantes agastinianas.
196- El p ro ced im ien to a priori, o se a funda­
do en el valor filosófico de la teo ría de materia y
forma ap licad o a d e m o stra r la existencia en Dios
de los a trib u to s p síq u ico s, entendimiento y volun­
tad, q u e la e s cu ela d e Alb. M agno, singularmente
d e S a n to T o m á s, ha p u esto en uso, aparece ex­
cluido d e la escu ela d e E sco to , y en general de
las V ariantes ag u stin ian a s, Los m edios de prueba
so b re los m en cio n ad o s atrib u to s, son en dicha es­
cu ela fo rm ulados so b re los arg u m entos acerca de
la existen cia d e D io s, y con el c a rá c te r a poste•
riori con q u e e s to s se o frec en . D e ahí que nada
ofrez can digno d e esp e c ia l estu d io .
El entendimiento y la voluntad son en ladoc-
-1 6 5 —
trina d e E sco to las d o s p ro y e c c io n e s substancia*
les de la vida divina, en cu an to a c tu a d a s (intelli-
gere et velle); asi com o c o n sid erad a s en sí mis*
mas (intellectus, voluntas), so n el núcleo de la
Vida de Dios. P o r eso mism o, su s p ru eb as a p a re ­
cen a m anera d e u n a contin u ació n d e las p ru eb as
de la divina ex iste n cia. La voluntad cam pea en lo
infinito con to d a plenitud, eslab o nada al intelecto;
y éste, com o a su vez aquélla, existen en Dios
con perfección infinita, p o r trip le razón: ex p rim í *
tate efftcientiae, eminentiae et fin alitatis■ (Re-
port. I, d. 25, q. 1).
C A P Í T U L O III

Interpretación escolástica de los atributos psico­


lógicos de Oíos en su aspecto activo o funcional.

A R T ÍC U L O I

Diversas fases del problema en los escolásticos anti­


guos, j? en los modernos.

En este aspecto de los atributos psicológicos


de Dios, también las escuelas teológico-aristo-
téticas abandonan las doctrinas filosófico-peri-
patéticas, y acógense a las platónicas en sus
varias derivaciones, sin que por ello dejen de
conservar sus peculiares modalidades: de ahí
que sean tres las ramificaciones platonizantes,
o las escuelas teológicas en este punto.
197. D ejando ah o ra el a sp e c to entitativo de
los atrib u to s psico ló g ico s en la Divinidad, pase­
m os a co n sid erar su a sp e c to d e actividad y actua­
ción, por decirlo asi, funcional de dichos atribu­
to s, según las e scu elas m en tad as, y !a estructura
filosófica q u e re p re se n ta n .
SM 198. Q u ed a ya n o tad o (1), que al llegar a este
punto el aristo telism o es ab an d o n ad o , y las escue-

(1) E.) V. en el cap. preced, de e s te Vil tomo: articu­


lo I, n. 143; a r t. IV, n. 183. Item , en el tom o VI, cap. XI,
n. 518.
— 167 —

las teo ló g icas qu e lo p ro fe s a ro n ,.se acogen a las


doctrinas p lató n icas o p lato n izan tes, en su s varias
derivaciones. Ni la te o ría del c o n o c e r según la fo r­
mula A ristó teles y la ad o p tan los p e rip atético s, ni
menos la del p rim er e n te o motor inmóvil, según
el E stagirita la p ro p o n e, p erm iten explicar la exis­
tencia de ideas en D ios, su c a rá c te r y ejem plar)-
dad resp ec to d e los s e re s fin ito s, ni con m ayor
motivo cuanto d e ello s e deriva en orden al co n o ­
cimiento divino de los a c to s lib re s hum anos, y a
la actuación d e la providencia en las c a teg o rías d e
la natu raleza y de lo so b ren atu ral.
Las fu en tes filosóficas de la sistem atizació n
teológica en la m ateria, hállanse: en las d o ctrin as
neoplatónicas, sin g u larm en te plotinianas, que p o r
modo esp ecial utilizan las e sc u e la s h e te ro d o x a s
m edioevales; y en las e n s e ñ a n z a s d e S an A gustín,
de S. A nselm o, y so b re to d o del P seu d o -A reo p a-
gita, para la teo lo g ía o rto d o x a, cu y as m últiples
aplicaciones e influencias hem os hallado al tr a ta r
de las p ru eb as de la ex iste n cia d e D ios en la E dad
Media (v. t. VI), so b re to d o en las e scu elas no
afectas al aristo telism o .
199. La e scu ela d e Alb. M agno, se ac o g e
con Santo T o m ás, a las fu en tes y d o ctrin as alu­
didas, para solucionar los pro b lem as cognoscitivos
de la Divinidad; y así v ienen a e n c o n tra rse en un
mismo plano las d iv ersas te n d e n c ia s teo ló g icas d e
platónicos, o n eo p lató n ico s, a risto té lic o s y agus-
tinianos. No se crea sin em bargo, que debido a e s e
común en cu en tro d ejan d e distin g uirse en tre sí las
varias fracciones se ñ alad as; a n te s bien co n serv an
- 166 —
s u s m o dalidades d istin tiv as, que m ás tarde los se­
g u id o res d e u n as u o tra s esc u e la s acen tú an o ate­
núan según su p eculiar criterio .
2 00. D e ah í, qu e a p esar de confluir al mismo
cen tro d o ctrin al S a n to T o m ás y E sco to en la ma­
te ria , no se a id én tico el p ensam iento de ambos;
sino qu e so b re la b a se com ún p latónica, el primero
sigu e su orien tació n a risto té lic a , m ientras el se­
gundo refleja la su y a ag u stin iana; no d e otra suer­
te que los p la to n iz a n te s hacen d e s ta c a r sobre los
m en cio n ad o s, el elem en to d e escu ela que los ca­
ra c te riz a .
201 • L as tre s ram ificacio nes a n te s aludidas
d e p lato n izan tes, a risto té lic o s y agustinianos en
la in terp retació n filosófica del problem a cognosci­
tivo divino, h állen se re sp e c tiv a m e n te representa­
d a s en E nrique de G an d , S an to T o m á s y Escoto;
y e s ju sta m e n te la d o ctrin a p latonizante del Doctor
g an d av en se, la q u e sirvió d e norm a a S a n to Tomás
y a E sco to p ara form ular su s soluciones. Al seña­
lar com o cen tro a E n riq u e d e G and, nos referimos,
dicho se e s tá , a la fu en te in m ediata dentro de los
p ro ced im ien to s y sistem atizació n escolástica; por­
que es bien sabido, y co n sta por lo que dejamos
e x p u e sto (so b re to d o en lo s tt. V y V I), que la in­
fluencia p lató n ica o n eo p iató n ica fué Universal en
e s te p roblem a teo ló g ico , salvo adaptaciones par­
ticu lares, e ing eren cias in term iten tes del estoicis­
m o, en el periodo p atrístico (v. ts. cits.)
En la fase escolástica de referencia, el pro­
blema del conocer de Dios se plantea bajo un
— 169 -

dilema harto preciso, y de nada fá c il solución


según los procedimientos de interpretación cog­
noscitiva al efecto utilizados: tres fases de este
problema, y amplitud de las mismas: crítica.
202. El problem a del co n o cer de D ios a p a re ­
ce planteado en la fase e sco lástica a que nos r e ­
ferimos. com o un dilem a h arto p reciso , y nada
fácil de reso lv er p o r ninguno d e los d o s ex trem o s
que ofrecer-segiín los pro ced im ien tos de in te rp re ­
tación cognoscitiva u tilizados al efecto: E xisten
verdades e te rn a s inm u tab les (en el sentido form a­
lista y rep re sen tativ o q u e s e le d ab a a la frase);
por lo tanto e s m e n e ste r, o que se an V erdaderas
porque Dios las co n o ce, o qu e las co n o zca Dios
porque son V erdaderas. Si lo prim ero, todo el
Valor de la verdad, y por lo m ism o de las ideas en
que se en cierra, d ep e n d e d e la voluntad divina; y
por consiguiente no hay v erd ad es apriori,. ni que
sean intrínsecam ente ta le s , co n todas su s d eriv a­
ciones en el o rd en del se r y del co n o cer.
Si por el co n trario D ios las c o n o c e porque son
Verdaderas, se viene a p arar a la existencia d é lo s
arquetipos platónicos, co n ceb id o s com o realidad
inteligible in d ep en d ien te d e D io s.
Tal es la altern ativ a q u e s e p re se n ta en el e s ­
tudio de las ideas divinas, en esp ecial a través del
neoplatonismo de E riúgena y por su influencia en
la teología, principalm ente h etero d o x a m edioeval,
y desde la adaptación del P seu d o -A reo p ag ita a la
escolástica d entro d e la teo lo g ía ortodoxa.

203. En G uillerm o de A uvernia, com o eri


— 170 —

o tro s del siglo XIII, el m ism o problem a se concre­


tab a de una m an era su stan tiv a en e sta forma: «.El
mando arquetipo e s el m ism o C re a d o r (el Verbo
divino), o es co sa d istin ta del C reador?» Y res­
po n d e explicando a P lató n y sus arquetipos en
se n tid o teo ló g ico o rtodoxo (De universo, II, c. 58),
o se a d en tro d e la d o ctrin a trinitaria del Verbo.
2 0 4 . A e sta variante del problem a ideológico
p lato n izan te en la teo lo g ía, sigue luego la aplica­
ción del mism o al conocim iento de los futuros
libres, al libre albedrío hum ano en sus actuacio­
n e s (co n stitu id as siem p re por fu tu ro s contingen­
tes). La dob le form a de la te sis d e las ideas divi­
n as con cognoscibilidad en sí, o sin cognoscibili­
dad an terio r a la divina p ercep ción, se transforma
en la tam bién dob le m an era d e explicar la visión
de D ios en dichos fu tu ro s lib res; y asi viene a
p la n te a rse d e nuevo aquel problem a con la forma
co n creta aludida: Los fu tu ro s libres son verdade­
ro s y cierto s p o rq u e D ios los co n o ce como tales;
o Dios los conoce com o ciertos y Verdaderos
po rq u e son lib re s futuros? Los que afirm an lo pri­
m ero están d e n tro del circulo voluntarista, con
ate n u a n te s m ás o m enos acen tu ad a s según las vn-
rian tes d e escu ela. Los qu e so stien en lo segundo
en tran en la categ o ría de los p lato n izan tes, si bien
con criterio m uy V a r i o , seg ú n el V a lo r que atribu­
y en al constitutivo ló g icam en te previo a la intelec­
ció n divina.
2 05. D e las tre s fases qu e acabam os de se­
ñalar en el p roblem a ideológico divino, la segun*
d a es exclusiva de la teo lo g ía sobrenatural, en
-1 7 1 -

cuanto se refiere a la constitu ció n dé la p ersona


del V erbo, y al m odo de re fe rirse su e te rn a g e n e ­
ración a los posib les, to d a vez que, según la teo ría
latina de la T rin id ad , el V erbo pro ced e per in-
tellecium Patris, y por lo tan to del conocim iento
esencial de la divina esen cia, y de cuanto en ella
tiene rep re sen tació n , y a su b stan cial ya concom i­
tante.
Mas la prim era y te rc e ra fase p erten ecen a la
filosofía y teo lo g ía en g en eral, y en cu én tran se en
la íntima relación y a ind icad a, si bien resp o n d en a
cuestiones h arto d iv ersas, qué no deb ieran nunca
mezclarse ni co n fu n d irse, com o tam poco pueden
en absoluto s e p a ra rs e a te n o r de lo dicho; siquie-
ra hallemos fre c u e n te s ejem plos d e tran sg resió n
en ambos se n tid o s.

Desmembración contradictoria de posibles


necesarios y posibles libres, en orden al modo
divino de conocerlos: factores sistemáticos, que
no legitiman, pero sí explican ta l desmembra­
ción. Sus insuperables dificultades , son la ra­
zón filosófica y genética de la escuela moderna,
que enlazando conceptos platónicos sobre las
ideas con los aristotélicos acerca de las for­
mas, apela a decretos divinos como medio de
conocimiento de los futuros libres .
206. La cau sa de esto h állase, de una p a rte en
la falta de investigación su ficien tem en te honda d e
las fases filosóficas d e los p ro b lem as teológicos;
y de otra en las d esv iacio n es d o ctrin ales de las
diversas escu elas, para co n ciliar ex trem o s en rigor
— 172 -
ño conciliables. Así á e ve qu e los partidarios de
que los fu tu ro s lib res son co n o cidos por Dios en
sí m ism o com o en su causa, o en su s decretos,
q u e están por lo ta n to d en tro dei voluntarismo
p ara la solución d e e s te p u n to , q uieren no obstan*
te a le ja rse d e aquél cuan d o s e trata d e explicar la
natu raleza de las ideas de las co sa s en Dios. Para
ello s e ven fo rza d o s a neg ar el c a rá c te r de cognos­
cibles a dich o s futuros libres con independencia
d e los divinos d e c re to s, no o b sta n te afirm ar que
la co g n o scib ilid ad de ninguna cosa es resultante
del e n te n d e r divino, y que todo lo que se realiza
e s a n te s po sib le, y p or lo ta n to que nadp e s posi­
ble p o r divina voluntad o d e creto .
E sta desm em b ració n co n trad icto ria de los po*
sibles n e c e sa rio s y d e los p o sib les libres en orden
al modo divino d e co n o cerlo s, es resultado de la
form a plástica p la to n iz a n te de Ver los posibles
com o tipos o esencias, lo cual a su vez los mis­
m os teó lo g o s aristo té lic o s hallaban muy conforme
con la d o ctrin a del E stag irita so b re el conocimien­
to por géneros y especies; y a que é s ta s sobre
to d o p or re sp o n d e r a la fórm ula ab stracta de las
esencias o formas e sp ecífica s en el sentir de
A ristó teles, les perm itían trán sito m uy fácil de
A ristó teles a P latón en la m an era d e concebir las
id eas divinas. M as p o r eso m ism o, porque tales
form as típ icas ap a re c e n inflexibles y de rigidez
m etafísica ind eclin ab le, los actos libres no caben
en ellas, ni por lo ta n to son ex p licab les por las
ideas divinas sin co n v ertirlo s en n ecesarios.
2 0 7 . T al e s la razó n filosófica y genética dé
- 173-

1a escuela que vino a s o s te n e r el conocim iento dir


vino de los a c to s fu tu ro s libres m ed ian te decretos,
o en la causalidad d e D io s; fínica m anera d e h acer
viable la divina visión d e los m ism os, su p u e sta Ja
doctrina indicada, au n q u e esto a la vez venga a
com prom eter g rav em en te el ejercicio d e la liber­
tad misma que se in te n ta d e ja r a salvo. P orque e s
manifiesto, q u e si la in d eterm inación dél ac to libre
es la razón d e que é s te no p u ed a se r conocido
por Dios en form a análoga a lo s dem ás posibles,
para que ten g a lugar su conocim iento d eb e d e s ­
aparecer aquella indeterm inación que c a ra c te ri­
za la libertad, y a que d e o tra s u e rte ta le s a c to s
serían tan in co g n o scib les bajo el d e creto , com o
antes de él; y por lo mismo d e s a p a re c e la a c tu a ­
ción libre del su jeto , cu y o s a cto s son d e c re ta d o s
y determ inados ad unum p ara p o d er se r co n o ci­
dos por D ios.
208. H em os ad v ertid o y a el fácil trán sito del
concepto platónico d e las id eas, a! co n cep to aris­
totélico de las e s p e c ie s, o formas especificas
abstractas (que al fin son en A ristó te le s rep ro d u c­
ciones de su primitivo platonism o); trán sito que
encontramos realizado p rim eram en te en la filoso­
fía arábiga, con ap licació n ad em ás a su s d o ctri­
nas teológicas, y luego en los filósofos y teó lo g o s
de formación a risto té lic a , pero de adaptación pla­
tónica en orden a las ideas divinas.
Pues bien; así com o las form as específicas
en el orden ideal sirven d e in term ed io p ara llegar
a las ideas p lató n icas, de igual m odo en el orden
real en lazándose aq u ellas form as en las co sas, o
— 174 —

m ejo r in form ándolas, sirven para constituirlas, y


darle la actu ació n en su esp ecie, donde a la vez
se realiza con la materia prima su individuali­
d ad . E s d ecir, que la form a tra sc e n d e n te en Pla­
tón com o idea, p asa a forma inmanente en Aris­
tó te le s, m ed ian te el tipo a b stra c to interm edio de
género y especie . Y decim os interm edio, porque
la forma especifica, co n stitu tiv a de los seres,
tien e de una p arte el valor de idea, y de otra el
valor de cosa, d e tal s u e rte qu e si se prescinde
d e la individualidad c o n c re ta , ten d ríam o s la rea­
lidad d e la e sp e c ie com o tal, y fuera d e la mente.
N o d e o tro m odo ca b e adm itir ni co n ceb ir el uni­
versal p erip atético , q u e tie n e valor real, como tal'
universal, fu era del e sp íritu , au n q u e revestido de
la individuación que la m ateria le hace sobrevenir.
D e e sta m an era al ciclo de las id eas corresponde
el ciclo de las formas, y el ciclo de las formas al
ciclo de las c o s a s, con su b o rd inación mutua, y
com p en etració n g rad u al co rrelativa. En cuanto a
los a c to s del libre albedrío, la correlación Vino a
e s ta b le c e rse e n tre la id ea d e ca d a a c to , consi­
g u ien te a un d e c re to divino (p o r no se r tales actos
com o lo s d em ás p o sib les en la teo ría que nos
ocupa, cosa co g n o scib le con prioridad a la causa*
lidad de D ios), y un a forma p eculiar que prede­
term ina la acció n a que la idea se refiere.

Las entidades intermediarias de la acción


libre del hombre y de la de Dios, e instrumento
de unión entre una y otra acción, fueron deseo-
nocidas por los antiguos escolásticos; siendo
- 175-
tn los escolásticos modernos ta l doctrina, una
degeneración de la teoría de las formas del
aristotelismo decadente: los antiguos escolásti­
cos dan más acertada solución al problema, sin
necesidad alguna de formas intermedias y pre­
determinantes.
209. E s e sta doctrina, h ab rem os de repetirlo,
una degeneración d e la prim itiva teo ría de las
formas del aristo telism o d e c a d e n te , que no co­
nocieron los teó lo g o s p erip atético s m edioevales.
Ni en A lberto M agno, ni en S an to T om ás, ni en
Escoto ap arecen e s a s en tid ad es interm ediarias
entre la acción libre, acción estric ta m e n te vital del
ser humano, y la acció n d e D ios en él hom bre,
denominadas formas predeterminantes, o Virtud
predeterm inante del acto libre, distinta de la acti­
vidad hum ana y d e la actividad divina.
Los antiguos teó lo g o s no reco n o cen en e s te
punto más que la acción de D ios y la acción d e l
hombre, que re su lta d e su p ro p ia form a y e n ti­
dad con la su b ordinación d e é s ta a la acción de-
Dios, que da el se r, lo co n serv a , y actú a en el di­
namismo propio d e las co sas, com o una p ro lo n g a­
ción de la ex iste n cia d e las m ism as, y según lo-
exige la natu raleza d e ellas. E sa cooperación di­
vina, que se refu n d e en la unidad vital d e o p e ra ­
ción humana, se e fectú a d e m odo inm ediato y sin
intermedios de ninguna clase.
210. Y esto c o n s titu y e el punto central d e
divergencia e n tre las esc u e la s an tig u as y las va~
fiantes de las m ism as en la d ecad e n cia d e la e sc o ­
-1 7 6 -

lástica, y co n c a rá c te r p eripatético- S egún éstos


ex iste una forma p ecu liar interm ediaria entre
D ios y el hom bre, q u e e s vehículo de la divina
operación y d e la p red eterm in ació n de los actos
hum anos; un a entitas virtuosa que sirve de ins­
trumento, y c o n stitu y e el n exo de la cooperación
d e D ios en los a cto s lib res, según las norm as de
los divinos d e c re to s.
M as p ara los prim eros ni ex iste tal instrumen­
to, ni ex iste d e c re to que se a cau sa de la cognos­
cibilidad d e los a c to s hu m an o s, y b ase de su pre­
d eterm in ació n . S u cognoscibilidad e s en principio
análo g a en D ios a la d e todo lo cognoscible, con
d ep en d en c ia d e la determ in ació n divina, en cuanto
e s n ecesario q u e se realice un orden de cosas
d ado p ara que cu alquiera de los térm inos posibles
en a c to libre, Venga a ser cierta aunque libremen­
te fu tu ro . S in que p ara su realización concreta se
req u iera otro influjo que el d e la cooperación di­
vina, qu e c o rre sp o n d e en su orden a la criatu­
ra racional, com o en el- suyo a las dem ás cria­
tu ras ( 1 ).

(1) A sí, p u es, en vano 9e intenta b u s c a r ni en Santo


Tom ás ni en E sco to elem entos intermediarios constituti­
vos d e la pred eterm inación física, donde no se encuentra
ni vestigio de e s s singular qnaíitas virtuosa, como con el
teólogo A lv arez la denom inan o tro s seguidores de la misma
escu ela, sin em b arg o de c o n stitu ir f a c to r indispensable de
la te sis p red eterm in an te. S an to T om ás, so stien e y declara
que es D ios quieu d a, c o n s e rv a y aplica las actividades de
la n atu ralez a, como principio y ca u sa d e ellas, y siempre
p o r lo mismo de una m anera inmediata, que nunca puede
— 177 —

ARTICULO II

Relación y diferencia entre las salaciones dé la anti­


gua y de la moderna escolástica, al problema del co­
nocer divino de los futuros libres.

La reintegración a la doctrina platónica so-


bre las ideas en sa aspecto representativo e in­
tensivo y al dinamismo que en ta l doctrina se le
atribuye, como también a la influencia estóica
de ia intima penetración divina en la substan­
cia y accidentes de la naturaleza, perm itió a la
antigua escolástica establecer entre la teoría
de las ideas divinas y el conocimiento de los
futuros libres nn nexo perfectamente lógico y
coherente, sin recurrir al heterogéneo, elemento
de las formas peripatéticas .
211. A cab am o s d e Ver com o el e n lace de la
teoría de las ideas en Dios co n la teo ría del co­
nocimiento divino de los futuros libres se verifi-

ser predeterm inante, sino d e influjo vital en el ag e n te que ae


actúa. En tal sen tido (que es la d o ctrin a común en su tiem ­
po, ajena a los postulados de las formas a risto télicas, que
ni el A quinense ni los teó lo g o s de en to n ces tra ta ro n de
aplicar a los actos libres), no d uda afirm ar que D ios e s
causa de la acción d e la s c riatu ras, «in quantum dat virtu-
tem agcndi, in quantum consérvate am , e t in quantum appti-
c a/actio n i, e t in quantum ejus virtate om nis alia Virtus
agit», (De Pol., cap. 7). P a la b ra s q u e-co n o tra s análogas
son repetidas d esde D e Lem os h asta D um m erm uth, y d e s­
de éste en ad elante p o r c u a n to s suscriben las fórm ulas sis­
tematizadas en B áfiez, p a ra p ro b a r qu e la predetermina-
-1 7 8 -
ca de un m odo h arto irreg u lar, fuera del período
m edioeval, en la e sc u e la q u e in ten tó ju n tar los
c o n cep to s p latónicos so b re las ideas, y los aristo­
télico s so b re las formas, ap licad as al libre albe­
drío m ed ian te decretos divinos.
La teo ría p ro p iam en te e sc o lá stic a en la mate-

ción física e ra conocida y enseñada p o r S a n to Tom és; no


o b stan te s e r obvia su significación fu e ra de dicho sistem a,
y resp o n d er a la d o ctrin a com ún sistem ática y no sistemá­
tica d e teólogos, filósofos y m ísticos a n te rio re s al Áqui-
nensü. D o ctrin a que si teo ló g icam en te responde al concep­
to cristian o de la intervención del dinamismo divino en el
s e r y o b ra r de los en tes contingentes, filosóficam ente es
un reflejo de los co n c ep to s estoicoB y platónico-estoicos
so b re la Vida de las c ria tu ra s en el am biente de lo divino,
que Cl. A lejandrino incorporó a las ideas teológicas, y que
p e rse v e ró en el mundo griego, com o d esp u és en el latino.
C o rresp o n d ie n d o e s tric ta m e n te a tales ideas com unes, es­
tán red ac tad a s e s ta s p alab ras del A quinense que siguen in­
m ediatam ente a las ya citad as, y son su com plem ento ex­
plicativo: «Et cum conjunxerim us his quod Deus sit saa
virlus, et quod sit intra rem quamlibet non ut pars essen-
tiae, sed sicu t ienens rem in esse, seq u itu r quod ipse in
quolibel aperante immediate operetur, non exclusa opera-
tio n e vo lu n tatis e t naturae». (L. cit.) C on e s to hace ver
S a n to T o m ás la norm a teológica y filosófica que preside a
s u s id eas de la co o p e ra ció n y acción inmediata de Dios,
seg ú n el c rite rio general de la teología y de la filosofía re­
ligiosa recibida en e s te punto. C f. A m or R uibal, Doctrina
de Santo Tomás acerca de! influjo de Dios en tas accio­
nes de las criaturas racionales, etc.
L a desviación que se h ac e d e las ideas de S an to Tomás
en el sen tid o señalado, Viene a efe c tu a rse tam bién en orden
a la te o ría d e^E scoto, que la generalidad d e los tratadistas
d e sus d o c trin a s, po r una visión h a rto incom pleta y super­
ficial del 9¡stem a¡filosófico del m aestro, p resen tan impreg-
— 179-
ria realiza el nexo de las ideas con el conocim ien­
to de los futuros libres d e u n a m anera m ás uni­
forme, y m an ten ien d o , sin perjuicio de su s Va­
riantes, un tipo fundam ental com ún.

nadas de un voluntarism o tan ex a g erad o y mal entendido,


que ni) les perm ite sino acudir a los; decretos divinos y a la
moción predeterminante p ara explicar el problem a d e los
futuros libres. P e ro EscoLo, a p e sa r de su voluntarism o,
más constructivo, que no constitutivo de la natu ralez a d e
los posibles, d eja s u b sisten te la incitabilidad de la esencia di­
vina como fu en te de la s co sas, donde tienen razón de inteli­
gibilidad in d ep en d iente del q u e re r divino, que sólo h ace se
proyecten re p re s e n ta d a s en las múltiples form as que pue­
den rev estir. P o r e6o, si bien da una p a rte en la ciencia d e
Dios a la voluntad, no afirm a nunca que sean conocidos los
futuros libres en los decretos divinos, como medio de tal co ­
nocimiento. A n tes bien form ula en fr a s e s com o las que s i­
guen, la tesis co n tra ria : «Poni p o te st quod intelleclus divi-
nus aut offert S i m p l i c i a quorum unió est conlingens in re;
aut si o ffert com plexionetti, o ffert eam sicut neutram , e t
voluntas eligens unam p artem , scilicet conjunctionem isto-
rum pro aliquo nunc in re , facit illud d eterm ín ate verum ».
(Stni. 1, d. 59, n. 25). D e conform idad con esto , y confir­
mando su pensam iento, e s tá la do ctrin a d e E sco to so b re la
cooperación divina, nunca predeterminante, sino conco­
mitante, y de influjo vital: «Q uantum e s t ex p a rte 8ui
(Deus; dat rectitudinem omrii actui volu n tatis; et voluntati
ex consequenti d a re t, si ipsa voluntas «¡uemcumque actum
elicitum recte a g e re t ex p a rte suU . (Sent. II, d. 57, q. 2).
Aparte de esto, es d e te n er en cuenta, que el voluntarism o
puro no lleva a la te o ría cognoscitiva de los fu tu ro s lib res
(denominada bañ eziana por s e r Báñez uno d e su s prim eros
sistem atizadores) a q ue venim os refirién d o n o s; a n te s bien,
cou;u advertim os a rrib a, el voluntarism o suprim e el p ro b le­
ma, asi en orden a los fu tu ro s libres, como a todo io cog­
noscible.
— 180 —

D e s d e luego la idea p lató n ica generalm ente


utilizad a en su a s p e c to representativo, o sea en
cu an to p ro y ecció n ex trín se c a y extensiva del ob*
jeto q u e en ella s e o frec e a la percepción, a la
m an era que un e s p e jo rep ro d u c e la im agen de los
o b je to s, q u e e s co m p aració n com ún a teólogos y
m ísticos m ed io ev ales, ad q u iere en la m ateria de
que h ablam os, c a rá c te r m ás substantivo y al mis­
m o tiem po m ás h o n d o en cuanto ex p resió n de la
n a tu raleza de las c o sas; de tal s u e rte que m ás que
la extensión fig u rativ a, es la intensión la que ca­
racteriz a el tip o ideal divino de los se re s , y la que
fija su s co n to rn o s.
E s e sto en p a rte u n a rein teg rac ió n en la doc­
trin a p latónica del dinam ism o q u e en ella tienen
las id eas, y q u e a lo s efecto s d e la visión de Dios
re sp e c to a los futuros libres e ra n ecesario hacer
re a p a re c e r; y en p arte, a la influencia estó ica que
a tra v é s d e la p atrística grieg a ofrecía delineada
la íntim a p en etració n divina en la substancia y ac­
c id en tes de la n a tu raleza y en la de los se res hu­
m anos con su s acto s, re sta n d o d e sd e luego todos
los e lem en to s h e tero d o x o s del sistem a.
212. E se pro ced im ien to filosófico, que bien
s e m anifiesta en los teó lo g o s m edioevales, permi­
tía e sta b le c e r un n exo e n tre la teo ría d e las ideas
divinas, y el con o cim ien to d e los futuros libres,
p erfe ctam en te lógico y c o h e re n te , sin recurrir al
elem en to h ete ro g é n e o de las fo rm as peripatéticas,
y d e los c o rre sp o n d ie n te s divinos decretos, antes
m en tad o s. Y en ello convenían d e h echo los teó­
lo g o s a sí p lató n ico s com o agush’nianos y aristoté-
— 181 -

líeos, aun q u e en o tras m aterias c a d a cual sig u iese


la orientación d e su escu ela.
Por cu an to las ideas divinas en virtud d e su
dinamismo Infinito, igual al d e la divina e s e n ­
cia, no p u ed en m enos d e p e n e tra r to d a lo q u e tie­
ne inteligibilidad, com o la e s en cia divina no
puede m enos d e o fre c e r b ase a to do lo inteligible,
la represen tació n ideal en D io s a lcan za p o r e s e
doble motivo la cogno scib ilid ad d e los posibles en
todas su s ca te g o ría s, sean p o sib les ab solutos, o
futuros lib re s, en cualquiera de sus form as y con»
diciones. A la d eterm inación divina c o rre sp o n d e
elegir y d e c re ta r d en tro del o céano de los posi­
bles, aquel o rd en d é c o s a s q u e qu iera h a c e r venir
a la existencia. Y m ed ian te ese acto d e elección
quedan fijad o s los co nfines d e lo que h a d e existir,
sean futuros- ab so lu to s o co n d icio n ad o s, y d e lo
que no ha de ex istir, p erm an ecien d o en la c a te ­
goría de p u ra posibilidad, se an e n te s o acto s a b ­
solutos, o s e re s libres con sus acto s de. posibili­
dad condicionada.

Bajo dicho procedimiento filosófico, común


a todas las ramas de la antigua escolástica, es
■adecuada, o comprensiva de todo lo inteligible,
la división de la ciencia de Dios en «ciencia de
simple inteligencia» y en *ciencia de visióm , ha­
llándose constituido el objeto de la ciencia d i­
vina con independencia de decretos o acto de la
voluntad.
213. Asf s e co n stitu y en las d o s c a teg o rías d e
la ciencia de D ios; la ciencia d e sim ple inteligen-
- 182 —

cía , que re c a e so b re lo qu e queda en el orden pu­


ram en te inteligible (lo s p o sib les ab so lu to s, y los
futuros condicionados, que no s e realizarán), o
se a so b re-to d o lo que no ha d e venir a la existen­
cia, según divina d eterm inación; y la ciencia de
visión, qu e rec a e so b re lo que en virtud del querer
de D ios ha d e te n e r realizació n y existencia, y e s
visto por lo m ism o com o tal. Su o bjeto, pues, está
constitu id o p o r las co sas, y filiaros condiciona­
dos q u e han d e cum plirse, porque se ha de reali­
zar to d o lo n e c e sa rio p ara su existencia.
D ados esto s co n c e p to s d e ia ciencia de simple
inteligencia y d e la ciencia d e visión, en ellos se
co m p ren d e p len am en te todo lo que p uede ser ob­
jeto d e la ideología divina, dividido en las dos sec­
cion es, q u e la libre voluntad de D ios fija; una de
lo que no ha d e venir a la ex istencia,, y otra de lo
que h a de se r ex iste n te y real.
214. El o b jeto d é l a s ¡deas divinas encesta
d octrin a se h alla co n stitu id o con independencia,
com o se ve. d e to d o d e c re to o ac to de la divina
Voluntad, la cual sólo e n tra en ejercicio cuando se
tra ta de s a c a r o no a la ex isten cia lo que a la
m en te de D ios se o fre c e en su s id eas com o posi­
ble; m ien tras en la teo ría an terio rm en te señalada,
no ya en ei orden de ejecución existencia!, sino
en el d e las ideas en D io s, en tran los decretos,
constitu tiv o s d e los futuros condicionados, para
su cogno scib ilid ad en cu alq u iera d e sus aspectos;
qu e e s lo q u e co n v ierte la te s is en voluntarista al
m odo dicho, y h ace intervenir las formas aristo­
té lic a s co m o fa c to r p red eterm in an te d e actos del
— 183 —
libre alb ed río , a d o n d e no p en só llevarlas jam ás
A ristóteles ni su s discíp u lo s d e la filosofía y te o ­
logía m edioeval.
2 1 5 . L a división indicada d e la ciencia divina
en ciencia intelligentiae et visionis, que e s la de
los antiguos esco lástico s, sin ex cep tu ar a S anto
Tomás y E sc o to , suprim e to d a o tra división in ter­
media, dado q u e e n tre Jo e x is te n te y no e x iste n te
no se da m edio.

Fórmulas de la *ciencia media* en Molina y


en Báñez: diferencias entre una y otra de estas
fórmulas, como también de cada una de ellas
con la. doctrina de la antigua escolástica.
216. Las fórm ulas d e una ciencia media, sea
en sentido d e la d e M olina, sea en sentido d e la
de Báñez, son ev id en tem en te aje n a s a la antigua
teología. Y nos refe rim o s a d o s e sp e c ie s de cien -
d a media, p o rque si la cien cia d e los futuros
condicionados es media según el co n cep to que de
ella nos da M olina, d e igual m odo la ciencia de
los futuros condicionados qu e en el sistem a d e
Báñez d ep e n d e d e lo s d ec re to s su jetiv am en te ab­
solutos y o b jetiv am en te condicio nados, e s igual­
mente media d en tro d e su d o ctrin a, y tien e por
objeto el mismo d e la ciencia m edia de M olina,
con la diFerencia de que é s te no h a c e intervenir
los decreto s p ara su conocim ien to, y al prim ero
se los im pone la incognoscibilidad que según su
doctrina tien en en sí, aún re sp e c to de D ios, los
futuros libres.
217. D e aquí o tra diferen cia significada e n tre
— 184 —
uno y otro sistem a; y e s , que el c o n cep to de los
futuros condicionados en la teo ría m olinista co*
rre s p o n d e al d e la ideología divina según lo he­
m os señ alad o , y p o r fo ta n to no co n stitu y e sino
una subdivisión en el o b jeto d e la ciencia d e Dios,
colo can d o a p a rte los futurosL condicionados;
m ien tra s e! co n cep to d e dichos futuros en la teo­
ría b añ ezian a , q u eb ran ta aquella ideología conet
Voluntarism o d e los d e c re to s, y no c o rre sp o n d e en
m odo alg u n o al conten id o d e ia ciencia divina,
según el criterio e s c o lá stic o antigno, ni intclec-
tualista, al cual venim os refirién d o n o s, ni volun­
tar ista ( 1 ).
P o rq u e e s d e n o ta r q u e si el voluntarism o ba­

t í ) L a cu e stió n del modo del conocim iento divino de


los fu tu ro s libres (de si son conocidos en sí mismos, en sus
cau509, e tc .), e ra p ro p u e sta e n tre los a n tig u o s con o tro as­
p ec to , que s e en c ie rra en el dilem a consabido: si Dios es
p ro p iam en te ca u sa d e los fu tu ro s lib res, o a la inversa
lo s fu tu ro s lib res so n la razó n de que D ios los conoz­
ca com o ta les. L a ca u salid ad divina en dichos futuros
pu ed e re f e r ir s e a é s to s en cu a n to actos, o en su calidad de
futuros. En uno y o tro sentido afirm aban los volunta ristas
s e r D ios ca u sa d e los fu tu ro s libres, lo que equivale en
realid ad a su p rim irlos. En el segundo sentido, o sea si en
cu á n to futuros, dependían o no de la causalidad divina, no
h u b o siem p re uniform idad, p o r no distinguir conveniente­
m ente e n lre fu tu ro s lib res posibles, y fu tu ro s libres e.ris-
tenciales, con realidad co n sig u ien te al d ec re to electivo de
D io s. E n la p atrístic a, O ríg en es con su e sc u e la , y S an Je­
rónim o, so stien e n que los futuros tien en el ca rá cte r de
ta le s in d ep en d ientem ente de la voluntad de D ios; y d e igual
s u e r te los futuros libres, que D ios Ve com o c o s a que debe
ser, A e s ta exageración n eo p lató n ica, opone S an Agustín
-1 8 6 -
ñeziano por re c a e r so b re el dinam ism o de la liber­
tad, la h ace in explicable com o cu alquier otro vo­
luntarismo ab so lu to , e s ta últim a-form a con lógica

que no hay fu tu ro que tenga real existencia no ca u sad a


por Dios, porque nada hay fu e ra de él que pueda te n e rla ;
y por lo tanto los fu tu ro s lib res son sólo conocidos como
tales por D ios, en cuanto e s causa de lo ex isten te . Con
esta irregular alte rn a tiv a , que influyó en o tro s e sc rito re s
antiguos, la solución no podía s er satisfa cto ria por ninguno
de los citados extrem os.. En lo s p rim eros tiem pos de la e s ­
colástica p e rs is te aún la misma indeterm inación, que utili­
zan los seguidores de las d o ctrin as extrem as, platonizantes
y íoluntoristas, p o ra ac en tu ar sus’ soluciones resp ectiv as
de futuros preexistentes, o voluntad p reex isten te a los fu ­
turos y g en erad o ra d e ellos. P . Lom bardo, en su eclecticis­
mo, quiere conciliar los extrem os m encionados, y enseña
que los fu tu ro s condicionan la ciencia y voluntad divinas,
en cunnto de hecho han de ser; y la ciencia y voluntad de
Dios condicionan los futuros en cuanto sin esa ciencia y
voluntad los futuros no sería n ta les, porque D ios p u d iera
desde la eternidad co n o c er lo c o n trario , y e llo .resp o n d eria
aun orden tam bién c o n tra rio de fu tu ro s . (Se/it. I, d, 58).
Es, como se ve, una solución false ad a, donde en realid ad
se hace p rev alecer el v alo r de tos futuros en cuanto ta le s ,
sobre toda actuación p erso n al divina. P a r a a te n u a r esta
consecuencia quiere P . L om bardo que la realización de los
futuros sea simple condición, conditio sirte qua non d e la
previsión de D ios re s p e c to de ellos. D o ctrin a que aünque
no resuelve nada, m ientras deja s u b sisten te la realización
automática, po r d ec irla asi, d e los fu tu ro s p o r exigencia
interna de su fnturición, sin influjo divino, fu é sin em bargo
recibida por no p ocos, e n tre ellos p o r Alej. de A les, que s e
acoge expresam ente a la conditio sine qua non de los fu tu ­
ros respecto de la previsión d e D ios. (Summa Th., p. I,
<)• 24, membr. 4.un').
La solución de S an to T om ás e s m ucho m ás p e rfe c ta e
-1 8 6 -

m ás radical, red u ce el problem a del conocimiento


d e los acto s del libre albedrío, al problem a gene­
ral del co n o cer divino según los dictados d e su be-

inteligible. P a rtie n d o de la distinción que d ebe establecer­


se en tre el o rden cognoscitivo y el orden ejecutivo, pone
d e m anifiesto que el conocim iento en si de la s cosas no
tien e nada d e eficiente en el m undo re a l, si no es mediante
la in terv en ció n de la Voluntad, que determ ina en tre los ex­
tre m o s eleg ib les los que sean d e hecho elegidos para la
ex isten cia e x te rio r y real. P o r consig uiente nada es real
porque D ios lo conozca como fu tu ro , sino que será futuro
de hecho si la voluntad divina quiere que venga a la exis­
ten cia, y d e ja rá de serlo de hecho, si quisiera lo opuesto;
sin que ello quíte ni ponga en cuanto a la cognoscibilidad
d e los a c to s libres con su» condiciones, p ara que pasen o no
a s e r reales. Y si en el orden de las existencias los futuros
y su cognoscibilidad no son ca u sa de que de hecho se rea­
licen, sino sim plem ente d e que puedan s er reales previa la
voluntad divina; tam poco en el orden del conocim iento son
ca u sa d e la cien cia de D io s, sino sim plem ente objeto de su
conocim iento. «S equitur enim, si aliqua su n t futura, quod
D eu s ea p ra e s c ie rit, non tam en re s fu tu ra e sunt causa
quod D eus sciat». (S. Th., I, q. 14, a. 8). L a visión délos
a c to s lib res tiene e n D ios c e rte z a infalible en cuanto la
eternidad ab a rc a con presencialidad tínica y simultánea
to d o s los tiem pos y ca so s posibles como presentes. La
etern id ad no es sino un p re s e n te indivisible e inmutable,
d o n d e no sólo se hallan las co sas posibles y reales coma
p resen tes, sino que la divina intuición ca e so b re ellas según
■son en su p resencialidad; e/us intuitos feriar ab aeternosii-
pra ¡minio, pront sunt in sua praesentialitate. (I, q. 14.
a . 15; Quaest. Dispul., De scient. Dei, a. 12). E s la misma
so lu ció n d e S . A nselmo, que se ha m a n t e n i d o después en la
c o rrie n te de la esco lástica , sin perjuicio de los diversos
tip o s do ctrin ales ac erca de los o ríg e n es de las ideas divinas,
d e que a rrib a nos ocupam os.
- 187 -

neptácito, sin las fórm ulas m ixtas e inconciliables


del procedim iento de B áñez. Y por lo que h ace al
criterio intelectaalista, ni es com patible, com o
hemos dicho y e s ev id en te, en el voluntarism o
parcial perip atético consabido, sin rom per su uni­
dad, ni e n tre las v ariantes q u e existieron d entro
de la tesis in telectu alisla a c e rc a de cóm o y dónde
conoce D ios los fu tu ro s condicionados, se form u-
ló nada p arecid o a la te s is d e las fo rm as prede­
term inantes y d ecreto s re sp e c tiv o s, que fueron
iniciados en la d ecad e n cia esco lástica, y sistem a­
tizados por B áñez y su s seg u id o res.

A R T I C U L O III
Exposición y crítica, en sus diversos aspectos $ apli­
caciones teológicas, de la teoría platónica común base
filosófica de las Varias fases escolásticas, para expli­
car la Visión divina de los entes contingentes.

Tres ramificaciones o tipos doctrinales en la


escolástica sobre la base común de la teoría
platónica y neoplatónica.
218. U na vez se ñ alad as las derivaciones de
la teoría de las id eas en D ios, y la relación y dife­
rencia que e n tre é s ta s y las deriv aciones aludidas
es m enester s o s te n e r, volvam os a la sistem atiza­
ción de la ideología divina según ló s tre s tipos
doctrinales que hem os señalado; el d e E nrique de
Gand, el de la escu ela d e Alb. M agno, que sinte*
tiza S anto T o m á s, y el d e la d e E sco to .

Las ideas platónicas en el seno de Dios,


-1 8 8 -
tipo esencial, o representativo de las esencias,
y constitutivo de su ser e inteligibilidad: con­
traposición de estas ideas y del ser sobresubs-
tancial de Dios.
21 9 . En la te o ría p lató n ica y neoplatónica,
b a s e com ún de d ic h a s 'tre s fases d e sistem a, las
id eas a p arecen sie m p re com o p ro y eccio n es deter­
m inan tes del se r d e D io s en o rd en a los se res fi­
nitos, y a se co n sid ere com o B ien S um o, y a como
M e n te su p rem a, e tc . La D ivinidad en sí encuén­
tra s e fuera d e to d a id ea y so b re toda categoría de
ideas, las cu ales por se r rep re sen tació n de esen­
cias, o tipos esenciales, son naturalm ente cir­
cu n sc rita s y lim itad as en su am plitud significati­
va; m as por eso mismo s e co n trap o n en al ser so-
bresabstancial d e la D ivinidad, p a ra la constitu­
ción e inteligibilidad d e las co sa s qu e aquellas
ideas en el se n o del Bien Sum o re p re se n ta n , y que
luego realizan en el m undo real.
La escolástica atenúa esta contraposición,
p ara evitar sus consecuencias pantelstas; pero
la conserva atenuada, p ara encontrar dentro de
la teoría explicación al conocimiento divino de
los posiblesy y en sas ideas la razón ejemplar
de los seres finitos.
220 . D icho s e e s tá , qu e e s a prim ordial contra*
p osición d e lo infinito y d e lo finito en la Divini­
d ad , no podía se r recib id a p o r la teología ortodo­
xa,-so pena de ir a p a ra r al panteísm o. Pero a la
v ez, era n ecesario m an ten er el valor de la esencia
divina fuera del d e las ideas d e lo finito, y el valor
t - 169 —
de estas ideas subordinado al d e 1á esen cia infini­
ta, por cuanto ni ia e se n c ia divina p o r si sola re­
presenta m ás q u e la plenitud objetiva del s e r a n te
la inteligencia, ni las id eas d e las cosas pudieran
tener valor obfetivo re sp e c to del divino en ten d i­
miento, sino en virtud de la objetividad infinita
que les o frec e la esen cia. E s d ecir q u e en e s ta in­
terpretación rad icalm en te plató n ica del divino co ­
nocer. p e rsiste el d ualism o fundam enta] de la
esencia, que e s tá so b re to d a idea q u e.n o -sea ex­
presión de la intuición infinita d e D ios, y d e las
ideas de las co sas, q u e no son la esencia, p ero
derivan de ella, y tien en allí su razón d eterm in an ­
te y co n creta p a ra co n stitu ir el tipo eje m p la r de
los entes fin ito s, d an d o b a s e a la m en te divina
para la ideal re p re se n ta c ió n d e ellos. C om o m e­
dio informativo re sp e c to d e la inteligencia d e
Dios, no ex iste m ás q u e la visión intuitiva de la
esencia infinita, d o n d e n o .cab e sino unidad ab so ­
luta cognoscitiva sin variedad alguna d e id eas. En
tal sentido sólo cab ría hab lar d e una sola idea (y
así la denom inan no p o co s esco lástico s), si pudie­
se decirse tal lo que én D ios no e s ni puede s e r
sino visión intuitiva d e sí m ism o (b a se en la psi­
cología divina d e la explicación teológica del
Verbo).
Mas en cu an to representación, donde s e o fre ­
cen los ejem p lares d e las co sa s p o sib les q u e
resultan de la im itabilidad d e la e s en cia divi­
na, m ultiplícanse tan to d ichas id e a s, cu an to s
fueren los posibles que en aqu ella esencia infinita
se representan, sea d e una m an era radical, se a
— 190

virtaalmente, q u e son discu tid o s a s p e c to s secun­


dario s del pro b lem a. Lo indudable dentro de la
teo ría, es q u e ad em ás de la visión de la cscncia
infinita p ara la in telección d eterm in ad a de las
co sas, s e re q u iere h allar en ella los elem entos dis-
cern ib les so b re los que m odela el Intelecto los
ejemplares d e las co sa s, y las esencias con sus
p ro p ied ad es in m utables; elem en to s que son, y no
pueden m enos d e se r, ora conciliables ora incon­
ciliables por algo ajen o y lóg icam ente presupues­
to al ejercicio del en ten d er y del q u erer divinos;
y que a la Vez re sp o n d en al m entado dualismo
platónico, el cual, no o b sta n te sus .atenuaciones,
p e rsis te a trav és de la teo ría g en eral, com o tesis
filosófica, y com o in terp retació n teológica del di­
vino co n o cer.
Con la teoría filosófica esbozada, se tras­
mitieron a la escolástica las fórmalas del len­
guaje y el simbolismo de las escuelas platóni­
cas para explicar aquélla: la tradición neopla-
tónica, corriente en la teología griega, 'se tras­
mitió a los latinos por Boecio y S. Agustín, por
influencia arábiga y por ¡a versión latina del
Pseudo-Areopagita.
221. D e ahí que, no só lo los co n cep to s fun­
d am en tales d e aquel dualism o prim ordial de esen­
cia infinita y tipos radicales (a m anera de linea-
m ento s prim arios que la m en te divina debe definir
y clasificar), sino las m ism as fórm ulas de lengua­
je, y los m ism os sím bolos o ejem p lo s, aparecen
tran sm itid o s de las an tig u as e sc u e la s platónicas a
- 191 -
los m aestros d e la cietjcia m edioeval, siquiera
cada escu ela los in te rp re te según su peculiar cri­
terio. Así e s cóm o, según la tradición neoplatóni-
ca, corriente en la teo lo g ía g rieg a, adaptada a la
latina por B oecio, y por S . A gustín sobre to d o , y
reforzada d esp u és por la influencia doctrinal a ráb i­
ga, no m enos que por el tex to latino del P seu d o -
Areopagit-a, las fórm ulas d o ctrin ales de los g ra n ­
des esco lástico s en la m ateria, p ierden el asp ecto
puramente lógico, deductivo y fo rm alista a la m a­
nera perip atética, y se tran sfo rm an en re p re se n ­
tación plástica, y tipos objetiv o s, cual pudieran
corresponder a una visión directa, y a una d e s ­
cripción a priori de la esencia infinita y de las
ideas divinas, en ella ten u em en te delin ead as com o
en un inm enso m apa divino.
222. Los sím bolos de la luz y del sol aplica­
dos a la esen cia divina, q u e h ace d e s ta c a r los
tipos ideales de las co sas, com o el sol y la luz re ­
velan an te la vista la realid ad , distinción y c o n ­
tornos de los se re s ; los d e espejo, donde s e p ro ­
yectan y reflejan aq u ello s arq u etip o s; y de sellor
que sirve p ara im prim ir y g ra b a r en los e n te s
creados la form a y c a ra c te re s que en c ie rra e t
ejemplar etern o p reco n ten id o en la e sen cia de
Dios; todo ello re sp o n d e en escala gradual re p re ­
sentativa y d e s cen d en te al co n cepto p lato n izan te
que hemos se ñ alad o , y al len g u aje m ism o de pla­
tónicos y neoplató n ico s, a qu e hem os aludido.
La fase genética d e los p o sib les tien e su p rin ­
cipal rep resen tació n en lo s sím bolos del Sol y de
la luz. El so l, b com o denom inación de la D i-
— 192 —

Vinidad en su virtud eficien te d e los arquetipos de


las c o s a s, es sím bolo harto conocido, tom ado de
P lató n , que utilizan reite ra d a m e n te P iofino y Pro-
clo, con su escu ela.
Fase diacrítica, o de visión ordenada de los
posibles , y fase ejampiada de los arquetipos,
que eñ el problema distingue bajo influencia
órfica el platonismo: el Pseudo-Areopagita. que
p ara los escolásticos ha sido el más significa­
do vehículo de aquellas doctrinas, traduce en
lenguaje teológico los conceptos, símbolos y
frases de Plotino y Proclo en la materia.
223. El P seu d o -A reo p ag ita tra d u c e en len­
g u aje teo ló g ico los c o n cep to s de am bos, y aún las
fra s e s, so b re to d o d e P roclo, en la m ateria, presen­
tan d o los s e re s y su s tip o s id eales com o proyec­
cio n es lu m in o sas del S o l, que e s D ios, o como
r a y o s del m ism o S o l, que en cu anto Bien Sumo se
d ifun d e p o r las categ o rías eslab o n ad as de ideas,y
d e cosas en relació n con las prim eras: n«ot teisoj»
« ív c tX á Y tu g á w íy jo L ■:&£ x f jg iXnS-íz-qzoí íx tlv u j (1 ).

«¿Q ué e s el rayo del Sol?*, p regunla el Pseudo-


D ionisio, « S ale, nos re sp o n d e, d é la luz d e l sumo
B ien, y e s im agen d e la B ondad»: E* idYa&oa r4?
y .a i s Iju ó y x fjg i'fv.&ótTftQz.

(1) De divinis nom., 4, 1. En todo el capítulo (que es


De bono, luce, putchro, etc.; nep¿ ¿■ya-froS, cpmtSg, KaXoti), di
especial u9o e n tr e los teólogos y m ísticos medioevales, se
e n cu en tra sin te tiz ad a la d o c trin a corresp o n d ien te de Ploti­
no y P ro clo . C o m p áren se sus co n c ep to s, y aún en casos sus
p a la b ra s con lo que dice P ro c lo (PI. T h ,, II y III) del Sol
-1 9 3 -

224. La fa se diacrítica, o de Visión ord en a­


da de los p o sib les, co n la rep re sen tació n d e los
arquetipos divinos o b jetiv ad o s, tie n e su sím bolo
en el co n cep to d e la esencia infinita co n sid erad a
como un espejo (lao^pov, en el P seu d o -A reo p ag i-
ta; y xi-sonípov en P ro clo ), d onde los arq u etip o s de
todo lo posible ap a re c e n d elin ead o s, y la m en te
divina lo s ve y d istrib u y e p ara tr a e r los e n te s a la
existencia. E sta fórm ula tan frec u en te en la pa­
trística y en la filosofía y teología esco lástica, es
de origen órfico, y re sp o n d e a su teo ría de p ro ce­
sos cíclicos, a cu y as influencias, com o ya hem os
notado, no e s ajeno el p latonism o. P or ello utiliza
Platón re iterad a m e n te el símil del i OOTÍXpOV, y d e s ­
pués de él los seg u id o res de! n eo p lato n ism o ( 1 );
de donde pasó , con los c o n cep to s c ap itales que
representa, a la filosofía c ristia n a .
225. La fa se cjemplada, o se a de co rre s­
pondencia e n tre los arquetipos o ejemplares di­

(Dios), y se v e rá que no s e tr a ta 3¡no d e una sim ple r e p ro ­


ducción. V. lo que dejam os ex p u e sto acerco de las fuentes
del Pseiido-A reopagita, t. 4, c. 5. E n o rd en al punto con­
creto, v. Hugo K och, Pseado-Dionisius Areopagita, c. 5,
que com para vario3 sím bolos del P seu d o -A reo p ag ita y de
los ncoplatónicos.
(1) Asi P lotino, Enn. I, 1 ,7 ; III, 6, 9; y V, 4, 2; P ro c lo ,
in Parm., V, 44, donde explica m ediante dicho símbolo la
distinción, y o rd en d e loa tip o s id e ales de las cosas, la g e ­
neralidad de los neoplatónicos. A su vez, el judío platoni­
zante Filón, la h ace suya en múltiples lu g a res (De mnnd.
Opif, 24; Leg. Alleg., III, 33; De migr. Abr. 17, e tc .), de
l2ual suerte que el tip o platónico d e Sol re sp ecto d e la D i­
vinidad.
TOMt) Vil IS
- 194 —

vinos y las c o s a s, s e n o s o frec e por últim o en el


sím bolo de los tipos ideales com o sello que gra­
b a su s lín eas y figura, m odelando según una y
o tra s la realid ad de lo s e n te s finitos. E s también
co n cep to órfico, y p rep lató n ico por lo tan to , adop­
ta d o p o r p lató n ico s y n eo p lató n icos, y utilizado,
com o los sím bolos a n te rio re s, por la teología grie­
ga y latin a, sin distinción de e sc u e la s, tratándose
de in te rp re ta r la visión divina d e las co sas.
226. El P seu d o -A reo p ag ita, vehículo el más
significado en la m ateria e n tre los escolásticos,
h a c e esp ecial u so d e la fórm ula del sello divino
p ara ex p licar las co m u n icacio n es de D ios y de las
co sas, y las m an ifestacio n es d e lo eternam ente
cogno scib le en la co g n o scib ilid ad tem poral, sin
detrim en to d e su p erfe cció n infinita. A sí utiliza al
objeto las d o s fó rm u las p lató n icas: una, Ja del
circulo, cu y o s rad io s p articip an to d o s íntegra­
m ente del c e n tro , no o b sta n te s e r é s te uno e indi­
visible (p o rq u e el punto-centro c a re c e d e partes,
¿fiEoís -(ip -tí creerá y, a ñ a d e el co m en tarista griego
P ak im eres); y o tra la del sello, cuyo grabado se
m ultiplica sin m ultiplicar ni dividir el arquetipo:
fionsp o-ppí/.Yrío; éi«ujt<¡>jiaTH \iexéyzi xí¡{
otfpnycict, e tc . (1 ). «P ero d irá alg u n o , añade el
P se u d o -A reo p ag ita, el sello no a p a re c e unoe

(1) De div. nomin., c. II; a p a rte de o tro s Iug9. V. el


C om ent. cit. de P ak im eres al tniBmo lu g ar (ed. Cord. Op.
D yon. A reo p ag . t. I). El mism o p asaje del sello como ar-
qneiipo, trá e lo E sc o to E riú g en a (dicho E rlgena) en su v er
sión del P se u d o -A re o p ag ita , con a s p e c to puntefsta, tradu­
ciendo: « E t sicu t signo (el sello) effo rm a ta m ulta partid*
— 195 - .
Idéntico en to d a s las fig u ras o grabados: Ev íXoij -torc
é*yr(d'Jt.í¡'. M as e s to , re sp o n d e , no es debido al
sello (arq u etip o ), sino a la d iv ersa m ateria en que
se imprime, y al m odo com o participa d e la efica­
cia de aquél: k 3v Tü>v íitt?opóTS{ (I. II,
cit.). Así resu ltan las d iferen cias re p re se n ta tiv a s
consiguientes a la d isp arid ad d e la m ateria, no
obstante la u n id ad e iden tid ad in alterab le del tipo
idea!; áváfiot* noEet - i i n o l i ó p f i i a - z a , xíjg (Jiíaj « « l SXijg v .'j X
¿pYoTUitíaj. (L. cit.)
227. E s m uy de notar e sta solución del P se u ­
do-Areopagita p or la d o ctrin a en sí, que co n tien e,
y por la evidente p ro ced en cia q u e revela. T odo
ello, en e fecto , p ro c e d e d ire c ta m e n te d e P ro c lo ,
quien p re se n ta la particip ació n (jiíftegig) d e las
ideas en las c o s a s, com o co m p arable, ora a la
proyección de las im ág en es en un e s p e jo , si se
trata de la m ateria in sen sib le, o materia primera
(TtpiíTY) hacién d o la discernible al m odo que el
mismo sím bolo s e ap lica a las id eas en sí, o ra al
sello que im prim e so b re la c e ra su tipo, cuando
se trata d e las en tid ad es c o rp ó re a s y existencia-
les en concreto: toEo tíüv o^jpayiBwv tiiuoíg wpxo&c
«¡peí?, que e s la form a p ro p iam en te ejem p lad a
que nos ocupa. P ero c re e P roclo qu e e s te sím il
del sello es poco a d ecu a d o , p o rque no sólo a d ­
mite im perfecciones en la rep roducción típica,

Pant principalis exempli signo, e t in unoquoque efform ato-


rum tota et eodern ex isten te , e t in nullo secundum nullam
partem». {Esc'oti E rig. O p ., D e div. nom ., Ver9Ío, c. II).
En esto, como en o tro s ca so s an á lo g o s acom oda E riú g en a
el texto a sus p eculiares in ten to s.
- 196-
sino que cab en a lte ra c io n e s en la reproducción o
g rab ad o por influencia de la m ateria en que se
g rab a so b re el sello que se im prim e; lo cual no
pued e a c o n te c e r en ningún caso tra tá n d o se de los
arquetipos id eales al co n tacto con las realida­
des qu e inform an, y a las cu ales se incorporan por
decirlo así.
La teoría de una disconformidad, por degra­
dación representativa, de las cosas ejempladas
con sus arquetipos divinos, que tomándola de
Proclo, traduce el Pseudo-Areopagita en len­
guaje teológico, ha teñido especial alcance, no
sólo en la mística platonizante, sino también
en ¡os conceptos teológicos de la escolástica
sobre las gradaciones ent ilativas respecto de
sus arquetipos.
228. Y e sto e s lo q u e el Pseudo-Areopagita
tie n e a la vista cu an d o d e sp u é s d e reproducir
aquí, com o en to d a su obra, las d octrinas de Pro­
clo (sin h acer la m enor alusión a él, ni a otra
fu e n te alguna), p ro p o n e la o b servación señalada:
«M as dirá alguno, etc.» ; p ara se n tar: 1,° que la
d eficien cia e s tá sie m p re de p a rte d e la materia, y
no en el sello divino, o arq u etip o , al modo ex­
p u esto ; 2 .° qu e aquél nunca recib e influjo de la
m ateria, ni pu ed e en modo alguno sufrir altera­
ción (v. I. II, c. c it.) ( 1 ).

(1) El mismo símil del sello im preso sobre la cera


úaalo com o P ro clo , tam bién P lo tin o , E n n . III, 6, 9; id. (V,
9, 4; y F ilón, D e mund. O p if., I, 4, 6, e tc ,; Leg. Alie,, I(
9 , 32, e tc . E n la p a rá fra sis g rieg a d e P akim eres al 1«-
- 197 -
En cu an to a la d o ctrin a qu e s e en c ie rra en
esta solución, no es o tra q u e la de la teoría de una
disconformidad d e las co sa s ejempladas con el
ejemplar resp ec tiv o , p or d egradación re p re se n ta ­
tiva en la realid ad d e los e n te s , que no ex p resa n
el valor d e la idea, y se d esv ían d e ella.
229. Y e sta d o ctrin a ha tenido especial re so ­
nancia y alcan ce, no sólo en la m ística plato n izan ­
te, sino en los co n cep to s teo ló g ico s so b re las gra­
daciones en titativ as re sp e c to d e su s arq u etip o s.
Asi la m ística platónica arábiga (v. a trá s t. II, c. 6),
como la cristian a d e igual índole (v. t. III, c. 5),
señalan com o facto r p ara lleg ar al é x ta sis, un g ra ­
dual desp ren d im ien to d e la realidad co n c re ta d e
los seres, y un cam bio psíquico de ia p ercep ció n
ejemplada en las co sas, por el ejemplar y tipo,
cubierto de im p erfeccio n es y d eficiencias en el
mundo de la realid ad cread a.
La ramificación escolásticaplatónico-agus-
tiniana, siguiendo al S. Doctor de Nipona y a
«S. Anselmo, reproduce con toda fidelidad la
doctrina de la degradación representativa en
los ejcmplados.
250. Y e s te p en sam ien to a p a re c e igualm en­
te en los ám bitos teológicos co n aplicación m ás O
menos am plia, según el c a rá c te r de las esc u e la s.

gar cit. del P seu do-A reopagita, es tam bién e s e el símil que
utilizo, aunque PaU im eres (que c re e s e tr a ta del S . D ioni­
sio A reopagita) d ista mucho de p e n sa r en las influencias
de Proclo y dem ás neoplatónicos en el tra ta d o De divinis
nominibus.
- 198 -

L as co sas, d ecía y a S . A gustín, son u n a degrada­


ción o d eco lo ració n d e su s tip o s id eales. Cogni-
tío creaturae, e s c rib e , in se ipsa decoloratior
est, ut ita dic-am, quam cum in Dei sapientia
cognoscitur, veiat in arte, qaa facta est ( 1 ),
L a m ism a d o ctrin a en S . A nselm o, que utili­
za sim u ltán eam en te a S . A gustín y al Pseudo-
A reopagita: Otnnis creata substantia venus est
in verbo et inteliigeritia creatoris quam in seipsa
(M onolog-, c. 9); e s la sín tesis del pensam iento
d e S . A nselm o, p resen tad o de m uchas maneras
en sus escrito s.
2 3 1 . En la esco lástica p o ste rio r, la escuela
agustin ian a rep ro d u c e los m ism os conceptos, con
todos aquellos que con diversas variantes encuen­
tran en la p ercep ció n d e las co sas un principio de
ilum inación de la idea su jetiv am en te yuxtapuesta,
que evoluciona en p erfecció n a m edida que sese-
se p a ra d e lo sen sib le (v. en el t. IV, c. 4).
En la ramificación escolástico-aristotélica,
aunque efecto de su proceso del conocer pos­
teriori» recibe atenuaciones la referida doctri­
na , mantiénese sin embargo a través de la teo-

(1) D e civ il D ei; 1. XI, c. 7, refirién d o se al doble cono­


cim iento, matutino y vespertino, según fra s e conocida del
H iponense, en los án g e les. P o r eso mismo no duda afirmar
que los esp íritu s angélicps se conocen a sí propios mejor
en Dios que en sí mismos. «Ipsam quoque creaturam me-
lius ibi, hoc e s t in sap ie n tia D ei, tanquam in a rte , qua facta
est, quam in ea ip sa sciunt; ac p e r hoc, e t seipBos (angelí)
ibi m elius quam in seipsis». (L. c i t .,c , 9). Lo mismo re­
p ite en su De Trinit. 1. 6, c. 10, e n tre o tro s lugares.
— 199 —
ría de las «formas*, que en la constitución de
los seres tienen el oficio de las ideas p la tó ­
nicas.
252. En la e s cu ela aristo télica, aunque dicha
doctrina recib e ate n u acio n es debido a la índole del
conocer a posteriori, m an tíén ese s ir em bargo a
través de la teo ría de las formas, que su stitu y en
en la constitu ció n de los s e re s el Valor y oficio de
las ideas a lo plató n ico .' D e ahí la diferencia de
perfección e n tre el tipo ejemplar y la cosa ejem-
placla, su p e rad a siem p re in m en sam en te p o r el
primero ( 1).
R ecu érd ese asim ism o, q u e la esen cia m etafísi­
ca de los se re s no re su lta jam ás en el aristo telis-
mo del elem ento material* ni del individualizador
que exista en ello s, sino só lo d e la forma (ju sta­
mente com o su c e d e con la idea platónica); y por
lo mismo sólo la forma pueíde dar aquel tipo de
esencias objeto p ropio del enten d im iento; porque
ya sabem os que ni la m ateria que individualiza, ni
los singulares en cuanto ta le s, son en la te o ría
cognoscitiva aristo télica o b jeto del entendim iento,
que sólo m ed ian te la Virtud aisla d o ra del intellec-
tus agens a c tu an d o so b re las re p re se n ta c io n e s

(1) A eso responden e s ta s p alab ras de S an to Tom ás:


«Eadem sunt similia (las c riatu ras) D eo , e t dlssim ilia; simi-
lin quidem secundum quod im ltantur ipsum , p ro u t contigit
eum imitari, qui non p e rfe c te im itabais est; dissim ilia v ero ,
senindum quod d eficiu n t a su a cansa, non sol u n secundum
intensionem et rem issionem , 9 ic u t m inus albo déficit a m a­
gia albo, sed quia non e s t convenientta, n e c secundum spe-
ciem nec secundum genus». (S . Th. I, q. 4, a. 5, ad 1).
— 200 —

sensib les, p u ed e p ercib ir la forma, o se a el tipo


ideal a b stra c to que s e e n c ie rra en las realidades
sin g u lares, o b jeto de n u estra p ercepción.
Varios autores árabes utilizando la teoría
cognoscitiva aristotélica¡ y el Pseudo-Areopa­
g ita dentro de las teorías platónicas , llegan a
la consecuencia filosófica y teológicamente ab­
surda, de, que Dios no conoce los singulares, y
s í sólo los universales como tipos de cada es­
pecie: la escolástica, aunque d i ó cabida a la
doctrina de .la «degradación» de los entes ejim­
plados, rechazó y refutó cumplidamente aquella
última consecuencia, si bien no explica la con-
íradicción consiguiente con sus teorías cognos­
citivas.
2 33. C o n se c u e n c ia d e tales exigencias de la
teo ría, fué la d o ctrina p rin cip alm ente sostenida
e n tre lo s á rab es aristo télico s p uros y platonizan­
tes de qu e D ios no co n o ce los sin g u lares, sino los
u n iv ersales com o tip o d e ca d a e sp e c ie . E s una
sim ple aplicación d e la m encionada teoría del co­
nocim iento hum ano al co n o cer de D ios. Si la per­
fecció n d e los a cto s in telectu ales exige que la ma­
terialid ad de los individuos quede excluida de la
idea, y releg ad a al conocim iento imaginativo y
sen sib le, e s lógico d en tro del sistem a concluir que
la infinita p erfecció n in telectiva divina está a dis­
tan cia infinita del m undo sen sib le, y de ias per­
cep cio n es sin g u lares.
2 3 4 . P ero e sta co n secu en cia es teológica, y
tam bién filosóficam ente ab su rd a, porque equivale
— 201 -

a negar la infinidad d e D ios en el co n o cer, y p o r


lo tanto en el q u erer y en el o b rar; que e s negar
el ser propio d e la D ivinidad. L os teólogos e sc o ­
lásticos ex p o n en cum plidam ente e s te punto, y de­
muestran el e rro r d e la aserc ió n arábiga y de su s
seguidores. S a n to T o m á s co m b ate dicha te s is con
amplitud, así en la Súma contra G. (1. I, c. 65,
Qtiod Deus sirgalaria cognoscat), com o en la
S. Teol. (1, q. 14, c. 6), prescin d iendo de otro s lu­
gares. M as el A q u in en se, e igualm ente los dem ás
aristotélicos, form ulan su s razo n am ien to s en la
materia con el c a rá c te r teológico aludido, sin
tratar de reso lv er el problem a según la teo ría co g ­
noscitiva que p ro fesan , ni explicar la contradic-
ción entre ésta y la d o ctrin a que d efienden al o ciy ^
parsc del co n o cer divino, si dicha teo ría fu ese u tfc
lizada.
255. A la m encionada co n secu en cia del no^
conocimiento d e los sin g u lares p or D ios, lleg áb a­
se, no sólo m ed ian te la te o ría aristo télica, sino
igualmente m ed ian te la p lató n ica, d e sd e el m o­
mento en que en é sta s e aislab a la m ateria com o
un no ser áv) d e to d o valor re sp e c to de la idea.
Y el P seudo-A reopagita h ace ex p re sa aplicación
al caso de la m ism a d o ctrin a, al d ecir que Dios no
conoce los entes, en cuanto son entes: o68é
rivdíoxsi xi óvxa, í ovia éatt (1). D o ctrina q u e lo s a ris-

(1) sí. Theol. c. V. P a la b ra s que en la versión d e


Escolo Kriúgena, tan ex ten d id a en la E dad M edia, tra d u c e
éste: ñeque cognoscit eristentia an existen tía sunt (S coti
Erigenae Op. ed. cit.). E s, com o se ve, una tergiversación
del texto, para h ac er a D ios inconsciente de la obra c re a -
— 202 —

to télico s p lato n izan tes, a trá s aludidos, hallaban


m uy co n fo rm e con la te s is de A ristóteles aplica­
d a a la teo lo g ía, p ara co n firm ar que D ios no co­
n o ce lo s sin g u lares.

d o ra , a lo p an tefsta. El P seu d o -A reo p ag ita no pone en


duda que D ios co n o z ca la s co s a s c re a d a s; sino que a Id
platónico, c re e que el valor real d e las cosas no está en la
fo rm a ex istcn cial que ofrece n , sino en la idea que objeti­
van y re p re se n ta n . El mismo É riúgena en b u s Expositiones
in Myst. Theol. (c. V), tra d u c e aquellas p alab ras rectifi­
cando un lan to la v ersió n dicha: ñeque cognoscilquae m i
exisltniia, secundum quod existen!ia sunt (ed. cit. de
M . T ., 1 .122); aunque no resp o n d a e s to literalm ente al tex­
to , y m enos según lo que in ten ta E riúgena. C on prncedi-
m iento inverso, los teólogos han co n v ertid o dicho pasaje,
com o ta n to s o tro s del P se u d o -A re o p ag ita , en expresión
d e c o n c e p to s com unes. A si p a ra unos (tom ando la inter­
p retació n de C y p arsio te), el no conocer Dios ios entes en
cuanto entes, equivale a no c o n o c e r d e fa m anera sensible
y re p re s e n ta tiv a q ue e s propia del conocim iento humano,
P a r a los esco lástico s (que tra d u cían por A ristóteles al
P se u d o -A re o p ag ita , com o convertían en aristotelism o todo
el neoplatonism o del libro De causis), la fra s e del Pseudo-
A reo p ag ita significa sencillam ente que la ciencia de Dios
no es cau sad a p o r los e n te s o c o s a s , sino a la inversa. El
mism o D ion. P e ta v io , a p e sa r de su sólido sab er, realiza esa
te rg iv e rsa c ió n , y tra e las aludidas p alab ras pseudo-dioni-
sian a s p a ra co n firm ar que D ios co n o ce en sí mismo todo
lo cog n o scib le (D e D eo, I, IV, c. 2). A ntes había dicho el
in té rp re te grieg o J o rg e P akim eres, que el propósito de
S . Dionisio (sic) ha sido significar que D ios no es ninguno
de los e n te s que concebim os; p jíá v tffiv ív to iv í'iitt.
( D y o n .A re o p a g .O p .P a ra fra s . de P akim eres, t.I , ed. Cord.
cit.) E s todo ello una p ru eb a m ás d e las inexactitudes qu®
o c a s ió n a la visión parcial e incom pleta d e una doctrina, sin
a te n d e r a su s o ríg e n es y p ro ced en cia genética.
-2 0 3 -
Y es qu e P lató n y A ristó teles se hallan m uy
cerca el uno del o tro cu an d o s e co n sid eran los
principios c a p itales d e sistem a; p o r lo cu al, aun
sin conocer esa p roxim idad, ni p en sar en ella, no
pocas veces Vienen a e n c o n tra rse por d istin to s c a ­
minos plató n ico s y aristo té lic o s en el m ism o plano.
236. La filosofía y teo lo g ía o rtodoxas no
aceptaron, com o sabem os, ni podían a c e p ta r los
mencionados ex trem o s a que cab e (legar, así d en ­
tro del aristo telism o com o del platonism o.
Mas ello no fué ob stácu lo p a ra que, con la
tesis de los e te rn o s ejemplares p lató n ico s, reci­
biesen la d o ctrin a y a m entada d e una c o rre sp o n ­
dencia incompleta e imperfecta e n tre el tipo di­
vino, y las c o s a s ejem p lad as según el m ism o. E s
la forma decolorada d e q u e habla S . A gustín, la
reproducción im p erfecta del sello divino que s e ­
ñala el P seu d o -A reo p ag ita, y la d octrina co n si­
guiente de q u e los esp íritu s angélicos s e conocen
a sí mismos m ejo r en los e je m p la re s ete rn o s que
en sí p ro p io s.

Tampoco es sostenible la doctrina de la «de­


gradación» de tos entes ejemplados respecto de
sus ejemplares en la menté divina; y si bien
removida la degradación aludida resulta inapli­
cable a Dios ¡a teoría que nos ocupa, esto mis­
mo pone de manifiesto su inconsistencia en nue­
vo aspecto, pese a haber prevalecido en la esco­
lástica sin distinción de platónicos y aristo­
télicos.
257. S e ve fácilm en te q u e e s ta d octrina no
-2 0 4 -

es so sten ib le; p u es p rescin d ien do de que ninguna


criatu ra podría Verse a sí m ism a en los supues­
to s e jem p lares sin m ultiplicar la realidad obje­
tiva de los a rq u e tip o s en la esen cia divina hasta
lo infinito, que se ría d estru irla, tam poco pue­
d e ad m itirse q u e las co sa s ejempladas dejen de
re sp o n d e r con ex actitu d , y necesariam ente, a
su s ejemplares; p o rq u e ello im plicaría una verda­
d era incapacidad en D ios para co n o cer en sí mis­
mo las c o s a s tal cóm o so n , o la falta de poder ne­
cesario p ara p ro d u cirlas tal cóm o las conoce.
Si alg o han d e s e r los ejem p lares divinos, no
pueden jam ás d e ja r d e re sp o n d e r co n precisión
a b so lu ta a la realid ad ejem p lad a, sin lo cual se
convierten n e c e sa ria m e n te en fórm ulas no indivi­
duales, sino específicas o genéricas de las cosas,
según la se m ejan za d e tipo qu e conserven entre sí
lo ejeniplado y el ejemplar; y de esta suerte ha­
llém onos con las ideas universales, y queda ex­
cluida la re p re se n ta c ió n en D ios de los singulares
tal cóm o son. No se d a m edio: o no ex iste la repre­
sen tació n d e los individuos en los ejemplares di­
vinos, o e sta re p re se n ta c ió n e s tá n peculiar y con­
c re ta com o aq u ello s lo son; por cuanto una vez
su p u e sta la rep re sen tació n singular e individuali­
za d a , no p u ed e d a rse m ás y m enos en su perfec­
ción, sin q u e e s e m ás y m en o s recaiga en la efi­
ciencia o a r te del qu e realiza aquella representa­
ción o tipo re p re se n ta tiv o .
258. S in duda que con esto se origina una
nueva dificultad a la teo ría de los ejemplares;
p o rq u e dada la m ovilidad de todo lo contingente,
— 205 —

y la Variedad y alteració n in c e s a n te s que las co sas


experim entan, los ejemplares de e te rn a inm ovili­
dad no pueden co rre sp o n d er a ellas, sino al m odo
que las ideas hum anas co rre sp o n d en a las co sas,
que es anular el tip o individual re p re se n ta tiv o de
que se trata. P ero esto no quita la verdad d e lo
que dejam os se n tad o ; lo que p ru eba es la insub-
sistencia de la d o ctrin a qu e exam inam os, en cual­
quiera asp ecto que s e co n sid ere.
239. C iertam en te que los plató n ico s al con­
siderar la m ateria com o elem ento ex trañ o y y u x ta­
puesto al ser, estab an en su d erech o al h acer re ­
caer los ejemplares divinos so b re las ideas obje­
tivadas, o los s e re s realizad o s como ideas; co n ­
siderando, en co n so n an cia con ello, la form a
sensible de las c o s a s com o un a degradación de
sus arquetipos, e in ferio res a lo q u e ésto s re p re ­
sentan.
Dígase otro tan to , en su o rden, del p ro ced i­
miento aristotélico, a! aislar la m ateria y la indivi­
dualidad c o n sig u ie n te (materia signata quanti-
tate) del orden ideal, y del valor efectivo d e la
forma pura (ex p resió n del universal y de la es­
pecie).
Mas si nada de e s to p u ed e a c e p ta rs e , y la en­
tidad de las co sas d e s a p a re c e al suprim ir cual­
quiera de sus facto re s físicam en te n ecesario s para
constituirlas, es indudable que los arquetipos así
obtenidos son ficticios y co n v en cionales, y e s iló­
gico de todo punto recu rrir a ellos queriendo m an­
tener al mismo tiem po la integridad natural d e las
entidades ejem pladas,
— 206 —

2 4 0 . N o h ay p a ra q u e in sistir en que, no
o b sta n te las d eficien cias se ñ alad as y lo artificio­
s o d e la ad ap tació n , e s a in terp retació n neoplató-
nica d e las c o s a s p o r los arquetipos eternos, y
de é s to s com o p ro y eccio n es lu m inosas en la esen­
cia divina, a su vez rep re se n ta d a com o un infinito
esp ejo d o n d e se halla el teso ro de lo cognoscible
q u e s e actú a en el en ten d im ien to d e D ios, es la
que priva en la fase filo só fico -teológica escolásti­
ca, sin distinción a p e n a s en tre platonizantes y
aristo té lic o s, y a o rto d o x o s y a h etero d o x o s, salvas
las lim itaciones qu e la dogm ática ortodoxa no po­
día m en o s d e im poner. A p arte de lo dicho, prue­
ban cu m p lid am en te el a se rto , cuanto dejam os ex­
p u esto al tra ta r de las teo rías cognoscitivas me­
d io ev ales en su ap licación teológica (v. t. IV,
c. 4.°; 5.° sig ts.).

A R T IC U L O I V

La doctrina de los divinos ejem plares en los maestro*


árabes, y su influencia en la escolástica.

Indicaciones preliminares acerca de la in­


fluencia de los maestros árabes en la antigua
escolástica sobre este panto.
2 4 1 . A n tes d e ahora hem os y a notado (1),
que el sistem a de ideología divina que nos ocupa,
no llega a lo s e sc o lá stic o s tan sólo p o r la media­
ción del P seu d o -A reo p ag ita, y de los que como
S . A gustín cristian izan la teo ría neoplatónica;

(1) JSJ V . e! artíc. 3 .“ an t. n. 221.


— 207 —

sino que las c o rrie n te s á ra b e s (d e igual origen


griegü), ofrecen a b u n d an te caudal d e e n s eñ an za a
los antiguos teó lo g o s latinos, en igual sentido.
Basta reco rd ar lo que dejam o s dicho s ó b r e la s
teorías del co nocim iento teológico y m ístico en
las escuelas m uslím icas (1), para que se evidencie
la identidad fundam ental de teo ría filosófica r e s ­
pecto a la Visión divina de lo p o sible en su e s e n ­
cia,y a la índole re p re sen tativ a de é sta re sp e c to de
los tipos ideales d e las co sas. L os sím iles de la lu z
que se com unica y difunde en los arquetipos, según
el concepto n eoplatónico, y del espejo, donde
aparecen dibujados los c o n to rn o s de lo finito, y
mediante aquellos la poten cia infinita realiza la im*
presión como con sello divino, d ejan d o g rab ad o s
en los se res su s c a ra c te re s y líneas, son cosa
corriente en la filosofía teo ló g ica d e los m aestro s
árabes, form ados en las d o ctrin as d e P lotino (teni­
das por ellos com o d e P lató n con frec u en cia), o
de sus derivaciones, com o el Pseudo-Emp.édo*
cíes, cuyo tex to , su b stan cial m ente plotiniano, tan
gran influencia ejerció en el judaism o y arabism o
platonizante.

Doctrina de Abengabirol en el panto que


nos ocupa.
242. R ecordem os al e fecto , que A bengabirol(el
consabido A vicebrón d e los esco lástico s) r e p re ­
senta los se res b ro tan d o de D io s, cual Fuente de

(1; E.) V. en e s ta o b ra: tom . II, cap. VI; tom . IV,


c,iP' VI, nn. 556-540; tom . VI, ca p . X , n. 45 si¿s,
- 208 -

la vida, m ed ian te aqu ella materia universalísima


que e s elem en to d e to d o se r, y la forma primor­
dial, e te rn a , qu e p resid e a to d as las elaboraciones
del divino Intelecto . La forma e s a modo de ac­
tividad que b ro ta com o luz para (or gamur)w
el se n o de la Divinidad para h a c e r inteligibles las
co s a s, y en cuanto es así en erg ía de inteligibilidad,
s e co n v ierte en norm a ejem p lar de los se res, con la
cual D ios m arca con su sello divino esos mismos
se re s al se r p ro d u cid o s; q u ed an d o por lo tanto
co n stitu id o s d e esa s u e rte los tipos de la creación.
M as la forma en su valor ab so lu to sólo existe
en D ios; y d e él d escien d e reflejándose en las di­
v ersas categ o rías d e su b stan cias .subordinadas
com o en espejos su cesiv o s, de s u e rte que a ma­
n e ra que se aleja d e la divinidad va perdiendo, a
trav és d e las c ria tu ra s in íe rio re s, su pureza y ter­
su ra; re su lta n d o d e ello una d esfiguración relati­
va del arq u etip o divino, que n o s recuerda la antes
m encionada de los teó lo g o s y m ísticos cristianos
p lato n izan tes. E insistiendo en eso , Abengabirol
utiliza aquel sím il, a n te s de ah o ra mencionado, de
las tres v id rieras, qu e a p esar de se r una misma la
luz del sol qu e las a trav iesa, o frec e m enos clari­
dad al p a s a r ia se g u n d a vidriera que en la prime­
ra; y m en o s d e sp u é s d e a trav esa r la tercera que la
se g u n d a, p o r la in terp o sició n d e la materia (los
m en cio n ad o s cristales) qu e atenúan sü brillo na­
tural (1).

(1) H em o s.notado a n te s de ahora, que aunque escrita


en á rab e la Fuente de la vida d e A bengabirol, su principal
-2 0 9 -

La m ism a influencia del n eoplatonism o e n tre


los árab es d eb ía p ro d u cir, y p rodujo, análogos
efectos.
id. de la escuela de Abenmasarra.

243. La e scu ela d e A b en m asarra e s la que


más alto relieve dió en el m undo occid en tal árab e
y latino al P seu d o -E m p éd o cles, com o d ejam os no­
tad o ^ . II, c. 6 .°). Y aquel m ism o filósofo, según
lo recuerda el co n tin u ad o r d e su s e n se ñ a n z a s
Mohidin B en arab i, en c o n tra b a en el símil de la lu z
y del espejo, las fó rm u las d e su prefe ren cia para
explicar la producción e inteligibilidad de las co-

in’luencia la ejerció en tre los judfos en su versión h ebraica


(v en Mmik, Melanges, e tc ., la que se conserva), y e n tre
los escolásticos m edíante la versión latina de la escu ela de
Toledo. El neoplatonism o de A bengabirol es derivación
principalmente del P seudo-E m pédocles, bien conocido de
los árabes. L a Fons Vitae ( M a k o r H a y y im ) tie n e s u s ín ­
tesis en form a m ás b rillan te en aquel celebrado him no K e-
ter M a l k u t h (Corona Real) en p ro sa rim ada, donde
Abengabirol hace gala d e su ta len to filosófico y poético,
atrás notario. P a ra los o ríg e n es neoplatónicos del p en sa­
miento de A bengabirol b a sta le er cualquiera de sus escri­
tos, que no sean los p u ram en te a sc é tic o s; p ero v. sin em­
bargo, entre o tro s, H arovitz, Die Psycfiol. d. ju d. neu-
plat. ibn Gabirols. S o b re la rep ercu sió n d e sus c o n c ep to s
enLre loa escolásticos, v. Jo e l, Ibn Gcbiroland his influen­
te, upon áchol. Philosophy; Adler Ibn Gebtrols Be-
fctUung f. d. Gesclt d. Phil. En o rd en c o n c re to a S an to
Tomás, W ittm ann, Die Stcllung d. hl. Th. v. Aquino zu
Ahenccbrol; y tam bién G uttm ann, Das Verhültniss d. Tho-
m s y. Aquino Zum fudeníhum; si bien no hacen re saltar
aspecto cognoscitivo teológico d e que tratam os.
tomo vii 14
— 210 -

sa s; que so n fórm ulas a su vez u tilizadas por


M ohidin, en su s o b ra s (e! Fotuhat y el Fosus)t n
o tro lugar m en cio n ad as (1).
P ero ad em ás A benarabi señ ala com o emana­
ciones santas de luz en el seno d e la Divinidad
el intelecto infinito com o cap ac id a d de to d as las
id eas, y ei espíritu universal o infinito (a modo
d e pro y ecció n a b s tra c ta de la e s e n c ia d e Dios),
qu e sirve d e plan o o lámina d o n d e se trazan las
lín eas d e los s e re s d eí u n iv erso , y la virtud del in­
telecto divino (el divino Cálamo) hace aparezcan
escrito s allí los d estin o s d e los s e re s futuros. Di-
jé ra se que e s el sello d e D io s, a lo neoplatónico,
q u e a n te s d é e x terio rizarse en la realidad de lo
e x is te n te , se m o d ela en el seno de la Divinidad.
Todos los filósofos árabes platonizantes re­
producen la misma doctrina; y ni aún aquellos
autores arábigos que, como A lgazel, se decla­
ran adversarios de los filósofos, consiguen ais­
larse de ta l ambiente doctrinal.
244. N o h ay p ara que d ecir que to d o s los fi­
lósofos ára b e s p la to n iz a n te s rep ro d u c en análogos
pen sam ien to s. P ero aun a q u ello s que como Al­
gazel s e d eclaran ad v ersa rio s d e los filósofos,
no co n sig u en a isla rse del m edio am biente en este
punto , y n os o frec en la d o ctrin a co rrien te entre
los n eo p lató n ico s. A sí nos lo d e m u e stra el proce-

(I ) V. el tom o II, I. c it., Mística árabe, donde quedan


señ alad as las c o rrie n te s d o ctrin ales en la m ateria de I»
escu elas m uslím icas, y la significación allí d e laa doctrin es
d el P sen d o -E m p édocles, etc.
— 211 -
so místico d e A lgazel a trá s ex puesto (v. t. II,
I, cit.) El alm a e s un espejo q u e se ilum ina m e­
diante luz recibida d e lo a lto , y d o n d e se d e s ta ­
can las ideas; en ella las refleja el espejo eterno,
divino (la divina esen cia), ilum inado a su vez por
la divina lu z d e la intelig en cia d e D ios. Y cu an ­
do el alm a e s tá lim pia y p u ra , y a b stra íd a del
mundo m aterial que m ancha y em paña los divinos
reflejos, hállase en co n d icio n es de llegar al éx ta ­
sis, y co n tem p lar m uy d e c erca el mismo espejo
celestial, y aú n Ver allí g rab ad as en la lámina
eterna (al-luh al-mahfat) las n o rm as y le y e s d en ­
tro de las cu ales s e actú an y m ueven las c ria tu ra s
todas. Es bien sa b id o q u e A lgazel fué leído, e stu ­
diado y aún rep ro d u cid o por los g ra n d e s m a e s­
tros de la esc o lá stic a .

Igual que entre los escolásticos, los aristo­


télicos árabes prescinden de la teoría de su
escuda, y se acogen a la platonizante, para ex­
plicar el conocimiento divino de los seres con­
tingentes.
245. Y e s d e n o tar, q u e así com o los e s c o ­
lásticos seg u id o res d e A ristó teles s e acogen a
las doctrinas p lato n izan tes cuan d o s e tra ta de e x ­
plicar los posibles y el co nocim iento divino de lo s
seres, eso mismo realizan los a risto té lic o s á ra b e s
cuando se ocupan de dichos problem as; p o r la
ineptitud del sistem a aristo télico en e s te punto,
consiguiente a su te s is del M o to r inmóvil, y d e la
independencia efectiv a del m undo re sp e c to de él.
Las enseñanzas d e Ibn T o fail, y en especial de
— 212 —
A vicena y A v erro e s, re p re s e n ta n te s d e la tesis ge­
neral a risto télica, y sin em bargo platonizantes en
la teo ría del co n o cer divino, son testim onio feha­
c ien te d e !o qu e decim os.
La teo ría del intelecto uno que privó en otros
aristo té lic o s a n te s d e A v erro es, (v. t. IV, c. 6), y
é s te acep tó no o b sta n te su aristo telism o , respon­
de, com o sa b em o s, a la d o ctrin a neoplatónica
a c e rc a d e los ejemplares d e las co sa s en la esen­
cia divina, y de su p ro y ecció n cognoscitiva a tra­
vés de la u n id ad d e dicho intelecto; que por eso,
según en o tro lu g ar h em os o b serv ad o , compará­
balo Ib n T o fa il a la p ro y ecció n lum inosa d élo s
r a y o s del S ol, que con se r en sí u n o s mismos,
h acen b rillar d iv ersam en te los o b jeto s, según la
n atu raleza d e é s to s. C o m p aració n que también
u tiliza F arab i, y qu e ad ap tán d o la a su teoría, hizo
su y a E nriq u e de G an d con o tro s platonizantes (1).

(1) Dicho se e s tá que si ©1 intelecto uno responde a la


te o ría d e los ejemplares e te rn o s p latónicos, las teorías
p la to n iz an tes no n ec esitan adm itir aquel intelecto para
m a n ten er eso s ejemplares; untes bien, m ás directamente
en c u en tran en los m ism os la s fórm ulas d e la intelección hu­
m ana, se a o rd inaria, m fstica, o teológica. Las variantes, en
efe c to , d e'sietem as de co n o c er d en tro del tipo platónico
m edioeval, pu eden re d u c irse a las dos fundam entales de
p e rce p ció n m ediante form as infusits; y percepción sin esa»
form as p re su p u e sta s. E n el prim er ca so las formas coníi-
d éran se como im itación de lo s divinos ejem plares, bajo
cu y a luz se h acen inteligibles a la m ente hum ana; es doc­
trin a que resp o n d e a la te o ría m edioeval d e ideas innatas.
«T oda in telig en cia e s tá llena de form as»; omnis inlelligcn-
tía plena est form is, dice el libro de Causis (prop. 10), de
-213 —

Pruebas del evidente influjo, que en la mate­


ria ejercieron los autores árabes sobre los gran­
des maestros de la escolástica,
246. La in flu en cia del p en sam ien to arábigo
la m uestran bien e sc o lá stic o s com o R oger M ars-
ton (s. XIII), al d e c la ra rse p artid ario decidido d e
que el entendimiento agente e s luz increada
donde vem os toda v erdad; in qua omnia vera cer-

utilización co rien te, com o sabem os, e n tre platónicos y aris­


totélicos esco lástico s. P e ro d e d iv e rso modo está llena la
inteligencia divina, donde s e rep ro d u ce n los ejemplares
eternos d e los u n iversales y d e los singulares; la inteligen­
cia angélica, d o n de sólo hay en ac to la reproducción de loa
ejemplares un iv ersales; y la inteligencia humana, donde
únicamente a p a re c e n com o en raíz las form as universales
que han d e c o n c re ta rs e luego al c o n tacto cotí los singula­
res de la realid ad ex tern a; «excitat interim quiescentes (in­
ternas) form as» según la fra s e d e B oecio (de C onsol. III),
utilizada al o bjeto.
En la o tra h ip ótesis, no hay formas d eterm in ad as que
se impongan al e sp íritu , sino que a la m ente desciende la
iluminación divina con la proyección del esquem a, p o r d e ­
cirlo así, de los ejemplares e te rn o s , en la m edida sin em-
bargo que a la p eq u e n ez hum ana co rresp o n d e. D e e s ta
doctrina, más com ún en la escuela agustiniana, h ác ese eco,
entre otros, el conspicuo discípulo de S an B u en av en tu ra,
Aquasparta, cu an do escrib e: «D icendum , quod nec lumen
intellectus ag en tis su fficit ad abstrahenduin sp ecies intelli-
gibiles, ñeque n a tu ra le judicatorium sufficit ad judicandum ,
ñeque species intelligibiüs fa c ta sufficit ad rem p e rfe c te
manifestaiidmn..., nisi ipsa lux divina a s s is ta t, ta n g en s e t
mov'ens meníem n o stram , e t illum inans ipsam ad h o c quod
íertitudinaliter e t in d u b itan ter p o ssit co g n o scere . Q uae-
stiones D isp u t.—De cognitione, q. III, ed. Q uarchi). E s to
-2 1 4 —
titudinaliter visa conspicimas; y substancia se­
parada al m odo arábigo; substantia separata
per essentiam ab intellectu possibili, proat hoc
sentiunt Alfarabius... Avicenna in multis lo­
éis, et aü i expositores Philnsophi (Aristóteles)
qaamplurimi ( 1); com o a su vez los q u e aceptan
del arab ism o la ex isten cia d e una materia indefi­
nida universal y u ltra sen sib le , que es com o el ele­
m ento p asiv o d e to d o lo cre a d o (m aterial y espiri­
tu al). so b re el cual elab o ra el divino entendim ien­
to las formas, co rre sp o n d ie n te s a arquetipos en
la e se n c ia de D ios (2).
2 4 7 . H em o s n o tad o an tes d e ahora que, aun
la escu ela d e reacció n aristo télica de Alb. Magno
no se m antuvo lib re de tales influjos doctrinales;
y p ru eb a d e ello e s el m ism o Alb. M agno, que no
sólo rep ro d u c e la d o ctrin a ag u stin ian a y neopla-
tónica de lo s eternos ejemplares, sino tam bién la
te o ría d e la iluminación divina; y a p a rte de eso,
la materia ultrasensible y caótica a que ya nos
h em o s referid o .
2 4 8 . A p e s a r d e la d iferencia d e escuela en­
tre A lejandro d e A les, com o ag ustiniano, y Alter­

q u e al p a re c e r e n c u é n tra se próxim o a le luz del intelecto


uno, que m ueve e ilumina de modo análogo, d ista de estarlo
realm en te. D e in ten to hem os citado al C urd. Aquasparta,
po rq ue de m an era ex p resa desecha dicho intelecto , que
atrib u y e a A vicena, y equivocadam ente a Algazel (en vez
d e A v erro es, a quien conoce y cita); v. las cit. Quae3t,,
y III de Cognit.
(1) Quaestiones disput. Rog. Angl., q. IV.
(2) V éase so b re e s ta s d o ctrin as-en tre los escolásticos,
el t. IV, cap. 5.° y 6.°
-2 1 5 -

to M agno, com o a risto té lic o , su s te s is r e sp e c tiv a s


no se distinguen en e s te p u n to . A lb. M agno píen:
sa con S . A g ustín, que D ios e s en sí ei Arte de
todas las co sas; d e las v ivientes y de las no vi­
vientes. Y de ello d educe ló g icam ente, que la cau sa
ejemplar es en D io s elem en to d e la causalidad efi­
ciente, po rq u e D ios no puede te n e r m odelo an te ­
rior ni su p e rio r a sf m ism o; p ero conservando
aquélla c a rá c te r directivo d e la divina eficiencia.
Del mismo m odo invoca A lej. d e A les la autoridad
de S. A gustín p ara lleg ar a idén tica co n secu en cia
sobre la norm a reg u lad o ra del Arte divino, y la
necesidad d e qu e la c au salid ad eje m p la r y eficien ­
te se en cu en tren co n ex as en D ios, co n tra «la
coexistencia e te rn a , d ice, de D ios, principios que
admitía Platón» (1).
249. S a n to T o m á s confirm a el pen sam ien to
de ambos; y n o s habla del ejemplar que ex iste en
la m ente divina, a la m an era que en todo artífice
existe el ejem p lar a q u e atiende .para realizar su
obra, que e s el co n cep to m ism o de S . A gustín.
Por eso, añ ad e, es m e n e ste r d ecir que en la S a b i­
duría divina ex iste n las razo n es de to d a s las
cosas, que a n tes hem os den o m in ado id eas, o se a
formas ejem p lares e x iste n te s en la m en te divina
formae ejem plares in mente divina existentes (2).

(1) Summa Th., II p ., q. 3, memb. 3.


(2) S. T h. I, q. 44, a 5. R epitiendo el lenguaje agusti-
niono, habla tam bién en ta S . c. G . del Arle divino, que es
la medida de las co sas, com o el a r te hum ano lo e s re sp e c to
<3e los artefacto s; «sicut a rs e s t m ensura artefacto ru m » .
(S. c. 1 . 1, c . 61).
— 216 —

S ab em o s y a que el A q u in en se, bajo la influen­


cia d e la d o ctrin a aráb ig a del intelecto ano, ense­
ñó algún tiem po (S e n t. II, d. 17, q. 2, a. 1) como
p robab le qu e Dios e ra el entendimiento agente, de
cuya aplicación a los b ien av en tu rad o s resultaba
la beatitud: Satis probabiliter posuerunt ipsum
Deum esse intellectum agentem, e tc ., (v. t. IV,
c. 6, n. 262, p. 363); y confírm alo citando las pa­
lab ras del Evang. S . Ju a n : Erat lux vera qaae illu-
minat omnem hominem venientem in huno man-
dam (Jo. 1, 9). (1). E s todo ello ex p resió n del me­
dio am b ien te d e neo p lato n ism o que se extendía a
todas las esc u e la s sin distinción ( 2).

(1) E sa ¡o rientación de origen a v e rro ísta en e! Aqui-


nense, tie n e su reflejo aún en la S um a T e ó r i c a cuando
escribe: <!n(el/ectus separatas secundum n o stra e fidei do­
cum enta, e s t ipse Deus, qui e s t cre n to r anim ae, e t in quo
solo b e a tific a tu r... Unde ab ipso anima hum ana lumen intel-
lectu ale p aríicip at, secundum illud Psaim. IV: Signatum est
supernos lamen vuttus tai, Domine ». (.1, q. T9, a. 4). Cierta­
m en te aquí S an to Tom ás no p reten d e ir a donde le lleva la
fórm ula conciliadora av e rro ístico -cristian a que intenta;pues
si el intelecto separado que e s D ios, es participado corno
luz in tele ctu al y sello de la faz divina en la mente humara,
llegaríam os a una co n secu e n cia más peligrosa que la que se
sigue del intelecto separado de los á ra b e s. Y nótese que
el A quinense no ignoraba en verdad el sentido tradicio­
n al p lato n izan te del Signatnm est super nos, etc., segln
s e lo h ab ía dado S . A gustín: « Signatum, autem , in nobis,
tanquam denarins signa tur regis imagine». (Enarrat. in
Psaim . (IV, 8).
(2) La misma influencia neoplatónica, y en especial
aráb ig a (p u es indudablem ente se insp iró D an te en los es­
c r ito s á ra b e s , cu yas b rillan tes im ágenes con frecuencia re-
-2 1 7 —

ARTICULO V

Diferencias que, no obstante acogerse lodos lo s e s c o ­


lásticos a la doctrina platónica en la materia del capi­
tulo, ofrecen platónicos y aristo télico s, debido a la
modalidad filo só fica de laB respectivas escuelas.

Raíz filosófica de las diferencias, y explana­


ción de las mismas: tergiversación del pensa­
miento de Santo Tomás por los ontoíogistas,
para sostener sus erróneas doctrinas.
250. M as a p esar d e la id en tidad fundam en­
tal de la d o ctrin a d e p lato n izan tes y a risto télico s
en la cuestió n de que se trata, ex isten diferen cias
muy dignas d e tom ar en c u en ta, debidas a la mo­
dalidad filosófica d e la s resp ec tiv as escu elas; y
son las siguientes:
251. 1 .° Diferencia en la manera de expli­
car ¡a génesis y constitución de la <¡-ejemplari-

produce), se revelan s o b re este punto en la Divina Come­


dia, donde los sím iles d e la tus, del espejo, y d e las divinas
irradiaciones, son tan fre c u e n te s en to d o lo que ata ñ e a la
esencia de Dios, y a la posibilidad y realización de ta3
criaturas a su im agen. V éase com o ejem plo:= .£V El ori­
ginal no tran scrib e ni cita el te x to d e la D ivina Com edia
del Dante, a que el A u to r evidentem ente se re fie re e inten­
taba anotar, p u esto que al o b je to dejó el espacio d e tre s
líneas en blanco. N os abstenem os de tra s la d a r aquí nin­
guno de los lugares de la D ivina C om edia que pudieran s e r­
vir de ejemplo a la Finalidad del A u to r, y a p o rq u e no te n e ­
mos seguridad de h a b e r dado con el aludido p o r el seflor
Amor Ruibal, ya porque a cu alq u ier le cto r d e la E p o p e y a
Cristiana s e rá fácil com probar en D ante la influencia neo-
Platón ico-arábiga por aquél a n o ta d a .
— 218 —
dad* divina. E sta e s , en efecto , para platónicos
y p lato n izan tes resu ltad o d e la am plitud repre­
se n tativ a d e la esen cia de D ios, en sf considera­
d a, com o p lenitud d e idea o b jetiv ad a d e lo posi­
b le , d e d o n d e irrad ia la luz qu e brilla en la repre­
sentació n ideal del divino en tendim iento.
P a ra los a risto té lic o s la esen cia d e Dios es
ejemplar d e los p o sib les, no principalm ente en
cu an to representación, sino en cuanto correspon­
de a un poder infinito, el cual para se r tal, exige
una b ase radical d e posibilidad so b re la cual actúe
aquel p o d er, e x tra y e n d o , p o r decirlo a s f,a la forma
re p re se n ta tiv a lo qu e s e halla la te n te en el seno
d e la D ivinidad, o en su esen cia,
252. S o n é s ta s, com o se ve, modalidades
que re sp o n d e n a las re sp e c tiv a s teo rías del cono­
cer, p o r p redom inio d e la inteligibilidad en la cosa,
o idea objetivada en ella (p lató n ic o s), o por pre­
dom inio d e la activ id ad su jetiv a del cognoscente
para re p re se n ta r la c o sa (aristo télic o s). Pero la
prim acía en e s ta s m odalidades con aplicación teo­
lógica, c o rre sp o n d e a lo s siste m a s aráb ig o s acerca
del divino co n o cer. M ien tras los árab es platoni­
za n te s , qu e h em os m en cio n ad o , m antienen cons­
ta n te m e n te el prim er criterio d e los señalados, los
á ra b e s aristo té lic o s p ro c la m a r siem p re el segun­
do; y A v erro e s su principal rep re sen tan te, lo in*
cuica re ite ra d a m e n te en su s Coment. a la Me­
t a l d e A ristó teles (M et. II, c. 3, 15, etc.), en el
T eh áfot, e tc ., seg ú n a trá s h em o s notado (1).

(I) V. tom o [V, c. 6.*, donde nos referim os a ¡a con-


- 219 -

253. 2 ° Diferencia en cnanto a la corres­


pondencia cognoscitiva entre la forma divina
di conocer, y la forma humana de conocimien­
to. En las teo rías p lató n icas y p lato n izan tes ex iste
correspondencia y relación e n tre el co n o cer hu­
mano y las re p re se n ta c io n e s ideales de las co sas
en Dios, de s u e rte que, ora por participación de
dicho Valor rep re sen tativ o divino, ora por acción
iluminadora d e D ios en la m ente hum ana (en los
varios ya conocidos asp ecto s), la idea en su for­
ma objetiva ap a re c e p ro y ectán d o se en el en ten d i­
miento hum ano por m odo análogo a! de la m en­
te divina, salva siem p re la d istan cia y d esp ro ­
porción.
Lo co n trario a co n tece con la teoría aristo téli­
ca, donde, com o sab em o s, la in teligencia hum ana
está Vuelta por n a tu raleza hacia las p ercep cio n es
sensibles, d e las cu ales ha de e x tra e r la idea, y
por lo tan to con pro ced im ien to inverso al de la in­
tuición p latónica. M as esto no im pide que lo s m is­
mos aristo télico s, por un a rev ersió n fácil de expli­
car, proclam en la percep ció n intuitiva de las ver­
dades fu n d am en tales y d e lo s p rincipios filosófi­
cos, de una m an era an álo g a a lo s plato n izan tes,
salvo lo p e rten ecien te a las \x\Tntd\atasparticipa­
ciones divinas en el esp íritu . P or eso , según
hemos an tes de ah o ra o b serv ad o , la teoría cog­
noscitiva aristo télica, que e s fran c am en te platóni-

fomidad de A v erro es y S a n to T om ás en e s te punto, y de­


jamos tra n sc rito el te x to de la Epístola a d Amieum, com o
frae Raimundo M artí, a c erca de la m ateria.
- 220-

ca al re fe rirse a D ios, se h a c e m ixta en orden al


c o n o c e r hum ano, y d e ello e s prueba clara lo que
d ejam o s dicho ac e rc a d e la d o ctrin a de Santo
T o m ás.
254. E sa posición in term edia perm ite a los
e sc o lá stic o s a risto télico s utilizar a su m anera los
co n c e p to s a b iertam en te p lató n ico s o neoplatóni-
cos, ta le s com o los d e S an A gustín, del Pseudo-
A reo p ag ita, del libro De causis, e tc ., utilizando
su m ism o len g u aje y sím iles, cual si se tratase
d e seg u id o res d ecididos del aristotelism o. No hay
p a ra que re c o rd a r aquí lo ex p u esto en otro lugar
so b re la d esn atu ralizac ió n de la teo ría cognosciti­
va d e S . A gustín, qu e A lberto M agno, S anto To­
m ás, con o tro s, realizan , aún en p a rte Escoto, a
fin d e aco m o dar el p en sam ien to del H iponense a
su s re sp e c tiv a s d o c trin a s (1). Y e s bien sabido
que los sím iles de la lu z, o divina iluminación, del

(1) Las fórm ulas y co n c ep to s de S an to Tom os son en


tal sentido bien expresivos: «Cum ¡pea ¡ntellectiva viríus
c re a tu ra e non s it Dei essen tia, relinquitur quod sit aliqua
p articip ativ a sim ilitudo ipsius, qui est pr¡mu3 intellectus.
U nde et virtu s in tellectu a lis c re a tu ra e lumen quoddam in-
telligibite dicitur, quasi a prima luce derivatnm ». (1P-,
q. 12. a. 2). C o ncepto reproducido en o tro s muchos luga­
re s . Y de igual su erte : «Unde e t G lossa etc., dicit, quod
sicu t a b tina fa tie resnltant mtiliae fa cies in spectilo, ita
ab una prim a v e rita te re su lta n t m ultae v e rita te s in menlibus
hom inum ... E t tiunc sesum confirm ant verba Augustini, qui
dicit (Soliloq., 1. 1,8), quod scientiarum spectacula videntur
in divina \jeritate, sicut visibilia in lum ine solis; quae constat
non Videri in ipeo c o rp o re solis, sed p e r lumen quod est si-
m ilitudo so laris claritatis, e tc . (Contra G., I. III, c. 47).
— 221 —

Sol, del espejo d o n d e se reflejan m uchos o b jeto s


aunque el esp ejo es uno, e tc ., han quedado e n tre
los aristo télico s, siq u iera s e o frezcan con las a te ­
nuaciones d e su teo ría cognoscitiva.
Es decir, qu e según lo ex p u e sto , la escu ela
peripatética, que es ab iertam en te platónica en
cuanto a la teo ría del co n o cer en D ios, se m an­
tiene aristo télica en el fondo re sp e c to al co n o cer
humano, si bien con desv iacio n es a que y a nos
hemos referid o atrás, y que se explican con lo
dicho fácilm ente
255. El o n tologism o, invocando al A quinense
para so sten er su s d o ctrin as, terg iv ersa el p e n sa ­
miento de S an to T o m ás, y tra sla d a al conoci­
miento hum ano lo que en su escu ela co rresp o n d e
sólo al divino; y no p o co s d e los a risto télico s q u e
defienden a S an to T o m ás co n tra el ontologism o,
lo tergiversan tam bién, n o V ie n d o en su teo ría
sino el asp ecto perip atético de su teo ría del Co­
nocer, que se lim ita a las facu ltad es hum anas, con
abstracción del asp ecto platónico que re v iste su
tesis en orden al conocim iento divino.
256. 3.° Diferencia originada de la mane­
ra de entender la representación objetiva de lo
inteligible en la esencia divina; y es punto ca­
pital para ap reciar ¡as orien tacio n es varias de las
escuelas d en tro del tipo com ún platónico d e que
hablamos, d o n d e -re a p a re c e n las tre s frac cio n es
antes indicadas de p la to n izan tes, ag u stin ian o s y
aristotélicos.
257. B ase com ún a las dos p rim e ras varian­
tes, es la d e qu e a la esen cia divina co rresp o n d en
- 222-

dos m om entos d e inteligibilidad d istin ta, a mane­


ra de o n d u lacio n es en su virtud g en erad o ra del
ser: uno, en el cual s e o fre c e com o o b jeto único
adecu ad o d e la visión infinita d e D ios; y otro en
que se co n cib e com o p ro y ección lum inosa, que
deja ver en el fondo de su inteligibilidad las múlti­
p les v aried ad es de los p o sib les, con su s caracteres
y m atices infinitos.
P ero en la te sis m ás rig u ro sam en te platoni­
z a n te , q u e en la teología o rto d oxa sintetiza Enri­
que d e G a n d , el seg u n d o m om ento d ich a no es
sólo un a sp e c to ló gicam ente distinto del primero,
sino una g rad ació n oiitológica divina, donde ade­
m ás las ideas no b ro tan p rim ariam en te de la inte­
ligencia, sino q u e van d e la e se n c ia a la inteli­
gencia, com o inteligible y principio d e inteligibi­
lidad. Lo cual lleva a d istinguir la esen cia en sí
com o objeto del e n ten d er divino en el prim ero de
dichos m om entos, y la esencia y los factores
ideales d e las c o s a s, com o elem ento distinto en
ella, an terio r al divino co n o cer, en el segundo mo­
m ento señ alad o .
La te s is ag u stin ian a , re p re se n ta d a en especial
por E sco to , no a cep ta, com o verem os, esto s ex­
trem o s.
La te s is d e los a risto té lic o s, a p e s a r de su pla­
tonism o , se desvía d e la d o ctrina an terio r, con
aten u a c io n e s q u e acu san bien claram en te, sin em­
b argo , su p ro ced en cia. La escu ela d e Alb. Magno,
en efecto , h ace d e s a p a re c e r e s e escalonamiento
de Ideas y de g rad o s en la esen cia divina, para
d ar p redom inio al en ten d im ien to y a la potencia
— 223 -
infinita, según lo atrás indicado. Mas una vez.
efectuada esta transformación, que aleja el peli­
gro panteísta de la tesis de Enrique de Gand, la
doctrina aludida de los peripatéticos sigue muy de
cerca la teoría general del Doctor gandavense, y
de ello es el mejor ejemplo la doctrina de Santo
Tomás. (Morin, 1046).
C A R Í T U L O IV

La compenetración de la Filosofía del Dogmay


en el periodo escolástico (A).

a r t Ic u u o i

Prelim inares a la materia del capílulo

La sistem atización de los dogmas, como la


de lo sobrenatural, ha sido labor muy lenia.
258. H em o s visto que la sistem atización de
lo so b ren atu ral fué no só!o labor lenta y sucesiva,
s ir ó tam bién poco uniform e en cuanto o los crite­
rios filosóficos q u e sirvieron p ara efectuarla. Y
otro tan to hubo d e a c o n te c e r con la sistem atiza­
ción d e los d ogm as, d onde la lucha de las escue­
las y la oposición d e las teo rías filosóficas se hizo
se n tir por m odo m uy singuJar.

Entre los escolásticos como en la época pa­


trística , privaron especialmente los dos siste­
mas filosóficos, platónico y aristotélico: la es­
colástica, más que a examinar y ponderar el
valor científico de los referidos sistemas, aten­
dió a sacar de ellos lo que estimaba utilizadle
a la exposición sistemática de las verdades re­
veladas; y de ahí que según las conveniencias
de cada caso, se fusionen por los escolásticos
doctrinas platónicas y doctrinas aristotélicas,
-2 2 5 —
sin tener en cuéntala coherencia sistem ática:
en cuanto a los razonamientos teológicos fun.
dados, ya en ano ya en otro de los referidos sis­
temas, ni tienen, ni pueden tener más valor, que
e! de la sistem atización y principios filosóficos
en que se apoyaban.
259. D o s sistem as filosóficos privaron e s p e ­
cialmente e n tre los esco lástico s, dejando se n tir
sus influencias en la co n stitu ció n de la teología
científica: el platonismo y el aristotelismo. Uno
y otro habían luchado en la ép o ca d e la teología
patrística, d ando origen a d ireccio n es d octrinales
diversas y a h e re jía s an titéticas; y am bos a p a re ­
cen, al fo rm arse la teología esc o lá stic a , d isp u tán ­
dose el dom inio científico en la explicación de los
dogmas, y o rig in an d o e rro re s varios rep ro b a d o s
por la Iglesia. El d e s p e rta r d e lo s sig lo s m edios a
la luz sem iextinguida d e lo s e stu d io s filosóficos,
no permitía e sp a c ia rse por o tro s h o rizo n tes, que
los abiertos por la m erm ada tradición doctrinal de
Aristóteles y P lató n , q u e no dejaba c o n o c e r sino
muy im perfecta y p arcialm en te las e n s e ñ a n z a s de
estos grandes m aestro s g rieg o s. L o s u lte rio re s e s­
tudios y el m ás am plio conocim iento d e las obras
de dichos filósofos, sirvieron m ás que p ara rectifi­
car las d irecciones to m ad as, para h acerlas de m a­
yor arraigo, y m ás sistem ático el em pleo de la fi­
losofía h elénica en el cam p o d e los dogm as.

260. P o rq u e no se tra ta b a e n to n c e s tan to de


examinar y p e sa r el valor científico del aristo te-
llsmo o platonism o en cuanto sistem a, com o de
TOMO Vt( |3
-2 2 6 -

h allar su c o n s o n a n c ia .y posible aplicación a la


p a rte ex p o sitiv a d e las v erd ad es reveladas que se
intentab an ex p licar. P o r e s o , ninguno de los gran­
des teó lo g o s m ed io ev ales p o n e en duda, ni trata
d e ex am in ar las b ases fu n d am en tales d e un siste­
m a com o sistem a, se a é s te el d e Platón o el de
A ristó teles; sino que, tom ando en p articu lar sus
d o ctrin as, las ad m iten, las d isc u te n , o las des­
echan aisla d am en te, según lo tien en por conve­
n ien te, salvo siem p re los in te re se s del dogma.
2 6 1 . Así se explica, que un m ism o teólogo
ju n te con frec u en cia d o ctrin as p latónicas con doc­
trin a s a risto té lic a s al ra zo n ar a cerca d e las verda­
des d o g m áticas (y de ello es ejem plo el mismo
S an to T o m ás), sin re p a ra r en que, no e s posible
una fusión d e d o c trin a s, sin un a fusión previa de
sistem as, y q u e su m ar razo n es que son peculiares
de sistem as o p u esto s, e s sum ar can tid ad es hete­
ro g é n e a s , y ren u n ciar en b u en a lógica a todo sis­
tem a filosófico.

2 6 2 . La lab o r e sc o lá stic a en filosofía, fué


an te todo labor á& adaptación; y por lo mismo, su
o bra debía re su lta r, y re su ltó , m ás de artificio y
co n co rd an cias, que d e originalidad y personal em­
puje. N o e ra cie rta m e n te e m p resa de poco empe­
ñ o cristian izar a P lató n o p re s e n ta r un Aristóte-
les cristian o , com o hicieron los escolásticos. Pero
ni A ristó teles ni P latón d ejaron con eso de ser lo
que eran en o rd en al valor d e su s teo rías, ni los
razo n am ien to s teo ló g ico s q u e tienen por funda­
m ento su filosofía p u ed en Valer m ás que! lo que
— 227 —

ésta Valiere; p u es en su se r íntim o, ninguna m ayor


fuerza les so b rev in o .
Los mismos escolásticos, en sus opuestas
opiniones, tuvieron por discutibles, y discutie­
ron, no pocos razonamientos teológicos funda­
dos en doctrinas, ora de Platón ora de Aristóte­
les: sólo después de siglos se ha llegado, por
conveniencia de la unidad de disciplina enfren­
te de las escuelas heterodoxas, a una especie
de dogmatismo aristotélico recibido sin dis­
cusión.
265. La verdad d e e s tá s o b se rv ac io n e s, ap ar­
te de las co m p ro b acio n es que so b re los te x to s e s ­
colásticos cab e h acer, d em u éstran la los m ism os
escolásticos en la so sten id a lucha de opiniones
que pululan p or d o q u iera, fru to del convencim ien­
to que ellos tuvieron del c a rá c te r discutible de no
pocos razo n am ien to s teo lógicos, los cu ales no
podían se r d e m ayor fu erz a q u e los principios en
que se ap o y ab an .
264. S ó lo d e sp u é s d e sig lo s, y m erced a la
conveniencia d e la u n idad d e d isciplina ortodoxa,
enfrente a las e sc u e la s filosóficas ab ie rta m e n te
heterodoxas, se ha llegado a e s a e s p ecie de dog­
matismo aristo télico , recibido sin discusión, ex­
cepto en p untos se cu n d ario s, qu e h ace ver casi
con sorpresa las an tig u as c o n tro v e rsia s, releg ad as
a la historia y re d u c id a s a d a to s d e pura eru d i­
ción. aunque nada se h ay a p resen tad o para re so l­
verlas, que no fu ese conocido y co n testad o por
los que tales c o n tro v ersias so sten ían .
-2 2 8 -

' Dos principales fases de la compenetración


filosófico-teológica en la escolástica: una de
yuxtaposición (siglos X y XI), y de asimilación
la otra (siglo XIII); periodo de transición entre
ambas fases, el siglo XII.
265. Dos fases principales podemos distin­
guir en la escolástica respecto de la compene­
tración filosófico-teológica. Una fase de yuxtapo­
sición, sin eslabonamiento íntimo de la filosofía y
teología, y sin que se haya aún la primera vacia­
do en los moldes de la segunda, aunque ésta utili­
ce los auxilios que puedan prestarle las conclu­
siones filosóficas. O tra fase de asimilación, en la
cual la filosofía entra al servicio incondicional de
la teología, no sólo por la debida subordinación
doctrinal que le corresponde, sino también en
cuanto sirve para preparar la explicación científi­
ca de las conclusiones teológicas, y del plan ge­
neral de la ciencia de los dogmas. Entre ambas
fases hállase un período de transición, durante el
cual, ora parece la filosofía subordinada a la teolo­
gía, ora la teología subordinada a la filosofía.
La fase de yuxtaposición filosófico-teológicu
está representada principalm ente por los siglos
X y XI; la de asimilación principalm ente por el si­
glo XIII; el período de transición extiéndese es­
pecialm ente por el siglo XII.
-2 2 9 -

ARTICULO 1
1

Primeros en sayos de com penetración filo só fico -teo ló ­


gica en la esco lá stica .

Las cuestiones referentes a la transubstan-


oiación eucarística y a la SS. Trinidad, son las
primeras que en los siglos X y X I abren los ca­
minos del Dogma a las especulaciones filosófi­
cas, haciendo renacer en el estudio de los refe­
ridos misterios el antiguo problema de los uni­
versales, singularmente en su aspecto onto­
lógico,
266. L as p rim eras cu estio n es que ab ren los
caminos del D ogm a a las esp ecu lacio n es d e la F i­
losofía en los sig lo s X y X!, son las re fe re n te s a
la transubstanciación y a la Trinidad, en los
cuales m isterios se hizo re n a c e r el antiguo p ro ­
blema d é lo s c o n cep to s u n iv ersales (o Universa--
Ies sim plem ente), cuya solución había se p ara d o a
Platón y A ristó teles, se p a ra b a su s re sp e c tiv a s e s ­
cuelas, y hab ría d e dividir h o n d am en te las d e los
escolásticos (1). P o rq u e no e s é s te un punto de ca-

(1) E.) S u e lta s e n tre o tro s originales del A utor ex tra ­


ños a esta obra, se e n c o n tra b a n seis cu a rtillas que [levan
por encabezado: «La com penetración filosúiico-teolúgica
de la escolástica». C om o s e Ve, e s te ep ígrafe, aunque m e­
nos preciso, coincide en el fondo con el que Va a la cab e­
za del presente capitulo; y el te x to de las seis aludidas
cuarÉilIss (si se exceptúan las o n ce p rim eras líneas, atin en ­
tes a m ateria del articu lo prelim inar del capitulo V siguien­
te) tratan de los misrao9 puntos que s e estudian en e s te ar-
- 230-
rá c te r p u ram en te lógico, com o p a re c e , sino que es
co n tro v ersia d e c a rá c te r lógico, psicológico y on­
tológ ico a la vez, de cu y a solución p ende no sólo
la te o ría d e la a b stracc ió n , sino tam bién y princi­
p alm en te la teo ría d e la realidad de los entes, y
del nexo psíquico e n tre el se r y el co n o cer me-

tfculo, si bien de modo m ás sintético. No 9ólo p o r esta ven­


taja de su c a rá c te r m ás concentrado, sino también por
o fre c e r algunos m atices d o ctrin ales, y aún varios datos,
que com pletan y esclarece n el te s t o del articulo, nos per­
mitimos aco m o d ar en n o ta s el texto de aquél, el contenido
de las referid as s e is cu a rtillas, notas que, salvo las once
p rim eras líneas d iferid as a] capítulo siguiente, ofrecerán el
te x to d e las s e is c u a rtilla s sin alteración d e su orden, aun­
que seccionado en form a d e fácil le ctu ra continuada, como
p u d ie ra o fre c e rse en un apéndice.
Al te x to en que se h ac e la llam ada a e s ta nota, corres­
po nde en las c u a rtillas de refere n cia : «La filosofía escolás­
tica, cu y o s g en e ra les principios Venían envueltos en la tra­
dición p atrístic a, p úsose en contacto con la Teología me-
. d íante el dogm a de la E u c a ristía » ,—S iguen las cuatro últi­
mas líneas d e ia p rim era cuartilla m utiladas en su final par
to tal d e s g a rre del in fe rio r extrem o izquierdo de aquélla, en
la s cuales líneas ap a re c e c laro s e p resen ta la controversia
e n tre B ere n g arlo y L anfranco a c e rc a d e la posibilidad de
la tra n su b sta n ciac ió n y consiguiente perm anencia de los
ac cid en tes cu c a rís tic o s sin la su b stan cia, como ocasión del
prim er ensayo de ia com penetración d e la filosofía escolás­
tica con la T eo logía; p ero la reconstrucción de la integri­
dad del tex to litera l de la3 c u a tro aludidas líneas, que
hem os in ten ta d o , no.deja de ofrece rn o s dudas; y antes que
ex p o n ern o s a d a r al le cto r un te x to de^dudosa genuinidad,
p referim o s in d icar a s e c a s el pensam iento céntrico de las
aludidas lineas, que es indubitable com o s e ha dicho, pres­
cindiendo de las incidencias y m a tices,'d et mismo, que si
bien se coligen, no o frece n plena g a ra n tía .—D espués de las
- §31 -

diante las ideas. El valor o n tológico del problem a


de los U n iv ersales, es el que principalm ente d eb ía
repercu tir en la ex p o sició n teoló gica al se r lleva­
do al m undo de los D ogm as.
Controversia de Berengario y Lanfranco acer­
ca de la transubstanciación eucaristíca, con ia
cual comienza el rudimentario uso sistemático
del problema de los universales en los dominios
teológicos: heterodoxia y nominalismo del p ri­
mero; ortodoxia y realismo del segando: alean -
ce de la antítesis realista y nominalista en aque­
llos tiempos, muy diverso del que posterior­
mente se le ha dado.
267. C o n B eren g ario y L anfranco com ienza
el uso, q u e p udiéram os d ecir ru d im en tariam en te
sistem ático, d e dicho p roblem a filosófico en los
dominios teo ló g ico s.
A unque poco p reciso s los co n cep to s, así filo­
sóficos com o teo ló g ico s de B e ren g ario , que en
ninguna d e e s ta s c ien cias p u e d e te n e rs e p o r em i­
nente, su d o ctrin a e ra reflejo de la d e E sco to
Eriúgena (Vulgarmente dicho E ríg en a), d e c la ra n '
dose d esd e lu eg o seg u id o r d e P latón (1). Y en me-

referidas líneas de dudosa in terp reta ció n literal, sigue:


«Cierto es, que los estudios de lógica, y la cuestión de los
universales y o tro s' puntos filosóficos eran o b je to de los
estudios que se h acían p o r entonces; pero ni s e habla hecho
nao sistem ático d e las c u e stio n es, ni era n ob je to de estudio
aplicado, El problem a de la E u c aristía c o n v ié rte se en un
problema de m etafísica teológica».
(1) B ere n g ario p e rte n e c e a la escuela de P u lb erto d e
C h artres, com o L anfranco su im pugnador. P e ro las in­
-2 3 2 -

dio de los puntos co n tro v ertib les de su s en señ an ­


zas, uno a p a re c e m anifiesto, que es el referente
a su m odo d e im pugnar la tran substanciación, se­
gún su s c o n c e p to s filosóficos. P ara B erengario, el
s e r natu ral d e u n a co sa no tien e realidad, sino por

flu encias d e J . S co to E riúgena, el p an tefsta im pregnado de


neoplatonism o que prim ero se d estaca en la Edad Media,
lleváronle a la h eterodoxia. En su Epístola a. Lanfranco no
duda decirle hablando de E riúgena: «Si liaereticum habes
jo an n em cujus sen ten tias de Eucharistia probam us, liaben-
d u s tibí est ha e re tí cus A m brosius, llieronym us, etAusaistí*
ñus, u t de ce te ris taccam » P o r E riúgena, sin duda, 1c vino
aquella su p ecu liar estim a d e P lató n , mundanae philoso-
phiae gemmam, com o él lo llama. P e ro ¿de qué manera
B ere n g ario en tendía la doctrina de P la tó n , y aún la de
E riú g en a mismo? E sto es lo que ap a re c e o scu ro , y oscuras
deb iero n hallar su s p ro p io s discípulos las en señ an z as de
B eren g ario , cuando, al d ecir del cé leb re teólogo contempo­
rán eo G uitm ond, al punto hubieron de dividirse en dos
fracc io n es, una de los que negaban la p resen cia real, y otra
d e los que la adm itían, explicándola por una especie de im­
portación. P o r el cam ino de B ere n g ario habían ido antes
R atram n o y E m íg en a , im pugnados p o r P a sc a sio Radberto,
d e quien se m u e stra enem igo B erengario, como es natural.
V. L essin g , Bereng. Turonensis (publicación im portante del
libro de é s te hallado p o r aquél). B raunschw , 1770. De sa­
cra c. adv. Lanfr. (publ. con ac larac io n es d e escasa críti­
ca, por A F . y F . T h. V ischer. Berlín 1834). D e Crozals,
« B érengar». P a rís, 1877. J . S ch n itzer, B erengar von Toars
und seine Lehre. M ünchen, 1890. K enandin, L'hérésie an-
tieacharistiqac de Bérengar. P arís, 1902. En especial,
d esd e el punto de v ista filosófico, ClerVal, L e s écoles de
C h a rtre s . C h a rtre s , 1895. P a ra el e sta d o general de la fi­
losofía de la ép oca y su s p re c u rso re s, v. B runhes, La foi
chréiienne et la philosophie au temps de la renaissance
caroíirtg., 1D05.
-2 3 3 -

su abso lu ta u nidad. S e p a r a r los elem en to s de la


unidad, e s d e stru ir é sta y los elem en to s. P or co n ­
siguiente, se p a ra r los accid en tes de la su b stan cia,
es destru ir aquéllos y ésta. D e aquí que la tran su b s-
tanciación, en ja cual perm an ecen los acc id e n te s
sin la su b stan cia, e s im posible, c o n traria a ia na­
turaleza d e las co sas.
La d o ctrin a d e B eren g ario no sólo e ra h e te ro ­
doxa en la te sis co n creta que im pugnaba, sino
que, reducida a sistem a, llevaba ora a proclam ar
el monismo p an teísta , ora a so s te n e r el nom ina­
lismo, y a n eg ar que h ubiese nada real predicable
de co sas d iv ersas ( 1 ).
268. D esd e e s e d o b le punto d e vista, hubo d e
oponerse L an fran co a tal do ctrina, so sten ien d o ,
no sólo la Verdad dagm ática d e la tran su b stan cia-
ción, sino tam b ién la teo ría filosófica op u esta a la
de B eren g ario , Y al e fe c to h ace re sa lta r, que las
cosas no son co n stitu id as en su ser intrínseco por

(I) E.) R e fe re n te a la m ateria del te x to , contienen las


cuartillas d etalladas p o r la nota al núm ero prece d en te , lo
que sigue: «H arto difícil es p re c isa r el pensam iento siste­
mático d e B ere n g ario , si es que en su do ctrin a p u ed e ha­
llarse un Verdadero- sistem a, ya porque no es ni m ucho
menos un jjenio filosófico, y a porque en sus o bras busca la
interpretación p atrístic a con ta n to a fá n , p o r lo m enos,
como la racional. A n u estro objeto b asta , n o tar a lg u n o s
puntos, que deciden su influencia. Lo prim ero, es que B e-
rengario se d ec lara paladinam ente enem igo'de la do ctrin a
deP ascasio R ad b e rto . Q u e m anifiesta decidida p red ilec­
ción por las en señ an z as d e E riiigena, a quien re c o n o c e
como m aestro d e s u s principios, y que e s partidario de la
filosofía platónica, que elogia, y en la cual p ro fe sa b a ei fi­
-2 3 4 -

la unidad indivisible, que d efien d e Berengario;


sin o que en el fondo de to d a en tid ad ex iste la en­
tidad su b stan cia, q u e no e s p articular, sino predi­
c a b le d e m uchos s e re s del m ism o o rden. L as cua­
lidades o accid en tes, pu es, qu e son p eculiares de
cad a unidad individual, so b rev ienen a la substan­
cia d e un m o d o 'ex trín seco . P o r e sto , la substan­
cia y los a c cid en tes no son del m ism o orden, ni
co n stitu y en unidad indivisible, sino que son per­
fe c ta m e n te se p a ra b le s.
E sta d o ctrin a d e L anfranco en c e rra b a en ger­
m en la solución an titética d e la d e B erengario res­
p e c to al p ro b lem a de los U n iversales, siquiera
uno y otro se coloquen en un punto de vista dia­
léctico , p ara venir a p arar a la solución ontológl-
ca que reclam a el punto d ogm ático, objeto de dis­
cu sió n . S e ad v ierte fácilm en te que la te sis de Lan­
fran c o , to m ad a en sen tid o realista estricto , viene
a s e r tan h etero d o x a e incom patible con el dogma,
com o la te s is d e B eren g ario (1).

lósoFo de Irlan d a. Com o él en ten d iese la F ilosofía de Pla­


tó n , y cuál fuese el punto de Vista en que se colocaba res­
p e c to d e E riú g en a, es c o s a no fáci! d e d eterm inar. De ahí
las am bigüedades en que oscila, y las divisiones que luego
se hicieron n o ta r en sus seguidores.
U na co sa a p a re c e com o c e n tro de to d a su doctrina eu-
ca rística , y es: el s e r d e una cosa no tien e realidad sino por
su ab so lu ta unidad; s e p a ra r, pues, los elem entos de una
c o sa es d e s tru irla . P o r consiguiente la separación át los
accid en tes y d e la su b stan cia, destru y e n d o la unidad, des­
tru y e la co sa, y es im posible. D e aquí llegaba B eren g ario a
n eg a r ia tra n su b sta n ciac ió n ,
(1) E.) D e las consabidas cu a rtillas su eltas, se refiere
-2 3 5 -

269. B eren g ario e s el re p re se n ta n te prim ero


del nominalismo, en su aplicación a los dogm as,
tal cóm o se en ten d ió en e! p rim er período d e la
escolástica, y que dista no poco del nom inalism o
como hoy su e le o frec érsen o s.
L anfranco re p re se n ta él realismo, en la form a
general e in distinta con q u e e s so sten id o por los
escritores qu e luego hubieron de figurar en la
misma escu ela, llevando cada cual su s conclusio­
nes a la e sfe ra del dogm a ( 1 ).
P orque, e s n ecesario ad v ertirlo , ni el nomina­
lismo ni el. realismo que su elen definir y clasifi­
car m uchos filó so fo s e h isto riad o res de la filoso­
fía, es la d o ctrin a d e la E dad M edia a q u e nos re-

a la m ateria del te x to , la p a rte siguiente: «F-nfrente a e s ta


doclrina p re s é n ta se la de L an fra n co , el cual no sólo s o s ­
tiene In posibilidad d e la tran su b stan ciació n , sino que hace
resaltar co n tra B ere n g ario , que la C03a s u b sta n c ia no es
una unidad indivisible, y que las cualidades le sobrevienen
de modo ex trín seco , de m odo que ac cid en tes y substancia
son entre sí se p a ra b le s, sin que d esap are zca la unidad d e
substancia.
En esta teo ría de L an fran co esta b a y a planteado u n o d e
los problemas que fué cap ital en el orden filosófico y en el
orden teológico igualm ente. El problem a d e los c o n c ep to s
universales, o de los universales. La solución de L a n fra n ­
co encerraba u na solución realista, que p u d iera s e r in ter­
pretada en sen tid o m ás o m enos estricto ; p e ro que lo fué
en el sentido estricto , d e unH realidad de la substancia».
(1) A ntes de L an fra n co , fu ero n seg u id o re s del realis­
mo sin aplicarlo al dogm a, F ridngiso, p re d e c e s o r de E riú -
£ena en la escu ela palatina, y Rem i de A uxerre, el prim ero
que se dice in trodujo la d ialéctica en las escuelas de P a rís;
ambos del siglo IX.
— 256 -

ferim o s, au n q u e en ella se en c u e n tre n en estado


la te n te su s con clu sio n es.
En la escolástica de los siglos X7 y XII el
problema de los universales se discate en su
aspecto dialéctico, como lo había propuesto
Porfirio; y por lo tanto, si bien en sus aplicacio­
nes teológicas adquiría carácter ontológico, el
aludido problema se discutía directamente en­
tre realistas y antirrealistas; por lo que no res­
ponde a la verdad de su desarrollo histórico ¡a
usual apriorística clasificación de nominalismo
paro, conceptualismo puro y puro realismo.
270. Nominalismo puro, realismo puro,
realismo platónico, conceptualismo, son clasifi­
cacio n es hech as a priori re sp e c to de la verdad
histórica y del d esarro llo del problem a, a las
cuales no resp o n d en , ni los nom bres que se citan
bajo e s a s clasificacio n es, ni las d o ctrin as que bajo
ta le s d en o m in acio n es su elen ser ex p u estas.
La esco lástica p o r los siglos XI y XII, a los
cuales se hacen c o rre sp o n d e r el nominalismo,
realism o ex ag erad o y concep tu alism o, no conoció
m ás que realistas y antirrealistas. El realismo,
que p rescin d ien d o del valor ideal de nuestros con­
ce p to s, estu d ia la realid ad que les co rresponde en
la co sa, y atrib u y e a esa realid ad un se r objetivo
universal.
El antirrealismo, el cual p rescindiendo de de­
term in ar el valor real de los u n iv ersales, estudia
su un iv ersalid ad d esd e el punto de vista de la ¡dea,
y niega que lo real se a univ ersal.
-2 3 7 -

271. Por o tra p arte, no era tam poco el p ro ­


blema de las esencias el- q u e se discutía d ire c ta ­
mente en tre realistas y an tirrealistas; p ues no tenía
esta cuestión c a rá c te r ontológico en si, au n q u e lo
adquiría en su s aplicaciones teológicas. E ra el
problema de los géneros y especies, si ex p resa n ,
o no, com o ta le s realidad propia en las co sas.
Toda la d iscu sió n , p u es, ten ía por punto capital
directo el a s p ecto d ialéctico d e los un iv ersales,
ta! cóm o lo había p ro p u esto Porfirio, dejando
planteada la cuestión sin reso lv erla: «D e generi-
bus et sp e cieb u s.siv e subsistant, sive in nudis in-
tellectibus po sita sin t, sive subsistentia corpora-
lia sint, sive incorporalia, e t utrum separata a
sensfbil¡bus an in sen sibilibus posita ... d icere re-
cusabo».
272. S eg ú n Porfirio, pu es, la co n tro v ersia
estaba reducida a los géneros y especies; y la so-
lución debía h a lla rse en uno de los d os extrem os
propuestos, o hacién d o lo s subsistentes, o neg an ­
do su realid ad objetiv a. L os an tiguos e s co lástico s
atuviéronse al p lan team ien to porfiriano del p ro ­
blema, así en cu an to a su objeto, com o al dilem a
de los ex trem o s m encionados. D e ahí que to d a s
las soluciones se red u zcan al realism o y a n tirre a ­
lismo, y uno y o tro en ten d id o s en el se n tid o dia-
. léctico que ofrece la cuestió n (1). S o n , pues, do-

(1) El Verdadero a sp e c to dialéctico de la cuestión Vuel­


ve a ap a re cer con los llam ados nom inalistas d e los siglos
XIV y XV, con O ccem , G . d e Rimini, G. B iel, e tc . E n to n ­
ces, como en lo s com ienzos d e la esco lástica, discútese si
lo» géneros y e sp ecies son realidades d istin tas en las c o sas
- 238 —

b lem en te in ex actas las clasificacio n es que suelen


h a c e rs e d e las op in io n es an tig u as a c e rc a de este
punto.
273. Ni R oscelino e s el re p re se n ta n te de ese
nom inalism o inverosím il y de fan tasía que hace de
los u n iv ersales sonidos orales (flaius vocis); ni
A belardo e s el p artid ario del conceptualismo, de
q u e su ele h a c é rse le decidido propugnador; ni San
A nselm o e s m aestro del realismo, se a exagerado,
se a m oderado, en la form a qu e uno y otro se en­
tiend en . El realism o y el an tirrealism o , e s la ver­
d a d e ra línea divisoria d e la s escu elas; dentro de
cada una d e é s ta s , las v ariantes son acentyadas o
a te n u a d a s , seg ú n el ca rá c te r d e los respectivos
pro pugna d o re s, y frec u en tem en te según los ene­
m igos con qu ien es e ra preciso co n ten d er, sea en
el o rd en d e la filosofía sea en el de la teología.
El origen de la heterodoxia de Roscelino
acerca del misterio de la SS. Trinidad, es su
antirrealismo; no el nominalismo inverosímil
que suele atribuírsele: toda la importancia de
la doctrina rosceliniana comienza con las

d istin tas, y aún en una misma cosa, en cuanto a la razón


g en é rica y a la específica que se hallan unidas en los entes
defin ib les. P o rq u e si son realidades d istin tas, la unidad in­
dividual, que d ebe re s u lta r precisam ente del g én e ro y deis
esp ecie, no ex iste. Si no sen distintas, sino una misma
co sa , d esap are ce la diversidad objetiva de g éneros y espe­
cies, y quedan é s ta s y aquéllos reducidos a form a extrínse­
c a y s u p e rp u e s ta .—T a l es el sentido que tienen también
las d iscu sio n es so b re los univ e rsa les en los com ienzos de
la esco lástica .
-2 3 9 -
consecuencias derivadas de su teoría antirrea­
lista.
274. R oscelino en su actitud antirrealistah
corresponde a la secció n d e to d o s los que to m an ­
do ia dirección d e la e sc u e la aristo télica, n ieg an
que los un iv ersales com o ta le s se an un e n te real.
Su criterio e s en e s to sim p lem en te negativo re s­
pecto de la te s is realista; y si él n os habla d e
puros vocablos (v erb a, flatus vocis), es en cuanto
las palabras se co n trap o n en a las co sa s que e x ­
presan, m as no en cu an to los so nidos s e c o n tra ­
ponen a los c o n c e p to s incluidos en los vocablos,
los cuales, sin el co n cep to , ni aún se rían pala­
bras, verba. Ni R o scelin o s e pro puso la cuestión
de un nom inalism o sin co n cep to s, pues no lo p er­
mitía la altern ativ a del dilem a d e P orfirio, al cual
todos se a ten ían , ni se h ubiera tom ado e n to n c e s
en serio una tal opinión, com o no se tom ó d e s ­
pués, a m itad del siglo XII. la d e los verbalistas,
oscuros so fista s a q u ien es J. d e S alisb u ry llama
despectivam ente nugiloquos ventilatores (1): Lo
<|ie se p ro p u so R o scelin o , com o los d em ás an-

(1) Juan de S alisb u ry tien e a Roscelino p o r el p rim e r


nominalista: «qui prim us n o s tris tem poribus sententiam
vocum (en el sentido expuesto) in s titu to . P e ro , según una
crónica del siglo XI, tuvo un p red ec eso r, que tal Vez sea
Juan Escutigena (diverso del E riúgena), d e que habla el
«Líber m íraculorutn S u n c te Fidis» e s c rito a principios dél
XI por B ern ard o d e A n g ers. P o r eso Caram uel le llama
'nominalíum s e c ta e non a u to r, sed au'ctor».
Sólo se co n serv a d e R oscelino u na c a rta a A belardo,
Publicada por J . A. S chm eller; si bien s e le a trib u y e com o
- 240 -

tirre a lista s, fu é en prim er térm ino afirm ar y soste­


n er la realid ad d e lo individual; y en la exagera­
ción d e e s ta individualidad, e s tá el origen de su he­
tero d o x ia so b re la T rin id ad . P o rq u e dado que lodo
lo real se a individual: o las tres divinas personas
re d ú c e n se a unidad de la su b stan cia, y no son dis­
tin ta s en tre sí; o cad a una co n stituye su indivi­
dualidad su b stan cial div ersa, y en to n ces el tritefs*
m o e s co n secu en cia inevitable.

275. P u ed e d e c irse q u e to d a la importancia


d é la d o ctrin a rosceliniana. co m ienza con las conse­
cu en cias te o ló g icas que s e derivan de su teoría, y
éllas co n stitu y en la p a rte m ás positiva de sus
ase rc io n e s.
S. Anselmo no ofrece en el problema de ios
universales tesis filosófica bien definida, siendo
por lo mismo inexacta toda clasificación que
en este aspecto se haga de su doctrina; el Santo
Doctor es de manera indudable la antítesis de
la doctrina de Roscelino en cuanto aplicada al
dogma de la Trinidad, y sus soluciones filosófi-

p ro b ab le el m anuscrito recien te m en te hallado: Senlcnlw


de Univerzalihus.
V. so b re R oscelino, L oew e, D er K am pf Zswíschen
Heaiismns a. Nominalisnins in M ilíeiabíer (bolim. Ge-
s e llsc h .íl. W iss. vol. VIII); W illm ann, G esch. d. Idealis*
mus II. B arach , Z. Gesch. d. Nomin. von Roscelin, 1866;
F . P icavot, Roscelin phil. e t theol. e tc ., 189íi. Paro la»
co n secu e n cia s teológicas de las dos e s cu elas de Rosceli-
no y S . Anselm o, v. B o u ch itté. Le rationalisme chrelien
á la fin da onz. siccle. P a rís, 1842.
— 241 —
cas van siempre subordinadas a la ortodoxia
de las soluciones teológicas.
2 7 6 . C om o R oscelino no e s un nom inalista
verdadero, tam p o co S . A nselm o, su im pugnador,
es un p uro re a lista , ni m enos un co n cep tu alista, o
realista m oderado. El e s tan só lo , de una m an era
indudable, la a n títe sis de la d o ctrina de R oscelino
en cuanto ap licad a al dogm a de la T rinidad; fuera
de eso no se n o s o frec e con un tipo definido. En
él se en cu en tran a fa vez id eas d e un nom inalism o
más o m enos m itigado, id eas d e co n cep tu alism o ,
e ideas que reb o san realism o e x ag erad o , com pa­
rables a las d e G uillerm o d e C ham peaux; que son
las que inform an su tra ta d o de De fide Trinila-
lis, y las q u e form an el m edio am biente e n que
generalm ente s e m ueve S . A nselm o. M as, así
cómo a sus ex p resio n es sem in o m inalistas o co n ­
ceptualistas se oponen su s afirm acio n es re a lista s
contrarrestán d o las con c reces, d e igual m anera a
sus a serc io n e s u ltra -realistas se oponen su s ¡deas
ortodoxas, que le obligan a m itigar aq u éllas, y lle­
van a qu ien es le le y eren la convicción de que
no cabe to m ar a la letra su s so lu cio n es filosófi­
cas, y e s m e n e ste r c o n su lta r a n tes su s soluciones
teológicas, a las c u a le s van siem p re su b o rd in ad as
las prim eras.

277. S an A nselm o llam a a los u n iv ersales


snbstantias universales, y rep ru eb a en el nom i­
nalismo, que no adm ita la d o ctrin a d e que m uchos
individuos sin g u lares son un solo hom bre en la e s­
pecie. cNondum intelligit quom odo p lu res hom i-
T flM O V II ID
— 242 -

n es, In sp e c ie sint unus hom o ( 1). A firm aciones


com o se ve, d e un realism o ex trem ado, cuya con­
se cu en cia legitim a no e s , ni puede se r o tra , sino el
panteísm o , que es la te s is com ún del realism o pla­
tónico m edioeval.
P ero S . A nselm o, au n q u e platónico, lo es tan
só lo en cu an to p u ed a se rv ir a la defensa del
dogm a, y a tra v é s d e ios co n c e p to s recibidos de
S . A gustín. P o r eso rech aza las co n secu en cias del
realism o ex ag erad o , del cual sienta sin em bargo
las prem isas, en tra h a s ta cierto punto en el cam­
po aristo télico , y a c ab a por a p a re c e r sin te sis fi­
losófica definida so b re los u n iv ersales, punto ca­
pital de c o n tro v ersias en su época ( 2).

Tampoco Abelardo ofrece tesis bien defini­


da acerca de los universales; y de ahí, ya sus
fluctuaciones filosóficas y peligrosas aplicado-

(1) De fiáe Trini/. 2. «Qui non intelligit quom odo plu-


r e s hom ines in sp ecie sint unus homo, q ualiter comprehen-
dit quomodo p lu re s p erso n ae quarum singula perfectu9
D eu s e s t 9int unus Deus?» T om adas a la letra e s ta s pala­
b ra s d e S . A nselm o, no sólo no d ec laran el m isterio de la
T rin id ad , sino q ue positivam ente lo d e stru y e n .
(2) E.) En cu a n to a la co n tro v e rsia d e S . A nselm o con
R o scelin o , tas re p etid am en te aludidas cuartillas sueltas
(cuyo te x to term in a ya con la p resen te nota, salvo el pri­
m er p á rra fo reserv ad o , según queda advertido, p ara nota
de! articu lo prelim inar del capítulo siguiente, siendo ésta la
única tran sp o sición del orden del texto original), dicen: «El
nom inalism o de Bfirengario aplicado a la E ucaristía, y el
realism o d e L an franco, no podían quedar lim itados al dogma
co n c re to , ta n to más cu á n to que la mismo expansión filosó­
fic a em pujaba a u lte rio re s aplicaciones. L a aplicación cum-
— 243 —
aes teológicas del problema, ya las encontra­
das e inexactas interpretacioaes de su doctri­
na: Abelardo se había propuesto fundir en un
solo sistema las teorías de Platón y de Aristó­
teles acerca de los entes y de la universalidad,
obstando a su intento, el que realistas y an­
tirrealistas, presentaban aquellas teorías como
antitéticas, y además descentradas de su princi­
pio vital.
278. C o s a análoga a lo que se dice de R osceli­
no y S. A nselm o, a c o n te c e con A b elardo,que tam -

plida del problem a al núcleo de la T e o lo g ía , e s to es, a la na-


‘uraleza de D ios, sin te tíz ase en tre s nom bres: S . A nselm o,
Ruscelino y A b e la rd o .—S . Anselmo tom a la te sis de Lan-
iranco, que g en e ra liz a y o rdena d e n tro d e un platonism o
ortodoxo, aplicada a la existencia de D ios, y a la impugna*
ción de la herejía an titrin ita ria de R oscelino. El es cóm o el
jltiino discípulo de S an A gustín y el prim er discípulo d e la
escolástica en sistem a. Com o discípulo de S. A gustín, bus­
ca la teología en los P a d re s , y se halla im pregnado del pla­
tonismo de H ipona; com o esco lástico p lantea y resu elv e los
problemas con el c rite rio de un realism o m oderado. El p ro ­
blema capital que se p ro p o n e, y que envuelve el de no p ocas
cuestiones teo ló g icas, e s in v estig ar cóm o d en tro de la uni­
dad de todo s e r, sin la cual ningún e n te s e concibe, que es el
centro de su individualidad, se halla algo que le viene de la
comunicación con las dem ás s u b stan cias. Y com o en esto
se ha de b u scar la d efen sa del dogm a de la T rinidad, ev i­
tando los extrem os h etero d o x o s. Su d o ctrin a re v íste se del
carácter platónico, en el cual tiéndese a form ular nn re a lis ­
mo, moderado ciertam en te ; p ero q ue e s el realism o inver­
tido de los a risto téliccs; pues m ien tras ésto s d an a la re a ­
lidad su parte ideal en los u n iv e rsa les, los platónicos dan a
lo ideal su p arte real. Lo ideal es lo m ás real im aginable en
- 244 —
p o co e s p ro p iam en te conceptualista, aunque sue­
le h a c é rs e le p asar por tal. La d octrina de Abelar­
do fluctúa indefinida fu era de! realism o sistemáti­
co, del cual e s decidido ad v ersario, no sin que ven­
g a a p a ra r m ás d e una vez a su s consecuencias.
A b etard o no e s n om inalista, pues reconoce
lo s u n iv ersales con v alo r realizable en las cosas;
y al m ism o tiem p o e s n om inalista, porque sostie­
n e que lo universal no p u ed e h allarse en las cosas,
sin que to d a s ellas s e red u zcan a una sola. Por
eso J. de S alisb u ry , cuyo juicio so b re Roscelino
hem o s visto, c re e qu e la opinión d e Abelardo no
es m ás q u e una tran sfo rm ació n d e la te s is rosce-
liniana.
T am p o co e s co n cep tu alista, p o rq u e en ninguna
p a rte lim ita lo univ ersal a lo s conceptos; antes
bien expresam ente, d ice, q u e las esp e c ie s no sub­
sisten sino en los individuos. P ero e s conceptua­
lista en cuanto d eclara qu e lo universal tiene por
b a s e la ex p resió n oral del pensam iento.
En m ás d e una ocasión p a re c e adm itir Abelar­
do la inm anencia de lo u niversal en las cosas

la d o ctrin a p latónica. — R oscelino asum e la represen [ación


de la te s is d e B ere n g ario ; p ero la am plía y la traslada si
cam po d e la T rinidad. S o stien e que la unidad real es toda
y única realid ad .e n el s e r; es unidad lógica y matemática,
y que sólo n om inalm ente c a b e concebirla d e o tro modo. La
distinción, p u es, de elem entos su b stan ciales es una distin­
ción que sólo p uede s e r nominal, p o rq u e nada incluye en
sí. E sto e ra d a r form a a la d o ctrin a de B erengario, y prfr
se n ta rla en su o rden m etafisico. Lo cual si era importante
com o av an ce filosófico, significaba un retroceso teo­
lógico».
— 245 —
—universale in re—; pero en m uchas o tras s o s ­
tiene, que lo u n iv ersal e s tan sólo predicable d e
los entes, y qu e é s to s no en cierran m ás que la
singularidad qu e re p re se n ta n .
Dada e s ta inseg u rid ad d e prin cipios, no e s de
extrañar se p re ste la d o ctrina d e A belardo a las
consecuencias filosóficas y te o ló g icas m ás o p u e s­
tas y en co n trad as, seg ú n la in terp retació n q u e s e
les quiera dar.
279. Y e s qu e A belardo quiso fundir en un
solo sistem a las te o ría s p latónica y aristo télica
sobre la n atu raleza d e los e n te s , y so b re la uni­
versalidad; te o ría s que, ad em ás d e se r a n tité tic a s
tal cómo las o frecían en su tiem po re a lista s y an­
tirrealistas, estab an una y o tra d e sp o jad as del prin­
cipio vital del sistem a plató n ico y aristo télico , y
constituían com o p iezas aislad as de una m áquina
sin engranaje p o sib le, de las cu ales se hacía con
frecuencia u so bien diverso del que en rigor c o ­
rrespondía ( 1 ).
Es esto , lo que n os p o n e en la m ano la llave

(I) E ) A unque subordinado a los con cep to s de m ate-


fia y forma en P lató n y en A ristó te les, los cuales c o n c ep to s
trae a colación el A u to r en el prim er p á rra fo d e su te x to que
temos reserv ad o al artícu lo sig u ie n te, o frece el original, si
bien tachado, una am plificación de las o b serv acio n es p re­
cedentes, que nos perm itim os re c o g e r en e s ta n o ta . D ice el
aludido lexto tach ado: «B astarla reco rd a r las Varias ac ep ­
ciones y sentidos que se le dió en la E dad M edia a la ma­
teria y forma, p a ra p o d er colegir cuán fácil e ra tra s to rn a r
la genuína significación del pensam iento aristo télico y pla­
tónico sobre e s te punto. E s to sin c o n ta r con que p erdido
e‘ nej"ü dialéctico de la doctrina de los u n iv e rsa les y de la
246 —

del m isterio d e ta n ta s oscilacio n es en derredor de


los d o s g ran d es filósofos g rieg o s, en los tiempos
m edioevales.

A R T IC U L O III
E xposición comparativa de las teorías de Platón y de
A ristóteles acerca de materia y forma; y sus diversos
procedim ientos resp ectiv o s en la doctrina de los unt>
Versales. C onsecuencias de esta s teorías y procedi­
m ientos en lo s tiem pos m edioevales.

Tanto en Platón como en Aristóteles, es


principio de su respectiva doctrina acerca de
los universales la *materia y forma»; pero sien­
do la distinción de estos factores de valor di­
rectamente ontológico en Platón, mientras en
Aristóteles lo tiene directamente lógico, adviér­
tese desde luego una capital diferencia de pro­
cedimiento en la doctrina de uno y otro filósofo
acerca de los universales.
280. La materia y forma e s en Aristóteles

form a y m ateria en ei sistem a general de la filosofía de


A ris tó te le s y P latón, no quedaba ni podía quedar más que
la p a rte m enos substancial y más ex terio r de las respecti­
v as d o ctrin as, com o re s to s petrificados que no habían de
m overse, sino a im pulso de fu erza s ex trañ as y yuxta­
p u esta s» .
« P or o tr a p a rte las mism as do ctrin as de Platón y Aristó­
te le s p re stá b a n se , JJ p résta n se, a varia interpretación acerca
del p unto de q u e n o s ocupam os, y son bien conocidas las
co n tro v e rsia s so b re la n atu ralez a de las ideas platónicas,
q ue es el p roblem a mismo de los universales, o sea del nexo
e n tr e la realid ad y el concepto».
-2 4 7 -

el principio d e su d o ctrin a so b re los univ ersales,


como tam bién lo había sid o en P latón, su m aestro ,
de quien to m ó A ristó te le s el co n cep to de una y
otra, siq u iera h u b iese d e d a rle un nuevo a sp e c to ,
singularm ente en lo que se refiere a la significa­
ción o n to ló g ica de form a y m ateria, m ás bien q u e
no en su significación física e hyloform ista, com o
verem os en su lugar.
281. D esd e luego e n tre la d octrina platónica
y aristo télica so b re los u n iv ersales, ad v ié rte se una
diferencia cap ital d e pro ced im iento; p u esto que
m ientras la distinción e n tre la m ateria y la form a
(eisoj) tie n e en el platonism o valor, d irectam en te on­
tológico, en el aristo telism o lo tien e d irectam en te
lógico. E s d ecir, que el en lace de la m ateria y de
la form a co rre sp o n d e siem p re en el platonism o a
la gén esis y p ro ceso evolutivo de la en tid ad real
de los se re s; y en el aristo telism o ex p resa prim ero
el p ro ceso co gnoscitivo d e lo s e n te s , sin incluir
su realidad ontológica; y si ad q u ieren luego for­
ma y m ateria sign ificació n en titativa en A ristó te­
les, e s para e x p re sa r, no el valor ontológico, sino
el m eram ente físico d e lo s s e re s , lo cual sirvió de
base p ara la teo ría hyloform ista d e los e s c o lá s ­
ticos, tan ajen a del p en sam ien to de A ristó teles
‘como h ab rem o s d e ver.

Dos momentos dialécticos, correspondientes


a las dos etapas de la teoría de Platón sobre la
<materia y form a ».
282. La d o ctrin a d e P latón o frec e dos m o­
mentos d ialéctico s, qu e re sp o n d en a dos etap as de
- 248 -

su teo ría. En el prim ero la Idea a b s tra c ta s e obje­


tiva en las c o sas, en cu an to é s ta s no son sino par­
ticip acio n es de los atrib u to s de la Idea sustanti­
vada; d e su e rte que la Idea no ex iste fu era de los
s e re s , com o vu lg arm en te s e afirm a, sino que los
s e re s realizan la Idea en sí m ism a, y p o r consi­
guien te s e identifican con ella.
A e s te monismo o ntológico, que e s en el fon­
do el d e to d as las esc u e la s p an tefstas, sigue el se­
gundo m om ento d ialéctico , en el cual sostiene
P lató n q u e la Idea e s pura form a, q u e se objetiva
en ia m ateria, p ero sin id en tificarse con ella, por­
que la m ateria e s p o r sí m ateria, o entidad sai ge-
neris sin la form a. C o n e s te dualism o de m arca y
origen p itag ó rico s, ro m p e P latón la unidad onloló-
gica d e la fa se an terio r; m as no quebranta el pro­
ceso dialéctico d e su teo ría, com o a prim era vista
pudiera p a re c e r, por cu an to la realidad de los
s e re s tiene así la b ase d e su ex iste n cia en princi­
pios su p e rio re s a su ex isten cia c o n creta lo mismo
que en la fa se p re c e d e n te . La diferencia está tan
sólo en q u e no s e red u c e a una sola ia fuente ge-
nética d e lo s e n te s , sino qu e so n d os igualmente
n e c e s a ria s, ig u alm en te in d estru ctib les y sin prin­
cipio; la Idea (lo U no, el S er y el B ien) (1), como
forma, y la m ateria, entidad inform e como ma­
teria. El principinm essendi, y consiguientem en­
te el principium cognoscendi, e s tá , p u es, en la
m ateria y fo rm a, d e igual su e rte que en la fase

(1) S o b re la identidad en tre lo U no, el S e r y el Bien,


V, Met. I, VI, 8; VII, 5; IX , 21; I. XII, X ; !. XIV, IV y V.
— 249 -

precedente «no y Otro se en cerrab an en el mo­


nismo d e la Idea.
El segando momento dialéctico de la teoría
de Platón sirve de base a la de Aristótoles.
Este, despojando <materia y form a » del carác­
ter ontológico que tienen en Platón, les hace re­
correr dos fases: en la primera, por su carácter
de abstracciones, son materia y forma elemen­
tos lógicos del conocer; en la segunda, por su
carácter concreto, se convierten en elementos f í ­
sicos del ser.
283. El segundo m om ento dialéctico de la
teoría de P lató n , en que se ad v ierten in g eren cias
del pitagoreísm o (el Uno co n tra p u e sto a la fu e n te
pitagórica d e dualidad indefinida, la m ateria), sirve
de base al sistem a aristo télico . A ristó teles en
efecto tom a de P latón la m ateria y form a, las priva
del carácter ontológico d e qu e s e rev isten en el
sistema p lató n ico , y las re d u c e prim ero a ele­
mentos lógicos del c o n o c e r,y d e sp u é s a elem en to s
físicos del ser.
284. En la p rim era fa se , la forma aristotéli­
ca es el co n cep to a b s tra c to , q u e dice relació n a
todas las d eterm in acio n es del m ism o en cada uno
de los en tes que co n stitu y en la clase a que dicha
forma se refiere. A e sta form a a b stra c ta re sp o n d e
el tipo ab stracto d e la m ateria com o re a liz a b le
bajo ia form a con atrib u to s p articu lares y e x p re si­
vos de la sin g u larid ad d e los s e re s d entro de la
clase resp ectiv a.
Dicho se e s tá que no ex istien do, según A r is tó '
- 250 —
le le s , n ad a real que no se a singular y concreto, la
form a y la m ateria, a b s tra c ta s por su esencia] in'
d eterm in ació n , m ien tras no se co n sid eren reuni­
d a s , no pueden ex istir m ás que en la m ente o en
el co n cep to . S on p u es, com o hem os dicho, ele­
m en to s lóg ico s del conocer.
285. En la se g u n d a f a s e p re se n ta Aristóteles
la form a y la m ateria ,con valor sustantivo, pero no
con el c a rá c te r ontoto ló g ico q u e dicha dualidad
o frec e en P latón, sin o con equivalencia y repre­
se n tació n física d e la com posición de los seres.
La form a e s una ujaía (1), según expresión fre­
c u en te en la M etaf. de A ristó teles, com o lo es la
c o sa c o n c re ta q u e inform a; la diferencia está en
que la co sa co n c re ta e s substancia compuesta,
p o rq u e interviene ad em ás la materia en su forma­
ción, m ien tras la form a es substancia sin mate­
ria, q u e en las Categorías (c. 3) llám ase también
substancia segunda . La materia a su vez es
igualm en te su b stan cia a la m anera de la forma,
e s to es, in cap az d e e x istir fu era de la cosa con­
c re ta com o la form a sin la m ateria. La unión de
e s ta s dos su b sta n c ia s cu asi ideales produce la
su b stan cia real co n c re ta , el 0<SvoXov, el todo, déla
form a y m ateria que s e llam a en te real.
La form a y la m ateria g o zan, aún en esta se­
gunda e ta p a dé ia filosofía aristo télica, delaspro-

(1) En A ristó te les la áuaí«,lo mismo significa substancia


q u e esencia; y cuando e q u iv a le s e s ta última, n o excluí
en ca so alguno la significación in d irecta d e substancia. Los
ac cid en tes no tienen pro p ia m en te esen cia en la doctrina
aristo télica.
— 251 -

piedades de la m ateria y form a a b stra c ta s; pues


una y o tra ni son e n g en d rad as ni pueden d e s a p a ­
recer, o no son co rru p tib les. La razó n e s porque
am bas son an te rio re s al objeto en g en d rad o o pro­
ducido por e llas, q u e e s lo que viene a la ex isten ­
cia y pu ed e d ejar de existir. En un circuló de
hierro, p . e ., no e s el h ierro , o m ateria, ni el círcu ­
lo, o form a, lo que d e s a p a re c e cuando d eja el
círculo de existir; es el círculo co ncreto de hierro
por la se p ara ció n de su fo rm a y d e su m ateria.
286. P ero si ta m ateria y form a exigen de
una p arte las p ro p ied ad es d e su entidad a b stra c ta ,
requieren por o tra las p ro p ied ad es d e elem entos
concretos p ara llen ar el o b jeto a que A ristó teles
los d estina. P o rq u e m ateria y form a han de se r
principio y cansa real de las c o sas, la prim era
como elem ento subo rd in ad o , la segunda(si 3os)como
elem ento form alm en te g en erad o r, no sin que d e b a
a la unión con la m ateria el se r diverso en los di­
versos individuos en q u é se con creta.
287. En toda e sta doctrin a rev élase l a .in ­
fluencia del plato n ism o en que había sido form a­
do A ristó teles, que al fin plató n ico fué a n te s d e
ser antíplatónico. M ás d e una vez utiliza e x p re ­
siones p ara significar la forma, que son idénticas
a las de P latón al estu d iar la Idea; y si es cierto
que A ristó teles s e a p a rta d e su m aestro en el p ro ­
ceso dialéctico qu e la forma platónica re p re se n ta
en las co sas, d e hecho el tipo de la m ateria y for­
ma aristo télicas p asa del o rd en d e la idea al d e la
realidad, o del d e la realid ad al d e la idea tan in d is­
pensablem ente, com o p u ed e p asar la Idea de P latón.
2 8 8 . Y esto fué sin duda lo que indujo a creer
a m uchos re a lis ta s m ed io ev ales, que la doctrina de
P latón y A ristó teles en e s te punto s e diferencia­
b a n , no en cu an to p ara el prim ero fu esen los uni­
v e rsales u n a realidad, y p a ra el seg u n d o un con­
cepto, sino tan sólo en que p ara P latón lo univer­
sal esta b a fu e ra d e la co sa, m ientras Aristóteles
lo colocaba en la co sa m ism a, perm aneciendo sin
em bargo am bos igualm en te realistas.

Las precedentes observaciones respecto a


los conceptos de materia y forma, ya de Platón
ya de Aristóteles, explican lo indefinido y ambi­
guo de las teorías medioevales acerca de los
universales; máxime teniendo en cuenta , que era
generalmente desconocida la razón sistemática
de la filosofía de los dos grandes maestros
griegos sobre los universales. El panteísmo pla­
tonizante medioeval, tiene su base en la teoría
de Platón sobre la Idea en et primer momento
dialéctico de su sistema; a su vez el segando
momento o etapa del mismo sistema, sirvió de
base al realismo panteísta y a l realismo puro.
En cambio, la doctrina de Aristóteles sirvió de
fundamento al conceptualismo, al realismo, y
al nominalismo.
28 9 . P o r las o b se rv ac io n e s que acabam os de
h a c e r, es fácil d a rse cu en ta de cóm o las teorías
so b re los u n iv ersales fu n d ad as en P latón y Aris­
tó te le s , hubieron de ser en los tiem pos medioeva­
les fre c u e n te m e n te am biguas e indefinidas; mucfio
m ás ten ien d o p re se n te q u e, com o hem os notado
-2 5 3 —

ya. la razó n sistem ática d e la filosofía de P lató n y


A ristóteles so b re los u n iv ersales fué gen eralm en ­
te desconocida, y d esaten d id a u m v ersalm en te.
290. El pan teísm o platónico de la E dad M e­
dia, tien e su prim era b ase en la teo ria de P latón
sobre la Idea en el prim er momento dialéctico d e
su sistem a, au n q u e d esp o jad o é s te d e la vitalidad
científica, por d ecirlo así, que la Id ea re p re se n ta
en P latón.
La seg u n d a e ta p a se ñ alad a del platonism o,
sirvió a la vez p a ra el realism o p an teísta , y p ara
el realism o p u ro , no p an teísta en cuanto se d e te ­
nia sin lleg ar a las co n secu en cias.
291. La d o ctrin a d e A ristó teles, a su vez,
sirvió d e fundam ento al co n cep tu alism o, al re a lis­
mo, y al nom inalism o. Al co n cep tualism o, por la
manera d e p re se n ta r la materia y forma a b s tra c ­
tas en la prim era f a se d e su teo ría. Al realism o, en
la segunda fa se d e su sistem a, q u e c o rre sp o n d e al
segundo m om ento d ialéctico del platonism o, y por
lo lanto era su scep tib le d e o riginar an álo g as con­
secuencias. L a d iferen cia e n tre los re a lista s pla­
tónicos y los re a lista s aristo télico s e s tá en que, lo s
primeros h icieron e n tra r m ás bien la realidad en
la ¡dea, que la idea en la realid ad ; m ientras los se ­
gundos, co n denando el trascen d e n ta lism o de la
i d e a , \ e n c e rra ro n a su m an era en la co sa con­
creta. El nom inalism o, c o n cretad o a p ro te sta r d e
los excesos del realism o , m ás bien que a se n ta r
principios p ro p io s, u tilizó o ra la prim era f a s e del
aristotelism o, o ra la seg u n d a, con sólo lim itar la
significación d e los c o n c e p to s , p ara lim itar las
-2 5 4 —

co n secu en cias; no d e o lra s u e rte que hubo de


efectu arlo m ás ta rd e el llam ado realismo mode­
rado, qu e se hizo p asar por aristo télico en los
m ejo res tiem p o s d e la e sco lástica, siquiera sus
d erech o s a ello sean m ás que discutibles.

ARTICULO IV

La ambigüedad del am biente filosófico medioeval,


flüctuante entre el realism o y el nom inalism o, llevaba
en sus aplicaciones teológicas» o a la inconsecuencia,
o a lo heterodoxia.

Razón fundamental de la conclusión senta­


da como enunciado del artículo.
2 9 2 . P u e s bien; con e s ta am bigüedad en el
am b ien te filosófico y fluctuando e n tre el realismo
y el nom inalism o, to d o s los que p o r el tiem po a
q u e n o s referim o s hicieron intervenir la filosofía
en el d ogm a, fueron in co n secu en tes cuando se
m antuvieron d e n tro d e la ortodoxia; porque, ni el
nom inalism o, ni el realism o eran com patibles con
ella, llevados a su s legítim as co nsecuencias.

Inadmisibles consecuencias teológicas, ya


del realismo ya del antirrealismo, en Berenga-
rio, Lanfranco y Roscelino . ^

2 9 3 . En e fecto , ten em o s n otado ya (1) como


B eren g ario y L an fran co , en los com ienzos de es­
ta s c o n tro v ersias en la teo lo g ía, aunque soste-

(1) E.) V. el a rt. 2° p rece d ., nn. 267, 268 y 274.


-2 5 5 -

niendo tesis o p u e s ta s, van a p a ra r uno y otro a la


heterodoxia d e la m ism a m anera.
294. M as ta rd e R o scelin o asum e la re p re se n ­
tación de la te s is de B eren g ario . am pliándola y
trasladándola al núcleo de la teología, esto e s , a la
misma n atu raleza d e D ios y de la S S . T rinidad. Y
al enseñar q u e la unidad real es toda y única
realidad en el se r, y q u e ella c o n stitu y e al m ism o
tiempo unidad e n tita tiv a m e rte lógica y m atem áti­
ca, hacía im posible, no só lo to d a com unicación
real de una m ism a e se n c ia , sin o tam bién to d a te o ­
ría que so stu v iese una com unicación lógica y d e
concepto. .
Esto, que era sin duda dar c a rá c te r m etafísica
a la obscura d o ctrin a d e B e ren g ario , y que en tal
sentido rep re sen tab a un av an ce Filosófico, equiva­
lía a u n m arcado re tro c e so en las e sfe ra s de la
teología, que la llevaba a! tritelsm o, y por e s e c a ­
mino a la negación m ism a de la D ivinidad. Así el
antirrealismo condujo lóg icam en te a R oscelino a
quebrantar el dogm a d e la T rin id ad , y a decir que
las divinas p e rso n a s eran tres s e re s in d ep en d ien ­
tes, como lo son tr e s á n g eles, y que, si no fu e se
contrario al uso, pod rían llam arse tr e s dio se s. H e
aquí la lógica so b rep o n ién d o se a la ortodoxia.

Anselmo en la cuestión, deja siempre a


salvo la ortodoxia; pero su indecisa doctrina
filosófica, prestóse a muy encontradas interpre­
taciones y aplicaciones teológicas, incluso hete­
rodoxas,
295. A nte ta le s d o ctrin as d e R oscelino, S an
- 256 -

A nselm o tom a la d efen sa del dogm a, y vuélvese a


la tesis de L an fran co , qu e g en eraliza y ordena
d e n tro d e un p latonism o, que en principio pretende
se r o río d o x o , no exento d e m atices aristotélicos
ta le s com o e n to n c e s s e ofrecían. S . Anselmo,
p ued e d e c irse , e s el últim o discípulo de S . Agus­
tín y el prim er discípulo d e la e s c o lá stic a en sis­
te m a . En cu an to discípulo d e S. A gustín, búscala
teo lo g ía en los P a d re s, y p or m ás que se halle im­
p reg n ad o del p lato n ism o , é s te e s el recibido del
D octor d e H ip o n a, y o frec e en S . Anselmo las
m ism as g a ra n tía s de o rtodoxia que en S . Agustín.
En cu an to esco lástico , el problem a capital que se
p ro p o n e reso lv er, es el y a conocido: cóm o dentro
d e la u n idad d e to d o se r, sin la cual ningún ente
s e co n cib e, y q u e es el cen tro de su individuali­
d a d , p u ed e h allarse algo q u e le correponde porla
com unicación con las d em ás su b stan cias; y cómo
se ha de re so lv e r e s te problem a, de suerte que
convenga la solución a ex p licar en lo posible el
m isterio d e la T rin id ad .
296. La solución de S an A nselm o, la hemos
visto y a (1). En su s p ro p ó sito s antinominalistas, o
m ejo r a n tirro scelin ian o s, o bjetiva los universales,
y h ace d e la esen cia una en tid ad subsistente has­
ta el punto d e afirm ar, que « el que-no con cibe un
hom bre m ás que com o individuo, no podrá enten­
d er jam ás lo que es la p erso n a hum ana, la huma­
nidad». (D e T rin it. 2). La consecuencia de esla
d o ctrin a, que él ap lica ex p resa m e n te a la Trini-

(1) E.) V. a r t. 2.° d e é s te ca p ., nn. 276 y 277.


- 257 —
dad, e s la d esap aric ió n d e la T rinidad m ism a, y
la proclam ación so lem n e del panteísm o re a lista ,
que efectiv am en te se d esarro lla en los com ienzos
de la e sco lástica. P ero S an A nselm o, si sie n ta las
premisas, no a c ep ta la s co n secu en cias; y el que
combate d e esa su e rte co n tra R oscelino, no e s
quien le ha de seg u ir por las se n d as de la h e te ro ­
doxia. H e ah í la lógica cediendo a n te las legitim as
exigencias d e la fe.
297. L as d o c trin a s d e S an A nselm o, debido
a esas m ism as restric c io n e s im plícitas que llevan
sus aserc io n e s filo só ficas, no podían m en o s de
aparecer in d e c isa s, p re stá n d o s e a in te rp re ta c io ­
nes en co n trad as. D e una p a rte , tom ando aislada­
mente sus co n c e p to s filosóficos y d educiendo d e
ellos las c o n secu en cias legítim as, e ra n atu ral lle ­
gar al p an teísm o , se a en la form a re a lista , se a en
la forma neo p lató n ica; y e s a e s la d irecció n , m ás
o menos a c e n tu ad a , que tom aron G uillerm o d e
Champeaux ( 1), y , en la e s cu ela d e C h a rtre s ,
Bernardo y T ie rry de C h a rtre s, y G uillerm o de

(1) Nos referim os a la prim era d e las tre s te o ría s , que


según A belardo, discípulo y a d v e rs a rio d e G . de C ham -
peaux, sostuvo éste ; a la teoría de la identidad, según la
cual, la esencia es una misma físicam ente en todos los indi*
vidiios. y la individualidad no e s m ás que una m odificación
accidental de la n atu ralez a com ún y específica. D espués,
y hostigado po r las acom etidas de A b ela rd o , s o stu v o G . de
Champeaux la teoría de lo indiferente (esencia no com ún
en las cosas, p ero no diferente — indifferens—), y luego la
<ie las esencias semejantes, colocándose fu e ra del rea*
lismo panteísta. La teo ría d e las esencias semejantes, mul­
tiplicando tas esencias con ios individuos, en rig o r no sólo
Tnwr> vu IT
— 256 —

C o u c h e r ( l) , h asta qu e dicha escu ela se declara


n etam en te p a n te ísta , e n tre o tro s, en Am aury de
C h a rtre s y D avid d e D inán.
D e o tra p a rte , la d o ctrin a filosófica anselmia-
n a, tom ándola no tal cual a p a re c e en sí, sino como
subord in ad a a los co n c e p to s teo ló g ico s que San
A nselm o s e p ro p o n e d efen d er, y con la significa­
ción restrin g id a q u e en su m en te le da el Santo
D o cto r, p u ed e in clin arse en sen tido aristotélico y
recibir ia significación de un p eripatetism o plato-'
n izan te, a la m an era qu e hem os visto lo repre­
se n ta la seg u n d a e ta p a d o ctrinal en el mismo

no es realism o , sino que lleva a la te sis an tirre a lista de Ros­


celin o . L a te o ría d e lo indiferente form a luego escuela con
A d elard o d e B ath, y es so sten id a con em peño en los co­
m ienzos del siglo XII. (C f. sobre las opiniones de G. de
C ham peaux, Ouvr. inéd, d ’Abclard., ed. C ousin; Hauréau,
Hist. phil. seo!. I, y especialm ente las Sententiae vel
Quaestiones, ed. LeféVre, con su estudio Les variations de
Gaili. de Champeaux et ¡a question des universanx.
Lille, 1898).
(1) A unque a la escuela de C h a rtre s pertenecen anti­
rr e a lis ta s tan definidos com o G ilberto d e la P o rré e (Cher-
val, Les Schol. de Chartres au moy. age), el tipo funda­
m en tal d e la escu ela, fué el realism o m ás avanzado, e im­
p reg n ad o de neoplatonism o. P o r e so B ern ard o de Chartres,
que distin g u e las tr e s en tid ad es, Dios, materia, Ideas,
una9 veces hizo de las ideas divinas ejem plares de las for­
mas de las co sas, o tra s veces, al d e c ir de J , de Salisbury,
co nvirtió las id eas divinas en forma inm ediata y propia de
la m ateria, que e ra e n tra r d e lleno en el panteísm o.
T ie r r y d e C h a rtre s , es tan extrem ado en su realismo
p lató n ico , com o B ern a rd o de C h a rtre s , con influencias ade­
m ás d e las d o ctrin as p itag ó ric as. Y aunque no quiere ser
p a n te ís ta , su s afirm aciones d o c trin a le s apenas pueden in-
— 259 —
A ristóteles. En e s te sen tid o , el trán sito d e la te o ­
ría de S an A nselm o a la d e A b elardo, e s sum a­
mente fácil.
Intentos capitales de Abelardo en la cues­
tión; y su fracaso en ellos: tendencia raciona­
lista y oscilaciones,ora semiconccptaalistas ora
sminominalistas, de este autor.
298. A b elard o , en su p ro p ó sito de evitar una
filosofía d e identificación de su b sta n c ia s, ab su rd a
en sí e incapaz d e s e r aplicada a los problem as d e
la Teología, reaccio n a co n tra las teo rías de Q . de
Champeaux, y aú n contra las d e S a n A nselm o,

terpretarse de o tra m anera. L é an se, p o r ej., e s ta s palab ras:


«DiVinitas sitigulis reb u s form a essendi est; nam eicut ali-
quid ex luce lucidum e s t, vel ex ca lo re calidum , ita singulae
res esse suum ex divlnitate so rtiu n tu r. U nde D eu s to tu s
et cssentialiter ubique es s e Vere p erh ib etu r. U nde vere di­
ctar: Ornne qttod e st, ideo e s t (al. in Deo est), quia unum
est». H auréau, Not. e te x tr. de quelqaes man., la t. 1, P r e s ­
cindiendo de la expresión in Deo est, que !a critic a señala
hoy como ad u lterac ió n d e ideo est, y dejando a p a rte las
fórmulas p itag ó ricas de la anidad, ta le s afirm aciones so b re
la com penetración de la divinidad en las co sas, bastan p a ra
comprometer seria m en te la o rtodoxia doctrinal de T ie rry
de Chartre9.
Cosa análoga ha de d e c irse d e G uillerm o d e C o u ch es,
quien, como el a n te rio r, lleva a la te o lo g ía sus ideas pla­
tónicas y p itag ó ric as, no dudando afirm ar que el E sp tritu
Santo es el alma del m undo.
D espués de los citados, la escu ela d e C h a rtre s á b re s e
francamente, en el mismo sigloX II, al panteísm o, con r e p re ­
sentantes tan d ecididos com o el neo platónico y pitagórico
Bernardo de T o u rs, y A m aury de C h a rtre s y D avid de Di-
nfin, que hacen re v iv ir a E sco to E riú g en a.
-2 6 0 -

(bien qu e sin no m b rarle), en cu an to se tom en a (a


le tra lo s c o n cep to s d e é ste . Al m ism o tiempo,
A b elard o p ro p ó n ese b u sc ar una solución filosófica
con la cual p u d iera te n e r fin la lucha que aparece
p erso n ificad a en S an A nselm o e n tre el escritor
filósofo y el teólogo sum iso a la Iglesia, para lo
cual tra ta de ap ro x im ar a P latón y Aristóteles
m ás que S a n A nselm o, o m ejor, p ro cu ra que Pla­
tó n a p a re z c a a trav és d e A ristó te le s en el pro­
blem a d e los u n iv ersales, hallando asi un término
d e conciliació n e n tre los dos filósofos y las es­
c u e la s q u e los re p re se n ta b a n en la E dad Media,
y al m ism o tiem po una teo ría filosófica, no sólo
qu e no s e o p o n g a al dogm a d e la T rinidad, sino
qu e p o r el co n trario s e a racional explicación
d e ella.
M as d e e s to s d o s in ten to s cap itales, concilia­
ción d e P lató n y A ristó teles, y del dogm a trini­
ta rio con la filo so fía, ninguno fué realizado feliz­
m en te por el filósofo d e P allet.
299. En cu an to a la T rinidad, ni de hecho ni
en principio, sen tó d o ctrin a que pudiese ser
acep tad a . N o d é h ech o , p o rq u e c o n v ierte las di­
vinas p erso n as e n m o d alid ad es d e una esencia que
no e s tá toda en cad a p e rso n a , ni es participada
ig u alm en te p o r ellas. E sta s m odalidades represen­
tativ as d e las tr e s p e rso n a s son la Potencia, la
S ab id u ría y la B ondad divinas. A belardo, en su
esp íritu a n tirre a lista viene a p a ra r a un nomina­
lism o, q u e aplicad o al dogm a no podía menos de
se r c o n d en ad o p o r la Iglesia.
E n prin cip io la d o ctrin a d e A b elard o e s un ra­
— 261 -
cionalism o invertido, m uy en u so en la E dad M e­
dia, en el cual no se niega el m isterio p o r s e r
opuesto a la razó n , sino q u e se coloca la ra z ó n
en ap titu d d e ex p licar el m isterio, invocando el
sistema filosófico que m ejor pueda resp o n d er al
objeto. H allar solución científica a las m ás altas
verdades del dogm a, y d em o strar que é s ta s no s e
oponen a la razó n p o rq u e son conform es a ella y
están d en tro d e su alcan ce , es la asp iració n d e
Abelardo, com o d e o tro s d e su tiem po; y e s lo
que d esd e lu eg o , suprim ien d o el m isterio, lo llevó
a d esn atu ralizar aquella v erd ad fundam ental de la
Teología cató lica.
300. P o r lo qu e h ace a la conciliación de
Platón y A ristó teles, no e s m en ester advertir que
no está fundada en un exam en critico y sistem á­
tico de las te o ría s de am b o s filósofos, a lo cual
no podía asp irar A belardo, sino que tie n e por b ase
la com binación p erso n al y su je tiv a de su s re s p e c ­
tivas d o ctrin as so b re los u n iv ersales, incluida en
la teoría d e la materia y forma.
A belardo conocía que el dualism o d e la form a
y m ateria es com o el e je so b re el cual se m ovie­
ran las co n tro v ersias de su tiem po e n tre p lató n i­
cos y p erip atético s; y por ¡o m ism o de ahí hizo
arrancar la solución al p roblem a de los u n iv ersa­
les por él p re se n ta d a , fundiendo en una las d o s
m aneras d e p re se n ta r la te o ría de la m ateria y
forma. El realism o platónico hacía b ro ta r lo uni­
versal d e la idea qu e s e ob jetiv aba en la m ateria.
Para los p erip atético s el principio g en eral, o se a
el principio esp ecífico , e ra la form a; la materia
e ra el principio d e individualidad; y reu n id as for­
m a y m ateria, la esen cia e ra significada por el ser
d e la forma.
301. A b elard o h a c e una nueva combinación,
y c o n v ierte la materia en principio específico, o
m ás bien g en érico de los e n te s, constituyendo en
ella la esencia del se r, y h aciendo depender la
individualidad en titativ a d e la forma, que era todo
lo c o n trario a lo so sten id o p or la e sc u e la aristoté­
lica, sin e s ta r co n fo rm e tam p o co con la teoría pla­
tó n ica. Lo qu e resu ltab a de esto , era una teoría,
q u e co n serv an d o la fisonom ía g en eral peripatética
por lo qu e se refiere al dualism o genético de los
e n te s , forma y materia, venía a interpretar el
aristo telism o en sen tid o plató n ico, por lo que hace
a la relació n qu e e n tre la m ateria y form a se esta­
b lecía. D e e s ta s u e rte , m ien tras se alejaba de
A ristó teles ap ro x im án d o se a P latón al traducir el
valor d e la m ateria y form a, se alejab a de Platón
y s e ap ro x im ab a a A ristó teles al excluir íoáopro­
ceso dialéctico de la Idea a la cosa, estable­
cien d o en el s e r propio d e .c a d a e n te toda la ra­
zón d e su n atu raleza.
C o lo c a d o lo universal en la materia prima, la
ese n c ia debía h allarse tam bién com o universal en
el fon d o d e cad a en te individual, com o se halla
dicha m ateria, au n q u e rev estid a de la individua­
lidad de la fo rm a. P rescin d ien do, pues, de ésta,
p odríam o s co lo carn o s por la ab stracció n en el
centro esencial d e los s e re s y reco n stru irlo s luego
física e in d ividualm ente, h aciendo re c a e r sobre
cad a uno su elem en to form al resp ec tiv o .
— 263 —

302. E sta d o ctrin a n eo p latónica, aunque no


expresa en A belard o , rev élase a cada p aso en su s
teorías; y ella es la qu e nos explica: 1 .° su s o sc i­
laciones sem inom inalistas y sem icoriceptualistas,
según la p arte a qu e se inclina; 2 .° la fisonom ía
general d e gnosticism o , d e que están im pregnados
sus c o n cep to s teo ló g ico s; 3.° el asp ecto in tu id o -
nista de las e s e n c ia s d e las c o s a s, así natu rales
como so b ren atu rales, que n o s o frec e su filosofía,
31 que es muy lógico d esd e el m om ento en que
m ediante un p ro ceso ab stractiv o podem os hallar
en cada ser la entidad-esencia, d e donde brotan
todas las p ro p ied ad es individuales, com o del árbol
brotan flo res y fru to s; 4.° la doctrina so b re la
Trinidad, cu y a ex iste n cia d eriv a d e la prim era
persona divina, en cuanto es p ara A belardo com o
la esencia p u ra, el universal suprem o, d e donde
resultan las dem ás p e rso n a s a m anera d e p ro p ie­
dades, o a m an era de d iv ersas escalas del se r
(que es frase de S an B ern ard o ), según d e s d e el
punto de vista que s e co n sid eren . Su teo ría trin i­
taria, p ues, lo mism o p u ed e se r su scrita po r un
nominalista, que p or un realista ex ag erad o , a p e sa r
de la distan cia qu e a p a re c e e n tre ellos, y d e que
en principio A belardo no quisiera p e rte n e c e r ni a
a unos ni a o tro s.
— 264 —

ARTÍCULO V

Cuatro d ireccio n es teo ló g ica s originadas de la mutua


influencia de la s e scu ela s de Abelardo $ de S. Víctor,

Efectos de las teorías de Abelardo, en


opuestos sentidos: uno ortodoxo, y heterodoxo
el otro.

30 3 . Los e fe c to s d e las teo rías d e Abelardo


d e já ro n se se n tir en dos se n tid o s o p u esto s, orto-
doxo el uno, y el o tro h etero d o xo. L a dirección
o rtod o x a re p re sé n ta la H ugo d e S an V íctor, que
e s un c o n tin u ad o r d e la sistem atización teológica
d e A b elard o , bien que m erm ando el elem ento fi­
losófico en la teolo g ía, y suprim iendo lo s concep­
to s h e tero d o x o s del filósofo d e P allet.
304, La dirección h etero d o xa tien e.su repre­
se n ta c ió n , no só lo en la e sc u e la teológica de Abe­
lard o , cu y a existen cia nos rev elan las Sumas es*
c rita s con criterio ab elard ian o ( 1 ), y la misma dis­
cu tid a Samma Sententiarum, equivocadam ente
atribuida a H ugo d e S an V íctor (2), sino también
en la am plia c o rrie n te del misticismo panteísta
(3), el c u a l, au n q u e in sp irad o en el neoplato-

(1) E.) V. en el tom o VI, cap. 9, nn, 575-583, lo refe­


re n te a la ex isten cia y o rie n tacio n es d o ctrin ales de la es­
cuela de P e d ro A belardo.
(2) E.) V. s o b re e s te p a rtic u la r, el tom o VI, c. IX,
n, 383, p. 366, nota,
(3) El m isticism o m edioeval e s a la vez filosófico y
teológico, y e x p re s a una m a n era d e comunicación interna
-2 6 5 -
nismo y en los e s c rito s del P seu d o -A reo p ag ita,
halló su b ase d e sistem atizació n en la teo ría in-
tuicionista d e A b elard o so b re las esen cias. Y n ada
tiene esto d e so rp re n d e n te , to d a Vez que el m ism o
Abelardo al fijar en la materia la universalidad
de la e se n c ia , hacien d o s e ex traig a de ahí por una
intelectual d ep u ració n ab stractiv a que nos la p e r­
mite ver com o u niversal en sí m ism a, no hacía
otra co sa, que en señ ar el n eoplatonism o re v e stid o
de formas a risto té lic a s , tal cóm o lo p re se n ta ro n
también o tro s n eo p lató n ico s genuínos.

y directa del espirita humano con el Ser infinito. El m isti­


cismo orto d o x o e ra d irectam en te teológico; y por lo nii3mo
fundaba la comunicación directa (elem ento esencial del
misticismo) en el orden so b re n a tu ra l; in directam ente, e ra
filosófico, en cu a n to d a b a a la m ística c a rá c te r científico,
singularmente a la m ística especulativa.
Gl misticism o h etero d o x o fué d ire ctam en te filosófico; y
por lo tanto, fu n d aba la comunicación directa e n tre D ios y
ei hombre en el orden de la natu ralez a, lo cual e ra im po­
sible sin in cu rrir en panteísm o; indirectam ente, fu é tam bién
teológico, sin g u larm ente en ia m ística práctica. P ro ced ían ,
pues, en orden inverso el m isticism o o rtodoxo y el misti­
cismo hetero d o x o m edioevales.
La? fu en tes dei prim ero, fu eron en general C l. A lejnn-
drinú, San A gustín, C a sia n o y De vita contemplativa a tri­
buido a P ró sp e ro d e A quitania; en esp ecial, el P seu d o -
Dionisio A reo p ag ita, que conocido en la traducción d e
Enúgena, fué un v erd ad e ro M agisier Sententiarum de ta
mística teológica.
Las fu en tes del seg u n d o , fu ero n E sco to E riú g en a, el
Paeudo-Dionisio acom odado a la te o ría panteteta de E riú ­
gena, y luego el m isticism o á ra b e , que dejó se n tir s u s in­
fluencias desde fines del siglo XII, aún e n tr é los o rto d o x o s,
V que proporcionó la divulgación de los es c rito s pseudo*
-2 6 6 —
Mutuo influjo de las escuelas abelardiana p
y de la Victorino, bajo el cual se determinan
sistemáticamente cuatro direcciones o escuelas
teológicas (1),
505. C o n la e sc u e la d e A belardo y con la es­
cuela de S . V íctor o rig in á ro n se, o m ejor se deter­
m inaron sistem áticam en te, cu atro direcciones teo­
ló g icas, que d e algún m odo pueden d ecirse a su
Vez e s c u e la s, p u esto que las d iferen c ia s que las
se p a ra b a n , a u n q u e fu n d ad as en diversidad de mé­
to d o , llev ab a co nsigo p ro fu n d as y substanciales
d iferen cias d e teo ría ya en el o rden doctrinal, ya
en el o rd en d e arg u m en tació n , y a en uno y otro.
F uero n é s ta s , la d e los teólogos racionalistas,
la de los teólogos de argumentación, la de los
teólogos positivos, y la d e los teólogos medios.
D e dich as cu atro d ire c c io n e s, d os procedían de

p itag ó ric o s y de la ap ó c rifa Teología de Aristóteles, que


no es sino una com pilación d e varias Eneades de Plotino,
h ec h a a fin es del siglo III, o principios del IV.
L a erecció n de la m ística en sistem a, débese a la escuela
d e S an V íctor; y a ella son d ebidas igualm ente las exage­
ra cio n es en que han incurrido luego los partidarios de ella,
ex clu y en d o a la filosofía d e los ám bitos de la teología,}
co n v irtien d o la fe en una esp ecie de m ovimiento afectivo,
ciego y d estitu id o de todo fundam ento racional. V. Obr. di
H . d e S a n V fctor, M igne, 1 .175-77; y de R. de San Víctor,
id ., t. 194. S o b re sus d o ctrin as, K ilgenstein, Dic Gollcs-
lehre ú. Hago v. St. Víctor, etc., W uzburg, 1898; Buona-
mici, Riccardo d i S. Vittore, s a g g i d i studio s u lla filosofa
m ística, del s. XII, A latri, 1898.
(1) E.) V. a c e rc a d e la m utua influencia de ambas es­
c u e la s , el tom o VI, c. 9, n n . 580-385.
— 267 —

la escuela d e A b elard o ,.y las o tra s d os d e la de


S. Víctor, por la dob le re p re se n ta c ió n que a una
y otra s e le dió en to n ces.
506. La teología racionalista, en el sentido
en que hem os dicho se m anifiesta en la E dad M e­
dia, derivóse de la d o ctrin a d e A belardo to m ad a'
en su ten d en cia n atu ral. E sta d o ctrina fúndase en
la subordinación del dogm a al p ro ceso dialéctico,
y constituye u n a teo so fía en que no se niegan los
misterios com o co n trario s a la razó n , sino que se
hace la razó n su b ir h asta los m isterios, form ulan­
do teorías que llevadas a la teología daban p o r re ­
sultado no la n eg ació n , sino la desaparición cien­
tífica d e su s d ogm as m ás elev ad os. E s la d irec­
ción que a p a re c e en las S u m as hechas según la
norma de la Jntroductio ad Theologiam de A be­
lardo.
307. La teología de argumentación, p ro c e ­
de de la escu ela d e A b elard o , p ero a tra v é s de la
de S, Víctor. En ella ap arecen y u x ta p u e sto s el
método dialéctico y lo s dogm as, h aciendo, aunque
de un modo im p erfecto , al prim ero subsidiario de
los segundos, y lim itando p o r co n sig u ie n te su al­
cance según las ex ig en cias dogm áticas. H ugo de
San Víctor, y las S urtías d e R olando Bondinellí
(Alejandro III) y d e O g n ib en e, form ados am bos en
la escuela A b elardiana, son re p re s e n ta n te s de la
fase teológica a qu e n o s referim os.
308. La teología positiva , teo lo g ía de p u ra
autoridad, p ro ced e d ire ctam en te d e la e sc u e la de
S. Víctor por derivación natu ral de su s té n d e n -
c>as, como la teología racionalista provino de la
— 268 -

escu ela d e A b elard o , co n tra cu y o s excesos es


aq u ella u n a reacció n . E s un a escu ela puramente
tradicionalista en el o rd en teo lógico, que o con­
d en a la d ia lé c tic a com o in cap az d e conducir a la
verd ad , o re p ru e b a cu an d o m enos su uso en la
T eo lo g ía , co m o fu en te d e e rro re s y d e herejías,
p reten d ien d o que el teó lo g o se lim ite exclusiva­
m en te a las co sa s divinas. E ste b a n d e Tournay,
H ugo de A m iens, G . d e A u x erre y Pedro de
R eim s, fu ero n p artid ario s del citado método teo­
lógico, al cual no e s del todo ajen o S . Bernardo.
309. La teología media proviene de la es­
cuela d e S . V íctor, bajo la influencia de la de Abe­
la rd o , a la m an era que la teología de argumenta­
ción p ro c e d e d e A b elard o bajo la influencia de la
e sc u e la d e S . V íctor. E s la teo lo g ía d e los últimos
Sentenciarios, c u y a s S u m a s e sc rita s con criterio
positivo, dan sin em b arg o , cab ida a los razona­
m ien to s filo só fico s en cu an to p u ed en ser instru­
mentos de comprobación d e la verdad dogmática.
L a teología media e s la teología de argu­
mentación algo m ás sistem atizad a, con la dife­
re n c ia d e qu e ésta re p re se n ta una reacción con­
tra los teó lo g o s rac io n a lista s y la exageración
del m étodo d ialéctico , m ien tra s la prim era signifi­
c a la reacció n c o n tra los teó lo g o s positivos y la
ex a g e ra c ió n del m éto d o an tid ialéctlco .
La Summa Sententiarum de Pedro Lombar­
do (J).
510. E n tre to d a s las S u m as Sentenciarías, la

(1) E.) V. el tom o VI, cap. IX, nn. 384,395 J 396, en


- 269-
más céleb re y m ás co n o cid a e s la d e P ed ro Lom ­
bardo, uno d e «los cuatro lab erintos» d e G au tier
de S. V íctor (1); p ero qu e fu é cen tro d e un m o­
vimiento teo ló g ico aso m b ro so , cuya significación
e im portancia b a sta p a ra ju stificar el renom bre d e
Pedro Lom bardo.

A R T I C U L O VI
Los problemas fundam entales de la filo so fía en su
a p lic a c ió n te o ló g ic a p o r la e s c o l á s tic a (A ).

Proceso evolutivo de la compenetración filo­


sófico-teológica en la escolástica, y respectivas
funciones de ambas disciplinas.
311. La evolución filosófica d e la esc o lá stic a
hubo de e fe c tu a rse , seg ú n s e co lige d e lo ex p u es­
to, bajo la acción teo ló g ica, y p ara la siste m a tiz a ­
ción de é sta . Y no es q u e la filosofía se a p ara los
escolásticos un elem en to pasivo incapaz de au to ­
nomía doctrinal. P o r el co n trario ; reconociendo
su fuerza d e acción d em o strativ a, lo introducen en
'las esferas del dogm a p ara g aran tir et valor cien-

cuanto a la influencia de escu elas, fu en tes utilizadas, y r e ­


presentación doctrinal del com únm ente llam ado Maestro
de ios Sentencias.
(1) Los tre s re s ta n te s aon: A belardo, G ilb e rto de la
Porree, y Pedro de P o itie ra , o tro sentenciario discípulo de
P. Lombardo, cuyo tra b ajo en cinco lib ro s se aproxim a
más al de R o b erto P ulleyn, qne al d e su m a estro . L a o b ra
de Pulleyn, que ap arece e n tre H . d e S a n V ícto r y P . Lom­
bardo, es más indecisa y com pleja que lo s e scrito s de
ambos.
— 270 —

tífico d e é s te ; pero p or lo m ism o al efectuarlo así,


las ex ig en cias te o ló g icas vienen a determ inar los
p ro g re so s d e la filosofía, y a e je rc e r influencia de­
cisiva en la elab o ració n d e las soluciones que
había de o frec ern o s.
Fundamentales problemas filosóficos que in­
fluyen en la exposición sistemática del Dogma.
312. La teo ría del ser, e n lá z a s e con la teoría
d e la creació n y ex isten cia d e los e n te s contin­
g e n te s , y e s b a s e d e la d istinción e n tre el ser fini­
to y el S e r infinito, y del co nocim iento de las pro­
p iedad es y atrib u to s p ro p io s del se r necesario y
d e los s e re s c o n tin g en tes.
La te o ría del conocer, ha de ap licarse, no sólo
al ord en n atu ral, sino que ha de dar la m edida del
co n o cer natu ral en el o rd en so b ren atu ral, y la
b a s e p ara el co nocim iento so b ren atu ral, así en el
e s ta d o d e v iad o res, com o en el e s ta d o d e término.
L as te o ría s d e la causalidad y de la potencia
y acto, h állan se vinculadas, no sólo con la teoría
de la creació n , sino tam bién co n las dem ostracio­
nes d e la ex iste n cia de D ios, con la doctrina sobre
la libertad, y la te o ría sa cra m e n ta ria.
, La teo ría d e las relaciones y de la substancia,
ap lícase esp e c ia lm e n te al dogm a d e la T rinidad.
La teo ría de la individuación y personalidad,
se en c u e n tra en los a c to s h u m an os, en el dogma de
la T rin id ad , y en el d e la E n carn ación del Verbo.
La teo ría d e los accidentes, hállase eslabona­
da con el dogm a d e la tran su b stanciación eucarís-
tica, e n tre o tro s en q u e en tra, com o en el déla
-2 7 1 -
elevación d e la c ria tu ra al ord en so b ren atu ral, y
en el de la visión beatifica ( 1).
513. E sto s p roblem as son ju stam en te los que
habremos de discu tir en el d ecu rso de n u e stra ex­
posición.
Plan a seguir en el estudio de estos pro­
blemas.
514. V eam os ah o ra su m ariam ente, en su co n ­
junto, las teo rías e s c o lá stic a s a cerca d e dichos
puntos, au n q u e d esp u és h ay am o s de discutirlas,
aisladamente al ex p o n er m iestra doctrina acerca:
délos m ism os p ro b lem as.

(1) E.) A. la ca b eza de las cuartillas su eltas cuyo con­


tenido se trasladó en n o ta s al artículo 2.° d e e s te cap ítu lo
(adviértase que la n o ta al núm. 266 en dicho artículo
dice por equivocación, q ue e s ta s lineas se re s e rv a n al a r ­
tículo 1.° del cap. V, sien d o e s te su debido lugar), esc rib e
el Autor resp ecto a lo que tra ta el texto: «A cinco pue­
den reducirse los problem as teológicos que e n tra ro n en
inmediato co n tacto con las te o ría s filosóficas. E l problem a
de la existencia de D ios y atrib u to s divinos, el d e la c re a ­
ción, el de la T rin idad, el de la E n carnación y el d e la te o ­
logía sacram entaría.—Sin em bargo, no se crea que la evo­
lución fué sim ultánea en todos los problem as, ni aún su b o r­
dinada a la distribución que acabam os de indicar».
C A P ÍT U L O V

La teoría del ser en su evolución, y en su re­


presentación ontológica (A).

A R T IC U L O I

P rim eras inestables teorías del ente en la escolástica.

En la escolástica ofrécese la teoría del ente


bajo dos aspectos; ano de inmanencia, y el otro
de trascendencia.

3 1 5 . La form ación d e la teo ría del ente en la


ép o c a d e los e s c o lá stic o s , o fré c e se en dos aspec­
to s , uno d e inmanencia y otro de trascendencia.
El a s p ecto d e tra sc e n d e n c ia del ser, revélase
en d ich a ép o ca en la filosofía d e Escoto Eríii-
g en a, y sig u e a tra v é s d e las manifestaciones
del n eo p lato n ism o y del realism o panteísta. En las
te o ría s d e la trascen d e n cia del se r no cabe más
que la unidad ab so lu ta , cualesquiera que sean sus
m an ifestacio n es c o n c re ta s, p o rq u e en esa doctrina
el ente no tie n e m ás realidad que la que corres­
ponde a la to talid ad d e los s e re s que lo constitu­
y en . Lo uno ideal q u e por ab stracción derivamos
del m undo objetiv o , e s el tipo de) uno real o de la
-2 7 3 -

entidad m etafísica en la filosofía del se r fraseen*


dente. S u h isto ria, p ues, en la época d e que ha­
blamos. e s la h isto ria d e las v a rian tes del pan­
teísmo m edioeval.
516. O tra fa se o p u esta a la an terio r, n os o fre­
ce el ser inmanente. C ó m o la doctrina de la tr a s ­
cendencia del se r no p u ed e co n sid erar las c o s a s
singulares, sino com o m an ifestación de una uni­
versalidad en titativ a qu e e s tá fuera de cad a o b je­
to singular, au n q u e cada sin g u lar e s tá d en tro d e
ella; asi, a la in v ersa, la d o ctrin a de la inm anencia
del se r no pu ed e co n sid erar la universalidad enti­
tativa, sino com o m an ifestació n de las c o s a s sin­
gulares, q u e e s tá d e n tro d e ellas, au n q u e éllas
vengan a e s ta r d en tro del univ ersal.

Maneras diversas de explicación y variedad


de sentidos, que admite la inmanencia del
«sen: tres períodos que acerca de este panto
pueden distinguirse en la escolástica.
517. P ero e s ta inm anencia d e la en tid ad p u e­
de ser explicada de d iv ersas m an eras, y adm itir
sentidos muy varios; y d e ahí las d iv ersas etap as
que se distinguen e n la teo ría e s c o lá stic a del en te.
T res p erío d o s podem os señalar so b re e s te
punto. Uno d e s d e L an fran co h asta la ap arició n de!
realismo moderado; o tro d e s d e la aparición del
realismo m oderado h a sta E sco to ; y el te rc e ro
desde E scoto h a sta e l ren acim ien to .

Primer periodo, desde Lanfranco hasta la


aparición del realismo moderado: en este perío-
TOMO Vm |g
— 274 -

do los elementos del ente «esencia e individua'


lid a d> se ofrecen, en su evolución histérico-doc­
trinal, indeterminados y vagos.

51 8 . En el p rim ero d e e s to s períodos halla­


m os la idea de los d o s elem en to s constitutivos del
e n te , esencia e in d iv id u a lid a d indeterm inados
y Vagos. La h erejía de B eren g ario , que partía de
la unidad indivisible del e n te , había hecho ver la
n e c esid ad d e o p o n erle u n a distinción en los cons­
titutiv o s de é s te . D istinción que s e limitó enton­
ce s a h acer su scep tib les los e n te s re a le s de ser
d esc o m p u e sto s en su b stan cia y accidentes, que
e ra cu an to b a stab a al flb jeto , o se a a la defensa
del dogm a eu carístico atacad o por B erengario.
3 1 9 . M as e s ta distinción de L anfranco, que
p or el m om ento pod ía sa tisfa c e r, lejos de consti­
tu ir una teo ría legítim a so b re la naturaleza del
e n te , Venía a ag rav ar las d ificultades, lo mismo en
el cam po filosófico, q u e en el o rden teológico. Si
la e s en cia, en e fecto , no tie n e en la realidad de
cada e n te o tra distin ció n que la d e los accidentes,
e s n ecesario concluir qu e los in d iyiduosson modi­
ficacio n es acc id e n ta le s d e u n a sola y com ún esen­
c ia, qu e e s la te s is p an teísta . Y si ella s e distin­
g u e en cad a e n te in d ep en d ien tem en te de los acci­
d e n te s , e s m e n ester, o d esco m p o n er en otros ele­
m en to s el e n te , o afirm ar que cad a esencia está
por sí m ism a individualizada en los e n tes, hacien­
do un a esen cia de cad a uno de ellos, lo cual lleva
a to d o s los in co n v en ien tes del realism o puro, o
del p uro nom inalism o, seg ú n cóm o s e considere.
— 275 —

520. En el o rd en teo ló g ico las c o n s e c u e n ­


cias son h arto m an ifiestas. C o n stituido el en te
por esen cia y accid en tes, y ap licando a la T rin i­
dad esta d o ctrin a, síg u ese: o que las p erso n as di­
vinas son accid en tes resp ec to d e una misma e s e n ­
cia; o, suprim iendo los a c c id e n te s en D ios, que la
misma e s en cia divina no s e halla en las tre s divi­
nas personas, sino qu e cad a p erso n a c o n stitu y e su
particular e se n c ia , o to d a la esen cia e s única
persona.
521. Una teo ría d el e n te asf en ten d id o , no
podía p rev alecer; y la d o ctrin a d e R oscelino puso
de manifiesto la n e c esid ad de a se n ta r so b re o tras
bases el dualism o in trín seco que se ideaba en todo
ente, y que, d ad as las trad icio n es filosóficas del
tiempo, debía b u sc a rs e en los d o s antiguos fa c to ­
res perip atético s materia y form a . La dificultad
estaba en h allar su equivalencia m etafísica, y tr a s ­
ladar su valor cosm o ló g ico , en la constitución de
los cuerpos, al o rd en o ntológico, en la c o n stitu ­
ción de la esen cia com unicable y del individuo in­
comunicable.
322. E sta fa se del p ro b lem a, filosófica y te o ­
lógica a la v ez, e s in iciada p or S . A nselm o al
reaccionar co n tra la d o ctrin a d e R oscelino, aunque
sin que llegase a e sta b le c e r una te s is bien defini­
da sobre el nexo in trín seco e n tre lo s 'd o s su p u e s­
tos factores, que se tra ta b a n d e eslab o n ar en la
unidad de todo en te. B ajo su influencia, el p ro b le­
ma déjase ver en to d a su g rav edad; y d e sd e e n ­
tonces se advierte q u e es n ecesario: o d ecid irse
por la com posición p u ram en te lógica en sentido
-2 7 6 —

n om in alista, lim itando la esen cia a cada ente; o


p o r una com posición en q u e la realid ad de la esen­
c ia so b rep u je la realid ad d e cada e n te , según la
te s is re a lista . S . A nselm o, que en principio no
quiere adm itir ninguno de eso s ex trem o s, de hecho
ac e p ta el seg u n d o al añadir a to d o en te, para ex­
plicar su s p ro p ied ad es individuales, una forma que
d e te r m in á n d o lo s no co n stitu ía su esencia, sino
que sim p lem en te la esp ecifica o individualiza.
A sí en ten d id a la n a tu raleza del e n te , la solu­
ción an selm la n a no era d e m ejo res condiciones
qu e la solución ro scelin ian a; y el dogm a de la Tri­
nidad, a u n q u e p o r p ro ced im ien to s opuestos, lo
m ism o d e sa p a re c ía en el seg u n d o caso , que en el
p rim ero .
323. L os n u evos e n sa y o s de Guillermo de
C h am p eau x , d e A b elard o y de B ernardo de Char­
tr e s , d e c u y a s d o ctrin as nos hem os ocupado (l).no
o frec ie ro n m ejo res g aran tías d e una solución le­
gítim a qu e lo s d e su s p re d e c e so re s; y la teoría de
lo s co n stitu tiv o s del en te c o n t in u ó oscilando entre
el nom inalism o y el realism o, se a con carácter
aristo télico o co n c a rá c te r p latónico, según las
o rie n ta c io n e s de las varias escu elas ya aludidas,
h a s ta el' advenim iento d e la fó rm ula media que se
c o n o c e p o r el nom bre d e realismo moderado.

(1>) E.) V. en e s te tom o: cap. 1, a . 6, nn, 122-126;


cap. 4, a . 4, nn. 297-302.
-2 7 7 —

A R T ÍC U L O II

Análisis y crítica del realism o moderado

El segando período en la evolución históri-


co'doctrinal del problema, abarca desde la
aparición del realismo moderado hasta Escoto:
sumaria exposición, origen y preponderancia
de este realismo.

324. S eg ú n e s ta e sp e c ie d e realism o el e n te
está constituido p o r una n a tu ra le z a singular, p ero
que ofrece fu n d am en to p ara q u e en el e n ten d i­
miento se elev e esa n atu raleza a la categoría de
universal. Lo universal, p ues, tiene fundam ento
real en lo singular p ara se r pred icado d e él, au n ­
que el en te sin g u lar no ten g a la n a tu ra le z a uni­
versal que el enten d im ien to p ercib e, y que sólo
en el entendim iento ex iste . El e n te o frec e al en­
tendimiento la materia , q u e es su pro p io se r,
para constituir lo universal; y el en ten d im ien to le
da la forma d e univ ersalid ad con que nos r e p re ­
sentamos los e n te s d e una m ism a n atu raleza, por
abstracción de la individualidad que a cada uno
pertenece.
325. Tal e s fun d am en talm ente la teoría m e­
dia, que vino a su stitu ir a la s d os ex trem as del n o ­
minalismo y realism o; y q u e, m erced a S a n to T o ­
más y a la escuela to m ista, adq u irió gran p re p o n ­
derancia. La teo ría, sin em b arg o , no e s original
de-Santo T om ás, ni d e su escu ela, aunque e so se
-2 7 8 -

haya afirm ado; co rre sp o n d e su ap arició n a últimos


del siglo XII, si bien no p u ed e d eterm in arse quien
f u e s e su au to r ( 1).
El realismo moderado, más bien que ana
teoría de los constitutivos ontológicos del «ser»,
lo es de la elaboración psicológica del conocer.
326. M as e s ta teo rfa, tal cóm o aparece en
sí, no b asta p a ra d arn o s la n atu raleza real del
en te; y e s m ás bien una teo ría d e la elaboración
p sico ló g ica del co n o cer, qu e una teo ría de los
co n stitu tiv o s o n to ló g ico s del se r. Lo que h&y que
d eterm in ar, es cuál se a el fundamento real de la
universalid ad in telectu al y re p re se n ta tiv a que sale
del e n te sin g u lar, y so b re lo sin g u lar vuelve a re­
c a e r. L a teo rfa del s e r, en e fe c to , no ha de deri­
v a rse de la teo ría del co n o cer, sino a la inversa,
la del c o n o c e r ha de fu n d arse en la del se r.
327- A hora bien, el realism o m oderado su­
p o n e com o fundam ento d e universalidad la esen­
cia, qu e en cu an to individualizada constituye el
ente, y m ed ian te la o p e ra c ió n precisiva délaabs-:
tracció n co n v iértese en univ ersal predicable de;

(1) V. el tr a ta d o De ¡nieUectibus incluido por Cousin j


e n las Ouvres inédits d ’Abctard, donde y a e stá delineado,
el realism o m oderado. P e ro dicho tra ta d o no es trabajo Jt;
A b ela rd o , au n q ue C ousin s e lo atrib u y a , como no loe)
tam p o co el Líber de generibus et spcciebns, que incluí*
tam b ién e n tre las o b ras de A belardo, siquiera este escrito
rep ro d u z c a su d o ctrin a. El Metalogícus de Ju an de Salis-
b u ry fo rm u la ta n decididam ente la te sis dei realismo n®1
d erad o , como los que más ta rd e la co n v ierten en teoríad*
e scu ela.
—2 7 9 -

los singulares. M as ¿cóm o se p ru eb a que la esen­


cia no e s y a por sí m ism a una ab stracc ió n en el
ente singular? P o rq u e si e s algo real que n e c e sita
de un elem en to d e individuación distin to de ia
misma e se n c ia , no p u e d e s e r é s ta en si m ism a in­
dividualizada, y p o r co n sig u ie n te aún co n sid e ra ­
da ia esen cia cóm o tal e n cad a e n te singular e s un
puro u n iversal; lo qu e equivale a se n ta r la d o ctri­
na del realism o ex ag erad o . S i la esen cia no e s
nada real distin to del principio d e individuación, y
se identifica con ella, d esd e el m om ento en que
se prescinde d e la individuación para co n stitu ir el
universal, s e p rescin d e de la e s en cia, y queda
todo reducido a un p u ro nom inalism o.
Es decir, q u e el fundamento real d e la uni­
versalidad d e s a p a re c e , lo m ism o en uno que en
otro caso.

En el realismo moderado, la teoría de la in­


dividuación fúndase en la doctrina de ¡.materia
y forma»;pero estos elementos, ni en su aspec­
to abstracto, ni cómo constitutivos primarios de
la entidad física , pueden resolver el problema
de la individuación, ora se haga de la form a
factor individuante, ora se adjudique esta fun­
ción a la materia, ya en s i misma, ya en cuan­
to existe <-signata quantitate», que es la solu­
ción más recibida en la escolástica, especial­
mente entre los tomistas.
328. A dem ás d e e sto , la teo ría d e la indivi­
duación en el realism o m o d erad o s e fundó en la
doctrina d e la materia y form a, q u e fu é b a s e
-2 8 0 —
igualm ente d e las dem ás solu cio nes del problema
d e los u n iv ersales en la E dad M edia. Y la materia
y form a (cuyo estu d io reserv am o s p ara o tro lugar)
e s e ! P ro te o m edioeval, que por sí sólo constituye
un p erp etu o problem a.
32 9 . La materia prim a , en efecto, conside­
rada com o una realid ad en titativ a (a la m anera de
materia caótica, com o la concibe A lcuino, o de
la materia atómica d e G . d e C o rc h e s), y reci­
biendo p o r co n sig u ien te una forma accidental,
no podía reso lv er co sa alg u n a en la cuestión de la
individuación, q u e y a su p o n e co n stitu id a en esa
materia elementa!. D íg ase lo m ism o del concep­
to de materia y forma, an álo go al precedente
q u e so stien e R ábano M auro y que aún a p arece en
G ilb erto d e P o iré .
330- La materia y form a com o elem entos
a b stra c to s que resp o n d en a ía fase platónica del
sistem a a risto télico , según h em os indicado en olro
lugar ( 1), no p u ed e reso lv er, tam poco el proble­
m a de la individuación que e s problem a de realh
dad; antes bien su p o n ien d o é s ta en la cosa, ex­
plica únicam ente, la creació n ideal de los univer­
sa les, al m odo que los co n cebía Roscelino, y
d esp u és d e él los d em ás c o n cep tu alistas y nomi­
n a lista s.
3 3 1 . La materia y forma com o constitutivos
p rim a rio s d e la en tid ad física, pero sin subordina­
ción de p ro p ied ad es en la producción de la enti­
dad, no pueden co n d u cir nunca a la individuación;

(1) E.) V. en e s te tom o, cap. 4, a. 5, rm. 283-288.


— 281 —

porque d ichos elem en to s no pueden producir u n a


limitación en titativ a q u e ello s no tien en , siendo
como son, p o r su co n cep to , ind eterm inados.
352. La materia y la forma, haciendo a la
materia principio d e u n iversalidad, co n v ierten
todas las e n tid a d e s d o n d e h ay a materia prima en
una sola esencia, cuyo d istintivo e s el se r univer­
sal al modo esco lástico ; y por c o n sig u ie n te co n ­
ducen a la unidad p an teísta , com o a p arece en la
concepción n eo p lató n ica, y com o tam bién s e re ­
vela en el realism o d e A b elard o, que funda su
doctrina so b re los u n iv ersales en et modo m encio­
nado de in te rp re ta r la materia. La forma, en e s ta
hipótesis, no p u ed e se r principio.de individuación,
sino en cuanto e x p re sa m odificaciones o fenóm e­
nos accidentales de la realid ad substancial única.
333. La materia y la form a, haciendo d e la
forma principio de u n iversalidad determ in ad o i n - '
dividualmente por la materia, exige en é sta a su
vez una determ in ació n previa e independiente d e
la forma; p o rq u e de Id c o n tra rio , la materia e s
tan incapaz d e co n stitu ir la sin g u laridad individual
como la m ism a forma. E s ta d eterm inación n o
puede venirle d e p a rte alg u n a; no de la co sa, por­
que aún no ex iste; no d e la forma, p o rq u e tie n e
que preceder a eila y d eterm in arla. R e sta tan sólo,
que exista en la m ism a materia com o tal; p ero en
este caso la materia prima sin la forma tien e y a
su individuación, y por co n sig u ie n te la indivi­
duación e s in d ep en d ien te d e la m ateria y form a
de que se tra ta . Ni s e ex p lica tam p o co cóm o u n a
misma m ateria prim a, sin la individuación intrín­
-2 8 2 -

se c a al se r y ajen a a! sistem a d e m ateria y forma,


p ued a co nstituir individuos d iversos; porque decir
q u e lo s individuos s e d istinguen en la especie por
la m ateria, y afirm ar al m ism o tiem po que la ma­
teria no s e d istin g u e en los individuos, e s una evi­
d e n te co n trad icció n .
5 5 4 . E sta, sin em b arg o , e s la solución que
prev aleció en la e sc o lá stic a , especialm ente en la
e sc u e la to m ista; S an to T o m ás deriva la individua­
ció n de la m ateria signata quantitate. Q ue pueda
se r una m ateria «sig n ata quantitate» con anterio­
ridad a la forma substancial, ni lo explicó con
p recisió n S a n to T o m á s, ni su s discípulos convi­
n iero n en in terp retarlo , originando controversias
d e las c u a le s h ab larem o s en o tro lugar.
N o tem o s so la m e n te aquí, que no se concibe
n ad a signaia quantitate sin qu e ten g a y a una in­
dividuación cuanta; la cual no p u ed e proceder, ni
d e la m ateria, ni d e la can tid ad . Por otra parte,
sie n d o la m ateria un principio esencial, es siem­
p re un principio especificó; p u e s la esencia es de
la e s p e c ie , y p or lo tan to no p u ede se r principio
individuante ni con can tid ad ni sin ella. Lo que
p e rte n e c e a la e se n c ia e s n ecesariam en te partici­
p a r e , y p o r lo m ism o no individual, respecto de
Jos s e re s d e la m ism a esp ecie.

La misma teoría, que en el mundo sensible


a l cual la lim itó Aristóteles, no- resuelve el pro­
blema de la individuación, en el orden teológi­
co, al cual la aplicó también la escolástica,
ofrece no menores dificultades: indicación de
— 283 —
algunas de éstas en cuanto a la individuación
de los ángeles y del alma humana separada del
cuerpo: oscilaciones y contradicciones doctri■
nales consiguientes a la aplicación de la teoría
de <materia y form a » al compuesto humano.

335. La m ateria y form a, pues, e stá n muy


lejos d e g aran tir la individualidad d e los e n te s en
el m undo sen sib le, a qu e d ire c ta m e n te se re fie ­
re la teo ría, y al cual la lim itó A ristó teles. P ero la
aplicación teo ló g ica q u e h ace d e ella la e sc o lá sti­
ca, no o frec e m en o res dificu ltad es.
336. La d o ctrin a, en efecto , de la m ateria y
forma no ap licán d o se al m undo de los esp íritu s,
no podía d a r la individuación en dicho o rd en . D e
ahí la n ecesid ad d e so s te n e r q u e los ángeles no
pueden m u ltiplicarse en cad a esp ecie, sino que
cada individuo angélico e s d e una e s p e c ie diversa
de los dem ás. T e s is p o co g ra ta aún en el si­
glo XIII en que la fo rm u ló S a n to T o m á s, y q u e se
cuenta en tre la s co n d e n a d a s en tiem po d e Ju a n XXI
en la U niversidad d e P arís (1).
De ahí ad em ás, y com o co n secu en cia, la n e­
cesidad d e alterar, o d e suprim ir la teo ría, cuando
se trata d e los esp íritu s, d o n d e el universal se
hace individuo, o el individuo se h ace un universal.

(1) E rro r 96: «Q uod D eus non p o le st m ultiplicare indi­


vidua sub lina sp ecie sin e m ateria». E sta proposición, sin
embargo, com o o tra s que s e en c u en tran en S a n to T om ás,
y alguna agustiniana, incluidas en aquella condenación, no
lo fueron sino en cu an to pudieran fa v o re c e r el averroism o,
o procediesen de él.
— 284 —
357. S í e n tre lo s teó lo g o s era desechada la
te sis q u e n egaba la pluralidad de individuos en
cada e sp e c ie an g élica, com o ilegítim a y gratui­
ta ( 1); no fué re p u tad a de m enor inexactitud la
afirm ación, d e q u e la intelig en cia hum ana al se­
p a ra rse el alm a del cu erp o q u ed aba naturalm ente
ro d ead a de tin ieb las ( 2), co n secu en cia de haber
d e sap arecid o la individuación al d e ja r el alm a, o la
form a, su elem en to co rp ó reo , que in teg rab a el indi­
viduo hum ano p ara el co n o cer com o para el
o b rar.
T a le s c o n cep to s in acep tab les en sf, lo son es­
p ecialm en te cu an d o s e tiene en cuenta que, redu­
cida el alm a a form a del individuo, una vez des­
a p a re c id o é s te , no e s m ás lógico d e c la ra r la inte­
ligencia in cap az de co n o cer, que red u cir a la nada
el alm a m ism a, com o a la nada se reduce la for­
ma d e cu alq u ier materia cu an d o de ella se sepa­
ra. Si el alm a se p a ra d a no p u ed e naturalmente
o b rar, tam p o co n atu ralm en te p u ed e conservar la
ex iste n cia, p u esto q u e, com o decían los mismos
esc o lá stic o s, anamqaodque est propter opera-
tionem. Y si las formas, incluso el alm a humana,
no vienen a ex istir sino con su materia corres*
p o n d ien te, y p o r razó n d e élla, e s lógico concluir
que habrá d e d e s a p a re c e r de la existencia tam­

i l ) E.) V. tom . IV, cap. 2, nn. 62-60.


(2) Eb cu rio so c|ue Rosmini, a p e s a r de su ontologismo
p la to n iz an te, Venga a p a ra r o la misma d o c trin a de los alu­
did o s aristo télico s, sosteniendo en la Teodicea que el alma
se p a ra d a q u ed a privada de vida in tele ctu al, y en un «sta to d i
te n e b re , di p erp etu o somno» (Rosmini Proposit., Prop.25).
-2 8 5 -
bíén cu an d o la m ateria propia deje d e se rlo , a la
manera d e to d a s las d em ás form as.
558. P o r e s o A ristó teles, aún en los p asajes
en que p a re c e adm itir la inm ortalidad del alm a, y
se refiere a la m ateria y form a, d e ningún modo
habla de e s a inm o rtalid ad como co n secu en cia ló­
gica d e su doctrin a, sin o que invoca una excep­
ción posible en favor de la forma intelectiva ( 1).
339. A quí son d e n o tar las o scilacio n es, y
aún co n trad iccio n es d o ctrin ales, que ocasiona la

(1) A sí De Anima, 1. II, c. 2, ad v ierte que aunque la


naturaleza del en tendim iento no e s tá d eterm in ad a —oüSsv
icm (pavEpáv— parece que éste, y fio la p a rte sensible, podrá
separe rae de la m ateria. "Eoixe YévoJ ^epov eíva'., y.al
t o B t o (ió v o v évSéyéxttt. En \osMetafis.,I. XII, al.X I,
c. III. uotando la diferencia e n tre ca u sa m o triz y ca u sa for­
mal, dice que m ientras la p rim era preexiste al efec to , la
segunda com ienza con la cosa de que es form a. P e ro , sin
embargo, alguna form a puede c o n tin u ar existiendo después
de corrom pida la su b stan cia, por ej.. el alma racional, aun­
que no toda, sino acaso sólo la p a rte que es entendim iento.
’ Eíi ’ Bvioov yáp ooSév jmoXísi, oíov et í¡ xcioOxov, ¡ii] n i c a
aW.M ¿ v j3 { •jiSoav yáp dS'jvaxov taet){.
La razón, pues, de su c o n jetu ra no está en que el alma
haya sido forma, sino en vo3;, m ente, o entidad superior;
su teo ría de form a y m a teria le hubiera llevado, por el
contrario, a so ste n e r la total d esaparición de aquélla. P o r
esc A lberto M agno, S a n to T om ás, Egidio Rom ano y todos
los p o sterio res que atrib u y en a A ristó te les la d o ctrin a de
la inm ortalidad del alm a, e s tá n lejos d e p e n sa r q ue p u ed a
deducirse la opinión del E s ta g irita del s e r del alma en
cuanto forma; antea com o forma e s una excepción su p e r­
manencia fu era d e la m ateria.
P or lo demás es h a rto discutido el pensam iento d e A ris­
tóteles acerca de la inm ortalidad del alm a; y en S a n to To-
— 286 —

teo ría d e Ja materia y forma aplicada al com­


p u e sto hum an o . P o rq u e , d e una p a rte e s necesa­
rio s o s te n e r la unidad de substancia en el hom­
b re com o re su lta n te d e d o s elem en to s incomple­
to s en o rd en d e e sp e c ie , alm a y cu erp o , que por
naturaleza se exigen p a ra o b rar, y s e completan
a la m an era d e to d a materia y form a . Y de otra
p arte, al d efen d er la su pervivencia de! alm a sepa­
ra d a del cu erp o , hay qu e afirm ar que el alma no
n ecesita p ara s e r co n scien te, p ara o b ra r, sufrir o
g o zar, h allarse unida al cu erp o , lo cual equivale
a d e c la ra r qu e el alm a por naturaleza no depen-

m ás, q ue ta n to lo defiende en e s te p u n to , o fréce se muchas


v ec es la p articu larid ad de que los argum entos en contra
d e la inm o rtalidad q ue tiene que c o n te s ta r, son razona­
m ientos to m ad o s del mismo A ristó te le s, au nque no lo nom­
b re , ni a él h ag a refere n cia alguna. En g en e ra l ios escri­
to re s g rie g o s niegan que A ristó te les, a p e sa r de algunas
afirm acio n es que pueden te n e r o tro sentido, h a y a admitido
la in m ortalidad del alm a. T al e s el p a re c e r de Alej. de
A fro d isia, y de P lu ta rc o , P lo tin o y P o r f i r io , al decir de
G usebio de C e s á re a . Lo mismo p en saro n S an J ustino, Orí­
genes, T e o d o re to , el N iseno y e! N acianceno, en tre otros.
L os esco lástico s de m ás nom bre (si s e exceptúan Escoto y
C a y e ta n o ) reac cio n a ro n en sentido c o n tra rio ; y cuando
P om ponazio so stu v o en el s. XVI que A ristó te les, segíi
sus principios, negó la inm ortalidad del alm a, no pocos se
le v an taro n c o n tra él, h a sta el pu n to d e que el C ard. Bembo
s aliese a su d e fe n sa a n te L eón X . Sin duda que Aristóteles
no adm ite que el principio form al del hom bre esté total­
m ente lim itado al s e r hum ano; p ero la inm ortalidad en el
sen tid o c ristia n o de la expresión creem os no la sostuvo ni
la im aginó A ris tó te le s jam ás, sin que h ay a p ru eb a alguna
c o n c lu y en te en co n trario .
-2 8 7 -

de en su s e r ni en su o b rar del cu erp o que in­


forma.
D esde el prim er punto d e Vista se h ace al c u e r­
po, no sólo in stru m en to , sino co p artícip e su b s­
tancial d e los a c to s del alm a; y la solidaridad:
suprema y a b so lu ta q u e h ace no haya m ás que
una sola conciencia, un solo yo, trá te s e de a cto s
anímicos, tr á te s e d e a c to s co rp ó re o s, e s resu ltan ­
te de una m ateria y form a cuyo e n la c e e s la m is­
mísima entidad p roducida.
D esde el seg u n d o punto de v ista, los m ism os
que suscriben la te s is a n te rio r, afirm an qu e el
alma sep arad a del cu erp o , p or su propia natura­
leza (sin intervención m ilag ro sa) tie n e plena co n ­
ciencia de sí m ism a, y p o se e su yo con acció n
propia, capaz d e e n te n d e r y q u erer, d e tal m odo
que su unión con el c u erp o m ás p a re c e servirle
delimitación o p erativ a y d e ap risio n am ien to , a la
manera platónica, q u e d e natu ral y su b stan cial
complemento para el se r y el obrar.
340. Así S an to T o m á s so stie n e en principio
la unidad substan cial del esp fritu y d e la m ateria,
con toda la fu erza d e quien Ve ah í el e n la c e d e la
materia y form a, y e n s e ñ a que el e n ten d er no es
del entendim iento sino del co m p u esto , porque
no decimos que el en te n d e r del piloto se a e n te n ­
der del todo que re su lta d e n av e y piloto, sino sólo
de éste; y d e igual m odo (si el alm a racional y el
cuerpo no son una su b stan cia), e n te n d e r, no se rá
seto de S ó crates, sino d el en ten d im ien to solo que
usa del cuerpo de S ó c ra te s. (< D e unit. intellect,
centra A verroistas»).
— 288 —

5 4 1 . Y sin em bargo d e e s o , y de decir que


e l e s ta d o d e se p ara ció n e s contra naturam
{I, q. 118, a. 3), al tra ta r del alm a en cuanto capaz
de sobrevivir al c u erp o , la h ace comparable en
s u s o p eracio n es a los e sp íritu s angélicos, y le da
la plen itu d del s e r y del o b ra r, cual si no hubiese
e s ta d o d estin a d a a fo rm ar un se r substancial con
el cu erp o , y halla qu e para n ad a necesita el alma
del co m p u esto en ord en a su propio yo y al enten­
der y q u e re r d e s p u é s d e la m u erte, toda vez que
«el cu erp o no e s d e e s en cia del alm a». Cierta­
m e n te que si el no se r d e e s en cia el cuerpo basta
al alm a p ara que no lo n ecesite en sus operacio­
n es, e s o m ism o d eb e a c o n te c e r du ran te la vida,
pu es tam p o co e n to n c e s e s ni puede se r el cuerpo
d e e sen cia del alm a; con lo cual desaparecería la
un id ad del co m p u esto hum ano.
5 4 2 . C o m o se ve, h ay aquí dos opuestas ten­
d e n cias, una la qu e reclam a el aristotelism o con
su m ateria y form a, y o tra la que resulta del pla­
tonism o a c e rc a d e la unión del com puesto huma­
no , so ste n id a p o r la escu ela agustiniana.
E sta m ism a co n trad icció n doctrinal se revela
e n S an to T o m á s cu an d o , d e una parte sostiene
que el alm a, com o form a substancial del cuerpo,
no p u ed e e n te n d e r sino «per conversionem ad
p h an tasm ata» , y req u iere n ecesariam ente, durante
su unión a la m ateria, la cooperación de ésta; y
d e o tra p a rte , d e c la rá n d o se p latonizante ( 1), cnse-

(1) O tro p unto en que al tr a ta r del alma se revela cla­


ram en te la influencia platónica en los aristotélicos yen
-2 8 9 -
ña que cuanto más et alma se aísla del cuerpo,
tanto más se hace capaz de]acfos intelectuales,
concluyendo d e ahí que la m u erte no e s indicio d e
la aniquilación del esp íritu . (C o n tr. G e n t. II, 79).
343. O tro in co n v en ien te q u e en el m ism o
orden de co sas tr a e la te o ría d e la individuación
por la materia y forma, es la individuación m is­
ma del alm a se p a ra d a del cu erp o . P o rq u e si la in­
dividuación hum ana re su lta de la m ateria y for­
ma, el alm a s e p a ra d a , qu e no tien e m a te ria , o
está privada d e individualidad, y por co nsiguiente
de existencia, o tien e la individualidad p ropia de
los espíritus p u ro s, lo cual h a c e que el alm a cam ­
bie de n atu raleza, y a porque, seg ún su propia na-,
turaleza. su individuación propia e stá en el c u erp o
para que fué c re a d a , ya p o rq u e se ría m e n e ste r
que cada alm a se p a ra d a c o n stitu y e se una e sp e c ie
distinta, como a c o n te c e a los á n g eles, en la teo ría
de que n os o cu p am o s.
344. Pero S a n to T o m á s halla un?m edio, si no
sólido, ingenioso p ara salir de e s e g én ero de difi-

Santo Tom ás, es en lo re fe re n te a la espiritualidad. A p e­


sar, en efecto, de la te o ría de materia y forma y de la u n i­
dad substancial del com puesto, lo s arg u m en to s p a ra p ro b ar
la espiritualidad aním ica tóm enlos p refe re n te m e n te de la
independencia de op erac io n es del alm a re sp e c to d e la ma­
teria. El alma es inm aterial, no sólo en el entendim iento
(a la m anera que en señ a A ristó te les), o en alguna de sus
demás facultades, sino en sí misma y en su ser substancial;
de ahí que su obrar haya de s e r tam bién substancialm ente
independiente d e la m ateria, y s e re c u e rd e la doctrina de
Platón y d e S an A gustín s o b re la independencia e n tre el
alma y el cuerpo.
tom o vu ig
— 290 -

cu ltad es sin ab an d o n ar su aristo telism o sobre ma­


te ria y form a. A] efecto , dice que el alm a separa­
da no e s individualizada p o r eí cu erp o ausente,
m as lo es por la relación ideal que conserva con el
cu erp o del cual s e ha se p a ra d o .
545. E v id en tem en te e s é ste un recurso de
n ecesid ad , reñ id o con la lógica d e su s principios
m e ta físlc o s y d e los principios aristo télico s. Pero
llev a co n sig o adem ás co n secu en cias de importan­
cia. P o rq u e sí una relación ideal puede bastar
p a ra una individuación real en el alm a separada,
e s indudable que e s a m ism a relación ideal puede
b a s ta r p ara q u e c o n stitu y a la individualidad huma­
na cuan d o e s tá en el c u erp o , au n q u e cuerpo y
alm a no ten g an e n tre sí unión m ás íntim a que la
que ex iste e n tre el piloto y la nave, o en tre el ca­
ballo y el jin e te , co n detrim en to m anifiesto de la
h um ana p erso n alid ad .
P o r o tra p a rte , si to d a n a tu raleza que existe en
acto ex ig e p or condición in trín seca individuación
en acto, el alm a qu e en esa h ip ó tesis sólo tiene
individuación en p o ten cie, no habrá de existir
ta m p o co sino en p o ten cia, con lo cual de su sepa­
ració n del cu erp o se seg u iría su natural desapa­
rición.
346- A dem ás de e s to , la d o ctrin a de Santo
T o m á s so b re el hum ano co n o cer e stá en abierta
oposición con aq u ella individuación ideal del alma
se p a ra d a . P o rq u e si la inteligencia, según Santo
T o m á s, e s una sim ple p o sibilidad, i n c a p a z deco-
n o cer nada en ac to sin se r actu alizada por la es­
pecie impresa} d o n d e no ex iste esp ecie impresa,
- 291 —
como en la dicha relación ideal, no cab e tam poco
acto de co n o cer. D e ahí el estad o d e oscuridad
intelectual del alm a se p a ra d a , a que a n tes n o s r e ­
feríamos, afirm ado por algunos.
547. C ie rto qu e S a n to T o m á s acude a e s te
reparo, diciendo qu e el alm a h um ana no puede
naturalm ente co n o cer de un m odo preciso las
cosas una vez se p a ra d a del cu erpo; pero que las
conoce so b ren atu ralm en te. M as, si el obrar sigue
al modo d e se r, y el m odo d e ob rar ei alm a se p a ­
rada está fu era d e su n atu raleza, su m odo d e ser
también lo e s tá , y p o r lo ta n to su individuación
ideal resp ecto del cu erp o ab an d o nado e s p e rfe c ta ­
mente inútil.
Se ve, p u es, que la individuación seg ú n los
principios aristo télico s d ista m ucho de sa tifacer
las exigencias del do g m a. P o r lo d em ás, en o tro
lugar habrem os d e h ablar de las evoluciones de
esta cuestión, y d e lo q u e r e p re se n ta científica­
mente la teoría to m ista, com o o tras de índole
análoga.

Si hubiese de ser aplicado al dogma de la


SS. Trinidads el realismo moderado vendría a
ofrecer inconvenientes análogos a los del realis­
mo puro y a los del nominalismo: tampoco es
aceptable el realismo moderado en el orden de
aplicaciones a la naturaleza y atributos d i­
vinos.

348. A dem ás d e e s to , hay q u e n o tar q u e el


realismo m oderado, si h u b iese d e s e r aplicado a
las divinas p erso n as, v en d ría a o fre c e r análogos
- 292 -

in co n v en ien tes a ios del realism o y nominalismo.


E l dogm a d e la T rin id ad , que d eterm inó el desarro­
llo y las c o n tro v e rsia s m edioevales del problema
d e los u n iv ersales, e s tá fu era del realism o mode­
rad o com o de los sistem as que le precedieron, y
no p u e d e se rle ap licad o sin incurrir en los errores
co m u n es a lo s dem ás sistem as. P orque: o la esen­
cia divina en la T rin id ad s e dice com ún en el mis­
m o sen tid o en q u e e s com ún la naturaleza huma­
na a d istin tas p erso n as; o se dice peculiar de cada
p e rso n a divina, de su e rte qu e sólo sea común, en
cu an to e s idéntica en tas tre s divinas personas.
Lo prim ero, es un triteísm o puro, en el cual la
u nidad real y su b stan cial d e las tre s personas di­
vinas se co n v ertiría en unidad lógica, como la
q u e e x is te e n tre un hom bre y otro hombre en la
e sp ecie h u m an a, la Cual unidad no sólo no impide,
sino q u e su p o n e esencias realm en te distintas.
Lo se g u n d o , e s incom patible con el realismo
m oderad o ; o m ejor, es la n egación de la base fun­
d am en tal d e to d o realism o, a no se r que se su­
prim a ia distin ció n real d e las p erso n as en Dios,
y se co n v iertan en m odalidades de una entidad
p erso n al o im persona!, rom piendo en absoluto
con el d ogm atism o cristian o , y reproduciendo el
e rro r d e A belardo.
349. D e s d e el punto d e vista, pues, del dog­
m a d e la T rin id ad , la nueva fo rm a de realismo no
resolv ía co sa alg u n a. Y en orden a la misma na­
turaleza-d iv in a y a los divinos atributos tampoco
a p a re c ía acep tab le. P o rq u e convertido el ser de
D io s, seg ú n la te o ría d e la m ateria y forma, en
— 293 —
forma pura, que equivale a trad u cir el s e r de un
ente real c o n c re ta por el se r indistinto e incapaz
de ningún g én e ro d e div isió n del co n cep to uni­
versal, ni aún cab e adm itir distinción virtual e n tre
la naturaleza divina y su s atrib u tos; com o no c a b e
distinción virtual, o con fundam ento in re, en la
forma o idea ab stra c ta d e la bondad en sí, por
ejemplo, para h allar en élla la equivalencia d e
otra forma o idea a b s tra c ta com o la d e la omni­
potencia en sí.
Pueden d a rse , sin duda, e n te s que participen
de bondad, y por eso se an buenos, q u e participen
de sabiduría, y por eso sean sabios, e tc .; pero
que sean la misma bondad y la sabiduría misma
en una forma única, es ta n co n tradictorio, cóm o
que las id eas d e sa b id u ría y bondad s e identi­
fiquen.
350. Una idea jam ás se rá o tra id e a , ni una
forma otra forma;_y si D ios só lo a ñ a d e a la forma
el ser real o ex istir com o forma pura, su entidad
no tiene equivalencias v irtu ales; o e s la realid ad
de todas las form as, lo cual es adm itir distinción
real de cu alidades en D io s, cap az d e llevar al pan ­
teísmo, o e s la realid ad d e una form a q u e excluye
las dem ás, y tie n e una sig n ificación, si bien infi­
nita, rígidam ente ú n ica e infinitam ente intraducibie
por ninguna de las form as fin itas, ni por consi­
guiente por las id eas con que é s ta s se re p re ­
sentan.
551. P or eso e n tre los an tig u o s e sc o lá stic o s -
no fué conocida la d istinción virtual aplicada a
Dios. D isputábase ta n só lo , si e ra distinción real o
-2 9 4 —

nom inal, po rq u e sólo eso s ex trem o s son lógicos


en la teo rfa d e las formas. El advenim iento de la
distinción form al d e E sco to pro dujo la distinción
Virtual, d e q u e h ab rem o s d e hab lar adelante.
3 5 2 . E n el fo n d o !a d o ctrin a de formas pa•
ras, y sin m ateria com o co m plem ento substan­
cial, tien e m ás del elem en to p latónico, que del
a risto télico , sin c o rre sp o n d e r ni a uno ni al otro
siste m a , p o r cu an to el dualism o d e constitutivos
in trín seco s del se r que aquí se suprim e, es carac­
te rístic o y esen cial a ia d o ctrin a de ambas es­
c u e la s . D e aq u í es, que cuan d o s e dice de los án­
g e le s q u e son forma sin m ateria, y de Dios que
e s u n a forma infinita, no se co nserva sino el
nom bre d e una d o ctrin a que en realidad se supri­
m e, sin que se a su stitu id a por ninguna otra deter­
m inada; y d e ahí tam bién que en la evolución
doctrinal d e la teo ría del E n te infinito, en la teo­
logía esc o lá stic o -a risto té lic a se d e je sentir ora la
influencia d e A ristó te le s ora la de Platón, según
los p ro b lem as d e q u e se tra te , sin que se repare
en lo a n titético y co n trad icto rio de los procedi­
m ien to s, seg ú n o p o rtu n am en te notarem os.
Sumaria indicación de los puntos vulnera­
bles de la teoría del realismo moderado acerca
de los constitutivos.del ente en sí, y en las con-
siguientes aplicaciones teológicas.
3 5 3 . R esu m ien d o , p u es, los puntos vulnera­
b les de la teo ría del se r c o n stitu id o según el rea­
lism o m oderado, y ap licad a s u doctrina al orden
teo ló g ico , re d ú c e n s e a los sig u ientes:
— 295 -

1.° Incapacidad intrínseca de la esencia para


ser singular por determinación individuante, si por
su naturaleza es universal; e incapacidad intrín­
seca de ser universal y predicable realm ente de
muchos, si por su naturaleza es singular.
2.° Incapacidad de la materia y forma para
constituir por su unión y a un mismo tiempo el
individuo y la esencia, siem pre que, según los
principios aristotélicos, el primero se oponga a la
segunda como lo singular a lo universal.
3.° Incapacidad de la materia prima en sí
considerada, ya sea signata qaantitate, ya desti­
tuida de ella, para producir la individuación di­
versa de los seres, siendo ella una misma en
todos.
4.° Incapacidad de la teoría, aplicada al or­
den de los espíritus, para explicar la individua­
ción, ya sea la de los ángeles, ya la del alma hu­
mana separada del cuerpo, por falta de la mate­
ria prima individuante.
5.° Incapacidad de la misma teoría por el
carácter de la form a, para ser, ni aún aislada de
la materia, de aplicación a la Divinidad, no sólo
en cuanto es Dios trino, sino en cuanto Ente.
— 296 —

ARTÍCULO III

V ariantes que sin abandonar tos cauces peripatéticos,


. introdujo Escoto en la teoría del ente: Ventajas e in­
convenientes de toles Variantes.

Para obviar los inconvenientes señalados en


el articulo precedente sin dejar los comunes
cauces peripatéticos, era necesaria una trans­
formación del carácter de los universales y de
la materia y forma: no es difícil hallar las va­
riantes que responden a tales pantos en la doc-
trina de Escoto, sin que por ello sus conclusio­
nes dejen de ser incontestables.
3 54. A hora bien; p ara q u e pudiesen desapa­
re c e r los in co n v en ien tes d e la teoría mencionada
sin d ejar los c au ce s com unes peripatéticos, era
m e n e s te r u n a tran sfo rm ació n d o n d e p o r lo menos
cam b iase el c a rá c te r d e los universales y el de la
materia y forma, cen tro d e la d octrina que aca­
bam os d e ex p o n er. Y e s to e s ju stam en te lo que
in ten tó re a liz a r D uns E sc o to , y procuró, a su
m anera, co n so lid ar la escu ela esco tista.
3 5 5 . No e s difícil, en efecto , hallar en Es­
coto las V ariantes q u e re s p o n d e r a lo s puntos que
hem o s se ñ alad o com o d eficien tes en la teoría an­
te rio r, siq u iera las so lu cio n es e sc o tista s estén a
su Vez lejos de se r in c o n te sta b le s.
Escoto, siguiendo decididamente a Ibn Ga-
birol, da carácter universal a la materia; y dis­
tinguiendo tres grados de la misma, el que de-
— 297 -

nomina materia aprimo prima*, carente de


cantidad y propiedades, lo hace elemento cons­
titutivo de todos los seres creados, incluso lo s
angélicos y espirituales: así todo ser creado
constituido por materia y forma, da un tipo de
esencia real que en s í ni es universal ni indivi­
dual; sino que la realidad en el orden de la na­
turaleza la individualiza, y. es universal en
cuanto abstracción de lo singular realizada p o r
el entendimiento: de este tránsito del ser de la
esencia al ser del individuo, proviene la esco-
tíslica «-distinctio form alis a parte reí*.
356. C o m ien za E sco to p o r adm itir la teorfa
de la materia y forma com o elem en to s e s e n c ia ­
les de los se re s; p ero lejo s d e lim itar la materia
al mundo se n sib le, seg ú n la in terp retació n a risto ­
télica aceptada p o r S an to T o m ás, le d a c a rá c te r
universal,. y la ex tie n d e a to d o s los s e re s de la
creación. E s, com o hem o s dicho a trá s (1), la te s is
de Ibn G abirol, a quien decid id am ente sigue Es~
coto, elevada y d ep u rad a en cuanto lo exigen los
límites del dogm a.
Asi, uniendo en un cen tro com ún to d o s los s e ­
res finitos, cu alq u iera q u e se a su categ o ría, lle­
vaba d esd e luego un a m ism a solución d e los pro­
blemas que s e relacio n an con la m ateria y form a,
al mundo de los esp íritu s y al d e lo s cu erp o s.
Pero esta fund am en tal m odificación, exigía
otro com plem ento in d isp en sab le, so p en a d e Iden­
tificar la n atu raleza de los cu erp o s y d e los esp í-

0) E.) V. en el p reced . cap. 1IÍ, a rtic . 4.°, n. 242.


— 298 —
ritu s; y e s la d e la noción d e la materia. D e los tres
g rad o s de materia q u e d istin g u e E sc o to , sólo uno
e s com ún a to d o s los se re s; la m ateria primo pri­
ma, sin cu an tid ad ni p ro p ied ad es, elem ento Inde­
term inado, que sin em bargo tien e su realidad en la
co n stitu ció n d e los s e re s esp iritu ales y corpóreos.
3 5 7 . C om o la m ateria primo prima tiene su
p ropio se r, los s e re s cread o s, la esencia, que re­
su lta de la unión d e la forma con la materia,y
to d o s los elem en to s de la e s e n c ia , tienen su pro­
pio ser en cada e sp e c ie y en los individuos de
ella. E sta realidad d e la e s e n c ia , no e s ni lo sin­
gu lar ni lo universal; lo singular e s la realidad
de lo s s e re s d e la n atu raleza com o se sigue de la
individuación; lo universal e s la concepción del
sin g u lar en el en ten d im ien to com o s e sigue déla
abstracción. La esencia es el fundam ento de am­
b os a s p e c to s del se r, que p re c e d e a uno y a otro.
3 5 8 . ¿C óm o so b re e s ta esencia se forma lo
universal y lo individual? La teoría de Escoto
so b re lo u n iv ersal se aproxim a m ucho a la déla
indiferencia iniciada por G uillerm o d e Chain-
peaux, según q u ed a dicho ( 1), y seguida por su
esc u e la ; si bien en aquél o b e d ece a principios
g e n e ra le s de sistem a que no se hallan en los/fl-
diferenfistas.
3 5 9 . S eg ú n é sto s, su p rim idos por abstrac­
ción los c a ra c te re s p articu lares d e los individuos,
lo que re sta e s lo no diferente en ellos; y esto/w

(1) E.) V. las c ita s en n o ta al p rece d , n. 323 (cap. V,


a r tic . 1.').
— 299 -

diferente (indifferens), q u e a n te el entendim iento


yen la realid ad e s in d istinto en los s e re s , c o n s ti­
tuye lo universal.
360. E sco to adm ite e s e elem ento indiffe­
rens en el fondo d e los s e re s , p ara constituir lo
universal; pero ni lo deriv a d e la ab stracció n , sino
que lo h ace p re c e d e r a todo acto ab stractiv o , ni
constituye en él lo universal p ro p iam en te dicho,
por lo m ism o que aquel elem ento, que es la esen­
cia, p reced e a la form ación d e lo universal com o
a la form ación del individuo. La esencia, p u es,
más bien q u e no diferente en los s e re s , e s para
Escoto indiferente para se r o no ser diferen te.
M ediante la a b stracc ió n re sp e c to del individuo,
pasa a se r no diferente y form a el universal. M e­
diante las n o tas individuantes d e que se p rescin d e
en la ab stracció n , p asa a co n stituir lo diferente,
y origina los individuos.
La u n iversalidad, p u es, re su lta d e se p a ra r las
notas individuantes de la có sa co n creta, so b re la
esencia; y el individuo resu lta de añadir a la e se n ­
cia las últim as modalidades de la 'forma q u e la
concretan a se r un a c o sa determ inada ( 1).
361, D e conform idad con lo e x p u esto , a sí

(1) E sco ta excluye así la d o ctrin a de E nrique de G and,


que explicaba la individuación por mera negación; y la
hace co n sistir en la últim a form a o nota co n stitu tiv a del
ser. D e ahí la fam osa haecceitas, o form alidad últim a de la
cual p rocede que este individuo s e a este y no o tro . E sta
palabra haecceitas (que en legitim idad o ilegitim idad está
en el mismo caso de qnidditas y o tra s m uchas esco lás­
ticas), no Be halla sin em bargo en la s o b ras de E s c o to , y
-3 0 0 -
com o la m ateria primo prim a, que se extiende a
todo el u n iv erso esp iritu al y sen sib le, tien e su ser
re a l, inferior al se r real d e la m ateria secundo
prim a, que es propia del m undo corpóreo, de
igual modo d ich a m ateria primo prima tiene su
unidad, q u e e s in ferio r a la d e los s e re s concre­
to s (p u es s e halla en to d o s ellos), y es susceptible
d e se r determ in ad a a co n stitu ir e n te s corpóreos o
in co rp ó reo s.
P o r e s o m ism o, así com o la esencia tiene su
. s e r real inferior ai se r re a l d e los e n te s concre­
to s , tam b ién p o se e su unidad que e s inferior a la
unidad individual; y por eso , desp u és de unir
los individuos con el vínculo com ún esencial, es
m e n e ste r que so b rev en g an las actualidades que
com pletan la su b stan cia y la hacen, singular e in­
dividua.
5 6 2 . D e e s te trán sito del se r de la esencia
al ser d e los individuos, proviene otra opinión pe­
culiar d e E sco to ; y e s la re fe re n te a la distinción

es fórm ula de su escuela p a ra e x p re s a r el concepto de in­


dividuación seg ún el m aestro . Tam bién excluye la indivi­
duación p o r ac cid en tes, que ea la BOhición d e Porfirio,
B oecio y A vicena, pues la h ac e elem ento formai del ser.
Finalm ente excluye la individuación p o r la materia; porque
elem en to s d eterm in an tes del s e r c o n c re to se hallan en todo
en te, sea m aterial o in m aterial. E n tre el nominalismo, pues,
que suprim e el problem a, y el realism o, sea puro sea mo­
d e ra d o , que lo hace im posible p o r la d o c trin a d é l a materia
y form a, E s c o to en sa y a el nuevo procedim iento de las
formas últim as que sobreviniendo a la indeterminación de
la esen cia, realiza n a un mismo tiem po la entidad y la /**
dividuación d e lo s e n tes.
- 301 -
formal (distin ctio form alis a p a rte reí); que no es
la distinción real e x iste n te e n tre dos co sa s diver­
sas, ni la d istinción d e razó n que sólo distingue
conceptos s o b re un a m ism a cosa; sino q u e distin­
gue a p arte rei las form alidades entitativas su­
perpuestas, por decirlo así, a la esen cia p ara
constituir el individuo, y que a un mism o tiem po
son distintas a p a rte rei en la su b stan cia, y pro­
ducen a p a rte rei la entidad una d e la substancia^
completa en qu e s e hallan . jí

La teoría de Escoto sobre la constitución dW


los seres, si bien fa cilita soluciones a dificul­
tades surgidas de la común teoría aristotéli-
co-tomista, crea otras no menos graves que las
que puede orillar, no siendo por lo mismo más
aceptable que ésta. Las teorías de Escotoy aun­
que en sus lineas generales, en su originalidad
y en el dinamismo lógico de su estructura son
muy superiores a las de Santo Tomás, son en
cambio inferiores a las de éste en cuanto al
desarrollo y realización sistemática del conjun­
to: en el Doctor Sutil la parte crítica, ahoga la
parte dogmática.
363. Fácil e s ad v ertir que la nueva teo ría so ­
bre la constitución d e los s e re s , lleva so luciones a
las dificultades de la teo rfa to m ista, si bien se
crea otras no m enos g rav es q u e las que puede
evitar.
364. No ex iste, en efecto , d en tro d e la doc*.
trina de E sco to incap acid ad in trín seca para que la
esencia s e haga d e sin g u lar u niversal o v iceversa,
-3 0 2 —

com o en la te o ría p re c e d e rte ; porque, en rigor,


la esen cia e sco tista p erm an ece la m ism a en una y
en o tra fo rm a, y e s an terio r a am bas determ ina­
cio n es.
T am p o co tien e las dificu ltades indicadas, re­
su lta n te s del e n lace d e la forma y materia para
constituir los se res; p o rq u e la materia de Escoto
(m ateria prim o prim a), es an terio r a los determi­
n a n te s de la materia prima com ún, que responde
a la m ateria secundo prima de E sco to . Y la forma
e sc o tista , de una p a rte su p o n e la m ateria primo
prim a, y d e o tra no e s principio único y total de
individuación, sino cuan d o p ro d uce la última ac­
tualid ad del s e r, la haecceitas c a racterística del
individuo co n creto .
En cu an to a la individuación, la doctrina esco-
tista e s tá fu era d e los in co n v en ientes de la mate­
ria y form a, ya p o rque h ace de la m ateria un ele­
m ento esen cial d e to d o se r co n tin g en te, ya porque
h a c e in d ep en d ien te d e la m ateria la individuación
de to d o s los se re s . Lo p rim ero le perm ite mante­
n e r la unidad d octrinal de su te o ría , ya se trate
de lo s á n g eles o d e los h o m b res, en todo lo que
p u ed a re fe rirse a e s e con stitu tivo primordial. Lo
seg u n d o le lleva a m an ten er la m ism a doctrina
so b re la individuación en el m undo corpóreo, que
en el in co rp ó reo , y a s e tra te del alm a unida al
cu erp o , ya del alm a se p ara d a de él.
L a teo ría d e la e se n c ia , que en ninguna de las
fo rm as d e realism o , nom inalism o puro o concep*
tu alista, ni del realism o m oderado puede aplicarse,
com o h em o s visto, a la T rin id ad , en la doctrina
— 303 -

de Escoto, donde el s e r esen cial en sí ni es u ni­


versal ni sin g u lar, y su unidad radical no excluye,
antes bien ex ige se r co m p letad a en la unidad in­
dividual, ca b e form ular u n a explicación de la uni­
dad substancial e n i a s tre s p e rso n as divinas, com o
de hecho la form ula la escu ela esco tisla.
365. F in alm en te la d istinción form al a parte
rei, que es com o hem o s dicho, com plem ento de
la teoría filosófica del se r, viene a co m p letar tam ­
bién su aplicación teo ló g ica, se a a la T rinidad,
sea a la n atu raleza d e D ios.
Así a la unidad ab so lu ta y ló gicam ente indivi­
sible del acto d e la forma pura , que e s la noción
preescütista de la cual se p re te n d e derivar to d a
la teología racio n al, reem p laza la unidad o n to ló ­
gica del S er infinito p o r n atu raleza, com o los co n ­
tingentes son s e re s p o r n atu raleza finitos, re a li­
zando todos en sí la distinción form al de los e le ­
mentos que ap a re c e n co n stitu y en d o la entidad
finita, que d e m odo análo g o se halla en la entidad
infinita.
Por Consiguiente, la distinción form al sin q u e­
brantar la unidad de la n a tu raleza infinita, com o
no quebranta ia d e las n a tu ra le z a s finitas, sirv e en
el escotism o p ara d istin g u ir en D ios sus atributos,.
y para garantir la realid ad d e las p erso n as divinas
dentro de una m ism a e s en cia, sin lleg ar al erro r
de G. de la P o rré e con un a distinción real e n tre
esencia y p erso n as, y sin red u cir e s ta distinción
a la fórmula nom inal d e la distinctio rationis.
366. La teo ría d e E sco to so b re la co n stitu ­
ción de los se re s co n e s a unidad prim ordial d e
- 304 -

to d o lo cread o en un a materia singular que po­


d em o s d e c ir tra sc e n d e n te , y q u e, desenvolvién­
d o se en la creació n e n te ra , s e h ace inm anente en
c a d a se r, p erm itien d o , sin em b argo, su individua­
ción y su n atu raleza, y d ejan d o sie m p re a salvo,
no sólo la p erso n alid ad infinita (I), sino las per­
so n a lid a d es finitas, que, al igual de los dem ás en­
te s c re a d o s, se unen en un tipo objetivo de esen­
cia, y se se p a ra n al mismo tiem po en tipos de
naturaleza sin g u lar, tiene una grandiosidad, que
no s e e n cu en tra en ninguno de los sistem as filo­
só fico s d e su tiem p o , y qu e el m ism o Escoto no
llegó a d a sa rro lla r en to d a su plenitud.
3 6 7 . La p a rte critica ahoga en el Doctor Su­
til la p arte dogm ática; por e s o , si las líneas gene­
rales d e sus te o ría s son m uy su p e rio re s en origi­
nalidad y en el dinam ism o lógico de su estructura
a las d e S to . T o m á s, so n , en cam bio, inferiores a
tas d e é s te en cu an to al d esa rro llo y realización
sistem ática del co n ju n to .
3 6 8 . En cuanto al valor real d e la doctrina
e s c o tista so b re la co n stitu ció n de lo s seres, no es

(1) El dualism o prim ordial de lo finito y de lo infinito,


lo d e c la ra E sco to a cad a p aso en su s o b ra s. P ero es ele­
g an te y e x p re s a bien 9u pensam iento filosófico, la manera
com o habla en su De rerum princ.: «M undus, dice, est
a rb o r quaedam pulcherrim a, cujus radix et s e m i n a r i u m est
m ateria prim a, folia fluentia su n t accidentia; frondes et
ram i su n t c r e s ta c o rru p tib ilia, flos anim a rationalis; fruc‘
tu s n a tu ra e consim iüs c t p erfec tio n is n a tu ra angélica. Uro-
cu s autem hoc sem inarium dirigens e t form ans a principio
•est m anus D ei, etc.» (L. c. q. 8, a rt. 4).
— 305 —

más a c e p tab le q u e la aristo télíco -to m ista a n te s


criticada. E s el ser y el no se r huyendo sie m p re
delante d e n o so tro s, y tran sfo rm án d o se en entida­
des inaccesib les a to d o an álisis, y a toda re p re ­
sentación d e valor ontológico.
569. ¿Q u é e s la m ateria primo prima? U na
entidad en la cual falta to d o lo que podem os r e ­
presentarnos y definir com o m ateria; que e n tra
en el m undo d e los esp íritu s, p or su sim plicidad
esencial, y que sin em b arg o p erte n e c e esen cial­
mente al m undo d e los cu erp o s; una en tid ad d e s ­
provista de ex ten sió n y qu e sin em bargo es. p rin ­
cipio de e n lace de to d o s los cu erp o s ex te n so s, in­
dividualizándose en cad a uno en cuanto e s b ase
de la m ateria secundo prima, y no individuali­
zándose al m ism o tiem po en cu an to no se divide
ni singulariza en cad a en te singular. E s una su b s­
tancia co m pleta en cu an to ex iste in d ep en d ien te­
mente y con an terio rid ad á to d a form a; y e s in­
completa en cuanto d eb e se r inform ada por la m a­
teria secundo prim a, y las fo rm as c o n c re ta s.
370. ¿Q ué es la esen cia? U na re su lta n te de
la abstracción, en cu an to só lo m ediante ella pode­
mos conocerla y hallarla en el fondo d e las co sas;
y al mismo tiem po un a realidad que no resu lta de
la abstracción, sino qu e e s an terio r a ella, que no
puede ser co n o cid a por é sta , pues, es una cosa
concreta, ni la a b stracc ió n p u ed e hallarla, pues
para eslo sería m e n e ste r poder co n o cerla.
Es singular, po rq u e c o n stitu y e el principio on­
tológico y denom inativo d e cada co sa co n c re ta ; y
es universal porque tien e su en tid ad objetiva única
tom o vn «¡I
—306-
en to d o s los s e re s d e la m ism a n atu raleza. Es in­
divisible p o rque e s única; y e s divisible porque
está distrib u id a en to d o s los en tes singulares de
cada esp ecie.
371. Q u é son las form alidades que originan
la distinctio form alis a parte rei? S on concep­
to s qu e distinguim os en la cosa (v, g r., el género
y la e sp e c ie d e hom bre en animal y racional),
porque no son co m p o n en tes re a lm en te distintos
en ella; y son al m ism o tiem po en tid ad es realmen­
te distin tas en la co sa, p o rq u e no dep en d en en su
form ación d e n u estro s co n cep to s. En cuanto exis­
ten a parte rei, a n te s de to d o acto intelectual,
son n e c e sa ria m e n te d istin to s con distinción real;
en cu an to no son co m p o n en tes re a le s del ente,
son n ecesariam en te in d istin to s, y sólo pueden ori­
ginar una distinción co n cep tu al.
La distinción form al a parte r e / e s la síntesis
con trad icto ria d e la com posición y de la no com­
posició n , de lo distin to y de lo idéntico, de lo uno
y de lo m últiple. S egún ella, e s ta proposición: «El
hom bre es anim al racio n al» , e s Verdadera a parte
rei, p o rq u e anim al y racional son una sola enti­
dad, y o riginan un a so la definición; y sin embargo,
e s al m ism o tiem po falso que animal y racional
s e identifiquen a parte rei en el hom bre, porque
e x p re sa n d iv ersas c a te g o ría s entitativas; lo que
equiv ale a d ecir q u e el ho m b re no p u e d e definir­
se com o anim al racional, o que e s falso que haya
una especie racional d en tro de un género animal-
N o hay pro p o sició n co n trad icto ria q u e no pueda
s o s te n e r s e in troduciendo las formalidades enti-
— 307 -
tativas,e. invocando por co n sig u ien te la distinción
formal e n tre ellas, y d en tro d e la unidad rea!
del ente.
3 72. La teo ría del se r flu ctú a, com o se ve,
en la doctrina d e E sco to en tre la realidad y la
idealidad; y las d iv ersas in terp retacio n e s que en
puntos c o n c re to s le d a r los m ism os escotistas,*
son una confirm ación d e qu e pueden llevarse a
una u o tra p arte las a se rc io n e s del m aestro . C u a n ­
do se pregunta si en la te o ría e sc o tista lo univer­
sal existe a parte rei, (fra se que c ie rta m e n te no
se halla en E sco to ), unos co n testan afirm ativa­
mente, y sub scrib en e s ta categ ó rica afirm ación del
escotista B oy vin: «U niversale dari a p a rte rei» (1).
Oíros, por el co n trario , lo n iegan, y tien en por
errónea la aserc ió n dicha (2). Y no e s m en ester
hacer notar, que e s te e s un p u n to fundam ental que
decide, así d e la n atu raleza de la esencia, com o
de la natu raleza d e la m ateria primo prim a, del
concepto de las form alidades, com o del c a rá c te r
de la distinctio formalis.
373. Lo m ism o a c o n te c e al tra ta r d e la indi­
viduación; pues m ien tra s u n o s la explican po r la
realización misma del se r co m p leto, d án d o le el
valor de una perfecció n , sin d árselo de en tid ad
(realitas, non res), o tro s, a la Inversa, le dan el

0) Boyvin, Philosophia Scoti. L ógica. V enet. 1734.


(2) «Toto coelo e rra n t, escrib e W adding (S co ti O p e ra .
choL, t. VI), qui p u ta n t S eo tu m p o su isse un i ver sale
positive conimune a p a rte rei».
-3 0 8 —

Valor de una entidad, derivando de ahf el valor de


la perfección que envuelve (realitas, et res) (1).
Con todos sus inconvenientes, la transfor­
mación hecha por Escoto en la teoría del ente
dejó marcada huella, e hizo ver que distaba
mucho de ser incuestionable, y verdad definiti­
vamente establecida,el dogmatismo aristotélico
con m e z c la de platonismo recibido en la
cuestión.
374. C o n to d o , la d o ctrin a d e E sco to realizó
u n a tran sfo rm ac ió n en la teo ría del se r que dejó
m arcad a huella, e hizo v er que el dogmatismo
a risto té lic o , m ezclado d e neop latonism o, tal cómo
lo h ab ía p u esto en b oga la e sc u e la de Santo To­
m ás, d istab a m uy m ucho d e se r incuestionable y
d e sig n ificar una verdad d efinitivam ente esta­
blecid a.

(1) «U ltim a ra a lita s entis» le llam a E scoto a aquello


p o r lo cual el individuo es tal, y que s u s discípulos deno­
m inaron haecceidad. (S c o t. In 2 ."i, d. 5, q. 6). Una reali­
dad, p ero no res, una formalidad, no una forma. Ma9
como to d o co n cepto a b s tra c to tien e significación concreta,
lo lógico e r a p rescin d ir d e la distinción; y en tre los mismos
e s c o tis ta s hubo de id e n tificarse realitas e t res, formaHM*
e t forma. A sí lo h acía y a en el s. XVI el escotista Sirect
en su tra ta d o Formalitates de mente Scoti, que tuvo otros
im itad o res.
—309-

ARTfCULÓ (V

Contraste de las diversas teorías escolásticas acerca


de la constitución del ente» consideradas en sí, $ en
sus aplicaciones teológicas. .

Puntos capitales de la transformación esco­


tista en la teoría del ser, contrastados con la
doctrina precedente: inconvenientes y ventajas
que, tanto en el orden filosófico como en la s
aplicaciones teológicas, ofrecen los puntos de
vista de las diversas escuelas en este problema.
575. H e aquí las p rin cip ales id eas e s c o tista s
que preparan nu ev as fases en .la teo ría del ser:
1.° La d o ctrin a d e los elementos form ales,
que no está en el cu ad ro d e la materia y forma,
hizo lanzar fu era d e los m oldes tra d ic io n a le s el
problema capital del e n te , y con ello p re p a ra b a
una renovación d e la m etafísica y de los p roble­
mas ontológicos ap licad o s a la T eología.
376- 2.° El co n cep to d e materia y forma
transfórm ase en el esco tism o , recibiendo otra in­
terpretación d istin ta d e las d o s m ás im p o rtan tes
que la p reced iero n . H em os visto, én efecto , q u e
en Abelardo la materia s e so b re p o n e a la forma,
y ésta es resp ec to d e aq u élla una lim itación e in­
dividualización. En A lej. d e A les, A lberto M agno
y S anto T o m ás, a la in v ersa, la forma s e so b re ­
pone a la materia ; y és,ta e s la q u e lim ita e indi­
vidualiza la form a. E n E sco to ni la materia s e s o ­
brepone a la forma, ni la forma a la materia en
— 510 —

la co n stitu ció n del se r. S o n elem en to s paralelos


que no se opo n en ni se lim itan, sino que simple­
m en te s e en c u e n tra n , y dan origen a la entidad
que p o r su propio s e r se lim ita e individualiza. De
ahí que m ien tras la esencia en A belardo es un
universal ¡imitado accid en talm en te p o r la forma,
y en S a n to T o m á s la esencia e s un universal li­
m itado ac c id e n ta lm e n te p or la m ateria, en Escoto
no e s lim itada ni no lim itada p o r la form a ni por
la m ateria, sino sim p lem en te realizada en los
sin g u lares c o n creto s.
Suprim id o el accid en te d e la individuación he­
cha p o r la forma en la d o ctrin a d e Abelardo,
queda un universal real env u elto en la maleria
com ún d e los se re s , que re sp o n d e al tipo pan-
te ísta d e la esen cia. S up rim ien d o el accidente de
la individuación p or la materia, com o lo propone
S a n to T o m á s, queda, o un universal idea! (la
form a p u ra), q u e re sp o n d e al tipo de la esencia
co n cep tu alista, o un universal real, traducible por
cu alq u iera d e las form as e x a g e ra d a s del realismo.
S u p rim id a la individuación e sc o tista , resta una
ese n c ia q u e no e s sin g u lar ni universal, y que
re sp o n d e al tip o uno e individual!zable que atrás
hem o s señ alad o .
377. La d o ctrin a de A belardo aplicada a la
T rinid ad , co n v ierte las p erso n as divinas en modos
d e una en tid ad ú nica. La d o ctrin a d e S anto To­
m ás ap licad a de la m ism a m an era a Dios, suprime
la e se n c ia real única, o suprim e la distinción real
d e las p e rso n a s , seg ú n queda indicado.
La d o ctrin a d e E sco to co n serv a las personas
- 311 —

divinas y la esen cia; p ero se desvía del co n cep to


de esen cia tal cóm o p u ed e co n ceb irse , p u es la
hace interm edio e n tre el o rd en real y el ideal, e
introduce los elementos formales para la consti­
tución d e p e rso n a s, con detrim ento de la consti­
tución teo ló g ica del se r d e D ios.
378. 3 .° En el esco tlsm o no sólo se que­
branta la relación m utua de la materia y forma
aristotélicas, sino su aplicación a la entidad de los
seres. El c o n cep to de materia, en efecto , se am ­
plía h asta excluir to d a forma; d e ahí la m ateria
primo prima que e x iste sin form a; y el concepto
de forma se ag ran d a h a sta poder existir sin ma­
teria, como a c o n te c e en los div ersos grados me­
tafísicas q u e se tra d u c e n p o r e lem en to s fo rm ales
(formalitates).
C on e s to la materia y forma quedan reduci­
das a su mínimum en sí, y en su significación de
elem entos en titativ o s; lo cual c o n stitu y e una mo­
dificación de sum o a lcan ce en el aristotelism o y
en la filosofía tradicional de la e s c o lá stic a , así en
su rama o rto d o x a com o en la h eterodoxa.
379. 4.° C óm o en la teo ría a risto télica la
doctrina d e la potencia y acto s e enlaza con la
de la m ateria y form a; u n a vez m odificada é s ta
alteróse igualm ente la del acto y potencia. La po­
tencia y acto son en la d o ctrin a p erip atética real*
mente distintos; com o la m ateria y form a e n tre sí,
o resp ecto del e n te q u e resu lta d e am bas. En la
doctrina e sco tista, la significación d e la form a y
m ateria p erip atéticas d e s a p a re c e , y la p otencia y
acto co n v iérten se en e le m e n to s formales d e und
-3 1 2 -

m ism a realid ad , y por co n sig u ien te sin que signi­


fiquen distinción real. E s d ecir, que la potencia en
sí s e co n v ierte en activa, y el ac to representa la
en erg ía d e la p o ten cia, lo m ism o en D ios que en
las criatu ras.
5 8 0 . 5.° L a teo ría p erip atética con la doctri­
n a de la forma, co n sid era las p ro p ied ad es entita-
tivas com o re su lta n te s d e la actuación, y por lo
m ism o su scep tib les d e se r p red icad as d e todos los
e n te s bajo la acción d e la m ism a form a. Trasla­
dand o a! E n te infinito e s ta d o ctrin a, hay que reco­
n o c e r com o?base d e todos los atrib u to s el ser en
acto, (m otor inmóvil, forma pura), de donde pro­
ceden d ichos atrib u to s, com o en los en tes finitos
s e deriv an d e la forma que los h ace acto, las pro­
p ie d a d e s que p o se an . Y esto es, en efecto , lo que
se o b se rv a en los e s c o lá s^ c o s peripatéticos, y en
S a n to T o m ás, cuando tratan d e los divinos atribu­
to s y del se r d e D ios.
5 8 1 . P ero !a te o ría e sc o tista , que no recono­
ce la actu ació n del s e r com o fruto d e la forma
pe rip a té tic a , y so s tie n e q u e sólo resu lta de los
elementos formales, qu e individualizan el ser in­
com p leto de la esen cia, no re c o n o ce dichas pro­
p ied ad es com o efecto, del se r en acto, sino, por
el co n trario , com o causa d e la actuación del ser;
p o r co n sig u ie n te no adm ite ni que ta le s propieda­
d e s s é distin g an realm en te d e la c o sa , sirío sólo
com o modos form ales d e ella, ni que haya forma
algun a comrtn q u e los haga predicables de mu­
ch o s, au n q u e d e h ech o p u ed an predicarse por la
analo g ía qu e aquellos o frez can en cada ente,
—313 —
A plicando e s ta d o ctrin a a la D ivinidad, sígue­
se que el E n te infinito no p o se e su s a trib u to s por­
que es acto , sino que e s acto por su s m ism os
atributos, los cu ales p o r lo ta n to son modos ta n
íntimos al se r com o el se r q u e co n stitu y en . P o r
eso dice E sco to qu e «Ídem e s t principium co n sti-
tutivum rei ac distinctivum » (D ist. 26, q. unic.)
382. O tra co n secu en cia im portante que pro­
cede de la o p o sición se ñ alad a e n tre p e rip a té tic o s
y esco tistas, au n q u e no suela e s tu d ia rs e g e n eral­
mente en su s o ríg en es, e s la cu estió n d e si el co n ­
cepto del en te e s unívoco o análogo.
385. La teo ría a risto télica al h acer d ep e n d e r
de la forma el s e r u niversal d e la e s e n c ia , y del
acto de la esen cia las p ro p ied ad es que por la for­
ma perten ecen a cad a se r, lleva lógicam ente a
sostener que d o n d e h a y a d e p red icarse la m ism a
entidad, allí s e halla la m ism a forma, y por c o n si­
guiente la m ism a e sen cia.
Por tan to , si el e n te se p red ica d e D ios ío m is­
mo que de las c ria tu ra s, o se a si el e n te e s univo­
co, es n ecesario co n clu ir, seg ún dicha teo ría,
que Dios y los s e re s c re a d o s tie n e n una m ism a
forma, y por co n secu en cia u n a com ún n atu raleza
y una participación g en érica. T al e s la d octrina d e
Santo T o m ás y su e sc u e la , q u e por eso so stien en
que no puede h a b e r m ás que analogía e n tre el
ente finito y el infinito.
384. En la teo ría e sc o tista , p o r el co n trario ,
no existiendo forma com ún que c o n stitu y a la
esencia de los se re s , a n te s bien p reex istien d o la
esencia a los elementos form ales c o n que se co n ­
- 314-
c re ta en cad a se r, d e s a p a re c e la dificultad que se
o frec e en la escu ela to m ista p a ra declarar univo­
co el co n cep to del e n te . La en tidad en sí, según
e s ta escu ela, no adm ite d iferen c ia s, sino tan sólo
d ife re n te s form alidades o g rad o s modales, los
c u a le s si h acen s e re s físicam en te diversos, y en
e s te se n tid o hay e n tre D ios y la criatura distancia
infinita, no h acen qu e el co n cep to m etafísico del
e n te se a d iv erso e n tre D ios y las criaturas. De
aq u í que el esco tism o d eclare q ue el concepto del
e n te e s ab so lu ta m e n te unívoco, y q u e desde el
punto de Vista m etafísico el mismo se r se da en el
E n te prim ero que en lo s e n te s finitos.
La teo ría d e E sco to e s sin duda en esto ló­
gica con su s p rincipios, com o la tom ista lo es con
lo s su y o s al afirm ar lo o p u esto , aunque sean in­
so ste n ib le s las a se rc io n e s d e am bas escuelas,
com o v erem os en o tro lugar.
385. Lo v erd ad eram en te ilógico aqui, está en
que con so b rad a frecu en cia tom istas y escotistas,
lo s prim ero s m ás que los se g u n d o s, se impugnen
y califiquen de a b s u rd a s las resp ec tiv as doctrinas
p artien d o d e las p ro p ias, y deduciendo conse­
cu en cias qu e sólo resu ltan d e p rem isas que el ad­
v e rsa rio e stá lejo s de co n c e d e r.
S e n ta r, p. e j., que el esco tism o lleva al pan­
teísm o , p o rq u e red u ce a D ios a una categoría ge­
nérica con los e n te s finitos, y con ello establece
el fun d am en to de to d o s los a b s u rd o s monistas, es
fo rm u lar una te s is q u e só lo s e puede probar
dando por su p u e sta la d o ctrin a tom ista sobre la
forma y so b re la esencia, e tc ., que el escotismo
-3 1 5 -

niega en ab so lu to . P o r co n sig u iente es im pugnar


una tesis ilu so ria p o r nadie so sten id a, y en la
cual se sie n ta n las p rem isas en una teo ría, y las
consecuencias s e d ed u cen cual si fueran de la
teoría o p u esta.
386. Lo que se d eb e im pugnar en el e s c o ­
tismo, es la constitu ció n in trín seca del en te por
una esen cia que e s y no e s real al m ism o tiem po,
y por unos elem en to s formales que no son entes,
y que sin em bargo tien en se r. N o de o tra su e rte
que en el tom ism o e s y no e s indii’idualizable la
esencia en cuanto forma, y tiene y no tiene al
mismo tiem po las p ro p ied ad es d e realid ad e idea­
lidad. M as argüir a la m anera dicha c o n tra cual­
quiera de los sistem as, es ev id en tem en te ap elar
al sofism a.
387. 6.° L as p ro p ied ad es del en te p ara los
escolásticos, son,, com o e s sab ido, la anidad, !a
verdad y la bondad; pero el m odo de explicar su
existencia, esta b a lejos d e se r uniform e.
La teo ría e s c o tista co n el sem irrealism o de la
esencia in d ep en d ien tem en te d e to da individuación,
y del se r m etafísico del en te d esp o jad o d e toda
modalidad, al m ism o tiem po que lleva a d eclarar
unívoco el co n cep to d e é s te , conduce a reco n o cer
como realidades las p ro p ied ad es del e n te , q u e lo
modifican sin id en tifica rse con él. E s e s ta c o n s e ­
cuencia obligada d e la te o ría d e los elementos
formales qu e so b rev ien en a la e se n c ia , com o
atrás hem os v isto, y qu e siendo algo positivo en
la cosa, no p u ed en llam arse e n te s , sino modos de
cada enlidad c o n creta (realitates, non res).
-3 1 6 -
388. P o r el co n trario , la teo ría tom ista con
el sem inom inalism o d e la e s en cia independiente­
m en te d e la individuación, y con el d e la nega­
ción d e la en tid ad univoca, no p u ed e adm itir en el
e n te p ro p ied ad es re a le s q u e se an distintas de
é s te , sin ir a p a ra r a la te sis e s c o tista sobre la
p reex isten cia de las e s e n c ia s a toda determina­
ción co n creta. P o r eso en el tom ism o las propie­
d ad es tra sc e n d e n ta le s del e n te s e identifican con
la co sa, y vienen a red u cirse a sim ples maneras
d e concebir el en te, sin realidad alguna que le&
s e a p ropia, o a pura negación cual acontece con
la unidad, del ser.
C o n tra e s ta m an era d e co n cebir las propieda­
d es del e n te se había ya significado S an Buena­
ventu ra, y p ro testaro n luego los esco tistas, no
faltan d o fu era d e su e sc u e la q u ien es, como Váz­
quez, y en p arte S u á re z , no s e decidían a seguir
el tom ism o h a sta e s a s ex ag eracio n es lógicas, que
sin em b arg o eran fru to obligado del sistem a.
S i el e n te es algo real, las propiedades del
e n te p o r las cu ales lo co n o cem os, pueden dejar
de ten er su realidad? Si el e n te existe aunque
n o so tro s no lo co n o zcam o s ni pensem os en él,
las p ro p ied ad es del e n te , q u e son el en te, pueden
d e p e n d e r d e n u estra m anera de concebirlas? Y
p o r c u an to n u e stro m odo d e c o n o c e r se funda en
el m odo d e se r, y el m odo d e se r el ente lo ex­
p re sa n su s p ro p ied ad es, p u ed e te n e r realidad el
e n te cu an d o dich as p ro p ied ad es carecen de ella?
Sin duda qu e la teo rfa to m ista e s tá m ás cerca del
a g n o stic ism o n o m inalista en el co n cep to abstracto
— 317 —
del en te y d e su s p ro p ied ad es, d e lo q u e p a re c e
a primera v ista.
589. P ero la te o ría e sc o tista tam poco e s tá
exenta de dificultades, y Va a p arar n e c e sa ria ­
mente al ex trem o o p u esto del tom ism o. ¿C óm o se
explica, en e fe c to , la ex iste n cia del e n te con a n te ­
rioridad e in d ep en d ien tem en te de sus p ropiedades?
¿Qué son un as p ro p ie d a d e s q u e no son e n te , y sin
embargo so brevienen y d eterm in an al en te? ¿C óm o
es posible lleg ar al conocim iento del e n te , cuando
sólo lo co n o cem o s p o r su s p ro p ie d a d e s, y e s ta s
propiedades ni so n el e n te , ni tienen en tid ad ? La
distinción, pu es, e n tre el en te y sus p ropiedades,
para ser inteligible, tien e q u e su bscribir el re a lis­
mo, d ard o al e n te en sí ex iste n cia propia, y con-
virtiendo las p ro p ied ad es en e n te s reales tam bién.
En otro lug ar h ab rem o s d e e stu d ia r e s to s
puntos con m ás deten im ien to ; aq uí b a s te lo indi­
cado para ¡uzgar las so lu c io n e s p ro p u e sta s, y el
carácter de las re sp e c tiv a s teo rías.

Tanto en la doctrina tomista como en la e s - .


cotista acerca del ente, existe un fondo muy
marcado de agnosticismo de la realidad entita-
tiva; agnosticismo que trasciende a las aplica- .
dones teológicas de las respectivas teorías .
590. Y e s d e ad v ertir que, lo m ism o en la
doctrina tom ista q u e en la e sc o tista , ex iste un
fondo d e ag n o sticism o d e la realidad en titativ a
muy m arcado y h arto lógico.
391. Los to m istas al h a c e r las propiedades
del ente relativ as a n u e s tra s facu ltad es, hacen
-3 1 8 -

c o n sig u i^ n tem en te el cono cim iento de la entidad


relativ a a n o so tro s; y por lo ta n to , n os alejan de
la p e rcep ció n d e la form a ab so lu ta que corres­
po n d e a] se r en sf, a n te s de que se a objeto de
ninguna¡hum ana facu ltad .
D e aquí p ro ced e, que en las d os propiedades
verdad y bondad del e n te , que según ellos ex­
p resan d ire c ta m e n te relatividad, com ienzan por
distinguir dos a sp e c to s; uno el d e la verdad y
bondad trascen d e n ta le s, que resu ltan en el ente
d e su conform idad con la divina e se n c ia , y otro
el de la verdad y bondad, re sp e c to d e nosotros.
Si la v erd ad es la conform idad del en te con la
idea, yj en n u estras id eas su c e d e a la inversa,
q u e sólo so n v erd ad eras en cu an to guardan con­
form idad con el e n te , e s indudable que nuestras
ideas no son la norm a d e la v erdad absoluta del
en te, y que é sta no pu ed e h allarse m ás que en la
conform idad del e n te con fa idea divina. Y cómo
el tipo d e la id ea divina no n o s e s conocido, y de­
cir lo o p u esto es e n tra r en la teo ría del ontolo­
gism o, síg u e se que el tipo real absoluto de la cosa
en sf no nos es tam p o co conocido.
D íg ase o tro ta n to d e la bondad com o propie­
dad del en te en su o rd en resp ec tiv o , y tenemos
por co n secu en cia qu e el en te sólo es conocido por
n o so tro s en una form a de relatividad.
392. A ñ ád ase a lo d icho, q u e los tom islas le
dan al e n te el c a rá c te r d e trascendente , lo que
equiv ale a excluirlo de toda la se rie lógica de los
predicamentos, y por co n sig u iente de todas las
norm as de n u estro co n o cer, que e stá limitado a lo
— 319 —

que se en cierra en las categ o rías. La tra sc e n d e n ­


cia del e n te , le h a c e salir del dom inio d e n u e stro s
conceptos; y d esd e e s e m om ento n u estro en ten d i­
miento no p u ed e alcan zarlo m ás que a trav és de
simples analogías, las cu ales a su vez no pueden
fundarse en o tra co sa m ás qu e en los elem en to s
perceptibles, cuando e s to s m ism os no pueden se r
conocidos, en d ich a do ctrin a, sino a trav és del
concepto d e e n te que se b u sca.
Es decir, que n o so tro s no co nocem os el en te
en su trascen d e n cia, según la d o ctrin a to m ista, y
nos lim itam os a su rep re sen tació n analógica, en
cuanto b aste a ex p licar el e n te tal cóm o s e m ani­
fiesta en los predicamentos.
393. D ado q u e el co n cep to de trascenden­
cia en el e n te es an aló g ico , aún re sp e c to d e los
entes finitos a qu e s e refiere, y negando, com o se
niega en el tom ism o, q u e dicho co n cep to se a uní­
voco resp ecto d e D ios y de las c riatu ras, e s n e c e ­
sario concluir que n u estro co n cep to del E n te infi­
nito e s una pura n eg ació n , po rq ue e stá d educido
por analogía del co n cep to d e en te finito, que a su
vez es tam bién an alógico resp e c to de los s e re s d e
que se predica.
Toda la teo ría d e dicha e scu ela so b re los atri­
butos de D ios, re p o sa so b re e s e concepto h yper-
trascendente de E n te infinito; y e sta m anera de
concebir el E n te infinito e s una co n secu en cia ne­
cesaria, en la teo ría d e la m ateria y form a, d e
hacer d e la en tid ad divina form a p u ra, form a de
las form as, cuyo co nocim iento p oí lo m ism o está
fuera del co n o cer h um ano, que no e s cap az a re ­
- 320 -

p re s e n ta rs e ninguna forma p u ra substantivada, y


m en o s lo infinito com o forma para.
5 9 4 . El a g n o stic ism o d e q u e venimos ocu­
p án d o n o s no es m enos m anifiesto en la teoría es­
c o tista del e n te . B a sta ad v ertir, q u e no siendo ob­
jeto d e n u estro co n o cer sino las existencias en
cu a n to re a liz a d a s o realizab les en los entes con­
c re to s, no p odem os co n o cer la existencia del ente,
p o rq u e su realid ad e s inferior, según el escotis­
m o, a la qu e c o rre sp o n d e a los se re s del mundo
objetiv o .
El hum ano en ten d im ien to sólo conoce el ente,
en la d o ctrin a e sc o tista , a trav és de las formali­
dades que lo h acen en tid ad sin gular en el mundo
reai. P e n e tra r tnás allá es im posible a nuestro al­
ca n c e , cu alesq u iera que se an los teso ro s de ver­
dad qu e el e n te p u ed e p o se e r en sí mismo, fuera
de las p ro p ie d a d e s con qu e s e n os revela, y del
cual se d istinguen con distinción formal. Esta
m ism a d istinción e n tre el e n te y los modos-pro-
piedades que lo m u estran , alé ja n o s de todo con­
c e p to ad ecu ad o del se r del en te en sf.
5 9 5 . T rá te s e , pues, d e D ios o de las criatu­
ra s , el e n te m etafísico sólo s e co n o ce en la medi­
da en q u e rev elan los modos o bjetivos de que se
re v iste en ca d a ser. Por e s o n u estro agnosticismo
del e n te en sí no e q u iv ale com o en el tomismo, al
agno sticism o re sp e c to d e su ser individualiza­
d o , p u esto q u e m edia e n tre aquél y éste una dis­
tinción form a! a p arte rei, que p erm ite conocer en
u n a sp e c to lo que en o tro se d esconoce. De ahí
tam bién que n u estro co n o cer, asf respecto de Dios
— 321 -
como de las criatu ras, no co m ien ce por el c o n c e p ­
to del en te, sino que, a la in v ersa d é lo que aco n ­
tece en el tom ism o, co m ien ce por la form a co n ­
creta q u e rev iste la en tid ad seg ú n los modos que
la individualizan. La teo lo g ía e sc o tista , p u es, no
aceptará la b ase to m ista del se r en acto (form a
pura), p ara e s tu d ia r el E n te S u p re m o , sino que
tom ará com o fu n d am en to el modo infinito del se r
divino, o se a la infinidad del E n te prim ero.

De las ya señaladas, origínase entre to­


mistas y escotistas otra diferencia en cuanto al
orden cognoscitivo del ente, y a la realidad de
sus propiedades.
596. Lo q u e acab am o s d e indicar a cerca del
ente', es o rig en de o tra diferen cia e n tre e sc o tista s
y tom istas en e! o rd en co g n o scitivo. P o rq u e los
tom istas, p artien d o d e la entidad en ten d id a com o
queda ex p u esto , h ácen la o b jeto primero del co n o ­
cimiento, y n u e s tra s id eas so n por lo ta n to prim e­
ro ab stractas qu e c o n c re ta s. L os e s c o tista s par­
tiendo d e la individualidad a la m a n e ra se ñ a la ­
da, so stien en que ella re sp o n d e a n u estro c o n o ­
cimiento p rim ero , y p or co n sig u ien te las id eas son
concretas a n te s qu e a b s tra c ta s .
397. H ab rem o s de n o tar ah o ra, que la d o c­
trina e sc o tista ace rc a ' de la realid ad objetiva de
las propiedades del en fe, no e s sólo una reacción
contra la escu ela d e S a n to T o m á s. Lo e s tam bién
contra las ten den cias u n itarias del misticismo, en
cuyas e scu elas se so sten ía por algunos que ia
verdad, la bondad y la unidad del e n te no eran
TO M O V II 21
-322-
propiedades en ét, sino que tan sólo existían en el
entendimiento. De igual modo va el escotismo
contra la doctrina neoplatónica medioeval que re­
ducía las propiedades de! ente, sobre todo la ver­
dad, a una relación entre la cosa y e! entendi­
miento divino. Así lo había enseñado también En­
rique de Gand,
La escuela de Santo Tom ás vino a colocarse
entre el neoplatonismo y el misticismo en esta
cuestión, sin conseguir evitar los inconvenientes,
ni del uno ni del otro. Con los neoplatónicos, ad­
mite que las propiedades del ente, especialmente
la verdad, se fundan en una relación entre la cosa
y la naturaleza divina. Con los místicos, admite
que respectó de nosotros las propiedades del ente
nacen de una relación con nuestro espíritu. Lo que
separa dicha escuela de unos y de otros, es el
fundamento in re que admite en el ente para la
mencionada relación.
Pero, según lo expuesto, las propiedades del
ente así entendidas no pueden ser más que idea­
les, sea en el entendimiento humano, sea en el di­
vino, o en ambos a la vez.
La teoría escotista evita sin duda tales incon­
venientes. Mas ¿no son, por ventura de igual gra­
vedad los que originan en el ente la distinción
a parte rei de sus propiedades, que lo hacen
com puesto, sin elem entos de composición?
-3 2 3 -

A R T IC U L O V

Los constitutivos del ente según la teoría de Occam

Las entidades rudimentarias del escolismo


y las semientidades tom istas, p re ñ a s unas y
otras a la constitución del ente, determinaron
en el problema la particular teoría de Occam,
como también la existencia de su escuela.
398. Al p la n te a rse el p roblem a de las rela­
ciones del e n te con su s p ro p ied ad es, vuelve a p re­
sentarse el p ro b lem a d e la individuación , del cual
hemos hablado, refiriéndolo a la determ inación d e
la esencia y a lo s co n stitu tiv o s in trín seco s del se r.
Pero desd e e s te p u n to d e vista, nos ocuparem os
de la cu estió n al tra ta r de la personalidad.
599. E sa s en tid ad es ru d im entarias que no son
partes del en te y co n stitu y en el e n te , que no son
entes y p ro d u cen la en tid ad , fueron las que d eter­
minaron la ex isten cia d e la e scu ela de O ccam ,
que con tanto vigor reaccio n ó contra el com plica­
do m ecanism o ya o n tológico ya psicológico d é la s
escuelas e sc o tista y to m ista, así' com o tam bién
contra el realism o platónico m edioeval.
En efecto , e s a s tre s m an ifestacio n es del pen­
samiento filosófico fú n d an se en la te s is , por ellos
siempre p re su p u e sta , d e realid ad es interm edias
enlre el se r y la nad a, sin las cuales aqu ellas e s ­
cuelas hubieran d esap arecid o .
400. El realism o platónico co nsiderando el
universal como c a p a z d e existir fuera del en te in­
—324-

div id u al, sin ten er sin em bargo ex isten cia indivi­


d u alizad a, crea un e n te q u e n i.es el se r, ni tampo­
co e s el no se r, sin o una en tid ad flu ctu an te entre
el se r y el no se r. Y ad v iértase que lo que se dice
del realism o plató n ico , co n tra el cual se dirige
O cca m , co n v ien e igualm ente a to d as las formas
d e realism o puro, an tig u as o m o d ern as, en que se
le da a lo universa! ex isten cia d istin ta de la de los
individuos c o n creto s.
401. El realism o m o d erad o , tal cómo se sos­
tie n e en la e sc u e la to m ista, rech azan d o la exis­
tencia se p a ra d a de lo universal, p ero admitiendo
que lo universal y lo individual son dos elementos
d iv e rso s d e un todo su b stan cial (tan diversos
com o son la forma y la materia), viene a parar
al m ism o tipo d e entidades medias. Porque si
prescin d im o s de la materia prim a (que es una
semientidad) en una co sa, e sta co sa se reduce
a la forma, e s decir, a una semientidad capaz de
e x is tir en m uchos e n te s, sin se r ninguno de ellos;
un semiente con realid ad onto lógica, que no es
puro co n cep to m ental, y sin realidad física, porque
no e x is te m ás qu e a condición d e u n irse a un ele­
m ento individual.
S e p a ra d a , p u e s , la materia d e la forma, la
co sa en su se r físico d e s a p a re c e (el único ser en
la realid ad d e los en tes); p ero no así el ser meta­
física d e la form a, q u e no d ep e n d e d e la materia
m ás que p a ra la individuación. Y el se r metafisi-
co en un e n te , com o las esencias metafísicas,
q u e d e aq u í p ro v ien en , y d e las cu ales hablaremos
en o tro lugar, son un ser no-ser, fruto de un aris-
-3 2 5 -
totelism o p la to n izan te, que ni co nstituyen el s e r
real de lo s e n te s , ni se red u cen a p ura idealidad.
402. El esco tism o , a su vez, cre a ta n ta s e n ­
tidades ru d im en tarias com o formalidades d istin­
gue en los e n te s , seg ú n se colige de lo a n te s e x ­
puesto. Y e s ta s c u a sie n tid a d e s son d e term in an tes
de las dos sem ien tid ad es fu n d am en tales, materia
y forma, las cu ales au n q u e no s e entienden en el
sentido to m ista, tan ru d im en tarias son en é s te
como en aquél sistem a. P o r lo m ism o que los e s ­
cotistas dan a la m ateria (primo prima) un s e r a n -
lerior a la form a, y suprim en d e la forma el c a ­
rácter de universal que le dan lo s to m istas (1),
sin convertir la una ni la o tra en e n te s , fo rz o s a ­
mente han d e co n sid erarlas com o re a lid a d e s de
una existencia inferior a la de los s e re s re a le s.
403. O ccam al com batir dichas en tid ad es,
combatía la co n stitu ció n intim a del e n te en las
teorías que las so sten ían (tom ism o, esco tism o ,
platonism o), que eran lo s sistem as m ás seguidos
de la E dad M edia.

Síntesis de las incoherencias de la teoría del


ente en el platonismo, tomismo y escotismo, que
Occam combatió y quiso corregir con su teoría .

(I) La forma no e s propiam ente universal en la d o c tri­


na de E scoto, com o decim os, ni O ccam la tien e com o tal',
aunque H eréau insinúe lo co n trario , y no p o co s filó so fo s
coloquen erró n ea m en te al mismo nivel la «forma» tom ista
i'la escotista. F orm a y m ateria tienen significación muy
distinta en el esco tism o y en el tomismo, según se colige de
lo que a t ó s d ejam os e x p u e sto .
-3 2 6 -
4 0 4 . C o n tra la g én esis del en te en el plato­
nism o , ap arecía el ab su rd o d e una realidad uni­
versal, qu e ni p u ed e individualizarse en sí misma,
p o rq u e no e s e n te , ni p u ed e individualizarse en los
sin g u lares, por lo m ism o que en sí no es individuo;
y sin em bargo e s el elem en to único form al de cada
c o s a singular.

4 0 5 . C o n tra la co n stitu ció n del en te en el to­


m ism o, e s ta b a la distinción real d e los elem entos
p rim o rd iales d el se r, y p or lo tanto la distinción
real d e lo universal y d e lo sin g u lar en la cosa,
a u n q u e no se les reco n o zca ap titu d p ara existir
se p a ra d o s e n tre sí. P o rq u e ni el elem ento univer­
sa l, qu e se d istin g u e por su n atu raleza de lo sin­
g u lar, p u ed e cam b iarla p asando a singular me­
d ian te otro elem en to realm en te diverso, ni esle
elem en to div erso p u ed e individualizar lo univer­
s a l, si a n te s él m ism o no e s singular e individuo.
Y si e s to e s así, h ay que co n clu ir, que antes de la
reunió n d e los d os elem en to s que s e suponen ne­
cesario s p ara el e n te sin g u lar, ya existen entes
singu lares; y p o r lo ta n to , que no se requiere en
el e n te el dualism o que s e in ten ta introducir.

4 0 6 . C o n tra el origen del e n te en el escotis­


m o, m ilitaba la lógica d e su s propias aserciones.
S i el e n te individual e s co n stitu id o , en efecto, por
determ in acio n es d e la realid ad so b re sí misma, a
cada d iferen cia real determ in ativ a, corresponde su
individuación entitativ a; y p o r consiguiente los
elem en to s formales (fo rm alitates) d istintos de que
se h a c e c o n sta r el e n te , son o tras ta n ta ^ cutida-
—3 2 7 -

des realm en te d istin tas en la unidad en titatlv a. E s


decir, q u e aquello p or lo cual ha de c o n stitu irse
la unidad Individual del e n te , e s el principio d e in­
trínseca desunión en el m ism o.

Occam, intentando simplificar la teoría del


ente mediante remoción de las semientidades
componentes de las teorías precedentes, rehuye
en tesis el ser, ya nominalista ya conceptualis­
ta; pero de hecho participa de ambos: es nomi­
nalista en sus negaciones, en cuanto remueve
de los seres todo valor real de lo universal; y
es conceptualista en la parte afirmativa, p o r
cuanto reconoce al universal una significación
necesaria para la intelección. Aunque suele
identificarse la doctrina ontológica de Occam,
ya con la de Roscelino ya con la de Abelardo,
hay entre éstos y aquél profundas diferencias
doctrinales: éstos llevan tos universales hacia
la M etafísica, mientras Occam los aparta de
ella, para traerlos a la Psicología; para Occam
la individuación la incluye el ser de cada cosa,
mientras para Roscelino y Abelardo queda fluc-
tuante como derivación del universal realizado,
407. E sto su p u e sto , ¿q u é re sta b a y a , d en tro
de los m oldes e s c o lá stic o s, sino d e s c a rta r ta le s
com posiciones del e n te , y en sa y a r su sim plifica­
ción, au n q u e p ara ello fu e se m e n e ste r invocar te o ­
rías an terio res, siq u iera se in te n ta se una renova­
ción en su m ecanism o científico? P o r eso O ccam ,
sin preten d er ser n o m in alista ni co n cep tu alista en
tesis, p articipa d e h ech o del nom inalism o y del
-3 2 8 —

concep tu alism o . E s n o m inalista en sus negacio-


n e s , en cuanto a p a rta d e los s e re s todo lo que
pued a significar valor real en ello s de lo univer­
sal. E s co n cep tu alista en la p a rle afirm ativa, en
cuanto reco n o ce en lo universal una significación
n ecesaria para la intelección, au n q u e las co sas no
se a n sino sim ple ocasió n d e la universalidad. Lo
prim ero ha podido o casio n ar el erro r de los que
hacen de O ccam un nom inalista puro según el
tipo trad icio n al n o m inalista de R oscelino (1). Lo
segun d o es lo qu e invocan cu antos hoy lo hacen
p erfe cto co n cep tu alista, re p a ra n d o al efecto que
en su C o m en tario al M a estro d e las S en ten cias,
rech aza ex p resa m e n te la te sis del universal en las
p alab ras: «illo m odo quo vox e s t universalis», atri­
buida a R oscelino (2). P ero ni e s e sta la te sis ver­
d ad era de R oscelino, ni O ccam rep ro d u c e, en
oposición a ella, la te s is de A belardo.

( t ) L o s q u e ,h a c e n a O cca m s e g u id o r d e R o scelin o ,
so n lo s que atrib u y en a é s te el n om in alism o de puras voces,
q u e, co m o y a queda d ich o , no ie p e r te n e c e . E n tendido, en
ca m b io, el nom in alism o r o sce lin ia n o tal cóm o d e b e enten­
d e r s e y a trás^ h em os'exp licad o, p u e d e a fir m a rse que hay
a n a lo g ía s e n tre ”O ccam y R o sc e lin o ; pero aquél no s e que­
da co m o é s te en^la p a r te n e g a tiv a , sin o que la completa
(y en e s to 96 d iferen cian ), con su teo r ía s o b r e la sign ifica­
ció n de lo s c o n c e p to s , lo cual orig in a en O cca m una doble
d e sv ia c ió n de R o s c e lin o , la o n to ló g ic a y la p sico ló g ic a ,
(2) «Q uarta p o te s t e s s e opinio, quod nil e 9 t universale
n a tu ra su a , s e d tantum e x in s tilu tio n e , illo m odo quo vox
e s t u n iv e r s a lis ... h a e c o p in io non v id etu r vera » . (In
I.™ S e n t. d .,2 , q. 8).
-3 2 9 -
408. La te o ría del se r, com o individual y
como u niversal, y por lo ta n to la teoría m etafísi­
ca del en te, e s eri R oscelino y A belardo rudim en­
taria y p ro g resiv a; son lo s p relu d io s del com pli­
cado sistem a del e n te , q u e luego re v iste las fo r­
mas ya m encionadas. P o r el co n trario , en O ccam
responde a un p ro ceso reg resiv o y d e reversión,'
por el cual s e in ten ta d esp o jar el en te de to d as las
com posiciones d e que lo o frecen form ado las te o ­
rías an terio res.
De ahí, a p a rte d e o tra s d iferen cias re su lta n te s
del camino in v ersam en te seguido por O ccam y
por Roscelino y A belardo, que m ientras é s to s lle­
van los u n iv ersales hacia la m etafísica, aquél los
aparta de ella, p ara tra sla d a rlo s a la psicología; y
mientras p ara el prim ero el p roblem a de la indivi­
duación en el en te e s tá re su e lto de suyo p o r el
ser de cada co sa, y no tien e valor en sí porque no
supone m ás que la realid ad , para los segundos
que tienden a h acerlo una deriv ación de lo univer­
sal realizado, ad q u iere to d o el valor que las dis­
cusiones so b re la n atu raleza de los universales
representan.

Sin haber pretendido derruir toda la cons­


trucción ontológica de la escolástica, Occam
con su teoría introdujo hondas modificaciones
en todos los factores de aquella construcción:
de ahí la serie de consecuencias filosóficas y
teológicas peculiares de su escuela.
409. No p re te n d e O ccam d errib ar de su p e ­
destal la se c u la r e s ta tu a del e n te cin celad a por
-3 3 0 —

los m ejo res in g enios d e la E d ad M edía, según las


n orm as aristo télicas y las p lató n icas; sino que
crey én d o la en ex trem o recarg ad a d e elem entos
superfiu o s y perju d iciales, p ro p ó n e se desem bara­
zarla de ello s, co rreg ir su s lín eas, y devolverle la
sen cille z d e form a q u e en su opinión im periosa­
m en te reclam aba.
M as, bien s e ad v ierte que en el orden metafí-
síc o y en pu n to tan cap ital com o la teoría del
e n te , ap en as e s p o sib le in ten tar m odificación que
h ay a de ser ex terio r y de ac c id e n te . P or eso no
so n a c cid en tale s las m o d ificacio n es de O ccam ; y
si p u ed e d e c irse que p erm an ece esco lástico a pe­
sa r d e su s d o c trin a s, e s p o rq u e é s ta s tienen base
lógica en los m ism os prin cip io s e sco lástico s que
im pugna; así que llev an d o a su s consecuencias las
d o ctrin as de e s c o tista s y to m istas, a p a re c e des­
tru y en d o con ellas, aquello que a prim era vista
pu d iera c re e rse por ellas m ás aseg u ra d o y robus­
tecid o .
410. AI m odificar la teoría de la individua­
ció n del e n te , a lejó se O ccam d e las formalidades
d e E sco to , y d e la individuación tom ista; con ello
la significación de la materia y forma en la cons­
titución d e los s e re s e ra rad icalm en te inmutada;y
la teo ría de la potencia y acto, a la m anera aristo­
télica, su fría la alteració n co n sig u ie n te a la trans-;
form ación d e la form a y materia, en q u e estriba
e s ta d o ctrin a. D e ahí la se rie d e consecuencias fi­
losóficas y teo ló g icas que so n p ecu liares de la es-
cuelai occam ista, bien qu e no sin oFrecer analogía*
e n m uchos c a s o s con las d o ctrin as esco tistas, por
- 331 —

.cuyo interm edio s e realizó la transform ación occa-


mista ( 1 ).

El agnosticismo ontológico notado ya en


precedentes teorías escolásticas, es todavía ma­
cho más pronunciado en la doctrina de Occam.
41 1 . E s d e n o tar que el ag n o sticism o , que
aún en el orden ontológico hem os se ñ alad o en la
escuela de S an to T o m á s y d e E sco to , a c e n tú a se
en la escu ela d e O ccam , hasta n eg ar la c e rte z a de
las pruebas d e razó n en favor d e la ex isten cia de
Dios, com o la de to d as las verd ad es que no se fun­
den en la intuición. O ccam , qu e no es un sujeti-
vista ni m enos un escép tico , p rocediendo en el
orden psicológico según su criterio sim plificador
notado en el o rd en o ntológico, d esech a to d a inter­
vención d e especies sensibles e inteligibles , qu e­
dándose tan sólo con la intuición interm ediaria
entre el conocim iento se n sib le y el intelectual, y
base in d isp en sab le en su d o ctrin a p ara am bos
modos de co n o cer.

(1 j P ara la d octrin a d e O cc a m , a d em á s d e s u s o b ra s
(QimdHbeta sept. P a r . 1437; Tract. logices, P a r. 1488;
Quaest. et decís, in IV ¡ib. Sen/en/. Rom . 1605; Centi•
iog. iheol., Lugd. 1496; Exposit. aurea, e t c ., B o n o n . 1496),
v. W erner, Die. Scholastik d. sptiter. ftíittelait. (D. nachs-
colis. Scholastik), W ie n , 1884. S ie b e c k , Occam’s Erkeu-
nhathhre e tc . íA rch . f. g d. P h il. 1897). Id. W ille n sle lir e
be¡ D. S c o tü s u. s e in e n N a c h f o lg .( Z . f. P h il. 1898). V . a d e ­
ptas Prantl, Gesch. d. Logik, t. III; y S tü c k l, G. d. Phil.
d. Miltelalt, 1 . 11. La e s c u e la d e O ccam tu v o m uchos s e g u i­
dores; pero los de m ás nom bre s o n G re g o r io de R ím ini, y
Gabriel B iel, que c om p iló las d octrin as del m aestro.
— 332 —

S o b re e s te po d er intuitivo (cuyo germ en está


en la teo ría de E sco to ), re p o sa el alcan ce cognos­
citivo hum ano en la te sis o ccam ista. M as ia intui­
ción, sea con carácter sen sib le, se a con carácter
intelectu al, no se e je rc e sino en el mundo finito,
y aún en el m undo fen o m en al, en cuanto sin esto
no h ay intuiciones, y fu era d e ellas la potencia
abstractiva no puede e je rc ita rs e con verdadera
ce rte z a . <N otítia ab stractiv a p raesu p o n it intuiti-
Vam», (Q uodlib. 1, q. 14).
E s por eso, po rq u e la potencia abstractiva
no podrá ofrecer c e rte z a ab so lu ta so b re las ver­
d ad es u ltra sen sib le s, com o la existencia de Dios,
la inm ortalidad del alm a, e tc ., que no «on objeto
de intuición alg u n a, y por lo m ism o sólo pueden
se r o b jeto d e la fe ( 1 ).

A R T IC U L O v i

La doctrina del Cardenal de Cusa, última etapa de las


evolucione» escolásticas en la teoría del ente.

Conservando los constitutivos de materia y


forma, el Cardenal de Cusa propugna otro fac­
tor ontológico, por él denominado *fuerza> o

(1) A s í, p u e s, O ccam r e su e lv e n eg a tiv a m e n te cuestio­


n e s tan p relim in ares de teo lo g ía natural, com o esto s: «Utrum
probari p o s s it per naturalem r ation em quod tantum est
unus D e u s .., D ic o quod non p o te st d e m o n str a tiv e probari
qu ed tantum e s t un u s D e u s , e tc .» «U trum p o s s it probari
ra tio n e naturali qu od D e u s s it prim u c a u sa e fíe c tív a om-
nim ti... D ic o quod non p o t e s t probari ratione natura-
li, e tc .»
—3 3 3 -
iposse*, que en su doctrina es síntesis suprema
de la materia y forma, como también verdadero
dinamismo trascendente de los seres, de donde
deriva, cual bifurcación ontológica, sn t poten-
cia» y «acto ».
412. A unque con las últim as m anifestaciones
de la e sc u e la d e O ccam tó c a s e el extrem o de las
evoluciones e sc o lá stic a s e n la constitución del
ente, p u ed e sin em bargo aún se ñ a la rse una últim a
etapa en las d o ctrin as so sten id as por el C a rd , de
Cusa, por cu an to su teo ría del s e r co n serv a to d a­
vía los co n stitu tiv o s de la materia y forma. El lo
dice ex p resa m e n te : «R econozco los principios
quiditativos m aterial y fo rm al; p ero lo qu e está
por encim a de ello s es u n a realid ad , la fu erza o
posse, que los filósofos de la an tig ü ed ad rio cono­
cieron, — ad ipsum p o sse non re sp e x e ru n t» .—
Este posse, verd ad ero dinam ism o tra sc e n d e n te de
los se res, e s la sín tesis su p rem a de la materia y
forma de C u sa, y el que ex p resa y com pendia el
carácter de su teo ría del e n te , cad a vez m ás d is­
tanciado del e n te esco lástico .

413. Los e sc o lá stic o s habían c o n trap u esto la


materia a la forma, re p re se n ta n d o , la prim era la
potencia, y la se g u n d a el acto , al m odo aristo téli­
co. P ero no habían p asad o d e ahí, d eten ién d o se
en eso s dos elem en to s estátic o s d e la realidad, e
introduciendo por co nsiguiente el dinamismo en
los seres com o y u x tap u esto a la mism a actualidad
del e n te ' co n stitu id o d e la m an era indicada. El
Card. C u sa ad v ierte la diferen cia que hay e n tre el
- 554 —

dinam ism o del se r, y el s e r p o ten cia o acto; y no


sólo lo in tro d u ce com o facto r del e n te , sino que lo
so b rep o n e a lo s dos fa c to re s m encionados; de
su e rte que el posse, el dinam ism o esencial del
s e r, es el nexo su p rem o y c e n tro donde s e encuen­
tra n y d e donde sa len la poten cia y el acto , que
d esd e luego d ejan d e co n stitu ir categ o rías vacias,
com o se p resen tan en el aristo telism o , para mani­
fe sta rse com o d erivaciones din ám icas en su diver­
so o rd en , de aquel hyperacto e hyperpotencia,
que en sí las en cierra.
La cú sp id e d e la cien cia e s tá en el posse, escri­
b e d e C u sa (De ápice theoriae): «Apex theoriae
e s t ipsum p o ss e ... sine quo nihil quidquam potest
co n tem p lan » . Y a fin de ex p re sa r d etin m odo más
vivo la significación del posse, la virtud trascen­
d e n te d e su dinam ism o, C u s a cre a una nueva pa­
lab ra, q u e en su barb arism o e s harto elocuente;
llám ale Possest; para d ecir que equivale a la su­
p rem a identidad del posse y del esse, de la virtud
d e la potencia y d e la del acto ( l ).
El e n te , p u es, tien e asf p o r b a se un dinamismo
tra sc e n d e n te qu e se bifurca en acto y potencia,
como en forma y materia , y al mismo tiem po es-

(1) E sa p alabra origin al s ir v e d e títu lo u un opúsculo


d el Curtí. C u sa, al Dialogus de Possest. «Intellígo te dice-
re (habla s o b r e el possest un in te r lo cu to r en d ich o Diálo­
g o ) quom odo lio c nom en com p ositum possest, d e posse et
esse unituin, h a b e t sim p lex sign ificatu m , ju x ta ta m e n huma-
num co n g estu m , d u cen tem a e n ig m a tic e inquisitorem ad
q u a lem cun que d e D e o p o sitivam a ssertio n em ; et capis
p o a s e a b solu tu m , prou t c om p licat om n e p o s s e su p ra actio-
-3 3 5 -
tos elem entos de! ser se en cu en tran y co m p en e­
tran en aquél com o en un supra posse agere y
supra posse fíeri, q u e les da la virtualidad .opera­
tiva por la cual ex isten y co n stitu y en los s e re s d el
mundo real.
Cusa, trasladando su teoría del ente al or­
den infinito, la aplica a Dios, que dice ser, no
sólo principio del acto y potencia de los seres
finitos, sino también la suprema síntesis de po ­
tencia y acto, por cuanto no es posible priori­
dad alguna, antes requieren necesariamente en­
tre sí perfecta coeternidad, la potencia absoluta
y la absoluta actualidad: de ahí que, mediante
esa transformación de los referidos factores an­
tilógicos, concluya ser Dios principio de los
entes contingentes, no en cuanto actualidad ab­
soluta, según enseñan comúnmente las escuelas',
sino en cuanto es síntesis de acto y potencia
absolutos.
414. E sta d o ctrin a so b re la constitución det
ente la traslad a el C a rd . d e C u s a al orden infini­
to, y la aplica a D ios; y luego h a c e d escen d er d e
nuevo desde las altu ras d e !a divinidad, la aplica­
ción de la teo ría a los s e re s finitos. La p otencia
absoluta, dice C u sa, no p u ed e p re c e d e r a la ac-

iitim el passionem , stipra p o s s e fa c e r e et p o s s e fie r i, et


concipia ipsum p o s s e actu e s s e » . S e a d v ie r te sin dificultad
por estas palabras, la profunda d ife r e n c ia que sep a ra a
Cusa de la p o te n c ia y a c to e s c o lá s tic o s , a sí co m o la ten ­
dencia a las id eas d el m isticism o germ á n ico tr a se en dente:
del siglo XIV.
-3 3 6 -

lu a lid a d ab so lu ta , ni la ab so lu ta actualidad a la
po ten cia absoluta; por eso D ios es la síntesis su­
prem a d e la p o ten cia y acto , y principio del acto
y p o ten cia de los s e re s finitos. E s el Püssest, su­
prem o, del cual participan las criatu ras, que sólo
p o se e n el posse o dinam ism o trascen d en te, en
^cuanto son acto y potencia p or virtud del posse o
p o ssest infinito. « C o a e te rn a erg o sunt absolula
po ten tia e t a c tu s e t u triu sq u e nexus, ñeque plura
su n t a e te rn a , quod ip sa a e te rn ita s... e t dico nunc
nobis co n stare D eum a n te actu alitatem , quae
distin g u itu r a p o ten tia, e t aute possibilitatem quae
distinguitur ab actu, e s s e ipsum sim plex mundi
principium ».
415. H e aquí un a d o ctrin a que, reconociendo
el acto y potencia, d ista in m en sam en te de la de
S a n to T o m á s, y aún d e la d e E sco to sobre este
p u n to , a u n q u e con la d e E sc o to gu ard e ciertas
analo g ías.
S eg ú n la teo ría p e rip a té tic a , la potencia es la
an títesis o ntológica y lógica del acto , es la pasi­
vidad p u ra y la capacidad vacía de to d a forma; y
el acto es la an títesis de la p o ten cia, es la forma
realizad a y la actividad cum plida. La pasividad,
p u es, y la activ id ad a sí en te n d id a s, no pueden
jam ás id en tificarse, y m ucho m enos realizar la
suprem a sín tesis en D ios de una actualidad abso­
luta y de una po ten cialid ad ab so lu ta.
El C a rd . C u sa no va co n tra la lógica de esta
c o nclu sió n , que es legítim a dada esa noción de
acto y p o ten cia. L o que rech aza es el concepto
m encio n ad o d e poten cia y a c to , que ya Escoto
— 337 —
había en c o n tra d o in acep tab le, sin ¡r tan ad elan te,
sin em b arg o , com o C u s a . El posse im sano no e s
la capacidad vacía d e se r, sino el principio real de
todo se r; no e s la potencia nuda del a risto te lis-
mo esco lástico , sino la p o ten cia d o tad a de p erfe c­
ción real, y tran sfo rm ad a en virtud o p erativ a, que
en su orden p articip a d e la en tidad com o en el
suyo el se r en acto .
416. P o r e s o , m ien tras para S an to T o m á s, y
aún para E sco to , D io s e s C re a d o r y principio de
los entes co n tin g en tes.en cu an to e s actualidad ab­
soluta, p ara C u s a sólo es C a u sa suprem a en cu an ­
to es sín tesis de acto y p o ten cia ab so lu to s. La po­
tencia e s traslad ad a al se n o d e D ios y le e s atri­
buida con el m ism o d erech o que el acto , y con el
mismo c a rá c te r o n to ló g ico . El e n te co n tin g en te
participa d e e s a sín te sis su p rem a de p o ten cia y
acto en sus d iv ersas m an ifestacio n es com o acto y
potencia.
417. H e ahí, p u es, una profunda m odifica­
ción en la n atu raleza del ente esco lástico , que
afecta no sólo al e n te finito, sino al E nte infinito.
La materia y forma del m undo co rp ó re o , y com o
representación de los co n stitu tiv o s ontológicos de
los entes co m p u esto s, so n n ec e sa ria m e n te tr a n s ­
formadas; p o rq u e no re p re se n ta n , ni pueden re ­
presentar, la potencia (ip ateria).y el acto (form a)
ni en el o rd en físico, ni en el m etafísico, sino que
por el co n trario , la form a asu m e la virtualidad de
la potencia en su a c to , m ien tras la m ateria inclu­
ye la del acto e n su p o ten cia, y am bas d ejan de
ser la m ateria y form a trad icio n ales,
t o m o v ii 22
-3 3 8 —
Sin em bargo la teo ría d e C u s a a c e rc a del ser,
q u e no e s a risto télica, significa una reversión y
una com o rein teg ració n en los p rin cip io s ontoló*
gicos d e A ristó teles.
La escolástica, para amoldar al dogma ti
aristotelismo y el platonismo, los privó de sa
dinamismo dialéctico , quedándose con los miem'
bros rígidos de un cuerpo doctrinal sin vida: de
ahí la antinomia que en los escolásticos apa­
rece entre potencia y acto, con el carácter está­
tico de estos factores ontológicos, como tam­
bién de la substancia cual resultante de aque­
llos factores convertidos en materia y forma.
Cusa se propuso remover aquella antinomia,
fundiendo potencia y acto en unidad trascen­
dente que les restituyera su dinamismo, y ofre­
ciendo una teoría del ente, que no es aristotélica
ni platónica, pero si encierra elementos aristo­
télicos y tiene aspecto platónico.
418. H em os dicho a trá s (1), que la escolásti­
ca para am oldar~el aristo telism o y el platonismo
a las ex¡gencias*del dogm a, tuvo que fraccionar
en unos ca so s dichos siste m a s, en o tro s alterar
su s elem entos,*y com o b a s e de todo ello, privar
al plato n ism o y al aristo telism o d e su respectivo
proceso dialéctico, alm a de todo sistem a, sin el
cual qued an tan sólo los m iem b ros rígidos de un
c u erp o sin vida, que no p u ed en te n e r otro moVi-

(1) £.) V . en“el p r e c e d .'c a p . IV: a r t. l .° , nn. 260-262;


art. 2 .°, n. 279; art. 3 . “, n. 280.
- 339 -

miento m ás, que e! orig in ad o p o r el im pulso d e


agentes ex trín seco s.
No podía su c e d e r d e o tra m anera; porque la
teoría del se r ni en P lató n ni en A ristó teles, tal
cómo lo conciben en su g én esis, en su evolución
dinámica y en su n atu raleza, e s tá hecha para que
sea acep tad a p o r la o rto d o x ia cristiana.
La ab so lu ta antinom ia que a p a re c e en los e s ­
colásticos e n tre la p o tencia y el acto, e s una co n ­
secuencia d e la tran sfo rm ac ió n a que aludim os. El
abismo que se in terp o n e e n tre é s te y aquélla,
hace que el dinam ism o de toda potencia sea ajen o
a la p o tencia m ism a, la cual d e suyo tien e en la
escolástica c a rá c te r tan estático com o el acto
mismo. D e ahí la teo ría del movimiento (om ne
quod m ovetur, ab alio m ovetur) traducida en p ru e ­
bas de la ex iste n cia de D ios. D e ahí la teo ría de
las premociones en el orden psicológico y en el
de la gracia, que es la d o ctrin a del movimiento
según los principios d e la potencia pura y vacía
de todo dinam ism o para la actu ació n . D e ahí igual­
mente la teo ría estátic a de la substancia (fruto de
aquella potencia y acto, co n v ertid o s en materia
y forma), cuyo dinam ism o y cau salidad no es en
la escolástica ningún elem en to íntimo d e su te o ­
ría, sino m ás bien una afirm ación, un a trib u ta
yuxtapuesto que m ejor p u ed e d ecirse un p o stu la­
do del conjunto d o ctrin al ortodoxo, que un co ro ­
lario de su d o ctrin a a c e rc a de la substancia. Ella
es una entidad inm óvil qu e sirve d e su sten tácu lo a
los accidentes, si los hay; p ero ni é s to s son n e c e ­
sarios para el ser d e la su b stan cia, ni la su b stan ­
— 340 —

cia p ro d u ce por su in trín seca condición los acci­


d e n te s , ni aún en los ca so s en q u e a p a re c e bajo
a c c id e n te s están co n fo rm es to d o s en atribuir a la
su b stan cia cau salid ad eficien te so b re ellos ( 1 ).
F ácil e s , p u es, colegir qué virtualidad dinámica
ca b e en la substancia según el tipo perlpatéti-
co -esc o lá stico de que h ablam os.
419. P u es b ien , C u s a s e propuso d estru ir esa
antinom ia radical e n tre la p o ten cia y acto , devol­
viéndoles el dinam ism o q u e les faltab a, aunque
sin ren o v ar el aristo lelism o puro. P ara esto , reúne
e n unidad tra sc e n d e n te el ac to y potencia, hacien­
do de ella el tipo su p rem o d e toda p otencia y acto,
y por lo ta n to la raíz fu n d am en tal de toda subs­
ta n c ia . D e e sta su e rte n os o fre c e una teoría del
e n te que: en cerran d o elem en to s a risto té lic o s, no
e s aristo télica; y ten ien d o a sp e c to platónico, no es
plató n ica.
Afinidades y diferencias que con el aristote-
lismo y el platonismo ofrece la teoría del ente
en Cusa.

( I ) S ab id o e s que, aunq ue e n la d o ctrin a d e S a n to To-


m á s la su b sta n cia e s c a u sa e fic ie n te de loa accidentes (de
m odo que la prod u cción d e una su b sta n c ia en v u elv e dos
a c to s , uno p rod u ctor d e la su b sta n cia , o tr o d e lo s acciden­
t e s por la su b sta n c ia ), e s ta op in ión e s d e se ch a d a por mu­
c h o s , e n tre e llo s por S u á r c z , que s o s tie n e la pfoducción
sim u ltá n ea d e a c c id e n te s y su b sta n c ia , si bien la produc­
c ió n d e a q u é llo s su p on ga la d e é s ta . N o n o s proponemos
d iscu tir aquf e s t e punto; b á sta n o s n otar e s ta s discrepan­
c ia s , para d em ostrar cu á n accidental e s el dinam ism o de la
su b sta n c ia sn la d octrina e s c o lá s tic a .
- 341 —

4 2 0 . P a ré c e s e al aristo telism o, en adm itir


como facto re s del en te la materia, la forma (po­
tencia y acto ) y el dinamismo que h ace a toda
substancia cap az d e evolucionar so b re sf m is­
ma, y d e recibir d e sí propia toda la actuación d e
su poten cia; p ro p ied ad é s ta que, com o hem os di­
cho, d esa p a re c e en el aristo telism o esco lástico .
D iferénciase del aristo telism o , en qu e e s e posse
que en tra en la constitu ció n del e n te en gen eral,
aún siendo lo m ás intimo en el s e r finito, e s una
participación no analógica, sino real del posse di­
vino, que co n stitu y e el cen tro de todo dinam ism o,
y por co n sig u ie n te del dinam ism o de to d o ser.
421. S e m é ja sc al p latonism o, en colocar la
entidad m ás esen cial a la ex iste n c ia de los se re s ,
en un orden tra sc e n d e n te , en el seno d e D ios, a la
manera d e las ideas p lató n icas que e n c a rn a n , p o r
decirlo así, en los e n te s co n tin g en tes.
S e distin g u e del plato n ism o , en que el dina­
mismo divino d e C u s a no es un principio: ni de di­
ferenciación individual en los se re s , que al co n ­
trario ha d e re su lta r d e los fa c to re s finitos q u e
aquel dinam ism o actúa; ni tam p o co de u n iv ersa­
lidad o unión d e los e n te s en un tipo gen érico ,
porque no tien e ni re p re se n ta d iferen cia alguna.
Las ideas p lató n icas a la in v ersa, d esem p eñ an
esa doble función d e reu n ir bajo una e s en cia o
tipo genérico ex iste n cias m últip les, y de d ife re n ­
ciarlas en tre sf d e la e se n c ia com ún, y a cada
grupo esencial de los dem ás de otro orden.
De ahí e s q u e, p asar del ord en se n sib le al in­
teligible, en un p lató n ico e s p asar de lo diferen te,
-3 4 2 —
al prin cip io determ in ad o d e la d iferen cia. P asar
d e io se n sib le a lo inteligible, en la d o ctrin a de
C u s a es p asar de lo d iferen te a la no diferencia,
a lo in d eterm in ad o e inco g n o scible.

El Cardenal de Cusa no es panteista; pero


su i posse* trascendente e infinito, evolucionan-
do a través de los seres finitos, lleva en s í los
gérmenes del panteísmo, y ofrece sorprendentes
analogías con el Ser-idea de Hegel: también
acentúa el agnosticismo del ser íntimo del ente,
notado ya en teorías escolásticas precedentes.
422. La teo ría d e C u s a , im pregnada del mis­
ticismo d e E c k e h a rt, y no ajen o a influencias
neop lató n icas so b rep u estas a las aristotélicas,
lleva en sí los g érm en es del p an teísm o . S u posse
tra sc e n d e n te e infinito ev o lu cio nando a través de
lo s s e re s fin ito s y d iferen cián d ose en ellos, sin
d e ja r de se r en sí uno e in d iferente, n os recuerda
el S er-Id ea d e H eg el, co n cuyo sistem a, aunque
partien d o de distin to pu n to d e Vista, tie n e el de
C u s a so rp re n d e n te s an alo g ías. C om o H egel, nie­
ga C u s a que el principio d e co n trad icció n sea apli­
ca b le al S e r divino, y uno y o tro h acen del Ente
infinito la u n id ad d e lo o p u esto y la síntesis de lo
co n trad icto rio fcoincidentia oppositomm).
S in em b arg o el C a rd . C u s a no es patiteís-
ta ; y e s d e v er el laudable e s fu e rz o con que,
e n m uchos lu g ares d e su s o b ra s, p ro cu ra detener­
s e a n te el abism o que s e ab re d e la n te de él, in­
vocando la d iferen cia que hay e n tre hacer de
D ios la forma d e los s e re s fin itos, y colocar en
— 343 —

su esencia el dinam ism o d e to d a form a co n tin ­


gente ( 1 ).
425. C u s a acen tú a el agnosticism o so b re el
ser íntimo del e n te , qu e hem o s n otado en e s c u e ­
las an terio res, y h ace al E n te prim ero inaccesible
en absoluto al co nocim iento hum ano. En la co n ­
ciencia d e e sla ignorancia h a c e co n sistir la sab i­
duría v erd ad era, su Docta ignorantia.
En la realizació n in trín seca del e n te , C u s a no
admite tip o s in m u tab les, sino que lo subordina
todo a la voluntad divina, sin lim itación alguna ni
en o rd en d e las ese n c ia s ni de las ex iste n cias.

Ciérrase en Cusa la serie de evoluciones en


¡a leoria del ente al servicio del dogma.
424. En C u s a c ié rra se la se rie d e evolucio­
nes so b re la co n stitu ció n del e n te al servicio de
los dogm as. Los filósofos p o ste rio re s, o se ap ar­
tan de las norm as e sc o lá stic a s siguiendo los cam i­
nos del renacim iento y los p o ste rio re s, o vuélven-
s e a lo s antiguos, o ra rep ro d u cien d o su s d o ctrin as
de puro esco tism o , o tom ism o, o ra sistem atizan d o
con el sistem a ecléctico q u e re p re s e n ta S u á re z ,
las doctrin as d e u n o s y de o tro s.

(1) A e s o s e red u cen lo s r a zo n a m ien to s que e x p o n e e n


sus d iálogos, h arto in te r e s a n te s , y en su Apología doctae
ignorantiae, e s c r ita para d e fen d e rse d e la n o ta de h e ter o ­
doxia d e que fu é a c u sa d o .
Su doctrina s o b r e la T rinid ad r e s ié n t e s e tam bién d e un
vago panteísm o, y d e r e m in isc e n c ia s p la tó n ic a s, c o m o la s
que informan las te o r ía s d e Enrique de G and.
-5 4 4 —

Los prim ero s h a sta los tiem p o s m odernos, los


hem o s estu d ia d o y a al tra ta r del Ideal (1).

425. C o n v ien e ah o ra resu m ir las variantes


se ñ alad as:
1.° (M orín, C u sa) (2) . . . . .

(1 ) E.) V . los to m o s I y II d e e s ta obra.


(2) E.) A c o n tin u a ció n d e la in d ica ció n de resumen
h e c h a en el te x t o , h ay en b la n co h a sta cu a tro cuartillas deí
cu a d ern illo (e l A u to r u tiliz ó p lie g o s d e lo s que doblados
r e su lta b a n , en c u a d ern illo o c h o hojas); p o r ta n to , el resu­
m en habrá d e h a cerlo e l m ism o le c to r s o b r e e l te x to del
c a p itu lo que aquí term ina.
C A P Í T U L O VI

La individuación del ente, y los accidentes. La


subsistencia, y la persona.

A R T IC U L O I

Carácter, ya positivo ?a negativo, del principio de


individuación del ente, o de la subsistencia, en las
escuelas tomista y escotista.

La distinción real de «esencia* y tsubsisten­


cia >, no es anterior al siglo XVI.
426. U na co sa conviene ah o ra ad v ertir. C u a n ­
do se estudia la d iferen cia e n tre el se r de la indi­
viduación, en cuanto principio de su b sisten cia, en
la escuela tom ista y en la e sc o tista , e s m uy fre ­
cuente sen tar: q u e é s ta en el tom ism o e s una rea­
lidad, una en tid ad positiva; m ientras en e¡ e s c o ­
tismo no es realidad, sino sim ple negación d e c o ­
municación e n tre d os en tid ad es. Y los teó lo g o s
suelen.hacer largo uso de dicha diferencia, cu an ­
do tratan de la unión h ip o stática del V erbo e n c a r­
nado; y exam in an , si en la natura assumpta al
desaparecer la p erso n alid ad h um ana, o se a la
subsistencia, es algo positivo, o una sim ple n ega­
ción b que d e s a p a re c e de la hum anidad de J. C.
427. L o s filósofos y teó lo g o s qu e se dicen de
la escuela d e S an to T o m ás so stien en , que la sub-
- 346 -

■sistencia es un a en tid ad , o al m enos una modali­


d a d realm en te d istin ta del e n te substancial. Los
<jue s e dicen p artid ario s d e E sc o to niegan esa dis­
tinción real, y e n señ an q u e e s una m ism a cosa el
e n te y su su b sisten c ia , m ien tras aquél ex iste en
s í mismo, y sin com unicación con o tro .
4 28. D esd e lu eg o e s ta distinción d e realida­
des en el e n te p ara ser y p a ra subsistir, no es an­
te rio r al siglo XVI; y el C a rd . C a y e ta n o fué quien,
in te rp re ta n d o a S an to T o m ás según su criterio, la
h izo a p a re c e r com o opinión (1). No faltaron luego
q uien es, com o P . H u rtad o (Methaph, disp. 11 y
d. XI), so stu v iesen q u e no rep u g n ab a ni una natir
turaleza que com o sin g u lar e x is tie s e in re sin
su b sisten c ia , ni una su b sisten c ia que existiese
re alm en te sin n atu raleza.
E sta te sis ab su rd a, m uy lógica dentro de la
te o ría , o frec e la p articu larid ad de que suprím ela
m ism a d octrina que se p re te n d e d efen d er. Porque
la natu raleza que p u ed e ex is tir sin ninguna sub­
sis te n c ia d istin ta d e ella, tien e evidentem ente en
■si el principio d e su b sistir; y a su vez la subsis­
ten cia que e x istie se sin o tra n atu raleza distinta,
ella se ría p ara sí principio de se r y d e subsistir. Por
lo ta n to , ni en el prim ero ni en el segundo caso
tend ríam o s n ecesid ad d e una e n tid ad distinta de la
prop ia ex iste n cia p ara su b sistir.

(I) U n o de lo s m ás d e c id id o s s e g u id o r e s d e la misma
fu é G re g o r io d e V a le n c ia (I ii S . T h . p. III, d. 1, q. 4), quien
-d esp u és d e enum erar v a r ia s o p in io n e s , s e e sfu e r z a en apo­
y a r la s u y a con la d octrin a de S a n to T o m á s.
— 347 -

A la inversa de lo que suele enseñarse p o r


filósofos y teólogos, la subsistencia en la doc­
trina tomista resulta de ana para limitación de
la <forma» por la i materia»; mientras en los
principios escotistas resulta de la adición de
ielementos form ales»: consiguientemente, la in­
dividuación es negativa en doctrina tomista, y
positiva en principios escotistas. Causas de esta
extraña y confusa inversión de principios dé
escuela. Aplicaciones teológicas a l misterio de
la Encarnación.
429- P ero lo q u e sin g u larm en te conviene n o ­
tar, es que según los p rincipios d e la escu ela to ­
mista y de la escu ela e s c o tista . el punto m en d o -
nado d eb e re so lv e rse en un to d o a la in v ersa d e
cómo lo hacen filósofos y teó lo g o s.
430. En (ad o ctrin a to m ista, en e fecto , la in­
dividuación, y co n sig u ien tem en te la su b sisten c ia ,
resulta de una pura limitación d e la forma m e­
l a n te la materia prima. La materia e s el e le­
mento que determ in a la forma a un se r co n creto ,
originando los individuos por v e rd ad era lim ita­
ción de ésta seg ú n lo atrás ex p u esto . E n la teo ría
aristotélica, según la in terp retació n com ún, la for­
ma, que es la que da c a rá c te r a cada n atu raleza
o esencia, e s d e su y o universal y de la esp ecie; y
no se determ inaría nunca a co n stitu ir los indivi­
duos, si e sta d eterm inación no le viniese d e la m a­
teria prima, qu e o rigina la negación de la univer­
salidad en la form a, y m ed ian te e sto la ex iste n ­
cia de.Ias n a tu ralezas sin g u lares.
— 348 —

431. P o r el co n trario , según los principios


e sc o tista s, el en te sin g u lar e individual resulta de
una Verdadera adición d e los elementos formales
(form alitates) a la esen cia; y el últim o modo for­
mal de uti e n te , e s ei que lo com pleta y le da el
se r d e la Individuación. El p ro ceso g enético de la
entid ad co m ien za en el esco tism o , según hemos
Visto, por el ser mínimo de la esen cia; sigue me­
d ian te la distinción form al a parte rei , por los
p rim ero s g rad o s en titativ o s del género; continúa
por los d e la especie, y term in a p o r los del indi­
viduo: d e m an era que e sta últim a form a, es
tan positiv a, com o las d em ás d iferen cias genéricas
y esp ecíficas que so b rev ien en a la e s en cia pura.

4 5 2 . S e ve, pu es, que lejos de se r positi­


va la individuación en el tom ism o, y negativa en el
esco tism o , e s n egativa en el prim ero y positiva
en el seg u n d o , d e conform idad con los principios
d e los resp ec tiv o s sistem as.

433. ¿D e d ó n d e p roviene e s a e x trañ a confiv-


sión, que h a c e .s e venga invírtiendo la doctrina de
dichas escu elas? La cau sa p rim era, e s tá en aislar
los p roblem as del co njunto d e la teo ría científica
de la cual recib en , y no pu ed en m enos de recibir,
el cará c te r y n atu raleza. P re scin d ir en una cues­
tión del espíritu d e escu ela q u e la inform a, e s des­
viarla de su c e n tro , y por lo m ism o desnaturali­
zarla. Y esto aco n te c e con el p roblem a de la Indi­
viduación, com o su c ed e con o tro s m uchos.
F u e ra d e e sto , hubieron de in terv en ir otras
Clausas d e o rden filosófico y d e o rd en teológico.
— 349 -

434. H em o s dicho ( l ) q u e las formalidades


de E sco to no son entes (res), sino tan sólo reali-
tates, seg ú n el m ism o D o cto r S u til; y d e ahí que
aunque distintas en la c o sa, no qu eb ran ten su
unidad. La ultima forma litas p or lo ta n to , q u e es
la que p roduce la individuación, es algo positivo,
y sin em bargo no e s un e n te reai.
Pero si en e s te g én ero de entidades interm e­
dias e stá uno de los p u n to s m ás originales del sis­
tema, ahí se halla tam bién uno d e los m ás in so s­
tenibles; lo cual h ace que su s m ism os d efen so res,
al estudiar la individuación se inclinen, ora a un
extremo, o ra al otro de los dos a que s e p re sta la
teoría d e las formalidades.
Los que, aten d ien d o a la unidad substancia! del
ente, se fijan en q u e d ich o s elementos formales
no son res, co n clu y en qu e la individuación no es
cosa alguna positiva, p o r cu an to nada p u ed e se r
positivo que no se a entidad.
Los que p a rte n del co n cep to de la realidad d e
tales elem entos (realitates), y d e que originan en
la cosa una distinción a parte rei> dan a las for-
mas Valor positivo, y trad u cen p o r e n te real la in­
dividuación e sco tista, po rq u e nada negativo puede
ser fundam ento d e d istinción a parte rei.
455. U nos y o tro s, com o se ve, parten de la
disyuntiva d e q u e la individuación, o es un e n te
real distinto de la .substancia a que a fe c ta , o no
es nada positivo. Y e s ta disyuntiva e s totalm en te
ajena a la d o ctrin a de E sco to , según la cual la in-

Ol E.) C ap . p r e c ed ., art. 5 .°, nn. 356-362.


-3 5 0 -
dividuación puede se r positiva, y sin em bargo no
constituir e n te d istinto del s e r individuado, sino
sim ple form alidad al m odo dicho. N inguna, pues,
de las so lu cio n es m en cio n ad as e x p re sa fielmente
el pensam iento de E sco to .
456. C o s a an álo g a a lo que o cu rre en el es­
cotism o, aco n te c e en el tom ism o.
T o d o s los seg u id o res d e e sta escu ela convie­
nen en que la materia prima e s la que limita la
forma a lo singular, q u e e s cu an to b a sta para la
individuación. P ero al mism o tiem po sostienen que
la sin g u larid ad e individuación e s accidental y
ajen a a la esen cia d e los se re s , por lo mismo que
la esencia es por su n a tu ra le z a universal en dicha
escu ela. Y. com o la esen cia e s constituida, no sólo
por la form a, sino tam bién por m ateria en los
se re s co m p u esto s d e ella, de ahí que la individua­
ción com o accid en tal no re su lte de la m ateria pri­
ma en cu an to lal, si no se le añ a d e un accidente
que la co n stitu y a.
4 5 7 . L os m ás an tig u o s en la escu ela, aún te­
niendo la individuación p or accid en tal, considerá­
banla com o una resu ltan te de la unión de la forma
a la materia, sin d arle o tra entidad que la desim ­
ple m odo. Los p o ste rio re s co n v irtieron los modos
en realid ad es y en e n te s co m plem entarios, según
qu ed a indicado. H e ahí, pu es, las dos direcciones
del tom ism o, cad a una d e las cu ales interpreta en
op u esto sen tido a S an to T o m á s, para cohonestar
las re sp e c tiv a s o p in io n es.
438. En el orden teo ló g ico, tom istas y esco*
tista s invocaron una m ism a razó n , o ra para afir­
— 551 —

mar, o ra para n eg ar la en tid ad individuante. Los.


que niegan é s ta , dicen qu e Je su c risto tom ó ín te ­
gra la n atu raleza hum ana, au n q u e no tom ó la per­
sona; y si la su b sisten cia fu e se algo positivo, le
faltaría al co m p u esto teán d rico e s a e n tid a d d e la
humana n a tu raleza, que J. C . no tom ó.
Los p a rtid a rio s d e la opinión con traria, dicen a
su vez, que si la su b sisten c ia e s algo negativo,
nada falta en la n atu raleza hum ana del V erbo
para que se a p e rso n a , y h ay a así en J. C . dos
personas.
439. A m bos razo n am ien to s son igualm ente
falsos, p ero sirven p a ra d em o stra r el c a rá c te r que
se ie daba a e s to s p ro b lem as m etafísico s en el
orden teo ló g ico .
Decim os q u e ta le s ra z o n a m ie n to s son falsos,
porque e s ev id en te que, au n q u e la su b sisten c ia
sea negativa, no s e sig u e qu e nada falte en la hu­
mana n atu raleza d e J . C . para se r p e rso n a , d e sd e
el m om ento en q u e por su unión a la p erso n a del
Verbo falta la negación de comunicación que en
dicha n atu raleza d eterm in ab a el se r personal.
A la vez, au n q u e la. su b sisten c ia fu ese algo
positivo, no por su d esap aric ió n dejaría la n atura-
lsza de e sta r co m p leta cóm o tal, y atín cóm o per­
sona, m ediante la perso n alid ad del V erbo; porque
partiendo, com o se p a rte ,,d e l su p u e sto de la posi­
bilidad de substitu ció n en la p e rso n alid ad hum a­
na, ésta hállase p len am en te c o m p en sad a por la
divina.
Qué si la im perfección se h a c e consistir en la
falta de p erso n alid ad del o rd en hum ano, en e s e
— 352 —

caso tan im perfecta e s dicha n atu raleza con que la


su b sisten c ia se a p o sitiva, com o siendo negativa,
por cuanto en una y o tra h ip ó tesis la personalidad
hum ana siem p re d e s a p a re c e del com puesto teán-
drico.
Lo dicho b a s ta p ara ju zg ar so b re el origen de
las desv iacio n es que su fren la teo ría tom ista y la
e s c o tista , a que a n te s nos h em o s referido, en la
individuación del en te.

A R T IC U L O II
La persona según definición de Boecio: reiteradas mo­
dificaciones de esta definición en la escolástica, para
eludir las inadm isibles consecuencias teológicas de
aquélla: crítica, y conclusión en la materia.

Por ser derivación del ente individuo, se di­


fiere a ulterior lagar el estudio de conceptos
metafísicas quecom pletanla teoría del ente.
440. R estaría ah o ra co m p letar la teoría del
se r con las cu estio n es re fe re n te s a la esencia y
ex iste n cia, a !a su b sta n c ia y a c c id e n te s , y tam*
bién a la cau salidad. M as todo ello e s y a una deri­
vación del e n te individuo, y h ab rem o s de expo­
nerlo en otro lugar.
Es ajeno a la teoría ontológica de Aristóte­
les, y problema netamente cristiano, el de la
subsistencia con la distinción de substancia y
naturaleza; consiguiente sentido en Aristóteles
de la fórmula *actíones sunt suppositcrum ».
como lo notó ya S. Agustín, y se refleja en le
-3 5 3 -
muy conocida definición de persona dada p o r
Boecio, que im plica graves consecuencias en
las aplicaciones teológicas.
441. N ó tese que el p ro blem a de la subsis­
tencia, y la co n sig u ien te d istinción e n tre subs­
tancia y naturaleza, es ajen o a la teo ría del en te
en A ristóteles. E s problem a n etam en te cristiano,
originado por los m isterio s de la T rinidad y En*
carnación. A ristó te le s no d istin g u e en parte algu­
na en tre su b sisten cia y su b stan cia, sino que toda
substancia singular, com o o p u esta a lo universal,
tiene en su d o ctrin a el c a rá c te r d e ser su b s iste n ­
te. Por esto la fórm ula < actiones sunt su p p o sito -
rum», au n q u e es derivada de la M etafísica a risto ­
télica, no tie n e en é s ta la significación que le da
la esco lástica, sin o q u e e x p re sa las acciones en
cuanto p ro p ias d e los e n te s co n creto s, actiones
sunt singaiarium, S . A gustín ( !) hace n otar e sta
misma identificación d e la su b stan cia singular con
la persona en los filósofos antig u os; y re fle jo s de
esa doctrina, en cu an to recib id a de A ristó teles,
ofrécense aún en la ta n co n o cida definición de
persona que dió B oecio: « P erso n a e s t rationalis
naturae individua su b stan tia» . S u b sta n c ia indivi­
dua es p ro p iam en te ia su b stan cia singular; de
donde s e seg u iría qu e to d a su b stancia racional sin ­
gular e s p erso n a, y por co n sig u ien te el aim a hu ­
mana por sí so la , y la hum ana n a tu raleza e n J e s u -

(1) D e T rin ita te c . 5-9. T am bién E s c o t o a d v ie r te la


significación d e lo sin gu lar e n s e n tid o d e lo su b s iste n te en
A ristóteles,
tom o vu 29
- 364-
cristo , son p erso n as en e s a do ctrina, porque son
na tu ra le z a s ra cio n ales y sin g u lares, m ien tras en
la T rin id ad no s e d aría m ás qu e una sola perso­
na, p o rque no se da allí m ás que una sola substan­
cia y un solo en ten d im ien to .
Procedimientos varios u tilizados en la pri­
mera época de la escolástica para evitar en sus
aplicaciones teológicas, las inadmisibles con­
secuencias de la boeciana definición de perso­
na, si a ésta se le da la interpretación aristoté­
lica que le corresponde.
442. T a le s c o n secu en cias son inevitables, si
a la definición d e B oecio s e le da la interpretación
aristo télica q u e in d u d ab lem en te le corresponde.
P a ra ev itarlas, sin ab an d o n ar a B oecio, los esco­
lástico s ap elaro n a p ro ced im ien to s varios.
44 5 . U nos, com o A b elard o , distinguen entre
el u so teo ló g ico y el p u ram en te filosófico de tal
definición, ex clu y én d o la d e la teología, sin recha­
z a rla en filosofía (1). O tro s, con H ugo de San
V ícto r, acep tan sin re se rv a s la definición boecla-

(1) « P e r so n a e s t natu rae ratio n a lis individua substan-


tia; quae quidem nequaquám d e fin itío d ic en d a . eat trium
p erso n a ru m in d iv in ita te ... A lioquin cum sin t tres per-
s o n a e , e s s e n t tr e s in d ivid u ae r a tio n a le s substantiae».
(T h e o l. c h r ist. III). S . A n se lm o h a b ía r ech a za d o y a (Mo-
n o l. c . 78), la d e fin ic ió n d e B o e c io aplicada «ad dogma tr¡»
n ita tio » , d ecla ra n d o que a sí en la d iv in a e s e n c ia no hay
m uchas p e r so n a s, co m o no h ay m uchas su b sta n cia s (sicuí
n o n su n t pltires su b sta n tia e , ita nec p lu r e s personae), y la
r a zó n que da e s «quia p e r so n a non dicitur nisi d e individua
r a tio n ali n atura».
-3 5 5 -

na; y d e conform idad con ella, so stie n e n que el


alma hum ana es p ro p iam en te p erso n a, com o lo
son los án g eles. D e e sta , s u e rte la noción a ris­
totélica d e p erso n a, sfrvele a H ugo d e S . V íctor
para so s te n e r la te s is p lató n ica (q u e es tam bién
agustiniana y neo p lató n ica), d e q u e el cu erp o e s
mero instru m en to d e la su p erio r personalidad del
alma ( 1 ).
444. M uchos e s co lástico s, sin em bargo, limi­
tan aún el valor filosófico d e aquella definición; y
enseñan, co n tra H ugo de S . V íctor, que el alm a
es persona d esp u és que se s e p a ra del cu erp o ,
pero no en cu an to e s tá unida a él; p o rq u e p erso ­
na es qaasiper se una, y el alm a no e s «per s e
una» m ientras e s tá unida al cu erp o , a n te s bien el
com puesto e s lo que co n stitu y e unidad, y por con­
siguiente p erso n a. E s la a n títe sis de! platonism o de
H. de S . V íctor, en la cual se ve que el a risto te-
lismo b o ecian o de^ la noción d e p e rso n a e s r e s ­
tringido por la m ism a te s is aristo télica de la unión
substancial de la materia y forma en el com pues­
to hum ano, q u eb ran tad o p o r la in terp retació n (ló­
gica sin duda) d e H ugo.
445. E sta d o ctrin a, insinuada claram en te p o r
Abelardo, G uillerm o d e P o itiers, O tto d e F reising,
etc., es acep tad a p o r el M a e stro de las S e n te n ­
cias, quien so stie n e que el V erbo hum anado al

( l) «E st nam que. anim a p e r so n a sic u t á n g elu s. Q uid


enim est homo nisi anima h a b e n s Corpus»? Y la r a z ó n d e e llo
es que el alm a « est r a tio n a lis su b s ta n tia e e t indivlduae
naturae, quae d e fin itio e s t p e r s o n a e » . <H. V ic t. S e n -
lent. 1 , 15).
-3 5 6 —
tom ar el alm a racional no tom ó la p erso n a, porque
el alm a sólo es p erso n a cuando e stá se p ara d a del
c u erp o , com o el ángel ( 1 ).
En las p alab ras d e P ed ro Lom bardo refléjase
la influencia d e A b elard o y de H ugo d e S- Víctor;
y aún la del mismo B oecio, cuando deriva perso -
na, no d e per se una, sino de per se sonans, que
es etim ología señ alad a p o r e ste últim o (2).
446. A lgunos de los que así m oderan el sen­
tido d e la definición d e B oecio, juzgan que ésta
no fué h ech a p ara ser referid a a la T rinidad; lo
que eq uivale a neg ar que la definición se a inexac­
ta , com o se colige lo p en sab a A b elard o , sino que
e s indebida la aplicación teo ló g ica que s e le inten­
tab a d ar.
En el núm ero de e s to s c u é n ta s e tam bién el
M a estro de las se n te n c ia s (3).
Escoto mejora la modificación de la defini­
ción boeciana hecha por R. de S. Víctor para

(1 ) « P e r so n a e s t (e x B o e tio , D e duab. n a t.) substantia


r a tio n a lis individuae n atu rae, h o c autem e s t anim a. E rgo si
anim am a ssu m p sit, e t personam ; quod id eo non sequitur,
qu¡a anim a non e s t p e r so n a , quando alii rei unita e stp e r so -
n a lite r , se d quando per s e eat, a b so lu ta enlm a co r por e
p e r so n a e a t, sic u ti A n g elu s» . ( S e n t. III, d. V , 5).
(2) P e r s o n a , e s c r ib e B o e c io , D e duab . n a t., dicta est a
personando; y Lom bardo (III., d. X , 2 ), d ic e que el alma de
J . C . n o e s p e r so n a , «quia non e s t per s e so n a n s» , e sto es,
n o tie n e Virtud o p e r a tiv a in d ep en d ien te.
(5 ) «Illa tam en p e r so n a e d e s c r ip tio (la d e B o e c io ) non
e s t d a ta p ro illis trib u s p eraon is». (III, d. X , 2).
- 357 —

evitar sus inconvenientes en las aplicaciones


teológicas.
447. O tro s esc o lá stic o s, o se ap artan de la
definición boeciana d e p erso n a (en tre ellos G ui­
llermo d e S . T h ie rry , R o b erto P ullus), o la p re­
sentan com o in seg u ra, o la m odifican, com o Ri­
cardo de S . V íctor (1), y d iscutible aún en el
orden filosófico, com o esc rib e P ed ro dé Poi-
tiers ( 2).
M as ta rd e E sco to , se p ará n d o se de la in te rp re ­
tación tom ista de la definición de B oecio, vuélve­
se con p refe ren cia a la m odificación de R icardo
de S . V íctor, y, m ejorándola, d efine la p ersona:
«Intellectualis natu rae incom m unicabílis existen-
tia*. lE x isten tia» en vez de «substantia» (com o
en R. de S. V ícto r), p or la com unicabilidad de la
substancia en la T rin id ad . «Intellectualis» en vez
de «rationalis», p o rq u e no sólo en la naturaleza hu­
mana, sino tam bién en la angélica y divina se dan
personas, y é s ta s no son propiam ente racio n ales,
sino in telectu ales.

La interpretación que Santo Tomás ha dado


a la «individua substantia» de la definición de
Boecio, es una sustitución del concepto de éste,

( í ) D e T rin it. IV, 23, dond e h a c e d e la «individua su b ­


stantia», «individuB e x iste n tie » .

(2) « S e d no8tr¡ th e o lo g í p lerique non habent illam d e -


fimliunem pro au th en tica, quia m agis fuit (B o e tiu s) philo-
sopluis quam th e o lo g u s, e t m agis ad probabilitatem lo c u tu s
eat quam ad Veritatem », (P . P ..S e n t . I, 52).
— 358 —
con la cual se evitan las dificultades de orden
teológico inherentes a la definición.
448. F in alm en te, con S an to T om ás adquirió
prestigio una nueva in terp retació n de la «indivi­
d u a su b stan tia» en la definición de B oecio, que
co n siste en darle a la p alab ra «individua» el va­
lor d e «incom unicable», incommanicabitis, non
assumptibilis natura. D e e s ja su e rte la sabslan-
tia individua ex clu y e del se r d e p erso n a a todo lo
qu e e s co m u n icab le, com o d e lo universal a lo sin­
g u lar (v. g r., la esen cia), o d e la p a rte al todo
(v. g r., el alm a re sp e c to del ser hum ano).
Sin duda que por e s te p rocedim iento evítanse
en la definición b o ecian a la s dificultades, con que
hem os visto tro p ezaro n no p ocos escolásticos
p ara adm itirla; p ero en realid ad no son las dificul­
ta d e s las qu e d e s a p a re c e n , sin o q u e desaparece
la definición p ara que no haya dificultades. Con
dicha in terp retació n , en efecto , s e señala la dife­
re n c ia que conviene e n tre p erso n a e individuo sin­
gular; p ero esa diferen cia e s ju stam en te ío que
no cab e en el co n cep to d e individualidad aristo­
télica qu e utiliza B oecio p ara su definición, y que
e s idéntico al co n cep to d e singularidad. P or eso,
- m e jo r que nueva in te rp re ta c ió n , dirfase verdadera
su stitu ció n del co n cep to b o eciano; de igual suer­
te que el co n cep to filo sófico-teológico d e subsis­
ten cia vino a a lte ra r el co n cep to aristotélico de
individualidad ( 1 ).

(1) E.) A co n tin u a ció n d e é s t e , h a y en el original un


p e q u e ñ o p á rra fo tach ad o por el A u tor, que dice: «Con
— 359 —

Las modificaciones introducidas por la es­


colástica en la definición de Boecio, son en el
fondo alteraciones del sistema aristotélico y
una recusación de su doctrina acerca de la per­
sonalidad.
44 9 . En el fondo no hay aquí o tra cosa m ás,
que un a d eclaració n im plícita d e la im posibilidad
de a cep tar la d o ctrin a aristo télica en lo que se re ­
fiere a p erso n alid ad , sim bolizada en la definición
de Boecio. L as m odificaciones d e é s ta son o tras
tantas alteracio n es en el sistem a aristo télico que
representa.
La definición boeciana una vez desviada de
las fuentes aristotélicas, no es lógicamente com­
patible con los conceptos peripatéticos sóbre la
constitución del individuo. Este en Aristóteles,
y en otros filósofos griegos, no pasa de ser un
accidente resultante de la constitución de la
substancia mediante la unión de <materia y for­
ma»; e introducir entre éstas un nuevo ele­
mento que sea principio individuante y perso­
nal, es realizar en el ente aristotélico ana dis­
gregación que quebranta totalmente la repre­
sentación ontológica de aquél.
450. M as al lleg ar a e s te punto o fré c e se o tra

todo, la tran sform ación h e c h a en la d e fin ic ió n d e B o e c io al


concretar de una m anera term in ante lo q u e s ig n ific a la t e ­
sis cristiana d e la su b siste n c ia , e n fre n te a ia t e s is d e la fi­
losofía precristian a s o b r e el m ism o p un to, adq u iere m ar­
cada sign ificación h istó r ic a e im portancia te o ló g ic a le g i-
tinmble».
— 360 -

cu estió n d e im p o rtan cia, que e s com plem ento de


la qu e p re c e d e . D eterm in ar si la definición boe-
ciana, una Vez d esv iad a d e las fu en tes aristotéli­
ca s, e s ló g icam en te co m p atib le con los conceptos
del aristo telism o so b re la co nstitución del indivi­
duo. P o rq u e su p u e sta la in com patibilidad, sería
ab iertam en te ¡lógico el p ro ced er de los escolásti­
cos y d e c u an to s rep ro d u c en su d o ctrin a, siguien­
do a A ristó teles en un caso, y en el otro separán­
d o se d e él.
45 1 . Lo prim ero que h ay qu e n o tar, e s que
en A ristó teles, com o en o tro s filósofos griegos, lo
individual es lo accid en tal del se r. La form a y la
m ateria determ inan la su b stan cia, y con ella el in­
dividuo, qu e no se distin g u e d e lo singular; pero
la razó n de individuo com o tal, no pasa de ser
un accid en te, que en sí no e s o b jeto d e ia ciencia,
y d irectam en te ni aún del enten dim iento, sino de
la percep ció n sen sib le. S o b re la su b stan cia, como
re su lta n te d e la m ateria y form a, gira todo el edi­
ficio o n tológico aristo télico , y e s o s dos factores
ab so rb en en su nexo esen cial las m anifestaciones
to d a s de la v erd ad era en tid ad .
Introducir, pues, e n tre aq u ello s facto re s inse­
p arab les un elem en to nuevo q u e se a principio in­
dividuante, y so b re to d o principio p erso n al, es rea­
lizar en el en te aristo télico una verdadera disgre­
gació n , y q u eb ran tar to talm en te la representación
o ntoló g ica que en el aristo telism o se les atribuye.
S eg ú n e sto , la «individua su b stantia» d e la defini­
ción d e Boecio en cu an to la individuación significa
un elem en to esen cial d e la definición dicha, (y sin
- 361 —
él la definición bo ecian a no e s n ad a), equivale a
destruir la significación de la m ateria y form a, y
con ello la en tid ad su b stan cial d e A ristó teles.
452. A] m ism o tiem po, el nuevo elem ento in*
troducido no p u ed e q u ed ar en la categ o ría de ac­
cidente, q u e en la d o ctrin a aristo télica e s indivi­
dualizado p o r la su b stan cia, en vez d e individuali­
zarla, so p en a de d estru ir la individualidad y la
personalidad con Virtiéndola en form a accidental
del ser hum ano, a la m anera del panteísm o plato ­
nizante, o d ei aristo telism o atferroísta. T am p o co
entra en la categ o ría de su b stan cia, y a p o rq u e
eso sería a rru in a r por co m p leto la teoría a risto té ­
lica, q u e s e p re te n d e so s te n e r a p e s a r de la defini­
ción d e Boecio, ya po rq u e re sp e c to de ella vendría
a repetirse el problem a d e la individualidad, cu y a
solución se b usca. P o r últim o, no puede se r un
modo d e la form a y m ateria, p o rq u e ellas d e te r­
minan con la existencia, y por n ecesid ad in trín se­
ca, el m odo d e la ex isten cia, sin que pueda so b re ­
venirle nada en orden al se r en acto que no p ro ­
ceda de su unión su b stan cial. P o r otra p arte, tal
modo no podría se r ni p o ten cia ni acto; no p o ten ­
cia porque se tra ta de la actu alid ad su p rem a del
ser; no acto , p o rq u e no p u ed e d árselo ni a la
esencia ni a la ex iste n cia, sin qu e d esa p a re z c a el
objeto de la m ateria y form a.
Y es ju stam en te en e s te punto donde com ien­
zan las d isc re p a n c ia s so b re lo que ha de e n te n ­
derse por principio indiv id u an te, y p o r lo m ism o
sobre cual se a la significación de la substancia
individua en la definición boeciana.
- 362 —

4 5 5 . S a n to T o m á s (1) al a c e p ta r dicha defi­


nición d e p erso n a, tran sfo rm ad a a la m anera ya
se ñ a la d a , propone co n tra ella dos objeciones ba­
sa d a s en la d o ctrin a d e A ristó te le s, cuya solu­
ción d em u estra, m ás que o tra co sa, el d eseo de
p erm an ecer aristo télico , y la p o sitiv a desviación
del aristo teilsm o .
S o n e s ta s dificu ltad es: una tom ada d e que lo
individual, seg ú n A ristó teles, no e s objeto de
ciencia ni d e definición; p or c o n sig u ie n te lo per­
so n a l, que es un individual, no p u ed e se r objeto
d e definición. «Nullum sin g u lare definitur; sed
p erso n a significat aliquod sin g u lare; erg o perso­
n a . in co n v en ien ter definitur».
A dem ás, y es la seg u n d a dificultad, to d a subs­
tan cia es prim era o se g u n d a; si la definición de
B oecio nos h ab la d e las su b sta n c ia s segundas,
é s ta s son los g é n e ro s y e s p e c ie s, que no son indi­
viduales; si nos habla d e la su b stan cia primera,
e s tá dem ás añ ad ir que dicha su bstancia es indi­
vidual.
454. ¿Q u é resp o n d e S a n to T om ás? A io pri­
m ero d ice, que e s verdad que lo singular no puede
s e r definido, p ero p u ed e d efin irse lo que es común
a todo singular. «Quod p e rtin e t ad com m unem ra-
tionem sin g u laritatis definiri potest> (1. cit.). He
ahí un a re sp u e s ta q u e, ad em ás d e s e r h arto débil,
e s tá en co n trad icció n con A ristó teles m ismo, con
quien trata S an to T o m á s de p o n e rse en harmonía.
P o ;q u e si lo singular no p u ed e ser definido según

(1) E n la S u m . T h ., p . I., q. 29, a . 1-


-3 6 3 -
A ristóteles, e s p recisam en te p o rq u e sien d o acci­
dente, com o sim ple resu lta n c ia del s e r esencial
(nexo d e m ateria y form a), único definible, no '
puede en ningún caso te n e r el c a rá c te r d e univer­
salidad d e la e se n c ia , sin qu e d eje de s e r lo q u e
es; y p o r lo tan to en ningún caso puede s e r defi­
nido. P o r eso la ratio commanis singularitatis
de que habla S a n to T o m ás, ya qu e no haya de d e ­
cirse que su p o n e falta d e conocim iento íntim o del
aristotelism o, re p re se n ta una v erd ad era inversión
de sus principios.
El m ism o S an to T o m á s n o es lógico con .sus
enseñanzas en e s te p u n to . P o rq u e S an to T o m ás,
con A ristó teles, niega que lo singular se a objeto
propio del en ten d im ien to ; y si no es objeto del en­
tendimiento lo sin g u lar, tam p o co p u ed e se rlo de
definición; o si e s o b jeto d e definición en algún
caso, tam bién e n to n c e s e s o b jeto del entendim ien­
to. Su solución, p u es, e s tá fu era de su propia
doctrina, com o e s tá fu era del aristotelism o.
La re sp u e sta qu e da el mism o a la se g u n d a di­
ficultad se ñ alad a, tam p o co e s sa tisfacto ria. E s Ver­
dad, dice, q u e la su b stan cia prim era es individual
o hipóstasls; p ero s e n e c e sita adem ás e x p re sa r
que no es asumible. «Substanfia in definitione
personae p o n itur pro su b stan lia prim a, q u ae e s t
hypostasis.,. S ed p e r hoc quod additur individua,
e x d u d itu ra p erso n a ratio assum ptibilis. H um ana
enim natura in C h risto non e s t p erso n a, quia e s t
assum pta a digniori». (Q . 29, a. 1, ad 2 .m).

Conclusión referente a la expresión «indivi-


— 364 —
d aa » en la definición de Boecio, y a las aplica­
ciones teológicas de ésta.
455. S egún esto , la ex p resió n individua en
la definición d e B oecio, no pu ede p asar de una
sim ple aclaració n ; po rq u e en la doctrina aristoté­
lica una h y p ó sta sis o su b stan cia prim era no ad­
quiere ei c a rá c te r d e individua por no se r asumí-
ble; sino q u e no es asum ible por ser individua o
su b stan cia prim era. D e o tra su e rte la m ateria pri­
ma dejaría de se r el elem en to que singulariza y
co n creta la form a, c o n tra lo q u e en señ a Aristóte­
les y con él S an to T o m ás. P or eso Cayetano,
aunq u e dice que dicha p alab ra indica la «incomu­
nicabilidad», añade que d y individua substantia
aeq u iv alet ad ly su b stan tia prim a, q uae alio nomi­
ne dicitur h y p ó stasis» ; !o cual significa que no
Vale m ás la adición d e «individua», que lo que ya
e x p resa el nom bre su b stan cia en cuanto real ( 1).

(1) E.) A n te s d e e s t e p árrafo c o n tie n e el original otro


ta ch a d o por el A u tor, y dice: « D e s d e lu eg o , una substancia
prim era o h ip ó s ta s is no a d q u iere el c a r á c te r d e individua
p o r no se r cisumible. o co m u n ic a b le , sin o que e s indivi­
dual, y p or lo m ism o no asu m ib le, p orq u e e s hípóstasis o
s u b sta n c ia prim era a r is to té lic a . D e o tra s u e r te la materia
prima dejaría d e se r el p rincipio real que ha ce a la formn
sin g u lar en cad a su b sta n c ia , e in c o m u n ic a b le, contra lo que
e n s e ñ a S lo . T o m ás y s o s tie n e A r is tó te le s . La adición de
B o e c io , p u es, ten ien d o en cu en ta los p r in c ip io s do la es­
c u e la a r isto té lic a , no ad m ite e s a in te r p r e ta c ió n , má9 que
c o m o c o n v e n c io n a l y p u ram en te a m p lia tiv a . Ciertamente
que C a y e ta n o , com entando un p a sa je de la Sum a, con­
firm a e s t o m ism o, d eclaran d o que e n la d efin ició n de Boe­
c io «individua su b stan tia» e q u iv a le a h y p ó s ta s is o «subs-
- 365 -

456. C o n v ien e n otar, que el concepto «indivi­


dua substantia» no salv a la verdad universal de la
definición, a n te s la lim ita, y h ace q u e no pueda
aplicarse sin re se rv a s a la T rin id ad ; por eso no la
admitía R. d e S . V íctor, según hem os dicho, ni
tampoco E sco to ; por eso el m ism o S an to T om ás,
después de d ar ex p licacio n es d e la definición que
mudan el significado d é l a s p alabras que la com -
•ponen, co n clu y e advirtiendo, q u e según algunos
esa definición de p erso n a no s e hizo p ara ap licar­
la a Dios: «Q uídam tam en dicu n t quod definitio a
Boetio data non e s t definitio p erso n ae secundum
quod p e rso n a s in D eo dicitnus». (I, q. 29, a. 4
ad4). Por eso tam bién S an to T o m á s (D e Po-
tent., 1X-4), p rescin d e d e la definición d e B oecio,
asi para dar el co n cep to d e p erso n a divina, com o
de persona hum ana.
457. P or o tra p arte la in terp retació n qu e da
Santo T om ás d e la «individua substancia» com o
no asumible, lejo s d e reso lv er el problem a de la
personalidad, no h a c e m ás que p lan tearlo , d ejan d o
sin determ inar el valor onto ló g ico de la indivi­
duación. ^

tflntia prima»: « Q u od incom m unicabilitatem d e n o ta v e rit


Boetius in d efin itio n e p e r so n a e p er ly individua su b stan tia;
quoniam aeq u ivalet ad ly su b sta n tia prim a, quae a lio n o ­
mine dicitur h y p ó sta sis» .
— 00o —

ARTICULO III
M últiples opiniones entre los escolásticos acerca del
principio de individuación del ente.

La ¡individua substantiae de Boecio, lejos de


resolver el problema de la definición de perso­
na, sólo sirve para introducirlo y plantearlo: de
ahí que Escoto, tratando de la individualidad,
enumera cinco distintas opiniones; y Cayetano,
refiriéndolas al constitutivo de la persona, cuen­
ta siete; a las cuales, uno y otro añaden la
propia.
4 5 8 . P ero aún recib id a (siem p re dentro del
aristo telism o ) la individua substantia de Boecio,
en el sen tid o dicho, no se rá p ro p iam en te una solu­
ción , sino q u e lejo s d e reso lv er el problem a de la
d efin ició n ,só lo sirve p a ra introducirlo y plantearlo.
En e fecto , n ad a m ás sen cillo, a prim era vista,
que la significación d e « su b stan cia individualiza­
da», p ara p o d er co n,esa f ra s e explicar un concepto
y d efinirlo. Y sin em b arg o n ad a m ás complicado jí
o sc u ro e n tre los e s c o lá stic o s , en especial entre
los aristo télico s.
4 59. E sco to , tra ta n d o de la individu alidad,
p re se n ta n ad a m en o s qu e cinco opiniones antes
de em itir ia su y a ; el C a rd . C a y e ta n o r e fir ié n d o la s
al co nstitutivo de p e rso n a s, c u en ta sie te , sin enu­
m erar la pro p ia del m ism o; y aún pudieran aña­
d irse alg u n as o tra s v arian tes m enos comunes y
seguid as, sin salir del e sc o la stic ism o , si no bas-
-3 6 7 -

tase ya e s e núm ero p ara d em o strar la inseguridad


que reina en e s te punto.
Cuestiones que se propone Escoto acerca de
la individualidad, y resumen diversas opiniones
de los escolásticos en la materia, importancia
y breve- exposición crítica de. las aludidas cues­
tiones, de las cuales la primera es la tesis de
Enrique de Gand, y la sexta lo es del mismo
Doctor Sutil.
460. L as c u e stio n e s qu e se p ro p o n e E sco to
acerca de la individualidad, y q u e-re sp o n d e n a
otras tan tas opiniones, son:
1. U truum m aterialis su b stantia ex se, sive
ex natura sua, sit individua Ve! singularis.
2. Utrum su b stan tia m aterialis per aliquid
positivum sit de s e individua.
3. U trum su b stan tia m aterialis per actualem
existenliam sit individua.
4. Utrum su b stan tia m aterialis sit per quanti-
tatem individua vel singularis.
5. Utrum su b stan tia m aterialis sit h aec e t in­
dividua per m ateriam .
6 . U trum su b stan tia m aterialis sit individua
per aliquam en titatem positivam per se determ i-
nalem naturam ad singularitaterru

461. E sta en u m eració n d e E sco to tien e su


importancia, p o rq u e p erm ite, no sólo se ñ a la r las-
variantes e n tre o p in io n es, sino tam bién exam inar
la razón d e ta le s v arian tes, cuando alguna de
ellas a prim era v ista p arecen id en tifica rse entre.
— 368 -

s í, y o tra s h u bieran podido c re e rse doctrina de


m uy d iv ersa? e scu elas d e aq u éllas a que realm en­
t e p e rte n e c e n , si hu b iéram o s d e ju z g a r p o r la ma­
n e ra con que e s fre c u e n te verlas p re se n ta d a s por
filóso fo s y teó lo g o s.
La seg u n d a opinión p a re c e se r idéntica a la
se x ta o últim a d e las m en cio n ad as; y sin embargo
su g én esis e s co m p letam en te div ersa, y corres­
pond en a esc u e la s irred u ctib les e n tre sí.
A su vez, la ultim a opinión dicha sem éfase
a la qu e su e le d a rse p or d octrina tom ista; así
com o la prim era e s se m ejan te a la q u e c o rre por
es c o tista . Y sin em b arg o , la prim era e s el indivi­
dualism o plató n ico d e E n riq u e d e G an d , com bati­
d o por E sco to , y la últim a es la que corresponde
a la d o c trin a es c o tista .
Enrique de Gand, aunque platónico, parte de
■que toda realidad ha de ser-resultante de la <■ma­
teria y forma*;y sobre esta base concluye, que el
principio de individuación es negativo, siendo
a si lógico con los principios aristotélicos, puesto
que en la doctrina de Aristóteles la individua­
ción, y consiguientemente la persona, es a un
tiempo negativa y accidental.
462. La cu estió n d e si el principio d e indivi­
duació n p u ed e s e r negativo, re sp o n d e , acabamos
■de indicarlo, a la d o ctrin a so ste n id a p o r el doctor
solemne E n riq u e d e G an d , el cual s e fundaba
p a ra so s te n e r su te s is , en q u e todo lo que sea
positivo, distin to d e la m ateria y form a, necesita
•a su vez se r individualizado por algo; y si e ste algo
- 369 -

es positivo, exigiría o tra individuación, la cual


siendo p ositiva, n e c e sita ría o tra, y a sí indefinida­
m ente.
A dviértase com o el g ran platónico de los si­
glos m edios, viene a s e r lógico aún con los prin­
cipios a risto té lic o s qu e no p ro fesa; y partiendo de
que to d a realid ad h a de ser re su lta n te d e la forma
y materia, no re c o n o ce qu e se a real aquello que
está fuera del dom inio d e una y otra.
465. E sta e s , en efecto , la d o ctrin a que se
sigue del aristo telism o , seg ú n queda dicho; pues
siendo la m ateria y form a to d o lo que c o n stitu y e
el ser, lo que é s ta s no co n stitu y en no tie n e se r, o
es la sim ple n eg ació n de se r ulterior en la m ism a
forma y m ateria reu n id as; resu ltan d o así que la
negación de u lterio r realidad en la forma po r la
contraposición de la materia, e s la fuente d e indi­
viduación. La materia e s lo que circunscribe la
forma a cad a co sa c o n c re ta , según el a risio te lis-
mo; por lo tanto ella e s la que realiza la individua*
ción m ediante u n a lim itación en la forma. Y por
cuanto e sta negación no a fecta su b stan cialm en te
a la forma, pues no deja de ser m ultiplicable en
los individuos de la e s p ecie, de ahí q u e la indivi­
duación en la d o ctrin a de A ristó teles se a a un m is­
mo tiem po negativa y accidental.
Tal es la v erd ad era significación del aristo te-
llsmo so b re el individuo, y p or co n sig u ie n te a c e rc a
de la p erso n a, cu alesq u iera que se a n las d esv ia­
ciones, y aún falsificacio n es, que bajo el nom bre
de tesis d e A ristó te le s su elen o fre c e rs e , convlr-
tiendo el elem en to individuante en co sa positiva,
TOMO VII 24
— 370 -

cual aco n te c e en m uchos filó so fos y teó lo g o s de


la e s cu ela d e S an to ¿T o m ás.
Los mismos autores que convierten en posi­
tiva la negativa individuación aristotélica, ha•
cen negativa la positiva individuación de Esco­
to, cuandoVodo el sistem a de éste, su teoría de
la individuación y la [tesis que en la materia
opone a la de E. de\Gand, excluyen abiertamen­
te el carácter negativo de la individuación en el
Doctor Sutil,
4 64. Por el co n trario , los que así convierten
en positiva la \ná\'t\á\iac.\óx?negativa aristotélica,
so n los que hacen d e la'individuación positiva es­
c o tista , una individuación negativa. C o n tra esta
in v ersió n doctrinal p ro te sta to d o el sistem a de
E sc o to con su teo ría de unidades inferiores a
toda unidad numérica en la e se n c ia y en la mate­
ria, que m ed ian te los elern en to s fo rm ales (forma-
Utates), crecen y se co n stitu y en en unidades in­
dividuales, com o por una evolución ontológica
p erfe ctiv a , y ‘d e elem en to s e s en cialm en te posi­
tiv o s. C o n tra ella e s tá ig ualm ente la impugnación
que E sco to h a ce;d e la te sis de individuación ne­
g ativa de"E nrique d e ’ G an d , y que ta n to se apro­
xim a a la que es p ro p ia d e A ristó teles, com o aca­
b am o s de ver. Y por últim o o b sta !a te sis que en
f re n te a fagdel m ism ogE nrique de G a n d , y a la de
la escu ela tom ista p ro p o n e E scoto: «Si la subs­
tancia m aterial e s individua p or alguna entidad
positiv a q u eid eterm in e per se la n atu raleza a ser
singu lar» ; que e s la a n te s señ alada con el número
3 71 -

sexto, y q u e E sco to defiende, exponiéndola según


la doctrina d e las formalidades, en otro lugar
explicadas. E s d ecir, q u e las formalidades, e le ­
mentos positivos d eterm in an tes del se r, son lo s
determ inantes p o sitiv o s del ser singular d e cada
naturaleza.
D esde lu eg o , la d octrina de E scoto so b re el in­
dividuo y p erso n a e stá en oposición con la de
A ristóteles, no.sólo en sf. sino en su constitución,
toda vez q u e lo e stá tam bién el m odo d e explicar
la m ateria y fo rm a, d e d onde dichas c u e stio n e s.
Santo Tomás, aunque no por principios
como Escoto., sino más bien por influencia de
su maestro S. Alberto Magno, se separa igual­
mente de la doctrina de Aristóteles en este pun­
to: de ahí que haya sido abandonada en la ma­
teria la tesis aristotélica de E. de Gand, hasta
que más tarde la hizo resurgir Occam y la pro­
pagó G. Biel.
485. La d o ctrin a d e S an to T o m ás a p á rta se
igualmente de la d e A ristó teles, aunque en rigor
esta sep aració n no es por prin cipios, com o en
Escoto, sino que es m ás bien una influencia en él,
de la teoría de A lberto M agno, el cual en su opo­
sición al nom inalism o ro scelin iano, que hacía de
la cosa una en tid ad sin elem en to s se p a ra b le s, s o s ­
tiene que la individualidad es por su n atu raleza
distinta de la su b stan cia individualizada.
466. H e ahí cóm o en fre n te a A ristó teles, y
en frente al platonism o d e E nrique de G and, coló-
cansc A lberto M agno, S an to T o m á s y E sco to ; y
-3 7 2 -
a la cuestió n : «IJtrum m ateríalis substantia ex se,
sive ex n atu ra sua sit individua vel singularis»,
resp o n d en to d o s n eg ativ am en te, bien que no por
ios m ism os m otivos, com o s e ha podido observar.
4 6 7 . La te sis m encionada vendrá al tin a ser
d e nuevo so ste n id a cu an d o , a trav és de! escotism o
y con los refin am ien to s d e sim plificación ontoló­
gica, la haga resu rg ir O ccam y la p ropague Ga­
briel Biel. P ero uno y otro están tan lejos de re­
p re se n ta r la escu ela e sc o tista en e s te punto, como
d e la escu ela d e S an to T o m á s (1).
La segunda de las opiniones enumeradas
por Escoto, que aparentemente ofrece analo­
g ía s con la de éste, es la tesis de Nicolás Bo-
net, de aristotelismo tan exagerado, que ni en
la misma escuela peripatética tuvo aceptación.
4 6 8 . Indicada la significación de la primera,
y de la últim a de las opiniones se ñ alad as por Es­
co to , n o tarem o s ah o ra que la segunda que propo­
n e, y que hem o s dicho guarda a p a re n te s analo­
gías co n la se x ta, n etam en te e s c o tista , e s del todo
o p u esta al esco tism o , y re sp o n d e a una interpre­
tació n de la m ateria y form a en el sentido tradi­
cional aristo télico . E s la te s is del com entador de
A ristó te le s N ico lás B o n et (in l. VIH, M etaph.), el

(1) E s c o s a b ien 3ingular, que una t e s is platónica en


E n riq u e d e G and, y p o r c o n s ig u ie n te d e c a r á cte r realista,
v e n g a a s e r su b sta n c ia lm e n te rep rod u cid a por una escuela
ta n a n tirrealista com o la d e O ccam . B ien e s verdad que el
trá n sito d el nom in alism o al r ealism o puro, y viceversa, es
m ucho m ás fácil d e lo que a prim era Vista c a b e imaginar.
— 373 —
cual h acía d ep e n d e r la individuación de la exis­
tencia en cu an to e ra determ inada p o r la última
actualidad de la forma.
E s, p u es, una individuación por elem entos po«
silivos, p ero que nada tien en d e se m e ja n te con
los de la teo ría e sco tista. A ntes bien re p re se n ­
ta un aristo telism o tan ex ag erad o , que ni e n tre los
mismos a risto télico s fué recib id a la d octrina de
Bonet. P o rq u e d e una p a rte h ace d ep en d er la in­
dividuación de la existencia, la cual en el aristo ­
telismo proviene in m ed iatam en te.y en cuanto co n ­
trapuesta a la e se n c ia , d e la m ateria prim a; y de
otra la co n v ierte en actu alid ad d e la forma, lo que
equivale a derivarla del se r de la esencia que la
forma re p re se n ta .
469. D e esta su e rte la individuación en cuan­
to originada p o r la esencia, no podía m enos de
ser algo n egativo, que resu lta d e la lim itación d e
todo tipo esencial en el aristo telism o, del m odo
ya expueto. En cuanto p ro v en ien te de la existen­
cia, com o c o n trap u esta a la esencia, d ábanle los
aristotélicos (ap artá n d o se d e A ristó teles) valor po ­
sitivo a la individuación, con fundam ento en la ma­
teria prim a, y a m an era de ac c id e n te en ella. Ju n ­
tábanse, p u es, en tal d o ctrina dos afirm aciones
incom patibles so b re la individuación, y se reunían
así las dificultades d e am bas.

La quinta de las opiniones enumeradas por


el Doctor Sutil, resume el pensamiento de San­
to Tomás en la materia, que tan variadas inter­
pretaciones ha tenido en su misma escuela. Las
-3 7 4 —
opiniones tercera y cuarta son tesis respectiva­
mente de S. Alb. Magno y de Godofredo de
Fontaines, que Sto. Tomás fundió en la suya,
y pueden tenerse por variantes de la misma.

4 7 0 . La te rc e ra y c u a rta d e la s opiniones a
q u e E sc o to h ace refe ren cia, son v arian tes de la
q uinta, en q u e se resu m e e! p en sam iento d e S anto
T om ás: tU tru m su b stan tia m aterialis sit haec et in­
dividua p er m ateriam ».
S a n to T o m á s, en e fe c to , resp o n d e afirm ativa­
m en te a e s ta cu estió n , ad v irtien d o , sin em bargo,
q u e no e s la m ateria sim p lem en te principio de in­
dividuación, sino la m ateria signada por la cuan­
tidad, «signata quan titate» .

4 7 1 . P ero ¿qué es la m ateria sígnala qaan-


titate? H e ahí un problem a qu e h ace no se'entlen-
dan los to m istas e n tre sf, U nos dicen que la mate­
ria sígnala quantitate e s el co n junto d e la cuan­
tid a d y d e la m ateria (ag g reg atu m ex m ateria et
q u a n tita te , d ic e C a y e ta n o , De ent. et essen. q. 5),
d ando é s ta la incom unicabilidad, y aquélla la dis­
tinción d e los se re s.
E sta in terp retació n , q u e d e s d e luego se coloca
fu era d e la m ateria prim a, b ase de la individua­
ción a risto té lic a , y qu e e s ab su rd a por reducir los
s e re s a te n e r una Individualidad tan per accidens,
com o accidenta! a p a re c ía la cuantidad, viene a
p a ra r a la opinión d e G o d o fred o F o n tain es, de an­
tig u o s p restig io s en la U niv ersid ad de P arís que
co lo cab a sen cillam en te la individuación en la cuan­
-3 7 5 -

tidad p u ra, co n v iniendo con la cu a rta cuestión s e ­


ñalad a por E sco to .
472. O tro s p en sab an q u e esa enigm ática e n ­
tid ad e ra el ser cuanto en poten cia, y por consi­
g u ien te a n te s de re a liz a rse la ex tensión. P ero esta
explicación, que a c ep tó tam bién C a y etan o en su
com entario De ente et essentia, tropieza con los
m ism os in co n v en ien tes d e la an te rio r; p o rq u e la
cuantid ad en p o tencia y la cuantidad en acto son
d e la m ism a categ o ría, y asf lo re c o n o ce A ristó ­
teles; por lo ta n to , si e s absu rd o que una co sa
se a individual por la cu an tid ad , lo e s n e c e sa ria ­
m ente que se a individual por la cuantidad en po­
tencia.
4 7 5 . O tro s ju zg ab an : o q u e la m ateria signa-
ta e ra la m ateria en cu an to distribuida en lo s s e re s
singu lares, qu e es un a rep ro d u cció n d e la teo ría
de A lberto M agno; o qu e consistía en la m ateria
con ia cu an tid ad in radice, o la raiz de la cu an ti­
dad e x p resa d a p o r la in trín seca ex igencia d e la
m ateria a ser cu an ta; opinión que, m udando de
p arecer, hizo su y a C a y etan o al co m en tar la S um a
T eológica, seguido d esp u és d e m uchos (1)
M as, ¿qué sería la m ateria a n te s de la ex ig en ­
cia a se r cuanta? Y si to d a m ateria, sin ex cep ció n ,
tiene esa n atu ral e in d eterm in ad a exigencia, ¿cóm o
esta exigencia in d eterm in ad a p u ed e co n stitu ir

(1) In S . T h . I. p., q. 29, a. 1. « S ig n a tio m a te r ia e , d ic e


a su Vez J . d e S t o . T o m á s, e s fo r z á n d o s e en p o n e r en cla ro
e ste a su n to, non fit form atiter p er ipaam q u a n tita te m ...,
sed fii: per in írin secu m ordinem m a teria e ad quan titatem ut
ad furmatn dividentem e t sep a ra n tem » . (C u r e . P h il, 11,2).
-3 7 6 -
principlo de individuación determinada y s e r dis­
tintivo d e lo s s e re s co n creto s? P or otra parte,
¿qué es la cu an tid ad corno pura exigencia, y an­
te s de realizarse en la m ateria? Y ¿qué es la m a­
teria a n te s de to m ar en tid ad en los s e re s para
exigir cu an tid ad , ni reclam ar linaje alguno de pro­
piedad es?
4 7 4 . A ñ ád ase a to d o e sto , q u e los que así
pien san no co n v ien en tam p o co e n tre sí so b re el
co n cep to de cuantidad, y s e fraccionan en opi­
niones d iv ersas so b re e s e punto prelim inar del
problem a discutido (1).
T a le s o scu rid ad es y h arto inverosím iles solu­
cio n es tie n e n , a p esar d e tod o, natural expli­
cación.
Para resolver el problema de la individua­
ción era necesario ir más allá de la doctrina
de Aristóteles; no salir de 'las bases sistem áti­
cas de éste y resolverlo fuera de su doctrina, era
plantear un problema insoluble, siendo resul­
tado de ello la variedad de opiniones.
475. Bien se deja ver q u e p ara la solución del

(I ) «Q u a n tita s dim en siva, d ic e S t o . T o m á s, e s t quan-


tita s p o sitio n e m h a b en s» . F u n d a d o s en e s ta defin ició n de
cuantidad;(quc s e d ife r e n c ia n o p o co de la q u e tr a c A ristó ­
t e l e s , se g ú n e l cu a l e l c a r á c te r p e c u lia r de la cuantidad no
e s tá en la p o sició n , sin o en la divisibilidad)¡ u n o s segui­
d o r e s d el tom ism o d icen , que la cuantid ad e s tá en el con-
. ce p tu d e m asa c o m o b a s e últim a d e ia división; o tro s quie­
ren que s e a la e x te n sió n en ord en a la d istribución d e par­
te s ; o tro s afirm an que e s la razón form al d e la integridad
c o r p ó r e a ; y a e s t e ten o r ap a r e c en a lg u n a s o tr a s varian tes.
-3 7 7 -
problema p ro p u esto era m en ester ir m ás allá de la
doctrina d e A ristó teles, p ero a condición de no
rom per con el aristo telism o , y aún buscando en él
apoyo y p ro tecció n . M as aquí estab a la dificul­
tad; no salir d e las b a se s sistem áticas de A ristó­
teles y reso lv er el problem a d e la individuación
fuera d e A ristó teles, e ra p lan tear un problem a
insoluble, de lo cual es resu ltad o la variedad de
opiniones referid as.

A R T I C U L O IV
Múltiples ensayos de la escolástica, para resolver el
problema de la individuación del ente a base de los
elem entos “materia y form a” .

Abelardo invirtiendo en la constitución e


individuación del ente las funciones de «mate­
ria y forma*, creaba un nuevo aristotelismo
platonizante, qne en teología reproducía los
gérmenes del arrianismo, y en filosofía trazaba
la senda del misticismo panteista.
476. A belardo, llevado d e su intento de a ju s­
tar el dogm a d e la T rin id ad a las ex ig en cias de la
metafísica, y p o co ex p erto aún en los peligros
que el a risto telism o , com o otro sistem a filosófi­
co, pudiera o frec er llevado sin re se rv a s a los d o ­
minios teo ló g ico s, crey ó re a liz a r una o b ra de pro­
greso m etafísico invirtiendo la significación de la
materia y form a aristo télicas; y al efecto dióle a
la materia el valor del principio general de los
entes, y a la forma el d e principio individual.
— 378 —

D e e s ta su e rte la forma venía a constituir el


principio d e individuación; p e ro perm aneciendo
co n el fondo de u n iversalidad que reviste en Aris­
tó te le s, c reab a n ece sa ria m e n te un nuevo aristote­
lism o, un aristo telism o p la to n iz a n te , que en teolo­
gía rep ro d u c ía los g érm en es del arrianism o, y en
filosofía trazab a la se n d a del m isticism o pan-
te ísta (1).
A. de Hales y S. Alberto Magno, reaccio­
nando contra la inversión de funciones de Abe­
lardo , si bien eluden las dificultades de la teo­
ría de éste, se crean otras insolubles, y hacen
del principio de individuación un accidente déla
materia. Estos mismos, y otros inconvenientes,
implican las teorías de Bonet y Fontaines, que
en el fondo reproducen, el primero la teoría de
Abelardo , y el segando la de S. Alberto .
477. A lejan d ro d e H ales y A lberto Magno,
en especial el últim o, al reaccio n ar co n tra la teo­
ría d e la individuación d e A b elardo, tom an la ma­
te ria pura com o principio d e individuación, aun­
que tratan d o de h acer de la individuación un acci­
d e n te d e la m ateria. D e e s ta m anera las dificulta­
d e s prin cip ales del ab elard ism o desaparecían;
p ero era p ara d ar lugar a o tras nuevas. En efecto,
la m ateria, com o la fo rm a, co n stitu y e n d o la espe­
cie, no p u ed e co n stitu ir al m ism o tiem po aquello
qu e e stá fu era d e ella, co m o es la individuación, a

(1) E.) C fr . en e s t e tuinu: ca p . 1 .°, art. 6 .°, n. 135;


c a p . 4 .°, art. 4 .°, nn. 208-301.
-3 7 9 -
no s e r que c a d a individuo co n stitu y a una e s p e c ie
diversa. Y sien d o la m ism a m ateria la q u e s e halla
en to d o s los individuos de cada esp ecie d istin to s
en tre sí, se seguiría qu e los individuos dentro de
la e sp ecie se distinguen p or aquello m ism o en que
n ecesariam en te son indistintos. La m ateria, ad e­
más, re p re se n ta sin la form a !a privación de to d a
determ inación; y com o la d eterm inación es la c a ­
racterística del s e r individual, síg u e se que la m a­
teria no p u ed e s e r principio d e individuación.
478. La im posibilidad, p u es, de re so lv e r el
problem a con los elem en to s m aterial y formal" de
la su b stan cia, o bligaba a b u sc ar la solución en
algo accid en tal, q u e no fu e se la m ateria m ism a ni
la form a. A e s te in ten to o b ed ecen las dos teo rías
ya m encionadas d e G o d o fred o d e F o n tain es y Ni­
colás B onet; el prim ero d erivando la individua­
ción de la cuantidad com o tal, y el segundo de la
existencia com o última forma.
E sta s o p in io n es en el fondo eran una re p ro ­
ducción aten u ad a de la d o ctrin a de A lberto M ag­
no, ¡a p rim e ra, y de la de A belardo la segunda.
Y adem ás d e las d ificu ltad es que de ahí pueden
surgir, tenían la d e c o n stitu ir el elem en to indivi­
dual con un accidente, lo cual es d ejar a m erced
de lo accidental que p u ed e m u d arse o d e s a p a re ­
cer, ja individuación in trín seca de la sub stan cia,
que equivale a suprim ir la su b stan cia y los indivi­
duos. En ta le s opin io n es no se ría y a el se r en sí
mismo lo qu e hab ría de te n e rse por individual,
toda vez qu e la individualidad se ría un fenóm eno
extrínseco a la su b sta n c ia , un elem en to flotante y
— 380 —

sin virtu alid ad in trín seca p a ra a fe c ta r a la esencia


e individualizarla en cada se r. S eg ú n esa doctrina,
y siguiendo el sistem a d e los e s co lástico s, hay
m ás d erech o a afirm ar que el hom bre e s risible,
que el que se a persona, p o rq u e la risibilidadt
según los esco lástico s es lo que llam an un pro­
pio — proprium — , lo cual p e rte n e c e a la naturale­
za, m ien tras la personalidad e stá fuera de ella
d e s d e que se red u ce al accidente, a la m anera que
lo en señ an las te o ría s m en cio n ad as. Finalm ente,
en dicha teo ría el accid en te, que siem p re supone
su je to , se ría, por u n a inversión ab su rd a, cau sa del
su je to qu e hab ría d e su s te n ta rle , o se a d e la subs­
tan cia individual.

SI o. Tomás sigue en el problema un término


medio, para evitar los inconvenientes de tas teo­
rías precedentes; y funde en una la teoría de su
maestro S. Alberto (individuación por la mate­
ria) y ¡a de Godo/redo de Fontaines (mediante
la cuantidad), añadiendo a ésta el *signata->:
ventajas y dificultades de esta teoría del Santo
Doctor.
479. S a n to T o m á s veía d e la n te de sí los va­
rios cam inos que señ alan las o p in io n es menciona­
das. M as, ¿por cuál habría d e d ecidirse? S eguir a
A belardo, era im posible; no sólo po rq u e había in­
v ertid o a A ristó teles, sino p o rq ue su d octrina era
o p u esta al dogm a. A d h erirse a A lberto Magno,
tam poco era factible; V01^ 1^ ad em ás de que su
d o ctrin a an u lab a la d istinción real d e l o s cuerpos,
com prom etía la explicación del dogm a eucarísti-
— 381 -

co. D eclararse p o r B o n e t o G o d o fred o de F o n tai­


nes, era a c e p ta r im plícitam ente una de las opinio­
nes p re c e d e n te s con d ificultades m ultiplicadas.
¿Q ué h acer, p ues?
S ig uiendo su habitual criterio de o tras c u e stio ­
nes, b u sca tam bién aq u í S an to T o m á s un térm ino
medio, y en say a fundir en una la teo ría de A lber­
to M agno, o se a d e la m ateria individuante, y la
de G o d o fred o d e F o n tain es, o d e la individuación
por la cu an tid ad . No qu iere que la m ateria por sí
sola se a principio de individuación, porque en sí
es indeterm inada; tam p o co acep ta q u e lo sea la
cuantidad com o tal, p or las dificultades co n sab i­
das. S an to T o m á s tom a la m ateria prim a en el
momento en q u e va a se r m ateria c o n creta, pero
antes de serlo ; y la cu an tid ad a n tes de que co n s­
tituya lo cu an to , p ero con d erech o a constituirlo,
y sorp ren d ien d o el punto m isterio so y verdadera­
mente indefinible en que la m ateria y la cuantidad
Van a ex ig irse, cual si fu esen dos en tid ad es que
movidas por m ágico r e s o rte se encam inan al mu­
tuo en cu en tro , e s ta b le c e qu e allí e s tá el c e n tro de
la individuación, o se a la materia signata quan­
titate.
480. D esp u és d e tod o , el p ro ced er d e S an to
Tomás e s lógico d en tro d e los juegos y tra n s fo r­
m aciones q u e se realizab an con la materia y con
la forma, a las cu ales sólo a ñ a d e una m ás, y todo
ello e stá m uy en co n fo rm id ad co n el c a rá c te r de su
época, cread o ra fecu n d a d e en tid ad es sujetivas y
convencionales. N o im p o rta qu e S an to T o m á s no
se m uestre nada seg u ro en d e c la ra r el sentido
382

científico de su h allazgo, en lo cual pudiera ni aún


te n e r co n fian za alguna; p o rq u e su s discípulos no
habrán d e adm itirlo tam p o co por ninguna dem os­
tració n cien tífica, sino p or la fe en el m aestro.
P o r e s o , com o h em os visto a trá s, d isc rep an tanto
e n tre sí en lo que s e ha d e e n ten d er por materia
signata quantitate , h a sta el p u n to d e d e que no
convienen m ás que en el n o m b re ^ d e «materia
signata»; y sin em bargo, el no m bre les b asta para
c re e r que siguen a S a n to T o m á s, y que hay una
sig n a ta m ateria, se a ésta lo que fuere.
Sin em b arg o , ni la au to rid ad de S an to Tom ás,
ni el ingenio d e su s discípulos fueron bastantes
p ara acallar las co n tro v e rsia s so b re e s e punto,
que en el fondo venía a q u ed ar tan sin solución
con la materia signata, com o lo e sta b a antes de
ella. En las teo rías p re c e d e n te s hem os visto, que
ni la materia ni la cuantidad podían se r principio
de individuación. En la teo ría tom ista s e juntan
las d ificu ltad es de la cu an tid ad y de la materia,
porque am bas son, p re sé n te n s e com o quiera, fac*
to re s d e la individuación, con m ás la imposibili­
dad a b so lu ta de ex p licar, cóm o la m ateria en sí in­
determ in ad a p u ed e exigir una cuantidad determ i­
nada, y una cu an tid ad en sí in d eterm inada puede
o casio n ar d eterm in ació n en una m ateria que no la
tien e.
. E sto , aún a c ep tad a por el m om ento la posibili­
dad d e o p o n er la cu an tid ad sin la m ateria, que es
u n a a b stracc ió n , a la m ateria sin cuantidad, que
es o tra ab stracció n .
H em o s visto igualm ente, que ni los elementos
— 383 —

substanciales aristo télico s, ni lo s acc id e n te s qu e


sobrevienen a la su b stan cia, p u ed en explicar la in­
dividuación. Y en la te o ría to m ista son un e lem en ­
to substan cial, la m ateria, y otro accid en tal, la
cuantidad, se a en po ten cia, se a in radice, los
constitutivos de! individuo. Y por cuanto una co sa,
sea en p o ten cia se a in radice, p e rte n e c e n e c e s a ­
riamente a la m ism a e sp ecie d e esa cosa en acto ,
so pena de se r un a ficción m ental, síg u ese que las
dificultades d e la cuan tid ad , a ccid en te, y de la
materia prim a, elem en to su b stan cial, reap a re c e n
todas ahora, su m án d o se a la incom patibilidad de
un origen su b stan cial y accid en tal al m ism o tiem ­
po en la individuación.
De aquí es q u e en [a teo ría to m ista, donde en
principio la individuación no e s su b stan cia ni ac­
cidente, d e hecho Vienen a ju n ta rse las p ropieda­
des de ac c id e n te y su b stan cia p a ra constituirla,
aunque n atu ralm en te s e rep elan .
481. El p roblem a Fundamental, e s sie m p re el
mismo; p u esto que la m ateria prim a e s indeterm i­
nada, y m ás g en eral que el principio específico, la
materia no p u ed e co n stitu ir lo individual. S e le
añade, sin du d a, la cuan tid ad , d e cualquier form a
que sea; p ero ella es igualm ente indeterm inada en
si, y nada hay que p u ed a h acerla c o rre sp o n d er a
una m ateria d eterm in ad a. P o rq u e si en el e n te nt>
hay más que m ateria y form a, y la determ inación
a una cuantidad d ad a no viene d e la form a, e s n e ­
cesario qu e venga d e la m ateria m ism a, o que no
haya tal determ in ació n . E s im posible salir d e ahí.
Por eso S an to T o m á s, que tra ta de b u sc a r un té r­
— 384 —
mino m edio e n tre A lberto M agno y de Fontaines,
viene a p arar a la teo ría de! prim ero, al aceptar
com o b a se d e individuación la m ateria, a la cual
sólo p u ed e so b rev en ir la cu an tid ad com o acuden-
t e d e p e n d ie n te d e élla, o se a com o la representa­
ción d e la m ateria en cu an to e s individuada por
sf m ism a.
Los in co n v en ien tes, ya ind icados, de e sta teo­
rfa, son in cu estio n ab les; p ero , a p a rte de que los de
la d o ctrin a de S an to T o m á s no lo son m enos, la
lógica obliga a a c e p ta rlo s, o a renunciar a resol­
ver el problem a den tro d e la m ateria y form a, ya
que la teo ría de A belardo se c u en ta por descarta­
da. D e la teo ría de S a n to T o m á s aplicada al alma
se p a ra d a del cu erp o , h em o s hab lado atrás; y no es
m e n e ste r in sistam o s aquí so b re ello.

A R T ÍC U L O V

S íntesis de las opiniones y V a r ia n t e s que ofrece la es­


colástica en el problema de la individuación ? de la
subsistencia del ente.

Los escolásticos pretom istas, en general, ni


utilizan común definición de persona, ni uní-
forme interpretación de la de Boecio: muchos
fijan como nota esencial de la subsistencia, y
consiguiente mente constitutivo de supuesto y
persona, la « incomunicabilidad-», concepto que
de hecho aparece conforme con la teoría de
Aristóteles y la posterior de Escoto, aunque
no tiene base científica en la doctrina del
primero ni conviene con la del segando; otros
-3 8 5 -
sin que desde el punto de vista de sistema pue­
dan decirse precursores de las escuelas ya to­
mista ya escotista, enseñan que la subsistencia
es algo ora negativo ora positivo.

4 8 2 . Si la individuación, por lo que acabam os


de ex p o n er, no podía a p a re c e r en S a n to T o m á s
con c a ra c te re s bien definidos, dado el m edio de
solución elegido, (y d e h ech o e s tá eso dem ostra­
do por las d esav en en cias d o ctrin ales d e sus dis­
cípulos a cerca d e cóm o ha d e e n te n d e rse su doc­
trina), tam poco su teo ría ac e rc a del constitutivo
de p erso n a, que e s la individuación en el e n te ra ­
cional, se o frec e con p erfe cta precisión.
H em os dicho qu e en el aristotelism o puro la
singularidad del en te, qu e no se distinguía de su
individualidad, e s co n stitu id a d e una m anera estric ­
tam ente negativa.
El aristo telism o e s co lástico que d ebía d istin­
guir e n tre su b stan cia sin g u lar y su b sisten cia, ten ia
forzosam ente que fijar la co n sid eració n en el e le­
mento individuante, n o tan d o al mismo tiem po las
deficiencias de la d o ctrin a d e A ristó teles so b re
este punto, cu an d o é s ta s no ap a re c ía n p rá c tic a ­
mente reflejad as en las d iv ersas m an eras de e x ­
plicar la individuación, com o se a d v ierte en lo q u e
dejamos ex p u esto ,

4 8 3 . L os e s co lástico s p reto m istas, en g en e­


ral, así com o no ten ían una definición com ün de
persona, ni adm itían con in terp retació n unifor­
me la de B oecio, ni en ten d ían del mismo m odo la
to bo vn 3$
— 386 —
individuación, tam poco form ulaban una teo ría co­
mún so b re la subsistencia.
M uchos lim ítanse a h acer c o n sta r que la subsis­
te n c ia , y por ta n to la p erso n alid ad, exigen que el
e n te se a incomunicable, o so n incom patibles con
la com unicabilidad del p ro p io ser con el ser de
otro,
S eg ú n e s ta d o ctrin a la su b siste n c ia , o la p erso ­
nalidad e stá en la negación de comunicación del
ente racional o intelectual con otro ente . E ste
co n cep to d e p erso n a a p a re c e d e una p arte confor­
m e d e hecho con el que co rre sp o n d e a la genuína
teo ría d e A ristó teles, y de o tra con la teoría de
E sco to , tal cóm o s e m an ifiesta.
P ero en principio no sólo no conviene con la
d octrin a de E sco to , que aún h istó ricam ente es pos­
te rio r, sino que tam poco tie n e com o b ase científica
el aristo telism o . E s una te sis que se so s tie n e con
e s e c a rá c te r negativo e n tre los teó lo g o s, porque,
juzgan b a sta r a sa tis fa c e r las e x ig en cias de los
dogm as, sin g u larm en te del d e la E ncarnación,
donde tien e aplicación inm ediata la distinción en­
tr e n atu raleza y su b sisten cia.
48 4 . O tro s, d e sp u é s d e h ab er so sten id o la
d o ctrin a de la individuación según alguna d é la s
te sis ya m encionadas, indican d e conform idad con
ella su co n cep to d e su b sisten c ia , au n q u e no siem­
pre d e una m an era p re c isa y lógica con sus prin­
cipios.
H ay, pu es, q u ien es con an terio rid ad a la escue­
la tom ista y a la e sco tista en señ an , ora que la sub­
sisten cia es algo positivo, o ra que e s algo nega­
-3 8 7 -
tivo. P ero ni unos ni o tro s son p recu rso res, d esd e
el punto de vista d e siste m a , d e ninguna de di­
chas escu elas. P or e s to , si p u ed en ju n tarse con E s­
coto p o r lo que h ace al c a rá c te r d e la su b sisten ­
cia, R icardo d e S . V íctor, P ed ro L om bardo, E nri­
que d e G an d , Alej. de H ales, S . B uenaventura y
A lberto M agno, d ista m ucho d e se r legítimo el
concluir d e ahí que e s una m ism a la d octrina filo­
sófica su sten tad a por to d o s ellos.

En Sto. Tomás, no sólo aparece indeciso y


flotante el valor ontológico de la subsistencia,
sino que tampoco es uniforme el concepto de la
misma y la aplicación que de él hace . la posi­
ción media entre los que convertían la indivi­
dualidad en un accidente y los que la deriva­
ban de un elemento substancial, posición adop­
tada por el Doctor Angélico , además del uso
de factores aristotélicos en la teoría del ente,
le llevaban por necesidad dialéctica a las indi­
cadas oscilaciones; y de ahí que se encuentren
en el Sto. Doctor testimonios aptos, lo mismo
para probar que la subsistencia es algo p o si­
tivo, que para demostrar lo contrario.
485. En S an to T o m ás o fréc en se m anifesta­
ciones d e las dos ten d en cias, com o co n secu en cia
natural d e su m odo d e explicar la individuación,
interm edia eiitre los qu e la convertían en acciden­
te y la d e los que la d eriv ab an d e un elem ento
substancial. S u te o ría , p u es, a cerca d e la subsis­
tencia, o del co n stitutivo de la p e rso n a , no es ni
la de los que la n acen co n sistir en algo positivo,
— 388 —

ni la d e lo s que la red u cen a sim ple negación;


sin o q u e u n as v eces so s tie n e lo prim ero, otras
afirm a o su p o n e lo seg u n d o , según el punto de
Vista en que se coloca.
D e ahí p ro ced e, que d efin id as m ás ta rd e las es*
cu elas, y so sten ien d o d o ctrin as o p u e sta s, encuen­
tra n , sin em b arg o , en S a n to T o m á s p a sa je s que
favo recen su s te s is re sp e c tiv a s, Inconciliables en­
tre sí.
¿S e qu iere p ro b ar con S an to T o m á s que la
su b sisten c ia es algo positivo en el su p u e sto hu­
m ano? L é a s e a C a y e ta n o en su s C o m e n t. a la
S u m a, y tam bién a G reg o rio d e V alencia en los
su y o s, y s e verá cóm o S an to T om ás so stie n e en
no p o co s p a sa je s qu e la su b sisten c ia e s elemento
positivo, y que so la la negación d e comunicación
no b a sta para co n stitu ir el su p u e sto racio n al.
486. ¿S e in ten ta p ro b ar lo o p u e sto con Santo
T o m á s, e sto e s que nada positivo, fu era d e la na­
tu ra le z a incom unicada con o tra, se re q u ie re para
lo su b sisten te? L éase a C lau d io T ifano en su cé­
le b re tratad o “D e n atu ra e t h y p o stasi» , y e n tre los
m o d ern o s al C a rd . F ra n zelin , «D e V erbo incarna-
to», p o r no cita r o tro s, y se h ab rá adquirido la con­
vicción por las p ala b ra s del m ism o S a n to Tomás,
qu e el su p u e sto hum ano no n ecesita p a ra serlo
m ás q u e el co n serv a r su ín teg ra natu raleza inde­
pen d ien te ( 1).

(1) Las dos opiniones extremas de que hablamos, lie*


nen cada una sus variantes: dos la que hace de !a subsis­
tencia una negación, y tres la que la explica cómo algo po-
— 389

Inútil tra e r aquí lo s te x to s que com o m edio d e


prueba ad u cen un o s y o tro s. C o n sú ltelo s quien
guste d e ello, y h ab rá d e p ersu ad irse d e que am ­
bas p a rte s luchan con arm as legítim as tom adas de
S anto T o m á s. P ero cab alm en te por eso S a n to
T om ás no defien d e ninguno d e los ex trem o s, sino
que su teo ría queda oscilan te e indefinida, incli­
nándose a una u o tra p a rte según las circu n stan ­
cias lo req u ieren .

487. Ni podía m en o s d e se r así, m ientras n o


renunciase, com o no renunció el D o cto r A ngélico,
a la teoría d e la m ateria y form a p ara co n stitu ir el
individuo, según hem o s Visto en las co n sid eracio ­
nes h ech as a trá s acerca de la individuación.
¿S e qu iere q u e S a n to T o m á s so sten g a en
tesis d octrinal, q u e los elem en tos e s en ciales del
ser dan la su b sisten c ia , sin adición alguna? En
ese caso es n ecesario deriv ar la su b sisten c ia o de
la forma o de la materia, y en d o a p arar por lo
tam o a la d o ctrin a ab su rd a d e A belardo, o a la d e
A lberto M agno a trá s señ alad as. A dem ás d e eso,,
sería harto difícil de explicar, cóm o d o n d e ex iste n
ambos e lem en to s e se n c ia le s al com p u esto hum a­
no puede en ningún caso faltar la p erso n a hum a­
na; y sin em barg o e sto e s m en ester re c o n o c e r

sítivo. No las mencionamos aquí, porque aunque invocan


testimonios de Santo Tomá9, son éstos los mismos que se
aducen en las opiniones, que diremos fundamentales, ya
mentadas. Lo que sí prueban, o mejor confirman como
opiniones, es la imposibilidad de hallar una doctrina fija en
Santo Tomás sobre el punto debatido.
— 390 —

a c o n te c e en el m isterio d e la unión h ip o stática, se ­


gún la D ogm ática o rto d o x a.
¿ S e q u iere qu e e n s e n e S a n to T o m ás, que la
su b sisten c ia e s un elem en to p o sitivo distinto de
los elem en to s ese n c ia le s m ateria y form a? E nton­
c e s hay que h a c e r de dicho elem en to o algo in­
trín se c o , o algo ex trín seco a l í sub stan cia. E xtrín­
se c o no pu ed e se r, sin incurrir en el e rro r d e los
q u e hacían d e la p erso n alid ad un a c c id e n te del
s e r hum ano, h aciendo que el accid en te produzca
el su je to que d eb e su sten tarle. T am poco puede
s e r nada in trín seco , ya p o rq u e nada intrínseco a
a la n atu raleza p u ed e d e sa p a re c e r en ningún caso
sin que se q u eb ran te la n atu raleza m ism a, ya por­
que se alteran los elem en to s ese n c ia le s de forma
y m ateria, que son los ú n icos adm itidos por Aris­
tó te le s.
488. S an to T o m á s, p u e s , perm aneciendo
aristo télico en orden a ia co n stitución del ente, no
podía seg u ir ninguna d e las o p in io n es en que se
p re te n d e h a c e rle e n tra r. Y los so ste n e d o re s de las
m ism as no pueden se r tam p o co , ni son en e s e pun­
to, aristo télico s m ás que d e nom bre.
N o só lo el valor o n to ló g ico d e la subsistencia
a p a re c e indeciso y flo ta n te en S a n to T o m á s, sino
que ad em ás el c o n cep to d e su b sisten c ia , y la apli­
cación que h ace d e él, no e s uniForm e. Asi en unos
caso s la su b sisten c ia es sinónim o de supuesto o
d e perso n alid ad p ara S an to T o m á s; y en otros
d ista m ucho d e se r ni lo uno ni lo otro. En !a
S um a (P. I, q. 29, a. 3), escrib e: «Dicendum
quod p erso n a sig n ificat id quod e s t perfectissi-
— 391 —

m am In to ta n a tu ra, scilicet subsistens in ratio-


nali natura ». Y en o tro s lu g ares, v. g r., d e Po-
ten t. (IX, 4): « O p o rtet quod p ersona divina signi-
ficet subsistens distinctam in n atu ra divina, sicu l
perso n a hum ana significat subsistens distinctam
in natu ra hum ana». Y sin em bargo en o tro s m u­
chos caso s tom a la su b sisten c ia en m uy diverso
sentido. P ara él su b siste el alm a hum ana unida al
cuerp o , su b sisten los a c cid en tes eu carístico s, por
lo m enos la cuantidad, y su b siste la n atu raleza
divina co n sid erad a en sí m ism a, y ab stracc ió n
hecha d e las tre s P erso n as.
Q u ed e, p u es, se n ta d o que a s í cóm o la teo ría
del en te fué m uy varia e n tre los esco lástico s, aún
dentro de los elem en to s a risto télico s, de igual
modo la teo ria d e la individuación a p a re c e su je ta
a co n tro v ersias, sin qu e h ay a una solución que no
tropiece con grav es in co n v en ien tes, siem pre que
se funde en la d o ctrin a d e A ristó teles, según se
ve por lo ex p u esto .
Después de las ya esbozadas opiniones y
variantes acerca de la individuación a base de
materia y forma aristotélicas, sólo resta la teo­
ría escotista; y de ésta ya quedan hechas
atrás las convenientes indicaciones, para ju z ­
gar de sus méritos y defectos.
489. D esp u és d e las opiniones y variantes
acerca de la individuación so b re la b a se d e m ate­
ria y form a aristo télicas, re sta únicam ente la te o ­
ría e sc o tista (la d e O ccam y d e G abriel B ieí,
vienen a p arar a la de E n riq u e d e G and), que
— 392 —

c o rre sp o n d e a la se x ta y últim a d e las cu estio n es


p ro p u estas por E sco to , y a trá s referidas. P ero
so b re el esco tism o y la esp ecial significación que
en él ad q u ieren la materia (prim o prim a) y la for­
ma, y a en sí. y a com o p rin cip io s d eterm in an te y
determ in ab le del s e r co n creto d e los e n te s m e­
dian te las form alidades, creem o s h ab er hecho
las in dicaciones co n v en ien tes p ara poder ap reciar
el sistem a y ¡uzgar de su s m érito s y d e fe c to s ( 1).

ARTICULO V»

Relaciones que en la escolástica ofrece la teoría de la


individuación con la de los accidentes. Particularidad
doctrinal, y contradicción de Aristóteles en la materia.

Aplazando para otro lugar el estudio de la


cuestión de fondo, aquí sólo algunas indica­
ciones a l objeto del artículo.
490. C on la teo ría d e la individuación tiene
e s tre c h a s relacio n es la teo ría d e los accidentes,
que e n tra n , no sólo en la e s c u d a d e A ristóteles,
sino en to d as las dem ás, com o com plem ento d e la
teo ría g en eral del se r. En o tro lugar, al ocuparnos
d e la su b stan cia, h ab rem o s d e estu d ia rlo s deteni­
dam en te. Aquí só lo nos p ro p o n em o s h acer las in­
d icacio n es n ec e sa ria s, p a ra que a p a re z c a el nexo
de la d o ctrin a del e n te en señ ad a p o r los escolás­
tic o s con su s ideas ac e rc a del accid en te.

(1) E) Cfr. et preced. cap. V, aa. 3.° y 4.°.


— 393 —

En la antigua escolástica, antes de la siste­


matización de los conceptos filosóficos, es va­
ria y oscilante la significación de la substan­
cia, y consiguientemente la de los accidentes.
El dogma de la transubstanciación eacarística
ocasionó, de igual modo que el problema de la
constitución del ente, la sistem atización de la
doctrina de tos accidentes.
491. E n tre los an tiguos esc o lá stic o s, no siste ­
m atizados aún lo s co n c e p to s filo sóficos, e s varia
e inestab le la significación d e substancia; p o r lo
mismo io e s igualm en te la significación d e acci­
dentes. G uillerm o d e C o n c h e s quiso h a c e r co n s­
tar la falta d e precisión so b re e s te pu n to , cuando
dijo: «Nullus qui sc rip ta auctorum recre intelligit,
hoc nom en m ultarum e s s e significationum dubi-
t¡)t» ( 1). S in em bargo el co n cep to d e su b stan cia
como a p a re c e en S an A nselm o, en A belardo, en
G ilberto d e la P o rré e , su p o n e la trad ició n d e la
doctrina de las categ o rías d e A ristó teles, c o n s e r­
vada a trav és d e B oecio (2), C a sio d o ro y del
Pseudo A g u stín , que. les p erm ite distinguir la c a ­
tegoría d e los accid en tes com o in cap ace s de sub-

(1) Dial, de Subst. phys.


(2) «Accidens est, dice Boecio in Porphyr., quod adest
vel abest praeter subjecti corruptionem». Casi con las mis-
rías palabras, dice Casiodoro (De Ctrl, et discipt. c. 5):
«Accidens est quod accidit et recidit praeter subjecti
corruptionem». Cf. (Pseudo) Augustinus De dec. cu-
teg. c. 6).
— 594 —
sisten cia ( 1), y que es tran sm itida a las S um as de
lo s S en ten ciario s (2).

492. El dogm a d e la tran su b stan ciació n , asf


com o h ab ía su scitad o el p ro b lem a de la constitu­
ción íntim a del se r, iniciado p or B erengario y Lan­
fra n c o , d e igual su e rte o casio n a la sistem atiza­
ción d e la d octrina a c e rc a de lo s a ccc id e n te s.

Por medio de Santo Tomás se realizó el en­


lace en la teoría general aristotélica, de la teo­
ría de los accidentes en cuunto puesta al servi­
cio de la Teología. Como en doctrina aristoté­
lica el sujeto es por su forma principio de toda
actualidad y determinación del ser de los acci­
dentes, éstos no pueden existir, en ta l doctrina,
separados de su natural substancia; y Santo To­
más orilla la dificultad, enseñando que la di­
vina omnipotencia puede hacer existan los ac­
cidentes separados de la substancia, mediante
creación de una realidad que ni es substancia
ni accidente, y afectando el accidente absoluto
de la cuantidad, le confiere la virtualidad de su­
je to de los demás accidentes separados: el San­
to Doctor no determina qué cosa sea la nueva

(1) «Omnes quippe res, dice a este propósito Abelar­


do, praeter subatantias per se subsistere non possunt, niai
scilicet aubjectís sustententur substantiis, ut albedo milla
ratione esge potest nisi in subjecto corpore, etc.». (In-
trod. ad theol. II, 8).
(2) A pesar de todo, Pedro Lombardo no duda afirmar
en el II Sent. d. 57, 4, que lo que «no es substancia, no es
nada», nihil omnino est.
— 395 —

realidad; y de ahí empeñadas controversias, y


las encontradas interpretaciones de su doctri­
na: critica de la misma.

49 3 . D ejan d o a p a rte al H álen se y a A lberto


M agno, cu y o s co n cep to s sistem atiza S a n to T o ­
m ás, podem os d e c ir q u e por m edio de é s te s e r e a ­
liza el en lace en la teo ría g en eral aristo télica de
la teo ría de los accid en tes en cuanto p u esta al s e r­
vicio de la teología.
S an to T o m á s, que en su d o ctrina s ó b re la co n s­
titución íntim a del e n te y d e su individuación h a ­
bíase esfo rzad o en p erm a n e c e r fiel al aristo telis­
mo, no podía m en o s d e in ten tar eso m ism o tr a ­
tándose de la co n stitu ció n y g é n e sis de los acci­
dentes. S eg ú n el sistem a p e rip a té tic o , la forma
da al s e r toda su actualidad; y el accid en te, por lo
tanto, no p u ed e te n e r se r, m ás que m ed ian te la
form a, o se a m ed ian te el su jeto del cual ella es
elem ento esencial y d eterm in an te. E sta teo ría lle­
vaba a concluir q u e los a cc id e n te s no pueden e x is­
tir d e sp u é s que d e s a p a re c e la su b stan cia a que
p erten ecen , p o r cu an to suprim ida la b ase d e su
actualización, que e s la form a de la su b stan cia, no
puede quedar su se r en acto . P ero S to. T om ás halla
un m edio d e evitar e sta co n secu en cia sin ab an d o ­
nar a A ristó teles, por lo m enos en su propósito.
En efecto , d e conform idad con la te s is p erip a­
tética, d eclara qu e el a c c id en te no p uede ex istir
sin el su je to , o sin alg o q u e h aga su s veces, ni aún
por po tencia ab so lu ta d e D io s. M as el poder divi­
no pu ed e h acer q u e los a c c id e n te s perm an ezcan
- 396 -

con sólo p ro d u cir una realidad c a p a z d e so ste­


n erlo s, cual si e x istiese su propio su je to . E sta rea­
lidad no p u ed e se r su je to , ni p uede s e r tam poco
nueva su b stan cia, pues d e lo co n trario el dogm a
d e la tran su b stan ciació n q u ed aría tan com prom e­
tido con la sustitución su b stan cial, com o con la
su b stan cia propia d e la co sa. E s -una entidad
que a fecta al a c c id e n te ab so luto de la cuanti­
dad (lo s d em ás accid en tes continúan después
d e la tran su b stan ciació n teniendo en la cuantidad
su su je to p ro p io ), p ara s o s te n e r los fenóm enos
c o rre sp o n d ie n te s a la vista y al tacto d e sp u é s de
H a co n sag ració n eu carística, sin inm utar el c a ­
rá c te r dé dicho accid en te, ni im pedir la verdad de
la tran su b stan ciació n .
494. Q u é c o sa se a la nueva realidad añadi­
da al accid en te, y cuál su n atu raleza, S an to T o­
m ás no lo explica en p a rte alguna, En sus C om en­
ta rio s so b re las S e n te n c ia s (4, d. 12, q. 1, a. 2)
la d enom ina, no su b stan cia, sino subsistencia,
au n q u e, com o ad v ierte V á z q u e z ...................... (1).

(1) - E.) E! original no completa el pensamiento, sólo


apuntado, con respecto a G. Vázquez, dejando en blanco
un espacio de dos líneas para concluirlo ulteriormente.
Sobre el texto de Vázquez, bien pudiera colegirse cual sea
su juicio por el Autor aludido. Vázquez, In 3 p., S. Tho-
mae(q. 77, a. 2), disp. 184, cap. II, propone la cuestión: Qno
pacto quan titas maneat in hoc Sacramento (SS. Ench.)
facta separatione (substantiae pañis et vini). Después de
exponer, y refutar, las opiniones que afirman la permanen­
cia de los accidentes eucarlsticos por simple virtud divina
sin que al ser accidental se añada nueva realidad algu­
na, pasa a exponer tas diversas opiniones que propugnan
-3 9 7 —
En la S u m a T eo ló g ic a, d e sp u é s de se n ta r que
la razó n su p rem a d e la conserv ación d e los a c c i­
d en tes sin su b stan cia e stá en el poder divino, co n ­
firm a su d o ctrin a con e s ta s p alabras; «A ccidentia
hujusm odi m an en te su b stan tia pañis e t vini non

además este último'extremo, siendo la primera de las reco­


gidas, la del Card. Cayetano, que Vázquez sintetiza en los
términos siguientes: «Quantltatem habere modum positi-
vum quem antea (ante separat. ab substantia naturali) non
liabebat, nempe modum, existendi per se, et non sola se-
paratione subjecti per se esse et a Deo conservan; verum
etiam habere talem modum, et virtutem substantiae commu-
nicatam, ut ea 90la sine subjecto non minus naturaijter
existat, et conservetur, quam ipsa substantia, eo quod
nullo sustentante amplius indigeal». Aducidas varias razo­
nes en contra de la esbozada opinión de Cayetano, conclu­
ye: «Ñeque S. Thomas favet sententiae Cajetani, qnod atti-
net ad modum et virtutem per se subsiatendi, quam ipse
tribuí t in hoc Sacramento, ñeque uílum locum (S. Tlio-
mae) ad hoc citat Cajetunus, aut citan potest. Tametsi,
quod attinet ad virtutem agendi et patiendi, similem virtu­
tem quantitati tribuere videatur(S. Thomas), ut disput. 195,
cap. II videbimus. Recte igitur dixit Sottis, loco citato, id,
quod docet Cajetanus de Virtute (|uantitatis ad eslstendum
per se non esse sententiam S. Thomae». Entendemos no
ser aventurada la conjetura, de que en la precedente tros-
cnpci<5n»se contiene el juicio de Vázquez aludido, aunque
no concretado, por el Autor en e! texto a que se refiere
esta.nota.
Teniendo presente la afirmación que en la cláusula in­
mediata precedente, hace el Sr. Amor Ruibal, afirmación
que en el fondo ea idéntica a la de Vázquez referida a Ca­
yetano, «ñeque ullum locum ad hoc citat... aut citan po­
test»; teniendo presente esta coincidencia de tesis, parece
que en la truncada cláusula siguiente, donde apela a la au­
toridad de Vázquez, consigna, a guisa de objeción contra
— 398 —
habebant ipsa esse, sic u t ñ eq u e alia accidentia,
sed su b je cta eorum h ab eb an t hujusm odi e s s e per
ea; sicu t nix e s t alba p er albedinem ; sed p ost con-
secratio n em Ipsa accid en tia quae rem an en t habent
esse, unde sunt composita ex esse et quod est

lo inmediatamente antes afirmado, el hecho de que el San­


to Doctor (Sent. 4, d. 12, q. 1, a. 2), denomina subsisten­
cia a la nueva realidad de la cuantidad separada, siendo el
segundo miembro, sólo incoado, de la misma cláusula res­
puesta de la dificultad propuesta en el miembro primero.
Por tanto, es de presumir que la solución en la mente del
Sr. Amor Ruibal responde a la distinción de Vázquez, en
lo arriba trascrito, o sea: quod attinct ad modum et virlu-
tem per se subsistendi (negó); quod attinet ad virtutem
agendi elpatiendi (vel transeet, v'el concedo): este debía
ser en el fondo, siquiera revistiese algunos matices reflejo
de su personal modo de ver, la sentencia, o solución de la
dificultad exegética, que el Sr. Amor dejó truncada.
En el cap. (I de la disp. 195, al cual Vázquez emplaza
el lector, según hemos visto en su transcripción, escribe:
«Speciebus corruptis, aliquam substanciam produci, Scho-
lastici varié sentiunt... Secunda opinio est, ex quantitate,
in qua veluti in subjecto sunt-reliqua accidentia, generari
formam verinis aut ignis, aut alteriua substantiae, tanquam
ex materia; ex eo quod quantitati fuerit communicata a
Deo virtus qnaedam , ratio/ie ctijns per se subsisteret, et
vicem materiae primae gerere possit. Haec sententia tri-
buiturS. Thomae in artic. 5 hujus quaest. (77), et in 4,
d. 12, q. 1, a. 2, et 4 Cont. Gent. cap. VI, circa médium.
Ideo autem mihí suadeo hanc fuisse sententiam S. Thomae,
quia cum dixisset probabilem esse opinionein eorum, qui
dicunt ad gignendam novam substantiam ex speciebus pro­
duci a Deo novam materiam, tanquam probabiliorem subji-
cit, non creari materiam, sed ex ipsamet quantitate haben-
te vim recipiendi formam substantialem, generari substan-
tiam». Es innegable, que cs(c lugar de Vázquez explica lo
— 399 —

(sicut in prim a p arte d e an gelis dictum est), e t


cum ho c h ab ent com positionem partium quantita-
tivarum ». (III p ., q. 77, a. 1, ad 4 .m).
Los ac c id e n te s, p u es, seg ú n S an to T o m ás,
aunque son co n serv ad o s p o r el poder divino, no
lo son (ni pueden se rlo según la do ctrin a a risto té ­
lica) sino en cuanto prim ero reciben ser propio,
que su p la el d e la su b stan cia sin convertir en su b s­
tancia los accid en tes.
4 95. E sta d o ctrin a, ad v ierten los co m en ta­
ristas d e E sco to , derívala S an to T o m ás d e A lejan­
dro de H ales, y 'e r a ig ualm ente del célebre d octor
de O xford, V arrón. C a y e ta n o co m en tan d o el a r­
tículo citad o , o p o n e a la opinión de lo s es c o tista s ,

que llamaríamos segundo miembro de su distinción en ia


rtisp. 184, cap. |I, pues el mismo invoca aquél lugar en
éste. Confrontados ambos lugares con la tesis de Cayeta­
no, que Vázquez refuta, bien claro está que la tesis de éste
respecto a la doctrina de Santo Tomás en el particular alu­
dido, es la sostenida también por el Autor; y todo ello, in­
cluso las citas de Santo Tomás que uno y otro (Vázquez y
Amor) hacen, Vienen a confirmar, que la cláusula incomple­
ta de nuestro Autor, aunque como advierte. Vázquez, res­
ponde a la distinción de éste, ya anotada como expresiva
del pensamiento que Amor Ruibal intentaba recoger con
toda exactitud sobre el texto de Vázquez, aplazándolo por
no interrumpir el discurso.
Coincide, pues, Amor Ruibal con Vázquez acerca de
cual sea la doctrina de Santo Tomás en el punto concreto
aludido, ai bien .uno y otro ofrecen en la interpretación
matices dé apreciación tan diversos, y utilizan factores
exegéticos tan distanciados, como sus respetivas represen­
taciones científicas, diferencias muy dignas de ser tenidas
en cuenta, pero que no es de este lugar el especificarlas.
— 40Q —

q u e so stien en la co n serv ació n sim ple d e los acci­


d e n te s en la E u caristía sin ad icio n es, é sta d e S an ­
to T o m ás: «A ltera op in io , escrib e, tenet ultra
conservationem addí noVam actlonem dlvinam con-
fere n te m accidentibus novum m odum essen d i, sci-
licet per modum snbstantiae, e t h an c opinionem
se q u itu r d. T hom as». En el mismo lugar hace
co n star Varias diferen cias e n tre una y otra opi­
nión, sin se ñ a la r sin em bargo la fundam ental, de­
rivad a d e la diversidad profunda que hay e n tre el
sistem a de E sco to y el d e S an to T o m á s sobre la
c o nstitu ció n de los en tes,
4 96. F ácilm en te s e alcan za que esa doctrina
d e S an to T o m á s, objeto de larg as y e s té rile s dis­
quisicio n es e n tre su s co m en tad o res, no es resul­
ta d o d e exigencia alguna teo ló g ica, sino m ás bien
una im posición de la disciplina de e s cu ela en el
aristo telism o . P o rq u e siendo la forma la base
única de to d a esp ecificació n , cualidad y actua­
ción qu e recib e la materia, de suyo indiferente
para to d o , no p u ed e h ab er en un e n te m ás ser ni
m ás acto que el qu e la fo rm a d eterm ina; por con­
sig u ien te los a c cid en tes no tien en acto ni ser, sino
e n el ser y por el se r su b stan cial del com puesto
de m ateria y form a. S up rim id a, pues, la entidad
-substancial, no q u ed a actu alid ad ni se r alguno
p a ra los a c c id e n te s, qu e por exigencia natural del
sistem a aludido d eb en n ecesariam en te d ejar de
ex istir.
S egún esto , lo s accid en tes no tien en ser
e n sí; y sin se r, no pueden co n stitu ir objeto de
conserv ació n por p arte d e D ios. H e ahí por qué
- 401 -
S a n to T o m ás cre a una nueva realidad qu e sin se r
su b stan cia, su p le la virtualidad de Ja su b stan cia
en la co n stitu ció n in trín seca d e los accid en tes,
para no ab an d o n ar la te o ría d e A ristó teles so b re
la m ateria y form a.
4 9 7 . P ero ¿es co m patible con la teo ría a risto ­
télica tai en tidad in frasu b stan cial en los accid en ­
te s? ¿ C a b e adm itir térm in o s interm edios e n tre s e r
en sí y ser en o tro , o e n tre su b stan cia y acciden­
te , según el aristotelism o?
S i el se r d e los a c cid en tes e s tá vinculado in­
trín seca y n ecesariam en te al nexo su b stan cial d e
una materia y form a, es ev idente que, al d esap a­
recer é s ta s, req u ieren aq u éllo s con igual ¡título/
esencia! o tra nueva form a y m ateria, o dejan de sen
in trín secam en te lo que so n , cam biando su p ropia’
naturaleza. S i se adm ite la su b stitución d e una
fo rm a y m ateria por o tra m ateria y form a, n a d a s e
ha ad elan tad o en o rd en a la perm anencia d e los
accid en tes sin su jeto . Si no s e adm ite, los acci­
den tes, o no ex isten , o son in trín secam en te diver­
sos d e lo q u e eran , lo cual e s m ás grave qu e s u ­
prim irlos, y significa ad em ás el abandono del aris-
telism o, c read o r de la dificultad m ism a que s e in­
ten ta salvar al ab an d o n arlo .
498. P o r o tra p arte, la nueva realidad no
puede se r ni su b stan cia ni a c c id e n te o m odo a c c i­
dental. P o rq u e si e s su b stan cia, caem os en el in>
conveniente que s e in ten ta alejar, reconociendo
que los acc id e n te s son in se p arab les d e ella. S i e s
accidente o m odo accid en tal, la m ism a dificultad
que obsta p ara la ex iste n cia del accid en te en sf,
-4 0 2 -
ob sta p ara la p erm an en cia d e e s te nuevo acci­
d en te; d e m odo que en vez d e re so lv e r con esto la
dificultad prim era, sólo s e co n sigue aum entarla.
P o r e s o , y p o rq u e tal enig m ática entidad aña*
d e un nuevo m isterio al m isterio d e la tran su b stan -
ciación, p restá n d o se ad em ás a in terp retacio n e s
p elig ro sas d esd e q u e el p ro testan tism o introdujo
sus e rro re s a cerca del dogm a eu carístico , no tuVo
dicha d o ctrin a el éxito d e o tras te s is del tom is­
mo; y no sólo fué d e s ech ad a por los e sco tistas,
sino p or o tro s no e s c o tista s , e n tre los cu ales son
d e m en tar S u á r e z y e l C a rd . B elarm ino, q u e en
su s im pugnaciones del p ro testan tism o s e coloca
en e s te punto al lado del esco tism o.
En la teoría de Escoto el sujeto es principio
de los accidentes, pero no forma; y por consi­
guiente, aunque los actualiza, no los determina,
pudiendo consiguientemente existir por virtud
divina sin sujeto. Tal doctrina se funda en la
teoría de las *formalidades»; y por tanto no tie­
ne más valor que ésta.
4 99. En la teorfa de E sc o to el accid en te no
en tra en la esen cia del su je to , ni su co n cep to in­
clu y e ei co n cep to d e lo accid en tal. D e otra suerte
los accid en tes absolutos se rían im posibles, por­
que dirían sie m p re relación esen cial al se r de la
su b stan cia; y ad em ás el n exo e n tre la substancia
y lo s a c cid en tes se ría tan h ecesario e inmutable,
com o el que e x is te e n tre los m ism os elem entos de
la sub stan cia en tre sí, lo cual se ría suprim ir el ca-
rá te r d e todo accid en te.
-4 0 3 —
E sco to ad m ite, p u es, que fos acc id e n te s d e ­
pen d en del su jeto com o d e su causa, pero no com o
de su determinante intrínseco y esencial; el s u ­
je to e s principio de los ac c id e n te s, p ero no su
form a, y p o r co n sig u ien te, aunque los actualiza,
no los determina. E s la tesis diam etralm ente
op u esta a la del tom ism o, que siguiendo a A ristó­
teles, co n cen tra en la forma la Virtud de causar
y de determinar, especificando el ser de los acci­
d e n te s, en cerrán d o lo s d en tro de sí propia. P or
eso en el esco tism o los accid en tes pueden existir
se p a ra d o s del su je to , por virtud divina, sin adi­
ción d e realid ad alguna y u x tap u esta, porque ellos
tien en su p ropio se r aún en el su je to , lim itado a
su sten tarlo s; y la virtud su ste n ta d o ra puede ser
suplida p or la Virtud divina.
50 0 . N o e s n e cesario ad v ertir, que e s ta opi­
nión d e E sco to a cerca d e los acc id e n te s se funda
en la teo ría de las formalidades, de la cual es
lógica y clara ap licació n . P ero si el form alism o es
inadm isible y las en tid ad es que realiza están fuera
del o rd en o ntológico, según hem os visto, y qu e­
b rantan la unidad su b stan cial de los se re s , no
puede tam p o co servir d e b ase a la teo ría de los
accid en tes.
En la d o ctrin a d e E sco to , e s ta disyuntiva es
inevitable: o los e le m e n to s formales son su b stan ­
cia, o son accid en te. S i lo p rim ero, las form ali -
dades no explican ni la individuación de las su b s­
tan cias, ni la ex iste n cia de los a ccid en tes, porque
no significan m ás q u e el se r d e la substancia. Si
lo segundo, los acc id e n te s son m etafisicam ente
- 404 —
In sep arab les de la su b stan cia, com o lo son las
form alidades que.la d eterm in an , y que en esa hi­
p ó te s is co n stitu irían una individuación accidental
d e las su b stan cias.

Particularidad doctrinal de. Aristóteles acer­


ca de los accidentes, que está en contradicción
con el carácter general de su filosofía. Distan
macho de ser satisfactorias, las varias explica­
ciones escolásticas encaminadas a desvanecer
lá contradicción del Estagirita.
501. H ab rem o s ah o ra de h acer notar una
particu larid ad d o ctrin al qu e se h alla en A ristó te­
les re sp e c to d e los a ccid en tes, y que e s tá en con­
tradicció n con el c a rá c te r g en eral d e su doctrina.
L os p rin cip io s aristo télico s, según hem os vis­
to , exigen que el se r d e los a c c id e n te s no sea
propio de ello s, sino u n a com o ex tensión del ser
su b stan cial qu e d eterm in a la forma, la cual por
s e r única en cad a e n te , reclam a unidad real de
e x iste n c ia , y ex clu y e por c o n sig u ie n te toda prio­
ridad o posterioridad d e tiem po e n tre el s e r del
a c c id en te en la su b stan cia, y el de é s ta resp ec to
d e aquél. Y sin em b arg o A ristó teles rom piendo
con esa d o ctrin a su y a . d eclara y so s tie n e en los
co m ien zo s del lib. VII d e la M etafísica, que la subs­
tan cia ex iste a n te s qu e el ac c id e n te , no sólo con
priorid ad d e n a tu ra le z a , sino tam bién d e, tiempo:
«S ubstan tiam e s s e priorem a ccid en te, e t ratione,
e t co gnitione, e t tem p o re e t natura». (Ib. c. 1).
5 0 2 . E rig id a en te s is e s ta afirm ación, la teo­
ría d e A ristó teles so b re la co n stitu ció n de las
- 405 —

e se n c ia s, y so b re la n atu raleza d e los a c c id e n te s ,


queda in trín secam en te q u eb ran tad a. Y ello es sin
d uda el origen d é lo s co n cep to s a n tiaristo télico s
a cerca d e los a c c id e n te s, que ap arecen en algunos
esco lástico s que se dicen se g u id o res del a risto te ­
lismo.
. F u n d ad o s en la m ism a do ctrina, y arguyendo
so b re ella, ca b e ig ualm ente con cluir, o que no hay
propiam en te a ccid en tes, una Vez se n ta d o que no
puede hab er ninguna prioridad e n tre accid en te y
substan cia, o que por lo m en o s aquellos denom i­
n ad o s accid en tes que jam ás son se p a ra b le s de la
substan cia por co m p letar la n atu raleza m ism g,
quedan fuera d e la ca te g o ría d e accid en te, por
cuanto nunca la su b stan cia se concibe sin ellos ni
ello s sin la sub stan cia.
503. L as ex p licacio n es que s e han dado de
la m encionada p ro p osición de A ristó teles, distan
m ucho d e se r sa tisfacto rias. P iensan alg u n o s, que
la afirm ación de la prioridad d e la su b stan cia
resp e c to d e los accid en tes significa en A ristó te ­
les, que hay una S u b stan c ia , la su b stan cia divina,
la cual tien e dicha prio rid ad , p o rq u e e s an terio r a
to d o s los a c c id e n te s, e in d ep en d ien te de ellos. E s
la in terp retació n que y a p ro p u so A v erro e s (M e-
tap h . 1. VII, com m . 4 ), a ja cual se sem eja la de
A lejandro d e A les y que tam bién indica S a n to
T o m ás (7 ). M as, ni A ristó teles h ace en e sta c u e s­
tión refe ren cia alguna a la su b stan cia in cread a, ni

(7) «Nullum enim actidens iiWenitur sine substantia,


sed aliqua substantia invenitur sine accidente; et sic patet
-4 0 6 —
las razo n es que Invoca p erm iten d udar que no se
refiera a la su b sta n c ia que lleva en sí su s propios
accid en tes. P o r o tra p arte, so sten ien d o A ristóteles
que el m undo e s etern o , ¿cóm o podría nunca de­
cir, sin m anifiesta co n trad icció n , que la substancia
divina tien e prioridad de tiempo re sp e c to de los
acc id e n te s, tan e te rn o s com o el m undo a que per­
ten ecen ?
504. Ju zg an o tro s, en tre ellos S u á re z , que
A ristó teles con la prioridad d e tiem po de la su b s­
tan cia, quiso e x p re sa r el c a rá c te r adventicio de
los accid en tes, los cu ales pu ed en so b rev en ir a la
substan cia con p o sterio rid ad a la existencia de
é sta , com o p u ed en d e s a p a re c e r sin que é sta d e s ­
a p a re z c a . P ero esa prioridad no c o rre sp o n d e a la
su b stan cia resp ec to del accid en te en cuanto acci­
dente, sino en cu an to e s la su b stan cia físicam en­
te m udable, com o una fo rm a d e su b stan cia p re c e ­
d e a o tra form a de su b stan cia, lo cual no es decir
nad a al in ten to d e A ristó teles.
A dem ás de esto , si tal in terp retació n fu e se le­
gítim a, seg u iríase q u e seg ú n A ristó teles no hay
m ás a c cid en tes que lo s q u e s e m udan o se ad­
quieren , una vez co n stituida la su b stan cia, cosa
qu e lo s a risto té lic o s no adm iten.
En rig o r, pu es, la afirm ación de A ristó teles es
an tiaristo télica, y e stá en con trad icción con el con­
ju n to de su doctrin a.

quod non quandocumque est substantia, est accidens, sed


e contrario, "et propter hoc substantia est prior tempore».
(M eiaph. VII, 1. 1).
Í N D I C E

Pagina»
D atos biográficos del Autor . ., ni
Cuenta y razón previa al lector XV

CAPÍTULO I
El Ente teológico, y la construcción científica de so
conocimiento humano en 1h escolástica.

A I. —Relación de la sistematización onto-


r t íc u l o
lógico-tcológica de ¡a escolástica con las anti­
guas escuelas filosóficas y con la doctrina pa­
trística.—Nexo lógico entre la demostración de
un primer ente y la manera de re p re sen ta rlo .,. I
C! pensamiento Filosófico asi patrlstico como es­
colástico en orden a la interpretación científica
del ser de Dios y de sus atributos, se halla Vincu­
lado en sus lineas capitales a las antiguas escue­
las filosóficas estoica, aristotélica y platónica.. 2
A ntitética posición del estoicismo y del aristotelis-
mo en este p u n to ...................................................... 2
Especial posición del platonismo: fusión de las ^
concepciones platónica y aristotélica con la del
estoicismo, que así proporcionó la primera sis­
tematización filosófica de los atributos divinos. 6
En manera alguna necesitaba el pensamiento cris­
tiano de las escuelas filosóficas para el concep­
to de la Divinidad: idea fundamental que la filo­
sofía helénica no podfa p ro p o rcio n ar.................. 10
Dada la idea cristiana de lo infinito en un S er real
V personal, qué problemas se ofrecen para ex*
- 408 -
■' P á g in a s

plicar racionalmente aquella representación, y


teoría filosófica necesaria a tal o b je to ............... 1]
En la filosofía patrística se halla esbozada aquella
teoría: su ulterior sistematización en la escolás­
tica, que ofrece las variedades del respectivo
sistema ontológico de cada escuela...................... 12
Postulados dogmáticos que presiden a la represen­
tación filosófico-teológica medioeval de la Divi­
nidad ................................................................. ......... 15
A los incuestionables postulados dogmáticos de la
escolástica no siempre responden lógicamente
las teorías por ella formuladas, que con frecuen­
cia se Ve precisada a cohibir y cercenar, dando
ello lugar a múltiples oscilaciones y a la fusión
de las concepciones de los diversos sistem as. . . 16
Puntos capitales que en orden a la interpretación
del ser, atributos y personalidad de Dios se ofre­
cen a la investigación filosófico-teológica me­
dioeval: teorías consiguientes........ ....................... 19
Dos puntos capitales se ofrecen como razón gené­
tica de las diversas soluciones, agnóstica, intui-
cionista y a b strac tiv a .............................................. 20
A r t. II.—Exposición j’ critica de las teorías esco­
lásticas en ia interpretación científica de! ser,
atributos y personalidad de Dios: aplicación de
las aludidas teorías a la interpretación teoló­
gica en proceso analítico. — Las teo rías teoló­
gicas en su aspecto científico dependen del va­
lor de nuestras ideas respecto de Dios: teorías
con que a ello responde la e sco lástica................ 21
Cómo entra la teoría del conocimiento en la siste­
matización doctrinal del Ente infinito: tres for­
mas, que por el modo de conocer, revisten las
diversas te o r ía s ....................................................... 22
Exposición y crítica de ¡a teoría o tesis nominalista. 24
Id. de la teoría o tesis delrealismo p u ro ............ 25
Id. del realismo m oderado.......................................... 25
—409-
P ág tn aa

Oe igual modo que las soluciones de la objetividad


teológica, el problema de las perfecciones divi­
nas guarda relación con las opiniones sobre los
universales: de ahí que respondan a éstas, tres
diversas modos de entender las perfecciones di­
vinas ................................. ...................................... 28
Al contrario do las dos teorías extremas, la del
realismo moderado utiliza en el problema de las
perfecciones divinas una teoría que no es conse­
cuencia lógica de su tesis: efecto de ello, es que
la «distinctio rationis» en la cuestión invocada,
no se ofrezca en los antiguos escolásticos con
caracteres bien definidos: igual ambigüedad de
la distinción formal introducida por Escoto........ 50
La ambigüedad de dichas distinciones, es en los
siglos XV y XVI objeto de controversias y osci­
laciones, ora hacia el realismo, ora en sentido
nominalista: prevalece entre los escotistas la dis­
tinción formal «ex natura reí», originando con
los tomistas honda controversia, que contribuyó
a precisar la ambigua «distinctio rationis».......... 51
En medio de dicha controversia surge de ln escue­
la tomista una ramificación que introduce la dis­
tinción virtual intrínseca: repulsa de lu escuela
tradicional contra esta innovación; fracaso de
las tentativas para b o rtar las diferencias de las
distinciones respectivamente propugnadas por
tomistas y escotistas................................'.............. 32
Transformación de concepto con el sistema de dis­
tinciones «rationis ratiocinantiset rationis raíio-
cinatae»: consiguiente diferencia entre la anti­
gua y la moderna distinción de razón; consecuen­
cias de una y otra d istinción................................. 35
Significado e ineficacia de la sustitución de con­
cepto en la distinción de razó n .............................. 36
Bastan las precedentes indicaciones para hacer
ver que la moderna «distinctio rationis» exige
- 410 —
P<gÜ189

fundamentos de sistema más hondos y de mayor


alcance.............................................................. . . . . 39
La inconsistencia teológica de los sistemas esco­
lásticos aludidos, es natura) reflejo de las defi­
ciencias de la teoría filosúfico-cognoscitiva en
que se apoyan; y es que todos los juicios no
puramente existencia!es se traducen por valores
de lo real según sus cualidades o atributos........ 41
T odo concepto de perfección es tina forma de va­
lores entitativos; y perfecciones diversas por su
categoría, no pueden ser intelectualinente re­
presentadas sino como distintas; esta distinción
representativa no significa ni equivale, en la
misma entidad finita, a una distinción de reali­
dades, sino a manifestaciones diversas de su ser
y actividad.................................................................. 42
La antes aludida doctrina teológlco-escolástica,
llevada por las corrientes filosóficas a que se
subordina, se encuentra entre extremos inconci­
liables ......................................................................... 43
La distinción de perfecciones convertida en distin­
ción representativa de valores, es siempre una
distinción Virtual............................................. . . . . 44
A r t . III.—Interpretación escolástica del ser p per­
fecciones de Dios en proceso sintético o cons­
tructivo.—Correspondencia en la materia, de los
procesos analítico y sintético: reaparecen en
éste con todo su vigor las orientaciones filosó­
ficas notadas en aquél; pero las corrientes que
en el proceso constructivo dan la norma, son el
platonismo y el aristotelism o m oderados.. . . . . .
I La corriente del platonismo m oderado.......... .
Id. del aristotelismo m o derado.............. ................ 47
Como consecuencia de sus respectivas posiciones
v gno9eológica8, en el orden constructivo de loa
atributos divinos prefieren, la corriente platóni-
- 411 -
PfigInM
ca el método inductivo, y la aristotélica el de­
ductivo.................................................................. 47
Ambas escuelas reconocen loa tre s clásicos mo«
mentos de ascensión cognoscitiva a la Divini-
dad, o vías para determinar sus atributos; pero
esta doctrina en el platonismo es simple medio
subsidiario para conocer lo divino, mientras en
el aristotelísmo es medida de aquel conocimiento 40
Con sujeción a dichas normas, son también comu­
nes las clasificaciones de atributos divinos, aun­
que ofrecen distinto aspecto según se formulan,
bajo el tipo de las categorías ideales platónicas,
o bajo las normas empíricas del aristotelísmo;
pero en uno y otro caso reaparece el problema
de las distinciones, que obliga a aplicar aquí la
ya esbozada doctrina de los v a lo re s.................... 50
A través de la elaboración sistemática de los atri­
butos divinos, ofrécese siempre la perspectiva
del problema más hondo respecto del valor de
nuestros conceptos en orden a la Divinidad; el
aislamiento que en los tratados teológicas hubo
de prevalecer entre la teoría del conocer y la de
los atributo» divinos, originó una distribución
mecánica de éstoe..................................................... 53
A k t. IV .—La cuestión de la esencia divina en la
escolástica, como razón fundamental de la cla­
sificación de ¡os atributos.—Sentido ontológico
del problem a........................................................... , 54
Esencia física, y esencia metafísica: esta usual di­
visión hace surgir el problema de la unidad del
ente; y la posición antitética de aquellos concep­
tos revela su inestabilidad filosófica................... 54
La esencia metafísica según el tipo platónico y
aristotélico, ni llena (as condiciones que se le
asignan, ni puede aplicarse a Dios: todo ello
es resultante del problema' perdurable en dichos
- 412-
PAglnaa

sistemas, de cómo se constituye la esencia sin­


gular............................................................................ 56
El problema, si la Divinidad es pura esencia, o
existencia pura, tiene repercusión inmediata en
la cuestión más concreta de cuál sea la esencia
en Dio3; de ahí la división primaria en dos opi­
niones acerca de su constitutivo e se n c ia l.......... 58
La escuela nominalista, consecuente con su teoría
cognoscitiva, coloca la esencia de Dios en el
acto de existir, enlazándose así con la teoría on-
tológica de los que reducen a ia existencia todo
el ser de D io s........................................................... 58
P o r el contrario, reflejan no pocos conceptos de
la teoría que reduce todo el ser de Dios a esen­
cia pura, aquellos que propugnan constituir ésta
la plenitud del ser: de este tipo se ofrecen dos '
variantes, una de base aristotélica cor elemen­
tos platónicos, y otra de base platónica con ele­
mentos aristotélicos................................................. 61
En la tesis de la aseidad constitutivo esencial de
Dios se da yuxtaposición de soluciones antitéti­
cas, aplicando doctrina platónica al tratar del
ser de Dios, y doctrina aristotélica tratando del
ser de las criaturas: este sincretismo, lejos de
constituir teoría científica, conviértese en arre­
glo convencional e insubsistente.......................... 64
A r t . V.—Clasificación escolástica de los atributos,
consiguientemente a las teorías acerca de la
esencia de Dios.—Conceptos de los divinos atri­
butos que reflejan corrientes respectivamente
aristo télica y p la tó n ic a............................................... 68
C oncepto y clasificación de los divinos atributos
bajo influencia aristotélica..................................... 68
Concepto y clasificación de los mismos atributos
bajo influencia platónica......................................... 6®
En armonía con los respectivos sistemas filosófi-
— 413 -
Pfiglnaa

eos, las dos referidas formas de concebir los


atributos divinos, entrañan diversos procesos
constructivos de la representación de la Divi­
nidad ........................................................................... 72
En el sistema teológico aristotélico, dado el proce­
so cognoscitivo de Dios influido por ideas formu­
ladas «a posteriori» y como resultante de la ín­
dole de sus pruebas de la existencia de Dios, no
se impone definido eslabonamiento de los atribu­
to s divinos................................................................. 72
Viceversa en el sistema teológico-ontológico pla­
tonizante, razones opuestas a las indicadas res­
pecto del aristotetiemo, imponen el eslabona­
miento de los divinos atributos............................. 75
Las ideas filosóficas platónicas y aristotélicas que
intervienen en la elaboración científica del tra ­
tado de Dios, 6e reflejan en los sistemas de E s­
coto y Santo Tomás respectivamente, si bien
moderadas por diversos factores y por la yuxta­
posición de conceptos de las aludidas escuelas
filosóficas griegas: ambos sistemas ontológicos
tienen sus deficiencias; pero sin embargo el p re­
pondera ntemente platonizante es el que mejor se
adapta a una humana concepción orgánica de la
Divinidad..................................................................... 76
A r t . VI.—Contextura filosófica de los atributos di -
vinos según las diversas fases del pensamiento
teológico, hasta llegar a la doble forma que
representan las escuelas de Santo Tomás i’ de
Escoto.—(Periodos ofa se s, empírica y de clasificación).
—Razón del artículo...'........................................... 81
Distínguense en la doctrina escolástica tres fases:
empírica, de clasificación, y de te o r ía ................ 82
Fase empírica: en ella no se encuentran otros ele­
mentos filosóficos, que los trasladados de Boe­
cio y el Damasceno; y los atributos divinos se
- 414 —
Péglna»
determinan «a posteriori» y en forma adjetiva sin
categoría fija entre sí, ni menos con la esencia..' 82
San Anselmo inaugura la fase de clasificación, de­
duciendo «a priori», por lógica indeclinable, del
propio ser de Dios el sistema de sus atributos; y
si «a posteriori» prueba también su tesis, es
para confirmarla, clasificando por tal medio las
perfecciones de l&s criaturas en orden a Dios:
en ello estriba, y deriva de este Santo Doctor,
la distinción de perfecciones «absolutas» «sim­
ples» y «mixta*s>\ y la regla de ellas...................... 83
Idea ontológica que preside al proceso teológico
de San Anselmo: antitético proceso ontológico
que el Santo Doctor encuentra en los seres fini­
tos; problemas que esta antítesis plantea............ 84
Proyecciones teológicas que en San Anselmo ofre­
ce el problema ontológico y a la vez cognosciti­
vo: principales soluciones al mismo dentro de la
fase de clasificación que el Santo Doctor inau­
gura .................. ......................................................... 88
Exposición y crítica de las teorías: extremas del
antirrealismo, y del realismo; como de la media
de lo «no diferente», que constituyó la primera
génesis del realismo moderado.............................. 88
El referido problema, eslabonado desde San An­
selmo a las soluciones teológicas, ofrece, apar­
te de otras consecuencias, la de señalarnos la
importancia de la cuestión de la «individuación»
en la constitución del ente, y consiguientemente
en el estudio de las perfecciones, de la esencia y
de la Trinidad de personas en D ios...................... 91
P ara penetrar la intima contextura de las prece­
dentes soluciones medioevales, es m enester re­
ferirlas a la teoría de la materia y forma según
las escuelas platónica y aristotélica..................... 93
Si se exceptúa la escuela nominalista, para todas
las demás, representan la materia y forma los
—415-
Paginas
constitutivos del ente: en general, la forma se
toma por elemento de la esencia y de la univer­
salidad; asignándose la materia como elemento
de la individuación y singularidad: Abelardo in­
virtió estas funciones de materia y forma, lle­
vando 3U3 aplicaciones teológicas hasta la T ri­
nidad ........................................................................... 94
La escuela de San Alberto Magno reaccionó más
decididamente que otras, sobre la tesia antigua,
en contra de la inversión abelardiana.................. 9¡>
Amplísimas proyecciones ontológicas y teológicas
que la escolástica da a la teoría de la materia y
forma........................................................................... 96

CAPÍTULO II
Interpretación escolástica de] valor objetiva absoluto
de los atributos en la naturaleza de Dios.
. (P e r ío d o , o fa s e , d e te o ría )

\.—Indicaciones preliminares acerca de


A r t íc u l o
¡a materia del capitulo. — Nexo lógico y siste­
mático de la materia del capítulo con las prue­
bas de la existencia de D ios.................................. 98
Dos fases h ist ó rico-doctrina les más importantes al
o b je to ......................................................................... 98
En la fase de apogeo escolástico, se destacan las
escuelas de Santo Tom ásy de Escoto . . . . . . . . . 102
Dos categorías de problemas, que al objeto del ca­
pitulo han de distinguirse........................................ 104
La escuela de San Alberto Magno plantea y re­
suelve con criterio y doctrina aristotélica, lo re­
ferente a los atributos estáticos; y con criterio
doctrinal platónico, lo atinente a los atributos
dinámicos................^ .............................. ................. 104
Tres puntos capitales sobre los cuales se concre­
- 416 -
Página»
tan las Mean, que en cada escuela presiden a Ib
teoría de los atributos e stático s................... 104
El análisis y ponderación de los argumentos y teo­
rías de cada escuela, no implica menoscabo al­
guno de las tesis dogmáticas cumplidamente de­
m ostradas en la escolástica................................... 105
A r t . II, — Sistematización e interpretación de fos
atributos divinos en la escuela de Santo To-
más.—Los principios filosóficos, de potencia y
acto, de materia y forma, son los que presiden
en esta escuela la teoría de los atributos divinos. 108
La unidad de Dios según la teoría de esta escuela:
crítica de dicha te o ría .............................................. 110
Teoría de la escuela aplicuda a la simplicidad de
Dios: examen critico de a q u élla ........................... 116
La infinidad de Dios en la teoría de esta escuela:
crítica de la misma................................................... 126
Conclusión critica, referente en general a la teo­
ría materia del artículo, y contraída en particu­
lar a su aplicación al problema de la individuali­
dad y personalidad de D ios................................... 138
A r t , III.—La idea central de Escoto en este punió,
es la de lo infinito; )’ no la de materia y forma
que preside a la leoria de ld escuela de Santo
Tomás....................................................................... .. 130
Consecuencia de las respectivas teorías cognosci­
tivas, es que ia noción de infinito tenga carácter
afirmativo en la teoría de Escoto, y carácter ne­
gativo en la teoría de Santo T om ás...................... 140
En la escuela escotista el infinito aparece en fun­
ción de lo trascendente; en la escuela tomista
encuéntrase en función de la forma p u ra .......... 141
E s error manifiesto pensar que lo infinito por acu­
mulación de la escuela nominalista, responde a
la teoría de Escoto................................................... 142
En el sistema de Escoto aparecen tan radicalmen­
te inconfundibles lo infinito y lo finito, que aquél
-4 1 7 -

no.sufre detrimento en puntos tan Vulnerables


de su teoría comc lo son el del ente unívoco y el
de la distinción form al............................................. 144
Consecuencias de la diversa orientación de los sis­
temas aludidos: a Escoto, le permite su orienta­
ción desenvolver todo el conjunto de las divinas
perfecciones a base de la infinidad, en cuanto
idea necesaria para concebir el Ente supremo. 140
L a oposición de las dos aludidas teorías, expre­
sión teológica de los sistemas filosóficos aristo­
télico y platónico, respectivamente, no respon­
de sólo a la diversa interpretación abstracta del
ser de Dios, sino también a su representación
ante la conciencia: a partir del siglo XVI no po­
cos tomistas,*-© abandonan o atenúan en la mate­
ria los procedimientos peripatéticos.................... 148
Sin que haya dejado de influir también la doctrina
de Escoto, la razón capital de la transformación
ontológico-teológica referida fue la indigencia
del sistema peripatético, sobre todo en el punto
de contraposición de la esencia y las relaciones
en Dios, al sumarse tal indigencia con la de. la
teoría latina de la T rinidad................................... 151
L os mismo9 teólogos peripatéticos refractarios a
la referida transformación, evidencian su nece­
sidad, a! introducir aventuradamente para la
esencia divina una subsistencia absoluta distin­
ta de las tres relativas.............................................. 133
Conclusión: los dos sistemas contrapuestos, el uno
peripatético y platonizante el otro, desviándose
de sus antiguos exclusivismos, dieron la indicada
forma moderada e intermedia.................................. 154
A r t . IV .—interpretación escolástica de los atribu­
tos psicológicos de Dios en su aspecto entitati-
vo. —Encuéntrense reproducidos en este punto,
los procedimientos filosóficos ya señalados;
- 418 -
• PégitlftB

pero con notable desviación de la escuela peri­


patética hacia las teorías platonizantes.............. 155
Proceso doctrinal y argumentos de Santo Tomás
en la materia; yuxtaposición de teorías: crítica. 155
Muy diverso procedimiento, en la materia seguido
por la escuela de Escoto, y en general por la de
las variantes ag u stin lan as...................................... 164

CAPÍTULO 111
Interpretación escolástica de los atributos psicológi­
cos de Dios en su aspecto activo o funcional.

A r t íc u l o Diversas fases del problema en los


escolásticos antiguos, y en los modernos.—En
este aspecto de los atributos psicológicos de
Dios, también las escuelas teológico-aristotéli-
cas abandonan las doctrinas filosófico-peripaté-
ticas, y acógense a las platónicas en sus varias
derivaciones, sin que por ello dejen de conser­
var sus peculiares modalidades: de allí que sean
tres las ramificaciones platonizantes, o las es­
cuelas teológicas en este punto.............................. 166
En la fase escolástica de referencia, el problema
del conocer de Dios se plantea bajo un dilema
harto preciso, y de nada fácil solución según los
procedimientos de interpretación cognoscitiva al
efecto utilizados: tres fases de este problema,
y amplitud de las mismas: crítica.......................... 168
Desmembración contradictoria de posibles necesa­
rios y posibles libres, en orden al modo divino
de conocerlos: factores sistemáticos, que no le­
gitiman, pero sí explican tal desmembración. Sus
insuperables dificultades, son la razón filosófi­
ca y genética de ia escuela moderna, que enla­
zando conceptos platónicos sobre las ideas con
los aristotélicos acerca de las formas, apela a
Página»
decretos divinos como medio de conocimiento de
los futuros lib res..................................................... 171
Las entidades intermediarias de la acción libre del
hombre y de la de Dios, e instrumento de unión
entre una y otra acción, fueron desconocidas
por los antiguos escolásticos; siendo en los esco­
lásticos modernos tal doctrina, una degenera­
ción de la teoría de las formas del aristotelísmo
decadente: los antiguos escolásticos dan más
acertada solución al problema, sin necesidad al­
guna de formas intermedias y predeterminantes. 174
A r t . II —Relación y diferencia entre ¡as soluciones
de la antigua y de la moderna escolástica, al
problema del conocer divino de los futuros li­
bres.—La reintegración a la doctrina platónica
sobre las ideas en su aspecto representativo e in­
tensivo y al dinamismo que en tal doctrina se le
atribuye, como también a la influencia estóica
de la intima penetración divina en la substancia
y accidentes de la naturaleza, permitió a la anti­
gua escolástica establecer entre la teoría de las
ideas divinas y el conocimiento de I03 futuros
libres un nexo perfectam ente lógico y coherente,
sin recurrir al heterogéneo elemento de las for­
mas p e ripatéticas..................................................... 177
Bajo dicho procedimiento filosófico, común a todas
las ramas de la antigua escolástica, ea adecuada,
o comprensiva de todo lo inteligible, la división
de la ciencia de Dios en «ciencia de simple inteli­
gencia» y en «ciencia de visión», hallándose
constituido el objeto de la ciencia divina con in­
dependencia de decretos o acto de la voluntad. 181
Fórmulas de la «ciencia media» en Molina y en Bá-
flez: diferencias entre una y otra de estas fórmu­
las, como también de cada una de ellas con la
la doctrina de la antigua escolástica.................... 185
A r t . III.—Exposición y crítica, en sus diversos as-
-4 2 0 -
M ytnaa
pecios? aplicaciones teológicas, de la teoría
platónica común base filosófica de las varías
fases escolásticas, para explicar la visión di­
vina de los entes contingentes.—Tres ramifica­
ciones o tipos doctrinales en la escolástica sobre
la base común de la teoría platónica y neopla-
tó n ic a .......................................................................... 187
Las ideas platónicas en el seno de Dios, tipo esen­
cial, o representativo de las esencias, y consti­
tutivo de su ser e inteligibilidad: contraposición
de estas ideas y del ser sobresubstancial de
D ios............................................................................. 187
La escolástica atenúa e9ta contraposición, para
evitar sus consecuencias panteístas; pero la con­
serva atenuada, para encontrar dentro de la teo­
ría explicación al conocimiento divino de los po­
sibles, y en sus ideas la razón ejemplar de los
seres finitos............................................................... 188
Con la teoría filosófica esbozada, se trasmitieron
a la escolástica las fórmulas del lenguaje y el
simbolismo de las escuelas platónicas para ex­
plicar aquélla: la tradición neoplatónica, corrien­
te en la teología griega, se trasmitió a los lati­
nos. por Boecio y S. Agustín, por influencia ará­
biga y por la versión latina del Pseudo-Areo-
p a g ita ......................: ............................................... 190
F ase diacrítica, o de visión ordenada de los posi­
bles, y fase ejemplada de ios arquetipos, que en
el problema distingue bajo influencia órfica el
platonismo: el Pseudo-Areopagita, que para los
escolásticos ha sido el más significado vehículo
de aquellas doctrinas, traduce en lenguaje teoló­
gico los conceptos, símbolos y frases de Plotino
y Proclo en la materia.............................................. 199
La teoría de una disconformidad, por degradación
representativa, de las c o b a s ejempladas con sus
arquetipos divinos, que tom ándola'de Proclo,
— 421 —

Página»
traduce el Pseudo-Areopagita en lenguaje teoló­
gico, ba tenido especial alcance, no sóta en la
mística platonizante, sino también en los concep­
to s teológicos de la escolástica sobre las grada­
ciones entitativas respecto de sus arquetipos - .. 106
La ramificación escolástica platónico-Bgustiniana,
siguiendo al S. Doctor de Hipona y a S. Ansel­
mo, reproduce con toda fidelidad la doctrina de
la degradación representativa en los ejemplados. 197
En la ramificación escolástico-aristotélica, aunque
efecto de su proceso del conocer «a posteriori»
recibe- atenuaciones la referida doctrina, man*
tiénese sin embargo a través de la teoría d e las
«formas», que en la constitución de los seres
tienen el oficio de las ideas platónicas................ 168
Varios autores árabes utilizando la teoría cognos­
citiva aristotélica, y el Pseudo-Areopagita den­
tro de los teorías platónicas, llegan a la conse­
cuencia filosófica y teológicamente absurda, de
. que Dios no conoce los singulares, y si sólo los
universales como tipos de cada especie: la esco­
lástica, aunque dió cabida a la doctrina de la
«degradación» de los entes ejemplados, rechazó
y refutó cumplidamente aquella última conse­
cuencia, si bien no explica la contradicción con­
siguiente con sus teorías cognoscitivas............. • 200
Tampoco es sostenible la doctrina de lu «degrada­
ción» de los entes ejemplados respecto de sus
ejemplares en la mente divina; y si bien removi­
da la degradación aludida resulta inaplicable a
Dios la teoria que nos ocupa, esto mismo pone
de manifiesto su inconsistencia en nuevo aspec­
to, pese a haber prevalecido en la escolástica sin
distinción de platónicos y aristotélicos.............. . 200
A r t . IV .—La doctrina de los divinos ejemplares en
ios maestros árabes, p su influencia en la esco­
lástica.—Indicaciones preliminares acerca de la
— 422 —
Páginas
influencia de lus maestros árabes en la antigua
escolástica sobre este pun to ............................. 200
D octrina de Abengabirol en el punto que nos
ocupa........................................................................... 207
Id. de la escuela de A benm asarra........................... 209
Todos los filósofos árabes platonizantes reprodu­
cen la misma doctrina; y ni aún aquellos autores
arábigos que, como Algazel, se declaran adver­
sarios de los filósofos, consiguen aislarse de tal
ambiente doctrinal.................................................... 210
igual que entre los escolásticos, los aristotélicos
árabes prescinden de la teoría de su escuela, y
se acogen a la platonizante, pora explicar el
conocimiento divino de los seres contingentes... 211
Pruebas del evidente influjo* que en la materia
ejercieron los autores árabes sobre los grandes
m aestros de la escolástica...................................... 213
A r t . V .—Diferencias que, no obstante acogerse
todos ios escolásticos a la doctrina platónica
en la materia del capítulo, ofrecen platónicos
j>aristotélicos, debido a la modalidad filosófica
de las respectivas escuelas.—Raíz filosófica de
las diferencias, y explanación de las mismas:
tergiversación del pensamiento de Santo Tornas
por los ontologistas, para sostener sus erróneas
doctrinas..................................................................... 217
Diferencia en la manera de explicar la génesis y
constitución de la «ejemplaridad» divina............. 217
Diferencia en cuanto a la correspondencia cognos­
citiva entre la forma divina de conocer, y la for­
ma humana de conocim iento.................................. 219
Diferencia originada de la manera de entender la
representación objetiva de lo inteligible en la
esencia d iv in a............................................... ........... 221
-4 2 3 -

CAPÍTULO IV
L a compenetración de la Filosofía y del Dogma en el
periodo escolástico (A).

P ágina»

' A r t í c u l o I. —Preliminares a ¡a materia del capitu­


lo.—La sistematización de los dogmas, como Ib
de lo sobrenatural, ha sido labor muy lenta — 224
E ntre los escolásticos como en la época patrística,
privaron especialmente los dos sistemas filosófi­
cos, platónico y aristotélico: la escolástica, más
que a examinar y ponderar el valor científico de
los referidos sistemas, atendió a sacar de ellos
lo que estimaba utilizable a la exposición siste­
mática de las verdades reveladas; y de ahí que
segiín las conveniencias de cada caso, se fusio­
nen por los escolásticos doctrinas platónicas y
doctrinas aristotélicas, sin tener en cuenta la
coherencia sistemática: en cuanto a los razona-
■mientos teológicos fundados, ya en uno ya en
o tro de los referidos sistemas, ni tienen, ni
pueden tener más Valor, que el de la sistemati­
zación y principios filosóficos, en que se apo­
yaban . . . ; .................................................... 224
Los mismos escolásticos, en sus opuestas opinio­
nes, tuvieron por discutibles, y discutieron, no
pocos razonamientos teológicos fundados en .
doctrinas, ora de Platón ora de Aristóteles: sólo
después de siglos se ha llegado, por convenien­
cia de la unidad de disciplina enfrente de las
escuelas heterodoxas, a una especie de dogma-
tismo aristotélico recibido sin d iscu sió n ............ 227
D os principales fases de la compenetración filosó-
fico-teológica en la escolástica: una de yuxtapo­
sición (siglos X y XI), y de asimilación la otra
— 424 —
Páginas.

(siglo XIII); período de transición entre ambas


fases, ei siglo XII...................................................... 528
A r t . II .—Primerosensayos de compenetración filo-
sóficO'teoIógica en la escolástica .—Las cues­
tiones referentes a la transubstanciación euca-
rfstica y a la SS. Trinidad, son las primeras que
en los siglos X y XI abren los caminos del
Dogma a las especulaciones filosóficas, haciendo
renacer en el estudio de loa referidos misterios
el antiguo problema de los universales, singular­
mente en su aspecto ontológico............................ 229
Controversia de Berengarin y Lanfranco acerca
de la transubstanciación eucarística, con la cual
comienza el rudimentario uso sistemático del
problema de los universales en los dominios
teológicos: heterodoxia y nominalismo del pri­
mero; ortodoxia y realismo del segundo: alcan ce.
de la antitesis realista y nominalista en aquellos
tiempos, muy diverso del que posteriormente se
le ha d a d o .................................................................. 231
En la escolástica de los siglos XI y XII el problema '
de los universales se discute eu su aspecto dia­
léctico, como lo había propuesto Porfirio; y por
lo tanto, si bien en sus aplicaciones teológicas
adquiría carácter ontológico, el aludido pro­
blema se discutía directamente entre realistas y
antirrealistas; por lo que no responde a la
verdad de su desarrollo histórico la usual aprio-
rística clasificación de nominalismo puro, con­
ceptualismo puro y puro realismo . . . . ................ 230
Et origen de la heterodoxia de Roscelino acerca
del misterio de la SS. Trinidad, es su' antirrea­
lismo; no el nominalismo inverosímil que suele
atribuírsele: toda la importancia de la doctrina
roscelinianal comienza con las consecuencias •
derivadas de su teoría an tirrealista...................... 238
S. Anselmo no ofrece en el problema de los uní-
-4 2 5 —
Página»
versales tesis filosófica bien definida, siendo ■
por lo mismo inexacta toda clasificación que en
este aspecto se haga de su doctrina; el Santo
D octor es de manera indudable la antítesis de la
doctrina de Roscelino en cuanto aplicada al
dogma de la Trinidad, y sus soluciones filosófi­
cas van siempre subordinadas a la ortodoxia de
{as soluciones teo ló g icas........................................ 240 .
Tampoco Abelardo ofrece tesis bien definida acer­
ca de los universales; y de ahí, ya sus fluctuacio­
nes filosóficas y peligrosas aplicaciones teológi­
cas del problema, ya las encontradas e inexactas
interpretaciones de su doctrina: Abelardo se ha­
bla propuesto fundir en un solo sistema las teo­
rías de Platón y de Aristóteles acerca de los en­
te s y de la universalidad, obstando a su intento,
el que realistas y antirrealistas, presentaban
aquellas teorías como antitéticas, y además des­
centradas de su principio Vital.............................. 242
A r t . III.—Exposición comparativa de tas teorías de
Platón i» de Aristóteles acerca de materia ¡»for-
ma; y sus diverso* procedimientos respectivas
en la doctrina de los universales. Consecuen­
cias de estas teorías y procedimientos en los
tiempos medioevales.—Tanto en Platón como en
Aristóteles-, es principio de su respectiva doctri­
na acerca de los universales la «materia y for­
ma»; pero siendo la distinción de estos factores
de valor directam ente ontológico en Platón,
mientras en A ristóteles lo tiene directamente ló­
gico, adviértese desde luego una capital diferen­
cia de procedimiento en la doctrina de uno y otro
filósofo acerca de los universales................... — 248
Dos momentos dialécticos, correspondientes a las
dos etapas de la teoría de Platón sobre la «ma­
teria y form a».......... ................................................. 247
El segundo momento dialéctico de la teoría de
- 426 -
Pdginaa
Platón sirve de base a la de Aristóteles. Este,
despojando «materia y forma» del carácter onto­
lógico que tienen en Platón, les hace recorrer
dos fases: en la primera, por su carácter de abs­
tracciones, son materia y forma elementos lógi­
cos del conocer; en la segunda, por su carácter
concreto, ae convierten en elementos físicos del
s e r ............................................................................... 249
Las precedentes observaciones respecto a los con­
ceptos de materia y forma, ya de Platón ya de
A ristóteles, explican lo indefinido y ambiguo de
1b9 teorías medioevales acerca de los universa-
les; máxime teniendo en cuenta, que era gene­
ralmente desconocida la razón sistemática de la
filosofía de los dos grandes m aestros griegos
sobre los universales. El panteísmo platonizante
medioeval, tiene su base en la teoría de Platón
sobre la Idea en el primer momento dialéctico de
su sistema; a su vez el segundo momento o
etapa del mismo sistema, sirvió de base al rea­
lismo panteísta y al realismo puro. En cambio,
la doctrina de A ristóteles sirvió de fundamenta
al conceptualismo, al realismo, y al nomina­
lismo ........................................................................... 252
A r t . IV.—La ambigüedad del ambiente filosófico
medioeval, fluctuante entre el realismo y el no­
minalismo, llevaba en sus aplicaciones teológi­
cas, o a la inconsecuencia, o a la helero-
doria. -R azón fundamental de la conclusión
sentada como enunciado del artículo.................... .. 254
Inadmisibles consecuencias teológicas, ya del rea­
lismo ya del antirrealismo, en Berengario, Lan-
franco y R o scelin o.............. ■.................................. 254
S. Anselmo en la cuestión, deja siempre a salvo la
ortodoxia; pero su indecisa doctrina filosófica,
prestóse a muy encontradas -interpretaciones y
aplicaciones teológicas, incluso heterodoxas . . . 255
-4 2 7 -
Páginas
Intentos capitales de Abelardo en la cuestión; y su
fracaso en ellos: tendencia racionalista y oscila­
ciones, ora sem iconceptualistas'ora semínomi-
nalistas, de este a u to r................ ............................
A r t . V . — Cuatro direcciones teológicas originadas
de la mutua influencia de las escuelas de Abe­
lardo p de S. Víctor—Efectos de las teorías de
A belardo, en opuestos sentidos: uno ortodoxo,
y heterodoxo el o tro ............................................... 264
Mutuo influjo de las escuelas abelardiana y de la
Victorina, bajo el cual se determinan sistemáti­
camente cuatro direcciones o escuelas teoló­
gicas ...........................................................................
A r t . V I . —Losproblemas fundamentales de la filo­
sofía en su aplicación teológica por la escolás­
tica (A). —Proceso evolutivo de la compenetra­
ción filosófico-teológica en la escolástica, y res­
pectivas funciones de ambas disciplinas.............. 269
Fundamentales problemas filosóficos que influyen
en la exposición sistemática del D ogma.............. 270
Plan a seguir en el estudio de estos problemas . . . 271

C A PÍTU LO V
La teoría del se r en su evolución, V en su represen­
tación óntológica (A).

[.—Primeras inestables teorías del enie


A r t ic u l o
en la escolástica, —En la escolástica ofrécese la
teoría del ente bajo dos aspectos; uno de inma­
nencia, y el otro de trascendencia........................ 272
M aneras diversas de explicación y variedad de
sentidos, que admite la inmanencia del «ser»:
tres períodos que acerca de este punto pueden
distinguirse en la escolástica.................................. 273
Prim er período, desde Lanfranco hasta la apari­
ción del realismo moderado: en este período los
- 428-
P Aginas
elementos del ente «esencia e individualidad» se
ofrecen, en su evolución hístórico-doctrinal, in­
determinados y Vagos............................................. 275
A r t . II .—Análisis y critica del realismo modera­
do.—El segundo periodo en la evolución históri-
co-doctrinal del problema, abarca desde la apa­
rición del realismo moderado hasta Escoto: bu*
maría exposición, origen >' preponderancia de
este realism o............................................................ 277
El realismo moderado, más bien que una teoría de
■ los constitutivos ontológicos del «ser», lo es de
la elaboración psicológica del cunocer............... 278
En el realismo moderado, la teoría de la indivi­
duación fúndase en la doctrina de «materia y
forma»; pero estos elementos, ni en su aspecto
abstracto, ni cómo constitutivos primarios de la
entidad física, pueden resolver el problema de la
individuación, ora se haga de la forma factor
individuante, ora se adjudique esta función a la
materia, ya en si misma, ya en cuanto existe
«signata quantitate», que es la solución m ás'
recibida en la escolástica, especialmente entre
los to m istas........................................... ................... 279
Lu misma teoría, que en el inundo sensible al cual
la limitó A ristóteles, no resuelve el problema de
la individuación, en el orden teológico, al cual la
aplicó también la escolástica, ofrece no menores
dificultades: indicación de algunas de é9tas en
cuanto a la individuación de los ángeles y del
alma humana separada del cuerpo: oscilaciones
y contradicciones doctrinales consiguientes a la
aplicación de la teoría de «materia y forma» al
compuesto humano................................................... 282
Si hubiese de ser aplicado al dogma de Ih SS. T ri­
nidad, el realismo moderado Vendría a ofrecer
inconvenientes análogos a tos del realismo puro
y a los del nominalismo: tampoco es aceptable el
- 439-
Pigtm»
realismo moderado en el orden de aplicaciones
a la naturaleza y atributos divinos........................ 291
Sumaria indicación de los puntos vulnerables de la
teoria del realismo moderado acerca de los cons­
titutivos del ente en sí, y en las consiguientes
aplicaciones te o ló g ic as......................................... 294
. A tr . III.— Variantes que sin abandonar los cauces
peripatéticos, introdujo Escoto en la teoría del
ente: ventajas e inconvenientes de tales varían-
tes .—Para obviar los inconvenientes señalados
en el artículo precedente sin dejar los comunes
cauces peripatéticos, era necesaria una trans­
formación del carácter de los universales y de la
materia y forma: no es difícil hallar las variantes
que responden a tales puntos en' la doctrina de
Escoto, sin que por ello sus conclusiones dejen
de ser i ncontestables............................................... 296
* Escoto, siguiendo decididamente a Ibn Gabirol, da
carácter universal a la materia; y distinguiendo
tres grados de la misma, el que denomina mate­
ria «primo prima», carente de cantidad-y propie­
dades, lo hace elemento constitutivo de todos .
los seres creados, incluso los angélicos y espi­
rituales: asi todo ser creado constituido por
materia y forma, da un tipo de esencia real que
en si ni es universal ni individual; sino que la
realidad en el orden de la naturaleza la indivi­
dualiza, y es universal en cuanto abstracción de
lo singular realizada por el entendimiento: de
este tránsito del ser de la esencia al ser del in -.
dividuo, proviene la escotlstica «distinctio for-
malis a parte rei*..................................................... 296
L a teoría de E scoto sobre la constitución de los
Beres, si bien facilita soluciones a dificultades
surgidas de la común teoría eristotélico-tumista,
crea otras no menos graves que las que puede
orillar, no siendo por lo mi9mo más aceptable
- 430 —
Péglaaa
que ésta. Las teorías de Escoto, aunque en sus
lineas generales, en su originalidad y e n el dina*
mismo lógico de su estructura son muy superio­
res a las de Santo Tomás, son en cambio infe­
riores a las de éste en cuanto al desarrollo y
realización sistemática del conjunto; en el Doc­
tor Sutil la parte crítica, ahoga a la parte dog­
mática ......................................................................... 301
Con todos sus inconvenientes, la transformación
hecha por Escoto en la teoría del ente dejó mar­
cada huella, e hizo ver que distaba mucho de ser ,
incuestionable, y verdad definitivamente esta­
blecida, el dogmatismo aristotélico con mezcla
de platonismo recibido en la cu estió n.................. 308
A h t. IV .—Contraste de las diversas teorías esco­
lásticas acerca de la constitución del ente,
consideradas en si, y en sus aplicaciones teo­
lógicas.—Puntos capitales de la transformación
escotista en la teoría del ser, contrastados con
la doctrina prcccdcnte: inconvenientes y venta­
jas que, tanto en el orden filosófico como en las
aplicaciones teológicas, ofrecen los puntos de
Vista de las diversas escuelas en este problem a, 309
Tanto en la doctrina tomista como en la escotista
acerca del ente, existe un fondo niuy marcado
de agnosticismo de la realidad entitativa; agnos­
ticismo que trasciende a las aplicaciones teoló­
gicas de Jas respectivas te o ría s ................... — 317
De las ya señaladas, origínase entre tomistas y es­
cotistas otra diferencia en cuanto al orden cog­
noscitivo del ente, y a lu realidad de sus pro­
piedades ..................................................................... 321
A r t . V.— Los constitutivos del ente según la teoría
de Occam.—Las entidades rudimentarias del
escotismo y las semientidades tomistas, previas
unas y otras a la constitución del ente, determi­
naron en el ptoblema la particular teoría de
Paginas
Occam, como también la existencia de su es­
cuela ........................................................................... 523
Síntesis de las incoherencias de la teoría del ente
en el platonismo, tomismo y escotismo, que
Occam combatió y quiso corregir con su teoría. 325
Occam, intentando simplificar la teoría del ente
' mediante remoción de las semientidades compo­
nentes de las teorías precedentes, rehuye en
tesis el ser, ya nominalista ya- conceptualista;
pero de hecho participa de ambos: es nomina­
lista en sus negaciones, en cuanto remueve de
los seres todo valor real de lo universal; y es
conceptualista en la parte afirmativa, por cuanto
reconoce al universal una significación necesa­
ria-para la intelección. Aunque suele identifi­
carse la doctriua ontológica de Occam, ya con
la de Roscetino ya con la de Abelardo, hay entre
éstos y aquél profundas diferencias doctrinales:
é9tos llevan los universales hacia la Metafísica,
mientras Occam los aparta de ella, para traerlos
a la Psicología; para Occam la-individuación la
incluye el ser de cada cosa, mientras para Ros-
celino y Abelardo queda fluctiiante como deri­
vación del universal re a liz a d o .............................. 3Z7
Sin haber pretendido derruir toda la construcción
ontológica de la escolástica, Occam con su
teoría introdujo hondas modificaciones en todos
tos factores de aquella construcción; de ahí la
serie de consecuencias filosóficas y teológicas
peculiares de su escuela......................................... 529
El agnosticismo ontológico notado ya en preceden­
te s teorías escolásticas, es todavía mucho más
pronunciado en la doctrina de Occam ................ 331
A r t. VI. - La doctrina del Cardenal de Cusa, última
etapa de las evoluciones escolásticas en la
teoría del ente. - Conservando I09 constitutivos
de materia y forma, el Cardenal de Cusa pro-
— 432 -
Paginas
pugna otro factor ortológico, por éi denominado
«fuerza» o «posse», que en su doctrina es sínte­
sis suprema de la materia y forma, como también
verdadero dinamismo trascendente de los seres,
de donde deriva, cual bifurcación ontológica, su
«potencia» y «acto»................................................. 332
C usa, trasladando su teoría del ente al orden infi­
nito, la aplica a Dios, que dice ser, no fiólo prin-
"cipio del acto y potencia de los seres finitos,
sino también la suprema síntesis de potencia y
acto, por cuanto no es posible prioridad alguna,
antes requieren necesariamente en tre sí perfecta
coeternidad, la potencia absoluta y la absoluta
actualidad: de ahf que, mediante esa transform a­
ción de los referidos factores ontológicos, con­
cluya ser Dios principio de los entes contingen­
tes, no en cuanto actualidad absoluta, según
enseñan comúnmente las escuelas, sino en cuan­
to es síntesis de acto y potencia a b so lu to s........ 355
L a escolástica, para amoldar al dogma el aristote-
lismo y el platonismo, los privó de su dinamismo
dialéctico, quedándose con los miembros rígidos
de un cuerpo doctrinal sin vida: de ahí la antino­
mia que en los escolásticos aparece entre poten­
cia y acto, con el carácter estático de estos
factores ontológicos, como también de la subs­
tancia cual resultante de aquellos factores con­
vertidos en materia y forma. Cusa Be. propuso
remover aquella antinomia, fundiendo potencia
y acto en unidad trascendente que les restituyera
su dinamismo, y ofreciendo una teoría del ente,
que no es aristotélica ni platónicaj pero si en­
cierra elementos aristotélicos y tiene aspecto
platónico .................................................................... 538
Afinidades y diferencias que con el aristotelismo
y el platonismo ofrece la teoría del ente en C usa. 540
.El Cardenal de Cusa no es panteísta; pero su
— 433 —
Páginas
«posse» trascendente e infinito, evolucionando
a través de los seres finitos, lleva en sí loa gér­
menes del panteísmo, y ofrece sorprendentes
analogías con el Ser-idea de Hegel: también
acentúa el agnosticismo del ser íntimo del ente,
notado ya en teorías «scuIósticuB p recedentes.. 342
C iérrase en Cusa la serie de evoluciones en la
teoría del ente al servicio del d o g m a .................. 345

CAPÍTULO VI
La individuación del ente, y los accidentes. La sub­
sistencia, y ia persona.

AnTÍcrjr,o I.—Carácter, ya positivo ya negativo, del


principio de individuación del ente, o de ¡á
subsistencia, en las escuelas tomistas f esco~
listas.—La distinción real de «esencia» y «sub­
sistencia», no es anterior al siglo X V I................ 545
A la inversa de lo que suele enseñarse por filóso­
fos y teólogos, la subsistencia en la doctrina
tomista resulta de una puro limitación de la
«forma» por la «materia»; mientras eti los prin­
cipios escotistas resutla dé la adición de «ele­
mentos formales»; mientras en los principios
escotistas resulta de la adición de «elementos
formales»: consiguientemente, la individuación
es negativa en doctrina tomista, y positiva en
principios escotistas. C ausas de esta extraña y
confusa inversión de principios de escuela. Apli­
caciones teológicas al misterio de la Encar­
nación ......................................................................... 547
A r t . II.—La persona según definición de Boecio:
reiteradas modificaciones de esta definición en
la escolástica, para eludir las inadmisibles
consecuencias teológicas de aquélla: critica, y
conclusión en la materia. —Por ser derivación
TOMO Til as
- 434 —
Páginas
del ente individuo, se difiere a ulterior lugar el
estudio de conceptos metafísicos que completan
la teoría del e n t e ..................................................... 352
Es ajeno a la teoría ontológica de Aristóteles, y
problema netamente cristiano, el de la subsis­
tencia con la distinción de substancia y natura­
leza: consiguiente sentido en Aristóteles de I b
fórmula «actiones sunt suppositorum», como lo
notó ya S. Agustín, y se refleja en la muy cono­
cida definición de persona dada por Boecio, que
implica graves consecuencias en las aplicaciones
te o ló g ic a s ................................................................. 352
Procedimientos varios utilizados en la primera
época de la escolástica para evitar en sus apli­
caciones teológicas, las inadmisibles consecuen­
cias de la boeciana definición de persona, si a
ésta se le da la interpretación aristotélica que le
co rre sp o n d e ............................................................. 354
Escoto mejora la modificación de la definición boe­
ciana hecha por R. de S. Víctor para evitar sus
inconvenientes en las aplicaciones teológicas .. 556
La interpretación que Santo Tomás ha dado a la
«individua substantia» de la definición de Boecio,
es uua sustitución del concepto de éste, con la
cual se evitan las dificultades de orden teológico
inherentes a la definición....................................... 557
Las modificaciones introducidas por la escolástica
en la definición de Boecio, son en el fondo alte­
raciones del sistema aristotélico y una recusa­
ción de su doctrina acerca de la personalidad. . . 350
La definición boeciana una vez desviada de las
fuentes aristotélicas, no es lógicamente compa­
tible con los conceptos peripatéticos sobre la
constitución del individuo. E ste en A ristóteles,
y en otros filósofos griegos, no pasa de ser un
accidente resultante de la constitución de la
substancia mediante la unión de «materia y for­
— 435 -
Páginas
ma»; e introducir entro éstas un nuevo elemento
que sea principio individuante y personal, es
realizar en el ente aristotélico una disgregación
que quebranta totalmente la representación on-
tológica de aquél...................................................... 559
Conclusión referente a la expresión «individua» en
la definición de Boecio, y las aplicaciones teoló­
gicas de é s t a ............................................................ 565
A r t . Hl.—Múltiples opiniones entre los escolásticos
acerca del principio de individuación de! ente.
—La «individua substantia» de Boecio, lejos de
resolver el problema de la definición de perso­
na, sólo sirve para introducirlo y plantearlo: de
ahí que Escoto, tratando de la individualidad,
enumera cinco distinta* opiniones; y Cayetano,
refiriéndolas al constitutivo de la persona, cuenta
siete; a tas cuales, uno y otro añaden la propia. 366
Cuestiones que se propone Escoto acerca de la in­
dividualidad, y resumen diversas opiniones de
los escolásticos en la materia, importancia y bre­
ve exposición crítica de las aludidas cuestiones,,
de la9 cuales la primera es la tesis de Enrique
de Gand, y la sexta lo es del mismo Doctor Sutil. 367
Enrique de Gand, aunque platónico, parte de que
toda realidad ha de ser resultante de la «materia
y forma»; y sobre esta base concluye, que el
principio de individuación „es negativo, siendo
nsl lógico con los principios aristotélicos, puesto
que en la doctrina de Aristóteles la individua­
ción, y consiguientemente la persona, es a un
tiempo negativa y accidental................................. 368
Los mismos autores que convierten en positiva la
negativa individuación aristotélica, hacen negati­
va la positiva individuación de Escoto, cuando
todo el sistema de éste, su teoría de la indivi­
duación y la tesis que en ln materia opone a la
de E, de Gand, excluyen abiertamente el carác-
- 456 -
Páginas
te r negativo de la individuación en el Doctor
S u til.................................................................................. 370
Santo Tomás, aunque no por principios como Es­
coto, sino más bien por influencia de su maes­
tro S. Alberto Magno, se separa igualmente de
la doctrina de Aristóteles en este punto: de ahí
que haya sido abandonada en la materia la tesis
aristotélica de E. de Gand, hasta que más tarde
la hizo resurgir Occam y la propagó G. Biel . . . 571
La segunda de las opiniones enumeradas por Es­
coto, que aparentemente ofrece analogías con la
de éste, es la tesis de Nicolás Bonet, de aristo- ~
telismo tan exagerado, que ni en la ni isu: a escue­
la peripatética tuvo aceptación.............................. 372
La quinta de las opiniones enumeradas por el Doc­
tor Sutil, resume el pensamiento de Santo To­
m asen la materia, que tan variadas interpre­
taciones ha tenido en su misma escuela. Las
opiniones tercera y cuarta son tesis respectiva­
mente de S. Alb. Maguo y de Godofredo de
Fontaines, que Santo Tomús fundió en la suya,
y pueden tenerse por variantes de la m ism a.. . . 375
Para resolver el problema de la individuación era
necesario ir más allá de la doctrina de Aristóte­
les; no salir de las bases sistemáticas de éste y
resolverlo fuera de su doctrina; era plantear un
problema insoluble, siendo resultado de ello la
V ariedad de o p in io n es ................................. .. 576
A r t . IV.—Múltiples ensayos da ¡a escolástica, para
resolvere1problema de la individuación del ente
a base de los elementos amate ría y forman.—
Abelardo invirtiendo en la constitución e indivi­
duación del ente las funciones de «materia y
forma», creaba un nuevo aristotelismo platoni­
zante, que en teología reproducía los gérmenes
del arrianismo, y en filosofía trazab a la senda
del misticismo pan teísta......................................... 377
— 437 —
Páginas

A. de Hales y S. Alberto Magno, reaccionando


contra la inversión de funciones de Abelardo, si
bien eluden las dificultades de la teoría de éste,
se crean otras insoluoles, y hacen del principio
de individuación un accidente de la materia. Es­
tos miamos, y otros inconvenientes, implican las
teorías de Bonet y Fontaines, que en ei fondo re­
producen, el primero ia teoría de Abelardo, y el
segundo la de S. A lberto....................................... 578
Santo Tomás sigue en el problema un término me­
dio, para evitar los inconvenientes de las teorías
precedentes; y funde en una la teoría de su
maestro S. Alberto (individuación por la mate­
ria) y la de Godofredo de Fontaines (mediante
la cuantidad), añadiendo a ésta el «signata»:
ventajas y dificultades de esta teoría del Santo
D octor......................................................................... 380
A r t . V. —Síntesis de tas opiniones y variantes que
ofrece la escolástica en el problema de la indi­
viduación y de la subsistencia de! ente. — Los
escolásticos pretomistas, en general, ni utilizan
común definición de persona, ni uniforme inter­
pretación de la de Boecio: muchos fijan como
nota esencial de la subsistencia, y consiguiente­
mente constitutivo de supuesto y persona, ¡a «in­
comunicabilidad», concepto que de hecho apare­
ce conforme con la teoría de Aristóteles y la
posterior de Escoto, aunque no tiene base cien­
tífica en la doctrina del primero ni conviene con
la del segundo; otros sin que desde el punto de
Vista de 9istem a puedan decirse precursores de
las escuelas ya tomista ya escotista, enseñan
que la subsistencia es algo ora negativo ora
positivo................................................... '.......... ..... 384
En Santo Tomás, no sólo aparece indeciso y flo­
tante el valor ontológico de la subsistencia, sino
que tampoco es uniforme el concepto de la mis­
— 438 —
Páginas
ma y la aplicación que de él hace: la posición
media entre los que convertían la individualidad
en un accidente y los que la derivaban de un ele­
mento substancial, posición adoptada por el Doc­
tor Angélico, además del uso de factores aristo­
télicos en la teoría del ente, le llevaban por ne­
cesidad dialéctica a las indicadas oscilaciones;
y de ahí que se encuentren en el Santo Doctor
testimonios aptos, lo mismo para probar que la
subsistencia es algo positivo, que para demos­
trar lo contrario ...................................................... 387
Después de las ya esbozadas opiniones y Varian­
tes acerca de la individuación a base de materia
y forma aristotélicos, sólo resta la teoría esco-
tista; y de ésta ya quedan hechas atrás las con­
venientes indicaciones, para juzgar de sus méri­
tos y defectos.......................................................... 391
A r t. VI. — Relaciones que en la escolástica ofrece
la teoría de la individuación con la de los acci­
dentes. Particularidad doctrinal, j’ contra­
dicción de Aristóteles en la materia, — Apla­
zando para otro lugar el estudio de la cuestión
de fondo, aquí sólo algunas indicaciones al obje­
to del artículo........................................................... 392
En lu antigua escolástica, antes de la sistematiza­
ción de los conceptos filosóficos, es varia y os­
cilante la significación de la substancia, y consi­
guientemente la de los accidentes. K1 dogma
de la transubstanciación eucarística ocasionó,
de igual modo que el problema de la constitución
del ente, la sistematización de la doctrina de los
a ccid en tes............................................. .................... 395
Por medio de Santo Tomás se realizó el enlace en
la teoría general aristotélica, de la teoría de los.
accidentes en cuanto puesta al servicio de la
Teologüa. Como en doctrina aristotélica el suje­
to es por su forma principio de toda actualidad
—439-
P áglnos

y determinación del aer de las accidentes, éstos


no pueden existir, en tal doctrina, separados de
su natural substancia; y Santo Tomás orilla la
dificultad, enseñando que la divina omnipoten­
cia puede hacer existan los accidentes separados
de la substancia, mediante creación de una re a ­
lidad que ni e9 substancia ni accidente, y afec­
tando el accidente absoluto de la cuantidad, le
confiere la virtualidad de sujeto de los demás
accidentes separados: el Santo Doctor no deter­
mina qué cosa sea la nueva realidad; y de ahí
empeñadas controversias, y las encontradas in­
terpretaciones d e su doctrina: crítica de la
m ism a......................................................................... 394
En la teoría de Esculo el sujeto es principio de
los accidentes, pero no forma; y por consiguien­
te, aunque los actualiza, no lo6 determina, pu-
diendo consiguientemente existir por virtud di­
vina sin sujeto. Tai doctrina se funda en la teo-
ría de las «formalidades»; y por tanto nu tienen
más valor que é sta .................................................. 402
Particularidad doctrinal de Aristóteles acerca de
los accidentes, que está en contradicción con el
carácter general de su fiiosoíía. Distan mucho
de ser satisfactorias, las varias explicaciones
escolásticas encaminadas a desvanecer le con­
tradicción del E s ta g irita ...................................... 404

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