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Responsabilidad por dilaciones judiciales

Exp: 14-009364-1027-CA

RES. 002151-F-S1-2020

SALA PRIMERA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. San José, a las once

horas veinte minutos del seis de agosto de dos mil veinte.

Proceso de conocimiento establecido en el Tribunal Contencioso

Administrativo y Civil de Hacienda por RAFAEL ÁNGEL GUILLÉN

ELIZONDO y RAFAEL ÁNGEL GUILLÉN MONGE, vecinos de San José; contra

el ESTADO, representado por procuradora Giselle Jiménez Gómez, de domicilio

ignorado. Las personas físicas son mayores de edad, casados y abogados.

Redacta el magistrado Rivas Loáiciga

CONSIDERANDO

I.- Según se tuvo por demostrado en sentencia, el 10 de julio de 2003, el señor

Manuel Bernal Bernal y su esposa María Elsy Trujillo Hoyos, ambos de nacionalidad

colombiana, interpusieron ante el Departamento de Estafas del Ministerio Público

del Segundo Circuito Judicial de San José, una denuncia por el delito de estafa y

otros, contra el señor Rafael Ángel Guillén Elizondo y su hijo Rafael Ángel Guillén

Monge. Los denunciantes habían entregado a los denunciados $150.000,00 como

inversión (parte en efectivo, parte en bienes) y otros $150.000,00 a título de

préstamo, para conformar una compañía de seguridad (Lic. Rafael Ángel Guillén

Seguridad Profesional S.A.). Sin embargo, la relación contractual se deterioró por

supuestas anomalías en la administración de los recursos por parte de los señores

Guillén Elizondo y Guillén Monge, lo cual, según los denunciantes, lesionó su

patrimonio familiar. De ahí que, además, promovieron una acción civil resarcitoria.

El 3 de setiembre del 2003, la Fiscalía, al considerar que los hechos denunciados

podrían constituir el delito de administración fraudulenta, ordenó remitir el asunto


a la Fiscalía Adjunta de Estafa del Primer Circuito Judicial de San José. Luego de

diversas diligencias judiciales, el 21 de febrero de 2006, los investigados

comparecieron ante la Fiscalía a rendir declaración indagatoria, no obstante, se

abstuvieron de declarar. El 21 de abril de 2006, la Fiscal Auxiliar de Trámite Rápido

de la Fiscalía Adjunta de Alajuela, presentó ante el Juez Penal del Procedimiento

Intermedio, Acusación y Solicitud de Apertura a Juicio, en la causa (no.03-1775-

175-PE). La Fiscal le dio a los hechos la calificación legal del delito de estafa,

previsto y sancionado en el artículo 216 del Código Penal. Luego de varias

reprogramaciones, el Juzgado Penal del Primer Circuito Judicial, celebró la

Audiencia Preliminar el 24 de abril de 2007. Luego, mediante resolución de las 16

horas 30 minutos del 27 de abril de 2007, ordenó la apertura a juicio y admitió la

acusación del Ministerio Público. El Tribunal Penal del I Circuito Judicial de San

José (Tribunal Penal en lo sucesivo), señaló para la realización del juicio oral y

público, los días 19, 20 y 21 de julio de 2011, sin embargo, el señor Bernal Bernal

y señora Trujillos Hoyos tuvieron inconvenientes para asistir, por lo que no pudo

llevarse a cabo. Posteriormente, el Tribunal Penal, hizo nuevo señalamiento para la

celebración del juicio oral y público, los días 27 y 28 de febrero de 2014.

Finalmente, se celebraron cinco audiencias, la última el 5 de mayo de 2014, donde

se comunicó la parte dispositiva de la sentencia en forma oral, difiriéndose la

redacción integral de la sentencia y señalándose para su lectura el 12 de mayo de

2014. En la parte dispositiva el Tribunal resolvió: “(…) Por unanimidad de los votos

se absuelve de toda pena y responsabilidad a Rafael Ángel Guillén Elizondo y


Rafael Ángel Guillén Monge, por el delito de Estafa cometido en perjuicio de
Manuel Bernal Bernal y María Elsy Trujillo Hoyos (…)” . Los señores Guillén Elizondo
y Guillén Monge, interpusieron el presente proceso de conocimiento.

Pretenden: "1. Declarar con lugar en todos sus extremos la presente demanda

ordinaria, 2. Se condene al  ESTADO al pago de daños y perjuicios a favor de los


suscritos, los cuales consisten en daño patrimonial, moral y psicológico
ocasionados a los suscritos en virtud del actuar ilegal de la administración, el cual
se estima en la suma de TRES MILLONES DE DOLARES CONVERTIDO A COLONES
SEGÚN SEA EL CAMBIO AL MOMENTO DE MATERIALIZARSE EL PAGO,
DISTRIBUIDOS ASÍ, DOS MILLONES DE DÓLARES DON RAFAEL ÁNGEL GUILLÉN
ELIZONDO Y UN MILLÓN DE DÓLARES, PARA RAFAEL ÁNGEL GUILLEN MONGE. 3.
Se condene al  Estado  al pago de ambas costas".  En el memorial de demanda a
folio 81, los actores indicaron que "(…) los agravios que sufrieron corresponden a

los siguientes rubros: daño moral subjetivo, sin poder cobrar el daño moral
objetivo, ni los daños patrimoniales, porque nos resultaría de difícil
acreditación  (...)",  a  folio 82 se precisa que "(...) c) se nos debe pagar como
perjuicio los intereses dejados de percibir sobre el monto reclamado, desde que se
cometieron los hechos hasta su efectivo pago, que deberán ser valorados,
según los intereses al tipo legal que paga el Banco Nacional de Costa Rica. d.
Como daño patrimonial, se nos debe pagar ambas costas del proceso penal, al que
injustamente nos vimos sometidos (...)". La representación del Estado, contestó en
forma negativa e interpuso la excepción de falta de derecho. En la Audiencia

preliminar, la parte accionante aclaró su pretensión, indicándose en la minuta

respectiva: "El representante de la parte actora procede a manifestar en relación

con la declaración solicitada por la parte demandada, que en el punto 2 de la


presentación planteada a folio 79 de los autos donde dice daño moral, sería daño
moral subjetivo únicamente y se  procede a suprimir los intereses solicitados a folio
90 y 91". El Tribunal resolvió: “Se acoge parcialmente la excepción de falta de
derecho alegada por la representante Estatal, respecto de la responsabilidad del
Ministerio Público y del Estado Juez y la alegada violación a principio de legalidad.
Se declara parcialmente con lugar la demanda incoada por los señores Rafael
Ángel Guillen Elizondo y Rafael Ángel Guillen Monge, en lo referente a
la  responsabilidad  del Estado Juzgador por inobservancia de una  (sic) plazo
razonable, se estima el daño moral subjetivo sufrido por el Rafael Guillen Elizondo
en La suma de cinco millones de colones, y el daño moral subjetivo del señor
Rafael Guillen Monge en la suma de cinco millones de colones. Son ambas costas a
cargo del  Estado”. Estimó el Tribunal, hubo un funcionamiento anormal de la
Administración de Justicia por violación al principio de justicia pronta y cumplida y

al derecho a una decisión en un plazo razonable. En lo que es de interés,

manifestó: “El auto de apertura a juicio fue recurrido por los apoderados de los

ofendidos, pero el Tribunal Penal rechazó el recurso el 21 de junio de 2007. A


partir de esa fecha se debe hacer un alto en el curso normal del proceso, porque
desde esa fecha hasta el 3 de mayo de 2007, el expediente no tuvo ningún
movimiento, y permaneció inactivo por espacio de 3 años 11 meses, sin ninguna
causa que lo justificara (…) Este Órgano Jurisdiccional luego de valorar el espacio
de tiempo, que el proceso penal estuvo detenido (3 años 11 meses), sin que
ninguna causa de naturaleza procesal lo justificara, y sin dilaciones que atribuirle a
los imputados, llega a la conclusión de que la configuración de ese lapso de
tiempo, transgredió el concepto de plazo razonable. Si partimos que la denuncia
fue interpuesta el 10 de julio de 2003, que el proceso estuvo detenido por casi
cuatro años, y que la sentencia absolutoria se emitió el 5 de mayo del 2014,
tenemos que admitir, que los imputados estuvieron muchos años sujetos a la
zozobra y angustia de tener que figurar como imputados en una causa penal, cuyo
plazo se extendió de manera desproporcionada, al permanecer inactivo por casi
cuatro años, cuando lo que correspondía, era la fijación de fecha para
juicio”.  Ambas partes formularon recurso de casación contra lo resuelto, sin
embargo, únicamente el recurso del Estado fue admitido, parcialmente. Dos de los

cinco agravios (los dos últimos), fueron rechazados de plano.


II.- Primero: alega la recurrente, violación directa de la ley, por falta de

aplicación de los numerales 174 del Código Procesal Penal (CPP), 330 del Código

Procesal Civil (CPC) y 190 inciso 1) de la Ley General de la Administración Pública

(LGAP), al desechar la tesis del Estado respecto a que los actores contaban con

mecanismos para hacer cesar la inactividad acusada. Su representado, arguye,

alegó culpa de la víctima y hecho de un tercero, por cuanto ni los defensores de

los actores, ni los señores Guillén Elizondo y Guillén Monge, mientras estuvieron

sometidos al proceso penal cuestionaron dilaciones; aun y cuando el artículo 174

del (CPP) prevé dicho derecho de los imputados. El Tribunal, reprocha, rechazó

este argumento, al considerar que no resultaba de recibo en un proceso penal en

donde priva el impulso procesal de oficio y, por tanto, responsabilidad del Tribunal

de Juicio Penal el señalar a juicio. En su criterio, el análisis de los juzgadores no es

de recibo, “(…) porque de conformidad con el artículo 330 del Código Procesal

Civil, de aplicación supletoria, al aplicar los principios de la sana crítica, la lógica y


la experiencia, es posible afirmar que ante una situación que causa un daño, será
el perjudicado el principal interesado en que se termine. Ante una situación de
daño o violencia, el ser humano siempre buscará la seguridad y, por ende,
terminará con esa situación. La pasividad no es la respuesta a una situación que
genera un daño”. De tal manera, sostiene, si la paralización del proceso penal por
3 años y 11 meses, ocasionó algún daño a los actores, éstos debieron acudir al

mecanismo previsto en el ordinal 174 del CPP, para terminar con esa situación. No

obstante, advierte, en el expediente del proceso penal, entre el periodo del 27 de

junio de 2007 al 3 de mayo de 2011, no consta solicitud alguna de los actores, en

la cual se acuse la dilación del proceso y por ende, un retardo en la Administración

de Justicia. Al no hacer uso de estas herramientas procesales, alega, mostraron

con esa inacción, que no les urgía o no les producía daño el retardo. De tal

manera, asegura, al no haber gestionado los demandantes en sede penal, la


prosecución o terminación del proceso, incurrieron en la eximente

de responsabilidad de culpa de la víctima y sus defensores, en la causal de hecho

de un tercero. Se trata, indica, de causales previstas en la Ley, la cuales rompen el

nexo de causalidad de la posible responsabilidad patrimonial de la gestión de la

Administración de Justicia, en los términos del canon 190.1 de la LGAP. Cita

jurisprudencia en respaldo de su dicho.

III.- La queja por retardo de justicia, prevista en el artículo 174 del CPP,

es en términos generales, el remedio otorgado frente a la demora incurrida por un

órgano judicial en dictar alguna resolución a fin de que el órgano jerárquicamente

superior, intime a aquél para que se pronuncie. La queja por retardo no reviste los

caracteres de un recurso, puesto que, en realidad, tiende a lograr el

pronunciamiento de una resolución y no su reforma, modificación, ampliación, etc.

De allí que pueda calificársela como un simple reclamo. El remedio analizado está

supeditado a un previo requerimiento o pedido de pronto despacho que

corresponde formular ante el órgano judicial moroso y, recién vencido el plazo de

interpelación, se abre la posibilidad del reclamo directo ante el órgano judicial

jerárquicamente superior. Evidentemente, en la especie, no podría pensarse que el

hecho de que los imputados y/o defensores no echasen mano de ese remedio para

rogar al órgano judicial dictar el señalamiento para la celebración del juicio oral y

público, conlleve alguna eximente (culpa de la víctima o hecho de un tercero) que

rompa el nexo de causalidad de la responsabilidad de la Administración de Justicia

en el retardo por causas atribuibles exclusivamente a ella. En un proceso regido

por el impulso procesal de oficio, corresponde al órgano jurisdiccional su avance y

finalización, con la mayor celeridad posible, evitando su paralización. No

encuentra, entonces, esta Sala que haya incurrido el Tribunal en las infracciones

normativas acusadas. Deberá, entonces, rechazarse el cargo.


IV.- Segundo: acusa violación al principio de legalidad. Explica, la sentencia

impugnada estableció una indemnización, por concepto de daño moral subjetivo, a

favor de los actores, en razón del tiempo que estuvieron sometidos al proceso

penal, plazo que superó lo razonable, como consecuencia de una conducta omisiva

de la Administración de Justicia. Sin embargo, afirma, el ordenamiento jurídico no

contempla ese supuesto entre los que taxativamente prevé, para indemnizar en un

proceso penal a un encausado. La normativa legal que contempla

la responsabilidad patrimonial de la Administración, asevera, no resulta aplicable

para el régimen de responsabilidad por el ejercicio de función jurisdiccional que

realiza el Poder Judicial. La responsabilidad del Estado-Juez, por el ejercicio de la

función jurisdiccional, agrega, deriva de la propia Constitución Política (CP) y de

sus principios, según ha establecido la Sala Constitucional. Cita jurisprudencia de la

Sala Constitucional y de esta Sala en respaldo de su dicho. En esa línea, anota, el

análisis del caso está sujeto al principio de legalidad. De tal manera, dice, acuerdo

con los artículos 154 y 166 de la CP, la responsabilidad del Poder Judicial en su

función jurisdiccional, se dará bajo los supuestos que establece la Ley. La

determinación del régimen de responsabilidad del Poder Judicial en el ámbito

penal, entonces, asegura, sólo está reconocido para los supuestos que se

establecen los artículos 271 y 419 del CPP. Interesa indicar, aduce, los actores no

estuvieron sometidos a medida cautelar alguna. Transcribe los numerales 271 y

419 del CPP. Así las cosas, asegura, la única forma de obtener una sentencia

indemnizatoria de responsabilidad por acción jurisdiccional, lo es en los términos

dispuestos en los artículos 271 y 419 del CPP. Concluye: “El

haber  estado  sometido a un proceso que estuvo inactivo -incluso también por
culpa de la parte actora- no es motivo suficiente para otorgar la indemnización por
cuanto se hace fuera de los márgenes legales establecidos” .
V.- Previo al análisis del cargo, interesa hacer algunas precisiones en cuanto a

la responsabilidad en que puede incurrir el Estado en el ejercicio de la función

judicial, así como los supuestos que deben confluir para que proceda su

declaración. Al respecto, este Órgano Colegiado ha expresado: “IV.- (…) De la

anterior cita se extraen cuatro ideas fundamentales para la solución del presente
asunto: 1) el sistema de responsabilidad que permite la reparación económica de
las lesiones patrimoniales o extrapatrimoniales ocurridas como derivación de la
conducta del  Estado, en el ejercicio de la función judicial, encuentra sustento en el
propio marco de la Constitución Política, entre otros, en los principios
de: responsabilidad pública, legalidad, reparación integral del
daño, responsabilidad del Poder Judicial, indemnidad patrimonial, tutela judicial
efectiva (artículos 9, 11, 41, 154, 166, 45 y 49, respectivamente); 2) en la
actividad desplegada por el Poder Judicial, en el ejercicio de las potestades que
constitucionalmente le han sido atribuidas, se distinguen tres aristas diferentes:
una eminentemente administrativa, que visualiza la justicia como servicio público;
otra que podría denominarse judicial en sentido estricto, referida a la desplegada
por órganos auxiliares de instrucción e investigación (Organismo de Investigación
Judicial, Ministerio Público, Defensa Pública, etc.); y la jurisdiccional propiamente
dicha (resoluciones en procesos judiciales y sus ejecuciones); 3)
la  responsabilidad  por error “judicial”  o funcionamiento anormal, es exclusiva de
la actividad jurisdiccional; y 4) existe responsabilidad objetiva del  Estado  por el
ejercicio de la administración de justicia como servicio público y como función
judicial en sentido estricto, casos en los cuales le serán aplicables las regulaciones
de  la LGAP. En  el caso de la  responsabilidad  por el ejercicio de actividad
jurisdiccional, el marco jurídico es la Constitución Política”  (no. 895-F-S1-2012, de
las 14 horas del 26 de julio de 2012). Partiendo de lo expuesto, es claro que no

lleva razón la recurrente. No es cierto que la determinación del régimen


de responsabilidad del Poder Judicial en el ámbito penal, sólo está reconocido para

los supuestos que se establecen los artículos 271 y 419 del CPP, sino también para

cuando medie error “judicial” o funcionamiento anormal, como ocurrió en el

presente asunto, donde la Administración de Justicia incurrió en un retardo

injustificado en la tramitación del proceso penal atribuible a ella. En consecuencia,

corresponderá denegar el agravio.

VI.- Tercero: estima el monto de ¢5.000.000,00 otorgado en sentencia en

concepto de daño moral subjetivo, a cada uno de los demandantes, excesivo y

violatorio de los principios de razonabilidad, proporcionalidad y equidad. Destaca,

los actores no estuvieron sometidos a ningún tipo de medidas cautelares. La

jurisprudencia, indica, así como la propia sentencia recurrida, “(…) ha reconocido

la obligación legal que tienen todas las personas de soportar el seguimiento de un


proceso penal en contra del cual pueden resultan afecciones groseras pero que
existe la imposibilidad de indemnizar salvo los casos regulados en los artículos 271
y 419 del Código Procesal Penal y que no es el caso que nos ocupa” . Recuerda, los
actores mientras estuvieron sometidos al proceso penal, no cuestionaron dilaciones

en el proceso. No consta en el expediente, aduce, solicitud alguna por parte de

demandantes en la cual se acuse retrasos en la tramitación del proceso y, por

ende, en la administración de justicia, pese a la posibilidad para hacerlo que

contempla el numeral 174 del CPP. Copia el ordinal citado. Considera, “(…)

existió  permisividad de que transcurriera el tiempo por parte de los defensores


de los actores -hecho de un tercero- y de los mismos actores -culpa de la víctima-
al no cuestionar en aquel momento alguna anomalía o inactividad
procesal”. Continúa: “En este asunto, al aplicar los principios de la sana critica, la
lógica y la experiencia, es posible afirmar que ante una situación que causa un
grave daño moral, será el perjudicado el principal interesado en que se termine, y,
por ende, interpondrá innumerables gestiones obligando a que finalice. Ante una
situación de daño o violencia, el ser humano siempre buscará la seguridad y, por
ende, terminará con esa situación. La pasividad no es la respuesta a una situación
que genera un grave daño moral” . De tal forma, asegura, al no hacer uso los
demandantes de las herramientas procesales que disponían, demostraron que no

les urgía que el proceso terminara e indirectamente no les producía un daño su

demora. En su opinión, la parte actora no acreditó la existencia del daño moral

subjetivo. Pese a ello, combate, el fallo impugnado condenó a su representado a

pagar a cada uno de los actores, por concepto de indemnización, la suma de

¢5.000.000,00. La sentencia recurrida, recrimina, únicamente valoró el plazo

durante el cual proceso penal estuvo inactivo, no así la inactividad de los actores

durante ese tiempo. El Tribunal, insiste, no tomó en cuenta que los actores no

demostraron los hechos constitutivos del derecho reclamado, a saber, que el

tiempo que el proceso penal estuvo inactivo les ocasionara algún daño. A pesar de

la inexistencia de prueba e indicios, el Tribunal otorgó la indemnización

cuestionada. La suma otorgada, reitera, resulta excesiva, máxime si se compara

con la cantidad otorgada por esta Sala en otras situaciones más complejas.

Menciona antecedentes en respaldo de su posición.

Alega: “¿Cómo es posible que en casos de muerte, de fatídicos accidentes, donde

están inmersos derechos fundamentales de alto calibre, se hayan otorgado sumas


más mesuradas, que en el caso que ocupa nuestra atención...? No se encuentra
una respuesta lógica. Cuando ni siquiera dentro del proceso penal se dictó alguna
medida cautelar ni la parte actora demostró haber impulsado el proceso penal” .
Las normas de la lógica racional y de la experiencia, reprocha, demuestran que el

monto otorgado resulta irracional y desproporcionado. Es más, añade, no se ajustó

a la realidad tampoco, pues la parte actora no acreditó que la inactividad del

proceso en tres años y once meses le ocasionara algún daño. La fijación del daño

moral subjetivo, argumenta, debe considerar ciertos de parámetros ineludibles,


tales como la prueba indiciaria, las particularidades del caso, los principios

generales del derecho, la equidad, la posición de las partes, la naturaleza, objeto y

finalidad del resarcimiento, así como los principios constitucionales de

razonabilidad y proporcionalidad. En la especie, reprocha, de acuerdo con las

declaraciones de renta aportadas el Estado, se demostró que los actores no

cerraron sus oficinas ni se observa tampoco que hubo pérdida de clientela. Al

contrario, apunta, sus rentas se mantuvieron e incluso, en algunos años, se

incrementaron. Es claro, entonces, expresa, que el proceso penal que se les siguió

no les ocasionó daño. De nuevo cita jurisprudencia de esta Sala en respaldo de su

dicho. En su criterio, debió el Tribunal adoptar una actitud conservadora, a fin de

no fijar montos exorbitantes que conduzcan a un enriquecimiento injustificado. Los

juzgadores, estima, no justificaron la cantidad otorgada, con referencia en las

condiciones sociales, económicas y temporales que mediaron. Se trató de una

indemnización “automática”, con base, únicamente, en el tiempo que el proceso

penal estuvo inactivo. Lo anterior, reprende, “(…) bastó al Tribunal para tener por

demostrado que los actores sufrieron angustia, estrés, inseguridad e intranquilidad


cuantificables en la exagerada suma de cinco millones de colones, para cada uno
de los actores”.
VII.- Cuestiona la recurrente el monto otorgado por concepto

de daño moral subjetivo. Estima la suma concedida contraria a los principios de

razonabilidad y proporcionalidad. Corresponde, entonces, analizarse si el monto

fijado se encuentra dentro de los márgenes debidos, en el entendido, de que para

esta Cámara se tiene por demostrada la lesión extrapatrimonial cuya

indemnización se pretende, conforme establecieron los juzgadores de instancia.

Establecida la existencia del daño moral y su nexo de causalidad con los hechos

analizados, la determinación del quántum depende de la equitativa valoración

del Juez. En esa dirección, debe atenderse a las circunstancias especiales del caso,
así como a los principios constitucionales de razonabilidad y proporcionalidad.

Consideró el Tribunal, respecto a la indemnización concedida: “IX.- SOBRE LOS

DAÑOS / Como corolario de lo expuesto se concluye, que el daño que los actores
pueden reclamar como consecuencia del tiempo que estuvieron sujetos a un
proceso penal, que superó el plazo razonable como consecuencia de una conducta
omisiva de la Administrativa,  es el daño moral subjetivo. Estar sujeto a un proceso
penal, es ya de por sí una situación que evidentemente genera un importante
desgate emocional, estrés e incertidumbre, y permanecer casi cuatro años
adicionales adscritos a ese proceso, por un retardo atribuible a la Administración
de Justicia, efectivamente produce una lesión antijurídica que tiene que ser objeto
de indemnización. Para su determinación debemos ser cuidados y separar los
daños generados por el conocimiento que tuvo la prensa del mismo, y su difusión
al público por medio de la televisión y lo periódicos escritos o digitales, porque ese
daño no puede atribuírsele en nexo causal a la Administración de Justicia, sino que
es producido por terceros, además que tampoco quedó demostrado que la
Administración de Justicia fuera la que informara a la presa de la existencia del
proceso o dañara la imagen de los actores. Tampoco corresponde hacer
valoraciones sobre el daño moral objetivo, porque los actores de forma expresa
desistieron de este reclamo, así como de los intereses. Pero si podemos valorar el
daño moral subjetivo que se traduce, según lo manifestado por los actores en la
angustia, sufrimiento, stress, inseguridad, e intranquilidad, que padecieron al no
saber que esperar de un proceso que excedió los plazos razonables, que el que
figuraron como imputados durante casi once años, con el consecuente desgaste
que una situación de ese tipo puede generar. En el caso del señor Rafael Guillén
Elizondo se fija en daño moral en la suma de cinco millones de colones. Respecto
del señor Rafael Guillén Monge se fija el daño moral en la suma de cinco millones
de colones”. Es claro que el retardo en la tramitación del proceso penal contra los
actores, es enteramente atribuible a la Administración de Justicia y, que esa

circunstancia es de sobra entendible debió producirles a los señores Guillén

Elizondo y Guillén Monge, una situación emocional desgastante, en los términos

que ellos lo describen. Pero también lo es, como manifestó la representación

estatal, que dentro del proceso penal no se dictó medida cautelar alguna, así como

que, aún y cuando gozaban de herramientas para instar el curso del proceso no

acudieron a ellas para menguar la demora y así minimizar el daño. Estas

circunstancias, a criterio de esta Sala, debieron ser consideraras a la hora de

cuantificar el daño reclamado. Así las cosas, dependiendo la determinación del

quántum de la equitativa valoración de esta Cámara, ateniéndose a las

circunstancias del caso, así como a los principios constitucionales de razonabilidad

y proporcionalidad, estima que deberá otorgársele a cada uno de los actores por

concepto de daño moral subjetivo la suma de ¢2.000.000,00, monto que considera

se ajusta a la entidad del gravamen infringido a los señores Guillén Elizondo y

Guillén Monge por el retardo de la Administración de Justicia y no la cantidad que

se le otorgó en el fallo cuestionado.

VIII.- De conformidad con lo anterior, deberá declarar parcialmente con lugar el

recurso y fijarse el monto a otorgar a los actores por concepto de daño moral

subjetivo en las sumas indicadas.

POR TANTO

Se declara parcialmente con lugar el recurso interpuesto. Se condena

al Estado al pago de la suma de ¢2.000.000,00 a favor de Rafael Ángel Guillén

Elizondo y al pago de la suma de ¢2.000.000,00 a favor de Rafael Ángel Guillén

Monge, por concepto de daño moral subjetivo, en ambos casos. En lo demás se

mantiene lo resuelto.

Luis Guillermo Rivas Loáiciga

Román Solís Zelaya  Iris Rocío Rojas Morales


William Molinari Vílchez Damaris Vargas Vásquez

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