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CONFERENCIA DICTADA EN EL FORO DE EDUCACIÓN CÍVICA Y CULTURA

POLÍTICA DEMOCRÁTICA
IFE – 1998

JOSÉ BERNARDO TORO ARANGO

Nacido en Colombia, filósofo, licenciado en Física y Matemáticas por la Universidad


de San Buenaventura, con estudios de maestría en Investigación Educativa en la
Universidad Xaveriana de Colombia.
Vicepresidente de Relaciones Externas de la Fundación Social de Colombia,
consultor temporal de UNICEF para Brasil en comunicación, movilización social y
educación.
Miembro del Consejo Directivo de la empresa Cempro TV, de la cual fue gerente
general. Desempeñó el cargo de director del Programa de Comunicación Social de
la Fundación Social y fungió como asesor del Ministerio de Comunicaciones de
Colombia, sobre el proyecto de Canal Educativo. Fundador y primer Presidente de
“Viva la Ciudadanía”, productor de televisión comercial y educativa.

Buenos días. Quiero agradecer al IFE la invitación que me hizo. Para un colombiano
el venir a México es parte de reconocerse a sí mismo. Quizá los mexicanos que han
estado en Colombia saben que nosotros cantamos música mexicana, tomamos
tequila, bailamos corridos mexicanos.
La forma como nosotros valoramos los países es preguntarnos ¿cuánta música
bailamos de los países?
Desde ese punto de vista, está México, Venezuela, España, Argentina, las partes
británicas, Cuba. Lo que forma parte de lo que nos enseñan en la escuela es a bailar
porque en Colombia si usted no sabe bailar mucha cosas distintas, no consigue
novia.
Lo que voy a decir en segundo lugar es lo que he desarrollado en la Fundación
Social, entidad de la cual soy Vicepresidente. Quiero decirles que somos siete
vicepresidentes.
Es un entidad que tiene 87 años, fundada en 1911. Es la ONG más grande de
Colombia, somos diez mil empleados. El patrimonio de la Fundación son compañías,
empresas en el sector financiero, construcciones, bancos, empresas de televisión,
empresas de previsión social.
La Fundación es dueña de las compañías, no es que las compañías tengan una
fundación, sino que la Fundación es dueña de las compañías, lo que le da una gran
autonomía política, social y económica a la organización.
Dentro de los propósitos de nuestra organización están trabajar en paz y
convivencia, organización y participación e ingresos y salarios para los sectores
populares.
Dentro de este marco de cosas, durante diez años se ha venido desarrollando un
proyecto en el sentido de cómo movilizar una sociedad a todos los niveles, para la
participación en la democracia y en la productividad.

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Yo no voy a explicar aquí el modelo, sino que voy a tomar algunos elementos, por
razones de tiempo.
Vamos a comenzar. Entiendo que la mayoría de las personas que están acá son
educadores y un educador es un persona que tiene en la sociedad la autoridad –y le
pagan además por eso– para modificar el modo de pensar, sentir y actuar de una
sociedad.
Por eso el educador, aunque no lo quiera, pertenece a un proyecto cultural, porque
tiene esa capacidad de modificar los modos de pensar, de sentir y de actuar y se le
da esa autoridad. Todo educador es un trabajador cultural.
Desde ese punto de vista, tenemos que hacernos una pregunta: ¿dónde se
construyen los valore democráticos, de convivencia y de productividad?
Se construyen en los espacios de socialización
¿Qué son los espacios de socialización?
Son los lugares o instancias en donde adquirimos y transformamos los modos de
pensar, sentir y actuar en relación con nosotros mismos, con los otros y con la
colectividad. Es decir, ahí es donde nos educamos, en esos espacios.
Son los lugares en donde se forman o se transforman los valores y el sentido de la
vida. De acuerdo a cómo funcionen esos espacios en una sociedad, funciona la
sociedad.
Hablaba hace poco en una conferencia en Argentina y decía que cuando los
colombianos vamos a hablar de convivencia, etcétera, todo el mundo dice que
¿cómo habla un colombiano de eso, si es el país más violento del mundo, más
fragmentado? Pero ustedes saben que nadie sabe más de la libertad que el preso.
¿Cuáles son esos espacios?
Esos espacios son eso, todos los conocen ustedes. El espacio es la familia, la calle
y el grupo de amigos, las organizaciones comunitarias y de barrio; todo lo que se
llama La Escuela en términos técnicos: escuela, colegio, universidad; el trabajo y la
empresa; las organizaciones intermedias como los sindicatos, los clubes, las
asociaciones profesionales, las cooperativas, las federaciones, las ligas de
consumidores, las iglesias, los partidos o movimientos sociales y los medios de
comunicación.
Una sociedad tiene un proyecto de nación, va hacia el mismo norte cuando todos
estos espacios funcionen en la misma dirección. Cuando en una sociedad estos
espacios funcionan de manera diferente, la sociedad está fragmentada.
Uno de los problemas, de Colombia en particular, es que éstos funcionan n distintas
direcciones y, por ejemplo, la carencia o forma de partidos fuertes y movimientos
sociales puede ser fácilmente llenada por la guerrilla o por movimientos paramilitares
u otro tipo de cosas.
Cada uno de estos espacios cumple un rol en la sociedad y ninguno puede sustituir
al otro, aunque todos están relacionados unos con otros.
Entonces, uno puede hacerse una pregunta: bueno, desde el punto de vista de la
educación en la democracia y la formación de los valores democráticos ¿cómo
pensar estos espacios?

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Primero, se supone que esa sociedad está dispuesta a trabajar el proyecto
democrático. Después volvemos sobre esto.
La democracia no se forma en ninguna parte en particular, se forma en todos los
lugares y cada uno e estos espacios tiene un papel, pero se necesita que le
dediquemos un aspecto general de la democracia, para poder saber qué papel
juegan después cada uno.
Para poder hablar de qué hacer en esos espacios, tenemos que resolver dos cosas.
Primero, es muy importante, aquí se ha dicho pero yo quiero insistir, la democracia
no es un partido; la democracia no es una ciencia; la democracia no es una religión;
la democracia es una forma de ver el mundo, es una cosmovisión.
Por eso nadie le puede dar la democracia a una sociedad; ningún político le puede
dar la democracia a una sociedad. La democracia es una decisión que toma una
sociedad de ver el mundo de esa manera.
Y si decide ver el mundo de esa manera, entonces tiene que hacerse la pregunta
¿cómo son las familias democráticas?, ¿cómo son las parejas democráticas?,
¿cómo son los noviazgos democráticos?, ¿cómo son las escuelas democráticas?,
¿cómo son los partidos democráticos?, ¿cómo son las empresas democráticas?,
¿qué poesía genera la democracia?, ¿qué arte genera la democracia?
Cuando una sociedad es capaz de hacerse la pregunta de esa forma de ver el
mundo, van a surgir los líderes democráticos, las leyes democráticas. Pero si la
sociedad no es democrática, la democracia no se la puede dar nadie a una
sociedad.
O sea, la democracia no es un partido, es una forma de ver el mundo y si una
sociedad quiere construir la democracia tiene que hacerse la pregunta en todos los
niveles, ¿qué es una familia democrática?, ¿qué es una escuela democrática?, ¿qué
es una universidad democrática?, ¿qué es un noviazgo democrático?
Cuando comenzamos a hacernos estas preguntas, la democracia se vuelve una
cultura, mientras tanto es un discurso.
¿Cuál es el eje central de todo ese trabajo? Formar ciudadanos, pero esos
ciudadanos… nosotros tenemos un problema y es que le damos una definición de
ciudadano de corte liberal.
Mucha gente confunde la democracia con el liberalismo económico. El liberalismo
económico nació en el siglo pasado y el proyecto democrático nació hace dos mil
quinientos años y se ha ido construyendo a través del tiempo.
La democracia no es natural al ser humano, la democracia es un invento que
hicieron los sofistas en Grecia, cuando hicieron la frase con la que nació la
democracia. Nació con esta frase: “el orden de los hombres no depende de los
dioses, depende de los hombres”.
O sea, nosotros construimos la historia, construimos la autonomía, por eso ellos
pudieron inventar la filosofía, la política, el deporte, la estética, la lógica, porque
pudieron resolver ese problema, pero sería largo hablarlo.
Pero ¿qué es un ciudadano? Un ciudadano es una persona que es capaz de crear o
modificar, en cooperación con otros, el orden social que alguien quiere vivir, cumplir
y proteger para la dignidad de todos.

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A mí no me hace ciudadano votar; a mí no me hace ciudadano que me elijan, esos
son derechos ciudadanos. A mí me hace un ciudadano la capacidad de construir, en
cooperación con otros, el orden social que yo quiero vivir.
Formar ese orden para la dignidad mía y de todos, es lo mismo que participar. Yo no
participo porque me lleven a una reunión, yo no participo ni porque esté en un grupo,
ni participo porque me hagan una encuesta. Yo participo en la medida en que pueda
modificar y transformar el orden social para la dignidad mía y de todos.
Por eso, la democracia es una continua autofundación del orden. Hay este
problema: la libertad no es posible si no hay orden, pero el único orden que da
libertad es el que yo mismo construyo.
Una sociedad comienza a ser autónoma y a ser libre cuando ella es capaz de darse
el orden. Para poner un ejemplo en sus vidas propias, el orden que ustedes mejor
cumplen –además la democracia es un orden muy riguroso, quizás el orden más
riguroso que el ser humano ha podido construir, la democracia es más rigurosa que
la dictadura–. ¿Cuáles son las normas que ustedes cumplen mejor? Las que
ustedes mismos se ponen y son las únicas que les dan libertad. Las demás vienen
de fuera.
Cuando una sociedad aprende a ponerse en orden ella misma, a entender normas
anteriores y decir “estas normas me sirven y las tomo como mías, las vuelvo a
fundar, las refundo”, entonces ya comienza a liberarse.
En todos los espacios de socialización, el secreto es cómo ir agregando elementos
para poder hacer ciudadanos, o sea personas que puedan autofundar, crear y
modificar el orden que ellos quieren vivir para su dignidad.
¿Qué es dignidad aquí? La dignidad es hacer posible los derechos humanos para
todos. Es la definición hoy de dignidad.
Como la democracia no es un partido, no es una gestión, solamente tiene principios.
Los principios tienen la ventaja de que nos permiten hacer muchas cosas diferentes
conservando la unidad, como los principios de construcción: todos los edificios se
construyen con las mismas ecuaciones de la estática, aunque todos sean distintos,
pero los vuelve edificios a todos, por ser una construcción.
Porque la democracia es como el amor, no se puede comprar, no se puede imponer,
no se puede imitar, solamente se puede vivir y construir.
Si una sociedad nunca alcanza la democracia o construye y vive la democracia y la
conoce, el día que se canse de construirla, pues desaparecerá.
Como es una construcción, tiene principios. Vamos a ir muy rápido sobre estos
principios, porque no son normas, son principios.
El primer principio con el cual nació la democracia, puesto en lenguaje de hoy, es el
principio de secularidad. Todo orden social es construido; el orden social no es
natural, por eso son posibles las transformaciones en la sociedad.
Una de las condiciones fundamentales para estos espacios de socialización, desde
la familia, hasta los medios de comunicación, los partidos, etc., en el nivel que
estemos actuando, es que entendamos que las grandezas y las miserias de una
sociedad no son fatales, son construidas por nosotros mismos.
La violencia que tiene Colombia no surgió naturalmente, eso no es genético, eso lo
construimos los colombianos y lo venimos construyendo desde el principio del siglo.

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La grandeza de un país, la miseria de un país, es construida por la propia sociedad,
por eso la puede cambiar.
La democracia requiere educar a los niños en la claridad de que la mala suerte en
una sociedad no existe; que el destino no existe y eso no va en contra de la fe. El
destino no existe, cada sociedad decide cómo es su orden social y la democracia
consiste en poderlo transformar para construir la dignidad.
El segundo principio. Una de las grandes creaciones, para mí, de la mente humana
es el principio de autofundación creado por los griegos –ya hablamos de esto. La
democracia es un orden. Es muy importante entender que la democracia no es que
cada cual haga lo que le dé la gana.
La democracia es un orden que se caracteriza por que las leyes y las normas son
construidas y transformadas por las mismas personas que las van a cumplir, a vivir y
a proteger. Cuando una sociedad es capaz de hacer eso está en la democracia,
pero hay que enseñarlo desde la cuna, en todos los espacios de socialización.
¿Cómo autofundamos el orden? Cuando un profesor reúne a sus alumnos y les dice:
“vamos a hacer las reglas juntos, aquí, de esta clase”, o en el preescolar o en la
empresa se discute el reglamento de trabajo y se discute y construye entre todos,
eso es autofundación, ese es el oren que libera.
Tercer principio: el principio de incertidumbre. No existe un modelo ideal de
democracia que podemos copiar o imitar; a cada pareja le toca crear su modelo de
amor y no hay forma de imitar a otra pareja y nadie sabe cuál es el modelo de amor
ideal. Podemos aprender de otros, pero no los podemos imitar.
Podemos aprender de la democracia norteamericana o francesa o chilena, la que
ustedes quieran, pero no la podemos imitar, a cada sociedad le toca y en la medida
en que se entienda y se comprenda a sí misma lo va a poder hacer mejor.
El principio ético. Este sí es de este siglo. O sea, la democracia tiene un montón de
elementos que se han ido construyendo a través de la historia. Los griegos nos
dieron los conceptos básicos, los romanos nos enseñaron el concepto de lo privado,
la iglesia nos dio el concepto de persona con derechos inalienables, Lutero nos dio
el concepto de libertad de conciencia, la conquista indígena nos dio el concepto del
otro, los indígenas nos dieron, o sea, toda esa construcción, Sor Juana Inés de la
Cruz nos fue dando el concepto de género.
Toda esta construcción a través de la historia es la democracia. Éste es el aporte del
siglo XX, quizás el mayor.
Aunque no existe un modelo ideal de democracia, cualquier cosa no es democracia.
Todo orden democrático está orientado a hacer posibles los derechos humanos y a
cuidar y proteger la vida.
Cuando dicen el Siglo XXI y se preguntan cuál es la máxima creación del Siglo XX,
la respuesta es una sola: la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No
será ni el chip, ni la computadora; yo soy físico y les garantizo que eso va a ser
chatarra.
La Máxima creación del Siglo XX es la Declaración Universal de los Derechos
Humanos ¿por qué? El Deuteronomio de la Biblia es una declaración de derechos;
la Carta de Toledo del 513 es una carta de derechos; la declaración de Juan Sintier

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en el 689 es una carta de derechos; la Declaración de los Derechos del Ciudadano
Francés es una carta de derechos, pero son proyectos locales o nacionales.
La primera vez en la historia de la humanidad que hombres y mujeres, en nombre de
los hombres y mujeres del mundo, se reúnen para decir que los hombres y mujeres
del mundo somos todos humanos, es el 10 de diciembre de 1948.
Los grandes relatos no han terminado, apenas va a empezar el gran relato que es
poner los derechos humanos, no como un tópico jurídico ni como un tópico
pedagógico, sino como el norte ético de las sociedades.
Eso es lo que significa el Estado Social de Derecho. El Estado napoleónico ya
terminó; el Estado no se justifica a sí mismo ni justifica a la sociedad; la sociedad no
se justifica a sí misma ni justifica al Estado.
Estado y sociedad tienen sentido si ambos son capaces, en una interacción
histórica, de hacer posible para todos los seres humanos los derechos. De nada
sirve la política, ni la economía, ni el arte, ni el deporte, ni la educación, ni la ciencia
y las armas, si no es para hacer posibles los derechos humanos.
Ese es el proyecto que el Siglo XX entrega al Siglo XXI y es el proyecto que América
Latina, creo, estamos tratando de construir como un proyecto absolutamente
diferente.
Quinto principio, el principio de la complejidad. El conflicto, la diversidad y la
diferencia son constitutivos de la convivencia democrática. La democracia no parte
del supuesto de que somos iguales; la democracia parte del supuesto de que todos
somos diferentes y por eso generamos conflicto.
Y la democracia generó el gran instrumento para hacer del conflicto la unidad, que
se llama deliberación, también generado en Grecia.
¿Qué es la deliberación? Es ser capaz de poner en público y en competencia, en
igualdad de condiciones, los distintos juegos de intereses, saberlos argumentar, pero
dejarse argumentar; saber ser y saber recibir sesiones; ponerlos en juego público.
Ese es uno de los puntos fundamentales que hay que enseñar en la familia, en la
escuela, en la empresa, etc., a deliberar.
Como no tenemos una cultura de deliberación, tenemos una cultura de adhesión.
Nos juntamos al poder per se y somos incondicionales y armamos la uniformidad y
no descubrimos la ética sino la moral, porque la moral a la larga es la justificación
del poder. La ética es seleccionar aquello que conviene a la vida.
El sexto principio, el principio de lo público. Esto realmente es de los últimos
doscientos años. Es, en la democracia lo público se construye desde la sociedad
civil.
El mejor ejemplo de esto –yo siempre pongo muchos ejemplos– ustedes lo han
visto, cuando han visto películas del Oeste. Algunas de esas películas se hicieron
aquí, en México, en los años cuarenta, cuando México producía el mejor cine del
mundo. Ustedes han visto que llegan a un pueblito irlandeses, alemanes, italianos,
después llegaron chinos, africanos y se armó un lío. Y comienza la dificultad y
alguien dice: pongámosle orden a esto”, y nombra a alguien Marshall, el Sheriff, y le
entregan un revólver para que ponga orden. Miren lo que pasa. En ese momento,
gente común y corriente, –porque es que la democracia es para gente común y

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corriente, no es para iluminados, la democracia no cree en iluminados– entiende que
hay que construir lo público.
¿Qué es lo público? Aquello que conviene a todos de igual manera para su dignidad.
Por eso en Colombia, en América Latina, por ejemplo, educación pública no hay.
Hay educación pagada con dineros fiscales, pero mientras sigamos aceptando que
hay educación privada de una calidad y educación fiscal de otra calidad, para los
pobres no hay educación pública.
Imagínense ustedes un acueducto municipal que por una parte de la tubería echa
agua potable y por la otra agua contaminada. ¿Ese acueducto es público? No, es
corporativo.
Entonces, lo mismo pasa. Solamente cuando un bien es de igual calidad para todos
los seres humanos, para todas las personas, en ese momento es público. Por eso
una de las grandes luchas es hacer la educación pública en América Latina. No con
dinero fiscal, sino pública. Que estudiar en un colegio de los jesuitas o estudiar en la
escuela pública de Guanajuato produzca los mismos resultados.
Entonces, estos señores comunes y corrientes generan lo público, ponen a un señor
para que haga algo de igual manera para todos, ponerles orden. Así surgieron los
jueces, así surgió la escuela, así surgió el correo.
¿Qué hace eso? Genera instituciones que se parecen a uno y por eso la sociedad
se siente reflejada en sus instituciones y protege sus instituciones.
¿Qué pasó en América Latina? Cuando Colón llegó a América Latina no llegó Colón,
sino un orden. En nombre de la Corona de Castilla y Aragón tomó posesión de estas
tierras. Llegó un orden a imponerse sobre otro orden, con unas instituciones que no
se construyeron, no las desarrollamos aquí. Pero no podemos volver atrás.
Una de las grandes tareas pedagógicas que hay es la refundación institucional de
toda nuestra institucionalidad. Que esas instituciones se parezcan a la conciencia
que tenemos por dentro. Entonces, volveremos lo público parte de nosotros mismos
y en ese momento estaremos dando un paso adelante en la democracia.
Socialización. Es bajo estos criterios, esta perspectiva, como uno debe mirar esto.
Como eso es de la familia eso hace solamente. La familia tiene un papel en la
democracia que no puede cumplir ninguna otra institución, porque la familia es el
lugar social del amor y la ternura.
¿Qué es la ternura? Es la capacidad de recibir al otro tal como es, que al mismo
tiempo es la piedad. Hablar de ternura hace unos quince años era un poco poético y
es muy científico hablar de ternura, sobre todo cuando se sabe por las
neurociencias, sobre todo los trabajos de Ginassi y Valera, se sabe que todo el
cuerpo tiene memoria. La memoria no solamente existe en el cerebro, sino en todas
las células del cuerpo.
Cuando un niño recibe caricias, recibe conocimiento y se acepta tal como es,
hombre o mujer, con defectos o sin defectos, bello o no bello, blanco o negro, y se
acepta tal como es y cada ser humano aprende eso, y cuando sea adulto en la
sociedad va a poder aceptar eso.
El cuerpo tiene memoria. Muchos estudios demuestran que cuando a uno lo tocan
en algún lugar y hace así (se retira), esa parte del cuerpo tiene mala memoria, tiene
una memoria negativa, sufrió un golpe, lo castigaron de joven, etc.

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La caricia, la ternura, puede ser reconocido tal como es. Ese es el lugar social que
solamente ocurre en la familia. Muchos estudios que hacemos en Colombia llegan a
la conclusión de que gran parte de la violencia en Colombia no es política, es
atávica. En la cura se enseña a quién excluir, con quién no juntarse, con quién no
casarse, a quién no creerle y creo que eso pasa casi en toda América Latina.
Recuperar la ternura significa que, si se acepta la persona tal como es, esa persona
va a poder reconocer a los otros tal como son y la convivencia es posible y crear el
orden es posible.
Por ejemplo, en las organizaciones de barrio aprendemos a manejar lo común e
inmediato, vamos descubriendo una cosa que es muy importante, que es aprender a
hacer política desde la sociedad civil.
Por ejemplo, nosotros en la Fundación Social no creemos que las organizaciones no
gubernamentales deban ser apolíticas, deben ser apartidistas, pero no apolíticas,
porque la política es la capacidad del ser humano de crear el orden social y producir
lo público que él quiere vivir para su dignidad.

Muchas gracias

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