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EL CAMINO DE BRANDON:

ENTRE EL TUTELAR DE MENORES, LA CÁRCEL


Y LOS CENTROS DE REHABILITACIÓN

Daniel Rodríguez Mascareño

Introducción

El título hace alusión a una frase usual entre personas internas en


centros de rehabilitación (CR) con inspiración de Narcóticos Anó-
nimos (NA) y Alcohólicos Anónimos (AA) y la propia literatura
de dicha organización. “¿Quién es el adicto? […] En síntesis, una
persona adicta es aquella cuya vida está controlada por las drogas.
Estamos en las garras de una enfermedad crónica y progresiva
que nos arrastra invariablemente a los mismos lugares: cárceles,
hospitales y la muerte” (Narcóticos Anónimos, 2007, p. 2). Afor-
tunadamente para Brandon, cuyo caso se estudia en este capítulo
fundamentado en sus experiencias de internamiento en distintos
lugares, su paso por esas instituciones concluyó en un CR . Durante
el desarrollo del proyecto “La oferta terapéutica religiosa de los
centros evangélicos de rehabilitación para farmacodependientes
en la región fronteriza bajacaliforniana”, Brandon se encontraba
trabajando/sirviendo como encargado1 del centro de rehabilita-
ción Pasos para la Recuperación (Pasos).

1
El encargado es la persona que se hace responsable del centro de reha-
bilitación: seguridad, horarios y castigos, entre otras cosas. A partir de la
observación en éste y otros centros fundamentados en el modelo Narcóti-
cos Anónimos, se advirtió que esa figura (de encargado) se repite en ellos.

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Daniel Rodríguez Mascareño

Este capítulo se compone de cinco apartados: 1) se discute


la perspectiva del etiquetamiento y el paradigma de la prohi-
bición, en el cual se presentan algunos antecedentes sobre la
forma en la que se percibía el consumo y a los consumidores
de sustancias haciendo uso del concepto de etiquetamiento pro-
puesto por Becker (2009); 2) se enfoca en la actualidad sobre la
cárcel y los centros de rehabilitación, en el cual se establece un
vínculo entre la etiqueta de adicto y el tipo ideal de institución
total de Goffman (2004), específicamente, cárcel y centro de re-
habilitación; 3) en Pasos, un centro rehabilitación espiritual en la
ciudad de Tijuana, se presentan el diseño metodológico, el caso
de Brandon y el contexto; 4) en Brandon, de involuntario a vo-
luntario, del tutelar a los centros de rehabilitación, se muestran
fragmentos de la trayectoria de internamiento de Brandon para
resaltar los procesos de subjetivación, producto de las experien-
cias de internamiento en instituciones totales, haciendo énfasis
en los mecanismos de mortificación del yo (Goffman, 2004) y las
tecnologías del yo (Foucault, 1990); y 5) se hace una reflexión a
modo de conclusión sobre la trayectoria de Brandon, el Estado y
su ausencia en el tratamiento a los consumidores de sustancias.
El objetivo general de este trabajo es presentar un esbozo de las
condiciones históricas, políticas y sociales que dieron como resul-
tado el etiquetamiento del consumo de sustancias, su actualidad y
consecuencias observables en el caso particular de Brandon.

El etiquetamiento y el paradigma de la prohibición

A lo largo de la historia y el mundo, las drogas han tenido distin-


tos usos: se utilizan en rituales religiosos, tienen usos médicos y
también son consumidas de forma lúdica.

Por droga –psicoactivas o no– seguimos entendiendo lo


que hace milenios pensaban Hipócrates y Galeno, padres
de la medicina científica: una sustancia que en vez de “ser
vencida” por el cuerpo (y asimilada como nutrición) es

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capaz de “vencerle”, provocando –en dosis ridículamen-


te pequeñas si se comparan con las de otros alimentos–
grandes cambios orgánicos, anímicos o de ambos tipos
(Escohotado, 1996, p. 9).

En el caso de México, Astorga (2012) menciona que las dro-


gas ahora ilegales como la marihuana, el opio, la heroína y la
cocaína, se podían encontrar en boticas y mercados a principios
del siglo pasado y sus usos, así como las reacciones hacia ellas
eran diversas. En 1909, se realiza en Shanghái la primera reu-
nión internacional para proponer el control de ciertas drogas,
especialmente el opio y sus derivados. En 1912, se lleva a cabo
la Convención Internacional del Opio en La Haya, reunión a
partir de la cual México empezaría a participar aprobando y
ratificando los tratados propuestos. Pero no es sino hasta 1920
cuando las autoridades sanitarias mexicanas consignarán sus
preocupaciones eugenésicas y harán eco al espíritu crimina-
lizador de las reuniones internacionales, estableciendo unas
disposiciones que prohíben el cultivo y la comercialización de la
marihuana. En 1926, la prohibición iniciada con la marihuana
abarcará también a la adormidera (Astorga, 2012).
La postura prohibicionista comienza entonces en otros paí-
ses. En México ya existía una visión en ciertos aspectos negativa
sobre el consumo y los consumidores, pero después de la prohi-
bición de estas sustancias, el discurso criminalizador impulsado
por otros países se hace presente, ya no sólo en reuniones in-
ternacionales, sino que las posturas extranjeras permean en el
discurso de políticos, figuras públicas del área médica, de justicia
y en los medios de comunicación. A partir de esto, el consumo de
sustancias se asocia de manera permanente con vagancia, robo,
embriaguez, agresión y otras actividades consideradas negativas.
Desde la perspectiva de Astorga “la prohibición marca una
nueva etapa, impone un esquema legítimo de percepción cuyo
contenido se irá desarrollando gracias a la incorporación que ha-
rán de él algunos agentes sociales con vocación de «empresarios

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morales», según la designación de Becker” (2012, p. 31). A esto se


le llama el paradigma prohibicionista.
Astorga (2012) menciona que en el Código Penal de 1931 los
delitos de tráfico de drogas y toxicomanía pasan a ser federales y
el 27 de octubre de 1931 entra en vigor el Reglamento Federal de
Toxicomanía, donde “el toxicómano es clasificado como aquella
persona que sin fines terapéuticos, sea usuario habitual de las
drogas señaladas en los artículos 198 y 199 del Código Sanitario
vigente. Se estipula que prácticamente todo el mundo deberá dar
aviso a las autoridades sanitarias de los casos de toxicomanía”
(Astorga, 2012, p. 43).
El tratamiento por consumo de drogas se vuelve práctica-
mente obligatorio y las personas tienen el deber de denunciar
a los usuarios habituales de drogas ilícitas; de la sustancia en sí
se decía que envenenaba al individuo y degeneraba la raza. To-
xicómano es una palabra especializada que en 19402 sirve para
combatir, perseguir y denunciar a los usuarios de drogas sin fines
terapéuticos. En las primeras décadas del siglo XX se crea esta
visión del consumidor de drogas como desviado y adicto, que
permanece aún. Hay que mencionar que desde 1909 la postura
de México hacía las drogas parece estar influenciada por países
extranjeros; Astorga menciona lo siguiente:

Las medidas contempladas en el Reglamento del 17 de fe-


brero de 1940 no eran del agrado del gobierno estadouni-
dense. Anslinger, titular de la oficina de narcóticos, deci-
dió entonces decretar un embargo de drogas medicinales
contra México. El argumento esgrimido posteriormente
en el reglamento de julio del mismo año para dar marcha
atrás fue sugerido por Herbert Bursley, del Departamento
de Estado de México, que se doblegó una vez más ante las
presiones estadounidenses (Astorga, 2012, p. 46).

Hay que mencionar que no todo era negativo; el Dr. Viniegra también
2

dejó su marca buscando que se les considerara más como enfermos que
como delincuentes.

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La ilegalidad de ciertas prácticas provoca que quienes las eje-


cutan sean vistos como marginales, desviados u outsiders, según
Becker (2009).3 Éste es el caso de los consumidores de drogas en
México; se discute que el acto no es la raíz del problema sino cómo
lo perciben ciertos grupos sociales, y las consecuencias de conti-
nuar con estas actividades pueden ser informales y formales.
Como se ha mencionado, al establecer reglas formales sobre los
usos de estas sustancias, se percibe como desviados a los usuarios,
de acuerdo a Becker “cuando la regla debe ser aplicada, es probable
que el supuesto infractor sea visto como un tipo de persona espe-
cial, como alguien incapaz de vivir según las normas acordadas por
el grupo y que no merece confianza” (2009, p. 21). El desviado al ser
percibido por los agentes encargados de hacer valer estas reglas o
por algún simpatizante será etiquetado, en el caso de los consumi-
dores de sustancias será visto como adicto. Becker considera el acto
desviado como “el producto de una transacción que se produce
entre determinado grupo social y alguien que es percibido por ese
grupo como un rompe normas” (2009, p. 29).
Becker (2009) menciona que los grupos sociales crean la
desviación al establecer las normas cuya infracción constitu-
yen una desviación, así como al aplicar esas normas a personas
en particular y etiquetarlas como marginales. El prohibir estas
sustancias y reproducir el discurso negativo en torno a su pro-
ducción o venta, genera una visión marginal de aquel que, a pesar
de estas condiciones, continúa realizando estas prácticas. Acti-
vidades que antes de la prohibición eran vistas como negativas
por algunos grupos sociales de manera informal, sin un respaldo
institucional, ahora son perseguidas y juzgadas formalmente. Los
individuos que continúan consumiendo dan en ocasiones signi-
ficados distintos a sus prácticas que aquellos que ven el consumo
como algo negativo. Es importante mencionar que estas reglas
3
Los conceptos de Becker (2009) mencionados son englobados por la
teoría del etiquetamiento, donde se discuten las implicaciones personales,
sociales y culturales que conlleva etiquetar un comportamiento o actividad
como negativo, tal como ocurre en el caso de los consumidores de sustancias.

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suelen ser aplicadas con más fuerza sobre unas personas que
sobre otras. Becker (2009) menciona como ejemplo los procesos
judiciales contra personas de clase media y clase baja, en los cua-
les los últimos son procesados con mayor frecuencia.

Actualidad sobre la cárcel y los centros de rehabilitación

El transporte o venta de ciertas drogas continúa siendo ilegal, por


lo cual es un delito que para muchas personas termina con la sus-
pensión de derechos en algún centro penitenciario. París (2013)
menciona que el número de centros penitenciarios disminuyó de
1998 a 2009, mientras que la población total penitenciaria se du-
plicó: 15 por ciento de los hombres han sido detenido por delitos
contra la salud y 48 por ciento en el caso de las mujeres.
Bergman y Azaola (2007) señalan que el entonces Distrito
Federal encabezaba la lista en mayor número de internos, seguido
del Estado de México y Baja California. Este último es diferente
no sólo por su tamaño y su ubicación geográfica como vecino
de California, Estados Unidos, sino que tiene una alta tasa de
encarcelamiento y, además, es uno de los estados del país con los
índices de delincuencia más elevados (Bergman y Azaola, 2007, p.
77)y una alta incidencia en los delitos contra la salud.4 Con datos
de la Secretaría de Relaciones Exteriores de 2009, París describe
que Baja California es el segundo estado con mayor número de
detenciones de usuarios de droga (después de Jalisco), con un
total de 5 482, es decir 15.9 por ciento del total nacional. De los
usuarios detenidos, 9.26 por ciento son mujeres y 5.45 por ciento
son menores de edad (París, 2013, p. 127).
Las personas que cumplen sentencias por este tipo de delitos
lo hacen por cantidades muy pequeñas, es decir, los pequeños
comerciantes o distribuidores. Incluso puede ser que sea para

4
Los delitos contra la salud hacen referencia a la “producción, tenen-
cia, tráfico, proselitismo y otros actos en materia de narcóticos”; para más
información consulte el título séptimo del Código Penal Federal (2015).

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consumo propio, pero al superar las cantidades permitidas se


encuentran cumpliendo una sentencia. Por último, tanto Berg-
man y Azaola (2007) como Calveiro (2010) mencionan que las
cárceles albergan pobres; el incesante incremento de la tasa de
encierro5 recae principalmente en los sectores más vulnerables
y no representa en realidad a las diversas clases sociales que son
consumidoras, ya que quienes se encuentran internos son mayo-
ritariamente quienes no pudieron corromper a las autoridades o
montar una buena defensa.
Las opciones para el tratamiento por consumo de drogas en
México son pocas. Los centros seculares gubernamentales o pri-
vados representan la opción más escasa y con mayor dificultad
para el acceso, ya sea por la baja cantidad de espacios o los altos
costos; la segunda opción y mayoritaria la representan los (CR)
como asociaciones civiles u organizaciones no gubernamentales.6
El surgimiento de los centros de rehabilitación es en parte
resultado de la reacción social, que ve en el consumo de drogas un
problema de salud que, por esa razón, debe ser tratado y curado;
mientras que en otras ocasiones y para algunos grupos repre-
senta también un mal del espíritu que debe ser sanado mediante
intervención divina. Al final, las opciones para las personas que
consideran que tienen un problema en relación con el consumo
de estas sustancias no son muy variadas como puede observarse
y se limitan al internamiento en algún tipo de centro.7
Existe una relación entre las personas con experiencias de
internamiento en cárceles o centros penitenciarios y aquellas que

5
Para más información, consultar la tabla 4 en Bergman y Azaola
(2007, p. 77).
6
Para más detalles sobre los diferentes tipos de centros de rehabilita-
ción, así como sus particularidades, revisar Galaviz y Odgers (2014) o la
introducción de este libro.
Existen centros donde el internamiento o la estancia no es coercitiva,
7

llamados también de puertas abiertas, como es el caso de uno de los CR de


estudio de Olivas y Odgers (2015).

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se internan o son internadas8 en CR para el tratamiento por con-


sumo de drogas. Las experiencias con relación a estos dos eventos
son muy diversas, sin embargo, hay un aspecto que vincula las
dos y es el internamiento por distintos períodos de tiempo. Para
entender mejor la organización de los centros de rehabilitación
y las características que puede compartir con otras instituciones
que requieran de un internamiento como la cárcel, se utilizó el
concepto de institución total. Goffman define las instituciones
totales como: “Un lugar de residencia y trabajo, donde un gran
número de individuos en igual situación, aislados de la sociedad
por un período apreciable de tiempo, comparten en su encierro
una rutina diaria, administrada formalmente” (2004, p. 13). Esta
consideración se ha hecho en otros estudios de México, en CR de
mujeres (Velázquez, 2016), y en otros países de Latinoamérica
(Castrillón, 2008; Garbi, Touris y Epele, 2012).
Para Goffman (2004) las instituciones totales se clasifican
en cinco grupos; los centros de rehabilitación podrían pertene-
cer al segundo, aquel en el que la institución fue erigida para
cuidar de aquellas personas que son incapaces de cuidarse por
sí mismas y constituyen además una amenaza involuntaria para
la comunidad. La NOM- 028-SSA2 dice sobre el ingreso involun-
tario lo siguiente: “el ingreso en forma involuntaria se presenta
en el caso de los usuarios que requieren atención urgente o re-
presentan un peligro grave e inmediato para sí mismos o para
los demás” (2009, p. 30).
Las cárceles pertenecen a un tercer tipo de institución total,
“organizado para proteger a la comunidad contra quienes cons-
tituyen intencionalmente un peligro para ella, no se propone
como finalidad inmediata el bienestar de los reclusos” (Goffman,
2004, p. 18). Para Garbi et al., las comunidades terapéuticas, el

8
La NOM-028-SSA2 (2009) Para la prevención, tratamiento y control de
las adicciones contempla la figura del internamiento voluntario e involun-
tario, sin embargo, ya existían centros antes de su implementación donde
se consideraban las dos opciones.

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equivalente argentino de los centros de rehabilitación, son una


institución total por las siguientes razones:

A diferencia del ordenamiento social básico, […] las insti-


tuciones totales se presentan como una ruptura ante estas
situaciones: en todos los aspectos de la vida se desarro-
llan en el mismo lugar y bajo la misma autoridad única;
cada etapa de la actividad diaria del miembro se lleva
a cabo en la compañía inmediata de un gran número de
otros; todas las etapas de las actividades diarias están es-
trictamente programadas; finalmente las diversas activi-
dades obligatorias se integran en un sólo plan racional,
deliberadamente concebido para el logro de los objetivos
propios de la institución (2012, p. 1867).

García (2015) menciona en relación con un anexo (CR) en


Ciudad de México, que es una institución híbrida compuesta por
un programa de doce pasos, asilo mental, prisión e iglesia. Las
instituciones totales, como mencionan Goffman (2004) y Barat-
ta (2013), tienen la capacidad de desculturización, desfiguración
y mortificación del yo, lo que contribuye a una desadaptación de
las condiciones de vida que son necesarias para vivir en libertad y
una pérdida del sentido de autorresponsabilidad (autonomía) des-
de el punto de vista social y económico. Aunque Goffman (2004)
lo aclara, la institución total es un tipo ideal, no todos los CR van a
apegarse necesariamente a las generalidades que se describen an-
tes. Habiendo dicho esto, el CR donde se realizó el trabajo de campo
que se desarrolla en este capítulo, también tiene sus particularida-
des que se describirán a detalle en el siguiente apartado.

Pasos: un centro de rehabilitación espiritual en Tijuana

La información que se presenta, al igual que en el resto de los


capítulos, forma parte del proyecto de investigación “La oferta te-
rapéutica religiosa de los centros evangélicos de rehabilitación para
farmacodependientes en la región fronteriza bajacaliforniana”.

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Se realizó una observación participante en Pasos y se colaboró en


la aplicación de un cuestionario que formó parte del análisis cuan-
titativo. Sin embargo, el desarrollo de este capítulo se fundamenta
principalmente en las entrevistas cualitativas que se llevaron a
cabo con personas que se encontraban en un proceso de inter-
namiento en Pasos, las cuales se enfocaron en las experiencias de
internamiento en diversas instituciones totales, que incluían tanto
centros de rehabilitación como centros penitenciarios.
El método que se utilizó fue la etnografía; Vasilachis (2006)
ofrece distintas definiciones del término, en síntesis, refiere a que
es un método de la investigación social, vinculado a la antropología
en primera instancia, que mediante la participación y observa-
ción en el medio busca conocer y comprender la vida cotidiana.
Las técnicas que se llevaron a cabo fueron la observación
participante en el CR Pasos, de junio de 2014 a julio de 2016, y 10
entrevistas semiestructuradas a personas internas; este capítulo
se enfoca sólo en uno de los casos entrevistados.
La observación consistió en visitas constantes a Pasos, más
de una vez por semana, donde se llevó un diario de campo y se
participó en todas las actividades posibles dentro (cocinar, servir
la comida, limpiar, estar en el tiempo recreativo, juntas de NA
y servicios religiosos) y fuera (siempre y cuando estuviera vin-
culado con los servicios de las personas internas). A través de
las entrevistas semiestructuradas, se exploraron las trayectorias
de internamiento, por tanto, se enfocaron tanto en las diversas
experiencias de internamiento como en los espacios de tiempo
intermedio entre uno y otro.
Como se ha mencionado, este capítulo se centra en el caso
de Brandon, una de las personas entrevistadas en Pasos durante
2015. El entrevistado tenía 40 años en el momento del estudio,
es originario de Tijuana, llevaba dentro del CR 2 años y 3 me-
ses, ingresó de forma voluntaria, comenzó a usar drogas a los
8 años, no recibía atención de su familia y se dedicó a diversas
actividades ilícitas desde muy joven; se retomará este tema más
adelante. La guía de entrevista semiestructurada sobre las trayec-

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torias de internamiento está acotada a las experiencias dentro de


instituciones como tutelares de menores, CR y cárceles y su vida
cotidiana en el encierro, así como a los períodos entre uno y otro,
para conocer que motivó dicho proceso y que ocasionó que fuera
una institución u otra.
Una de las ciudades de Baja California considerada con más
problemas relacionados con el consumo de drogas es Tijuana,
una ciudad fronteriza que colinda al norte con San Diego.9 Ro-
jas, Fleiz, Villatoro, Gutiérrez y Medina-Mora (2009) comentan
que la ciudad tiene tradición en el uso de drogas. El llamado
problema de las drogas ha ido creciendo con el paso del tiempo
y no sólo se refiere a los aumentos en el consumo, sino también a
las actividades ligadas a dicha práctica. Por su parte, De la Corte
y Giménez señalan que:

El año 2009 aportaría un nuevo récord de violencia (más de


seis mil quinientas ejecuciones) debido a la intensificación
de las dos guerras paralelas que venían librándose desde
hacía años: la guerra entre narcos por controlar las mejores
rutas para el narcotráfico, y la guerra entre los narcos y el
gobierno (2010, p. 167).

El centro de rehabilitación espiritual Pasos abrió sus puertas


en el año 2000 y se registró oficialmente en 2001. Se encuentra en
lo que alguna vez fue una fábrica de telas y se ha ido acondicio-
nando de acuerdo a las necesidades de los usuarios; dicho centro
inició con 45 personas, en un año había 200 y para el siguiente
la población fue de 300 aproximadamente, número que fluctuó
en los siguientes años. Entre 2005 y 2009 llegó a un número de
internos mayor a los 330, una cifra alta considerando que, para
el espacio actual ya acondicionado, apenas alcanza para albergar
entre 170 y 200 personas. Esa sobrepoblación llegó al tope de la

La introducción de este volumen, así como los capítulos de Galaviz Gra-


9

nados y Kozelka abundarán más en detalles sobre la condición de la frontera.

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mano de la ola de violencia que se vivía en la ciudad ligada con la


llamada guerra contra el narcotráfico.
El centro sigue el modelo de ayuda mutua, inspirado en la or-
ganización AA, que tuvo su origen en 1935 en la ciudad de Akron,
Estados Unidos; su modelo terapéutico se basa en los doce pa-
sos, la solidaridad grupal y la fe en un poder superior (González,
2006, p. 152). Pertenece al grupo espiritual de acuerdo a la clasi-
ficación de Galaviz y Odgers (2014). Hay seis grupos religiosos
que ingresan al centro a dar servicios religiosos, principalmente
son testigos de Jehová o evangélicos, pero es variable ya que no
le niegan la entrada a ninguno. En la entrada del centro y en el
área de psicoterapia hay imágenes relacionadas con el catolicismo
(santos, cristos y una virgen) y en uno de los talleres hay una
pequeña figura de la santa muerte.
En Pasos hay dos formas de ingreso: el voluntario y el in-
voluntario.10 En el primero, las personas se internan por deseo
propio, en ocasiones llegan por sí mismos y en otras familia o
amigos los llevan, pero ellos mismos firman el ingreso; en los ca-
sos involuntarios son llevados por su familia o amigos y, después
de una valoración médica, las personas que los llevan pueden
firmar por ellos, en algunas otras ocasiones se paga al CR para
que vayan por el usuario y lo lleven a la fuerza de ser necesario,
proceso al que el personal del CR y los usuarios llaman jaguarea-
da.11 En cualquiera de los casos, puede ser necesario un cobro

10
Como se mencionaba antes, la NOM-028-SSA2 se encarga de estable-
cer los procedimientos y criterios para la atención integral de las adiccio-
nes; desde su aplicación en 2009 el CR ha ido apegándose a los lineamientos
establecidos por dicha norma, la cual define bajo qué condiciones una per-
sonas puede ser ingresada de forma involuntaria.
La jaguareada es un término emic y se refiere a cuando el personal de un
11

centro de rehabilitación, a petición de los familiares, responsables o amigos


de una persona consumidora de sustancias, los asiste para llevarlo contra su
voluntad a un CR. Este proceso tiene algunos pasos, entre los que resaltan
llamar a la policía y hacer saber que van a ir por una persona; posteriormente,
se hace una evaluación médica que justifique la retención y se envía una carta
al ministerio público donde se dice quién está en esas condiciones en un CR.

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de 4 000 pesos, aunque tiende a variar de acuerdo a la capacidad


económica del que solicita el ingreso. Las personas que ingresan
de forma voluntaria y llegan por cuenta propia no pagan en efec-
tivo, pero deben trabajar durante su estancia, a esto los usuarios
lo llaman servicio. En gran medida, los servicios que un usuario
puede realizar dependen de las condiciones del ingreso y el tiem-
po que lleva en el CR .
Pasos tiene sus particularidades como institución total, ya
que al ser de ayuda mutua implica que el personal del centro, des-
de el encargado hasta el personal de cocina y las personas que se
encuentran internas, son adictos en recuperación, es decir, consi-
deran que en algún momento tuvieron problemas con el consumo
de sustancias y aún hacen uso de la etiqueta de adicto o adicto en
recuperación.12 Goffman (2004) dibuja una línea entre el mundo
del personal y el interno, mientras que en estos centros la línea
se hace tenue y las personas internas cruzan de un lugar a otro;
pero cuando alguien se encuentra del otro lado, las diferencias se
hacen palpables: horarios para comer distintos, duermen en otros
espacios y el trato o la capacidad para dar órdenes pertenece a los
guardias, patrullas o encargados y no al pueblo.13
Otra característica importante de las instituciones totales es
el encierro por un tiempo prolongado. En Pasos el internamiento
mínimo es de tres meses y puede prolongarse seis meses y hasta
años; también existe la posibilidad de fuga antes de llegar al míni-
mo. El encierro implica no poder salir bajo ninguna circunstancia,
por ejemplo, en la cárcel o algunos CR apartados, pero en Pasos

Existen algunas excepciones. El fundador/director de Pasos no era


12

consumidor de sustancias y la encargada legal tampoco consume o con-


sumió sustancias.
13
En Pasos los servicios tienen distintas características y dependen
considerablemente de la forma de ingreso o el tiempo de internamiento.
Algunos servicios dotan de un estatus, las personas que están en el proceso
de desintoxicación comen primero, luego los guardias y luego el resto; las
personas que salen a servicios fuera pueden pedir comida a cualquier hora,
los patrullas pueden imponer castigos o aplicaciones, entre otros.

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los internos voluntarios pueden salir después del primer mes a


trabajar, tal vez antes debido a la necesidad del CR de servidores,
mientras que los involuntarios quizá no salgan en los seis meses
de internamiento que van a estar. Existe, por último, la figura de
media luz a la que pueden acceder voluntarios e involuntarios
después de servir al centro de rehabilitación un tiempo e implica
que paguen una especie de renta por vivir, comer y utilizar los
servicios, mientras que buscan y encuentran sus propios trabajos.

Brandon de involuntario a voluntario,


del tutelar a los centros de rehabilitación

A continuación, se analizará la trayectoria de internamiento de


Brandon para discutir distintos aspectos de las instituciones to-
tales y los procesos de subjetivación que ha vivido en diferentes
momentos, a través de sus experiencias de internamiento en un
tutelar de menores, centros de rehabilitación por el abuso de sus-
tancias y un Centro de Reinserción Social (Cereso).
En el caso de Brandon, su primera experiencia de internamien-
to fue en un tutelar de menores. Sus condiciones de vida no eran
favorables, ya que no tenía mucha relación con su familia y escaso
apoyo de sus hermanos, y mencionó que esto fue lo que lo llevó a
realizar actividades ilícitas que sólo pueden ocurrir en el entorno
fronterizo, como ayudar en el cruce de personas indocumentadas de
México a Estados Unidos. Brandon comenzó a utilizar sustancias a
los 8 años (marihuana, alcohol y tabaco) y a la par empezó a ayudar
a personas a cruzar de forma ilegal a Estados Unidos; esta actividad
y el consumo de sustancias lo llevaron a su primer internamiento.

A ver, a esa edad [8-10 años] mi día normal era de que


me iba y andaba yo de malandro14 pasando gente y un día
normal era de que me quedaba en hoteles, me levantaba

Adjetivo asociado con delincuencia, fiesta y vagancia; de acuerdo con


14

la observación y a la propia entrevista de Brandon, se relaciona también


con las personas que se dedican al narcotráfico.

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y fumaba, me hice más adicto a la marihuana y pues me


descarrilé, un día normal era de que nada más andaba
taloneando15 para fumar marihuana (Brandon, comuni-
cación personal, 31 de mayo de 2015).

El tutelar de menores, actualmente Centro de Tratamiento


para Adolescentes, fue el lugar donde Brandon fue internado por
primera vez antes de cumplir 16 años por robar y cruzar personas
de manera ilegal a Estados Unidos. Ingresar a una institución de
este tipo fue una nueva experiencia, aunque él ya había escuchado
historias sobre las condiciones dentro del tutelar, que no sólo reu-
nía el conjunto de características que menciona Goffman (2004),
reglas, división entre el personal e internos, así como un grupo
de personas en las mismas condiciones, su principal temor era la
violencia que podía ser ejercida por los internos. Brandon logró
adaptarse a las condiciones del tutelar, por lo menos durante los
tres meses que estuvo interno y consiguió una actividad de respon-
sabilidad dentro. “De primero yo tenía miedo cuando llegué ahí al
tutelar, ya después ya empecé a acoplarme con la raza y me pegué
unos tiros16 y ya empezaba a ganar, según amistades, ya después salí
de esos lugares y ya me hice más malandro” (Brandon, comunica-
ción personal, 31 de mayo de 2015). Brandon no sólo afirma que
pudo adaptarse a las condiciones del tutelar, sino que alcanzó un
puesto de responsabilidad.
El siguiente internamiento de Brandon fue en un CR; en esa
ocasión ingresó de forma involuntaria por petición de su pareja
sentimental. De acuerdo al registro cuantitativo hecho como parte
del proyecto de investigación más amplio del que forma parte este
trabajo, los ingresos voluntarios representan 60 por ciento de los

15
Consiguiendo dinero, mediante trabajos o actividades de cualquier
tipo, desde limpiar cristales hasta robar las copas de autos, es decir, activi-
dades legales o ilegales de carácter informal.
16
Se utiliza para hablar de situaciones de conflicto que se tornan violen-
tas, pueden ser verbales o físicas. En esta ocasión Brandon hace referencia a
confrontaciones violentas físicas con otros menores dentro de la institución.

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ingresos, mientras que los involuntarios 40 por ciento, aproximada-


mente. Si la dependencia de la droga es muy fuerte y por períodos
de tiempo prolongados, ya ha contribuido a esta pérdida del senti-
do de autorresponsabilidad; que el ingreso sea voluntario también
implica que ya se ha separado en parte de su mundo habitual.
La separación de su entorno civil comienza desde el ingreso
al proceso de detox, la primera etapa que consiste en la desintoxi-
cación de las personas que ingresan al CR . Cuando el ingreso es
voluntario puede que ya exista un sentido de desprendimiento;
en algunas instituciones se les nombra o da un número, en el
CR no se da la pérdida del nombre, aunque algunos adquieren
nuevos o pierden sus antiguos apodos. “Cuando el ingreso es
voluntario, el recluta ya se ha separado en parte de su mundo
habitual; la institución reprime severamente algo que en realidad
ya ha comenzado a decaer” (Goffman, 2004, p. 28).
Las formas de ingreso, voluntaria e involuntaria, suponen
distintos derechos y obligaciones dentro del centro. Hay que
agregar que los usuarios de drogas que ingresan a estos centros
tienen experiencias previas de internamiento en otro tipo de
instituciones totales, como cárceles, hospitales de salud mental
y correccionales para menores, entre otras. El tipo de institu-
ción total sólo cambia en lo que motiva el internamiento y la
severidad de algunas de las prácticas dentro de ellas. En el caso
de Brandon tiene experiencia en dos tipos de instituciones to-
tales, el tutelar/cárcel y los CR . Las actividades o etiquetas que
motivan el internamiento son distintas, pero en términos de
infraestructura, reglas y población son similares.
En los CR lo que debería de motivar el internamiento es una
cuestión de salud, pero existe una moral asociada al consumo,17
“Allá sí me traían a pan y verga los del, o sea, en los centros antes
sí estaba dura la terapia y ahí sí me golpeaban. Antes, sí te gol-
peaban […] A mí se me hacía mejor estar en la cárcel que en un
centro, prefería irme a la pinta que estar en un centro, porque sí

17
Revisar el capítulo de Kozelka en este mismo libro.

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estaban duros los centros” (Brandon, comunicación personal, 31


de mayo de 2015).
Según Goffman (2004), las instituciones totales tienen
mecanismos de mortificación y degradación del yo. En los CR
espirituales o los que manejan el modelo de doce pasos, en la
primera junta deben presentarse los nuevos ingresos que van
saliendo de detox18 y al decir su nombre tienen que afirmarse o
reconocerse públicamente como adictos (por ejemplo: me llamo
Gabriel Hernández y soy un adicto); cuando esto sucede, los de-
más responden ánimo. En caso de que la persona no se afirme de
esa manera puede ser el blanco de críticas, abucheos o insultos.
Para el autor referido éste sería un mecanismo de mortificación
del yo, ya que está tratándose de cambiar la percepción que tiene
el individuo de sí mismo. En el caso de Brandon, su primer in-
greso en un CR fue de forma involuntaria y siendo menor, cuando
a los 16 años su pareja sentimental lo internó. Estas condiciones
provocaron que no quisiera participar en las actividades, por lo
cual fue sometido y obligado de distintas formas.

Y pues yo no quería encerrarme, me quería escapar y pues


no me dejaban escaparme […] Me pegaban porque me po-
nía roñoso,19 no me captaba las reglas que tenían ellos y por
cualquier cosita, y pues yo bien deshonesto y bien en contra
de mi voluntad, pues yo todavía quería seguirme drogando,
pues yo todavía no traía la onda de querer cambiar (Bran-
don, comunicación personal, 31 de mayo de 2015).

En estas condiciones pueden comprenderse los mecanis-


mos de mortificación del yo, por no traer la onda de cambiar
fue golpeado y sometido. Sin embargo, el internamiento previo

18
Detox es el cuarto donde los internos pasan por el proceso de desin-
toxicación, no es sino hasta que terminan este proceso que pueden pasar
a su primera junta.
En esta ocasión la palabra hace alusión a que no se dejaba someter,
19

no seguía órdenes y discutía o peleaba para no realizar alguna actividad.

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en instituciones totales puede hacer que el individuo aprenda


a lidiar con estos mecanismos de diferentes formas. Goffman
(2004) los llama modos personales de adaptación, que se sepa-
ran en cuatro tácticas diferenciadas: regresión situacional, línea
intransigente, colonización y conversión. En su momento, los
internos puede que pasen por una u otra, pero “casi todas las ins-
tituciones totales, se atienen a la política que suelen definir como
hacer un juego astuto” (Goffman, 2004, p. 73), una combinación
de seguir las reglas, buscar otros ajustes y lealtad al grupo, que
en el CR llaman no hacerla cansada.
La institución total no puede hacer que se acepte cada uno de
los métodos, por lo que también el individuo decide qué técnicas
utilizar para generar el cambio que él desea en su yo. Afirmarse
como adicto puede ser tanto un mecanismo de mortificación del
yo, como una tecnología del yo. Para Foucault (1990), la verbali-
zación de un aspecto negativo del yo puede tener como objetivo la
renuncia y rechazo de ese yo. Esto puede observarse claramente en
el caso de Brandon, quien actualmente es uno de los encargados
del CR Pasos, donde su ingreso es de forma voluntaria.

Pues para mí sí es diferente. Cuando yo estaba en contra de


mi voluntad no me interesaba subirme a la tribuna, no me
gustaba decir lo que siento, o sea, todo eso me molestaba y
ahora que yo vengo voluntariamente yo ya lo estoy toman-
do, o sea, pienso las cosas diferentes pues, y pues sí le sirve
la verdad, sí le sirve a uno estos lugares, porque muchas
veces esto sirve de prevención, te previenen un chingo de
cosas, un chingo de cosas que a mí me pasaron (Brandon,
comunicación personal, 31 de mayo de 2015).

En esta sección de la entrevista, Brandon hace referencia a que


aunque tuviera que subir a la tribuna de forma obligatoria no exter-
naba lo que sentía, y hasta que comenzó a subir de forma voluntaria
no hizo un uso real de esta práctica. En esto recae la diferencia en-
tre mecanismo de mortificación, que son prácticas impuestas que

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buscan generar un cambio en el yo y las tecnologías del yo, aque-


llas técnicas que utilizan los internos o exinternos del CR, fuera o
dentro de instituciones totales, que buscan efectuar un cambio en
sí mismos (cuerpo, alma, conducta, pensamiento, etc.) por cuenta
propia o con la ayuda de otros, obteniendo así una transformación
con el fin de alcanzar algún objetivo (felicidad, pureza, sabiduría,
salvación, etc.).
Estas prácticas y mecanismos producen lo que Foucault
(1990) llama un proceso de desubjetivación y subjetivación, a tra-
vés del cual se construyen como sujetos. Para Garbi et al. (2012),
el proceso de subjetivación en las comunidades terapéuticas se
centra en la práctica del confronto, que es muy parecido a lo que
los residentes de los CR llaman subir a la tribuna o la junta; en
la cual al ingresar al CR se hacen llamar adictos, actividad que
hace al grupo más homogéneo, ya que el ser adicto tiene una serie
de connotaciones con las que deberían de sentirse identificados
todos los residentes.
En la estructura del centro, se da al interno una disciplina, que
en caso de no ser llevada de la manera adecuada tiene consecuen-
cias, una aplicación20 o un regreso al detox, que en la mayoría de los
casos va acompañado de un sermón continuo sobre cómo debe de
ser y qué cosas no debe ser. En la actualidad, con la ejecución de la
NOM-028-SSA2, el grado de violencia al que podía llegar esta disci-
plina ha disminuido. Brandon lo manifiesta de la siguiente manera:

En aquellos tiempos eran bien diferentes, porque en aquel


entonces los centros sí estaban más, más duros y pues antes
sí había golpes y me tocó uno de los centros más duros de
aquí de Tijuana; y pues en aquellos tiempos ahí sí, esos cen-
tros eran los que estaban más duros. Además pienso que,

20
La aplicación es una especie de castigo que tiene lugar cuando algún
interno comete una falta y puede durar algunos días o hasta meses. Du-
rante la aplicación, se levanta al interno a diferentes horas de la noche para
limpiar o lavar trastes, luego en el patio tiene que hacer todo lo que le pidan,
barrer, limpiar o estar en la basura, entre otras actividades desagradables.

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pues la neta me pegaban una verguiza ahí en los centros,


antes estaban duros; ahora son más diferentes. (Brandon,
comunicación personal, 31 de mayo de 2015).

La disciplina en estos centros está ligada al servicio y es cuando


verdaderamente se trata de hacer cambiar al sujeto, el déjate guiar
que consiste en obedecer y seguir los consejos de los demás, princi-
palmente de aquellos que tienen más tiempo. Para Foucault (1990)
la obediencia es una tecnología del yo y, en ocasiones, el individuo
debe someterse a otro en la búsqueda de un yo diferente. Esto es
importante ya que se debe permitir que las personas que tienen
más tiempo o más experiencia en el CR lo manejen y enseñen a
hacer el servicio o a trabajar para la casa; para algunas personas lo
más parecido a un trabajo que han tenido es ese servicio.
El proceso de subjetivación también puede observarse en las
juntas por medio de la verbalización y el uso de la tribuna, así
como en las reuniones de grupos religiosos y en el testimonio.
En las juntas, los internos ejemplares o quienes están llevando su
tratamiento de mejor manera son los que coordinan. Las perso-
nas que suben a la tribuna hablan de lo que son o fueron y lo que
quieren ser y después el coordinador les dice en qué están mal o
simplemente agradece su participación.
Larrauri menciona cuando se refiere al trabajo de Goffman:

Si acaso se conseguía algún cambio en la personalidad, éste


rara vez era en la dirección pretendida, más bien se obte-
nía un paciente que había aceptado la reglamentación y la
disciplina de la institución. Se había conseguido un buen
interno, lo que acaso le dificultase aún más su futura rein-
tegración en la sociedad exterior regida por otras normas
(2009, p. 52).

En consecuencia, su más fácil integración a otra institución to-


tal. Pese a que los CR podrían considerarse como instituciones
totales y cumplen con ciertas características antes mencionadas,
también dentro de estos centros se contribuye a un proceso de in-

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tegración o reinserción social, el cual depende mucho de la forma


en la que se haya ingresado. Con base en lo que mencionan Arranz
(2010) y Gallizo (2007), se puede decir que la reinserción social
es un proceso de socialización y capacitación que tiene el fin de
integrar a la sociedad, dotando de autonomía personal y logran-
do una participación plena en su comunidad, a una persona que
estaba privada de su libertad, excluida o marginada socialmente.
También se habla de inserción social debido a que algunas de las
personas que ingresan en los centros nunca estuvieron realmente
insertadas en la sociedad, y eran marginadas y excluidas.
Aunque mantiene las características que mencionan Baratta
(2013), Larrauri (2009) y Goffman (2004), Brandon, aún teniendo
grandes dificultades para adaptarse después de estar cuatro años en
la cárcel y en otras ocasiones en este tipo de instituciones, lo logra.

Pues cuando yo recién llegué a este centro, yo me sentía


bien diferente, o sea, yo quería estar encerrado, no quería
salir a las calles. Porque yo cuando recién llegué, yo acababa
de salir de la pinta [prisión], yo le dije al dueño de aquí, al
director, que yo venía limpio de la pinta y que pues que no
me había drogado, tenía cuatro años que no me drogaba
[…] poco a poco fui saliendo como a los nueve, ocho meses
empecé a salir así a la calle, no me hallaba en la calle, hasta
que ya empecé a salir ya empecé a vivir otro tipo de proce-
so, que me empecé a despabilar un poquito. Porque todavía
me aventé otros ocho meses aquí encerrado, no quería salir
a las calles, no me sentía a gusto (Brandon, comunicación
personal, 31 de mayo de 2015).

Mediante una serie de prácticas como permitir que las per-


sonas reciban visitas después del primer mes, dejarlas salir a
trabajar, darles permiso para salir después de tres meses o conse-
guir la media luz y tener un trabajo fuera del centro, entre otros,
el centro de rehabilitación contribuye a la inserción o reinserción
social del interno. Por medio de las herramientas antes mencio-
nadas, la persona va recuperando, poco a poco, su autonomía y

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logrando integrarse en diferentes ámbitos de la vida social, ya sea


laboral, familiar o de ocio. Las rutas que puede tomar una perso-
na dentro de los centros son diversas y puede que los resultados
dependan justamente del tipo de rutas que tome el interno.

La única diferencia aquí de los centros es que, pues en mi


caso que estoy como voluntario, es que entro y salgo y en la
pinta no traía ese privilegio de entrar y salir, ahí me tenía
que vivir el proceso completito y todo eso me sirvió, porque
tenía que empezar a procesar las cosas, a pensar un chingo
qué era lo que quería de mi vida y todo y hasta ahorita me
ha funcionado. Ya estoy casado, ya me junté y esto lo tomo
como un trabajo y me pagan, gracias a Dios me pagan bien,
me pagan lo que son 1400 y pues o sea que me va bien, le
doy gracias a Dios porque tengo una mujer y todo me sirvió
fíjate. Tengo otro plan, otro pensamiento, estoy muy a gusto
de la vida que llevo sin droga ahora y gracias a este lugar
me sigo manteniendo limpio por la responsabilidad que ten-
go aquí, verdad, me hace que me siga manteniendo limpio
(Brandon, comunicación personal, 31 de mayo de 2015).

En el caso de Brandon, sus ingresos fueron variados: comen-


zando en un tutelar de menores, luego en CR con modelo de doce
pasos, en la penitenciaría y ahora de nuevo en un CR . De acuerdo
a su experiencia en la trayectoria de internamientos, ha logrado
adaptarse a cada uno de esos lugares y tener un puesto o una ac-
tividad de liderazgo. Por último, en el centro donde se encuentra
actualmente logró un puesto formal, después de un largo proceso
dentro de la institución, en la cual participó en todas las modali-
dades de internamiento.

A manera de conclusión

Pese a las características antes mencionadas y al gran esfuerzo


que realizan estas instituciones, los casos como el de Brandon son
pocos y los resultados están lejos de ser los que esperan, ya que

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muchas de las personas que han recibido tratamiento en alguno de


estos centros, reinciden tanto en el consumo como en el interna-
miento, ya sea en el mismo o en algún otro CR .
En resultados preliminares del proyecto “La oferta terapéu-
tica religiosa de los centros evangélicos de rehabilitación para
farmacodependientes en la región fronteriza bajacaliforniana”
(Odgers, Bojórquez y Galaviz, 2012) se muestra que de 163 perso-
nas que ingresaron a un CR espiritual, sólo para 30 por ciento era
la primera vez, 29 por ciento había estado una o dos veces antes,
el porcentaje restante tenía más de tres ingresos y los casos más
extremos tenían 15 y 20 internamientos. Algo que también es re-
levante señalar de estos casos es que de estas 163 personas antes
mencionadas, 60 por ciento nunca había buscado un tratamiento
para el consumo de drogas ambulatorio, es decir, que no implique
internamiento, como Alcohólicos Anónimos o Narcóticos Anó-
nimos y 20 por ciento sólo había asistido una vez. Lo cual indica
que la principal y, en algunos casos, la única opción de tratamien-
to a la que recurren es el internamiento en un CR .
Astorga (2012) menciona que en los espacios noticiosos de
principios del siglo XX hay reportes de muertes y suicidios por
sobredosis de láudano, suicidios o muerte accidental por sobredo-
sis de morfina y que, además, existía una preocupación y lugares
donde la población buscaba tratamiento; se habla de la existencia
de una clínica en Ciudad de México que trataba casos de morfino-
manía. Pero tras la prohibición, el consumo de cualquier sustancia
empieza a percibirse como una desviación y se utilizan palabras
como adicto, vicioso y degenerado para cualquier persona y se
homogeneiza el consumo y el consumidor como algo inherente-
mente negativo. García (2015) menciona que en México, a pesar de
que se considera el consumo de drogas como un problema impor-
tante de salud, únicamente 2 por ciento del total del presupuesto
es para salud mental y 80 por ciento de éste es usado en mantener
los hospitales psiquiátricos.
Las ofertas terapéuticas para personas que buscan tratamiento
son, mayoritariamente, los grupos de Narcóticos Anónimos o CR y

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las clínicas, que se salen del presupuesto de la mayoría, y en algu-


nos casos el tratamiento dentro de centros penitenciarios.
Aparentemente, el caso de Brandon es el de una persona que
logró encontrar, mediante la adaptación a estas formas de encierro,
las rutas adecuadas que lo llevaron, primero a la deshabituación
del consumo de sustancias y, posteriormente, a tener un papel ac-
tivo en la estructura de Pasos, como él mismo lo refiere:

Tengo una responsabilidad aquí bien grande y pues la ten-


go que respetar, por eso sigo manteniéndome limpio. Pero
si yo hubiera salido de la pinta y no hubiera entrado a ese
lugar, pues, tal vez ya anduviera yo, ya me hubiera droga-
do. Lo que es la pinta, el encierro de la pinta y llegar a este
lugar me sirvió de prevención (Brandon, comunicación
personal, 31 de mayo de 2015).

La mortificación del yo y adaptarse a las reglas de la institu-


ción lo ayudó a sobrevivir en los CR más duros, mientras que la
reinterpretación que hizo de su forma de percibir la cárcel y el
CR y convertir esas actividades en tecnologías del yo, lo ayudaron
no solamente a lograr un cambio en sí mismo, sino a buscar el
cambio en los demás.

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