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EL PROBLEMA ÉTICO
La Ética es, lo mismo que la Lógica, una materia filosófica. Pero a diferencia de ésta,
la Ética tiene un carácter eminentemente humano, o mejor, humanístico. Y la razón
es que los problemas propios de la Ética atañen a cada persona de un modo íntimo.
Cada uno puede sentirse hondamente implicado dentro de la solución de los temas
que aquí vamos a estudiar. Todo el mundo, al menos en su madurez, ha tenido que
plantearse estos problemas, ha tenido que buscarles una solución, y ha tenido que
adoptar vivencialmente una postura frente a ellos.
Por esto la Ética adquiere un interés primordial en la mentalidad de cada estudiante.
Llega un momento en que resulta imprescindible la solución a las cuestiones morales.
No sólo por curiosidad, sino por necesidad vital, cada persona juzga inaplazable la
respuesta satisfactoria a preguntas como las siguientes.
El mismo autor señala que las concepciones actuales de la filosofía pueden ser:
FILOSOFÍA Y ÉTICA
Durante mucho tiempo la ética fue concebida como un tratado de la filosofía, dicha
concepción parte del hecho que hasta el siglo VI a.C., todo conocimiento acumulado
por el hombre se insertaba en el campo de la filosofía, principalmente debido a la
cantidad limitada de conocimiento racional que se poseía, “en este sentido, la filosofía
se presentaba como un saber total que se ocupaba
prácticamente de todo” (Ibarra Barrón, 1998, pág. 20), no obstante, con el tiempo ha
sido evidente su concepción como una ciencia aparte.
En tiempos modernos, “la ética reclama, gracias a sus métodos de trabajo, disciplina,
interacción con otras ciencias y sobre todo a las características de su objeto de
estudio, independencia y autonomía con respecto a la filosofía” (Ibarra Barrón, 1998,
pág. 20). La independencia y autonomía ha de entenderse de manera relativa, ya que
la ética al igual que el resto de las ciencias que con el tiempo se desprendieron de la
filosofía, vuelven a ésta para retroalimentarse.
De la misma manera que otras ciencias, la ética se nutre de principios, postulados y
enunciados de muchas disciplinas sociales como son la antropología, la sociología y
la psicología. Lo anterior en congruente con el principio de comunicabilidad de las
ciencias acuñado por Descartes, donde los saberes de un campo del conocimiento se
trasvasan a otros para completarse o robustecerse.
Para algunos, el vocablo ethos tiene un sentido mucho más amplio que el que se da
a la palabra ética. Lo ético comprende la disposición del hombre en la vida, su
carácter, costumbre y moral, tal y como puede extraerse de las anteriores acepciones.
Se puede traducir como “el modo o forma de vida” en el sentido más profundo de su
significado.
Ethos significa carácter, pero no en el sentido de cualidad sino en el sentido “del modo
adquirido por hábito” (Aranguren, 1995, pág. 133). Lo que significa que el carácter se
logra mediante el hábito y no por naturaleza, por ello suele llamársele “segunda
naturaleza”. Dichos hábitos nacen por repetición de actos iguales, en otras palabras,
los hábitos son el principio intrínseco de los actos.
Debe agregarse aquí el término moral (que se abordará ampliamente en los apartados
siguientes), para poder comprender a plenitud la concepción del ethos. La moral
procede del latín “mos”, que también significa costumbre, hábito, en el sentido de
conjunto de normas o reglas adquiridas por medio del hábito.
Hay que aclarar en primer lugar lo que es ciencia. Una de las concepciones más
tradicionales de lo que es ciencia la concibe como el “estudio sistemático de las cosas
por sus causas, para el beneficio del hombre”, en la medida que puede explicarse de
manera ordenada y racional el origen de los diferentes fenómenos o hechos que se
estudian, evidenciando la razón de las cosas y, cuyos hallazgos beneficien a la
humanidad misma, entonces se puede hablar de que un conocimiento en particular es
científico. Pero si se quiere aseverar lo que hoy en día se entiende por ciencia, ha de
partirse de su origen etimológico, la ciencia viene del latín scientia, de scire, que
significa, saber.
Rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es la moral. Si por moral hay que entender
el conjunto de normas o costumbres (mores) que rigen la conducta de una persona
para que pueda considerarse buena, la ética es la reflexión racional sobre qué se
entiende por conducta buena y en qué se fundamentan los denominados juicios
morales. Las morales, puesto que forman parte de la vida humana concreta y tienen
su fundamento en las costumbres, son muchas y variadas (la cristiana, la musulmana,
etc.) y se aceptan tal como son, mientras que la ética, que se apoya en un análisis
racional de la conducta moral, tiende a cierta universalidad de conceptos y principios
y, aunque admita diversidad de sistemas éticos, o maneras concretas de reflexionar
sobre la moral, exige su fundamentación y admite su crítica, igual como han de
fundamentarse y pueden criticarse las opiniones. En
resumen, la ética es a la moral lo que la teoría es a la práctica; la moral es un tipo de
conducta, la ética es una reflexión filosófica (Diccionario de Filosofía Herder, 1998).
Carácter racional
El carácter racional viene dado entonces por el uso de la razón. La ética no es una
ciencia experimental, como ya se explicó con anterioridad, sino racional, ya que
fundamenta sus modelos éticos por medio de la razón. Ésta razón nos proporciona
causas, razones, el porqué de la bondad en una conducta realizada. La ética va a
aparecer, como lo afirma Etxeberria (2003, pág. 22), desde el proceso combinado de
reflexión sobre el hecho moral en sentido más estricto. La reflexión exige el análisis,
la crítica y la fundamentación desde la racionalidad para constituir la teoría.
Carácter práctico
La ética es una ciencia práctica, eso quiere decir que es para vivirla en el día a día de
nuestra existencia, con ello se pretende llevar a la concreción en la realidad cotidiana
aquello que teóricamente se construye, buscando mejorar la situación de ser y estar
en el mundo, favoreciendo la convivencia en sociedad y el desarrollo de la propia
persona.
No es lo mismo saber simplemente por saber que saber para actuar. La ética es un
saber para actuar. La contemplación puramente teórica del asunto no es la finalidad
de la ética, va más allá y sólo cumple su finalidad propia cuando se encarna en la
conducta humana. (Gutiérrez Sáenz, 1996, pág. 19)
Carácter científico.
Para que una ciencia sea una ciencia se requiere que cumpla mínimamente con tres
condiciones: que tenga un objeto de estudio propio, que sea autónoma y que tenga
un método de estudio particular para estudiar su objeto.
El objeto material de la ética son los actos morales2, es decir, los actos humanos libres
y conscientes, medidos y regulados por la regula morum.
“La ética enfoca sus actividades en esa zona netamente humana, como es la conducta
del hombre, su realización como hombre, sus decisiones libres, sus intenciones, su
búsqueda de la felicidad, sus sentimientos nobles, heroicos, torvos o maliciosos. Éste
es el objeto material de la ética”. (Gutiérrez Sáenz, 1996, pág. 21)
Por otra parte, y al vincular los conceptos de hábito y acto, el mismo autor sostiene
que:
Hay pues un “círculo virtuoso” entre ethos (modo ético de ser), hábitos y actos, puesto
que el primero sustenta a los segundos y estos son los “principios intrínsecos de los
actos”. En efecto si ethos es el carácter adquirido por hábito, y el hábito, nace por
repetición de actos iguales, ethos es a través del hábito “fuente de los actos” ya que
será el carácter, obtenido (o que llegamos a poseer –héxis) por la repetición de actos
iguales convertidos en hábito (Aranguren, 1995, pág. 136).
Concluyendo que:
Los actos, por pequeños que sean, no nacen por generación espontánea, ni existen
por sí mismos, sino que pertenecen a su autor, el cual tiene una personalidad, unos
hábitos, una historia que gravitan sobre cada uno de estos actos (Aranguren, 1995,
pág. 136).
El objeto formal lo constituirán los actos humanos en cuanto ejecutados por el hombre
y regulados y ordenados por él para percibir la bondad o la maldad de esos actos. En
este sentido se sostiene que:
Autonomía de la ética
Hay que aclarar que no existe una sola ciencia que sea estrictamente autónoma, ya
que no hay ciencias aisladas..., esta autonomía o independencia es relativa, es decir,
todas las ciencias, unas más que otras, se retroalimentan, pero nunca una ciencia
busca imponerle sus leyes y principios a otra, su campo de estudio, material o formal
está bien determinado. Se puede sí, en esa autonomía relativa, retomar los resultados
que ofrece la investigación de otra
ciencia u otras ciencias y no por ello perderla o ser dependiente. (Ibarra Barrón, 1998,
págs. 22-23)
Método de estudio
¿Qué es la moral?
La palabra moral viene del latín moralis y del griego mos, relativo a las costumbres.
Se entiende como el conjunto de normas, usos y leyes que el hombre percibe como
obligatorias en conciencia. Su estudio es objeto de la ética (Diccionario de Filosofía
Herder, 1998).
Ese conjunto de normas, usos y leyes son prescritas por la sociedad a la que
pertenece la persona y su obligatoriedad de conciencia (aceptación libre y con
conocimiento) busca hacerlo responsable ante sí mismo y ante la sociedad que las
establece. En este sentido, la moral puede ser entendida como el conjunto de normas,
usos, leyes o costumbres (mores) establecidas por la sociedad, que rigen la conducta
individual y social de los hombres.
Según Escobar Valenzuela (2001, pág. 40), existen algunos elementos que pueden
destacarse del concepto de moral: ésta contiene, ante todo, un conjunto de normas,
sin las cuales no es posible concebirla. Estas normas tienen como propósito regular
la conducta del hombre en la sociedad; además, deben ser realizadas en forma
consciente y libre, e interiorizadas por el sujeto; mediante ellas, el individuo pretende
llegar a realizar el valor de lo bueno.
Moral y moralidad
Un hecho innegable es la existencia de un conjunto de conductas y realizaciones
humanas que están afectadas por el carácter moral, éstas se reconocen como el
“hecho moral”, que se han sucedido históricamente a través del tiempo, tal y como se
ha citado anteriormente. Si retomamos los conceptos acuñados de moral, se percibirá
con facilidad la existencia de dos planos o niveles de la moral: uno teórico – normativo
y otro fáctico – efectivo o real. Es decir, uno referido al “deber ser” (ideal) y otro al “ser”
(real), o lo que es lo mismo al “deber hacer” y al “hacer realmente”. Al primero de estos
planos o niveles, estaría referido el concepto de moral, mientras que, al segundo, el
de moralidad. La “moral” designaría el conjunto de principios, normas, imperativos o
ideas morales de una época o una sociedad, en tanto que la “moralidad” haría
referencia al conjunto de relaciones efectivas o actos concretos que cobran un
significado moral con respecto a la moral dada (Sánchez Vásquez, 1998, pág. 57).
Al plano normativo pertenecería la norma de derecho, que ordena y manda cómo debe
comportarse la persona; mientras que al fáctico pertenece la norma de hecho, es decir
los actos concretos que se realizan conforme a las normas establecidas.
Ética y moral
se usa para designar a aquel saber teórico (ethica docens) que reflexiona sobre la
moral vivida, ya sea para ponerla en tela de juicio o justificarla. Por esta razón, también
se la denomina moral pensada. La ética es pues aquella disciplina que indaga sobre
la finalidad de la conducta humana, de las instituciones sociales y de la convivencia
en general. Es una investigación filosófica sobre el conjunto de problemas
relacionados con la acción. Además, reflexiona sobre el lenguaje moral: es teórica.
Por otra parte, la ética tiende a ser universal por la abstracción de sus principios.
CONCEPTOS BÁSICOS DE LA MORAL
Existen un conjunto de conceptos básicos que concurren en torno a la moral, los que
deben ser conocidos y estudiados por todos aquellos que pretendan tener una
comprensión mayor del hecho moral, entendiendo éste como un conjunto de
conductas y realizaciones humanas que están afectadas por el carácter moral, o en
palabras de Gutiérrez Sáenz (1996, pág. 53), “el fenómeno humano en donde se dan
las cualidades necesarias para formular un juicio de valoración ética”. Estos conceptos
son los que se abordan en los apartados siguientes:
No todos los actos son interés de la ética, sino solamente aquellos que pueden ser
catalogados de morales, por ello hay que hacer una distinción básica entre lo que es
un acto de hombre y uno propiamente humano.
Son todos los actos, que realiza el hombre, pero que carecen de conciencia o de
libertad, o de ambas cosas. Por ejemplo: digerir, caminar, respirar, etc. Se denominan
del hombre en cuanto que corresponden a la naturaleza animal de uno mismo.
Actos humanos
Son aquellos que el hombre realiza con deliberación de la razón, y con libertad de
voluntad. Por ejemplo: amar, razonar, leer, escribir, trabajar, etc., son actos humanos,
porque se ejecutan de un modo libre y consciente. Estos son originados en la
naturaleza humana del hombre: su racionalidad y voluntad.
Acto moral
Se debe destacar el motivo del acto moral, es decir, aquello que impulsa a actuar o a
perseguir determinado fin. El agente moral (la persona que obra el acto moral) debe
estar consciente del motivo o fin que persigue con el acto obrado, para que puede ser
tomado en cuenta el momento de calificar moralmente el acto, ya sea en un sentido o
en otro. Al respecto afirma Sánchez Vásquez (1998, pág. 67) que
Un mismo acto puede realizarse por diferentes motivos y, a su vez, el mismo motivo
puede impulsar a realizar actos distintos con diferentes fines. La pluralidad de fines en
el acto moral exige: la elección de un fin entre otros y la decisión de realizar el fin
escogido.
El acto moral, por lo que toca al agente moral, se consuma en el resultado, o sea, en
la realización o plasmación del fin perseguido. Pero, como hecho real, tiene que ser
puesto en relación con la norma que aplica y que forma parte del “código moral” de la
comunidad correspondiente. Sánchez Vásquez (1998, pág. 67) agrega que “el acto
moral supone un sujeto real dotado de conciencia moral, es decir, de la capacidad de
interiorizar las normas o reglas de acción establecidas por la comunidad, y de actuar
conforme a ellas”.
A manera de resumen, el acto moral es una totalidad o unidad indisoluble de diversos
aspectos o elementos: motivo, fin, medios, resultados y consecuencias objetivas.
La conciencia moral
Tal como se ha anticipado, el agente moral requiere para obrar moralmente ser
poseedor una elevada conciencia moral, que le permita interiorizar las normas y reglas
existentes en un colectivo.
Existen dos posturas para explicar el origen de la conciencia moral, una que la
considera innata, es decir, que nace junto al individuo; por otra parte, se encuentra la
postura empírica, ésta afirma que la conciencia moral se adquiere en el proceso de
socialización. De éstas dos posturas se ha de optar por la última de ellas para ser
congruente con lo anteriormente expuesto sobre el origen y desarrollo social de moral.
Sobre el origen y desarrollo social de la conciencia moral, Sánchez Vásquez (1998,
pág. 154) agrega que ésta
Conducta moral
El deber moral
Etimológicamente viene del latín debere, deber, que significa estar obligado. En
general, es la obligación moral, o la obligación – la necesidad- de actuar moralmente.
Esta obligación se expresa en juicios o enunciados deónticos: por ejemplo, «no
matarás». El contenido de estos diferentes enunciados constituye el conjunto de
«deberes» concretos a los que el hombre se siente moralmente obligado.
El deber es el concepto fundamental de los sistemas éticos deontológicos, a saber,
aquellos que se fundan en un principio de obligatoriedad libremente aceptado. La
obligatoriedad y necesidad que emana del orden moral proviene, de acuerdo con los
presupuestos de las diversas teorías éticas, por ejemplo, de naturaleza, según los
estoicos, de la ley moral natural enraizada en la ley divina, según el cristianismo, o de
la razón práctica, según Kant, esto es, de la libertad humana (Diccionario de Filosofía
Herder, 1998).
Para otros autores el deber es, la necesidad moral de hacer u omitir algo (Fagothey)
o la coerción ejercida por el intelecto sobre el libre arbitrio (Maritain) o la presión que
ejerce la razón sobre la voluntad enfrente de un valor (Gutiérrez). En todos los casos,
se trata de una presión especial, de una coerción puramente intelectual, causada por
la visión o apreciación de lo que es valioso (Martínez Huerta, 2001, pág. 48). En otras
palabras, el deber es el mandato u obligación de realizar algo cuyo cumplimiento se
considera útil para el individuo y la comunidad. Siguiendo la división propuesta por
Gutiérrez Sáenz (1996, pág. 192), los deberes se clasifican por su naturaleza, en
imperativos (los que nos manda a hacer), prohibitivos (los que estamos impedidos de
hacer) y permisivos (los que expresan lo que es lícito).
Hay que tipificar la concepción de la auténtica obligación moral, misma que no se
origina en la autoridad, en la sociedad, en el inconsciente, en el miedo al castigo o en
la búsqueda del premio, como afirma Gutiérrez Sáenz (1996, pág. 199), cuando una
persona capta un valor con su inteligencia, se ve solicitada por dicho valor, y entonces
la inteligencia propone a la voluntad la realización de tal valor.
Pero la inteligencia presiona sutilmente, sin suprimir el libre albedrío. Es, por lo tanto,
autónoma y compatible con el libre arbitrio.
Norma moral
Etimológicamente viene
del latín norma, escuadra, y por extensión regla o modelo; y del griego, gnomon,
(ángulo recto
formado por dos piezas de madera unidas, que servía como instrumento geométrico
de medición). En general arquetipo, modelo que se tiene en cuenta al actuar. En su
principal sentido prescriptivo –la norma que obliga-, propio de la ética y del derecho,
se define como un comportamiento que se impone (Diccionario de Filosofía Herder,
1998).
Son aquellas reglas que por opinión de los demás, de la sociedad, convencionalismos,
costumbres o tradiciones de la época han sido adoptadas por los pueblos de manera
tal que regulen el comportamiento de la persona en determinadas circunstancias de
la vida.
Sobre las normas, hay que plantear la distinción existente entre la norma moral y la
jurídica, ya que en algunos casos suelen confundírseles. Las diferencias más notorias
son las siguientes:
Sanción moral
Sanciones personales
Sanciones sociales
Estas se presentan en los juicios públicos de reproche o alabanza sobre el
comportamiento observado; por ejemplo, la estimulación social para quien lleva una
vida virtuosa y el menosprecio de la comunidad para quien infrinja el orden moral.
Sanciones civiles
Son las que vienen dadas por el quebrantamiento de las leyes, reglas o normas que
conforman el orden jurídico, por ejemplo, las multas, las prisiones y la pena de muerte.
Sanciones religiosas
Estiman que el orden moral es sancionado por Dios con el establecimiento de penas
y castigos ultraterrenos, por ejemplo, el catolicismo nos habla del cielo, del purgatorio
y del infierno. Es sobre todo el espectro del infierno y la ilusión de un paraíso, lo que
el cristianismo ofrece ante los ojos de los hombres.
Responsabilidad moral
Se deriva del
latín respondere, responder, que referido a «actos» significa que se asumen como
autor. En sentido amplio, es la madurez psicológica de una persona que la hace apta
para realizar adecuadamente una tarea determinada y la vuelve capaz de tomar las
decisiones pertinentes.
La responsabilidad moral obliga a uno a reconocerse autor de sus actos, ante la propia
conciencia, ante la sociedad y ante la vida. Tradicionalmente se vincula la existencia
de responsabilidad moral a la afirmación de libertad, de modo que ésta es condición
necesaria de aquélla. Una persona es moralmente responsable de lo que ha hecho
sólo si hubiera podido actuar de forma distinta a como lo ha hecho, y podría haber
actuado de forma distinta, si los motivos que la movieron a actuar no la indujeron de
forma determinista (Diccionario de Filosofía Herder, 1998).
En la medida que el hombre actúa de manera consciente y libre, es responsable
moralmente de sus actos. En este sentido, la responsabilidad moral estará referida a
la capacidad que tiene la persona de actuar libre y asumir las consecuencias que se
derivan de sus acciones. Las condiciones que desde tiempos de Aristóteles hasta
nuestros días se han señalado para que existe responsabilidad moral son: en primer
lugar, que el agente moral no ignore las circunstancias ni las consecuencias de su
acción, es decir, que su conducta tenga un carácter consistente; en segundo lugar,
que la causa de sus actos este en él mismo y no en otro agente, es decir, debe partir
de una causa interior, mas no de una causa exterior que le obligue a actuar de cierta
forma, pasando por encima de su voluntad; su conducta ha de ser libre.
De esta manera, solo el conocimiento del acto, por un lado, y la libertad de realizarlo,
por el otro, permiten hablar legítimamente de responsabilidad moral. Por el contrario,
la ignorancia, de una parte, y la falta de libertad de otra permite eximir al sujeto de la
responsabilidad moral (Valverde, s.f.). Esto origina los dos tipos de coacción que se
presentan a continuación:
Para que una persona sea responsable de sus actos, la causa que origina el acto debe
encontrarse en él mismo y no en el exterior de la persona (en algo o alguien que lo
obligue a actuar de determinada manera contra su voluntad). En otras palabras, se
requiere que la persona en cuestión no se halle sometida a una coacción exterior.
Cuando el agente moral se encuentra bajo el imperio de una coacción exterior, pierde el
control sobre sus actos y se le cierra el camino de la elección y la decisión propia, realizando
así un acto no escogido ni decido por él. En cuanto que la causa del acto está fuera del agente,
escapa a su poder y control, y se le cierra la posibilidad de decidir y actuar de otra manera,
no se le puede hacer responsable de la forma en que ha actuado (Sánchez Vásquez, 1998,
pág. 97).
Tal y como se citaba en el apartado anterior, para que a una persona se le impute
responsabilidad moral sobre sus actos, el origen de éstos debe encontrarse en él
mismo, en su interior. No obstante, sólo ha de responder moralmente por aquellos
actos cuya naturaleza conoce y cuyas consecuencias puede prever, así como de
aquellos que, por realizarse en ausencia de una coacción externa, se hallan bajo
dominio y control (Sánchez Vásquez, 1998, pág. 97).
Cuando la persona actúa bajo una coacción interna, es decir, bajo impulsos que le es
imposible resistir (una neurosis, por ejemplo), aunque sus actos tengan su causa en
el interior de él mismo, no son propiamente suyos, ya que no puede controlarlos (por
el ejemplo el deseo de robar de un cleptómano), por lo tanto, no puede ser
responsable moralmente por el acto obrado, ya que no lo hizo libre ni
conscientemente.
Juicio moral
Para Sánchez Vásquez (1998, pág. 193) son enunciados acerca de la bondad o
maldad de actos realizados, así como respecto a la preferencia de una acción posible
con respecto a otras, o sobre el deber u obligatoriedad de comportarse de cierto modo,
ajustando la conducta a determinada norma o regla de acción.
También son los juicios que se emiten desde un punto de vista moral, o con los que
se expresa el dictamen moral, o la valoración moral, acerca de las personas, sus
acciones, omisiones, motivaciones, etc. Por ejemplo, emitimos juicios morales cuando
juzgamos si una persona ha actuado conforme a su deber, o no, o si una acción es o
no es moralmente correcta, o si los motivos para actuar son o no correctos. Por otra
parte,
b) No trata de juzgar para establecer cuál deba ser la actitud moralmente buena
o el comportamiento moralmente recto.
d) No trata de lo que debería ser ni del ideal hacia el que tender, sino de lo que
en la realidad de los hechos caracteriza al fenómeno moral. El fenómeno
MORAL se objetiva en la historia, en la cultura, en la práctica de las relaciones
socio-personales y en la mutua interferencia de la esfera sociopolítica con la
individual personal. Por eso mismo se le puede describir en todas sus
características y en todas sus estratificaciones diacrónicas y sincrónicas. Toda
persona individual y todo grupo social, todo pueblo y toda cultura poseen su
propia moral, su propio ethos, es decir, un código de normas que guía la vida
de los individuos y de la sociedad y que sanciona la orientación de las
relaciones interpersonales.
En el siglo VIII A.C, la península Itálica estaba ocupada por diversos pueblos. En el
centro-norte sabemos que vivían los estruscos y los sabinos. Un poco más al sur, en
la zona donde fue fundada Roma, habitaban los latinos nombrados así porque
ocupaban las planas de una región que se llamaba Latium; en el sur peninsular y en
la isla de Sicilia, juntamente con los samnitos, los lucanos y los sículos, vivía sombrosa
población griega que había establecido colonias. Era tan importante la presencia de
colonos griegos que esta zona se conocía en la Antigüedad como la Magna Grecia
(Gran Grecia).
Hacia la mitad del siglo VIII A.C, los latinos fundaron el pequeño poblado de Roma
alrededor de siete colinas. Dominada casi desde el principio por los etruscos, Roma
se convirtió en un poblado que comenzó a desarrollar ideas de DOMINIO y
CONQUISTA, basándose su objetivo de vida y su razón de vivir en el hecho de
CONQUISTAR y DOMINAR; fue de ese modo que se transformó poco a poco en una
civilización con tendencia clara a expandirse.
Esta mentalidad conquistadora del pueblo Romano le llevó a que se levantaran
grandes masas humanas comandadas por líderes cuyos únicos “VALORES
MORALES Y CULTURALES” eran el ORGULLO, el DOMINIO y el PODER, el ansia
de demostrar a otros pueblos su SUPERIORIDAD.
Si bien no podemos negar las injusticias y los abusos que el pueblo Romano llegó a
cometer y aún las atrocidades que implicaron sus métodos de conquista, los
Emperadores opulentos y sus políticas a los pueblos conquistados, es innegable el
fruto positivo que los romanos nos demostraron con su DISCIPLINA y sobre todo con
su ESPIRITU DE LUCHA para llegar a constituirse en uno de los mayores IMPERIOS
HUMANOS de la historia misma. Así entendida, la ética es sólo descripción de los
múltiples modos humanos de ver la realidad de una cultura o forma de vivir y su
influencia en el mundo actual; las muchas actitudes y comportamientos cuya
diversidad se identifica con el acto de decisión de quien los realiza y se agota en su
mismo aspecto descriptivo empírico. La vida y base de una cultura no podrían ponerse
como ejemplo de perfección que imitar o ideal al que tender, aunque muchos de sus
aspectos sean dignos de imitar.
Más allá de la decisión humana inicial sólo habría vacío, algo que no es posible captar
o algo que crea la misma decisión humana. Más acá de la decisión sólo habría
diversidad de decisiones fundamentales, múltiples decisiones individuales graduadas
de modos distintos, posibilidad de describirlas, pero no de valorarlas. La ética, si se la
reduce a una simple ciencia descriptiva, se identificaría con la inutilización de su
aspecto valorativo. La imposibilidad de aceptar este planteamiento tanto a nivel
filosófico como teológico salta a la vista.
Ética Normativa
Las clásicas interrogantes del hombre en todos los siglos, acerca de lo que “DEBE”
y “NO DEBE” hacer, el dejarse llevar por sus impulsos o sujetarse a las normas.
Conclusión
La Ética profesional
Se entiende con esta denominación aquella disciplina de la ética que estudia los
derechos y deberes que deben cumplir los individuos que ejercen una PROFESION,
o UN ESTUDIO SUPERIOR, adquiriéndose este compromiso una vez egresando,
graduándose o especializándose en una rama profesional.
La ética profesional se aplica tanto de manera individual como colectiva a cada oficio,
carrera o especialización.
El objetivo de la ética profesional radica en los siguientes principios:
a) RESPONSABILIDAD
b) TOMA DE CONCIENCIA
c) INTEGRIDAD
d) OBJETIVIDAD
e) CONFIABILIDAD
f) EXCELENCIA
Todos estos son parámetros que determinan las REGLAS que rigen ésta ética, según
la cual, se entiende por PROFESIONAL a aquel individuo con la suficiente capacidad
calificada, conocimiento, talento e inteligencia requerida para servir y dar un aporte
positivo a la sociedad en beneficio del BIEN COMÚN y con un profundo RESPETO a
sus miembros.
La ética profesional se conoce también con el término de DEONTOLOGÍA, la cual se
define como la “ciencia de los deberes de una determinada profesión”, derivado este
término del griego ONTOS = DEBER y LOGOS = TRATADO. (E. Filippi – L. Medina,
1845)
Es así como la Deontología establece una serie de códigos basados en el principio
de: “EL BUEN HACER Y EL BUEN DEBER”
Sócrates vive en la segunda mitad del siglo V, ateniense, pertenece a una familia
humilde; su padre, Sofronisco, era escultor y su madre, Fenarete, partera. Sócrates
afirma que heredo el oficio de sus padres en cuanto que se considera un escultor de
hombres en la brusquedad de la verdad.
Sócrates no dejó testimonios escritos, su doctrina es transmitida a la posterioridad por
sus discípulos Jenofonte y Platón. El pensamiento filosófico de Sócrates descansa en
dos divisas fundamentales, los atenienses de aquellos días no escribían libros; fue
una edad de grandes tragedias, pero no de literatura en prosa.
En el año 399 A.C Sócrates fue acusado de impiedad y de corromper a la juventud
con sus enseñanzas; por lo cual fue condenado a beber cicuta (planta umbelífera
venenosa parecida al perejil.
Sócrates llamó “virtud” aquello que era común para toda la raza humana y en todas
las circunstancias, por ejemplo, la justicia, la valentía o el autocontrol. De esta manera
no sólo se opuso al relativismo de los sofistas, sino que extrajo de todas las virtudes
aquellas que hoy llamaríamos “virtudes morales”. Por esa razón a Sócrates se le
considera como el fundador de la ética.
Sócrates no dejó testimonios escritos, su doctrina es transmitida a la posterioridad por
sus discípulos Jenofonte y Platón. El pensamiento filosófico de Sócrates descansa en
dos divisas fundamentales:
El saber fundamental para Sócrates es el saber acerca del hombre (de ahí su máxima:
“Conócete a ti mismo”) que se caracteriza por esto tres rasgos:
Aristóteles cree que la felicidad es el objetivo principal de todas las personas. Ahora
bien, el problema está en cómo definimos ese estado de sumo bienestar. Antes de
ofrecernos sus propias conclusiones, tal y como era su costumbre, examinará las
opiniones que considera más relevantes sobre el tema. El filósofo parte de la tesis de
que el bien y la felicidad son concebidos por los hombres a imagen del tipo de vida
propio de cada cual. Una mayoría y los más vulgares identifican el bien con el placer,
y por eso aman la vida voluptuosa. Aristóteles, en cambio, cree que el placer causa
deleite corporal por medio de la percepción sensorial, pero el placer no es un bien
perfecto del hombre si se le compara con los bienes del alma.
Otras personas apuntan al honor: la felicidad es para ellos «el premio a la virtud», y
el honor parece ser el premio a la virtud. Pero el honor depende más de quien lo da
que de quien lo recibe, mientras que el fin de la vida debe ser alguna cosa que nos
sea propia. El honor se otorga a alguien por alguna excelencia suya, y por ello es un
signo y testimonio de la excelencia que tiene el honrado; por lo tanto, el honor es una
consecuencia de la felicidad, pero ésta no puede consistir principalmente en el honor.
La felicidad puede consistir en la fama o la gloria, porque por ellas los hombres
alcanzan en cierto modo la eternidad. Pero la fama o la gloria pueden ser falsas.
Dependen de los admiradores, por lo cual no tienen consistencia propia, luego la
felicidad no puede consistir en la fama o en la gloria.
La posesión de riquezas también puede producir felicidad. Las riquezas ejercen un
fuerte domino sobre el afecto del hombre. Con el dinero
se compran casi todas las cosas. Además, mientras más riquezas se poseen, más se
desean.
La felicidad puede, entonces, consistir en la posesión del poder. La cosa que más
rehúyen los hombres es la servidumbre, a la cual se contrapone el poder; luego el
poder de gobernar a los demás es un bien. Pero el poder no es un bien perfecto porque
es «incapaz de ahuyentar la angustia de las preocupaciones y de evitar los aguijones
del miedo». Además, el poder sirve para el bien y para el mal; por consiguiente, la
felicidad podría consistir en el buen uso del poder mediante la virtud, más que en el
poder en sí mismo. Otra de las desventajas que tiene el poder es que al igual que las
riquezas, puede ser arrebatado por otros hombres.
De todo esto concluimos que la felicidad es el bien más final que pueda existir; aquello
que es apetecible siempre por sí y jamás por otra cosa. La felicidad es algo
autosuficiente porque el bien final debe bastarse a sí mismo. La felicidad es la
actividad de la parte mejor del hombre, la que posee la razón y la que piensa.
Resumiendo, la felicidad consiste en la actividad de la inteligencia según la virtud
que le es propia; es decir, el pensamiento. Como Aristóteles es ante todo un
hombre realista, presupone que para que un individuo pueda dedicarse a la actividad
contemplativa debe disponer de bienes exteriores suficientes, una familia que le acoja
y un carácter moderado (máximo exponente de su sabiduría).
Por la inteligencia el hombre vive en la luz de los valores, de los ideales; se abre al
mundo del “deber ser”, del futuro que “hay que realizar”.
El hombre vive así en la frontera de dos mundos: la realidad, en el ser fáctico o en lo
que ya existe; por otro, se proyecta hacia el mundo futuro, que todavía no es y que
será como el hombre mismo decida. El abanico de los posibles, indeterminados y
oscuros, se presenta al hombre como espacio amplio para sus elecciones.
Los hechos ya sucedidos, del tiempo pasado, es el mundo de la realidad ya
determinada, ya hecha e inmutable. Haciendo hincapié en el pasado, en los hechos,
en lo fáctico, el hombre se proyecta y mira hacia el futuro. El mundo de la libertad es
el futuro. Por la inteligencia se fija en lo posible y en los valores; por el “deber ser” el
hombre nace a la libertad.
Kant sostiene: “si debemos, significa que podemos, si oímos la voz del deber, de la
ley moral que resuena en el interior de nosotros, significa que somos libres”.
❖ El mundo material, natural y biológico, con las fuerzas que lo dominan, las
condiciones climáticas, las enfermedades, etc., constituye una situación
fundamental. Si queremos dominar el mundo, tenemos que atenernos a las
leyes que lo rigen.
Libertad y liberación
La libertad es un “don”, pero también una “tarea”, un quehacer. Ser libres es estar
liberándose continuamente.
La liberación es, en primer lugar, el esfuerzo por superar los obstáculos que se oponen
a la libertad interior del hombre, es decir, el esfuerzo por alcanzar “las libertades”, la
libertad exterior, la libertad de hacer. Como estamos tan condicionados, nuestra
libertad está siempre en camino de liberación.
La libertad implica una desvinculación, “liberarse de”, desligarse; pero interesa mucho
el “para que” de esa liberación: lo elegido. Una libertad irresponsable, anárquica, sin
metas, es una libertad deficiente. Ya lo decía Santo Tomás de Aquino: el poder pecar
no es una cualidad, sino un defecto de la libertad. Asumiremos el lenguaje de Erich
Fromm, para quien la libertad es una “actividad espontánea de la personalidad total
integrada”. Y es él, E. Fromm quien nos habla de estos dos elementos
complementarios e inseparables: liberarse de todas las esclavitudes, liberarse de
todas las esclavitudes, y liberarse para el crecimiento progresivo en el ser.
1. “Liberarse de” significa romper las cadenas que traban al hombre y le impiden
ser él mismo, significa no estar a merced de las propias tendencias, emociones
sentimientos, significa ser dueño de sí mismo, auto poseerse. La libertad se
convierte en madurez personal. “Liberarse de” significa también suprimir las
alienaciones que afligen al hombre en una determinada cultura o sociedad:
alienación económica, social, religiosa, etc. Es decir, abarca la praxis
revolucionaria con que la humanidad intenta convertirse en protagonista de su
propia historia, artífice del propio destino, sacudiéndose de encima las múltiples
esclavitudes que le impiden realizar todas las posibilidades de humanización.
2. La imagen del esclavo que rompe sus cadenas y queda desligado de su amo,
no basta para describir al hombre libre. La liberación se da cuando se realiza
algo con la propia vida, cuando se es libre para amar, para servir, para construir.
La libertad, más que la propiedad que permite eliminar todo vínculo es la
posibilidad de atarse con los vínculos que uno elige.
Nos liberamos para facilitar el acceso a un mundo de valores y de relaciones
humanas que dan sentido a la existencia, para realizar un proyecto fundamental
de vida y mantenernos fieles a ese proyecto, para ser capaces de escuchar la
llamada que el otro nos dirige y responder a ella.
Nos liberamos de lo que aliena, a fin de quedar disponibles para lo que es
propio del hombre, para la empresa de ser persona. Nos liberamos “de ser
impulsados para ser responsables”.
En la sociedad de consumo se respira un clima de libertad (“libertad de”), pero
una libertad vendida a valores que despersonalizan: el dinero, el poder, el
estatus. Es una forma de alienación. Liberarnos de la miseria, sin la menor
duda, pero también de la abundancia y de la saciedad, de esa persecución del
viento que constituye la creación sin fin de necesidades nuevas y de medios
siempre insuficientes para satisfacerlas.
Voluntad y valores
Así, pues, el hombre que quiere realizarse tiene que optar libremente por los valores,
asumirlos y encarnarlos en su obrar.
Es verdad que el hecho de ser persona, autoconsciente y libre, es el supremo valor.
Pero la persona, además de ser valiosa en sí misma, se enriquece y se vuelve más
digna de ser apreciada cuando adopta una actitud positiva frente a los valores y, al
apreciarlos interiormente, los vive y los realiza.
La libertad le permite al hombre asumir los valores y realizarse. Su “angustia
existencial” radica especialmente en que debe cargar con su propio destino, sin que
esa carga le ayude nadie a llevarla, al menos en lo que tiene de más decisivo.
Pero hay que entender bien lo que afirmamos al decir que somos libres. Podríamos
formular este enunciado provisorio: “La voluntad hace al hombre dueño de sí,
aunque no de modo absoluto; en esto consiste el hecho de nuestra libertad. Y por esta
libertad, con sus limitaciones, adquiere la vida humana su significado personal y
responsable”.
Concepto de libertad sicológica
Libertad, en general, significa “ausencia de constricción”, estar exento de coacción.
Pero la coacción puede depender de diversas causas; por eso se pueden distinguir
varios tipos (análogos) de libertad, que se pueden reducir a dos formas principales:
libertad exterior y libertad interior.
Libertad exterior
Libertad exterior o libertad de hacer, o libertad de ejecución, es una situación en la
que no existen trabas, presiones, impedimentos, estorbos exteriores. Estas
“libertades” se refieren al ejercicio de la libertad (interior) y no a su existencia. En este
grupo caben las siguientes:
c) La libertad civil, política, religiosa, etc. De ellas gozo cuando no existen leyes
positivas -dictadas por la autoridad- que traban mi libre acción (libertad de
asociación, de prensa, de opinión, de comercio, etc.).
e) Libertad ascética o “liberación”: de ella goza el que domina sus instintos, sus
pasiones.
Libertad interior
El hecho de la libertad
Pruebas de la libertad
BIBLIOGRAFÍA