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El deber del hombre y su relación con la libertad.


Nombre: Albert Linares Mendez
Matricula: 212-3752
El hombre emplea bien su libertad cuando cumple con su deber. El deber es la
obligación de hacer o de no hacer algo.

El deber es aquello a que el hombre se siente obligado por la ley moral o por las
leyes civiles.

En general, el deber es lo que el hombre necesita cumplir si quiere alcanzar su


propia perfección. El deber es un mandato, es una orden que conduce al bien.
Debo hacer todo lo bueno (debo estudiar, debo acatar las normas morales, debo
respetar las leyes civiles) y al mismo tiempo debo evitar todo lo que me aparta del
bien. Violar el deber, es provocar el desorden moral.

Tomado en su mayor amplitud, el deber es la norma ideal que domina a la


humanidad. En este sentido, el deber es la conciencia moral, la ley natural.

La conciencia nos indica la existencia del deber, de esta obligación que se impone
a la voluntad como norma interior de nuestras acciones.

El hombre puede ajustar o no su conducta a las normas que le impone su propia


conciencia (es decir, la ley moral) o a las que le impone la sociedad, es decir, las
leyes civiles. En esto reside su grandeza o su debilidad. Si lo hace, alcanzara su
perfeccionamiento moral; si no lo hace, no podrá llevar una vida moralmente
normal y sana.

Sócrates se dispone a beber la cicuta que le alcanzo un criado. Está en su prisión,


rodeado de discípulos con quienes dialoga sobre la inmortalidad del alma.
Acusado de impiedad, por criticar los vicios atribuidos a los dioses, y de haber
querido corromper la inteligencia de la juventud, al indicarle la superioridad de la
conducta virtuosa.
Soy de la opinión que el problema de la libertad no es en modo alguno una
fundamental cuestión de leyes, sino materia propia de la estructura psicológica,
ya sea individual o colectiva. Sin embargo, podría decir que hay personas,
pueblos, sistemas y épocas que carecen del sentido de la libertad; más aún, que
se sienten incómodos ante cualquier ajena pretensión de libertad, ya que la
libertad presupone un característico y amplio modo de plantear el derecho del
otro para exponer su pensamiento y respetar su correspondiente acción política y
moral. Se es libre cuando concurren dos coordenadas respecto al pensamiento:
que éste resulte posible materialmente y que se apoye en una verdadera
soberanía sobre uno mismo. Si el pensamiento ha de enfrentarse con la coacción
material no se es, obviamente, libre. Y si pese a esa coacción se emite el
pensamiento propio y apareja esta emisión daños materiales o morales para el
protagonista de la opinión, tampoco se es libre.

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