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¿Cómo motivar el cambio en las personas?

Por: Javier Menéndez

Probablemente Miller y Rollnick no estarían tan de acuerdo con el título. Ambos


autores sostienen que la motivación se genera con la persona y no de manera
unilateral, actuando sobre un sujeto pasivo. No obstante, a los fines
marketineros de la difusión resulta un título llamativo (y, si se encuentra
leyendo estas palabras, significa que de alguna forma ha logrado captar su
atención).A lo largo de la historia de la salud, el conocimiento específico se ha
ido sofisticando de manera tal que hoy en día resulta relativamente sencillo
acceder a las pautas que nos ayudan a mantener una vida con el mayor
bienestar posible. Sin embargo, el hecho de que un profesional nos sugiera que
debemos dejar de fumar; nos indique una dieta específica para la diabetes; o
nos recomiende el desarrollo de actividades acorde a nuestros valores para
combatir la depresión, no resulta suficiente para generar adherencia al
tratamiento y compromiso con el cambio. Los usuarios que acuden a la
consulta psicológica comparten un fenómeno: esperan cambiar algo y no han
encontrado las herramientas suficientes para lograrlo por sus propios medios
(algo inherente a la existencia humana y que nos sucede a todos, en mayor o
menor medida). A su vez, el hecho de acudir a consulta refleja cierto interés en
poder cambiar y la esperanza de conseguir dicho objetivo. Es aquí en donde
entra en juego la motivación. Esta nos facilitará resolver la ambivalencia natural
existente entre el deseo por cambiar hacia una vida más acorde a los valores
personales y la inercia de mantener aquellas conductas que nos generan cierto
malestar (y placer), evitando la cuota de sufrimiento que implicaría el
modificarlas.Miller y Rollnick han sido los autores que mayor impacto han
tenido en el abordaje de esta problemática. Ellos desarrollaron la Entrevista
Motivacional (EM), definiéndola como un estilo de conversación colaborativo
que intenta reforzar la motivación y el compromiso de la personas por el
cambio. Se trata de un procedimiento que logra integrarse a diversas
orientaciones terapéuticas, promoviendo la continuidad y adherencia al
tratamiento. 

La EM propone que el profesional adopte un “estilo de guía”, siendo este un


punto medio entre una posición directiva (limitada a dar indicaciones
verticalistas desde el rol de experto, dando por hecho que el usuario
simplemente acatará el saber profesional en el que uno se ampara) y una
posición de acompañante (resultando un espectador más bien pasivo del
cambio en el sujeto). Cabe destacar que la EM no es un procedimiento
destinado a “instalar” la motivación en alguien que no tiene interés en modificar
su conducta. Por el contrario, procura evocar de manera más clara y
direccionada los motivos que el sujeto tendría para cambiar.Existen cuatro
procesos clave que conforman la EM, los cuales serán abordados en las
siguientes secciones. Preliminarmente mencionaré que el diálogo motivacional
se centra en vincularse con el usuario fortaleciendo la relación
terapéutica, enfocar en la delimitación y mantenimiento de una dirección
específica en la conversación, evocar la motivación para el cambio
y planificar las acciones específicas para lograrlo.
Vincular

El primer proceso de la EM es el de vincular y establecer adherencia al


tratamiento dentro de una relación terapéutica de colaboración. El vínculo es
considerado el grado en que el usuario está cómodo y se siente un participante
activo del proceso terapéutico. Se sugiere una relación bidireccional en la que
reine la confianza, permitiendo al usuario ser partícipe tanto del armado del
diagnóstico como de la planificación del tratamiento.

El terapeuta recurrirá al uso de diversas habilidades comunicativas que


continuarán a lo largo de todo el proceso como: preguntas abiertas (invitando a
reflexionar y elaborar respuestas), afirmaciones (reconociendo y comentando
explícitamente los recursos, habilidades, buenas intenciones y esfuerzos del
usuario), reflejar (parafraseando lo que captamos del discurso del usuario para
que pueda indicarnos si comprendimos bien lo que buscaba decir), resumir
(recopilando al final de la sesión todo lo que se ha dicho, pudiendo incluir
material de sesiones anteriores), informar y aconsejar (previo consentimiento y
ayudando al usuario a llegar a sus propias conclusiones).

 A su vez, será necesaria una escucha reflexiva que transmita al paciente un


sincero interés en su padecimiento, involucrándose más en su discurso que en
cuestiones burocráticas o protocolares de la sesión. 

Enfocar

Este segundo proceso estará centrado en aclarar las metas del consultante,
ayudándolo a descubrir “sí, por qué, cómo y cuándo cambiar”. Procurará
brindar un foco al cual dirigirse estableciendo una dirección consensuada a la
consulta misma. Para tal fin resultará útil el uso de la meta-conversación para
pactar la agenda a tratar en sesión, facilitando la resolución de obstáculos.

El proceso de enfocar brinda orientación a la dirección del tratamiento cuando


los objetivos parecen difusos (hecho muy habitual en las situaciones en las que
existe ambivalencia frente al cambio). Debe mencionarse que está dentro de
los principios éticos esgrimidos por la EM el no influir sobre la decisión del
consultante. Además, en caso de que considere pertinente brindar información
o consejo, el terapéuta deberá solicitar permiso antes de brindarlo,
asegurandose de que el usuario desea recibir su opinión sobre la dirección del
cambio.

En definitiva, una de las dificultades más frecuentes ante el cambio es la falta


de un objetivo y dirección claras. El terapéuta deberá facilitarle al usuario la
posibilidad de formular con mayor claridad el target al que apunta, para lo cual
deberá tener presentes sus valores y lo que es “una vida valiosa” para sí. 

Evocar

Este tercer proceso se centra en la resolución de la ambivalencia frente al


cambio, evocando y reforzando la motivación para llevarlo a cabo. El terapéuta
debera reconocer y potenciar el discurso de cambio, así como combatir el
discurso de permanencia y las discordancias en la alianza terapéutica.
La ambivalencia es considerada como la presencia simultánea de motivaciones
contradictorias que combinan el discurso de cambio con el de mantenimiento.
Para sortearla el terapéuta recurrirá a diversas estrategias como: preguntas
abiertas que susciten el discurso de cambio; generar confianza en que la
modificación de la conducta resulta posible; desarrollar balances decisionales
(explicitar motivos para el cambio y para el mantenimiento), entre otras. La
importancia de este proceso radica en el hecho de generar discrepancia entre
los valores del usuario y la situación en la que actualmente se encuentra. Esta
disonancia deberá darse en su justa medida, dado que tendrá que ser lo
suficientemente grande como para generar motivación, pero sin llegar a
desmoralizar. Debemos hacerle saber al usuario que no realizar un cambio en
su conducta resulta incompatible con determinadas aspiraciones, con el
cuidado de sostener la esperanza en que dicho cambio resulta posible. 

Planificar

Finalmente, este cuarto proceso de la EM busca pasar de la intención general a


un plan de acción específico y el compromiso por llevarlo a cabo (para esto
último, resulta útil el compromiso público, el apoyo social y el auto-registro). Se
trata de la manifestación específica y verbalizada de las acciones que la
persona está dispuesta a llevar a cabo para cambiar.

No resulta útil la urgencia por planificar el cambio si aún no se tiene un buen


vínculo terapéutico, una dirección o la motivación necesaria para llevarlo a
cabo. Es por eso que este no es considerado un “último paso” del proceso, sino
que se debe regresar a los anteriores tantas veces como sea necesario.

Sin la planificación resulta posible que el usuario busque aliviar el malestar


inmediato manteniendo su conducta. Planificar permite acomodar la motivación
por un cambio concreto dentro de la vida particular del usuario, anticipando
ventajas y obstáculos ante los cuales podría eventualmente enfrentarse. Se
trata de gestionar la mejor manera en la que un sujeto podría llevar adelante un
cambio en su vida.

¿Por qué debería formarse en el uso de la entrevista motivacional?

Me gustaría concluir este artículo mencionando la utilidad que puede tener para
los profesionales de diversas áreas contar con herramientas para motivar el
cambio en las personas.

Se trata de una propuesta organizadora del diálogo que puede aplicarse en


numerosos campos y enfoques teóricos. Su implementación, lejos de interferir
con otros protocolos o líneas de abordaje, es perfectamente aplicable como un
complemento que enriquece el vínculo, la dirección, la motivación y el cambio
en concreto.

La EM aporta pautas de diálogo que facilitan a las personas el vivir acorde a


sus valores y metas, siendo su clarificación un gran motor para la motivación.
Además, su perspectiva humanista fomenta una relación colaborativa, de
aceptación, compasión y evocación.
En resumidas cuentas, no importa en qué campo trabaje usted, o desde qué
marco teórico se posicione, siempre que su norte sea el de ayudar a alguien a
generar un cambio, la EM le será de gran utilidad.

Referencias bibliográficas:

Bóveda Fontán, J., Perula De Torres, L. Á., Campiñez Navarro, M.,


Bosch Fontcuberta, J. M., Barragán Brun, N., & Prados Castillejo, J. A.
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Lizarraga, S. D., & Ayarra, M. (2001). Entrevista motivacional. Anales del


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