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La mayor parte de estos componentes, por no decir la totalidad, puede utilizarse como
combustible, ya sea de forma directa (quemándolos) o transformándolos a otras formas de
combustible como biogas o biocombustibles.
Utilizar la biomasa como combustible puede ser un recurso renovable, siempre y cuando el
consumo sea controlado y se evite la sobreexplotación de los recursos naturales.
Y no sólo eso, sino que con su consumo contribuye a reducir el consumo de combustibles
fósiles, evitando así generar emisiones que no formaban parte de la atmósfera anteriormente y
que son causantes del cambio climático.CO2.
Sin embargo, las emisiones de calderas no son las únicas consecuencias para el medio
ambiente que deben ser consideradas. La producción y el transporte del combustible suponen
unas cantidades considerables de contaminación que necesitan considerarse para el equilibrio
ambiental
CAPACITORES Y SUPERCAPACITORES
¿QUÉ SON LOS SUPERCAPACITORES?
Antes de pasar a la definición te dejo algunos nombres por lo cuales es conocido este
tipo de dispositivo, quizá alguno ya lo hayas escuchado y te será más fácil relacionar este
post en tu mente:
Supercondensadores (SC)
Ultra capacitores
Pseudocapacitores
Capacitores poderosos
EDC
Supercapacitores
La lista anterior son algunos de los nombres que recibe este dispositivo, perteneciente a
la familia de los condensadores.
De manera sencilla, los supercapacitores están constituidos por pares de placas
conductivas, las cuales se encuentran separadas por un medio aislante o dieléctrico. El
funcionamiento de este componente es semejante al de un capacitor de mayor escala o
alta capacidad, pero NO son iguales.
Quizá te estés preguntando: ¿Por qué son “súper” capacitores? ¿Qué diferencia existe
con los condensadores normales? Pues el nombre “súper”, como bien sabes, indica que
alguna característica sobresale enormemente, y en los supercapacitores nos indica que
el componente tiene una capacitancia mucho mayor a la de un condensador normal,
sobrepasando los 2,000 F (faradios) de capacidad. 😱
Además, otra característica que tiene este tipo de condensadores, es que se cargan y
descargan en un tiempo cortísimo. Interesante, ¿no? Y antes de revisar la historia de
estos magníficos componentes, te dejo algunas opciones si deseas comprar este
dispositivo.
BATERIAS DE FLUJO
El almacenamiento de electricidad es el gran reto energético que tenemos por delante. Sin embargo,
opciones como la batería de flujo pueden ser la respuesta que buscamos.
¿Qué son las baterías de flujo? ¿Cómo funciona este sistema? Te contamos todo sobre ellas y por qué se
dice que pueden ser la gran esperanza energética, especialmente de cara a las renovables.
Esta es la principal diferencia respecto a las tradicionales baterías de estado sólido, como son las de ion-
litio, tan habituales en ordenadores y teléfonos.
Una batería de flujo es un dispositivo de conversión electroquímica, que aprovecha las diferencias de
energía en los distintos estados de oxidación de los componentes químicos que incluye.
Estos componentes pueden ser vanadio (el más común) o zinc-bromuro, por ejemplo.
Sin membrana, que no requiere una separación de los electrolitos, como pasa en el resto de baterías.
En una batería redox de vanadio, un tanque contiene una mezcla llamada V5/V4, y el otro una V2+/V3+.
Durante la descarga, la mitad negativa V2+ se oxida (de ahí el término de oxidación en redox) a V3+ y se
liberan electrones en ese proceso, los cuales pueden alimentar aparatos eléctricos.
En la parte positiva, la mezcla V5 se reduce a V4 (de ahí el término de reducción en redox) en forma de
VO2+. Iones positivos de Hidrógeno pasan a través de la membrana y mantienen el equilibrio de carga.
Los proponentes de las baterías de flujo alegan que son superiores a las de estado sólido debido a estas
ventajas:
Mayor capacidad energética. Lo que las hace aptas para alimentar prácticamente todo lo que sea
eléctrico, sin importar su tamaño.
Más seguras. Empezando porque las baterías de flujo tienen menos riesgo de incendio. Además, se
pueden vaciar completamente sin comprometer el estado de las baterías (algo que no ocurre en las de
estado sólido) lo que hace que operar con ellas sea también más seguro.
Fácilmente escalables. Es decir, que si necesitas más energía, puedes poner una batería de flujo más
grande, algo que no es difícil de fabricar.
¿Por qué se dice que las baterías de flujo son el posible futuro de la energía renovable?
Las baterías de flujo, por su naturaleza y funcionamiento, tienden a ser más grandes que las de estado
sólido. Estas últimas son más versátiles en tamaño y pueden meterse en un teléfono o tomar forma de
pila. Eso las convierte en ideales para pequeños aparatos.
Las baterías de flujo, sin embargo, están llamadas a alimentar la gran electrificación, porque su
capacidad energética puede hacer funcionar toda una instalación o un vehículo enorme.
Muchas energías limpias son intermitentes, con lo que, en caso de no disponer de sol por la noche, una
batería de flujo lo bastante grande puede mantener funcionando incluso una fábrica.
Además, su potencia la hace ideal para la electrificación de los grandes vehículos, como aviones o
barcos, que son la gran asignatura pendiente.
Las baterías de flujo incluyen caros fluidos corrosivos o tóxicos y los costes son elevados todavía. Sin
embargo, el interés por las baterías de flujo se ha revitalizado y se están investigando nuevos materiales
exóticos que venzan estas limitaciones.
La capacidad de alimentar enormes dispositivos y estructuras está en el punto de mira para poder
realizar la tan deseada gran electrificación en todo.
Aunque parezcan algo novedoso, las baterías de flujo tienen un origen fascinante y son muy antiguas.
En 1884, Charles Renard usó por primera vez una enorme batería de flujo de más de 450 kilos para
propulsar el gigantesco dirigible La France.
En los años 50 y 70 se realizaron avances a la hora de almacenar energía en líquidos. De hecho, la NASA
produjo la primera batería de flujo redox de hierro y cromo. ¿Su objetivo? Dar energía a una futura base
lunar.
Aunque esa base sigue sin construir, en los 80 se crearon las baterías de flujo de vanadio, las más
extendidas hoy.
La esperanza es que, con estas baterías de flujo, por fin podamos almacenar la electricidad necesaria e
impulsar al mundo de manera limpia sin restricciones.
La energía eléctrica puede ser fácilmente generada, transportada y transformada. Sin embargo, hasta
ahora no se ha logrado almacenarla de forma práctica, fácil y barata. Esto implica que la energía
eléctrica debe generarse en todo momento de acuerdo con la demanda y, en consecuencia, las energías
renovables —de naturaleza no gestionable— requieren el apoyo de los sistemas de almacenamiento
para integrarse, evitar vertidos de energía limpia en períodos valle y dotar de mayor eficiencia y
seguridad al sistema eléctrico.
En un mundo que se encuentra en plena transición de las energías fósiles a las fuentes renovables, como
la energía eólica y la solar, una mejora del almacenamiento de energía eléctrica resulta de vital
importancia para respaldar estas tecnologías, asegurando que los sistemas de red estén equilibrados y
contribuyendo a aprovechar al máximo cada megavatio verde generado.
La energía eléctrica no puede almacenarse como tal y es necesario transformarla en otros tipos, como la
energía mecánica o la química. Los sistemas de almacenamiento pueden aportar valor en todos y cada
uno de los eslabones de la cadena de suministro. Dependiendo de su capacidad, los sistemas de
almacenamiento de energía se dividen en: almacenamiento a gran escala, que se emplea en lugares en
los que se trabaja con escalas de GW; almacenamiento en redes y en activos de generación, donde se
trabaja con escalas de MW; y, finalmente, almacenamiento a nivel de usuario final, que se emplea a
nivel residencial y se trabaja con kW.