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I.

INTRODUCCION

Los derechos humanos son los cimientos sobre los que se construye
una convivencia justa y equitativa. Son el pilar fundamental que
garantiza la dignidad y la libertad de cada individuo. Sin embargo, en
ocasiones, la defensa y ejercicio de estos derechos se ven amenazados,
dando lugar a situaciones en las que las huelgas y protestas se
convierten en herramientas necesarias para reclamar su respeto y
protección.

Las huelgas y protestas representan la voz colectiva de los trabajadores


y ciudadanos, quienes, conscientes de sus derechos y con una visión de
cambio, se unen para alzar la voz ante situaciones de injusticia o
abusos. Son manifestaciones de la lucha por la dignidad laboral, la
igualdad, la justicia social y la libertad de expresión.

Cuando los derechos humanos se ven amenazados, cuando la voz de


los más vulnerables es acallada o ignorada, la protesta se convierte en
una poderosa herramienta para recordar a los gobiernos y a la sociedad
en su conjunto que los derechos fundamentales no deben ser violados ni
pasados por alto. La huelga y la protesta pacífica se convierten en una
forma de ejercer esos derechos, de hacerlos visibles y de reclamar su
pleno respeto.

Sin embargo, en algunos casos, las protestas pueden encontrar


obstáculos y represión por parte del gobierno. La violencia policial, la
criminalización de la protesta y las restricciones a la libertad de
expresión son manifestaciones preocupantes que socavan los mismos
valores democráticos que dicen defender. Cuando el derecho a
manifestarse pacíficamente se ve limitado o reprimido, se socava la
esencia misma de la democracia y se pone en peligro el libre ejercicio de
los derechos humanos.
II. DECLARACION DE LA OPINION

Perú vivió un histórico ciclo de protestas contra el gobierno de Dina


Boluarte, que sucedió al de Pedro Castillo en diciembre de 2022 tras el
intento de este de dar un autogolpe, su destitución exprés y su
encarcelamiento. Es un estallido social, aunque de una naturaleza
diferente del de 2020 y del de cualquier otro gran ciclo de protestas del
último medio siglo. Los manifestantes viajan en buses desde las
provincias a Lima, pero no es como la Marcha de los Cuatro Suyos
contra la dictadura de Alberto Fujimori. Se habla de un movimiento
popular, pero no es como el que protagonizó los históricos paros de
1977 a 1979 contra la dictadura militar.

III. ARGUMENTOS PRINCIPALES

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) determinó


que la Policía y las Fuerzas Armadas de Perú recurrieron a un “uso
desproporcionado, indiscriminado y letal” de la fuerza contra los
manifestantes que exigieron la renuncia de la presidenta Dina Boluarte
desde diciembre.
La violencia dirigida, “inclusive de forma indiscriminada contra la
población; ataques a periodistas; así como detenciones masivas de
personas manifestantes”.
De igual manera, los enviados de la CIDH recogieron evidencias de
“hechos de violencia y vandalismo por fuera del derecho de protesta” por
parte de individuos que quemaron edificios públicos, entre ellos sedes
del Poder Judicial y del Ministerio Público; ataques a inmuebles privados
y saqueos, además de bloqueos y “tomas de infraestructura crítica” lo
cual provocó afectaciones en las cadenas de abastecimiento de
alimentos y medicinas en diferentes regiones de Perú.

Además, “al tratarse de múltiples privaciones del derecho a la vida,


dadas las circunstancias de modo, tiempo y lugar, podrían calificarse
como una masacre”.

IV. CONTRAARGUMENTO

Es cierto que también hubo actores vinculados a economías informales


e ilegales, como los mineros informales. Pero aquí también es
importante no asumir motivos y repertorios iguales para todos, como es
usual en grandes estallidos de protesta, también se unieron vándalos
oportunistas, que aprovechan para saquear o cobrar peaje en bloqueos.

V. EJEMPLOS O EVIDENCIAS ADICIONALES

Se confirmaron también con el alto número de muertos y heridos con


lesiones en la parte superior del cuerpo por impactos de armas de fuego
y el descubrimiento de un alto número de víctimas que ni siquiera
estaban participando de las protestas.
Hubo 56 ciudadanos que perdieron la vida y otras 912 personas
terminaron con alguna lesión (Lima, Ica, Arequipa y Cuzco). En
Ayacucho se registraron 10 muertos,
En Juliaca (Puno) también hubo 17 muertos en las marchas contra
Boluarte.

VI. CONCLUSION

 Se confirma que hubo un uso desproporcionado, indiscriminado y


letal de la fuerza por parte de la Policía y las Fuerzas Armadas de
Perú contra los manifestantes que exigían la renuncia de la
presidenta Dina Boluarte. Esto constituye una violación grave de
los derechos humanos.

 Como el alto número de muertos y heridos con lesiones en la


parte superior del cuerpo por impactos de armas de fuego,
respaldan las conclusiones sobre el uso excesivo de la fuerza
durante las protestas. También se mencionan casos de violencia
y vandalismo por fuera del derecho de protesta, lo cual afectó
infraestructuras críticas y las cadenas de abastecimiento.

 Se destaca la importancia de fortalecer la institucionalidad


democrática en Perú y promover el diálogo efectivo y acuerdos en
el marco del Estado de Derecho para superar la crisis política.
Además, se recomienda asignar más recursos al Ministerio
Público, creando fiscalías especializadas en derechos humanos a
lo largo del país.

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