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Al hablar de estética, no nos referimos solo a la apariencia de un objeto físico, sino a una
disciplina mucho más amplia y con un impacto notorio en la sociedad. Para ser más
específicos, según Parra Orozco, es una “disciplina propia de la modernidad, en el sentido
que es allí en donde surge la pregunta como centro de interés de reflexión por las diversas
manifestaciones artísticas, en particular por la obra de arte, cuya máxima expresión era la
pintura” (Parra, 2010, p. 63). Como se menciona, la estética va más allá de mirar una obra
de arte o un objeto y busca hacer al ser humano emitir un juicio propio que lo lleva a una
reflexión sobre lo que la obra o lo visto le transmite.
Antes de la modernidad, lo estético solo estaba ligado a lo noble y religioso, pero a partir de
dicha época todos los ciudadanos fueron capaces de comunicarse con otra a través de un
objeto estético. Esto hizo que todos puedan reflexionar usando sus emociones,
sentimientos, deseos y más para interpretar su forma de ver lo real (Parra, 2010, p. 63). Lo
que eran obras de arte solo hechas para un sector de la sociedad, se abrió para todos y
causó una revolución que nos permite expresar estéticamente algo sin la necesidad de que
sea por medio de una “obra de arte” tradicional que en esa época venían a ser las pinturas.
Esta revolución por parte de la estética hizo que forme parte de nuestro día a día, donde
cada vez hay más imágenes y piezas ya no solamente visuales que son creadas con el fin
de generar algo dentro de nosotros al percibirlas e interpretarlas. Es aquí donde entramos a
la llamada era transestética, en la cual nos encontramos hoy en día. Según Correa, esta era
“tiene como núcleo la disolución de las oposiciones entre el arte y la vida cotidiana, la
industria, o el comercio, bajo la conducción del capitalismo de consumo” (Correa, 2021, p.
177). Lo que sucede al iniciar este periodo es el rompimiento de todas las fronteras entre el
arte junto a lo bello y lo que engloba el capitalismo. Esto causa que la estética se vea
ligada a diferentes disciplinas cotidianas y laborales, entre ellas la publicidad.
La publicidad, con los cambios que hubo en la era transestética, pasó a ser parte de lo que
se conoce como capitalismo artístico. Esta nueva forma de capitalismo genera oferta y
demanda de la estética en todo espacio de la vida social (Correa, 2021, p.177). Por otra
parte, Diego Luna define al capitalismo estético como “el hecho de apropiarse hoy de la
belleza y utilizarla como marca publicitaria en el espacio tradicional de la política” (2018, p.
81). Lo bello y lo estético en esta sociedad capitalista está siendo utilizado para beneficiar a
las mismas empresas, las cuales se potencian de una publicidad llamativa artísticamente
que llama la atención del cliente y le genera un impacto que se convierte posteriormente en
consumo. Una vez visto en lo que consiste el capitalismo estético, se puede decir realmente
que lo estético tiene un rol fundamental para la comunicación social a través de la
publicidad.
Según lo que menciona González, parece ser la publicidad como fenómeno estético la que
tiene el control sobre nuestras emociones y las sabe dirigir al lugar que le convenga, para
así despertarnos sentimientos positivos hacia las empresas capitalistas.
Por otro lado, la publicidad como fenómeno estético no solo llega a comunicar el mensaje
sobre comprar un producto, sino que las marcas o las instituciones sociales tienen variedad
de estrategias además de vender que utilizan para dirigirse hacia los consumidores.
González (2007) afirma que la publicidad puede tener como objetivos el concientizar y
mantener la presencia de la marca, y que una publicidad “estética” rompe con lo cotidiano y
nos presenta una mejor o peor forma de ver las cosas para atraparnos en su mundo de
ficción. Esto muestra y hace evidente la variedad de recursos que tiene la publicidad de la
mano para mostrarnos el mundo como quiere que lo veamos, y darnos un mensaje. El rol
de la estética en la comunicación a través de la publicidad es de mucho poder de cara al
espectador, y definitivamente favorece al capitalismo para que siga maquinando de manera
dominante.
León, J. L. (1995). Los efectos estéticos de la publicidad. Questiones publicitarias, (4), 9-26.
https://raco.cat/index.php/questionespublicitarias/article/view/v4-leon/441207
Luna, D. (2018). La obra de arte en la época del «capitalismo artístico». Argumentos a favor de la
transestética. EU-topias, 15, 77-92.
file:///C:/Users/eiere/Downloads/unige_133792_attachment01.pdf
Valerio, M. A. G. (2007). Apuntes para pensar la publicidad como fenómeno estético. Estudios
filosóficos, 56(161), 73-88.
https://www.magonzalezvalerio.com/artypub.pdf