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Os damos la bienvenida al podcast ‘Aquí, la vida’ que nos permite conocer la vida
de personas adultas a través de su relato en primera persona. Rita, una mujer de
51 años, es una excelente profesional, madre, hija, esposa, hermana, amiga…
pero todo cambia cuando descubre que sufre una enfermedad crónica. De
repente descubre muchas más cosas sobre sí misma y lo que le rodea.
Hola, me llamo Rita, soy mujer y tengo 51 años. Soy diplomada en Ciencias
Empresariales por la Universidad de Barcelona, estoy casada desde el 2007 y
tengo una hija de 11 años. Vivo en un piso del Eixample de Barcelona con mi hija
y mi marido y, actualmente, estoy en el paro desde hace unos cinco meses.
Como aficiones, me encanta leer, ir al teatro, escuchar música, sobre todo rock
y pop, aunque también disfruto con la música clásica, me encanta cocinar para
otros y, sobre todo, compartir una buena cena con mis amigos y disfrutar de una
buena conversación. Debo decir que no soy muy deportista, pero disfruto con el
esquí en invierno y, últimamente, con el senderismo en cualquier época del año.
Como he dicho, tengo 51 años y, para mí, hacerse mayor significa empezar a
sentir y vivir situaciones que con 18 años ni me imaginaba. La primera vez que
dije: “Ya te estás empezando a hacer mayor” fue cuando, a los 40 años, más o
menos, empecé a ver que todo lo que quería leer en el supermercado no era
posible. Tal cual, en la revisión médica de la empresa, me dijeron: “Necesitas
gafas, vista cansada, has llegado a los 40”. Otro aspecto importante, y seguro
que el más relevante, fue formar mi familia y coger la responsabilidad de traer al
mundo a mi hija, de cuidarla, quererla y darle los aprendizajes y los recursos para
que se pueda desarrollar y, sobre todo, que sea feliz en este mundo.
Muchos de esos aprendizajes son los que, me he dado cuenta con el paso de los
años, adquirí de mi familia. Sobre todo, con mi hija es cuando me doy cuenta de
que el tiempo pasa, que me hago mayor. Su evolución, crecimiento y etapas me
hacen ver que los años pasan para todos, aunque a mí no me lo parezca. Bueno,
sí que me lo parece. Cuando me miro en el espejo por las mañanas y empiezo a
ver canas en el pelo, arruguitas alrededor de los ojos, la flacidez de la piel, que
me tengo que poner gafas para ver el móvil y, más que nada y sobre todo, cuando
llegó la menopausia, ya hace más de un año. Eso sí, sin ningún tipo de sofoco,
aquí la verdad es que he tenido mucha suerte. El otro aspecto importante que
me hizo ver que me hacía mayor fue cuando pasé a cuidar de mis padres en
lugar de ser ellos los que me cuidaran. Y, por supuesto, la muerte, en mi caso,
de mi padre y de todos los familiares, familiares de amigos o amigos que me han
ido dejando con el paso del tiempo. Llega un momento en el que pasas de ir a
bodas de los amigos, a bautizos y comuniones para empezar a ir a funerales. Y,
en estos momentos, son la mayoría.
Otro punto de inflexión que me hizo darme cuenta de que el tiempo pasa y que
me iba haciendo mayor fue cuando me empezaron a hablar de usted. La primera
vez que me lo dijeron, no daba crédito, era como si no fuera conmigo. Y, sí, sí,
me hablaban a mí de usted. El hecho de empezar a trabajar no me hizo sentir
especialmente mayor, ya que a los 18 años empecé a hacerlo. Pero sí que es
cierto que, en el ámbito laboral, he ido creciendo y cogiendo responsabilidades,
y llegó un momento en el que, sin darme cuenta, pasé a ser de las personas de
Hay un aspecto que ha sido y es importante en mi vida. El mes de mayo del 2019,
me diagnosticaron una enfermedad crónica congénita debido a un defecto
hereditario, y que está, hoy en día, investigándose y que no se puede curar.
Tengo la enfermedad del lipedema. Muy probablemente, no has oído hablar de
ella, ya que es una enfermedad muy poco conocida en España y, por tanto,
déjame que te hable de ella y de qué incidencia tiene en mi vida. El lipedema es
una enfermedad progresiva del tejido graso que afecta casi exclusivamente a
mujeres. Entre un 12 % y un 15 % de la población femenina total está afectada.
Esta enfermedad se caracteriza por un cúmulo de grasa patológica,
predominantemente en brazos y piernas. Es decir, para que nos entendamos,
provoca una desproporción en el volumen de piernas y brazos. Las células
adiposas afectadas tienen una respuesta muy limitada a la dieta y a la realización
de deporte, aunque sea muy intenso. Eso lo que supone es que, a pesar de vivir
toda la vida con una dieta restrictiva y haciendo deporte, no hay una respuesta a
la pérdida de volumen ni de peso, cosa que lleva muy frecuentemente a una
sensación de frustración y desesperación, ya que no ves resultados y cada vez
vas a peor, sin entender por qué, porque tú te estás cuidando y estás haciendo
deporte.
Antes de conocer la enfermedad, ella siempre creyó en mí, ya que veía que yo
Tuve muchas respuestas al porqué, pero tocaba pensar: “¿Y ahora qué?”. Con
mi dietista, buscamos a alguien que me pudiera ayudar en Barcelona. En ese
momento, muy pocos médicos conocían la enfermedad y cómo tratarla. Y, claro,
tenía que ser a través de la medicina privada. Aunque la OMS (Organización
Mundial de la Salud), el año 2018, declaró el lipedema como enfermedad, en
España todavía no está reconocida como tal y, por tanto, no está cubierta por la
Seguridad Social, ni aquí ni en Catalunya, lógicamente, por el CatSalut ni por las
mutuas de salud. Y esa es otra lucha. Todos los tratamientos y materiales
necesarios tienen que salir de tu bolsillo. Y baratos, precisamente, no son.
Para terminar un poco esa incidencia del lipedema en mi vida, te quiero decir que
yo prometí a mi hija, en diciembre del 2019, que esquiaría con ella la temporada
2020-2021. El COVID no nos lo permitió, pero espero que esta próxima
temporada sea posible. Vamos por el buen camino, ¡por mí no quedará!
Bueno, para finalizar, quiero decir que, para mí, ser feliz significa estar en un
estado emocional tranquilo, en paz conmigo misma y con los otros, en libertad
para poder hacer y expresar lo que siento y, sobre todo, cómo lo siento, sentir
que puedo aportar cosas a los otros con mi compañía y mi apoyo. Sentir que
puedo dormir bien, comer bien, descansar cuando es necesario y, por tanto, tener
una vida saludable me aporta bienestar y, por tanto, felicidad. Pienso, no
obstante, que la felicidad se la tiene que hacer y trabajar uno mismo, y hay que
tener una actitud positiva frente a la vida. Y no es una tarea fácil, ya que la vida
no siempre nos lleva por caminos llanos donde todo es bonito. El poder del valor
que se da a las cosas, la actitud frente a los demás y la autoestima pienso que
son los factores principales para conseguir la felicidad.