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*Volumen intermedio

E L DISCURSO SOBRE EL ESPIRITU


. POSITIVO, publicado en 1844 como introducción
a un «Tratado filosófico de astronomía popular», es una
incomparable exposición, a la vez densa y clara, del
pensamiento de AUGUSTO COMTE (1798-1857),
fundador y maestro de una de las corrientes filosóficas
que dominaron el siglo XIX. Obra de madurez, posterior
al «Sistema d~ filosofía positiva», encierra vigorosamente
los momentos fundamentales de las concepciones
comtianas y los agrupa en páginas tan escasas como
concisas y trasparentes. Como indica JULIAN
MARIAS, prologuista y traductor del volumen, «la
peregrina suerte del positivismo, al querer convertirlo en
casi-religión;' ha hecho que llegue, sobre todo, a nosotros
• >

jerarquizado y hieratizado, y que se desvanezca toda la


sustancia filosófica que pueda tener; conviene, pues,
volver. a las fuentes vivas para entender qué han sido la
filosofía y el mundo después del Idealismo alemán». Por
lo demás, hay en la obra de Comte, aparte de su estricta
intención filosófica y de sus concepciones sobre los
estadios del progreso de la humanidad, una visión de la
realidad histórica, un intento de sociología e- ideas claras
sobre la política de su época «y acaso, también, de la
nuestra».

El libro de bolsillo Alianza Editorial


Discurso sobre el espíritu positivo
T
Sección: Clásicos Auguste Comte:
Discurso sobre el espíritu positivo

Versión y prólogo de
Julián Marías

El Libro de Bolsillo
Alianza Editorial
Madrid

®
Título original: Discour sur l'esprit positif
Traductor: Julián Marías

Primera edición en «Revista de Occidente»: 1934


1 Prólogo

En el año 1844, Augusto Comte publicó el Discurso


sobre el espíritu positivo, como introducción a un «Tra-
tado filosófico de astronomía popular», aludido muchas
veces en el texto. Se trata de un breve libro que encierra
vigorosamente lo esencial del pensamiento comtiano. Es
una obra de madurez, posterior al «Sistema de filosofía
positiva», que recoge sus momentos fundamentales y los
agrupa en páginas escasas y densas.
Desde comienzos de siglo, la reacción contra el positi-
vismo lo ha desalojado de la actualidad filosófica. Esto
era inevitable y necesario. Pero conviene distinguir, den-
tro del positivismo, dos dimensiones diferentes. Por
© de la traducción y prólogo: Julián Marías una parte, la dimensión negativa según la cual el positi-
© Revista de Occidente, S. A., Madrid, 1934 vismo no era filosofía. La muerte de esto era inexorable.
© Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1980 Pero, por otra parte, hay el hecho del positivismo, que
Calle Milán, 38; '.ll" 200 00 45
ISBN: 84-206-1803-9 es mucho más que un hecho. Nos encontramos con que
Depósito legal: M. 43.628 - 1980
en el siglo pasado la Humanidad fue ppsitivista, y que
Compuesto por Fernández Ciudad, S. L.
nosotros ya no lo somos, es decir, hemos dejado de
serlo. A nadie puede ocultársele que nuestra situación
Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Martínez Paje, 5. Madrid-29
Printed in Spain no es igual que si no hubiese habido positivismo en el
7
-----,---

8 Julián
mundo. Venimos de él; y no podemos acabar de enten-
dernos si no lo entendemos.
Marías
1
Prólogo

envuelto, sin revision, por el conjunto, en quiebra, del


positivismo. , . ..
9

.
Naturalmente, no nos importa demasiado conocer el Además el Discurso sobre el espmtu positivo es, sm
contenido minucioso de la ciencia positivista, caduca duda, una' incomparable exposición de todo el sistema
en buena parte. Lo que nos interesa es saber, propia- comtiano. Denso y claro. Y, sobre todo, con una v~n-
mente, qué es ser positivista. Esto nos puede dar gran taja esencial sobre toda exposición ulterio_r: cualquier
claridad sobre la época inmediatamente anterior y, al libro positivista nos da lo q~e. Comte ha si~o para sus
mismo tiempo, sobre la nuestra. En otros términos, nos «continuadores»; la obra ongmal, en camb10, nos da
importa conocer en qué ha consistido el espíritu -al- el pensamiento auténtico y primitivo; y podemos no~-
guien dirá la falta de espíritu- positivista. Si se nos otros subrayar en él lo que acaso escapo a _los _segm-
hace claro este espíritu, podremos luego comprender dores de Comte. Y esto no sólo por una posible msufi-
fácilmente toda la letra acumulada en torno suyo, y la ciencia suya, sino, ante todo, porque se movían en u_n
larga exégesis de más de medio siglo. horizonte positivista. ¿No hem~s. ~e poder descubrir
Porque ésta es otra. A fuerza de hablar de los posi- nosotrqs los supuestos -no positivistas, claro es- de
tivistas, nos hemos olvidado de Comte; es decir, de lo este movimiento? ¿No hemos de ver lo que «ho~» pue-
que en Comte pueda haber vivo. Y, desde luego, hay da Comte tener de actual, aunque acaso no enca¡ara_ en
una enorme distancia entre el fundador y los fundados. el marco de las ideas usuales en la segunda mitad
La peregrina suerte del positivismo, al querer conver- del XIX?
tirlo en casi-religión, ha hecho que llegue, sobre todo, Estas razones justifican la publicación d~l Discurso
a nosotros jerarquizado y hieratizado, y que se desva- en nuestros días. Y la concisa transparencia de este
nezca toda la sustancia filosófica que pudo tener. Con- breve libro escrito con un propósito de lograr gran
viene, pues, volver a las fuentes vivas para entender difusión, 10 ' hace propio para ser incluido en esta s~rie
qué han sido la filosofía y el mundo después del Idea- de obras esenciales, donde, aunque otra cosa pudiera
lismo alemán. De la intelección suficiente del positi- tal vez temerse, responderá rigurosamente al título:
vismo, que, naturalmente, excedería de él, se podría «Textos filosóficos».
esperar la más clara luz sobre un amplio grupo de pro- Por otra parte, tanto por lo menos com? aquellos
blemas, que afectan de modo decisivo a nuestro tiempo. aciertos antes indicados, nos importa advertir las pro-
La publicación de este Discurso pretende ser un paso fundas y esenciales quiebras del pos_itivismo. Ver e?
certero en esa dirección. qué consiste su úl~ima fal~e?~d esencial, el error deci-
Y no es esto sólo. Hay en Comte, fuera de su estricta sivo que hace morir al positivismo al llegar a su madu-
intención filosófica, muchas cosas fecundas. Hay una rez a esa madurez «definitiva» que tan cara fue al
visión de la realidad histórica entera; un intento -cuan- pr;gresismo de Augusto Comte. Y nos. interesa, por
do menos- de sociología; ideas claras sobre la política último, reparar en aquellas cosas que siempre. fuero~
de su época y acaso, en cierta medida, también de la problemáticas en su pensamiento, a pesar del aire 1?~-
nuestra. Conviene no olvidar todas estas cosas; con- gico y como de buena nueva que corre entre. sus pagi-
viene contar con ellas, en su expresión originaria, como nas. Por ejemplo, conviene fijarse en l?s motivos y las
nos las muestra, en apretado haz, este Discurso. Sería dificultades internas de aquella gran idea que fue el
injusto y dañoso que todo esto quedase arrastrado y progresismo; en la oculta violencia que encierra la con-
10 Julián Marías Primera parte
Superioridad mental del espíritu positivo
sideración de la Humanidad como el ente supremo, fin
de nuestras vidas personales.
Merece la pena parar la atención en el estilo de la
prosa comtiana. No es algo meramente exterior y acci-
dental, sino que es indicio también del estilo de su
pensamiento. Compárese la prosa torpe, desmañada, sin
elegancia, de Comte, llena de expresiones de tecnicismo
filosófico, usado sin rigor y a veces a destiempo, de
abstracción rebuscada, con aquel otro estilo anterior de
los idealistas alemanes, con la lengua briosa de Fichte
y Hegel, por ejemplo, o también con las páginas finas,
pulidas, aceradas, de Brentano. No sería excesivo que-
rer. encontrar una esencial analogía entre estos tres
estilos literarios y las tres distintas maneras de pensar
que han albergado con sus formas, y que resumen la
historia entera de la Filosofía del último siglo. En la
traducción, por eso mismo, he respetado las caracterís-
ticas, un poco ingratas ciertamente, del estilo, gris y sin
acento, del original.
Para esta versión se ha utilizado la edición de la
«Société Positiviste Internationale», París, 1923. Se ha
conservado en ella la división en partes, capítulos y sec-
ciones, y la numeración de los párrafos, que introduje-
ton los editores del texto francés, ya que Augusto
Comte publicó su Discurso en un único capítulo, sin
divisiones dentro de él.

J. M.
Discurso sobre el espíritu positivo
--,
Obieto de este discurso

1.-El conjunto de los conoc1m1entos astronómicos,


considerado hasta aquí demasiado aisladamente, no de-
be constituir ya en adelante más que uno de los ele-
mentos indispensables de un nuevo sistema indivisible
de filosofía general, preparado gradualmente por el con-
curso espontáneo de todos los grandes trabajos _cientí-
ficos pertenecientes a los tres siglos últimos, y llegado
hoy, finalmente, a su verdadera madurez abstracta. En
virtud de esta íntima conexión, todavía muy poco com-
prendida, la naturaleza y el destino de este Tratado no
podrían ser suficientemente apreciados, si este preám-
bulo necesario no estuviera consagrado, sobre todo, a
definir convenientemente el verdadero espíritu funda-
mental de esta filosofía, cuyo establecimiento universal
debe llegar a ser, en el fondo, el fin esencial de tal
enseñanza. Como se distingue principalmente por una
preponderancia continua, a la vez lógica y científica, del
punto de vista histórico o social, debo ante todo, para
caracterizarla mejor, recordar sumariamente la gran ley
que he establecido en mi Sistema de filosofía positiva,
13
1

14 Auguste Comte Capítulo I


Ley de la evolución intelectual de la humanidad
sobre la evolución intelectual entera de la Humanidad, o ley de los tres estados
ley de la que, por otra parte, nuestros estudios astronó-
micos echarán luego mano con frecuencia.

2.-Según esta doctrina fundamental, todas nuestras


especulaciones, cualesquiera, están sujetas inevitablemen-
te, sea en el individuo, sea en la especie, a pasar suce-
sivamente por tres estados teóricos distintos, que las
denominaciones habituales de teológico, metafísico y
positivo podrán calificar aquí suficientemente, para aque-
llos, al menos, que hayan comprendido bien su verda-
dero sentido general. Aunque, desde luego, indispen-
sable en todos aspectos, el primer estado debe conside-
rarse siempre, desde ahora, como provisional y prepa-
ratorio; el segundo, que no constituye en realidad más
que una modificación disolvente de aquél, no supone
nunca más que un simple destino transitorio, a fin de
conducir gradualmente al tercero; en éste, el único ple-
namente normal, es en el que consiste, en todos los
géneros, el régimen definitivo de la razón humana.
l. Estado teológico o ficticio
3 .-En su primer despliegue, necesariamente teoló-
gico, todas nuestras especulaciones muestran espontá-
17
,-,--
1
18 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 19

~eamente, u?a predilección característica por las cues- los animales superiores. Aunque esta primera forma de
t10nes mas insolubles, por los temas más radicalmente la filosofía teológica se encuentra con evidencia en la
inaccesibles a toda investigación decisiva. Por un con- historia intelectual de todas nuestras sociedades, no do-
~raste. que, en nuestros días, debe parecer al pronto mina directamente hoy más que en la menos nume-
inexplicable, pero que, en el fondo, está en plena armo- rosa de las tres grandes razas que componen nuestra
nía con la verdadera situación inicial de nuestra inteli- especie.
gencia, en una época en que el espíritu humano está 5 .-En su segunda fase esencial, que constituye el
aún por bajo de los problemas científicos más sencillos verdadero politeísmo, confundido con excesiva frecuen-
busca ávidamente, y de un modo casi exclusivo, el orí~ cia por los modernos con el estado precedente, el espí-
gen de todas las cosas, las causas esenciales, sea pri- ritu teológico representa netamente la libre preponde-
mera~ sea finales, de los diversos fenómenos que le rancia especulativa de la imaginación, mientras que
extranan, y su modo fundamental de producción· en hasta entonces habían prevalecido sobre todo el instinto
una palabra, los conocimientos absolutos. Esta n~cesi- y el sentimiento en las teorías humanas. La filosofía
dad primitiva se encuentra satisfecha, naturalmente, inicial sufre aquí la más profunda transformación que
tanto como lo exige una situación tal, e incluso, en pueda, afectar al conjunto de su destino real, en el he-
efecto, tanto como pueda serlo nunca por nuestra ten- cho de que la vida es por fin retirada de los objetos ma-
dencia in~ci~l a transportar a todas partes el tipo hu- teriales para ser misteriosamente transportada a diver-
mano, asimilando todos los fenómenos, sean cuales- sos seres ficticios, habitualmente invisibles, cuya activa
quiera, a los 9ue producimos nosotros mismos y que, y continua intervención se convierte desde ahora en la
por esto, empiezan por parecernos bastante conocidos fuente directa de todos los fenómenos exteriores e in-
según la intuición inmediata que los acompaña. Par; cluso, más tarde, de los fenómenos humanos. Durante
comprender bien el espíritu, puramente teológico, re- esta fase característica, mal apreciada hoy, es donde hay
sultado del desarrollo, cada vez más sistemático de este que estudiar principalmente el espíritu teológico, que se
estado primordial, no hay que limitarse a con'siderarlo desenvuelve en ella con una plenitud y una homoge-
en su última fase, que se acaba, a nuestra vista en los neidad ulteriormente imposible: ese tiempo es, en todos
pueblos más adelantados, pero que no es, ni con' mucho aspectos, el de su mayor ascendiente, a la vez mental
la. más característica: resulta indispensable echar un; y social. La mayor parte de nuestra especie no ha salido
mirada verdaderamente filosófica sobre el conjunto de todavía de tal estado, que persiste hoy en la más nume-
su marcha natural, a fin de apreciar su identidad funda- rosa de las tres razas humanas, sin contar lo más esco-
ment?l bajo las tres formas principales que le pertenecen gido de la raza negra y la parte menos adelantada de
sucesivamente. la raza blanca.
4.-La más inmediata y la más pronunciada consti- 6.-En la tercera fase teológica, el monoteísmo pro-
tuye el fetichismo propiamente dicho, que consiste ante piamente dicho, comienza la inevitable decadencia de la
todo en atribuir a todos los cuerpos exteriores una vida filosofía inicial, que, conservando mucho tiempo una
ese?-ci?lmente análoga a la nuestra, pero más enérgica gran influencia social -sin embargo, más que real, apa-
casi siempre, según su acción, más poderosa de ordi- rente-, sufre desde entonces un rápido descrecimiento
na;io. La adoración_ de los astros caracteriza el grado intelectual, por una consecuencia espontánea de esta
~as alto de ~sta primera fase teológica, que, al princi- simplificación característica, en que la razón viene a
pio, apenas difiere del estado mental en que se detienen restringir cada vez más el dominio anterior de la ima-
20 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 21

ginadón, dejando desarrollar gradualmente el sentimien- un asunto tan fácil como la teoría elemental del cho-
to universal, hasta entonces casi insignificante, de la que, el memorable ejemplo de. Malebr?nche re~?rdar.á
sujeción necesaria de todos los fenómenos naturales a siempre la necesidad de recurnr a la 111tervencion di-
leyes invariables. Bajo formas muy diversas, y hasta recta y permanente de una acción sobren?tural, siempre
radicalmente inconciliables, este modo extremo del ré- que se intenta remontarse a la causa pnmera. de cual-
gimen preliminar persiste aún, con una energía muy des- quier suceso. Y, por otra parte, tales tent~U;as, .por
igual, en la inmensa mayoría de la raza blanca; pero, pueriles que hoy justamente parezcan, cons~ituian cier-
aunque así sea de observación más fácil, estas mismas tamente el único medio primitivo de determ111ar el con-
preocupaciones personales traen hoy un obstáculo de- tinuo despliegue de las especulaciones humanas, apar-
masiado frecuente a su apreciación juiciosa, por falta de tando espontáneamente nuestra inteligencia del círculo
una comparación bastante racional y bastante imparcial profundamente vicioso en ~u~, prim~ro está necesari~-
con los dos modos precedentes. mente envuelta por la oposicion radical de dos condi-
7 .-Por imperfecta que deba parecer ahota tal ma- ciones igualmente imperiosas. Pues, si bien los moder-
nera de filosofar, importa mucho ligar indisolublemente nos han debido proclamar la imposibilidad de fundar
el estado presente del espíritu humano al conjunto de ninguna teoría sólida sino sobre un concur.so suficiente
sus estados anteriores, reconociendo convenientemente de observaciones adecuadas, no es menos mcontestable
que aquella manera tuvo que ser durante largo tiempo que el espíritu humano .no podría nunca. comb~nar, ni
tan indispensable como inevitable. Limitándonos aquí siquiera recoger, esos indispensables materiales? s111 estar
a la simple apreciación intelectual, sería por de pronto siempre dirigido por algunas miras espec:1lativas, . esta-
superfluo insistir en la tendencia involuntaria que, in- blecidas de antemano. Así, estas concepc10nes primor-
cluso hoy, nos arrastra a todos, evidentemente, a las diales no podían, evidentemente, resultar más que de
explicaciones esencialmente teol6gicas, en cuanto que- una filosofía dispensada, por su naturaleza, de toda pr~-
remos penetrar directamente el misterio inaccesible del paración larga, y susceptible, en una palabra, d~ su.rg1r
modo fundamental de producción de cualesquiera fenó- espontáneamente, bajo el solo impulso de un 111st111to
menos, y sobre todo respecto a aquellos cuyas leyes directo, por quiméricas que debiesen ser, por otra parte,
reales todavía ignoramos. Los más eminentes pensadores especulaciones así despr~vistas de tod? f:11:dament? ~eal.
pueden comprobar su propia disposición natutal al más Tal es el feliz privilegio de los pr111cipios . teol?gico~,
ingenuo fetichismo, cuando esta ignorancia se halla com- sin los cuales se debe asegurar que nuestra 111tehgenc1a
binada de momento con alguna pasión pronunciada. Así no podía salir de su torpeza inicial y 9-u,e, ellos solos,
pues, si todas las explicaciones teológicas han caído, han podido permitir, dirigiendo s~ . act1vid~d. espec~1la-
entre los occidentales, en un desuso creciente y decisivo, tiva, preparar gradualmente un regtn;en logico meJor.
es sólo porque las misteriosas investigaciones que tenían Esta aptitud fundamental fue, ademas, poderosamente
por designio han sido cada vez más apartadas, como secundada por la predilección originaria del espírit,u
radicalmente inaccesibles a nuestra inteligencia, que se humano por los problemas insolubles que perseguia
ha acostumbrado gradualmente a sustituirlas irrevoca- sobre todo aquella filosofía primitiva. No podem.os
blemente con estudios más eficaces y más en armonía medir nuestras fuerzas mentales y, por consecuencia,
con nuestras necesidades verdaderas. Hasta en un tiem- circunscribir certeramente su destino más que después
po en que el verdadero espíritu filosófico había ya pre- de haberlas ejercitado lo bastante. Pero este ejercicio
valecido respecto a los más sencillos fenómenos y en indispensable no podía primero determinarse, sobre todo
22
Auguste Comte
Discurso sobre el espíritu positivo 23
en las facultades más débiles de nuestra naturaleza sin
el ené~gico_ estí1;11Ulo inherente a tales estudios, d~nde bargo, sobre todo entre los politeístas, la insuperable
tantas lll;ehgencias mal cultivadas persisten aún en bus- necesidad de un régimen análogo frente a las especu-
c~r la mas pronta y completa solución de las cuestiones laciones sociales. Pero es menester, además, advertir,
~irectamente usuales. Hasta ha sido preciso, mucho aunque aquí no pueda establecerlo, que esta filosofía
t~empo, para vencer suficientemente nuestra inercia na- inicial no ha sido menos indispensable para el desplie-
t~va, recuttir también a las poderosas ilusiones que sus- gue preliminar de nuestra sociabilidad que para el de
~1taba _espontáneamente tal filosofía sobre el poder casi nuestra inteligencia, ya para constituir primitivamente
mdefinido del ?ombre para modificar a su antojo un ciertas doctrinas comunes, sin las que el vínculo social
mundo, concebido entonces como esencialmente orde- no habría podido adquirir ni extensión ni consistencia,
nado para su uso, y que ninguna gran ley podía todavía ya suscitando espontáneamente la única autoridad espi-
sustraer a la arbitraria supremacía de las influencias ritual que pudiera entonces surgir.
sobrenaturales. Apenas hace tres siglos que en lo más
gran~d? de la 1-!umanidad, las esperanzas a~trológicas y
al9uimis_tas, últim~ vestigio científico de ese espíritu II. Estado metafísico o abstracto
Pt1?;ord~al,. han de¡ado realmente de servir a la aclimu-
lacion diana de las observaciones correspondientes co- 9. -Por sumarias que aquí tuvieran que ser estas
mo Kepler y Berthollet, respectivamente, lo han indi- explicaciones generales sobre la naturaleza provisional
cado.
y el destino preparatorio de la única filosofía que real-
. 8.-El concurso decisivo de estos diversos motivos mente conviniera a la infancia de la Humanidad, hacen
intelectuales se fortificaría, además, poderosamente, si sentir fácilmente que este régimen inicial difiere dema-
~a natu~aleza de este Tratado me permitiera señalar en siado hondam~nte, en todos aspectos, del que vamos a
el su~cienteme1;1te la influencia irresistible de las altas ver corresponder a la virilidad mental, para que el paso
necesidades .sociales, que he apreciado convenientemente gradual de uno a otro pudiera operarse gradualmente,
en_ la obra fundamental mencionada al comienzo de este bien en el individuo o bien en la especie, sin el cre-
Dis;curso; Se puede así demostrar, primero, plenamente ciente auxilio de una como filosofía intermedia, esen-
cuanto tiempo ha debido ser el espíritu teológico indis- cialmente limitada a este menester transitorio. Tal es
pensable para la combinación permanente de las ideas la participación especial del estado metafísico propia-
morales y políticas, más especialmente todavía que para . mente dicho en la evolución fundamental de nuestra
la de. todas las otras, sea en virtud de su complicación inteligencia, que, llena de antipatía por todo cambio
su¡:,e:i?r, sea porque. los fenómenos correspondientes, brusco, puede elevarse así, casi insensiblemerite, del e~-
pnm~t1:vamente demasiado poco pronunciados, no podían tado puramente teológico al estado francamente posi-
a~qumr un desarrollo característico sino tras un des- tivo, aunque esta equívoca situación se aproxime, en el
pliegue muy prolongado de la civilización humana. Es fondo mucho más al primero que al último. Las es-
una extraña inconsecuencia, apenas excusable por la pecul;ciones en ella dominantes han conservado el mis-
tendencia ciegament~ crítica de nuestro tiempo, el reco- mo esencial carácter de tendencia habitual a los cono-
nocer, para los antiguos, la imposibilidad de filosofar cimientos absolutos: sólo la solución ha sufrido aquí
so~re los asun!os más sencillos, de otro modo que si- una transformación notable, propia para facilitar el me-
gmendo .el metodo teológico, y desconocer, sin em- jor despliegue de las concepciones positivas. Como la
teología, en efecto, la metafísica intenta sobre todo ex-
24 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 25

plic~r la íntima naturaleza de los seres, el origen y el rante tanto tiempo, del sistema teológico, debe llegar,
destino de todas las cosas, el modo esencial de produ- por otra parte mucho más rápidamente, a la correspon-
cirse todos los fenómenos; pero en lugar de emplear diente unidad, por la subordinación gradual de las di-
para ello los agentes sobrenaturales propiamente dichos versas entidades particulares a una sola entidad general,
los reemplaza, cada vez más, por aquellas entidades ~ la Naturaleza, destinada a determinar el débil equiva-
abs,tr~cciones pers_o~ificadas, cuyo uso, en verdad carac- lente metafísico de la vaga conexión universal que re-
tenstico, ha perm1t1do a menudo designada con el nom- sultaba del monoteísmo.
bre d~ ont_o~ogia. No es sino demasiado fácil hoy obser- 10.-Para comprender mejor, sobre todo en nuestros
var sin dificultad una manera tal de filosofar que días, la eficacia histórica de tal aparato filosófico, im-
preponderante to davia , respecto a los fenómenos' más' porta reconocer que, por su naturaleza, no es suscep-
co~plica1os, ofrece todos los días, hasta en las teorías tible más que de una mera actividad crítica o disolvente,
mas sencillas y menos atrasadas, tantas huellas aprecia- incluso mental, y, con mayor razón, social, sin poder
bles de su larga dominación 1 • La eficacia histórica de organizar nunca nada que le sea propio. Radicalmente
estas entidades resulta directamente de su carácter equí- inconsecuente, este espíritu equívoco conserva todos los
voco, pues en cada uno de estos entes metafísicos, inhe- fundamentos principales del sistema teológico, pero qui-
rente al cuerpo cmrespondiente sin confundirse con él tándoles cada vez más aquel vigor y fijeza indispensables
el espíritu puede, a voluntad, según que esté más cerc; a su autoridad efectiva; y en una alteración semejante
del estado teológico o del estado positivo, ver O una es en donde consiste, en efecto, desde todos los puntos
verdadera emanación del poder sobrenatural o ~na sim- de vista, su principal utilidad pasajera, cuando el régi-
ple denominación abstracta del fenómeno 'considerado. men antiguo, mucho tiempo progresivo para el conjunto
Y a no es entonces la pura imaginación la que domina de la evolución humana, se encuentra, inevitablemente,
Y to?avía no e~ la verdadera observación: pero el razo~ llegado a aquel grado de prolongación abusiva en que
namiento adquiere. aq~~ mucha extensión y se prepara tiende a perpetuar indefinidamente el estado de infan-
confusamente al eJetcicio verdaderamente científico. Se cia que primero había dirigido tan felizmente. La me-
de~e hacer notar, por. otra parte, que su parte especu- tafísica no es, pues, realmente, en el fondo, más que
lativa se encuentra primero muy exagerada a causa de una especie de teología gradualmente enervada por sim-
aquella pertinaz tendencia a argumentar er: vez de ob- plificaciones disolventes, que la privan espontáneamente
servar que, en todos los géneros, caracteriza habitual- del poder directo de impedir el despliegue especial de
me~te al espíritu metafísico, incluso en sus órganos más las concepciones positivas, conservándole siempre, sin
eminentes. Un orden de concepciones tan flexible, que embargo, la aptitud provisional para mantener un cierto
no supone en forma alguna la consistencia propia, du- e indispensable ejercicio de generalización, hasta que
1 pueda, por fin, recibir mejor alimento. Según su carácter
, Casi tod~s las explicaciones de costumbre relativas a los fe- contradictorio, el régimen metafísico u ontológico está
nom~nos sociales, la mayor parte de las que conciernen al hom-
bye, mtelectu~l. Y mora), una gran parte de nuestras teorías fisio- siempre situado en la inevitable alternativa de tender a
log~cas o medicas, e mcl;1so ,también diversas teorías químicas, una vana restauración del estado teológico, para satis-
e_tcetera, recuerd~n todavia directamente la extraña manera de facer las condiciones de otden, o bien llegar a una si-
filosofar. tan graciosamente caracterizada por Moliere sin ninguna tuación puramente negativa, a fin de escapar al opte-
e:'agerac1ón _grave, con ocasión, por ejemplo, de la ;irtud dormi-
tiva del opio, de acuerdo con la decisiva conmoción que Des- sivo imperio de la teología. Esta oscilación necesatia,
cartes acababa de hacer sufrir a todo el régimen de las entidades. que ahora no se observa más que frente a las más difí-
26 Auguste Comte
Discurso sobre el espíritu positivo 27
elles teorías, ha existido igualmente en otro tiempo a
propósito de las más sencillas, mientras ha durado 'su de nuestra civilización moderna, descomponiendo poco
edad metaf~sica, en virtud de la impotencia orgánica que a poco el sistema teológico, que se había hecho por fin
pertenece siempre a tal manera de filosofar. Si la razón retrógrado, desde que la eficacia social del régimen mo-
pública no la hubiera rechazado desde hace largo tiem- noteísta se hallaba esencialmente agotada, al término
po para ciertas nociones fundamentales, no se debe de la edad media. Por desgracia, después de haber cum-
temer ~segur~r que las insensatas dudas que suscitó, plido, en cada género, este oficio indispensable, pero
ha~e vetnte si~l~s~ sobr~ la existencia de los cuerpos ex- pasajero, la acción demasiado prolongada de las concep-
teriores,. s_ubsistman aun esencialmente, porque nunca ciones ontológicas ha tenido siempre que tender a im-
las _h_a d1S1pado con certeza por ninguna argumentación pedir también toda organización real distinta del siste-
de~i~iva. Se puede contemplar, finalmente, el estado me- ma especulativo; de manera que el obstáculo más peli-
tafisico como una especie de enfermedad crónica inhe- groso para el establecimiento final de una verdadera
rente por naturaleza a nuestra evolución mental indi- filosofía resulta, en efecto, hoy de este mismo espíritu
vidual o colectiva, entre la infancia y la virilidal que a menudo se atribuye todavía el privilegio casi ex-
11.-Como las especulaciones históricas no se re- clusivo de las meditaciones filosóficas.
montan casi nunca, entre los modernos más allá de los
tiempos de polit~ismo, el _espíritu met;físico debe pare-
cer en ellas casi tan antiguo como el mismo espíritu III. Estado positivo o real
teológico, puesto que ha presidido necesariamente si
bien de un modo implícito, la transformación primÚiva l.º Carácter principal: la Ley o Subordinaci6n cons-
del fetichismo en politeísmo, para sustituir ya a la acti- tante de la imaginaci6n a la observaci6n.
vidad puramente sobrenatural, que, apartada de cada
cuerpo particufar, debía dejar espontáneamente en él 12.-Esta larga serie de preámbulos necesarios con-
alguna entidad correspondiente. No obstante, como esta duce al fin a nuestra inteligencia, gradualmente eman-
primer~ revoluc_ión .t~ológica no pudo entonces engen- cipada, a su estado definitivo de positividad racional,
drar nmguna discusion verdadera, la intervención con- que se debe caracterizar aquí de un modo más especial
tinua del espíritu ontológico no empezó a ser plena- que los dos estados preliminares. Como tales ejercicios
ment~ caracte!Ís;ica hasta la revolución siguiente, para preparatorios han comprobado espontáneamente la ra-
reducir el pohteismo a monoteísmo, de quien debió ser dical vaciedad de las explicaciones vagas y arbitrarias
el. órgano nap.i_ral. S': creciente influencia debía parecer propias de la filosofía inicial, ya teológica, ya metafí-
primero orgamca, mientras permanecía subordinado al sica, el espíritu humano renuncia desde ahora a las
impulso teológico; pero su naturaleza esencialmente di- investigaciones absolutas que no convenían más que a
solvente hubo de manifestarse luego cada vez más su infancia, y circunscribe sus esfuerzos al dominio, des-
cuando intentó gradualmente llevar la simplificación d~ de entonces rápidamente progresivo, de la verdadera
la te?lo~ía incluso allende el monoteísmo vulgar, que observación, única base posible de los conocimientos
constitma, con absoluta necesidad, la fase extrema ver- accesibles en verdad, adaptados sensatamente a nuestras
daderamente posible de la filosofía inicial. Así es cómo necesidades reales. La lógica especulativa había consis-
el espíritu metafísico, durante los cinco siglos últimos tido hasta entonces en razonar, con más o menos suti-
ha secundado negativamente el despliegue fundamentaÍ liza, según principios confusos que, no ofreciendo prue-
ba alguna suficiente, suscitaban siempre disputas sin
29
28

salida. Desde ah<;r~, reconoce, como regla fundamental, .·•. , s en lugar de poder llegar a ser, en modo /j
que toda proposic10n que no puede reducirse estri t fenomenob, oluto debe permanecer siempre relativo a f
iíJ.guno a s ' . .' R . '
mente al mero enunciado de un hecho, particular O ge a- • .. str~ organización y a nu estra s1tu~c1?n. feco1;?c1edn- 1

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ra l , no_ p1;1e,d e of ~ecer mngun sent1 o rea I e inteligible. <·

Los prmc1p10s mismos que emplea no son. ya más
üoenese
... ' '
diversos medíos especu at1vos, se ve que, 1· e¡os
nuestros . • ·
verdaderos hechos, sólo que más generales y más : e
tractos que aquellos cuyo vínculo deben formar. Por
parte, cualquiera que sea el 1:1º?º, racional o experi-
ot:~ ·c:1·
e poe
.··• 'b'lídad
d r estudiar comp1etamente nmguna existencia
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efectiva, no podríamosb gara17-t1z~r . e .nmgun mo o fia
de compro ar as1, ll1 s1qmera muy super ·
d 1

1:1ental, de llegar ª. su descubnm1ento, su eficacia cien- Pf8¡1 1 nte 1 todas las existencias reales, cuya mayor parte
t1fica resulta exclusivamente de su conformidad directa · •• me
.eta · d be escapar a nosotros por competa. 1 s·1 1a per-
'
? ín?íre~;ª, c~:m los fenóme1;os observados. La pura '~dso de un sentido importante basta para ocultarnos
1magmac10n pierde entonces irrevocablemente su anti- ~ lmeente un orden entero de fenómenos naturales,
gua supremacía mental y se subordina necesariamente ;edteauede pensar, recíprocament~, que 1a ad qu1s1c1on
ta · · ·' d e
a la observac~ón, de manera adecuada para constituir ·• ·_ . · p evo sentido nos revelana una clase de hechos
:un nu . 1 d
un est.ado lógico plenamente normal,. sin dejar de ejer- de los 'que ahora no tenemos idea ª. guna, a m~nos e
cer, sm embargo, en las especulaciones positivas un la diversidad de los sentidos, tan diferente
cree r que . . 1es de anima . l'd
o~cio tan princ~pal como in~~otable para crear o perfec- entre los tipos prmc1pa ~ ad , se encuen t re
c10nar los med10s de conex1on, ya definitiva, ya provi- nuestro organismo elevada al mas alto grado 9-ue
sional. ?n una p_a~a~)ta, la revolució!-1 f~ndamental que eh d xígir la exploración total del mundo extenor,
pue a e evidentemente gratuita · y casl· n'd'1cu1a. N'm-
caractenza a la vmhdad de nuestra mtehgencia consiste
esencialmente en sustituir en todo, a la inaccesible de-
guna cl.encía puede mostrar
·
mejor que la astronomía
terminación de las causas propiamente dichas la mera esta naturaleza necesanamente reIat1va
' de to d. os nues-
investigación de las leyes, es decir, de las ~elaciones tros conocimientos reales, puesto que, no pud1en~o ha-
constantes que existen entre los fenómenos observa- cerse en ella la investigación de l?s. fenóm~nos mas que
dos. Trátese de los efectos mínimos o de los más su- un único sentido, es muy facil apreciar las canse-
blime~, de choque y gravedad como de pensamiento y por d .. ' d
cuendas especulativas de su esapar1c1on o e su mera
moralidad, no podemos verdaderamente conocer sino alteración. No podría existir ninguna astronomía e~
las diversas conexiones naturales aptas para su cumpli- una especie ciega, por inteligente que se la sup_anga, 111
miento, sin penetrar nunca el misterio de su produc- acerca de astros oscuros, que son tal vez los mas nume-
ción. rosos, ni siquiera si, tan sólo, la atmósfera a través_ de
la cual observamos los cuerpos celestes permaneciera
siempre y en todas partes nebulosa. Tod? el curso de
2.º Naturaleza relativa del espíritu positivo.
este Tratado nos ofrecerá frecuentes ocasiones de apre-
13 .-No sólo nuestras investigaciones positivas de- ciar espontáneamente, del modo más inequívoco, esta
ben reducirse esencialmente, en todos los géneros, a íntima dependencia en que el conjunto de nuestras con-
la apreciación sistemática de lo que es, renunciando diciones propias, tanto internas como externas, m~n-
a descubrir su primer origen y su destino final, sino, tiene inexorablemente a cada uno de nuestros estudios
que importa, además, advertir que este estudio de Íos positivos.
30
Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 31
14.-Para caracterizar lo bastante esta naturaleza ne- teorías correspondientes una aptitud indefinida para re-
cesariamente relativa de todos nuestros conocimientos presentar los fenómenos que les han servido de base,
r 7ales, i:11po~ta ,además darse cll:enta, desde el punto de por lo menos mientras no hay que sobrepujar el grado
vista m~s filosofico, de que, si nuestras concepciones, primitivo de efectiva precisión.
cualesquiera que sean, deben considerarse ellas mismas
como otros tantos fenómenos humanos, tales fenóme-
nos no son simplemente individuales sino también y 3 .º Destino de las leyes positivas: Previsión racional.
sobre todo, sociales, puesto que resuÚan en efecto 'de
una evolución colectiva y continua, todos' cuyos ele~en- 15.-Desde que la subordinación constante de la ima-
tos y todas cuyas fases están en una esencial conexión ginación a la observación ha sido reconocida unánime-
Así, pues, si ~n el primer aspecto se reconoce que nues~ mente como la primera condición fundamental de toda
tras especulac10nes deben depender siempre de las diver- sana especulación científica, una viciosa interpretación
sas condiciones esenciales de nuestra existencia indivi- ha conducido con frecuencia a abusar mucho de este
dual, es menester admitir igualmente en el segundo· gran principio lógico para hacer degenerar la ciencia
que no estan '
, menos subordinadas al conjunto del pro-' real en, una especie de estéril acumulación de hechos
g~eso social, de modo que no pueden tener nunca la incoherentes, que no podría ofrecer otro mérito esencial
fi1eza absoluta que los metafísicos han supuesto. Ahora que el de la exactitud parcial. Importa, pues, mucho
bien; la ley general del movimiento fundamental de la percatarse de que el verdadero espíritu positivo no está
Hu1:1ani1ad consiste, en este respecto, en que nuestras menos lejos, en el fondo, del empirismo que del misti-
teorias. tiendan cada vez más a representar exactamente cismo; entre estas dos aberraciones, igualmente funes-
l~s ob¡e:os exter1;1os de nuestras constantes investiga- tas, debe avanzar siempre: la necesidad de tal reserva
ciones, sin que, sin embargo, la verdadera constitución continua, tan difícil como importante, bastaría por otra
de cada uno de ellos pueda ser plenamente apreciada parte para comprobar, conforme a nuestras explicacio-
ya que la perf~cc~ón. científica debe limitarse a aproxi~ nes del comienzo, cuán maduramente preparada debe
11:arse a aquel. hmite ideal tanto como lo exijan nuestras estar la auténtica positividad, de tal modo que no pue-
diversas. necesid~des reales. Este segundo género de de- de en forma alguna convenir al estado naciente de la
pen~encia, propio de l~s especulaciones positivas, se Humanidad. En las leyes de los fenómenos es en fo
manifiesta con. tanta claridad como el primero en todo que consiste, realmente, la ciencia, a la cual los hechos
el curso de los estudios astronómicos considerando propiamente dichos, por exactos y numerosos que pue-
por ejemplo, la serie de nociones, cada' vez más satis~ dan ser, nunca procnran otra cosa que materiales indis-
factorías, obtenidas desde el origen de la geometría ce- pensables. Considerando el destino constante de estas
leste, so?re la figura de la tierra, la forma de las órbitas leyes, se puede decir, sin exageración alguna, que la
plane~ar1a,s, etc. Así, aunque, por una parte, las doctri- verdadera ciencia, lejos de estar formada de meras ob-
nas c1entificas sean necesariamente de naturaleza bas- servaciones, tiende siempre a dispensar, en cuanto es
tante vatiable para deber rechazar toda pretensión de posible, de la exploración directa, sustituyéndola por
absoluto, sus. variaciones graduales no presentan, por aquella previsión racional, que constituye, por todos
otra parte, ningún carácter arbitratio que pueda moti- aspectos, el principal carácter del espíritu positivo, como
var 1;1-n escepticismo aún más peligroso; cada cambio el conjunto de los estudios astronómicos nos lo hará
sucesivo conserva, por lo demás, espontáneamente a las advertir claramente. Una previsión tal, consecuencia ne-
32 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 33

cesaría de las relaciones constantes descubiertas entre sino de una lenta inducción gradual, a la vez individual
los fenómenos, no permitirá nunca confundir la ciencia y colectiva. No sólo ningún motivo racional, indepen-
real con esa vana erudición que acumula hechos ma- diente de toda exploración exterior, nos indica primero
quinalmente sin aspirar a deducirlos unos de otros. Este la invariabilidad de las relaciones físicas; sino que es
gran atributo de todas nuestras sanas especulaciones incontestable, por el contrario, que el espíritu humano
no importa menos a su utilidad efectiva que a su pro- experimenta, durante su larga infancia, una vivísima
pia dignidad; pues la exploración directa de los fenó- inclinación a desconocerla, incluso allí donde una obser-
menos realizados no podría bastar para permitirnos mo- vación imparcial se la mostraría ya, si no estuviera en-
dificar su cumplimiento, si no nos condujera a prever- tonces artastrado por su tendencia necesaria a referir
los convenientemente. Así, el verdadero espíritu posi- todos los sucesos, cualesquiera que fueran, a volunta-
tivo consiste, ante todo, en ver para prever, en estudiar des arbitrarias. En cada orden de fenómenos existen,
lo que es, a fin de concluir de ello lo que será, según sin duda, algunos bastante sencillos y familiares para
el dogma general de la invariabilidad de las leyes natu- que su observación espontánea haya sugerido siempre
rales 1 • el sentimiento confuso e incoherente de una cierta regu-
latidad 'secundaria; de manera que el punto de vista
puramente teológico no ha podido ser nunca, en rigor,
4. 0 Extensión universal del dogma fundamental de lt1 universal. Pero esta convicción parcial y precaria se limi-
invariabilidad de las Leyes naturales. ta mucho tiempo a los fenómenos menos numerosos
y más subalternos, que ni siquiera puede entonces pre-
16.-Este principio fundamental de toda la filosofía servar de las frecuentes perturbaciones atribuidas a la
positiva, sin estar aún, ni mucho menos, extendido su- intervención preponderante de los agentes sobrenatu-
ficientemente al conjunto de los fenómenos empieza fe- rales. El principio de la invariabilidad de las leyes na-
lizmente, desde hace tres siglos, a hacerse de tal modo turales no empieza realmente a adquirir alguna consis-
familiar, que, a causa de las costumbres absolutas ante- tencia filosófica sino cuando los primeros trabajos ver-
riormente arraigadas, se ha desconocido casi siempre daderamente científicos han podido manifestar su esen-
hasta ahora su verdadera fuente, esforzándose, según cial exactitud frente a un orden entero de grandes fenó-
una vana y confusa argumentación metafísica, por re- menos· lo que no podría resultar suficientemente más
presentar como una especie de noción innata, o al me- que d~ la fundación de la astronomía matemática, du-
nos primitiva, lo que no ha podido resultar, ciertamente, rante los últimos siglos del politeísmo. Según esta in-
troducción sistemática, este dogma fundamental ha ten-
1 Sobre esta apreciación general del espíritu y de la marcha dido, sin duda, a extenderse, por analogía, a fenóme!1;os
propios del método positivo, se puede estudiar con mucho fruto más complicados, incluso antes de que sus leyes propias
la preciosa obra titulada: A system of logic, ratiocinative a11d pudieran conocerse en modo alguno. Pero, aparte de su
inductive, publicada recientemente en Londres (John Parker,
West Strand, 1843 ), por mi eminente amigo Mr. John Stuart esterilidad efectiva, esta vaga anticipación lógica tenía
Mili, tan plenamente asociado desde ahota a la fundación directa entonces demasiada poca energía para resistir conve-
de la nueva filosofía. Los siete últimos capítulos del tomo pri. nientemente a la activa supremacía mental que aún con-
mero contienen una admirable exposición dogmática, tan pro•
funda como luminosa, de la lógica inductiva, que no podrá nun-
servaban las ilusiones teológico-metafísicas. Un primer
ca, me atrevo a asegurarlo, ser concebida ni caracterizada mejor, bosquejo especial del establecimiento de las leyes natu-
permaneciendo en el punto de vista en que el autor se ha puesto. rales respecto a cada orden ptincipal de fenómenos, ha

2
34 Auguste Comte
Capítulo II
Destino del espíritu positivo
sido luego indispensable para procurar a tal noción esa
fuerza inquebrantable que empieza a presentar en las
ciencias más adelantadas. Esta convicción misma no po-
dría hacerse lo bastante firme mientras no se ha exten-
dido verdaderamente una elaboración semejante a todas
las especulaciones fundamentales, ya que la incertidum-
bre dejada por las más complejas debía afectar enton-
ces más o menos a cada una de las otras. No se puede
desconocer esta tenebrosa reacción, incluso hoy, donde,
a causa de la ignorancia aún habitual acerca de las leyes
sociológicas, el principio de la invariabilidad de las re-
laciones físicas queda a veces sujeto a graves altera-
ciones, hasta en lü"s estudios puramente matemáticos,
en que vemos, por ejemplo, preconizar todos los días
un pretendido cálculo de probabilidades, que supone
implícitamente la ausencia de toda ley real acerca de
algunos sucesos, sobre todo cuando el hombre inter-
viene en ellos. Pero cuando esta extensión universal
está por fin suficientemente bosquejada, condición que
ahora se cumple en los espíritus más adelantados, este 17 .-Después de haber considerado el espíritu posi-
gran principio filosófico adquiere lueg<.l una plenitud tivo en relación con los objetos exteriores de nuestras
decisiva, aunque las leyes efectivas de la mayoría de los especulaciones, es menester acabar de caracterizarlo apre-
casos particulares deban permanecer mucho tiempo ig- ciando también su destino interiot, para la satisfacción
noradas; porque una irresistible analogía aplica entonces continua de nuestras propias necesidades, bien concier-
de antemano a todos los fenómenos de cada orden lo nan a la vida contemplativa o a la vida activa.
que no ha sido comprobado sino para algunos de en-
tre ellos, siempre que tengan una importancia conve-
niente.
I. Constituci6n completa y estable de la armonía mental,
individual y colectiva: todo refel'ido a la humanidad

18.-Aunque las necesidades puramente mentales sean,


sin duda, las menos enérgicas de todas las que son
inherentes a nuestra naturaleza, es incontestable, sin
embargo, que existen en toda inteligencia: constituyen
el primer estímulo indispensable para nuestros distintos
esfuerzos filosóficos, atribuidos, sobre todo, con excesiva
frecuencia, a los impulsos prácticos, que los desarrollan
mucho, ciertamente, pero no podrían hacerlos brotar.
35
36 Auguste Comte
i-D- b1
1
í' ..
1scurso so re e esp ntu pos1t1vo 37

Estas exigencias intelectuales, relativas, como todas las carlos y preverlos, el uno por el otro; pues la previsión
demás, al ejercicio regular de las funciones correspon- científica conviene, evidentemente, al presente, e incluso
dientes, reclaman siempre una feliz combinación de es- al pasado, tanto como al porvenir, ya que siempre con-
tabilidad y actividad, de donde resultan las necesidades siste en conocer un hecho independientemente de su
simultáneas de orden y progreso, o de unión y exten- exploración directa, en virtud de sus relaciones con otros
sión. Durante la larga infancia de la Humanidad, sólo ya dados. Así, por ejemplo, la semejanza demostrada
las concepciones teológico-metafísicas podían, según nues- entre la gravitación celeste y la gravedad terrestre ha
tras explicaciones anteriores, satisfacer provisionalmen- conducido, por las pronunciadas variaciones de la pri-
te esta doble condición fundamental, aunque de un mera, a prever las débiles variaciones de la segunda,
modo en extremo imperfecto. Pero cuando la razón que la observación inmediata no podía revelar de un
humana está por fin bastante madura para renunciar a modo suficiente, aunque las haya confirmado después;
buscar lo inaccesible y circunscribir con prudencia su de igual manera, en sentido inverso, la correspondencia,
actividad al dominio que pueden verdaderamente apre- observada desde antiguo, entre el período elemental de
ciar nuestras facultades, la filosofía positiva le procura las mareas y el día lunar, ha encontrado su explicación
ciertamente una satisfacción mucho más completa, por en cuahto se ha reconocido la elevación de las aguas
todos aspectos, y al mismo tiempo más real, de aque- en cada punto como resultado del paso de la luna por
llas dos necesidades elementales. Tal es, en efecto, evi- el meridiano del lugar. Todas nuestras verdaderas nece-
dentemente, en este nuevo aspecto, el destino ditecto sidades lógicas convergen, pues, esencialmente hacia este
de las leyes que descubre sobre los diversos fenómenos, destino común: consolidar cuanto es posible, por nues-
y de la previsión racior-al que es inseparable de ellas. tras especulaciones sistemáticas, la espontánea unidad
Respecto a cada orden de acontecimientos, estas leyes de nuestro entendimiento, constituyendo la continuidad
deben distinguirse, desde este punto de vista, en dos y la homogeneidad de nuestras diversas concepciones,
clases, según que vinculen por semejanza a los que co- de modo que satisfagan igualmente a las exigencias si-
existen o -por filiación- a los que se suceden. Esta multáneas del orden y del progreso, haciéndonos volver
distinción indispensable corresponde esencialmente, para a hallar la constancia en medio de la variedad. Ahora
el mundo exteriot, a la que siempre nos ofrece espon- bien; es evidente que, en este aspecto fundamental, la
táneamente entre los dos estados correlativos de exis- filosofía positiva procura, en los espíritus bien prepara-
tencia y movimiento; de donde resulta, en toda ciencia dos, una aptitud muy superior a la que nunca pudo
real, una fundamental diferencia entre la apreciación ofrecer la filosofía teológico-metafísica. Incluso conside-
estática y la apreciación dinámica de una cuestión cual- rando ésta en los tiempos de su mayor ascendiente, a
quiera. Los dos géneros de relaciones contribuyen igual- la vez mental y social, es decir, en el estado politeísta,
mente a explicar los fenómenos, y conducen de la mis- la unidad intelectual se encontraba en ella, ciertamente,
ma mane.ta a preverlos, aunque las leyes de armonía constituida de un modo mucho menos completo y esta-
parecen al pronto destinadas sobre todo a la explicación, ble que lo permitirá pronto la universal preponderan-
! y las leyes de sucesión a la previsión. En efecto, sea cia del espíritu positivo, cuando esté al fin extendido
que se trate de explicar o de prever, todo se reduce habitualmente a las más altas especulaciones. Entonces,
1

siempre a establecer lazos de unión: todo vínculo real, en efecto, reinará en todas partes, de diversas maneras
aparte de que sea estático o dinámico, descubierto entre y en diferentes grados, esa admirable constitución lógi-
dos fenómenos cualesquiera, permite a la vez expli- ca, de la cual pueden darnos hoy sólo una idea justa
1 38 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 39

los estudios más sencillos, en que la unión y la exten- obtener una explicación universal de la naturaleza, no
sión, garantizada plenamente cada una, se encuentran, han llevado más que a desacreditar radicalmente tal
además, en espontánea solidaridad. Este gran resultado empresa, abandonada en adelante a las inteligencias mal
filosófico no exige por lo demás otra condición nece- cultivadas. Una exploración juiciosa del mundo exterior
saria que la obligación permanente de restringir todas lo ha representado como con muchos menos vínculos
nuestras especulaciones a las investigaciones verdadera- que lo supone o lo desea nuestro entendimiento, a quien
mente accesibles, considerando esas relaciones reales, ya su propia flaqueza dispone más a multiplicar relaciones
de semejanza, ya de sucesión, como incapaces de cons- favorables a su marcha y, sobre todo, a su reposo. No
tituir para nosotros, ellas mismas, otra cosa que simples sólo las seis categorías fundamentales que distinguire-
hechos generales, que es menester siempre tender a re- mos más adelante entre los fenómenos, no se podrían
ducir al menor número posible, sin que el misterio de ciertamente reducir todas a una sola ley universal, sino
su producción pueda ser penetrado en modo alguno, que hay motivo suficiente para asegurar ahora que la
de acuerdo con el carácter fundamental del espíritu po- unidad de explicación, perseguida aún por tantos espí-
sitivo. Pero si esta constancia efectiva de las relaciones ritus serios acerca de cada una de ellas en particular,
naturales no es, tan sólo, en verdad apreciable, también nos es' negada al fin, incluso en este dominio mucho
ella sola basta plenamente a nuestras verdaderas nece- más restringido. La astronomía ha hecho nacer, respec-
sidades, sean de contemplación, sean de dirección. to a esto, esperanzas demasiado empíricas, que no po-
19.-Importa, no obstante, reconocer, en principio, drían realizarse nunca para los fenómenos más comple-
que bajo el régimen positivo la armonía de nuestras jos, no sólo en cuanto a la física propiamente dicha,
concepciones se encuentra necesariamente limitada has- cuyas cinco ramas principales permanecerán siempre
ta cierto punto, por la obligación fundamental de su distintas entre sí, a pesar de sus indiscutibles relaciones.
realidad, es decir, de una conformidad suficiente con Se suele estar dispuesto a exagerar mucho los inconve-
tipos independientes de nosotros. En su ciego instinto nientes lógicos de una dispersión necesaria semejante,
de relación, nuestra inteligencia aspira casi a poder en- porque se aprecian mal las ventajas reales que presenta
lazar entre sí dos fenómenos cualesquiera, simultáneos la transformación de las inducciones en deducciones.
o sucesivos; pero el estudio del mundo exterior demues- Sin embargo, hay que reconocer francamente esta impo-
tra, por el contrario, que muchas de estas aproximacio- sibilidad directa de referir todo a una sola ley positiva
nes serían puramente quiméricas, y que multitud de como una grave imperfección, consecuencia inevitable
acontecimientos se realizan de continuo sin verdadera de la condición humana, que nos fuerza a aplicar una
dependencia mutua; de modo que esta indispensable inteligencia muy flaca a un universo complejísimo.
inclinación necesita más que otra alguna ser regulada 20.-Pero esta incontestable necesidad, que importa
según una sana apreciación general. Acostumbrado du- reconocer, a fin de evitar toda pérdida inútil de fuerzas
rante largo tiempo a una especie de unidad de doctrina, mentales, no impide en modo alguno a la ciencia real
por vaga e ilusoria que debiera ser, bajo el imperio de el lograr, en otro aspecto, una suficiente unidad filosó-
. 1 las ficciones teológicas y de las entidades metafísicas fica, equivalente a las que constituyeron de un modo
el espíritu humano, al pasar al estado positivo, ha in~ pasajero la teología o la metafísica, y muy superior,
tentado al ptincipio reducir todos los órdenes distintos pot otra parte, tanto en estabilidad como en plenitud.
de fenómenos a una sola ley común. Pero todos los Para darse cuenta de su posibilidad y apteciar su natu-
ensayos realizados durante los dos últimos siglos para raleza, hay que echar mano ante todo de la luminosa
~

40 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 41

distinción general, bosquejada por Kant, entre los dos está vedada ésencialmente. Tal es, pues, la disposición
puntos de vista objetivo y subjetivo, propios de un eneral que debe por fin prevalecer en la filosofía v~r-
estudio cualquiera. Considerada en el primer aspecto, ~adetamente positiva, no sólo en cuanto a las t~orias
es decir, en cuanto al destino exterior de nuestras teo- en relación ditecta con el hombre y con la sociedad,
rías, como representación exacta del mundo real, nues- sino también para aquellas que atañen a los. fenómenos
tra ciencia no es ciertamente susceptible de una siste- más sencillos, los más alejados, en aparencia, de e~ta
matización plenaria, a causa de una inevitable diversi- apreciación común: concebir todas nuestras especulacio-
dad entre los fenómenos fundamentales. En este senti- nes como productos de nuestra in~eligencia, d~stinados
do, no debemos buscar otra unidad que la del método a satisfacer nuestras diversas necesidades esenciale~, no
positivo considerado en su totalidad, sin pretender una apartándose nunca del hombre sino para volver meior a
verdadera unidad científica, aspirando sólo a la homo- él, después de haber estudiado los otros fenómenos,
geneidad y a la convergencia de las diferentes doctrinas. como indispensables de conocer, sea para desarrollar
Muy otro es el caso en el otro aspecto, es decir, en fuerzas o para apreciar nuestra naturaleza, y nuestra
cuanto a la fuente interior de las teorías humanas, con- condición. Se puede ver desde entonces como la . 11~-
sideradas como resultados naturales de nuestra evolu- ción preponderante de la Huma_n~dad debe const~tu1r
ción mental, a la vez individual y colectiva, destinados necesariamente, en el estado positivo,. una plena siste-
a la normal satisfacción de nuestras propias necesidades, matización mental, por lo menos equivalente a la que
sean cualesquiera. Referidos de este modo, no al uni- había al fin procurado la edad teológica por la gran con-
verso, sino al hombre, o mejor a la Humanidad, nues- cepción de Dios, tan débilmente reemplazada luego, en
tros conocimientos reales tienden, por el contrario, a este aspecto, durante la transición metafísica, por el
una sistematización completa, tanto científica como ló- vago pensamiento de la naturale~a. , .
gica. Ya no se debe concebir entonces, en el fondo, 21.-Después de haber caracterizado as~ 1~ aptltu~ es-
más que una sola ciencia, la ciencia l;mmana o, más exac- pontánea del espíritu positivo para const1tu~r la unidad
tamente, social, cuyo principio y fin a un tiempo lo final de nuestro entendimiento, resulta fácil co~ple_ta_r
constituye nuestra existencia, y en la que viene a fun- esta explicación fundamental,_ , ex!en1iéndola del mdivi-
dirse naturalmente el estudio racional del mundo exte- duo a la especie. Esta extension mdispensable era hasta
rior, con el doble título de elemento necesario y de ahora esencialmente imposible para los filósofos moder-
preámbulo fundamental, igualmente indispensable en nos, que, no habiendo podido el~o.s mismos salir de un
cuanto al método y a la doctrina, como explicaré más modo suficiente del estado metaf1S1co, no se han puesto
adelante. La misma astronomía, aunque objetivamente nunca en el punto de vista social, _el ú~ico~ ?-º obs~a~te,
más perfecta que las otras ramas de la filosofía natu- susceptible de una realidad plenaria, c1ent1fica o logica,
ral, por razón de su mayor sencillez, no es en verdad puesto que el hombre no se desenvuelve ~isladamente,
así más que en este aspecto humano: pues el conjunto sino en colectividad. Apartando como rad1ca;~ente es-
de este Tratado hará advertir claramente que debería, téril O más bien hondamente dañosa, esta viciosa ab~-
por el contrario, juzgarse muy imperfecta si se la refi- trac~ión de nuestros psicólogos o ideólogos, la tendencia
riese al universo y no al hombre: puesto que todos sistemática que acabamos de apreciar e? el espírit_u ~o-
nuestros estudios teales se limitan por necesidad en ella sitivo adquiere al fin toda su imp?rta?~ia, porque m_dic~
a nuestro mundo, que, sin embargo, no constituye sino en él el verdadero fundamento filosofico de la sociabi-
un mínimo elemento del universo, cuya exploración nos lidad humana, al menos en tanto que ésta depende de
42 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 43

la inteligencia, cuyo influjo capital, aunque en modo al- masiado débil para proporcionar una eficacia social se-
guno exclusivo, no podría discutirse. Es, en efecto, el mejante.
mismo problema humano, con distintos grados de difi-
cultad, el de constituir la unidad lógica de cada enten-
dimiento aislado o establecer una convergencia duradera II. Armonía entre la ciencia y el arte,
entre entendimientos distintos, cuyo número no habría entre la teoría positiva y la práctica
de influir esencialmente sino en la rapidez de la opera-
ción. Además, en todos los tiempos, el que ha podido 22.-Puesto que la aptitud fundamental del espíritu
llegar a ser lo bastante consecuente ha adquirido, por positivo está desde ahora suficientemente caracterizada
ella, la facultad de unir gradualmente a los demás por respecto a la vida especulativa, ya no nos queda sino
la ,,semejanza fundamental de nuestra especie. La filoso- apreciarlo también en la vida activa, que, sin poder mos-
fía teológica, durante la infancia de la Humanidad, no trar en él ninguna propiedad realmente nueva, manifies-
ha sido la única propia para sistematizar la sociedad, ta, de manera mucho más completa y, sobre todo, más
sino por ser entonces la fuente exclusiva de una cierta decisiya, el conjunto de los atributos que le hemos re-
armonía mental. Así, pues, si el privilegio de la coheren- conocido. Aunque las concepciones teológicas hayan sido
cia lógica ha pasado desde ahora irrevocablemente al es- necesarias mucho tiempo, incluso en este aspecto, para
píritu positivo, lo que no puede apenas discutirse en despertar y sostener el ardor del hombre por la espe-
serio, es menester desde el mismo momento reconocer ranza indirecta de una especie de imperio ilimitado, ha
también en él el único principio efectivo de esa gran co- sido, no obstante, acerca de esto donde el espíritu hu-
munión intelectual que viene a ser la base necesaria de mano ha dado primero pruebas de su predilección final
toda verdadera asociación humana, cuando está unida de pot los conocimientos reales. En efecto, el estudio po-
modo conveniente a las otras dos condiciones fundamen- sitivo de la naturaleza empieza hoy a estimarse univer-
tales, una conformidad suficiente de sentimientos y una salmente, sobte todo como base racional de la acción de
cierta convergencia de intereses. La deplorable situación la Humanidad sobre el mundo exteriot. Nada es más
filosófica de lo más escogido de la Humanidad bastaría acettado, en el fondo, que este juicio vulgar y espontá-
hoy para dispensar, a este propósito, de toda discusión, neo; pues un destino semejante, cuando se aptecia con-
puesto que ya no se observa verdadera comunidad de venientemente, recuerda pot necesidad, en el más feliz
opiniones más que sobre las cuestiones reducidas ya a tesumen, todos los grandes rasgos del verdadero espíritu
teorías positivas, y que, por desgracia, no son, ni con filosófico, tanto en cuanto a la racionalidad como en
mucho, las más importantes. Una apreciación directa .Y cuanto a la positividad. El otden natutal que resulta,
especial, que aquí estaría fuera de lugar, hace ver fácil- en cada caso práctico, del conjunto de las leyes de los
mente, por otra parte, que sólo la filosofía positiva pue- fenómenos respectivos, debe primero, evidentemente,
de realizar gradualmente aquel noble proyecto de aso- sernos bien conocido, para que podamos modificarlo en
nuestro provecho o, por lo menos, adaptar a él nuestra
ciación universal que el cristianismo había bosquejado
conducta, si toda intetvención humana es imposible, co-
prematuramente en la edad media, pero que era, en el mo en los acontecimientos celestes. Tal aplicación es pto-
fondo, necesariamente incompatible, como ha demos- pia, sobte todo, para hacer apteciable_ familiar11:ente esa
trado plenamente la experiencia, con la índole teológica ptevisión racional que, como hemos visto, constituye, en
de su filosofía, que establecía una coherencia lógica de- todos aspectos, el principal catáctet de la verdadera cien-
44 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 45

da; pues la pura erudición, en que los conocimientos, mecánico o químico, sino también y sobre todo político
reales, pero incoherentes, consisten en hechos y no en Y m?ral, ya que la. P:incipal acción ejercida por la Hu-
leyes, no podría bastar, evidentemente, para dirigir nues- man_idad debe_ consist11·, en todos aspectos, en el mejo-
tra actividad: sería superfluo insistir aquí en una expli- ramiento contmuo de su propia naturaleza individual 0
cación tan poco discutible. Es cierto que la exorbitante colectiva, entre los límites que indica c;mo en todos
preponderancia que ahora se concede a los intereses ma- los demás casos, el conjunto de las ley~s reales. Cuando
teriales ha llevado con demasiada frecuencia a compren- esta_ espontán~a solida~·idad de la ciencia con el arte haya
der esta relación necesaria de modo que compromete podido organiz~rse asi de modo conveniente, no puede
gravemente el porvenir de la ciencia, tendiendo a res- d:1darse que, le¡os de tender en forma alguna a restrin-
tringir las especulaciones positivas a las únicas investiga- wr las sanas e~~ecu~aciones filosóficas, les asignaría, a la
ciones de utilidad inmediata. Pero esta ciega disposición mve~sa, u? oficio fin?l demasiado superior a su alcance
resulta sólo de una manera estrecha y folsa de entender efectivo, si no se hubiera reconocido de antemano como
la gran relación de la ciencia con el arte, por no haber principio ~eneral, la imposibilidad de hacer al art~ pura-
apreciado una y otro con suficiente hondura. El estudio m:n.te rac10nal, es dec~r, de elevar nuestras previsiones
de la astronomía es el más apropiado de todos para rec- t~oncas al verdadero mvel de nuestras necesidades prác-
tificar tal tendencia, sea porque su mayor sencillez per- t~cas. ~ast_a en las artes más sencillas y perfectas sigue
mite abarcar mejor su conjunto, o en virtud de la espon- siendo, mdisp~nsable un ~on_stante desarrollo, directo y
taneidad más íntima de sus aplicaciones correspondien- espo1_1ta~eo, sin que !as mdicaciones científicas puedan,
tes, que desde hace veinte siglos están evidentemente e? nmgun caso, suplirlo completamente. Por satisfacto-
ligadas con las más sublimes especulaciones, como este r~a~ que hayan Jle?ado a ser, por ejemplo, nuestras pre-
Tratado hará advertir con claridad. Pero importa, sobre visiones astrono1?icas, s~ pr~cisión es todavía, y será
todo, reconocer, a este propósito, que la relación funda- prob~blem~nt~ siempre, mfenor a nuestras justas exi-
mental entre la ciencia y el arte no ha podido ser hasta gencias practicas, como tendré ocasión de indicar con
aquí comprendida de un modo conveniente, incluso en frecuencia.
las mejores mentes, por una consecuencia necesaria de 23 .-Esta tendencia espontánea a constituir directa-
la insuficiente extensión de la filosofía natural, todavía men_te una_ armonía e?tera entre la vida especulativa y
ajena a las investigaciones más importantes y difíciles, la vida activa debe mirarse al fin como el más feliz pri-
las que conciernen directamente a la sociedad humana. v~legio del espíritu p_ositivo, ninguna de cuyas otras pro-
En efecto, la concepción racional de la acción del hom- piedades puede mamfestar tan bien su verdadero carác-
bre sobre la naturaleza ha permanecido así limitada esen- ter_ y facilitar su a,scendiente real. Nuestro ardor especu-
cialmente al mundo inorgánico, de donde resultaría una lativo se halla asi, pues, mantenido, y hasta dirigido,
excitación científica demasiado imperfecta. Cuando esta por un poderoso estímulo continuo, sin el cual la inercia
inmensa laguna se haya llenado lo bastante, como em- natural de nuestra inteligencia la dispondría a menudo
pieza hoy a estarlo, se podrá uno dar cuenta de la im- ª. satísfa~~r sus débi_les n_e~esidades . teóricas por explica-
portancia fundamental de este gran destino práctico ci?nes faciles, pe:? m~uficientes, mientras que el pensa-
para estimular habitualmente, e incluso a menudo para miento de la accion final recuerda siempre la condición
dirigirlas mejor, las más eminentes especulaciones, bajo de una p_recisió~ ~onveniente. Al mismo tiempo, este
la única condición normal de una positividad constante. gran destino practico completa y circunscribe en cada
Pues el arte no será ya entonces tan sólo geométrico, caso, la presctipdón fundamental relativa al' descubrí-
46 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 47

miento de l~s leyes naturales, tendiendo a determinar 24.-A propósito de esta íntima armonía entre la
según las ex.igencias de la aplicación, el grado de exten~ ciencia y el arte, importa finalmente observar en espe-
si.on ~ exactitud de nuestra previsión racional, cuya me- cial la feliz tendencia que de ella resulta para desarrollar
d~da Justa no podría, en general, fijarse de otro modo. y consolidar el ascendiente social de la sana filosofía,
Si, po.r una p~rte, 1~ ~erfección científica no podría so- por una consecuencia espontánea de la preponderancia
brepu¡ar un cierto limite, por debajo del cual, a la in- creciente que obtiene, evidentemente, la vida industrial
versa, se encontrará realn~ente siempre, no podría, por en nuestra civilización moderna. La filosofía teológica
otra par~e, fr~~queado .sin caer al mismo tiempo en no podía realmente convenir sino a aquellos tiempos ne-
un,a. consideraci~1: demasiado minuciosa, no menos qui- cesarios de sociabilidad preliminar, en que la actividad
met1ca que estet1l, y que incluso comprometería final- humana debe ser militar esencialmente, a fin de prepa-
mente todos los fundamentos de la verdadera ciencia rar poco a poco una asociación normal y completa, que
puesto que nuestras leyes no pueden nunca representa; al principio era imposible, según la teoría histórica que
lo~ fen¿menos más q~e con u.na cierta aproximación, he establecido en otro lugar. El politeísmo se adaptaba
mas alla de la cual set1a tan peligroso como inútil llevar sobre todo al sistema de conquista de la antigüedad, y
nuestras investigaciones. Cuando esta relación fundamen- el monoteísmo a la organización defensiva de la edad
tal de la ciencia con el arte esté sistematizada convenien- media. Haciendo prevalecer cada vez más la vida in-
temen.te, te~d~r~ alguna vez, sin duda, a desacreditar dustrial, la sociabilidad moderna debe, pues, secundar
ten~ativas histo~icas cuya esterilidad radical sería indis- poderosamente la gran revolución mental que hoy eleva
cutible; pero, le¡os de ofrecer ningún inconveniente real nuestra inteligencia, definitivamente, del régimen teoló-
esta inevitable disposición resultará desde entonces mu; gico al régimen positivo. No sólo esta activa tendencia
favo:a?le a nuestros verdaderos intereses especulativos, cotidiana al mejoramiento práctico de la condición hu-
prev1111endo esa vana pérdida de nuestras flacas energías mana es por necesidad poco compatible con las preocu-
mentales, que hoy resulta con excesiva frecuencia de paciones religiosas, siempre relativas, sobre todo en el
una, ~iega e~p.ecializació~. En la evolución preliminar del monoteísmo, a un destino del todo diferente. Sino que,
espmtu positivo ha temdo que aplicarse en todas partes además, tal actividad es propia para suscitar finalmente
a las cuestiones, cualesquiera que fueran, que le resul- una oposición universal, tan radical como espontánea,
t~ban ac~esibles, sin indagar demasiado su importancia a toda filosofía teológica. De un lado, en efecto, la
final, derivada de su relación peculiar con un conjunto vida industrial es, en el fondo, directamente contraria
a todo optimismo providencial, puesto que supone ne-
que no podía primero ser advertido. Pero este instinto
cesariamente que el orden natural es lo bastante im-
provisional, sin el cual la ciencia hubiera carecido enton-
perfecto para exigir sin cesar la intervención humana,
c~s de un a;imento conveniente, debe acabar por subor- mientras que la teología no admite lógicamente otro
~marse habitualmente a una justa apreciación sistemá- medio de modificarlo que solicitar un apoyo sobrena-
t~ca, tan pronto. ~orno la plena madurez del estado posi- tural. En segundo lugar, esta oposición, inherente al
tivo haya perm1t1do aprehender siempre lo bastante las conjunto de nuestras concepciones industriales, se re-
verdaderas relaciones esenciales de cada parte con el produce continuamente, en formas muy variadas, en el
todo, de manera que ofrezca constantemente un ancho cumplimiento especial de nuestras operaciones, en que
horizonte a las más eminentes investigaciones, evitando, debemos considerar el mundo exterior, no como diri-
sin embargo, toda especulación pueril. gido por cualesquiera voluntades, sino como sometido
48 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 49

a leyes, susceptibles de permltlrnos una suficiente pre- la ciencia y la teología no están, en primer término, en
visión, sin la cual nuestra actividad práctica carecería abierta oposición, puesto que no se proponen los mis-
de toda base racional. Así, la misma correlación funda- mos problemas; esto es lo que ha permitido durante
mental que hace a la vida industrial tan favorable al largo tiempo el despliegue parcial del espíritu positivo,
ascendente filosófico del espíritu positivo, le imprime, a pesar del ascendiente general del espíritu teológico e
en otro aspecto, una tendencia antiteológica, más o me- incluso, en muchos aspectos, bajo su tutela previa. Pero
nos pronunciada, pero ptonto o tarde inevitable, por cuando la positividad racional, primero limitada a hu-
grandes que hayan podido ser los continuos esfuerzos mildes investigaciones matemáticas, que la teología ha-
de la sabiduría sacerdotal para contener o templar el bía desdeñado tocar especialmente, empezó a extenderse
carácter antiindustrial de la filosofía de los comienzos, al estudio directo de la naturaleza, sobre todo por las
con la cual sólo la vida guerrera era suficientemente · teorías astronómicas, la colisión se hizo inevitable, aun-
conciliable. Tal es la íntima solidaridad que hace parti- que latente, en virtud del contraste fundamental, a la
cipar involuntariamente desde hace mucho tiempo a to- vez científico y lógico, desarrollado desde entonces pro-
dos los espíritus modernos, incluso los más groseros y gresivamente entre ambos órdenes de ideas. Los mismos
rebeldes, en la sustitución gradual de la antigua filoso- motivos lógicos por los que la ciencia renuncia radical-
fía teológica por una filosofía plenamente positiva, úni- mente a los misteriosos problemas de que la teología
ca susceptible en adelante de un verdadero ascendiente por esencia se ocupa, son propios para desacreditar,
social. tarde o temprano, en todas las buenas inteligencias, es-
peculaciones que se rechazan como necesariamente in-
accesibles a la razón humana. Además, la prudente
III. Incompatibilidad final de la ciencia reserva con que el espíritu positivo procede gradual-
con la teología mente respecto a asuntos muy fáciles, debe hacer apre-
ciar indirectamente la loca temeridad del espíritu teoló-
25 .-De esta manera somos llevados a completar gico frente a las cuestiones más difíciles. Sin embargo,
finalmente la apreciación directa del verdadeto espí- la incompatibilidad de las dos filosofías debe hacerse
ritu filosófico por una última explicación que, aun sien- patente, sobre todo, por las doctrinas, en la mayoría
do sobre todo negativa, resulta realmente indispensable de las inteligencias, que de ordinario se afectan dema-
hoy para acabar de caracterizar suficientemente la natu- siado poco por las meras disidencias metódicas, aunque
raleza y las condiciones de la gran renovación mental éstas sean en el fondo las más graves, como fuente
que ahora necesita lo más escogido de la Humanidad, necesaria de todas las demás. Ahora bien; en este nue-
manifestando directamente la incompatibilidad última vo aspecto, no se puede desconocer la oposición radical
de las concepciones positivas con todas las opiniones de los dos órdenes de concepciones, en que los mismos
teológicas, sean cualesquiera, tanto monoteístas como fenómenos son tan pronto atribuidos a voluntades di-
politeístas o fetichistas. Las diversas consideraciones rectrices, tan pronto referidos a leyes invariables. La
indicadas en este Discurso han demostrado ya implíci- movilidad regular, naturalmente inherente a toda idea
tamente la imposibilidad de ninguna conciliación dura- de voluntad, no puede en modo alguno estar de acuer-
dera entre las dos filosofías, sea en cuanto al método do con la constancia de las relaciones reales. De esta
o a la doctrina; de modo que toda incertidumbre sobre forma, a medida que las leyes físicas han sido cono-
este punto puede aquí disiparse fácilmente. Sin duda, cidas, el imperio de las voluntades sobrenaturales se
50 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 51

ha tenido que restringir cada vez más, quedando con- causa de ese absoluto desdén que inspiran ciegamente
sagrado siempre, sobre todo, a los fenómenos cuyas nuestras costumbres monoteístas por los dos estados
leyes permanecían ignoradas. Una incompatibilidad se- anteriores del régimen teológico. La sana filosofía, siem-
mejante resulta directamente evidente cuando se opone pre obligada a apreciar el modo necesario según el que
la previsión racional, que constituye el principal carác- cada una de las grandes fases sucesivas de la Huma-
ter de la verdadera ciencia, a la adivinación por reve- nidad ha concurrido efectivamente a nuestra evolución
lación especial, que la teología tiene que representar fundamental, rectificará con ~uidado estos prejuicios in-
como aquello que ofrece el único medio legítimo de justos, que impiden toda verdadera teoría histórica. Pero
conocer el futuro. Es cierto que el espíritu positivo, aunque el politeísmo, y hasta el fetichismo, hayan se-
llegado a su completa madurez, tiende también a subor- cundado realmente, en un principio, el despliegue es-
dinar la voluntad misma a verdaderas leyes, cuya exis- pontáneo del espíritu de observación, se debe reconocer,
tencia es supuesta, en efecto, tácitamente, por la razón sin embargo, que no podían ser verdaderamente com-
vulgar, puesto que los esfuerzos prácticos para modi- patibles con el sentimiento gradual de la invariabilidad
ficar y prever las voluntades humanas no podrían tener de las relaciones físicas tan pronto como éste pudo ad-
sin ello ningún fundamento razonable. Pero una noción quirir, cierta consistencia sistemática. Además, se debe
tal no conduce en modo alguno a conciliar los dos concebir esa inevitable oposición como la principal fuen-
modos opuestos según los cuales la ciencia y la teología te secreta de las diversas transformaciones que han
conciben necesariamente la dirección efectiva de los descompuesto sucesivamente la filosofía teológica, redu-
diversos fenómenos. Pues una previsión semejante y la ciéndola cada vez más. Este es el lugar de completar,
conducta que de ella resulta exigen evidentemente un sobre este punto, la explicación indispensable indicada
profundo conocimiento real del ser en cuyo seno las al comienzo de este Discurso, donde esta disolución
voluntades se producen. Pero este fundamento previo gradual ha sido especialmente atribuida al estado me-
no podría proceder más que de un ser por lo menos tafísico propiamente dicho, que, en el fondo, no podía
igual, juzgando así por semejanza; no se le puede con- ser sino su simple órgano, y nunca el agente verdadero.
cebir procedente de uno inferior, y la contradicción au- Es menester observar, en efecto, que el espíritu posi-
menta con la desigualdad de naturaleza. También la tivo, a causa del defecto de generalidad que debía ca-
teología ha rechazado siempre la pretensión de penetrar racterizar su lenta evolución parcial, no podía formular
de algún modo los designios providenciales, como sería de manera conveniente sus propias tendencias filosó-
absurdo suponer a los últimos anímales la facultad de ficas, que apenas se han hecho directamente sensibles
prever las voluntades del hombre o de otrns anímales durante nuestros últimos siglos. De aquí resultaba la
superiores. Sin embargo, a esta loca hipótesis se vería necesidad especial de la intervención metafísica, que
uno necesariamente conducido para conciliar por último ella sólo podía sistematizar convenientemente la· oposi-
el espíritu teológico con el espíritu positivo. ción espontánea de la ciencia naciente a la antigua teo-
26.-Consíderada históricamente, su radical oposi- logía. Pero, aunque tal oficio haya debido hacer exagerar
.ción, aplicable a todas las fases esenciales de la filo- mucho la importancia efectiva de este espíritu de tran-
sofía inicial, se admite generalmente desde hace mucho sición, es, sin embargo, fácil reconocer que el progreso
tiempo para aquellas que han franqueado del todo los natural de los conocimientos reales deba sólo una seria
pueblos más adelantados. Incluso es cierto que, respec- consistencia a su ruidosa actividad. Este continuo pro-
to a ellas, se exagera mucho tal incompatibilidad, a greso, que incluso había determinado primero, en el
52 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 53

fondo, la transformación del fetichismo en politeísmo, humana, se puede afirmar que el régi11;1e1: _monoteís:a,
ha constituido luego, sobre todo, la fuente esencial de favorable durante mucho tiempo al pt1m1t1vo desplie-
la reducción del politeísmo al monoteísmo. Como la gue de los conocimientos reales, estorba profundamente
colisión hubo de realizarse principalmente por las teo- la marcha sistemática que deben tomar en _adel~nt~,
rías astronómicas, este Tratado me proporcionará la oca- impidiendo al sentimiento fundamental de la mva:1a~1-
sión natural de caracterizar el grado preciso de su des- lidad de las leyes físicas adquirir finalmente_ su md1s-
arrollo, al que hay que atribuir, en realidad, la irrevo- pensable plenitud filosófica. ~~es el_ per.isam1ento con-
cable decadencia mental del régimen politeísta, que tinuo de una súbita perturbac10n arbitraria en la econo-
entonces reconoceremos lógicamente incompatible con mía natural debe permanecer siemp,re insepa:able, al
la fundación decisiva de la astronomía matemática por la menos virtualmente, de toda teologia, cualqu~era q~e
escuela de Tales. ella sea, incluso reducida tanto como sea posible. Sm
27 .-El estudio racional de esta oposición demues- un obstáculo semejante, en efecto, que no puede cesar
tra claramente que no podía limitarse a la teología an- más que por el completo desuso del espíritu teológic~,
tigua, y que tuvo que extenderse después al monoteís- el espectáculo diario del o~den real_ h~b;ía ya determi-
mo mismo, aunque su energía hubo de disminuir con nado 'una universal adhesion al prmcipio fundamental
su necesidad, a medida que el espíritu teológico seguía de la filosofía positiva. .
decayendo, a causa del mismo progreso espontáneo. Sin 28.-Varios siglos antes de que el desarrollo ~i~;1-
duda, esta fase extrema de la filosofía inicial era mu- tífico permitiera apreciar directamen:e esta opos_ic10n
cho menos contraria que las precedentes al despliegue radical la transición metafísica había mtentado, ba¡o su
de los conocimientos reales, que no encontraban ya en secretd impulso, restringir, en el mismo seno del mono-
ella, a cada paso, la peligrosa competencia de una ex- teísmo el ascendiente de la teología, haciendo preva-
plicación sobrenatural formulada especialmente. También lecer ~bsttactamente, en el último período de la edad
fue, sobre todo, bajo este régimen monoteísta cuando media, la célebre doctrina escolástica que s1:ieta _la ac-
hubo de realizarse la evolución preliminar del espíritu ción efectiva del motor supremo a leyes mvanables,
positivo. Pero la incompatibilidad, no por ser menos que habría establecido primitiva1:1ente, vedánd_o_se el
explícita y más tardía dejaba de ser al fin inevitable, cambiarlas nunca. Pero esta especie de transacc10n es-
incluso antes de la época en que la nueva filosofía se pontánea entre el principio teológico, y el princip_io
hubiera hecho lo bastante general para tomar un carác-
ter verdaderamente orgánico, reemplazando irrevocable-
positivo no suponía, evidentem~~te, ma: que una exi?-
tencia pasajera, propia para facilitar mas la decade~cia
mente a la teología en su oficio social como en su des- continua del uno y el triunfo gradual del otro. Su i~-
tino mental. Como el conflicto ha debido realizarse una perio mismo estaba limitado esencialmen_te. ~ los espltl-
vez más por la astronomía, demostraré aquí con preci- tus cultivados; pues, mientras la fe su~sist10 realmente,
sión qué evolución más adelantada ha extendido nece- el instinto popular hubo de rechazar siempre con ener-
sariamente hasta el más simple monoteísmo su oposi- gía una concepción que, en el fondo, tendia. a a~ular _el
ción radical, limitada antes al politeísmo propiamente poder providencial, co~d~nándolo. a una sublime me;cia,
dicho: se reconocerá entonces que esta inevitable in- que dejaba toda la actividad habitual a 1~ gran enti1ad
fluencia resulta del descubrimiento del doble movimiento metafísica estando así la .naturaleza asociada al gobier-
de la Tierra, seguido poco después de la fundación de no unive;sal, como ministro obligado y resp~nsable, a
la mecánica celeste. En el estado actual de la razón quien debían dirigirse en adelante la mayona de las
54 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 55

quejas y las súplicas. Se ve que, en todos los aspectos iduría a la economía artificial que establece nuestra
esenciales, esta concepción se asemeja mucho a la que sab
débil intervención humana en su 1·imita · d o d omini?.
· ·
la situación moderna ha hecho prevalecer cada vez más Como estos vicios naturales deben de se,r tanto 1:1as
respecto a la monarquía constitucional; y esta analogía randes cuanto se trate de fenómenos mas comple¡os,
no es de ningún modo fortuita, puesto que el tipo teo- fas indicaciones irrecusables que nos, ofrezca, ,en est~
lógico ha proporcionado, en efecto, la base racional del aspecto, el conjun!o d~ la astronomia, bastaran aqui
tipo político. Esta doctrina contradictoria, que destruye para hacer presentir cuanto debe e;:tender,5e una apre-
la eficacia social del principio teológico, sin consagrar el ciación semejante, con nueva energ_ia ~losofica, a to?as
ascendiente fundamental del principio positivo, no po- las demás partes esenciales de la ciencia real. Pero, i!11-
dría corresponder a ningún estado verdaderamente nor- porta, sobre todo, comptender, en genernl,_ a prop?sito
mal y duradero: constituye sólo el más poderoso de los de esta crítica, que no tiene sólo un destino pasa¡eto,
medios de transición propios del último oficio necesario a título de medio antiteológico. Se enlaza, de un modo
del espíritu metafísico. más íntimo y duradero, al espíritu fundamental de la
29 .-Finalmente, la incompatibilidad necesaria de la filosofía positiva, en la relación general entre la espe-
ciencia con la teología ha tenido que manifestarse tam- culacitn y la acción. Si, por una parte, nuestra activa
bién en otra forma general, especialmente adaptada al intervención petmanente descansa, ante todo, en el co-
estado monoteísta, haciendo resaltar cada vez más la nocimiento exacto de la economía natur_al,. de la cual
radical imperfección del orden real, que así se opone al nuestra economía artificial no debe constituir, en todos
inevitable optimismo prnvidencial. Este optimismo, sin aspectos, sino el mejoramiento, ptogresivo, no ~s m~nos
duda, ha seguido siendo conciliable mucho tiempo con cierto, por otra parte, que asi supon~mos la imperf~c-
el espontáneo despliegue de los conocimientos positivos, ción necesaria de aquel orden espontaneo, cuya modifi-
porque un primer análisis de la naturaleza debía ins- cación gradual constituye el fin coti~iano de t?dos nues-
pitar entonces en todas partes una ingenua admiración tros esfuerzos, individuales o colectivo~. Haciend~ a~s-
por el modo de realizarse de los principales fenómenos tracción de toda crítica pasajera, la ¡usta aprec1ac10n
que constituyen el orden efectivo. Pero esta disposición de los diversos inconvenientes que pertenecen a la
inicial tiende luego a desaparecer, no menos necesaria- constitución efectiva del mundo real debe ser, pues,
mente, a medida que el espíritu positivo, tomando un concebida desde abata como inherente al c?njunt? de
carácter cada vez más sistemático, sustituye poco a poco, la filosofía positiva, hasta frente a los. casos. inaccesibles
al dogma de las causas finales, el principio df' las con- a nuestros débiles medios de perfecc10namiento, a fin
diciones de existencia, que ofrece, en mayor grado, to- de conocer mejor, sea nuestra condici?~ fundam~ntal,
das sus propiedades lógicas, sin presentar ning'uno de sea el destino esencial de nuestra actividad continua.
sus graves riesgos científicos. Entonces deja uno de
asombrarse de que la constitución de los seres naturales
se encuentre, en cada caso, dispuesta de manera que
permita la realización de sus fenómenos efectivos. Es-
tudiando con cuidado esta inevitable armonía, con el
único designio de conocerla mejor, se acaba luego por
observar las profundas imperfecciones que presenta, en
todos aspectos, el orden real, casi siempre inferior en
Capítulo III
Atributos correlativos del espíritu positivo
y del buen sentido

l. De la palabra positivo: sus diversas acepciones resumen


los atributos del verdadero espíritu filosófico

30.-El concurso espontáneo de las diversas consi-


deraciones generales indicadas en este Discurso basta
ahora para caracterizar aquí, en todos sus principales
aspectos, el verdadero espíritu filosófico, que, después
de una lenta evolución preliminar, alcanza hoy su es-
tado sistemático. En vista de la obligación evidente,
en que estamos desde ahora, de calificarlo habitualmen-
te con una breve denominación especial, he debido pre-
ferir aquella a quien esa universal preparación ha pro-
curado cada vez más, durante los tres siglos últimos,
la preciosa propiedad de resumir lo mejor posible el
conjunto de sus atributos fundamentales. Como todos
los términos vulgares elevados así gradualmente a la
dignidad filosófica, la palabra positivo ofrece, en nues-
tras lenguas occidentales, varias acepciones distintas,
aun apartando el sentido grosero que se une al prín-
57
58 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 59
cipio a ella en los espíritus poco cultivados. Pero im- obtener en todo el grado de prec1s1on compatible con
porta anotar aquí que todas estas diversas significacio- la naturaleza de los fenómenos y conforme con la exi-
nes convienen igualmente a la nueva filosofía general, gencia de nuestras verd~deras necesida~es; mient_ras que
de la que indican alternativamente diferentes propieda- la antigua manera de filosofar conducta necesanamente
des características: así, esta aparente ambigüedad no a opiniones vagas, ya que no llevaba consigo una indis-
ofrecerá en adelante ningún inconveniente real. Habrá pensable disciplina más que por una constricción per-
que ver en ella, por el contrario, uno de los principales manente, apoyada en una autoridad sobrenatural.
ejemplos de esa admirable condensación de fórmulas 32.-Es menester, por i'iltimo, observar especialmen-
que, en los pueblos adelantados, reúne en una sola te una quinta aplicación, menos usada que las otras,
expresión usual varios atributos distintos, cuando la aunque por otra parte igualmente universal, cuando se
razón pública ha llegado a reconocer su permanente co- emplea la palabra positivo como lo contrario de nega-
nexión. tivo. En este aspecto, indica una de las más eminentes
31.-Considerada en primer lugar en su acepción propiedades de la verdadera filosofía moderna, mostrán-
más antigua y más común, la palabra positivo designa dola destinada sobre todo, por su naturaleza, no a des-
lo real, por oposición a lo quimérico: en este aspecto, truir, sino a organizar. Los cuatro caracteres generales
conviene plenamente al nuevo espíritu filosófico, carac- que acabamos de recordar la distinguen a la vez de
terizado así por consagrarse constantemente a las inves- todos los modos posibles, sean teológicos o metafísicos,
tigaciones verdaderamente asequibles a nuestra inteli- propios de la filosofía inicial. Esta última significación,
gencia, con exclusión permanente de los impe~etrab~es que por otra parte indica una continua te1;1dencia d~l
misterios con que se ocupaba sobre todo su 111fanc1a. nuevo espíritu filosófico, ofrece hoy una importancia
En un segundo sentido, muy próximo al precedente, especial para caracterizar directamente una de sus prin-
pero distinto, sin embargo, este término fundamental cipales diferencias, no ya con el espíritu teológico, que
indica el contraste de lo tÍtil y lo inútil: entonces re- fue durante mucho tiempo, orgánico, sino con el espí-
cuerda, en filosofía, el destino necesario de todas nues- rit~ metafísico propiamente dicho, que nunca ha podido
tras sanas especulaciones para el mejoramiento conti- ser más que crítico. Cualquiera que haya sido, en efec-
nuo de nuestra verdadera condición, individual y colec- to, la acción disolvente de la ciencia real, esta influencia
tiva, en lugar de la vana satisfacción de una estéril fue siempre en ella puramente indirecta y secundaria:
curiosidad. Según una tercera significación usual, se em- su mismo defecto de sistematización impedía hasta aho-
plea con frecuencia esta feliz expresi?1:, par~ c?lifica~ la ra que pudiera ser de otro modo; y el gran oficio orgá-
oposición entre la certeza y la 111dec1s1on: 111d1ca as1 la nico que ahora le ha cabido en suerte se opondría en
aptitud característica de tal filosofía para constituir es- adelante a tal atribución accesoria, que, por lo demás,
pontáneamente la armonía lógica en el individuo y la tiende a hacer superflua. La sana filosofía rechaza radi-
comunión espiritual en la especie entera, en lugar de calmente, es cierto, todas las cuestiones necesariame~te
aquellas dudas indefinidas y de aquellas discusiones in- insolubles: pero, al justificar por qué las desecha, evita
terminables que había de suscitar el antiguo régimen el negar nada respecto a ellas, lo que sería contradic-
mental. Una cuarta acepción ordinaria, confundida con torio con aquel desuso sistemático, por el cual sola-
demasiada frecuencia con la precedente, consiste en mente deben extinguirse todas las opiniones verdadera-
oponer lo preciso a lo vago: este sentido recuerda la mente indiscutibles. Más imparcial y más tolerante para
tendencia constante del verdadero espíritu filosófico a con cada una de ellas, en vista de su común indiferen-
60 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 61

cía, que pueden serlo sus partidarios opuestos, se aplica Se concibe, en efecto, que la naturaleza absoluta de las
a apreciar históricamente su influencia respectiva, las viejas doctrinas, sean teológicas o metafísicas, determi-
condiciones de su duración y los motivos de su deca- naba necesariamente a cada una de ellas a resultar nega-
dencia, sin pronunciar nunca ninguna negación abso- tiva respecto a todas las demás, so pena de degenerar
luta, ni siquiera cuando se trata de las doctrinas más ella misma en un absurdo eclecticismo. Al contrario,
antipáticas al estado actual de la razón humana en los en virtud de su genio relativo es como la nueva filo-
pueblos adelantados, Así es como hace justicia, escru- sofía puede apreciar el valor propio de las teorías que
pulosamente, no sólo a los diversos sistemas de mono- le son más opuestas, sin ir a parar nunca, sin embargo,
teísmo distintos del que hoy expira entre nosotros, a ninguna concesión vana, susceptible de alterar la niti-
sino también a las creencias politeístas, o incluso feti- dez de sus miras o la firmeza de sus decisiones. Hay,
chistas, refiriéndolas siempre a las fases correspondien- pues, realmente ocasión de presumir, según el conjunto
tes de la evolución fundamental. En el aspecto dogmá- de una apreciación especial semejante, que la fórmula
tico, profesa por otra parte que cualesquiera concep- empleada aquí para calificar habitualmente esta filosofía
ciones de nuestra imaginación, cuando su naturaleza les definitiva recordará en adelante, a todas las buenas inte-
hace forzosamente inaccesibles a toda observación, no ligenci'as, la combinación efectiva entera de sus diversas
son desde ese momento más susceptibles de negación propiedades características.
que de afirmación, verdaderamente decisivas. Nadie, sin
duda, ha demostrado nunca lógicamente la no existen-
cia de Apolo, de Minerva, etc., ni la de las hadas otien- II. Col'relación, espontánea y luego sistemática,
tales o de las diversas creaciones poéticas; lo que en entre el espíritu positivo y el buen sentido universal
ningún caso ha impedido al espfritu humano no aban-
donar irrevocablemente los dogmas antiguos, cuando 34.-Cuando se busca el origen fundamental de tal
han dejado por último de convenir al conjunto de su modo de filosofar, no se tarda en reconocer que su
situación.
espontaneidad elemental coincide realmente con los pri-
33.-El único carácter esencial del nuevo espíritu
meros ejercidos prácticos de la razón humana, pues el
filosófico que no haya sido aún indicado directamente
conjunto de las explicaciones indicadas en este Discurso
por la palabra positivo, consiste en su tendencia nece-
saria a sustituir en todo lo relativo a lo absoluto. Pero demuestra con claridad que todos sus atributos princi-
este gran atributo, a un tiempo científico y lógico, es pales son, en el fondo, los mismos que los del buen
de tal modo inherente a la naturaleza fundamental de sentido universal. A pesar del ascendiente mental de la
los conocimientos reales, que su consideración general más grosera teología, la conducta diaria de la vida acti-
no tardará en enlazarse íntimamente con los diversos va ha debido siempre suscítat, respecto a cada orden
aspectos que esta fórmula combine ya, cuando el mo- de fenómenos, un cierto bosquejo de las leyes naturales
derno régimen intelectual, hasta ahora parcial y empí- y de las previsiones correspondientes, en algunos casos
rico, pase comúnmente al estado sistemático. La quinta particulares, que sólo parecían entonces secundarios o
acepción que acabamos de apreciar es propia sobre todo excepcionales: tales son, en efecto, los gérmenes nece-
para determinar esta última condensación del nuevo sarios de la positividad, que debía ser durante mucho
lenguaje filosófico, desde entonces plenamente consti- tiempo empírica antes de podet llegar a ser racional.
tuido, según la evidente afinidad de las dos propiedades. Importa mucho advertir que, en todos los aspectos
62 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 63

esenciales, el verdadero espíritu filosófico consiste sobre son necesariamente huecas y estériles las investigacio-
todo en la extensión sistemática del simple buen sen- nes especulativas dirigidas, en un asunto cualquiera, a
tido a todas las especulaciones verdaderamente accesi- los primeros principios, que, debiendo emanar siempre
bles. Su dominio es radicalmente idéntico, puesto que de la sabiduría vulgar, no pertenecen nunca al verda-
los mayores problemas de la sana filosofía se refieren dero dominio de la ciencia, de la que constituyen, por
en todo a los fenómenos más vulgares, frente a los el contrario, los fundamentos espontáneos y desde ese
que los casos artificiales no constituyen sino una pre- momento indiscutibles, lo cual suprime una multitud
paración más o menos indispensable. Son, de una y de controversias, ociosas o arriesgadas, que nos ha de-
otra parte, el mismo punto de partida experimental, el jado el antiguo régimen mental. Se puede así ver igual-
mismo fin de poner en relación y prever, la misma mente la profunda vaciedad final de todos los estudios
preocupación continua por la realidad, la misma inten- previos relativos a la lógica abstracta, en que se trata
ción final de utilidad. Toda su diferencia esencial con- de apreciar el verdadero método filosófico, aislado de
siste en la generalidad sistemática de uno, gracias a su toda aplicación a cualquier orden de fenómenos. En
abstracción necesaria, opuesta a la incoherente especia- efecto, los únicos principios verdaderamente generales
lidad del otro, ocupado siempre con lo concreto. que se puedan establecer a este respecto se reducen por
35.-Considerada en el aspecto dogmático, esta co- necesidad, como es fácil comprobarlo en los más céle-
nexión fundamental representa la ciencia propiamente bres de estos aforismos, a algunas máximas indiscuti-
dicha como una mera prolongación metódica de la sa- bles, pero evidentes, tomadas de la razón común, y que
biduría universal. Así, lejos de volver a poner nunca no añaden en verdad nada esencial a las indicaciones
en cuestión lo que ésta ha decidido verdaderamente, que resultan, en todas las buenas inteligencias, de un
las sanas especulaciones filosóficas deben tomar siempre mero ejercicio espontáneo. En cuanto al modo de adap-
de la razón sus nociones iniciales, para hacerles adqui- tar esas reglas universales a los diversos órdenes de
rir, por una elaboración sistemática, un grado de gene- nuestras especulaciones positivas, lo que constituiría la
ralidad y de consistencia que no podían obtener espon- verdadera dificultad y la utilidad real de tales preceptos
táneamente. Durante todo el curso de esta elaboración, lógicos, no podría traer consigo una verdadera aprecia-
la permanente vigilancia de esta sabiduría vulgar con- ción sino tras un análisis especial de los estudios co-
serva, por otra parte, una gran importancia para preve- rrespondientes, conforme a la naturaleza propia de los
nir, cuanto sea posible, las diversas aberraciones, por fenómenos considerados. La sana filosofía no separa,
negligencia o por ilusión, que suscita a menudo el con- pues, nunca la lógica de la ciencia, ya que el método
tinuo estado de abstracción indispensable a la actividad y la doctrina no pueden, en cada caso, juzgarse bien
filosófica. A pesar de su afinidad necesaria, el buen más que según sus verdaderas relaciones mutuas: no
sentido propiamente dicho debe permanecer preocupa- es más posible, en el fondo, dar a la lógica que a la
do, sobre todo, de la realidad y la utilidad, mientras ciencia un carácter universal por concepciones pura-
que el espíritu especialmente filosófico tiende más a mente abstractas, independientes de todo fenómeno de-
apreciar la generalidad y la conexión, de manera que terminado; las tentativas de este género indican aún
su doble reacción cotidiana resulta igualmente favora- la secreta influencia del espíritu absoluto inherente al
ble para cada uno de ellos, consolidando en él las cuali- régimen teológico-metafísico.
dades fundamentales que se alterarían naturalmente. 36.-Considerada ahora en el aspecto histórico, esta
Una relación semejante indica al mismo tiempo cómo íntima solidaridad natural entre el genio propio de la
64 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 65

verdadera filosofía y el simple buen sentido universal ctisis en que el conjunto del régimen ontológico empezó
muestra el origen espontáneo del espíritu positivo, que a sucumbir, en todo el Occidente europeo, bajo el con-
resulta en todo, en efecto, de una reacción especial curso espontáneo de dos admirables impulsos mentales,
de la razón práctica sobre la razón teórica, cuyo carác- científico el uno, emanado de Keplet y Galileo, y filo-
ter inicial ha sido así siempre modificado cada vez más. sófico el otro, debido a Bacon y a Descartes. La imperfecta
Pero esta transformación gradual no podía realizarse a unidad metafísica constituida al fin de la edad media
la vez, ni sobre todo con igual velocidad, en las diver- quedó desde entonces irrevocablemente disuelta, como
sas clases de especulaciones abstractas, todas primitiva- la ontología griega había ya destruido para siempre la
mente teológicas, como lo hemos reconocido. Este cons- gran unidad teológica, correspondiente al poiiteísmo. Des-
tante impulso concreto no podía hacer penetrar en ellas de esta ctisis, verdaderamente decisiva, el espíritu posi-
el espíritu positivo más que según un orden determi- tivo, creciendo en dos siglos más que había podido ha-
nado, conforme a la complejidad creciente de los fenó- cedo durante toda su latga carrera anterior, no ha dejado
menos, y que será explicado directamente más tarde. otra unidad mental posible que la que resultaría de su
La positividad abstracta, nacida necesariamente en los propio ascendiente universal, ya que cada nuevo dominio
más sencillos estudios matemáticos y propagada des- adquirido sucesivamente por él no puede ya volver nun-
pués por vía de afinidad espontánea o de imitación ca a la teología ni a la metafísica, en virtud de la consa-
instintiva, no podía, pues, ofrecer primero más que gración definitiva que estas adquisiciones crecientes en-
un carácter especial y hasta, en muchos aspectos, empí- contraban cada vez más en la razón vulgar. Sólo por una
rico, que había de disimular durante mucho tiempo, a sistematización semejante la sabiduría teótica devolverá
la mayoría de sus promotores, ya su incompatibilidad verdaderamente a la sabiduría práctica un equivalente dig-
inevitable con la filosofía inicial, ya, sobre todo, su no, en generalidad y en consistencia, del oficio fundamen-
tendencia radical a fundar un nuevo régimen lógico. tal que ha recibido de ésta, en realidad y en eficacia, du-
Sus continuos progresos, bajo el impulso creciente de rante su lenta iniciación gradual, pues las nociones posi-
la razón vulgar, no podían determinar entonces direc- tivas obtenidas en los dos últimos siglos son, a decir ver-
tamente sino el triunfo previo del espíritu metafísico, dad, mucho más pteciosas como materiales ulteriores de
destinado, por su genetalidad espontánea, a servitle de una nueva filosofía general que por su valor especial y
ótgano filosófico, durante los siglos transcurridos entre directo, puesto que la mayor parte de ellas no han podido
la preparación mental del monoteísmo y su pleno esta- adquirir aún su catácter definitivo, ni científico, ni siquie-
blecimiento social, después del cual el régimen ontoló- ra lógico.
gico, habiendo obtenido todo el ascendiente que supo- 37.-El conjunto de nuestra evolución mental, y so-
nía su naturaleza, se hizo pronto opresivo para el des- bte todo el gran movimiento acontecido, en Europa occi-
arrollo científico, que había secundado hasta entonces. dental, desde Descartes y Bacon, no dejan, pues, en ade-
Además, el espíritu positivo no pudo manifestar de un lante otra salida posible que constituit al fin, después de
modo suficiente su propia tendencia filosófica hasta que tantos preámbulos necesarios, el estado verdaderamente
se vio llevado finalmente, pot esta opresión, a luchar normal de la tazón humana, procutando al espíritu posi-
especialmente contra el espíritu metafísico, con quien tivo la plenitud y la racionalidad que le faltan todavía
había tenido que parecer confundido mucho tiempo. para establecer, entre el genio filosófico y el buen sentido
Pot esto, la ptimera fundación sistemática de la filosofía universal, una armonía que hasta ahora no había podido
positiva no podtía remontarse más allá de la memorable existir de modo suficiente. Ahora bien; estudiando estas
66 Auguste Comte
Segunda parte
dos condiciones simultáneas, de complemento y de siste- Superioridad social del espíritu positivo
matización, que debe hoy cumplir la ciencia real para ele-
varse a la dignidad de una verdadera filosofía, no se tarda
en reconocer que coinciden finalmente. Por una patte, en
efecto, la gran crisis inicial de la positividad moderna no
ha dejado esencialmente fuera del movimiento científi-
co propiamente dicho más que las teorías morales y so-
ciales, que han quedado desde entonces en un irracional
aislamiento, bajo el estéril dominio del espíritu teológi-
co-metafísico: en llevadas también, por tanto, al estado
positivo debía consistir en nuestros días la última ptueba
del verdadero espíritu filosófico, cuya extensión sucesiva
a todos los demás fenómenos fundamentales estaba ya
bastante bosquejada. Peto, por otra parte, esta última
expansión de la filosofía natural tendía espontáneamente
a sistematizada luego, constituyendo el único punto de
vista, científico o lógico, que pueda dominar el conjunto
de nuesttas especulaciones reales, siempre reductibles,
por necesidad, al aspecto humano, es decir, social, único
susceptible de una universalidad activa. Tal es el doble
fin filosófico de la elaboración fundamental, a un tiempo
especial y general, que me he atrevido a emprender en
la obra citada al comienzo de este Discurso: los más emi-
nentes pensadores contemporáneos la juzgan así bastante
acabada para haber ya puesto las verdaderas bases direc-
tas de la revolución mental entera, proyectada por Bacon
y Descartes, peto cuya ejecución decisiva estaba reser-
vada a nuestro siglo.
Capítulo I
Organización de la revolución

38.-Para que esta sistematización final de las concep-


ciones humanas esté hoy lo bastante caracterizada, no bas-
ta apreciar, como acabamos de hacer, su destino teórico;
es menester también considerar aquí, de manera distinta,
aunque sumaria, su necesaria aptitud para constituir la
única salida intelectual que pueda tener realmente la in-
mensa cdsis social desarrollada, desde hace medio siglo,
en todo el Occidente europeo y sobre todo en Francia.

I. Impotencia de las escuelas actuales

39.-Mientras se realizaba gradualmente, durante los


cinco últimos siglos, la irrevocable disolución de la filo-
sofía teológica, el sistema político cuya base mental for-
maba sufría cada vez más una descomposición no menos
radical, presidida de igual manera por el espíritu meta-
físico. Este doble movimiento negativo tenía por órga-
nos esenciales y solidarios, de un lado, las universidades,
primero emanadas, pero pronto rivales del poder sacer-
69
1'I"'

70 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 71

dotal; de otro lado, las diversas corporaciones de legistas, mente, el desarrollo de esta reacción retrógrada hubo de
gradualmente hostiles a los poderes feudales: únicamente, determinar luego una memorable manifestación, que nues-
a medida que la acción crítica se diseminaba, sus agentes, tras lagunas filosóficas hacían tan indispensable como in-
sin cambiar de naturaleza, se hadan más numerosos y evitable, a fin de demostrar irrevocablemente que el pro-
subalternos; de modo que, en el siglo xvm, la principal greso constituye, tanto como el orden, una de las dos
actividad revolucionaria hubo de pasar, en el orden filo- condiciones fundamentales de la civilización moderna.
sófico, de los doctores propiamente dichos a los meros 40.-EI concurso natural de estas dos pruebas irrecu-
literatos, y luego, en el orden político, de los jueces a sables, cuya renovación se ha hecho ahora tan imposi-
los abogados. La Gran Crisis final comenzó necesaria- ble como inútil, nos ha conducido hoy a esta extraña
mente cuando esta común decadencia, espontánea pri- situación en que nada ve1 daderamente grande puede em-
mero, luego sistemática, a la que, por otra parte, todas prenderse, ni para el orden, ni para el progreso, por falta
las clases, sin distinción, de la sociedad moderna habían de una filosofía realmente adaptada al conjunto de nues-
contribuido de diversos modos, llegó por fin al punto tms necesidades. Todo esfuerzo serio de reorganización
de hacer universalmente irrecusable la imposibilidad de se detiene pronto ante los temores de retroceso que debe
conservar el régimen antiguo y la necesidad creciente de naturalmente inspirar, en un tiempo en que las ideas de
un orden nuevo. Desde su origen, esta crisis tendió siem- orden emanan todavía esencialmente del tipo antiguo,
prs': a transformar en un vasto movimiento orgánico el que se ha hecho justamente antipático a los pueblos ac-
movimiento crítico de los cinco siglos anteriores, presen- tuales; igualmente, las tentativas de aceleración directa
tándose como destinada sobre todo a realizar directamen- del progreso político no tardan en ser radicalmente es-
te la regeneración social, todos cuyos preámbulos nega- torbadas por las inquietudes muy legítimas que deben
tivos se hallaban ya suficientemente terminados. Pero suscitar sobre la inminencia de la anarquía, mientras las
esta transformación decisiva, aunque cada vez más ur- ideas de progreso sigan siendo sobre todo negativas. Como
gente, ha tenido que ser hasta ahora esencialmente im- antes de la crisis, la lucha aparente permanece, pues, en-
posible, por falta de una filosofía verdaderamente propia tablada entre el espíritu teológico, reconocido como in-
para procurarle una indispensable base intelectual. Al compatible con el progreso, que ha sido llevado a negar
mismo tiempo en que la realización suficiente de la pre- dogmáticamente, y el espíritu metafísico, que después de
via descomposición exigía el desuso de las doctrinas pu- haber ido a parar, en filosofía, a la duda universal, no
ramente negativas que la habían dirigido, una ilusión fa- ha podido tender, en política, más que a constituir el
tal, entonces inevitable, condujo, a la inversa, a conceder desorden, o un estado equivalente de desgobierno. Pero,
espontáneamente al espíritu metafísico, el único activo por el sentimiento unánime de su común insuficiencia,
durante este largo preámbulo, la presidencia general del ni uno ni otro pueden ya inspirar desde ahora, en los
movimiento de reorganización. Cuando una experiencia gobernantes o en los gobernados, profundas convicciones
plenamente decisiva hubo comprobado para siempre, a activas. Su antagonismo sigue, sin embargo, mantenién-
los ojos de todos, la absoluta impotencia orgánica de tal dolos mutuamente, sin que ninguno de ellos pueda más
filosofía, la ausencia de toda teoría distinta no permitió caer en verdadero desuso que alcanzar un triunfo deci-
satisfacer por de pronto las necesidades de orden, que sivo; porque nuestra situación intelectual los hace toda-
ya prevalecían, sino por una especie de restauración pa- vía indispensables para representar, de un modo cual-
sajera de aquel mismo sistema, mental y social, cuya irre- quiera, las condiciones simultáneas del orden, por una
parable decadencia había dado ocasión a la crisis. Final- parte, y del progreso, por otra, hasta que una misma filo-
72 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 73

sofía pueda satisfacerlas igualmente, de manera que haga vas, a fin de poder neutralizarlas mutuamente. Lejos de
por fin tan inútil a la escuela retrógrada como a la escue- tender a terminar la crisis, una disposición semejante no
la negativa, cada una de las cuales está destinada princi- podría llevar sino a eternizarla, oponiéndose directamen-
palmente hoy a impedir la completa preponderancia de te a toda verdadera preponderancia de un sistema cual-
la otra. No obstante, las inquietudes opuestas, relativas quiera, si no se la limitara a un mero papel pasajero, para
a estos dos dominios contrarios, deberán persistir natu- satisfacer empíricamente las más graves exigencias de
ralmente a la vez, mientras dure este intettegno mental nuestra situación revolucionaria, hasta el advenimiento
por una inevitable consecuencia de esa escisión irracionaÍ decisivo de las únicas doctrinas que pueden convenir en
entre las dos caras inseparables del gran problema social. adelante al conjunto de nuestras necesidades. Pero, así
En efecto, cada una de las dos escuelas, en virtud d,~ su entendido, este expediente provisional se ha hecho hoy
preocupación exclusiva, no es ya ni siquiera capaz de tan indispensable como inevitable. Su rápido ascendiente
contener suficientemente en adelante las aberraciones in- práctico, reconocido implícitamente por los dos partidos
versas de su antagonista. A pesar de su tendencia an,i- activos, confirma cada vez más, en los pueblos actuales,
anarquista, la escuela teológica se ha mostrado en nues- el amortiguamiento simultáneo de las convicciones y las
tros días, radicalmente impotente para impedir el de~- pasiones anteriores, sean retrógradas o críticas, reempla-
pliegue de las opiniones subversivas, que, después de h t- zadas gradualmente por un sentimiento universal, real,
ber.s; desarrollado sobre todo durante su principal restau- aunque confuso, de la necesidad y hasta la posibilidad de
rac1on, son propagadas con frecuencia pot ella, por frívo- una conciliación permanente entre el espíritu de conser-
los cálculos dinásticos. De igual modo, cualquiera que sea vación y el espíritu de mejoramiento, pertenecientes de
el instinto antirretrógrado de la escuela metafísica no igual modo al estado normal de la Humanidad. La ten-
tiene ya hoy toda la fuerza lógica que exigiría su ~ero dencia correspondiente de los hombres de Estado, de im-
oficio revolucionario, porque su inconsecuencia caracte- pedir hoy, en cuanto es posible, todo gran movimiento
rística la obliga a admitir los principios esenciales de político, se encuentra espontáneamente conforme, por
aquel sistema cuyas verdaderas condiciones de existencia otra parte, con las exigencias fundamentales de una si-
ataca sin cesar. tuación que no admitirá más que instituciones provisio-
41.-Esta deplorable oscilación entre dos filosofías nales, mientras una verdadera filosofía general no haya
opuestas, que se han hecho igualmente vanas y que no unido suficientemente las inteligencias. Sin que los pode-
pueden extinguirse más que a un tiempo, debía suscitar res actuales se percaten de ello, esta resistencia instintiva
el desarrollo de una especie de escuela intermedia, esen- concurre a facilitar la verdadera solución, ya que impulsa
cialmente estacionaria, destinada sobre todo a recordar a transformar una estéril agitación política en un activo
directamente el conjunto de la cuestión social procla- progreso filosófico, de modo que siga por fin la marcha
mando por fin corno igualmente necesarias las dos con- prescrita por la naturaleza propia de la reorganización
dic~ones fundamentales que aislaban a las dos opiniones final, que debe primero realizarse en las ideas, para pasar
act1yas. Pero, por falta de una filosofía apropiada para luego a las costumbres y, en último término, a las ins-
realizar esta gran combinación del espíritu de orden con tituciones. Una transformación semejante, que ya tiende
el espíritu de progreso, este tercer impulso resultó lóai- a prevalecer en Francia, deberá desarrollarse naturalmen-
carnente más impotente todavía que los otros, porq~1e te cada vez más en todas partes, en vista de la necesidad
sistematiza la inconsecuencia, consagrando simultánea- creciente en que se encuentran ahora nuestros gobiernos
mente los ptincipios retrógrados y las máximas negad- occidentales de mantener con grandes gastos el orden roa-
74 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 75

terial en medio del desorden intelectual y moral, nece- nuestras especulaciones reales. Fuerte por tales antece-
sidad que debe absorber poco a poco esencialmente sus dentes, científicos y lógicos; pura, por otra parte, de las
esfuerzos cotidianos, conduciéndolos a renunciar implí- diversas aberraciones contemporáneas, se presenta hoy
citamente a toda presidencia seria de la reorganización como quien acaba, al fin, de adquirir la generalidad fi-
espiritual, entregada así en adelante a la libre actividad losófica entera que le faltaba hasta ahora; desde este
de los filósofos que se mostraran dignos de dirigirla. instante se atreve a emprender, a su vez, la solución, aún
Esta disposición natural de los poderes actuales está en intacta, del gran problema, transportando conveniente-
armonía con la tendencia espontánea de los pueblos a una mente a los estudios finales la misma regeneración que
aparente indiferencia política, fundada en la impotencia ya ha realizado sucesivamente en los diferentes estudios
radical de las diversas doctrinas en circulación, y que preliminares.
debe persistir siempre, mientras los debates políticos si- 43.-Por lo pronto, no se puede desconocer la aptitud
gan degenerando, por falta de conveniente impulso, en espontánea de una filosofía semejante para constituir
vanas luchas personales, cada vez más mezquinas. Tal es directamente la conciliación fundamental, aún buscada
la feliz eficacia práctica que el conjunto de nuestra situa- tan en vano, entre las exigencias simultáneas del orden
ción revolucionaria procura de momento a una escuela y del progreso, puesto que le basta, a estos efectos, ex-
esencialmente empírica, que, en el aspecto teórico, nunca tender hasta los fenómenos sociales una tendencia plena-
puede producir más que un sistema radicalmente contra- mente conforme con su naturaleza, y que ha hecho ahora
dictorio, no menos absurdo ni menos peligroso, en polí- muy familiar en todos los demás casos esenciales. En una
tica, que lo es, en filosofía, el eclecticismo correspondien- cuestión cualquiera, el espíritu positivo lleva siempre a
te, inspirado también por una vana intención de conci- establecer una exacta armonía elemental entre las ideas
liar, sin principios propios, opiniones incompatibles. de existencia y las ideas de movimiento, de donde re-
sulta más especialmente, respecto a los cuerpos vivos,
la correlación permanente de las ideas de organización
II. Conciliación positiva del orden y el progreso a las ideas de vida, y luego, por una última especializa-
ción propia del organismo social, la solidaridad continua
42.-Según este sentimiento, cada vez más desarrolla- de las ideas de orden con las ideas de progreso. Para
do, de la igual insuficiencia social que ofrecen en ade- la nueva filosofía, el orden constituye siempre la condi-
ción fundamental del progreso; y, recíprocamente, el pro-
lante el espíritu teológico y el espíritu metafísico, únicos
greso se convierte en el fin necesario del orden: como,
que hasta ahora han disputado activamente el imperio,
en la mecánica animal, el equilibrio y el progreso son
la razón pública debe encontrarse implícitamente dis- mutuamente indispensables, como fundamento o destino.
puesta a acoger hoy el espíritu positivo como la única 44 .-Considerado luego especialmente en cuanto al
base posible de una resolución verdadera de la honda Orden, el espíritu positivo le ofrece hoy, en su exten-
anarquía intelectual y moral que caracteriza sobre todo sión social, poderosas garantías directas, no sólo cientí-
a la gran crisis moderna. Permaneciendo aún extraiía a ficas, sino también lógicas, que podrán juzgarse pronto
tales cuestiones, la escuela positiva se ha preparado gra- como muy superiores a las pretensiones vanas de una
dualmente a ellas, constituyendo, en lo posible, durante teología retrógrada, cada vez más degenerada, desde hace
la lucha revolucionaria de los tres últimos siglos, el ver- varios siglos, en activo elemento de discordias, indivi-
dadero estado normal de todas las clases más sencillas de duales o nacionales, e incapaz en adelante de contener
76 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 77

las divagaciones subversivas de sus propios adeptos. Ata- espontánea y luego sistemática, del orden natural que
ca~do al desorden actual en su verdadero origen, nece- resulta, en cada caso, del conjunto de las leyes reales,
sariamente mental, constituye, tan profundamente como cuya acción efectiva es modificable de ordinario por nues-
es posible, la armonía lógica, regenerando primero los tra certera intervención, entre límites determinados, tan-
métodos antes que las doctrinas, por una triple conver- to más apartados cuanto más elevados son los fenóme-
s1on simultánea de la naturaleza de las cuestiones domi- nos. El sentimiento elemental del orden es, en una pala-
1
nantes, de la manera de tratarlas y de las condiciones bra. naturalmente inseparable de todas las espeet" :1ciones
previas de su elaboración. Por una parte, en efecto, de- positivas, dirigidas de continuo al descubrimiento de los
muestta que las principales dificultades sociales no son medios de unión entre observaciones cuyo principal valor
hoy políticas, sino sobre todo morales, de manera que resulta de su sistematización.
su solución posible depende realmente de las opiniones 45.-0tro tanto resulta, y todavía con mayor eviden-
y de las costumbres mucho más que de las instituciones· cia, en cuanto al Progreso, que, a pesar de vanas pre-
lo cual tiende a extinguir una actividad perturbadora: tensiones ontológicas, encuentra hoy, en el conjunto de
transformando la agitación política en movimiento filosó- los estudios científicos, su más indiscutible manifestación.
fico. En el segundo aspecto considera siempre el estado Según su naturaleza absoluta y, por tanto, esencialmente
actual como un resultado necesario del conjunto de la inmóvil, la metafísica y la teología no podrían experi-
evolución anterior, para hacer prevalecer constantemente mentar, apenas una más que otra, un verdadero progreso,
la apreciación racional del pasado para el examen actual es decir, un avance continuo hacia un fin determinado .
. de los asuntos humanos, lo que aparta al punto las ten- Sus transformaciones históricas consisten sobre todo, a
dencias puramente críticas, incompatibles con toda sana la inversa, en un creciente desuso, mental o social, sin
concepción histórica. Por último, en lugar de dejar a que las cuestiones debatidas hayan podido nunca dar un
la ciencia social en el vago y estéril aislamiento en que paso real, por razón misma de su radical insolubilidad.
aún la ponen la teología y la metafísica, la coordina irre- Es fácil reconocer que las discusiones ontológicas de las
vocablemente con todas las demás ciencias fundamenta- escuelas griegas se han reproducido en lo esencial, en
les, que constituyen gradualmente, desde el punto de otras formas, entre los escolásticos de la edad media, y
vista de este estudio final, otros tantos preámbulos nece- encontramos hoy su equivalente entre nuestros psicólogos
sarios, donde nuestra inteligencia adquiere a un tiempo e ideólogos, y ninguna de las doctrinas en controversia
los hábitos y las nociones sin los que no puede abordar ha podido, durante estos veinte siglos de estériles dispu-
útil~ente las más eminentes especulaciones positivas, lo tas, llegar a demostraciones decisivas, ni siquiera en lo
que instaura ya una verdadera disciplina mental, propia que concierne a la existencia de los cuerpos exteriores,
para mejorar radicalmente tales discusiones, vedadas des- todavía tan problemática para los argumentadores mo-
de entonces racionalmente a una multitud de entendi- dernos como para sus más antiguos predecesotes. Fue
mientos mal organizados o mal preparados. Estas gran- evidentemente la marcha continua de los conocimientos
des garantías lógicas están, por otra parte, plenamente positivos quien inspiró hace dos siglos, en la célebre fór-
confirmadas y desarrolladas por la apreciación científica mula filosófica de Pascal, la primera noción racional del
propiamente dicha, que, respecto a los fenómenos socia- progreso humano, necesariamente extraña a toda la filo-
les como para todos los demás, representa siempre a sofía antigua. Extendida más tarde a la evolución indus-
nuestro orden artificial como algo que debe consistir, trial e incluso estética, pero todavía demasiado confusa
ante todo, en una mera prolongación juiciosa, primero respecto al movimiento social, tiende hoy vagamente a
78 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 79

una sistematización decisiva, que sólo puede emanar del curso espontáneo. de la evolución, hu~ana, P.ersonal o so-
espíritu positivo, generalizado por fin convenientemente. íal desarrolla siempre su comun 111fluencia, su ascen-
En sus diarias especulaciones reproduce éste espontánea- die~te combinado no podría llegar, sin embargo, al p~nto
mente su activo sentimiento elemental, representando de impedir que nuestra principal actividad haga denvar
siempre la extensión y el perfeccionamiento de nuestros habitualmente inclinacione.s inferiores, que n,uestr~ c?ns-
conocimientos reales como el fin esencial de nuestros di- titución real hace necesanamente mucho mas e1:ergicas.
versos esfuerzos teóricos. En el aspecto más sistemá- Así, esta preponderancia ideal de nuestra humanidad s~-
tico, la nueva filosofía asigna directamente, como destino bre nuestra animalidad cumple nat~ralm~nt~ !as condi-
necesario, a nuestra existencia entera, a la vez personal y ciones esenciales de un verdadero tipo filosofico, cara~-
social, el mejoramiento continuo, no sólo de nuestra con- terizando un límite determinado, al que deben aproxi-
dición, sino también, y sobre todo, de nuestra naturaleza, marnos constantemente todos nuestros esfuerzos, sm po-
tanto como lo permita, en todos aspectos, la totalidad de der sin embargo, alcanzarlo nunca.
las leyes reales, exteriores e interiores. Erigiendo así a 46.-Esta doble indicación de la aptitud fundamental
la noción del progreso en dogma verdaderamente funda- del espíritu positivo para sistematizar espontáneamente
mental de la sabiduría humana, sea práctica o teórica, las sanas nociones simultáneas del orden y el pro.gre~o
le imprime el carácter más noble y al mismo tiempo más basta aquí para señalar someramente la alta eficacia
completo, representando siempre al segundo género de social propia de la nueva filosofía general. Su .valor,. en
perfeccionamiento como superior al primero. Pot una este aspecto, depende ante todo de su plena realidad ~ien-
parte, en efecto, ya que la acción de la Humanidad so- tífica es decir de la exacta armonía que establece siem-
bre el mundo exterior depende sobre todo de las dispo- pre ~uanto es' posible, entre los principios y los hechos,
siciones del agente, el mejoramiento de ellas debe cons- tan¡o en cuanto a los fenómenos sociales como respe.cto
tituir nuestro principal recurso; por otra parte, siendo a todos los demás. La reorganización total que, ú1:ica-
los fenómenos humanos, individuales o colectivos, los mente, puede terminar la gran crisis mode~na consiste,
más modificables de todos, nuestra intervención racional en efecto en el aspecto mental, que debe primero prev~-
alcanza naturalmente frente a ellos su más amplia efi- lecer, en ~onstituir una teoría sociológica apta para expli-
cacia. El dogma del progreso no puede hacerse, pues, su- car convenientemente la totalidad del pasado humano:
ficientemente filosófico sino después de una exacta apre- tal es la manera más racional de plantear el problema
ciación general de lo que constituye sobre todo este con- esencial a fin de apartar mejor de él toda pasión pertur-
tinuo mejotamiento de nuestra propia naturaleza, ptin- badora.' Así es como la superioridad necesaria de la es-
cipal objeto del adelanto humano. Ahora bien; respecto cuela positiva sobre las diversas e~cuelas actuales p~e.de
a esto, el conjunto de la filosofía positiva demuestra ser también más netamente apreciada. Pues el espmtu
plenamente, como puede verse en la obra indicada al co- teológico y el espíritu metafísico s?n llevad?s ambos, por
mienzo de este Discurso, que este perfeccionamiento con- su naturaleza absoluta, a no considerar mas que la_ por-
siste esencialmente, sea pata el individuo o para la espe- ción del pasado en que cada uno de ellos ha dommado
cie, en hacer prevalecer cada vez más los atributos emi- sobre todo: lo que precede y lo que sigue no les n:iues-
nentes que distinguen más nuestra humanidad de la mera tra más que una tenebrosa confusión y un desorden mex-
animalidad; es decir, de un lado, la inteligencia; de otro, plicable, cuya relación con aquella angosta parte _del g:an
la sociabilidad, facultades naturalmente solidarias, que espectáculo histórico no puede resultar, a sus o¡os, slll?
se sirven mutuamente de medio y de fin. Aunque el con- de una milagrosa intervención. Por ejemplo, el catoh-
80 Auguste Comte Capítulo II
Sistematización de la moral humana
cismo ha mostrado siempre, frente al politeísmo antiguo,
una tendencia tan ciegamente crítica como la que hoy re-
ptocha, con justicia, para con él mismo, al espíritu revo-
lucionario ptopiamente dicho. Una verdadera explicación
del conjunto del pasado, conforme a las leyes constantes
de nuestra naturaleza, individual o colectiva, es, pues,
necesariamente imposible para las diversas escuelas abso-
lutas que todavía dominan; ninguna de ellas, en efecto,
ha intentado suficientemente establecerla. El espíritu po-
sitivo, en virtud de su naturaleza eminentemente rela-
tiva, puede, únicamente, representar de manera conve-
niente todas las grandes épocas históricas como otras
tantas fases determinadas de una misma evolución fun-
damental, en que cada una resulta de la precedente y
prepara la siguiente según leyes invariables, que fijan su
participación especial en el común adelanto, para permitir
siempre, sin más inconsecuencia que parcialidad, hacer
una estricta justicia filosófica a todas las cooperaciones,
cualesquiera que sean. Aunque este indiscutible ptivilegio
de la positividad racional deba parecer a primera vista 47.-Una indicación semejante de las altas propieda-
puramente especulativo, los verdaderos pensadores reco- des sociales que caracterizan al espíritu positivo no se-
nocerán pronto en él la primera fuente necesaria del ac- ría aún bastante decisiva si no se añadiera una sumaria
tivo ascendiente social reservado finalmente a la nueva apreciación de su espontánea aptitud para sistematizar
filosofía. Pues hoy se puede asegurar que la doctrina finalmente la moral humana, lo que constituirá siempre
que haya explicado suficientemente el conjunto del pa- la principal aplicación de toda verdadera teoría de la Hu-
sado obtendrá inexorablemente, por consecuencia de esta manidad.
única prueba, la presidencia mental del porvenir.

I. Evolución de la moral positiva ')

l-
48.-En el otganismo politeísta de la antigüedad, la e
moral, radicalmente subordinada a la política, no podía l-
n
nunca adquirir ni la dignidad ni la universalidad conve- e
nientes a su naturaleza. Su independencia fundamental, 11
e incluso normal ascendiente, resultaron por fin, en cuan- O·
.il
to era posible, del régimen monoteísta propio de la edad
media; este inmenso servicio social, debido ptincipal-
81
i

82 A-rn Com<er p;,,mo oobrn d espITiru pofildw 8J

mente al catolicismo, formará siempre su más impor-


tante título al agradecimiento eterno del género huma-
l
t
los meros deístas, que, en medio de sus vanas disputas,
están sobre todo de acuerdo en vedarle esencialmente el
no. Sólo después de esta indispensable separación, san- 1 acceso a estas cuestiones fundamentales, por el único
donada y completada por la división necesaria de los ,I motivo de que su genio demasiado parcial se había li-
dos poderes, pudo comenzar realmente la moral humana -
•• initado hasta ahora a asuntos más sencillos. El espíritu
a tomar un carácter sistemático, estableciendo, al abrigo 1 metafísico, que ha tendido con tanta frecuencia a disolver
de los impulsos pasajeros, reglas verdaderamente gene- ¡f activamente la moral, y el espíritu teológico, que, desde
tales para la totalidad de nuestra existencia personal, do- 1 hace mucho tiempo, ha perdido la fuerza para preservarla,
méstica y social. Peto las profundas imperfecciones de ,f persisten, sin embargo, en hacerse de ella una especie de
la filosofía monoteísta que entonces presidía esta gran
operación hubieron de alterar mucho su eficacia, y hasta
I patrimonio eterno y exclusivo, sin que la razón pública
i haya juzgado todavía de un modo conveniente estas pre-
comprometer gravemente su estabilidad, suscitando pron- f tensiones empíricas. Se debe reconocer, es cierto, en ge-
to un fatal conflicto entre el desarrollo intelectual y el ~ neral, que la introducción de toda regla moral ha tenido
moral. Vinculada así a una doctrina que no podía seguir I en todas partes que realizarse al principio bajo las inspi-
siendo mucho tiempo progresiva, la moral debía luego ;I raciones teológicas, entonces profundamente incorpora-
encontl'atse cada vez más afectada por el descrédito ere- f das al sistema entero de nuestras ideas, y además las
ciente que iba necesariamente a sufrit una teología que, ! únicas susceptibles de constituir opiniones suficientemen-
en adelante retrógrada, acabaría por hacerse radicalmen- ! te comunes. Pero la totalidad del pasado demuestra igual-
te antipática a la razón moderna. Expuesta desde enton- f mente que esta solidaridad primitiva ha ido siempre de-
ces a la acción disolvente de la metafísica, la moral teóri- ! creciendo, como el ascendiente mismo de la teología; los
ca ha recibido, en efecto, durante los cinco últimos si- ! preceptos morales, así como todos los demás, han sido
glos, en cada una de sus tres partes esenciales, heridas cada vez más llevados a una consagración puramente ta-
gradualmente peligrosas, que no siempre han podido donal, a medida que el vulgo se ha hecho más capaz de
reparar, en la práctica, la rectitud y la moralidad natu- apreciar la influencia real de cada conducta sobre la
rales del hombre, a pesar del feliz y continuo desarrollo existencia humana, individual o social. Separando irrevo-
que entonces debía procurarles el curso espontáneo de cablemente la moral de la política, el catolicismo hubo
nuestra civilización. Si el ascendiente necesario del espí- de desarrollar mucho esta tendencia continua, puesto que
ritu positivo no viniera por fin a poner término a estas así la intervención sobrenatural quedó directamente re-
anárquicas divagaciones, imprimirían ciertamente una <lucida a la formación de las reglas generales, cuya apli-
mortal fluctuación a todas las nociones un poco delicadas cación particular era confiada desde entonces esencial-
de la moral usual, no sólo social, sino también domés- mente a la prudencia humana. Como se dirigía a pueblos
ti.ca, e incluso personal, no dejando subsistir en todo más adelantados, ha entregado a la razón pública una
más que las reglas relativas a los casos más groseros, que multitud de prescripciones especiales que los antiguos
podría garantizar directamente la apreciación vulgar. sabios habían creído que nunca podrían prescindir de
49.-En una situación semejante debe parecer extraño mandamientos religiosos, como lo piensan todavía los
que la única filosofía que puede, en efecto, consolidar doctores politeístas de la India, por ejemplo, en cuanto
hoy la moral se encuentre, por el contrario, tachada de a la mayor parte de las prácticas higiénicas. Además pue-
radical incompetencia en este aspecto por las diversas den observarse, incluso más de tres siglos después de
escuelas actuales, desde los verdaderos católicos hasta San Pablo, las siniestras predicciones de muchos filóso-
84 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 85
fos o magistrados paganos sobre la inminente inmortali- máximas en una especie de loca protesta contra la filo-
dad que iba a acarrear necesariamente la próxima revo- sofía retrógrada de que parecían emanar exclusivamente.
lución teológica. Las declamaciones actuales de las di- Hasta entre los que conservaban la fe dogmática, esta
versas escuelas monoteístas no impedirán más al espíritu funesta influencia se hacía sentir indirectamente, porque
positivo acabar hoy, en las condiciones convenientes, la la autoridad sacerdotal, después de haber perdido su in-
conquista, práctica y teórica, del domino moral, ya en- dependencia política, ~eía también men~ua~ cada vez
tregado espontáneamente cada vez más a la razón hu- más el ascendiente social que para su eficacia moral es
mana, cuyas inspiraciones particulares nos quedan sólo, indispensable. Además de esta creciente impotencia para
sobre todo, por sistematizar. La Humanidad no podría, proteger las reglas motales, el espíritu_ teológico les. ha
sin duda, permanecer indefinidamente condenada a no perjudicado a menudo de un modo activo, por las diva-
poder fundar sus reglas de conducta más que en motivos gaciones que ha suscitado, desde que no es ya lo ?as-
quiméricos, de modo que se eternizara una desastrosa tante disciplinable, bajo el inevitable desarrollo del hbre
oposición, pasajera hasta ahora, entre las necesidades examen individual. Ejercido de esta manera, ha inspi-
intelectuales y las necesidades morales. rado realmente o fomentado muchas aberraciones anti-
sociales, que el buen sentido, abandonado a sí mismo,
hubiera evitado o rechazado espontáneamente. Las uto-
II. Necesidad de hacer a la moral independiente
pías subversivas que ~emos hoy adquirir cré1i.to, sea
de la teología y de la metafísica
contra la propiedad, o mcluso acerca de la famiha, etc.,
no son casi nunca forjadas ni acogidas por las inteli-
50.-Lejos de que el apoyo teológico sea indispensable gencias plenamente emancipadas, a pesar de sus funda-
siempre a los preceptos morales, la experiencia demues- mentales lagunas, sino más bien por aquellas que persi-
tra, por el contrario, que se ha hecho entre los moder- guen activamente una especie de restauración teológica,
nos cada vez más perjudicial para aquéllos, haciéndolos fundada sobre un vago y estéril deísmo o sobre un pro-
participar inevitablemente, a causa de esta funesta adhe- testantismo equivalente. Por último, esta antigua adhe-
rencia, a la creciente descomposición del régimen mono- rencia a la teología ha resultado también forzosamente
teísta, sobre todo durante los tres últimos siglos. En funesta para la moral, en un tercer aspecto general, al
primer lugar, esta fatal solidaridad debía debilitar direc- oponerse a su sólida reconstrucción sobre bases pura-
tamente, a medida que la fe se apagaba, la única base mente humanas. Si este obstáculo no consistiera más
sobre la que así encontraban apoyo reglas que, expues• que en las ciegas declamaciones que emanan con dema-
tas a menudo a graves conflictos con impulsos muy enér- siada frecuencia de las diversas escuelas actuales, teo-
gicos, necesitan ser preservadas con cuidado de toda lógicas o metafísicas, contra el presunto riesgo de tal
vacilación. La antipatía creciente que justamente inspi- operación, los filósofos positivos podrían limitarse a re-
raba el espíritu teológico a la razón moderna, ha afec- chazar insinuaciones odiosas por el irreprochable ejem-
tado gravemente a muchas nociones morales, no sólo plo de su propia vida diaria, personal, doméstica y so-
relativas a las más importantes relaciones de la socie- cial. Pero esta oposición es mucho más radical, por des-
dad, sino también concernientes a la simple vida do- grada; pues resulta de la incompatibilidad forzosa _que
méstica e incluso a la existencia personal: un ciego afán existe evidentemente entre estas dos maneras de siste-
de emancipación mental sólo ha logrado, por otra parte, matizar la moral. Como los motivos teológicos deben na-
erigir a veces al desdén pasajero de estas saludables turalmente ofrecer, a los ojos del creyente, una ínten-
Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 87
86
sidad muy superior a la de cualesquiera otros, no podrían carácter de la sociabilidad moderna. Experiencias irre-
hacerse nunca meros auxiliares de los motivos pura- cusables han probado al mismo tiempo, por otra parte,
mente humanos: en el momento en que ya no dominen en gran escala, en el seno de las masas populares, que
no pueden conservar eficacia real ninguna. No exist~, el pretendido privilegio exclusivo de las creencias reli-
pues, ninguna alternativ~ ~madera ~t~tre fundar por h:1 giosas para determinar grandes sacrificios o actos de ab-
la moral sobre el conocimiento positivo de la Huma111- negación podía pertenecer de igual manera a opiniones
dad, y dejada descansar en el mandam~ento sobrenatu- directamente opuestas, y se mostraba unido, en general,
ral: las convicciones racionales han podido apoyar a las a toda profunda convicción, cualquiera que pudiera ser
creencias teológicas, o más bien sustituirlas gradualmen- su naturaleza. Aquellos numerosos adversarios del ré-
te, a medida que la fe se _ha ido. apagando; pero la gimen teológico que hace medio siglo mantuvieron con
combinación inversa no constituye, ciertamente, s1110 una tanto heroísmo nuestra independencia nacional contra
utopía contradictoria donde lo principal estaría subordi- la coalición retrógrada, no mostraron, sin duda, una ab-
nado a lo accesorio. negación menos plena y constante que los bandos supers-
51.-Una exploración juiciosa del verdadero estado ticiosos que, en el seno de Francia, secundaron la agre-
de la sociedad moderna representa, pues, como cada sión exterior.
vez más desmentida, por el conjunto de los he~h~s co- 52.-Para concluir de apreciar las pretensiones ac-
tidianos, la pretendida imposibílida~ de presc111d1t en tuales de la filosofía teológico-metafísica, de conservar
adelante de toda teología para consohdar la moral: pues- la exclusiva sistematización de la moral usual, basta con-
to que esta peligrosa unión ha tenido que resultar, des- siderar directamente la doctrina, peligrosa y contradicto-
de el fin de la edad media, tdplemente funesta para la ria, que el inevitable progreso de la emancipación men-
moral, ya enervando o desacreditando s~s base~ mtelec- tal le ha obligado a establecer respecto a esto, consa-
tuales, ya suscitando en ~lla pe1;tur?,ac10n~s directas o grando en todo, bajo formas más o menos explícitas,
impidiéndole una mejor sistematizacion .. Si, a ~es~r de una especie de hipocresía colectiva, análoga a la que se
activos principios de desorden, 1~ moralidad practica ~e supone muy desacertadamente que fue habitual entre
ha mejorado realmente, este fehz resultado no podna los antiguos, aunque no haya alcanzado nunca más que
ser atribuido al espíritu teológico, degenerado en este un éxito precario y pasajero. No pudiendo impedir el
momento, por el contrario, en un pe~~gro disolv,e1,1te; se libre desenvolvimiento de la razón moderna en los es-
debe esencialmente a la creciente acc1011 del espmtu po- píritus cultivados, se ha tratado así de obtener de ellos,
sitivo, ya eficaz en su forma espontán:ª' 51ue . cm~siste en vista del interés público, el respeto aparente a las
en el buen sentido universal, cuyas sabias 111spira_ci?:1es antiguas creencias, a fin de mantener en el vulgo su
han secundado al impulso natural de nuestra e1v1hza- autoridad, que se juzgaba indispensable. Esta transac-
ción progresiva para combatir útilmente las diversa~ abe- ción sistemática no es de ningún modo particular a los
rraciones, sobre todo, las que e~anaban de las 1zvaga- jesuitas, aunque constituya el fondo esencial de su tác-
ciones religiosas. Cuando, por eJemplo, 1~ te?lo~i! pro- tica; el espfritu protestante también le ha impreso, a su
testante tendía a alterar gravemente la 111st1~ucio1:1 del modo, una consagración aún más íntima, más extensa y,
matrimonio por la consagración formal del divorc10, la sobre todo, más dogmática: los metafísicos propiamen-
razón pública neutralizaba mucho su~ ~unestos efectos, te dichos la adoptan tanto como los mismos t~ólogos;
imponiendo casi siempre el respeto practico a las costum- el mayor de entre ellos, aunque su alta moralidad fuese
bres anteriores, las únicas conformes con el verdadero verdaderamente digna de su inteligencia eminente, ha
Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 89
88
sido arrastrado a sancionarla en lo esencial, establecien- III. Necesidad de un poder espiritual positivo
do, por una parte, que las opiniones teológicas, cuales-
quiera que sean, no admiten ninguna :7erdader~ dem?s- 5.3.-Es preciso, pues, sobre todo, en nombre de la
ttación, y, por otra parte, que la necesi~ad social obliga moral, trabajar con ardot en conseguir por fin el ascen-
a mantener indefinidamente su imperio. Aunque una diente universal del espíritu positivo, para reemplazar
doctrina semejante pueda resultar respetable en aque- un sistema caído, que, tan pronto impotente como per-
llos que no le mezclan ninguna ambición personal, no turbador, exigiría cada vez más la presión de la mente
tiende menos por eso a viciar todas las fuente~ de la como condición permanente del orden moral. Sólo la
moralidad humana, al hacerla descansar necesariamente nueva filosofía puede establecer hoy, respecto a nues-
sobre un continuo estado de falsedad, e incluso de des- tros diversos deberes, convicciones profundas y activas,
precio, de los superiores para con los in_ferior~~- Mi~~- verdaderamente susceptibles de sostener con energía el
tras los que debían participar en este si~te_matlco d_isi- choque de las pasiones. Según la teoría positiva de la
mulo han sido poco numerosos, su practica ha sido Humanidad, demostraciones irrecusables, apoyadas en
posible, aunque muy precaria; pero se ha ?ec~~ todavía la inmensa experiencia que ahora posee nuestra especie,
más ridícula que odi.osa cuando la emanc~pacion _se ha determinarán con exactitud la influencia real, directa
extendido lo bastante para que esta especie de piadosa o indirecta, privada y pública, propia de cada acto, de
maquinación tuviera que aba:c~r, com_o sería m~n:ster cada costumbre, de cada inclinación o sentimiento; de
hoy, a la mayoría de lo_s espmtus ac~iv?s; Por ult1:1;0, donde resultarán naturalmente, como otros tantos coro-
incluso suponiendo realizada esta quimerica extension, larios inevitables, las reglas de conducta, sean genera-
este pretendido sistema deja subsistente la dific1_1ltad en- les o especiales, más conformes con el orden universal,
tera para las inteligencias liberadas, cuya propia mora- y que, por tanto, habrán de ser ordinariamente las más
lidad se encuentra así abandonada a su pura esponta- favorables para la felicidad individual. A pesar de la
neidad reconocida ya justamente como insuficiente en extrema dificultad de este magno tema, me atrevo a ase-
la das~ sometida. Si hay también que admitir la nece- gurar que, tratado convenientemente, es capaz de conclu-
sidad de una verdadera sistematización moral en estos siones tan ciertas como las de la geometría misma. No
espíritus emancipados, no . podrá desde _luego . repos~r se puede esperar, sin duda, hacer nunca suficientemente
más que sobre bases positivas, que. al frn se ¡uzgatan accesibles a todas las inteligencias estas pruebas positi-
así indispensables. En cuanto a hmi_tar su des_tm.~ a la
vas de algunas reglas morales destinadas, sin embargo,
clase ilustrada, aparte de que seme¡ante restnccion -~º a la vida común; pero ya ocurre otro tanto para diversas
podría cambiar la natutaleza d~ est~ gran con~trucc10n
filosófica sería evidentemente ilusoria en una epoca en prescripciones matemáticas, que se aplican, no obstante,
que la c~ltura mental qu~ supon~ es~a fácil_ lib~ración sin vacilación en las ocasiones más graves, cuando, por
se ha hecho ya muy comun, o mas bien casi universal, ejemplo, nuestros marinos arriesgan todos los días su
al menos en Francia. Así, el empírico expediente suge- existencia sobre la fe de teorías astronómicas que no
. rido por el vano deseo de mantener, a cualquier pr:- comprenden en modo alguno; ¿por qué no se ha de
cio, el antiguo régimen intelectual, no puede l~evar fi- conceder también igual confianza a nociones más im-
nalmente sino a dejar indefinidamente desprovistos de portantes? Por otra parte, es indiscutible que la eficacia
toda doctrina moral a la mayor parte de los espíritus normal de un régimen semejante exige en cada caso, ade-
activos, como se ve hoy con demasiada frecuencia. más del poderoso impulso que resulta naturalmente de
90 Auguste Comte
Capítulo 111
los prejuicios públicos, la 1ntervención si~temática_, _unas Desarrollo del sentimiento social
veces pasiva y otras activa, de, una au~o:idad espmtual,
destinada a recordar con energia las maximas fundamen-
tales y a dirigir sabiamente su aplicac~ón? como he e~-
plicado especialmente en la obra ant_e~ 111dicada. _Al reali-
zar así el gran oficio que el catolicismo no eJerce y~,
este nuevo poder moral utilizar~ con cuid~do la fehz
aptitud de la filosofía correspondiente para i11;corporarse
espontáneamente la sabiduría de tod_os los_ di':ersos re-
gímenes anteriores, según la tendencia ord1?at1a del es-
píritu positivo respecto a un asunto cualqmera. Cuando
la astronomía moderna ha eliminado irrevocablemente
los principios astrológicos, no ha conservado n:ienos c~-
losamente todas las nociones verdaderas obtemdas baJo
su dominio; otro tanto ha ocurrido para la química, re-
lativamente a la alquimia.

54.-Sin poder emprender aquí la apreciación real de


la filosofía positiva, es menester, sin embargo, señalar
en ella la continua . tendencia que resulta directamente
de su constitución propia, sea científica o lógica, para
estimular y consolidar el sentimiento del deber, desarro-
llando siempre el espíritu de colectividad, que se encuen-
tra naturalmente ligado con él. Este nuevo régimen men-
tal disipa espontáneamente la fatal oposición que, desde
el fin de la edad media, existe cada vez más entre las
necesidades intelectuales y las necesidades motales. Desde
ahora, por el contrario, todas las especulaciones reales,
convenientemente sistematizadas, contribuirán sin cesar
a constituir, en lo posible, la preponderancia universal
de la moral, puesto que el punto de vista social llegará
a ser necesariamente el vínculo científico y el regulador
lógico de todos los demás aspectos positivos. Es impo-
sible que una coordinación semejante, al desarrollar fa-
miliarmente las ideas de orden y armonía, referidas siem-
pre a la Humanidad, no tienda a moralizar hondamente,
no sólo a los espíritus selectos, sino también a la masa
91
92 Auguste Cerote Discurso sobre el espíritu p0sitívo 93

de las inteligencias, que habrán de participar, todas, más te en una sola concepción negativa, y su vago conjunto
o menos, en esta gran iniciación, según un sistema con- constituye el no-yo; la noción del nosotros no podría
veniente de educación universal. encontrar aquí ningún lugar directo y distinto. Pero,
examinando esta cuestión aún con mayor profundidad,
hay que reconocer que, en este aspecto como en todos
l.º El antiguo régimen moral es individual. los demás, la metafísica deriva, tanto dogmática como
históricamente, de la teología misma, de quien nunca
55.-Una apreciación más íntima y extensa, a la vez podrá constituir más que una modificación disolvente.
práctica y teórica, representa al espíritu positivo como En efecto, ese carácter de personalidad constante per-
el único susceptible, por su naturaleza, de desarrollar tenece, sobre todo, con una energía más directa, al pen-
directamente el sentimiento social, primera base necesa- samiento teológico, siempre preocupado, en todo creyen-
ria de toda moral sana. El antiguo régimen mental no te, de intereses esencialmente individuales, cuya inmensa
podía estimularlo más que con ayuda de penosos artifi- preponderancia absorbe por necesidad toda otra consi-
cios indirectos, cuyo éxito real había de ser muy imper- deración, sin que la más sublime entrega pueda inspirar
fecto, por la tendencia esencialmente personal de tal filo- su verdadera abnegación, considerada justamente enton-
sofía, cuando la sabiduría sacerdotal no contenía su in- ces como una aberración peligrosa. Sólo la oposición fre-
fluencia espontánea. Esta necesidad es reconocida ahora, cuente de estos intereses quiméricos con los intereses
al menos empíricamente, en cuanto al espíritu metafísico reales ha prncurado a la sabiduría sacerdotal un pode-
propiamente dicho, que nunca ha podido concluir, en roso medio de disciplina moral, que ha podido ordenar
moral, en ninguna otra teoría efectiva que el desastroso a menudo, en provecho de la sociedad, sacrificios admi-
sistema del egoísmo, tan en boga hoy, a pesar de mu- rables, que no eran tales, sin embargo, más que en apa-
chas declamaciones contrarias; incluso las sectas ontoló- riencia, y se reducían siempre a una prudente pondera-
gicas que han protestado seriamente contra semejante ción de intereses. Los sentimientos benévolos y desinte-
aberración no la han sustituido al fin más que por nocio- resados, que son propios de la naturaleza humana, han
nes vagas o incoherentes, incapaces de eficacia práctica. debido, sin duda, manifestarse a través de un régimen
Una tendencia tan deplorable, y, no obstante, tan cons- semejante, e incluso, en algunos aspectos, bajo su im-
tante, debe de tener raíces más hondas que las que se pulso directo; pero, aunque su desarrollo no haya po-
suponen de ordinario. Resulta sobre todo, en efecto, de dido así ser sofocado, su carácter ha tenido que recibir
la naturaleza necesariamente personal de tal filosofía, con ello una grave alteración que probablemente no nos
que, limitada siempre a la consideración del individuo, permite conocer todavía plenamente su naturaleza y su
nunca ha podido abarcar realmente el estudio de la espe- intensidad, por falta de un ejercicio propio y directo.
cie, por una inevitable consecuencia de su vano principio Por otra parte, se puede perfectamente presumir que
lógico, reducido esencialmente a la intuición propiamente esta continua costumbre de cálculos personales acerca de
dicha, que, evidentemente, no tolera ninguna aplicación los más caros intereses del creyente ha desarrollado en
colectiva. Sus fórmulas ordinarias no hacen más que tra- el hombre, incluso desde un punto de vista completa-
ducir ingenuamente su espíritu fundamental; para cada mente distinto, por vía de afinidad gradual, un exceso
uno de sus adeptos, el pensamiento dominante es cons- de circunspección, de precaución, y, por último, de egoís-
tantemente el del yo; todas las demás existencias, sean mo, que su organización fundamental no exigía, y que
cualesquiera, incluso humanas, se envuelven confusamen- desde entonces podrá algún día disminuir bajo un ré-
94
Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 95

g_hnen 1,11oral 1;1ej?r. S_ea lo que quiera de esta conjetura, en la vida especulativa, el vínculo de cada uno con
sigue siendo indiscutible que el pensamiento teológico todos en una multitud de aspectos divetsos, de maneta
e~, por su naturale~a, esencialmente individual, y nunca que ;e haga involuntariamente familia~ el sentin~iento
directamente colectivo. A los ojos de la fe sobre todo íntimo de la solidatidad social, extendida conveniente-
monoteísta, la vida social no existe, por falta de un fin mente a todos los tiempos y a todos los lugares. No
que le sea ~ropio;_ la sociedad humana no puede enton- sólo la búsqueda activa del bien público se represen-
ces. _?frecer_ m_m_edrntamente más que una mera aglome- tará sin cesar como el modo más ptopio para asegurat
ra~ion de mdiv~duos, cuya reunión es siempre tan for- comúnmente la felicidad privada, sino que, por un in-
tuita como pasaJera, y que, ocupados cada uno de su sola flujo a un tiempo más directo y má_s puro, al ~n 1,11ás
salva~ión, no conciben la participación en la del próji- eficaz, el ejercicio más completo po~ib~e de las mchna-
mo smo co~o un poderoso medio de merecer mejor la ciones genetosas llegará a ser la pnncipa~ fuente de la
~uya, obedeciendo a las prescripciones supremas que han felicidad personal, incluso aunque no hubiera de. pro.cu-
impuesto, e~a obligación. Nuestra admiración respetuosa rar excepcionalmente otra recompensa que una mevlta-
se debera siempre, con seguridad, a la prudencia sacér- ble satisfacc;ión interior. Pues si, como no podría dudars~,
dotal 9ue, bajo el feliz impulso de un instinto público, la felicidad resulta, sobre todo, de una acertada acti-
ha sabido obtener durante mucho tiempo una alta utili- vidad, debe depender principalmente, por . tan_t?, de los
?ªd práctica ?e. una filosofía tan imperfecta. Pero este instintos simpáticos, aunque nuestra orgamzacion no les
Jus!~ _reconocimiento no podría llegar hasta prolongar conceda de ordinario una energía preponderante; puesto
artificialmente este régimen inicial más allá de su des- que los sentimientos benévolos son los únicos ~ue pue-
tino provisional, cuando ha venido por fin la edad de den desarrollarse libtemente en el estado social, que
una econon:iía más conforme al conjunto de nuestra naturalmente los estimula cada vez más, al abrirles un
naturaleza, intelectual y afectiva. campo indefinido, mientras que exige, con absol~ta ne-
cesidad una cierta represión permanente de los diversos
impuls~s personales, cuyo despliegue espontá~~o sus~i-
2.º El espíritu positivo es directamente social. taría conflictos continuos. En esta vasta expansion social
encontrará cada uno la satisfacción notmal de aquella
56.-El ~spíritu positivo, por el contrario, es direc- tendencia a eternizarse, que no podía primero satisfa-
tamente social, en cuanto es posible, y sin ningún es- cerse sino con ayuda de ilusiones ya incompatibles con
fuerzo, como consecuencia de su misma realidad carac- nuestra evolución mental. No pudiendo prolongarse más
terística. Para él, el hombre propiamente dicho no exis- que por la especie, el individuo sería así a~rastrad?, a
te, no puede existir más que la Humanidad, puesto incorporarse a ella lo más completa~ent~ posible,. umen-
que todo nuestro desarrollo se debe a la sociedad des- dose profundamente a toda su existencia colectiva, no
de cualquier punto de vista que se le mite. Si I;
,idea sólo actual, sino también pasada y, sobre todo, futura,
?e s?cied~d parece todavía una abstracción de nuestra de manera que alcance toda la intensidad de vida que
mtehg~nc~a, es, sobre todo, en virtud del antiguo régi- tolera en cada caso la totalidad de las leyes reales. Esta
men filosofico; pues, a decir verdad, es la idea de indi- gran 'identificación 'podrá hacerse tant,o m?s íntima Y
viduo a ~uien pertenece tal carácter, al menos en nues- mejor sentida, ya que la nueva filosofrn a?igna nec~sa-
t:a especie. El conjunto de la nueva filosofía tenderá riamente a los dos modos de vida un mismo destmo
siempre a hacer tesaltar, tanto en la vida activa como fundamental y una misma ley de evolución, que con-
--,----

Tercera parte
r
96 Auguste Comte
Condiciones de advenimiento
siste siempre, sea para el individuo o para la especie, en
el progreso continuo cuyo fin principal ha sido antes ca- de la escuela positiva.
racterizado, es decir, la tendencia a hacer, por una y (Alianza de los proletarios y los filósofos.)
otra parte, que prevalezca, en lo posible, el atributo
humano, o la combinación de la inteligencia con la socia-
bilidad, sobre la animalidad propiamente dicha. Como
nuestros sentimientos, cualesquiera que sean, no pueden
desarrollarse más que por un ejercicio directo y soste-
nido, tanto más indispensable cuanto menos enérgicos
son al principio, sería superfluo insistir aquí más, para
cualquieta que posea, aun empíricamente, un verdadero
conocimiento del hombre, para demostrar la superiori-
dad necesaria del espíritu positivo sobre el antiguo espí-
ritu teológico-metafísico, en cuanto al desarrollo propio
y activo del instinto social. Esta preeminencia es de
una naturaleza de tal modo sensible, que la razón públi-
ca la reconocerá sin duda suficientemente, mucho an-
tes de que las instituciones correspondientes hayan po-
dido realizar convenientemente sus felices propiedades.
Capítulo I
Institución de una enseñanza popular superior

1.º Correlación entre la propagación de las nociones


positivas y las disposiciones del medio actual.

57 .-Según el conjunto de las indicaciones preceden-


tes, la superioridad espontánea de la nueva filosofía
sobre todas las que hoy se disputan el imperio, se en-
cuentra ahora caracterizada en el aspecto social tanto
como ya lo estaba desde el punto de vista mental, por
lo menos en cuanto este Discurso lo permite, y salvo
el recurso indispensable a la obra citada. Al acabar esta
somera apreciación, importa observar la feliz correla-
ción que se establece naturalmente entre un espíritu
filosófico semejante y las disposiciones, acertadas, pero
empíricas, que la experiencia contemporánea hace ya
prevalecer cada vez más, tanto entr.e los gobernados co-
mo entre los gobernantes. Sustituyendo directamente con
un inmenso movimiento mental una estéril agitación
política, la escuela positiva explica y sanciona, mediante
un examen sistemático, la ind!ferencia o la repugnancia
99
~
'
102 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 103

más opresivo, de modo que el verdadero espíritu posi- 2.º Universalidad necesaria de esta enseñanza.
tivo, que corresponde al conjunto de los diversos tra-
bajos científicos, resulta, en el fondo, sin poder ser com- 59 .-Para superar convenientemente este concurso
prendido plenamente por ninguno de los que lo han espontáneo de resistencias diversas que le presenta hoy
preparado así naturalmente. Cada vez más entregados la masa especulativa propiamente dicha, la escuela posi-
tiva no podría encontrar otro recurso general que orga-
a esta inevitable tendencia, los sabios propiamente di-
nizar una llamada directa y sostenida al buen sentido
chos llegan en nuestro siglo, de ordinario, a una insupe-
universal, esforzándose desde ahora en propagar siste-
rable aversión contra toda idea general, y a la absoluta máticamente, en la masa activa, los principales estudios
imposibilidad de apreciar realmente ninguna concepción científicos propios para constituir en ella la base indis-
filosófica. Se sentirá mejor, por lo demás, la gravedad pensable de su gran elaboración filosófica. Estos estu-
de una oposición semejante observando que, nacida de dios preliminares,, dominados naturalmente hasta ahora
los hábitos mentales, ha tenido que extenderse luego por ese espíritu de especialismo empírico que rige las
hasta los diversos intereses correspondientes, que nues- ciencias correspondientes, son concebidos y dirigidos
tro régimen científico vincula profundamente, sobre todo siempre como si cada uno de ellos hubiera de preparar
en Francia, a ese desastroso especialismo, como he de- sobre todo para una cierta profesión exclusiva; lo que
mostrado cuidadosamente en la obra citada. Así, la impide la posibilidad, incluso en los que tendrían más
nueva filosofía, que exige directamente d espíritu de ocasión de ello, de abarcar nunca varias, o, por lo me-
conjunto, y que hace prevalecer para siempre, sobre nos, tanto como lo exigiría la formación ulterior de
todos los estudios constituidos hoy, la naciente ciencia sanas concepciones generales. Pero esto no puede ya
del desarrollo social, encontrará forzosamente una ínti- ser así cuando tal instrncción se destina directamente
ma antipatía, a la vez activa y pasiva, en los prejuicios á la educación universal, que cambia necesariamente
y las pasiones de la única clase que podría ofrecerle su carácter y su dirección, a pesar de toda tendencia
directamente un punto de apoyo, y en la que no debe contraria. El público, en efecto, que no quiere hacerse
esperar durante mucho tiempo más que adhesiones pu- ni geómetra, ni astrónomo, ni químico, etc., siente de
ramente individuales, más escasas tal vez allí que en continuo la necesidad simultánea de todas las ciencias
fundamentales, reducida cada una a sus nociones esen-
cualquier otta parte 1 .
ciales; le hacen falta, según la notabilísima expresión
de nuestro gran Moliere, claridades de todo. Esta simul-
1 Esta preponderancia empírica del espíritu de detalle en la taneidad necesaria no existe sólo para él cuando consi-
mayor parte de los sabios actuales, y su ciega antipatía hacia dera estos estudios en su destino abstracto y genetal,
cualquier generalización, se encuentran muy agravadas, sobre todo
en Francia, por su reunión habitual en Academias, donde los tes para la elaboración preliminar del espíritu positivo, se ha-
diversos prejuicios analíticos se fortifican mutuamente; donde, dan cada día más hostiles a su sistematización final. Aunque
por atta parte, se desarrollan intereses demasiadas veces abusivos; esta audaz medida, tan mal juzgada de ordinario, fuera prema-
donde, por último, se organiza espontáneamente una especie de per- tura entonces, porque estos graves inconvenientes no podían aún
manente motín contra el régimen sintético que debe en adelante estar bastante reconocidos, queda, sin embargo, como cierto que
1 prevalecer. El instinto de progreso que caracterizaba, hace medio estas corporaciones científicas habían ya cumplido el ptincipal
siglo, al genio revolucionario, había sentido de un modo con- oficio que permitía su naturaleza: desde su restauración su in-
fuso estos peligros esenciales, de manera que determinó la su- fluencia real ha sido, en el fondo, mucho más dañosa que útil
presión directa de esas sociedades atrasadas, que, sólo convenien, a la marcha aétual de la gran evolución mental.
104 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 105

como única base racional del conjunto de las concepcio- 60.-Este magno resultado no podría obtenerse de
nes humanas; la vuelve a encontrar, aunque menos di- un modo suficiente si esta enseñanza continua perma-
rectamente, incluso respecto a las diversas aplicaciones neciera destinada a una sola clase cualquiera, incluso
concretas, cada una de las cuales, en el fondo, en lugar muy extensa; se debe, so pena de fracasar, tener siem-
de referirse exclusivamente a una cierta rama de la pre a la vista la universalidad entera de las inteligen-
filosofía natural, depende también más o menos de to- cias. En el estado normal que este movimiento debe
das las demás. Así, la propagación universal de los prin- preparar, todas, sin ninguna excepción ni distinción,
cipales estudios positivos no está sólo destinada hoy a ~entirán siempre la misma necesidad fundamental de
satisfacer una necesidad ya muy pronunciada en el pú- esta filosofía primera, que resulta del conjunto de las
blico, que siente cada vez más que las ciencias no están nociones reales, y que debe entonces llegar a ser la base
reservadas exclusivamente para los sabios, sino que exis- sistemática de la sabiduría humana, tanto activa como
ten sobre todo para él mismo. Por una feliz reacción especulativa, de manera que cumpla más conveniente-
espontánea, un destino semejante, cuando esté conve- mente el indispensable oficio social que se vinculaba en
nientemente desarrollado, deberá mejorar radicalmente otro tiempo a la instrucción universal cristiana. Impor-
el espíritu científico actual, al despojarlo de su especia- ta, pu~s, mucho que, desde su origen, la nueva escuela
lismo ciego y dispersivo, de manera que le haga adqui- filosófica desarrolle, en lo posible, ese gran carácter ele-
rir poco a poco el verdadero carácter filosófico indispen- mental de universalidad social, que, relativo finalmente
sable para su principal misión. Incluso es esta vía la a su destino. ptincipal, constituirá hoy su mayor fuerza
única que puede, en nuestros días, constituir gradual- contra las diversas resistencias que ha de encontrar.
mente, fuera de la clase especulativa propiamente di-
cha, un amplio tribunal espontáneo, tan imparcial como
irrecusable, formado por la masa de los hombres sen- 3 .º Destino esencialmente popular de esta enseFtanza.
satos, ante el cual vendrán a extinguirse irrevocable-
mente muchas falsas opiniones científicas, que las miras 61.--Con el fin de marcar mejor esta tendencia ne-
peculiares de la elaboración preliminar de los dos últi- cesaria, una íntima convicción, primero instintiva y luego
mos siglos hubieron de mezclar profundamente con las sistemática, me ha determinado desde hace mucho tiem-
doctrinas verdaderamente positivas, a quienes alterarán po a mostrar siempre la enseñanza expuesta en este
necesariamente mientras estas discusiones no estén por Tratado como dirigida sobre todo a la clase más nume-
fin sometidas directamente al buen sentido universal. rosa, a quien nuestra situación deja desprovista de toda
En un tiempo en que no hay que esperar eficacia inme- instrucción regular, a causa del creciente desuso de la
diata más que de medidas siempre provisionales, bien instrucción puramente teológica, que, reemplazada pro-
adaptadas a nuestta situación transitoria, la organización visionalmente, sólo para los cultos, por una cierta ins-
necesaria de tal punto de apoyo general para el conjun- trucción metafísica y literaria, no ha podido recibir,
to de los trabajos filosóficos resulta, a mi modo de ver, sobre todo en Francia, ningún equivalente parecido para
la masa popular. La importancia y la novedad de tal
el principal resultado social que puede producir ahora
disposición constante, mi vivo deseo de que sea apre-
la vulgarización total de los conocimientos reales; el ciada convenientemente, e incluso, 5i me atrevo a de-
público devolverá así a la nueva escuela un equivalente cirlo, imitada, me obligan a indicar aquí los principales
pleno de los servicios que le procure esta organización. motivos de ese contacto espiritual que debe instituir así
106 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 107

especialmente hoy con los proletarios la nueva escuela preparación más irracional y, en el fondo, más peligrosa
filosófica, sin que, no obstante, deba excluir nunca su para la conducta ordinaria de la vida real, sea activa e
enseñanza a una clase cualquiera. Por muchos obstácu- incluso especulativa, que la que resulta de esa vana ins-
los que el defecto de celo o de elevación pueda oponer trucción, primero de palabras, luego de entidades, en
por una y otra parte a tal aproximación, es fácil reco- que se pierden todavía tantos preciosos años de nuestra
no~er, en general, que, de todas las porciones de la juventud. A la mayor parte de los que la reciben, no
sociedad actual, el pueblo propiamente dicho debe de les inspira ya otra cosa que una aversión casi insuperable
ser, en _el fondo, la mejor dispuesta, por las tendencias hacia todo trabajo intelectual para el curso entero de
y necesidades que resultan de su situación caracterís- su carrera; pero sus peligros resultan mucho más graves
t~ca, a acoger favorablemente la nueva filosofía, que al en aquellos que se han dedicado a ella más especial-
fm debe ~ncontrar allí su principal apoyo, tanto mental mente. La falta de aptitud para la vida real, el desdén
como social. por las profesiones vulgares, la impotencia para apreciar
62_.-Una primera consideración, que importa pro- convenientemente ninguna concepción positiva, y la an-
fundizar, aunque su naturaleza sea sobre todo negativa, tipatía que pronto resulta de ello, los disponen hoy con
resulta, acer~a de e~to, de una apreciación juiciosa de demasiada frecuencia a secundar una estéril agitación
lo que,. a primera vista, podría parecer que ofrece una metafísica que inquietas pretensiones personales, des-
grave dificultad, es decir, la ausencia actual de toda cul- arrolladas por esa educación desastrosa, no tardan en
tura especulat~va. Sin duda es lamentable, por ejemplo, hacer políticamente perturbadora, bajo el influjo directo
que esta ensenanza popular de la filosofía astronómica de una viciosa erudición histórica, que, haciendo preva-
no , encuentre todaví_a, en todos aquellos para quienes lecer una noción falsa del tipo social propio de la anti-
esta. s~bre todo destmada, algunos estudios matemáticos güedad, impide comúnmente comprender la sociabilidad
prehmmares, que la harían a la vez más eficaz y más moderna. Si se considera que casi todos los que, en di-
fácil,_ Y que incluso yo me veo forzado a suponer. Pero versos aspectos, dirigen ahora los asuntos humanos han
la misma laguna se encontraría también en la mayotía sido preparados de este modo, no se podrá nadie sor-
de la_s, otras .c~ases a~tu_al~s, en una época en que la ins- prender de la vergonzosa ignorancia que manifiestan de-
tru~cion poslt~va esta limitada, en Francia, a ciertas pro- masiado a menudo acerca de los menores problemas,
fesiones especiales, que están en esencial relación con la incluso materiales, ni de su frecuente disposición a des-
Escuela Politécnica o las escuelas de medicina. No hay, cuidar el fondo por la forma, colocando por encima de
~ot tanto, en esto nada que sea verdaderamente par- todo el arte de decir bien, por contradictoria y perni-
tlcu~ar en nuestros proletarios. En cuanto a su carencia ciosa que resulte su aplicación, ni, por último, de la
habitual de esa especie de cultura regular que reciben tendencia especial de nuestras clases ilustradas a acoger
h_°,Y las c!ases letradas, no temo caer en una exagera- con avidez todas las aberraciones que surgen diariamen-
c10~ .filosofica al afirmar que de ello resulta, para los te de nuestra anarquía mental. Una apreciación seme-
~spmtus _Populares, u~a notable ventaja, en lugar de un jante dispone, al contrario, a extrañarse de que estos
111conven1en~e real. Sm volver aquí sobre una crítica diversos desastres no estén de ordinario más extendidos;
por desgracia demasiado fácil, suficientemente realizada conduce a admirar profundamente la rectitud y la sabi-
desd~ hace mucho tiempo, y que la experiencia de todos duría naturales del hombre, que, bajo el feliz impulso
los dias confirma cada vez rnás a los ojos de la mayoría propio del conjunto de nuestra civilización, contienen
de los hombres sensatos, sería difícil concebir ahora una espontáneamente, en gran parte, esas peligrosas canse-
108 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 109

cuendas de un sistema absurdo de educación general. más puro y más enérgico en las clases inferiore~, en
Puesto que este sistema ha sido desde el fin de la edad virtud precisamente de aquella afortunada carencia de
medía, como lo es todavía, el principal punto de apoyo cultura escolástica que los hace menos accesibles a las
social del espíritu metafísico, ya primero contra la teo- costumbres vagas o sofísticas. A esta diferencia pasajera,
logía, o después contra la ciencia, se concibe fácilmente que una educación mejor de las clases ilustradas disi-
que las clases a las que no ha podido envolver deben pará gradualmente, hay que añadir otra, por neces!dad
de encontrarse, por eso mismo, mucho menos afectadas permanente, relativa a la influencia mental de las diver-
por esa filosofía transitoria, y, por tanto, mejor dis- sas funciones sociales propias de los dos órdenes de
puestas al estado positivo. Ahora bien; ésta es la im- inteligencias, según el carácter respectivo de sus tra~ajos
portante ventaja que la ausencia de educación escolástica habituales. Desde que la acción real de la Huma111dad
procura hoy a nuestros proletarios, y que los hace en sobre el mundo exterior ha comenzado, entre los mo-
~¡ fondo, menos acc_esibles que la mayoría de las ge;1tes dernos, a organizarse espontáneamente, exige la combi-
ilustradas a los diversos sofismas perturbadores, de nación continua de dos clases distintas, muy desiguales
acuerdo con la experiencia diaria, a pesar de una exci- en número pero de igual modo indispensables: por
t~ción cont~nua, dirigida sistemáticamente hacia las pa- una parte, los empresarios propiamente _dichos, siemp_re
s10n_es relativas a su condición social. En otro tiempo, poco numerosos, que, poseye~do los d1ve!:'8?s m~t~ria-
hubier,on de estat prof,u?damente dominados por la les convenientes, incluso el dmero y el cred1to, dmgen
teologrn, sobre todo catohca; pero, durante su emanci- el conjunto de cada operación, asumiendo desde ese
pación mental, la metafísica no ha podido deslizarse en- momento la principal responsabilidad de los resultados,
tre ellos, por no enconttar la cultura especial sobre la sean cualesquiera; por otra parte, los operarios directos,
que descansa; ~ólo la filosofía positiva podtá, de nuevr.J, que viven de un salario periódico y forman la inmensa
ªJiJOderatse radicalmente de ellos. Las condiciones pre- mayoría de los trabajadores, que ejecutan, en una espe-
vias, tan tecomendadas por los primeros padtes de esta cie de intención abstracta, cada uno de los actos elemen-
fil~sofía final, deben así ~nconttatse mejor cumplidas tales, sin preocuparse especialmente d~ su c~ncurs? fi-
all1 que en parte alguna; si la célebre tabla rasa de Ba- nal. Sólo estos últimos tienen que haberselas 111med1ata-
con y de Descartes fuera alguna vez plenamente realiza- mente con la naturaleza, mientras que los primeros tie-
bl~, ~ería seguramente en los proletarios actuales, que, nen que ver sobre todo con la sociedad. Por una con-
prmc1palmente en Francia, están mucho más próximos secuencia necesaria de estas diferencias fundamentales,
que nmgu~a otra clase al tipo ideal de esta disposición la eficacia especulativa que hemos reconocido como in-
preparatoria para la positividad racional. herente a la vida industrial para desarrollar involunta-
63.-Ex~mi~an~~' en un aspecto más íntimo y dura- riamente el espíritu positivo, debe hacerse sentit mejor,
dero, est? mclmacion natural de las inteligencias popu- de otdinario, en los operarios que entre los empresa-
1,ares hacia !a sana filosofía, se teconoce fácilmente que rios; pues sus trabajos peculiares ofrecen . un carácter
esta debe siempre resultar de la solidaridad fundamen- más sencillo, un fin más netamente determmado, resul-
t~l que, según nuestras explicaciones anteriores, vincula tados más próximos y condiciones más imperiosas. La
directamente al verdadero espíritu filosófico con el buen escuela positiva habrá de encontrar, pot tanto, en ellos
sentido universal, su primera fuente necesaria. No sólo, un acceso más fácil para su enseñanza universal, y una
en efecto, este buen sentido, tan justamente preconi- simpatía más viva por su renovación filosófica, cuan~o
zado por Descattes y Bacon, debe de encontrarse hoy pueda penetrar convenientemente en este vasto med10
110
Auguste Comte
Discurso sobre el espíritu positivo 111
social. Al mismo tiempo, habrá de encontrar afinidades
morales no menos preciosas que estas armonías menta- 1lí más exento de aquellas mitas interesadas que ~evan
les, por ese común descuido material que acerca espon- a él más o menos directamente, las ,cl~ses superb~r~s,
táneamente a nuestros proletarios a la verdadera clase a re;cu adas casi siempre de cálculos av1dos o am 1c10-
contemplativa, al menos cuando ésta haya tomado por p D~s ués de haber buscado en él el ~undamento
fin las costumbres que corresponden a su destino social.
Esta feliz disposición, tan favorable al orden universal
~:~ersat de toda sabiduría humana, vedniran }ueg~, ~
buscar como en las bellas artes, ~na u ~e. 1vers10
como a la verdadera felicidad personal, adquirirá algún habitu~l para el conjunto de sus fatigas hcot1dt8nas. ~-
día mucha importancia normal, por la sistematización mo su inevitable condición social ha de acer, e_s mue ,º
de las relaciones generales que deben existir entre esos más preciosa tal diversión, sea cientí~~a o estetlca, sl.lia
dos elementos extremos de la sociedad positiva. Pero exttaño que las clases d. rectoras quisieran ver en e 1a,
desde este instante, puede facilitar esencialmente su na- Por el contrario un motivo fundamental. para, ~ener os
ciente unión, remediando el poco espacio que las ocupa- '. dos de e11a, . negando s1stemat1camen-
esencialmente priva . . d fi ida-
ciones diarias dejan a nuestros proletarios para su ins- te la única satisfacción que puede repartirse 1? e n 1
trucción especulativa. Si bien, en algunos casos excep- mente a a uellos mismos que deben renunciar a . os
cionales, de extremado recargo, este obstáculo continuo goces 'menl'I~ comunicables. Par~ justificar tal, negat1vt
parece que, en efecto, ha de impedir todo desarrollo dictada con demasiada frecuencia por el ego~smo y
mental, está compensado de ordinario por ese carácter . fl i'o'n se ha ob1'etado alguna vez, es cierto, que
de sabia imprevisión que, en cada intermitencia natural 1rre ex , . d , ravar pro-
esta vulgarización especulat1val tedn ena 11ª dg la funes-
de los trabajos obligados, devuelve al espíritu una dis- fundamente el desorden actua ' esar~o an o d
ponibilidad plena. El verdadero ocio no debe faltar ha- ta disposición, ya demasiado ptonu~c~ada, b~l ?:sot ~n
bitualmente más que en la clase que se cree especial-
mente dotada de él; pues, pot tazón misma de su for-
univetsal. Peto este natutal te~ot, umca d ~c1on d~etl~
ue sobte este punto merecena una vet a era iscu
tuna y de su posición, está comúnmente pteocupada con ;ión tesulta hoy' en la mayotía de los. casos ~ buen.a
activas inquietudes, que no permiten casi nunca un vet- fe de una confusión irracional de la mstru~c10n p~~l-
dadero sosiego intelectual y motal. Este estado debe t' ' a la vez estética y científica, con la mstrucc1on
resultar fácil, pot el conttario, ya a los pensadores, ya ~:~~física y !iterada, única otgani~ada ah?ra. Esta, en e~e,c-
a los opetarios, por su común liberación espontánea de t ue ya lo hemos reconocido, e¡etce una acc10n
los cuidados relativos al empleo de los capitales, e inde- s~~iaf ~uy pettutbadota en _las clases ilus_ttadas, 1se
pendientemente de la regularidad natutal de su vida hatía mucho más peligtosa s1 se }a exten~1era a dfs~
diaria.
64.-Cuando estas difetentes tendencias, mentales y
morales, hayan obtado de modo conveniente, habrá de
ptoletarios en quienes desarrollana, adb~as del b'
gusto pot Ías ocupaciones materiales, exot 1tares
ciones. Peto, por fottuna, están, en 9eneta' to ,av1~
~t ,1·
ser, pues, entte los proletarios donde mejor se tealice dispuestos a pedida que se estana a c~mcedet~e
esa ptopagación universal de la instrucción positiva, con-
dición indispensable para el cumplimiento gradual de la
1t~~ cuanto a los estudios positivos, con,ceb1dos sabia-
. t dirigidos de maneta conveniente, no llevan con-
renovación filosófica. También es entte ellos donde el : ~ :: fotma alguna un influjo semejante; ai :nlazat,se
catácter continuo de un estudio semejante podrá llegar y aplicatse por su natutaleza, a todos ~os tta aJos P:ac-
a ser más puramente especulativo, porque se enconttará ticos tienden pot el conttario, a confumat o aun, ms-
. , eI gu sto' de ellos , bien ennobleciendo su caracter
pitar
112
Auguste Comte
Capítulo II
habitual, bien suavizando sus penosas consecuencias; al Institución de una política popular
conducir, por otra parte, a una sana apreciación de
las diversas posiciones sociales y de las necesidades
correspondientes, disponen a darse cuenta de que la
dicha real es compatible con cualesquiera condiciones,
siempre que sean cumplidas honorablemente y ra-
cionalmente aceptadas. La filosofía general que resulta
de ellas representa al hombre, o más bien a 1a Huma-
nidad, como el primero de los seres conocidos, des-
tinado, por el conjunto de las leyes reales, a perfe('cio-
nar tanto como sea posible, y en todos aspectos, el
orden natural, al abrigo de toda inquietud quimérica;
lo cual tiende a levantar profundamente el activo sen-
timiento universal de la dignidad humana. Al mismo
tiempo, modera espontáneamente el orgullo demasiado
exaltado que podría suscitar, mostrando, en todos as-
pectos y con familiar evidencia, cuán por bajo debemos
quedar siempre del fin y del tipo así caracterizados, ya
en la vida activa o incluso en la vida especulativa, don-
de se siente, casi a cada paso, que nuestros más subli-
mes esfuerzos no pueden superar nunca sino una débil . popul ar, st'empre social, debe hacerse
La pol íttca
parte de las dificultades fundamentales. sobre todo moral.
65.-A pesar de la gran importancia de los diversos
motivos precedentes, consideraciones todavía más po- 66.-Desd e e1 com1enz?
. de ,la gran
, crisis moderna,
o mero
derosas determinarán sobre todo a las mentes populares 1 ueblo no ha intervemdo aun mas que com
a secundar hoy la acción filosófica de la escuela positiva e J?l' n las principales luchas políticas, con la ~spe-
por su ardor continuo por la propagación universal de aux1 lat .e d da de obtener de ellas algunas meJorfinas
ranza, sin u , por mitas y un
los estudios reales; se refieren a las principales necesi- de su situación genera1' per? noT d las disputas ha-
dades colectivas propias de la condición social de los le fuesen realmente prop10s. o as .
proletarios. Se pueden resumir en esta indicación gene- bq~te l s han quedado concentradas, esencialmente, entfre
1 ua e . d' porque se re e-
ta1: hasta ahora no ha podido existir una política
esencialmente popular, y sólo la nueva filosofía puede
las diversas clases lsuper10~~s
rían sobre todo a a poses1on . e
d
1;01d;~ Ahora bien, el
. h tiempo
constituirla. 61 no podía interesarse d1rectamente mucdo
pue o . la naturaleza e nuestra
por tales confhc_tos, P'7esto que 1 proletarios es-
. il' . , .mp1de evidentemente a os .
c1v 1zac10~ 1 d . na participación 1mpor-
perar e 111cluso esear, n111gu ¿· h Ad á
' 1 poder político propiamente le o. em s,
1:~~:é:n d: haber realizaddo esencialmendte ltao~~ssd~~ci~:
• ¡ q e po ían esperar e
sultados socia es u ·, . 1 • n lugar de la
. . 1 de los metafis1cos y eg1stas' e
prov1s10na
113
114 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 115

antigua preponderancia política de las clases sacerdota- mente una activa moral universal, prescribiendo a cada
les y feudales, se vuelven hoy cada vez más indiferentes agente individual o colectivo, las reglas de conductas
para la estéril propagación de esas luchas cada vez más más c~nformes con la armonía fundamental. Cuanto más
miserables, reducidas ya casi a vanas rivalidades perso- se medite sobre esta relación natural, mejor se recono-
nales. Cualesquiera que sean los esfuerzos diarios de la cerá que esta mutación decisiva, que sólo podía emanar
agitación metafísica para hacerlos intervenir en estas frí- del espíritu positivo, no puede ho~ encontra1; un ap~yo
volas disputas, por el incentivo de lo que se llama los sólido más que en el pueblo propiamente dicho, unico
derechos políticos, el instinto popular ha comprendido dispuesto a comprenderla bien y a interesarse pro~unda-
ya, sobre todo en Francia, cuán ilusoria y pueril sería mente por ella. Los prejuicios y las pasiones _Prop10s de
la posesión de un privilegio semejante, que, incluso en las clases superiores o medias se oponen con¡untamente
su actual grado de diseminación, no inspira habitual- a que, al principio, sea sentida sufi,ciente1:1-ente en ellas,
mente ningún interés verdadero a la mayoría de los porque, de ordinario, han de ser mas sensibles a las ve~-
que gozan de él exclusivamente. El pueblo no puede tajas inherentes a la posesión del poder que a los peli-
interesarse esencialmente más que por el uso efectivo gros ,que resultan de su ejerci~io vicioso. Si bie1;1 ~l
del poder, sean cualesquiera las manos en que resida, y pueblo es ahora, y debe seguir siendo en adelan~e, mdi-
no por su conquista especial. Tan pronto como las cues- ferente a la posesión direct~ 1el poder polí~i~o, .~º
tiones políticas, o más bien desde entonces sociales, se puede nunca renunciar a su mdis~ensable ~a~ticipacion
refieran de ordinario a la manera como el poder debe continua en el poder moral, que, siendo el umco verda-
ejercerse para alcanzar mejor su destino general, princi- deramente accesible a todos, sin ningún peligro para el
palmente relativo, entre los modernos, a la masa prole- orden universal y, por el contrario, con gran ventaja
taria, no se tardará en reconocer que el desdén actual cotidiana para él, autoriza a cada uno, en nombre de
nada tiene que ver con una peligrosa indiferencia: hasta una común doctrina fundamental, a hacer volver conve-
entonces, la opinión popular permanecerá extraña a esas nientemente a los más altos poderes a sus diversos de-
disputas, que, a los ojos de las buenas inteligencias, al beres esenciales. En verdad, los prejuicios inherentes al
aumentar la inestabilidad de todos los poderes, tienden estado transitorio o revolucionario han debido encon-
especialmente a retrasar esta transformación indispensa- trar también alguna acogida entre nuestros proletarios:
ble. En una palabra, el pueblo está naturalmente dis- mantienen, en efecto, inoportunas ilusiones en el alcance
puesto a desear que la vana y tempestuosa discusión indefinido de las medidas políticas propiamente dichas;
de los derechos se encuentre por fin reemplazada por impiden por ello apreciar cuánto_ más depende hoy la
una fecunda y saludable apreciación de los diversos de- justa satisfacción de los grandes mtereses po~ula1;es ?e
beres esenciales, ya sean generales o especiales. Tal es las opiniones y de las costumbres que ?: las 111stituc10-
el principio espontáneo de la íntima conexión que, sen- nes mismas, cuya verdadera regeneracion! a~~ualme1;t_e
tida tarde o temprano, unirá necesariamente al instinto imposible, exige, ante todo, una reorgamzaci~n. espm-
popular con la acción social de la filosofía positiva, pues tual. Pero puede asegurarse que la escuela positiva ten-
esta gran transformación equivale evidentemente a aque- drá mucha más facilidad para hacer penetrar esta salu-
lla otra, fundada antes por las más altas consideraciones dable enseñanza en los espíritus populares que en cual-
especulativas, del movimiento político actual en un sim- quier otro lugar, sea porque la metafísica negativa no
ple movimiento filosófico, cuyo primero y principal re- ha podido arraigarse allí tanto? sea, sob1;e to1o, por el
sultado social consistirá, en efecto, en constituir sólida- impulso constante de las necesidades sociales tnhetentes
116 Auguste C01nte Discurso sobre el espíritu positivo 117

a su situación necesaria. Estas necesidades se refieren tiva, que, tan pronto como el contacto haya podido
esencialmente a dos condiciones fundamentales una es- establecerse plenamente, encontrará allí su principal apo-
piritual, otra temporal, de naturaleza profu~damente yo natural, a un tiempo mental y social, mientras que
conexa: se trata, en efecto, de asegurar conveniente- la filosofía teológica no conviene ya más que a las clases
mente a todos, en primer lugar, la educación normal, superiores, cuya preponderancia política tiende a eter-
y luego el trabajo regular; tal es, en el fondo, el verda- nizar, así como la filosofía metafísica se dirige sobre
deto programa social de los proletarios. No puede existir todo a las clases medias, cuya activa ambición secunda.
verdad~ra populari~ad sino para la política que tienda Todo espíritu meditador debe comprender así finalmen-
necesariamente hacia este doble destino. Ahora bien: te la importancia verdaderamente fundamental que pre-
tal es, evidentemente, el carácter espontáneo de la doc- senta hoy una sabia vulgarización sistemática de los es-
trina social propia de la nueva escuela filosófica· nues- tudios positivos, destinada esencialmente a los proleta-
tras explicaciones anteriores deben dispensar aquí: a este rios, a fin de preparar una sana doctrina social. Los
respecto, de to~a _otra aclaración, reservada, por otra diversos observadores que pueden libertarse, siquiera
parte, a la obra 111dicada tan a menudo en este Discurso. momentáneamente, del torbellino diario están de acuer-
Import~, sólo añadir, acerca de este punto, que la con- do ahora en deplorar, y ciertamente con mucha razón,
centrac_io_n necesaria de 1;uestros pensamientos y de nues- el influjo anárquico que ejercen, en nuestros días, los
tra actividad_ so?;e la vida real de la Humanidad, apar- sofistas y los retores. Pero estas justas quejas serán
tando toda ilus10n vana, tenderá especialmente a forti- inevitablemente vanas, mientras no se haya reparado
ficar. mucho 1~ adhesión moral y política del pueblo mejor en la necesidad de salir por fin de una situación
propiamente dicho a la verdadera filosofía moderna. En mental en que la educación oficial no puede conducir,
efecto, su juicioso instinto advertirá pronto en ella un de ordinario, sino a formar sofistas y retores, que tien-
pol~eroso _motivo 1;1uevo_ de d~rigir sobre todo la práctica den luego espontáneamente a propagar el mismo espÍ·
socia~ ~acia el sabio me1oramiento continuo de su propia ritu, por la triple enseñanza que emana de los periódi-
condición personal. Las quiméricas esperanzas inheren- cos, de las novelas y de los dramas, entre las clases
tes a la antigua filosofía han conducido con demasiada inferiores, a quienes ninguna instrucción regular preser-
frecuencia, por el contrario, a descuidar con desdén ta- va del contagio metafísico, rechazado sólo por su razón
le~ progreso~, o a apartarlos por una especie de aplaza- natural. Aunque se deba esperar, acerca de esto, que los
miento cont111uo, de acuerdo con la importancia mínima gobiernos actuales advertirán pronto de cuánta eficacia
que,. nat~ralmente, había de dejarles aquella eterna pers- puede ser la propagación universal de los conocimientos
pectiva, 111mensa .compensación espontánea de todas las reales, para secundar más cada vez sus esfuerzos con-
miserias, cualesquiera. tinuos para el difícil mantenimiento de un orden indis-
pensable, no hay que esperar todavía de ellos, ni si-
quiera desear, una cooperación verdaderamente activa en
2.º Naturaleza de la participación de los gobiernos en esta gran preparación racional, que debe resultar sobre
la propagación de las nociones positivas. todo, durante mucho tiempo, de un libre celo privado,
inspitado y sostenido por verdaderas co;wicciones filo-
67.-Esta sumaria apreciación basta ahora para se- sóficas. La imperfecta conservación de una grosera armo-
ñalar, ~n los diversos aspectos esenciales, la afinidad nía política, comprometida sin cesar en medio de nues-
necesaria de las clases inferiores para la filosofía posi- tro desorden mental y moral, absorbe demasiado justa-
Discurso sobre el espíritu positivo 119
118 Auguste Comte
de este momento, una activa competencia filosófica con
mente su solicitud diaria, e incluso los tiene situados los numerosos y poderosos órganos, hasta reunidos, de
en un punto de vista demasiado inferior, para que pue- las dos escuelas antiguas. Ahora bien: ya no es de
dan comprender dignamente la naturaleza y las condi- temer que en adelante los hombres de Estado se apar-
ciones de un trabajo semejante, del que sólo es menester ten gravemente, en este aspecto, de la imparcial mode-
pedirles que entrevean su importancia. Si, por un celo ración cada vez más inherente a su propia indiferencia
intempestivo, intentaran hoy dirigirlo, no podrían con- e~peculativa; incluso la escuela positiva tiene ocasión
seguir más que alterarlo profundamente, de manera que de contar, a propósito de esto, con la benevolencia ha-
se comprometiese mucho su principal eficacia, al no bitual de los más inteligentes de ellos, no sólo en Fran-
unirlo a una filosofía bastante decisiva, lo que pronto cia sino también en todo nuestro Occidente. Su vigi-
lo haría degenerar en una incoherente acumulación de lai;cia continua de esta enseñanza popular libre se limi-
especialidades superficiales. Así, la esc~ela positiva~ 51ue tará pronto a presctibirle sólo la condición permanente
resulta de un activo concurso voluntar10 de los espintus de una verdadera positividad, apartando de ella, con
verdaderamente filosóficos, no tendrá que pedir, durante inflexible severidad, la introducción, todavía demasiado
mucho tiempo, a nuestros gobiernos occidentales, para inmin,ente, de las especulaciones vaga~ o sofísticas. Pero,
realizar convenientemente su gran oficio social, más que en este punto, las necesidades esenciales de la escuela
una plena libertad de exposición y de discusión, equiva- positiva coinciden directamente con los deberes natuta-
lente a aquella de que ya gozan la escuela teológica y les de los gobiernos, pues si éstos deben rechazar un
la escuela metafísica. La una puede, todos los días, en abuso semejante en virtud de su tendencia anárquica,
sus mil tribunas sagradas, preconizar a su antojo la ex- aquélla, además de este justo motivo, lo juzga comple-
celencia absoluta de su eterna doctrina y lanzar a todos tamente contrario al destino fundamental de tal ense-
sus adversarios, sean cualesquiera, a una condenación ñanza, puesto que reanima ese mismo espíritu metafí-
irrevocable· la otra, en las numerosas cátedras que le sico en que ve hoy el principal obstáculo para el adve-
sostiene la' munificencia nacional, puede desarrollar dia- nimiento social de la nueva filosofía. En este aspecto,
riamente ante inmensos auditorios, la eficacia universal así como por todos los demás títulos, los filósofos posi-
de sus c~ncepciones ontológicas y la preeminencia in1e- tivos se sentirán siempre casi tan interesados como los
finida de sus estudios literarios. Sin pretender ventaJas poderes actuales en el doble man_tenimiento continuo del
semejantes, que el tiempo sólo debe procurar, la escuela orden interior y de la paz exter10r, porque ven en ello
positiva no pide esencialmente hoy más qu~ un mero la condición más favorable para una nueva renovación
derecho de asilo regular en los locales mumcipales, para mental y moral; sólo, desde el punto de vista que les
hacer apreciar allí directamente su aptitud última para es peculiar, deben ver desde más lejos lo que P°,d.ría
la satisfacción simultánea de todas nuestras grandes ne- comprometer o considerar este gran resultado pohtico
cesidades sociales, propagando con prudencia la única del conjunto de nuestra situación transitoria.
instrucción sistemática que pueda preparar desde ahora
una verdadera reorganización, mental primero, luego
moral y, por último, política. Con tal que e_ste libre
acceso le esté siempre abierto, el celo voluntario y gra-

l
tuito de sus escasos promotores, secundado por el buen
sentido universal y bajo el impulso creciente de la situa-
ción fundamental, no temerá nunca sostener, incluso des-

1
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Capítulo III
m Orden necesario de los estudios positivos
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SUI 68.-Hemos caracterizado ahora lo bastante, en todos
irr aspectos, la importancia capital que presenta hoy la uni-
SOi versal propagación de los estudios positivos, sobre todo
ria entre los proletarios, para constituir en adelante un in-
de dispensable punto de apoyo, a la vez mental y social, a
fin la elaboración filosófica que debe determinar gradual-
ser mente la reorganización espiritual de las sociedades mo-
po: dernas. Pero tal apreciación quedaría aún incompleta, e
de1 incluso insuficiente si el fin de este Discurso no estu-
ha( viera directamente consagrado a establecer el orden fun-
la damental que conviene a esta serie de estudios para fijar
ces la verdadera posición que debe ocupar, en su conjunto,
ins aquel de quien este Tratado se ocupará luego exclusi-
un: vamente. Lejos de que esta coordinación didáctica sea
mo casi indiferente, como nuestro vicioso régimen científico
acc hace suponer demasiado a menudo, puede afirmarse,
tui por el contrario, que depende sobre todo de ella la
set principal eficacia, intelectual o social, de esta gran pre-
ció paración. Existe, por otra parte, una íntima solidaridad
entre la concepción enciclopédica de donde resulta y la
121
122 Auguste Comte
Discurso sobre el espíritu positivo 123
ley fundamental de evolución que sirve de base a la
nueva filosofía general. eminentes y completas, en virtud de su relación más
íntima con el hombre, o más bien con la Humanidad,
objeto final de todo el sistema teórico. Esta clasificación
l.º Ley de clasificación. toma su ptincipal valor filosófico, sea científico o lógico,
de la identidad constante y necesaria que existe entre
69 --l,:n, orden tal . debe, por su naturaleza, cumplir todos estos divetsos modos de comparación especulativa
dos condiciones esenciales, una dogmática, otra históri- de los fenómenos natmales, y de donde tesultan otros
ca, cuya convergencia necesaria es menester reconocer tantos teoremas enciclopédicos, cuya aplicación y uso
ante todo: la primera consiste en ordenar las ciencias pertenecen a la obta citada, que, además, en el aspecto
según su dependencia sucesiva, de manera que cada una activo, añade esta importante relación genernl: que los
descanse en ~a pr~cedente y prepare la siguiente; la se- fenómenos resultan así cada vez más modificables, de
gunda prescribe disponerlas según la marcha de su for- maneta que ofrecen un dominio cada vez más vasto a
mació1; efec~iva, pasando sie~1pre de las más antiguas a la intervención humana. Basta aquí indicar sumariamen-
l~s mas recientes. Ahora bien: la equivalencia espon- te la aplicación de este gran ptincipío a la detetmina-
tanea de es.tas ~os vías enciclopédicas procede, en gene- ción rnl:ional de la vetdadeta jerntquía de los estudios
ral, de la identidad fundamental que existe inevitable- fundamentales, concebidos ditectamente desde ahora co-
me~te entre la evolución individual y la evolución co- mo los diferentes elementos esenciales de una ciencia
lecti".a, las cuales, ~eniendo un origen igual, un destino única, la de la Humanidad.
semeJante y un. mismo agente, deben siempre ofrecer
fases correspondientes, salvo las únicas diversidades de
dur_ación, de intensidad y de velocidad, inherentes a la 2.º Ley Enciclopédica o Jerarquía de las ciencias.
des_igualda~ de los dos organismos. Este concurso nece-
sario permite, pues, concebir estos dos modos como dos 71.-Este objeto final de todas nuesttas especulacio-
a~pectos correlativos de un único principio enciclopé- nes reales exige, evidentemente, pot su naturaleza, a la
dico, de manera que pueda emplearse habitualmente vez científica y lógica, un doble preámbulo indispensa-
aquel qu_e, en cada caso, manifieste mejor las relacio- ble, relativo, pot una parte, al hombre propiamente
nes consideradas, y con la preciosa facultad de poder dicho, y pot otra parte, al mundo exterior. No se po-
comprobat constantemente pot uno lo que tesulte pot dría, en efecto, estudiar racionalmente los fenómenos,
el otro. estáticos o dinámicos, de la sociabilidad, si no se cono-
70.-La ley fundamental de este otden común de ciera antes suficientemente el agente especial que los
depend~ncia dogmática y de sucesión histótica, ha 'sido realiza y el medio general en que se cumplen. De ahí
est~blecida completamente en la gtan ohm indicada más resulta, pues, la división necesaria de la filosofía natu-
arriba, y cuyo plano genetal detetmina. Consiste en cla- ral, destinada a ptepatar la filosofía social, en dos gran-
sificat las difetentes ciencias, según la natutaleza de los des tamas, orgánica una y la otra inorgánica. En cuanto
fenóme1:os estud~ados, según su genetalidad y su inde- a la disposición relativa de estos dos estudios igual-
pendencia dectec1entes o su complicación cteciente de mente fundamentales, todos los motivos esenciales, sean
donde tesultan especulaciones cada vez menos abs~rnc-
tas Y cada vez más difíciles, pero también cada vez más
¡ científicos o lógicos, coinciden en prescribir, en la edu-
cación individual y en la evolución colectiva, que se
comience por el segundo, cuyos fenómenos, más senci-

l
124 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 125

llos y más independientes, por razón de su superior este sistema especulativo, como una mera prolongac~ón
generalidad, permiten únicamente, primero, una aprecia- abstracta de la razón común, cuyo punto d~ partida
ción verdaderamente positiva, mientras que sus leyes, científico no podía ser directamente astronóm1co. ~ero
en directa relación con la existencia universal, ejercen para completar la fórmula fundamental ~asta, en r,r11:1er
luego una influencia necesaria sobre la existencia espe- lugar, insertar en ella, entre la astronomia y 1~ _qmmi~a,
cial de los cuerpos vivos. La astronomía constituye ne- la física propiamente dicha, que sólo ha adqumdo exis-
cesariamente, en todos aspectos, el elemento más deci- tencia distinta con Galileo; en segundo lugar, poner
sivo de esta teoría previa del mundo exterior, ya como al comienzo de este vasto conjunto la ciencia matemá-
más susceptible de una plena positividad, ya en tanto tica, única cuna necesaria de la positivida? ra~ional, tan-
que caracteriza el medio general de todos nuestros fenó- to para el individuo como para la esp:ci~ .. Si, p~r un~
menos cualesquiera, y manifiesta, sin ninguna otra com- aplicación más especial de nuestro pn11;ci~i~ _enciclope-
plicación, la mera existencia matemática, es decir, geo- díco se descompone a su vez esta ciencia 111ic1al en sus
métrica o mecánica, común a todos los seres reales. tres' grandes ramas, el cálculo, la g;o~etría y_ l~, mecá-
Pero aun cuando se condensen lo más posible las verda- nica, se determina por fin, con la ult111;a precis_ion, filo-
deras concepciones enciclopédicas, no se podría reducir sófica, 'el verdadero origen de todo el sistem? cient1fico,
la filosofía inorgánica a este elemento principal, porque nacido primero, en efecto, de las especulac10ne,s pura-
quedaría entonces aislada enteramente de la filosofía mente numéricas, que al ser, entre todas, las mas gen~-
orgánica. Su vínculo fundamental, científico y lógico, rales las más sencillas, las más abstractas y las mas
consiste sobre todo en la rama más compleja de la pri- independientes, se con~t~nden casi ~on 71 impulso ,espon-
mera, el estudio de los fenómenos de composición y de táneo del espíritu posltlvo en las mtehgencias mas vul-
descomposición, los más eminentes de los que lleva gares, como todavía lo confin1;1a ~ ~uestros ojos la obser-
consigo la existencia universal y los más próximos al vación diaria del desarrollo 111dividual. .
modo vital propiamente dicho. Así es cómo la filosofía 73.-Así se llega gradualmente a descubrir la ~nva-
natural, considerada como el preámbulo necesario de la riable jerarquía, a la vez histórica y d~gm~tica, de igual
filosofía social, descomponiéndose primero en dos estu- modo científica y lógica, de las seis c1~n~1as fund~m.en-
dios extremos y un estudio intermedio, comprende suce- tales: la matemática, la astronomía, la fis1ca, la qmmica,
sivamente estas tres grandes ciencias: la astronomía, la la biología y la sociología, la primera de_ las cu~les. cons-
química y la biología, la primera de las cuales se refiere tituye necesariamente el pu~to de partida excm,s1vcr, y
inmediatamente al origen espontáneo del verdadero es- la última, el único fin esencial de toda la filosofia posi-
píritu científico, y la última, a su destino esencial. Su tiva, considerada desde ahora como algo que. fo;1:1~•
despliegue inicial respectivo conesponde, históricamen- po1' su naturaleza, un siste1;1?, verdader~mente 111d1vi_s1-
te, a la antigüedad griega, a la edad media y a la época ble donde toda descomposic10n es radicalmente. art~fi-
moderna. ciaÍ sin ser por otra parte, de ningún modo, arbitraria,
72.--Una apreciación enciclopédica semejante no cum- y ¿ue se r¡fiere finalm~nte a la Hum?nidad, única co,n-
pliría aún suficientemente las condiciones indispensables cepción plenamente universal. El conjunto de esta for-
de continuidad y de espontaneidad propias de tal cues- mula enciclopédica, exactamente conforme con _las ver-
tión: de un lado deja una laguna capital entte la astro- daderas afinidades de los estudios conespond1entes Y
nomía y la química, cuya unión no podría set directa; que, por otra parte, comprende evidentemente to~os
de otro lado, no indica bastante la verdadera fuente de los elementos de nuesttas especulaciones reales, permite

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-7
1

126 Auguste Comte


Discurso sobre el espíritu positivo 127

al fin a toda inteligencia renovar a su antojo la historia tema, inmediatamente próximo a ese gran destino, per-
?enera_l del espíritu positivo, pasando, de un modo casi sisten en mantener sus estudios en un irracional aisla-
111sens1ble, de las menores ideas matemáticas a los más miento, eximiéndose arbitrariamente de la difícil prepa-
altos pensamientos soci~les .. E~ claro, en efecto, que ración que su naturaleza exige. Estas disposiciones opues-
cada una de las cuatro c1enc1as mtermedias se confunde tas, pero igualmente empíricas, conducen hoy con de-
por así decirlo, con la precedente en cuanto a sus fenl masiada frecuencia, en unos, a una vana pérdida de
menos más sencillos, y con la siguiente en cuanto a los esfuerzos intelectuales, consumidos desde ahora, en gran
más eminentes. Esta perfecta continuidad espontánea parte, en investigaciones cada vez más pueriles: en los
resultará sobre todo irrecu~abl_e para todos los que re- otros, a una inestabilidad continua de las diversas no-
c?~ozcan,. en 1~ _obra antes 111d1cada, que el mismo prin- ciones esenciales, por falta de una marcha verdadera-
c1p10 enc1cloped1co da también la clasificación racional mente positiva. Sobre todo en este último aspecto, se
de las diversas partes que constituyen cada estudio fun- debe observar, en efecto, que los estudios sociales no
dament_al,, 1e manera que los grados dogmáticos y las son ahora los únicos que quedan aún fuera del sistema
fases h~s~?ncas pueden aprox~marse tanto como lo exija plenamente positivo, bajo el estéril dominio del espíritu
la prec1s1on de las comparaciones o la facilidad de las teológico-metafísico; en el fondo, los estudios biológicos
transiciones. mismos, sobre todo dinámicos, aunque estén constitui-
~j--!21: el estado actual de las inteligencias, la apli- dos académicamente, tampoco han alcanzado hasta ahora
cac10n log1ca de esta gran fórmula es aún más importan- una verdadera positividad, puesto que ninguna doctrina
te que su uso científico, ya que el método es en nues- capital está en ellos suficientemente perfilada, de modo
tros días, más esencial que la doctrina mis~a y ade- que el campo de las ilusiones y de las juglatfas sigue
más lo único susceptible inmediatamente de u~a plena siendo en ellos, todavía, casi indefinido. Pero la deplo-
regeneració_n. Su. principal utilidad consiste, pues, hoy rable prolongación de una situación semejante tiende
en determmar rigurosamente la marcha invariable de esencialmente, en uno y otro caso, al insuficiente cum-
toda educación verdaderamente positiva en medio de plimiento de las grandes condiciones lógicas determina-
l~s prejuicios irracionales y de los vicio;os hábitos pro- das por nuestra ley enciclopédica, pues nadie discute
p10s del desarrollo preliminar del sistema científico for- ya, desde hace mucho tiempo, la necesidad de una mar-
mado así gradualmente de teorías parciales e incoheren- cha positiva; pero todos desconocen su naturaleza y
t~s, cuyas relaciones mutuas debían permanecer inadver- sus obligaciones, que sólo puede caracterizar la verda-
tidas hasta ahora por sus sucesivos fundadores. Todas dera jerarquía científica. ¿ Qué esperar, en efecto, sea
las clases actuales d_e ?abios violan ahora, con igual gra- acerca de los fenómenos sociales, sea incluso acerca del
vedad, aunque en d1st111tos aspectos, esta obligación fun- estudio, más sencillo, de la vida individual, de una
damental. Para limitarse aquí a indicar los dos casos cultura que aborda directamente especulaciones tan com-
e:-:tremos, los geómetras, justamente orgullosos de estar plejas sin haberse preparado dignamente para ellas por
situados en la verdadera fuente de· la positividad racio- una sana apreciación de los métodos y de las doctrinas
nal, se obstinan ciegamente en retener al espíritu hu- relativos a los diversos fenómenos menos complicados
mano en ese grado puramente inicial del verdadero y más generales, de manera que no puede conocer sufi-
desarrollo especulativo, sin considerar nunca su único cientemente ni la lógica inductiva, caracterizada princi-
fin necesario; por el contrario, los biólogos, preconizan- pa~mente, en el estado rudimentario, por la química, la
do con perfecto derecho la dignidad superior de su física y, ante todo, la astronomía, ni siquiera la pura
128 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo 129

lógica deductiva, o el arte elemental del razonamiento el verdadero espíritu positivo ha sido caracterizado en
decisivo, que sólo la iniciación matemática puede des- todos los aspectos esenciales, se aproxima así a su co-
arrollar de un modo conveniente? mienzo, puesto que esta teoría de clasificación debe ser
75.-Para facilitar el uso habitual de nuestra fórmula considerada, en último tétmino, como naturalmente in-
jerárquica conviene mucho, cuando no se tiene necesidad separable de la teoría de evolución expuesta al principio;
de una gran precisión enciclopédica, agrupar sus térmi- de manera que el presente Discurso forma él mismo
nos dos a dos, de modo que se reduzca a tres parejas: un verdadero conjunto, imagen fiel, aunque muy con-
una inicial, matemático-astronómica: otra final, bioló- traída, de un vasto sistema. Es fácil comprender, en
gico-sociológica, separadas y reunidas por la pareja in- efecto, que la consideración habitual de tal jerarquía ha
termedia, físico-química. Esta afortunada condensación de resultar indispensable, ya para explicar conveniente-
resulta de una apreciación irtecusable, puesto que existe, mente nuestra ley inicial de los tres estados, ya para
en efecto, mayor afinidad natural, científica o lógica, en- disipar de modo suficiente las únicas objeciones serias
tre los dos elementos de cada pareja que entre las que pueda permitir, pues la frecuente simultaneidad his-
parejas consecutivas mismas, como lo confirma a menu- tótica de las tres gtandes fases mentales tespecto a es-
do la dificultad que se experimenta para separar neta- peculaciones diferentes constituiría, de cualquier otro
mente la matemática de la astronomía y la física de la modo, una inexplicable anomalía, que tesuelve, por el
química, a causa de los hábitos vagos que aún dominan contrado, espontáneamente, nuestra ley jerárquica, rela-
acerca de todos los pensamientos de conjunto; la biolo- tiva tanto a fo sucesión corno a la dependencia de los
gía Y la sociología, sobre todo, continúan casi confun- diversos estudios positivos. Se concibe igualmente, en
didas en la mayor parte de los pensadores actuales. Sin sentido inverso, que la regla de la clasificación supone
llegar nun_ca hasta estas viciosas confusiones, que alte- la de la evolución, puesto que todos los motivos esen-
rarían ra<l1calmente las transiciones enciclopédicas, será ciales del orden así establecido resultan, en el fondo, de
con frecuencia útil reducir así la jerarquía elemental de la desigual rapidez de este desarrollo en las diferentes
las especulaciones reales a tres parejas esenciales, cada ciencias fundamentales.
una de las cuales podrá además designarse brevemente 77 .-La combinación racional de estas dos ideas ma-
según su elemento más especial, que es siempre, efecti- dres, al constituir la unidad necesaria del sistema cien-
vam~nte, el más característico y el más propio para tífico, todas cuyas partes concurren cada vez más a un
definir las grandes fases de la evolución positiva indi- mismo fin, asegura también, pot otra parte, la justa
vidual o colectiva. ' independencia de los diversos elementos principales, to-
davía alterada con demasiada frecuencia por aptoxima-
ciones viciosas. En su desartollo preliminar, el único
3.º Importancia de la Ley enciclopédica. realizado hasta ahora, al haber tenido el espíritu posi-
tivo que extenderse así gradualmente de los estudios
76.-Esta somera apreciación basta aquí para indicar el inferiores a los estudios superiores, éstos han sido ex-
destil,10 y señalar la importancia de una ley enciclopédica puestos inevitablemente a la opresiva invasión de los
semeJante, en la que finalmente reside una de las dos ideas primeros, contra cuyo ascendiente su indispensable ori-
madres cuya íntima combinación espontánea constituye ginalidad no encontraba, por lo pronto, garantía más
necesariamente la base sistemática de la nueva filosofía que en una prolongación exagerada de la tutela teoló-
general. La terminación de este largo Discurso, donde gico-metafísica. Esta deplorable fluctuación, muy sensi-
1.30
Auguste Comte Conclusión
Aplicación a la enseñanza de la astronomía
kle jún en la ci~ncia de los cuerpos vivos, caracteriza
oy o q~e contienen de real, en el fondo, las largas
controversias, por lo demás tan vanas en todos los otr
aspectos, entre el materialismo y el espiritualismo q os
represen~a!1 de un modo provisional, en formas igu~~
mente viciosas, ~as necesidades, igualmente graves, aun-
que Pº; ~esgracia opuestas hasta ahora, de la realidad
il la jtgmdad de nuestras especulaciones cualesquiera
, ~ga O 1e.sde ~~ora a su madurez sistemática, el es~
pm~u positivo disipa a la vez estos dos órdenes de abe-
rra~ione~,, al. term~nar estos estériles conflictos por la
satisfaccion si1;1ultanea de estas dos condiciones viciosa-
men!e cont7an~s, como lo indica inmediatamente nues-
tra Je~~rquia científica c?mbinad~ con nuestra ley de
evoluci~n, puesto 9?e. mng1;1na ciencia puede llegar a
un~ ve1dadeta pos1t1vidad sino en tanto que la origi-
1:adhddad de su carácter propio esté plenamente conso-
1i a a.

78.-Una aplicación directa de esta teoría enciclopé-


dica, a la vez científica y lógica, nos conduce, por últi-
mo, a definir exactamente la naturaleza y el destino de
la enseñanza especial a la que este Tratado está consa-
grado. Resulta, en efecto, de las explicaciones preceden-
tes que la principal eficacia, primero mental y luego
social, que debemos buscar hoy en una sabia propaga-
ción universal de los estudios positivos, depende nece-
sariamente de una estricta observancia didáctica de la
ley jerárquica. Para toda rápida iniciación individual,
como para la lenta iniciación colectiva, será siempre
indispensable que el espíritu positivo, desarrollando su
régimen a medida que agrande su dominio, se eleve
poco a poco del estado matemático inicial al estado so-
ciológico final, recorriendo sucesivamente los cuatro gra-
dos intermedios: astronómico, físico, químico y bioló-
gico. Ninguna superioridad personal puede dispensar
verdaderamente de esta fundamental gradación, a pro-
pósito de la cual se tienen hoy demasiadas ocasiones de
comprobar, en elevadas inteligencias, una irreparable la-
131
l
133
132 Auguste Comte Discurso sobre el espíritu positivo
f , más sencillos y generales, cuya regulari-
guna, que a veces ha neutralizado eminentes esfuerzos los enomeno~ d uperiores nos manifiestan el único
filosóficos. Una marcha tal debe hacerse, pues, aún dad y mlagnttu s pletamente independiente de toda
más indispensable en la educación universal, donde los orden tea que sea com 1 d poseer aún nin-
especialismos tienen poca importancia y cuya principal dificación humana. Incuso ar~tes 'fi e 1 de
utílídad, más lógica que científica, exige esencialmente ;Jn carácter verddadera~e1d1te sco1eb~!1 t~do e:iª p~s~sedeci-
. ha etermma o, ' d
una racionalidad plena, sobre todo cuando se trata de concepciones. . 1 1' t í mo resultante en to as
constituir por fin el verdadero régimen mental. De este sivo del {et1ch1smo a po 1 e s S , . r bosque¡· o ma-
d los astros. u prime
modo, esta enseñanza popular debe referirse hoy prin- partes d e1 cu1to e 1 de Tales ' de Pitágoras, cons-
cipalmente a la pareja científica inicial, hasta que esté temático, en iªs e?cu_e ª1 f nte me~tal de la decadencia
convenientemente vulgarizada. De allí es de donde todos tituyó l;1efo a pr111c1pa udiente del monoteísmo. Por
deben primero tomar las verdaderas nociones elemen- del pohte1smo Y del ª?cen , . de la positividad mo-
'l . el despliegue s1stematico , .
tales de su positividad general, adquiriendo los conoci- u umo, . d biertamente a un nuevo reg1me11
mientos que sirven de base a todas las demás especula- derna, que tien e a ncialmente de la gran renova-
ciones reales. Aunque esta estricta obligación lleve for- filosófico, ha r~sultado ese d por Copérnico, Kepler y
zosamente a poner al principio los estudios puramente ción a'stronóm1ca comenh a que extrañarse mucho de
matemáticos, es menester, sin embargo, considetat que Galileo. Por tant?,. ?º., ay . . sobre la que debe
no se trata todavía de establecet una sistematización que la universal 1?ic.1ac10ndp~s1t1vad, la filosofía defini-
1 d en1m1ento trecto e , .
directa y completa de la instrucción populat, sino sólo apoyarselell a v b' 'n dependiente, en primer termmo,
de imprimit convenientemente el impulso filosófico que t1va, se 1a : tam 1: e ún la conformidad necesa-
debe conducir a ella. Desde ese momento se reconoce f
de un estudio seme¡Uire:d s con la evolución colectiva.
fácilmente que un movimiento semejante debe de de- ria de la e~ucaci~n mÍ lv~lti~o oficio fundamental q~e
pendet sobre todo de los estudios astronómicos, que, Ese es, sm du a, e 11 eneral de la razon
pot su naturaleza, ofrecen necesariamente la plena ma- deba pertenecerle en z e{ied:d:n:n ~oJos a una ver~adera
nifestación del vetdadero espfritu matemático, de quien humana, que, una ,ve g 1 o bajo un nuevo impul-
constituyen, en el fondo, el principal destino. Hay tan- positividad, debera advandz_ar uegente' de la ciencia final,
tos menos inconvenientes actuales en caracterizar así a so fil oso'fico, ema na O 1recta1111, 111 pre de su presidencia
. •
. 'd d d entonces para s e .1
la pareja inicial por la sola astronomía cmmto que los
conocimientos matemáticos vetdaderamente indispensa-
bles para su juiciosa vulgarización están ya bastante
mvestl a es e 1
normal. Tal es a utl. 1 a a :í
'l' d d minen te no menos socia
de obtener, por último,
que mental, que se t1~t?, qp pular del sistema actual
extendidos o son bastante fáciles de adquirir para que de una juiciosa expos1c10n ? .
de los sanos estudios asttonom1cos.
pueda uno limitarse hoy a suponerlos tesultantes de
una ptepatación espontánea.
79 .-Esta pteponderancia necesaria de la ciencia as-
tronómica en la ptimera propagación sistemática de la
iniciación positiva está del todo conforme con la in-
fluencia histórica de. tal estudio, principal motot hasta
ahota de las grandes tevoluciones intelectuales. El sen-
timiento fundamental de la invariabilidad de las leyes
natutales debía, en efecto, desanollarse ptimeto para

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