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SEÑOR CAUTIVO DE AYABACA

Existe una fiesta en el norte peruano en que se celebra, cada año, a un Cristo
atrapado entre sus fieles. La celebración se efectúa en el distrito de Ayabaca,
ubicado en la sierra de Piura. Partiendo de la capital departamental, hay que
continuar por la ruta hacia Sullana y ascender más de 200 km por una
carretera, hasta dar con aquel fértil valle de clima agradable, rodeado de
montañas.
 
En dicha localidad, cada mes de octubre, el pueblo se reúne en religiosa
comunión para ir al encuentro de su santo. La fiesta dura del 1 al 15 de
octubre, aunque la fecha central es el día 13. La peregrinación congrega a
miles de visitantes de todo el mundo, principalmente de Lima, La
Libertad, Lambayeque, Tumbes, y los vecinos países de Ecuador y Colombia.
Los devotos usan hábitos de diversos colores; portan estandartes e
instrumentos musicales.
 
Muchos de ellos cargan cruces a lo largo del camino, otros avanzan de rodillas,
mientras que los músicos alegran a los fieles y hacen más llevadero el trajín
rumbo al santuario. Allí, Cristo los espera con su corona dorada, su traje
morado y las manos atadas. Existe una leyenda detrás de ese gesto.
 
Origen de la imagen

Se cuenta que en 1751, el sacerdote español García Guerrero quiso que su


congregación contase con una imagen del Señor. Para ello, eligió un tronco de
cedro del cerro Sahumerio, de la zona de Jililí, el cual, se creía, tenía la virtud
de sangrar. Por aquellos días, llegaron a Ayabaca tres jinetes vestidos con
impecables ponchos, montados en tres caballos albinos. Se presentaron como
artistas talladores y se comprometieron a esculpir la estatua de cedro con la
condición de que nadie revelara nada sobre su llegada, ni que fueran
interrumpidos, salvo para recibir sus alimentos al amanecer.
Pasó el tiempo y la curiosidad de los ayabaquinos pudo más que su paciencia.
Los pobladores se acercaron al lugar, llamaron insistentemente y, al no obtener
respuesta, creyeron que los talladores se habían burlado de ellos. Entonces
forzaron la puerta y, al ingresar, encontraron con sorpresa que el taller estaba
vacío. Incluso la comida permanecía intacta. Profundamente decepcionados,
buscaron por todo el recinto y de pronto dieron con una imponente estatua de
Cristo Nazareno. Esta medía 1.80 m y tenía las manos cruzadas.
 
Nació entonces la leyenda según la cual los escultores habían sido emisarios
de Dios vestidos de chalanes. De esta forma, se empezó a hablar del Nazareno
como una "obra de los ángeles". 
 
Consagración del ritual

En 1904, el padre Eliseo Velásquez consagró el templo donde había de


rendirse culto al Señor Cautivo de Ayabaca. Este fue refaccionado
posteriormente y se le agregó dos escalinatas en la fachada para un mejor
acceso de los fieles. La efigie, que sale durante tres días cada mes de octubre,
tiene las manos atadas por un cordón, en representación del momento en que,
tras ser apresado en Getsemaní, Cristo fue abandonado por sus discípulos, tal
como se narra en el Evangelio de San Mateo.
 
Muchos peregrinos del Señor de Ayabaca realizan una doble parada: primero
arriban a la localidad de Paita para venerar a la Virgen de las Mercedes,
apodada cariñosamente "La Mechita", y luego se dirigen a las alturas de Piura
para entregarse en cuerpo y alma al Cristo cautivo.

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