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de la terapia ocupacional
Proyecto editorial
TERAPIA OCUPACIONAL
Serie
Manuales
Coordinador:
Pedro Moruno Miralles
Principios conceptuales
de la terapia ocupacional
Imagen de cubierta:
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
Vallehermoso, 34. 28015 Madrid
Teléfono: 91 593 20 98
www.sintesis.com
ISBN: 978-84-9171-080-6
ISBN: 978-84-917161-7-4
Depósito Legal: M. 27.337-2017
Introducción.............................................................................................................................................. 11
Parte I
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Principios conceptuales de la terapia ocupacional
Parte II
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Índice
Parte III
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Principios conceptuales de la terapia ocupacional
Parte IV
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Índice
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Introducción
El célebre aforismo de Wittgenstein –“lo que se deja expresar puede decirse cla-
ramente; y de lo que no se puede hablar hay que callar”– podría servir de epítome
de las páginas de este libro: intentar expresar, lo más claramente posible, las ideas
en que se apoya la terapia ocupacional, y encarar algunos problemas relativos al
conocimiento con los que nuestra disciplina se ha enfrentado a lo largo de nuestra
breve historia. Este interés por la epistemología no es otro que aquel que impulsa
su fundamentación teórica. Al fin y al cabo, el intento de dilucidar los conceptos,
presupuestos y la interpretación ontológica del efecto terapéutico de la ocupación
no es más que una inquietud epistemológica. No obstante, sí nos gustaría aclarar
que no hay nada más alejado de nuestra intención que valernos de la epistemolo-
gía para pretender aumentar nuestro prestigio o justificar nuestras ideas –ya sea
haciendo gala de una tradición genuina y ancestral, de su validez y rigor científico,
de su compromiso social o de sus valores humanistas–, y resolver, de paso, algunos
dilemas respecto a nuestra identidad. Todo lo contrario, aun siendo conscientes de
nuestras propias limitaciones, nos refugiamos en la reflexión epistemológica para
revisar de forma crítica y honesta lo que pensamos, y anhelamos que tal reflexión
pueda contribuir a desenmarañar el cuerpo de conocimientos en que descansa
nuestra disciplina. A nuestro modo de entender, lo demás no es más que ruido y
furia. Esperamos que estas páginas puedan ser una modesta contribución a este
empeño y que su lectura nos aliente a dar otra vuelta de tuerca al armazón teórico
de la terapia ocupacional.
La obra que presentamos se estructura en cuatro partes articuladas entre sí. En
la primera, estudiaremos las características del conocimiento y el método cientí-
fico, de acuerdo con las ideas planteadas por las diferentes escuelas de la filosofía
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Principios conceptuales de la terapia ocupacional
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Introducción
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Parte I
Aspectos teóricos
en terapia ocupacional
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Perspectivas
del conocimiento científico
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
Cuando nos enfrentamos a la tarea de analizar las bases en que se apoya la terapia
ocupacional, se hace patente la amplia variedad de teorías que la sustentan, en oca-
siones, sustancialmente diferentes. Con frecuencia, estas están vinculadas a ámbi-
tos específicos de la práctica profesional y adoptan perspectivas ontológicas del ser
humano, la salud y la ocupación muy distintas. También es habitual encontrarnos
con teorías muy amplias que tratan de aportar una explicación global de todos los
aspectos relacionados con los efectos de la ocupación en la salud, y otras, por el
contrario, que abordan parcelas mucho más reducidas del mismo fenómeno.
Desde nuestro punto de vista, la ausencia de un conjunto de conceptos y
presupuestos teóricos comunes, que sirvan de base para la praxis, es uno de los
hándicaps para la consolidación de la terapia ocupacional en el marco de las cien-
cias de la salud. Mientras otras disciplinas afines asumen –o al menos lo parece–
ideas y principios que rigen la actividad de la mayor parte de sus profesionales,
en terapia ocupacional sigue difuminándose nuestra identidad –desfigurada por
ejercicios de la profesión variopintos, basados en heterogéneas visiones teóricas–.
Hoy en día podemos encontrar terapeutas ocupacionales que respaldan su labor en
teorías muy diferentes. Por ejemplo, en la teoría de la integración sensorial –con
una visión individual de la salud y neuropsicológica del ser humano desde la que
se concibe la ocupación como un medio para el desarrollo o recuperación de la
funcionalidad– y en la teoría de la justicia ocupacional –con una perspectiva social
de la salud y del ser humano desde la que se observa la ocupación como un vehícu-
lo para la equiparación de oportunidades–. Hemos descrito solo dos ejemplos, pero
podemos encontrar muchos más conceptos, tan dispares como la conducta adapta-
tiva, la volición o el inconsciente, cobijados sin problemas aparentes en ese amplio
paraguas que denominamos teoría o base conceptual de la terapia ocupacional.
Cabe entonces preguntarse: ¿son mejores unas teorías que otras?, ¿cualquiera
de ellas es válida?, ¿cuál elijo para mi práctica profesional?, ¿cómo puedo juzgar
la bondad o validez de una determinada teoría?, ¿descansan sobre los mismos va-
lores?, ¿comparten los mismos presupuestos?, ¿interpretan de forma similar los
efectos de la ocupación en la salud? Pero aun podemos ir más allá. Si la teoría es
el soporte de la metodología que guía el ejercicio de nuestra profesión, podríamos
también preguntarnos: ¿qué es un terapeuta ocupacional?, ¿qué hace?
Dar respuesta a estas preguntas no es fácil. La elección de los criterios para
escudriñar nuestra base teórica no es una tarea sencilla.
Profesionales, docentes, estudiantes e investigadores adoptan frecuentemente
posturas diferentes al enfrentarlas. Nos encontramos con quien se muestra indife-
rente o rechaza cualquier posicionamiento teórico: “yo no utilizo ningún modelo
teórico”, “cojo lo que me interesa de cada uno de ellos”, “la teoría no es necesaria
para la práctica”, son argumentos habituales. Tampoco es inusual toparnos con
quien se adhiere a modelos teóricos concretos, y reclama para ellos la auténtica
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Perspectivas del conocimiento científico
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
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Perspectivas del conocimiento científico
tres ideas básicas: la observación empírica, como base segura del conocimiento
científi co, la inducción y el criterio de verifi cación. Revisemos sucintamente su
ideario.
Hempel cita la afi rmación de Wolfe para describir el método de la ciencia, que
se ordena siguiendo los siguientes pasos: “En primer lugar, se observan y registran
todos los hechos dados en la experiencia, sin seleccionarlos ni hacer conjeturas
a priori acerca de su relevancia. En segundo lugar, se analizan, comparan y clasifi
can los hechos observados, sin más hipótesis ni postulados que los que subyacen a
la lógica. En tercer lugar, a partir de este análisis, se hacen generalizaciones induc-
tivas acerca de las relaciones, clasifi catorias o causales, entre ellos. En último lugar,
las investigaciones posteriores serían deductivas tanto como inductivas, haciendo
inferencias a partir de las generalizaciones previamente establecidas” (Hempel,
2011, p. 27). Esquemáticamente, esta secuencia queda refl ejada en la fi gura 1.1.
Consecuentemente, el conocimiento científi co se basa en la observación. Aquello
que se ofrece a nuestra experiencia, la base empírica común a todos los seres huma
nos, es de donde surgen las teorías científi cas. De ella obtenemos un conjunto de fe
nómenos y hechos que, tras su elaboración, pretendemos describir, explicar y prede
cir. Frente a ellos, en última instancia, ha de contrastarse cualquier teoría elaborada.
Obviamente, los hechos y fenómenos observados han de expresarse por medio
del lenguaje, si no fuese así, el conocimiento científi co sería privado, accesible en
exclusiva al investigador que realiza la observación. Por ello, el lenguaje científi co
únicamente debe constatar lo observado, no añadir nada. Solo de esta forma pode
mos asegurarnos de que los hechos observados que sustentan una teoría son fi eles
a la realidad, carentes de cualquier interpretación preconcebida. Los enunciados
observacionales (o proposiciones protocolares) se proponen como vehículo del
conocimiento científi co, para describir los fenómenos observados de la forma más
precisa posible.
Leyes científicas
Conceptos teóricos
Proposiciones protocolares
Hechos de experiencia
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
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Perspectivas del conocimiento científico
relaciones entre las afirmaciones de la teoría y los fenómenos que pretende expli-
car (debemos recordar que la concepción heredada tiene la voluntad programática
de descartar, como carentes de sentido, aquellas afirmaciones desconectadas de
la experiencia, como las de la metafísica o las pseudociencias). De cualquier otra
forma solo se trataría de teorías formales, como la lógica o las matemáticas. Este
vínculo se logra gracias a enunciados que relacionan los términos contenidos en
las afirmaciones de la teoría con los fenómenos observados (objetos, propiedades
o relaciones), los cuales conforman el ámbito de la realidad del que trata de dar
cuenta la teoría. Tales enunciados, agrupados como conceptos o términos teóricos,
proporcionan la interpretación empírica de las afirmaciones de la teoría.
Los términos o conceptos son el aparato conceptualizador de las teorías,
representan los lazos entre los fenómenos empíricos estudiados con los enuncia-
dos que conforman las teorías. Este hecho implica la entrada en juego de otro tipo
de afirmación dentro de una teoría: la definición, pues solo a través de este tipo de
enunciados es posible derivar un término nuevo a partir de otros anteriores. Las
definiciones no son sustantivas, solo son abreviaturas. Por tanto, son eliminables
y no creativas, no añaden nada al contenido de las teorías y pueden reducirse a
términos primitivos. Su valor reside en mejorar la “economía intelectual” en la
elaboración de teorías.
Junto a la base empírica, el razonamiento inductivo y la formalización lógica
del conocimiento, otro de los pilares del método científico para la concepción he-
redada fue el criterio de verificación. Tanto los enunciados de observación como
cualquier generalización inferida lógicamente a partir de las leyes de una teoría de-
ben ser confirmados y verificados, contrastándolos con la experiencia. Consecuen-
temente, un enunciado es científico si es verificable, para ello sus términos han de
tener significado empírico; es decir, deben admitir la posibilidad de llevar a cabo
experiencias que permitan determinar la verdad o falsedad del enunciado. Así, una
afirmación científica tiene significado empírico si y solo si es posible indicar un
conjunto finito de enunciados de observación, tales que, si son verdaderos, la afir-
mación inicial sea también necesariamente verdadera. Si cualquier generalización
o deducción obtenida de tales afirmaciones (expresadas en proposiciones verifi-
cables; esto es, para las que exista algún método empírico que permita demostrar
si son verdaderas o falsas) contradice lo dado en la experiencia, la teoría debe ser
descartada, pues no se trataría de auténtico conocimiento científico. Este principio
también puede considerarse desde un punto de vista más optimista: cualquier ley
universal o teoría puede ser confirmada a través de las consecuencias empíricas
concretas, derivadas lógicamente de tal ley o teoría. El paradigma de la verifica-
bilidad lo encontramos a menudo en los estudios históricos de los filósofos de la
ciencia. Le Verrier predijo la existencia de un octavo planeta del sistema solar,
Neptuno, como consecuencia derivada lógicamente de la mecánica de Newton.
Años después, otro astrónomo, Galle, comprobó por observación que, efectiva-
mente, el planeta predicho existía.
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
Desde este enfoque, la tarea deductiva y la verificación rigen uno de los aspec-
tos más característicos de las ciencias empíricas: comprobar experimentalmente
las predicciones de una teoría. Para la concepción heredada lo que distingue a la
ciencia es la comprobación de dichas predicciones con la realidad que, en última
instancia, confirma o refuta la teoría. Una teoría científica posee contenido empíri-
co porque es capaz de predecir hechos concretos susceptibles de ser comprobados.
De esta forma, el conocimiento que alberga una teoría está determinado por el
criterio empirista de significado, y el juicio para distinguir las ciencias empíricas,
para desmarcar la ciencia de la pseudociencia o la filosofía, es el criterio de veri-
ficabilidad.
En resumen, las ideas básicas de la concepción heredada sostienen que los
ejes que transmiten al método científico toda su potencia para adquirir un cono-
cimiento indudable e irrefutable de la realidad son el empirismo estricto, como
base del conocimiento, la inducción, como método, y la formalización lógica, a
partir de la cual es posible verificar el conocimiento a través de la experimen
tación.
No obstante, estas ideas centrales recibieron críticas desde su publicación. Ta-
les críticas cuestionaban sus tres pilares básicos: la observación empírica, como
asiento seguro del conocimiento científico, el método inductivo y el criterio de
verificación. Revisemos brevemente en el apartado siguiente los argumentos que
revisan sus ideas básicas.
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Perspectivas del conocimiento científico
todos vemos lo mismo. Quizá algunos veamos un ave, tal vez un pato, con el pico
inhiesto apuntando hacia la izquierda.
Ver una cosa u otra puede depender de diversos factores. Quizá el observador
vive en un país en el que abundan los patos, pero en el que no hay conejos, quizá
sea cazador de ánades o, incluso, sea un ornitólogo experto en la familia de los
Anatidae. También puede condicionar nuestra experiencia visual, aquello que per-
cibimos, el contexto en el que se encuadra lo observado.
Veamos otro ejemplo, recogido de Patterns of Discovery: An Inquiry Into the
Conceptual Foundations of Science (Hanson, 1958). En la figura 1.3 es posible que
veamos un pelícano o un antílope.
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
avanza por ensayo y error. Por tanto, la creatividad y originalidad del investigador
es el mejor baluarte del progreso científico.
A pesar del cambio substancial que plantea el falsacionismo de Popper, su
confianza en la observación, en los datos empíricos –si bien no para verificar
las teorías, sí para falsarlas–, sin considerar la carga teórica de la observación,
es la principal crítica a la que se enfrenta. Por si esto fuera poco, los estudios de
historia de la ciencia revelarán que la evolución y el progreso de la ciencia no
encaja con las ideas falsacionistas, como veremos con más detalle en el próximo
apartado.
Para Kuhn tal progreso es el resultado de una secuencia temporal constituida por
distintos periodos o etapas, a saber: precientífica, ciencia normal, crisis, revolución
científica, nueva ciencia normal y nueva crisis.
Durante la etapa precientífica los hechos de los que se ocupan los científicos
de un determinado ámbito son recopilados de manera casual, variopinta y desorga-
nizada, por carecer de un criterio que permita seleccionarlos. La observación y la
experimentación fortuita van formando una primera amalgama de conocimientos
a la que todavía no puede llamarse ciencia. Así, hechos que posteriormente serán
relevantes se yuxtaponen a otros sin importancia y, con respecto a todos ellos,
van surgiendo interpretaciones teóricas diferentes. En consecuencia, es imposible
emprender un trabajo detallado y exhaustivo sobre los fenómenos que se tratan de
explicar. De hecho, lo que distingue a una ciencia madura de una preciencia es el
total desacuerdo y el constante debate sobre lo fundamental que se produce en esta
última. En este periodo habrá casi tantas teorías como investigadores haya en el
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Perspectivas del conocimiento científico
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
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Perspectivas del conocimiento científico
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
Las tesis de Imre Lakatos y Larry Laudan dan una nueva vuelta de tuerca a la
perspectiva historicista de la filosofía de la ciencia. Principalmente, la idea de estos
autores que nos gustaría destacar es su concepción de las teorías como programas
y tradiciones de investigación.
Lakatos sostiene que los enunciados y conceptos que forman parte de una teo-
ría serán tan precisos e informativos como precisa e informativa sea la teoría en que
se incluyen. Así, el significado de un concepto se debe al hecho de que desempeña
un determinado papel, bien definido, en una teoría coherentemente estructurada.
Si esto es cierto, podemos concluir que es necesaria una teoría coherentemente
estructurada para que un concepto adquiera significado.
Además, Lakatos se muestra también crítico con la perspectiva falsacionista de
la ciencia. Sostiene que ni la observación ni ningún experimento decisivo destru-
yen, al menos de forma inmediata, un programa de investigación. Más bien este es
rechazado, para abrazar a otro rival, siempre que aporte mayor contenido empírico,
confirme o descubra nuevos hechos y, además, genere nuevas y más provechosas
líneas de investigación. Cuando una teoría ya ha sido sustituida por otra es cuando
se suele atribuir a algún experimento el mérito crucial de haber refutado la primera
y corroborado la segunda. Dicho de otra forma, según Lakatos, los experimentos
cruciales ocurren siempre a posteriori.
Pero, además, los programas de investigación adquieren su importancia en la
medida en que guían la investigación. Esta función puede considerarse desde dos
puntos de vista bien distintos, que Lakatos denominó heurística negativa y posi-
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Perspectivas del conocimiento científico
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
hechos empíricos que explica sean corroborados experimentalmente. Así, una teoría
científica quedará falsada si, y solo si, una nueva teoría incluye lo fundamental de
la anterior y, además, la supera, y establece nuevas predicciones empíricas que más
tarde serán confirmadas experimentalmente.
De estas ideas se desprende una consecuencia novedosa para la filosofía de la
ciencia, las unidades básicas de análisis no serán ya las teorías, sino la sucesión de
teorías, es decir, los programas de investigación científica. Menos aún la definición
de conceptos, como proponía la concepción heredada como procedimiento principal
para establecer su significado. Como adelantábamos antes, según nuestro autor, la
precisión y potencia explicativa de un concepto están estrechamente asociadas a su in-
serción en una teoría coherentemente estructurada, que permita realizar predicciones
en forma de enunciados observacionales precisos. Desde esta perspectiva, un concep-
to no puede considerarse aisladamente, su significado lo obtiene, al menos en parte,
del papel que desempeña dentro de una teoría. Dicho de otra manera, para que un con-
cepto sea preciso y fructífero debe formar parte de una estructura teórica coherente.
En síntesis, los conceptos y teorías deben evaluarse en función del programa
de investigación en el que insertan, no aisladamente en confrontación con la expe-
riencia. Desde este enfoque, el análisis de una teoría y de los conceptos que le dan
contenido debe examinar de qué forma, en cada momento histórico, la teoría y su
aparto conceptualizador se inscriben en programas de investigación de progreso,
programas que generan nuevos conocimientos y que, además, pueden modificar
profundamente la teoría inicial, hasta el punto de dar lugar a teorías nuevas sustan-
cialmente distintas de las anteriores. De esta forma, los programas de investigación
y las teorías que los soportan progresarán o declinarán, según consigan o no con-
ducir al descubrimiento y explicación de nuevos fenómenos.
Por su parte, las ideas de Jerry Laudan redundan en la concepción de la ciencia
como dinámica y diacrónica. Este autor descarta la existencia de una racionalidad
científica ahistórica, que permitiría establecer criterios invariables sobre lo que
es ciencia y lo que no lo es; muy al contrario, sostiene que tales criterios cambian
a lo largo del tiempo.
Laudan relativiza la importancia de los periodos de ciencia normal, ya que
mantiene que en el desarrollo de una ciencia la coexistencia de tradiciones de
investigación rivales es la regla y no la excepción: aunque en un determinado
periodo histórico podamos encontrar una tradición dominante, siempre hay otras
alternativas que conviven con ella. En el momento en que una tradición de inves-
tigación resuelve más problemas que otra, se confirma como la “preferida” por los
científicos y representa a la ciencia oficial.
Si esto es así, la solución de problemas científicos es el rasgo característico de
la racionalidad científica. Desde su perspectiva, la racionalidad de una teoría está
estrechamente enlazada con su efectividad en la resolución de problemas, no con
la confirmación y la falsación de hipótesis. Así, Laudan defiende una perspectiva
pragmatista de la ciencia, y la defiende como una actividad de resolución de proble-
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Perspectivas del conocimiento científico
Tal y como sugiere Echeverría (2003), a lo largo del siglo xx la neutralidad de la cien-
cia y sus alcances tecnológicos, así como su asociación irrefutable con el progreso
de la humanidad, han sido cuestionados desde diversos puntos de vista (económico,
político, ético y ecológico). Quizá la crítica más habitual, al menos desde el punto de
vista de la filosofía de la ciencia, fue la realizada por Feyerabend en su obra Contra el
método. Este texto abre una nueva reflexión sobre la ciencia que, sin ceñirse al aná-
lisis de los aspectos más formales o estructurales de la producción de conocimiento,
aporta ideas muy útiles, pues inaugura una nueva perspectiva, la filosofía crítica de
la ciencia y la tecnología, que revisa la práctica científica, la innovación tecnológica
y sus consecuencias, y las considera en su contexto social.
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
suponer que los hechos tienen autonomía propia, más allá del contexto social en
el que surgen. Oponiéndose a esta idea sostiene que la preferencia por una u otra
teoría no está regulada por la emergencia de hechos novedosos o fructíferos, ni
tampoco por reglas racionales al margen de la historia. Que los hechos observados
sean considerados nuevos, así como la verosimilitud y el mayor o menor éxito que
pueda tener determinada teoría frente a los que explican otras hipótesis, no son
rasgos objetivos, dependen del contexto social en que son valorados y en el que se
hayan inscrito los propios científicos. Asimismo, mantiene que el dominio de una
teoría en el seno de una comunidad científica no es signo de que esta sea verdadera
o más fructífera, sino más bien de un estancamiento o, lo que es peor aún, de la
transformación de dicha teoría en ideología.
Frente a la idea de programas, regidos por el criterio de progreso, o tradiciones
de investigación que dirigen la labor científica, Feyerabend defiende una alternativa
radical: “todo vale”. Dicho de otra forma, el pluralismo metodológico es la mejor
iniciativa, incluso condición sine qua non, para descubrir nuevos hechos. Tal plura-
lidad de métodos se apoya en la formulación de numerosas alternativas a las teorías
vigentes. Desde este punto de vista, el progreso científico estaría asociado a la proli-
feración de teorías y, sustancialmente, a la aparición de alternativas metodológicas.
Se opone así a caracterizar la ciencia como regida por un único método. Alter-
nativamente propone pensar que el método no antecede a la elaboración de las teo-
rías científicas, sino que más bien es el quehacer de los científicos el que da forma
a la idea de método. Basándose en sus investigaciones históricas, señala que, oca-
sionalmente, las revoluciones científicas han tenido lugar como consecuencia de
cambios metodológicos respecto a los cánones establecidos, cuando se han segui-
do métodos o reglas contrarios a los establecidos. Por ello sostiene que la idea de
un método fijo y estable que preceda y guíe la investigación ha de ser abandonada.
Así las cosas, nuestro autor plantea un procedimiento contrainductivo, articulado
en torno a la contradicción sistemática de teorías y resultados experimentales bien es-
tablecidos. Para seguir tal procedimiento cualquier fuente de inspiración es igualmente
válida, siempre que ofrezca ideas alternativas. Así, se puede recurrir a teorías antiguas
o desechadas, sin que sea relevante que hayan sido falsadas empíricamente o tengan
orígenes metafísicos, religiosos o místicos. La propuesta de Feyerabend llaga incluso
a desmitificar la actividad científica, y la aproxima al mundo del arte y el mito.
En resumen, el único principio de la metodología anarquista que propugna el
autor austriaco es no limitar la investigación científica, y liberarla de normas me-
todológicas fijas a las que se deba obedecer y someterse.
Otra de las tesis más relevantes de los textos de Feyerabend, a la que hacíamos
referencia en el apartado anterior, es la idea de inconmensurabilidad entre teorías
rivales. Apoyándose en las teorías psicológicas de la percepción, esta noción hace
referencia a que, frente a estímulos iguales, distintos individuos con sistemas cog-
nitivos diferentes pueden producir objetos perceptuales que no pueden compararse.
En la medida en que los presupuestos centrales –y no cualquier enunciado auxiliar–
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
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Perspectivas del conocimiento científico
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
Por último, nos gustaría también citar, aunque sea muy brevemente, los traba-
jos de Bruno Latour y su relativismo radical. Este autor defiende que la ciencia
solo es un discurso entre tantos otros, que ejerce un efecto de verdad gracias a la
retórica de sus textos, que usan determinados tiempos verbales, utilizan una estruc-
tura específica en sus enunciados y diversas modalidades lingüísticas. El laborato-
rio es un lugar de creación de los fenómenos que nos sirven para elaborar nuestras
teorías, que no existirían sin el equipo instrumental en él utilizado. Dicho en otras
palabras, los científicos están ante una realidad artificial, la ciencia es un mundo
que consigue imponer universalmente la creencia en sus ficciones.
Para finalizar, nos gustaría advertir que nuestra revisión ha dejado fuera pers-
pectivas y líneas de investigación tan interesantes como los estudios sobre ciencia
y género (quizá especialmente atractivos en el caso de la terapia ocupacional),
las teorías de la acción científica y tecnológica o los debates en torno al realismo
científico. Estas, sin duda, abrirían nuevas puertas a la reflexión sobre las caracte-
rísticas de las teorías que adoptamos en terapia ocupacional. Remitimos al lector al
texto de Javier Echeverría, de 1999, Introducción a la metodología de la ciencia:
la filosofía de la ciencia en el siglo xx, si desea profundizar en su revisión.
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2
La base conceptual
de la terapia ocupacional
Como hemos tratado de transmitir a lo largo del capítulo anterior, seleccionar los
criterios para valorar una teoría no es una tarea sencilla ni baladí. La concisa revi-
sión que hemos realizado de las escuelas de la filosofía de la ciencia lo evidencia.
Es más, creemos que tal intención ha dado lugar a uno de los debates más intere-
santes en torno al conocimiento científico. De las diversas posturas que se pueden
adoptar a la hora de elegir tales criterios, sobresalen dos interpretaciones genéricas
sobre la forma en que los científicos valoran sus teorías. La primera se apoya en
criterios internos, como la simplicidad, la precisión, la coherencia o la capacidad
predictiva de las teorías. La segunda gravita en torno a criterios externos a los con-
tenidos de la teoría, como sus aspectos históricos, sociales o, incluso, psicológicos.
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
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La base conceptual de la terapia ocupacional
Nos gustaría advertir de que nuestra invitación a analizar la teoría en que se apoya
la terapia ocupacional, considerando criterios históricos y sociológicos, no per-
sigue consolidar nuestra identidad profesional. Tampoco justificar determinados
programas de investigación, apuntalándolos con supuestas tradiciones genuinas
localizadas en nuestros antecesores, ni siquiera apoyar un modelo teórico u otro
basándonos en su éxito social o factual, sino más bien lo contrario. Proponemos
una reflexión sobre las características del conocimiento que generamos, sus cir-
cunstancias y las consecuencias de tal producción, para pensar críticamente sobre
nuestra episteme. Nada más lejos de nuestra intención que justificar nuestras ideas
y afirmarlas sobre una larga tradición histórica; por el contrario, nos proponemos
cuestionarlas, con la perspectiva que aporta el paso del tiempo.
Si algo nos han mostrado los historiadores y sociólogos de la ciencia es que
los criterios utilizados para determinar qué es el conocimiento científico han cam-
biado a lo largo del tiempo. No existe una racionalidad ahistórica foránea al que-
hacer de los propios científicos, ni este es ajeno al contexto social, económico,
político, ideológico e institucional en que tiene lugar. Ni siquiera podemos pensar
que sea un conocimiento neutro o indiferente a las creencias y preferencias de sus
productores.
Si pudiésemos considerar la terapia ocupacional como una ciencia, sin duda
el conocimiento en que se apoya estaría también sujeto a tales avatares. Debemos
pues pasar la criba de la historia, no solo utilizarla para justificar nuestras teorías,
sino también para revisarlas críticamente.
Para ello, en el capítulo 3, detendremos nuestra atención en examinar cómo
nuestra teoría se ha transformado con el paso del tiempo. Analizaremos de qué for-
ma se ha visto influida por el marco social, político y económico, que transformó
progresivamente las condiciones de salud de la población, los modelos teóricos
para abordarlas y las instituciones proveedoras de cuidados. También indagare-
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
mos en los escenarios que han dado lugar a diversas estrategias de investigación y
producción teórica en nuestra disciplina.
Utilizar estos criterios puede aportarnos mayor perspectiva para apreciar las ca-
racterísticas del cuerpo de conocimientos en que nos hemos basado, pero también
en el que nos apoyamos hoy día. Nos permitirá, asimismo, dilucidar en qué medida
las teorías que producimos son deudoras de su contexto, y reflexionar sobre las in-
terpretaciones de la salud y el ser humano que encarnan. Quizá esto también pueda
ayudarnos a responder a las preguntas que planteábamos al inicio de esta obra.
Los criterios que acabamos de exponer giran en torno al análisis de los conceptos
básicos que forman el núcleo de la teoría de la terapia ocupacional. Es decir, se
centran específicamente en el análisis de la noción de ocupación, en su clasifica-
ción, en los supuestos básicos y en los principios metodológicos que subyacen a
las diferentes interpretaciones ontológicas sobre su valor terapéutico, a lo largo
de la historia de nuestra disciplina. No obstante, nuestro estudio de la teoría de la
terapia ocupacional no se agota con tal examen.
Obviamente, cuando nos acercamos al cuerpo de conocimiento de nuestra dis-
ciplina encontramos variados contenidos con particularidades y funciones dife-
rentes. Nos topamos con los conceptos centrales, clasificaciones, presupuestos y
enunciados básicos sobre las relaciones entre la ocupación y la salud, pero también
con constructos y teorías de otras áreas del saber y con conocimientos aplicados o
técnicos, relacionados con la práctica cotidiana de la profesión.
Desde finales de la década de los ochenta, diversos autores han desarrollado una
labor investigadora para definir y delimitar distintos niveles o tipos de conocimien-
tos y especificar el papel de cada uno de ellos dentro de la teoría de la terapia ocu-
pacional. El resultado de este empeño ha dado lugar a la publicación de diferentes
términos, usados habitualmente para nombrar distintas partes o esferas de la teoría.
Esta circunstancia nos enfrenta a una dificultad, puesto que no hemos sido ca-
paces de elaborar definiciones de consenso. Los términos que empleamos se utili-
zan con frecuencia de forma caprichosa, se intercambian unos con otros sin rigor
y es usual encontrar vocablos idénticos para hacer referencia a ideas distintas, de-
pendiendo del texto o autor consultado. Este no es una problema nuevo, desde hace
años diversos autores lo han señalado, y han propuesto definiciones de consenso
para describir la base de conocimientos de la terapia ocupacional (vid. Kielhofner,
1992 y 2009; Hagedorn, 1997; Moruno, 2003; Duncan, 2006; Cole y Tufano, 2008
y Turpin y Iwama, 2011).
A pesar de estos intentos, la abundancia de términos y la confusión generada en
torno a ellos siguen siendo un problema vigente en la actualidad. De esta forma,
nos enfrentamos a un escollo de difícil solución: es imposible estudiar la teoría de
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La base conceptual de la terapia ocupacional
Modelos
Abordajes
teóricos
o de práctica
Paradigma
Modelos de salud
y marcos
de referencia teóricos
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
2.2.1. Paradigma
50
La base conceptual de la terapia ocupacional
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
Cada marco teórico, como haría un fotógrafo, encuadra la realidad desde una
perspectiva concreta, y deja “fuera de plano” elementos invisibles desde ese punto
de vista. Dicho de otra forma, cada marco de referencia teórico es una interpreta-
ción de lo real; lo define a la par que lo recorta.
Asumir un marco de referencia teórico supone interpretar la realidad desde
una perspectiva concreta y, en ocasiones, tales interpretaciones se sostienen en
supuestos teóricos opuestos entre sí. Comprensiblemente, en la medida en que
cada marco concibe al ser humano y su salud de forma diferente, las aplicaciones de
los marcos en terapia ocupacional concebirán la ocupación y sus efectos en la salud
también de forma distinta.
En nuestra disciplina, los marcos de referencia teóricos se han clasificado habi-
tualmente en dos grandes grupos, de acuerdo con la esfera de práctica que abordan;
a saber: aquellos que aportan explicaciones de los trastornos de la salud mental y
aquellos que lo hacen de los trastornos físicos o somáticos.
Esta división puede resultar engañosa o inducir a error por varios motivos.
Uno de ellos es que la interpretación ontológica, los supuestos básicos y el tipo
de explicación que subyace a determinados marcos son comunes a ambos tipos
de trastornos. Valga el ejemplo del marco de referencia teórico médico, llamado
también modelo médico o biomédico. Sus supuestos básicos encierran una inter-
pretación de la salud común para las alteraciones somáticas y psíquicas de la salud
y sus explicaciones teóricas responden a tales supuestos.
Además, determinados problemas de salud difícilmente pueden explicarse
únicamente desde un único marco, puesto que presentan diversas características
clínicas (motoras, sensoriales, conductuales y afectivas), psicológicas y sociales.
Igualmente, existen marcos teóricos con mucha influencia en terapia ocupacional,
como el marco rehabilitador, cuyos ideas básicas, con variaciones, sirven de sopor-
te para la rehabilitación física y psicosocial.
Otro error habitual cuando nos referimos a los marcos de referencia teóricos es
entender que tales marcos pueden ser seleccionados a voluntad sin mayores dificul-
tades. Más bien al contrario, los marcos son estructuras teóricas que forman parte
de epistemes más amplias sobre el ser humano y su salud. Predominan, conviven
o declinan, durante periodos más o menos largos, entre los profesionales pro-
veedores de cuidados de salud, en la misma medida que en el resto de la sociedad.
En consecuencia, condicionan nuestra forma de percibir, describir e interpre-
tar qué son la salud y la enfermedad. Forman parte de discursos tan potentes que
modelan las praxis de diversos colectivos profesionales, cuando no de la cultura
en general. Dan forma a las profesiones, aunque a ellas mismas pueda pasarles
desapercibida tal influencia. Por tanto, no son marcos de terapia ocupacional, más
bien conforman aquello que es, ha sido y probablemente será en cada momento
histórico nuestra disciplina.
Dicho de otra forma, podemos pensar los marcos de referencia teóricos como
elaboraciones teóricas concretas de modelos de salud más generales, discursos cul-
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La base conceptual de la terapia ocupacional
Tal y como indica Echeverría (2003), el término modelo suele dar lugar a ambiva-
lencias, dado que se usa con sentidos bastante diferentes. En filosofía de la ciencia,
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
este autor señala cinco sentidos distintos al utilizar dicho término: modelos lógi-
cos, matemáticos, analógicos, teóricos e imaginarios.
De estos usos cabe destacar los que interesan a nuestro análisis: los modelos
teóricos y los imaginarios. Los primeros hacen referencia a un conjunto de asun-
ciones sobre un objeto que permiten atribuirle una estructura interna (por ejem-
plo, el modelo atómico de Bohr). Las propuestas de este tipo de modelo son una
idealización del fenómeno objeto de estudio, representan las condiciones perfectas
en las que se produce, un esquema de las variables más importantes y signifi-
cativas que permitirían explicarlo. De esta forma los modelos teóricos tratan de
aproximarse a una interpretación realista de la realidad para aprehender cómo se
comporta, a pesar de asumir que la simplifica, y dejan aspectos fuera del modelo
que podrían modificarlo.
Por su parte, los modelos imaginarios se definen como un conjunto de supues-
tos sobre un objeto que representan lo que debería ser si satisficiese determinadas
condiciones que, de hecho, no cumple. Explican los fenómenos objeto de estudio
como si fuesen o se comportasen conforme al modelo y desempeñan una impor-
tante función heurística.
De acuerdo con esto nos gustaría advertir de que, en primer lugar, un modelo
es una representación idealizada de un objeto o fenómeno, no una descripción
empírica del mismo. Por tanto, debemos asumir que cualquier modelo debe ser
sensible a los fenómenos empíricos que trata de explicar, es decir, debe cambiar
y ajustarse a los datos empíricos que nos permiten contrastarlos con la realidad.
En segundo lugar, es necesario entender que cualquier modelo tiene un alto
componente abstracto, metafórico, en la medida en que cumple prioritariamente
una función heurística. No deberíamos caer en el error de cosificar las variables
y relaciones que propone, equipararlas con objetos y relaciones reales, más bien
aceptar que, en el mejor de los casos, los modelos teóricos simplifican la realidad
y, en muchos otros, no son más que lo que suponemos, imaginamos o inventamos
sobre lo que tal realidad debería ser.
Hechas estas observaciones, a continuación vamos a describir con qué sentido
se ha utilizado la palabra modelo en nuestra disciplina.
Con el término modelo se hace referencia a una representación simplificada,
internamente consistente, de la estructura y contenidos de un fenómeno o sistema
de fenómenos que estructura el conocimiento científico para que sea aplicado en
situaciones prácticas. La idea que trata de delimitar ha sido nombrada de diferente
forma por distintos autores: modelo de práctica, modelo conceptual de práctica o,
simplemente, modelo.
Las características que definen un modelo están estrechamente relacionadas
con su cometido o función principal, a saber, organizar el conocimiento para que
sea aplicable a situaciones prácticas.
Permite estructurar el conocimiento científico, organizado en torno a un esque-
ma conceptual que delimita, define y describe las variables más relevantes y signi-
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
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La base conceptual de la terapia ocupacional
cos, al menos tal y como los hemos definido en estas páginas, reúnen las primeras
ideas y explicaciones sobre los efectos de la ocupación en la salud. Por este moti-
vo, podemos considerarlos como el primer armazón o estructura teórica en que se
apoyó la terapia ocupacional.
A partir de la década de los setenta se observa un aumento en su producción, ten-
dencia que continuará en las décadas posteriores. Durante los años comprendidos
entre 1970 y 1980 se publicaron diecisiete modelos teóricos o de práctica distintos.
Así, en tan solo diez años, se divulgaron casi el doble de los editados en el medio
siglo anterior.
Sin duda, este hecho hace patente la primacía de esta estrategia teórica frente a
otras alternativas de investigación. Dicho con otras palabras, desde aquel momento
la teoría de la terapia ocupacional no se sostuvo en la investigación empírica, por el
contrario se desarrolló, primordialmente, gracias a la elaboración y publicación de
modelos teóricos y de práctica (vid. cap. 3. apdo. 3.6).
Cabe, sin duda, destacar la aparición durante esa década de las propuestas teó-
ricas de Anne Cronin Mosey, Mary Reilly, Gail Fidler, Kathlyn Reed y Sharon
Sanderson, desde nuestro punto de vista, algunos de los autores que mayor influen-
cia han ejercido en la teoría de la terapia ocupacional. Sirva esta cita como sincero
homenaje a su labor. También la publicación de los primeros cuatro artículos que
fueron el germen del modelo de la ocupación humana (Kielhofner, 1980), modelo
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
del que podemos decir sin vacilar que es el que mayor repercusión ha tenido en
terapia ocupacional desde su publicación inicial hasta el día de hoy. Asimismo, vio
la luz el documento técnico Terminología Uniforme para la Práctica de la Tera-
pia Ocupacional, de la Asociación Americana de Terapia Ocupacional (1979), en
el que se establecieron los términos básicos que han prevalecido en el léxico de
nuestra disciplina desde entonces.
La elaboración y difusión de modelos teóricos y de práctica se mantienen entre
1981 y el año 2000. Entre esos años se publicaron treinta, incluyendo nuevas edicio-
nes de trabajos precedentes, lo que supuso la consolidación de los conceptos y pre-
supuestos en que se basaban, hasta convertirse en referencias teóricas que ejercieron
un sostenido y poderoso impacto en el panorama internacional de la disciplina.
Como podemos observar en el cuadro 2.3, en las últimas décadas del siglo
anterior se publicaron segundas, terceras e, incluso, cuartas ediciones, como es el
caso de las aplicaciones de la terminología uniforme y del Framework elaboradas
por Pedretti y sus colaboradores, o de los modelos de Kielhofner, Christiansen y
Baum y la Asociación Norteamericana.
Mientras estos se afianzan, continúan apareciendo otros nuevos –algunos con-
quistarán gran notoriedad posteriormente, como el modelo canadiense–, también
documentos técnicos y statements de asociaciones. Palmariamente, la exposición
de modelos teóricos y de práctica se consolida como la pauta que rige el desarrollo
y el afianzamiento de la base teórica de la terapia ocupacional. Nuestra inclinación
a elaborar modelos teóricos parece continuar en el inicio del nuevo siglo.
Desde un punto de vista histórico, la elaboración y difusión de modelos teóri-
cos y de práctica han sido la principal estrategia para definir y organizar el cuerpo
de conocimientos de la terapia ocupacional (vid. cap. 3, apdo. 3.6). Sin lugar a du-
das, ello ha favorecido nuestra capacidad como disciplina para describir, explicar y
predecir los efectos de la ocupación en la salud, además de la heurística que ha sos-
tenido la investigación durante las últimas décadas. Consecuentemente, este hecho
ha mejorado también la eficacia de nuestro quehacer profesional, y ha fortalecido
y ampliado su implantación social en ámbitos laborales, docentes e investigadores.
Dicho rotundamente, ha contribuido considerablemente al desarrollo de la terapia
ocupacional, y ha promovido la investigación y el afianzamiento de nuestra profe-
sión en el ámbito de las ciencias de la salud. Sin embargo, la desmedida produc-
ción de modelos no ha estado exenta de críticas y consecuencias (vid. más adelante
el apartado 2.3.2). De entre ellas, nos gustaría ahora destacar aquellas relacionadas
con las dificultades que encontramos para profundizar en su estudio (en el aparta-
do siguiente detallaremos otras limitaciones de los modelos de práctica, para que
el lector pueda revisarlas con cierto detalle), especialmente durante el periodo de
formación de nuevos profesionales. Debido a su superabundancia, complejidad
creciente y transformación constante, conocer las propuestas de todos los modelos,
aunque solo sea someramente, es una tarea ingente y ardua, por no decir inviable.
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La base conceptual de la terapia ocupacional
A esto se añade que sus conceptos y supuestos, en no pocos casos, son comunes o
muy similares, rara avis alguna idea nueva entre tanta farfolla.
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
Aunque quizá, a partir del año 2000, como se puede observar en el cuadro 2.4,
los modelos publicados son, en su gran mayoría, ediciones nuevas de los anterio-
res. Solo un porcentaje de ellos son formulaciones teóricas novedosas. Quizá esta
circunstancia indica un cambio de tendencia en las estrategias de producción teó-
rica, tal vez relacionado con la crítica contemporánea a los conceptos y supuestos
que defendían los modelos y con la transformación de las estrategias de investiga-
ción (vid. cap. 3, ep. 3.7).
No nos gustaría acabar este breve análisis sin comentar que la revisión que
acabamos de hacer no incluye ningún modelo teórico publicado fuera del ámbito
anglosajón. Si buscáramos fuera de él, no nos sería difícil encontrar otros modelos
y desarrollos teóricos –algunos realmente sólidos y rigurosos que, además, apor-
tan aproximaciones diferentes y, desde nuestro punto de vista, muy interesantes a
nuestro objeto de estudio–. Desgraciadamente, acceder a ellos es mucho más com-
plicado; no están escritos en inglés. Por buenas que fuesen sus ideas, están conde-
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La base conceptual de la terapia ocupacional
nadas a una difusión pobre, al margen de los circuitos editoriales habituales. Por
solo citar dos ejemplos recientes, remitimos al lector a los trabajos de Isabel Piba-
rot: Une ergologie: des enjeux de la dimension subjective de l’ activité humaine,
De Boeck Solal, 2013, y del grupo de investigación que lidera Alicia Trujillo en
la Universidad Nacional de Colombia, presentado en el libro: Ocupación: sentido,
realización y libertad, Universidad Nacional de Colombia, 2001.
Descritos los términos que habitualmente encontramos en la literatura especia-
lizada para nombrar las diferentes partes de la teoría de la terapia ocupacional, en
la tercera parte de esta obra estudiaremos los modelos de salud y los marcos de
referencia teóricos y abordajes desarrollados a partir de ellos. En la cuarta parte re-
sumiremos los postulados principales de los modelos de práctica más ampliamente
implantados en terapia ocupacional.
2.3. Relaciones entre teoría y práctica: ¿para qué sirve una teoría?
Obviamente, la idea que nos formemos sobre qué es una teoría condicionará la fun-
ción que le atribuyamos. Como hemos podido apreciar en el capítulo 1, la forma de
entender una teoría puede ser muy distinta para cada autor o escuela. Desde la pers-
pectiva de la concepción heredada, una teoría científica es un conjunto de enuncia-
dos que reflejan o representan de forma exacta la realidad. Para los historicistas, es
un modelo aceptado por los científicos de una época, sujeto, no obstante, a cambios
a lo largo del tiempo, que funciona como una “gestalt” para dirigir la investigación.
Para los relativistas más extremos, no es más que un discurso, entre tantos otros,
que ejerce un efecto de verdad y consigue imponer la creencia en sus ficciones. La
controversia sobre el concepto de teoría es una discusión vigente en la filosofía de
la ciencia que ha ocasionado alternativas múltiples y, en ocasiones, opuestas. Puede
resumirse en torno al debate sobre el realismo o relativismo de la ciencia.
Las posturas relativistas sostienen que la verdad o falsedad de una teoría está
siempre en consonancia con el contexto en que surge. Así, puede contemplarse
como un instrumento, más o menos útil o adecuado empíricamente, pero no verda-
dero o falso. En las posiciones más extremas, el antirrealismo considera las teorías
científicas como productos culturales vinculados a los intereses de grupos de poder
específicos.
Frente a ellas, el realismo defiende que una teoría es verdadera o falsa en fun-
ción de su correspondencia con la realidad. Es esa medida, proporciona un cono-
cimiento de la naturaleza tal y como esta es, como cosa en sí, más allá de los pro-
cesos cognitivos de los seres humanos y de las teorías que producen. Por tanto, las
entidades teóricas postuladas por las teorías existen en la medida en que reflejan o
se corresponden con la realidad (los planteamientos resumidos en estas líneas son
muy diversos, dependiendo del autor o corriente; para revisarlos con más detalle,
vid. Echeverría, 2003).
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
Esta polémica, por lo demás tan antigua como la propia filosofía de la ciencia,
nos enfrenta a un dilema. La opción elegida determinará la función que atribuya-
mos a la teoría de la terapia ocupacional. Esperamos que las páginas anteriores
hayan contribuido a que el lector opte por una u otras, desde una posición reflexiva
y a la luz de los argumentos de las diferentes escuelas abordadas.
Hecha esta advertencia y distanciándonos de posiciones radicales, presentamos
varios argumentos sobre la función que cumplen las teorías, especialmente aque-
llos que pueden sernos de más utilidad para analizar las relaciones entre la teoría y
la práctica de la terapia ocupacional.
Es lugar común plantear que una teoría sirve para describir, explicar y prede-
cir aquellos aspectos de la realidad que aborda (Rivadulla, 2004; Cole y Tufano,
2008). No obstante, antes de desglosar con más detalle cada una de estas funcio-
nes, nos gustaría indicar que la teoría hace posible interpretar los fenómenos de los
que se ocupa. La descripción de los fenómenos objeto de estudio son interpreta-
ciones de lo real descritas a través del lenguaje. Dicho de otra forma, la percepción
de la realidad está mediada por la teoría. No es posible un acceso directo a lo real.
Si estamos en lo cierto, es imposible ejercer nuestra labor profesional sin la carga
teórica que nos permite aprehenderla, la conozcamos o no. Dicho de otra forma,
no podemos separar la teoría de la práctica, pues sus relaciones son inherentes.
Como sostiene Kielhofner (2009), las teorías permiten formas de aprehensión e
interpretación de los fenómenos de la realidad. Por tanto, son ineludibles para el
ejercicio profesional del terapeuta ocupacional.
Al hilo de esta idea cabe también plantear que, como expondremos con detalle
en el análisis histórico desarrollado en el próximo capítulo, la forma de interpre-
tar el valor terapéutico de la ocupación no siempre ha sido la misma a lo largo
de la breve historia de nuestra disciplina. Los conceptos y presupuestos que ayer
dábamos por ciertos y seguros hoy no son considerados de igual forma. Por tanto,
posiblemente el conocimiento que hoy pensamos verdadero o evidente mañana
será cuestionado y revisado. La teoría en que se apoya nuestra práctica a día de
hoy no es la misma en la que descansaba en 1917. De cualquier otra forma, es-
taríamos haciendo la misma terapia ocupacional que hacíamos un siglo antes, de
espaldas a la realidad –siempre cambiante, al menos en el ámbito que concierne
a la salud– y a los hallazgos de la investigación. Como sostiene Popper, el co-
nocimiento científico tiene un carácter conjetural o hipotético, aunque hagamos
todo lo posible por alcanzar la verdad, somos conscientes de la imposibilidad de
obtener certezas absolutas.
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La base conceptual de la terapia ocupacional
Esta reflexión no trata de alentar al lector para que adopte una posición rela-
tivista militante, sino más bien de animarle a tomar cierta distancia de las pers-
pectivas esencialistas o realistas extremas –por otro lado, difícilmente sostenibles
epistemológicamente–, para admitir que el realismo de la ciencia es, cuando me-
nos, cuestionable. Esperamos más bien que nos permita acercarnos a nuestros re-
ferentes teóricos de forma crítica y juiciosa, y que acepte que nuestras ideas son
discutibles, susceptibles de ponerse en cuestión y en ningún caso la explicación
última de la esencia de las cosas.
Además, si tomamos en consideración los argumentos de los sociólogos de la
ciencia, deberíamos reflexionar sobre hasta qué punto las estrategias para generar
conocimiento y las teorías que producimos y abrazamos para sustentar nuestra
práctica están influidas por las condiciones sociales que subyacen a la producción
científica. Tomando perspectiva y preservando la competición honesta entre los
sabios de nuestra disciplina, quizá evitaríamos los frecuentes bandazos de esta,
siempre sujeta a modas y autoridades externas.
Dicho esto, revisemos con más detalle las funciones que indicábamos arriba,
especialmente aquellas más relevantes para afrontar el ejercicio profesional.
En primer lugar, como decíamos, la teoría permite describir los fenómenos
objeto de estudio. Tal descripción se lleva a cabo a través de la definición y cla-
sificación de términos y conceptos. Las relaciones que se establecen entre ellos y
las consecuencias lógicas que podemos obtener de sus presupuestos dan forma al
conocimiento que poseemos de la faceta de la realidad que deseamos comprender
mejor y a la que se refiere la teoría en cuestión.
Miradas así, las diversas teorías poseen en mayor o menor grado determina-
das características que las hacen más o menos precisas, coherentes, amplias, sen-
cillas y fructíferas (Kuhn, 1983). Estos criterios permiten postular una elección
racional entre teorías rivales: una teoría será más útil que otra cuando cumpla
en mayor medida las aludidas características. Dicho de otra forma, una teoría
más sencilla, precisa, fecunda y coherente debería ser elegida antes que otra más
compleja, imprecisa, incoherente o estéril. En nuestro caso, la teoría de la terapia
ocupacional estructura el conocimiento en que se apoya el ejercicio de nuestra pro-
fesión y, por ende, delimita o circunscribe el ámbito o dominio que la concierne. Por
ello, nos interesa analizar los conceptos, taxonomías y presupuestos que propone.
Como anticipábamos en el apartado 2.1.1, una perspectiva de análisis de la teo-
ría de la terapia ocupacional se centraría en sus características internas, y utilizaría
criterios de análisis interno o racional.
A la luz de tal análisis, podremos elegir más racionalmente entre aquellas teorías
rivales que se exponen públicamente como sostén de nuestra práctica profesional.
En el capítulo 4, propondremos un sucinto estudio de algunos de los aspectos
teóricos de la terapia ocupacional en la actualidad, desde este punto de vista o
perspectiva de análisis.
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Parte I. Aspectos teóricos en terapia ocupacional
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La base conceptual de la terapia ocupacional
Como hemos sostenido en otras ocasiones, nuestro corpus teórico cobra sentido
si, en último término, da lugar a acciones más eficaces para aquellas personas a quie-
nes van dirigidos nuestros esfuerzos.
En tercer lugar, la teoría es el sostén de la metodología que guía la labor de
los terapeutas ocupacionales al ejercer su profesión. Reed y Sanderson (1999) re-
calcan esta idea, y señalan que el conocimiento teórico hace viable, sustenta y
mejora el ejercicio profesional. En terapia ocupacional, la elaboración de modelos
de práctica ha sido la estrategia principal para establecer puentes de unión entre
la teoría y la práctica. En este mismo sentido, Kielhofner (2009) plantea que los
conocimientos teóricos, a través de los modelos conceptuales y de práctica, hacen
posible que el terapeuta ocupacional aplique conceptos y presupuestos abstractos
a su práctica cotidiana. De esta forma, la teoría organiza la toma de decisiones y la
resolución de problemas en el quehacer profesional, y proporciona una guía para
la evaluación y la intervención.
En síntesis, la teoría estructura el razonamiento profesional del terapeuta ocu-
pacional, a partir del cual evalúa, planifica, lleva a cabo, reflexiona y explica sus
intervenciones.
Además, basándose en los conceptos que incorpora la teoría, es posible elabo-
rar métodos y técnicas para la evaluación. Gracias a tales métodos y técnicas, el
terapeuta ocupacional puede obtener datos para explicar o medir los fenómenos
que aborda cotidianamente en su práctica. Asimismo, los modelos de práctica se
usan para desarrollar programas, protocolos o guías clínicas de intervención. En
ellas se formalizan los procedimientos de evaluación, la planificación de objetivos
y las intervenciones, las cuales serán aplicadas de forma consistente con grupos
de población o sujetos que comparten problemas o diagnósticos ocupacionales
similares.
En resumen, la teoría sirve como soporte de la metodología y el razonamiento
profesional que permite aplicar el conocimiento teórico en situaciones profesionales
cotidianas, y respalda la competencia profesional de los terapeutas ocupacionales.
Sentadas las ideas básicas respecto a las funciones de la teoría, cabe introducir
también algunas reflexiones sobre sus posibles limitaciones.
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Análisis de la teoría
de la terapia ocupacional
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Análisis diacrónico de la teoría
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Análisis diacrónico de la teoría de la terapia ocupacional
dos mil nuevos terapeutas ocupacionales que trabajarían para el ejército. Tal de-
manda incidió en la necesidad de clarificar el tipo de servicio promovido por la
terapia ocupacional e impulsó la formación y el ejercicio de terapeutas ocupacio-
nales como profesionales de la salud. Además, en 1916, Goldthwait y B rackett
diseñaron un plan para la organización de los servicios ortopédicos a los mutila-
dos de guerra durante el periodo bélico. El plan de tratamiento diseñado estaba
integrado por tres etapas en el proceso de rehabilitación: cuidados de cirugía
ortopédica en la fase aguda, talleres curativos de terapia ocupacional para enca-
mados durante el periodo de convalecencia y reeducación vocacional previa al
alta hospitalaria.
De esta forma, la terapia ocupacional quedó desde su origen asociada a las
prácticas médicas de la rehabilitación física. Durante ese mismo año, Thomas Bes-
sell Kidner fue nombrado vocational secretary de la Canadian Military Hospitals
Commission, y posteriormente prestó sus servicios en la Oficina Federal de Educa-
ción Vocacional de Estados Unidos. Kidner era un ferviente defensor del servicio
de terapia ocupacional, para proveer actividades laborales en un encuadre hospi-
talario que fomentaran el restablecimiento de la musculatura, las articulaciones y
nervios, con el objetivo último de facilitar la reincorporación de los pacientes a sus
puestos de trabajo.
La atención requerida para abordar las necesidades de los heridos de guerra
–amputaciones, lesiones craneales, ceguera y también nuevos trastornos psiquiá-
tricos, como las neurosis de guerra– instauró una nueva forma de concebir el valor
terapéutico de la ocupación. Esta se basaba, principalmente, en su utilidad para al-
canzar la funcionalidad, entendida como recuperación y mantenimiento de las fun-
ciones mentales y físicas. Además, especialmente en el tratamiento de individuos
con miembros amputados, la ocupación se concibió como un elemento central
para favorecer la autonomía personal, la orientación y la integración laboral. Esta
conceptualización se vio impulsada por los principios básicos de la ergonomía,
que surgió también durante los años del conflicto, y que propugnaba el ajuste de la
máquina al ser humano. Así, la adaptación de puestos de trabajo, el entrenamiento
en el uso de prótesis y ayudas técnicas que posibilitaran la actividad laboral y la
autonomía personal en el aseo, el vestido o el transporte fueron objetivos tera-
péuticos con los veteranos de guerra, objetivos que los terapeutas ocupacionales
adoptaron como propios. De esta forma, desde un primer momento la práctica
incipiente de la terapia ocupacional se integró plenamente en la atención médica
de las discapacidades físicas, y desarrolló intervenciones que perseguían la rein-
corporación del individuo a la vida laboral, la autonomía personal en la realización
de actividades cotidianas (vestido, aseo, alimentación, etc.), la modificación del
entorno y la adaptación y el diseño de ayudas técnicas.
En definitiva, intervenciones de carácter compensatorio para que el sujeto con
una discapacidad permanente pudiera llevar una vida lo más autónoma e indepen-
diente posible (vid. Gutman, 1997).
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Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
Como es bien sabido, las prácticas desarrolladas por Philippe Pinel en Francia y
William Tuke en Inglaterra fueron el origen del tratamiento moral. Entre 1793 y
1795, Pinel liberó a los enajenados de sus cadenas en los manicomios de Bicêtre
y La Salpêtrière de París. Su libertad perseguía devolver al enajenado los valores
morales que se ocultaban bajo la máscara de la locura, perdidos como consecuen-
cia del trato vejatorio, el encadenamiento y el encierro.
Para Pinel la alineación se debía a la pérdida de valores y buenas costumbres,
a la conducta desordenada, la apatía y la pereza. El trabajo, concebido como un
vehículo del orden, de los valores morales y de las buenas costumbres de la época,
ocupaba un lugar central en las prácticas desarrolladas por el médico francés. Era
la más firme y posiblemente única garantía de conservación de la salud (vid. Fou-
cault, 1976). En 1796, William Tuke, cuáquero inglés nacido en York, fundó el Re-
tiro de York, institución creada para la atención de enfermos mentales. En el Retiro
la atención se basaba en el efecto benéfico de la realización de un trabajo regular
en el jardín y la huerta, del ejercicio al aire libre y de las celebraciones. Para Tuke,
el trabajo era antagónico a la actividad delirante, ejercía un efecto que se oponía a
las ilusiones de la enfermedad. Al captar la atención en la labor realizada, regulaba
el comportamiento, los ritmos diarios, el desarrollo de responsabilidades y el au-
tocontrol del enfermo. Suponía, en definitiva, un sometimiento o adecuación a las
normas morales que se equiparaba a la salud mental. Henry (1755-1814) y Samuel
Tuke (1784-1857), hijo y nieto respectivamente del fundador, continuaron su obra
a lo largo de la primera mitad del siglo xix, que sirvió de referente a los cuáqueros
norteamericanos de Pensilvania y Nueva York. (vid. Moruno, 2002).
Desde finales del siglo xviii, especialmente a lo largo de la primera mitad del
xix, las ideas del tratamiento moral influyeron notablemente en la atención a las
personas con enfermedades mentales en Estados Unidos. Durante este periodo,
las visitas de cuáqueros norteamericanos de Pensilvania y Nueva York al Reti-
ro fueron frecuentes, e importaron las ideas del tratamiento moral. Su implan-
tación en el norte de Estados Unidos se llevó a cabo a través de la fundación de
numerosas instituciones. En 1756, se inauguró el Pennsylvania Hospital for the
Insane, dirigido por Benjamin Rush (1745-1813), considerado padre de la psi-
quiatría norteamericana; en 1815, fue fundado el Lunatic Asylum of New York,
primera institución de carácter privado para enfermos mentales de Estados Uni-
dos, dirigido por Thomas Eddy, cuáquero norteamericano; en 1817, el Friend’s
Asylum, dirigido por Thomas Scattergood; el McLaen Asylum de Boston, fundado
en 1818 y dirigido por el Dr. Rufus Wymann, que se basaba en la planificación de
ocupaciones; el Bloomingdale Hospital, en Nueva York, y el Hartford Retreat en
Connecticut (vid. Punwar y Peloquin, 2000). El primer tratado de psiquiatría es-
crito en los EE. UU., Medical Inquiries and Observations upon the Disease of the
Mind (1812), obra de Benjamin Rush, evidencia la influencia que el tratamiento
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Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
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Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
“el entrenamiento necesario para que el individuo logre una vocación lucrativa”
(ibid., p. 44).
Desde nuestro punto de vista, estas definiciones que hemos tomado de los es-
critos de Dunton ejemplifican palmariamente las distintas interpretaciones teóricas
sobre el valor terapéutico de la ocupación que se aglutinaban en la base de conoci-
mientos original de la terapia ocupacional. El análisis de las obras publicadas por
los fundadores corrobora la diversidad de perspectivas ontológicas respecto a los
efectos de la ocupación en la salud. Desgraciadamente, los límites del formato de
este libro nos impiden describir con más detalle el examen del discurso de estos
textos. Para profundizar, remitimos al lector a los textos originales.
En ellos no es posible identificar generalizaciones simbólicas propias de una
matriz disciplinar, el uso de un lenguaje distintivo o utilería conceptual común,
sobre el que se asiente una misma aprehensión del fenómeno objeto de estudio.
En los primeros tratados sobre terapia ocupacional, el concepto de ocupación se
define o equipara con otros términos y conceptos –hábito, trabajo, entretenimiento,
empleo, oficio, aprendizaje, inserción o integración laboral, función mental y físi-
ca–, y su vínculo con la salud se relaciona con efectos muy distintos.
En conclusión, en el periodo de la fundación ninguna de las perspectivas teóricas
que acabamos de describir se consolidó como una matriz disciplinar o paradigma.
Esta circunstancia determinó que, a partir de ese momento, los métodos y obje-
tivos que se querían alcanzar a través de la aplicación terapéutica de la ocupación
fuesen desiguales; en síntesis: recuperación de la funcionalidad y de la autonomía
personal, asesoramiento, entrenamiento y reinserción laboral, desarrollo de hábi-
tos o simple entretenimiento y distracción.
Desde nuestro punto de vista, la ausencia inicial de una matriz disciplinar con-
dicionó la posterior evolución de la teoría de la terapia ocupacional, como tratare-
mos de mostrar en los contenidos de los próximos apartados de este capítulo.
3.3. E
volución teórica al amparo de otras áreas de conocimiento
(1930-1960)
86
Análisis diacrónico de la teoría de la terapia ocupacional
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Análisis diacrónico de la teoría de la terapia ocupacional
relación con las funciones alteradas del sujeto, y aplicarla como medio para recu-
perar o compensar déficits y funciones físicas o mentales específicas asociadas a
una patología. Con el paso del tiempo, las perspectivas teóricas rivales quedaron
relegadas a un segundo plano y, gradualmente, se arrinconó el uso de ocupaciones
con propósito en los programas terapéuticos.
Kielhofner (2009) describe que durante aquellos años era una práctica común
mantener a los pacientes empujando un telar sin hilos o lijando una tabla que nunca
llagaría a formar parte de una mesa. Si la actividad era terapéutica gracias a que
permitía ejercitar los músculos, lijar o empujar cumplía tal cometido, más allá del
propósito o finalidad última de la actividad; si se podía alcanzar el mismo objetivo
realizando pasos o tareas aisladas, la actividad como tal no era imprescindible. De
manera similar, una actividad creativa o artística no tenía valor por su resultado
estético, productivo, social, cultural o por el significado que le atribuyera el indi-
viduo; por el contrario, su aplicación terapéutica se basaba en la dinámica de los
mecanismos inconscientes implicados en su realización. Por tanto, el resultado de
las actividades era secundario y, de hecho, eran desechadas o almacenadas una vez
terminadas. También se desacreditó, por parte de los propios terapeutas ocupacio-
nales, la utilización de actividades lúdicas, recreativas, comunitarias y de ocio,
dada su escasa entidad científica. Consecuentemente, en el diseño de programas de
terapia ocupacional declinaron este tipo de actividades, a las que se les atribuía, en
el mejor de los casos, un valor secundario o asociado a la organización cotidiana
de las instituciones. También menguaron las intervenciones basadas en actividades
con fines preventivos, aquellas cuyo fin era el mantenimiento de la salud y las que
perseguían el ajuste social del sujeto en su comunidad (vid. Mosey, 1986; Kielhof-
ner, 2009; Friedland, 1998).
En resumen, de entre los presupuestos originales de los fundadores, aquellos que
relacionaban el valor terapéutico de la ocupación (concebida como una unidad indi-
visible, con significado personal y cultural) con la integración cultural y social, con
la organización del comportamiento y con la recuperación de la motivación y del
estado de ánimo fueron arrinconados en favor del que asociaba la actividad (pensada
como el conjunto de tareas, pasos y funciones que la componen) con la recuperación
de las funciones sensoriales, motoras, cognitivas o psíquicas alteradas por la enfer-
medad. Este presupuesto teórico se estableció alrededor de 1960 como el núcleo cen-
tral de la teoría. La ocupación dejó de ser el método y fin último de la intervención.
La actividad se encumbró en foco central del tratamiento de terapia ocupacional.
En nuestro país, en el que la terapia ocupacional se estableció, no sin dificulta-
des, a partir de 1962, era habitual escuchar durante la formación académica de las
primeras promociones de profesionales una frase con la que los docentes trataban
de sintetizar la singularidad de nuestro trabajo: “La ocupación no es un fin en sí
misma, es un medio, lo importante no es el resultado, es el proceso”.
Todos los cambios que acabamos de describir tuvieron su repercusión en la
producción teórica. Entre 1958 y 1968 se publicaron tantas formulaciones teó-
95
Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
ricas como en las cuatro décadas anteriores. Se publicaron los modelos teóricos
del desarrollo perceptivomotor (Ayres, 1958); del desarrollo reflejo (Fiorentino,
1961); y de la integración sensorial (Ayres, 1968), deudores de los programas de
investigación de la biomedicina en el campo de la rehabilitación física. También
se publicaron modelos teóricos aplicables al ámbito de la salud mental, como el
de las relaciones de objeto (Azima, 1959); el de terapia ocupacional como un
proceso de comunicación (Fidler y Fidler, 1963); y el de la recapitulación de la
ontogénesis (Mosey, 1966), basados en los principios de la teoría psicoanalítica
(vid. Moruno, 2003).
A la luz de este análisis creemos que es posible sostener que, a partir de la
década de los sesenta, la teoría de la terapia ocupacional se desarrolló estrecha-
mente articulada a los programas de investigación de la medicina rehabilitadora
y el psicoanálisis. Apoyándose en ellos se consolidó hasta fundar programas de
investigación propios, inspirados por modelos teóricos como el de la integración
sensorial de Ayres o las propuestas psicodinámicas de Fidler y Fidler, que han se-
guido vigentes hasta la actualidad.
Desde aquellas fechas, con mayor o menor éxito en función de la época, tales
programas de investigación han arraigado en los campos de práctica de la salud
mental y la discapacidad física. En el primero de ellos, apoyados en una interpre-
tación de la ocupación desde la que se asocia la actividad con su valor simbólico
y subjetivo, con su papel mediador en el proceso terapéutico y con la creación de
un milieu terapéutico. Con origen en ella, la actividad sirve para alcanzar objetivos
de tratamiento complementarios a la psicoterapia, gracias al desarrollo de técni-
cas grupales y proyectivas. En el ámbito de la discapacidad física, apuntalándose
en técnicas para la mejora de la función neuromusculoesquelética (movilización
pasiva y activa de grupos musculares, para aumentar el rango de movimiento;
ejercicios para desarrollar la fuerza o resistencia muscular y la ejecución óptima de
movimientos funcionales), la estimulación sensorial e integración sensoriomotora
y, en aquellos casos en los que las alteraciones son irrecuperables, desarrollando
técnicas ortoprotésicas y compensatorias para facilitar la autonomía personal, así
como las actividades laborales y de ocio.
En síntesis, los programas de investigación emergentes en terapia ocupacio-
nal durante aquellos años tenían mayor contenido fáctico. Es decir, permitieron el
abordaje de nuevos problemas de salud de la población y el desarrollo de técnicas
de tratamiento novedosas, la cuales facilitaron la consolidación de la disciplina
como una aliada de la medicina, la psiquiatría y el psicoanálisis.
Si consideramos la perspectiva pragmatista de Laudan (vid. cap. 1, apdo. 1.4.2),
los programas de investigación que irrumpen en terapia ocupacional durante estas
décadas, de la mano de la rehabilitación física, la psiquiatría y el psicoanálisis,
fueron más progresivos. Es decir, contribuyeron al progreso de nuestra discipli-
na, en la medida en que fueron capaces de resolver nuevos problemas de salud y
de desarrollar nuevas técnicas de tratamiento, y permitieron el desarrollo de una
96
Análisis diacrónico de la teoría de la terapia ocupacional
nueva racionalidad, apoyada por una novedosa metodología, que unificaba y daba
coherencia a la interpretación teórica del valor terapéutico de la ocupación, invia-
ble con la amalgama de perspectivas teóricas anteriores. Aunque Laudan desvin-
culaba el progreso epistémico de sus consecuencias sociales o materiales, estamos
de acuerdo con Echeverría (1998) cuando sostiene que la renuncia a contemplar
los aspectos no epistémicos de la actividad científica resulta una aproximación
insuficiente. Especialmente en nuestro caso y en aquel momento histórico, en
el que la transformación de los supuestos teóricos en que se apoyaba la terapia
ocupacional posibilitó que esta se adhiriera al profundo cambio de valores de la ac-
tividad médica, que apostaba por el rigor científico respaldado por la tecnificación
de la práctica y la cuantificación de los resultados de la intervención.
A partir de aquellos años tales programas o tradiciones de investigación consti-
tuyeron el germen de culturas y prácticas profesionales radicalmente distintas, en
los ámbitos de la rehabilitación física y la salud mental (vid. Reed, 1993). Así, a
finales de la década de los sesenta se consolidaron dos tradiciones teóricas en tera-
pia ocupacional, ligadas respectivamente a la medicina y al psicoanálisis. No con-
viene olvidar que, como también sostiene Laudan, en el desarrollo de una ciencia
la coexistencia de tradiciones de investigación rivales es la regla y no la excepción,
los periodos de ciencia normal son relativamente importantes y siempre es posi-
ble encontrar tradiciones de investigación alternativas que cohabitan, en el caso
que nos ocupa, la primera de ellas, en el campo de la salud mental, enraizada en
una interpretación psicodinámica de la actividad, interesada principalmente por el
proceso terapéutico y los aspectos subjetivos y vivenciales de la salud; la segunda
de aquellas, en el ámbito de la discapacidad física, arraigada en una interpretación
biomédica, concernida especialmente por los resultados de la aplicación de la ac-
tividad en la recuperación o compensación de la funcionalidad física. Estos dos
programas preponderantes cohabitaban a su vez con otras aplicaciones espurias y
variopintas de la actividad, manifestaciones postreras y bastardas de las ideas de
los fundadores.
A nuestro modo de entender, estas tradiciones de investigación siguen aún
vigentes. Nos atreveríamos a afirmar, como lo hace Quiroga, que la terapia ocupa-
cional se enfrenta hoy día a un antiguo dilema que tuvo su origen en aquellos años:
la disyuntiva entre la tecnificación versus la humanización de la disciplina. Se
debate así entre instalarse en el seno de las ciencias biomédicas, y apostar por un
enfoque positivista de la salud que se apoya en la práctica basada en la evidencia,
la cuantificación de los resultados de la intervención y la eficacia técnica, o empla-
zarse entre las ciencias sociales, más interesadas por la perspectiva social, cultural
y subjetiva de la salud y la enfermedad. A nuestro modo de entender, en nuestros
días este debate está quizá más vigente que nunca.
En el próximo apartado trataremos de describir las consecuencias que tuvieron
en el desarrollo posterior de la teoría de la terapia ocupacional la reformulación de
los conceptos y presupuestos teóricos que acabamos de describir.
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Análisis diacrónico de la teoría de la terapia ocupacional
incomparables entre sí. Aunque tales diferencias puedan a veces quedar enmasca-
radas por cinturones protectores, que en apariencia les permiten compartir un ob-
jeto de estudio común, sus puntos de vista sobre este son tan diferentes entre sí que
implican distintas percepciones, explicaciones, métodos y prácticas para abordar
la realidad. Esto es así en la medida en que las teorías asociadas a cada programa
son auténticos sistemas cognitivos, ideologías subyacentes a distintas culturas pro-
fesionales que median en nuestra aproximación al objeto de estudio, y dan forma a
los fenómenos que escudriñamos.
Este análisis parece corroborar la tesis que defiende Reed (1993), cuando seña-
la que el devenir histórico de la terapia ocupacional, desde su mismo origen, dio
lugar a culturas y prácticas profesionales distintas. Nos atreveríamos a decir más,
hasta tal punto diferentes que, de facto, resulta en ocasiones muy difícil agruparlas
dentro de la rúbrica de una misma disciplina.
Como sosteníamos en la introducción al capítulo 1, actualmente podemos ob-
servar terapeutas ocupacionales que se sirven de teorías muy diversas –tan dispa-
res como las de la neuropsicología, el psicoanálisis, el conductismo, el humanismo
o la justicia social, por citar tan solo algunos ejemplos–, como soporte para la
práctica profesional, sin mayores inconvenientes manifiestos. A tales teorías sub-
yacen interpretaciones ontológicas del fenómeno objeto de estudio, en ocasiones
opuestas, y asociadas a tradiciones de investigación ostensiblemente divergentes.
En consecuencia, generan explicaciones contrapuestas sobre el valor terapéutico
de la ocupación que dan lugar a métodos, técnicas y prácticas de lo más variopintas
y heterogéneas. Además, tales explicaciones se fundan en valores tan enfrentados
como la evidencia científica, el desarrollo técnico y tecnológico, la subjetividad, la
equidad o la justicia social ya arriba mencionada.
En resumen, parafraseando a Feyerabend, podríamos decir que, desde un pun-
to de vista teórico, para los terapeutas ocupacionales todo vale. Especialmente
aquello que suponga su adhesión a los valores imperantes en distintos ámbitos de
práctica o a las tendencias de moda en cada época.
3.7. N
uevas ideas y conceptos ¿revolucionarios? (desde 1990
hasta la actualidad)
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Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
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Análisis diacrónico de la teoría de la terapia ocupacional
el cambio de los valores culturales, e impulsa una sociedad más justa e inclusiva,
en la que cada individuo, con su potencial individual, participe a través de ocu-
paciones en el medio que lo rodea (vid. cap. 7). Si el lector desea revisar con más
detenimiento estos conceptos, le remitimos a Moruno, P., y Fernández, P. (2012),
“Análisis teórico de los conceptos privación, alienación y justicia ocupacional”,
Revista de Terapia Ocupacional Galicia, monográfico, 5.
Junto a estos conceptos iniciales, encontramos en la literatura otros que pro-
vienen de líneas de investigación similares: actividades políticas de la vida dia-
ria (Pollard, Sakellariou y Kronenberg, 2008); co-ocupación (Pickens y Pizur-
Barnekow, 2009); ocupación colectiva (Ramugondo y Kronenberg, 2015). Tam-
bién se han hecho eco y adherido a ellos modelos de práctica, especialmente el
modelo canadiense de la capacitación (enablement) centrada en el cliente (CMCE)
y diversas instituciones (AOTA, 2014).
Descritos sucintamente estos conceptos, analicemos brevemente la interpre-
tación ontológica sobre los vínculos entre ocupación y salud que implican. En
primer lugar, suponen un cambio en las unidades de análisis, una transformación
del enfoque sobre la salud que cambia de lo individual a lo grupal o comunitario:
“[…], no se trata sólo de reducir la enfermedad y la discapacidad de los individuos
[…], sino de la promoción de una noción amplia de salud, entendida como la
capacidad y oportunidad para vivir, trabajar y jugar en comunidades seguras que
aporten apoyo” (Wilcock y Townsend, 2000, p. 84). En segundo lugar, cambia
también el valor terapéutico atribuido a la ocupación, que se asocia con la justicia
social y la igualdad de oportunidades para realizar e implicarse en ocupaciones que
fomenten la salud y el bienestar.
Este cambio conceptual supone también una transformación metodológica.
Apoyándose en nuevos valores y habilidades profesionales, la metodología del
terapeuta ocupacional se estructura desde esta perspectiva a través de la evaluación
de aspectos sociales, culturales, políticos, económicos y ambientales. Tal evalua-
ción es el punto de partida para la capacitación (enablement), la modificación del
entorno, la generación de oportunidades para el empoderamiento, la participación
y la inclusión de los individuos, grupos y comunidades (vid. cap. 9, apdo. 9.4).
En resumen, esta interpretación de la influencia de la ocupación en la salud se
apoya en el presupuesto de que la igualdad de oportunidades y recursos capacita
para la participación en ocupaciones significativas, empodera e incluye a indivi-
duos, grupos y comunidades, capacitación que influye positivamente en su salud
y calidad de vida. La ocupación se redefine como un fenómeno eminentemente
social, complejo, político, cultural, económico y que puede promover la justicia
(Morrison, Olivares y Vidal, 2011).
La andanada de conceptos, descargada en tan pocos años en el endeble y vo-
luble cuerpo de conocimientos de la terapia ocupacional, supone nuevamente un
desplazamiento en la interpretación ontológica de nuestro objeto de estudio. Estos
conceptos hacen referencia y circunscriben fenómenos de carácter preferentemen-
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Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
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Análisis diacrónico de la teoría de la terapia ocupacional
software a usuarios con deficiencia visual como: “Una intervención inclusiva para
el empoderamiento y la igualdad de oportunidades”. Lo que desde hace años se
ha nombrado como una intervención ergonómica hoy se denomina de otra forma.
Aunque deseamos fervientemente estar equivocados, nos tememos, además,
que una adhesión irreflexiva al enfoque del pretendido paradigma social acarrea
el riesgo de justificar cualquier tipo de intervención, sin considerar el resto de dis-
ciplinas y profesionales con los que compartimos nuestro trabajo. No sería difícil
argumentar que, por ejemplo, un terapeuta pueda llevar a cabo un programa de
intervención centrado en las actividades lúdicas de los niños en el entorno escolar,
para prevenir situaciones de conflicto y violencia entre iguales en las que se vea
limitada, segregada, interrumpida, marginada o restringida de cualquier forma su
participación ocupacional, con el objetivo último de capacitarlos y empoderarlos
para que de esta forma no se vea afectada negativamente su salud y calidad de
vida. Con este tipo de razonamiento todo queda en casa, todo vale, aunque nuestra
formación, experiencia y habilidades no debería permitirnos desarrollar el trabajo
que tradicionalmente han llevado a cabo otros profesionales más capacitados.
Además, desgraciadamente en no pocas ocasiones, los valedores de esta nueva
interpretación teórica la reclaman como la única verdadera, y reivindican una re-
volución en la disciplina, frente a otras teorías anteriores.
Sin duda, es demasiado pronto, dado que aún no tenemos la perspectiva que
nos dará el paso del tiempo para dilucidar qué impacto tendrá en la teoría de la
terapia ocupacional esta supuesta revolución. No obstante, nos atrevemos a aven-
turar que, quizá, tal aluvión de nuevos conceptos y la conversión revolucionaria
de los investigadores no son más que el exponente actual de las diferentes culturas
que, con sus formas de ver, interpretar y actuar, han caracterizado la teoría de
nuestra disciplina desde siempre. Nuevamente, el porvenir de la teoría de la terapia
ocupacional es incierto.
Cumplidos ya cien años de la fundación de nuestra disciplina, desde nuestro
punto de vista, la teoría de la terapia ocupacional se encuentra en un lugar no de-
masiado alejado del que se situaba en aquel entonces. Parafraseando las palabras
de Morrison y Vidal, la práctica de la profesión puede volverse tan heterogénea
como las personas con las que trabajamos y, así, también la elaboración del conoci-
miento científico en que se sostiene. Esta situación, como manteníamos al analizar
la teoría en el momento de la fundación, es muy similar a la que enfrentaron los
fundadores. No hemos conseguido apuntalar una matriz disciplinar que nos per-
mita afianzarnos como una ciencia de la salud madura, regida por un paradigma
compartido.
En lugar de ello nos enfrentamos a una profusión de teorías, inconmensurables
entre sí, vinculadas a programas o tradiciones de investigación que, además, des-
pliegan cinturones protectores de posibles anomalías, y las convierten en infalsa-
bles. Tales teorías se apoyan en lenguajes teóricos diferentes, a los que subyacen
interpretaciones ontológicas divergentes de nuestro objeto de estudio, a la vez que
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Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
seleccionan como relevantes distintos hechos o fenómenos –si es que no los pro-
ducen directamente–, y se apoyan en metodologías dispares y valores opuestos. En
consecuencia, instituyen diversas formas de percibir e interpretar el fenómeno que
nos concierne: el efecto de la ocupación en la salud; lo que es cierto para unas es
falso para otras.
Dependiendo de la interpretación ontológica a la que se adscriba cada terapeu-
ta, este percibe, interpreta y actúa de forma diferente. Así, encontramos defensores
de la terapia ocupacional basada en la evidencia que ligan la teoría y la práctica de
la disciplina a métodos de investigación cuantitativa, y se adscriben a una concep-
ción de la salud netamente positivista. También hallamos patrocinadores de una
práctica de la terapia ocupacional basada en el concepto de desempeño ocupacio-
nal, que diversifica los métodos válidos para investigar y adopta una interpretación
holística de la salud. Por último, nos topamos con aquellos que abogan por una
práctica social de la terapia ocupacional, adscrita a una exégesis social de la salud,
y se apoyan en métodos de investigación cualitativa, sociológica y etnográfica.
En conclusión, a día de hoy, la connivencia en nuestro corpus epistemológico
de heterogéneos lenguajes teóricos, interpretaciones ontológicas discordantes, me-
todologías dispares y valores deontológicos diversos da lugar a abigarrados ejer-
cicios de la profesión, a enfoques de investigación divergentes y a una miscelánea
en la producción teórica. De esta forma, a nuestro modo de entender, se hace muy
difícil proponer al imaginario social un retrato coherente y representativo de lo que
es, lo que cree, lo que piensa y lo que hace un terapeuta ocupacional.
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4
Análisis sincrónico de la teoría
de la terapia ocupacional
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Análisis sincrónico de la teoría de la terapia ocupacional
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Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
de este texto. Sin embargo, algunos ejemplos pueden servirnos de muestra para
ilustrar esta circunstancia.
Solo como una aproximación inicial, rescatamos en el cuadro 4.1 las definicio-
nes de ocupación que prestigiosos investigadores e instituciones han elaborado;
nótese que en ellas la determinación brilla por su ausencia.
Epistemológicamente hablando estas definiciones son totalmente inútiles. No
aportan nada a la precisión del concepto, en la medida en que no estipulan su sig-
nificado en favor de otros términos conocidos de antemano: ¿qué y cuáles son esas
“cosas” familiares y conocidas?
Cabe también señalar que en estas definiciones quedaría excluido cualquier
quehacer que no sea habitual, familiar o se lleve a cabo cotidianamente: ¿aquello que
hacemos una vez a la semana, de forma esporádica o que no nos resulta familiar no
es en ningún caso una ocupación?
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Análisis sincrónico de la teoría de la terapia ocupacional
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Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
una actividad laboral, lúdica o relacionada con el cuidado de uno mismo? Parece
patente que, dependiendo de la definición en que nos apoyemos, nuestra decisión
sobre si un quehacer concreto se corresponde o no con una ocupación será distinta.
Puesto que la definición de ocupación no nos permite seguir una regla para
incluir o no un determinado quehacer, un caso particular y concreto, bajo el con-
cepto definido, no resulta útil, puesto que es imposible saber con precisión de qué
hablamos cuando nos referimos a él.
Profundicemos en nuestro análisis con un ejemplo más que introduce nuevos
problemas. “Atarse los cordones de los zapatos” es una actividad cotidiana, or-
ganizada, con significado personal, requiere de la participación activa del agente,
autoiniciada, autodirigida, adaptativa, con propósito, culturalmente relevante y, sin
lugar a dudas, puede nombrarse en el léxico de nuestra cultura. Por tanto, cumple
con los criterios de la definición (aunque cabe también señalar que lo hace siempre
que tengamos como referencia la cultura occidental). Ahora bien, vemos atarse
los zapatos a Luis, de treinta y cinco años, padre de dos hijos, ingeniero en activo,
con un problema de ansiedad grave que le afecta únicamente a sus actividades la-
borales. ¿Para Luis “atarse los cordones” es una ocupación? Observamos también
a Maite, de seis años, que está aprendiendo a vestirse sola, utiliza zapatos con
cordones todos los días en el uniforme del colegio y, además, tiene problemas de
prensión y coordinación en las manos como consecuencia de una parálisis cerebral
infantil. ¿Para Maite “atarse los cordones” es una ocupación? Probablemente po-
dríamos considerar que “atarse los zapatos” es una ocupación para Maite y no
para Luis o, cuando menos, un quehacer con características muy diferentes en
los dos casos. Una vuelta de tuerca más: ¿y si viéramos a Luis atar los cordones
de los zapatos de sus hijos?
Este ejemplo nos pone sobre la pista de otra circunstancia muy frecuente en la
utilización del término ocupación en los textos científicos de terapia ocupacional:
la ausencia de determinación sintáctica, que genera aún más ambigüedad en el uso
del concepto. Rescatamos aquí un ejemplo de Hempel (1988) para tratar de ilustrar
esta idea.
La palabra esposo puede usarse en contextos lingüísticos de dos formas dife-
rentes: “x es esposo” y “x es esposo de y”.
En el primer caso, la palabra se usa como un término de propiedad, que re-
quiere únicamente, para formar un enunciado, ser complementado por un nombre
individual: Juan es (un) esposo. En el segundo caso, la palabra se usa como un
término de relación y tiene que ser completado por dos expresiones que se refie-
ren a sujetos si queremos formar un enunciado comprensible: Juan es esposo de
Inmaculada.
El uso de un determinado término o concepto requiere que se aclare la forma
lógica de los contextos lingüísticos en los que va a ser empleado. Así, un término
no ha sido bien definido hasta que su sintaxis no ha sido especificada. Si no se da
tal especificación, el término es inadecuado para la formulación de hipótesis o
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Análisis sincrónico de la teoría de la terapia ocupacional
125
Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
Propone, además, articular los conceptos de actividad y participación con las de-
finiciones establecidas en la Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la
Discapacidad y de la Salud (OMS, 2011) y utilizar el sistema que se propone en
ese documento.
Desde nuestro punto de vista, la propuesta de Royeen resolvería algunos de los
problemas (aunque no todos) asociados a la definición de ocupación. Además, po-
sibilitaría también el uso de términos y de un sistema de clasificación ampliamente
consensuados en el ámbito de las ciencias de la salud. Creemos firmemente que
esta tesis contribuiría a determinar y precisar los contextos lingüísticos en los
que el vocablo ocupación debe usarse, y evitaría los errores y paradojas que hemos
identificado en su uso.
Nos gustaría señalar que nuestro análisis del problema de la definición de
conceptos se ha ceñido exclusivamente al concepto de ocupación. No obstante,
creemos que probablemente tales dificultades se extiendan a otros utilizados en
nuestra teoría. En trabajos anteriores las hemos expuesto respecto a la definición
del concepto actividades de la vida diaria (vid. Moruno, 2006) y otros autores han
realizado análisis de otros conceptos similares al nuestro (vid. Nelson, 2006).
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Análisis sincrónico de la teoría de la terapia ocupacional
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Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
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Análisis sincrónico de la teoría de la terapia ocupacional
Con el análisis de la definición elaborada por Yerxa solo hemos tratado de ilus-
trar la necesidad de establecer criterios empíricos, condiciones necesarias y sufi-
cientes claramente definidas, a la hora de elaborar definiciones de los conceptos
básicos que dan contenido a los presupuestos de la teoría de la terapia ocupacional.
Si el lector desea profundizar en el examen que aquí hemos apuntado, puede con-
sultar P. Moruno y M. A. Talavera (2012), Terapia ocupacional en salud mental,
Elsevier.
Como conclusión de este apartado, destacar que solo será posible obtener un
cuerpo de conocimientos sistemático y fructífero si elaboramos definiciones que
delimiten el conjunto de cualidades, atributos o condiciones características del fe-
nómeno que tratamos de definir.
Sin duda alguna, ello contribuiría también a consolidar nuestra teoría, nuestro
objeto de estudio y nuestra profesión.
a) Pertenecientes al emperador.
b) Embalsamados.
c) Amaestrados.
d) Lechones.
e) Sirenas.
f) Fabulosos.
g) Perros sueltos.
h) Incluidos en esta clasificación.
i) Que se agitan como locos.
j) Innumerables.
k) Dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello.
l) Etcétera.
m) Que acaban de romper un jarrón.
n) Que de lejos parecen moscas.
A simple vista, esta clasificación nos resulta extraña, nos causa perplejidad.
Esto es así dado que no cumple con los mínimos criterios lógicos que debe seguir
cualquier clasificación, a saber: exclusividad y exhaustividad. Una clasificación
129
Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
lógicamente válida debe establecer para los objetos de un dominio dado un con-
junto de al menos dos o más criterios, de tal forma que todo elemento del dominio
satisfaga exactamente uno de esos criterios. De esta forma, cada criterio determi-
nará una clase de objetos, con lo que las clases así determinadas serán mutuamente
exclusivas (un objeto no puede pertenecer a dos clases) y, en conjunto, exhaustivas
(reúnen todos los objetos del dominio clasificado).
Veamos un ejemplo de una clasificación sencilla que aclare estos criterios ló-
gicos recién señalados. Para elaborar una clasificación lógicamente válida de las
bacterias, que serían los objetos del dominio que queremos clasificar, debemos
establecer al menos dos o más criterios:
De esta forma, cualquier bacteria, todo elemento del dominio clasificado, sa-
tisface exactamente uno de estos criterios. Así, las bacterias se clasifican en gram-
positivas (cumplen el criterio 1) y gramnegativas (cumplen el criterio 2). Otro
ejemplo de clasificación dicotómica sería la que divide a los números enteros entre
los que son múltiplos de dos y aquellos que no lo son.
Obviamente, eso que hemos percibido a primera vista, lo chocante en la cla-
sificación de Borges, tiene que ver con la ausencia de exclusividad, dado que los
criterios que establece en su clasificación no permiten que un animal satisfaga úni-
camente uno de los criterios. Verbigracia, un perro puede pertenecer al emperador,
pero también estar amaestrado y agitarse como loco. Además, una de las catego-
rías definidas en la clasificación (h) hace superfluas a todas las demás, puesto que
las contiene a todas.
Si una clasificación no cumple los criterios de exclusividad y exhaustividad
carece de utilidad desde un punto de vista lógico, aunque pueda tener un gran valor
literario, como es el caso de la de Borges.
Aun pudiéndonos parecer sorprendente, las clasificaciones tradicionales de la
ocupación adolecen de la misma falta de criterios lógicos. Veamos un ejemplo: en
el Framework (AOTA, 2014) la actividad sexual puede ser clasificada como de la
vida diaria: “Engaging in activities that result in sexual satisfaction and/or meet
relational or reproductive needs” (S19), pero también como una actividad de par-
ticipación social: “Engaging in activities at different levels of interaction and inti-
macy, including engaging in desired sexual activity” (S21). De igual forma ocurre
con el juego, que puede ser clasificado a la vez como un área de ocupación y como
una actividad específica (vid. Nelson, 2006). Igualmente, podemos encontrar esta
ausencia de exclusividad, de la clasificación elaborada en el Framework, en otras
elaboradas por terceros autores.
130
Análisis sincrónico de la teoría de la terapia ocupacional
131
Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
1. En la cama.
2. En silla de ruedas.
3. Propias.
4. Manuales variadas.
5. De deambulación.
6. Subida y bajada de escaleras.
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Análisis sincrónico de la teoría de la terapia ocupacional
133
Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
Los principios que acabamos de describir y las clases propuestas en esta ta-
xonomía son herederos de una tradición de investigación desde la que se han
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Análisis sincrónico de la teoría de la terapia ocupacional
135
Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
ocupaciones del cliente” (ibid., p. 263). De esta afirmación se deduce que po-
demos explicar el desempeño de una ocupación conociendo exclusivamente los
movimientos, acciones, tareas y actividades que la forman. Aún más, que pode-
mos desarrollar y justificar intervenciones de terapia ocupacional basándonos en
conocimientos relacionados con el movimiento y la conducta. Coherentemente, se
afirman: “Nuestro interés por la ocupación humana abarca numerosos niveles que
van desde el movimiento de una sola articulación a la integración en el lugar de
trabajo” (ibid., p. 261).
Si damos por válidas estas afirmaciones, corremos el riesgo de aceptar la po-
sibilidad de reducir las teorías sobre la ocupación a aquellas otras que explican el
movimiento voluntario, los procesos mentales o la conducta. Si una ocupación, en
última instancia, puede explicarse como un conjunto de movimientos voluntarios,
procesos mentales o conductas, sin duda alguna podremos encontrar teorías más
potentes y sólidas para explicarla.
A nuestro modo de entender, tal posibilidad se abre solo si asumimos un su-
puesto previo: cualquier realidad dada no es en esencia más que otra realidad que
se presume más objetiva o principal a la que la primera puede reducirse. Es decir,
según esto una ocupación no es en esencia sino movimientos, procesos mentales
y conductas, más reales y primordiales que la ocupación. Este es el presupuesto
común y básico de las perspectivas o actitudes teóricas reduccionistas.
Sin embargo, no debería pasarnos desapercibido que esta mirada implica asumir
una interpretación ontológica concreta de la ocupación. Desde ella se seleccionan de-
terminados hechos como relevantes, se descartan otros, por su supuesta irrelevancia,
precisamente aquellos que tratan de explicar las teorías sobre la ocupación. En sín-
tesis, se soslaya la posibilidad de interpretaciones de la ocupación ontológicamente
irreductibles (vid. cap. 3, apdo. 3.3).
En el ejemplo que emplazábamos más arriba, pretender que los fenómenos psi-
cológicos son reductibles a fenómenos fisiológicos supone dar relevancia a hechos
que propone la fisiología, y descartar a priori que los primeros puedan responder
a leyes propias. Es decir, esquivar la posibilidad de interpretaciones ontológicas
diferentes. Además, implica una pura especulación, bajo la apariencia de una de-
mostración rigurosa, incurre en el error lógico de confundir las condiciones nece-
sarias con las suficientes.
En nuestro caso, aceptar que una ocupación puede descomponerse en habi-
lidades, movimientos, conductas y procesos mentales, que podemos predecir el
desempeño ocupacional de un sujeto explicando las relaciones entre ellos, implica
adoptar una interpretación ontológica específica de la ocupación. Desde tal inter-
pretación se seleccionan como hechos relevantes el movimiento, la habilidad, la
conducta o el proceso mental, y se les otorga primacía, como más objetivables, y
por tanto, cuantitativamente medibles. Relega otros hechos –precisamente los que
sustentan una interpretación ontológica de la ocupación diferente, más difícilmente
medibles desde una aproximación positiva– a un papel secundario, justo aquellos
136
Análisis sincrónico de la teoría de la terapia ocupacional
Como colofón al análisis que acabamos de realizar nos gustaría subrayar algunas
ideas que, a modo de conclusión, podrían servir de guía o aliciente para futuras
líneas de investigación.
Destacar que, a nuestro modo de entender, la falta de determinación y el escaso
rigor con que empleamos el término ocupación dificultan enormemente establecer
el significado preciso de este concepto, el cual dota de contenido a los supuestos
centrales de nuestra teoría. Si estamos en lo cierto, difícilmente podremos describir
el fenómeno que tratamos de estudiar de una forma comprensiva y clara; nunca
podremos saber con exactitud qué es aquello a lo que nos estamos refiriendo, ni
conocer si todos los terapeutas ocupacionales hablamos de lo mismo, y será aún
más difícil elaborar y tratar de contrastar las hipótesis que pueden obtenerse de
tales presupuestos. Diferentes investigadores pueden estar haciendo referencia a
fenómenos distintos, y utilizar, no obstante, los mismos términos, y viceversa, usar
términos diferentes para referirse a fenómenos idénticos.
137
Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
138
Análisis sincrónico de la teoría de la terapia ocupacional
nocimientos en que se apoya la terapia ocupacional, así como con las dificultades
que hemos encontrado para analizar con rigor el conocimiento que producimos y
asumimos como propio, considerando los problemas relativos al conocimiento,
los métodos que empleamos para obtenerlo y su validez. Creemos firmemente que
sigue siendo necesario reflexionar sobre las estrategias básicas para formalizar el
cuerpo de conocimientos de la terapia ocupacional, sobre la racionalización de
nuestra producción teórica y sobre la forma en que nuestros presupuestos y con-
ceptos se articulan con el conocimiento científico de la época actual.
Tal reflexión requiere un análisis de las relaciones que mantienen entre sí los
diversos enunciados que forman los presupuestos centrales de nuestra teoría, así
como de las deducciones lógicas que pueden obtenerse a partir de ellos. Nos ex-
horta a conocer con detalle los principios básicos para la formación y la definición
de conceptos, a revisar los criterios lógicos que empleamos para elaborar clasifica-
ciones y taxonomías fructíferas y a examinar la coherencia de nuestros principios
teóricos en relación con otras teorías afines.
Dicho de otra forma, creemos insoslayable desplegar líneas de investigación
que ahonden en los aspectos epistemológicos de la teoría de la terapia ocupacio-
nal. Esta es aún una tarea pendiente y dista mucho de la producción de nuevos
modelos teóricos.
Si revisamos la literatura actual, es fácil observar que siguen proliferando mar-
cos conceptuales y modelos de práctica. También se propagan nuevos conceptos,
definiciones y clasificaciones de la ocupación. Sin embargo, se publican muy pocos
estudios que apuesten por integrar, agrupar, unir, relacionar y revisar la coherencia
interna de los conceptos y presupuestos que constituyen la teoría de la terapia ocu-
pacional. De esta forma, el cuerpo de conocimientos que contiene nuestra teoría
es cada vez más profuso. A nuestro modo de entender, esta tendencia no hace sino
aumentar la confusión sobre los supuestos básicos en que se sostiene nuestra teoría
y la indeterminación de los conceptos que forman su núcleo. Queda así pendiente
la labor de consenso y consolidación de términos y definiciones que nombren y
definan nuestro objeto de estudio. Consideramos que esto es un grave error.
Antes de definir nuevos conceptos, presentar clasificaciones inéditas o publi-
car marcos conceptuales y modelos de práctica novedosos, deberíamos revisar y
dilucidar previamente qué relaciones mantienen con los conceptos, modelos, mar-
cos o taxonomías publicadas previamente. Si no acometemos esta labor, es muy
probable que lo supuestamente novedoso sea equivalente o reducible a propuestas
teóricas anteriores.
No nos gustaría que se entendiera que abogamos por la formulación de un
marco conceptual o modelo de práctica único o por la inmutabilidad de nuestros
conceptos y presupuestos teóricos, pero sí por un análisis riguroso de nuestra pro-
ducción teórica que permita la consolidación del corpus de conocimientos básico
de la disciplina y la racionalización de las propuestas singulares de la teoría de la
terapia ocupacional.
139
Parte II. Análisis de la teoría de la terapia ocupacional
140
Parte III
Modelos de salud
y marcos de referencia teóricos
5
Modelo médico de salud
Los contenidos de la tercera parte de esta obra describen tres modelos de salud:
el médico, el psicológico y el sociológico. Cada uno de ellos despliega interpre-
taciones distintas sobre qué son la salud y la enfermedad, y las explican desde un
punto de vista orgánico, psicológico o social. Dentro de cada modelo de salud se
han desarrollado diferentes teorías para explicar esferas más o menos amplias de
los fenómenos que los conciernen. A tales teorías las denominaremos marcos de
referencia teóricos. A las distintas aplicaciones prácticas que se han elaborado,
basándose en los marcos de referencia teóricos, las denominaremos abordajes.
Expondremos sucintamente los supuestos teóricos de los modelos de salud, y des-
cribiremos los distintos marcos de referencia teóricos y aplicaciones que incluyen.
En el modelo sociológico de salud, incorporaremos las ideas elaboradas desde una
aproximación sociológica o antropológica a la salud y la enfermedad. Nos gustaría
advertir que sintetizar las ideas de los modelos, marcos y abordajes es una tarea
harto complicada, dado que cada modelo y marco integra conceptos y teorías muy
diversas, en ocasiones extensamente elaboradas. El resumen de estas páginas no
es una revisión exhaustiva y completa de cada marco o modelo, sino más bien una
aproximación que aliente al lector a seguir profundizando en su estudio.
143
Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
tal punto sus ideas se extienden en la cultura occidental que es difícil concebirlo
exclusivamente como una interpretación más, entre otras, de la salud y la enfer-
medad, pues su discurso forma parte de la razón moderna para entender qué es un
ser humano.
El dominio de fenómenos que concierne al modelo médico es amplísimo. Abra-
za áreas de práctica muy diversas, para cualquier edad y condición, relacionadas
con la salud. Las teorías desarrolladas al abrigo del modelo médico han servido
de apoyo teórico a la práctica de la terapia ocupacional en múltiples ámbitos pro-
fesionales: salud mental, rehabilitación física, geriatría y pediatría entre los más
destacados.
Sus supuestos, conceptos y teorías se apoyan en hallazgos de investigación
básica (neurociencia, biomecánica, neuropsicología, entre otras), que sirven para
elaborar explicaciones sobre las bases biológicas de la salud y la enfermedad.
Como es fácil de entender, nuestra descripción no es un examen íntegro de todos
sus principios teóricos, solo expondremos sus supuestos centrales, especialmente
aquellos que subrayan su singularidad, y dejan fuera aportaciones teóricas muy
relevantes, pero que exceden el propósito de este texto. Nos centraremos especí-
ficamente en describir los supuestos básicos que subyacen a la mayor parte de las
teorías que se cobijan en él; es decir, sus ideas fundamentales sobre la salud y la
enfermedad. Asimismo, describiremos con más detalle aquellos marcos de refe-
rencia teóricos y abordajes albergados en el modelo médico con mayor arraigo en
terapia ocupacional.
Como avanzábamos antes, el objeto de estudio tradicional del modelo médico
es la enfermedad, la esfera de fenómenos que atañen a lo patológico, sobre la que
propone una explicación de tipo causal. Dicho de otra forma, explica las manifes-
taciones patológicas de una enfermedad, y las interpreta como efecto de una causa
de carácter orgánico, debidas a una etiología específica que produce cambios es-
tructurales o funcionales en los tejidos, órganos o sistemas corporales. De ello se
deduce que la salud es la ausencia de enfermedad, derivada de la integridad y del
adecuado funcionamiento del organismo.
Sobre este supuesto, el diagnóstico médico es el método utilizado para cono-
cer la causa de la enfermedad. Consiste básicamente en identificar y delimitar los
signos y síntomas que padece un individuo, utilizando diversos procedimientos,
métodos y fuentes de información (anamnesis, historia clínica, exploraciones y
pruebas diagnósticas, entre otros). Una vez identificados estos, se asocian con un
cuadro clínico preciso, un síndrome, que puede ser producido por diversas causas y
se elabora una hipótesis diagnóstica sobre la etiología concreta y única causante de
la enfermedad, que ha de ser contrastada con pruebas complementarias. Es sobre
tal etiología sobre la cual se actúa para eliminarla. Reconocida esta, el tratamiento
o terapia radica en suprimir o modificar la causa patológica, lo que ha de tener
como consecuencia la desaparición de los síntomas y signos y, por lo tanto, de la
enfermedad. Frente a la imposibilidad, en ocasiones, de actuar sobre la etiología
144
Modelo médico de salud
5.2. Biomecánica
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
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Modelo médico de salud
147
Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
Este otro abordaje tiene como objetivo último mejorar las destrezas de un indivi-
duo en la realización de sus actividades de la vida diaria. La idea básica en que
se apoya es que la práctica o repetición favorece la habilidad del individuo para
realizar eficazmente sus quehaceres cotidianos. En consecuencia, el desempeño
funcional de las actividades de la vida diaria se puede mejorar repitiéndolas, ele-
vando progresivamente el umbral de dificultad, hasta alcanzar el grado máximo de
eficacia. Además, el uso continuado de las destrezas consolida la mejora del desem-
peño, así como la tolerancia y resistencia a la actividad.
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Modelo médico de salud
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
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Modelo médico de salud
proyección futura respecto al equilibrio entre los roles que el individuo pueda asu-
mir. Seguidamente, se evalúa el desempeño ocupacional de aquellas actividades
básicas e instrumentales de la vida diaria, laborales y de ocio ligadas a tales roles.
Esto es así en la medida en que se piensa que los objetivos rehabilitadores de la
conducta motora están estrechamente ligados al desempeño ocupacional. Poste-
riormente se analizan las tareas que conforman tal desempeño, para ponerlas en re-
lación con aquellos factores de la persona y el ambiente que lo limitan u optimizan.
El análisis de la actividad permite determinar en qué medida sus requerimientos se
ajustan a las características del individuo en el entorno en que se realiza. Cuando
aparecen desajustes entre unos y otras, el terapeuta ocupacional identifica aquellos
aspectos cognitivos, sensoriales, motores o psicosociales, así como las característi-
cas del ambiente físico, socioeconómico y cultural que interfirieren en el desempe-
ño ocupacional, los evalúa con mayor precisión, y considera tanto el proceso como
los resultados del desempeño. Por ejemplo, evalúa los patrones de movimiento
preferidos por el individuo, su eficiencia, su estabilidad o inestabilidad, la flexi-
bilidad y capacidad para usar patrones nuevos y aprender nuevas estrategias, para
entender cabalmente las conductas motoras implicadas en el logro o compensación
de metas funcionales.
Es especialmente importante determinar la estabilidad de las conductas mo-
toras, puesto que esta puede ayudarnos a establecer la viabilidad del cambio en
el comportamiento durante el tratamiento. Las conductas muy estables requieren
mucho tiempo y esfuerzo para cambiarlas. Sin embargo, las inestables están en
el momento óptimo para promover su cambio. Así, las intervenciones o estrate-
gias compensatorias pueden ser más apropiadas cuando las conductas son estables,
mientras que las recuperadoras pueden ser más adecuadas cuando no lo son. Pero,
además de la conducta motora, también debemos evaluar otras variables: emocio-
nales (como la depresión), cognitivas (como la memoria o la orientación) o senso-
riomotoras (como la fatiga o los déficits visuales), las cuales pueden influir en los
resultados funcionales deseados. En esta labor, la identificación de los parámetros
de control es determinante, puesto que son los catalizadores del cambio en la con-
ducta motora. Tales parámetros son únicos para cada sujeto y cambian a lo largo
del tiempo, por ello constituye un desafío para el evaluador distinguir cuáles son
más relevantes en cada momento de la intervención. Es más, este abordaje plantea
que la evaluación específica de las variables personales y ambientales relacionadas
con el desempeño solo debe explorar aquellas relacionadas con los parámetros
de control, y descartar la evaluación de aquellas que tienen pocas implicaciones
en la funcionalidad. De esta forma, se mejora la eficiencia de la evaluación y se
disminuyen los costes del tratamiento.
Nos gustaría advertir, tal y como sostienen Mathiowetz, Bass-Haugen
y Radomski (2008), que el énfasis de la evaluación recae sobre la participación y
el desempeño ocupacional, más que en las estructuras y funciones corporales. El
motivo es doble.
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
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Modelo médico de salud
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
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Modelo médico de salud
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
El marco teórico desarrollado por Joan Toglia (2012; 2010) ha sido nombrado
de diferentes formas: abordaje multicontextual, abordaje cognitivo perceptual o
modelo dinámico interactivo. Originalmente fue desarrollado para el tratamien-
to de individuos con daño cerebral adquirido, específicamente para la rehabilita-
ción de disfunciones cognitivas. Posteriormente, ha sido aplicado también en el
ámbito de la salud mental y de los trastornos del desarrollo.
Sus ideas se basan también en los presupuestos básicos de la neurociencia so-
bre la cognición, pensada como la capacidad del individuo de obtener, procesar y
utilizar información para dar respuesta a las demandas del medio.
Desde esta interpretación, la realización eficaz de actividades es el resultado
de la capacidad individual para percibir y analizar la información sensorial prove-
niente del medio y ponerla en relación con la ideación, la planificación y la ejecu-
ción de acciones con propósito. Básicamente, el procesamiento de la información
se organiza en tres etapas: percepción sensorial, a través de la cual se captan los
estímulos del medio; análisis, que permite interpretar y organizar la información
sensorial recibida, y formación de hipótesis, por la cual se comparan los estímulos
percibidos con experiencias previas y se ponen en relación con las metas o los
propósitos de las respuestas del individuo.
Teniendo esto en consideración, las alteraciones del desempeño ocupacional
se interpretan como secuelas de una discapacidad cognitiva, causa última que sub-
yace a los problemas o dificultades para realizar actividades. La presencia de dé-
ficits cognitivos influirá en la capacidad del individuo para seleccionar y utilizar
eficientemente las estrategias de procesamiento de la información. Consecuente-
mente, dependiendo de las características de la disfunción, tendrá dificultades para
percibir e interpretar la información del medio, para controlar, anticipar, evaluar y
corregir sus actos, o para acceder y recuperar los conocimientos previos necesarios
para realizar una actividad, así como para adaptarlos o generalizarlos a las condi-
ciones cambiantes del medio.
La perspectiva teórica de Toglia sobre el procesamiento de la información se
apoya en un enfoque sistémico de la cognición, por el que se comprende que las
características del individuo, de la actividad realizada y del entorno en que tiene
lugar interactúan mutuamente durante la realización de una actividad.
Dependiendo de las características de cada individuo, la información sensorial
que procede del medio es procesada de forma distinta. Aspectos como el estado
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Modelo médico de salud
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
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Modelo médico de salud
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
MEMORIA
MEMORIA
MEMORIA DE TRABAJO
A LARGO
SENSORIAL
PLAZO
Procesamiento
Desempeño ocupacional
Output
162
Modelo médico de salud
responde a los inputs, señales o estímulos del ambiente, así como las conductas
que emite durante la realización de una tarea. Dicho de otra forma, el funciona-
miento cognitivo puede ser evaluado identificando las limitaciones funcionales de
un sujeto, a través de la observación del desempeño de sus actividades cotidianas.
De acuerdo con este supuesto, la metodología del modelo se articula en torno
a dos procedimientos básicos. En el primero, el terapeuta ocupacional evalúa la
capacidad máxima de funcionamiento cognitivo de la persona. En el segundo, una
vez que ha identificado el nivel máximo, se evalúan las demandas o requerimientos
cognitivos de las actividades aplicadas como tratamiento.
Para la evaluación del nivel cognitivo, Allen desarrolló una gama de herra-
mientas estandarizadas agrupadas en el Allen Cognitive Diagnostic Module. Este
módulo de diagnóstico incluye las siguientes herramientas: Allen Cognitive Level
Screen (ACLS), test de screening para evaluar la capacidad de aprendizaje; Large
Allen Cognitive Level Screen (LACLS), versión extendida del ACLS especial-
mente útil para la evaluación de personas mayores; Rutine Task Inventory (RTI),
instrumento para evaluar el nivel cognitivo en las actividades básicas e instrumen-
tales de la vida diaria, y Cognitive Performance Test (CPT), prueba para la evalua-
ción del desempeño de actividades instrumentales de la vida diaria.
Para llevar a cabo el primer paso durante la evaluación, Allen propone 7 niveles
de funcionamiento cognitivo y 52 formas o modalidades de desempeño (en una es-
cala comprendida entre 0,8 y 6,8). Por debajo del nivel 1, el sujeto se encuentra en
un estado comatoso, y por encima del nivel 6, el funcionamiento cognitivo puede
considerarse normal. En esta escala, el nivel 4,6 se establece como nivel mínimo
para que el individuo pueda vivir de forma independiente, aunque con necesidad
de apoyo y supervisión.
Dentro de cada nivel establece tres ejes de análisis que permiten determinar el
funcionamiento cognitivo del sujeto: atención a estímulos sensoriales, acciones
motoras y comunicación y lenguaje. Además, también describe las particularida-
des y características de la realización de las actividades de la vida diaria y las
necesidades de apoyo y supervisión en cada nivel.
En el cuadro 5.1 resumimos las características de cada uno de los niveles de
funcionamiento cognitivo definidos por Allen.
Definido con precisión el nivel de funcionamiento cognitivo del individuo e
identificados los déficits de atención, motores, de comunicación y lenguaje –así
como las capacidades funcionales conservadas–, el objetivo del tratamiento es ge-
nerar un entorno con estímulos óptimos que maximice las capacidades funcionales
para la realización de las actividades cotidianas.
Dicho de otra forma, la intervención o tratamiento en el modelo de Allen tiene
un marcado carácter compensatorio. Se organiza en torno a la selección y adapta-
ción de las actividades apropiadas al nivel de funcionamiento cognitivo del sujeto,
a la acomodación del entorno físico y al asesoramiento de familiares y allegados
(informándoles sobre las capacidades funcionales conservadas y las actividades
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
cotidianas que el sujeto puede realizar de forma segura) para superar las condicio-
nes de discapacidad.
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Modelo médico de salud
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
físicas y cognitivas que son necesarias para llevar a cabo cada paso. Además, se
analiza el entorno de la tarea, esto es, muebles, asientos, iluminación, temperatu-
ra, materiales, emplazamiento de útiles y herramientas, equipamiento disponible,
posición del cliente, instrucciones, asistencia o ayuda aportada y cualquier otro
aspecto que pueda influir en el desempeño.
El análisis conjunto de la tarea y del entorno permite identificar las deman-
das de la tarea y en qué medida estas se ajustan al nivel de funcionamiento cog-
nitivo del individuo, reconocido en la primera fase de la evaluación. Allen aporta
pautas de acción específicas para estructurar y adaptar el entorno de la tarea en
cada nivel cognitivo, y optimizar de esta forma las capacidades cognitivas del
paciente y, en último término, su desempeño ocupacional y su autonomía personal.
El lector interesado en ampliar la descripción y conocer más a fondo las ca-
racterísticas de las herramientas de evaluación asociadas con el modelo de Allen,
así como las del desempeño ocupacional en cada uno de los niveles de funcio-
namiento cognitivo, puede consultar D. M. Romero (2003), “Modelo de déficit
cognitivo de Claudia Allen”, en D .M. Romero y P. Moruno (2003), Terapia ocu-
pacional: teoría y técnicas, Masson.
166
6
Modelos psicológicos de salud
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
de una u otra forma por el psicoanálisis, ya sea para oponerse frontalmente a sus
supuestos y conceptos, ya sea para proponer alternativas, la forma de explicar los
fenómenos psíquicos ha dado lugar a teorías diferentes que cohabitan en la actua-
lidad y ejercen su influencia en el ámbito de la salud mental.
En oposición frontal a los supuestos teóricos y metodológicos del psicoanálisis,
a partir de la primera década del siglo xx, emerge una corriente teórica que erige el
concepto de conducta como elemento central de la psicología: el conductismo. Su
programa básico rechaza el estudio de la conciencia, para proponer un método expe-
rimental centrado en el estudio de la conducta adaptativa en términos de estímulos y
respuestas. Con el paso del tiempo y las aportaciones de la psicología cognitiva, esta
corriente ha llegado a dominar el panorama teórico en el campo de la salud mental,
y ha ejercido una poderosa influencia en todas las disciplina relacionadas con este
campo.
Además, a partir de la década de los cincuenta, enfrentada tanto a los principios
básicos del psicoanálisis como a los del conductismo, la psicología humanista, en-
cabezada principalmente por Carl Rogers y Abraham Maslow en Estados Unidos,
propone una ruta alternativa para interpretar teóricamente los fenómenos psíqui-
cos, articulada en torno a la experiencia consciente, la subjetividad individual y el
libre albedrío.
En la actualidad estas teorías conviven en la conceptualización de la enferme-
dad y la salud mental. Cada una se apoya en presupuestos teóricos contrapuestos,
difíciles de integrar, aunque también han aparecido modelos que tratan de aunar
sus principios básicos.
Dejando a un lado las interpretaciones médicas de la salud mental (una vez
resumidos sus supuestos básicos en el apartado 5.1), los modelos de salud psicoló-
gicos que expondremos a continuación se basan en las siguientes teorías:
–– Psicoanálisis.
–– Psicología humanista.
–– Psicología cognitivo-conductual.
–– Rehabilitación psicosocial.
168
Modelos psicológicos de salud
6.1. Psicoanálisis
169
Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
trastorno mental se conciben como una metáfora del padecimiento subjetivo del
individuo.
En la teoría psicoanalítica elaborada por Freud podemos encontrar diferentes
hipótesis sobre el aparato psíquico y su funcionamiento. Habitualmente, se hace
referencia a dos grandes teorías o tópicas. En la primera tópica, Freud distingue
tres sistemas psíquicos relacionados entre sí, dotados de características y funciones
diferentes: inconsciente, consciente y preconsciente. Cada uno de estos sistemas
da cabida a distintos contenidos del pensamiento y los mecanismos de censura o
represión regulan el paso de tales contenidos de un sistema a otro. Esta idea hace
referencia a la concepción dinámica del aparato psíquico para el psicoanálisis. Tal
paso puede darse en dos direcciones: determinados contenidos del pensamiento,
intolerables para la conciencia, pueden reprimirse para hacerse inconscientes, pero
también los contenidos inconscientes pueden llegar a hacerse conscientes a través
de la terapia. Los sueños, lapsus línguae, actos fallidos, síntomas y, en general, las
acciones, el discurso y el comportamiento individual evidencian elementos incons-
cientes del aparato psíquico y, a través de ellos, es posible acceder a los contenidos
inconscientes del sujeto.
A partir de la década de los veinte, Freud desarrolla la segunda tópica, también
denominada teoría estructural de la personalidad. En ella, establece tres instancias
psíquicas: el ello (id), el yo (ego) y el superyó (super ego). El ello, polo pulsional
de la personalidad, es regido por el principio del placer que demanda la satisfac-
ción inmediata de las pulsiones. Es la instancia de la personalidad que representa
la libido del ser humano. El yo, regido por el principio de realidad, regula las
demandas del ello para adecuarlas a las normas sociales, lo que permite su satis-
facción de forma socialmente aceptada. La resolución del complejo de Edipo hace
posible que el ser humano interiorice las normas sociales y culturales que rigen una
comunidad determinada, y promueva la socialización del sujeto, que asume como
propios los valores de su cultura. De esta forma, emerge el superyó, instancia de la
personalidad que se encarga de interiorizar y hacer propias las normas sociales y
culturales que rigen el contexto en el que se encuentra inmerso el individuo.
En la teoría del desarrollo psicosexual infantil, Freud establece que la
personalidad del individuo se desarrolla, desde la infancia hasta la madurez, arti-
culándose alrededor de distintas modalidades de satisfacción pulsional, especial-
mente de las pulsiones sexuales, según una concepción de la sexualidad muy am-
plia que no se puede equiparar a la forma en que concebimos la sexualidad genital
del adulto. El inconsciente se conforma alrededor de aquellos contenidos del pen-
samiento vinculados a la satisfacción de las pulsiones y a su regulación social, que
caen bajo el efecto de la represión y, aunque no están sujetos al control voluntario
del sujeto, pueden motivar su comportamiento.
El concepto de pulsión hace referencia a un proceso dinámico que empuja al
organismo a la consecución de un fin: la satisfacción sexual. De esta forma, la pul-
sión representa la carga energética que motiva el comportamiento. Tiene su origen
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Modelos psicológicos de salud
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
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Modelos psicológicos de salud
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Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
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Modelos psicológicos de salud
las ideas del cognitivismo que contemplan variables de carácter biológico, consti-
tucional, psicológico e incluso biográfico, en la explicación del comportamiento.
Desde esta interpretación teórica, la conducta individual –tanto su adquisición,
como su mantenimiento y cambio– es resultado de un proceso de aprendizaje y
este, a su vez, consecuencia de los estímulos del medio. Las teorías del condicio-
namiento clásico o aprendizaje por asociación y del condicionamiento o aprendi-
zaje operante –denominadas en conjunto teorías situacionistas– son la base teórica
para explicar la conducta en los primeros años del conductismo.
La teoría del aprendizaje clásico plantea que una conducta se puede aprender
o adquirir como resultado de la asociación de un estímulo neutro con un estímulo
incondicionado. En el bien conocido experimento de Paulov, la asociación repetida
de comida (estímulo incondicionado) con el sonido de una campana (estímulo neu-
tro) permite que un perro adquiera una conducta nueva, la de salivar al percibir el
sonido de la campana que inicialmente era un estímulo neutro y no causaba ningu-
na respuesta. Después del condicionamiento, se transforma en un estímulo condi-
cionado y hace que el perro salive: el perro ha aprendido por asociación una nueva
conducta generada por un estímulo inicialmente neutro. De forma esquemática, el
aprendizaje clásico suele representarse con la fórmula: E-R, donde E representa los
estímulos del ambiente y R, las respuestas (conductas) observadas del organismo.
En esta formulación no es preciso considerar ninguna variable psíquica ni orgánica
que motive la conducta. La respuesta se explica únicamente como consecuencia de
la estimulación ambiental.
Por su parte, la teoría del condicionamiento operante amplía los conceptos que
nos permiten explicar la conducta, de una forma complementaria y congruente
con los principios que rigen el aprendizaje clásico, e introduce las consecuencias
que la respuesta emitida por el organismo tiene en el proceso de adquisición, man-
tenimiento o extinción de la conducta. El condicionamiento operante se puede
formular así: E-R-K-C. En esta fórmula, el consecuente, C, representa los efectos
o reacciones ambientales inmediatos a la respuesta emitida por el organismo y que
la condicionan. De esta forma, la respuesta que se observa en un organismo (R)
depende de la estimulación ambiental (E) y de la consecuencia (C) que produzca la
respuesta emitida. En este esquema, K simboliza la relación de contingencia entre
la emisión de una respuesta y las consecuencias asociadas a ella. Siempre que se dé
una relación de contingencia entre la conducta y sus consecuencias, es decir, siem-
pre que el resultado de la conducta sea el mismo, este puede constituir un refuerzo
positivo para el aprendizaje o mantenimiento del comportamiento. Por el contra-
rio, si su efecto hace que la conducta tienda a desaparecer, el consecuente tendrá un
efecto de refuerzo negativo y la conducta se extinguirá. En síntesis, en los modelos
situacionistas la conducta está determinada por los estímulos ambientales.
Por su parte, los modelos interaccionistas explican la conducta y contemplan
también variables del organismo, tanto de carácter biológico como de carácter per-
sonal (historia del aprendizaje, repertorio de conductas aprendidas, pensamientos,
175
Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
emociones, etc.). Así, postulan un modelo teórico que podemos representar con el
esquema: E-O-R-K-C.
De esta forma, introducen el organismo, simbolizado con la letra O, como ele-
mento mediador entre la estimulación ambiental y el comportamiento. Desde esta
interpretación teórica, variables de tipo biológico, como la ansiedad o el miedo,
pero también el repertorio de conductas aprendidas a lo largo de la historia indi-
vidual, las emociones, la motivación o los pensamientos, actúan como elementos
mediadores entre los estímulos y las respuestas y, por tanto, ejercen una influencia
directa en la explicación de la conducta. Así, la psicología cognitiva amplía los
conceptos explicativos, y destaca el papel de los procesos cognitivos en la conduc-
ta. Los procesos de percepción y atención selectiva, las características del proce-
samiento de la información, la codificación simbólica, los pensamientos, las emo-
ciones o la motivación se postulan como mediadores de los estímulos ambientales
que recibe el organismo, y determinan la influencia de estos en el comportamiento.
Desde este enfoque, el papel de los procesos cognitivos es primordial, dado que
constituyen un filtro de los estímulos del entorno, por lo cual la cognición tiene un
papel central en la explicación del comportamiento.
Basándose en los presupuestos que acabamos de resumir, la metodología del
marco de referencia teórico cognitivo-conductual se funda en la generación y con-
trastación de hipótesis. Como reacción al método introspectivo en que se apoyaba
el psicoanálisis, al que se opone, defiende el establecimiento de hipótesis y su
contrastación con datos empíricos. Probablemente, esta es la diferencia más sig-
nificativa respecto a la metodología del resto de marcos de referencia teóricos. Se
apoya en y desarrolla un método experimental, seña de identidad desde su origen y,
quizá, fuente de sus principales limitaciones y logros en lo que respecta a su enrai-
zamiento en nuestra cultura. Se enfrenta así a la metodología del psicoanálisis –y,
posteriormente, del humanismo–, que concibe la enfermedad mental y su abordaje
clínico desde una perspectiva idiosincrásica. También a la del modelo médico, que,
aunque se apoye en hallazgos obtenidos a través de la experimentación, contempla
las variaciones individuales tanto de los síntomas y signos como en la terapéuti-
ca. El marco teórico cognitivo-conductual propugna el control experimental como
eje de su metodología. A partir de la descripción de las conductas definidas como
problema y de las relaciones funcionales entre tales conductas y los estímulos del
ambiente, se elaboran hipótesis iniciales alrededor de las cuales se articula la in-
tervención. Formuladas tales hipótesis se manipulan las variables que intervienen
en el problema, y se trata de verificarlas o, si fuese el caso, de modificar o generar
nuevas hipótesis hasta que desaparezca o cambie la conducta problema.
La aplicación de este método se articula principalmente en torno al proceso de
evaluación psicológica, el cual se estructura en tres fases principales: recogida
de información, generación de hipótesis explicativas y contraste de tales hipótesis.
Estas fases se repiten hasta alcanzar una hipótesis explicativa general, denominada
formulación clínica del caso. La generación de las hipótesis explicativas de un
176
Modelos psicológicos de salud
177
Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
6.3. Humanismo
178
Modelos psicológicos de salud
179
Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
180
Modelos psicológicos de salud
181
Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
182
Modelos psicológicos de salud
mental grave), tanto en sus síntomas negativos como en los positivos, es conse-
cuencia de la relación entre la vulnerabilidad del individuo que la padece y los
factores estresantes del ambiente. El grado de vulnerabilidad de cada individuo
depende de la combinación singular de un conjunto de factores: biológicos (como
alteraciones genéticas o patológicas del sistema nervioso central); psicológicos
(como los estilos de procesamiento de la información, la motivación, su historia de
aprendizaje y el desarrollo evolutivo y psicosocial); y también sociales y ambien-
tales. Tal vulnerabilidad es un rasgo individual duradero que predispone al sujeto
a padecer la enfermedad. No obstante, este rasgo no es condición suficiente para
que la esquizofrenia se desencadene, ya que es necesario que se den otros facto-
res ambientales desencadenantes. Aun en aquellos casos en que la vulnerabilidad
de un sujeto sea muy elevada, por sí sola no causa la aparición y desarrollo de
la enfermedad, ni permite explicar la sintomatología específica que padece cada
individuo, ni las recaídas con que cursa la esquizofrenia. Dicho en otras palabras,
no todos los sujetos vulnerables, ni siquiera aquellos con alta vulnerabilidad, desa-
rrollan la enfermedad. Su inicio, las recaídas o la exacerbación de los síntomas se
explican como consecuencia de la interacción entre la vulnerabilidad y la aparición
de eventos estresantes que el individuo no es capaz de afrontar. Por ejemplo, un
sujeto con escasas habilidades de afrontamiento, exigua capacidad para resolver
sus problemas cotidianos, insuficiente red de apoyo social y familiar o pobres re-
cursos económicos puede desarrollar la enfermedad aunque su grado de vulnerabi-
lidad sea bajo. Por el contrario, un individuo con más capacidades o destrezas para
desenvolverse, con más apoyos o recursos, puede no desarrollar la enfermedad
aunque su vulnerabilidad sea alta. Todas las variables que acabamos de señalar,
entre otras, se conciben como factores de protección –tanto de carácter personal
como ambiental, por ejemplo, la ingesta regular de medicación antipsicótica o el
seguimiento de un programa rehabilitador–, frente a la suma de eventos estresantes
que ha de afrontar el sujeto.
Así, la aparición por primera vez de síntomas o su descompensación puede
ser consecuencia del aumento de los eventos estresantes, de la disminución de
las destrezas para afrontar la vida diaria, de un cambio en la red de apoyo social
o familiar o del abandono del tratamiento farmacológico o del proceso de rehabi-
litación. La intensidad del estrés ambiental que puede desencadenar los síntomas
está en relación inversamente proporcional al grado de vulnerabilidad individual.
De esta forma, cuanto más elevada sea esta, menor ha de ser el estrés ambiental
que desencadene el cuadro clínico y a la inversa. La cronicidad, tan común en
la esquizofrenia, se interpreta en relación con el número de recaídas y con la
acción recíproca, a lo largo de la historia personal, de factores desencadenantes
y protectores.
Basándose en estos presupuestos, en lo que respecta al tratamiento o inter-
vención, la rehabilitación psicosocial tiene como objetivo último lograr que las
personas con enfermedad mental grave se integren en la comunidad, en unas con-
183
Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
diciones que normalicen al máximo las posibilidades del sujeto, gracias a la mejora
de su funcionamiento psicológico y social.
Las estrategias terapéuticas se ordenan en tres grandes áreas: mitigar la vul-
nerabilidad, aumentar los factores de protección y modificar el ambiente. Estas
estrategias se organizan a través del diseño de planes individualizados de rehabili-
tación, establecidos a partir de una evaluación de las características de cada caso.
Así, dependiendo de las particularidades singulares de cada persona, la ingesta
regular de medicación o la terapia cognitiva persiguen suavizar la vulnerabilidad
individual, sin olvidar la disminución o modificación de los factores ambientales
que acrecienten el estrés, el desarrollo de destrezas de afrontamiento y habili-
dades sociales, o la mejora de la red de apoyo social, institucional o el soporte
familiar, económico y afectivo, los cuales dotan al sujeto de factores de protección
frente a la enfermedad.
El proceso rehabilitador se orienta hacia una práctica centrada en el cliente,
en la que la autodeterminación y la autonomía del sujeto se consideran principios
básicos de la intervención.
Desde este marco teórico, el desempeño y la participación ocupacional pueden
concebirse como factores de protección frente a las recaídas y exacerbación de los
síntomas. La rehabilitación psicosocial se apoya en gran medida en promover el
proceso de integración sociolaboral y la adquisición de competencias para afrontar
la vida diaria.
El desempeño de actividades laborales puede observarse como uno de los facto-
res de protección más relevantes, en la medida en que contribuye a la organización
de la vida adulta y al proceso de integración social en la comunidad. Así, las inter-
venciones de orientación vocacional e inserción en el mundo laboral se convierten
en ejes del proceso de rehabilitación.
Igualmente, el desempeño de actividades básicas e instrumentales de la vida dia-
ria y la realización de otras de ocio y participación social en la comunidad son ve-
hículos que mejoran el funcionamiento del individuo en su entorno habitual y, en
último término, su rehabilitación.
Complementado las intervenciones para la adquisición y mantenimiento de
habilidades y para el desempeño ocupacional adaptado, son de relevancia aque-
llas actuaciones dirigidas a la modificación del entorno social y cultural –por
ejemplo, para contrarrestar las consecuencias del estigma social en los colecti-
vos de enfermos mentales–, al apoyo de familiares y allegados –para asesorar-
les en el manejo de las dificultades de la convivencia– y a la compensación de
las capacidades residuales y del funcionamiento del individuo en su comunidad
–verbigracia, diseño, desarrollo y apoyo a actividades de ocio, lúdicas o para la
inclusión y participación activa en la comunidad–, este tipo de acciones conforman
estrategias básicas de intervención del terapeuta ocupacional en el ámbito de la
rehabilitación psicosocial.
184
7
Modelo sociológico de salud
185
Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
186
Modelo sociológico de salud
187
Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
188
Modelo sociológico de salud
Las aportaciones teóricas que acabamos de resumir han generado una revisión
crítica de los supuestos teóricos básicos de la biomedicina (también de los mode-
los psicológicos) en los que tradicionalmente se han apoyado muchos marcos de
referencia teóricos, modelos de práctica y abordajes de terapia ocupacional.
En primer lugar, se examina críticamente la explicación causal del modelo
médico, según la cual la causa de una enfermedad es una etiología específica de
carácter biológico u orgánico. Oponiéndose a este presupuesto, la perspectiva so-
ciológica defiende una explicación multicausal de la enfermedad. Sostiene que la
desigualdad social y económica, el desarrollo industrial o tecnológico, las condi-
ciones laborales, de vivienda, la alimentación o, incluso, los escenarios históricos
son factores determinantes para explicar comprensivamente la enfermedad.
En segundo lugar, se revisa la consideración de la enfermedad como un fenó-
meno universal, también un supuesto básico del modelo médico, desde la que cada
189
Parte III. Modelos de salud y marcos de referencia teóricos
190
Parte IV
Modelos teóricos y de práctica
en terapia ocupacional
8
Modelo de la ocupación humana
193
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
194
Modelo de la ocupación humana
8.1. Introducción
El recientemente fallecido Gary Kielhofner, en colaboración con otros autores, pre-
sentó por primera vez en 1980, en la American Journal of Occupational Therapy
(AJOT), las ideas del modelo de la ocupación humana (en adelante, MOHO). A lo
largo de más de tres décadas estas han ido evolucionado hasta la actualidad. Sin
lugar a dudas, el MOHO es el modelo de práctica más extendido internacionalmen-
te en nuestra disciplina. Ha dado lugar a abundantes herramientas de evaluación,
líneas de investigación y numerosísimos artículos científicos. La recensión que pre-
sentamos a continuación se basa en la cuarta edición del Model of Human Occupa-
tion: Theory and Application, Lippincot Williams & Wilkins, 2008.
Probablemente el éxito del MOHO se deba a su potencia teórica. Históricamente
hablando, es el primer intento de explicar de forma global y sistemática la dinámica
que subyace a cómo cada individuo, en interacción con su entorno, elige, adquiere,
organiza, realiza y cambia sus ocupaciones a lo largo de su desarrollo vital. Es decir,
explica la totalidad de los aspectos relacionados con la ocupación humana.
195
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
El MOHO explica las dimensiones del hacer humano y se sirve de dos perspecti-
vas de análisis complementarias. Desde la primera, adopta un análisis transversal
196
Modelo de la ocupación humana
197
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
198
Modelo de la ocupación humana
otras palabras, esta competencia refleja en qué medida cada sujeto construye con
sus actos su identidad ocupacional.
Estos tres conceptos se relacionan estrechamente entre sí. Así, en un momento
puntual de la vida de un individuo, su grado de adaptación ocupacional es resulta-
do de la solidez de su identidad y esta, a su vez, está estrechamente relacionada con
su nivel de competencia. Obviamente, el nivel de adaptación cambia con el paso
del tiempo, en la medida en que desde la infancia hasta la vejez la competencia e
identidad ocupacionales de cada individuo se construyen, consolidan y cambian
de forma continua.
En resumen, cada individuo, a lo largo de su desarrollo, y gracias a la interac-
ción con el entorno que lo rodea, adquiere progresivamente habilidades que le
permiten realizar diversas actividades de la vida diaria, laborales y de ocio o juego
en su medio habitual. Estas habilidades y actividades cambian a lo largo del tiem-
po, y dan forma a su competencia e identidad ocupacionales, las cuales, en último
término, fortalecen o limitan su grado de adaptación y participación ocupacional.
El MOHO concibe al ser humano como un sistema formado por tres componentes
organizados de manera heterárquica, a saber: volición, habituación y capacidad
de desempeño. La volición es la instancia que regula la motivación de la persona
para realizar ocupaciones; la habituación organiza su realización, básicamente en
hábitos y roles; y la capacidad de desempeño se corresponde con las capacidades
físicas y mentales necesarias para llevarlas a cabo, así como con la vivencia sub-
jetiva de quien las hace. Veamos someramente las notas singulares de cada uno de
estos tres componentes.
8.5.1. Volición
199
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
puede o no hacer bien (causalidad personal), aquello con lo que disfruta (intereses)
y lo que considera importante (valores). Aunque la cultura influye poderosamente
en la valía que se atribuye a una ocupación determinada, en las formas de goce
o disfrute individual y en las capacidades necesarias para realizarla, cada sujeto
posee una configuración volitiva única, reflejo de su historia ocupacional y de sus
circunstancias personales.
La organización interna de la volición, dispuesta por la interrelación entre la
causalidad, los valores y los intereses personales e inscrita en cada contexto de
acción, concurre junto a los hábitos y habilidades para permitirnos anticipar, ele-
gir, experimentar e interpretar nuestro comportamiento ocupacional. Gracias a los
procesos volitivos, los individuos anticipan sus acciones, observan y buscan entre
aquello que los rodea lo que desean hacer, y lo relacionan con su idea sobre sus
posibilidades o capacidad para efectuarlo. Siguiendo estas premisas, aquello que
escogemos llevar a cabo en nuestro entorno es la función primordial de la volición.
En relación directa con la anticipación de sus actos, cada individuo elige las ocupa-
ciones que realiza. Lo que cada sujeto prefiere hacer da forma a su quehacer diario e
influye en el curso de su vida ocupacional. Dicho de otra forma, la ocupación emana
principalmente de elecciones de actividades y ocupaciones, fruto de la voluntad y la
deliberación consciente. Las elecciones de actividades dan forma al futuro inmedia-
to, regulan el inicio y la finalización de actividades cotidianas a corto plazo (como
preparar un café, vestirse o conducir hasta el trabajo). Las elecciones ocupacionales
son menos frecuentes, aunque tienen un gran impacto a lo largo de nuestra vida
(como estudiar una carrera, hacer deporte regularmente o ser madre). Tales eleccio-
nes, consideradas en conjunto, organizan y motivan la ocupación de cada individuo.
Al mismo tiempo, la volición influye en cómo cada individuo experimenta e
interpreta de manera singular aquello que hace. De esta forma, dota de significado
a las ocupaciones realizadas y, en la medida en que lo que el sujeto experimenta
concuerda con sus expectativas, contribuye a la satisfacción personal.
Asimismo, el autor afirma que únicamente podemos comprender adecuada-
mente la volición de un sujeto si aprehendemos la interacción, la relación dinámica
entre la causalidad personal, los valores y los intereses.
La causalidad personal predispone o motiva para realizar diversas actividades
y ocupaciones. Incluye dos componentes o dimensiones: el juicio o apreciación
(sense) de la capacidad personal –es decir, cómo evalúa un individuo sus capaci-
dades físicas, intelectuales y de interacción social para hacer una ocupación–, y la
autoeficacia –esto es, qué eficacia atribuye a tales capacidades, para alcanzar los
resultados que desea, cuando realiza una actividad u ocupación–. Esta última está
regulada a su vez por el autocontrol, o percepción subjetiva sobre la capacidad de
tomar decisiones y actuar en consecuencia con ellas, y sobre el efecto o impacto
de sus actos en el medio. En conjunto, la apreciación de las propias capacidades
y el conocimiento de la eficacia al actuar predispone a cada sujeto a hacer aquello
que se siente capaz de llevar a cabo y a evitar lo que se siente incapaz de realizar.
200
Modelo de la ocupación humana
Tratemos de ilustrar estas ideas con un ejemplo. Aquel individuo que se consi-
dera capaz, cree que tiene control sobre sus actos y piensa que estos son suficientes
para lograr las metas que se ha planteado busca oportunidades para actuar, corrige
sus acciones a la luz de los resultados obtenidos y persiste en el logro de sus me-
tas. Por el contrario, aquel que se cree incapaz de hacer algo, siente que no tiene
el control de sus actos o que estos no son suficientes para conseguir sus objetivos
se retrae ante las oportunidades, evita la retroalimentación y no persiste en sus
objetivos.
Los valores son un conjunto coherente de convicciones personales que gene-
ran una fuerte disposición a actuar de acuerdo con ellas. Tales ideas permiten a
cada individuo asignar significados y valores a las diversas ocupaciones que puede
realizar en su medio. Gracias al proceso de socialización cada persona adquiere
creencias y responsabilidades, propias del entramado cultural del que procede, so-
bre aquello que es bueno, correcto e importante hacer, sobre la forma en que debe
ponerlo en práctica y sobre las metas que son deseables alcanzar. Por lo demás, los
valores entrañan un sentido de obligación, una predisposición emocional para rea-
lizar ocupaciones significativas, según pautas o estándares determinados cultural-
mente. Al actuar según ellos, el sujeto experimenta un sentimiento de pertenencia
social y cultural, así como de pertinencia de su comportamiento. Dicho con otras
palabras, los valores adquiridos impelen a utilizar el tiempo de una determinada
forma, y estipular lo que se debe hacer, la manera correcta de realizarlo y las metas
que se persiguen.
Por su parte, los intereses se manifiestan en el disfrute, el regocijo o la satisfac-
ción asociados a lo que hacemos y en nuestras preferencias al realizar ciertas cosas
y no otras. Los intereses se adquieren gracias a experiencias de placer y satisfac-
ción. Generados a partir de experiencias individuales de goce o bienestar, influyen
en la atracción, tendencia o preferencia por disfrutar de ciertas modalidades de
desempeño o de algunas actividades en lugar de otras. De esta forma, hacer algo
placentero y satisfactorio es un elemento central de la volición, gracias a que esto
nos aporta experiencias y emociones positivas. Kielhofner plantea varios factores
relacionados con el disfrute o la satisfacción personal: el placer corporal, la satis-
facción de la curiosidad intelectual, estética o creativa, el logro de un desafío o la
hermandad con nuestros semejantes. Cada individuo desarrolla a lo largo de su
vida un patrón de intereses personales único, un conjunto de intereses ocupaciona-
les por actividades predilectas que acumula durante su experiencia vital.
8.5.2. Habituación
201
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
202
Modelo de la ocupación humana
Kielhofner la define como “la capacidad de hacer cosas, sustentada tanto por ca-
pacidades y procesos físicos y mentales de carácter objetivo que subyacen al des-
203
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
empeño, como por la experiencia subjetiva del individuo” (ibid., p. 68). Por tanto,
este constructo incluye aspectos objetivos y subjetivos.
Por un lado, está determinada por la condición e integridad de los sistemas
musculoesquelético (sistemas muscular y óseo, que sustentan el funcionamien-
to de las unidades corporales), neurológico (sistema nervioso central y nervios
periféricos, que transmiten y organizan las aferencias sensitivas y las respuestas
motoras), cardiopulmonar (sistemas cardiovascular y respiratorio que permiten el
funcionamiento neurológico y motor) y otros sistemas corporales. Además, el des-
empeño ocupacional depende también de las capacidades mentales y cognitivas,
tales como la memoria o la atención. En el MOHO se advierte que, para interpretar
el papel de los componentes objetivos de la capacidad de desempeño, podemos
apoyarnos en las teorías (biomecánica, del control motor, de la integración sen-
sorial, de la conducta, la percepción y la cognición) aportadas por los marcos de
referencia teóricos. Así, es posible explicar los problemas relacionados con las
alteraciones de las estructuras y funciones corporales que subyacen al desempeño.
Sin embargo, por otro lado, el MOHO hace especial hincapié en los aspectos
subjetivos relacionados con la capacidad de desempeño. Es decir, en la experiencia
o vivencia de cada persona de sus capacidades y limitaciones. Esta perspectiva
se defiende como complementaria a una aproximación meramente objetiva a las
capacidades subyacentes al desempeño de una ocupación. Centra su atención en la
experiencia subjetiva del propio cuerpo, de sus capacidades y limitaciones y cómo
tal vivencia influye y da forma al desempeño ocupacional. Para apoyar la aproxi-
mación subjetiva o vivencial a la capacidad de desempeño, Kielhofner se sustenta
en el concepto de cuerpo vivido (lived body), y subraya la manera única en que
cada sujeto experimenta su cuerpo, parte indisociable de su yo, y sus efectos en el
desempeño ocupacional.
8.6. Entorno
204
Modelo de la ocupación humana
205
9
Modelo canadiense
9.1. Introducción
207
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
208
Modelo canadiense
Conceptos Definición
Ocupación Una actividad o conjunto de actividades que es desempeñada con
cierta consistencia y regularidad, que aporta estructura y a la que
se da valor y significado individual y culturalmente.
Actividad Un conjunto de tareas con un resultado o fin específico, mayor que
la de cualquiera de ellas que la constituya.
Tarea Un conjunto de acciones que tiene un fin o resultado específico.
Acción Un conjunto de movimientos voluntarios o procesos mentales que
forman un patrón reconocible y con propósito.
Movimientos Un movimiento muscular sencillo o una activación mental.
voluntarios o
procesos mentales
209
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
Para describir las variables que explican cómo emergen y cambian el desempeño e
implicación ocupacionales, el modelo se sirve de la representación gráfica original
del CMOP. Apoyándose en ella, delimita la esfera de fenómenos que conciernen a
la disciplina, a saber: la intersección de aquellos factores personales y ambientales
que conforman el desempeño y la implicación ocupacional. Por ende, afirma que
cualquier aspecto que no esté relacionado con el desempeño de una ocupación, ya
sea aquel personal o ambiental, queda fuera del ámbito que concierne a la terapia
ocupacional.
El modelo canadiense parte del presupuesto de que los seres humanos son seres
ocupacionales desde su nacimiento. Según esto, el desempeño y la implicación
ocupacionales son consecuencia de la interacción entre una persona y su entorno,
al que se encuentra enteramente ligada, a través de la ocupación. Cuando son con-
gruentes las habilidades de un sujeto con las demandas del entorno, su desempeño
ocupacional contribuye a desarrollar sentimientos de armonía que favorecen el
crecimiento y la expresión personal.
Examinemos con más detalle las relaciones entre las variables que propone el
modelo, para explicar así cómo surge y cambia la ocupación, siguiendo la repre-
sentación gráfica de la figura 9.1.
En lo que respecta a la persona (representada como un triángulo en el centro
del diagrama), se propone una estructura formada por tres componentes: afectivo,
en el que se incluye la capacidad de interacción social; cognitivo, ligado a las
funciones intelectuales, y físico, relacionado con las funciones sensoriales, mo-
toras y sensoriomotoras. En el centro encontramos una esfera que representa la
espiritualidad, definida como una fuente de significado que “reside en la persona,
a la que da forma el entorno, y aporta significado a las ocupaciones” (ibid., p. 59).
La idea de espiritualidad no queda restringida únicamente a creencias o prácticas
religiosas, sino que se asocia a la esencia de cada ser humano, aquello que lo hace
único, que tiende a expresarse en todas sus acciones, que lo trasciende y lo guía a
lo largo de su vida.
De esta forma, a pesar de caracterizar a la persona a partir de sus componentes
físicos, cognitivos y afectivos, el modelo afirma que aprehender la experiencia
individual asociada a la implicación y el desempeño ocupacional es un eje de aná-
210
Modelo canadiense
Institucional Cultural
Afectivo
Autocuidado Productividad
Espiritualidad
Cognitivo Físico
Ocio
211
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
212
Modelo canadiense
213
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
Desde el segundo enfoque, como ha quedado dicho supra, se explica cómo las
ocupaciones cambian con el transcurso del tiempo. Tales cambios son la con-
secuencia del desarrollo evolutivo normal, de transiciones ocupacionales, fácil-
mente predecibles entre distintas etapas o estadios, y de pérdidas ocupacionales
azarosas.
Adoptando una perspectiva de análisis longitudinal, el desarrollo ocupacional
se define como un proceso sistemático de transformación del comportamiento ocu-
pacional, fruto de la interacción de una persona con su entorno. Desde el mismo
momento de nacer, adquirimos, acumulamos y afianzamos progresivamente un
repertorio de ocupaciones y patrones ocupacionales, en un proceso continuo de
interrelación con el medio que da forma a nuestro desarrollo ocupacional. Nuestras
creencias, expectativas y elecciones ocupacionales se ven influidas por el contexto
social, cultural e histórico, modelan la manera de interpretar la idoneidad del curso
ocupacional de nuestras vidas.
Tal desarrollo, como ocurría con el entorno, puede analizarse desde tres pers-
pectivas diferenciadas, a saber: micro, meso y macro. Desde una perspectiva mi-
cro, el desarrollo ocupacional tiene lugar competencia a competencia, cuando un
individuo realiza gradualmente, a lo largo de un continuo que va del principiante
al experto, una ocupación específica. El itinerario y celeridad del desarrollo de
cada competencia varían de un individuo a otro, dependiendo de sus capacidades
y su proceso de maduración, pero también de las características y demandas del
entorno y del apoyo recibido. En las premisas del modelo queda estrechamente
ligado el propósito de cada ocupación con el desarrollo de la competencia. Así, se
afirma que, sin un propósito, un objetivo o una representación del sentido que tiene
una ocupación, es imposible desarrollar las competencias ligadas a ella. Desde una
perspectiva meso, cada individuo acumula competencias para realizar una amplia
variedad de ocupaciones. Así, adquiere paulatinamente un repertorio ocupacio-
nal. Tal repertorio está formado por una miscelánea de patrones ocupacionales y
ocupaciones que cambia constantemente; en ocasiones, se expande, en otras, se
constriñe. Desde un punto de vista macro, la disponibilidad de distintas ocupacio-
nes en el entorno a lo largo del tiempo juega un importante papel en el desarrollo
del repertorio ocupacional. Esta disponibilidad da lugar a transiciones y pérdidas
ocupacionales que pueden contemplarse desde un punto de vista tanto individual
como colectivo, y hace referencia a grupos y comunidades e, incluso, a la evolu-
ción de los seres humanos como especie.
214
Modelo canadiense
215
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
Considerando este doble interés, tanto individual como social, el modelo pro-
pone definir seis clases de clientes, para aprehender mejor la diversidad de nece-
sidades de capacitación que conciernen a la práctica de la terapia ocupacional.
Advierte, además, que el término cliente es un vocablo netamente económico y
propone cambiarlo por otros (trabajador, residente, paciente, estudiante, miembro
de la comunidad, entre otros), dependiendo del contexto de práctica en que lleve-
mos a cabo nuestro trabajo. Consecuentemente, los clientes que pueden beneficiar-
se de los servicios de terapia ocupacional pueden ser: individuos, familias, grupos,
comunidades, organizaciones y poblaciones.
Es en este marco en el que se exponen las ideas básicas del modelo canadiense
de la capacitación (enablement) centrada en el cliente (CMCE), para describir los
principios en que se basa y las habilidades implicadas en el proceso de capacitación.
Desde la perspectiva singular de nuestra disciplina, la capacitación se basa
en unos principios básicos, estrechamente relacionados entre sí, que orientan la
acción profesional de los terapeutas ocupacionales. Estos principios subrayan el
compromiso ético que ha de preservar el derecho de los clientes a arriesgarse y
elegir responsablemente (considerando su punto de vista, experiencias e intereses),
incluso cuando sus elecciones son distintas de las de los profesionales. En conse-
cuencia, la participación es un aspecto central del proceso de capacitación. La idea
de participación implica que los clientes, como ciudadanos de pleno derecho, son
parte de la toma de decisiones sobre el servicio de terapia ocupacional. De esto se
desprende que el quehacer profesional del terapeuta ocupacional se asienta en la
colaboración con el cliente a lo largo de todo el proceso de intervención. Se recalca
así el papel activo de este para identificar e implementar planes de acción que le
capaciten, de la mejor manera posible, para participar en ocupaciones.
Además, se incita a adoptar una amplia visión de posibilidades, como un desa-
fío global de nuestra disciplina, para descubrir y generar oportunidades que capaci-
ten el cambio individual (más allá de la capacidad, la edad, el sexo, el estatus social
u otras características particulares del cliente) y social, y fomentar oportunidades
para el empoderamiento y la participación en la sociedad. Tal amplitud de miras
modifica la idea de cambio, tradicionalmente asociada al meramente individual.
Ahora, el cambio se asocia con la capacitación de los clientes para que estos pue-
dan desarrollarse por medio de transiciones ocupacionales a lo largo de su desarro-
llo vital; mantener su implicación ocupacional, su salud y su bienestar; restaurar
su desempeño ocupacional y prevenir pérdidas ocupacionales y situaciones de in-
justicia ocupacional, como la privación y alienación ocupacional (para profundizar
en estos conceptos, vid. cap. 3, apdo. 3.7.2).
Los principios básicos que acabamos de describir orientan la labor de los
terapeutas ocupacionales, que se vehicula a través de diversas habilidades para
la capacitación (enablement skills), las cuales, en conjunto, constituyen nuestra
competencia profesional. Así, cada terapeuta ocupacional adquiere y desarrolla un
abanico personal de destrezas, dependiendo de sus intereses, talento y experiencia.
216
Modelo canadiense
217
10
Marco para la Práctica
de la Terapia Ocupacional
10.1. Introducción
219
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
220
Marco para la Práctica de la Terapia Ocupacional
Ocio
Descanso y sueño
Participación
social
221
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
10.2.1. Ocupaciones
222
Marco para la Práctica de la Terapia Ocupacional
223
Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
Ocupaciones educativas
– Participación en la educación formal.
– Exploración de necesidades e intereses educativos personales de
carácter informal (más allá de la educación formal).
– Participación personal en la educación informal.
Ocupaciones laborales
– Intereses y objetivos de empleo.
– Búsqueda y adquisición de un empleo.
– Desempeñar un empleo.
– Preparación y ajuste a la jubilación.
– Exploración de actividades de voluntariado.
– Participación en actividades de voluntariado.
224
Marco para la Práctica de la Terapia Ocupacional
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experimentan su conexión con el momento, con el yo, los otros, la naturaleza y con
lo significativo o sagrado” (ibid.).
Apoyándose en las estipulaciones de la OMS (2001), define las funciones y es-
tructuras corporales como: “Las funciones fisiológicas de los sistemas corporales
–incluyendo las funciones psicológicas– y las partes anatómicas del cuerpo, tales
como órganos, miembros y sus componentes, que soportan la funciones corpora-
les” (ibid.).
Debemos advertir que, al referirse a las funciones y estructuras corporales, el
marco de trabajo enfatiza que estas solo se consideran cuando se busca promover
la capacidad del sujeto para participar en ocupaciones deseadas. En otras palabras,
cuando se trata de determinar qué funciones y estructuras corporales son necesarias
para llevar a cabo una ocupación o actividad. Así, afirma textualmente que “la pre-
sencia, ausencia o limitación de estructuras o funciones corporales específicas no
asegura necesariamente el éxito o el fracaso del desempeño de las ocupaciones de
la vida diaria” (S7). Se señala que, al observar cómo un individuo se implica en sus
ocupaciones, el terapeuta ocupacional determina la transacción entre los factores
del cliente y el desempeño de ocupaciones, y genera adaptaciones, modificaciones
o selecciona actividades que mejor promuevan la mejora en la participación.
10.2.3. Habilidades
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Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
10.2.4. Patrones
Por su parte, los patrones de desempeño son definidos como: “Los hábitos, rutinas,
roles y rituales usados en el proceso de implicación en ocupaciones o actividades,
que pueden apoyar o dificultar el desempeño ocupacional” (ibid., S8). Cada sujeto
desarrolla tales patrones a lo largo de su desarrollo vital, gracias a la estrecha y re-
cíproca interacción entre sus capacidades y creencias individuales, sus habilidades
y las características de su entorno y de su desempeño y participación ocupacional.
De acuerdo con las ideas del marco, comprendemos completamente de qué forma
y con qué frecuencia las habilidades y ocupaciones de un sujeto se integran en su
vida cotidiana cuando analizamos sus patrones de desempeño. De esta forma, las
habilidades se incardinan en los patrones en el desempeño de nuestro quehacer
cotidiano. Valga un ejemplo: aunque un individuo posea las habilidades necesarias
para realizar de forma eficaz una determinada ocupación, si tales habilidades no
se integran en patrones de desempeño, difícilmente podrán contribuir a su salud,
bienestar y participación. Veamos con algo más de detalle los conceptos que se
integran dentro de los patrones de desempeño.
Los hábitos son conductas específicas, de carácter automático, que se caracte-
rizan por su utilidad, preponderancia o también por su pobreza o insuficiencia en
relación con el desempeño de actividades (por ejemplo, colocar las llaves de casa
siempre en un mismo sitio). Las rutinas son patrones de conducta observables,
regulares y repetitivos que estructuran la vida diaria y pueden promover o dañar
la salud (por ejemplo, seguir cada mañana una secuencia para ducharnos o asear-
nos). Aunque la definición no establece claramente la diferencia entre hábitos y
rutinas, es posible inferir que estas últimas están integradas por hábitos, conductas
de carácter más simple. Por su parte, los roles son conjuntos de conductas que la
sociedad espera que llevemos a cabo, a las que dan forma la cultura y el contexto.
Pueden ser, además, forjados y definidos por el propio cliente. Respecto a ellos, se
especifica que son contemplados cuando queremos conocer cómo los individuos
construyen sus ocupaciones para consumar o mantener su identidad, así como para
reforzar sus valores y creencias, en relación con otros roles que se perciben aso-
ciados a esta personalidad. Se nos advierte, además, de que algunos de estos roles
pueden generar patrones de participación restringidos o estereotipados. Por último,
los rituales son acciones simbólicas con un significado espiritual, cultural o social,
que contribuyen a la identidad de un individuo y refuerzan sus valores y creencias.
En su caso se señala, por un lado, la fuerte carga afectiva que los caracteriza y, por
otro, su vertiente estructural, al definirlos también como una colección de eventos.
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Para finalizar la descripción de las diferentes esferas que, de acuerdo con las pro-
puestas del marco, forman el dominio de la terapia ocupacional, describiremos
sucintamente sus nociones de contexto y entorno.
En lo que respecta a la idea de contexto, se define como la “diversidad de condi-
ciones interrelacionadas que, tanto dentro de él como rodeando al cliente, influyen
en el desempeño de sus ocupaciones” (ibid., S42). El término se utiliza para hacer
referencia a aquellos factores de carácter cultural, personal, temporal y virtual que
envuelven al sujeto, que, en muchas ocasiones, ha asumido como propios, esto
es, ha interiorizado. Aunque a primera vista pueden ser aspectos menos tangibles
que los que conforman el entorno social y físico, ejercen, sin embargo, una fuerte
influencia en el desempeño. Por su parte, el contexto cultural hace referencia a
costumbres, creencias, patrones de actividad, estándares o modelos de conducta y
expectativas aceptadas por la sociedad de la que el individuo es miembro e influye
en la elección de las diversas actividades y en la identidad del sujeto. Asimismo,
el contexto personal se refiere a aspectos demográficos, tales como la edad, el
género, el estatus socioeconómico y el nivel educativo, que no son concebidos
como condiciones de salud. Para continuar, el contexto temporal incluye aspectos
relacionados con el estadio evolutivo, el momento concreto del día o año en que
tienen lugar una actividad, su duración y ritmo y la propia historia individual. Por
último, el contexto virtual atañe a las interacciones que tienen lugar en entornos de
este tipo, en tiempo real, en las que no se da contacto físico.
En lo referente a la noción de entorno, leemos que está formado por las “con-
diciones físicas y sociales externas que rodean al cliente y en las cuales tienen
lugar sus ocupaciones de la vida diaria” (ibid.). El entorno físico alude al medio
natural (geográfico, fauna, flora, etc.) y artificial (construcciones, mobiliario, etc.)
que rodea a un sujeto y en el que se desenvuelve habitualmente. Puede facilitar o
dificultar su participación en ocupaciones significativas, del mismo modo que su
entorno social, esto es, el conjunto de personas, relaciones y expectativas con las
que el individuo tiene contacto.
En conjunto, ambas variables condicionan la forma de participación, el grado
de implicación y el nivel de competencia que cada cliente debe alcanzar al realizar
una actividad. Solo cuando somos capaces de entender la influencia del entorno y
el contexto en que una determinada ocupación tiene lugar, podemos comprender
cómo influyen en el desempeño y la participación.
Haciendo eco de las corrientes en boga actualmente, en el apartado dedicado
al contexto y entorno, el marco hace referencia también al constructo de justicia
ocupacional. Se afirma además que los terapeutas ocupacionales, como parte del
dominio de su profesión, consideran la forma en que la justicia ocupacional puede
afectar a la implementación de la terapia ocupacional, así como a los objetivos que
nos planteamos en nuestra intervención. De esta forma, se identifica la mencionada
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Otros modelos de práctica
en terapia ocupacional
11.1. Introducción
Para concluir esta cuarta parte de la obra resumiremos las ideas de nueve mode-
los teóricos y de práctica, seleccionados a partir de una revisión de la literatura
(vid. cuadro 11.1). Dadas las limitaciones de espacio, tan solo haremos una sucinta
descripción de sus conceptos y presupuestos, y añadiremos alguna escueta anota-
ción o reflexión complementaria.
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Otros modelos de práctica en terapia ocupacional
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Otros modelos de práctica en terapia ocupacional
Demandas Entorno
del entorno ocupacional
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Las ideas iniciales del modelo del funcionamiento ocupacional fueron defendi-
das por primera vez por Catherine Trombly, en 1995, en su artículo Occupation:
Purposefulness and Meaningfulness as Therapeutic Techanisms. Más tarde han
sido revisadas en las diversas impresiones del volumen: Occupational Therapy
for Physical Dysfunction, en cuya última edición, la séptima, nos basaremos para
resumirlas.
Su supuesto principal es que el desempeño ocupacional competente de los
roles y tareas de un individuo, así como los sentimientos de autoempoderamiento
que se derivan inmediatamente de él, influyen de forma positiva en su salud. Afir-
ma, además, que estos dos son los objetivos últimos de la evaluación y la interven-
ción de los terapeutas ocupacionales.
En la representación gráfica que acompaña al modelo, se establece una jerar-
quía entre distintos constructos relacionados entre sí. Los niveles superiores es-
tán formados por roles, tareas y actividades, y los inferiores, por capacidades y
destrezas, todos ellos relacionados entre sí de forma jerárquica y rodeados por el
contexto o entorno (que simbolizamos con las flechas laterales, en la figura 11.2).
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Otros modelos de práctica en terapia ocupacional
Actividades y hábitos
Capacidades desarrolladas
Substrato orgánico
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Otros modelos de práctica en terapia ocupacional
La descripción de las tesis de este modelo, que han sido solo ligeramente modificadas
en otros escritos de años posteriores, se basa en el artículo de Winnie Dunn, Catana
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Parte IV. Modelos teóricos y de práctica en terapia ocupacional
Como en el caso anterior, el resumen que hacemos en estas páginas se apoya en otro
artículo, publicado esta vez por Mary Law, Barbara Cooper, Susan Strong, Debra
Stewart, Patricia Rigby y Lori Letts: “The Person-Environment-Occupation Model:
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Otros modelos de práctica en terapia ocupacional
Destrezas Demandas
de la persona de la ocupación
Desempeño
ocupacional
Entorno
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Otros modelos de práctica en terapia ocupacional
Ocupación
Desempeño
Persona y participación Entorno
ocupacional
Desempeño
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Como advertíamos en los párrafos introductorios a la cuarta parte de esta obra, por
un lado, podemos constatar que los modelos teóricos y de práctica se ven expues-
tos al paso del tiempo. Así, nos encontramos con algunos firmemente consolidados
y arraigados entre los profesionales y otros que progresivamente han caído en des-
uso desde su publicación.
Por otro lado, además, también podemos toparnos con elaboraciones teóricas,
publicadas en años recientes, que podrían considerarse o llegar a convertirse en
modelos. A estos nos referimos en este apartado como modelos en desarrollo.
Resulta verdaderamente arriesgado sopesar la relevancia de estas propuestas
teóricas contemporáneas, sin conocer realmente cuál será su devenir futuro.
Aun a riesgo de equivocarnos, desde nuestro punto de vista, la iniciativa lidera-
da por la Red Europea de Terapia Ocupacional en Educación Superior (ENOTHE),
para formular un marco conceptual europeo y el modelo kawa (río), elaborado por
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Otros modelos de práctica en terapia ocupacional
Michael K. Iwama, son los dos modelos en desarrollo más importantes que po-
demos encontrar hoy en día en la literatura especializada en terapia ocupacional.
El documento elaborado por el grupo de trabajo de la ENOTHE en torno
a la terminología de la terapia ocupacional, en el que se incluyeron terapeutas
ocupacionales de seis distintos países (Austria, Bélgica, España, Portugal, Reino
Unido y Suiza), para consensuar la definición de los términos considerados esen-
ciales que subyacen a la teoría y la práctica de la terapia ocupacional y traducir-
los a las distintas lenguas de los países participantes, se nos antoja una iniciativa
muy interesante. Por este motivo, en la colección de terapia ocupacional de la
editorial Síntesis, hemos incorporado el libro Marco conceptual europeo para
terapia ocupacional, escrito por Miguel Brea, miembro español del grupo de
trabajo de la ENOTHE.
Para revisar con profundidad las definiciones de los conceptos y presupuestos
en que se basa, el lector puede consultar: M. Brea (2017), Marco conceptual euro-
peo para terapia ocupacional, Síntesis.
Por tanto, dentro de este apartado dedicado a los modelos en desarrollo, en
las páginas siguientes describiremos brevemente las ideas que defiende Michael
Iwama en su modelo kawa, en la medida en que consideramos que supone una
atrayente y original reflexión sobre los principios teóricos en que se apoya nuestra
disciplina.
Por último, para cerrar definitivamente este apartado, dedicaremos un breve co-
mentario al modelo kawa (río), elaborado por Michael K. Iwama. El lector dispone
de un amplio resumen en español, elaborado por el autor japonés: M.K. Iwama y S.
Simó, “El Modelo Kawa (Río)”, TOG (A Coruña), disponible en www.revistatog.
com/num8/pdfs/modelo2.pdf.
Este autor introduce una interesante y novedosa reflexión sobre los conceptos
y supuestos en que se apoyan los modelos de terapia ocupacional: su relativismo
cultural (vid. Iwama, 2000; 2002). Resumidamente, argumenta que estos últimos
están cimentados sobre valores, significados y cánones de la cultura occidental
–en los que se basan para interpretar la salud, la ocupación, al ser humano y la
naturaleza–, los cuales puede ser irrelevantes e, incluso, perjudiciales en el seno
de otras culturas.
Por tanto, mantiene que no tienen un carácter universal, sino que son depen-
dientes de la cultura. Dan forma a una exégesis que privilegia el determinismo
individual del comportamiento, la primacía de la destreza o la habilidad del suje-
to para controlarlo racionalmente y la autonomía personal de un yo (self) que se
concibe desligado de la naturaleza, frente a otros valores o significados diferentes.
Contra estos sesgos, propone la elaboración de modelos teóricos y de práctica
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Otros modelos de práctica en terapia ocupacional
Todas estas estructuras son las partes inherentes del río y la acción recíproca
de una sobre otras determina su flujo global, es decir, la experiencia de equilibrio
y armonía del sujeto con el entorno o la naturaleza, propósito último del quehacer
del terapeuta ocupacional.
Los espacios entre las obstrucciones (sukima) representan las áreas a través de
las que la energía vital del individuo continúa fluyendo (a pesar de las obstruccio-
nes), puede erosionar las rocas y, finalmente, aumentar el flujo del agua. Ilustremos
esta idea: el espacio comprendido entre una roca (por ejemplo, una determinada
condición médica o enfermedad) y las paredes o el lecho del río (verbigracia, el
entorno físico y social) podría simbolizar el desempeño de un conjunto de activi-
dades asociadas a un determinado rol (madre, trabajador, estudiante, amigo). Si
el agua fluye a través de ese rol (sukima), foco potencial del trabajo del terapeuta
ocupacional, podría llegar a desgastar la roca o las paredes del río, y acrecentar el
flujo y, con el paso del tiempo, el caudal, es decir, el estado de salud y bienestar
del individuo.
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