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Sin embargo, cada uno deberá llegar a su manera. Y ahí los senderos se bifurcan:
algunos se acercarán de la mano del arte, la música, la poesía; para otros, el canal
será la naturaleza. Lo cierto es que, a medida que avancemos en el camino, el
esfuerzo se irá haciendo más liviano, hasta casi desaparecer. Y entonces, en lugar
de perseguir nuestra dicha, nos dedicaremos, cada vez más, a expresarla. El
buscador se habrá convertido en iniciado. En otras palabras, en sabio.
2. Cultivar la sabiduría emocional. Sanar el corazón y aprender a amar.
Lo que sea que sintamos es lo que vemos a nuestro alrededor. Cuando lo
que sentimos es amor, vemos un mundo que añora dar y recibir amor.
¿Cómo es ese amor magnánimo del que hablan los grandes profetas? Es
incondicional, es infinito, no busca recibir tanto como dar, y está siempre
con nosotros, oculto, incluso, detrás de emociones como el enojo, los celos
y el egoísmo.
Cada caso requerirá acciones diferentes, por supuesto. Pero las grandes
religiones ofrecen algunos lineamientos generales: primero, reparar el
daño en la medida de lo posible. Si uno causó dolor, pedir perdón. Si uno
robó, devolver o pagar aquello que tomó. Segundo, buscar soluciones en
las que todos aprendan de la experiencia. Tercero, si uno ha sido el
victimario, evitar ceder a la tentación del contra-ataque. A veces, dice
Walsh, es tentador devolver una afrenta, pero lo único que esto logra es
generar un espiral creciente de violencia. Cuarto, relatar lo ocurrido a
alguien. Esta simple práctica es tan útil que tiene encarnaciones antiguas
como la confesión, y modernas como la psicoterapia y los grupos de auto-
ayuda. Quinto, aprender todo lo que se pueda de la experiencia.
“No vemos las cosas como son, sino como somos”, dice el Talmud.
“Vivimos en semi-inconsciencia, nuestra visión espiritual está dormida”,
dice Buda. En otras palabras, vamos por la vida en un un estado de semi-
sonambulismo.
Ese habitar el momento nos permite responder con conciencia a las cosas
que ocurren, en lugar de reaccionar impulsivamente. El mindfulness
también favorece nuestra salud: reduce la presión arterial, el asma, el
dolor crónico y las afecciones psicosomáticas. Y numerosos estudios
confirman también que mejora el funcionamiento psicológico.
En sus estratos más altos, la facultad de la presencia nos permite apreciar
lo sagrado en nosotros mismos y en todo lo que nos rodea. Cuando esto
ocurre, aprendemos a ver “con el ojo del alma”. Al principio esto se
produce sólo por instantes, como vislumbres de gran belleza que no
permanecen. Pero con el tiempo esa capacidad se refina y nuestra mirada
se asienta en ese lugar más alto, transformando todo lo mundano en una
oportunidad para el disfrute espiritual.
6. Pasa revista a tu vida. Cada tanto, o cada día si es posible, detente un momento
y piensa en la forma en que estás llevando tu vida. El momento ideal para esta
práctica es por la noche, antes de irse a dormir. Revisa las acciones día sin juicio
ni culpa, apreciando qué acciones procuraron el bien y cuáles podrían no haber
sido las más conducentes. Aprecia los aciertos a la vez que revisas los errores.
Los sabios han jugado a este juego por años: contribuir al mundo, y
despertar. Despertar, y contribuir al mundo. Es el juego más grande que
puede jugar el ser humano, el que más sentido y valor aporta a nuestras
vidas. Los místicos modernos avalan esta verdad milenaria y aconsejan:
juega ese juego con intensidad, como si tu vida y tu cordura dependieran
de ello, porque, de hecho, lo hacen.