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Dany-Rabert Dufo ur 1

El arte de red ci r 1ca ezas


Sti 13 se dun11re dtl ~omh
e11 la era ~I ca ital smo total
Espacios del Saber
Dany-Robert Dufour
últimos títulos publicados

36. ¡\ I. Jay, Campos de fuer:,11. .


37. S. Amin, .Htís aL/á del capitalismo semi.
38. P. Virno, PalabrflJ co11 palabras.
39. A. Negri, Job, la fi1e17,11 del esclavo.
40. I. Lewkowicz, Pensar sin Estado.
-H. ¡\[. Hard[, Gil/es Delew:;e. Un rtpmzdizaje filosófico.
42 . S. Ziiek, Violencia en acto. Conferencias en Buenos Aires. .
43. M. Plotkin y F. Nciburg (comps.), lntelecturtles y ex¡mtos. La co11st1ttt-
ció11 del conocimiento social en la rlrgentiua.
44. P. Ricoc ur, Sobre la traducción.
EL ARTE DE
45. E. G rüner, La cosa política o el acecho de lo Real.
46. S. Zizek, El títere y el enano. ..
47. E. Carrió y D. !Yiaffía, Búsquedrts de sentido para 1111a nueva pol1tzca.
REDUCIR CABEZAS
48. P. Fu rbank, Un placer inconfesable. . . _-
49. D. \Vechsler y Y. Aznar (comps.), La rm:mona co111part1da. Espa11a y lrt
rlruenti11a
0
en la co11strncción de llll imaginario cultural. Sobre la servidumbre del hombre liberado
50. G. Ga rcÍ:l , El psicoandlisisy los debates culturales.
51. A. Giunrn y L. Nh1losetti Costa, A1te de posguerra. J orge Romero Brest en la era del capitalismo total
y la revistrt "·Ver y Ertimar".
52. L. Arfuch (comp.), Pensar este tiempo.
53 . A. Negri y G. Coceo, Globlll. . .
54. H. Bhabha y ].T. 1\füchell (eds.), Edward Sazd: Cont111111111do la conver-
sación
55. J. Copjec, Et sexo y lrt eutanasia de la_ razón. .
56. 'W Bongers y T. Olbrich (comps.), Literatura, cultura, e1ljennedad.
57. J. Butler, Vida precaria.
58. O. 1\fongin, La condición urbana.
59. i\tl. Camian, Las trampas de la cultura. Traducción de Alcira Bix.io
60. E. Morin, Breve bistorirt de la brtrbarie en Occidente.
6 l. E. Gianncrti, ; Vicios primdos, beneficios públicos?
62 . T. Todorov, b;troducáón a la literatllrn fantrírtica.
63. P. Engel y R. Rorty, ¿Para qué sirve la verdad?
64. D. Scavino, La filosofía actual.
65. i'vI. Frnnco r F. Lclin (comps.), Hi.ltoria reáente.
66. E. \Vi zisla, .Benjmnin y Brecht. Historia de 1111a amútad.
67. G. Giorgi y F. Rodríguez (comps.), Ensayos sobre biopolítica.
69. 0.-R. Oufour, El arte de reducircobe-:.ns.

Buenos Aires
/

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Tzw o ongma. · 1 •
Indice
capitalimze total
© Éditions Denoel, ~003
Traducción de Alcira Bix.io

Oufour, Dany-Robert .
El arte de reducir cabezas. - 1a ed. - Buenos Aires: Paidós, 2007.
240 p.; 21x13 cm.

Traducido por: Alcira Bixio


ISBN 978-950-12-6569-9

1_Ensayo Francés. 1. Alcira Bixio, trad. 11. Título


CDD 844 Agradecimientos 13

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

l. DE LA MODER.!'\fIDAD A LA POSNIODER.!'<1DAD: PUNTOS DE


REFERENCL<\ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Fractura en la modernidad .................. 32
Cubierta de Gustavo Nfacri Pequeño compendio de sumisión al ser, a lo Uno, al
gran Sujeto... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35
El Otro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40
El carácter incompleto del Otro . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Algunas cuestiones relativas a la estructuralización del
/'edición, 2007
Otro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 42
Reserv3dos todos los derechos. Queda rigurosamente pro~ibida, sin la a~to­ El Otro como ficción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
riución escrita de los tirubres del copyright, bajo bs sanc1onesl es~blect~~s
en las leves, b reproducción p:1rcial o total de esta ob~::i por.cua qu~e.r me 10 Las figuras del Otro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
o procedimiento, incluidos la reprograffa y el tr.mm1emo mfonnaaco. ¿Existen edades del inconsciente? . . . . . . . . . . . . . . . . 49
© 200 7 de rodas \as ediciones en castellano
La modernidad: elementos para una historia del Otro
Editorial Paidós SA!CF (contmuac1on) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
Defensa 599, Buenos Aires La Razón o la modernidad como espacio
E-mail: difusion@areapaidos.com.ar multirreferencial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58
www.paidosargentina.com.ar
Los tres rasgos de la condición subjetiva moderna:
Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.7 23 la diferencia, la neurosis, la crítica . . . . . . . . . . . . . . . . 61
Impreso en la Argentina - Printed in Argennna La posmodernidad como decadencia del gran Sujeto . 68
¿Qué queda de los grandes relatos? . . . . . . . . . . . . . . . 71
Impreso en Primera Clase, Californi;J 1231, Buenos Aires,
¿El mercado será el nuevo gran Sujeto? . . . . . . . . . . . 87
en agosto de 2007

Tirada: 2.000 ejemplares

ISBN 978-950-12-6569-9
Indice

La caída de las definiciones ternarias y el alza de las


definiciones autorreferencialcs . . . . . . . . . . . . . . . . . . . l Ol
De la histeria a la histerología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . l 0.f
La posmodernidad y las nuevas formas de
manifestación del inconsciente . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
De la culpa a la vergüenza: la cuestión del superyó . . 118
Las formas posmodernas de remediar la ausencia
del Otro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124

2. EL HOMO ZAPPIENS EN LA ESCUELA: U. t "EG:\ClÓ:'\


DE LA DIFERENCL<\ GENERACIONAL . . . . . . . . . . . . . . . . 13 3
La televisión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
Texto e imagen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
La función simbólica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
La exposición masiva a la imagen televisiva y sus
efectos en la función simbólica . . . . . . . . . . . . . . . . 148 Para Michel
La escuela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 1
El hilo del discurso y la autoridad de la palabra . . . 152
La negación generacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154
¿Qué es un pedagogo? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
Pues to que ya no los educamos ... ianestesiémoslos! 163

3. L A NEGACIÓN DE LA DIFERENCIA SD•.'UAL . .. .. .... . 169


Sorpresa ........ . ............................ . 171
¿Cómo desembarazarse del síntoma freudiano? .... . 180
La vieja tentación incestuosa del psicoanálisis ... .. . 190
Cómo borrar las fórmulas lacanianas de la sexuación . 193
El mercado de la elección del sexo .............. . 201
Sobre el psicoanálisis en el período posmodcrno 206

4. EL NEOLIBERALISMO: LA DESIMBOLIZAC!ÓN,
UNA FORMA INÉDITA DE DOMINACIÓN ...... ...... . 209
La dominación .......................... . ... . 212
Dos dominaciones ........................... . 215
El neoliberalismo y la desimbolización ........... . 217
¿Que, es la des1m
. bo1·1zac10n.
., - . ..... ..... ..... ... . 220
El hombre es, en su interior; el lugm· de una historia.
]EA1"J-PIERRE VERNANT, artículo de la Encyclopcedia
uniuersalis sobre Ignace Meyerson

Desde ahora, estamos condenados a uiiir demudas y en


la ang;llstia, situación de la que, en mayor o menor medida,
habíamos sido preservados desde el comienzo de la aventura
humana por la g;racia de los dioses.
i\!IARcEL G.-\UCHET,
El desencantamiento del mundo.

La realización definitiva del individuo coincide con su


desustanciación.
GILLES L¡POVETSKI, La era del vacío.

¿Dónde ahora? ¿Cuándo ahora? ¿Quién ahora?


SAMUEL BECKETT, El inuombrable.

Liso, brillante, blanco, como ese lustroso Helly Hnnsen al


que finalmente log;réacuibillar. Una g;rmzplasticidad del yo.
Decía también mi legajo. Plástico. Eso es.
P.-\UL S.vL\.lL, Ali le Mag;nifique
.,

Agradecimientos

Agradezco calurosamente a los colegas del equipo «Psicoaná-


lisis y prácticas sociales» del CNRS y particularmente a Markos
Zafiropoulos y a Denis Duelos. En efecto, realicé los estudios
que me permitieron escribir este libro durante los dos años en
los que tuve el honor de participar en este equipo. Además, ex-
tiendo mi agradecimiento a Patrick Berthier. La mayor parte de
las ideas presentadas en este libro fueron expuestas primero en
el seminario de Filosofía de la Educación que presentamos jun-
tos en la universidad de París VIII y deben mucho a su pacien-
cia, a su solícita amistad y a su sentido crítico.

13
Prólogo

Es habitual creer que el capitalismo es fundamentalmente


«estúpido», un puro sistema obstinado que apunta sobre todo a
la obtención del máximo provecho. No obstante, poco antes del
giro neoliberal del capitalismo, a comienzos de la década de
1970, el doctor Jacques Lacan, psicoanalista muy conocido por
su habilidad para buscar el sentido bajo el sentido, había puesto
en guardia a su auditorio, por entonces muy politizado, y les ha-
bía propuesto, durante el seminario, una interpretación muy di-
ferente: «El discurso capitalista es locamente astuto[ ... ], marcha
sobre ruedas, no puede ir mejor. Pero, precisamente, va demasia-
do rápido; se consuma. Se consuma tan bien que se consume». 1
El capitalismo funcionaría, pues, de mar.avillas. Tan bien que
un día tendría que terminar. .. por consumirse a sí mismo. Pero
el hecho es que no se consumirá antes de haber consumido to-
do: los recursos, la naturaleza, todo, incluidos los individuos que
están a su servicio. En la lógica capitalista, precisaba Lacan, «el
esclavo antiguo» fue sustituido por hombres reducidos al estado
de «productos»: «productos [... ) tan consumibles como los de-
más».1 Por otra parte, es en este sentido más bien macabro que
el eminente psicoanalista proponía entender expresiones ligera-

1. Lacan, «Conferencia en la universidad de Milán», 12 de mayo de 1972,


inédita.
2. Lacan, L'Envers de la psychanalyse, Seuil, París, 1991, sesión del 17 de di-
ciembre de l 969, pág. 35.

15
Dany-Robert Dufour Prólogo

mente euforizantes, como «material humano» o «sociedad de pero radical: asistimos en la actualidad a la destrucción del do-
consumo». ble sujeto de la modernidad, el sujeto crítico (kantiano) v el su-
En el momento de la victoria total del capitalismo y la cele- jeto neurótico (freudiano), a los cuales no vacilaría en acr~ecrar
b b
el
bración del «capitalismo humano», ele la gestión ilustrada de los sujeto marxiano. Y vemos cómo un nuevo sujeto «posmoderno»
«recursos humanos» y el buen «gobierno asociado al desarrollo ocupa ese lugar.
humano», aquellas palabras perspicaces no han perdido nada ele Este juicio, cuyo matiz abrupto e intempestivo evidentemen-
su agudeza. Nos dan a entender, con absoluta sencillez, que el te no ignoro, exige, de entrada, que planteemos algunas preci-
capitalismo consume también ... al hombre. Y, en resumidas siones antes de desarrollarlo y confrontarlo con la realidad que
cuentas, no deja de ser notablemente inteligente el haber sabido nos rodea.
transformar en un sistema social eficiente, ele una amplitud hoy
casi mundial, lo que el irónico eslogan surrealista expresaba con l. Ese proceso de fractura simultánea del sujeto moderno y
bella acidez: «¡Comamos al hombre! ¡Sabe bien! ». 3 elaboración de un nuevo sujeto (llamémoslo posmoderno) se de-
Bajo la apariencia del progreso, ¿perduraría una discreta an- sarrolla a gran velocidad. Por cierto, el sujeto crítico kantiano,
tropofagia? Es muy posible. Pero, entonces, ¿qué consumiría nacido en los alrededores del 1800, ya ha cumplido dos siglos.
hoy el capitalismo? ¿Los cuerpos? En realidad, se los usa desde Asimismo, el sujeto neurótico de Freud, nacido cerca del 1900,
hace mucho tiempo, como lo testimonia la ya antigua noción de perdura hasta nuestros días, al punto de ocupar buena parte del
«cuerpos productivos»! La gran novedad sería la reducción ele escenario del pensamiento del siglo xx. Pero esos dos sujetos,
las mentes. Como si el pleno desarrollo de la razón instrumen- cuya edad venerable parecía protegerlos de toda ejecución su-
tal (la técnica), permitido por el capitalismo, se saldara a costa de maria, están desapareciendo ante nuestros ojos a una velocidad
un déficit de la razón pura (la facultad de juzgar a priori lo que pasmosa. Aquí se da un fenómeno sorprendente que debemos
es verdadero o falso, o incluso lo que está bien o mal). Precisa- analizar. Creíamos que esos sujetos filosóficos estaban a salvo de
mente este rasgo nos parece el que más apropiadamente carac- las vicisitudes de la historia, sólidamente instalados en una posi-
teriza el hito de la historia llamado «posmoderno»: el momento ción trascendental y que constituían referencias inagotables pa-
en que una parte de la inteligencia del capitalismo se puso al ser- ra concebir nuestro ser-en-el-mundo, y lo cierto es que !lmchos
vicio de la «reducción de las cabezas». pensadores continúan reflexionando espontáneamente con tales
Para poner de relieve esta consunción actual de las mentes, a referencias, como si fueran eternas. Ahora bien, aun cuando co-
lo largo ele todo el libro, la relacionaremos con la extinción rá- rrespondan a construcciones históricas eminentes, estos sujetos
pida ele las formas filosóficas modernas del sujeto que servían ele poco a poco van perdiendo su evidencia. La potencia del enfo-
referencia y nos permitían, hasta ahora, pensar nuestro ser-en- que filosófico que los constituía parece desvanecerse en la histo-
el-mundo. La hipótesis que desarrollaré es, en suma, sencilla, ria. Se vuelven borrosos. Sus contornos se desdibujan. Estamos
pasando a otra forma de sujeto.
Ese largo reinado y ese desvanecimiento súbito no pueden si-
3. Tmcts smréalistes et déclarations collectives, 1922- 1939, romo I, presenta-
ción y comentarios de José Pierre, París, Le Tcrrain vague, 1980.
no sorprendernos. Cuesta creer que figuras tan catalogadas, tan
4. El concepto de «cuerpo productivo» entendido como cuerpo biológico elaboradas, tan experimentadas puedan desapa recer en tan poco
integrado en el proceso de producción ya está presente en El Capital de Marx, tiempo. Sin embargo, nunca deberíamos olvidar que civilizacio-
fEuvres completes, París, Gallimard, 1965, véase el Libro primero, «El desarro- nes milenarias pueden apagarse en pocos lustros. Para limitar-
llo de la producción capitalista», secciones rv, «La producción de la plusvalía nos a acontecimientos recientes, basta recordar que hemos visto
relativa», y XIII, «Cooperación». Véase también, de Deleule y Guery, le Co1p
cómo tribus de indios de la selva amazónica, que habían atrave-
p1·oductif, París, Mame/Reperes, 1972.

16 17
Dany-Robert Dufour Prólogo

sado siglos y los ambientes más hostiles bajo los auspicios de zados por una potencia superior (ele orden trascendental o mo-
prácticas simbólicas sólidamente arraigadas, perecían en unas ral) sino en las relaciones que pueden establecer directamente en
pocas semanas, incapaces de resistir los ataques brutales de otra su condición de mercancías. Dicho brevemente, el intercambio
forma de intercambio. 5 No es casual que evoquemos aquí este comercial hoy tiende a desimbolizar el mundo.
ejemplo clásico: apuesto a que el sujeto moderno, en su doble , Para dar un ejemplo de esta desimbolización que la mercan-
referencia kantiana y freucliana, está muriendo en Occidente por c1a opera espontáneamente, citaré un solo caso, en apariencia
la generalización de otra forma de intercambio. anodmo, pero en alto grado significativo. Me refiero al reciente
«~ai_nbio de sexo de las naves de Su Majestad». En la portada del
2. Esta muerte programada del sujeto de la modernidad no diano Le .fv!o~de del. 25 de marzo de 2002 podía leerse que los
me parece, en efecto, ajena a la mutación que observamos hace barcos bntamcos depron de pertenecer al género femenino. Así
más de veinte años en el capitalismo. El neoliberalismo, por nos enterábamos de que el reemplazo del «she» por el «it>> en la
nombrar de modo sumario ese nuevo estado del capitalismo, es- des~gnación ~e .los navíos había recibido el respaldo de organi-
tá deshaciendo todas las formas de intercambio que subsistían zac10nes. fem1111stas y del Ministerio de Transportes. Decisión
por referencia a un garante absoluto o metasocial de los inter- q~e el dlfector del periódi~o británico más antiguo, el Lloyd's
cambios. Para ir a la vez rápidamente y a lo esencial, podríamos Lm,, ~read? e~ 1734 y considerado como el pulso del comercio
decir que hacía falta un patrón -el oro, por ejemplo- para garan- mant1mo, ¡usofica~a del siguiente modo: «Un buque es un pro-
tizar los intercambios monetarios, así como hacía falta un garan- ducto como cualqmer otro, una especie de inmobiliario marino.
te simbólico (la Razón, por ejemplo) para sustentar los discursos El comercio marítimo debe evolucionar en esta era de mundia-
filosóficos. Pues bien, hoy se ha dejado de lado toda referencia a lización si no quiere correr el riesgo de quedar rezagado en el
un valor trascendental para librarse a los intercambios. Como mundo de los negocios». Anatema, pues, por la utilización del
dice Marce! Gauchet, ahora estamos ante «actores que se consi- femenino para referirse a un navío, lo cual se remontaba a oscu-
deran rigurosamente liberados y sin nada por encima de ellos ros orígenes hoy obsoletos ante la urgencia de calificar los bu-
que les impida la maximización de sus empresas». 6 El valor de ques como simples mercancías. Qué importa la antigua costum-
los intercambios ya no estriba en el hecho de que estén garantí- ?re de decorar.la proa de los barcos con estatuas de diosas y qué
importa el flondo apego de los marineros por su embarcación a
menudo comparada con una esposa, una madre o una aman~e.
5. Véase, por ejemplo, La guerra de pacificación en A111a:onia, largometraje
Desde el momento en que el buque termina siendo «un produc-
documental de Yves Billon, Les Films du village, 1973.
Durante la constmcción de la mta transamazónica en el Brasil, el Estado ~o como c~alquier otro», es decir, una mercancía que se puede
brasileño aplicó la política llamada de «contacto forzado» para desactivar las 111ter~amb1ar a su valor comercial por otras mercancías, pierde la
reacciones de autodefensa de los indios. En el documental, filmado a comien- esencia de su valor simbólico. El barco queda ipso facto aliviado
zos de la década de 1970, se evoca la suene corrida por los indios Parabnas. del exceso de. sentido que le impedía figurar como un mero pro-
1
La técnica de acercamiento es sencilla pero de una temible eficacia: se edifican ducto en el Ciclo neutro y ampliado de los intercambios.
il tnpini, refugios mdimentarios de hojas de donde se cuelgan «regalos». Una vez
1¡ que se establece el contacto por esa vía, se instala un «Campo de atracción in- De manera general, toda figura trascendente que daba sus-
dígena» que precipita al indio en el engranaje fatal de los intercambios comer- ~ento al v~lor hoy se recusa; sólo quedan las mercancías que se
ciales. El proceso de aculturación es bmtal, destmctor y extremadamente rá- mtercambian por su estncto valor comercial. Hoy se nos pide
pido. Luego sólo resta hacinarlos en reservas indígenas donde los índices de que nos desembaracemos de todas esas sobrecargas simbólicas
suicidio, individual y colectivo, son considerables. que ~arantizaban nuestros intercambios. El valor simbólico que-
6. Véase Gauchet, M., La Dbnocratie contre elle-mime, París, Gallimard,
da as1 desmantelado en beneficio del simple y neutro valor mo-
2002, pág. XXV.

18 19
Dany-Robe11 Dufour Prólogo

netario de la mercancía, de tal suerte que ninguna otra cosa, nin- pacidad de plegarse a los flujos siempre móviles de la circulación
runa otra consideración (moral, tradicional, trascendente, tras- de la mercancía . En una palabra, ya no es el mismo sujeto el que
~endental. .. ) pueda constituir un obstáculo para su libre circula- se requiere aquí y allá. Comenzamos a descubrir así que el neo-
ción. De todo ello resulta una desimbolización del mundo. Los liberalismo, como todas las ideologías precedentes que se forja-
hombres ya no deben concordar con los valores simbólicos tras- ron en el curso del siglo XX (el comunismo, el nazismo ... ), no
cendentes, sencillamente deben plegarse al juego de la circula- desea otra cosa que fabricar un hombre nuevo. 9 Pero la gran
ción infinita y ampliada de la mercancía. fuerza que posee esta nueva ideología, en comparación con las
El ejemplo citado permite señalar que la desimbolización precedentes, estriba en que no comenzó por apuntar al hombre
afecta la lengua y las maneras de hablar. Por otra parte, en este mismo mediante programas de reeducación y coerción. Se con-
caso testigo, la polémica se concentró en la lengua y sus usos. S1 tentó con introducir una nueva jerarquía del objeto, defi~ido co- \
bien el ejemplo que elegí parece cómico, pronto veremos otros riio s~~1pl~_ mercancía, y dejó que el resto llegara solo: que los .
que pueden llegar a afectar profundamente nuest~a. aptitud pa~a ·hoínbres se transformaran a medida que se adaptaban a la mer-
el discurso. En efecto, lo que está hoy en tela de ¡mc10 es p ec1- cancía, promovida para ello como lo único real. 10 El nuevo adies-
samente el peso de lo simbólico en los intercambios humanos, lo tramiento del individuo se efectúa, pues, en nombre de una ·
que dio vuelo a la gran antropología del siglo XX (desde Gauss «realidad» a la que más vale adaptarse que oponerse: 11 ese adies-
a Lévi-Strauss o incluso Lacan) que por ello se encuentra cues- tramiento siempre debe parecer suave, querido, deseado, como
tionada. Hay algo que debemos enunciar sin rodeos: el triunfo si se tratase de una serie de entenainments (ejemplos: la televi-
del neoliberalismo comporta una alteración de lo simbólico. Si, sión, la publicidad ... ). Pronto veremos qué formidable violencia
como dice Marce! Gauchet, «la esfera de aplicación del modelo se oculta detrás de estas fachadas soft.
(de mercado] está destinada a ampliarse mucho más allá del t~­
rreno del intercambio comercial»/ habrá que pagar un precio
9. Algo que comienza a ser explorado. Véanse, por ejemplo, los trabajos ele
por esta extensión: el debilitamiento e incluso la alteración de la Jea n-Pierre Le Goff, La Démoiratie post-totalitaire, París, La Découverte, 2002;
función simbólica. 8 Nos vemos obligados, pues, a retomar con de Jea n-Claude Michéa, Impasse. Adam Smitb, Castelnau, Climats, 2002; ele
_ una mirada nueva el análisis de lo simbólico en los tiempos de la Fran<;ois Flahaut, Pourquoi limitcr lhpansion du mpitalisme, París, Descartes &
modernidad. Cie, 2003.
10. La lectura de la obra ele los psicoanalistas Charles Merman yJean-Pie-
rre Lebrun, L'Homme sans gravité. Jouir a tout pris, Denoel, París, 2002, mues-
3. Este cambio radical en el juego de los intercambios impli- tra en este sentido que en la clínica pueden observarse cambios considerables.
ca una verdadera mutación antropológica. En la medida en qnc Según Merman y Lcbrun, esta ría formándose un «hombre liberal», lo cual
todo baarante simbólico de los intercambios entre los hombres trastornaría la antigua economía psíquica. Estaríamos, pues, pasando de una
tiende a desaparecer, lo que cambia también es la condición hu- cultura basada en la represión y, por consiguiente, en la neurosis, a una cultu-
mana. En efecto, nuestro ser-en-el mundo ya no es el mismo ra que promueve la peí\·ersión, última defensa contra la psicosis. Ahora bien,
la diferencia entre la antigua economía psíquica y la nueva estribaría principal-
desde que lo esencial de una vida humana ha dejado de ser la
mente en la nu eva jerarqu ía del objeto introducida por el ultraliberalismo.
búsqueda del acuerdo con sus valores simbólicos trascendenta- Me enteré de la existencia de este libro cuando ya hab ía completado el mío;
les, que cumplían el papel de garantes, para vincularse con la ca- es por ello que no menciono los posibles vínculos entre nuestras dos obras, pe-
ro destaco con satisfacción (completamente teórica) que mi tesis filosófica sobre
la destrucción del antiguo sujeto y el advenimiento concomitante de un nuevo
7. lbíd., pág. XX'V. sujeto ahora puede encontrar fundam ento en observaciones clínicas precisas.
8. Testimonio de esta alteración: la actual decadencia de la gran antropo- l l. En efecto, ¿para qué servía oponerse si «TINA», como machacaba
logía y la profusión de las etnologías y otras etnografías locales y relativistas. Margaret Tharcher para decir que «There Is No Alternative» al mercado )

20 21
Dany-Robert Dufour Prólogo

y si, por ventura, alguna región del mundo persistiera en kantiano. El empirismo de Hume y su escepticismo en con-
situarse en una posición masoquista, consistente en querer tra de la racionalidad y la metafísica clásica, como sabemos,
sustraerse a ese adiestramiento soft, ya sabemos -y, en cierto habían conmovido a Kant al punto de despertarlo brusca-
modo, la aplastante intervención militar de Estados Unidos en mente de su (famoso) «sueño dogmfoco» y obligarlo a fun-
Iraq en la primavera de 2003 ha contribuido a probarlo- que dar una nueva metafísica, crítica, establecida dentro de los lí-
esta ideología no se arredrará ante nada para conseguir que mites de la simple razón, liberada del dogmatismo de la tras-
esas zonas recalcitrantes reciban, voluntariamente o a la fuer- cendencia, aunque sin por ello ceder un ápice al escepticismo
za, los «beneficios» del nuevo capitalismo. 11 Sobre todo si po- empirista. u Así nacía la filosofía kantiana: apoyada en los pro-
seen recursos estratégicos. Para imponerse, la mano invisible gresos de la física desarrollada desde Galileo y Newton, se es-
del mercado no vaci la en recurrir al puño de hierro de los es- tableció sobre una síntesis magistral de la experiencia y el en-
trategas. tendimiento. Hizo falta el giro kantiano para establecer que
la intuición sin concepto es ciega aunque el concepto, sin in-
4. Nótese que, cuando hablo de la «producción de un nue- tuición, está vacío.
vo sujeto», entiendo «s ujeto» en el sentido filosófico del tér- Esta refundación fue el disparador inicial de la famosa revo-
mino: no hablo del individuo en el sentido sociológico, empí- lución copernicana de Kant extendida a lo largo de sus tres Crí-
rico ni mundano de la palabra, hablo de la nueva forma filosó- ticas (Crítica de la razón pura, 178 l, Crítica de la razón p1·áctica,
fica de un sujeto hasta ahora inédito, que está en proceso de 1788, y Crítica de la facultad de juzgar, 1790). Recorrido escandi-
construcción. Luego retomaré esta cuestión. Asimismo, hablo do por tres grandes preguntas: «¿Q ué puedo conocer? ¿Qué de-
del «sujeto» en el sentido filosófico cuando digo que s~ ha bo hacer? ¿Qué me está permitido esperar?».
quebrado el «sujeto kantiano» y el «s ujeto freudiano ». Estas Al tratar la primera, Kant sostiene, contra el empirismo de la
son formas construidas por el entendimiento para fijarse du- Ilustración, que lo que organiza el conocimiento no es la expe-
rante un determinado tiempo como una disposición trascen- riencia sino el poder de la razón. Ciertamente, todo conoci-
dental que está más allá de la multiplicidad de las sensaciones, miento comienza con la experiencia, pero, en ningún caso, po-
los sentimientos y las experiencias posibles. Lo que digo, en dría reducirse a ella. En efecto, mi conocimiento está condicio-
suma, es que hoy se apunta contra las dos formas de sujeto que nado por la percepción sensible de los objetos. Ahora bien, en la
se construyeron a lo largo de la modernidad y definieron la sensibilidad, Kant aísla dos formas a priori, el espacio y el tiem-
modernidad misma. po, anteriores a toda experiencia, que según él forman parte de
En primer lugar, hago referencia a la que se construyó en la estructura misma de nuestra mente. Luego, el entendimiento
los alrededores del 1800 con la aparición del sujeto crítico organiza la experiencia. Así es como intervengo sin cesar en el
campo del conocimiento, estableciendo relaciones entre los ob-
jetos por medio de categorías que se refieren al principio racio-
!2. Retomo aquí una indicación de Lacan dada durante la sesión del 10 de
nal de causalidad. De este modo, Kant enumera doce catego-
mayo de 1967, durante el seminario (inédito) «La lógica del fantasma». Lacan
habla de la posición masoquista que consiste en colocarse en situación de ser
rechazado por el Otro. Y, como ejemplo clínico, se le ocurre poner ... el caso
de Viemam para señalar que allí se atacó a las «personas, para convencerlas de
que estaban equivocadas al no querer ser admitidas dentro de los beneficios del 13. «Lo que primero interrumpió, hace ya muchos años, mi sueño dogmá-
capitalismo y preferir, en cambio, quedar excluidas». Y luego, Lacan presenta tico y dio a mis investigaciones en filosofía especulativa una dirección por
esta proposición sumamente interesante: «no digo que la política sea el incons- completo diferente fue la advertencia de David Hume». Véase Kant, E., Pro-
ciente sino que, sencillamente, el inconsciente es la política ... ». légomenesa toute métapbysique Juture [1783 J. París, Vrin, fntrodu cción.

22
Prólogo
Dmzy-Robm D11four

_ La segunda pregunta, «¿Qué debo hacer?», se resuelve me-


rías, 1• necesarias y universales, que permiten unificar el campo d~ante un imperativ?: la ilus~ración, die Aufkiirung, «no exige
de la experiencia. Lo que puedo conocer (los fenómenos) se me mnguna_otra cosa mas que la libertad y hasta, a decir verdad, [no
ofrece, pues, en un marco doble, el de las formas puras de la sen- eX1ge mas] qL~e la forma más inocente de todo aquello que pue-
sibilidad (objeto de la Estética trascendental), y el de las catego- de llamarse libertad, la de hacer un uso público de la razón en
rías (objeto de la Analítica trascendental) y se opone a lo que no todas las esfe_ras». 16 J?ebo pues hacer uso de mi libertad de pen-
puedo conocer, las cosas en sí, tal como son en sí mismas, inde- sar: Tal es el 1mp_eraavo_m~r~l de~ ~ombre que piensa, un impe-
pendientemente de cualquier punto de vista. Del mismo modo, rativo que lo obliga al e¡emcio cnaco ya enunciado por Descar-
los fenómenos dados por la intuición sensible se oponen a los se- tes, de pensar por uno mismo, i ; sin retroceder ante las conse-
res puramente de pensamiento, los noúmenos (Dios, el alma, et- cuencias de este principio, en la medida misma en que «la críti-
cétera), que la metafísica clásica pretendía poder conocer. En ca de la razón termina necesariamente por conducir a la cien-
realidad, esta ambición era una mera ilusión ele la metafísica clá- cia». is
sica que sólo la llevó a producir antinomias. Veamos un ejemplo . El «¿Qué m~ está permitido esperar?», por su parte, está aso-
conocido: «¿El universo es finito o infinito? ». Como puedo de- ciado a la _necesidad. m~c~o más práctica que teórica de que real-
mostrar tanto la tesis como la antítesis, las dos demostraciones mente exista un pnnc1p10 de justicia en el mundo. Kant no lo
se anulan mutuamente. La comprobación ele esas antinomias in- pos~la, pues, como algo dado primariamente sino, por el con-
solubles fue, precisamente, lo que condujo a Kant a la revolu- trano, como un efecto del trabajo crítico. Aquí estriba uno de los
ción copernicana de la filosofía crítica, gracias a la cual juzgaba aspectos esenciales de la gran revolución kantiana: en él la mo-
que había puesto «término al escándalo ele una contradicción ral del trabajo crítico es lo que funda la metafísica. 19 '

manifiesta de la razón consigo misma». n No es exage:ado decir que todo el que, desde hace dos siglos,
ha pensado radicalmente partió del sujeto crítico kantiano. He-
gel y Marx debieron ser kantianos para construir sus filosofías de
la historia; además, ¿no decía Hegel que Kant había «inau!!llra-
14. La función del pensa miento en el juicio puede reducirse a cuatro cate-
. do la filosofía moderna»? Ni el mismo Nietzsche pudo llevar
gorías, cada una de los cuales contiene tres momentos, perfectamente repre- a_delante su :r~tica rad~cal de la moral sin someterse al poder crí-
sentados en el siguiente cuadro: tico del espmtu predicado por ese hombre a quien Nietzsche
llamaba, en tono más bien afectuoso, el <<Viejo chino de Konis-
berg». ~0 Por cierto, Nietzsche critica radicalmente lo que lla ma
3. Relación -1. Modalidad
1. Cantidad 2. Calidad
Categóricos Problemáticos
de juicior Afirmativos
Hipotéticos Asertivos
Universales Negatirns
Disyunti\'OS Apodícticos 16. Kant, La Pbi/osophie de /'histoire [l 784], traducción de Piobetta, París,
Particulares Indefinidos
..\ub1er, l 9H: véase «Réponse a la question: qu'est-ce que les lumieres'» p·íu
Singulares 85. . , to·
17. Sobre esta é~ca del p~nsamiento, véase Kant, Critique de In faculté de ju-
Véase Kant, Critique de la mi.ro11 pure [l 781], ll parte, «Lógica trascendental», ger [l 790], traducc1on de Philonenko, París, Vrin, 1965, § 40.
1 división, «Analítica trascendental», libro primero, sección§ 9: «De la función 18. Kant, Critique de la rnison pure, ob. cit., pág. 45.
lógica del entendimiento en los juicios». Véase pág. 130 de la traducción fran- . 19. S'. se pierde este trnbajo crítico, luego «ya no sabemos lo que está
cesa de Jules Barni, Garnier para Flammarion. bien». Vease, en este senndo, el análisis que realiza Jacob Rocrozinski en Le
15. Kant, Phi/osophica/ correspondence. 1759-99, Chicago, Universiry Press of Don de in loi, Knnt et /'énigme de /'étbique, París, PUF, 1999. "
Chicago, 1967; véase la carta del 21 de septiembre de 1978 a Christian Garve, 20. Nietzsche, Par-de/ti le bien et le mal, 10/1 8, París, véase§ 210.
pág. 252.
25
24
r Dany-Robert Dufour
Prólogo

Pues bien, hoy se recusa vivamente ese suj eto crítico kan-
la doble función abusiva atribuida por Kant a la razón, insti~,i­
tiano, como forma idea l, capaz, en cuanto tal, de presidir la
da como juez y acusado," pero esta crítica nietzscheana ~amb1en
formación de todo indi viduo mod erno. ¿Q ué valor tiene to-
procede de esa «inquebrantable ley moral» puesta de _rehe~'~ por
davía ese sujeto crítico cuando todo se trata únicamente de
Kant que se confunde con el imperativo del eierc1c10 cnuco X
vender y comprar merca ncías? Para Kant, en efecto, no todo
con una «Idea interior de la libertad»/! de la que nunca carec10
ti_ene s~ equivalent~ en moneda: «Todo tiene o bien un pre-
Nietzsche. En cuanto a Freud, también él tuvo que ser kantiano
cio, o bien una dignidad. Lo que tiene un precio puede ree m-
para construir el sujeto freudiano, es d~cir, debió soi;ieterse al
p_la za rse por su equivalente; en cambio, lo que no tiene pre-
poder ensamblador de la mente para ed1fica_r una teona en _rela-
c10 y por lo tanto tampoco equivalente, es lo que posee una
ción con los fenómenos hasta entonces considerados como mco-
dignidad».' 7 Podemos decirlo de manera aún más clara: la
nexos y accidentales (los sueños, los chistes, los actos fallidos .._.).
dignidad no puede reemplazarse, «no tiene precio ni equiva-
Sabemos que Kant había querido que lo metafísico se entendie-
lente», hace alusión so lamente a la autonomía de la voluntad
ra como lo físico. Ahora bien, Freud retomó íntegramente por
y ~e opo~~ a todo lo que tiene un precio. Es por ello que el
su cuenta esta posición respecto de lo psíquico; es el único sen-
su¡eto cnt1co no es conveniente para el intercambio comer-
tido posible de lo que se llama el «fisicalismo» de Freud.ll Pero
cial; en realidad es todo lo contrario de lo qu e se requiere en
Freud es kantiano no sólo por su postura formal respecto de la
las ventas, el marketing y la promoción (gustosamente enga-
ciencia; también lo es por el contenido de esta ciencia. Según
ñosos) de la mercancía. Quieren conven ce rnos de que esta
uno de los mejores epistemólogos del freudismo, Paul-Laurent
recusación del sujeto crítico no es más que un gran retorno
Assoun Freud trató fundamentalmente de exhibir «la "verdad
del utilitari smo y la revancha tardía de Hume sobre Kant.
P sicoló~ica"
o
radical» de la subjetividad kantiana.HY lo hizo
mulando una «doble ecuación» calcada de Kant: «consciente =
.
for-
Pero, ¿cómo no sefialar aquí que se trata de un utilitarismo
doblemente edulcorado? Por un lado, pregona la búsqueda
fenómeno» e «inconsciente = cosa en sí». 2; De modo que no es
de la felicidad individual mucho más que la búsqueda de la
desmedido sostener que Freud comentó a Kant tomando «al pie
6 felicidad de la mayoría; por otro lado, redu ce y circunscribe
de la letra su texto y sus metáforas».J
la felicidad individual a una única dimensión: la apropi ación
del objeto comercial. ·
E_n estos tiem~os que calificaremos un poco a la ligera de
21. Nierzsche, Aurora, París, Livre de Poche, véase Prefacio, § 3. neohberales, el su¡eto kantiano no queda bien parado. Pero eso
22. Kant, D'rm ton grand seignwr adopté naguere m philosopbie (1796], tra-
no es todo: el otro sujeto de la modernidad, el sujeto freudiano,
ducción de Guillcrmit, París, Vrin, 1982, pág. 106.
23. Entiendo por «fisicalismo de Freud» el hecho de que éste siempre ex- descubierto en los alrededores del 1900, no está mejor posicio-
presó su voluntad de inscribir el psicoanálisis en las _Ciencias Namrales (Na- nado. En efecto, la neurosis, con sus fijaciones compulsivas y su
t11rwissenschaftm) antes que en las Ciencias del Espíntu _(Ge1~ew1ssem_c~aften!· tendencia a b repetición, no ofrece la mejor gara ntía de la flexi-
Esa intención es el resultado combinado de su fo rmac1on medica y f1s1coqu1- bilidad necesaria para «conectarse» de múltiples maneras con
mica del contexro cienúfico de la época y de su posición positivista. Véase la
los fluj os come rciales. La figura del esquizofrénico, actualizada
tesis 'de Vannina Michcli-Rechtrnan, Le statut de l'interprétntion freudienne et sa
critique dmrs l'épistémologie freudie1111e, París, Unive rsité de Paris 8, 2002 (en por Del_euze en la d éc~da_ de 1970, con las polaridades múltiples
prensa). . , _
e mverobles de sus maqumas deseantes, es, en este sentido, mu-
H . Assoun, P.-L., Frend, la pbilosophie et les pbtlosophes, Pans, PUF, 199);
véase la lll parte, sección IX : «Freud, lecteur de Kant».
25. Ibíd., véase 11 parte, capítulo 111: «Kant et Freud». 27. Kant, E., Fondmzents de la métnphysique des mrezm [1785], París, Gar-
nier-Flammarion, pág. 11 6.
26. Ibíd., pág. 348.

27
26
Dmzy-Robert Dufour Prólogo

o más eficaz.:s Al punto de que, en los comienzos de la ola tico y «psicotizante», y con este último término me estoy refi-
:olíberal, Deleuze creyó poder sobrepasar el capitalismo, sos- riendo a un sujeto abierto a todas las fluctuaciones identitarias y,
:choso de no desterritorializar con la suficiente velocidad y de en consecuencia, dispuesto a seguir todas las ramificaciones co-
oceder a reterritorializaciones llamadas «paranoicas», capaces merciales. La vivacidad del sujeto deja progresivamente su lugar
: atascar los flujos de la máquina (como el capital o la identi- al vacío del sujeto, un vacío expuesto a todos los vientos.
1d ... ), echándole a los pies la figura del esquizofrénico quepo- Es verdad que no todos los individuos se han vuelto psicóti-
a desbaratar y enloquecer los flujos establecidos conectando cos. El hecho de que la forma dominante del sujeto sea hoy la
do en todo. Lo que Deleuze no vio entonces fue que su pro- del sujeto acrítico y psicotizante no significa que la humanidad
·ama, lejos de permitir la superación del capitalismo, sólo se posmoderna esté sufriendo una psicotización generalizada. No
1ticipaba al curso que seguiría aquél. Hoy parecería que el nue- todo en el mundo se ha hecho posmoderno, aún quedan vastas
> capita lismo hubiera entendido la lección deleuziana. En efec- zonas modernas e incluso quedan zonas premodernas. Por otra
,, es necesario que los flujos de mercancías circulen, y circula- parte, en los lugares mismos donde la ofensiva posmoclerna es
n mucho mejor a medida que el viejo sujeto freudiano, con sus más intensa, hay resistencia, al menos por el momento: el pen-
;urosis y sus yerros en las identificaciones que no cesan de cris- samiento crítico y la neurosis aún tienen resto y un futuro por
lizarse en formas rígidas antiproductivas, sea reemplazado por delante. A grandes rasgos, en tocios los lugares donde todavía
1 ser abierto a todas las conexiones. Propongo, pues, la hipó- existen instituciones vivas, es decir, allí donde no todo ha sido
sis de que este nuevo estado del capitalismo es el mejor pro- completamente desregulado o vaciado de tocia sustancia, hay
ctor del sujeto esquizoide, el de la posmodernidad. En la ten- aún resistencia a esta forma dominante. Afirmar que en la aven-
encia a la desimbolización que vivimos en el presente, lo que tura humana se está imponiendo una nueva forma de sujeto no
)1wiene no es, por cierto, el sujeto crítico que promueve una equivale a decir que todos los individuos vayan a sucumbir a ella
liberación en nombre del imperativo moral de la libertad, co- sin combatir. No digo que todos los individuos vayan a volverse
10 tampoco conviene el sujeto neurótico presa de una culpa locos, sólo digo que, asegurfodose el advenimiento y el éxito de
)mpulsiva. Lo que se requiere hoy es un sujeto precario, acrí- esta forma de sujeto ideal, los promotores del nuevo capitalismo
contribuyen en alto grado a que eso ocurra. Sobre todo al su-
mergirlos en un «mundo sin límites»29 que tiende a multiplicar
los pasajes al acto y a instalar a esos individuos en un estado bor-
derline.
28. Deleuze y Guattari, L'Anti-CEdipe, cnpit11/i;we et schi:;ophrénie, París, Mi-
Jit, l 972, y Mil/e plateaux, cnpitnlim1e et schi:.ophréuie, París, lvlinuit, 1980. Re-
irdemos qu e el «esqui zofrénico» de Deleuzc y Guattari poco tiene que ,·er En el capítulo 1, intentaré determinar los puntos clave del
m el que la psiquiatría clásica presenta con ese nombre. Y si toma algunos de paso del sujeto moderno al sujeto posmoderno; en el capítulo 2,
is rasgos es para positivarlos plenamente. De este mod o, el esquizofrénico de mostrar cómo se fabrica ese sujeto; en el capítulo 3, de di lu-
~ leuziano podría definirse como una modalidad de subjetivación que escapa
cidar cuáles son las principales denegaciones sobre las que se
las o-randes dicotomías que habinialmente fundan la identidad: no sería hom -
re ni" mujer, hijo ni padre, hombre ni animal, ni muerto ni vivo, sería más b'1en construye este sujeto posmoderno y, en el capítulo 4, de señalar
lugar de un devenir anónimo, indefinido, mliltiple, es decir, qu e se presen- qué acompaña la producción de ese nuevo sujeto: la destrucción
ría por sí solo como una multitud, un pueblo, una jauría atravesados por in - de la cultura y la promoción de un nuevo nihilismo.
~s tiduras exteriores variadas y eventualmenre heteróclitas. Deleuze y Guatari
istinguen en L'Anti-CEdipe, págs. 4.:¡9 y sigs., dos polos sociales de la investi-
ra libidinal: el polo «paranoico», reaccionario y fascista, y el polo «esquizoi- 29. Véase Lebrun, Jean-Pierre, Un monde sans limite, Ramonville, Éres,
» y revolucionario. 1997.

28 29
1. De la modernidad
a la posmodernidad:
puntos de referencia

Como se habrá comprendido, mi hipótesis es que en nuestras


sociedades, ante nuestros ojos, se está cumpliendo una mutación
histórica de la condición humana. Esta mutación no es una sim-
ple hipótesis teórica; por el contrario, me parece que podemos
identificarla observando un cortejo de acontecimientos, no
siempre bien definidos, que afectan a las poblaciones de los paí-
ses desarrollados. Estos acontecimientos, de los que todos he-
mos oído hablar, son: dominio de la mercancía, dificultades de
subjetivación y socialización, toxicomanía, multiplicación de los ;..r
pasajes al acto, aparición de eso que, equivocadamente o no, se
denomina «los nuevos síntomas», 1 explosión de la delincuencia
en fracciones no desdeñables de la población joven, nueva vio-
lencia y nuevas formas de sacrificios ...
Frente a estos acontecimientos, muchos especialistas de las
cuestiones psicosociales (educadores, psicólogos, sociólogos y
hasta psicoanalistas ... ) se contentan con recordar que no hay en
ello ningún problema nuevo. Si hoy los identificamos, sería
esencialmente en función del mayor acceso a las informaciones
de que disponemos y, si nos interesamos en tales fenómenos, se-
rá solamente por cómo funcionan los medios de comunicación
masiva que necesitan su ración cotidiana de material candente.

l. Por ejem plo, la anorexia, la bulimia, la toxicomanía, la depresión, el ata-


que de pánico, etc., es decir, prácticas de ruptura, de rechazo del vínculo con
el Otro, invocados a menudo en diagnósticos llamados de «prepsicosis».

31
De la modernidad a la posmodernidad
Oa11y-Robert D1ifo11r

dernidad que varios filósofos, cada uno a su manera, han sei'í.ala-


De algún modo, estos especialistas parecen decirnos: ~<C_irculen,
· len , no hay nada que ver en estos seudoacontec11111entos». do. Desde hace algún tiempo, hemos ingresado en una época
circu . . que c?n gusto llamamos «posmoderna». J.-F. Lyotard, uno de
En el mejor de los casos, intentan deconstruir los discursos que
l?~ primeros en destacar ese fenómeno, entendía que esa expre-
ponen en escena estos acontecimientos. De. modo que _se de-
s1on ~v?_:aba una época caracterizada por el agotamiento y la de-
construye a porfía, pero olvidando, con excesiva f_:ec~encia, que
sapanc10n de los grandes relatos de legitimación, particular-
al terminar la deconstrucción, lo esencial queda aun sm resolver:
1~1ente lo; relat?s. re_ligiosos y el relato político.; No quiero ana-
producir a la vez una construcción ~ una inteligib_ilidad nuevas
lizar aqm la legmm1dad de esta expresión; también se propusie-
de Jos hechos mismos, puesto que estos son obstmados, como
ron otras: la sobremodernidad, lo hipercontemporáneo ... Sólo
decía Gaston Bachelard en El aire y los rne1ios.!
En suma, creo que, lejos de constituir accidentes, a_rtefactos querría señalar que, ef~ctivamente, llegamos a una época qu ha
presenciado la d1soluc1ón, la desaparición incluso, de las fue rzas
epifenómenos más o menos construidos por los med10s, _estos
0 sobre las cuales se apoyaba la «modernidad clásica». A ese pri-
elementos y acontecimientos deben entende_r:e como los_signos
mer rasgo del fin de las grandes ideologías dominantes y los
de una crisis gravísima que afecta a la poblac1on de los pa1s_es de-
grandes relatos soteriológicos se ha agregado, paralelamente y
sarrollados y, en primer lugar, a su parte más expuesta, la Juven-
para completar el cuadro, la desaparición de las vanguardias y
tud. d , luego otros ~lementos significativos tales como: los progresos de
Sostendré la hipótesis de que todas estas dificulta es estan
la democracia y, con ella, el desarrollo del individualismo la dis-
vinculadas fundamentalmente con la transformación de la c?n-
minución del rol del Estado, la preeminencia progresi;a de la
clición subjetiva que se está operando en nues~as democracias.
~ercancía por sobre cualquier otra consideración, el reinado del
En otros términos, en la crisis actual de las sociedades, no pode-
cimero, la transformación de la cultura en modas sucesivas la
mos pasar por alto el hecho de que ser sujeto se presenta hoy, en
masificación de los modos de vida que se da en simultáneo ~on
una modalidad sensiblemente diferente ele la que correspondia a
la individ~ació~ y la ~xhibición de la apariencia, el apl:rnamien-
las generaciones precedentes. En resumen, no vacilaría en con-
~o de la h1_stona en VIrtud de la inmediatez de los eventos y la
jeturar que el sujeto que se presenta hoy ya no es g~~balment~ ,el
mstantane1dad de la información, el importante lugar que ocu-
mismo que el que existía hace apenas un~ gen_erac1on. Tamb1en
pan tecnologías muy poderosas y con frecuencia incontroladas
la condición subjetiva está sometida a la h1stonc1da? y probable-
la prolongación de la expectativa de vida y la demanda insacia~
mente hayamos cruzado, en este sentido, un cabo 1mportant~ ~l
ble de perpetua salud plena, la desinstitucionalización de la fa-
cual las grandes instituciones (política_s, educa uvas, de ~alud f1s1-
~ilia, las i~terrogaciones múltiples sobre la identidad sexual, las
ca y mental, ele justicia, etc.) son parncularmente sensibles.
1~terrogaciones sobre la identidad humana (hoy se habla, por
e¡emplo, de una «personalidad animal»), la evitación del conflic-
to y el desinterés progresivo por lo político, la transformación
FR:\CTUR:\ EN LA ,\\ODER.l"\í!DAD
del derecho en un procedimiento jurídico, la propagación públi-
No soy el primero, por cierto, en revelar los signos de esta ca del espacio privado (piénsese en la moda de las webcams) la ,.
privatización del dominio público, etc. Todos estos raseros deben
transformación que está afectando las formas del ~e_r~uno-mis­ b
entenderse como síntomas significativos de esta mutación acnial
mo y del estar-juntos de la modernidad. La apancion de este
en la modernidad. Tienden a indicar qu e el advenimiento de la
nu evo sujeto corresponde en realidad a una fractura en la mo-

3. Lyotard, J. F., Ln Co11dition postmodenze, París, Minuit, 1979.


2. Bachelard, G., L':!ir et les Songes [1943], París, Corti, 1983.

32 33
Dany-Robeit Dnfour
De fa modernidad a la posmodernidad

posmodernidad no dej a de vincularse con el advenimiento de lo


que hoy se conoce con el nombre de neoliberalismo. ció Y promovi~, sobre todo a r:avés de la escuela? Al respecto,
no hay nad a mas urgente que disponer de es tudios de psicoloo-ía
' b
i\tli esfuerzo apuntará, precisamente, a reflexionar acerca ¿e conte.mporanea. que procuren discernir la nueva disposición de
esta mutación en la medida en que corresponde a lo que podna- u.n Sujeto conminado a hacerse a sí mismo y a quien ya no se di-
mos llamar u~a afirmación del proceso de individuación inicia- r~g~, ni puede di.rigirse legítimamente, ningún antecedente his-
tonco o generac10nal.
do hace ya tiempo en nuestras sociedades. Afirmación que, jun-
to con sus aspectos positivos, e incluso con los.~uevos.go~e.s au- . , Pero, ¿qué es puntualmente un sujeto autónomo? Esta no-
torizados por los progresos de la auton.om1zaoon del md1v1du?, CIOn, ¿tiene en s~ misma. algún sentido en la medida en que el
no deja de engendrar sufrimientos inéd1~0.s; S1 bien l~ autonom1a <~Suje to>~ es e~ latin e_J sub;ectus que designa el estado de quien es-
del sujeto conlleva, en efecto, una amb.icion .emancipadora, na- :a sometido, eamolog1a que parece ignorarse cada vez más? El su-
da indica que esta autonomía sea una eXIgencia a la q,ue todos ,los Jet? es, ante todo, el sojuzgado, el sometido. Pero, ¿sometido a
que?
sujetos puedan responder de entrada. Toda la filosof1~ tendena a
indicar que la autonomía es lo más difícil de ~onstruir del mun-
do y que sólo puede ser la obra de toda una vida. No so.rpre~? e
P EQUEÑO COMPENDIO DE SUiVUSIÓN AL SER A LO UNO
que los jóvenes, que por natu raleza se encuentran en situ~c1o n AL GRAN SUJETO ... ' '
de dependencia, estén expuestos de frente a esta eXJgencia ~e
manera muy problemática, lo cual crea un contexto nuevo y di-
fícil para todo proyecto educativo. A menudo se habla de que !os Aquí entiendo.por «compendio» una exposición sucinta que
apunta.ª. l_o es~ncial. Comencemos por decir que la cuestión de
jóvenes «han perdido toda re ferencia», pero e ~ estas cond 1c1 ~­
nes lo sorprendente sería lo contrario. Es ~~1¿ ente. que estan la sum1S1on siempre interesó enormemente a la filosofía: el
perdidos, puesto que experimentan una cond1c10n sub¡etiva nue- hom?re es una sustancia cuya existencia no depende de sí mis-
va, de la que nadie - y menos aún los responsables de la _es~uela­ mo s~no de otro ser._ ~as ontolo~fas, múltiples, constituidas para
tiene las claves. Por lo tanto, de nad a sirve invoca r la perdida de dilucidar esta cuestion, propusieron muchos nombres posibles
referencias si con ello se quiere sugerir que algw1as lecciones de para ese ser: la Naturaleza, las Ideas, Dios, la Razón o ... el Ser.
moral a la antigua podrían bastar para detener los daños. L? que Ha~:a podría dec.ir~e que toda la filosofía no es más que una su-
falla es, justamente, la moral, porque ésta sólo puede pre?1ca.r;e ces10n de propos1c1ones sobre ese principio primero: el ser. Co-
«en nombre de ... » cuando, en el contexto de autonomizacion menzando por la de los sofistas, antes que nada, paradójica, que
continua del individuo, ya no se sabe en nombre de quién o qué afirmaba, para ahogar a la filosofía en su estado embrionario
se puede hablar de moral. Y cuando uno ya no sabe en nombre que nada es, que el ser no es y que todo deviene.~ Por supuesto:
los sofistas pronto cayeron en la trampa que ellos mismos le ha-
de quién o qué hablar a los jóvenes, el adulto que debe habl~r!es
todos los días se encuentra en una situación tan problemat1ca bían tendido a la filosofía naciente. Así, su proposición fue rápi-
como los jóvenes que lo escuchan. Este nuevo pa.norama, la. a~­
sencia de un enunciador colectivo creíble, crea dificultades me-
ditas en el acceso a la condición subjetiva y afecta a todos, parti- 4. Véase el exquisito trabajo de Barbara Bassin, l'Effet sophistique, París
Galbmard, 1995. B. Bassin indica que, para los sofistas, «el ser[ ... ] no es lo qu~
cularmente a los jóvenes. ¿Q ué efectos tiene en el sujeto la de-
la .palabra revela, sino lo que crea el discurso» (pág. 13). Por ello acuña el tér-
saparición de esta instancia que interpela y .se di.rige a todo su¡e- mmo «lo~ología». en oposición a la «Ontología». Siempre hay que escuchar la
to, a la cual éste debía responder y que la h1stona siempre cono- enunc1ac10n deba¡o del enunciado y obliga rse a restiruirle la objetividad de la
cosa a la eficacia del discurso.

34
35
De la modernidad a la posmodernidad
Dany-Robert Dufour

. l d irir la forma de una tesis sobre el les son modelos del género que muestran que la ambición últi-
<lamente ontolog1.zada ·ªsªbqu tambi én la proposición de los ma de la filosofía es la política. Pero esto es igua lmente cierto en
. 1 devenir es' a emos
devenir: . ¡· .d d el caso de cualquier ontología: ninguna se presenta sin una po-
_~ . 1 ban la Naturaleza, en su mulup ici a
presocraucos que pos~ a ' l . o Luego la de Platón, que lítica que celebre, orga nice o prepare el reino del ser entre los
. ¡ er pnmero y u um · ' hombres. En este sentido, toda ontología es política. Agamben
mism~, ~o~~a eo~tología de las entidades inteligibles (seres ma~
pos~.ª a , . ) La de Aristóteles, que afirmaba una on llega incluso a decir que «la política se presenta como la estruc-
temaucos Yseres eucos · . ) e siempre fue tura propiamente fundamental de la metafísica occidental, en la
l , d lo concreto (cosa, ser vivo, persona ' qu , medida en que ocupa el umbral donde se produce la articulación
to og~a ~ d de los empiristas. La de las ontoteologi~s, q~e
gran mspira .ora . d un dios creador único. La de la ciencia, entre lo vivo y el logos». 6
postula la existencia e . . , erdadera (lo que es De este modo, el ser nunca es puro: siempre posee una tra-
tolorría de la proposic10n v
que postu 1a una on b · ) L de Kant que ducción, hasta podría decirse un doble político. Doble al que
d clero lo que se puede demostrar, e~s~e . a l, podría dársele el nombre de «tercero» o de «Uno».
ver a ,Razón «en sí» como un princip10 supranatura y un
postula la . L d Hegel que postula la historia como lugar de Kojeve, en Esbozo de una fenomenología del derecho, decía que
dato a pnon. a e ' d H l e postula la «hay derecho cuando en los as un tos humanos interviene un ter-
r ·' del espíritu absoluto. La e usser , ,qu . cer punto de vista»/ pero debemos hacer remontar la existencia
rea izac1on sa de su erarse a si mismo a1can-
conciencia como lo que n~ ce L d pHeidegrrer que hace del del tercero aguas arriba del derecho, al momento mismo de la
zando lo qu e no es ella misma. a e ~, , , lh co nstitución del espacio político, cuando un grupo de sujetos
Ser un principio absoluto c:i~ ;;~~~s~:~;;~~d::t~~~~aemi~:a~ hablantes construye y pone en escena a un tercero, entre otros
bEre. La delaSsadretr~d;~~a~~~losofías distribuidas entre trascenden- posibles. Al respecto es probable que la disposición política de
n suma, .. los hombres date de épocas muy remotas, del proceso de homi-
. · encismo y empmsmo. ¿ ni zación misma. 8 En este sentido, las sociedades siempre fueron
ta lismo, mman b de formas en alto gra o
Se trata, como podemos compro ª.r, firmar que todas políticas por cuanto siempre se dieron un tercero al cual sacrifi -
. · b rgo me arriesgo a a
especulauvas y, sm em ª ' ,. carse. Con todo, no siempre fueron conscientes de ese proceso.
. . son eminentemente polmcas. .
esas propos1c10nes l ' u le¡os Para que éste llegara a la conciencia; hubo que esperar a que se
U d , en efecto creerse -con la onto ogia- m _Y
produjera el «milagro griego» de lÓs siglos V y rv antes de nues-
del c~~:~ d~~~ político~, má~ aún, de la P?lí?ca, q:~;i~~fz~~ tra era. Mientas que anteriormente los hombres inventaban sin
debe hacer frente a preocupaciones lmuyJ;~c~~c~: ~cció~ real y saberlo terceros de los cuales obtenían su ser, la filosofía griega
. , d l .d cotidiana y supone e sen cambió el orden: la deliberación referente a la organización de
c1on e a vi. a . 1 el medio. Pero no es en
el mantenimiento del contacto vita con do se debaten la for- la polis intervino en la elección, la forma y la organización del
l , estamos muy cerca: cuan
mo do a guno .as1, . , l .d d de la ciudad, del Estado,
ma y la or~:n~:~~snq~: ~ec~:~~~~e:o'a los hombres a la ver~ad
6. Agamben, G., f-101110 sacei; le pouvoir souverain et la vie nue, París, Seuil,
1995, pág. 16.
se trata na , l . le dominación de sus pas10-
clel ser y ele sustraerlos asi a a s1mp , L p r . de Aristóte- 7. Kojeve, A., &-quisse d'tme philosophie du droit, París, Gallimard, 1981.
nes inmediatas. La República de Platon o a o ittca 8. La teoría de la neotenia del hombre (segú n la cual este último se presen-
ta como un ser notoriamente inacabado en el momento de su nacimiento) per-
. la ue debemos vincular la filoso- mite retomar bajo una nueva luz las cuestiones del tercero primitivo, el tótem,
. · · , sta es la comente con q
5. En mi opmion, e foque de AJain Badiou cuan- que Freud llegó a resol,·er mediante un «mito científico» en Totem et Tabou, in-
. d 1d · No comparto pues, e1en
fía deleuziana e everur. P ,' (H h tte 1997) pinta a un Deleuze terprétation par la psycha11la)•Se de la vie socia/e des peuples primitifs [1912], París,
[,¡¡ l1171ieur de l'etre ans ac e ' ' ,
do, en De¡euze. e l ' . , ·<l d del ser bajo la afirmación pragma- Payot, 1988. Sobre este punto, me permito remitir al lector a mis Lettres sur la
platónico a su pesar que busca a um\ oc1 a uatui-e humaine, París, Calmann-Lévy, 1999.
cica de las multiplicidades.

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Dany-Robert Dufour De la modernidad a In posmodernidad

terce ro. Además la ontología ~ura y la ontología polí~ca se liga- tos y creaciones artísticas destinadas a sostener esta ficción. Los
ron íntimamente: Platón medita tanto sobre el n8o~ como so- diversos relatos prescriben, en efecto, el aspecto que conviene
darle al gran Sujeto para qu e dos interlocutores pueda n librarse,
bre la República. .
demás , el término «política» remite a ese .sentido:d.la más o menos pacíficamente, a su inagotable vocación, hablar,
P or lo
polis, la ciudad griega, es el tercero que la ~o~iedad gnc~a ;e 10 que modela todas sus demás actividades. En el ca mpo de la on-
durante los siglos v y rv antes de _la era cns~ana.; y polmkos es l_a tología política, ese doble político del Ser se denomi na Uno . Así
ciencia que tiene por objeto esa cmdad. El termmo se co~1servo, es como el politólogo Gérard Maíret, en El Principio de soberanía,
independientemente de cuál fuera el tercero que las sociedades describe, en la parte «Fundamentos» (sobre el poder político
se adjudicaran, pero evidentemente vale para toda~ las ocasiones. moderno), que «concierne a la política lo que es común a los se-
Por filosofía política entiendo, pues, el pensami ento que pro- res humanos que viven juntos en un tiempo y en un lugar dc ter-
cura, por un lado, identificar los diferentes terceros q~e la hu- minados».1º La política remite pues al ser cornún de los hombres.
manidad se ha dado y, por el otro, analizar las modalidades de Los conjuntos humanos no existen sin un principio de unidad: la
construcción y reconstrucción de esos terceros ebborados por comunidad, la polis, el Estado ... Por ello Mairet índica qu e no
los individuos en el curso de la historia. En resumidas cuentas, hay
.
política sin «una ontología de lo mzo». La polis bo-rieo-a
o
es tá
los suj etos hablantes, simbolizables :omo_ro y tú, nunc~ de¡aron ciertamente atravesada por múltiples fuerzas, pero se presenta
de construir terceros, eminentes «el», dioses ante. quienes po- como unidad. En la ciudad cristiana, el Estado es un microcos-
dían autorizarse a ser. Así, Aristóteles había determmado acert~­ mos concebible según un macrocosmos organizado y causado
damente, al comienzo de la Política, que nuestro estado de «ani- por un dios único. En el Estado moderno, Dios ya no funda el
mal político» estaba vinculado con nuestro estado de «ammal orden político. «El orden del Estado y el Estado como orden»
proceden de una causa que ya no es divina, sino hum ana (dada a
que habla». .
Podría decirse pues que, porque ha bla~, los. su¡ et.os no cesan conocer por Maquíavelo en 1513 en E/ príncipe y presentada lue-
de construir entidades que eligen como pnnc1p10 unificador, co- go por Bodin en 1576 en los Seis libros de la Repúbliw), lo cual no
mo Uno, como gran Sujeto, vale decir, sujeto apar~~· alrededor modifica, sin embargo, la estructura ontológica siempre supedi-
del cual se ordena el resto de los sujetos. Esta noc1on d~ con_s- tada a lo uno.
truccíón discursiva es importante. Probablemente la aspirac1on Por supuesto, lo Uno no existe ni nunca existió; es una co ns-
misma de lo político sea presentar grandes su.jetos ~ue parezcan trucción puramente ficti cia. En el lugar de lo Uno, lo que en-
entidades completamente naturales y el sentido m.1sm?, del po- contramos en los hechos es la discordia, llámesela o bien estasis
derío político sea obrar para producir esta naturahzaoon. Pern (disputa, diferendo), como lo indica Nicole Loreax al referi rse a
ésta es engañosa en todos los casos pu~sto qu e tal:s 111stanc1as la polis griega, donde lo Uno, lo común, sólo aparece como con-
han siclo elaboradas enteramente por su¡etos pequenos en su ne- trapartida de la división y la sedición permanentes, o bien «de-
cesidad de construir el gran Sujeto quien, a cambio, los hace sacuerdo», como lo hace Jacques Ranciere, 11 donde la política
existir. El tercero, centro de los sistemas simbólico-pol!ttc~s, remite siempre a una «Cuenta falsa, una doble cuenta o un error
tiene pues, en todos los casos, estructura de ficción, de hcc1on de cuenta» en las partes del todo. Pero unificar lo heterogéneo
sostenida por el conjunto de los hablantes. Es por ello .que nun- es función de la ficción.
ca se puede separar la política de cierto número de mitos, rela-
. 10. Mairet, G., Le Principe de souveraineté, París, Galli ma rd, 1997, págs. 185
y s1gs.
9. El eidos generalmente se trad uce como «forma» o «idea» Y reenvía a la 11 . Véase Loraux, N., La Cité divisée , París, Payot, 1997, y Ranciere, ]., La
Mésentente, París, Galilée, 1995 .
«teoría de las ideas» de Platón.

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Dany-Robert Dufour
De la modenúdad a fa posmodernidad

EL OTRO
EL CARÁCTER INCOMPLETO DEL Orno
En suma, el ser, sea quien fuere, nunca dejó de encarnarse en
la historia humana y ese aspecto, esa «Ontología en s~ sentid? La primera observación retoma y desarrolla un punto de la
elaboración lacaniana relativa a la incompletud del Otro. La
político», es lo que verdaderamente me i~teresa exam111a.r_ aqut.
El lector avisado probablemente haya senado que la cuesuon del propiedad indispensable que permite que el Otro se constituya
Otro, tal como fue formulada por Lacan, no dista mucho de re- com? tal es, paradójicamente, su carácter incompleto. En efec-
ferirse a lo que yo evoco aquí del ser o de lo Uno. Sabemos ade- to, siempre hay un punto en el cual no es posible dar cuenta de
más en qué medida Lacan se apoyó, en la década de 1950, ~n la su condición de entidad completa en sí misma. El Otro, que se
ontología heideggeriana, muy radical, para elaborar su teona de presenta con el distintivo de lo completo, se encuentra, en su-
lo simbólico donde el Otro figura como lugar tercero de la pa- r~a, en falta: me remito aquí, a manera de ejemplo, a lo que in-
labra. Lugar' tercero tanto como lugar del terce~o'. _es decir, de dica Kafka en un texto de lógica inquebrantable situado al final
aquello que Lacan, invocando abiertamente la religion, denomi- de El proceso, titulado «Ante la ley», donde uno entonces com-
nó el Nombre-del-Padre. Expresión en la cual el Nombre-del- prende que!~ ley se constituye por el hecho de que alguien pre-
Padre es, salvo accidente, lo que representa el lugar del Otro, gunta: «¿Que es la ley?». Vale decir que lo que constituye la ley
pues es, como dice Lacan, «el significante del Otro en cua~to no es una respuesta que la defina sino la pregunta que inquiere
acerca de ella. Es, efectivamente, la falta (parcial) del Otro lo
lugar de la ley». 11 De modo que bien ~odríamos retener aqu~ _el
término lacaniano de Otro, correlac10nado con la expresion que me permite, a mí, sujeto pequeño, presentar mi demanda y
también lacaniana de Nombre-del-Padre. Con esto apunto a re- también pedir una explicación: ¿por qué? ¿con qué derecho? Si
lacionar tres registros que habitualmente se presentan sepa~a­ el Otro fuera pleno, todo se deslizaría y yo no podría preguntar
nada. Por lo tanto, sólo soy sujeto del Otro si puedo pedirle una
dos: el registro puramente especulativo asociado al. Ser, e.l re~1~­
rendición de cuentas. En resumen, soy sujeto del Otro en la
tro puramente político asociado a lo Uno y el registro simbo!t-
co asociado al Otro, con el propósito de hacer aparecer un~ ~er­ medida en que pueda oponerle alguna resistencia. En este sen-
dadera continuidad, con frecuencia deficientemente pembida, tido, el sujeto es tanto la sujeción como lo que resiste a la sujeción. Di-
entre los aspectos ontológicos, políticos, simbólicos y clínicos de cho de otro modo, el sujeto es el sujeto del Otro y el que se resiste al
Otro.
la problemática del sujeto. . .
Lo que propongo aquí no me parece que contradiga (s1110 to- Si el sujeto es, en última instancia, el que resiste, se hace evi-
dente de inmediato que hay un error que dicho sujeto no debe
do lo contrario) la teoría lacaniana del gran Otro. Pero, puesto
cometer en su ambición de autonomía: nadie puede librarse de
que soy de los que piensan que los libros también sirven para
la sumisión al Otro sin haberse sometido primero a ella. En
dialogar con los muertos, lo diré de esta manera: tengo que h~­
efect?, ¿cómo podría resistirme al Otro sin antes haberme deja-
cerle varias observaciones serias a Jacques Lacan sobre su teona
do alienar por él? Si uno infringe esta ley, si, en suma, uno sale
del gran Otro. Creo, en efecto, que, para poder abordar la cues-
de ella sin antes haber entrado, posiblemente se encuentre libre,
tión que me interesa aquí, la de la mutación posmoderna d~ las
modalidades de subjetivación, la teoría del gran Otro lacamano pero lo hará en ninguna parte, en un espacio caótico sin referen-
cias, un espacio fuera de todo tiempo y de todo lugar. Luego ve-
debe desarrollarse en puntos muy precisos.
remos que, tal vez, lo que estamos cometiendo hoy sea un error
de ese tipo.
12. Lacan,J., Écrits, París, Seuil, 1966, «D'une question préliminaire atout Del Otro, de ese Otro comprendido dentro de los límites de
traitement possible de la psychose», pág. 583. la simple razón, podemos decir, brevemente, que permite Ja fun-

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De la rnodemidad a la posmodernidad
Da11y-Robe1t Dufour

quedó interrnmpiclo desde la primera sesión. u Nunca tuvimos


ción simbólica en la medida en que da un punto de apoyo al su-
jeto para que sus discursos tengan una base ele sustentación, aun- los «Nombres del padre» tales como habrían podido declinarse
eventualmente aquí.º allá, pero más adelante tuvimos, luego de
que sea ficticia. react1vac10nes sucesivas, un concepto, el «Nombre-del Padre»,
colado en el bronce estrncturalista. Es decir, un concepto unifi-
ALGUNAS CUESTIONES RELATTVAS A LA ESTRUCruRALIZAC!ÓN
cado, estructuralizado de una vez por todas y fijado con o-uiones
para sostener aún mejor el atelaje, cuya pluralidad ya nbo pudo
DEL OTRO
dar~e por descon,tada s~~o bajo la forma de tres-:n-uno (in~a~i­
La segunda observación se refiere al estructuralismo pre- nano, real, s1mboltco), pero que ya no era declmable h1stonca
sente en la teoría lacaniana del Otro. Lacan, por razones con- ni geográficamente ni de ninguna otra forma. De los «nombres
tingentes pero que tuvieron grandes consecuenci~s teóricas y del padre» ya no quedará sino una apelación fantasma que rea-
que ya analizaré, se vio inducido a estructurahzar al gran parecerá con el nombre de «non-dupes errent» 1; (el seminario
Otro y por ende a convertirlo en un g_ran O~ro tal como lo de 1973-7'.), lo cual produjo efectos heurísticos novedosos, pe-
ro desplazo a otra parte el problema origina l sin resolverlo. 16
transfiguró la eternidad, idéntico a sí mismo, siempre y en to-
No me opongo en modo alguno a esta estrncturalización;
das partes. . . probablemente sea una gran ven taja poder pensar con una cate-
Recuerdo que en 1963 Lacan debía dar un semman~ sobre
«Los nombres del padre». Ese plural «los nombres>> es impor- goría fija, pero con la condición expresa de que no aplaste la va-
tante porque indica cierto enfoque fenomeno lógico del Otro, lo riación, la d_iacronía y la especificidad de cada figura del gran
Otro, es decir, al fin de cuentas, las diferencias de las escenas his-
cual no sorprende cuando uno conoce los vínculos qu~ n:a~te­
nfa Lacan con Merleau-Ponty. Esta búsqueda del pnnc1p10 a tóricas donde se despliega la vicia del sujeto. Siempre se puede
través ele lo múltiple estaba muy difundida en el espíritu_ ele la tratar de repetir el adagio freudiano según el cual, de todas ma-
época. Volvemos a encontrarla, por ejemplo, en los trabaios de neras, el inconsciente ignora el tiempo. Es cierto, pero ésa no
fenomenología social y política ele otro autor cercano a Mer-
leau-Ponty, Clauae Lefort. En sus primeros ?"ªbajos, Lefort 13. Esta interrupción siguió a la «excomunión» de Lacan decretada por la
procuraba identificar el cambio histórico a p~rtlr cl_el cual espe- Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA). Lacan había sido borrado de Ja
cificaba cada sociedad, mientras que, en la misma epoca, Lacan lista de los docentes reconocidos por el IPA el 13 de octubre de 1963 , con el
buscaba, a través de la exploración de la pluralidad de los nom- pretexto de que practicaba «Sesiones corras». Véase sobre este período Roudi-
bres del padre, las fo_rmas posibles de la s~g~ificac~~n social in- nesco, E. Jacques Lacan, París, Fayard, 1993, p<ígs. 393-402 e Histoire de la psy-
chanalyse en france 2, París, Seuil, 1986, págs. 360-377.
consciente. Y, en reahclacl, en la pnmera y umca ses1on de ese se- 14. Porge, E., l es No111s du pin chn Jncques l11cn11. Ponctu11tio11s et probiema-
minario, la del 20 ele noviembre ele 1963 , Lacan habla del Otro, tiques, coleccción Point Hors ligne, Ramonville, Eres, 1997.
en -cito- «SUS diversas encarnaciones», y evoca en la misma lí- 15. «Los no incautos yerran», un juego de palabras que suena mur seme-
nea ele pensamiento el mito del padre jefe de la horda en Freud, jante a 110111 du pire, nombre del padre. ¡N. de T.J
el Tótem en Lévy-Strauss, donde «míticamente el padre no 16. Es significativo que, diez años después de abandonar el seminario los
puede ser sino un animal», la cuestión del padre en Sa~ A!?11stín, nomlrres del padre, Lacan, en les no11-d11pes errent, parezca desafiar a su audito-
rio y a sus futuros lectores a encontrar lo que puede hallarse oculto en su en-
el nombre del Elohim en la zarza en llamas de los 1ud10s, El señanza: «Lo que proyectaba enunciar de los nombres del padre (... ] podría
Shaddai, la alfarería fenicia del Alto Egipto, donde «Se sitúa el haberle_s servido [a las sociedades psicoanalíticas]. No es algo que me importa-
nombre, etc.». ra precisamente. De todas maneras, sé que no lo encontrarán por sí solos... »,
Ahora bien, ese seminario sobre los «nombres del padre» véase Lacan, ]. , lenzon-dupeserrent, sesión del 13 de noviembre de 1973.

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Dany-Robeit Dufour De la modemidad a la posmodernidad

sería de ningún modo una razón suficiente para pensar que ... ¡el montura teórica cuando ésta comenzaba a quedarse sin aliento,
tiempo ignora el inconsciente! En otros térmii:os, es ¡~erfecta­ cosa que no dejó de hacer en el caso del estructuralismo. Efecti-
mente posible sostener al mismo tiempo que el inconsciente ig- vamente, sólo hizo falta que transcurriera un lustro para que La-
nora el tiempo y que la condición subjetiva está supeditada a la can denunciara «la cubeta llamada estructuralista» de la que to-
variación histórica. do el mundo había venido a sacar provecho, después de haber
Cuando uno trata de comprender por qué Lacan tuvo que re- hablado de «la cloaca de la cultura» de la cual no se puede esca-
nunciar a su bello plural original, sólo encuentra una explica- par, «ni siquiera afiliándose al Partido»: 18 la alusión a Althusser
ción. Habiendo sido excomulgado del IPA y obligado a inte- y a su pertenencia nunca desmentida al Partido Comunista pa-
rrumpir su seminario, probablemente se haya visto «obligado» rece bastante clara.
a ofrecer garantías a las pocas instituciones universitarias abier- Por lo tanto, no puedo dejar de ver en ese seminario inte-
tas a los nuevos pensamientos: la Escuela Práctica de Altos Es- rrumpido una especie de capítulo sofocado, censurado, que le
tudios y la Escuela Normal Superior de la calle Ulm, que le per- quedó atascado en la garganta a Lacan. Pues lo extraño del caso
mitieron continuar su enseñanza dentro de un marco y con un es que Lacan, excluido del IPA y obligado a suspender su semi-
auditorio que estuvieran a su altura. Sabemos quién fue el arte- nario, haya decidido no retomarlo cuando, antes de que se cum-
sano de esa transferencia, fue Althusser, tambiér: él desterrado plieran los dos meses, en enero de 1964, recobró su posición en
de su institución, el Partido Comunista francés. Elisabeth Rou- la ENS y tuvo todas las posibilidades de continuarlo.
dinesco explica que los dos expulsados deambularon por las ca- Creo que ahora pagamos, con gran demora, ciertas conse-
lles de París en una fría noche de diciembre de l 963. Imagino cuencias de la excomunión de Lacan, quien, al entrar en la Es-
que Lacan, demandante, debió convenir una suer~e de pact~ c.on cuela Normal Superior, debió refundir su enseñanza para pre-
Althusser: conquistar a la juventud intelectual francesa, u111co sentarla de un modo que pudiera entenderse, en el momento
medio de postergar las exclusiones y excomuniones que por en- mismo en que se afirmaba un potente estructuralismo. Ahora
11
tonces se estaban efectuando en sus respectivas iglesias. Y ese bien, lo propio del estructuralismo es ignorar deliberadamente
proyecto sólo podía pasar por una inmersión masiva en la co- la historia. Esto no equivale a decir que esta estructuralización
rriente más radical del pensamiento vivo de aquel momento, el_ · haya sido equivocada. Muy por el contrario: hay que conservar
estructuralismo. Con esto no estoy poniendo en tela de juicio el todo del Otro, de su estructura, de su falta. Pero también sería
compromiso estructuralista de Lacan. Sencillamente quiero des- necesario aprender a declinarlo en sus diferentes figuras. Saus-
tacar el partido extremadamente astuto que siempre supo sacar sure, el precursor del estructuralismo, ¿no nos enseñó acaso que
Lacan de las diversas circunstancias y ocasiones con el propósi- la sincronía no era de ningún modo contradictoria respecto de
to de impulsar sus teorías. Todo lo que encontró en su camino los estudios de lingüística diacrónica (que él llamaba histórica o
le fue útil para seguir avanzando. Por cierto, en un momento el dinámica)? Y, en realidad, si uno posee una teoría estructural del
estructuralismo le servía perfectamente para sus propósitos y Otro, carece de su historia y esto llega a ser trágico, pues nos en-
Lacan supo sacar el mejor partido. Pero no vaciló en cambiar de contramos ahora en una etapa en la cual esta cuestión del Otro,
de la falla del Otro, se ensalza de un modo inédito que nos obli-
ga a repensar las modalidades de la subjetivación.
17. «Habrá que decirles algo», leemos, por otra parte, en la carta que La- Lo que entendemos en el «Nombre-del-padre» estructurali-
can le envió a A1thusser antes de ese encuenuo. El pronombre «les» se refería zado es que el Padre desde siempre ha fracasado y que esto pro-
a «todos aquellos que gravitan en la región de usted y de quienes me dicen que
sentían estima por lo que yo hacía». Véase la carta del 21 de diciembre de
1963, aparecida en el Magazi1le Littémire, noviembre de 1992, nº 304, pág. 49. 18. Lacan, Scilicet, nº 1, París, Seuil, 1968, «Á qui s'adresse Scilicetl», pág. 3.

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De la modernidad a la posmodernidad
Drmy-Robert Dufour

monios, seres que, ante el caos, le aseguran una permanencia un


voca ciertos efectos en el sujeto, pero no se comprende su per- ongen, un fin, un or?en. Sin ese Otro, sin ese garante met~so-
manente relevo en la historia, ni sus formas nuevas e inéditas de c1al, el ser mismo sutre,. , en cierto modo ya. ' no sabe a que, santo
tropezar. Ahora bien, esto es precisamente lo que necesitamos :n~omendarse, Y tamb1en el estar~ju~t?s peligra, puesto que lo
hoy para reflexionar sobre el agotamiento actual de las figuras umco que. permite a un grupo de md1v1duos diferentes pertene-
del Otro, específico de la posmodernidad, y las consecuencias cer a la misma comu111dad es una referencia común a un mismo
que puede tener en las estructuras psíquicas. Otro. El Otro es la mstancia en virtud de la cual se establece pa-
ra el sujeto una ~nterioridad fundadora a partir de la cual se ha-
ce ~osible la existencia de un orden temporal· además es
ll · ·d d , un
EL OTRO COMO FICCIÓN «a a~, una exter~on a gracias a la cual puede fundarse un
«aqut», una, mte,nondad. En suma, para que yo esté aquí, hace
La tercera observación se refiere a la naturaleza del Otro: el falta que alla este el Otro. Sin ese rodeo referido al Otro , no n1e
Otro, aquel que ocupa el centro de los sistemas simbólicos, es e ncuen~ro, no tengo acceso a la función simbólica, no consigo
imaginario. Quiero decir que la función simbólica sólo se asegu- consr_r:ii_r una espac1al1dad ni una temporalidad posibles. El psi-
ra mediante figuras que tienen estructura de ficción. Para postu- coan~l.1s1s lacarnano contribuyó en gran medida a dilucidar esta
lar a Otro que se haga cargo, en nuestro lugar, de la cuestión del cuesoon ~l~ve del a~ceso a la simbolización. Pero, en cambio,
origen (faltante, como tal) basta con una ficción compartida._Pa- p_err:r:anec10 casi en silencio en lo referente a la cuestión de la va-
ra decirlo brevemente, más vale creer en el Otro y construtrlo, nac1on d_el Otro, como si, en su deseo, aguijoneado por el es-
de lo contrario esta cuestión retorna como verdadero tormento.9 tructural1smo por entonces dominante, de comprender al suje-
Este es el sentido de lo que Freud había llamado el Kulturarbeit:' to, hubiera hecho de él una hipóstasis, una forma válida de una
cada cultura trabaja a su manera en la formación de los sujetos, vez por toda~. Ah_ora bien, el Otro no ha dejado de cambiar a lo
marcándoles una impronta específica que les permite afrontar la largo de la hi s ton~ . O más precisamente: la historia es la histo-
cuestión nunca resuelta del origen. Por ello al Otro se lo pinta, na del Otr?, o mas exactamente de las figuras del Otro, por lo
se lo canta, se le atribuye una cara, una voz, se lo pone en esce- tanto habra que constru_ir una sólida psicoloofa histórica sin la
na, se le da una representación e incluso una suprarrepresenta- cual tendremos serias dificultades para comp~ender lo que nos
ción, dándole la forma de lo irrepresentable. La gente se mata pasa hoy. Sobre este tema en particular hay un gran laboratorio
por el Otro. Se hace administrador del Otro. Su intérprete. Su de_ ~ens am1ento c~yos trabajos habría que retomar; me refiero al
profeta. El que ocujla su lugar. Su lugarteniente. Su escriba. Su 1111c1ado ~n Francia por Ignace Meyerson, continuado luego por
objeto. Él quiere. El decreta. Pero detrás de todas las mascara- Jean-P1 etre Vernant, en ¡~referente al período antiguo, y que
das sociales, el único interés del Otro es que, así transfigurado, Marce! Ga uchet se empena en reconstruir con renovados es-
soporta en nuestro lugar lo que nosotros no podemos soportar. fuerzos, en relación con el período moderno.
Ésa es la razón por la cual ocupa tanto lugar y exige tanto de sus
sujetos. Ocupa el lugar del tercero que nos funda. .
En el centro de los discursos del sujeto se encuentra, pues, si- LAS FIGURAS DEL OTRO
tuada una figura, es decir, un ser o varios seres discursivos en los
cuales ese sujeto cree, como si fueran reales: dioses, diablos, de- Llegado: a este punto, se nos impone una pregunta: ¿qué
Otros o que figuras del Otro ha conmuido el hombre a fin de
19. Freud, S., Nouvelies conférences sm· /11 psycbnnalyse, París, Gallimard, someterse a ellas para presentarse como sujeto de esos otros?
1989, véase el final de la 31' conferencia.
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De la modernidad a la posmodernidad
Dany-Robert Dufour

Si el «suj eto» es el subjectus, lo que se somete, en~~nces podría Si, hipotéticamente, consideramos adecuada esta manera de
d~clin_a r la identidad del Otro, de postular las premisas de una
decirse que la historia se presenta como una sucesion de subor-
h1stona del Otro, de inmediato se hace evidente que la distancia
dinaciones a graneles figuras situadas en el centro ele configura-
que me separa ele ese que me fund a como sujeto no deja de acor-
ciones simbólicas que podemos enumerar fácilmente: el_ su¡eto
tarse en cada una de esas transformaciones. Enu-e la Physis y el
estuvo sometido a las fuerzas de la Physis, en el mundo gnego, al
Cosmos o a los Espíritus, en otros mundos, a Dios en los mono- pueblo, podemos escandir ciertas etapas claves de reaparición
del Ou·o en el universo humano. Allá, en el politeísmo, existía la
teísmos, al Rey en las monarquías, al Pueblo en la República, a
la Raza en el nazismo y algunas otras ideologías raciales, a la Na- distancia infranqueable de los múltiples dioses de la Physis (los
ción en los nacionalismos, al proletariado en el comunismo, etc., seres humanos no pueden tener acceso al mundo de los inmor-
tales, en tanto que éstos, por su parte, identificados como «dio-
o sea diferentes ficciones que fue necesa rio edificar cada vez con
un i~portante refuerzo de construcciones, ele realizaciones, has- ses del instante» por el gran helenista alemán \Na lter Fried~ich
Otto,1 1 siempre pueden manifestarse instantánea mente en el
ta ele puestas en escena sumamente exigentes.
n:~ndo, hasta «montarse» sobre qui en qui eran , según la invoca-
No estoy afirmando de ninguna manera que todos estos con-
juntos sean equivalentes. Todo lo contrari~: según la ~?11ra _del
c10n del trance). Luego, fue la distancia infinita de la trascen-
Otro elegida para ocupar el centro de los sistemas pol1t1co-sim- d:ncia en el monoteísmo. En la monarquía (de derecho divino),
bólicos cambia toda la vida económica, política, intelectual, ar- aun encontramos el trono situado a una distancia media entre el
~ielo y la Tierra. En la República se llega por fin a la distancia
tística ; técnica. Todas las obligaciones, las relacion~s :oci~les y
la forma de estar juntos cambian, pero lo que contmua siendo mtramundana entre el individuo y la colectividad ... En todos es-
tos casos, la distancia que mantiene el suj eto con el Otro con el
gra n Suj_e to, se reduce; evidentemente no como un proce~o con-
constante es la relación común co n la sumisión.
Lo importante, en este sentido, es que, en todas partes, hubo
unuo, smo con avances y reu-ocesos y hasta con desviaciones
que armar minuciosamente textos, dogmas, gramá~cas y todo
aberrantes (como en el caso de la Raza), pero persiste. Como ve-
un campo de saberes para someter al su¡eto, va.le decir, para p_ro-
remos pronto, precisamente esta distancia ha de reducirse a na-
ducirlo como tal, para regir sus maneras -emmenteme~te dife-
rentes aquí y allá- de trabajar, hablar, creer, pensar, habitar, co- da con el paso a la posmodernidad. Pero antes de llegar a eso,
debo abordar una cuestión decisiva: la de las formas qu e reviste
mer, cantar, contar, amar, morir, etc.:º Parece así q~e l? q~e lla-
el inconsciente en función de esta distancia con el Otro.
mamos «educación» nunca es otra cosa que lo fue msutuoonal-
mente establecido con respecto al tipo de sumisión que había
que inculcar para producir sujetos.
¿EXISTEN EDADES DEL INCONSCIENTE?
El sujeto, en su condición de ser hablante, es en suma el su-
jeto del Otro. El suj eto sólo es sujeto por estar su¡eto a un gran
Sujeto; basta pues con reemplazar gran Su¡eto u Otro p~r to?as
En efecto surge aquí un gra n interrogante, ele esos que se
las figuras que ocuparon sucesivamente ese lugar: Phys1s, Dios, abordan poco, pero que no por ello dejan de constituir un meo-
llo decisivo para el pensamiento contemporáneo. Acabo de pre-
Rey, Pueblo, etc. guntarme acerca de las variaciones posibles del Otro en la histo-
ria . Pues bi:~' desde el momento en que pos tulamos esta hipó-
20. Acá debemos evocar los trabajos de Claud e Lefort que abo rdan a la vez tesis, es leg1umo preguntarnos si esta variación no implica ipso
lo que particulariza a las sociedades y lo que permite ~ransformar .u~a sig~ifi­
cación social en otra. Véase Lefort, C., Les Fonnes de 1hmo1re, essai d anth1opo-
21. Otto, W F., Lesdieu:cdela G1·ece [1 943 ], París, Payot, 1980.
logie politique, París, Gallimard, 1978.

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De la modernidad a la posmodernidad
Drmy-Robert D1ifimr

pr~ ten a través de oráculos los signos divinos a fin de poder


facto la variación de las manifestaciones del inc.~nsciente en la
onentarse en un mundo regido por fuerzas múltiples y, even-
sencilla medida en que el inconsciente es la relac1on con el Otro.
tualmente, contradictorias.
Si el Otro se presenta, efectivamente, con apariencias diferentes,
Estas fuerzas'. que, como dice Vernant, pueden aparece r
habría pues formas diferentes del inconsciente. s.upongamos
«agrupadas, asociadas, opuestas, distinguidas»/ 3 intervienen di -
que sé qué es el inconsciente hoy, luego estoy autorizado a pre-
rectamente en los asuntos humanos, ya sea mediante manifesta-
runtarme qué era antes de la modernidad, en lo que se ha con-
ciones exteriores (desencadenamiento de elementos naturales
~enido en llamar las sociedades tradicionales. tempestades, vientos, terremotos, apariciones de animales, enfer~
Marce! Gauchet enunció en este sentido una proposición
medades, etc.), ya sea mediante manifestaciones interiores (ideas
fuerte: «el mundo de la personalidad tradicional es un mundo sin
que se presentan en el espíritu, sueños premonitorios, ímpetus
inconsciente por cuanto se trata ele un mundo en el que lo sim-
amorosos, ar?ores guerreros, pánico, vergüenza, etc.). Lo trágico
bólico reina de manera explícitamente organizadora».~ En reali-
1

procede precisa~ ente de esta concepción religiosa de un mundo


dad esas sociedades están constituidas por la hegemonía exclusi-
desgarrado por fuerzas en conflicto: «el destino -como dice Ver-
va de un gran Sujeto que determina por sí solo toda~ las maneras
n ~nt a propósito del hombre griego- es ambiguo y opaco». Nin-
de vivir (hablar, contar, trabajar, comer, amar, monr) y estar vi-
gun plan recorta al otro de suerte que el sujeto siempre está des-
gente en esta sociedad. La gran característica de estos mundos
ga rrado y abrumado por fuerzas contradictorias, hasta tal punto
u·aclicionales es, en efecto, que la sumisión al Otro está generalt-
que ya no puede ni obrar, ni dejar de obrar. En ningún caso pue-
zada. Pero, ¿se trata por ello de sociedades sin inconsci~nte.? .
d.e escapar al d.estino leído e interpretado sin cesar, pero siempre
Para responder a esta pregunta, me parece necesa no d1strn-
cifra.do. y encn~tado , que lo espera. Como Edipo que huye de
ruir dos tipos de sociedades tradicionales, muy diferentes, aque-
Co'.mtlo despues de que el oráculo de Delfos le revelara quema-
ltas donde existe un Otro monolítico, tal es como las sociedades
tara a su padre y desposará a su madre y, precisamente tratando
monoteístas, y aquellas en las que existe un Otro múltiple, como
de sustraerse a su funesta suerte, encontrará su destino.
es el caso de las politeístas. Del primer caso sólo diré que se tra-
Me parece que P?~emos caracterizar el rasgo principal de es-
ta de sociedades en las que todos los actos de los individuos, has-
tas sociedades t1·ad1c10nales respecto del inconsciente del si-
ta los más sencillos, están controlados sin cesar, con el propósi-
guiente modo: si este mundo parece carecer de inconsciente, co-
to de verificar que se ajusten al dogma. El segu n~o caso intro-
mo propone Marce! Gauchet, ello se debe a que lo inconsciente
duce un matiz importante: el individuo de las sociedades arc~ 1-
no está constituido por represiones que el sujeto ha internaliza-
cas está igualmente dominado por un juego de fu~rzas supeno-
do, sino que, al contrario, está completamente expuesto por los
res que lo supera por com pleto, pero la dependencia resp~c~o de
o:áculos y los rel~tos de pitonisas, rapsodas, aedos y poetas ins-
esta potencia se ve transformada en virtud de su muluphc1dad.
pirados que atestiguan los planes del Otro. Planteada esta dife-
El individuo de las sociedades politeístas presenta así la particu-
rencia capital, lo que se presenta formalmente como dos estados
laridad de revelarse, a través de sus relatos, como un ser cons-
so n dos rasgos característicos de las formaciones del inconscien~
tantemente en conflicto con un Otro múltiple, casi completa-
te: por un lado, a semejanza del inconsciente freudiano, en estos
mente inasible. En el extremo, corno lo muestran los grandes re-
relatos míticos, no existe la oposición verdadero-falso; 24 por otro
latos griegos de La Ilíada y La Odisea, el sujeto nec~sita nad~ me-
nos que recurrir incesantemente a adivinos y pitonisas que mter-
23. Vcrnant, ].-P. , «La société des dieux». Mythe et société en G1·ece ancim-
ize, París, Maspero, l 974.
22. Gauchet, M., La Démocratie coutre e/le-meme, París, Gall imard, 2002,
24. En una observación capita l, Vernant hace notar así que «el mito pone
véase «Essai de psychologie contemporaine [», pág. 25 1.

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Dany-Robm Dufaur
De la rnodemidad a la posmodernidad

lado, estos relatos también ponen de relieve incesant:n:e~te es-


cenas de sacrificio, de traspaso de fronteras entre las d1vm1dades, pues de lo contrario lo más probable es que se la ponga en du-
la humanidad y la animalidad, traspasos de los confines que se- da, lo cual, por otra parte, es lo que hizo Vernant. 16 Si el psicoa-
paran a los vivos de los muertos, saltos m.c:stuosos entre las. ge- nálisis no es lo que inspira los análisis de Vernant, hay que supo-
neraciones, etc. En estas sociedades trad1c10nales, ~l ~ran libro ner que es otra cosa y esa otra cosa no puede ser sino ese «in-
de lo prohibido, generalmente profundamente repnm1d_o, como consciente arcaico» (no freudiano), inmediatamente visible, de
en el caso del inconsciente moderno, parece pues extran.amente las sociedades politeístas a las cuales dedicó su trabajo .
abierto e inmediatamente accesible a la lectura. Como s1, _de. al- . Esos pocos elementos relativos a las sociedades arcaicas per-
gún modo, esa relación directa y exclusiva co? .un Otro mula~le miten~ en ~odo caso, arriesgar una hipótesis capital: así como hay
y contradictorio manifestara -en lugar de d1S1mularla- la exis- una h1stona del Otro, habría también una historia del incons-
tencia del inconsciente. . ciente, historia que nos falta . El inconsciente está en efecto
asociado a las figuras del Otro que se fueron suced iendo en l~
1

Así es como, según lo decía ya Nietzsche, los. gnegos expo-


nían todo a la vista. Para ellos, no había diferencia _entre .s~per­ historia. _Y por el!o, como decía Lacan de manera en alto grado
ficie y profundidad: «¡Oh, esos griegos! Sabían como v1v_ir; lo provocaava, «el mconsc1ente es la política»Y El inconsciente
cual exige una actitud valiente para dete?_erse en la sup~rfic~e, en como relación con el Otro, es necesariamente político en la me~
el pliegue, en la epidermis; la adorac10n de la apanenc1a, la ?ida en que el Otro ordena el área social donde se produce el su-
creencia en las formas, en los sonidos, en las palabras, ¡en el jeto. Pero ese otro cambia permanentemente en la historia. Es-
Olimpo completo de la apariencia! Esos griegos ... eran superfi- to es, por otra parte, lo que da claramente a entender Lacan
ciales, ¡de puro profundos!».!; . , cuando, en la frase siguiente a ese aforismo, define «al Otro [co-
El hecho mismo de que el inconsciente fuera as1 expuesto mo] el lugar donde se despliega, en cada ocasión, una palabra
«en Ja superficie» fue lo que le permitió a Freu_d .buscar el co~­ que es una palabra de contrato». Es significativo que a Lacan se
cepto organizador del psicoanálisis, el nudo ed1p1co, en los ffil- le haya ocurrido el término «contrato», primero usado por Loc-
tos g!iegos de la Casa de Tebas. Este extraño ~ desco~certante ke y Juego retomado por Roussea u , para definir al Otro, des-
acceso directo al inconsciente en su forma arcaica no p1er?e ac- pués de haber abierto así el inconsciente a la política. En efecto,
tualidad. Todo lector avisado lo advierte ante los ~stud10s. de desde el momento en que el Otro compete al contrato (social)
1

Vernant 0 Détienne referidos a los mitos y las potencias a~ca1cas se lo indica como una instancia en permanente remodelación
griegas. Para confirmarlo basta~ía con .establecer la larga lista de sometida a la infinita negociación social (que en Locke llega has~
los estudios realizados por psicoanalistas que buscaron en .la ta el derecho del Pueblo a sublevarse). Por lo tanto, sólo puede
obra de Vernant tal o cual rasgo más vivo que los de,su ~aten~!
clínico. Además, algunos sospechan que Vernant hac~a ps1coana- 26. Véase Vernant,).-P., «CEdipe sans complexe » [1967], reproducido en
lisis sin querer decirlo o incluso sin saberlo~' .en realidad, las ca- ;erna~t ].-P. .Y P. '.'.'ldal-Naquet, 1~/ythe et trngédie en Crece nncienne, tomos ¡ y
-, Pans, Seuil, 1912. En este articulo, Vernant plantea la cuestión de saber
tegorías psicoanalíticas pare~en sustenta~ solidamente sus es~­ «¿cómo puede una obra literari a perteneciente a la cultura de la Atenas del Si-
dios. Ahora bien, es necesano problemauzar esta concordancia, glo V a. de C. y que a su vez es una transposición muy libre de una leyenda te-
bana aún más antigua, anterior al régimen de la ciudad, confirmar las observa-
ciones de un médico de comienzos del siglo XX sobre los pacientes que pue-
blan su consultorios'», véase la pág. 72.
en jueuo una forma de lógica( ... ] de lo ambiguo[ ... ) que no serfa de caráct~r
binari~, de sí 0 no». Vernant, J.-P., lV/.ythe et société en Crece ancwme, Pans, 27. Lacan, ]. , seminario inédito, La Log1qur t/11 jii11ttm11c, sesión del JO de
Maspero, 1974, véanse las Conclusiones. , , . mayo de 1967. Si bien este aforismo, que Lacan se cuida de comentar, pudo
25. Nietzsche, E, Le Cai savoii·, 10/18, Pans, 1957, vease Prefacio, §4. deleitar a lo~ alumnos de la escuela normal, entonces muy politizados, apues-
ro a que de¡o sumamente perplejo a su auditorio de analistas.

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De la nwdmúdad a la posmodernidad
Drmy-Robert Dufour

.ia. Desde entonces, ya no nos rige un gran Sujeto, sino varios.


determinar form as distintas del inconsciente que corresponden
De modo tal que la modernidad correspondería al fin de la uni-
al tipo de contrato vigente. dad de los espíritus reunidos alrededor de un único gran Sujeto.
De modo que habría edades del inconsciente. Esto es algo
La modernidad sería justamente eso: la coexistencia no ne-
que se sospecha desde hace medio siglo: no es casual que el mis-
cesariamente pacífica, de varios grandes Sujetos. '
mo Lacan haya hablado, en la década ele 1950, de la neurosis, ex-
8 ¿En qué momento histórico podría situarse la entrada ele
clusividad de la modernidad, como de «un mito individual».!
nuestro mu~clo . en la moclerniclacl? Brauclel, por su parte, res-
Esto parece indicar claramente que, antes de manifestarse en el
ponde, n? s111 cierto humor, «en algún momento entre 1400 y
nivel del individuo, el inconsciente se expresa, en las sociedades
1800». S1 realment~ hubiera que fijar una referencia, yo haría
arcaicas, en los relatos colectivos de las sociedades orales. El in-
remontar la moclern1clacl al momento en que comenzaron los in-
consciente de la época en la que existía un Otro múltiple y con-
terca~bios de toda naturaleza (culturales, comerciales, pero
tradictorio se manifestaba pues abiertamente en los mitos colec-
tam?1en guerre~os, colonizadores) entre, por un lado, Europa y
tivos. Esta hipótesis, según la cual existen edades del inconscien-
f~nenca, es dem, en 1492, fecha de la llegada de Colón a Amé-
te, me llevará a abordar la cuestión de la forma que adquiere en
n ca y, por el otro, entre Europa y Oriente, es decir, 1517, fecha
nuestra contemporaneidad posmoderna . Pero antes debo refe-
de la llegada ele los portugueses a China, a Cantón. Podríamos
rirme a la forma que tuvo durante la modernidad.
decir entonce~ que el paso del siglo XV al xvr en Europa corres-
ponde al comienzo de la modernidad, lo cual remite, justamen-
te, a la iniciación de la mundialización de los intercambios y a la
LA MODERNIDAD: ELEMENTOS PAR.\ UNA HlSTORIA DEL OTRO
puesta en contacto a menudo violenta, de las diferentes pobla-
(CONTINUACIÓN) c10nes del mundo. Los grandes Sujetos de diversa naturaleza se
encontraron y debieron cohabitar integrando los encuentros an-
Después de haber definido las sociedades tradicionales, ca-
teriores (pensemos, por ejemplo, en las ciudades ele Córdoba
Toledo, Granada y Sevilla, que vivieron el encuentro del judaís~
racterizadas por la hegemonía exclusiva de un gran Sujeto, sim-
ple o múltiple, se hace más fácil definir las sociedades modernas:
mo, el Islam y el cristianismo, entre los siglos XII y XV, y fue-
la modernidad es un espacio colectivo en el cual el sujeto se de-
ron verdaderos centros precursores de la modernidad). Durante
fine en virtud de varias manifestaciones del Otro. En este pun-
este período se da, además, un fenóm eno sin precedentes: el en-
to, mi tipología sería pues la siguiente: existen sociedades de un
lace de la técnica y las gramáticas científicas (enlace que lleva un
Otro múltiple (como los politeísmos), sociedades con un Otro
n~mbre: Leonardo da Vinci). Esta articulación produjo un des-
único (como los monoteísmos) y sociedades con muchos Otros.
pliegue general de la representación y los relatos: el primer his-
Estas últimas corresponden al advenimiento de la época moder-
tonador del arte, el florentino Vasari concebía explícitamente el
renacimiento como el momento que debía abrir una edad «mo-
28. Lacan, J. «Le mythe individue! du névrosé», conferencia dada en el derna», en virtud de la «rinascita» del «buen arte» «antico» ele
Colegio filosófico de Jean Wahl el 4 de marzo de 195 3. En ese texto podemos la edad_ de oro, superador del «arte malo» de la «edad oscura»,
leer: «Si nos fiamos de la definición del mito entendido como cierta represen- «vecch10», de la Edad Media. 19
tación objetivada de un epas o de un gesto que expresa de manera imaginaria
las relaciones fundamentales características de cierto modo de ser humano en
una época determinada, si lo comprendemos como la manifestación social la-
tente o patente, virmal o realizada, llena o vaciada de su sentido, de ese modo 29. Véase Vasari, G., Les Vies des meilleurs peintres, sculpteurs et architectes
de ser, luego es verdad que podemos encontrar su función en lo vivido hasta (1550), traducción de A. Chastel, París, Berger-Levrault, 1981-1987 .
de un neurótico».

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Dany-Robm Dufour De la modernidad a la posmodernidad

Estos nuevos contactos generalizados y este nuevo orden en pronto se pusieron en marcha; proyectos de conquista, pe ro
la cultura no dejaron de tener efectos considerables, pues en ese también de comprensión.
momento histórico Occidente se lanza a la búsqueda enloqueci- Esta diversificación de las figuras del gran Sujeto es concomi-
da de su propia superación. Por lo tanto, la época moderna se tante con b decadencia y luego el fracaso del control de Ja Igle-
inicia con ese momento de transformación radical de la civiliza- sia sobre los descubrimientos científicos: el año 1633 fecha en
ción. Una transformación que se opera tanto en el interior co- la que el Santo Oficio ~ondena a Galileo por sus halla;gos sobre
mo en el exterior de Europa puesto que desemboca en la bús- el mov11rnento de la Tierra, marca también el fin del control de
queda de un modo de vida que articule el cambio permanente los descubrimientos científicos por parte del dogma religioso.
que se registra en todos los dominios: técnico, científico, políti- . , Esta aperru:a se da luego en el plano filosófico con la apari-
co, estético, filosófico, etc. c1on de _filosof1as que salvaguardan el principio de sumisión al
Desde entonces, nada pudo resistirse a ese modo de vida con- ~ran Su¡eto, per?, que tra_tan de definir las zonas específicas de
quistador, dispuesto a destruir todos los antiguos valores esta- libertad y de acc1on: el su¡eto cartesiano, definido en función de
blecidos, los antiguos ritos y hábitos sociales de las sociedades su propia capacidad de pensar (el famoso «pienso, luego existo»,
unicentradas, aun pagando el precio de reemplazarlos por un que :111 embargo p~r~anece corre~acionado con el Dios que ga-
sentimiento de inestabilidad, de crisis permanente, de tensiones rantiza este conoc11rnento), es, evidentemente, el ejemplo más
en la subjetividad, de un repetido «malestar en la cultura». En 1mportan~e - ~c ello. ~o es casual que Descartes, después de dar
efecto, la condición subjetiva, el ser-uno-mismo y el estar-juntos ~sta defi111c1on del su¡eto que derogaba en gran medida la del su-
no se definen del mismo modo cuando la relación con el gran ¡eto ente~d1do como pur~ y ?imple _súbdito del Rey, haya elegi-
Sujeto es simple que cuando es compleja. Pues bien, en la mo- do el exilio en las Prov111c1as U111das, verdadero laboratorio
dernidad es compleja. ava~zado de la modernidad en los planos económico, político,
El mundo se vuelve moderno cuando deja de ser cerrado, de estet1co y fil osófico. JI
estar incomunicado o encerrado en sí mismo por y para un gran En el nivel de la filosofía política, esta apertura aparece ver-
Sujeto y cuando se transforma, para llegar a ser, como lo indicó daderamente a fines del siglo XVII en Inglaterra Gohn Locke
Koyré, un mundo abierto, múltiple, incluso «infinito». 1º Me pa- definía en 1690 las teorías del contrato, de la soberanía popular
rece entonces que la modernidad puede concebirse como un es- de los derechós naturales de los hombres) y en las postrimería~
pacio colectivo donde el sujeto está subordinado a varias figuras del siglo A.'VIII en Francia.
del gran Sujeto. Con todo, esta diversificación de las figuras del
gran Sujeto y esta apertura no aparecieron repentinamente y de 31. Atestiguado por esta carta que Descartes le envía a Guez de Balzac el 5 •
una vez. Fue necesario el encuentro de economías diferentes, d_e mayo de _163 l: «Lo invito a elegir Amsterdam como lugar de retiro y prefe-
que tomaron contacto súbita y violentamente después del descu- rirlo, no d1re solamente a todos los conventos de los capuchinos y de los cartu-
brimiento de otros mundos y luego la confrontación con cultu- ¡os, don~le se rearan personas sumamente honestas, sino también a todas las mo-
ras distintas que se convirtieron en objetivos de proyectos que radas_ mas belbs de Franela e fta lia... ~n esta gr~n ciudad en la que estoy, no hay
nmgun hombre, exceptuandome a m1, que no e¡erza el comercio; cada uno está
hasta _ta l punto ate nto .ª su propio provecho que yo podría estarme aquí toda Ja
30. Hago referencia aquí a las tesis de Alexandre Koyré sobre la historia del vida sm que nadie perciba m1 existencia. ¿Qué otro país hay donde uno pueda go-
pensamiento filosófico y cienáfico de los siglos XVI y XVII y, particularmente, za r de una ltb?rtad tan c_ompleta, pueda dormir con menos inquietud, donde
sobre el papel que tuvo el neoplatonismo en la invención del nuevo orden ga- siempre hay e¡crc1tos en pie dispuestos a protegemos y donde los envenenamien-
lileano que destituye al hombre de todo lugar central en el universo y condu- tos, las traiciones y las calu1ru1ias sean menos conocidas' No sé cómo puede us-
ce al abandono de las perspectivas finitas del universo. Véase Koyré, A., Du ted amar tanto el aire de Italia, con el cual con tanta frecuencia respira uno Ja pes-
monde dos a1'1mivers infini, París, Gallimard, 1973 . te ... y donde la oscundad de la noche cubre los latrocinios y los asesinatos».

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Dany-Robeit Dufour De la modernidad a la posmodernidad

La apertura se prolonga en el siglo XVIII con la Aujkliinmg pósito más elevado que el de un puro pasea nte, un objetivo más
y la Ilustración, que establecerán definitivamente esta emancipa- general, diferente del placer fugitivo de la circunsta ncia. Busca
ción filosófica del sujeto. Se llegará entonces, en el proyecto más ese algo que se me permitirá llamar la modernidad ».;¡ Al escu-
radical, a producir el advenimiento del sujeto de «la naturaleza», char esta definición, uno duda de que ese «solitario» de aparien-
que Rousseau se propone definir por sí mismo y que cree encon- cia muy kantiana pueda continuar corriendo; buscará la moder-
trar en los diferentes relatos de viajes a las Indias Occidentales. nidad sin lograr atraparla nunca pues to que la modernidad se
La coronación del proceso será el nacimiento del sujeto crí- define, de algún modo, como su propia superación, como el
tico kantiano. Evidentemente se trata de un sujeto que nunca es- cuestionamiento permanente de sus propios fundamentos. Y, de
tá en paz, que se presenta siempre descentrado en relación con- hecho, la modernidad es aquello que acomete contra todo. Bas-
sigo mismo, de tal suerte que ese mismo desconcentramiento ta considerar los últimos cien años para darse cuenta de que na-
produce el trabajo de la ra zón. Ya no hará falta sino promover da en Europa escapó a ella: las formas consagradas de la sumi-
ese descentramiento permanente como «ley práctica universal» sión a los dioses, a los reyes, a los poderosos, los valores en filo -
para postular que esta «naturaleza razonable existe como fin en sofía, los géneros en litera tura, la métrica del verso fijo en poe-
sí misma»;' y que, en resumidas cuentas, sólo tiene que rendirse sía, la armonía en la música, la ornamentación en arquitectura,
cuentas a sí misma. la perspectiva y la figuración en la pintura, los fundamentos del
lenguaje, de la lógica y de la matemática, la estructura estable del
espaci?-tiempo en el universo, sin pasar por alto la posición fija
LA RV-ÓN O LA MODERL'\l"IDAD COMO ESPACIO del su¡eto en el centro del mundo y de él mismo en una física,
MULTIRREFERENCIAL una metafísica, una ontología y una psicología generales .. .
Por lo tanto, la modernidad es un espacio en el que se en-
Si bien la modernidad ya es antigua -cinco siglos-, de todas cuentran sujetos como tales so metidos a varios gra nd es Sujetos:
maneras hubo que esperar a que alcanzara su pleno estableci- a los espíritus y a los dioses, al Dios único de los monoteísmos
miento político, en el siglo XIX, para cobrar conciencia de la ab- en todos sus estados (el judaísmo, el catolicismo, los protestan-
soluta transformación de la civilización que había provocado. tismos, el Islam, etc.), al Rey, a la República, al Pueblo, al prole-
Efectivamente, hi zo falta un poeta para nombrar el nuevo curso tariado, a la Raza ... En la modernidad podemos encontrar todos
seguido por el navío en el cual se había embarcado la humani- estos elementos, pues nada le es más propio que mutar de una
dad para percibir esa deriva de la civilización, más aún, para definición a otra, lo cual explica el aspecto movedizo, «crísico»
comprender la civilización como fin del monopolio absoluto de y eminentemente crítico de la modernidad. La Razón no es pues
un gra n Sujeto y como deriva. En realidad, uno de los grandes tanto un nuevo gran Szgeto que sobreviene después de todos los dernás
poetas románticos del siglo XIX, Charles Baudelaire, fue quien, como el lugar abie1to en el pensamiento donde se discuten hasta el in-
alrededor de 1850, inventó el término «modernidad» y quien finito todos los desacuerdos posibles en lo que concieme a los grandes Su-
describió en las Curiosidades estéticas al nuevo sujeto: «Así va, co- ;etos pasados, presentes y fut11ros.;; La modernidad es un espacio
rre, busca. ¿Qué busca? Seguramente, este hombre, tal como lo
he pintado, ese solitario dotado de una imaginación activa, siem- 33. Baudelairc, C., Cm·iosités mhétiques, l'art romantique et rmn·es u:uvres cri-
pre viajando a través del gran desierto de hombres, tiene un pro- tiques [textos establecidos por Hcnri Lemaitre], París, Bordas, I990, véase rv,
"La modernité".
34. No obstante ha habido intentos de construcción de la Razón entendi-
32. Kant, Foru/emmts de la rnétaphysique des mu:urs [1 785], ob. cit.; véase la da como el nuevo gran Sujeto: un intento político tuvo lugar durante la Revo-
segunda sección. lución Francesa cuando se erigieron templos dedicados al culto de la Razón (el

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Dany-Robert Dufour De la rnodenzidad a la posmodenúdad

donde, como el referente fund amental no deja de cambia r, todo moderna, pero no estoy tan seguro de respaldarlo cuando, de ese
el espacio simbólico se hace compl ejo. En la modernidad hay tiempo multirreferido, pasa a concluir el tiempo de la «variació n
entonces un gran Sujeto, el Otro, e incluso muchos Otros o, al continua». No creo, en efecto, qu e Kant sea deleuziano: no da
menos, muchas figuras del Otro. el paso que lleva de lo múltiple al vértigo de la variación conti-
Con la modernidad, el espacio y el tiempo del pensa miento nua que Deleuze habrá de celebrar luego con el nombre de
se sustrajeron de las determinaciones locales: ya no estamos en «tensor». En Kant, la Razón es una arena indefinidamente es-
el tiempo inmemori al del mito, ni en el tiempo referencial de la candida de tiempos sucesivos.
manifestación de Dios a los hombres, ni en el tiempo crónico y
rural de los trabajos y los días, ni en el tiempo histórico de la su-
cesión de los reinos ni en ningún otro tiempo posible, estmnos en Los TRES RASGOS DE LA CONDICIÓN SUBJETfVA 'MOD ERNA:
todos los tiempos a la vez. Es evidente que fue Kant quien deter- LA DIFERENCIA, LA NEUROSIS Y LA CRÍTICA
minó que el pensamiento ya no estuviera condicionado por las
temporalidades locales. En Kant, el acceso a lo universal pasa La modernidad, a causa de la pluralidad de gra ndes Sujetos
por un cosmopolitismo generalizado. 3; En este punto, me uno, que la caracteriza, engendró formas discu rsivas nuevas que se
al menos parcialmente, a Deleuze cuando menciona que con tradujeron en maneras inéditas de hab lar y de realizarse en el
Kant, el ti empo se encuentra «Out of joint», es decir, «fuera de lenguaje. La primera de esas formas está vinculada con lo si-
quicio» (Deleuze retoma la expresión qu e usa Hamlet al fin al de guiente: la modernidad consagró el desarrollo de modalidades
la escena quinta del Acto I). «Kant -escribe Deleuze- está en la de dominación nuevas extremadamente violentas (como la colo-
situación histórica que le permite capturar todo el alca nce del nización y la esclavi tud), aplicadas por Europa en su encuentro
vuelco generalizado: el tiempo ya no es el tiempo cósmico del con otras civi lizaciones. Estas modalidades se caracterizaro n por
movimiento celeste originario, ni el tiempo rural del movimien- ese rasgo qu e Lyotard llama diferencia. 3; Esta diferencia corres-
to meteorológico derivado. Se ha vuelto el tiempo de la ciudad ponde, no al sometimiento impuesto por ta l o cual gran Sujeto,
y nada más, el puro orden del tiempo».i6 Estoy de acuerdo con sino a un terror de excepción, sin litigio, porque procede de otra
Deleuze cuando emprende la tarea de mostrar en qué se ntido el parte, de un mundo diferente determinado por un gran Sujeto
tiempo kantiano del pensamiento se presenta como un nuevo diferente, que trae consigo un juicio y una sanción indiscutibles
tiempo múltiple, adecuado al tiempo cosmopolita de la ciudad y previos, siempre sumariamente ejecutables, que rompen el
principio de encadenamiento discursivo.
5 frimario del año rv; es decir, el 25 de noviembre de 1795, la Convención Paralelamente, mientras se generaliza ba diferencia en el ex-
consagró oficialmente a la Razón todas las iglesias de París) y un intento filo- terior de Europa, la modernidad vio surgir en el interior un nue-
sófico con el positivismo (el de Comte en el Cntecimzo positiviJtn). vo espacio discursivo caracterizado por la crítica. Tal es la pa ra-
35. Hasta el punto de que, para Kant, esta maner3 de filosofa r debía co n-
doja de la modernidad: haber engendrado dos formas discursi-
ducir a «un Estado cosmopolita universal en el que se desarrollarían todas las
disposiciones originarias de la especie humana». Kant incluso imaginaba en el vas tan radica lmente op uestas. Esta antinomia ya había llamado
establecimiento de ese «Estado cosmopolita uni versal» el «plan oculto de la la atención de ].M.G. Le Clézio, en su bello lib ro sobre la con-
naturaleza» respecto del hombre. Véase Kant, I., Idée d'1111e bistoi1·e u11iverselle quista del Nuevo Mundo: «en el momento mismo en que Occi-
au point de vue cosmopolitique [1784], véase <www.uqac.uquebec.ca/.../livres-
/kant-emmanuel/>, «Huitieme proposition».
36. Deleuze, G., Critique et clinique, Pa rís, 1\fornit, 1993, véase el capítulo 37. Lyotard,J-F., Le Différend, París, Minuit, 1983. Véase el excelente co-
v. Véase asimismo «Quatre ler;ons sur Kant (1978)», en el sitio <www.wcbde- mentario sobre el «diferendo» producido por M. Arnorin en Dinlogis71lo et al-
leuze.com!fXT htmi>. térité dnns les sciences humnnines, París, L'Harmattan, 1996, págs. 51-5 7.

60 61
Drmy-Robert Dufour De lít modemidnd fl lít pomtodernidad

dente[ .. .] inventaba las bases de una nueva república, iniciaba la logías distintas, característico de la modernidad, es lo que no da
era de una nueva barbarie». 38 Así, el despliegue sin precedentes reposo a la razón y la instituye, así como lo es tablece Kant, co-
del espacio discursivo crítico que se registró en Occidente estu- mo «ley práctica uni ve rsa l».
vo ligado a un ensordecedor silencio: «el silencio del mundo 111 - Pero este sujeto crítico queda ipso fítcto sometido a la neurosis.
dio es, sin ninguna duda, uno de los mayores dramas de la hu - El sujeto freudiano nace de la imposibilidad que enfrenta todo
manidad». individuo normalmente constituido de acatar el conjunto de las
La forma discursiva crítica procede del hecho de que todas máximas morales de acción que se le exigen al sujeto trascenden-
las definiciones del Otro están presentes en la modernidad, de tal (las mismas que Kant expone en su Crítirn de la mzón prácti-
modo tal que ésta ya no puede funcionar como un espacio abier- rn). Es por ello que el sujeto freudiano (preso de la culpa) y el su-
to de referencias múltiples, incluso contradictorias, donde las ¡eto kantiano (sometido a la moral) forman una pareja. El prime-
referencias se desplazan constantemente. ro nace, de algún modo, de la imposibilidad de satisfacer la li-
Esta multiplicidad de las formas del gran Sujeto y de las figu- bertad crítica exigida al segundo. Así es como el individuo siem-
ras del Otro que se da en la modernidad tuvo además otra con- pre se encuentra algunos puntos por debajo de la libertad críti-
secuencia de importancia: la condición subjetiva no está defini- ca permi tida, o sea, no alca nza el umbral qu e exigiría el deseo.
da únicamente por la crítica (del lado de los procesos secundarios Pues, como lo afirma Lacan, al hablar de lo que pretendía ex.hu-
conscientes o inconscientes), también lo está por la neurosis, tal mar en su texto «Kant con Sade»,;o «la ley mora l[ ... ] no es sino
como se dice desde Freud, del lado de los procesos primarios, es el deseo en estado puro [.. .J. Por eso escribí Kant con Sílde».4 1

decir, del inconsciente. Efectiva mente, el sujeto no puede tener acceso al deseo ni a
En efecto, el sujeto moderno es crítico en la medida en que ya lo trascendental sino a partir del momento en que se identifica
no puede ser sino un sujeto obligado a moverse entre i:iucl:as re- con una Ley que es un a fo rma puramente vacía, desprovista de
ferencias que entran permanentemente en competencia, o mclu- todo contenido y de todo sentimiento. Ahora bien, existe una
so en conflicto. Este último aspecto es, por cierto, decisivo en lo inadecuación entre esta Ley confundida con el deseo, en el sen-
que se refiere al desarrollo del pensamiento durante l~ moder.ni- tido de que la ley quiere y exige impera tiva m e nte~~ y la satisfac-
dad: el pensamiento sólo puede existir como esp~c10 defii;i.do ción que le ofrecen al individuo los objetos empíricos, por no
por la crítica, pues en principio ninguna r~fercncia d?~ma?~ª decir -como los psicoana listas- parciales.
puede subsistir por mucho tiempo sin suscitar la partiopac1on Se impone hacer una precisión respecto de este bello descu-
de contrafueaos. La modernidad es, en realidad, el lugar donde brimiento hecho por Lacan, que consiste en plantear la equiva-
se enfrentan las ideologías diferen tes, y hasta contradictorias, sos- lencia del deseo en estado puro y de la Ley moral; por lo demás,
tenidas por los diferentes grandes Sujetos. Por otra parte, es s~g­ sabemos que tal descubrimiento conmovió mucho los espíritus
ni ficativo que el concepto de «ideología» nazca en los medios pues hasta entonces se pensaba, siguiendo las huellas de Sastre,
kantia nos en el recodo del 1800. 39 Este enfrentamiento de ideo-
40. Lacan,]., Écrits, ob. cit., «K:tnt avec Sade», 1963.
38. Le Clézio, ].M.G., Le reve mexicain ou la pensée interrompue, París, Ga- 41 . La can, J., l.es Quntre Concepts fo11dn111entn11x de In psychnunlúe. Le Sémi-
llimard, 1988. Sobre esta cita y la siguiente, véa nse págs. 228 y sigs. 11nrie, Libro Xl, (1964), París, Seuil, 1973, pág. 247 .
39. Para Desrutt de Tracy, lector de Kant, la «ideología» se refiere al sis- 42. El deseo, como la ley, quiere. Ese será todo el tema del seminario de
tema de los intermediarios entre cosa y espíriru, vale decir, a las representacio- Lacan de 1959-60 so bre l.'Ethique de !11 p;ychnnnlyse, París, Seui l, 1986: «Kant
nes que dominan el espíriru del hombre o de un grupo social. Véase Desrut'. n.~s da la supc ra~i ón [de la m~ral tradicional] [... ] El testimonio de la obliga-
de Tracy, Éléments d'idéologies [1 80 1-1805], París, Vrin, 1970. Mar~ retomara c1on [... ] es un tu debes 111cond1c10nal. Ahora bien, nosotros los analistas pode-
luego el término en el mismo sentido, particularmente en su Ideolog111 alema11a. mos reconocer que este lugar es el lugar que ocupa el deseo», pág. 364.

62 63
De la modernidad a la posmodenzidnd
Dm1y-Robm D1ifour

eso no ere~ que el sadismo revele lo que qu edó reprimido en la


que el deseo sólo podía oponerse a la Ley. Por otra parte, Lacan moral ~ant1ana o, en todo caso, si lo hace, es para interrumpir de
fue determinando esta identidad por etapas: en «Kant con Sa- 1111~1 ed~a to su curso, de 1~odo tal que podríamos pues decir que
de», se contentó con proponer que «la ley y el deseo reprimido qme~- mterrumpe la razon (y el deseo) entendida como trans-
[eran] una sola y única cosa», antes de que finalmente _afirn:ara, gres101: permanente es, paradójicamente, Sade y no Kant. y por
un año después, como acabo de recordarlo, la perfecta identidad esto m1 sm_~ no creo tampoco (como Adorno) que la dialéctica de
de la ley moral y del deseo en estado puro (la cursiva es nuestra). la Ilustraoon, sobre todo mediante el desarrollo de la Razón ins-
Concuerdo con Lacan respecto de esta equivalencia, pero no trumental y los progresos de la técnica, haya conducido a la «a u-
cuando afirma que fu e Sade, contemporáneo ele Kant, quien re- todestrucción de la razón»46 y, de ahí, a la ~atástrofe nazi. Es ve r-
veló lo que permanecía reprimido en la ley moral kantiana: «Sa- dad qu e los nazis también detuvieron el movimiento de la Razón
cie da el paso inaurural de una subversión de la que[ ...] Kant es
en la Naturaleza, evidentemente no la misma que la de Sade, ya
el punto de inflexión [... ]. Diremos que [La filosofía _en la alcoba}
que se ri:ataba de una Na~raleza enca rnada en una supuesta ra-
le da verdad a la Crítica».4 3 Según Laca n, Sade habna mostrado za supenor. Sus 11nprecac1ones contra el cosmopolitismo que la
Razón no puede sino promover en todas sus formas, m~estran,
en efecto que la ley incluía el deseo de transgresión de la ley.+i
En suma, Lacan creyó que el sadismo, como tocia mo: ión esen- por otra pa:te, que los nazis pueden haber sido cualquier cosa
cialmente perversa, había conseguido atrapar al kantismo en la n:enos kantianos. Por lo tanto, lo que condujo a la ca tástrofe na-
trampa de la Ley moral puesto que había logrado llevar esa Ley zi fue, ~ntes ?!en, la detención del movimiento de la Razón que
hasta la transgresión.'; Pues bien, me temo que, sobre este pun- su contmuac10n.
to, Lacan se ha equivocado: el sadismo, ciertamente interrumpe En resumen, lo único que se puede sostener verdaderamente
el movimiento de la razón kantiana mucho más de lo que la es que el_ deseo y la Ley moral son equivalentes. Y que el indivi-
transgrede. Se fija, en efecto, sobre un Otro supu~st~1-i:ente más d_uo, obligado a buscar una satisfacción en objetos siempre par-
fuerte que tocios los Otros y le asigna la referencia ultima. Este ciales, no puede tener acceso al deseo. Se le impide lleaa r a él sin
Otro es la Naturaleza. La filosofía en la alcoba es una filosofía que sepa en verdad por qué y esa traba es, por supue:to, fuente
de la Naturaleza. Precisamente quien goza a través ele los actos de culpa. Cosa que no deja de seüalar Lacan cuando establece en
del libertino y la liberti na sádicos es la n.aturaleza. Pero me pa- La ética del psicoanálisis que «lo único de lo que uno puede ser
rece que el sa.bio Kant, a pesar ele lo que puedan sugerir_las apa- c~ lpab l e _es de ceder a su deseo».4 La obligación moral de la ra-
7

riencias, va mucho más lejos que Sacie puesto que, en el, tocl~s zon surgida del tiempo múltiple no puede cumplirse en todas sus
los Otros se valen y valen solamente para mantener el moVl- consecuencias prácticas (el único que podría hacerlo sería aquel
miento sin fin v sin reposo ele la razón en acción. En Kant, la que Lacan llama el héroe) .48 De ello se sigue una deuda mora l y
Naturaleza no 'dispone ele ninguna preeminencia especial. Por le cupo a Freud demostrar que esa deuda también era una deu·-
da simbólica.
43. Lacan, J., «Kant avec Sacie», ob. cit., págs. 765-766. . , Bien sa?emos qué lugar central ocupa la cul pa en la elabora-
44. En b década de l 950, Bataille y Blanchot ya habían trabajado mucho c1on freudiana . Y, en realidad, la neurosis sólo es el precio con
sobre este tema de la obediencia de la Ley a través de la transgresión. que cada uno, cada sujeto, paga su deuda simbólica en relación
45. En «Kant con Sacie» Lacan indica que esa relación entre La filosofía en
/a alcoba y la Crítica de In ra"ZÓ11 práctica, «que yo sepa, nunca había sido observa-
da antes» (pág. 765). Ahora bien, unos veinte años ames de Lacan, Adorno h:- 46. lbíd., pág. 15.
bía ya mostrado que los personajes de Sacie obedecían a un 1mperanvo catego- 47. Lacan, J., L'Éthique de In psychnnalyse, ob. cit., pág. 370.
rico kantiano, véase de Adorno y Horkheimer, La Dinlectique de la rn1Son (1944], 48. lbíd., pág. 370.
Gallimard, París, 1974, véase «Juliene ou Raison et morale», págs. 92-127.

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64
Dany-Robert Dufour De la modenúdad a la posmodernidad

con el Otro (para Freud, el Padre), aquel que ha toma~o a su le debo la palabra. Esta deuda est<1, por consiguiente, íntimamen-
cargo la cuestión del origen. En el tiempo de la modermdad, la te ligada a la cuestión del padre, del padre como nombre, aquel
neurosis es sencillamente exuberante porque la deuda. co~ rela- que nombra, aquel por quien tengo acceso a lo simbólico, el pa-
ción al Otro, presente con todas sus diferentes apanencias, es dre que funciona como «referencia»;º a partir de la cual se ponen
múltiple. . . ,.. . en marcha los ajustes de cuentas espaciales y temporales, los lina-
En esta materia, no es fortuito que el psicoanalis1s haya. naCI- jes narrativos, las historias, los tiempos, el espacio.
do en Austria en un momento en que la historia era tan nea en La genialidad de Freud consistió en constrnir un escenario
figuras del Otro: no olvidemos que e~ i~peri? austrohúngaro específico, un teatro discursivo donde pudiera representarse una
era el reino «KK», Kaiserlich und Koemgltch, baJO la tute~a de un y otra vez esta relación con el Otro. Freud construye un escena-
gran Sujeto doble, el emperador Francisco J~sé, .el Kaiser Y el rio específicamente moderno que corresponde al tiempo en que,
Koenig que tomaba su autoridad de dios~s a~n vigentes (e.l del como ya lo indiqué, el inconsciente se deja ver no sólo en los re-
Antiguo Testamento, reivindicado por .el iuda~smo eskena~t Yel latos colectivos orales, incesantemente pregonados y retomados
del cristianismo) y representaba a vanas nac1on~s y p~trias (el como en las sociedades tradicionales, sino también en los relatos
acuerdo austrohúngaro de 1867 reconocía la existenCia de un individuales.
Estado húngaro, el de la Austria de los Habsburgo-Lorena ~de Estas dos determinaciones del sujeto moderno pueden pare-
un conjunto de países cuyo soberano era el emperador heredita- cer contradictorias: ¿cómo ser plenamente crítico cuando uno es
rio de Austria). Además, lo que en esta Viena e.fervescent: s.e neurótico? La neurosis, con su propensión a la repetición pare-
anuncia como las nuevas ontologías posibles surgidas de la log1- ce, por cierto; incompatible con el libre despliegue de la crítica.
ca, la filosofía, la estética y lo psíquico agreg~ nuevos ~lementos En realidad, el neurótico, precisamente por estar enquistado en
a un cuadro ya cargado de Padres. Esta quiza sea la pnmer~ vez la repetición, constituye el mejor incitador a la crítica que pue-
en la historia en la que encontramos tantas figuras concomitan- da existir. Además, sabemos que el histérico puede «hacer co-
tes del Otro en un solo lugar. En suma, en Viena hay muchos rrer» al maestro dándole a entender que «no, tampoco es eso»:
Padres. Demasiados, probablemente. Un exceso en el cual pue- «El histérico -decía Lacan- es el inconsciente en ejercicio, que
de leerse, en filigrana, cierta descomposición de la figura....pate~­ po~e al maestro entre la espada y la pared para que produzca un
na· no olvidemos que para Musil el reino-KK se había converti- saber».; 1 De manera general, plantear una incompatibilidad en-
do' en una gran «Cacania». Y el psicoanális~s .~ace de este exce- tre la crítica y la neurosis implica olvidar la capacidad que tiene
so, testimonio de una falta y una descompos1C1on de la figura. pa- el neurótico (sea cual fuere la forma de neurosis que le haya to-
terna.-19 Padr~s significa, en efec.:to, muchas cuentas que rendlí~es cado en suerte) de desear que el mundo sea interpretado en fun-
y esto produce finalmente muchos histéricos, puesto. ~ue la his- ción de su síntoma, de aquello sobre lo que no deja de insistir,
teria se caracteriza por la rivalidad, la culpa, la seducc1on, la ~eu­ sin darse cuenta, en su discurso. El sujeto freudiano y el sujeto
da en relación con el Otro. Hablo, luego debo. Y pago media~­ kantiano forman, por lo tanto, una pareja, son hermanos enemi-
te la culpa -palabra maestra, como ya se ha dicho, del descu~n­ gos que, al final, se llevan bastante bien: es verdad que, en deter-
miento freudiano- lo que no puedo reembolsarle al Otro a qmen minadas condiciones, la neurosis puede convertirse en el mejor
aguijón de la crítica. En todo caso, la modernidad debe todo a
esos dos sujetos íntimamente vinculados entre sí por la relación
49. Véase el trabajo de José María Pérez Gay, El i~1perio_Perdido, Méxi~o,
Océano, 1991. Este autor relaciona la invención del ps1coanalis1s con la ca1da
del imperio austrohúngaro y la crisis de la paternidad retratadas .en las obras 50. En francés: pere y repere. [N. de T.]
de Germano Broch, Roben Musil, Kart Graus, Joseph Roth y Elias Canem. 51. Lacan,J., «Radiophonie», en Scilicet, 2-3, París, Seuil, 1970, pág. 89.

66 67
De In modernidad a la posmodernidad
Dnny-Robert Dufo111"

co mplejos_ familiares, hablaba de la decadencia del imago pater-


con las múltiples figuras del Otro que la caracteriza. En c~anto no, es deo:: del Padre en su dimensión simbólica, por supuesto,
al suj eto moderno, podríamos decir que lo que lo caracteriza es pero tamb1en ele tocias las_ figuras del Padre, tales como se pre-
un «Kant con Freucl». sentan con el Padre celestial, con la Patria y con todas las demás
formas de celebración del Padre.
Creo q_ue podemos situar la irreversible decadencia de toda
LA POS1\IODEPNTDAD COMO DECADENCIA DEL GRAt"\J SUJETO fi~ura pos1bl: del gran S~jeto en Auschwitz. Después de Ausch-
~~1 1tz, esa catastrofe oc~r.nd a en el corazón de la región más cul-
En mi opinión, precisamente lo que acaba de derrumbarse ~1vacla del mundo, l_a v1e¡a Europa, nada indica que aún se puede
co n el paso a la posmodernidad es esta definición doble del su- m:ocar un gran Su¡eto que ga rantice la existencia posible de los
jeto moderno, entendido como sujeto neurótico y crítico. _Efe~­ SLljetos ~ab_l a~1tes. Con Auschwitz, la diferencia, aquello que rom-
tiva mente, lo propio de la modernidad, en virtud del espaoo cn-
tico y «crísico» en el que se mueve, es acometer contra todo, in-
:t
pe _rrmc1p10 ~ e encadenami ento discursivo, alguna vez carac-
t~nsnca de las situaciones de colonización, se instaló en el cora-
cluso contra sí misma. Así es cómo terminó por atacar sus pro- zon de la_ cultura europea. Y ya no fue posible ninguna form a de
pios recursos. Marce! Gauchet, quien analizó ese momento d_e Gran_Su¡eto. La civilización que produjo esos grandes Sujetos
acometida de la creación política más eminente de la moderm- sucesivos que supuestamente nos salvarían, se devoró a sí misma.
dad, la democracia, contra sí misma, sostiene, sin embargo, que Auschwitz deshizo toda ley posible: desconcierto ontolócrico cu-
«no hay posmodernidad por cuanto no encontra mos nada en el ya fórmula más acerada y concisa posible dio el poeta Ghérassim
después que no haya estado ya en el antes».;! De este modo, Luca: «¿Cómo condena r en nombre de la ley/el crimen cometi-
Marce! Gauchet parece haber elegido trabajar sobre la base de do en nombre de la ley?».;¡ Mientras el crimen cometido en
las continuidades, yo, en cambio lo haré principalmente sobre n_ombre de la ley (e l genocidio de los indios americanos, por
las rupturas. ¿Qué discontinuidad, qué cambio fundamental po- e¡emplo, o la trata de negros) permaneciera fuera del territorio
dríamos identificar entre el espacio moderno y el espacio llama- ~ uropeo, no ?isminuía un ápice la autoridad de los grandes Su-
do posmoderno? ¡etos de Occidente, s1110 todo lo contrario. Pero cuando el cri-
¿Por qué se quebró esta definición doble del suj eto moderno men fue cometido en el interior y conduj o a la ;utodestrucción
neurótico y crítico a la vez? Sencillamente porque en nuestra de la ~i".'ili zaci ón europea, esos grandes Sujetos se encontraron
posmodernidad ninguna figura del Otro, ningún gran Sujeto, deslegmmaclos. Todos parecieron, de pronto, terribles engaños
va le ya verdaderamente. ¿Qué gran Sujeto se impondría hoy a sabiamente construidos que sólo nos condujeron finalmente a la
las jóvenes generaciones? ¿Qué Otros? ¿Qué figuras del Otro más desconcertante de las antinomias, la que transforma -o in-
encontrarnos hoy en la posmodernidad? Parece que todos los vierte, podríamos decir-_ la ley ~n crimen y el crimen en ley.
antiguos gra ndes Sujetos, todos los ele la modernidad, e~t~n to- D~sde en~onces estarnos memed1ablernente librados a nosotros
davía disponibles, pero que ninguno cuenta con el pres_ng10 ~e­ mismos, s111 poder, sin embargo, asum irlo verdaderamente.
cesa rio para imponerse. En realidad, todos parecen sufnr el mis- Resum_iendo, en la posmodernidad , ya no hay nin!!Ún Otro
mo síntoma de decadencia. En la modernidad occidental no se en _el sentido del Otro simbólico: un conjunto incom;leto ante
ha dejado de señalar el debilitamiento de la figura del Padre. El quien el su¡ eto pueda verdaderamente prese ntar una demanda
mismo Lacan, ya en su primera obra publicada, dedicada a los '

53. Luca, G., Héros-Limite, París, Gallimard, 2001, véase «CEdipe Sphinx»
52. Sobre esta cita y la siguiente, véase Gauchet, M., La Dé111ocratie contre
[l 976], pág. 206.
elle-meme, ob. cit., véase la Introducción, pág. X\'.

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68
Dmzy-Robert D1ifour De la modmúdad a la posmodernidad

formula r una pregunta o hacer una objeción. En este sentido, es donde todo se invierte/; vale decir, un espacio en el que no to-
lo mismo decir que la posmodernidad es un régimen sin Otros dos los individuos se vuelven necesa riamente psicóticos, pero
0 que la posmodernidad está colmada de apariencias de Otros,
donde abundan las condiciones para que eso suceda.
que inmediatamente se revelan como lo que so n: tan llenos de
suficiencia como un globo pinchado.
Ya nada vendrá a salvarnos. En la posmodernidad ya no hay ¿Q UÉ QUEDA DE LOS GRA.t"\J'DES RELATOS?
relatos soteriológicos de los que la modernidad, en cambio, es-
taba saturada. De los grandes relatos, hoy no quedan más que algunas for-
A priori , el derrumbe de la ficción central que orga nizaba mas subsistentes. Estas persistencias delimitan zonas locales de
nuestras vidas parecería deberse a la caída de los ídolos, lo cual extensión y pertinencia narrativa relativas. Pero esos relatos, si
más bien parece una buena noticia, sobre todo para quienes le- bien_se sosti enen en nombre de un gran Sujeto, co nservan lo que
yeron a Nietzsche. Algunos incluso están dispuestos a creer que Ben¡amm llamaba el aura. El aura, surgida de las estéticas de lo
estamos a punto de recuperar ese momento de gracia única, el sublime, testimonia en efecto una «presencia del Otro» y da
del estoicismo y el escepticismo de que hablaba Flaubert cuan- cuenta de la «aparición única de lo lejano».%Pero, como decía
do escribía que «no habiendo ya más dioses, ni estando ya Cris- Hegel, refiriéndose a las estatuas de otros tiempos, las de la An-
to hubo de Cicerón a Marco Aurelio [... ] un momento único tigüedad ~lásica, más precisa mente, «la admiración que se nti -
en' el que' el hombre estuvo solo».;; ¿Habrá vuelto ese tiempo mos a la vista de estas estatuas[ .. .) no tiene la potencia suficien-
bendito? te para hacernos caer de rodillas».;7 En el mejor de los casos, la
Decidida mente, no lo creo. Me temo, en cambio, que quie- emoción estética tiene todavía un matiz de nostalo-ia (es un he-
nes quieren persuadirse de ello confunden lo qu e es superar la cho cierto que a los hombres posmodernos les g:S ta visitar los
subordinación simbólica por la parte alta con la salida por la par- museos), pero ya no creemos en ella.
te baja. Ciertamente, en ambos casos, se sale, pero al final el cua- ¿Qué relatos nos quedan entonces?
dro no es en modo alguno el mismo. En un caso, luchamos por
la autonomía como por una ascesis extremadamente exigente:
no olvidemos que los estoicos practicaban asid uamente la fre- El relato religioso monoteísta
cuentación del maestro, y con ella la dirección y el examen de
conciencia. En el otro caso, nos hundimos en una autonomía La fu erza del relato religioso consiste en postular la existen-
completamente ilusoria, sólo somos libres de querer lo que la cia de un Dios, que asum e supu estamente la cuestión del origen.
mercancía nos ofrece sin cesa r. Al sa lir de la ficción por la pa rte El relato religioso pretende pues resolver el inmenso problema
baja, es decir, antes de haber entrado en ella, recusando de en- del sujeto, el de poder fu ndarse, transformándose en sujeto de
trada a todo maestro, asignándonos la autonomía si haber obte- un Otro, en sujeto de Dios. En esta medida, siempre puede ser
nido los medios de construirla, nos encontramos, en rea lidad, en llamado en auxi lio del sujeto en el caso en que el apoyo con que
un proceso inverso al movimiento estoico. Nos encontramos en
un espacio que no es ni «autónomo» ni crítico, ni siquiera neu- 55 . Lo que yo llamo un espacio unario, véase Oufour, 0.-R., Folie et démo-
rótico, sino en un espacio anómico, sin referencia y sin límite crntie, París, Ga ll ima rd, 1996.
56. Véase Benjamin, W, «L'reuvre d'art a l'ere de sa reproduccion meca-
nisée» [1936] en Ecri ts fra n~a i s , París, Ga llima rd, 199 1, pág. 144 y sigs.
54. Frase largamente comentada por Ma rgue rite Yourcenar en sus /\/émoi- 57. Hegel, Esthécique I, trad. de Janké lévitch, París, Fla mma rion, 1979,
res d'Hndrien, París, Pion, 195 1. pág. 153.

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Dany-Robert Dufour
De la modenzidad a la posmodernidad

cuente el individuo por sí solo, como ocu'.re a m~~udo _en las s~­
ciedades democráticas, se revelara demasiado frag1l. Dios conti- quee en alguna parte para que el discurso religioso retorne
núa siendo el último recurso. Por eso no deberíamos asombrar- adoptando formas que ya no creíamos que pudiera revestir. Así
nos al ver que los actos simbólicos realiza dos en la que se sup~­ es como, por ejemplo, Darwin fue declarado recientemen te per-
ne la democracia más grande del mundo, la de los Estados U~1- sona non grata en Kansas. En ese Estado de la Norteamérica pro-
dos, se injertan -constantemente y en t~da ocasión- en los dis- funda, los diez miembros de la Junta Estatal de Educación deci-
cursos religiosos; por ejemplo, en los tnbuna l e~ y en todos los di eron el miércoles l 'l de agosto de 1999, por seis votos contra
actos públicos importantes se jura sobre la Biblia. Es, e_n suma, cuatro, suprimir toda referencia a la teoría darwiniana de la evo-
una forma muy cómoda de disponer de un_Otro de bols1llo, una lución de las especies en los progra mas de los exámenes escola-
pequeña biblia para impedir la fuga del_su¡eto (en el ~oble s_e~­ res correspondientes a las escuelas públicas, como consecuencia
tido de «dejar que se escape su conte111do» y de «ale¡arse rap1- de la victoria de las Iglesias conservadoras, poderosas y organi-
damente para escapar a un peligro»). zadas en la región que defi enden la tesis del creacionismo con-
tra la del evolucionismo.
Sin embargo, no debemos atenernos a ese pa p~I de adyuva n-
te de la democracia que tiene hoy el relato rehg'.oso. D~rante
mucho tiempo, ese discurso pretendía tener.~na mfluenc1a ab-
soluta sobre las cuestiones intelectuales y espmtuales (y,_ e_n con- El relato de los Estados-nación
secuencia, sobre los cuerpos). Todo lo refe~ent~ al Espmtu d:-
bía estar sometido al imprimátur de la Iglesia. S1 n?, se en cen~ 1 a El relato del Estado-nación;ª :!parece hoy confundido en sus
fácilmente la hoguera . Numerosos fu ~ron los s_ab10s que tuvie- dos grandes referentes.
ron que tragarse sus descubrimientos s1 no 9uenan queda!" redu- El primero es el de la tieira (jus soli).; 9 Se dirá así que todas las
cidos a cenizas. Para citar sólo a uno, menc10naremos, e~1dent~­ personas que nacen en suelo francés son franceses, pues esta re-
mente, a Galileo, el héroe de la gran revolución copér111co-gah- ferencia es la que funciona en Francia. Por lo tanto esa tierra
leana. Salvó su vida abjurando oficialmente, m extrem1s, de. sus francesa debe representarse a través de un relato, a fin de hacer
descubrimientos. Condenado por el Santo Oficio, en pleno siglo remontar sus orígenes lo más lejos posible en el tiempo (por
XVII clásico, en la época misma de Descartes, por habe_r toma- ejemplo, en 42 a. de C. Vercingétorix puso en jaque a César
do partido a favor de la rea lid~ d- d e l m?vimiento d~_la T1erra_al- frente a Gergovia). En esta búsqueda de fuentes que certifiquen
rededor del Sol, Galileo termino sus dias en reclus1on, sometid_o la antigüedad de la tierra, las aproximaciones va len tanto como
a sufrimientos físicos y morales intensos, mientras que ~us escn- un dato cierto. Por ejemplo, Ca rl omagno tendrá la reputación
tos y su ejemplo llegaban a ser, para co~fusión de sus ¡u e~es, el
fermento de la Europa erudita. Ahora bien, a pesa~ de su_s _mte~­ 58. Sobre el Estado-nación, véase Delann oi, G., y Taguieff, P.-A., (comps.),
tos de adaptación a los tiempos modernos, la Iglesia catolica so- Théories du nationa lisme. Nation, nationalité, ethnici té, París, Kimé, 1991;
La Pensée politique (revist;1), número de 1995 dedicado a la Nación, EHESS,
lo rehabilitó a Galileo ¡el 31 de octubre de 1992 !. .
París, Gallimard-Seuil, 1995; Dumont, L., Horno aequalis II, L'idéologie alle-
Pese a algunos esfuerzos tendientes a ser una mst~nc 1 a com- mande. France-AJlemagne et retour, París, Gallimard, 1991. Véase, por últi-
patible con el mundo moderno y el posmode_r~o, el discurso re- m~>, el notable li bro de Beckouche, P., Le Royaume des freres-aux sources de
ligioso apunta siempre a tener el_ mayor domm10 sobre los cue:- l'Etat-nation, París, Grasset, 200 l.
pos y los espíritus. Siempre aspira al control total. Uno podna 59. Sobre el jus soli y eljus snnguinis, véase Schnapper, D., L'Europe des lm-
creer que esta voluntad de poderío se atemperó_con el ?~so del migrés. Essai sur les politiqnes d'immigratio11, Pa rís, ed. Fran~ois Bourin, 192 2, y
Weil, P., Qu'est-ce qn'un Fr1111rais? Histoire de la natiomzalitéfranfaise depuis In Ré-
tiempo, pero no ha sido así. Basta que el pensamiento cntJco fla- volution, Grasset, 2002, véase el capítulo i. Aquí doy una presentación muy
si mplificada de estas dos referencias.

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73
Dany-Robm Dufour De fa modmzidad a fa posmodemidad

de ser rey de los francos, aunque haya poseído Austrasia, la Fri- hablaban alemán; es po~ consiguiente, alemán. Bastará con que
sia occidental, Hesse, Franconia y Turingia (regiones germáni- recupere el aleman perdido para que vuelva a ser alemán. Nóte-
cas), y aunque haya establecido su residencia principal en Aix-la- se que el advenimiento del nazismo no es en modo alguno inco-
Chapelle (en la actual Renania-Westfalia); por lo demás, en ple- herente con la referencia central a la sangre hecha en Alemania:
no siglo XIX, en el momento mismo en que Victor Hugo can- la _san?re no sólo estaba conectada al idioma, sino también a otro
taba loas al emperador, los nacionalistas alemanes hicieron de su cnteno, el de la raza. En ese caso, a la supuesta «raza aria» que
nombre un tótem. Pero nada de eso tiene importancia. El signi- ~ntonces ,era el centro, la referencia del nuevo gran relato que se
ficante cuenta más que la realidad: la tierra impone el resto. En mcorporo al relato de la sangre exaltándolo. La referencia a la
otras palabras: uno es francés por los pies, porque los poso sobre sangre y la elaboración de un relato basado en la sano-re son
esta tierra y porque esta tierra es francesa, luego yo soy francés. pu,es, sangrientos, y probablemente lo sean aún más, por~que so~
El resto -la lengua, el espíritu, las costumbres, etc.- debe venir, mas abstractos que la referencia al suelo.
de alguna manera, por aüadidura. La tierra modela a sus sujetos Es evide~te que_ los Estados-nación siempre tuvieron necesi-
de los pies a la cabeza. Pero comprobamos que, cada vez con dad de una mstanc1a propiamente política, encargada de encar-
más frecuencia, ya nada sube al espíritu, el suelo está cada vez nar ant: to?os la referencia a la tierra o a la sangre. Hay así un
más hollado, uno se empantana, patalea, pero nada, la condición Rey (mas bren del lado de la sangre) o un Emperador (más bien
francesa y sus supuestos valores universales no aparecen ... del lado_ de la tierra) 60 que tiene la misión de personificar la per-
El segundo referente es el de la sangre Uus sanguinis). Veamos manencia de estos grandes referentes. Para mayor seo-uridad en
.
genera 1se ha conectado esta mstancia con otro relato, el religio-
b '
un ejemplo: todo aquel que pueda probar que posee ascendien-
tes alemanes es alemán. De ahí que, si la sangre por sí sola ga- so. Entonces el rey o el emperador lo eran por derecho divino
rantiza la pertenencia, la tierra misma puede variar su forma y su (por lo menos hasta que Napoleón se proponga, en un bello ac-
volumen. Si la sangre predomina sobre la tierra para certificar la to de autofundación, coronarse a sí mismo). Así, garantizadas
ciudadanía, puede deducirse un corolario: los que son de sangre P?r dos grandes rel_atos, las dinastías pueden gozar de una larga
alemana sólo pueden habitar ti~rra alemana. Así vemos surgir en vida y atravesar vanas generaciones. Pero, cuando descubre que
una época y en otra, con mayor o menor fuerza, la reivindica- el rey o el emperador están desnudos, el Pueblo toma el relevo
ción de ajustar uno al otro y de hacer corresponder las tierras con la necesidad de organizarse en una nueva instancia ruberna-
alemanas a la sangre alemana: los alemanes querrán entonces la mental de los sujetos, la República. b

«Gran Alemania». El problema es que no se sabe cómo podría Por el hecho mismo de fundarse en referencias muy próxi-
reconocerse, con seguridad, ia «sangre alemana», algo muy na- mas, estos dos grandes relatos del Estado-nación son profunda-
tural, puesto que, al fin de cuentas, esta historia de sangre ale- mente rivales y sus defensores nunca cesaron de recurrir a la
mana escapa, como el resto de los relatos, a toda posibilidad de guerra para zanjar sus problemas de contio-üidad en sistemas
verificación (ningún análisis de sangre probará nunca la condi- c,orr_iplejos _de ~lianzas reversibles en todo sen~ido. Las fronteras,
ción germana de un individuo). Por lo tanto, es necesario susti- lrmit~ te_rntonal de la extensión del gran relato, también fueron
tuir los criterios reales por criterios simbólicos. Habrá que co- const1t~11das como márgenes sagrados que, apenas franqueados 0
nectar (como es hoy el caso) la sangre con la lengua: es alemán hasta simplemente amenazados, desencadenaban el casus be!li.
cualquiera que posea sangre alemana, es decir, cualquiera que El relato del Estado-nación aspiró durante mucho tiempo a
hable alemán (o, podría decirse, «haya hablado» esta lengua en
generaciones anteriores). En suma, si Herr Schmidt, que actual- 60. Véase Demorgon, ]., Complexité des cultures et de l'interculturel Pa-
mente vive en Polonia, es hijo, nieto y bisnieto de personas que rís, Anthropos, 1996. '

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Dmzy-Robeit Dufour De fa modernidad a fa pos7Jlodernidad

cumplir la función ele rel ato dominante por sobre tocios los de- Pero lo que antes separaba los Estados-nación hoy los une.
más. Este dominio estaba además marcado por una metáfora As!, a pesar ele :us oposiciones con~titutivas, tocios ellos llegaron,
que indicaba muy precisamente el lug3r eminente que debía mas tarde o mas temprano, a la misma forma política: la demo-
ocupar ese relato para tocio sujeto: el Estado-nación se presen- cracia. Este sistema se constituye hoy como referencia ele tocia
taba como padre y madre del individuo (como lo indica la expre- Europa y relega a un segundo plano los antagonismos de los Es-
sión la «madre patria»). Se movilizaba así un imaginario íntimo tados-nación. Desde entonces, antes que como oponentes, estos
muy demandante que merecería un análisis desde el punto ele Estados se presentan como entidades homogéneas. Esta homo-
vista ele la psicología colectiva y ele la clínica social, es decir, ele geneidad se sostiene en virtud ele algunos principios fundadores:
la movilización ele las pulsiones. En pocas palabras, podríamos la separación ele los poderes, las elecciones libres, la igualdad ele
resumirlo del modo siguiente: a un individuo puede n exigírsele los cmclaclanos ante la ley, la igualdad de hombres y mujeres, el
todos los sacrificios en nombre de la deuda contraída con sus pa- respeto ele las li bertades individuales, la libertad de empresa, el
dres (a quienes les debe la vicia). Dicho ele otro modo: tocio indi- derecho de propiedad. Estos principios constituyen los puntos
viduo debe su existencia al Estado-nación, del mismo modo en clave del funcionamiento democrático común a los Estados eu-
que debe la vicia a sus padres. Así es como Foucault pudo defi- ropeos.
nir la soberanía tradicional ejercida por el Estado respecto de sus Como resultado ele este proceso, las fronteras se han despla-
súbditos como el poder de «hacer morir y dejar vivir». 61 Es evi- zado: antes separaban los Estados-nación entre sí; ahora tocios
dente que los Estados-nación no se privaron de ejercer ese po- ellos se reúnen tras la frontera ele la democracia que deja dentro
der ele «hacer morir», particularmente alzándose ele modo cons- los Estados democráticos y fuera los Estados no democráticos.
tante unos contra otros. La prueba ele ello es que la democracia es hoy el criterio núme-
Sea como fuere, en el gran relato del Estado-nación, los pue- ro uno para entrar en el club europeo. Aunque encerrada en el
blos fueron instados a recordar lo que nunca existió (por ejem- interior ele Europa, y más generalmente ele Occidente o ele lo
plo, la inmensa batalla ele Bouvines61 o Carlomagno como em- que suele llamarse el Norte, la forma democrática aspira a un
perador ele los francos o Francia unida en la Resistencia o la sa n- nuevo universalismo que tiene su bandera: la ele los derechos del
gre alemana), ele tal suerte que el relato cumplió la función de hombre. Ya conocemos los debates entablados para instaurar un
obligar a cada sujeto a pagar indefinidamente una deuda insalcla- derecho ele injerencia que permitiría que los Estados democrá-
ble. ticos atravesaran su frontera para intervenir en un Estado que
burlara en exceso los principios democráticos.
61. Foucault, M., «Il faut défendre la société», París, Gallimard/Seuil, 1997. Como para dar más ele la medida y acompañar este deterioro
62. Por supuesro, hago referencia a la célebre «batalla de Bouvines», un del relato de los Estados-nación cuyas fronteras se desmoronan
enfrentamienro muy local que tuvo lugar el 27 de julio de 1214 en Flandes, en- a gran velocidad en Europa, asistimos al retorno del relato regio-
tre el rey Felipe Augusro, rodeado de algunos caballeros de las provincias rea-
les y Orón de Brunswick, emperador y rey de Alemania, rodeado del conde de
nal. Hoy se celebra la existencia ele Córcega, Bretaña, el País
Flandes y del Conde de Bolonia, apoyados por el rey de Inglaterra, Juan sin Vasco, Cataluña, Lombarclía. Este relato se presenta a menudo
Tierra. Contra lo que podía esperarse, y casi si presentar bata lb , Orón huyó y como una reproducción en miniatura del relato del Estado-na-
el rey de Francia ganó. Pero el acontecimienro, de amplitud muy moderada, se ción (es decir que fll11ciona impulsada por el carburante de uno
convirtió en el núcleo de una gran leyenda monárquica durante el siglo XIII, de los referentes tierra, sangre, lengua o raza, y a veces por varios
luego cayó en el olvido para retomar vuelo con los colores nacionalistas en el
de ellos juntos). Existen versiones ele derecha ele este relato (con
siglo XIX y más tarde, en 1914, cuando constituyó una de las expresiones más
intensas del espíritu de venganza antialemán. Véase Duby, G., Le Dimrmche de la promesa de recobrar la pureza local originaria; por algo será
Bouvines, París, Gallimard, 1985. que el partido nacional bretón de Yann Goulet fue aliado ele los

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Dany-Robert Dufour De la modernidad a la pomiodmúdad

nazis) y también versiones de izquierda (con la promesa de una tos especulativos de gran amplitud. Así, la parte de la economía
democracia local por fin directa). «real» decrece a medida que aumenta la «financieri zación» de la
economía, que se ha desarrollado considerablemente durante los
últimos veinticinco años, a partir de la instrumentación de nue-
El relato de la emancipación del pueblo trabajador vos mecanismos financieros y herrami entas de gestión del capi-
talismo: los «junk bonds», literalmente «bonos basura», que
Este gran relato (liberador) debía abolir todos los demás particularmente permitieron que los «raiders» (piratas) de la dé-
(alienantes) así como las fronteras engendradas por los Estados- cada de 1980 financiaran el rescate de sociedades, las operacio-
nación («¡Proletarios del mundo ... !»), con la promesa de alcan- nes basadas en las técnicas del «LBO» (Leverage Buy Out, o
zar un mundo homogéneo, sin clases. Como sabemos, el futuro compra de una empresa con préstamos obtenidos sobre los acti-
soñado pronto se convirtió en desengaño, a medida que las so- vos y la deuda de la misma empresa), la creación de «dot com»
ciedades de la construcción de la felicidad comunista se transfor- (sobrenombre dado a las empresas 100% Internet) con monta-
maban rápidamente en vastas sociedades carcelarias. En sus dos jes financieros acrobáticos, las «Stock options» [acceso a las ac-
versiones, rusa y china, este relato quedó muy deprimido des- ciones de la empresa] en lugar del cash para remunerar al mana-
pués de la caída del Muro y el paso de China a una economía de gement. Aparece así -como un epifenómeno conquistador que se
mercado completamente desenfrenada. Este colapso bastante injerta en la economía real- una economía virtual que consiste
brutal sobrevino tras un período de un siglo de grandes llamara- esencialmente en crear mucho dinero con casi nada, vendiendo
das (Comuna de París, Revolución Rusa, Revolución China, muy caro lo que aún no existe, ya no existe o sencillamente no
movimientos juveniles de la década de 1960 en todos los países, existe de ningún modo, con el riesgo de crear imperios de papel
guerrillas, luchas en el Tercer Mundo). En algunos países, que- prestos a desgarrarse brutalmente (ejemplos notables, los escán-
dan, sin embargo, pequeños núcleos, a veces folclorizados, que dalos Enron, WorldCom, Tyco, etc.). 6i Las plazas bursátiles se
continúan manteniendo este relato. convirtieron de alguna manera en inmensos casinos en los que
Lo que deben enfrentar hoy esos grupos no es la muerte po- los gerentes, personalmente interesados, asistidos por poderosas
lítica del proletariado. Este siempre podría retornar: la historia computadoras, calculan sin cesar el mejor momento para apos-
nunca fue avara en apariciones y reapariciones súbitas (no olvi- tar. Las ganancias pueden ser tan considerables (por ejemplo,
demos que en China se gobernó a un cuarto de la humanidad en Bill Gates, el presidente y director general de Microsoft, posee
nombre de un proletariado que allí prácticamente nunca había una fortuna personal de 80.000 millones de dólares en acciones
existido). El verdadero problema del proletariado es su posible y además es propietario de una empresa flore ciente, a diferencia
muerte teórica. En la economía llamada neoliberal, en efecto, el de un Georges Soros, un especulador puro más o menos arre-
trabajo ya no es aquello sobre lo que reposa esencialmente la pentido)6' qu e, evidentemente, el productor de la plusvalía de
producción del valor. El Capital ya no está constituido por la
plusvalía (Mehnvert, en Marx) surgida de la superproducción ob-
tenida mediante la explotación del Proletario. El Capital se in- 63. «Enron, con una contabilidad normal, habría representado una empre-
sa relativamente peque1ia del sector de la energía, con una cifra de negocios
vierte cada vez más en actividades de alto va lor agregado (inves- cercana a los seis mil millones de dólares. Con ayuda de sus auditors [contado-
tigación, ingeniería genética, Internet, información, medios), en res], exhibía un movimiento de 100 mil millones de dólares y alcanzó un valor
las cuales la parte del trabajo asalariado poco o medianamente bursátil de 90 mil millones». Declaraciones del hombre de negocios y ex em-
calificado es a veces extremadamente débil. Pero, sobre todo, el bajador de los Estados Unidos en Francia, Felix G. Rohatyn, «Le capitalisme
Capital apuesta a pleno a la gestión de las finanzas en movimien- saisi para la cupidité», Le Débnt, nº 123, enero de 2003.
64. La lecrura del libro de Georges Soros, fundador del Qunntuin Fund,

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Drmy-Robert Dufour De la modernidad a la posmodernidad

Marx ya no tiene ningún lugar en este escenario. En estas con- ma «cortocircuitos catastróficos». 6; ¿Qué mejor, entonces, como
diciones de financierización, el Proletario ya no es el que contri- reterritorialización finalmente segura, que la gran madre tierra?
buye con la parte más sustanciosa del Capital. En este caso, el mito ya no celebraría un referente cultural, sino
Ciertamente, el marxista está en lo cierto cuando comprueba el verdadero referente encontrado por fin: b Naturaleza . Pues-
que los trabajadores (sobre todo los del tercer mundo) siguen to que los grandes tótems históricos están medianamente pos-
siendo explotados, en el sentido en que el capital continúa apro- trados, lo que retorna es, de algún modo, la geografía misma. Y,
vechándose de una parte de trabajo adicional no pagado. Pero, en realidad, a quien celebra hoy el relato de la Naturaleza no es
entre el trabajo esclavo y el trabajo asa lariado, las poblaciones, ya al Padre sino a la Madre. No hay que hacer sufrir a esta ma-
cuando pueden hacerlo -como en todos los países occidentales y dre de la que hemos nacido. Dejemos de llenarla de escaras con
cada vez más en otros- no tardan en elegir, contando con el en- inútiles señales humanas, de coserla con carreteras y rieles, de
riquecimiento colectivo (por cierto muy desigualmente reparti- festoneada de ciudades, de ensuciarla con desechos, de explotar-
do, pero efectivo) y la posibilidad que generalmente trae consi- la desvergonzadamente ... Este candidato a gran relato puede,
go el Capitalismo de gozar de bienes suplementarios. pues, acomodarse perfectamente a todas las formas que ha ad-
En semejantes condiciones, no se hace fácil sostener el gran quirido la decadencia del Padre en nuestras sociedades e incluso
relato del proletariado, en la medida en que el análisis en el cual acompañarlas. La gran fuerza del relato ecologista es la predic-
se basaba ya no se ve rifica y cuando el obrero probablemente ción apocalíptica que entraña. Y se ha hecho mucho más creíble
prefiera su'frir la explotación a vivir una situación peor. que las antiguas profecías apocalípticas religiosas machacadas
La muerte del proletariado, sin embargo, deja pendiente una desde hace milenios. Este relato tiene, pues, la capacidad de cap-
cuestión verdaderamente importante: la de quién se hace cargo tar a las muchedumbres prontas a tener verdadero terror. .. y es
de lo colectivo, de lo compartido, del bien común, en este mun- comprensible.
do fragmentado de la posmodernidad. Hoy las fuerzas políticas, Mientras que una parte de las tropas que sostienen este rela-
sociales, filosóficas más dispares tratan de acercarse con la inten- to está siempre dispuesta a participar de todas las operaciones
ción de darle una forma posible a una razón colectiva, trágica y políticas cuyas opciones habrán de tenerse en cuenta para impe-
visiblemente falta de herederos. dir lo peor -¡por lo demás, probable!-, 66 otra parte, apoyada en
la misma predicción apocalíptica, se deja tentar, en cambio, por
la desviación fundamentalista que consiste en retirarse a puertos
Un candidato para ocupar el lugar de g;ran Szqeto: la Naturaleza acondicionados para preservar algunos islotes de verdadera Na-
turaleza, mientras todavía se está a tiempo.
La decadencia de los grandes Sujetos dejó el lugar libre para
nuevos candidatos a ocupar ese puesto. Entre los que pueden
considerarse seriamente, la Natura leza es hoy la más taquillera: 65. Véase sobre este punto, entre otros trabajos de Denis Duelos (en espe-
cial los que aparecen regularmente en Le Monde diplomatique), Nature et démo-
la no limitación modern a de las prácticas, fundamentalmente cratie des passions, París, PUF, 1996.
protéticas, ha terminado por provocar lo que Denis Duelos lla- 66. «Hay que prever lo peor ... para impedir que ocurra». Véase Dupuy,J.-
P. Pour un catastrophisme éclairé, París, Seuil, 2002. La posición de Jea n-Pierre
Dupuy se opone al« principio de precaución» de HansJonas: según este últi-
mo, es importante actuar de inmediato porque no conocemos el impacto qu e
uno de los fondos de inversión más audaces de la historia de las finanzas, es su- tendrá en el futuro una técnica, mientras que, según el «Catastrofismo ilustra-
mamente esclarecedor en cuanto a estas técnicas, véase Soros, G., La Crise du do», hay que actuar hoy porque existe la certidumbre del acontecimiento ca-
capitalisme mundial, l'integrisme des 11za1·chés, París, Pion, 1999. tastrófico futuro y así evitar que ocurra.

80 81
Dany-Robert Dufour De la modernidad a la posmodenzidad

La Naturaleza, en el relato ecológico, es el referente ante el tad económica, y en la que se ha comenzado a dar al sujeto ha-
cual los demás pierden su fuerza, pues éste los engloba. Si al Es- blante una definición autornferencial: el nuevo sujeto ya no está
tado-nación, a los proletariados, a las Iglesias, se les retira la Na- sujeto a Dios, ni al Rey ni a la República, sólo es súbdito de sí
turaleza, se los deja sin la tierra sobre la cual construir sus terri- mismo.
torios. Es por ello que, en este período de decadencia de los Como dije antes, con Lyotard, fijo el punto de decadencia sin
grandes relatos, hemos visto a cierta cantidad de ideólogos de retorno de los grandes relatos en Auschwitz, ese momento ca-
los antiguos grandes Sujetos, particularmente del proletariado, tastrófico en el que se puso de manifiesto que los grandes Suje-
unirse a las huestes de la Naturaleza. tos sucesivos de Occidente sólo llevaron a la dominación abso-
El único problema de este candidato a gran Sujeto es que la luta del relato aterrador de la Raza. Después de ese punto paro-
verdadera naturaleza del hombre 67 es no tener ninguna. Es por xístico en el que la civilización, por decirlo de algún modo, se
esta razón que debió crearse una segunda naturaleza: la cultura. devoró a sí misma, ya ningún gran relato fue posible y así es có-
De suerte que el neoteno no puede dedicarse a preservar los mo nos encontramos carentes de un gran relato, es decir, con-
equilibrios naturales que su actividad de segunda naturaleza vertidos en posmodernos.
amenaza efectivamente, sin tratar, al mismo tiempo, de hacer En aquel momento de derrumbe de la civilización, pareció
viable su segunda naturaleza. En suma, el discurso sobre la na- que los Estados-nación, en conflicto permanente, habían termi-
turaleza no se sostiene por sí sólo; por esta razón, no habrá eco- nado por edificar, en su antagonismo mismo, un conjunto glo-
logía de la primera naturaleza sin lo que yo llamaría una ecología balmente homogéneo. ¿Qué es verdaderamente lo que los Esta-
de la sef;ltnda naturaleza, pero allí es precisamente donde estriba dos-nación más fuertes consiguieron procrear en común des-
la amenaza de disolución del relato ecológico, el peligro de per- pués de dos guerras mundiales, numerosas e infamantes guerras
derse en otros relatos. de colonización y el desconcierto ontológico de Auschwitz? La
democracia.
El referente de la democracia ya no es la «tierra» ni la «San-
La democracia posmoderna como fin de los grandes relatos gre», sino el individuo libre. Este cambio de paradigma estaba
en germen desde la Ilustración y, en particular, desde Rousseau,
Después de haber declinado las figuras del gran Sujeto canta- quien, a lo largo de toda su escritura, se sumió profunda e ínti-
das por los grandes relatos, hoy debemos rendirnos ante la evi- mamente en sí mismo con el único propósito de encontrar su
dencia de otra declinación, la del Otro. Si antes el Ser se declina- «naturaleza» universal y poder así hablar «en nombre de toda la
ba, ahora se inclina. La posmodernidad ya no tiene figuras pre- especie humana» (véase el famoso exergo de las Confesiones). 68
sentables de gran Sujeto que proponer. Así como los períodos Antes, el sujeto era sujeto con referencia a tal Dios, a tal tie-
precedentes definían espacios marcados por la distancia entre el n-a o a tal sangre. Lo que le confería su ser de sujeto era un Ser
sujeto que habla y aquello que lo fundaba, la modernidad es un exterior a él. Con la democracia, esta heterorreferencia se trans-
espacio definido por la abolición de la distancia entre el sujeto y formó en autorreferencia. El sujeto mismo se ha convertido en
el gran Sujeto. La posmodernidad, democrática, es una época en su propio origen. No obstante, esta referencia a uno mismo
la que el sujeto se define no ya por su dependencia y su sumisión plantea muchos problemas. ¡Probablemente más de los que re-
al gran Sujeto, sino por su autonomía jurídica, por su total liber- suelve! Tal vez para el hombre fuera doloroso descubrir que só-

68. Véase sobre este punto el último capínilo de mi libro Folie et déwocra-
67. Véanse mis trabajos sobre la neotenia del hombre en D.-R. Dufour,
tie, ob. cit.
Lettres sur la nature hu111aine, ob.cit.

82 83
Dany-Robert Dufour De la modmúdad a la posmodernidad

lo podía ser sujeto estando sujeto a u1:a ficci~n, pero probablemen- extremos, los que «Saltan con elástico», etc. El vínculo social se
te sea más penoso aún encontrarse sm ficc1on: el nesgo que. ~e co- dispersa así en una multitud de agrupaciones socia les, cada una
rre es el de dejar de ser sujeto. Sin embargo, esta mutac1on no con sus propias fij aciones referenciales. Cada cofradía dispone
plantea ú1úcamente problemas ontológicos, también y so.bre todo de su código de honor, ele sus saberes, sus obligaciones contrac-
presenta temibles problemas políticos, en e.l senado am?lio de go- tuales, sus ritos, sus liturgias locales, sus co ntraseilas, sus ritos de
bierno en general y de gobierno de uno mJsmo en parocular. iniciación, sus cultos, sus tótems, sus signos de pertenencia (ves-
timenta, peinado, tatuaje, accesorios). Pero en cada caso, lo que
la constituye es cierta referencia al sacrificio, alrededor de la cual
Los relatos neopaganos o la flotación generalizada de los valores se une el grupo.
No sé si el gran relato (monoteísta, por ejemplo) despertaba
La modernidad se presentaba como un espacio complejo más entusiasmo, pero poseía al menos una ventaja respecto de
donde era necesario mutar sin cesar de un régimen de valores a estos pequeilos relatos actuales: había fijado el sacrificio en una
otro. La posmodernidad instituye otro tipo de espacio, el espa- figura central, lo cual impedía su proliferación en el cuerpo so-
cio cambiante. En él todo se vuelve flexible, hasta los valores. cial. El sacrificio de Isaac en el judaísmo (sobre el cual, después
Como ya lo seilalamos, si hay un acontecimiento que. señala la de que el Seilor detiene el golpe, se funda la múltiple descen-
entrada en la posmodernidad, es el paso de la referenoa absolu- dencia), el sacrificio de Jesús en el cristianismo (muerto para res-
ta del patrón oro a un régimen de flexibilidad generalizada de las catar a los hombres) eran sacrificios realizados una vez y para
monedas. 69 Las relaciones fiduciarias (del latín fiducia «confian- siempre, inscritos en la Escritura. Recogían la abyección huma-
za», de fidus, de fidere, «fiarse») tienen otro fundamento., La con- na, que consiste en deber vivir para morir, invirtiéndola: el ho-
fianza que relacionaba entre sí a los contratant~s en una epoc~ s.e rror así compartido se volvía sagrado. Cuando ese gran sacrifi-
basaba en un aran referente que fundaba un sistema y un reg1- cio ya no surte efecto, sólo queda retornar a formas locales de
men de inter:ambio de todos los valores (semióticos, simbóli- inmolación. Si algo anda mal en la relación socia l, los miembros
cos, financieros), pero hoy la confianza es «flotante», como el de la agrupación se reúnen localmente y se lanza la prueba en el
valor relativo de las monedas desde 1972. curso de la cual uno de ellos morirá y así tomará sobre sí la an-
Del mismo modo, vemos que van adquiriendo forma en to- gustia, lo cual permitirá calmar los espíritus hasta la próxima
das las esferas pequeilos relatos de uso local y circunstanciales vez. Las tribus de motociclistas, por ejemplo, suelen salir a ro-
(«pagano», decía Lyotard), que permiten la constitución de ye- dar hasta que uno de ellos muere. Todos cantarán luego las vir-
queñas redes ternarias (con lo narrado, el narrador y el destina- tudes del difunto que se atrevió a desafiar los peligros. Hasta el
tario de la narración). En virtud de este fenómeno, vemos apa- valiente telespectador que los domingos observa, durante horas,
recer muchas tribus: 70 los informáticos, los budistas, los motoci- girar los autos monoplaza en los circuitos, sólo puede estar es-
clistas, los internautas, los amantes de la ópera, los iniciados en perando una cosa: que un Ayrton Senna se salga de la pista. La
el piercing, los adeptos al tatuaje, los músicos de rock, punk, rap comunidad se reúne, pues, alrededor de estos muertos gloriosos
o tecno, los navegantes solitarios, los entusiastas de los deportes salidos del lugar común para elegir la hora o el medio de su
muerte. A veces el objetivo no es directamente la muerte, sino
69. Véase Goux, J.-J., Frivolité de In vnleur, París, Blusson, 2000. alcanzar un punto de ruptura más allá del cual uno está segu ro
70. Maffesoli, M., Le Temps des trib!IS, París, Méridicn Klincksieck, 1988. de que va a quebrarse. El buzo sabe que, superada cierta profun -
«Tiempo de las tribus» en el que Maffesoli veía: bastante desconsidera?amen- didad, corre el riesgo de volverse loco (Azul profundo, de Besson,
te, «la decadencia del individualismo en las sociedades de masa» (subatulo de fue un filme de culto de los adolescentes de la década de 1990).
la obra).

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Drmy-Robm Dufour De la rnodenzidad a la posmodernidad

Pasado cierto tiempo de manejar eljoystick frente a la pantalla, el ción de las tribus, reconstitución que, por otra parte, no 1.. _
cibernauta corre peligro de entrar en otros mundos o de desco- patible con la existencia de un imperio (estadounidense, por e¡11.. _
nectarse gravemente del mundo real (véase la bella película de plo) que, dividiendo, hallaría los medios de reinar sin estorbos.
Kiyoshi Kurosawa, &ira, estrenada en 2001, en la que un gru-
po de internautas pasmados se transforman e_n fan~asmas)._ Supe-
rado un umbral de marcas corporales (escanficac1ones, piercmg) ¿EL MERCADO SER.~ EL NUEVO GRAN. SUJETO?
se corre el riesgo de desaparecer detrás de los propios tatuaj es.;¡
Y estas son sólo algunas de las formas de sacrificio, todas con Lo posmoderno correspondería, pues, a la ausencia, radical-
sus relatos fl otantes, relacionados entre sí. mente nueva en la historia, de grandes Sujetos. Con todo, uno
Estos pequeños relatos de valor local provocan, evidente- podría preguntarse si, en nuestros tiempos neoliberales, "el
mente, una sensación de déjlt vu: son los grandes relatos frag- Mercado" no está en pleno proceso de constituirse en un nuevo
mentados en situaciones marginales. Según la inteligente fór- gra n Sujeto.
mula empleada por Gianni Vattimo, es tos pequeños relatos in- Lo cierto es que el relato que glorifica la merca ncía probable-
corporan en la modernidad un «inmenso caudal de supe rv 1 ve~­ mente es hoy el relato dominante. Su irresistible ascenso apro-
cias», que son un claro testimonio de la persistencia «de lo pn- vecha una coyuntura ideal debida a varios factores:
mitivo en nuestro mund0»71 •
- La relativización de la soberanía absoluta promovida por
los relatos del Estado-nación. La mercancía, como los capitales,
Los relatos comunitarios debe poder circular si n obstáculos en las fronteras y, si es posi-
ble, sin fronteras; basta remitirse a las normas promovidas por
Sobre el fondo de descomposición de los gra ndes relatos, las instancias de gestión de las inversiones extranjeras y el co-
particularmente el del Estado-nación, se montan en esc_ena los mercio internacional (por ejemplo, las recientes controversias
relatos locales que apelan al fortalecimiento de la comumdad, es referidas al AMI). 73 El relato de la mercancía no quiere fronte-
decir, a una atomización de todos los principios universales rei- _ · ras, no quiere territorios propios, sigue únicamente los fluj os de
vindicados por la modernidad. Así harían fa lta jueces negros o difusión que penetran los espacios de manera arborescente.
descendientes de árabes para juzgar a los delincuentes negros o - El ascenso simultáneo del discurso democrático y el uti lita-
descendientes de árabes. La comunidad no tendría que rendirle rismo. Debe existir un producto que permita satisfacer cada uno
cuentas a nadie más que a la comunidad misma, pues el mundo de los deseos de cada sujeto democrático. En otras palabras, la
estaría compuesto por una yuxtaposición infinita de comunida- mercancía debe poder funcionar en el marco de la economía
des, cada una con sus propias leyes. La tendencia siempre es d_1- pulsional. Esta conexión de las dos economías (comercial y pul-
vidir cada conjunto en varios conjuntos más pequeños. El prec10 sional) es, al fin de cuentas, lo que explica la fuerza y la infl.uen-
que habrá que pagar será el relativismo absoluto, donde nad~ es
conmensurable con nada . Se trata entonces de una reconstJ.tu- 73. Véase, por ejemplo, el artículo de Le Monde diplomatique de mayo de
1999 (página 13), «El nuevo AMI llegará» donde se analizan los acuerdos ten-
dientes a «la subordinación de los Estados» con el propósito de supri mir los
71. Véase el esrudio clínico de J.-L. Chassaing, «Élodie au corps peint», últimos obstáculos contra el libre juego de las «fuerzas del mercado». Después
Discours psychnnaiytique, nº 22, ocrubre de 1999. del fraca so del Acuerdo Multilateral sobre Inversiones (AMI), han circulado
72. Vattimo, G., Ln Fin de la 111odemité. Nihilisme et hennéneutiq11e dnm In nuevos proyectos con el nombre de Asociación Económica Transatlántica» o
mltllre postmoderne, París, Seui l, 1987, pág. 164. «Ciclo del Milenio de la Organización Mundial de Comercio».

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Dany-Robert Dufour De la modernidad a la pomwdemidad

cia actual del relato de la mercancía. Se trata, en resumen, de po- larse de ~nteman.o, ofrece una boca de salida segura al ciclo de Ja
ner frente a cada deseo (por definición, «sin objeto»),;; de todo mercanc1a. Cantidades de encuestadores se ocupan de tomar el
deseo, sea el que fuere (de orden cultural, práctico, estético, de pulso, sondear los riñones y los corazones de los consumidores
distinción social, real o falsamente médico, de prestancia, de a fin de .adelan:arse a sus necesidades y dar un nombre posible y
adorno, sexual...), un objeto fabricado disponible en el mercado ~n destino cre1ble a sus deseos. Cada microgrupo identificado
de los bienes de consumo. En el relato de la mercancía, cada de- tiene que poder encontrar en el mercado los productos que su-
seo debe encontrar su objeto. Todo, necesariamente, debe hallar puestamente le corresponden. Ninguno debe ser dejado de lado.
una solución en la mercancía. El relato de la mercancía presen- No ~ay pequeñas ga~ancías, ~odos cuentan: desde los bebés que
ta los objetos como garantes de nuestra felicidad y, lo que es «qmeren» ~u chan_ipu prefendo a los «seniors» que «quieren»
más, de una felicidad que se hace realidad aquí y ahora. ocupar su tiempo libre e invertir sus economías, pasando por los
Observamos así una singularización cada vez más profundi- adolescentes ~obres, q~e tienen que poder encontrar las grandes
zada de los objetos manufacturados: su infinita diversidad au- marcas a prec~os accesibles, o los adolescentes ricos que quieren
menta constantemente pues los objetos deben corresponder de tener su propio automóvil. Todos tienen que encontrar lo suyo
la mejor manera posible a cada. necesidad del individuo «obliaa- e~ ~l mercado y el «yo» está ahora en el centro de todas las pu-
. b
do» por el discurso democrático a presentarse como único y a blicidades: no hay nmguna que no sugiera «yo quiero ... », «yo
exhibir las insignias que le permiten creer que lo es. La ilusión hago ... », «yo decido ... ».
de singularidad que procura esta producción cada vez más am- - El hundimiento del relato de la emancipación del pueblo
plia de objetos apunta, en realidad, a una gestión eficaz de las obrero. El relato de la mercancía, al no encontrar ya en su ruta
grandes masas. el relato antité~ico de la emancipación de la clase trabajadora, no
El objeto, en virtud ele su finalización, comporta una proyec- hace smo segutr desarrollándose libre de trabas. Efectivamente
ción del deseo sobre la necesidad. Pues bien, ya sabemos lo que la actual dominación absoluta del mercado se vio en alto arad~
generalmente produce esta funcionalización del deseo: no pue- favorecida por la implosión de la única otra referencia res~elta­
de sino reavivar con prontitud el deseo que se intentó satisfacer mente univ:rs~l, el proletariado (la China llamada «roja», teóri-
con el objeto. El sujeto, al haber buscado la satisfacción de su c.amente el ulttm~ baluarte del comunismo, terminó por conver-
deseo en el objeto, descubre, dada la naturaleza ele la pulsión, tlr~e desde hace tiempo, ctespués de años de izquierdismo, en el
«que tampoco era eso», que la falta que había suscitado el deseo pats del «market-leninismo»). Como Dios ya había muerto
aún persiste. Esta decepción consecutiva a la obtención de cada cuando el loco de la Gaya ciencia de Nietzsche apostrofaba a los
objeto es la mejor aliada de la extensión ampliada de la mercan- transeúntes con una linterna en la mano, gritándoles: «Somos
cía, en la medida en que lo que hace es relanzar el ciclo de la de- lo~ asesinos de Dios», el proletariado, ya muy enfermo econó-
manda de objetos. Si «tampoco era eso», uno se siente impulsa- micamente por haber sido destituido de su posición de única
do a volver a demandar. La decepción causada por la obtención fuente de producción de valor, murió políticamente en Berlín en
del objeto es el resorte más potente del poder del relato de la 1989, cuando los berlineses del Este, a golpes de piquetas, de-
mercancía. rrumbaron el Muro ... y liberaron las fuerzas, desde entonces ili-
- El ascenso del relato de las tribus neopaganas. La diversifi- mitadas, del Mercado.
cación del conjunto de los hombres en una infinidad de tribus, -:: La decadencia del relato religioso. El relato de la mercan-
cuyas necesidades previsibles pueden identificarse y hasta calcu- cía ~e infiltra en los espacios culturales que dejó libres la decli-
na;1ón , d~l relato religioso. Hoy, el Mercado, en su expresión
mas practica, la de los grandes lugares de consumo (lo que en los
H. «La pulsión no tiene objeto», decía Freud.

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....... 1

'

Dmzy-Robert Dufour De la modernidad a la posmodernidad

Estados Unidos llaman malls, es decir, los supermercados o los Así es como, para resultar más eficaz, el relato de la mercan-
hipermercados rodeados de tiendas en los centros c?merciales), cía cuenta con todo un sacerdocio, con sus encuestadores a quie-
pretende reemplazar a la iglesia en el vínculo social: la ge~te nes los consumidores les confiesan sus deseos n1<Ís locos en ma-
asiste a ellos y comulga en familia los días de descanso como iba teria de jabones, con actores que montan representaciones en las
los domingos a misa. La iglesia o el tempo se vaciaro~ a favor del que el público ve cómo la mercancía realiza sus milagros cotidia-
centro comercial, nuevo lugar de culto. Esta creencia en la om- nos, con predicadores desgranando incesantemente sus prome-
nipotencia del Mercado se sostiene gracias a un lote_ i~cesante­ sas de redención a través del objeto, con sus marketing men en-
mente renovado de historietas edificantes (la publicidad) tan cargados de difundir la buena nueva y de administrar la palabra
cándidas como las de un aplastante catecismo. Estas historietas santa sobre los buenos productos ... El Mercado alimenta una
mantienen la ilusión de que el Mercado, ultrafetichizando y es- verdadera servidumbre voluntaria; tanto más poderosa por
pectacularizando la mercancía, puede como un Dio_s .º1:1nipre- cuanto se lo reconoce de hecho, ya que, desde la más tierna edad
sente y omnipotente, responder a todo. Se trata de divid!f como (gracias a los nuevos medios electrónicos), los futuros clientes
en una cuadrícula el tiempo y el espacio del consumidor me- reciben el adecuado adiestramiento para consumir las mercan-
diante este conjunto de historietas sobre la mercancía, incesan- cías más diversas.
temente tejidas y difundidas (pensemos sencillamente en los Además, se lo alaba porque los sectores que manejan la eco-
grandes carteles publicitarios y en los anuncios televisivos que nomía y las finanzas hacen las veces, en todo el mundo, de agen-
saturan las pantallas). Algunos sociólogos hasta han pensado (se- tes, analistas y comentadores <le cualquier materia. Por otra par-
riamente) en considerar la publicidad como el mito de nuestra te, ¿no se lo presenta como el remedio a todos los males, corno
época. Ciertamente, Ajax, que no le iba a la saga a Aquiles en la panacea universal? El Mercado, al ensalzar un comercio libre
fuerza y valor, hoy es una lavandina, pero nos parece que es~a de toda prohibición y al promover la inversión, se ha impuesto
equivalencia sospechosa entre mito y publicidad menosprecia como una religión conquistadora, impregnando todos los confi-
demasiado al primero y valoriza excesivamente a la segunda ... nes del mundo, hasta tal punto que, ante la buena nueva prego-
Ello no impide que el estilo publicitario se imponga de tal ma- nada sin cesar (la multiplicación milagrosa de las riquezas), ya no
nera que haya llegado a invadir la gran cultura, hasta el punto de se perciben sus inconvenientes más graves y visibles (la destruc-
convertirse en una referencia (clips musicales, filmes de autor ción de la naturaleza, el aumento de las desigualdades, la apari-
que toman prestada la estética de los spot: y los vid~oclips, la de- ción de un cuarto mundo, etc.). El Mercado lo arrebata todo has-
signación de «producto líder» para refertrSe a un bbro y, como ta tal punto que, en todas partes, los grandes Sujetos han dado
contrapartida, la tendencia a tratar las creaciones mtelectuales respetuosamente un paso al costado y se han convencido de que
como productos comerciales ... ).¡; más valía aliarse a él que interponerse en su camino ... hasta los
comunistas chinos. Así es como en todas partes se han constitui-
do breviarios, que se balbucean en todas las instituciones de po-
75. En el artículo 22 de la lev de finanzas italiana de 2002, figuraba una lar- der económicofinanciero, para difundir lo que puede compren-
ga lista de proyectos de privati;aciones en la que los museos se situaban justo
derse y apenas se revela de sus leyes versátiles. La necesidad de
después de los hospitales. Lo cual motivó que los dlíectores del MOMA, del
Guggenhcim de Nueva York, del Prado de Madrid, del British Museum Yla someterse al mercado se presenta como un mandamiento al que
Nacional Gallery de Londres, así como a los directores del Louvre y del Mu- habría que subordinar de inmediato todo lo demás, como si estu-
seo Nacional de Arte Moderno de París lanza ran un llamamiento al gobierno viéramos ante una nueva e insuperable racionalidad.
de Berlusconi mencionando que «Un museo no es un supermercado». Véase el Y, en realidad, el Mercado es poderoso. Más poderoso que
artículo de Marcelle Padovani publicado en Le Nouvel Observnteur del 6 de di- los demás grandes Sujetos que deben, pues, en un cambio de pa-
ciembre de 2001: «Cuando Italia privatiza sus museos».

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Drmy-Robe11 Dufour
De la modernidad a la posmode17lidad

peles, inclinarse ante él. La globalización implica_,, en efecto, Li


desaparición o la relativización de los Estados-nac1on, de las Re- gencia de un gran Sujeto que supera en potencia, y por mucho,
públicas, de los Reinos y de todo su caudal de leyes ll_amadas u111- a todos los actores del sistema) En su condición de fuerza incon-
versales, que de pronto parecen ser totalmente ~ar~cula~·es. trolable, ¿no ha llegado a ser el Mercado la potencia mism a?
Finalmente, por añadidura, es un síntoma s1gmficatJvo que Cuando el resultado de un proceso es hasta tal punto superior a
sus más feroces enemigos lo perciban además como un nu_evo la suma de sus partes, ¿no nos encontramos ante un fenómeno
irresistible? 18
demiurgo. Daremos un ejemplo entre muchos; un~ de_ !_os hde=
res más respetados de la lucha contra la m~ndiahzac1on, ]ose Con el mercado en su forma actual, ampliada a todas las ac-
Bové, en un artículo de un gran diario vespertmo, hablaba : n re- tividades humanas, habríamos llegado a la cima de un proceso ya
petidas ocasiones del Mercado como de_ un nuevo dios. ~or reconocido por Adam Smith con la expresión, de connotación
cierto, José Bové denunciaba la existencia de_este nu~vo dios, religiosa, de «la mano invisible». Esta teoría dice que cada uno
pero no por ello dejaba de reconocer su po~eno . Su articu lo c~­ debe ser libre de perseguir sus intereses egoístas para que, de tal
menzaba así: «La humanidad está en conflicto con una creenCJa modo, finalmente se alcance el interés colectivo de la sociedad.
temible» (el subrayado es nuestro). Y continuaba exp li cand~ que El «milagro» se produce en virtud de esa «mano invisible», que
esta nueva creencia tiene sus guníes que «afirman que el umco regula 9 todo y reempla za así a la divina Providencia en sus
dios es el Mercado» y tratan de «herejes» a quienes se oponen_ª obras.; Sería vano, presuntuoso y hasta peligroso tratar de esca-
Él.José Bové denunciaba luego el «credo libera~>, que no es mas par a este «espíritu oculto» (otra mwífora de va lor relicrioso de
que un «dogma», etc. A lo largo de todo el articulo, _el vocabu- Aclam Smith) que está presente como tal siempre y en todas par-
lario empleado era evidentemente el de un comba~1ente la1c~ tes y lo regula todo. Así se explicarían las sucesivas rendiciones
que ataca la influencia sofocant~ de una 1_rneva rehg1on que e~ta en campo raso de quienes, ayer aún, eran los más feroces enemi-
gos del Mercado.
conquistando el mundo. Este tipo de discurso mcluso llego a
Davos a comienzos de 2003, cumbre del Foro Económico iV~un­ En suma, para que tocio marchara bien, bastaría que final-
dial, cuando el ex obrero metalúrgico Luiz Inácio Lula da Silva, mente aceptemos someternos a esta fuerza que, por ser incoer-
devenido presidente de Brasil tres semanas a~tes, comenzaba di- cible, representa un grado superior de regulación, una forma úl -
ciendo: «Aquí en Davos, hoy hay un solo D10s, ¡el mercado h- tima y por fin verdadera de racionalidad. En resumidas cuentas
bre!».n . . el Mercado sería poderoso corno Dios, pero tendría sobre Él !;
Habría que preguntarse, pues, si, con el Mercado, no aSIStJ-
mos a una nueva manera de producir un gran Su¡eto. En efecto 78. Desarrollé este tema en «Su r le devenir fou des démocraties», en la re-
la libertad acordada sin condiciones, de entregarse en todo lu- vista Le Débat de marzo-abril de 1996, París, Gallimard.
gar a la actividad económica y mercantil permite crear una zona 79. «[El individuo! sólo piensa en alcanzar personalmente su mayor sc!'l.1-
ridad y, al dirigir esta industria de tal modo que su producto tenga el ~ayor ~'a­
cada vez mayor de producción e intercambio de valores (por lor posible, sólo piensa en su propia ganancia: en esto, como en muchos otros
ejemplo, uno adquiere hoy derechos jurídicos y comerciales s~­ casos, está siendo conducido por una mano invisible a cumpl ir un propósito que,
bre la naturaleza, sobre el genoma humano y sobre todo lo Vl- de ningún modo, está entre sus intenciones; y el hecho de que ese fin no entre
vo). Semejante libertad, ¿no permite, al mismo tiempo, la emer- en modo alguno en sus intenciones no siempre es lo peor para la sociedad.
Mientras procura su interés personal, el hombre trabaja a menudo de una ma-
nera mucho más eficaz por el interés de la sociedad que si tuviera realmente el
76. Bové, ]., «Les mensonges de Mike Moore», Le Monde, 12 de junio de
objetivo de trabajar para ella» (la cursiva es nuestra), en Adam Smith, Recher-
2001, pág. 17. La cursiva es nuestra. . . , . . ,
ches mr la nature et les cnwes de la richesse des 1wtions, J 776, rv; 2, disponible en
77 Discurso del presidente de Brasil, Lu1z Inac10 Lub da Silva, en el Fo-
ro Ec~nómico Mundial de Davos, Le Monde, 26 de enero de 2003.
< www. uqac. uq ucbec. ca/ zo nc 3O/Classiq ues-d es-sciences-socia1es/Iivres/S-
mi th-adam/>.

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93
Dany-Robert Dufour De la modernidad a la posmodernidad

ventaja de ser verdadero; hasta sería la única realidad en el mun- Señalemos por último que si el mercado, entendido como
do de ficción del neoteno. Por lo tanto, habría que dejar que el racionalidad verdadera y última, se presenta como el nuevo
Mercado y sus leyes sigan su libre curso, dando por sentado que gran Sujeto, ello sólo puede deberse a que los grandes Sujetos
su ley principal consiste en no seguir ninguna. que lo precedieron «tiraron la toalla » y optaron por inclinarse
En efecto, el Mercado sólo obedece a una exigencia interna ante el nuevo señor: aquello que se había instituido como el
que procura sustraerse a todo control externo: es necesario produ- guardián político de la instancia colectiva (la República) prefie-
cir mercancías en cantidad creciente y a costos cada vez más bajos. Por re renunciar a sus funciones de control y vigilancia. Nunca po-
un lado, hay que producir cada vez más, por lo cual el mercado drá uno manifestar la suficiente estupefacción ante una instan-
se obliga a crear constantemente nuevos usos de la mercancía al cia política que explica hipócritamente que debe frenarse como
tiempo que amplía su extensión hasta poner bajo su control es- tal, cuando, precisamente a causa de la pretensión de dominio
feras hasta entonces regidas por otras relaciones: comunitarias, absoluto del Mercado, éste debería estar bajo constante super-
interpersonales, personales (como veremos luego, hoy incluso visión. Los políticos que defienden el desmantelamiento del
existe un mercado de las identidades y de la sexuación). Por el Estado se encuentran así más o menos en la misma posición
otro, se trata de producir a costos cada vez menores, sobre todo que el supervisor ele una central nuclear que explicara por qué
mediante la automatización de la producción y la disminución y es necesario dejar el reactor sin supervisión. Ciertamente, esta
hasta la marginación del costo del trabajo. 80 En esta lógica, es in- actitud puede provocar una mayor producción de energía, pe-
dispensable que los capitales circulen sin obstáculos a fin de po- ro también algunos Chernobyl sociales. Desde el momento en
der instalarse sin demora en el lugar donde los costos sean me- que se afloja el control externo, nada, ninguna forma social ni
nores y libres de retirarse en cuanto aparezcan en otra parte me- cultural puede oponerse al dominio exclusivo del Mercado. A
jores condiciones. 81 Lo que suele llamarse el «dinamismo del tal punto que una sociedad idealmente sometida al Mercado
mercado» no es más que un bondadoso eufemismo para desig- sólo puede funcionar destruyendo gran parte de su entramado
nar su lado incoercible. El mercado es a la economía lo que la (industrial, social, cultural) para reordenado según las modali-
reacción nuclear es a la energía: es algo que funciona muy bien, dades del flujo dominante y la organización de urgencia . Pues-
quizás demasiado bien. Cuanto más se desarrolla la reacción, to que es necesario poder recibir capitales (que siempre pue-
tanto más riesgo corre de dispararse en cualquier momento. den retirarse tan velozmente como llegan y hasta más veloz-
mente de lo que llegan) se alcanza el colmo de que, en tiempos
de paz, los países se ven obligados a reorganizar amplios secto-
80. En la economía neoliberal, el trabajo ya no es el productor principal del
res de la sociedad según modalidades análogas a las de los cam-
valor, por eso digo que a los dos sujetos (kantiano y freudiano) que hace decli- pos de refugiados. La constitución del mercado como raciona-
nar el neoliberalismo, yo agregaría con gusto un tercero, el sujeto marxiano, lidad última está ya tan asentada en las mentes que aceptamos
definido, como ya lo indiqué, por su capacidad para producir plusvalía. como la gran necesidad ética ele nuestro tiempo las permanen-
81. Aquí no hago sino retomar el discurso de los defensores de Mercado y tes intervenciones humanitarias de urgencia destinadas a soco-
de la mundialización. Véase, por ejemplo, esta declaración de Percy Barnevik,
rrer a las víctimas de lo que aparece como esta nueva «fatali-
vicepresidente del Foro de Davos: «Yo definiría la mundialización como la li-
bertad para mi grupo de invertir donde quiera, el tiempo que quiera, para pro- dad» ciega, la de las incontrolables calamidades socioeconómi-
ducir lo que quiera, aprovisionándose y vendiendo donde quiera y teniendo cas que todos los meteorólogos especializados han renunciado
que soportar la menor cantidad posible de obstáculos en materia de derechos a prever. Da testimonio de esta interpretación del mercado en-
laborales y conven~iones sociales.» Citado por Geoffrey Geuens, Tous poiivoirs tendido como una nueva calamidad «natural» la multiplicación
confondus-capital, Etat et médias ii. /'ere de la inondialisation, París, EPO, 2003, de un nuevo tipo de mensajes caritativos, sin enunciador ni des-
pág. 41.

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Dany-Robm Dufour De la rnodenúdad a la posmodenzidad

tinatario. 8 ~
Como es una plaga que no viene de ninguna parte, la nar corno economía general en la medida en que abandona al su-
única posibilidad que deja es una vaga y sin embargo intensa ex- jeto a su propia suerte en lo esencial: su propia funda ción. Pues
hortación de todos hacia todos para hacerle frente con valentía, bien, si esta cuestión (imposible) del orjgen no se trata, puede
como cuando ll ega un huracán. Vemos así que organismos como retornar corno tonnento irreprimible. Esta es, en efecto, una
la Unesco piden hoy a millones de personas que firmen peticio- cuestión que no puede revocarse; que sólo puede ser elaborada
nes (contra todas las calamidades) para presentarlas solemne- en y por la cultura, mediante lo que Freud llamaba un Kulturm·-
mente algunos años después... ante los responsables ele la beit y definía como «un trabajo interminable, que debe retomar-
Unesca8 3• Precisamente esta renuncia ele lo político es lo que se sin cesar y sin cejar» para que el «yo» advenga. 84 Como este
permite que el Mercado pueda triunfar y aparecer como una trabajo específico de la cultura, necesario para el advenimiento
fuerza incoercible e imprevisible que puede producirlo tocio: del «yo», hoy sólo puede ser realizado por el Mercado, frecuen-
tanto un desarrollo sin precedentes de ciertas regiones (por temente lo .que se presenta, en cambio, es una serie de reivindi-
ejemplo, el despampanante nuevo Shanghai) como un paisaje caciones identitarias descabelladas (fundamentalismos, etnicis-
devastado (por ejemplo, la Argentina). mos, regionalismos, etc.).
En efecto, puesto que el Mercado es una red de intercambios
Probablemente no sea posible resistirse a este proceso. Pero, de mercancías y valores, conectarse al Mercado equivale siempre
por poderoso que sea, el «Mercado» no puede sino fracasa r -al a encajar en la única horizontalidad posible de la red. Me parece
menos en un aspecto, sin embargo, capital- en su intento de que Pierre Lévy es quien mejor resumió la lógica de la red al in-
funcionar como nuevo gran Sujeto. Lejos ele hacerse cargo ele la tegrar la funcionalidad técnica específica de la red informática
cuestión del origen, del fundamento, del elemento primero, es en la lógica filosófica del rizoma de Deleuze. 8; En la red-rizoma,
decir, de la cuestión, muy hegeliana, del deseo de infinito del todo pasa en tiempo real y en positivo. Nada falta, a un indivi-
hombre, únicamente puede confrontar a cada individuo con la duo normalmente provisto de máquinas productivas y/o desea n-
angustia (que, por cierto, viene acompai1acla ele nuevos goces) de tes le basta con conectar algunas a la red para que se produ zca el
la autofundación. Sin duda, ahí es donde se sitúa el límite fun- «milagro», es decir, para que las «cosas marchen». Los princi-
damental de la economía ele mercado en su pretensión de hacer- pios de la red, muy sencillos, pero profundamente subversivos
se cargo del conjunto del vínculo personal y del vínculo social: en su utilitarismo e inmanentismo mismos, pueden enunciarse
no es una economía general, tampoco es una economía simbóli- en cuatro pun tos: 86
ca; es sólo una «economía económica». Se desa rrolla, es verdad,
en el registro libidinal, en la medida en que siempre pretende - el principio de multiplicidad significa que la red está orga-
presentar a cada sujeto un objeto fab ri cado que supuestamente nizada siguiendo un modelo fractual; cualquier lugar pue-
habrá de colmar su deseo, pero fracasa en su intento de funci o-
84. Freud, S., Nouvelles conférences sur la psychannlyse, ob. cit., pág. 11 O, don-
de se encuentra la famosa fórmula : «\Vo Es war, sol! Ich werden. Es ist Ku l-
82. Véase Amorim, M., «Ü Branca da Violencia», en Cana Cnpicnl, 2 de rurarbeit etwa wie die Trockenlegung der Zuyersee».
agosto de 2000, San Pablo, Brasil, donde el autor identifica esta forma enuncia- 85. «Un rizoma no comienza ni termin a, está siempre en el medio, entre
tiva a partir de un análisis del discurso de las «marchas por la paz» que supues- las cosas, in ter-ser [... ]. El rizoma es alianza, únicamente alianza». Podrá en-
tamente se manifiestan en contra de la violencia que se vive en las gra ndes ciu- contrarse un verdadero tratado del «ri zoma» en Deleuze G. y Guattari, F., J\lli-
dades brasileñas, sin decir nada de las causas de tal violencia. lle plateaux, capita!isme et schizophrmie, ob. cit.; véase «lntroducrion: rhizome»,
83. Véase, por ejemplo, el «Llamam iento 2000 a favor de un a cultura de la págs. 9-37.
paz y la no violencia», lanzado en 1997, para el año 2000, ¡con el año 2002 co- 86. Me inspiro libremente en los trabajos de Pierre Lévy, entre ellos Les
mo fecha de cierre de la petición' Technologies de l'intelligence, París, La Découverte, 1990.

96 97
Dany-Robert Dufour De la modernidad a la posmodernidad

de revelarse compuesto de toda una red y así sin interrupción; Como decían Deleuze y Guattari, que parecían regodearse
_ el principio de exterioridad especific~ qu.e la .r~d no posee con ello, en el rizoma, «¿adónde va usted?, ¿de dónde parte? y
una unidad orgánica, su extensión, d1smmuc10n y .r,ecom- ¿adónde quiere llegar? son preguntas [que han llegado a ser] to-
posición siempre pueden depender de una conexion con talmente inútiles». Porque en este universo se trata de ya no
«Comenzar ni terminar».87
otras redes;
_ el principio topológico indica que, en la .red, no hay un es- Esta extraña proposición posee, en todo caso, el mérito de la
pacio universal homogéneo en el cual e1:culen los m.ensa- claridad: ¡la red-rizoma nos priva de las preguntas relativas al
jes 0 las informaciones o l~s mercancias: ellos mismos origen y al fin!
crean el espacio en el que c1rculan, por cuanto la red no Ciertamente, éstas son ahora interrogaciones absolutamente
está en el espacio sino que es el espacio; . inútiles. Pero no parece que evitando formularlas nos vaya mu-
el principio de movilidad de los centros enuncia que la red cho mejor. Después de todo, ¿no es extraño que los filósofos
posee de modo permanente muchos centros constante- mismos sean quienes acepten privar al hombre de estas pregun-
mente móviles. tas «vanas»? Siempre creí, por el contrario, que ellos eran los
únicos capaces de hacerles justicia. Me pregunto, pues, si el con-
Esto puede comprobarse: lo que directamente ha desapareci- sentimiento incondicional a la red-rizoma del Mercado no le es-
do de la red-rizoma es la idea misma de un Tercero, tal como tá haciendo un flaco favor al ser humano, privándolo explícita-
funcionaba en los conjuntos simbólicos, vale decir, de ese un_o mente de esas cosas inútiles que, sin embargo, no dejan de inte-
menos que permiúa que se constituyera ~n conjunto h_omog.e- resarle y hasta de atormentarlo. Por ejemplo, cuando apuesta
neo. En la red, todo se encuentra en el mismo plano, so~o exis- por el más allá de sí mismo contra la afirmación del yo y sus
ten interrelaciones que conectan a los actores. No h.ªY mas. exte- elecciones. Por lo definitivamente imposible contra lo indefini-
rioridad que interioridad. No hay más trasc~~dencia que ~nm:­ damente posible. Por lo absoluto en estado puro contra el rela-
nencia. Lo temario cedió su lugar a la relac10n dual. Ya mn~n tivismo generalizado de la red. Por el poema contra la informa-
actor tiene que rendirle cuentas a un tercero, a l~ vez muy .le¡a- ción.88 Por lo que se da en una frase inaudita o en un gesto he-
no e infinitamente próximo (presente en cualquiera, po.r ~¡em­ roico contra toda forma de utilidad. Despojar al hombre de lo
plo, con la forma del superyó); en cambio, cada uno paruc1pa de inútil, ¿no representa el medio más seguro de convertirlo, si no
un conjunto de relaciones purament~ duales. ~o cu,al, por su- en un esquizofrénico, al menos en un hebefrénico, es decir, un
puesto, sólo puede despolitizar al coniunto y, s1multaneame.nte, 1 hombre embotado y sufriente?
multiplicar los conflictos. Cuando entre. dos act~res sobreviene El fracaso del «Mercado» en su intento de constituirse como
un conflicto, ya no se apela a una ley (umversal, dictada en nom- el nuevo gran Sujeto se hace, pues, evidente en las nuevas for-
bre de un Tercero) sino a un procedimiento (siempre local) que mas adoptadas por las perturbaciones mentales en nuestras so-
permite volver a poner en marcha el circuito.
Así es como el Mercado, en cuanto red, por más que se haya 87. Deleuze G. y Guattari, F., Mil/e platerm.x, capitalimte et schizophrénie, oh.
extendido hasta los más remotos confines del mundo, como en cit., pág. 36.
la globalización actual, no le deja ningún lugar ni a la falta de 88. El escritor Pierre Michon parece responder exactamente a la condena
de Deleuze y Guattari en cuanto a las preguntas del comienzo y del final cuan-
sentido ni a un más allá del sentido. El actor es aquel que puede
do escribe que «los poemas( ... ] pueden cumplir esa misión, abarcar en la mis-
conectar todo a la red, salvo aquello que eventualmente podrí~ ma mirada el Big Bang y el Juicio Final (.. .]. ¿Para qu~ sirven los poetas en
interesarle más: un «¿por qué todo esto?» y hasta un «¿por que nuestros tiempos que son tiempos de desasosiego? [... ] Unicameme para eso».
y cómo vivir?». i'v'lichon, P., Corps du roi, París, Verdier, 2002, págs. 74-75.

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Dany-Robe1t Dufour De la modernidad a la posmodernidad

ciedades. Como el Mercado ignora al Tercero y sólo puede pro- LA CAÍDA DE LAS DEFINTCfONES TERl"\J"..\RIAS Y EL ALZA
poner relaciones duales, vale decir, interacciones, no permite DE LAS DEFTN1CIONES AUTORREFERENCIALES
que el sujeto se articule con lo que lo supera. Ahora bien, un
hombre privado de las cuestiones imposibles del origen y el fin En la posmodernidad, el sujeto ya no se define en su relación
es un sujeto amputado de la apertura al ser, dicho ele otro modo, de dependencia con Dios, el Rey o la República, sino que se ve
un sujeto impedido de ser plenamente sujeto. La red constituye, obligado a definirse por sí mismo. Encuentro que la mejor ilus-
pues, una suerte de grado cero de la socialidad puesto que exclu- tración de esta situación es la nueva definición del sujeto hablan-
ye toda relación con el ser. Sin embargo, éste es el tipo de rela- te dada por el gran lingüista Benveniste después de la Segunda
ción que se propone hoy como modelo ele tocia sociedad posible. Guerra Mundial: «es yo quien dice yo». El sujeto que habla, en
En efecto, hoy todo debe ponerse en red, so pena ele no ser -las la posmodernidad, ya no se define heterorreferencialmente sino
mercancías, las informaciones, los artistas, los usuarios de tal o autorreferencialmente. Dando esta nueva definición, Benvenis-
cual servicio, los enfermos (hasta los esquizofrénicos y los autis- te en cierto modo convalidó el advenimiento de un nuevo suje-
tas), las asociaciones emergentes, los grnpos de presión, etc. Pe- to hablante, definible de manera autorreferencial, al conferirle
ro la red sólo pude confrontar a cada uno con la pregunta de su sus derechos semióticos.
propia fundación, dejándolo completamente solo ante una sub- Otro índice de la irrnpción de esta nueva definición del suje-
jetivación que se ve obligado a asumir por sí mismo sin que ello to hablante: lo que propone Lacan en su famoso texto sobre el
implique que necesariamente pueda hacerlo. Así, se pone en pe- estadio del espejo. Con respecto a esto, creí poder mostrar que
ligro todo el funcionamiento trinitario de la condición subjeti- el espejo lacaniano implicaba, además de las fuentes conocidas
va, lo cual produce efectos devastadores en el sujeto hablante. El (el narcisismo, el neodarwinismo, la psicología de la Gestalt, el
modelo de la red nos hace pasar de un régimen en el cual el in- hegelianismo), un origen teológico preciso, pero desconocido,
consciente se manifestaba de manera prevaleciente mediante la que traté de destacar en un libro breve relativamente reciente .91
neurosis (como deuda en relación con el tercero), a un modo en El estadio del espejo contiene, en efecto, una referencia a Boeh-
el que se manifiesta mediante formas psicotizantes (y, como con- me, para quien Dios utilizaba el espejo a fin de conocerse en su
secuencia, para decirlo en términos lacanianos, a la forclusión de infinita diversidad. En la construcción de su estadio del espej~, ·
lo que «la religión nos enseñó a invocar como el Nombre del Lacan trasladó de alguna manera el espejo de Dios al sujeto, a
Padre»). 89 Sin embargo, no vayamos a creer que nuestros cono- aquel que dice «yo» como, por lo demás, lo atestigua el título
cimientos sobre la buena vieja psicosis clásica (paranoica o es- del artículo lacaniano: «El estadio del espejo como formador de
quizofrénica) podrían bastar para explicar este fenómeno. Por el la función del yo». Después de semejante destitución de Dios,
contrario, estamos apenas en el comienzo de la exploración de era necesario que Lacan reintrodujera la figura del Otro, cosa
las nuevas formas psicotizantes de la posmodernidad.90 que nunca dejó de hacer. Pero del estadio del espejo queda la
idea de que el sujeto, como Dios, se forma de su imagen, de ma-
nera autorreferencial.
89. La can, J., Écrits, París, Seuil, L966, véase «D'un traitement posible de
Hay una congruencia histórica entre estas definiciones por
la psychose».
90. Me adhiero, pues, a las hipótesis del psicoanalista Jean-pierre Lebrun vía del espejo y estas definiciones autorreferenciales del sujeto
que propone la expresión «sujeto en estado de experiencia límite» para hablar hablante. Ambas intervienen en el momento en que las sucesivas
de las «nuevas modalidades clínicas» en las cuales aparece el «sujeto de hoy>>:
un sujeto que ha sido «dejado en la incapacidad de asumir por sí i;iismo una
subjetivación». Lebrun,]., Les DésmToir nouveaux du szifet, París, Eres, 200 l , 91. Dufour, D.-R., Lnmn et le miroir sophinnique de Jncob Boehme, Pa rís,
pág. 66. EPEL, 1998.

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Dany-Robe11 Dufour De la modernidad a la posmodernidad

definiciones heterorreferenciales del sujeto, practicadas por Oc- prender los tiempos neoliberales en que vivimos actualmente
cidente, sólo condujeron, finalmente, a la catástrofe nazi de la defin!dos por la libertad económica mfrima que se otorga a lo~
definición por la Raza. Serge Leclaire, comentando en 1994, en 111d1v1duos.
su último artículo, mis declaraciones sobre el Tercero que sostu- Pero i~1stituir los derechos semióticos del nuevo sujeto auto-
ve en 1990 en Los misterios de la trinidad, hace notar, en este sen- rrefer~nc1ali~ente definido es una cosa, y vérselas con las conse-
tido, que el siglo XX «vio derrumbarse todas las figuras donde cuencias :límco-simbólicas de este uso es otra que Benveniste
el tercero mantenía su prestancia. Después de que pudo decirse nunca_ ~Luso ver realmente; no quiso percibir lo que Lacan com-
que Dios había muerto, se sucedieron una sarta de desilusiones, pren~~º clara~ente: un sujeto definido autorreferencialment e es
que se volcaron irreversiblemente alrededor del horror de la tamb1en un su¡eto penetrado por la ausencia de definición. La-
Shoah, para terminar arruinando todo mausoleo posible de un can no fue el único que lo entendió así: la gran literatura estaba
tercero instituido, de un cuerpo simbólico donde se guardaría en atenta. En la misma _época de Lacan, hubo alguien que avizoró
reserva el espíritu de la ley». 92 En realidad, ¿qué otra cosa podía t~da_s las consecuencias que tendría para el ser hablante el adve-
hacerse después de ese desastre que terminar con las definicio- 111m1_ento del sujeto autorreferencialmente definido. Destaco,
nes heterorreferenciales a través de un tercero y llegar a una de- senc1llamen~e, sm po?er desarrollar aquí este punto, que en
finición autorreferencial del sujeto? Por mi parte, considero que 194_6, es decir, en la misma época del «descubrimiento» de Ben-
los trabajos de Benveniste y Lacan fueron los que establecieron v~111ste, Beckett, quien no conoce al lingüista, descubre, simul-
los derechos semióticos y psíquicos de un nuevo sujeto autorre- tan~amente'. la misma fórmula, el famoso: «es yo quien dice yo».
ferencialmente definido. Entiendo por «derechos semióticos» el Casi 111_m~d1a~amente se le ocurre que esta fórmula tiene que
derecho al uso sin condición del «yo»: uno puede, en suma, de- conducir 111ev1tablemente a los peores desórdenes. Beckett es, en
cir <<yO» sin tener que rendirle cuentas a nadie, ni a Dios, ni al efe~to, el autor de una memorable fórmula contrabenvenistiana:
rey ni a la República. «D1~0 yo sabiendo que no soy yo». Encontramos esta fórmula
De esta nueva definición semiótica se desprenden algunas ~rec1samente en su obra mayor, titulada El Innombrable. Es inú-
consecuencias graves. Si la posmodernidad democrática corres- til sostener que Benveniste y Beckett no hablan de lo mismo. Lo
ponde a la época en que el sujeto que hablaba ha comenzado a que Beckett pone en tela de juicio es esencialmente Ja primera
definirse, no ya de manera heterorreferencial sino autorreferen- p_e,rsona, como lo prueba suficientemente esta enérgica impreca-
cial, es decir, no ya de manera trinitaria sino unaria, 93 lo que se CIOn: «ya bast.a ~e esta p~ta primera persona», 94 que permite qui-
sigue de ello es, por un lado, la postulación de la autonomía ju- tar toda amb1guedad. S1 el «yo» no produce nada, ello ocurre
rídica del sujeto y, por el otro, la de su libertad económica. Con pmque, a pe;ar de ~ue se use y se profiera la fórmula, algo esen-
esto quiero decir que tanto la autonomía jurídica como la liber- Cial que deb1a func10nar ha permanecido en suspenso, o incluso
tad comercial, eventualmente total como se da con el neolibera- ha fracasado, en el acceso a la condición subjetiva que esa fór-
lismo, son absolutamente congruentes con la definición autorre- mula debía garantizar.
ferencial del sujeto. Por todo eso creo que el análisis de la deca- _L_~ que res~ato es que, con esta fórmula, entramos en una de-
dencia del Otro, característica de la posmodernidad, debe com- fi111c1on del su¡eto que ap:Ja ~la autorreferencia, o sea que ya no
apela a la heter_orref~rencrn m, por lo tanto, a definir al sujeto en
92. Leclaire, S., Écrits pour la psychanalyse JI, París, Seuil/Arcanes, 1998, virtud de la eX1stenc1a de un gran Otro. Pues bien, a partir del
prefacio de Dufour D.-R. Véanse págs. 194 y sigs. momento en que ya no hay Otros presentables, comienzan a
93. Sobre el concepto de wun·io, me permito remitir al lector a mis traba-
jos Le Bégaiement des maitm, Estrasburgo, Arcanes, 1988 y 1999, y Folie et dé-
mocratie, essai sur la fomie zmaire, París, Gallimard, 1996. 94. Beckett, S., L'bmommable, París, Minuit, 1953, pág. 82.

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Dany-Robert Dzifour De la modernidad a la posmodernidad

suro-ir otros problemas. ¿Por qué? Porque, por su_p~1esto, el su- ción en que se encuentra el sujeto democrático obligado al «Sé
0
.
¡eto encuen tra Ja mayor dificultad y hasta la impos1b1hdad de ser tú mismo»: ¡postula algo que aún no es (él mismo) para poner
él mismo cuando se le ordena ser él mismo. en marcha la acción en el curso de la cual debe producirse como
sujeto! Lo cierto es que, como este apoyo está profundamente
destartalado y hasta es inexistente, el acto, o bien fracasa difi-
DE LA HISTERIA A LA HISTEROLOGÍA riéndose sin cesar, o bien se realiza pero colocando al sujeto en
la situación de verse obligado a hacer un giro en el cual no pue-
Efectivamente, es posible que la exigencia de so~~,terse a uno de creer. Por lo tanto, se siente un impostor. Este sería el sujeto
.
mismo sea aun , ma' s difícil de soportar que la sum1s1on
, al Otro.
· , histerológico comparado con el sujeto histérico: mientras el su-
Ló icamente, ¿cómo contar con un sí mismo que aun no existe. jeto histérico se alienaba sometiéndose a un Otro sin cesar, por
~omo ya lo indiqué, la sumisión al Otr? antes se paga?a con supuesto sin dejar de reprocharle y reprocharse la dependencia
una perrurbación mental llamada «neurosis». Entre las ?1feren- que él mismo se había buscado, el sujeto histerológico, privado
tes formas de neurosis reveladas por Fr~ud hace un siglo hay de todo apoyo en algún Otro, no puede sino perderse en una
a central la histeria, que se caractenza por la deuda. Esta maral'i.a interior, descubriendo que es tanto la mitad como el do-
~:uda está a~ociada, por supuesto, a la cuestión del padre, es de- ble de sí mismo, perdido en una temporalidad distendida entre
cir como lo mostró Lacan, del padre como nombr~, el, ~ue un antes y un después, sin presencia, aun cuando habita un pre-
no,mbra, aquel por quien uno obtiene el acceso a lo s1mbohco, sente extremadamente dilatado, separado entre un aquí y un
aquel con quien uno está en deuda. . allá. Este era precisamente el universo que exploró Beckett en El
Pues bien, al pasar de la mod_ernidad ~ la posmodernidad, he- innombrable, el del sujeto que se encuentra en la situación de es-
mos asado de la histeria a la h1sterologia. . tar obligado a fundarse a sí mismo.
~blamos de histerología (o hysteron-prnteron o hyster_o-p10- Con la posmodernidad, la distancia con respecto al gran Su-
ton) para evocar una figura de retórica que _se basa ~n la mver- jeto se ha hecho distancia entre uno mismo y uno mismo. El su-
sión de la anterioridad y la posterioridad. E¡emplo (hterano) de jeto posmoderno ya no está escindido, está «esquizado». Todo
. . histerología, tomado de Jarry: «Voy ª, en~ender_ el fuego, m1en- sujeto se halla así en conflicto con su autofundación. Puede,
e él traiga la leña» El termmo «h1sterolog1a» <le- ciertamente, tener éxito, pero no sin verse constantemente con-
tras edsplero 9ugr1·ega hysteros 9; «p.osterior», evenrualmente ador- frontado con fracasos más o menos graves. Esta distancia inter-
nva e a ra1z ' · ·fi
nado con el sufijo proteron, «lo que va delante» y s1gm ica q~e na de sí mismo del sujeto se presenta como algo inherente al su-
«lo que es posterior va en realidad delante». En un relato,, la his- jeto posmoderno y modifica sensiblemente el diagnóstico hecho
terología remite a la circunstancia o al detalle que debe:ia estar por Freud del sujeto moderno, inclinado a la neurosis, pues pa-
después pero que se ha siruado adelante. La figura descnbe pu~s ra él la psicosis era la excepción. El sujeto posmoderno se incli-
la inver~ión del orden narural de las ideas y los hechos y man~­ na ahora hacia una condición subjetiva definida por un estado lí-
fiesta, como lo indica oporrunamente el Gradus, «el desorden e mite entre la neurosis y la psicosis, pues está cada vez más atra-
espíriru de quien habla». , pado entre una melancolía latente (la famosa depresión), la im-
Utilizar una histerología es, en suma, p~:rular algo que_ aun posibilidad de hablar en primera persona, la ilusión de omnipo-
no existe para autorizarse a realizar una acc10n. Esta es la s1rua- tencia y la huida hacia delante en falsos sí mismos, en persona-
lidades prestadas y hasta múltiples que el Mercado le ofrece en
95 La etimología es por lo tanto, diferente de la de «histeria» que proce-
. ' , se sabe supuestamente se profusión. En otros términos, la posmodernidad estaría vivien-
de del término griego hystera, «utero» que, como '
do la decadencia de lo que Freud llamaba las neurosis de trans-
contraía entre las histéricas.

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Dmzy-Robm D11jó11r De la modernidad a la posrnodenúdad

ferencia a favor de las psiconeurosis narcisistas, contra las cuales sociecl~des, numerosos individuos consumen regularmente an ti -
la defensa última es a menudo la perversión. depresivos entre los cuales el Prozac ha llegado a ser un emble-
ma. El hecho de que tal medicamento se haya convertido hov en
un nombre tan común corno b «aspirina» ilustra con clarid;d lJ
L.\ POSMODERi'-<1DAD Y LAS NUEVAS FORivlAS DE ,\lANIFESTAClÓ N extensión del fenóme no. Sin embargo, esto no debería llevarnos
DEL INCONSCIENTE a creer que tal si tua ción obstaculiza de alguna manera el curso
democrático, sino todo lo contrario. Hoy, el consumo de Prozac
En La fatiga de ser uno rnismo, 96 Alain Ehrenberg estableció o de cualquier otro medicamento perteneciente a esa clase de
que actualmente la depresión es el trastorno mental más difun- antidepresi_v~s. llamados «confortables» forma parte de estas
dido. Mostró que el incremento espectacular de la depresión co- nuev~s pos1b1hda?es_«democráticas» que afectan la capacidad de
rrespondió al momento en que los modelos disciplinarios de «~abncar el pro~10 mte_nor mental» del peque1io sujeto depri-
gestión de las conductas, las reglas de autorida d y de conformi- i;ud~ para «Sentirse rne¡or», o incluso para sen tirse «mejor que
dad a las prohibiciones decretadas por el gra n Sujeto, que asig- el m1srno». Una de las consecuencias es que, en nuestras socie-
naban a los individuos un destino ya trazado, cedieron ante los dades posmodernas, la diferencia entre curarse y droo-arse tien-
mandatos qu e incitan a la iniciativa. individual, que le imponen a de a difuminarse. La otra consecuencia es que," en e;tas condi -
cada suj eto la obligación de llegar a ser él mismo. La depresión ciones de modificación artificial y permanente del humor se ha-
se ría, de algún modo, el precio que debemos pagar por la liber- c~,difíci~ decir qué corresponde a uno mismo y qué a la fabrica-
tad y por emanciparnos del dominio del gra n Sujeto. La depre- c10n artificial de uno mismo. Incluso el hecho ele filosofar ·tie-
' a1!?un
ne t? d.avia , sent1·d o? ¿Q ué sucede, por ejemplo, co n 'e
la au-
sión se manifiesta como tristeza, asteni a (la fatiga, es decir, la an-
tigua «acidia»), inhibición o como una dificultad para la acción tent1c1dad he1deggerina acordada a la escucha del Ser ante este
que los psiquiatras llaman «desaceleración psicomotora». Tra- fenórne~o? Hasta se hace difíci l decir exactamente quién es uno.
duce la impotencia misma de vivir. Y tamb1en en esto Beckett fue premonitorio.
La «pas ión triste» alcanzaría hoy permanentemente y por M.e permitiré hacer dos observaciones sobre los importantes
turnos a franjas importantes de la población (se. ha hablado de traba¡os ?e Ehrenbe rg referidos a la depresión. La primera es
entre el 15 y el 20 por ciento de los individuos) y se ha transfor- que el su¡eto que habla, obligado hoy a fundarse solo, se encuen-
mado en un deficiencia de la acción y de la iniciativa. 97 Así es co- tra exactamente en la misma posición depresiva que el antiruo
mo, en las sociedades modernas vemos aparecer, cada vez con gra? Sujeto; ~ecordernos, en efecto, al rey pascaliano. Pas~al,
más frecuencia, técnicas de acción sobre uno mismo. De esto se emmente c.lm1c~ de vanguardia, ya había hecho notar que, cua n-
tratan los programas televisivos que ponen en escena vidas co- do se lo d~¡aba !1brado a sí mismo, el rey volvía a ser lo que era:
rrientes y los relatos de exh ibición de uno mismo ampliamente un pequeno su¡eto corno cualquier otro. Por otra parte, és ta es
difundidos con el rótulo de literatura o, evidentemente, el uso ex~ctamente la expresión que emplea Pascal: «Haced la prueba:
de psicotrópicos destinados a mejorar el humor y a aumentar las de¡ad co~p!etamente solo a un rey[ ... ] y veréis que un rey que
capacidades indi viduales. En efecto, actualmente, en nuestras se ve a s1 mismo es un hombre lleno de miserias y las siente co-
m~ cualquier_ otro»; El rey fundaba a todos los dem;Ís, pero él
98

96. Véase sobre esta cuestión de Ehrenberg, A., La Fatigue d'etre soi, París, m1smo no d1spo111a de un lugar donde fundarse, se veía sumido
OdileJacob, 1998.
97 . Cifras suministradas por el informe anual de la OMS en 2001, dedica-
do a la salud mental: Ln salud mental: uuevas concepciones, nuevas espera11ws, Gi- . 98. P~scal, Les Pensées (1670), París, Flammarion, 1926, pág. 215. La cur-
nebra, OMS, 200 1. siva es m1a.

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: ;>

Dany-Robert Dufow·
De la modernidad a la pomwdemidad

en una melancolía persistente de la que había que distraerlo sin


de pánico», pero también puede traducirse en otras formas.
cesar. La depresión, es, pues, el nombre moderno que se le da a Evoquemos algunas de ellas:
un trastorno antiguo ya perfectamente identificado por Pascal,
esa melancolía que afectaba al neoteno obligado a hacer las ve-
1) El narcisismo desenfrenado y la infatuación subjetiva. En la an-
ces de gran Sujeto. Hoy, el sujeto hablante está o~ligado a repre-
tigua economía psíquica, el movimiento autorreferencial estaba
sentarse a sí mismo. Ahora bien, como lo anunciaba Pascal: «el
fijado al tercero de la estructura: por ejemplo, en la Biblia, las fa-
hombre que sólo se am~ a sí mismo, no odia nada ta11to co?1~
mosas palabras: «Yo soy el que soy», de Exodo III, 14, eran asu-
estar solo consigo mismo. No procura nada que no sea para s1 m
midas por ''Jahvé" cuyo nombre significa, precisamente, «Él
huye de nada tanto como de sí: porque, cuando se v~, n_o s~ ve 00
es».' El Tercero asumía, en suma, la forma unaria. En la nueva
tal como desea ser y encuentra en sí un cúmulo de m1senas me-
economía, el movimiento autorreferencial se ha dispersado del
vitables y un vacío de bienes reales y sólidos que es incapaz de
él para fijarse en el yo. En suma, la ambivalencia unaria que, en
llenar». 99
la teología caracteriza a Dios (que era, o bien, en su fase positi-
La segunda observación se relaciona con el fenómeno mismo
va, la totalidad misma, o bien, en su fase negativa, la nada de la
de la depresión y con su naturaleza. La _depresión ap_arece como
mística negativa), se transfiere al sujeto hablante mismo a cargo
un dato clínico primario cuando en realidad no es mas que e! re-
de su autofundación. De todo ello resulta una notable e intensa-
sultado de la confrontación del sujeto con la figura de la histe-
mente problemática desinhibición del individuo respecto del
rología. El sujeto se vuelve depresivo o me!ancólico_ cuando ~n­ gran Sujeto.
cuentra en su ruta subjetiva la figura de la h1sterolog1a que le im-
La autobiografía de Althusser, escrita después de haber dado
pide toda acción: ¿cómo apoyarse e.~ lo qu_e a~n no existe (uno
muerte a su compañera Hélene, es, en este sentido muy signifi-
mismo) para poner en marcha la accion al tenrnno de la cu_a_l uno
cativa para ilustrar mis palabras.'º' En ella, Althusser describe su
debe producirse como sí mismo? De modo q~e l~ ~epreswn .no
vida como una existencia gobernada por el fantasma de tener la
remite a un rasgo identificable en términos ~s1col~g1_c_os o s~c'.o­
obligación de «darse un padr~ imaginario, pero de tratarlo co-
lógicos sino que remite directamente a una 1mpos1b1hdad log1ca
mo si fuera su propio hijo». Este es el famoso fantasma althus-
propia de la subjetivación posmoderna: uno no p_uede apoyarse
seria_no de transformarse en «el padre del padre» o en el «maes-
en uno mismo para llegar a ser uno mismo, sencillamente por-
tro del maestro»: «No tuve padre y jugué indefinidamente a ser
que falta el primer apoyo. Por lo tant~,, no me parece que ha~a
"el padre del padre" para crearme la ilusión de tener uno, en rea-
que hacer la hipóstasis de la depreswn como «perturbac1_on
lidad, para darme a mí mismo el rol de un padre para mí, pues-
mental» elemental, sino que debe concebírsela como una difi-
to que ninguno de los padres posibles podía cumplir ese papel.
cultad de subjetivación ligada al hecho de h~llarse situado dela~­
Y yo los rebajaba desdeñosamente, poniéndolos por debajo de
te de una imposibilidad lógica y, más precisamente, h1stero-lo-
mí, subordinados manifiestamente a mí». Sin embargo, basta
g1ca. . . ., que Althusser intente poner en obra una manipulación de esta
Además, no habría que de¡arse obseswnar por la depres1on.
índole para que, de inmediato, se vea a sí mismo como una su-
Esta es sólo el árbol que oculta el bosque de otros trastornos. La
presión histerológica con la que nos vemos obligados a vivir en
100. La Bible I, París, Gallimard, 1956. Véase la introducción de Ed. Dhor-
la posmodernidad ciertamente puede desembocar en la depre-
me, pág. XL. Sobre esta estructura ternaria, me permito remitir al lector a mi
sión incluso en ese malestar exacerbado que se llama el «ataque
)
comentario aparecido en Dufour, D.-R., Folie et démocmtie, ob. cit., cap. VIII.
1O1. Althusser, L., L'avenii· dure longtemps seguido de Les Faits, autobio'7ra-
99. Ibíd., pág. 214. fías, París, Stock/IMEC, 1992. Sobre las citas que siguen, véanse las pág/81,
163, 270 y 271 .

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Dany-Robm Dufour De la ·modernidad a la posmodemidad

ma «de artificios e imposturas, es decir, sin un solo rasgo autén- Más allá del caso de Althusser, en muchos aspectos ejemplar,
tico». Acá podemos reconocer un giro de perfecta factura histe- hay que examinar las consecuencias relativas al vínculo social y
rológica. Y, en ese fantasma de propósito manifiestamente auto- al estar-juntos de la difusión posmoderna de un sujeto omnipo- ;
fundador, Althusser encuentra un teorema idéntico al de la teo- tente y al mismo tiempo impotente. Son consecuencias inevita-=;
logía negativa, como lo atestigua lo que escribe sobre sí mismo: bles: si la acción de cada individuo ya no se refiere a algo que Ja!
«Impotencia total de ser = omnipotencia sobre todo». Por otra supera y la garantiza, ya no hay diferencia entre el derecho a la
parte, en su enorme (tanto como loca) inteligencia, Althusser libertad, del que todos disponen ahora incondicionalmente y el
advierte perfectamente la procedencia teológica de este motivo: abuso del derecho a la libertad. El Factmn der Freiheit, caro a
«terrible ambivalencia cuyo equivalente, por lo demás, encon- Kant, el sentido de que el hombre le da a su libertad, pierde in-
tramos en la mística cristiana medieval: totum = nihil». Sin em- mediatamente todo heredero y ya nada se opone a que el espa-
bargo, Althusser no saca ninguna conclusión sobre el surgimien- cio público sea atravesado constantemente por p~oezas indivi- { /
to histórico de semejante sujeto, probablemente porque, en su duales: hoy vivimos en el tiempo del:«narcinismo»1 hasta el pun-
condición de individuo ejemplarmente inmerso en la moderni- to de que habría que escribir un nuevo tratado plagiado del de
dad (como lo testimonia su muy kantiana definición de la filoso- Freud: Para introducir el narcinismo ... Con el narcinismo cada in-
fía), 1º1 sólo pudo comprender que su propio caso, lejos de corres- dividuo tiende a practicar lo que Lacan llamaba «la política de la
ponder a un itinerario y a los accidentes individuales, competía escalerilla». Ésta consiste esencialmente en que un individuo ex-
ya a la época que vendría. En este sentido, el drama subjetivo de perimenta espontáneamente la necesidad de subir al siguiente
Althusser, consiste en haber tenido que enfrentar la forma suje- peldaño de la mencionada escalerilla cuando se encuentra con . 0--
to de la posmodernidad disponiendo «solamente» de los medios otro. Existen casos pesados de narcinismo (como los de quienes,-> 'e •./
filosóficos de la modernidad, esto es, una deliberación, por am- hoy, se arrogan espectacularmente el derecho de vida y de muer- · · ~'~ ~
plia y libre que fuera, sobre Dios y, luego, sobre el proletariado. te sobre sus semejantes). Y existen casos más livianos; pienso,
Si no pudo hacer nada, ante esta «terrible ambivalencia» que al- por ejemplo, en la exhibición pornográfica actualmente requeri-
ternaba la omnipotencia con la impotencia y en la que estaba su- da por los medios de comunicación masiva. 103 O en los teléfonos
mergido, ello se debió a que ese sentimiento era ya el de otro su- celulares. No incrimino, evidentemente, a la herran~ienta misma
jeto histórico por venir, el sujeto posmoderno. -es una bella prótesis sensorial-, sino el uso posmoderno que se
le da y que permite que todos estén «conectados» permanente-
l 02. Althusser define explícitamente la filosofía con referencia al Kampf-
mente}' estén allí donde en realidad no están y nunca estén don-
platz de Kant (arena, campo de batalla) como «lo que propone tesis que se opo- de en realidad están. Con este artefacto de «comunicación» que
nen a otras tesis», Ibíd .. , pág. 161. Obsérvese, con todo, que Ahhusser toma a
Kant un poco a su gusto porque si bien éste efectivamente habló (en el prefa- 103. Un ejemplo entre mil: en una célebre emisión de televisión pública
cio de la primera edición de La O"Ítica de la razón pura) de un Kampfplatz, lo hi- del sábado por la noche, presentada como cultural, vimos al animador estrella
zo precisamente para criticar el estado de la metafísica como lugar de «Contro- preguntarle a Michel Rocard si «chupar no es engañar». Se trata, por supues-
versias sin fin». Kant explica que, mientras la Lógica, la Matemática y la Físi- to, de mostrar que no hay ninguna función aparte o por encima de las demás,
ca habían alcanzado un estado de derecho que les permitía trabajar con certezas ni siquiera la de Primer J\ilinistro del gobierno de Francia. Sólo hay individuos
objetivas, la Metafísica permanecía, en el momento en que él la aborda, en un que forzosamente deben revelarlo todo, hasta su intimidad. Lo extraño del ca-
estado de hecho en el que todas las opiniones se oponen en vano. De modo que, so es que muchas personas así solicitadas se prestan fácilmente a estos interro-
para Kant, no se trataba, de ninguna manera, de sentirse satisfecho con ese gatorios hasta el punto de que los animadores que conducen el juego en oca-
Kampfplatz, sino de poner orden en ese «campo de batalla», con el objeto de siones se sienten confundidos. Sin embargo, calculo que aún no hemos visto
convertirlo finalmente en el lugar de un «tribunal» presidido por la razón, de nada, si se me permite la expresión, y que apenas estamos en el comienzo de
ah í la necesidad de una crítica de la razón pura. este proceso.

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Dany-Robert Dufour De la modernidad a la posmodenúdad

satura el espacio público de discursos totalmente privados, cada fuerzo que habría que hacer para llegm· a ser lo que uno es hoy en-
individuo es «libre» hasta tal punto que no sólo ya no teme ex- cuentra gran resistencia. A partir de ahora, sólo hay que apren-
poner en público su vida privada, sino que, por el contrario, se der por placer; todo lo que exige sufrimiento es malo. Según es-
ve obligado a hacerlo librándose con ello a una de las formas ta pulsión igualitaria, todos somos espontáneamente artistas,
posmodernas del goce. Al respecto, es en alto grado significati- pensadores y literatos, tanto más consumados por cuanto hemos
vo que hoy se promueva la exposición de la vida íntima de cual- logrado desembarazarnos de la idea reaccionaria de crear. Ya no
quier individuo como la gran norma posmoderna de la literatu- importa la obra, sino la intención. Se promueve la «historia de
ra.1º4 Calculemos la distancia recorrida entre esos testimonios de vida» que permite creer, sin problemas, que la propia vida ya es
«tendencia literaria» derivados directamente de la prensa llama- la obra. Y, con gusto, se fustiga a aquel que todavía pretende
da «people» y la actitud ejemplar de un autor de la modernidad transmitir a otros algo que se pasó la vida construyendo. Pero,
reciente como Blanchot, que pasó su vida escondiéndose a fin de ¿quién se cree éste con su insoportable pretensión, como si los
que los lectores consideraran su obra, es decir, su escritura, an- demás no fuéramos sus iguales?
tes que sus pequeños (necesariamente pequeños) asuntos priva- 3) Si la depresión remite a un sujeto que es menos que sí mis-
dos.1º; Lo que se mata en este ideal falso de transparencia y sin- mo, el síndrome llamado de «personalidades múltiples» (cuya forma
ceridad es la parte maldita que impulsaba el vi ejo libertinaje, general Beckett anunciaba en El innombrable y que David Lynch
profundamente negativa y necesariamente asocial. 106 Este es un explora en filmes como Carrera perdida y Mulholland Drive) nos
rasgo revelador de la posmodernidad: ese culto de la espontanei- introduce en la forma contraria: un sujeto que es más que sí mis-
dad, tan ingenuo como lleno de nimiedades, que supone la exis- mo. Estos casos de «personalidades múltiples», se nos dice, es-
:.¡;., tencia de un yo cuya única tarea es contar su vida a los demás a tán aumentando considerablemente en los Estados Unidos, aun
fin de ser él mismo, está invadiendo la literatura y suspendiendo cuando ciertos freudianos ortodoxos prefieren no ver en ellos,
la gran ficción. en general, más que casos de histeria1º1 (evitando así lo que Mar-
2) Al mismo tiempo que el narcinismo y su «política de la es-
calerilla» (en la que, como dice Lacan, «todos se creen bellos») 107. El esquema freudiano que se invoca es pues el que Freud toma de
observamos una pulsión igualitaria que tiende a negar la difícil ta- Charcot a propósito del ataque histérico: «En un caso que observé, escribe
rea de intentar producirse a sí mismo como sujeto (de la que el Freud, la enferma se ajusta el vestido al cuerpo (en cuanto mujer) mientras que,
por otro lado, se esfu erza por quitárselo (en cuanto hombre)». Véase Freud,
estoicismo, por ejemplo, da una idea). De entrada, todos somos
S., «Les fan tasmes hystériques et leur relation ala bisexualité (1 908]», Névro-
iguales porque somos demócratas y estamos espontáneamente se, psychose et perversion, traducción de Laplanche y Pontalis, París, PUF, 1973,
provistos de un yo, un yo que sólo hay que «impulsar» (en lo po- pág. 155. Si bien ese caso de doble personalidad descri to por Freud es eviden-
sible, de manera ganadora) en los intercambios. La idea del es- temente un caso de histeria, ¿quiere decir que todos los casos de «personalida-
des múltiples» necesariamente lo son? ¿Qué ocurre con aquellos que no remi-
l 04. Christine Argot, escritora adulada por los medi os a ca usa de sus rela- te n a la bisexualidad y con aquellos que no presentan un conflicto de persona-
tos de incesto y de amores variados, explica ba así con toda seriedad, en una lidades simultáneas sino sucesivas) Po r otra parte, el mismo Freud había abor-
emisión televisada de actualidad literaria (Cmnpus de Guillaume Durand, TF l , dado la realidad de estos casos: «Cuando las identificaciones [del yo] llegan a
5 de septiembre de 2002) que hoy la indecencia consisáa en mantener oc ul ta ser demasiado numerosas, demasiado intensas, incom patibles entre sí, nos en-
la propia intimidad y no en exhibirla. Es por ello que, para no dar pmebas de contramos en presencia de una situación patológica o del preludio de una si-
indecencia, ella debía contar todo lo relativo a su intimidad en sus nove las ... tuación de este tipo. De ello puede resultar principalmente una disociación del
105. Véase Bident, Christophe, Maurice Blanchot: pan enaire invisible, Seys- Yo cuyas diferentes identificaciones consiguen aislarse unas de otras, oponién-
sel, Éditions Champ Vallon, 1998. dose resistencia, y probablemente debamos buscar en este hecho la explicación
106. Véase sobre esta cuestión el notable articul o de Philippe Muray, «So r- de esos casos misteriosos llamados de personalidad múltiple, en los cuales las di-
tie de la li bido», Critique, París, julio-agosto de 2000, «Éros 2000». ferentes identificaciones tratan por turnos de acaparar para sí toda la concien-

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Dany-Robett Dufour De lll rnodernidlld a l¡¡ posmodenúdad

ce! Gauchet llama el necesario trabajo de «redefinición del in- tella de alcohol. Hoy me parece que se trata de una especie ele
consciente»). El sujeto ya no está sólo divido, sino que es la mi- proeza sacrificio que le permite al sujeto fundarse amputándose
tad y/o el doble de sí mismo: el siglo XXI bien podría ser la épo- ~na parte de s1, mismo.
. 'º" Fun el arse so bre una amputación que, de
ca de los sujetos y de los cuerpos postidentitarios: muchas iden- este modo, llega a constituir una especie de referencia en lo real
tidades en un mismo cuerpo, una misma identidad compartida que suple la falta de referencia en lo simbólico. Henri Frianet
por varios cuerpos. 108 psicoanalista que trabajó mucho con casos de transexualis1~0, 11 ~
4) La negación de lo real (por ejemplo, la negación esencial de me señaló que el pedido de ablación de pene podía considerarse
la diferencia generacional, pues el sujeto posmoderno descono- tamb~én como una de las formas posmodernas del sacrificio que
ce el principio de anterioridad según el cual el padre [pere] hace permite fundar la referencia y «evitar» así el enmarañamiento
las veces de referencia [repere], y la otra negación, no menos histerológico interior. Asimismo me comentó de una forma de
esencial, de la diferencia sexual) es otro de los rasgos para desta- sacrificio que se practica actualmente del otro lado del Canal de
car. En los dos capítulos siguientes retomaremos este tema. la J\!Iancha, que consiste en la amputación de una pierna y a ve-
5) Las nuevas formas de sacrificio. En Locura y democracia (ob. ces de las dos. La operación le permite al sujeto, como en los ca-
cit.), ya indicaba yo que uno de los medios que encuentra el su- sos de tra~sexu.alismo, vivir su cuerpo como «regenerado» y re-
jeto obligado a fundarse solo para evadirse de su maraña interior clamar la 1dent:J.dad de amputado. Esto incluso tiene un nombre
era conseguir un punto de apoyo externo. Y examinaba, entre ¡:: apotemnofilia [de los términos griegos a.1ro1tµvúl, «cortar sepa~
otros casos, el de una mujer joven que intentaba fundarse como rancio» y <ptAta., «amor, inclinación por»] y, según parece, alru-
. . . . . b
sujeto social mediante un juicio entablado contra un fabricante nos c1rupnos y ps1qu1atras mgleses en un momento llegaron a
ele whisky a causa ele la muerte del bebé que llevaba en su vien- hacerse una especie de clientela con este tipo de pedidos.
tre, ocurrida como consecuencia de que la mujer había bebido el Y quedan por último las formas de sacrificio extrema que van
contenido completo de una botella una noche en que se sentía mucho más allá de la a~)~ción de una parte del cuerpo, puesto
deprimida. Al recurrir a la justicia, ella esperaba, de alguna ma- que ~puntan a la ablación total de sí mismo. Son formas que so-
' nera, refundarse a partir de que se la reconociera como sujeto brevienen a menudo en el momento mismo de un paso al acto
del ~rauma, es decir, como sujeto que supuestamente no sabe có- violento: es cada vez más frecuente ver individuos que han co-
1 mo obrar en la vida social cotidiana, en este caso, que no sabe metido un acting out muy mortífero, pedir que se los mate en el
' que a la mujer embarazada se le recomienda no beber. .. una bo- lugar. La época posmoderna está viviendo así la expansión de
tma nueva forma de sacrificio: el sacrificio al cuadrado. Se trata
de una proeza sacrificial nueva que, al perpetrarse, permite crear
cia . Pero aun cuando las cosas no lleguen tan lejos, también asistimos a con- el punto de apoyo necesario que faltaba para pór fin vivir, aun-
flicros entre las diferentes identificaciones, conflictos que no siempre son ne- que sea un instante, antes de desaparecer. Esta nueva forma de
cesariamente parológicos». Freud, S., «Le moi et le ~a» [1923] en Essais de psy- sacrificio
. . ,
comienza con la inmolación de víctimas elecridasb
con
chanalyse, trad. del alemán del docror S. Jankélévitch, París, Éditions Payot, prec1s10n, aunque sea al azar, y se completa, después del breve
1968 (edición digital disponible en el sitio <www.bibliotheque.uqac.uquebec-
.ca/index.hnn)>. Sobre un enfoque crítico de esta cuestión de las personalida-
des múltiples, puede consultarse la notable obra colectiva dirigida por F. Sau- 109. No respaldo, pues, la idea de Gilles Lipovetsky según la cual, con el
vagnat, Divisions subjectives et personnalités mu/tiples, Rennes, Presses universi- posmoderni~mo, «ha muerto la cultura del sacrificio» (epílogo de J993 de G. Li-
taires de Rennes, clinique psychanalytique, 200 l. povetsky, L'Ere du vide, París, Gallimard, 1983, pág. 328). Las formas de sacrifi-
108. Lo cual ya había anticipado Artaud. Véase el artículo de E. Grossman cio no han desaparecido ni mucho menos. Sólo han cambiado: ya no se ofren-
en Antonin Artaud, París, Europe, febrero de 2002, «Peindre l'évanouissement 1 dan al Otro ante quien había que sacrificarse, sino a la dinámica narcisista.
1l O. Frignet, H., Le ºfransse.walisme, París, Éres, 2000.
de la forme».
f
114 115
1
l
Dany-Robert Dufour De la modernidad a la posmodernidad

pero intenso momento de embriaguez idcntitaria, con el sacrifi- Cuando se piensa en el pasado reciente y el porte que tenía en-
cio del sacrificador que decide aplicarse a sí mismo la sentencia tonces el sujeto moderno, uno no puede más que sentirse impre-
correspondiente a su hazaña imposible. 11 ' sionado por las diferencias que lo separan del sujeto posmoderno.
El sacrificio posmoderno inaugura así una nueva forma de in- El primero llevaba en su interior algo que podría describirse co-
molación en la historia de la humanidad. Y constituye, sin duda, mo la pasión de ser otro, es decir, el deseo de producirse como su-
una apelación al vínculo social. Por otra parte, los asesinos locos jeto del Otro. ¿Cuántas formas posibles de ese deseo de ser otro
de la posmodernidad llevan a sus actos cuestiones políticas: el 8 inventó la modernidad? ¿Quién se acuerda hoy de los brillantes
de mayo de 1984, el cabo Lortie fue a la Asamblea Nacional de sujetos de la modernidad reciente: había que ser el sujeto faro del
Québec con la firme intención de descargar su arma sobre el re- poema, el sujeto del proletariado, el sujeto de la intensidad pura
presentante de la Provincia; en 1999, los dos autores del asesi- del inconsciente, el sujeto de culturas diferentes, lejanas, perdi-
nato de Littleton eligieron el día del aniversario del nacimiento das, olvidadas? A ese deseo de ser otro, aportado por la Kultnrar-
de Hitler, el 20 de abril, para dar su golpe; Friedrich Leibacher beit de la época moderna, el sujeto posmoderno le responde que
atacó el Parlamento cantonal de Zoug en Suiza el 28 de septiem- sólo quiere ser él mismo, nada más que él mismo. Es por ello que,
bre de 2001; Richard Durn la emprendió contra la representa- así como las patologías modernas giraban frecuentemente alrede-
ción política de su ciudad el 26 de marzo de 2002; Robert Stein- dor de la pasión de ser otro, las patologías posmodernas giran hoy
hauser mató en su colegio de Erfurt el 20 de abril, evocando la alrededor de la cuestión de tener que fundarse por cuenta propia.
masacre de Litcleton, etc. Pero el tipo de sacrificio a que indu- Y, en realidad, aparecen precisamente donde la presión histeroló-
cen esos actos ya no apunta a crear, mediante la inversión, posi- gica alcanza su grado máximo. Pero hay que aclarar que la histe-
blemente lograda, de la abyección en algo sagrado, un tercero rología no es más que una consecuencia de lo que Lacan llamó en
que figure como garante metasocial entre los miembros de una su tiempo Verwerfung, la forclusión (del nombre del padre). En
comunidad. El golpe asestado al otro, al ser insostenible porque efecto, si no tengo padre, entonces debo engendrarme a mí mis-
carece de fundamento, recae sobre quien lo lanza, se vuelve con- mo. Por ello, las patologías histerológicas, marcadas por la Ver-
tra el ejecutor, deshace inmediatamente lo que pretendía cons- we1fimg, ponen en el tapete un estadio que está más allá de la neu-
truir. Se reabsorbe instantáneamente para aparecer como el ac- rosis y plantean la cuestión de la psiconeurosis. Cosa que, me pa-
to aislado de un asocial y de un loco:11 2 Puesto que la apelación rece, Lacan presintió perfectamente: después de 1968, más exac-
al vínculo social de que son portadores tales actos ya no desem- tamente a comienzos de la década de 1970, cuando hablaba del
boca en nada, esta forma de sacrificio sencillamente nos hace pa- «discurso del capitalista» que promueve la Venverfzmg: «Lo que
sar de la simbolización a la asimbolización. distingue el discurso del capitalista, decía en O peor... [seminario
del 3 de febrero de 1972, no publicado], es lo siguiente: la Verwer-
fung, el rechazo, la expulsión fuera de todos los campos de lo sim-
l 11. Es lo que se enuncia claramente en dos frases del diario de Richard
bólico, junto con lo que ya dije que trae eso como consecuencia.
Durn, el autor de la matanza del consejo municipal de Nanterre en la noche
del 26 al 27 de marzo de 2002: «Pude durante apenas algunos instantes sentir- ¿El rechazo de qué? De la castración».11 3 Rechazo de la castra-
me vivo matando» y «Estimo que a un loco como yo hay que abatirlo sin mi-
ramientos ni escrúpulos», Véase Le Monde del 10 de abril de 2002. l 13. Lacan habla particularmente del «discurso del capitalista» en el Séuti-
112. Numerosos comentaristas, por lo demás, prefieren no ver en estos ac- naire XVII, L'envers de la psychanalyse, París, Seuil, 199 l, págs. 34 y l 95, en el Sé-
tos sino la acción aislada de algunos locos, con lo cual se soslaya recurrir a to- minaire XVI!l, L'envers de la psychanalyse (no publicado, sesiones del 20 de ene-
da etiología social, política y cultural y se olvida que esos casos, lejos de remi- ro, 10 defebrero y l 6 de junio de 197 l ), en la alocución del 19 de abril de 1970
tir a una pura organicidad de la locura, traducen perfectamente el estado del (Scilicet nº 2-3, ParÍs, Seuil, 1970, págs. 395) y en la conferencia en la unive r-
vínculo social posmoderno. sidad de Milán del 12 de mayo de 1972 (no publicada).

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Dany-Robm Dufom·
De la modernidad a la posmodernidad

i ción, deseo de omnipotencia, histerología, Verwe1fimg y desimbo-


pa (respecto de los otros). Así lo atestigua una expresión extre-
lización están, en suma, ligadas al capitalismo. No basta, por lo
madamente popular entre los jóvenes: «me da vergüenza», «me
tanto, atenerse, como suele hacerse con frecuencia , a la idea de
da "cosa"»"; (véase el filme de Mathieu Kassovitz, El odio). An-
que el capitalismo, con la desimbolización que pro~uce, co~duc~
tes me sentía culpable ante los demás, pero la vergüenza sólo me
solamente a la perversión. En realidad, lleva a la ps1couzac1on. 51
compromete ante mí mismo. La culpa era consecuencia de una
la perversión es frecuente en nuestros días, es ante todo porque su
frustración que me hacía sufrir y que yo sólo podía superar me-
imperativo de goce del objeto es en todo sentido compatible con
diante una elaboración simbólica que implicaba una delibera-
. la condición de objeto desechable y renovable de la mercancía,
ción y una proyección hacia un futuro posible que me permiti-
pero además y sobre todo, lo es porque representa la última de-
ría sobrevivir a esa frustración. La culpa procedía, pues, de una
fensa contra la psicosis, la cual también está ligada con el clesarro-
frustración que implicaba elaborar un proyecto personal, pro-
. llo del capitalismo. En una palabra, el capitalismo produce esqui-
yecto que podía dar numerosos rodeos y desplegarse en uno ele
zofrenia, realidad que Deleuze y Guattari, en su tiempo, al escri-
los campos en los que parecía posible alcanzar la redención sim-
bir el Antiedipo, habían comprendido claramente, puesto que el li-
bólica (la cultura moderna nos proponía múltiples posibilida-
bro lleva como subtítulo: Capitalismo y esquizofrenia. El único pro-
des). La vergüenza, en cambio, apela a una recuperación rápida.
blema es que, como Marx, que creía que el proletario producido
Hoy «tengo vergüenza» como «tengo hambre» o «tengo frío».
por el capitalismo iba a redimir el mundo, Deleuze y Guattari
La vergüenza, en este sentido, expresa la intolerancia narcisista
prefirieron creer que la esquizofrenia representa la nueva figura
a la frustración. Debo responder de inmediato a la vergüenza.
del salvador.'" Aquello era apostar demasiado a favor de la esqm-
Mientras que antes debía elaborar la culpa para tratar de darle
zofrenia. En materia de redentores de la estatura de Artaucl, co-
sentido, ahora estoy obligado, por influencia de la vergüenza, a
menzamos a darnos cuenta de que el capitalismo produce sobre
la reparación más inmediata que pueda darse y a una respuesta
todo muchos sujetos destruidos y pobres diablos desimbolizados.
ojo por ojo. Mientras que la culpa implic~ba la relación e~~ sen-
tido y el desvío simbólico, la vergüenza impone la relac1011 de
fuerza y la confrontación real inmediata.
DE LA CULPA A LA VERGÜENZA: LA CUESTIÓN DEL SUPERYÓ
Desgraciadamente, lo que los análisis psicoanalíticos actuales
destacan de la posmodernidad no permite comprender adecua-
En la posmodernidad, ya no estamos ante el sujeto neuróti-
damente esta mutación. En efecto, a menudo oímos decir que la
co, caracterizado por una culpa compulsiva asociada a la suposi-
posmodernidad corresponde a la mera caída de los ideales del
ción ele un Otro cuya expectación tal sujeto no dejaría de decep-
yo. 116 Alguien hasta llegará a decir que esta caída, que implica eli-
cionar. En la posmodernidad, lo que define al suj eto es algo co-
minar la transferencia colectiva a los viejos ídolos, podría ser
mo un sentimiento de omnipotencia cuando «triunfa» y de om-
fuente de una nueva libertad. A mi entender, esto prueba al me-
nimpotencia cuando no «triunfa». Como lo mostró Alain Eh-
nos ala-o: que Freud tenía razón cuando decía, en el ocaso de su
vida, ~ue el superyó era un concepto que él todavía no había
renberg, la vergüenza (ante uno mismo) ha reempla zado a la cul-
«calado de parte a-parte p1enamente». 11 1 ¿En e1ecto,e ,
como no
l 14. Testimonio de esta creencia es este pasaje, entre muchos otros, ele
L'Anti-<Edipe de Deleuze y Guanari, París, Minuit, (1972): «Q ué es el esqui-
l 15. En francés, «il m'a collé la honte» [N. de T.]
zofrénico sino ante todo aquel que ya no puede soportar "todo eso", el dinero,
l 16. Esto es, por ejemplo, lo que propone Gérard Pommier en Les Cotps
la Bolsa -las fuerzas de muerte decía Nijinsky-valores, morales, patrias, reli-
nngéliques de In posmodmúté, París, Calmann-Lévy, 2000.
giones y certezas perimidas? [... ]El proceso esquizofrénico[ ... ] es el potencial
117. Freud, S., Nouvelles conférences d'introduction ñ la psychmzalyse [1 933],
ele la revolución», pág. 408.
París, Gallimard, 1984, pág. 84.

118
119
De la modernidad a la posmodernidad
Dany-Robert Dufour

bríos, como tal vez lo haya anticipado el resultado de la primera


darse cuenta de que la caída de los ideales del yo conlleva con-
vuelta en la elección francesa del 21 de abril de 2002.
secuencias muv severas? Pues afecta la construcción de aquello
Pero eso no es todo. Lo que sobre todo hace prever esta caí-
que, tratándos~ del sujeto freudiano, llamamos el superyó, instan-
da actual del superyó es un irrefrenable debilitamiento del espí-
cia de introyección de los ideales del yo. Cuando el sujeto que-
ritu crítico. En efecto, para Freud, lector de Kant, la aptitud pa-
da privado de los ideales del yo, la sociogénesis del superyó cae
ra la moral y la razón práctica propia del hombre que reveló
en una especie de deterioro, falto de alimentación. La caída de
Kant tiene su origen en el superyó. En las Nuevas conferencias de
los ideales tiene como consecuencia la caída del superyó en su
introducción al psicoanálisis se advierte claramente que, para
faz simbólica, allí donde se inscribe la ley. A falta de una instan-
Freud, no hay «nacimiento de la conciencia» posible sin la «for-
cia que les pida rendición de cuentas, los sujetos se vuelven in-
mación del superyó».11 9 Freud hasta avanzó aún más en la elabo-
diferentes al sentido que deberían darles a sus actos. Corno si se
ración de lo que yo me inclinaría a llamar una versión (rneta)p-
ausentaran de sus propios actos. De suerte que, excluidos del
sicológica de la moral kantiana, al indicar que «el imperativo ca-
sentimiento de culpa, los sujetos ya nos sienten que deban elu-
tegórico de Kant era heredero directo del complejo de Edi-
cidar ninguno de sus actos y llegan a pensar, pues, que su mane-
po».12º En Freud, el «complejo paterno» situó, de algún modo,
ra de obrar está inscrita en su naturaleza y, por lo tanto, no hay
la moral kantiana en una nueva posición y la justificó dándole un
nada más que decir. Con lo cual, se pone en tela de juicio el sen-
contenido (meta)psicológico. Además, en esta connivencia teó-
tido mismo del trabajo analítico. Para decirlo con propiedad, en
rica del superyó y el espíritu crítico puede apreciarse en qué me-
este caso ya no podemos hablar de síntomas que le den una se-
dida están vinculados el sujeto kantiano y el sujeto freudiano y
ñal a su portador, susceptible corno tal de ser elucidado, sino de
cómo la caída de uno, a la larga, no puede sino acarrear la labi-
simples conductas a las que Jean-Pierre Lebrun les ha asignado
lidad del otro.
el nombre de asíntomas.
En todo caso, el Mercado se introduce precisamente en ese
Estamos, pues, ante una desimbolización que se impone estu-
espacio vacante dejado por la caída actual de los ideales del yo y
diar cuidadosamente (como intentaré hacerlo seguidamente),
el superyó en su faz simbólica. Los publicitarios ya comprendie-
pues de lo contrario cae uno en el angelismo de creer en una li-
ron qué ventaja podían obtener de este derrumbe del superyó
beración. Pero, desdichadamente, esto no es todo, pues la caída
para tratar de instalar las marcas coma nuevas referencias. El
del superyó en su faz simbólica se compensa fácilmente con el
Mercado (sobre todo el mercado ele la imagen) se ha convertido
fortalecimiento del superyó en su faz «obscena y feroz», 118 faz
así en el gran proveedor ele estos nuevos ideales volátiles del yo,
identificada por Lacan como la que quiere absolutamente el or-
en constante mutación. La identificación con ciertos rasgos ele
den, aunque sea desconectado de toda ley. Esta división interna
esos ideales (el famoso einziger Zug o «rasgo unario») funciona
del superyó atraviesa tanto a cada sujeto individual corno a los
mucho mejor cuando el sujeto flota sin un superyó simbólico.
sujetos entre sí. Así podemos hallar, en la posmodernidad, tanto
¿Cuántos soldaditos ele las marcas desfilan hoy por las calles?
sujetos privados del superyó en su faz simbólica como sujetos
dotados de un superyó en su faz feroz y obscena. A decir verdad,
cuanto menos encontremos de unos, tantos más encontraremos
119. Freud, Nouvelles conférences mr la psychanalyse, ob. cit., véase la confe-
de los otros, lo cual augura tiempos políticos sumamente sorn-
rencia 30a. Véase el comentario de P.-L. Assoun en Freud, la philosophie et les
1 philosophes, ob. cit., págs. 345 y sigs.: «Éthique et inconscient: impératif caté-
t gorique et surmoi moral».
118. Véase de Lacan, ob. cit., «La direction de la cure», pág. 619. Sobre
esta otra faz «obscena y feroz» del superyó, véase asimismo el Seminario VII de r 120. Freud, S., «Le probleme économique du masochisme» (1924] , en
Névrose, psychose et peiw rsion, París, PUF, 1974, pág. 294.
Lacan, l'Éthique de la psychanalyse, París, Seuil, 1986.

121
120
1
l
Dauy-Robm Dufour De la modernidad a la posmodernidad

¿Cuántas Loanas aparecieron en los colegios después de la pri- ·Qué hacer si ya no hay Otro? ¿Construirse uno solo utili-
mera Loft Story? zando los numerosos y efectivos recursos de las sociedades ac-
De modo que no me parece posible analizar la posmoderni- tuales que lo permiten? Ciertamente, pero no es se8"\1ro que la
dad como la época de la clarividencia respecto de los ídolos ima- autonomía constituya una exigencia que todos los su¡etos pue-
ginarios, sino más bien como la época de la desaparición de la dan cumplir de entrada. La autonomía es una co~quista que exi-
distancia que le dice al sujeto: «No tienes derecho a... ». Diga- ge una verdadera ascesis. Quienes .logran c~mplirla son coi: fre-
mos que, en la posmodernidad, se mata al Padre sin que ello cuencia aquellos que antes estuvieron «alienados» y tuvieron
provoque ni la culpa ni el repudio del homicidio gracias al cual que luchar para liberarse. En este sentido, el estado aparente_ de
se constituye alguna figura del Otro. La posmodernidad produ- libertad promovido por el liberalismo es por completo engan_o-
ce así sujetos sin consistencia superyoica verdadera, insensibles so. Al respecto podríamos decir que la libertad como tal n~ exis-
al mandato simbólico, pero extremadamente vulnerables a todas te· sólo existen las liberaciones. Esta es exactamente la razon por
las formas de trauma. Al no reprimirse más, se vuelven inaccesi- la,cual quienes nunca estuvieron alienados, no p~eden ser libres.
bles a la culpa, pero se someten a la vergüenza. Esta desaparición Los nuevos sujetos del mundo posmoderno, mas qu_e libres pa-
de la culpa es hoy tan profunda que ha alcanzado el ambiente de recen abandonados: «estoy libre, abandonado», decia muy pre-
los responsables políticos; recordemos la histórica y aterradora cisamente el narrador de El inno111brable. 122 Estos nuevos sujetos
frase de un ministro de Salud de la década de 1980, al referirse son tan libres que, en realidad, han sido abandonados, desterra-
al escándalo de la sangre contaminada: «responsable, pero no dos, «puestos al margen». 1JJ Parece bas_tant_e extraña la sober~ -
culpable». nía de estos nuevos sujetos que evoca Giorgio Agamben a traves
El universo simbólico del sujeto posmoderno ya no es el del de sus observaciones sobre el horno sacer: «el que queda al mar-
sujeto moderno: sin gran Sujeto, es decir, sin referencias que gen no está situado simplemente fuera de la ley ni es in_diferen-
permitan fundar una anterioridad y una exterioridad simbólicas, te a ella· es abandonado por ella, queda expuesto y en nesgo en
el sujeto no logra desplegarse en una espacialidad y una tempo- ese umb,ral donde la vida y el derecho, el exterior y el interior se
ralidad suficientemente amplias. Queda atrapado en un presen- confunden. De él no puede decirse literalmente si está dentro o
te dilatado que es el único tiempo en que se juega todo. La rela- fuera del orden». 124 Por otra parte, esta es la razón por la que es-
ción con los demás se hace problemática en la medida en que la tos jóvenes «a ban donados»,_ es decir, deja~os al 1~~;rgen [bm_z] y
vida futura personal está siempre cuestionada. Si todo se juega a menudo relecrados a las penfenas de las cmdades - se convier-
en un instante, el proyecto, la anticipación, el replegarse sobre ten en presas füciles para todo lo que parece capaz de_ satisfacer
uno mismo llegan a ser operaciones muy problemáticas. 121 De tal sus necesidades inmediatas. Así es cómo los nuevos su¡etos de la
suerte que hoy se atenta contra todo el universo crítico y todo posmodernidad constituyen hoy blancos convenientes pa~a un
eso que Kant llamaba el poder (crítico) del espíritu. aparato tan poderoso como el Mercado, qu.e puede, pues, mva-
dir sus vidas y ponerse a dirigirlo todo gracias a su capacidad de
121. Es lo que revelan los sondeos de B. Charlot, E. Bautier y ].-Y. Rochex
sobre los niños y lo que ellos llaman «los nuevos liceístas»: buena parte de ellos 122. Beckett, S., L'lmwimnab/e, ob. cit., pág. 38.
permanece en «un "yo" imbricado en la experiencia personal» y no logra des- 123. En francés, mise att ban. [N. de T.] .
centrarse ni instituir una instancia independiente de sus propias acciones. Véa- 124. Agamben, G., Hamo sacei; le pouvoi1·som-vemi11 et la vi~ 11ue, ob. cit.,
se de B. Charlot, E. Bautier y J.-Y. Rochex, École et savoir dans les banlieues et ai- pág. 37. Agamben indica que «abandonado» viene de aban doime, «a bando da-
1/eurs, París, Armand Colin, 1992, págs. 172-174 y Bautier E. y ].-Y. Rochex, do», y que en el origen, en las lenguas romfoicas, «poner a bando» o «dar a
L'Expérience seo/aire des nouveaus lycéens, París, Armand Colin, 1988, véanse las bando» significaba tanto «poner en el poder» como «de¡ar en libertad».
págs. 138 y sigs. y 214 y sigs. 12 5. En francés, ban-/ieu [N. de T.]

122 123
Dany-Robert Dufaur De fa modernidad a fa posmodernidad

cuadricular el tiempo y el espacio cotidianos; pienso principal- sociedades posmodernas experimentan ampliamente estos dife-
mente en el control de las imágenes (televisión, cine, juegos, pu- rentes medios.
blicidad, etc.). La docilidad con que estos nuevos sujetos se de- • La primera tendencia se encarna en la banda. Cuando el
jan tentar por las marcas comerciales y e~1iben _ ~n sus cuerpos Otro falta y uno no puede hacer frente solo a la autonomía o a
los logos correspondientes (que por su 111tenc1on lleva_n m~y la autofundación requeridas, siempre puede intentar hacerles
bien el nombre de «etiquetas» y «marcas») 116 dan un test1mo1110 frente entre muchos. Basta crear una persona constituida por va-
bastante evidente de una nueva servidumbre, tan voluntaria e in- rios cuerpos distintos. En otras palabras, una banda. Ésta no se-
consciente como las anteriores y que deja desconcertada a la ge- rá la primera vez que la humanidad inventa esta disposición. El
neración precedente, crítica. En realidad, muchos de estos nue- antropólogo Maurice Leenhardt mostró, hace ya mucho tiem-
vos sujetos de la posmodernidad, en lugar de ser nómades com_o P.º' que, entre los melanesios, por ejemplo, podían agruparse va-
quería creer Deleuze, se encuentran en la posición de ser senCl- nos cuerpos (por ejemplo, el tío materno y el sobrino) en la mis-
llamente huérfanos del Otro. De suerte que buscan, como pue- ma persona social. La marca de la banda es el transitivismo:
den, soslayar esa ausencia del Otro. En mi opinión, estas pobla- puesto que todos pertenecen a una misma persona, si uno cae, el
ciones abandonadas por el gran Sujeto, dispuestas a lanzarse tras otro sufre también el daño. La banda posee un nombre colecti-
todos los señuelos de masas, desde el fanatismo de los seguido- v_o q_ue cada uno lleva al exterior. Posee su firma, su sigla, su in-
11
res de un club de fútbol hasta los logos comerciales, ' pasando s1g111a, que marca y delimita su territorio: cualquier viaje corto
por los modos consumistas ostensibles, remiten a una las ca- ?e. en tren mostrará la extensión del fenómeno de, como dicen los
racterísticas del espacio político posmoderno, caractenstica que iniciados, las «quemaduras» que hacen las veces de insicrnias. 11 s
ya habían percibido los estudios sobre la «sociedad de masas» de Si un individuo decide apartarse de la persona global re~resen­
la década de 1960 (los de Herbert Marcuse, entre otros). tada por la banda, .
por ejemplo, si se interesa en alcro
o
diferente
de las preocupac10nes del grupo, la banda, que no puede admi-
tir la amputación de uno de sus miembros y vela por su intecrri-
LAS FORMAS POSMODER.i'\!AS DE REMEDIAR LA AUSENCIA DEL 0-rno dad, utilizará todos los medios a su alcance para traerlo de ~el­
ta a su seno. Es por ello que, con frecuencia, los profesores de
Podemos distinguir varias tendencias, muy «lógicas», que los colegios secundarios tienen dificultades para dirigirse a un
apuntan a soslayar la carencia del Otro. Los nuevos sujetos de las alumno que pertenece a una banda: el grupo es el que se presen-
ta o responde a la menor solicitación apuntalando sus prerrocra-
126. Sobre la «marcación» y la escarificación de los cuerpos posmodernos,
tivas y objetivos. Sencillamente es imposible entrar en el disc~r­
véase el trabajo del psicoanalista Jean-Louis Chassaing, «faire son trou; se re- so crítico. De modo que, en la banda, se obtiene lo contrario de
marquer», en Cahiers de l'Association freudiemze internacio11al, «Les enveloppes la autonomía del sujeto: la fusión de todos en una única entidad
du corps», mayo de 2000, París, 2000. preferentemente la del jefe de la banda. '
127. Véase el excelente aráculo de Jean-Marie Brohm y Marc Perelman, Una variante de la banda es la pandilla, una especie de deri-
«Footba ll: de l'extase au cauchemar» que denuncia el mito «del fútbol integra-
vación natural de la banda. La pandilla es una banda que ha lo-
dor» y lo acusa de funcionar como «vector de desintegración social generali-
zada: violencia verbal y física aceptada, si no atizada, adhesión a valores no de- g.rado imponer sus métodos expeditivos (extorsiones, ataques,
mocráticos (ethos guerrero, espíritu revanchista, dinero fácil, adulación de los a¡uste de cuentas, etc.). Los establecimientos escolares situados
ídolos, ceguera ante el doping, etc.), chauvinismo exacerbado, inve_rsión de to-
dos los valores de solidaridad a favor del triunfo, odio del adversano, en suma,
la instauración de un orden deportivo nuevo impuesto a la totalidad de la po- 128. Sobre las insignias, véase el trabajo ernosociológico de Gilles Boudi-
net, Pratiques tag, París, I.:Harmanan, 200 l
blación», en Le Monde, 17 de junio de 2002.

124 125
Dany-Robert Dufour De la nzodenzidad a la posmodernidad

en zonas «difíciles» están particularmente expuestos a que las en el de la necesidad. Es lo que llamamos la adicción. Con justa
bandas se transformen en pandillas. Es interesante señalar que razón, suele presentarse la adicción como una forma de reacción
los métodos de la pandilla pueden ser muy eficaces en el terre- contra la depresión y una forma de fuga hacia un comporta-
no de la competencia económica, como lo muestra perfectamen- miento compulsivo de consumo de productos que pronto pare-
te la industria del rap, por ejemplo, que vio aparecer empresas cerán indispensables. Cuando hablamos de adicción, pensamos,
de producción manejadas por pandillas, que utilizaban los méto- evidentemente, en las drogas, pero no hay que olvidar que las
dos de la pandilla y eran capaces de oponerse a las firmas prin- drogas no son más que una mercancía un poco especial. Diría
cipales y de integrarse al Mercado, cuando todas las demás pe- que existe, pues, en el sujeto posmoderno, una adicción habitual
queñas empresas alternativas habían fracasado. 129 Por lo demás, a la mercancía, la adicción buscada y provocada por el Mercado,
ciertas pandillas y grupos mafiosos comprendieron perfecta- que ve en esto un medio de ampliar el ciclo de la mercancía. Y,
mente el procedimiento y lo emplean para asegurar el control de sencillamente, puede existir una adicción suplementaria a la más
ciertos sectores del mercado. cara y adictiva de las mercancías, la droga. Esto es lo que vemos
• La segunda tendencia tiene que ver con la elección de un reflejado en el fenómeno tan difundido de la toxicomanía. Lo
sustituto que teóricamente reemplaza la carencia del Otro: el que está en juego ya no es hacer de la dificultad de existir una
modelo clásico es la secta. Cuando el Otro falta, el sujeto puede búsqueda simbólica en la que lo que colma la imperfección ha-
erigir una especie de Otro a la fuerza que le dé garantías absolu- bitual del Otro debe construirse y expresarse a sabiendas, prin-
tas contra todo riesgo de ausencia. Es lo que ocurre en las múl- cipalmente a través de la expresión artística (poesía, danza, can-
tiples sectas que florecen en las sociedades posmodernas: un pe- to, música, pintura, etc.). En la toxicomanía, esa laboriosa bús-
queño grupo se reúne, enarbola la efigie de un gurú o del nue- queda se transforma en una simple dependencia de otro surgido
vo maestro absoluto y se enfrenta cuando hace falta a los grupos del campo del deseo y reinscrito de alguna manera en lo real de
rivales reunidos bajo la bandera de otro gurú. En el espacio pos- la necesidad. Al menos, sabrá uno así de que se trata ese Otro
moderno, la caída del Otro sólo puede suscitar el desarrollo de que le falta: nada más que de un producto químico lo más adic-
sectas, inclinadas hacia el orientalismo, el sincretismo o lo caris- tivo posible que sólo podrá conseguir con la condición de vol-
mático (téngase en cuent~ el veloz desarrollo de los neopente- verse su esclavo.
costalistas), o incluso injertadas en fundamentalismos e integris- • La cuarta tendencia implica ir, de algún modo, todavía más
mos extremadamente virulentos. Si bien, en ciertos casos, la lejos, puesto que corresponde a un intento de transformarse en
banda y la secta pueden asociarse (pienso, por ejemplo, en el el Otro, de ocupar su lugar. En este caso, el individuo se enga-
«Satanismo»), tampoco es raro ver otros casos en los que ambas lana con los signos de la omnipotencia que lo caracterizaban y se
compitan (por ejemplo, en una misma familia puede haber un arroga el derecho a disponer de la vida y la muerte de sus seme-
adolescente que pertenezca a una banda mientras otro ha virado jantes, dotándose de poderes supuestamente mágicos. Los actos
hacia el lado de la secta, como un modo de defenderse de la de violencia más crueles, como el de Littleton, uo pueden desen-
atracción de la banda). cadenarse entonces sin ningún freno .
• La tercera tendencia se relaciona también con el sustituto
que supuestamente suple la carencia del Otro. Cuando el Otro 130. El 20 de abril de l 999, en Littleton, Estados Unidos, dos jóvenes de
fa lta, uno puede reinscribirlo en el orden no ya del deseo, sino 18 y 17 años, fascinados por las máquinas informáticas, los juegos de video y
ciertas sectas violentas, mataron a trece compañeros de clase antes de suicidar-
se. Hoy se cuenta con información que hace suponer que el proyecto de los dos
129. La revista semanal Téléraina difundió un excelente documento sobre adolescentes autores de la matanza de Columbine High School era, después de
este tema en noviembre de 1999. ejecutar la masacre, desviar un avión para lanzarlo ¡contra las torres gemelas

126 127
Dany-Robei·t Dufour De la modernidad a la posrnodmúdad

Teno-o la impresión de que los actos extremos observados en- tirio, sólo algunos de estos jóvenes, probablemente los más frá-
tre los ;dolescentes de todas las sociedades posmodernas combi- giles, los menos contenidos por sus familias o lo que queda de
nan estas posibilidades de sustituir al Otro en proporciones va- ellas, pasan al acto, pero el síndrome se ha difundido enorme-
riables: en el límite, un joven puede ser miembro de una pandi- mente como ya lo atestigua la «delincuencia menor» (extorsión,
lla, adicto a tal o cual producto, adherente a una secta y estar su- violación, ataques violentos, agresiones) que está convirtiéndose
jeto a la violencia extrema. Actualmente observamos que cada en la norma.
vez son más los nuevos sujetos del mundo posmoderno que, Haber renunciado a la ficción del Otro probablemente nos
atormentados por la falta del Otro, pasan intempestivamente de haya liberado de los viejos ídolos tiránicos, pero nos confronta a
la pequeña delincuencia a la adicción, al fanatismo religioso o a cuestiones «imposibles» ante las que el «Mercado» permanece
la hiperviolencia. boquiabierto o en las cuales se hunde como para agravar la situa-
Lejos de considerar que este aumento responde a la sed sen- ción. Era inevitable que los adolescentes estuvieran entre los
sacionalista de los medios o que se trata de fenómenos erráticos grupos de población más sensibles a este desvanecimiento cre-
y por lo tanto inexplicables porque remiten a pulsiones misterio- ciente del Otro; en este sentido, son la figura ejemplar de la pos-
sas que se apoderarían súbitamente de ciertos jóvenes, entiendo, modernidad. Pero el hecho de que sean los primeros afectados
por el contrario, que estas tendencias son perfectamente cohe- por este fenómeno y que lo sean cada vez más tempranamente
rentes con la decadencia sufrida por el Otro en nuestras socie- no significa en modo alguno que esos problemas afecten única-
dades. Son su consecuencia directa, una consecuencia que afec- mente a los adolescentes y a los adultos jóvenes. Digámoslo cla-
ta principalmente a las poblaciones más sensibles a esa declina- ramente: afectan al cuerpo social en su totalidad. Por lo cual ha-
ción. brá que comprender que las manifestaciones que se producen
No estoy diciendo con esto que esos comportamientos lími- durante este fading del Otro no corresponden a un lamentable
te engendrados por la carencia del Otro afecten a t~dos los jó- accidente histórico que pronto se subsana rá , sino que son las se-
venes, pero lo cierto es que constituyen una tendencia marcada, ñales precursoras de un estado estructural que se está instalando
muy difundida, que moviliza ya secuencias identificatorias, fas- en nuestras sociedades y que acarrea, entre otras consecuencias,
cinaciones difusas y fragmentos de historia y de narración. Lo efectos deletéreos en segmentos enteros del vínculo social.
cual, al fin de cuentas, ha comprendido muy bien y muy rápido Estas tendencias son ya tan poderosas que pueden alcanzar
el mercado al desarrollar toda una industria del juego, de la mú- proporciones considerables. El 11 de septiembre nos dio la medi-
sica y de la imagen violentos, conectada con los afectos intensos da exacta de un fenómeno que consiste en poder ser, por carencia
provocados por esta carencia. 131 Ciertamente, vale la pena repe- del otro, miembro de una organización sectaria y estar, sujeto al
mismo tiempo, a la violencia extrema. En estos tiempos de mun-
dialización, no había, en efecto, ninguna razón para pensar que los
del \Yurld Trade Center! El atentado del 11 de septiembre de 200 l podría grupos fanáticos y violentos iban a continuar actuando localmen-
pues haber sucedido el 20 de abril de 1999, comandado por dos jóvenes muy
te cuando podían operar perfectamente a nivel planetario: esto es
estadounidenses.
Sobre este acontecimiento en alto grado significativo, seguido de otros del lo que probó el terrible atentado del ·world Trade Center come-
mismo tipo en diferentes países, véanse los esn1dios aparecidos en el]oumal far tido por aquellos a quienes se llama los «locos de Alá».
The Psycoanalysis of Culture aud Society, otoño 2000, Ohio University Press, en-
tre ellos, mi artículo «Modernity, posmodcrnity and adolescence».
131. Pienso, entre otros filmes, en la serie de ues largomeuajes realizados recibieron mensajes salidos de ese filme y que oyeron voces que los intimaban
por Wes Cravcn desd e 1997 con el tirulo Scream. El film aparece en el pano- a suprimir al padre, la madre o a la novia .. . (véase el dossier especial Le Mon-
rama mental de muchos adolescentes autores de crímenes. Algunos dicen que de del 22 de junio de 2002).

128 129
Dany-Robert Dufour De la modernidad a la posmodernidad

Lo más extraño es que esta religiosidad devastadora haya po-


lentos retornos de religiosidad fanática -y hasta suscitarlos-. Lo
dido suscitar, a su vez, en el corazón mismo de las instancias po-
cual estaría probando una tesis de Marce! Gauchet a la que sus-
líticas del país víctima, es decir los Estados Unidos, o sea, lama-
cribo, según la cual «la salida de la religión» no impide de nin-
yor democracia y el país más poderoso del mundo, una retórica
guna manera el retorno de violentas llamaradas de relirriosidad
mesiánica que usa y abusa de un simbolismo religioso extremo. . to do 1o contrario.m
smo b '

Al organizar el universo como un ámbito donde «el Bien» se


opone al «Eje del Mal», el pequeño grupo de cristianos fu11da-
mentalistas y de neorrepublicanos ultraconservadores que, favo-
recido por una elección ambigua, se apoderó de la Casa Blanca,
parece también dispuesto a llegar a las peores extremos in the na-
me of God. 131 Con lo cual uno podría preguntarse si, frente a la
casi secta de los locos de Alá, no hay hoy una especie de secta
cristiana violenta que, en contra las Iglesias mismas, se ha adue-
ñado del gobierno del país más poderoso del mundo.
Pronto veremos hasta qué punto tiende a confirmarse esta
funesta hipótesis, pero por ahora señalaremos que la actual de-
simbolización del mundo puede adaptarse perfectamente a vio-

132. En el editorial de Le Monde del 29 de marzo de 2003 podía leerse que


«el presidente George \V. Bush es un born again christian; nacido nuevamente
a la fe después de una juventud repleta de infamias. No se contenta con termi-
nar sus discursos con el célebre «Dios bendiga a América», que invocan todos
los presidentes estadounidenses. Además rellena sus intervenciones con refe-
rencias a Dios y exige que todas las reuniones de gabinete comiencen con una
plegaria preparada por turnos por cada ministro. Y nos enteramos de que el
Congreso acaba de instituir «Un día de humildad, rezos y ayuno para el pue-
blo de los Estados Unidos», para que éste pida consejo a Dios[ ... ] ante los de-
safíos que debe afrontar la nación». Los dignatarios religiosos, incluidos los de
las Iglesias norteamericanas y entre ellas la confesión a la que pertenece la fa-
milia Bush, la de los evangelistas metodistas, comprendieron el peligro. No se
reconocen como parte del «fundamentalismo» del presidente, que asimilan
con una ideología ajena al Dios de la Biblia».
En cuanto al otro componente del equipo dirigente estadounidense, los
neoconservadores herederos del filósofo Leo Strauss y del estratega Albert
Wohlstetter, no tienen nada que ver con el integrismo protestante llegado de
los estados del sur, puesto que, en general, son originarios de la costa este, in-
telectuales y judíos. Pero, a semejanza de Leo Strauss, no dejan de pensar que
«la religión es útil para alimentar las ilusiones de los más, ilusiones sin las cua-
les no podría mantenerse el orden»; véase sobre este enfoque el excelente do-
cumento aparecido en Le Monde del 15 de abril de 2003, «Le stratege et le phi-
133. Marche] Gauchet expone esta tesis en Le Désenchantement du monde,
losophe». París, Gallimard, 1985.

130 131
2. El horno zappiens en
la escuela: la negación de
la diferencia generacional

Lo que acabo de presentar en la primera parte de esta obra


puede leerse como un intento de responder a un artículo de Pie-
rre Bourdieu publicado en marzo de 1998 en Le Monde diploma-
tique, titulado «La esencia del neoliberalismo». En ese artículo,
Bourdieu proponía concebir el neoliberalismo como un progra-
ma de «destrucción de las estructuras colectivas» y de promo-
ción de un nuevo orden fundado en el culto del «individuo so-
lo, pero libre». Esta concepción no es falsa, pero es netamente
insuficiente, queda como suspendida en el momento mismo de
ofrecer lo esencial.
Ciertamen_te, las instancias colectivas (la familia, los sindica-
tos, las formas políticas, los Estados-nación, pero también y de
manera más general, la cultura como lugar de transmisión gene-
racional y representación colectiva) son blancos perfectamente
identificados por el neoliberalismo como espacios que pueden
entorpecer la circulación ampliada de las mercancías. Hoy ya
nadie duda de que el mercado les apunta directamente, lo que,
por otra parte, confiesan sin ambages los defensores del neolibe-
ra lismo, quienes no consideran que haya que hacer lugar a nin-
guna excepción a la exigenci a de circulación comercial total-
mente liberada, puesto que no hay que rendirle cuentas a ningu-
na instancia superior. Pero, en mi opinión, el análisis de Bour-
dieu adolece de una grave limitación que, sin embargo, resulta
difícil reprocharle al eminente sociólogo ... pues es una limita-
ción de naturaleza sociológica. En suma, Bourdieu se detiene

133
El horno zapp iens en la escuela
Dnny-Robo-r D1ifour

Foucault hace veinte alios, el mundo se ha vuelto deleu ziano. La


donde se detiene la sociología, es decir, exactamente donde,, de_s-
forma del sujeto actual se estí volcando, en efecto, hacia lo es-
de mi punto de vista, es indispensable recomen:-ar el anahsis:
qu'.zo, única forma capaz de navegar a merced de los múltiples
«·Q ué forma del sujeto está surgiendo hoy? ». Esta es la gran
flu¡os. Pero el mundo se ha vuelto deleuziano en un sentido que
p~egunta que debemos abordar. _¿Cómo_ pensar, en efecto, que_ el
probablemente habría sorprendido, y hasta desesperado, al mis-
neoliberalismo que destruye las mstancias colectivas pue~e ,d~¡ar
mo Deleuze: como ya dije, Dcleuze creía que había una manera
intacta la forma sujeto heredera de un largo proceso histonco,
de ganarle al capitalismo: desterritorializando más ve lozmente
filosófico y teológico-político de individ_uación? , .
que _el capitalismo mismo. Pero hoy todo indica que había su-
Dejando de lado el artículo de Bourdieu, esrn cnt1~a apunta a
besnm~d~ la fabulosa velocidad de absorción de los capitales y
numerosos análisis que caracterizan, con demasiada simpleza, la
su fantasuca capacidad para recuperarse de la crítica. En suma
época actual como la de la asunción del individualismo. Estos es-
Deleuze no había conjeturado que el neoliberalismo sería el que'.
tudios sencilbmente olvida n que lo que tenemos ante nosotros
de alguna manera, realizaría el programa deleuziano: lo cual ve-
no es el advenimiento de un individuo supuestamente conocido
rifica, ,una vez más, el adagio según el cual los sueños políticos
en todas las épocas, sino que hoy nos encontramos con _un~ for-
del filosofo a menudo se hacen realidad transformados en pesa-
ma de sujeto precisa nunca antes vista que, por cons1gu1ente,
dillas.
conviene definir con prudencia. , .. En este segundo capítulo me resta mostrar que la construc-
Por ello digo que hay que reiniciar por completo_ el ,ai:ahs1s,
ción _de_ este sujeto no crítico y «psicotizante» o, si se prefiere,
es decir, no limitarse ya a íos datos estrictamente soc10l~g1cos, Y
e~qmzoide, no debe nada al azar. Diversas corrientes (desde Ch-
abrirlo a la dimensión específicamente filosófica. ¿Que ocurre
nstopher Lasch a Lyotard, pasando por Dumont y Lipovetskv)
hoy con la forma sujeto en el período neolibera,l? .
vienen señalando el surgimiento de este sujeto desde hace m~s
En la primera parte, traté de mostrar en que medid~ l~s. dos
de veinte años. Se trata de un sujeto liberado de la influencia de
grandes procesos de intelección que constituyen la su~¡en:idad
~os grandes relatos soterológicos (religiosos o políticos), del su-
se hallaban en la línea de mira. En lo tocante a la conc1enc1a re-
¡eto «posmoderno» librado a sí mismo, sin anterioridad ni fina-
flexiva (los procesos llamados secundarios), el neoliber,alismo se
lidad, abierto únicamente al aquí y ahora, que conecta como
propone terminar definitivamente con el su¡eto ~rttzco rnyo
puede las piezas de su pequelia maquinaria deseante a los .flujos
tiempo fuerte marca el kantismo. Y en lo tocante ~l mconsc~en­
que lo atraviesan.
te (los procesos llamados primarios), el neohberalismo no ue~e
~ora b_ien, e~te sujeto «posmoderno» no está surgiendo por
ya nada que hacer con el viejo sujeto hered~do de la moderm-
algun azar mexplicable de la historia sino que lo hace al término
dad, revelado por Freud, clásicamente neurotzco y atoqn~ntado
de una empresa temiblemente eficaz en cuyo centro encontra-
por la culpa. En lugar de ese sujeto doblemente_ determmad~,
mos dos grandes instituciones dedicadas a fabricarlo: por un la-
prefiere disponer de un sujeto acrítico y lo más ps1cot1zante posi-
do, la televisión y, por el otro, una escuela nueva, 1 considerable-
ble. Vale decir, un sujeto disponible para conectarse_ con todo,
un sujeto flota nte, indefinidamente abierto a los flu¡o~ comer-
1. Considero pues, como Mauss en el caso de la magia, que la educación es
ciales y comunicacionales, permanentemente neces1_tado de un hecho social tola/ al que contribuyen varias instiruciones. Sobre las tres insti-
mercancías por consumir. En resumidas cuentas, un su¡eto pre- ruciones q~e. '.ndudablemente cumplen b principal función educativa (la fami-
cario, cuya precariedad misma se ofrece en subasta al Mercado, lia'. la telev1s1on y la escuela), exa mino aquí el papel de las dos últimas y las re-
que encuentra en ella nuevos espacios para vende_r s_us pr_oduc- laciones que mantienen entre sí y dejo por el momento entre paréntesis el rol
tos y se transforma así en el gran proveedor de k'.ts 1denu~anos de la familia. Para precisa r esta función, el lector puede remitirse a L. Roussel,
la Famille incerlaine, París, Odile Jacob, l 992, y a [. Théry, Co11ple, ftliation et
e imágenes de identificación. Como ya lo habia profeuzado

13S
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Dany-Robert Dufour El horno zappiens en la emula

mente transformada por treinta años de reformas llamadas «d.e- prano. Los niños que hoy se incorporan en la escuela son con
mocráticas», pero que siempre han estado orientadas en el mis- frecuencia niños atiborrados de televisión desde la más tierna
1
mo sentido: debilitar la función crítica. edad. Éste es un dato antropológico nuevo del que todavía no se
tiene una medida precisa: hoy las crías de hombre se encuentran
con frecuencia frente a la pantalla aun antes de comenzar a ha-
LA TELEVISIÓN blar. Intuitivamente podemos comprender por qué: es el único
instrumento que permite mantener tranquilos a los pequeños
Siendo el ser humano un ser de lenguaje, podemos apostar a sin ocuparse de ellos. El consumo de imágenes, como lo mues-
que toda nueva práctica del lenguaje habrá de inducir profunda; tran todas las encuestas, ocupa va rias horas del día. Según un es-
transformaciones en los individuos que se enfrentan a ellas. As1, tudio de la Unesco, «los niños del mundo pasan en promedio
el libro, el gran invento medialógico. del r_enac~miento, tuvo tres horas por día frente a la pantalla chica, lo cual representa al
efectos considerables en las formas de sunbohzac1on, tanto en el menos el 50 por ciento más de tiempo dedicado a ese medio que
plano cultural como en el de los efect_os sobre los suj_etos. ~ara a cualquier otra actividad paraescolar, incluidas las tareas para el
convencerse de ello bastaría con cons1elerar los cuesuonam1en- hoga r, pasar el tiempo en familia, con amigos o leyendo».' Esta
tos filosóficos y ontológicos de que fueron objeto la escritura y cifra, ya considerable, sin embargo, sólo es un promedio: cerca
la literatura desde entonces (cuestionamientos que alcanzaron su de un tercio de los niños miran televisión cuatro horas por día o
paroxismo durante el siglo XX y correspondieron probablemen- más (en ese tercio se encuentra una mayoría de niños de las cla-
te al momento en que la literatura estaba en su a_rogeo). ~~te ses y las minorías menos favorecidas).
breve texto de Maurice Blanchot podría dar una idea smteoca Que ese grifo constantemente abierto del que mana un flujo
pero muy viva de tales cuestionamientos: «~~ experiencia de la ininterrumpido de imágenes inunde el espacio famil iar no deja
literatura es una experiencia total, una cuest1on que no sopor~a de tener importantes efectos en la formación del futuro sujeto
límites, no acepta que se la estabilice ni que se la reduzca. [Sena hablante. Ante todo, la televisión, por el lugar preponderante
la experiencia] de lo que siempre se dijo, de lo_que_no pued_e de- que ocupa en ella una publicidad omnipresente y agresiva, cons-
jar de decirse y no puede ser oído».; La expenenc1a ele la litera- tituye un medio de adiestramiento precoz para el consumo y una
tura parece, pues, extremadamente potente, capaz de co.nfrontar exhortación a la monocultura de la mercancía.' Esta incitación
al sujeto hablante con el misterio de su ser. ~or esto mismo,_ no excesiva, por otra parte, no está exenta de ambiciones ideológi-
es irrazonable pensar que las nuevas tecnologias de ~a comu111ca- cas. Los publicitarios más agresivos han comprendido clara-
ción como se las llama ahora, tienen ya consecuencias en la fun- mente qué ventajas podían obtener del derrumbe posmoderno
ción' simbólica y las formas ele simbolización. .
¿Qué produce pues el más difundido de e~os ~1~d1os, la tele-
4. Groebel, J., «The Unesco Global Srudy on Media Violence», Cbildnm
visión, en los niños? La pregunta es tanto mas va lida por cuan-
and Media Víolence, Estocolmo, Un esco, 1998.
to la exposición de los niños a la televisión comienza muy tem- 5. Véase el artículo de Paul Moreira en Le Monde diplomatique de septiem-
bre de l 995, «Les enfants malades de la publicité». Según la revista Consumer
parenté aigoiwd'hui. Le droit face aw: mutatiom de la vie privée, París, Odile Ja- Repon, un niño estadounid ense ve un promedio de 40.000 anuncios publicita-
rios por año. El poder de compra de los ni!"íos norteamericanos interesa enor-
cob/ La Documentation fran9aise, 1998.
2. Liliana Lur9at ofrece un informe sobre las etapas de estas trans~o r~a­ memente al marketing puesto que está calculado en unos 15 mil millones de
ción en La Dest:ructiou de /'emeignement élémentaire et ses penseurs, Pans, Ed. dólares, sin contar la influencia que tienen los pequeños en las compras de sus
padres, estimadas en alrededor de 130 mil millones de dólares anuales (cifras
Fran9ois-Xavier de Guibert, 1998.
3. Blanchot, M., Le /ivre avenir, París, Ga llimard, 1959, pág. 322. de 199 1).

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Dany-Robert Dufour El homo zappiens en la escuela

de toda figura del Otro: tampoco vacilan en recomendar preci- psiquiatras infantiles que informan de casos de niños que, por
pitarse «en la fragilidad de la familia y la autoridad para insta- ejemplo, creen que pueden saltar desde una ventana elevada sin
lar marcas, nuevas referencias». 6 Las marcas entendidas como hacerse daño «como en la televisión». De modo t;il que lo que
las nuevas referencias: aquí estamos en el corazón mismo de los detiene ya no es un mandato simbólico sino el trauma, es de-
una operación ideológica inédita, portadora de efectos clínicos cir, lo real. 'º
considerables en nuestra sociedades posmodernas. Como algu- Sin embargo, aun cuando el cuadro parezca va suficiente-
na vez se empujaba a los indios del Amazonas al reino de los in- mente difícil, no basta con considerar el contenido .de las imáge-
tercambios comerciales edificando tapini (refugios de follaje) de nes: el medio mismo, en su forma, puede ser peligroso, indepen-
donde se colgaban «regalos»,7 hoy se lanza a los niños al mun- dientemente de lo que difunda. Este aspecto es capital para abordar
do de la mercancía utilizando el marco de la televisión como ta- la verdadera cuestión de la función que cumple la televisión en
piui virtual en el cual se exponen todos los productos potencial- lo que yo llamo una voluntad difu?a pero realmente operante de
mente deseables. fabricar sujetos «psicotizantes». Esta es una cuestión que prác-
Además de la publicidad, está la violencia de las imágenes: a ticamente nunca se ha abordado. En el mejor de los casos, se
los once años, el niño «medio» habrá visto alrededor de 100.000 acepta debatir el rol nocivo de la publicidad y la violencia." Y en
actos de violencia en la televisión y habrá asistido a ... ¡unos el peor, se considera que el único problema de la televisión es
12 .000 asesinatos! 8 Ciertamente, los cuentos que contaban las que no propone una cantidad suficiente de programas «a tracti-
supuestamente amables abuelitas de otro tiempo contenían un vos».'~ Pero, de manera general, nunca se toma en consideración
puñado respetable de horribles historias de ogros devoradores
de niños que no tienen literalmente nada que envidiarles a las 1O. Presentación ele J\llichele Brian en el seminario ele Filosofía de la Edu-
habituales imágenes gore difundidas hoy. Pero no debemos olvi- cación ele iWarcel Gauchet del 13 de febrero de 2002. Allí explicaba que los psi-
dar dos diferencias cruciales: 1) la abuela, al mediatizar el horror copedagogos recogen nii1os que escaparon a la prohibición simbólica (por
lo integraba en el circuito enunciativo y lo volvía, de algún mo- ejemplo, un no significado por los padres), pero para encontrar el trauma. Pa-
ra esos niños, pues, es el trauma lo que representa un límite.
do, aceptable; 2) existe una neta discrepancia entre el universo 11. Véase, por ejemplo, el informe pedido por Jack Lang, por entonces mi-
-claramente imaginario del ogro del cuento que obliga al niño a nistro de Educación, y entregado a fines de febrero de 2002 por la socióloga
concebir ese universo como otro mundo (el de la ficción) y el Momque Dagnaud: «Los niños, actores cortejados de la economía mercantil».
universo muy realista de las series televisivas con riñas, violencia, Esta socióloga sugiere crear un canal público si n publicidad para los niiios e
violaciones y asesinatos, sin distancia con el mundo real.9 Ya hay instaurJr en b s escuelas un aprendizaje del consumo. Véase asimismo el infor-
me solicitado por M. Aillagon, ministro de Culmra, y entregado el l ~ de no-
viembre ele 2002 por la filósofa Blandine Kriegel. Este informe pone sobre el
6. Folleto distribuido en el coloquio del Instimte for International Re- tapete los efectos que tiene en los niños y en los adultos jó\'enes la violencia ex-
search llcl·ado a cabo los días 26 y 27 de febrero de 2002 en París cuyo tema hibida por la televisión, efectos tales como «el descenso de la inhibición y la
era «Adoptar una comunicación con un objetivo preciso para llegar al corazón culpa, la adquisición de estereotipos, la excitación, la imitación simple y pura».
del universo del niño.» Este «efecto es evidente y proporcional al tiempo que se pasa ante la pantalla»,
7. Véase la nota 5 de la pág. 18 dice el informe que recomienda, por lo t;1nto, controlar mejor la clili.1sión de
8. Josephson, W., Televisión Violence: A Reviw of tbe Ejfects on Cbi!dren of imágenes violentas. Obsérvese que ninguno ele estos dos informes recientes se
Diffemu Ages, Patrimoine canadien, 1995. pregunta acerca ele los desajustes en el acceso a lo simbólico producidos por el
9. Un esmdio reali zado por el psicólogo Jeffrey Johnson de la Universidad medio mismo.
de Columbia, aparecido en la revista Science del 29 de marzo de 2002, nº 295, 12. Ésta es la posición del ministro ele Educación y no obstante filósofo
establece una neta correlación entre la conducta violenta adolescente y el tiem- Luc Ferry, qui en recomienda no proponer «programas intelecmales aburridos
po pasado ante el televisor. Véase <www.academicpress.com/inscight- a las 20.30» y quien, haciendo un balance, considera que habría «Casi demasia-
/03282002/graphb.htm>. dos programas interesantes para ver» en la televisión. De todas maneras, el mi-

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Dany-Robert Dujóur El horno zappiens en la esrnela

la cuestión gravísima de las alteraciones semióticas provocadas tre texto e imagen. Antes de que la televisión invadiera las rela-
por la imagen televisiva. Como si la exposición masiva a esta ciones generacionales, existían, por supuesto, las imágenes, pero
imagen no provocara ningún efecto a priori en la psicosemiogé- la iniciación a la práctica simbólica partía de los textos y de ahí
nesis de los sujetos hablantes y de su socialización. se inferían las imágenes. Entiendo por «texto» los enunciados
Así es como, con frecuencia, se olvida mencionar que el tiem- orales -palabra corriente, cuentos, versiones míticas o leyen-
po de más dedicado a la televisión es tiempo de menos dedicado das-, así como los consignados en una escritura (texto santo, fo-
a la familia. De manera tal que, con la televisión, lo que se ve re- lletín, novela, etc.). Esta primacía del texto puede concebirse fá-
ducido de entrada a «media porción» es la familia como lugar de cilmente partiendo de ciertas situaciones sencillas. Por ejemplo,
transmisión generacional y cultural. En este sentido, la expre- escuchar a un cuentista o leer una novela hace que se desenca-
sión «los niños de la televisión», tomada al pie de la letra, en lu- dene una actividad psíquica en el curso de la cual el auditor o el
gar de hacer sonreír, debería entenderse verdaderamente en to- lector crea imágenes mentales de las que se transforma, por así
da su significación: una frase patética por cuanto revela el hecho decirlo, en el primer espectador. Así es como los feacios, reuni-
de que la televisión se ha apoderado efectivamente del lugar dos alrededor del aedo que relataba las hazañas de Ulises, asis-
educador de los padres ante sus hijos," para transformarse en lo tían «en directo» y «veían» en su fuero interno las proezas na-
que algunos estudiosos de Québec han bautizado como un «ter- rradas. Esta capacidad de presenciar lo que está ausente eviden-
cer padre», particularmente activo, que suplanta progresiva- temente está relacionada con un punto clave de la simbolización.
mente a los «verdaderos» padres. Por otra parte, lo que de hecho le permite a Ulises «volver en
Pero ese tiempo de menos dedicado a la transmisión genera- sí» cuando llega a la isla de Alkinoos es oír el relato de sus pro-
cional, ¿es un tiempo de más para qué, exactamente? ¿Qué signi- pias hazañas y ese retorno a sí mismo es tan intenso que lo obli-
fica esto de que ahora los niños se instalen, aun antes de hablar, ga a cubrirse la cara, probablemente, como conjeturó Heideg-
ante el televisor, que se dirige a todos y a nadie en particular? Me ger, para llorar de emoción.1• Cuando, por otro lado, en Del la-
limitaré a mostrar que esto produce efectos muy precisos que pue- do de Guennantes, leo: «Después de haber dejado París donde, a
den llevar hasta el derrumbe del universo simbólico y psíquico. pesar de que comenzaba ya la primavera, en los árboles de los
bulevares apenas despuntaban las primeras hojas, cuando el tren
de circunvalación nos dejó a Saint-Loup y a mí en el pueblito de
Texto e imagen las afueras donde vivía su querida, fue una maravilla ver cada jar-
dincillo engalanado con los inmensos altares blancos de los fru-
Ante todo, quiero hacer notar que la exposición masiva a la tales en flor», «veo» un tren que desapareció hace cincuenta
imagen televisiva desvía el sentido secular de las relaciones en- años, unos suburbios que ya no existen, una primavera tardía,
dos amigos, una cita ...
El relator griego hace penetrar a sus auditores en el mundo
nistro, que no forma parte de los «intelectuales antitele», se muestra sereno:
de las fuerzas vivas de la Physis al abrirles una ventana a un mun-
cuando la te levisión propone (material tomado] «del fondo de la basura» (di-
xit) , no es grave: «Como soy un demócrata, creo que el público es, en general, do primigenio, un mundo divino, generalmente oculto a la vista
lo suficientemente inteligente como para darse cuenta de que el "desván" no de los mortales, en donde se traman los acontecimientos del se-
es tan interesante». Entrevista concedida al diario Le Monde del 9 de agosto de gundo mundo, donde viven los demás mortales. El narrador lo-
2002, «Luc Ferry: "la television nous invite a aller plus loin"».
13. Poco antes de morir, el gran filósofo K.arl Popper había llamado la
atención sobre este problema y sus consecuencias previsibles para la democra- 14. Heidegger, M., Essais et conférences (1954], París, Gallimard, 1958; véa-
cia. Véase La Télévision, un enjeu pour la démocratie, París, Anatolia, 1994. se el artículo «Alethéia».

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Dany-Robert Dufour El homo zappiens en la escuela

gra el prodigio de hacer que quienes habitan este mundo de apa- ligera, cuatro niveles de articulación significante del texto: 1) el
riencias vean un mundo supuestamente verdadero, un mundo nivel de la unidad elemental, del orden del sonido, que remite al
real donde se organizan las cosas. El lector, por su parte, imagi- fonema; 16 2) el nivel semiótico de la significación que hace inter-
na algo del mundo creado por el autor. venir el m01fema; 3) el nivel del sentido que hace intervenir la
He aquí la condición de la imagen arcaica, que J.-P. Vernant frase (lo que Benveniste llamaba la «semántica», para distinguir-
hizo tan inteligible, y allá, la condición de la fábula a la cual se la de la «semiótica»); 4) el nivel mitológico que remite al relato
invita al lector, según Umberto Eco, para que interprete el tex- y hace intervenir lo que Lévi-Strauss aisló con el nombre de mi-
to y lo no dicho en él. i; tema, unidad mínima del relato. Pero, así como el texto está emi-
Seguramente no todos los auditores ni todos los lectores ven nentemente articulado, todos los intentos que se hicieron en el
las mismas imágenes. Sabemos, por otra parte, las controversias plano de la imagen para darle el mismo carácter fracasaron. lan-
que surgen cuando un cineasta decide filmar la adaptación de to en el nivel de la imagen mental, el significado, como en el ni-
una obra literaria: como nadie, ningún lector, ha «visto» lo mis- vel de la imagen física (pictórica, fílmica, etc.), en el mejor de los
mo, todo el mundo lo considera un escándalo y una traición. casos, esos intentos produjeron taxinomias muy útiles pero que
Aun cuando el único partido posible parece ser, no el de la fide- nunca lograron definir una naturaleza intrínseca y una organiza-
lidad (por lo demás, ¿quién podría garantizarla?) sino el de una ción interna de la imagen: para «leer» una imagen, nunca hará
transposición de la obra en otro universo creativo. Ciertamente, falta comenzar por arriba, por la izquierda, por el centro o por
al leer un texto o al oír un relato, uno «Ve», pero ve algo que un punto cualquiera, sino que el espectador intentará captar el
ninguna imagen podría mostrar realmente. ¿Cómo reflejar en todo.
una imagen el curso imprevisible de una frase de Proust? ¿Có- Aparentemente, ese carácter no articulado está en el origen
mo traducir a una imagen el uso concomitante de un pasado im- del poder de suspensión que posee la imagen en relación con el
perfecto y uno indefinido? La ficción que produce el texto es texto: una sola imagen puede poner en tela de juicio una red
irreducible a una imagen, cualquier imagen. muy densa de sentidos y significaciones debidamente organiza-
Evidentemente, esta disposición a la ficción y la fabulación de- dos en el texto. Así es, por otra parte, coino procede la emoción
be concebirse dentro de una antropología general: es una dispo- est~tica: bastará que surja una imagen o un encadenamiento de
sición de la especie. El uso del significante (constitutivo de lo imágenes -ya sea la visión de un movimiento de danza asombro-
simbólico, independientemente de que estemos hablando de fo- so, ya sea la contemplación del frontispicio de un templo griego,
nación articulada, de escritura o de lenguaje de los signos) gene- del capitel de una columna romana, del tímpano del portal cen-
ra el significado y, por consiguiente, sólo tiene sentido cuando se tral de una catedral gótica, de un cuadro de Bacon o de un filme
lo expone a la consideración de una capacidad de imaginar pro- de vVelles- para que queden suspendidas las representaciones
pia de la especie. hasta entonces organizadas en un «texto» ... Una sencilla ima-
Pero la imagen no es sólo un mero reflejo del texto, posee su gen nos obliga a rehacer el texto y a crear uno que tenga en
eficacia propia y potente: puede, sencillamente, suspender el cuenta e integre la perturbación experimentada. No se trata, por
texto. Y ese poder responde a una buena razón: la imagen no es- supuesto, de pretender traducir literalmente una imagen en un
tá articulada en el sentido en que se dice que un texto está arti- texto, sino de reparar el desgarro producido en el tejido por lo
culado. Hasta podríamos enumerar, acumulándolos un poco a la

16. Del que da cuenta la fonología: existe una cantidad finita de fonemas
15. Vernant, J.-P., Religions, histoires, raisons, París, Mas pero, l 979, véase el en una lengua dada y cada uno se define por las características diferenciales que
cap. 8 «Naissance d'images»; Eco, U., Lector in fabula, París, Grasset, 1985. tiene en relación con los demás.

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Dany-Robert Dufour El horno zappiens en la escuela

que Barthes llamaba, a propósito de la fotografía, el punctum sur- ponde. Desde los tiempos de Freud a menudo se intenta encon-
gido de la imagen.'7 Barthes entendía precisamente por punctum trar el texto del fantasma en ese dispositivo discursivo muy espe-
ese aspecto de una fotografía «que atraviesa, azota, raya, lo que cial que llamamos la cura analítica, mientras que tratándose de la
me atrae o me hiere». Con esto no estoy diciendo, por supues- imagen estética que, como punctum, había suspendido las redes
to, que haya que buscar el texto que corresponda a la imagen; lo de significación, se intenta encontrar el texto en los procesos crí-
que hace falta es un texto que suture la filtración aparecida en las ticos que interrogan la imagen: se trata de inducir el texto par-
redes de sentido, un texto que no excluya otro, incluso otros tex- tiendo de la imagen para, desde allí, producir toda clase de idas y
tos. La imagen puede situarse así en una relación de antetext~ o vueltas entre los dos mundos heterogéneos del texto y la image~.
de postexto (de pretexto, en todo caso), gracias a la cua~ adqme- Al menos, eso es lo que hacemos si queremos que la imagen nos
re la posibilidad de representar lo que no se puede declf. conduzca a a\go más que a la pura investidura con que la carga la
Salvo la imacren estática «puntiforme», existe otro tipo de fantasía. Ese «algo más» es, en los dos casos -el de la fantasía y el
imagen no artic~lada al texto, una imagen interior del sujeto, es de la imagen estética-, un saber, al menos algo que escapa a la
decir, lo que desde Freud se llama la «fantasía» o el «fantasma» compulsión para sumarse a un proceso discursivo acumulativo.
que puede corresponder a la «representación inconsciente». ~S­ Por otra parte, no habría que relegar este valor educativo de
tas imágenes pueden, en efecto, ser inconscientes en el sen~~o la imagen a las aulas: si podemos afirmar que el cineasta Jean-
en que lo entendía Freud, quien distinguía «la representac10_n Luc Godard fue un gran educador, ello se debe, precisamente, a
inconsciente» sola que es únicamente la representación de algo [di- que supo mostrar el trabajo obstinado que había que realizar pa-
cho de otro modo, «el significado»] de «la representación cons- ra volver a pasar de la imagen al texto en una época que desde-
ciente» que comprende la representación de algo [«el significado»] ñaba cada vez más abiertamente ese trabajo y se contentaba con
más la representación de la palabra aferente [«el signi~cante»r
18
imágenes desnudas, 19 abiertas a la incesante y vana renovación
La fantasía remite pues a las imágenes errantes, conscientes o m- de la fantasía.
conscientes que habitan en el aparato psíquico. Estas imágenes
se caracterizan por haber perdido su amarre a un texto que, des-
de entonces, ya no puede figurar sino como texto «perdido» o La función simbólica
«censurado» (recordemos la definición de Lacan que explicaba
la represión como ese «capítulo censurado» de mi historia). ~o­ Planteada esta relación texto-imagen, articulémosla ahora
rno el «texto» de esa fantasía se le oculta a aquel que es precisa- con la cuestión de la función simbólica: ¿cómo se transmite y se
mente su portador, esas imágenes retornan al sujeto de manera adquiere? También aquí nos encontramos con la supremacía del
repetitiva o invasora, sin fijarse ni encadenarse en un pr~ces.o texto, pues esta función se transmite esencialmente por interme-
acumulativo. Y toda imagen exterior puede entonces contribmr dio del discurso que lleva consigo todo un universo imaginario.
a mantener la fantasía ensamblándose compulsivamente a ella en Sabemos hasta qué punto, en todas las épocas, la transmisión de
secuencias sin texto. relatos fue un medio utilizado por la generación de los padres
Para escapar a la perforación del punctum o a la desconexión para formar a la generación siguiente. Transmitir un relato es,
de la fantasía , hay una única salida: hallar el texto que le corres- en efecto, transmitir contenidos, creencias, nombres propios,
genealogías, ritos, obligaciones, saberes, relaciones sociales, pe-

17. Véase Barthes, R., La Chambredaii·e, París, Gallimard-Seuil, 1980.


18. Freud, S., L'lnconsciente (1915], CEuvres completes, XIII, París, PUF, 1988, 19. Recordemos la famosa frase: «Ésta no es una imagen justa, es sólo una
imagen .. .» [N. de T.: en francés image juste ... juste une image.]
págs. 234 y sigs.

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Dany-Robm Dufour El homo zappiens en la escuela

ro es también, y sobre todo, transmitir el don de la palabra. Es el cuándo habla. 2' Este proceso señala la instalación del sujeto ha-
hacer que pase la aptitud humana del habla de una generación a blante en la escena enunciativa a partir de la cual el mundo ex-
otra, de manera tal que el destinatario del relato pueda, a su vez, terior se hace representable en el discurso. El acceso a la simbo-
identificarse como sujeto y, partiendo de ese punto, situar a los lización pasa, pues, por el uso de estas referencias de persona
demás alrededor de sí, antes de sí y después de sí. Es indispen- («yo», «tú», «él»), tiempo (lo que está presente, copresente o
sable instituir al sujeto hablante; si esta antropoinstauración no ausente) y espacio (el «aquí» y el «allá»).
se da, la función simbólica sencillamente no se transmite. Este acceso al universo simbólico es fundamental, remite a la
En lo esencial, el acceso a la simbolización se franquea, des- capacidad esencial que distingue al hombre de los animales: la de
de siempre, simplemente realizando la actividad más antigua del P?~e:, hablar designándose a sí mismo como sujeto que habla y
hombre, el discurso oral frente a frente . De ese modo se trans- dmg1endose a sus congéneres a partir de ese punto, enviándoles
mite el don de la palabra sin que ninguna de las partes siquiera signos que, se supone, representan algo -digo bien, «Se supo-
lo advierta; se trata de un prodigio tan invisible como el de los ne», pues nada indica que esos signos se refieran a cosas o a he-
miembros de la secta del Fénix de que habla Borges, que se chos reales-. El hombre no se priva, en efecto, de «inventar» lo
transmitían un secreto de generación en generación sin darse que llama la realidad. Por lo tanto, la función simbólica puede
cuenta. Ahora bien, podría darse el caso de que, con la televi- representarse muy sencillamente: para tener acceso a ella es ne-
sión, se pierda súbitamente la capacidad de transmitir ese don. cesario y suficiente hacer propio e integrar un sistema en el que
Simplificando excesivamente las cosas, podríamos decir «yo» (presente) le hable a «tú» (copresente) respecto de «él» (el
que, al cabo de cierto tiempo de comercio con los padres, en el ausente, es decir, aquel al que se re-presenta)Y
cual el rol de la verbalización es esencial puesto que el niño Insisto: este sistema que garantiza el acceso a la función sim-
aparece mencionado en el discurso del otro desde antes de su bólica y, de ahí, a cierta integridad psíquica mínima, se adquiere
nacimiento, la cría de hombre adquiere, respondiendo a esta esencialmente a través del discurso: los padres, los allegados, le
interpelación, un conjunto de referencias simbólicas. 2º Estas hablan al niño, se dirigen a él y, progresivamente, se va instalan-
referencias están constituidas por significantes especiales, deícti- do la función simbólica. Así se transmite de generación en o·enc-
cos como «yo», «aquí», «ahora». Se trata de signos «vacíos», sin ración el don de la palabra, la aptitud humana para hablar, de tal
referencias concretas a la «realidad», significantes puros, siem- suerte que la persona a la que alguien se dirige pueda a su vez
pre disponibles, que se «llenan» en el momento en que un locu- identificarse en el tiempo (ahora), en el espacio (aquO, como sí
tor los emplea en una instancia de discurso. Entonces se encuen- mismo (yo) y, a partir de esas referencias, convocar en su discur-
tran en ellos indicadores de persona (de persona subjetiva: «yo», so el resto del mundo.
«tú» y no subjetiva: «él»), indicadores espaciales («esto», «es- Esta transmisión generacional esencial del bien humano m;Ís
te», «aquél», «aquí», etc.) e indicadores temporales («ahora», precioso, el discurso, es lo que, en algunos casos, la televisión
«hoy», «ayer», etc.).n Gracias a estos indicadores, el locutor se puede poner violentamente en peligro. ¿Cuáles son esos casos?
autoindica como quien habla, fijando simultáneamente el dónde y

20. Comercio verbal que a su vez está inserto en un gra n comercio orgáni- 22. Recordemos que, en Kant, tiempo y espacio son las categorías 11 pl"iori
co: intercambio de miradas (verse, ver, ser visto por el otro), intercambios vo- de la sensibilidad constitutivas de la relación con el mundo, es decir de la evi-
cales (oír, ser oído por el otro), intercambios de materias corporales (seno, he- dencia a partir de la cual el sujeto se instala como tal.
ces). 23. En Dufour, D.-R., Les i\llysteres de !11 trinité, París, G,11limard, 1990, re-
2 l. Sobre estos puntos, véase Benveniste, É., Problemes de linguistique gé11é- cientemente reeditado, propongo considerar este triángulo «yo, tú y él» corno
mle, París, Gallimard, 1966, cap. V la configuración básica de la simbolización .

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Dany-Robert Dujour El homo zappicns en la esmela

La exposición masiva a la imagen televisiva y sus efectos un afuera físico, a través del microscopio, el telescopio, etc.), las
en la función simbólica de la telepresencia que transporta el aquí del sujeto a otra parte, a
un sitio en el espacio virtual, etc. Estas prótesis sensoriales se
Tomemos ante todo el caso en el que esas referencias simbó- convierten, pues, en un medio de acceso a nuevos goces en la
licas de tiempo, espacio y persona fueron fijadas de manera más medida en que utilizan la facultad del sujeto para jugar con las
o menos sólida por el comercio discursivo habitual. En este ca- categorías simbólicas de lo que está «aquí» y lo que está en
so, el único problema, además de la violencia de las imágenes y «Otro lugar», del «ahora» y del antes y el después que lo cons-
el adiestramiento para el consumo ya mencionados, es la com- tituyen. Cuando digo «goce» me refiero al «vértigo» que pro-
petencia entre el tiempo dedicado a los aprendizajes y el tiempo cura el hecho de transportar un «aquí» sonoro o visual «a otra
dedicado a la televisión. Un estudio francés publicado hace va- parte», o de traer eso que está en «otra parte» «aquí mismo».
rios años como conclusión de una investigación epidemiológica Estas tecnologías le ofrecen al sujeto nuevas dimensiones lúdi-
sobre la televisión y los niños, mostraba que los alumnos con cas en la medida en que le permiten poner en juego, en el senti-
mejores promedios miraban televisión durante menos de cin- do pleno del término, las referencias simbólicas en las que se ha
cuenta minutos por día. Y que problemas tales como la pérdida construido su propia evidencia (el «yo» en su cruce con un
de memoria, dificultades de concentración, agitación, nerviosis- «aquí» y un «ahora»). Evidentemente, nada le prohíbe poner fin
mo, agresividad e insomnio aparecían en una cantidad propor- a este goce y asignarse objetivos de conocimiento o de creación.
cional al tiempo que los niños pasaban ante el televisor. 24 Sólo un La cuestión es que, por supuesto, uno puede jugar con esas ca-
uso moderado de la televisión permite sustraerse a esta conse- tegorías únicamente si esas categorías existen.
cuencia ineluctable. Lo cual es fácil de comprender: las referen- En el caso de que las referencias simbólicas del niño no se ha-
cias simbólicas, por poco que se hayan fijado, pueden hacerse yan fijado adecuadamente o se revelen frágiles, las consecuencias
cargo de las imágenes procedentes de la televisión y, por poco son mucho más graves: la imagen externa llega a ser entonces
que se le exija, el sujeto es capaz de retranscribir esas imágenes una especie de conexión, más o menos ensamblada, con las imá-
en discurso. Si la persona cuenta con esas referencias en el dis- genes internas, con las fantasías (a menudo imágenes de omni-
curso puede recibir la imagen y luego ir y venir de la imagen al potencia o de impotencia absoluta) que obsesionan el aparato
discurso y viceversa. Ese ir y venir hasta puede ser lúdico y for- psíquico. Se trata de fantasías cuya clave se le escapa a su porta-
mador: basta con hacer que ese medio impersonal entre en el dor, por lo tanto pueden acometer a quien las percibe sin fijarse
discurso y su sistema de apelaciones. ni encadenarse en un proceso acumulativo manejable y con ello
Podemos ir aún más lejos. Una vez que se han establecido las generan nuevos sufrimientos. En suma, son fantasías que sólo
referencias simbólicas fundamentales, el sujeto puede utilizar pueden retornar, de manera repetitiva, para someter al sujeto a
todas las prótesis sensoriales imaginables: las que propagan el so- su dependencia. Por un lacio, es imposible objetivarlas, lo cual
nido a distancia (el teléfono, la radio, etc.), las de lo escrito que significa que no se abren a un procedimiento que desemboque
traen el allá al aquí del sujeto, las de la imagen que instalan algo en un saber; por otro lado, estas fantasías invisten toda imagen
que está en otra parte en el aquí del sujeto (un afuera narrativo exterior que se les ofrece, de suerte que se transforman en una
que le llega a través del ícono, la estatua, el cine, la televisión y especie de pantalla -digámoslo claramente- que se interpone
entre el sujeto y la realidad que tiene ante sí.
En este caso, cada vez más frecuente, el uso de la televisión es
24. Sondeo realizado por Marce! Rufo, profesor de psiquiattía infantil en
la Universidad de Medicina de Marsella, disponible en parte en el sitio <www.
sumamente pernicioso porque sólo puede alejar aún más al suje-
cosmundo.net/enfanti> y /enfant2. to del dominio de las categorías simbólicas de espacio, tiempo y

148 149
Dany-Robm Dufour El horno zappiens en la esmela

persona. La multiplicidad de las dimensiones ofrecidas puede lle- Podría afirmarse, pues, que el uso de prótesis sensoriales no
gar a convertirse en un obstáculo más al manejo de esas catego- permite el desarrollo de nuevas aptitudes para el goce, salvo en
rías fundamentales, en un obstáculo que desdibuja su percepción el caso en que la función simbólica ha sido relativamente esta-
y aumenta la confusión simbólica y los desenfrenos fantasmáti- blecida. En el caso contrario, sólo puede generar nuevos sufri-
cos. Lo que está, pues, en juego es nada menos que la capacidad mientos.'6
discursiva y simbólica del sujeto. El riesgo que se advierte con mayor claridad es que pronto
Incapaz de transmitir por sí sola el don de la palabra, la tele- terminemos asistiendo al desarrollo de una multiplicación de las
visión pone en peligro la antropoconstrucción simbólica de los competencias en algunos jóvenes y el aumento de la confusión
recién llegados y pone trabas al traspaso del legado más precio- en otros como consecuencia de la filtración y pérdida de la car-
so, la cultura. ga simbólica mínima. En una época entregada al desarrollo ma-
Nadie puede alegar que no lo sabía. Fuimos advertidos del sivo de las prótesis sensoriales y comunicacionales estamos en
desastre que hoy comprobamos en la civilización. En la década peligro de dirigirnos a un mundo dividido entre los que, por un
de 1980, en una obra divertida, nostálgica y visionaria, Ginger y lado, superen las pruebas simbólicas de base y, por el otro, los
Fred, Fellini, un artista de la imagen heredero de la gran cultu- que sean incapaces de superarlas. En suma, las nuevas «tecnolo-
ra, había hecho el balance previsible de la catástrofe en curso. gías de la comunicación» pueden elevar el dominio de las cate-
Con la televisión, nos mostraba, se están desmoronando siglos gorías simbólicas de espacio y tiempo a una nueva potencia así
de arte y de cultura en un decorado teñido de nihilismo mercan- como también pueden inhibirlas.
til. No digo que ese diagnóstico sea ineluctable: teniendo una En consecuencia, vivimos en un mundo que produce ciertos
base simbólica mínima asegurada, eventualmente, la televisión sujetos muy ubicuos que, gracias a las prótesis sensoriales, están
puede, se ha dicho, abrirnos una ventana a un mundo ampliado. casi completamente liberados de las restricciones temporoespa-
Pero su uso no puede cubrir las fallas en la simbolización como ciales ancestrales, pero que paga el precio de crear muchos otros
parecen creer ingenuamente algunos. Es aún peor: entraña el que ya no saben habitar ningún espacio.
riesgo de obstaculizar aún más las vías de acceso a ese mundo.25
Esta observación es válida pa_ra todas las prótesis sensoriales,
no solo en el caso de la tele-visión, también lo es para toda tele- LA ESCUELA
mática que juegue con la telepresencia, es decir, todo lo que
transporta un aquí al allá y un allá al aquí mismo (los juegos de Principalmente son estos «niños de la tele>>, de referencias
video, el teléfono móvil que acompaña hoy a todo el mundo du- simbólicas mal fijadas , los que llegan hoy a las escuelas a la más
rante las 24 horas, Internet, etc.). tierna edad. Se comprende pues por qué numerosos profesores
se ven limitados a comprobar amargamente que esos niños que
tienen ante sí <<ya no son alumnos».: 7 Situación que Adrien Ba-
25. El filme de Micluel Haneke, Benny's Video, de 1993, da una idea bas-
rrot resume con sobresaliente precisión en su notable librillo
tante convincente y bastante aterradora de cuál podría ser el efecto de seme-
jante sitt1ación llevada al extremo. Allí vemos a un adolescente qu e mantiene
con sus padres relaciones puramente funcionales y que sólo tiene contactos 26. Sobre los juegos de video y sus efectos en los adolescentes, véase !a obra
con el mundo por intermedio de las pantallas de video. De suerte qu e, cuando de Divina Frau-Meiggs y Sophie Jehel, Les Écmns de ln violence, París, Econó-
una pequei'ia parte de ese mundo se presenta ante él (una jovencita), reacciona mica, 1997.
de manera totalmente desubicada (para el caso, cometiendo un crimen). Mi- 27. Véase, por ejemplo, entre los numerosos testimonios y análisis que se
chael Haneke ha seguido desde entonces su análisis en otros filmes aún más publican sobre esta cuestión, el breve trabajo de Adrien Barrot, L'Enseignement
pavorosos, entre ellos Fmmy Gnmes. mis amort, París, Librio, 2000.

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Dany-Robert Dufoztr El horno zappiens en la escuela

con la siguiente frase: «Ya no escuchan». Y si «no escuchan», bir nos lleva al borde del centro enigmático del lenguaje.
podríamos agregar, probablemente ya tampoco hablen. No en el Sustraerse a la autoridad de la palabra lleva, pues, a sustraer-
sentido de que se hayan vuelto mudos, muy por el contrario, si- se al mismo tiempo a la escritura que conduce al ser parlante ha-
no en el sentido de que actualmente tienen enormes dificultades cia los múltiples aspectos del enigma de su condición. Se inau-
para integrarse en el hilo del discurso que distribuye, alternati- gura, pues, un triste destino para esos nuevos alumnos mal ins-
va e imperativamente, el lugar de cada uno: el que habla y el que talados en la función simbólica, pues se encuentran, de algún
escucha. modo, privados de enigma. Al no hablar ya según la autoridad de
la palabra, ya tampoco pueden escribir ni leer. .,
En semejantes condiciones, ¿cómo podrían entrar en el hilo
El hilo del discurso y la autoridad de la palabra del discurso que, en la escuela, permite que uno (el profesor) ex-
ponga proposiciones fundadas en la razón (es decir, un saber
Ahora bien, esta cuestión de la distribución de los hablantes múltiple acumulado por las generaciones anteriores y constante-
en el hilo del discurso es mucho menos anodina de lo que pare- mente reactualizado) y el otro (el alumno) las discuta tanto corno
ce. Significa, en efecto, que la palabra posee en sí misma una au- necesite hacerlo? Ciertamente, uno puede decidir que, puesto
toridad. Consiste esencialmente en distribuir a cada uno de los que ya no pueden hacerlo, tampoco es necesario pedirles que lo
seres que hablan en el hilo del discurso. Maurice Blanchot des- hagan. Así es como una cantidad de pedagogos, con las mejores
cribió perfectamente este proceso en uno de su libros principa- intenciones del mundo, han llegado a suprimir progresivamente
les El paso (no) más allá: «Hablar -escribe- es siempre hablar se- todos los ejercicios que los nuevos alumnos ya no saben realizar.
gún la autoridad de la palabra». 28 Lo cual significa que la autori- Si se lo piensa un momento, es una respuesta muy curiosa: sería
dad (cuya pérdida se lamenta tanto en nuestros días), se diga lo comparable a la del médico que rompe el termómetro para curar
que se diga, nunca es la autoridad de alguien en particular. la enfermedad.
Cuando pretende serlo, inmediatamente se manifiesta como lo No obstante, es evidente que numerosos profesores se guar-
que es: «ubuesca» e insostenible. La autoridad es aquello impli- qan sus quejas y se afanan, con frecuencia más allá de sus fuer-
cado por el acceso a la función simbólica misma, lo que nos con- zas,'º para tratar de reinstalar a esos jóvenes en la posición de
vierte en sujetos hablantes en el momento en que nos converti- alumno, con el propósito de poder cumplir su función de profe-
mos en objeto o incluso siervos del lenguaje. No deja de ser ex- sores. Pero ahí está la novedad: así como los alumnos no pueden
traño el destino del hombre, ese animal hablante que, de este ser alumnos, los profesores tienen cada vez más dificultades pa-
modo, se encuentra cuando se pierde, lo cual indefectiblemente ra ejercer su oficio. Desde hace treinta años, de reforma en re-
lo lleva a interrogarse profundamente. Conocemos, en ese sen- forma, siempre llamadas «democráticas», los responsables polí-
tido, la respuesta que propone Blanchot para abordar este mis- ticos y sus consejeros, los expertos en pedagogía, no han dejado
terio: después de haber hablado, hay que callarse y escribir, pues de decirles a los docentes que abandonaran su antigua preten-
«Escribir arrastra, arranca [por la plural dispersión de su prácti- sión de enseñar. El ex ministro Allegre al menos tuvo la ventaja
ca] todo horizonte y todo cimiento». 29 Para decirlo en términos de decir claramente lo que otros dicen apelando a una serie de
heideggeriaños~· escribir nos acerca al ser. La palabra y la escri- circunloquios. En una entrevista concedida al diario Le Monde,
tura están vinculadas entre sí: hablar nos incita a escribir y escri- amonestaba a los profesores, pidiéndoles que renunciaran a su

28. Blanchot, M., Le Pas au-dela, París, Gallimard, 1973, pág. 67. 30. Me refiero aquí a los numerosos casos de «depresión docente» que el
29. Ibíd., pág. 80. ex ministro Allegre simulaba tomar por meros abusos de licencias médicas.

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Dany-Robert Dzifóur El homo zappiens en la escuela

«tendencia arcaica», que caracterizaba del siguiente modo: «[los tico las teorías pedagógicas «modernas» que cuestionaban toda
alumnos] sólo deben escucharme, yo soy el que sabe». 31 E intro- forma de autoridad (entre ellas la del maestro que, como acaba-
ducía, en lugar del término «alumno», una nueva categoría, «los mos de decir, es sólo el aspecto más visible del verdadero proble-
jóvenes», de quienes decía: «lo que los jóvenes quieren es inte- ma de la autoridad en el ser hablante). Hoy muchos tienen la ten-
ractuar». Con justa razón, estas declaraciones provocaron nu- dencia a burlarse de la palabra autoridad y no deberían hacerlo.
merosas reacciones." Allegre convalida, en efecto, el hecho de Hannah Arendt sabía perfectamente de qué estaba hablando. No
que, en nombre de la democracia, en la escuela ya no haya alum- es casual que haya estudiado tanto los totalitarismos ni que sus
nos. Y si ya no hay más alumnos, ¿por qué habría todavía profe- trabajos tengan todavía hoy, como se dice con toda razón, auto-
sores y, con ellos, algo que enseñar?¡¡ ridad. Pues nos enseñan, entre otras cosas, que, sin la autoridad
bien entendida, nos dirigimos directamente hacia el totalitaris-
mo.
La negación generacional Arendt sostiene que la autoridad no es compatible con la per-
suasión (que supone igualdad) y que excluye categóricamente
Acá debemos recordar los estudios premonitorios de Hannah todo uso de medios de coerción (característicos del totalitaris-
Arendt sobre los Estados Unidos, lugar donde, por supuesto, se mo). ~a au~o.ridad no es ni la igualdad (la igualdad es lo que se
originó el movimiento. Hace más de treinta años, Arendt ya ha- procura construir) ni la coerción (que es lo que se procura pros-
bía previsto las consecuencias devastadoras que tendría para la cribir). Tercer término entre la igualdad y la coerción, lª ;mtori-
educación de los niños el aceptar sin condiciones ni examen crí- dad corresponde a una necesidad bien específica: la de «introdu-
cir en un mundo preestablecido[ ... ] a los recién llegados por na- ·
cimiento».H Es necesario, nos explica Hannah Arendt, hacerse
31. Véase la enuevista otorgada por Claude Allegre al periódico Le Mo11- cargo de esta introducción, de lo contrario, «esta autoridad abo-
de, H de noviembre de 1999.
32. Enue ouas la de Alain Finkielkraut (véase «La révolution cuculturelle a
lida por los adultos sólo puede significar una cosa: que los aduk
l'école» publicado en Le Monde del 19 de mayo de 2000). Sin embargo, me pa- tos se nieguen a asumir la responsabilidad del mundo al cual han
rece que, si bien Alain Finkielkraut identifica perfectamente los síntomas de la traído a sus hijos». 3; De ello resulta que todo discurso que pon-
decadencia actual de la educación, desdichadamente olvida hace r la correspon- ga en tela de juicio la autoridad de quien asume la responsabili-
diente etiología. Ese punto ciego responde a una razón muy sencilla: Finkiel- dad generacional de introducir al mundo a los recién llegados
kraut se niega a relacionar esos síntomas con la extensión del modelo de merca-
omite, simultáneamente, instituir como alumnos a los niños y a
do y con los efectos deletéreos que tienen en el campo cultural y simbólico. En
efecto, según él, no hay que «imputar [... ] el actual frenesí reformador a la vo- los «jóvenes». 36 Todo esto corresponde, en realidad, a la negativa
luntad cínica de someter el sistema educativo a las leyes del mercado y a las ne- del adulto a asumirse como coautor del mundo en el que, sin em-
cesidades de las empresas. Los pedagogos[ ... ] están habitados por el espíritu de bargo, coloca a los nuevos sujetos llegados por simple renovación
la simpaáa, antes que por el espíritu del capitalismo». Pero lo cierto es que el
«espíritu de la simpaáa» (sic) con sus ideales de «autonomía» y «transpa rencia»,
no se opone de ningún modo, sino más bien lo conuario, al nuevo espíritu del
capitalismo. Sobre esta cuestión, véase el notable análisis deJean-Pierre Le Goff, 34. Arendt, H., «Qu'est-ce que l'autorité )»en La Crise de la culture, París,
La Bm·barie douce, la modemisation aveugle des entreprises et de l'école, París, La Dé- Gallimard, 1972, págs. 122-123.
co uverte, 1999. 35. Arendt, H., «La crise de l'éducatio1w, en ibíd., pág. 244.
33. Así fue como en el informe final del comité de organización de la con- 36. Situación que Marce! Gauchet resume de un uazo: la escuela, que con-
sulta de los liceos de 1997, los profesores se transformaron en «acompañantes duce la democracia, no puede ser ella misma democrática. Véase Gauchet, M.;
del aprendizaje», véase Quels savoirs enseigner dans les lycées?, Ministerio de D. Ottavi y M.-C. Blais, Pom· une philosophie politique de l'éducation, París, Bayard,
Educación de la Nación de Francia, 1998. 2002, págs.18 y sigs., «L'éducation saisie par la démocratie». ·

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Dany-Robett Dufott1° El homo zappiens en la escuela

o-eneracional. Así como decíamos que había un hilo del discurso políticas que han convalidado en (los considerandos de) la ley de
~ue daba autoridad distribuyendo por turnos el rol de los sujetos orientación de 1989 (el mismo año de la «Convención Interna-
hablantes, hay un hilo generacional que debe atribuir autoridad cional de los Derechos del Niño» de Ginebra), el hecho de que
para darle su lugar a cada generación. Instituir al joven como era indispensable «po ner al ni11.o en el centro del sistema educa-
alumno. A eso se reduce todo el trabajo, hoy negado, de aquel tivo», olvidando que, previamente, era necesario instituirlo. Pa-
que antes se llamaba precisamente el institutor. ¿Cómo no consi- recería que nuestra época no llega a distinguir la necesidad jurí- .
derar la desaparición oficial de ese término como un auténtico dica de proteger a los niños (contra toda forma de abuso) de la
síntoma? Si uno no adopta la posición de adulto, no puede, pues, promoción de la indistinción generacional.
situar al otro, al recién llegado, salvo que lo coloque en una po- Gente bien intencionada incluso trató de encontrar en Freud
sición insostenible, sería como decirle: lo coloco a usted en una los medios de justificar esta negación generacionaJ.!9 Y, en reali-
situación que, si bien contribuí a construir, no asumo de ningu- dad, en El interés del psicoanálisis, encontramos ciertos indicios
na manera, ni siquiera de manera crítica. Este tipo de discurso da que parecen inclinarlo en ese sentido: «Una violenta represión
por resultado la negación generacional: estamos ante una gene- de instintos potentes ejercida desde el exterior nunca obtiene
ración que ya no se asume como tal ante los nuevos suje!QS. P_or como resultado la extinción o el dominio de tales instintos, sino
lo tanto, lo que está en tela de juicio no es tanto el maestro y su que ocasiona una represión que instala la propensión ulterior a
autoridad como la renuncia de una generación (en líneas genera- la neurosis. El psicoanálisis ha tenido con frecuencia ocasión de
les, la de 1968) a asumir la carga que le correspondía como a to- aprender hasta qué punto la severidad, indudablemente sin dis-
das las generaciones que la precedieron: la de introducir en el cernimiento de la educación, participa de la producción de las
mundo a los recién llegados por nacimiento. Es como si esa ge- enfermedades nerviosas o qué precio debe pagarse en perjuicio
neración no hubiese querido envejecer en absoluto ... de la capacidad de actuar y de la capacidad de gozar para llega r
Estamos, pues, ante una verdadera negación generacional. Y a adquirir la normalidad exigida». 40 Sin embargo, si bien Freud
puesto que esta negación se ha convertido en uno de los dogmas
característicos de la época posmoderna, nos hallamos ante un
absurdo - los niños sin precedencia- erigido en verdad absoluta ii une histoire de l'enfance, París, Bayard-Calmann-Lévy, 2002. Confieso no
que impide literalmente el funcionamiento del sistema educati- comprender cómo un conocedor profundo de Kant (véase Alain Renaut, Kant
aigourd'bui, París, Champs-Flammarion, 200 l), además traductor de las obras
vo. La cuestión, entonces, es saber cómo quitarnos de encima
clave del maestro de Konigsberg, en La Libération des enfrmts, pudo ignorar
ese dogma cuando sabemos que todo y todos contribuyen a res- hasta ese punto las enseñanzas de K.1nt referentes a la educación que, en su li-
paldarlo: la opinión del común de la gente, con padres que ya n.o bro, no ocupan 1rnís que unas líneas. En efecto, me parece difícil suscribir la
saben ser padres; la opinión erudita, con sus pedagogos y sus psi- idea de una larga marcha histórica que condujo a la necesaria e ineluctable li-
cólogos que, al construir el objeto teórico «niño» como entidad beración de los niiios y, al mismo tiempo, sostener las tesis de Kant sobre la
educación. Precisamente, éstas ponen en el centro el principio de que «um ge-
específica aislada, han contribuido a justificar esa negación ge-
neración debe encargarse de la educación de la siguiente», lo cual no me pare-
neracional;37 los filósofos del derecho y los juristas que celebran ce en modo alguno compatible con la tesis del niño ciudadano.
la liberación y el derecho de los niñosJs e incluso las potencias 39. Pienso, por ejemplo, en el texto del prefacio que la psicoanalista Maud
Manonni escribió para la edición francesa del famoso libro de A. S. Neill (tam-
37. Véase el libro de Dominique Ottavi, De. Danvin ii Piaget. Po1w une his- bién psicoanalista), Libres enfants de Summerbill, París, J\llaspero, 1970, en el
toire de /a psycbologie de l'enfant, París, CNRS Editions, 200 l, quien traza de que el autor exaltaba la «autonomía infantil, es decir, el derecho del bebé a vi-
manera muy precisa la génesis erudita de esta valorización extrema de la in- vir libremente».
40. Sobre esta cita y las siguientes, véase Freud, S., L'lntfret de la psychmzaly-
fancia.
38. Véase ele A. Renaut, La Libératio11 des cnfmus, contribution pbilosophique se (1913), París, Retz, 1980.

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Dany-Robm Dufour El homo zappiens en la escuela

se opone a la coerción (como lo hizo después Hannah Arendt), es inmediatamente capaz de hacerlo y llega al mundo en un estado
nunca lo hizo para alentar ninguna actitud de no intervención ni S3lvaje, necesita la asistencia de los otros. La especie humana está
para aprobar la idea de que había que poner el foco exclusiva- obligada a hacer surgir de sí misma, poco a poco, por su propio es-
fuerzo, todas las cualidades naturales que corresponden a la huma-
mente en el niño. Muy por el contrario, Freud fu e el primero en
nidad. Una generación debe encargarse de la educación de la si-
cuestionar la supuesta inocencia del niño: recordemos su famo-
guiente [... ). La disci plina impide que el hombre deje que sus incli-
sa definición del niño corno un «perverso polimorfo» utilizada naciones brutales lo desvíen de su destino, de la humanidad. Por
en sus Tres ensayos sobre la se:rualidad (1905). Muy tempranamen- ejemplo, es necesario que la disciplina lo modere para que el hom-
te había descubierto «en los niños impulsos pulsionales social- bre no se lance al peligro como un ser indómito o atolondrado.41
mente inutilizables o perversos» ante los cuales invitaba a reac-
cionar. Por supuesto, no mediante una represión violenta de Obsérvese que, en esta perspectiva, la di sciplina no podría
esos impulsos, pues toda coerción só lo serviría para hacerlos re- bastar para fo rmar al sujeto crítico, sólo es el vector de la educa-
surgir de algún otro modo, pero tampoco dejando que se desa- ción:
rrollara libremente lo que él no dudaba en llamar «la maldad in-
fantil». Freud apuntaba a «la civilización». Era indispensable sa- La disciplina es puramente negativa, pues se limita a despojar al
ber canalizar esos impulsos a favor de la civilización: «Nuestras hombre de su ca rácter salvaje; la instrucción, por el contrario, es la
mejores virtudes, escribió, nacieron como formaciones de reac- parte positiva de la educación. El sa lvajismo es la independencia
ción y sublimación sobre el humus de nuestras peores disposi- respecto de todas las leyes. La disciplina somete al hombre a las le-
c10nes». yes de la humanidad y comienza a hacerle sentir la obligación de las
En este sentido, Freud era completamente kantiano, como leyes. Pero esto debe suceder tempranamente. No hay nadie que,
desatendido en su juventud, entre en la disciplina, entre en la cul-
también lo es Hannah Arendt. Kant sostenía que para formar un
tura (pues así podemos llamar a la instrucción). El que no ha sido
sujeto crítico había que bloquearle la posibilidad de hacer Ün
cultivado es bruto; el que no ha sido disciplinado es sa lvaje. La fa l-
mal uso de su libertad. Así es corno, en sus Reflexiones sobre la ta de disciplina es un mal peor que la falta de cultura, pues esta úl-
educación, pone de relieve el motivo generacional y propone que tima puede remediarse más tarde, mientras que ya no es posible de-
«no sólo debernos educar a los niños según el estado presente de sembarazarse de l salvajismo ni corregir la fa lta de disciplina.
la especie humana, sino en concordancia con un estado futuro
posible y mejor, es decir, de conformidad con la idea de la hu- Desde el punto de vista de la educación, la ruptura entre la
manidad y su destino total». 41 La condición para la formación modernidad y la posmodernidad es sobrecogedora: una genera- ··
crítica del individuo es que el hombre pueda pasar de un estado ción ya no se ocupa de la educación de la siguiente. Al haber de-
salvaj e, un estado de hecho, a otro estado que aún no existe pe- saparecido el motivo generaciona l, ya no hay más disciplina y,
ro que debe ser. Y no se pasa de un estado al otro sin disciplina, como ya n.·o hay disciplina, no hay más educación. El aparato es-
tal como indica Kant: colar posmoderno presenta, pues, esta sorprendente particulari-
dad: precisamente cuando la obligación de asistir a la escuela ca-
La disciplina nos hace pasar del estado sa lvaje al del hombre. Un si se ha generalizado (por primera vez en la historia), cada vez
animal es, por su instinto mismo, todo lo que puede ser; una razón hay menos educación.43
ajena a él ha tomado de antemano por él todos los cuidados indis-
pensables. Pero el hombre necesita su propia razón. No tiene ins-
tinto y necesita hacerse su propio plan de conducta. Pero, como no 42. Esta cita y la siguiente fueron tomadas de Kant, Traité de pédagogie
(1776-1787], París, Hachette, 198 1.
41. Kant, Réflexions sur l'éducation, Pa rís, Vrin, págs. 79-80. 43. Síntoma manifiesto de la desaparición del principio generacional: el

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Dany-Robeit Dufour Et horno za ppicns en la escuela

audiovisual», que se desarrollaba paralelamente a esta «revo lu-


¿Qné es un pedagogo?
ción pedagógica», de modo ta l que lo que hoy se aplica en la es-
Si no queremos correr el riesgo de no entender nada, debe- cuela es el modelo del talk show tel evisado en el que todos pue-
mos distinguir dos tipos de pedagogo: den dar su opinión «democráticamente».
En estas condiciones, todo en el saber llega a ser un asunto in-
- el peda{Jogo posmodenzo es aquel que, por el bien de los ters_ubj_eci.v9. Ya no hay que hacer ningún esfuerzo crítico para
alumn;s, renuncia a proponerles los trabajos que los jó- a?~naonar el pr~pi? punto de vista a fin de aceptar otras propo-
venes ya no tienen la habilidad de realizar. A éstos puede s1c10nes menos l1m1tadas, menos especiosas o mejor construidas.
aplicárseles el adagio que reza «siempre hay que descon- Lo que resulta del todo intolerable en este discurso es el profe-
fiar del que obra por el bien de los demás»; sor que lleva y empuja incesantemente a sus alumnos a la función
- el simple pedagogo es aquel que procura por todos los me- crítica. Este es ahora el enemigo contra el que hay que empren-
dios posibles hacer que el alumno entre en el discurso del derla, el que no respeta el punto de vista del «joven». Por otra
saber, situándose en la función de proposición y situando parte, muchos pedagogos posmodcrnos «explican» así la violen-
al alumno en la función crítica ..¡.¡ cia que se da hoy en la escuela: los «jóvenes» reaccionan a la au-
toridad i~~ebida de los profesores. Y ciertos pedagogos posmo-
Planteada esta distinción capital, me resta agregar que Han- dernos militantes hasta llegan a comparar la resistencia que opo-
nah Arendt había señalado perfectamente las tres características ne la clase obrera a los patrones ¡con la resistencia de los «jóve-
principales de las premisas de la pedagogía posmoderna ya en la nes» a la educación! 46 Equiparan pues, sin ningún miramiento, la
década de 1960 (afirmación de la autonomía del niño, promo- disimetría entre el saber del profeso r y el del alumno -en la cual
ción de una forma de enseñar sin referencia a la materia enseña- se funda toda relación educativa- con la violencia de la domina-
da, sustitución del aprender por el hacer).;; Cuarenta años des- ción social. No advierten que, en realidad, si muchos jóvenes se
pués, encontramos esas mismas premisas en el discurso de los ven hoy arrastrados a la violencia, ello se debe a que el sistema
pedagogos posmodernos. El modelo educacional que preval~~e que esos mismos adultos instauraron no les deja ninº1lna otra sa-
hoy contra el «a rcaí?mo» ha integrado la famosa «revoluc1on lida: fueron «producidos» para escaparle a la relaciÓn de sentido
y a la paciente elaboración discursiva y crítica. Por ello es fácil
predecir, contradiciendo las certezas de los pedagogos posmo-
desarrollo de la política llamada del «hermano mayor» (que consiste en poner dernos, que cuanto menos entren en la relación profesor/alum-.
a «pares», sólo un poco mayores, para asegurar la autoridad en los cursos de
no,_!_anto más sujetos estarán los jóvenes a la violencia.
recreación, en los barrios, en los autobuses, etc.).
++. Sobre la construcción de este espacio discursivo específico, véase nues- En efecto, si uno sale de la relación de sentido, sólo puede ir
tro artículo titulado «Tractarns pédagogico-philosophique», Pbilosopbie dn lan- hacia la pura relación de fuerzas y hacia una era de violencia ge-
gage, estbétique et éducation (dirigido por P. Berthier y D.-R. Dufour), París, neralizada; aquí me refiero justamente a todos esos aconteci-
L'Harmattan, t 996. mientos trágicos que actualmente se cuentan por decenas en los
-15. Arendt, H., «La crise de la éductaion», ibíd., págs. 232-237. Hannah países desarrollados y que disimulan mil es ele otros actos más
Arendt explica cómo estas tres ideas pedagógicas, al tiempo que liberan al ni-
ño de la autoridad de los adultos, lo enLregan en realidad a una «autoridad mu-
cho más temible y verdaderamente tiránica: la tiranía de la mayoría de edad». 46. En una entrevista publicada en el Joumal de Snint-Denis (nº 344, año
Nótese que la segunda idea, la promoción de una forma de enseñar sin refe- 2000), el sociólogo B. Charlar asimila así, sin ninguna otra forma de proceso,
rencia a la materia enseñada, fue ampliamente retomada por Jean-Claude Mil- al alumno cuyos camaradas bautizan «bufón» (aquel que en la clase se esfuer-
ner en su resonante juicio contra el pedagogismo. Véase Milner, J.-C. De l'é- za y habla con los profesores) con el que en las lógicas de resistencia se llama
«colaboracionista ».
cole, París, Seuil, t 984.

160 161
Dany-Robert Dufour
El horno zappiens en la esmela

comunes de violencia (chantajes, robos, violaciones, agresiones,


vandalismo, imposibilidad de enseñar, etc.). Este fenómeno
tigadores es, esencialmente, la interpretación sociológica de !os
hechos de violencia escolar (ya sabemos: para poner fin a la v10-
afecta a todos los países desarrollados. Ya cité la masacre de Lit-
lencia, basta con compensar las desigualdades sociales)/8 en ~an­
tleton en Estados Unidos y la de Erfurt; también podría agregar
to que lo que preocupa a los políticos es o?~ª~ ~olament~ .t~men­
la que vivió Japón, por ejemplo, en junio de 1997, en Ki:ibe: un
do como objetivo la disminución de la vlSlbihdad mediauca de
niño de catorce años asesinó a dos niñas y a un varón de once a
estos mismos hechos.
quien decapitó antes de colocar su cabeza delante d.e la escuel~ a
la que concurría. El 28 de enero de 1998, en una cmdad media-
na situada a cien kilómetros de Tokio, un chico de trece años " l os.1
Puesto que ya no los educamos ... ¡anestesiemos
apuñaló hasta dar muerte a su profesor de inglés pues ya no so- '
portaba que le reprochara sus frecuentes atrasos. El 10 de febre-
En los Estados Unidos han encontrado una «respuesta» muy
ro de 1998, en Tottori, a ciento veinte kilómetros al noroeste de
norteamericana para tratar de contener los efectos demasiado
Ki:ibe, dos gemelos de catorce años salen a la calle, eligen al azar
dañinos de los brotes de violencia en los que, de cierto modo,
a una anciana, la matan a cuchilladas y explican que, cito, «des-
quedan acorralados los «jóvenes». Se atribu~e la causa a la nan:-
pués de esto ya no tendremos que ir a la escuela». En Francia,
raleza de los individuos implicados y se olvida que esos desdi-
en 1999, dos alumnos secundarios lanzan desde lo alto de una
chados adolescentes fueron producidos tales como son. En lugar
escalera a un compañero para castigarlo por ser buen alumno.
de tratar de entender lo que tantos niños diagnosticados como
Desde entonces, hubo varios asesinatos o intentos de asesinatos
«inquietos» o «hiperactivos», que pasan incesantemen~e al acto,
cometidos por estudiantes secundarios de los alrededores y tam-
ya no consiruen expresar con palabras, hoy se los remite a ellos
bién en instituciones escolares de diferentes regiones. Sólo en el
mismos m:dicándolos a edades cada vez más tempranas. Se es-
tima qu~ entre 5 y 1Omillones de niños de las escuelas primarias
año 2000, se dieron a conocer en Francia numerosos casos de
extorsión (por ejemplo, manifestaciones de padres en Montepe-
y secundarias estadounidenses hoy están bajo lo~ efect?s de la
llier, Vénissieux, Beauvais), de violencia entre alumnos (Mames,
«Ritalina», Esta droga (semejante a las anfetammas) tiene un
Longwy), de agresión a profesores (Estrasburgo, Brive) o de ata-
poder calmante en los niños inquietos q~e opera estimula~d_o la
que a establecimientos con cócteles molotov (Bondy). .
vigilancia, pero provoca también los m1sm?s efectos ad1c~v~s
Ante estos acontecimientos, muchos expertos en pedagogia
que la cocaína o los opiáceos!9 C_on esta camisa de fu~rza qum_i1-
posmoderna quisieron que se creyera, como de costumbre, que
ca empleada en gran escala y en el largo plazo, se cierra el Clf-
se trataba de meras construcciones mediáticas. Fue necesario
cuito de la creación y el control de sujetos psicotizantes.
que los hechos se encadenaran hasta dar un giro trágico para que
se reconociera públicamente la gravedad de lo que estaba suce-
48. Error, por lo demás, muy difundido en la izquierda: Jospin, desde que
diendo. Y para que, del 5 al 7 de marzo de 2001, se abriera en el era ministro, creía también que bastaba con restablecer el pleno empleo para
palacio de la Unesco de París la primera conferencia mundial reducir la violencia.
dedicada a «la violencia en la escuela y las políticas públicas», 49. Véase Gavarini, L., La Passion de l'enfant, París, Denoel, 2001 , cap.
con la participación del Primer Ministro. Por supuesto, la cues- «Les enfants hyperactifs>>, págs. 347 y sigs. Destaquemos que actualmente en
los Estados Unidos se están llevando adelante varios juicios por casos severos
'-t tión de la desestructuración simbólica, propia del período pos-
de adicción y hasta de muerte imputados a la Ritalina (véase «Le proces de la
moderno, nO-:fu;;bordada,ü-ya que lo que preocupa a los inves- Ritaline» un arúculo de L'Expms del 26 de octubre de 2000 de Gilbert Char-
les). Esto.no es todo: en 2001, los médicos estadounidenses redactaron más de
47. Véase el programa de la conferencia en <www.obs-violence.pratique.fr-
2 5 millones de recetas de antidepresivos para niños y adolescentes, véase el si-
./programme/5mars.html>.
ti'o <www.alternative-sante.com/trucsante/nouvelles.asp> .

162
163
Dany-Robert Dujimr El homo zappiens en la escuela

Francia y los demás países desarrollados todavía no han lle- tajas de la lógica no son sino abusos de poder de los «intelectua-
gado tan lejos en el control químico de las poblaciones jóvenes/º les» o del pensa miento «occidental». Fundamentalmente hay
pero avanzan en ese sentido: la prescripción de antidepresivos a que mo~trarles qu e no hay nada en qué pensar, no hay objeto del
niños y a adolescentes ya ha comenzado a ocupar el espacio me- pen~~m1ento: ~ocio está en _la afirmación de uno mismo y en la
diático.;1 gest1on, a traves de las relaciones, de esta afirmación de uno mis-
No obstante, por el momento, se promueve activamente el mo que hay que defender, como debe saber hacerlo todo buen
abandono de la relación de sentido y se transforma la escuela en consumidor. ~n resumidas cuentas, se trata, en el mejor de los
lo que ].-C. Michéa llama l_a «Escuela del capjtalismototal».n Es casos, de fabricar cretinos pleitistas, adaptados al consumo.
decir, una escuela que debe formar a !Os jóvenes en la pérdida del · Por supuesto, es muy probable que muchos pedagogos no
sentido crítico a fin de producir un individuo flotante, abierto a apunten a ese objetivo._?ólo quieren adaptarse al estado en que
todas las presiones consumistas. En esta escuela, a la que asisten encuentrtn hoy a los «Jovenes» en la escuela. Pero al adaptarse,
las mayorías, «deberá enseñarse la ignorancia de todas las mane- en nombre de la compasión, contribuyen a banalizar la situación
ras concebibles». Por lo tanto, primero hay que reeducar a los catastrófica, respaldando !a idea de que la educación sólo debe
docentes siguiendo los principios de los expertos en pedagogía concebirse atendiendo a !a acción humanitaria. Este uso de los
posmoderna, quienes les mostrarán que ya no hay que enseñar servicios de los pedagogos suministra un ejemplo más de la ex-
nada, para entregarse, en cambio, únicamente a los sentimientos traordinaria aptitud del neoliberalismo para integrar y utilizar
del momento y a gestionar su realización con actitud ganadora. en su provecho los esquemas libertarios de la década de 1960.n
Se trata pues, según ].-C. Michéa, de imponer las condiciones Es verdad que Luc Ferry, el actual Ministro de Educación
de una «disolución de la lógica»: dejar de discriminar lo impor- que no ~culta sus referencias kantianas, pretendió corregir cier~
tante de lo secundario, admitir sin vacilar lo mismo y lo contra- tos desvws provocados por la idea de situar al alumno «en el
rio ... Se apunta a desbaratar nada menos que las categorías kan- cent~o del si~tema ».H No obstante, es fácil comprobar que en
tianas del pensa miento crítico que son las que permiten unificar un ano, el m1mstro Ferry no aplicó ninguna de las recomenda-
todo el campo de la experiencia. Así vemos cómo se instala, in- ciones _del filósofo F~rry ... Por otra parte, los antiguos equi-
cluso en la universidad, toda una corriente de investigaci§n pe- pos, as1 como los antiguos _dogmas pedagógicos (el de la «lec-
dagógica posmoderna. Sobre todo, hay que evitar_p_ediEles a los tura glo?al», por ejemplo) continúan ocupando el lugar de
«jóvenes» que piensen. Primero hay que distraerlos, anÚnarlos, siempre." Con frecuenci a se tiende a pensar que el ministro ha
no abmmarlos con cursos sino dejarlos hacer zapping de un te- t~nido impedimentos para actuar en la medida en que debe
ma a otro a su gusto y a merced de las interacciones. Sencilla- e¡e_rcer su cargo en un contexto difícil marcado por la sensible
mente, hay que hacerles contar sus vidas, mostrarl es que las ven- retorma del régimen de retiro, por las fuertes restricciones
presupuestarias que afectan su área de gestión (fueron suprimí-

50. Aunque no podemos esta r tan seguros: el profesor Rufo, en la encues-


53. Sobre la integración ~e la protesta libertaria en el neoliberalisrno, véa-
ta reali zada en 1990 citada antes, estimaba que en Francia uno de cada tres ni-
se la obra de Luc Boltanski y Eve Chaipello, Le Nouvel Esprit du capitalimie Pa-
ños toma o tomó «algo» para dormir. El acostumbramiento comienza, pues, rís, Gallimard, 1999. '
muy tempranamente y continúa: no olvidemos que Francia ostenta el triste ré-
54. Ferry , L, Lettre a taus ceux que aiment l'école, París, Odile Jacob/Scé-
cord del mayo r consumo de psicotrópicos. ren-CNDP, 2003.
51. Véase el tema de la emisión de 90 minutes, «Antidepresseurs pour en-
55. Véase la acusación de la obra colectiva Sauver les lettres: «Luc Ferry:
fants? », Canal+, 16 de marzo de 2002.
cuando decir no es hace r», documento que puede consultarse en <www.sauv.
52. Michéa, J-C., L'Enseigru:ment de l'ignomnce, Castelnau, Climats, 1999. net> .

164 165
Dany-Robert Dufour El horno zappiens en la eswela
,
dos miles de puestos de celadores precisamente en el momen- . Las instituciones educativas (y, entre ellas, la universidad)
to en que se deploraba el aumento de la violencia escolar), por tienen ahora la misión de acoger a poblaciones flotantes cuva
la descentralización de una parte del personal docente y bajo la relaci.ón con el _s~ber se ha vuelto una preocupación muy a~­
poderosa presión ultraliberal que alaba cada vez más la pres- cesona y esporad1ca. En materia de educación, se trata, sobre
cindencia del Estado respecto de la educación. Pero la coyun- todo, d~ mantene.r ocupados a los futuros desempleados el
tura poco favorable no es, en nuestra opinión, la verdadera ra- ma~~r tiempo posible y al menor costo. Ante nuestros ojos se
zón de que la acción del ministro se haya empantanado hasta esta instaurando un nuevo tipo de institución flexible, cuyo
tal punto. Antes bien, lo que la obstaculiza tanto es el error de secreto posee la posmodernidad, una institución a medio ¿a-
análisis en que se basa. El ministro se obstina, en efecto, en m~no en~re ho.ga: juvenil y casa de la cultura, hospital de día y
creer que lo que explica la deriva pedagógica es ese mayo del asilo social, asm11lable a un parque de diversiones de atracción
68 en bloque y sin matices (lo que él llama «el pensamiento del escolar.
68) y no que la escuela se adaptó a un individualismo ajustado Esta misión principal no excluye evidentemente ciertas zo-
al nuevo espíritu del capitalismo. El ministro, ciego a las ver- nas residuales de producción y reproducción del saber en las
daderas razones del profundo malestar en la escuela, evidente- que las nuevas tecnologías están llamadas a cumplir un papel
mente no puede tomar las medidas tendientes a volver a esta- pre~onderante («todas las tareas repetitivas del profesor que-
blecer como finalidad de la educación la promoción del espíri- daran grabadas y almacenadas», prometía aleo-remente el ex
. . b
tu crítico. Por consiguiente, lo que queda de sus declaraciones m1111stro en la entrevista ya citada concedida a Le JV/onde. Des-
es un simple discurso contra las desviaciones precedentes que de hace algunos años y fuertemente influida por owanizacio-
se parece mucho a una cortina ele humo ele uso político. Por nes internacionales (OCDE, Unesco, Banco Mundial y Unión
cierto, el ministro reafirma los graneles principios, pero las de- Europea), esta segunda red está en plena reconfio-uración ten-
claraciones hacen las veces de una ilusión óptica que oculta ca- diente a orien.tar la formación hacia la industria. Por supuesto,
da vez más las voluntades reales de privatización rampante de de?e es.tar abierta a la competitividad, lo cual supone que las
la educación. Pues, al tiempo que se propagan discursos tran- u111vers1dades ya no sean las únicas que ocupen el nicho de Ja
quilizadores, los trabajos de liberalización de la educación con- formación.n Por lo tanto hay a la vista un vasto mercado de la
tinúan.'6 fo~~ación en el cual las nuevas tecnologías de la información /.
Al pasar, hay que reconocer que los gobernantes han logra- y de la comunicación -que cumplen las tareas repetitivas de la
do cumplir una gran hazaña, que se inscribe perfectamente en enseñanza- pueden acoplarse a la «pedagogía diferenciada».' 3
su política comunicacional, al nombrar a un kantiano para que Entretanto, en el nivel de la enseñanza superior, se asegura de
utilice así semejante cargo. Falta saber cuánto tiempo podrá manera cada vez más exclusiva la formación y reproducción de
permanecer dicho ministro en sus funciones en estas condi-
c10nes.
57. En este sentido, véase, por ejemplo, el aráculo de P. J\!Iillot «La rccon -
figuration des universités selon l'OCDE», Actes de la recherche en ;-ciences socia-
les, nº 148, junio d.e 20°-3. Lo interesante de los estudios de la OCDE es qu e
56. Primer tiempo de esta privatización en la enseñanza superior: la inde- declaran sus objetivos s111 ambages ni vergüenza. Quien quiera convencerse
pendencia y la autonomía de las universidades, ya adoptadas por la Declaración puede v1s1tar la página «educación» del sitio de la OCDE, <www.oecd.org >.
común de los ministros europeos de educación del 19 de junio de 1999 de Bo- 58. En su pnnc1p10 fundamental, la pedagogía diferenciada consiste en res-
lonia. Véase <www.education.gouv.fr/realisations/education/superieur/bologne. ponder de manera circunstanciada a las dificultades que encuentra cada estu-
htm>. diante durante su aprendizaje.

166 167
Dany-Robert Dufour

las elites (otra función decisiva de la Escuela del capitalismo) a


través de los grandes colegios y otros nuevos que los imitan o,
mejor aún, cuando es posible, en los colegios y universidades
3. La negación
de excelencia, privados, enormemente costosos, de los Estados
Unidos donde cada alumno paga alrededor de 25.000 dólares
por añ;. Ahora bien, estas formaciones,, ~s justo decirlo, con_ti-
de la diferencia sexual
núan funcionando según un modelo cnnco duro y se mantie-
nen lejos de las desviaciones pedagógicas destinadas a ocupar a
la mayoría.

Por consiguiente, la fabricación de un individuo apartado de


la función crítica y susceptible de una identidad flotante no de-
be nada al azar: está decididamente a cargo de la televisión y de
la escuela actuales y obedece a una nueva lógica igualitaria al ser-
Acabamos de proponer la idea de que la posmodernidad se
vicio del sistema neoliberal. 59 La instauración de esta lógica im-
basa en una negación de la diferencia generacional. Ahora pode-
pone que una generación precedente ya no ~sté en condiciones
mos agregar que esa negación se refiere a lo real: aquí no se ~s­
de ocuparse de la educación de la que le sigue. Como conse-
tá negando un acontecimiento histórico (como en los negac10-
cuencia de este corte de la transmisión, en alto grado preocu-
nismos, por ejemplo), se trata de un hecho orgánico sobre el
pante en nuestras sociedades evolucionadas, el s~jeto posmoder-
cual, sea como fuere, no tenemos ningún ascendiente. Por ejem-
no se representa como inengendrado, en el sentido en que se ve
plo, la muerte es algo que se sustrae a nuestra influencia. No la
en)a posición de ya no deberle nada a la generación anterio~. E
decidimos, estamos condenados por lo real y ese real que vale en
incluso ocurre lo contrario, es como si todo le fuera debido,
general es que los de la generación anterior mueran antes que
puesto que se lo ha echado al mundo sin_ pregu~~arle su op'.nión.
los de la siguiente. Los sujetos hablantes sólo podemos tratar de
Probablemente estemos asistiendo a la mvenc10n de la pnmera
inscribir en nuestra organización simbólica ese hecho real con el
generación no erigéndradá. Si éste fuera el caso; a~n se ~~s es-
cual tenemos que arreglárnoslas. Y es lo que hacíamos hasta ha-
capa la medida de los efectos que pueda tener esta mvers1on de
ce poco. Por ejemplo, esta inscripción simbólica puede advertir-
la antigua deuda simbólica.
se en el hecho de que en numerosas lenguas el patronímico del
hijo retoma el patronímico del padre agregándole la mención
«hijo de ... ». O el hijo retoma el nombre de un antepasado. Así
es como, según dice Kant, una generación se encuentra en la po-
sición de ocuparse de la educación de la otra. En ese sentido, po-
demos decir que toda negación de la diferencia generacional só-
lo puede acarrear una desimbolización, que es lo que he inten-
tado mostrar en lo referente a la escuela. Ante esta negación, el
sujeto hablante debe responder al mandato imposible de fundar-
se a sí mismo solo.
Hay una segunda diferencia del mismo tipo: la diferencia se-
59. Véase el capítulo 4. xual. Esta corresponde, como la primera, a lo real; me encuen-

168
169
La negación de fa dife1wcia sexual
Dany-Robm Dufom·

SORPRESA ...
tro así, lo quiera o no, en un cuerpo o bien de niI1a o bien de va-
rón y debo arreglarme como pueda con esa rea lidad, si es nece-
Las declaraciones de Al louch que acabo de citar aparecieron
sa ri o acomoda ndo las disposiciones simbólicas o imagi narias
en el sitio de Internet CEdipe, «Portail des psychanalystes fran-
qu e hagan falta.
cophones». Ahora bien, si hay un concepto en el psicoanálisis
Con estas dos diferencias, nos encontramos ante las determi-
que organiza esta doble diferencia, se:-..'Ual v• ::>aeneracional , es pre-
naciones reales profundas que pesan sobre todo sujeto. En efec-
cisamente el complejo de Ed ipo. La sorpresa consiste pues en
to, cada uno debe al menos arreglárselas con estos dos hechos
que se pueda, al mismo tiempo, embanderarse bajo la insiania
del Edipo y asombrarse de que alguien se refi era a la difere~cia
naturales - haber nacido de la generación anterior y haber naci-
do varón o mujer- para poder encontrar su lugar en la aventura
se}aial. Pero esto es lo que ocurre hoy: por lo menos una co-
humana y asumir su destino.
rriente psicoanalítica niega hoy la diferencia sex.'Ual, al tiempo
Ahora bien, esta diferencia serna! hoy también es objeto de
que se mantiene en el corazón de los pensamientos freudianos y
una s~vera negación posmoderna. Sabemos bien que hay dos se-
lacamanos. Recordemos que Freud presenta el complejo de Edi-
xos, sm embargo ... no por ello deja de promoverse lo zmisex. Es-
po con la forma de una prohibición, es decir, de una no relación
t? podemos verlo en una cantidad de hechos de la sociedad, par-
entre las relaciones de alianza y las relaciones de filiación. Para
tJcula:mente en todo a~uel lo que gira alrededor de las múltiples
Freud, esta interdicción es esencial: es nada menos que una pro-
flotaciones de la identidad serna!, muy mediatizadas, y de las
hibición formadora del víncu lo social y del sujeto hablante. El
acuciantes reivindicaciones relativas a la adopción, incluso a la
Edipo, como suele decirse, es expresamente una pa rte co nstitu-
procreación, de niños por parte de parejas homosernales. Todas
tiva del ensamblaje de esta doble diferencia, sexual y gene racio-
ellas son actitudes que, en los hechos, suponen haber terminado
nal. Si se niega que exista la diferenc ia sexual, sencillamente ya
con la diferencia sexua l. Pero, más que comentar estos fenóme-
no es posible el ensamblaje.
no:, me interesa interrogarme sobre un hecho que, en mi opi- De modo que, en la posmodernidad, hay psicoanalistas que
mon, resulta muy sintomático: la caída de la referencia a la dife-
«olvidan» que la referencia al mito de Edipo es constante en la
r~ncia serna! en el se no mismo del pensamiento que había ofre-
obra de Freud. En efecto, aparece ya en 1897, en una carta fa-
cido su definición más rigurosa, el psicoanálisis. Así es como lle-
mosa dirigida a vVi lhclm Fliess: «Descubrí en mí, como en tan-
gamos a oír ajean Allouch, 1 psicoanalista reconocido e influyen-
tos otros, sentimientos de amor en re lación con mi madre y de
te, rebelarse contra esos «psicoanalistas que se han puesto a de-
celos respecto de mi padre, sentimientos que, según creo, son
fender la diferencia serna!, a decir que hacen falta un papá y una
comunes a todos los niños pequeños[ ... ]. Si esto es así[ ... ], po-
mamá para hacer un bebé, etc. ¡En nombre de Lacan!». Por su-
demos comprender el efecto cautivador de Edipo rey[ ... ]. Cada
puesto, no todo el psicoanálisis ha tirado de golpe por la borda
espectador [de la obra de Sófocles] fue algún día un Edipo en
esta categoría, pero el hecho de que el psicoanálisis, invención
germen».1
moderna si las hay, haya sido alcanzado por la posmodernidad
Recordemos además que Freud hizo este descubrimiento al
me parece un dato que merece nuestra atención.
mes de la muerte del padre y que ese hallazgo marcó la nota so-
bresaliente de un período de intensas relaciones con Fliess; que

2. Freud, S., Ln Nnisstmce de la p,ychnnnlyse, trad. de A. Berman, París, PUF,


carta del 15 de octubre de 1897.
3. Éstas fueron sobre todo relaciones epistolares, ya que Fliess vivía en Ber-
l. Véase b entrevista de J. Al louch en <www.redipe.org/interview/in- lín . Sobre las relaciones de Freud y Fliess, véanse los excelentes estudios de
dex.php>.

171
170
Dany-Robert Dufour La negación de la diferencia sexual

Freud llamó (durante algunas semanas solamente) su «autoaná- dio del psicoanálisis (1938), Moisés y la religión monotústa (1939).
lisis». El reconocimiento y luego la generalización de estos sen- Lo cual equivale a decir que la red conceptual del psicoanálisis,
timientos «a todos los niños pequeños» señalan el aconteci- pacientemente construida por Freud se articula a partir de un
miento a partir del cual, en unos diez años, el síntoma freudia- eje, de un centro de gravedad constituido por el complejo de
no referente al mito de Edipo finalmente se transformará en Edipo. Por otra parte, Freud no vacilará en reconocer que el
concepto, más precisamente, en «complejo»! Hasta podría afir- complejo de Edipo fue la piedra de toque del psicoanálisis: «El
marse que el surgimiento de ese concepto constituyó la piedra psicoanálisis nos enseñó a apreciar progresivamente la impor-
angular teórica del psicoanálisis y permitió ensamblar otras pie- tancia fundamental del complejo de Edipo y podemos decir que
zas ya presentes a fines de la década de 1890: el mecanismo de la lo que separa a adversarios y partidarios del psicoanálisis es la
transferencia (a partir del análisis de su relación con Fliess), el importancia que éstos últimos atribuyen a ese hecho». 5
trabajo clínico cotidiano con los pacientes, el papel del padre, el A la hora de los balances, poco antes de su muerte, en el Com-
análisis de los sueños, el abandono de la teoría del trauma a fa- pendio de psicoanálisis, Freud evaluará sin ninguna ambigüedad el
vor de una teoría de la fantasía, concebida como una creación peso del complejo de Edipo en el edificio psicoanalítico: «Me
imaginaria promovida por un deseo libidinal más que como re- permito pensar que si el psicoanálisis sólo tuviese en su activo el
producción mnemónica de un acontecimiento real... descubrimiento del complejo de Edipo reprimido, esto bastaría
Freud no desmentirá nunca esta referencia al «efecto cauti- para situarlo entre las nuevas y preciadas adquisiciones del géne-
vador del Edipo rey» y la reiterará constantemente en casi todos ro humano». 6
sus trabajos, hasta tal punto que sería más fácil enumerar las Es verdad que, cuando uno examina un poco más atentamente
obras en las que no menciona el Edipo. Me limitaré a recordar las menciones, a menudo alusivas, hechas por Freud de la obra de
aquellas obras en las que Freud invoca la referencia de manera Sófocles, puede advertir muchas omisiones y algunas afirmaciones
bastante desarrollada, es decir, La interpretación de los sueños inexactas: 7 no menciona el suicido de Yocasta que sin embargo fue
(1899), Tres ensayos de teoría sexual (1905), Esclarecimiento sexual la causa de la inversión de la condición de Edipo; no hace ningún
del niño (1907), Cinco lecciones de psicoanálisis (1909), Sobre un tipo comentario sobre el aspecto de la esfinge; escribe que Edipo reci-
particular de objeto en el hombre (1910), Tótem y tabú (1912)'. Con- be del oráculo «el consejo de mantenerse alejado de su patria por-
ferencias de introducción al psicoanálisis (1916), Psicología de las ma- que llegará a ser el asesino de su padre y esposo de su madre», pe-
sas y análisis del yo (1921); El Yo y el Ello (192 3), Algunas consecuen- ro ese consejo no figura en el relato que Edipo le hace a Yocasta de
cias psíquicas de las diferencias anatómicas entre los sexos (1925), In- la consulta hecha al oráculo de Delfos. Además, ninguno de los
hibición, síntoma y angustia (1926), Sobre la sexualidad femenina elementos legendarios anteriores a la tragedia misma le inspira el
(1931), Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis (1932), menor comentario. Las interpretaciones que presenta Freud (so-
sobre todo la tercera sobre «La personalidad psíquica», Campen- bre la esfinge como sustituto del padre, sobre el enigma que remi-
te únicamente a la pregunta que se harían los niños de saber de
Eric Porge, Vol d'idées?, París, Denoel, l 994 y Freud-Fliess, París, Anthropos,
5. Nota agregada en l 920 a 7i·ois essais sur la théorie de la se.rnalité, trad. de
1996.
4. El término «Complejo» aparece por primera vez en un texto de 191 O, Un B. Reverenon-Jouve, París, Gallimard, 1962.
type particulier de choix d'objet chez l'homme, trad. de Jean Laplanche, en La Vie 6. Freud, S., Abrégé de psychanalyse (1933], trad. de Anne Berman, París,
se.melle, París, PUF, 1969. La palabra procede de Bleuler, un psiquiatra de Zu- PUF, 1975, pág. 149.
rich, a través de ] ung, su alumno, y designa un sistema de rep resentaciones 7. Véase sobre esta cuestión los comentarios de Conrad Stein, en su prefa-
que, aunque desconocido por el sujeto, ejerce una influencia decisiva en su cio a la reedición de la obra de Marie Delcourt, inicialmente aparecida en 1944,
CEdipe ou la Légende du Conquénmt, París, Les Belles Lerues, 198 l.
conducta.

172 173
Dany-Robert Dufour La negación de la difernzcia sexual

dónde vienen, sobre el hecho de que cegarse equivale a la castra-


sa de aclarar que esta versión de Freud pretende una posición
ción) no resisten un estudio preciso de los datos de la leyenda.8
de excepción. Esta jerarquía especial no tiene que ver con que
¿A qué conclusión debería llevarnos que Freud justifique su
esta versión sea la última, pues todas las que la precedieron,
referencia central con tanta ligereza? A ninguna. Si estos datos
cada una a su turno, lo fueron en su momento y habrá otras
no aparecen en el texto ,de Freud, ello se debió sencillam:nte a
que en el futuro ocupen esa posición después de la de Freud.
que no le interesaban. El apuntaba a otra cosa, que podnamos
Su singularidad estriba en que, a diferencia de todas las demás,
formular del siguiente modo: sólo utilizó el mito griego y el
ésta apunta, nada menos, que a proporcionar la lógica de la se-
nombre de Edipo para revelar, abrir y dar significación a un
rie en la cual se inscribe. Que Freud lo haya logrado plena-
campo de conocimientos sobre el hombre que hasta entonces
mente es otro asunto, pero que apuntaba a hacerlo es indiscu-
sólo afloraba en formas de ficción, la más famosa de las cuales
tible: si no, ¿por qué habría conectado al mito de Edipo gran-
siempre fue la de Sófocles. Al marcar con el nombre de Edipo
des relatos tales como el Hamlet de Shakespeare 10 o el de Moi-
fenómenos inconexos, Freud convirtió su «síntoma» en un cam-
sés de la Biblia, 11 sin mencionar todas las pequeñas narracio-
po implícito de investigaciones, caracterizado por el retorno ince-
nes, es decir todas las versiones producidas en todas las histo-
sante en la cultura de figuras religiosas, literarias, mitológicas, no-
rias familiares por todos los neuróticos? Desde el comienzo, el
velescas o teatrales, y transformó finalmente ese campo en una
cambio de denominación, el paso de la «leyenda de Edipo
esfera explícita de indagación. Con ese gesto, Freud intenta asir
rey» ( 1899) al «complejo de Edipo» (1910) significa expresa-
una modalidad que funciona en nosotros, opera en todos nues-
mente este deseo de subsumir cierta cantidad de versiones ba-
tros actos individuales y sociales y, sin embargo, es profunda-
jo la ley edípica.
mente ajena a la expresión familiar de nuestro pensamiento. Es-
Sabemos que fue Otto Rank quien justificó la corresponden-
ta modalidad pone claramente en juego la diferencia sexual: pa-
cia de cierto número de figuras narrativas a la gesta de Edipo
ra mí, niño varón, la que me interesa particularmente pertenece
proponiendo una estructura única para todos estos relatos en El
al otro sexo y a otra generación; y está prohibida porque la po-
mito del nacimiento del héroe.11 Compilando varias leyendas, entre
see otro hombre, mi padre. Para la niña es más complicado por-
ellas la de Lohengrin, Rank estableció una estructura del mito
que, en su caso, hay un «Edipo doble», 9 pe~·o esto.no cambia ,en
del héroe que re?ponde al ineluctable encadenamiento «edípi-
nada la afirmación que hace Freud de la diferencia sexual, solo
co»: el niño posee padres de alto rango y su nacimiento amena-
que en este caso la invoca doblemente. La figura del padre s~r­
za la posición del padre, quien por ello lo expone a la muerte,
virá en los dos casos de referencia para establecer las d1ferenc1as
pero gente humilde o animales salvan al niño y lo adoptan; lue-
sexuales y generacionales.
orro el niño encuentra a sus verdaderos padres, se venga del padre
Si bien es acertado decir, como lo hizo Lévi-Strauss, que
y alcanza la gloria. Por un justo retorno de las cosas, Freud se
conviene clasificar a Freud, después de Sófocles (y los indios
referirá a esta estructura en Moisés y la religión monoteísta.
pueblo y muchos otros), en la lista de las diversas versiones del
Cuando examinamos las etapas sucesivas en que se constitu-
mito de Edipo, sólo podemos hacerlo con la condición expre-
yó la «versión freudiana», nos damos cuenta de que, entre la pri-

8. Véase sobre este punto el análisis crítico de Vernant J.-P.; y Vidal-Na-


1O. Por ejemplo, en la carta a Fliess ya citada o en L'lnterprétation des reves
quet, P., «CEedipe sans complexe», en !Vlythe et tragédie en Gri:ce ancienne, Pa-
[1899], París, PUF, 1926.
rís, Maspero, 197 2.
11. En Freud, S., L'Homme Moire et la religion 111onothéiste, París, Gallimard,
9. Freud, S., «Quelques conséquences psychiques de la différence anato-
1986.
mique entre les sexes» [1925], La Vie sexue/, ob. cit.
12. Rank, O., Le !Vlythe de naissance du héros, París, Payot, 1984.

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Dany-Robm Dufour La negación de la dijáeuáa sexual

mera mención que hace Freud del mito de Edipo en 1897 y la orden del pensamiento moderno sobre la subjetivación. El com-
que propone al final de su vida en 1939, la referencia a Edipo plejo de Edipo está basado efectivamente en una amplia red con-
nunca dejó de producir en su discurso efectos heurísticos cuya ceptual en la cual la diferencia sexual está articulada con las no-
cronología puede escandirse fácilmente. Ante todo, se manifies- ciones de castración, culpa, falo, supe1yó, identificación, Edipo
ta el «efecto cautivador de la leyenda de Edipo rey» que respon- invertido, bisexualidad, etiología y «elección» de la neurosis, su-
de al hecho de que «cada espectador [de la obra de Sófocles] fue blimación. La unidad de estos términos no es equívoca: se refie-
algún día un Edipo en germen» (1899); luego parece que, me- re a los procesos ontogenéticos y psicogenéticos, en otras pala-
diante esta leyenda, se expresa «la esencia nuclear de toda neu- bras, a la inscripción simbólica de la pulsión. Entendemos por pul-
rosis» (l 908)ll y luego que ese núcleo es un complejo, es decir, sión esa realidad de doble faz, mitad orgánica mitad psíquica que
una forma ignorada por el sujeto que comanda su conducta impulsa a cada sujeto a encontrar el deseo hasta en lo más radi-
(1910). Desde que Freud hubo establecido el funcionamiento de cal que existe: el deseo incestuoso. En efecto, está en la natura-
ese «complejo» en la «psicología individual», le atribuyó un pa- leza del deseo querer lo imposible. Y por inscripción simbólica
pel en la comprensión de la «psicología colectiva»'• y lo convir- entendemos aquello que, al fin de cuentas, distribuye a cada uno
tió en la palanca de su oposición a las ideas de Jung: «Según mi en su lugar en las dos diferencias en virtud de las cuales se con-
hipótesis [en Tótem y tabú], lo que le sugirió a la humanidad en serva y se perpetúa la especie humana, vale decir, la diferencia
su conjunto, al comienzo de su historia, la conciencia de la cul- sexual y la diferencia generacional. Esta primera red conceptual
pa, esta fuente última de la religión y la moral, fue el complejo de orden ontogenético y psicogenético se duplica inmediata-
de Edipo». Después de la Urhorde, Freud, siempre armado del mente en otra red en la que esta inscripción, por ser simbólica,
complejo de Edipo, reconstruirá otro tiempo clave de la historia se supone un fenómeno de civilización que a su vez correspon-
humana: el del nacimiento del monoteísmo, en el cual la «des- de al proceso filogenético. Dicho de otra manera, lo que en el
materialización de Dios», a favor del «Nombre de Dios» (pue- complejo de Edipo se le presenta al sujeto en forma de conflic-
de verse en esa expresión el antepasado directo del «Nombre- tos -crisis y resoluciones en el curso de la dialéctica que lo lleva
del-Padre» lacaniano), marca el paso de la «Sensualidad a la in- a su advenimiento- sólo puede concebirse como el reverso de un
telectualidad» (Moisés y la religión monoteísta). i; El padre queda proceso cuyo anverso remite a la antropogénesis y a la filogéne--
así vinculado con formas culturales de puesta en escena de la pa- sis y, al fin de cuentas, al mecanismo de la civilización. Esta se--
ternidad (es decir, con lo que nosotros evocamos con el rol del gunda red conceptual, articulada con la primera, que desarrolla
gran Sujeto). las implicaciones del complejo de Edipo en el campo del funda-
Puede decirse, pues, que Freud supo traducir su «síntoma», mento de las sociedades y de la civilización, de la organización
descubierto indirectamente y por sus propias preocupaciones en social y política, del derecho, la moral y la religión, es particu-
1897, en un inmenso campo de saber que, finalmente, cambió el larmente evidente en textos tales como Tótem y tabú, Psicología de
las masas y análisis del yo, Malestar en la cultura y Moisés y la reli-
13. En Les Théories sexue/les infantiles, La Víe se.melle, París, PUF, 1969.
gión monoteísta. La dinámica temporal del co mplejo de Edipo así
14. Retomo las palabras del mismo Freud. ampliada a la «psicología colectiva», que toma su material y sus
15. He aquí el pasaje clave: «Sabemos que Moisés había conferido a los ju- tesis antropológicas de Frazer, Robertson y Darwin, puede
díos el orgullo de ser un pueblo elegido; la desmaterialización de Dios agrega enunciarse del siguiente modo: 1) se supone que existe un padre
una pieza nueva y preciosa al tesoro secreto del pueblo. Los judíos conservaron violento y celoso que quiere para sí a todas las mujeres, lo cual
el rumbo de los intereses espirituales; el malestar político de su nación les en-
provoca: 2) que los hermanos se asocien para matar al padre y se
sefió a apreciar en su justo valor la única propiedad que les restaba, su Escritu-
ra», en Freud, S., L'Homme Mofre et la religión rnouothéiste, ob. cit., pág. 214. den un festín totémico, 3) que nazca la rivalidad de los herma-

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Dany-Robe1t Dufour La negación de la diferencia sexual

nos después del asesinato del padre, 4) que surja en los hijos el se completa como sujeto mediante una repetición resumida v rá-
sentimiento de culpa y el repudio del acto, 5) que se instituya un pida de esta historia, mientras que, por el otro, el sujeto ad;eni-
tótem correspondiente al culto de la muerte, la promulgación de do, únicamente lo es por inscribirse de inmediato como ao-ente
o
la ley, la prohibición del incesto. del proceso histórico y de civilización en curso.:º Lo cual, ade-
Mientras la primera red conceptual desarrolla las implicacio- más de las consecuencias teóricas de la proposición, particular-
nes del complejo de Edipo en cuanto al vínculo personal y fami- mente la de combinar ontogénesis y filogénesis, no deja de tener
liar, la segunda red pone en juego el complejo de Edipo en una un efecto práctico: así, por ejemplo, Freud buscó la «escena pri-
teoría de la Kultur (civilización) y el vínculo social. Esta segun- mitiva» no sólo en la historia del individuo sino también en una
da red dio lugar a desarrollos particularmente ricos: baste men- memoria inmemorial de la especie humana transmitida en la psi-
cionar, además de los trabajos de Otto Rank ya citados, los de que individual."
Kart Abraham, Theodor Reik, Geza Roheim .v Erich Fromm v·' El único problema estriba en que hoy esta tesis de la recapi-
en Francia y más próximos a nosotros, los de Guy Rosolato o].- tulación se ha vuelto insostenible. 22 Freud recurrió a este mode-
P. Valabrega. lo de la recapitulación con el propósito de presentar el psicoaná-
Sabemos en qué medida se sintió desconcertado Freud ante lisis con la apariencia irreprochable de una ciencia de la natura-
el descubrimiento, tardío en su vida intelectual, de esta segunda leza y para romper, en un anhelo científico, con la filosofía y la
red: «Yo sólo quería tener un ligero galanteo y heme aquí, for- psicología. Y hasta va más allá pues en ese modelo integra no só-
zado, a mi edad, a desposar a una nueva mujer», 16 escribía en lo datos estrictos de la naturaleza, sino también y sobre todo da-
1911. En realidad, Freud se dará cuenta muy pronto de que es- tos de la cultura. Así, Freud presentó el complejo de Edipo co-
ta nueva esposa (la psicología colectiva) es la misma que la pri- mo lo que repite el drama original de la humanidad -matar al
mera (la psicología individual), pero vista desde otro ángulo:" padre- en el desarrollo de cada individuo.
una remite a la otra pues «la ontogénesis es la recapitulación de La tesis de la recapitulación hoy ha sido suplantada por la
la filogénesis». 18Este principio, que tuvo gran fortuna en filoso- teoría de la neotenia que indica, por el contrario, que el hombre,
fia,19 permitió que Freud inscribiera el complejo de Edipo como lejos de representar la perfección de la creación, es primero un
esa clavija maestra gracias a la cual se efectúa el paso entre la psi- individuo, de cierto modo, «no terminado» y, por consiguiente,
cología individual y la psicología colectiva. Para él, las relaciones en regresión en relación con los primates de los cuales procede.
entre el individuo y la historia de la humanidad deben pensarse Según esta teoría, que Lacan retoma desde fines de la década de
como una dramaturgia compleja: por un lado, el individuo sólo 1930 durante la construcción del estadio del espejo, el hombre
sería primero un mono caído, que, desde esa posición, inicia una

16. Carta a Ferenczi del 30 de noviembre de 1911. 20. Esta idea, que Freud nunca abandonó, fue retomada en el prefacio de la
17. Véase la primera frase de S. Freud en «Psychologie collective et analy- tercera edición (1914) de los 17-ois essais sur la théorie de la sexualité (ob.cit.): «La
se du moi » (1921 ], Essais de Psychanalyse, París, Payot, 1981. «La psicología in- ontogénesis puede considerarse corno una repetición de la filogénesis toda vez
dividual se presenta desde el comienzo como, tn cierto sentido, una psicología que esta última no sea modificada por una expe riencia más reciente. La dispo-
social». sición filogenética se trasluce a través de la evolución ontogenética. Pero, en el
18. Freud, S., L'lntéret de la psychrmalyse (1913], trad. de P.-L. Assoun, Pa- fondo, la constitución no es más que el sedimento de una experiencia anterior,
rís, Retz, 1980, pág. 86. a la cual se agrega una experiencia nueva e individual», pág. 8.
19. Este principio fue formulado en 1868 por el zoólogo Haeckel, apóstol 21. Freud, S. l 'Intéret de la psychanalyse, ob. cit., véase el comentario de P.-
de las teorías de Darwin y tuvo una amplia difusión durante el cambio de si- L. Assoun, págs. 164-165.
glo: baste citar entre sus partidarios a Husserl, otro gran vienés conternpor:í- 22. Véase, por ejemplo, mi trabajo en Dufour, R.-D., Lettres sur la nature
neo de Freud. humaine, ob. cit., I' carta.

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178
Dany-Roben Dufour La negación de la diferencia se.mal

evolución de otro tipo, particularmente supliendo su insuficien- del lacanismo, las bases del freudismo que reposan sobre estas
cia, es decir, evolucionando mediante la creación de una natura- dos diferencias.
leza plagada de epirrealidades simbólicas. En suma, la tesis de la La segunda manera discutible consistiría en salir del «mito
neotenia ofrece un apoyo en lo real que la de Freud no tenía y científico» de la horda primitiva inventado por Freud, para tra-
que debería permitir recoger el guante de la articulación entre la tar de darle al Padre una forma jurídica y normativa. Esta es la
psicología individual y la psicología colectiva. Con la neotenia, otra tendencia actual del movimiento lacaniano, encarnada por
efectivamente, ya no estamos obligados a inventar un mito cien- Pierre Legenclre. Las dos se respaldan mutuamente y forman un
tífico como el de la horda primitiva para tratar de establecer sistema: cuanto más quiere una terminar con las diferencias se-
ciertas articulaciones entre las dos psicologías. Tales articulacio- xuales y generacionales, tanto más carga la otra las tintas sobre
nes pueden concebirse en el mismo movimiento partiendo de la la normatividad del Padre.
noción de «gran Sujeto» que retoma con nuevos bríos la cues- Examinaré primeramente la segunda y luego abordaré la pri-
tión de los ideales del yo como formador del superyó, concepto mera.
que Freud siempre ju;gó insuficientemente elaborado.
Recapitulación o neotenia, vemos que el núcleo duro que Digamos ele entrada que la tesis de la normatividad del pa-
subsiste en ambos casos contiene el complejo de Edipo: una pro- dre, promovida por Pierre Legendre, encanta a ciertos psicoa-
posición sobre la inscripción simbólica de la pulsión en la dife- nalistas preocupados por la decadencia de lo simbólico mientras
rencia sexual y en la diferencia generacional. Falta aclarar que, si que irrita a muchos otros, prestos a denunciar los efectos socia-
bien uno puede separar fácilmente la tesis de la recapitulación les (eventualmente represivos) de semejante discurso normati-
del complejo de Edipo, lo que no puede hacer es abandonar el vo. Y, en realidad, la influencia del discurso de Pierre Legendre
complejo de Edipo sin renunciar al mismo tiempo a todo el se hace evidente en ciertos actores de las diferentes instancias de
freudismo. la intervención social (desde jueces hasta trabajadores sociales).
Seguros de estos mandatos normativos, no se privan de ejercer
luego presión sobre los psiquiatras para que éstos emprendan la
¿~ÓMO DESEMBARAZARSE DEL SÍNTOMA FREUDIANO? «resimbolización de los pacientes». Los infortunados psiquia-
tras se hallan colocados así en una posición de guardianes del
De lo dicho se desprende inmediatamente la siguiente pre- templo simbólico, posición que, evidentemente, no desean ocu-
!!llnta: ¿estaremos condenados a arrastrar eternamente el «SÍn- par. Y es comprensible que teman convertir su práctica en una
~oma» de Freud, ese síntoma que Freud descubre incidental- especie de nuevo sacerdocio.
mente en 1897 en su (auto)análisis, el complejo de Edipo? Ello no implica sin embargo que Pierre Legendre sea en, mo-
Pospongamos por un instante la respuesta, el tiempo necesa- do alguno responsable de los efectos sociales de su discurso. El di-
rio para examinar lo que, en nuestra opinión, corresponde a las ce sencillamente lo que tiene que decir y cada cual retiene lo que
dos malas maneras con que se intenta hoy desembarazarse del puede en función de lo que quiere oír, según las épocas, las situa-
síntoma específicamente freudiano. ciones y las circunstancias, por lo demás, eminentemente versáti-
La primera sería lanzar por la borda el complejo de Edipo. les. Todos sabemos que lo que hoy permite estigmatizar un de-
Con él se estaría echando además el núcleo duro del freudismo, terminado discurso, mañana podrá eventualmente contarse en
la inscripción simbólica de la pulsión en la diferencia sexual y en su haber y viceversa. La cuestión es clara: no se puede explicar
la diferencia generacional y uno se encontraría en un situación un discurso considerando únicamente sus efectos sociales, salvo
extremadamente delicada que consiste en destruir, en nombre que uno se coloque en una posición tan insostenible como la que

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Dany-Robert Dufour La negación de la diferencia sexual

hace responsable a Spinoza del antisemitismo y a Nietzsche del No obstante, hay que destacar que, en una época, esta cano-
nazismo. Vale decir, hay una sola posibilidad filosóficamente se- nización del Padre le traía muchos problemas. Tanto más por
ria: considerar el discurso mismo en su lógica interna. Por lo cuanto, como lo explicaba él mismo a mediados de la década de
tanto, doy crédito al discurso de Pierre Legendre para que diga 1970 en El amor del censoi; ensayo sobre el orden dogmático, 25 la lai-
lo que le parezca (independientemente del uso social que se le cización ulterior del Estado tomó a su cargo los términos de es-
dé) y, en consecuencia, desearía discutirlo únicamente desde el ta canonización: «Apoderándose del pecado para quitárselo a los
punto de vista de su coherencia interna. humanos, la Ley laica tiende a sustituir toda religión y a ocupar-
¿Qué dice pues Pierre Legendre? Para salir del mito científi- se de llenar los espacios vacíos». El veredicto de Legendre era,
co freudiano, Legendre fue a buscar en el derecho los principios pues, claro. La laicización moderna no ca mbió en absoluto la
en los cuales podía fundarse en Occidente el Padre. Al respecto antigua Inquisición: «El derecho francés reali zó una notable
mostró que uno de los actos de fund ación de Europa, relativa- adaptación de su propia tradición a las variedades sociales del ré-
mente olvidado, se remontaba al derecho canónico, elaborado gimen industrial: mediante ese rodeo, la idea laica invadió lite-
entre los siglos A.'I y XIII. Esta fundación consistió en una refun- ralmente los diferentes lugares del poder». 26 El Estado industrial
dición del derecho romano en el cristianismo, de donde emer- capitalista, fundado en la burocracia patriota y promotora del
gieron el Estado y el derecho fundados en el principio genealó- nacionalismo, debía situarse, pues, como un desarrollo del Pa-
gico. «Mediante el montaje del Derecho, los Estados organizan triarcado iniciado por esa canonización del Padre.
que los seres humanos le cedan su lugar a otros seres humanos, Ahora bien, lo que en 1974 le planteaba muchos problemas a
para que los hijos -los hijos de uno y otro sexo- sucedan a los hi- Legendre, parece haberse convertido, veinte años desp~é~, pre-
jos». Estos montajes ponen en escena «ese principio lógico que cisamente en lo que puede solucionar todo. En efecto, s1 bien en
en Occidente llamamos el Padre, al cual se sujetan las leyes civi- 1974 Legendre denunciaba, en El amo1· del censo1-, «la omnipre-
les».13 Al menos desde el derecho romano no hay, en suma, nin- sencia de un padre todopoderoso, portador aterrador del supre-
guna función del padre que no esté asociada al poder en la ciu- mo símbolo (.. .],el padre patrón, el padre profesor (... ] la ima-
dad. Se trata de una «consideración capital», como dice el mis- gen del padre genitor, quien está en relación simétrica con ese
mo Legendre,' 4 puesto que la función simbólica_ se presenta co- Estado soberano adorado por los sujetos franceses», en l 996, es-
mo amarrada al plano jurídico-político. Sobre este aspecto pun- cribía que «la humanización del hombre es lo siguiente: el anda-
tual, remito al lector a los argumentos extremadamente perti- miaje que construye la imagen del Padre»Y Bien sabe n~os que
nentes que Legendre desarrolla extensamente para respaldar su un buen oxímoron siempre puede «resolver» las peores incom-
tesis. Legendre ha revelado de manera manifiesta que, en Occi- patibilidades de sentido. Pero, si uno quiere evitar toda so luci ~n
dente, todo lo que gira alrededor del patriarcado constituye una puramente retórica, forzosamente debe notar que la declarac1on
de las figura mayores del gran Sujeto. cambió netamente entre el momento del Padre como «portador
aterrador» y este en el que ese mismo portador se convierte en
23. Legendre, P., La Fabrique de l'homme occidental, París, Mille et une el mejor factor de la «humanización» del hombre .. .
nuits, 1996. Sobre esta cuestión, véase Legendre, P., Lerons Iv, L'I11esti111able ob- Permítaseme señalar aquí un pequeño y divertido problema
jet de la tm11smisio11, Études sin· le príncipe gé11éalogique m Occident, París, Fayard, de lectura, una especie de lapsus oído; sólo lo menciono porque
1985 y Lerons IV, siúte. Le dossin· occidental de la parenté. Textesjuridiques iudési-
mbles mr la généalogie, en colaboración con Anton Schültz, Marc Smith y Yan 25. Legendre, P., L'Amour du censem; essai mr l'ordre dogmatir¡ue, Seuil, Pa-
Thomas, París, Fayard, 1988. ,
rís, 1974.
24. Legendre, P., Ler;ons IV. L'Inestimable objet de la transmisión, Etudes sur le 26. Ibíd.
príncipe généalogir¡ue, ob. cit., pág. 1n 27. Véase Legendre, P., La Fa/n·ique de l'homme occidental, ob. cit.

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Dany-Robert Dufour Ln 11cgació11 de la diferencia sexual

me parece signifi ca tivo del desdoblamiento de posición que pue- refu ndido en el derecho canónico). Si uno absolutiza ese gran
de observarse en nuestro autor. En Dios en el espejo, Pierre Le- Sujeto, corre el serio riesgo de convertirse en algo semejante al
gendre alude a un teólogo llamado Pierre Le Chantre (h. l 110- sace rdote, el voce ro o el profeta de ese gran Sujeto. El escollo
l l 97) quien ensei1a que «el Papa sólo puede prescribir lo justo que precisamente hay que evitar a toda costa es el de caer en la
y equitativo».28 Nuestro autor (que podría haber encontrado di- forma simbólica que uno está tratando de analizar. En efecto,
vertida la coincidencia) no hace ninguna alusión a la evidente quien lo hiciera, en vez de situarse en el lugar del observador
paronimia que une su propio nombre al del teólogo, pero yo me que toma tal o cual gran Sujeto como objeto de su trabajo, se en-
pregunto si Legendre no nos dio con esto una sutil indicación contra ría así en la posición de co nvertirse en el suj eto sometido
sobre el desdoblamiento qu e lo afecta: donde había un Pierre a aquel, es decir, en el suj eto prosélito, además a destiempo.
Legendre denunciando al Padre hay también un Pierre Le Para evitar esta trampa de esencializa r en una figura local,
Chantre alabándolo .. . hay una única posibilidad: retornar al diseño lingüístico funda-
Sea como fuere, podríamos preguntarnos si sobre Legendre mental, al triángulo enunciativo de base constituido por yo, tú y
no se cierne el mismo tipo de trampa que se cerró sobre Heidea- él.' 9 Hay que retornar al lenguaje, sencillamente porque sin len-
ger: denunciar desde su tesis de doctorado sobre Duns Esco~o guaje no hay inconscie nte. En consecuencia, para considerar el
(1916) todo «dispositivo» (Geste!!) utilitarista del mundo y hacer sujeto del inconsciente hay que apuntar al sujeto del lenguaje.
inmediatamente juramento de fidelid ad al peo r de los dispositi- Por lo tanto, hay que rasca r por debajo de todas las capas, sea n
vos (el nazismo). Por supuesto, en su caso no se trata de nin!!U- éstas (falsa mente) antropológicas (como en el caso de Freud con
b
na manera de la celebración de alguna postura vólkisch, sino de su mito de la Urhorde), o jurídicas (como en el de Legendre), pa-
un cambio radical de opinión respecto del patriarcado. Pues, en ra llegar a la capa simbólica más profunda, la de la semiosis con-
El amor del censor, Legendre había estigmatizado el orden me- sustancial al ser neoténi co, que es válida independientemente de
di~va l de los canonistas, presentado como la Inquisición misma, cuál sea el régimen jurídico en el cual se manifieste. No alcan-
mientras que en sus escritos posteriores postula qu e, sin el orden za r ese nivel semiótico enge ndra el grave riesgo de reconstruir
dogmático, no puede obtenerse otra cosa que no sea sinrazón y lo simbólico sobre una forma juridicopolítica determinada. Así
barbarie. es como Legendre llega a no concebir ya la construcción subje-
El problema comienza pues a partir del momento en que Le- tiva sino a través del concurso exclusivo de lo jurídico: «Instituir
gendre quiere transformar ese principio genealóaico del patriar- la su bjetividad, escribe, significa fabricar el dispositivo jurídico
cado, justamente exhumado, en el gran Sujeto í;tegramente vá- destinado a hacerse cargo del deseo del suj eto». 3º Lo simbólico
lido aún hoy, ese que, con toda seguridad, podría sa lvarnos del qu eda de pronto reducido a la «normatividad», es decir, a los di-
hundimiento en la barbarie que siempre amenaza el vínculo so-
cial y que a veces sucede. Para ser uno de los grandes utilizado-
29. En Dufour, 0.-R., Les Mysth"es de la trinité, ob. cit, tratamos de mostrar
r~s ~e. este. concepto, Legendre debería saber que todo montaje que nuestro uso más descontrolado del lenguaje implicaba una escena enuncia-
h1stonco siempre es el producto de circunstancias locales: la es- tiVJ ele forma trinitaria: di ga lo que diga, ningún sujeto hablante puede tomar
cena que se monta para exhibir al gran Suj eto siempre es contin- la palab ra sin decir «yo» a un «tll» a propósito ele un «él». En cuanto ser que
gente, siempre se construye con los elementos disponibles local- habla , el sujeto habita, pues, de entrada, un espacio enu nciativo trinitario en el
que están estrechamente vinculadas las tres personas verbales principales y en
mente y en la tradición propia (en este caso, el derecho romano
el que están inscritas las relaciones simbólicas fundamentales de espacio y tiem-
po. No ha)' acceso posible a la simbolización sin pasar previamente por ese nú-
28. Legendrc, P., Dieu nu rniroá; étude sur /'institution des i11111ges París Fa- cleo enu nciativo trinitario fundamental.
yard, 1994, pág. 262 . ' ' 30. Ibíd ., pág. 354.

184 185
Dany-Robert Dttjimr La negación de fa diferencia so.:uaf

ferentes «montajes dogmáticos de los social».;1 Por cierto, Le- nes de tótem y de Nombre-del-Padre, que se refieren a
gendre no deja de precisar que «la intervención del derecho só- formas sociales del inconsciente. Y, desde el coloquio de
lo puede comprenderse con la condición de reconocer que la Bonneval de l 960, hay menos posibilidades aún de que lo
ciencia jurídica está en concordancia con ese elemento estructu- inconsciente exista solo, puesto que se lo considera como
ral del ser vivo humano: la palabra», 31 pero en ninguna parte lle- la consecuencia del lenguaje. Después de Bonneval,;; co-
ga al análisis semiótico de ese elemento de estructura, la palabra, mo se sabe, Lacan sostuvo una fórmula que llegó a ser fa-
como tampoco al de la ligazón esencial entre el ser vivo y el ha- mosa y promovió la hora dorada del estructuralismo: «El
blante. En efecto, Legendre propone como premisa de toda su inconsciente está estructurado como un lenguaje». Por lo
elaboración, no los dos planos de lo biológico y lo simbólico, si- tanto, me parece un tanto difícil proclamarse lacanista y,
no tres planos, y cito: los planos «de lo biológico, de lo social y al mismo tiempo, aislar el inconsciente y sus efectos del
de lo inconsciente». Ahora bien, postular estos tres planos en el lugar donde se producen: el lenguaje~
comienzo de todo pensamiento posible en esa esfera me parece,
de entrada, muy discutible: En definitiva, me parece que los tres planos de Legendre no
tienen más consistencia que la de permitirle situar lo jurídico en
• El primer plano, el de lo biológico, podría recibirse más la posición de nudo del conjunto. Ciertamente, de ese nudo se
o menos sin problemas siempre que el ser vivo del que se desprenden efectos heurísticos indiscutibles, pero también mu-
habla para referirse al hombre estuviera definido por el cho dogmatismo. Lo simbólico, neutralizado, controlado y aho-
rasgo específico de la neotenia humana (inmadurez e in- gado por lo jurídico, aparece solamente como un lugar muerto,
complerud orgánica), como nunca dejó de hacer Lacan. en el mejor de los casos como lugar del Padre (muerto), como
Sin ese rasgo, no podemos comprender el lenguaje como lugar de lo que Legendre llama «el Texto sin sujeto». Lo que ha
aquello que se injerta (por suplencia) a esa falta de termi- desaparecido en esta reelaboración de lo simbólico sobre lo ju-
nación. rídico es lo simbólico entendido como lugar donde se prolonga,
• El segundo plano, el de lo social, plantea un serio proble- por otros medios, el conflicto permanente que caracteriza el
ma de consistencia, puesto que se hunde, en parte, en lo destino del ser vivo. Lo que se ha desvanecido en este montaje
biológico: el carácter gregario del hombre, común a los dogmático es lo simbólico heracliteano, recorrido de dogmas y
homínidos, se inscribe como tal en la especie. En suma, de legitimidades conflictivas. Lo simbólico atravesado por in-
me parece imposible definir lo social sin referencia al ca- tentos permanentes de salir de la dominación ele los grandes Su-
rácter gregario del ser humano. jetos, luchas ciertamente siempre recicladas y anexadas a las lu-
• En cuanto a lo inconsciente, ¿cómo aislarlo en una enti- chas de los nuevos grandes Sujetos en formación, pero que re-
dad independiente que podría aprehenderse por sí mis- corren sin cesar lo simbólico y lo designan como lugar de una ri-
ma? Lo inconsciente está, de entrada, atravesado por lo queza hormigueante y multiforme de textos, imágenes, sonidos,
social, lo cual puede verificarse fácilmente con las nocio- gramáticas y representaciones contradictorias.

31. De pronto, al ser todo un montaje dogmático, ya no hay mucho que di-
ferencie la danza coreográfica del paso de ga!1so de los desfiles militares ... 33. El coloquio de Bonneval dio lugar a una excepcional confrontación en-
Véase Legendre, P., La Passio11 d'iitre un autre, Etudes pour la danse, París, Seuil, tre psicoanalistas (Green, Lantéri-Laura, La planche, Leclaire, Perrier) y filóso-
1978. fos (Lefebvre, Ricoeur, Hyppolite, Merleau-Ponty) sobre las relaciones del in-
32. Legendre, P., Lerons IV, L'lnestirnable objet de la transmisión, Études si11· le consciente y el lenguaje. Véase L'lnconscient, VI coloquio de Bo11J1eval, 1960,
principe généalogique en Occident, ob. cit., pág. 360. con la dirección de Henri Ey, París, Desclée de Brouwer, 1966.

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Drmy-Robm Dufour La negación de la diferencia sexual

Para mí, la «lección» (para retomar el término con que Le- El intento de Legendre de reducir el Padre del complejo de
crendre ofrece su enseñanza) es clara: para no encerrar lo simbó- Edipo a una forma jurídica dada no parece, pues, haber sido va-
Llco en el corsé jurídico, hay que ir, más allá de los montajes ju- no, aun cuando esa forma fuera decisiva en la historia de Occi-
rídicos, hasta la semiosis. Hay que llegar, por reducción eidética, dente. Detrás del Padre y bajo el complejo de Edipo, lo que en-
al trazado depurado semiótico, es decir, a ese nivel libre de toda contramos no es una forma local, sino un depurado diseño se-
implicación ideológica, histórica y dogmática que sólo conlleva miótico fundamental que remite a nuestro estado de seres ha-
relaciones de implicación entre los términos. Este diseño acaba- blantes y que, además, presenta la única alternativa razonable y
do se contenta con postular un sistema de relaciones lógicas que la única salida posible frente al síntoma freudiano y a su forma
puede satisfacerse de múltiples maneras y no esencializa ningún edípica.
término. Esta postura supone una suspensión del juicio del mun-
do objetivo, una verdadera epokhé, entendida tanto en el sentido Contra ese dogmatismo del Padre, vemos desarrollarse la
de los escépticos como de la fenomenología de Husserl, que re- tendencia inversa, la tentación de rechazar pura y sencillamente
comendaba una «inhibición», una «expulsión» de todas las acti- el complejo de Edipo omitiendo preservar lo que de él debe ser
tudes que podemos adoptar respecto del mundo objetivo y, en salvado. Pero, ya se ha dicho, no podemos renunciar a la figura
primer lugar, de las actitudes referentes a la existencia, la aparien- del padre, central en el freudi smo, sin renegar de todo el freu-
cia, la existencia posible, lo hipotético, lo probable, entre otras». 34 dismo. Sin embargo, hoy se oye decir con frecuencia que el ob-
En suma, no hay que detenerse en una de las formas posibles del jeto del análisis y hasta la «ética del psicoanálisis» sería «desti-
gran Sujeto en el mundo, como tampoco de cualquiera de los tres tuir al padre». En un sentido muy preciso, esto no es del todo
términos del triángulo (semio)lógico. Conocemos esencializacio- falso, puesto que, al final, el objeto del análisis está supeditado,
nes del primer término, el yo, de las que los diferentes personalis- como decía Serge Leclaire, al hecho de poder hablar en prime-
mos pasados y actuales podrían darnos buenos ejemplos. Tumbién ra persona. Por consiguiente, al final hay que poder desembara-
conocemos esencializaciones del segundo término, el t1Í, cuyo zarse de la tercera persona que habla en uno, el padre, pero -y
modelo podrían proporcionarnos los filósofos Martín Buber y aquí está todo- uno sólo puede hacerlo después de valerse de ella.
Lévinas. Legendre practica una esencialización del tercer térmi- Si uno se desembarazó antes de servirse de ella, se encuentra en-
no, el él. Si, de pronto, identifica una forma mayor en la cultura tonces en la posición del psicótico, como lo indica vigorosamen-
occidental, deja de ver las demás formas del gran Sujeto. No per- te Lacan con el concepto de la forclusión del Nombre-del-Pa-
cibe que las diferentes figuras del gran Sujeto contienen, todas dre. Para liberarse de la ley, hace falta haber entrado en ella. Sin
ellas, necesariamente, como he intentado mostrarlo, el principio ley, no hay transgresión posible. 3; Por consiguiente, es necesa rio
genealógico. Pues el Padre está, evidentemente, en el principio que los psicoanalistas tentados por una postura posmoderna se
de todos los grandes Sujetos, puesto que el él es un significante decidan: o bien continúan siendo freudianos y no pueden cues-
que ocupa el lugar de un origen inhallable. Cada nombre dado a tionar el rol del padre y, con él, las diferencias sexual y genera-
ese él apunta, pues, a fundar un origen. Ese padre, como referen- cional, o bien inventan otra teoría, por ejemplo la de la indistin-
cia temporal, puede adquirir formas múltiples: no hay m<ÍS razo- ción sexual, pero, en ese caso, rompen las amarras con Freud.
nes para apoyar al Padre en el Tótem que para apoyarlo en el No hay alternativa.
gran Sujeto del Derecho canónico ni sobre la physis, el rey, la pa-
tria, la república ni los padrecitos de los pueblos ...
35. Véase la «superac ión» lacaniana de la oposición ley/deseo en Lacan,
«Kant avec Sade», Ecrits, ob. cit. Sobre esta superación, véase el análisis que
34. Husserl, E., Méditationscartésiennes, París, Vrin, «Méditations l», pág. l 7. realiza J. Rogozinski en le Don de la loi, ob. cit., págs. 256-265.

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Dany-Roben Dufour La negación de la diferencia sexual

LA VIEJA TENTACIÓN INCESTUOSA DEL PSICOAl'\/ÁLISIS cesto, de hecho, nunca hemos salido de un orden de cosas «Socia-
lincestocrático». «Sólo por una operación de inversión (... ] te-
Alguien podría decirme: la alternativa al freudismo es el laca- nemos el hábito de situar en el corazón del orden de nuestras so-
nismo. Y, en realidad, existe en este momento una coyuntura ciedades la prohibición del incesto», escribía Serge Leclaire en
«ÍOucauldo-deleuzo-lacaniana» que, entre dichos a medias y ne- 1_9.78 3º y agregaba que «se ría fácil denunciar lo que el psicoaná-
gativas, tiende a admitir la indistinción sex'l!al. Por «ÍOucauldo» hs1s, a falta de analizar, reproduce en su historia y su práctica del
me refiero a la postura más bien discreta que adoptó Foucault, orden socialincestocrático». He aquí, afirmaba, «una microso-
al final de su vida, a favor de los movimientos gay y que ahora ciedad transparente en su orden incestuoso que se revela rica en
nos vuelve desde los Estados Unidos exaltada por la tendencia enseñanzas para todo el que interrogue el malestar en nuestra
llamada queer. 36 Por «deleuzo» me refiero a las tesis antiedípicas cultura». En ese volumen de artículos que había querido publi-
de Deleuze 37 y a su problemática del «devenir»: por ejemplo, el car antes de la muerte de Lacan, Serge Leclaire abría «a la aten-
«devenir mujer» del hombre (y el «devenir animal» del hombre ción de los exegetas» dos cerrojos de lo que él llamaba «el Esta-
y la mujer). 38 Y por «ÍOucauldo-deleuzo-lacaniano» entiendo lo do psico~nalítico ». Uno era el «Cerrojo incestuoso», «efecto de
que encontramos hoy, de manera más o menos difusa, en algu- la parte impaga del legado de Freud», en el que Leclaire apun-
nos medios lacanianos: el hecho de ceder al deseo incestuoso taba al «annafreudismo» y a las prácticas endogámicas de los
que apunta a liberarse de las diferencias generacional y sexual. primeros psicoanalistas. Y el otro, el «cerrojo narcisista» que, en
Podría sorprender una situación en la cual aquellos que su- el lacanismo, había terminado, según Leclaire, por engendrar un
puestamente han comprendido algo del deseo incestuoso y de la orden fundado en un sistema de relaciones entre los «mismos»
necesidad de su inscripción simbólica, estén entre los primeros consagrados, frente a la angustia, a lo que él llamaba el Ídol~
en sucumbir a él. Pero, en realidad, ¿es tan sorprendente? ¿Hay unificador promovido como Otro, orden sin exterior amenaza-
acaso un lugar donde las nociones de «sociedad incestuosa», de dor que excluye la diferencia. Después de la muerte de Lacan
«prescripción del incesto» y de «Socialincestocracia» estén más dpidamente se hizo evidente que el «cerrojo narcisista», en rea~
presentes que en las sociedades psicoanalíticas? Esto es lo que hdad, era sólo el primer tiempo de un nuevo cerramiento inces-
comprendió, antes que cualquier otro, uno de los psicoanalistas tuoso. Efectivamente, nos encontramos con un nuevo caso de
más eminentes de su generación, Serge Leclaire. Precisamente transmisión del psicoanálisis a través de la hija. Lo cual nos re-
allí donde uno trabaja -vía la división sexual- sobre las conse- mite a un cuadro conocido: el esposo de la hija, en su calidad de
cuencias psíquicas de la sucesión de las generaciones es donde se hijo político, repite y reerige como puede al padre, mientras los
corre el riesgo mayor de, como efecto secundario, dejarse rein- hijos ilegítimos pretenden ser más hijos que él...
vadir por lo mismo que ha descubierto: el deseo edípico inces- Se ha denominado justamente «transmisión epiclérica» a la
tuoso. Serge Leclaire había notado muy tempranamente que, en sucesión de Lacan.4° Según Vernant," la transmisión epiclér.ica,
realidad, nunca salimos del incesto. Con esto quería decir que, 39. Leclaire, S., Ro111pre les chm71les, París, InterEditions, 1981, véase «IO»
aun cuando exista un derecho fundado en la prohibición del in- págs. 235 y sigs. '
40. Debemos la aplicación de este término al psicoanálisis a Jea n AJ louch
36. En esta línea, véase D. Halperin, Saint Foucault, París, EPEL, 2000. («Gel>>, en Le Trrmfert drms taus ses e17"ata, París, EPEL, 1991, págs. J96 y
37. Deleuze, G. y Guattari, F., L'Anti-rEdipe, ob. cit. sigs.). Lo cual tendería a indicar que este último tenía muy clara la cuestión de
38. Deleuze, G. y Guattari, F., Mil/e Plateau.:r:, ob. cit. Sobre el «devenir», los asuntos incestuosos en el psicoanálisis, antes de ceder a su vez, diez años
véase el cap. !O, páginas 284 y sigs. Deleuze precisa que el devenir es aquello que m<ÍS tarde, al orden socialincestocrático al promover la indistinción serna!...
escapa a la relación: «Un devenir no es una correspondencia de relaciones[ ... ]. 41. Vernant, J.-P., Mythe et pensée chez les Crees, París, Maspero, 1965, To-
El devenir no produce nada por descendencia ni filiación », véase pág. 291. mo I, 3, «L'organisation de l'espace», pág. 145 y sigs.

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Dany-Robe11 Dufour La negación de la diferencia sexual

que se practicaba en la antigüedad griega, se producía cuan~o un Lo menos que puede decirse es, pues, que existe una antigua
hombre no tenía un hijo para que heredara el kleros, «los bienes disposición incestuosa en el psicoanálisis que constituye la insti-
raíces familiares». Una de las hijas permanecía, pues, en el ho- tución misma y que la hace oscilar de la proscripción (oficial) del
gar paterno para atender el altar y ser su guardiana. A esa hija se incesto a su prescripción (reprimida), es decir, a la anulación de
la llamaba «epíclera» porque permanecía unida al kleros paterno las diferencias sexual y generacional por coagulación de todas las
y, si se casaba, su esposo debía renunciar a constituir su propio posiciones, por disolución ele las diferencias entre los sexos y en-
horrar a fin de permitir que la hija cumpliera su oficio en el seno tre las generaciones. Lo que resta saber es cómo y por qué esta
delhogar paterno. «De esta manera -indica Vernant-la hija[ ... ] prescripción, que era esencialmente inconsciente, hoy se reivin-
podía parir un hijo semejante a su propio padre». Esta endoga- dica, cada vez más literalmente. Es probable que la posmoderni-
mia familiar, que no se ajustaba al ideal griego, estaba sin embar- dad libere la expresión de la perversión que consiste en afirmar
go muy presente en las instituciones familiares, por cuanto lo mismo y lo contrario utilizando la forma enunciativa de la ne-
«conciliaba en la persona de la epíclera los dos aspectos de Hes- gación cuya fórmula canónica había dado Octave Manonni: «Lo
tia: la hija virgen del padre y la mujer reservorio de la vida de un sé bien, pero aun así. .. ».44 En todo caso, no se trata únicamente
linaje». u Gracias a la epíclera se realizaba así, cito a Vernant, «el de un problema teórico, sino ele un asunto muy práctico -es de-
sueño de una herencia puramente paterna [... ] que nunca dejó cir, muy clínico- de conducta de lo que en una época se llamaba
de rondar en la imaginación griega». 4; Es evidente que el epicle- la cura tipo: o bien el analista le da a entender al sujeto qué tie-
rato no constituye literalmente incesto, salvo que las cuestiones de ne de imposible lo que quiere, o bien le hace entender lo que el
transmisión fueran tratadas así endogámicamente en la familia se- sujeto quiere.
gún el eje padre-hija. Si bien la relación padre-hija, pariente po-
bre de la teoría analítica y, sin embargo, dominadora implacable
de la institución psicoanalítica, fue, como tal, poco trabajada, la CÓMO BORRAR LAS FÓR.i\1ULAS LAC:WLl\l'JAS DE LA SEXUACIÓN
función paterna se manifiesta como lo que es: muy frágil y suscep-
tible de transformarse en promotora de una prescripción imperativa Digamos, pues, que existe una operación -o una oferta públi-
del incesto. Cuando la mujer, elemento móvil en el vínculo social, ca de compra- «foucauldo-deleuziana» sobre el psicoanálisis.
se convierte en elemento fijo adherido-al hogar paterno, el resul- Para que esa operación tenga éxito, hay que ajustar un «detalle»:
tado es una especie de «mausoleización». Sabe Dios que el «Es- delimitar el lacanismo haciéndole decir a Lacan lo que nunca di-
tado psicoanalítico» adquiere ahí una forma que no ha dejado de jo. Así como era necesario amputar el complejo de Edipo del
atormentar al Estado a secas. La investidura de la transmisión de freudismo, ahora hay que intentar una operación quirúrgica
una generación a otra por esta vía desalienta evidentemente todo muy complicada en el lacanismo, pues tal operación implica ter-
eventual discurso futuro , literalmente inaudible, en la medida en minar con el concepto de Nombre-del-Padre o, al menos, de-
que éste se halla negado en su fuente, duplicado por la voz de un mostrar que no tiene nada que ver con la diferencia sexual ni con
muerto, que brota, eternizada y ventrilocuada por la sacerdotisa la diferencia generacional, tarea nada sencilla. Pero, finalmente,
del mausoleo, lo cual no deja de evocar los relatos de Edgar Allan algunos «lacanianos» se las arreglan para lograrlo, apelando sin
Poe («El caso del señor Valdemar», «Revelación mesmérica» y embargo a medios desviados, pasando por el reexamen de uno
algunas otras) que hacían las delicias de Lacan. de los aportes principales de Lacan: las fórmulas llamadas de se-
42. Vernant, J.-P., ibíd. , pág. 147. Bestia es la diosa del Hogar entre los
griegos y su equiva lente entre los romanos es Vesta (de ahí las vestales). 44. Manonni, O., Cleft pom· l'imaginaire ou l'Autre Scene, París, Seuil, 1969;
43. Vernanr,].-P., ibíd., pág. 13 3. véase el primer estudio, titulado: <<Je sais bien, mais quand me me ... ».

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Dany-Robert Dufour La negación de ta diferencia sexual

xuación. 4; Para resumirlo, digamos que estos «lacanianos» tra- ¿Es esto lacaniano?
tan de hacer del Falo una función que ya no se declinaría en dos ¿Somos todos del mismo sexo y, por lo tanto, somos todos,
fórmulas, sino en una función continua. De modo que se podría, querámoslo o no, homosexuales?
en suma, pasar sin hiato de una a otra. A lo que apuesta esta co- En todo caso, no puedo dejar de señalar el inmenso camino
yuntura «foucauldo-deleuzo-lacaniana» es a inclinar una de las recorrido -hacia atrás- desde la época en que «el primer lacania-
fórmulas faro de Lacan -<<no hay relación sexual>>- hacia el sen- no», según Elisabeth Roudinesco (siempre Leclaire) explicaba
tido de una afirmación de la indistinción sexual.
46 que «lo más difícil para nosotros [es decir, para los psicoanalis-
Esta tesis atrae enormemente el interés de determinados mo- tas] continúa siendo dar el paso de una sociedad homosexual a
vimientos de gays y lesbianas que exigen nada menos que la ins- una sociedad heterosexual». 47 Con esto Leclaire quería decir
cripción de un nuevo derecho fundamental: el derecho a la elec- que, puesto que los hombres siempre habían dominado las rela-
ción sexual. Yo, sujeto histerológico de la condición posmoder- ciones sociales arreglándose entre ellos, todavía no sabemos qué
na, obligado a construirme solo, decidiría, pues, crear el conjun- es y lo que verdaderamente puede el otro sexo. En suma, preci-
to del proceso y llegaría hasta a «fabricar» mi sexo por mí mis- samente en el punto donde Leclaire·en 1978 (en la misma épo-
mo. Podría, entonces, presentarme ante el juez, pues a pesar de ca de su trabajo sobre «la socialincestocracia») comprobaba, con
mi indefectible libertad, siempre hace falta que un juez convali- cierto espanto, que nunca habíamos salido verdaderamente de
de mi nueva condición y, haciendo uso de ese nuevo «derecho una sociedad homosexual, otros lacanianos operan hoy no sólo
del hombre», si se me permite llamarlo así, le declararía el sexo para no salir nunca, sino para encerrar en ella a todo el mundo.
que me he elegido en este momento, independientemente de mi ¿Cómo abordar de un modo completamente nuevo esta cues-
sexo biológico .. . tión? Partiré de un principio que nos lleva a otro. Digamos, en
esta circunstancia, que el principio es lo real, algo que existe an-
tes de mí. En efecto, no es ridículo postular que lo real -en este
45. Lacan,J., Encare, Sbninaire XX, París, Seuil, 1975, cap. VII. Estas fór-
caso, el ser vivo- está primero y luego, eventualmente, está el ser
mulas utilizan una escritura lógica según la cual el lado «hombre» se refiere a
la proposición universal y el lado «mujer» a la proposición singular. Para de- hablante. Ahora bien, a veces a Lacan se le ocurría -cosa que se
cirlo claramente, esas fórmulas significan que la parte «hombre» se reconoce olvida con demasiada frecuencia- definir este real positivamen-
por su aptitud para crear vínmlo, en grandes conjuntos (iglesias, ejércitos, par- te, por ejemplo, como «lo que se repite en el mismo lugar». En
tidos, etc.), mienrras que uno, el jefe, se exceptúa (es decir, escapa a la castra- el seminario La ang;ustia, del 29 de mayo de 1963, habla, por
ción). La parte «mujer», en cambio, al no fundarse en ninguna excepción, no ejemplo, de eso «real» que implica «la conjunción de dos célu-
constituye -y no se reconoce en- un conjunto. Las mujeres no están, pues, en-
teramente sometidas a la función fálica (Lacan dice que son «no-todas» y que
las sexuales»,48 sobreentendiendo «masculina» y «femenina», es
su goce es dual, lo cual implica un goce fálico y Otro goce). En suma, y para decir, de aquello que, como el movimiento de los planetas, pro-
simplificarlo aún más, los hombres -aquellas y aquellos que se toman por ta- duce siempre los mismos efectos, es decir la generación, el he-
les- no dejan de proponer leyes y generalizaciones (eventualmente ociosas)
mientras que las mujeres -aquellas y aquellos que se toman por tales- insisten
en permanecer en el idiolecto y el singular. 47. Leclaire, S. , Écrits pour la psycbanalyse. Demeures de /'ai//eurs, París, Ar-
46. Retomo aquí algunos temas abordados en una conferencia que di en el canes-Seuil, 1996, «Esquisse d'une théorie psychanalytique de la différence
coloquio organizado por la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis en la Ciudad de des sexes» (1978], págs. 217-274.
las Ciencias y la Industria de París-La Víllette los días 6 y 7 de mayo de 200 l 48. «Se trata aquí de algo real, de ese algo que mantiene lo que Freud ar-
en conmemoración del centésimo aniversario del nacimiento de Lacan. Varios ticuló en el nivel de su principio de nirvana, como esa propiedad de la vida de
filósofos fueron invitados a expresarse sobre el tema «No hay relación sexual». tener que pasar, para llegar a la muerte, por formas que reproducen las que le
Partes de esta conferencia fueron publicadas en la revista Essaim, nº 10, Des se- dieron a la forma individual la ocasión de aparecer por la conjunción de dos
xes dijférents, Ramonville, Éres, otoño de 2002. células sexuales». Lacan, ]., L'Angoisse, seminario del 29 de mayo de 1963 .

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Dany-Robe1t Dufom· La negación de la diferencia sexual

cho de que un mortal sólo puede salir de su condición de mor- desde ese punto de vista, o sea, desde el punto de vista de lo que
tal prolongando la farsa humana de una generación. Si se parte hace las veces de lógica en los ensamblajes imaginarios, puede
pues de lo real, hay dos sexos. Hay dos sexos porque hay dos tex- decirse que lo sexual es continuo. Todo es imaginariamente po-
tos, es decir dos escrituras genéticas que hoy sabem~s leer con sible en lo que a sexo se refiere, hasta la afirmación de lo mismo
certeza: XY en el caso del hombre y XX en el de la mu¡er. La hu- y de lo contrario, como no ha dejado de hacerse desde la noche
manidad se somete a la ley que preside la organización evoluti- de los tiempos. Por otra parte, todos sabemos que en el neote-
va del ser vivo, es decir, la ley de la sexión. Es lo real porque co- no, los juegos del amor no marchan verdaderamente sin un mí-
rresponde a las condiciones orgánicas del ser vivo, ese ser vivo nimo de perversión, perversión que comienza por ciertas inver-
generalmente indiferente a lo que se dice de ellas, de lo cual po- siones.
demos alegrarnos. Tratándose del campo simbólico, hay dos posibilidades de si-
Por lo tanto, esto es lo real del sexo, si se lo define de mane- tuarse, independientemente de la fatalidad real del sexo. Las fór-
ra positiva. Pero también se lo puede definir ~e ma1:era negati- mulas de la sein1ación de Lacan definen dos géneros, es decir dos
va, como también lo ha hecho Lacan, por lo 1mpos1ble. En ese maneras simbólicas, una <le «hacer de hombre» y la otra de «ha-
caso, podríamos decir que, una vez que uno «cayó» en u~ sexo, cer de mujer». Digo, por supuesto, «hacer de hombre» y «hacer
es «realmente» imposible pasarse al otro. Tal es el prec10 que de mujer» como se dice «aparentar». Quienes llevan en cada cé-
debe pagarse por el corte de la sexión. Por supuesto, uno p_uede lula el texto característico, digamos del mamífero macho, pue-
agregarle o quitarle lo que quiera a su cuerpo, puede modificar den, en este sentido, porque hablan, tender a la apariencia que
su look, tanto como quiera, con productos (como las hormonas) les conviene, es decir, hacer de hombre o hacer de mujer. Del
y con artificios, hasta con prótesis o injertos: el neoteno, con su mismo modo, quienes llevan el texto femenino pueden, porque
cuerpo no terminado, adora tratar de completar su cuerpo con hablan, hacer de mujer o de hombre.
conexiones protéticas. Pero no cambia nada en cuanto a su sexo La razón de que no haya relación sexual es precisamente por-
porque no cambia nada en cuanto a su tex~o. Lo real, e? este que existen estas dos fórmulas y existe aquello a lo que esas fór-
sentido, es la imposibilidad de salir del prop10 sexo, es lo 1mp~­ mulas se refieren. Basta, en efecto, con acercar esas dos fórmu-
sible aristotélico del mtium non datar, lo tercero queda exclm- las lócricas para darse cuenta de que «no tienen relación», una
b -
do: si una proposición es verdadera, su negación es falsa; se ex- remite a la proposición universal para «hacer de hombre» y la
cluye que haya una tercera posibilidad. Es exactamente lo que otra a la proposición singular para «hacer de mujer». Hay una
ocurre con el sexo: si uno cayó de un lado, no puede estar en el única manera de interpretar la frase «no hay relación sexual» y
otro, no hay tercera posibilidad. No hay pues tercera p~sibilidad es entender que «no hay relación lógica entre los géneros». De
real, insisto, de cambiar de sexo; pero, por supuesto, existen po- ahí a decir que los individuos ciertamente no se encuentran fro-
sibilidades no reales. tando una contra otra toda mucosa que les plazca bruñir, ¿quién
Es evidente que el ser vivo, aquel ser vivo del que hablé, por- no lo sabe? Por cierto, «no hay relación lógica entre los géne-
que también es un ser hablante, puede ~comodar~e o no a lo ros», pero justamente por eso los individuos se encuentran. El
real. En el plano del derecho, nada prohibe a algmen pertene- hecho de que no haya relación lógica entre los géneros nunca
ciente a un sexo, es decir, a un texto, decir que es del otro sexo impidió el encuentro físico entre los individuos, sea cual fuere el
y hasta de los dos sexos juntos, de ninguno o de una infinidad de sexo que les tocó en suerte, en una relación que implique los ór-
sexos. El neoteno, por el hecho de ser hablante y de inventar sin ganos sexuales. En suma, como ya lo decía Lacan en un comen-
cesar epirrealidades, tiene la posibilidad, imaginaria, -~e ju~ar tario de su propia fórmula, uno puede hasta tener un buen coi-
con -es decir, de desbaratar- la fatalidad real de la sexion. Solo to -y sobre todo- si no hay relación se>.'Ual.

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Dany-Robert Dufour La negación de la diferencia sexual

Hasta podemos comprender que, uno en el ou·o, si puedo ex- mujer de hacer de mujer o de hombre y tengo en cuenta la ma-
presarlo así, sea la relación que une a un hombre y a una mujer yor amplitud de representaciones posibles de esta actitud de
que, mal que bien, continúa siendo mayoritaria. Lo que proba- «hacer como si» o «así». Se puede, pues, jugar con la diferencia
blemente pasa es que, si las personas sólo se encuentran por ma- sexual; un buen testimonio es la admirable novela de Anne Ga-
lentendido o por error, el malentendido aún sigue siendo más 9
rréta, Sphinx! Pero para poder jugar con ella, es necesario que
fuerte entre miembros de los diferentes sexos. Por poco que exista tal diferencia. En otros términos, puedo elegir mi géne-
sean un hombre del género y el sexo masculino y una mujer del ro.'º Pero ésta no es razón suficiente para que pueda elegir mi
género y el sexo femenino, cuando se encuentran, lo cual conti- sexo. El género es una construcción (singular o histórica o gra-
núa ocurriendo de vez en cuando, hasta pueden tener hijos, sin matical) que se puede desconstruir, corresponde a lo que Kant
ninguna intervención del Espíritu Santo ni del espíritu técnico llamaba la modalidad problemática del juicio, que remite a lo po-
que hoy desearía ocupar el lugar de la santidad proponiendo sible; ,el sexo pertenece a la modalidad asertórica, que remite a lo
conseguir el mismo objetivo en probetas. Para decirlo breve- real. Esta es una diferencia fundamental que no debería olvidar-
mente, lo real del sexo aún sigue sacando provecho de la no re- se, sobre todo en el momento en que los Estudios de Género
lación simbólica de los géneros: los sexos continúan encontrán- tienden a ocupar mucho lugar (particularmente en las universi-
dose y perpetuando la aventura a causa del irremediable malen- dades norteamericanas) y a ocultar, o incluso poner en tela de
tendido de los géneros. juicio, lo real del sexo.
Lo que estoy diciendo es que el encuentro entre los sexos, en En suma, si bien existe un derecho fundamental a elegir el
el fondo, no es más que un caso particular de no relación entre propio género, no podemos incluir en ese derecho el de elegir el
los géneros. De pronto, uno puede comprender que dos hom- propio sexo, porque es imposible elegir el propio texto; sencilla-
bres y dos mujeres que se encuentran, frotándose las mucosas mente porque, existiendo la sexión, la elección ya fue hecha an -
idóneas, también cumplan con su cometido. Peor o mejor, es tes de que yo naciera, es decir, cuando llego a ser. Todo esto que-
una elección: puesto que no hay relación lógica entre los géne- da saldado con una proposición a mi juicio insoslayable: la elec-
ros, hasta podría suceder que cuando practico el coito esté fun- ción del sexo, por cuanto éste se refiere al texto, no pertenece al
damentalmente solo. Además, y ésta es la verdadera pregunta, orden de los derechos del hombre. No podemos incluir la de-
¿no estoy siempre solo cuando practico el coito? ¡No sólo un manda de elegir el sexo en la extraordinaria capacidad del géne-
único sexo, sino solo en el sexo! Y si tal es el caso, no hay nin- ro humano para eludir sus determinaciones naturales. Por más
gún obstáculo a lo que efectivamente pueda hacer solo o de a que hoy se afirme lo contrario, nada autoriza a creer que la cul-
dos, o de a tres o de a cuatro o quince o veinte ... El hecho de tura permita liberarse de todos los estados de naturaleza. Lo que
que no haya relación sexual nos arrastra pues bastante lejos en permite sobre todo la cultura viva, además del hecho de procu-
las posibilidades del coito. rarle al neoteno algunas prótesis que le dan la posibilidad de ha-
Lo que debemos retener de todo esto es que, independiente-
mente de mi sexo real, tengo el derecho, puesto que hablo, de
49. Esta novela nos muestra cómo comienza ese juego: con un juego de
optar por un género o por el otro. Hablo de un derecho funda-
lenguaje, es decir, un juego gramatical. Sphinx se escribió, en efecto, partiendo
mental del sujeto hablante que, según las épocas, la «historia» de una técnica oulipiana: la desaparición de toda marca de género para desig-
puede negarle o concederle total o parcialmente y, por lo tanto, nar a los dos personajes principales de la novela. Véase de Anne Garréta, Sp-
es un derecho inscrito total o parcialmente en el derecho políti- hinx, París, Grasset, 1986
co de ese período. Hablo del derecho imprescriptible que tiene 50. Elección, en gran medida, inconsciente, por supuesto: hab lo de «elec-
el hombre de hacer de hombre o de mujer o el derecho de la ción de género», corno Freud hablaba de Neurosenwahl, elección de la neuro-
sis .. .

198 199
Drmy-Robert Dufour La negacióu de la diferencia sexual

bitar más a su QUSto el tiempo y el espacio, es emanciparse de los en el cuerpo de un nii'ía, antes de que intervenga la cultura. Es
sometimiento; que las teologías y las ontoteologías políticas por ello que, antes de hacer sonar las trompetas de la liberación
siempre quisieron hacer pasar por naturales: la subordinación a de la humanidad, hay que reflexionar sobre los límites que la lar-
los dioses, a los reyes, a los amos, a los poderosos ... Así es como ga marcha hacia la evasión de las determinaciones naturales no
la irresistible marcha de la humanidad hacia la democracia vio podrá atravesar, salvo que se cambie la definición de la humani-
confirmarse la tendencia señalada por Tocqueville a «la iguala- dad misma.
ción de las condiciones». Aunque, por cierto, por ahora se limi- La elección del sexo no está, pues, entre los derechos del
ta a los planos simbólico y jurídico. También es verdad que la hombre. El corolario de esta proposición es inmediato: si yo ins-
emancipación respecto de todas las condiciones ~~nsiderad.as cribiera el derecho a elegir el sexo entre los derechos del hom-
naturales dista mucho de haberse realizado: el darwm1smo soCial bre, estaría en la posición hipercoja, de prescribirle al sujeto que
del neoliberalismo actual continúa, en efecto, presentando como elija lo que ya ha sido elegido para él. Ahora bien, como lo re-
natural la dominación económica y social de los «mejor adapta- cordaba Lacan en una conferencia dada a sus jóvenes colegas in-
dos». Pero ello no impide que la tendencia a la igualdad de con- ternos de Sainte-Anne en 1967: «Los hombres libres, los verda-
diciones haya permitido suprimir o moderar una cantidad de so- deros, son precisamente los locos».;1 Es así, los verdaderos hom-
metimientos que algunas vez se consideraron naturales. Quieren bres libres son sólo los locos, y si yo reclamara y obtuviera el de-
hacernos creer que lo mismo puede ocurrir en el caso del sexo. recho de elegir donde no hay ninguna elección que hacer, pro-
Ciertamente, la dominación supuestamente natural de los hom- bablemente sería libre, pero, por cierto, estaría loco. Quien me
bres respecto de las mujeres es eminentemente criticable pues, confiriera ese derecho, aquel a quien, en todo caso, yo le pediría
en realidad, es una dominación construida socialmente. Pero no que me confiriera la posibilidad de esa elección, es el llamado le-
podemos reducir el todo de la relación entre los sexos a una pu- gislador y es fácil comprender que éste vacile un poco ante la
ra y simple relación social de dominación de las mujeres por par- idea de colocar a los sujetos, los sujetos de derecho que compo-
te de los hombres. Porque hay un resto que es de naturaleza ana- nen el conjunto social, en semejante posición.
tómica y ese resto, la sexión, no puede disolverse en lo social,
pues posee una consistencia propia que tiene grandes conse-
cuencias en la constitución y la diferenciación subjetivas. En EL MERCADO DE LA ELECCIÓN DEL SEXO
otras palabras, no puede hacerse economía de la determinación
natural.;¡ La prueba de que, por supuesto, existe está en lo que Pero, en este sentido, se hacen esfuerzos. Incluso muchos es-
siempre encontramos, quiérase o no, en el cuerpo de una niño o fuerzos. En efecto, como ya intenté mostrar en otra parte/ 3 no
queda excluida la posibilidad de que, con los progresos de la de-
mocracia y la incitación histerológica, el legislador no se expon-
51. Sin embargo, es lo que hace Bourdieu en La Donzination masculine, Pa- ga a una situación de locura.
rís, Seuil, 1998. Allí procura demostrar que la distinción entre hombres)' mu- En ocasión de los debates sobre el derecho al género, siem-
jeres es menos un hecho biológico que una construcción social. Al reducir así pre se desliza algo sobre lo que conviene llamar la atención. Ese
la relación sexual a una relación social de dominación de las mujeres por par-
algo es la demanda a favor de la elección del sexo. En nuestra
te de los hombres, abrió la vía a las reivindicaciones posmodernas de negación
de toda diferencia orgánica. Además, los movimientos de «liberación sexual»
invocan con frecuencia esta tesis, suponiendo que pueden servirse de b crítica
de la dominación social para reivindicar el derecho a la elección del sexo. No 52. Lacan, J., «Petit discours aux psychiatres de Sainte-Anne», 10 de no-
retomaré esta cuestión; ya Thierry Vincent en L'indifférence des sexes, Ramon- viembre de 1967, inédito.
ville, Éres, 2002, hizo una rigurosa crítica de la tesis de Bourdieu. 53. En Dufour, 0.-R., Folie et démocrntie, ob. cit.

200 201
Dany-Robm Dufour La negación de la diferencia sexual

opinión, esto que está sucediendo ahora_no debe _sorprende~nos. da del Mercado, aun cuando acaba de mencionarlo. No encon-
·Por qué? Porque estamos en democracia, es decir, en una s1tua- tramos ni argumentación ni refutación sobre el papel que cum-
~ión en la que se le acuerda al sujeto la misma definición auto- ple el Mercado, como si fuera un tema demasiado difícil o deli-
rreferencial que se le acordaba antes al gran Sujeto. cado de tratar. Sin embargo, eso es lo que hay que examinar: la
Ahora bien, esta transferencia de definición implica y provo- relación entre la reivindicación de la indistinción de los sexos y
ca determinada pretensión. Ya dije antes que esa transferencia el triunfo del Mercado.
era la que autorizaba el despliegue de una libertad (entre otra~, El mercado, como se sabe, apunta a transformar todas las re-
mercantil) total y permitía el desarrollo desenfrenado del neoli- giones del mundo en lugares dedicados a la mercancía. Ningu-
beralismo. Y permite más: hoy se obra como si la autofundación na esfera debe, al fin de cuentas, ser ajena a la mercancía: ningu-
en lo simbólico autorizara la autofundación en lo real: hoy ha- na región del mundo ni ninguna «región» de los intercambios
blamos de la reivindicación de la elección del propio sexo y se- del mundo: la económica, la social, la cultural, la artística. Ac-
guramente mañana hablaremos de la reivindicación del autoen- tualmente, se trata de abarcar, además, las regiones psíquicas
gendramiento por clonación. Si estos datos son coherentes en- donde se construyen las identidades. En virtud de su lógica de
tre sí es porque hay un vínculo entre la demanda del derecho a expansión continua, podría decirse que el Mercado tiene gran
la elección del sexo y el triunfo del Mercado. interés en la existencia de identidades -entre ellas las identida-
Las personas que debaten acaloradamente esta cuestión, sean des sexuales- extremadamente flexibles, variables y móviles. El
de la opinión que sean, en el fondo conocen perfectamente esta Mercado tiene objetivamente interés en la flexibilidad y la pre-
correlación entre el Mercado y la reivindicación de la elección carización de las identidades. El sueño actual del Mercado, en su
del sexo. Tomaré sólo dos textos contemporáneos, aparecidos en lógica de extensión infinita de la zona de la mercancía, es poder
el verano de 2000, completamente opuestos; el de Henry Frig- proporcionar kits de toda índole, panoplias identitarias inclui-
net sobre El transexualismo y el de Michel Tort sobre lo simbó- das: discursos, imágenes, modelos, prótesis, productos. Ideal-
lico publicado en Los tiempos modernos.H Henry Frignet indica mente, el Mercado es aquello que debe poder proporcionar, a
que la eliminación de la referencia al sexo y la promoción del gé- quien sea, en todas partes y en todo momento, todos los produc-
nero son, cito, «concomitantes con la expansión mundial del tos que supuestamente corresponden a los deseos, extrañamen-
modelo económico» de Am¿rica del Norte, observación suma- te entendidos como deseos instantáneos y que pueden satisfacer-
mente interesante que, sin embargo, Frignet no desarrolla en su se sin demora.
libro. Y Michel Tort, que sostiene una posición muy diferente, Deleuze ya había identificado perfectamente esta tendencia y
indica, por su parte, para estigmatizar este enfoque, que hoy se mostró que la esquizofrenia, en cuanto desterritorialización ra-
emplea el psicoanálisis para identificar las formas de una desi~­ dical, estaba vinculada con la extensión del capitalismo. 55 Hago
bolización que supuestamente se está operando, de lo cual la rei- notar, además, que la proposición de Lacan sobre los hombres
vindicación de la indistinción entre hombre y mujer sería un libres que son precisamente los locos y estas palabras de Deleu-
ejemplo, y no deja de mencionar los peligros de la ciencia y del ze sobre el esquizo como ser desterritorializado pleno son com-
Mercado. Sin embargo, si bien Tort, en su texto, les «Canta las pletamente congruentes. La gran diferencia que merece señalar-
cuarenta», a su manera, a los matones de la ciencia, no dice na- se es que Deleuze hizo del problema -la extensión de la esqui-
zofrenia- la solución misma. Vale decir, Deleuze trató de trans-
formar en solución (en «positividades», según el lenguaje deleu-
54. Frignet, H., Le Transsexuaiimze, ob. cit.; Tort, M., «Quelques consé-
quences de la différence «psychanalytique» des sexes» en Les Temps nwdernes,
verano, 2000. 55. Deleuze G., y Gaunari, F, L'Anti-{F.dipe, ob. cit.

202 203
Dany-Robert Dufour La negación de ta dijernicia sexual

ziano) los callejones sin salida de la subjetividad inherentes a la nos problemas de interés público y se conciben cada vez más en
falta del Otro. ¿Por qué? Probablemente porque Deleuze no términos de Mercado. Ahora bien, actualmente el Mercado tiene
veía otra solución a la extensión del capitalismo, cuyo increíble en vista otro mundo más. A lo que apwm hoy el Mercado es a esa
dinamismo lo fascinaba enormemente, que avanzar más rápida- parte privada que hace unos tres siglos le escapaba al sistema de la
mente que el capitalismo mismo. Aquí encontramos uno de los representación política, esa «otra parte» que, desde la Ilustración,
aspectos del vitalismo deleuziano: haber querido superar al capi- nada llegó a calibrar, esa parte correspondiente a la «pertenencia
talismo para impedirle reterritorializar los flujos liberados. Así a uno mismo», perfectamente especificada por el psicoanalista
fue como el esquizo, excluido de toda territorialidad posible, lle- Guy Le Gaufey en su AnatomJa de La tercera persona.;6 Es esa par-
gó a ser el revolucionario. Que haya hecho del esquizo un revo- te -digamos mal dicha, para no decir «maldita», como decía Ba-
lucionario es algo que podría comprenderse retrospectivamente taille- que deriva desde el siglo J...'VIII a través del magnetismo,
por la preocupación, posterior al 68, de encontrar un relevo a · el mesmerismo, el sonambulismo, la hipnosis y luego la transfe-
cualquier precio para el proletariado, que ya se había mostrado rencia.;¡ Es la parte en la cual se juegan la «personación»;s y la
cansado durante el bello mes ele mayo. Pero ello implicaba, jus- sexuación, de las que alguna vez, en el período moderno, se ha-
tamente, elevar al esquizo al nivel de un nuevo gran Sujeto. ¡El cía cargo el psicoanálisis. Esto es lo que apunta a recuperar el
esquizo como nuevo gran Sujeto! ¡Había que pensarlo! mercado para hacerlo entrar en el orden de lo comercializable.
Y esto es precisamente lo que sucede hoy con el intento de No podemos excluir que, viendo dispersarse su clientela o sin-
desterritorializar la sexuación ele sus anclajes biológicos. Efecti- tiéndola mucho más volátil que antes, ciertos psicoanalistas, de
vamente, el Mercado está muy interesado en la desaparición ele facto, quieran conservar, de alguna manera, su parte del mercado
la forma sujeto clásica: el sujeto crítico y neurótico, con sus te- y acepten arreglárselas como puedan con el dogma para conser-
rritorializaciones (llamadas paranoicas) que protegen la indivi- var a sus fieles e incluso conquistar nuevos, ante el gran riesgo
dualidad, el sexo biológico, el orden generacional. La revolución de que se les escapen. Con este análisis de nuevo Look, por un la-
esquizoide se cumple finalmente bajo la égida del Mercado. La do y las técnicas del mercado de la identidad, por el otro, asisti-
existencia de individualidades transitorias es perfectamente con- mos probablemente a una de las primeras luchas por el control
gruente con la existencia de un Mercado capaz de suministrar y del mercado de la sexuación. Aunque vale aclarar que el Merca-
renovar constantemente un stock de prótesis identitarias. Nadie do lleva gran ventaja: basta comprobar la multiplicación de los
mejor que el Mercado sabe deslizarse sobre los flujos, conectar programas de televisión en los que se invita expresamente a los
tocio con todo. Para el Mercado, un hacker, un rapero, un nurd participantes a comentar sus prácticas sexuales, hablar de su
(es decir un «chiflado» de la informática en el slang estadouni- elección en materia de sexo;9 y sus elecciones de vicia. Evidente-
dense) o cualquier productor de objetos extraños, aunque sea es-
quizoide y deleuziano, es bienvenido por cuanto sus obras y sus 56. Le Gaufey, G., Anatomie de la troisibne personne, París, EPEL, 1998.
caprichos diversos podrán transformarse fácilmente en nuevas 57. Véase también sobre este punto, Gauchet, M., «Les chemins imprévus
de l'inconscient», en Gauchet, M., y Swain, G., Le Vrai Cbnrcot, París, Cal-
mercancías. El juego de las identidades imprecisas (esquizadas,
mann-Lévy, 1997.
divididas, múltiples, móviles) nunca funcion aría mejor que en 58. El concepto de «personación» remite a la capacidad y a las modalida-
un universo de mercancías en constante renovación. des de acceso de una persona cualquiera al «yo». Véase Le Ga ufey, G., Anato-
El Mercado sólo puede apuntar a incluir en su universo esfe- mie de la troisieme personne, pág. 122, que hace referencia al concepto de «per-
ras que antes se le escapaban, ya sea porque correspondían al do- sonación locutoria», de Damourette y Pichon, Des mots a la pensée, essai de
minio de lo privado, ya sea porque correspondían a la interven- grammaire de la langue frnnraise, París, Éditions d'Artrey, 1911-1950, tomo III,
pág. 153.
ción pública. Por ejemplo, la educación, la salud son cada vez me- 59. Según Le Monde del 23 de febrero de 2001, durante 2000, los canales

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Dany-Robe1t Dufour La negación de la diferencia sexual

mente, ya existe un gran mercado abierto de la personación y la marse en un gesto políticamente conforme.61 Ese gesto psicoa-
sexuación. No es arriesgado pronosticar que el ideal del Merca- nalítico de remitir al sujeto a su deseo plantea hoy un serio pro-
do es poder producir sujetos que puedan comprar o consumir blema político, en el sentido griego del término: de vida de la
tantas identidades como sea posible, con tantas «personaciones» ciudad. En efecto, si un sujeto remitido a su deseo verdaderamen-
y sexuaciones como puedan imaginarse. te quiere tener un hijo mediante la procreación asistida, si verda-
Dudo que Adam Smith lo haya previsto expresamente, pero, deramente quiere cambiar de sexo, si verdaderamente quiere po-
para decirlo a la manera alerta y alegre de un Raymond Que- seer un don, si verdaderamente quiere modificar los caracteres
neau, la «mano invisible del Mercado» probablemente hoy ya se genéticos de la especie, no creo de ningún modo que lo que nos
esté metiendo en los calzones del zuavo posmoderno. Pero ¡cui- plantea sea solamente una cuestión que remita a su solo deseo.
dado con esa mano movediza! Pues, en ese movimiento de ex- Plantea, también y sobre todo, una cuestión vinculada con el
tensión del campo del Mercado, uno puede perder mucho. Pri- destino de la ciudad, del phylon, es decir, de la tribu humana. Es
mero, la percepción de la distinción sexual, y luego, el amor. El por ello que remitir al sujeto a su deseo ya no basta, puesto que
Mercado no se interesaría en algo tan anticuado como el amor, ya no nos encontramos ante cuestiones ontogenéticas y psicoge-
cuyo modelo sigue siendo el amor por el otro sexo. Si el Merca- néticas, sino ante cuestiones filogenéticas, es decir, ante proble-
do se hace cargo de la sexuación, el amor caería a favor del go- mas que remiten a la especie, a su supervivencia y a su destino.
ce, algo que Lacan había advertido muy bien: «Todo orden, to- ¿Por qué deberíamos entregarnos a la libre voluntad de un suje-
do discurso emparentado con el capitalismo deja de lado lo que to hablante entre otros, aunque éste le haya hablado a su psicoa-
sencillamente llamamos las cosas del amor». 60 nalista, para que regule estos puntos capitales de orden filogené-
tico que afectan el destino y la supervivencia de la especie?

SOBRE EL PSICOANÁLISIS EN EL PERÍODO POSMODERNO No nos engañemos. A través de la negación de la sexión, el su-
jeto freudiano mismo está amenazado. Y, lo que es peor, la ame-
Si uno piensa en el psicoanálisis «en los límites de la simple naza proviene del interior mismo del psicoanálisis, como lo ates-
razón» 61 -que no es mi caso-, está obligado a destacar que el psi- tigua la penetración de las ideas posmodernas hasta en los bas-
coanálisis se ocupa ante todo de ontogénesis y psicogénesis. Y, tiones de la modernidad. Verdad es que, por el momento, esta
en realidad, sea cual fuere la cuestión, no deja de remitir al suje- propagación se limita a una sociedad psicoanalítica, pero par-
to a su propio deseo. Ahora bien, probablemente este acto fuera tiendo de ella continúa difundiéndose. Así vemos que, con el
en alto grado subversivo en los regímenes en los que el sujeto es- pretexto de escapar a la transmisión de lo que, erróneamente, se
taba simbólicamente sometido al otro, pero, en nuestras demo- toma por la antigua norma, se pierde de vista que lo que se pro-
cracias de mercado, donde todo reposa al fin de cuentas en el su- mete es una verdadera nueva norma: la del unisexo. Ante esta
jeto autorreferenciado, corre fácilmente el riesgo de transfor- desviación, la dogmatización y la juridización del psicoanálisis
no parecen constituir una reacción satisfactoria. Ni dar muerte
franceses difundieron 551 programas que trataban el tema de las elecciones se- al Padre simbólico ni defender el Patriarcado parecen respues-
xuales. tas adecuadas a los retos que plantea la posmodernidad en ma-
60. Lacan,J., seminario Ou pire ... , no publicado, sesión de 3 de febrero de teria de psiquismo.
1972.
61. Me refiero por supuesto, al estudio de Kant, La Religión dam les limites
de la simple raison [1792], texto presentado, traducido y anotado por A. Philo- 62 . Riesgo que ya había notado Gilles Lipovetsky en L'Í!.re du vide, París,
nenko, París, Gallimard, 1986. Gallimard, 1984; véase «Le zombie et le psy», págs. 76 y ss.

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Dm1y-Robm Dufour

Dos peligros opuestos, pero que juntos constituyen un sistema,


parecen amenazar, pues, al psicoanálisis: uno es el peligro de su
desagregación en terapia posmodema y en otras prácticas, y el se-
4. El neoliberalismo:
gundo, su transformación en dogma. Con todo, estos escollos no
son ineluctables. Sería suficiente que algunos psicoanalistas se pu- la desimbolización,
sieran de pie y, cuidándose tanto del Caribdis de la renegación co-
mo del Escila de la dogmatización, se lanzaran a explorar la nue-
va econonúa psíquica que caracteriza el período posmodemo.
una forma inédita
Hoy parecería que este trabajo crítico decisivo está comenzando.
de dominación *
Numerosas capas de la sociedad con frecuencia viven doloro-
samente la desimbolización posmodema en curso. No es exage-
rado decir que un sentimiento de crisis profunda alcanza hoy
hasta a los espíritus más sólidos. No obstante, observamos una
singular paradoja: cuanto más se sufre esta desimbolización, tan-
to menos sabe uno si, antes bien, no debería alegrarse de que se
haya producido. Ciertamente, lo que se tiende a pensar es que la
posmodernidad y el desvanecimiento del gran Sujeto acarrean
nuevos desórdenes en el «Ser uno mismo» y en el «estar juntos».
Pero la modernidad, saturada de grandes Sujetos tampoco estu-
vo en absoluto exenta de perturbaciones trágicas. Basta con re-
memorar las terribles carnicerías ejecutadas en el siglo XX en
nombre de los ídolos que por entonces estaban en el cenit: el Es-
tado-nación, la República, el proletariado o la Raza. En este sen-
tido, la pérdida final de todo gran espantajo, engalanado con el
sentido último, constituiría más bien un motivo de alivio, aun-
que de ello resultasen nuevas formas de desórdenes psíquicos y
cívicos en nuestras sociedades. La desaparición del Otro no se-
ría, finalmente, más que el efecto anunciado de una desterri to-
rialización radical. Es probable que este desv·anecimiento sim-
bólico comporte efectos deletéreos, inquietantes y perjudiciales,

*Capítulo escrito con la colaboración de Patrick Verter. La primera ver-


sión de este texto apareció en la revista le Débnt, París, Gallimard, enero de
2003.

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Dany-Robert Dufom· t,'f neolibemlismo ...

particularmente para las nuevas generaciones. Pero uno puede filosófico finalmente lúcido? ¿O estamos en la hora crepuscular
preguntarse si un corto episodio de carencia simbólica, con su- de un «nihilismo fatigado». Sabemos que hay una oposición
jetos que buscan la redención a través de una secta o de una ha- irreconciliable entre estos dos nihilismos. El nihilismo lúcido
zaña de excepción, calmado por un poco de adicción al Prozac u parte de la idea de que los antiguos fundamentos metafísicos de
otros productos menos lícitos y entrecortado por uno o dos ac- los valores nunca fueron otra cosa que ficciones edificadas alre-
cesos de omnipotencia del carácter y algunos cambios intempes- dedor de la nada. Este nihilismo obliga en general a hacer un
tivos de orientación sexual. .. es mucho más dañino que el cate- ejercicio, eminentemente exigente y con frecuencia salu~a?~e:
quismo, el culto a María, la instrucción cívica y la veneración de ·cómo empezar a pensar partiendo de la nada? El otro mh1lis-
la República reunidos ... Dicho brevemente, hoy se tiende a de- ~o, el «nihilismo fatigado», para retomar la misma expresión de
cir que la destrucción de los antiguos globos simbólicos (la reli- Nietzsche,1 remite a un momento incierto en el que todos los
gión, el patriarcado, la familia, la nación, etc.) no ocasiona nada valores se vuelven grises. Esta circunstancia se presentaría hoy
más que una clarividencia dolorosa pero salvadora del sujeto que como un hecho social e histórico que se manifiesta mediante un
pasa súbitamente de la modernidad a la posmodernidad. fenómeno, difundido en las poblaciones, de repudio de toda je-
En suma, no habría que confundir el fin de la trascendencia rarquía de los valores (por ejemplo, entre los relativos al interés
con el fin de lo trascendental. Nada se habría perdido. Cierta- privado y los que dependen de la cosa pública) e incluso de re-
mente, ya no tenemos ninguna ley externa que nos guíe (y nos chazo de todo valor. 1 En este nihilismo fatigado y hasta agotado,
someta), pero ésta sería la ocasión única de encontrar las propias sería cuestión de concederle un lugar central a «todo lo que ali-
leyes internas. Además, sabemos desde Rousseau, al menos, que via, cura, tranquiliza, aletarga, bajo disfraces diversos»; 3 hoy la
la autonomía, como lo indica su etimología, no significa el fin de mercancía ocupa ese lugar clave. La mercancía representaría
la ley, sino la búsqueda de las leyes que uno podría imponerse a aquello que permite que una profusión de objetos aparezca en el
sí mismo. «La obediencia a la ley que uno mismo se prescribió luga r mismo de la nada ontológica.
es la libertad. No hay libertad sin ley. La libertad sigue la suerte Estos dos planos, como sabemos, están íntimamente ligados:
de las leyes», decía Rousseau en El contrato social (libro I). De Nietzsche decía ya que «S Í no hacemos de la muerte de Dios una
modo que estaríamos ante una oportunidad histórica de acceso gran renuncia y una perpetua victoria sobre nosotros mismos,
a la autonomía. tendremos que pagar por esta pérdida».4 ¿En qué nihilismo nos
Con todo, si esto fuera verdad, aún haría falta 1) no dejar pa- encontramos, pues? ¿Tenemos que vérnoslas con una liberación
sar esa oportunidad y 2) saber hacerla prosperar. Desdichada- inédita que habría que saber aprovechar (aunque se deba a la
mente, nada indica que vayamos en ese sentido. El programa de desterritorialización operada por la mercancía) o hemos entrado
autonomía es, en efecto, de una total exigencia filosófica. No en una nueva alienación? Hay que admitir que uno ya no sabe
consiste, de ninguna manera, en abandonar a los individuos en
la cultura, sin viático; exige, por el contrario, una gran prepara-
. ción que pasa sobre todo por lo que antes se llamaba la «direc- l. Nietzsche, F., La Volonté de puissance, trad. de Henry Albert revisada por
Marc Sautet, París, Le Livre de Poche, 1991, cap. l.
ción de conciencia», ya se trate de las empresas de los cínicos, ya
2. Como lo indica Frarn;:ois Meyronnis en su narración teórica L'Axe du
sea la de los epicúreos, los estoicos o los escépticos. Ahora bien, néant, París, Gallimard, 2003, «el nihilismo es precisamente ese período en el
hoy muchos se inclinan a creer que la libertad se desprende di- que deja de ser una opinión[ ... ] para convertirse en el régimen dominante del
rectamente de la caída de los ídolos. mundo».
En resumidas cuentas, hay que decidirse: ¿estamos en el mo- 3. Nietzsche, F., ibíd., cap. L
mento, próximo al gran mediodía nietzscheano, de un nihilismo 4. Nietzsche, F., <Euvres philosophiqucs completes, vol. 12, París, Gallimard,
1978, § 167.

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Dany-Robert Dufom· t,'l neolibemlismo .. .

qué pensar. Lo cual indica a porfía que hemos caído en una an-
1960, la cultura (la ciencia, la literatura, el arte) que antes fuera
tinomia de la razón.; Por lo tanto, hay una sola vía para salir de
instrumento de salvación para todos y especialmente para los
allí: tomar por las astas esta antinomia para resolverla. Hasta
oprimidos, se transformó en un instrumento puramente de po-
aquí he afirmado que había una desimbolización, ahora debo
der y alienación. Así fue como lo que era un objetivo que todos
examinar la otra tesis: lo que tomo por desimbolización, ¿no se-
debían alcanzar llegó a ser, por una inversión asombrosa, aque-
ría la manifestación de una resistencia original a toda forma de
llo de lo que más había que desconfiar. «Saber igual a poder» se
dominación, lo cua l pasa, evidentemente, por una nueva instruc-
oía decir en todas partes en aquella época, y los trabajos de Fou-
ción de la noción de dominación?
cault (quien simpatizó mucho con esta tesis sin llegar a adoptar-
la nunca) lograron darle respaldo histórico y filosófico a los es-
tudios sociológicos de Bourdieu. Ahora bien, algún día habrá
LA DONUNAC!ÓN
que darse cuenta de los efectos profundamente devastadores que
tuvo esta tesis muy reduccionista sobre la cultura en general, te-
Desde la década de 1960, Bourdieu compuso la cuestión de la
sis a la que la escuela le está pagando hoy un pesado tributo. 9
dominación de una manera que, aún hoy, suscita un amplio
Puesto que el deseo no es una cuestión sociológica, Bourdieu
acuerdo en el ca mpo de la sociología y además en todas las cien-
pasa por alto la cuestión, esencial a nuestros ojos, de saber por
cias humanas y sociales: todo acto cultural es un acto de domi-
qué las personas se acercan siempre al acto cultural que puede
nación de una clase sobre otra. 6 Bourdieu formulaba una condi-
alienarlo tan fácilmente . ¿Por qué dejarse dominar tan impasi-
ción subsidiaria para que este acto alcanzara el éxito completo: blemente) ¿Qué van a buscar allí? ¿Cómo comienza ese acerca-
que disimulara su condición de tal. La legitimidad de la cultura
miento? Bourdieu nunca nos brindó ninguna información al
dominante se impone de manera mucho más eficaz cuando con-
respecto. Por segunda vez en este libro, le reprochamos, pues, a
sigue que se ignore la arbitrariedad dominante que entraña. 1 Ya Bourdieu el haber querido dar cuenta de la complejidad del
sabemos la fortuna que tuvo este paradigma de acusación a la mundo partiendo de datos puramente sociológicos. Peor aún,
cultura que se impuso en la década de 1960 en reemplazo del pa-
quiso instituir como metaciencia una sociología reductora, es
radigma precedente surgido de la Ilustración, fundado en el ac-
decir reducida a una única relación dominantes/dominados. Po-
ceso emancipador el~ todos al saber y a la cultura y que surtió dem~s admitir que Bourdieu puso de relieve un elemento im-
efecto durante dos siglos, desde Kant y Condorcet hasta Henri
portante de la cultura (sus impactos sociales) pero al precio de
Wallon. 8 Con este nuevo paradigma surgido en la década de olvidar lo esencial, vale decir, lo que es ontológicamente la cul-
tura (en su relación con la naturaleza humana) y lo que es la cul-
tura en sí misma (sus nivel es específicos de consistencia científi-
S. Kant, C1-itiq11e de la misan pure, ob. cit., véase «Üialectique transcenden-
tale», 11, cap. 2 (antinomia de la razón pura).
ca, semiótica o estética). En suma, no podríamos nunca conside-
6. Lo cual da a entender perfectamente, por ejemplo, en esta proposición
que tiene el mérito de la claridad: «Toda acción pedagógica es objetivamente
una violencia simbólica en cuanto es una imposición, mediante un poder arbi- tirse a la obra de G. Ouveau, La Pensée ouvriere sur l'éduwtion pendant la secon-
trario, de una arbitrariedad cultural». Véase Bourdieu, P. y J -C. Passeron, La de Répziblique et le second E111pi1·e, París, Donnat-Montchrétien, 1948.
Reproduction. Élérnmts pour une théorie du systeme d'enseignement, París, Minuit, 9. Lo que le ha hecho decir a M.-C. Blais que «las sociologías llamadas de
1970, pág. 19. la reproducción contribuyeron a la desvalorización del trabajo escolar en la dé-
7. Ibíd., véase la pág. 56. cada de 1970 y en adelante, en particular por influencia de las teorías de Pie-
8. Paradigma que podría resumirse del siguiente modo: «hay que comba- rre Bordieu». Véase Blais, 1\11.-C. M. Gaucher y Ortavi, D., Pom· une phiiosop-
tir la ignorancia». Para medir el alcance de su difusión, el lector podrá remi- hie politique de l'éducation, ob. cit., pág. 169.

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Dmzy-Robm Dufo111" t'/ neoliberalismo ...

rar la cuestión de los efectos sociales de la cultura sin tomar en grupos como el conjunto de los medios por los cuales esos gru-
consideración sus dimensiones constitutivas. pos dominantes disimulan sus intereses particulares tratando de
Para hacerlo, podemos reiniciar el camino partiendo ele un hacerlos pasar por intereses universales. Esta segunda domina-
hecho esencial que Kant había identificado perfectamente: «el ción presenta pues la particularidad de ser contingente y de fun-
hombre [a diferencia del animal] no tiene instinto: tiene que tra- cionar mientras pasa inadvertida para los incautos dominados.
zarse él mismo su plan ele conducta». 1º En otros términos, hoy Cuando un grupo humano advierte la falsedad del disimulo de
se diría que el hombre es un neoteno, que su naturaleza está ina- una dominación y súbitamente se da cuenta, como suele decir-
cabada. Por lo tanto no puede completarse por su propia natu- se, de que el rey está desnudo, generalmente, tarde o temprano,
raleza; para realizarse debe salirse de ella. En su condición de ser ese .grupo sale de tal dominación, aW1que corre el riesgo de ex-
inacabado, depende de otro ser capaz de remediar esa incomple- penmentar una nueva.
tud. Y en la medida en que se encuentra obligado a buscar a ese
otro ser, la primera dominación bajo la cual cae el hombre es, pues, de
naturaleza ontológica. Podemos expresarlo de otra manera: su Dos DOMJNACIONES
simple naturaleza no podría bastarle para hacerlo vivir y, por lo
tanto, debe imperativamente encontrar el todo del lenguaje y de Por consiguiente, existen dos dominaciones de naturaleza
la cultura para poder consumarse. Lacan, que tenía una concep- muy diferente: a una, la original, no podemos sustraernos, mien-
ción de los simbólico por completo diferente de la ele Bourdieu, tras que de la otra, la segunda, en ciertas condiciones, es posible
decía que «El hombre, desde antes de su nacimiento y más allá deshacerse. La dificultad estriba en que, en las prácticas sociales,
de su muerte, está cogido en la cadena simbólica».11 Y, como pa- estas dos dominaciones de naturaleza muy diferente están vincu-
ra dejar bien claro que en ese «estar cogido» se jugaba una do- ladas entre sí, lo cual explica que con tanta frecuencia se las con-
minación esencial y una dependencia ineludible, agregaba que funda o que se eleve una por encima de la otra de buena gana. O
«el sujeto es siervo del lenguaje y, aún más, siervo del discur- bien se valoriza la dependencia ontológica del hombre en detri-
so».12 Servidumbre simbólica: el término es tanto más sobreco- mento de la dominación sociopolítica y, en ese caso, se obtienen
gedor por cuanto no hay nada que permita sustraerse a esa do- grandes elucubraciones metafísicas sobre el Ser, tan poco aten-
minación radical que ejerce el lenguaje sobre el ser humano, sal- tas a la dominación sociopolítica que hasta pueden pasar por al-
vo que éste pierda su humanidad y se vuelque a la barbarie. to las peores de ellas: piénsese en la ontología heideggeriana que
Sólo después de haber postulado esta primera dominación se acomodó perfectamente al nazismo. O bien, sólo se toman en
(ontológica), se puede decir que la dominación es también para consideración las dominaciones sociopolíticas y se deja de lado,
el hombre un hecho sociopolitico. Marx nos permitió compren- y hasta se niega, toda la especificidad de la cultura.
der hasta qué punto esa dominación sociopolítica era compleja y Percibir la vinculación íntima de estas dos dominaciones su-
sutil pues se presenta como una realidad que se afirma disimu- pone, pues, un montaje delicado que no sacrifique una a la otra.
lándose. En efecto, la dominación sociopolítica es tanto el con- Yo propondría el siguiente: ciertos grupos aprovechan la domi-
jw1to de los medios por los cuales ciertos grupos de individuos nación ontológica (necesaria) para establecer una dominación
ejercen el dominio económico, político y/o cultural sobre otros sociopolítica (contingente). ¿Cómo? Es bastante sencillo: ejer-
ciendo un control y W1 cerrojo lo más apretado posible sobre
aquello que gobierna el acceso al sentido. Así es como existen
10. Kant, I., Ti:aité de pédagogie, ob. cit. instituciones específicas correspondientes a cada forma de do-
l l. Lacan, ]., &rits, ob. cit., pág. 468. minación sociopolítica, destinadas a vigilar de cerca el sentido
12. Ibíd., pág. 495 .

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Dany-Robert Dufour
t'f neoiiberaiismo ...

autorizado. Al hacer esto, los que dominan se hacen cargo de


asegurar el acceso de los individuos a la función simbólica, no EL i'<'EOLIBER..\LISMO Y L\ DESLVlBOLTZACfÓN
precisamente por una inquietud filantrópica, sino con el propó-
sito de controlar a los sujetos. Podemos decir que, si la lengua y En realidad, si se atenta contra ese núcleo primario de huma-
los sistemas simbólicos están incondicionalmente a disposición nidad, se corre el riesgo de que suceda todo lo contrario. En la
de todo ser hablante, en realidad lo están con la condición de es- hora actual corremos el riesgo de que triunfe la más conquista-
tar severamente controlados. Las sociedades de la modernidad dora de todas las dominaciones posibles, la del comúnmente lla-
eran, en este sentido, sociedades disciplinarias, como lo mostró mado neoliberalismo. La gran novedad del neoliberalismo, en
Foucault en sus trabajos de la década de 1960 (sobre los asilos y comparación con los sistemas de dominación anteriores, es que
las cárceles) y en 1970 (sobre lo biopolítico, a partir del momen- aquellos funcionaban mediante el control, el fortalecimiento
to en que la vida es objeto de decisiones políticas). institucional y la represión, mientras que el nuevo capitalismo
Pero el hecho de que el poder se haga cargo de la vida no siO"- funciona apelando a la desinstitucionalización. u Y probable-
nifica que haya que confundir las dos dominaciones. La domin~­ mente sea esto lo que Foucault no vio venir. A pesar de haber es-
ción ontológica nunca puede disolverse ni expresarse en la domi- tudiado las múltiples formas en que el poder toma a su cargo la
nación sociopolítica. De lo contrario, ya no podríamos compren- vida de las personas (en los cuidados de la salud, en la educación,
der por qué todo hombre, sea cual fuere su condición, dispone de en las diversas formas de castigo), Foucault no vio que, después
un derecho absoluto e inalienable a la palabra, por el mero hecho del final de la Segunda Guerra Mundial, muy progresivamente,
de ser hombre. Aquí estriba precisamente lo que tanto preocupa iba instalándose una nueva dominación. Los estudios ejemplares
siempre a los gobernantes y a los dominantes, pero que están de Foucault sobre las sociedades disciplinarias aparecieron, en
obligados a consentir. Aunque en la práctica esté mezclado con lo efecto, en un momento en que esas sociedades ya empezaban a
sociopolítico, lo ontológico conserva siempre su especificidad ló- entrar en decadencia y se aplicaron a un objeto que ya se había
gica y su eficacia propia. Nada podrá nunca detener la búsqueda vuelto muy frágil en el momento del estudio. 14 Es por ello que,
de sentido. si bien los estudios de Foucault sobre las sociedades disciplina-
El error sería, pues, confundir estas dos dominaciones. Y pre- rias están bien fundados, no por ello dejaron de generar un in-
cisamente ése es el error que cometen quienes ven en los actos menso malentendido. Los enérgicos compromisos militantes de
de desimbolización formas de resistencia a la dominación socio- la época no dejaban percibir que las instituciones a las que se
política. Cuando en realidad esos actos sólo deshacen la función apuntaba eran los mismos aparatos que procuraba destruir la
simbólica. La violencia desnuda, por ejemplo, lo único que pue- fracción más conquistadora del capitalismo. Sólo que entonces
de hacer es romper la instancia más íntima de la humanidad del la dominación quería continuar imponiéndose, no ya haciéndo-
hombre. Sería un trágico contrasentido creer que atentando
contra ese núcleo primero de humanidad pueden desbaratarse
13. Es notable que haya sido en la institución neuropsiquiátrica, donde el
las dominaciones sociopolíticas. Ninguna revolución debe pagar marco de control era más estricto, donde comenzó esta desinstitucionaliza-
ese precio, como lo mostró desdichadamente la locura del pol- ción. Lo cual describió perfectamente Robert Castel en sus estudios, particu-
potismo que trató de suprimir la función simbólica para termi- larmente en Castel, F. R. Castel y Novell, A., la Société psyquiatrique avancée, le
nar con toda dominación sociopolítica. modéle amfricain, París, Grasset, 1979.
14. En los Estados Unidos el mismo malentendido tuvo lugar con E. Goff-
man: se consideró que Asiles (publicado en Francia en 1968) era un estudio li-
berador, cuando en realidad se inscribía en un proyecto de desinstitucionaliza-
ción. Por otra parte, el proyecto se aplicó desde 1966 en California después de
que un tal Ro na Id Reagan fuese electo gobernador. ..

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Dany-Robm Dufour J:;t neoliberalismo ...

se cargo disciplinariamente de la vida de las personas a través del mento de lo propio de la humanidad, la discursividad, y en pro-
poder, sino de una manera completamente nueva cuya instaura- vecho de la relación de fuerzas. A lo que apunta hoy el nuevo ca-
ción se aceleró con lo que sucedió en el mundo (en California pitalismo es a ese núcleo primero de la humanidad: la dependen-
Italia, Inglaterra, Francia en mayo del 68) en la década de 1960'. cia simbólica del hombre. No es sorprendente, pues, que nues-
El nuevo capitalismo estaba descubriendo e imponiendo una tro espacio social se encuentre cada vez más invadido por una
manera mucho menos coercitiva y menos costosa de asegurar su violencia cotidiana, puntuada por momentos de apogeo de hi-
fortuna: ya no convenía continuar reforzando la serunda domi- perviolencia, accidentes catastróficos que las condiciones am-
nación que producía sujetos sumisos, sino que resul~aba más efi- bientales actuales hacen siempre posibles. El circuito se ha ce-
caz destruir las instituciones y terminar así con la tarea de hacer- rrado: la lógica neoliberal produce sujetos que, al funcionar pre-
se cargo de la primera dominación, a fin de obtener individuos cisamente siguiendo la ley del más fuerte, refuerzan aún más es-
blandos, precarios, móviles, abiertos a todos los modos y todas ta lógica.
las variaciones del mercado. Resulta evidente que este nuevo sujeto precario es también
Así llegamos hoy a que «los únicos apremios justificables son una víctima. Y esto es exactamente lo que quieren olvidar los
lo~ ?e los intercambios comerciales».'; El único imperativo ad- adeptos, contagiosos como vibriones, a la «tolerancia cero» que
m1s1ble es que las mercancías circulen. De modo tal que toda toleran perfectamente la gran corrnpción política y empresarial
institución que interponga entre los individuos y las mercancías y apuntan sobre todo a proteger la tranquilidad de los barrios
sus referencias culturales y morales se considera una presencia elegantes. Pero, por otro lado, tampoco hay que olvidar que esas
~o grata. El ~uevo capitalismo advirtió muy rápidamente el par- víctimas producen nuevas víctimas, de modo que oponer a la
~do que podia sacar de la protesta. Es por ello que el neolibera- «tolerancia cero» la «extensión de la tolerancia» constituye una
hsmo promueve actualmente «un imperativo de transgresión de pésima solución que sólo puede acrecentar el problema e1; lugar
las prohibiciones» que confiere a su discurso un «perfume liber- de remediarlo. Para no querer ver lo que está en juego en la nue-
tano» fundado en la proclamación de la autonomía de cada in- va condición subjetiva precarizacla ele la época neoliberal o, aún
dividuo y en la «extensión indefinida de la tolerancia en todos peor, pretender que los nuevos individuos desimbolizados son
los terrenos». 16 Es por ello que lleva consigo la desinstituciona- los nuevos resistentes hay que estar ciego o gravemente equivo~
lización: no sólo hace falta «menos Estado», también hace falta cado. Me parece que esta postura responde a una compasión mi-
menos de todo aquello que pueda estorbar la circulación de la serabilista ética y políticamente correcta muy en boga en la so-
mercancía. cialdemocracia de obediencia neoliberal y, a la vez, a una fasci-
Pues bien, lo que produce inmediatamente esta desinstitucio- nación literaria barata por los actos límites, generalmente muy
nalización es una desimbolización de los individuos. El límite apreciados por los hijos ele la burguesía en busca de una rebelión
absoluto de la desimbolización es el momento en que ya nada radical contra su medio. Nada puede esperarse ele esas revueltas.
asegura ni asume la orientación de los sujetos hacia la función Tampoco hace falta hacer una investigación muy profunda para
simbólica a cargo de la relación y la búsqueda de sentido. Nun- darse cuenta de que, si hay una realidad social, consentida sin re-
ca se llega verdaderamente a ese límite, pero, finalmente, cuan- funfuñar por el nuevo capitalismo aun cuando destruyó tantas
do la relación de sentido desfallece, siempre lo hace en detri- otras, es la existencia de las mafias ele toda índole que utilizan sin
vergüenza los métodos más expeditivos. Desde siempre, el capi-
talismo se acomoda perfectamente a lo que Marx llamó el lum-
15. Taguieff, P.-A., Résirter au bougisme, París Mili e et une nuits 200 l páCT penproletariat. Sobre este sector de la sociedad, Marx no se hacía
14. ' ' , ,,.
ninguna ilusión: «En cuanto al lumpenproletm·iat, los elementos
16. Ibíd. , pág. 15.

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Dany-Robert Dufour }::,'/ neoliberalismo ...

desclasados, los truhanes, los mendigos, los ladrones, etc., es in- sobrecarga simbólica que pesa sobre ellos. La desimbolización
capaz de llevar adelante una lucha política organizada; su inesta- indica un proceso cuyo objetivo es desembarazar el intercambio
bilidad moral y su inclinación a la aventura permiten que la bur- concreto de lo que lo excede y al mismo tiempo lo instituye: su
guesía utilice a sus representantes como rompedores de huelgas, fundamento. En efecto, el intercambio humano está inmerso en
miembros de bandas de pogrom, etc.». 17 Ahora bien, en nuestros un conjunto de reglas cuyo principio no es real sino que remite
días, el lumproletariat ha abandonado su condición de curiosidad a «valores» postulados. Esos valores corresponden a una cultu-
histórica marginal y local del capitalismo 18 para diseminarse y ra (depositaria de principios morales, de cánones estéticos, de
caracterizar determinadas formas sociales. Así vemos cómo se modelos de verdad) y, como tales, pueden diferir de otros valo-
establece una continuidad cada vez más tangible entre las peque- res, e incluso oponerse a otros valores. Pues bien, el «nuevo es-
ñas bandas que trafican en las ciudades, vampirizan a las pobla- píritu del capitalismo» persigue un ideal de fluidez, transparen-
ciones más pobres e impiden el funcionamiento normal de las cia, circulación y renovación que no puede avenirse al peso his-
instituciones republicanas subsistentes (la escuela, los transpor- tórico de esos valores culturales. En ese sentido, el adjetivo «li-
tes urbanos, por ejemplo), las pequeñas, medianas y grandes ma- beral» designa la condición de un hombre «liberado» de todo
fias que producen dinero «sucio» (con la droga, la prostitución, apego a esos valores. Todo lo que se relaciona con la esfera
el tráfico de armas, el tráfico de influencias, etc.) y las redes fi- transcendente de los principios y los ideales, puesto que no pue-
nancieras que reciclan ese dinero sin identificación hacia los pa- de convertirse en mercancía ni en servicio, queda ahora desacre-
raísos fiscales y ciertas redes políticas en las que, a veces, nego- ditado. Los valores (morales) no tienen valor (comercial). Como
cios y mafias se mezclan abiertamente (considérese, por ejem- no valen nada, su supervivencia ya no se justifica en un universo
plo, en la misma Europa, la Italia de Berlusconi). que se ha vuelto íntegramente mercantil. Además, esos valores
Ni tolerancia cero ni extensión de la tolerancia. La única so- constituyen una posibilidad de resistencia a la propaganda publi-
lución pasa por que el nuevo sujeto precario vuelva a tener acce- citaria que, para ser plenamente eficaz, exige un espíritu «libre»
so a la simbolización y recupere la dignidad humana. Por lo tan- de todo retén cultural. 19
to, hay que emprender una lucha contra la desimbolización, lu- La desimbolización es, pues, un objetivo: quitar de los inter-
cha que supone identificar previamente con precisión las formas cambios el componente cultural que siempre es particular. Esta
actuales que reviste. desimbolización en curso hoy adquiere tres formas: venal, gene-
racional y nihilista.

¿QUÉ ES LA DESIMBOLIZACIÓN?
La desánbolización venal
Ante todo, digamos que la palabra designa una consecuencia
del pragmatismo, el utilitarismo y el «realismo» contemporá- El término numismática -lo relativo a la moneda- proviene
neos que intenta «desgrasar» los intercambios funcionales de la del término griego nomos, la ley. El dinero tiene, pues, desde su
origen, relación con la ley. Si uno se refiere al dinero, se refiere
17. Marx, K. y Engels, F., Manifeste du Pani comrmmiste, 1848. a la ley. Un solo ejemplo bastará para demostrar la pertinencia
18. Esta «no clase» tuvo su hora de gloria: en El 18 de Brnmario de Luis Bo-
naparte, Marx analiza la ascenso al poder de Bonaparre como un golpe de Es-
! 9. Es lo que se vio en 2002 con el episodio que opuso al grupo Vivendi y
tado llevado a cabo con la ayuda de la «sociedad del 10 de diciembre», «una
a los cineastas franceses: se trata de imposibilitar toda «excepción cultural» en
masa confusa, descompuesta, flotante» constituida por el «lumpenpro!etariat
nombre de la pluralidad y la igualdad.
parisino organizado en secciones secretas».

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Dany-Robert Dufour t,'f neolibemlismo ...

de este precepto: la desaparición del oro, garante del valor de la note is legal tender for ali debts») que el pago acaba de cancelar,
moneda en la Europa de entreguerras pudo juzgarse como uno «deuda» que, como sabemos desde el antropólogo .Marce!
de los desencadenantes de los totalitarismos.'º En 2002, con el Gauss, está en el origen de todo sentido simbólico. El dólar re-
paso al euro, los europeos vivieron, sin presentar combate, un presenta además los orígenes de la nación (retratos de los padres
momento casi alegórico de desimbolización. La moneda es, en fundadores) y afirma una creencia en la fe (In God we trust). En
efecto, un signo «fiduciario», es decir, que reposa en el crédito el estado actual de cosas, lo que implica la creación del euro es
que se le da. Esta confianza, esta creencia en que un trozo de pa- librarse de esas características eminentemente simbólicas. Oí-
pel imaginado puede representar un valor, reposaba en un doble mos decir aquí y allá que Europa necesitaba un símbolo fuerte y
fundamento: el patrón oro, la referencia última y primera que el euro finalmente le dio ese emblema. Pero, ¿cómo no dar-
(«anal» diría el psicoanálisis) en un metal precioso sacralizado y se cuenta de que, para lograrlo, el euro tuvo que despojarse pri-
totemizado, y la referencia espiritual, la impronta simbólica de mero de toda referencia cultural explícita? Si hoy el euro repre-
las efigies y las divisas, prenda de unidad y hasta el alma de la co- senta a Europa, lo hace en una pura practicidad bancaria despro-
munidad. Estos dos orígenes, materia fundadora y mito funda- vista de referencias emblemáticas. Equivalente universal sin fun-
dor, se han debilitado enormemente. Una desde 1972 con el fin damento, pura contramarca sin origen para intercambios abso-
de la indexación del dólar en relación con el oro, producida co- lutamente funcionales, el euro ha llegado a ser, si se me permite
mo consecuencia de la fundición de las reservas federales de los decirlo así, el símbolo mismo de la desimbolización, la reduc-
Estados Unidos, debida particularmente a la guerra de Vietnam; ción de todos los valores a un único valor: el bancario. Con el
la otra, el 1ºde enero de 2002, con la aparición de una moneda euro no hay, pues, ningún otro valor que no sea el dinero. Así
sin lema, sin retrato del «gran hombre», sin valor cultural pro- desapareció de la transacción lo que aún quedaba en los inter-
clamado. Con el euro, queda aún un rostro en las monedas pe- cambios marcados con el sello de lo simbólico. El euro repre-
queñas, las de bajo cuño, pero en los valores importantes, los bi- senta, por ende, una especie de etapa intermedia entre el inter-
lletes que son los que tienen el valor de garantes (es decir, de cambio monetario fiduciario de antes y la transacción electróni-
prenda sobre los valores y los bienes) sólo aparecen puertas, ven- ca de las tarjetas de crédito: al desaparecer completamente toda
tanas y puentes ... simbolización en lo numerario numérico, el dinero quedará re-
Pero -el dinero no es sólo el, dinero. Las lenguas distinguen ducido a un puro descuento de cifras. Así es como, en el mo-
entre el dinero y la «moneda». Esta no es sólo el signo de aquel: mento mismo en que los europeos se preparaban en la eferves-
la moneda simboliza asimismo todo un conjunto de representa- cencia del «paso al euro», sus pensadores reunidos en la Unesco
ciones patrimoniales que se transmiten del comprador al vende- describían el inexorable «Crepúsculo de los valores». 21
dor. En el caso de Francia, por ejemplo, a través de los años, el Puesto que el dinero ya no está simbolizado por la moneda,
franco difundió una galería de cuadros que, de Pasteur a Pascal ya no «hace sociedad» y se convierte en ese monigote neutro, a
y de Descartes a Delacroix, sitúa toda transacción bajo la égida la vez principio y fin de toda relación social. La desimbolización
del «espíritu francés», del que el franco no era disociable. La di- que se está operando actualmente coloca a todo sujeto social en
visa faro de los Estados Unidos presenta características simila- posición potencial de capturar por todos los medios una parte lo
res, hoy ampliamente olvidadas, pero sin embargo presentes en más sustancial posible de eso que significativamente se llama la
su historia. Esta moneda recuerda explícitamente la deuda («this
21. Véanse las alocuciones de Gianni Vattimo, Jean Baudrilbrd, Meter
Sloterdijk y Mi chel Maffesoli durante los Diálogos del siglo XXI del 8 de diciem-
20. Goux, J.]., Frivolité de la valeur, essai sur l'imagi12aire du capitalisme, ob.
cit., pág. 245. bre de 200 l en la Unesco.

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Dany-Robe11 Dufour lit neo!ibem!ismo ...

«liquidez». En esta circulación pura de valor neutro, ya no hay En consecuencia, hay una violencia directamente generada
dinero sucio, aun cuando todavía se hable de «blanqueo»; sólo por la deficiencia monetaria y, aunque el euro no es la causa di-
hay dinero: se lo tiene o no se lo tiene. recta, es el índice más llamativo. Sin nada que lo garantice, sin
Al respecto, emerge hoy un realismo juvenil que arroja una simbolizar nada, la moneda paradójicamente anómica se propo-
cruda luz sobre lo que la sociedad verdaderamente les ha ense- ne como el acceso puro a ese «poderoso convoy de mercancías
ñado: no existe ningún poder que no sea el del dinero. El «tras- al cual se reduce nuestra civilización»:~ y promueve una sociedad
trocamiento semiótico»ii por el cual el simple signo se convier- del riesgo reivindicada por los pensadores liberales.i; En este cli-
te en la cosa misma en ausencia de aquello a lo que la cosa se re- ma digno de los viejos westerns en los que el dinero es sólo un
fería y por lo que adquiría valor hace que esta moneda se vuelva Pactolo difuso y los agentes sociales son nada más que los raiders
inmaterial (ya sin oro) y huérfana (ya sin madre: la República, en que deben apoderarse de él, el asalto a mano armada y el robo
el caso de Francia, .Marianne). Por ello, no nos sorprende que con violencia son sólo algunos de los riesgos que corren quienes
cada vez más adolescentes echen mano del peculio con una de- toman el liberalismo al pie de la letra.
senvoltura para correr riesgos que deja estupefactos a los mayo-
res. Tomemos un solo ejemplo, trágico, el de un «robo a mano
armada de un banco», el 26 ele diciembre de 2001 en Vitry-sur- La desimbolización generacional
Seine, durante el cual uno de los jóvenes, el que estaba armado,
resultó muerto por la policía. En respuesta a esto, los jóvenes del Del mismo modo en que, para las nuevas teorías financie-
vecindario de la víctima salen a la calle y atacan el barrio a san- ras, el trabajo ya no define el valor económico, tampoco defi-
gre y fuego durante una semana porque el compañero no había ne ya el lugar social en la producción de las riquezas. Los bie-
hecho ningún mal y, según el comentario de uno de ellos: sólo nes _de consumo se despliegan en profusión mientras que el
estaba «buscando algún dinero». :i Y, en efecto, ¿hay algo más empleo se hace escaso y precario y, a menudo, se vuelve desca-
natural que «buscar dinero» en un banco? La expresión es reve- lificado. Tal es el orden actual. Toda una generación de jóve-
ladora de todo un clima. El dinero ya sólo se gana en los juegos nes se encuentra así arrinconada en una especie de esclusa en-
de azar que proliferan. Ahora uno sale a buscarlo como quien tre la escuela y el empleo, con necesidades que aumentan con-
hace las compras en el supermercado. Esta lógica no es sui gene- jugadas con la falta de recursos propios. De este modo, ese
ris, no es la germinación ele la mala semilla de las periferias, es- grupo llega a constituir, no una mera franja de edad, antes
tá directamente inducida por la antropología neoliberal que re- identificada como los adolescentes, sino una suerte de catego-
duce la humanidad a una colección de individuos calculadores ría social de un género nuevo. Decimos nueva, porque es im-
movidos únicamente por sus intereses racionales, en salvaje posible asimilarla a la clase obrera, como justificaría su extrac-
competencia unos contra otros. Lo que no tiene fundamento no ción con frecuencia popular. A menudo hijos de obreros, estos
puede pretender legitimidad y la demostración está en que el di- jóvenes no son ellos mismos obreros y ven reducida toda una
nero dejó de tener fundamento: literalmente, ya no «represen- etapa de sus vidas a la ociosidad, especie de tercer estado inac-
ta» nada, desde que la economía especulativa, aquella por la cual tivo que la escuela tiene la responsabilidad de albergar el ma-
el dinero «engendra dinero» como decía Marx, se le fue de las
manos a la «economía real».
24. Fukuyama, F., Le Monde del 18 de octubre de 200 l: «Nous sommcs
toujours a la fin de l'histoire.»
22. Goux,].J., ob. cit., pág. 244. 25. Véase el reciente entusiasmo del MEDEF por los filósofos y economis-
23. Le Monde, 4 de enero de 2002. tas «libertarios»; véase Le Monde del 16 de enero de 2002 .

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Dany-Robert Dufour t'f neoiiberaiisnw ...

yor tiempo posible. Pues, por una paradójica inversión del En los viejos, los jóvenes deberían encontrar gente con quien
tiempo libre, que alguna vez fue privilegio supremo exclusivo hablar, en el doble sentido de dialogar y ser contenidos y rega-
de las clases dominantes, el hecho de quedar exento de traba- ñados. Los padres son quienes dicen «no», quienes inician y
jar, degradado y transfigurado, ahora es la suerte que corre to- permiten cierto «trabajo de lo negativo» que pone freno a las
da una juventud abandonada a sí misma. «¿Qué puedo hacer? ansias juveniles de omnipotencia. Esa función se ha vuelto difí-
No sé que hacer.» La célebre réplica de Pierrot le Jau de Go - cil, no sólo a causa de lo poco atractiva que resulta en una épo-
dard es hoy el estribillo mudo de una población de consumido- ca en la que la juventud representa para todos, y particularmen-
res improductivos. te para los de más edad, un imperativo categórico, pero sobre to-
Los «jóvenes», concepto impreciso y elástico, se ven doble- do porque la capacidad de decir «no» que encarnan los ascen-
mente aislados en el tiempo. Aislados cronológicamente por la dientes sólo puede ejercerse en nombre de principios sobre los
imposibilidad de proyectarse hacia el futuro y de referirse al pa- que, se supone, reposa el mundo. Los mayores deben, por lo
sado: al «no future» de los punks ha respondido, con menos es- tanto, asumir las críticas y las rebeliones surgidas de las frustra -
cándalo, un «no past» tácito. Aislados hasta en el presente por la ciones que necesariamente provocan sus negativas. Esta prece-
imposibilidad de considerar a los mayores de otro modo que no dencia simbólica, que depende de que una autoridad se encarne
sea como a iguales. La antigua relación vertical entre las gene- en alguien, hoy, sin duda por primera vez, se niega. De ello se si-
Taciones se ha transformado en una relación horizontal entre gue la suspensión de lo que describimos como la «servidumbre
contemporáneos con lo cual la diferencia simbólica se ha vuelto simbólica» del hombre, suspensión que constituye el sedimento
'obsoleta. de cierto nihilismo contemporáneo.
La familia ya no socializa y hasta tiende a convertirse en una
simple proveedora de lo que prescriben los medios y la publici-
dad. En el seno de esta entidad afectiva y financiera, como en el La desimbolización nihilista
seno de la escuela, tiende a desaparecer la diferencia generacio-
nal, padres e hijos, maestros y alumnos, todos se tratan de igual La dificultad para insertarse en un mundo del trabajo cada
a igual. Para Hannah Arendt, que hizo de esta cuestión la tesis vez más .hipotético y enigmático, la interferencia de la referen-
central de su antropología política, el nacimiento, el hecho de cia histórica y generacional agrupa a la juventud en conglome-
que nacieran seres nuevos en un mundo viejo, obligaba, como ya rados seriales sin conferirles de ninguna manera la estructura ni
lo señalé, a los mayores a instituir a esos nuevos. La «moderni- los cimientos de una clase social. Se trataría, antes bien, de un
zación» estadounidense, cuya proliferación señalaba Arendt, grupo «fuera de toda clase», que se define negativamente por lo
consiste esencialmente en un cortocircuito de toda transmisión. que no es. tVgo que expresa muy bien el término «exclusión»:
Atrapado en el carácter inédito de esta situación, el rol paterno una parte de la juventud se ve excluida de hecho de la actividad
de representar un mundo ante los hijos, al que a menudo sólo se social. Es por ello que resulta inadecuado analizar la violencia
adhiere por obligación, un rol, en el fondo austero y tan ingra- juvenil en términos de lucha de clases. Esta violencia no es una
to, de legatario de un patrimonio cultural que no se posee como insurrección contra la explotación (si no hay empleo, tampoco
propio, se vuelve casi insostenible. Los padres son siempre los hay plusvalía), no apunta a ninguna emancipación (no la impul-
viejos del viejo mundo, condición necesaria para ser superados, sa ninguna ideología de la salvación), adhiere sin reservas al con-
como necesariamente debe ocurrir para que los jóvenes rejuve- sumo y a los valores mercantiles, no denuncia ninguna aliena-
nezcan de por sí y bajo su propia responsabilidad aquello que ción (librada a sí misma, podría decirse que más bien sufre un re-
han heredado. pliegue identitario y gregario que el fenómeno de las «bandas»

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Dany-Robert Dufour !:,'/ neoliberalismo ...

antagónicas ilustra profusamente). Las exacciones cometidas po- forma de dominación, solapada y maligna, por la cual el poder
líticamente no tienen ningún sentido, puesto que fueron provo- verdadero se vuelve anónimo, informe e iloca li zab le: «es tamos
cadas, de hecho, por el derrumbe del sentido. «Tener odio» ex- ante una tiranía sin tirano ».~ Se trata, abiertamente, de la pro-
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presa un estado de ánimo tan imperioso como vago, no una rei- moción de la anomia, el levantamiento de las prohibiciones y de
vindicación social. La única recuperación que se propone como todo lo que pueda imponerse a la pura impetuosidad de los ape-
posible a estos actos violentos procede de un poujadismo de do- titos. Esta manera de reducir la ciudadanía a la sociedad civil,
ble cara: abiertamente reaccionario cuando denuncia a la juven- constituida solamente por el conjunto conflictivo de intereses
tud como una «clase peligrosa» y pretendidamente progresista particulares,1 9 imposibilita la necesaria dialéctica entre el cuerpo
cuando, por el contrario, la considera la joven guardia redento- social y su representación política. En definitiva, la consumación
ra compuesta por «ángeles exterminadores». de la antropología neoliberal, cuyo lema, el célebre «laissez-fai-
Nada permite transformar la revulsión en revolución pues la re» confesaba de antemano la ausencia de principios, abre un
fuerza del neocapitalismo reside, paradójicamente, en la debili- nuevo espacio social, completamente depurado, prosaico, trivial,
dad de sus gobiernos. La gobernanza neoliberal es una voluntad nihilista, impregnado de un nuevo y poderoso darwinismo social
de no gobierno,1 6 según la idea de que a un mínimo de gobierno en el que el valor, ahora único, pasa de una mano a otra, sin otro
político le corresponde un máximo de rendimiento económico. proceso e independientemente de cuáles sean sus modalidades:
De este debilitamiento voluntario y técnico del poder resulta un los «mejor adaptados» pueden aprovecharse legítimamente de
efecto perverso que no escapó a la sagacidad de Hannah Arendt: todas las situaciones, mientras que a los «peor adaptados» se los
«todo debilitamiento del poder es una invitación a la violen- deja sencillamente abandonados y hasta expuestos a desaparecer.
cia».17 Se trata aquí del «poder» como expresión de un «que- Todo esto implica un profundo cuestionamiento de la civiliza-
rer». Pero el poder actual ya no «quiere» más nada, sólo preten- ción porque se ha abandonado el deber tradicional biopolítico
de adaptarse lo mejor posible a una coyuntura y a una evolución de protección de la población que le incumbe a todo Estado.
que lo superan. La «modernización» (de las empresas, de la es- Algunos se niegan a integrar este espacio hiperrealista del va-
cuela, de las instituciones ... ) se presenta como un gigantesco lor desnudo en el intercambio directo. Optan entonces por la vía
tropismo a escala planetaria, una especie de ley natural, una aco- dictada por el desamparo que los lleva a una violencia «gratui-
metida sorda e irreprimible de la evolución. Lo que hoy exige la ta» puramente reactiva.io Cuando el lugar y los representantes
sumisión y la adaptación vitales es la «fuerza de las cosas» y no del poder son invisibles hay que lan za rse contra algún exutorio.
ya quienes poseen un poder que se ha vuelto impreciso, fl ojo, se- Jerjes hacía azotar el mar para castigarlo por sus tempestades, los
cundario y limitado a la gestión. La ausencia de un verdadero jóvenes delincuentes queman, devastan, agrade n con la misma
gobierno, es decir, de una institución cuya legitimidad es nece- rabia impotente, por no poder llegar a los responsables de haber
sariamente exterior a los intereses económicos, revoca la autori- quedado relegados.
dad al tiempo que oculta donde reside realmente la potencia. El
debilitamiento del Estado dista mucho de anunciar el de la do-
minación sociopolítica, lo que presagia es el paso a una nueva 28. Ibíd., pág. 18 l.
29. Definición de la sociedad Ci\-il recordada por Bernard Casscn, quien cita
a Hegel en le Mo11de diplomatique, nº 567, junio de 2001, pág. 28.
26. Véanse los cursos de Michel Foucault en el College de France sobre El
30. A semejanza de esos cuatro jóvenes de entre trece y veintisiete aiios que
nacimiento de la biopolítica (l 979), algunos de los cuales fueron difundidos por
hirieron a nueve personas detonando una carga explosiva en un salón de fi es-
France-Culture en la semana del 14 al 18 de enero de 2002.
tas. Motivo invocado: «Para cagar al mundo». Véase le Monde, 4 de enero de
27. Arendt, H., Du mensonge iz la violence, París, Calmann-Lévy, 1972, pág.
2002.
187.

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Dany-Robert Dufour t.'/ neoliberalisrno ...

Estamos ante un círculo vicioso de nihilismo: la anomia co- que aunque la pérdida de bienes comunes siempre puede com-
mo condición de posibilidad del neocapitalismo vuelca al nihi- pensarse produciendo nuevos bienes, la pérdida del ser propio es
lismo tanto a los que se aprovechan de él como a quienes lo pa- casi irremediable. Probablemente el triunfo absoluto del neoli-
decen. bralismo y, por lo tanto, las futuras batallas se decidan en esta es-
fera: si la forma sujeto se ha quebrado, ya nada podrá ponerle di-
La posmodernidad no es la simple caída de los ideales _del yo, que al despliegue sin límite de esta forma política, estadio últi-
ni un levantamiento en masa contra los ídolos. Quienes creen mo del capitalismo, el del capitalismo total donde todo, hasta
que vivimos una época de develamiento doloroso pero salvador nuestro propio ser, habrá entrad"o en la órbita de la mercancía.
compran a buen precio su tranquilidad. En realidad estamos en
una época de fabricación de un «nuevo hombre», de un sujeto ¿Qué más decir? Tal vez lo principal. Es algo que correspon-
acrítico y psicotizante a cargo de una ideología avasalladora, pe- dería a dos rasgos, en el fondo contradictorios. Pero ésta será mi
., ro probablemente mucho más eficaz de lo que fueron las gran- manera de rendir homenaje a la razón a través de la figura kan-
des ideologías (comunismo, nazismo) del siglo pasado. Lo que tiana de una antinomia final que, en este caso, confieso no saber
/ quiere el neoliberalismo es un sujeto desimbolizado, que ya no resolver.
·, esté sujeto a la culpa ni sea capaz de apelar constantemente a su Por un lado, estoy obligado a comprobar que el lugar que
libre arbitrio crítico. Quiere un sujeto flotante, liberado de toda ocupaban el sujeto crítico y sus viejos neuróticos no deja de re-
atadura simbólica; tiende a instaurar un sujeto unisex e «inen- ducirse a medida que se extiende la posmodernidad. ¿Qué hacer,
gendrado», es decir, desamarrado de sus cimientos en el suelo de pues, ante la muerte programada del sujeto moderno? No veo
10-;eal, el de la diferencia sexual y el de la diferencia generacio- otra salida que tratar de protegerlo como a una especie amena-
nal. Al quedar recusada toda referencia simbólica capaz de ga- zada, con la esperanza de que eventualmente lleguen días mejo-
rantizar los intercambios humanos, sólo hay mercancías que se res, sin perjuicio de hacerlo entrar en la clandestinidad hacién-
intercambian sobre el fondo de un ambiente de venalidad y ni- dole recuperar la práctica roborativa de las redes de resistencia.
hilismo generalizados en el cual se nos pide que ocupemos nues- En cuanto a las múltiples solicitaciones posmodernas, I would
tro lugar. El neoliberalismo está haciendo realidad el viejo sue- prefer not to ...
ño del capitalismo. No sólo amplía el territorio de la mercancía Cito aquí la fórmula educada, solemne, lacónica, pero inape-
a los límites del mundo (lo que estamos viviendo y se conoce con lable e infinitamente devastadora que el Bartleby del relato de
el nombre de mundialización), en el que todo objeto ha llegado a Herman Melvillell oponía invariablemente a todo pedido. «Pre-
ser una mercancía (derechos sobre el agua, derechos sobre el ge- feriría no hacerlo», escribía Blanchot, «Corresponde a lo infini-
noma, y sobre todas las especies vivas, órganos humanos) tam- to de la paciencia donde van y vienen los hombres destruidos>>.)!
bién procura expandirlo en profundidad a fin de abarcar los Pero, por otro lado, estoy obligado a comprobar que la trági-
asuntos privados, algwrn vez a cargo del individuo (subjetividad, ca destrucción de ese hombre nos ofrece una especie ele oportu-
sexualidad, etc.) y ahora incluidos en la categoría de mercancía. nidad inusitada. Nos encontramos, en efecto, en una situación
En este sentido, vivimos un momento crucial, pues si se aten- excepcional para el pensamiento. Todo está de cabeza. Hay que
ta contra la forma sujeto, construida en reñida lucha por la his- reconstruirlo todo, comenzando por una nueva crítica inteligen-
toria, no sólo estarán en peligro las instituciones que tenemos en
común, también lo estará, y sobre todo, lo que somos. No sólo
nuestro haber cultural está en peligro, sino además nuestro ser. 31. Melville, H., Bmtleby Le Scribe, París, Gallimard, 1996.
Lo cual evidentemente tiene una gravedad mucho mayor, por- 32. Blanchot, M., «Discours sur la paticnce», Le Nouveau Comerce, nº 30-
31, París, 1975.

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t;t neoliberalismo ...
Dany-Robert Dujóur

actividad humana -la economía comercial, la economía política,


te y una nueva comprensión del inconsciente. Estamos, de algu-
la economía simbólica y la economía psíquica- convergen lo su-
na manera, como Descartes en Amsterdam en 1631, algunos
ficiente para indicar que está surgiendo un «hombre nuevo»,
años antes de escribir El discurso del método: «En esta gran ciudad
privado de la facultad de juzgar e inducido a gozar sin desear.
en la que estoy, no hay ningún hombre, exceptuándome a mí,
Por lo tanto, en mi opinión, no es una hora de optimismo
que no ejerza la mercancía; cada uno está hasta tal punto atento
idiota -el del impaciente que se alegra demasiado pronto por la
a su propio provecho que podría estarme aquí toda la vida sin
desterritorialización operada por la mercancía y la caída de los
que nadie perciba mi existencia [. ..)». Descartes, por ser el hom-
ídolos- ni tampoco es hora de un pesimismo nostálgico por
bre sereno de las situaciones desesperadas, es el personaje teóri-
tiempos definitivamente caducos. El imperativo categórico hoy
co que hoy nos hace falta: cuando todos se sienten oblio-ados a
ejercer el comercio, Descartes juzga que «goza de enter~ liber-
es el de la resistencia ante el establecimiento del capitalismo to-
tal.
tad»; en el súmmum de la duda, reinventa, gracias a esa duda
misma, el ejercicio filosófico más crudo, el que debía fundar una
nueva certeza.
Hoy, la Amsterdam capitalista de Descartes ha conquistado el
mundo: en esta gran ciudad planetaria vemos no sólo que todos
ejercen la mercancía sino que la mercancía se ejerce sobre cada
persona en el sentido de que la modela. Ciertamente, de vez en
cuando, algunos filósofos comunicantes se sienten atraídos por
la cuestión, pero, en lo esencial, ya nadie se interesa actualmen-
te en esta especie en extinción. No es sorprendente: no valemos
nada.
Aprovechemos la situación.
Podemos estar tranquilos.
En este retiro forzado de hombres destruidos, disponemos,
en suma, de una libertad absoluta .
Por mi parte, no estoy de ningún modo decidido a emplear
ese tiempo libre en practicar una de las numerosas artes del
abandono, sino que opto por emplearlo para tratar de compren-
der los confines de la nueva ideología que está instaurándose.
Desde ya, lo que podemos ver es que, con una apariencia afable
y democrática, probablemente sea tan virulenta como las terri-
bles ideologías que se desencadenaron en Occidente durante el
siglo XX. En realidad, no es imposible que, después del infierno
del nazismo y el terror del comunismo, se perfile hoy una nue-
va catástrofe histórica. Finalmente, sólo habríamos salido de una
para entrar en la otra. Pues el neoliberalismo, como las dos ideo-
logías citadas, también quiere fabricar un «hombre nuevo».
Hasta ahora, los cambios operados en los grandes campos de la

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