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La concepción moderna del ser humano

A partir del mundo moderno se considera que el ser humano, todo ser humano, posee
autonomía racional. Esto quiere decir que todo ser humano es capaz de pensar por sí mismo
usando la razón. Y que la razón es una capacidad que se encuentra por igual en todos los
seres humanos.
Pero de aquí se siguen varias consecuencias:
 Si todos los seres humanos son capaces de pensar por sí mismos, todos los seres
humanos deben ser libres para dirigir su propia vida.
 Si los seres humanos son capaces de pensar por sí mismos, y deben ser libres para
dirigir su propia vida, entonces no tiene sentido diferenciar entre señores y siervos.
Nadie ha nacido para señor. Nadie ha nacido para siervo.
 Si todos los seres humanos poseen autonomía racional, y deben ser libres para hacer
sus propios proyectos de vida, entonces no es lícito reducir la vida humana a la
condición de instrumento para los fines de otro (como cuando se la reducía a la
condición de siervo o esclavo). Porque cada ser humano puede plantear sus propios
fines.
En el siglo XVIII Kant (un filósofo alemán, el más profundo representante del movimiento
ilustrado) sacará la conclusión de que cada ser humano es valioso por sí mismo. Es decir,
posee dignidad (del latín dignitas, -atis, que hace referencia a lo excelente, a lo que es
valioso).
Esta manera de concebir al ser humano rompe con la cristiano-medieval. En la que:
 Se parte de que no todo ser humano alcanza la plenitud racional, por lo que algunos
seres humanos (las mujeres, los siervos) permanecerían toda su vida siendo una
especie de niños, cuya vida debe ser dirigida por otros.
 Se sostiene, además, que ni siquiera aquellos que están en el uso pleno de la razón,
disfrutan de un pensamiento realmente autónomo. Pues la razón no es apta para
alcanzar la verdad primera, el principio primero que sirve de fundamento al saber y
a la moral. Este principio primero es Dios, y para su conocimiento se necesita de la
fe, que viene dada como un don gratuito de Dios (como una gracia).
 Pese a que el cristianismo sostiene que todos somos hijos de Dios, y por lo tanto
esencialmente iguales, esa igualdad queda reducida al ámbito espiritual. Mientras,
en la vida cotidiana y terrena, se construye una sociedad compuesta de señores (que
han nacido para mandar) y siervos (que han nacido para servir), y en la que las
mujeres quedaban sometidas a los varones.

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