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(I ) Es te trabajo fue hecho como parte del Proyecto 1-D AME90-0849-C02-01. La autora es miembro del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), España, y es investigadora asociada del Centro
Bartolomé de Las Casas.
miembros del ejército conservador o unitario como las de Ayoayo y Corocoro, pero la
trascendencia de Mohoza radicó en que los soldados muertos pertenecían al mismo bando que
los indios apoyaban. Finalizada la lucha y asumida la presidencia por el coronel Pando , jefe
del Partido Liberal, se llevó a cabo la represión de los indígenas que habían contribuido al
triunfo, quedando ejemplificada esa acción en el Juicio de Mohoza (1901-1904).
La historiografía sobre la Guerra Federal de 1899 ha analizado este acontecimiento
desde dos perspectivas principales, las causas del conflicto y los actores sociales que
intervinieron en la contienda. Respecto a la primera, predominan aquellas interpretaciones
que ven como trasfondo de la guerra el enfrentamiento entre dos bloques rivales cuya mejor
expresión sería la competencia por la ampliación de mercados y participación políLica que se
desarrollaría entre las provincias del norte y las del sur, más concretamente, entre La Paz y
Sucre. De esta oposición saldrían binomios tales como terratenientes tradicionales y mineros
contra comerciantes, mineros de la plata contra mineros del estaño, o terratenientes señori ales
contra una emergente burguesía urbana, esto es, criollos contra mesLizos. El resultado final
es un modelo que agrupa a una oligarquía tradicional, de fuerte poder económico basado en
la minería y vinculado a capital chileno, con los intereses del sur encabezados por la ciudad
de Sucre, y que identifica a un nuevo y ascendente grupo de comerciantes, con intereses en
la minería del estaño y la extracción de goma clásLica, con La Paz (Fellman 1970: 289-295;
Almaraz 1987: 75-76; Valencia 1953: 52-53; Condarco 1985: 444; Kle in : 1982). A estas
interpretaciones se suele añadir un enfoque partidario de la influencia de factores imcrnac io-
nales como condicionantes de la Guerra de 1899 (Albarracín 1972: 25 -28; Dunkerley l 987:
67). Su consecuencia inmediata es la sustitución de los patrones coloniales de oc upación del
territorio -reproducidos durante la República- por otros de tipo neocolonial gestados bajo el
mandato norteño-paceño de la oligarquía minera, hacenda! y comercial de La Paz, a la que
se acusa de incapacidad para forjar un proyecto de desarrollo propio en torno al cual se
nucleara la nación y se articulasen las distintas regiones (Roca 1980; Rodríg uez 1991: 26-27;
Rodríguez y Solares 1990: 55-58; Roca 1981: ll7-11 8; Romero 1991: 197-200).
Independientemente a que el transfondo del conflicto de 1899 obede1ca a razones
reg ionales, de competencia minera o de enfrentamiento entre viejas y nue vas oligarquías
idenLificadas con modos de producción incompatibles , casi Lodos los autores que debaten el
problema toman en consideración la segunda perspectiva historiográfica mencionada: el
papel desempeñado por los distintos actores sociales que intervinieron en la defin ición de esa
guerra. Dado que uno de los factores decisivos para del triunfo de las fuerzas del Partido
Liberal frente a las del Partido Conservador fue la participaci ón de la población indígena-
aymara del Altiplano, la pregunta inicial se centra en las características y moLivaciones ele la
presencia india en el conflicto.
Al respecto se pueden señalar dos opiniones principales interesadas en comprender qué
es lo que habría provocado el apoyo indio a la causal ibera l. La primera defiende la autonomía
política del movimiento indígena abogando por un largo y exhausti vo proyecto de subleva-
ción que vería en el conflicto entre partidos la ocasión propicia para manifestarse y hacer
realidad sus requerimientos. No niega la campaña proselitista del Partido Liberal en e l
A!Liplano, pero afirma que los indios instrumental izaron ese esfuerzo para llevar a cabo un
proyecto propio de remodelación de las relaciones sociales y étnicas. La segunda, s i bien
acepta la existencia de peticiones indígenas para la mejora de sus condiciones de vida, está
en desacuerdo con que existiera un plan de rebelión tramado a lo largo de veinte años de
ex torsiones sociales por el proceso de compra y venta de tierras comunales, insistiendo en que
fue el Partido Liberal el que utilizó y despertó las ambiciones indígenas de mejora de su
situación para su propio beneficio. El activo descontento de los indios no sería tanto un
proyecto planificado de sublevación como la respuesta directa a la apropiación de tierras
comunales que se dio entre 1868-1871 y 1874-1899 (Zavaleta 1986: 16, 146), a la vez que
la ocas ión de expresar tanto su descontento frente a los abusos del ejército (Grieshaber 1991 :
131- 132), como ante la acumulación de fricciones diarias con los "vecinos de los pueblos"
(Pearse 1986: 33 3-334, 338). Cuando se pretendía una ruptura del sistema vigente en el agro
y, por tanto, se amenazaba con el inmediato desmantelamiento de la separación étnica, estaba
en funcionamien to una acción refl eja y no un proyecto meditado de transformación social.
En desac uerdo con lo ante rior están los trabajos de Ramiro Condarco Morales ( 1983:
267-268). Si bien con ellos se inició un discurso acerca de la autonomía política de los
objetivos indígenas, corresponde a Tristan Platt(l 990: 265,287,296,301) y a Marie Daniele
Demélas ( 1981 , 1982, 1984; Piel y Demélas 1981) la defensa de 1899 como una guerra
planeada ele antemano por los indios(2). Pese al interés ele los dos autores por probar la
existencia de una organización y objetivos políticos propios, ambos olvidan desv incular la
protesta indígena de la presencia liberal en el campo a través del compadrazgo y las clientelas
desde 1880. Además, tampoco expli can ni el brusco reflujo ele la acción colecti va indígena
acabado el conílicto, ni las distorsiones que introdujeron las disputas locales, ni las
di fe rencias entre indios y "veci nos de los pueblos" , ni el significado de la "cholificación" en
términos de movilidad social. Su estudio sobre el levantamiento indígena de 1899 permite,
si n embargo, anali zar la historicidad de las percepciones colectivas y su articulación con
acciones transfo1madoras. En este sentido ambas interpretaciones coinciden en que la
participación india significó una lucha contra el monopolio de la tierra llevado por la
hacienda, contra el monopolio comercial del hacendado y contra el monopolio del poder
políti co reg ional. Pero esa conclusión sigue sin resolver la dimensión del conflicto no sólo
en lo referente a su significado e n el desarrollo nacional boliviano sino tambi én respecto al
tipo de acuerdos e intereses que sub yac ían en la alianza liberal-indígena.
Como en tocios los ánalisis que priman la autonomía indígena el resultado no es su
afirmación fi nal sino la con statación de la campaña proselitista de los liberales, este estudio
considera necesario replantear el tema desde la perspectiva de la intencionalidad liberal . De
este modo, las dos guerras que enc ierrd 1899, la guerra entre fracciones de la elite por
monopolizar el poder político y la guerra revindicativa de los indígenas frente a la acción
opresora ele una elite comprendida en conjunto(3), se explican en virtud de la dinámica de un
conflicto intraelites. Este trabajo se centra, así, en las razones que tuvo la mancomunidad
(2) En general, debido al probl ema de construcc ión y definición nacional que afronta la sociedad boliviana
este punto de vi sta es mayori tario aunque su a firmación en ningún caso conlleve pruebas. El tratamiento
dado a temas re ferentes a las relaciones interétnicas y a los sectores populares suel eestarsobreideologizado,
mezclándose las utopías y es peranzas de futuro con las ambici ones políticas y profesionales.
(3) "La ac tual guerra civil importa una lucha anti nacional de una provincia contra otra y aún se puede decir
que es una guerra de razas que afecta hondamente a la unidad nacional y que nos sepulta de nuevo en
la barbarie", Boletín Oficial, Nº 60, La Paz, 19 de marzo de 1899.
El origen inmediato de la guerra civil hay que buscarlo en la di sputa entre Sucre y La
Paz por la capitalidad(4 l. Hasta 1899, el gobierno de Bolivia no disponía de residencia
permanente. En octubre de 1898, el presidente conservador Severo Fernández Alonso, bajo
presión de los ciudadanos de La Paz, trasladó allí su gobierno. A esta decisión se opuso la elite
(4) Archivo de La Paz. En adelante: ALP. Col. JCV . Borrador de.Julio César Valdés sobre la Revolución
Federal", 1899, pp. 1-2.
de la ciudad de Sucre que, como respuesta, patrocinó en la Cámara de los diputados allí
establecida e l nombramiento de dicha ciudad como capital de la república en una votación
del 14 de noviembre de 1898 donde Sucre salió vencedora(5)_ Aunque Macario Pinilla, di-
putado conservador por el departamento de La Paz, había propuesto que la sede del Congreso
se fijara en La Paz, con el fin de tranquilizar la si tuación, ofreció renunciar y dirigió un
proyecto de enmienda a los representantes paceños, sugiriendo a Cochabamba como la sede
del Legis lativo. A pesar de ello, sus correlegionarios insistieron en hacer de La Paz la capital
del país. Esta decisión evidenció por primera vez la ruptura de los lineamientos partidario~
establecidos, ya que la ma yor parte de la representación paceña estaba compuesta por
conservadores que no apoyaron lo dictaminado por los conservadores del Departamento de
Chuquisaca . Pero esa posición paceña no fue suficiente ya que todos los miembros de la
Cámara votaron a favor de la moción gubernamental a favor de Sucre como capital, a
excepc ión de los diputados de La Paz, quienes abandonaron el Congreso.
En La Paz, vistos los resultados , las manifestaciones populares fueron tan violentas,
que el control de la ciudad se vio amenazado. Serapio Reyes Ortiz, Prefecto conservador de
La Paz, logró sin embargo aliviar la situación a través de una alianza con los liberales que
mantuviera el derecho de La Paza ser la capital de la República. Reyes Ortiz se alió, entonces,
con el bloque liberal encabezado por Sabino Pinilla, Abe] lturralde, Pedro Kramer y Elías
Zalles, representantes liberales, contra un proyecto de "Ley de Radicatoria" presentado por
los diputados de S ucre(6). Ante tales acciones, el presidente Severo Femández Alonso decidió
apoyar entonces a Sucre, movilizó su ejército el 5 de diciembre de 1898 y marchó hacia La
Paz. En actitud de desquite, los líderes de ésta decidieron pelear y el 12 de diciembre de 1898,
bajo el grito de"¡ Vi va la Federación!", formaron una Junta Revolucionaria para reclutar sol-
dados y buscar reservas. Tres fueron los órganos encargados de gestar apresuradamente la re-
volución: 1. El Municipio, con mayoría liberal. 2. El Comité Federal constituido por represen-
tación paritaria de liberales y constitucionalistas. 3. Las propias autoridades conservadoras.
El día 1Ode diciembre de 1898, el Prefecto del Departamento de La Paz, Serapio Reyes
Oniz , solicitó a Macario Pinilla su opinión acerca de las medidas que la situación obligaba
adoptar. Este se manifestó a favor de "proclamar la revolución y apoyarla con todos los
e lementos disponibles" (Grieshaber 1991: 131 ). Serapio Reyes destacó el carácter regiona-
lista de la insurrección pronta a ser proclamada, " la lucha no sería de partidos sino secciona!
entre el norte y el sud para establecer por las armas, la hegemonía de cualesquiera de ellos"
(ibid .: 132). Acordaron ambos ponerse a la cabeza de la rebelión, cuyo estallido se precipitó
con la noticia de la marcha del Presidente Alonso hacia la Paz, lo que dio motivos a Bautista
Saavedra para decir veinte años más tarde que la fracción constitucional de La Paz fue la que
en realidad hizo la revolución . A favor de esta afirmación actuaba el hecho de que el
parlamentario conservador por La Paz, Macario Pinilla, y el Ministro de Estado y Prefecto
del departamento, Serapio Reyes Ortiz, habían apoyado en 1897 al gobierno cuando éste
envió tropas para anular las elecciones municipales y para disolver el Consejo Municipal que
se había proclamado tras éstas en las que los liberales habían obtenido en La Paz cuatro
escaños. En ese momento los dos constitucionalistas apoyaron al jefe de su partido porque
sus propios cargos estaban en entredicho por los liberales, lo que no ocurrió en 1898 cuando
lo que se discutía era la primacía de La Paz.
El 12 de diciembre de 1898 se reunieron en la residencia del liberal Sabino Pinilla altos
representantes de las fracciones políticas liberal y constitucionali sta. Macario Pinilla, Reyes
Ortiz, Femando Guachalla, Federico Zuazo, Fermín Prudencio, Víctor Sanjinés, Alfredo
Ascarrunz y Adolfo Ortega, decidieron proclamar la revolución ese mismo día. Más tarde se
proclamó la " regeneración de Bolivia bajo el rég imen del Gobierno federal" y se nom bró a
Serapio Reyes Ortiz, José Manuel Pando y Macario Pinilla, para que constituidos en Junta de
Gobierno organizaran "la defensa de los derechos de la Nación y de este Departamento hasta
obtener la victoria''(?). Una vez establecidos los nombramientos se distribuyeron las distintas
funciones que se tendrían que llevar a cabo para hacer fre nte a la oposición del gobierno de
Alonso, mientras unos se ocuparían de poner a las órdenes de la rebelión los elemen tos
oficiales disponibles, otros se encargarían de gestar un mov imiento popular. Los conserva-
dores Pinilla y Reyes Ortiz se dirigieron al cuartel del regimiento Murillo(8), y luego de una
breve entrevista con sus jefes consiguieron el apoyo de la guarnición al levantamie nto civil.
El regimiento abandonó su c uartel y des filó por las calles en ges to de adhesión a la ca usa
rebelde, bajo el juramento de defender los legítimos "derechos del pueblo, derechos
ultrajados por la ambición desmedida y lugareña del pueblo chuquisaqueño y holl ados por
el presidente de la república , quien después de haberofrec ido vetar la inconsulta ley que fijaba
a perpetuidad la residencia del gobierno e n la ciudad de Sucre, la ha sancionado dando con
ello, y sin motivo alguno un sopapo al altivo pueblo de La Paz"(9). Sim ultáneamente, el liberal
Fernando Guachalla conseguía el pronunciamiento popular a favo r de la constitución de un
gobie rno revolucionario (G rieshaber 199 1: 132). Aceptados los nombres de Re yes Orti z,
Pando y Pinilla como supremos conductores de la revolución, se dio lec tura al acta de
proclanrnción de la Junta:
"El pueblo de La Paz proclama la regeneración de Boliv ia bajo el régi men del Gob ierno
Federal, y nombra a los señores Serapio Reyes Ortiz, José Manuel Pando y Macario
Pinilla, para que constituidos en junta de gobierno organicen la defensa de los de rechos
dela nación y de este departamento hasta obtener la victoria. El pueblo confía en ellos
y espera que su acción enérgica y patriótica sati sfará las legítim as aspiraciones
man ifestadas el 6 de nov iembre último c uyo fin ofrece su sangre y su vidaOO)_
En los días subsiguientes al 12, se procuró dar realidad práctica al proyecto de organizar
el ejército federal. El día 14 se constituyó su alto mando. Fue desi gnado general en jefe
Eliocloro Camacho y jefe del Estado Mayor el coronel Fermín Pruclencio, y sub-jefe del
mi smo, el coronel Ismael MontesO I ). La prensa de La Paz reveló que C laudio Pi nill a,
(7) "El Gobierno Federal y los grandiosos hechos de ayer", El Come rci o, l .a Paz, 13 de di ciembre de 1898.
(8) " . .. la Colu mn a Murill o es el puebl o y ese pueblo es tá con la Columna Murillo", " U Gob ierno h:d cral
y los grandiosos hechos de ayer", E l Co mercio", La Paz, 13 de di cie mbn.: de 1898.
(9) Ver nota 8
(t O) "El gobierno Federal y los gra ndi osos hec hos de ayer". El C omercio, [ .a Paz, 13 de diciembre de I X98.
(l t) "El ejérci to Federal ", El Nacio nal , La Paz, 13 de diciembre de 1898.
abandonando su cargo diplomálico en Lima tan pronto como conoció los sucesos de La Paz,
fue quien inició las gestiones necesarias para la adquisición del nuevo armamento y que el
liberal BenedictoGoytia lo apoyó(l2)_ A su vez, el gobernador Zuazo ordenó a las subprefecturas
mediante la circular de 16 de diciembre de 1899 recaudar la contribución indígena con objeto
de proporcionar al ejército los elementos bélicos necesarios para su organización, empleando,
para el efecto " todos los medios coercitivos disponibles".
Como reacción , el ejército constitucional de Severo Fernández Alonso ocupó el 8 de
enero de 1899 Yiacha, a 15 kilómetros de La Paz. Su potencial bélico era superior al de los
federales pero tenía la desventaja de que mientras permanecía en Viacha debía aprovisionarse
de comida y forraje en un territorio hostil que no recibió de buen agrado las expediciones de
abastec imiento. La primera derrota significativa que sufrió fue la del 24 de enero de 1899 en
Ayoayo, lo que le hizo trasladarse de Viacha a La Paz, donde llegó el 2 de febrero de 1899
trns haber sufrido constantemente el acoso indígena. Después de la retirada del presidente
Alonso, Pando salió de La Paz y ocupó Sicasica. Posteriormente, en el mes de marzo la
superioridad armamentística de los unitarios se vio reducida por los enfrentamientos en
Colqucchaca, lo que permitió a Pando planear el ataque a Oruro. En la mañana del día 11 de
abril, tras la batalla del Segundo Crucero en el pueblo de Cruceros cerca de Oruro se confirmó
la noticia de la derrota sufrida por el ejército unitario y la entrada en esta ciudad del jefe de
Partido Liberal, coronel Pando0 3). Severo Femández Alonso escapó y buscó asilo en Chile.
Como se ha señalado, los constitucionalistas Reyes y Pinilla aparecieron como gestores
y promotores del movimiento revolucionario que culminó con el derrocamiento del presiden-
te Alonso04), el estado de agitación era, en parte, fruto de una larga campaña emprendida por
el Partido Liberal. Este ejercía un vigoroso influjo en el Comité Federal y era mayoría en el
municipio, y existen razones para suponer que el liberal Lucio Pérez Velasco, llegado a La
Paz e l 5 de diciembre fue emisario de los acuerdos revolucionarios de Sucre05)_De un modo
u otro, el levantamiento de La Paz agrupaba corrientes políticas enfrentadas electoralmente
que justificaron su actitud con el pretendido fin de formar un Gobierno "nacional, que
amparara la libertad de sufragio y acatase la voluntad de las mayorías legalmente demostradas
en lucha iguaJ "( l6)_ Esta manifestación nacionalista venía a contrarrestar las acusaciones que
definían al movimiento insurrecciona) como localista y "tendente a establecer la preponde-
rancia de un pueblo sobre otro"(l7) _
Así, el principal argumento esgrimido por los sublevados era la existencia de un fin
político encaminado a derrocar un régimen "establecido e imperante durante más de tres
lustros" y a obligar al gobierno a iniciar una política verdaderamente nacional "sin imposi-
"Allá donde se respeta este principio (la alternabilidad de poder), la libertad de sufragio
es una realidad, los odios de partido se suavizan y el pueblo no piensa en revueltas,
porque sabe que mal que bien, su voluntad gobierna"( l9)_
(18) "El poder nacional, sin las entradas del norte. su si tuación es imposibl e, mayormente si tiene qu e
aumentar sus fuerzas en la proporción acometida en las actuales circunstancias", " La Federación paccña.,
IV", E l Comercio, La Paz. 25 de febrero de 1899.
(19) "La Junta de Gobierno Federal a la Nación", El C omercio, La Paz, 20 de di ciembre de 1898.
(20) "Que nuestro primordial propósito es la unificación del sentimiento nacio nal, porque La Paz anhela la
unión estrecha de la fami li a boliviana", ídem.
fuenLe misma de ingresos nacionales para aLender a sus necesidades". Otro elemento que se
argumentaba a favor de la prim acía de la Paz era su situación geográfica:
"Ubicada en la región más al norte, próxima a la costa del Pacífico, y ligada a ella por
dos grandes rutas que la ponen en contacto con el mundo exterior y que a la vez
constituyen las arterias para la circulación de su intercambio comercial, forzosamente
ha Lenido que progresar más que todas las demás provincias, despojándose a prisa del
pesado atavío colonial, para vestirse con las galas del progreso moderno"(21).
Estas cond iciones de La Paz podían contribuir a su rápido adelanto social, comercial
y urbano y hacerla apta como sede presidencial y residencia del cuerpo diplomático, pero la
razón última residía en demostrar que las virtudes citadas harían de dicha ciudad la más
capacitada para constru ir la entidad nacional de Bolivia. Y era esa interpretación de La Paz
como el insLrumenLo y motor de progreso nacional que posibilitaría un país competitivo a
nivel inLernaciona l, la que exacerbaba la contraposición norte-sur, haciendo a La Paz objeto
de acusaciones de comportamienLo locali sta. Pero esas acusaciones fueron invalidadas por el
di scurso de la Junta Revolucionaria que revirtió el argumenLo de provincialismo contra el
gobierno, acusándole a él de poner en peligro la unidad nacional boliviana exponiéndola a un
proceso de " polonización" que favorecería los intereses chilenos a los que la minería del sur
se encontraba vincu lada. Así, la postura intransigente de la elile gobernante no sólo hacía
peligrar la integridad Lerritorial del país sino que también incidía en su propio desmedro, ya
que se cons ideraba que el bienesLar y prosperidad del Departamento de Chuquisaca "depen-
dían de los poderosos centros del norte que, hoy, más que nunca se hallan en condiciones de
dictar leyes a la República, por el crec iente desarrollo de sus inagotables fuentes de
preponderancia que los tienen que Lolerar, con propio perjuicio, a fin de no sacrificar a partes
de la com unidad boliviana" (Condarco Morales 1983: 132). Esa afirmación sobre la
dependencia de Sucre de La Paz preLe ndía hacerse extensiva al resto de los departamentos,
a unque desde luego no se presentó así durante el tiempo que duró la guerra. La Paz asumió
la defensa del resto del país contra el provincialismo puesto en acción por el sur, pero lo hizo
bajo una ideología federalista porque de hacerlo de otro modo no habría logrado el apoyo de
otros departamentos contra el gobierno conservador:
" ... Su preponderancia política se impone por la misma lógica de los hechos, por la
fuerza de su acción patriótica, por sus inmolaciones en aras de la libertad!"(22).
(21) " Los dos partidos liberal y conservador se unieron en patriótico abrazo, animados de un deseo, con una
sola alma y una excl usiva aspiración ( . .. ) Eran unidos, el partido opositor y el partido liberal que, sin-
tiéndose engañado y viendo frustradas sus legítimas esperanzas de lograr la ventura de su patria, busca-
ban, acordes, el camino que pudiera unirlos a la salvación de ella", (Diez de Medina 1988: III, IV, XVII).
(22) "Reflexionando", La Nación, La Paz, 18 de febrero de 1899.
retomaron los términos "caudillismo" y "coacción electoral", pero esta vez identificados con
la política del presidente Alonso a la que se oponía un frente aparentemente homogéneo que
rechazaba el "provincialismo" de Sucre y pretendía instaurar el espíritu nacional. Si bien esta
visión repetía y correspondía a los argumentos presentados por los liberales en su versión
guerrista, fue asumida por los constitucionalistas paceños y se resumió en un término,
federación. Con él se trató tanto de defender los intereses de hegemonía de los paceños como
de dar legitimidad a los postulados liberales. Pero en ambos casos estaba presente la necesidad
de sustituir la fracción de la elite en el poder por otra que diese una solución más adec uada
al proyecto de reconstrucción del grupo dominante entendido como bloque no individualizado:
" ... otra cosa que la manifestación de un espíritu mezquino encaminada a obstaculizar
la marcha normal del país; y nos concretamos a dejar constancia de que el pesado vaho
atosigador de la confraternidad boliviana ha sido soplado del sud , precisam ente en los
momentos más angustiosos, cuando en uno y otro confín de la patria se presiente la hora
en que quizá tengamos que repeler nuevas agresiones del extranjero y cuando nad<1,
absolutamente nada debía entibiar el ardiente entusiasmo por la defensa nacional "
(Diez de Medina 1899: VIII, IX, XIX).
Esa defensa nacional, por tanto, no era otra que la defensa del proyecto de reconstruc-
ción oligárquico puesto en peligro por el empeño de los grupos privilegiados del sur de
mantener una hegemonía política sin base económica que la potenciase(23). Dada su negativa
a abandonar la dirección de dicho proyecto se hizo imprescindible forrnr su sustitución a
través de un golpe de Estado respaldado por todos los departamentos que veían impedido su
desarrollo por las prioridades del de Chuquisaca:
"Que anhelamos igualmente que los distritos federales, organizados por voluntad
propia, se gobiernen a sí mismos, proveyendo directamente a sus necesidades, para que
de este concurso armónico nazca la verdadera fraternidad boliviana" (ldern.).
(23) "Es más fácil imponerse por el medio de la fuerza, malearlas f ucntcs del sufragio, hacer call ar la opini ón,
simular mayorías convencionales, obtener adherentes cotizables, cerrar las puertas del parlame nto para
los que no son amigos y hacer surgir, estableciendo especies de sucesiones dinásticas, a los cand idatos
oficiales", " Reflexionando", La Nación, La Paz, 18 de febrero de 1899.
(24) "La Revolución boliviana", El Comercio, La Paz, 17 de junio de 1899.
centralismo que se justificó discursivamente a través de la amenaza india, como se verá más
adelante.
Para terminar, se hace preciso que se concreten, a partir de lo dicho hasta ahora, tres pre-
guntas: ¿quiénes eran los liberales?, ¿cuáles eran sus objetivos políticos?, ¿de qué forma los
materializaron?
En un principio el Partido Liberal estaba integrado por todos aquellos que de un modo
u otro, ya fuera por su vinculación anterior a los beneficios del régimen caudillista o por su
ausencia de intereses directos en la minería de la plata, estaban excluidos del gobierno. Se
trataba, por tanto, de un partido de filiación heterogénea, al que también se habían unido
aquellos elementos tradicionales que la previa consolidación del Partido Conservador había
excluido. A estos se sumaron otros elementos resultantes de las nuevas formas de subordi-
nación social asociadas a la producción de la plata. Así, en un principio, al Partido
Conservador se oponían: primero, los grupos a los que la inestabilidad política del régimen
de caudillos les favorecía el ascenso social; segundo, aquellos que veían en el ejército un
medio de mejora ocupacional y de adquisición de privilegios sectarios; tercero, los
constitucionalistas paceños que aspiraban a la supremacía de La Paz sobre Sucre; cuarto, los
liberales paceños; y quinto, los liberales partidarios de un régimen de gobierno federal
pertenecientes a regiones excluidas del tráfico de la plata.
Todos ellos se aglutinaron bajo la bandera liberal con objetivos particulares, pero con
un enemigo común representado por el gobierno minero que los excluía de la presidencia y
extorsionaba sus ambiciones de participación política. Esto ocurría a medida que el mono-
polio de la plata declinaba y se hacían necesarias las posiciones de fuerza para mantener una
hegemonía cada vez más cuestionada. Pero ese cuestionamiento y crítica de la gestión
gubernamental conservadora no provenía sólo de los liberales, sino de sus propios
correlegionarios que también formaron parte de la Junta Revolucionaria de La Paz. Así, los
constitucionalistas paceños que hasta poco antes del 12 de diciembre de 1898 conformaban
una fracción departamental del partido gobernante, se convirtieron en fracción opositora que
renunciaba a su lealtad al partido conservador, haciendo prevalecer su interés en defender las
prerrogativas de su lugar de origen. Los liberales, por su parte, comprendieron la convenien-
cia de valerse de la crisis surgida por el tema de la radicación de la capital, expresada como
resultado de la pugna entre el norte y el sur para satisfacer sus ambiciones de poder como
partido de la oposición. Y ambos se vieron en la necesidad de agruparse alrededor de una
bandera que, al mismo tiempo de servir como vínculo de unión entre elementos heterogéneos,
pudiera conceder al pronunciamiento la aparencia de ser fruto de una necesidad de importan-
cia nacional. Esa enseña fue el federalismo.
Los constitucionalistas de La Paz la apoyaron porque no podían declararse confesos de
exclusivismo regionalista ante el resto de la república sin inspirar desconfianza en la opinión
nacional; y los liberales porque no podían revelar sus verdaderos propósitos de partido ante
sus ocasionales aliados por razones obvias. En suma, los liberales afirmaron la federalización
del país para encubrir los exclusivismos de partido y para ocultar momentáneamente sus
divergencias con el grupo conservador de La Paz. Por su parte, los constitucionalistas paceños
aceptaron el emblema federalista, no por un sentimiento cívico sino por interés regionalista,
puesto que consideraban que el Departamento del norte era el que más rentas aportaba al
erario nacional y que, dentro del proyectado Estado Federal, La Paz sería favorecida por la
exclusiva disposición de sus propios recursos (Condarco Morales 1983: 364 ). Por lo tanto,
la explicación de las causas de la guerra como un e nfrentamiento regional entre dos
departamentos, el de La Paz y Chuquisaca, si bien no es inexacta porque estaba en juego el
control de la sede de gobierno y de los órganos de decisión, y en consecuencia el control del
poder político, proporciona una visión sesgada de los hechos. Sólo toma en c uenta las razones
de algunos de los participantes.
La caída de los conservadores significaba ante todo el derrumbamiento de un compor-
tamiento económico y político que impedía el desarrollo de economías regionales, que
coartaba la movilidad social de las contra-elites en ascenso y que ponía en peligro un proyecto
de reconstrucción de la elite entendido como una alternativa de supervivencia ele un orden
jerarquizado. Para su viabilidad se hac ía imprescindible la sustitución ele la oligarquía de la
plata por otra con mayores medios para hacerlo. Esto era algo difícil de entender para las
familias privilegiadas de Sucre y Potosí que requirieron, por tanto, una g uerra para renunciar
a su hegemonía dentro de la misma elite. Por esta razón, también el enfrentamiento de
partidos, más que un enfrentamiento entre ideologías o modos de vida, consistía en una lucha
entre quienes podían llevar a cabo un proyecto de reconversión de la elite para asegurar su
continuidad como clase hegemónica y quienes ya habían cumplido esa función . De ahí la
alianza entre liberales y constitucionales paceños contra la elección de Sucre como sede de
gobierno, y de ahí su posterior hermanamiento en el rechazo de las formas federales aunque
supuestamente habían luchado para imponerlas(25). La oposición partidaria era una oposición
entre las diversas fracciones de la elite y como tal se expresó en 1899.
En resumen, el Partido Liberal fue una alianza entre los grupos elitistas excluidos del
poder político, una plataformaaglutinadora de los "desposeídos de la elite". Sin embargo, con
el triunfo liberal no todos estos sectores elitistas que lo habían apoyado tuvieron cabida en
la dirección del país, sino que lo hicieron sólo aquellos con intereses en el departamento de
La Paz, con lo que se explica por qué muchos de los análisis historiográficos privilegian la
interpretación regional norte contra sur. Eso en vez ele ser una causa fue la consecuencia del
asentamiento de los intereses de la elite paceña como los hegemón icos(26). Los intereses
agrupados en el Partido Liberal que confluyeron en la guerra de 1899 no eran exclusivamente
los paceños, pero sí fueron éstos los que resultaron beneficiados por la contienda.
(25) ALP. Colección Julio César Valdez. Discurso del Sr. Fernando E. Guachalla, l'resident.c del
Comité Federal, La Paz, 1899, f. 1-5.
(26) ALP. Colección Julio César Valdez (JCV). Conferencias telegrá ficas del 18 y 19 de a bril de 1899
entre los miembros de la Junta de Gobierno, La Paz-Oruro, 18 y 19 de abril de 1899, Caja, Nº 9, pp. 15-24.
parte, tenían que dejar de lado la invocación de sus principios puesto que se lanzaban a la
contienda acompañados de sus adversarios. Y como unos y otros necesitaban ocultar los
móviles que les inducían a la lucha necesitaban alegar, en cambio, la premura de satisfacer
exigencias de importancia nacional a través de una pretendida urgencia de federalizar el país.
Con esta bandera unos encubrían intereses localistas y otros intereses de partido, pero en los
dos casos se estaba inci diendo en la necesidad de que una fracción de elite con posibilidades
políticas y económicas hiciese viable el proceso de reconstrucción oligárquica.
En un primer momento, se adoptó la bandera federal como el símbolo de oposición al
gobierno porque era necesario encontrar un elemento de fusión que no enfrentase ideológi-
camente a los constitucionalistas y liberales aliados coyunturalmente. La federación conve-
nía a los liberales porque les permitía expresar su rechazo al centralismo y monopolio político
de Sucre, y convenía también a los conservadores paceños porque dotaba a sus intereses
locali stas de legitimidad frente a otros departamentos que no aceptasen que La Paz
pretendiera sustituir a Sucre. Pese a que los rebeldes subrayaban que sus metas eran federales,
es ta riliación, golpe de Estado-federalismo, estaba subordinada a conquistar el poder en
Sucre . Esto no evitó que muchos de los conductores de la sublevación que sí creían en el
sistema federal y que pertenecían a departamentos como el de Cochabamba y el de Oruro, se
entregaran a la tarea de establecer parcialmente en el país el sistema federativo. Porotro lado,
esos mismos departamentos aliados a La Paz veían en el federalismo una ocasión de
manifestar y materializar sus deseos de organización autónoma, con lo que apoyaron las
gestiones de la Junta Revolucionaria(27). Esto fortaleció a la oposición federal aunque el
manifiesto antagonismo entre las dos ciudades principales fuese el tema predominante. La
fuerza propagandística de la campaña liberal estaba en la creciente identificación forzada del
término " oligarquía" con los grupos de poder del Surque ejereían sus in te reses en detrimento
de La Paz, y, en consecuencia, en perjuicio del resto de los departamentos:
" El anhelo constante de los dirigentes de la política del sur, ha sido obtener los mayores
beneficios en favor de Sucre, en obras públicas, las más de puro lujo , en detrimento de
los intereses de los otros departamentos y en especial de La Paz, el primero en contribuir
a la caja nacional con fuertes rendimientos ... " (Barrios 1899: 8).
(2 7) En general, se veía con simpatía la campaña paceña contra la decisión del presidente Alonso de no
solucionar los déficits departamentales de presupuesto que en los casos de Tarija y Oruro eran
particularmente graves.
(28) "Oficial", El Comercio, La Paz, 25 de febrero de 1899.
bandera todos los elementos y todas las fuerzas del Departamento"(29)_ De ahí que Daniel
Salamanca, líder del Partido Republicano, dijese que en La Paz se proclamó la Federación
para encubrir la "pequeñez de los intereses en disputa", y que el liberal Soria Galvarro
deplorase "el movimiento federal porque no es otra cosa que un grito de provincialismo, sin
amor por el principio invocado, como autoridad sostendré el orden y al gobierno de que soy
constitucionalmente dependiente" (Condarco Morales 1983: 141 ). La Federación era sólo un
medio de regeneración políúca, es decir, un pretexto para derrocar al presidente Severo
Fernandez Alonso como representante de la hegemonía del sur y dar cabida a otro grupo de
poder para que se encargara de reactivar la consolidación de la elite como la clase social
dominante encargada de dictar los términos de la movilidad social.
Se dijo que la campaña emprendida por el departamento del norte pretendía desterrar
la corrupción administraúva, la coacción, el fraude y el cohecho pracúcado por los partidos
conservadores en los comicios electorales: " ... para derrocar el cohecho, la coacción oficial
y el fraude, convertidos en sistema electoral por la oligarquía imperante" (Pericón Barrientos
1899: 2). Pero su intención no era otra que dar al régimen de partidos políticos una nueva
apariencia de legalidad que permitiera a los sectores privilegiados mantener el control sobre
los grupos subalternos que veían en las farsas electorales una oportunidad de ascenso social.
Es decir, ante todo se buscaba crear una atmósfera de estabilidad política que hiciese pensar
en una regeneración de las relaciones de poder, cuando en verdad de lo que se trataba era de
una perpetuación de las mismas.
En elcurso de la contienda, los liberales fueron dejando de asumir el ideal federal , como
lo prueban las palabras de Pando a sus "amigos políticos de la República" sobre que la
"federación proclamada en La Paz" no era nada "más que un medio de regeneración política"
y que nunca se pensó en darle fuerza imposiúva (Condarco Morales 1983: 365). Tales
afirmaciones quedaron constatadas terminada la guerra. El 11 de abril, es decir, el día
siguiente de la batalla del segundo Cruceros, el coronel Pando entraba en la ciudad de Oruro,
donde la Junta de Gobierno le otorgó el grado de General de División, ascendiendo a la vez
al coronel Ismael Montes a la categoría de General de Brigada. De ahí se trasladó a la Paz y
luego a Cochabamba en calidad del Delegado Supremo de la Junta de Gobierno, y más tarde
de nuevo a La Paz donde se proclamó a favor de una políúca eminentemente nacional de
unificación del país. Con moúvo de la insistencia de algunos de sus partidarios respecto a la
adopción del sistema federal, se expresó en los siguientes términos:
rebelión paceña utilizó el disfraz de federación y la condena a la ley de radicatoria del poder
ejecutivo para enmascarar una sublevación del regionalismo de La Paz contra los derechos
de Sucre (Soria 1899: 17). Además, en el resto del país, la rebelión se declaró liberal antes que
federal y tomó la forma de choques localizados entre los seguidores de los dos partidos, con
la intervención ocasional de fuerzas expedicionarias de los principales ejércitos(30). Además,
si bien Demetrio Calvimontes fue proclamado gobernador del Estado federal de Potosí, la
mayoría de los diputados por Cochabamba se abstuvieron de hacer manifestación expresa
sobre la federalización del país cuando esta ciudad estuvo en poder de los liberales. Lo mismo
ocurrió en Sucre donde el 13 de abril Miguel Ramírez, en comunicación telegráfica dirigida
a Pando, hacía constar que el pueblo de Sucre había secundado la revolución liberal sin
mencionar nada acerca de la federalización. Ese mismo día, Pando asestó un golpe de muerte
sobre las pretensiones federalistas sancionando el decreto del 13 de abril e indicando "que
mientras la representación del país, reunida en Convención Nacional, acordara el régimen de
gobierno que había de imperaren Bolivia, las funciones administrativas serían desempeñadas
por las autoridades que reconocía la Constitución Polílica del Estado, vigente en La Paz hasta
el 12 de diciembre de 1898" (Condarco Morales 1983: 365). Este decreto fue el primer acto
con el que el coronel Pando comenzaba a esclarecer y revelar tanto sus móviles en la
participación en la guerra federal como su verdadera actitud ante las simuladas intenciones
de introducir en el país el sistema federal olvidando las declaraciones profederalistas a las que
él mismo había prestado su adhesión al suscribir la proclama del 17 de diciembre de 1898.
La campaña de descrédito del sistema federal por parte de los liberales que antes lo
habían defendido , se basó en negar sus raíces en la conciencia del pueblo, siendo el resultado
más probable de su implantación el fomento del "caciquismo". Este término fue empleado
como sinónimo de oligarquía, y en el discurso político la única oligarquía reconocida era la
instalada en Sucre y defendida por el ejército unitario. En consecuencia, la organización del
país bajo un régimen federal significaría la continuidad de los modos hegemónicos del sur,
no porque los conservadores adoptaran la causa federalista, sino porque al no estar el "pueblo
boliviano" preparado para una innovación política, su voto sería ulilizado por los miembros
del anterior gobierno, ya que el federalismo identificado con el caciquismo "era la llave
maestra con que los gobiernos falsean el sufragio popular"(3 1). Además, el sistema federal
lejos de destruir el "cáncer del caudillismo, le podía dar carta de naturaleza en la organización
política y permitirle convertir las cámaras en camarillas de familias que no tienen más misión
que la de sancionar incondicionalmente los actos dictatoriales del mandón que les otorga la
credencial, disfrutando , en recompensa, de cuantiosas rentas arrancadas al bolsillo del
contribu yente", a lo que luego se unía una centralización administrativa municipal y social
"en brote espontáneo y fecunda florescencia de hábitos burocráticos" (Ruci 1899: 7-8). El
federali smo perdió, por tanto, su contenido ideológico y de organización autónoma para ser
reconocido como un término comodín que utilizaría cualquier facción política para hacerse
con el poder a través de un uso demagógico de la opinión pública: "Si el partido liberal hubiera
estado en el poder, es seguro que el conservador hubiera sido federalista"C32).
(30) " Unitari os o fed erales", Unión Liberal, La Paz, 14 de marzo de 1899.
(3 1) "La Revoluci ón boliviana. Un capítulo de historia", El Comercio, La Paz, 17 de junio de 1899.
(32) " La revolución boliviana. Un capítulo de historia", El Comercio, La Paz, 17 de junio de 1899.
Con este discurso y sus aparentes e indiscutibles consecuencias, los liberales preten-
dían aparecer como el único grupo político capaz de sacrificar sus anhelos independenti stas
ante una necesidad de unión nacional y de defensa de la identidad boliviana que se veía
amenazada por un uso ideológico del federalismo inadecuado y a destiempo. Ya en 1880 se
había intentado implantar ese régimen de gobierno cuando, tras la batalla de Tacna, se
convocó la asamblea constituyente para dictar una nueva Constitución . A pesar de que la
mayoóa reunida era contraria a esa forma de gobierno, a modo de una transacción se ad optó
una descentralización fiscal que podía considerarse como un ensayo de federación . Pero ni
entonces ni ahora estaba Bolivia, en opinión de los liberales, preparnda para esa forma de
gobierno. Esto tampoco era un problema insalvable si se reconocía que lo primordi al para el
desarrollo y el progreso nacional, es decir, para garantizar el bienestar del pueblo no dependía
de su organización política sino de su "estado social"(33). La presencia prematura del federnli smo
no tendría otra consecuencia que reinstalar las formas caudillistas de poder que habían sido
denostadas durante los últimos veinte años. Y esto sucedería así porque al carecer la población
boliviana de la conciencia necesaria para asumir ese régimen, éste no tendría otro resuluido
que el "de poner en la nómina de los presupuestos mensuales otros nombres que los anteriores
y uno que otro adelanto en las disposiciones administrativas, y aún en las constituciona-
les"(34). Esta evolución política boliviana consistente tan sólo en una variación personalista
provocaría una fuerte inestabilidad social . Y esa inestabilidad volvería a poner en peli gro e l
proceso de reconstrucción oligárquica:
" ... tras de cada caudillo aun en camino, anda una multitud de amigos que si no tacan
a empleo al día siguiente son enemigos"(35).
(33) ldcm.
(3 4 ) " Revolución fed ern.l". El Co mercio, La Paz, 18 de febrero de 1899
(35) ldem.
(36) "Federación, VI" , El Comercio, La Paz, 25 de agosto de 1899.
"En tales condiciones y siendo la federación el régimen de gobierno más caro que se
conoce porque así lo impone su propio mecanismo, y requiriendo un elemento social
que no sea el de las cuatro quintas partes (indios) del que tenemos, parece que Bolivia
no puede todavía sujetarse a ese régimen"(37)_
" ... obligarnos a permanecer en la misma manera de vivir hasta conseguir la ilustración
del puebl o, de las masas, es obligamos a permanecer en statuo quo por tres o cuatro
siglos"(38).
tenía que nacer de "la uniformidad de raza, re ligión, lenguaje e instituciones políticas"(39) y
eso significaba que las ganancias de la elite, fueran de l carácter que fuesen no podían
compartirse con el elemento indígena. Por lo quede una manera u otra, estando coalicionadas
o en la oposición, la distintas fracciones de la elite mantenían una comunidad de intereses que
no estaban di spuestas a compartir con una población a la que consideraban mano de obra e
instrumento útil para la materialización de su proyec to de reconstrucción, sobre todo porque
en última instancia era la razón justificatoria de cualquier gesto arbitrario.
En resumen, el Partido Liberal después de entender al federali smo como la única vía
de salvación nacional, argumentó que un pa ís podía progresar y ser feliz dentro de cualquier
régimen "s iempre que en la práctica se respetasen los derechos que constituyen el patri monio
común de la humanidad , y que se observasen las garantías soc iales y políticas que la
civilización había conquistado". El mejor gobierno no era ya e l que se basaba en la más
avanzada especulación cienúfica sino el que "consultaba al medio, las tradiciones, las
costumbres y educación de l pueblo gobernado y se conformaba as í a las facultad es y
neces idades de éste". Bolivia, por 1anto, no iba a progresar más o menos rápidamente adoptase
un sistema político u otro sino que ese era un problema relaci onado más con "la economía
social que con la forma de gobierno". Y dado que la economía soc ial dependía de la poblac ión
india se tenían que producir una serie de restricc iones ideológicas encam inadas a mantener
la " unidad de la legislación y a fortal ecer la cohesión social de los estados federal es para
conservar el vigor nacional". Cuando se hu biese conseguido regenerar y civilizar al indio es
posible que la federación fuese una forma adecuada de gobierno, pero desde Juego no antes
de que la sociedad política hubiera aportado los elementos necesarios para cllo(4U)_
Así, el sistema fede ral quedaba pospuesto hasta que la capacidad de avance y de
asimilac ión india fueran las adecuadas y no a causa de las gestiones gubernamentales de los
liberales o de cualquier otro partido de la mancomunidad criolla-mestiza en el poder. Esta
medida, basada en el "estado de ineptitud y de degenerac ión ele los indígenas", se volv ió a
repetir en un futuro en todos aquellos casos en que se ex igió al gobierno no só lo reform as si no
también la conversión de Bolivia en un Estado-Nación moderno, esto es , en un país
competitivo a nivel internacional. Lo prioritario era el proyecto de reconvers ión de la elite y
a ese fin se sacrificaban cualquier tipo ele demandas de las fracciones de esa misma elite si
entraban en oposición con el proyecto central que progresivamente fue convi rtiéndose en el
proyecto de hegemonía de la elite paceña a través de las gestiones de los presidentes liberales
Ismael Montes y de Eliodoro Yillazón .
El rec hazo de la idea federal fue la primera muestra ele ese cambio ele o rientación del
proyecto de elite y supuso la división de l partido liberal entre liberales oficiales y liberales
puritanos. Estos últim os mantuvieron como princ ipal pieza ele su di sc urso político en las
elecciones pres idenc iales de 1904 y 1908 las mi smas críticas que expresaron los federalistas
convencidos terminada la guerra. Se sig uió acusando a los representantes en el poder del
Partido Liberal de explotar los resentimientos de un a c iudad, La Paz, y ele aliarse con los
ministros y empicados de l presidente Alonso parn derrocar a ese gobierno en nombre ele la
(39) Ibídem, p. 5.
(40) "' Federación, I", El C omercio, La Paz, 12 de agos to de 1899.
federación que no era otra cosa que regionalismo: "Al regionalismo lo cubrieron con
federalismo"(41)_ Esa repetición discursiva puso de manifiesto que el Partido Liberal en
ningún momento estuvo dispuesto a aceptar la federación. La idea federal, "es decir, la forma
de gobierno más avanzada de los pueblos democráticos, casi desde los albores de la
emancipación del Alto Perú, (que) fue una aspiración de las provincias del norte encabezada
y fomentada por sus clases dirigentes y por su estudiosa e inteligente juventud"(42), no se llevó
a cabo porque el cometido de la guerra fue sustituir a una fracción de la elite por otra y no
sustituir un tipo de gobierno centralizado por otro federal. Como ese cometido ya estaba
logrado con la derrota del ejército unitario, resultaba absurdo dar lugar al federalismo y en
consecuencia facilitar la autonomía política y económica de otros departamentos(43). Esta
originaría una competencia constante con la fracción paceña que se consideraba ahora la
encargada de materializar el proyecto de elite. La solución para evitar un nuevo
resq uebrajamiento interno consistía en entregar la dirección de todas las fracciones de elite
a una sóla de ellas y la elegida fue la de los departamentos del norte, la paceña. No se evitó,
sin embargo, que el resto de las elites regionales no vieran recortadas sus expectativas, con
lo que, terminada la Guerra de 1899, de nuevo, en nombre del federalismo y la libertad, se
iniciase un ataque contra el gobierno que en parte se suavizó con el discurso anti-indio ya
comentado. Y fue también esa misma polémica entre elites regionales (a la que por supuesto
hay que añadir las luchas intra-regionales) laque confirmó el abandono de un proyecto global
sobre la restructuración de la elite y su sustitución por uno exclusivamente paceño.
La Ley de Radicatoria de 1898 fue considerada por los liberales un golpe asestado a la
estabilidad nacional por la "estirpe de una oligarquía audaz, arraigada ya, sin oLro título que
el predominio de un partido artificiosamente sostenido en el poder"(45)_ Por lo que, si no se
produc ía una acción revolucionaria que actuara de factor decisivo para el cambio en todo
orden de Bolivia, el "odioso régi men de la oligarquía pasada"(46) continuaría presen te y cada
vez más cercano al caudillismo que se rechazó en 1880, y por tanto no sería posible una opción
de progreso. Pero como la modernización del país necesitaba e l concurso de todos los
miembros de la elite para excluir posiciones separatistas que dificultaran el proyecto de
reconstrucción oligárquica, se hizo impresci ndible un programa-disc urso de reconcil iación
nacional, es decir, de reconciliac ión de las fracciones de elite enfrentadas. Su finalidad era
evitar que nuevas competencias la desgastasen con guerras intestinas que sólo podían
favorecer con su inestabilidad el ascenso social de los sectores sociales subalternos.
Este discurso de fraternidad y perdón enLre elites a fin de lograr "la unión estrecha de
la familia boliviana" fue el elegido por los liberales para justificar su triunfo y conseguir su
refrendo. Resultaba muy efectista presentar al bando unitario no sólo como "los aristócratas
y estudiantes de Chuquisaca"(47), sino también como una facción regionalista que podía
haber dislocado la conversión de Bolivia en un país " moderno". Tal peligro fue abortado por
el golpe de Estado liberal que en ningún caso pretendió romper el sentimiento nacional
boliviano como lo prueba su deseo de unificación tras la derrota de Sucre:
"El programa del partido vencedor es eminentemente nacional y respetuoso de las
libertades públicas. Su bandera cobija a todos los bolivianos sin distinción de colores
políticos"(48).
Esta actitud a favor de que no hubiera "perseguidos ni perseguidores"( 49) tomaba mayor
realce cuando se acusaba a los anteriores gobernantes de vulnerar la Constitución de 1880 en
sus principios esenciales referentes al mantenimiento de la concordia nac ional y a la
independencia económica de los departamentos. A pesar de ello, e l Partido Liberal proponía
un programa de confraternidad nacional que tenía que ser apoyado por todos los bolivianos
que ahora tenían la tarea de "reconstituir la Administración y la política en condiciones más
ventajosas, más duraderas y más benéficas que lo fueron en las últimas administraciones"(SO) .
Esa afirmación sobre que después de la guerra todos eran herma nos y no había ni vencidos
ni vencedores fue la fórmula discursiva empleada por los liberales para lograr la unificación
interna de la elite. El llamado a la unidad no era otra cosa que el afianzamiento de una clase
después de un proceso de renovación interna(S I). Ante todo, se buscaba crear consenso entre
sus miembros a fin de obtener una unidad de clase que coartase los ascensos sociales no regu-
lados por esa mi sma elite mediante un proceso de cooptación selectiva, y que no pusiera en
peligro su continuidad in stitucional como se había manifestado durante el periodo caudillista.
Ese consenso se sintetizó en agosto de 1899 en la Unión Liberal cuyos propósitos fueron :
Visto lo anterior, los seguidores del ex presidente Severo Fernández Alonso podían
quejarse legítimamente de la pérdida del gobierno, pero no de haber sido excluidos
políticamente. Terminada la guerra no hubo represión contra ellos por parte de los liberales.
Es más, a lo largo del conflicto, estos requirieron su ayuda contra el levantamiento indio. Este
acto dejó claro que a pesar de las desavenencias partidarias se hacía necesario un acuerdo
entre los bandos contendientes que salvaguardase su identidad de clase privilegiada. De esta
forma, terminado el conílicto muchos conservadores no tuvieron problemas en cambiar su
lealtad a favor de los liberales al comprender que su propia supervivencia dependía del éxito
liberal(53). Este realineamiento dentro de la elite representaba, por una parte, la tradicional
búsqueda de posiciones que no iníluían demasiado en la política, y, por otra un esfuerzo
concertado por salvaguardar la esencia del programa social de reconversión de la elite y de
prevenir un nuevo conílicto. Ello no impidió que muchos moderados como Damián Rejas
siguieran en el Partido Conservador por algún tiempo, pese a que éste había perdido su lógica
interna y su vigencia como fuerza política. Por su parte, Mariano Baptista escribía a Luis Paz
declarándose a favor de la unidad liberal-constitucionalista: " ...tienen que gravitar los
constitucionalistas y los liberales moderados"(54).
Si bien con la Unión Liberal se dio la alianza liberal-constitucional dentro del dominio
liberal y con ello se asimilaron las fracciones enfrentadas bajo un nuevo proyecto político,
se mantuvo un enfrentamiento en el interior de la elite por la cuestión regional sintetizada en
la viabilidad o no del federalismo. Ese fue el tema máscontrovertidode la Convención Liberal
de 1899. Como consecuencia, el Partido Liberal se dividió entre los partidarios de un gobierno
centralizado y los favorables a un régimen federal. A pesar de que la primera opción
(51) "Documentos de actualidad"', Boletín del Directorio del partido Constitucional deChuquisaca, Sucre,
24 de juni o de 1899, l. La Capital , p. 1.
(52) "Pro patria", El Comercio, La Paz, 31 de julio de 1899.
(5 3) "La coalición", El Telégrafo, La Paz, 25 de mayo de 1899.
(54 ) "Baptista a La Paz. 29 de octubre de 1901" en Obras completas, vol. V, p. 369.
representada por José Manuel Pando e Ismael Montes poseía mayoría sobre el segundo grupo,
liderado por Femando Guachalla, que mantuvo el programa federalista original de los
liberales, se eligió como vicepresidente a Lucio P. Velasco, un destacado federalista, para
evitar una escisión grave en el partido. Esta elección contribuyó a fortalecer el movimiento
de este grupo federalista en defensa de un liberalismo puro contra el pragmatismo cada vez
más influyente de Montes. Este declaraba sin reservas que se había incorporado el federalismo
en 1899 para consolidar "bajo una sóla bandera todos los elementos y todas las fuerzas del
departamento ... Bolivia necesita reconstruir sus fuerzas, antes de abordar innovac iones
radicales ...Es conveniente eliminar del debate una cuestión que puede comprometer el
porvenir del país y detener su desarrollo"(55).
En las elecciones de 1904 el Partido Liberal apareció escindido en dos facciones , una
apoyando a Ismael Montes y otra al primer vicepresidente Lucio Pérez Velasco. Como Pando
concedió su apoyo al primero, muchos puri stas del partido unieron sus fuerzas con los pocos
federales que quedaban para formar un grupo opositor con el nombre de puritanos (Klcin
1987: 45). Si las elecciones de ese año dieron el triunfo a Montes, su triunfo no parecía tal en
las de 1908 ya que el candidato favorito era el federali sta Femando Guachalla. Su muerte en
la víspera de la inauguración presidencial permitió la continuidad del montismo y el
abandono de los principios federales como discurso de oposición política dentro de la
corriente liberal (Klein 1987: 49). Pero los cambios ideológicos en el interior del Partido
Liberal harán que más tarde otros partidos pusieran en entred icho su legitimidad como partido
gobernante, basándose en que en el momento en que un partido o un gobierno se aparta de
su programa queda quebrantado el pacto político. Como sobre esa base se asientan las in sti-
tuciones,éstas sufren una conmoción y sobreviene el desequilibrio, es dec ir, la revolución(56).
Si bien es cierto que las divi siones entre liberales oficialistas y liberales puritanos
dieron pie a cuestionar la legitimidad del gobierno, también permitieron que no hubiera un
enfrentamiento real al poder. Al actuar el Partido Liberal tanto como el partido del gobierno
como el partido de los adversarios, canalizó la agresividad de sus contrarios bajo directrices
políticas liberales y candidatos que conocía:
"La Unión Liberal se ha impuesto la tarea ele mantener el programa con que se inició
en Bolivia, sin tener en cuenta su situación dominante; y para que de una vez en nuestra
patria, nos apartemos del camino de las facciones.
Y como ese mismo partido aparenta una prematura división, con motivo de la reforma
insinuada en la Convención de octubre, dando lugar a que se conceptúen como puestos
enemigos, los que ocupan unitarios y federalistas, para aprensión de los unos o para des-
encanto de los otros, pero sí para el perjuicio del partido en conjunto, preciso declarar:
Que antes de unitarios y federalistas, somos netamente liberales"(57)_
Volvía a repetirse la estrategia llevada a cabo por los partidos conservadores contra el
Partido Liberal en la etapa anterior. En ésta, los partidos Constitucional y Demócrata, de
" ... Hace pocos días en que marcó el reloj de la nación el primer aniversario de la
estrepitosa caída de esa oligarquía, con cuyo hecho se ha demostrado al mundo todo que
no en vano se puede entronizar el despotismo y la superchería en un país libre. Hoy que
la patria solicita del concurso de todos sus hijos para hacer fructificar el sacrificio de
tantos mártires paceños, no sería patriótico que esquiváramos el nuestro en la humilde
esfera de la acción que nos toca desempeñar en los momentos actuales y para ello no
encontramos otro medio más eficaz que el de engrosar las robustas filas del partido de
la Unión Liberal"(58).
Esa enseña popular evolucionó desde una defensa de los principios del liberalismo a
una exaltación de los del cooperativismo, cuyo mejor y más demagógico representante fue
Bautista Saavedra, líder de Partido Republicano que fue el partido que sustituyó a los liberales
puritanos en su contradictoria postura de criticar y mantener la jefatura liberal.
2. LA PARTICIPACION INDIGENA
diferenciadas.Antes de que se produjeran los hechos, se mantuvo la idea de que "la indiada"
había sido instigada a participar en la contienda o bien por las campañas proselitistas de los
liberales, o bien por los saqueos de los conservadores, sin que se reconociese su actividad
política autónoma. Pero en la segunda etapa, después de la masacre de Mohoza, ambos
partidos coinciden en afirmar que la población indígena está obrando bajo su propia
iniciativa, poniendo en peligro la superioridad étnica de la mancomunidad criolla-mestiza.
Antes de los acontecimientos de Mohoza y conocida la movilización de los indios
aymaras como ejército auxiliar de los liberales, el Partido Conservador acusó al Liberal de
haber provocado su levantamiento:
" ... el modo de hacer triunfar una causa justa era despertar los instintos de una raza
antropófaga y lanzarla como una horda de lobos sangrientos sobre una población; ni
tuvimos noticia de que su alma generosa gustaba de engañar miserablemente a esos
seres infelices y echarlos por millares a servir de carne de cañón; pues no tiene otro
objeto toda esa gran cantidad de bárbaros cuyas innumerables hondas y macanas no
equivalen ni con mucho menos a un sólo riíle"(59).
Esta crítica no se refería a actos de proselitismo entre los indios, realizados de modo
inmediato al comienzo de la guerra, sino que aludía a un largo y "esforzado trabajo de los
agentes revolucionarios esparcidos en los pequeños cantones de la altiplanicie"(60). Según los
conservadores, la presencia liberal en el campo databa de las elecciones presidenciales de
1888 y se había manifestado en las posteriores convocatorias siendo la más renombrada la
de 1896 por el cerco indígena a La Paz. Este hecho se reforzaba con el recuerdo de la
participación del coronel Pando en una maniobra similar para derrocar a Melgarejo en 1871.
En contrapartida, los revolucionarios aseguraron que el indio se alzó por iniciativa
propia y que ellos nada hicieron para empujarlo al escenario de la lucha civil (Condarco
Morales 1983: 164). La Junta Revolucionaria aseveró que la admini stración federal no
provocó el levantamiento indígena (Ibid.: 165), como sostuvo más tarde el liberal Ismael
Montes al decir que la indiada por "miras particulares y por espíritu de propia conservación
se interesó directamente en la contienda y empezó a hacer la guerra por cuenta propia".
Macario Pinilla, diputado conservador por La Paz, también co incidió con él en que los
indígenas se vieron obligados a terciar en la guerra en defensa de su seguridad personal. Por
su parte, el diputado liberal Nicanor Aranzaes aseguró terminada la contienda que los
indígenas se levantaron "por espíritu de propia conservación"(61), negando las acusaciones
dirigidas a la Junta Revolucionaria por "haber movido a la indiada" contra "sus hermanos del
sur" (Condarco Morales 1983: 166).
La explicación dada en un principio por los liberales consistió en decir que la presencia
india se debió al comportamiento despótico y saqueador de los unitarios:
" ... la actitud que ha asumido la indiada en la altiplanicie tiene como origen único el
sistema de laLroci neo (sic) y asesinato que ha puesto en práctica, desde su llegada a
territorio paceño, el ejército uniLario"(62).
Argüían que como el gobierno conservador había atacado a la "indiada" en su honor,
en su propiedad y en su religión, era lógico que ésta reaccionara con actos de salvajismo. La
"raza indígena" siempre se había mantenido ajena a los sucesos políticos del país por sus
especiales condiciones de ignorancia, pero se había visto obligada a participar en "los
horrores de la guerra civil" como represalia a los vejámenes que había sufrido(63). En la prensa
pro-liberal de La Paz aparecieron en consecuencia artículos referidos al número de muertos
y heridos, a las circunstancias de las victimaciones y a la crueldad empleada por los soldados
pro-gobierno, cuya única ocupación parecía ser la de "malar y degollar indios indefensos y
saq uear y robar propiedades"(64)_
Esta polarización demagógica del abuso unitario y la inocencia india como justificantes
de la necesidad que tenía Bolivia de la opción regeneradora de los liberales, llegó a sus
extremos con los hechos de la finca "Santa Rosa" y de AyoayoyCorocoro. En el primer caso,
el escuadrón unitario Momeagudo fue a la finca "Santa Rosa" y fusiló en masa a noventa
indios. Los cadáveres fueron clavados al sucio con lanzas y cuchillos, e incluso se dijo que
,l un indio le habían "cortado la boca, de oreja a oreja diciéndole; así se pututca mejor"(6S).
En el segundo caso, el de Corocoro y Ayoayo, los soldados unitarios del Escuadrón Sucre que
reg resaban de la segunda expedición a Corocoro, atacaron a los indios del Cantón Topoco.
Vi endo "tan cruelmeme asesinados a sus compañeros, los indios siguieron a los soldados uni-
tarios y, cuando éstos resultaron derrotados por el ejército Federal en el combate del Crucero,
los persiguieron en su fuga hasta Ayoayo donde los masacraronC66) _La matanza sistemática
de indígenas era, así, la ca usa inmediata de su reacción contra los poderes blancos, de manera
que los liberales no eran responsab les de los desmanes étnicos que se producían durante la
guerra y que podían prolongarse posteriormente. Es más, Lales acciones probaban la inte-
gridad e importancia del programa liberal porque incluso había logrado el apoyo ele sectores
marginales y desinteresados de los problemas políticos de la nación como eran los indios:
"A Iesfuerzo uniforme de este departamento han concurrido tocios los sectores sociales,
habiendo sobrevenido expontaneamente la de la raza aborigena, que se levantó en
defen sa de su honra conculcadas por el Ejército Unitario"(67).
La exaltación de la imagen ele! pobre indio sojuzgado por la crueldad del ejército
unitario ciaba a los federales una dimensión humanitaria y de justicia reparadora que tenía
como objetivo granjearse el apoyo de los sectores blanco-señoriales. Utilizar la fuerza india
como ejército auxiliar suponía quebrar las tradicionales relaciones de poder a la vez que
cuestionar el tabú que igualaba la movilización indígena con la invasión chilena(68). Ante esto
se hacía necesario crear una corriente de opinión que concibiese como necesaria y lógica la
alianza entre federales e indios. Y esto se logró mediante una descripción de los horrores
cometidos por el ejército del gobierno contra la población india, a la vez que dando a ésta la
potestad de dirimir el conflicto a favor de La Paz(69). Pero para que esta iniciativa no causase
temores se dijo que "las razas primitivas, para suavizar sus instintos y borrar sus costumbres,
necesitaban instruirse". No se abogaba por su incorporacción a la vida pública, sino que se
culpaba de su atraso a los gobiernos conservadores y caudillistas que en los últimos ci ncuenta
años no habían hecho nada por "civilizar a la raza indígena". Esto es, los culpables de la
conducta sangrienta de los indios eran los partidarios del gobierno que habían hecho de ellos
eternos contribuyentes de "las arcas fiscales del Estado", sin molestarse en "abrir una sola
escuela para instruir al caribe, al antropófago, a la bestia" con lo que habían impedido el
progreso nacional que ellos mismo~ n.:clamabanC7 0). Los liberales proponían su regeneración
como raza para así convencer de su conveniencia como apoyo militar contra el ejérci to
unitario, y lo hacían a través de discursos fraternales y de unidad nacional(7 1).
Progresivamente fue imponiéndose a ambas posiciones partidarias otra basada en los
mismos argumentos, pero que legitimaba cualquier iniciativa y postura liberal a partir de la
admisión de su responsabilidad en la movilización indígena. En este sentido, Alfredo
Jáuregui Rosquellas aseguró que tenía documentos que acreditaban que "varias comisiones
enviadas por el gobierno revolucionario recorrieron el Altiplano ... excitando a la indiada al
alzamiento" y soliviantándola con afirmaciones referentes a que el ejército constitucional se
dirigía a La Paz para exterminarla, "incendiar los campos", apropiarse de los ganados e
(72) " .. . los horrores del norte son tales o menos crueles que lo que dice de ellos la prensa, no hay que culpar
a Pando de esos actos de salvajismo, son la causa de un rencor de una raza oprimida y vencida por siglos.
Los alonsistas dicen que Pando ha hecho mal en aprovec harse de los indios, somos de la opinión, como
todo el mundo sensato, que Alonso si lo hubiera podido habría hecho otro tanto. En tal caso su prensa
no clamaría al ciclo contra esos salvajes, sin o que los llamaría la altiva raza indígena, los descendientes
di; los incas", Boletín Oficial, Nº 63, La Paz, 20 de marzo de 1899.
(73) Carta de Pando a "s us amigos políticos de la Repúbl ica", Si casi ca, 1 de febrero de 1899 en El Comercio,
Cochabamba, 24 de abril de 1899.
(74) "Reconociendo el Partido Liberal que sería estéril la lucha en terreno legal por estar la eoapción (sic)
y el solx>rno arraigados e n el sistema de gobierno, resolvi ó hacer una protesta armada( .. .) los abusos
del gobierno y su descarada intervención en las elecciones de mayo, exasperaron a la gente pensadora
del país; y la oposición, alentada por la mayoría del pueblo boliviano, tomó una actitud enérgica con tra
el mal gobierno", Luis S. Crespo, Rasgos biográficos del Presidente de Bolivia General José Manuel
Pando, l. Los debates, La Paz, 1899, pp. 8-9.
(75) La conferencia entre Pando y Fernando Eloy Guachalla, secretario general de la Junta de Gobierno, el
25 de marzo de 1899, prueba que Zárate fue autoridad militar y política indígena suprema, oficialmente
reconocida por Pando, por la Junta y por el llamado ejército de la revolución federal. Esto se confirma
también en Jacartade PabloZárate WilkaaPandode 27 dejuniode 1896. A partir de ella existen razones
para asegurar que las relaciones de amistad política existentes entre Pando y Zárate no fueron un mito;
como tampoco Jo fue que Pando gozara de la simpatía y del apoyo moral de los indígenas diri gidos por
Zárate por Jo menos desde el afio 1896, y que és tos le reconociesen como a su caudillo s upremo, y que
Zárate escribiese y visitara a Pando en su residencia en La Paz.
(76) Esta acción no les fue fácil ajuzgarpor las advertencias. El día 28 de fe brero de 1899, el ciudadano José
Murillo procuraba prevenir desde Yaco (actual provincia de Loayza, La Paz) al coronel José Manuel
Pando porque "toda la indiada se había puesto en pie de guerra" con la idea de tener por ca udillo sólo
al " indio Wilca" sin pensar en guardar obediencia a "las autoridades" (Condarco Morales 1983: 269).
(77) Carta de Federico Zuazo al Sefior Corregidor de ... , La Paz, 1Ode enero de 1899", Boletín Oficial, Nº
23, La Paz, 23 de enero de 1899, p. 4.
(78) ldem.
de reciprocidad entre el Estado y los ayllus que garantizase sus posesiones a cambio de
servicios(S I).
Grabada en la mente de la mancomunidad criolla-mestiza la imagen de un indio
terrorífico y caníbal que buscaba arrebatarle sus privilegios, era difícil llegar a un acuerdo que
garantizase una convivencia étnica simétrica. Por eso, toda la propaganda sobre la "guerra de
razas" tanto antes como después de los acontecimientos de 1899, sirvió para justificar la
represión y la opresión del indígena en vez de para mostrarle como un individuo apto para
participar con plenos derechos en la vida política activa de la nación. Es más, tras la Guerra
Federal, fue necesario no sólo descalificarlo como individuo útil y participativo en el orden
social, sino también disculpar al Partido Liberal por haber mediado en su incorporación en
la contienda. De ahí que el liberal y futuro Jefe de Gobierno, Ismael Montes, asegurase que
Wilka se encontraba animado de miras particulares, o que el también liberal y más tarde líder
del Partido Republicano, Bautista Saavedra, escribiera que Pablo Zárate Wilka "meditaba el
alzamiento de toda la raza aymara en la República" y que en el curso de la rebelión hubo
incitación tanto al "exterminio delos blancos" cuanto a un "levantamiemoextraordinarioque
encendiera una guerra de castas sangrienta y bárbara"; o que el ensayista Quintín Barrios
dijera que "se ha visto por la relación de los hechos (juicio de Mohoza) que la indiada
proclamó su independencia completa de todo poder, sin más sujección que los mandatos de
Wilka" (Condarco Morales 1983: 279) manifestando "en el curso de la rebelión sus
intenciones exclusivistas de medrar a la sombra de la victoria, recuperando la dominación de
su raza en el país, aniquilando, sus infundadas pretensiones, el poder de las clases civilizadas
de la sociedad" con expreso consentimiento de Pablo Zárate (Condarco Morales 1983: 266).
La tarea de proselitismo liberal en el campo jugó con esas promesas a la vez que con
los miedos interiorizados de la mancomunidad blanca-mestiza respecto al indio. El propósito
era que éste fuera visto por los conservadores como una amenaza latente que podía dislocar
su posición de un momento a otro si no se transigía con las expectativas liberales. Pero como
el rumor acerca de un pacto indio-liberal no resultó suficiente para renovar la presidencia(82),
la comunicación entre liberales e indígenas se fue progresivamente afirmando y al final se
concretó en un ejército auxiliar. A través de él, el coronel conoció los movimientos del
adversario en su marcha hacia el norte, el número de las tropas y las condiciones en que ese
avance se realizaba, a la vez que obstaculizó las marchas del ejército constitucional,
privándole de medios de subsistencia y creando alrededor de sus soldados un elemento hostil
capaz de perturbarle (Condarco Morales 1983: 17). Para facilitar tal objetivo la tarea de
soliviantamiemo de los indígenas se llevó a cabo en las zonas de mayor importancia para los
movimientos y fines estratégicos de los beligerantes. Es decir, en las regiones que, para estas
fuerzas, representaban áreas de tránsito, comunicaciones y abastecimiento como resultaron
ser las provincias de Omasuyos, Pacajes, Sicasica e Inquisivi. El asiento más recomendable
(81) Estas fueron las peticiones más recurrentes y las que provocaron una mayor movilización india, al igual
que las referidas a recuperar y vengar los víveres y animales requisados por el ejército. Las exigencias
no eran nuevas y formaban parte de la mayoría de sublevaciones indias ocurridas desde el intento de
reforma agraria de Melgarejo en 1866.
(82) ANB . Informes del Prefecto y del Administrador del Tesoro Público de La Paz, l. La revolución,
Oruro, 1891, p. 3-8.
para servir de centro organizador del conflicto fue Villa Aroma (Sicasica), por lo que laJ unta
y el Alto Mando de las fuerzas rebeldes pusieron a las cuatro provincias bajo la sujeción de
un solo jefe político con residencia en dicha localidad.
En general, los documentos a favor de la campaña proselitista liberal son numerosos
y hacen factible la interpretación de que este partido llevó a cabo ya a fines de la década de
1880 una estrategia de captación de la población india como fuerza aliada para derrocar al
grupo de poder en el gobierno. Pero, aunque cada vez resulta más evidente la existencia de
acuerdos previos para una acción concertada entre los cabecillas indígenas y los liberales,
sigue sin resolverse el grado y las razones de apoyo de los indígenas a sus cabecillas(83), el
grado de legitimidad que poseían en su papel de representantes y los detalles de las
condiciones recíprocamente aceptadas.
3. CONCLUSIONES
(83) Los ca udill os principales eran Lorenzo Ramírez en lnquisivi; Juan Lero en Tapacari y Paria; Feliciano
Wilka en Tapacari y C hayanta y Mauricio Pedro en Sacaca (Condarco Morales 1983: 263).
(84) /\Nl3. MI. tomo 299, Nº 21 , "Prefectura y comandan cia general <le Cochabamba", afio 1898, f. V- Vil ,
XXVI.
(85) ANB. MI. tomo 299, Nº 26, Ibídem , afio 1898, p. 5.
oligárquico que aceleró el posterior acuerdo entre los dos partidos en pugna frente al elemento
indígena. El llamamiento que Pando envió al presidente Alonso(86) más que una búsqueda de
un acuerdo de paz fue un reconocimi ento de la unidad social y étnica que ambas fracciones
en lucha representaban y, por tanto, el momento de separación de los federa les del ejército
auxiliar indígena. Por debajo de la aparente ruptura entre liberales y conservadores subyacía
el deseo y la necesidad de que la mancomunidad c riolla-mestiza no se escindiese, ya que con
l a guerra de 1899 lo único que se había pretendido era un cambio de orientación para que el
proyecto de reconstrucci ón oligárquica se materializase. Tal propósito se evidenció en las
propuestas de hacer a los liberales mediadores entre los indios y el ejército unitario. Si bien
se admitía que es tos últimos habían provocado la situación en laque se veían insertos, laJ unta
de Gobi erno se comprometía a amonestar a los i ndios para contener su venganza. Con esta
medida de celo patriótico no sólo se inten taba reorientar la amenaza india, sino que tambi én
se estaba negociando la continuidad de la guerra, siendo el monopolio de la fuerza indígena
el arma de negoc iación de los liberales frente a los conservadores(87). Pero esa ventaja no
i mpid ió que los pri meros buscaran acelernr las negociaciones de paz una vez que la g uerra
se había decantado a su favor. Si bien los argumentos que utilizaron para concertar la
rendición del gobiern o estaban en la línea de emplear la amenaza india como chantaje para
acelera r el fin de la guerra, Ji cha amenaza comenzaba a hacerse real y se hacía necesario un
pacto entre el ites para sofocar c ualquier intento indio de materializar sus demandas(88). Se
ponían de manifies to, por tan to, dos c uesti ones: la autonomía de las demandas indígenas y
la neces idad de la elite de ll egar a un acuerdo que legiti mara los propósitos buscados con el
go lpe de Estado de 1898 . D e ambas, la segunda era el objetivo prioritario de los li beral es y
rara su ob tenc ión r os iblemente manipularon en la prensa y en los comuni ca dos prefectura les
la existenc ia de reivindi cac iones autónomas india<;. Esto , lejos de significar un rechazo de la
idea de que los ind ígenas tu vieran demandas muy prec isas acerca de su situac ión étnica y de
la propiedad de la ti erra, supone que el discurso liberal relativo a la conversión de las acci ones
indi as en una g uerra de ex tennini o de los blancos estaba di señado tanto para que se
marg inasen sus revi nd icac 1o nes, como para que Pando concerta se la paz a su favor.
f 86J "'Vista n.:s puc:s ta nc:gati1 a, c:mprc 11<.Jo marc ha a Caracol lo. Deploro que parti do imperante: nieg ue
adven imi en lo ra zonabl e propuesto y pretend a la ruin a y humillación del pue blo paceño para salvar
fonnas. no siempre o bservadas en las má, grav es crisis de su his tori a; se hundirá Bolivi a: sea.
Ind iada guerra motu- propio a raza bl anca; aprovechando despoj os beli gerantes se hará poderosa;
nuestras fucuas apc:nas podrán dominarla; parece impos ible que no lo aperciba usted " ("Carta de José
Manuel Pando a Severo Femández Al onso, Caraco Uo, 6 de marzo de 1899", en El Comercio, La Paz,
15 de marzo de 1899).
(8 7 ) "La Administración f-edcral que no pro vocó ese levantamiento, toleró la defen sa del ultraje a la famili a
y al hogar, re servándose tranq uili zar a esa cl ase social en el momento oportu no, por medi o de la
pers ua, ión y el respeto a los sagrados derechos de la humanidad" (Boletín Oficial, Nº 80, La Paz, 14
de a bril de 1899).
(8 8) " Para nadie so n de sconocid os los ma les que está produciendo la actual guerra intestina; a esos puede
agregarse. como res ultado inev itable, los de la guerra de razas , que ya sobreviene por impul so propio
de la raza indígena. El csf uer1.0 que hi ciéramos para poner término a esa guerra civil y el ac to de pre venir,
contener y es teril izar la que se ini cia por los ind ios, sería para todos honroso, sí, como lo espero, es
aceptado por ud. el pensamiento" ("Carta de José Manuel Pando a Severo FemándezAlonso, Caracollo,
3 de marzo de 1899", en Boletín Oticial, Nº 56, la Paz, 8 de mano de 1899, pág. 2).
Por otra parte, los liberales exigían del gobierno conservador la reunión de una
Asamblea Constituyente de libre elección para que se resolviese la iniciativa federal
presentada a la nación. A esto se unía la designación de Belisario Boeto como nuevo
presidente encargado de llevar lo anterior a cabo, momento a partir del cual el ejército federal
y el unitario "bajo un sólo mando restablecerían la tranquilidad en e l territorio de la
República". A esta propuesta lógicamente correspondía una respuesta negativa por parte de l
presidente Alonso, pero lo importante para los liberales era dejar sentado que la responsabi-
lidad de continuar con las operaciones bélicas pertenecía al ejército unitario. Cualquier
exceso indígena que se desligara de ello en un futuro no podría achacarse a que los libernlcs
los soliviantaron con promesas de restitución de tierras s ino a la intran sigencia conservado-
ra(89). Por supuesto esta argumentación no iba dirigida en últim a in stac ia a los unitarios c uyo
representante, el pres idente Alon so, podía invertir la situación diciendo que e llos lamentaban
los prim eros "el daño causado y que segui rá causándose a la patria, por la presente guerra
intestina no provocada por mí"(90). Sus destinatari os eran la fracc ió n ele la elite que apoyaba
la opción de los liberales. Este grupo tenía que as umircualquicr a u1que indi o a su eslll tu s como
consec ue ncia de la política unitaria y no po r causa de la irresponsabilidad liberal.
Así, si en un principio los li berales les habían hecho ver al indígena como una víctima
de los atropellos conservadores que eran los actos causantes de su respuesta violenta contra
los blancos, en un segundo momento ya pod ían conside rarlos como salvajes que ponían en
peligro la hegemonía de la mancomunidad criolla- mestiza. Si en la primera etapa los
culpables ele la reacción eran los unitarios, e n la siguiente volvían a serlo, pero ya no por su
brutalidad y saqueo sino por su intransigencia que les ll evaba a sacri ficar la supervivencia
blanca con tal de no reconocer la perti nencia de la opci ón liberal. Mientras los conservadores
ponían en peligro la formación de una identidad boliviana, los liberales hacían todo lo posible
por salvarl a.
Ese discurso li beral a favor de su inocencia en los actos de sublevación india se
completó en la práctica con la acción represora del ejercito federal. Antes de que finalizase
la gue rra, Pando encarceló a Zara te W i Ika, cac ique de S icasica y Iíder de la rebelión imiígena ,
para terminar con los rumores ele una guerra de razas cuyo comienzo supuestamente tendría
lugar el 3 de mayo , fecha para la que se esperaba una rev uelu1 india masiva y coordinada .
Aunque ese ataque nunca se ma terializó, sirvió para poner en pri sión a muchos líderes
indígenas y terminar con las demandas étnicas y de tierra a las que tenía que responder el
nuevo gobierno una vez alcanzado el triunfo. Tras la victoria, continuó la pu rga entre la
población india tanto en la zona norte como en e l área de Oruro y Potosí, tarea que se completó
más tarde mediante el Jui cio de Mohoza (190 1- 1904) (G rieshaber 1991: 133). En este se
condenó no sólo la masacre del batallón " Pando" perteneciente al ejército federal, sino las de
Corocoro y Ayoayo, esta vez perpetradas contra el ejército unitario bajo el auspicio ele los
liberales. Peroeneljuiciono se tuvo en cuenta ese hecho. Unicamcnteseatendióal salvaj ismo
con que los indígenas ex terminaron a los soldados. Quizás si en Mohoza los indígenas no se
(89) "Carta de Scrapio Reyes Ortiz, Macari o Pinilla y Fern ando E. Guac hall a al. coro nel Pando", La Paz, 5
de mano de 1899". Boletín Oficial, N2 56, 8 de mamrw de 1899, p. 2
(90) "Carta de Severo Alonso al coronel Pa r'l do, Oruro, 4 de marzo de 1899". Boletín Oficia l, Nº 56, 8 de
marzo de 1899, p. 2.
hubieran rebelado contra la fracción de la elite criolla-mestiza de la que eran aliados, los
acontecimientos de Corocoro y Ayoayo hubiesen pasado desapercibidos o justificados por
el carácter opresivo de los soldados unitarios, pero sucedió lo contrario y los liberales
percibieron el peligro que encerraba contar con la ayuda indígena, no ya tanto por la matanza
como por las exigencias que vendrían después(91). Posiblemente lo ocurrido en Mohoza les
hizo tomar consciencia de la realidad de las demandas indias y de las transacciones sociales
que sucederían a la guerra y que atentarían a los privilegios tradicionales de la mancomunidad
criolla-mestiza.
A su vez, los procesos judiciales contra Pablo Zárate Wilka y los curacas que apoyaron
la masacre de Mohoza, sirvieron para demostrar de manera tangible la renuncia del Partido
Liberal a los medios que lo llevaron al poder. El tono racista con que se adornó a esos
acontecimientos hizo pensar que las relaciones sociales en el campo se mantendrían como
hasta entonces (Dunkerly 1987: 75). El fin de la guerra fue inoportuno para el levantamiento
de Zárate y detuvo el proceso de subversión social, pero fue necesario un discurso acerca de
su ferocidad para reforzar el carácter reaccionario de la sociedad ante un posible ascenso
social de un sector como el indígena al que tradicionalmente se le había considerado como
subalterno y cuya inclusión política se interpretaba como la ruina de las minorías dominantes.
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