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De Roma a Roca
Uno de los pilares en los que se ha fundamentado la idea del desarrollo moderno ha sido
el aseo. Como gesto, como disciplina, como forma de cuidado pero también como
elemento divisorio, todas las veces que vas al baño forman parte de una narrativa llena de
historia. La conciencia de limpieza, de pulcritud, establece, precisamente, qué
es lo moderno, como un váter que, además de llevarse las heces lo más lejos posible tan
solo aprentando un botón, puede masajear, calentar y por supuesto lanzar un chorro de
agua en diferentes niveles de presión para evitar cualquier rastro del acontecimiento. Ir
al váter no es solo un asunto privado, sino un asunto de poder: la arista en la
que lo público se descompone entre finas paredes de madera huecas por arriba y por
abajo.
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La curiosa historia de las casas de baño japonesas
Ada Nuño
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Letrinas públicas en la antigua ciudad de Ephesus. Fuente: iStock
Así pues, fue la sociedad romana la que popularizó el uso de un lugar destinado a defecar.
"Para ellos, tanto los baños como las letrinas eran lugares de socialización. El
baño era comunitario y no necesariamente había diferenciación de género. Se sentaban
uno al lado de otro en una letrina comunal. Allí, la gente hacía sus necesidades mientras
interactuaba, debatía diversos temas e incluso realizaba banquetes. Los desechos eran
recolectados más tarde y llevados a la llamada Cloaca Máxima. Paralelamente a
este sistema, grandes acueductos recogían agua de los ríos y la transportaban a los centros
urbanos, abasteciendo de agua limpia a las ciudades".
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Plano de la Cloaca Máxima romana, uno de los primeros sistemas de alcantarillado del mundo. Fuente:
Wikipedia
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Detalle de una ilustración en la obra original de 'Lancelot du Lac'. Fuente: Wikipedia
Los baños medievales, al igual que hoy, comenzaron a denominarse con un eufemismo,
siendo el más común el de 'cámara privada', o simplemente 'espacio privado' o 'garderobe'
en inglés. Otros nombres menos comunes fueron 'draft', 'gong', 'sige-house',
'neccessarium' e incluso 'golden tower'. Sin infraestructura colectiva, la higiene se adaptó
a las condiciones de la época: se individualizaron y adaptaron todas las prácticas
higiénicas sin construir redes de alcantarillado ni de abastecimiento.
Un asunto de poder
Por supuesto, al prohibir los baños públicos no se buscó alternativa. El poder pasó a
definir lo que era y no era válido, y así a generar el círculo vicioso de la estructura social:
habría baños en castillos, en algunas casas de la nobleza, habría baños para
el clero y nada más. "En las casas más nobles se crearon habitaciones para este uso
específico que contenían, en un principio, una sola letrina, mientras que la población más
pobre, en general, hacía sus necesidades en orinales.
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Fuente: Wikipedia
"El eje saliente de la mampostería que constituía el retrete estaba reforzado por abajo, o
podía situarse en la unión entre una torre y un muro. Algunos pozos de desechos eran
altos, mientras que otros se situaban casi en el suelo. En el último caso, podría resultar
una forma de diseño peligrosa en caso de que hubiera un asedio al castillo", recuerda
Mark Cartwright en 'World History Encyclopedia'.
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Fuente: Universidad de Reading/Facebook
Asimismo, también se construyeron baños en alguna que otra planta baja de edificios
señoriales con canales de drenaje de piedra para alejas los desechos. En cualquier caso, se
buscaba la manera de que aquello no fuera un banquete para las bacterias: las
paredes se blanqueaban con una capa de yeso de cal que maximizaba la luz que entraba
por la pequeña ventana que se colocaba para airear el ambiente y porque la cal eliminaba
los gérmenes. También utilizaron, a falta de amoniaco perfumado con olor artificial a
cerezas, plantas aromáticas que esparcían por el suelo.
Mientras tanto, para la población común las cosas eran aún más complicadas. La
historiadora Lucie Laumonier recuerda en 'Medievalist' cómo en 1339, un niño mendigo
fue asesinado en plena calle de Londres, atropellado por un carro cuando estaba
en cuclillas haciendo sus necesidades. Según los registros públicos de la época, el
pequeño fue calificado como un "salvaje".
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Detalle en una pintura de Marten van Cleve
"Los inodoros privados eran menos comunes en áreas urbanas superpobladas que en
entornos rurales, donde los agricultores tenían más espacio"
Hasta la alta Edad Media no se prohibió arrojar orina y heces a las calles londinenses, por
ejemplo, sancionando con multas a quien lo siguiera haciendo. En 1421, indica
Laumonier, un documento deploraba que, de vivir en un edificio sin retrete, los
vecinos recurrieran a las mujeres viudas para que estas se encargaran de ir a
las afueras a tirar los excrementos. "Los inodoros privados empotrados eran menos
comunes en áreas urbanas superpobladas que en entornos rurales, donde los agricultores
tenían más espacio para hacer su propia 'casa trasera', que, a su vez, proporcionaba
estiércol para sus cultivos. En las ciudades, a veces también se construyeron algunas
traseras", pero siempre dependía del poder adquisitivo de los habitantes.
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Fuente: Wikipedia
Para cuando la higiene volvió a tratarse como un problema conjunto, con nuevos y cada
vez mejores recursos (pasadas plagas y enfermedades desoladoras) a finales de dicho
período, las autoridades empezaron a promulgar leyes y a gastar dinero para
mantener limpias sus ciudades (los pueblos 'ya tal'). En Londres, por ejemplo, esto
recuperó las letrinas públicas. Se conocen restos de docenas de estas, construidas en
algún momento del siglo XV por toda la ciudad. ¿Y dónde mejor que en un puente para
colocarlas? Así, como ocurría en algunos castillos, los desechos de la gente que pasaba por
allí podrían caer fácilmente en el torrente del río. Así se hacía, así desaparecía.
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Portada de 'Les Très Riches Heures du duc de Berry février'. Fuente: Wikipedia
Al tiempo que se volvía a lo público con el pudor que la religión había marcado, otra idea
fue compartir letrinas privadas entre vecinos, pero el mantenimiento del retrete,
de las tuberías de drenaje y del pozo donde iban a parar los desechos generaba conflictos
constantes; vamos, que no era tarea de buen gusto para nadie. Recuerda Laumonier que
en el siglo XIII las normas de construcción en la ciudad de Londres impulsaron el uso
de pozos revestidos de piedra, y con ello llegó una ordenanza del siglo XIII que
establecía que los nuevos pozos de heces revestidos con piedra debían estar a una
distancia mínima de dos pies y medio de la propiedad vecinal, mientras que los pozos sin
paredes de piedra requerían un pie más de distancia.
Los mercados, los muelles y, en general, los lugares más concurridos de las
ciudades fueron los elegidos para colocar baños públicos. Rawcliffe comprobó
durante su investigación que en casi todas las ciudades o pueblos habría registros que
anotan la construcción y el mantenimiento de los baños públicos incluso en el período de
la Baja Edad Media "Los coloquialmente llamados 'pissingholes' y los retretes sobre el
puente Ouse en York fueron mantenidos, como sus equivalentes en Londres, por
guardianes del puente, quienes también eran responsables de limpiar y reparar los
retretes domésticos en sus diversas viviendas en toda la ciudad", indica.
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Diagrama de un váter victoriano. Fuente: iStock
Tuvieron que pasar tres siglos más para que, en la década de 1880, los váteres en
funcionamiento se conectaran con un sistema de alcantarillado oculto bajo el
suelo de la civilización. El mundo cambió para siempre y surgió otro mundo bajo nuestros
pies. "Olvídate de los antibióticos, la máquina de vapor, la calefacción central o la luz
eléctrica: los váteres con cisterna y los sistemas de alcantarillado son posiblemente las
innovaciones más importantes del siglo XIX, un gesto que pone en relieve qué somos y
cómo hemos llegado hasta aquí", subraya en tono humorístico Bo Sullivan en 'Old House'.
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el organismo desechará, a medida que crecemos el reparo se posiciona por nosotros: y tú,
¿eres de esas personas capaces de ir a cualquier baño, en cualquier parte cuando te llega el
apretón o te entregas al estreñimiento hasta llegar a tu váter?
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