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Elon Musk opina sobre los implantes corporales de Cyberpunk 2077


NOTICIA

Ángel Morán Santiago


22/02/2021 - 20:40

Elon Musk ya ha jugado al popular RPG futurista de CD Projekt...y afirma que su


mundo no es tan distinto del nuestro.

Muchas veces la realidad supera a la ficción. Si bien en el caso de Cyberpunk


2077 todavía no es así, para Elon Musk los avances de la ciencia no están muy lejos de
los implantes cibernéticos que vemos en el RPG de CD Projekt. El conocido
multimillonario se sintió raro al jugar a Cyberpunk.
Elon Musk afirma que se sintió ''como en casa'' al jugar a Cyberpunk 2077, del que elogió
su mundo y cómo plantea los avances tecnológicos, que para él no distan demasiado
de lo que veremos muy pronto en la vida real. Recordamos que Musk tiene su propia
empresa relacionada con los avances en el campo de la salud.
''Estaba jugando Cyberpunk, el juego, y pensé, uhhh, esto está bastante cerca de
llegar aquí (a nuestro mundo). Como, ''oh hombre''. Como, ¿es aquí a dónde vamos?
Podríamos llegar a eso muy pronto. Solo digo que, por ahora, lo que estamos
investigando ayudará a las personas que realmente lo necesitan'', explicaba Elon
Musk en el podcast de Joe Rogan Experience.
Estas declaraciones tienen mucho sentido, pues el conocido físico está trabajando en
implantes que puedan incorporarse a diferentes personas, para ayudar a corregir
problemas y lesiones de médula espinal, así como otras patologías graves.

Claro, Elon Musk afirma que no será un cambio de un día para otro, y que será algo
gradual. El caso es que lo que vio en Cyberpunk 2077 le lleva a pensar en una realidad
muy similar dentro de unos años, lo que hizo que se sintiera ''raro''. 
''Estamos trabajando en un proyecto de código abierto para que todos puedan tener
tecnologías de lectura (señal cerebral) de alta resolución integradas en los auriculares,
en un montón de modalidades diferentes'', explicaba Elon Musk el mes pasado.
¿Pensáis que llegaremos a poder usar implantes como los de Cyberpunk 2077? Lo
cierto es que la ciencia avanza a pasos agigantados, y no es una utopía que dentro de
unos años podemos usar estos implantes...como por ejemplo, las cuchillas mantis. Sí,
igual nos hemos venido demasiado arriba.
Este artículo fue publicado en Hobby Consolas por Ángel Morán Santiago.

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Los cíborgs ya están aquí: ingenieros contra filósofos en el fin de los tiempos.
1. Cultura

¿EL COMIENZO DE UNA NUEVA ESPECIE?

Los cíborgs ya están aquí: ingenieros contra filósofos en el fin de los tiempos

Los implantes cibernéticos en el cuerpo humano son una realidad. El objetivo: mejorar el
cuerpo humano a través de la tecnología. ¿Dónde nos llevará el transhumanismo?

Implante de un órgano cibernético diseñado por Fénix Binario en el cíborg Joe


Dekni. (Cedida por Carlos Pareja)

Por 
Ana Ramírez
07/10/2019 - 05:00

Gracias a un dispositivo instalado detrás de su cabeza, Manel Muñoz puede “escuchar”


la atmósfera. El aparato recoge los cambios de temperatura, presión y humedad, y
transmite vibraciones al oído a través de conducción ósea. “Es como una especie de
prótesis auditiva. El cráneo sirve de membrana y así Manel puede ‘escuchar’ el estado
de la atmósfera. Aunque no es exactamente escuchar, sino ‘sentir’ el sonido”,
explica Fénix Binario, el ingeniero que construyó este órgano tecnológico. Como Manel,
otros se han implantado sus diseños para percibir la contaminación del aire o los rayos
ultravioleta. Esta tecnología integrada en el cuerpo humano amplía los cinco sentidos,
permite escoger nuevas formas de percibir el mundo. Y la persona que recibe el implante
deja de identificarse como un organismo. Se convierte en algo que, para muchos, sigue
atrapado entre líneas de ciencia ficción: un cíber-organismo o cíborg.

 
Fénix es ingeniero mecatrónico y dirige el Cyborg Foundation Labs en Barcelona,
donde las ideas y proyectos de la Cyborg Foundation "bajan a tierra firme". Hace nueve
años, los artistas cíborg Moon Ribas y Neil Harbisson, la primera persona que
fue reconocida como cíborg por un gobierno, crearon esta entidad para “ayudar a los
humanos a convertirse en cíborgs, defender sus derechos y promover el arte cíborg”.
Según Fénix, la fundación es un punto de encuentro para artistas, ingenieros, filósofos,
abogados, médicos... “Tenemos un mismo objetivo: la conquista del transhumanismo,
del poder diseñarnos a nosotros mismos”.

El dispositivo de Manel Muñoz. (Fénix Binario)


No se trata de una quimera futurista, ni siquiera de un movimiento reciente. En el siglo
pasado, biólogos y filósofos soñaban ya con una humanidad soberana, liberada de la
tiranía de la evolución biológica para tomar las riendas de su desarrollo. Algunos, incluso,
encuentran en el superhombre nietzscheano un empoderamiento que pudo ser germen
del movimiento transhumanista. El término fue acuñado en 1957 por Julian Huxley,
biólogo y hermano del autor de ‘Un mundo feliz’. El desarrollo de la tecnología y la
ingeniería genética que se presenta aterrador en la novela era, para el hermano del
escritor, el cultivo de una nueva existencia. En su utopía, evitar la miseria y las
enfermedades sería una cuestión de voluntad. El sufrimiento, las limitaciones y el dolor se
erradicarían gracias a una especie de Ilustración tecnológica.

 
Muchas de las propuestas del transhumanismo actual están ligadas a la transformación
tecnológica del cuerpo, lejos de lo que Huxley pudo imaginar. “La tecnología que
queremos crear es de relevo. Venimos recogiendo la labor que iniciaron Neil Harbisson y
Moon Ribas, y es probable que la próxima generación cíborg recoja lo que estamos
desarrollando nosotros. Queremos cambiar la interacción de los humanos con la
tecnología y que el propio cíborg genere un nuevo paradigma económico, que sea dueño
de todo. Esto abre muchos campos de pensamiento. Creo que es lo más cercano a la
libertad. Dejaremos de llevar o usar tecnología para ser tecnología”, opina Fénix.

El artista cíborg Neil Harbisson, con una antena implantada en la cabeza que le permite
'escuchar' la luz. (EFE)
“Lo que hoy es una casa domótica o inteligente puede acabar siendo una extensión de
nuestro cuerpo. Igual que existen fábricas robotizadas, el trabajador autónomo pueda
manejar un brazo robótico como una extensión de sí mismo. Al final, se podrían suplantar
las economías que utilizan a personas como mano de obra barata o desechable.
Además, intentamos que nuestros diseños sean accesibles en todos los sentidos.
Implantarse un chip, conectarse a un brazo robótico, generar tu propio modelo de
negocio y no depender de nadie”.

 
Este ingeniero cuenta que uno de los retos de la Cyborg Foundation es el consumo
energético de los implantes. Buscan un sistema que pueda mantenerse en
funcionamiento con la temperatura corporal. “Una vez que esto esté validado y se pueda
colocar en el cuerpo, nos gustaría lanzar un glucómetro no invasivo. Se trata de un
medidor de glucosa en sangre que pueda desarrollar un algoritmo para regular las
inyecciones de insulina. El objetivo es evitar los picos de glucosa que dañan el
organismo de las personas diabéticas. En su última fase, la idea es que el glucómetro
implantado tenga conexión 'bluetooth' para comunicarse con un móvil. Se podría
observar la curva de la glucosa en sangre, compilar datos sobre el tipo de absorción del
cuerpo y prever cuándo será necesaria una inyección de insulina. Así, las variaciones
serían menos pronunciadas. Creo que la sociedad entera verá este tipo de tecnología tan
útil como un teléfono móvil. Al principio, puede parecer invasiva o dar miedo. Pero si el
receptor sabe qué se está implantando y tiene un control total, da muchísima libertad”.

"Implantarse un chip, conectarse a un brazo robótico y generar tu propio modelo de negocio"

 
Algunos de los órganos cibernéticos encuentran inspiración en la naturaleza, como el
sentido de orientación de las aves. “La compañía Cyborg Nest creó un prototipo, pero
todavía está en fase experimental. A través de una glándula y de un mineral llamado
magnetita, los pájaros pueden percibir el campo magnético del planeta. Esto les ayuda
a orientarse en sus movimientos migratorios. Un dispositivo con esta función podría
implantarse en personas invidentes, por ejemplo”.

 
La mejora física o cognitiva del ser humano a través de la tecnología ha encontrado
detractores en la filosofía, la bioética, la religión o en distintos puntos del espectro
político. Francis Fukuyama aseguró que la igualdad podría ser “la primera víctima del
transhumanismo”. La idea de una dignidad humana, individual pero compartida, funda
las bases del liberalismo político. Y, según el politólogo de origen japonés, modificar esa
esencia está en el núcleo del proyecto transhumanista. “Si comenzamos a transformarnos
en algo superior, ¿qué derechos reclamarán estas criaturas mejoradas y qué derechos
poseerán en comparación con los que quedan atrás? Si algunos avanzan, ¿alguien
puede permitirse no seguir?”.

¿Cuál será la esencia de lo humano, y cuáles las líneas rojas para protegerla? Desde el
punto de vista religioso, el transhumanismo supone una conquista peligrosa de la
divinidad. En 2002, la Comisión Teológica Internacional expresó sus inquietudes
respecto a “los límites del hombre para recrearse a sí mismo”. Concluía que el ser
humano, como “creación de Dios”, no tiene derecho a “disponer plenamente de su
naturaleza biológica”. Fénix reconoce que algunas críticas provienen de colectivos
religiosos. “Algunos hablan incluso de ‘la marca del diablo’”. También menciona casos
puntuales de comentarios negativos o actos vandálicos hacia los que se identifican
como cíborg. “Gente que intenta arrancar el órgano por pura mofa… A mí no se me
ocurriría asaltar a alguien para quitarle los pendientes, las gafas o el gorro que lleve.
Dejando a un lado a esta gente irrespetuosa, creo que tenemos mucha aceptación”.
Cubierta de 'Transhumanismo'. (Herder)
En un contexto religioso o no, la preservación de la naturaleza humana suele estar
en el centro de las críticas al transhumanismo. “No creo que apelar a la dignidad
humana sea acertado ni resuelva este debate”, opina Antonio Diéguez,
catedrático de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga y autor del
libro ‘Transhumanismo: la búsqueda tecnológica del mejoramiento humano’
(Herder, 2017). “Hay modificaciones del cuerpo o de nuestra condición biológica
que sí podrían suponer una instrumentalización del ser humano o un ataque a
nuestra dignidad, pero hay muchas otras que no. Yo mantengo una posición de
crítica moderada, apuesto por estudiar los casos concretos”.

 
Diéguez se muestra escéptico respecto a algunas promesas del transhumanismo,
como la intervención en la evolución de la especie o su “autodiseño”: “Se utilizan
términos grandilocuentes para hacer un poco de publicidad, pero la realidad es
mucho más compleja y menos brillante de lo que se nos presenta. Para poder
decir que hemos tomado el control de nuestra propia evolución tendríamos que
poder modificar la línea germinal de los genes, la presente en óvulos y
espermatozoides, y poder hacerlo de forma segura. Nadie lo ha conseguido de
momento. Además, tendríamos que hacer estas modificaciones genéticas de
forma masiva. Si no, no es posible afirmar que cambiaremos la naturaleza
humana”.

 
El filósofo encuentra herencias del pensamiento religioso en las facciones más
radicales del movimiento transhumanista. “En Estados Unidos, sobre todo, se ha
convertido en un sustituto de la religión porque algunos están prometiendo nada
menos que la inmortalidad. De hecho, ya hay una iglesia transhumanista que se
reúne y, para mucha gente, se ha convertido en una teoría que puede sustituir
algunas de las esperanzas que proporcionaba la religión”.

"Algunas propuestas del transhumanismo pueden sustituir las esperanzas que


proporcionaba la religión"

 
“También hay una influencia del gnosticismo. La vieja teoría religiosa que separa
radicalmente el cuerpo del alma y condenaba el primero como fuente del mal.
Hay un dualismo implícito que tiene una concepción negativa del cuerpo, como si
sólo fuera fuente de limitaciones y de sufrimiento. De ahí la pretensión de acabar
con el cuerpo biológico y sustituirlo o completarlo con uno mecánico. Esa
me parece una de las propuestas más preocupantes del transhumanismo”.

 
Pero Diéguez no ve una novedad radical en los implantes cibernéticos, como los
diseños del Cyborg Fountation Labs. “Ya teníamos instrumentos que nos
permitían percibir ultrasonidos u ondas de luz no visible. Esta tecnología existía
previamente. Lo único que ha ocurrido es que ahora podemos establecer una
conexión más directa con el cuerpo. ¿En qué se diferencia que llevemos un
aparato para captar infrarrojos dentro de nuestro cuerpo o fuera de él? ¿Qué
avance supone frente a un implante coclear o un marcapasos? ¿Convierte un
implante coclear a los sordos en cíborgs? Yo reservaría ese término para
modificaciones más profundas del cuerpo, para integraciones mucho más
estrechas y fluidas”.

[La tentación milenarista: ¿el fin del mundo puede esperar?]

 
Los diseños destinados a sustituir o reparar órganos dañados, a mejorar la calidad
de vida, invitan a imaginar las últimas consecuencias del transhumanismo.
¿Los implantes y la ingeniería genética acabará con el homo sapiens para dar
paso a una especie posthumana y mejorada? Ray Kurzweil, director de ingeniería
de Google y filósofo futurista conocido por sus predicciones audaces, promete
una especie de trascendencia digital, una fusión completa entre las máquinas y
el cuerpo humano. Según Kurzweil, en 2045 la muerte del cuerpo no supondrá la
muerte de la mente, que perdurará en un más allá tecnológico. ¿La
inmortalidad? “Si algún día fuera posible una consciencia humana completamente
desligada del cuerpo, estoy seguro de que eso ya no sería humano. Y no estoy
seguro de que fuera deseable. Algunas propuestas me parecen ingenuas, las que
piensan que el ser humano es básicamente su mente, que el cuerpo es algo
negativo del que vamos a desprendernos a través de la tecnología”,
opina Antonio Diéguez.

 
Fénix coincide con el filósofo: “Veo más factible que podamos crear
nanotecnología o tecnología atómica para reparar nuestro cuerpo a nivel celular, y
que aumentemos la esperanza de vida hasta los 150 o 200 años. Eso no es
exactamente la inmortalidad, pero me parece lo más cercano. También dudo que
podamos hacer funcionar nuestra mente fuera del cuerpo humano. Y en el caso de
que podamos mantener una conciencia en un soporte digital, no tenemos la
capacidad energética ni de cómputo para mantener un solo cerebro. La naturaleza
ha creado un órgano tan fantástico que apenas consume 20 vatios. Nosotros no
somos capaces ni de mantener un ordenador por debajo de la ratio de energía que
usa el cerebro”.
Implante de un órgano cibernético diseñado por Fénix Binario en el cíborg Joe Dekni.
(Cedida por Carlos Pareja)

El dispositivo de Manuel Muñoz. (Fénix Binario)


El artista cíborg Neil Harbisson, con una antena implantada en la cabeza que le
permite 'escuchar' la luz. (EFE)

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