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SERRANA
TRABAJO DE INVESTIGACION
GRADO: 2DO
TURNO: MAÑANA
AÑO: 2022
Infancia y juventud
El niño Carlos Antonio López Ynsfrán nació en el distrito de Manorá, Asunción, el 4 de
noviembre de 1792, hijo de Miguel Cirilo López y Melchora Agustina Ynsfrán, matrimonio que
tuvo seis hijos y dos hijas: Martín López Ynsfrán, Basilio López Ynfrán, Francisco de Paula
López Ynsfrán, José Domingo López Ynsfrán, Victoriano López Ynsfrán, Melchora López
Ynsfrán, Blasia López Ynsfrán y Juan Vicente López Ysnfrán. Miguel Cirilo era un sastre de
origen español y Melchora provenía de una antigua familia de estirpe asuncena. La infancia de
Carlos Antonio transcurrió en aquella casa colonial ubicada a metros del arroyo Mburicaó.
Un año después, en julio de 1793, fue bautizado en una iglesia recoleta y su padrino fue el señor
Juan de la Cruz Arce. Inició sus estudios primarios en varias escuelas coloniales de Asunción,
lugar en que se enseñaba aprendizajes básicos como leer, escribir y contar, además de la
enseñanza de los dogmas cristianos. Según diversos biógrafos, ya desde pequeño se destacó por
su inteligencia y sus ganas de aprender. Una vez culminados sus estudios primarios y
secundarios, aconsejado por sus padres cursó sus estudios de filosofía y teología en el Real
Seminario de San Carlos de dicha ciudad, pero luego abandonó dicha carrera para estudiar
derecho. Tras doctorarse en jurisprudencia, fue catedrático de dicha institución. Debido a las
hostiles relaciones con su tío, el dictador José Gaspar Rodríguez de Francia, se vio obligado a
mantenerse oculto de manera clandestina por varios años. Adquirió de todas formas un gran
conocimiento de las leyes y asuntos gubernamentales.
Cuando tenía 18 años, se produjo la gesta revolucionaria del 14 y 15 de mayo de 1811,
participando así de las múltiples manifestaciones de apoyo a los sublevados. A los 19 años, en
1812, ingresa al Real Seminario de San Carlos luego de aprobar una serie de exámenes sobre
Filosofía, Latinidad y Teología, donde años después comenzó a enseñar las cátedras de Artes,
Teología, Moral y Dogmática que las enseñó hasta 1824, año en que el entonces dictador José
Gaspar Rodríguez de Francia clausuró dicha institución. Además de poseer amplia habilidad con
el empleo del latín como idioma, siendo en su época, uno de los máximos expertos en este
idioma en Paraguay.
Labor jurídica
Cuando la enseñanza ya no se hacía rentable, Carlos Antonio López decidió utilizar sus vastos
conocimientos en la aplicación del derecho de entonces. López tenía bastantes conocimientos
sobre las leyes coloniales de Castilla, Indias y Toro. Una vez culminada su labor docente, retornó
a la casa paterna de Manorá, conoció a un abogado de la época, Mariano Larios Galván, quien lo
formó a López en los gajes del derecho y fue su mentor indiscutido, llevándolo a litigar en los
principales tribunales de la época, pero su carácter antisocial e insolente, hizo ahuyentar a sus
distintos patrocinados, impidiéndole conseguir prosperidad económica con el ejercicio de la
profesión. Fue que, ejerciendo la labor jurídica, conocería a su futura esposa. A Carlos Antonio
López le tocó ejercer la profesión durante la dictadura francista, momento en el que se ganó
varios enemigos, ya que, según sus detractores, sólo defendía a personajes de élite y hasta
incluso permitía que los funcionarios leales a Francia modifiquen sus libelos, sin importar que
estos funcionarios tengan el más pálido conocimiento sobre derecho. El ejercicio del derecho
durante la dictadura, sino imposible era bastante difícil, Carlos Antonio López ejerció la
profesión hasta que los métodos de persecución del gobierno se hacían incesantes, motivo por el
cual López abandonó la labor jurisprudencial y se retiró a la estancia familiar de Villa del
Rosario. La administración de justicia durante aquella época era precaria, por no decir
inexistente. Temas legales para litigar no faltaban, pero todo se enlentecía por la intención del
dictador de centralizar la justicia, por lo que cualquier asunto jurídico debía ser previamente
analizado por el gobernante. Este último denominaba "actuario" a un subalterno que debiera de
recibir las peticiones de análisis jurídico, dependía de las ganas o ánimo de este funcionario para
que dichas peticiones fueran recibidas o rechazadas in limine. Muchas de las personas, por miedo
a las máximas penas por la más mínima infracción, huían a sus campos de verano, buscando
alejarse de la tensa realidad política comandada por el anciano dictador.
Obras
Varias fueron las obras desarrolladas por el nuevo consulado, tales como el relevo, cambio o
ascenso de las autoridades en el interior del país, distribución de semillas y crías de animales de
las "estancias de la patria" a todos los campesinos para su autoabastecimiento. Se continuó con la
refacción y construcción de caminos y puentes, así como institución que promuevan la difusión
del arte en general. Además, desde su época de docente, Carlos A. López se preocupó por la
educación general de la población, quienes solo estaban capacitados para cumplir tareas básicas
como leer y escribir, algunas operaciones aritméticas básicas, este legado de analfabetismo
heredado de la dictadura, imposibilitó que López contase con las mejores mentes durante su
administración como cónsul, por lo que decidió abrir un nuevo instituto de enseñanza básica que
posibilitara la educación de la población, es así que se inauguró La Academia Literaria, la cual
ofrecía cursos de idioma Castellano y Latín. A dicha entidad se le proveyó de un amplio plan de
estudios y se designó como su director a Marco Antonio Maíz. En 1842 dicha entidad contaba
con 149 alumnos. El gobierno siguió de cerca la problemática de la educación, por lo que se
centró en la reparación y habilitación de escuelas a lo largo de todo el país.
Un paso adelante para dejar el aislamiento internacional surgido del gobierno de Francia, fue el
de tratar de establecer con la entonces Confederación Argentina, por ello, llegaron a Asunción
Gregorio Valdez y Juan Mateo Arriola en carácter de emisarios del gobierno de la provincia de
Corrientes, perteneciente a la Confederación Argentina, esto sin embargo, causó rencillas con el
gobierno del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas con quien la Confederación se
encontraba en rebeldía, resultando esto en un garrafal error al intentar reiniciar las relaciones con
Argentina. Tanto López como Alonso, decidieron firmar con los emisarios un tratado de amistad,
comercio, navegación y límites el 31 de julio de 1841.
En el plano religioso, el Paraguay en aquella época contaba con 83 parroquias y varios oratorios
y capillas, la mayoría con sacerdotes ancianos, sumando a esto la vacancia del Obispado de
Asunción, cuyo último obispo español fue Pedro García de Panés, por ello remitieron al papa
Gregorio XVI la proposición de una terna para designar a un obispo general y otro auxiliar. El 10
de mayo de 1842, en la zona del templo de la Recoleta, en la entonces zona periférica de la
capital, el consulado determinó la construcción de un nuevo y amplio cementerio. Además, se
estableció la supresión de las delegaciones de Itapúa y Santiago, convirtiéndolas en fuertes
militares para alivio de la población circundante.