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YES, DEDDY LEYVA

SINOPSIS
Mi mejor amiga lo llama papá durante el día, yo lo llamo Daddy durante la
noche..."
Maxwell Holloway, uno de los hombres más adinerados y de los escritores
más reconocidos del mundo descubre que a veces ni todo el dinero puede
comprar el amor de una persona.
Ahora, en medio de las dos mujeres que más amaba, debía elegir que
camino tomar, incluso si eso significaba perder a su musa, la dueña de su
corazón... la mejor amiga de su hija.
ADELANTO
Becca no podía creer lo que veía, simplemente no podía. El señor Holloway,
acostado sobre su espalda encima de su cama matrimonial, completamente
desnudo. Piernas abiertas, su puño rodeando su palpitante erección y su otra
mano detrás de su cabeza, atrapada entre su nuca y la almohada.
Ojos cerrados, ceño fruncido en concentración, dientes sujetando su labio
interior. Los músculos de sus brazos, hombros y pecho tensos e hinchados
por el esfuerzo. Sudor hacía brillar toda su piel, incluso en las partes
cubiertas por tinta.
El aroma a sexo que emitía su piel desnuda era penetrante y cubría todo el
ambiente de aquella habitación, incluso desde el otro lado del umbral, Becca
podía percibirlo.
La cama era grande, pero no hacía menos la figura del hombre, su cuerpo
entero era largo y amplio. Intimidante. Ni los chicos más atléticos de su

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escuela lucían como él. Su cuerpo mostraba fuerza y madurez, sus hombros
eran más anchos, su pecho más sólido, las venas de sus gruesos brazos
resaltaban más sobre su piel. Maxwell era diferente a todos esos chicos. Él
era, sin lugar a dudas, un hombre.
Era una imagen digna de ser retratada, Becca pensó en los colores que
usaría para ello, usaría colores cálidos para el rubor sexual de sus mejillas y
para el rojizo rosado de su palpitante polla; usaría un brillante dorado para
su cabello, para sus cejas, para su barba y el vello restante sobre su cuerpo;
usaría un sutil color durazno para su piel y un tono más oscuro para los
discos de sus pezones. Dejaría al último sus ojos, se tomaría el tiempo para
detallar su mirada, sabía que jamás le haría justicia al azul real que rodeaba
sus pupilas, pero daría su mejor intento.
La conciencia de Becca le decía que debía salir de ahí, pero cuando
consideró hacerle caso algo la mantuvo fija en el lugar. Por un momento, los
glúteos del hombre abandonaron la cama mientras su cadera se levantaba
ante la sensación del inicio de su orgasmo.
Densos y múltiples disparos que denotaban varios días de abstinencia fueron
liberados de la punta de su miembro mientras el hombre gruñía ante el
placer.
El primer disparo fue tan fuerte que semen alcanzó a aterrizar en su mejilla
derecha. Los siguientes cayeron a su pecho, los posteriores a su abdomen y
los últimos sobre su dorado vello púbico.
Becca observó hasta el último segundo, memorizando cuadro por cuadro lo
sucedido, guardándolo como una película en su mente.
El orgasmo fue largo e intenso, Becca lo experimentó de manera vicaria a
través de él. Estaba húmeda y necesitada de alivio. Deseosa. El pecho del
hombre se elevó jalando aire que posteriormente convirtió en un gutural
gemido de satisfacción que dejó salir despacio. Su polla aún erecta reposó
sobre su abdomen, claramente dispuesta a un par de orgasmos más antes
de perder su firmeza.
La cama era un desastre, las sábanas estaban revueltas debajo de su
cuerpo, las almohadas desparramadas, una incluso reposaba sobre el suelo.
Aquella cama parecía un campo de batalla después de una ardua guerra,
con brasas cubriendo el terreno, delatando que no mucho antes hubo un
potente incendio cubriendo la tierra.
Quería ver que sucedería después, ¿se iría directo a dormir? ¿continuaría
provocándose placer? ¿esta vez con juguetes? la curiosidad le quemaba,
pero desafortunadamente para ella, no podía quedarse a averiguarlo, debía
salir de ahí antes de que la atrapara. Muy despacio, retrocedió un paso.
Antes de que su pie tocara de nuevo el suelo, los ojos del hombre abrieron,
atrapándola en el acto. La sonrisa de satisfacción en su rostro creció hasta
transformarse en una amplia sonrisa de perversión.
Inmóvil, como un ratón frente a una enorme serpiente, la chica quedó
paralizada bajo la mirada de aquel perverso hombre.
Maxwell deslizó su mano por su torso camino arriba, recolectando un poco
del orgasmo desparramado encima de su piel, desde su ombligo hasta su
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pecho, su mano subió despacio mientras la joven miraba atenta seguir su
trayecto.
Las puntas de sus dedos terminaron cubiertas bajo una viscosa y perlada
capa de semen, Becca pudo verlo brillar gracias a la luz de la lámpara a su
lado.
Una vez que la mano del hombre llegó a su rostro, acercó su pulgar a su
labios y abrió la boca.
Los muslos de Becca ardieron mientras atenta observó a Maxwell Holloway
probarse a sí mismo, sus ojos azules atentos a ella, claramente disfrutando
la atención. Su dedo abandonó su boca, la capa de semen que lo cubría fue
sustituida por un fino manto de saliva.
El hombre descansó aquella peligrosa mano sobre su pecho y de nuevo
aquella sonrisa volvió a reflejar satisfacción.
Becca tragó saliva.
Maxwell le guiñó el ojo.
Ella salió corriendo, a toda prisa en dirección a su habitación.
Cerró la puerta de un portazo y recargó su espalda contra ella, jadeando
fuerte. Aun tenía el aroma a sexo y a Maxwell danzando en sus narinas, aun
podía sentir el calor que irradiaba ese hombre a la distancia y su mirada
sobre su cuerpo.
De haberse tratado de alguien más, Becca habría cortado la distancia que
los separaba, habría saltado encima de él y estaría corriéndose en su polla
en aquel preciso momento. Pero simplemente no podía, debía ser fuerte y
soportar la tentación. Trató de recordarse a sí misma los motivos para hacer
más fácil su resistencia.
Era demasiado mayor para ella, ¡el hombre le doblaba la edad!
Era demasiado oscuro y perverso como para permitirse caer en sus manos.
Ese hombre era peligroso.
Y más importante... era el padre de su mejor amiga.
Vol. 1
Esta historia se dividirá en volúmenes
El primero estará enfocado en el vinculo entre Maxwell y Becca, el resto ya
se enterarán más adelante ;)
El hombre puso su mano abierta sobre su cintura, sujetándola con firmeza
contra la pared.
-Te dije que dejaras de tentarme esta noche.- Gruñó Maxwell.
-Lo hiciste.-
-Y desobedeciste deliberadamente.-
-Siendo honestos, ¿esperabas algo diferente de mi?-
-Esperaba un poco de prudencia de tu parte.-
-Y yo esperaba sexo esta mañana, creo que los dos estamos igual de
decepcionados.-
-Así que de eso se trata.- Dijo el hombre mirando la parte de sus senos que
sobresalía del escote de su vestido.
-En efecto señor Holloway, de eso se trata.-
Los ojos azules de Maxwell volvieron a los de ella.
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-Debes comportarte.- Indicó mientras llevaba su mano a su rodilla y
posteriormente camino arriba hacia su entrepierna. -Y debes obedecer mis
indicaciones.-
Su mano entró a sus pantis, sus rasposos dedos deslizándose por la suave
piel de sus labios desnudos, húmedos por la anticipación de ese momento.
-¿O sino qué?- Retó la chica, ocultando el temblor que sus ganas ejercían
sobre su voz.
-¿O sino?- El hombre rió sin humor. -O si no ¿Qué crees que pase? ¿Qué
crees que les pasa a las chicas traviesas que no obedecen órdenes? ¿Huh?-
Comenzó a meter su dedo medio dentro de ella, largo y grueso, separando
sus labios con cada centímetro enterrándose.
-Reciben castigos.- Continuó el hombre. -reciben reprimendas que hacen
que esa actitud irreverente sea corregida.-
Los muslos de Becca se cerraron atrapando su mano entre ellos.
-Abre las piernas, Baby Girl. Dame acceso a ti.-
Becca las abrió y sus rodillas temblaron, sintiendo su experta mano jugando
su clítoris.
-Primera orden mía que obedeces esta noche.- Observó el hombre. -Te he
estado consintiendo mucho, tal vez deba ser más estricto contigo.-
Presionó su palma contra su clítoris y formó círculos con sus dedos medio y
anular dentro de ella.
-¿Crees que eso sea suficiente para hacerte una chica obediente?-
-No.- Dijo fingiendo más voluntad de la que realmente tenía en ese momento.
-Tendrás que serlo, principalmente si realmente deseas que te folle de
nuevo.-
Maxwell comenzó a frotar el bulto en sus pantalones contra su cremoso
muslo, lentos y vulgares círculos por parte de su cardera.
-¿Quieres sentirme dentro de ti?- Murmuró con su voz profunda contra su
mejilla. -¿Quieres eso Becca? ¿Quieres correrte en la polla de un hombre
que te dobla la edad?-
-¡Sí!- Jadeó Becca.
Sus dedos la estimulaban con experticia desde adentro y el talón de su palma
desde afuera, el orgasmo crecía como un globo dentro de su pelvis, apunto
de explotar y disolverse por todo su cuerpo.
-Estás temblando fuerte.- Notó Maxwell. -¿Estás cerca Baby Girl?-
-¡Sí!-
-¿Vas a correrte para mi?-
-¡Sí!-
Los movimientos pararon.
-No.-
Max sacó sus dedos de ella y removió su mano de sus pantis, dejándola un
segundo antes de poder correrse en su palma.
-¿N... no?- Preguntó confundida.
-No habrá orgasmos para ti esta noche.- Sentenció. -Has sido muy
desobediente y no pienso premiar eso. Esa frustración que sientes ahora
mismo es la que tú me has hecho sentir toda la noche.-
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-No puedes hacer esto.- Jadeó sonando como una chica caprichosa y
berrinchuda.
Lo era, al menos cuando su capricho era Max.
-Me temo que puedo y lo haré. Si vas a tentarme de esa manera debes saber
que habrá consecuencias graves, Baby Girl.-
Max pegó su mano en la pared, al lado de su cabeza, se inclinó hacia ella,
hasta que su corbata terminó en medio de sus senos y las puntas del vello
en su barbilla le cosquillearon la frente.
-Mírate, toda frustrada y sonrojada.- Dijo con una condescendiente sonrisa
iluminando sus de por sí relucientes dientes. -No te gusta perder, ¿no es
cierto?-
Becca cerró los puños, sus uñas arañaron sus palmas.
-Estás acostumbrada a tener a los chicos de tu edad bailando en tus manos
y obedeciendo todos tus caprichos.- Acercó sus labios a su oído, su aliento
le cosquilleó suavemente la oreja. -Pero no soy uno de esos chicos. Soy un
hombre, uno con mucha experiencia, la suficiente para saber que necesitas
corrección. Suerte para ti, no tolero semejante comportamiento y soy muy
afecto a aplicar castigos, por lo que si quieres mi polla debes ganártela
primero.-
Petulante, ególatra, altanero y mandón.
¿Por qué se sentía tan atraída a él?
Bastó un vistazo a sus ojos para recordárselo. No era la belleza en ellos, era
la belleza que reflejaban ver, Max la miraba como si no hubiera nada más en
el mundo que valiera la pena tener su atención además de ella.
El hombre miró su expresión, llena de frustración y deseo contenido. Sonrió
como si le pareciera adorable en lugar de amenazadora.
-No te sientas así, es la forma en la que funciona el mundo de los adultos,
considéralo como una lección de mi parte, tendrás lo que buscas si sigues
indicaciones y respetas las reglas.- Apartó la mano de la pared. -Compórtate
durante el resto de la velada y puede que te de el privilegio de chuparme la
polla después.-
Le besó la coronilla, le soltó una nalgada y abandonó la habitación
chupándose la punta de sus dedos.
Dejándola con las hormonas alborotadas y las pantis húmedas.
Dejándola odiándolo por torturarla así.
Dejándola odiándose por desear más.
PRÓLOGO
REBECCA WALKER
Becca miró la pintura frente a ella, llevaba contemplándola durante ya varios
minutos, callada, absorta en ella, inconsciente de sus alrededores. Del otro
lado del lienzo, se exhibía la imagen de una intensa tormenta arrasando todo
sobre una ciudad, viento azotando contra los altos edificios, lluvia cayendo
fuerte sobre el concreto y nubes cubriendo el cielo. La pintura entera retrata
la clase de tormentas que a ninguna persona le gustaría presenciar en carne
propia. En medio de la tormenta, una joven con vestido blanco y largo cabello
dorado miraba hacia al cielo luciendo su más radiante sonrisa.
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Becca se sentía aturdida con sólo ver esa imagen, había tanto movimiento
en una sola pintura quieta y tanto ruido en una sola tormenta silenciosa que
era abrumador. Podía escuchar el latido de un corazón en sus oídos mientras
se preguntaba si provenía de su pecho o de aquél el sombrío cuadro.
-Es impresionante, ¿no es así?- Escuchó a alguien comentar a su lado.
Finalmente haciéndose consciente de donde se encontraba, su mente
regresó al presente. Se encontraba en la torre una vez más, en una de tantas
exhibiciones de arte expuestas en el lugar. Había pocas personas esa noche,
al menos en ese piso. La torre de Babel usualmente acumulaba más gente
en pisos superiores, así que no era de sorprenderse. Becca volteó hacia el
hombre a su lado y lo primero que notó fue, que era realmente alto.
Lo segundo que notó fue, que también era muy atractivo.
Puntiagudo cabello dorado que se extendía por sus patitas hasta unirse con
su barba que compartía el mismo color y brillo; su mandíbula cuadrada se
encontraba cubierta por ella, recortada con cuidado y atención. El hombre
miraba hacia el frente, pero bastaba con la mitad de su cara para apreciar
las rudas facciones en ella y poder concluir que su rostro entero era digno de
admirar.
Nunca en su vida había visto a aquél hombre y aun así había algo familiar
en él. Le pareció intrigante pero no le dio más importancia.
Aclaró su garganta y regresó su vista a la pintura, aún cuando sus ojos
suplicaban echarle otro vistazo al hombre a su lado.
-Parece que a la gente le gustó mucho.- Respondió con educación.
-Más que eso, no soy muy afecto al uso de las redes sociales, pero acorde a
mi interno, esta imagen se ha vuelto todo un tema de discusión en cada
medio de comunicación digital.- Comentó el hombre, su voz era tan gruesa
que hacía que el esternón de Becca vibrara con el barítono de sus palabras.
-incluso se ha generado un rumor por todos lados, una especie de leyenda o
algo así.-
¿Una leyenda?
Interesada regresó su mirada a él. El hombre miraba la pintura con atención
al igual que ella, absorbiendo cada color con los ojos y escudriñando su
significado en su cabeza. Por su propio bien, la chica ignoró el
estremecimiento que recorría por su espina.
-¿Cuál leyenda?- Preguntó curiosa.
-¿No has escuchado sobre ella?- Ella negó con la cabeza. –Bueno, circula
el rumor de que si miras fijamente a la pintura por un par de minutos, una voz
te susurra al oído la forma en la que vas a morir, o el nombre de la persona
que será el amor de tu vida.- Él sonrió, no con sus labios, pero sí con sus
ojos, se veía realmente intrigado. –¿Suena tétrico no?-
-Bastante- Sus ojos descendieron y miraron el cuello de su camisa, notando
la ausencia de una corbata. -¿Usted cree que eso sea real?-
Él sacudió la cabeza –No lo sé, pero definitivamente me dan escalofríos con
solo verla. Es extraño, la tormenta está por arrasar contra la mujer en la
pintura pero ella solo mira al cielo y sonríe, como si aceptara el caos con los
brazos abiertos o como si estuviera enamorada de la muerte misma.-
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Su opinión era oscura y profunda. Becca sonrió y asintió para tus adentros.
Definitivamente era su clase de hombre. Misterioso, maduro y oscuro.
Trató de discernir su edad con los ojos, se veía mayor de los treinta y cinco
pero menor de cuarenta, no había una cana en su cabello dorado ni en su
barba pero sí había unas cuantas líneas de expresión esparcidas por su cara.
Se preguntó cuántas personas habían experimentado el efecto que describió
el hombre, cuántas habían escuchado el nombre del amor de su vida y
cuántas habían escuchado a la muerte.
Una pregunta surgió en su mente.
-¿Por qué cree que la gente acostumbra a vincular el amor con la muerte?-
Preguntó Becca.
El hombre misterioso se encogió de hombros –No lo sé, supongo que hay
algo de parecido entre ambas, piénsalo bien, tanto el amor como la muerte
llegan de la nada y en silencio, no puedes evitar a ninguna de las dos, tarde
o temprano te enamorarás o morirás y no hay forma de evadir eso; además,
ambas cambian tu vida lo quieras o no, supongo que por eso la gente los
vincula tanto.-
Ambos miraron la pintura con detenimiento por unos minutos, en silencio.
Más allá de la pintura, estaba el cristal separando aquella galería del exterior,
era de noche y había mucha luz en el interior del edificio lo que le permitió
ver a la perfección el reflejo del hombre, provechó el tiempo para integrar los
colores atenuados del reflejo que exhibía aquél galán de traje negro y camisa
gris.
-¿Sabes? Descubrí esta pintura hace unas horas gracias a uno de mis
socios, la encontró publicada en alguna parte de la red y me la envió por
mensaje. Cuando la vi, sentí algo extraño, aquí.- se acarició el pecho. –Una
sensación extraña, no sabría describirla, era como paz pero al mismo tiempo,
sentía que iba morir.-
El hombre miró en su dirección y Becca lo miró a los ojos. Completamente
azules.
-Miré esta pintura durante varios minutos, analizando lo que me hacía sentir,
luego leí los comentarios de personas que la vieron en persona y todas
hablaron sobre esta leyenda. Cuando me enteré de que estaba exhibiéndose
aquí en Los Ángeles tomé mis llaves y conduje hasta encontrarla. Antes de
darme cuenta estaba aquí, mirándola, aun no entiendo porqué, no suelo
hacer cosas así de repentinas.-
Becca sonrió gentilmente y negó con la cabeza. –En realidad, creo que lo
entiendo completamente. El arte tiende a hacerte eso en nosotros, te
consume el tiempo que crea necesario para hacerte sentir y antes de darte
cuenta estás llorando en frente a una novela o mirando una pintura sin darte
cuenta del tiempo; supongo que ese es el objetivo de hacer todo esto,
despertar emociones en los demás.-
-Creo que cumplió su cometido entonces.- El hombre miró la pintura. -
Quisiera tocarla- Susurró. Becca notó el leve movimiento de sus dedos.
-A la pintora no creo que le importe.-
-¿Cómo lo sabes?-
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Becca alzó una ceja y sonrió -Porque la está viendo.-
Ambas cejas del hombre se levantaron en sorpresa. –¿Estás hablando
enserio?-
Becca asintió. –Sip, soy yo.-
El hombre maldijo en voz baja. –Vaya, eres talentosa.-
-Gracias.- Se lo habían dicho toda la noche pero por primera vez enrojeció
ante ese comentario.
Él extendió su mano ante ella. –Lo siento, soy un maleducado, no me he
presentado. Mi nombre es Maxwell Holloway, un placer.-
Placer.
Esa palabra sonaba increíble en sus labios, cubierta bajo el masculino manto
de su voz, era casi afrodisiaca.
-El placer es mío.- aceptó su mano, sorprendiéndose de lo grande que era
en comparación con la suya, rodeaba perfectamente su puño. -Soy Rebecca
Walker.-
Había escuchado a gente sentir una corriente eléctrica al tomar la mano de
ciertas personas, Becca no sintió eso, sintió una tormenta en los vasos de su
brazo, miles de voltios en su carne y chispas eléctricas sobre su piel. Se
preguntó si el hombre notó el estremecimiento de su mano.
-No esperaba que la autora de semejante pieza fuera una chica tan joven.-
-La gente siempre asume que tengo más edad al ver mis pinturas, no sé qué
tan bueno sea eso.-
Siempre esperaban que fuera un hombre mayor con barba larga y apariencia
extravagante, temía que se decepcionaran al ver a chica universitaria detrás
de la pintura.
-Tu apariencia no importa, tu talento habla por sí solo. Hablo enserio, tienes
una habilidad increíble.- Susurró con verdad en el tono de su voz.
Becca sonrió aún más de lo que ya lo hacía. –Me han dicho que tengo manos
hábiles.-
Su mirada se ensombreció y Becca tragó saliva tratando de no derretirse en
su mano.
-Apuesto a que sí.- su voz sonó tan oscura y profunda como su mirada.
Su aliento olía a menta y café, a juzgar por su traje y la palidez de su piel
probablemente era alguien que pasaba su tiempo dentro de rascacielos y
oficinas, tal vez era un ejecutivo o un empresario importante, tenía ese porte
que decía sin palabras que era un hombre de poder.
Se lamentó de no tener su bloc y un lápiz a la mano para trazar su rostro en
papel.
Soltaron sus manos pero la electricidad no se disipó.
-No recuerdo haberlo visto antes, ¿es nuevo en la ciudad?- Lo dudaba,
realmente recordaría haber visto un rostro como el suyo con anterioridad.
-Apenas me instalé aquí hace una semana y media.-
-Supongo que nunca había venido a la Torre de Babel antes.-
El hombre sacudió la cabeza y paseó la mirada por el lugar. La exhibición
era variada y extensa, el piso entero era elegante y agradable a la vista, piso
de mármol, paredes blancas con pinturas colgando de ellas, asientos y
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bancas de terciopelo color vino y personas cultas admirando el arte. Todo
rodeado por el cristal de las ventanas
-Es la primera vez que piso este lugar, pero definitivamente planeo volver.-
Por algún motivo, eso despertó emoción en Becca.
-Le aconsejo que se tome su tiempo explorando los pisos de esta torre, uno
por uno, sin prisas.-
-Lo tendré en mente, jovencita.-
La atención del hombre volvió a ella. -Espero poder ver más de ti en este
lugar-
Becca sintió un cosquilleo entre sus muslos.
-Yo también, no es fácil conseguir que exhiban tu arte aquí.-
-Seguro lo será para ti.-
Becca quiso preguntar más, saber porqué ese hombre se sentía tan familiar,
saber su historia y conocer lo que había detrás de esa aura misteriosa que
rodeaba su presencia. Los ojos azules del hombre delataban la misma intriga
por parte suya.
-Becca, querida, te necesito en la sala de conferencias, es tu turno de
exponer.-
Becca apartó los ojos del hombre.
Emma, la manager del lugar, le llamaba con una sonrisa de orgullo.
Era su momento, era hora de exponer su arte frente a varias personas e
importantes críticos una vez más. Ignoró el leve nerviosismo y abrazó su
emoción, ¡Era su momento!
-Me tengo que ir, señor Holloway. Es bienvenido de quedarse a ver la
exposición si así lo desea.-
-Sería un deleite para mi verla exponer su arte para mí. Desafortunadamente,
tengo que regresar a la oficina, de cualquier modo, muchas gracias, espero
tener la oportunidad de asistir a otra de sus exposiciones.-El hombre asintió
hacia ella y luego hacia Emma. -Que tengan linda velada. Felicitaciones,
señorita Walker.- Dicho esto, se dio la vuelta y se encaminó a la salida.
Ni Becca ni Emma apartaron la vista del hombre caminando frente a ellas.
El señor Holloway cruzó las puertas de cristal y antes de que éstas se
cerraran, volteó hacia atrás, mirando a Becca directamente a los ojos sobre
su hombro, con cierta silente arrogancia en su semblante, como si supiera
que lo estaría observando al cruzar la salida.
Como si quisiera ser observado por ella.
La electricidad en su mano dejada por aquél hombre no abandonó su palma
en toda la noche.
CAPÍTULO I
REBECCA WALKER
Becca se llevó la taza de cremoso café a los labios y sopló suavemente el
vapor sobre la superficie antes de darle un generoso sorbo. El dulce y semi
amargo sabor estimuló cada papila gustativa sobre su lengua y el cálido
líquido bajó por su esófago calentando su tórax.
Los Ángeles era una ciudad cálida pero por las mañanas cerca del mar de
vez en cuando se podía sentir la fresca brisa, no duraba más allá de las
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nueve, pero era disfrutable, el sol solía ponerse insoportable a finales de
Junio, por lo que esos pequeños espacios de gelidez eran muy agradecidos.
Becca bajó la taza y cambió de página, medio metida en la historia en su
libro y medio absorta en el hombre frente a ella. Maxwell Holloway, se
encontraba sentado en el otro extremo de aquella acogedora biblioteca-café.
Vistiendo otro de sus variados trajes, esta vez uno color gris, una camisa
blanca y una corbata color platino. Siempre vestía trajes elegantes, algunas
veces con chaleco, otras no.
La chica no era buena recordando nombres, pero el suyo se había quedado
grabado en su mente, incluso si desconocía el motivo. Aquel atractivo
hombre que conoció días atrás en la exposición de arte había estado
asistiendo a aquel establecimiento a diario, siempre sentándose en la misma
esquina, junto a la ventana. Becca encontraba a ese hombre fascinante, al
menos anatómicamente, sus facciones rectas, los colores en su cuerpo y los
detalles en su rostro. Su semblante era rudo, a simple vista cualquiera
pensaría que estaba enojado.
Siempre a la misma hora, el hombre se apropiaba de la misma mesa, en
unas ocasiones trabajaba en su laptop, otras sólo leía un libro mientras bebía
café. Más allá de su evidente atractivo, algo le intrigaba en él, una
familiaridad la cual no era capaz de señalar. Becca era una chica curiosa, a
pesar de eso, nunca le dirigió la palabra, parecía un hombre ocupado, uno
que no necesitaba ser interrumpido en sus momentos de ocio.
Decidió dejarlo pasar, de cualquier modo era probable que un hombre de su
edad no disfrutaría de la compañía de una chica de la suya, probablemente
la encontraría infantil. De igual forma, eso no la detenía de echar vistazos
furtivos por encima de su libro. Así había sido la última semana, sentados en
extremos opuestos de la cafetería, él inconsciente de su presencia y ella
comiéndoselo con los ojos lo más discretamente posible.
Lo veía fruncir el ceño hacia la pantalla de su computadora, lo que sea que
fuera en lo que estuviera trabajando, parecía consumir toda su concentración
y esfuerzo. En aquel momento, Maxwell había hecho a un lado su laptop y
concentró su atención en un viejo libro, la portada estaba gastada, por lo que
Becca no podía alcanzar a ver de cual se trataba. No era como si quisiera
saberlo, de todos modos estaba ocupada mirando sobre su propio libro los
pequeños ademanes que él hacía. Lo veía mantener la mandíbula
firmemente cerrada y las cejas curvadas en V, lo veía juguetear con la pluma
en sus dedos, haciéndola girar con maestría de un dedo al otro y lo veía
lamerse el pulgar para después cambiar de página, por algún motivo
encontraba eso último altamente erótico.
Su rostro es tan familiar... pensó después de fallidamente tratar de encontrar
el motivo.
Cuando el hombre se llevó el pulgar a la boca para darle otra lamida, lo
detuvo delante de sus labios y levantó la mirada de su libro.
Sus ojos se encontraron en el aire.
Becca sintió el mismo escalofrío que sentía cuando veía una pintura por
primera vez, esa emocionante sensación de querer desentrañar y sentir todo
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lo que el autor había plasmado en su arte, quería saber lo mismo con su
mirada.
Era intensa, azul y profunda.
Becca no tenía problemas sosteniéndole la mirada a nadie, nunca se dejaba
intimidar por lo que no tenía problemas con desafiar su mirada, pero la de
aquél hombre era demasiado, al punto de ser abrumadora. La chica terminó
regresándola a su novela después de varios largos segundos.
Cuando volvió a levantarla, el hombre había regresado a su propio libro.
Sintió calor entre sus muslos y el corazón agitado, con una sola mirada aquel
hombre le había alterado de esa manera. Sabía lo que ese sentimiento
significaba, y sabía cómo solucionarlo. Decidió recurrir a lo que siempre
acudía cuando estaba caliente, leer erótica. Cerró su copia de Orgullo y
prejuicio, la señorita Benett y Mr. Darcy tenían una innegable química que
hacía chipas, pero necesitaba un poco más de... calor. Así que buscó en su
bolso su copia de Alexander Knight, sólo para recordar que Hanna, su mejor
amiga, se había llevado la saga completa a Europa.
Suspiró y sacudió la cabeza. No le confiaba sus libros a nadie, sólo a Hanna,
sabía que sus bebés estarían en buenas manos con ella, aun así, lamentó la
ausencia de aquél libro, la saga de Alexander Knight escrita por M. Lylahoow,
era probablemente la más erótica y candente que había leído, aquél hombre
ficticio la había sacado de apuros en más de una ocasión; una tina caliente,
velas aromáticas y ese libro bastaban para calmar sus deseos carnales al
menos por un par de horas.
Alexander Knight... aquél hombre hecho de letras y papel le había
proporcionado más placer que los chicos de carne y hueso con los que había
dormido.
Se preguntó si el señor Holloway sabría satisfacerla igual...
Volvió a dirigir su mirada al hombre pero el asiento estaba vacío, se había
ido.
La chica suspiró, suficiente fisgoneo por hoy, tenía cursos de verano a los
cuales atender. Cerró su libro, dejó el dinero sobre la mesa y se dispuso a
irse, no sin antes pedir prestada una copia de Alexander Knight, compraría
una nueva pronto, pero de momento necesitaba un poco de placer literario
para llevar.
Se colgó el bolso en el hombro y se dirigió a los estantes en la parte trasera
de la cafetería.
Caminó por la sección de romance y erótica, pasando sus dedos por los
lomos de los libros, sintiendo tantos mundos deslizarse bajo las puntas de
sus dedos, respirando el indescriptible y delicioso olor a libros combinado
con el café en el aire.
Encontró el estante que buscaba, para su infortunio, el libro que quería
estaba en el estante de hasta arriba. Alexander Knight y el beso
escarlata estaba escrito en letras plateadas sobre un lomo azul marino,
burlándose de estar tan lejos de su alcance.
No alcanzaba el alto estante, incluso encima del banco, su mano no lograba
ni rozar el lomo del libro.
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Las desventajas de medir uno sesenta... pensó para sí misma.
Se estiró lo más que pudo, incluso se levantó de puntas sobre el banco, pero
no consiguió alcanzarlo.
-Maldita sea.- Musitó frustrada.
Cuando estaba por rendirse notó una mano grande sujetar la copia y bajarla.
-¿Buscabas esto?- Escuchó una voz gruesa y profunda decir.
Una que ya había escuchado con anterioridad.
La mano sujetando el libro era amplía, fuerte e imponente; con largos dedos
y con una muñeca gruesa como base, adornada con un costoso reloj de
pulso. Becca tenía un fetiche por las manos, Hanna ocasionalmente se reía
de eso. Siguió la grande mano hasta pasar un brazo grueso conectado a un
torso fornido perteneciente a un hombre atractivo.
Uno que ya había tenido el placer de conocer.
Maxwell Holloway.
De nuevo, su rostro era familiar pero su nombre era desconocido, sus
palabras le eran conocidas pero jamás había escuchado su voz. Era extraño,
desconcertante, pero eso le hacía sentir más curiosidad por él.
Entonces Becca entró en cuenta de que el hombre sostenía el libro con el
sexo más explícito y delicioso que jamás había leído y sintió pánico. Cuando
los ojos de Maxwell inspeccionaron el libro en cuestión, percibió su propia
cara tornarse carmesí.
El hombre miró la portada y alzó una ceja. -¿Estás segura de que es literatura
apropiada para una chica de tu edad?-
¿Una chica de su edad? ¿Cuántos años creía que tenía?
-Bueno, considerando que es un libro para mayores de dieciocho años, sí,
yo creo que sí.- Extendió su mano. -¿Puedo?-
El hombre regresó sus ojos a ella, ¿como podían ser tan azules? había
trabajado con toda clase de tonalidades de azul en sus pinturas, pero nunca
había visto uno que se asemejara al que adornaba las pupilas de ese
hombre.
Cuando Maxwell no le entregó el libro Becca sacó su cartera de su bolso y
de ella extrajo su credencial.
-Soy legal, ¿Lo ve?- Dijo mostrándole la identificación. -Diecinueve años, lo
que me hace apta de leer lo que me plazca.-
El hombre miró su credencial, realmente corroborando la autenticidad de sus
palabras. Cuando estuvo satisfecho extendió el libro hacia ella.
-En ese caso, disfruta tu libro, jovencita.-
Jovencita... ¿acaso había olvidado su nombre?
Becca tomó el libro de su mano y con un gracias se encaminó al mostrador.
Becca se detuvo. Su apellido rebotó contra su espalda, paralizando su paso
con lo bien que sonaba en voz de Maxwell.
Dio media vuelta, de nuevo encontrando la mirada del otro.
-Espero con ansias volver a ver otra pieza suya en exhibición.- Dijo con
educación. -Y espero que sea pronto.-
Tomada por sorpresa, la chica se esforzó por no verse tan desconcertada
como se sentía. Simplemente sonrió.
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-Espero poder pronto exhibirla para usted.-
El hombre bajó su vista a azul al libro contra su pecho.
-Estaré muy pendiente entonces.-
Becca se dio vuelta, y caminó al mostrador, sintiendo esa inmensurable
alegría que sentía cuando alguien le hacía saber que disfrutaba de su arte.
Y extrañamente alegre por saber que no había sido olvidada por Maxwell.
CAPÍTULO II
MAXWELL HOLLOWAY
Maxwell no olvidó a la chica ni por un segundo, quizás ese era el motivo por
el que se encontraba de nuevo ahí, en la Torre de Babel. La segunda vez
que Maxwell Holloway pisó dicha torre, fue ocho días después de su primera
vez. No había podido sacarse la torre del pensamiento tampoco, era como si
hubiera un aura magnética que lo jalara de vuelta a aquél edificio.
Y lo consiguió, de nuevo ahí estaba, adentrándose en el lugar.
Se resistió lo más que pudo, mayormente por falta de tiempo, su mudanza a
Los Ángeles había ocupado la mayor parte de sus últimos días y le había
costado adaptarse a la ciudad, era completamente diferente a Nueva York,
eso era seguro.
Cruzó las puertas de cristal y miró el primer piso, exhibiendo más nuevas
piezas que la última vez, a pesar de ello, la pintura de la joven seguía donde
mismo, con un grupo de doce personas mirando, absortos en su sombrío
hechizo.
La exhibición principal se encuentra en el último piso. Le había comentado
Alistair unos días atrás. Miró hacia el elevador frente a él.
La torre de Babel... donde las piezas de arte más reconocidas eran
expuestas, cada piso más arriba era más prestigio para el autor. En el punto
más alto, yacía el premio para aquél que lograra alcanzar el reconocimiento
máximo.
La torre consistía en una médula central de cuatro elevadores mirando en
cuatro direcciones diferentes, que iban desde el primer piso hasta el último.
Alrededor de ellos, los rodeaba en forma de caracol, cada piso que se
conectaba al siguiente subiendo como una serpiente trepando por una rama
hasta terminar en el piso cuarenta y uno.
Le aconsejo que se tome su tiempo en explorar este lugar... recordó las
palabras de aquella talentosa jovencita.
Rebecca Walker, quien a sus escasos diecinueve años era la artista más
joven en exhibir su obra en la Torre de Babel desde su construcción.
Después de su primer encuentro se sintió intrigado, por lo que investigó sobre
ella, no había mucha información en la red dado que era una artista reciente,
pero tuvo acceso a sus obras, quedó maravillado con su arte y cautivado por
su talento.
Espero poder pronto exhibirla para usted... la recordó decir en el café.
Su boca salivó al recordar su fina figura en el vestido que llevaba días atrás
cuando la conoció en la torre, sus curvas acentuadas, sus hombros delgados
y sus muslos lucían gruesos y suaves, perfectos para dejar mordidas y

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chupetones por toda su superficie de su piel. Maxwell siempre tuvo debilidad
por los muslos de las mujeres.
La recordó parada frente al pintura, vistiendo este hermoso vestido negro
que se abrazaba a las curvas de su cuerpo, haciendo brillar sus ojos verdes
con mayor intensidad.
Recordó su cabello castaño y liso, perfecto para deslizar sus dedos entre las
hebras para después sujetarlo en su puño.
Su polla se puso rígida dentro de su pantalón. Optó por darle un vistazo al
último piso primero y descender a partir de ahí, sabía de antemano que le
sería imposible ocultar su erección aun dentro de su pantalón y boxers así
que esperó que el tiempo en el ascensor le ayudaría a perderla.
Subió al ascensor y las puertas metálicas se cerraron frente a él. Se sentía
inquieto, había algo en esa torre que lo tenía así, un ambiente de misticismo
muy peculiar. Cuando las puertas se abrieron, su pulso se agitó. Sólo había
una persona en ese piso, una mujer.
De inmediato reconoció esa silueta. Era la misteriosa pintora.
Llevaba su castaño cabello suelto, cayendo con gracia por sus hombros
hasta detenerse en su espalda media. Tenía las manos entrelazadas detrás
de su espalda, mientras miraba hacia arriba, absorta en la enorme pintura
inconclusa frente a ella. Con un hermoso vestido de verano blanco sin
mangas que llegaba justo a la mitad de sus muslos, ofreciéndole la hermosa
imagen de su piel, elegantes zapatos blancos con tacones lo suficientemente
altos para acentuar la curva de sus pantorrillas.
Se preguntó si aquella chica también formaba parte de la exhibición. Parecía
creada por el más hábil de los artistas.
Él mismo por su parte, contrastaba los colores cálidos de la vestimenta de la
chica con un frío traje azul marino y zapatos negros.
En aquél piso no había más piezas de arte siendo expuestas además de una
enorme pintura que se alzaba opuesta al ascensor, no había paredes,
estaban completamente rodeados por ventanales de cristal conectados entre
sí. Aun si hubieran más piezas siendo exhibidas, aquella pintura arrebataría
toda la atención, esa pintura cubría la altura que separaba el suelo del techo,
pero no era por su tamaño que saltaba a la vista, era la imagen que exhibía.
La pintura consistía en un ángel flotando en el aire, mirando al cielo. Contaba
con seis alas, dos menores arriba, otras dos abajo y dos mayores en medio,
largas y amplias. Sus alas se extendían evitando la caída del ángel. En lugar
de estar compuestas por plumas, estaban hechas de rostros de personas
diferentes, todas con lamento en sus semblantes.
Maxwell sintió náusea por una imagen tan visceral, pero le fue imposible
mirar hacia otro lado, la pintura se había apropiado de su atención. Comenzó
a caminar hacia la pintura, siendo atraído por la misma fuerza magnética que
lo trajo a la torre.
Una vez más terminó parado al lado de la chica.
-Señor Holloway.- Dijo la chica mirando la pintura. -Buenas noches. Es un
gusto volver a tenerlo aquí.-

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-Buenas noches.- Respondió antes de asentir hacia la pintura. -¿Tú pintaste
eso?-
-Por supuesto que no.- Respondió. -Aunque me habría gustado haber sido
yo.-
Maxwell notó tristeza teñida de anhelo en sus palabras.
-A esta pintura la conocen como "El lamento del ángel".- Comentó. -Como
es nuevo en la ciudad, supongo que desconoce su historia.-
La desconocía, pero aun de saber su historia, por escuchar su voz, fingiría
ignorancia.
-Por favor, relatala para mí.-
-Esta pintura es muy especial por el contexto que la sigue.- Comenzó la
joven.. -Se dice que está maldita.-
Maxwell podía ver porqué, aquella sombría imagen se quedaría en la
memoria de cualquiera con sólo un vistazo rápido.
-Dime más.- Demandó. -¿Por qué se dice que está maldita?-
-Bueno, esa pregunta es fácil de responder.- Dijo la chica. -Cada persona
que ha pasado su pincel por este lienzo ha muerto no mucho después iniciar,
dejando la pintura inconclusa. Todos fallecieron de la misma manera.-
Por primera vez esa noche ambos se miraron a los ojos, el efecto atractivo
de la pintura siendo quebrado por la belleza de la chica.
-Suicidio.-
Rebecca Walker, tenía grandes ojos verdes, era como si alguien hubiera
derretido esmeraldas y las hubiera vertido alrededor de sus pupilas, eran
brillantes y su mirada era firme, como si desafiara a cualquiera con sólo sus
pupilas. Su rostro era dulce y atractivo, usaba menos maquillaje que la última
vez, dándole una apariencia más natural y juvenil a su rostro. Su piel era tan
suave, que bastaba con divisarla para que los dedos de Maxwell se dieran
una idea de cómo se sentiría al tacto. Sus labios eran carnosos y sus
facciones gentiles.
Era una joven hermosa, cualquier emoción visceral y sombría que aquella
pintura pudo despertar en él fue completamente contrarrestada con la cálida
sensación que le provocaba el sólo mirar semejante rostro.
La chica finalmente apartó la mirada de él y la regresó a la pintura. Maxwell
combatió el impulso de tomar su mentón en su fuerte agarre y hacerla voltear
hacia él una vez más, para poder perderse en su cara de nuevo.
-¿Conoce la historia de esta torre?-
-Cuéntamela, por favor.- Ordenó.
Dios, su voz era deliciosa, dulce y coqueta, como si cada última letra al final
de cada palabra que dijera viniera con cierto misterio que Maxwell
encontraba muy atractivo.
-Hace poco más de un siglo, en España, había una pareja de famosos
artistas. Felipe y Katrina Montero. Ambos eran reconocidos por su dominio
en las artes que practicaban, el esposo Felipe podía componer las más bellas
sinfonías y escribir las más profundas letras mientras Katrina, la esposa,
tenía un talento inigualable en la pintura y la escultura.-

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La chica puso las dos manos en el barandal de metal que los separaba de la
pintura. Maxwell notó sus uñas pintadas de rojo.
-El amor que compartían por el otro era tan grande como su talento. Ganaron
renombre rápido por todo el país y posteriormente por toda Europa.-
Los ojos verdes de la joven brillaron mientras contaba la historia, era evidente
que le apasionaba el tema.
-Entre las múltiples obras del hombre, escribió una canción dedicada a la
muerte, como una oda a su significado, escribió la letra, compuso la música
y pronto se volvió un éxito, su música estaba en el oído y su letra en la boca
de todos.-
-La mujer quedó tan maravillada como el público por esa canción, decía que
si cerraba los ojos y la escuchaba, se sentía en el mismo paraíso. Se
obsesionó con la canción, no había día que no le pidiera a su esposo que la
cantara y cuando no estaba cerca, la tarareaba sin parar.-
-Esa canción le hizo sentir tanto, que quiso plasmar lo que despertaba en
ella, así que preparó un lienzo, sacó sus pinturas y puso en acción su pincel,
elaborando una pintura que hiciera justicia al sentimiento que le provocaba
la canción. Pero a pesar de sus mejores intentos, ninguna de sus pinturas le
satisfizo, ninguna estaba a la altura de lo que quería expresar. Hasta que un
día lo consiguió, creo la pintura que más se aproximaba a lo que buscaba.-
-Entonces su obsesión por la canción y la pintura se volvió enfermiza. La
mujer no comía, no se aseaba, no hacía nada más que trabajar en esa
pintura. Decía que no había manera alguna de hacerle tributo a una canción
cuya letra y ritmo plasmaba tan bien el significado de la muerte. Hasta que
un día se le ocurrió una idea.-
Maxwell recorrió las alas del ángel con los ojos, notando la sangre brotando
de ellas.
-Cortó las venas en su muñeca y comenzó a pintar, cubriéndo el lienzo con
su propia sangre, pintándola con su muerte. Su esposo trató de salvarla pero
fue muy tarde, la mujer se desangró al punto de quedar fría, su vida entera
se había drenado de su cuerpo y atravesado el lienzo. Se dice que la mujer
murió con una pacífica sonrisa en el rostro.-
Maxwell sintió un escalofrío, de pronto sintió como si él y Rebecca no
estuvieran solos en el piso, como si la pintura fuera una entidad con tanta
conciencia y vida como ellos dos.
-En su lamento, Felipe desechó la pintura, algún oportunista la encontró y la
subastó entre los más ricos. Cincuenta años después se construyó esta torre,
aquí en los ángeles. La nombraron "Torre de Babel", por la figura
bíblica. "Aquél que esté cerca de la muerte estará más cerca de dios" ese es
el dogma de esta torre, sólo las mejores obras se exhiben aquí, pero sólo la
mejor consigue compartir piso con esta pintura, y el autor se gana el derecho
de concluirla.-
-¿Quién querría hacerlo?-
-Yo.-
Maxwell no entendió en lo absoluto
-Sí está maldita, ¿por qué deseas pintarla?-
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¿Acaso era una sonrisa lo que veía en los labios de la chica?
Se preguntó cómo se vería esa sonrisa alrededor de su polla.
-La mujer que diseñó y construyó esta torre lo hizo con el fin de que alguien
consiguiera romper la maldición, su esposo también fue víctima del lienzo así
que buscaba acabar con la cadena de muertes. Esta torre cuenta con
cuarenta y un pisos, dependiendo de la relevancia y calidad de tu obra, se le
permite al artista ascender. Si llegas a la cima, tienes permitido continuar la
pintura, por eso hay cada vez menos pinturas conforme se avanza en la torre.
Por eso exhibí mi pintura aquí, quiero ser yo quien rompa esa maldición.-
-Si la fundadora de esta torre buscaba romper la maldición de la pintura ¿por
qué no solo quemarla?-
La sonrisa de la joven se ensanchó. -Porque ¿cuál sería la diversión en eso?-
Aquella chica le intrigaba más y más.
-Sigo sin entender porque deseas participar en terminar esta pintura aun
sabiendo el riesgo.-
La chica entrelazó las manos detrás de su espalda una vez más, Maxwell
imaginó su corbata, rodeando sus delgadas muñecas, manteniéndolas
juntas, manteniéndola a su merced para jugar con su cuerpo y complacer
cualquier capricho sexual que saliera de su dulce boca roja.
-Por qué esta pintura es la clave para que pueda cumplir mi meta máxima.-
La joven volteó a verlo. -Trascender.-
-¿A qué te refieres con eso?-
-A que no quiero sólo morir y que mi existencia no haya significado nada.-
Respondió. -Todos nacen, todos viven y todos mueren, pero pocos
prevalecen después de eso, si lo piensa bien, es casi como desaparecer, si
no eres recordado después de morir, ¿realmente viviste?-
El brillo en sus ojos se intensificó.
-Me aterra la idea de sólo desaparecer, quiero que mi estadía aquí deje algo,
un legado que me mantenga en la boca y en la mente de las personas
durante siglos después de mi muerte, de la misma manera que grandes
artistas lo han hecho hasta la fecha. ¿Y qué mejor manera de lograrlo que
rompiendo una maldición de más de cien años? ¿cierto?-
Ese pensamiento no era típico de una joven de su edad, una que distaba
tanto de la muerte, aunque, por supuesto, la edad no exentaba a nadie de
recibir su llegada.
-Además, esta pintura se llevó a uno de mis artistas favoritos, siento que se
lo debo.- Dijo apuntando hacia la esquina inferior derecha del lienzo, donde
las firmas de al menos cincuenta artistas estaban escritas. La última firma
tenía las siglas HM. -Fue el último en morir por la pintura, quiero rendirle
tributo completándola yo misma.-
-Creo que ese es un deseo muy admirable y el motivo que lo acompaña es
muy noble.-
-Gracias. Sé que no será fácil, pero algo me dice que realmente va a suceder,
no tengo la certeza de qué pero puedo lograrlo, sólo lo sé. Esa pintura será
terminada por mí.-

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La determinación de sus palabras, la juvenil voluntad de su voz... Maxwell la
sintió en sí mismo, era como si Rebecca irradiara esperanza.
-¿Sabe? A veces siento que esta torre está viva, y que esta pintura es su
corazón.- Dijo mirando a su alrededor. -Como si tratara de arrastrarnos a
todos hacia aquí arriba para que la pintura nos consuma con su imagen.- Sus
ojos verdes volvieron a encontrarlo y Maxwell pensó que ahora eran un tono
aun más brillante. -Lo siento, debe creer que tengo una mente muy oscura.-
-Los artistas más relevantes de la historia eran caracterizados por una mente
oscura.- Dijo Maxwell. -Poe, Kahlo, van Gogh, todos tenían eso en común.-
Rebecca rió, su risa era vivaz y dulce, característica de una joven.
-Supongo que tiene razón.- Rebecca dio un paso hacia él. -¿Ya se dio
oportunidad de explorar la torre?-
-Planeaba iniciar desde el último piso y seguir camino abajo.-
-¡Perfecto!- Dijo alegre. -En ese caso venga conmigo, le enseñaré alrededor.-
¿Cómo decirle que no a esa sonrisa?
Maxwell le ofreció su brazo.
-Te sigo.-
Rebecca lo entrelazó con el suyo y durante el resto de la tarde, descendieron
por la torre, recorriendo el espiral de pinturas y esculturas a su paso, la chica
señalaba y relataba sus historias y exponía su punto de vista en sus
significados, hablaba sobre las técnicas usadas y las corrientes que las
inspiraron. La chica tenía una mente nutrida con cultura, Maxwell admiraba
eso en una persona.
El exquisito talento exhibido en el lugar lo asombró, pero aquella chica le
quitó el aliento.
Intriga y lujuria, ambas mezcladas girando en su pecho, generadas por
Rebecca. Desde luego no lograron cubrir todo el lugar, al llegar al piso treinta
ambos decidieron terminar la noche. Descendieron por el ascensor y se
dirigieron a la salida. Atravesaron el túnel de cristal que conectaba la entrada
principal con la calle y al salir se encontraron con la gélida brisa costera.
Maxwell le ofreció su saco ante el primer estremecimiento de la chica.
-Gracias.- Dijo desde el interior del saco, que más que una prenda parecía
una larga cobija alrededor de su diminuto cuerpo.
Era tan bajita y delgada, tan petite, su pequeña nariz estaba a la altura de su
pecho, justo en el centro de su esternón. Sería tan fácil meter sus manos
bajo sus rodillas y cargarla en sus brazos, hacerla rebotar en su polla y
follarla de pie hasta hacer que su orgasmo se escurriera por su erección.
Imaginó cómo se sentiría experimentando las contracciones de su placer en
su polla, saborear sus gemidos directo de sus labios.
Ni la gélida imagen del lamento del ángel pudo disipar la latente lujuria
despertada por la chica.
-Deja que mi chofer te lleve a casa.- Ofreció Maxwell.
La joven se negó.
-El turno de Emma, la administradora del lugar, termina en unos minutos,
quedó en regresarme a casa, se preocupará si no me ve.-

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Maxwell entendió, habían pasado una tarde muy agradable pero se
acababan de conocer, era natural que mostrara recelo. Sintió gusto por ello,
la paranoia era buena en estos días.
-¿Sabe? Después de coincidir tantas veces esta semana, cualquiera
pensaría que está siguiéndome.- Bromeó la joven.
Lo estoy... pensó.
Decidió mantener ese hecho y el motivo como secretos, al menos hasta que
el momento adecuado llegara.
Tal vez nunca se lo revelaría.
-Además de la pintura ¿a qué te dedicas?- Preguntó cambiando no tan
sutilmente de tema.
-Soy estudiante en la academia de Artes Athena, ¿y usted?-
-Soy CEO de editoriales Holloway.-
La chica abrió los ojos grande. -No es cierto...-
Maxwell encontró satisfacción en el asombro de su mirada.
-Lo es.-
-¡Esa editorial ha publicado la mayor parte de mis libros favoritos!- Dijo
emocionada. -No lo puedo creer, sabía que el apellido era el mismo pero no
pensé que realmente fuera su empresa.-
-Mi empresa es mi alegría y orgullo, me deleita que haya dado nacimiento a
libros que te hayan gustado.-
-Igualmente me da gusto que disfrute de mi trabajo como yo del suyo.- La
joven miró la calle, hacia los autos en movimiento. -¿Ha explorado la
ciudad?-
-Una parte.- Respondió. -Mayormente las playas.-
La chica bajó su mirada por su cuerpo, eso hizo que su polla palpitara dentro
de su pantalón.
¿Acaso estaba imaginando en traje de baño?
Cuando la chica descubrió que fue atrapada, no desvió la mirada, la sostuvo
con el mismo desafió que mostró en el café días atrás.
-¿Hay alguna parte en específico que quiera ver aquí?-
El tono coqueto de su voz no pasó inadvertido para Maxwell.
-A decir verdad, lo hay.- respondió. -"El refugio de caperucita", he leído
buenas reseñas de ese lugar y a pesar de que mi compañía lo abastece de
libros, nunca he visitado una de sus sucursales.-
El refugio de caperucita era una cadena de librerías de vendía piezas
literarias tanto nuevas como de segunda mano, eran reconocidas por su
extenso tamaño, su variedad de títulos y su delicioso café.
-Esa es mi librería favorita.- Dijo Rebecca. -En serio le recomiendo que la
visite pronto.-
-Está decidido entonces.- Dijo Maxwell metiendo sus manos en sus bolsillos.
-Me darás un tour por esa librería.-
-¿Lo haré?- Cuestionó la chica, desafiante.
-Así es.-
La chica sonrió, sorprendida de su franqueza.
-De acuerdo, de cualquier modo hay un libro que quiero comprar ahí.-
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El celular de la joven vibró.
-Es Emma.- Dijo leyendo el mensaje en la pantalla. -Me está esperando
adentro, será mejor que regrese, ¿Mañana a las tres está libre?-
No lo estaba, pero haría el espacio, podía darse ese lujo siendo el jefe de la
empresa.
-A las tres está bien. Te veré en el lugar.-
-De acuerdo.- Dijo quitándose el saco. -Es una cita.-
Maxwell aceptó la prenda de regreso y miró a la joven caminar de vuelta a la
torre.
La vio voltear antes de que las puertas de cristal se cerraran tras ella.
Contrario a su teoría, la latente lujuria que sentía por ella no disminuyó ni un
poco con su ausencia.
CAPÍTULO III
MAXWELL HOLLOWAY
Cuando Maxwell entró a la librería Rebecca ya estaba ahí, sentada en una
de las mesas en el área de café, junto a la ventana. Maxwell se sorprendió,
usualmente él llegaba cinco minutos antes a cualquier lugar por su adicción
a la puntualidad, en esta ocasión, la chica le había ganado. Le dio gusto,
según veía Maxwell, la puntualidad era una cualidad escasa en los jóvenes
de ahora.
Rebecca leía en silencio en su asiento, piernas cruzadas y espalda recta.
Vestía un cómodo, y ligero a la vista, suéter gris cuyo cuello colgaba de un
lado dejando visible uno de sus delgados hombros y cuyas mangas cubrían
sus manos dejando únicamente las puntas de sus dedos expuestas, en
conjunto con unos shorts de mezclilla deliciosamente cortos. Lo cual
encontró increíblemente contradictorio... y endemoniadamente sexy.
Siempre tuvo una fijación por los muslos de las mujeres, gruesos, suaves,
cremosos, amaba sentirlos contrayéndose a ambos lados de su cabeza
mientras las hacía correrse en su lengua, amaba sentirlos en su cintura
mientras se enterraba profundo en sus sexos. Le gustaba lamerlos,
estrujarlos, correrse entre ellos, era una fijación particular suya.
Maxwell se aclaró la garganta para hacerse presente, la chica levantó la
mirada de su libro y sus ojos se abrieron grande.
-¡Señor Holloway!- De inmediato cerró el libro y lo echó a su mochila de cuero
color crema.
Sólo pudo tener un atisbo rápido de la portada, no alcanzó a leer todo el título
pero alcanzó a divisar la palabra entre sus dedos.
Daddy. Le pareció leer. Lo cual le hizo preguntarse... ¿Acaso ella disfrutaba
del Daddy kink? ¿Acaso ella encontraba gozo en obedecer y satisfacer a una
figura de autoridad? ¿Disfrutaba ceder el control y su placer en las manos de
hombre con experiencia?
La idea le endureció la polla dentro del pantalón.
Se sacudió esas cuestiones de encima, estaba saltando a conclusiones muy
rápido, por todo lo que sabía, tal vez sólo era un libro para pasar el rato.
Becca se puso de pie y se colgó la mochila en un hombro, luciendo aún más
juvenil de lo que era.
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-Vaya, es puntual.- Dijo mirando el delgado reloj en su muñeca. Maxwell se
preguntó porqué algunas chicas dejaban la cara del reloj delante de sus
venas y no en el dorso de su muñeca.
-Siempre.-
-¿Qué le parece la librería hasta ahora?- Preguntó la joven.
Maxwell pudo divisar gracias a las "A" pronunciadas por Becca, que tenía un
piercing en su lengua, el redondo y metálico objeto reposaba justo en el
centro, tentando a Maxwell con la erótica duda de cómo podría sentirse
deslizándose por el tronco de su polla.
Maxwell se forzó a mirar a su alrededor antes de responder su pregunta. -
Muy acogedora debo decir.-
Paredes de ladrillos y memorables frases de autores escritas en cada
esquina, el olor a prometía exquisito café y la vista un lugar tranquilo en el
cual refugiarse de vez en cuando. "El refugio de caperucita" era un
establecimiento agradable, silencioso y cómodo, perfecto para pasar las
tardes leyendo, escribiendo o simplemente curioseando entre los estantes.
-De acuerdo, será mejor que le dé un recorrido por esta tienda, es muy
grande, por lo que puede que sea largo.-
-Tengo todo el día libre.-
-Excelente.- Dijo Rebecca con una discreta media sonrisa. -Eso significa que
lo tengo para mí todo el día.-
O toda la noche, como prefieras... Maxwell tuvo que morderse la lengua para
prevenir que esas palabras atravesaran sus labios.
-Básicamente.- Asintió hacia la zona de los libros en exhibición. -Después de
usted, señorita Walker.-
Maxwell notó la piel en el hombro desnudo de Rebecca erizarse.
Interesante... El hombre pensó viendo el efecto de su voz sobre su piel.
Se imaginó enchinando su piel con palabras lascivas y aplanándola de
regreso a la normalidad a base de largas lamidas.
La chica pretendió no notar el efecto, simplemente alzó el mentón y caminó.
Maxwell admiró tanto orgullo contenido en un cuerpo tan pequeño.
-Muy amable. Acompáñeme.-
Y Maxwell, quien rara vez seguía las órdenes de otros, obedeció.

Rebecca Walker
Rebecca tomó una canasta de entre el bonche y se la pasó a Maxwell.
-En caso de que vea algo que llame su atención.-
Los ojos del hombre no recorrieron más allá de su brazo, pero el trayecto de
sus ojos entre su mano hasta su hombro fue suficiente para estremecer su
piel.
Tomó la manija en su fuerte puño aceptando la canasta.
-Gracias.-
Becca tomó otra para sí misma y guió a Maxwell entre los pasillos de la
librería, entre los altos estantes y a través de los curiosos túneles formados
de libros. La tienda tenía un ambiente rústico muy cálido acompañado de un
aura de quietud.
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-Esta es la esquina de "deja uno, toma uno" si hay algún libro que ya no
quiera o tenga repetido, puede dejarlo aquí y tomar uno a cambio.- Dijo
Becca. -Y esa es la sección de lectura, me gustan las sillas de aquí, son muy
cómodas.-
Los asientos de esa área, consistían en sillas redondas en forma de huevo
colgando de cadenas conectadas al techo que permitían a los visitantes
balancearse un poco al sentarse a leer, dándole un efecto tranquilizante a la
experiencia.
-Esta tienda consiste en tres pisos, todos llenos de libros. También aquí
venden curiosidades de libros como figuras, llaveros, entre otras cosas.-
Continuó describiendo.
Rebecca notó que Maxwell no era un hombre de muchas palabras, también
notó que siempre mantenía esa mirada fuerte acompañada de un intimidante
ceño fruncido. Parecía la clase de hombre que tenía paciencia limitada, la
clase de hombre que nadie querría hacer enojar.
Eso le hizo querer tentar sus límites.
Becca siempre tuvo esa sensación de desafío cuando se trataba de figuras
de autoridad, eso sumado a que nunca se le dio bien seguir reglas.
-Parece que conoces este lugar a profundidad.- Comentó Maxwell.
-Mi mejor amiga y yo pasamos la mayor parte del tiempo aquí y en la
cafetería-biblioteca. Ambas están cerca de nuestras escuelas. Además esta
tienda tiene un valor sentimental muy grande para nosotras, aquí compramos
nuestros primeros libros.-
Becca sonrió con nostalgia, extrañaba a Hanna con todo su corazón.
-Volveré antes de que te des cuenta.- Había dicho el día de su partida en el
aeropuerto. -Asegúrate de mandarme mensajes durante todo el día, no me
importa la diferencia horaria entre Londres y Estados Unidos, quiero el
reporte diario de Becca.-
-Señor, si señor.- Se burló la chica.
Las dos fingieron fuerza frente a la otra, pero soltaron en llanto al separarse.
-Me parece excelente que en su generación haya bibliófilos.- Comentó
Maxwell. -pensé que el gusto por la lectura se había extinto en los jóvenes
de hoy.-
Gusto.
Becca no solo tenía un gusto por la lectura, ella adoraba la lectura, amaba
los libros de una forma casi romántica. Amaba leerlos, sentirlos en sus
manos, oler las hojas de un libro viejo o las de uno nuevo recién sacado del
plástico; amaba perderse entre las páginas y vivir a través de otros, entrar
en la mente de los personajes, visitar mundos y lugares nuevos. Los libros le
dieron una vía de escape de la dura realidad que vivió durante muchos años,
además gracias a ellos conoció a Hanna, su mejor amiga. Los libros no
habían hecho más que darle obsequios constantes, ¿como podría no
amarlos?
-Para nada, habemos amantes de la literatura por todos lados. Estoy segura
de que podrían haber más, sólo es cuestión de ayudar a las personas a

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encontrar el libro adecuado para iniciar en la lectura en lugar de forzarlas a
leer.-
-Concuerdo completamente.- Concedió el hombre.
Pasearon por entre los estantes, tomando libros y ojeando sus portadas y
descripciones. Becca observó a Maxwell sujetando un libro, se trataba de "El
retrato de Dorian Grey", una edición antigua pero bien conservada y
hermosa. También muy costosa, según vio en el precio adjunto a la portada.
Becca miró a Maxwell manipulando el libro en sus manos, su amplia mano
izquierda bien abierta sirviendo como base para el libro abierto mientras su
mano derecha cambiaba de página en página. Contempló sus ojos azules
danzando entre las letras, tomando las palabras con calma y digiriéndolas en
silencio. La forma en la que diseccionaba el libro con la mirada era casi
erótica.
Complacido con la edición, Maxwell cerró el libro y lo metió en su canasta.
Alzó una ceja cuando descubrió a Becca observándolo.
-¿Sucede algo?-
Becca parpadeó. -Nada, es sólo que...- estaba fantaseando con ser un libro
entre sus manos... -había olvidado lo alto que es usted.- Becca dio un paso
hacia él y puso su mano en su propia coronilla. -Apenas le llego al pecho,
¿Cuánto mide?-
-Uno noventa y cinco.- Respondió. -Sin embargo nunca me consideré un
hombre muy alto. Supongo que es cuestión de perspectiva.-
-Eso debe ser.- Para alguien con la estatura de Becca, cualquiera parecía
muy alto.
Continuaron con el recorrido, Maxwell llenaba su canasta con más y más
libros.
Metió una edición antigua de "Cien años de soledad", luego una de "Amor en
tiempos de cólera", después una adorable edición de bolsillo de "Noche de
reyes" de William Shakespeare y finalmente una copia de "Ruler", una
reciente novela conocida por ser altamente explícita en cuanto a sexo se
refería.
De nuevo, Maxwell la atrapó mirando, y de nuevo, alzó una ceja al verla
sonreír.
-¿Algún problema con que un hombre disfrute un poco de erótica?-
Becca sacudió la cabeza. -En lo absoluto, solo me parece curioso, no
conozco muchos hombres que lean ese género.-
-Existimos, sólo somos escasos.-
-Desafortunadamente.- Dijo la chica. -Además, me parece peculiar. Usted ve
muy formal, a simple vista, nunca imaginaría que es la clase de hombre que
lee erótica en su tiempo libre.-
Una misteriosa penumbra ennegreció sus pupilas. -Bueno, eso es porque no
me has conocido completamente.-
Becca, una vez más, sintió calor entre sus muslos, en esta ocasión con una
intensidad superior. Debía encontrar esa copia de Alexander Knight de
inmediato. Casi brincó en el lugar cuando se encontró el box set completo

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YES, DEDDY LEYVA
con los cinco libros, usado pero en excelentes condiciones a sólo diez
dólares, de inmediato lo tomó y lo añadió a su propia canasta.
Becca notó a Maxwell mirando fijamente el contenido de su canasta.
-¿Ha leído a esta autora?-
A Maxwell le tomó unos segundos, pero asintió. -Algo así.-
Siguieron curioseando por la librería, piso por piso, admirando la estructura
y la colección con que contaban. Miraron las repisas de curiosidades
relacionadas a sagas literarias, pins, figuras y separadores con temáticas de
novelas famosas.
-Dios mío.- Musitó la chica al ver los separadores temáticos de Alexander
Knight, justo al lado de los de Harry Potter. Dichos separadores consistían
en imágenes 3D de los personajes, si lo movías a la derecha aparecía Harry,
si lo movías a la izquierda, aparecía Draco, lo mismo para la saga opuesta,
de un lado Alexander Knight, del otro Nickolas Phoenix. Dado que eran
nuevos, tenían un presio elevado.
Si tan sólo contara con el presupuesto adecuado... dejó ese pensamiento
atrás junto con la amarga oscuridad que evocaba, no tenía caso.
Después de un último vistazo, bajaron por las escaleras y se dirigieron al
mostrador. Primero pagó Becca y ordenó su café, un simple latte con canela.
En esa librería, a los lattes les dibujaban símbolos relacionados con libros,
Becca sonrió cuando vio un sinsajo dibujado en la superficie blanca de su
bebida. Tomó asiento en una mesa cercana a la ventana y sacó el box set
de su bolsa, y de este, sacó los cinco libros para darles un vistazo. Era una
nueva edición, diferente a la que le prestó a Hanna. Estas portadas eran de
diferentes colores acorde a la temática de cada tomo, las letras del título
estaban escritas con elegante tinta dorada y las últimas páginas contaban
con pequeños datos curiosos del universo escrito por M. Lylahoow, con
algunas ilustraciones dibujadas a mano incluídas. Estaba encantada con su
compra.
Maxwell tomó asiento en la silla opuesta, dejando sus libros nuevos a su
derecha y su café humeante a la izquierda.
-Toma.- Dijo llamando su atención.
Becca bajó el libro en sus manos y miró el objeto entre los dedos de Maxwell.
-Te vi ojearlo en el estante, parece que te gustó mucho.-
Se trataba de el separador 3D de Alexander Knight que miraron en el área
de curiosidades.
-No puedo aceptarlo.- Se negó de inmediato la joven ante tan costoso
obsequio.
-Lo harás.- Dijo con serena autoridad, dejándolo frente a ella. -Es lo menos
que puedo hacer por tomarte el tiempo de mostrarme la tienda.-
Becca vio en su firme mirada que no aceptaría un "no" como respuesta, así
que le cedió la victoria, sólo esta vez.
-Gracias.- Dijo tomándolo. -Es muy hermoso.-
-Me gusta el diseño de estos separadores.- Dijo pasando su pulgar encima
del suyo, Maxwell había comprado para sí mismo el de Harry Potter.

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El paso de su grueso pulgar por encima del material tuvo un efecto casi
hipnótico en la chica.
-Dime una cosa.- Dijo el hombre tomando su taza de café negro en su puño.
-Si no es mucha intromisión, ¿Podrías decirme por qué disfrutas de la
lectura?-
La pregunta la tomó por sorpresa. -¿Hay una respuesta correcta para eso?-
-Sólo tengo curiosidad de saber si es por el mismo motivo que a mí.- Explicó
antes de llevarse la taza a los labios y darle un sorbo.
Es la única forma en la que lograba escapar de la realidad sin dañar su
cuerpo...
Los libros eran droga para su mente, analgésico para su alma y anestesia
para su corazón. Entre las páginas de un libro, Becca se distanciaba de su
alrededor y se perdía en la vida de alguien más. Durante horas Becca se
olvidaba de sus conflictos familiares, de su pesares diarios y de todos los
desastres dentro de su cabeza.
Entre la tinta y el papel, Becca era libre.
-Porque cuando el mundo se pone insoportable, sólo basta con abrir un libro
para poder escapar completamente y olvidar lo que sea durante ese tiempo.-
Explicó. -Son como un amortiguador emocional.-
-Palabras crudas viniendo de una adolescente.-
-Tengo diecinueve años.- se defendió.
-Aun así, entras en la categoría de adolescente, acorde a la OMS.- Dijo el
hombre.
-La sabiduría viene en todas las edades, señor Holloway.- Dijo la chica
dándole un sorbo a su café.
Maxwell asintió hacia los libros de Alexander Knight frente a ella. -Por tu
adquisición de hoy, asumo que eres gran fanática de la saga.-
Era un término adecuado, dicha saga le fascinaba. Becca había leído todos
los libros, había visto todas las películas y hasta la terrible adaptación en
serie de netflix. Leía fanfics, miraba fan arts en tumblr y comentaba en foros.
Estaba obsesionada con la mente de M. Lylahoow y con sus personajes. Más
que un gusto pasajero, esa saga era toda una adicción para ella. No era
común que se volviera leal a algún fandom, pero vaya que había caído por
esa saga.
-Me encanta.- Dijo sinceramente. -La he leído religiosamente desde que
tenía catorce años.-
-Mala idea, teniendo en cuenta que es una novela erótica para mayores de
dieciocho años.-
-Nunca fui mucho de seguir reglas.- Dijo encogiendo un hombro.
-Eso puedo intuirlo.- Respondió el hombre dándole otro sorbo a tu taza de
café. -Dime, ¿qué es lo que te gusta en particular de esa historia?
Esa era una buena pregunta, había tanto que disfrutaba de esa pentalogía.
-Es mi saga favorita, por lo que probablemente no haya una sola respuesta
a eso.- Deslizó sus dedos encima de la portada de uno de los libros. -Para
empezar, su protagonista.- golpeteó la portada con las puntas de sus uñas
rojas. -este galán es mi crush literario.-
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Alexander Knight, era el personaje principal de aquella saga, un mercenario
a quien contrataban para diversas misiones, desde buscar y rescatar
personas perdidas hasta asesinar criminales peligrosos.
No importaba que tan peligrosa o difícil fuera, Alexander cumplía su misión.
Cada libro relataba una aventura diferente que se interconecta con los demás
libros.
-Está hasta arriba de la lista de novios literarios, junto a Jay Gatsby y
Fitzwilliam Darcy.-

-Todos ellos son personajes emblemáticos pero, ¿estás segura de que es


apropiado? todos ellos son bastante mayores para ti.-
-Valoro la experiencia y la seguridad que traen los años.- La chica enfocó su
atención a la barba dorada haciendo brillar su mentón. -Además siempre tuve
una debilidad por los hombres mayores.-
La comisura derecha del labio de Maxwell se elevó, uno o dos milímetros,
algo apenas perceptible pero fue suficiente para cambiar todo su semblante.
-Eres muy directa, jovencita.- Observó. -Es algo que noto de tu generación,
los de tu edad tienen menos miramientos al hablar lo que piensan que en mis
años de juventud.-
-¿Es eso algo malo?-
-En lo absoluto.- Dijo acariciando la taza con su pulgar. -Incluso me atrevo a
decir, que admiro tanta tenacidad.-
-No le veo el sentido a guardar lo que pensamos. Muchas personas pelearon
por tener una voz en el pasado, creo que les debemos usarla ahora.-
Además ella no nació con ese filtro que colaba la verdad entre su cerebro y
su boca, pensó que desarrollaría uno con los años como todos los demás.
Nunca sucedió.
-¿Puedo preguntar qué más encuentras de atractivo en esa saga?-
La chica tomó el primer libro en sus manos.
-No sé por dónde continuar, siendo sincera. Los personajes bien
desarrollados, definitivamente la elaborada trama, las pistas ocultas en otras
pistas que desvían tu atención a otras cosas haciéndote creer que estás
resolviendo el misterio cuando realmente hay uno más grande que ni siquiera
tomas en cuenta y al final, cuando todos los puntos se unen y todo forma
sentido, hacen que la segunda vez que lo lees veas cosas que no notaste
antes. Disfruto mucho eso. Además el sexo está increíblemente detallado y
bien construido, la evolución del erotismo y finalmente el explosivo clímax
sexual.- Explicó.
-Disfruto que la autora sepa balancear el romance con la trama, normalmente
los autores o se enfocan en desarrollar el mundo o la historia y dejan de lado
la relación haciéndola sentir forzada y repentina, sin peso emocional; o por
el contrario, otras se enfocan tanto en desarrollar la pareja que no desarrollan
bien la trama y termina siendo muy insatisfactorio, pero la autora de algún
modo consigue cumplir con las dos.-
Se sentía bien hablar de su saga literaria con alguien, sin Hannah en el país
no había con quien pudiera discutir al respecto, con ella teorizaba sobre la
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historia, se emocionaba con las nuevos productos que adquirían de los
personajes y leían fanfic juntas.
Ya quería que el verano terminara para volver a verla.
-No he conocido a otro autor que escriba así.- Dijo Becca con un suspiro. -
M. Lylahoow es muy talentosa al escribir. Mataría porque ella firmara mi
libro.-
-Eso se puede arreglar.- Dijo sacando una brillante pluma plateada del
bolsillo de su camisa.
Tomó el libro de Becca y levantó la tapa para después escribir en la primera
página.
-¿Qué hace?- Preguntó confundida, atenta a su fuerte y a la vez elegante
mano maniobrando la pluma.
-Te doy lo que pediste, la firma del autor.- Dijo cerrando el libro y
regresándoselo.
A la chica le tomó unos parpadeos comprender. Sus ojos se abrieron grande
cuando lo hizo.
-Oh. Por. Dios.- Dijo atónita. -Maxwell Holloway, usted... ¿Usted es M.
Lylahoow?-
El hombre recargó la espalda contra el respaldo y el codo encima del mismo.
-En carne y hueso.-
CAPÍTULO IV

REBECCA WALKER
-No puedo creerlo.-
-Y aun así es verdad.-
Sus palabras sonaban veraces, pero Becca seguía escéptica.
-Pruébelo.- Retó. -Pruebe que es realmente el autor de Alexander Knight.-
Maxwell asintió y tomó una servilleta.
-Mira el pseudónimo.- Dijo escribiendo encima. -M. Lylahoow, la M es de
Maxwell, como ya habrás intuido, mientras que Lylahoow es un anagrama de
mi apellido.- Dijo desordenando las letras debajo de ese mismo nombre.
Lylahoow.
Becca estaba atónita.
-Es usted...- Dijo en voz baja. -Realmente es usted.-
-Precisamente.-
-¿Por qué no lo dijo antes?-
Maxwell se encogió de hombros. -No lo vi necesario.-
Becca sacudió la cabeza, aun aturdida por la revelación. -Lylahoow,
Holloway, tiene sentido ahora que lo pienso.- Por eso se le quedaba viendo
las novelas que ella compró, por eso le hizo tantas preguntas sobre la saga.
Porque él las escribió.
-Usted es el creador de Alexander Knight...-
Maxwell bajó un poco el rostro.
-¿Estás bien?-
¿Qué si estaba bien? estaba en shock.

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-Sí, lo estoy, es sólo que esto es muy bizarro. Todo este tiempo visualicé al
autor como a una mujer.-
No como a un delicioso empresario maduro...
-Es un error común.- Comentó el hombre. -Por algún motivo todos asumen
que soy mujer, no me molesta pero me parece curioso, ¿acaso piensan que
los hombres no podemos escribir romance?-
-No es eso.- Explicó la chica. -Es sólo que usted sabe escribir bien desde el
punto de vista femenino, no se concentra sólo en la atracción que el
protagonista hombre siente por la protagonista mujer, escribe una atracción
mutua muy orgánica.-
-Me resulta fascinante escribir desde diferentes puntos de vista, el sólo
hacerlo desde el del protagonista me parece monótono, al menos para mí.-
Maxwell Holloway, el hombre sentado justo delante de ella había escrito su
novela favorita de todos los tiempos, su primera novela erótica, una que le
había brindado una cantidad de incontables orgasmos increíbles con tantas
escenas eróticas sublimes.
Y todas salieron de esos dedos... Pensó Becca mirando su grande mano
sujetando la pluma.
-¿Por qué no pone una foto suya en el libro, como el resto de los autores?
estoy segura de que vendería más así.-
Ups, acababa de darle un cumplido indirecto muy directo, su boca a veces
(todo el tiempo) fallaba en filtrar lo que pensaba con lo que decía, era un
hábito que particularmente la metía en muchos embrollos.
Sin embargo, el hombre pareció no reaccionar al respecto.
-Me gusta mantener mi privacidad intacta, no me interesa que conozcan mi
rostro, sólo mis palabras. No asisto a eventos literarios ni hago entrevistas
sobre mi historia.-
-¿Y no le gustaría hacerlo?- Preguntó la chica. -¿Convivir con el fandom
directamente? ¿asistir a eventos? estoy segura de que con la popularidad de
los libros, llenaría estadios enteros con sus fans, la única saga que se le
compara en ventas hoy en día es Harry Potter.-
Dios, este hombre debe estar pudriéndose en dinero. Pensó Becca. Con las
regalías de la saga, los récords en taquilla de las películas, el costoso precio
de las entradas al parque temático de Alexander Knight y el dinero que
ganaba de los libros mismos, todo sumado a su editorial. Becca estaba
impresionada.
-Debo admitir que veo el atractivo en eso, no lo descarto totalmente, quizá
algún día revele mi rostro y mi nombre real, de momento, sólo disfruto leer
de la opinión de mis lectores en internet y en reseñas.-
-Realmente debería, sería agradable asistir a alguna de sus conferencias en
la feria del libro, estoy segura de que mi mejor amiga también le encantaría
asistir.-
-Lo tendré en consideración entonces.- Comentó el hombre.
Becca no quería entrar en modo fangirl y bombardearlo con preguntas, no
era su estilo, además no quería abrumarlo, aún así, su boca habló casi por
cuenta propia.
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-Han pasado muchos años desde que publicó un libro, lo cual me deja
preguntándome si algún día publicará otro de Alexander Knight.-
¡Demonios!
-Así será.- Respondió el hombre. -Estoy trabajando en uno, de hecho.-
Su corazón dio un brinco.
-¡Eso es excelente!-
De acuerdo, parecía tener luz verde, preguntaría sólo una cosa más y listo,
dejaría el tema por la paz.
-¿Podría decirme...?.- Becca se inclinó un poco hacia al frente en plan
confidencial. -¿qué le espera a Alexander Knight en el siguiente libro?-
Maxwell alzó una ceja. -¿Quieres un adelanto?-
La chica juntó ambas manos y le dedicó esa sonrisa que siempre funcionaba
en los chicos de su clase para obtener lo que quería. -¿Sólo uno pequeño?-
Maxwell miró su boca, Becca pensó haberlo atrapado.
-¿Cómo sé que no filtrarás la información?-
Era una cuestión válida, pero Becca tuvo una idea.
Tomó una servilleta y extendió su mano hacia Maxwell.
-Su pluma por favor.-
El hombre se la entregó y la observó escribir sobre el papel. Cuando Becca
terminó, se la regresó y arrastró la servilleta hacia él.
-Esta es una promesa por escrito, con mi letra y mi firma de que nada de lo
que me diga respecto a la saga saldrá de mí en otra parte.-
Maxwell leyó el pequeño contrato improvisado con detenimiento, pasando su
pulgar encima de sus letras, por algún motivo, el ver su dedo acariciar sus
palabras le provocó calor, probablemente porque ese mismo dedo contribuyó
a crear su libro favorito.
Maxwell bajó la servilleta y la miró. -De acuerdo.-
Vaya, no creyó que eso funcionaría. Le mataría saber qué sigue en la
próxima novela y no poder decírselo a Hanna, pero realmente moría por
saber. Maxwell dobló la servilleta y la guardó en el bolsillo de su camisa.
-Ten en cuenta que este es un contrato legal como cualquier otro y, de
incumplirlo, habrán consecuencias.-
Consecuencias.
¿Por qué esa palabra sonaba tan bien en sus labios?
-Por supuesto.- Dijo Becca. -Mis labios están sellados.- Una vez más, repitió
la pregunta. -¿Qué le depara a Alexander Knight en el siguiente libro?-
El hombre la miró fijamente a los ojos.
-Eso mismo quisiera saber yo.-
MAXWELL HOLLOWAY
Eso mismo quería saber.
Había estado buscando la respuesta durante todo un año, pero no la
encontró, al menos no totalmente. Debió suponer que eso sucedería, le tomó
años recobrar la voluntad suficiente para escribir, no lo había hecho en
mucho tiempo, no desde... aquello. Ingenuamente pensó que tan pronto
volviera a poner su pluma en acción, continuaría la historia sin problemas,
pero no fue así.
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YES, DEDDY LEYVA
Becca parpadeó confundida.
-¿No sabe lo que va a pasar?-
-Tengo la idea general, el boceto y la mayoría de los personajes.- Explicó. -
Todas las piezas están listas, pero al momento de ponerlos en el tablero.-
-¿No se mueven?-
-Exacto.- Respondió. -Tengo muchas ideas pero tan pronto pongo mis
manos en el teclado o la punta de mi pluma en el papel, las ideas no fluyen,
es como si hubiera una represa conteniéndolas dentro de mi cabeza,
impidiéndoles viajar hacia mis dedos.-
No tenía idea de porqué estaba diciéndole todo esto, nadie además de
Alistair, su editor, sabía sobre su bloqueo. Tal vez porque parte de él sentía
que se lo debía a Becca. Después de todo, aunque ella no lo supiera, haberla
conocido había tenido un efecto importante en él.
-¿Tiene alguna idea del motivo?-
-No.- Sí la tenía, pero no deseaba hablar al respecto. -Sin embargo tengo la
historia, solo debo determinar cómo ejecutarla.-
-¿Puedo oírla?-
¿Cómo decirle no a esa sonrisa? tan adorable, tan coqueta, ¿acaso la hacía
a propósito? la malicia en su mirada insinuaba que sí.
Comenzó a relatarle una breve sinopsis con los componentes importantes de
la historia. En el sexto libro, Alexander Knight sería contratado para proteger
a una joven y hermosa chica llamada Yura. Quien se vería envuelta en un
sádico juego creado por su padre, donde pondría a pelear a muerte a sus
trece hijos en la ciudad de Seúl con tiempo límite, el ganador heredaría cada
bien a su nombre y lideraría el imperio familiar, el resto de los perdedores
moriría a manos de alguno de sus hermanos. Si se rehusaban a pelear, el
contador insertado en sus cuerpos les daría una muerte dolorosa al llegar a
la fecha límite, dejándolos sin otra opción más que matar. Cada uno de los
trece hijos se vería marcado bajo un símbolo en las cartas de póker, siento
la protagonista Yura "el As de picas".
Conforme más describía la historia, los ojos de la chica crecían con más
emoción.
-El título será Alexander Knight y los trece naipes.- Concluyó. -Pero como te
digo, la historia no está lista, necesito esforzarme para conseguir terminarla.-
-Así que eso hacía con tanta concentración en su computadora por las
mañanas en el café.- Dijo la chica.
Así que realmente me estabas echando el ojo en el café, jovencita... pensó
el hombre sintiendo su polla reaccionar. Había estado duro durante todo el
recorrido, con cuerpo de la chica guiando el camino delante de él, pero ahora
dolía en ganas, ¿por qué tenía ese efecto tan fuerte en él?
-Wow.- Dijo recargando la espalda contra el respaldo del asiento, digiriendo
toda la información. -Esa historia suena increíble.-
-Me deleita que te guste.- Dijo llevándose la taza a los labios.
-¿Cree poder terminarla pronto?-
Esa era una buena pregunta.

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-Hace unos meses habría respondido que no, pero recientemente he tenido
este pequeño lapso de inspiración que me ha permitido escribir unos párrafos
completos, no es mucho pero definitivamente es más de lo que había escrito
en años.-
-¡Eso es excelente!- Dijo la chica. -¿Tiene alguna idea del motivo?-
Tú...
No podía explicar el porqué, pero desde que conoció a la chica en la torre
aquella noche, en su interior se despertó inspiración inesperada, la suficiente
para escribir, pero se agotó tan pronto se alejó de Becca. Por eso comenzó
a frecuentar el mismo café que ella, cuando Becca estaba cerca, por algún
motivo era capaz de escribir sin problemas. Decidió experimentar con aquél
particular efecto, primero desde la distancia, notando cuán fácil le era
redactar la historia en su presencia, bastaba un vistazo en su dirección para
escribir al menos cien palabras; luego, intentó un acercamiento, por eso la
siguió al área de los libros esa mañana cuando la ayudó a bajar el libro del
estante, estaba intrigado y quería respuestas.
No las consiguió.
Por eso la hizo acceder a esa tarde en la librería, para corroborar el
inexplicable efecto que ella tenía sobre su escritura, solo para confirmarlo.
Llegó a la conclusión de que esa peculiar chica era su musa, incluso sin
intentarlo.
Decidió guardárselo de momento.
-No estoy seguro del motivo de mi repentina inspiración literaria, pero
ciertamente estoy agradecido por que sucediera, estoy tratando de explotarlo
lo más que pueda para hacer avanzar la historia, pero por ahora, trato de
tomar las cosas con calma.-
-Cuando tengo un bloqueo creativo, encuentro inspiración en las cosas que
me hicieron querer ser artista en primer lugar, visito obras y autores que me
inspiraron. Es como volver a lo básico, por así decirlo.- Aconsejó Becca. -Tal
vez funcione para usted también.-
-Eso hago, cada que he tenido un momento difícil, vuelvo a mi libro favorito
para encontrar algo de inspiración.-
-¿Es el libro que siempre leía en la cafetería?-
-Así es.-
-¿Puedo preguntar cuál es?-
La chica era curiosa, normalmente no daba demasiados detalles de él, sin
embargo, se descubrió a sí mismo incapaz de negarle nada a aquella
jovencita.
Tal vez se debía al instinto paternal que cierta persona despertó en él...
-Alicia en el país de las maravillas.- Respondió Maxwell. -Tiene un gran valor
sentimental para mí. Mi mejor amiga solía leerlo para mí de vez en cuando
en mi juventud.-
En aquél tiempo cuando las cosas eran peores pero él era mejor, a diferencia
de ahora que las cosas eran mejores y el... era la peor versión de sí mismo.

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Becca pareció sorprendida por su respuesta, aunque a esa edad, todo
parecía una sorpresa. Cierta parte en él envidiaba tanta juventud y brío, la
chica era la clara imagen de lo que ser joven y libre se debería ver.
-Qué coincidencia, es el libro favorito de mi mejor amiga también.- Comentó
la joven.
-Tu amiga tiene un excelente gusto entonces.-
-Supongo que esos son todos los detalles que puede darme respecto a la
historia.-
-Son todos los que tengo, me temo.-
-Está bien, estoy segura de que pronto continuará con la historia y tendrá un
resultado grandioso.-
-Ese es el plan.-
-Sé que será así.- Dijo Becca antes de tomar la taza en sus manos y
llevársela a la boca.
Maxwell sintió en las puntas de sus dedos el cosquilleante deseo de tocar la
piel de la chica, de trazar letras sobre su cuerpo con sus manos, de escribir
palabras en ella con su lengua.
Terminaron sus bebidas y conversaron otro poco, Maxwell se encontró a sí
mismo bastante relajado en presencia de la joven.
-Vengo de Nueva York, me quedaré aquí de manera permanente.-
-Ese es un cambio de escenario muy brusco.- comentó Becca.
-Lo es.- Concedió. -Pero las circunstancias lo ameritaron. Tengo un...
proyecto en esta ciudad que lo significa todo para mí.-
-Ya veo, espero que pueda cumplirlo.-
Yo también... pensó.
-Soy estudiante, aunque también trabajo haciendo comisiones, tanto
digitales como en físico.- Contó la joven. -Estoy tomando unas clases
intersemestrales de diseño gráfico también, sé que no se puede cubrir todo
en sólo dos meses pero al menos me sirve para familiarizarme con lo básico.-
-Siempre es bueno cultivarse, incluso en los ratos libres. Estoy seguro de
que tienes una clientela amplia.-
-A decir verdad la exposición de mi pintura me sirvió de muy buena
publicidad. Por lo que he tenido muchas comisiones recientemente.-
La chica era dedicada y con metas fijas, Maxwell se sintió complacido al
respecto.
Al igual que en el recorrido por la torre, la tarde junto a Becca pasó en un
parpadeo, cuando llegó el tiempo de partir ya comenzaba a obscurecer.
Maxwell pagó por ambos aun contra la objeción de la chica.
-El siguiente café lo pararé yo.- Dijo cuando salieron de la librería.
El siguiente... A Maxwell le intrigó tanta seguridad en Becca. -Hablas con
mucha determinación, disfruté mucho tu compañía hoy pero, ¿Qué te hace
pensar que habrá una próxima vez?-
-Oh créame, la habrá. -La chica entrelazó las manos detrás de su espalda. -
Simplemente porque quiero que pase y suelo salirme con la mía.-
Ahí estaba de nuevo, el desafío en su mirada.
-¿Y si me negara?- Dijo Maxwell tentándola.
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-Lo haré aceptar.-
¿Determinada o testaruda? Maxwell se preguntó cual de los dos adjetivos se
ajustaba mejor a ella.
-No te pensé como la clase de chica que reta las decisiones de sus mayores.-
La joven sonrió, esta vez no hubo juvenil ternura, sólo femenino y sutil flirteo.
-Bueno señor Holloway, eso es porque usted tampoco me conoce bien
todavía.-
Maxwell deseó tener su computadora para retratar esa sonrisa en letras, trató
de guardar la descripción en su cerebro para tan pronto tuviera la
oportunidad, podría escribir diez páginas de solo cuan perfecto era su rostro.
Definitivamente estaba encaprichado con esa joven. Se sintió como un viejo
sucio por eso, pero no disminuyó en lo más mínimo su atracción por ella.
De nuevo le ofreció su chofer para llevarla y de nuevo Becca declinó su
oferta, excusándose con que su próximo destino estaba cerca. Maxwell no
insistió, si fuera su Baby Girl no habría tomado un no por respuesta, pero
dado que no era el caso, aceptó a regañadientes.
Se despidieron y partieron caminos. Maxwell no pudo dar tres pasos sin
desear darle un último vistazo de aquella deliciosa joven, así que miró sobre
su hombro, descubriendo que Becca ya estaba viéndolo, con una mirada
demasiado sombría para alguien de su corta edad.
Entonces lo supo.
Incluso si él mismo tratara de evitarlo...
Esa chica terminaría desnuda en su cama.
-Por favor...- Becca gimió suplicante al sentir la punta de su erecto miembro
en la entrada de su sexo.
Maxwell recorrió con su lengua toda su espalda hasta llegar a su nuca, una
vez allí comenzó a mordisquearle la oreja mientras sus manos estrujaban
con fuerza sus dulces y firmes pechos desnudos haciendo que emitiera un
sumiso jadeo. Sin aviso alguno, complació sus múltiples suplicas y desde
atrás me sumergió por completo en su interior, cerró los ojos y se concentro
en el intenso placer que le brindaba sentir cada centímetro de su polla siendo
estrujada por las paredes de su apretado y joven sexo.
Becca hambrienta, trató de mover sus caderas desesperadamente de al
frente hacia atrás pero fue inútil, Maxwell apenas le permitió moverlas un par
de milímetros, bajo su peso, la chica estaba bajo su absoluto control. Maxwell
deslizó su mano desde sus pechos hasta su húmeda intimidad y sus dedos
buscaron con brusquedad su pequeño botón de placer, una vez que lo
encontró, le brindó múltiples y continuas caricias provocando que ella
enterrara su hermosa cara en el cojín de la cama, amortiguando los fuertes
gemidos de visceral placer que emitían sus delicados labios de princesa.
Tomó con fuerza su largo y castaño cabello y tiró de él para levantar su cara
y hacerla mirarlo desde abajo mientras comenzaba a follarla. A dentro y a
fuera, una y otra vez, sin piedad cumplía lo que sus dulces labios pedían.
Desde arriba Maxwell observó sus grandes ojos verdes donde notó la intensa
agonía de placer que invadía todo su cuerpo gracias a él. Con su otra mano
recorrió libremente su suave y cálida piel.
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Repentinamente, sintió líquido caliente deslizándose por sus piernas y su
sexo contrayéndose alrededor de su polla acompañado del embriagador e
inconfundible aroma a orgasmo femenino, extasiado, cayó en cuenta de que
ella se había corrido en él.
A pesar de ello no se detuvo, no le dio ni un segundo de tregua, solo la folló
con más y más vigor. No fue hasta después de varios orgasmos cuando
Becca comenzó a gritar su nombre en placer.
Perdió la razón... por mí... Pensó Maxwell extasiado. Fue más de lo que pudo
soportar, iba a correrse.
Salió inmediatamente de ella cayendo de espaldas sobre la cama jadeando
con fuerza, esperando a que su polla se calmara y las profundas ganas que
tenía de correrse se desvanecieran, aun después de una larga sesión de
sexo no quería eyacular aun, pero en cuanto su espalda tocó la cama, Becca
se subió sobre él y sin permiso se empaló en su sexo.
Maxwell cerró los ojos con fuerza esperando que ser follado con brusquedad,
pero en vez de eso, Becca comenzó a mover las caderas de manera lenta y
sensual de al frente hacia atrás. Era inevitable, iba a correrse en ella.
Sus músculos se contrajeron, su espalda se levantó de la cama y sus labios
se abrieron. El clímax se apoderó de cada célula, y nervio de su cuerpo y sin
más, convulsionó en placer mientras explotó con violencia dentro de ella sin
apartar la mirada de sus ojos.
Quería besarla... necesitaba besarla. Ella lo notó y en medio del orgasmo
acercó su cara lentamente la suya, reduciendo la distancia entre sus bocas,
cuando sus labios se encontraban a solo milímetros de distancia...
Maxwell abrió los ojos y se topó con fría oscuridad, tomó unos segundos para
que sus ojos se adaptaran a la noche, pero finalmente gracias a la luz de la
ciudad que entraba por las grandes ventanas pudo ver el interior de su propio
cuarto. Su polla palpitaba levemente, cerró los ojos disfrutando las débiles
réplicas del intenso orgasmo que gozó hace solo unos instantes, los abrió
una vez que estas desaparecieron y se encontró con una enorme mancha
de humedad en las sábanas justo sobre su regazo.
Estaba sudado, agitado y muy caliente. Esto jamás me había pasado, jamás
había tenido un sueño erótico tan vivido, tan tangible. Corrección, nunca
había tenido un sueño erótico con nadie y menos se había corrido en sueños,
ni siquiera en su adolescencia. Claro, ocasionalmente había fantaseado
indecentemente en el pasado pero había sido despierto y completamente
bajo su consentimiento.
Se levantó de la cama y tiró de la sabana empapada de su orgasmo, formó
una bola con ella y la tiró en el cesto de ropa sucia. Las 5:30 am marcaba su
celular, optó por darse una ducha fría para bajarse la calentura que sentía
pero se detuvo cuando sintió un cosquilleo familiar, ese que recorría desde
su cerebro hacia sus manos. Experimentó esa necesidad que sólo los
escritores conocían bien.
De inmediato tomó su laptop, se lanzó sobre la cama y comenzó a escribir
aquella erótica escena en su mente, con Alexander y Yura protagonizándola.

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YES, DEDDY LEYVA
La escena fluyó sin problemas bajo sus dedos, tecleaba con velocidad y
convicción, plasmando en el documento la historia, finalmente comenzando
a darle forma.
Entonces Alexander sujetó sus caderas y se adentró en ella con fuerza
mientras Becca...
Becca...
Paró de escribir. El nombre de aquella irreverente chica había aparecido en
su pantalla de manera repentina, sus dedos la habían escrito con naturalidad,
casi por instinto.
De inmediato lo borró y escribió el de Yura.
Cerró la laptop y se pasó la mano por la cara.
De nuevo estás pensando en ella...
Estaba cansado, necesitaba dormir, eso era todo.
Abrió de nuevo la laptop pero tan pronto como había llegado, la inspiración
se desvaneció. Miró el documento frente a él, la barra parpadeando
expectante por saber cuáles serían sus siguientes palabras. Había escrito
ocho páginas de apasionante sexo, era más de lo que había escrito en una
sentada en mucho tiempo.
Necesitaba más de eso, y al parecer, sólo Becca proporcionárselo.
Su mente comenzó a maquinar un plan para tenerla cerca, para consumir
toda la inspiración que su presencia pudiera ofrecerle.
No le tomó mucho a su mente perversa para idear uno.
CAPÍTULO V
-¡Maxwell esto es brillante!- Exclamó Alistair, su editor. -¡Lo mejor que has
escrito en años!-
Maxwell se sintió complacido. No era ajeno a la literatura erótica, su librero
estaba repleto de las mejores piezas sexuales que había leído, pero había
pasado tiempo desde la última vez que había redactado una escena así por
lo que estaba algo oxidado, era una inquietud para él no lograr la atmósfera
sexual que buscaba.
-Debes añadirle sexo a tus historias para sazonarlas un poco, Maxxie.- Le
había dicho su editor años atrás, después de la primera revisión de su primer
novela.
-Es un libro, no una ensalada de pollo, Alistair.- Le había respondido
Maxwell. En aquél entonces había escrito un par de escenas sexuales pero
decidió cortarlas de último momento.
-Sabes a lo que me refiero. Tus escritos son brillantes, pero un poco de
erotismo nunca le cae mal a nadie, ya sabes lo que dicen, "El que no desviste
¡No vende!".-
Así que comenzó a añadir sexo por aquí y por allá en sus historias, la
cantidad suficiente para mantener a sus lectores enganchados. Cuando no
los sorprendía con un giro en la trama, los sonrojaba con una candente
escena sexual. Era bueno en ellas, los comentarios de sus lectores lo
confirmaban, por lo que Maxwell contaba con experiencia en ese campo.
Tanto dentro como fuera de la literatura.

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YES, DEDDY LEYVA
Maxwell subió su tobillo sobre su rodilla y recargó su espalda contra el
respaldo del sofá que ocupaba la pared derecha de la oficina de Alistar,
permitiéndose sentir orgullo de su propio trabajo.
-¿Qué opinas Lucy? ¿Te pareció la clase de capítulo que te gustaría leer?-
Preguntó Alistair mirando a la mujer acostada sobre su escritorio, extendida
boca abajo.
-Es perfecto...- Jadeó la hermosa secretaria. -Lo mejor que he leído en
mucho tiemp... Oh dios...- Las uñas de la pelirroja rasgaron la esquina del
escritorio mientras sus muslos temblaban experimentando el orgasmo que la
polla de Alistair le proporcionó.
Maxwell contempló el hermoso rostro de la mujer reflejar su placer. Maxwell
disfrutaba observar y ser observado, desde corta edad gozaba del
voyeurismo, poner en exhibición sus capacidades sexuales frente a otros
podía poner su sangre a trote como nada en el mundo mientras que observar
le proporcionaba una sensación de perversión a la que se encontró adicto.
Otro día estaría disfrutando plenamente de la escena sexual desarrollándose
frente a él, una hermosa mujer desnuda de la cintura hacia arriba con las
piernas abiertas mientras Alistair, con el pantalón y la camisa abierta, entraba
y salía de ella con furia desde atrás. Era la clase de escenario que
usualmente le ponía caliente, ¿El único problema? no dejaba de pensar en
Becca, no dejaba de preguntarse cómo luciría su cuerpo desnudo en esa
misma posición, en ese mismo escritorio, pero con él encima de ella, cubierta
en su esperma.
La espalda de Lucy, pasó de ser una curva a descender hasta que su
abdomen descansó plano sobre el escritorio otra vez, siendo liberada del
orgasmo.
Alistair sonrió y le besó el cuello dándole las últimas estocadas. -Date vuelta,
voy a correrme en tí.-
Alistair hizo a un lado las hojas con el capítulo de Maxwell impreso y salió de
ella; Lucy giró hasta descansar sobre su propia espalda, jadeante e incapaz
de ponerse de pie por la astenia post orgásmica que experimentaba.
Alistair deslizó el condón fuera de su polla y lo dejó caer al suelo, tomó su
polla en su puño y apuntando hacia el abdomen de su secretaria, cerró los
ojos y eyaculó gruñendo sobre ella.
Ambos ya estaban follando cuando Maxwell llegó, al escritor le pareció
descortés interrumpir así que no los detuvo, sólo le estregó la impresión a
Alistair y tomó asiento sabiendo que, al igual que él, ambos disfrutaban ser
observados. El leer su texto, solo volvió más agresivo e intenso aquél
encuentro sexual.
Alistair dejó sus manos abiertas sobre el escritorio, apoyando su propio peso
en sus brazos a ambos lados de Lucy, quien portaba una grande sonrisa.
-¿Qué sucede Maxwell?- Preguntó la mujer jadeante, mirándolo de cabeza
desde el escritorio. -normalmente a este punto ya estarías enterrado en mi
garganta.-
Estaba en lo correcto, en otro tiempo Maxwell estaría follando su boca y
acariciándole el clítoris hasta provocarle otro orgasmo, o al menos se habría
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sacado la polla y se habría masturbado contemplando la escena. No sería
raro para ninguno en esa oficina, Alistair y Maxwell habían compartido mujer
en varias ocasiones pasadas, complacer a una dama en la misma cama no
era inusual para ese par de amigos, pero Maxwell simplemente no participó
en esta ocasión.
No era que no le apeteciera hacerlo, era que había algo más ocupaba su
hambre, o más bien... alguien.
Sabía que si se ponía íntimo con Lucy, no sería su boca la que estaría
follando, al menos no en su mente. Jamás haría algo así, le parecía una falta
de respeto, si intimaba con una mujer, merecía su absoluta atención, nada
menos. Así que declinó su oferta.
-Quizá otro día.- Ofreció con diplomacia.
La mujer hizo un mohín pero entendió.
-Ve a arreglarte.- Susurró Alistair hacia ella desde arriba. -Te necesito para
la junta de las cuatro.-
-A la orden jefe.- Dijo la mujer besándole la mejilla, poniéndose de pie. -Nos
vemos luego, señor Holloway.-
Maxwell asintió hacia ella y Lucy se metió en el baño personal de la oficina.
Alistair comenzó a abotonarse la camisa.
-Como te decía, Maxxie, este capítulo tuyo fue asombroso. No sé que me
puso más caliente, si Lucy o tu texto.- Comentó jadeante. -¿Por qué el
repentino lapso de inspiración?-
-Encontré una... fuente inesperada que me la proporcionó.-
Los ojos verdes de su editor lo escudriñaron con meticulosidad mientras se
cerraba la bragueta.
-Una fuente de inspiración inesperada...- Dijo el hombre con tono acusatorio.
-Una escena como la que escribiste debió tener un detonante muy fuerte.-
Maxwell no comentó más. Eso no detuvo a su amigo de especular.
-Sé que hay algo que no me estás diciendo. Así que ahorremos el trabajo y
dime de qué se trata antes de que lo descubra por mi cuenta, sabes que lo
haré.- Aseguró el hombre con una sonrisa divertida. -Escúpelo y no trates de
ocultarlo, te conozco mejor de lo que tú te conoces, mi amigo. Dime, ¿tuviste
una nueva experiencia sexual? ¿a caso tuviste otro reencuentro sexual con
Mindy? de ser así, ¿puedo participar esta vez?-
Maxwell optó por conservar su infatuación hacia Becca en secreto, lo que
menos necesitaba era un escandalo más para su compañía, menos en su
situación actual.
No cuando tenía una meta tan grande.
Cuando la única respuesta que recibió Alistair fue una mirada severa por
parte de Maxwell, levantó las manos en rendición. -De acuerdo, de acuerdo,
no me lo digas, lo harás cuando estés listo. Sea lo que sea que te haya hecho
escribir este pequeño fragmento de erotismo, asegúrate de explotarlo al
máximo, porque esto definitivamente agradará a tus lectores.-
Oh, lo haría, definitivamente lo haría. Pero debía ser meticuloso con la
situación, Becca podría ser la clave para poder completar su libro y darle final
a su saga, pero también podría ser su perdición si lo que fuera que estuviera
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por pasar se filtrara a los medios. Su ya dañada imagen y reputación se
verían afectadas permanentemente, no podía permitirse eso, quería
mantenerse lo suficientemente limpio para la única mujer que en ese
momento le importaba.
"Maxwell Holloway, millonario con un pie en su cuarta década seduciendo a
una universitaria" ciertamente se escucharía bien en el encabezado de
cualquier noticia pero no en su historial. Se movería con precaución y
actuaría con prudencia.
Al menos tanto como su lujuria por Rebecca Walker se lo permitiera.
-Busco a Rebecca Walker.- Dijo cuando llegó al lobby del conjunto de
condominios donde, según sus fuentes, residía Becca. -¿Podría por favor
comunicarme con ella?-
La portera, una mujer castaña en sus treintas que masticaba chicle como si
fuera incapaz de cerrar la boca por completo, lo miró de pies a cabeza.
-¿Tú eres el hombre que Becca mencionó conocer en la exposición de arte?-
-A menos que conociera a alguien más, sí, soy yo.-
La mujer hizo una burbuja de chicle para después morderla, deteniendo su
mirada en su entrepierna sin pudor alguno.
-Becca no mentía, eres realmente ardiente, al menos para un viejo.- dijo
finalmente mirándolo a los ojos. -Está en la playa, cumpliendo un pedido de
un cliente, ésta es la dirección.-
La apuntó en post-it mientras Maxwell miraba el recibidor de aquel edificio.
El lugar estaba descuidado, descolorado y sucio, ¿en serio una artista de la
talla de Becca vivía en un lugar así?
De ser su Baby Girl le conseguiría una suite en el hotel más fino de la ciudad,
no le permitiría habitar un lugar de menor calidad. Sacó ese pensamiento de
su mente y aceptó el papel con la dirección.
Media hora después, sus lustrosos zapatos estuvieron cubiertos en arena,
no le molestó ni un poco, disfrutaba de la playa tanto como disfrutaba de una
noche con una taza de café negro y una buena novela. Contempló las olas
de Malibú alzándose en la distancia y descendiendo al llegar a la orilla, se
visualizó mentalmente atravesándolas con su tabla de surf, había pasado
tiempo desde la última vez que tuvo la oportunidad de disfrutar del mar, los
últimos meses habían sido una locura. Se prometió en silencio pronto sacar
su tabla y perderse en las olas.
Tal vez algún día incluso en compañía de cierta persona...
No le tomó mucho divisar a Becca. La chica estaba a la orilla, parada al frente
a una gran pared hecha de ladrillos que separaba a la playa del océano, con
pinturas y brochas colgando de su cintura. Vestía un delicioso overol cuyas
piernas se abrazaban a la mitad superior de sus muslos y cuyos tirantes
permitían una vista perfecta a la parte superior de su espalda y pecho,
hombros igualmente desnudos. El agua le llegaba a las rodillas, cubriendo
sus pantorrillas pero dejando a la vista sus suaves muslos.
Maxwell se quitó los zapatos, luego los calcetines y los metió dentro de ellos;
se dobló las piernas de sus pantalones hasta la mitad de sus pantorrillas y
caminó hacia Becca. Sus pies fueron recibidos con gentileza por el fresco
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océano en movimiento mientras se encaminaba hacia la dulce joven absorta
en su trabajo.
Podía determinarse en su mirada lo mucho que disfrutaba pintando, el gusto
y facilidad con el que transportaba la imagen desde su mente hasta la pared
frente a ella que le servía como lienzo. Era bastante similar a lo que él hacía,
solo que en lugar de usar palabras, ella utilizaba colores.
La imagen que pintaba era la de cientos de peces de diferentes colores
nadando en todas direcciones, dándole un tono variopinto al gélido océano
que tenían como fondo. Era una imagen muy hermosa.
-Buenas tardes, señor Holloway.- Saludó la chica sin apartar la vista de su
trabajo.
Aunque no lo demostró, Maxwell había sido tomado por sorpresa. Pensó que
el océano camuflaría sus pasos, pero la chica era muy perceptiva.
-¿Cómo sabías que estaba aquí?- Cuestionó curioso.
-Soy una psíquica, una gitana en realidad.- Dijo la joven con normalidad.
No lo dudo, ciertamente has puesto un hechizo en mí... Pensó mirando sus
delgadas manos sujetando el pincel.
-Es su colonia.- Finalmente aclaró Becca. -No es muy fuerte pero es fácil de
distinguir, incluso con olor de la playa.-
Maxwell metió sus manos en sus bolsillos y miró la pintura.
-Es una pintura hermosa, ¿cuál es su significado?-
-Significa que el dueño del restaurante que me pidió pintar esto quiere que
los turistas pasen a consumir en su establecimiento.- La chica rió con calidez.
-No siempre hago piezas de arte.-
-Esta lo parece, incluso ahora estás haciendo un trabajo esplendido, señorita
Walker.-
-Gracias, espero que el cliente opine lo mismo.- La chica dio el último
pincelazo y volteó a verlo.
Para algunas personas, el color de sus ojos podía cambiar según el color de
su ropa.
Personas con ojos verdes podían simular ojos azules con ropa azul.
Personas con ojos azules podían simular ojos verdes con ropa verde.
Pero no era el caso con Becca, sus overoles eran azul celeste y de cualquier
modo, el color esmeralda en sus iris permanencia siendo el mismo.
Ni el azul del mismo océano podría camuflar el verde en los ojos de esta
chica. Pensó Maxwell.
-¿Qué lo trae por aquí, señor Holloway?-
Tenía gotas de pintura en su ropa, en su piel, un poco en su cabello que tenía
amarrado en una coleta. Con gusto le daría un baño para limpiar la pintura
de su piel y después teñirla con el rojo de unas buenas nalgadas...
-Vine a solicitar tus servicios.- Respondió el escritor. -Harás un retrato para
mi.-
La chica alzó una ceja e inclinó la cabeza hacia un lado, sólo un poco. -
¿Porque habla como si no tuviera opción de negarme?-
-No la tendrás, no cuando veas lo que estoy dispuesto a pagar.-
Eso pareció llamar aún más la atención de la chica.
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-Ahora está hablando mi idioma.- Respondió sonriente, descansó su mano
en su cadera. -De acuerdo, tengo tiempo libre esta semana, estoy dentro.-
-Excelente.-
-¿Qué es lo que quiere que retrate?-
-Encuéntrame en mi oficina mañana a las nueve de la mañana.- Instruyó. -
Te daré los detalles entonces.-
La chica sonrió, con esa sonrisa que lograba alterarle el pulso y alzar su polla
sin dificultad.
-Lo veré en su oficina entonces, jefe.-

CAPÍTULO VI
REBECCA WALKER
-Te lo juro, Londres es aun mejor que lo que dicen en los libros, me
encantaría que estuvieras aquí para verla por ti misma, es hermosa.-
-A mí también.- Dijo Becca soltando un suspiro. -El calor de aquí está
insoportable.-
-Me lo imagino.- Respondió Hanna, su mejor amiga. -Es la única cosa que
no extraño de Los Ángeles.-
-Cuéntame, ¿Ya te encontraste a Emma Watson? ¿A Daniell Radcliffe?
¿Algún famoso?-
-El que esté en Londres no significa que vaya a toparme a una celebridad
británica. No es como si los famosos aparecieran aleatoriamente por la
ciudad.-
Técnicamente, eso había pasado con Becca. Maxwell Holloway no era
precisamente una celebridad, pero su trabajo era definitivamente famoso y
lo había encontrado aleatoriamente. Decidió mantenerlo para sí misma,
sabía que compartirlo con Hanna sacaría el tema de su nueva novela y no
podía correr el riesgo de incumplir su contrato de confidencialidad con
Maxwell.
Si lo incumples… habrá consecuencias…
La piel en sus brazos se erizó y se pasó la mano encima para aplanarla de
nuevo.
-Te ves muy feliz allá.- Dijo Becca.
-Lo estoy, estoy divirtiéndome mucho aquí.-
De pronto, detrás de Hanna, la puerta del baño de su habitación se abrió y
de ella, salió un atractivo y musculoso joven de su edad, con su cabello rubio
empapado y humedad forrando su esculpido torso. Se trataba de Matthew
Thompson, un viejo amigo de ambas y compañero de viaje de Hanna.
-Veo que realmente te estás divirtiendo.- Comentó Becca con una sonrisa de
oreja a oreja.
Hanna la miró en confusión, y luego siguió su mirada hacia donde se había
posado su vista, los marcados abdominales de Matt.
Las orejas de la chica se pusieron rojas.
-¡Oh dios! ¡MATT ESTOY EN VIDEOLLAMADA!-
-¿Uh?- Matt miró en su dirección y sonrió al ver el monitor.
El musculoso, y al parecer íntimo, amigo de Hanna se acercó a la cámara.
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-¡Becca! ¡Cómo estás!-
-No tan bien como tú, eso está claro, grandote.- Comentó mirando su pecho
desnudo. -¿Estás cuidando bien de Hanna?-
-Totalmente.- Confirmó. -Desde que llegamos, no ha salido de mi vista ni un
segundo.-
-Estoy segura que tú tampoco de la suya, Matt.-
Hanna se cubrió la cara con una mano, Becca casi podía sentir el calor
irradiando de ella desde el otro lado del monitor.
-Matt, estás desnudo.- Dijo Hanna contra su palma.
Matt miró hacia abajo y rió.
-Oops, lo siento.-
-No hay de qué disculparse galán.- Respondió Becca admirando su piel
desnuda. En la preparatoria solía ser mariscal de campo, parecía que ahora
en la facultad de leyes seguía con la disciplina de permanecer en forma.
El rubio señaló sobre su hombro con su pulgar. -Iré por, ya sabes, ropa.-
-Sí, haz eso.- Le aconsejó Hanna.
-Gusto en verte Becca.-
-El gusto es mío.-
Matt salió de su vista y Becca escuchó el sonido de una puerta cerrarse.
Dejando a una sonriente Becca de este lado de la pantalla y a una ruborizada
Hanna del otro lado.
-No.- Dijo Hanna apuntándola con el dedo.
-No iba a decir nada.- Se defendió Becca.
-Su regadera no servía y le permití usar la de mi cuarto, eso es todo.-
-Te digo, que no iba a decir nada.-
Hanna le dedicó su mirada acusatoria que conocía bien desde la primaria. -
No lo necesitas, tu cara lo dice todo.-
-De acuerdo, prometo no decir nada.-
Hanna asintió. -Bien.-
-Nada... más que ¡Matty y Hanny se gustan, se besan, se tocan…!-
Canturreó Becca sin importarle estar en un café.
-Oh dios.- Hanna volvió a cubrir su cara con su mano. -¿Repíteme por qué
eres mi mejor amiga?-
-Porque soy fabulosa.- Respondió la chica encogiendo un hombro. -Y porque
soy la única persona que se sabe de memoria cada dialogo de cada película
de Shrek además de ti que conoces.-
-Son dos motivos validos.- Concedió Hanna, riendo.
-Pero hablando enserio, creo que Matty y tú harían una pareja perfecta.-
Insistió Becca. -Te concentras demasiado en tus estudios, ¡diviértete un
poco!-
-Ya habrá tiempo para eso.- Dijo Hanna. -Por ahora quiero enfocarme en mi
carrera.-
Era entendible teniendo en cuenta su meta final. El sueño de Hanna era ser
una importante abogada, escalar en prestigio y convertirse en la presidenta
de los Estados Unidos. Era una meta ambiciosa y tal vez irreal para otros,

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pero Becca tenía la absoluta certeza de que se volvería real. No conocía a
alguien tan dedicada (o testaruda) como Hanna Campbell.
-¿Qué hay de ti?- Dijo Hanna. -¿Te estás divirtiendo allá en casa?-
La imagen de Maxwell lamiéndose el pulgar al cambiar de página apareció
en su mente.
-Algo así.- Respondió. -He tenido mucho trabajo, eso me ha mantenido
ocupada. De hecho tengo un negocio dentro de media hora.-
-¡Eso es excelente!- Congratuló su amiga. -¿De qué se trata?-
-Una comisión, quieren que haga una pintura, aún no estoy segura de qué
pero por la paga no pienso ponerme quisquillosa.-
-Hablando de pinturas, ¿Ya tienes otra pintura lista para la siguiente
exhibición en Babel?-
Becca experimentó de nuevo esa ansiedad de sentir que el reloj avanzaba y
el tiempo se terminaba. Gracias al éxito que tuvo su pintura pasada, la
administración de la torre le proporcionó una invitación para añadir una obra
nueva en la siguiente exposición, lo cual significaba una gran oportunidad
pero también una responsabilidad muy grande, la gente esperaba que lo que
fuera que estuviera por exponer fuera tan bueno o mejor que lo anterior, lo
que dejaba la expectativa muy alta para Becca.
Tal vez imposible de volver a alcanzar.
Se sacudió el nerviosismo de encima, no tenía tiempo de sentir inseguridad.
-Estoy trabajando en eso.-
-¿Quieres que vuelva a posar para ti?- Ofreció Hanna. -Puedo hacerlo desde
aquí.-
No sería mala idea, su pintura pasada, “La chica en la tormenta” había sido
un éxito gracias a que la tuvo como modelo, pero Hanna estaba ocupada con
sus cursos de verano, además los horarios entre América y Londres eran
totalmente incompatibles.
-Descuida, tengo contratado a un modelo, quiero esta vez tratar con un
hombre.-
-De acuerdo, pero si me necesitas, cuenta conmigo.-
-Lo mismo para ti, Hanny-Hanny.
Sonrieron y bebieron de sus propios cafés. A veces, después de una larga
charla, ambas se quedaban calladas, disfrutando de la compañía de la otra,
era un silencio agradable, uno que Becca solo encontraba en su hermana,
Devora.
-Por cierto, ¿Has visto a Dev?-
-Un par de veces.- Dijo Hanna. -¿La extrañas mucho?-
Su hermana, Devora Walker, era una arquitecta recién graduada que se veía
constantemente involucrada en proyectos grandes, uno de ellos le tomaría
todo el verano en Oxford. Y aunque, le causaba alivio que estuviera tan cerca
de Hanna en caso de que cualquier problema se presentara, el tenerlas a las
dos lejos sólo no se sentía bien.
-Como loca, sin ustedes dos aquí, Los Ángeles es cincuenta porciento más
aburrida.-
-¿Sólo cincuenta?-
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-Sigo en la ciudad, ¿recuerdas?-
-Buen punto.- Hanna suspiró. -Extraño mi casa, pero creo que lo mejor para
mí este verano era pasar un tiempo fuera.-
Becca lo notó, había algo, podía sentirlo en las palabras no dichas de su
amiga. Algo tenía consternada a Hanna, podía verlo en su semblante,
escucharlo en su voz y sentirlo en el aire entre ellas, incluso a kilómetros de
distancia.
-Hanna, ¿está todo bien?- Preguntó Becca.
Su amiga volvió a encontrar su mirada y parpadeó.
-¿Uh? ¡Sí! Todo bien, descuida. Sólo siento nostalgia por volver a casa, eso
es todo.- Su tono le decía que no decía la verdad. -Estaré bien, tengo a Matt
aquí para hacerme compañía.-
Becca la conocía lo suficientemente bien para saber que esa era una mentira,
pero también la conocía lo suficiente para saber que presionar no era la mejor
estrategia, sabía que cuando llegara el momento, se lo diría todo, por lo que
respetaría su privacidad.
-Sea nostalgia o lo que sea que suceda, cuenta conmigo, ¿de acuerdo?-
Hanna sonrió con alivio en sus ojos. -Gracias, Becca.-
-Gracias a ti, Hanny.-
Escucharon la voz de Matt llamar desde el otro lado de la puerta. Hanna miró
el reloj en su muñeca.
-Dios, ya se nos hizo tarde.- Dijo poniéndose de pie muy rápido. -¿Mañana
a la misma hora?-
-Y por el mismo canal.- Dijo Becca. -Despídete de Matt por mí.-
-¡Lo haré!- Dijo tomando su mochila. -Mantenme actualizada con este nuevo
trabajo tuyo.-
-Lo haré, ¡Ve a tu clase!-
Hanna rió cuando Becca le sacó la lengua antes de cerrar su laptop.
Estiró las manos hacia el frente y respiró hondo, conversar con Hanna
siempre la hacía sentir más ligera, como si vaciara sus preocupaciones con
una simple charla rápida juntas.
-¿Era Hanna con quien conversabas?- Escuchó una dulce voz preguntar.
Becca miró de quien se trataba, era Zoey, una empleada regular del café-
biblioteca que Becca y Hanna frecuentaban.
La chica tenía su largo cabello teñido de rubio, contaba un cuerpo delgado
debajo de su uniforme de trabajo y una cara redonda con rasgos orientales
que le daban una apariencia elegante pero a la vez dulce e inocente. Era
tímida y poco conversadora, pero a Becca le parecía realmente adorable, (y
en secreto envidiaba lo perfecta que naturalmente era su piel).
-Así es, ¿cómo lo supiste?-
-Porque solo con ella tienes esa sonrisa tan cálida.- Señaló.
Becca se llevó la mano a los labios, sintiendo la curvatura de su propia
sonrisa.
-Supongo que la extrañas mucho.- Dijo recogiendo su taza vacía.
-Demasiado, pero el verano pasará pronto y nos volveremos a ver. Quizá las
tres podamos volver a visitar la feria del libro este año también.-
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Los ojos de la joven se iluminaron.
-¡Me gustaría mucho! me divertí la última vez.- Algo llamó su atención y la
hizo voltear hacia la mesa vacía opuesta a ellas.
-Qué extraño, no vino el señor de la mesa de la esquina. El hombre con traje.-
Uh, era cierto, el señor Holloway había omitido su café de la mañana.
-¿Te refieres al alto y atractivo?- Inquirió Becca.
Zoey abrió los ojos grande y su perfecta piel de porcelana se tiñó de rosa.
-¡Yo no dije eso!-
Becca rió, su expresión era naturalmente adorable, pero ruborizada lo era
más.
-Yo sí, el señor Maxwell es bastante atractivo.-
-Maxwell…- Repitió Zoey por lo bajo. -Así que ese es su nombre…-
-Sip, Maxwell.-
Zoey se sonrojó más fuerte. Becca sonrió y repitió su nombre.
-Maxwell.-
Su rostro enrojeció una vez más. Entre más repetía su nombre, su cara
alcanzaba un nuevo tono de rojo cada vez.
-¡Basta!- Dijo tocándose la mejilla.
Becca rió.
-Lo siento, eres muy graciosa.-
-Tú no.- Recriminó dándole su recibo. -Te acusaré con Hanna.- Amenazó la
adorable mesera-bibliotecaria.
Oh, oh, Hanna era muy divertida, pero podía ser severa cuando le daba un
sermón.
-Por favor no.- Dijo fingiendo horror. -Sabes que Hanna me aterra cuando se
pone en modo "mamá regañona".-
Zoey rió. -Ni tú te crees eso. Dudo que haya algo a lo que le tengas miedo.-
-Bueno eso es porque no has recibido los regaños de Hanna.-
Ambas rieron y Becca se puso de pie, si no se ponía en marcha llegaría tarde
a la oficina del señor Holloway. Pagó la cuenta, se despidió de Zoey y se
encaminó hacia su nuevo cliente.
-Esta es su oficina.- Dijo el joven asistente del señor Holloway. Un chico de
probablemente su edad con cabello castaño claro y lentes rectangulares. -El
señor Holloway la está esperando.-
-Muchas gracias.- Dijo Becca con educación.
-Una cosa más.- Añadió el asistente cuyo gafete tenía marcado el nombre
de Frederic.
-¿Sí?-
-El jefe puede ser algo… difícil, así que no lo tome personal si es algo áspero
al principio. Es un buen hombre, solo tiene un temperamento que… bueno,
sólo le aconsejo que vaya con cuidado con él, señorita.-
-Anotado, gracias por el dato.- Dijo Becca tomada por sorpresa.
Fred asintió y abrió la puerta para ella.
Al adentrarse se encontró a Maxwell tal y como lo imaginaba, sentado en su
escritorio, ceño fruncido, documentos en sus manos y una fina pluma entre
los dedos. Luciendo como el hombre más ocupado en la tierra.
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Cuando alzó sus ojos, Becca sintió un penetrante escalofrío. Uno que le
gustaría repetir.
-Señorita Walker.- Dijo Maxwell poniéndose de pie. -Puntual como siempre.-
-No suelo llegar tarde a mis compromisos, me desagrada la impuntualidad.-
-Tenemos eso en común.- Comentó el hombre caminando hacia ella.
Llevaba puesto un traje gris y una corbata negra delante de una camisa
blanca. De repente, Becca se sintió mal vestida en sus simples Jeans y su
camiseta negra, pero si se disponía a pintar no podía vestir sus mejores
galas.
-Veo que trajiste tu material para comenzar la pintura.- Dijo el hombre viendo
su mochila detrás de ella.
-Síp, estoy lista para empezar hoy mismo si así lo quiere.-
-Lo preferiría, sí.-
Becca asintió.
-Por supuesto, sólo dígame qué es exactamente lo que desea que retrate.-
-Esto.- Dijo asintiendo hacia la ventana. -La ciudad, quiero que la retrates, al
menos lo que es visible desde estas ventanas.-
Becca miró por el largo ventanal que más que eso, parecía una enorme pared
de cristal. La ciudad de Los Ángeles estaba cubierta por la luz del día, llena
de vida por el agitado vaivén de sus habitantes. Becca podía divisar el mar a
la distancia y la fina línea de arena que lo separaba de la ciudad.
-Quiero que tenga tanto detalle como te sea posible.- Continuó Maxwell. -
Será un regalo para alguien que significa mucho para mí, alguien que ama
esta ciudad. Por lo que te pido que pongas todo tu empeño en esta pintura.-
-Pongo todo mi empeño en cada pintura que hago, señor Holloway.-
-Por supuesto.- Concedió el hombre. -Por eso sé que no hay manos más
capaces para esta tarea que las tuyas.-
Becca determinó los colores que usaría para el azul del cielo y el del mar,
pensó en las mezclas que usaría para capturar la esencia matutina de la
ciudad y en el calibre de los pinceles que utilizaría para trazar los edificios.
Sería un trabajo largo y complejo, pero estaba segura de que podía con esto.
Además no podía rechazar una paga de ese tamaño.
-Entiendo.- Dijo la joven volteando a verlo.-Sólo tengo una pregunta más,
señor Holloway.-
-Adelante.- Dijo Maxwell sujetando su propia muñeca derecha con su mano
izquierda delante de su cinturón. -Dime.-
Becca lo miró directo a los ojos.
-¿Por qué ha estado siguiéndome?-
CAPÍTULO VII
MAXWELL HOLLOWAY
Escribir era la mejor terapia para Maxwell Holloway, el simple proceso le
fascinaba, cocinar historias en su cabeza y posteriormente plasmarlas en
letras que se transforman en palabras y esas palabras en oraciones y en
párrafos que terminan convirtiéndose en un libro. Para él las palabras eran
como bloques que le permitían edificar historias, era una experiencia
indescriptible.
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Había algo fascinante en crear un mundo desde cero, diseñar sus personajes
y dictar sus destinos, le proporcionaba cierto... control, uno que disfrutaba
ejercer. Un control que ni siquiera el que obtenía en la cama podía sustituir.
Podía tener billones en el banco y miles de propiedades por todo el mundo
pero nunca se sentía tan poderoso como cuando ponía su pluma en el papel.
Por eso era tan importante para él volver a escribir, para recuperar ese poder
perdido. Ese era su motivo para mantener a Becca cerca, para finalmente
romper este bloqueo que le impedía hacer lo que más disfrutaba.
Pensó poder mantener ocultas sus intenciones, pero la chica era inteligente
y muy perceptiva. No había manera de que pudiera mantener ese secreto de
ella.
Becca alzó una delgada ceja, esperando respuesta.
Maxwell procedió con meticulosidad, necesitaba a la chica cerca o de lo
contrario se arriesgaba a tal vez jamás poder terminar su saga.
No le restaba opción. Le cedería la verdad, o al menos una parte de ella.
-Desde cierto suceso, he sido incapaz de redactar una oración completa
cuando se trata de mis historias, y aunque sé la causa, desconozco
exactamente el motivo. Durante años estuve buscando una solución a este
problema.- Explicó. -Terapia, meditación, nada sirvió. Pero desde que nos
conocimos en la exposición de arte en Babel he podido escribir sin
problemas, pero sólo en selectas ocasiones, no me tomó mucho tiempo
descubrir el motivo de estos lapsos de escritura.-
Metió las manos en sus bolsillos.
-Tú.-
Las cejas de la chica se curvaron. -¿Yo?-
Maxwell asintió. -Después de nuestro primer encuentro pude escribir una
página, después del segundo pude escribir tres. Después de nuestra cita en
la librería escribí todo un capítulo. El común denominador en todas esas
ocasiones has sido tú; por lo tanto, traté de frecuentar el mismo café que tú,
para poder escribir tanto como me fuera posible. Porque por algún motivo, tu
presencia me permite escribir.-
La verdad estaba ahí, solo quedaba ver como la tomaba.
-¿Cómo... una musa?- Preguntó la chica.
-¿Te incomodaría si respondo que sí?-
Maxwell esperó con anticipación su respuesta.
-Por supuesto que no, en realidad, me halaga.- Respondió. -Ser la musa de
mi autor favorito no suena nada mal. Además entiendo lo que es encontrar
inspiración en lugares inesperados. Con gusto le ayudaré en lo que pueda si
eso significa que continuará con Alexander Knight.-
Maxwell no esperaba una respuesta tan positiva, pero la aceptó con gratitud.
-Lamento haberlo mantenido en secreto. No quería arriesgarme a perder la
oportunidad de escribir.-
-Entiendo, sólo de ahora en adelante, por favor sea más abierto al respecto
conmigo.- Dijo la joven.
-De acuerdo.-

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YES, DEDDY LEYVA
-Sólo dígame una cosa más.- añadió Beca. -Me contrató para hacer el retrato
porque me quería cerca para terminar su novela o porque realmente
necesitaba de mis servicios.-
-Ambos.- Respondió con total honestidad. -Aunque quiero dejar en claro que
aun de negarte o de no tener ese efecto que tienes sobre mi escritura
igualmente te hubiera contratado, como te dije esta pintura es muy
importante para mí y no considero las manos de nadie sean más capaces
que las tuyas para esta tarea.-
-Entiendo.- Dijo la chica.
-Entonces.- Extendió su grande mano hacia ella. -Creo que tenemos un
trato.-
Becca aceptó su mano y sonrió.
-Tal parece que sí, señor Holloway.-
REBECCA WALKER
Y así Becca instaló su lienzo sobre una sábana blanca en la oficina contra el
ventanal y puso manos a la obra. Maxwell también y durante la tarde, se
dedicaron a trabajar en sus propias obras. A Becca le relajaba escuchar el
tecleo de Maxwell, se preguntaba qué clase de escenas estaba escribiendo
para su novela, qué estaría pasando en el universo de Alexander Knight en
ese instante mientras pintaba. No tenía idea de qué podría pasar.
Al segundo día la tuvo.
-Señor, Holloway, solicitan su presencia en la sala de conferencias.- Había
anunciado Fred, su asistente personal.
-Con permiso.- Dijo Maxwell poniéndose de pie.
-Propio.- Respondió Becca viéndolo partir.
Viéndolo dejarla con su computadora encendida y su documento Word
abierto.
No lo hagas... Se dijo a sí misma. Respeta su privacidad...
Tanto su conciencia como ella sabían que terminaría echando un vistazo.
Por eso Hanna era su conciencia, cada que iba a cometer una estupidez,
escuchaba su voz.
Pero ella no estaba cerca, tampoco Maxwell.
Además, soy su fuente de inspiración, creo que merezco un vistazo, sólo uno
rápido. Se prometió.
Se limpió y secó las manos y se aproximó a la computadora, se inclinó hacia
el frente y guardó los mechones de cabello que bloqueaban su vista detrás
de su oreja derecha. Con el corazón agitado leyó las palabras del señor
Holloway.
A veces, le sorprendía a Alexander lo bien que se comunicaba con Yura con
sólo los ojos. Con la mirada, la joven chica le ordenó que relajara el cuerpo.
Alexander obedeció y dejó caer sus manos en el sofá. El silencio entre los
dos era uno que no había experimentado con nadie, uno denso y cálido que
lo abrazaba por completo.
Yura hizo sus pantis a un lado y pegó su delicioso sexo contra el suyo,
dejando el tronco de su polla erecta justo en medio de sus labios vaginales y
la punta de su glande justo en su clítoris. Yura posó sus manos en sus
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YES, DEDDY LEYVA
hombros y movió sus caderas en lentos y deliciosos círculos
mientras cerraba los ojos. Quedos gemidos se escaparon de su boca.
Alexander se permitió gozar del indescriptible placer que le provoca sentirla
dándose placer con su polla. Sentirla derretirse en él...
Becca escuchó pasos del otro lado de la puerta y se preparó para huir. Se
relajó cuando siguieron de largo.
Este sería un buen momento para parar... Pensó.
Por supuesto no lo hizo.
De repente sus manos estrujaron sus hombros con fuerza, su cuerpo
comenzó a estremecerse y abrió los ojos. Alexander reconocía muy bien esa
reacción. Estaba por correrse. A pesar de estar cerca del clímax ella no
aumentó el ritmo de sus caderas, lo mantuvo lento y constante.
Fueron solo cuestión de segundos para poder deleitarse con la imagen divina
de su cara consumida en placer máximo a solo centímetros de la suya. Sintió
su ardiente intimidad temblando sobre él, sus jugos empapando su polla y
resbalándose por entre sus muslos. Yura era la mujer más húmeda que
jamás he follado y eso lo enloquecía.
La chica se tomó unos breves segundos de descanso para esperar a que su
cuerpo se recuperara del orgasmo que acaba de gozar y aprovechó para
llenar su cuello de exquisitos besos.
Sus pequeñas manos recorrieron su pecho y abdomen con la misma
suavidad con la que sus labios aplicaban besos contra su cuello.
Yura sacó su lengua y la deslizó por su cuello hasta llegar a su oreja a la cual
mordisqueó con sutileza. Alexander experimentó la lujuria recorriendo cada
vena en su cuerpo, siendo bombeada hacia su pulsante erección ansiosa por
ser tocada por ella.
Como si de algún modo leyera sus pensamientos, Yura sujetó la base de su
polla y la estrujó haciendo que un gemido se escapara de su boca, ella, dirigió
la punta de su miembro a la estrada se su intimidad ansiosa por ser invadida
por él.
-Ya somos dos, amiga...- Susurró Becca juntando los muslos, sintiendo la
humedad de su propio sexo empapando sus pantis.
¿Esto es lo que inspiro en el señor Holloway? Se preguntó echando otro
vistazo paranoico hacia la puerta. Cuando no hubo moros en la costa retomó
la lectura.
Lentamente se empaló en su polla mientras, fascinado, observó cómo se
fundía en su apretado interior.
Una vez que estuvo completamente dentro de ella, Alexander subió la mirada
y se topó con sus ojos, se inclinó hacia al frente y le beso los labios con
pasión. Tomó sus suaves mejillas entre sus manos mientras sus bocas, al
igual que sus genitales, se volvieron uno con lujuria.
Dios, quería beberse a esa chica, quería comérsela, quería inyectársela en
la sangre y tatuársela en la piel. Alexander quería...
La perilla de la oficina giró y Becca dio un brinco.

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YES, DEDDY LEYVA
De inmediato se apartó de la computadora y escritorio y volvió a su lugar
frente a la ventana. La puerta se abrió justo cuando ella ya estaba parada
frente a lienzo y el señor Holloway emergió de ella.
-Olvidé mi USB.- Explicó desconectándolo de la computadora.
-Suerte en su conferencia.- Dijo Becca pretendiendo que no estaba húmeda
y caliente por haber leído sus palabras de manera furtiva.
La puerta se cerró y Becca suspiró.
Se había salido con la suya. Miró hacia el monitor pero la pantalla estaba
apagada. No habría más lectura de momento.
Y así fueron sus tardes a partir de ese día, ocupadas en esa pintura. Iba a
ser amplia y detallada por lo que le tomaría un par de días poder finalizarla.
No tenía prisa, en tanto no interviniera con sus otros proyectos estaba bien.
A Maxwell parecía no molestarle tampoco su compañía, cuando no
desempeñaba su papel como jefe, lo hacía como escritor y trabajan en
silencio.
En su estadía, conoció a Alistair Ferrara, un atractivo hombre italiano de la
misma edad que el señor Holloway de cabello castaño, ojos verdes y
hombros anchos. Con su sonrisa coqueta y carisma lubricando su lengua
solo bastaron un par de palabras intercambiadas para que Becca
determinara que le agradaba aquel hombre. Pronto se enteró que era el
editor personal del señor Holloway y uno de sus amigos más antiguos.
-No le confío mis novelas a nadie más que a él, Alistair entiende el significado
de las escenas que escribo y sabe como editarlas de modo que ese
significado no se pierda. No conozco hombre más eficiente que él.- Le había
explicado Maxwell.
También conoció a Lucy, secretaria personal del señor Ferrara, quien
curiosamente siempre portaba con una particular sonrisa cada que salía de
su oficina.
También notó algo que la tenía sorprendida. Cada que el señor Maxwell
pisaba un piso, reinaba un silencio glacial por el lugar, todos los empleados
exceptuando Alistair y Lucy, se veían tensos en presencia de Maxwell, Beca
casi podía respirar la ansiedad que emitían los presentes.
Es como si todas estas personas le temieran. Pensó en una ocasión que
caminó a su lado hacia su oficina. No entendía el motivo, si bien, Maxwell
tenía un aura imponente y un semblante rudo, no lo consideraba como
suficiente motivo para intimidarse por él.
Le tomó cinco días entender el motivo. Maxwell era un cretino.
Maxwell respondía con sequedad y ordenaba con frialdad. Sus instrucciones
sonaban a demandas y sus gracias sonaban vacías. Sabía que era un
hombre callado, pero no pensó que fuera un jefe hostil, trataba a las personas
bajo su cargo como si fueran de su propiedad y como empleados.
La paga debe ser buena como para que acepten soportar a un jefe
así. Pensó Becca.
No le tocó recibir ninguna hostilidad de su parte, pero sí que presenció varias
hacia el resto de los empleados. Muchas veces estuvo a punto de intervenir,
pero sabía que no sería prudente.
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No te entrometas, no es tu asunto, estás aquí para cumplir tu trabajo, nada
más. Se repetía cada vez que veía alguien temblar bajo sus órdenes o cada
que lo veía ladrar hacia alguien que no hacía algo bien.
No te entrometas, cumple con tu trabajo. No te entrometas, cumple con tu
trabajo...
No podía perder este empleo, enserio necesitaba el dinero
Desafortunadamente para ella, nunca fue buena filtrando lo que salía de su
boca.
Al sexto día después de haber sido contratada, Becca explotó.
Fue en su hora de salida, después de guardar sus cosas y ver a Maxwell
regañar Fred, su interno, por cometer una falla al llenar una nómina. El pobre
interno parecía haber perdido todo color en su rostro.
-¡Hay cientos de jóvenes queriendo ocupar tu puesto en este instante!
¡cientos!- Dijo Maxwell. -¡Tu falla me hizo perder miles de dólares!- Su voz
hacía vibrar el lugar entero. -Vuelve a cometer otro error así y no te molestes
en volver.-
-No estaba seguro del orden que debía llevar.- Musitó con voz temblorosa.
-Debiste preguntar.- Espetó Maxwell.
-Tal vez habría preguntado si no lo intimidaras con ese tono.-
Entonces, el silencio reinó en la oficina.
Maxwell volteó a verla, Fred también.
El interno la miró con horror, como si acabara de blasfemar en pleno paraíso
o invocar al mismo demonio en la tierra. Probablemente exactamente eso
hizo. Becca sintió el peso de la mirada de Maxwell encima de ella, pero no
flaqueó ni un poco, su orgullo y su coraje en ese momento mantenían su
mentón arriba.
-Fred, danos un momento a la señorita Walker y a mi, por favor.- Dijo con
gélida serenidad.
Fred tragó saliva y asintió, le dio una última mirada a Becca que decía sin
palabras "fue un gusto conocerte, gracias" y salió de la oficina.
El aire se volvió pesado, pero aun así no bajó la mirada, la mantuvo firme en
la de Maxwell.
-¿Hay algo que quieras decir, jovencita?-
-Lo hay.- Dijo cruzando los brazos. -No creo que esa sea la forma de tratar a
sus empleados.-
El hombre apartó las manos de su escritorio y las llevó a su cintura, postura
que, si Becca no se sintiera tan furiosa, encontraría muy sexy.
A quien engañaba, incluso ahora, consumida en furia, Maxwell le parecería
abrumadoramente apetecible.
Maxwell irguió la espalda, tomando una postura tan dominante como
desafiante.
-¿Acabas de decirme como hacer mi trabajo?-
Ahora Becca enserio veía porqué todos se intimidaban en presencia de
Maxwell. No le importó.
-Lo hice.- Dijo con firmeza.
Su repentina compostura sólo lo hizo más aterrador.
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-Discúlpame, jovencita, pero dudo que sepas algo sobre dirigir una
compañía.- Comenzó el hombre con voz calmada pero hostil. -Puede que te
parezca demandante pero se necesita de orden y control para lograr
mantener a una compañía a flote todos los días. Aún más una de este
calibre.-
Becca sintió ese comentario como un gancho al hígado, incrementando su
furia.
-No. Una cosa es ser demandante o estricto y otra es ser hostil.- Tomó su
bolsa con sus materiales y la colgó sobre su hombro. -Y tiene razón, no sé
nada sobre dirigir una empresa, pero sé sobre tratar a los demás con respeto.
Y por lo que he visto estos últimos tres días, no le vendría mal aprender un
poco de eso.-
Se dirigió hacia la puerta.
-¿Sabe? siempre me han dicho que nunca es bueno conocer a nuestros
héroes en persona, creo que ya veo por qué.- Dijo sobre su hombro antes de
salir. -Buenas noches, señor Holloway.-
Cerró la puerta tras ella, sintiéndose satisfecha de ponerlo en su lugar.
Y completamente segura de que estaba despedida.
-Y luego me dijo.- Becca se aclaró la garganta e hizo su mejor imitación de
una voz masculina. -¿Acaso acabas de decirme como hacer mi trabajo?-
-No.- Dijo Zoey desde el otro lado del mostrador, secando una taza de café.
-¡Sí!- Dijo Becca bebiendo lo que le quedaba de su malteada de chocolate. -
Tengo úlceras en la lengua de tanto mordérmela durante toda la semana, te
lo juro.- Resopló frustrada. -Debí ponerle un alto antes.-
-¿Piensas renunciar?-
-Definitivamente. No puedo quedarme y seguir viendo cómo maltrata a sus
empleados. Después de lo que le dije probablemente me despida de todos
modos, prefiero ahorrarle la satisfacción.-
-Es una pena.- Comentó Zoey retirando su plato. -Estoy segura de que ese
dinero te hubiera servido, con el semestre que se avecina y tu curso de
verano.-
-Créeme, no hay cantidad de dinero suficiente que haga que quiera trabajar
para ese hombre.-
-Pobre hombre, para forjar un carácter así, seguro ha pasado por cosas muy
difíciles.-
-Igual que yo, e igual que el resto del mundo, pero no me ves siendo horrible
con los demás.- Bueno, sí podía ser bastante horrible, pero solo con la gente
que se metía con Hanna. -ningún pasado trágico o estatus social le da el
derecho a nadie de tratar a los demás como basura.-
-Buen punto, ¿Otra malteada?- Ofreció la chica.
-Esta vez de vainilla por favor.- Pidió, sintiendo la adrenalina disminuir por su
cuerpo. -Le truena los dedos a sus empleados ¿Quién hace eso? ¿Quién se
cree para comportarse así?-
-Enserio debió molestarte mucho su actitud.- Comentó Zoey vaciando dos
bolas de helado de vainilla en la licuadora. -No te había visto así de enojada
antes.-
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-¿Puedes culparme? después de lo que presencié esta semana me extraña
no haber explotado antes. Estoy segura de que rompí un récord personal allá
atrás.- Jaló aire, de nuevo la adrenalina comenzó a fluir.
Maxwell Holloway, ¿Cómo consigues ponerme así?
-No exagero, hablo enserio cuando te digo que Maxwell Holloway es un...-
-Maxwell Holloway es un ¿Qué exactamente, señorita Walker?-
El glacial tono de esa masculina voz era algo característico en un hombre y
sólo en un hombre.
Zoey se puso roja.
Becca se puso pálida.
Maldición.

CAPÍTULO VIII

REBECCA WALKER
Por supuesto que iba a estar detrás de mí... pensó Becca. Por supuesto iba
a escuchar todo lo que dije...
Becca se dio vuelta y en efecto, era Maxwell Holloway.
Y por supuesto se tenía que ver increíble... se lamentó.
-¿No te enseñaron tus padres que es de mala educación hablar de otros a
sus espaldas?-
Dijo con mirada severa y penetrante pero las manos calmadamente
guardadas en los bolsillos de su pantalón.
-¿Y no le enseñaron a usted que escuchar conversaciones ajenas es de mal
gusto?-
Becca escuchó a Zoey tragar saliva.
La expresión de Maxwell no cambió.
-Al pórtico. Ahora.- Dijo con tono autoritario antes de dirigirse a la salida del
establecimiento.
Su tono fue tan firme y severo que Becca no tuvo más opción que obedecer.
Iré pero sólo porque yo quiero... pensó. Aprovecharía el momento para
mandarlo al diablo de una vez.
Lo siguió a la salida, Maxwell sostuvo la puerta para ella y el sereno de la
noche entró en contacto con sus brazos y piernas desnudas. Hannah era la
que se encargaba de recordarle que usara abrigo durante las noches a la
intemperie.
En el pórtico, las mesas y sillas estaban vacías, parados bajo la luz de la
luna, eran los únicos en ese espacio.
-¿Y bien? ¿Para qué me trajo aquí?- Preguntó la chica cruzando los brazos.
-¿Quiere mejor luz para poder ver mi cara mientras me despide?-
De nuevo no pudo leer su expresión, le pareció irónico, durante años había
leído sus palabras pero era incapaz de poder leer su rostro.
-No te traje para despedirte, te traje para hablar de lo que pasó hoy. Hay algo
que quiero de ti.-

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¿Acaso querrá que pida perdón? La sangre de Becca volvió a hervir. Si
esperaba una disculpa saliera sus labios, esperaría sentado, porque no iba
a proporcionarle una ni ahora ni en un millón de años.
-¿No querrá que me disculpe por lo que dije? porque no será así, dije la
verdad y no me arrepiento de ello.-
El hombre la miró en silencio, esta vez parecía no tratar de intimidarla con
los ojos, parecía más estar... analizándola.
-No te estoy pidiendo que me des una disculpa, te estoy pidiendo que me
hagas un favor.-
¿Un favor? Becca no estaba entendiendo.
Al ver su confusión Maxwell exhaló.
-Lo que dijiste hoy esta tarde antes de irte, las palabras que salieron de tu
boca, las repetí una y otra vez en mi cabeza. Y me dí cuenta de que lo que
dijiste y como lo dijiste, me recordó a alguien, alguien que se encargaba de
hacerme notar cuando estaba siendo...- El escritor suspiró una vez más.
-Escucha, no soy un hombre sencillo de tratar. Siempre he tenido un
temperamento... complejo. Pero siempre he tenido a alguien que esté ahí
para hacerme notar cuando estoy sobrepasando el límite. Necesito que
cumplas esa función para mi, al menos en lo que terminas la pintura.-
Maxwell recargó su espalda baja contra el barandal de madera y cruzó los
brazos delante de su pecho. Ya no tenía puesto su saco por lo que su camisa
blanca se abrazaba a las ondulaciones de los músculos en sus brazos y
hombros, haciéndolo ver más poderoso e intimidante de lo que usualmente
lucía. Becca se preguntó sobre qué había detrás de la tela blanca de esa
camisa.
-Estoy tratando de ser una mejor persona por alguien que significa mucho
para mi y estoy seguro de que si me viera actuar de la forma en la que tu me
viste comportarme hoy opinaría lo mismo que tú. No quiero eso, por lo que
me sería de mucha ayuda que me apoyes haciéndome saber cuando estoy
siendo áspero o grosero.-
Becca frunció el ceño. -¿Esperas que sea tu cretinómetro?-
-Si quieres ponerlo de esa forma, sí.-
Parecía sincero, parecía realmente querer cambiar su proceder.
-Espero que aceptes continuar trabajando para mí.- Separó sus brazos y le
ofreció su mano abierta. -Y que aceptes mis disculpas, no debí hablarte como
lo hice en la oficina. No volverá a suceder.-
Maxwell no parecía la clase de hombre que hacía su orgullo a un lado y
ofrecía disculpas seguido. Becca admiró eso. Ella misma tenía dificultad para
ignorar su propio orgullo, pero su disculpa sonaba sincera y su
arrepentimiento genuino.
Tomó su mano y la estrechó, sintiendo una vez más esa inexorable
electricidad entre los dos.
-Estamos bien.-
-No has respondido si deseas seguir trabajando para mí.-
-Porque aun no lo decido.-

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Una cosa era la promesa de actuar diferente, pero otra era realmente
cumplirla, ¿Maxwell realmente corregiría su comportamiento con ella como
guía? Era algo que debía pensarse antes de aceptar.
-Prometo pagarte extra por ser mi brújula moral.- Respondió Maxwell. -Puedo
incluso duplicar el precio ya establecido por la pintura o triplicarlo. Tu pide.-
Okey... ¿cómo decir no a esa oferta?
-De acuerdo, lo haré, señor Holloway.- Respondió la chica. -Con gusto seré
su brújula moral.-
Rebecca Walker, artista-musa-brújula moral/cretinómetro, la chica se
preguntó si seguiría subiendo de rango conforme pasaran los días. Una cosa
era segura, lo único esperable de ese hombre era lo inesperable.
Así transcurrieron sus días, de vuelta al ruedo, Becca creando arte con
pintura y Maxwell con letras, trabajando en cómodo silencio en la misma
oficina. La chica continuó pintando rememorando unas suyas palabras en
específico.
Estoy tratando de ser una mejor persona por alguien que significa mucho
para mi... La curiosidad le picó la nuca, ¿De quién se trataría esa persona?
¿Un amor actual? ¿Un amor del pasado? Era claro que no estaba desposado
dada la falta de anillo en su dedo pero... ¿Había alguien por quien el corazón
de Maxwell Holloway latiera?
Dejó esas preguntas bajo la alfombra, no era su asunto, sólo debía trabajar
en la pintura, luego se iría. Ocasionalmente el hombre se exacerbaba por su
natural carácter, pero bastaba una mirada de Becca para hacerlo calmar.
-¿¡Dónde están los registros contables que te pedí anoche!?- Exclamó una
tarde a uno de sus empleados del departamento de contaduría.
La contadora parecía preferir ser consumida por la tierra y refugiarse en el
infierno que afrontar al señor Holloway.
-Yo... yo... hice el registro pero... pero...-
Becca apartó la mirada del lienzo y se aclaró la garganta en su dirección.
Maxwell cerró los ojos y respiró hondo para después volver a abrirlos.
-Dime donde tuviste dificultades.- Dijo con más calma. -Te ayudaré.-
La mujer pareció sorprendida y aliviada al mismo tiempo.
Becca sonrió complacida.
-A... aquí están los documentos que solicitó, también preparé la sala de
conferencias para su junta de las seis.- Había anunciado, Fred, su asistente
personal otro día.
-Bien.- Dijo Maxwell sin siquiera apartar la mirada del monitor de su
computadora.
-De acuerdo.- Dijo Fred dándose la vuelta para irse.
Becca se aclaró la garganta.
Maxwell volteó a verla.
-Reforzamiento positivo, hablamos sobre esto, ¿Recuerda?- Le susurró.
Maxwell la miró con ojos cansados. -¿Tengo qué?-
Becca asintió definitiva. -El cretinómetro ha hablado.-
Maxwell cerró los ojos, se acarició el puente de la nariz y suspiró.
-Frederick, ven un momento.-
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El asistente, que ya se encontraba afuera de la oficina, se dio la vuelta, y
caminó de regreso, claramente temeroso de recibir alguna corrección o
regaño.
-¿Sí, señor Holloway?-
Maxwell miró a Becca y luego lo miró directamente a los ojos.
-Excelente trabajo, estos días has sido eficiente y agradezco eso. Tu trabajo
han sido impecable.-
Fred, tomado por sorpresa sonrió ampliamente. -¿En serio lo cree?-
Maxwell asintió. -Sigue así y llegarás muy alto en esta compañía.-
-¿Cómo a un aumento?-
-No tientes tu suerte, jovencito.-
El chico salió de la oficina caminando en alto, revitalizado por las palabras
de Maxwell. Becca sonrió y alzó su pulgar hacia Maxwell y por un breve
segundo, juró que sus labios formaron una muy, muy sutil sonrisa.
-De saber que sólo te necesitaba a ti para controlar su carácter te habría
traído aquí hace semanas.- Comentó Alistair en una ocasión en la sala del
café.
-Lo hago gustosa.- Había respondido dándole un sorbo a su taza.
Y hablaba en serio, se sentía extrañamente bien domar a un hombre tan
adicto al control. No sería un trabajo fácil, pero ambos harían su mejor
esfuerzo.
-¿Por qué las películas de Alexander Knight fueron tan buenas pero la serie
de Netflix tan... diferente?- Preguntó una tarde Becca mientras caminaban
hacia la oficina, a través del enorme edificio de Maxwell.
-Estuve más envuelto en la saga de películas.- Explicó. -Escribí el guión yo
mismo con ayuda de Alistair y se me consultó en la toma de decisiones para
su adaptación, por lo que pude evitar cada vez que el director quería cambiar
algo de la historia, para cuando inició la serie, ya estaba en el punto máximo
con mi editorial por lo que no pude envolverme mucho en el proyecto.-
-Y por eso terminó siendo un desastre completamente diferente al libro.-
-Exacto.-
Se sentía bien poder saber esos pequeños detalles sobre su saga literaria
favorita, se sentía aun mejor tener la confianza de preguntarle al respecto a
Maxwell.
-Alexander Knight y Nicholas Phoenix tienen química.- Comentó Becca otra
tarde mientras pintaba en su oficina. -Siempre los empareje en mi cabeza.-
Ambos personajes eran rivales naturales, como Harry y Draco. Siempre
teniendo puntos de vista diferentes, siempre convergiendo en la historia.
Existía inevitable tensión entre ambos cuando compartían página.
-Creo que habrían sido increíbles como pareja.-
Max no levantó la mirada de la pantalla pero paró de teclear.
-Lo consideré por un tiempo.- Reveló.
Una sonrisa tiró de los labios de la joven. -¿¡Enserio!?-
Él asintió. -En el cuarto libro, después de que la torre Space Needle de
Seattle explotara. Al final decidí desistir de esa idea, no sabía si se sentiría
forzado.-
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-Habría sido épico.- Dijo Becca.
-¿Lo crees?-
-Absolutamente, a las chicas nos encanta leer sobre gays enamorándose.-
Max continuó tecleando.
-Lo consideraré para mi próxima saga.-
-¿Habrá una próxima saga?-
-Probablemente, dependiendo de cómo le vaya al libro final de esta.-
Becca enserio esperaba que bien, moría por leer lo que fuera que la mente
y los dedos de Maxwell Holloway o M. Lylahoow tuvieran que ofrecer.
CAPÍTULO IX
REBECCA WALKER
Becca aplicó los últimos círculos a su clítoris y se mordió el labio. Los dedos
de su mano sujetando el libro se hundieron en el papel, cerró los ojos y por
milésima vez se corrió para Alexander Knight, esta vez sabiendo que también
estaba corriéndose para Maxwell Holloway. El saber que esas palabras
habían sido escritas por Maxwell solo hacía la historia aún más erótica para
ella y su orgasmo más intenso.
El agua caliente de la tina fue exactamente lo que su cuerpo desnudo en
recuperación posterior al placer necesitaba, Becca se derritió en la tina
sintiendo las endorfinas hacer su magia a través de su cuerpo. La chica salió
del baño con una suave bata en su cuerpo y el libro en mano. Lo dejó caer
sobre su cama y se recostó a su lado. Pasó sus dedos por la portada, por
encima del seudónimo de Maxwell, preguntándose ¿Qué sentiría cuando
leyera el nuevo libro sabiendo que ella había sido su inspiración?
Probablemente terminaría convulsionando de placer sobre la cama.
Como un chocolate, cuando se trataba de la escritura de Maxwell, una
probada no era suficiente, así que tomó el libro y buscó entre las páginas la
primera escena sexual que encontró y comenzó a leer hasta que sus ojos se
cansaron.
Los cerró y dejó caer el libro abierto sobre su abdomen. Imaginó a Alexander
Knight parado al lado derecho de su cama desvistiéndose, y a Maxwell
haciendo lo mismo del lado izquierdo. Ambos con sus ojos sobre ella,
deshaciéndose de sus sacos, de sus corbatas y posteriormente de sus
camisas, terminando con sus prendas inferiores. Los imaginó subiendo a la
cama, haciéndole compañía, prometiéndole toda clase de obscenidades al
oído y posteriormente cumpliéndolas sobre su cuerpo.
Ambos hombres eran dos caras de la misma moneda. Becca determinó las
similitudes y diferencias entre los dos. Ambos eran testarudos y autoritarios,
pero Alexander era más serio, más sigiloso, Maxwell era más verbal con lo
que decía y se imponía ante los demás sin sutilezas. Le pareció un contraste
muy particular.
Se preguntó si Maxwell también tenía esos escapes literarios al igual que
ella, si tomaba las novelas eróticas que poseía, se acostaba sobre su cama,
se sacaba la polla y se perdía en el placer de los personajes. Sus muslos
temblaron antes de cerrarse ante esa imagen.

56 MONY y GABY LEYVA


YES, DEDDY LEYVA
Aquí tienes mi número, por cualquier cosa... Recordó haber recibido su
número telefónico al final de su primera semana trabajando para él. Se
cuestionó si sería prudente usarlo.
Como siempre, no le dio mayor pensamiento y sólo actuó como quiso.
Muéstrame el tuyo y te muestro el mío. Escribió después de enviar una foto
de su librero que yacía opuesto a su cama.
Estaba orgullosa de su librero, había acomodado sus libros por gamas de
colores, haciendo con los lomos de los mismos un lindo arcoíris. El borde
superior estaba adornado con guirnaldas de luz dorada que iluminaban los
estantes desde arriba y había esparcidas entre los estantes pequeñas figuras
funko de diversas sagas literarias que Hannah le había obsequiado durante
los años. Había un Harry Potter, un John Snow y un adorable Alexander
Knight al lado de una Katniss Everdeen.
Se levantó para cambiar su bata por un cómodo pantalón de pijama y una
camiseta de Alexander Knight que la madre de Hannah le regaló en su
cumpleaños.
Cuando volvió tuvo respuesta del señor Holloway.
Mi humilde colección. Era el encabezado.
La foto adjunta la dejó boquiabierta.
La imagen era de una vasta biblioteca de dos pisos repletos con altos libreros
y amplios pasillos cubiertos por la cálida luz de lámparas. Un piso con losetas
blancas y negras que simulaban un tablero de ajedrez y cientos y cientos de
libros distribuidos ordenadamente en cada estante.
-Dios mío.- Susurró fascinada.
Paseando la mirada por la imagen, encontró algo que le quitó el aliento a un
más que la biblioteca en sí. Entre los libreros, hasta el fondo del pasillo, había
un espejo, lucía rústico y artístico, como una costosa antigüedad; reflejado
en él, Becca podía ver la mitad del cuerpo de Maxwell, sujetando la cámara
de su celular delante de su mentón. En la foto, vestía únicamente un pantalón
de pijama gris... y ninguna otra cosa.
El espejo estaba demasiado lejos como para ver a detalle, pero era
apreciable que el hombre estaba en forma. Becca tuvo únicamente en su
visión la mitad de su torso desnudo, pero fue suficiente para alterarle las
hormonas.
Fue completamente involuntario, era obvio, eso no la detuvo de apreciar la
porción de piel expuesta, la mitad de su abdomen marcado justo debajo de
su pectoral izquierdo y su fuerte brazo conectado al resto de su firme torso.
La miró durante un largo rato hasta que cerró la imagen sintiéndose como
una pervertida, y aunque lo era, prefirió no mirar.
Es una colección impresionante. Dijo sinceramente. Lo admito, la suya
venció a la mía.
Becca vio tres puntos suspensivos rebotar en la pantalla.
No es una competencia. Respondió el hombre antes de añadir: Pero sí.
Gané.
Becca rió sacudiendo la cabeza.
Usted es un hombre muy competitivo, señor Holloway.
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Tres puntos suspensivos.
Y me enorgullezco de eso.
Becca sonrió, a pesar del áspero comienzo que tuvieron al trabajar, en serio
le agradaba ese hombre. Su seguridad, su ambición, incluso un poco cuan
estricto podía ser, hasta cierto punto claro. Le hacía querer desafiar ese
control, estirar sus límites y ver qué consecuencias venían con eso. Becca
siempre tuvo gusto con desafiar figuras de autoridad, era natural en ella
romper reglas, necesitaba de Hannah para controlar eso, ella era la que las
seguía al pie de la letra, por eso juntas eran tan buen balance.
¿No deberías estar dormida? ¿Qué te mantiene despierta? Preguntó el
hombre.
Los orgasmos que sus palabras me provocan...
Soy una criatura nocturna. Respondió.
Las chicas de tu edad deben dormir temprano. El hombre escribió. Duerme.
Mañana te explotaré al máximo, es cierre de mes y suelo ponerme muy hostil,
necesitaré de tus servicios como brújula moral.
Cretinómetro. La chica corrigió.
Lo que sea. Duerme.
-Sí, Daddy...- Respondió por lo bajo, tentada a escribir esas dos palabras.
En lugar de ellas escribió un simple:
Buenas noches señor Holloway.
Los tres puntos aparecieron, desaparecieron y volvieron a aparecer.
Buenas noches señorita Walker.
Esa noche, Becca soñó con el trío más erótico entre Maxwell Holloway y
Alexander Knight. Evidentemente, despertó a la mañana siguiente con una
amplia sonrisa.
Becca miró el reloj y la punta de su pie comenzó a golpetear contra el suelo.
-Ya está dos horas tarde...- Dijo impaciente revisando una vez más su
bandeja de mensajes en su celular.
Su modelo, cuyo cuerpo encajaba perfectamente con lo que necesitaba para
comenzar su pintura, estaba haciéndola perder el tiempo, tiempo del que no
disponía porque la fecha de entrega estaba a la vuelta de la esquina.
El consejo está impaciente por ver que tienes preparado para la torre. Había
sido el mensaje que Emma, la administradora de los eventos en Babel, le
había enviado días atrás despertando de nuevo su ansiedad por cumplir, no
solo con la fecha de entrega, sino con las expectativas de todos.
Sin la pintura del señor Holloway en su horario, ya no tenía excusa para
procrastinar su pintura para la torre de Babel, debía poner manos a la obra y
rápido.
Tocaron a la puerta y sintiendo alivio, corrió de inmediato a abrir.
Conteniendo las ganas de regañar hizo girar la perilla y al abrir reveló a
Maxwell del otro lado de la puerta, vistiendo un traje azul marino en esta
ocasión.
-Señor Holloway, ¿Qué hace aquí?-
El hombre la miró desde arriba, Becca se preguntó cómo era capaz de
escucharla desde semejante altura.
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-Dado que no recogiste tu pago, decidí venir a traértelo.-
Oh, por supuesto. Con las clases intersemestrales y el asunto de Babel había
olvidado por completo ir a la oficina a recogerlo.
-¡Cierto! una disculpa.- Dijo mirando la fecha en su celular -Juraría que la
fecha de pago sería mañana.- Se hizo a un lado. -Por favor, pase.-
-Usualmente deposito el pago a mis empleados, pero dado que es una
considerable suma de dinero me sentiría más seguro si no tuvieras que
sacarlo de un cajero.- Becca notó cierto tono sobreprotector y paternal en su
voz. -Esta ciudad es hermosa pero eso no la exenta de tener criminales en
las calle.-
-Agradezco su preocupación, pero no tuvo que pasar por todo el problema.-
Dijo cerrando la puerta tras ella.
-No es ninguno.- Se sacó el grueso sobre blanco del bolsillo interno de su
saco y se lo entregó.
Becca lo tomó, descubriendo que era la primera vez que ganaba tanto por
una comisión.
-¿Cómo encontró mi taller?- Cuestionó guardando el pago dentro de un cajón
especial que reservaba para ocultar su dinero.
-Tengo mis métodos.- Comentó mirando a su alrededor. Claramente
disgustado con el desorden. -Además tu portera no es buena guardando
secretos, ni siquiera tuve que sobornarla para que me dijera tu paradero.-
-Sí, ella no es lo que podrías llamar... confiable.- O sobria, ya que estaban
en eso.
-Ya veo.- Comentó Maxwell mirando sus piezas de arte en proceso y
terminadas esparcidas por todo el lugar. El disgusto en su mirada había
cambiado a intriga.
Becca sólo se limitó a observarlo pasearse por su taller. Se sintió rara, como
si el hombre estuviera caminando en su cerebro, escudriñando en su mente.
-¿Qué es esto?- Preguntó señalando el dibujo enmarcado de un esponjoso
gato gris con dos panes tostados saliendo de su espalda.
-Oh, es mi dibujo más antiguo.- Respondió. -Es un animal que inventé a los
cuatro años, "el gatostador" un gato mezclado con tostador.- Quiso tener una
mejor explicación, o una más profunda, pero eso básicamente lo resumía
todo. -Solía ser una niña con una mente muy activa.-
-Eso es evidente.- Respondió acariciándose la barba.
Becca agradeció que Maxwell no se burlara de ella.
Pasó a la siguiente pieza, era un boceto de una figura femenina sin rostro,
una muy fina y hermosa, ese dibujo fue de la primera vez que Hannah le
permitió retratarla desnuda.
-¿Estás segura?- Había preguntado Becca abriendo su bloc.
-Estoy sana y llena de vida, más de lo que nunca había estado, quiero que
retrates eso.- Le había respondido mientras se sacaba la blusa por la
cabeza. -Por favor.-
Maxwell asintió impresionado.
-Tienes buen ojo para el detalle.-
-Gracias.- Dijo feliz de saber que disfrutaba de su arte.
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Maxwell terminó frente al lienzo en blanco, esperando por las manos de
Becca.
-¿Un bloqueo?- Preguntó el hombre.
-No precisamente.- Respondió. -Tengo las ideas, y tengo opciones pero...-
No pudo evitar que la frustración se filtrara en su voz.
-El problema es que ahora cada vez que hago una pintura, la comparo
con "La chica en la tormenta", porque sé que el resto del mundo también lo
hará, así que cada vez que voy a mitad de una pintura, no la siento lo
suficientemente buena para competir con ella y e inicio otra, solo para
terminar sintiéndome inconforme otra vez.-
Descubrió que su mano estaba sujetando su celular más fuerte de lo que
pretendía. Se obligó a relajarla.
-¿Quieres un consejo? de un artista a otro.-
¿Un consejo de su autor favorito de toda la vida? no necesitaba pensarlo
mucho.
-Lo escucho.-
-No hagas una pieza que haga felices a los demás, haz una que te haga feliz
a ti. Pinta lo que te gustaría ver en un lienzo y no has encontrado en otra
pintura. Deja que tus manos creen lo que quieran crear y no lo que otros
esperan que hagas, porque sino, al final nunca estarás conforme.-
Ese de hecho era un consejo bastante bueno.
-La primera pintura que hice, surgió sin problemas, porque era lo que quería
pintar. No había con qué compararla.- Comentó Becca.
-Y la gente sintió ese gozo de tu parte al verla, porque quedó plasmado ahí.-
Inquirió Maxwell. -Porque ellos sienten lo que tu sientes al realizar la pintura,
así que trata de hacerlo con la mente en lo que tú quieres proyectar. Te
aseguro que lo que surja de eso agradará al público y más importante, a ti
misma.-
La sabiduría en sus palabras era algo que Becca envidió, era la sabiduría
que sólo aquellos que recorrieron un largo camino tenían el privilegio de
poseer. Era la clase de sabiduría que encontraba inevitablemente atractiva
en un hombre maduro.
-Gracias, señor Holloway. Creo que ese es el mejor consejo que me han
dado en mucho tiempo.-
-Fue un placer.-
El celular de Becca vibró y de inmediato revisó la pantalla.
-Genial, mi modelo canceló, ahora tendré que esperar ocho días para poder
verlo de nuevo y para entonces probablemente la inspiración se me habrá
agotado.- Y también su tiempo. Suspiró. -Tenía un gran presentimiento de
esta próxima pintura.-
-Puedo ayudarte con eso.-
-¿Va a buscarme un modelo?-
-No.- Dio un paso hacia adelante. -Me ofrezco a ser el sustituto.-
Maxwell imponía el silencio cada que él lo deseaba, un silencio gélido y
estéril; el que reinó en su taller de trabajo era uno completamente opuesto a

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ese, era uno lleno de calor y sorpresa. Becca estaba más que sólo atónita,
¿a caso había escuchado bien?
-¿Sustituto?-
-Eso dije.- Aseveró el hombre.
Y aun así Becca creyó no escuchar bien.
-¿Está seguro?-
Maxwell encogió un hombro. -Necesitas un modelo y tengo la noche libre.-
-¿Está consciente de que deberá estar desnudo? ¿cierto?
como, completamente desnudo. No ropa, ni siquiera ropa interior, desnudo.-
Maxwell alzó una ceja.
-Entiendo el concepto de desnudez, jovencita.-
Decidió revelar el segundo requisito para intimidarlo y ver la veracidad de su
proposición.
-El trabajo incluye posar con una erección.- Reveló. -¿Está seguro de querer
ayudarme todavía?-
Buscó una reacción, pero no obtuvo siquiera un atisbo de duda. Maxwell
simplemente se encogió de hombros.
-Nunca he tenido problema con lograr una erección.-
Parecía estar completamente convencido y dispuesto.
-Haz sido una buena fuente de inspiración para mi escritura, será un honor
para mí serlo para tu pintura. Es lo menos que puedo hacer.-
-No me debe nada, literalmente me acaba de pagar por ser su musa.-
-Y aun así quiero ayudarte.- Dijo con seguridad indeleble.
Y Becca, sintiendo el tiempo picándole la espalda y la inspiración
revoloteando dentro de su cabeza... accedió.
-De acuerdo.- Dijo asintiendo. -Gracias por su cooperación.-
Becca tenía el corazón más que agitado, todavía no podía creer lo que
estaba aconteciendo.
-Bueno....- Maxwell se desabotonó el botón central de su saco azul.
-Lo que sea por ayudar a un compañero artista.-
CAPÍTULO X
REBECCA WALKER
-¿Me desvisto?-
-Por favor.- Becca se aclaró la garganta, tratando de tragarse el tono de
súplica que cubrió esas dos últimas palabras. -Traeré el material.-
Se dio la vuelta y fue al baño por los artículos que iba a proporcionarle a su
modelo anterior, los acomodó dentro de una canasta de plástico y respiró
hondo tratando de procesar la surreal situación en la que se encontraba. Iba
a ver a Maxwell Holloway, su autor favorito y más reciente crush, completa y
absolutamente desnudo. Iba a ver el cuerpo que aun sin haber visto con
anterioridad, había habitado en todas sus fantasías durante las últimas
semanas.
Respira, sé profesional y relájate. Se dijo a sí misma. No quería ahuyentar al
señor Holloway siendo extraña, necesitaba pintar ahora y aprovechar esa
inspiración que sentía. Esa misma inspiración que ese hombre había

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potenciado.Cuando regresó, Maxwell se había despojado de su camisa,
dejando su torso desnudo.
Becca no era ajena a la desnudez humana, en clase le habían enseñado a
ver al cuerpo humano como otra de las manifestaciones del mundo, como
una extensión más de la realidad. Piel, carne y huesos unidos entre sí por
articulaciones.
Aun así, no podía evitar ver al cuerpo de Maxwell como mucho más que sólo
eso, su anatomía era más que sólo estética o agradable a la vista, era belleza
e imperfección, era solidez y estructura, era todo lo que sus ojos buscaban y
no había encontrado en ningún medio visual. No había palabras exactas para
describir lo que su piel expuesta provocaba en Becca, así que haría su mejor
esfuerzo por tratar de expresarlo con pinturas.
Le pasó la canasta.
-Aquí puede dejar sus cosas.-
También le pasó una pequeña botella de agua y dos pastillas azules. Maxwell
las aceptó en silencio y Becca regresó a la mesa en busca de su material.No
volteó cuando escuchó el sonido de su cinturón siendo desabrochado, ni
tampoco al oír el de su bragueta abriéndose ni cuando escuchó el sonido de
sus pies descalzos tocar tierra, se mantuvo profesional, preparando su
material para la pintura, y su mente para el trabajo.
Solo esperó no babear sobre el lienzo.
Cuando preparó todo, Becca se dio la vuelta.
Maxwell ya estaba desnudo.
No ropa, no barreras. Su piel, de pies a cabeza, completamente expuesta
para ella y sólo ella. Creyó estar lista para esto, para ver a ese hombre
desnudo y mantener la compostura, pero era inevitable admirar su anatomía,
cada músculo en su cuerpo se alzaba bajo su piel con orgullo. De cualquier
modo, hizo su mejor esfuerzo por mantener una cara profesional.
Debe tener buena circulación, las píldoras hicieron efecto rápido… Pensó.
Puso sus cosas en posición, junto al lienzo de modo que quedarán accesibles
al pintar.
-Le explicaré lo que busco en esta sesión.- Inició Becca caminando hasta el
baúl que mantenía oculto en una esquina del taller. -En mi pintura pasada
quise retratar la voluntad del humano ante la fuerza de una tormenta, en esta
ocasión, quiero retratar al humano mismo siendo la tormenta.- Abrió el baúl
y de su interior sacó una espada. -Quiero reflejar la fuerza del cuerpo
masculino y conjuntarla con la vulnerabilidad de exponerlo. Pero al mismo
tiempo, busco retratar la cruda fiereza de un cuerpo desnudo en su máxima
capacidad, por eso estuve buscando un cuerpo en forma para esta pintura.-
Caminó hacia Maxwell. -Necesito que sostenga esta espada sobre su
hombro, de ser posible, sujétela con toda la fuerza que pueda.-
Maxwell tomó la espada y Becca se sintió orgullosa de sí misma de no bajar
la mirada.
-Usualmente las espadas son símbolo de poder, honor o fuerza de combate,
en algunas culturas se otorgan a militares como trofeo por méritos mostrados
en la guerra, tales como valentía o un fuerte temperamento.- Ahora que lo
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pensaba, esa arma quedaba perfecta con en Maxwell, en su puño, no lucía
como un accesorio, sino como una parte más de su cuerpo. -Lo cual es
exactamente lo que quiero retratar en mi pintura, una espada tiene la
capacidad de destruir pero también de proteger, al igual que la naturaleza
humana.-
Maxwell miró la espada, apreciando el detalle del grabado en el mango y la
hoja de metal.-Esta es una espada muy hermosa, ¿de donde la sacaste?-
-Yo la hice.- Respondió. -Para un proyecto de mi primer semestre en la
academia de arte. Terminarla fue un dolor de cabeza, pero quedé muy
satisfecha con el resultado. Nunca la llevé a alguna exposición pero quiero
incluirla en esta pintura, creo que va bien con el significado que quiero darle.-
La espada tenía grabado en la hoja pequeños caminos que se entrelazaban
en intersecciones y rutas, buscaba imitar el camino que seguirían las venas
a través de su brazo, hacer ver la fina hoja metálica como si tuviera vida, el
mango dorado tenía una empuñadura con los mismos caminos, todos
conectando con la base de la espada, como si esta fuera el corazón de la
misma.
Becca pasó sus dedo por la punta. -Obviamente es de decoración, pero
simula muy bien los materiales de una espada real. Así que no se preocupe,
la hoja no cortará su piel.-
El hombre asintió y la levantó para posteriormente dejarla caer sobre su
propio hombro.-¿Así?-
Becca asintió. -Perfecto.-
Jaló un pequeño banco hasta traerlo a Maxwell.
-De acuerdo, por favor, suba su pie izquierdo a banquillo y ponga su mano
derecha en su cintura.-
Una vez en pose, Becca se puso delante del lienzo, mirando a Maxwell desde
la distancia, determinando si estaba conforme con la postura. El hombre
sostenía la espada sobre su hombro izquierdo, mano izquierda sujetando
fuerte el mango entre sus dedos, la espada se extendía detrás de él hasta
que la punta sobresalía desde a atrás a nivel de su cadera. Desde el ángulo
en el que estaba podía tener perfecta visión de la larga extensión de su
miembro que se alzaba delante de su pelvis.Necesitaré más pintura de la
que anticipé… pensó observando su erección. Luego su mirada subió al
rostro de Maxwell. La mirada del hombre se mantenía fija hacia el frente,
como la de un guerrero apunto de atacar a su oponente. Era demasiado
intensa, tanto que Becca no pudo mantenerla más allá de un segundo antes
de desviarla.
¿Era una media-sonrisa lo que alcanzó a divisar? no se atrevió a corroborar.
Después de un par de pequeñas correcciones en su postura, Becca tomó su
lápiz y comenzó a trazar el boceto de su cuerpo. A delimitar los bordes y
esquinas de su torso y de sus extremidades, las curvas de sus músculos, la
rectitud de su mandíbula y las pronunciaciones de sus venas. Becca notó las
gruesas cicatrices y los finos tatuajes sobre su piel, tenía uno en su costado
derecho, un símbolo extraño que no había visto antes; en su deltoides, había
un tatuaje de una constelación, Leo si no se equivocaba. Por supuesto los
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omitió, se enfocó en las partes de su cuerpo que nacieron con él, mantuvo
respeto por las que Maxwell añadió después.Los límites de sus músculos
ofrecían una variopinta gama de sombras con las cuales podía jugar,
disfrutaba el reto que representaban al pintar, un excelente dibujo con mal
juego de sombras podía arruinar la obra por completo.
-¿Es la primera vez que hace esto?- Preguntó Becca para hacer
conversación.
-¿Posar desnudo para ser retratado? Sí, así es. Primera vez.- Respondió. -
Asumo que ya has retratado a personas desnudas.-
-Varias veces.- Dijo deslizando la fina punta de su lápiz por el lienzo. -
Usualmente cuando necesito un cuerpo femenino para algún proyecto mi
mejor amiga se ofrece y me deja pintarla a cambio de una bolsa de gomitas
o una rebanada de pizza. Por supuesto si usted tiene hambre, puedo
alimentarlo. Creo que tengo un par de barritas energéticas en el mini
refrigerador.-
-Estoy bien.- Dijo manteniendo la pose. -Puedes tutearme, ¿lo sabes?-
-¿Puedo hacerlo?--Si te sientes cómoda con eso. Estamos fuera de la
oficina, ya no soy tu jefe y además estoy literalmente desnudo delante de ti.-
-Cierto.- Dijo sonriendo hacia el lienzo. -De acuerdo, Maxwell, ya tengo el
esqueleto de lo que quiero, ahora voy a darle color.-
Puso pinturas de colores primarios sobre la paleta de madera y un poco de
color durazno en el medio, mezcló las pinturas con el retardador acrílico para
asegurarse que no se secaran tan rápido y procedió a hacer las mezclas
pertinentes para lograr emular el tono de su piel y las variaciones con las que
las sombras alteraban ese color.
-Eres muy bueno en esto, ¿lo sabías?-
-No tiene mucha dificultad, es solo estar quieto.-
-Yo no podría.- Dijo pasando las suaves cerdas pincel por el lienzo, dándole
vida al boceto de carbón. -No soy capaz de estar quieta por más de dos
segundos.-
Siguió pintando, aplicando sombras a los límites de sus músculos y
detallando su barba. Dado que estaban en el último piso, los ruidos de la
noche o de la ciudad no lograban alcanzarlos, dejándolos en un relajador
silencio que daba espacio a la creatividad.-Alistair preguntó por ti.- Informó
Maxwell después de un rato. -también Lucy, incluso Frederick. Les parece
extraño ver tu espacio junto a la ventana desocupado. Me atrevería a decir
que te extrañan.-
Becca sonrió. -Y yo a ellos. Realmente me agradó pasar tiempo en su oficina.
Pero sobretodo corregirte cuando te pasabas de la raya, era divertido.-
Maxwell gruñó. Becca rio.
-¿Crees que hice un buen trabajo?- Preguntó la chica. -Como brújula moral,
me refiero.-
Maxwell alzó una ceja. -Creí que te habías autodesignado
como, cretinómetro.-
Becca rió por lo bajo.

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-Lo que sea, ¿Notaste un cambio?- Cuestionó la chica gozando lo bien que
se sentía tutearlo.
-Creo que lo hubo.- Confirmó el hombre. -Mis empleados ya no tiemblan
cuando me ven aproximándome. Aun no decido si eso me gusta o no.-
Becca rió, descubriéndose más tranquila en presencia de su desnudez.-Es
algo bueno, estoy segura de que sus empleados aprecian el cambio.-
Y seguro la persona por la que quiere cambiar también lo hará… La tentación
de preguntar la identidad de dicha persona fue difícil de ignorar, pero respetó
su privacidad, Maxwell ya había expuesto su cuerpo para ella, no iba a
presionar pidiéndole que expusiera también su vida privada. Era bueno
manteniéndola secreta, en sus días trabajando en su oficina, nunca tuvo ni
el más mínimo atisbo de ella. Siempre la mantuvo en la oscuridad al respecto.
Entonces tuvo una idea.
Bajó su pincel y Maxwell la siguió con la mirada mientras se dirigía hacia las
pequeñas cubetas de pintura que mantenía en un rincón del taller. Pareció
confundido cuando regresó con una en cada mano, una de pintura negra y
otra de color blanco. Las bajó delante de él.
-Tuve una idea.- Dijo Becca.
-Estoy dentro.- Respondió Maxwell.
Becca quitó ambas tapas de las cubetas.
-De acuerdo, mete tu pie derecho en la pintura negra y tu pie izquierdo en la
blanca. Y vuelve a tomar la pose que ya tenías. No te preocupes por manchar
el piso o el banco, esta pintura es lavable y gentil con la piel.-Maxwell siguió
sus instrucciones y la pintura subió hasta la mitad de sus pantorrillas. El
banco terminó empapado de pintura blanca bajo su pie.
-Bien, ahora aplicaré un poco de pintura sobre algunas partes de tu cuerpo,
¿estás bien con eso?-
El cuello de Maxwell se contrajo por un segundo, su pecho se elevó y bajó
una vez antes de volver a permanecer quieto.
Becca metió ambas manos en la pintura y tragó saliva, intoxicada por el
masculino aroma que ofrecía su piel desnuda, prosiguió a por primera vez
tocar la piel de Maxwell Holloway. Inició por su hombro derecho ya que era
el que contaba con la mano libre, posando su palma bañada en pintura
blanca sobre él. La espesa pintura negra cayó por su piel, descendiendo por
su brazo hasta su mano para terminar goteando por las puntas de sus
dedos.Utilizó su mano opuesta empapada en pintura negra para
desparramar el líquido por su torso, pegó su palma abierta en medio de su
pecho y gracias a la gravedad, la pintura descendió por su esternón y
abdomen, pintando la piel a su paso de color, terminando en la base de su
polla, pintando su dorado vello púbico igualmente hasta terminar
perdiéndose entre sus dos ingles.
Ambos miraron el trayecto de la pintura. Luego alzaron la mirada.
Becca estaba tan cerca de Maxwell que podía ver con claridad cada vello en
su barba y cada ceja coronando sus ojos. Podía sentir el calor de Maxwell y
percibir su respiración agitándose con cada segundo que permanecía
próximo a ella.
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Becca no apartó la mano de su pecho cuando Maxwell bajó la espada,
tampoco cuando puso su mano en su cintura ni mucho menos cuando
comenzó a descender poco a poco en busca de sus labios. Becca se permitió
experimentar la posesión en su tacto, el claro deseo en sus ojos azules.
Becca quería esto, lo quería con tantas ganas que dolía el solo tratar de
dimensionar semejante deseo. Sin paciencia, Becca esperó por el contacto
de sus labios, pero no llegó.Lo vio en su rostro, Maxwell no avanzaría ni un
centímetro más sin su consentimiento primero.
-Quiero esto…- La chica dejó salir sin aire. -Realmente lo quiero.-
Maxwell la miró con esa característica impasibilidad suya, con una de esas
sonrisas discretas que sólo ella era capaz de divisar.
-Entonces tómalo.- Ordenó.
Becca cruzó la distancia restante, cerró los ojos y finalmente besó a Maxwell
Holloway.
El beso, al igual que el agarre de su mano, fue posesivo y meticuloso.
Maxwell controlaba la velocidad pero no la intensidad, ni la de Becca ni la
suya. Besar a Maxwell fue como danzar un baile lento donde él guiaba cada
paso.
La otra mano de Maxwell tomó también su cintura y Becca sintió la pintura
deslizarse de su mano a su muslo. Ella por su parte, cruzó sus manos detrás
de su cuello, sabiendo que la pintura en sus manos correría por su espalda
y descendería a sus glúteos. Imaginó las cuerdas de pintura blanca y negra
entrelazándose en su piel.
Becca sintió el ladrillo contra su espalda y al abrir los ojos se descubrió
refugiada entre Maxwell y la pared.Las manos de Maxwell subieron hasta
apoyarse en la pared a ambos lados de su cabeza.
Los dos estaban jadeando, ambos le habían quitado el aliento al otro.
Los ojos hambrientos de Maxwell bajaron por su cuerpo, mirándola de la
misma forma en la que miraba su arte, como si tratara de descifrar el
significado de sus colores. Seguro vería el deseo negro en sus pupilas, la
lujuria rosada en sus mejillas y el desespero rojo en sus labios.
-Te ves muy hermosa en este momento.- Dijo sin aire. -Más de lo usual.-
Becca no vestía nada espectacular, sólo lo que usaba normalmente cuando
se ponía a pintar. Una camisa de franela tan vieja que el azul se comenzaba
a confundir con gris y un par de shorts de mezclilla, acostumbraba a pintar
descalza, estaba harta de ensuciar sus zapatos.
Becca quiso tener una de sus respuestas ingeniosas o sarcásticas para
soltar de regreso, pero no tuvo ninguna. Era como si Maxwell se hubiera
bebido todas sus palabras con ese beso.-Becca necesito que me digas si
quieres que pare.- Advirtió.
-¿Y exactamente qué va a pasar si no te detengo?-
-Te follaré, por supuesto.- Dijo llevando sus nudillos a su cuello, dejándolos
encima de donde sus clavículas se encontraban. -Te follaré aquí mismo.-
Sus nudillos bajaron hasta terminar entre sus pechos, sus dedos no estaban
tocándola, pero ella ya se sentía marcada por su tacto. Maxwell de nuevo
acercó su rostro a ella, hasta que su rasposa mejilla terminó contra la suya.
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-Te prometería que seré gentil pero te estaría mintiendo.- Susurró contra su
oído. -Nada de lo que planeo hacerte será suave o gentil. Planeo hacer que
te corras hasta dejarte temblando, hacerte montar mi polla hasta que los dos
quedemos adoloridos y roncos por gritar el nombre del otro.- Se lamió los
labios, tragó saliva. -Por eso necesito tu consentimiento primero, el
consentimiento de que vas a permitirme usar tu cuerpo en pro de nuestro
placer. Que vas a cederme el control de ti para nuestro disfrute.--Lo tienes.-
Dijo ansiosa, sin importarle con cuantas ganas salieran esas palabras. -
Tienes mi consentimiento para…- Tragó saliva, el deseo en sus venas la
hacía temblar. -Para usarme.-
La mano de Maxwell bajó a su cintura y la abrió, casi podía sujetar su
abdomen entero en su amplia palma.
-Tú también.- respondió el hombre antes de volver a atacar su boca con la
suya. -Tu también…- Repitió contra sus labios.
Esta vez, Maxwell soltó las restricciones y pegó sin pudor su polla contra el
abdomen de Becca y la restregó contra la suave franela de su camisa,
empapándola en líquido pre seminal. Las manos de Becca fueron directo a
sus brazos, donde sujetaron los bíceps del hombre.
-Dime que tienes condones.- Gruñó contra su boca.
Condones, plural, el hombre planeaba follarla más de una vez. El cuerpo de
Becca se estremeció ante esa posibilidad, pero decepción le apuñaló el
pecho al recordar que carecía de protección.-No tengo ninguno, al menos no
aquí.-
Maxwell no maldijo pero el gruñido que retumbó en su garganta sonó a
frustración.
Becca hundió los dedos en su piel.
-No quiero parar…- Jadeó.
-No lo haremos.- Aseguró el hombre. -Penetración o no, me encargaré de
hacer que te corras.- Sentenció pegando su muslo contra su entrepierna.
Aplicando presión contra su clítoris. -He querido verte tener un orgasmo por
mí desde nuestro primer encuentro en Babel.- Le besó la mejilla. -Así que
ayúdame a desvestirte, te quiero desnuda para mí.-
Becca se encargó de su camisa mientras Maxwell desabotonó sus shorts.
Gruñó en fascinación al descubrir que no tenía pantis debajo.Becca se
encogió de hombros. -Es fin de semana.-
Maxwell dejó caer sus short al suelo y Becca su camisa. Dejándola
únicamente en el sostén negro que llevaba bajo. Maxwell llevó su mano a su
espalda y lo abrió en un instante, Becca tragó saliva y lo removió muy
despacio. Nunca tuvo pechos particularmente enormes, eran bastante
promedio en su opinión, pero eran redondos, firmes y a juzgar por la mirada
en Maxwell, apetecibles.
El sostén fue descartado y Becca esperó las manos de Maxwell sobre ella,
pero, como siempre, el hombre hizo todo menos lo que ella esperaría.
Maxwell llevó su mano de nuevo hacía atrás de ella y presionó su pulgar en
su espalda, justo donde el metálico broche de su sostén estaba segundos

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atrás, aplicó lentos círculos y Becca cerró los ojos disfrutando el alivio que
ese contacto proporcionó.
-Gracias.- Susurró en un suspiro.-Se veía incómodo.-
-Lo era, pero ese sostén se veía muy bien.-
-Eso no puedo negarlo.-
Maxwell deslizó sus manos por sus muslos hasta subir a sus glúteos, los
sujetó con firmeza y la levantó sin problemas. La guió hasta la mesa más
cercana y la sentó con delicadeza sobre ella.
Maxwell estaba parado entre sus piernas y su erección palpitaba entre los
dos, húmeda y dura. Becca levantó su mano, lista para tomarla en su palma.
-Aún no.- Dijo sereno y firme. -No habrá placer para mí si no hay primero
placer para ti, es una regla personal.-
-No me gusta esa regla.-
El hombre apartó un mechón de su cara y lo llevó detrás de su oreja. -
Tendrás que seguirla si deseas que te folle.-
Maxwell se lamió la yema del pulgar como si fuera a cambiar una pagina y
llevó a sexo, presionó su clítoris con fuerza y lo molió muy despacio, como si
tratara de dejar su huella dactilar en ella y marcarla como suya.Desde las
puntas de sus pies hasta la cima de su cabeza, Becca se estremeció fuerte,
llevó sus manos a los hombros de Maxwell y las mantuvo ahí mientras sentía
las suaves caricias de su pulgar.
-Dios…- Jadeó temblorosa.
Maxwell enterró su rostro en su cuello, y aunque no pudo verlo, lo sintió
sonreír contra su piel.
-No sabes cuantas veces involuntariamente escribí tu nombre mientras
redactaba un encuentro sexual.- Gruñó. -Estabas en cada escena erótica
que escribía, en cada orgasmo. Te escribí tantas veces que sentí envidia de
Alexander por poder disfrutarte, aun en la ficción.-
Becca jadeó.
-Por eso dejé la pantalla desbloqueada y el documento visible el otro día,
para que vieras lo que tu presencia inspira en mí.- Confesó. -Para que vieras
exactamente que clase de inspiración generas.-
-Lo sabía…- Jadeó Becca. -Sabía que lo hiciste apropósito.-Gimió al sentir
la grande mano de Maxwell abrirse sobre su sexo, posesionándose por
completo de su entrepierna.
-¿También la selfie sin camisa fue apropósito?-
Maxwell apartó su boca de su cuello y la miró desde arriba.
-Ese si fue un accidente. Me di cuenta después de enviarla, pero me dio
gusto haberlo hecho.- Introdujo su largo dedo medio en ella y Becca maldijo
por lo bajo. -Se sintió bien saber que esos hermosos ojos verdes estarían
viendo una parte desnuda de mí. No sabes el efecto que estar desnudo frente
a ti tiene en mí. O bueno...- Tomó su propia polla y la acarició
desvergonzadamente frente a ella. -Ahora es algo más o menos obvio.-
Becca quería poner sus manos en la polla de Maxwell, la prohibición sólo la
hacía quererlo con más ganas.

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-Por eso no tomé las pastillas, no las necesité, me bastó con sentir tus ojos
sobre mi piel para obtener y mantener una erección.- Admitió. -Porque ya
estaba duro como piedra por ti desde que me abriste la puerta.-Maxwell
hundió su dedo anular dentro de ella y con dos dedos en su interior, aceleró
las caricias que aplicaba en su clítoris con su pulgar.
Las manos temblorosas de Becca bajaron a su espalda y se abrazó de su
torso, la pintura y transpiración en sus pieles se mezcló creando toda clase
de gamas de gris entre ellos.
-Señor Holloway…- Gimió.
Maxwell formó un gancho con sus dedos en su interior y presionó fuerte su
clítoris.
Becca se corrió.
Tan fuerte que pudo sentir cada vena en su cabeza palpitar, tan fuerte que
sus músculos se contraerían con solo recordar aquel encuentro, con solo
recordar las manos de Maxwell. El orgasmo la elevó pero sus manos
aferradas a la espalda de Maxwell la mantuvieron en la tierra.
Se contrajo tan fuerte alrededor de los dedos de Maxwell que temió
fracturarlos dentro de ella. Por supuesto era un pensamiento absurdo, pero
en medio del orgasmo carecía de razón. El éxtasis la liberó y Maxwell
también. Sacó su mano de su entrepierna pero la sustituyó con su rodilla. El
contacto sobre su sensible intimidad la hizo jadear. Maxwell tomó su
mandíbula en su posesivo agarre y la hizo mirarlo a los ojos.
-Sin pausas, jovencita.- Advirtió.
-Aun no termino contigo.-
CAPÍTULO XI
REBECCA WALKER
Becca seguía temblando, incluso con el orgasmo finalmente extinto en su
carne, sus huesos se seguían estremeciendo. ¿Cómo había logrado eso? Ni
siquiera ella misma se había provocado un clímax así de intenso. Nunca
había sentido algo remotamente similar.
Becca recorrió el cuerpo del culpable con la mirada, toda la pintura en sus
manos terminó en la piel de Maxwell, yacía sobre él como un monocromático
collage. Su cuerpo desnudo era más intimidante de cerca. Todo él era grande
y proporcional.
Todo… Pensó mirando su erección.
-Estás mirándome de esa manera otra vez.- Observó el hombre.
-¿De cuál manera?- Preguntó, todavía falta de aire.
-De la misma forma en la que me viste cuando me desvestí al principio de la
pintura.- Explicó apartando otro mechón rebelde de su cara. -Tus ojos se
abren en pánico pero tus pupilas brillan con curiosidad.--No sentí pánico.- Se
defendió.
-Yo noté un poco en tus ojos.- El hombre la tentó.
Becca sabía que podía ver que mentía.
-De acuerdo, tal vez un poco, pero no puedes culparme, ¡Esta cosa es
enorme!-
Maxwell sonrió, orgullo viril centelló en sus ojos.
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Becca casi rodó los ojos. Hombres...
-Bueno, ya puedes tocarlo.- Levantó su húmeda mano delante de ella y agitó
sus dedos. -Cubriste la cuota.-
¿En serio yo hice eso? Se cuestionó viendo su mano completamente
empapada hasta la muñeca.
Maxwell gimió cuando Becca comenzó a acariciar su miembro, utilizó las dos
manos para cubrir tanto de él como le fuera posible, por supuesto, no lo logró
por completo. Aprovechó las gotas de líquido preseminal que humedecían la
punta para lubricar el tronco, pero no importaba cuantas veces limpiara la
punta, una nueva volvía a aparecer.Maxwell presionó suavemente su rodilla
de nuevo contra su sexo, consciente del efecto que ese contacto tenía contra
su sensible clítoris, recordándole que seguía pendiente de su placer. Becca
subió y bajó su agarre a través de su polla, durante varios minutos gozó del
sonido de sus gemidos y el tono en sus gruñidos. Podía sentir su agitado
torrente sanguíneo dentro de la dura barra de carne, calentando su piel y por
consiguiente también sus manos.
He querido verte tener un orgasmo por mi desde nuestro primer
encuentro... Recordó sus palabras
Becca también se había preguntado cómo sería verlo correrse, cual sería la
expresión en su cara, qué clase de sonidos expulsaría su garganta, cual sería
el sabor de su orgasmo. Lo acarició con determinación y entusiasmo hasta
que sus muñecas se cansaron.
-No lo entiendo.- Dijo frustrada. -¿Hay algo mal con tu pene? ¿Por qué no te
corres?- Dijo agitándolo un poco. -Con los chicos con los que he estado ya
se habría corrido a estas alturas, algunos incluso antes de abrirles el
pantalón.--Eso es porque ellos no tienen control sobre sus propios cuerpos.-
Explicó Maxwell. -Por eso no tienen la capacidad de tomar el control sobre
el tuyo.- Llevó ambas manos a sus glúteos y la jaló hacia él, haciendo que
prácticamente tomara asiento sobre su rodilla flexionada. Haciéndola jadear.
-Sé que te han dejado insatisfecha, pude verlo en tu orgasmo.-
Sin separar sus manos de ella, la movió sobre su muslo, el sólido musculo y
el rasposo vello de la zona estimularon su clítoris, iniciando y acrecentando
nuevo placer.
-Por la forma en la que temblaste, lo supe en cuanto te vi correrte, nadie te
había provocado un orgasmo así, ¿No es cierto?-
Becca sacudió la cabeza. -Nunca.- Confesó. -Creí que había algo malo en
mí, que no me había esforzado lo suficiente, que…-
-No.- Dijo firme. -Ellos fueron los que no se esforzaron lo suficiente. La falta
de experiencia no es una excusa.-
Le dio un beso en los labios, más profundo que el anterior.-Debieron prestar
atención a tu cuerpo, estudiarlo hasta memorizar los puntos en ti que te
provocan placer y luego usarlos en tu contra hasta causarte un orgasmo, y
sólo entonces, pensar en el suyo. Debieron comunicarse contigo, debieron
anteponerte.-
Sonaba furioso, no con ella, sino con cualquiera que haya puesto sus manos
en su cuerpo sin la intensión de provocarle placer. Becca siempre antepuso
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el placer de otros en la cama, no era como que requiriera mucho esfuerzo,
un beso torpe, una caricia rápida y los chicos estaban listos para dormir, sin
siquiera preguntar como se sentía.
-La próxima vez que duermas con un hombre diferente, asegúrate de que
sepa complacerte, si no está dispuesto a poner atención a tu placer vótalo
de inmediato. Mereces orgasmos y mereces atención.-
Bajó su boca a su pezón izquierdo y comenzó a consentirlo entre sus labios
y lengua.
-Prométemelo.-
Succionó.
Becca arqueó la espalda.La polla de Maxwell se contrajo en su mano.
-Esa es mi chica.-
Los muslos de Becca se abrazaron al de Maxwell y comenzó a mover su
cadera contra él, restregándola implacablemente contra él.
-Eso, proclama tu placer, demándalo de mi cuerpo.- Prosiguió con el otro
pezón. -Y no te conformes con menos. Nunca te conformes con menos.-
Su gozo por complacerla sólo la hacía querer complacerlo a él, pero su polla
parecía negarse a cooperar con ella.
Maxwell pareció ver su frustración.
-No soy como los chicos de tu edad, si quieres mi orgasmo, tendrás que
trabajar para conseguirlo.- Demandó. -¿Quieres mi semen? súplica por él.
Pídeme que me corra para ti.-
Becca no era la clase de chica que suplicaba por nada, tronaba los dedos y
lo conseguía, pero en medio de todo ese letargo sexual, el placer de Maxwell
parecía algo digno por lo cual suplicar.-Por favor…- Pidió por lo bajo. -Por
favor señor Holloway, termine para mí.-
Las venas en los bíceps y pelvis de Maxwell se dilataron por un instante al
mismo tiempo que jadeó. Al parecer “por favor” realmente eran palabras
mágicas.Becca sonrió. -Por favor señor Holloway, terminé para mí.-
Se sintió traviesa bajo su mirada, coqueta, audaz.
-Eso te gustaría, ¿No es cierto?- Subió su mano a su cara, sujetando su
mandíbula con firmeza. -¿Te gustaría que me corriera encima de ti? ¿Hmm?-
Maxwell rotó su pelvis, follando el aire en medio de los dos. -¿Te gustaría
estar cubierta del mismo orgasmo que tú provocaste?-
A ese punto, Becca estaba prácticamente montando su muslo.
-Sí, por favor, señor Holloway. Por favor, haré lo que sea para que eso
suceda.-
-¿Lo que sea?-
-Cualquier cosa.-
Maxwell cerró los ojos y maldijo sin voz.
-Entonces sé una buena chica y repite las siguientes palabras.-Como si de
una cortina se tratase, Maxwell hizo a un lado otro mechón de cabello
cubriendo su oído y acercó sus labios.
Lo que le susurró hizo que Becca se pusiera completamente roja.
Maxwell comenzó a mecerla en su muslo.

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-Dilo.- Demandó descansando ambas manos en la mesa, claramente apunto
de estallar.
Becca separó su mano izquierda de su polla y dejando la derecha atrás para
mantenerla en función. Dejó su palma sobre su mejilla y hundió sus dedos
en el rasposo vello facial cubriéndola con su palma. Lo miró a los ojos y con
la cara llena de perversión pronunció las siguientes palabras con falsa
inocencia.
-¿Por favor, Daddy?- Trató de hablar con tanta castidad como le fuera
posible, pero le fue inevitable sonar como la chica más traviesa del mundo. -
Te lo suplico, Daddy, termina encima de mí.-
Los fuertes brazos de Maxwell temblaron a ambos lados de Becca como si
repentinamente no fueran capaces de soportar su propio peso, como si toda
la fuerza en ellos los hubiera abandonado para enfocarla en el violento
orgasmo que comenzaba a experimentar.Lo escuchó maldecir mil veces,
esta vez con alivio y éxtasis mientras su polla se corría para Becca. Su
orgasmo brotaba de él en largos y generosos disparos, todos terminando
sobre ella. Su placer era más blanco que la pintura que ella aplicó sobre él,
perfecto y brilloso, espeso y caliente.
Y todo encima de ella.
El sentir a Maxwell sobre su piel detonó su propio inevitable orgasmo y a la
mitad de recibirlo, Becca comenzó a obsequiarle el suyo, esta vez
empapando su muslo. Maxwell terminó de eyacular a la mitad del orgasmo
de Becca, aun así, no detuvo el movimiento de su pierna, siguió
estimulándola hasta el dulce final. Hasta dejarla tan jadeante y quieta como
él.
-Empapaste mi pierna.- Jadeó.
-Y tu todo mi cuerpo.- Dijo mirando hacia abajo. -Estamos a mano.-
Maxwell se alejó de ella, escapando de sus manos, como si su cuerpo
desnudo fuera demasiado éxtasis para el suyo. Se dio la vuelta y se sentó
en la mesa, a su lado, dejando sus manos colgando en la orilla. Becca veía
los músculos en su tórax inflarse con cada inhalación y relajarse con cada
exhalación, la pintura difuminada sobre los dos, completamente alterada por
la transpiración.-Tal vez no fui clara al principio, pero…- Becca jadeó. -Se
suponía que yo te pintaría a ti, no al revés.-
Maxwell rió, una risa relajada y suave.
Ahora que Becca lo pensaba, era la primera vez que lo escuchaba reír, como
si el orgasmo lo hubiera dejado momentáneamente vulnerable, lo suficiente
para producir una risa.
-Mi error.- Jadeó mirando hacia ella por el rabillo de su ojo. -La próxima vez
que me corra para ti será en tu garganta, ¿Qué te parece eso?-
¡Me parece malditamente excelente! Pensó mirando su polla que
permanecía dura y alzada.
-¿Habrá próxima vez?-
-Estoy dispuesto.-
-Claramente.- Dijo sin apartar la mirada de su erección.

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Maxwell la tomó en su puño y la acarició.-Lo siento, creo que arruine tu
pintura.-
-De hecho.- Dijo poniéndose de pie para verlo desde otro ángulo. -Creo que
se ve mejor así. El patrón de los colores mezclados encima de ti de manera
tan desordenada y caótica es exactamente lo que quiero en mi pintura.-
Asintió hacia el banquillo en medio del taller.
-De vuelta a tu posición modelo. Aun tenemos una pintura que terminar.-
Maxwell exhaló por la boca.
-Espera un momento.- Jadeó. -Deja que me recupere un poco.-
-Oh, por supuesto.- Fue al mini refrigerador y sacó una botella de agua,
asegurándose de levantar bien los glúteos y curvar su espalda antes de
ponerse de pie.
-Aquí tienes.- Dijo entregándosela.
Maxwell bebió agradecido.
Becca entrelazó sus manos detrás de su espalda y sonrió. -¿Lo dejé
deshidratado señor Holloway?-Maxwell comprimió la botella vacía en su
puño.
-Estoy seguro de que la mitad de mi líquido corporal está encima de ti en
este momento.-
Becca se pasó la mano por el pecho, sintiendo el resultado del placer de
Maxwell que permanecía sobre sus pechos. También había en sus
clavículas, y en su abdomen y otro poco en sus muslos. Becca portaba su
orgasmo como un manto de victoria, un premio por complacer a Maxwell
Holloway.
-¿Oh esto?- Dijo formando un remolino con su dedo. -Seguramente tiene
más para mí.-
-Mucho más.- Murmuró atento a los movimientos de su mano sobre ella
misma.
Becca miró los robustos testículos de Maxwell colgando bajo su erecta polla
y supo que hablaba en serio.
Maxwell se levantó de la mesa y caminó hacia su lugar de trabajo.
-Continuemos, aún tenemos un retrato que terminar.--Andando.- Becca tomó
un trapo y se limpió el cuerpo antes de poner las manos en acción.
Ya había pintado a gente desnuda, pero nunca había pintado estando
desnuda ella misma, era una experiencia nueva pero le gustaba, era claro
que a Maxwell encontraba gozo exponerse ante ella y por más ególatra que
eso le pareciera… a ella también. No sólo verlo pero ser vista desnuda por
él, se sentía erróneo y travieso, quizá por eso encontraba tanto gozo en estar
bajo su lujuriosa mirada.Daddy… le había pedido que lo llamara así. Sabía
que Maxwell encontraba placer en el control y la dominación, bastaba tener
con intercambiar tres palabras con él para darse cuenta de que era un Alpha
natural pero, no tenía idea de que, al igual que ella, disfrutara el Daddy kink.
Aquello le intrigó, nunca había llamado a nadie Daddy en la cama, o más
bien, nadie se había ganado ese título, al menos no proviniendo de ella.
Proclama tu placer… Y no te conformes con menos. Nunca con menos...

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Ese encuentro había sido más que sólo contacto sexual vacío, esa noche
Becca había aprendido una lección valiosa de Maxwell. De ahora en
adelante, no perdería el tiempo con chicos que solo buscaran de su cuerpo
placer propio, demandaría placer y atención.
Demandaría a un hombre.
-Listo.- Anunció dando un último pincelazo. -Terminado. Puedes venir a
verlo.-Maxwell bajó la espada y la dejó sobre el banquillo antes de caminar
hacia ella.
-Becca, esto es lo más perfecto que has hecho.- Dijo después de dos largos
minutos de silencio contemplándola.
-Lo dices porque eres tú quien está retratado en la pintura.-
Maxwell sacudió la cabeza. -Hablo enserio, lo que quisiste expresar en esta
pieza, lo conseguiste.-
-¿Enserio?- Preguntó sintiendo un paso enorme bajarse de su espalda. -Me
alivia que digas eso. Realmente me siento muy conforme con el resultado.-
-Yo también.- Volteó a verla. -Dame un precio. Lo que gustes, estoy
dispuesto a pagarlo.-
Becca rió. -No está a la venta, es para la torre de Babel, ¿Recuerdas?-
-Entonces compraré Babel.-
No lo dudo señor Holloway.
Becca rió y tomó su mano, tiró de ella mientras caminaba fuera del lugar con
él detrás suyo.-¿A dónde me llevas?- Cuestionó Maxwell.
-Bueno, fui yo quien lo dejó todo sucio, señor Holloway.- Abrió la puerta que
conectaba al baño.
-Es justo que sea yo quien se encargue de limpiarlo.-
CAPÍTULO XII
MAXWELL HOLLOWAY
Maxwell gimió bajo la húmeda toalla caliente que cubría su cara. Becca la
había posicionado sobre su rostro para relajarlo un poco. El agua caliente en
el que estaba sumergido estaba en el delicioso punto perfecto donde si subía
un grado más dolería.
Después de una intensa sesión… artística, Beca lo guió al baño y lo introdujo
a la bañera, cumplió su promesa de dejarlo rechinando de limpio, sus
pequeñas manos recorrieron toda su piel, asegurándose de no dejar ni un
poco de pintura sobre su cuerpo. Maxwell decidió regresarle el favor
limpiándola hasta igualmente dejarla completamente limpia, después de eso,
Becca vació el agua con pintura y la rellenó con humeante y cristalina agua
limpia.
Por poco Maxwell casi se queda dormido, entre el agua caliente, la quietud y
las horas extremas de trabajo continuo detrás de él, su cuerpo parecía listo
para colapsar ahí mismo, pero un ruido se aseguraba de mantenerlo lejos
del mundo de los sueños, era el sonido del lápiz de Becca deslizándose por
el papel, un sonido al que se comenzaba a volver familiar para él al igual que
el de sus propios dedos tecleando una historia.
Levantó la tela de su ojo derecho y la miró en el otro extremo de la bañera,
desnuda, sentada con las piernas flexionadas, sus rodillas sobresalían de la
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superficie, las usaba como mesa improvisada para apoyar su libreta, sobre
la cual dibujaba animosamente.
Maxwell por su parte también tenía las piernas flexionadas, quiso hacerle
más espacio pero no podría aunque tratara, no había espacio suficiente en
esa tina para moverse. El taller era enorme pero el baño era diminuto,
Maxwell se sentía como un gigante dentro de una casa de juguete.
Becca lo atrapó mirando y sonrió.
Maxwell sonrió de igual manera.-¿Alguna vez dejas de dibujar?-
-¿Alguna vez dejas de respirar?-
-Touché.- Se quitó la toalla de la cara. -Muéstrame lo que estás haciendo.-
Becca le dio la vuelta a su libreta y le mostró el boceto gris.
-¡Tadá!-
El dibujo, tal y como sospechó, se trataba de él. Retratado en carbón, estaba
el cuerpo de Maxwell, agua cubriendo la mitad inferior de su pecho,
difuminado por las ondulaciones del agua; sus brazos extendidos por la orilla
de la tina y los gruesos tendones de su cuello conectando su mandíbula con
su tórax, todo avivado por las sombras ubicadas en los lugares correctos. Al
igual que en la pintura, Becca no dibujó más allá de su mentón, mantuvo el
resto de su cuerpo anónimo ante el público.
Era un dibujo con un detalle increíble.
Maxwell se acarició el bícep izquierdo. -Creo que fuiste muy generosa con
las proporciones de mis músculos.-
-Nop.- Dijo cerrando el cuaderno. -No retrato más que lo que veo.- Lo dejó
sobre un estante encima de su cabeza. -Lo que viste en la hoja es lo que hay
en persona.-
Los ojos verdes de la chica descendieron y notaron algo emergiendo del
agua.
-Wow.- Dijo mirando su glande que había subido a la superficie.
Maxwell se mordió el labio cuando Becca lo tomó en sus manos. -Creo que
esto no ha perdido solidez desde que entraste al taller.-
-Hay una joven atractiva desnuda en la misma bañera que yo.- Explicó.
-Aún así.- Dijo pasando su miembro de una mano a otra. -Debes estar muy
en forma para lograr tantas erecciones sin dificultad a tu edad.-
-Tengo un par de años de más, pero eso no significa que no sea capaz de
mantenerle el ritmo a alguien de tu edad.-
-Oh créeme, eso lo sé, semental.- Dijo estrujando la base y luego el glande,
determinando la diferencias de solidez en ambas zonas. -¿Alguna vez le has
rasgado el útero a alguien con esta cosa?-
Maxwell alzó una ceja. -No que yo recuerde.-
Becca miró con meticulosidad su polla, mientras movía sus manos de base
a punta, haciéndolo gemir un poco.
-¿Le has puesto nombre?-
Maxwell no esperaba esa pregunta.
-No, Becca. No tiene nombre.-
-Eso es triste.- Dijo acariciando la coronilla de su glande con su delgado
pulgar.
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-¿Tu nombras tus genitales?- Preguntó confundido.
-No.- Respondió. -Pero mis boobies tienen nombre.-
Okey… eso le provocó tanta curiosidad como extrañeza.
-¿Cómo se llaman?-
-No te lo diré.- Dijo soltando su pene. -A menos que me dejes nombrar tu
pene.-
-Definitivamente eso no pasara.-
Becca se encogió de hombros. -Entonces el nombre de mis pechos será un
misterio para ti por siempre.-
-Creo que puedo vivir con eso.-
Becca rió.
Enserio eres una joven peculiar. Maxwell dijo para sus adentros.
-Nunca había conocido a una chica igual a ti.-
-En ese caso, no has vivido realmente, Maxwell Holloway.-
Oh, créeme pequeña, he vivido… Pensó.
Becca tomó las orillas de la bañera y avanzó hasta sentarse sobre su
estómago. Maxwell consumió con sus ojos su cuerpo desnudo desde tan
cerca, mirando las gotas de agua bajar por su piel. Maxwell espero a que
hiciera algún movimiento o cometiera alguna travesura más con su cuerpo,
pero no fue así, sólo permaneció sentada sobre su abdomen, con sus manos
en sus hombros.
La chica lo miró desde arriba, con esos grandes ojos verdes, llenos de juvenil
curiosidad, con ese brillo que la amargura de la adultez no tardaba en
extinguir después de los veinte. Las manos de la joven escalaron por su
cuello hasta llegar a su rostro, sus palmas tocaron sus mejillas y sus pulgares
se hundieron suavemente en las comisuras de sus labios para después tirar
de ellas, estirándolos en direcciones opuestas, generando una sonrisa
artificial con ese movimiento.
-¿Qué haces?- Preguntó, sus palabras distorsionadas por los dedos de
Becca en sus mejillas.
Becca sacudió la cabeza despacio, ojos atentos a su boca.
-Deberías sonreír más.- Aconsejó con una voz tan suave que el solo sonido
le cosquilleó la nuca. -Hazlo más seguido, tienes una sonrisa encantadora.-
En ese instante, Maxwell sintió algo inusual sobre toda su cara, como una
mascarilla de calor cubriendo cada centímetro desde su mentón hasta su
frente y de oreja a oreja.
Becca sonrió.
-Te estás sonrojando.-
Maxwell bufó y desvió la mirada. -Tonterías.-
Becca rió y lo apuntó con el dedo. -¡Lo estás haciendo! ¡Justo ahora!-
-Es el vapor de la bañera.- Se excusó.
-No tenías ese rubor en la cara antes de que mencionara tu hermosa
sonrisa.-
Y el maldito calor bajó a su cuello.
-Estás imaginando cosas.- Dijo en su defensa. -Además, no soy el único con
algo en la cara.-
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Becca se llevó una mano a la mejilla. -¿Tengo algo en la cara?-
-Sí.- Maxwell hizo chocar su pesada mano contra la superficie del agua,
salpicándola directo en la cara.
Becca tosió agua, nunca sin parar de reír.
-Usted señor se está ganando unas nalgadas.-
Maxwell sujetó sus dos glúteos en sus manos, estrujándolos y sintiéndolos
desbordarse entre sus dedos.
-Lamento informártelo pero yo soy el que propina nalgadas aquí.-
Acarició sus glúteos suavemente. -Aplicaría una justo aquí, en el centro, es
la parte que genera el sonido más fuerte.- Le pellizcó suavemente la zona. -
Dejaría una marca roja aquí mismo, para que cada vez que tomes asiento
recuerdes qué pasa cuando te portas mal.-
Ahora el rubor se encontraba en las mejillas de Becca.
-Tal vez deba castigarme ahora, señor Holloway.-
-Tal vez deba.- Repitió. -Pero no puedo sin antes firmar un acuerdo contigo.-
-¿Un acuerdo?-
-Planeo hacerte toda clase de cosas, Becca. Cosas que podrían poner en
riesgo mi imagen y la de mi compañía, por eso necesito primero que firmes
una forma de confidencialidad, entre otras cláusulas adicionales.-
-Ustedes los empresarios siempre queriendo arreglar todo con papeleo.- Dijo
reflexiva.
-Es la forma en la que la burocracia funciona.-
-No me gustan los límites.-
-Eso lo sé.- Dijo. -Pero firmarás ese acuerdo.-
-De nuevo tomando decisiones por mí.- Dijo suspirando. -¿Qué le hace
pensar que aceptaré?-
-La forma en la que gemiste mientras enterraba mis dedos en ti, para
empezar.- Subió su mano por su espalda. -La forma en la reaccionaste contra
mis labios.-
Los muslos de la chica apretaron sus costados, sintió el calor de su suave
sexo contra su abdomen bajo el agua.
-Y por supuesto, la forma en la que estás frotándote contra mi abdomen
ahora mismo.-
Becca miró hacia abajo, donde su clítoris estaba siendo molido contra el
primer y segundo par de abdominales de Maxwell.
-Mierda.- Susurró sorprendida, recién enterada de lo que sus ganas
involuntariamente le hicieron hacer. -Lo consideraré, pero no haré
promesas.-
Eso lo veremos. Pensó decidido a tenerla.
-Cuando aceptes vestirás la ropa que compre para ti y tendrás prohibido usar
malas palabras.-
-¿Ah, sí?- Dijo desafiantemente, bajando su manos a su pecho para mejor
balance mientras restregaba su clítoris contra su abdomen.
-Te haré comer la comida más sana y tendrás horarios fijos para dormir
temprano.- Continuó. -Te correrás sólo cuando te lo permita y únicamente
por mi causa.-
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-Sigue lanzando reglas hacia mí anciano, sólo será una lista de cosas para
mí que desobedecer.-
-Mejor para mí.- Dijo regresado sus manos a sus glúteos. -Eso sólo me dará
más excusas para aplicar castigos sobre ti, y hará más delicioso cuando
finalmente logre corregir esa irreverente actitud tuya.-
Becca fingió pesar. -Oww ¿No le gusta mi actitud señor Holloway?-
Maxwell tomó su polla en su puño y la hizo chocar contra la espalda baja de
Becca.
-Me encanta.- Maxwell levó la mano restante de sus glúteos a la parte trasera
de su cuello y suavemente jaló su rostro hasta poder dejar sus labios junto a
su oigo. -Toda tú me encantas.-
Maxwell sintió la pelvis de Becca contraerse contra él y su agitada respiración
en su oído.
La chica estaba corriéndose para él por tercera vez esa noche. Maxwell la
sujetó fuerte hasta que el estremecimiento en su cuerpo desapareció y sus
músculos se relajaron. La chica terminó derretida encima de él.
-Puede que esté considerando aceptar su propuesta.- Jadeó.
-Una decisión inteligente señorita Walker.-
-No he dicho que sí aun.- Advirtió.
-Dale tiempo, aceptarás pronto.-
La chica se incorporó sobre él, una vez más apoyándose sobre su pecho. Se
acomodó un mechón detrás de la oreja mientras acercaba su boca a la suya,
Maxwell se preparó para recibir sus labios.
Pero el timbre de un celular rompió el momento.
-¿"Take on me" es tu timbre de celular?- Preguntó mientras el solo de teclado
sonaba a la distancia.
-Es una canción fantástica.- declaró levantándose. -Debo contestar, puede
ser un cliente.-
-Adelante.- Dijo mirándola salir de la bañera.
Becca tomó una toalla y la enredo alrededor de su torso y otra en su cabello.
-Dejé esta bata y esta toalla para ti. Quédate en la bañera cuanto gustes.-
Dijo antes de cerrar la puerta tras ella.
Maxwell recargó la nuca y miró la pared delante suyo.
¿Qué estás haciendo, Maxwell? Contó los ladrillos en ella recapitulando
porqué el entablar una relación sexual con Becca era mala idea.
Si algo de esto sale mal perderás a tu musa y tu libro quizá nunca sea
concluido.
Si la prensa se entera de que estás saliendo con una chica a la que le doblas
la edad, será un escándalo. Uno que sólo avivará la polémica que tu pasado
ya levantó.
Además, Becca tiene la misma edad que…
Juntó ambas manos y recolectó agua para echarla a la cara, tratando de
hacerse despertar y entrar en razón, salió de la bañera cuando vio que no
tuvo efecto. Seguía deseándola con la misma intensidad y seguía sin
intensiones de parar lo que se avecinaba.

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Sólo un mes. Se determinó. Un mes bastará para sacarte el capricho del
sistema y poder concluir la saga.
Estaba decidido, durante el próximo mes se aseguraría de enseñarle tanto
placer como le fuera posible y a cambio aprovecharía su cercanía para
terminar el libro. Salió de la tina, tomó una toalla y se secó el cuerpo antes
de ponerse y anudarse la bata. Al salir, se encontró con la imagen de Becca,
allí estaba ella, vistiendo la misma camisa de franela pero esta vez abierta y
sin vestir nada más. Trabajando en los últimos detalles de su pintura
necesarios para enmarcarla y guardarla.
Maxwell jamás follaría sin anticonceptivos, no sabiendo lo que pasó la última
vez que lo hizo, pero realmente tenía ganas de tomarla en sus manos, y
follarla ahí mismo, en medio del taller.
El taller se encontraba en el último piso, el techo entero estaba hecho de
grueso cristal que permitía el paso del brillo de la luna y las estrellas.
Iluminándola como una visión en medio del tormentoso desierto que era su
vida en ese instante.
-Llevas parado un largo rato ahí, ¿Sucede algo?-
Maxwell miró a su alrededor.
-Este lugar es bastante amplio, deben cobrarte una fortuna de renta.-
-En realidad es muy barato, este edificio ha estado abandonado por años y
el dueño es buen amigo de mi hermana así que me ofrece un precio
accesible cada que necesito usar un taller. Van a demoler este lugar en unas
semanas, sin embargo. Pero para entonces ya habrá comenzado la escuela
y podre usar el taller de la academia así que no hay problema.-
Se dio la vuelta después de ponerle firma a su pintura.
-Te ofrezco un trato.-
Becca bajó su pincel y caminó hasta él.
-Te escuchó.-
-Sexo, tanto como quieras y en las formas que quieras, con ciertas
restricciones lógicas por su puesto. Marcaremos tus límites después.-
Maxwell llevó su mano a su mejilla. -Pero a cambio deberás aceptar los
míos.-
-¿A qué se refiere?-
-A que sólo puedo prometerte un mes.-
-Eso está bien.- Dijo la chica. -Sólo eso necesito.-
-No pienso compartir mi vida privada.-
-Tampoco yo.- Respondió. -Si usted no hace preguntas, tampoco yo.-
La mano de Maxwell bajó de su mejilla a su cuello, extendiendo su palma y
sujetándolo con suavidad, sin aplicar la más mínima presión sobre su piel.
-Deberás prometerme obediencia y disciplina.-
-Puede que ahí haya un problema, esas son dos cosas que no se me dan
bien.-
-Estoy seguro de que llegaremos a un punto medio.-
-Me gusta como suena eso.-

79 MONY y GABY LEYVA


YES, DEDDY LEYVA
-Esto no sólo es por recreo sexual, es también para mi trabajo como escritor,
por lo que estarás sujeta a seguir siendo mi musa.- Continuó. -Por lo que
durante este próximo mes verás mucho de mí.-
Becca no pareció disgustada por la idea, ni un poco.
-Bueno en ese caso.- Becca tomó la mano de Maxwell que tomaba su cuello
y la sujetó entre sus dos manos. -Supongo que ambos seremos la inspiración
del otro señor Holloway.-
-Otra regla. A partir de ahora, mientras tú y yo estemos a solas, para ti no
soy el señor Holloway, te referirás a mí como "Daddy".- Maxwell cerró su
puño sujetando sus suaves nudillos entre sus dedos. -A partir de ahora, tú
serás mi Baby Girl.-
Becca tragó saliva y sus pupilas crecieron de diámetro hasta casi eclipsar el
verde a su alrededor.
-¿Fui claro?-
La chica se lamió los labios antes de responder.
-Sí Daddy.-
CAPÍTULO XIII
REBECCA WALKER
Maxwell abrió la puerta para Becca y ella entró en la cafetería. Becca respiró
hondo para atrapar el familiar olor a café en sus pulmones y calmar sus
nervios pero sólo pudo oler la masculina esencia de Maxwell acaparando el
lugar.
Pidieron sus bebidas y tomaron asiento. Era hora de negociar.
Tres días pasaron desde lo acontecido en el taller de Becca, tres días en los
que la imaginación de Becca la torturó con las posibilidades. Despierta o
dormida, su mente dibujaba todo lo que le gustaría hacer y recibir con
Maxwell Holloway. Su único refugio en situaciones así, eran las novelas de
Alexander Knight, pero ahora que sabía quien era el autor, leerlo sólo
avivaría sus ganas.
Piensa bien lo que quieres, haz una lista y vuelve a verme en tres días,
determinaremos cuánto de eso puedo cumplirte… Fueron sus instrucciones
y vaya que Becca las siguió al pie de la letra.Zoey sirvió sus órdenes y se
sonrojó profundamente en presencia de Maxwell. Ambos dieron las gracias
y pusieron su mente en la negociación.
-¿Hiciste tu tarea?- Preguntó Maxwell.
-Sip.- Dijo sacando su libreta de dibujo. -Hice una lista con lo que quiero que
hagamos en la cama como me lo pediste.-
-Excelente.- Maxwell sacó una tableta de su maletín de cuero y tomó su
plumilla.
Becca nunca había visto a alguien sujetar una pluma de una manera tan sexy
como lo hacía Maxwell.
-De antemano te digo que no sientas pudor o vergüenza con lo que estés por
proponer, una comunicación sincera siempre asegura placer pleno así que
di lo que quieras con confianza.-
-Estoy bien.- Dijo con simpleza abriendo su libreta. -Quiero sexo anal.-

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YES, DEDDY LEYVA
Con su vista periférica, Becca miró por debajo de la mesa las piernas de
Maxwell abrirse, como si su polla repentinamente necesitara más espacio.
Eso la hizo sonreír.
-Bien.- Dijo pasando su plumilla por la pantalla. -Concedido, ¿Algo más?--
Sexo oral.- Respondió. -Quiero recibir sexo oral.-
-Concedido.-
-¿Enserio?-
-Por supuesto.- Frunció el ceño. -¿Por qué?-
-Los chicos con los que he estado lo han considerado algo asqueroso.-
Aquello pareció no sólo pareció confundirlo, sino también enfurecerlo.
-¿Asqueroso?-
Becca asintió.
-¿Estás hablando enserio?-
-Sí, así que entenderé si se niega a…-
-Becca…- Maxwell levantó la mano. -No hay práctica sexual que disfrute más
que comerle el coño a una mujer.-
-Ahmm…-
Ambos voltearon y vieron a Zoey parada junto a la mesa, aún más roja de lo
que ya estaba. -Olvidé traer su… sus servilletas.- Las dejó en medio de la
mesa y desapareció rápido.Becca sonrió, Maxwell no le dio importancia.
-En resumen, sexo oral para ti no es una petición, es obligatorio.- Dijo
apuntándolo en su tableta.
Becca miró los labios de Maxwell. ¿Por qué no puedo respirar bien? Se
preguntó.
-De acuerdo.-
-¿Algo más?-
-Nalgadas y castigos.- Dijo recolectando un poco de aliento. -Nunca he
recibido alguna nalgada en la cama así que no sé cual es mi nivel de
tolerancia al dolor pero estoy dispuesta a averiguarlo.-
-Lo determinaremos durante la práctica, me aseguraré de no ser tan severo
la primera vez y poco a poco me irás diciendo hasta que punto puedes
soportar. Recuerda que debes ser honesta al respecto, si no lo disfrutas tú,
tampoco lo podré disfrutar yo, ¿Está claro?-
-Sí, señor.-
Lo anotó en su tableta. -¿Algo más?-
-¿Podré tocarte?--Cuanto quieras.-
-¿Dónde quiera?-
-Donde quieras.- Afirmó el hombre dándole un sorbo a su café.
-Podría…- De repente sintió timidez, pero se recordó que tenía la libertad de
ser honesta con Maxwell. El hombre podría ser viejo, pero tenía una mente
abierta. -Me gustaría tu trasero.- Respondió. -Explorarlo con… mis dedos y
quizá, más...-
Maxwell bajó su taza y se lamió el café de los labios. -De acuerdo.-
-¿Enserio?-

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YES, DEDDY LEYVA
-No sería la primera vez que le permito a una chica divertirse con mi trasero.-
Reveló. -Por supuesto sólo lo permitiré después de que me permitas jugar
un poco con el tuyo.-
Becca tragó saliva. -Trato.-
Maxwell lo añadió a la lista.
Becca miró a su alrededor, la cafetería estaba parcialmente vacía esa
mañana, estaban hasta la esquina, lejos de cualquier persona, sin embargo,
no podía evitar sentir que sus palabras se escuchaban por todo el lugar, aun
cuando hablaban en un volumen normal.-¿Sucede algo?- Preguntó el
hombre.
-Nada, el conversar sobre cómo será mi vida sexual durante el próximo mes
en una cafetería pública es bastante inusual.- Y extrañamente excitante.
-¿Quieres que tengamos esta conversación en otro lugar?-
-No, aquí está bien.-
Donde fuera, funcionaba para ella.
-Tuve que hacer que tuviéramos esta negociación aquí porque de hacerlo en
mi oficina o en mi casa...- Maxwell le miró el busto y su pulgar acarició la
punta de su plumilla. -Habría terminado follándote.-
Becca cerró las piernas y se revolvió en su asiento, sintiendo la presión entre
sus muslos estimular su sexo.
-Buena idea.- Respondió mirando sus manos. -Por mi parte es todo.-
Maxwell regresó sus ojos a la pantalla de su tableta y deslizó la plumilla.-
Ahora van los míos.- De nuevo levantó su mirada azul hacia ella. -¿Sabes
algo sobre el exhibicionismo?-
-He leído al respecto, en novelas eróticas y páginas de internet
ocasionalmente, pero quiero saber como lo interpretas tú, para darme una
idea más clara.-
-Significa que me gusta ser observado por otros en un contexto sexual del
mismo modo que me gusta observar a otros. Por supuesto siempre con el
consentimiento de todas las partes involucradas, si no hay deseo de por
medio no tiene atractivo alguno.-La respiración de Becca volvió a alterarse. -
¿Lo has practicado antes?-
-Muchas veces.- Respondió sinceramente. -¿Te incomoda?-
Me intriga...
Becca sacudió la cabeza. -En cierto modo, creo todos lo somos,
exhibicionistas.- Reflexionó la chica. -Piénsalo, leemos libros para ver las
historias de otras personas, reales o no, nos metemos en sus vidas y en sus
pensamientos, espectamos sin que siquiera estén conscientes de ello,
hurgamos en sus cabezas y experimentamos a través de ellos.-
-Ese es un punto interesante.-
Becca sujetó su taza de café en sus manos. -A decir verdad, algo me decía
que tú tenías algo de exhibicionista en ti.-
Maxwell no sonrió con sus labios, sus ojos lo hacían por él, con picardía. -
¿Ah sí?-
Becca asintió. -Por la forma en la que te ofreciste sin problemas para ser mi
modelo y por cómo su cuerpo reaccionó cuando te tuve desnudo frente a mí.-
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YES, DEDDY LEYVA
Becca subió una pierna encima de la otra, aplicando más deliciosa presión
sobre su entrepierna.
-Si te soy honesta, creo que también que me atrae un poco la idea.- Admitió.
-Puedo ver el atractivo en eso.-
-¿Alguna vez has practicado algo similar?-
-No.-
-¿Estás interesada en ello?-
Sí que lo estaba, el tener el valor para ponerlo en práctica era otra cosa, pero
con Maxwell, sentía una valentía sexual que no había sentido con ningún
otro hombre, su seguridad sexual era contagiosa.
-Sí.-
-A la lista entonces.-
Becca bebió de su café y disfrutó del dulce sabor, Hannah siempre la
criticaba por pedirlo con tanta leche, crema y azúcar.
-¡Estás diluyendo todo el sabor a café!- Le decía.A Hannah, al igual que
Maxwell, le gustaba el café completamente negro, sin una sola pizca de
azúcar, Becca nunca lo entendió, era como beber carbón líquido.
-¿Estás abierta a tríos, orgías?-
Eso subió de nivel muy rápido… Pensó Becca.
-¿Tú participas en tríos con todas tus parejas?-
-No exclusivamente, a algunas les gusta, a otras no, pero me propuse a
enseñarte tanto sobre sexo como este mes me lo permitiera, y una de las
practicas sexuales que he realizado y disfrutado es incluir a más a la cama.-
Becca recordó su fantasía con Maxwell y Alexander tomándola al mismo
tiempo y cuanto la disfrutó. Maxwell indiscutiblemente tenía más experiencia
que ella y aun así, parecían tener mucho en común en cuanto a gustos
sexuales.
-¿Los tríos serían mujer-hombre-mujer?-
-U hombre-mujer-hombre.- Respondió. -Cómo tú gustes.-
Ciertamente la idea le hacía ruido, la curiosidad le insistía que se atreviera y
su sentido natural por la aventura lo secundaba.-Me agrada la idea.- Admitió.
-Pero sólo como una opción.-
-Por supuesto, la puerta está abierta por si gustas atravesarla, de no ser así,
no hay problema.- Los ojos de Maxwell la recorrieron toda. -A decir verdad,
mientras seas tú quien esté en mi cama, no me importa cuantas otras
personas estén presentes o no.-
Becca arañó su taza, buscando control para no gatear encima de la mesa
hasta subirse a su regazo.
Maxwell lo apuntó a la lista.
-Por cómo reaccionaste en el taller y tu gusto literario puedo intuir que eres
conoces y disfrutas del Daddy Kink, ¿Estoy en lo correcto?-
Becca se mordió el labio. -Sí.- Respondió.
No tenía punto negarlo, había visto su librero, al menos seis libros tenían la
palabra “Daddy” en la portada.
-¿Podrías explicarme por qué te gusta?-

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Esa era una pregunta con muchas respuestas, decidió ir por la más breve.-
No lo sé, el tener a un hombre con experiencia y conocimiento tomando mi
cuerpo con seguridad es algo que encuentro muy atractivo. Como te dije
antes, siempre tuve predilección por hombres mayores, barbas, trajes y
canas, encuentro todo eso muy atractivo. Además me gusta todo el tema del
control y la dominación que conlleva, las figuras de autoridad me hacen
querer, ser desafiante. El saber que se avecina un castigo sólo me hace
querer romper más reglas y ser aún más desobediente.-
Maxwell la miró desde el otro lado de la mesa, en misterioso silencio.
-¿En qué piensas?-
-En que quiero ponerte contra el mostrador y follarte frente a todas estas
personas.- El pecho de Maxwell estiró la tela de su camisa por un instante. -
Ahora.-
Yo también, Daddy...
-¿Qué hay de ti?- Preguntó tratando de desviar la tensión sexual y no
cometer una locura ahí mismo. -¿Por qué disfrutas del Daddy Kink?-
-El control.- Dijo de inmediato. -Siempre tuve tendencia a la dominancia en
la cama.-Y en la vida… pensó Becca.
-Me gusta dar ordenes y hacer que sean obedecidas, me encanta premiar
una conducta obediente pero más que nada, me gusta satisfacer. El
proporcionar orgasmos me mantiene emocionalmente altivo y viril.- Bajó su
plumilla. -Por supuesto todo dentro de un ambiente de respeto y seguridad.-
-Entiendo.- Dijo Becca. -Daddy Kink a la lista.-
Y fue añadido.
-El que sea tu Daddy implicará que aceptarás lo que sea que yo te compre.
No excepciones, si te doy un vestido lo vestirás, si te compro joyas, las
portarás, si te doy un juguete sexual, lo follarás para mí, lo que sea, sólo lo
agradecerás y lo aceptarás.-
-¿Planeas comprarme con regalos?-
-Planeo comprar tu obediencia con orgasmos.- Explicó dejando agua caer
sobre su cabeza. -Los premios sólo serán incentivos que se te serán
otorgados si muestras disciplina.-
-A la lista.- Respondió. Como a toda chica, el recibir regalos, en especial
ropa, era emocionante, pero por supuesto pondría un alto si eran muy
costosos, simplemente no podría aceptarlos así como así.Exhibicionismo,
posibles tríos y Daddy Kink. Este próximo mes prometía mucho para los dos.
-Y hablando de eso, ¿Qué opinas del uso de juguetes? ¿Estarías dispuesta?-
-Nunca he tenido o usado uno. Pero sí, estoy dispuesta.-
Maxwell anotó eso último y bajó la tableta.
-No tengo más que añadir, ¿Tú?-
-Todo listo.-
-Bien, entonces pasemos a las logísticas.- Hizo a un lado su taza de café y
descansó sus gruesos antebrazos sobre la mesa. -¿Estás bajo algún método
anticonceptivo?-
Becca se tocó el bícep.

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-Implante subdérmico, me lo puse hace tres meses. noventa y nueve
porciento de eficacia.-
-Muy bien. Me da gusto tu responsabilidad.- Respondió. -Igualmente iremos
a un centro de salud a hacernos pruebas de ETS.-
-¿Desconfías de mi historial sexual?-
-No, pero quiero que quede claro que estoy limpio.- Dijo simplemente. -
Planeo follarte continuamente las próximas semanas y quiero hacerlo sin que
ninguno de los dos tenga inquietudes respecto a eso.--Me parece bien.- Su
responsabilidad le parecía sexy.
-Por eso tendré que pedirte exclusividad sexual. Mientras este acuerdo entre
nosotros esté vigente, ni tú ni yo podremos tener contacto sexual con otras
personas. Si quieres tener tríos o alguna práctica sexual que incluya a más
personas además de ti y de mi, primero debes consultármelo.-
-De acuerdo.-
-Y usarémos condón, noventa y nueve porciento es bueno pero ese uno por
ciento prevalece, a menos que sea la etapa en tu ciclo menstrual que lo
permita, no eyacularé dentro de ti sin un condón entre nosotros, eso no está
a discusión.-
-Entendido.-
-Bien, ya que ya hablamos sobre la confidencialidad anteriormente, parece
que tenemos lo básico cubierto, las dudas o inquietudes que salgan durante
la práctica las veremos entonces, te repito que mantendremos una
comunicación directa y respetuosa en todo momento por lo que puedes
hablar al respecto sin problemas.-Ahora más que nunca el mostrador se veía
más invitante para follar.
Maxwell le pasó la tableta.
-¿Tenemos un trato?-
Becca nunca había firmado algo tan rápido en toda su vida.
-Tenemos un trato, señor Holloway.-
Maxwell igualmente firmó la tableta y luego la guardó en su maletín.
-Planeo follarte en mi casa.- Explicó.
-¿Donde es eso?-
-Malibú, junto a la playa.- Respondió. -Enviaré a mi chofer para que te recoja
y te escolte ahí. Necesito tres días, asegúrate de buscarlos en tu agenda y
cumplir con tus compromisos para estar libre ese lapso de tiempo, no quiero
que preocupaciones del mundo exterior te distraigan de mí. Trae tu material
de pintura si así lo deseas.-
Maxwell recorrió una vez más su cuerpo entero con los ojos.
-Porque durante esos tres días, tú y tu cuerpo entero me pertenecen.-Becca
nunca había subido a una limusina, incluso en su baile de graduación, su
pareja la había recogido en un Uber y le había hecho pagar la mitad. Becca
pensó que sería diferente viniendo del quarterback de la escuela y el hijo del
director, pero no fue así. Ahora, en la limusina que Maxwell envió a su
condominio para ella, se sentía increíble. Wess, su chofer, era muy amable,
le ofrecía bebidas y bocadillos, cambiar el aire para ella o la estación.
-Puedo poner la piscina para usted si gusta.-
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-¿¡Este auto incluye piscina!?- Preguntó mirando a su alrededor.
El hombre sonrió y su bigote gris se alzó.
Becca entrecerró los ojos.
-Ja-Ja muy gracioso.-
Wess tomó la visera de su gorra y saludó al espejo.
-Gracias jovencita.-
Becca se acercó a la ventanilla.
-¿Cuánto tiempo llevas trabajando para Maxwell?--Siete años.- Respondió. -
He servido tanto como su chofer como su guardaespaldas.-
Eso último llamó su atención, Wess era un hombre probablemente a mitades
de sus cincuentas, su uniforme no revelaba mucho, pero no parecía
particularmente grande, por supuesto no debía juzgar la fuerza de alguien
por su apariencia, ella misma podía defenderse bien sin ser enorme.
-¿Para qué necesitaría el señor Holloway protección?-
-Un hombre con poder es un hombre con enemigos.- Dijo con aire reflexivo.
-El dinero siempre trae consigo diversos peligros.-
-Ya veo.- Dijo recargando su espalda contra el cómodo respaldo.
-¿Hay algo que pueda hacer para amenizar su trayecto?- Ofreció el chofer.
-¿Podrías revelarme un secreto del señor Holloway?-
-Me temo que eso no lo puedo hacer.-
Becca resopló. -¿Ni siquiera uno pequeño? Me conformo con una historia
vergonzosa.--Tendrá que preguntarle eso usted misma.- Dijo con la mirada
fija al frente, un brillo divertido en sus ojos.
-De acuerdo.- Dijo rindiéndose.
Arribaron poco después a la casa, el auto se topó con altas rejas que
resguardaban una gran casa. Becca observó maravillada a través de la
ventana, hacia el lugar que sería el recinto donde Maxwell Holloway aplicaría
toda clase de perversiones sobre su cuerpo.
Wess se estacionó frente a la entrada principal y Maxwell no tardó en
emerger de la puerta.
-Yo me encargo, Wess, gracias.- Dijo tomando la maleta de Becca.
-Cómo usted diga, señor.- Wess asintió hacia Becca. -Que su estadía aquí
sea placentera.-
-Gracias Wess.- Dijo sonriente, el guardaespaldas de Maxwell le caía bien.
El auto desapareció y Becca giró sobre sus talones para afrontar a Maxwell.
El hombre vestía pantalones beige y una ligera camisa azul celeste abierta
en la parte superior. Descalzo y con las mangas levantadas, tenía un aspecto
veraniego y cómodo que le iba excelente. Becca por su parte vistió un ligero
y corto vestido de verano blanco y sandalias artesanales.-¿El viaje fue
agradable?-
-Lo fue.- Dijo Becca entrelazando sus manos detrás de ella. Sus ojos miraron
su pecho semidesnudo. -Aunque el destino lo es más.-
-Entonces será mejor que no te haga esperar.- Dijo dándose la vuelta. -
Acompáñame.-Maxwell le abrió la puerta y se adentraron a la magnífica
casa, cuyos pasillos y puertas parecían no tener fin.
-Tienes una casa muy hermosa.-
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YES, DEDDY LEYVA
-Esta no es la casa principal, es la casa de huéspedes.- Abrió la puerta hacia
el patio trasero. -Esa es la casa.-
Becca probablemente dejó un hoyo en el suelo por lo fuerte que su
mandíbula debió chocar contra el piso. La casa detrás de ella era hermosa,
pero la que tenía al frente, era simplemente magnánima. Desde afuera,
Becca alcanzaba a divisar tres pisos y muchas habitaciones, en el exterior,
contaba un una amplia piscina rectangular y a su lado un pequeño jacuzzi
redondo.
Un camino que conectaba a la playa y vegetación verde adornaba el extenso
patio. Al entrar, se asombró con la arquitectura, tenía un aspecto elegante y
fresco con las paredes y techos blancos pero también un aire rústico con los
pilares de bloque y el piso de lisa madera. Estaba amueblada de la manera
perfecta para entonar con la estructura de la casa y contaba con la
iluminación perfecta para darle una sensación de vida al lugar.Al llegar al
salón principal, Maxwell bajó la maleta y volteó hacia Becca.
-Por tu expresión veo que te agradó la casa.-
-¡Me encanta!- Dijo sin ocultar su entusiasmo. -Debe ser asombroso vivir
aquí.-
-Aún no está terminada al cien por ciento, aun hay cosas por construir pero
estoy realmente conforme con cómo está quedando.-
Sus ojos encontraron los de Becca y los mantuvo cautivos en su mirada.
-Estos próximos tres días tendrán tres objetivos.- Comenzó a explicar. -
Avanzar en la historia de mi novela, enseñarte un par de cosas sobre sexo y
por supuesto relajarnos manteniéndonos lejos de nuestras
responsabilidades por un rato.-
-¿Tú relajándote?- Becca dijo fingiendo incredulidad. -Eso quiero verlo.-
-Puede que te sorprenda, pero en mi juventud solía ser muy… ¿Cómo
ponerlo en palabras?- Llevó su mano al rostro de Becca. -Insubordinado,
justo como tú.-Por un momento, Becca pudo ver en su rostro el chico rebelde
y malo que ocultaba detrás de esa expresión profesional que portaba con
tanta naturalidad. Con los estudios clínicos realizados, ya no había más
pendientes entre los dos que les impidiera disfrutar el cuerpo del otro durante
los próximos días, Becca estaba realmente anticipando esto.
-Ahora, sé una chica obediente y saca a tu Daddy de estas ropas.-
Becca estuvo feliz de complacer esa orden.
-Sí, Daddy.- Dijo de inmediato desenvolviendo su cuerpo como si de un
regalo de navidad se tratase, desabotonó rápido su camisa y la deslizó fuera
de su torso sin problema. Prosiguió con sus pantalones, botón afuera y
bragueta abajo.
-¡Señor Holloway!- Dijo con una sonrisa que el mismo gato de Cheshire
envidiaría, -¿Sin ropa interior? Es impropio de usted.-
El hombre encogió un hombro.
-Es fin de semana.-
Becca rió y sacudió la cabeza.
-Será mejor que nos deshagamos de estos, no los necesitaremos por un
rato.-Maxwell le guiñó un ojo. -Buena idea.-
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Los pantalones terminaron fuera y Becca pudo ver que Maxwell estaba más
que listo para los próximos tres días. Becca recogió la camisa de Maxwell y
se la puso encima como una capa, miró a su alrededor. -¿A donde?-
-A mi cama.- Asintió hacia las escaleras. -Arriba, es la única habitación con
la puerta abierta.-
Becca tragó saliva y siguió de cerca a Maxwell, quien desnudo y a paso firme,
la guió a su habitación.
CAPÍTULO XIV
REBECCA WALKER
La habitación a la que entraron era totalmente blanca con excepción de los
muebles que exhibían un color completamente negro. La cama contaba con
frescas sábanas blancas y esponjosas almohadas de algodón, y la ventana
ofrecía una perfecta vista a la hermosa playa. Era ciertamente un cuarto
agradable para pasar el fin de semana. Pero la habitación no era la principal
atracción del lugar, sino el hombre desnudo en su interior.
-¿Inspeccionando la habitación?-
-Sólo busco los instrumentos de tortura sexual.- Respondió Becca mirando
de pared en pared en busca de esposas, látigos o cualquier tipo parafernalia
sexual.
Maxwell pegó su entrepierna contra los glúteos de Becca. -Aquí lo tienes.-
Susurró.
Becca había escuchado sobre combustión espontanea con anterioridad,
pensaba que era una leyenda urbana hasta ese momento, tan cerca de
Maxwell, sentía que iba a terminar en llamas en cualquier segundo.
-Integraremos juguetes después, de momento empezaremos con lo básico.-
-¿Qué involucra lo básico?-
-Nuestros cuerpos.- Respondió en un susurro. -Nada más que eso.-
Apartó su cabello de su cuello y Becca cerró los ojos al sentir el primer
contacto de sus suaves labios, posteriormente acompañado del áspero
raspar de su barba.
-Daddy…- Jadeó sintiendo la mano de Maxwell apoderándose de su
abdomen, presionando su palma contra su piel a través de la delgada tela
del vestido, jalándola contra él, pegando su espalda semidesnuda contra la
parte anterior de su torso. El calor de su piel se mezcló con el de la suya,
aumentando su temperatura y también su deseo. Becca llevó una mano
hacia atrás, en busca de su polla, Maxwell la detuvo sujetando suavemente
su palma.
-Dijiste que podía tocarte.- Debatió Becca.
-Y lo harás.- Prometió regresándole su mano. -Pero será cuando yo te lo
permita.-
-Eso no es justo.-
Becca sintió los dientes de Maxwell deslizándose por su piel, sólo un poco,
lo suficiente para enviar toda clase de escalofríos por su espina.
-Mi casa, mis reglas, jovencita.- Dijo con oscuridad. -Date la vuelta.-
Las palmas de Becca ardieron en necesidad de tocar su piel, pero las
mantuvo lejos, obedeciendo sus odiosas normas.
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-Sí Daddy.- Giró sobre sus talones, afrontando su oscura mirada.
Maxwell tomó su mejilla en su mano, sus ojos azules recorrieron su rostro
entero como si tratara de memorizar la ubicación de cada lunar sobre su piel.
Su pulgar se posó en la esquina de su labio y lo deslizó por el contorno hasta
llegar al centro, aplicó presión haciéndola abrir la boca.
-Me haces querer hacer toda clase de cosas con tu cuerpo.- Susurró.
-¿Qué clase de cosas, señor Holloway?-
Maxwell inhaló aire y exhaló sus palabras. -La clase de cosas que un hombre
de mi edad no debería hacerle a una jovencita de la tuya.-
Becca tuvo que cerrar sus manos, para evitar que sus dedos tomaran el
control de sus palmas y terminaran sobre el cuerpo de Maxwell.
-¿Estás segura de que realmente quieres esto?-
La chica lo besó en los labios, con desesperación.
-Claramente sí.- Gruñó contra su boca aceptándolo por un momento.
Becca no supo cuanto tiempo después, pero Maxwell interrumpió el beso y
deslizó sus nudillos por sus muslos.
-Quítate las pantis.- Ordenó.
-Valiente de tu parte asumir que llevo puesta ropa interior.- Se las había
quitado antes de entrar la limusina, tuvo que ir sentada con las piernas
cruzadas durante todo el trayecto.
Maxwell se lamió los labios.
-Eres definitivamente algo más, Baby Girl.- Susurró poniendo su posesiva
mano en su cintura.
-Aún no has visto nada Daddy.- Desafió como ya era costumbre.
-Estoy por hacerlo.- Bajó su oscura mirada a sus pechos. -Quítate los
zapatos y súbete a la cama, codos y rodillas en el colchón.-
-Sí, Daddy.-
Maxwell la liberó de sus manos y Becca caminó a la cama, se deshizo de
sus sandalias y se subió al colchón, gateó despacio al centro y permaneció
en posición, esperando la llegada de Maxwell.
Pero Maxwell no acudió de inmediato, el hombre caminó despacio hacia el
tocador y abrió una botella de cristal para después servirse un poco en una
copa. Cuando Becca volteó en su búsqueda, lo encontró sentado en un
cómodo sofá negro ubicado opuesto a los pies de la cama, con las piernas
abiertas y la espalda recta contra el respaldo, como un rey en su trono
contemplando sus dominios.
-¿Qué haces?- Preguntó confundida.
-Disfrutar el espectáculo que vas a proporcionar para mí.- Dijo bebiendo de
su copa. -Tócate.-
Becca respiró profundo, esperando que su cuerpo no denotara cuán
desesperada estaba por sentirlo.
-Sí, Daddy.-
Esas palabras dibujaron una sonrisa en su atractivo rostro y Becca tuvo
ganas de rebelarse, pero Maxwell le prometió placer a cambio de obediencia
así que decidió jugar acorde a sus reglas.
Por ahora.
89 MONY y GABY LEYVA
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Abrió bien las piernas y se llevó los dedos al clítoris, que se encontraba
hinchado y reactivo a causa de Maxwell. Bajo los ojos de Maxwell, las
sensaciones sobre su sexo se sentían aun mayor de lo que acostumbraba a
experimentar en la soledad de su propia habitación. Maxwell tenía razón, tal
vez había un poco de exhibicionismo en su sangre.
-¿Te gusta, Daddy?- Preguntó desafiante. -¿Lo estoy haciendo bien?-
-Lo estás haciendo estupendamente.- Comentó el hombre, con su erección
palpitando sobre su propio abdomen. -Trata metiendo un dedo, el medio.-
Becca tragó saliva, con lo estimulada que estaba y el calor que sentía sabía
que meter algo ahí haría que se corriera inmediatamente. Pero no estaba en
posición de negociar, quería el cuerpo de Maxwell contra el suyo lo antes
posible.
Becca pudo soportar un dedo, comenzó a temblar después de que le ordenó
un segundo y para el tercero estaba lista para explorar.
-¿Exactamente, hasta cuando planeas follarme?- Exclamó sobre su hombro.
-Hasta que lo considere prudente.- Dictaminó tiránicamente. -Puede ser un
unos minutos, puede ser en unas horas, yo determinaré eso. Tú serás
obediente y te seguirás masturbando para mi, ¿Está claro?-
Becca gimió frustrada.
Maxwell rió.
Lo escuchó ponerse de pie y bajar la copa sobre el tocador.
-Vista al frente, Baby Girl.- Ordenó cuando trató de mirar hacia atrás.
Becca escuchó sus pasos y su respiración tranquila. La anticipación y la
incertidumbre de no saber de qué maneras o en qué momento usaría su
cuerpo, la frustraba, la desesperaba... y le encantaba.
Si de alguno de sus novios del pasado se tratase, habría tenido sus manos
sobre ella con sólo tronar los dedos, pero Maxwell era diferente, él no seguía
el mismo predecible patrón como todos los demás lo hacían, él se regía por
sus propias normas y hacía lo que quería. Eso sólo la hacía desearlo más.
Quería ser tomada por él en ese instante, sin esperar más, estaba en el limbo
de la tortura y el placer, parada encima del fino límite, dispuesta a saltar al
éxtasis, pero tenía la fuerte mano de Maxwell sujetándole el codo,
impidiéndole dejarse caer.
Entonces recordó algo.
¿Quieres mi semen? súplica por el.
Tenía un plan, uno que seguramente le otorgaría la polla de Maxwell.
-Ya me había corrido para ti antes.- Dejó salir.
Becca sintió el peso de Maxwell hundiendo el colchón a los pies de la cama,
sentándose justo al lado de su tembloroso cuerpo.
-Continua.- Demandó con curiosidad.
-Ya me había corrido para ti antes de conocerte.- Gimió. -Mis orgasmos ya
eran tuyos antes de que si quiera supiera tu nombre.-
Jadeó cuando la mano de Maxwell sujetó su glúteo derecho y sonrió al ver
que su plan estaba funcionando.
-Con las palabras que leía de tus libros, el placer de tus personajes, lo sentía
yo también. Cada fantasía que narraste en tus historias y cada vez que me
90 MONY y GABY LEYVA
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corrí a causa de ellas, todas te pertenecieron a ti.- Prosiguió. -Noche, tras
noche, saciaba mi lujuria con tus palabras y terminaba dormida con uno de
tus libros en una mano y mi clítoris en la otra.
Sintió el peso de Maxwell moviéndose tras ella, luego sintió su polla caer
sobre el área lumbar de su espalda.
-Daddy...-
-Consideraba follarte en los próximos quince minutos.- Dijo deslizando la
punta de su miembro por la superficie de sus glúteos. -Creo que acabo de
reconsiderar.-
Cuando Becca sintió su polla deslizándose por su entrada, instintivamente
retrocedió buscando atraparlo en ella, fundirlo en su interior.
Maxwell rió por lo bajo, una risa cínica y sardónica.
-Ese es el problema con tu generación, ustedes millennials quieren todo de
inmediato, no tienen paciencia ni autocontrol.- Comentó acariciando su
glúteo derecho con únicamente la palma de su mano sin permitir que sus
dedos tocaran su piel. -Se apresuran a la meta sin disfrutar el recorrido. Sin
saborear la dulce tortura de prolongar lo inevitable y esperar.-
En realidad soy generación Z… pensó, pero corregirlo sólo le traería más
espera y quería tenerlo ya.
-No quiero esperar más para tenerte dentro.- Jadeó con voz temblorosa.
-Espera sólo un poco más, valdrá la pena.- Susurró inclinando su cara sobre
ella hasta dejar un beso en el centro de su espalda. -Daddy lo promete.-
Becca sujetó la sábana bajo ella en sus puños, casi rasgando la tela con sus
uñas.
-Ahora levanta ese precioso trasero.-
Becca asintió y elevó sus glúteos, presentándose para él. La falda de su
vestido cayó un poco a su cintura, revelando su húmeda necesidad. Maxwell
puso su mano en su cintura.
-Simplemente perfecta.- Lo escuchó murmurar para sí mismo.
-Ahmg…- Jadeó al sentir la húmeda y cálida lengua de Maxwell en los labios
de su sexo, subiendo desde su pubis, hasta su perineo.
Posterior a eso, el hombre pegó sus labios a su intimidad y sus muslos
temblaron al sentirlo inhalar.
Maxwell dejó escapar un gruñido silencioso.
-Los chicos de tu edad no tienen idea de lo que tienen, el privilegio de poder
saborear, sentir y oler un coño joven e inexperimentado. Es una experiencia
inigualable.- Comentó enterrando su lengua dentro ella.
Becca enterró sus uñas rojas en la sábana cuando la punta de su lengua
conectó con su clítoris.
-Parecen no opinar lo mismo que tú.- Jadeó. -Al menos con los que he
estado, les provocaba asco si quiera pensar en probar esa parte de mi.-
Recordaba sus expresiones de horror cuando pedía sexo oral y aun así no
parecían tener problema con recibirlo. Becca pensó que sólo era cuestión de
darles tiempo a la idea, de ganar el privilegio a recibirlo primero, no fue hasta
que conoció a Maxwell que se dio cuenta de que no era un privilegio, sino un

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maldito derecho, que su placer no debía ser ganado sino explotado al
máximo.
-¿Asco?- Musitó indignado degustando sus jugos. -Inaceptable, simplemente
inaceptable.-
Becca luchó contra cada instinto en ella para no correrse en su boca, no
quería permitírselo tan pronto, quería hacerlo con su polla en su interior y su
cuerpo rodeándola, pero Maxwell parecía tener otros planes.
Por un momento, su boca abandonó su sexo y antes de que Becca lo
extrañara Maxwell tomó una vez más su cintura y con un movimiento ágil
pero certero la hizo girar hasta descansar sobre su propia espalda.
Maxwell no necesitó pedirle que abriera las piernas, sus rodillas se separaron
por sí solas, traicionando el leve pudor que comenzaba a sentir por estar así
de expuesta ante el, pudor que pronto se desvaneció bajo su mirada llena de
deseo. Ahora Maxwell había bajado sus propias rodillas al suelo junto a los
pies de la cama, estaba con su largo torso extendido sobre el colchón de
modo que su boca terminaba justo encima de su reactiva intimidad.
Inhalando y exhalando justo encima de su clítoris.
-Debo admitir que siento envidia de ti ahora mismo…- Comenzó a decir,
deslizando sus nudillos por encima de sus sensibles labios mayores. -De la
inexperiencia con la que cuentas en este momento. Eventualmente
desaparecerá y nada se sentirá tan bien como en este instante.-
-No… no entiendo.- Jadeó.
¿Cómo alguien con tanta experticia y conocimiento en la cama podría
envidiar la inexperiencia de otro? Becca no era capaz de comprenderlo.
-Cuando eres joven, todo es nuevo.- Explicó. -Todo es una experiencia
completamente diferente a lo que has sentido antes, pero al crecer, tu cuerpo
se adapta al placer y demanda que llegues a tus límites y cuando lo
consigues, no puedes ir más allá.-
Extendió sus dedos, cubriendo su intimidad por completo con su mano,
dejando caer el peso de su palma sobre su sexo.
-Tú en cambio, estás desacostumbrada al tacto ajeno, al placer propiciado
por el cuerpo de alguien más, por eso cuando pongo mis dedos en ti se siente
así de bien. Por eso es tan fácil hacer que te corras.-
Maxwell acercó su boca a su sexo y plantó un suave beso contra sus labios.
Becca estaba segura que no importaba las veces que intimara con Maxwell,
siempre se sentiría como una experiencia nueva cada vez.
-Esta es de mis partes favoritas en una mujer.- Comentó Maxwell, separando
sus labios y apartando la pequeña capucha de piel descubriendo la sensible
e hinchada carne de su húmedo botón. -El clítoris.-
Su aliento se sintió cien veces más fuerte sobre esa sensible porción de
carne que en cualquier otra región de su sexo.
-La mayoría de los chicos de tu edad ni siquiera tienen idea de que esto
existe.- Comenzó a acariciarlo con su rasposo pulgar. -Ni el efecto que tiene
sobre ustedes. Sobre el poder que puede otorgarnos si sabemos usarlo
correctamente.-

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Hundió su pulgar en su clítoris, haciendo que Becca arqueara la espalda y
jadeara.
Maxwell sonrió. -¿Lo vez?- Comenzó a formar círculos. -Basta de un leve
tacto aquí para ponerte así.-
De nuevo, comenzó a besar sus labios de la misma forma en la que devoró
su boca minutos antes, con hambre y lujuria. Los sonidos que escaparon de
su boca durante los siguientes minutos fueron ruidos que, estaba segura,
jamás había vocalizado antes, ni siquiera ella misma era capaz de
reconocerse, de no ser por el vibrar se su propia garganta, habría creído que
provenían de alguien más, de una mujer completamente absorta el más
tortuoso placer.
-Daddy... - Gimió. -¿Permiso para tocar?-
Maxwell abrió los ojos y la miró desde abajo.
-Concedido.- Gruñó contra su sexo.
La mano derecha de Becca se hundió en su dorado cabello, la izquierda
exploró sus fuertes y tensos hombros, sintiendo el calor de su piel y notando
el movimiento de su hombro. Siguió el trayecto hasta descubrir el motivo de
tal movimiento. Maxwell estaba masturbando su polla, debía serlo, la orilla
de la cama bloqueaba la vista de su mano acariciándolo, pero la contracción
en su antebrazo y el movimiento de su codo lo delataba. Ese hecho
acrecentó su éxtasis, saber que el beber de ella le excitaba al punto de
necesitar aliviar la necesidad de su polla.
Becca juntó sus muslos sintiendo el picor de su barba contra su piel y elevó
su cadera, frotando su sexo contra su cara. Estaba cerca de correrse, lo
sabía bien.
-Eso es, empapa mi barba, quiero que huela a ti.- Gruñó contra su sensible
intimidad. -Hazlo, termina para mi.-
Becca habría querido aguantar un poco más y demostrarle que no era tan
impaciente como sus palabras aseguraban, pero su cuerpo, en un acto de
absoluta traición, fue en contra de sus ordenes y se permitió ser invadido por
el orgasmo.
Ningún clímax del pasado se comparaba al que estaba teniendo bajo su
lengua, ni siquiera el que había tenido alrededor de sus dedos en el taller.
Era la clase placer transfictivo que atravesaba su existencia entera y le hacía
doblar cada esquina en su cuerpo. El orgasmo la mantuvo presa hasta que
se apiado de su cuerpo y la liberó de su inexorable agarre, sólo entonces fue
capaz de volver a pensar con claridad.
Cuando Maxwell pareció satisfecho apartó sus labios de ella, exhibiendo la
obscena imagen de su barba empapada en ella. Nunca había pasado antes,
nunca se había corrido con semejante intensidad ni en tanta cantidad.
Tampoco había terminado tan húmeda o mojado a alguien más de esa forma.
Maxwell permaneció inerte entre sus piernas, mirándola con esa oscura
mirada que sólo conservaba para ella en momentos de lujuria, ¿Acaso
estaba enojado? ¿Asqueado?

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-Oh por dios, lo siento.- Dijo mirando el desastre que hizo por la mayor parte
de su cara. -Nunca me había pasado algo así, te lo juro, esta es la primera
vez que pasa.-
Maxwell se pasó la mano por su húmeda barba, cuando su palma abandonó
sus labios había una sonrisa. Se llevó la mano húmeda a su polla y la acarició
muy rápido.
-Nunca te disculpes por experimentar placer.- Cerró los ojos y murmuró una
maldición. -Menos cuando dicho placer fue provocado por mi.-
Becca quería más orgasmos, quería tenerlo contra su cuerpo ahora más que
nunca.
-Sí, Daddy.-
-Esa es mi chica.-
Maxwell abrió los ojos, subió a la cama y poyándose sobre sus rodillas, se
alzó en alto frente a ella.
-Ahora sé una chica obediente y abre bien las piernas.-
Maxwell escupió en su propia mano y se continuó acariciando la polla.
-Daddy va a entrar en ti.-

[FIN DEL PRIMER VOLUMEN]

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