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Yasmina Suboh Jarabo

LA PERVIVENCIA DE LA LITERATURA ESPIRITUAL EN LA


ESPAÑA DEL SIGLO XVII

Yasmina Suboh Jarabo, Universidad Autónoma de Madrid

RESUMEN

Este artículo se basa en la investigación que estoy realizando en mi tesis doctoral dedicada a
la continuidad de la literatura espiritual española en el siglo XVII, su difusión en sectores sociales más
amplios, así como la actitud de la Inquisición. Este tema ha sido poco estudiado, debido a la errónea
idea de que este género había entrado en decadencia en este siglo por las medidas inquisitoriales y la
Contrarreforma, hecho que no fue así, como he podido comprobar en algunos documentos, sino que
pervivió sin perder importancia y seguidores, haciendo frente a estos controles, con el fin de continuar
esa labor pastoral y pedagógica del siglo XVI, para asentar una espiritualidad más personal de unión
con Dios, en la que todos los fieles estaban llamados a la santidad.

PALABRAS CLAVES

Literatura espiritual, Inquisición, Lengua romance, Camino de perfección, Teología Mística,


Cristianismo.

ABSTRACT

This article is based on research that I am doing in my PhD dedicated to the continuity of the
spiritual literature in the seventeenth century Spanish, its diffusion in the society and the attitude of
the Inquisition on it. This matter has been slightly studied, due to the wrong idea of that this literature
had entered in decline this century by inquisitorial measures and the Counter-Reformation, but this
was not like this, as I have verified in any ancient documents. The spiritual literature in Spain survived
and it kept its importance and followers, facing controls, in order to continue this pastoral and
pedagogic work of the 16th century, to seat a more personal spirituality and union with God, in the
that all the believers were called to the holiness.

KEYWORDS

Spiritual literature, Inquisition, Romance language, Way of perfection, Mystical theology,


Christianity.

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La pervivencia de la literatura espiritual en la España del siglo XVII

Mi artículo se basa en la investigación histórica que estoy llevando a cabo en


mi tesis doctoral titulada Inquisición, censura y literatura espiritual en la España Moderna.
Mi intención es demostrar la continuidad de uno de los géneros literarios que supuso
una gran repercusión en su tiempo, la literatura espiritual, y que fue fuente de
inspiración para el pensamiento y la religiosidad española e internacional,
especialmente por sus dos mayores representantes, Santa Teresa de Jesús y San Juan
de la Cruz.

Dentro de este ámbito, no podemos olvidar la intervención de la Inquisición,


debido a las críticas circunstancias que se estaban viviendo en la Iglesia y la sociedad
de ésta época, por la expansión de ideas heterodoxas que habían sido fomentadas por
corrientes espirituales que se habían alejado de la doctrina católica, como el
luteranismo o los alumbrados. Esta situación llevó a tomar serias medidas de control
y vigilancia, para evitar que cualquier pensamiento o comentario que pudiera ser
sospechoso de herejía, consiguiera propagarse y trasmitir erróneas ideas a los fieles.
De estos controles no se libraron las obras de espiritualidad (a pesar de que la gran
mayoría permanecían dentro de la doctrina católica) por los nuevos planteamientos
que expusieron, en los que explicaban cuál era la correcta vida religiosa y espiritual.
Un ejemplo de estas medidas inquisitoriales fueron los Índices de Libros Prohibidos,
como el primero y el más célebre Índice de 1559, del Inquisidor General Fernando
de Valdés, o el controvertido de 1632, del Inquisidor General Antonio de Zapata.

Por ello, ambos temas, literatura espiritual e Inquisición, han suscitado densos
debates y diversos estudios, tanto históricos como literarios, debido a esa repercusión
que causaron en su tiempo y que llevaron a un cambio en la mentalidad y la vida
religiosa.

Sobre estas investigaciones, tradicionalmente los historiadores han


considerado que la espiritual en España llegó a su culmen a finales del siglo XVI, con
las enseñanzas doctrinales de los dos grandes místicos por excelencias, Santa Teresa
de Jesús y San Juan de la Cruz. En cambio, el siglo XVII lo catalogaban como la
época de crisis o decadencia de la espiritualidad y de este género literario, tras lo
dictaminado en el Concilio de Trento y la actuación controladora del Santo Oficio
dentro de la cultura y el pensamiento, con el fin, como he señalado antes, de que

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cualquier idea que fuera contraria a la Fe católica o sospechosa de incitar a corrientes


heterodoxas se expandieran.

En relación a esta cuestión, son muchos los que han señalado que la
Inquisición fue la culpable del atraso científico y cultural de España, con respecto a
otros países europeos. En el caso que trato, el de la literatura espiritual, se ha llegado
a decir que no hubo novedades dentro de este campo, que los escritores prefirieron
no dedicarse a estas cuestiones (por temor a ser juzgados por la Inquisición) y que las
obras que se hicieron fueron meras copias de las del siglo XVI. Así lo comentaron
algunos investigadores como Guillermo Serés que, basándose en los estudios de
Cristóbal Cuevas, comentó:

“La muerte de San Juan de la Cruz marca el final del período creativo de la espiritualidad española,
que a partir de entonces se diluye en una actividad recopiladora […] perdiéndose el interés por la
creación de nuevas obras en el campo especifico de la asceticomística. Nuevas ediciones de las del período
anterior vienen a suplir la carencia de espíritu creador de la época presente” 1.

Y también Hatzfeld, quien llegó a decir, haciendo referencia a las medidas


que se tomaron en la Contrarreforma y lo que supusieron para la literatura mística
española: “Esta […] actitud contribuyó naturalmente a desalentar a los escritores místicos en
su producción literaria, al menos en lengua vernácula, de suerte que el misticismo clásico
español no continua ya en el siglo XVII”2.

Este debate entre Inquisición y cultura, fue discutido durante muchos años y
por lo general no aportó unas conclusiones claras, pues pesaron más las tendencias
ideológicas de las personas que intervinieron en él, que los datos objetivos y las
fuentes. Fue a raíz de las nuevas investigaciones realizadas por los historiadores
extranjeros, especialmente tras los estudios de Henry Kamen sobre la Inquisición
española, cuando se empezó a romper este clásico dilema, centrándose más en otros
aspectos que sí daban más luz a esta cuestión.

1
SERÉS, G. La literatura espiritual en los Siglos de Oro. Madrid, Ediciones del Laberinto, 2003, pp. 203-
205.
2
HATZFELD, H. Estudios literarios sobre mística española. Madrid, Editorial Gredos, 1968, p. 24.

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La pervivencia de la literatura espiritual en la España del siglo XVII

Esta situación llevó a que algunos investigadores españoles continuaran esta


nueva senda, demostrando la pervivencia de la cultura y la ciencia en la España
Moderna, a pesar de los controles inquisitoriales, así como la verdadera influencia
que ejerció la Inquisición en este ámbito3. Pero no fue hasta los años noventa del
siglo XX, cuando comenzaron hacerse estudios más detallados sobre la repercusión
del Santo Oficio en estos campos de conocimiento, y de la supervivencia de la cultura
en el siglo XVII. Un ejemplo de ello fue la obra de José Pardo Tomás Ciencia y censura.
La Inquisición española y los libros científicos en los siglos XVI y XVII, o el cometario que
hizo Manuel Peña Díaz en uno de sus artículos, en el que decía que había que salir
de este viejo debate y realizar estudios más detallados sobre la represión de la
Inquisición, su evolución y la pervivencia de la cultura al margen de las normas y los
límites4.

A partir de entonces se hicieron más estudios sobre, la actuación del Santo


Oficio, los movimientos espirituales, su relación con la Inquisición, la literatura
espiritual, su mensaje, producción intelectual e impresora, su transcendencia en
España y América, y su aceptación dentro de la sociedad.

Pero a pesar de toda esta labor, aún queda mucho que investigar dentro del
campo de la literatura espiritual, pues estos estudios se han centrado más en el siglo
XVI, es decir, la época de mayor esplendor de este género. Aun así todavía son
muchos los historiadores que consideran que la literatura espiritual en el siglo XVII
español había entrado en decadencia por la Inquisición y el temor a su represión, y
que fue la espiritualidad francesa la que tomó su relevo5.

En realidad este hecho no fue así, pues la creación, producción y control de


estas obras siguió estando vigente, con destacados autores y una gran demanda de
público.

Sobre este último aspecto no debemos olvidar, que en la sociedad barroca


estaba muy presente la religión (en la vida cotidiana, en los festejos, en el arte, la
literatura…), sobre todo tras las medidas dictaminadas en el Concilio de Trento, que

3
PARDO TOMÁS, J. Ciencia y censura. La Inquisición española y los libros científicos en los siglos XVI y
XVII. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1991, pp. 5-16.
4
PEÑA DÍAZ, M. “Inquisición y cultura en la España Moderna (siglos XVI-XVII)”, Historia Social,
nº 32, 1998, pp. 117-132.
5
SESÉ, J. Historia de la espiritualidad. Pamplona, EUNSA, 2005, pp. 229-233.

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llevaron a un reforzamiento de la Fe católica entre los fieles, en contra del


pensamiento protestante, por lo que no era de extrañar que este tipo de libros
siguieran teniendo fama y aceptación, pues los lectores tenían intereses e inquietudes
religiosas.

Son muy pocas las investigaciones referentes a la literatura espiritual española


del siglo XVII, siendo en algunos casos meras reseñas tras un concienzudo análisis
del siglo XVI. Algunos historiadores que sí se han dedicado a este tema han sido
Isaías Rodríguez, quien hizo un estudio sobre la influencia de la doctrina de Santa
Teresa de Jesús en los autores espirituales de los siglos XVII y XVIII6, y Melquiades
Andrés, que explicó parte de la evolución del pensamiento espiritual en España y
América, realizando estudios de algunos autores del siglo XVII7. Pero como he
mencionado antes, aún queda mucho por investigar.

Debido a ello, el objetivo de mi investigación es demostrar que uno de los


géneros literarios, la literatura espiritual, que tanto éxito y problemas tuvo, continuó
en el siglo XVII, haciendo frente a todos los obstáculos, con el fin de propagar la
perfecta vida cristiana y la unión de todos los fieles con Dios. Dicha labor, por la que
lucharon todos los maestros y santos del siglo XVI, siguió hacia adelante gracias al
trabajo de sus seguidores y discípulos. A diferencia de lo que han expuesto algunos
investigadores, fueron ellos los que prosiguieron la misión de rescatar la Iglesia de
los comienzos del cristianismo, esa Iglesia pura, humilde y austera, preocupada por
sus fieles, y una religiosidad más íntima de unión directa con Dios.

Con el fin de atestiguar la pervivencia de este género, estoy realizando


estudios de algunas obras literarias de este tiempo, así como de las censuras de los
calificadores, de cartas, listados bibliográficos, Índices de Libros Prohibidos y la relación
de esas obras con la sociedad, cuyo mensaje iba dirigido. Respecto a las enseñanzas
que transmitían estas obras hablaré más adelante. Todo ello sirve para demostrar la
pervivencia de uno de los campos culturales que ha sido clave para España y el
mundo, y que si sus enseñanzas han llegado hasta nuestros días ha sido gracias al

6
RODRÍGUEZ, I. Santa Teresa de Jesús y la espiritualidad española. Presencia de Santa Tersa de Jesús en
autores espirituales españoles de los siglos XVII y XVIII. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, 1972.
7
ANDRÉS, M. Historia de la mística de la Edad de Oro en España y América. Madrid, Biblioteca de
Autores Cristianos, 1994; Los místicos de la Edad de Oro en España y América. Madrid, Biblioteca de
Autores Cristianos, 1996.

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esfuerzo y el trabajo de los espirituales del siglo XVII, que no se rindieron y siguieron
adelante, a pesar de los controles y las medidas inquisitoriales.

Una de las investigaciones que he llevado a cabo, en donde se refleja esa


presencia destacada de las obras de espiritualidad en la España del siglo XVII, son
unas cartas dirigidas a la Inquisición pertenecientes al siglo XVIII y que se
encuentran en el Archivo Histórico Nacional.

El hecho de que estos documentos no correspondan a las épocas claves de la


literatura espiritual, siglos XVI y XVII, no es un impedimento, pues en su contenido,
que a continuación explicaré, catalogaban las obras que se habían encontrado en
bibliotecas conventuales y monásticas, las cuales habían sido prohibidas por la
Inquisición. Además hay que tener en cuenta que los fondos que albergaba una
biblioteca, ya fuera religiosa, universitaria o privada, no sólo tendría los libros
pertenecientes a un periodo concreto, sino de otros años e incluso siglos. También,
estos documentos señalan otro aspecto, la pervivencia de las obras de espiritualidad
hasta el siglo XVIII, a pesar de los cambios culturales que empezaron a surgir en los
inicios de la Ilustración, y de cómo la Inquisición siguió controlándolas, fruto de la
influencia que continuaban ejerciendo en la sociedad.

En total son 48 cartas procedentes de conventos, monasterios y colegios de


toda España, fechadas en 17478. Estas epístolas informaban al Santo Oficio de los
libros prohibidos que se habían encontrado en sus bibliotecas, tras haberlas revisado
como dictaminaba el Edicto del 13 de febrero de ese mismo año, con el fin de
eliminar aquellas obras que eran perjudiciales para la Fe católica y que podían dar
interpretaciones erróneas a sus lectores, cayendo estos en la herejía.

Un ejemplo en donde se demuestra el acatamiento de lo dictaminado en el


Edicto, se ve en la carta del prior Fray Pedro Sevilla, del Convento de Santo
Domingo, de Santiago de Compostela, escrita el 21 de junio de 1747:

“En cumplimiento del Edicto de Vuestra Ilustrísima de trece de febrero deste presente año de mil siete
cientos y quarenta y siete, publicado en este convento Nuestro Padre Santo Domingo de Santiago en
diez y seis de marzo de dicho año; di orden al Padre Fray Juan López maestro de estudiantes y secretario

8
A.H.N. Inq., leg. 3436.

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de la comunidad, para que registrase todos los libros y papeles prohibidos por el Santo Tribunal que
perteneciesen al convento, y hiciera el catálogo que Vuestras Ilustrísima manda en su edicto […] Santo
Domingo de Santiago, Junio 21 de 1747”.

El Edicto que mencionan las cartas fue una labor previa a la preparación del
segundo Índice de Libros Prohibidos del siglo XVIII, el de 1747, bajo el mandato del
Inquisidor General Francisco Pérez de Prado.

Basándome en las explicaciones de José Pardo Tomás, este sería en realidad


el primer Índice elaborado en el siglo XVIII, pues el primero que se publicó en este
siglo, el de 1707, ya comenzó a hacerse en el siglo anterior, con la creación de una
Junta de Calificadores en el 1677. Fueron los problemas económicos para pagar a los
responsables de la censura y costear la impresión, así como el fallecimiento de las
personas encargadas de realizar esta labor y la posterior Guerra de Sucesión, lo que
llevaron a la tardanza del Índice de 17079. Por lo tanto, se puede decir que, fue el
Índice de 1747 el primero que se hizo en el siglo XVIII, coincidiendo también con
un momento de cambio que se produjo tras la llegada al trono de la dinastía de los
Borbones. En este tiempo se intentó reactivar la censura inquisitorial, la cual desde
finales del siglo XVII ya estaba entrando en decadencia, con el fin de que hubiera un
mayor control de la moralidad y la religiosidad de la sociedad española, pero a pesar
de ese impulso, la censura y los Índices habían entrado en declive10.

Volviendo de nuevo al estudio de las cartas, efectivamente había un


considerado número de obras del siglo XVIII pero también del siglo XVII, que son
en las que me voy a centrar.

Como he comentado antes, en las cartas se indicaban las obras prohibidas que
se habían hallado en las bibliotecas conventuales, las cuales eran registradas en una
lista adicional a la carta, aunque en algunos casos el título de las obras era anotado
en el propio contenido de la misma debido a que no habían demasiadas. Este hecho
lo he relacionado con el lugar donde se encontraba emplazado el convento y a la
orden a la que pertenecía, ya que no albergaría tantos fondos selectos y variados un

9
PARDO TOMÁS, J. Ciencia y censura…, op. cit., pp. 89-93.
10
ÁLVAREZ GARCÍA, H. “La legislación censoria española en los siglos XVI-XVIII”, Revista de
ciencias jurídicas y sociales, nº 10, 2009, pp. 151-153.

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convento perteneciente a una pequeña villa que a una ciudad universitaria. Un


ejemplo es el Convento de San Esteban de Salamanca, de orden dominica, en cuya
carta, escrita por el maestro de estudiantes, Fray Juan Godoy, el 21 de julio de 1747,
aportaba un extenso catálogo de libros prohibidos que habían encontrado en la
biblioteca. También forman parte de este grupo los monasterios antiguos, los cuales,
además de tener sus propios libros, recibían donaciones o herencias por parte de
destacadas personas, como es el caso del Monasterio del Poblet, que en su carta,
escrita por el bibliotecario Fray Jaime Finestres, el 30 de septiembre de 1747, hacía
referencia a los ejemplares de la librería antigua del monasterio y los pertenecientes
a Don Pedro Antonio de Aragón, que entregó su biblioteca en 1670:

“Libros prohibidos sacados dela librería, que dio a este Monasterio de Poblet el Excelentísimo Señor
Don Pedro Antonio de Aragón por los años de 1670 […] Nueva Maravilla de la gracia descubierta en
la vida de la Venerable Madre Sor Juana de Jesús María. 1. Tom. En 4º […] Vida Espiritual y
Perfección Christiana. Por Fray Antonio Sobrino. 1. Tom. En 4º […] Dios contemplado y Christo
imitado. Por el Padre Martín de Zeaorrote. 1. Tom. En 4º […]. Libros prohibidos sacados dela librería
antigua del Monasterio de Poblet añadida nuevamente de algunos modernos. […] Tesoro delos
christianos. Por el Padre Antonio Velásquez Pinto. 1. Tom. En 4º […] El christiano interior. Por Don
Francisco de Cubillas. 2 exemplares en 4º […] Quinta esencia del amor de Dios. Autor el mismo. 1.
Tom. En 4º”11.

En cuanto a las órdenes religiosas, no todas dieron un trato preferencial al


estudio, en cambio otras como la dominica o jesuita, sí aportaron grandes autores,
las cuales, dentro de sus labores, se encontraba el estudio. Este aspecto lo mencionaré
más adelante en relación a las obras espirituales del siglo XVII.

Sobre las obras que aparecen en estas cartas, hay que decir que no todas fueron
de espiritualidad, aunque su presencia en estos listados fue mayoritaria, lo que vuelve
a señalar la pervivencia de este género literario, a pesar de los controles inquisitoriales
y los cambios culturales.

Referente a los libros que pertenecían a otras temáticas y que aparecen en estas
cartas, algunos de ellos fueron, la obra de Rodrigo Rodríguez, Pleyto de los libros, que

11
Fragmento de la carta del Monasterio del Poblet perteneciente a este documento.

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trataba sobre leyes, o de carácter histórico como Las Relaciones de Antonio Pérez, el
célebre secretario de Felipe II.

Pero el género literario que más destacó, además de la espiritualidad, fue el


religioso, como, las obras de devoción, sobre la Virgen María, formación de
sacerdotes, hagiografías… Algunos de estos libros fueron: obras de devoción como
Tesoro de los Cristianos que para cada día les dejó Cristo en el verdadero maná sacramentado
de Antonio Velázquez Pinto publicado en 1663 o Exercicios Devotos de Juan de
Palafox, publicado en 1676; sobre teología moral, como la obra de Antonio Escobar
y Mendoza Examen de confesores y práctica de penitentes de 1633; dedicados a la Virgen
María, como la obra de Pedro de Alba y Astorga, bajo el seudónimo de Pedro de la
Concepción, titulada Soplo en defensa de la Pura Concepción de Nuestra Señora la Virgen
María, publicado entre 1661 y 1662; y hagiografías como la que escribió Francisco
de Ameyugo titulada Nueva Maravilla de la Gracia descubierta en la vida de la Venerable
Madre Sor Juana de Jesús María, publicado en 1673.

En este caso me he centrado en las obras de espiritualidad que aparecieron en


estas cartas y que demuestran su continuidad en el siglo XVII español.

Como he comentado, eran varios los libros dedicados a la espiritualidad.


Algunos de los más relevantes o más mencionados en este documento fueron, Vida
Espiritual y Perfección Christiana de Antonio Sobrino, 1612, Mística Teológica y
Discreción de Espíritu de Fernando Caldera, 1623, Tribunal de la Conciencia con la última
disposición para la comunión de Hernando de Camargo, 1628, y Dios Contemplado y
Cristo Imitado de Martín de Zeaorrote, 1672.

En lo que respecta a los autores de las obras de espiritualidad registradas en


estas cartas, he podido detectar que la gran mayoría eran clérigos, sobre todo
regulares, y en especial de tres órdenes concretas, franciscana, dominica y jesuita, de
igual modo que en el siglo XVI. Estas órdenes fueron las que más importancia dieron
al estudio y la cultura como herramienta para transmitir la doctrina católica.

He de señalar que este estudio se basa en estas 48 cartas, por lo que no se


puede tomar esta conclusión como un dato absoluto, aunque sí puede dar una cierta
idea de la continuidad predominante de estas órdenes religiosas dentro de la literatura
espiritual y su trasmisión.

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De estas tres órdenes, las que tuvieron una mayor presencia de autores fueron
la franciscana, con Antonio Sobrino, Francisco de Ameyugo o Mateo de la
Natividad, y la jesuita, en donde destacaron Antonio Escobar y Mendoza, Antonio
Jaramillo y Francisco Cubillas (seudónimo de Bartolomé de Alcázar). En el caso de
los jesuitas, cuya presencia dentro de la literatura espiritual se hizo más constante,
pudo ser fruto de la labor evangelizadora y apostólica que llevaba a cabo la orden y
que asentó su fundador, San Ignacio de Loyola, que junto a San Francisco de Borja,
fueron los principales representantes de la espiritualidad jesuita del siglo XVI, cuyo
trabajo fue continuado por muchos miembros de la orden en el siglo XVII, como se
puede apreciar.

Además de las órdenes religiosas referidas, también hubo autores


pertenecientes a otras como: carmelitas, agustinos, jerónimos, regulares menores,
benedictinos…, así como clérigos seculares, como Juan de Palafox y Miguel de
Molinos.

En cuanto a la lengua en la que estaban escritas estas obras fue en romance,


dato a señalar teniendo en cuenta las explicaciones de algunos investigadores, como
el ya mencionado Hatzfeld. Como he comentado, estos investigadores expusieron en
sus estudios que, uno de los motivos de la decadencia de este género literario fue la
prohibición inquisitorial de publicar obras de contenido doctrinal en lengua romance,
ante el temor de que estos libros cayeran en manos de lectores poco formados en
teología e interpretaran mal las palabras, desembocando en la herejía. Uno de los
motivos que llevó a esta conclusión fue el decreto del Inquisidor Pacheco de mayo
de 1623, por el que no se permitía tratar temas de teología mística en dicha lengua.
Este hecho, como se puede apreciar, no fue un impedimento, pues los autores
espirituales decidieron hacer frente a todos los obstáculos inquisitoriales con el fin de
que su mensaje, de enseñar la perfecta vida cristiana y el camino de perfección que
conducía a Dios, pudiera llegar a todos los fieles, ya fueran doctos o no, y el mejor
modo para transmitirlo era utilizando la lengua que conocía toda la sociedad, la
romance, a diferencia del latín que sólo lo sabían unos pocos.

En el caso de los libros que aparecen en las cartas, las dos lenguas
predominantes fueron el español y el latín, y en menor medida el italiano y el francés,

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pero a pesar de que hubo una destacada presencia del latín, eran las lenguas romance
las que sobresalían.

Esta misión de escribir las obras espirituales, de devoción e incluso las


Sagradas Escrituras en esta lengua, ya empezó a reclamarse y realizarse a finales del
siglo XV y todo el siglo XVI, por parte de las corrientes espirituales y humanistas,
que pedían una reforma de la Iglesia Católica y un mayor acercamiento de la vida
espiritual a todos los fieles, labor que fue continuada por los espirituales del siglo
XVII, como así lo hicieron constar en muchas de sus obras. Un ejemplo de ello fue
el autor franciscano Antonio Sobrino en Vida Espiritual y Perfección Christiana, en la
que dijo: “[…] sale esta vida espiritual y perfeción christiana en el mismo romance, porque
acá los de todos los estados puedan leerla, y en Flandes todos los Españoles, y los demás también
quando algún siervo de Dios quisiesse convertir este libro en Francés o Flamenco” 12 o Pedro
de Jesús María, La Serna, quien en su obra Cielo espiritual trino y uno , llegó a explicar
la necesidad de emplear la lengua romance para que todas la personas pudieran
acceder a la espiritualidad y así llevarla a cabo:

“[…] Pero veo por otra parte tan válido el espíritu entre los indoctos y gente humilde, y la gracia tan
deseosa de mostrar en ellos sus maravillas (porque campea y resplandece más donde menos caudal halla)
que no veo razón por qué privarlos de la doctrina espiritual que es su comida y sustento de día y de
noche. Y así he querido resumir y acomodar este libro a su capacidad y lenguaje, dexando lo demás para
traducirlo en latín, donde también saldrán unos márgenes copiosos de lugares de Escritura y santos” 13.

Esta cuestión les preocupó en gran medida a los autores espirituales, pues su
mensaje iba destinado a todos los fieles, sin tener en cuenta su condición, estado o
formación cultural. Decían que todas las personas eran hijos de Dios y por tanto
tenían derecho a conocer sus palabras y enseñanzas, para así obrar como buenos
cristianos y conseguir unirse a la divinidad, de ahí la necesidad de escribir en
romance.

12
SOBRINO, A. Vida Espiritual y Perfección Christiana. Valencia, Juan Crisóstomo Garriz, 1612,
apartado dirigido al lector, sin número de página.
13
JESÚS MARÍA, P. de. Cielo espiritual trino y uno. Madrid, Julián de Paredes, 1672, apartado dirigido
al lector, sin número de página.

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Además de escribir obras en esta lengua, también se realizaron traducciones


de libros de contenido espiritual y religioso en la lengua del país, en este caso el
español. De este modo, el saber que trasmitieron algunos destacados espirituales de
otros lugares, cuyas obras se consideraban beneficiosas para la correcta vida
espiritual, pudieron ser leídas y conocidas por todos los fieles. Dicha labor la
realizaron algunos escritores, como Francisco de Cubillas o Hernando de Camargo.

En el caso de Camargo, tradujo algunas obras de reconocidos autores


portugueses como Quaresma del Padre Juan de Ceita o Tribunal de la Conciencia, del
fraile agustino Tomás de Jesús, en la que no sólo realizó la traducción de la misma,
sino que Fray Hernando incorporó algunos de sus estudios, como fueron los tratados
dedicados al Santísimo Sacramento. Aunque su tratado se centró en el Sacramento
de la Comunión Eucarística, así como la obra en general, Camargo, describió el
sagrado acto de unión del fiel con Dios que se producía en este Sacramento, a
semejanza de las obras espirituales que explicaban el camino de perfección y la unión
del alma con Dios, en definitiva la Comunión era un acto de unión con Dios en el
que el fiel recibía al Señor en su interior, tras haber preparado su cuerpo y alma, al
igual que en la vida espiritual. Debido a la importancia del mensaje que comunicaba
esta obra y la utilidad que suponía para que los creyentes vivieran y actuaran como
buenos cristianos, el escritor expuso en su libro los motivos que le llevaron a traducir
esta obra, en donde se demuestra esa intención de llegar a todas las personas, no
solamente las que tuvieran una formación cultural sino incluso a las más humildes:
“Quise poner en romance, de letra diferente, para que todos los que no son latinos los entiendan,
pues para todos se hizo este libro: y si alguna vez pongo alguna palabra en latín, luego se sigue
el romance della, remitiéndome a las citaciones de la margen para los que saben”14.

El mensaje que estos libros transmitieron tuvo un enorme éxito y causaron


una gran repercusión tanto en la sociedad como en la vida religiosa.

Hay que decir que obras de literatura espiritual han existido desde los inicios
del Cristianismo15, pero fue a partir del siglo XV cuando tuvieron una mayor
importancia y transcendencia, debido a las circunstancias que se estaban viviendo

14
CAMARGO, H. Tribunal de la conciencia con la disposición última para la Comunión y el respeto que se
debe tener al Santísimo Sacramento. Madrid, herederos de la viuda de Pedro Madrigal, 1628, apartado
dirigido al lector, sin número de página.
15
QUINTANA CABANAS, J.M. Historia de la ascética y la mística cristiana. Barcelona, Agrupación de
Editores y Autores Universitarios, 2012.

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dentro de la Iglesia a causa de la actitud relajada y corrupta de algunos clérigos, los


comienzos de una reforma católica (como la que emprendió el Cardenal Cisneros)16,
el surgimiento de corrientes heterodoxas (como el luteranismo y los alumbrados) y
la posterior ruptura de la Cristiandad17. Esta situación repercutió en el ámbito
religioso, político y social, siendo muchas las personas, tanto eclesiásticas como
humanistas, las que reclamaron una reforma de la Iglesia con el fin de devolverla su
verdadera esencia, es decir, que fuera de nuevo esa Iglesia humilde, cercana,
dedicada a los fieles y a la Fe, como la Iglesia de los comienzos del Cristianismo.

A consecuencia de estas circunstancias y la influencia de dos movimientos


culturales, la Devotio Moderna18 y el Humanismo Cristiano19, surgió una nueva
literatura espiritual con un carácter reformador, pero dentro de la ortodoxia católica,
que reclamaba el volver a la Iglesia de inicios del Cristianismo, con una espiritualidad
pura, una religiosidad íntima de unión directa con Dios, sin necesidad de
intermediarios ni artificios, solamente el fiel y la divinidad, elementos que se habían
perdido provocando esta complicada situación que ponía en peligro a la doctrina
católica.

Esta literatura, además de reclamar esta reforma de la Iglesia, dentro del


marco católico, informaba a los creyentes del verdadero camino de perfección que
conducía las almas a la unión eterna con Dios.

Resumiendo, este género literario expuso un tipo de espiritualidad íntima, de


unión directa con Dios, y un estilo de vida espiritual en el que el fiel, si cumplía sus
deberes de buen cristiano, no sólo conseguiría la salvación sino la santificación
uniendo su alma con Dios. Pero para poder llegar a esta unión eterna, el fiel tenía
que purificar su alma con la oración mental, la meditación, la penitencia y las

16
ABELLÁN, J.L. El erasmismo español. Una historia de la otra España. Madrid, Editorial Espejo, 1976,
pp. 70-71.
17
MARTÍNEZ MILLÁN, J. La Inquisición española. Madrid, Alianza Editorial, 2007, pp. 79-99.
18
Corriente espiritual que surgió en Alemania y Flandes en el siglo XV, de carácter ascético-práctico,
que abogaba por una vida espiritual ascética basada en el método y en ejercicios espirituales (examen
de conciencia, oración mental y meditación) clasificados en etapas o grados. Acentuaron la
importancia de la piedad íntima, práctica y afectiva, y dieron poca importancia a la liturgia y a la
oración vocal. Sus precursores fueron Gerardo Groote y su discípulo Florencio Radewijns.
19
Corriente promovida por intelectuales, que se originó en la primera mitad del siglo XVI. Les
preocupaba la espiritualidad y la renovación de la Iglesia. Fomentaron la religiosidad íntima, sin tanto
ceremonial, el contacto directo con las Sagradas Escrituras, utilizando la lengua romance, la práctica
de la oración mental, y tomaron como referente de vida la imagen de Cristo. Su intención era
recuperar la espiritualidad y la vida religiosa de los comienzos del Cristianismo. Su mayor
representante fue Erasmo de Rotterdam.

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La pervivencia de la literatura espiritual en la España del siglo XVII

virtudes, así como, tenía que acabar con sus pecados, evitar las tentaciones,
reconocer sus faltas, pedir perdón, y comprometerse a no volver a caer en ellas, es
decir, llevando una correcta vida cristiana.

Todo ello se llevaba a cabo dentro del camino de perfección, como muy bien
explicaron los espirituales en sus obras, pues era el único medio en el que el fiel podía
preparar y encaminar su alma a la unión con Dios.

El camino de perfección estaba formado por dos vías, la Ascética y la Mística,


pero que al mismo tiempo estaban unidas, y dividido en tres etapas o grados:
purificativo, iluminativo y unitivo, por los que el fiel tenía que pasar hasta conseguir
la eterna unión con Dios. Fray Antonio Sobrino llegó a comparar este camino con la
vida de una persona, pues en él había una serie de experiencias que hacían madurar
al fiel20, ya que conllevaba hacer una serie de ejercicios, deberes y sacrificios, hasta
llegar al objetivo final, que era la unión con Dios.

Referente a las dos primeras etapas del camino, pertenecían a la parte ascética,
en donde el fiel tenía que hacer una serie de ejercicios (oración mental, meditación y
penitencia) y un gran esfuerzo para purificar su alma. A ellas podían acceder todas
las personas pero al último grado, el unitivo, que se encontraba dentro de la vía
mística, sólo unos pocos pudieron llegar a él, y esto era debido a que sólo lo concedía
Dios, como dijo Santa Teresa en su obra Las Moradas: “Verdad es que no en todas las
moradas podéis entrar por vuestra fuerza, aunque os parezca que las tenéis grandes, si no os
mete el mismo Señor del castillo”21. Eran los fieles cuyas almas estaban dispuestas para
la unión con Dios, los que llegaban a este grado. Ellos sentían la presencia directa de
la divinidad, recibiendo su comunicación y gracia, y finalmente sus almas eran
elevadas uniéndose definitivamente con Dios.

Este acto era un fenómeno sobrenatural que a los autores espirituales les costó
bastante describir, especialmente los que pudieron vivirlo, como Santa Teresa de
Jesús y San Juan de la Cruz, los cuales tuvieron que recurrir a ejemplos de la vida
cotidiana y la naturaleza para poder explicar esta vivencia, pues no había palabras o
expresiones para definir tan elevada experiencia.

20
SOBRINO, A. Vida Espiritual…, op. cit., pp. 39-41.
21
JESÚS, Teresa de. Las Moradas del castillo interior. Madrid, Edaf, 2015, p. 270.

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Yasmina Suboh Jarabo

El hecho de que no todas las personas que realizaban el camino de perfección


llegaran al último grado, no significaba que estuvieran solas o que nunca llegarían a
unirse con Dios, pues Él, sí estaba con ellas, aunque no se hiciera presente. Estos
fieles serían doblemente recompensados por el gran esfuerzo que habían hecho, y
también se unirían a Dios recibiendo su santificación, la única diferencia era que
unos lo alcanzaban en vida, los que había conseguido entrar en la última etapa, y
otros tras la muerte.

Dentro de este camino y de las enseñanzas que trasmitieron los autores


espirituales sobre cuál era la perfecta vida cristiana, no faltaba la imagen de Cristo,
como guía, maestro, mediador y modelo de vida. Este aspecto fue muy remarcado
por todos los autores espirituales, en especial los agustinos, quienes en su filosofía,
Cristo era el elemento fundamental del camino de perfección, de la purificación del
alma del fiel y de su unión con Dios, un claro ejemplo lo vemos en la obra de Fray
Luis de León De los Nombres de Cristo o en los escritos de Fray Hernando de Camargo
en Tribunal de la Conciencia.

En general, todos los espirituales consideraban a Cristo como la puerta que


comunicaba al fiel con Dios, como comentó Santa Teresa en su Vida: “Y veo yo claro
(y he visto después) que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por
manos de esta Humanidad sacratísima […]. He visto claro que por esta puerta hemos de entrar
(Juan 10,9) si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos”22 o más
recientemente Antonio Sobrino, quien dedicó uno de sus capítulos: “De la única
entrada y puerta de la divina contemplación que es Cristo nuestro bien y vida” 23, en el que
señaló la importancia de su vida y sobre todo su Pasión, para que el fiel se
concienciara y llevara una buena vida cristiana. Sin Él no se podía acceder al Padre,
pues la persona, antes de transformarse en Dios, mediante la unión santificadora,
debía transformarse en Cristo. El creyente debía analizar sus virtudes y errores, y
compararlos con la vida de Jesucristo, para que comprendiera, qué aspectos le
alejaban de Dios y del camino de perfección, y decidiera cambiarlos con la ayuda de
Él, por lo tanto debía de seguir sus pasos. Además, el fiel tenía que tomar conciencia
del gran sacrificio que hizo por la salvación eterna de la Humanidad y replantease su
vida, despojándose de lo mundano, llevando una perfecta vida cristiana y dando

22
JESÚS, Teresa de. Libro de la Vida. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2001, p. 145.
23
SOBRINO, A. Vida Espiritual…, op. cit., pp. 100-102.

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gracias a Dios por su gran gesto de amor entregando a su Hijo por la salvación del
mundo, de este modo lo expresó Camargo en su tratado:

“[…] tomó sobre sí todos nuestros males, para desterrarlos de nosotros […]. Por esso nos encomienda el
Espíritu Santo que no nos olvidemos de la buena obra que nos hizo, quien quedó por nuestro fiador,
porque obligó su vida por nosotros. Este conocimiento podemos mostrar en pensar y sentir muy de
coraçón sus trabajos, muerte y pasión; ya que no tenemos en qué mostrarle lo mucho que le devemos,
hagamos nuestro el sentimiento que él tiene por lo que padece” 24.

Los autores espirituales también mostraron a Cristo como amigo y


compañero en este camino, pues Él ayudaba al fiel y le daba fuerzas para continuar
este complejo viaje que conducía a Dios. Cristo era el amigo más fiel y leal que una
persona podía tener, pues jamás le abandonaría sino que le daría apoyo y esperanza,
a pesar de sus imperfecciones, las cuales le ayudaría a corregir. Como decía
Camargo: “[…] amigo, y compañero tan seguro, y tan leal. […] aquel Señor es el deseo
amoroso de nuestros coraçones, y el único, y singular consuelo de nuestras vidas que en todo
tiempo nos puede hazer olvidar de todo lo demás”25. El fiel debía corresponder a este amor
y familiaridad que Cristo le daba, con confianza, abriendo su corazón a Él,
contándole sus cuitas, felicidades y miserias, pues Él le daría consuelo y ayuda: “[…]
tenemos obligación de visitarle allí muchas vezes, de irnos a desenfadar con tal amigo a solas
con Él, dándole cuenta de nuestras miserias, de nuestros bienes, y felicidades, y no tengamos
cosa que allí no le comuniquemos, con toda la confiança que un compañero tiene con otro a
quien de todo da cuenta, del bien, y del mal”26.

El motivo de tan estrecha unión entre el fiel y Cristo era por su doble
naturaleza humana y divina, pues Él, al haber sido hombre, tenía una especial
cercanía y vínculo con las personas, dándole su apoyo y comprensión, de ahí que los
autores de la espiritualidad señalaran que la mejor ayuda que tenían los fieles en
busca de la unión con Dios fuera Cristo.

24
CAMARGO, H. Tribunal de la conciencia…, op, cit., pp. 505-507.
25
Ibidem, p. 510.
26
Ibid, p. 504.

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Yasmina Suboh Jarabo

Otra cuestión sobre la importancia de Cristo dentro del camino de perfección


y que dejaron bien claro los espirituales, era que el fiel, aunque hubiera llegado a los
puestos más altos del camino e incluso se encontrara en el grado unitivo, no debía de
dejar nunca a Cristo y le debía seguir teniendo muy presente en sus meditaciones.

Los autores espirituales señalaron en sus obras otro aspecto fundamental


dentro de su pensamiento, el halo divino que tenían las personas. El hombre al haber
sido hecho a imagen y semejanza de Dios tenía una parte divina que le unía a Él, la
cual la había perdido debido a su condición humana y lo acontecido en el mundo
exterior, de ahí que los espirituales tomaran la expresión clásica “conócete a ti mismo”,
pues el fiel tenía que recuperar ese halo divino buscando a Dios en su interior,
despojándose de todo lo terrenal, que impedía la unión con Él, y volver de nuevo a
su origen, para ello tenía que purificar su alma con la oración mental y la meditación.

Por todo ello, y tras exponer el contenido de estas obras, el mensaje que
trasmitía la literatura espiritual, otorgándola ese éxito y trascendencia social, fue su
mensaje esperanzador, de unión santificadora con Dios dirigido a todos los
cristianos, ya fueran clérigos o laicos, de ahí la necesidad de escribir estos libros en
lengua romance, para que todos pudieran acceder a ellos y conocieran las enseñanzas
y la Palabra de Dios. Este hecho fue debido a que la teología mística tenía un sentido
universal, pues todas las personas estaban llamadas a la espiritualidad y si purificaban
sus almas con la oración mental podían llegar a Dios, recibirle, sentir su gracia y
unirse eternamente con Él. Dios no hacía distinciones, pues como muy bien señalaba
la teología mística, todos los hombres eran hijos de Dios y Él no hacía diferencias
por edad, sexo, estado o condición, sólo se fijaba en los actos y en la fe27, además, no
era necesario un estudio superior o un profundo, tener conocimientos de teología,
sólo bastaba la fe, el amor y la voluntad. De este modo lo explicaron algunos autores
espirituales como Francisco de Osuna, que en su obra Tercer Abecedario Espiritual,
llegó a decir:

“Y no pienses que para darse hombre a la devoción del recogimiento es menester lógica y metafísica,
aunque lo diga persona de mucha autoridad […]. La mística teológica, pues no tiene conversión en

27
PÉREZ GARCÍA, R.M. La imprenta y la literatura espiritual castellana en la España del Renacimiento,
1470-1560 historia y estructura de una emisión cultural. Gijón, Trea, 2006, pp. 73-87.

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conocimiento de letras, no tiene necesidad de la tal escuela que puede ser dicha de entendimiento, más
búscase en la escuela de la afección por vehemencia ejercicio de virtudes; de lo cual concluimos esta
diferencia: que la teología mística, aunque sea suprema y perfectísima noticia, puede, empero, ser habida
de cualquier fiel, aunque sea mujercilla e idiota” 28.

También lo indicó el ya mencionado autor del siglo XVII Antonio Sobrino,


quien en su libro remarcaba más la importancia del amor y el afecto, que el entendimiento
o las labores intelectuales, para llegar a Dios: “La Teología Mística y que no es principal y
propiamente acto del entendimiento sino abrazo de amor […]”29, sobre todo lo dejó más
patente en los temas dedicados a la contemplación dentro del grado unitivo, en
respuesta al pensamiento Escolástico que consideraba que era imposible que el alma
se encaminara a Dios sólo por medio del amor:

“[…] el amor es el que al entendimiento despierta y manda que nos muestre el bien que amamos para
más amarle y descansar y deleitarnos en él, dezimos, que es obra del amor la contemplación del
entendimiento, porque naciendo del amor del alma, se ordena y termina al mismo amor, que no
descansa sino en la fruyción y unión de su bien. […]El principio de la contemplación es el amor y el
mismo amor es su término, en que amando reposa el contemplativo”30.

Por último, quiero mencionar otra función importante que tuvieron las obras
de espiritualidad y que estuvo muy vinculada con la situación que se estaba viviendo
en estos tiempos. Estas obras fueron armas ofensivas en la lucha contra las doctrinas
heterodoxas, como así lo refirió Cilveti31, a pesar de que algunos libros fueron
condenados por el Santo Oficio de ser sospechosos de herejía 32. Dicha labor que
comenzó en el siglo XVI fue continuada en el XVII con el fin de atacar las nuevas
corrientes heréticas que habían surgido, como los perfectistas, quietista y el
jansenismo. Un claro ejemplo de esta misión fueron las obras de Jerónimo Gracián
Vida del Alma (Bruselas 1609) y la ya comentada Vida Espiritual y Perfección Christina

28
OSUNA, F. Tercer Abecedario Espiritual. Madrid, Editorial Católica, 1972, p. 391.
29
SOBRINO, A. Vida Espiritual…, op. cit., pp. 122-125.
30
Ibidem, pp. 47-50.
31
CILVETI, A.L. Introducción a la mística española. Madrid, Cátedra.1974, p. 143.
32
ALCALÁ, A. Literatura y ciencia ante la Inquisición española. Madrid, Arcadia de las Letras, 2001, pp.
47-60.

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de Antonio Sobrino. Gracián escribió una apología contra el pensamiento de los


perfectista que se había extendido por Flandes, los cuales habían hecho una mala
interpretación del pensamiento y las enseñanzas de los grandes místicos, como Santa
Teresa de Jesús, que fue defendida por Antonio Sobrino en su obra. En cuanto al
libro de Fray Antonio, su autor decidió escribirlo tras leer la obra de Gracián, debido
a lo oscuro que estaba el camino de perfección en estas tierras. Sobrino, además de
explicar el verdadero camino que conducía a Dios, dedicó toda la segunda parte del
mismo a exponer y rebatir las teorías de esta corriente, para dar más claridad al lector
y mostrarle la falsedad de las ideas heréticas33.

Para terminar, como se ha podido analizar, tras exponer la información


aportada por las 48 cartas de Inquisición, así como el estudio de algunas obras del
siglo XVII, la espiritualidad y su literatura, a pesar de algunas investigaciones, siguió
hacia adelante durante este siglo, manteniéndose muy presente en la mentalidad, en
la Iglesia y la sociedad barroca. Fue gracias al trabajo que continuaron los discípulos
y seguidores de los grandes maestros y santos del siglo XVI quienes, haciendo frente
a los obstáculos inquisitoriales, prosiguieron esa misión de extender y afianzar una
espiritualidad sencilla, humilde y cercana a Dios, dirigida a todos los fieles, sin tener
en cuenta su condición o estado. Querían dar a conocer el verdadero camino de
perfección que conducía a la santificación y unión con Dios, tras purificar el alma.
Aún queda mucho que investigar dentro de este campo, los datos que he podido
recabar hasta el momento demuestran cómo la labor de los espirituales del siglo XVI
pervivió por el esfuerzo y trabajo de los espirituales del siglo XVII, quienes
mantuvieron vivo este proyecto, el cual ha llegado hasta nuestros días.

33
SOBRINO, A. Vida Espiritual…, op. cit., apartado dirigido al lector, p. 163.

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