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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y ECONÓMICAS


DOCTORADO EN CIENCIAS SOCIALES

Seminario:

Teoría Social Contemporánea II

Docente:

Dra. Asmara González Rojas

Ensayo Final

Alumna:

Camacho Salazar Marcela

Culiacán, Sinaloa enero de 2022.


Introducción
Desde que el hombre pobló la tierra, se ha estudiado su huella en ella. Cómo ha
evolucionado, cómo se ha comportado, qué lo ha diferenciado del animal, e
incluso de sí mismo cuando la cultura irrumpe en escena. La configuración del
comportamiento humano, las pautas y normas que lo socializan y lo integran a la
comprensión humana, derivan de una serie de interacciones y medidas que según
los tiempos, se han establecido para cada cultura.
La mano del hombre, donde sea que se introduzca, provoca modificaciones,
algunas de ellas para bien, sin embargo, existen otras intervenciones humanas
que están llevando a la extinción no sólo a las diferentes especies que habitamos
la tierra, sino al mundo en general. La violencia como tal, ha sido una de esas
interacciones que ha provocado caos, muerte, sufrimiento, extinción.
Por consiguiente, los efectos de la violencia van de la mano con procesos
instaurados por el hombre; se han desatado olas de asesinatos, pérdidas de
territorios, inestabilidad, criminalidad, desplazamientos forzados de poblaciones
enteras. Siendo éstos últimos el foco objetivo del presente ensayo en el que se
intenta responder a los cuestionamientos sobre ¿por qué es importante analizar el
impacto de la violencia que han padecido víctimas de desplazamiento forzado?
¿cuáles son las consecuencias sobre el bienestar personal y social de las víctimas
de un DFI (Desplazamiento Forzado Interno)?
La premisa es que es fundamental un análisis sobre el tema, ya que los
estragos que causa un desplazamiento tienen un impacto a nivel social. En
concordancia con Stewart (2002), la estabilidad social es una condición inherente
y previa al desarrollo económico. A su vez ésta estabilidad, está ligada con el
bienestar social; por ejemplo, si un grupo tiene menos acceso a la educación en
algún lugar, esto generará una discriminación que tendrá repercusiones no sólo a
nivel individual, sino también a nivel social.
Las políticas deben dirigirse a grupos no a individuos, los desplazados
forman un grupo y deben ser atendidos urgentemente por ser una consecuencia
en parte, de estrategias mal direccionadas, desprendidas de un modelo neoliberal
tendiente a la evasión del origen real de los problemas y brindando soluciones
pasajeras que no erradican la problemática en modo alguno.
Por lo que el objetivo de este ensayo es analizar el impacto de la violencia
en el bienestar social de personas que han tenido que padecer un
desplazamiento, cómo se ve afectado el orden social, cómo es que existen
razones instrumentales para su urgente abordaje y cómo el modelo económico
actual, ha tenido incidencia en la proliferación de este fenómeno en los países
denominados del tercer mundo, especialmente en Colombia y más recientemente
en México.
1. El Panorama
El impacto de la violencia social que derivó de las estrategias usadas para
combatir a los cárteles del narcotráfico, iniciado en 2006 durante el sexenio de
Felipe Calderón en México (Durín, 2013; Reyes, 2017; Salazar y Álvarez, 2018),
siguen haciendo eco y retumbando en lo profundo de la estructura social actual.
Esta violencia como tal, ha contribuido al deterioro de la calidad de vida en
quienes la padecen, tanto directa como indirectamente, provocando a nivel social;
círculos de pobreza, marginación, criminalidad y rezago, y a nivel individual una
serie de afectaciones psicológicas (Campo-Arias y Herazo, 2014, Sierra, Gil, Rico
y Vásquez, 2004) que contribuirían a un malestar a nivel colectivo.
Dicho malestar, genera secuelas en todos los niveles; propiciando el inicio o
bien, continuando la prolongación de prácticas que normalizan actos de violencia,
dado que quienes se encuentran en condiciones de marginalidad, están más
preocupados por su supervivencia que por su crecimiento personal (Abello-Llanos
et al., 2009). De esta forma, en este escrito se aborda una de las consecuencias
del ejercicio de la violencia como arma para destituir poblaciones y el análisis de
su impacto y consecuencias.
En particular hablamos del fenómeno del Desplazamiento Forzado Interno
(DFI) como consecuencia de la violencia, cuya definición de acuerdo a los
Principios Rectores (1998) dicta como desplazados a “aquellas personas o grupos
de personas que se han visto forzadas a escapar de su hogar, por motivo de la
violencia, sea por situaciones de conflicto armado, violación de derechos humanos
o de catástrofes naturales, y que no han cruzado frontera internacional” (p. 5). Por
lo que dos condiciones indispensables que definen a un desplazado son: la salida
involuntaria de su hogar y la permanencia dentro del país en el que ocurrió el
hecho.
Se analiza entonces el caso de México y su situación respecto al fenómeno
del DFI, ya que la acción de desplazarse obligatoriamente sin tener más opción,
es un efecto de la violencia, que se ha intensificado a raíz de las estrategias
usadas durante el sexenio de Calderón, cuando intentó combatir al narco. Por lo
que resulta importante analizar cómo los gobiernos, especialmente los de nuestro
país han intervenido en la creación y desarrollo de estrategias para la aminoración
de este problema social.
De acuerdo a Lins Ribeiro (2007) las prácticas ilegales se suman al análisis
de las transacciones económicas porque tienen un alto impacto, forman parte de
los porcentajes que hacen que algunas regiones sostengan su economía
conforme a la institución de dichas prácticas. La “economía ilícita” además de la
corrupción y el otorgamiento de confianzas, usa la violencia y pertenece al plano
del crimen organizado global. De esta forma la economía ilícita es representada
directamente por el lavado de dinero (como ejemplo, y uno de tantos), por la
conversión de drogas en dinero permitiendo la movilidad de flujos lícitos.
Así, se tiene entonces que el narcotráfico, más allá del fenómeno trágico y
perverso que representa y que es, se configura como un elemento más dentro del
dispositivo económico bajo el que funciona el Estado, de manera oculta
obviamente. Esto ha propiciado una serie de secuelas que a la fecha resultan
insolubles, siendo el DFI uno de tantos, y caracterizándose por erosionar el
psiquismo de quien lo padece. El establecimiento del narcotráfico como forma de
vida, forma de ingreso y forma de percibir, se ha vuelto un problema de
dimensiones estratosféricas, siendo la violencia un monstruo que acapara con
profundidad la psique de los individuos.
Se ha comprobado que el surgimiento de hechos violentos genera
consecuencias desastrosas en quienes los experimentan (Fazel, Wheeler y
Danesh, 2005; Hecker, 2015; Leeies, Pagura, Sareen y Bolton, 2010). Siguiendo a
Wagner-Pacifici y Schwartz (1991) los hechos traumáticos originados por
intervención del hombre, que afectan a colectivos y que tienen su origen en la vida
sociopolítica, provocan un trauma moral e ideológico. Estos traumas, tienen
efectos colectivos, no limitados a un impacto individual, provocando efectos
psicosociales globales (Martín, 2009). Ante la experiencia de un hecho violento,
como lo es un desplazamiento forzado, se presenta un aumento en la aparición de
síntomas de estrés postraumático y violencia comunitaria (Hecker, 2015).
Los desplazamientos son consecuencia habitual de experiencias
traumáticas, pues implican una ruptura en todos los ámbitos: familiar, social,
cultural, económica, geográfica y mental. Los procesos de continuidad que el
individuo atraviesa cuando se ha establecido en una sociedad, se ven alterados,
obligando a vivir en condiciones paupérrimas a todas aquellas víctimas que han
sido presas del fenómeno. Entendiendo como un hecho traumático todas aquellas
vivencias que han puesto en peligro las vidas de las personas que han
experimentado una transformación obligada en su comportamiento, cognición y
emociones, generando malestar psicológico y dificultades para el posterior
desarrollo en todos sus ámbitos, impactando en su productividad dentro de una
comunidad (Alejo et al., 2007).
Dando lugar a condiciones de evidente desigualdad; las personas
desplazadas se configuran como un grupo, cuyas características definitorias
engloban desigualdad, pobreza y marginación. Sin embargo, no pueden ser
considerados como un grupo homogéneo ya que el grado de vulnerabilidad varía,
así como sus necesidades concretas (Díaz y Romo, 2019), esto ha tenido como
consecuencia que estas poblaciones sean invisibilizadas; las ayudas que el
Estado les brinda, carecen de sistematización y por supuesto no solucionan ni
logran disminuir la problemática.
Stewart (2002) indica que la pertenencia a ciertos grupos, como por ejemplo
los desfavorecidos, tiene externalidades negativas; puede causar resentimiento
entre los individuos en nombre del grupo, afectándoles directamente. De esta
forma, al no ser atendidos por el Estado y verse envueltos en desigualdades; la
resultante es un agravamiento social que impacta en la dinámica política, social y
económica de las naciones que lo padecen.
El bienestar de los colectivos se ve afectado, impidiendo estabilidad social
en términos generales, incidiendo en la ausencia de condiciones previas para el
desarrollo económico (Stewart, 2002). A este respecto Ruiz (2011) indica que las
contradicciones económicas y sociales representan la base del desplazamiento
forzado, ya que serían el reflejo del modelo de desarrollo imperante en países
como Colombia (yo añado a México), caracterizado por la acumulación creciente
de capital especulativo y por las profundas desigualdades sociales, que son en
gran medida los factores que perfilan el conflicto sobre el cual se da la migración
forzada.
Siguiendo a Harvey (2004) “el capitalismo internaliza prácticas
canibalísticas, depredadoras y fraudulentas” (p. 115). En este trabajo se habla del
DFI como consecuencia de la violencia, sin embargo, la existencia de
desplazamientos no tienen única causa, y existen además de los conflictos
armados, violencia generalizada y violación de derechos humanos; las catástrofes
naturales o provocadas, los peligros de la naturaleza o provocados por la mano
del hombre; por proyectos de desarrollo, infraestructura y desarrollo social como
hidroeléctricas, minas, carreteras entre otros (Informe Especial sobre DFI en
México, 2016). La expansión geográfica como sinónimo de crecimiento y las
evidentes consecuencias de lo que esto genera, es lo que Harvey (2004)
denominaría acumulación por desposesión; como los excedentes en todos los
sentidos, la apertura de mercados y la llegada de nuevas tecnologías, arrasarían
con todo lo que exista en su camino como algún obstáculo, incluyendo el
desplazamiento masivo de poblaciones enteras, como consecuencia de la
intervención de la mano del hombre y a favor del “progreso”. Menester apuntar
¿progreso para quién?
En todos los casos, el DFI implica rupturas, violencias y situaciones de
desigualdad. Estas desigualdades, no deben ser ignoradas. La invisibilización de
las problemáticas, sólo las aumenta. En gran medida, las estrategias usadas para
combatir al narco, propiciaron la movilización forzada al interior del país, trayendo
como consecuencia que el fenómeno creciera y durante muchos años, los
distintos gobiernos ejercidos a partir del 2006 y hasta el 2018, se negaron a
reconocer de forma oficial la situación, pues el reconocimiento implicaba hacer
evidente el fracaso de las políticas implementadas para resarcir el fenómeno.
Así, el problema creció y su dificultad para ser abordado también. Por lo
que, las acciones que se emprendieron quedaron cortas e insuficientes, se
descuidó al sector de desplazados, que vistos como grupo aunque no homógeneo,
constituyen un dispositivo clasificatorio que al ser ignorado, redujo la eficacia de
las políticas llevadas a cabo en su momento.
Por consiguiente, en la actualidad aunque se haya logrado avanzar en el
reconocimiento del fenómeno de forma oficial (Frausto y Galicia, 2020; Silva,
2020), no estamos aún ni a la mitad de todo lo que implica el resarcimiento del
daño efectuado a través de estas décadas. Derivado de esta invisibilización
durante tanto tiempo, las dimensiones afectadas no han logrado categorizarse, por
lo que aspectos que tienen que ver con la integridad del ser humano en general,
se han dejado de lado para el caso de los desplazados y es entonces que la
problemática se engrosa y se complica.
Ejemplo de esto, es el trabajo realizado por Sierra-Puentes y Correa-Chica
(2019), quienes elaboraron una revisión sistemática sobre la realidad
socioeconómica de los desplazados en Colombia y encontraron que: en primer
lugar, a nivel individual el DFI ocasiona alteraciones en el bienestar emocional y la
salud mental, disminución de la salud física, decremento de la calidad de vida e
interrupción en la formación educativa. En segundo lugar, a nivel social el DFI
enfrenta a las personas a condiciones de hacinamiento, alteración en la estructura
y el tamaño de los hogares, desintegración familiar, aumento de la violencia
intrafamiliar y con la pareja; dificultades en la crianza, pérdida de redes sociales,
estigmatización y exclusión social. En tercer lugar, el DFI ocasiona deterioros
sobre los ingresos económicos, produce incertidumbre sobre fuentes alternativas
de ingresos, limita la capacidad de cubrir las necesidades básicas, se obstaculiza
el acceso a los servicios de salud y servicios públicos, entre otros. Se concluye
que el DFI tiene profundas repercusiones negativas en cuanto a las necesidades
básicas y acceso a servicios, al mismo tiempo que genera alteraciones en la salud
física y mental de los individuos desplazados. Asimismo, el bajo nivel educativo
impide la competencia en condiciones de igualdad, evidenciando desigualdad
como factor que influye en las oportunidades para acceder al sector laboral formal.
De esta forma, y al ser un grupo caracterizado por vivir en condiciones de
desigualdad, su análisis se vuelve imprescindible. Stewart (2002) señala que el
acceso desigual a recursos políticos, económicos y sociales, reduce el bienestar
individual, viéndose afectada la estabilidad social de forma grave. Por lo que las
políticas diseñadas, deberían orientarse bajo el diseño de políticas dirigidas a
grupos, no a individuos.
Es decir, se deben considerar la existencia de factores que propician
diferenciaciones entre ciertos sectores de las poblaciones. Existen claramente
desventajas que abarcan grandes grupos de individuos, sobre las que sostienen
sus formas de vida, éstas desventajas implican atrasos en quienes las padecen,
limitando su crecimiento y desarrollo al interior de la sociedad.
La focalización de la atención en los orígenes de la desigualdad y la
pobreza, ayuda a elaborar medidas propicias para disminuirlas. Sin embargo, esto
no es posible si se descuida la caracterización de los grupos que componen una
sociedad.
Stewart (2002) además menciona que es importante estudiar este tipo de
desigualdades; las desigualdades de grupo, porque existe una afectación directa
en su bienestar.
2. El Bienestar y su impacto
Como se ha mencionado a través de este documento, el análisis de las
consecuencias de la violencia, ha impactado a diversos sectores de la sociedad,
siendo el DFI una de ellas, como tal, las afectaciones en las poblaciones que lo
han experimentado, han desencadenado una serie de secuelas negativas. Una de
ellas es la alteración del bienestar general en las víctimas de un DFI, destacando
la importancia de su estudio en este escrito.
Se entiende por bienestar:
El desempeño satisfactorio de las funciones mentales, lo cual se evidencia
en actividades productivas, relaciones sociales gratificantes la habilidad
para adaptarse a los cambios y enfrentar la adversidad. Así mismo, se
divide en bienestar subjetivo (evaluación que una persona hace sobre su
vida), psicológico (balance entre lo que ha logrado y lo que se desea
lograr), y social (valoración que hacemos de las circunstancias y el
funcionamiento dentro de la sociedad (Buelvas y Amarís, 2010, p. 156-157).
Existen pues, diversas dimensiones cuando nos referimos a bienestar, para
fines prácticos y debido a los objetivos del escrito, englobaremos en bienestar
social el término para su análisis; el cual refiere al funcionamiento social, qué tanto
rinda uno y se pueda relacionar efectivamente dentro del plano social. Para el
caso de los desplazados, los estudios señalan por ejemplo que se enfrentan
constantemente a discriminaciones y diversos problemas en las comunidades de
recepción (Campo-Arias y Herazo, 2014; Ramos, 2018; Sandoval, Botón y Botero,
2011). Al no poseer un territorio que puedan designar como suyo, al no contar con
ingresos suficientes y al ser un proceso tardado y lento su reincorporación,
padecen de rechazos o diferenciaciones entre la población que los recibe.
Consecuencia de la estigmatización y la vivencia de traumas
experimentados durante el proceso de desalojo, las personas desplazadas
desarrollan trastornos que posteriormente afectan sus relaciones interpersonales y
su crecimiento personal. Esto deriva en problemáticas que impactan en su salud
mental (Alejo et al., 2007; Abello-Llanos et. al, 2009; Ibáñez y Moya, 2006).
Ante esto, el desplazamiento como consecuencia de la violencia y posible
prolongación de la misma, resulta un reto para las políticas de Estado que al
parecer no están respondiendo de forma propicia a la atención de esta
problemática (Mercado, 2016; Montoya 2019); su persistencia a través del tiempo
y las consecuencias tanto a corto como a largo plazo, conducen a trampas de
pobreza, pérdidas en las producciones de todos los niveles y fragmentación a
niveles socioeconómicos importantes (Fiala, 2015).
Se tiene entonces un achicamiento del Estado de bienestar (Calva, 2018), a
partir de la desigualdad en oportunidades tanto laborales, educativas, de vivienda,
etc., se ha contribuido al deterioro de la calidad de vida, tanto directa como
indirectamente, provocando la continuación y aumento de pobreza, marginación,
criminalidad y rezago.
De esta forma, los efectos colaterales de la implementación del modelo
neoliberal, ha impregnado las formas de vida social y el lazo que designa las
desigualdades, instaurando algo muy alejado del estado de bienestar prometido
bajo los brazos del neoliberalismo, y lo que existe es más bien un estado de
violencia e inseguridad. Así el Estado con su monopolio de violencia, juega un rol
crucial en el establecimiento y reproducción de estos procesos (Harvey, 2004).
Ahora bien, ¿por qué es importante analizar el impacto de la violencia que
han padecido víctimas de desplazamiento forzado? Díaz y Romo (2019), exponen
en un amplio compilado el análisis de la violencia como causa del DFI en México.
En su gran investigación destacan entre otras cosas la clasificación de fuentes
documentales que se pueden dividir en tres tipos: una bibliografía específica que
empieza a ganar volumen, una cuantiosa producción sobre el tema de la violencia
desde diversos ángulos y especialidades, y, por último, las abundantes notas y
publicaciones periodísticas.
Dejan asentado que no se trata de una problemática homogénea que pueda
analizarse linealmente y bajo el enfoque de una sola disciplina, sino que es un
fenómeno plurifactorial, principalmente la violencia, que presenta profundas
diferencias según la zona donde se origina. Plantean aspectos que podrían
considerarse para plantear un marco conceptual: la construcción de una tipología
sobre el DFI, considerando; causa, perfil de los afectos y transformaciones tanto
del contexto expulsor como del receptor. La dificultad para capturar perfiles de los
desplazados, no debe impedir los avances de registro e interpretación. Es válido
cuestionar si contarlos es más importante que conocerlos y/o prevenir las causas
que los obligaron a salir.
De esta forma, se enfatiza que la cuantificación no es la única tarea
necesaria para delinear políticas públicas, de forma paralela, se deben realizar
esfuerzos de naturaleza política que obliguen a visualizar toda la naturaleza del
mismo: “Conceptos como miedo, incertidumbre, amenaza, riesgo, pérdida,
vulnerabilidad, entre otros, deben incorporarse en el análisis del desplazamiento,
ya que forman parte del espectro de condiciones que viven los desplazados.”
(Díaz y Romo, p. 34).
Encuentran que al igual que Silva (2020), los desplazamientos tienen
caracterizaciones distintas según la región: se puede identificar que los estados
del norte del país, se han visto envueltos en una problemática más relacionada
con el crimen organizado; en la región centro destaca una problemática que afecta
de una manera menos generalizada, es decir, los actos violentos se cometen
contra individuos y pocas veces contra colectividades, podría señalarse que se
trata de delincuentes que operan en grupos pequeños, de manera aislada y hasta
cierto punto encubiertos; en la región sur del país se distingue por una complejidad
diferente, ha prevalecido la violencia de manera generalizada. El desplazamiento
interno a gran escala involucra poblaciones étnicamente diferenciadas, por tanto,
la salida se vincula, principalmente, con amenazas de muerte, despojo de bienes
comunales, conflictos religiosos y políticos.
El extenso documento concluye en que el aspecto teórico-conceptual,
requiere una discusión profunda orientada en dos direcciones principales:
mantener la categoría operativa imprescindible para los organismos
internacionales y, la construcción del concepto debe expandir sus límites actuales,
de manera que el análisis incorpore una gama más amplia de las causas que
detonan la salida por encima de los lugares receptores y las categorías legales
que, en consecuencia, se asignan, como sucede con los refugiados.
Se deben describir explícitamente los hechos, su evolución y la forma como
se recrudecen a partir de los testimonios de las víctimas. Al margen de su
medición, es necesario reconocer que la violencia afecta tanto a los que se
movieron como a los que se quedaron. Por último, los autores evidencian la
mínima legislación hasta ese entonces y la escasa atención al problema del
desplazamiento y la ausencia de políticas públicas que den atención a las
demandas más sentidas de los desplazados.
3. La Relevancia
Y es esto precisamente en lo que radica la relevancia sobre el análisis de la
violencia y su impacto en desplazados; la elaboración de políticas públicas
adecuadas, que realmente den respuestas resolutivas al problema. Para esto hace
falta la caracterización de los grupos de desplazados, que aún a pesar de coincidir
en patrones de pobreza, marginación y rezago, cada uno dependiendo la región y
su localización, posee particularidades que los diferencian de otros grupos de
personas que también han sido desplazadas.
Se vuelve imperativo comenzar a diseñar políticas públicas acordes en la
materia, pues como rasgo característico las respuestas que el Estado de forma
general y los estados de forma particular han brindado al desplazamiento, han
sido respuestas fragmentadas e insuficientes (Desplazamiento Forzado Interno en
México, 2014; Episodios de DFI Masivo en México 2016; Duarte-Gómez et al.,
2018).
De acuerdo con Frausto y Galicia (2020) las recomendaciones hacen
énfasis en mantener un enfoque diferencial como principio transversal para la
atención de las personas desplazadas, esto implicaría la atención dirigida
primordialmente a las causas estructurales del problema y al estudio del contexto
particular para cada caso:
Múltiples estudios recomiendan establecer con claridad cuáles son las
necesidades de atención a corto, mediano y largo plazos, así como definir
las acciones inmediatas para diseñar, implementar y evaluar una política
pública integral dirigida a proteger y garantizar los derechos de las personas
en situación de DFI (Frausto y Galicia, 2020, p. 14).
Lo ideal y como se recomienda en el Informe sobre DFI en México (2019),
el desarrollo de estrategias y medidas debe centrarse particularmente en la
prevención para que no se presente más desplazamiento y en generar soluciones
reales las poblaciones que actualmente son desplazadas. En cuanto a su
prevención, el estudio de variables relacionadas como la pobreza, la marginación
y la discriminación (Frausto y Galicia, 2020), fungen como variables claves pues
forman parte de los contextos vulnerables latentes a volverse territorios de
conflicto. De acuerdo a Stewart (2008) “los conflictos violentos son uno de los
mayores obstáculos para el desarrollo, reducen el ingreso y las inversiones y
minan el desarrollo humano, además de causar un inmenso sufrimiento a los
beligerantes y más en general a la población” (p. 16).
El estudio de las violencias como causa estructural, el análisis para
intervenir en estos lugares y la creación de manuales, son recomendaciones
vitalicias dirigidas a contener el problema tratando de abarcar todas las
dimensiones posibles.
Se insta además, a tomar en cuenta la existencia de elementos que rodean
al desplazado, como; incertidumbre, miedo, vulnerabilidad. Quienes se encuentran
bajo esta condición, representan un foco rojo que debe atenderse a la brevedad,
dado que ignorarlo implica el engrosamiento de su peligrosidad en todos los
sentidos.
Conforme a esto, el Informe Especial sobre DFI masivo en México (2016)
agrupa en tres rubros las consecuencias del fenómeno: i) Rompimiento obligado
con la vida que se llevaba; ii) Pérdida o peligrando las condiciones de acceso a los
derechos que conforman una vida digna; y iii) Aparición de una situación de
especial vulnerabilidad, víctimas potenciales de otros delitos.
De acuerdo a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (Informe 2016)
los factores que inciden en el deterioro y aumento de vulnerabilidad en
desplazados, se ven directamente afectados por el período en que se prolongue
su situación. Al paso del tiempo las ayudas humanitarias o de asistencia social
cesan, y sobrevienen aún más las consecuencias iniciales sobre el aumento de
tensión, estrés, ansiedad y dificultad para continuar con la vida sin certeza sobre
donde seguir durmiendo, qué se va comer mañana o de dónde se sacará dinero
para sobrevivir. Esto evidentemente genera un ciclo de tensión que dificulta la
supervivencia.
El escenario de desprotección y posiblemente inseguridad, aunado a las
pérdidas, somete al sujeto a niveles de estrés muy altos y las consecuencias en el
apartado de la salud mental se dejan ver como una preocupación que actualmente
no es atendida.
De acuerdo a Duarte-Gómez et al., (2018), uno de los principales retos que
tiene que resolver el Estado Mexicano en cuanto a los servicios relacionados con
la población desplazada, es precisamente el servicio de salud mental. Dada la alta
vulnerabilidad de este sector, los problemas de salud mental deben ser estudiados
y atendidos. Según el estudio realizado por Duarte-Gómez et al., (2018) se
encontró un alto número de referencias sobre problemas de salud mental
derivados del estrés y trauma que acompaña a un desplazamiento.
Por ello, resulta de vital importancia evaluar las pérdidas de bienestar
psicológico y social de la población desplazada, para diseñar políticas públicas
afines con la magnitud del problema (Ibáñez y Moya, 2006). Los efectos del DFI
deben ser revisados a profundidad, iniciando en la captura sobre la dimensión
personal que sumada uno a uno, conforma la dimensión colectiva que finalmente
es la que sobrevive en las estadísticas y es la que permite que existan
consecuencias desastrosas a nivel social.
El sentido de bienestar que experimente un individuo se encuentra ligado
directamente a su situación contextual. Considerando que los sectores de
población más vulnerables son aquellos que padecen mayor desigualdad, la
presencia de eventos como lo desplazamientos, dan lugar a situaciones de
desigualdad extrema, que pueden incidir en el aumento de los índices de
violencia. Mientras no se atiendan las consecuencias, empezando por el análisis
del golpeteo psicológico que implica un DFI e implementando verdaderas políticas
de atención gubernamental hacia este fenómeno (Mercado, 2016), no existirá una
verdadera restitución de sus víctimas ni mucho menos un cese a estos conflictos
(Montoya, 2019).
Ya se ha comentado a lo largo del documento cuáles son las
consecuencias en el impacto sobre el bienestar de una persona que ha sido
desplazada, y en el párrafo anterior se hace énfasis en lo impertinente del Estado
al no elaborar aún medidas estratégicas y resolutivas. México no cuenta con un
marco normativo especializado sobre desplazamiento interno forzado a nivel
nacional (Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos,
2020).
En consecuencia, existe un gran vacío en torno a la distribución de recursos
y responsabilidades entre los diferentes niveles de gobierno que se encargan de
diseñar e implementar las políticas de prevención y atención integral al fenómeno.
Sin embargo, sí se han realizado algunas labores al respecto. Según la Comisión
Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos en 22 años (1998-
2020), se han presentado nueve iniciativas para la creación de una Ley General
especializada sobre desplazamiento interno forzado, actualmente existen tres
estados en la República Mexicana que cuentan con leyes de protección al
desplazado: Guerrero, Chiapas y Sinaloa. En el 2020 por su parte, se aprobó el
dictamen de la Ley General para Prevenir, Atender y Reparar Integralmente el
Desplazamiento Forzado Interno (LGPARIDFI), por el pleno de la Cámara de
Diputados, quedando aún pendiente la Cámara de Senadores (Frausto y Galicia,
2020).
Pese a estos esfuerzos, no resulta suficiente. El análisis y la óptica, exige
una lupa más gruesa para contemplar dimensiones negadas; el bienestar de los
sujetos desplazados, el grado de vulnerabilidad expuesto, los agravantes de la
resulta que se ignora, las consecuencias a corto, mediano y largo plazo que esto
implica. Son factores que deben considerarse a la hora de abordar la
problemática.
4. Conclusiones
A lo largo de este trabajo, se ha explicitado lo qué es e implica un desplazamiento
forzado, se ha enfatizado en la pérdida de bienestar y sus consecuencias a nivel
social sobre su invisibilización en el sector de desplazados. Es posible apreciar
que sin una condición previa de seguridad, no existirá garantía de estabilidad y
desarrollo.
La paradoja resulta en que la implementación del modelo neoliberal,
permitiría elevar el nivel de vida de los ciudadanos que fueran al mando de la
receta de la felicidad; consumir y producir. En aras de la modernidad y su
emergencia en un mundo globalizado, la acumulación excesiva de bienes y
riquezas para algunos, fue la perdición de todo para otros, evidenciando la hartera
diferenciación entre los sectores de una población. Las naciones quedaron
supeditadas a la pérdida de sus soberanías, a fin de conservar su posición al
interior de las políticas mundiales (Bauman, 2010).
De este modo, la configuración del mundo se dividió entre los que sí
podían y los que lo eternamente lo están intentando, ahora el dominio se da entre
las naciones de primer mundo y las del tercero, cuyos estragos en éstos últimos
provocan escenarios de devastación, sufrimiento y pobreza. El fortalecimiento del
narco, como dispositivo económico ilegal, la asunción de su posición como una de
las fuentes de ingreso de las naciones tercemundistas, ha dado pie a que países
como Colombia y México, presenten problemáticas altamente complejas con
fenómenos que se salen de control, como lo es un DFI.
Se ha enfatizado en el estudio de las desigualdades de grupo que
conformaría el sector de los desplazados, pero también se ha indicado que a su
vez, los desplazados no serían un grupo homogéneo, dado que de acuerdo a los
lugares de despojo, recepción y región, se da una diferenciación entre las
necesidades de los mismos. Además, como no existe legislación actual que a nivel
federal regule los casos en los que se da la situación, los vacíos y las omisiones
proliferan, dejando en el desamparo a miles de personas que por alguna u otra
razón no figuraron en las escasas e insuficientes ayudas brindadas hasta el
presente por parte de los diferentes gobiernos.
Se debe tomar en cuenta que la falta de políticas públicas integrales ha
hecho que se tengan respuestas fragmentadas y no se pueda brindar un real
apoyo a estas comunidades, por lo que urgen estudios e investigaciones que
complementen los datos que ya existen.
Se debe a su vez trabajar en la reparación del daño integral de la víctima,
atendiendo su vulnerabilidad, su carencia de beneficios, bienes e identidad en
algunos casos, por lo que la agilización de trámites de papeleo y reconocimiento
de su condición de víctima no deben ser asuntos que obstaculicen su atención y
reparación. Se deben generar mecanismos y procesos de atención vinculados
entre los tres niveles de gobierno (local, estatal y federal), y a su vez, entre las
diferentes áreas de profesionales implicados para manejar estos conflictos. Crear
conciencia y empatía frente a los problemas desarrollados como consecuencia de
un desplazamiento y generar sensibilización entre la población en general.
Se deben integrar todas las dimensiones posibles, pues sólo así se podrán
elaborar estrategias acordes al tamaño de las problemáticas. No es posible seguir
ignorando lo evidente y dejar que se acumulen los conflictos.
La reducción de pobreza, desigualdades sociales y violencia, deriva del
análisis de las razones que les originan, éstas deben ser abordadas desde una
perspectiva integral, tomando en cuenta factores estructurales, demográficos,
socio-culturales. El análisis del impacto del bienestar sobre las personas que han
sido víctimas de un DFI y que pasarían a ser un grupo, representaría un avance
sobre el abordaje que han tenido estos sectores.

Referencias
Abello-Llanos, R., Amaris-Macías, M., Blanco-Abarca, A., Madariaga-Orozco, C.,
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