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2015

DIPLOMADO EN PSICOLOGÍA Y EJECUCIÓN DE LA PENA

DIPLOMADO EN
PSICOLOGÍA Y EJECUCIÓN
DE LA PENA

PRIMERA EDICIÓN

MÓDULO I

ESP. SILVINA LUCERO

Módulo i: La dimensión psicosocial. Esp. Silvina Lucero


DIPLOMADO EN PSICOLOGÍA Y EJECUCIÓN DE LA PENA

1. VIOLENCIA, EXCLUSIÓN Y VULNERABILIDAD


Resumen de: PUEBLA, María Daniela SCATOLINI, Juan Miguel y MAMANI,
Víctor Hugo. “La Construcción del Trabajo Social en el ámbito de la Ejecución Penal.
Una mirada desde la doctrina constitucional. Cap. 1”. Espacio Editorial. Bs As. 2008

Violencia, exclusión y vulnerabilidad

“Una sociedad que ha sufrido procesos de ruptura como la nuestra, en los últimos
tiempos ha devenido fragmentada, con profundas crisis de exclusión y disolución social,
con crisis de legalidad, de representación o de ausencia de instancias mediadoras, entre
otros factores; se nos presenta con profundos y variados conflictos, violencias y delitos,
en escenarios sociales complejos y mutantes. La violencia y la criminalidad en los
últimos años experimentan una gran virulencia y provoca sentimientos de temor, de
desconfianza y de alteración de la vida cotidiana, todo lo cual hace que la cuestión de la
seguridad y la necesidad de reducir las oportunidades de victimización, se torne una
cuestión central de la agenda pública. Ello se enmarca en un nuevo orden donde el
denominado Estado de bienestar (con un fuerte soporte en materia de políticas sociales
destinadas a atenuar situaciones de pobreza y de fragilidad psico-social) se ha reducido
a su mínima expresión y a la par, el estado amplio su esfera de control punitivo.

Los fenómenos que ocupan el centro de debate social, cultural, político y jurídico
actual como los de “vulnerabilidad” y de “exclusión social” derivan fundamentalmente
del problema del empleo (precarización, desempleo, inestabilidad laboral, etc.) e
impactan en los nuevos escenarios y actores sociales, con especial énfasis en los
sectores más desprotegidos: pobres, niños/jóvenes, personas con capacidades especiales,
ancianos, entre otros, produciendo violencia y disolución social y afectando la calidad
de vida de los habitantes.

Las nuevas formas de organización social o la denominada “nueva cuestión social”


según P. Rosanvallón, están marcadas por la segmentación y la desintegración social en
medio de un proceso creciente en lo que se ha dado a denominar el “malestar
contemporáneo” y la emergencia de nuevas formas de conflicto y de violencia social

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asociadas a la exclusión y a la fragmentación social. En estos escenarios se expresan las


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más diversas manifestaciones de violencia urbana; sea hacia el interior del individuo
(autodestrucción, deterioro psico-fisico) o hacia el exterior (violencia en las calles,
estallidos, delincuencia e inseguridad urbana). A ello se suma el problema del
narcotráfico, que en América Latina afecta a gran parte de los países de la región,
asociándose la corrupción política y económica, lo cual ha sido resaltado por el Comité
de Expertos de la ONU sobre Drogas y Seguridad Humana en las Américas (San José
de Costa Rica, 1999): “En las ciudades y en las zonas rurales, las zonas de pobreza-de
poblaciones ya de por si marginadas- han sido sustituidas por el fenómeno de la `lepra
humana´, donde predominan los conflictos, los disturbios, la corrupción y la pobreza de
hambre extremas…Las ciudades no son violentas por naturaleza. Sin embargo hay
factores que se asocian a la violencia, tales como el desempleo, la proliferación y fácil
adquisición de armas, los ambientes urbanos en decadencia, la falta de servicios básicos,
la falta de coherencia social entre los migrantes desarraigados de las zonas rurales, las
inequidades entre ricos y pobres, las fallas en los sistemas policiales y judiciales, el
desmoronamiento de los valores tradicionales y, en un sentido más amplio, el
anonimato y el individualismo predominan en los lugares donde poblaciones muy
numerosas deben coexistir en un espacio muy reducido”.

El problema no es solo asunto de pobreza, sino de pobreza en un ambiente de


violencia, enajenación, impotencia y explotación… La resistencia pasiva, los
amotinamientos, la migración y algunas formas de criminalidad podrían concebirse
como los únicos medios de que dispone el pobre para expresar una necesidad urgente de
cambio. No obstante, los disturbios públicos tienden a ser vistos o representados por la
elite gobernante como desafíos directos al orden existente que justifica la acción policial
represiva o la acción policial.”

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Violencia
La violencia niega la existencia de un otro, implica discriminación, autoritarismo,
represión. Se niega la palabra, la posibilidad de elección de expresión, solo se admite
una sola verdad sin lugar a lo diferente. A partir de esto se puede realizar un listado
exhaustivo de las formas más utilizadas de la violencia y maltrato infantil que van desde
maltrato físico y emocional, abandono físico y emocional, abuso sexual, explotación
laboral, corrupción, incapacidad parental del control de la conducta del niño, entre otras.

La violencia familiar se refiere a todas las formas de abuso dentro de la familia,


estas incluyen conductas de una de las partes que por acción o por omisión,
ocasionandaños físicos y/o psicológicos a otro miembro de la familia. Se puede decir
que cuando se habla de violencia intrafamiliar se supone de la existencia de una
dinámica de poder, un ejercicio de poder entre los más fuertes y los más débiles, este
vínculo está caracterizado por el ejercicio de la violencia.

“Compartiendo el criterio que conceptualiza a la violencia como “toda acción que


limita la libertad del hombre” (y deslindando- a los fines de este trabajo-toda otra
discusión filosófica sobre el alcance de este concepto), es que, de acuerdo con F. Lolas
(1989), se distingue el término “agresión” del de “violencia”; entendiendo por el
primero “la conducta intencional dirigida a producir daños a personas y/o propiedad,
siendo tales daños, físicos o formas de devaluación y de degradación psicológica”

Son categorizados como violentos “los hechos, situaciones o personas que expresan
o en los que se expresan, conductas consideradas como desaforadas, y que son
manifestaciones de un poder no legitimado consensualmente”.

Violencia, es entonces, la manifestación o el ejercicio inadecuado de la fuerza (o del


poder). Manifestación o ejercicio inadecuado, significan extemporáneo (fuera del lugar
y de contexto) o desmesurado o excesivo (inapropiado en intensidad).

Finalmente, se puede agregar que, tanto el despliegue de conductas agresivas, como


la vivencia de situaciones violentas, pueden ser conscientes o no.

Las causas estructurales de la violencia, principalmente, se encuentran en las


diversas formas de:

1. Exclusión del sistema económico;

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2. Discriminación social;
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3. Desatención publica de necesidades básicas;
4. Intolerancias y formas de resolución drástica de conflictos.

Si estas causas estructurales se contextualizan en una política de ajuste económico


con desatención de su costo social, se ven claramente reforzadas y agravadas.

El empobrecimiento al que quedan expuestos vastos sectores de la población,


implica altos niveles de inseguridad, no solo porque quedan expuestas sus vidas y su
salud psicofísica, sino porque no pueden figurarse un futuro; una estabilidad.

Los jóvenes no tienen seguridad del provenir y no ven para ellos oportunidades ni
esperanzas; los adultos que tienen trabajo no tienen seguridad en conservarlo ni de
poder enfrentar enfermedades. La frustración que provoca el no poder satisfacer las
demandas primarias y configurarse un proyecto de vida, es fuente de inestabilidad
emocional y de respuestas agresivas.

La violencia social dentro de este contexto, no solo asume la forma de una estrategia
de sobrevivencia, sino una necesidad de achicar la brecha en los niveles de consumo
(estimulado por la propaganda sofisticada). Es además, un intento de recrear formas
alternativas a la fragmentación y al individualismo.

En forma complementaria, el enriquecimiento ilícito y especulativo de los sectores


económicos concentrados y las conductas hedonistas y consumistas de las clases
medias, retroalimentan la espiral de violencia, exclusión e injusticia social de esta
sociedad dual, donde convive la pobreza extrema con la ostentación de la riqueza”.1

1
PUEBLA, M. Daniela “Democracia y Justicia penal juvenil”. Editorial Fundación UNSJ. San Juan.
2005

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Marginalidad y exclusión 7

“Marginalidad, exclusión y vulnerabilidad son términos comúnmente utilizados para


describir y analizar las situaciones emergentes. Pero si bien los mismos se constituyen
conceptos entrelazados, indican situaciones distintas.

No es posible comprender el campo de la marginalidad si no se cuenta con una


teoría, explícita o implícita, de la integración. Digamos que una formación social está
hecha de la interconexión de posiciones más o menos aseguradas. Están ´integrados´ los
individuos y los grupos inscritos en las redes productoras de la riqueza y el
reconocimiento sociales. Estarían ´excluidos´ aquéllos que no participaran de ninguna
manera en esos intercambios regulados. Pero entre estos dos tipos de situaciones existe
una gama de posiciones intermedias más o menos estables. Caracterizar la
marginalidad, es situarla al interior de este espacio social, alejada del foco de los valores
dominantes, mas sin embargo ligada a ellos puesto que el marginado lleva el signo
invertido de la norma que no cumple.

El término de marginado en su acepción actual es reciente, en una perspectiva


histórica, remite a los grupos sociales cuyo modo de vida está marcado por el
vagabundeo, la mendicidad, la criminalidad y los trabajos socialmente mal vistos.

En todos estos grupos “... las constantes son igualmente evidentes, trátese de las
descripciones de dichos grupos sociales, de las reacciones que ellas suscitan o de las
medidas tomadas en su contra. Es posible resaltar un cierto número de rasgos comunes
de dichos grupos:

En primer término está su exterioridad en relación con el patrimonio y con el


trabajo reglamentado, que los condena a sobrevivir de ´cualquier manera´, y ante todo,
de la mendicidad...” Entre el ejercicio de la caridad y represión, implementación de
políticas de auxilio y criminalización del ocio, casi siempre y en casi todo el mundo
queda una masa de miserables que no tiene un lugar asignado en este tipo de sociedad.
El universo de la marginalidad es pues, casi siempre, el de la artimaña, del rebusque, de
la ´ratería´.

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Igualmente existe la movilidad incontrolada de dichos grupos, lo que los expone 8
a la vindicta pública, aquel que no está atado a su trabajo, generalmente circula,
se desplaza, vaga en búsqueda de una oportunidad. Corre su suerte o su
desventura. El marginado ha roto los vínculos que lo unían con su comunidad
de origen. Es un ´desafiliado´. Por eso su condición difiere totalmente de la del
pobre que vive en el lugar, en su lugar, la mediocridad de su estado. Marginalidad
no es pobreza. En la mayoría de los casos, el pobre está integrado, su existencia
no plantea problema, él forma parte del orden del mundo. En cambio, el marginal es
un extraño extranjero.

Finalmente son las formas atípicas de relaciones familiares y sociales


inducidas por estos modos de vida que hacen que la marginalidad suscite rechazo,
pero también atracción. La inestabilidad de la vida afectiva, sexual y social es una
consecuencia de la imposibilidad de ´establecerse´. Pero es concebible que estos
grupos desligados de estas formas de vida comunes hubieran tratado de construir por
su cuenta formas diferentes de sociabilidad.

La estigmatización de la marginalidad es general. Cubre con un manto de infamia


una multitud de situaciones heterogéneas. Pero bajo la diversidad supera
abundantemente descrita de estos estados, es posible encontrar las lógicas sociales que
alimentan tal producción de posiciones marginales. Veo dos principales: por un lado la
marginalidad es el efecto de procedimientos concertados de exclusión; por otro lado, y
sobre todo, estigmatiza las capas de la población más vulnerables que no pueden
encontrar un lugar reconocido en este tipo de organización social. Aunque estas dos
dinámicas entremezclen sus efectos, es esencial distinguirlas, puesto que son
heterogéneas tanto en sus condiciones de producción como en el tipo de tratamiento que
les correspondería.

La exclusión no es la marginalización, aunque puede conducir a ella. Para darle un


mínimo de rigor a este término, hay que tener en cuenta los procedimientos ritualizados
que marcan la exclusión. Estos son muy diversos, pero remiten a un juicio pronunciado
por una instancia oficial, apoyándose en reglamentos y movilizando cuerpos
constituidos.

La exclusión tomó así formas muy diversas, erradicación total por condena o muerte
o expulsión de la comunidad, encerramiento (Focuault, 1961 y 1975), atribución de

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marcas y de un status especial que priva del derecho de ejercer ciertas funciones. Puede
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ser provisional o definitiva como en el caso de destierro o de condena a la galera, por un
determinado tiempo o de por vida, pero supone un acto de separación que se sustenta en
reglamentos y se lleva a cabo a través de rituales. La marginalidad no es la exclusión,
aunque hay marginados que pueden convertirse en excluidos y hay excluidos y ex-
excluidos al interior de los grupos marginados.

Pero la dinámica esencial que alimenta la marginalidad es bien diferente.El marginal


se mueve en las márgenes, puesto la margen es el único espacio en donde puede
desplegar sus talentos. Por otra parte la marginalidad no siempre es irreversible y en
ocasiones se logra una efectiva integración a la sociedad. Un ejemplo es también el
mundo del crimen.

Las franjas extremas de la marginalidad que caen en la exclusión no representan


pues un medio social separado de las posiciones menos estigmatizadas, pero inestables,
que tienen su origen en la precariedad de las situaciones de trabajo y la fragilidad de las
inscripciones sociales. Este es continuum de situaciones vulnerables compartidas por
amplias capas populares, el cual constituye el abono de la marginalidad social.

En efecto, en el transcurso de estos vagabundeos, el individuo se desocializa. Ha


roto con sus primeros vínculos, aquéllos que obligan y protegen a la vez. Contrae otros
nuevos, más inestables y a menudo más peligrosos. Así, sin entrar en la mitificación de
una subcultura delincuencial, es concebible que hayan podido construirse formas de
sociabilidad diferente, marcadas a la vez por la falta y por la exigencia de movilizar
distintos recursos para sobrevivir. Es a menudo la imposibilidad de construir posiciones
estables en este tipo de sociedad, cuando sólo se dispone de su fuerza de trabajo -
contrariamente a lo que permitirá mucho después la instauración de un salariado
estable-, la que alimenta la marginalidad social. La marginalidad es el nombre que uno
puede darle a las formas más frágiles de la vulnerabilidad popular.

La marginalización es pues, una producción social que tiene su origen en las


estructuras de base de la sociedad, la organización del trabajo y el sistema de valores
dominantes a partir de los cuales se reparten los lugares y se fundan las jerarquías,
dándole a cada uno su dignidad o su indignidad social”2.

2
CASTEL, Robert; "LA LOGICA DE LA EXCLUSION" en E. Bustelo y A. Minujín (Eds.) Todos
entran. Propuesta para sociedades incluyentes. UNICEF/Santillana. Buenos Aires, 1998.

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Vulnerabilidad

La palabra vulnerable significa: “proclive a ser dañado, a sufrir deterioro por una
serie de privaciones -tales como alimento, abrigo, contención, educación, entre otras-;
que puede ser herido o lesionado, física o moralmente”.

Cuando hablamos de “vulnerabilidad”, aludimos a aleatoriedad, precariedad,


fragilidad, exposición a dañar y a ser dañado; a deteriorar y a ser deteriorado. Desde una
perspectiva macro estructural (socio-económica) se alude al estado de exposición de
ciertos sectores sociales a caer en situación de “exclusión social”, es decir “fuera de…”,
o “no integrante de”, respecto de los beneficios sociales, económicos de un determinado
orden social, económico, jurídico, político; “los out”, como los denomina Robert Castel.

Desde un nivel micro-social, el impacto que las situaciones de pobreza, de exclusión y


de precariedad producen sobre las personas, desde la Criminología lo consideramos
para referirnos a una serie decondicionamientos en los procesos de construcción de
trayectorias delincuenciales con serio compromiso penal (criminalización). Estos
refieren a circuitos de daños como por ejemplo: enfermedades no curadas a a tiempo,
déficit alimentarios, violencias (familiar, institucional, de grupos de pares),
vulneraciones de derechos (a la salud, a laeducación, a ser socializado y contenido en la
propia familia y en su comunidad), desarraigos exclusiones de los grupos de crianza
(habituales declaraciones judiciales de situación de abandono por meras situaciones de
pobreza), desatenciones durante la socialización temprana o anticrisis, deambulación
callejera, deserción escolar, explotación o abusos (sexuales, laborales), etc. Que se van
reproduciendo e impactando en el sujeto que los padece a modo de “fragilidad” y de
“deterioro”; así quedan expuestos amplios sectores sociales lo que deriva en situaciones
de extrema enajenación y exclusión, y los puede exponer a adoptar estrategias de vida
de ilegalidad y de conflicto con la ley penal”.3

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PUEBLA, María Daniela SCATOLINI, Juan Miguel y MAMANI, Víctor Hugo. “La Construcción
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Las dificultades sociales y los problemas de marginalidad que afectan a una
población no se reducen a la insuficiencia de ingresos para hacer fuente a la
sobrevivencia. La pobreza por ingresos o por acceso a bienes sociales básicos es sólo
una de las dimensiones de la privación social. En este sentido, se ha comenzado a
enfatizar que la situación de pobreza no se refiere exclusivamente a la carencia de
recursos económicos, sino también a la falta de capacidad para acceder a diferentes
bienes y recursos.

Entendemos que el individuo se integra a la sociedad a través de un doble eje: el


trabajo y su mundo de relaciones familiares y comunitarias. Esta idea nos permite inferir
que la situación de pobreza y de vulnerabilidad se vincula con la precarización laboral -
cambios en las relaciones laborales, en el mercado de trabajo y su impacto sobre los
ingresos, las condiciones de trabajo y la seguridad social, también con la fragilidad
institucional -debilitamiento de instituciones tales como el sindicalismo, organizaciones
de la sociedad civil y acciones protectoras del Estado- y con la precarización de la red
de relaciones familiares, comunitarias y sociales.

Este creciente fenómeno de vulnerabilidad social alude a un resquebrajamiento del


sistema de integración social y a un agudo proceso de exclusión social. En otras
palabras, la vulnerabilidad es una situación que puede constituir una transición hacia la
exclusión.

Este proceso lo describe Castel de la siguiente manera: "Propongo ubicar las


situaciones marginales al final de un doble proceso; de desenganche en relación al
trabajo y en relación a la inserción relacional. Advertimos enseguida que todo individuo
debe situarse en relación a ese doble eje de la integración a través del trabajo y de la
inscripción relacional...Esquematizando mucho distinguimos tres valores en cada uno
de los ejes: trabajo estable / trabajo precario / no trabajo e inserción relacional fuerte /
fragilidad relacional / aislamiento social.

Acoplando esos valores de dos en dos se obtienen tres zonas, a saber: la zona de
integración (trabajo estable y fuerte inscripción relacional), la zona de vulnerabilidad
(trabajo precario y fragilidad de los soportes relacionales) y la zona de marginalidad que
prefiero llamar zona de desafiliación para marcar bien la amplitud del doble

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desenganche: ausencia de trabajo y aislamiento relacional".4


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De ello se deduce que las familias integradas se corresponden con el modelo número
uno; que los niños en situación de vulnerabilidad provienen de núcleos familiares donde
el trabajo precario y la fragilidad de soportes relacionales (falta de padre o madre, Jefa
de Familia Mujer, no concurrencia a la escuela, desocupación, prole numerosa, etc.)
provocan el trabajo a edad temprana, y que esto se corresponde con el fenómeno del
"niño en la calle" (modelo número dos); cuyo horizonte problemático se relaciona con
el modelo número tres, es decir, la exclusión o marginalidad profunda: el llamado "niño
de la calle".

4
CASTELL, R. "La Dinámica de los Procesos de Marginalización". Revista TOPIA. Año 1 N 2.
1995.

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