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275-287
1. Un par de considerandos
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D
os discípulos de Juan, invitados por su maestro, inician una nueva sin-
gladura vital al lado de Jesús. Pero éste, antes de nada, les marca el
modo de hacerlo. Cuando le preguntan por dónde vive, Jesús les ofre-
ce la mejor manera de saber no sólo dónde, sino para qué vivía y por qué otros
podrían imitarlo: “Venid y lo veréis” (Jn 1,39). Es decir, se ofrece como primer
referente necesario, inmediato e inspirador para clarificar la propia existencia.
Ante Él es como descubrimos nuestro con Él y nuestro hacia los demás.
¿Y si en medio de nuestras preocupaciones institucionales, en estos
tiempos de opciones estratégicas para la vida religiosa apostólica, nos per-
mitiéramos una especie de vayamos y veamos a Dios primero? Antes inclu-
so de poner planificaciones sobre la mesa, precisamos una contemplación
fundamental de Dios mismo en su desplegarse en la historia, de la forma
como vierte su vida divina en la realidad y hace camino de salvación. Para
evitar ser absorbidos por las cuestiones segundas derivadas de las lógicas
institucionales, debemos parar en los horizontes primeros.
Así le sucedió al discipulado de Jesús. Los discípulos que fue reclutan-
do, antes de conocerlo, no suman sino un haz de anhelos personales, deseos
recónditos y frustraciones de sueños. Después de conocerlo, aquellos anhe-
los personales, deseos recónditos y sueños frustrados son purificados y
cobran figura. Ante Jesús, acaban teniendo un proyecto. Las crisis poste-
riores de disgregación, que se producen esporádicamente en el grupo, se
Francisco José Ruiz Pérez
La elección injustificada
3. Una conclusión
Los tiempos de crisis como los nuestros vienen revueltos con mucho
descreimiento respecto a que Dios sea posible y al margen de maniobra que
tenga en un escenario donde dominan condicionan-
Discernir exige primero tes que agostan la esperanza. Estamos llenos de lec-
recobrar la memoria turas excesivamente planas de la realidad. La histo-
sobre el modo ria de salvación advierte de que no podemos olvidar
que Dios perfora esas lecturas. Por ese motivo, dis-
paradójico del proceder cernir exige primero recobrar la memoria sobre el
de Dios. modo paradójico del proceder de Dios.
II. Segundo paso: actitudes previas al discernimiento
1. Introducción
fiesta está impresionado ante la situación que contempla: “He visto la opre-
sión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he
fijado en sus sufrimientos [...]. El clamor de los israelitas ha llegado a mí,
y he visto cómo los tiranizan los egipcios” (Ex 3,7.9). Yahvé también rea-
liza un análisis de la realidad, que confirmaría incluso el análisis de Moi-
sés. Y, sin embargo, sólo ante Yahvé, Moisés acaba optando por una solu-
ción distinta: un proyecto de liberación.
Expresado de otro modo: la experiencia radical de Moisés es a) que
Dios hace análisis de realidad y b) que él, Moisés, primeramente lo ha de
hacer suyo para dar entonces una mejor respuesta a la realidad.
1. Un supuesto necesario
nombre–, ni los vacíos de reconciliación –las heridas del corazón sin cica-
trizar se vuelven tiranas en contra del juicio certero–. Discernir obliga a
realizar recorridos objetivadores por nuestro pecado y los efectos que ha
generado en nosotros y en otros.
b) Antes de una planificación de un cuerpo apostólico como puede ser
una congregación, hay que detectar aquellos temas que suponen desorden
de los afectos o aspectos que suscitan que los afectos se desordenen: ¿hay
confrontación de líneas ideológicas (teológicas, identitarias, políticas)?,
¿existe desencuentro de generaciones, de tradiciones distintas?, ¿hay
polarizaciones regionales y culturales?, ¿existe disputa entre visiones
estratégicas?, ¿hay luchas de poder? Allí donde se detecte que corporati-
vamente emergen bloqueos de seguimiento, lecturas malintencionadas de
la realidad, demandas repetidas de saneamiento de las heridas, lagunas
pretendidas de información…, allí se necesita un intenso preparar y dis-
poner.
Una de las críticas más oídas respecto al modo como hoy la vida reli-
giosa apostólica afronta su presente es que no toma opciones –que es como
decir que no hace discernimiento–. El desfondamiento del ánimo que eso
produce es notorio. Y, lo queramos o no, se señala que es un problema de
quienes han asumido el servicio de la autoridad.
En la temática del discernimiento debe haber una etapa obligada de refle-
xión sobre el papel del servicio de la autoridad. Porque, al menos en la vida
religiosa apostólica, ese servicio debe llevar a puerto el complejo proceso de
discernir. Todo ello nos remite a algunas consideraciones sobre la autoridad.
2. La autoridad de Jesús
tra, aquel que tiene autoridad como crédito la expresa con discreción, casi
con la elegancia del silencio (cf. Lc 14,7-11).
e) El poder humano es efímero: dura sólo lo que duran las circunstan-
cias que le confieren su carácter coercitivo. La autoridad ejercida en el esti-
lo de Jesús, en cambio, resiste el tiempo; incluso se ve confirmada y justi-
ficada cada vez más, sencillamente porque es una autoridad basada en el
amor (cf. Jn 15,1-17).
3. Desafíos de la autoridad
Para obtener esa autoridad es clave que quien tiene responsabilidad eje-
cutiva muestre que no queda fuera de la verdad o de la corresponsabilidad
de cuanto propone o dispone. Nunca debería distanciarse excesivamente de
aquello que obliga a hacer. El mensaje tiene mucho del mensajero. Puesto
que el modelo primero de autoridad es Jesús, el gobierno religioso ha de
tener mucho de asunción personal de lo que determina. El que asume la
responsabilidad ejecutiva tiene que ser ejemplar: es modelo de aquello que
manda, aunque también ha de ser consciente de que su ejemplaridad no es
ausencia de defectibilidad.
Junto a lo anterior, la autoridad-crédito se recibe en la medida en que se
logre equilibrar el proyecto con el sujeto que lo realiza. Nunca la causa
debería sacrificar a la persona. La autoridad-crédito entra en zozobra desde
el momento en que se percibe que se ha perdido la sensibilidad por el fac-
tor humano.
b) Tomar la decisión