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Un Dios que se revela a través de mediaciones humanas.

“Todo me ha sido dado por mi Padre,


y nadie conoce al Hijo sino el Padre,
así como nadie conoce al Padre sino el Hijo
y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar” Mt 11,27

Descripción

El presente curso tomará elementos básicos del tratado tradicional de Teología Fundamental
para introducir a los estudiantes en la lógica de la Revelación. Dios sale al encuentro del hombre
con un lenguaje accesible para éste. Dios busca con este autorevelación salvar al hombre, hacerlo
partícipe de su propia vida, de ahí que reconocemos a Cristo como el Revelador del Padre que no
solo nos habla de Dios sino que nos hace participar de sí mismo. En este punto la Escritura y la
Tradición, custodiadas y transmitidas fielmente por el Magisterio de la Iglesia, permiten que el
hombre y la mujer de todo tiempo puedan responder a este Dios que se le revela. Entender esta
lógica es el cometido de este curso con el fin de ayudar a los estudiantes a entrar en diálogo con
Dios en el seno de la Iglesia que vive, celebra y confiesa su fe.

Objetivos
• Explicar la teología de la revelación como fundamento de la fe, la teología y nuestra
relación con Dios
• Mostrar la credibilidad y dignidad de la revelación cristiana
• Reconocer el sentido que tienen Cristo, su mensaje, su Iglesia para provocar y obtener
la adhesión de fe, como vía para llegar a Dios.

Contenidos

1. La Revelación de Dios en su voluntad salvífica


2. Cristo, el verdadero rostro del Padre y el único mediador
3. Transmisión de la Revelación, Escritura, Tradición y Magisterio
4. La Fe, respuesta a Dios que se revela
5. Confesión eclesial de la fe y testimonio

Bibliografía
- Dei Verbum
- Pié-Ninot, Salvador (2017), Teología Fundamental en Sapientia Fidei Serie de Manuales de
Teología, BAC, Madrid
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Un Dios Que Se
Revela A Través De
Mediaciones
Humanas

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Revelación de Dios
en su voluntad salví ca

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fi
La Revelación de Dios en su voluntad salvífica
Muchas veces y de muchas manera habló Dios en el pasado a nuestros Padres
por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por
medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo el
universo (Hb 1,1-2)
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que
tú has enviado, Jesucristo. (Jn 17,3)

Ver – Escuchar

Conversación real entre un tío sacerdote y un sobrino universitario:


Después de hablar de los estudios, el deporte, las amigas, etc.
El tío sacerdote le pregunta: “¿y la fe, tu relación con Dios ¿cómo la vives?”
Responde, el sobrino: “tío sólo cuando vengo al pueblo, y veo a los abuelos y a ustedes
que rezan, van a misa y tal, es cuando veo que aún hay fe. Ni en la universidad, ni entre
amigos, ni en mi ambiente, ni en casa veo algo que me refiera a Dios. No hay señal de
Dios”
• En los pueblos es difícil que se dé esta situación ¿pero qué necesidad siente de
Dios mucha gente de mediana edad y los jóvenes? Si es que sí sienten necesidad,
¿en qué se nota?

Discernir – Acoger

Dios se revela en el tiempo y en la historia de la humanidad, en la Sagrada Escritura tenemos el


lugar privilegiado para descubrir los acontecimientos de esta revelación. Desde las primeras
páginas del Génesis descubrimos a Dios que entra en relación de diálogo de amor con el hombre,
dando un nuevo sentido a todo el camino humano.

La revelación es una libre iniciativa de Dios, una gracia suya y una muestra de la grandeza de su
amor. Lo que El revela no es algo ajeno a El: El mismo se revela. Él es el objeto propio de la
revelación. Debemos entender entonces la revelación como la autocomunicación y
automanifestación de Dios. Al mismo tiempo, esta revelación de Sí mismo es una verdad y una
realidad salvífica, pues al revelarse manifiesta su designio de salvación (Cf. Ef. 1,9). Este designio
escondido en Dios desde toda la eternidad es ahora revelado. Por esta revelación Dios constituye
a su Hijo Jesucristo, por su muerte y resurrección, en el principio único de salvación. El plan
salvífico de Dios en relación con el hombre consiste en hacer que él participe de la naturaleza
divina. No se trata entones de la sola comunicación de un mensaje, Dios abre el misterio de su
intimidad y llama a los hombres a participar de su propia vida. Así, la revelación está
esencialmente unida a la salvación. Dios se revela porque quiere salvar al hombre, y la revelación
forma parte de de ese designio salvador.
2
Características de la Revelación

Revelación por la palabra. La primera característica de la revelación es que se hace por la


palabra, clave de la comunicación interpersonal. La palabra es una mediación que permite
trasmitir un contenido, interpela porque provoca la respuesta en otro; y a la vez desvela a quien
habla en el misterio de la persona. Dios ha dirigido su Palabra a los hombres manifestándose a
sí mismo y su designio salvador, siempre buscando el encuentro interpersonal. No hay que
perder esta dimensión de comunicación y de encuentro entre personas que refleja la revelación
por la palabra, para no estar tratando con cosas o con contenidos trasmitidos solamente.

La Revelación se hace a través de lenguaje humano (Hb 1,1‑2; 2Pe 1,20‑21). Este lenguaje
culmina en Cristo, el Logos del Padre. La Palabra de Dios es una palabra en la cual Dios
garantiza lo que dice con su poder infinito y con su autoridad. Dios garantiza la veracidad en sí
mismo y por el testimonio de los profetas, de Cristo y de los Apóstoles.

Revelación como encuentro. La revelación así entendida es encuentro donde Dios toma la
iniciativa y el hombre responde con la fe que compromete toda su vida. Es también encuentro
transformante y salvador, pasamos a ser de siervos, hijos. Dios nos salva, nos libera en su
autocomunicación. Dios en su amor infinito ha querido buscar siempre el encuentro salvífico con
el hombre.

Modos de revelación:

De carácter natural. Por la creación, especialmente la creación del hombre mismo. Creación
y conservación del mundo es revelación natural. Como lo expresan dos importantes textos de la
Escritura, Sb 13,3‑5; Rm 1,18‑23, Dios ha dejado sus vestigios en la creación, vemos
especialmente su impronta, su imagen en el hombre.

En las religiones no cristianas, donde también hay gérmenes de revelación (NAe 2), que son
una preparación para el Evangelio como lo afirma LG 16.

Una auténtica religiosidad prepara para conocer a Cristo, y se encuentran estos gérmenes en
las diferentes culturas.

Estas formas de revelación que no se inscriben directamente en la historia de la salvación


ayudan a responder inquietudes sobre la salvación de los paganos y acerca de las religiones no
cristianas.

De revelación carácter sobrenatural: La historia de la salvación, sobre todo la historia de


Israel desde los primeros padres (y en ocasiones también fuera de ella: Melquisedec, Abel, Job,
etc). Esta revelación se manifiesta prometiendo (Gn 12), mostrando su gloria (Is 6,3), diciendo su

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nombre (Ex 3,14).

• Revelación como origen: la creación, cual proyecto frustrado por el hombre, pero
que tiene una esperanza levantada por Dios (Gn 3,15).

• Revelación como promesa: Dios llama a Abraham para hacerlo padre de un solo
pueblo (Gn 12,2s).

• Revelación como alianza (Ex 20,2).

• Revelación de su nombre (Ex 3,14).

• Por medio de los profetas, enseñando que es el único Dios.

Acto supremo de la revelación: el acontecimiento de Jesucristo que es la auto‑revelación


plena de Dios (Hb 1,1‑3), palabra eterna de Dios mismo (Jn 1,1ss), que se hace carne,
manifestando la gloria del Padre (Jn 1,14). En Él el Padre nos ha dicho TODO. Se manifiesta por
su presencia, por su palabra, por sus obras (signos y milagros), pero sobre todo, en su muerte y
resurrección junto al envío del Espíritu de la Verdad.

Celebrar-Participar

En su deseo de salvarnos, Dios se sirve de la Revelación gesto misericordioso ( de


amor infinito) hacia la humanidad. Por ello, la respuesta de fe del hombre frente a
Dios será de responderle con actos que nos lleven hacia una intimidad con el creador.
Respondemos: Gracias Dios por tu misericordia.

Bendito sea Dios, Por este Hijo, por su sangre,


Padre de nuestro Señor Jesucristo, hemos recibido la redención,
que nos ha bendecido en la persona de el perdón de los pecados.
Cristo El tesoro de su gracia, sabiduría y
con toda clase de bienes espirituales y prudencia
celestiales. ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su
El nos eligió en la persona de Cristo, voluntad.
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados Éste es el plan
e irreprochables ante él por el amor. que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
Él nos ha destinado en la persona de hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo
Cristo, por cabeza,
por pura iniciativa suya, las del cielo y las de la tierra.
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

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Tarea: Circularidad fe-razón

Leer: comentario sobre la Encíclica fe y razón de Juan Pablo II , hacer un resumen de lo


que resalta esta relación para conocer a Dios

https://www.redalyc.org/pdf/701/70128607009.pdf

Escribir: un breve resumen de lo que resalta esta relación para conocer a Dios

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Un Dios Que Se
Revela A Través De
Mediaciones
Humanas

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Cristo, el verdadero
rostro del Padre y el
único mediador

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Cristo, el verdadero rostro del Padre y el único
mediador
Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta».
Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía
no me conocen?. El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: «Muéstranos
al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las
palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
(Jn 14,8-10)

Ver – Escuchar

Compartimos la opinión sobre estas preguntas:

• La idea de Dios que tengo yo hoy: ¿de dónde me viene?


• La idea de Dios que tiene el pueblo, el barrio: ¿de dónde le viene?
• ¿Qué idea de Dios tiene el pueblo, el barrio normal y corriente?

Discernir – Acoger

En el encuentro anterior llegamos a la afirmación de que en Cristo se da el acto supremo de la


Revelación. Ahora regresemos sobre esta afirmación y detengámonos en dos momentos que
manifiestan esta verdad: Cristo Mediador y Cristo Plenitud de la Revelación

Cristo mediador

La constitución sobre la Divina Revelación, Dei Verbum, del Vaticano II nos recuerda que Cristo
es “a un tiempo mediador y plenitud de toda la revelación” y en él se manifiesta “la verdad íntima
acerca de Dios y acerca de la salvación humana” (n. 2). Cristo es pues el revelador de Dios,
mediador perfecto de la revelación ya que es el Verbo de Dios (leamos Palabra) que se ha
encarnado, es Dios eterno y hombre perfecto. En su misma persona se realiza a la vez esta
mediación al ser él quien siendo Dios verdadero y hombre verdadero, en su propio ser se
encuentran de manera perfecto tanto Dios como el hombre. Y así esta mediación es ya revelación
del misterio íntimo de Dios, del Dios Trino. Esta mediación está en línea con las mediaciones y
mediadores del Antiguo Testamento pero se realiza de manera plena solamente en la persona de
Cristo. Jesucristo es el único mediador porque está al mismo tiempo y de manera plena y perfecta
en Dios Trinidad, como Hijo, y entre los hombres como Jesús de Nazaret, Verbo encarnado.

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Una de las acciones de Cristo como mediador es la ser mediador de la revelación: Dios se
comunica a los hombres en Cristo y por medio de Cristo. De modo que, Cristo es al mismo
tiempo revelador (mediador de la revelación) y revelación plena de Dios. Ahora bien, la
mediación reveladora de Cristo no puede eliminar la trascendencia de Dios sobre el mundo,
más bien la exige. Cristo permite el acceso al misterio de Dios, pero no anula el misterio. En
Cristo, el misterio se abre y se comunica pero sin dejar de ser misterio.

Cristo Plenitud de la Revelación

Existe necesariamente una distancia entre revelación y misterio como hemos anotado hace
poco. San Ignacio de Antioquia escribiendo a los Magnesios decía que el Padre “se ha revelado
a través de su Hijo Jesucristo, que es su Verbo que procede del silencio”, así podemos
entender el misterio insondable de Dios sigue siendo tal y nos permanece inaccesible desde
fuera. Es la experiencia que encontramos en el Antiguo Testamento cuando por ejemplo Moisés
le pide a Dios que le deje ver su rostro pero no le es concedido. La revelación entonces no
alcanza ese misterio propio y personal de Dios mismo. Ahora bien en Cristo sucede algo nunca
antes visto. El Invisible se hace visible y la Palabra hace resonar el silencio de Dios en Cristo. Él
es la Imagen, la Palabra de Dios, pero Imagen amada, Palabra de amor. Lo que Moisés no pudo
ver porque moriría en Cristo es accesible y visible. Detengámonos un poco en la diferencia
entre Moisés y Cristo. Moisés hablaba con Dios como el “amigo con el amigo” pero eso no le
permitía entrar en la “íntima intimidad” de Dios, no podía ver su rostro. Es necesaria una
relación más grande que nazca de una identidad superior, esa es la de Cristo quien habla con
Dios como el Hijo con el Padre. Es verdad que nadie conoce al Padre sino aquel que ha venido
de él, el Hijo. No es desde la distancia (amigo-amigo) que se puede conocer a Dios sino desde
la intimidad (Hijo-Padre) que es realmente conocido como lo que es: Padre. Entonces solamente
en Cristo Jesús podemos conocer realmente a Dios porque en él, si lo acogemos, podemos
llegar a ser hijos de Dios y conocerlo como Padre.

Revelación y Encarnación

Para nuestro tema la comprensión de la encarnación es de gran importancia. “El Verbo se


hizo carne” (Jn 1,14) significa que el Verbo eterno de Dios ha entrado en la historia, se ha hecho
palabra histórica, cercana a los hombres. La revelación de Dios ha llegado a su plasmación más
clara y perfecta ahora que es Palabra hecha carne.

Por la encarnación la Palabra, portadora de un mensaje, es más que mensaje, es un hecho.


Así Cristo es revelador no solo por sus palabras sino también a través de su propia realidad.

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La persona, presencia, manifestación, acciones, signos de Cristo, así como todos los
acontecimientos de su vida son “reveladores”.

La encarnación, suprema comunicación de Dios, es también la base de la revelación y la razón


para creer en ella. Porque la encarnación es la confirmación de que realmente es posible decir
las realidades divinas en “palabras” humanas. La humanidad es capaz de recibir y decir la
divinidad. La humanidad de Cristo es pues signo e instrumento de la manifestación que Dios
hace de sí mismo. Por esto es que no podemos aceptar que la humanidad de Cristo sea mera
apariencia, al contrario, es la expresión real del Verbo de Dios.

Aquí la cruz y resurrección tienen un lugar importante. Al ser la Pascua el momento culminante
de la vida de Jesús lo es también de la revelación. Es precisamente ahí donde se nos revela la
magnitud del amor divino en la donación del Hijo para la vida del mundo. Aquí la confesión del
centurión, como la confesión de Cristo como Señor luego de la resurrección son significativas.

Celebrar-Participar

Jesús es el encuentro verdadero entre Dios y los hombres. Y si él es el centro de toda


revelación es necesario y justo buscarle en sus gestos, en su palabra y en los
acontecimientos de su muerte y resurrección para conocer la verdad sobre el hombre.
Frente al Sagrario en diálogo íntimo con él, meditemos:
• Jesús Nace por nosotros,
• Jesucristo Señor de la Historia, Muere por nosotros.
• Jesucristo, con su Resurrección nos da nueva vida.

Tarea: Jesucristo, "mediador y plenitud de toda la revelación"

Leer: La catequesis del Papa Benedicto XVI Jesucristo, "mediador y plenitud de toda la
revelación”

https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2013/documents/hf_ben-xvi_aud_20130116.html

Sintetiza: con tus palabras el carácter definitivo de la revelación de Cristo.

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Mediaciones
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Transmisión de la
Revelación, Escritura,
Tradición y Magisterio

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Transmisión de la Revelación, Escritura, Tradición y Magisterio

Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la


verdad" ( 1 Tim 2,4), es decir, al conocimiento de Cristo Jesús (cf. Jn 14,6).
Es Cristo el que nos da seguridad delante de Dios, no porque podamos
atribuirnos algo que venga de nosotros mismo, que toda nuestra capacidad
viene de Dios.(2 Co 3,4-5)

Ver – Escuchar

Veamos la imagen y Conversemos.

¿Qué entendemos por inspiración?


¿Cómo fue escrita la Sagrada Escritura?
¿Cuál es nuestro papel en la transmisión de la fe?

Discernir – Acoger

Para que la salvación llegue a todos es necesario que Cristo sea anunciado a todos los pueblos
y a todos los hombres según el mandato misionero del mismo Jesús. De ahí que la transmisión de
la Revelación debe ser estudiada y entendida desde su realización histórica. En este capítulo les
proponemos la siguiente revisión a partir de un recorrido breve por los momentos significativos
de este transmisión.

La Tradición apostólica

Los Apóstoles, primeros testigos de nuestro Señor han sido enviados a predicar el Evangelio
por el mundo siendo éste la fuente de toda la verdad salvadora. Si bien muchos fueron testigos
de la vida y de la enseñanza de Jesús, testigos en sentido estricto son solamente los Doce. Su
testimonio no es el del común de los testigos sino que es específico y autorizado, han sido
“escogidos de antemano” (Hch 10,41). Y además asistidos por el Espíritu Santo han podido
conocer y penetrear mejor en lo que habían recibido de Cristo.

La especificidad del testimonio apostólico depende de tres rasgos característicos que afectan
no sólo a su testimonio, sino a la entera persona de los Doce. Ellos son fundamento de la Iglesia y
testigos de Jesucristo en un sentido único porque: 1) han sido elegidos por Dios; 2) han convivido

2
con Cristo siendo testigos de su vida pública y después de la resurrección; y 3) han recibido la
misión. El testimonio y la predicación apostólicos acaban siendo la norma de la fe cristiana.

La transmisión apostólica

En el cumplimiento de la transmisión del Evangelio, los apóstoles han adoptado un doble


modo: por la predicación oral y por sus escritos. Esta doble opción corresponde a la dinámica
de la vida corriente. La transmisión de la fe inicialmente se mantiene por la predicación oral
siendo aquí una clave importante la propia vida de los Apóstoles que se identifica con la del
Señor así como las instituciones que de ellos vamos recibiendo: ritos sacramentales y formas de
organización entre otros. Luego los mismo Apóstoles, junto con los colaboradores apostólicos,
pusieron por escrito el mensaje de salvación. Bajo la inspiración del Espíritu Santo, es la misma
predicación apostólica lo que se escribe como la memoria de Cristo que los Apóstoles han
transmitido.

Depósito de la Fe

Una vez terminada la predicación apostólica, ésta adquiere en la Iglesia el carácter de


depósito de la fe, esto es lo que dice el Vaticano II en la Dei Verbum: “La Sagrada Tradición y la
Sagrada Escritura constituyen un solo depósito sagrado de la Palabra de Dios confiado a la
Iglesia” (DV 10). Está noción de depósito subraya que el depositario tiene el deber de conservar
intacto, para después entregar o transmitir aquello que se la confiado. La Iglesia pues tiene este
deber, conservar el depósito de la fe, la predicación apostólica que es norma de fe y fuente de
vida, que ha sido recibida de una vez para siempre y que debe ser transmitida fielmente. Este
depósito no contiene solamente verdades de fe sino también dones divinos: “todo lo necesario
para una vida santa y para una fe creciente del pueblo de Dios” (DV 8) Así la Iglesia, que
cumple fielmente este encargo, es lugar de comunión de fe y de vida.

La Iglesia transmisora de la fe

El depósito de la fe no es propiedad de la Iglesia, ella está a su servicio. Hay que recordar


además que si bien el depósito de la fe está completo con la predicación apostólica, éste
encierra el misterio escondido desde siglos, es decir que la idea de conservación del depósito
de la fe es esencialmente dinámica. El depósito es la revelación viviente y actuante que solo se
conserva realmente en la medida en que es vivida y transmitida. A esto llamamos Tradición de
la Iglesia

La Iglesia actúa como sujeto y objeto de la tradición cuando transmite a través de su palabra,
de su vida y de su culto lo que recibió de los Apóstoles. La Iglesia no transmite un objeto sino
su propio ser, su esencial relación con Cristo (es su cuerpo) y con el Espíritu Santo que son los

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que la hacen existir, transmite su fe y entrega a Dios trinitario. Éste es el sentido pleno de la
transmisión de la revelación. En el seno de la comunidad cristiana se forma también la Escritura
en la que queda recogida la experiencia y la fe apostólicas que guían la vida cristiana. Así la
tradición que precede y está al origen de la Escritura permanece junto a ella y en la Iglesia se la
puede leer con fidelidad y con garantía de progreso en la inteligencia de la fe recibida.

En la transmisión de la fe no podemos olvidar el progreso de la tradición, son realidades


inseparables. La tradición progresa mediante la comprensión de las realidad y de las palabras
transmitidas, mediante la contemplación y el estudio, mediante la comprensión vicia que
experimenta la Iglesia de las cosas espirituales y mediante la predicación de los sucesores de los
Apóstoles (DV 8). Ahora bien, cuando hablamos de la Iglesia debemos reconocer en ella este
cuerpo jerárquicamente organizado y si bien toda ella tiene la unción del Espíritu, hay en ella
pastores que como sucesores de los Apóstoles ejercen el servicio de la enseñanza. Así, el
servicio de la Iglesia a la revelación es de dos tipos:

• el de todos los miembros, con radicalidad igualdad por el bautismo, a través de la


función profética propia de todo bautizado, mediante la cual conservan y transmiten la fe
que han recibido, a través de su palabra y de su vida de creyentes.

• y el de los pastores: a los obispos, sucesores de los Apóstoles, a quienes les


corresponde la función de la enseñanza autorizada de la misma revelación. Este ministerio,
de origen sacramental, constituye el magisterio de la Iglesia.

A toda la Iglesia ha sido confiado el depósito sagrado, ella se mantiene unida en la fidelidad a
la doctrina apostólica a través de la conservación, práctica y profesión de la fe recibida. El
magisterio interpreta auténticamente la palabra de Dios, esto se entiende no por competencias
humanas sino por la misma autoridad de Cristo que ha recibido. Entonces el magisterio ha de ser
recibido con espíritu de fe y religioso asentimiento. La misión del magisterio consiste en enseñar
puramente lo transmitido siendo fiel en su tarea. Los actos por los que cumple esta tarea son:

• escuchar devotamente lo transmitido (el depósito),


• custodiarlo celosamente,
• explicarlo fielmente,
• y extraer de él todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído.

Para esto es asistido por el Espíritu Santo cuya asistencia se hace patente de manera especial
con el carisma de infalibilidad en materias de fe y costumbres.

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Celebrar-Participar
Algunas ideas importantes de la eclesiología del Vaticano II

• Se es miembro del Pueblo de Dios y de la Iglesia por ser bautizado. Todos los bautizados son Pueblo
de Dios. Esta es la máxima dignidad que tienen todos los miembros de la Iglesia, sea cual fuere el
ministerio que ejerzan dentro de la comunidad eclesial.
• La universal vocación a la santidad en la Iglesia implica a todos sus miembros por el hecho mismo del
bautismo.
• En la Lumen Gentium se recupera la condición peregrina e itinerante de la Iglesia (dimensión
escatológica); el Vaticano II resalta la clave escatológica de la Iglesia peregrina y su unión con la Iglesia
celestial.
• La doctrina del Vaticano II es unitaria en su concepción, aunque los documentos recogen las diversas
mentalidades y tonos existente entre los padres conciliares. Una nueva conciencia eclesial
• En el Vaticano II la Iglesia se entiende así misma de una manera nueva. Se formó una nueva conciencia
eclesial. Cambiaron los acentos que se ponen en los elementos esenciales que forman la Iglesia. A
partir del Vaticano II se tiene conciencia de que, respecto al Misterio de la Iglesia, estamos frente a una
nueva forma de: ser, estar presente, y actuar.
• En la eclesiología del Vaticano II, según las expresiones, se constata el paso hacia:
a. una visión mistérica y sacramental;
b. una visión de comunión y de participación;
c. una visión dinámica de la Iglesia;
d. una Iglesia construida a partir de la centralidad del Pueblo de Dios;
e. una conciencia viva y operante de la Iglesia diocesana, como lugar concreto donde cada
bautizado vive el Misterio de la Iglesia.
• La nueva conciencia eclesial está llamada a producir un decisivo cambio de “clave interpretativa”, en
relación a una nueva forma de entender y vivir el Misterio de la Iglesia en todos sus elementos,
miembros y dimensiones.
• Algunas líneas de fuerza que atraviesan la comprensión de la Iglesia que brota del Vaticano II:
a) la consideración de la Iglesia como misterio;
b). la valoración de la Iglesia como pueblo de Dios;
c). el entender y vivir la Iglesia como comunión;
d). la condición de la Iglesia como signo y sacramento de salvación;
e). la naturaleza esencialmente misionera de la Iglesia.
• Todo esto, visto y reflejado en María, la creyente que personificó el Misterio de la Iglesia siendo
“primera Iglesia” y ocupando en la Iglesia el lugar más alto y más próximo a nosotros después de
Cristo (cf. LG 54).
Compartir en grupos
De estas afirmaciones:
¿Cuál de ellas vives tú más? ¿Cuál vive más tu parroquia?
¿Cuál crees tú que es la más necesaria, dada las situaciones que vivimos hoy?

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Tarea: Lumen Fidei

Leer: Los numerales del 110 al 134 de la Exhortación Apostólica del Papa Francisco Evangelii
Gaudium

Escriba un breve ensayo sobre el anuncio del Evangelio remarcando las coincidencias de lo
dicho por el Papa y lo estudiado en este encuentro

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Un Dios Que Se
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La Fe,
respuesta a Dios que
se revela

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La Fe, respuesta a Dios que se revela

Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta».


Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía
no me conocen?. El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: «Muéstranos
al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las
palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
(Jn 14,8-10)

Ver – Escuchar

Leamos y comentemos la catequesis del Papa Benedicto XVI “El Año de la fe. El deseo
de Dios”

https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2012/documents/hf_ben-xvi_aud_20121107.html

Discernir – Acoger

A la libre iniciativa divina de autocomunicarse, el hombre responde con la fe. Podríamos decir
que no hay verdadera autocomunicación si ésta no puede ser acogida por el hombre, aquí
entonces para el don sobrenatural de la Revelación conocemos el don sobrenatural de la fe. Es
verdad que conocemos una fe natural que ayuda al hombre a “confiar-se”, “entregar-se” en una
realidad interpersonal. Pero aquí hacemos referencia a ese don de Dios que posibilita una entrega
total y libre a Dios que se revela. Así descubrimos una estructura de la fe cristiana en un nivel
infinitamente más profundo donde Dios es:

su fundamento (credere Deo),


su objeto (credere Deum, o las "verdades de la fe") y
es la persona a quien el creyente se entrega (credere in Deum).

Precisamente el Vaticano II va a describir la fe como “el don que permite al hombre entregarse
entera y libremente a Dios, ofreciéndole el homenaje total de su entendimiento y voluntad
asintiendo libremente a lo que Dios revela" (DV 5). Revelación de Dios y fe del hombre son pues
correlativos y se pueden comprender solamente una con otra. La revelación incluye la fe ya que
no se puede hablar de una revelación divina si ésta no llega al hombre, su destinatario;

2
y si ésta no suscita en él una respuesta libre en la fe. Para el hombre como ser abierto a la
trascendencia, ser religioso, la revelación y la fe son indispensables. La fe es un gratuito
sobrenatural (Ef 2,8; Jn 6,44.65), como lo es la revelación. Dios quiere que todos los hombres se
salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tm 2,4).

La fe es un acto humano porque implica todo lo humano (Rm 16,26; DV 5). Es un acto de la
inteligencia y un acto libre (de la voluntad), de adhesión a la Palabra escuchada en la
comunidad eclesial (Rm 10,17).

Características de la fe en la Sagrada Escritura:

Antiguo Testamento: -No hay en el AT un término específico para designar la fe, ya que
viene descrita como una actitud por la que el hombre confiado en Dios (Ex 4,1-5) funda su
existencia únicamente en El (Is 7,9). La fe de Israel se va formando en conexión con la idea de la
alianza y se basa en teofanías y experiencias históricas. La principal confesión de fe del AT es el
reconocimiento de que Yahveh es el Dios de Israel (2R 23,3). El hombre responde a las
exigencias de Dios con obediencia y reconocimiento; a las promesas, con la confianza (Gn 15,6;
Nm 20,12-13; Jr 39,18); a la fidelidad de Dios, con la fidelidad (Is 26,2s). En el AT la fe viene
íntimamente ligada a la obediencia y al amor que provienen de una actitud de escucha activa
de la palabra divina, la cual hace que el hombre se entregue a Dios con una sumisión como la
de Abraham. La fe se funda en la promesa, concretamente en la tierra, descendencia e
intimidad-alianza.

Dimensión de la fe cristiana: -La vinculación de la salvación del hombre con la fe en Cristo


es lo que determina la novedad del cristianismo (Hch 4,12; 5,31s; 10,36; 15,11). Para el NT
Cristo es el elemento determinante, el centro y fundamento de la fe (Jn 8,18s; 10,37s;
14,10-12). Al aceptar libremente a Dios en Cristo, el hombre llega a su plenitud como persona.

La fe como confesión: La fe supone confesar algo, aceptar como verdad una serie de
contenidos y profesarlos. Este aspecto confesional ya aparecía en el AT en el que cuando se
preguntaba por la fe la respuesta consistía en el relato de una historia y en la confesión de
haber experimentado el amor y la fidelidad de Dios en esa historia. La fe era respuesta a una
palabra primeramente dirigida. La fe del AT es una fe histórica, cuyas confesiones son continua
y repetidamente formuladas y reinterpretadas a la luz de las nuevas experiencias históricas.

En el NT las confesiones de fe pospascuales tienen un carácter cristológico. Su contenido


esencial es la persona de Jesucristo como la experiencia de Dios que ha hablado y actuado en
la historia. Esto es lo 1que se quiere expresar en las primeras formulaciones de la comunidad
primitiva: "Jesús es el Señor (Rm 10,9; 1Co 12,3), "Jesús es el Cristo" (1Jn 1,22; 5,1), "Jesús es

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el Hijo de Dios" (1Jn 4,15; 5,5). La fórmula de fe que resume la acción amorosa y salvífica de
Dios en la historia a través de Jesucristo se encuentra en 1Co 15,3-5. Lo que la fe reconoce o
acoge no es una verdad abstracta, sino una Persona que vive, habla y obra con su infinito poder
y con un gran amor: es Dios mismo que habla en Jesucristo.

La fe como conocimiento: Para profesar la fe se supone un conocimiento previo de la verdad


salvífica, y una actitud de confianza plena en Dios. Dicho conocimiento se realiza por una gracia
interior que permite al hombre trascender su capacidad natural de conocer (Mt 16,17; 11,25;
1Co 2,10; Jn 20,29). La aceptación de la revelación por la fe, exige entonces un asentimiento
intelectual y voluntario.

La fe como obediencia: La fe no se queda en el conocimiento de la verdad revelada; impulsa


a la conversión: metanoia (Mc 1,15). Pablo señala que la aceptación del mensaje de la fe tiene
lugar en la obediencia (Rm 16,26; 2Co 9,13). Esto corresponde a la actitud de Jesús que se
abandonó en manos del Padre y obedeció hasta la muerte en la cruz (Flp 2,6-11). Creer significa
obedecer el evangelio (Rm 1,5; 2Co 10,5-6). Algunos de los rasgos que permiten orientar la fe
bíblica y sirven como criterios para una comprensión auténtica de la fe en la Escritura son los
siguientes: el rasgo del éxodo (el salir de sí, como Abraham); el cumplimiento de la promesa
(tierra, descendencia e intimidad-alianza); gratuidad (ya que es iniciativa de Dios); integral (no
sólo intelectual, sino existencial); y posee un dinamismo interpretativo (es decir, con una
proyección escatológica: el cumplimiento de las promesas es tensional, se cumplen y no se
cumplen). Estos son los rasgos importantes para el "analysis fidei".

La fe opción fundamental del hombre: Creer es ir hacia Cristo, seguirle, aceptar su


testimonio, lo cual supone una opción radical y total ante su persona y la misión de Cristo como
Hijo de Dios ("fides qua creditur": la fe por la que se cree, distinto de "fides quae creditur": la fe
en el contenido salvífico). Es una actitud personal que imprime una orientación nueva y definitiva
a la vida del hombre. "Fides est humanae salutis initium" (D 801; DS 1532). Fe, esperanza y
caridad son constitutivos de la respuesta del hombre.

Celebrar-Participar

La Palabra de Dios convoca a la comunidad para vivir la fe, para proclamarla, dar
testimonio de ella y conservarla (DV 7,8)
Escuchémosla: Jn. 4, 6.30
Benedicto XVI, Ángelus del domingo 27 de marzo de 2011
Queridos hermanos y hermanas:
Este tercer domingo de Cuaresma se caracteriza por el célebre diálogo de Jesús con la mujer
samaritana, narrado por el evangelista san Juan. La mujer iba todos los días a sacar agua de un
antiguo pozo, que se remontaba a los tiempos del patriarca Jacob, y ese día se encontró con
Jesús, sentado, «cansado del camino» (Jn 4, 6). San Agustín comenta: «Hay un motivo en el
cansancio de Jesús... La fuerza de Cristo te ha creado, la debilidad de Cristo te ha regenerado...
Con la fuerza nos ha creado, con su debilidad vino a buscarnos» (In Ioh. Ev., 15, 2). El cansancio de
Jesús, signo de su verdadera humanidad, se puede ver como un preludio de su pasión, con la que
realizó la obra de nuestra redención. En particular, en el encuentro con la Samaritana, en el pozo,
sale el tema de la «sed» de Cristo, que culmina en el grito en la cruz: «Tengo sed» (Jn 19, 28).
Ciertamente esta sed, como el cansancio, tiene una base física. Pero Jesús, como dice también
Agustín, «tenía sed de la fe de esa mujer» (In Ioh. Ev., 15, 11), al igual que de la fe de todos
nosotros. Dios Padre lo envió para saciar nuestra sed de vida eterna, dándonos su amor, pero para
hacernos este don Jesús pide nuestra fe. La omnipotencia del Amor respeta siempre la libertad del
hombre; llama a su corazón y espera con paciencia su respuesta.
En el encuentro con la Samaritana, destaca en primer lugar el símbolo del agua, que alude
claramente al sacramento del Bautismo, manantial de vida nueva por la fe en la gracia de Dios. En
efecto, este Evangelio, como recordé en la catequesis del miércoles de Ceniza, forma parte del
antiguo itinerario de preparación de los catecúmenos a la iniciación cristiana, que tenía lugar en la
gran Vigilia de la noche de Pascua. «El que beba del agua que yo le daré —dice Jesús—, nunca
más tendrá sed. El agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta
hasta la vida eterna» (Jn 4, 14). Esta agua representa al Espíritu Santo, el «don» por excelencia que
Jesús vino a traer de parte de Dios Padre. Quien renace por el agua y el Espíritu Santo, es decir, en
el Bautismo, entra en una relación real con Dios, una relación filial, y puede adorarlo «en espíritu y
en verdad» (Jn 4, 23.24), como revela también Jesús a la mujer samaritana. Gracias al encuentro
con Jesucristo y al don del Espíritu Santo, la fe del hombre llega a su cumplimiento, como
respuesta a la plenitud de la revelación de Dios.
Cada uno de nosotros puede identificarse con la mujer samaritana: Jesús nos espera,
especialmente en este tiempo de Cuaresma, para hablar a nuestro corazón, a mi corazón.
Detengámonos un momento en silencio, en nuestra habitación, o en una iglesia, o en otro lugar
retirado. Escuchemos su voz que nos dice: «Si conocieras el don de Dios...». Que la Virgen María
nos ayude a no faltar a esta cita, de la que depende nuestra verdadera felicidad.

Tarea: Lumen Fidei

Leer: Los numerales del 1 al 22 de la Carta Encíclica Lumen Fidei del Papa Francisco
Responder a las preguntas:
• ¿Por qué la fe se puede considerar luz para nuestra existencia?
• ¿Por qué la fe de Israel alcanza su plenitud en la fe cristiana?

4
Arquidiócesis de Quito
Escuelas Vicariales de Formación

Un Dios Que Se
Revela A Través De
Mediaciones
Humanas

5
Confesión eclesial
de la fe y testimonio

Centro Teológico Pastoral Arquidiocesano


Confesión eclesial de la fe y testimonio

Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me
consagro para que también ellos sean consagrados en la verdad. (Jn 17, 18-19)

Ver – Escuchar
Escuchemos el cuento de Tony de Mello: “Te hice a ti”

Era un día lluvioso y gris. El mundo pasaba a mi alrededor a gran velocidad. Cuando de
pronto, todo se detuvo. Allí estaba, frente a mí: una niña apenas cubierta con un
vestidito todo roto que era más agujeros que tela. Allí estaba, con sus cabellitos
mojados, y el agua chorreándole por la cara. Allí estaba, tiritando de frío y de hambre.
Allí estaba, en medio de un mundo gris y frío, sola y hambrienta.

Me encolericé y le reclamé a Dios. “¿Cómo es posible Señor, que habiendo tanta gente
que vive en la opulencia, permitas que esta niña sufra hambre y frío? ¿Cómo es posible
que te quedes ahí tan tranquilo, impávido ante tanta injusticia, sin hacer nada?”

Luego de un silencio que me pareció interminable, sentí la voz de Dios que me


contestaba: “¡Claro que he hecho algo! ¡Te hice a ti!”

Dialoguemos: ¿decimos esto, por qué, qué quiere decirnos?

Discernir – Acoger

La fe es un acto personal, la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela.
Esto no significa que la fe sea una acto aislado. Así como nadie puede vivir solo tampoco nadie
puede creer solo. La fe es un don recibido, nadie se la da a sí mismo, todos la hemos recibido de
alguien más y a la vez debemos transmitirla a otros. Tan grande es el amor del creyente a Jesús
que se sabe movido a comunicar su fe, a hablar a los otros de ella así se teje una cadena de
creyentes en el hablar y testimoniar la fe en Aquel que ha tocado y transformado nuestra vida.
Esta conexión interpersonal no se limita a la simple transmisión o comunicación sino que se
realiza en la Iglesia una verdadera y propia comunidad de fe que sostiene la fe de todos sus
miembros donde cada hermano sostiene y es sostenido en la fe.

Encontramos entonces dos niveles expresados en la formulación de nuestra fe:

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• "Creo" (Símbolo de los Apóstoles): Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por
cada creyente, principalmente en su bautismo.

• "Creemos" (Símbolo de Nicea-Constantinopla, en el original griego): Es la fe de la


Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la
asamblea litúrgica de los creyentes.

Que la Iglesia sostenga la fe de sus miembros es posible porque ella es la primera en creer
de tal manera que con su fe, con la fe de la Iglesia, conduce, alimenta y sostiene la fe de los
hijos de Dios. En todas partes del mundo confiesa la fe y con ella todos somos impulsados y
llevados a confesar nuestra fe en el “creo”, “creemos”. Es precisamente eso lo primero que la
Iglesia hace en la vida de cada cristiano. En el ritual del bautismo precisamente el ministro
pregunta a quien va a recibir el sacramento: "¿Qué pides a la Iglesia de Dios?" Y la respuesta
es: "La fe". "¿Qué te da la fe?" "La vida eterna”. Es pues la Iglesia el espacio vital donde la fe
se hace posible y se la logra confesar al unirnos a la comunidad creyente que nos ayuda a dar
sentido y palabras a este don que hemos recibido.

La confesión eclesial de nuestra fe nos otorga una característica importante. El Catecismo lo


expresa diciendo “No creemos en las fórmulas, sino en las realidades que estas expresan y que
la fe nos permite tocar”. hay entonces una realidad nueva que debe ser expresada de tal
manera que se la pueda entender, asimilar y transmitir, necesitamos de la formulación de la fe
es en la Iglesia donde encontramos esto. Ella, como madre y maestra que guarda la memoria de
las palabras de Cristo y las transmite de generación en generación enseña como una madre a
sus hijos a hablar, comprender y a comunicar, la Iglesia, nuestra Madre, nos enseña el lenguaje
de la fe para introducirnos en la inteligencia y la vida de la fe.

Desde sus inicios, a través de muchas lenguas, culturas, pueblos y naciones, la Iglesia no cesa
de confesar su única fe, recibida de un solo Señor, transmitida por un solo bautismo, enraizada
en la convicción de que todos los hombres no tienen más que un solo Dios y Padre (cf. Ef 4,4-6).

Testimonio

La fe confesada en el seno de la Iglesia se dice también testimonio-martirio. Hemos sido


integrados al Maestro y reconocemos que todo testimonio nace de él, como de su fuente. Ya
que es él el testigo supremo, nuestro testimonio es siempre participación en el suyo, que toma
forma “de anuncio del Reino, del servicio al prójimo y don de sí mismo" incluso cuando este
acto de donación lleva a la cruz de ser el caso.

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Confesar la fe, extender el Reino no es difundir ideas, sembrar la Palabra en todo tiempo y lugar.
Si bien hemos entendido con Tertuliano que la sangre de los mártires es semilla de nuevos
cristianos, no por el derramamiento de la sangre sino por el testimonio de la vida que se pierde
para ser pan que da vida. El mártir es Evangelio vivo en el corazón del mundo haciendo presente
a Cristo en su tiempo, haciendo lo que Él nos dejó como su memorial. “El martirio es
considerado por la Iglesia como un supremo don y la prueba mayor de la caridad. Y si ese don
se da a pocos, conviene que todos vivan preparados para confesar a Cristo delante de los
hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a
la Iglesia” (LG 42).

Porque ¿quién devuelve la vista a los ciegos, quién hace hablar a los mudos? solamente Cristo,
entonces la santidad, el anuncio encarnado del evangelio, el testimonio es la mayor obra de
caridad que un cristiano puede realizar porque con su vida hace accesible Cristo a los hermanos
que tanto necesitan de él para liberarse de su ceguera, de su enfermedad y vencer la muerte.

A razón de esto, es significativo que la Iglesia primitiva empieza a celebrar la Eucaristía sobre las
tumbas de los mártires, y cuando esto ya no es posible se desarrolla la colocación de las reliquias
de los mártires en los altares de las iglesias. Sobre el testimonio de aquellos que han entregado
su vida como Cristo, de aquellos que han realizado la cruz de Cristo en su vida para su tiempo,
celebramos el sacramento de nuestra fe que dinamiza la vida y la práctica cristiana. De la liturgia
y de, más en concreto, de la Eucaristía, podemos decir que es “la cumbre a la cual tiende la
actividad de la Iglesia, y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC 10)

Celebrar-Participar

El testimonio de Carlo Acutis, joven de nuestro tiempo nos invita a celebrar el don de
la fe: escuchemos y oremos.

https://www.youtube.com/watch?v=34XxkA-WdGc
Oremos juntos
“Los testigos de la Iglesia apostólica”
Te damos gracias, te alabamos y te bendecimos, Señor,
porque no sólo te has manifestado en la riqueza y en el poder de tu vida y de tu muerte,
en tus palabras y en tus milagros, en los sufrimientos y en la gloria de tu resurrección,
sino que continúas manifestándote en el misterio de tu Iglesia.
En ella, Señor, vives, en ella difundes tu Palabra,
en ella nos proteges, en ella consuelas los sufrimientos de los hombres,
en ella y por ella tú creas un cuerpo visible que es la luz de la historia,
signo e instrumento de unidad para el género humano.
Y nosotros, que contemplamos con agrado tu pasión y tu gloria,
te pedimos, Señor,
poder contemplar el misterio de tu cuerpo extendido en el tiempo
y de contemplarlo como tu realidad.
Danos la gracia de comprender
lo que quiere decir ser uno contigo
y complementar nuestro ministerio hoy,
permaneciendo testigos fieles de la Iglesia apostólica.
Con todos los fieles te dirigimos a ti, Padre,
nuestra alabanza en nombre de Cristo, tu Hijo,
que en la unidad del Espíritu Santo,
vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

Tarea:

Leer: Los numerales del 501 al 508 del Documento conclusivo de Aparecida
Escribir: un comentario en una página haciendo referencia al tema estudiado

https://www.celam.org/aparecida/Espanol.pdf

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