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Territorio,
topografía y
arquitectura de
poder durante la
Antigüedad Tardía
ISABEL SÁNCHEZ RAMOS
PEDRO MATEOS CRUZ
(Eds.)
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Territorio, topografía y arquitectura
de poder durante la Antigüedad Tardía

Mérida, 2018
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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía, Jornadas Spaniae uel
Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas, Madrid, 2015.
Editores: Isabel Sánchez Ramos y Pedro Mateos Cruz.
Año: 2018
Colección: MYTRA, Monografías y Trabajos de Arqueología. Instituto de Arqueología, Mérida (CSIC-Junta
de Extremadura). Número 1.
Páginas: 328, + ilustraciones.
D.L.: BA-163-2018
I.S.B.N.: 978-84-09-01589-4

Citar como:

Sánchez Ramos, I.; Mateos Cruz, P. (Eds.) 2018: Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la
Antigüedad Tardía, Mytra 1, Mérida.

Esta publicación se ha beneficiado de las siguientes ayudas para su financiación:

Proyecto I+D del Plan Nacional de Investigación “El legado monumental de Augusta Emerita: la
reutilización arquitectónica en la transformación del paisaje urbano de la ciudad histórica” (HAR2015-
64386-C4-4-P). Ministerio de Economía, Industria y Competitividad.

Excelentísimo Ayuntamiento de Ribarroja del Turia.

Secretaría General de Ciencia, Tecnología e Innovación, Consejería de Economía e Infraestructuras de la


Junta de Extremadura.

JUNTA DE EXTREMADURA
Consejería de Economía e Infraestructuras

© Instituto de Arqueología, Mérida (CSIC-Junta de Extremadura)


© Isabel Sánchez Ramos y Pedro Mateos Cruz (eds.) y de cada texto, su autor.

Maquetación, composición e impresión:


ARTES GRÁFICAS REJAS, Avda. Santa Teresa Jornet, 40. 06800 Mérida (Badajoz).
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Isabel Sánchez Ramos


Pedro Mateos Cruz
(Eds.)

Territorio, topografía y arquitectura


de poder durante la Antigüedad Tardía

Jornadas Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y


arquitectura de las sedes regiae visigodas
Madrid, 2015
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MYTRA
MEMORIAS Y TRABAJOS DE ARQUEOLOGÍA

COMITÉ EDITORIAL

Dirección:
Trinidad Tortosa Rocamora y Victorino Mayoral Herrera (IAM, CSIC-Junta de Extremadura).

Secretaría:
Carlos J. Morán Sánchez (IAM, CSIC-Junta de Extremadura)

Vocales:
Juan Pedro Bellón Ruíz (Universidad de Jaén)
Javier Bermejo Martínez (Universidad de Huelva)
Luis Berrocal Rangel (Universidad Autónoma de Madrid)
Sebastián Celestino Pérez (IAM, CSIC-Junta de Extremadura)
Enrique Cerrillo Cuenca (Universidad Complutense de Madrid)
Francisco Gracia Alonso (Universidad de Barcelona)
Pedro Mateos Cruz (IAM, CSIC-Junta de Extremadura)
Almudena Orejas Saco del Valle (Centro de Ciencias Humanas y Sociales-CSIC)
César Parcero Oubiña (Instituto de Ciencias del Patrimonio-CSIC)
Antonio Pizzo (Escuela Española de Historia y Arqueología, Roma -CSIC)
Oliva Rodríguez Gutierrez (Universidad de Sevilla)
Mar Zarzalejos Prieto (Universidad Nacional de Educación a Distancia)

COMITÉ CIENTÍFICO
Pablo Arias (Universidad de Cantabria)
María Carme Belarte (Institut Català d’Arqueologia Clàssica)
Massimo Botto (Istituto di Studi sul Mediterraneo Antico)
Stefano Camporeale (Università di Siena)
Teresa Chapa (Universidad Complutense de Madrid)
Alexandra Chavarría (Università di Padova)
Jordi Cortadella (Universidad Autónoma de Barcelona)
Sophie Gillotte (Centre National de la Recherche Scientifique)
Sonia Gutierrez (Universidad de Alicante)
Alberto Lorrio (Universidad de Alicante)
Dirce Marzoli (DAI, Istituto Arqueológico Alemán-Madrid)
Gloria Mora (Universidad Autónoma de Madrid)
Ignacio Pavón (Universidad de Extremadura)
Sebastián Ramallo (Universidad de Murcia)
Elisa da Sousa (Universidade de Lisboa)
Xavier Terradas (Institución Milá y Fontanals-CSIC)
Frank Vermeulen (Ghent University)
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ÍNDICE GENERAL

Agradecimientos .......................................................................................................................................................................................................................................... 9

Territorios, topografía y arquitecturas en torno al poder


Isabel Sánchez Ramos, Pedro Mateos Cruz .......................................................................................................................................................... 11

Las sedes imperiales al final del Imperio: en torno a la interpretación de


la arquitectura palatina tetrárquica
Rafael Hidalgo Prieto ................................................................................................................................................................................................................. 21

La présence des Wisigoths dans les sedes regiae du Midi de la Gaule


Marc Heijmans ................................................................................................................................................................................................................................. 55

Barcelona, la topografía de un centro de poder visigodo: católicos y arrianos


a través de la arqueología
Julia Beltrán de Heredia Bercero ................................................................................................................................................................................... 79

De capital de la diócesis Hispaniarum a sede temporal de la monarquía sueva.


La transformación del urbanismo en Augusta Emerita durante los siglos IV y V
Pedro Mateos Cruz..................................................................................................................................................................................................................... 127

Carthago Spartaria, declive y recuperación de una civitas romana en la Spania bizantina


Sebastián Ramallo Asencio, Felipe Cerezo Andreo.................................................................................................................................... 155

Toletum. Configuración y evolución urbana de la capital visigoda y su territorio


Rafael Barroso Cabrera, Jesús Carrobles Santos, Jorge Morín de Pablos, Isabel Sánchez Ramos ........... 195

Recópolis: la construcción de un nuevo paisaje en época visigoda


Lauro Olmo-Enciso ................................................................................................................................................................................................................... 237

Pla de Nadal: la residencia de Teodomiro. Entre visigodos y omeyas


Empar Juan Navarro, Isabel Escrivà Chover, Jorge Morín de Pablos, Albert Vicent
Ribera i Lacomba, Miquel Rossellò Mesquida, Isabel Sánchez Ramos ................................................................................ 261

La arquitectura palatina como expresión monumental de la legitimidad de la monarquía astur


Isidro Bango Torviso................................................................................................................................................................................................................ 283

Postface-Conclusions
Jean Guyon ....................................................................................................................................................................................................................................... 319
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AGRADECIMIENTOS

Vaya nuestro más sincero agradecimiento a las personas e instituciones que han hecho posible la
publicación de este libro. Ante todo, deseamos manifestar que el origen de esta obra son las jornadas de
estudio internacional celebradas en la Casa de Velázquez de Madrid en 2015 (Spaniae uel Galliae.
territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas), coordinadas por Isabel Sánchez,
Céline Martin y Jorge Morín1. Desde aquí agradecemos a Michel Bertrand, Director de la Escuela de Altos
Estudios Hispánicos e Ibéricos, y a Laurent Callegarin, Directeur des études des époques ancienne et
médiévale de la misma EHEHI, por acogernos en su sede, así como por todo el soporte y apoyo ofrecidos
para la organización de esta manifiestación científica. También damos las gracias a otras entidades
participantes, el Institut Ausonius de l’Université de Bordeaux Montaigne, el Colegio Oficial de
Arqueólogos de Madrid y la Universidad de Córdoba, por su respaldo científico, financiero e institucional.
Agradecemos, en segundo lugar, a los autores por su esfuerzo, compromiso y entusiasmo para contribuir
con sus trabajos en esta publicación colectiva dedicada a los espacios de poder en la Antigüedad tardía.
Más allá de lo ceñido que fuera el programa científico originario de las citadas jornadas, esta monografía
ha intentado dar cabida a otros colegas que completasen e enriqueciesen el debate de partida con más
novedades arqueológicas e igualmente relevantes, cuya presencia e incorporación considerábamos
imprescindible. Nuestro deseo es poder plantear un segundo libro que complemente el actual con otros
investigadores ‘ausentes’ que el lector podrá echar en falta, pero que por diversos motivos ajenos a los
editores no han podido colaborar en esta ocasión. En tercer lugar, a las instituciones y proyectos de
investigación que han financiado esta monografía permitiendo así materializar este proyecto editorial. Al
Instituto de Arqueología de Mérida (IAM-CSIC) y a su director Sebastián Celestino, por amparar y apoyar
esta iniciativa con interés dentro de su nueva serie monográfica Mytra, como a todo su equipo editorial.
Finalmente, agradecemos la importante participación del Ayuntamiento de Ribarroja del Tùria en la
cofinanciación de la edición y publicación de este libro, y su incondicional respaldo y compromiso en todas
las actividades que le son propuestas en relación con el patrimonio arqueológico local, regional y nacional.

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Spaniae vel Galliae. territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas. Jornada de Estudio
Internacional. 17 de Diciembre de 2015, Casa de Velázquez, Madrid.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía


Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015
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TERRITORIOS, TOPOGRAFÍA
Y ARQUITECTURAS EN TORNO AL PODER

ISABEL SÁNCHEZ RAMOS*


PEDRO MATEOS CRUZ**

El estudio de las dinámicas de poder en el occidente europeo durante la Antigüedad tardía (ss. IV-VIII)
ha experimentado importantes avances en las últimas décadas, y muy especialmente en la investigación
arqueológica española. Recientes tendencias en la investigación utilizan el concepto de “arqueología social
de la arquitectura” para referirse al estudio de los edificios históricos vinculados a las élites, pues la
arquitectura puede, y debe, considerarse vehículo del prestigio social. Es decir, es un producto jerarquizado
e instrumentalizado como imagen del estatus y legitimización del poder ostentado por unas aristocracias.

Con el ánimo de afrontar y contribuir a actualizar esta línea de investigación, hemos concebido este
libro que, con perspectiva diacrónica y diversificada, contempla el fenómeno de la arquitectura de poder
como máximo exponente de transformación de la topografía y caracterización del paisaje por parte de unas
nuevas élites urbanas emergentes (Speed 2014).

Desde este punto de vista, sustentado en los postulados teóricos del “landscape archaeology”
anglosajón2, que incluye a su vez otros inherentes como la “building archaeology”, es posible entender con
solvencia la imagen material de poder. Nos interesa conocer la evolución histórica y la difusión de ciertos
esquemas arquitectónicos, con sus particularidades locales o regionales, al tiempo que rastrear unos
orígenes inmediatos, y comunes, valorando por último su posterior repercusión monumental en la
geografía peninsular.

La finalidad principal de este libro es también presentar en un volumen monográfico las novedades
arqueológicas de mayor impacto sobre la configuración de los espacios urbanos de poder y su integración
en los nuevos modelos de organización territorial implantados en el occidente mediterráneo tras la
desintegración del Imperio Romano occidental (Christie y Aughenti 2004; Esmonde 2013). Del mismo
modo, para garantizar una mejor comprensión del fenómeno de transformación urbana y territorial, sobre
todo aquélla propiciada por la realidad hispana, contamos con la participación de una serie de casos de
estudio altamente significativos por su impacto en el conocimiento de la estructuración urbana del poder y
en la consolidación de las sociedades altomedievales europeas (Castellanos y Martín 2005: 7).

*
Universidad Autónoma de Madrid. isabelm.sanchez@uam.es
**
IAM, Mérida. p.mateos@iam.csic.es
2
Sobre esta temática, véanse publicaciones recientes: K.R. Dark 1994; J. Bond 2004; N. Christie 2004; S. Turner 2006;
M. Hansson 2006; O.H. Creighton 2009; Pryor 2010.
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Los diferentes trabajos que así se recogen actualizan, por tanto, conceptos topográficos, arquitectónicos
y territoriales como canal básico para comprender el impacto de la nueva organización social y económica
de las aristocracias tardoantiguas en la concepción jerarquizada del espacio y en las estrategias
desarrolladas para la explotación de los recursos del entorno (Sarris 2004: 55-71). De los casos de estudio
que se presentan podemos adelantar que formaron parte de un proceso arquitectónico en el que se
consolidaron unos modelos tipificados para la construcción de los primeros complejos civiles y cristianos a
partir del siglo VIII. Por razones obvias, la arquitectura creada en torno al poder en época visigoda fue
referente para los programas constructivos emprendidos en otras zonas de la Península Ibérica, y sin ella
no es posible entender el aspecto que tuvieron ciudades altomedievales como Oviedo e incluso Pamplona.
Hablamos de nuevos paisajes creados por la sociedad de la Antigüedad tardía que se emularon o recrearon
con una clara carga ideológica del poder en el norte peninsular por parte de las élites asturianas.

El interés por el mundo urbano (Gurt y Ribera 2005), la ideología del poder y el estudio de las
metrópolis de sobrada trascendencia histórica, entre ellas las que fueron sedes regia de los reinos dirigidos
por monarcas germanos en los territorios del Imperio Romano occidental, no es completamente nuevo, ya
que se trata de una discusión arqueológica que cuenta con una larga trayectoria historiográfica en los
últimos 50 años (y más recientemente Ripoll y Gurt 2000; Dumézil 2016; Bardiès-Fronty et alii 2016). No
ha sido hasta la última década que la investigación ha superado ciertas visiones reduccionistas para
analizar los fenómenos de este periodo histórico a partir de conceptos más complejos, caso de los paisajes
culturales, y de las dinámicas sociales y económicas que marcaron el devenir y tránsito al mundo medieval.

Una contribución bibliográfica fundamental y pionera en España ha sido la serie de reuniones de


Visigodos y Omeyas organizadas periódicamente desde 1998 por el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, y publicadas con minuciosidad como monografías en Anejos de Archivo Español de
Arqueología entre el 2000 y el 2012. Cada uno de estos workshops ha estado dedicado a algunas de las
problemáticas arqueológicas que afectan a la interpretación y conocimiento de las ciudades, su territorio,
producciones cerámicas y talleres, escultura, arquitectura, etc. (Caballero y Mateos 2000; Caballero y
García de Castro 2012; Caballero et alii 2012).

Sin embargo, el tema conductor que proponemos en esta obra, los espacios de poder urbanos, formas
de representación y transformaciones en el paisaje, y que viene a sumarse a los monográficos de Anejos
citados, es totalmente nuevo. Novedoso por los resultados aquí presentados, e innovador en cuanto a las
recientes tecnologías utilizadas por los autores implicados en cada una de sus investigaciones. Son estudios
interdisciplinarios que han sabido conjugar con éxito diversas fuentes de información, tanto arqueológicas
(edificios civiles y religiosos, fortificaciones), escritas, epigráficas como empíricas.

En este sentido, la investigación arqueológica sobre la Antigüedad tardía en Europa hoy, pasa por el
análisis interdisciplinar y puesta en marcha de proyectos combinados capaces de avanzar en la
investigación de los recursos económicos de las élites tardoantiguas y la administración del territorio
(Guerrard 2003). También se basa en la aplicación de diferentes metodologías, analíticas y en el estudio
comparativo de ejemplos con localización geográfica diversificada, pero con realidades comunes, para
poder obtener una valoración y caracterización amplia de la problemática tratada (Lavan 2001a; Loveluck
2013).

Siguiendo la postura metodológica defendida, para el conocimiento de las actividades económicas de


las élites locales es igualmente importante incorporar estudios transversales relacionados con la
explotación de los recursos naturales de la Península Ibérica (minería, agricultura, ganadería) y con las
comunicaciones, caso del comercio de ultramar a media y larga distancia (Hinton 1990; Ramallo 2011) y
el uso de las vías terrestres. Los resultados científicos paleo-ambientales obtenidos en algunas regiones

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españolas a través de análisis paleo-botánicos, han aportado también datos relevantes para reconstruir
los paisajes (especialmente los rurales), y conocer las características del poblamiento tardoantiguo, a
partir de los contextos agrarios y de las actividades productivas (Ariño et alii 2002: 291-297). Estos
últimos, como la minería ahora ejercida a menor escala, contribuyeron, a su vez, a la transformación del
propio entorno natural. Los análisis de C14, por su parte, nos permiten alcanzar una cronología más
precisa del fenómeno.

Retomando el hilo de nuestro discurso, en todo proceso histórico, la arquitectura de prestigio y de


representación es producto de la existencia de unos poderes civiles, militares y religiosos que, en su
proceso de territorialización, esto es, su reafirmación política, social y económica, actuaron como
principales agentes sociales en los proyectos constructivos (Jurkovic y Ripoll 2007). La organización
antrópica del espacio en el que la construcción finalmente se inserta (el paisaje), refleja al mismo tiempo
una realidad ideológica, cultural y económica determinada, pues es reflejo evidente de una reorganización
fiscal del espacio urbano y rural (Percival 1997: 19).

Como consecuencia material, y huella visual, de la sucesión de una serie de cambios políticos y sociales
de gran transcendencia histórica, debemos explicar el proceso de monumentalización urbana
documentado por los textos y el registro arqueológico en las principales ciudades del occidente europeo
desde mediados-finales del siglo VI. Esta dinámica en la Península Ibérica estuvo ligada a una promoción
planificada del mundo urbano del centro peninsular, a veces fruto de rivalidades locales. Algunas zonas
experimentaron una fase de especial desarrollo, caso de la fundación de nuevos núcleos urbanos como la
ciudad fortificada de Recopolis, próxima en concepto y forma a la arquitectura desarrollada
contemporáneamente en los Balcanes, con un núcleo monumental integrado por iglesia/palacio separado
del resto de la vida pública (Olmo 2008; Velázquez-Ripoll 2012: 145-175). También se potenciaron núcleos
urbanos ya existentes, convirtiéndolos en competitivos obispados, caso de Valencia (Ribera y Rosselló
2009: 185-203) y Barcelona (Beltrán de Heredia 2013: 571-586), y a otros se les dotó de una arquitectura
áulica, como Toledo (Barroso et alii 2015: 55-78). Geográficamente hablando, las grandes
transformaciones urbanas a finales del siglo VI se detectan en el litoral mediterráneo, y como contrapunto,
las ciudades vinculadas con la fachada atlántica de la península, como Mérida (Arce 2001b: 491-504;
Mateos y Caballero 2011: 505-520) e Idanha-a-Velha (Sánchez y Morín 2015).

Uno de los canales predominantes de expresión del poder de las élites tardoantiguas fue la arquitectura
eclesiástica a partir de la consolidación de los conjuntos martiriales y monumentalización de los grupos
episcopales (Brandt et alii 2013). Pero también se hizo efectiva a través de la arquitectura privada (palacios
y residencias) que experimentó un proceso de monumentalización entre la segunda mitad del siglo VI e
inicios del siglo VII. Las élites se rodearon de un urbanismo gestionado o dominado por sus residencias
como principal enclave de poder (Sánchez 2014). Respecto a su morfología, disponemos de ejemplos tan
significativos como el palacio episcopal y ducal de Barcelona (Beltrán de Heredia 2015: 115-119), y la
residencia de Pla de Nadal (VV.AA. 2015), que fueron edificios de planta rectangular con aspecto compacto
y fortificado, desarrollados en la vertical en dos alturas en concordancia con una sociedad jerarquizada: el
piso elevado se reservaba a espacios de residencia y representación (sala de audiencias de carácter áulico
expresión del poder episcopal/civil/regio) (Barroso et alii 2011:1-69). También se caracterizaban por la
presencia de patios internos cerrados a modo de plaza que actuaban como intercomunicadores internos3, y
por una alternancia habitual de espacios cubiertos, con otros abiertos y porticados.

3
Sobre las residencias episcopales, remitimos a la publición editada por S. Balcon-Berry et alii 2012.

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De ahí que los nuevos referentes arquitectónicos (públicos y privados), así como las formas de edificar
ligados a la monarquía, aristocracia e Iglesia, desempeñasen en esta época una funcionalidad
residencial/civil, monástica, funeraria y también episcopal. Para afianzar paralelamente su poder en el
territorio, los mismos poderes locales jugaron un protagonismo relevante en el proceso de evergetismo y
propaganda personal. Construyeron conjuntos con funciones pastoriles (funeraria y litúrgica), e iglesias
con la finalidad de enriquecer sus latifundios con edificios destinados al culto privado y sepultura
privilegiada (Los Hitos) (Barroso et alii 2014). Pero las arquitecturas de poder también actuaron como
focos de control de un espacio geográfico a través de la ordenación territorial del poblamiento y en la
gestión de sus recursos (explotación y producción).

Los precedentes arquitectónicos de estos modelos, especialmente en el caso de los edificios civiles y
residenciales cabría buscarlos en la arquitectura bajoimperial (Lavan 1999: 145; Id. 2001b: 39-56), es
decir, en las grandes uillae y en los complejos oficiales romanos relacionados con el protocolo imperial
(Lewit 2003: 261; Mulvin 2004: 381), caso de las sedes con salas o aulas de ceremonias (Sfameni 2006;
Hidalgo 2014: 533-542). Durante los siglos VI-VIII, se utilizaron unos esquemas constructivos particulares
que son muy bien conocidos por la investigación del mundo bizantino y su radio de influencia en el
Mediterráneo oriental (Perich 2013: 45-74); antes bien al contrario de lo que sucede con la denominada
arquitectura visigoda o áulica de mecenazgo real en la Gaule durante el Reino Visigodo de Toulouse
(Guyon 2000: 219-240) y en la Península Ibérica en época visigoda, con motivo de la consolidación del
Estado Visigodo bajo el reinado de Leovigildo (Arce 2001a: 79-92).

Esta menor presencia de referentes arquitectónicos en nuestro país y en los territorios más cercanos
como los países vecinos, pues afecta por igual a Portugal por lo que se refiere al reino suevo de Bracara
Augusta (Braga) y al visigodo de Toulouse, generó en la década de los años’90 del siglo XX una substancial
polémica historiográfica en torno a la arquitectura tardoantigua asociada a la jerarquía religiosa, civil y
militar (Garen 1992: 288-305). Esta controversia científica ha estado condicionada por varios factores
ligados a la ya citada carencia documental, como la compleja visualidad de estas estructuras para la
arqueología, su indefinición cronológica e interpretativa, pero también por una incomprensión
historiográfica de los modelos (Arbeiter 2000: 251-253). Desde ciertos planteamientos explicativos no se
ha sabido definir edificios tan representativos como el palacio de Pla de Nadal (Ribarroja del Tùria,
Valencia), recientemente objeto de revisión e investigación arqueológica (VV.AA., 2015). Otra problemática
que ha afectado al estudio de la edilicia pública y privada desarrollada en los centros de poder y sedes
episcopales tardoantiguos ha sido una búsqueda desmedida de paralelos alejados geográficamente, incluso
anacrónicos desde el punto de vista cultural y cronológico para la realidad hispana.

Más allá del problema cronológico, el debate arqueológico actual en torno al proceso arquitectónico se
focaliza afortunadamente en comprender otros fenómenos más amplios en los que se gestaron las
manifestaciones del poder: agentes sociales (promotores), función y finalidad (porqué se construyeron) y
topográficos (en qué contexto espacial se insertaron los edificios en el paisaje). Es igualmente importante
estudiar y definir las formas de construir realizando ambos análisis formal y tecnológico de las soluciones
técnicas de los edificios (estudio estratigráfico de paramentos), de los recursos disponibles/abarcables y de
los materiales empleados en las fábricas de las construcciones. Todo ello facilita al investigador abordar
cuestiones relacionadas con la capacidad económica y organizativa de los promotores, pero también
relativas a la estructuración y organización del artesanado y maestría de los talleres (Quirós y Fernández
2012: 43).

De hecho, los últimos años de investigación han sido decisivos para avanzar considerablemente en el
estudio de las técnicas edilicias. A través de la “arqueología de la arquitectura” comprendemos mejor en
términos sociales y económicos las condiciones envolventes al proceso constructivo, la forma condicionada

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por la ideología de los promotores, así como la evolución y difusión de modelos arquitectónicos 4 . Se
contempla el estudio de los materiales y detección de innovaciones tecnológicas, como reflejo de un
perfeccionamiento de las soluciones técnicas, de la experiencia del artesanado. Recurrimos como ejemplo
al grupo episcopal de Terrassa, donde además de la cúpula de piedra que remata el edificio funerario de
planta central de Sant Miquel, la iglesia de Sant Pere está cubierta por una bóveda de piedra, con tirantes y
contrafuertes, y no a dos aguas como la iglesia episcopal de Santa María, la más antigua del conjunto, que
dispone de una techumbre a dos aguas (García et alii 2009: 159). Ello indica un cambio, una innovación en
las soluciones constructivas adoptadas.

Por tanto, cada edificio y cada solución técnica dependió de los medios disponibles, la demanda, del
estatus e intencionalidad del promotor, por lo que la variedad arquitectónica documentada definiría la
dinámica estándar en la Antigüedad tardía. Por ello, es interesante valorar la inversión temporal y el coste
de una obra reconstruyendo el circuito de abastecimiento, traslado y trabajo de los materiales. No cabe
duda que no supondría lo mismo la readaptación de elementos expoliados de construcciones más antiguas
(sillares, fustes, capiteles, basas, placas escultóricas, tegulae, ladrillo, epigrafía, etc.), que la extracción
directa de la piedra de la cantera. En conjuntos emblemáticos de promoción regia y eclesiástica, situados
tanto en la ciudad como en el territorio, es frecuente la reutilización ideológica de materiales romanos
(Schattner y Valdés 2009), lo que podría implicar la presencia de canteros especializados (Bonetto et alii
2014). Los edificios tardoantiguos de Mérida, como la basílica de Santa Eulalia, las residencias de
Morerías, el xenodochium y la iglesia de San Pedro, son bastante representativos del fenómeno de expolio
y reutilización detectado en el proceso constructivo de estos edificios de prestigio sacro (Mateos 2003: 91;
Ayerbe y Mateos 2015: 179-191). Todos ellos se abastecen de un gran número de sillares romanos
reutilizados, enrrasados y acuñados con lajas de pizarra, basas, placas de mármol y epitafios (Mateos y
Caballero 2011: 505-520).

Otros casos peninsulares bien conocidos son el palacio episcopal del siglo VI de Barcelona, construido
con los pedestales reutilizados del foro romano; el empleo de elementos expoliados de los edificios públicos
romanos de Tarragona en el episcopio de Terrassa; el grupo episcopal de Idanha-a-Velha, que utiliza
también sillares, fustes, inscripciones, capiteles romanos, etc.; las iglesias rurales, como Ibarhernando,
Santa Lucía del Trampal5, los Santiagos de Alburquerque, San Miguel de Los Fresnos, Santa Lucía de
Salvatierra y San Benito San Vicente de Alcántara, entre otros muchos.

Aunque no se incluye ningún estudio específico en este libro, no queremos dejar de aludir a otros
espacios relacionados con el poder en la Península Ibérica. Junto a las ciudades, también surgieron otros
centros dotados de una imagen monumental vinculados con la organización y control fiscal del territorio6.
A nivel constructivo y configuración espacial, son asentamientos amurallados con una arquitectura en
piedra para las iglesias y residencias principales (Gutiérrez 2014: 191-214). Algunos fueron ceca y sedes
episcopales, lo que implica la participación del Estado Visigodo y probablemente de contingentes militares
(Catalán et alii 2014). Sobresalen los castra ubicados en el interior de la Meseta, como el de Cristo de San
Esteban (Zamora), el Cerro del Castillo (Bernardos, Segovia), Castro Ventosa (Cacauelos, León), El
Castillón (Zamora), Castro de Tintinholo (Guarda), y en la costa del Alto Ampurdá, Puig de Rom (Roses,
Girona) de finales del siglo VI, que se ha vinculado con las acciones militares emprendidas por Wamba. La

4
También en Anejos de AEspA, véanse las múltiples aportaciones de A. Pizzo en las monografías de Arqueología de la
construcción (2008-2014).
5
La fábrica de la iglesia cuenta con unos 50 epígrafes romanos, votivos y estelas funerarias de un posible santuario
dedicado a Ataecina (Caballero 2003: 16). Como sucede en las iglesias de El Gatillo y en Ibahernando, las
inscripciones de acarreo sirven también de umbrales de canceles.
6
Para un contexto europeo más amplio, véase, J. Baker et alii 2013.

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mayoría de estos asentamientos fortificados se localizan en la actual provincia de Zamora por el papel
estratégico que tuvo esta zona para controlar los límites fronterizos del Duero medio entre suevos y godos
(Ariño y Díaz 2014: 188). Además de los citados castros suevos (Castro Ventosa, El Castillón y Cristo de
San Estéban), destacan Las Peñas de Santa Cruz y Navagallega (Salamanca), por la presencia de
estructuras de habitación en piedra y su destrucción violenta a finales del siglo VI-inicios del VII. En otros
casos se trata de castra relacionados con una sede episcopal, como sucede con un potente recinto
fortificado que controla el Río Ulla, vinculado a Iria Flvaia, y el castro de Monte Aloia, dependiente del
obispado de Tude (Fernández 2014: 399). En todos ellos, la constatación arqueológica se ciñe
prácticamente a su recinto amurallado, y a veces a la existencia de estructuras de habitación adosadas a la
muralla (Puig de Rom). Se trata, pues, de otro tema apasionante de la Antigüedad tardía de la Península
Ibérica que merece su propio foro de debate y publicación.

******

Finalmente, este libro pretende fomentar el diálogo histórico sobre las sociedades tardoantiguas y
altomedievales en Europa al presentar posiblemente varios de los mejores casos de estudio del actual
panorama científico del occidente europeo, en cuanto al discurso y modelo explicativo, resultados
científicos generados y las metodologías arqueológicas utilizadas. Las novedades arqueológicas de los
últimos cinco años relativas a las arquitecturas de poder promovidas por las élites militares y civiles,
suevas, visigodas y bizantinas, han sido la principal razón que nos motiva a lanzar este volumen con el que
nos gustaría contribuir a la historiografía actual.

El conjunto de estudios concebidos por arqueólogos, historiadores e historiadores del arte, ofrece desde
una perspectiva interdisciplinaria nuevos caminos para reflexionar sobre las manifestaciones topográficas
y arquitectónicas como expresión jerarquizada de unas élites, y sobre la transformación de los paisajes
culturales. Por ello se profundiza de manera transversal en la ideología del poder, en cómo y en qué medida
las fundaciones civiles y eclesiásticas terminaron por modelar una nueva imagen de la ciudad tardoantigua
que tuvo su última expresión en Oviedo con el inicio del reino asturiano (Gutiérrez 2013: 379).

Los avances arqueológicos logrados en España, ha condicionado la selección geográfica de la Península


Ibérica dentro del occidente mediterráneo, siempre con una mirada interrogante al Sur de Francia. Salvo
descubrimientos excepcionales en los últimos diez años, caso del episcopio de Arles en l’Enclos Saint-
Césaire, las nuevas aportaciones en Galia meridional (Aquitania y Provenza) son menores, pero es
prioritario para el caso hispano conocer los fenómenos que afectaron por igual a ambos territorios 7
(Heijmans y Guyon 2006). En este sentido, es importante recurrir a la realidad arqueológica de la Galia,
desde el control visigodo efectivo de Aquitaine en el 418 hasta la derrota de Vouillé en el 507, para
establecer, cuando la información lo permite, unos referentes topográficos y unos antecedentes al modelo
de organización territorial visigodo de la Península Ibérica.

Los contenidos del libro están estructurados en varios capítulos, y de forma diacrónica en función de
los casos de estudio, iniciando el recorrido por los precedentes e influencias del mundo bajoimperial
(residencias imperiales y prefecturas como Treveris y Arelatum en Gallia en los siglos IV y V); el análisis
de las residencias itinerantes de la corte y de la monarquía visigoda en diversas ciudades galas (Tolosa y
Narbona) e hispánicas (Barcino), hasta su definitiva instalación en Toletum. Este aparataje regio acarreó
transformaciones topográficas particulares en cada una de ellas, tanto en la propia estructuración de los

7
Sin embargo, véase C. Ballmelle 2001, para las residencias de la aristocracia en esta provincia.

16
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1 TERRITORIOS, TOPOGRAFÍA Y ARQUITECTURAS EN TORNO AL PODER

nuevos espacios públicos y de representación, además de aquéllos de ámbito privado, como en la


ordenación del territorio a través de unos canales de comunicación privilegiados. Este panorama se
completa con otras evidencias arqueológicas significativas, y coetáneas del territorio hispano, que
muestran una nueva ordenación del paisaje relacionada con la presencia de las élites suevas (Emerita
Augusta y Bracara Augusta -una de nuestras grandes ausentes-), y orientales (Carthago Spartaria). Se
dedica igualmente un capítulo a las novedades obtenidas recientemente en Recopolis, la única fundación
visigoda ex novo constatada en la península. El percorso planteado se completa con dos casos de estudio
que ponen de manifiesto la exportación de modelos desde estas capitales tardoantiguas y visigodas a otras
zonas hispanas a finales del siglo VII (caso de Pla de Nadal próximo a Valentia), y su repercusión e
influencia para la creación de los nuevos reinos cristianos del siglo IX (Oveato). Por último, unas
consideraciones finales y críticas elaboradas por Jean Guyon sobre los fenómenos tratados y el
protagonismo de la arqueología para la comprensión e interpretación de la ideología del poder episcopal y
civil en la tardía Antigüedad, ponen broche final a los contenidos presentados en esta obra.

Esperamos que el lector disfrute con su lectura y que le incite a la reflexión.

Paris – Mérida, Febrero 2017

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía


Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015
MYTRA 1, 2018: 21-54

LAS SEDES IMPERIALES AL FINAL DEL IMPERIO: EN TORNO A


LA INTERPRETACIÓN DE LA ARQUITECTURA PALATINA
TETRÁRQUICA1

RAFAEL HIDALGO PRIETO*

RESUMEN

La arquitectura palatina tetrárquica ha sido desde hace mucho tiempo objeto de atención por parte
de numerosos investigadores. A lo largo del tiempo se han planteado distintas propuestas de
interpretación, objeto de nuestra atención en este trabajo, que no han estado exentas de crítica y
polémica. Al carácter sesgado y parcial de lo que conocemos de los palacios tetrárquicos, se unen las
dudas razonables de que realmente exista un modelo estricto de palacio tetrárquico. A pesar de ello,
se debe seguir estudiando el fenómeno para profundizar en los aspectos que, aunque no con
carácter de norma, afectan a la conformación de tales palacios.

PALABRAS CLAVE

Palacios imperiales romanos, arquitectura tetrárquica, palacio-circo.

ABSTRACT

The palatial architecture of Tetrarchy has been point of attention for many researchers since long
time ago. In these years, several interpretation proposals have been exposed with a certain amount
of criticism and controversy. Together with the biased vision of what we know about the tetrarchic
palaces, there are sensible doubts about the exact palatial model. In spite of all this, we have to keep
on researching to study in depth all the aspects that, although not as a rule, affect to the shape of
such palaces.

KEYWORDS

Roman imperial palaces, tetrarchic architetture, palace-circus.

*
Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. rhidpri@upo.es
1
Este trabajo es deudor en parte de: Hidalgo, 1997, hasta la fecha inédito.
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RAFAEL HIDALGO PRIETO 1

1. LA ARQUITECTURA PALATINA

La política de descentralización de las sedes imperiales desde Roma a diversas zonas del Imperio,
especialmente vinculadas a áreas periféricas, conlleva la creación de diversos palatia en esas sedes,
destinados a la ocupación ocasional de augustos y césares, y, con ello, la concepción de un nuevo concepto
de palatium.

Fruto de este proceso será la creación de las sedes imperiales de Trier, Milán, Tesalónica, Sirmium,
Antioquía, Nicomedia, etc., conocidas mejor o peor según los casos, que culminará con la conformación de
la gran sede del Palatium Magnum constantinopolitano.

Junto a ello, otros complejos también inciden en la definición de los nuevos modelos arquitectónicos
que asumirán las sedes imperiales o son reflejo de ellas, como son los palacios de Split2, Córdoba o de la vía
Apia3, todos ellos concebidos como palatia, o villas imperiales como la de Gamzigrad, también imbuida de
los aspectos propios de la arquitectura palatina.

Es evidente que el precedente del que parten estas nuevas sedes es el Palatino, la que hasta entonces
había constituido la residencia del emperador por antonomasia, pero que a partir de ahora perderá su
papel preponderante para convertirse en sede ocasional. Junto al Palatino, también desempeñarán un
papel destacado las principales villas imperiales, especialmente en lo concerniente a Villa Adriana, en la
que tanto su suntuosidad y magnitudes como su carácter de verdadera sede oficial cuando el emperador
residía allí, propiciaron que se dotara de los espacios de representación y prestigio propios del Palatium.

Aunque a partir de lo que conocemos de estas sedes imperiales tetrárquicas es difícil establecer un
modelo claro para los palatia allí construidos, también es cierto que al menos se pueden atisbar algunos
elementos que, sin conformar un modelo en sentido estricto, forman parte del cúmulo de variables que de
una manera u otra se hacen más o menos presentes en ellos.

A partir de un análisis profundo de la arquitectura palatina tetrárquica4, no podemos evitar, cuando


menos, hacernos la misma pregunta que a su vez se hacía ya hace años N. Duval (1986b): “Existe-t-il une
“structure palatiale” propre à l’antiquité tardive?”.

2
Muy llamativa resulta la propuesta formulada por algunos investigadores en los últimos tiempos, según la cual Split se
habría creado inicialmente como un gynaeceum, centro de manufacturas imperial destinado a la producción de
equipamientos militares, que más tarde, probablemente durante su construcción, habría sido adaptado a residencia
imperial (Belamarić, 2003 y 2004). De confirmarse esta posibilidad, supondría que el nacimiento de este importante
modelo de la arquitectura palatina no sería consecuencia de un proyecto específicamente concebido como tal, con la
originalidad que ello le proporciona, sino que sería consecuencia de la mera adaptación.
3
Del complejo de la vía Apia sólo contamos con una referencia literaria en la que aparece mencionado como “villa
publica”, si bien, tanto por su concepción formal como por la tipología de las construcciones que lo conforman y su
funcionalidad, se puede considerar un palacio más. Guidobaldi (2004a, 42) lo califica como un “ibrido tra il palazzo e
la villa”.
4
Las lógicas limitaciones de espacio del volumen del que forma parte este trabajo, nos impiden llevar a cabo un
recorrido pormenorizado por los distintos edificios o complejos que conforman los palacios tetrárquicos, que ya
tratamos en Hidalgo, 1997. De la amplísima bibliografía existente sobre el tema, en la que los resultados de las
excavaciones e investigaciones de los últimos años están aportando importantísimas novedades, que permiten afrontar
el problema con nuevas perspectivas, véase especialmente Polci, 2000, Baldini Lippolis, 2001, 2005 y 2014, Mayer,
2002 y 2013a, Torp, 2003, Rinaldi Tufi, 2005, Demandt y Engemann, 2007, Uytterhoeven, 2007, Bülow y Zabehlicky,
2011, Ceresa Mori, 2012 y Featherstone et alii, 2015.

22
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1 LAS SEDES IMPERIALES AL FINAL DEL IMPERIO…

El estudio de la arquitectura palatina


bajoimperial y la búsqueda de un posible modelo
teórico en su desarrollo, ha constituido el objetivo
de numerosos investigadores que, a lo largo del
pasado siglo, han generado un importante corpus
de teorías y corrientes, sumidas en una profunda
polémica que aún hoy en buena medida continúa
en vigor5.

Como punto de partida de las corrientes


interpretativas sobre la arquitectura áulica
bajoimperial, podemos considerar el importante
trabajo que en 1906 publicó J. Strzygowski en
relación con el palacio de Split. En su intento de
identificar un modelo teórico de palacio
bajoimperial, Strzygowski parte del estudio de tres
elementos que considera primordiales: la trama
axial de Split, la concepción del palacio de
Antioquía –a partir de la información propor -
cionada por las fuentes literarias– y la con -
figuración del palacio de Filipo el Arabe en
Filípolis, construido entre los años 244-249 d.C.
(Fig. 1). El autor, centrándose excesivamente en
criterios formales y partiendo de una muestra
demasiado sesgada y parcial, identifica una serie
Fig. 1.- Establecimiento del esquema del palacio
de características comunes que considera bajoimperial según Stryzgowski (de: Duval, 1961-62). 
definitorias de la arquitectura de los esta ble -
cimientos palaciales: existencia de dos vías que se cruzan en ángulo recto -lo que no es más que un
trasunto del urbanismo hipodámico-, con la zona palatina en el culmen de uno de estos brazos, presencia
de un tetrapylon en el punto de intersección de las vías, protección con un recinto amurallado e
incorporación de una logia columnada, concebida como un mirador que en Split se orienta hacia el mar y
en Antioquía sobre el Orontes. A partir de estas características comunes, Strzygowski concluye en la
existencia de un esquema común regido por las peculiaridades señaladas, que además tendría su origen
probable en la Antioquía helenística.

El trabajo de Strzygowski constituye una visión simplista del problema, propia de un momento en el
que el mismo desarrollo de la investigación no proporcionaba suficientes evidencias arqueológicas y en el
que, además, no se disponía aún del corpus teórico necesario para abordar el estudio de la arquitectura
palatina bajoimperial con una visión suficientemente profunda y rigurosa y con resultados satisfactorios.
La lectura del fenómeno que lleva a cabo el investigador es, en consecuencia, sesgada y parcial, ya que
centra su estudio en un número demasiado reducido de edificios, insuficiente para la determinación de
principios generales. Este mismo aspecto le obliga a unificar dentro del mismo grupo edificios de distintas
categorías, que serán juzgados como un grupo homogéneo, a lo que hay que añadir su comprensible
fijación por determinados elementos llamativos -como podría ser la organización en función de dos vías
perpendiculares-, en detrimento de aquellos detalles diferenciadores que pasan desapercibidos en su
análisis.

5
Una extensa recopilación bibliográfica de los trabajos proporcionados por las distintas corrientes en: Duval, 1992: 141-
146.

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RAFAEL HIDALGO PRIETO 1

A partir también del palacio de Split, elemento excepcionalmente conservado de la arquitectura


tetrárquica, y con el estudio del conocido como “palacio de Teodorico” en Rávena como complemento,
desarrollará E. Dyggve una nueva teoría, conformando a través de distintas publicaciones 6 un corpus
teórico que tendrá gran acogida en la investigación contemporánea y que influirá en la línea de trabajo de
otros investigadores, quienes de esta forma colaborarán en la construcción de la propia tesis7.

El controvertido punto de partida que adopta Dyggve para desarrollar su teoría -poco después de
conducir las excavaciones de Marusinac- radica en la interpretación del peristilo situado ante los
apartamentos imperiales del palacio de Split (Fig. 2). Para el autor, este peristilo constituye lo que define
como “basilica discoperta”8: una sala de audiencia al aire libre, en la que el emperador se presenta ante sus
súbditos colocándose en el Prothyron inmediato a los apartamentos, realzado por el arco que lo cubre y
desarrollando un hipotético ceremonial, muy influenciado en su concepción por la extrapolación de
conceptos del De Ceremoniis9. Tal interpretación da lugar, en definitiva, a la concepción de la tan debatida
“architettura di potenza”.

Esta idea queda completada mediante la definición del “complejo glorificante”, que constituiría una
secuencia ceremonial que abarca tres elementos del complejo de Split: la citada “basilica discoperta” -
identificada por Dyggve con el tribunal-, el pórtico monumental, destinado a las apariciones solemnes del
emperador, y la sala del trono, situada en el culmen del mismo eje en el que se disponen los elementos
anteriores y precedida por un vestíbulo (Fig. 3).

Para afianzar la argumentación, Dyggve cuenta además con su propia interpretación del famoso
mosaico de San Apolinar Nuevo en Rávena, en el que aparece reproducido el palacio de Teodorico. En este
mosaico el arquitecto danés identifica la representación de su “basilica discoperta” diseñada de forma
simplista: con los laterales del peristilo abatidos y representados frontalmente. Según su interpretación
(Figs. 4 y 5), el arco tripartito que aparece en el centro, portando la inscripción con la identificación del
edificio, no sería otra cosa que el arco triunfal que cubre el tribunal -desde el que se accedería al salón del
trono-, mientras que las arquerías distribuidas a ambos lados no podían ser otra cosa que los laterales
proyectados del peristilo. De esta forma, Dyggve consigue por añadidura que su secuencia ceremonial se
convierta en un proceso de amplia acogida en la arquitectura tardoantigua, que abarcaría al menos desde el
s. IV hasta el s. VI.

6
La primera plasmación de la teoría en su famosa obra Ravennatum Palatium Sacrum (Dyggve, 1941), completada con
la monografía publicada casi veinte años después (Dyggve, 1959a) y por toda una serie de artículos monográficos
(Dyggve, 1943, 1959b, 1959c, 1961), que culminan con su obra póstuma publicada en la revista Urbs (Dyggve, 1961-
62), en la que incorpora los últimos resultados de los trabajos del Gabinete de Urbanismo de Split.
7
De un sinnúmero de publicaciones cabe destacar, entre las más representativas: Anti (1950), Grabar (1946 y 1951),
Boethius (1951), Cagiano de Azevedo (1959, 1968 y 1978), Vetters (1961-62), Simson (1948), la tercera edición del
Römische und Romanische Paläste de Swoboda (1969), los trabajos de Frazer (1966) y Toht (1978-79) especialmente
en lo referente a la relación palacio-circo y a la configuración de las salas de audiencia respectivamente, los trabajos de
L’Orange en torno a la interpretación imperial de Piazza Armerina como obra de Maximiano Hercúleo (L’Orange,
1956, 1965a, 1965b y 1973, 305-314 y L’Orange y Dyggve, 1952), y de Kahler (1969 y 1973) como obra de Majencio -
ambas descartadas hoy por la historiografía-, con su continuación y reafirmación a través de Settis (1975 y 1982) –cuya
“secuencia ascendente” identificada en Piazza Armerina parece estar netamente influenciada por las teorías de
Dyggve- y, por último, las extrapolaciones de los principios de Dyggve a momentos posteriores realizadas por Bettini
(1946 y 1955) y Sauvaget (1947).
8
Equivalentes de esta construcción fueron identificados, a partir de las teorías de Dyggve, por C. Anti (1950: 9 ss.), A.
Boethius (1951: 25-31) y S. Bettini (1955: 341 ss.).
9
Sobre el ceremonial imperial y en relación también con la información privilegiada que en este sentido nos
proporciona Constantinopla, véanse los trabajos clásicos de A. Alföldy, 1934, 1935 y 1970.

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Fig. 2.- Palacio de Diocleciano en Split (alzados) (según: Marasović, 1994).

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Fig. 3.- Interpretación de los apartamentos imperiales de Split (a partir de Duval, 1961-62): 1.- El complejo de
ceremonias de Dyggve (1941: fig. 42.2); 2.- El pórtico y el complejo de ceremonias axial, con el vestíbulo identificado con
la sala del trono (Swoboda, 1957: 7 y 11); 3.- El pórtico con el complejo axial y las salas de recepción -consideradas
secundarias- (Dyggve, 1959: fig. 23) y 4.- Plan en T con la sala de recepción basilical en una de las alas (a partir de las
observaciones de L. Crema y B. Gabričevič).

Fig. 4.- Representación esquemática de las interpretaciones del mosaico de S. Apolinar Nuevo (según: Duval, 1965a). 

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También se ha utilizado, como un argumento


más en defensa de esta teoría, el ambiente
arquitectónico representado en el missorium de
Teodosio, esta vez por Bettini, principal seguidor
de la teoría ceremonial, que llega incluso a aplicar
los principios de la “architettura di potenza” a la
arquitectura omeya 10 . Según este autor (Bettini,
1955: 343), en el missorium de Teodosio nos
encontraríamos de nuevo con la representación del
tribunal y, en consecuencia, con una repre -
sentación del ceremonial que según Dyggve debía
llevarse a cabo en ese lugar, con la familia imperial
ante los súbditos situados en la basílica. Tanto la
cronología del missorium como la asignación del
paisaje arquitectónico allí representado a la capital
milanesa, le proporcionan a Bettini argumentos
para considerar este elemento nexo de unión entre
la aplicación de este tipo de construcción en Split
Fig. 5.- El complejo glorificante de Dyggve (1941). en época dioclecianea y en Rávena en época de
Propuesta de restitución del palacio de Teodorico en Teodorico.
Rávena a partir de la interpretación del mosaico de San
Apolinar Nuevo (izquierda).
Como consecuencia de todo esto, Dyggve llegó
a tipificar un esquema-tipo de complejo de
ceremonias que, con distintas combinaciones, contaría con: un primer vestíbulo (Fig. 6, D) desde el que se
accede a la “basilica discoperta” (C) y que, a través de un nártex (B), da paso a la sala del trono (A). Una
vez identificado el esquema, con él se relaciona no sólo el edificio de Split, sino también otras plantas
conocidas como la de Piazza Armerina, la del supuesto “palacio de Teodorico” en Rávena, etc. (Fig. 7),
ratificando así la interpretación del peristilo de Split y del mosaico de Rávena.

Sin embargo, el descubrimiento por parte de los Marasović (1968; también Gabričevič, 1961) de las
escaleras que, en el eje, comunicaban el peristilo de Split con los subterráneos de los apartamentos
imperiales, dificulta en buena medida la justificación del “complejo ceremonial” tal y como se había
concebido. La presencia de estas escaleras recalca la continuidad -a dos niveles- del cardo máximo hasta la
Porta Aenea -abierta en la parte inferior de la fachada marítima-, ratificando su papel de eje de
comunicación, más aún tras comprobar que la alineación de las columnas del peristilo coincide
exactamente con los muros de la cámara subterránea del “tablinum”, como continuación, en los sótanos,
del cardo porticado (Duval, 1961-62: 84).

No concluye aquí la teoría ceremonial sino que, una vez definido el esquema del palacio, éste se
compara con el de la basílica cristiana (Figs. 8 y 9), estableciendo importantes lazos que implican la
dependencia, en su origen, de la arquitectura cristiana respecto de la palatina bajoimperial, en lo que
constituiría una cristianización del complejo glorificante concebido para exaltar la figura del emperador
deificado. De esta forma, se establece un rígido paralelismo entre los elementos que conforman en el s. IV
la basílica cristiana y los que se propugnan como definitorios de los conjuntos palatinos: la “basilica
discoperta” se identificaría con el atrium de la basílica cristiana, el pórtico triunfal donde se presentaría el

10
Este es el mismo caso de Savaget, 1947, en especial: “La mosquée et le palais” (122-157) y “Les origines de la salle
d’audience basilicale” (158-185). En términos mucho más discretos, Cagiano (1986: 276) compara el edificio de
Mogorjelo con el ribat islámico.

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emperador ante sus súbitos se asociaría con la


fachada interna de la basílica cristiana y el salón
del trono, habitualmente constituido por una sala
rectangular absidada, con la sala principal del
complejo cristiano.

El principal error de la teoría de Dyggve radica


en su propio punto de partida: la “basilica
discoperta”. Es decir, en la presunción de una serie
de funciones ceremoniales -para cuya iden -
tificación rigurosa no dispone de criterios
suficientes-, en un espacio que formalmente cuenta
con una sencilla justificación e interpretación en
función de los parámetros habituales de la
arquitectura romana. El peristilo de Split no es otra
cosa que la monumentalización de la vía principal
del conjunto en su tramo más importante: el acceso
al templo y al mausoleo -zona sacra- y a los
apartamentos imperiales; mientras que las
columnas de la supuesta� “basilica discoperta” no
Fig. 6.- Complejo de ceremonias de Dyggve: A.- Sala del son más que el resultado de la monumentalización
trono; B.- Nártex; C.- “Basilica discoperta” y D.- de los dos edificios laterales mediante la
Vestíbulo. 
incorporación de una columnata en el frente de
cada uno, que sirve además para regularizar en el
espacio central la disimetría provocada por la concepción dispar del frente de cada uno de ellos. Del mismo
modo, el Prothyron no tiene otra finalidad aparente que la de funcionar de fachada de los apartamentos
imperiales y permitir, mediante las escaleras laterales ascendentes y las centrales descendentes, la
continuación del cardo o, mejor, de su recorrido, en dos niveles: el superior como comunicación con los
apartamentos imperiales y el inferior destinado a labores y zona de servicio. Partiendo, pues, de un
supuesto fácilmente cuestionable, la aceptación de la teoría ceremonial de Dyggve se fundamenta, más que
en otra cosa, en un “gusto” por admitir la presencia de un complejo ceremonial en época tetrárquica para, a
continuación, aceptar sin más la interpretación que el autor aporta para su identificación11.

Con esta corriente entronca la que podríamos calificar como corriente simbolista, que puede
considerarse complementaria de la primera. Esta otra experimenta un desarrollo y acogida mucho menor
que la “arquitettura di potenza” y atañe tan sólo a algunos de los elementos de la arquitectura áulica. Este
nuevo enfoque, que no se opone a las teorías de Dyggve, parte también del análisis formal y de la
asignación de un importante carácter simbólico a ciertos elementos arquitectónicos que, en consecuencia,
desempeñarían un papel fundamental en la concepción de los palacios y en el ceremonial a ellos asignados.
De este modo, el elemento arquitectónico que alcanzará especial relevancia en esta teoría será la cúpula:
símbolo de la bóveda celeste situada sobre el emperador divinizado -como elemento glorificante- en la sala
del trono, en la cenatio o como símbolo de la aeternitas en el mausoleo.

11
Aunque la única base argumental clara para intuir este ceremonial áulico en época tetrárquica es el libro de
ceremonias de Constantino Porfirogéneta -con los problemas de extrapolación temporal que puede acarrear-, la
misma concepción del emperador tetrarca y el marco arquitectónico que lo acoge en los actos de representación,
permiten considerar que algún tipo de ceremonial evolucionado debió existir en este momento (vid. infra), aunque no
existan pruebas suficientes para identificarlo con la secuencia ceremonial de Dyggve.

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Fig. 7.- Tabla comparativa propuesta por Dyggve con los edificios en los que identifica su complejo de ceremonias.

Fig. 8.- El  supuesto complejo  de ceremonias de  Piazza Fig. 9.- Propuesta de comparación de Dyggve del
Armerina  en comparación  con  el esquema de la basílica palacio y la basílica cristiana: a.- Planta hipotética del
cristiana  (según: Dyggve, 1958-1959).  palacio de Teodorico, según su interpretación, y b.-
Planta de la basílica de San Pedro.

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De nuevo nos encontramos con que el palacio de Split vuelve a convertirse en un importante pilar para
edificar la teoría, elaborada y defendida principalmente por E. Baldwin Smith (1950 y 1956), G.
Hautecoeur (1954) y H. P. l’Orange (1953)12. Según esta nueva visión, el vestíbulo circular -cubierto con su
correspondiente cúpula- del palacio de Split, constituiría el trono del emperador13, que se dispondría en
uno de los cuatro ábsides dispuestos en la sala.

La interpretación simbolista arranca también de un error de base, fruto en este caso de la creación de
una teoría sustentada en unos conceptos que sólo serán contrastados a posteriori mediante el método
comparativo, con lo que tiende a acomodar exageradamente las pruebas materiales a la hipótesis a
contrastar. El vestíbulo de Split no puede de ninguna manera ser identificado con el salón del trono de
Diocleciano a causa de dos problemas insalvables:
a) El vestíbulo presenta dos accesos opuestos y situados en el mismo eje de la calle, que confieren a la
estancia un neto carácter de espacio de tránsito y, además, debía ser forzosamente atravesado por
todos aquellos que quisieran acceder al resto de los apartamentos imperiales. No es comprensible,
pues, que el trono se disponga en una zona de obligado tránsito.
b) Los cuatro ábsides que se abren en la estancia, proporcionando un aspecto tetraconque al interior,
se disponen en posición oblicua en relación con el eje y en igualdad de condiciones entre ellos, por
lo que es difícil pensar que el trono se colocase en uno de ellos, en posición excéntrica y sin
superioridad jerárquica respecto a los otros tres ábsides.

Una última tendencia a tomar en consideración en el estudio de la arquitectura palatina bajoimperial,


es la desarrollada durante los últimos decenios del siglo pasado, que tiene su origen en la crítica de las
corrientes anteriores, en especial de la “architettura di potenza” de Dyggve. Este enfoque es el que en
numerosísimas publicaciones ha sido defendido por N. Duval14, proporcionando como fruto un importante
corpus a tener muy en cuenta en el estudio de la arquitectura palatina bajoimperial.

Difícil es resumir en pocas líneas los numerosos argumentos que Duval desarrolla en su examen de la
“arquitettura di potenza” y, en general, de la visión áulica de la arquitectura palatina bajoimperial.
Trataremos aquellos que, a nuestro entender, constituyen los pilares fundamentales de su discurso.

La crítica de Duval a la “arquitettura di potenza” se basa principalmente en la escasez y disparidad de


indicios para deducir -a partir de la arquitectura- la presencia de un complejo ceremonial áulico y, sobre
todo, la existencia de un modelo-tipo de palacio bajoimperial. Las características de ese modelo y los
argumentos con los que se defiende son sistemáticamente desmontados por Duval en atención a las
siguientes razones:

12
Con el apoyo de K. M. Swoboda (1961) e I. Lavin (1962a), quienes con mucho superan el estricto ámbito de la
corriente simbolista.
13
E. Baldwin Smith, 1956: 142: “From the Porta Aurea the processional way led directly to the domical hall at the
entrance to the palace proper. This rotunda with its massive dome was the salutatorium, where the divine
Diocletian was welcomed, acclaimed and adored...”; K. M. Swoboda, 1961: 81: “Its central position [en relación con
la�rotunda de Split]�in the royal palace indicates that it was undoubtedly a throne room, as in the later
Sassanian palace complexes. Similarly the roundness of the dome probably symbolized even this early the world
rule of the sovereign who was enthroned beneath it”.
14
En especial en sus trabajos sobre Split (1961a, 1961-62), el “palacio de Teodorico” (1960a, 1960b, 1961b) y Gamzigrad
(1986a, 1987a y 1987b), en los que, como en otros muchos (especialmente: 1978a, 1978b, 1979a, 1983, 1984a, 1986a,
1992, 1995 y 2003), trata de forma global la problemática de la arquitectura palatina bajoimperial. En la misma línea
Wilkes (1986) y McNally (McNally et alii, 1989a: 1-42) principalmente. Las primeras críticas a los trabajos de Dyggve
-previas a las publicaciones de Duval- en: Prandi (1953: 425-435), Schneider (1949-1950) y Gerkan (1953), entre otros.

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- La “basilica discoperta” no es más que una vía porticada, máxime una vez comprobada su
continuidad hasta la fachada sur del palacio; el resto de los elementos del complejo de ceremonias
no son más que un eje de comunicación sin posible función dentro de un hipotético ceremonial
áulico -que tampoco admite- y la sala de audiencia no sería más que una de las salas propias y
tradicionales de la arquitectura doméstica.
- Por su parte, la interpretación del mosaico de Rávena ha sido descartada -con el apoyo de G. de Fran-
covich (1970)- mediante un concienzudo estudio de los sistemas de representación en la antigüedad
-en concreto gracias al Salterio de Utrech-, en el que Duval15 demuestra que el paisaje arquitectónico
representado en el mosaico no corresponde de ninguna manera a una supuesta “basilica discoperta”,
sino a un aula de recepción cubierta, según el modelo de aula basílical vigente en la época, en la que
se han proyectado los laterales siguiendo una perspectiva un tanto ingenua (Fig. 4).

No obstante, la postura crítica de N. Duval, lleva consigo también la creación de una nueva e
interesante visión de la tradicional arquitectura áulica bajoimperial, en lo que podríamos denominar
“corriente doméstica”16. En su defensa de una visión “doméstica” de la arquitectura palatina, estima que los
criterios que se han considerado definitorios de tal arquitectura no constituyen una característica propia,
sino que confluyen en toda su esencia con los correspondientes a la arquitectura doméstica. Según ese
planteamiento, estaríamos siempre hablando de arquitectura doméstica, sin más simbolismo que el que
habría podido prever para su vivienda el propietario, por ejemplo, de una de las casas pompeyanas del s. I
d. C. Los criterios tradicionalmente asignados a la arquitectura palatina, que en opinión de Duval (1984a:
456-457) deben ser asociados con la arquitectura doméstica, son los siguientes:

- Las dimensiones. Según el autor las dimensiones de los tradicionales “complejos ceremoniales” -y
cita en concreto el “Palacio de Teodorico” y Piazza Armerina- son comparables a las de las casas
más grandes de Pompeya, Herculano, Volubilis, Cherchel, Timgad, etc.; o a las de numerosas villas
como Montmaurin, Nening, Patti Marina, etc.
- La axialidad. Acertadamente Duval apunta que este elemento no es propio y exclusivo de los “com-
plejos ceremoniales”, sino que aparece también como denominador común en la planta de la casa y
villa romanas. No obstante, siguiendo su mismo criterio, la vinculación a la arquitectura doméstica
es también sesgada y parcial, ya que en realidad nos encontramos ante un criterio de uso común en
la arquitectura romana en general: edificios de espectáculos, religiosos, foros, campamentos, etc., uti-
lizan también la axialidad como criterio primordial para plasmar su ordenación.
- El esquema tripartito. La vinculación de este esquema con la arquitectura doméstica es de todo
punto incuestionable: la “basilica discoperta” se corresponde con el peristilo, el pórtico o fachada
monumental con uno de los tramos porticados del peristilo y la sala de recepción con la gran sala de
banquete y/o recepción que incondicionalmente suele acompañar al peristilo en la arquitectura
doméstica. Ante este parangón Duval se pregunta: ¿en función de qué criterio se puede pensar que
el esquema está dotado en los palacios de un simbolismo del que no tenemos constancia alguna en
las construcciones privadas?
- El modelo de sala de recepción. Siguiendo la misma línea, Duval asocia los modelos establecidos
como salas de recepción -la planta basilical y la triconque- a la arquitectura doméstica, debido a la
difusión de estos esquemas en época tardía en la configuración de los triclinia, gracias a las
posibilidades que incuestionablemente proporciona el ábside para albergar los nuevos lechos, esto

15
Especialmente Duval, 1962a, 1965a, 1965b, 1978b, en la misma línea Lampl, 1960-61: 6-13.
16
Una de las mejores contribuciones del autor a la creación de esta visión propia de la arquitectura áulica bajoimperial,
es la que proporciona en su aportación al coloquio Aspects de l’Architecture Domestique d’Apamée (Duval, 1984a,
especialmente: 456-470).

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es, los stibadia. Sin embargo, aun cuando se acepte la vinculación del esquema originalmente a la
arquitectura doméstica, hay que calibrar otra serie de factores que de una manera u otra interfieren
en el proceso proporcionando “productos” netamente diferenciados: a nadie escapa la clara
diferencia conceptual que existe, por poner un ejemplo, entre la “basílica” constantiniana de Trier y
el triclinium de época bajoimperial de la domus ostiense de la Fortuna Annonaria, aunque en
ambos casos se aplique en esencia el mismo modelo formal.

A consecuencia de todo esto, Duval llega a la conclusión de que realmente no existe un modelo de
palacio bajoimperial, ni tan siquiera una arquitectura palatina bajoimperial, ya que ésta, en definitiva, no
sería otra cosa que el desarrollo de la arquitectura doméstica bajo los auspicios de un comitente imperial,
sin que en ningún momento llegue a independizarse lo suficiente como para constituir un fenómeno
arquitectónico autónomo con sentido por sí mismo.

No se puede negar que en su argumentación N. Duval tiene parte de razón, sin embargo se debe también
tener presente que la influencia de la arquitectura doméstica es un argumento de pura lógica y que lo
excepcional habría sido lo contrario. En este sentido hay que tener en cuenta que la arquitectura palatina
tetrárquica se desarrolla a lo largo de muy pocos decenios y que los arquitectos que van a concebir estos
edificios no pueden de ninguna manera idear unas construcciones completamente ex novo, sino que
indefectiblemente tienen que “beber” de unos modelos ya existentes que constituyen el punto de partida de
su creación. Evidentemente, si van a crear la nueva morada del emperador, es natural que su fuente de
inspiración sea la arquitectura doméstica, fuertemente consolidada a lo largo de los siglos anteriores, de la
que parten formulando un nuevo lenguaje. Sin embargo, a pesar de la lógica influencia que la arquitectura
doméstica ejerce sobre la palatina, es lógico suponer también la existencia de algunas peculiaridades
diferenciadoras, como consecuencia de las cuales es imposible confundir construcciones como el palacio de
Split o el complejo de la vía Apia con lo que hasta el momento había constituido la residencia de un dominus.

En los últimos tiempos, que no son de manera específica objeto de nuestra atención en esta ocasión, lo
cierto es que el debate sobre la arquitectura palatina ha dejado de ser objeto de atención preferente por
parte de la investigación especializada, si bien es cierto también que en esos últimos tiempos hemos
asistido a una proliferación masiva de los “palacios” tardoantiguos. Como consecuencia de ello, en muchos
casos, edificios especialmente suntuosos -sobre todo villas-, son directamente identificados como palacios
o incluso, yendo más allá, como palatia, partiendo primordialmente para ello de los modelos aplicados a
su diseño. No comparto la visión derrotista de R.J.A. Wilson quien, consciente del error, considera que el
grado de difusión que ha alcanzado tal tendencia17, hace que sea difícil reconducirla18. Aunque no es este
lugar de entrar en tal cuestión, es bien sabido que en el Bajo Imperio el término palatium designa
específicamente el lugar donde reside el emperador y, con ello, cualquier lugar donde reside el emperador
se convierte por su mera presencia en palatium. Con lo cual, el uso del término se debe aplicar
exclusivamente a las residencias imperiales. Otra cuestión en la que hay aún que profundizar es en el uso
del término moderno “palacio”, cuya carga semántica es diferente y que no conlleva obviamente el uso
exclusivo por parte de un emperador19. Si bien, aun así es un término que se debe emplear con cautela, ya

17
Ejemplo paradigmático para el caso de Hispania es la villa de Carranque, identificada en ocasiones como un
“palatium” (Fernández Ochoa et alii, 2001).
18
“…but the term ‘palace’ is in such widespread general use in the modern literature to refer to such structures that it
would be impossible (and misguided) to change that terminology now” (Wilson, 2011: 87).
19
El término en español lo define la Real Academia de la Lengua Española en su diccionario como: 1. Casa destinada
para residencia de los reyes, 2. Casa suntuosa, destinada a habitación de grandes personajes, o para las juntas de
corporaciones elevadas, 3. Casa solariega de una familia noble, 4. En el antiguo reino de Toledo y en Andalucía, sala
principal en una casa particular, 5. desus. Sitio donde el rey daba audiencia pública. Las tres primeras acepciones se
pueden aplicar perfectamente al problema que aquí nos ocupa.

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1 LAS SEDES IMPERIALES AL FINAL DEL IMPERIO…

que lo cierto es que de momento no lo hemos definido con una suficiente precisión en su aplicación a la
arquitectura residencial de época romana.

En definitiva, como por otra parte suele ser lo más habitual, probablemente la línea de trabajo más
acertada en el estudio de la arquitectura palatina bajoimperial sea aquella que parta de una visión
equilibrada, propiciada por el mismo enfrentamiento de las dos posturas extremas que han centrado el
debate en la segunda mitad del s. XX, y que pueda conjugar los elementos y criterios más fiables de ambas
visiones.

Cierto es, como defiende Duval, que lógicamente la arquitectura palatina tetrárquica está
profundamente influenciada por la arquitectura doméstica, lo que efectivamente constituye una
importante limitación a la hora de identificar los criterios definitorios de la arquitectura palatina. Sin
embargo, esta asociación debe realizarse con cautela y estableciendo ciertos límites, pues de ninguna
manera las necesidades del poder imperial se pueden equiparar en todos los términos con las de un
dominus. Este es el caso, modélico además, de la villa construida por Majencio en la vía Apia, en la que la
zona residencial evidentemente se puede comparar con establecimientos privados, ya sean domus o villae,
si bien, la incorporación del circo y la forma en que se combina con dicho circo y con el mausoleo dinástico
que abre a la vía, constituyen una innovación propia de la arquitectura palatina tetrárquica.

Es más, la influencia que esta arquitectura ecléctica pudo ejercer sobre edificios posteriores, hace más
difícil identificar sus características definitorias, por cuanto el proceso se puede ver ahora invertido. Nos
referimos a edificios de la categoría de Piazza Armerina, que por su cronología20 y por la categoría de su
propietario, que el mismo edificio refleja, muy bien puede estar influenciada por la arquitectura palatina
del momento inmediatamente anterior.

Cierto es, de igual modo, que la visión ceremonial de Dyggve parte de unos presupuestos que en gran
medida deben ser descartados, pues presupone en el análisis arquitectónico un complejo ritual ceremonial
que sólo se puede atisbar a partir del De Ceremoniis, sin que existan suficientes testimonios intermedios.
No obstante, aun cuando los testimonios materiales nos impidan reconstruir este ceremonial tetrárquico y
el marco formal que lo acogería, no es descabellado pensar que existiese, proporcionando un importante
bastión al proceso de revitalización del Imperio y, con él, del poder imperial que acomete Diocleciano.

Desde esta postura “conciliadora”, con la que nos identificamos, iniciamos ahora una reflexión sobre la
arquitectura palatina de baja época.

2. LOS ELEMENTOS DEFINITORIOS DE LA ARQUITECTURA DE LOS PALACIOS


TETRÁRQUICOS

El problema fundamental que presenta el estudio de la arquitectura palatina bajoimperial, al que ya


hemos hecho mención, es la escasez, o mejor, insuficiencia de elementos de juicio con que contamos y el
carácter heterogéneo de esos mismos elementos. Son pocos los edificios que conocemos y, lo que es más
importante, de algunos de ellos apenas sabemos nada.

20
Que según la propuesta más difundida de Carandini, Ricci y De Vos (1982: 54-58) habría que situar en torno a
320/330.

33
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Muy poco sabemos del palacio de Filipo el Arabe, muy útil para Strzygowski pero que nosotros hemos
preferido descartar por corresponder a un momento anterior a la Tetrarquía. Nada sabemos de Nicomedia
y sólo contamos con algunos documentos literarios de Antioquía, ambas capitales de Diocleciano, mientras
que la visión que nos proporcionan los vestigios y noticias del palacio de Maximiano en Milán, nos
transmiten tan solo una visión parcial y sesgada, aunque cierto es que con atisbos de nitidez
proporcionados por los trabajos allí realizados en los últimos tiempos (Figs. 10 y 11). Algo conocemos
también de los conjuntos de Trier (Fig. 12), Tesalónica (Fig. 13), Sirmium, Vía Apia, Gamzigrad (Fig. 14) o
Constantinopla (Fig. 15), aunque su interpretación global cuenta igualmente con importantes limitaciones.
Sí conocemos, por último, cada vez con mayor precisión, el conjunto construido por Diocleciano en Split, lo
que lo convierte en un tentador y peligroso ejemplo en el que centrar la atención.

Por otra parte, se trata de edificios de distintas categorías -sedes imperiales, edificios destinados al
retiro y construcciones de carácter tan singular como la villa de Majencio en la vía Apia-, que en realidad
responden a una realidad diversificada.

Estos condicionantes, que consideramos insalvables, impiden identificar de forma categórica un esquema
arquitectónico propio de la arquitectura palatina bajoimperial, un modelo predefinido -en el caso de que este
hubiera existido- en el que se habrían inspirado los arquitectos responsables de las distintas construcciones.
Aun así, se puede intentar comprobar la posible presencia de una serie de variables que con mayor o menor
frecuencia se repitan en los edificios estudiados, con el fin de confirmar al menos la existencia o no de algunas
pautas predefinidas.

Fig. 10.- Ubicación del palacio de Milán (de: Lusuardi Siena et alii, 2009). 

34
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Fig. 11.- Vestigios conocidos del palacio de Milán (de: Ceresa Mori, 2012: fig. 1). 

35
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El primer aspecto a tratar, punto de partida del


estudio de las características de la arquitectura
palatina tetrárquica, es la propia definición de los
establecimientos. S. Ćurčić (1993) ha defendido el
carácter urbano de los palacios tetrárquicos, pero
lo cierto es que el proceso alcanza un desarrollo
mayor, adquiriendo carácter “supraurbano”, esto
es: el palacio, entendido como sede principal, se
construye siempre en una zona marginal, o mejor,
periférica de la ciudad, aprovechando sobre todo
las posibilidades estratégicas de esa ciudad, pero
claramente independizado de ella, constituyendo
“una vera città nella città, anzi acanto alla città”,
como lo definía Arslan (1982: 200-202),
aprovechando aquello que le ofrece la ciudad, que
de forma subsidiaria tendría que absorber las
necesidades del emperador, la corte y el servicio.

Esta configuración topográfica del palacio en Fig. 12.- Area ocupada por el palacio de Trier (de:
relación con la ciudad está también provocada por Goethert y Kiessel, 2007: fig. 1)
la necesidad de proteger el palacio en un recinto
amurallado y, sobre todo, condicionada por las necesidades espaciales derivadas de la incorporación del
circo, importante escenario de las funciones representativas de los tetrarcas, como a continuación veremos,
que obliga a contar con un espacio considerablemente amplio, preferentemente libre de construcciones,
aunque no se evitará construir en terrenos previamente edificados. Esta es la configuración de los palacios
de Milán, Trier, Tesalónica, Sirmium, Constantinopla y quizás también del de Aquileia. No es tan claro en
el caso de Antioquía, donde la ubicación del palacio en la isla del Orontes permite una mayor
diferenciación del conjunto respecto a la ciudad.

No obstante, no existe una regla general sino la aplicación de una serie de condicionantes concretos y, de
hecho, el conjunto construido por Majencio en la vía Apia difiere completamente de la ubicación topográfica
que hemos descrito para los palacios anteriores. Ello es así debido a sus circunstancias particulares, en
especial la incorporación del mausoleo al propio conjunto21, que obliga a disponer el palacio fuera del
pomerium, la menor amenaza de riesgos –a priori-, que permiten la ubicación del conjunto fuera de la
muralla y sin recinto defensivo propio, y, por último, el afán de Majencio de ver su gobierno legitimado y, a
la vez, vincularse directamente a la Urbs. Algo similar ocurre con las residencias destinadas a los
emperadores tras su retiro, Split y Gamzigrad, definidas por Ćurčić (1993: 72) como “miniature fortified
cities”, pero que más bien son conjuntos autosuficientes que no han sido asociados a grandes centros
urbanos, que por su propia razón de ser es cierto que se diferencian netamente de las sedes imperiales.

Uno de los elementos, no exento de polémica, que a nuestro entender se convierte en esencial, es la
incorporación del circo a los complejos palatinos. El claro precedente de esta alianza es el establecido en
Roma -donde las aclamaciones en el circo constituyen una parte tradicional del culto o liturgia imperial22-

21
Independiente en el caso de Milán, el único de los palacios ya citados que incorpora tal estructura. Diferente es lo que
ocurre en Gamzigrad, donde la distancia de los mausoleos con respecto a la zona residencial les proporciona cierta
autonomía.
22
Al respecto vid. Alföldy, 1934: 83-88.

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Fig. 13.- Vestigios conocidos del palacio de Tesalónica y restitución (de: Hadjitryphonos, 2011: fig. 1).

en el palatium por antonomasia, el Palatino, propiciado por la proximidad del Circo Máximo a la casa de
Augusto primero y a la residencia flavia después. El nexo de unión que permite enlazar esta primera
combinación con el proceso reproducido en época tetrárquica, viene de la mano del complejo del Palatium
Sessorianum, iniciado por Septimio Severo y continuado –y quizás concluido- por Caracalla y por
Heliogábalo (Guidobaldi, 1999, 305), que cuenta también con un circo, que queda obliterado con la
construcción de la muralla aureliana.

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Fig. 14.- Villa de Galerio en Gamzigrad (de: Büllow, 2011: fig. 8).

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Fig. 15.- Palacio de Constantinopla (de: Müller-Wiener, 1977).

Sin embargo, es en época tetrárquica cuando esta combinación adquiere un innovador desarrollo
generalizado. El primer circo asociado a un palacio en época tetrárquica sería el de Nicomedia, principal
residencia de Diocleciano, con lo que la iniciativa de esta asociación habría recaído lógicamente en el
fundador del sistema, mientras que Maximiano, al construir su palacio milanés, habría reproducido el
esquema incorporado por Diocleciano en Nicomedia. Una segunda fase, según Humprhey (1986: 634), se
habría iniciado cuando la construcción de los circos de Nicomedia, Milán, Aquileia y del complejo imperial

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de Antioquía se encontrase avanzada, y a esta segunda categoría corresponderían los circos de Tesalónica,
Trier, Sirmium y vía Apia.

La concepción autocrática del emperador en época tetrárquica, dominus ac deus, conduce de forma
progresiva a su aislamiento, acogido en su palacio y rodeado por un creciente séquito de funcionarios y
cortesanos. Ante esta situación, el circo, donde se celebran los juegos -símbolo de la victoria imperial- y los
aniversarios imperiales, será el único lugar que permitirá el encuentro entre el emperador –“victor in war,
and provider of peace, plenty and games” (Cameron, 1976: 182)- y sus súbditos. Por esto mismo, la
residencia del emperador y el lugar donde se presenta a sus súbditos –el pulvinar imperial del circo-
estarán en este momento íntimamente relacionados, formando parte de un complejo único y evitando de
esta forma que el emperador deba alejarse demasiado de su morada para realizar sus solemnes
apariciones.

Ante este fundamento, el circo llegará a constituir incluso un condicionante para la ubicación del
propio palacio 23 . En aquellos casos en los que exista un circo previo, los tetrarcas lo aprovecharán,
reconstruyéndolo o monumentalizándolo, y dispondrán el palacio en las inmediaciones. En aquellos casos
en los que no se cuente con un edificio previo, se construirá uno nuevo y será ahora la necesidad de una
topografía propicia para tal construcción, lo que condicionará la ubicación del circo y, en consecuencia, la
del propio palacio. Sin embargo, la interrelación entre estas dos construcciones no se llevará a cabo a
través de un esquema formal concreto, sino sólo mediante la proximidad de ambas (Fig. 16), de manera
que el emperador pueda acceder con facilidad al pulvinar imperial desde su palacio24.

No obstante, como ya hemos dicho, esta asociación tampoco ha escapado a la polémica suscitada por
las distintas escuelas dedicadas al estudio de la arquitectura tetrárquica. La asociación entre palacio y circo
y el relevante papel que este último desempeña en la representación imperial de época tetrárquica es
aceptada y defendida por un amplio grupo de investigadores25, con excepción de Duval26, que fundamenta
su crítica, basada en una visión excesivamente incrédula 27, en la ausencia de evidencias rotundas que
tajantemente ratifiquen la asociación de estos elementos. Para Duval la asociación palacio-circo sólo es
evidente en Roma -además como algo casual- y en Constantinopla en un momento más avanzado. En el
resto de los casos considera que esta relación está escasamente probada, llegando a excluir el ejemplo
paradigmático que constituye el complejo de Majencio en la vía Apia, al no considerarlo una residencia
oficial.

23
Nunca en el caso de las residencias previstas para el retiro que, como podemos observar en Split y Romuliana, no
precisan de esta función representativa, una vez que el augusto ya ha abandonado la púrpura.
24
Sobre la influencia del esquema pulvinar imperial-circo sobre las basílicas circiformes, reflejo a fin de cuentas de su
trascendencia como elemento de representación, véase Torelli, 1992: 208.
25
Al respecto véase especialmente De Angelis, Ioppolo y Pisani, 1988: 12; Frova, en: Milano, 1990: 423-431; Frazer,
1966: 385-392; Pisani y Calza, 1976: 150; Cameron, 1976: 182; McCormack, 1981; Settis, 1982: 515-534, Guidobaldi,
2004, 40-42; especialmente, Humphrey, 1986: 579-638; Hidalgo, 1999; Mayer, 2002, passim y 2013: 112-113; Bauer,
2007: 170 y Popović, 2011: 179-181.
26
En especial Duval, 1973: 151-158; 1978a: 56-57; 1979a: 50. En la misma línea Spieser, 1984: 108: “En voyant combien
maigres sont les résultats auxquels nous aboutissons, on sera tent‚ de prende … son compte les hesitations de N.
Duval sur l’existence d’un lien privilégié entre palais et hippodrome”.
27
Humprhey, 1986: 637: “Duval continues to have doubts about the obligatory link between palace and circus in this
period (...). He regards the circus near the Sessorian and the circus of Maxentius as not being official political
residences. But this distinction is too subtle”; Arslan, 1982a, n. 36: “La prudenza del Duval, che non considera
Treviri, ci sembra forse eccesiva, mentre la sua ricerca viene bloccata dalla pregiudiziale (anche se sottointesa)
affermazione che il Palazzo Imperiale milanese dovesse essere un complesso organico e delimitabile”.

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Fig. 16.- Asociación palacio-circo (según: Frazer, 1966): 3.- Sessorium, 4.- Vía Apia, 5.- Antioquía, 6.- Milán, 7.-
Tesalónica, 8.- Trier y 9.- Constantinopla.

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Sin embargo, lo cierto es que la asociación palacio-circo es meridianamente clara también en la villa de
Majencio en la vía Apia (Fig. 17), donde su carácter extraurbano permite que el esquema se establezca con
plena libertad, sin las limitaciones que puede imponer la existencia de un circo previo o la necesidad de
adosarse o incorporarse a la ciudad y protegerse mediante un perímetro amurallado. Las circunstancias
concretas que originan la construcción del complejo de la vía Apia no constituyen un argumento suficiente
para excluirlo del grupo de palacios imperiales, pues realmente el propio principio que da lugar a su
construcción, el deseo de legitimación de Majencio, da pie a pensar, con independencia de su ubicación en
el suburbium, que en su construcción Majencio emularía los edificios de los tetrarcas, de los que se
considera un igual.

Incuestionable es igualmente la relación palacio-circo en Tesalónica, donde ambas construcciones se


distribuyen orgánicamente según un eje -que culmina en la rotonda- que proporciona como resultado un
conjunto que adquiere coherencia con la presencia inexcusable de cada una de las tres unidades: rotonda,
zona representativa/residencial y circo, de modo que la exclusión del circo de este todo, considerándolo
algo ajeno y dotándolo de independencia, privaría al conjunto de la evidente racionalidad con que se
planificó. Algo semejante ocurre, con distinto grado de comprobación, en Milán, Trier -donde la distancia
entre el palacio y el circo quizás sería mayor-, Aquileia o Nicomedia, culminando finalmente el esquema en
Constantinopla, donde la ubicación del circo construido por Septimio Severo condiciona completamente la
disposición del nuevo palacio constantiniano.

Así pues, como ya defendió con un profundo análisis Humprhey (1986: 579-638), podemos afirmar que
la alianza palacio-circo constituye una de las características más repetidas y comunes de la arquitectura
palatina tetrárquica en lo referente, eso sí, a la configuración de las sedes oficiales, nunca en las destinadas
al retiro.

Fig. 17.- Villa de Majencio en la Vía Apia (según: Ioppolo).

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El papel representativo que desempeña el circo se completa ideológicamente con el mausoleo


(Johnson, 2009), haciendo mayor hincapié sobre el culto al emperador victorioso: vivo y aclamado en el
circo, muerto y divinizado en el mausoleo. La unión del mausoleo a la residencia reitera también el
concepto de sacralidad imperial28, en un momento en el que la esencia divina se encarna directamente en el
emperador, que constituye en vida un auténtico deus.

El concepto aplicado al mausoleo tetrárquico es el del heroon helenístico (Grabar, 1946: 230-234;
Frazer, 1966: 388), lugar al mismo tiempo de sepultura y de culto que, además, se incorpora a la residencia
como exaltación del carácter divino del emperador. Para su configuración se elige primordialmente la
planta circular cubierta con bóveda 29 , con reminiscencias del mencionado heroon y tipológicamente
emparentada con el Panteón -en especial en el caso de la vía Apia-, reiterando su dedicación al culto
imperial y su carácter sacro.

Los tetrarcas rompen con la tendencia altoimperial de enterrarse en los grandes mausoleos de Roma, los
de Augusto y Adriano, que superan el concepto de mausoleo dinástico para convertirse en mausoleos impe-
riales, para crear nuevas tumbas en este caso concebidas como mausoleos familiares. La ubicación de estas
nuevas tumbas también cambia, de manera que ahora se dispondrán preferentemente junto a sus residencias.

Este abandono de los lugares de enterramiento tradicionales de Roma, forma parte del propio
distanciamiento de los tetrarcas de Roma. La Urbs continuará desempeñando un importante papel político
e ideológico, como se desprende además de la importante actividad edilicia desarrollada allí por los
tetrarcas (Mayer, 2013b), sin olvidar que fue el lugar elegido por Diocleciano y Maximiano para la
celebración de sus vicennalia, pero dejará de ser la sede del emperador por antonomasia. Es evidente que
no se considera necesaria la presencia estable de los emperadores en Roma, sino que, antes bien al
contrario, se harán presentes en otras zonas del Imperio, especialmente en relación con la propia defensa y
organización de su territorio.

Esta descentralización del poder desde Roma lleva a la creación de las nuevas sedes imperii en distintas
zonas de su territorio, que afecta incluso también a las tumbas, situadas ahora en las nuevas sedes o en las
residencias de retiro. Sólo Majencio mantiene su mausoleo en Roma, aunque con la creación de un nuevo
mausoleo en la vía Apia, que coincide perfectamente con la concepción de las nuevas tumbas tetrárquicas.

No es esto en sentido estricto una innovación de los emperadores de la Tetrarquía, sino que supone
asumir por los emperadores la tradición de la aristocracia romana, muy afianzada en el tiempo y conocida
a través de gran cantidad de casos, de situar sus mausoleos en sus villas.

A pesar de este importante papel que desempeñó el mausoleo en época tetrárquica, los únicos
mausoleos asociados a palacios que conocemos son el de Diocleciano en Split, el ya citado de Majencio en
la vía Apia, el posiblemente ocupado por Maximiano -antes de ser usado por Valentiniano II- de S. Vittore
al Corpo en Milán, el de Gamzigrad, asociado a Galerio y a su madre, Rómula, y, por último, el Apostoleion
destinado a Constantino en su capital.

Si, como sabemos, los tetrarcas utilizan más de una sede durante su gobierno, es de esperar que los
mausoleos no constituyan una de las unidades comunes de los palacios, pues en buena lógica no cabe su

28
El primer investigador que profundizó en la relación palacio-mausoleo fue Grabar (1946), cuyos resultados fueron
completados por Frazer (1966).
29
Según Arce (1990: 121) “...indicativa del carácter triunfal del Emperador y se emparenta por tanto con la tradición de
los monumentos triunfales iniciada con el de Augusto mismo (y antes con Sila)”.

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repetición en distintos lugares. De hecho, sería insensato pensar que Diocleciano hubiera dispuesto un
mausoleo en los palacios de cada una de sus sedes principales, Nicomedia, Antioquía y Sirmium, o que
Maximiano hubiera construido otra estructura para este fin en Aquileia -si aceptamos, claro está, la
identificación de su mausoleo con el recinto milanés de San Vittore-. En consecuencia, el mausoleo
constituye una importante unidad en relación con la configuración de los conjuntos palatinos, como lugar
de culto del emperador divinizado, si bien no en todos los palacios debe aparecer esta construcción.

La función sacra del mausoleo se completa con el templo. El caso paradigmático donde se observa a la
perfección esta combinación es Split, con templo y mausoleo enfrentados junto al peristilo, constituyendo
el área sacra dedicada a la glorificación del emperador tras su muerte y emblema ideológico, como
santuario dinástico, del nuevo orden implantado por la Tetrarquía, encarnado en la figura de su fundador.
El mismo esquema, pero ya convertido a los nuevos términos fijados por el cristianismo, sería el reflejado
en la tumba de Constantino, bajo la advocación de los Santos Apóstoles, en cuya iglesia el emperador
muerto se sitúa como un apóstol más o incluso al mismo nivel que Cristo. A pesar de lo interesante que
puede llegar a parecernos esta combinación de elementos cultuales, los escasos ejemplos con que contamos
impiden incluirla entre las características generales de los palacios tetrárquicos: la presencia de mausoleo y
templo puede ser rotunda en la identificación de un palacio imperial, pero su ausencia no permite
descartar tal posibilidad.

La propia concepción autocrática del emperador-dios de la Tetrarquía hace pensar también en la


necesidad de incorporar al palacio al menos un importante espacio representativo donde se concentrasen
los actos de recepción y gobierno. Con ello, el aula de recepción se convierte en un espacio de recepción
privilegiado donde eran recibidos los más selectos, siguiendo un ceremonial hierático transformado por la
influencia del ceremonial oriental30.

Para el diseño de esta sala se elige un modelo determinado: la planta basilical, consistente básicamente
en una amplia sala rectangular a la que se adosa en la cabecera un ábside, en el que unos han querido ver
un elemento glorificante de la figura del emperador y otros, en contraposición, una mera adaptación a un
nuevo hábito social, la incorporación del stibadium a los banquetes.

Curiosamente este tipo de sala, cuyo claro precedente está en la Domus Flavia, lo podemos encontrar en
muchos de los conjuntos tetrárquicos. El ejemplo paradigmático por sus dimensiones, configuración y estado
de conservación es el aula de Trier, a la que se suman las de la vía Apia, Split, Gamzigrad, Cercadilla,
Mediana, Sessorium 31 (Fig. 18), Milán 32 e incluso quizás la Magnaura del palacio imperial de
Constantinopla33. La propuesta de identificación en Sirmium e incluso en Milán de un pulvinar absidado

30
Según U. Roberto (2014: 68), “gli uomini ammesi al cospetto del príncipe venivano accompagati secondo un ordine
gerarchico puntigliosamente rispettato. Entrati nella sala delle audienze avanzavano sbalorditi verso l’abside, dove
l’imperatore li attendeva seduto in trono. Avanzavano in silenzio, con le mani velate (manus velatae), mentre
essenze e fraganze bruciavano spargendo effluvi inebrianti nell’aria. Giunti a contatto con la sacra persona, si
inginocchiavano secondo il rito orientale della proscinesi e baciavano l’orlo del mantelo di porpora. Poi si alzavano
e rimanevano in piedi al cospetto dell’imperatore, conservando un silenzo che s’addiceva all’incontro con un uomo
investito di potere divino”.
31
Recientemente E. Gallochio (2013) ha propuesto para el Sessorium una estructura muy similar a la del aula palatina
de Trier (Fig. 18).
32
Aunque de esta sala sólo se conoce parte de la cabecera (Fig. 19, C), ha sido interpretada como aula basilical (vid.
Ceresa Mori, 2012: 28).
33
Ziemssen (2012: 124) ha propuesto que la basílica de Majencio podría haber desempeñado la función de aula de
recepción imperial. El edificio, con ciertas similitudes con las aulas de recepción tetrárquicas, se aproxima mucho más
en su concepción a la de las basílicas. Además, su ubicación en el foro romano la aproxima también más a las basílicas,
mientras que las aulas de recepción tetrárquicas forman parte de los espacios residenciales de los emperadores.

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adosado al circo, han llevado a dudar seriamente, por la similitud del esquema, de la posible aula basilical
situada entre el palacio y el circo de Tesalónica34, aunque las investigaciones recientes llevan a considerarla
muy plausible35.

En otros casos como Nicomedia o Antioquía, la precariedad de los datos con que contamos nos impide
saber en la actualidad si alguna vez existió allí un aula de esas características36.

No quiere decir esto de ninguna manera que la planta basilical o absidada sea un elemento definitorio en
exclusividad de la arquitectura palatina tetrárquica. Nada más alejado de la realidad. Este tipo de aulas
constituye un componente común de la arquitectura doméstica previa a la Tetrarquía y continuará
desarrollándose de una forma incluso más profusa una vez desaparecido el sistema. Tampoco queremos
centrar el debate en la presunción, que nosotros sí admitimos, de unas determinadas funciones
representativas en los palacios, para una sala que en la arquitectura doméstica desempeña primordialmente
la función de triclinium y/o espacio de recepción.

En consecuencia, el estudio de estas salas también cuenta con ciertos problemas: ¿de qué modo
podemos distinguir un aula de recepción absidada palatina o imperial de la construida para un dominus?
El problema tiene difícil solución, ya que en esencia la planta aplicada en ambos casos es exactamente la
misma. Sólo podemos atisbar un criterio que, en cierta medida, puede clarificar la cuestión: las
magnitudes. En el caso del aula de Trier el criterio es claro, sus dimensiones impiden cualquier confusión
con los ejemplares conocidos para la arquitectura doméstica, al igual que ocurre con las de Tesalónica y
Cercadilla, las siguientes en dimensiones, muy por encima de las demás. En el resto de los ejemplos la

Fig. 18.- Palacio del Sessorium (según: Gallocchio, 2013). 

34
Sobre la identificación aquí de la tribuna imperial véase Humprhey, 1986: 579-638, especialmente 636.
35
Al respecto véase especialmente: Hadjitryphonos, 2011.
36
Como señala R.J.A. Wilson (2011: 69), “In some imperial palaces, such as Diocletian’s in Split and Maximian’s in
Cercadilla, there is in fact more than one apsed hall, and the distinction between function as in Rome [Domus
Flavia], where there is both an imperial recepcion hall (“Aula Regia”) and a separate place for hearing legal cases
(the “basilica”), may therefore have been carried through into late imperial palace architecture well”.

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situación se complica. Para el diseño de estas otras aulas imperiales se utiliza primordialmente como
modelo la “basílica centenaria”, de cien pies de longitud (Luschi, 1982), como ocurre en las aulas de Split y
Majencio -al igual que la de la Domus Flavia-. Sin embargo, es también el caso del aula de Piazza
Armerina, en la que, si bien la grandiosidad de la arquitectura y decoración han llevado de antiguo a pensar
en un establecimiento imperial -asignado a Maximiano o Majencio-, a partir sobre todo del profundo
estudio de Carandini, Rici y De Vos (1982), se acepta como sobradamente demostrado el carácter privado
de su aristocrático comitente, fuera éste quien fuere. En consecuencia y bajo nuestro punto de vista, las
aulas absidadas constituyen, a partir de la propia casuística, un importante elemento en la configuración
de los palacios tetrárquicos, si bien su diferenciación de las propias de la arquitectura doméstica es bien
difícil y el único criterio que nos puede servir como indicativo, no siempre definitivo, serían sus
dimensiones.

No es ilógico tampoco suponer que los edificios termales sean una de las unidades habituales de los
palacios tetrárquicos. Si nos encontramos ante unos amplios conjuntos que entre sus funciones asumen las
residenciales, las termas deben presumiblemente tener cabida aquí, dentro de los espacios privados o como
lugar de encuentro social, siguiendo en ambos casos pautas habituales en el mundo romano y de sobra
conocidas a través tanto de la arquitectura privada como de la pública.

Fig. 19.- Detalle de un sector del palacio de Milán (vía Gorani, 2-4), con la identificada como posible sala de recepción
basilical (C) (de: Ceresa Mori, 2012). 

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1 LAS SEDES IMPERIALES AL FINAL DEL IMPERIO…

En efecto, termas nos encontramos en el complejo palatino de Milán -más bien en lo que se refiere a las
“termas hercúleas” que en lo concerniente a las discutibles de Piazza Mentana o las descartadas de vía
Brisa (Baldini Lippolis, 2001: 223-224)- y posiblemente también en Sirmium, mientras que en el complejo
de la vía Apia se reutilizan las de la villa precedente de Herodes Atico (Pisani y Calza, 1976: lám. LVI). En
Antioquía sólo contamos con el testimonio de Libanio (Or. 11.203-207), quien hace alusión a edificios
termales en distintas ocasiones, aunque nada sabemos de cómo eran y dónde se encontraban. En Trier la
construcción de las suntuosas termas Constantinianas -situadas en el “tercer puesto absoluto tras las
termas de Caracalla y Diocleciano en Roma” (Gros y Torelli, 1988: 316)-, de eminente carácter cortesano y
concebidas siguiendo modelos imperiales, al igual que las de Milán, nos lleva a plantear que es casi
imposible pensar que no hubiera otras de carácter más restringido destinadas al uso exclusivo del
emperador y sus allegados, situadas lógicamente en la zona de los apartamentos imperiales.

En las sedes destinadas al retiro, Split y Gamzigrad, las termas constituyen un lógico elemento más,
dado el notorio carácter residencial de estos complejos. En el caso de Split, la existencia de un doble
establecimiento permite plantear la posibilidad de que uno de ellos -el más próximo a los apartamentos
imperiales- estuviera reservado a Diocleciano, mientras que el otro tendría un carácter más abierto. En el
mismo sentido se deben entender también las termas que, dentro del programa edilicio que llevó a cabo en
la Urbs (Herrmann, 1976 y Oenbrink 2006), construyó Majencio en el Palatino -reproduciendo el esquema
en época tetrárquica en el Palatium por antonomasia-, en las que, según Ćurčić (1993: n. 44), quizás
también se estableció una doble función, pública y privada.

No obstante, si bien se puede presumir la presencia de este tipo de edificios en los conjuntos palatinos,
realmente no constituyen una característica definitoria, al igual que ocurre con los apartamentos
imperiales -que lógicamente existían en estos conjuntos-, pues en ninguno de los dos casos contamos con
dato alguno que nos permita ni tan siquiera pensar que estos establecimientos se desarrollaban según un
esquema homogéneo.

Otros elementos como la existencia de dos grandes ejes ortogonales, que presiden el acceso al palacio, y
la presencia de una fachada con terraza o pórtico orientada al río o al mar y destinada al paseo, no entran
en consideración, ya que los ejemplos en los que se reproducen -limitados en ambos casos a Split y a
Antioquía- son demasiado reducidos, de ahí que puedan entenderse sencillamente como rasgos similares
de dos edificios erigidos por el mismo comitente.

Un último elemento a tener en cuenta serían los horrea. Si bien estos edificios se diferencian
perfectamente de las construcciones palatinas y, de hecho, nunca existe conexión física entre ambos, llama
la atención la recurrente repetición de este tipo de construcciones en las nuevas sedes tetrárquicas -en
relación especialmente con el aprovisionamiento de las tropas en las proximidades de las fronteras-.
Horrea encontramos asociados a los nuevos complejos imperiales, especialmente en los casos de Milán,
Aquileia, Trier Sirmium, Gamzigrad y Mediana (Fig. 20)37. Estos grandes almacenes se configuran además
mediante un esquema muy homogéneo, constituido por un amplio cuerpo rectangular -que puede estar
subdividido interiormente-, rodeado en todo su perímetro externo por toda una serie de contrafuertes que
se desarrollarían en alzado como arquerías ciegas.

A partir de lo hasta ahora visto, se puede concluir que no es posible establecer un modelo-tipo de
palacio tetrárquico -ni tan siquiera bajoimperial-. Sólo existe una serie de “peculiaridades” que con mayor

37
Los últimos trabajos en Mediana están mostrando un complejo formado por diversos espacios y dependencias,
incluyendo barracones militares, que superan el ámbito estricto de una villa residencial. Al respecto véase Milošević,
2011.

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Fig. 20.- Complejo de Mediana (de: Milošević, 2011: fig. 2).

o menor frecuencia se repiten, constituyendo un importante compendio de indicios que en ningún


momento alcanzan el rango de norma. Sin embargo, no debe resultarnos extraño que así sea, ya que nos
encontramos en un momento de cambio en el que se asumen las tendencias anteriores y se aplican en
función de las necesidades concretas del momento, en un vertiginoso proceso que se reduce en términos
cronológicos a pocos decenios y que difícilmente habría permitido que llegara a madurar un modelo
perfectamente definido. La riqueza arquitectónica que ha sido legada a los arquitectos de la Tetrarquía les
permite, en un continuo proceso experimental, aportar una solución concreta a cada caso, y serán las
exigencias específicas que motivan la creación de cada uno de los palacios, las que a fin de cuentas
condicionarán su imagen final.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía


Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015
MYTRA 1, 2018: 55-77

LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS DANS LES SEDES REGIAE


DU MIDI DE LA GAULE

MARC HEIJMANS*

RESUMEN

El objetivo de este trabajo es presentar, por un lado, las influencias de la presencia de los visigodos
en las ciudades meridionales de la Gaule que sirvieron, de manera más o menos estable, como
residencia de los reyes visigodos. Por otro lado, se abordan las transformaciones que pudieron
producirse, o no, en la topografía urbana de estas sedes regiae. Esta contribución se limita
conscientemente al conocimiento arqueológico de la topografía del poder de las capitales visigodas,
dejando de lado, por tanto, aquéllas otras ciudades galas dirigidas por los reyes burdingos, como
Genève y Vienne, que ya fueron presentadas en 2000 en el marco de una publicación monográfica
cuyos objetivos se aproximan a los que aquí planteamos.

PALABRAS CLAVE

Gaule, Aquitania, Narbonense, Visigodos, sedes regiae, topografía urbana, arquitectura


tardoantigua, residencia, grupos episcopales.

RÉSUMÉ

Cette contribution a pour but de présenter les influences de la présence des Wisigoths dans les villes
du Midi de la Gaule qui ont servi, de façon plus au moins durable, de résidence aux rois wisigoths,
et aux modifications qu’ils ont apportées, ou non, à la topographie de ces sedes regiae. Elle se limite
aux capitales des Wisigoths, laissant de côté celles des rois burgondes, Genève et Vienne, qui ont
fait l’objet d’une présentation en 2000, dans le cadre d’une publication spécifique dont les objectifs
étaient proches des nôtres.

MOTS-CLÉS

Gaule, Aquitania, Narbonnaise, Wisigoths, Sedes Regiae, topographie urbaine, architecture de


l’Antiquité tardive, résidences royales, groupes épiscopaux.

*
Aix Marseille Univ, CNRS, Minist Culture & Com, CCJ, Aix-en-Provence, France. heijmans@wanadoo.fr.
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MARC HEIJMANS 1

1. INTRODUCTION

Cette contribution a pour but, de présenter les influences de la présence des Wisigoths dans les villes du
Midi de la Gaule qui ont servi, de façon plus au moins durable, de résidence aux rois wisigoths, et aux
modifications qu’ils ont apportées, ou non, à la topographie de ces sedes regiae. Elle se limite
volontairement aux capitales des Wisigoths, laissant de côté celles des rois burgondes, Genève et Vienne,
qui ont fait l’objet d’une présentation en 2000, dans le cadre d’une publication dont les objectifs étaient
proches des nôtres (Bonnet et Reynaud 2000). Je me permets donc de renvoyer à cette étude, qui n’a rien
perdu de son actualité.

La région concernée correspond en gros au diocèse des sept Provinces, tel qu’il a été défini après les
réformes administratives de la Tétrarchie, c’est-à-dire aux anciennes provinces de la Narbonnaise et de
l’Aquitaine (Fig. 1). Sur ce vaste territoire, on peut dénombrer au Haut-Empire environ 40 chefs-lieux de
cité, une vingtaine en Narbonnaise et autant en Aquitaine1. En Narbonnaise, plus précocement urbanisée,
on compte plusieurs colonies de droit romain (Arles, Narbonne, Béziers, Orange, Fréjus, peut-être
Valence) ; les autres étaient dotées du droit latin, comme c’était également le cas des villes de l’Aquitaine,

Fig. 1. Le diocèse des Sept Provinces (© dessin M. Heijmans).

1
Le nombre exact est difficile à donner, car certaines cités disparaissent tôt, comme Ruscino (P.-O.), d’autres plus tard
(Glanum, B.-d.-R.), alors que certaines villes ont changé de statut durant le Haut-Empire (Sisteron (Alpes-de-Haute-
Provence), peut-être dès le II e siècle). En Aquitaine, le statut de certaines villes au Haut-Empire est également
incertain.

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1 LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS DANS LES SEDES REGIAE DU MIDI DE LA GAULE

ou avaient un statut de cité fédérée (Vaison, Die). Alors que les villes de l’Aquitaine sont toutes, au Haut-
Empire, des villes ouvertes, en Narbonnaise, au moins la moitié (et sans doute davantage) des chefs-lieux
de cité étaient pourvus d’une enceinte, parfois très vaste, comme à Nîmes ou à Vienne. Du point de vue
administratif, deux villes avaient rang de capitale. Pour la Narbonnaise, c’est, comme l’indique son nom, la
colonie de Narbonne, mais pour l’Aquitaine, c’est plus complexe, car il semble y avoir eu un déplacement
de Saintes vers Bordeaux, avec, peut-être, un détour par Poitiers (Gros 1991: 85-86; TCCG 1998: 11). Ces
villes étaient donc équipées des bâtiments administratifs liés à leur fonction de chef-lieu de cité, ainsi que,
en tout cas à Narbonne, d’un sanctuaire provincial, à l’instar de celui, mieux connu, de Lyon. En Aquitaine,
c’est la ville de Saint-Bertrand de Comminges qui semble avoir joué un rôle particulier comme sanctuaire
du culte impérial pour les peuples pyrénéens (Gros 1991: 86-88) 2.

Au cours du Haut-Empire, ces villes ont évidemment continué à se développer, même si, en particulier
en Narbonnaise, on observe des signes d’une stagnation, voire d’une régression, dès le II e siècle qui
s’accentue au IIIe siècle (Heijmans 2011). En Aquitaine, plusieurs villes, notamment au nord de la Garonne,
se sont dotées à la fin du IIIe siècle ou au début du siècle suivant d’enceintes qui le plus souvent ont exclu le
centre civique ; en Narbonnaise, on connaît également quelques enceintes de cette période, mais leur
construction est le plus souvent liée à un changement de statut (Heijmans 2006b).

En effet, les réformes tétrarchiques entraînent un certain nombre de transformations, dues en grande
partie aux découpages territoriaux, qu’il s’agisse de ceux des cités, permettant la création de nouveaux
chefs-lieux, ou de ceux des provinces. Ainsi, la Narbonnaise est scindée en trois nouvelles provinces, la
Narbonnaise I, correspondant en gros à la région Languedoc-Roussillon, dont Narbonne reste la capitale,
la Narbonnaise II, la Provence orientale, dont la capitale était Aix-en-Provence, et enfin la Viennoise,
comprenant la vallée du Rhône et les Alpes, avec comme capitale Vienne. A l’extrémité orientale, la
province des Alpes Maritimes était maintenue, mais non sans une certaine modification de ses frontières.
La province de l’Aquitaine était également divisée en trois nouvelles entités, l’Aquitaine I, grosso modo du
Massif central jusqu’à la Loire (Bourges), l’Aquitaine II, le long de l’Atlantique (Bordeaux) et, au sud de la
Garonne, la Novempopulanie (Eauze).

Est né ainsi le diocèse des Sept Provinces, dépendant d’un vicaire, lui-même sous les ordres du préfet
du prétoire des Gaules, installé à Trèves. Dans un premier temps, le vicaire avait sa résidence à Vienne,
mais il semble que vers le milieu du IVe siècle, il se déplace vers Bordeaux. Un dernier grand changement
intervient vers la fin du siècle ou au début du siècle suivant, avec le transfert de la préfecture du prétoire de
Trèves vers Arles. Ainsi, cette ville, théoriquement simple chef-lieu de cité dans la province de Viennoise,
mais déjà réputée pour être la deuxième ville des Gaules en importance après Trèves, devient le centre du
pouvoir politique, économique et administratif et jouera un rôle particulier durant les V e et VIe siècles
(Heijmans 2004 : 59-78).

Rappelons enfin que la vallée du Rhône est précocement christianisée. Une communauté chrétienne est
attestée à Vienne dès la fin du IIe siècle, et, au milieu du IIIe siècle, on connaît un évêque à Arles, qui est ainsi
le premier évêché attesté du Midi de la France. Au début du IVe siècle, lors du concile d’Arles de 314, cinq
autres communautés provençales sont représentées (Apt, Orange, Marseille, Nice et Vaison) ainsi que trois
de l’Aquitaine, Bordeaux, Javols et probablement Toulouse plutôt qu’Éauze. Bien que la preuve manque le
plus souvent, faute de sources littéraires ou archéologiques, il est probable qu’autour de 400, la plupart des
chefs-lieux de cités étaient devenus évêchés et équipés des édifices de culte nécessaires au fonctionnement de
la communauté des fidèles (cathédrale, baptistère, résidence épiscopale) (Guyon 1989; id. 2006; id. 2009).

2
Cf. les réserves de Lemoine 2009: 56.

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MARC HEIJMANS 1

2. LA CONQUÊTE DE LA GAULE DU SUD PAR LES PEUPLES “BARBARES”

Telle est la situation à la veille de la grande invasion des Vandales, Alains et Suèves, datée
traditionnellement du 31 décembre 406, mais qui a pu avoir lieu un an plus tôt, comme cela a été suggéré
encore récemment (Kulikowski 2000; Delaplace 2015: 130-131). Dans cette hypothèse, la suite des
événements, en particulier l’usurpation de Constantin III et son installation à Arles en 407, prend place
plus facilement dans la chronologie.

Il n’est évidemment pas question ici de refaire l’historique détaillé de l’implantation des Wisigoths en
Gaule. Ce sujet, qui a fait l’objet de nombreux travaux, surtout anglo-saxons, a été traité plus récemment
par Christine Delaplace, qui présente une vision renouvelée de ce que la tradition hagiographique appelle
“le royaume de Toulouse” (Delaplace 2015). Elle insiste en particulier sur le rôle positif joué par les
Wisigoths en tant que fédérés de la politique géostratégique du pouvoir romain.

Rappelons toutefois que les Wisigoths arrivent en Gaule en 412, après le sac de Rome de 410, dans des
conditions qui demeurent discutées. Cantonnés d’abord, semble-t-il, en Aquitaine Seconde, ils attaquent
Marseille en septembre 413, puis s’installent à Narbonne, où le roi Athaulf épouse, le 1er janvier 414, Galla
Placidia. Au printemps, ils retournent vers Bordeaux, mettent le siège devant Bazas, puis finissent par
franchir les Pyrénées pour s’installer à Barcelone.

Après un premier traité signé en 416, peut-être à la frontière entre la Narbonnaise et la Tarraconaise,
les Wisigoths sont réinstallés en 418/419 en Aquitaine, selon des conditions qui ont fait l’objet de vives
discussions, et qui seraient à l’origine du “royaume wisigoth” de Toulouse (pourtant situé en Narbonnaise
Première) (Delaplace 2015: 165-184). Royaume autonome ou plutôt armée installée par Rome afin de
protéger la Gaule du Sud et l’Italie contre les autres peuples, comme les Vandales, toujours est-il que, à
plusieurs reprises, les Wisigoths font des incursions en Narbonnaise, où ils visent en particulier Arles (425,
430) et Narbonne (436). S’agit-il d’une véritable tentative de s’emparer de la Narbonnaise et d’avoir accès à
la Méditerranée ou, comme le suggère Chr. Delaplace, d’un moyen de faire pression pour obtenir un statut
plus avantageux (Delaplace 2015: 186-196)? En tout cas, un nouveau traité fut conclu qui éloigna
provisoirement les Wisigoths de la Méditerranée et leur accorda la Novempopulanie, si du moins, ce n’était
pas déjà le cas dès 418/419. Entre temps, les Burgondes s’établissent vers 443 (peut-être déjà avant ?) en
Savoie et les Francs sur le Rhin (455), après la défaite d’Atilla en 451.

Quelques années encore protégées par la présence de l’empereur Majorien, installé à Arles, la ville de
Narbonne et une grande partie de la Narbonnaise Première ont été cédées, après sa mort, aux Wisigoths en
462, qui prennent possession dix ans plus tard de l’Aquitaine I, notamment de la région de Bourges, puis,
après la “ paix honteuse ”, tant décriée par Sidoine Apollinaire, du reste de l’Aquitaine (475) (Sid. Apoll.,
Ep. VII, 6 et 7). Le printemps suivant, le roi wisigoth Euric envahit la Provence et s’empara définitivement
d’Arles, de Marseille et des cités voisines. Euric meurt à Arles en 484.

La Gaule méridionale est désormais occupée par les Wisigoths, exceptées la Savoie et la moyenne vallée
du Rhône, aux mains des Burgondes. Au nord de la Loire, le royaume des Francs s’est développé petit à
petit jusqu’à la bataille de Vouillé en 507, où l’armée de Clovis écrasa les troupes d’Alaric, qui mourut dans
le combat. Le royaume franc s’étend désormais jusqu’aux Pyrénées, alors que les Burgondes se
maintiennent. Autour de la Méditerranée la situation est plus complexe, puisque, après le siège d’Arles de
507/508 par les Francs et les Burgondes, la ville a été libérée par les Ostrogoths, qui annexent à leur
royaume la basse Provence, donc la région au sud de la Durance. Seule une partie de la Narbonnaise
Première demeure aux mains des Wisigoths et le restera jusqu’en 719, moment de sa conquête par les
Arabes. En Provence, tout le secteur entre la Durance et l’Isère, sur la rive gauche du Rhône, a été repris

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1 LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS DANS LES SEDES REGIAE DU MIDI DE LA GAULE

aux Burgondes en 523. Cette situation perdure jusqu’en 536/537, quand les Ostrogoths cèdent la Provence
au roi franc Childebert.

3. L’INFLUENCE DE LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS SUR LES VILLES DE LA GAULE


MÉRIDIONALE

La première question qu’il faut se poser est de savoir comment ont réagi les citadins et les responsables
municipaux devant l’arrivée des Goths en Aquitaine. On ignore en grande partie les conditions selon
lesquelles les Wisigoths ont été installés dans ces régions, mais, même s’ils étaient considérés par Rome
comme une armée alliée, utile à la protection de l’Empire, on a du mal à imaginer que la population les a
accueillis les bras ouverts. Les excursions militaires vers Arles ou Narbonne ont bien montré leur
agressivité et les menaces qu’ils ont fait peser sur la région.

C’est dans cette perspective que j’avais jadis expliqué la construction de plusieurs enceintes, à la fois en
Novempopulanie et en Narbonnaise (Fig. 2) (Heijmans 2006b). En Novempopulanie, il s’agit de toutes les
enceintes que L. Maurin avait attribuées à la “ seconde génération ”, c’est-à-dire des petites enceintes,
plutôt des “ citadelles-refuge ”, élevées à la suite des invasions de 407/409 ou bien au moment de la
réorganisation de la défense de l’Occident dans les années 410 (Maurin 1992: 384-388). Les travaux
récents à Saint-Bertrand de Comminges ont confirmé cette datation du début du V e siècle pour la
construction de l’enceinte de cette ville (Esmonde Cleary et Wood 2006). Partant de ce constat, Chr.
Dieulafait et R. Sablayrolles avaient proposé prudemment une autre hypothèse pour l’ensemble des

Fig. 2. Les villes qui semblent avoir été fortifiées au Ve siècle (© dessin M. Heijmans).

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MARC HEIJMANS 1

enceintes de la Novempopulanie, dans le cadre de la défense des Pyrénées face aux menaces venues du
nord ou du sud, peut-être au moment où Constance installe les Wisigoths en Aquitaine (Dieulafait et
Sablayrolles 1996: 119-121). C’est également cette idée qu’a reprise Chr. Delaplace, en insistant plus
lourdement sur l’importance de la protection des Pyrénées contre des possibles invasions provenant
d’Espagne (Delaplace 2015: 258-262).

Mais c’est surtout pour la Narbonnaise qu’il m’a semblé que la construction des enceintes de plusieurs
colonies pouvait être expliquée par la présence des Wisigoths en Aquitaine et leur volonté manifeste de nuire
aux villes encore sous l’autorité centrale, en particulier Arles, siège de la Préfecture, mais également Nîmes
et Narbonne, voire Avignon ou Orange (Heijmans 2004: 122; id. 2006b). Les études récentes ont, en tout
cas pour Arles, confirmé cette datation au début du Ve siècle, qui a également été acceptée pour plusieurs
autres remparts et qui s’inscrit, quoiqu’il en soit, dans une mouvance plus générale de construction de
fortifications dans l’Empire, aussi bien autour de villes que d’agglomérations secondaires. S’opposant à cette
hypothèse, Chr. Delaplace, bien que refusant le caractère menaçant des Wisigoths, admet que ces enceintes
auraient pu être érigées par l’autorité romaine dans le cadre de la défense de la région, mais non contre la
menace des Burgondes ou des Wisigoths. Elle envisage même la possibilité que ces constructions aient été
élevées sous la domination de ces mêmes peuples, donc dans la seconde moitié ou à la fin du Ve siècle. Le fait
que les remparts d’Arles ont été restaurés au début du VIe siècle sous le roi ostrogoth Théodoric montre que
cette hypothèse n’est pas à exclure (Delaplace 2015: 259-260). Cependant, ce n’est pas la seule possibilité et
il me semble que rien n’oppose à maintenir l’hypothèse d’une datation plus précoce, à un moment où les
Wisigoths ne sont pas loin et ont certainement été considérés comme des alliés peu fiables.

4. LES LIEUX DE POUVOIR DES ROIS WISIGOTHS

Une fois que les Wisigoths se sont installés en Aquitaine puis en d’autres régions et que le roi y a fixé sa
cour, quelle influence a eu leur présence sur la topographie de ces villes ? Avant d’essayer de répondre à
cette question qui était à l’origine de ce colloque, il faut souligner qu’il n’y avait pas une seule résidence et
que, comme pour les empereurs depuis la tétrarchie, le pouvoir était là où était le roi. La ville d’Aire-sur-
Adour (Landes) a accueilli à au moins deux reprises des rois wisigoths. Ainsi, en 470, Euric semble y
séjourner et en 506, Alaric II y fait promulguer son bréviaire. Sans argument déterminant, on a voulu
localiser leur résidence sous l’ancien château médiéval, et quelques autres éléments de maçonnerie sont
attribués au “ Bas-Empire ” à la fois dans la partie basse de la ville et sur la colline du Mas, mais la
topographie de la ville tardive demeure très mal connue (TCCG 2004: 110).

Pour cette contribution, nous nous sommes concentrés sur quelques villes importantes du Haut-Empire
dans lesquelles la présence d’un roi wisigoth est attestée par les sources. Il s’agit de Toulouse, Bordeaux,
Narbonne et Arles. Pour chaque ville, un bref résumé présente l’évolution de la topographie des origines
jusqu’à l’arrivée des Wisigoths, avant d’étudier les modifications qui sont intervenues par la suite
notamment pour les lieux de pouvoir, qu’il s’agisse du pouvoir civil ou du pouvoir religieux

TOULOUSE

Durant le Haut-Empire, Toulouse, colonie de droit latin, est un simple chef-lieu de cité aux confins
occidentaux de la Narbonnaise, situé sur la rive droite de la Garonne 3 . C’est une ville de grandes

3
Voir en général sur Toulouse, Pailler 2002.

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1 LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS DANS LES SEDES REGIAE DU MIDI DE LA GAULE

dimensions (90 ha), entourée dès la fin de l’époque augustéenne d’une vaste enceinte qui ne semble pas
avoir été fermée du côté du fleuve. Intra muros, la topographie demeure relativement peu connue. Le
forum se trouvait au centre de la ville et un théâtre était situé près de la Garonne. On connaît également
plusieurs établissements thermaux ; à l’extérieur des fortifications on trouve les nécropoles, mais
également un amphithéâtre (Fig. 3).

Contrairement à ce qu’on voit en Narbonnaise plus orientale, la ville ne semble pas avoir connu une
régression au cours du IIIe siècle. Son évolution la rapproche donc plus des villes aquitaines que des villes
de la vallée du Rhône, qui ont subi un ralentissement de leur économie dès le II e siècle. La ville reste
prospère et, à la fin du IVe siècle, Ausone fait un éloge de la cité dont l’enceinte baigne dans le cours de la
Garonne (Ausone, Ordo urbium nobilium, v. 98-100). Il s’agit certes d’une évocation poétique, mais cela
montre qu’il avait vu une première modification de l’enceinte antique, avec la construction d’une courtine
le long de la Garonne.

Fig. 3. Toulouse durant l’Antiquité tardive (d’après TCCG XVI: 666).

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MARC HEIJMANS 1

La datation de cette enceinte, observée en particulier au sud dans les caves de l’Institut catholique, est
généralement située à la fin du IIIe siècle, sur la base de la datation par magnétisme thermorémanent de
plusieurs briques issues de ce rempart (Baccrabère et Badie 1996; id. 2002). Sa fondation, faite en partie de
blocs de remploi, plaiderait également en faveur d’une construction tardive. Cependant, A. Badie a
récemment attiré l’attention sur le fait que ces briques sont des remplois, que les résultats des analyses
n’empêchent d’attribuer au Ier siècle. En se fondant sur des parallèles en Afrique ou en Germanie, mais
également sur la ressemblance entre l’enceinte du Haut-Empire et ce mur plus tardif, il propose de le dater
du IIe siècle, le terminus post quem des remplois ne dépassant pas le Ier siècle (Badie 2002).

La topographie de la ville pendant l’Antiquité tardive et en particulier sous la domination wisigothique,


de 418 à 507, a déjà été traitée par Jean Guyon en 2000, dans le cadre d’un colloque mentionné en
introduction, ce qui me permet d’être plus succinct ici (Guyon 2000).

Notons toutefois que le forum, avec son temple (le “ Capitole ”, lieu du supplice du martyr Saturnin), a
été démantelé autour des années 400, sans que pour autant le secteur soit abandonné ; au contraire, en
même temps le dallage du forum et les rues voisines ont été refaits et ils ont continué de servir tout au long
du Ve siècle (Arramond et Boudartchouk 1996). Plus à l’est, près de l’enceinte, dans un secteur moins
occupé au Haut-Empire, on observe à partir du IV e siècle une densification de l’urbanisation avec la
construction d’une rue importante et le développement d’un nouveau quartier, comprenant entre autres
des thermes, sans doute privés, ainsi qu’un atelier de potiers. L’installation du premier groupe épiscopal
dans ce secteur participait sans doute également à ce programme urbanistique (Fig. 3, n° 2) (Catalo et
Cazes 2002; Cazes 2002a; TCCG 2014: 275-276). Cette première cathédrale, peut-être double, demeure
mal connue, mais elle est certainement antérieure à l’arrivée des Wisigoths.

Enfin, au moins deux basiliques funéraires se dressent à l’extérieur de l’enceinte. L’une se situe à
environ 400 m au nord de la porte retrouvée sous la place du Capitole, où débouche le cardo (Fig. 3, n° 5).
Cette basilique Saint-Sernin, où aurait été inhumé l’évêque Saturninus après son martyr sur les marches du
capitole antique, a sans doute été édifiée à la fin du IVe siècle et est devenue le centre d’une importante
nécropole (TCCG 1989: 32; Rocacher 1996; Boudartchouk et Cazes 2002). Toujours au nord de l’enceinte
antique, mais plus près de la Garonne, une autre basilique funéraire qui remonte également, selon toute
probabilité à la fin du IVe siècle ou au début du siècle suivant s’élevait à la place de l’église médiévale de
Saint-Pierre-des-Cuisines (Fig. 3, n° 7) (Cazes 1988; id. 2002b; TCCG 2014: 277-278).

Dans cette ville encore en pleine prospérité à la fin de l’Antiquité, plusieurs constructions publiques
semblent pouvoir être datées plus spécifiquement du Ve siècle et donc peut-être être mise en rapport avec
la présence de la cour wisigothique.

C’est le cas en particulier pour le grand monument découvert en 1988-1989 sur le site de l’hôpital
Larrey, près de la courtine septentrionale, dans l’angle nord-ouest de la ville (Fig. 4) (De Filippo 1996; id.
2002). Il s’appuie au nord contre le rempart du Haut-Empire, et sans doute au sud contre le rempart tardif
qui longeait la Garonne. Par symétrie, on peut restituer une longueur de 90 m pour une profondeur
attestée de 29,50 m, avec deux longues galeries et des cours à hémicycle. Cette construction été complétée
par un autre grand bâtiment à environ 70 m à l’ouest, également appuyé contre la courtine de l’enceinte
antique. Malheureusement la datation de cet ensemble monumental n’est pas connue, mais elle se situe
probablement au début du Ve siècle. L’interprétation proposée dès l’époque de la découverte et qui paraît
pour l’instant acceptée est celle d’une “ architecture aulique ”, ce qui, avec une datation du début du Ve
siècle, laisserait suggérer qu’on a affaire au palais des rois wisigoths, dont Sidoine Apollinaire a donné une
description haute en couleur (Sid. Apoll., Ep. I, 2).

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1 LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS DANS LES SEDES REGIAE DU MIDI DE LA GAULE

Ce bâtiment semble d’autre part doublé


par une construction monumentale extra
muros, directement au nord de l’église
funéraire Saint-Pierre-des-Cuisines, très
partiellement reconnue (Cazes et Arramond
2002). On peut restituer une façade de 54
m de long pour une largeur de 4,50 m ;
deux ailes font un retour vers le nord. Son
architecture est proche de celle du “ palais
wisigothique ” et les deux constructions
sont sans doute contemporaines. Son
interprétation demeure incertaine, mais la
proximité de l’église funéraire de Saint-
Pierre-des-Cuisines laisse penser que cet
édifice avait également une vocation
Fig. 4. Plan du “ palais wisigothique ” (d’après Pailler 2002, fig.
funéraire. Ne peut-il s’agir d’un grand 166).
mausolée destiné aux membres de la
famille royale wisigothe ?

Un dernier élément qu’on peut éventuellement lier à la présence des Wisigoths, si du moins on accepte
l’hypothèse avancée par plusieurs chercheurs, est la Basilica sanctae Mariae, Notre-Dame de la Daurade,
une église située à quelques 250 m au sud au bord de la Garonne, démolie en 1761 pour être remplacée par
l’édifice actuel (Fig. 3, n° 4). Heureusement, des plans et des dessins ont été réalisés au début du XVIIIe
siècle, qui permettent de restituer assez fidèlement l’édifice et son riche décor, dont plusieurs colonnes et
chapiteaux ont échappé à la destruction. L’attribution de l’édifice primitif à l’Antiquité tardive, avec son
abside polygonale, son iconographie basée sur des scènes de l’Ancien et du Nouveau Testament, et les
éléments architectoniques encore conservés, ne laisse aucun doute, mais il est vain de vouloir préciser
davantage (Scellès 1996; Cazes et Scellès 2002; TCCG 1989: 31). L’interprétation d’une “ chapelle
palatine ”, dont l’existence est assurée par la lettre, déjà citée, de Sidoine Apollinaire, paraît séduisante,
même s’il faut probablement le voir au sens plus large d’une église destinée à l’ensemble de la population
arienne de la ville, puisque, comme le dit Sidoine, Théodoric s’y rend en public (forinsecus).

Cela nous ramène au deuxième pôle de pouvoir, le pouvoir religieux, et d’abord à la cathédrale, dont on
a vu qu’elle existait sans doute dès avant l’arrivée des Wisigoths. Malheureusement, elle est trop mal
connue pour savoir si elle a subi des modifications durant la période où les rois wisigoths étaient installés
dans la ville. En revanche, les églises funéraires, et en particulier Saint-Pierre-des-Cuisines, ont bien été
“ remodelées ” au Ve siècle.

Rappelons pour terminer que c’est après le départ des Wisigoths, dans la seconde moitié du VIe siècle
que le dux Launebaudus a érigé sur l’ancien temple du capitole une église en l’honneur de l’évêque
Saturnin, mentionnée par Venance Fortunat (Fig. 3, n° 6) (Boudartchouk, Arramond et Cazes 2002; TCCG
2014: 276-277).

BORDEAUX

La deuxième ville qui nous concerne ici est Bordeaux, chef-lieu de cité et capitale de la province
d’Aquitaine, bien que la discussion de savoir s’il faut situer la capitale d’abord à Saintes demeure

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d’actualité. Contrairement à Toulouse, il s’agit, au Haut-Empire, d’une ville ouverte, dont l’emprise est
estimée entre 150 et 170 ha (Fig. 5).

Malgré de nombreuses fouilles archéologiques, le centre civique reste mal connu. Longtemps, on a
pensé que les constructions antiques, auxquelles la tradition donne le nom de “ Piliers de la Tutelle ”, dans
le secteur nord de la ville, correspondaient à l’ancien forum, mais les recherches récentes penchent plutôt
vers une interprétation d’un temple (CAG 2013: 49; 289-294). Bien qu’il ait pu s’agir d’un temple
dominant un forum qui s’étend à l’est, son architecture et son plan, d’après les plans anciens et les fouilles
récentes, s’éloignent de ceux des temples de forum que l’on connaît ailleurs. Il en ressort que la
localisation du forum demeure discutée, bien que, de l’opinion générale, il devrait se trouver au nord de la
ville. Un amphithéâtre (dit le palais Gallien) est également recensé, ainsi que plusieurs établissements
thermaux.

Fig. 5. Bordeaux durant l’Antiquité tardive (d’après TCCG 2014: 468).

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1 LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS DANS LES SEDES REGIAE DU MIDI DE LA GAULE

Un grand changement intervient à la fin du IIIe siècle, avec l’élévation d’une enceinte réduite d’environ
32 ha qui exclut, comme c’est souvent le cas en Aquitaine, le centre civique ainsi que plusieurs autres
monuments publics. Construite avec des blocs de récupération, issus surtout des monuments funéraires,
elle est centrée autour du port et les fouilles montrent une occupation dense en son sein au IV e siècle
(Barraud, Linères et Maurin 1996; Barraud et Migeon 2009: 3-25; CAG 2013: 56-57). C’est évidemment
aussi pour Bordeaux la période glorieuse d’Ausone, qui célèbre son université.

Capitale de l’Aquitaine Seconde, la ville devient vers le milieu du IVe siècle le siège du vicaire du diocèse
des Sept Provinces, jusqu’au moment où le préfet du prétoire s’installe à Arles, autour des années 400. On
ignore où se trouvait sa résidence. À l’intérieur de l’enceinte, des domus, parfois luxueuses, ont été
(re)construites à partir de la deuxième moitié du IVe siècle (CAG 2013: 58-59).

Évêché attesté dès le concile d’Arles de 314, la ville s’est sans doute dotée d’une cathédrale avant la fin
du IVe siècle. Depuis le Moyen-Âge, la cathédrale, dédiée à saint André, se trouve dans l’angle sud-ouest de
la ville où l’on avait longtemps supposé l’emplacement du groupe épiscopal primitif (Fig. 5, n° 1) (TCCG
1998: 29). En 2003, des vestiges d’une église antique ont été mis au jour au nord de Saint-André. De
grandes dimensions (40 m de long pour 28 m de large), il peut s’agir de la cathédrale primitive qui ne se
trouverait donc pas sous l’église actuelle, mais on peut toutefois se demander s’il ne s’agit pas d’une
cathédrale double. En tout cas, la  construction est certainement antérieure à l’occupation wisigothique,
mais avec des transformations au VI e siècle. Elle fait partie d’un ensemble complexe, auquel il faut
certainement rattacher une abside, datée du VI e siècle, observée sous l’église Notre-Dame-de-la-Place
(Migeon 2006; Barraud et Migeon 2009: 27-29; CAG 2013: 181-186 ; TCCG 2014: 64-65).

Au nord-ouest de l’enceinte, une zone funéraire, comprenant plusieurs mausolées, se développe à partir
de la première moitié du IVe siècle et reste en activité tout au long du Ve siècle, et sans doute au-delà (Fig.
5, n° 6-9) (Barraud et alii 2009). En revanche, on ignore où se trouvait exactement la basilique de Saint-
Seurin, citée par Grégoire de Tours (Grég. de Tours, GC, 775; cf. TCCG 1998: 32).

Dès 414, le roi Athaulf occupe provisoirement la ville de Bordeaux et y installe comme empereur Attale.
Au moment de l’établissement durable des Wisigoths, Bordeaux perd de son importance politique, mais
reste une résidence secondaire pour les rois wisigoths, comme Euric, qui mène une politique défavorable
aux catholiques, interdisant en particulier la tenue d’élections épiscopales après le décès d’un évêque.
Ainsi, Sidoine Apollinaire notait qu’en 475, le siège de Bordeaux était vacant après la disparition de l’évêque
Gallicanus (Sid. Apoll., Ep. VII, 6, 7). Sidoine, lui-même exilé à Bordeaux l’année suivante, donne une
description très flatteuse de la cour d’Euric, sans doute dans l’espoir d’être autorisé à rentrer dans sa ville
(Sid. Apoll., Ep. VIII, 9). Le même sort est infligé au début du VIe siècle à Césaire d’Arles, que l’origine
burgonde rendait suspect auprès des Wisigoths et du roi Alaric II 4 , mais on ne sait rien des lieux de
résidence des rois wisigoths, qui sont restés maîtres de Bordeaux jusqu’en 507.

NARBONNE

L’histoire de Narbonne est très différente. Il s’agit de la plus ancienne fondation romaine en Gaule
Transalpine (118 av. J-C), qui a reçu, en 46/45 av. J.-C. le statut de colonie de droit romain avec la
déduction de vétérans issus de la Xe légion. Bien qu’il ne subsiste aucune trace d’une enceinte du Haut-

4
Vita Caes., I, 21; cf. sur la politique religieuse des rois wisigoths et l’envoi en exil des évêques gaulois, Prévot et Gauge
2008.

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Empire, dont l’existence même est le plus souvent réfutée, il me paraît hautement improbable que la
capitale de la province de Narbonnaise soit restée une ville ouverte (Fig. 6).

La topographie de la ville demeure mal connue et on a bien du mal à localiser les différents monuments
que cite au Ve siècle Sidoine Apollinaire, qui évoque sans doute plus un glorieux passé que la réalité de son
temps (Sid. Apoll., Carm. XXIII, 40). La fonction administrative de la cité comme capitale provinciale
suppose l’existence d’un sanctuaire fédéral, peut-être à l’est de la ville, où ont été découverts les restes d’un

Fig. 6. Narbonne durant l’Antiquité tardive (d’après TCCG 2014: 588).

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1 LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS DANS LES SEDES REGIAE DU MIDI DE LA GAULE

amphithéâtre. D’autre part, les bâtiments liés à l’administration municipale étaient situés au nord, avec le
forum, autour du “ capitole ” ; on connaît également des horrea (entrepôts), mais on n’a pas trouvé de
thermes publics ou d’autres infrastructures (monuments de spectacles) importantes5. En revanche, on est
un peu mieux renseigné sur les quartiers résidentiels, notamment au nord de la ville, avec la fouille
exemplaire du site du Clos de la Lombarde (CAG 2002: 360-368).

La ville connaît un lent délaissement dès le IIe siècle, encore accentué au IIIe siècle, avec l’abandon de
certains quartiers périphériques. En même temps, l’amphithéâtre est entièrement démantelé. Les
archéologues et historiens narbonnais proposent traditionnellement d’attribuer à cette époque la
construction d’une vaste enceinte édifiée entièrement en blocs de grand appareil, issus de la démolition de
monuments publics et funéraires (Moulis et Dellong 2002: 140-147). Comme j’ai déjà dit à plusieurs
reprises, mais sans pouvoir prouver le contraire, cette datation ne me convainc pas.

Bien que la ville reste politiquement et administrativement importante en tant que capitale de la
Narbonnaise I, elle n’est pas représentée au concile d’Arles de 314 et on ne connaît aucun évêque au IVe
siècle, bien que l’existence d’une communauté chrétienne soit assurée dès la fin du IVe siècle, à la fois par
présence d’un mausolée chrétien sous l’église Saint-Paul (Fig. 6, n° 3) (TCCG 1989: 21-22 ; XVI: 194-195 ;
Solier 1995 ; CAG 11/1: 301-303), et par des sources littéraires qui font du martyr Paul le fondateur de
l’Église locale6.

C’est donc dans une ville partiellement délaissée qu’arrive à la fin de l’année 413 le roi Athaulf,
accompagné de Galla Placidia, qu’il épouse le 1er janvier 414 more romano7. Il quitte la ville au printemps
414, et ce séjour est certainement trop court pour qu’il puisse être à l’origine de la construction de
l’enceinte faite de blocs de grand appareil, dont on a déjà parlé.

Dans les années qui ont suivi le départ d’Athaulf, puis l’installation des Wisigoths en Aquitaine, la ville
est régulièrement menacée, comme en 436/7. Qu’il s’agisse d’un acte de guerre ou d’un “ appel à la
négociation ”, selon l’expression de Chr. Delaplace (Delaplace 2015: 189), il est important de noter que
Sidoine fait mention des remparts (moenia) qui ont permis de tenir le siège (Sid. Apoll., Carm. VII, 480).
Dans un autre poème, il cite également les murailles et les portes de la ville, ébranlées par un siège récent
(Sid. Apoll., Carm. XXIII, 39-40; 57-68). Tant qu’on ne sait pas si Narbonne était dotée d’une enceinte dès
le Haut-Empire, on ne peut pas savoir s’il fait allusion à cette construction ou à une enceinte plus récente,
mais cette dernière solution me paraît la plus probable. Malgré les réserves de Chr. Delaplace, je préfère
donc maintenir mon hypothèse d’une datation dans la première moitié du Ve siècle comme réaction du
pouvoir romain contre la menace des Wisigoths.

À l’intérieur de cette enceinte existe depuis au moins le début du Ve siècle la cathédrale, construite dans
l’angle sud-ouest de la fortification (Fig. 6, n° 1). Aucune fouille n’a permis d’en retrouver des vestiges,
mais on a conservé l’inscription dédicatoire de sa reconstruction par l’évêque Rusticus en 445 après qu’un
incendie eut détruit un premier édifice (TCCG 1989: 20-21). La tentation est évidemment grande de relier
la destruction de cette première cathédrale au siège de 439, mais cela reste impossible à prouver.

Après le décès de l’empereur Majorien en 461, Narbonne est cédée l’année suivante par le comes Agrip-
pinus au roi wisigoth Theodoric et devient une résidence occasionnelle des rois jusqu’à la prise de la ville par

5
Voir pour les monuments publics, Moulis et Dellong 2002.
6
Prudence, Peristephanon, IV, 34; Césaire d’Arles, De mysterio trinitatis; Greg. de Tours, HF, I, 30.
7
Olympiodore, fr. 22; Orose, VII, 40, 2; Hydace, Chron., 57; Rutilius Namatianus, De Reditu Suo, 1, 469.

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les Arabes en 719. Ainsi, c’est à Narbonne que


Liuva est couronné roi des Wisigoths, proba-
blement en 568 (Riess 2013  : 142). À cette
époque, Narbonne servait de capitale à ce
qu’on appelle communément la Septimanie.
Avec les autres villes de cette région, elle a
connu l’occupation wisigothe la plus longue et
on a évidemment cherché, assez vainement,
des traces de cette présence8.

On a toutefois, grâce à Grégoire de Tours,


une mention de la demeure des rois wisigoths,
puisqu’il relate que le roi Alaric II (484-507)
se plaint qu’il ne peut pas voir à partir de son
palais (a palatio regis) la plaine de la Livière
à cause de la hauteur de l’église St-Félix (due
à une structura machinae : une tour-lanterne
en bois ?, d’après N. Duval). Sur la suggestion
de son conseiller Leo, Alaric fait réduire la
hauteur de l’église, - conseil pour lequel Leo
est puni par Dieu, car il perd aussitôt la vue9
(Duval 1992: 204).

On avait supposé que cette église était


située au nord de la ville, près du bastion du
même nom où un linteau dédicatoire, daté de
456 (donc également de l’épiscopat de
Rusticus) avait été découvert (Fig. 6, n° 5 :
Fig. 7) (TCCG 1989: 22 ; CAG 2002: 319). Or,
Fig. 7. Plan partiel de Narbonne. A. Saint-Félix ; B. abside de la en 1994, cette hypothèse a pu être confirmée
place Bistan ; C. le capitole et ses portiques (d’après Agusta-
Boularot 2014, fig. 59). grâce à une fouille très ponctuelle, qui a livré
à cet endroit une partie d’une église antique
avec sa nécropole (Ginouvez 1999; CAG
2002: 320-322 ; TCCG 2014: 195). Elle se trouve ainsi placée entre la Livière, qui coulait au nord, et le
capitole. Certes, les travaux récents dans Narbonne et dans le port ont mis au jour, dans un contexte de la
fin du IVe siècle et du courant du Ve siècle, des éléments architectoniques en remploi, qui proviennent
manifestement du décor du capitole (Agusta-Boularot et alii 2014). Cela n’empêche pas qu’une partie du
temple, qui n’a été détruit définitivement qu’à la fin du Moyen Âge (Gayraud 1981: 268-270), ait pu abriter,
avec les autres édifices liés à l’administration municipale, le roi Alaric et sa cour.

C’est à peu près tout ce qu’on sait de la ville wisigothe 10. Si la nécropole de Saint-Félix continue à
recevoir des tombes aux VIe et VIIe siècles, l’église funéraire du Clos de la Lombarde (Fig. 6, n° 6) est
remblayée au milieu du Ve siècle, donc quasiment au moment où arrivent les Wisigoths (TCCG 2014: 195-
196); la nécropole est peut-être encore en fonction une génération ou deux, mais ne reçoit plus de tombes
au VIe siècle. Au sud de la ville, la nécropole qui s’est formée autour du mausolée de l’église Saint-Paul et de

8
Cf. plus généralement pour cette période, RIESS 2013.
9
Grég. de Tours, Gloria Martyrum, I, 91; cf. PCBE, Gaule, LEO 3.
10
Comme le souligne Ginouvez 2002 : 93.

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1 LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS DANS LES SEDES REGIAE DU MIDI DE LA GAULE

l’Hôtel-Dieu, sert encore au VIe siècle, mais est ensuite délaissée. Les musées de Narbonne conservent
toutefois une collection de sarcophages dits du type aquitain, le plus souvent de provenance inconnue mais
qui attachent Narbonne à l’aire culturelle wisigothe (Mérel-Brandenburg 2002: 177).

A l’intérieur de la cité, la cathédrale continue à servir de lieu de culte pour la population catholique,
mais y avait-il une église pour les Wisigoths, restés ariens jusqu’au III e concile de Tolède (589) ? On
l’ignore, mais la découverte d’une petite église sur le forum antique, dans le secteur où se trouvait
probablement le palais du roi Alaric, est à ce propos intéressante (Fig. 6, n° d) (Ginouvez et Moulis 2007).
S’agit-t-il d’une chapelle palatine ? Certes, les dimensions sont très réduites et la chronologie est
incertaine, mais la question peut être posée. Cependant, en l’absence d’autres données, il vaut mieux rester
prudent.

ARLES

Arles, fondée au VIe siècle av. J.-C., connaît une déduction de vétérans en même temps que Narbonne
(46/45 av. J.-C.) et est donc également une colonie de droit romain, même si, du point de vue
administratif, elle n’est, comme Toulouse, qu’un simple chef-lieu de cité dans la province de la
Narbonnaise. Dotée de plusieurs monuments publics dès l’époque augustéenne (forum, théâtre), elle est
également pourvue d’une vaste enceinte, peut-être un peu plus récente. À l’époque flavienne, un
amphithéâtre est construit au nord de la ville, en partie sur l’enceinte dérasée, puis au IIe siècle, un cirque,
au sud-ouest de la ville, le long du Rhône. De vastes quartiers résidentiels se développent de part et d’autre
du fleuve, et les fouilles récentes à la Verrerie de Trinquetaille montrent que la rive droite était occupée
plus précocement qu’on n’avait imaginé jusqu’à présent, faute d’avoir pu atteindre les niveaux profonds.
Parmi les nécropoles du Haut-Empire, deux sont particulièrement bien connues, celle dite des Alyscamps,
au sud-est de la ville, et celle qui se développe autour du cirque romain, mais on en connaît d’autres par
des fouilles plus anciennes, notamment sur la rive droite (Heijmans 2008: 162-163).

Contrairement à la plupart des villes de Gaule Narbonnaise, Arles n’a pas connu de signes de
délaissement ou d’abandon avant le milieu ou la fin du III e siècle, sans doute à cause d’une position
stratégique plus favorable sur l’embouchure du Rhône. En revanche, on observe de multiples cas de
destructions assez violentes, sur les deux rives du Rhône, et dans un laps de temps qui paraît assez court,
ce qui pose évidemment des questions historiques. Depuis quelques années, des traces d’abandon ont
également été observées à l’intérieur de la ville, toujours à la même période (Heijmans 2004: 23-36; id.
2011: 268-269; id. 2015: 54-55).

Les réformes de la tétrarchie ne changent pas le statut de la ville qui reste un simple chef-lieu de cité
dans la province de Viennoise, mais dans les faits, elle devient dès le début du IVe siècle l’une des villes les
plus importantes de la Gaule, même si le concept d’une “ résidence constantinienne ” est sans doute un peu
exagéré. Il n’empêche que de 307 à 310, c’est bien à Arles qu’a séjourné l’empereur Maximien, beau-père
de Constantin, jusqu’à sa fuite vers Marseille et sa mort. Il n’est pas impossible que Constantin lui-même
ait envisagé un moment d’y installer sa résidence. En tout cas, en 313, il fait transférer l’atelier monétaire
d’Ostie à Arles, qui frappe des monnaies jusqu’à la fin de la période romaine (476 ap. J.-C.). L’année
suivante, il organise à Arles le premier concile de l’épiscopat occidental, consacré, entre autres, aux
questions du donatisme. Il souligne ainsi la prédominance de l’Église d’Arles, dont la richesse se reflète
dans la belle collection de sarcophages sculptés. Bien que Constantin et ses successeurs aient délaissé Arles
pour Trèves, siège de la préfecture du prétoire, la ville demeure, aux yeux des contemporains, la deuxième
ville des Gaules, loin devant Vienne, pourtant capitale de la province (Heijmans 2004: 43-58).

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Fig. 8. Arles durant l’Antiquité tardive (d’après TCCG 2014: 430).

Cette importance trouve également son expression dans la topographie de la ville, où l’on peut attribuer
plusieurs monuments, certes avec plus au moins de certitude, à cette “ renaissance constantinienne ”. La
chose paraît assurée pour les thermes dits du Nord ou “ de Constantin ”, puisque des sondages récents
confirment une datation du début du IVe siècle pour leur construction. C’est également sans doute sous
Constantin que l’entrée nord du forum a été remaniée et, peut-être, que le cirque a été orné de son
obélisque. D’autres édifices, que la tradition attribue également à Constantin, sont peut-être plus tardifs.

Dans cette ville, dont on a souligné la précocité de l’évêché, la communauté chrétienne avait sans doute,
du moins peut-on le supposer, l’ambition de se doter d’une cathédrale digne de son opulence.
Malheureusement, les fouilles en cours sur le site de la cathédrale primitive, à l’enclos Saint-Césaire, n’ont
pas révélé des vestiges antérieurs au milieu, voire à la seconde moitié du IVe siècle (Fig. 8, n° 1) (CAG 2008:
329-334; Heijmans 2013; TCCG 2007: 39-43). On cherche donc toujours vainement l’endroit où les Pères
du concile de 314 ont pu se réunir. A l’extérieur de l’enceinte, dont le tracé n’a pas été modifié, les deux
grandes nécropoles de la rive gauche, celle autour du cirque et celle des Alyscamps, continuent à recevoir
des tombes tout au long du IVe siècle, alors qu’à Trinquetaille, une zone funéraire, dont les contours sont
assez lâches, se développe dans le secteur ouest du quartier. Alors que la première est abandonnée vers les
années 400, les deux autres fleurissent durant l’Antiquité tardive et le haut Moyen Âge, grâce à l’attrait du
martyr local, Genest (Fig. 8, n° 13 et 14) (Heijmans 2004: 132-230 ; CAG 2008: 372-389; Guyon et
Heijmans 2008a).

Un changement politique majeur intervient autour des années 400, avec le transfert de la préfecture du
prétoire des Gaules de Trèves vers Arles, qui a forcément occasionné l’arrivée de plusieurs milliers de

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1 LA PRÉSENCE DES WISIGOTHS DANS LES SEDES REGIAE DU MIDI DE LA GAULE

personnes. Ce n’est pas le lieu ici pour revenir sur la discussion autour de la date exacte de ce transfert,
mais les conséquences pour la ville ont dû être importantes (Heijmans 2004: 59-62; Delaplace 2015: 133-
135).

Fig. 9. Arles, le complexe thermes/aula. A. thermes de Constantin ; B. Aula palatina ; C. natatio tardive (© dessin J.
Brémond et M. Heijmans).

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C’est donc sans doute dans ce cadre qu’il faut situer la construction, directement au sud des thermes de
Constantin, d’une vaste salle basilicale, une aula palatina, qui, avec ses 20 m de large et ses 58 m de long
au minimum, n’a pas d’équivalent dans le monde romain, excepté Trèves. Encore très bien conservé à
l’intérieur de l’hôtel des comtes d’Arlatan de Beaumont, cet édifice n’est malheureusement pas précisément
datable, mais il paraît postérieur au milieu du IVe siècle (Fig. 10) (Heijmans 2004: 160-194 ; CAG 2008:
377-380).

On a également voulu expliquer par l’arrivée de la cour préfectorale l’occupation des espaces et des
monuments publics, comme le forum ou le théâtre, que l’on constate assez systématiquement à partir du
début du Ve siècle. S’il est indéniable que l’hébergement des personnes qui ont suivi le transfert de la
préfecture a dû poser de sérieux problèmes de logistique, il ne suffit pas en lui-même à expliquer ce
phénomène, que l’on observe un peu partout en même temps dans le monde romain et qui est à notre avis
une conséquence du changement de mentalité vis-à-vis de l’héritage de la ville antique (Heijmans 2006a:
40-41).

Siège de la préfecture du prétoire, Arles devient l’une des centres du pouvoir romain au moment où
l’autorité de Rome est gravement menacée en Gaule. Ici aussi, ce n’est pas le lieu de revenir en détail sur le
rôle exact d’Arles dans les événements politiques de ce début du Ve siècle, mais rappelons que la ville sert
de 408 à 411 de résidence pour l’usurpateur Constantin III. C’est ensuite à partir d’Arles que Constance III
réorganise la province, ce qui aboutit à la création, en 418 du concilium VII provinciarum, réunissant une
fois par an les représentants des sept provinces du Midi de la Gaule.

Cette importance stratégique fait qu’Arles est la cible privilégiée des Wisigoths, raison pour laquelle, à
notre avis, la ville a, comme les autres villes de la région, renforcé son enceinte, dont le tracé a été
partiellement modifié. Cette datation, que nous avions avancée dès 1988, a été confirmée par des
observations récentes.

En 455, Avitus fut proclamé empereur à Arles, en présence du roi wisigoth Théodoric et de son armée,
puis c’est l’empereur Majorien qui séjourne à Arles de 459 à 461. On doit à Sidoine Apollinaire une
description haute en couleurs de la ville et de la cour arlésienne (Sid. Apoll., Ep. I, 11). Malgré l’optimisme
affiché par Sidoine, l’étau se resserre autour de la préfecture et c’est finalement en 476 que le roi Euric
s’empare de la Provence et des villes d’Arles et de Marseille.

Après la conquête par les Wisigoths, Arles perd son rôle de préfecture et l’atelier monétaire cesse de
fonctionner. Elle continue cependant à servir de capitale, et Euric y meurt, pacifiquement semble-t-il, en
484 (Chron. Gall. a DXI, 666; Jordanes, Getica, XLVII, 245). On ignore où il a été inhumé.

Après la bataille de Vouillé, les Francs et les Burgondes mettent le siège devant Arles, qui est finalement
“ libérée ” par les Ostrogoths et fait donc désormais partie du royaume de Ravenne 11. La préfecture est
rétablie au profit de Liberius et les remparts sont remis en état. Cette période, sur laquelle on est surtout
renseigné par les écrits de l’évêque Césaire, semble avoir été assez pacifique. L’occupation wisigothe prend
fin en 536/537, avec la cession de la Provence au roi franc Childebert.

Ville de pouvoir par excellence dans le Midi de la Gaule, Arles était forcément pourvue des édifices
nécessaires au fonctionnement de l’administration préfectorale, voire impériale. Comme je l’ai indiqué plus
haut, l’aula palatina de l’hôtel d’Arlatan faisait certainement partie de ce complexe, auquel on peut peut-

11
Cf. sur cette épisode, en particulier, Delaplace 2001.

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Fig. 10. Arles, axonométrie de l’aula palatina (© dessin J. Brémond et M. Heijmans).

être également rattacher une, voire deux tours, situées plus au sud. Il est possible que l’atelier monétaire
ait également été dans ce secteur au bord du Rhône. Malheureusement, la description que donne Sidoine
ne permet pas de déterminer l’emplacement du palais (Heijmans 2004: 134).

Sidoine fait également mention du forum, encore décoré de statues et de colonnes, ce qui n’est pas sans
poser des questions quand on sait qu’au moins une partie avait été démantelée dès le début du Ve siècle
(Sid. Apoll., Ep. I, 11, 7; Heijmans 2004: 129). Il ne s’agit certes que d’une observation sur une emprise
assez limitée, mais on peut se demander si Sidoine donne une description réelle ou plutôt une image de ce
que devrait être un forum aux yeux d’un écrivain et poète, fidèle aux modèles antiques. Quoiqu’il en soit, le
forum est encore mentionné à plusieurs reprises au début du VIe siècle dans la Vita de Césaire, et il s’agit
chaque fois, aux yeux de ses biographes, d’une place publique d’assez vastes dimensions (Vita Caes. I, 31;
II, 30).

Qu’en a-t-il été en effet pendant la période de cinquante ans durant laquelle Arles fut sous la
domination des Goths ? A priori, il paraît logique qu’ils aient pris possession des édifices existants. En tout
cas, le palais où résident les rois wisigoths est évoqué une fois dans la Vie de Césaire (502-542). Au
moment du siège d’Arles, l’évêque, accusé d’avoir trahi la ville, est arraché de sa demeure épiscopale et
enfermé in palatio, pour être soit jeté la nuit dans le Rhône, soit pour être transporté sur une barge jusqu’à
Beaucaire. Le bateau n’ayant pas pu s’éloigner des rives, il est ramené la nuit au palais, sans que personne
ne s’en soit aperçu (Vita Caes. I, 29-30). Ce récit montre clairement que le palais se trouvait près du fleuve,

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MARC HEIJMANS 1

ce qui conforte l’idée que le complexe thermes/aula servait toujours de lieu de résidence aux Wisigoths,
comme sans doute après eux aux Ostrogoths. Même si la ville perd de son importance politique à l’époque
mérovingienne au profit de Marseille, on peut penser que le représentant des rois résidait toujours au
même endroit. L’étude en cours dans l’hôtel d’Arlatan, sous la direction d’Alexandrine Garnotel, montre
d’ailleurs l’importance des travaux antérieurs à l’époque romane, quand l’édifice, connu sous le nom de
“ palais de la Trouille ” (aula Trollia), était propriété des comtes de Provence (Heijmans 2004 : 135). On
aurait donc un remarquable exemple de la permanence des lieux de pouvoir depuis la fin de l’Antiquité
jusqu’au Moyen-Âge.

Le rôle politique de la ville à partir des années 400 explique aussi en partie les ambitions de l’Église
d’Arles et la volonté de ses évêques de s’imposer auprès des autres évêchés de la région, ce qui aboutira, en
451, après l’épiscopat d’Hilaire, au découpage de la Viennoise en deux provinces ecclésiastiques, l’évêque
d’Arles devenant l’évêque métropolitain de la Viennoise du Sud. Cette primatie est confirmée en 513 par le
pape Symmaque, qui nomme Césaire son vicaire dans les Gaules et lui octroie le droit de porter le pallium
(Heijmans 2004: 253-256; Guyon et Heijmans 2008b).

Malgré la méfiance qu’inspirait Césaire au début de son épiscopat aux Wisigoths ariens, qui l’ont
envoyé en exil à Bordeaux, ses rapports avec le pouvoir ostrogoth paraissent avoir été excellents, en tout
cas après sa rencontre avec le roi Théodoric à Ravenne en 513. Il a pu développer sans encombre son
monastère de femmes, et, s’il faut se fier à l’état actuel des travaux de fouilles dans l’enclos Saint-Césaire,
c’est également au moment où la ville était sous la domination des Ostrogoths que la cathédrale Saint-
Etienne, située dans l’angle sud-est de la cité, a été grandement modifiée (CAG 2008: 329-334; Heijmans
2013; TCCG 2014: 39-43).

Après la cession de la Provence aux rois francs, Arles disparaît petit à petit des sources. C’est toutefois
Childebert qui est à l’initiative de la construction d’un monastère d’hommes, fondé en 547, du temps de
l’évêque Aurelianus, et qui se trouvait à l’emplacement de l’église paroissiale de Sainte-Croix, dans le
quartier de la Roquette (Fig. 8, n° 11) (TCCG 1986: 82-83).

5. EN GUISE DE CONCLUSION

Ce survol de l’influence de la présence de la cour wisigothe sur les villes de la Gaule du Sud montre les
difficultés qu’on a à bien l’apprécier ; excepté le cas de Toulouse, qui n’était pas sans raison la véritable
capitale du royaume, les traces archéologiques d’un lieu de résidence pour le pouvoir wisigoth sont
minimes, pour ne pas dire inexistantes, et même à Toulouse on reste au stade d’hypothèses ; ailleurs, ce
sont plutôt les sources littéraires qui nous donnent une indication quant à l’existence ou la localisation de
la résidence des rois wisigoths. Ces difficultés à en reconnaître les traces sont évidemment dues au hasard
des découvertes archéologiques, mais il est également probable que les rois wisigoths ont pris possession
des bâtiments de l’administration civique antérieure ; difficile dans ce cas de distinguer des traces d’une
modification directement imputable à la présence des nouveaux maîtres.

Ce qui vaut pour le pouvoir séculier, vaut aussi pour le pouvoir religieux. Hormis à Toulouse, on
n’observe pas la présence d’un lieu de culte spécifique pour la communauté arienne. Pourtant, il paraît peu
probable que les ariens se soient réunis dans les cathédrales des cités. Le concile d’Epaone (517) oppose
clairement les lieux de culte catholique à ceux pour les ariens, en l’occurrence les Burgondes (Conc.
Epaon., c. 33, CCSL 148A: 33). Il faut donc supposer que les ariens avaient leur propre lieu de culte qui n’a
sans doute pas dû être bien important, car le nombre d’ariens était probablement assez faible.

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Force est donc de constater que, sans vouloir aller jusqu’à dire qu’il s’agit d’un épiphénomène, la
présence de la cour wisigothique n’a pas laissé de vestiges durables dans la topographie de ses résidences
du Midi de la Gaule.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía


Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015
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BARCELONA, LA TOPOGRAFÍA DE UN CENTRO DE PODER


VISIGODO: CATÓLICOS Y ARRIANOS A TRAVÉS DE LA
ARQUEOLOGÍA
JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO*

RESUMEN

En Barcelona, recientes excavaciones arqueológicas han evidenciado un nuevo conjunto cristiano en


el subsuelo de la Basílica dels Sants Màrtirs Just i Pastor. Se trata de una basílica, un baptisterio y
una tumba monumental privilegiada, conjunto datado en el siglo VI. Este nuevo enclave cristiano se
ha interpretado como un nuevo grupo episcopal, resultado del tiempo en el que Barcino, fue la sede
de la corte real visigoda. El artículo analiza la topografía de la ciudad tardía y plantea una nueva
visión de los dos grupos episcopales de la ciudad, católicos y arrianos a través de la arqueología y las
fuentes documentales.

PALABRAS CLAVE

Sedes regia, visigodos, topografía, arrianos, católicos, novedades, obispos, fuentes documentales,
fuentes arqueológicas, dualidad de baptisterios.

ABSTRACT

In Barcelona, recent archaeological digs have uncovered evidence of a new Christian ensemble in
the subsoil of the Basilica of Saints Justus and Pastor. It consists of a basilica, baptistery and a
privileged monumental tomb, an ensemble dating from the 6th century. This new Christian enclave
has been interpreted as a new episcopal group, resulting from the time when Barcino was the
headquarters of the Visigoth royal court. This article analyses the topography of the late city and
proposes a new vision of the city’s two episcopal groups, Catholic and Arian, through archaeology
and documentary sources.

KEYWORDS

Sedes regia, Visigoths, topography, Arians, Catholics, news, bishops, documentary sources,
archaeological sources, duality of baptisteries.

*
Facultat Antoni Gaudí d’Historia, Arqueologia i Arts Cristianes (FHEAG). jbeltran@facultatantonigaudi.cat
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JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO 1

1. BARCINO Y EL PERIODO VISIGODO: BARCINONA

Barcino durante la antigüedad tardía fue punto de encuentro entre usurpadores y monarcas visigodos.
La ciudad fue escogida como sedes regia en distintos momentos del siglo VI, Gesaleico, Amalarico, Teudis
y Teudiselo fueron proclamados y/o reinaron desde Barcinona, nombre que pusieron los visigodos a la
colonia romana de Barcino. Nada sabemos del papel que tuvo Barcino cuando la corte y/o las tropas se
instalaron en Emerita e Hispalis, aunque fuera temporalmente, pero es muy posible, como ya han
apuntado otros autores que la ciudad continuara ejerciendo como capital de reino visigodo (Ewing 1963).

Parece que a partir de la presencia visigoda en la Galia, Barcino fue una opción clara para establecer la
sedes regia. La ciudad estaba relativamente cerca de Narbona, bien situada desde el punto de vista
estratégico, tenía salida al mar y estaba bien protegida por una potente fortificación que se había
construido en el último cuarto del siglo III d.C. (Ravotto 2014)1, al tiempo que económicamente permitía
ejercer un control sobre un puerto de la zona occidental de la Mediterránea. Por otro lado, Barcino era una
ciudad pequeña, con pocos habitantes y, por tanto, más fácilmente controlable, que no tenía el significado
y el peso histórico de la Tarraco imperial, en donde además había una fuerte comunidad cristiana
generada por el culto martirial, la que seguramente no hubiera visto con buenos ojos el asentamiento en su
ciudad de los visigodos que eran arrianos. También existía el precedente de la estancia de Ataulfo en
Barcino, con lo que seguramente ya no era una situación nueva para una población presumiblemente no
hostil a los visigodos y, seguramente, con unas élites locales favorables a su establecimiento, situación con
la que muchos debieron salir beneficiados.

Desconocemos si otros sucesos aislados que tuvieron lugar en el siglo V, en los que Barcino aparece
como “centro de poder”, pudieron jugar algún papel en la posterior elección y consolidación de la ciudad,
pero seguramente no están exentos de significado. Nos referimos al hecho de que el usurpador Máximo, un
aristócrata hispano fuera proclamado Augustus de la Diocesis Hispaniorum entre los años 409 y 411, en un
contexto de enfrentamientos militares y luchas por el poder. No se sabe con seguridad el lugar de su
proclamación, aunque siempre se ha apuntado que fue en Tarraco, como indican las fuentes escritas, pero
es en Barcino donde establece su ceca oficial, y donde acuña moneda, siliquae de plata, y monedas de
bronce, AE 2 y AE3, con su nombre y la leyenda SMAB, Sacra Moneta Barcinonensis, lo que nos lleva a
plantearnos una duda razonable. También es a Barcino donde vuelve aclamado en el año 419. Los
hallazgos de esta moneda parece que se circunscribe casi únicamente a la ciudad de Barcelona (sobre todo
el AE3) y su entorno (Marot 1997; Berdún 2012) lo que parece avalar la presencia de Máximo en Barcino.

Desconocemos el efecto que pudo tener para la ciudad el primer episodio de sedes regia2, cuando
Ataulfo, rey visigodo, y Gala Placida, hija del emperador romano Teodosio, el Grande, tomaron la decisión
de instalarse en Barcino en el año 415. En Barcino es asesinado el rey3 y muere también su hijo, el pequeño
Teodosio. Dicen las fuentes que fue enterrado en una urna de plata, y aunque mucho se ha escrito sobre el

1
La cronología de la muralla ha sido definitivamente clarificada por estudios y excavaciones recientes (Tesis Doctoral
de Alessandro Ravotto, UAB, 2017). Tal y como apuntó Alberto Balil en su momento, es una obra de finales del siglo
III. Se cierra así un debate cronológico que se había ido produciendo desde inicios de los años 90 (con tendencias a
situarla en los siglos III, IV o V, según los autores consultados), lo que llevó a plantear la cuestión sobre si fueron los
visigodos los que fortificaron la ciudad o si se asentaron en Barcino porque era una ciudad fortificada.
2
Si entendemos por sedes regia el lugar donde se asienta el rey, de una manera transitoria o más estable, con su
familia, la corte de nobles que les acompañaban y un destacamento militar, la estancia de Ataulfo en Barcino se ha de
considerar como un primer episodio de sedes regia.
3
Este punto no está claro del todo. Jordanas opina que Ataulfo no muere en Barcino, como dice Orosio, sino en
campañas en el interior de Hispania (Mayer 1991: 252).

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1 BARCELONA, LA TOPOGRAFÍA DE UN CENTRO DE PODER VISIGODO…

tema, no se sabe con seguridad el lugar del entierro4. La ciudad vuelve a estar relacionada con episodios de
conquista y con los estamentos de poder visigodo cuando Eurico rescata a Barcino del control imperial en
el 472, lo que podría leerse en clave de que la ciudad era importante y representativa para los visigodos y
no podían tolerar que quedara fuera de su dominio.

Barcino era a finales del siglo VI, un centro de poder económico, donde el obispo tenía un papel
relevante y ejercía una responsabilidad fiscal en un amplio territorio, como muestra claramente el De Fisco
Barcinonensis del año 592. Este documento, de carácter tributario,5 pone de manifiesto una reunión del
comes patrimoni Escipion con diversos numerari, funcionarios reales que habían sido nombrados en la
ciudad de Barcelona, y los obispos de Tarraco, Egara, Emporiae y Gerunda; Artemius, Sinfronius,
Galanus y Iohannes, respectivamente, para establecer el sistema recaudatorio que se tenía que entregar en
Barcino. El documento muestra como el estado visigodo le había atribuido a la ciudad un papel que rompía
con el factor de territorialidad, con una preeminencia administrativa que iba mucho más allá de su
territorio, al tiempo que tampoco respetaba la jerarquía eclesiástica establecida, ya que Tarraco era la
capital de la diócesis y era allí donde estaba el obispo metropolitano (Vives 1963: 53-54; Gómez Moreno:
1971).

En este papel que tuvo la ciudad en el ámbito administrativo y político del reino visigodo, también es de
destacar el hecho de que cuando la ciudad ya no era sedes regia, emitió moneda; las acuñaciones de
Barcinona bajo el reinado de Leovigildo (573-586) y Recadero (586-601). Barcinona, comenzaría a ser un
referente en la dinámica política del reino visigodo para el nordeste peninsular. La ciudad había
consolidado su papel de control ejerciendo en un amplio territorio de lo que hoy en día es Cataluña.
Cuando la corte visigoda se trasladó definitivamente a Toledo, y con ella el peso político del estado, la
ciudad continuó ejerciendo como centro de poder administrativo y económico, con un claro control del
territorio circundante.

2. EL SIGLO V: HACIA UN NUEVO ORDEN Y UNA NUEVA CONCEPCIÓN DE CIUDAD

Barcino era en el siglo IV, una ciudad próspera y dinámica con una continuidad en la mayoría de los
espacios privados y públicos. La mayor parte de la plaza foral parece que continuaba en uso, ya que
tenemos constancia de la colocación de inscripciones, como la de Nummio Emiliano Dextro, procónsul de
Asia entre los años 379 y 385, personaje al que se ha identificado con Dexter, hijo del obispo Paciano, del
que San Jerónimo dice que fue clarus ad saeculum et christi fidei deditu (IRC IV: 36).

En la ciudad imperaba el orden social y cultural del mundo clásico. El obispo Paciano (370-390) habla
de la comunidad cristiana de su ciudad con un cierto tono crítico, de la cual dice “Suerte que somos de
clase media: si no haríamos lo que avergüenza a algunos y algunas de más posición: tener palacios de

4
No creemos que la localidad de Sant Cugat del Vallés, y en concreto el actual monasterio sea el lugar del martirio de
Cucufate. La pasión tardía redactada en el siglo X y procedente de Silos sitúa el lugar del martirio en Obtiano, lo que
dio la ocasión a los monjes de Sant Cugat de reivindicar su emplazamiento en Octaviano (Olesti 2009). La localización
de una basílica del siglo VI con algunos enterramientos, ha contribuido a mantener la hipótesis, pero creemos que el
martyrium del único mártir local de Barcelona, lógicamente admirado y respetado, tendría que tener un alto número
de inhumaciones ad sanctos y una organización de las mismas alrededor de un punto de focalización, características
que no se dan en la basílica de Sant Cugat. Para otros argumentos a favor, en relación con el topónimo castrum
Octavianum, véase Mayer 1991: 256-257. Creemos que es muy probable que la basílica formara parte de un espacio
monástico precedente al medieval.
5
El original no se ha conservado; existe una copia del año 976 que forma parte del Codex Conciliorum Aemilianensis
que se custodia en la Biblioteca del Escorial de Madrid.

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JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO 1

mármol, ir encogidos por el peso del oro que llevan encima, arrastrar colas de seda, pintarse con carmín”, y
continua “pero no nos faltan jardines, ni lugares de reposo cerca del mar, ni vinos exquisitos, ni banquetes
esplendidos, ni un lugar de descanso en la vejez” (Pladevall i Font 1994: 43). Eran cristianos pero romanos.
El hallazgo de sarcófagos decorados con escenas del Antiguo Testamento que procedían de los talleres de
Roma (Balil 1956; Claveria, Koppel y Rodà 2014), muestran la existencia, alrededor del año 320, de una
comunidad cristiana bien consolidada, que vivían a la romana en aquellas lujosas domus de las que nos
habla Paciano, pero que deseaba ser enterrada según sus nuevas creencias.

No será hasta el alba del siglo V, cuando la arqueología comienza a identificar unos cambios
especialmente significativos en la topografía urbana, aunque el proceso había comenzado con seguridad en
el siglo IV. El forum había perdido definitivamente su función, el centro de poder se había trasladado al
grupo episcopal, que ya había crecido considerablemente y comenzaba a extenderse por el ángulo norte de
la ciudad, junto a la muralla. A principios de esta centuria, entre el 400-420, según los materiales
arqueológicos (Beltrán de Heredia 2001; Beltrán de Heredia y Bonnet 2004; Jarrega 2004; Beltrán de
Heredia 2014b), se sitúa la construcción de una residencia para el obispo, y una sala de recepción o aula
episcopal (Beltrán de Heredia y Bonnet 2005), un espacio que se podría asociar con el salutatorium que
aparece en las fuentes escritas (Picard 1989) (Fig.1). Estas salas, que podemos ver en otros grupos
episcopales, como el de Ginebra (Bonnet 1989), son el resultado de las nuevas y amplias funciones
atribuidas a los obispos, funciones que iban mucho más allá del ámbito espiritual. Dichas salas tienen su
origen en las salas de representación de los complejos palatinos del bajo imperio. Igualmente en el siglo V,
se construyó un baptisterio de nueva planta con una piscina octogonal (Beltrán de Heredia y Bonnet 2007);

Fig. 1. Planta del primer grupo episcopal de Barcelona en el siglo V. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia-Ch. Bonnet
(Planimetría: © E. Revilla-M. Berti-MUHBA).

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y se han de suponer modificaciones arquitectónicas en la basílica-catedral existente, o bien una nueva


basílica6. A partir de ese momento, el grupo episcopal será el nuevo referente urbano y el obispo ejercerá
como el nuevo “gobernador” y jefe visible de la comunidad barcinonense.

Como consecuencia de esta nueva organización,


el forum, que ya debía de estar en parte
abandonado, se comienza a desmantelar. Parece
que uno de los primeros elementos afectados por
este proceso fueron las estatuas (que si eran de
metal debieron de refundirse) y los pedestales
honoríficos, que fueron integrados como simples
piedra en las nuevas construcciones 7 , los cuales
encontramos fundamentalmente en los nuevos
edificios del grupo episcopal. Destaca el alto
número de pedestales y bases molduradas que se
integran en los muros de la nueva residencia del
obispo de inicios del siglo V (Beltrán de Heredia
2014b). Los pedestales honoríficos del forum se
desplazan también hasta el suburbium, en donde
las autoridades eclesiásticas están construyendo
iglesias: tres pedestales se han localizado en la
iglesia de Santa María del Pi 8 , y uno en el
monasterio de Sant Pau del Camp (Beltrán de
Heredia 2010).

Las termas públicas que se localizan bajo la


actual plaza de Sant Miquel habían sido
cristianizadas. El frigidarium de las mismas fue
adaptado para ubicar la nave de la nueva iglesia,
utilizándose como pavimento el mosaico del siglo II
(Fig. 2). Este proceso lo hemos de situar en el siglo
V, a juzgar por los elementos cristianos encontrados
en contexto. Nos referimos a una inscripción
funeraria (christian)ae fidei, que hace referencia a
la fe cristiana de un personaje, o a la fidelidad con
que vivió el cristiano tutelar de la inscripción
(IRCIV: 315). También a un sello para marcar el pan
litúrgico que lleva la legenda PETRUS/PAULUS, en
una clara alusión a los padres de la iglesia (IRCIV:
Fig. 2. Planta de la iglesia de Sant Miquel que aprovecha
313; Beltrán de Heredia 2001: núm. 304). Ambas el pavimento de mosaico de las termas del siglo II
piezas se han datado en el siglo V. (Planimetría: © E. Revilla-MUHBA).

6
Hay muy pocos datos relativos al subsuelo de la catedral, ya que al margen de las excavaciones de los años 60, cuando
se localizó el baptisterio, apenas se han realizado intervenciones arqueológicas en la catedral.
7
Sobre el spolia y las técnicas constructivas empleadas en Barcino durante la antigüedad tardía y sobre la arquitectura
y modulación de los edificios del poder, véase: Beltrán de Heredia 2009; Beltrán de Heredia 2016c; Beltrán de Heredia
y Revilla 2009.
8
Los tres pedestales fueron reutilizados como pies monolíticos de tres mensae de altar. Dos están perdidos y uno ha
podido ser recuperado en las excavaciones de la basílica.

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JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO 1

En las excavaciones, se encontraron otros testimonios que hemos de relacionar con esta basílica, como
son un enterramiento infantil en una caja de tegulae y una tapa de sarcófago de iconografía pagana
(Claveria 2001: 3), que seguramente responde a un aprovechamiento de prestigio en un contexto cristiano.
También un peine de hueso datado en los siglos VI-VII (Beltrán de Heredia 2001: núm. 278). Estos peines
se han asociado a los peines litúrgicos9 y casi siempre se encuentran en contextos funerarios.

En el suburbium oriental se encontraban bien delimitadas, organizadas y debidamente señalizadas las


grandes zonas de necrópolis (Beltrán de Heredia 2010). Una topografía funeraria que debió de estar
regulada por el obispo, ya que como han planteado otros autores (Chavarría 2015:14) una de las primeras
disposiciones de los obispos ya en el siglo III, fue la adquirir terrenos para crear los nuevos cementerios
cristianos. Una carta de Cipriano de Cartago del año 254-255 recrimina y denuncia al obispo de Mérida,
Marcial, por enterrar a sus hijos en un collegium pagano, entre paganos y siguiendo sus costumbres
(Chavarría 2015: 15). Esta noticia muestra la voluntad y el deseo por parte de la iglesia católica de
planificar estos cimyteria christianorum totalmente al margen de los cementerios paganos, circunstancia
que podemos ver llevada a la práctica en Barcino, ya que, salvo algún caso muy puntual de algún/algunos
enterramiento, los cementerios cristianos no coinciden topográficamente con los cementerios romanos
(Fig. 3) (Beltrán de Heredia 2010).

Fig. 3. Planta de la urbs y el suburbium, con indicación de las vías y necrópolis y las basilicas funerarias extra muros.
Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © E. Revilla-MUHBA).

9
Los peines se usaban para “limpiar” los cabellos de los nuevos obispos durante el ritual de consagración, sobre todo en
el ritual oriental. En Hispania su uso está recogido en el IV concilio de Toledo del 633. Esta operación se llevaba a
cabo por un diacono y tenía como finalidad apartar los demonios de los pensamientos del nuevo obispo, preparando
su mente para las nuevas funciones que tenía que asumir (Galán y Galindo 2008: 185). Seguramente, los fieles las
ponían en sus tumbas como imitación de estas costumbres.

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3. LA TOPOGRAFÍA DE UNA SEDES REGIA: LA CIUDAD VISIGODA

En la Barcino romana comenzaba a producirse una cierta desestructuración urbana, aunque se


mantenía, en lo fundamental, la cuadricula del alto imperio. Durante la antigüedad tardía, se constata una
nueva ocupación de los viales públicos (sobre todo de pórticos), que ya había comenzado siglos atrás, lo
que provocó un estrechamiento y desviación de algunos de los trazados romanos. En algunos casos se ha de
hablar de una desaparición total del vial, sobre todo en aquellos sectores en donde se habían ubicado los
edificios cristianos alzados de nueva planta. Así sucede en el ángulo norte de la ciudad y en la colina de
Sant Just, al sudeste del forum (Fig. 4).

La ciudad crece en vertical, lo que conlleva ciertas dificultades para mantener el sistema de
alcantarillado. En los siglos V y VI, el nivel de circulación se eleva más de un metro, lo que provoca un
abandono progresivo de la red de alcantarillado. Aun así, el sistema de saneamiento se mantuvo hasta el
siglo VI, mediante cortes puntuales, desviaciones y nuevas conexiones para ir a buscar la red de cloacas que
había quedado sepultada a cotas más bajas (Beltrán de Heredia y Carreras 2011).

Un nuevo hábitat, consecuencia de una nueva forma de vida, se perfila para la mayoría de la
población, una población que ya no vive a la romana y que es el resultado de una pirámide social muy
diferenciada. Las antiguas domus sufren un proceso de transformación, proceso que ya se había iniciado
en el siglo V. El abandono y ocupación de las mismas comportó su compartimentación, cuya explicación
parece encontrarse en la voluntad de acoger diversos núcleos familiares. Así pues, a partir del siglo V,
pero sobre todo en el VI, se construyeron tabiques en las habitaciones para crear espacios más pequeños,
se ocuparon los peristilos y aparecen nuevos elementos, como bancos y hogares en el suelo (Beltrán de
Heredia 2016c).

Las viviendas conviven con los vertederos domésticos y con los espacios de producción o talleres.
Destacan en Barcino los hornos de vidrio, documentados en tres domus: las llamadas de Sant Honorat, de
Sant Miquel y del Arxiu Administratiu (Beltrán de Heredia 2013a: 58-59). Este proceso no supuso una
amortización brusca de la casa romana, sino una adaptación paulatina que acabaría provocando una total
desaparición de las estructuras romanas. En un siglo VI avanzado y sobre todo en el siglo VII, se perfila un
tipo de unidad doméstica de nueva planta, organizada a partir de unas estancias seguidas o alineadas;
generalmente de 2 o 3 habitaciones, relacionadas con patios o espacios abiertos, semejante al
documentado en otros puntos de la Hispania (Beltrán de Heredia, Macias, en prensa). Unas viviendas que
presentan unas arquitecturas más débiles y efímeras que las que les precedieron, arquitectura que está
asociada a estructuras de madera. Un tipo de vivienda semejante a la altomedieval, sea andalusí o no
(Gutiérrez Lloret 2003).

Todo apunta a que en el siglo VI, ya no quedaba en pie ni el porticado del forum, las distintas piezas
fueron reaprovechadas en los edificios religiosos tardoantiguos. No conocemos nada arqueológicamente de
la basílica romana, que seguramente se situaba en el extremo de la terraza baja del forum, junto a a la curia
(Beltrán de Heredia 2015a; 2015b), pero parece que ya estaba desmantelada en esas fechas10 (Fig. 5). La
otra parte de la terraza baja había sido ocupada por una construcción de nueva planta que presenta un
edificio con una planta que recuerda a la del palacio del obispo del siglo VI de la plaza del Rey11 (véase
localización “Residencia” Fig.4).

10
El capitel corintio integrado en los cimientos de la iglesia cruciforme de plaza del Rey ha sido atribuido a la basílica
(Garrido 2011).
11
Este edificio se documentó en unas intervenciones antiguas, por lo que no podemos ir más allá.

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Fig. 4. Topografia de Barcino. Siglos VI-VII. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © E. Revilla-MUHBA)

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Fig. 5. Elementos de spolia procedentes del foro y de la basílica romana utilizados en las cimentaciones de la iglesia
cruciforme de Plaza del Rey (Fotografia © MUHBA).

La terraza alta del forum, estaba presidida por el templo de Augusto. Sabemos que el pórtico que lo
rodeaba había sido invadido en el siglo VII, seguramente por viviendas (Beltrán de Heredia 2016c), pero
nada sabemos del edificio de culto imperial que seguía en pie y bien visible en la topografía de la ciudad.
Así permaneció durante muchos siglos: en el siglo XI, se conocía como el Miraculum, seguramente por la
grandiosidad del edificio y la fuerza de su arquitectura, solo posible para los habitantes de la época si se
atribuía a un milagro.

Desconocemos igualmente dónde se localizaban las mansiones de las élites locales, que bien pudieron
estar en la suburbium, ya que la ciudad amurallada era pequeña. Un grupo social del que tenemos
constancia a través de sus monumentos funerarios, mausoleos decorados con pinturas que se agrupaban
en areae en el suburbium oriental de la ciudad, cerca de la Vía Augusta (Beltrán de Heredia 2010).
Contrariamente creemos que el palacio que los monarcas visigodos tenían en la ciudad, donde tuvo lugar el
asesinato de Goiarico por parte de Gesaleico (Gesalecus Goericum Barcinone in palatio interfecit ) (Mayer
1991: 201) se pudo situar en el entorno de la actual plaza de Sant Miquel (véase Fig. 4 localización
Palatium). Unas estructuras de gran entidad arquitectónica y cronología tardía fueron localizadas y
destruidas en los años sesenta bajo el nuevo edificio del ayuntamiento, conocido como “el Novísimo”. Por
otro lado, las excavaciones en este sector siempre han proporcionado objetos significativos, como placas de
cinturón y fíbulas de época visigoda, una de ellas de carácter distintivo relacionada con el poder
gubernamental o militar (Ripoll 2001: 214-219). También monedas de oro y plata y un tesorillo, que parece
indicar la presencia de unos “usuarios especiales”.

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4. EL ÁNGULO NORTE DE LA CIUDAD: LA EXPRESIÓN DEL PODER

En el siglo VI, el grupo episcopal y centro de poder de la Barcino visigoda había crecido
considerablemente. En la segunda mitad del siglo VI, podemos hablar de la construcción de edificios ex
novo, como una iglesia en planta de cruz (seguramente de carácter martirial) con una area de
inhumaciones privilegiadas anexa, un nuevo palacio episcopal y un conjunto termal (Fig. 6). La posición
de este balnea nos lleva a pensar que seguramente estamos frente a una situación similar a la
documentada en San Giusto, a la Puglia (Italia), en donde, detrás del baptisterio y entre finales del siglo V
y la segunda mitad del VI, se construyó un conjunto termal. Su uso no estaba restringido al obispo y al
clero, sino que se extendió a los fieles y peregrinos, atribuyéndole una función higiénica y sanitaria, pero
también asistencial, sin olvidar un valor ritual, purificador o devocional (Volpe 2007: 95). La situación del
conjunto termal de Barcino, al límite de este del grupo episcopal y junto al cardo maximus y a la puerta
de entrada a la ciudad que conectaba con la Vía Augusta, podría propiciar un hipotético movimiento de
fieles y peregrinos.

En el resto de los edificios existentes, como la sala de recepción del obispo y el baptisterio, se
documentan reformas en el mismo periodo, lo que indica un claro proceso de monumen ta li-

Fig. 6. Planta del primer grupo episcopal de Barcelona en el siglo VI-VII. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia-Ch. Bonnet
(Planimetría: © E. Revilla-M. Berti-MUHBA).

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zación12. También de este periodo es la residencia del poder civil visigodo que se levantó junto a la muralla.
Su situación es muy ilustrativa de su papel, un edificio en forma de “U” cerrado en sí mismo pero abierto a
un corredor que se desarrollaba a lo largo de la muralla (pervivencia del antiguo intervallum), el cual
conducía al cuerpo de guardia situado al pie de la escalera que subía al paso de ronda. La localización de
hebillas de carácter militar en la zona (Ripoll 2001), se justificaría por la presencia de un destacamento
vinculado al cuerpo de guardia y a la propia residencia del comes. Así pues, en este barrio episcopal/condal
residía el obispo y se situaban los distintos edificios religiosos, espacios de culto y de privacidad, espacios
para los vivos y espacios para los muertos privilegiados (areae funerarias); pero también los edificios del
poder civil visigodo, como la residencia del comes ciutatis.

El centro de poder estaba formado por toda una serie de edificios agrupados y perfectamente
articulados entre sí, a partir de corredores, pasadizos o galerías porticadas, llegando a ocupar
prácticamente un cuarto de la ciudad romana, casi dos hectáreas. Hemos de suponer otros edificios que no
conocemos, como la residencia de los clérigos y las viviendas del personal al servició del obispo, almacenes,
archivos, y otros espacios necesarios (ya sean de uso civil o religioso) para el buen funcionamiento del
grupo episcopal.

En la arquitectura religiosa y los edificios propios del obispo, puede apreciarse claramente una
arquitectura del poder y la representación, entre los que destaca el “palacio-fortaleza” del obispo del siglo
VI (Beltrán de Heredia, 2014). (Fig. 7-8). Los distintos cuerpos arquitectónicos del grupo episcopal
configuraban un entramado denso y complicado, como una red, que nada tenía que ver con los proyectos
oficiales, reticulares, abiertos y bien delimitados de los edificios oficiales de época romana. La ciudad ya
ofrecía una imagen más próxima a lo que sería la ciudad medieval, que a lo que había sido la ciudad
romana.

Fig. 7. Planta y dibujo de restitución del palacio del obispo. Siglo VI (Planimetría y dibujo: © MUHBA).

12
Sobre el proceso de monumentalización y los materiales arqueológicos vinculados, pueden verse las distintas
publicaciones de Bonnet, Beltrán de Heredia y Beltrán de Heredia, recogidas en Beltrán de Heredia, 2013a. Para las
piezas de arquitectura mueble, canceles, capiteles y barroteras: véase, Guardia 1999.

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Fig. 8. Fachada de cuerpos articulados del palacio del obispo. Siglo VI (Fotografía: © MUHBA).

5. LA BASÍLICA DELS SANTS MÀRTIRS JUST I PASTOR, UN NUEVO CONJUNTO


CRISTIANO INTRA MUROS

La historiografía siempre había recogido que la iglesia de los Santos Mártires Justo y Pastor era una de
las más antiguas de la ciudad. La advocación a los niños Justo y Pastor, martirizados en Complutum y la vin-
culación de Paulino de Nola con Barcelona (donde fue ordenado sacerdote en el año 393) y con Complutum
(de donde era su mujer) siempre se han usado para hablar de la antigüedad de la iglesia de Sant Just i
Pastor. La documentación recoge que su hijo Celso, muere en Complutum, donde recibió sepultura junto a
un martyrium, seguramente el de los niños Justo y Pastor, circunstancia que tradicionalmente se ha
relacionado con el origen de la iglesia de Sant Just i Pastor de Barcelona. La presencia en el interior de la
iglesia de una pila para el agua bendita y de un capitel, reaprovechado como pila, datados en el VII
(Domingo 2011), de siempre había reforzado la idea de la existencia de un templo cristiano anterior (Fig.9).

Las intervenciones arqueológicas realizadas bajo la actual iglesia gótica13, han permitido confirmar la
existencia de un complejo de culto anterior (basílica, baptisterio, una tumba privilegiada y unas estancias

13
Un convenio entre el Ayuntamiento de Barcelona y la Parroquia de Sant Just i Pastor hizo posible las excavaciones
arqueológicas que se desarrollaron entre el 2011 y el 2014. Actualmente los restos arqueológicos recuperados se
pueden visitar en el interior de la iglesia. Las primeras noticias sobre el tema, se pueden ver en Beltrán de Heredia
2013a: 24-30 y más tarde en 2016a y 2016b. Sobre estos hallazgos contextualizados véase, Beltrán de Heredia 2014a y
2014b, Beltrán de Heredia, 2017. También la tesis doctoral presentada por la autora en 2017 en la Universidad de
Zaragoza: “La Basílica dels Sants Mártirs Just i Pastor de Barcelona en el marco de la ciudad tardoantigua y
altomedieval (siglos V al XIII) y su precedente romano (Siglo I)”.

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anejas) que se pueden datar a inicios del siglo VI 14 (Fig. 10). Estos hallazgos evidencian que Barcino,
dispuso de dos grupos episcopales, como ahora expondremos y razonaremos, una situación nueva
arqueológicamente, pero no documentalmente, ya que las fuentes conciliares hablan de obispos, como
Paterno, que lo era de la ecclesia Catholica Barcinonensis, y de otros, como Ugnas, obispo arriano
convertido al catolicismo en el año 589. La elección de Barcino por parte de los visigodos como sedes regia
estaría en el origen de esta duplicidad de centros episcopales.

Fig. 9. Pila y capitel reaprovechado como pila de la Basílica de los Santos Mártires Justo y Pastor. Siglo VII (Fotografía:
© Parroquia de Sant Just i Pastor).

Fig. 10. Detalle de las estructuras localizadas. En el presbiterio pueden verse los negativos de los canceles de madera y la
situación del ambon. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © I. Camps).

14
El estudio del material cerámico localizado en las excavaciones ha sido realizado por Xavier Aquilue. (Beltrán de
Heredia, Aquilue, en prensa).

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6. LA BASÍLICA ANTIGUA BAJO LA ACTUAL IGLESIA

Las estructuras arqueológicas de la basílica que conocemos hasta el momento corresponden


fundamentalmente a la zona del ábside, y nos permiten plantear un edificio con una cabecera triabsidada o
triconque. El ábside lateral oriental se conserva completo y hemos podido documentar parte del arco del
ábside lateral occidental, así como unas estructuras de la nave15. También se ha localizado los pavimentos
del presbiterio y de una estancia contigua al sur la basílica, que eran de opus signinum .

El ábside lateral oriental es una estructura más ancha que profunda (5,60 m por 4,40 m) que
conserva una altura que supera los tres metros (Fig. 11-12) y alberga en el nivel inferior una confessio.
La fábrica de la basílica presenta –como es habitual- elementos arquitectónicos de edificios alto
imperiales aprovechados en la nueva construcción, en concreto, diversas bases de pedestales y un fuste
de columna. Los muros tienen una anchura de 0,80 m y presentan una técnica constructiva bien
documentada en Barcelona, en otros edificios relacionados con el poder local (Beltrán de Heredia 2009;
2016c)16.

En uno de los extremos del ábside oriental se localiza un elemento vertical de carga, una zapata
encofrada de 80 x 150 cm, en donde se apoyan una serie de bases de pedestal y un fuste de columna de
0,80 m de diámetro. Un elemento estructural que se podría relacionar con una cubrición de bóveda en la
zona del ábside, pero también con el arco triunfal que señalaría la entrada al presbiterio (Fig. 13).

El pavimento del presbiterio era de opus sigininum, el cual hemos podido localizar en bastante buen
estado y en una amplia zona. Lógicamente este pavimento estaría más elevado que el de la nave, del que no
sabemos nada, ya que los niveles de los suelos eran unos de los elementos que servían para jerarquizar
espacios.

Las cabeceras de muchas basílicas tomaron la forma triabsidada, por lo que se podrían traer aquí muchos
ejemplos, pero queremos citar únicamente, y por proximidad, el de la basílica de Sant Pere de Terrasa,
(García, Moro y Tuset 2009) o el de un caso más lejano, pero también en parte vinculado con Barcelona,
como es la basílica de Cimitile, Nola, (Branderburg y Ermini-Barbini 2003; Ebanista y Fusaro 2010).

La orientación de basílica triabsidada de Barcelona sería sudeste/ noroeste, con el altar al sudeste, una
disposición semejante a la del resto de los edificios religiosos documentados en la ciudad, como por ejemplo,
la iglesia de Sant Miquel o la catedral paleocristiana, y también la iglesia cruciforme del grupo episcopal de
la Plaza del Rey. Una orientación que, en el caso de la basílica de Sant Just i Pastor, presenta una pequeña
desviación de 22 grados hacia el norte. Creemos que este hecho está relacionado con la orografía del terreno.
Parece que el edificio se dispone oblicuamente para poder aprovechar mejor el espacio de la terraza alta,
donde habría además otros edificios religiosos y civiles relacionados que aún no conocemos17. La situación

15
Creemos que bajo la actual iglesia se conservan más estructuras de la primera basílica y de otros edificios del complejo
de culto, pero la actuación arqueológica ha sido puntual, habiéndose excavado una pequeña parte de la superficie total
de la iglesia. El yacimiento no está agotado y esperamos poder seguir con las intervenciones.
16
La documentación del mismo sistema constructivo empleado en las construcciones oficiales de Plaza del Rey y en las
de Sant Just i Pastor muestra como los operarios especializados, que seguramente no residían en la ciudad, no debían
de ser muy numerosos; un artesanado de prestigio que se movía alrededor de los estamentos de poder de la época y
que acudían cuando el obispo u otros agentes locales les requerían. Otros autores han llamado también la atención
sobre este punto que queda reflejado en las fuentes escritas (Chavarria 2011).
17
Tampoco podemos descartar, como ya hemos apuntado en otras ocasiones, que la existencia de alguna estructura
previa vinculada al agua y aún en funcionamiento en la cima de colina condicionaran la posición del edificio religioso,
como luego veremos.

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Fig. 11. Planta del ábside lateral oriental y de las estructuras de la nave con la situación del mosaico localizado en el siglo
XVIII (Planimetría: © I. Camps).

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Fig. 12. Vista exterior del ábside lateral oriental donde se


localiza la confessio. Se puede apreciar la técnica
constructiva y el negativo de los escalones para acceder a
la fenestella confessionis (Fotografía: © P. Vivas-
Parroquia de Sant Just i Pastor).

de las tres basílicas sucesivas, la del siglo VI, la ro-


mánica18 y la gótica, muestra esta adaptación al te-
rreno. Destaca la posición de la iglesia gótica que
ocupa la totalidad de superficie de la terraza alta.
Para construir este edificio, de dimensiones mucho
mayores que los precedentes, se ven obligados a
cambiar totalmente su orientación, la única manera
de poder encajar un edificio mucho más grande que
los precedentes (Fig. 14).

Alrededor de esta basílica debió de haber una


multiplicación de espacios con distintas funciones, Fig. 13. Detalle del elemento vertical de carga que
correspondería al arco triunfal, construido en su totalidad
espacios que aún no se conocen arqueo ló - con spolia (Fotografía: © P. Vivas- Parroquia de Sant
gicamente. Aun así, tanto al sector nordeste, como Just i Pastor).
al suroeste de la nave, se han localizado
estructuras y pavimentos, que son indicativos de
esta situación. Podemos hablar de un pavimento de opus signinum en el sector occidental, y de unas
estructuras que parecen definir un corredor lateral, al sector oriental. En esta zona y en 1723, con motivo
de la construcción de la tumba de los Vicarios Perpetuos, se localizó, como explica la documentación del

18
Durante el proceso de investigación también se han podido identificar estructuras pertenecientes a la iglesia románica
derribada en el siglo XIV (véase fig.29).

94
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1 BARCELONA, LA TOPOGRAFÍA DE UN CENTRO DE PODER VISIGODO…

Fig.14. Topografía de la terraza alta de la colina de Sant Just con indicación de la situación de las tres basílicas sucesivas
(1. Tardoantigua: 2. Románica; 3. Gótica). Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © E. Revilla-I. Camps).

momento19, un pavimento de mosaico de piedras blancas y azules que podría ponerse en relación con las
estructuras arqueológicas recientemente descubiertas (véase Fig. 11).

En la parte excavada del presbiterio se han encontrado algunos elementos de carácter litúrgico que son
de especial interés. Nos referimos a una base de piedras de planta rectangular con el exterior estucado que
se sitúa sobre el pavimento original de opus signinum y que interpretamos como un posible ambón.
También a seis agujeros de palo que definen dos líneas paralelas (tres agujeros en cada lado), las cuales
presentan la misma orientación que las estructuras de la basílica y tienen una disposición axial en relación
al ábside oriental y la confessio. Unos negativos que parecen responder a los testimonios de unos canceles
de madera que definirían un pasaje litúrgico/procesional, de poco más de un metro de ancho, pasaje que
iría de la puerta que comunicaba el presbiterio con el espacio anexo funerario (donde se ubica una tumba

19
Memoria de Francisco Gloria y Bosch, presbítero: Preeminencia, jurisdicción y superioridad de la parroquial iglesia de
San Justo y Pastor de Barcelona Portada: Canónica, histórica demostración, con la cual el Dr. Francisco Gloria y
Bosch, presbítero y Vicario Perpetuo de la parroquial iglesia de San Justo y Pastor, de esta ciudad de Barcelona, se
opone al error de algunos parroquianos, que le han pretendido negar la preeminencia, jurisdicción y superioridad
en su parroquial iglesia y por toda la parroquia….Documento 851, Biblioteca Provincial y Universitaria. UB.

95
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JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO 1

privilegiada, como ahora expondremos) a la confessio (véase Fig. 10). Los canceles de madera como
dispositivos para crear corredores o delimitar y señalar espacios dentro de la iglesia, por razones litúrgicas,
de ceremonias o de jerarquía, debieron de ser mucho más frecuentes de lo que a menudo se piensa. La
razón es obvia, no se han conservado testimonios, únicamente los negativos de los anclajes. Testimonios de
canceles de maderas se han evidenciado también en otras iglesias como por ejemplo en la basílica de
Sainte-Marie de Morgex, en Aosta (Italia), en donde con canceles de madera se limitó un espacio
rectangular que prolonga la obertura del ábside y un pasaje central que corresponde a la solea. Se han
conservado los agujeros y las piedras que ayudaron a falcar los elementos verticales de madera (Bonnet,
Perinetti 2005, 185).

7. LA CONFESSIO BAJO EL ÁBSIDE ORIENTAL DEL PRESBITERIO

El ábside lateral oriental presenta, en un nivel


inferior, un espacio subterráneo de 2,20 m de altura
muy bien conservado. Se trata de una confessio
destinado a acoger reliquias y/o la tumba de un
personaje importante de la comunidad cristiana del
momento (Fig. 15). En el eje del ábside, se localiza
una pequeña ventana, una fenestella confessionis
para que los fieles pudieran mirar a través de este
elemento al interior de la confessio.

El techo de la cámara/cavidad subterránea


debió de ser una cobertura de vigas de madera, ya
que no hay ningún indicio de una posible bóveda.
Por otro lado, parece que la confessio se ubicó
aprovechando un punto de la colina donde el
terreno desciende claramente, facilitando sin duda
su ubicación y suponiendo además un ahorro de
recursos. Aprovechando este desnivel unos
escalones descendían hasta la fenestella, tal y como
parce indicar el negativo conservado en la pared
del ábside (véase Fig. 12).

Creemos que no existió una comunicación


directa entre el espacio subterráneo y el lugar de
culto superior, y que tampoco fue un espacio ni de
circulación, ni de acceso para los fieles.
Únicamente se miraba desde el exterior, aunque,
sin duda, debió de haber algún tipo de acceso
practicable, pero desconocemos desde que punto.
La fenestella presenta la forma de una pequeña
Fig. 15. Vista interior de la confessio (Fotografía: © P.
aspillera (medidas exteriores: 24, 22 x 4 cm y Vivas- Parroquia de Sant Just i Pastor).
medidas interiores: 38,66 x 35,6 cm) (Fig. 16).
Como es habitual, se localiza prácticamente al ras
del suelo y cumpliría la función de poder mirar, desde fuera de la basílica, al lugar venerado y orar con la
vista fijada en su interior. No se han encontrado elementos in situ, ya que en la confessio se había ubicado
un vaso funerario en el siglo XVIII, y su construcción había removido la secuencia estratigráfica interna.

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1 BARCELONA, LA TOPOGRAFÍA DE UN CENTRO DE PODER VISIGODO…

La confessio es un elemento lleno de


significado y muy propio del cristianismo, el cual
no solo se dispone en los altares, sino también en
la propia arquitectura. Podemos citar, por ejemplo,
el caso de la basílica Marusinac, en Salona, donde
la cripta con la fenestella confessionis se sitúa
también en el eje del ábside y al nivel del suelo
(Marin 1994: 54). La tipología constructiva de la
fenestella de Sant Just i Pastor en forma de
aspillera, es un tipo de ventana documentada en
otras construcciones del periodo, como el palacio
del obispo de Barcelona (Beltrán de Heredia
2014b) y el edificio cruciforme de Valencia, ambos
del siglo VI (Ribera 2005). Igualmente, la
encontramos en la llamada Cripta de las Rosas
(mausoleo vinculado a la Basílica de San
Fructuoso) de Tarragona, en este caso del siglo V
(López Vilar 2006), o en el mausoleo de Teodorico
en Rávena, del siglo VI (Maioli 1994). En la
basílica de Sant Just y Pastor se conserva
perfectamente el revestimiento de mortero que
Fig. 16. Fenestella confessionis conservada en el centro
cubría la ventana en su totalidad. del ábside (Fotografía: © P. Vivas- Parroquia de Sant
Just i Pastor).

8. EL BAPTISTERIO

Junto a la basílica y en el subsuelo de la actual sacristía, se localizó una piscina bautismal. Se trata de
una estructura bastante sólida realizada por la técnica de encofrado que muestra una pila en forma de cruz
(Fig. 17). Desgraciadamente, la piscina no se conserva completa, ya que resultó muy afectada por las obras
de construcción de la iglesia gótica que comportaron la obertura de profundas zanjas de cimentación, y por
lo tanto grandes niveles de destrucción. De la pila se conservan parcialmente dos de los brazos de la cruz.
Creemos que los escalones de entrada y salida de la piscina, seguramente tres peldaños, tal y como parece
deducirse a partir de la sección, estarían situados en el eje transversal este-oeste, como mandaban los
cánones (Fig. 18). El neófito descendería por el oeste a la piscina bautismal y ascendería, como en una
nueva resurrección, por el este.

Fig. 17. Vista exterior de los dos brazos de la piscina cruciforme y vista cenital de la pila (Fotografía: © I. Gibrat).

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Fig. 18. Secciones y propuesta de restitución de la piscina bautismal. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: ©
I.Camps. Imagen 3D: Centum).

También sabemos que los dos brazos de la cruz que no tenían escalones se organizaban en dos niveles,
el primero de 75 cm de profundidad y el segundo de unos 30 cm, una situación documentada en otras
piscinas, como por ejemplo en Ajaccio, Córcega, o en Idanha-a-Velha, Portugal, ambas en forma de cruz y
del siglo VI (Istria 2010; Sánchez y Morín 2014).

El interior de la pila estaba totalmente


revestido de una capa hidráulica hecha con opus
signinum, sobre la que se aplicó una pintura de
color rojo intenso. Se conocen otros casos en los
que el interior de la piscina también presentaba
pintura. El uso de la pila solo una vez al año, y con
una cantidad de agua relativa 20 , permitía estas
opciones decorativas. Por citar un ejemplo,
queremos recordar la piscina bautismal de Narona,
en Croacia, en donde sobre el mortero hidráulico
se había pintado una decoración que se extendía Fig. 19. Detalle del conducto de agua del baptisterio
(Fotografía: © P. Vivas- Parroquia de Sant Just i Pastor).
por todo el interior de la pila e imitaba placas de
mármol (Marin 1998).

También se ha localizado la conducción que llevaba el agua al baptisterio, un canal hecho de obra que
albergaba un conducto de plomo protegido por dos ímbrices (Fig.19). La conducción de plomo fue
recuperada parcialmente cuando el baptisterio fue amortizado, un hecho habitual, ya que los metales no se
abandonaban, sino que se reciclaban volviéndoles a fundir. Este hecho también está constatado

20
La inmersión no era total, y a juzgar por las dimensiones de las piscinas conservadas, el agua no debía de llegar a la
mitad del cuerpo. Se ha de pensar en una inmersión en un sentido más teológico que literal.

98
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1 BARCELONA, LA TOPOGRAFÍA DE UN CENTRO DE PODER VISIGODO…

arqueológicamente en el baptisterio que se localiza bajo la catedral actual, donde la conducción de plomo
también estuvo protegida por ímbrices y fue igualmente espoliada (Beltrán de Heredia y Bonnet 2007:
794).

De especial interés es la existencia de un muro incorporado a la estructura de la pila y oculto por el


revestimiento de opus signinum, lo que nos lleva a plantear la hipótesis de que hubiera existido una piscina
anterior, una pileta cuadrada más sencilla y de menores dimensiones, que hubiera sido más tarde
monumentalizada. La pileta cruciforme se habría construido sobre la cuadrada, manteniéndose la primera
como el receptáculo central de la cruciforme (Fig. 20).

En el caso de la piscina de Sant Just i Pastor, se ha planteado una hipótesis de restitución de cruz
sencilla (con brazos rectilíneos, más o menos iguales), pero es muy posible que la forma externa tuviera
alguna variación. En este sentido se ha de destacar que uno de los brazos es un poco más ancho21 y parece
abrirse, al tiempo que presenta un negativo cuadrangular bien definido. Es posible que en ese punto
existiera un dispositivo especial litúrgico, desde donde el obispo podría proceder a la bendición del agua o
a la crismación22. Recordemos, el puesto para el obispo que se ha podido significar en Aosta (Italia), gracias
a la existencia de un ambón situado frente al baptisterio y desde el cual el obispo presidía la ceremonia
(Cortelazzo, Perinetti 2007), o el que podemos ver en Ginebra (Suiza) el cual se asocia con el obispo y con
la administración del crisma (Bonnet, y Gaillard 2016).

Fig. 20. Planta evolutiva del baptisterio de Sant Just i Pastor, con la propuesta de una posible pila cuadrada anterior.
Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © I. Camps).

21
La anchura de los brazos es de 40 cm, pero en este caso y en la parte conservada alcanza los 60 cm.
22
Para el caso de Barcelona los datos son muy escasos pero creemos se ha de dejar constancia de los mismos.
Desgraciadamente, futuras intervenciones arqueológicas no podrán echar luz sobre este punto, ya que la presencia de
sótanos en las fincas vecinas y las zanjas de cimentación de edificio gótico han destruido toda posibilidad de recabar
nuevos datos.

99
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No sabemos si la pila bautismal se localizaba en un edificio exento, o si bien era un espacio anexo a la
iglesia, un ámbito cuadrangular o rectangular, que funcionaría perfectamente con la planta general del
complejo, como podemos ver en otros muchos lugares. Junto al baptisterio y al sudoeste de la basílica,
debieron de existir espacios ligados a la liturgia bautismal, estancias para los preparativos, la
administración del crisma, etc. y corredores para establecer el circuito de circulación de los neófitos desde
el baptisterio a la basílica una vez bautizados, un circuito siempre diferenciado del que realizaba el obispo y
los clérigos. Al respecto, es de gran interés el caso del Ginebra, donde se han contrastado los datos
textuales relativos al ritual del bautismo recogidos en diversos misales, con los arqueológicos
documentados en el propio grupo episcopal (Bonnet y Gaillard 2016).

Las piscinas bautismales de planta cruciformes son bien conocidas, aunque quizás no sean el modelo
arquitectónico más frecuente. Dejando al margen las que presentan un desarrollo de los brazos lobulados,
podemos traer aquí los ejemplos de los Balcanes, Grecia o de Jordania, en el Monte Nebo (Piccirillo 1989).
En Dalmacia, los baptisterios de la catedral de Zara, el de Dikovaca, (en Zmijavci), el de Lovcrecina (en la
isla de Brac), los de Salona, o el de Vinjani (Cambi 1989). También el de Nerezi (Bosnia), o el de Leptis
Magna o Cos, entre otros muchos, recogidos ya hace años por Khatchatrian (1962), en su compendio de
más 400 baptisterios conocidos en aquel momento.

9. UNA TUMBA PRIVILEGIADA

Las excavaciones han puesto de relieve la existencia de un enterramiento singular, que responde a una
inhumación privilegiada23 de un personaje “singular”. La tumba se corresponde con una estructura unitaria
que presenta dos partes diferenciadas. En la parte inferior se localiza la caja para albergar al difunto, una
caja de unas dimensiones de 165 cm x 55 cm y una profundidad de 48,8 cm. La caja estaba sellada con
tablas de madera y una gruesa capa de mortero de cal (10 cm), cobertura que hemos podido localizar en las
excavaciones (Fig. 21).

En la parte superior, la tumba disponía de una fosa/cámara vacía y estucada de 74,8 cm x 187, 35 cm
(un poco más larga y ancha que la propia caja del difunto) y una altura de 74,3 cm que estaría
cubierta/señalizada por una pieza que no se ha conservado, pero de la que se intuye un negativo en una de
las paredes. Ésta cubierta de características ligeras no se situaba enrasada con el nivel de circulación del
suelo de opus signinum, sino unos centímetros por debajo, lo que nos indica que la organización de la
tumba fue pensada para ser vista, pero no para ser pisada24. También hemos de contemplar la posibilidad
de que en la parte superior existiera algún tipo de estructura de madera -que podría englobar la cubierta de
cierre superior- que la hiciera más presente y visible. Tampoco podemos descartar la posibilidad de que la
cámara quédese vista bajo la estructura de madera (Fig. 22).

Estructuras de madera vinculadas a tumbas, se han documentado en Italia. Lógicamente los casos no son
muy numerosos dado que la madera es un material perible. Podemos poner el ejemplo de Mantova (Italia),
en donde se ha excavado una tumba privilegiada datada en el siglo VII y localizada en el corredor del edificio
octogonal identificado como un baptisterio, que conservaba los negativos de una estructura de madera supe-
rior (Manicardi 2015: 53). En el caso de la tumba de sant Just i Pastor, la estructura de madera podría haberse

23
Este fenómeno ha sido ampliamente estudiado, como se puede ver en Y. Duval, J.Ch. Picard, 1986. L’inhumation
privilegiee du IVe au VIIe siecle en Occident Actes du Colloque a Créteil, 1984.
24
No tendríamos en este caso, el sentido de humildad que atribuye Gregorio de Tours a la posición de su tumba, ante
portam, para que pueda ser pisada por todo el mundo. Otros autores han relacionado el ante portam con la puerta del
paraíso, asimilando el paraíso con la iglesia (Chavarría 2011, 180-181).

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Fig. 21. Sección de la tumba privilegiada de Sant Just i Pastor (con indicación de las diferentes partes), comparada con la
tumba y camara pintada de Cincari (Cintas, Duval 1976, fig. 18 bis; Planimetría: © I. Camps).

101
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apoyado en el resalte inferior de la propia caja. La


hipótesis se nos muestra muy plausible.

Por otro lado, la relación física con el


pavimento de circulación de opus signinum indica
que la tumba fue pensada y construida al tiempo
que el edificio. De hecho, la tumba está totalmente
alineada con los muros de la basílica y con una
orientación este-oeste. Su ubicación le otorga el
carácter de altamente privilegiada. Se trata de una
tumba aislada, situada junto a una puerta, en una
estancia aneja al ábside y en pasaje que iba del
baptisterio a la basílica, sin duda reservado al
clero, el cual desembocaba directamente en el
presbiterio. Las sepulturas en pasajes estaban
destinadas a poner de relieve a los personajes allí
enterrados y a preservar su recuerdo y memoria a
través de la oración y del pensamiento del vivo25.
Fig. 22. Detalle de la tumba. Se puede ver la caja en la
Significativa es la proximidad y situación de la
parte inferior con los restos del nivel de sellado y la
cámara superior estucada (Fotografía: © P. Vivas- tumba en relación a la cripta y a las reliquias/
Parroquia de Sant Just i Pastor). personaje allí venerado.

La tumba debió de pertenecer, sin duda, a un miembro destacado de la comunidad cristiana. Un


personaje que pudiera enterrase en el interior de la ciudad y al mismo tiempo planificar su tumba en el
marco de un proyecto arquitectónico cristiano de las características ya descritas (del que seguramente fue
impulsor), hubo de ser un obispo: el “obispo constructor” de la basílica. Si bien es verdad que los obispos
solían enterrase en el suburbium, en el interior de las basílicas martiriales, también hubo obispos que
construyeron su tumba en el interior de la ciudad, junto a la catedral y a los espacios que simbolizaban su
función episcopal, como, por ejemplo, hizo el obispo Justiniano, en Valencia. Este hizo trasladar las
reliquias del mártir Vicente desde el suburbium al interior de la ciudad y mandó construir un edificio con
una doble función, la capilla del mártir y su propia tumba (Ribera 2005).

Las iglesias urbanas y los grupos episcopales fueron espacios de privilegio para depositar sepulturas,
como podemos ver en Barcelona o Valencia, pero también en Aquilea, o Concordia, en Italia. En África se
conocen enterramientos en los complejos episcopales de Haidra y Sbeitla, pero parecen datarse en fechas
muchas más tempranas (Chavarria 2011: 188-189).

Otro dato de sumo interés, en relación con la identidad del inhumado, es el hecho de la que la tumba
fuese abierta para recuperar el cuerpo, lo que refuerza la hipótesis de que se trató de un personaje
importante de la comunidad. Cuando se procedió a abrir la tumba y retirar los huesos, la fosa fue
reutilizada con un nuevo enterramiento que ya no mantuvo las características de la tumba, ni mucho
menos la memoria del nuevo difunto26. Esta nueva inhumación se puede datar por C-14 entre el 676-870

25
La fuerza y el poder de las oraciones la han puesto de manifiesto mucho autores. San Agustín da más valor a los rezos
de los vivos que al poder de las reliquias. La tumba de Sant Just i Pastor reúne los dos factores de privilegio. Sobre
este aspecto, véase Chavarria 2011, en la pag. 17 recoge abundante bibliografía sobre el tema.
26
Con el nuevo enterramiento se colmata totalmente la tumba (fosa y cámara) y en superficie se oculta la tumba con una
nueva secuencia estratigrafía. Por otro lado, las dimensiones del nuevo inhumado eran superiores a las de la fosa, por
lo que tuvieron que modificar la caja, ampliándola por la cabecera.

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AD27. Tipológicamente, la estructura de la tumba privilegiada de Sant Just i Pastor, recuerda a la fosa
pintada o cenotafio privilegiado de Cincari (Cintas y Duval 1976: fig. 18, 881) (véase Fig. 21), aunque en
nuestro caso la fosa está estucada, pero no pintada. Se conocen otros casos de tumbas con fosas pintadas,
como por ejemplo en Tipasa o en Cartago, recogidas también en el estudio de Noel Duval y Jean Cintas.
También en Italia, en Bolonia, Brescia, Verona o Milán, se localizan tumbas estucadas y pintadas con
motivos cristianos (Chavarria, Giacomello 2014, 213), aunque en general, los ejemplos escasean.

10. ALGUNOS OBJETOS MUEBLES RELACIONADOS CON EMPLAZAMIENTO CRISTIANO


DE SANT JUST I PASTOR

En relación con el complejo cristiano de Sant


Just i Pastor, hemos de poner en relación una
pieza de mármol de Pavonachetto (Àsia Menor)
que podría haber tenido algún uso litúrgico (Fig.
23). También dos fragmentos de sendos sarcófagos
de mármol del Proconés, procedentes de los
talleres de Roma. Uno de ellos presenta un motivo
de un erote y se puede datar entre el 270-inicios
del IV; el otro, de iconografía cristiana, es de época
constantiniana (Beltrán de Heredia 2013a: 29;
Claveria, Koppel y Rodà 2014:114-117)28 (Fig. 24).
También una posible tapa de un tercer fragmento
de sarcófago, igualmente de mármol del Proconés,
con motivos en relieve (posibles pliegos de figuras
vestidas) de cronología tardía (Claveria, Koppel y
Rodà 2014:117). Creemos que estos sarcófagos se
tienen que contextualizar en el marco de la
primera basílica de Sant Just i Pastor; unos
elementos funerarios nobles destinados a
personajes notables que pudieron haber sido
Fig. 23. Pieza de mármol de Pavonachetto (Asia Menor)
enterrados en el interior de la ciudad, junto a las seguramente de uso litúrgico (Fotografía: © Pep Parer-
reliquias que debía de custodiar la antigua iglesia MUHBA).
de Sant Just i Pastor. Creemos que en el caso del
sarcófago pagano es más que probable que se hubiera dado un aprovechamiento de prestigio en época
tardoantigua 29 , como pasa en otros muchos lugares. En este sentido podemos mencionar un caso

27
La edad radiocarbónica es de 1130+/-30 BP y la edad radiocarbónica convencional es de 1250+/- 30 BP. La
recalibración proporciona una ratio del 95,4% de probabilidades de la datación entre el 676-779 Cal AD (74,8%) y el
790-870 cal AD (20,6%). El C-14 ha sido realizado en los laboratorios Beta Analytic de Miami, Florida.
28
Estas piezas fueron localizadas a escasa distancia de la iglesia actual. Se ha de tener presente que el complejo
episcopal de época tardoantigua ocupaba, al menos, la totalidad de la terraza alta. También se ha comprobado en las
excavaciones el desplazamiento continuo de los niveles de derribo de la cima de la colina hacia las zonas más bajas
para minimizar el desnivel e igualar el terreno.
29
La localización de los hallazgos de los quince sarcófagos encontrados en nuestra ciudad es bastante elocuente. Los
doce localizados intra muros se pueden contextualizar en ámbitos cristianos: ocho proceden del grupo episcopal bajo
la catedral, uno junto a la iglesia de Sant Miquel, y los otros tres junto a la iglesia de Sant Just i Pastor. Isabel Roda ya
llamó la atención sobre esta topografía de los sarcófagos hace años (1982), los hallazgos posteriores a esta fecha han
venido ha venido a hondar en la misma línea.

103
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JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO 1

Fig. 24. Sarcófagos de mármol del Proconés. La pieza de la izquierda presenta una figura atribuida a Jesús. El sarcófago
de la derecha es de carácter pagano reaprovechado en época tardía (Fotografía: © Pep Parer-MUHBA).

emblemático, como es el que perteneció a Constanza de Aragón enterrada en la catedral de Palermo en un


sarcófago romano. También significativo es el del conde Ramón Berenguer I, que utilizó un sarcófago
romano que se colocó en la capilla mayor de la catedral de Barcelona30.

Por último y en el mismo contexto, no podemos dejar de mencionar el hallazgo de un ponderal, una
pieza de cuatro solidi, de forma cuadrangular, que presenta les letras NE aplicadas en plata (García, Miró y
Revilla 2002: 376). Las disposiciones de Justiniano del año 545 establecen la obligatoriedad de guardar las
mensures et pondera en las iglesias; el obispo debía garantizar su correcta utilización, evitando el fraude
fiscal. En Barcelona, se ha localizado otro ponderal31, este en las excavaciones del grupo episcopal de la
plaza del Rey (Beltrán de Heredia 2013: 43, fig. 29). En Italia se han documentado hallazgos de monedas y
ponderales en iglesias (Volpe 2007: 88), también en Hispania, como es el caso de la iglesia del Monestil,
en Elda, Alacant (Poveda 2003: 121). En Barcelona, las dos exagia de bronce corresponden a ponderales
oficiales de la administración bizantina que fueron adoptados como patrones monetarios por la
administración visigoda para el control comercial y fiscal. Estas exegia podrían haber estado en uso en
nuestra ciudad hasta la reforma monetaria del califa Abd al-Malik aplicada en Al-Àndalus en el año 720.
Por el contexto de los hallazgos, una en el grupo episcopal de Plaza del Rey y la otra junto a la iglesia de
Sant Just i Pastor, nada impide pensar que fueran custodiadas en el interior de las iglesias, tal y como
indicaba la legislación vigente.

30
El sarcófago, que está hoy desaparecido, llevaba una inscripción funeraria relativa a Ramón Berenguer I. El sarcófago
fue comprado al capítulo de la catedral por el arcediano Lluis Desplà que se lo llevo a Alella, en donde era rector. Allá
lo vio Pujadas en el siglo XVII, el cual recoge la noticia (Rodá 1982: 237).
31
En este caso, se trata de un ponderal de forma esférica que corresponde a una semuncia (media uncia). Se ha de tener
presente que son las dos únicas piezas de estas características localizadas en Barcelona.

104
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1 BARCELONA, LA TOPOGRAFÍA DE UN CENTRO DE PODER VISIGODO…

11. EL PRECEDENTE DE LA BASÍLICA CRISTIANA: EL TEMPLO ROMANO DE SANT JUST I


PASTOR

Las excavaciones arqueológicas han desvelado también cual era la situación de este sector en época
romana. La presencia de unos muros paralelos de gran entidad, subestructuras donde se apoyarían los
elementos de un pórtico o de unas fachadas monumentales porticadas, las cuales delimitaban un edificio
sobre podium, nos ha llevado a interpretar el espacio como una plaza porticada, seguramente con un
templo en el centro (Beltrán de Heredia 2015a; 2015b) (Fig. 25). Parece que las dos pequeñas colinas (16,9
y 14 m) sobre las que se levantó la ciudad se usaron para poner de relieve sendos edificios simbólicos. En
un caso, el templo de Augusto, y en el otro, todo apunta a la existencia de otro templo de igual orientación.
El hecho de aprovechar la orografía del terreno en la planificación de la ciudad fue, sin duda, una decisión
voluntaria y totalmente simbólica, motivada por la intención de dar una mayor representatividad a unos
edificios que a otros. En este sentido eran siempre los edificios religiosos, por encima de los civiles y
administrativos, los que se elevaban su escala32. Un hecho topográfico/simbólico que puede verse llevado a
la práctica en muchas otras fundaciones romanas (Fig. 26).

Fig. 25. Estructuras alto imperiales localizadas bajo Sant Just i Pastor, con indicación de la posición del castellum aquae
y de los tramos de aquae ductus. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © I. Camps).

32
También es interesante señalar el hallazgo del coronamiento de un pedestal de un monumento ecuestre, el primero
localizado en la ciudad, monumentos que siempre se disponían en espacios públicos relevantes. Se sabe que, a unos
pocos metros y formando parte de un muro de un edificio medieval, se encontró un pedestal epigráfico que podría ser
de una estatua ecuestre (IRC IV, 53).

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JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO 1

Fig. 26. Situación de las dos pequeñas colinas (16, 90 y 14 m) de la topografía de la Barcino romana en relación a los dos
edificios públicos: los dos templos. Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © E. Revilla-I. Camps).

Igualmente tenemos constancia, a partir de las fuentes escritas, de la existencia de un depósito/


castellum aquae (o un piscina limaria)33 en el subsuelo de la Basílica dels Sants Màrtirs Just i Pastor.
También se conserva toda un red de canalizaciones que distribuía el agua a la mitad sureste de la ciudad34
(Beltrán de Heredia 2015a; Beltrán de Heredia 2105b) (Fig. 27). Esta red de aqua ductus dio lugar a toda
una larga literatura que acabó vinculando la iglesia con catacumbas cristianas y pozos de sacrificios de
mártires, queriendo emular las catacumbas de Roma35. En superficie y en relación con el castellum, y por
supuesto en el terreno de las hipótesis, podríamos pensar en la ubicación de un ninfeo o fuente monumental,
como podemos ver en Mérida (Ayerbe y Barrientos-Palma 2013) y, un templo que pudo estar dedicado al
culto de las aguas, como pasa en Valencia (Albiach, Espí y Ribera 2009). La existencia de un depósito,
castellum aquae o una piscina limaria, delante del altar mayor y coincidiendo con el eje del edificio gótico no
creemos puede ser una casualidad. La presencia de edificios relacionados con fuentes consagradas a las
divinidades del agua, a las ninfas de las fuentes (nimphis fontanae) y de la salud, es frecuente en las ciudades
romanas. En el caso de Barcelona, no tenemos inscripciones al numen de las ninfas que nos indiquen ese tipo

33
Véase la nota 19.
34
Las excavaciones realizadas en el siglo XIX en busca de mártires y reliquias pusieron de relieve la red subterránea del
aquae ductus (Mestres 1982). También las obras realizadas en los siglos XVIII y XX. A veces un plano y unas
descripciones ricas y detalladas, no dejan duda sobre su existencia, aunque no proporcionan, lógicamente, una
situación topográfica exacta.
35
El hecho no es extraño; en Zaragoza la red subterránea romana también ha quedado fosilizada, en la historiografía
local, como pasadizos secretos, lugares de martirios y de oración para los cristianos (Escudero y Galve 2013: 335-338).

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1 BARCELONA, LA TOPOGRAFÍA DE UN CENTRO DE PODER VISIGODO…

de culto36. Tampoco a Neptuno o a Hércules que fueron los que tutelaban las travesías marítimas y a los que
se encomendaban los miembros de los oficios vinculados al agua, pescadores, comerciantes, etc. a pesar de
que Barcino fue una ciudad costera, volcada al mar y con una economía directamente vinculada con el
puerto, el comercio marítimo y la explotación de recursos marinos, como fue la comercialización de ostras y
la producción de garum y pescado salado37. Este hecho nos lleva a pensar que bien pudo existir algún culto
protector de estas actividades que se concretara en un templo pagano que fuera más tarde cristianizado.
Aunque el fenómeno de cristianización de templos es conocido en muchos puntos del imperio, apenas se ha
documentado en Hispania. Al respecto, es interesante el estudio de Javier Arce (2006), donde se plantea que
la mayoría de ellos fueron reutilizados como espacios de habitación y más tarde desmontados, tal y como
indican algunas excavaciones arqueológicas. Pero la realidad es que hay muy pocos casos estudiados, apenas
bibliografía al respecto y que faltan muchísimos datos arqueológicos.

Fig. 27. A la izquierda, propuesta de la localización de la red hidráulica (tramos numerados) en base a la arqueología y la
documentación. A la derecha, fotografía del tramo de aquae ductus localizado en 1944 en la actual calle de la Pietat
(tramo I). Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría: © E-Revilla).

36
Únicamente sabemos del culto a Diana Augusta (IRC IV: 10), Minerva Augusta (IRC IV: 14 y 15) y a Juno Reina (IRC
IV:12).
37
Se conoce arqueológicamente la cetaria de Plaza del Rey, también unos talleres situados bajo la plaza de Sant Miquel,
que aunque fueron excavados en los años sesenta y después destruidos, la documentación parece indicar el mismo
tipo de industria (Beltrán de Heredia, 2013a: 22). Por otro lado, la proximidad a la playa nos hace pensar que, como
era habitual en ciudades costeras, otras factorías podrían haberse situado en sus orillas.

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JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO 1

En Hispania, nada más podemos hablar del posible caso del templo de Tarraco el cual se ha localizado
bajo la catedral actual (Macias, Muñoz-Peña y Teixell, 2014), aunque la arqueología por el momento no ha
aportado ningún dato concreto sobre el proceso de transformación. Tampoco se ha de obviar que la
catedral de Girona está igualmente construida sobre el templo romano de Gerunda, aunque como en el
caso de Tarragona, no hay datos arqueológicos de su evolución En esta misma línea se sitúa el caso de
Zaragoza, donde bajo la catedral de la Seo, situada en el antiguo foro romano, se localiza un podium de un
templo (Calvo Capella 2011:136).

Al respecto, es interesante el caso de Barcelona y la basílica de Sant Just i Pastor. No sería descabellado
pensar que pudo haberse dado una hipotética cristianización de un templo romano, que acabará derivando
en el siglo V, en una basílica precedente a la que nosotros hemos documentado, como parecen indicar
ciertas estructuras y la secuencia cronológica del yacimiento.38

Si fuera así, tendríamos un precedente cristiano que se muestra más acorde con la historiografía y las
fuentes escritas que siempre han atribuido a esta iglesia una gran antigüedad. Queremos traer aquí la
referencia a un tal Vigilancio, que era presbítero de una parroquia de Barcelona a finales del siglo IV-
inicios del V (Pladevall 1994: 35), lo que indica, claramente, que además de la catedral existía otra basílica
que bien podría haber sido la de Sant Just i Pastor.

12. LA INTERPRETACIÓN: SANT JUST I PASTOR, UN NUEVO GRUPO EPISCOPAL EN


BARCELONA

El grupo episcopal de Barcelona, localizado bajo la catedral y la actual plaza del Rey 39 , no puede
relacionarse topográficamente con los recientes descubrimientos realizados en Sant Just i Pastor. Cada uno
se sitúa en un sector de la ciudad, ángulo norte y cuadrante este, con la plaza foral en el medio. Teniendo
en cuenta, que la ciudad es muy pequeña (apenas 10 hectáreas), y dadas las características de los hallazgos
de sant Just i Pastor, creemos que el nuevo enclave cristiano constituyó en sí mismo otro núcleo episcopal
y que responde a la dualidad católicos-arrianos que existió durante el tiempo que la ciudad fue sedes regia.
Los indicadores arqueológicos, históricos y documentales apuntan en esa dirección40.

Barcino, fue escogida en diferentes momentos del siglo VI como sedes regia visigoda, después de
Narbona y antes de establecerse definitivamente en Toledo. Este hecho histórico bien conocido, debió de
comportar el establecimiento de un staff militar y administrativo en la ciudad vinculado a la corte, lo que se
tradujo en una dualidad de culto, católico y arriano. Como ya han apuntado otros autores, las sedes
episcopales arrianas se implantaron en las sedes regiae, donde siempre había presencia militar, y también
en ciudades que tenían un destacamento militar asentado, bien porque estaban en zonas sensibles al
conflicto, o bien en zonas de expansión franca o bizantina (Bonery 1991).

38
Se han identificado en diversos puntos unas estructuras fragmentadas que son anteriores al siglo VI y posteriores a la
amortización de las estructuras romanas que podemos situar en el siglo V. Los testimonios son muy parciales y no se
puede restituir ninguna planta, pero muestra la ocupación del sector en el siglo V.
39
El grupo episcopal se conserva en el yacimiento de Plaza del Rey de 4000 m2 de superficie localizado el subsuelo de la
ciudad actual y el cual se puede visitar contextualizado en el Museo de Historia de Barcelona. Una síntesis de la
exposición sobre la antigüedad tardía en Barcelona, puede verse en Beltrán de Heredia 2015c.
40
Es evidente que la presencia de un baptisterio no implica de una manera forzosa la presencia de un obispo, pero
estamos en una ciudad, no en un entorno rural, donde el papel del obispo fue relevante.

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Sabemos que se dio una convivencia entre los recién llegados arrianos (al menos tenemos que pensar
en los gobernadores y militares con sus familias) y la población local católica. El arrianismo de los
visigodos era fundamentalmente una cuestión política y de estado (Bonery 1991: 155). Los visigodos nunca
ejercieron una labor evangelizadora e interfirieron poco en las actividades de la iglesia católica. En el plan
doctrinal no tenían desarrollada una didáctica religiosa frente a los católicos. Salvo casos aislados, no hubo
ataques hacia la iglesia católica, aunque seguramente si hubo competencia y sin duda ejercieron cierto
control.

También sabemos que hubo una dualidad de culto en la ciudad y que existieron obispos católicos como
Paterno que aparece en las fuentes como Paternus in Christi nomino ecclesia Catholica Barcinonensis
episcopus41 (Vives 1963: 60), pero también arrianos como Ugnas, convertido al catolicismo en 589 al III
Concilio de Toledo (Ugnas in Christi nomine episcopus anathematizans haeresi Arrianae dogmata
superior damnata, fidem nostram hanc catholicam, quam i ecclesiam catholicam veniens credidi manu
mea de todo corde subscribsi) (García Moreno 1974: 202). Ugnas no asistió al II Concilio de Zaragoza del
592, y se cree que su consagración como obispo tuvo lugar bastantes años antes del III Concilio de Toledo
del 589, ya que firma el primero de todos los obispos sufragáneos (García Moreno 1974: 203). Este obispo
debió de suceder a otros, también arrianos que no conocemos. Seguramente, también era arriano Sigisario,
el obispo que custodiaba espiritualmente los hijos de Ataulfo, considerado por algunos historiadores como
un obispo palaciego (Mayer 1991: 253).

Otras noticias puntuales relativas a la ciudad que se encuentran en las fuentes escritas pueden ser
significativas. Como, por ejemplo, el destierro, por parte de Leovigildo, de Iohanus, personaje de origen
godo que sufrió una crisis arriana. El rey le envía a Barcino, como castigo, donde permanece diez años
(576/7-586/7), prácticamente hasta la muerte de Leovigildo (García Moreno 1974: 213-214), lo que podría
leerse en la clave de que Barcino, era “una plaza fuerte arriana”.

Esta coexistencia de obispos católicos y de obispos arrianos se conocía por las fuentes conciliares, pero
desconocíamos totalmente como podría haberse plasmado esta dualidad en la topografía urbana. De
hecho, todos los investigadores que hemos trabajo este periodo en Barcelona, no habíamos cuestionado en
algún momento sobre este tema. Pero la arqueología había permanecido muda. Con la intervención
arqueológica realizada en de Sant Just i Pastor comienza a vislumbrase esta situación de la que nos hablan
las fuentes textuales.

En nuestra argumentación, hemos de tener en cuenta las crónicas, disposiciones conciliares y otros
tipos de fuentes de la época, pero también la historiografía. Todos los historiadores y cronistas de los siglos
XVI al XIX, ahondan en la misma idea, la tradición oral que, desde tiempos inmemorables, había
mantenido el papel de catedral de Sant Just i Pastor en la antigüedad42. Las noticias más antiguas en este
sentido se remontan al siglo XIV, cuando tenemos conocimiento de la primera sentencia arbitral (que data
de 1346) para establecer la antigüedad de la iglesia. A esta sentencia, la seguirán otros procesos
informativos y conflictos jurisdiccionales, como los que tuvieron lugar en 1578, o en 1736, todos para
intentar instituir el papel de catedral que había tenido la iglesia en la antigüedad (Verrie 1944; Duran i
Duelt 2014). Por otro lado.

41
Se especifica la ortodoxia y el episcopio al que pertenecía, lógicamente porque había dos confesiones en la ciudad. A
partir del 589, únicamente figura Episcopus Barcinonensis.
42
Podemos citar a Jeroni Pujades, Jaime Villanueva, Avel·lí Pi i Arimon, Antoni de Bofarull, Pablo Valls, y Josep Oriol
Mestres.

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En este sentido es muy interesante un documento de 141343, en el que se levanta un acta notarial a raíz
de la localización de un enterramiento secundario que tuvo lugar durante el derribo de la iglesia románica.
El documento reseña con todo tipo detalles el hallazgo44. Se localiza una caja de piedra (picha lapidis)
cubierta por unas losas y bajo una pared de 4 palmos, la cual se localiza en los cimientos de la iglesia
románica (in fundamentis dicte ecclesie) que estaban derribando. Se describe la estructura, que parece un
arcosolio, con un enterramiento en una caja de piedra (87-88 cm x 20 de altura) 45 cerrada con losas en la
parte superior, en la cual había huesos (se especifica cuáles), un anillo episcopal, la voluta de un báculo y
una pieza de cristal (seguramente cristal de roca), tallada en forma prismática y con una perforación, de la
cual se dan las dimensiones, lo que nos permite identificarla con el nudo del báculo, pieza que servía de
unión entre el cayado o voluta y el palo o asta.

La presencia de un enterramiento de un obispo en una posición secundaria, en un lugar no visible, ni


tan solo señalizado de la iglesia románica y el cual ya no permanecía en la memoria a inicios del siglo XV,
parece ahondar en la línea que estamos argumentando en relación al papel de basílica/catedral episcopal
que llegó a tener Sant Just i Pastor durante la antigüedad tardía. La basílica de Sant Just i Pastor ha estado
siempre considerada como la iglesia más antigua de Barcelona, llamada de los Santos Obispos, los cuales
habían gobernado espiritualmente la ciudad, iglesia que había sido la catedral de Barcelona. De hecho la
tumba del obispo Paciano (370-390) siempre se ha situado en esta iglesia y allí se veneran sus reliquias
(Verrie 1944). Sant Just i Pastor debe ser también la iglesia católica cercana al forum, a las puertas de la
cual es asesinado Amalarico en el 531, iglesia a la que debía acudir su mujer, hija del rey franco Clovis, que
era católica, según nos informa Gregorio de Tours (Banks 1991: 25).

13. LA ADVOCACIÓN DE LA PRIMERA BASÍLICA

No tenemos datos sobre la advocación de la primera iglesia. El culto a los niños Justo y Pastor,
martirizados en Complutum se extendió en época visigoda, pero podría haberse originado con
posterioridad a la fundación de la basílica. Alrededor del 630 se datan una inscripciones que conmemoran
las reliquias que se custodiaban en la basílica de Medina-Sidonia, donde se mencionan –entre otros
mártires- las reliquias de Iusti et Pastori ; también otra de Guadix, datada en el 652, en donde en un ara
romana figuran las reliquias de los Siete Santos Durmientes de Éfeso y de 25 mártires más, apareciendo
igualmente los nombres de Justo y Pastor (Vivas 1942: núm. 304 y 307). En el caso de Barcelona, la
primera referencia escrita a la basílica es del año 966, ecclesiam Sancti Iusti et Pastoris martyr46, pero
desconocemos desde cuando se daba esta advocación. Dicha advocación se ha relacionado con Paulino de
Nola y con el hecho de que su hijo fuera enterrado junto a los niños mártires Justo y Pastor47, como ya
hemos expuesto, vinculando este hecho con alguna iniciativa evergética del que sería obispo de Nola. La
arqueología, por el momento, no puede aclarar este punto.

43
El documento inédito hasta el momento, ha sido localizado durante el estudio de las fuentes documentales y archivos
vinculado a la iglesia de Sant Just i Pastor, estudio que se ha realizado de una manera coordinada con el proyecto de
investigación arqueológica (Duran i Duelt 2014).
44
Precisa la situación del hallazgo, describe las características del mismo, así como el contenido de la caja que guardaba
el enterramiento, realizándose un inventario completo.
45
De 4 pams i mig de Barcelona de llargada i un pam d’alçada (el palmo de Barcelona era de 19,43 cm).
46
(...) et ecclesiam Sancti Iusti et Pastoris martyr, qui est sita in Barchinona civitate, cum suam parrochiam et suis
prediis et decimis et primiciis vel omne usu eiusdem ecclesie more canonico (...), ACB, L. Ant. IVn. 56, f. 17d-18b;
Àngel Fàbrega i Grau, Diplomatari de la Catedral de Barcelona, Barcelona, 1995, p. 285-286 (doc. 89).
47
Quem Complutensi mandavimus urbe propinquis coniuctum tumuli foedere maartybus, ut de vicino sanctorum
sanguine ducat quos nostra illo spargat in igne animas, Carmina XXXI, v. 607-610, 329

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1 BARCELONA, LA TOPOGRAFÍA DE UN CENTRO DE PODER VISIGODO…

Es de interés reseñar que en el grupo episcopal de Egara existió una iglesia/capilla privada dedicada a
los mártires de Complutum. En un documento de venta del año 1101, se menciona la iglesia que había
antiguamente bajo la advocación de Sant Just i Pastor (García, Moro y Tuset 2009:171). Egara fue una
creación del obispo de Barcelona Nundinario (unos años antes del 465), el cual nombro a Ireneo, sacerdote
de la diócesis de Barcelona, y lo puso al frente del nuevo episcopio.

Queda en el aire la duda sobre si el Nebridio de Egara (obispo entre 516-527) fue el mismo Nebridio de
Barcelona, como resultado de un cambio de diócesis, obispo que está relacionado con el I Concilio de
Barcelona del 540. En principio, el cambio de sede como sistema para ocupar una silla epsicopal estaba
totalmente prohibido. Recordemos el “affaire Ireneo”, cuando el obispo de Barcelona Nundinario, deja en
su testamento que fuera Ireneo de Egara el que le sustituyera en la diócesis de Barcelona, lo que era algo
contrario a los cánones (Mundó 1992). A pesar de todo, Ireneo llega a ser nombrado con la aprobación de
los obispos de la Tarraconense, aunque el Papa Hilario no le ratifica y pide a la iglesia de Barcelona que
proceda a elegir un nuevo obispo, siguiendo las normas de la iglesia y que Ireneo vuelva a Egara (Bonnet
2004).

En cualquier caso, no deja de ser curioso que se dé la misma advocación en las dos sedes, siendo la de
Egara una escisión de parte del territorio de la diócesis de Barcelona, y existiendo la concurrencia de dos
Nebridios. Nebridio de Egara fue miembro de una ilustre familia que llegó a tener cuatro hijos obispos:
Nebridio de Egara, Justiniano de Valencia, Justo de Urgel y Elpidio de Huesca.

14. UNA PROPUESTA DE TOPOGRAFÍA PARA EL GRUPO EPISCOPAL DE SANT JUST I


PASTOR

Los edificios de cabecera triabsida o triconque son bien conocidos en la arquitectura religiosa, un
modelo que procede de la arquitectura civil romana, y que encontramos en ninfeos, salas termales y en los
triclinia y salas de recepción de las grandes villas imperiales. También se dan en la arquitectura funeraria,
siendo numerosos los mausoleos tanto paganos como cristianos que presentan este tipo de planta. En
relación a la arquitectura cristiana y partir del siglo V, la planta triconque la encontramos en basílicas,
baptisterios y martyria. Especialmente, el triconque fue muy usado para las construcciones de carácter
martirial o funerario, ya que se trata de una cruz con los brazos acabados en un ábside, tipología que sirvió
para significar al mártir y al martirio (Chavarría 2011: 63). Por este motivo y dada la vinculación teológica
del bautismo con el mundo funerario, la encontramos también en baptisterios.

Los datos arqueológicos de Sant Just i Pastor nos inducen a pensar que basílica triconque podría
corresponder a una iglesia de carácter funerario-martirial vinculada a la tumba/reliquias de la confessio.
Una basílica en la que el obispo-constructor del complejo religioso se reservó un espacio de privilegio junto
el presbiterio triconque (en una posición arquitectónica asimilable a la de las cámaras funerarias anexas a
las cabeceras de otras basílicas), situando su tumba entre la basílica y el edificio bautismal. Pero no
estamos planteando una función funeraria intensiva para esta basílica triconque que albergaba reliquias,
sino más bien un edificio pensado y proyectado en relación al obispo promotor del conjunto.

El deseo de los obispos de construir basílicas para albergar su propia tumba está bien documentado a
partir de los cánones que regulan dichas actuaciones. De manera que si un obispo deseaba construir una
iglesia para dotar su sepultura, no podía entregar para este fin más que una centésima parte de las rentas
de la diócesis que gobernaba (Chavarria 2015: 38). También sabemos cómo los obispos vinculaban su
sepultura a los lugares martiriales, a veces trasladando reliquias, como ya hemos expuesto, a veces
posicionándose en lugares de privilegio en el interior de basílicas martiriales de gran prestigio, como pudo

111
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ser la basílica de Santa Eulalia de Mérida. Significativo es el caso de San Babilas, en Antioquía, en donde el
obispo Melecio fue enterrado en el mismo sarcófago de San Babilas, el cual se situaba en el crucero de la
basílica cruciforme construida para este fin (Brandt 2016: 49).

En Sant Just i Pastor la tumba del obispo y la confessio, que se sitúan encaradas o afrontadas, están
claramente vinculadas, una topografía relacionada con el sacramento del bautismo y el baptisterio
contiguo. La relación baptisterio-martyrium es constante, se da tanto en los grupos episcopales, como en
los conjuntos funerarios del suburbium o en los complejos monásticos. La analogía que establecieron los
Padres entre el martyrium y el bautismo es clara y bien conocida. Consideraron el martirio como la forma
de bautismo por excelencia ya que tanto el mártir como Cristo tuvieron un elemento santificador común
que fue el testimonio de la fe por el derramiento de sangre (Godoy 1989: 632).

Esta concepción y organización de la basílica triconque en relación al baptisterio y la tumba, así como la
ubicación de la iglesia románica, 48 que se sitúa contigua y bajo la cual se encontró “un obispo en un
arcosolio”, nos lleva a pensar en la existencia de otra basílica paralela y a muy poca distancia de la
triconque, cuya ubicación coincidiría con la románica (Fig. 28 y 29). Así pues, creemos que Sant Just i
Pastor fue un complejo episcopal que dispuso de dos basílicas, estaríamos frente a una situación de iglesias
dobles.

Mucho se ha escrito y debatido sobre el significado y la función de las basílicas dobles desde que
Richard Krautheirmer en 1963 publico su trabajo sobre las iglesias dobles de Pavia, en el que a partir de las
descripciones de Opicino de Canistris (1296-1342) y su relación con la documentación litúrgica que definía
una iglesia de verano y otra de invierno, basílica aestivales e hiemalis49 (Carrero 2009)50. El tema no
parece tener una solución única y existen diversas propuestas. En relación a la duplicidad, se ha planteado
que una iglesia podía estar bajo la advocación de un mártir (de carácter martirial), y la otra funcionaria
como episcopal y parroquia, es decir, el resultado de la combinación de la iglesia consagrada que servía a
Dios y la iglesia que estaba relacionada con el culto de las reliquias; también se ha hablado de que una
iglesia estaría destinada a la liturgia de la palabra y la otra sería para la eucaristía, lo que se traduce en la
voluntad de separar a los fieles de los catecúmenos (Carrero 2009: 61-62).

Al respecto, y en relación a esta última interpretación, es de gran interés la atribución que hace Paulino
de Nola a las dos iglesias y al baptisterio de Primuliacum, en base a un paralelismo entre las dos basílicas y
los dos testamentos, e interpretando el bautismo como la conexión entre las dos basílicas, una para los
catecúmenos y otra para que una vez bautizados se le fuera revelado el Nuevo Testamento51. Igualmente se
ha planteado que una de la iglesia estuviera dedicada a las celebraciones dominicales y festivas, y la otra a
los oficios diarios; o también que esta diversidad de edificios religiosos tenía su origen en la liturgia
procesional que requería de estaciones (Carrero 2009, 61-62).

48
La posición de la románica da información sobre la posible basílica precedente. No podemos entrar aquí a desarrollar
los datos relativos a la fase medieval de Sant Just i Pastor, ya que se escapa del objetivo de este artículo. Para la
topografía medieval de Sant Just i Pastor, véase la fig. 29.
49
La cuestión fue matizada años más tarde por el propio Krautheimer (1969), que asimiló la Iglesia de invierno con la
Iglesia parroquial para los fieles, mientras que la de verano, dedicada a un mártir, planteaba que fuera la utilizada por
el clero catedralicio (Carrero 2009: 62), lo que vendría a ser la iglesia del obispo y la iglesia de la comunidad.
50
Noel Duval discrepa de la interpretación del uso estacional de las basílicas, ya que ambas tienen la misma orientación
y no se documentan sistemas de calefacción (Duval 1991).
51
Paulino de Nola, Epistulae XXXII, recogido en Chavarría 2011: 67.

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1 BARCELONA, LA TOPOGRAFÍA DE UN CENTRO DE PODER VISIGODO…

Fig. 28. Propuesta de topografía para el grupo episcopal de Sant Just i Pastor, con las dos basílicas (1 y 2), el anexo
funerario con la tumba monumental privilegiada (3) y el baptisterio (4). Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Planimetría:
© I. Camps).

La cuestión es compleja y como vemos tiene múltiples lecturas, en las que juegan factores diversos 52
que se han de analizar en cada caso. También se ha de tener presente el hecho de la contemporaneidad o
no de las iglesias dobles, es decir edificadas a la par o sucesivamente (Duval y Caillet 1996); igualmente
está en discusión la terminología, ¿catedral doble?, ¿iglesias dobles? o ¿simplemente conjunto de iglesias?
(Carrero 2009: 66). Pero lo que sí parece claro es que esta topografía está siempre vinculada al tema
litúrgico.

Se conocen numerosos casos de iglesias dobles, Aquilea o Treveris, son las más antiguas, se datan en la
primera mitad del siglo IV, pero hay otras muchas como Djemilia, Sbeitla, Bulla Regia, en el norte de
África (Duval 1989); en Italia, los ejemplos de Nápoles, Torino, Brescia, o Grado (Testini, Cantino y Pani
Ermini, 1989; Chavarría 2011: 64), Ginebra (Bonnet 2009); Srima (Prizba), Salona, Rarenzo/Poreč, en
Croacia, (Chevalier 1995), etc. en algunos casos son el resultados de fases sucesivas, en otros de una
planificación única. Esta duplicidad de basílicas se da en ámbito urbano pero también en ámbito rural,
como en Villeneuve, en Aosta, Italia, (Bonnet y Perinnetti 1986), o en impresionante complejo de San
Giusto, Lucera, Italia, para el que Giuliano Volpe (2014) plantea igualmente que la razón se encuentra en la
necesidad de separar el culto funerario del culto regular, como creemos es el caso de Barcelona, dos
basílicas con dos funciones distintas.

52
El fenómeno fue abordado de una manera monográfica en 1994 en un coloquio sobre Les églises doubles et les
familles d’eglises que se celebró en Grenoble y que fue publicado en 1996.

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Fig. 29. Planta de la topografía de Sant Just i Pastor en el siglo XIII, con la ubicación de la iglesia románica (1) y de la
capilla funeraria de Sant Celoni (2) que integra el ábside oriental de la basílica triconque (3). Hipótesis: J. Beltrán de
Heredia (Planimetría: © I. Camps).

Para Sant Just i Pastor, planteamos la existencia de dos basílicas contiguas, con el baptisterio situado
junto a la basílica funeraria/martirial, en un espacio cercano a la cabecera triconque de la basílica, pero un
poco más desplazado hacia el sureste. Su posición es similar al de la basílica de Milán; la basílica de Santa
Mariana, en Córcega (Pérgola 2005); a la de Xanthos, en Turquía (Sodini 1989: 414), por citar algún
ejemplo. Aun así, en Barcelona la posición del baptisterio está un poco alejada de la basílica triconque,
creemos que esta circunstancia está relacionada con la existencia y la posición central de la tumba del
obispo.

15. UN TEMA COMPLEJO: LA ATRIBUCIÓN DE LOS ESPACIOS ARRIANOS Y CATÓLICOS.


EL CASO DE BARCELONA

Los datos arqueológicos no permiten diferenciar entre adscripciones religiosas diversas, pero, en el
caso de Barcelona, disponemos de una serie de datos indirectos que permiten plantear una hipótesis de
atribución razonada para la sede católica y para la sede arriana. Creemos que es muy probable que cuando
los visigodos se instalaron en Barcino, ocuparan el núcleo episcopal oficial, hoy bajo la catedral actual y bajo
la Plaza del Rey, y que los católicos fueran desplazados a Sant Just i Pastor, donde probablemente ya debía
existir una iglesia más antigua, como ya hemos expuesto, hecho que justificaría la ubicación del grupo
episcopal católico en este punto de la ciudad. Una ocupación totalmente simbólica y no exenta de lógica,
como se puede ver en cualquier situación de cambio relativa a los estamentos de poder. Normalmente y

114
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como también han planteado otros autores, el


derecho de conquista conlleva la apropiación y
ocupación, por parte de los nuevos gobernantes,
de los edificios más emblemáticos y residencias
principales de la ciudad (León 2016: 192)53.

Nuestros argumentos se basan en la ocupación,


permanencia y continuidad, como ahora
expondremos. A la hora de elaborar esta hipótesis,
y en relación al grupo episcopal de Plaza del Rey,
hemos de tener presente la continuidad del palacio
del comes civitatis a lo largo de los siglos (Fig. 30).
El palacio del gobierno de la ciudad del siglo VI,
con las lógicas transformaciones, permaneció en el
mismo lugar hasta el siglo XV. Allí se dan los
sucesivos palacios: el palacio carolingio, el palacio
condal, el palacio real de la Corona de Aragón; un
palacio cuya estratigrafía muraría se conserva en
Fig. 30. Evolución de los dos palacios, palacio episcopal y
altura (Beltrán de Heredia 2013a: 91-93).
del comes civitatis, en los siglos VI-VII y IX (imágenes
superiores), hasta convertirse en el palacio condal-real de También la continuidad del palacio del obispo en
la corona de Aragón, siglos XII y XIV (imágenes el mismo lugar hasta el siglo XII, cuando se
inferiores). Hipótesis: J. Beltrán de Heredia (Dibujo: © edificó otro nuevo, junto a la puerta decumana de
MUHBA).
la muralla y vendió el viejo al rey para ampliar su
palacio real. 54 Ambos hechos, “permanencia y
continuidad “en el lugar de poder de los dos palacios, nos lleva a plantear que el grupo episcopal que estuvo
vinculado topográficamente al centro del poder visigodo hubo de ser forzosamente el grupo episcopal
arriano.

Tampoco podemos olvidar el papel que debió jugar el obispo arriano Ugnas como instrumento del
poder visigodo. Ugnas se convirtió al catolicismo en el Concilio de Toledo del año 589 y continuó en su
cargo, pero como obispo católico, firmando como tal, obispo de la sede católica de Barcelona, en el II
Concilio de Barcelona en el año 599. Este concilio se celebró in ecclesia Sanctae Crucis, que es la catedral
actual. La conversión al catolicismo de Ugnas no debió de suponer ningún cambio traumático. Era una
decisión voluntaria y política del estado visigodo, y por lo tanto el obispo seguiría en su palacio y ejerciendo
su episcopado en su catedral episcopal, antes arriana, que habría pasado a ser católica con una nueva
consagración.

El hecho de ocupar y reconsagrar no es nada extraño, conocemos casos de iglesias donatistas ocupadas
por católicos y nuevamente consagradas, por ejemplo, la iglesia de Benia, en Argelia (Gui, Duval y Caillet
1992: 9). También el siempre emblemático ejemplo de la iglesia arriana de Ravena, la cual fue convertida
en la catedral católica de San Teodoro, tras su consagración al rito católico en el año 526. En este sentido y
para referencias más cercanas, es muy interesante la inscripción conmemorativa de la consagración de la
catedral de Toledo al rito católico. Esta inscripción realizada bajo el reinado de Recadero, se conserva en la

53
Así consta, por ejemplo, en las fuentes escritas árabes en relación a la toma de la ciudad de Córdoba, las cuales relatan
la ocupación de basílicas y palacios visigodos.
54
Para este periodo las fuentes documentales ya son numerosas y dado la importancia de los edificios, en muchos casos
muy explicitas.

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misma catedral y ha conducido a otros estudiosos a planteamientos similares (Velázquez 2011: 278;
Barroso, Carrobles y Morín 2011: 31)55.

En el III Concilio de Toledo en su canon IX, se establece que las iglesias que antes fueron arrianas y
ahora son católicas, pertenezcan con todas sus cosas a quien corresponda el territorio diocesano, en el
cual se hallan edificadas (Vives 1963: 127). No menos significativo es el caso de Zaragoza, en donde el
obispo Máximo organiza el II Concilio del 592 (al que asisten 14 diócesis), con el objetivo de erradicar las
secuelas del periodo arriano. Tres de sus cánones disponen que los presbíteros y diáconos arrianos debían
ser reordenados, y las iglesias arrianas que habían sido reconsagradas por un obispo arriano sub nomine
catholicae fidei, sin recibir la bendición del católico, se debían de consagrar de nuevo (Escribano Paño
1998: 65).

Estos cánones prueban no solo la existencia de iglesias arrianas, sino que también deja fuera de toda
duda la práctica habitual en Hispania de reconsagrar las iglesias arrianas al rito católico, después de que el
rey y su familia, la nobleza goda, los obispos y clero arriano se conviertan al catolicismo niceo en el año 589,
en el III Concilio de Toledo. La única solución posible, ya que no hubiera sido lógico iniciar un derribo
masivo y sistemático de las iglesias arrianas para construir otras nuevas. De hecho, una opción similar a la
que se había puesto en práctica siglos atrás, cuando los templos paganos se pudieron purificar y cristianizar
únicamente con la colocación de una cruz, tal y como se recoge en el Codex Theodosianus (Arce 2006: 123).

Otros argumentos, aunque sean de menor peso, también se han de tener en cuenta. Como por ejemplo
que, con esta nueva atribución se entiende mejor el crecimiento y la extensión del primer grupo episcopal
de Barcelona, que llegó a ocupar casi un cuarto de la ciudad romana, crecimiento impulsado y propiciado
por el poder oficial y la política visigoda cuando la ciudad fue sedes regia. O que ahora se explica la
presencia, en la necrópolis de la iglesia cruciforme de la plaza del Rey, de una inhumación “privilegiada”
que llevaba una fíbula circular de mosaico (Fig. 31), pieza femenina propia de la moda y forma de vestir de
las mujeres visigodas56. Una pieza que parece tener una filiación cultural clara y que es, además, la única de
estas características localizada en toda la Tarraconense57.

Seguramente, tampoco está exento de significado la construcción de una iglesia en planta de cruz a
finales del siglo VI en el primer grupo episcopal; o el hecho de que se recortaran los escalones perimetrales

55
El estudio de Isabel Velázquez, a propósito de la inscripción de Toledo, plantea que La iglesia catedral era la más
importante de Toledo, la que primero habría pasado a la fe arriana y la que habrían ocupado los monarcas godos
arrianos, siquiera por su valor simbólico, y la que primero y de forma simbólica tendría que ostentar su pertenencia
al catolicismo desde la decisión de Recadero de unificar, en lo religioso, el reino a través del catolicismo en el 587
(2011, 278). Con esta propuesta también se está planteando un ocupación de la catedral católica que pasará a ser
arriana con la llegada de los visigodos y que se consagrara al rito católico tras la conversión de Recadero. Tompson en
1969, ya se había manifestado en la misma línea: Las palabras “in católico” han dado lugar a debates. Normalmente
se las toma en el sentido de “sobre el terreno católico” pero es difícil de creer que el rey o el metropolitano Eufemio
juzgasen necesario conmemorar que habían consagrado una iglesia católica en un emplazamiento católico.
Además, resulta inverosímil que los arrianos hubieses permitido que la principal iglesia de la capital del reino
permaneciese en manos de los católicos a lo largo del siglo VI; lo que la inscripción probablemente recoge es la
nueva consagración como iglesia católica, después de muchos años de haber sido arriana (114).
56
La pieza fue estudiada por Pere de Palol. La bibliografía de la pieza se encuentra recogida en Beltrán de Heredia 2001,
núm. 270
57
Aunque se ha sometido a revisión la identificación de los godos a través de los objetos personales de indumentaria,
sobre todo a partir de las piezas encontradas en las necrópolis de la meseta castellana, reconociendo en ellas un
símbolo de identidad y de auto-afirmación de un grupo étnico determinado (Ripoll, Carrero 2009), esto no cuestiona
su presencia (en todo caso pretende aproximarse a una cuantificación), ni tampoco la atribución de la pieza de
Barcelona.

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de las piscina bautismal para que la imagen de la


pila octogonal tuviera la forma de una cruz; o que
en el año 599, fecha del II Concilio de Barcelona,
la advocación de la catedral fuera la de la Santa
Cruz. ¿Una manera simbólica de afirmar la nueva
situación? Muy probablemente después de la
conversión de Ugnas al catolicismo y para
preparar el II Concilio de Barcelona bajo la
ortodoxia católica, se pusieron en marcha ciertas
operaciones, no exentas de marketing, que
evidenciaran ante los fieles hispanos romanos, los
católicos de siempre, la reciente reconversión y
que, además, catedral y obispo en la ciudad ya solo
había uno.

La nueva situación, que se ha puesto de


Fig. 31. Fíbula discoidal procedente de una sepultura
privilegiada de la necrópolis de la iglesia cruciforme de manifiesto con los hallazgos arqueológicos de Sant
plaza del Rey. Siglo VI (Fotografía: © MUHBA). Just i Pastor en Barcelona, da más sentido al
grupo episcopal de Plaza del Rey, donde la
topografía muestra la vinculación de las dos residencias palatinas, la del poder episcopal y la del poder
condal visigodo (el comes ciutatis), ambos instrumentos del estado visigodo que se apoyaban mutuamente.
Esta relación topográfica de los edificios de carácter religioso y civil la podemos ver también en Mérida a
través de las fuentes escritas, ya que sabemos que el palacio del dux estaba próximo al conjunto episcopal
(Mateos 1999:192) o en Córdoba, donde la sede episcopal aglutinaba tanto los edificios religiosos como los
civiles ya que se sabe que el palacio de los gobernadores estaba junto a la catedral y al resto de los edificios
del complejo episcopal (Marfil 2000: 124; León y Murillo 2009). Las fuentes escritas también lo dejan
claro para Toledo (Barroso, Carrobles y Morín 2013).

La presencia de la figura del comes en las ciudades era habitual en época visigoda. La documentación
jurídica ya la menciona a finales del siglo V, pero se consolidara definitivamente a principios del siglo VI,
pasando a formar parte del aparato administrativo del estado. El comes fue un funcionario presente en la
organización militar y política de todas la ciudades (García Moreno 1993)58. De este modo, planteamos que
hasta el año 589, fecha final del arrianismo, en Sant Just i Pastor se habría desarrollado el núcleo episcopal
católico, más pequeño y de menor peso político-administrativo (que no religioso) en la ciudad; y en el ángulo
norte, a tocar de la muralla y bajo la catedral actual se acabaría configurando el núcleo episcopal-condal
arriano y centro de poder de la ciudad visigoda. Así, el I Concilio de Barcelona del año 540, bajo el obispo
Nebridio, tendría lugar en la sede de Sant Just i Pastor; y el II Concilio de 599, con el obispo Ugnas, en la
sede principal bajo la catedral actual, in ecclesia Sanctae Crucis, que en aquel momento ya no era arriana.

En Barcelona, que fue sedes regia en diferentes momentos de los siglos V y VI, tenía que conservarse
testimonios de esta dualidad de culto que ya se conocía por las fuentes escritas y que ahora la arqueología
empieza a poner de relieve59.

58
Se conocen los nombres y la ciudad relativa a muchos de estos condes visigodos. Al respecto, véase el capítulo de
“Relación prosoprografica de los no-obispo” (García Moreno 1974).
59
Algunos estudiosos, como Philip Banks, ya habían apuntado esta posibilidad: amb tota probabilitat, la basilica del
començament del cristianisme fou la que utilizaren els arrians, mentre que els catòlics se servían d’una altra
església, pot ser la dels Sant Just i Pastor (1992).

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16. LA DUALIDAD DE CULTO EN BARCINO: ¿UNA SITUACIÓN ARQUEOLÓGICAMENTE


EXCEPCIONAL?

A principio del siglo V y fuera de la ortodoxia católica, había muchas herejías, arrianos, monofisitas,
donatistas, etc. Los arrianos dominaban en Italia con Teodorico, en África con los vándalos y en una parte
de la Galia e Hispania con los burgundos, suevos y los visigodos. Arrio, fue un presbítero de Alejandría que
mantenía que Jesús era hijo de Dios pero no Dios. El arrianismo era contrario al dogma trinitario y fue
condenado como herejía en el Concilio de Nicea del 325.

La presencia de más de un baptisterio puede responder situaciones diversas, que se han de analizar en
cada caso. En grandes urbes como Roma, hubo necesariamente baptisterios complementarios o
parroquiales. En Ginebra (Suiza), la presencia de dos piscinas coetáneas (que no baptisterios) y situadas en
ámbitos distintos pero contiguos se han explicado para funciones distintas, el bautismo por inmersión y el
lavado de pies (Bonnet y Gaillard 2016). En Aosta (Italia), y en relación al grupo episcopal se conocen tres
pilas coetáneas, una más pequeña y menos profunda que se ha vinculado al lavado de pies, y para las otras
dos se ha planteado la hipótesis de que pudieran ser baptisterios independientes para hombres y mujeres60.

En relación a la dualidad de culto y su reflejo en la arqueología, tenemos el caso emblemático y


representativo por antonomasia que es Rávena, con los dos grupos episcopales, arrianos y católicos
(Gelichi 2000). Al margen de Ravena, el panorama, por el momento no es abrumador, pero tampoco tan
escaso como podría parecer a priori. En Italia tenemos situaciones semejantes en la Italia ostrogoda y
longobarda. En Mantova se ha localizado un edificio octogonal con una pila también octogonal en el
interior, que se ha identificado con un nuevo baptisterio. La nueva situación se ha relacionado con la
presencia de una comunidad arriana separada de la católica y con edificios de culto propio en Mantova
(Manicardi 2015: 153; Castagna, Fracchinetti y Possenti, 2017).

Por el contrario, se cuestiona la función de la pila identificada como el baptisterio del complejo de San
Clemente de Albenga, el cual parece no estar asociado a ninguna basílica, ya que la basílica que se conoce
es de época medieval. Se apunta podría tratarse de una piscina de la instalación termal (Pérgola 2011) y se
aviva el debate sobre la identificación de baptisterios cuando están aislados o sin contexto y sus similitudes
arquitectónicas y formales con los mausoleos, fontanas y piscinas termales (Brandt 2011). En Mértola,
Portugal, se ha encontrado un segundo baptisterio, que está apenas 50 metros del ya conocido. Se ha
planteado, en base a la epigrafía localizada en contexto, que esta situación responde también a diferentes
cultos, en este caso a católicos y monofisitas (Lopes 2014: 148-150; en prensa).

Desde hace ya bastantes años algunos estudios han atribuido confesiones cristianas distintas, arriana y
católica, a las dos basílicas y los dos baptisterios de Salona, Dalmacia (Dyggve 1951, Khatchatrian 1964,
Marasovic 1989). En Oriente, tenemos esta dualidad en Zenobia-Halabiya, Siria, donde se ha atribuido a la
coexistencia de los ritos monofisitas y calcedonios (Ulbert 1989:443). No podemos dejar al marguen el
conocido centro de peregrinos de Hemmaberg, en Austria, en donde la existencia de cinco edificios de culto
se ha explicado por la presencia dos confesiones, seguramente católicos y arrianos (Glaser 1997: 119).

En África tenemos los casos de Leptis Magna, Sabratha, Cartahgo, Sufetula o Timgad, la mayoría
responden a excavaciones antiguas que no han sido revisadas de una manera sistemática (Duval 1989). En
Carthago, se da una multiplicación de centros cristianos con presencia de distintos baptisterios, como en

60
La hipótesis no está publicada pero ha sido planteada verbalmente por Renatto Perinetti y Charles Bonnet en diversos
foros científicos.

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Bir Messaouda, en el complejo monástico de Dermech (en Dermech I), Bir Ftouha, Damous el-Karita o en
Borj Jdid (Ennabli 1989). Timgad, fue un obispado famoso, ya que su obispo Optato fue el impulsor de la
herejía donatista, los distintos edificios cristianos y la existencia de dos baptisterios en dos complejos
distintos (catedral donatista y basílica de Janaurius) se ha relacionado con católicos y donatistas61 (Duval
1989, 370; Barratte, en prensa).

Para el caso de Hispania, se han de suponer situaciones similares, que se intuyen por los textos
escritos, al menos en aquellas ciudades que fueron sedes regiae. En Lugo, Tuy, Oporto, Viseo, Mérida,
Toledo, Tortosa, Valencia y Barcelona consta la existencia de obispos godos arrianos en el III Concilio de
Toledo, cuando se condena la herejía arriana (Vives 1963: 122-123). Se conocen los conflictos entre el
obispo católico Masona y el arriano Sunna. Leovigildo envía al obispo Sunna a Mérida para que
progresivamente se fuera apropiando de algunas iglesias, incluida la de santa Eulalia, con la intención de
sumarlas al culto arriano, según nos explican las Vitae Sanctorum Patrum Emeritennsium (Maya 1992:
104). Además, tras el destierro del católico Masona, le sustituye Nepopis62, obispo católico de otra ciudad
apoyado por una facción de la población emeritense. Ambos obispos, Sunna y Nepopis ocupan sendas sillas
episcopales lo que supone que durante varios años (seguramente entre el 582-86) la iglesia emeritense
tuvo un doble obispado (García Moreno 1974: 170).

En Valencia sabemos que hacia el 589 había dos obispos en la ciudad. Uno católico, Celso, y otro
arriano, Ubiligisclo, de nombre germánico, lo que muestra la presencia de visigodos en Valencia y también
que había dos confesiones cristianas (Ribera y Roselló 2000: 155; Vives 1963: 122-123). Ya hemos hablado
de Zaragoza, cuyo arrianismo no fue un episodio aislado, ni mucho menos; la ciudad vuelve a la ortodoxia,
después de haber pasado al arrianismo con su obispo Vicencio, que había convertido la Basílica de
Engracia y los Mártires al rito arriano (Escribano Paño 1998), con lo que tuvieron que darse nuevas y
sucesivas consagraciones de esta basílica. Y por supuesto Toledo, pero por el momento en esta ciudad la
ausencia de datos arqueológicos al respecto es total.

Fuera de Hispania, los textos nos informan que había una basílica arriana en Vienne, pero la
arqueología no ha podido poner cara a este edificio (Jannet-Vallat, Lauxerois y Reynaud 1986: 21).
También, sin ninguna duda, la hubo en Narbona, o en Toulouse, donde se piensa que fue la basílica de la
Duarade, situada intra muros (Bonery 1991). Los edificios de culto arriano debieron de ser muy numerosos
en Italia, se han planteado los casos de Milán, Nápoles, Verona, Bérgamo, Pavía, Brescia, Torino,
Benevento, etc. (Cecchelli y Bertelli 1989). Los diferentes cultos y su reflejo en la arqueología, es sin duda
un campo de estudio y debate abierto que creemos será necesario abordar en los próximos años.

61
El 26 y 27 de mayo del 2016, la Facultat Antoni Gaudi d’Història de l’Esglesia, Arqueologia i Arts Cristianes de
Barcelona, celebro un Simposio Internacional sobre “La dualidad de baptisterios en les ciudades episcopales del
cristianismo tardoantiguo”, publicado en 2017 (Beltrán de Heredia, J.; Godoy y Fernández, C. (eds), donde se
pudieron presentar y debatir diferentes casos. Las actas están en prensa. Esperamos que este encuentro sirva para
abrir una línea de trabajo sobre el tema.
62
García Moreno argumenta que Nepopis fue un obispo católico, no arriano como han planteado otros autores (nota
436). Sunna que seguía como obispo arriano en Mérida se negó a convertirse al catolicismo y fue desterrado a
Mauritania donde murió (1974: 170-171).

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JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO 1

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía


Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015
MYTRA 1, 2018: 127-153

DE CAPITAL DE LA DIÓCESIS HISPANIARUM A SEDE


TEMPORAL DE LA MONARQUÍA SUEVA.
LA TRANSFORMACIÓN DEL URBANISMO EN AUGUSTA
EMERITA DURANTE LOS SS. IV Y V1

PEDRO MATEOS CRUZ*

RESUMEN

Los datos arqueológicos documentados en Augusta Emerita explican el proceso de transformación


urbana que sufre la antigua colonia emeritense durante su evolución desde capital de la Diócesis
Hispaniarum a comienzos del s. IV, hasta convertirse, a lo largo del s. V, en sede temporal de la
monarquía sueva en Hispania. Se trata de un momento de transición en que las estructuras
definitorias de la ciudad romana van a ser poco a poco suprimidas y sustituidas por un nuevo
concepto de ciudad relacionada con una renovada realidad política, cultural, económica y social
diferente, donde el poder de Roma es suplido por el que ejercen otros pueblos que se asentaran en
esta quinta centuria en Emerita. La ciudad no perderá sus funciones como elemento vertebrador de
un territorio, aunque evolucionará hacia otras formas de entender tanto el espacio público como el
ámbito privado con respecto a la ciudad clásica. Los edificios de ocio y representación, la
arquitectura de poder y el resto de estructuras públicas urbanas de época romana perderán
progresivamente su función y serán abandonados y sustituidos por una nueva arquitectura donde se
manifiesta el dominio de la iglesia a partir de este período.

PALABRAS CLAVE

Diocesis Hispaniarum, Emerita Augusta, Suevos, Arquitectura, Topografía

ABSTRACT

The archaeological data documented in Augusta Emerita explains the process of urban
transformation occurring in the former “emeritense” colony during its evolution as the capital of the
Diocese of Hispaniarum in the beginning of the 4 th century, to become the capital of the Suebi

*
Instituto de Arqueología de Mérida (CSIC). p.mateos@iam.csic.es
1
Este trabajo se enmarca en el desarrollo del proyecto de investigación “El legado monumental de Augusta Emerita: La
reutilización arquitectónica en la transformación del paisaje urbano de la ciudad histórica” (HAR2015-64386-C4-4-P)
financiado por el Programa Estatal para el Fomento de la Investigación científica y Técnica de Excelencia del
Ministerio de Economía y Competitividad.
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PEDRO MATEOS CRUZ 1

monarchy in Spain throughout the 5 th century. It is a time of transition in which the defining
structures of the Roman city are gradually suppressed and replaced by a new concept of city related
to the different political, cultural, economic and social reality, when Rome’s power is substituted by
the power of the peoples settling in Emerita during the 5 th century. The city does not lose its
function as the backbone of a territory, although it will evolve into other ways of understanding
both public and private spaces in the classical city. The buildings for leisure and entertainment, the
architecture of power and other urban public structures of the Roman period will be gradually lost
and abandoned and replaced by a new architecture which reflects the control of the church from
this period onwards.

KEYWORDS

Diocesis Hispaniarum, Emerita Augusta, Suebi, Architecture, Topography.

1. INTRODUCCIÓN

Hace años empezábamos nuestros artículos sobre la Mérida tardoantigua desarrollando una reflexión
sobre la importancia y monumentalidad de las estructuras romanas que dificultaban el interés por otras
fases históricas de la ciudad. Del mismo, acusábamos los problemas de las intervenciones arqueológicas
anteriores que priorizaban los datos altoimperiales en contraposición a los posteriores. El desarrollo de
intervenciones arqueológicas de gran calado como las realizadas en el interior de la iglesia de Sta. Eulalia
y las del barrio de Morería fueron el inicio de un cambio de planteamiento sobre los estudios
relacionados con el período tardoantiguo. De otro lado, la imposición de una unidad en el sistema de
registro en la arqueología emeritense a principios de los años 90, facilitó este proceso. El interés por este
período histórico ha cambiado en estos años de tal manera que, hoy podemos decir, que mucho se ha
escrito sobre el urbanismo de la Mérida de los ss. IV al VII en los últimos años. Se trata, en su mayor
parte, de artículos de síntesis que han intentado reflejar las características urbanísticas de la ciudad
desde distintos aspectos, realizados por los mismos autores que han utilizado los datos procedentes de las
excavaciones efectuadas en la ciudad. La mayor parte de ellos son fruto de intervenciones desarrolladas
en los últimos años. Debemos destacar como último hito de este proceso la publicación de las actas de
conmemoración del Centenario del Inicio de las Excavaciones Arqueológicas desarrolladas en Mérida
(Álvarez y Mateos ed. 2011), en las que se publican numerosos artículos que tienen como protagonista la
ciudad tardoantigua.

Obviamente esta afluencia de artículos sobre la Mérida de los ss. del IV al VII supone una reiteración de
argumentos expuestos en multitud de formas, pero que no añaden planteamiento de análisis novedoso o
distinto de lo ya expuesto. En general, ya se han descrito los síntomas de este proceso que plantea una
continuidad urbanística a lo largo del s. IV con la introducción de las primeras muestras de
transformaciones y de las primitivas manifestaciones arquitectónicas de origen cristiano. También se ha
puesto de manifiesto un proceso de abandono de las principales estructuras públicas urbanas de época
romana a lo largo del s. V que provoca una transición de la ciudad romana clásica hacia otro contexto
social, económico y cultural polarizado cada vez más hacia una sociedad cristianizada que se hace más
palpable en las siguientes centurias. Esta nueva realidad, aunque mantiene algunas pautas del urbanismo
anterior, se verán diluidas entre la incorporación de nuevas propuestas arquitectónicas y culturales
planteadas por los distintos pueblos que a lo largo de estas centurias protagonizarán la vida de Augusta
Emerita.

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1 DE CAPITAL DE LA DIÓCESIS HISPANIARUM A SEDE TEMPORAL DE LA MONARQUÍA SUEVA…

La homogeneidad de estas publicaciones impiden polemizar, tan siquiera, sobre la interpretación de los
datos o sobre planteamientos anteriores en los que se solía contraponer conceptos como la ordenación y la
composición clásica de la ciudad romana a la descomposición y ruina urbanística de la tardoantigüedad. A
veces, esa uniformidad responde a que los estudios son realizados por los mismos autores que poseen los
datos arqueológicos; en otras ocasiones, es la falta de documentación de esos supuestos datos
arqueológicos la que dificulta el debate. Sea como fuere, asistimos a una eclosión de este tipo de estudios y
compendios que, salvo excepciones, poco pueden añadir a lo ya publicado con anterioridad, si no es con la
aparición de nuevos datos procedentes de análisis monográficos sobre las estructuras que protagonizan el
urbanismo de Augusta Emerita. Esperamos que estos estudios den a conocer los resultados de las
excavaciones arqueológicas de gran trascendencia realizadas en la ciudad, que aún no han sido publicadas,
pero cuyos datos, todavía desconocidos por la comunidad científica, se utilizan para explicar procesos
evolutivos diacrónicos, no ya solo de esa área urbana, sino que se extrapolan para interpretar estas
transformaciones en el resto de la ciudad.

2. AUGUSTA EMERITA, EL PAISAJE URBANO DE LA CAPITAL DE LA DIOCESIS


HISPANIARUM

Ya hemos señalado en anteriores ocasiones que la ciudad romana no es un proyecto urbanístico


perenne; muy al contrario, se encuentra en una incesante evolución que ha permitido señalar a algunos
investigadores esa sensación de que las ciudades antiguas se encontraban continuamente en obras. A
menudo, documentamos en las intervenciones arqueológicas diversas reformas sustanciales en el tejido
urbano realizadas en pocos años; proyectos que amortizan otros realizados algunos años antes. Se trata de
procesos de cambio de carácter social, económico, político y cultural que se manifiestan muy claramente en
el urbanismo de las ciudades.

Un claro ejemplo de este proceso se plantea con la construcción del conjunto provincial de culto
Imperial que ocasionó la amortización de cuatro manzanas de viviendas y de un tramo del kardo maximus,
cincuenta años después de la fundación de Augusta Emerita (Mateos 2006: 321). Del mismo modo
documentamos la reforma del foro, con la construcción de la plataforma oriental sobre dos manzanas de
viviendas (Ayerbe, Barrientos y Palma 2009: 747-753), o posteriormente, ya en el s. III, la amortización de
varias domus para la construcción, junto al Conjunto Provincial de Culto Imperial, de un edificio público
cuya funcionalidad aún no podemos señalar (Ayerbe 2005: 27-54). Estas modificaciones, por citar algunos
ejemplos, van transformando paulatinamente el paisaje urbano y son una muestra más de la vitalidad de
una ciudad que va adaptando su urbanismo a las nuevas realidades exigidas.

A lo largo de los siglos II y III documentamos nuevas pruebas de esa actividad edilicia en la ciudad así
como del mantenimiento de su pujanza pública. En el año 261, el gobernador Clodius Laetus Macrinus
dedicaba una estatua en el foro al emperador Galieno que demuestra una continuidad en la vida
administrativa no interrumpida, al menos, hasta este momento (Arce 2004: 12). A finales del s. III se
multiplican estas dedicaciones a emperadores por parte de los gobernadores lo que implica que efectivamente
no hubo una ruptura en el gobierno de la ciudad en este período (Ramirez et alii 1993; Saquete 1991-1992).
Probablemente estos datos indican que existieron disfunciones en el funcionamiento público de la ciudad
(Arce 2011: 491) si tenemos en cuenta la realidad precedente, pero este mismo argumento sugiere una
continuidad de dicha actividad. Los talleres de escultura probablemente no producían como en épocas
anteriores. El relieve de Maximiliano Herculeo (Arce 2002: 71-84) muestra la decadencia de los talleres,
aunque también la pervivencia de los modelos clásicos iconográficos oficiales (Arce 2011: 492). Las pinturas
de la casa basílica (Mostalac 1997: 581-603) y los mosaicos de la casa “del mitreo” (Arce 2002: 115) nos
hablan de una cierta continuidad y tradición romana en los talleres locales, según Arce (2011: 492).

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Como vemos, si bien no podemos comparar el dinamismo edilicio ni artístico con etapas anteriores, si
que parece clara una persistencia de la actividad en este período en que se produce la reforma
administrativa de Diocleciano (284-304). La posible elección de la colonia emeritense como capital de la
Diocesis Hispaniarum parece atestiguarse, desde el punto de vista histórico, a partir de la interpretación
del Laterculus Polemii Silvii y la inclusión de Emerita como única ciudad en la lista de nuevas provincias
hispanas (Etienne 1982: 201-207), al igual que sucedía con Cartago en África o con Sirmium en Illyricum
(Arce 2002: 15). Este argumento es el único documento histórico que poseemos para dicha afirmación,
aunque debemos señalar que existen datos arqueológicos que apuntan hacia esa dirección. El hallazgo de la
inscripción del vicarius Octavius Clarus que se se declara famulus Gratiani es una prueba más de este
hecho (Hidalgo y Méndez 2008: 547-564).

Para subrayar la capitalidad de la ciudad debemos añadir el documento de vital importancia que aporta
la aparición del missorium de Teodosio (Fig. 1) hallado en la población de Almendralejo, en las cercanías
de Mérida, en el que se representa entre otros personajes al Vicarius Hispaniarum en el acto de recibir de
manos del emperador Teodosio I los codicilli de su nueva función (Kienast 1996). Se trataría, por tanto, de
un regalo del emperador al Vicarius. La reinterpretación de Meishcner, relacionando el disco con Teodosio
II (1996: 389-432) ha sido claramente rebatida por Arce (1998: 169-179).

Es dificil señalar las razones por las que Augusta Emerita fue elegida sede de Vicarius Hispaniarum
ante la ausencia de datos históricos y arqueológicos que arrojaran luz a este tema. La propia continuidad de
su actividad económica, cultural y política sería un elemento fundamental. Las razones históricas y
políticas de la elección aún se nos escapan. Arce plantea que dicha elección tuvo que ver con su misma
posición geopolítica periférica con respecto al resto de ciudades de la diócesis. Bien comunicada con la

Fig. 1. Missorium de Teodosio (© P. Mateos).

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Bética, así como con la Tarraconense y la Cartaginense, desplazaba el eje político a una región menos
conflictiva y con menos posibilidades de caer en manos de usurpadores y rebeldes como podía ser el caso
de Tarraco y Carthago Nova (Arce 2004: 12).

Las consecuencias jurídicas y administrativas de esta designación y de la llegada del vicarius y de todos
los puestos del gobierno de la Diócesis han sido bien estudiadas por Arce (2002: 15 y ss.).
Urbanísticamente en este período se realizan una serie de transformaciones en la ciudad que debemos
entender como consecuencia de este nombramiento y del dinamismo que provocaron estos cambios
administrativos en la antigua colonia. Tal es el caso de la restauración llevada a cabo en los edificios de ocio
y representación.

En efecto, se ha documentado tanto epigráfica como arqueológicamente la restauración de los


principales edificios de espectáculos en este momento entre el año 333 y el año 337, lo que evidencia una
continuidad en su uso. Además de las inscripciones que recuerdan tal acontecimiento, la escultura
decorativa que se conserva de dichos edificios fecha de manera evidente tales reformas, atestiguadas
también a través de los datos arqueológicos que han aportado las excavaciones arqueológicas realizadas en
el teatro (Mateos ed, 2018) y el circo (Montalvo y Gijón-Sánchez 1997: 245-258).

La restauración del circo vetustate con lapsum, en época de los hijos de Constantino (337-350)
significa una cierta recuperación económica, responde a una deliberada política de reconstrucción de
edificios públicos y a la idea de que es inconcebible una capital de la diócesis sin la presencia de un circo en
toda su actividad (Arce 2002: 22) como lo prueba la existencia de mosaicos recreando escenas circenses
(Blanco 1978: 45) fechados a mediados del s. IV.

Del mismo modo se restauró el teatro según se menciona en otra inscripción, en la que se alude al mal
estado del edificio y a su restauración entre el 333 y el 337, bajo la supervisión del praeses provinciae
Lusitaniae, Severus (Nogales 2000: 31). No sabemos si relacionada con esta restauración o con nuevas
obras desarrolladas en este período, se constatan arqueológicamente nuevas transformaciones en torno al
edificio, como el abandono de los pórticos exteriores de acceso al teatro desde el lado norte de la ciudad
que se realizaron en paralelo a la porticus post scaenam (Mateos y Márquez 1999: 301-320). Dichos
pórticos fueron transformados en estancias comerciales con acceso directo al cardo que separaba el teatro y
el anfiteatro en dirección norte-sur.

La nueva capitalidad debió provocar numerosas reformas y modificaciones en la estructura urbana. La


incorporación de nuevos mandatarios e instituciones y el lógico interés por mejorar la imagen de la ciudad
debió suponer un impulso suficiente para justificar la restauración, anteriormente indicada, de los
principales edificios de la colonia y la construcción de otros que, hasta ahora, no tenemos noticias. La
propia dinámica y las nuevas necesidades urbanas provocaron cambios sustanciales en el tejido urbano de
los que, en algunos casos, tenemos constancia arqueológica (Mateos y Alba 2000: 145).

Por ejemplo, en el caso de la trama urbana, según los datos arqueológicos documentados, el viario
permanece sin sufrir transformaciones en el recorrido; sin embargo, se documentan diversas
modificaciones como la privatización de los pórticos de las vías, que se produce de forma diacrónica
desde el s. II hasta el propio s. IV, por parte de las viviendas que van ocupando dichos espacios
aumentando la extensión doméstica o utilizándolas como tabernae de uso comercial (Fig. 2). En algunos
casos se detecta, como se demuestra en las excavaciones de Morería, la invasión, parcial o completa, de la
calle para la construcción de unos baños en dos de sus viviendas (Alba 1997: 192). El hecho de la invasión
de las calles por parte de las viviendas, en ocasiones se interpreta como un hecho negativo, cuando lo
único que prueba es la vitalidad ciudadana de este período y un incremento de la privatización en

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Fig. 2. Restos del pórtico de una calle emeritense reaprovechado en el muro de una taberna en el área arqueológica de
Morería (© P. Mateos).

relación con el interés público (Alba 2008: 172). Sin duda, supone un elemento interesante a la hora de
valorar el inicio de transformaciones urbanísticas que anuncian mayores cambios en el concepto de
ciudad.

Otro dato documentado en las vías emeritenses en este período es la realización de nuevos niveles de
aporte sobre la propia calle pavimentada con piedras de diorita; este hecho, además de elevar la cota de la
calle, suavizará, en el caso de los decumanus, la pendiente que poseían en dirección este-oeste y que
aprovechaban para verter sus cloacas en el río Anas. Esta nueva superficie de las vías anularían las bocas
de registro de las cloacas poniendo en riesgo el mantenimiento de la red de saneamiento que a finales de
esta centuria podría perder su uso, haciéndose más evidente en pleno s. V. Lo observado en las vías
urbanas de la ciudad, es decir su continuidad en el trazado con cambios en su morfología e imagen
exterior, será la tónica de la mayor parte de estructuras urbanas emeritenses en este período.

En cuanto a las viviendas localizadas en la zona intramuros, además de la ya señalada ampliación hacia
la calle documentada en algunas de ellas, también se ha confirmado en las excavaciones desarrolladas en la
zona Arqueológica de Morería, reformas donde se observa que algunos edificios aumentan el espacio de la
vivienda en ocasiones con amplios salones absidados y con baños privados (Alba 1997: 190 y ss.).

En esta misma centuria, probablemente en la segunda mitad a tenor del análisis de las pinturas
documentadas en el interior (Mostalac 1997: 581-603) se realizó la llamada “casa-basílica” del teatro (Fig.
3), una instalación de carácter doméstico construida amortizando parte de los pórticos de acceso al teatro
(Mateos y Márquez 1999: 301-320) que supone el abandono de espacios públicos en beneficio de una
ocupación privada. Arce la interpreta como una schola o sede de un collegium (Arce, Chavarria y Ripoll
2007: 309-311).

Como hemos señalado anteriormente, durante este siglo aún se conservan en uso los talleres que
propiciaron la monumentalización de algunas viviendas señoriales que vieron modificados sus pavimentos

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Fig. 3. Detalle de las pinturas que decoraban la llamada casa “del teatro” (© P. Mateos).

y sus paredes con lujosos mosaicos y lienzos de pinturas que decoraron sus estancias. Así parece deducirse
del estudio del mosaico en opus sectile y las pinturas de la casa de la alcazaba, por ejemplo, de las pinturas
de la Calle Suarez Somonte con escenas de circo y venationes (Álvarez Sáenz de Buruaga 1974: 169-187) o
de algunos de los mosaicos y pinturas que decoraron la llamada “casa del mitreo” como el propio mosaico
cosmogónico (Fig. 4) fechado por Arce en pleno s. IV (Arce 2002: 117-136).

Otro elemento que define la continuidad de la trama urbana a lo largo de la cuarta centuria es la
persistencia de las áreas forenses y de los principales edificios públicos que no verán alterada su estructura
arquitectónica y funcional hasta el s. V. Es probable que la capitalidad de la diócesis trajera consigo algún
tipo de reformas en la arquitectura oficial de Augusta Emerita, como la identificada en un edificio público
perteneciente a la plataforma occidental del foro, la posible schola iuvenum (Ayerbe et alii 2009: 800 y ss)
donde se edificó en su interior, en el espacio abierto, un conjunto termal fechado en época bajo imperial sin
poder definir más su cronología.

A excepción de esta reforma en la plataforma occidental, no conocemos ni un solo dato arqueológico o


epigráfico documentado que confirme nuevas transformaciones en el foro a lo largo del s. IV.
Probablemente no se trataron de reformas estructurales sino más bien relacionadas con su ornamentación,
aunque si se produjeron no se han documentado hasta ahora.

En lo que se refiere a las infraestructuras públicas debemos destacar la falta de documentación sobre el
final de los acueductos donde el único dato arqueológico lo ofrecen las excavaciones realizadas en un tramo
de la conducción de “los Milagros” donde aparecieron, en el relleno que confirma su abandono, cinco
monedas fechadas todas ellas entre Constantino II (337-340) y Constancio II (346-354), aunque la gran

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Fig. 4. Mosaico cosmogónico situado en la casa “del mitreo” en Mérida (© P. Mateos).

pervivencia del uso de estas monedas impiden precisar la fecha de su obliteración (Ayerbe 2000: 39-58).
Sin embargo, a falta de un estudio monográfico de estas estructuras, aún desconocemos la fecha concreta
de su construcción, la de sus refracciones a lo largo de los siglos y la de su amortización. Hauschild plantea
la reforma en época bajo imperial de los acueductos de los Milagros y de S. Lázaro (1976: 107-110), al
observar el diferente aparejo utilizado en la parte alta de los acueductos con respecto a las arquerías
inferiores. Esta idea es apoyada por Alfonso Jiménez que sugiere la existencia de dos etapas del edificio,
aunque fecha la segunda etapa en época posterior a inicios del s. II (1976: 111-126). Es probable que, al
menos el llamado acueducto de S. Lázaro, se mantuviera en uso durante esta centuria ya que continúa
surtiendo de agua a las termas documentadas junto a la casa “del Anfiteatro” que, a falta de un estudio
monográfico, deben considerarse pertenecientes a un momento tardío.

También observamos una continuidad en el recinto amurallado de Augusta Emerita durante este
período. Si como luego comentaremos, en un momento indeterminado del s. V, se refuerzan las murallas
urbanas con un forro de sillares de carácter defensivo, no se ha documentado ni una sola reforma, ni en
su trazado ni en sus características arquitectónicas, a lo largo de esta cuarta centuria. Posiblemente se
realizaran refracciones puntuales en su estructura, tanto en sus puertas como en el alzado de los lienzos
y las torres que poblaban su recorrido. Así, por ejemplo, el aumento de cota en el nivel de los
decumanus, como consecuencia de los niveles de aportes que invadieron sus pavimentaciones,
provocarían cambios también en el arranque de las puertas de acceso de la muralla que debieron
actualizar su altura.

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Pero es en la zona extramuros donde se van a producir los principales cambios urbanísticos en este
período. Si bien las áreas funerarias paganas mantienen su extensión en los alrededores de las vías
principales de acceso a la ciudad, en esta centuria parecen haber colapsado aumentando su extensión. A
este desarrollo de las necrópolis debemos añadir un cambio urbanístico de difícil explicación hasta ahora,
como es el progresivo abandono de las viviendas suburbanas cuyos propietarios se trasladarán, bien a las
viviendas reformadas y ampliadas intramuros, bien a las nuevas y suntuosas villae rurales que en esta
centuria se extenderán por el ager emeritense. Este es el caso de la zona Nororiental de la ciudad, donde se
ha documentado dentro de este horizonte cronológico el abandono de las domus suburbanas
documentadas en la zona, como la llamada “casa del anfiteatro”, construida en su totalidad a lo largo del s.
I, aunque con reformas atestiguadas en sus muros y pavimentos a lo largo de los años (Alvarez 1985: 46;
Sandoval 1966: 7). Este hecho podría relacionarse con la presión ejercida por la ampliación constante del
área funeraria conocida como “necrópolis Oriental”, como se confirma con la aparición de un mausoleo
fechado a mediados del s. III en una zona intermedia entre la necrópolis anteriormente documentada y la
propia “casa del anfiteatro” (Canto, Bejarano y Palma 1997: 247-294).

Por último, cabe destacar la aparición de nuevas áreas funerarias de adscripción cronológica
tardorromana, localizadas sobre todo en la zona Sur (zona conocida como Los Bodegones) y en el lado
nororiental, ocupando el espacio abandonado de las domus suburbanas documentadas en la zona.

El abandono de estas domus suburbanas darán pie a la localización de las primeras áreas funerarias de
carácter cristiano nacidas a partir del enterramiento de un mártir o un santo local y que ocuparán los
terrenos dejados libres por las propias domus suburbanas como en el caso de Sta. Eulalia, cuyo edificio
martirial se localizará sobre los restos de una vivienda abandonada con anterioridad (Mateos 1999).

A tenor de los datos ofrecidos por la arqueología urbana, todo parece indicar que a partir de asumir la
capitalidad de la Diocesis Hispaniarum, el s. IV en Mérida se caracterizará por una continuidad funcional
de las principales estructuras que conforman su urbanismo aunque sujetas a numerosas transformaciones
propias del paso del tiempo y a restauraciones, sobre todo en el ámbito público, como consecuencia de la
nueva realidad que vive la ciudad en estos años. Son cambios que, aunque documentados en menor
medida, anuncian el nuevo concepto urbano que caracterizará la ciudad de los próximos siglos.
Paralelamente, a lo largo de la cuarta centuria, van a introducirse de una manera lenta y progresiva
diversas manifestaciones que forman parte de un nuevo contexto cultural, el cristianismo que, aunque
todavía de una manera minoritaria en este siglo, irá calando en la sociedad emeritense a lo largo del
tiempo.

Las primeras manifestaciones cristianas durante esta centuria van a convivir con una sociedad
profundamente pagana que poco a poco se muestra permeable a nuevas formas culturales que irán
surgiendo sobre todo en las principales ciudades de Occidente a partir de las persecuciones de Diocleciano
y Maximiano Hercúleo. Este hecho dará origen al nacimiento de nuevos mártires que provocarán los
primeros testimonios arquitectónicos del cristianismo en el urbanismo de las ciudades. En Mérida, a pesar
de haberse documentado algunos datos de la existencia de una comunidad cristiana a lo largo de los ss. II y
III (Sastre 2010), no será hasta la cuarta centuria cuando aparecerán los primeros vestigios de esta nueva
cultura en la topografía de la ciudad, coincidiendo con la muerte de la joven Eulalia y el nacimiento de su
culto martirial cantado por Prudencio en el Peristephanon.

Estas iniciales expresiones del cristianismo en Mérida, están protagonizadas por una serie de objetos
hallados de forma descontextualizada y que se encuentran vinculados con el mundo funerario. Así tenemos
constancia, por un lado, de la existencia de sarcófagos decorados con motivos cristianos (Mateos 2002:
437-448), y de epitafios fechados en los primeros años del s. IV (Ramírez y Mateos, nº 17, 20, 51, 63) que

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constituyen los primeros ejemplos plásticos de la propagación del cristianismo en Mérida. Paralelamente, a
partir de la primera mitad de la centuria, se va originando un área funeraria cristiana en torno a lo que en
la actualidad pensamos que es el edificio de culto martirial de Eulalia. Los principales edificios que
poblaban esta área funeraria han sido conocidos a partir de las excavaciones practicadas en el interior de la
iglesia de Sta. Eulalia (Mateos, 1999).

El edificio de carácter martirial (Fig. 5) se encuentra ocupando el espacio que después será utilizado
como el santuario de la basílica paleocristiana. Debido al estado de conservación de sus restos no podemos
definir si realmente se trata de un martyrium que albergaba los restos de la mártir o si tan solo se
conservaron en su interior las reliquias de la santa y por tanto estaríamos hablando de una “memoria”. Sea
uno u otro su carácter, seguramente conservaba una función martirial en el que los primeros cristianos
rendían culto al recuerdo de la mártir.

Fig. 5. Vista parcial del ábside del edificio martirial en el interior de la cabecera de la basílica tardoantigua de Sta.
Eulalia (© P. Mateos).

El mausoleo posee una planta rectangular, con una única nave, sin cripta, que remata en un ábside
semicircular al interior y al exterior. Probablemente estaba precedido por un nártex en el lado Oeste a
juzgar por la presencia de una basa de columna que fue hallada in situ, a tres metros de la entrada al
mausoleo y en línea con su fachada occidental (Mateos 1999: 198). El doble muro presente en sus lados
oriental y occidental, plantea la duda de si realmente se trataba de un edificio abovedado o si las
cimentaciones interiores realmente deben ser interpretadas como los restos de los arcosolios para alojar
los sarcófagos. En el estado actual del conocimiento ambas hipótesis son factibles.

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Alrededor de este edificio se van realizando enterramientos de carácter cristiano tanto en el exterior
como en el interior de otros mausoleos construidos en torno al edificio martirial. Entre ellos destaca un
edificio, orientado norte-sur, con un ábside en el lado sur y una cripta subterránea en el extremos norte
que poseía sus paredes forradas de mármol y la bóveda decorada con un mosaico (Mateos 1995a: 127-143).
Adosado a este edificio en su lado norte se conservan los restos de otro mausoleo del que se conservan dos
enterramientos; uno de ellos se encuentra cubierto por un mosaico sepulcral del que únicamente hemos
podido documentar la mitad sur en la que se representa una cortina abierta y anudada que enmarcaría una
figura central. El otro enterramiento estaba cubierto por un lectus triclinaris (Mateos 1999: 63-64). Aún se
han documentado numerosos restos de mausoleos y enterramientos pertenecientes a esta área funeraria,
construidos a lo largo de la cuarta centuria, que a lo largo del período tardoantiguo se iría extendiendo por
toda la zona nororiental de la ciudad conformando, junto con otros edificios, el conjunto arquitectónico de
Sta. Eulalia. Este es el caso de estructuras funerarias como la documentada en torno al edificio identificado
como xenodochium, fundado por Masona en el s. VI (Mateos 1995b: 309-316), de planta cuadrada al
exterior y circular al interior con un ábside en su lado oriental o el de planta octogonal (Fig. 6), hallado al
este de la iglesia de Sta. Eulalia.

Todos estos datos apuntan a la existencia a lo largo del s. IV de una comunidad cristiana en la ciudad
cuya presencia se verá reflejada en el urbanismo emeritense a partir de sus ritos funerarios y cultuales en
torno a la figura del mártir. Es posible que, aunque aún no ha sido documentada, en Mérida existan otro
tipo de áreas funerarias cristianas en esta centuria vinculada al enterramiento de algún mártir o un santo
local.

En cuanto a la posible existencia en pleno s. IV de una catedral en la ciudad, como está documentada en
otras urbes occidentales (Krautheimer 1987) no tenemos constancia de la aparición de ningún resto
arquitectónico que guarde relación con este edificio. Existen, eso si, otro tipo de manifestaciones puntuales
documentadas en el interior de la ciudad, como por ejemplo el crismón pintado en el interior de una
cisterna subterránea de época romana, perteneciente a una vivienda y sobre la que se ha planteado su
posible relación con una domus eclesiae (Heras 2010: 6), pero hasta el momento no hemos podido
documentar, ni arqueológica ni epigráficamente, otro tipo de estructura cristiana en la ciudad
perteneciente a esta centuria (Mateos 2016: e.p.).

Por tanto, el s. IV emeritense puede calificarse como un período de continuidad tanto urbanística como
cultural en el que se van a conservar los principales edificios que conformaban la ciudad en época
altoimperial. Frente a la introducción de las primeras manifestaciones cristianas, se mantiene el uso de los
templos y de estructuras de carácter pagano, construyéndose en ese momento otras como el posible
taurobolium, definido por su descubridor como un centro de culto metróaco y rituales taurobólicos,
hallado en los últimos años en las excavaciones realizadas en el solar de “Los Blanes” (Heras 2011), que
confirma también la existencia de una dualidad pagana-cristiana que definiría esta centuria en las
principales ciudades hispanas (Mateos 2011: 509).

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Fig. 6. Planta y alzado del edificio de planta octagonal hallado en el interior del área funeraria de Sta. Eulalia (©
Consorcio de Mérida).

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3. EL URBANISMO DEL S. V EN MÉRIDA. UNA CIUDAD CONVULSA EN PROCESO DE


TRANSFORMACIÓN

Para recrear las características fundamentales del urbanismo de la ciudad emeritense a lo largo del s. V
debemos adentrarnos en los datos arqueológicos ofrecidos por las excavaciones realizadas en el yacimiento
y en las escasas fuentes históricas de la época, que fundamentalmente se basan en la Chronica de Hydacio
y en la presencia de godos y suevos en la ciudad analizadas recientemente por Arce (2011: 491-503).

Ya hemos señalado que los vicarii residían en Emerita desde la reforma de Diocleciano. El último
vicarius conocido en Emerita es Macrobius entre el 399 y el 400. Parece ser que la administración romana
desaparece tras la toma de Suevos, Vándalos y Alanos y el reparto de las provincias entre estos pueblos
(Arce 2002: 181) aunque en el año 420 tenemos documentado como vicarius a Maurocellus, que acudió a
Bracara con sus tropas en ese año, por lo que parece que en ese momento aún persistía el vicariato en
Emerita y, por tanto, una administración romana (Arce 2002: 183).

Hydacio habla, en primer lugar, de la entrada del rey Genserico en la ciudad en el año 429, toda vez que
tiene noticia de que el suevo Heremigario ha comenzado unas labores de pillaje por la Lusitania y el rey
vándalo se enfrenta a los suevos para evitar la toma de Emerita (Arce 2011: 497). El resultado fue la muerte
de Heremigario en el río Anas a manos de Genserico y, por tanto, dejando a salvo la ciudad emeritense que,
según Arce, no fue objeto de destrucción ni arrasamiento. Arce niega la existencia de un asalto a la ciudad
tachando de catastrofista a Hydacio (Arce 2002: 184).

El otro episodio que se narra en la Chronica es el de la lucha del rey godo Teodorico contra los suevos
en el año 456 que supuso la derrota de estos y el apresamiento y muerte de Rechiario (Arce 2011: 498).
Teodorico se alojó en Mérida durante tres meses con sus tropas hasta su marcha a la Galia en el 457.

Entre medio de estas dos escaramuzas militares debemos resaltar la presencia de los suevos en Emerita
como consecuencia del intento de expansión hacia el sur de Rechila que entró en la ciudad en el año 439
con el objetivo de establecer en Mérida su centro de operaciones y el control de la Bética (Arce 2011: 499) y
convirtiendo a la ciudad en la capital temporal de la monarquía sueva. Sabemos que en el año 448 Rechila
y su corte continuaba en Emerita pues según Hydacio, ese año muere el rey y es sustituido por Rechiario.
Por 10 años, al menos, la sede del poder suevo no va a ser Bracara sino Emerita desde donde se realizan
las incursiones a la Bética, para, entre otras acciones, tomar Hispalis en el año 441 (Díaz 2000: 405) que
continuó en manos suevas, al parecer, hasta el año 458. Los años siguientes suponen una etapa en la que
Bracara y Emerita comparten el privilegio real durante algún tiempo, hasta que la invasión de estos de la
Tarraconense en el 456 lleva a los godos de Teodorico II a entrar en Hispania y acabar con el poderío suevo
(Díaz 2000: 407). Los godos pasan de la Gallaecia a la Lusitania teniendo como objetivo Emerita pero
estos, según Hydacio, precavidos por lo ocurrido en Bracara, no dieron oportunidad a las tropas de
Rechiario (Díaz 2000: 410).

La interpretación objetiva de la Chronica indica, por un lado, cierto protagonismo de Emerita durante
los años centrales de esta centuria, en las luchas por el poder en Hispania y, por otro, diversos momentos
convulsos que tuvieron que influir en el día a día de la ciudad.

Ante estos datos, cabe preguntarse cómo era la ciudad que se encontró la corte sueva durante el tiempo
que la monarquía utilizó la ciudad como sede temporal estable y qué influencia tuvo este proceso en el
urbanismo de la ciudad durante la quinta centuria. Una ciudad que pasó de ser capital de la diócesis
Hispaniarum a, una vez eliminado el poder romano de Hispania, convertirse en sede regia temporal de la
monarquía sueva alternativa a Bracara.

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La arqueología, tradicionalmente, ha considerado la ciudad tardoantigua como una urbe en proceso de


descomposición, con abundantes espacios abandonados donde se insertan enterramientos esporádicos y
reocupaciones y reutilizaciones de edificios antiguos que se unen a la construcción de nuevas viviendas de
baja calidad en la que las familias conviven con huertos y corrales. Mientras, el paisaje urbano se ve
surcado por nuevos edificios religiosos que sustituirán a los antiguos polos de atracción pública de la
ciudad romana.

Esta nueva imagen que muestra la ciudad tardoantigua es distinta, como señala Brown, de la ciudad
clásica, pero “no son ciudades arruinadas y decadentes” (Brown 1978: 29). Tal vez ha cambiado el concepto
de ciudad y sus características urbanísticas teniendo en cuenta que nos encontramos ante un paisaje
urbano descendiente del romano pero protagonizado por los nuevos pueblos que llegan a Hispania y que
poseen una nueva cultura. Este hecho sugiere un nuevo horizonte público en el que muchas estructuras
pervivirán respecto a la ciudad antigua, pero también surgirán nuevos hitos que marcarán el desarrollo de
estas ciudades a lo largo de los siglos siguientes (Ayerbe y Mateos 2015: 188).

En el caso de la ciudad emeritense, el s. V va a conformar un período de transición urbanística de la


ciudad de la cuarta centuria, heredera y continuista del paisaje urbano de época altoimperial a otra
realidad distinta, marcada fundamentalmente por el abandono de los principales edificios de carácter
público que definían la ciudad clásica y la incorporación definitiva de una nueva cultura, el cristianismo,
con nuevos polos de atracción popular. Paralelamente, la arqueología nos informa de una serie de hitos que
sugieren una sucesión de destrucciones en diversos puntos de la ciudad a lo largo de la V centuria que
pudieron ser sincrónicos, como consecuencia de factores exógenos o poseer un carácter diacrónico y
definirse como una cadena de eventos puntuales propios del devenir de la ciudad a lo largo de esta
centuria. Nos referimos fundamentalmente a las destrucciones observadas y que tuvieron como
consecuencia la amortización de muchos de los edificios pertenecientes al área funeraria cristiana de Sta.
Eulalia en la primera mitad del s. V (Mateos 2000: 505) previamente a la construcción en el interior de
este sector de la basílica cristiana de Sta. Eulalia, incluyendo el propio edificio martirial. Del mismo modo,
en la zona arqueológica de Morería (Alba 1997: 285-316) y en la vecina alcazaba árabe, se han
documentado, en un momento indeterminado de esta misma centuria la destrucción e incendio de diversas
casas situadas al lado de la muralla. Por último, se han documentado diversas destrucciones en zonas tanto
extramuros, una instalación agropecuaria situada junto al área funeraria de Sta. Eulalia (Montalvo 1999:
125-152), como intramuros.

La constatación arqueológica de este tipo de destrucciones se ha puesto en relación, con mayor o menor
contundencia, (Mateos 2000: 506; Mateos y Alba 2000: 148; Alba y Mateos 2006: 263-268; Alba 2008:
209) con las invasiones que según las fuentes históricas, sobre todo a partir de las narraciones de Hydacio,
asolaron la ciudad a lo largo de la primera mitad del s. V (Tranoy 1974). Arce niega tales invasiones y
atribuye esta interpretación del cronista a su catastrofismo, por lo que según este autor no se pueden poner
tales datos destructivos en relación con ninguna invasión bárbara ni arrasamiento de la ciudad (Arce 2011:
498). Ante la parcialidad de ambas fuentes, las históricas y las arqueológicas, debemos pensar que, en
efecto, el s. V fue un momento convulso en la historia de la ciudad, aunque no sabemos hasta que punto
afectó a su paisaje urbano y qué relación tuvieron estas continuas disputas por el poder de la ciudad entre
godos y suevos, con los datos negativos que sugiere la arqueología.

El problema de estas fuentes es la parcialidad de los datos y su interpretación; mientras que la


arqueología no plantea una cronología concreta para estas destrucciones, algunas interpretaciones mezclan
los datos negativos provocados, como arrasamientos o niveles de destrucción, con datos de transición
propios de ese momento, como el abandono de los principales espacios públicos, las privatizaciones
observadas en estos sectores o la aparición de vertederos que unidos y planteados de una manera

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sincrónica, dan la impresión de una ciudad abandonada y en declive. Sin embargo, estamos hablando de
hechos que suceden diacrónicamente a lo largo de una centuria y que responden a argumentos de distinto
carácter. Por ejemplo, el abandono y expolio de los principales edificios públicos de la ciudad no obedece a
causas exógenas sino a intereses de los propios emeritenses que utilizaban el mármol de los edificios
abandonados para hacer cal, o reutilizaban los restos de edificaciones públicas en otras construcciones, en
ocasiones, de carácter privado.

Al lado de estos datos “en negativo” la arqueología ofrece otros indicios que sugieren efectivamente un
cambio en el concepto de ciudad que poco a poco va perdiendo los elementos definidores de la colonia
romana pero que mantiene una actividad propia de una nueva realidad política, social y económica.
Paralelamente surgen manifestaciones urbanas de un nuevo contexto cultural, el cristianismo, que a lo
largo de esta centuria, irá creando nuevos polos de atracción que sustituirán a los principales edificios
públicos anteriores y que se extenderán por la ciudad bajo el signo de la cruz.

En efecto, en Mérida a lo largo del s. V se va a producir el abandono definitivo de los principales


edificios públicos de la ciudad romana que, de una manera progresiva, irán siendo ocupados por nuevas
realidades de carácter tanto público como doméstico o productivo.

Así sucedería con el teatro, que en esta centuria


estaría ya abandonado a juzgar por las evidencias
arqueológicas en las recientes excavaciones
realizadas (Fig. 7) tanto en el hyposcaenium como
en la porticus postscaenam, dentro del proyecto de
investigación que el Instituto de Arqueología de
Mérida realiza sobre los dos edificios de
espectáculos emeritenses (Mateos ed. 2018). En
los trabajos desarrollados en la porticus se
documentaron restos de viviendas que ocupaban
su lado norte, incluida la llamada aula sacra
(Mateos y Soler 2015: 111-118), mientras que la
colmatación del hyposcaenium parece que es un
hecho definitivo a finales de esta centuria a juzgar
por el material cerámico que aparece en los niveles
de cubrición del foso escénico2.
El anfiteatro ya estaría abandonado a lo largo
del s. V perdiendo en primer lugar sus elementos
decorativos en mármol, como las placas que
forraban el podio de granito que separaba el
graderío de la arena. También se eliminarían los
bloques de granito que servían como asiento
aunque se mantuvieron los bloques del podio, pero Fig. 7. Excavaciones arqueológicas realizadas en el
sabemos que fueron reutilizadas diversas hyposcaenium del teatro emeritense (© R. Ayerbe).
estructuras que formaban parte de la decoración
pictórica y epigráfica del edificio (Alba 2004: 220). Tal es el caso de las escenas de venationes
representadas en una pintura mural incluidas en cuatro sillares procedentes del anfiteatro y que se

2
Queremos agradecer estos datos inéditos a la arqueóloga Rocío Ayerbe, del Consorcio de la Ciudad Monumental de
Mérida, responsable de ambas excavaciones.

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PEDRO MATEOS CRUZ 1

reutilizó formando parte de un enterramiento de época tardoantigua y una inscripción monumental de


mármol procedentes de algún edificio de espectáculos y que fue reutilizada en el interior de un mausoleo
cercano al anfiteatro (Canto, Bejarano y Palma 1997: 289). Con el paso del tiempo, a lo largo de época
tardoantigua, el anfiteatro sería reutilizado como lugar de ámbito doméstico, como está atestiguado con la
documentación de diferentes restos de uso privado hallados en los vomitoria del anfiteatro, así como restos
de escoria procedentes de fraguas construidas en ese mismo lugar, que han sido documentados en las
excavaciones realizadas dentro del propio proyecto de investigación (Mateos y Pizzo 2011: 173-193).

Por último, pocos datos arqueológicos poseemos sobre el abandono del circo emeritense (Gijón y
Montalvo 2011: 195-208). El último dato sobre su funcionamiento nos lo ofrece indirectamente el epígrafe
de Sabinianus, un auriga cristiano cuya lápida funeraria, hallada reutilizada como tapa de una tumba en la
vecina basílica paleocristiana de Casa Herrera (Caballero y Ulbert 1976: 178-180), está fechada a lo largo
del s. IV (Ramírez y Mateos, 2000: 99). Parece probable que, ya en pleno s. V, el circo estuviera
abandonado de la misma manera que cayeron en desuso el teatro y el anfiteatro, que poco a poco vieron
expoliar sus materiales más preciados.

De la misma manera que los edificios de ocio y representación fueron amortizados en esta centuria,
tenemos datos que apuntan al abandono paulatino de los principales edificios pertenecientes al foro de la
Colonia que en pleno s. V habían finalizado un proceso de transformación que indicaba la pérdida de sus
funciones originarias. En general, como señalan los investigadores que han analizado el urbanismo del
foro, esta transformación “se verá expresada, a grandes rasgos, en el expolio de los elementos decorativos y
también estructurales de los edificios, la obliteración de sus partes, la reocupación de espacios puntuales
para actividades ocupacionales y la formación de vertederos” (Ayerbe et alii 2009: 828). Lógicamente, esta
visión general deberá particularizarse con el proceso puntual que sufriría cada uno de los sectores del área
pública.

El área forense, en época romana (Fig. 8), se articula en torno a tres plataformas en las que se incluyen
los principales edificios públicos (Ayerbe et alii 2009). La plataforma central estaba presidida por el
templo “de Diana”, situado en el extremo septentrional, inserto en un témenos definido por un
criptopórtico. En el lado opuesto se localizaría la basílica precedida por una plaza central delimitada por
espacios porticados en los que se situarían los principales edificios que componían el foro: curia, aerarium,
carcer, etc.

En la plataforma oriental, denominada tradicionalmente “pórtico del foro” se han documentado los
restos de un recinto dedicado al culto imperial presidido por un templo. Al sur del complejo se erigió otro
espacio público del que desconocemos su funcionalidad. Por último en la plataforma occidental se han
localizado los restos del templo de la C/ Viñeros y de un complejo público identificado como una schola
iuvenum. Cada una de estas zonas desarrolla un proceso independiente de abandono de sus edificios,
expolio y reutilización de sus espacios. En algunas ocasiones se ha podido interpretar algunas fases de este
proceso.

El templo “de Diana”, tras su abandono como edificio de culto imperial, debió ser reutilizado para
alguna otra funcionalidad debido al buen estado de conservación con el que ha llegado hasta nosotros. Es
posible que en fechas posteriores al s. V se usara para otro fin de carácter público, quizás religioso, a juzgar
por la aparición en su interior de abundantes restos de decoración arquitectónica que actualmente decoran
el pórtico del palacio renacentista de “Los Corbos” (Mateos y Sastre 2004: 397-415), construido en su
interior, así como la aparición de algunas lápidas funerarias aparecidas en las inmediaciones (Ramírez y
Mateos 2000: 279).

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Fig. 8. Reconstrucción ideal del foro de la Colonia Augusta Emerita en época Flavia (© R. Ayerbe, Barrientos y F.
Palma).

Al este del llamado templo “de Diana” se construyó un edificio realizado con sillares de granito que
poseía contrafuertes al exterior del que se conserva tan solo uno de sus muros, que corría perpendicular al
templo y cuyos niveles constructivos fechan su construcción en pleno s. V. Las características de los restos
plantean un posible uso público (Ayerbe et alii 2009: 830) sin que podamos definir su funcionalidad.
En el interior de los espacios porticados aparecieron restos de crisoles, embutidos en las
pavimentaciones que permiten plantear la existencia de fraguas o talleres de fundición de metales lo que
sugiere la posibilidad de montaje de los propios talleres en el interior de los edificios que estaban
desmontando y expoliando (Ayerbe et alii 2009: 830).

En algunas zonas de los edificios porticados de la zona suroeste de la plaza se han detectado, en esta
centuria, niveles de abandono anteriores al proceso de expolio y desmantelamiento de edificios (Ayerbe et
alii 2009: 829). También en esta zona se verá colmatado el criptopórtico, utilizando su espacio de forma
compartimentada como viviendas en un momento posterior.

También se ha documentado arqueológicamente en este momento, el abandono de la instalación


termal construida en el s. IV sobre los restos del edificio identificado como una posible schola iuvenum
(Ayerbe et alii 2009: 831).

En la plataforma oriental, al sur del recinto monumental, en un espacio de difícil interpretación pero que
pudo albergar las termas públicas del foro en época altoimperial, se erigió un edificio de carácter público
(Fig. 9) cuya construcción se fecha en la primera mitad del s. V aunque se mantiene en uso hasta finales del
s. VI, momento en el que se transforma y pasa a formar parte del ámbito doméstico. Se trata de una
construcción realizada en opera mixta con sillares de granito y potente mampostería de piedra y ladrillo con
contrafuertes de sillares de granito. Tan solo se conservan dos estancias diferenciadas del edificio. Tanto sus

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PEDRO MATEOS CRUZ 1

características arquitectónicas como su técnica


constructiva confirman el carácter público del
edificio. El grosor de sus muros, el uso de
contrafuertes graníticos exteriores combinado con
la utilización de una peculiar y potente técnica
constructiva y la propia composición arquitectónica
de los restos conservados, indican su vinculación
con la arquitectura pública de época tardoantigua
presentes en otros edificios tanto de Mérida como
del resto de la Península Ibérica (Ayerbe y Mateos
2015: 179-191).

Podemos plantear un proceso paralelo y


coetáneo para los edificios públicos presentes en el
llamado Conjunto Provincial de Culto Imperial
(Mateos 2006) (Fig. 10). El complejo, al que se
accede a través del arco “de Trajano”, puerta de
acceso al recinto monumental, se encuentra
definido por un pórtico triple que delimita una
plaza presidida por un templo tetrástilo de cella
barlonga (Mateos 2006: 251-276). Su construcción
se realiza en época tiberiana, mientras que a lo
largo del s. V, los principales edificios son
Fig. 9. Restos del edificio público documentado en el lado
aprovechados como canteras sufriendo un expolio
sur de la plataforma oriental del foro de la Colonia (© R.
Ayerbe). considerable de su material más preciado y un

Fig. 10. Reconstrucción ideal del Conjunto Provincial de Culto Imperial de Augusta Emerita (© Consorcio de
Mérida).

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desmantelamiento que preparará la adecuación como reocupación doméstica posterior del espacio situado
en la plaza y los pórticos (Alba y Mateos 2006: 360) donde se han documentado los restos de hasta cinco
viviendas adosadas al podio del templo y a los muros de los pórticos y del llamado arco “de Trajano”. A lo
largo de esta centuria se van acumulando niveles de escombros que se acumularon sobre la pavimentación
marmórea de la plaza y de la puerta de acceso al conjunto y que salvaron este material de futuros robos
(Aquilué y Dehesa 2006: 170).

En general, como se observa a partir de los datos ofrecidos por las excavaciones arqueológicas realizadas
en la zona, el s. V supuso el momento de la gran transformación de la zona ocupada en la ciudad romana por
el llamado “foro de la Colonia” y el Conjunto Provincial de Culto Imperial. Durante este proceso, los
principales edificios del área pública abandonaron la funcionalidad para la que fueron creados y algunos de
ellos fueron expoliados y amortizados mediante el robo de materiales decorativos y estructurales, como
sucedió con los sillares de granito que forraban el núcleo de hormigón del templo de la C/ Viñeros (Ayerbe
et alii 2009: 831). Sin embargo, no se produjo el abandono completo de la zona sino que se reutilizó el
espacio como lugar de ocupación doméstica y de ambientes productivos. Paralelamente se construyeron
otros edificios públicos de carácter civil vinculados con la representación oficial de una nueva realidad
política surgida tras el abandono de la autoridad romana. Este proceso de reutilización del espacio tuvo que
desarrollarse, a juzgar por los datos arqueológicos referidos, a lo largo de la primera mitad del s. V tras el
abandono de estos edificios que pudo iniciarse a finales del s. IV o comienzos de la quinta centuria,
coincidiendo con el final del poder administrativo y político romano representado en Augusta Emerita en la
figura del vicarius cuya presencia en la ciudad está atestiguada, como ya hemos señalado, hasta el año 400.

Otra de las estructuras protagonistas de la ciudad romana, la muralla, sufre una transformación en su
concepción arquitectónica, aunque no en su trazado. En efecto, la cerca muraria que definió el perímetro
intramuros de la colonia Augusta Emerita hasta este momento, continúa invariable desde época romana.
Ya hemos señalado que a lo largo del s. IV sufriría transformaciones puntuales que no afectaron ni a su
morfología ni a su recorrido. Ahora, la muralla romana se verá fortalecida por la construcción de un forro
exterior realizado con material granítico reutilizado de otros edificios y que se aprecia visible en muchos de
los tramos conocidos de la muralla romana (Fig. 11). Resulta interesante, no obstante, que dicho refuerzo
no esté presente en los lienzos de muralla documentados cerrando algunas de las puertas del anfiteatro, los
únicos tramos conocidos de muro en la que se delata tal ausencia.

Es difícil definir una cronología para la construcción de este nuevo muro defensivo. La historiografía
arqueológica emeritense (Mateos 1995: 138; Alba 1998: 372; Mateos y Alba 2000: 149; Mateos 2000: 505;
Alba 2004: 228; Mateos 2011: 509; Alba 2015: 83-98) la ha relacionado siempre con la inscripción fechada
en el año 483, que estaría situada en el puente romano (Vives 1939: 1-7) en la que se alude a las reformas de
las murallas. Sin embargo, no tenemos constancia arqueológica de la fecha de tales reformas o de si este
refuerzo es al que se refiere el epígrafe. Alba señala que, en las excavaciones desarrolladas en la zona
Arqueológica de Morería, el “forro de sillares” corta un potente vertedero del s. IV y V (Alba 2004: 228), sin
mayor especificación. La relación de esta nueva cerca de carácter defensivo con los momentos convulsos que
vive la ciudad y, en general, la Península Ibérica en la quinta centuria, resulta tentadora, aunque no
podríamos definir si fue la causa o la consecuencia y, por tanto, si se realizó antes o después de estos sucesos.

Morfológicamente, el refuerzo de sillares que forra la muralla en este momento, poseería una anchura
variable de entre 2 y 3 metros y está conformado por diversas hiladas de material granítico reaprovechado
de edificios anteriores. Además de sillares, se han documentado un buen número de columnas y material
procedente de ambientes funerarios como cupae y pulvinos (Beltrán y Baena 1996: 110) hecho que
demuestra la destrucción previa de estos espacios funerarios paganos antes de la realización del refuerzo.
La ausencia de piezas documentadas de decoración arquitectónica pertenecientes a edificios públicos del

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área forense realizados en granito, como el templo “de Diana”, el único edificio que no sufren apenas el
desmonte y expolio de sus materiales debido probablemente a su continua reutilización o el templo
documentado en la C/ Viñeros (Ayerbe et alii 2009: 331-366), impiden confirmar si en el momento de la
construcción del “forro” defensivo ya estaban amortizados dichos edificios. Sí tenemos constancia, por el
contrario, de la reutilización de materiales decorativos de ambos edificios en construcciones consideradas
como pertenecientes al período emiral (Peña 2009: 563).

Fig. 11. Restos del refuerzo defensivo de la muralla romana en el interior del área arqueológica de Morería (© P.
Mateos).

Una de las reformas sustanciales que influirán en la vida de la ciudad en este momento es la
amortización de los canales de administración de agua corriente en lo que se refiere a su abastecimiento,
gestión y evacuación.

El suministro de agua se verá truncado a lo largo del s. V ya que muy probablemente los acueductos (a
excepción del de S. Lázaro que pudo estar en uso por más tiempo) ya estarían abandonados en este
momento, a juzgar por los datos anteriormente expuestos procedentes de las excavaciones realizadas en el
acueducto de los Milagros (Ayerbe 2000: 47), aunque resulta aún imposible de confirmar en lo que
respecta al resto de conducciones. Probablemente la ciudad se surtiera en este momento de cisternas y de
los pozos, cuyo uso es ya habitual desde época romana, en las viviendas de uso colectivo.

A tenor de estos datos parece probable que las termas públicas fueran poco a poco abandonadas según
se desprende de excavaciones que permanecen inéditas como las llevadas a cabo en el solar de Resti en el
que se confirma su amortización en este período y la reocupación de su estructura como vivienda
doméstica. También en el cuartel Hernán Cortés se constata la amortización de un complejo termal y la
construcción en pleno s. V de una residencia señorial con unos pequeños baños particulares (Barrientos
2011: 338). Es probable, por tanto, que surgieran nuevos edificios termales privados como los
documentados en la casa del anfiteatro y en la llamada casa basílica situada junto al peristilo del teatro. En
el caso de las termas de la casa “del anfiteatro” podrían realizarse en este momento y ser abastecida por un
ramal del acueducto de S. Lázaro por lo que planteábamos la posibilidad de que, al menos esta conducción,

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se mantuviera en uso en época tardoantigua. En cuanto a las termas de la “Casa-basílica” del teatro, Alba
sugiere que formaría parte de esta estructura y se abastecería del agua de un pozo (Alba 2004: 225).

También la red de evacuación de aguas habría dejado de estar operativa ante la falta de agua corriente y
la ausencia de mantenimiento de las cloacas debido a la amortización y cubrición de las bocas de registro
localizadas en los cruces de calles tras la reforma de las vías.

Uno de los elementos más documentados en lo que se refiere a la transformación urbana que sufre la
ciudad en pleno s. V y a la nueva realidad que surge como consecuencia, es la que se relaciona con el
ámbito doméstico. Gracias a las excavaciones desarrolladas sobre todo en los espacios públicos de la
ciudad romana, al auge de la arqueología urbana en estos últimos años y, específicamente, a los datos
aportados por las excavaciones de la zona arqueológica de Morería (Alba 1997: 285-315), podemos definir,
en buena medida, las consecuencias de estas transformaciones.

Existen numerosos datos de nuevos espacios domésticos originados, por ejemplo, por el abandono de
los espacios públicos a partir del s. V. Este es el caso de las viviendas documentadas en el interior del foro
provincial (Alba y Mateos 2006: 355-380), en el foro de la Colonia (Ayerbe et alii 2009: 828-831), en el
peristilo del teatro o en el anfiteatro (Mateos y Pizzo 2011: 173-193), por citar algunos ejemplos. En general
se trata de viviendas adaptadas a la realidad urbanística anterior, de una sola planta y realizadas con
material procedente de los edificios previamente abandonados.

Paralelamente se produce, a partir de esta centuria, un proceso de fragmentación de las viviendas


señoriales romanas que verán sus peristilos convertidos en verdaderos patios de vecinos y las estancias
compartidas como residencia de una unidad familiar. Cambia el uso que se hace de los espacios y la forma
de ocuparlo y compartimentarlo, provocando la disfuncionalidad de las partes de la antigua casa romana
(Alba 2004: 236). Ambas realidades, la creación de nuevas viviendas privadas en las antiguas áreas
públicas y la subdivisión de las antiguas mansiones romanas, han sido utilizados como argumentos para
señalar el aumento poblacional de la zona intramuros a lo largo de esta centuria, que se encontraría
masificada en relación con otros momentos anteriores de la historia de la ciudad (Alba 2004: 236). Sin
embargo, es probable que tan solo sea el reflejo de una cierta desestructuración urbanística que caracteriza
la ciudad en este momento, en el que existen puntos abandonados, viviendas desocupadas o espacios en los
que se realizan enterramientos esporádicos en el interior de la ciudad y que no están relacionados con
edificios funerarios, mezclados con viviendas densamente ocupadas.

También debemos destacar la ocupación de diversos espacios intramuros con uso productivo; espacios
públicos que son abandonados, como sucede como ya hemos señalado en el foro de la Colonia, y en otros
lugares que en este momento son privatizados, como se observa en algunos pórticos de las vías donde se
documenta la construcción de diversas fraguas o talleres de fundición de metales, ocupando los márgenes
de las vías en distintos puntos de la ciudad (Ayerbe 2007: 206).

En el área extramuros, también se perciben intensamente todos los cambios urbanísticos que se
desarrollan en esta centuria. Las áreas funerarias paganas son abandonadas, destruyéndose los edificios y
las tumbas que se encuentran en su interior. Como hemos observado, muchos restos del material de
destrucción se reutilizarán en la construcción del refuerzo defensivo de la muralla, cuyo paramento se ve
surcado de innumerables sillares de granito así como de restos de enterramientos procedentes de estas
áreas funerarias como pulvinos, cupae, etc.

Por otro lado, en la excavaciones practicadas en el solar de “los Blanes”, se documentó una gran área
funeraria que en su última fase presentaba 11 enterramientos de inhumación con ajuares y joyas de clara

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tradición sueva (Fig. 12). Las tumbas estaban


fechadas, tanto estratigráficamente como por los
materiales hallados, entre los primeros años del s. V
d. C y mediados de esa misma centuria (Heras y
Olmedo 2007: 390), lo que confirma la implantación
en la ciudad de una élite militar de origen suevo en
este período.

Desde el s. IV se van extendiendo en la ciudad la


creación de áreas funerarias cristianas alrededor del
enterramiento de un mártir, como en el caso de el
gran área funeraria de sta. Eulalia que, como ya se ha
señalado, fue destruida antes de la construcción de la
basílica en la segunda mitad del s. V. Con la extensión Fig. 12. Ajuar funerario hallado en una de las tumbas del
en ese momento de la construcción de basílicas área funeraria de “Los Blanes” (© Consorcio de Mérida).
funerarias y martiriales en los suburbios de la ciudad,
se crearan nuevas áreas en torno a estas iglesias situadas tanto en la zona extramuros como intramuros.

En efecto, estamos ante un proceso de transformaciones urbanísticas que no son más que reflejos de los
cambios económicos, culturales, sociales y políticos que se producen en la sociedad en esta quinta centuria
y que promueven un nuevo concepto de ciudad, heredera de la urbe romana altoimperial, pero en la que se
han eliminado los principales hitos representativos relacionados con el ocio, el gobierno o la religión en
paralelo al final de la administración romana. Estos edificios públicos característicos de una determinada
arquitectura de poder, son sustituidos por nuevas construcciones realizadas bajo el signo de la cruz, tanto
de carácter civil como religioso, que, esta vez bajo el poder del obispo, empezaran a protagonizar el
urbanismo de las ciudades.

Nacen así, a lo largo del s. V, los primeros edificios cristianos litúrgicos que se extenderán por toda la
ciudad a lo largo de los siglos.

En las zonas extramuros, aglutinando todo el significado cultual de las áreas funerarias presididas,
hasta ahora, por un edificio martirial, se construirán basílicas funerarias y martiriales que se convertirán,
ya en el s. VI y VII, en verdaderos conjuntos arquitectónicos con una compleja estructura de la que, según
las fuentes de la época, formarán parte escuelas, monasterios, hospitales, etc. como en el caso del complejo
funerario, monástico y martirial de Sta. Eulalia.

La basílica suburbana de Sta. Eulalia fue construida en la segunda mitad del s. V en el interior de la pri-
mitiva área funeraria. Sus características arquitectónicas han sido ya analizadas en anteriores publicaciones
(Mateos, 1999) aunque conviene destacar que su santuario se adaptó a las características de la planta arqui-
tectónica del edificio martirial que ya se encontraba, como el resto de los edificios de la necrópolis, destruido
en un momento anterior (Fig. 13). Parece probable que, a partir de la construcción de la basílica, se recuperara
el uso del espacio como área funeraria, como está documentada la realización de enterramientos privilegiados
en su interior, en diversas criptas construidas para albergar los cuerpos de los obispos emeritenses (Mateos
1999: 151-154), y diversos personajes públicos de la ciudad (Mateos 1999: 142).

También debieron de existir en ese momento otras basílicas funerarias en el suburbio emeritense. Las Vitae
Patrum Emeritensium (Maya 1992) hablan de la existencia, a finales del s. VI, de iglesias dedicadas a diversos
santos y mártires que, ubicadas en el interior de un área funeraria cristiana, probablemente ya estarían en uso
en la quinta centuria.

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Del mismo modo, conocemos la existencia en


plena época visigoda de otras iglesias localizadas
intramuros, situadas en distintos puntos de la
ciudad, construidas en función de la disponibilidad
de suelo y de las necesidades religiosas. Se trata de
edificios de los que no poseemos apenas datos
arqueológicos.

Es probable que, junto al llamado templo “de


Diana”, existiera en pleno s. V una iglesia en las
proximidades. No creemos que se realizara
reaprovechando los restos del propio edificio pagano
ya que resultaría extraño dicha reutilización en un
momento tan temprano. Como ya se ha señalado
con anterioridad, la existencia de diversos epígrafes
funerarios aparecidos en el entorno (Ramírez y
Mateos 2000: 279), así como de diversos Fig. 13. Reconstrucción de la planta arquitectónica de la
fragmentos de decoración arquitectónica de época basílica de Sta. Eulalia (© P. Mateos).
visigoda (cimacios, capiteles y basas), reutilizados
en un edificio construido en el s. XVI en el interior del templo (Mateos y Sastre 2004: 394-416) (Fig. 14),
permiten plantear la hipotética presencia de esta iglesia en la zona.

Fig. 14. Restos de decoración arquitectónica de época visigoda reaprovechados en el palacio renacentista de “Los
Corbos” en el interior del templo “de Diana” (© P. Mateos).

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PEDRO MATEOS CRUZ 1

También dentro de las murallas, el libro de las Vitae señala la presencia de una iglesia dedicada a S.
Andrés que probablemente se localizaría en el actualmente abandonado convento de Sto. Domingo, que
aún en el s. XVII se denominaba Convento de S. Andrés (Moreno de Vargas 1987, 476). En unas
excavaciones desarrolladas en el interior del convento, que aún se mantienen inéditas, hallaron diversos
restos de época visigoda que podrían relacionarse con tal construcción, aunque el único argumento
sostenible, lo aporta la memoria histórica del lugar que mantuvo su mismo nombre a lo largo de los
siglos.

Idéntico argumento podemos plantear con la iglesia de Santiago, que históricamente se ha relacionado
con el actual edificio del Parador de Turismo situado en una plaza denominada de “Santiago”. Moreno de
Vargas la sitúa junto al arco de Trajano (Moreno de Vargas, ed. 1987: 483), mientras Mélida plantea su
localización en el interior del propio Parador (Mélida 1925: 13). En los alrededores se han documentado
diversas sepulturas de época visigoda que podrían apuntar a la existencia de dicha iglesia.

También en esta centuria es probable que ya existiera la catedral o eclesia senior, denominada, según
las Vitae, Sta. Ierusalem (Vitae IV, IX, 7). Los únicos datos arqueológicos relacionados con la ubicación y
características arquitectónicas de la catedral lo ofrecen un grupo de materiales de decoración
arquitectónica aparecido en el entorno de la actual iglesia concatedral de Sta. María, entre los que se
encuentra un ejemplar identificado como una cátedra, sede del obispo (Cruz 1985: 205, nº 182) y un
epígrafe que apareció reutilizado como imposta en la puerta de entrada de la alcazaba árabe y que podría
relacionarse con el cambio de advocación de la catedral de Sta. Ierusalem a Sta. María, Princesa de todas
las Vírgenes (Ramírez y Mateos 2000: 31-35). Estos elementos han propiciado una hipotética ubicación de
la catedral visigoda en el mismo lugar en el que ahora se encuentra la actual catedral, teniendo en cuenta la
aparición en los alrededores de estas piezas y la recuperación de la memoria histórica al hacer coincidir la
construcción, tras la reconquista de la ciudad en 1228, de la “iglesia mayor de Sta. María” en el mismo
lugar donde antes se ubicaba la catedral de época visigoda.

En síntesis, contamos con una serie de datos arqueológicos que explican el proceso de transformación
urbana que sufre Augusta Emerita durante su evolución desde capital de la Diócesis Hispaniarum a
comienzos del s. IV, hasta convertirse, a lo largo del s. V, en sede temporal de la monarquía sueva en
Hispania. Se trata de un momento de transición en que las estructuras definitorias de la ciudad romana
van a ser poco a poco suprimidas y sustituidas por un nuevo concepto de ciudad relacionada con una
renovada realidad política, cultural, económica y social diferente, donde el poder de Roma es suplido por el
que ejercen otros pueblos que se asentaran en esta quinta centuria en Emerita. La ciudad no perderá sus
funciones como elemento vertebrador de un territorio, aunque evolucionará hacia otras formas de
entender tanto el espacio público como el ámbito privado con respecto a la ciudad clásica. Los edificios de
ocio y representación, la arquitectura de poder y el resto de estructuras públicas urbanas de época romana
perderán progresivamente su función y serán abandonados y sustituidos por una nueva arquitectura donde
se manifiesta el dominio de la iglesia a partir de este período.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía


Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015
MYTRA 1, 2018: 155-194

CARTHAGO SPARTARIA, DECLIVE Y RECUPERACIÓN DE UNA


CIVITAS ROMANA EN LA SPANIA BIZANTINA

SEBASTIÁN F. RAMALLO ASENSIO*


FELIPE CEREZO ANDREO**

RESUMEN

En este artículo se estudia el desarrollo histórico de la ciudad de Carthago Nova / Carthago


Spartaria entre los siglos IV y VII d.C., a través de las evidencias materiales del registro
arqueológico, cotejadas con las escasas fuentes literarias de este período. Tras la promoción jurídica
a mediados del siglo I a.C., la ciudad consolida su trama urbana con la adición progresiva de los
componentes básicos que en época imperial definen a un núcleo urbano privilegiado. A partir de la
segunda mitad del siglo II d.C. se detecta un proceso involutivo, que se acrecienta en la centuria
siguiente, y que se manifiesta en el abandono y destrucción de espacios públicos dotados de una
fuerte carga simbólica en la ciudad del siglo I d.C. así como de un conjunto de ricas domus, erigidas
sobre las laderas aterrazadas de las colinas que cierran la mitad oriental de la ciudad. La urbe del
siglo IV, probablemente convertida en capital de la nueva provincia Carthaginiense, es muy distinta,
tanto en su trama urbana como en su composición social, lo que se revela a través de los restos
arqueológicos. Desaparecen los amplios espacios de auto-representación y proliferan de nuevo los
edificios relacionados con actividades mercantiles y comerciales, en paralelo al proceso de
concentración y desplazamiento de los espacios urbanizados hacia la mitad occidental, circundando
la fachada marítima y el sector donde se debieron ubicar las instalaciones portuarias. El complejo
comercial superpuesto al teatro en la segunda mitad del siglo V es el ejemplo más paradigmático de
estos cambios, en tanto que la necrópolis de San Antón, fechada entre la segunda mitad del siglo IV
y la centuria siguiente, atestigua aún una cierta continuidad respecto a la fase anterior, algo que ya
no es evidente a partir del siglo VI, y en particular en la fase que coincide con la ocupación de los
milites romani, enviados por Justiniano en su proyecto de renovatio imperii. En esta nueva fase, en
la que los restos de la ciudad se superponen en parte a los de los dos siglos precedentes, nos
hallamos con una edilicia distinta y ante un urbanismo desestructurado y discontinuo, asociado a
nuevas áreas funerarias que ocupan espacios de la vieja ciudad augustea.

PALABRAS CLAVE

Cartagena, puerto, urbanística, necrópolis, bizantino, almacenes.

*
Universidad de Murcia. sfra@um.es
**
Universidad de Cádiz. felipe.cerezo@uca.es
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SEBASTIÁN F. RAMALLO ASENSIO / FELIPE CEREZO ANDREO 1

ABSTRACT

In this paper, the historical development of the city of Carthago Nova/Cartago Spartaria between
the fourth and the seventh centuries A.D. is analyzed, using the material evidence in the
archeological register and collated with the scarce literary sources from that period of time.
Following the legal development by the middle of the first century A.D., the city consolidates its
urban area with the progressive addition of the basic components which define a privileged urban
nucleus in an imperial era. From the second half of the second century A.D. onwards, an involutive
process is detected, which is intensified in the next century. This process can be seen in the abandon
and destruction of public spaces with a strong symbolic significance in the city of the first century
A.D. and also of the group of domus, erected on the terraced slopes of the hills surrounding the
eastern side of the city. The city of the forth century, probably turned into capital of the new
Carthaginiense province, is very different both in its urban area and in its social composition, what
can be seen thanks to the archaeological remains. The wide spaces of self-representation disappear
and the buildings related to commercial activities proliferate again. At the same time a process of
concentration and shift of the urban spaces to the West is developed, surrounding the maritime
façade and the area where the port facilities would probably have been located. The trade centre
overlapped to the theatre in the second half of the fifth century is the most significative example of
these changes, while the necropolis of San Antón, which has been dated back to somewhen in
between the second half of the fourth century and the fifth century, still shows certain continuation
of the previous phase. This is not evident from the sixth century onwards, however, particularly in
the phase where the occupation of the milites romani, sent by Justinian in his project of renovatio
imperii, occurs. In this new phase, where the remains of the city partly clash with the city of the two
previous centuries, a new and distinct building structure is found, as well as a unstructured and
discontinued urbanism, associated with new funerary areas that occupy spaces of the old Augustean
city.

KEYWORDS

Cartagena, port, urban, necropolis, byzantine, warehouses.

1. INTRODUCCIÓN

La intensificación de los trabajos arqueológicos durante las últimas décadas en el casco urbano de
Cartagena ha permitido a la investigación ofrecer a grandes rasgos la imagen y trayectoria vital de la
colonia romana durante los siglos I y II d.C., enfatizada con la descripción de algunos de sus edificios más
emblemáticos. Al mismo tiempo, la caracterización y estudio del material arqueológico nos deja entrever la
importancia de su puerto durante los últimos siglos de la República, y su destacado papel en la
vertebración del litoral que discurre entre el cabo de la Nao y los límites con las tierras de la Bética
establecidos en torno al cabo de Gata (Ramallo y Martínez 2010); las fuentes escritas son muy explícitas en
este sentido y alaban de forma recurrente las excelentes cualidades de su puerto natural (Polibio, X, 8, 2;
Tito Livio, 26, 43; Estrabón, III, 4, 6, etc.) (Fig. 1).

La vieja fundación bárquida había obtenido la promoción jurídica hacia mediados del siglo I a.C.; los
datos proporcionados por la epigrafía refuerzan cada vez más el papel desempeñado por Pompeyo en dicho
proceso (Ramallo y Murcia 2010), si bien parece ser con César o poco después cuando se consolida, como
parece refrendar el título dado a la ciudad de Colonia Urbs Iulia Nova Carthago expresado en todos sus

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1 CARTHAGO SPARTARIA, DECLIVE Y RECUPERACIÓN DE UNA CIVITAS ROMANA…

Fig. 1.- Ubicación de Carthago Nova/Spartaria, los accidentes geográficos más emblemáticos y las poblaciones del
entorno citadas en el texto (© Archivo ARQUEOTOPOS). Leyenda: 1. Carthago Nova. 2. Puerto de Mazarrón. 3. Águilas.
4. Ilici/Santa Pola. 5. Dianium. 6. Cesarea (Cherchel). 7. Mar de Mandarache. 8. Espalmador. 9. Santa Lucia. 10.
Escombreras. 11. Necrópolis de San Antón. 12. Necrópolis de Torre Ciega.

términos en las emisiones monetales. A lo largo del siglo I d.C. la ciudad completó su equipamiento básico
y monumental acorde con su condición de colonia. En los últimos años de la centuria anterior se inaugura
el teatro y pocos años después se produce la definitiva remodelación del foro. En este mismo período se
levantan las termas públicas y otros edificios de carácter civil, como la curia. El desarrollo monumental se
completa en época flavia con la construcción del anfiteatro -probablemente sobre un edificio más modesto-
y de la sede de los augustales o Augusteum. A lo largo del siglo II d.C., en particular en época trajano-
adrianea, se detectan remodelaciones en edificios tan emblemáticos del núcleo urbano como el teatro,
donde se renueva la frons pulpiti, la orchestra y el foso del hyposcaenium, entre otras intervenciones
(Ramallo, Ruiz y Murcia 2010), o en el conjunto balnear situado en la falda meridional del Cerro del
Molinete, concretamente en su extremo occidental (Madrid et alii 2009: 111). También se erigen por estos
años algunos espacios religiosos, como el dedicado a Tutela, recordado en una inscripción hallada
amortizada en una de las estancias de las termas excavadas en el flanco oriental del foro (Fig. 2).

Desde el punto de vista marítimo, la actividad en torno al puerto y su papel como eje redistribuidor de
productos itálicos hacia el interior queda ampliamente atestiguado por los numerosos pecios descubiertos
tanto en la bocana como en el litoral cercano (Pinedo 1996). Por otro lado, se documentan para estas
centurias significativos contextos cerámicos de actividades de fondeo y tráfico mercantil en los sedimentos
portuarios, lo que da una idea de la intensidad e importancia de la actividad marítima para la ciudad
(Cerezo 2016).

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SEBASTIÁN F. RAMALLO ASENSIO / FELIPE CEREZO ANDREO 1

Fig. 2.- Topografía de Carthago Nova a finales del siglo I d. C., con la inserción de la trama viaria augustea y los edificios
más emblemáticos (© Archivo ARQUEOTOPOS)

2. DE LA MAGNIFICENCIA AL ESTANCAMIENTO: CARTHAGO NOVA, UNA CIUDAD EN


RECESIÓN ENTRE LOS SIGLOS II Y III D.C.

En la segunda mitad del siglo II se inicia un proceso de declive que se acentúa durante las primeras
décadas del siguiente, y se observa, desde el punto de vista arqueológico, en el desplome parcial de la
fachada escénica del teatro, en el derrumbe de la porticus post scaenam, en la caída del paramento de
cierre del edificio contiguo a la sede de los augustales, así como en el abandono de la curia y otros espacios
públicos y privados de la ciudad (Quevedo y Ramallo 2015). Los testimonios son muy numerosos, tanto en
el sector oriental de la ciudad, donde los espacios habitados no se vuelven a ocupar con una función
doméstica, como en la occidental. En este último es muy significativo el ejemplo de una posible domus
construida frente a la fachada marítima que, tras una renovación a comienzos del siglo II d.C., manifestada
en el programa pictórico de alguna de sus estancias, se abandona, probablemente, a finales de esa misma
centuria, como parecen atestiguar las producciones africanas recuperadas en el nivel de colmatación. No
obstante, y al menos en este caso, parte de los espacios de época alto-imperial son de nuevo reutilizados
con el recrecido de los muros originales y la creación de nuevos espacios, según informa el equipo de
excavación; dicho proceso parece que se produce a partir del siglo IV (Fernández et alii 2007). Por el
contrario, la denominada como “Casa de Salvius”, situada en el cuadrante suroriental del casco urbano,
muestra también un nivel de amortización de estructuras y abandono que se ha fechado hacia finales del
siglo II (Madrid 2008), sobre el cual se instalará una necrópolis de inhumación, datada entre los siglos VI y
el primer tercio del siglo VII; los testimonios más antiguos de este cementerio se han constatado en un
solar de la calle Marango esquina con Gisbert, y en el entorno de este último eje estradal, abierto de forma
artificial a finales del siglo XIX (vid. infra). Estos dos ejemplos nos sirven para testificar las dinámicas

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1 CARTHAGO SPARTARIA, DECLIVE Y RECUPERACIÓN DE UNA CIVITAS ROMANA…

evolutivas en los distintos sectores urbanos. De igual modo, otras lujosas domus, situadas en la mitad
oriental de la ciudad, pero en el cuadrante noreste, reflejan también esta fase de abandono y posterior
colmatación, sin que se aprecien trazas de estructuras posteriores de habitación. Ocupan la ladera y falda
meridional del Monte Sacro y entre los ejemplos más significativos cabe señalar los espacios domésticos
excavados en la Plaza del Sevillano, Caridad/San Cristóbal la Corta, Beatas/San Cristobal/Cipres, o Duque
números 8,10 y 12, en el borde más meridional, por citar solo algunos casos (Quevedo y Ramallo 2015: fig.
1); especialmente significativos son los restos hallados en torno a la calle San Cristóbal, donde destacan los
restos de un lujoso opus sectile identificado en el nº 29-31 de la calle Saura y un busto – parte de un pilar
hermaico – hallado en 1903 en el nº 27, que se puede relacionar con los descubiertos en 1867 en la calle
Monroy.

Se define así un amplio sector delimitado aproximadamente entre las modernas calles Duque, Caridad
y Sor Francisca Armendáriz, ocupado por viviendas aterrazadas de notable entidad y concepción itálica,
dotadas con espacios ajardinados, a juzgar por sus programas ornamentales, que son abandonadas entre
finales del siglo II y las primeras décadas de la centuria siguiente, sin que se aprecien trazas de una
reocupación de los espacios, tras las convulsiones del siglo III. Nada se puede afirmar sobre sus
propietarios, ya que no se han descubierto restos epigráficos que permitan su atribución a los espacios
domésticos; sin duda debieron formar parte de la elite de la colonia que detentó el poder entre los siglos I y
II d.C., ya que la mayor parte de estos inmuebles se erigen a comienzos del siglo I d.C. Tampoco podemos
apuntar nada cierto sobre el destino de estas gentes; si desaparecieron de la nómina de familias notables
de la ciudad al establecer sus residencias en ámbito rural, vinculando su prosperidad a la explotación de la
tierra, o bien si fueron eliminadas a consecuencia de conflictos internos -como el enfrentamiento entre los
partidarios de Clodio Albino y Septimio Severo-, o si se produjo un desplazamiento hacia otros núcleos
urbanos. El registro epigráfico nos permite seguir la trayectoria de algunas de estas familias hasta la
segunda mitad del siglo II d.C. (Numisii, Aemilii) pero más allá de esta fecha es difícil encontrar su rastro;
es más, los epígrafes que se pueden atribuir con cierta seguridad al primer tercio del siglo III, o bien
corresponden a dedicatorias colectivas, como la que el conventus cartaginiensis dedica a Iulia Mamea, o
pertenecen a individuos cuya onomástica es desconocida en la ciudad con anterioridad o bien está
representada de forma muy esporádica. En su mayor parte se trata de epitafios sobre placas en soporte
marmóreo y con fórmulas y estilo ajenos a la tradición epigráfica de la ciudad.

Fuera del ámbito doméstico se atestigua también un contexto claro de abandono, asociado a un proceso
de expolio de los materiales suntuarios -especialmente mármoles que son arrancados de su posición
original; tal es el caso de los edificios públicos identificados como la curia y la sede de los augustales, donde
se ha constatado la existencia de un nivel de destrucción. Además, el hallazgo en este último monumento
de un tesorillo formado por un conjunto de 45 monedas que abarcan un espectro cronológico entre
Domiciano (1 ejemplar) y Maximino (3), destacando por su número los 8 sestercios de Alejandro Severo,
debe relacionarse con un momento de inestabilidad cuyas causas precisas no se pueden concretar
(Quevedo y Ramallo 2015). El ejemplar más reciente corresponde a uno de los sestercios de Maximino,
datado en el 238, que proporciona el término post quem para la ocultación de este interesante conjunto
monetario bajo un derrumbe de sillares (Lechuga 2002: 201).

Otro episodio que caracteriza esta fase viene definido por la progresiva colmatación de los ejes viarios
de la urbanización augustea, inicialmente pavimentados con placas de caliza, sobre las que se van
superponiendo sucesivas capas de gravilla y limos. Se trata de un proceso que, al menos en determinados
tramos de la red viaria, se inicia a finales del siglo I d.C. (Murcia 2004: 57) pero que se intensifica a lo largo
del siglo II, particularmente en su segunda mitad, culminando en la centuria siguiente con la restricción
del espacio reservado a la circulación rodada y la ocupación por instalaciones privadas y domésticas de los
espacios porticados contiguos. Esto es lo que sucede en el tramo de vía excavado en el solar de la calle

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SEBASTIÁN F. RAMALLO ASENSIO / FELIPE CEREZO ANDREO 1

Cuatro Santos n. 40, donde la tienda o almacén, que ocupa uno de los flancos del decumanus, es
reutilizada como modesto espacio doméstico a finales de la centuria (de Miquel y Vidal 1988; Quevedo y
Bermejo 2012). La orografía del terreno, con amplias zonas deprimidas entre las pendientes de las cinco
colinas que configuran el centro de la ciudad, y una climatología en la que las lluvias torrenciales son un
fenómeno recurrente facilitaron este proceso de colmatación y sobre elevación de la trama viaria, ante la
falta intencional o forzada de trabajos de limpieza y mantenimiento. El ejemplo más paradigmático de este
fenómeno lo procura un amplio tramo del decumanus excavado en la Plaza de la Merced, en la mitad
oriental de la ciudad, donde se superponen al enlosado original distintas capas de limos y gravilla
procedentes de la escorrentía superficial, algunas de ellas apelmazadas y regularizadas de forma artificial,
hasta alcanzar un espesor de 1,70 m en la fase final de época bizantina, según información inédita
transmitida por el director de la excavación, D. Luis A. García Blánquez (Fig. 3). Este hecho se correlaciona
claramente con las evidencias sedimentarias mostradas por los sondeos geotécnicos a perfil contínuo
realizados en este sector dentro del proyecto ARQUEOTOPOS, relativas a la presencia en la zona del cono
aluvial del valle interior de la ciudad de los episodios de escorrentía tan frecuentes en el interior de la
ciudad.

Por otra parte, la presencia en la ciudad


hacia inicios del III de L. Septimio
Hermócrates, beneficiarius consularis,
recordada en un epitafio descubierto en la
calle Luis Calandre, cerca de la Plaza de
España, se ha llegado a vincular con el
establecimiento temporal de una statio como
respuesta a un período de inestabilidad
(Antolinos et alii 2007: 55-56); no obstante,
el carácter funerario del texto, con una
dedicación a la esposa fallecida y el propio
contenido impide ir más allá de constatar su
estancia oficial en la ciudad, sin que se
puedan determinar las causas y funciones
desempeñadas (Perea 2013-2014), aunque
muy probablemente estuvieran relacionadas
con la situación de declive e inestabilidad
Fig. 3.- Superposición a la calzada enlosada de época augustea
de capas alternas de limos y gravilla provocadas por la que la arqueología atestigua para estos años.
escorrentía superficial de la ladera del Monte Sacro (© Cortesía Precisamente, con problemas financieros y
Arqueotec). de la hacienda pública hay que poner en
relación otra inscripción descubierta en una
de las salas del edificio termal situado junto al flaco oriental del foro, fuera de su contexto original. El
epígrafe conserva sólo el ángulo inferior derecho y por tanto ha perdido el nombre del personaje
representado y parte del contenido del texto (Fernández et alii 2016). Sin embargo, y a pesar de la
fragmentación, parece que se puede reconocer el cargo de curator reipublicae, que detentó en Cartagena –
o al menos uno de su carrera política-, donde instituyó (o restituyó) una fundación alimentaria y organizó
para celebrar el evento munus gladiatorium. Al menos en origen, se trata de un cargo de confianza – no es
una magistratura regular de carácter cívico- otorgado por el emperador para supervisar, controlar e
intervenir las finanzas en municipios y colonias con especiales dificultades financieras. Otros curatores
reipublicae están atestiguados en las capitales provinciales de Tarraco, Augusta Emerita y, posiblemente,
Corduba, así como en las ciudades béticas de Ucubi, Urso e Italica; las inscripciones que los recuerdan
corresponden al siglo III d.C. datación un poco más avanzada que la de Cartagena la cual se podría incluso
datar unos años antes del cambio de siglo.

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1 CARTHAGO SPARTARIA, DECLIVE Y RECUPERACIÓN DE UNA CIVITAS ROMANA…

En cualquier caso, tanto la presencia del benefiarius consularis, como la del posible curator
reipublicae son reflejo de las dificultades por las que atraviesa la ciudad y del proceso de involución que,
iniciado en los dos últimos decenios del siglo II d.C., se acelera en la centuria siguiente, para culminar con
una serie de destrucciones, al parecer coetáneas y sistemáticas, que se llevan a cabo hacia el tercer cuarto
del siglo III d.C. Los niveles detectados en las estructuras domésticas de la calle Cuatro Santos nº 40, o en
el denominado “edificio del atrio” en el Molinete, con los ajuares fragmentados que tapizan el pavimento
entre una densa capa de cenizas y carbones, son buena prueba de ello (Quevedo 2015). Sin duda, es un
proceso dilatado en el tiempo provocado en parte por la ausencia real de recursos económicos capaces de
reemplazar el papel desempeñado por la minería en los dos últimos siglos de la República. Por otra parte,
las dificultades que provoca la endémica falta de agua del Campo de Cartagena, limita la explotación
agrícola del suelo a pobres cultivos de secano, a pesar de sus potenciales cualidades (Murcia et alii 2013).
En este contexto, un período prolongado de sequía, fenómeno recurrente en este período a juzgar por las
condiciones climáticas de aridez que con cierta frecuencia se sucedieron en estas décadas de la primera
mitad del siglo III, pudieron provocar serios problemas de abastecimiento a la población urbana (Ramallo
y Ros 2012). Es muy significativa a este respecto una inscripción de Mogontiacum (AE 1979, 434), que
recuerda un homenaje a un ciudadano con la dedicación de una estatua en su ciudad natal, Carthago
Nova, seguramente por haber contribuido al abastecimiento de la población en un momento de carestía de
grano (Melchor 1993: 96-97).

Al mismo tiempo, este abandono de los espacios públicos y privados se documenta también en el
espacio portuario. Los resultados ofrecidos por las excavaciones arqueológicas subacuáticas del
Espalmador en 2013 permiten constatar un acusado descenso de las actividades de fondeo desde finales
del s. I d.C., no recuperándose la actividad portuaria en este sector principal hasta finales del s. III d.C.
Del mismo modo, tal y como se ha indicado más arriba en relación a las evidencias sedimentarias de los
sondeos practicados en el seno del proyecto ARQUEOTOPOS, se produce una acusada colmatación en el
espacio portuario constituido por el actual entorno de las calles Mayor, Puertas de Murcia y Jabonerías
(Ramallo y Ros 2016: 171). Queda todavía por comprobar si esta colmatación se debe a una aportación
aluvial más agresiva de lo habitual relacionada con el incremento de escorrentías en el escenario de una
crisis medioambiental o tal vez a un prolongado abandono del mantenimiento de los espacios portuarios
de contacto de la ciudad. En este contexto, las estructuras de almacenamiento próximas a la fachada
marítima comienzan a abandonarse a finales del s. II d.C., como sucede con los hallazgos de la Cuesta de
la Baronesa (Martín et alii, 1991), mientras que en otras zonas estos espacios principales para la
economía de la ciudad son directamente amortizados con nuevas estructuras (Fernández, Zapata y Nadal
2007).

No obstante, las evidencias de carácter negativo, visibles en la epigrafía no implican una paralización
total del desarrollo urbano durante las primeras décadas del siglo III. Algunos testimonios refrendan esta
continuidad. Así, por ejemplo, la renovación de los programas pictóricos de ciertas habitaciones del
denominado “edificio del Atrio”, situado en la falda meridional del Molinete, y reconvertido en un bloque
de viviendas desde principios del siglo III d.C. (Noguera y Madrid 2014: 47), atestigua la continuidad de
talleres artesanos en la ciudad, si bien, y por el contrario, desconocemos hasta la fecha cualquier evidencia
musiva de época severiana, a diferencia de lo que acontece en el ámbito rural y en muchas de las ciudades
hispanas, particularmente béticas, donde los talleres se muestran muy activos. Otro dato de este mismo
período que, de alguna manera, sirve para constatar la actividad portuaria lo proporciona el hallazgo del
casco de una embarcación al dragar en el espacio de la actual plaza Héroes de Cavite que conservaba en la
carlinga una moneda de Alejandro Servero (Mas 1998: 93); precisamente a su madre, Julia Mamea, dedica
el conventus carthaginiensis un pedestal, que constituye el último de los homenajes públicos conocidos en
la ciudad, y que ha sido tradicionalmente utilizado como argumento para justificar la continuidad del
espacio foral en el primer cuarto del siglo III.

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Fuera de la ciudad, los asentamientos rurales muestran una tendencia similar a la metrópolis; no
obstante, se rastrean trazas de actividad edilicia durante este período en el miliario de Caracalla que
recuerda, probablemente, una intervención en el trayecto de la vía Augusta y más concretamente en el
tramo que discurre entre Eliocroca (Lorca) y ad Morum (Chirivel), entre los años 214 y 217 (Corzo y
Toscano 1992: 211). En cualquier caso, todos estos datos son evidencias muy limitadas que no sirven para
disipar el claro proceso involutivo que se manifiesta en Carthago Nova y su entorno desde la segunda
mitad del siglo II.

Sea como fuere, esta fase de dificultades y progresivo declive culmina hacia mediados/tercer cuarto del
siglo III en que se detecta un horizonte de destrucción violenta, con niveles de incendio, atestiguado en
distintos edificios públicos y privados de la ciudad; sus causas se han querido relacionar tanto con factores
externos y violentos (saqueo de los francos) como naturales (posible movimiento sísmico), sin descartar la
conjunción de ambos y sin que, de momento, la investigación se pueda inclinar por unos u otros (Quevedo
y Ramallo 2015: 173-174). La complejidad y dificultades financieras de este período se reflejan también en
la circulación monetaria, ya que las evidencias son muy escasas, algo también común al panorama general
hispano, pero que en el caso de Carthago Nova sorprende aún más dado el carácter de ciudad portuaria y
activo centro de articulación comercial en etapas precedentes (Lechuga 2002: 203).

3. LA LENTA RECUPERACIÓN DE UNA TRANSFORMADA CAPITAL PROVINCIAL EN LOS


SIGLOS IV-V D.C.

Tras estos episodios traumáticos se abre una nueva etapa en la historia de la ciudad, sin que podamos
hablar de ruptura o abandono, pero con unas características y un tejido socio-económico y urbano muy
distinto al que durante los dos primeros siglos del Imperio le habían definido. Esta nueva imagen se va
configurando, en gran medida, a lo largo de la tercera centuria, teniendo como uno de sus rasgos
diferenciadores la desaparición de la mayor parte de los espacios públicos de representación que
simbolizaban el poder municipal y a sus clases dirigentes, que ahora serán ocupados – cuando no
definitivamente abandonados – por instalaciones de carácter artesanal y doméstico, fenómeno que se
atestigua también en otras poblaciones hispanas. En este sentido, el proceso de recuperación del núcleo
urbano durante los últimos años del siglo III y las primeras décadas de la centuria siguiente debió ser
lento, a pesar de la posible promoción a capital provincial tras la reordenación administrativa implantada
por Diocleciano en el 298 d.C. Es difícil detectar en el registro arqueológico contextos bien definidos y
fechados incluso en la primera mitad del siglo IV d.C. Las producciones cerámicas que con claridad se
pueden fechar en este momento son, hasta la fecha, limitadas, destacando entre las africanas la escasa
representación de las variantes tardías de Africana C y de la forma Hayes 58 en producción Africana D,
frente a la más amplia difusión de las formas Hayes 59, 61 y 67, que definen sobre todo los contextos de la
segunda mitad del siglo IV y las primeras décadas de V, si bien en el caso de las primeras su producción
arranca ya desde el segundo cuarto del siglo IV. Estas mismas formas son abundantes en toda una serie de
instalaciones costeras dedicadas a actividades relacionadas con la pesquería y la transformación de
productos del mar que jalonan el litoral que discurre al oeste de Cartagena (La Azohía, El Mojón, Puerto de
Mazarrón, El Castellar, Isla del Fraile, Águilas, etc.) (Méndez y Ramallo 1985: Tabla I) y que constatan la
recuperación de la actividad comercial y productiva, fenómeno al que sin duda no fue ajena la vieja ciudad
portuaria, a pesar de que, si excluimos la reciente documentación de estos niveles en la falda meridional
del Molinete, la documentación para el resto de la ciudad aún sigue siendo reducida, especialmente en la
caracterización de las estructuras asociadas a los restos cerámicos. Los contextos de fondeo de ciertas calas
del litoral, así como del propio puerto de Cartagena en la zona del Espalmador parecen reforzar esta
tendencia (Pinedo 1996; Pinedo et alii 1997).

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1 CARTHAGO SPARTARIA, DECLIVE Y RECUPERACIÓN DE UNA CIVITAS ROMANA…

Partiendo de esta premisa y a nivel de fuentes escritas, los textos que permiten refrendar la recuperación
de la ciudad en esta etapa son aún más escasos. El presbítero Eutique, firma entre los prelados que
suscriben el controvertido Concilio de Elvira, tradicionalmente fechado a comienzos del siglo IV, aunque no
sin voces discrepantes (vid. para la discusión, Sotomayor 2005). En cualquier caso, al margen de los
problemas cronológicos, la presencia del dignatario eclesiástico sirve para corroborar la existencia de una
comunidad cristiana en el primer tercio de dicha centuria. Tampoco la epigrafía aporta información alguna
sobre actividad edilicia o cualquier otro aspecto de la vida urbana, a diferencia de lo que sucede en otras
capitales hispanas como Augusta Emerita o Tarraco. Sin embargo, es el espacio funerario, a pesar de la
ausencia de epitafios que se puedan fechar en este momento, el que ofrece una documentación más clara de
la vitalidad de la ciudad durante la segunda mitad del siglo IV y, al menos, gran parte de la centuria
siguiente. En este marco cronológico hay que encuadrar la necrópolis de San Antón, situada junto a la
calzada romana que por el noroeste comunicaba a la ciudad con el interior del territorio, excavada en 1967 y
publicada poco después (San Martín y Palol 1972). Excavaciones posteriores han permitido perfilar mejor la
superficie ocupada por el cementerio (Guillermo 2003). Se trata de una extensa necrópolis de inhumación
en la que destacan por sus dimensiones dos panteones de planta rectangular construidos con muros de
mampostería levantados mediante piedras irregulares, sillarejo de módulo reducido y trozos de elementos
arquitectónicos amortizados. El situado al sur, que acoge varias inhumaciones en su interior, presenta una
planta cuadrangular de 4,70 m de lado, con el vano de acceso indicado por un umbral de caliza situado en la
cara norte. La anchura de los muros laterales ha llevado a sugerir la existencia de cubierta abovedada, si
bien es una hipótesis difícil de verificar. Al núcleo original del edificio se adosan dos cuerpos laterales, uno
más regular situado a occidente y otro más irregular y de menor entidad emplazado en el lado opuesto. El
segundo monumento parte también, al igual que el anterior, de un cuerpo cuadrangular al que se adosa una
cámara rectangular con el acceso en el sur señalado por un ancho umbral de caliza gris, probablemente
reutilizado. No obstante, el tipo de sepultura más significativo de esta área cementerial lo constituyen los
enterramientos con cubierta de encachado tumular, que adoptan planta cuadrangular, rectangular o en
sigma (Berrocal y Laiz 1995) (Fig. 4). Están construidos con un encachado de mampuesto y cal revestido de
opus signinum y presentan en el centro la mensa para el ágape, un espacio rehundido y aplanado de forma
rectangular o con cabecera semicircular, delimitada por mampuestos regulares y alineados. En un solo caso
(G-11) se pueden apreciar los restos del mosaico en opus tessellatum que cubría la superficie. Utiliza teselas
blancas, negras, verdes de pasta vítrea, rojas y granates. Solamente conserva el contorno, aunque se puede
intuir una composición estructurada en dos zonas: la superior, enmarcada por un círculo o semicírculo
delimitado por una fila de teselas negras entre dos blancas, y la inferior, formada por un espacio
rectangular, que pudo acoger el epitafio del difunto, tal y como suele ser habitual en este tipo de pavimentos.
En otra sepultura, situada al N.O de la anterior, el espacio que ocupa la mensa está cubierto con placas de
mármol blanco; en cualquier caso, la mayor parte de enterramientos con este tipo de cubierta presenta en la
mensa el mortero cuidadosamente alisado. Los paralelos fueron ya establecidos por Palol en las necrópolis
paleocristianas de Tipasa, tanto en la oriental como en la occidental (Albertini y Leschi 1932: 77) Leschi
1941-42), fechadas tradicionalmente entre finales del siglo IV y comienzos del siglo V, y Theveste (Kadra
1989). No es de sorprender la proximidad tipológica y cronológica con los paralelos de las poblaciones
argelinas dada la estrecha relación y comunicación de la ciudad hispana con las poblaciones de la costa
argelina – Mauritania Cesariense- como bien acredita Apiano (Hisp. 4.19 -23); una relación fluida y bien
atestiguada desde finales del siglo I a.C. a través del patronazgo del monarca africano Iuba II. En la
Península Ibérica, es la denominada necrópolis paleocristiana de Tarragona la que suministra el mayor
número de paralelos para estas sepulturas, si bien en ningún caso presenta en las mensae cubrición de
mosaico y sí algunas con placas de mármol. Un mensa en forma de sigma hallada en Mérida muestra una
rica decoración pictórica, centrada en dos pavos reales en posición heráldica que picotean flores o frutos
colocados en un cesto y que se superponen a un fondo ajardinado (Méndez 2005: 476-477). Otro
monumento de estas características procede de Córdoba (Sánchez 2007: 198) y fuera de Hispania son bien
conocidos en otras necrópolis de Cerdeña, Salona y Sirmium.

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Fig. 4.- Enterramientos con encachado tumular y mensa central de la necrópolis de San Antón (Cartagena).

Salpican el espacio disponible entre las sepulturas más monumentales otras más modestas en forma de
simples fosas rectangulares –a veces sensiblemente trapezoidales - excavadas en el sustrato, revestidas sea
con muretes de mampostería, bien con lajas de piedra encaladas en su cara interna, o con tegulae y ladrillo
o, en las más sencillas, simplemente excavadas en el subsuelo y sin forro; la cubierta, mal atestiguada, se
debió realizar mediante tegulae tanto colocadas en tejadillo a doble vertiente o bien en plano, que
alternaron con otras de lajas o mixtas. En su mayoría muestran la orientación este-oeste que es habitual en
las sepulturas tardías y es frecuente también el hallazgo de clavos en el interior de la fosa lo que parece
corroborar la existencia de féretro de madera, o al menos unas parihuelas en aquellos casos en que el
cuerpo solo era envuelto en el sudario. En cualquier caso, la mayor concentración de estos enterramientos
se produce en el sector oriental, en tanto que el conjunto de mayor entidad se sitúa entre los panteones. En
este sentido, nada podemos afirmar sobre los nombres y familias de los individuos allí enterrados. Los
cinco epitafios hallados durante las excavaciones provienen, seguramente, de otras tumbas más antiguas, a
juzgar por cronología discordante con las deposiciones de San Antón (Abascal y Ramallo 1997: 244).
Además, otro de los rasgos característicos de la necrópolis de San Antón, común a las de este período, es la
ausencia de ajuar, lo que impide establecer diferencias claras en el seno de la necrópolis, si bien hay que
advertir que un elevado número de sepulturas, y sobre todo las de cubierta más compleja, no han sido
objeto de excavación. En consecuencia, y aunque el carácter cristiano de la necrópolis y en particular de los
tipos de mensae es aceptado de forma mayoritaria por la investigación (Chalkia 1991), no se puede vincular
ninguna de las sepulturas más monumentales, o ricas desde el punto de vista ornamental, a personaje de la
jerarquía eclesiástica alguno o noble local; incluso la ausencia de estructuras relacionadas con el culto, deja
de momento pendiente la confirmación definitiva de tal adscripción cultural, por más que la datación así lo
recomiende (Laiz y Berrocal 1995).

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1 CARTHAGO SPARTARIA, DECLIVE Y RECUPERACIÓN DE UNA CIVITAS ROMANA…

A diferencia de lo que sucede con las necrópolis, resulta más complicado individualizar los espacios
urbanos contemporáneos y precisar la cronología de sus edificios, tanto de carácter público como privado.
El primer problema se plantea a la hora de individualizar las construcciones o fases constructivas que con
seguridad se pueden atribuir al período que transcurre entre comienzos/mediados del siglo IV y el primer
cuarto del siglo V; la propia dinámica de las excavaciones arqueológicas urbanas, condicionadas por el
espacio de actuación disponible y por numerosas intromisiones en forma de cimentaciones modernas,
aljibes y pozos ciegos que alteran el depósito original, incrementan las dificultades, a lo que se añade la
parquedad de los informes de excavación donde, salvo en muy contados casos, se asocian las estructuras de
forma clara a los contextos materiales. En consecuencia, en la mayor parte de los casos, las referencias se
limitan a señalar la existencia de algún paramento “de época bajo imperial o tardorromana” fruto del
recrecido de fábricas anteriores. Sin embargo, en el espacio portuario y marítimo podemos, por el
contrario, individualizar contextos de fondeadero relacionados con esta cronología que permiten constatar
una cierta recuperación de la actividad portuaria. En este sentido destacan los materiales subacuáticos
procedentes de la isla de Escombreras (Pinedo y Alonso 2004), del Espalmador (Pinedo et alii 1997) y los
documentados en el antiguo espacio portuario localizado en el solar n. 21-23 de la calle Mayor. Estas
evidencias nos permiten documentar una recuperación del tráfico marítimo y tal vez, del papel
redistribuidor que el puerto ejercía.

El segundo problema estriba en determinar el impacto que en la ciudad tuvo el saqueo de los Vándalos
hacia el año 425 (Hydat, Chron. 86); según las fuentes escritas, los Vándalos, destruidas Carthago
Spartaria e Hispalis, saquearon Hispania e invadieron Mauritania1. A nivel arqueológico no se ha podido
concretar este episodio en las secuencias estratigráficas de la ciudad, si bien todo parece indicar que la
definitiva amortización del teatro como edificio destinado a los espectáculos, muy deteriorado y
parcialmente destruido en amplios sectores desde la primera mitad de siglo III – cuando no antes - se
produce por estas fechas. Por el contrario, es en el entorno de la ciudad, y concretamente en las factorías
costeras, donde parece observarse un cierto proceso de ralentización a partir del segundo cuarto del siglo
V, sin que ello suponga la definitiva paralización de la actividad económica y abandono de estos centros
que, probablemente, se producirá a comienzos de la centuria siguiente. Coincide este momento de cambios
con el abandono en el Puerto de Mazarrón de un conjunto de viviendas relacionada con la factoría de
salazón y la reutilización de algunas de las cubetas de producción como vertedero, fenómeno que se aprecia
también en otras instalaciones hídricas emplazadas en distintos puntos del entorno de las instalaciones
productivas. Caracterizan estos rellenos las producciones cerámicas Hayes 61B, 67A, 76, 81B, 91B y 103B,
junto a los envases anfóricos Keay XXIII, XXXV, XIX, XXVI, LV y XXV (Amante 1993). En este sentido, las
producciones anfóricas de los siglos IV y V – en su mayor parte de procedencia africana – representan un
72,25 % de los envases extraídos en los dragados del puerto realizados en 1978 (Pérez Bonet 1996: 53).
También la extensa necrópolis de la Molineta, asociada a este núcleo poblacional y con claros paralelismos
en la de San Antón, muestra ciertos cambios, que se manifiestan en el cese de deposiciones y la
superposición de estructuras de factura tosca en la segunda mitad del siglo V. Si son causas externas las
que provocan estas alteraciones queda sólo, de momento, en el campo de la hipótesis. La ausencia de
protección en estos núcleos y su prosperidad económica pudo facilitar las incursiones de saqueo que
recuerda Hydacio y provocar un momento de inestabilidad, al que podrían responder algunos conjuntos
monetales recuperados en distintos puntos del casco urbano (Lechuga 1988; Martínez Alcalde 2001).

1
Vandali Baliaricas insulas depraedantur deinde.Carthagine Spartaria et Hispalis eversa et Hispaniis depraedatis
Mauritania invadunt (GOSSE, 1947: 40). En las excavaciones de la calle Honda se halló una moneda vándala de
cuatro nummias, similar valor y peso a las piezas bizantinas de acuñación local, pero corresponde a un momento
posterior y es más un testimonio de las relaciones comerciales con el África vándala, ya que se ha atribuido al rey
Hilderico (523-530 d.C.) aunque también algún otro autor la relaciona con Hunerico (477-484 d.C.) (Lechuga y
Méndez 1986: 73, n. 16).

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SEBASTIÁN F. RAMALLO ASENSIO / FELIPE CEREZO ANDREO 1

Una dinámica evolutiva similar a la de Puerto de Mazarrón muestra otro centro productivo costero
situado al oeste de Cartagena y próximo al Cabo de Cope. Sus restos arqueológicos se diseminan bajo los
inmuebles y calles de la actual población de Águilas. También en este caso se detecta un momento de
colapso, reflejado incluso en niveles de destrucción violenta, que afecta a las estructuras de los siglos I y II,
y una posterior recuperación desde comienzos del siglo IV que se debió prolongar quizás hasta comienzos
del siglo VI, sin que de momento se puedan establecer de forma clara momentos de cesura o cambios en el
interior de tan amplio período histórico. En cualquier caso, uno de los rasgos distintivos y que mejor
definen los cambios entre las dos etapas es la transformación de espacios domésticos y públicos en otros de
carácter productivo mediante la adición de nuevas fábricas. Así, vemos como en la superficie ocupada por
una vivienda privada se superponen instalaciones artesanales relacionadas con la producción de salazón
(Hernández 2002: 42), reproduciendo un fenómeno que conocemos también en Cartagena y que va a ser
frecuente en las poblaciones romanas a partir del siglo III, cuando no antes. No obstante, el testimonio más
evidente de estos cambios, visibles también en la modificación de la orientación de la trama urbana, lo
proporcionan los dos complejos balneares de época alto imperial, junto a los cuales se instalan talleres
alfareros dedicados a la fabricación de envases de salazón, anulando gran parte de las instalaciones de
baño y dando respuesta a las necesidades de una industria que alcanza su máximo desarrollo entre
mediados del siglo IV y las primeras décadas del s. V. Posteriormente, al igual que observábamos en la
vecina población costera, se manifiesta un proceso de continuidad que, sin la intensidad de la fase
precedente, se debió prolongar hasta los inicios del siglo VI, datación que se puede hacer extensiva a su
necrópolis, que presenta notables paralelismos con la mencionada de Puerto de Mazarrón (Hernández
1999). En este sentido, es muy significativa la ausencia, al menos en las numerosas intervenciones
arqueológicas realizadas hasta la fecha en esta última población y en Águilas, de las formas más tardías del
repertorio de la Africana D, que caracteriza los niveles de época bizantina en la vecina Cartagena (Hayes
104 C, 91D, 101, 105, 109).

Volviendo de nuevo a Cartagena, la continuidad y prosperidad del núcleo urbano se muestra de dos
formas distintas; bien con la reestructuración y adecuación de edificios precedentes a los que se incorporan
nuevos espacios, o bien con la construcción integra de otros nuevos. En ambos casos, la reutilización de
materiales y elementos arquitectónicos de las fábricas anteriores es una constante: sillares, fustes, restos de
entablamento, capiteles o pedestales epigráficos sirven para reforzar los muros de estos edificios,
constituyendo una de las imágenes más emblemáticas de las obras de época tardorromana; la existencia de
fosas y vertederos excavados en niveles previos y, a veces incluso, recercados por material extraído de otras
edificaciones más antiguas es otro rasgo distintivo de este período. Por otra parte, la nueva edilicia se
concentra, como ya se ha señalado más arriba, en la mitad occidental del viejo perímetro republicano, y
especialmente en el sector más próximo a la fachada portuaria. Esta reclusión hacia el espacio más cercano
al mar nos describe un proceso consistente en la recuperación de la actividad portuaria de la ciudad. El
número de pecios de cronología tardorromana documentados en el interior de la bahía (4 hasta la fecha) es
el más elevado si lo comparamos con momentos cronológicos previos o posteriores. Por otro lado, la mayor
parte de las estructuras documentadas se corresponden con espacios de almacenamiento de probable
carácter portuario dada su localización en el frente marítimo de la ciudad antigua. Como se puede ver en
los solares de la calle Mayor n. 21-23, Andino nº 2 (Antolinos et alii 2010), Medieras (Berrocal y López
2001) o Comedias (Berrocal y Conesa 1996), se edifican estructuras alargadas, de utilidad todavía
discutida, pero orientadas al Mar de Mandarache. Se levantan sobre antiguos espacios urbanos y también
en nuevos terrenos donde la línea de costa ha avanzado formando una amplia y extensa playa; menos
profunda en la zona de la Plaza Cuartel del Rey y calle Intendencia, y que va ganando fondo desde la zona
de la calle Mayor nº 27-29 (Beltrán y San Martín 1983) hasta la Plaza del Ayuntamiento (Lorenzo 1997).
Este espacio cóncavo, formando una ensenada tipo playa, podría facilitar el desembarco de las mercancías
en barcas de menor calado, siguiendo la tipología de un puerto varado. Precisamente esta zona recibe en el
siglo XVI el nombre del Arenal o la Caleta (Rubio Paredes 1983). La ciudad se restringe, pues, hasta este

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1 CARTHAGO SPARTARIA, DECLIVE Y RECUPERACIÓN DE UNA CIVITAS ROMANA…

espacio parcialmente colmatado del Mandarache, pero que todavía es útil para el varado de embarcaciones
y actividades de tráfico marítimo.

En relación a esta constricción de la superficie urbanizada se ha planteado también el problema del


cerco defensivo. La muralla de época bárquida y republicana delimitaba en su perímetro la máxima
superficie susceptible de urbanización, dados los condicionantes que el medio imponía, englobando en su
interior las cinco colinas que parcialmente lo constriñen. El núcleo urbano que surge y se desarrolla tras la
crisis del siglo III deja fuera de su perímetro tres de esos promontorios (San José/Aletes,
Despeñaperros/Hefesto y Sacro/Cronos), mientras que la ciudad se concentra entre los Cerros del
Molinete y Concepción, quedando además fuera del recinto parte de los antiguos decumanos de acceso a la
ciudad, convertidos en caminos carreteros pavimentados en tierra; las sucesivas capas de acumulación
documentadas sobre el decumanus excavado en la Plaza de la Merced (Fig. 3), que por su trayectoria y
anchura es uno de los ejes principales de la ciudad y que se van superponiendo hasta época bizantina,
reflejan este cambio de situación. Este mismo contorno será el que desarrolle la ciudad a partir del siglo
XVI, cercada por una muralla desde la segunda mitad de dicha centuria que se consolidará durante el
reinado de Felipe II, reforzando lienzos con la adición de grandes baluartes en sus flancos noroccidental y
nororiental, y cerrando todo el frente marítimo, siguiendo en proyecto desarrollado por el ingeniero Juan
Bautista Antonelli. En este sentido, en otros lugares hemos sugerido la existencia de una posible muralla de
nueva construcción que cerrara la ciudad por su flanco oriental (Ramallo y Vizcaino 2007), y que al menos
en este sector habría mantenido un recorrido similar al de la fortificación moderna, lo que habría podido
provocar la desaparición de restos más antiguos. Tampoco podemos desviar aquí nuestra atención sobre la
probable existencia de una muralla marítima documentada en algunas zonas del frente portuario en la
calle Mayor (San Martín 1985: 135; Lorenzo 1997; Berrocal y Conesa 1996; Fernández y Fuentes 2011)
pasando por la calle Puertas de Murcia (San Martín 1985: 136) y el límite NW de la ciudad (Madrid y
Murcia 1995). Se trata de un muro de sillares en arenisca, que alcanza un ancho aproximado de dos metros
repitiéndose su hallazgo en el eje del antiguo frente marítimo. En un primer momento se interpretaron
estos hallazgos como un probable muelle (Berrocal 1998), pero nuevos datos permiten ahora descartar tal
uso. Su situación en uno de los límites de la ciudad y su cronología en un momento convulso nos sugieren
una posible función defensiva.

En cualquier caso, solo cuestiones de tipo topográfico, geoarqueológico, histórico y algunos indicios
indirectos en los restos arqueológicos del entorno permiten sustentar esta hipótesis, a la espera de que
nuevos y afortunados hallazgos contribuyan a despejar la incógnita.

Al margen de los problemas que suscita la existencia o no de un muralla distinta a la de época bárquida
y republicana, su trazado y cronología, es el conjunto balnear de la calle Honda, situado al pie de la ladera
meridional del Cerro del Molinete y próximo al área portuaria, el mejor ejemplo de continuidad de un viejo
edificio público, que con distintas restauraciones y cambios, prolonga su historia edilicia hasta el siglo IV y,
al menos, principios del s. V. Construidas en el siglo I d.C., sus estructuras sufren varias restauraciones e
intervenciones arquitectónicas que se reflejan sobre todo en el reempleo de material latericio y en el
recrecido de los pavimentos de mortero hidráulico de las estancias, para conocer su última fase de
actividad en época tardorromana, entre los siglos IV y comienzos del V (Murcia y Madrid 2003: 261), y ser
colmatadas finalmente por un potente basurero donde están presentes las producciones características de
los siglos V y VI, así como materiales cerámicos de la primera mitad de la centuria siguiente (Madrid et alii
2000). Sin embargo, es el conjunto de estructuras situadas al sureste del edificio el que mejor expresa los
cambios en la planta original, si bien la superposición actual de la calle Honda dificulta la visión global del
monumento, y trabazón arquitectónica entre estas dependencias y el cuerpo central con las salas de baño,
cerradas en este lado por un caldarium, oculto actualmente bajo el citado eje estradal. Pero, más allá de la
interpretación de estas nuevas estructuras – praefurnium, balneum modesto con alveus de cabecera

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semicircular, letrina, etc.- nos interesa aquí resaltar, para afianzar su datación tardía, el empleo entre sus
fábricas de material amortizado, probablemente procedente del cercano foro. Es muy significativa a este
respecto un pedestal de travertino rojo con inscripción (Abascal y Ramallo 1997: 207, nº 55) reutilizado en
uno de los muros; la dedicación a L. Numisio Laeto, flamen provinciae Hispaniae Citerioris, nos conduce a
una datación de la primera mitad del siglo II d.C., o más bien del segundo cuarto de dicha centuria.
Además de esta pieza, segmentos de cornisa, molduras, ladrillos y otros elementos arquitectónicos se
incrustan en paramentos de cuidada factura que denotan una preocupación por la ejecución y acabado
final de la obra.

En cualquier caso, es en la calzada contigua


y en el pórtico que flanquea su contorno
meridional donde se aprecia mejor el alcance
de las remodelaciones tardorromanas. El
tramo de vía descubierto se superpone a otro
anterior con el mismo trazado, posiblemente
de la trama augustea. (Fig. 5). Presenta una
orientación aproximada este-oeste y se ha
construido con grandes placas rectangulares
de caliza gris, con segmentos paralelos al eje
longitudinal de la calzada que alternan con
otros dispuestos de forma transversal. Los
materiales proceden, probablemente, del
expolio del foro y, al menos en dos casos,
muestran las improntas de pernos metálicos
destinados a sujetar estructuras o esculturas
superpuestas. Su anchura es de 3,5 m, similar
a la de algunos de los ejes viarios de la trama
alto imperial, y en el lado sureste se encuentra
delimitado por un pasillo porticado donde se
han reutilizado elementos arquitectónicos de
cronología muy anterior, procedentes, tal vez
en parte, de las construcciones precedentes. Se
han conservado seis basas de distinto módulo
y perfil y tres zapatas cuadran gulares, que Fig. 5.- Vía estradal enlosada con placas reutilizadas,
determinan intercolumnios de diferente superpuesta en época tardo-romana a la calzada augustea
(Plaza de los Tres Reyes) (Foto: © San Martín Moro).
longitud. Cuatro basas son de orden toscano y
están labradas en caliza gris; la otras dos,
áticas, están trabajadas en travertino rojo. Los fustes, desplomados en el entorno, muestran diferencias en
el diámetro que oscila entre los 46,5 y los 68,5 cm, consecuencia también de su procedencia diversa
(Madrid 1999). Tras el pórtico y la acera subsiguiente se disponen los restos de dos grandes habitaciones
rectangulares contiguas y alineadas a modo de tabernae, separadas por un muro intermedio de
mampostería de c. 50 cm de anchura, reforzado en el ángulo y en la parte central por un bloque de caliza.
Un amplio umbral de caliza gris ocupa todo el frontal en la estancia situada al oeste, mientras que en la
parte contigua la entrada aparece tabicada por un murete de material reutilizado.

En la figura 6 hemos escalado e insertado el complejo de la Plaza de los Tres Reyes con la trama urbana
actual, poniéndolo en relación con otro complejo edilicio de características similares descubierto en 1908 al
realizar los cimientos para la construcción de Gran Hotel, un caserón modernista proyectado por el
arquitecto Tomás Rico Valarino, aunque terminado por Víctor Beltrí, levantado en un amplio solar situado

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1 CARTHAGO SPARTARIA, DECLIVE Y RECUPERACIÓN DE UNA CIVITAS ROMANA…

Fig. 6.- Correlación de las estructuras excavadas en la Plaza de los Tres Reyes (1968) y en el solar del Gran Hotel
(1907).

en la esquina entre las calles Jara y del Aire. La fecha y circunstancias de la excavación han contribuido a la
pérdida de información sobre los contextos estratigráficos y materiales asociados a las estructuras. No
obstante, del cuidado informe de Jiménez de Cisneros (1908), quien supervisó y documentó los trabajos, se
pueden extraer datos de gran interés. Sin duda, los restos hallados forman parte del mismo complejo
excavado en Tres Reyes. También aquí las referencias a la reutilización de materiales son constantes. Así,
por ejemplo, nuestro informante resalta como muchas de las losas de caliza gris “presentaban labores por
su cara inferior”.

Además, entre los numerosos hallazgos destaca un pedestal de travertino rojo con una inscripción
sobre una de sus caras idéntica al de la Plaza de los Tres Reyes, que debió también haber sido reutilizado
en la fábrica tardía ya que “tenía cubiertas sus caras, incluso la de la inscripción, de argamasa muy
fuerte”. Al margen de estos detalles, los restos del edificio tardío descubiertos en el solar consisten en dos
grandes estancias contiguas y alineadas, rodeadas en sus flancos sureste y suroeste por un enlosado de
placas rectangulares de caliza gris, dispuestas en cuidado orden, y contorneado por un pórtico del que
formaban parte seis basas toscanas, cuatro de ellas apoyadas sobre zapatas en forma de bloques calizos
con una sobreelevación de 25 cm en relación al pavimento. Al igual que sucede en el otro tramo analizado,
y a juzgar por la imagen reproducida en la publicación, se trata también de material reutilizado,
destacando las basas de plinto circular, que también se observan en Tres Reyes. Es interesante a este
respecto recordar que el pórtico de Morería Baja, construido en el siglo I a.C. – quizás en el segundo
cuarto - situado en el extremo noroeste de la ciudad, próximo a la supuesta porta ad stagnum et mare
versa que cita Tito Tivio, se levantaba con un orden de columnas toscanas de caliza gris apoyado en basas
de plinto circular; una variante bien atestiguada en los programas edilicios de Cartagena, que no
encuentra parangón en otras poblaciones de la Península Ibérica, y cuyos paralelos se han localizado en
las regiones itálicas de Etruria y Lazio (Madrid 1997-98: 172). Si parte de los elementos arquitectónicos
reciclados en este edificio proceden del pórtico que a finales de época tardo-republicana engalanaban la
fachada marítima del frente portuario, o si lo hacen de un pórtico más antiguo que flanqueaba la calzada

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augustea, cuyas trazas se han querido identificar en el caso de los restos de la Plaza de los Tres Reyes bajo
el más reciente (Murcia y Madrid 2003), es una cuestión que no se puede resolver aún, al igual que sucede
con otros aspectos relativos al alzado, como capiteles y entablamentos, elementos sin duda también
desplazados de otros edificios. En este sentido, Jiménez de Cisneros menciona tambores de columna de
57 cm de diámetro y un capitel desplomado sobre el pavimento del cual no menciona orden ni detalles.
Por otra parte, el pavimento de losetas cerámicas de 27 cm de lado y 0,45 cm de grosor, que tapizaba la
estancia angular del edificio, incide en el carácter funcional de todo este complejo arquitectónico, con el
que igualmente hay que relacionar los dos segmentos de muro perpendiculares que, con una orientación
similar a los que hemos analizado hasta ahora, fueron descubiertos entre la calle Jara y el callejón de
Bretau (Jiménez de Cisneros 1908: 491). Más difícil es poner en relación con este gran complejo, los
muros hallados en el solar de la calle Jara nº 19-23, aunque mantienen la misma orientación que todos los
anteriores.

Analizado en su conjunto, nos encontramos ante un edificio que, a pesar de la amplia reutilización de
material arquitectónico, presenta una cuidada ejecución y modulación. Se articula mediante un conjunto
de, al menos, ocho grandes estancias rectangulares y contiguas delimitadas en sus bordes suroccidental y
noroccidental por un porticado que bordea una vía enlosada de c. 3,5 m de anchura. Desconocemos, por el
momento, si todas estas habitaciones abrían hacia dicha calle o había alguna alternancia; de las cuatro
conocidas, en las dos que ocupan el extremo suroccidental no se han señalado umbrales de acceso, lo que si
sucede en los dos compartimentos del extremo opuesto, si bien en un caso parcialmente tabicado. Nada se
puede decir respecto al frente contrapuesto y si este estaba ocupado por un patio rectangular al que
abrirían otra serie enfrentada de habitaciones. La existencia de una atarjea paralela al muro que separa las
estancias del paramento oriental podría hacer pensar en un espacio abierto. En este sentido, se podría
proponer una interpretación del complejo como un gran almacén, probablemente público, estructurado
mediante dos filas de compartimentos, separados por un patio, al modo de los grandes horrea de las
ciudades portuarias de la península itálica. Sin embargo, no se nos escapa qué en este tipo de edificios, las
cellae que lo configuran suelen ser más estrechas y alargadas. Sea como fuere, la función mercantil o
comercial del complejo parece fuera de dudas, lo que refuerza también su ubicación muy próxima al frente
marítimo y a las áreas portuarias. La estructura podría, por tanto, describir una cierta revitalización de la
actividad portuaria, relacionable con los materiales de fondeo documentados en algunos solares del
entorno, pero sobre todo los comentados de la zona marítima del Espalmador y Mar de Mandarache.

Precisamente, el área más occidental de la ciudad, que colinda con las aguas del Mediterráneo, muestra
a partir de este momento una especial vitalidad edilicia, que se manifiesta en remodelaciones y
construcciones donde, al igual que veíamos antes, el material reutilizado adquiere un especial
protagonismo. Por desgracia la información arqueológica disponible para esta zona es muy parcial, debido
al propio proceso de urbanización del casco urbano en época moderna y a la existencia de una trama muy
consolidada, que ha dejado pocos espacios para realizar excavaciones en extensión. Por otra parte, los
hallazgos más importantes se produjeron en los años 60 y 70 del pasado siglo, esto es con anterioridad al
establecimiento de metodologías sistemáticas de excavación por parte del Museo Arqueológico Municipal,
en tanto que otros trabajos más recientes han estado condicionados por los plazos y limitaciones de las
excavaciones de urgencia. En cualquier caso, la ubicación de los hallazgos de este período sobre el plano de
la ciudad antigua nos permite observar, más allá de ese desplazamiento de la actividad económica hacia las
áreas más cercanas al puerto, un proceso de cambio en la propia línea de costa por este sector, que avanza
respecto a la que se había consolidado en época augustea (Martínez Andreu 2004). Esta progradación se
aceleró sin duda con los aportes de los cursos hídricos de caudal irregular y temporal caracterizados por
avenidas torrenciales que contribuyeron tanto a la progresiva colmatación de la zona lagunar/pantanosa
que ocupaba el norte de la ciudad, - repetidas veces descrito por las fuentes literarias como un rasgo
distintivo de su topografía - como del seno marino que se proyectaba desde la bahía de Cartagena al oeste

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de la ciudad, conocido desde época medieval como Mar de Mandarache. No obstante, en este periodo, la
colmatación de este espacio marítimo no debió ser crítica dadas las construcciones vinculadas con el
almacenamiento portuario anteriormente descritas. La progradación costera dificultaría, sin embargo, la
construcción de estructuras portuarias de contacto, siendo el área de la Plaza del Ayuntamiento, la única
que por su topografía podría albergar obras de entidad, siempre y cuando estas fueran necesarias.

Más allá del complejo edilicio Plaza de los Tres Reyes/Gran Hotel arriba descrito, los restos
arqueológicos que con claridad se pueden centrar en este momento están más difuminados y se reducen a
paños de muro, a veces recrecidos sobre estructuras anteriores, que sus excavadores sitúan en época “bajo
imperial”, aunque sin mayor precisión y sin exponer de forma clara los argumentos que motivan tal
datación, lo que nos impide evaluar mejor la actividad edilicia del período que discurre entre finales del
siglo III y el episodio vándalo. De esta manera, aun es difícil determinar con claridad el impacto que la
supuesta promoción como capital de la nueva provincia tiene en la renovación edilicia. De momento, no es
posible atribuir espacios de carácter oficial y representativo a esta nueva etapa; incluso los testimonios
materiales que vamos conociendo del foro colonial, nos presentan un complejo expoliado en gran parte y
con los edificios que lo flanquean abandonados.

Hay que esperar a mediados del siglo V para detectar arqueológicamente un nuevo impulso
constructivo, con adiciones y remociones sobre las construcciones de las centurias precedentes. En este
sentido, y como hecho significativo de este período para Carthago Spartaria y su puerto, las fuentes nos
informan de que el emperador Mayoriano se desplaza en el 460 desde Arelate a la ciudad hispana, donde
concentra y parece construir una flota con la intención de saltar al norte de África y derrotar a los vándalos
comandados por el rey Genserico; sin embargo, la situación se revierte y es el rey vándalo quien en un
ataque sorpresa, y con la traición y ayuda de miembros de las tropas romanas, derrota al emperador frente
a la costa cartaginiense (Hydat. Chron., 200); en cualquier caso, no está del todo claro el papel que en este
episodio desempeñan las ciudades de Ilici, donde se aprecia un notable desarrollo desde el siglo IV, y
Carthago Nova.

Sea como fuere la actividad edilicia a que hacíamos mención, visible en la fachada portuaria, muestra un
deseo de recuperar la imagen de dignitas de un sector de la ciudad, que en este momento constituye el polo
dinamizador a nivel económico y social. Así, en el extremo meridional de este frente marítimo, cobijado por
el promontorio sobre el que ubica actualmente el Gobierno Militar, en la falda occidental del Cerro de la
Concepción, junto a la actual Plaza del Ayuntamiento, y, por consiguiente, muy cerca de las instalaciones
portuarias, se construye un conjunto de habitaciones alineadas y orientadas hacia el oeste, con los muros
realizados en parte con material arquitectónico reutilizado, idéntica técnica constructiva a la utilizada en las
estructuras de almacenamiento del solar del solar n. 21-23 de la calle Mayor (Fig. 7). En el interior de estos
espacios se diferenciaron rebancos de trabajo, estructuras de combustión y escorias metálicas, que
confieren a este sector una función artesanal, quizás relacionada con el trabajo del hierro. Entre los muros
que delimitan los espacios, realizados con sillarejo de caliza y mampuestos bien careados trabados con cal,
se incrustan tambores de columna de travertino en parte quizás provenientes de propio teatro.

Más hacia el norte, y siguiendo esta línea de trazado irregular, en el solar de la calle del Escorial
(Antolinos et alii 2009) se atestiguan estructuras alargadas de almacenamiento con muros reutilizados;
unos metros al norte, una plataforma de sillares de arenisca descubierta en un solar de la C/ Mayor,
esquina C/ Comedias, se ha puesto en relación con posibles atarazanas, aunque el soporte para la hipótesis
es muy endeble, tratándose probablemente de estructuras de taller o almacenamiento que forman parte de
las documentadas en la contigua C/ Mayor esquina C/ Medieras (Berrocal y Conesa 1996). Su proximidad a
la línea de costa/playa (Lorenzo 1997) parece refrendar la vinculación de las estructuras con actividades de
carácter portuario o marítimo.

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Fig. 7.- Estructuras de carácter funcional situadas junto a las instalaciones portuarias de época tardorromana, halladas
en el solar del Museo del Teatro Romano (© Archivo Museo del Teatro Romano).

Como se ha señalado anteriormente, estas estructuras de almacenamiento se orientan generalmente


hacia el oeste, hacia el mar de Mandarache. El avance de la línea de costa en este periodo histórico parece
indicar que esta estructura, así como el resto de las reconocidas, no se hallaba en contacto directo con el
mar. Es probable que nos encontremos ante espacios de almacenamiento que se abren en torno a un área
pavimentada y regularizada que, de alguna manera, y sobre todo entre la punta de la plaza Cuartel del Rey
y la plaza de José María Artés, funcionó como puerto varado.

Las reformas de Diocleciano también afectaron al sistema de tráfico marítimo annonario que dejaba a
Carthago Nova fuera del circuito económico. Este cambio, hacia un modelo de comercio basado en
embarcaciones de tonelaje menor (80-120 toneladas) y, por tanto, menor rentabilidad en la navegación,
favoreció el sistema de comercio marítimo basado en puertos redistribuidores. Es en este contexto donde
las condiciones naturales de Carthago Nova, situada en cuatro derrotas naturales de navegación y en
perfecta conexión con la Bética, África y la Tarraconense le permiten recuperar su actividad económica en
torno al tráfico marítimo. En este sentido habría que interpretar los restos del conjunto excavado junto a la
Plaza de los Tres Reyes, como una zona de almacenes situados en las proximidades del puerto, así como la
reestructuración urbana alrededor del espacio marítimo portuario. Con este complejo edilicio podrían
estar relacionados una basa ática y un pavimento de losetas cerámicas localizados en la misma calle del
Aire esquina al callejón de la Parra y Estereros, así como otro muro de época tardoromana identificado en
un solar colindante al callejón de Bretau, que delimitaría el flanco nororiental del edificio, aunque no
podamos asegurarlo al carecer de documentación planimétrica precisa y los correspondientes informes de
excavación (Beltrán y San Martín 1983). Asimismo, se ha sugerido también la pertenencia a este complejo
de los paramentos tardíos hallados en la calle Jara, que delimitan un espacio rectangular de 5,50 m de

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ancho y, al menos, 8,30 m de largo (Berrocal y Conesa 1996). En cualquier caso, todas estas estructuras
refrendan un proceso de recuperación urbana, probablemente iniciado tras la reforma administrativa de
Diocleciano, que se acentúa en la segunda mitad del siglo IV, consolidándose a mediados de la centuria
siguiente. Durante dicho proceso desaparecen los grandes espacios de representación de la elite municipal
característicos del siglo I y II, que son sustituidos por edificios de carácter funcional y público/privado
relacionados con la actividad comercial.

En este contexto de recuperación es el complejo comercial construido sobre el teatro romano, posible
almacén o mercado, el que mejor expresa los cambios de carácter político, económico y social que se
producen en la ciudad a partir del siglo IV (Fig. 8). El edificio, construido ex novo y en gran parte con
material de expolio del viejo edificio de espectáculos, ocupa, al menos, todo el espacio del cuerpo escénico,
orchestra y las nueve gradas inferiores de la ima cavea. Se articula en dos cuerpos distintos separados por
una calle-plaza, recrecida y nivelada con un potente relleno hasta la cota del proscaenium, que fosiliza el
espacio rectangular de seis metros de anchura que discurre entre los aditus y se extiende también de forma
semicircular sobre la orchestra/proedria (Fig. 9). El bloque situado al norte, con una anchura de 43,69 m,
dimensión que coincide con la del cuerpo escénico situado entre las versurae, se organiza mediante quince
compartimentos de 11 m de longitud y 2,5 m de anchura que apoyan en su mitad septentrional
directamente sobre el basamento de opus caementicium que servía de sustento a la scaenae frons; la otra
mitad se sustenta sobre potentes cimentaciones que permiten salvar el desnivel provocado por el foso del
hyposcaenium, colmatado a su vez en gran parte con sillares y bloques de arenisca procedentes de la frons
pulpiti arrasado hasta la base, salvo en los dos extremos en donde se ha conservado la moldura inferior y
parte del sillar inferior (Fig. 10). En la construcción de estos paramentos de cimentación se emplean de
forma sistemática capiteles corintios y basas de mármol de Luni, segmentos de fuste de travertino rojo y
sillares moldurados de caliza gris procedentes, fundamentalmente, del primer piso del frente escénico. En
este sentido, la nueva fábrica reproduce una de las constantes de la edilicia de este momento, esto es, la
masiva reutilización de material arquitectónico procedente de construcciones más antiguas. No podemos
precisar si en el caso concreto del teatro pudo haber un deseo consciente de conservar estas reliquias del
pasado, aunque ocultas a la vista entre las cimentaciones del nuevo complejo, o más bien una simple
decisión práctica de obtener los materiales de construcción con el menor esfuerzo posible y recurriendo a
lo que se tenía más cerca, propuesta esta última por la que nos inclinamos. En esta misma línea, las placas
de caliza gris que pavimentan las tabernae o cellae del complejo comercial proceden del expolio bien de la
trama viaria o más bien de alguna plaza o espacio público. En este sentido, es interesante una de las losas
que conservaba la letra I, de 22 cm de altura, entre dos interpunciones triangulares. Desconocemos si la
pieza en cuestión formó parte de una inscripción con litterae aureae dispuesta ante la frons pulpiti
original, reconstruido hacia finales del siglo I o comienzos del siguiente, o más bien, lo que parece más
probable por las características del material, proviene del enlosado de la plaza forense. Sea como fuere, la
construcción del edificio supuso el definitivo desmantelamiento del teatro augusteo, ya muy alterado y
probablemente parcialmente destruido desde finales del siglo II o principios de la centuria siguiente a
consecuencia de un incendio. Transformado posteriormente en su estructura original, debió mantener su
función como espacio para espectáculos hasta su definitiva amortización a comienzos del siglo V.

El segundo cuerpo del edificio, situado en el frente opuesto, esto es al sur, se estructura mediante una
exedra semicircular porticada de 28 m de diámetro, sin compartimentación interna, pavimentada con
grandes losas de caliza gris y cerrada en su parte trasera por un muro de sillarejo de cuidada ejecución al
que se adosa en su interior un rebanco de 60 cm de ancho construido en gran parte con elementos
arquitectónicos reutilizados (segmentos de fuste y capiteles colocados en horizontal y de forma contigua)
(Fig. 11). Las columnas de fachada apoyan sobre zapatas cuadrangulares, dejando entre sí vanos
intermedios de 2,5 m, dimensión idéntica a la que existe entre la columnata y el rebanco de fondo del
hemiciclo e igual también a la anchura de los 15 compartimentos situados al norte, lo que permite

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Fig. 8.- Planta del mercado/almacén de la segunda mitad del siglo V construido sobre los restos del teatro (© Archivo
Museo del Teatro Romano – Universidad de Murcia).

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proponer una planificación conjunta de todo el


edificio. En ciertos casos, se incrustan en la
cimentación de las zapatas capiteles corintios del
frente escénico, mezclados con ripios de forma
irregular. A espaldas de la primera galería se
dispone un segundo pasillo anular de dimensiones
semejantes, sobreelevado y cerrado en su trasera
por piezas de las scalae invertidas y recolocadas
unas junto a otras, al que se accedía desde dos
escaleras situadas en los extremos de la cavea
realizadas con piezas de caliza reutilizadas.
Fig. 9.- Cimentaciones en el hyposcaenium de las
tabernae del complejo mercado/almacén, construido
La cuidada modulación y ejecución del
sobre los restos del teatro (© Archivo Museo del Teatro
Romano – Universidad de Murcia). edificio, que se manifiesta en la perfecta
adaptación de las partes que lo configuran a los
espacios y volúmenes del monumento subyacente,
se muestra también en la ordenación de los
accesos a los quince compartimentos que lo
forman, situándose de forma alternativa dos al
norte y uno al sur. Otro detalle singular es la
inserción en el eje central de los muros que
delimitan los espacios de un fuste de travertino
rojo, cuya función es objeto de discusión: bien
pueden tener un uso arquitectónico relacionado
con la forma de cubrir el edificio, bien señalar una
diferenciación del espacio interno, o bien están
indicando la existencia de un altillo o segundo
piso. Por otra parte, y cerrando este cuerpo del
edificio, por el norte discurre una calle de tres
metros, que ocupa el espacio disponible hasta el
borde de la plataforma cementicia; no se puede
determinar el estado de conservación de la galería
original que se adosaba a esta plataforma y
cerraba el flanco sur de la porticus post scaenam
cuyo nivel de circulación original se hallaba seis
metros por debajo de la cota del escenario.
Sabemos, por el contario, que los brazos laterales
del espacio porticado se desplomaron hacia finales
del siglo II d.C. y no habían vuelto a ser
reconstruidos, pero de ahí a poder avanzar en la
Fig. 10.- Tabernae del mercado/almacén de la segunda evolución urbana de este sector, hay aún un gran
mitad del siglo V superpuestas al paramento de
sustentación del frente escénico y sobre el pulpitum
trecho que esperamos salvar cuando se complete
del teatro (© Archivo Museo del Teatro Romano – la excavación del espacio central del cuadripórtico.
Universidad de Murcia). En el lado opuesto, la fachada del edificio
tardorromano aparece perfilada por una
canalización, que se superpone, sobreelevada, a las exedras de la frons pulpiti, interrumpida a la altura de
la tercera estancia, contada desde el este, por un profundo pozo trapezoidal. Algunas de las losas que
cubren la conducción hidráulica están atravesadas por sumideros cónicos.

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Fig. 11.- Exedra semicircular enlosada superpuesta a las gradas inferiores de la ima cavea perteneciente al
mercado/almacén superpuesto a los restos del teatro (© Archivo Museo del Teatro Romano – Universidad de
Murcia).

Un problema que no encuentra fácil solución es el de determinar el sistema de accesos al interior del
complejo comercial; con la información arqueológica disponible es difícil establecer una solución válida
para todo el conjunto. Hemos podido comprobar que los aditus se cortan hacia la mitad de su longitud con
un potente paramento; el que cierra el pasillo occidental utiliza en su cimentación tres espléndidos
capiteles corintios de la scaenae frons (Martín et alii 1997: 105) (Fig. 12). Esta circunstancia invalida la
posibilidad de que se reutilizaran en su integridad los primitivos accesos al interior del teatro. Por otra
parte, el vano que comunica aditus y parascaenia está cegado con varios segmentos de fuste de travertino,
junto a otros elementos arquitectónicos, si bien no podemos determinar si eran la cimentación de un muro
más alto o bien su alzado no sobrepasaba el relleno de colmatación que igualaba el nivel de circulación
hasta la cota de circulación de la plaza. En este caso, se podría plantear la existencia de vanos de acceso al
interior del complejo comercial/almacén a partir de las basilicae del viejo edificio de espectáculos,
concretamente por el hueco situado entre la caja de escalera que daba acceso al tribunal y el muro del
parascaenium. Por el contrario, fuera de dudas está la ausencia de comunicación, en este momento, de
esta última estancia con el pulpitum que se lleva a cabo mediante el cegamiento de los tres vanos de
comunicación. En este sentido, también el aula basilical, convertida en una especie de antesala, podría
haber dado paso a la calle o corredor que, sobre la plataforma escénica de opus caementicium, delimitaba
los compartimentos alineados del cuerpo septentrional. Precisamente, sobre las zonas del parascaenium y
basilica se ha conservado una explanación de tierra apisonada de color amarillento, procedente de las
areniscas trituradas, unos 50 cm. sobreelevada sobre la cota de circulación de la zona interior del edificio
(Ramallo et alii 1996: 269).

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1 CARTHAGO SPARTARIA, DECLIVE Y RECUPERACIÓN DE UNA CIVITAS ROMANA…

Estructuralmente, y en una primera


aproximación, el conjunto arquitectónico evoca
en cuanto a su concepción global - salvando las
distancias tanto cronológicas como volumétricas
– ciertos aspectos de los Mercados de Trajano en
Roma, si bien en este último caso la gran exedra
que lo articula añade a las funciones comerciales
y administrativas las arquitectónicas ya que el
hemiciclo, compartimentado en su interior en
varias habitaciones, sirve también para
sistematizar y contener la ladera del Quirinal,
mientras que las tabernae o estancias alineadas
se distribuyen de forma aterrazada sobre la
pendiente trasera. No obstante, es la
denominada Calle Paladio, de la ciudad romana
de Escitópolis el paralelo más preciso para el
complejo edilicio de Cartagena, tanto desde el
punto de vista planimétrico como cronológico.
En la ciudad turca nos encontramos con una
calle comercial porticada, presidida por una gran
exedra también porticada, donde se instalan
tiendas ricamente ornamentadas (Crawford,
1990). De cualquier modo, estas avenidas
porticadas con tabernae y un marcado carácter
comercial son frecuentes en las principales
ciudades bizantinas de Oriente a partir del siglo
V, si bien en nuestro caso es el carácter
compacto y cerrado de todo el conjunto lo que
Fig. 12.- Paramento con material reutilizado del complejo mejor define su estructura. En este sentido, las
mercado/almacén que interrumpe el acceso de la mitad proporciones que muestran los compartimentos
posterior del aditus occidental del teatro (© Archivo Museo
del Teatro Romano – Universidad de Murcia). en el conjunto de Cartagena, estrechos y
alargados, suelen ser características de los
horrea y almacenes, más que de los macella romanos, tal y como podemos ver, sin alejarnos mucho de
nuestro ámbito territorial, en los horrea de Valentia (Ribera 2011). Sea como fuere, el escaso material
procurado por los niveles de abandono impide precisar las actividades desarrolladas y si existió algún tipo
de especialización, bien en relación con la comercialización y venta de determinados productos, bien de su
almacenamiento para su posterior redistribución, o bien en relación con una dedicación mixta y funciones
diversas, dada su proximidad al área portuaria.

En lo que respecta a la cronología, el nivel que define la fase fundacional de este nuevo edificio, que en
cierto modo, restablece la función comercial que este sector de la ciudad había tenido desde época
bárquida hasta la primera mitad del siglo II d.C. (Martín et alii 1991), se caracteriza por un conjunto de
estratos con los que se regulariza el terreno subyacente, alcanzando una potencia de en torno a los 25 cm,
si bien en algunos puntos ronda los 50 cm; la textura y coloración amarillenta es el resultado de la
trituración de las areniscas que conforman los bloques que se utilizan en gran parte de edificio y en
particular, al menos en la segunda fase, de la frons pulpilti, desmantelado con anterioridad a la nueva
fábrica. Los materiales arqueológicos, en particular cerámicos, que nutren estos niveles de colmatación han
sido analizados en otra parte (Murcia et alii 2005), y por tanto no es necesario insistir de nuevo aquí. A
modo de resumen podemos señalar cómo entre las sigillatas africanas destacan los platos Hayes 61A y B,

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63, 64, 67, 76, 79/Lamboglia 59, junto a las copas y cuencos 73, 80A y B, 80/81, 91 A y B y 99A. En general,
se trata de formas presentes en contextos de finales del siglo IV y la primera mitad del V, con las más
avanzadas que se inician hacia mediados de la centuria y se prolongan hasta la primera mitad de la
siguiente (Hayes 99 A, 80B/99). La vajilla de mesa se completa con las formas más habituales de cocina
africana (Ostia III, 267 y Hayes 23B) junto a otras de difusión más limitada y tardía (Atlante, CVII, 9 y
Vila-roma 5,40); todas ellas se fabrican hasta, al menos, inicios del siglo V. Completan el registro cerámico
las producciones de cocina local, bien atestiguadas en otros contextos de Cartagena (Ramallo et alii 1996),
y cerámicas comunes de producción local o regional. Los envases anfóricos muestran un equilibro entre las
importaciones orientales y africanas, quedando del mismo modo bien atestiguadas las producciones sud-
hispánicas. Entre estas últimas hay que mencionar por su representatividad el tipo Keay XXIII/Almagro
51C, envase característico del siglo IV, que se prolonga durante la primera mitad del siguiente, así como los
tipos Keay XIX/Almagro 51 A-B y, con un menor índice, Keay XIII/Dressel 23. Las ánforas orientales están
encarnadas por los tipos Keay LIII/LRA 1, que es el más abundante, LIV/LRA 4, LIV-bis/LRA 3 y
LXV/LRA 2, junto a un ejemplar asimilable al tipo Ágora de Atenas M-273. Por último, entre los
recipientes africanos hay que destacar los envases Keay XXXVB, XXV, LVA y XXXVIB. Un AE4 de Honorio
(395-402 d.C.) procura, entre los escasos hallazgos monetarios, el ejemplar de cronología más reciente, y al
mismo tiempo otro seguro terminus post quem para la datación del edificio, aunque es bien conocido el
alto grado de residualidad que caracteriza a todas estas emisiones tardías de módulo reducido.

Los niveles de destrucción, abandono y colmatación de este complejo edilicio que nos permiten
concretar su marco de actividad quedan peor definidos, ya que han sido constatados en un número más
reducido de puntos. Estos estratos se caracterizan por su composición heterogénea, con mezcla de
cerámicas, huesos, restos arquitectónicos y algunas monedas ilegibles (Lechuga 2000). Entre la vajilla de
mesa, y sin ánimo de ser exhaustivo, se repiten en estos contextos algunas de las formas más comunes, que
ya veíamos representadas en la fase fundacional, tales como los platos Hayes 61, 64 y 67 -e incluso 58- que
son característicos de la segunda mitad del siglo IV y la primera del siglo V, como ya hemos visto, y que
aquí sin duda tienen un carácter residual. A ellos se añaden los cuencos Hayes 91 A y B, en general de
desarrollo más tardío, que conviven con otras formas propias de la segunda mitad de la quinta centuria y se
prolongan también durante la siguiente. Tal es el caso del plato Hayes 87A y de las variantes más antiguas
(A y B/C) del cuenco Hayes 99, que constituye la forma más numerosa. La forma más tardía viene definida
por el plato Hayes 104 C, lo que nos ha permitido establecer el momento final del edificio comercial hacia
finales del segundo cuarto del siglo VI d.C. (Murcia et alii 2005: 15). Al igual que sucedía con los contextos
fundacionales, también en este caso están representados los envases anfóricos, con un predomino de los
alfares orientales y africanos, una ligera desproporción a favor de las primeras y la drástica reducción de
las producciones del sur de Hispania -casi inexistentes-. Este último fenómeno coincide además con el
incremento de los envases de fabricación local. Entre los recipientes africanos, destinados en su mayor
parte al transporte de aceite, hay que reseñar un solo ejemplar asimilable al tipo spatheion, que será
habitual en las fases posteriores. Entre los orientales, se han identificado los tipos Keay LIII/LRA 1A -el
más numeroso-, LIV-bis/LRA 3, LXV/LRA 2. No obstante, y al margen de la continuidad de ciertas
producciones importadas, uno de los rasgos distintivos que va a caracterizar los contextos de esta fase es el
sustancial incremento, tanto en volumen como en repertorio formal, de las cerámicas de cocina de
producción local, que en la etapa bizantina alcanzarán su máxima expansión, y que ya tenían cierta
presencia en los contextos de fundación. Paralelamente, se produce la desaparición casi total de las
cerámicas comunes importadas, especialmente norteafricanas, que en la fase anterior hemos visto
ocupaban un lugar destacado.

Más allá del conjunto instalado sobre el teatro, pero sin abandonar la ciudad, el mismo fenómeno de
reutilización de material arquitectónico, comentado en líneas anteriores, se aprecia también en otras
construcciones identificadas en el extremo opuesto de la ciudad de época tardo-romana, conocidas de

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1 CARTHAGO SPARTARIA, DECLIVE Y RECUPERACIÓN DE UNA CIVITAS ROMANA…

forma superficial. Tal es el caso del murete de contención de una fosa tardía identificado en un solar de la
calle Balcones Azules, emplazado en la falda meridional del Cerro del Molinete, donde se ha reempleado
una cornisa de mármol blanco y un capitel jónico de aire corintizante labrado en travertino rojo procedente
de alguna construcción del siglo I d.C. (Ramallo 2011-2012: 629).

En cualquier caso, el testimonio más tangible y evidente de los cambios topográficos que se producen
en la ciudad a partir del siglo V viene definido por la aparición de un nuevo espacio funerario, que se añade
a la necrópolis de San Antón ya comentada. Estas nuevas áreas sepulcrales ocupan el espacio de un rico
barrio residencial situado desde el siglo I a.C. en la zona donde se levantará el anfiteatro, en la vaguada
existente entre los Cerros de la Concepción y de Despeñaperros, colina esta última que, junto a las de San
José y Monte Sacro, desde finales del siglo III d.C. queda fuera del espacio urbanizado. Por el contrario, y a
diferencia de lo que sucede con la necrópolis situada al septentrión, no existen testimonios de continuidad
durante esta fase en las viejas necrópolis de época tardo-republicana y del siglo I d.C. que se extendían a
levante y poniente del núcleo urbano. Diversos hallazgos producidos desde finales del siglo XIX y durante
los primeros años del siglo XX al abrir de forma artificial la calle Gisbert, hacían intuir la existencia de
algún área cementerial en espacios previamente urbanizados como lugares de habitación. Tal suposición
ha encontrado plena confirmación en las excavaciones realizadas entre los años 2002 y 2005 con motivo
de la construcción del Barrio Universitario y revitalización de un amplio sector de la ciudad englobado
dentro de uno de los Planes de Reforma Interior (PERI CA4) diseñados por el Ayuntamiento de Cartagena
a través de su PGOU (Madrid 2004). Sobre el parcelario actual, la superficie ocupada por el área
cementerial se extiende, aproximadamente, entre la calle del Duque por el norte (calle que fosiliza, aunque
no de forma exacta, un decumanus que comunicaba la principal puerta de la ciudad con el área portuaria),
la calle Gisbert por el oeste, Don Matías por el este, y calle Antiguones por el sur; esto es, gran parte del
cuadrante suroriental de la ciudad urbanizada y amurallada del siglo I d.C. que se articula de forma
aterrazada en la ladera y falda de las colinas de Despeñaperros y la Concepción (Fig. 13).

Sobre la superficie así definida, las deposiciones se distribuyen de forma ordenada en el espacio interno
de las áreas domésticas. Así ocurre con cinco inhumaciones excavadas en fosa y revestidas con lajas de
piedra descubiertas en 1886 sobre los restos de una habitación con las paredes pintadas y pavimentada con
un opus signinum de teselas blancas y negras con crustae marmóreas, que se ubicaba, a juzgar por la
descripción conservada del momento del hallazgo, junto a un atrio tetrástilo (Ortiz 1997). Su ubicación en
la actual Plaza de Escipión, es de gran interés ya que marca, hasta la fecha, el punto más occidental en la
extensión de la necrópolis que, a su vez, viene a coincidir, trazando una línea imaginaria, con los puntos
más extremos por el este donde se han registrado posibles estructuras domésticas de época tardo-romana y
bizantina. Es interesante traer a colación a este respecto, la localización de un ejemplar de cuatro nummias
acuñado en la ceca local de época bizantina, junto a un AE-4 de finales del siglo IV, entremezclados entre
los materiales vertidos para la construcción de la muralla de Carlos II, descubierta en un solar de la calle
Caballero 13-17 (Suarez 2006: 203). También, como posible testimonio extremo del área ocupada por
estructuras de habitación, conviene señalar el hallazgo inédito de cimentaciones de muros de mampostería
trabados con barro, de factura similar a los de época bizantina identificados en otros puntos de la ciudad,
en un solar situado en el cruce de las calles del Duque y Caridad, que permite contextualizar mejor los
restos de época bizantina, caracterizados en la plaza forense, sobre las estructuras de la plaza del foro
(Berrocal 1996: 69).

Volviendo al área cementerial, las deposiciones se desarrollan de oeste a este, siendo, al parecer, más
antiguas las que se sitúan próximas a la ladera oriental del Cerro de la Concepción. Las primeras
inhumaciones se debieron realizar ya a comienzos del siglo V; progresivamente, y a medida que el espacio
más cercano al cerco defensivo que debía ceñir el núcleo habitado por el este se fue saturando, el
cementerio se fue expandiendo hacia levante, alcanzando su límite oriental hacia finales del siglo VI y

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Fig. 13.- Topografía de la ciudad en época tardorromana, con inserción de los hallazgos con materiales de los siglos IV-
VII d.C. (© Archivo ARQUEOTOPOS). Relación de hallazgos: 1 Domus de Salvius (necrópolis). 2 Calle Duque Esquina
Gisbert (estructuras). 3 Inscripción de Comenciolo/Comitiolo. 4 Calle Duque 33 (vertedero). 5 Calle Duque 21
(escultura). 6 Calle Caballero 13-17, (moneda bizantina). 7 Calle Caballero 3 (sepultura). 8 Calle Serreta 3-7 (vertedero).
9 Templo Republicano (vertedero). 10 Plaza de San Francisco (estructuras). 11 San Antonio el Pobre 5 (vertedero). 12
Calle San Francisco 16-22 (estructuras). 13 Calle Cuatro Santos 17 (vertedero). 14 Calle Palas 8 (vertedero). 15 Calle
Palas 5-7. 16 Calle Cuatro Santos , 40 (estructuras). 17 Calle Jara 6 (vertedero). 18 Calle Jara 19-23 (vertedero). 19 Calle
Jara 26 (vertedero). 20 Calle Jara 17 (estructuras y vertedero). 21 Calle Honda 11-13 (estructuras y vertedero). 22 Calle
del Aire esquina Calle Parra (estructuras y vertedero). 23 Calle del Aire Esquina Callejón Estereros (estructuras y
vertedero). 24 Calle del Aire esquina San Miguel (estructuras). 25 Calle Soledad (estructuras y vertedero). 26 Teatro
romano (estructuras y vertederos). 27 Plaza del Ayuntamiento 9 (estructuras). 28 Pecio del Deán. 29 Calle Escorial
esquina Calle Andino (estructuras). 30 Calle Mayor 7-9 (agua). 31 Calle Bodegones 5 (agua). 32 Calle San Agustín 6
(agua). 33 Calle Mayor esquina Medieras (estructuras). 34 Calle Mayor esquina Comedias (estructuras). 35 Calle Mayor
nº 26 (estructuras). 36 Calle Mayor 21-23 (estructuras). 37 Plaza de San Sebastián (estructuras). 38 Calle Mayor 35
(estructuras). 39 Calle Mayor 41 (estructuras y vertedero). 40 Calle Morería Baja (estructuras). 41 Calle Puertas de
Murcia 15 (sepulturas?). 42 Calle Puertas de Murcia 18 (estructuras). 43 Plaza Cuartel del Rey (playa/agua. 44. Plaza de
Escipión (sepulturas). 45. Calle Jara 12 (vertederos). 46. Gisbert /Marango (sepulturas). 47. Palas 1-3 (vertedero?). 48.
Cuatro Santos 19 (vertedero?).

principios de VII, coincidiendo con la presencia bizantina en la ciudad (Ramallo et alii 2010 240-243). A
diferencia de lo que acaece con algunos enterramientos individuales y dispersos intra moenia del siglo III
avanzado, que se encajan entre las estructuras arruinadas de época imperial, como el hallado en el aditus
occidental del teatro o en otros puntos de la periferia de la ciudad y que en ocasiones parecen responder a
circunstancias violentas, la nueva necrópolis presenta una cuidada ordenación interna, con las sepulturas
alineadas, un intervalo entre una y otra de un metro aproximadamente y separadas por pasillos de
circulación de un metro aproximado de anchura. Presentan una orientación suroeste-noreste, con la
cabeza a poniente (SW) y los pies hacia oriente (NE), siguiendo la tradición cristiana. Las sepulturas se

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1 CARTHAGO SPARTARIA, DECLIVE Y RECUPERACIÓN DE UNA CIVITAS ROMANA…

agrupan en conjuntos ocupando el interior


de las viviendas amortizadas, aprovechando
incluso la separación de estancias para
diferenciar grupos unidos por lazos de
carácter familiar. Por otra parte, es también
frecuente, sobre todo en el área occidental de
la necrópolis, la reutilización de una misma
sepultura para más de un individuo, hecho
habitual en este período, así como, en algún
caso también, la superposición de sepulturas,
atestiguada en el sector más occidental de la
necrópolis (Ramallo et alii 2010: 241). En
algunas ocasiones, aprovechan incluso
materiales constructivos de las viviendas que
ocupan; tal es el caso, por ejemplo, de una Fig. 14.- Sepulturas del extremo oriental de la necrópolis del
Barrio Universitario (ss. VI-VII) (© Cortesía M.J. Madrid
sepultura que muestra un capitel corintio
Balanza).
cortado en dos partes para indicar la
cabecera y los pies, mientras que para la
cubierta se emplea una columna estriada procedente del mismo porticado, cortada de forma longitudinal,
(Madrid 2004: lám. 23). Por lo general, el tipo de sepultura consiste en fosas rectangulares –o
sensiblemente trapezoidales- revestidas lateralmente por muretes de mampostería trabada con barro y con
los extremos marcados por sendas placas verticales de piedra; lajas de arenisca trabadas con piedras
constituían la cubierta (Fig. 14). En su interior se depositaba el cadáver envuelto en un sudario o féretro,
acompañado, en ocasiones, de un reducido ajuar formado por objetos de adorno y uso personal tales como
aretes y pendientes de cobre, collares con cuentas de pasta vítrea y ámbar o, de forma más excepcional,
algún anillo, junto a botellitas de vidrio o cerámica; estas últimas presentes en las inhumaciones más
tardías (Vizcaino y Madrid 2006: 461), a las que también corresponde un broche de cinturón, asimilable al
tipo Siracusa que encuentra su parangón más cercano en otro ejemplar procedente de una de las
habitaciones del barrio de época bizantina instalado sobre las ruinas del teatro (Ramallo 2000b: 602).
Como objeto singular hay que reseñar el hallazgo en una de las sepulturas de un anillo en cuyo chatón
figura, entre dos cruces, el lema vivas, que hay que interpretar como parte de alguna de las fórmulas
características de este momento como in deo, in aeterno, in Christo que refrenda la confesionalidad
cristiana de los individuos allí sepultados (Ramallo et alii 2010: 242). No obstante, y al menos hasta la
fecha, no se ha atestiguado en toda la superficie excavada estructura alguna que pueda vincularse a un
posible edificio de culto cristiano, así como tampoco resto de algún panteón o sepultura singular que por su
especial simbolismo haya podido constituir el núcleo original y generador de la necrópolis. La proximidad
del anfiteatro no parece haber influido en el emplazamiento y desarrollo del área cementerial, en cuanto a
su posible utilización anterior como espacio de martirio -tal y como sucede en otras ciudades hispanas; en
este sentido, además las actas de los mártires no recogen ninguno en Cartagena y cualquier tradición
posterior carece de fundamento.

Precisamente, desconocemos la ubicación de edificios de culto en la ciudad de los siglos V y VI d.C., lo


que impide completar la topografía cristiana del núcleo urbano y del suburbium. No obstante, la existencia
de una pujante y sólida comunidad cristiana en este momento queda refrendada por la asistencia del
obispo Héctor al concilio de Tarragona del 516 donde firma in Christi nomine como episcopus
Carthaginiensis metropolitanae y décadas más tarde por Liciniano, uno de los prelados más influyentes y
activos del momento, que ocuparía la silla episcopal en la última década del siglo VI, falleciendo en
Constantinopla en el 602. No se puede olvidar tampoco a su contemporáneo Leandro, muy probablemente
oriundo, como sus hermanos San Fulgencio, Santa Florentina y San Isidoro, de Carthago Spartaria o de

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su entorno. Desde el punto de vista de los hallazgos arqueológicos, contamos con evidencias de esta
primigenia comunidad cristiana desde, al menos, finales del s. IV d.C. Desde el mar y a través del puerto, se
difunde el cristianismo en la ciudad. Las primeras evidencias las encontramos entre la vajilla de a bordo de
las propias tripulaciones de las naves comerciales de procedencia africana, como se puede comprobar en el
pecio del Espalmador 1, de finales del s. IV d.C., donde algunas cazuelas en producciones africanas
presentan motivos incisos y grafitos paleocristianos realizados por el propietario de la misma. Hablamos
aquí no tanto de un elemento ornamental, que podría no responder a la creencia religiosa del posesor -
como sucede con las lucernas-, sino de un motivo realizado post coctem por el propietario del objeto. Casos
similares se han documentado en algunos yacimientos urbanos, aunque sin el nivel de detalle que aportan
los contextos subacuáticos.

Por otra parte, las excavaciones arqueológicas realizadas en 2006 han permitido descartar la existencia
de un edificio de culto cristiano bajo la iglesia de Santa María la Vieja, superpuesta al ángulo suroccidental
del teatro, como quería la tradición erudita, con anterioridad a la segunda mitad del siglo XIII. A este
momento y fábrica pertenecen los muros exhumados por San Martín en los trabajos de consolidación
llevados a cabo en 1958, que se superponían al opus signinum de una vivienda tardorrepublicana (Fig. 15).
Estos paramentos, construidos con mampostería reforzada en las esquinas con bloques regulares de
travertino rojo, conforman un espacio rectangular, con la misma orientación que la basílica posterior, y
constituyen la cimentación de la primera iglesia medieval, cortada en su lado oeste por los muros de la
reconstrucción y ampliación renacentista, cuyo nivel de pavimentación no debió estar muy por debajo del
actual. En este sentido, los muros hallados por San Martín, identificados ya en 1887 en un tramo que
atravesaba por encima del citado pavimento de signinum, habrían sido construidos para crear una
plataforma que regularizase el profundo y acusado desnivel (c. 6 m) que existe en este sector de la ladera,
incidencia que ha constituido siempre un problema a la hora de cimentar cualquier edificio, siendo la
propia iglesia de Santa María la Vieja, con sus constantes problemas de estabilidad, el ejemplo más
paradigmático. En cuanto a las restantes iglesias del casco antiguo, en su mayor parte de origen
conventual, se remontan al siglo XVI y no parecen contar con antecedentes anteriores; la información de
archivo que alude a estos templos y ermitas no recoge tradiciones pasadas que hayan podido pervivir
durante época islámica. A este respecto, conviene recordar que el área urbanizada entre los siglos IX y XIII
se restringió a la ladera occidental del Cerro de la Concepción, marcando incluso el paramento de la
scaenae frons del teatro un límite a partir del cual se distribuían amplios basureros y áreas funerarias;
incluso el pavimento de la orchestra estaba perforado por un profundo basurero de los siglos XI y XII. En
este contexto amplios sectores de la fachada portuaria y del valle entre los dos cerros más occidentales,
habitados entre los siglos V y VII, quedaron abandonados hasta, al menos, época medieval cristiana. No
sorprende, en consecuencia, que los siglos de ocupación musulmana borraran por completo cualquier traza
o tradición cristiana.

Por último, no queremos terminar este apartado sin antes reseñar el hallazgo de dos epitafios cristianos
en griego en el espacio que existe entre el teatro y las áreas portuarias, probable testimonio de la presencia
de comerciantes griegos u orientales en la ciudad en época bizantina, El primero de ellos (Abascal y
Ramallo 1997: n. 212), se encontraba ya en el siglo XVIII “en la calle que conduce a la Iglesia Vieja”
(probablemente la Cuesta de la Baronesa) y fue traducido por Lafuente Vidal (1945) en los siguientes
términos: por el descanso en la mansión del señor. La segunda inscripción fue hallada en 1968 en la
esquina de la calle del Aire con Calle Cañón y se ha traducido como Ciriaco hijo de Ciriaco; Lammon
hermano de Ciriaco que yace a su lado (Abascal y Ramallo 1997: n.214; Lillo 1985: 120). Hay otra tercera
inscripción en griego, hoy perdida, de cronología similar y cuya procedencia original se desconoce. A estas
inscripciones en griego, aunque con fuerte influencia latina, hay que sumar otras dos placas en latín, de
transcripción incierta, recuperadas en el mismo entorno de la Iglesia de Santa María/teatro romano; una
de ellas (Abascal y Ramallo 1997: n. 209), conmemoraría la construcción de una basílica cristiana, aunque

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Fig. 15.- Estructuras murarias superpuestas a una domus tardo-republicana, amortizada para la construcción de los
accesos al teatro, pertenecientes, posiblemente a la primera iglesia cristiana asentada en este punto de la ciudad
(segunda mitad del siglo XIII) (© Archivo Museo del Teatro Romano – Universidad de Murcia).

los argumentos no son concluyentes dado el alto grado de fragmentación de la pieza; la segunda, que fue
hallada en los niveles bizantinos del teatro, presenta una lectura y cronología más incierta. En cualquier
caso, es significativa la especial concentración de epígrafes funerarios en este sector de la falda occidental
del Cerro de la Concepción, por debajo del teatro y muy cerca de las áreas portuarias, lo que contrasta con
la total ausencia, al menos hasta la fecha, de epitafios en la necrópolis oriental, pese al elevado número de
deposiciones excavadas. Es posible intuir, en consecuencia, la existencia de un área cementerial cercana al
puerto, si bien su asociación a un posible espacio de culto cristiano es más difícil de probar; incluso
tampoco podemos asegurar que los epígrafes puedan proceder de otros puntos más alejados y haber sido
transportados hasta aquí en los procesos de acarreo y búsqueda de materiales de construcción para las
fábricas más modernas.

4. CARTHAGO SPARTARIA: LA RECUPERACIÓN DE UN PUERTO CLAVE PARA EL


MEDITERRÁNEO BIZANTINO

Sea como fuere, y volviendo a la narración histórica que aquí nos ocupa, la necrópolis del Barrio
Universitario muestra en su sector oriental una especial concentración de sepulturas en el período que
transcurre entre la segunda mitad del siglo VI y el primer tercio de la centuria siguiente, coincidiendo con
la presencia bizantina en la ciudad; una estancia que se debió limitar al establecimiento permanente de
una guarnición, compuesta por un limitado número de efectivos, que protegería y aseguraría el control
militar de uno de los puertos estratégicos del Mediterráneo occidental, bien comunicado con la costa
africana, con las Baleares, con Italia y Oriente, recuperando, en cierto modo, las cualidades que habrían

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impulsado la fundación de la ciudad en época bárquida. El dominio e instalación de otras guarniciones en


enclaves costeros como Malaka o Septem y Tingis -en la antigua provincia Tingitana-, garantizaban la
superioridad naval y el control del comercio y las rutas entre las dos riberas del Mediterráneo, una vez
incorporada la fachada marítima africana tras la conquista por las tropas de Justiniano en el 533,
cumpliendo así uno de los objetivos fundamentales del proyecto de renovatio imperii impulsado por
emperador bizantino. A pesar de los hallazgos arqueológicos, que han permitido definir mejor esta etapa
histórica, los testimonios de la presencia de los milites Romani en la ciudad siguen siendo escasos. A nivel
de objetos personales, son quizás los restos de una coraza laminar formada por placas de hierro de forma
mayoritariamente rectangular y perforadas con seis orificios de sujeción, que muestra interesantes
paralelos en contextos bizantinos de los Balcanes e Italia fechados entre los siglos VI y VII, los elementos
más significativos (Vizcaino 2008). Como parte también del armamento ofensivo de estos soldados hay
que interpretar dos puntas de fecha de tipo ávaro (Vizcaino 2005: 190), recuperadas al igual que la pieza
anterior entre los contextos materiales del barrio de época bizantina construido en gran parte sobre el
teatro romano, y en parte también sobre las estructuras del mercado/almacén a él superpuesto.

Es precisamente este complejo edilicio, debido a la amplia extensión que ocupa, el que mejor transmite
las características y el urbanismo de la fase de ocupación bizantina de la ciudad (vid. en general, Vizcaino
2009). Las estructuras que configuran el barrio se organizan de forma aterrazada sobre la ladera
noroccidental del Cerro de la Concepción, en parte superpuestas a las gradas de la ima y la media cavea,
recortadas o recrecidas con rellenos para generar las superficies niveladas de los pavimentos, pero también
encajadas entre los aditus y sobre el proscaenium. En el primer caso, muros radiales al arco de la cavea, a
los que se adosan otros curvos, articulan los espacios domésticos y de almacenaje, que adoptan forma
cuadrangular, trapezoidal o rectangular y se estructuran en torno a patios comunes de forma triangular o
trapezoidal, donde se disponen hornos para pan, rebancos, piletas, molinos, y otros dispositivos de
carácter productivo (Fig. 16). En la parte inferior, por el contrario, los espacios se desarrollan en gran parte
paralelos al eje que imponen la cimentación de la fachada escénica y las salas colindantes (Ramallo
2000a). La transición entre ambos sectores se realiza mediante profundas cimentaciones que sirven para
aterrazar los espacios hacia la cavea. Las unidades domesticas se componen, generalmente, de dos o tres
habitaciones que abren a un único espacio central; sus dimensiones son irregulares, aunque oscilan entre
los 6/7 y los 2,5 metros. Los muros se levantan mediante un zócalo de mampostería trabada con barro, con
superficies bien careadas, y alzados de adobe que sustentan cubiertas vegetales impermeabilizadas con
láguena (pizarra) y apoyadas en colañas de madera. En los contextos asociados se han descubierto algunas
tegulae e imbrices, procedentes, posiblemente, del tornavoz de la escena, si bien su empleo secundario se
debió restringir a espacios muy puntuales, dado el limitado número de piezas recuperadas. Los pavimentos
eran de tierra rojiza endurecida y apelmazada de entre 3 y 6 cm de potencia, con los umbrales de acceso
señalados por placas de caliza flanqueados por bloques de arenisca. En algunos muros se incrustan trozos
de fuste de columna u otros elementos procedentes del viejo teatro, empleados sobre todo como pilares de
enlace entre los paramentos murarios. Los hogares, rehundidos en el pavimento de algunas estancias e
identificados por sucesivas capas de arcilla endurecida, aparecen contorneados por una fila de piedra, y
reafirman el carácter doméstico del barrio, frente a la función de almacenamiento que evocan otras
estancias donde se acumula un ajuar cerámico, especialmente anfórico, que excede las necesidades de un
grupo familiar. Las unidades de habitación estaban separadas por callejuelas, estrechas y en pendiente,
pavimentadas con una capa endurecida de tierra sobre una de gravilla muy compactada de entre 4 y 7 cm
de grosor, determinando una trama irregular que preludia el urbanismo de época alto-medieval. En su
conjunto, y en el ámbito de la arquitectura privada, se aprecia una mayor indefinición y connivencia entre
los espacios de carácter doméstico y de almacenaje y los destinados a actividades artesanales o de trabajo,
ahondando en un proceso que, al menos en Carthago Nova, se comienza a apreciar durante el siglo III d.C.
e incluso un poco antes, y que se consolida y acentúa a lo largo de los siglos IV y V. Este proceso coincide
en parte también con la invasión y transformación de los espacios públicos por áreas y estructuras de

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Fig. 16.- Planta del barrio portuario de época bizantina instalado sobre los restos del teatro romano y del
mercado/almacén a él previamente superpuesto (© Archivo Museo del Teatro Romano de Cartagena – Universidad de
Murcia).

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habitación de carácter doméstico y artesanal. La porticus post scaenam del teatro ofrece un buen ejemplo
de estos cambios ya en una cronología temprana. Por otra parte, la superposición u ocupación de edificios
de espectáculos por habitaciones de carácter doméstico, bien reutilizando las estructuras precedentes, o
bien sobre niveles de colmatación que llegan a cubrir las fábricas más antiguas, se observa en varias
ciudades romanas. No obstante, el paralelo para Cartagena más excepcional, tanto funcional como
cronológico, lo proporciona el teatro de Leptis Magna donde, con una concepción muy similar, un barrio
de época bizantina se instala sobre el teatro, con las habitaciones distribuidas de forma radial sobre la
cavea y paralelas a la escena las situadas sobre el proscaenium (Caputo 1987: lám. II). Al igual que sucede
en la ciudad hispana, en la africana los milites Romani ocupan el área más próxima al puerto, que rodean
con altas murallas, mientras que se abandona el resto (Di Vita et alii 1999: 145). A nivel general, por
concepción y características edilicias, las estructuras del barrio de la ciudad hispana ofrecen un buen
confronto con las viviendas del barrio bizantino de Kaukana, en Sicilia (Fañkenhausen 1986, fig. 15).

La continuidad de estas estructuras de carácter doméstico en el espacio ocupado por la porticus post
scaenam se verifica con el hallazgo de un muro, de características similares a los descritos más arriba, en
un solar de la calle Orcel, n.2D, que superpuesto a la planta del pórtico se situaría aproximadamente en el
centro de la zona ajardinada del cuadripórtico (Berrocal 1997b: 121, fig. 7); también en los dos muros, casi
paralelos y en dirección E-W, construidos con “tambores de piedra arenisca, restos de fustes, basas
fragmentadas y piedras, casi todos materiales reaprovechados y unidos entre sí por barro”, hallados en la
calle Soledad, esquina Nueva (Martínez Andreu 1985: 135), así como en los muros de mampostería y barro
apoyados directamente sobre el muro oriental de cierre del pórtico, que excavamos nosotros mismos (Fig.
17), y que excluyen cualquier posibilidad de uso de este espacio como fortín en época bizantina, siguiendo
la pauta de lo establecido en algunas ciudades africanas.

Estas estructuras se proyectan de forma discontinua hasta la pendiente/falda meridional del Cerro de
Molinete, probablemente el otro núcleo importante de habitación, ocupando el espacio entre ambos
promontorios, con un urbanismo discontinuo en el que las áreas de habitación conviven con pozos o
vertederos. Algunos ejemplos que podemos citar son los restos de estructuras murarias que conforman
tres ambientes identificados en el solar n. 34-36 de la calle del Aire, cerca del ángulo sur-occidental del
Molinete y muy próximo al complejo tardorromano de la Plaza de los Tres Reyes/Gran Hotel, que ya
hemos descrito antes, y en consecuencia junto a la fachada portuaria (Antolinos 2003: 69). En otro solar
de este moderno eje viario, concretamente en el n. 30, el informe de excavación señala el hallazgo de
“muros de piedras medianas y ladrillo trabados con tierra” junto a “pavimentos de tierra apisonada con
dos hogares asociados” (Andreu y Vidal 2005: 127). En esta misma zona, concretamente en el solar n. 41
de la calle Mayor, se detectó un muro de esta fase junto a un vertedero (Antolinos et alii 2002: 52). En el
mismo eje viario, y concretamente, en la esquina con Medieras, se habla en la memoria de excavación de
“muros de mampostería irregular trabada con barro” (Fernández et alii 2007: 141). Colocados sobre el
plano, estos restos muestran una especial concentración en el entorno de la fachada marítima, si bien se
han detectado en otros puntos más apartados, aunque siempre dentro del rectángulo que se extiende entre
los Cerros de la Concepción y Molinete, proporcionando la imagen de una trama poco cohesionada que, no
obstante, puede estar distorsionada por la parcialidad de la información arqueológica, o también por la
desaparición en muchos de estos solares de las estructuras más tardías, eliminadas o ignoradas en los
informes antiguos por su escasa entidad o directamente afectadas por las cimentaciones de los inmuebles
más modernos (Fig. 13).

En cualquier caso, otro rasgo característico de este entramado es la existencia junto o entre las
unidades domésticas de pozos circulares de residuo, a veces auténticos vertederos, semejantes a los que
desde comienzos del siglo V ocupaban la mitad oriental de la ciudad del siglo I d.C. Estas cavidades
recogen y concentran, junto a restos óseos (Portí 1991), un rico repertorio de producciones cerámicas

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Fig. 17.- Estructuras de época bizantina superpuestas a los paramentos de cimentación del brazo oriental de la porticus
post scaenam (© Archivo Museo del Teatro Romano – Universidad de Murcia).

caracterizado por las formas más tardías de la africana D, envases ánforicos de procedencia africana y
oriental, así como un elevado porcentaje de cerámicas de cocina de producción local, sobre todo, ollas y
cazuelas de amplio diámetro que atestiguan y certifican un cambio en los hábitos alimenticios en estos
años, con una predilección por los guisos y sopas frente a los asados. Un elemento muy significativo de
estos ajuares, que, en líneas generales, son muy similares a los que definen el nivel de destrucción del
conjunto de viviendas emplazadas sobre el teatro, son los ungüentarios de procedencia oriental (Late
roman unguentaria). Se trata de pequeños recipientes de forma ahusada que, en un primer momento, se
interpretaron como envases destinados a contener aguas del Jordán o aceites de Tierra Santa para las
ceremonias de carácter litúrgico (Hayes 1971: 246-247), si bien esta hipótesis se ha matizado
posteriormente, ya que solo se tiene indicios de que contuvieran bálsamos (Vizcaino 2009: 648). Un
atributo distintivo de estas piezas es la impresión de un sello en forma de cartela circular o cuadrada con
un monograma que parece aludir a funcionarios imperiales o dignidades eclesiásticas que, se piensa,
controlarían la cantidad o calidad del contenido (Vizcaino y Pérez 2008). Gran parte de estos materiales
aparecen registrados en los pozos de vertido de C/Duque 33, Jara 12, San Antonio el Pobre, Jara 21-23,
Cuatro Santos 17, así como en los vertederos de Palas 8 y Caballero 2-8, aunque también en los vertidos de
colmatación de las termas de la calle Honda y en la fase final del complejo edilicio de la Plaza de los Tres
Reyes (Ramallo y Ruiz 2000).

Al margen del carácter de las estructuras y de la ausencia, hasta la fecha, de espacios de culto o de
carácter civil, la abundancia, variedad y calidad de los ajuares cerámicos documentados, tanto en los pozos
y vertederos como en los paquetes asociados a los niveles de construcción y desarrollo del barrio de época
bizantina asentado sobre el teatro, a pesar de su escasa duración, sirven para corroborar el dinamismo

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comercial de este viejo puerto del sureste de Hispania, potenciado por el control de los milites Romani de
la cuenca mediterránea. Bien es cierto que estas mismas producciones cerámicas se hallan documentadas
en otras capitales y ciudades de la Hispania visigoda; en este sentido, no es tanto la variedad de formas
documentadas como la cantidad, que en el caso de Carthago Spartaria sólo encuentran parangón en otras
poblaciones bajo control bizantino como es el caso de Malaka (Ramallo y Vizcaino 2002). En este sentido,
la famosa inscripción del general bizantino Comitiolus - si el personaje representado es el mismo citado
por Gregorio Magno como dux y gloriosus que interviene por estos años en la zona de Malaka -, o
Comenciolus si es el que, como magister militum aparece en el frente persa en los años 590/591 y 598
(Abascal y Ramallo 1997: n. 208; Prego 2000), que recuerda la construcción (o restauración) entre los años
589/590 de una puerta monumental en la muralla flanqueada por dos torres, al margen del valor real o
propagandístico del texto inscrito (Fontaine 2000), encuentra ahora una mejor contextualización y deja de
ser casi el único documento histórico que atestiguaba la presencia bizantina en Spania (Fig. 18).

Fig. 18.- Inscripción de Comenciolus/Comitiolus hallada en 1698 en el convento de la Merced (© Archivo Museo
Arqueológico Municipal de Cartagena).

En este mismo contexto de recuperación, los datos procedentes del espacio portuario, así como los
hallazgos subacuáticos parecen refrendar esta importante actividad comercial. Los abundantes materiales
documentados en la zona del Espalmador, nos describen este espacio como el fondeadero principal de la
ciudad. Si bien corresponde a un área alejada, es la única que puede garantizar unas condiciones seguras
de fondeo para las embarcaciones de mayor tonelaje. Los materiales son variados y nos describen una
intensa actividad de redistribución, donde producciones locales o del Mediterráneo oriental son habituales
en los fondos del puerto, aunque destacan sobre todas ellas los productos africanos (Pérez 1996; Cerezo
2015). Se asocia a este momento cronológico el pecio de Escombreras V (Pinedo y Alonso 2004) así como
los materiales recuperados de otros posibles pecios en Punta de San Leandro, Bajo de Santa Ana y
Trincabotijas (Pinedo 1996), en los accesos del puerto. Se trata por tanto de un periodo histórico de gran
dinamismo en el tráfico náutico como demuestran estos pecios en los accesos e interior del puerto de
Cartagena, dato que viene a reafirmar el papel principal del puerto en el sistema del tráfico de
redistribución. En este sentido, el tonelaje calculado para algunas de las embarcaciones de este periodo
documentadas en Carthago Nova se encuadra entre las 60 y 80 toneladas, un dato que nos describe un
tráfico marítimo de embarcaciones medianas dedicadas al comercio de redistribución regional dentro del
espacio marítimo de la provincia y posiblemente, el Norte de África.

Esta intensa actividad náutica tiene su reflejo en algunas de las escasas estructuras de posible
almacenamiento portuario documentadas; algunas de ellas levantadas de forma improvisada como se

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puede observar en el solar de la calle Mayor n. 21-23 (Fernández y Fuentes 2011) o en la calle del Escorial
(Antolinos Marín et alii 2009), lo que demuestra la urgencia del momento por la gestión de este tráfico. No
obstante, no se han constatado arqueológicamente estructuras de contacto tipo muelles o diques, así como
atarazanas o varaderos. A los problemas de investigación anteriormente señalados sobre esta zona (escasas
intervenciones y dificultad de acceso) habría que sumar un factor náutico ¿serían necesarias estas
estructuras?

Según se desprende de la topografía del periodo tardío, en el frente marítimo de la ciudad continuaría
desarrollándose un importante espacio de playa, relativamente poco profundo, por lo que el puerto podría
funcionar como un puerto varado, siendo posible tal vez estructuras menos duraderas en el registro
arqueológico como pasarelas de madera (como sucede en los puertos de Marsella o Nápoles). No
obstante, en base al hallazgo de la Galera del Deán (datada en época de Alejandro Severo), no podemos
descartar que el sector de la Plaza del Ayuntamiento y Héroes de Cavite pudiera ser accesible todavía, a
pesar del tiempo transcurrido, a embarcaciones de mayor calado reutilizando, tal vez, un frente
construido previo.

A finales del primer cuarto del siglo VII,


el barrio instalado sobre el teatro y las
restantes estructuras distribuidas de forma
irregular sobre el valle intermontano más
cercano a la línea occidental de costa, sufren
una destrucción violenta que se refleja a
nivel arqueológico en el ajuar doméstico que
aparece aplastado sobre los pavimentos,
compuesto por africanas D (Hayes, 99,
80B/99, 105, 91D, 104D, 101, 107 y 109
como formas mayoritarias), africana de
cocina en un porcentaje inferior al de las
fases anteriores, ánforas de procedencia
norteafricana (Keay LXI, LXII, XXXII y
XVI), y oriental (Keay LIII y LIV), junto a Fig. 19.- Nivel de destrucción violenta con los ajuares aplastados
sobre el pavimento de las habitaciones de época bizantina
Late Roman Unguentarium y, sobre todo, superpuestos al teatro (© Archivo Museo del Teatro Romano –
cerámicas toscas de producción local Universidad de Murcia).
(Ramallo et alii 1996: fig. 19) (Fig. 19). Este
colapso de la otrora esplendorosa Carthago Nova se ha puesto en relación con la conquista visigoda,
expresada de forma indirecta en las líneas de San Isidoro (Etym. XV, I, 67-68) cuando escribee Afri sub
Hannibale maritima Hispaniae occupantes, Carthaginem Spartariam construxerunt, quae mox a
Romanis capta et colonia facta, nomen etiam provinciae dedit. Nunc autem a Gothis subversa atque in
desolationem redacta est, párrafo que, en cierto modo, viene a resumir su ya dilatada historia.

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación, Carthago Nova: topografía y
urbanística de una urbe mediterránea privilegiada I y II (HAR2011-29330 y HAR2014-57672-P), del
Ministerio de Economía y Competitividad, Dirección General de Proyectos de Investigación del Plan
Nacional de I+D+i, parcialmente financiado con Fondos FEDER.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía


Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015
MYTRA 1, 2018: 195-236

TOLETUM. CONFIGURACIÓN Y EVOLUCIÓN URBANA


DE LA CAPITAL VISIGODA Y SU TERRITORIO

RAFAEL BARROSO CABRERA*, JESÚS CARROBLES SANTOS**,


JORGE MORÍN DE PABLOS***, ISABEL SÁNCHEZ RAMOS****

RESUMEN

Durante la Antigüedad tardía el paisaje urbano de Toledo se vio profundamente alterado o


modificado, al tiempo que se produjo una reorganización y nueva concepción de los espacios
suburbiales, de sus edificios y funciones. Como fenómeno de largo alcance, el cristianismo fue a
partir del siglo IV uno de los elementos determinantes en la profunda transformación de la sociedad
y, por tanto, también de la realidad urbana. La consolidación de Toledo como capital visigoda hacia
finales del siglo VI tuvo, además, unas consecuencias particulares en la ordenación del territorio y
en la propia estructuración de los nuevos espacios públicos y de representación, así como también
de los espacios de ámbito privado. Tanto el evergetismo episcopal como las fundaciones de
patronato regio contribuyeron al desarrollo de una nueva arquitectura de carácter monumental que
configuró una particular topografía del paisaje urbano y suburbano en la que se conjugaban una
arquitectura civil de carácter palatino con el denominado itinerario estacional, documentado en
otras ciudades episcopales, que unía los diferentes hitos sacros en los que se vertebraba la liturgia
de la ciudad cristiana1.

PALABRAS CLAVE

Hispania, Toledo, Antigüedad tardía, cristianización, paisaje urbano, capital visigoda.

ABSTRACT

The urban landscape of Toletum was altered or modified, while there was a reorganization and new
concept of the ancient suburbium, its spaces, its buildings and its functions. As a long-range

*
Audema, Madrid. rbacab@gmail.com
**
Diputación de Toledo. jesus.carrobles@telefonica.net
***
Audema, Madrid. jmorin@audema.com
****
Universidad Autónoma de Madrid. isabelm.sanchez@uam.es
1
Este trabajo se inscribe en el proyecto Identidades culturales en la Península Ibérica durante la Antigüedad tardía,
subvencionado por el Programa Talentia Postdoc (2014-2016), de la Agencia Andaluza del Conocimiento y
cofinanciado a través del fondo del Séptimo Programa Marco, Acciones Marie Curie, Personas, Cofinanciación de
Programas Regionales, Nacionales e Internacionales, y la Consejería de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo de
la Junta de Andalucía.
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phenomenon, Christianity was from the 4th century one of the main decisive elements in the society
and urban’s transformation. Few centuries later, the consolidation of the Visigoth capital had also
particular consequences in the spatial planning and structuration of the new public places of
representation and private spaces. The episcopal and royal evergetism contributed to the
development of a new architecture of power that set a special topography of urban and suburban
landscape, which conjugated civil architecture with the so-called sacred liturgy.

KEYWORDS

Hispania, Toledo, Late Antiquity, Christianization, Urban Landscape, Visigoth capital.

1. INTRODUCCIÓN

El colapso del antiguo modelo territorial romano y su sustitución por el visigodo se identifica
visualmente en el paisaje con la aparición de nuevos complejos monumentales entre los cuales, los
conjuntos monásticos funerarios y residenciales (San Pedro de la Mata-Los Hitos, Melque o Guarrazar),
ligados a las elites toledanas adquieren un destacado protagonismo (Figs. 1 y 2.). Durante el siglo VII, los
ambiciosos programas arquitectónicos puestos en marcha por el regnum Gothorum se convirtieron en la
imagen patente de la monarquía y de la jerarquía religiosa del reino, lo que explica su posterior influencia
en la formación del arte áulico ovetense y carolingio. Además, diversos estudios realizados en los últimos
años concluyen que la ciudad de Toledo fue un lugar privilegiado para conocer la creación y posterior
evolución del modelo más común de palacio urbano bajomedieval en el reino de Castilla, gracias a la
conservación de un amplio número de inmuebles de este tipo, más o menos completos, en diferentes zonas
de su casco histórico (Martínez Caviró 1980; Passini 2004; Pavón 1973; Pérez 1984; Peris 1992). El origen
de estas casas principales hay que buscarlo en la unión de las diferentes corrientes entre las que se incluyen
las experiencias surgidas de la observación directa de un buen número de edificaciones de época romana y
de la Antigüedad tardía, que seguían siendo perfectamente visibles en un paisaje en el que todavía
destacaban como referencias de prestigio vinculadas a un pasado mítico (visigodo) al que se miraba, cada
vez más, con creciente interés y nostalgia. Es, por tanto, el periodo visigodo un momento histórico
excepcional para Toledo, convertido por razones obvias en referencia obligada para entender cualquiera de
los muchos programas constructivos emprendidos en diferentes zonas de la Península Ibérica, y muy
especialmente en el área toledana en diferentes fases de su historia (Barroso, Carrobles y Morín 2009). Sin
comprender la importancia de la capitalidad visigoda, del despliegue arquitectónico que esta situación
supuso y de la legitimidad que aportaban sus principales instituciones e incluso algunos de los restos
materiales conservados, no es posible entender la evolución de la ciudad de Toledo ni de su territorio. De
hecho, cualquier vinculación que podamos formular entre la Antigüedad y los siglos centrales de la Edad
Media no es una posibilidad más o menos lejana, sino una muestra más de un fenómeno cultural aún poco
conocido que parte de la observación y del establecimiento de lazos directos con el pasado.

2. TOLEDO ANTES DE LA CAPITALIDAD VISIGODA

2. 1. LA CIUDAD ROMANA Y BAJOIMPERIAL

Desde la segunda mitad del siglo II a.C., la Carpetania, antiguo territorio celtíbero al que pertenecía la
actual ciudad de Toledo, se había mostrado como una zona de gran valor estratégico por su condición de
frontera natural entre los fértiles territorios de la Bética y la Meseta norte (Sánchez 2001). Con el control y
romanización de Hispania asistimos al surgimiento o revitalización de una serie de asentamientos en llano

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Fig.1.a. Territorio de la ciudad de Toledo en época romana; b. Los yacimientos romanos en las Vegas Alta y Baja de
Toledo; c. Los espacios excavados en Toledo y en el área periurbana (© Autores).

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Fig. 2.a. Topografía de la ciudad de Toledo en época romana; b-e. GIS con los restos de época romana en Toledo (©
Autores).

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1 TOLETUM. CONFIGURACIÓN Y EVOLUCIÓN URBANA DE LA CAPITAL VISIGODA…

de gran extensión que facilitaron la articulación y explotación de los territorios más inmediatos a la capital
toledana (Figs. 3 y 4). Dichos asentamientos se convirtieron en centros intermedios que canalizaban los
esfuerzos productivos y de intercambio desde otras unidades menores (Mangas y Carrobles 1998). De
forma paralela tuvo lugar la implantación del régimen de las uillae en los espacios más productivos y mejor
comunicados de la región, casi siempre coincidentes con los valles fluviales. Ambos sistemas de
poblamiento reflejaban un modelo territorial y de explotación perfectamente estructurado en el que el
núcleo urbano de Toledo pasó a convertirse en cabeza administrativa, religiosa y económica (Carrobles
1990; Palomero 2001). Una de las razones que contribuyeron al éxito de Toledo fue precisamente su
situación estratégica como vado del Tajo, un hecho que sin duda marcó su desarrollo histórico posterior y
que alcanzaría su punto culminante en la elección de esta ciudad como sede regia de la corte visigoda.

El establecimiento de la ciudad en un peñón sobre el antiguo oppidum carpetano obligó en época


romana a regularizar su orografía mediante la construcción de grandes aterrazamientos y el trazado de
nuevos ejes viarios destinados a conseguir cierta ortogonalidad en su trama urbana. El resultado fue la
construcción de una auténtica ciudad fachada en la que destacaban los complejos lúdicos construidos junto
a las principales vías de comunicación que salían en dirección Norte (actual Vega Baja). La otra vía de
entrada al núcleo urbano (Huerta del Rey), quedaba comunicada con Toledo a través del puente sobre el
Tajo (puente de Alcántara), uno de los más destacados hitos de la ingeniería antigua de Hispania.

El perímetro de la ciudad romana estuvo definido por un recinto amurallado asentado en parte sobre la
fortificación prerromana (Rubio y Tsiolis 2004). Estas mismas condiciones topográficas determinaron la
existencia de un único trazado que discurría entre las proximidades del Puente de Alcántara y el de San
Martín, es decir, sobre el borde de la falla geológica que marca el límite septentrional del peñón. La propia
morfología del peñón sobre el que se asienta el núcleo urbano, unido a la dispersión de la evidencia
material, permite plantear la existencia de una ciudad en alto que contaría con una extensión mínima de
60 hectáreas, es decir, muy por encima de las 5 hectáreas que algunos autores le adjudican y con las que se
ha querido explicar su escaso protagonismo en las fuentes escritas de época romana sobre las que se ha
basado el discurso histórico.

De la constatación de grandes obras de aterrazamiento y de la aparición de relieves y esculturas que


formaron parte de la decoración arquitectónica de un importante espacio público (Schattner 2009) se
deduce la ubicación del foro romano en la zona actualmente comprendida entre el final de la calle de la
Plata y la plaza de San Vicente. Sin embargo, quedan aún por documentar los diferentes edificios del
conjunto forense que conformaron este espacio público (curia, basílica, templo, etc.), así como otras
construcciones significativas del urbanismo altoimperial, que junto a los espacios residenciales y privados
definirían el paisaje urbano de la ciudad romana.

En cuanto al sistema hidráulico de época altoimperial y, en concreto, a los cambios que,


porsteriormente, afectaron a sus depósitos y canalizaciones, son realmente interesantes dos conjuntos de
cisternas localizados en el interior del núcleo urbano situado sobre el peñón (Aranda et alii 1997: 31-57).
En el complejo localizado en la Delegación de Hacienda, a mediados del siglo IV se inicia una fase de
abandono y expolio mediante la realización de trincheras para la extracción de materiales constructivos
susceptibles de ser reaprovechados en las nuevas construcciones de la ciudad tardía. En el segundo,
integrado por cisternas, varias canalizaciones y parte de una calle (ex-convento de Madre de Dios), se
produce entre los siglos IV y V un desmantelamiento y expolio de los antiguos depósitos mediante la
demolición de algunos muros para permitir la construcción de un pequeño complejo residencial,
caracterizado por la utilización de materiales pobres en relación con los utilizados en las estructuras de las
fases anteriores, que estaría en uso al menos hasta el siglo VI, dentro del tipo de actuación perfectamente
documentado en otras ciudades hispanas de la época.

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Fig. 3. a. Topografía de la ciudad de Toledo con los restos romanos altoimperiales; b. Planta esquemática (© Autores).

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1 TOLETUM. CONFIGURACIÓN Y EVOLUCIÓN URBANA DE LA CAPITAL VISIGODA…

Fig. 4. a. Topografía de la ciudad de Toledo con los restos romanos bajoimperiales; b. Planta esquemática (© Autores).

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El emplazamiento de la ciudad sobre el peñón rocoso también condicionó desde fechas bastante
antiguas el propio desarrollo urbano, haciendo patente la necesidad de buscar espacios abiertos o
simplemente de mayor amplitud para la realización de una serie de actividades inherentes al fenómeno
urbano. Este fue el caso de las vegas, en el espacio extramuros noroccidental, lugar elegido para la
construcción de todo un complejo de edificios de espectáculos relacionados presumiblemente con la
municipalización de la ciudad (Cortés et alii 1984: 75). Esta elección de las vegas como espacio de ocio tuvo
una importante repercusión siglos después cuando, siguiendo el modelo urbano documentado en otras
ciudades que adquirieron importancia a partir del siglo III, convirtiéndose en una zona suburbial que
diluyó la tradicional separación de la ciudad con respecto al campo que la rodea.

El uso del circo se mantuvo hasta momentos bastante tardíos, según se desprende del hallazgo en este
lugar de sigillatas tardías, así como del descubrimiento del denominado marfil de Hipólito, pieza que
formaba parte de una sella o cátedra de algún miembro de la más alta administración, presumiblemente el
gobernador provincial o el vicario de la diócesis. Al norte de su hemiciclo se conservó hasta mediados del
siglo XX una serie de grandes cepas de hormigón pertenecientes a un teatro de cierta envergadura que
debió de construirse en el mismo momento que el circo, aunque, como ocurrió en la práctica totalidad de
los edificios con esta finalidad, debió de abandonarse mucho antes que éste, posiblemente ya en la segunda
mitad del siglo III (Sánchez, Palencia y Sáinz 1988). Completando la infraestructura lúdica de época
altoimperial se hallaba el anfiteatro documentado bajo el barrio de Las Covachuelas, cuyo nombre hace
referencia precisamente a las estructuras sobre las que éste fue construido. Se trata de un edificio público
de carácter monumental del que apenas conocemos algunas características del alzado de un extremo del
graderío, como el empleo de opus caementicium en su edificación (Carrobles 2001: 14).

Si bien podríamos situar ya en el siglo IV la construcción de algunas residencias de prestigio, el único


testimonio correspondiente a una domus urbana de esta época localizado intramuros de la ciudad es un
fragmento de mosaico polícromo aparecido a finales del s. XIX en el espacio comprendido entre el Hospital
de Santa Cruz y el Convento de la Concepción franciscana. Se trata de un hallazgo aislado, si bien por la
representación de un motivo en pelta podría asimilarse a otros mosaicos toledanos fechados en el siglo IV
(Balil 1990). Igualmente adscribibles a un ambiente residencial de época bajoimperial son las estructuras
documentadas en Comercio 41, que forman parte de un edificio termal que se mantendría en uso hasta
finales del siglo VI (García 2005a). Por lo que respecta al sector aluvial aprovechable del entorno urbano
también se documenta el crecimiento y densificación de toda una serie de complejos residenciales que
transformaron profundamente el paisaje y la funcionalidad de los espacios suburbiales de la ciudad
(Barroso y Morín 2007a). Un fenómeno de crecimiento y ocupación antrópica con continuidad histórica y,
en ocasiones, de auténtica saturación del espacio disponible condicionada por la orografía toledana, nada
habitual, por tanto, en otras ciudades de la península. Este es el caso de los dos mosaicos documentados en
el año 1923 en los terrenos de antigua Fábrica de Armas que se han identificado como parte del pavimento
de dos habitaciones de una uilla. Este conjunto fue reocupado a partir de mediados del siglo IV por una
serie de enterramientos que habría que vincular con un sector marginal y tardío de la necrópolis localizada
en las inmediaciones de la iglesia del Cristo de la Vega.

Los edificios de espectáculos ubicados al norte del núcleo urbano, en la llanura que unía a la ciudad alta
con su entorno, coexistirían desde fechas igualmente antiguas con diferentes necrópolis, que crecieron en
época altoimperial de forma relativamente dispersa junto a la red viaria que surcó la Vega Baja. De su
amplitud e importancia sólo conocemos que el núcleo central de la necrópolis contó con enterramientos de
muy diferente tipología. Durante la Antigüedad tardía, el uso funerario de esta zona experimentó, además,
un cierto crecimiento e incluso ciertos cambios en su topografía en función de las zonas con mayor
demanda (Palol 1972). El origen y evolución de la necrópolis extendida en las inmediaciones del Cristo de
la Vega se ha vinculado con la tradición que culminará con la consolidación del culto a Santa Leocadia,

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aunque este hecho ofrece aún ciertos problemas de interpretación dada la fecha relativamente tardía en la
que empieza a manifestarse el culto martirial a la santa toledana. En cualquier caso, el origen de la
utilización funeraria de esta zona debió tener lugar hacia finales del siglo IV o comienzos V (Carrobles
2007: 63), destacando en ella el conjunto de tumbas hallado en el actual Paseo de la Basílica (García
2005b; García y Gómez 2005b).

2. 2. TERRITORIVM DE TOLEDO DURANTE EL BAJOIMPERIO

En los últimos años, diferentes villae localizadas en el área de influencia de Toledo durante la
Antigüedad tardía, han sido objeto de una investigación sistemática (Carrobles 2007: 68-74; García,
Entero y Castelo 2008: 345-368). Los resultados obtenidos empiezan a ofrecer interesantes datos sobre la
organización interna de sus principales dependencias, y la existencia de grandes atrios porticados que se
convierten en los elementos vertebradores de la mayor parte de la construcción (Fig. 5a-d). Se trata de la
villa bajoimperial de El Saucedo (Talavera de la Reina), donde se ha llegado a comprender la evolución
histórica del edificio y sus características técnicas, así como la posible instalación de una iglesia en el siglo
VI (Castello, Seco y Álvarez 2004: 257-270; Castello et alii 2005-2006: 259-337). Esta última hipótesis se
ha utilizado en varias publicaciones del mismo yacimiento para discutir la transformación de las
propiedades rurales en iglesias y/o monasterios durante este período2 (Castelo et alii 2006: 173-196). En El
Solao (Rielves) (Fig. 6), por su parte, se documenta un gran patio que funcionaría como espacio de
transición entre el exterior y el sector más monumental, al presentar zonas completamente libres de
edificaciones y concentrar las que tienen mayor protagonismo sólo en uno de sus frentes (Fernández 1977-
1978). En él destaca la existencia de un aula de recepción de planta cuadrada o ligeramente rectangular,
que se convierte en la referencia visual de la construcción en relación al resto de volúmenes que se
disponen a su alrededor, siempre de menor tamaño y altura.

En la Carthaginensis interior, puede comprobarse, además, el éxito y difusión que tuvieron los
esquemas arquitectónicos duales en las grandes residencias aristocráticas del Mediterráneo occidental
(Barroso, Carrobles y Morín 2011: 27-92). De forma menos monumental que la Villa del Casale en Piazza
Armerina (Sicilia), pero igualmente efectiva, es la villa romana de Santa María de Abajo en Carranque
(siglo IV), que ha sido objeto de controvertidas lecturas y propuestas (Arce 2003: 15-28; Fernández,
Bendala y García 2007). Se construyeron inmuebles completamente independientes destinados a cumplir
funciones muy concretas, normalmente con carácter de representación, siendo uno de los máximos
exponentes en Hispania del fenómeno al que nos referimos, más aún valorando la calidad, cantidad y
significativa diversidad de los mármoles utilizados (Fig. 7). Sobresale por la complejidad de sus espacios y
la probable instalación de un edificio de culto cristiano en época tardoantigua, aunque no habría que
descartar la adscripción cristiana de su propietario, dados los sarcófagos y otros elementos con simbología
cristiana del siglo IV hallados en el mismo lugar (García y Vidal 2012: 150).

El edificio que tiene mayor interés para nuestro estudio es el que ahora aparece en la literatura
científica como edificio A, que hasta hace unos años se identificaba con una gran basílica cristiana. Las
últimas investigaciones han servido para señalar que nos encontramos ante el palatium destinado a
cumplir con las ceremonias ligadas a la recepción de clientes y amigos. Esta gran edificación, que ocupa
una superficie cercana a los 2.000 m 2 , cuenta con un total de cuatro cuerpos bien diferenciados. El
inmueble presenta una amplia fachada hacia el este en la que destaca un pórtico central y sendas torres de
flanqueo, que dan lugar al primer ejemplo hispano de este tipo de organización de fachada torreada tan
característica de la arquitectura de prestigio en las provincias romanas. Al final del eje axial que marca la

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Posibles monasterios tardoantiguos y altomedievales establecidos en antiguas villae, como San Cucufate, Carranque y
Monte de Cegonha.

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Fig. 5. a-b. Palacio de Spalato y frente del corredor de las audiencias; c. Villa del Casale; d. Palacio de Cercadilla,
Cordoba –según Rafael Hidalgo-.

Fig. 6. a- Planta de la villa del Solao –Rielves, Toledo-; b y c. Reconstrucción y planta de la villa del Saucedo.

entrada principal y el centro del patio, se localiza un salón de grandes proporciones que tiene una planta
ligeramente irregular aunque de clara tendencia cuadrada, similar por su disposición y aspecto a los
documentados en las uillae de El Saucedo y El Solao. Toda la edificación está realizada en una
mampostería muy parecida a la que va a ser característica en el mudéjar toledano y estuvo dotada de un
programa decorativo rico y complejo en el que destaca la utilización de uno de los conjuntos de mármoles
más ricos y variados de los que se conocen en Hispania (García y Vidal 2008: 587–605).

El conjunto de Carranque es importante por encontrarse en el territorio de la futura capital y sede regia
de Toledo y porque es un claro reflejo del peso de las oligarquías hispanas en el centro de la península en
los siglos previos a la constitución del Estado visigodo. La existencia y el papel que juegan estos conjuntos

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Fig.7.a. Conjunto de Santa Maria de Abajo, Carranque; b-c. Carranque, edificio B; d-e. Carranque, termas.

arquitectónicos permiten entender otros casos complejos y urbanos como los de Segóbriga (Barroso,
Carrobles y Morín 2014) o el más monumental de Cercadilla (Córdoba), que constituye un excelente
ejemplo del extremo al que llegaron este tipo de construcciones de prestigio (Hidalgo 1996; Ibid 1998: 273-
302; Ibid 2014: 539).

Como en los citados ejemplos del siglo IV, en los que las dependencias principales generan bloques
aislados relativamente alejados entre sí, también en la villa de Las Tamujas (Malpica de Tajo) se documenta
el tipo de aula independiente destinada a cumplir con las funciones de representación de un gran propietario
(Palomeque 1963: 197-205). Aunque ha sido escasamente valorado en los últimos años (Arce 2003: 24), y
quizá no de manera correcta, se ha constatado un gran atrio porticado de planta rectangular que está
cerrado en uno de sus frentes menores por una amplia aula trícora en la que el cuerpo central podría haber
alcanzado mayor altura. Al igual que ocurrió en Carranque, éste fue el único complejo de los que integraban
la villa que sobrevivió gracias a su reutilización como iglesia. Ambos ejemplos cuentan con paralelos en otras
zonas de la Península (Tuset y Godoy 1994: 209-222). Es el caso del edificio porticado y de representación
de Algezares (Murcia), que podría formar parte de un conjunto de características similares (Ramallo y
Vizcaíno 2012: 337), que en un principio fue identificado con un espacio de recepción vinculado con
miembros destacados de la jerarquía eclesiástica (García 2006: 113-132). La edificación se estructura a partir
de un nuevo peristilo de planta rectangular que queda cerrado en uno de sus frentes menores por una gran
sala de representación de planta rectangular y gran altura que, en este caso concreto, está flanqueada por
dos cuerpos laterales que se prolongan hacia el norte. El tránsito entre el patio y la sala se realiza a través de
una gran escalinata y un vestíbulo que dotaban al conjunto de un claro carácter monumental (Fig. 8).

Tanto en este caso como en el descrito en Las Tamujas, el cuerpo constructivo que preside la edificación
se organiza mediante un esquema más sencillo que el documentado en Santa María de Abajo. Frente al
modelo de sala central rodeada de espacios menores, nos encontramos en ellas con las tradicionales aulas
trícoras que se convertirán en una referencia común en las arquitecturas de prestigio desde entonces, con
ejemplos tan interesantes como es el edificio descubierto hace algunas décadas en Los Hitos (Arisgotas),
también en el territorio de Toledo, para el que se presupuso una finalidad monacal en época visigoda que
luego discutiremos (Balmaseda 2007: 291-295; Velázquez y Balmaseda 2005). El estudio de sus restos
muestra que podemos encontrarnos ante una realidad muy diferente que puede servir de nexo entre las
edificaciones tardorromanas que estamos analizando y los complejos palatinos altomedievales que se

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conservan en las inmediaciones de la ciudad de Oviedo, caso del palacio de Santa María del Naranco
(Barroso, Carrobles y Morín 2012).

Fig. 8. a. Basílica de Las Tamujas, según Palomeque; b. Aljezares, según Ramallo; d. Basílica de Segóbrica. Propuesta de
reconstrucción (según R. Barroso, J. Carrobles y J. Morín).

3. LA ARQUITECTURA ÁULICA DE ÉPOCA VISIGODA

Una parte de la investigación ha negado la capacidad del estado visigodo para crear su propio modelo
territorial o, al menos, para fijarlo mediante construcciones mínimanente monumentales que son, desde
nuestro punto de vista, las que permiten explicar algunas de las construcciones que encontraremos en
momentos más recientes de la Edad Media. En el estado actual de conocimientos no es posible mantener
ese cuestionamiento de la arquitectura realizada desde la consolidación del reino visigodo de Toledo hasta
su colapso en el VIII. Sin embargo, nos encontramos ante edificaciones que presentan serios problemas de
visibilidad que obedecen a diferentes causas. Por ejemplo, por tratarse de inmuebles que responden a una
evolución concreta en la que se produce el abandono de determinadas técnicas y diseños complejos en
favor de nuevas arquitecturas mucho menos visuales aunque no por ello menos representativas.

Las investigaciones de los últimos años muestran que el siglo VII fue un momento de auge cultural y
constructivo en el que se definieron una serie de tipologías constructivas que iban a tener una clara
trascendencia en las construcciones posteriores. Por primera vez desde la desaparición del Imperio
romano, las elites volvieron a buscar un protagonismo en el territorio mediante la construcción de nuevas
edificaciones de prestigio. La principal consecuencia de este proceso fue la paulatina aparición de iglesias
tanto en el medio urbano como en el rural, seguido de la construcción de una serie de complejos áulicos y
grandes monasterios que generan unos modelos que estarán plenamente desarrollados algunos siglos
después. Todas estas edificaciones influirán en la arquitectura de los siglos centrales de la Edad Media por
diferentes vías. En primer lugar por formar parte de un programa urbano que va a marcar la topografía de
algunas ciudades, especialmente en el caso de Toledo. En segundo lugar, las arquitecturas surgidas en
época visigoda en torno a Toledo tienen la importancia de haberse convertido en modelos para la
construcción de los primeros complejos civiles y religiosos que van a surgir en los reinos cristianos que se
consolidan en la Península Ibérica a partir del siglo VIII. Sin las arquitecturas visigodas toledanas no es
posible entender el aspecto que tuvieron ciudades como Oviedo o incluso Pamplona. En ellas se crearon
nuevas sedes regias en las que el recuerdo de lo toledano sirvió para crear nuevas tipologías y conceptos
que son, los que más o menos desarrollados, iban a constituir buena parte del bagaje arquitectónico que
poseían los conquistadores cristianos en el momento de la toma de la ciudad en 1085 (Fig. 9).

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3.1. T OPOGRAFÍA DE LOS ESPACIOS DE PODER EN


TOLEDO

Después de su instalación en la península, y tras


un breve periodo en el que otras ciudades como
Barcino o Hispalis actuaron como sedes regias de
los monarcas godos, Toledo pasó a ser el asiento
definitivo de la corte visigoda 3 (Ripoll 2000;
Carrobles 2007). Tradicionalmente este hecho,
trascendental para el devenir del reino visigodo, se
viene fijando en el reinado de Teudis (531-548),
concretamente a raíz de la promulgación de su ley
de costas procesales, fechada el 24 de noviembre de
546 4 (Fita 1889). Las circunstancias históricas y
sobre todo el deseo de extender el dominio visigodo
sobre la rica provincia bética obligaron a los
monarcas visigodos a abandonar Toledo por
Hispalis hasta que, con la llegada al trono de
Atanagildo, la corte pasó a instalarse defini -
tivamente en la ciudad del Tajo5 (Velázquez y Ripoll
2000; Martin 2003: 205-216; Barroso y Morín
2007: 97-161; Balmaseda 2007).

La elección de Toleto como urbs regia de la


monarquía visigoda implicó necesariamente la
construcción de al menos un complejo áulico que
recogiera las dependencias propias de una
verdadera corte imperial como la que se intentó
recrear en la ciudad del Tajo desde mediados de la
sexta centuria: el palacio o aula regia, la cancillería,
la cámara del tesoro, la iglesia palatina, etc. Todo
ello formaba el cuadro administrativo del reino que,
en el siglo VII, cristalizaría en un órgano político, el
Officium Palatinum o Aula Regia, encargado del
gobierno del reino. Los cargos que se encontraban
al frente de este Officium pueden adivinarse a partir
de las firmas de las actas conciliares, sobre todo a
Fig. 9. a. Dispersión de la escultura visigoda en la ciudad partir de las actas del VIII y XIII Concilios de
de Toledo. b. Ilustración del Codex Vigilanus.

3
Barcino había sido sede regia durante los reinados de Ataúlfo, Gesaleico y Amalarico. En el intervalo que va de Teudis
a Agila la corte se trasladó a Hispalis. Parece ser que en esta ciudad fue asesinado Teudis (HG 43: Nec mora praevenit
mors debita principem. Vulneratur enim a quodam in palatio, qui iam dudum dementes speciem, ut regem
deciperet, simulaverat) y probablemente su sucesor Teudiselo. Más tarde fue aquí donde Atanagildo usurpó el poder
contra Agila (HG 46: ...Athanagildus tyrannidem reganandi cupiditate arripiens, dum exercitum eius contra se
Spalim missum virtute militari prostrasset...); ed. Mommsen, 1894: 284-286.
4
Dat. sub die VIII. kalendas Decembrias anno XV. regni domni nostri gloriosisimi Theudi regis Toleto, ed. Mommsen,
1902: 467-469.
5
HG 47: decessit autem Athanagildus Toleto propria morte…ed. Mommsen, 1894: 286. Ven. Fort. Carm. VI 5 95-98:
serraco in ponte retento protulit hoc fletu Gelesuintha caput: Sic gremio, Tolete, tuo nutribas, ut aegra excludar
portis tristis alumna tuis? ed. Leo, 1881: 138.

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Toledo de los años 653 y 683 (Sánchez-Albornoz 1946; González 1979: 527-532). Estos textos no sólo
proporcionan el nombre de los distintos órganos de poder de este aula regia, sino que permiten intuir sus
competencias. Todos ellos tenían el tratamiento honorífico de viri inlustres o proceres y algunos eran
asimismo duces (Vives 1963: 289 y 434s).

Para intentar reconstruir con un mínimo de fiabilidad la antigua topografía urbana del Toledo visigodo
debemos conformarnos con el estudio de la dispersión de los restos de escultura decorativa que han venido
apareciendo en diversos puntos de la ciudad, y analizar su relación con otras construcciones de la época
que nos son conocidas bien por diversas actuaciones arqueológicas o bien por las fuentes literarias o la
tradición eclesiástica. Toledo y su territorio contaba con una larga tradición constructiva a este respecto. La
arqueología muestra una profunda urbanización de las zonas bajas de la ciudad en torno a la fértil vega del
Tajo, aprovechando las infraestructuras hidráulicas de que se servía la antigua urbe romana y a la sombra
de las grandes construcciones lúdicas del circo y el anfiteatro. Uillae como las de la antigua Fábrica de
Armas ponen de manifiesto que este espacio extramuros fue uno de los principales focos de atracción de
poblamiento para las clases elevadas desde época romana.

3.1.1. EL CONJUNTO PALATINO

La investigación ha propuesto que el emplazamiento del pretorio o complejo áulico visigodo hallaba
bien en la parte alta de la ciudad (Fig. 10), dentro de los límites que marca la muralla, en el área que
ocupará el posterior alcázar medieval (Balmaseda 2007: 184-192), o bien extramuros de la misma, en la
Vega Baja, junto al Cristo de la Vega, donde la tradición supone que se levantó la basílica de Santa Leocadia
(Ewig 1963; García Moreno 1977-1978: 320; Ib. 1989: 257; Palol 1991: 797s; Velázquez y Ripol 2000: 558-
563; Teja 2002; Vespignani y Teja 2008; Olmo 2007: 161-180; Ib. 2008: 49s; Teja y Acerbi 2010). Existen
argumentos de peso que confirmarían la ubicación en el área del alcázar de este pretorio visigodo tal como
desde siempre ha defendido la tradición local (Barroso y Morín 2007: 108-113; Ibid. 2008: 761-771). El
principal de ellos es no sólo la propia ordenación urbana heredada de tiempos tardorromanos, cuando la
ciudad se configura como una auténtica ciudad campamental con vistas a la gestión y transporte de la
annona, sino la constante histórica que supone el dominio del paso del Tajo de cara a un control efectivo
de la red viaria que conducía desde Emerita Augusta y Corduba hasta Caesaraugusta y las Galias
(Carrobles 2007: 45-92; Valdés 2007: 165-206). El vado del Tajo es la principal razón del emplazamiento
de Toledo desde época protohistórica y una de las causas principales de su progreso como ciudad
(Carrobles y Palomero 1998; Carrobles 2009: 19-27).

A falta de excavaciones sistemáticas y en extensión del área del alcázar-puerta de Alcántara que puedan
solucionar definitivamente el problema, sólo queda el recurso de revisar la dispersión de los restos de
escultura decorativa y su naturaleza. Destaca en este sentido la concentración en este área de una serie de
relieves decorados con discos o medallones que encierran un motivo gallonado. Creemos que este tipo de
decoración habría que ponerla en relación con el emplazamiento en la zona de un magno conjunto civil que
sólo cabría identificar con el antiguo palatium godo. Los medallones gallonados son un tema ciertamente
extraño dentro de lo toledano, donde sólo lo encontramos en dos puntos: en la calle de San Bartolomé y,
sobre todo, en el entorno de la muralla próximo al puente de Alcántara, área muy vinculada al Alficén
árabe. Estos motivos gallonados son igualmente raros dentro del producción escultórica de época visigoda
–aunque, como veremos más adelante, se encuentran representados en el yacimiento toledano de Los
Hitos en lo que parece ser otro edificio relacionado con la ostentación de poder–, si bien de algún modo
recuerda al tema de las veneras tan caras a la iconografía del momento en edificaciones de prestigio. Es
éste un punto que nos parece interesante por cuanto podría establecerse un cierto paralelo con el palacio
de Pla de Nadal (Ribarroja de Turia, Valencia). Esta construcción es un gran edificio de prestigio ligado a
un importante personaje del reino visigodo, seguramente el dux de la marca levantina, y que sus

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Fig. 10. a. Fotografía aérea de Toledo con el espacio que ocupaba el pretorio visigodo, todavía se aprecia la segregación
del espacio en la trama urbana actual; b. Planta esquemática con la situación del pretorio sobre el Puente de Alcántara;
c. Placa-nicho del Museo de Santa Cruz; d. Cancel con la representación del evangelista San Lucas en la visión del
tetramorfos; e. Tramo de la muralla de Abd al-Rahman III con los spolia del pretorio visigodo; e: Detalle. Venera. Éstas
también se encuentran en el Puente de Alcántara, que era la entrada oficial a la ciudad (© Autores).

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excavadores han fechado hacia comienzos del siglo VIII. Su planta parece imitar modelos edilicios que
debieron estar presentes también en la corte toledana. El gran número de veneras decorativas, dovelas,
frisos e impostas con motivos de trifolias pone de manifiesto que Pla de Nadal repetía esquemas
decorativos que eran característicos de la escultura toledana del siglo VII (Juan y Pastor 1989: figs. 15, 16a
y b, 17 y 18; Barroso y Morín 2008: 120-133).

En cierto modo esta serie de medallones del área de la puerta de Alcántara puede compararse a los
monogramas cruciformes en imago clipeata de la iglesia de Quintanilla de las Viñas (siglo VII) y Pla de
Nadal, o incluso a los tondos del palacio de Santa María del Naranco y de las iglesias palatinas de San
Miguel del Lillo y Santa Cristina de Lena (siglo IX). Se trata de una iconografía que presenta gran
semejanza con la decoración de medallones y fajas de la arquitectura siriaca del momento a la que
probablemente se pretende emular, tal como puede verse en algunas iglesias de la Siria bizantina como
Deir Seta, las basílicas este y oeste de Baqirba y la iglesia de los Santos Pablo y Moisés de Dar Qita (Peña
1995: 85 y 89). No obstante, el origen de esta fórmula iconográfica aplicada a la arquitectura de prestigio
tardoantigua podría rastrearse en los grandes conjuntos forales de época romana y de forma singular en los
arcos de triunfo y murallas, donde existen ejemplos tan sugerentes como los medallones con monogramas
de las murallas de Constantinopla (Meyer-Plath y Schneider 1943: 130s. Nr. 26, 28 y 30). En cualquier
caso, estos discos aparecen siempre en relación con la ostentación de poder y sus derivaciones pueden
encontrarse incluso en la arquitectura oficial islámica y otros ejemplos de la arquitectura plenamente
medieval. Aunque en principio estos temas de clípeos gallonados y veneras no tendrían por qué ser
exclusivos de la arquitectura civil –y de hecho se encuentran en construcciones eclesiásticas sirias (Arbeiter
2000: 258)–, su carácter neutro frente a otros motivos mucho más explícitos del catálogo toledano y su
distribución en el entorno que rodea a la puerta de Alcántara, esto es, al puente, son indicios que apuntan
hacia una magna construcción civil originariamente erigida para albergar las principales instituciones de
gobierno.

Este tipo de elementos gallonados y avenerados, en no pocas ocasiones relacionados con otro motivo
extraño dentro de la iconografía visigoda como es el de los cuadrados imbricados en forma de estrella con
cruz o roseta en su interior, bien podría haber tenido una función heráldica y apotropaica, como talismanes
que defendían simbólicamente el recinto toledano y símbolos en sí mismos del propio poder imperial.
Desde esta óptica, esta temática puede ponerse en relación con los motivos que flanquean las veneras de
los nichos y placas-nicho (veneras, estrellas o, ya de forma esquematizada, círculos), así como también con
la de algunos canceles que formaban un mismo conjunto con ellos, piezas que no hacen sino reproducir de
forma simplificada las fórmulas de la arquitectura de prestigio típicas de la edilicia imperial.

En estrecha relación con el problema del emplazamiento del antiguo palacio visigodo se encuentra el de
la situación de la iglesia pretoriense de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Resulta innegable que este
conjunto palacio-basílica pretoriense y su situación dominando el punto estratégico, vital para la defensa
de la ciudad, cuadran bien con el carácter militar que se trasluce de las fuentes de la época para la iglesia de
San Pedro y San Pablo6. Desde el punto de vista arqueológico, un conjunto áulico con área residencial y de
ceremonias y basílica palatina, estructurado como espacio separado de la ciudad propiamente dicha
mediante muralla y puerta monumental, tal como el que aquí se plantea, es una fórmula que vemos

6
LO col. 149-153, nt. 1. Recogida en el Officium in Ordinatione siue in natalicio Regis del Antifonario legionense: Brou
– Vives 1959: 450-452; Sánchez-Albornoz 1970: 282s. Iul. Tol. HW 4; At ubi uentum est, quo sanctae unctionis
uexillam susciperet, in praetoriensi eclesia, sanctorum scilicet Petri et Pauli, regio iam cultu conspicuus ante altare
diuinum consistens, ex more fidem populis reddidit. Deinde curbatis genibus oleum benedictionis per sacri Quirici
pontificius manus uertici eius refunditur et benedictionis copia exibetur, ubi statim signum hoc salutis emicuit. (ed.
Hillgarth, 1976: 220).

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repetida en el área considerada palatina de la ciudad de Recópolis (Ripoll 2000: 390-393; Martin 2003:
261-273; Olmo 2008; Arce 2012; Barroso, Carrobles y Morín 2013).

En el mismo sentido apunta la restauración del puente y de los lienzos de la muralla en este punto
concreto de la ciudad efectuada por Abd al-Rahman III en el siglo X. Esta remodelación, ordenada por el
emir después de la conquista de la ciudad, resulta significativa por cuanto hizo colocar en el área más
importante de la muralla desde el punto de vista militar (la puerta del Puente) y simbólico (en el acceso al
antiguo recinto pretoriense visigodo), una parte significativa del material visigodo recuperado de las
construcciones anteriores. La ostentación de spolia del antiguo pretorio visigodo en el entorno del puente
tendría, pues, una finalidad muy precisa para el califa omeya como era hacer demostración palpable de su
poder sobre la ciudad de Toledo, la antigua regia urbs goda, así como la de expresar la legitimidad de
origen de esta soberanía.

3.1.2. EL GRUPO EPISCOPAL DE SANTA MARÍA

De la documentación conciliar del siglo VII se conoce la existencia en Toletum de tres iglesias que
sirvieron de escenario a la reunión de los concilios y que parecen marcar los hitos esenciales de la
topografía urbana del Toledo visigodo (Fig. 11): la sede episcopal de Santa María, la ecclesia praetorensis
de los Santos Apóstoles y la basílica martirial de Santa Leocadia in suburbium, de las que, por desgracia,
no tenemos ningún conocimiento arqueológico preciso (Palol 1991: 787-832; Velázquez y Ripoll 2000:
550; Balmaseda 2007a; Carrobles et alii 2007). A pesar de este desconocimiento, la investigación
arqueológica ha permitido documentar una serie de complejos arquitectónicos y destacadas piezas
escultóricas de los siglos IV y V que demuestran que por esas fechas Toledo era una ciudad destacada
dentro del panorama eclesiástico peninsular.

Los cambios más significativos detectados en los episcopios hispanos se producen entre la segunda
mitad del siglo VI e inicios del siglo VII, es decir, cuando se consolida la estructura estatal de la monarquía
goda y con ella la red de obispados a raíz de la reunión del III concilio de Toledo en 589. De hecho, esta
época fue testigo de un aumento considerable de sedes episcopales, la mayoría de ellos en la
Carthaginensis, que llegará a contar con un total de 23 obispados (Barbero 1989: 185-188; García Moreno
1990: 246-249; Poveda 1991: 611-626; Gutiérrez et alii 2005: 345-368; Peidro 2008: 263-276). Durante el
periodo visigodo, el obispo de Toledo llegó a alcanzar la primacía de facto sobre el resto de los obispos de
Hispania, dentro de un largo proceso que corrió paralelo al afianzamiento de la ciudad como corte regia, y
tuvo sus principales hitos en el III Concilio (a. 589), la aprobación del Decreto de Gundemaro (a. 610) y en
el XII Concilio de Toledo (a. 681) con la promulgación del llamado privilegio de elección (can. 6) (Rivera
1955; González 1994; García Moreno 1990: 229-249; Barroso y Morín 2007a: 129)7.

El núcleo catedralicio se encontraba constituido por la iglesia episcopal –el principal centro de culto de
la ciudad–, los edificios religiosos subordinados, como el baptisterio y la domus episcopal. La ciudad era ya
obispado desde principio del siglo IV, pues se sabe que un tal Melancio asistió y subscribió como obispo de
Toledo las actas del concilio de Eliberri8, mientras que las primeras referencias que parecen aludir al
espacio episcopal es el citado concilio de Toledo del año 400 reunido in ecclesia Toleto. Esta denominación
aparentemente neutra hace referencia sin embargo a su carácter de iglesia principal (ecclesia principalis)
de la ciudad en contraposición a las otras dos basílicas conciliares, la pretoriense y la de Santa Leocadia,
situadas ambas en sus respectivos suburbia del barrio palatino y la Vega Baja. Resulta evidente la

7
Conc. Toledo XII, 31, 29; Vives 1963: 407s.
8
Conc. Elib. 1, 1; Vives 1963: 1.

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intención de los padres conciliares de subrayar ese


aspecto ya que es un título fundamental dentro de la
jerarquía eclesiástica y, de este modo, en adelante
las menciones a la catedral harán siempre hincapié
en subrayar su carácter de iglesia “toledana” por
antonomasia: in ciuitate Toletana (II Conc. Tol.), in
ciuitate regia Toletana (III Conc. Tol.), in Toletana
urbe (Conc. Tol. IX, X, XI, XIV). También por la
documentación conciliar del siglo VII –cuando
Toledo se ha convertido ya en corte indiscutible de
la monarquía goda–, se conoce la advocación de la
iglesia catedral a Santa María Virgen, un título que
era frecuente en época visigoda para otras sedes
episcopales9. Puertas (1975: 29s) no se pronuncia
acerca de si la iglesia de Santa María a la que aluden
las fuentes era, efectivamente, la catedral y se limita
a señalar que el argumento de la dedicación no es
concluyente. Pero las referencias ya comentadas de
las reuniones conciliares en la iglesia de Santa
María y las ilustraciones mozárabes parecen
demostrar que la iglesia de Santa María no era otra
que la sede titular (Reynolds 1989; Velázquez y
Ripoll, 2000: 550; Velázquez 2005; Balmaseda
2007a: 200s; Carrobles et alii 2007: 15-41). A este
respecto resulta interesante la aparición en el siglo
XVI de un epígrafe fechado en el año 587, durante el
reinado de Recaredo, que conmemora la
reconsagración in catolico de la basílica de Santa
María (ecclesia sanctae Mariae virginis). La
inscripción viene siendo considerada como un
testimonio más de la política de Recaredo de
Fig.11a. Plano esquemático con la situación de la iglesia devolución de bienes incautados por Leovigildo a
catedral de Santa María; de la iglesia pretoriense de San los católicos durante la guerra civil con
Pedro y San Pablo en la zona del Alcázar y, por último,
Hermenegildo, siendo por tanto una consecuencia
Santa Leocadia, en la Vega Baja; b. Fotografía aérea con
la zona de la catedral, donde estaba emplazado el de la reunión del sínodo de obispos ordenada en ese
conjunto episcopal de Toledo; c. Inscripción de la año por el propio rey10 (Rivera 1950-1951b: 32-35;
reconsagración in católico de la catedral de Toledo; d. Canellas 1979: 277 nº 33; Velázquez y Ripoll 2000:
Placa-nicho con el crismón invertido que formaría parte
del baptisterio; e. Piezas empotradas en el Callejón de 553; Martínez Tejera 1996: 83-85; Barroso y Morín
san Ginés (© Autores). 2007a: 99; Santiago 2009: 318; Velázquez 2011:
261-280).
Se ha supuesto que el término ‘católico’ se refiera aquí a la declaración dogmática del sínodo reunido
por Leovigildo en 580 (García Moreno 1983: 193-201). No obstante, contra esta lectura estaría la fecha del
epígrafe, que corresponde al 13 de abril de 587, es decir, coincidiendo con la reunión episcopal de Recaredo

9
In Toletanam urbem… in basilicam sanctae Mariae semper uirginis (Conc. Tol. IX); in Toletana urbe in beatae
matris Domini Mariae uirginis sede... (Conc. Tol. XI); ...in urbe Toletana in ecclesiae beatae Mariae... (Conc. Tol.
XIV).
10
+In nomine D[omi]ni consecra/ta eclesia S[an]cte Marie/ in catolico die primo/idus aprilis anno feli/citer primo
regni d[omi]ni/ nostri gloriosissimi Fl[auii] Reccaredi regis era/DCXXV. ICERV suppl. 302 (=Hübner, IHC 155).

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previa al sínodo de la conversión y en el aniversario del martirio de Hermenegildo (Barroso y Morín 2004:
45s). No obstante, en relación con esto, resulta altamente sugerente matizar la interpretación concedida a
la lectura del mencionado epígrafe, puesto que si lo que estaría conmemorando es una reconsagración de
una iglesia cercana al antiguo foro romano que hasta ese momento habría servido a otra confesión
religiosa, esto es, al arrianismo. Esto implicaría admitir que, con anterioridad a la reconsagración in
catolico de la basílica de Santa María y a la celebración del III concilio en 589, la comunidad cristiana
debía tener como referente principal otra iglesia de la ciudad, probablemente la basílica martirial de Santa
Leocadia, en el suburbio de la ciudad, que curiosamente acogió durante la primera mitad del siglo VI la
celebración de varios concilios como correspondía al grupo episcopal. A modo de hipótesis, el reinado de
Teudis parece reunir las circunstancias históricas más propicias para imaginar el aprovechamiento de facto
de la ecclesia intramuros para la celebración del culto arriano. Ello supondría que, al menos de forma
transitoria, la congregación de fieles y el desarrollo de la liturgia episcopal católica se llevarían a cabo en un
espacio urbano distinto.

Aparte de las escasas referencias epigráficas y literarias antes mencionadas, prácticamente no se


conserva ninguna evidencia estructural ni material del antiguo complejo catedralicio toledano de época
visigoda, ni tampoco de sus precedentes catastrales. Tradicionalmente se ha supuesto que se hallaba bajo
la fábrica de la actual catedral gótica, donde antiguamente se erigió la mezquita aljama (Carrero 2009: 315-
328). Eso parece deducirse no sólo de la tradicional superposición de espacios sagrados, sino también de
una noticia transmitida por el Muqtabis de Ibn Hayyan que da fe de que todavía en el año 871 existía una
iglesia adjunta a la mezquita (Barroso y Morín 2007a: 104). Una prospección realizada en los años 80
parece confirmar la existencia de una estructura de planta de cruz griega, con la cabecera situada en el
tramo inmediato al llamado “pilar de la Descensión”, si bien esto de por sí no prueba que se trate de la
antigua catedral visigoda (Von Konradsheim 1980: 95-99). Tampoco las recientes excavaciones realizadas
en el claustro de la catedral han aportado nuevos datos arqueológicos sobre esta controvertida cuestión, de
manera que, a ciencia cierta, los únicos elementos que podrían apoyar esta hipótesis es el conjunto
escultórico reutilizado en los muros del cercano callejón de San Ginés (Palol 1968: 48; Barroso et alii 2007:
130-133 y 309-313; Almagro 2011). Poco más se sabe del grupo catedralicio excepto que el conjunto
incluiría con seguridad también una domus episcopalis, de la que no conocemos nada, así como un
complejo bautismal al que pertenecería la placa-nicho decorada con letras apocalípticas invertidas –
inversión simbólica generalmente asociada a ámbitos bautismales y funerarios, y algunos materiales
constructivos más hallados en el transcurso de las excavaciones del vecino convento de San Pedro Mártir
(Barroso y Morín 1995: 199-223; Ibid. 2007a: 107).

3.1.3. SAN BARTOLOMÉ

En el entorno de la iglesia de San Bartolomé se ha documentado un conjunto de piezas esculóricas que


no permite una relación con ninguno de los centros conocidos por las fuentes o por la tradición (Fig. 12).
Dentro de este grupo destaca la aparición de un tipo peculiar de decoración muy cercana –a la citada en la
puerta de Alcántara y el Alcázar. Encontramos también aquí medallones gallonados, elementos que hemos
supuesto destinado a construcciones de prestigio por comparación con la decoración de Pla de Nadal
(Barroso y Morín 2008: 422s, nº 218-219).

La aristocracia visigoda y especialmente aquellos de sus miembros que formaban parte del Officium
Palatinum –entre cuyos cargos figuraba un comes de la ciudad– debieron poseer dentro de la población
sus propias edificaciones de prestigio que sin duda copiarían los modelos iconográficos y arquitectónicos
palatinos (Braul. Epist. 25-26; Lynch y Galindo 1950: 190s; Orlandis 2003: 315). La documentación de este
tipo de complejos civiles en Toledo da nuevos argumentos para defender el origen visigodo de una serie de
arquitecturas que han empezado a estudiarse en lugares como Barcelona o Mérida en el que destacan

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ejemplos tan emblemáticos como algunos de los localizados en el área de Morerías. Se trata de inmuebles
que debieron responder a modelos próximos a los existentes en la capital toledana a lo largo del siglo VII,
aunque en algunos casos hayan sido fechados en época más tardía por los problemas de visibilidad y
comprensión que, ya hemos dicho, sufre la arquitectura tardoantigua. Su planta es el resultado de la

Fig. 12. a. Piezas empotradas en la iglesia de San Bartolomé, donde las decoraciones aveneradas son mayoritarias. b.
Venera procedente de Los Hitos; c. Venera procedente del Pla de Nadal, Valencia (© Autores).

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evolución de las antiguas domus de época romana, y dadas las escasas evidencias que se conocen, sólo es
posible apuntar la importancia que parecen seguir desempeñando las dependencias destinadas a la
recepción pública, fruto de una cierta continuidad en los usos y costumbres de las elites.

3.2. LA VEGA BAJA

3.2.1. BASÍLICA DE SANTA LEOCADIA

Desde finales del siglo VI toda la zona suburbana situada al oeste del antiguo circo romano estuvo
afectada por una amplia remodelación urbanística (Fig. 13). Dicha actuación fue consecuencia de la
revalorización de un pequeño culto local destinado a perpetuar la memoria de la virgen y confessor
Leocadia (Rojas y Gómez 2009). Diversas actuaciones arqueológicas evidencian que alrededor del lugar
donde se profesaba culto a la mártir local se expandió, a lo largo de los siglos V-VII, un nuevo espacio
funerario. Eulogio de Córdoba informa que el rey Sisebuto (612-620) había ordenado construir la basílica
martirial de Santa Leocadia en el año 618 11 . Pero sin duda resulta difícil pensar que no existiera
monumento alguno que recordara a Santa Leocadia antes de esa fecha, dado el carácter funerario de este
espacio y la fama que habría de alcanzar posteriormente la santa. Resulta, pues, muy probable que el
monarca sólo acometiera la remodelación y monumentalización de una antigua cella memoriae o
martyrium para hacerlo más acorde con la importancia que había adquirido su culto en Toledo y en
atención a su papel como patrona de la regia sedes.

Si reparamos en la interpretación que se ha hecho anteriormente del epígrafe de reconsagración de la


iglesia de Santa María, no parece improbable, incluso, que la basílica martirial hubiera desempeñado las
funciones propias de la cátedra episcopal, mientras la iglesia de Santa María se encontraba en poder de los
arrianos. Dos razones nos inclinan a ello: en primer lugar, la basílica martirial fue el principal lugar de
reunión de los concilios durante la primera mitad del siglo VI; en segundo, su situación extramuros de la
ciudad, que en un momento de inestabilidad y abierto enfrentamiento entre católicos y arrianos le habría
beneficiado en relación con otras iglesias del interior de la ciudad. En cualquier caso, sea como fuere,
diversas fuentes resaltan la función de esta basílica como sede de reunión de varios concilios, así como su
marcado carácter funerario de prestigio al acoger las sepulturas de varios monarcas y obispos (Puertas
1975: 30; Velázquez y Ripoll 2000: 557). Otros textos confirman que dicha basílica se encontraba ubicada
in praetorio Toletano (VI Conc. Tol. a. 638), afirmación que, como ya se ha adelantado, ha dado pie a
pensar que el pretorio o palacio de los reyes visigodos se hallaba en la Vega Baja o in suburbio Toletano
(XVII Conc. Tol. a. 694).

La tradición identifica esta basílica con el lugar que hoy ocupa la ermita del Cristo de la Vega. Cercana a
ella y alineada con respecto al circo romano se documentó en la década de los años 70 del pasado siglo una
potente fábrica considerada perteneciente a un edificio de carácter áulico (Palol 1991). A raíz de la
aparición de los restos de esta construcción monumental se ha supuesto la ubicación de un primer edificio
martirial dedicado a Santa Leocadia, posiblemente sustituido e incluso desmontado con posterioridad por
la iglesia palatina apud urbem Toletanam restaurada por Sisebuto en 618. Las estructuras documentadas
en la excavación de Palol no pudieron ser fechadas con precisión, pero si consideramos la tipología de la
planta del propio edificio –que emplea un significativo sistema de contrafuertes usual en los martyria–, la
reutilización de material romano expoliado procedente del circo y la superposición sobre la misma de una
densa necrópolis mozárabe, podemos concluir que el monumento primitivo sería cronológicamente
anterior a la decoración y epigrafía tardoantiguas recuperadas en el entorno del Cristo de la Vega. Este

11
Eulog. Cord. Apol. 16: ...currente Aera DCLVI… Toleto quoque beatae Leocadiae aula miro iubente preadicto
principe [s.c. Sisebutus] culmine alto extenditur... (Gil 1973: 483s).

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Fig. 13 a-b. Zonas excavadas en la Vega Baja de Toledo; c. Restos excavados en la Vega Baja por P. de Palol que se
asocian a la basílica de Santa Leocadia; d. Placa – nicho de Santa Leocadia; e. Restitución de los fragmentos del Credo
epigráfico de Santa Leocadia, según I. Velázquez.

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material debería adscribirse sin problemas a la iglesia-monasterio de época visigoda (Barroso y Morín
2007a).

Igualmente, resulta significativo que de los cuatro sínodos de los que con seguridad tenemos noticia
que se reunieron en Santa Leocadia (IV, V, VI, VII? y XVII) tan sólo en una ocasión (VI Concilio) se cite su
emplazamiento in praetorio Toletano. En el mismo sentido habría que entender la sustitución como sede
conciliar de esta iglesia por la de Santa María y la basílica de los Santos Pedro y Pablo a partir de mediados
de la VII centuria, sustitución que debe interpretarse como un traslado de los espacios de poder desde el
antiguo conjunto suburbial hacia la parte alta de la ciudad dentro de un contexto general de crisis social y
política, y como manifestación del intento de reforzamiento de la autoridad regia sobre el elemento
eclesiástico12.

A nuestro juicio resulta factible que la construcción monumental excavada en la Vega Baja fuera el
martyrium de Santa Leocadia, tal como propuso en su día L. Balmaseda, pues su estructura parece sugerir
una planta tipo martyrium al estilo de San Antolín de Palencia o La Alberca, de manera que sirviera como
modelo de lo que posteriormente será la cripta de Santa Leocadia en Oviedo (Balmaseda 2007b: 203, n.
30; Barroso et alii 2011: 38). Por consiguiente, el pretendido carácter pretoriense señalado por las actas
conciliares podría indicar no tanto su localización en el área palatina, como su estatus y funcionalidad, al
haber servido como panteón regio y episcopal. Esto coincide por lo demás con la tradición unánime que
hizo del Cristo de la Vega la heredera de la antigua basílica martirial, dada su proximidad al conjunto
excavado por Palol, al tiempo que explicaría también el hecho de que los restos más importantes
correspondientes al mobiliario litúrgico (credo epigráfico, crismón gemado) se encuentren en sus cercanías
(Jorge 1957; Franco 1982; Barroso et alii 2011: 34-39).

En otra ocasión supusimos que la asociación del martyrium con el hipódromo habría servido para
dotar a este edificio de una fachada monumental siguiendo el modelo desarrollado por los conjuntos
imperiales de otras ciudades. Sin embargo, la reciente publicación de los trabajos arqueológicos
desarrollados en la década de los 70 del pasado siglo XX en este entorno descarta por completo ese
extremo, ya que existe una cierta distancia entre una y otra edificación. No obstante, nos sigue pareciendo
una hipótesis plausible que su ubicación junto al hipódromo obedezca al deseo de ensalzar el carácter
martirial de la santa, dada la relación que, tanto en el plano histórico como legendario, existió entre circo y
persecuciones.

De llegar a confirmarse todos los argumentos aquí mencionados, el conjunto de Santa Leocadia de
Toletum se sumaría a otros ejemplos peninsulares del siglo VI bien documentados, cuyos suburbios se
monumentalizaron a partir de complejos de carácter martirial. Junto al grupo episcopal intramuros, estas
edificaciones sacras y áulicas focalizarían la actividad urbana de las capitales de la Hispania tardoantigua.
Por lógica, el conjunto de Santa Leocadia de Toledo sería uno de los de mayor prestigio de toda Hispania,
teniendo en cuenta la condición de sedes regia de la ciudad, y ese prestigio se trasluce también en el hecho
de que su erección fuera considerada un importante hito histórico en diversas fuentes postvisigodas como
la Crónica Mozárabe de 754, la Crónica Albeldense y, llevando el origen del templo a tiempos de
Diocleciano (momento de la persecución), en la llamada Crónica del Moro Rasis y en la Pseudo
Isidoriana13.

12
Velázquez (1999: 115s) interpreta la sustitución como consecuencia de la reforma legislativa ordenada por Recesvinto.
Sobre esta cuestión, véase también Barroso et alii 2011: 40.
13
Chron. Muzar. 14 (ed. Gil, 1973: 20); Chron. Alb. XIII.64; XIV.24 (ed. Gil et alii 1985: 96s, 165 y 169); Crónica Rasis
XCV (ed. Catalán – de Andrés 1975: 191); Crónica Pseudo Isidoriana 7 (ed. Mommsen 1894: 382).

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3.2.2. LOS PALACIOS SUBURBANOS

El sector que se extendía al este del antiguo circo alcanzó un gran desarrollo urbano también durante
la Antigüedad tardía, como se deduce de la complejidad de los ejes viarios existentes y de una ocupación
más o menos intensa de carácter doméstico y/o productivo (Fig. 14). De hecho, el suburbio noroccidental
de la ciudad continuó como espacio de ocio para las elites urbanas. Incluso se ha propuesto relacionar la
significativa transformación de este sector –definida por una implantación urbanística monumental y
jerarquizada, que integraba espacios de carácter residencial, comercial y artesanal– con la consolidación
del reino visigodo durante la segunda mitad del siglo VI y a lo largo de la séptima centuria (VV.AA.
2009; Olmo 2010: 89). Hasta tal punto es así, que algunas de las construcciones constatadas
recientemente, que son extensas propiedades con su propio recinto o cercado, han sido interpretadas
como el pretendido palatium de los reyes visigodos (Rojas y Gómez 2009). En este sentido, remitimos a
la hipótesis planteada más arriba que, por el contrario, defiende la ubicación del palacio de la monarquía
visigoda y los nuevos espacios de poder en la parte alta intramuros –prácticamente desconocida por la
arqueología, pero donde estarían los complejos públicos de la ciudad altoimperial–, quizá siguiendo el
mismo esquema espacial que se ha podido reconocer en otras ciudades como Barcino; es decir, en
proximidad a otros conjuntos urbanos representativos y vinculados a las élites eclesiásticas (Barroso et
alii 2011: 24).

Las excavaciones realizadas en los últimos años en la Vega Baja han permitido definir varios espacios
de representación que tienen claros paralelos con las construcciones localizadas en diferentes zonas
peninsulares (Rojas y Gómez 2009), que en Toletum debe entenderse como la continuidad de una
ocupación residencial privilegiada o aristocrática ahora relacionada con la presencia de las élites
tardoantiguas (altos funcionarios) de la sedes regia. Una buena muestra de ello es la habitual presencia de
baños y espacios termales documentados en este sector. Por tanto, se trata de una información
arqueológica inestimable, máxime cuando en otras ciudades y sedes episcopales hispanas apenas se
dispone de testimonios materiales relativos a la arquitectura residencial tardoantigua perteneciente a las
élites del siglo VII.

Un conjunto de este tipo es el documentado en la calle San Pedro el Verde, que cuenta con un
paralelo en la pars urbana de la villa del Saucedo (Bendala et alii 1998). Así mismo, debemos mencionar
otro edificio residencial de prestigio cuyo modelo es también casi idéntico a otros espacios hispanos
documentados. Se trata de una gran estancia rectangular (18 m x 7.2 m) que presenta una hilada central
de columnas y pilares adosados al muro norte que contribuirían a soportar los empujes de un posible
piso superior (Rojas y Gómez 2009: 74). A este espacio se accede atravesando dos zaguanes previos y
directamente desde un patio que actúa como espacio distribuidor. Un posible paralelo, dentro del mismo
territorio de la sede regia toledana, podría ser el edificio áulico excavado en Los Hitos (Arisgotas), que a
nuestro juicio debe adscribirse a los espacios de representación asociados a las aristocracias en el
territorium (Barroso et alii 2011: 75). El sistema de axialidad de estos conjuntos, así como la presencia
de pórticos y pilares adosados a las fachadas exteriores podrían relacionarse con otras construcciones de
prestigio como el posible palacio del dux Teodomiro identificado en Pla de Nadal (Riba-Roja de Turia) o
las estancias centrales documentadas en complejos militares como el de Sant Julià de Ramis (Gerona),
así como en las residencias emeritenses de Morerías y de la alcazaba de cronología tardoantigua o
emiral.

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Fig.14a-b. Plantas de las parcelas excavadas en la Vega Baja; c. Planta de uno de los palacios localizados en las
excavaciones; d. Palacete de la R-4. Planta y restitución, según B. Baquedano.

4. ARQUITECTURA DE PRESTIGIO EN EL TERRITORIO DE TOLEDO

El estudio que actualmente desarrollomos de los complejos arquitectónicos documentados en el


territorio de la antigua capital aportará algunas de las evidencias que venimos buscando para conocer la
evolución de las arquitecturas de prestigio de época visigoda. La consolidación del reino visigodo en la
segunda mitad del siglo VI contribuyó, a imagen de la ciudad, a la aparición de un nuevo modelo territorial
organizado de acuerdo con los intereses de unas élites que fueron las responsables de la
monumentalización del paisaje rural más ligado a la capital, especialmente en cuanto a lo que arquitetura
eclesiástica se refiere. En este sentido, y a partir de las evindecias constatadas, parece que la mayor parte
de las fundaciones religiosas del siglo VII se disponían a lo largo de los dos ejes viarios principales que
conducían desde Toledo hacia el suroeste y el sur, si bien existen razones para pensar que la zona
suroriental tampoco fue ajena por completo a este proceso evergeta: un magnífico cancel procedente de
Quero puede dar fe de ello (Cortés et alii 1991). Algo parecido podemos decir de la zona norte en la que no
faltan hallazgos como los realizados en Carranque que parecen marcar el límite de la expansión de las

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arquitecturas de prestigio en esa dirección (García Moreno 1993; Barroso, Carrobles y Morín 2012). Hasta
la fecha conocemos, bien por datos arqueológicos o bien por referencias literarias o epigráficas, los
yacimientos de San Pedro de la Mata, Guarrazar (Guadamur), Santa María de Melque, Los Hitos
(Arisgotas) o los monasterios Deibiensis, fundado para vírgenes por San Ildefonso en una propiedad
familiar 14 , probablemente en Los Yébenes (García Moreno 1991: 269), y Cabensis, de ubicación
desconocida, si bien se ha especulado con que estuviera situado en torno a Valdecaba (Linaje 1973: 31;
Velázquez y Ripoll 2000: 567s; Martin 2003: 256; Balmaseda 2007: 208) (Fig. 15).

4. 1. EL CONJUNTO DE LOS HITOS EN ARISGOTAS

La situación de Arisgotas, distante apenas dos jornadas de Toledo, en el piedemonte de la sierra de los
Yébenes, junto a la vía que comunica Toletum con Corduba, convertiría a este lugar en un emplazamiento
perfecto para un complejo residencial de tipo aristocrático (Figs. 16-20). A este respecto debemos reparar
una vez más en la reducción del monasterio Deibense al topónimo de Yébenes defendida por García
Moreno. Julián de Toledo afirma en su biografía de Ildefonso, que este obispo fundó in Deibensi uillula un
monasterio para vírgenes sobre una propiedad de su familia. Ildefonso era un godo de noble estirpe, a
quien García Moreno supone emparentado con el uir inluster Fonsa (¿abuelo del obispo?) suscriptor del III
Concilio de Toledo y quizá también con el comes Toleti Froga, que podría ser su padre (García Moreno
1974, nº 59 y 61; Ibid. 2007: 243-245). El grupo de yacimientos del área de Arisgotas presenta una serie de
características que podrían relacionarse bien con los círculos de poder del reino: un extenso dominio
patromonial constituido por un posible palatium quizá reconvertido para una función funeraria (Los
Hitos), y un monasterio posterior, junto a unos materiales escultóricos vinculados a los talleres toledanos
de la segunda mitad del siglo VII. Resulta altamente sugestivo relacionar esta última inscripción métrica
con una figura tan destacada de las letras visigodas como San Eugenio, predecesor de Ildefonso en la mitra
toledana. Sus composiciones poéticas fueron realizadas a menudo con afán de ser trasladadas a soporte
epigráfico y no sólo destinadas a la entrada de iglesias y basílicas, “sino en el refectorio, en la biblioteca,
además de en el tribunal o en otros lugares”, de ahí el temprano interés en que fueran recopiladas en
códices que actuaban como verdaderos catálogos (Velázquez 1996; Ead. 2004).

Los Hitos es uno de los enclaves más interesantes de los excavados hasta el momento en la zona
toledana situado a 2,5 km. al sur de Arisgotas. Varias campañas de excavación realizadas entre los años
1975 y 1982, dirigidas por L. J. Balmaseda, han puesto al descubierto los restos de un inmueble construido
en mampostería y sillarejo con estribos o contrafuertes externos. El edificio está dividido en tres ámbitos,
con el central de mayor amplitud que los laterales. En éste se encontró, bajo el pavimento de opus
signinum, un sarcófago de alabrastro rodeado de sepulturas cubiertas con lajas de piedra. Como elemento
de depósito funerario sólo se documentó una jarra cerámica en una de las sepulturas a modo de ofrenda.
En uno de los recintos se halló además una inscripción métrica que ha sido interpretada en clave monástica
y en cuyos últimos versos se alude a la erección de una iglesia por parte de un desconocido personaje. Por
sus características epigráficas, la inscripción se puede fechar entre el siglo VI y comienzos del VIII, con
mayor probabilidad en el siglo VII (Velázquez y Balmaseda, 2005; Velázquez y Del Hoyo 2005: 233;
Balmaseda 2007: 291-295).

No obstante, la singular planimetría tripartita del edificio en relación con el desarrollo de la liturgia de
una iglesia monástica, que la hace poco adecuada para la misma, así como la total ausencia de mobiliario
específco para ello, han suscitado una comprensible reserva acerca de la funcionalidad eclesial de este

14
Iul. Tol. B. Hild Elogium: Coenobium quoque virginum in Deibiensi villula construxit, ac propriis opibus decoravit
(PL 96 43-44).

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Fig. 15. a. Distribución de la escultura visigoda en el territorio de Toledo; b. Planta de Los Hitos, según Balmaseda; c.
Planta de San Pedro de la Mata; d. Planta de Santa María de Melque, Toledo (© L. Balmaseda).

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Fig. 16. Los Hitos. Trabajos de limpieza y excavación (© Autores).

Fig. 17. Los Hitos. Proceso de documentación fotográfica con drone (© Autores).

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1 TOLETUM. CONFIGURACIÓN Y EVOLUCIÓN URBANA DE LA CAPITAL VISIGODA…

conjunto (Moreno 2008: 36-44). En realidad,


el carácter monástico del mismo se basa en
cuatro argumentos que no son en absoluto
concluyentes: inscripción métrica (encontrada
fragmentada y como material de relleno, no in
situ), elementos decorativos, orientación del
edificio y necrópolis (Moreno 2008: 13-44).
Podría pensarse en todo caso en un ejemplo de
martyrium, pero incluso así resultaría poco
convincente dada la disposición de las
sepulturas en el aula central. Precisamente L. J.
Balmaseda había interpretado la disposición de
estos enterramientos en torno a una sepultura
privilegiada. La distribución de las sepulturas,
que impide prácticamente la circulación en el
interior del aula central, tampoco apunta en
ese sentido y más bien parece que el edificio
fuese utilizado como panteón después de que
hubo sido abandonada su función original.

Rechazadas ambas funciones, deberíamos


pensar en los conjuntos monumentales
relacionados con grupos privilegiados de los
que la arqueología viene dando noticia cada vez
con mayor asiduidad. Se trata de una serie de
edificaciones ligadas a grupos de prestigio
como los excavados en Recópolis (Olmo 1987:
345-352), Falperra (Real 2000: 21-75), Pla de
Nadal (Escrivá et alii 2015: 36-41), los
complejos episcopales de Barcino (Beltrán de
Heredia 2010: 31-49) y El Tolmo de Minateda
(Gutiérrez y Cánovas 2009: 130) o el llamado
edificio A de Morerías en Mérida (Alba 2004:
417-438), inclusive el citado en el entorno del
Cristo de la Vega en Toledo.

La presencia de estribos o contrafuertes y la


tendencia a marcar espacios tripartitos, son
características todas que acercan este
yacimiento de Los Hitos a varios de los ejemplos
hispanos antes mencionados. Las semejanzas
con Morerías y Pla de Nadal nos parecen más
que evidentes –siempre dentro de la parcialidad
de los datos con que nos movemos– y sirven
para establecer una comparación con otros
grandes complejos altomedievales como son los
conjuntos formados por el palatium de Santa
María del Naranco y la iglesia palatina de San
Fig. 18 a-c. Los Hitos. Planta y ortofoto (© Autores). Miguel de Lillo en Oviedo y el que se intuye para

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Fig. 19. Los Hitos. Reconstrucciones (© Autores).

la iglesia de Santa Cristina de Lena. Quizá Los Hitos sirviera como palacio o pabellón de prestigio de algún
miembro de la alta nobleza toledana dentro de un conjunto más amplio que, al estilo de lo que sucede en
Naranco o lo que debió ser Lena, contara también con un centro religioso de importancia. Esto explicaría la
presencia de la inscripción métrica y la adscripción a este yacimiento de un ara pagana custodiada en la
iglesia parroquial de Arisgotas como pila benditera que, por la presencia de loculus, permite intuir su
reaprovechamiento como tenante de altar cristiano (Mangas y Carrobles 1996: 247s, nº 4; Maquedano 2002:
46). La aparición de estribos, probablemente para aumentar la altura parietal del edificio con vistas a un
abovedamiento del mismo y a la construcción de un piso superior, es significativa además por lo que tiene de
paralelo con la arquitectura áulica ovetense de los siglos VIII-IX vinculada con el poder político; o mejor
dicho, ésta última busca sus referentes en los precedentes visigodos más inmediatos, como sería Los Hitos y
el edificio documentado por Palol junto al Cristo de la Vega.

La importancia de este complejo radica en haber permitido documentar en el entorno de la antigua


capital, un ejemplo de los complejos civiles a los que hacen referencia las fuentes escritas, que
frecuentemente aparecen designados como uillulas. También, la capacidad de influencia de las
edificaciones constatadas en Toledo que tendrá como consecuencia material la generalización de su
tipología en lugares tan distantes como Valencia (Pla de Nadal) u Oviedo (Santa María del Naranco). El
estudio de la planta del edificio de Los Hitos revela que se trata de una tipología aparentemente nueva en
su aspecto externo pero que, en el fondo, es el resultado de la evolución de las grandes aulas de recepción
tardoantiguas. De acuerdo con este planteamiento, en los grandes complejos estudiados en lugares como
Carranque o Las Tamujas sólo habría sobrevivido la gran dependencia destinada al protocolo que
constituía el corazón simbólico de estas construcciones.

La escultura decorativa hallada en el mismo forma un conjunto de treinta y nueve piezas entre
cimacios, frisos, impostas y columnitas. Los frisos son de tres clases, dos de ellos decorados con tema
geométrico y el tercero con roleo vegetal y tallos bifurcados terminados en roleos. En este mismo sentido,
la decoración que presentan algunos de los elementos documentados en Los Hitos, como los dos clípeos
gallonados del cementerio de la localidad (Maquedano 2002: 47), remite a piezas halladas en el entorno
del puente y puerta de Alcántara de Toledo, que hemos relacionado con la ubicación en este área del
antiguo complejo palatino visigodo, y en el convento de San Bartolomé, en relación con otro conjunto de
prestigio semejante (Barroso y Morín 2008: 218s, nº 12-14). Una vez más los ejemplos del palatium del
Naranco y San Miguel de Lillo y del conjunto áulico al que perteneció sin duda Santa Cristina de Lena nos
parecen aquí procedentes, pues aun cuando existen diferencias evidentes (sobre todo en Naranco, donde,

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1 TOLETUM. CONFIGURACIÓN Y EVOLUCIÓN URBANA DE LA CAPITAL VISIGODA…

Fig. 20. Los Hitos. 3D (© Autores).

al igual que en Santa Cristina de Lena, los medallones son figurados), el concepto que traslucen es el
mismo, pudiendo parangonarse con otros ejemplos orientales, bien sean sasánidas, pre-islámicos o
bizantinos (Grabar 1973: 151-211, figs. 92, 94, 98-100 y 104-107; Schlunk 1980: 158). En Naranco y Lena
encontramos los medallones con animales míticos rematando las fajas decorativas que recorren sus
fachadas y nave interna, mientras que en Lillo aparecerán significativamente en las arquerías y en las
celosías que se abren a la tribuna, el ámbito cortesano por excelencia dentro del templo. Medallones y
veneras junto a bandas de frisos decorados se encuentran presentes también en la arquitectura armenia,
por ejemplo en las iglesias de Santa Ripsimé de Vagharshapat, del año 618, o, combinando medallones y
fajas, en Santa Cruz de Aght’amar, Mren y Mastara (Krautheimer 1981: 372-383). El propio Krautheimer
ya había comentado esa relación con la arquitectura armenia al tratar el caso de Pliska (a. 814-831), en
Bulgaria, donde se encuentran medallones semejantes a los del palatium de Naranco y Lena (Krautheimer
1981: 367). De hecho, parece existir también una extraña relación entre las arquitecturas hispana y
armenia altomedievales cuya explicación sólo puede comprenderse a través de la mediación siriobizantina
(Zizichwili 1954: 129-146). Si las hiladas voladas de Qalat Sim’an, en el sur de Siria, pueden servir de
paralelo a las bandas de Santa María del Naranco, el pórtico con torres gemelas que sirve de entrada a la
basílica de Ereruk (ca. 500), de indudable raigambre siria (Krautheimer 1981: 168-176 y 372-373),
recuerda sin duda al de la villa de Pla de Nadal.

Por otra parte, la decoración de clípeos (Schlunk 1980: 158; Arbeiter y Noack-Haley 1999: 9-20),
gallonados o no, tal como se muestra en los ejemplos toledanos remite claramente a los medallones con
monogramas de Quintanilla o al documentado en Pla de Nadal, fundaciones que pertenecieron a ilustres
personajes del reino visigodo.

4. 2. SANTA MARÍA DE MELQUE

La iglesia, construida en sillares irregulares de granito, estaba situada prácticamente en el centro de un


recinto acotado por una cerca, sobre una elevación que permitía un perfecto control visual del entorno
circundante, al tiempo que la convierte en un referente privilegiado del mismo (Figs. 21-22). El edificio
presenta planta cruciforme, con cabecera de testero recto al exterior y en forma de arco de herradura en la
cara interna, así como un pórtico a los pies. Cuenta también con dos habitaciones a los lados, a la altura del
recinto anterior al ábside, comunicadas con éste y con los brazos del crucero. En el brazo sur de este último

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se colocó un arcosolio para alojar el sarcófago de un enterramiento privilegiado, lo que permite inferir que
se trata de una iglesia edificada con finalidad funeraria destinada a panteón de su ilustre promotor. Dada la
magnificencia de la obra arquitectónica, parece indudable que el comitente debió ser algún personaje

Fig. 21. Santa Maria de Melque. Reconstrucción del conjunto monástico e iglesia (© Autores).

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importante de la ciudad de Toledo, alguien relacionado con los más elevados círculos de poder político o
religioso del reino.

Aunque la iglesia se ha visto rodeada de una gran polémica que ha afectado a la interpretación del arte
de época visigoda en su conjunto, creemos indudable que la ornamentación procedente de Melque apunta
también hacia una cronología visigoda, dada la similitud que presenta con respecto a las piezas toledanas
de la séptima centuria15 (Gómez Moreno 1919: 27; Garen 1992; Balmaseda 2007: 296). Todo el conjunto de

Fig. 22. Reconstrucción del interior de la iglesia: santuario y enterramiento privilegiado (© Autores).

15
En realidad, el número de piezas decoradas es mayor que el catalogado hasta la fecha.

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elementos decorativos documentado en Melque apunta a un marco cronológico que perfectamente puede
encuadrarse en la segunda mitad del siglo VII o, todo lo más, en la primera mitad del siglo VIII, algo que
por lo demás coincide con otros indicios arqueológicos: moneda de Egica-Witiza acuñada ca. 700,
producciones de Terra sigillata de Cartago, sucesión de pavimentos de opus signinum en un periodo tan
corto de tiempo como el propuesto para época emiral, etc. Por el contrario, la sucesión de pavimentos
demuestra además una secuencia temporal de uso más prolongada de lo que comúnmente se ha supuesto,
pudiendo adelantarse la fecha de fundación varios decenios antes de lo que se admite, probablemente
hasta mediados de la séptima centuria, en consonancia con la fecha propuesta para otras fundaciones
toledanas a las que nos hemos venido refiriendo (el conjunto de Arisgotas, Las Tamujas, el monasterio de
San Félix en Tatanesio) (Barroso, Carrobles y Morín 2009; Ibid. 2012). Además, los frontones triangulares
y la forma como se rematan las esquinas sugieren una intención de dotar al conjunto de un aspecto
monumental y ponen de manifiesto la relación de fundaciones como Melque (y sin duda también otras
uillulae relacionadas con los círculos de poder como Aquis o Gérticos) con la arquitectura de prestigio de
carácter civil. En este sentido, los monasterios de la séptima centuria –bien sean éstos originariamente
fundaciones señoriales o simplemente beneficiarios de la largueza de un particular– se presentan como
herederos de las antiguas uillae del imperio, tanto en lo que se refiere a su función práctica en relación con
la explotación económica de un territorio y elemento ordenador del paisaje, como en el aspecto que
podríamos denominar estético o de ostentación.

La aparición tardía de estos complejos de nueva planta levantados en lugares relativamente aislados
por voluntad de personajes concretos, como parece indicar el enterramiento del arcosolio de Santa María
de Melque, pone de manifiesto que la finalidad de este tipo de fundaciones no fue la de convertirse en el
centro de alguna población previa, sino la de generar nuevas rentas mediante la explotación de zonas que
hasta entonces se habían mantenido al margen de los modelos de aprovechamiento económico más
generalizados. Una situación directamente relacionada con el auge de la ganadería y con el establecimiento
de nuevas redes de cañadas que permitieron el crecimiento de la trashumancia, convertida a lo largo del
siglo VII en una de las principales fuentes de financiación de las elites del reino visigodo.

La principal conclusión que podemos obtener del estudio de este importante complejo arquitectónico,
es la creciente importancia que van a ir alcanzando las nuevas arquitecturas de prestigio que unen
elementos civiles y religiosos. Un tipo de edificios diferentes de los conocidos hasta entonces, que se
convierten en las principales referencias visuales de las elites en el territorio de la capital. Su presencia en
torno a Toledo, al menos desde la segunda mitad del siglo VII, indica el éxito alcanzado por unos complejos
que son un claro precedente de los que vamos a documentar poco tiempo después en los reinos cristianos
del Norte de la Península Ibérica. En ellos encontraremos las claves que permiten definir a las nuevas
sociedades que empiezan a articularse a su alrededor, con ejemplos tan emblemáticos como el de San
Pedro de Arlanza, un centro religioso pero también civil y de claro carácter monumental, vinculado a la
naciente casa condal castellana.

4. 3. LOS MONASTERIOS TOLEDANOS

La ciudad se encontraba rodeada por numerosas fundaciones monásticas conocidas exclusivamente a


través de los textos, siendo uno de los monasterios más famosos el de San Cosme y San Damián o
Agaliense, donde recibieron formación los obispos toledanos Eladio, Eugenio e Ildefonso16 (Rivera 1950-
1951a: 77). Tampoco existe constancia arqueológica para el resto del catálogo de monasterios de época

16
Cixila, Vita Ildeph. 1: …in ecclesia sanctorum Cosme et Damiani, que sita est in suburbio Toletano, ed. Gil CSM I: 60.
La autoría de este texto es apócrifa y probablemente fue redactada por un monje cluniacense francés que recogió
tradiciones toledanas anteriores: Yarza 2006.

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visigoda, que es conocido por las signaturas de sus abades en el XI Concilio, y por ciertas referencias
literarias de la época. Es el caso de los monasterios urbanos dedicados a la Santa Cruz, San Miguel, Santa
Leocadia y a Santa Eulalia. A falta de testimonios arqueológicos que confirmen la ubicación topográfica
exacta de estos monasterios, no habría que descartar que el área cigarralera, el territorio más inmediato a
la ciudad, fuera uno de los espacios más propicios para la instalación de este tipo de enclaves religiosos. El
hecho de tratarse de un área prácticamente despoblada pero a la vez cercana a la sedes regia y con
enormes posibilidades de un aprovechamiento agropecuario, facilitaría sin duda la implantación de estos
espacios monásticos. Interesante a este respecto es la constatación en la Dehesa de Hernán Páez de una
gran construcción realizada con grandes bloques de mampostería sin desbastar. Sus excavadores lo han
identificado con un asentamiento rural hispanovisigodo que tendría continuidad de uso en época emiral, al
menos, hasta el siglo IX. Sin embargo, más que edificaciones aisladas y articuladas en torno un espacio
abierto, parece tratarse de un edificio con una planta semejante a los documentados en la Vega Baja, e
interpretado como estructura palatina privada. No hay que descartar tampoco que la construcción
excavada en Hernán Páez fuera un espacio monástico articulado en torno a un patio, dadas las
dimensiones del edificio (15 x 30 m) y la aparición de un fragmento de cimacio con rosetas hexapétalas
fechable en la séptima centuria (Vicente y Rojas 2009).

Por último, uno de los yacimientos toledanos más emblemáticos de época visigoda es Guarrazar. Este
yacimiento, situado a unos 8 km de la capital, es célebre porque a mediados del siglo XIX se descubrió el
famoso tesoro de coronas votivas que hoy día forman parte de las colecciones del Museo Arqueológico
Nacional, la Armería Real de Madrid y el Museo de Cluny de Paris. Las primeras intervenciones sobre este
yacimiento se iniciaron en 1859, motivadas en parte por el escándalo que había supuesto la venta de
algunas de las piezas en Francia. Las excavaciones fueron llevadas a cabo por una Comisión de la Real
Academia de la Historia dirigida por José Amador de los Ríos y documentaron, aparte de los hoyos donde
habían sido escondidas las coronas, una necrópolis saqueada de antiguo y restos de una edificación, así
como diversos fragmentos arquitectónicos y de escultura decorativa. La necrópolis contaba además con
una sepultura privilegiada donde había sido enterrado un presbítero de nombre Crispín, fechada, según
inscripción, el año 693 de la era cristiana (Amador 1861: 171; ICERV 293 =Hübner IHC 158; Velázquez
2001). Nuevos descubrimientos y adquisiciones, catalogados por L. Balmaseda elevaron el número de
fragmentos hasta un total de 63, incluidos los custodiados en instituciones públicas y los que se conservan
en diversas colecciones particulares.

Hace algunos años, el yacimiento fue objeto de nuevas intervenciones por parte del Instituto
Arqueológico Alemán bajo la dirección del profesor Ch. Eger (Eger 2005; Ibid. 2010; Eger et alii 2007).
Tanto las noticias referentes al descubrimiento del tesoro como las recientes intervenciones arqueológicas
apuntan a que en Guarrazar existiría un complejo vinculado con el culto cristiano, tal y como parece
ocurrir en otros grandes monasterios de esta misma época, caracterizados por una distribución espacial
diversificada basada en la funcionalidad estructural de los edificios que los integraban. No obstante,
todavía no se puede descartar que desempeñara una función civil.

En cuanto a los restos materiales, casi la mitad del catálogo de piezas documentadas en Guarrazar está
formado por fragmentos de frisos. El uso de frisos esculpidos es un recurso muy frecuente en la
arquitectura de época visigoda y se halla presente sobre todo en los edificios considerados por la mayoría
de los autores como característicos del s. VII (San Pedro de la Nave, Quintanilla, Baños). Es significativo
que la mayor parte del catálogo de escultura decorativa documentado en Toledo corresponda con este tipo
de piezas, cuya función era romper la monotonía de los elementos parietales. En el caso de Guarrazar, L.
Balmaseda distingue seis tipos diferentes en función de su decoración y tamaño, correspondiendo a otras
tantas variantes del tema de roleo vegetal de doble tallo con nudo que encierran trifolios y palmetas. La
datación de estas piezas en el s. VII se justifica por los paralelos encontratados en las piezas producidas por

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los talleres de Toledo y por las iglesias tardoantiguas de referencia antes citadas, que tiene plena
concordancia con la fecha ante quem que proporciona la inscripción del presbítero Crispín (Balmaseda
2007a; Eger 2010: 565).

En cualquier caso, las prospecciones superficiales y geomagnéticas que el Instituto Arqueológico


Alemán ha llevado a cabo en Guarrazar determinaron la existencia de un importante conjunto constructivo
levantado con grandes bloques de sillar. La situación de este conjunto a escasos kilómetros de Toledo, en
un paraje bien comunicado con la ciudad además, así como las circunstancias que rodearon el hallazgo, en
concreto la ocultación de una parte significativa de un tesoro vinculado a la monarquía goda ante el
inminente avance musulmán (García Moreno 2014), son elementos que demuestran que Guarrazar
formaba parte del entorno más inmediato de la ciudad regia. Y ese es un punto esperanzador desde el
punto de vista arqueológico, ya que sin duda abre la puerta a un mejor conocimiento de la antigua ciuitas
regia visigoda y su territorio en el futuro.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía


Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015
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RECÓPOLIS: LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO PAISAJE EN


ÉPOCA VISIGODA1
LAURO OLMO-ENCISO

RESUMEN

Se presentan los resultados e interpretaciones obtenidas en los últimos años de excavaciones


arqueológicas en Recópolis. Las excavaciones documentan como la ciudad se edificó siguiendo una
planificación jerarquizada del espacio urbano. En él se sucedían el conjunto de edificios palatinos, la
zona comercial, las áreas de vivienda, así como la muralla que rodeaba todo el perímetro urbano.
Esta imagen de Recópolis muestra la existencia de un urbanismo impulsado por el Estado visigodo
en el que es posible rastrear el impacto del modelo urbanístico bizantino de la capital
Constantinopla. Su carácter de centro económico y fiscal viene avalado por la presencia de
materiales de diferentes áreas del Mediterráneo central y oriental, así como de actividades
comerciales y por la existencia de una ceca en la ciudad. Recópolis forma parte de un proceso de
revitalización urbana que afecta a un buen número de ciudades entre la segunda mitad del siglo VI y
la primera mitad del VII. Proceso que, sin embargo, no puede generalizarse a todo el marco
peninsular, y que constituye un ejemplo de la heterogeneidad que define a la época visigoda. Las
investigaciones en Recópolis, muestran como los procesos de transformación social que se
desarrollan en este periodo afectan y se reflejan en el paisaje urbano.

PALABRAS CLAVE

Recópolis, arqueología de época visigoda, urbanismo, planificación urbana estatal, conjunto


palatino, arquitectura conmemorativa, edificios comerciales y productivos, viviendas,
infraestructuras, fiscalidad, paisaje, transformación social, formación del Estado.

ABSTRACT

The content of this article gathers the results of the last excavation campaigns in the city of  Recopolis.
The excavations show that the city was constructed in an organized manner. There is a complex of
numerous palatine structures, a commercial area, domestic structures and  a defensive wall around

**
Universidad de Alcalá. lauro.olmo@uah.es
1
Investigación realizada dentro del marco del proyecto de investigación y “Construcción del Paisaje Medieval:
Agrosistemas y Cambio Climático (HAR2013 44270-P)” del Plan Estatal de Investigación Científica y Técnica del
Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España. La investigación arqueológica que se realiza en
Recópolis está financiada por la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de la Junta de Comunidades de Castilla
La Mancha dentro de su Plan Anual de Intervenciones Arqueológicas.
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the city. This image of Recopolis shows an urban culture of the Visigothic State with characteristics
that can be traced to that of the Byzantine city of Constantinople. Its economical and financial
importance is demonstrated by the existence of  remains from Central and Oriental Mediterranean,
the existence of commercial activities and  a mint in the city. Recopolis is part of an urban
revitalization that affected a large number  of cities in the second part of 6th century A.D. and the first
half of the 7th. It is a process that can not be extended to the entire Iberian Peninsula and can state the
heterogeneous situation during the Visigothic Period. The investigations in Recopolis show social
transformations during this period and the urban lifestyle.

KEYWORDS

Recopolis, Visigothic Archaeology, Urbanism, State Organization, Palatine complex,


Commemorative Architecture, Commercial buildings, Domestic Structures, Fiscality, Landscape,
Social Transformation, State Formation.

1. INTRODUCCIÓN

El panorama del paisaje de la Península Ibérica durante el siglo VI d. C. estuvo definido por la
heterogeneidad y un proceso de cambios. Las transformaciones que se habían iniciado a finales del siglo V,
supusieron la metamorfosis de la organización social con el consiguiente reflejo en la articulación del
espacio peninsular –crisis de la ciuitas romana y transformación urbana, abandono de las uillae y
aparición de nuevas tipos de asentamientos rurales,…etc.-. Todo ello tuvo como consecuencia la generación
del nuevo paisaje altomedieval, en el ámbito urbano y rural, que se consolidó a lo largo de la segunda mitad
del siglo VI d.C. (Olmo Enciso 2008: 41-42; Id. 2010:87; Olmo Enciso y Castro Priego 2011: 54-55).
Fundamentales para la comprensión de este proceso, han sido los últimos veinte años que han supuesto un
salto cualitativo y cuantitativo en la investigación arqueológica. Como consecuencia, en la actualidad el
debate se ha situado de forma más ajustada en la investigación e interpretación de las estructuras sociales y
su manifestación en el paisaje.

En el sector meridional del centro de la península ibérica (Fig. 1), la ciudad se caracteriza por una
diversificación de su paisaje y funcionalidad. Hace años ya se defendió como había que superar las
homogeneizaciones excesivas centrando el análisis en el marco de transformaciones que se estaban
produciendo en los ámbitos mediterráneo y europeo occidental en los que se encontraban integrados las
diferentes zonas de la península (Olmo Enciso 1992). Gran parte de las ciudades que permanecieron
activas durante el siglo VI d. C., experimentaron cambios profundos que significaron la transformación del
concepto de la ciuitas. En este contexto, la ciudad de la época presenta un panorama complejo. La mayoría
de las que lograron sobrevivir a la crisis del modelo urbano romano se caracterizaron por tener una
estructura dispersa y polinuclear. La desarticulación urbanística, el empobrecimiento de su paisaje, la
presencia de áreas vacías, los edificios y tecnología constructiva de calidad inferior, así como la
construcción en madera, fueron elementos definitorios de esta nueva situación similar a la del resto del
occidente europeo (Verhulst 1999: 24; Wickham 2005: 652-654, 665-667; Francovich 2007: 139 y 150;
Henning 2007: 3; Olmo Enciso 2015: 29). No obstante, conservaron su estatus de ciudades y de centros
articuladores de sus territorios durante toda la época visigoda y un apreciable número de ellas fueron sedes
episcopales. Pero, junto con este fenómeno se produjo en Hispania, durante la segunda mitad del siglo VI y
primera mitad del VII, un impulso urbanístico a cargo de la Iglesia y del Estado. Éste fue contemporáneo
de la consolidación del Reino Visigodo y se interpreta como un ejemplo del éxito inicial de éste (Olmo
Enciso 1998; Id. 2007; Id. 2008; Id. 2010; Id. 2015; Castro Priego 2014). La revitalización urbana afectó a

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1 RECÓPOLIS: LA CONSTRUCCIÓN DE UN NUEVO PAISAJE EN ÉPOCA VISIGODA

Fig. 1. Asentamientos de época visigoda en la cuenca hidrográfica del río Tajo (Olmo-Enciso 2015: 16).

un limitado número de ciudades, tanto episcopales como, y esto es novedoso, nuevas fundaciones estatales.
Esta política de fundación y renovación de ciudades está relacionada con la capacidad de recaudación fiscal
que el Estado Visigodo tuvo en el periodo de su fundación, tal y como transmite la documentación escrita, y
de la que también participó y se benefició la Iglesia (Isidorus Hispalensis, H.G.,51,5; Epistola De Fisco
Barcinonensi). De hecho, la mayor parte de estas ciudades episcopales, al igual que la capital Toledo y la
nueva fundación de Recópolis, fueron centros económicos y bases del sistema fiscal, y acuñaron moneda, al
contrario que gran parte de las sedes episcopales, que no tuvieron esta función (Olmo Enciso 2006: 252 y
260- 262; Castro Priego 2014: 479-484). El paisaje que la investigación arqueológica va revelando sobre
estas -Barcelona, Tarragona, Valencia, Sevilla, Córdoba, Mérida, Toledo, Recópolis, etc.- evidencia que no
se puede desligar su actividad urbanística y las manifestaciones de sus paisajes de poder, de su carácter
como centros receptores de excedentes. Fueron centros de producción, consumo y redistribución, y
estructuraron el paisaje rural, tal y como se manifiesta en el área catalana y en el centro peninsular, todo
ello reflejo de una organización social jerarquizada (Roig Buxó 2009: 213; Id. 2013: 152; Olmo Enciso

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LAURO OLMO-ENCISO 1

2015: 33-35, 40-41; Olmo Enciso et alii e.p. a). En este sentido, la investigación numismática realizada a
partir de contextos estratigráficos proporciona datos fundamentales para conocer la naturaleza de la
estructura fiscal. El proceso de afirmación de la monarquía y de reivindicación de su voluntad
centralizadora, se documenta arqueológicamente entre los años 576-578 d.C., con el inicio de las
acuñaciones de tremisses por el rey Leovigildo, la fundación de Recópolis y la realización del nuevo
desarrollo urbanístico en Toledo (Olmo Enciso 2001: 380-381; Id. 2010: 96; Castro Priego 2014: 469-471).
Este vendría apoyado por el incremento del volumen de tremisses en circulación, que debe relacionarse
con el hecho de que el único poder reconocido para acuñar moneda sea el Estado (Castro Priego 2010: Id.
2014: 472). Esta clara muestra del monopolio estatal sobre la producción de moneda (Retamero 2000:
127), factor primordial del sistema tributario, proporciona el elemento fundamental que ayuda a entender
el éxito inicial de este modelo de Estado y de su capacidad de coerción fiscal. Éxito inicial que se
materializará, entre otras iniciativas, en la planificación urbanística de carácter estatal presente en Toledo
y Recópolis, donde se visibilizan las evidencias materiales más determinantes sobre la imagen y función
urbana del Estado unidas, en su origen, a una articulada fiscalidad.

Recópolis, se fundó la zona meridional del centro de la península ibérica, definida por la cuenca
hidrográfica del río Tajo (Figs. 1 y 2). La realidad arqueológica ofrece, para la época visigoda, datos sobre
la diacronía de un paisaje formado por una densa red de aldeas campesinas, asentamientos amurallados
en altura actuando como centros intermedios de poder, espacios eclesiásticos, residencias aristocráticas, y
ciudades de distinto rango y entre ellas las dos más claras caracterizaciones del urbanismo estatal, Toledo
y Recópolis. También los registros paleoambientales ofrecen datos sobre condiciones climáticas de mayor
aridez y transformaciones que afectaron a las características del agrosistema y a su función productiva. La
contextualización de todos ellos en un paisaje analizado a escala regional, ayuda a señalar una serie de
aspectos fundamentales para entender el sistema de relaciones que se desarrolló en el periodo. Como
consecuencia el paisaje del centro de la península ibérica desde la segunda mitad del siglo VI y a lo largo
del siglo VII y parte del VIII, se desarrolló a partir de un modelo de sociedad estratificada. Esta zona, por
tanto, ejemplificaría lo ya defendido sobre como en el ámbito mediterráneo, el grado de variabilidad de las
pautas de asentamiento es, en este periodo, muy superior al que existe en el centro y norte de Europa.
Esto es algo ya constatado para la península itálica donde a partir del siglo V el paisaje se caracterizó por
la existencia de una notable diversidad regional (Francovich y Hodges 2003: 26; Wickham 2005: 508;
Gelichi 2010: 83). Por tanto, la necesaria contextualización de toda la evidencia arqueológica en este
marco regional de la cuenca del Tajo, tanto del ámbito rural como del urbano, ofrece un panorama
integrado de una sociedad en transformación. Así pues, investigar e interpretar la contextualización de los
diferentes tipos de datos empíricos obtenidos de la investigación regional, supone incidir en el carácter del
paisaje como construcción social dinámica con una complejidad de significados de mayor amplitud de la
que se ha venido interpretando hasta ahora. Es precisamente, el establecimiento de una relación dialéctica
entre estos diferentes tipos de datos, contextualizados en una escala regional, el que nos subraya como un
factor fundamental, la existencia de estratificación social. Ahora bien, el tema es más complejo. La
diversidad de formas culturales que ofrece el registro arqueológico, sugiere cómo esta condición de
estratificación social necesita ser explicada e interpretada y no, simplemente, asumida (Paynter 1982: 22;
Olmo Enciso 2015: 18).

El paisaje urbano presenta en esta región el panorama más complejo y diversificado de toda la
península donde junto con las ciudades desestructuradas conviven las dos muestras más representativas de
un urbanismo dinámico impulsado por el Estado, Toledo y Recópolis. Sin embargo, los aspectos
definitorios del nuevo paisaje urbano fueron, en gran parte, similares a los del resto del occidente europeo
y la mayoría de ellas exhibieron una estructura polinuclear, polifocal (Hodges 2015). Presentaban, por
tanto, un paisaje urbano más ruralizado con una mayor proximidad edilicia respecto a los más destacados
asentamientos amurallados en altura y a alguno de los poblados de mayores dimensiones (Olmo Enciso

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Fig. 2. Vista aérea de Recópolis (© Parque Arqueológico de Recópolis/ JCCM).

1995: 217; Id. 2015: 27-29). Ejemplo de ello son la mayoría de las ciudades de esta región, todas sedes
episcopales, Segóbriga, Complutum, Ercávica y Valeria, definidas desde el siglo VI por la citada estructura
polifocal organizada en pequeños núcleos con construcciones en madera o tapial, y que en el caso de las
tres primeras, tuvieron edificios religiosos representativos en sus suburbios (Abascal, Almagro y Cebrián
2008: 226) (Fig. 1). Sin embargo, y tal y como ya se ha mencionado, estas conservaron su estatus de
ciudades durante la época visigoda y fueron los núcleos centrales de sus territorios. Este carácter de lugar
central y de sede episcopal fue el que sirvió para mantener y cohesionar un hábitat fragmentado. Sin
embargo, hay que señalar para este grupo de ciudades la existencia de varios niveles de escala, tal y como
parece sugerir el caso de Segóbriga que destaca al poseer una mayor diversificación urbana, con diferentes
construcciones religiosas así como varias zonas con decoración escultórica de época visigoda (Cebrián,
2017: 109-121). En cualquier caso, el paisaje de todas ellas difirió del de Toledo y Recópolis, y en él las
manifestaciones de las élites fueron menos determinantes. Este contraste y la menor visibilidad material de
las aristocracias, es un elemento que también debe ser contextualizado al interpretar la jerarquización del
paisaje en esta zona del centro peninsular, ya que transmite la existencia de diferentes niveles de escala en
la localización, representación y articulación del poder (Olmo Enciso et alii, e.p.).

Dentro de este contexto, Toledo -con el nuevo desarrollo urbano en su suburbio- y Recópolis -
fundación ex novo por iniciativa estatal en el 578 d.C.-presentan la muestra más patente del nuevo paisaje
urbano consolidado a finales del siglo VI d.C. En Toledo, en la zona suburbana de la Vega Baja, se
desarrolló en la segunda mitad del siglo VI, tal y como transmite la investigación estratigráfica realizada
(Olmo Enciso 2010), un nuevo proceso de urbanización impulsado por el Estado, que amortizó las previas
estructuras tardorromanas. Todo ello provocó que la época visigoda se caracterizara por una mayor

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densificación urbana del suburbio toletano y tuvo como consecuencia la adquisición de una nueva imagen
para la capital del reino a partir de un programa urbanístico jerarquizado, que ocupó un espacio de
aproximadamente 90 hectáreas. Este desarrollo urbanístico supuso la construcción del complejo palatino y
de las iglesias más importantes de la ciudad (a excepción de la catedral, situada en la parte superior del
antiguo centro romano), así como de un amplio programa de construcciones destinadas a viviendas y otros
usos, y de una organización viaria tendente a la regularidad. La diversificación urbanística entre los nuevos
paisajes de poder y los nuevos espacios residenciales, podría ampliarse a la existencia de áreas productivas
y comerciales como parecen sugerir los materiales encontrados. Esto se fundamenta en la aparición en la
zona más próxima al conjunto palatino de objetos vinculados a este tipo de actividades, ponderales,
elementos de balanzas, materiales de importación norteafricana y oriental, objetos decorativos de marfil,
evidencias de un taller de vidrio. Todo ello plantea la presencia de actividades comerciales y artesanas
próximas al palacio dentro de un esquema urbanístico conocido en Recópolis y en otras ciudades del
Mediterráneo (Olmo Enciso 2010: 98-100). Estas dos ciudades, fueron centros económicos y bases del
sistema fiscal, y acuñaron moneda, al igual que el reducido número de exitosas sedes episcopales en otras
zonas de Hispania (Olmo Enciso 2006: 252 y 260-2; Id. 2008: 59-60; Id. 2015: 29-31; Castro Priego 2010;
Id. 2014: 472; 2016). La imagen de fundación o renovación presente en estas dos ciudades está relacionada
con la capacidad de recaudación fiscal que el Estado Visigodo tuvo en el periodo de su fundación. Por
tanto, tal y como ya se ha citado, en estas ciudades se visibilizan las evidencias materiales más
determinantes sobre la imagen y función urbana del Estado relacionadas, en su origen, con una articulada
fiscalidad. De hecho, tal y como se irá argumentando a continuación, la actividad urbanística de estas
ciudades, las manifestaciones de sus paisajes de poder, o la vertebración a partir de ellas del ámbito rural,
no puede desligarse de su carácter como centros receptores de excedentes (Olmo Enciso 2015: 39-41).

2. RECÓPOLIS. LA FUNDACIÓN DESDE LA DOCUMENTACIÓN ESCRITA DE ÉPOCA


VISIGODA

Las noticias sobre la fundación de Recópolis en el año 578 d.C., quedaron documentadas en las fuentes
escritas de época visigoda como uno de los acontecimientos más significativos del momento de
consolidación del Reino visigodo de Toledo. Estas muestran la importancia que se concedió a ésta en el
discurso sobre la consolidación estatal y la organización de una estructura fiscal (Olmo Enciso 2008a: 23-
24; Id. 2008b: 41-42; Id. 2015: 31). La parquedad habitual de las fuentes escritas de época visigoda,
contrasta con la relevancia que estas mismas otorgaron a la fundación de la ciudad, que, posteriormente,
será objeto de un especial tratamiento en la documentación de época andalusí y cristiana (Olmo Enciso
1995: 212; Id. 2008a: 24-25; Id. 2011:40-60). Este hecho quedó perfectamente reflejado en las menciones
que tanto Juan de Biclaro como Isidoro de Sevilla, escritores contemporáneos de la época, hicieron a
propósito de la relevante fundación urbana del Estado visigodo, por ambos puesta en relación con los
acontecimientos de mayor trascendencia del citado proceso de consolidación estatal que tuvo lugar en
época de Leovigildo (Olmo Enciso 2008b: 43-44). Así pues, estas nos ofrecen el primer testimonio sobre la
existencia de una política urbanística impulsada desde el Estado y nos dan la pauta sobre la existencia de
un proyecto ideológico que se materializó en el paisaje urbano. Fundamental es la noticia de Juan de
Biclaro quien transmite en su Chronica dentro de los hechos acaecidos en el año 578:

ANNO II TIBERII IMPERATORIS QUI EST LIVVIGILDI IX


REGIS AN. X
Liuigildus rex extinctis undique tyrannis, et pervasoribus
Hispaniae superatis sortitus requiem propiam cum plebe resedit
civitatem in Celtiberia ex nomine filii condidit, quae Recopolis
nuncupatur: quam miro opere et in moenibus et suburbanis adornans
privilegia populo novae Urbis instituit (Campos 1960: 88).

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También Isidoro de Sevilla en su Historia Gothorum se refiere a la fundación de la ciudad, siguiendo lo


ya expresado por Juan de Biclaro. Esta obra nos ofrece un dato de gran interés que, sin embargo, ha
pasado desapercibido (Olmo Enciso 2008b: 43). Se trata de la vinculación que el autor establece entre la
fundación de Recópolis y las determinaciones que toma Leovigildo, fundamentales para entender su
programa de consolidación del Estado visigodo como una entidad centralizada y sustentada, para su
mantenimiento, en una base fiscal:

Aerarium quoque ac fiscum primus iste auxit, primusque inter suos regali ueste
opertus solio resedit, nam ante eum et habitus et consessus communis ut genti,
ita et regibus erat. Condidit autem ciuitatem in Celtiberia, quam ex nomine filii
Recopolim nominauit (Historia Gothorum, 51,5. edición de: Rodríguez Alonso
1975: 258-259).

Estas dos noticias de la época referidas a la fundación de Recópolis, transmiten la excepcional


importancia que las fuentes conceden a este hecho, al integrarlo como parte de los acontecimientos
fundamentales que muestran el proceso de consolidación del Estado toledano y ayudan a entender, como
se irá analizando a continuación, la trascendencia del acontecimiento. La denominación de la ciudad con el
nombre de uno de los hijos del rey, Recaredo, hay que situarla en el contexto de una política de afirmación
dinástica de Leovigildo conectada con la consolidación del Estado (Olmo Enciso 1988; 2008b: 44). Esto
constituye un claro ejemplo de la intención de Leovigildo de asimilarse al Imperio Bizantino, dentro de
todo un proceso de aemulatio imperii, que cobra especial relieve por el carácter ex novo de esta ciudad y
mediante el cual el rey se equipara a las prácticas de los emperadores bizantinos, y más concretamente de
Justiniano. Por tanto, se estaba siguiendo una práctica habitual en el imperio bizantino, con precedentes
en el mundo bajoimperial, mediante la cual los emperadores cambiaban nombres de antiguas ciudades
otorgándoles el suyo o el de algún miembro de la familia imperial. Algo que ya había sido seguido por
algunos Estados surgidos del colapso del imperio occidental, como es el caso de los reinos ostrogodo y
vándalo (Olmo Enciso 2008b: 44). En todos estos casos, se trató de cambios de nombre de ciudades ya
existentes y no de nuevas fundaciones, como es el caso de Recópolis (Claude 1965: 172-173).

La fundación de Recópolis, por tanto, forma parte de todo un programa de aemulatio imperii que se
constata ya en otros aspectos de este momento de consolidación del Estado visigodo por Leovigildo –
trono, vestimentas, acuñaciones, fundación de ciudades, topografía de inspiración bizantina en Toledo y
Recópolis- y que demuestra la importancia de la recepción de la influencia bizantina. Recepción que debe
ser vista como un intento de equiparación por parte del Estado visigodo respecto al Imperio bizantino.
Hay que recordar que ya D. Claude defendió la tesis de que tanto la denominación como la configuración
arquitectónica de Recópolis, se debieron a un modelo bizantino (Claude 1965: 193). Este aspecto, sobre la
influencia de esquemas bizantinos, ha ido acrecentándose a medida que ha avanzado la investigación
arqueológica en diferentes zonas de la ciudad –conjunto palatino, muralla, zona comercial, etc.- (Olmo
Enciso 1983; Id. 1987; Id. 1988; Id. 1992; Id. 2001; Id. 2008b; Id. 2010; Id. 2015) y ha sido destacado por
otros investigadores (Ward Perkins 2000: 67 y 78; Id. 2002: 330; Liebeschuetz 2003: 82; Wickham 2005:
662). Pero además, la fundación de Recópolis se enmarca en toda una política de consolidación del Estado
y de clara afirmación dinástica (Olmo Enciso 2008: 44-45). Este proceso de afirmación de la monarquía y
de reivindicación de la voluntad centralizadora del Estado toledano, comienza a documentarse en el año
576, que señala el inicio de las acuñaciones de tremisses por Leovigildo con leyenda en solitario a su
nombre, y en las que se representa al modo de los emperadores bizantinos, con diadema y manto (Olmo
Enciso 1988: 287). Por tanto, es un dato importante del proceso de consolidación del poder de Leovigildo
y de su proyecto de Estado, tras una serie de campañas victoriosas, a partir del 569, contra una parte de la
nobleza en estado de rebelión desde la muerte de Atanagildo, contra los bizantinos, y contra diferentes
pueblos peninsulares. Y de un proceso que entre 576 y 578 va a ofrecer los símbolos más evidentes de

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dicha consolidación: estas acuñaciones de moneda a su nombre, la fundación de Recópolis, así como la
adopción de vestiduras reales, utilización del solio… primusque inter suos regali ueste opertus solio
resedit…(Isid. Hisp., H.G., 51), hecho que debe situarse entre estos años (Olmo Enciso 1988: 287-297; Id.
2008: 45).

También las evidencias numismáticas contemporáneas a la fundación avalan esta línea interpretativa y
amplían el conocimiento sobre las características de esta. La existencia de monedas con la leyenda
RECCOPOLI FECIT acuñadas tanto en los reinados de Leovigildo como de Recaredo (Miles 1952: 96 y 187
nº 24 y 25; Claude 1965: 177; Barral i Altet 1976: 86-92; Canto, Martín y Vico 2002: 80, 102-103 y 304;
Castro Priego 2008; Id. 2010; Id. 2014; Id. 2016) ofrecen un testimonio histórico de indudable valor que
en su día ya fue puesto de manifiesto por D. Claude. Este investigador señaló la excepcionalidad de las
monedas que poseían esta leyenda, presente en parte de las acuñaciones efectuadas por Leovigildo en esta
ciudad, así como en todas las que se conservan de Recaredo acuñadas en Recópolis. El hecho de que
ninguna de las otras cecas de época visigoda llevara una inscripción similar hizo apuntar a Claude, que la
razón de esta exclusividad había que vincularla con el importante acontecimiento histórico que supuso la
fundación de la ciudad (Claude 1965: 177). En la actualidad, con un claro incremento del número de
ejemplares de moneda visigoda, siguen siendo exclusivas de la ceca de Recópolis las acuñaciones
efectuadas en los reinados de Leovigildo y Recaredo que contienen en su leyenda la palabra Fecit. Ya fue
puesto de manifiesto en su momento por McCormick (1987: 317-318), como en este periodo las
acuñaciones de Leovigildo sirvieron para transmitir actos específicos del ejercicio de poder por parte del
rey, con claros mensajes de contenido ideológico contra la aristocracia. Ya se señaló, como el hecho de que
esta leyenda siguiera apareciendo en acuñaciones de Recaredo constituía un dato que se interpretaba como
testimonio de la continuidad de la construcción de Recópolis bajo el reinado de éste (Olmo Enciso 2008b:
44). Teoría que está siendo refrendada desde la materialidad arqueológica por los datos que ofrecen las
recientes excavaciones, cuyas secuencias estratigráficas muestran para la primera fase de la ciudad (finales
del siglo VI - primera mitad del VII), un proceso diacrónico de ampliaciones y reformas en el conjunto
palatino así como de continuidad en la monumentalización de la ciudad entre la fecha de su fundación y
principios del siglo VII (Olmo Enciso et alii 2017: 79-88). Todo ello, avala la continuidad en el proceso de
monumentalización de la ciudad durante el reinado de Recaredo que podría desprenderse de las
acuñaciones efectuadas en la ciudad, con la citada leyenda Reccopoli Fecit. Por tanto, las fuentes escritas,
permiten entender la capacidad de coerción fiscal que el Estado visigodo tuvo en una exitosa primera fase
de su existencia hasta mediados del siglo VII d.C.

3. LA INTERPRETACIÓN DESDE LA MATERIALIDAD

La fundación de Recópolis (Zorita de los Canes, Guadalajara) supuso, además del hecho trascendente
de la construcción ex novo de una ciudad, una restructuración de todo el paisaje de la zona. De hecho, la
investigación arqueológica documenta como esta operación no se limitó únicamente al hecho físico de la
fundación de una ciudad. Como consecuencia de ella, se articuló todo el espacio a nivel local con la
reorganización de todo el sistema viario, la fundación de nuevos sitios rurales y la ordenación del
agrosistema. Las dimensiones de la operación muestran como esta fue posible gracias a la intervención del
Estado.

Como centro urbano, Recópolis tuvo una vida dinámica a lo largo de más de dos siglos y medio, entre
finales del siglo VI y la mitad del s. IX, comprendiendo las épocas visigodas y primitiva islámica. La
topografía del sitio (Fig. 3) facilitó la realización de una planificación urbanística que se desarrolló
siguiendo una jerarquización del espacio urbano definido a partir del conjunto de edificios palaciales
situados en la zona más alta de la ciudad (Fig. 4). Este conjunto de edificaciones palatinas, con unas

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Fig. 3. Vista cenital del yacimiento con las áreas excavadas (©PNOA, CNIG).

Fig. 4. Planta de las zonas excavadas (© Olmo Enciso et alii 2017).

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dimensiones actuales de 1,4 hectáreas, era visible desde toda la ciudad y parte del territorio cercano. Está
formado, hasta el momento, por tres grandes edificios (el mayor de 140 m de longitud) y una iglesia
estructurados alrededor de una gran plaza. Los edificios civiles tenían dos plantas, siendo la superior la
más representativa con pavimentos de opus signinum y elementos de decoración arquitectónica (Olmo
Enciso 2008: 47-51), mientras que la inferior, con pavimentos de mortero de cal, debió concebirse para un
uso más variado (Figs. 5 y 6). Poseían diversas funcionalidades relacionadas con los usos representativos,
administrativos, económicos, de almacenaje y fiscales (Olmo Enciso 1987; 2015: 31; Olmo Enciso et alii
2017: 81). El acceso a este conjunto palatino se efectuaba a través de una puerta monumental, que
comunicaba a través de la calle principal. A ambos lados de esta calle, dos grandes edificios albergaban
espacios destinados a la producción de vidrio, de orfebrería o a la comercialización de bienes de consumo
procedentes del mediterráneo (Gómez de la Torre-Verdejo 2012 257-81; Bonifay y Bernal 2008: 99-115).
Las viviendas estaban constituidas por habitaciones rectangulares de diferente funcionalidad – estancias,
zonas de cocina-, abiertas a patios. Recópolis tuvo dos sistemas de suministro de agua, definidos por la
existencia de un acueducto y la presencia de cisternas, sistema mixto también existente en otras ciudades
de la época (Olmo Enciso 2008, 54-5; Gurt y Sánchez 2008: 187-8). La ciudad estaba rodeada por una
muralla, jalonada por torres, en la que se abrían las puertas de entrada al recinto urbano coincidiendo con
los accesos naturales, estaba realizada en sillería y recubierta por un enlucido de mortero de cal (Gómez de
la Torre-Verdejo 2008: 77-86).

La ciudad fue, asimismo, un centro de producción y consumo, tal y como indica la presencia de la
citada zona de actividad artesanal. Como centro productor de vidrio, tuvo dos talleres que funcionaron
hasta mediados del siglo VII, momento en que la actividad se limitó solo a uno de ellos que continuó

Fig. 5. Edificio meridional del Conjunto Palatino (A3), zona excavada (©Parque Arqueológico de Recópolis / Olmo
Enciso et alii 2017: 81, fig. 3).

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Fig. 6. Fases y subfases de actividad en la planta inferior del edificio meridional del Conjunto Palatino (A3) (©Olmo
Enciso et alii 2017: 83, fig. 5).

operando durante gran parte del siglo VIII, ya en época primitiva islámica (Gómez de la Torre-Verdejo
2012: 257-281). La existencia de un taller de orfebre, con los materiales asociados a las distintas fases
productivas -moldes bivalvos, platillos de balanzas, escorias- inciden en la funcionalidad artesana de estos
espacios (Olmo Enciso 2008: 53). El carácter de centro receptor está avalado por la presencia de cerámicas
tipo ARSW D y ánforas y spathia- norteafricanos, lo que refleja el acceso de las élites de la ciudad a bienes
de consumo mediterráneos, que constituyen, por ahora, el conjunto más representativo del interior
peninsular (Olmo Enciso 2015: 33). La producción cerámica de Recópolis, fabricada a torno rápido,
muestra la mayor diversificación formal y funcional, del centro peninsular, con manufacturas de mesa y de
cocina. Gran parte de esta producción fue local tal y como documenta la presencia de elementos
petrológicos contenidos en las pastas y presentes en el entorno inmediato a Recópolis (Checa y Herráiz
e.p.).

La fundación y construcción de Recópolis -con sus murallas, palacio, edificios, etc... - constituyó una
forma de disciplinar el entorno, entendido este como espacio social, y una clara demostración de ejercicio
de poder hecha posible a través del control de los recursos. Esta planificación urbanística conllevaba el
concepto de disciplinar no sólo el ámbito urbano sino también el territorio y a través de éste la
familiarización de la población con el orden de las élites. Por tanto, la materialización de este paisaje de
poder está relacionada con la visibilidad de una ideología a través de un entorno construido. A este
respecto hay que considerar cómo los espacios impulsados por las ideologías dominantes lo fueron
también para asegurar la cohesión de estas élites (Paynter y McGuire 1991:10). Por ello no es casual que
esta ciudad albergara funciones políticas, administrativas y fiscales, estas últimas expresadas por la
presencia de una ceca y los espacios de almacenaje, y todas ellas relacionadas con la gestión y
administración del excedente productivo. Funciones que perduraron, con diferente niveles de intensidad,
durante toda la época visigoda y el primer siglo del periodo islámico.

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Pero, asimismo, la fundación de Recópolis supuso una reordenación del espacio a partir de la creación
de una nueva estructura viaria, y en relación con ésta, de la fundación de nuevos asentamientos dedicados
a la organización y explotación del espacio agrario con la consiguiente aparición de una nueva organización
del espacio productivo (Fig. 8). Esta nueva estructuración del territorio en la zona próxima a la ciudad
muestra una tendencia más neta a la estructuración radial del espacio próximo. Se desarrolló así una red
viaria en estrella que en el entorno de la ciudad nos ofrecerá datos para entender la organización del
agrosistema y la organización de las formas parcelarias. Uno de los aspectos más interesantes, ha sido el
registro de cómo la fundación de la ciudad en el último tercio del siglo VI d. C, significó un cambio y
reforzamiento de la organización viaria de la zona convirtiendo a Recópolis en un punto central de las
comunicaciones entre el centro peninsular y el Levante (Figs. 9 y 10).

Al conjunto de los resultados obtenidos en el yacimiento, hay que sumar los datos sobre el territorio
circundante, que reflejan igualmente un nuevo paisaje rural de similares características al del resto del
centro peninsular y que supone un cambio respecto al anterior bajoimperial. Se empiezan a tener datos
sobre el territorio de la ciudad, que aportan información sobre las infraestructuras vinculadas a Recópolis
así como de la presencia de nuevos asentamientos rurales inmediatos (Fig. 7). Este territorio estuvo
formado por diferentes tipos de asentamientos, fundamentalmente aldeas y granjas, que situados en un
radio máximo de cuatro kilómetros, muestran su relación con la ciudad. Esto queda reflejado por la
presencia dominante en ellos de cerámicas realizadas a torno y en el caso de uno de estos, La Paeriza (Fig.
11), de producciones de importación (ánfora Keay 61). Este yacimiento, así como los de Loma del Badujo y
Los Arroyuelos (Fig. 12) se encuentran vinculados a las nuevas vías de comunicación y a la nueva
organización del agrosistema.

A partir de mediados del siglo VII, se documentan escenarios de cambio y crisis en el conjunto de
ciudades caracterizadas por su dinamismo en la fase anterior. Se produce en esta época un fenómeno de
desestructuración y cese de la actividad urbanística, testimoniada por las fuentes escritas, pero sobre todo
patente en la investigación arqueológica. Esta documenta el cese de la actividad edilicia de la Iglesia y del
Estado en la ciudad (Olmo Enciso 1998; Id. 2006: 261-262; Id. 2007: 194-196; Id. 2008b: 58-60; Id. 2010:
106-107; Id. 2015: 35-37), que para el centro peninsular bien nos documenta el caso de Recópolis, con
pérdida de la regularidad urbana, la transformación de gran parte de los espacios de talleres y tiendas en
viviendas, así como un empeoramiento y simplificación de las técnicas constructivas. Fenómeno que hay
que relacionar con la crisis del Estado visigodo como causa fundamental para analizar este proceso. Un
factor que ayuda a entender el debilitamiento del Estado y de su capacidad recaudatoria, se produce a lo
largo de la segunda mitad del siglo VII cuando el valor medio de los tremises pasará de poseer un 80% de
oro a poco menos de un 30% a comienzos del siglo VIII, así como un descenso del peso con unas
magnitudes similares a la bajada del contenido en oro y, por tanto, con un sistema monetario en crisis
(Retamero 2000: 101; Castro Priego 2008: 139 y 140; Id. 2010; 2016) que afecta notablemente a una
estructura tributaria debilitada en favor de un ascendente proceso de feudalización que se produce en la
segunda mitad del VII d. C. Estas ciudades en crisis fueron las que encontraron los árabes a su llegada a la
península en el 711, pero sin embargo, siguieron siendo centros articuladores del territorio como muestra la
reciente investigación arqueológica (Olmo Enciso 2012: 39-65).

Sin embargo, esta interpretación del periodo construida desde la materialidad y, a partir de esta, de una
relectura de las fuentes escritas, tiene sus límites. La integración de la evidencia paleoambiental con
registros varios que documentan cambios en el paisaje vegetal, magnitudes de las variables de presión
antrópica, transformaciones de la estructura productiva, influencia de los factores climáticos, está siendo
esencial para construir una interpretación de un marco social mucho más complejo y diversificado. Todo
ello contribuye a entender cómo, desde mediados del siglo V, comienzan a manifestarse una serie de
cambios. Estos van a producir un nuevo paisaje social definido por transformaciones en la conformación

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Fig. 7. Organización viaria, asentamientos rurales y tramo del acueducto en las proximidades de Recópolis en la época
visigoda (Olmo Enciso et alii e.p. fig. 4).

Fig. 8. Organización del espacio productivo en el área de Recópolis (Olmo Enciso et alii e.p. fig. 12).

del patrón de asentamientos, en la estructura productiva, en la organización del agrosistema y en el paisaje


natural. Todas estas dinámicas comienzan a estar presente en Recópolis y en su territorio, tal y como
constata el análisis paleoambiental realizado en registros antrópicos que reflejan un paisaje físico inserto
en los procesos ambientales generales del resto de la península. Todos estos, formaron parte de un paisaje
que entre los siglos VI-VIII d.C. se definió por el predominio de espacios abiertos tipo dehesa, con una

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Fig. 9. Recópolis en el contexto de la organización viaria de época visigoda en la submeseta sur (Olmo Enciso et alii, e.p.
fig. 5).

Fig. 10. Recópolis y las comunicaciones con el Levante y S.O (Olmo Enciso et alii, e.p. fig. 6).

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actividad productiva orientada a la explotación agrícola y con una notable presencia de la ganadera, y en el
que las condiciones climáticas de un periodo seco de mayor aridez que los anteriores jugaron también un
papel relevante. La densidad de todo este fenómeno de transformación del medio apunta a la respuesta
social que se produjo como consecuencia de una crisis climática y refleja la existencia de una estrategia
antrópica organizada (Olmo Enciso et alii. e.p.).

Fig. 11. Asentamiento rural de La Paeriza (Olmo Enciso et alii, e.p. fig. 7).

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Fig. 12. Asentamientos rurales de Loma del Badujo y Los Arroyuelos (Olmo Enciso et alii, e.p. fig. 8).

Una nueva ciudad, nuevos asentamientos rurales, reordenación y nuevos trazados del viario,
infraestructuras como el acueducto, canteras, son evidencias que hacen verosímil la presencia de un nuevo
agrosistema en parte ya representado por la evidencia paleoambiental. Los análisis palinológicos realizados
en Recópolis y el sitio rural de La Paeriza ayudan a entender las características productivas y
paleoclimáticas del paisaje entre los siglos VI y VIII d.C. La investigación realizada documenta para este
periodo un proceso de intensificación del agrosistema -deforestación, formación de dehesas, apertura de
nuevos espacios de cultivo y pastos, etc.- que supuso, a través de una intensa actividad antrópica la
organización de espacios productivos diversificados en una época que climáticamente se puede definir por
unas condiciones mediterráneas secas. El aprovechamiento productivo del entorno de Recópolis se centró
en una explotación agrícola y ganadera, con una importante presencia de esta última., y definido por un
paisaje abierto consecuencia de una intensa deforestación provocada por incendios de origen antrópico
que posibilitaron la generación de un nuevo agrosistema (ibid).

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En este Paisaje se inscribe la fauna que se está empezando a documentar en Recópolis. A pesar de que
las muestras del análisis arqueozoológicas son todavía escasas permiten plantear hipótesis en relación con
otras evidencias obtenidas en el centro peninsular. El análisis muestra para la época visigoda un
predominio de ovicaprinos (ovejas y cabras domésticas) que constituyen un 83% del total de los restos.
Esto coincide con las evidencias analizadas sobre la presión antrópica para el aprovechamiento pastoral y
presencia de cabaña doméstica que muestra el registro palinológico. Respecto al resto de las evidencias
faunísticas, y aunque los estudios regionales se encuentran todavía en una fase inicial con la consiguiente
dificultad para establecer conclusiones definitivas, sí es posible observar algunas diferencias para el caso de
Recópolis (Olmo Enciso et alii e.p.). Una de ellas es la escasa representatividad de dos conjuntos, Bos
taurus y équidos, en relación a su presencia en asentamientos identificados como aldeas y granjas en la
misma región central meridional de la península (Morales y Llorente 2004: 5; Vigil Escalera-Guirado et
alii 2013: 13). Es interesante, señalar que los suidos -cerdos y/o jabalíes- no superan el 2% del total. La
escasa presencia del cerdo en yacimientos rurales y urbanos de los siglos VI-VII d. C., en el centro
peninsular (Morales 1992; Grau 2009: 276), obliga revisar críticamente una de las propuestas generalistas
que han señalado un cambio dietético entre época visigoda (King 1999: 189-193) e islámica y sugiere un
patrón de autoconsumo. Por el contrario, frente a la escasez de especies cinegéticas en el ámbito rural, hay
una reducida presencia, aunque significativa en Recópolis, representada por Capra pyrenaica, 5,37% del
total, y en menor porcentaje corzo (Capreolus capreolus) y ciervo (Cervus elaphus), que no superan el
0,5% del total. Estos porcentajes tan reducidos, impiden conocer la naturaleza de las actividades de caza.
Todavía es pronto para interpretar si suponían una aportación alimenticia, o se reducía a una acción de
carácter social y de prestigio, tal y como se documenta en otras áreas de Europa para los siglos VII-VIII d.
C. (Sykes 2010: 179).

La información procedente del registro palinológico en Recópolis está posibilitando también que se
comience a disponer de datos, todavía parciales, que permiten inferir sobre las condiciones climáticas que
caracterizaron a este periodo desde finales del siglo VI d.C. integradas dentro del Episodio Frío
Altomedieval (450-950 d.C). La caracterización de las oscilaciones climáticas de este periodo ha quedado
evidenciada a través de la reciente investigación en el centro, norte de Europa, y parcialmente en zonas
mediterráneas, integradas en acontecimientos climáticos de escala hemisférica (Büntgen et alii 2011;
McCormick et alii 2012; Delogu 2012). Se constata, a niveles generales, como se inició con un enfriamiento
en la mitad del s. V que perduró hasta el siglo VI, siendo este último el más frio, a finales de esta centuria
comenzó un fenómeno de temperaturas más altas que se consolidó entre los años 650 y 750 (McCormick et
alii 2012: 191, 200). En lo que respecta a la península ibérica, los datos son todavía escasos y desiguales
regionalmente, pero permiten inferir propuestas que encuentran su correlato en los que sucede
climáticamente en el occidente europeo y mediterráneo. Dentro de este panorama, los indicadores de
Recópolis definen unas condiciones mediterráneas de carácter seco en el que la vegetación evoluciona a un
desarrollo de los espacios abiertos, en gran parte de carácter estepario, similar al que define gran parte de
las secuencias del centro peninsular. Así se constata en esta región en las Tablas de Daimiel (Ciudad Real)
(Gil et alii 2007), en el Castro de Peña Moñuz (Olmeda de Cobeta, Guadalajara) (Ruiz et alii 2014), o en la
laguna de la Taravilla (Taravilla, Guadalajara) (Moreno et alii 2008: 2012), en la turbera de Rascafría
(Sierra de Guadarrama, Madrid) (Ruiz et alii 2008), en la sierra de Guadarrama (Madrid), entre otros.
Este periodo más árido y frio queda evidenciado, a nivel peninsular, por la información del ðC13,
procedente del estudio de las estalactitas (Martín-Chivelet et alii 2011). Todos estos datos que documentan
la instalación progresiva de unas condiciones secas y más áridas también quedan reflejados en las fuentes
escritas de la época. Este ciclo climático va a estar definido también por sequías, malas cosechas,
hambrunas, plagas de Yersinia pestis y plagas de langostas -estas últimas endémicas y particularmente
activas en esta región central meridional. Todas ellas se sucedieron especialmente entre los años 540-545,
577-590, 630-641 y 694-709, siendo especialmente significativas a partir del último cuarto del siglo VI
(Chronica Caesaraugustana, a.a.542; Vitas Patrum Emeritensium, V, 2.3, 11.21, 14.2; Greg. Tur., Historia

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Francorum, VI.33, IX.22; Braulio, Epistola, 3; Vita Sancti Audoini, 7; Lex Visigothorum, II.1.12;
Concilium Toletanum, XIV.3; Continuatio Hispana., 34; Ajbar Machmûa). Junto al reflejo de estas crisis
agrarias, las fuentes escritas también documentan situaciones de extrema pobreza y desigualdad que
afectaron a los campesinos (Braulio, Vita Sancti Aemiliani XX.27). Todo apunta a que estos
acontecimientos tuvieron la capacidad de producir graves perturbaciones en el agrosistema y, al igual que
sucede en otras zonas, desorganizar la producción de alimentos (Büntgen et alii 2011: 580). Por tanto, el
desafío estriba en interpretar, a partir de las evidencias naturales y culturales, como se articuló la respuesta
social a esta crisis climática dentro del contexto de un periodo en el que se generó un nuevo paisaje, y como
todo ello definió a la sociedad del periodo.

4. A MODO DE CONCLUSIONES

Todo lo hasta aquí analizado para Recópolis y su territorio, debe ser contextualizado en un paisaje
analizado a escala regional, ya que este es el que ayuda a señalar una serie de aspectos fundamentales para
entender el sistema de relaciones que se desarrolla en el periodo. La materialidad arqueológica refleja la
presencia de una sociedad estratificada que debe ser contextualizada dentro del marco complejo que define
la formación social del periodo.

La reciente investigación arqueológica realizada en la región meridional de la meseta castellana, refleja


un paisaje de mayor complejidad que el considerado hasta el momento (Quirós Castillo 2009; Id. 2013;
Olmo Enciso 2015; Olmo Enciso et alii). La realidad arqueológica va ofreciendo datos sobre una densa red
de aldeas campesinas, centros intermedios de poder -poblados en altura, espacios eclesiásticos, residencias
aristocráticas- y ciudades de distinto rango y entre ellas las dos más claras caracterizaciones del urbanismo
estatal. La contextualización de todos ellos en un paisaje analizado a escala regional, ayuda a señalar una
serie de aspectos fundamentales para entender el sistema de relaciones que se desarrolla en el periodo.
Como consecuencia el paisaje del centro de la península ibérica desde la segunda mitad del siglo VI y a lo
largo del siglo VII, se desarrolló a partir de un modelo de sociedad estratificada. La base mayoritaria, en
términos demográficos y productivos, descansaba en el campesinado que trabajaba un agrosistema que
tenía que destinar un porcentaje de la producción para satisfacer las obligaciones excedentarias. Este
control de una parte de los recursos, constituía una manifestación de dominio por parte de las élites y del
Estado. A través de este control, y aun aceptando que la capacidad económica de las primeras fuera
restringida (Wickham 2008: 10) estas lograron seguir manifestándose como tales (Olmo Enciso 2015: 22).
A la vez el Estado a través de lo que la materialidad arqueológica demuestra, así como las fuentes escritas,
pudo generar un modelo de ciudad, presente en Recópolis y también en Toledo, que fue posible por su
capacidad de extraer y controlar excedentes para realizarlo, todo lo cual constituye una muestra del éxito
inicial del sistema fiscal que lo sustentó.

Desde la perspectiva arqueológica la pregunta es, ¿de dónde proceden los excedentes para acometer una
obra de gran envergadura urbanística como la fundación de Recópolis o el nuevo desarrollo urbano de
Toledo? pero también ¿cómo se explican estos paisajes, realizados en grandes extensiones de terreno (Vega
Baja en Toledo, 90 hectáreas, Recópolis, 22 hectáreas intramuros), con complejos palaciales de grandes
dimensiones (1,4 hectáreas en Recópolis y edificios de 140 m de longitud), con cecas, con murallas, iglesias,
construcciones en sillería, acueducto, cisternas, reordenación del sistema viario y construcción de nuevos
asentamientos rurales? Además, hay que considerar su carácter de centros económicos, fiscales y
administrativos, ratificado por poseer, tanto Toledo como Recópolis, las dos cecas que tuvieron mayor
actividad en el territorio central de la península entre finales del siglo VI y primera mitad del VII. Pero
también por poseer la mayor concentración de producciones de importación del centro peninsular. Una

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explicación ya se ha ofrecido (Olmo Enciso 2008: 2012), estas ciudades expresan la visibilidad de una
ideología y la visibilidad del entorno construido a su alrededor, factores que contribuyen a manifestar
espacialmente la consolidación de ese poder. Pero un elemento clave que hay que resaltar es el de cómo
estas operaciones urbanísticas fueron posibles gracias a que implicaron la concentración de excedentes. Y
esta concentración tuvo que proceder en gran medida de la zona de influencia de estas ciudades, o sea, la
región que aquí se está analizando. El alcance de este éxito viene avalado por el paisaje de estas dos
ciudades, fundamentalmente el de Recópolis que constituye la muestra material más destacada de la
concentración de excedentes. Por tanto, es necesario comprender los diferentes niveles de coerción de las
élites y el Estado sobre la mayoría de la población y, también su variabilidad regional. Todo ello se debe
abordar desde una perspectiva diacrónica, ya que no es lo mismo la fase de éxito del Estado visigodo -fines
del siglo VI/primera mitad del siglo VII-, que la posterior de crisis -segunda mitad del VII/inicios del VIII-
como bien refleja la materialidad arqueológica (Olmo Enciso 2015). Con ello se apunta a una consideración
cada vez más evidente y es que hubo producción excedentaria captada por las élites y el Estado, pero a
través de diferentes niveles de escala, tal y como la arqueología está comenzando a demostrar.

En relación con todo este panorama hay que contextualizar también las evidencias de los registros
paleoambientales. Ya se ha comprobado para Recópolis y su territorio como convivieron, al igual que gran
parte de la región central, con un paisaje fundamentalmente abierto, en gran parte de carácter estepario,
como consecuencia de la instalación de unas condiciones secas y áridas, a partir de las cuales se generó una
nueva estructura productiva del agrosistema. Todo ello hay que relacionarlo con un ciclo climático en una
época para la que las fuentes escritas transmiten la existencia de sequías, malas cosechas, hambrunas,
pandemias de Yersinia pestis y plagas de langostas, que afectaron a esta zona central. Fuentes escritas que
también documentan las ya citadas situaciones de extrema pobreza y desigualdad que afectaron a los
campesinos.

Lo hasta aquí argumentado, transmite cómo la evidencia proporcionada por los registros arqueológico
y paleoambiental, así como por las fuentes escritas, muestran un paisaje de mayor complejidad que el
definido hasta el momento. Una sociedad estratificada, con diferentes niveles de intensidad en las
relaciones verticales entre campesinos y élites, que tuvo que desarrollar una respuesta social a los efectos
derivados de la crisis climática y que, a través de estos, generó un agrosistema y una estructura productiva
en relación con un nuevo patrón de asentamiento. Todo ello señala una realidad social definida por la
existencia de patrones de desigualdad espacial en el que élites y no-élites llevaban vidas diferentes y
desiguales pero interrelacionadas (Olmo Enciso 2015: 41-42). Este es un factor fundamental a la hora de
abordar el análisis sobre la sociedad peninsular en época visigoda y la respuesta tiene que venir de la
integración de toda la realidad arqueológica en un marco espacial, en un paisaje como construcción
científica integradora. Es, por tanto, un análisis de los datos arqueológicos, escritos, paleoambientales,
basado en el paisaje, el que permite entender éste como un espacio social dinámico superador de
paradigmas y divisiones científicas tradicionales.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía


Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015
MYTRA 1, 2018: 261-281

PLA DE NADAL: LA RESIDENCIA DE TEODOMIRO.


ENTRE VISIGODOS Y OMEYAS

EMPAR JUAN NAVARRO*, ISABEL ESCRIVÀ CHOVER**, JORGE MORÍN***


ALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA****, MIQUEL ROSSELLÓ*****, ISABEL SÁNCHEZ******

RESUMEN

Pla de Nadal es un conjunto palatino excepcional que se construyó en el territorio de Valentia y que
se debe entender en íntima relación con la ciudad. Responde al modelo de las uillae con galería,
torres angulares en los flancos, un espacio central abierto y la zona noble en el piso superior. El
edificio presenta una estructura compacta que, junto a las torres angulares, le daban un inequívoco
aire de palacio-fortaleza, que es lo que sería de aspecto, aunque la presencia de numerosos accesos y
la tipología de las torres no se ajustarían con una verdadera función defensiva. No estaba aislado
sino que a su alrededor había, al menos, otras tres construcciones. Fue un edificio de carácter
oficial, de tipo áulico y residencial, relacionado con algún importante personaje de la élite civil o
eclesiástica, probablemente el famoso Teodomiro de Orihuela, posibilidad sustentada por dos
inscripciones: un grafito en una venera con el epígrafe ‘Tevdinir’ y un medallón con monograma
cruciforme con el nombre ‘Tebdemir’. El promotor y usuario del edificio se identificaría con un
personaje histórico que fue un importante dirigente de este territorio en los albores del reino
visigodo y los inicios de la llegada de los árabes.

PALABRAS CLAVE

Península Ibérica, Valencia, visigodos, arquitectura, espacios de poder, escultura, decoración,


arqueología de la arquitectura.

ABSTRACT

Pla de Nadal is an exceptional architectonical palace built in the territory of Valencia. It should be
understood in close relationship with the city and the same bishopric of Valencia. It also followed
the roman uilla model with galleries on the flanks angular towers, a central open space and an

*
SIAM Valencia. siam@valencia.es
**
Proyecto Pla de Nadal. M.Isabel.Escriva@uv.es
***
Proyecto Pla de Nadal. emparjuannavarro@gmail.com
****
Audema, Madrid. jmorin@audema.com
*****
Proyecto Pla de Nadal. miquelrome@gmail.com
******
Universidad Autónoma de Madrid. isabelm.sanchez@uam.es
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EMPAR JUAN NAVARRO ET ALLI 1

upper floor. The building had a compact structure, with angular towers, and air of palace-fortress,
although the presence of several hits and the typology of the towers without a real defensive
function. It was a official, courtly and residential building, related to some important people
belonging to civil or ecclesiastical elite, probably the famous Teodomiro of Orihuela. This
possibility is well supported by one graphite with the heading ‘Tevdinir’ and a cruciform
monogrammed medallion with the name ‘Tebdemir’ too. So, it is known the name of the of the
building’s sponsor, which also could be identified with a historical person who was an important
leader of this territory at the end of the Visigoths period and the beginning of the early Islamic al-
Andalus.

KEYWORDS

Iberian Peninsula, Valencia, Visigoths, architecture, power spaces, sculpture, building archaeology.

1. INTRODUCCIÓN. EL CONJUNTO PALATINO

Pla de Nadal es una zona que da nombre a un edificio en la parte baja de una vertiente en la zona
Carasols, del término municipal de Riba-roja de Túria, a 20 kilómetros al noroeste de València. Su entorno
es bastante plano y nada accidentado. Fue identificado en 1971 por el Servei d’Investigació Prehistòrica de
la Diputació de València (SIP), gracias a la aparición de algunas piezas de decoración arquitectónica, al
remover la tierra para implantar una serie de aterrazamientos para el cultivo de naranjas, lo que destruyó
más de la mitad del edificio. La parte preservada fue el lado sur, que era la fachada principal de todo el
complejo. Antes de las excavaciones tenía el aspecto de un pequeño montículo.

Las excavaciones arqueológicas se realizaron desde 1981 a 1989, dirigidas por Empar Juan, con la
colaboración del arquitecto Ignacio Pastor. Por estas mismas fechas, la realización de unas obras públicas
cercanas, hacia el este, destinadas a la construcción de una carretera, supuso la destrucción total de otro
edificio coetáneo que fue denominado Pla de Nadal II (Juan y Pastor 1989b). El proceso de excavación
consistió en la limpieza, documentación y selección de una gran cantidad de escombros y piezas
arquitectónicas, correspondientes al derrumbe de la planta superior, donde estaba el espacio de
representación que sería lógicamente la parte más y mejor decoradas de todo el complejo. Pronto quedó
claro que todos los restos pertenecían a un solo período y a un solo edificio, que sufrió un gran incendio,
como demostraron las vigas y otras maderas carbonizadas y las señales que dejó el fuego en las paredes
(Juan y Pastor 1989). El edificio fue saqueado antes de su incendio y destrucción, como indicarían los
raros hallazgos muebles, sólo unos pocos objetos metálicos, que estaban fijos en las paredes, y algunas
cerámicas, que han sido muy útiles para establecer la destrucción del edificio a partir del siglo VIII.
Había una pequeña ampolla, que no ha conservado las asas, muy semejante a la típica visigoda, una olla
sin asas y decoración incisa, probable evolución local de recipientes sin asas utilizadas en Valencia y su
territorio entre mediados del VI y la mitad del VII. Otra olla con asas es similar a las del Tolmo de
Minateda (Hellín, Albacete) del siglo VII avanzado. También había un fragmento de ánfora globular,
típica de València desde finales del siglo VI (Pascual, Ribera y Rosselló 2003). Pero los aspectos más
destacados de este impresionante yacimiento son las que forman su estructura constructiva, tanto los
muros y algunos elementos conservados in situ, como la gran cantidad de piezas arquitectónicas
recuperadas, más de 800.

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2. EL EDIFICIO Y SU ENTORNO

El edificio presentaba una planta baja, más austera y funcional y un piso superior, totalmente
derrumbado, que sería la planta noble residencial y representativa. En la planta inferior conservaba toda la
nave central de la fachada meridional, de 17 metros de longitud y 5,30 m de ancho, con cuatro accesos, uno
a cada lado: dos principales (norte-sur), uno abierto al pórtico exterior y otro al desaparecido patio
interior. Los de los dos lados laterales (este/oeste) serían secundarios y daban a vestíbulos laterales, que
eran atrios con tres arcos de herradura que iban a los pórticos laterales. El pavimento de la planta baja era
la misma tierra natural, solidificada y dura. Este amplio espacio serviría como área utilitaria y de servicio:
almacén y zona de tránsito.

La planta primera sería la pars dominicata, pavimentada con un piso de opus signinum probablemente
enmarcado con ladrillos de cerámica, de 22 x 22 x 5 cm. De esta sala superior vendría la mayoría, si no
todas, de las numerosas piezas de decoración escultórica que han sido recuperadas. Las cubiertas eran de
tejas planas y curvas, de tradición romana, lo que indicaría techos en diferentes aguas, con un elaborado
sistema de evacuación, incluso gárgolas. En el noreste de la zona excavada, pero muy cerca del edificio, se
encuentran los restos de una estructura alargada, físicamente separados y de difícil interpretación (Juan y
Pastor 1989).

En general, el edificio tiene una estructura compacta, con torres angulares que le darían un aire de
palacio-fortaleza, que es lo que sería (Fig. 1).

A 300 metros al este de Pla de Nadal había otro edificio coetáneo, que en 1989 fue destruido total e
incontroladamente por la construcción de una autopista. Se le denominó Pla de Nadal II. Antes sólo se
había hecho un pequeño sondeo que localizó el ángulo de un edificio arrasado (Fig. 2). De este otro edificio
se recuperaron sólo algunos elementos de decoraciones arquitectónicas, similares a Pla de Nadal. Ambos
formarían parte de un mismo conjunto más amplio. Los restos escultóricos de Pla de Nadal II son escasos,
en su mayoría frisos con temas de similares características a Pla de Nadal I. Este tipo de decoración a base
de frisos era común en el interior de las iglesias de época visigoda, como San Juan de Baños (Fig. 18) y San
Pedro de la Nave, donde aparecen estas bandas decorativas para romper la monotonía de las paredes.
También se ha recuperado una losa con un agujero cuadrado en el centro y decorado por los cuatro
costados, que tal vez podría ser parte de una especie de mesa o altar, que podría indicar la función religiosa
de este desconocido edificio (Fig. 25). A unos 30 metros al sudeste, se distinguen los muros de otra
construcción, probablemente relacionada con el mismo conjunto edilicio. Se encuentra dentro del recinto
acondicionado para la visita, y día a día, se va haciendo más evidente su planta (Fig. 31) debido a la erosión
del terreno.

Por citar algún ejemplo con el que mantiene bastantes semejanzas, recordamos que en los alrededores
del complejo palatino bizantino de Qars ibn Wardan, en Siria, también había una iglesia aislada y otras
dependencias (Perich 2013).

3. LA TÉCNICA DE CONSTRUCCIÓN

A pesar de que el edificio había sido quemado, los restos conservados se mantienen en muy buen
estado. Las paredes son de casi un metro de espesor y en algunas partes han alcanzado una altura de 2,35
m, que ha permitido la identificación de varias ventanas (Fig. 3). Las paredes no tenían ninguna
cimentación, ya que se apoyan directamente en el sólido suelo natural. Sin embargo, las poderosas paredes
son suficientes para crear una más que potente y resistente estructura edilicia.

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EMPAR JUAN NAVARRO ET ALLI 1

Fig. 1. Reconstrucción de la planta del edificio de Pla de Nadal I a partir de los restos conservados (Cortesía © Isabel
Escrivà).

Entre los materiales de construcción, hay una buena cantidad de grandes piedras, reutilizadas de
edificios romanos, aunque la mayoría de los muros son de mampostería irregular formada por la blanda
piedra caliza local, así como las dovelas, las piezas decoradas y otros elementos pétreos tallados. Por el
contrario, las piedras robadas de los edificios romanos son de buen tamaño y del tipo de piedra azul, una
piedra caliza muy dura procedente de la Sierra Calderona, en los límites de las provincias de Castellón y
Valencia, que fue utilizado extensivamente en la arquitectura pública de las ciudades romanas de Edeta,
Saguntum y Valentia, en medio de las cuales se encuentra Pla de Nadal.

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1 PLA DE NADAL: LA RESIDENCIA DE TEODOMIRO. ENTRE VISIGODOS Y OMEYAS

Fig. 2. Muros del edificio de Pla de Nadal II (Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

Fig. 3. Ventanas y el muro de mampostería con el enlucido al final de las excavaciones y antes de la restauración
(Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

Las piedras reutilizadas en el palacio visigodo probablemente provendrían de Edeta, porque es la


ciudad romana más cercana que estaba abandonada, que había dejado de ser un centro urbano, desde el
final del siglo III d.C., aunque se mantuvieron en ella algunas actividades productivas y alguno de sus
edificios romanos, como las grandes termas, incluso llegaron a cristianizarse, perdurando en uso, por lo
menos, hasta el siglo VII (Escrivà, Martínez y Vidal 2005). La mayoría son grandes bloques que todavía

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EMPAR JUAN NAVARRO ET ALLI 1

están incrustados en las paredes del edificio, formando las esquinas de las torres grandes (Fig. 4). Otros
han sido recuperados sueltos entre los escombros procedentes de la parte superior de la planta baja. Estos
son de más diversos formatos y formas, entre ellos: capiteles, fustes de columna, pilastras y piezas
decoradas (Fig. 5). Pero estas piezas reutilizadas son una minoría, ya que la mayor parte del material
constructivo se realizó ex profeso para este gran y particular edificio. El grupo más destacado y numeroso
son las decoraciones arquitectónicas esculpidas en piedra que se tratarán con algo más de atención.

Fig. 4. Ángulo de sillares de la torre sud-oriental (Cortesía © Albert Ribera).

Fig. 5. Capitel y fuste de columna de época romana reutilizados, tal como aparecieron en el derrumbe (Cortesía ©
Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

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Las excavaciones mostraron que la mayor parte de los muros estarían enlucidos (Fig. 6), aunque ahora
el efecto de la intemperie ha dejado la mayoría de las paredes con las piedras al aire. El baptisterio de
Valentia también ha conservado parte de su revoque externo (Ribera 2008: 397-399), que sería la
situación más normal en este tipo de construcciones. La evidencia arqueológica también ha confirmado
que hubo una buena proporción de decoración de yeso (Fig. 7), que rápidamente desapareció al quedar
expuesta al exterior. Es un fenómeno común en el mundo tardoantiguo peninsular y no obedecería a
importaciones orientales, como se pensaba. El problema para su estudio ha sido su escasez y el difícil
mantenimiento de este tipo de ornamentación, conservada, sin embargo, en el mausoleo-iglesia de Santa
María de Melque (Toledo), que ha preservado parte de la decoración de estuco que cubría las bóvedas en el
arranque de las pechinas (Fig. 27) (Caballero y Moreno 2013: 185). La decoración de estuco del palacio de
Pla de Nadal se ha conservado muy dañada, pero parece que desarrollaría una iconografía similar a la
escultura. El edificio también estaría decorado con pinturas, como lo indican los restos de la policromía
que conservan los estucos, que también tienen graves dificultades de conservación. Se conoce la existencia
de pinturas de este período en la Península Ibérica1, como las del grupo episcopal de Egara (Terrassa)
(García, Moro y Tuset 2009: 140-144).

Fig. 6. Muro interior de mampostería enlucida (Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

1
Otros edificios europeos fechados en el Antigüedad tardía que presentan decoración interior con estucos se localizan
en Saint-Denis (Paris), Tours, Bordeaux, Marseille, Gènève, Bovalar (Lérida), Disentis (Suiza), Ravenna, Roma y
Porec. Pero sobresablen los estucos policromados de la iglesia de Saint-Pierre de Vouneuil-sous Biard, a 5 km de
Poitiers, que decoraba las paredes y alzados de la cabecera poligonal de la iglesia. Se representan elementos
arquitectónicos (arcadas, capiteles, columnas, frisos), aves, personajes con largas túnicas y sus atributos (libros,
bastones), que pueden representar una procesión de apóstoles o profetas. Incluso hay restos de una inscripción.
Gracias al C14 se han podido fechar en torno al año 650 (Bourgeois 2004: 63-73). También son excepcionales la
decoración estucada de la Iglesia longobarda de Santa Maria in Valle, en Cividale del Friuli (Italia), prácticamente
coetánea a Pla de Nadal (Cantino Wataghin 2006: 124).

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EMPAR JUAN NAVARRO ET ALLI 1

Los trabajos de excavación detectaron la abundante presencia de madera carbonizada, que habría caído
de los forjados del primer piso. El pavimento de la planta superior sería una especie de opus signinum en
combinación con baldosas cerámicas sobre un mortero de cal pobre y pequeños guijarros de río, a modo de
rudus. La existencia de tejas planas (tegulae) y curvas (imbrices) indica que los tejados serían a dos o más
aguas. Lo que más destaca del sistema de construcción es la gran cantidad de elementos sueltos de
decoración arquitectónica, que cayeron de la planta superior y las paredes. Su variedad es también muy
notable, con grandes capiteles, algunos hechos ex-profeso y otros reutilizados de época romana. Otros más
pequeños y más abundantes, vendrían de arcos y ventanas (Fig. 10). Había un significativo conjunto de
frisos decorados, con al menos dos motivos diferentes en su decoración, que procederían tanto de arcos
como de tramos horizontales. A ellos se suman numerosas columnas, claves, gárgolas, cruces patadas y
varias piezas decorativas del exterior (Fig. 21).

Fig. 8. Reconstrucción de un arco de la planta superior al


Museo Visigodo de Ribaroja (Cortesía © Jorge Morín).

Fig. 9. Reconstrucción de la fachada meridional del


palacio. Arquitectura virtual (© Autores).

Fig. 7. Pequeño fuste de columna recubierto de yeso Fig. 10. Capitel compuesto de estilo bizantino (Cortesía
(Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de
de Valencia. Valencia.

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4. LA DECORACIÓN ESCULTÓRICA Y EL PROGRAMA ICONOGRÁFICO

La decoración escultórica hallada en el yacimiento de Pla de Nadal constituye el conjunto más


numeroso de la Hispania visigoda y uno de los más importantes en el mundo de la tardoantigüedad
occidental, tanto por el número de fragmentos como por la calidad de su talla. En total el catálogo
monumental asciende a más de 800 piezas, muchas de ellas prácticamente completas, y pertenecientes al
aula de representación del palacio. Es especialmente interesante también por las circunstancias de su
descubrimiento, porque, contrariamente a lo que suele suceder, estas piezas, que en su mayoría
corresponden a los elementos decorativos del piso superior, se han encontrado en su contexto
arqueológico, en los niveles de destrucción y amortización del edificio, formando parte del mismo
conjunto. De ahí que, dado que la mayoría corresponden a los elementos decorativos del piso superior,
pueden adscribirse con total seguridad a una estructura arquitectónica palatina.

Las piezas se caracterizan por una gran diversidad tipológica y funcional, y por el empleo de una
iconografía muy específica. También son muy interesantes desde el punto de vista de las técnicas del
trabajo de la escultura por los talleres tardoantiguos áulicos. El conjunto puede dividirse en dos grupos.
Por un lado, las piedras romanas reutilizadas, que son las menos utilizadas, pero de buena calidad y de
grandes dimensiones pues casi todas cumplirían una función arquitectónica y estructural (Figs. 11-13). Por
otro lado, los más pequeños y numerosos, tallados in situ por varias manos o talleres, que son los casi 400
elementos decorativos y ornamentales de la sala principal de la planta superior, aunque algunas podrían
pertenecer a la fachada, como es el caso de las ventanas. Hay también muchos elementos de carga:
columnas, bases, capiteles, claves, dovelas (Fig. 20), etc., aunque la función decorativa sería la
predominante en estos últimos (Fig. 19). También hay una repetición constante de los temas de veneras y
trifolios en las partes que componen el interior de los arcos (Fig. 8). Cabe destacar algunas piezas únicas,
tales como calados, los rosetones (Fig. 15) y las almenas (Fig. 14) que coronarían el edificio, como era
común en la arquitectura de inspiración oriental y bizantina.

El grupo escultórico del Pla de Nadal permite reconstruir el proceso de trabajo de los talleres. Sobre el
terreno no funcionaría un taller único, sino varios a la vez, puesto que las calidades entre los elementos
decorativos son muy diferentes y hay que descartar la existencia de diferentes fases de construcción.
Circunstancia que sería causada por la urgencia de concluir el trabajo con un poco de premura (Fig. 26). La
mayoría de la nueva escultura decorativa fue elaborada sobre las piedras calcáreas locales, generalmente de
diferentes tipos, y calcarenitas, que se extraerían de las canteras cercanas al yacimiento. Es un material
fácil de cortar y trabajar, de básica función ornamental. Una vez que las preformas de los bloques se
extraían de la cantera, sobre la piedra se trazaba la forma de la decoración con una especie de colorante
rojo, pincelada que es todavía perceptible en algunas piezas. Más adelante, este esquema inicial se
repasaba con un punzón o compás y se cortaba directamente con el cincel, sin la utilización de aparatos de
medida. Este procedimiento explica la diferencia en la calidad de las tallas, teniendo en cuenta la existencia
de diferentes talleres con cualidades muy diferentes al final de la obra. Parece claro, sin embargo, que
había una cierta especialización del trabajo y las mejores piezas corresponden a las piedras más duras.
Según se trabajaba en la decoración se iban realizando las piezas. Por ello es común la reutilización de las
piezas rotas o fragmentadas, que en origen estaban destinadas a una función y que terminaron
desempeñando otra diferente de la que originalmente se pretendía, puesto que al analizar el conjunto
escultórico se pudo comprobar la existencia de piezas no finalizadas, es decir, que todavía se encontraban
en proceso de talla, que probablemente se usarían como material de relleno de las paredes.

Una vez colocadas las piezas de la escultura, los estucadores y los pintores completaron la decoración
de las diferentes estancias. Por último, quedaría el mobiliario que complementaría la arquitectura, del
que no queda resto alguno. Sin embargo, parece claro que algunas de las piezas escultóricas conservadas

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Fig. 11. Capitel compuesto romano reutilizado de Pla de Nadal II Fig. 12. Pieza de un edificio romano reutilizada
(Cortesía © Autores). en Pla de Nadal (© Autores). Archivo Museu de
Prehistòria de Valencia.

Fig. 13. Pieza romana de expolio (Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

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1 PLA DE NADAL: LA RESIDENCIA DE TEODOMIRO. ENTRE VISIGODOS Y OMEYAS

habría que interpretarlas como complemento a la decoración mueble, aunque sea difícil definir su función
precisa.

El estudio de las piezas realizado hasta ahora revela que los artesanos que construyeron y decoraron Pla
de Nadal se inspiraron en los modelos artísticos de Toledo, que a su vez se basaban en el arte bizantino,
pero tanto el estuco como la decoración escultórica presenta una riqueza y un estilo barroco que le da su
propia personalidad (Ribera y Rosselló 2007). La decoración de toda la obra escultórica estaría ligada a los
talleres de la desaparecida corte de Toledo. Tal vez sucedería un fenómeno similar al de unos siglos más
tarde, después de la caída del califato de Córdoba, cuando los diferentes talleres áulicos relacionados con el
califa continuarían su trabajo en las nuevas taifas, incluso para los reinos cristianos, como es el caso de los
talleres de marfiles. Este fenómeno era habitual en aquella época, como lo demuestra la práctica política
seguida poco tiempo después en el reino de Asturias. Aquí, en torno a la antigua ciudad de Ovetao, los
reyes asturianos se vieron en la necesidad de desarrollar una urbs regia que claramente imitaba la antigua
sede regia de Toledo, que estaba dotada también con un conjunto palatino en el monte Naranco. Dada esta
común inspiración en modelos áulicos toledanos, no es extraño, pues, que se puedan observar grandes
similitudes entre el concepto arquitectónico y ornamental de Pla de Nadal y los conjuntos de la monarquía
asturiana.

5. INTERPRETACIÓN DEL CONJUNTO

Durante las primeras campañas de excavación, cuando apenas era conocida la planta del edificio, se
presentaron diferentes propuestas de interpretación (Juan y Pastor 1985) de este singular edificio (iglesia,
monasterio, etc.), hasta que fue correctamente identificado con una gran uilla áulica, un palacio del final
del período visigodo y con clara influencia en el mundo contemporáneo bizantino (Juan y Centelles 1986;
Juan y Pastor 1989a; Ibidem 1989b). Es un excepcional conjunto palatino en el territorio de Valentia que
debe entenderse en íntima relación con la ciudad. Responde al conocido modelo de las uillae tardías con
galería y torres en los ángulos, una planta superior y un peristilo central (Fig. 9) (Juan y Lerma 2000). Se
ha llegado a sugerir por algunos que este gran edificio no sólo se construiría en un momento posterior, ya
en el período de los emires árabes, sino que, además, sería un reflejo más de un supuesto momento de auge
general en la construcción durante los primeros momentos de la dominación musulmana, bajo la
influencia directa de los Omeyas (Caballero y Utrero 2013: 129-130), aunque el edificio sigue claros
cánones del arte y la arquitectura visigoda de tradición romano-bizantina. Por su excepcional epigrafía y
por los numerosos detalles decorativos, está muy claro que sus constructores y usuarios eran cristianos y
utilizaron el latín, cuestiones culturales que no se relacionan con el Islam o el mundo árabe.

Su gran proximidad al recinto fortificado de Valencia la Vella, también en Riba-roja de Tùria, podría
hacer pensar en un principio en una posible relación de sincronía, pero estudios posteriores de ambos
sitios sugieren que no coincidirían en el tiempo, porque la cerámica recogida en superficie en Valencia la
Vella sólo abarcaría el siglo que pasó de la mitad del VI a la del VII (Pascual, Ribera y Rosselló 2003), lo
que, de momento, dejaría un lapso de cerca de medio siglo entre el abandono de un sitio y el inicio de
ocupación del otro (Rosselló 2005). Sin embargo, debido a la escasez de datos, y tras el inicio de las
excavaciones en Valencia la Vella en 2016, probablemente se podrá profundizar en la indudable relación
entre ambos escenarios.

Por la combinación de argumentos arqueológicos y, sobre todo, por la epigrafía, caso del monograma
en forma de cruz en un tondo (Teudinir) (Fig. 30) y de un grafito grabado en el reverso de una venera con
el mismo nombre (Fig. 29), este edificio se ha adscrito en fechas recientes a la figura del Dux Teodomiro,
un magnate del período final del reino visigodo de Toledo, vinculado con los reyes Égica y Wítiza, que

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Fig. 14. Merlón de remate de la fachada (Cortesía © Jorge Fig. 15. Roseta tetrapétala calada con soporte
Morín). (Cortesía © Jorge Morín).

Fig.16. Cruz patada calada (Cortesía © Jorge Morín).

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Fig.17. Friso con roleos. El mismo Fig.18. Friso de la iglesia de San Juan de Baños. Palencia (Cortesía © Jorge
diseño con calidades distintas Morín).
(Cortesía © Jorge Morín).

gobernó el sureste de la península, donde luchó y llegó a un acuerdo con los árabes, el famoso pacto de
Teodomiro (Ribera y Roselló 2009: 202; Ribera et alii 2015). El esquema arquitectónico presenta rasgos de
la continuidad con la tradición de la uilla clásica, como los porches y el peristilo central, pero también
aporta nuevos elementos, tales como el desarrollo de la planta residencial y las estancias de representación
en el piso superior, características de algunas uillae africanas del final de época romana y que se
manifiestan en los palacios paleobizantinos de los siglos V y VI (Perich 2013: 68). La tipología y la riqueza
decorativa de los elementos arquitectónicos y escultóricos del edificio apuntarían a un conjunto de carácter
oficial, de tipo cortesano y residencial, relacionado con algún personaje importante de la élite, más civil
que eclesiástico, muy probablemente el conocido Teodomiro de Orihuela, posibilidad más que obvia por
los hallazgos epigráficos del grafito ‘Tevdinir’ y del medallón con el nombre ‘Tebdemir’, similar a otros
monogramas localizados en el paramento exterior de la iglesia de Quintanilla de las Viñas. Del mismo
modo, su decoración escultórica tiene también sus paralelos orientales, sobre todo en los dinteles de las
puertas del palacio de Qars ibn Wardan, que datan entre 564-572 (Perich 2013: 53).

Los elementos decorativos de frisos, principalmente flores de lis enlazadas, viñedos con uvas, hojitas y
palmeras y rollos de veneras, forman un programa iconográfico muy elaborado y complejo, susceptible de
diversas interpretaciones simbólicas, no sólo de carácter religioso, aunque éste está muy presente. Las
veneras, aunque normalmente se interpretan como un símbolo de la regeneración del bautismo cristiano,
pueden también actuar, según su posición en el edificio, en las áreas más importantes simbólicamente
(ábside, exedra) de la arquitectura de representación y el poder (Fig. 22). La mayor parte de la decoración
asociada al edificio consiste sobre todo en frisos de veneras y trifolios (Fig. 17), que son una constante en
la decoración de los edificios del Toledo visigodo, como las veneras reutilizadas por Abd al-Rahman III en
la puerta de Alcántara, probablemente procedentes del antiguo palacio o pretorio visigodo situado en la
parte alta de la ciudad (Carrobles et alii 2007), y de otras piezas procedentes de palacios ligados a las
elites regias, como las de San Bartolomé (Fig. 24). Los motivos se documentan también en conjuntos
palatinos situados en el territorio de la capital visigoda, como el edificio de Los Hitos (Barroso et alii
2015).

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Fig. 19. Dovelas con veneras y trifolias (Cortesía © Jorge Morín).

Fig. 20. Dovelas con trifolias (Cortesía © Jorge Morín).

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Fig. 22. Venera (Cortesía © Jorge Morín).

Fig. 23. Pieza de desecho, con el inicio de la talla de una venera


(Cortesía © Jorge Morín).
Fig. 21. Columnilla de ventana (Cortesía ©
Jorge Morín).

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Existe también un pequeño lote de piezas que corresponde a la decoración de otro edificio situado en
las inmediaciones y que, por desgracia, resultó totalmente destruido como consecuencia de la construcción
de una infraestructura viaria (Pla de Nadal II). No obstante esta desdichada circunstancia, las excavaciones
proporcionaron el acopio de un conjunto de restos escultóricos que presentan una tipología e iconografía
con ciertas similitudes técnicas al edificio civil excavado, aunque todo parece indicar que en este segundo
caso podrían corresponder a un edificio de carácter religioso. Junto al más desconocido edificio de Pla de
Nadal II, habría un gran complejo residencial, al igual que en otros sitios similares, como algunos palacios
de la arquitectura civil de la dinastía justinianea, en particular el de Qars ibn Wardan (Siria), la residencia
de un dux (alto comandante militar que gobernó una provincia) bizantino, donde, en el entorno de un
palacio similar había otros dos edificios exentos, que han sido interpretados como una iglesia y un cuartel
(Perich 2013).

Como decíamos, este esquema no sería nada extraño en el mundo visigodo, en los ambientes
vinculados a los entornos reales, como en el territorio de la sedes regia, Toledo, en el conjunto rural de los
Yébenes, con San Pedro de la Mata, como iglesia, y el edificio de Los Hitos actuando como palatium, o
panteón funerario (Barroso et alii 2011: 2014). Asimismo, este modelo se reproduciría en conjuntos áulicos
de la corte asturiana, en las afueras de Oviedo, en la zona del Monte Naranco, el palatium de Santa María,
y la iglesia de San Miguel de Lillo (Bango 2001). Los últimos ejemplos de esta arquitectura residencial
palaciega se pueden todavía encontrar en muchos palacios de Constantinopla de los siglos X al XII (Perich
2013: 69-72), que mantienen la articulación de un cuerpo central rectangular con dos niveles, porches
laterales y torres, y aula de representación iluminada a través de las numerosas ventanas decoradas con
celosías caladas con motivos cruciformes (Fig. 28), exactamente como Pla de Nadal (Fig. 16). Esta
pervivencia de la arquitectura residencial en la Edad Media también es evidente en Italia y en España,
como por ejemplo se ha señalado en Toledo vía las residencias palaciegas bajomedievales (Barroso,
Carrobles y Morín 2011).

El complejo civil fue destruido unas décadas después de su construcción, aún en el siglo VIII.
Probablemente, en el mismo momento del ataque a Valencia por el ejército del emir Abd al-Rahman, el
año 778-79, que sofocó una rebelión en esta zona (Torró 2009: 159). Antes de su destrucción, el edificio fue
saqueado de sus materiales muebles, por lo que para esos momentos el espacio se encontraba ya
abandonado. Las causas de este abandono no están del todo claras. Pero por ser la residencia del
gobernante del territorio, era un objetivo militar y económico evidente en este tipo de conflictos. En
cualquier caso, la citada campaña del emir cordobés acabaría definitivamente con cualquier ulterior
intento de rehabilitación del conjunto.

6. EL CONSTRUCTOR DEL EDIFICO. TEODOMIRO DE RIBA-ROJA DEL TURIA


(ORIHUELA)

En Pla de Nadal se daría la extraordinaria circunstancia de no sólo conocer el nombre del promotor-
usuario del edificio, sino además, disponer de sólidos y claros argumentos para identificarlo con un
importante y notorio personaje histórico de esta zona en los albores del reino visigodo de Toledo y el
comienzo de la llegada de los árabes a la Península Ibérica. Coincidirían en el tiempo, el colapso del reino
visigodo en el 711, y en el espacio, la construcción de este palacio-fortaleza y la presencia de Teodomiro
como rector del territorio que iba de Valencia a Almería, primero como gobernador dependiente del rey de
Toledo y más tarde, con la misma función, como vasallo, Regulus, reyezuelo, del califa de Damasco, para el
que recaudaría los impuestos de este mismo territorio. Tal vez los invasores musulmanes le habrían
sustraído el control de algunas ciudades especialmente importantes por estratégicas, como Saetabis
(Xátiva) y Dianium (Denia). Por las fuentes históricas árabes, conocemos bien los detalles de estos

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Fig. 24. Venera de Toledo del Callejón de San Fig. 25. Pieza horizontal decorada por las 4 caras y con un hueco
Ginés (Cortesía © Jorge Morín). cuadrado en el centro. ¿Mesa?. Pla de Nadal II (Cortesía © Jorge
Morín).

Fig. 26. Pieza de desecho, que ha conservado restos de la Fig. 27. Estucos de Santa María de Melque.
preparación para la talla y pintura (Cortesía © Jorge Morín). Toledo (Cortesía © Jorge Morín).

impuestos, en monedas y en especie. Estas mismas informan que en el año 713, Teodomiro, el antiguo dux
del territorio de Valentia, subscribió un acuerdo con los árabes por el que se convirtió en el administrador
de un extensa área que incluía los territorios de siete ciudades, que según las versiones del pacto a veces
difieren pero que son coherentes dentro de un mismo marco geográfico. Aparecen mencionadas:
B.l.nt.la/Valentia, Iyyuh/Eio, Ils/Ilici, Buq.sr.h/Begastri/, Auryula/Oriola, Mula, Lurqa/Lorca,
Laqant/Lucentum (Ribera y Rosselló 2009; Id. 2011). Una parte de esta zona, la meridional, formaría una
kura en época islámica, que los textos precisamente citan como la kura de Tudmir (Gutiérrez 1996).

Es en este preciso contexto político donde debe contextualizarse la construcción del complejo palatino
de Pla de Nadal, siguiendo patrones artísticos ya establecidos en anteriores edificios áulicos de los reyes y
de la nobleza visigoda de inspiración bizantina. El espacio urbano asociado con este conjunto fue la ciudad
de Valencia, que ya tuvo un desarrollo excepcional de la arquitectura civil y religiosa de los siglos sexto y

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séptimo (Ribera 2008). De esta forma, como muchos otros magnates visigodos, el dux Teodomiro erigió su
residencia en el campo, pero cerca de una importante ciudad.

Fig. 28. Palacio bizantino de Qasr ibn Wardan (Siria) (Perich 2013).

Fig. 29. Grafito inciso sobre una venera con el Fig. 30. Tondo con anagrama en el que se lee Tebdemir (Cortesía
nombre de Teudinir (Cortesía © Empar Juan). © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.
Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

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Fig. 31. Vista aérea del edificio tras su excavación (Cortesía © Empar Juan). Archivo Museu de Prehistòria de Valencia.

El refinamiento, la riqueza y el simbolismo iconográfico de Pla de Nadal encajan bien con lo que se
conoce de la vida y personalidad de Teodomiro. Un cronista lo describió como: ‘Fuit per exemple
scripturarum amator, eloquentia mirificus, praeliis expeditus en’, que retrata la triple naturaleza de la
formación de los visigodos laicos: religiosa, literaria y militar. Si la fecha de construcción de esta
residencia, de carácter único por todo lo argumentado en estas páginas, debe colocarse a partir del final del
siglo VII, el dominus del palacio sería también el mismo personaje mencionado en la Chronica
Muzarabica de 754 Continuatio Hispànica: ‘Teodomiro... sub Egicam et Uuittizam’, que rechazó un ataque
bizantino en la costa de Levante (Llobregat 1973). Es decir, que condujo tropas en la región de Valencia y
Murcia, como dux de esta zona. Este momento coincide, y no por casualidad, con un breve período de
acuñación de moneda en las cecas de Saguntum y Valentia. La emisión de moneda en este período, fuera
de los grandes centros de actividad continua, como Toledo, Mérida, Zaragoza y Sevilla, tenía relación
directa con los acontecimientos militares específicos (Ribera 2005; Pliego 2009: 192). En las fuentes
árabes, aparece Teodomiro en el 713, dirigiendo las tropas de Alicante, Denia, Valencia y una desconocida
Orta (Chalmeta 2003: 207). Es decir, que su jurisdicción siempre abarcó el mismo territorio.

En sintonía con lo que sucedía durante la época altomedieval en el occidente europeo, Teodomiro
representaría el aumento del poder de la nobleza frente el rey, en un momento donde las fuentes reflejan el
fracaso de la centralización y el estado fuerte de los visigodos y los duces provinciales concentraron en sus
manos el poder civil y militar de sus áreas de control. Esta aristocracia proto-feudal utilizará una
residencia con pórticos, zonas de representación y extenso uso de la escultura decorativa. La arquitectura y
la riqueza decorativa del complejo de Pla de Nadal no tendrían nada que envidiar a la del centro episcopal
de Valentia, sino todo lo contrario, probaría la estrecha relación entre la ciudad y su territorio, entre
espacios de poder civil y religioso.

La numerosa y variada decoración arquitectónica de este espacio residencial es la de un entorno


exclusivamente cristiano y latino. Sería muy forzado y totalmente ajeno a la realidad histórica y
arqueológica de la zona, la propuesta que aboga por la construcción de este gran edificio en el periodo
omeya que, por el contrario, serían los autores de su destrucción total en la segunda mitad del siglo VIII.
También consideramos inexacto suponer que las diversas referencias en los textos latinos y árabes a
Teodomiro Teudinir en un período tan breve de tiempo corresponderían a distintos personajes portadores
del mismo nombre y poder, y que curiosamente ‘pulularían’, a la vez, por el mismo territorio (Ribera et alii
2015).

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Teodomiro intentó perpetuar el poder de su familia en estos territorios al estilo de lo que el duque
Casius había levantado en el valle medio del Ebro. Esa intencionalidad política de perpetuación puede
rastrearse también en la decisión adoptada por Teodomiro de bautizar a su primogénito con el significativo
nombre de Atanagildo, lo que denota el claro designio del dux de crear una dinastía y vincularla al linaje de
los reyes Atanagildo y Leovigildo; esto es, aquéllos que habían levantado el reino de Toledo. Pero las
circunstancias posteriores no fueron precisamente las más propicias y, tras las convulsiones del final del
Califato Omeya de Damasco y la no menos traumática instauración del Emirato Omeya de Córdoba, se
perdió el rastro de su linaje.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía


Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015
MYTRA 1, 2018: 283-318

LA ARQUITECTURA PALATINA COMO EXPRESIÓN


MONUMENTAL DE LA LEGITIMIDAD DE
LA MONARQUÍA ASTUR

ISIDRO G. BANGO TORVISO

A la memoria de Ignacio Ruiz de la Peña,


maestro de medievalistas

RESUMEN

Este trabajo aborda el estudio de los principales edificios de la arquitectura áulica promovidos por
los monarcas astures. Se explica así una escenografía palatina que, al tener que legitimar la teoría
política que Alfonso Magno tuvo que crear, debía reproducir las formas del pretorio toledano.
Frente a la actual tendencia historiográfica que niega la existencia de un palacio real junto al
Salvador, el autor considera que se trata de una afirmación sin base documental. Reafirma la
situación tradicional y hace una propuesta de identificación de las diversas partes del complejo
palatino. Traza paralelos con la imagen idealizada del pretorio toledano según la miniatura hispana
del siglo X. Niega que el conjunto monástico de Santullano sea un palacio y sí un monasterio que
queda patente en la documentación y en las características del templo conservado. El complejo
áulico de Naranco no responde a las necesidades de acoger una residencia para defender a Ramiro I
frente a la corte ovetense y mucho menos a Santullano. Muestra claramente un carácter lúdico a la
vez que en el templo se aprecia la práctica piadosa del monarca y su esposa. Se analizan las fuentes
documentales que explican la capilla palatina y el palacium, proponiendo una lectura alternativa a
la tendencia actual de la historiografía. Por último, se explican los ecos de la pompa consularis
presentes en la decoración de estos monumentos.

PALABRAS CLAVE

Oviedo, Monarquía asturiana, Alfonso Magno, Arquitectura de poder, palacios, topografía urbana,
manuscritos.

ABSTRACT

This paper deals with the study of the main buildings of courtly architecture, promoted by the
Asturian monarchs. This work also explains the palatine scenography that had to reproduce the
praetorian model of Toledo to legitimize the political theory of Alfonso Magno. Faced with the

*
Universidad Autónoma de Madrid. igbango@gmail.com.
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current historiographical trend that denies the existence of a royal palace next to Salvador, the
author believes that this is an assertion without evidence base. The author reaffirms the traditional
situation and makes a proposal for identifying the various parts of the royal palace. Draws parallels
with the idealized image of Toledo’s praetorian according to the 10th c. Hispanic miniature. The
author propose that the monastic complex of Santullano is not a palace but a monastery regarding
the evidences of this documentation and the characteristics of the preserved temple. The courtly
complex of Naranco doesn’t show the needs of hosting a royal residence to defend Ramiro I of the
ovetense court, neither Santullano temple. The building quite shows a playful nature place, while in
the temple the pious practice of the King and his wife is appreciated. The following pages analyze
those sources that can explain the palatine chapel and the palatium, understanding an alternative
reading of the current historiography tendency. Finally, the echoes of pomp consularis remained in
the decoration of these monuments are explained too.

KEYWORDS

Oviedo, Asturias monarchy, Alfonso the Great, power architecture, palaces, urban topography,
manuscripts.

1. INTRODUCCIÓN

En 1984 daba a conocer mis primeros estudios sobre la cultura del reino astur 1 . Constituyeron el
principio de más de treinta años dedicados al tema; sobre algunas de las numerosas publicaciones que mi
línea de investigación dio lugar trataremos a lo largo de las páginas que siguen. La interpretación del
origen de este reino se introduce en la historiografía del tema durante el mismo siglo XX, y ya no cesará
hasta nuestros días. Lo que podría considerarse una modernización de la historia a principios del siglo XX
insistía en ver el tema como algo absolutamente ajeno al devenir de la Europa carolingia: “La historia del
Reino de Asturias es estrictamente nacional y no afecta más que a la Península” (Barrau-Dihigo: 1921). El
que más ampliamente ha trabajado sobre el reino de Asturias ha sido Claudio Sánchez Albornoz; su
monumental obra definía el reino en el contexto de la tradición romana y goda2. Se veía así la historia astur
bajo la forma gótica o en su caso neogótica, pero siempre considerando el fundamento de estas posturas la
manipulación ejercida por Alfonso III y sus colaboradores, según lo expresaban en las crónicas escritas
durante su reinado. La sobrevaloración del indigenismo en las historias nacionales, puesta en boga durante
la segunda mitad del siglo XX, tuvo sus representantes en nuestro tema con un extraordinario éxito. Sus
promotores serán Barbero y Vigil, basándose en una postura ya defendida anteriormente por algún
historiador hispano, consideraban que astures y cántabros, eternos enemigos del dominio romano,
continuaron en la misma oposición contra el nuevo poder invasor, el de los musulmanes. De esta manera,
el reino recién nacido tenía su origen en la tradición indígena, siempre combativa contra los romanos, y
que a partir de entonces sería identificada con la llamada Reconquista (salus Hispaniae)3. Desde el punto

1
Aunque expuestos y entregados a los editores en los años 1984 y 1985, no fueron publicados hasta algunos años
después, Bango 1988: 15 - 30 y 207 - 238.
2
Sus aportaciones a lo largo de años de trabajo han sido recogidas en dos monumentales obras: Orígenes de la Nación es-
pañola. Estudios críticos sobre la historia del Reino de Asturias, 3 vols., Oviedo; La España cristiana de los siglos VIII
al XI. El reino astur-leonés (722 - 1037). Sociedad. Economía. Gobierno. Cultura y Vida (Historia de España, Ramón
Menéndez Pidal, VII ), 2 vols. Madrid, 1980. Sobre el tema de referencia visigoda para explicar la aparición del reino ástur
la bibliografía ha continuado en obras tan representativas como las siguientes: De la Peña Solar: 2001 y Deswarte : 2003.
3
La mejor síntesis de sus tesis se recoge en Barbero y Vigil: 1974.

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1 LA ARQUITECTURA PALATINA COMO EXPRESIÓN MONUMENTAL…

de vista del arte se fue forjando una tesis que ampliaba aquello que ya era conocido por las relaciones de
algunos monarcas ástures con la dinastía carolingia (temas políticos, diplomáticos y religiosos): el arte
ástur se presentaba como una especie de hijuela de lo carolingio4.

Desde el primer momento he defendido que el protagonismo decisivo en la creación del reino,
inventándose una teoría de continuidad de la monarquía visigoda, fue Alfonso II, no Alfonso III 5 ,
preocupándose el primero de visigotizar su linaje con un afán legitimador de su condición regia. Como
imaginario de este proceso legitimador se recreó especialmente la personalidad sagrada del rey, la teoría
política, la etiqueta palatina y la escenografía arquitectónica de la monarquía goda tal como eran en
Toledo. Es indiscutible que todo esto es obra de una minoría selecta, huidos sureños y elite local, todos
ellos participaban de una misma cultura, la hispanorromana que pervivía bajo la monarquía goda. Pero
para que este mundo de las ideas se hiciera posible en una materialización formal, era imprescindible que
entre los habitantes de Asturias existiese una parte importante de la población perfectamente romanizada
(la pervivencia de materiales y de técnicas) no permite duda alguna al respecto. El afirmar la existencia de
unos indígenas en Asturias sin romanizar no deja de ser una visión falsamente nacionalista y de un
romanticismo “a la violeta”. Modelos y técnicas eran hispanorromanos y todo esto tenía su origen
básicamente en la Asturias romana. Por esta razón he negado el término prerrománico para el arte de la
monarquía, termino inaceptable por su caduca y sesgada visión de la teoría de los estilos, y lo he
considerado tardorromano. En cuanto a su relación con el arte carolingio prácticamente no existe, salvo en
aquellos aspectos coincidentes porque se trata de soluciones hispanas aplicadas también en lo carolingio
(Bango 1985; Id. 1988; Id. 1992)6, o simplemente, ambas artes son herederos directos (continuidad) de lo
romano. Resulta incomprensible ver como algunos autores confunden la teoría de las imágenes de los Libri
carolini, con la iconografía aplicada en los edificios palatinos (aulas regias y capillas) erigidos por el propio
Carlomagno.

Por otra parte, no faltan, desgraciadamente, algunos que siguen viendo el neovisigotismo bajo la clave
de la política actual, fruto de una historiografía sectaria, sin haberse enterado todavía de lo que representó
la cultura romana durante el gobierno de los visigodos y su continuidad. Ni siquiera han digerido las ideas,
luminosas en el contexto que se pronunciaron, de Puig i Cadafalch y Palol Salellas.

Isabel Sánchez Ramos y Jorge Morín de Pablos, organizadores de la ‘Journée’ dedicada a sedes regiae
wisigothiques, me pidieron que expusiera mi visión sobre el palacio real durante la monarquía asturiana.
Me centraré especialmente en el palacio de Alfonso II en Oviedo y en el de Ramiro I en Naranco, aunque
previamente me ocuparé de varios aspectos que me parecen básicos para entender el tema en una
aproximación, a mi parecer, lo más exacta posible.

4
La publicación de la obra de la norteamericana Dodds, defendiendo el origen carolingio de los motivos clásicos del
arte de Alfonso II (Dodds 1989), sirvió para que los partidarios de la tesis carolingia se sintieran reforzados en su
postura.
5
Este no sería más que el continuador de una política que ya estaba plenamente definida con su antecesor.
6
Recientemente Daniel Rico en un brillante artículo sobre la epigrafía asturiana se pregunta, al referirse a la epigrafía
de la iglesia de Santianes, si “se debió de alguna manera a cierta apertura de la corte de Pravia hacia el exterior y, en
particular, hacia la cultura carolingia, justo en el momento previo al estallido (y pronta resonancia internacional) de la
polémica adopcionista (Rico Camps 2014: 67-98). Nadie ha puesto en duda, que yo sepa, la geografía y cronología de
la polémica adopcionista y tampoco la relación de Alfonso II con Carlomagno, perfectamente documentada por las
fuentes bien conocidas de uno y otro lado. El problema de la trasmisión de formas de la cultura carolingia a la
asturiana deberá justificarse de manera concreta y específica y no bajo el paraguas de un planteamiento genérico. Esto
que acabo de afirmar no se refiere tanto al estudio de Rico como al de alguno de los investigadores en los que se
apoya. Está muy bien señalar lugares comunes entre textos ástures y carolingios, pero es evidente que no podemos
obviar el ritual hispanogodo y su trascendencia en lo carolingio.

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ISIDRO G. BANGO TORVISO 1

2. ALFONSO II EL MAGNO, FUNDADOR DE UN REINO

Alfonso II figura en la Historia con un papel importante, pero su actividad política no deja de ser
controvertida y hasta recientemente bastante ninguneada. La realidad es que se ha ejercido sobre su
persona una especie de damnatio memoriae que oculta su protagonismo decisivo en la definición teórica
del reino. La historiografía del siglo XX lo ha considerado más un instrumento de los ideólogos de la época
de Alfonso III que el verdadero creador y referente de los principios de estos ideólogos. Así se interpretan
equívocamente los textos del reinado de Alfonso III, atribuyéndole a este monarca un factor básico para la
historia del reino, que será conocido como neovisigotismo o, simplemente, ‘visigotización’.

Se le privó del apelativo de Magno con el que fue conocido por sus súbditos, coetáneos e inmediatos
habitantes del reino después de su muerte. Concediéndosele el de Casto que en principio tenía el valor de
ejemplaridad moral y religiosa, pero que no pudo evitar que terminase siendo considerado con una cierta
ironía por una parte de la tradición literaria. El sobrenombre de Magno pasó a Alfonso III, aunque, si
tenemos en cuenta la actuación de este monarca, un sobrenombre de estas características sólo sería
comprensible desde la realidad geopolítica que significaría lo que se conoce ya como la monarquía
asturleonesa. El problema no radica sólo en la pérdida de la trascendencia de un sobrenombre, sino en lo
que este significa para la existencia de una nación7.

Todas las crónicas que constituyen el llamado ciclo ástur8, fundamento documental en la descripción
del origen y desarrollo de lo que se conoce como el reino de Asturias, no utilizan como sobrenombre el
Casto para Alfonso II y sí otros que, sin duda, son mucho más significativos para enfatizar su actividad
como gobernante y perpetuarla en la memoria “nacional” del reino. Así vemos como se le reconoce por un
cronista de la época de Alfonso III: Adefonsi maioris (Ad Sebastianum, 20, p. 139). Cualquiera que sea el
criterio que utilicemos en la interpretación de este maior9, pienso que no tiene otra traducción que el
Mayor en el sentido de el ‘más grande’. La otra versión de la misma crónica se expresa en el sentido de
Alfonso Magno: Adefonsus rex magnus (Rotensis, 21, p. 138). Y lo mismo ocurre con la tercera crónica, la
Albeldense: Adefonsus magnus (Albeldense, XV, 9, p. 174). Es evidente que este sobrenombre de Magno
sólo se reserva para aquel monarca cuya actuación es trascendental para la historia de un reino. A este
respecto absolutamente comparable en la designación de su epíteto con dos monarcas que enmarcan
cronológicamente el reinado de Alfonso II: Carlomagno y Alfredo el Grande.

Todo lo explicitas que son las crónicas sobre la actuación de nuestro monarca solo podría deberse a una
buena fuente de información previa, una crónica perdida de la época del rey Casto 10 . Díaz y Díaz ha
encontrado una fuente textual que marca, según su criterio, el cambio de orientación política e ideológica
del núcleo de resistencia ástur. Se trata de una serie de Annales que se difundieron por toda la Península

7
Con esta expresión no me estoy refiriendo a la idea central de los estudios de Sánchez Albornoz ‘sobre los orígenes de
la nación española’, sino al nacimiento de un territorio y de unas gentes que se estaban convirtiendo en un estado
(entiéndase este término en el contexto medieval) que necesitaba una organización política en torno a una institución,
la monarquía, que en sus principios constituía hasta entonces algo demasiado difuso.
8
Las dos versiones de la crónica de Alfonso III serán citadas aquí como Ad Sebastianum y Rotensis. siguiendo la
edición y traducción de Gil y Moralejo; lo mismo se hará con la Albeldense (Gil, Moralejo y Ruíz de la Peña: 1985). Si
recurro a la edición y traducción de Bonnaz: 1987.
9
Comparativo irregular de superioridad del término magnus.
10
Claudio Sánchez Albornoz se planteó la cuestión de si no habría existido una crónica compuesta en la época de
Alfonso II, en la que se explicaba como el monarca fue el impulsor de la propaganda y de la persuasión de que el reino
visigodo tenía su continuidad en el reino de Asturias (Sánchez Albornoz 1945: 105-146). En una reelaboración
posterior de este trabajo, ante las acervas críticas recibidas al respecto, se mostrará algo más cauto, introduciendo en
sus conclusiones el siguiente interrogante: “Pero ¿me será permitido tener tal redacción -la supuesta crónica perdida-
por muy probable?” (Sánchez Albornoz 1974: 756).

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entre los siglos XI y XIV, aunque su núcleo original sea asturiano y más exactamente del inicio del reinado
de Alfonso II11. Para Díaz el texto fue escrito por un clérigo que sentía una especial animadversión contra el
pueblo godo “del que se complace en señalar el final de su reinado en Hispania y su liquidación total, de la
misma manera que siente singular complacencia en indicar que la serie de reyes asturianos es, diríamos,
autónoma, y solo nacida después de que los sarracenos se habían enseñoreado de toda la Península por
varios años (Díaz y Díaz 2001: 130-131). Incluso señala, creo que acertadamente, que este periodo del
dominio total de la Península sirve para enfatizar la discontinuidad de la monarquía asturiana con la de los
visigodos. Obsérvese la manera lacónica con la que explica el acceso al trono de Alfonso II: Post positus est
in regno domnus Adefonsus XVIII Kalendas Octobris sub era DCCCXXVIIII. Señalado el cambio de
ideología aquí, anales y crónicas asturianas vienen a coincidir en proponer a Alfonso II como el promotor
de este gran cambio que se produce en el núcleo de resistencia ástur. El dilema que se les debió presentar
entonces es la legitimación de la realidad de la existencia de un rey y de un reino. Es posible que muchos,
como el autor de los anales, sintiesen odio/prevención hacia los reyes godos, pero habría también muchos
que viesen en la continuidad de la dinastía y de las viejas instituciones la mejor fórmula de legalizar rey y
reino. Se creó así una teoría de un reino que hasta entonces no existía y cuyos fundamentos legales se
basarían en la legitimidad de unos príncipes que pertenecían a un linaje heredero/continuador de la
monarquía visigoda. Sin duda era una fabulación, pero no menos útil que otras tantas que ya por entonces
había forjado el devenir de Europa: a este respecto, resulta esclarecedora la invención de la curia romana
de convertir a Carlomagno en el heredero del “primer emperador cristiano”, creando todo un linaje
dinástico para el monarca franco, que se remonta por línea directa hasta el mismo Constantino. Si leemos
atentamente las crónicas percibimos dos realidades muy distintas: de manera institucional se insiste en la
continuidad del linaje visigodo (“nomina de los reyes godos de Oviedo”), “del linaje de Leovigildo y de
Recaredo”; y cuando se expresa de manera espontánea el escritor se olvida de los convencionalismos y
habla de los ástures o, simplemente, de los cristianos. Poco a poco los visigodos como tal van dejando su
sitio a un pueblo que se denomina como acabamos de señalar. La actividad desarrollada por Alfonso II
para definir el nuevo reino tuvo como referente la figura de Leovigildo. Sí, al igual que este monarca tuvo
que trasformar un grupo armado en una institución regia, el procedimiento a seguir figuraba en las viejas
crónicas de época visigoda, que Alfonso II y el grupo eclesiástico de “inteligencia” que le asesoraba
conocían perfectamente12 (Bango 1992: 19-32).

Es muy importante indicar también que este montaje de la “continuidad” política necesita de una
puesta en escena que lo hiciese creíble y representable, y esta recreación del imaginario de la legalidad
continuista sólo se pudo conseguir porque los recursos técnicos de la cultura tardorromana de la época de
la monarquía visigoda todavía seguían perviviendo. Me gustaría subrayar lo de la continuidad de las
técnicas, pues evidentemente revaloriza la simple copia iconográfica de unos modelos. Por otro lado, pese a
que algunos investigadores sigan señalando un corte/vacío entre el pasado y el presente de las Asturias de
los siglos VIII y IX, la existencia de los recursos técnicos nos asegura algo indiscutible: abovedar edificios
no sólo de una planta sino incluso de dos, o utilizar una pintura al fresco del grosor de las de Santullano,
solo se pueden explicar por la prolongación de la actividad de talleres locales en el trascurso del tiempo13,
pues ni existió un Tioda oriental ni la movilidad de los talleres se genera en medio de un dilatado vacuum.

11
Para el estudio y comentario de estos Anales vid. Díaz y Díaz 2001:125–131, pp. especialmente el capítulo dedicado a
los inicios de la historiografía en Asturias.
12
Esta interpretación ha sido negada por algunos investigadores que ignoraban el respeto que una parte importante de
la iglesia católica tuvo hacia la figura de Leovigildo, incluso frente al hecho de que Hermenegildo fuese católico y su
padre arriano. Para Roma la actuación del príncipe no dejó de ser considerada como tiranidem arripiens, es decir un
acto ilícito y condenado por los concilios católicos.
13
He tratado del tema en numerosos trabajos. Por no citar todos ellos y, por otro lado, dada la importancia de los
modelos iconográficos representados en la plástica romana documentada en Veranes y vuelta a reproducir en la
pintura asturiana, señalaría mi estudio (Bango 2012: 84-88).

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3. EL ESCENARIO PALATINO DE ALFONSO II EN OVIEDO

Sin pretender entrar en los múltiples aspectos de lo que representó el nuevo imaginario creado para
hacer visible la figura de Alfonso II como un verdadero monarca “visigodo”, me limitaré aquí a señalar dos
fundamentales de este ideario propagandístico. El monarca para serlo tenía que haber recibido la unción
regia, y así la Rotense nos informa que, en la más estricta tradición visigoda, al menos desde Wamba,
Hunctus est in regno (Bango 2011-12: 749-766; Id. 2014: 3-16). Estableció una capital para su reino en
Oviedo, la imagen con la que se indicaba esto quedaba reflejada con la ubicación de un símbolo real tan
significativo como trono (solium). Esta acción queda bien reflejada en las dos versiones de la crónica de
Alfonso III: Iste solium suum Oueto firmauit (Rotensis, 21, p. 138); Iste prius solium regni Oueto firmauit
(Ad Sebastianum, 21, p. 139). Está claro que al situar solium regni en Oviedo el monarca quiere convertir
Oviedo en la capital de un nuevo reino, el que debía corresponderse con los ideales y argumentos políticos
que le servían de fundamento. Como es bien conocido erigía su capital en el lugar en el que había nacido y
en donde se habían establecido durante el reinado de su padre, Fruela I (722-768), diversas fundaciones
religiosas.

En los últimos años se han venido sucediendo diversos hallazgos romanos en el área ovetense, lo que ha
llevado a plantearse cuál fue la verdadera dimensión y trascendencia de la romanidad de la zona14. Han
sido los numerosos trabajos de Fernández Ochoa los que nos han dado a conocer la importancia de la
cultura romana en Asturias, que hasta entonces había quedado muy relativizada por lo que siempre se ha
conocido de Gijón15. En todos mis estudios he insistido en algo que ahora parece ser lógico, pero cuando yo
lo afirmaba era negado y, como se puede comprobar, generalmente olvidado por las investigaciones
actuales: existió una continuidad no solo de formas, sino que también de técnicas. Las pinturas de
Santullano, tal como ya hemos comentado, un verdadero fresco romano, solo se pueden explicar por la
práctica continuada de unos talleres. Y si esto no tiene discusión, no sé por qué tenemos que buscar otro
origen en la mano de obra que edifica una arquitectura tan sabia como la promovida por Alfonso II y
Ramiro I16. En este sentido debemos ser muy cautos en la catalogación de ciertas obras. Últimamente se
quiere ver en la Foncalada de Alfonso III (Fig. 1) una creación romana tan solo reparada en la época de este
monarca, pasando a ser denominada ‘edículo del ninfeo de la Foncalada’17. Cualquiera que conozca las
dificultades del buen fresco, como el de Santullano, sabe que es más lógica y fácil la continuidad de la
técnica y del uso de determinados materiales de la fuente que la de estos frescos. En cuanto a los spolia

14
Una excelente panorámica del tema puede verse en (Gutiérrez 2012: 377 – 433), especialmente a partir de la p. 410.
Para este estudioso un área sacra romana ovetense fue reaprovechada materialmente en la edilicia religiosa
promovida por Alfonso II. Vid. nota siguiente.
15
Las publicaciones de esta investigadora sobre la romanidad en Asturias se han sucedido sin cesar desde que publicó su
tesis doctoral (Fernández 1982), las referidas al Gijón romano, Veranes, etc. Coincido plenamente con ella cuando
define el tipo de sustrato romano sobre el que se fundamenta Oviedo, nueva capital del reino: ‘el solar primitivo de
Oviedo pudo albergar, en origen, las construcciones de una propiedad rural tardorromana, tipo villa, cuyos perfiles no
podemos definir con exactitud. Este establecimiento ocuparía un amplio espacio y quizá se configuró siguiendo un
modelo de plan diseminado tan característico de las villae tardorromanas. Su situación, a cierta distancia del paso de
la vía romana que discurre por la parte norte de la ciudad actual, encaja perfectamente con la ubicación de estos
complejos rurales’ (Fernández 2009:24).
16
La técnica de la pintura al fresco es tan difícil que su práctica se acabó con la fase final de la romanidad, y no se
volvería a hacer un buen fresco hasta la pintura renacentista. Como demuestra la historia de la técnica arquitectónica
europea abovedar sólidamente no acarrea las mismas dificultades que el fresco.
17
Los arqueólogos que excavaron la Foncalada llegaron a la conclusión que se trataba de un tipo de construcción propia
de “la antigüedad clásica, tanto helenística como romana y, muy especialmente, con los ninfeos con edículo
pompeyanos” (Ríos 1994: 399-420). Si en principio estos arqueólogos solo plantearon que la Foncalada no tenía
parangón con los edificios ástures conservados, el hallazgo de una estructura romana que, al menos en planta, se
corresponde con la Foncalada les llevó a catalogar esta como romana rehecha en tiempos de Alfonso III (Estrada et
alii. 2009: 160).

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reaprovechados en los edificios de la monarquía,


señalar su posible origen es tarea difícil de
resolver. La inmediatez de los materiales a
reaprovechar es la más lógica, aunque
evidentemente no todos los materiales se
explican por idénticos motivos. No es lo mismo el
sarcófago de Itacio que un capitel absolutamente
descontextualizado incluso de su propio par en
las columnas que apean un arco. Un mejor
conocimiento de la nueva romanidad que está
apareciendo en Asturias nos hará replantearnos
el origen de las piezas reutilizadas por la
arquitectura de los siglos VIII/X, pero en todo
caso sigue y seguirá vigente mi afirmación de
1995: “El viejo Gijón romano se convertiría en el
mejor centro de expoliación para las nuevas
construcciones. ¿Cuántos mármoles romanos
reaprovechados en los edificios asturianos no
proceden de aquí?” (Bango 1995: 187). El
establecimiento de un gobernador musulmán en
Fig. 1. Foncalada (© I.G. Bango). Gijón como cabeza del dominio de Asturias y el
perímetro de ciudad que supone Fernández
Ochoa nos hacen pensar que estamos ante la urbe más importante de esta región. La edificación
correspondiente estaría en consonancia con estos factores. La decoración monumental de estos edificios
prácticamente ha desaparecido. Lo más lógico es pensar que, abandonado Gijón o reducido a una
población residual, sus construcciones sirvieran de cantera donde apropiarse de la sillería y de los
elementos decorativos necesarios en las nuevas construcciones.

Si tenemos en cuenta las directrices ideológicas de los responsables del reino, era evidente que el
escenario de la nueva capital regia sólo podía tener un modelo: Toledo. Y esto quedó corroborado de
manera indiscutible cuando la Albeldense, de forma muy precisa, lo expone en los siguientes términos:
omnemque Gotorum ordinem, sicuti Toleto fuerat, tam in ecclesia quam palatio in Ouetao cuncta statuit
(Albeldense, XV, 9, p. 174). Creo ocioso discutir que se está refiriendo a una reproducción del paisaje
monumental de Toledo en la nueva capital. La referencia de ecclesia y palatium unidos tiene una clara
justificación en el recuerdo de lo que fue la herencia visigoda de una monarquía protagonista principal, no
solo de los asuntos estrictamente civiles, sino que también de los eclesiásticos. Recuérdese lo que
acabamos decir: Alfonso II fue un monarca ungido y por ello su persona fue considerada sagrada. Como
expresión propagandística de lo que quería representar como nexo con el pasado, la recreación evocadora
de Toledo, exigió de él una importante actividad edilicia, sin igual entre los monarcas altomedievales
hispanos.

Erigió los templos siguientes: San Salvador, Santa María y San Tirso. Tanto la Rotensis como la Ad
Sebastianum citan un cuarto templo, pero es muy interesante ver los términos que utilizan para situar este
nuevo edificio. Nada más referenciar los nombres y características de los tres primeros templos, ambas
crónicas señalan la construcción de la iglesia de San Julián, ubicándola ‘bastante lejos del palacio’ (necnon
satis procul a palatium edificauit) según la Rotensis (Rotensis, 21, p. 140), mientras que la Ad
Sebastianum es más concreta, ‘distante del palacio casi un estadio’ (circio distantem a palatio quasi
stadium unum) (Ad Sebastianum, 21, p. 141). Curiosamente hasta este momento las dos versiones de la
crónica no han citado la existencia de un palacio real, no tiene mucho sentido tomarlo como referencia de

289
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ISIDRO G. BANGO TORVISO 1

la distancia con el otro templo si los primeros templos no formasen parte del área palatina. La Crónica
Silense18, inspirada por fuentes escritas ya cuando el palacio ha sido amortizado, no duda en situar el
templo de los Santos Julián y Basilisa spacio vnivs stadii ab ecclesia sancti Salvatoris (Historia Silense, p.
139). A mi modo de ver es muy claro que se está hablando de una zona, palacio/San Salvador, que es la
misma en un sentido amplio. Posiblemente esta zona tuviese su propio espacio cerrado en su entorno,
constituyendo el atrio al que se refiere el monarca en la donación del 812. Este documento, que en el
soporte que conocemos en la actualidad no es posible datarlo más allá del siglo XI, ha sido considerado
como una copia de un verdadero original de Alfonso II19. El texto dice lo siguiente: “atrium quod In cir /
cuitu domus tue muro / septum te auxiliante /peregimus. Siue omnia / Intrinsecus cum aque / ductu.
domos uel cunc / ta hedificia que Ibidem / Instruximus” (Floriano 1949: 123). La traducción literal nos
ayudará a interpretar con mayor exactitud lo que el diploma afirma: ‘Alfonso, con la ayuda de Dios, llevó a
cabo un atrio cercado (septum) con/por un muro (muro) en el entorno de la iglesia del Salvador (domus
tue). Dotó de un acueducto dicho atrio, y en su interior edificó iglesias (domos) y edificios adjuntos (cuncta
hedificia)’. En primer lugar me gustaría señalar que este atrio es mucho más amplio que lo que señalan las
normas canónicas20, incluía en su interior diversas iglesias y edificios, entre ellos tal como veremos, el
palacio de Alfonso II. A la palabra domos21 debemos darle el mismo significado que a la domus del inicio,
es decir si esta significa iglesia, y así es, la otra son también, aunque en plural, iglesias. Me parece evidente
que domus es la iglesia del Salvador y las otras domos son el resto de los templos que había en el interior
de este atrio. De esta manera se entiende la diferencia de los edificios concretos, domos, de todos los
restantes edificios del interior del atrio que no se quiere determinar. Aunque en el plano de su hierapolis
Uría no incluyó San Tirso entre los templos que supuestamente amuralló Alfonso III22 (Fig. 2), existen
testimonios irrefutables de que este templo formaba parte del mismo atrio: Necnom et eclessiam beati
Tirsi martiris Christi in eodem ciminterio pulchro opere fundauit (Historia silense p. 139). Cuando afirma
esto el texto, acaba de referir todas las fundaciones eclesiásticas de Alfonso II. He demostrado como la
palabra atrio y cementerio tienen en estos momentos el mismo significado 23. Creo que una afirmación
como esta apoya aun más mi argumentación del atrio del diploma de 812 incluyendo todos los templos en
su interior. El núcleo urbano que constituía la ciuitas ovetense durante el reinado de Alfonso II protegía
bajo un único muro los edificios religiosos y los palatinos. El problema que se nos suscita es señalar
cuántos templos se incluían en este atrio fortificado. Lo único que considero que se puede afirmar es que
todas las iglesias edificadas o reconstruidas por Alfonso II terminarían estando aquí, aunque en el 812
alguna todavía no estuviera totalmente edificada. Como es lógico Santullano no pertenecía a este conjunto,
se encontraba a una cierta distancia, en una disposición “suburbana” con respecto a la ciuitas original.

Durante los últimos años se ha venido cuestionando la interpretación más tradicional sobre la
existencia del palacio de Alfonso II. Ha vuelto a surgir la idea de que el monarca erigió dos palacios: uno

18
Conozco que la historiografía actual quiere denominar esta crónica con un nombre más acorde con el posible lugar de
su redacción, pero, al citar esta obra por la edición de Pérez de Urbel y González Ruíz-Zorrilla, he preferido mantener
el nombre tradicional, que estos estudiosos utilizaron.
19
Posiblemente, pero hay aspectos como los edilicios que, al expresarse de manera tan genérica, no sabemos si estaban
ya concluidos por entonces o en realidad los hicieron algo más tarde.
20
Sobre el concepto atrio/cementerio/monasterio y la superficie canónica requerida he tratado ampliamente en
numerosos trabajos. El último y más extenso sobre el tema en Bango 2007: 173-212.
21
El acusativo plural de la cuarta como domos en vez de domus es una construcción nada rara en el latín medieval.
22
Creo que este plano de Uría que repetimos sin cesar requiere una revisión a fondo, pues en realidad no interpreta
algunas fuentes documentales con la concreción que se expresan (Uría Riu 1967: 261 - 328). A partir de este plano se
han hecho modificaciones, alguna de ellas radicalmente diferentes. Recojo las aportaciones más significativas sin
entrar en su crítica, pues en realidad nuestro trabajo no entrará en los aspectos fundamentales del urbanismo que por
sí mismo serían objeto de un estudio monográfico: Rodríguez: 1971; Carrero: 2003; Ruiz de la Peña y Beltrán 2007:
65-90.
23
Véase en este sentido la nota nº 31.

290
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1 LA ARQUITECTURA PALATINA COMO EXPRESIÓN MONUMENTAL…

Fig. 2. Plano de la hierápolis de Alfonso II (según Uría, 1967).

junto al Salvador y el otro junto al templo de Santullano (Gutiérrez 2012: 422). Pero la tesis que parece
haberse impuesto es la que niega la existencia del palacio en el núcleo originario de Oviedo, situando el
palacio solo en Santullano. Estas palabras de García Conde reproducen la esencia de tan contundente
afirmación: ‘Por lo que conocemos hasta hoy, a partir de las fuentes documentales y las arqueológicas no
parece que Alfonso II construyera un palatium al interior de la hierapolis, como se dijo muchas veces. Su
palacio real, vinculado a la iglesia cortesana (sic), estaba en San Julián de los Prados’ (Fernández Conde:
2016). Para completar la argumentación de su postura y volver a replantear la tesis de la dependencia
formal de lo carolingio no duda en decir lo siguiente: ‘La pintura anicónica de románico (¿) asturiano
podría constituir un indicio claro de esa influencia del Emperador -Carlomagno-, cuya posición en la
controversia de las imágenes es bien conocida’24. No sé de dónde sacan los argumentos F. Conde y otros
investigadores para afirmar que la decoración de Santullano responde a la que Carlomagno podría tener en

24
Ídem, p. 45. En este entrecomillado y en el anterior las palabras entre paréntesis son mías.

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ISIDRO G. BANGO TORVISO 1

sus capillas palatinas. Desde luego en la decoración de las que conocemos no hay una sola idea coincidente.
Es bastante habitual confundir la teoría de las imágenes del Imperio con el aniconismo que representan los
hispanos aquí y en el territorio imperial (Teodulfo, Agobardo, Claudio etc.). La idea del “Dios invisible”
representada en Satullano y expresada “personalmente” por Alfonso II es la misma que se reitera una y
otra vez por los padres conciliares de época hispanogoda25. Esto responde fundamentalmente a un espíritu
de celo religioso muy propio del mundo monástico; curiosamente, a este respecto, se olvida la advocación
del templo y su significado en la época: Julián y Basilisa. Ambos son los patronos de los monjes españoles.
Se trata de un matrimonio cuya pureza y castidad les llevó a comprometerse a no consumar nunca su
matrimonio. En este sentido, conviene recordar el elogio fúnebre de Alfonso II que hacen las crónicas del
ciclo de Alfonso III: “el dicho rey Alfonso llevó por mucho tiempo una vida llena de Gloria, casta, púdica,
sobria e inmaculada (immaculatam)” (Rotensis, 22, p. 214). La castidad será la divisa que caracteriza su
persona y por la que será recordado en la memoria histórica desde el mismo siglo IX. Siempre he
defendido que Alfonso vivió como un monje y que, como desde el punto de vista legal no podía estar
tonsurado ni haberlo sido, se limitó a llevar una vida como tal (Bango 1988). La iglesia de San Julián de los
Prados, pese al esfuerzo meritorio de diversos investigadores de los últimos 120 años, sigue presentando
una planimetría con importantes diferencias con lo que sería la planta original. Para Schlunk no hay duda
de que se trata de la capilla “cortesana” de Alfonso II, el monarca tendría una tribuna de madera adosada al
muro septentrional del imponente crucero (Schlunk 1977). Si tenemos en cuenta los criterios que Schlunk
ha utilizado en todos sus trabajos sobre la interpretación del coro de los templos hispanos, tendremos que
convenir con él que Santullano, de todos los edificios conservados, es el que tiene el coro más grande. Esto
nos indica que este templo no estaría destinada a templo palatino, sino a una catedral o a un monasterio.
Como catedral no parece muy probable, nos queda pensar que se trataba de una iglesia monástica.
Carecemos de una terminología fiable para identificar su función en las fuentes documentales del siglo IX.
Se la denomina ‘ecclesia’ tanto en la Rotensis como en la Ad Sebastianum. Sin embargo, para darnos
cuenta de lo genérico y ambiguo del término, las mismas crónicas no dudan en denominar ‘ecclesia’ o
‘basilica’ a San Salvador 26. Solo conozco un documento que de una manera muy precisa denomina a San
Julián como monasterio: In suburbio Oueti, monasterium Sancti Iuliani cum suis adiacenciis ab integro27.
Se trata del “testamento” de Alfonso III y su esposa Jimena, del año 905. El problema es que este
documento, al formar parte del Libro de los Testamentos, se ha declarado poco fiable por integrarse en el
corpus documental manipulado por el obispo Pelayo. Sin embargo tenemos constancia de que en el Libro
Maestro (Calleja 2014), inventario de la documentación catedralicia en el siglo XVIII, este documento
existía como pergamino suelto, independiente del recogido en la colección pelagiana. Del tenor del mismo
nos habla la regesta realizada por el archivero que, a mi parecer, es consecuencia directa de su contenido:
‘La donación del monasterio de San Julián vajo de esta ciudad, hecha por el rey don Alfonso y doña
Ximena, su muger, e hijos, era de 943. Se halla en el cajón de donaciones (15 del armario grande), legajo 1º
de Oviedo; nº 2’. Posiblemente se ahonda más en esta condición monástica el hecho de que todavía en el
siglo XIV figurase como de presentación de la abadesa de San Pelayo28. Como a mí se me escapa cuales
pueden ser las intenciones de este prelado falsario para no decir la verdad sobre la condición del templo,
me inclino a aceptar que en aquel momento, el del obispo Pelayo, existía constancia de esta condición.

25
He tratado desde 1980 en diversas ocasiones el tema del aniconismo hispano y el carolingio. Una síntesis muy
explícita sobre este aniconismo en relación con la personalidad del monarca puede verse en (Bango: 1985; Id. 2001:
551 - 555).
26
Ya hemos visto anteriormente como todas estas iglesias son conocidas como domus. Si acudimos a la Albeldense los
términos que se utilizan son domus, ecclesia, aula.
27
Transcripción de Sanz 1995: doc. 15, 494.
28
Nómina parroquial de don Gutirre (1385-1386). Conviene recordar aquí como muchos de los viejos monasterios
dúplices terminaron siendo, simplemente, iglesias bajo el patronazgo de un monasterio de monjas benedictinas

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1 LA ARQUITECTURA PALATINA COMO EXPRESIÓN MONUMENTAL…

Volviendo al tema ya tratado de la ubicación de este templo, para concluir, me gustaría rematar la
argumentación ya expuesta de una manera definitiva, al menos por mi parte. La explicación de la distancia
es ligeramente diferente en ambos textos: en la Rotensis se afirma que se encuentra bastante lejos del
palacio; la Ad Sebastianum afirma que está a casi un estadio del palacio. La conclusión, a mi parecer
indiscutible, es que esta iglesia de San Julián no estaba junto al palacio, circunstancia que demuestra por sí
misma que no formaban parte del mismo conjunto arquitectónico. Bastante lejos es muy expresivo,
mientras que a ‘casi un estadio’, lo mismo puede entenderse que menos de un estadio o más de un estadio.
En todo caso es más una expresión “culterana”, pues es una medida propia de los griegos tal como nos
enseña Isidoro de Sevilla (Etimologías, XV, 16 1 - 3), no una forma habitual en la Alta Edad Media
occidental. Por otro lado, la Silense, al señalar la misma distancia de San Julián con el Salvador, nos indica
indirectamente que este templo y el palacio formaban parte de un mismo conjunto29. Además de lo que ya
hemos indicado de la iglesia de San Tirso, la Rotensis señala que este templo fue fundado prope domum
Sancti Salvatoris. Mientras que la documentación pelagiana señala la ubicación en los siguientes términos:
Sancti martiris Tirsi prope palatium condidit30.

A manera de conclusión me gustaría terminar todo el planteamiento anterior con dos afirmaciones:

• Primera: el palacio de Alfonso II, entendido este como el de representación institucional del reino,
formaba parte del atrio de San Salvador.

• Segunda: La iglesia de los Santos Julián y Basilisa contaba, como es lógico, de diversas
dependencias, seguramente con una arquitectura más rica que lo habitual, dado lo que nos permite
deducir el esplendor del templo conservado y el interés especial mostrado por el monarca 31. Las
referencias cronísticas, las únicas fuentes documentales indiscutiblemente de época y sin ningún
tipo de interpolación, afirman de manera categórica que Santullano no formaba parte del citado
conjunto palatino. Tanto la morfología arquitectónica del templo como su programa iconográfico,
propio de elites monásticas, vendrían a confirmar su carácter monasterial. Lo que sí me parece que
este templo formaba parte de un monasterio especialmente querido por Alfonso II y que bien pudo
servir de morada al monarca en momentos determinados de retiro o descanso (Bango 1988).

4. EL PALACIO REAL DE ALFONSO II EN LA HIERÁPOLIS OVETENSE SEGÚN LOS


TEXTOS

Centrémonos ahora en el palacio. Para conocerlo podríamos recurrir a tres medios: arqueología in situ;
trazar paralelismos con lo que conocemos de los palacios reales de época visigoda, especialmente el de
Toledo; recurrir a las fuentes del siglo IX. Me centraré solo en el último de los recursos, de los otros dos
simplemente me limitaré a una breve explicación de las circunstancias que me hacen prescindir de ellos.

La primera imagen de lo que pudo ser el palacio de Alfonso II en Oviedo fue realizada por Hevia,
interpretando el resultado de las excavaciones que llevaron a cabo Fernández Buelta y él mismo a partir de
1932 (Fig. 3) (Fernández y Hevia 1984; Ríos 2013). Sus dos torreones flanqueando un pórtico y teniendo la
Cámara Santa adosada al más oriental se han convertido desde entonces en la imagen emblemática del

29
Hay quien considera que se está hablando de dos palacios distintos: uno en la ciudad mientras que el otro se situaba
en el suburbio de la misma (Prelog 1980: p. CLXXXIII, n. 656).
30
Doc. 4, p. 460 (Sanz 1995). La misma expresión en la edición pelagiana de la Crónica de Alfonso III).
31
Sobre el aspecto, más propio de una arquitectura domestica que monumental, de difícil interpretación por la
arqueología, vid. Bango 2007.

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ISIDRO G. BANGO TORVISO 1

Fig. 3. Reconstrucción del palacio de Alfonso II (según Hevia).

palacio, reproducida en todos los tratados de arquitectura que han abordado la arquitectura de la
monarquía ástur. Nuevas excavaciones y reinterpretación de lo ya conocido han ido creando la idea de que
no ha existido este palacio o, si se admite su realidad, su estructura formal no se corresponde con esta
propuesta.

Se ha querido explicar la realidad edilicia de la arquitectura de la corte ovetense situándola en el


contexto o, al menos, en la línea de palacios como los de Toledo o de Recópolis32. Aunque no dudo de las
palabras de la Albeldense sobre la recreación del palacio tal como era en Toledo, lo cierto es que la
topografía áulica de la vieja capital de los visigodos sigue siendo un gran misterio (Velázquez y Ripoll:
2000; Barroso et alii 2015: 55 – 78). Lauro Olmo ha realizado un gran esfuerzo para darnos a conocer la
ciudad de Recópolis, pero ni sus estudios ni las de otros expertos han sido capaces de ofrecernos una visión
del posible palacio real y mucho menos de lo que sería una capilla palatina33. Es verdad que existe una
larga construcción muy monumental e interesante, pero de imposible interpretación como edificio áulico.
Por otro lado, en ninguna fuente se constata que hubiera aquí un palacio real; no entiendo como los
especialistas, sin el respaldo documental o arqueológico, insisten una y otra vez en la existencia de una
residencia regia. Tanto Biclaro como Isidoro se expresan con extremada exactitud, sin aludir para nada a

32
Uscatescu considera el caso de Recópolis y el mismo palacium de Naranco en relación con otras construcciones
europeas que disponen el piano nobile en el piso superior, destinando el bajo a funciones más utilitarias, almacenes o
caballerizas, etc. (Uscatescu 2013: 409)
33
El gran edificio tan sólo es definido de una manera convencional como “conjunto de edificaciones palatinas
entendidas por su función administrativa y residencial” (Olmo 2008: 47). No quisiera acusar a Olmo de imprecisión,
pues con toda seguridad no puede ir más lejos en su interpretación. Con el mismo sentido de precisión convencional
se expresan cuantos identifican con horrea o caballerizas este edificio del conjunto urbano (Ripoll y Velázquez 2008:
217; Arce 2011: 227). Resulta difícil pensar en unas caballerizas con muros tan potentemente fortificados. Aunque sin
apoyatura documental alguna, podría ser lógico que fuese un depósito de fondos procedentes del fisco. Esta
circunstancia justificaría el aspecto fortificado del monumental edificio tan solo hacia el lugar, la plaza pública, que
podría ser objeto de un ataque. Algunos, prescindiendo de connotaciones áulicas no explicitas, han deducido que
estamos ante un complejo episcopal (Barroso et alii 2014: 266 ss.).

294
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1 LA ARQUITECTURA PALATINA COMO EXPRESIÓN MONUMENTAL…

ello. La Crónica Biclarense identifica la nueva fundación de Leovigildo como noue urbis, añadiendo que la
había erigido ‘adornándola’ con murallas y áreas suburbanas. Unas y otras constituyen la esencia
definitoria de las ciudades tardorromanas. Isidoro tan solo la denomina ciuitatem. Todavía contamos con
el conocimiento de otro palacio de época hispanogoda admirado en la información cronística: en esta se
nos comenta la construcción de un edificio que don Rodrigo “antes de hacerse con el reino se construyó un
palacio en la ciudad de Córdoba” (Rotensis, 6, p. 20). Es evidente que se emplea aquí el termino palacio
como residencia de un hombre poderoso, pero en absoluto con una significación institucional de regio o
real. Seguramente mantuvo igual funcionalidad durante la inmediata hegemonía musulmana, pues en ese
momento era conocido como ‘Ballat de Rodrigo’. Recientemente se han querido ver los restos de este
palacio en las excavaciones realizadas en el palacio episcopal34.

Por todo ello quisiera realizar una mínima aproximación al palacio ovetense a partir de los textos
cronísticos que se refieren a estas dependencias palatinas, intentando definir el significado y función de las
mismas. En un primer momento, cualquiera, me incluyo yo mismo, podría decir que lo que se está
indicando en las crónicas es un topos literario de lo que constituiría formalmente una típica villa romana.
Sin embargo, tal como es comprobable en otros pasajes de las crónicas del ciclo ástur y, muy
especialmente, los referidos a describir edificios son de una exactitud indiscutible. Si no pudiésemos
comprobar estos textos en la realidad material, que todavía hoy podemos ver, los consideraríamos un lugar
común en una jerga más o menos vitruviana. Como es lógico y todos sabemos, muchos de los grandes
palacios de la tradición clásica no fueron otra cosa que villas romanas más o menos magnificadas,
circunstancia que a su vez introducía alguna variación de carácter funcional en relación con el desempeño
de su actividad institucional. Tan conscientes son los cronistas que las dependencias que señalan son las
habituales de cualquier villa o mansión, que necesitan precisar distinguiendo entre el espacio de
representación, los palacios del rey, y las dependencias destinadas a servicios privados o de la
administración del reino.

La Rotensis se refiere a esta arquitectura palatina en los siguientes términos: nam et regia palatia,
balnea, promptuaria atque uniuersa stipendia formauit et instruere precepi (Rotensis, p. 140). Moralejo
realiza la siguiente traducción de este pasaje: ‘por lo demás, también construyó y mandó equipar los regios
palacios, los baños, los almacenes y toda clase de servicios’ (Rotensis, p. 214). Algo más exacta en la
nomenclatura funcional es la descripción que de los mismos palacios realiza la Crónica ad Sebastianum:
nam et regalia palatia, balnea, triclinia uel domata atque pretoria construxit decora et omnia regni
utensilia fabrefecit pulcherrima(Ad Sebastianum, 21, p. 141). Moralejo interpreta así el texto: “Más
también los palacios reales, los baños, comedores y estancias y cuarteles, los construyó hermosos, y todos
los servicios del reino los hizo de lo más bello” (Rotensis, p. 215).

En ambas descripciones se diferencian claramente las estancias de representación regia, de las


dependencias doméstico/recreativas y servicios. La edición que Gil y Bonnaz hacen de estos textos es
idéntica y, desde mi modesta opinión, muy correcta y explícita. La traducción de Moralejo como la de
Bonnaz me parecen imprecisas en lo que se refiere a los párrafos correspondientes a la arquitectura,
aunque, como es natural, siempre resulta muy problemática una traducción exacta de un texto de latín
medieval con estas características. En el cuadro adjunto podemos ver agrupados los diferentes tipos de
dependencias que constituyen el área del palacio. Estos tipos son tratados independientemente y de
manera coordinada. Primero el que define el lugar donde reside el palacio, lo que llamaríamos el ámbito
institucional (Regalia palatia o regia palatia). Luego continúa señalando distintas partes del conjunto que

34
Tradicionalmente se ha querido ver este palacio como una fundación más antigua, ampliada en tiempos de don
Rodrigo y después trasformada en alcázar musulmán. Las obras realizadas en el palacio episcopal (2009) han dejado
al descubierto parte del muro que cercaba este palacio.

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tienen un carácter funcional, pero en absoluto son un espacio de representación. En ambos casos se citan
los baños (balnea), aunque en una ocasión Bonnaz prefiere interpretar balnea como termas, más parece
un recurso literario del traductor que una realidad arqueológica35. A continuación se citan “triclinios” o/y
casas. Es importante para tener un más exacto conocimiento del termino triclinia que su disyuntiva son
“edificios o casas”. Moralejo prefiere para triclinia el sentido clásico de la palabra, razón por la que traduce
‘comedores’ según las Etimologías definen el triclinium36. Ya no sólo es preocupante pensar en un palacio
real en el que se señale de manera tan precisa no solo el comedor, sino los comedores. A continuación,
alejándose de toda lógica del contexto (uel/atque) la disyuntiva uel la convierte en una coordinada:
comedores y estancias. Desde mi punto de vista, se está refiriendo a unos pabellones destinados a
conservar y guardar cosas diversas y para los que la Rotensis encuentra una expresión más exacta
utilizando el término promptuaria.

Crónica ad Sebastianum regalia palatia balnea triclinia uel domata pretoria

Crónica Rotensis regia palatia balnea Promptuaria

Una mayor intención, obsesionada en explicar los triclinia en un contexto áulico, es la propuesta de
Bonnaz siguiendo a J. Fontaine: ‘salles de réception’37. Resulta difícil admitir que el pequeño núcleo de
resistencia del reino de Alfonso tuviera un amplio palacio dotado de diferentes salas de audiencias. Todavía
convierte la traducción en menos creíble cuando estas salas tuviesen ‘demeures’, pues el uel se convierte en
y, cuando en su nomenclatura no puede ser otra cosa, como ya hemos explicado, que ‘salas de audiencias o
demeures’. Fontaine y Bonnaz, en su afán por introducir la cultura ástur en la órbita carolingia, no dudan
en creer similares el Triclinium del papa León III (795 - 816), verdadera sala de audiencias pontificia, con
estos triclinia de las crónicas astures. Este aula de recepción leonino fue decorado con un programa
ideológico, cuyo significado pretendía ilustrar la realidad de la política imperial ideada por la curia romana
para un emperador ‘fabricado’ por ella en función de sus intereses. Se trataba de una estructura de triclinio
que conocemos perfectamente por descripciones antiguas: una sala absidada y dos ábsides menores, uno
en cada lado de los muros laterales. Alamani nos ha dejado no solo la descripción, sino también el dibujo
de la planta y del alzado38 (Fig. 4). Carlomagno, que conocía esta dependencia lateranense, quiso que su
aula regia de Aquisgrán adoptase una forma muy similar39 (Fig. 5). Si en Oviedo existió un aula regia no
sería conocida como triclinium y su ubicación se integraría en la expresión palatium o, concretando en
nuestros textos, palatia regia o palatia regalia. Sin pretender entrar en las complejas disquisiciones entre
aula regia (aula regia) y palacio (palatium), me parece que este último término constituía un espacio
determinado que emblematizaba la institución regia en la monarquía goda. Cuando Chintila inaugura las
sesiones del V Concilo de Toledo (636), lo hace acompañado de obtimatibus et senioribus palatii sui. Ahora
bien, y como además es lógico, al comprobar los oficios que desempeñan estos señores (comes scanciarum
comes notariorum, comes cubiculariorum, comes patrimoniorum, comes spatariorum, etc.), percibimos
que palatium puede ser interpretado a su vez de otra manera, el conjunto palatino que engloba los espacios
representativos del monarca y los meramente funcionales, ya sean domésticos o de gestión y seguridad del
rey o del reino. Este segundo aspecto es el que aparece nítidamente diferenciado en las crónicas.

35
Obsérvese que la palabra balnea aparece igual en las dos fuentes y no tiene justificación variar el significado. En la
que él denomina versión erudita traduce ‘thermes’, mientras que en la otra es ‘bains’ (Bonnaz 1987: 51).
36
Triclinium est coenaculum, a tribus lectulis discumbentium dictum (XV, 3, 8).
37
P. 51 y 195, 14.
38
Cameram cum apsida de musivo, et alias duas apsidas, diversas historias pingens (Alemanni 1756: 8).
39
Esta forma también será conocida durante la Edad Media como trichora.

296
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1 LA ARQUITECTURA PALATINA COMO EXPRESIÓN MONUMENTAL…

Fig. 4. Planta y sección del Triclinio de León III en el inicio del siglo XVIII (según Alemanni, 1756).

Las dependencias denominadas pretoria tampoco tienen una interpretación unánimemente aceptada.
Mientras que Moralejo la traduce como ‘cuarteles’, Bonnaz ve en ellas ‘salles de conseil’. Sin duda la
palabra tiene una primera traducción que es la tienda que centra el campamento y sirve de residencia y
puesto de mando del general. Sin embargo puede ser también un edificio complejo con muchas
dependencias y campos de adiestramiento de un ejército. Uno de los pretorios más monumentales conocido
es el de Colonia, verdadero paradigma de la arquitectura ‘cuartelera’ romana. En este mismo sentido las
dependencias que albergan las tropas se denominan pretoria. Este es el caso que corresponde a nuestros
textos, es decir lo que conoceríamos como los cuarteles de la guardia real. Si en expresión romana serían los
pretorianos, entre los visigodos los spatiarii tendrían igual función, cuyo jefe (comes Spatariorum) era uno
de los cargos del oficio palatino.

La presencia de pretoria en Oviedo nos recuerda el área pretoriana de la urbe toledana, espacio
palatino indudable, donde entre otras actividades del rey se celebraban las asambleas sinodales bajo la
presidencia o, al menos, la convocatoria del monarca. Un dato más del proceso de mimetización de Oviedo
como corte a la toledana. La información documental y la arqueológica sobre la ubicación del pretorio
toledano resultan bastante confusas, no habiéndose resuelto de manera satisfactoria todos los
interrogantes que suscitan40. Dos iglesias, Santa Leocadia y Santos Pedro y Pablo, son conocidas como

40
Un buen estado de la cuestión y una propuesta interpretativa se puede ver en el estudio de Barroso et alii 2015: 70 - 75.

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pretorienses, una tercera, Santa María, también se


sitúa en esta ubicación. Las tres son las únicas
sedes conciliares conocidas. Su situación en el
suburbio de la ciudad se constata en las fuentes
documentales. Los ilustradores del códice
Albeldense (976) y del Emilianense (992)
reproducen la serie de concilios hispanos con una
imagen representativa de los protagonistas y del
escenario del pretorio donde se celebran los
concilios41 (Fig. 6). En el registro superior podemos
ver, tal como identifica un letrero en latín, ‘la regia
ciudad toledana’ representada con sus murallas, en
las que destacan los torreones y las puertas de la
urbe. En lo alto de los muros, los habitantes de
Toledo miran hacia el exterior, donde tiene lugar el
concilio. No hay duda en interpretar que de esta
imagen podía deducirse lo que en alguna noticia
documental se indica más o menos explícitamente:
el pretorio estaba en una zona suburbana, al
exterior del muro. Debajo se reproducen, en el
segundo de los registros, dos templos con sus
respectivos títulos escritos en latín: la ‘iglesia de
María Virgen’ y ‘la basílica de San Pedro’ 42 . Bajo
estas imágenes arquitectónicas, un tercer registro,
donde figura una escena conciliar, una sesión del
concilio presidida por un obispo y los clérigos
asistentes portando códices (clerici cum codicibus).
Fig. 5. Planta del aula regia de Carlomagno en Aquisgrán Ocupa el registro inferior la representación de un
(Según L. Hugot). campamento: tres tiendas de campaña (tentoria,
papilio y tabernaculum) y dos percheros, de uno
cuelgan los dogales de los animales (arbor cum docalibus), del otro, los cubos del agua y de la comida
(uascula in ramis). En su momento consideré que este campamento representaba las tiendas de uno de los
obispos que acudían al concilio. Aunque sigo pensando lo mismo, me asalta una duda: ¿al figurar los tres
tipos de tiendas de los soldados, no se estará aludiendo al pretorio? 43 El miniaturista del siglo X, o el
creador original de la ilustración, teniendo que ilustrar el escenario de los concilios mediante una serie de
hitos arquitectónicos tiró de los tópicos iconográficos de los que disponía. La idea de ciudad amurallada y
el espacio extramuros del suburbio quedaban perfectamente ilustrados. El iconograma de templo
representaba los habituales donde tenían lugar las sesiones. Estas se representaban con una iconografía de
concilia que a estas alturas cronológicas podríamos considera clásica. Sólo le faltaba trasmitirnos la idea de
que todo aquello formaba parte del pretorio; con este fin, acudió a la imagen de un pretorio romano en un
campamento militar.

41
Un detallado estudio sobre la iconografía de esta imagen en Bango 2006: 110-121.
42
Son dos de los templos en los que consta que se celebraron los concilios toledanos. Aquí solo figura Sci Petri, en
realidad se refiere al templo de los santos Pedro y Pablo. La denominación de uno como iglesia y el otro como basílica
no tiene más trascendencia que la de recurrir a un léxico más rico. La abundante documentación conciliar se refiere a
uno y otro templo de manera indistinta como iglesia o basílica.
43
Sobre los tipos de tiendas de los campamentos militares (Etimologías, XV, 10), no se olvide que el pretorio era el
núcleo donde residía el mando militar supremo.

298
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1 LA ARQUITECTURA PALATINA COMO EXPRESIÓN MONUMENTAL…

Fig. 6. Los concilios toledanos. Ilustración del Emilianense (fol. 129 ) y Albeldense (fol. 142).

De las iglesias pretorienses/palatinas de Toledo una tiene un mayor protagonismo: la de los Santos
Pedro y Pablo. Además de las reuniones conciliares, se celebra aquí la unción del monarca y la entrega de la
cruz cuando el ejercito encabezado por el rey emprendía la marcha para el combate. Hemos comentado
como Alfonso II para dar credibilidad a su condición regia se había hecho ungir como los monarcas
visigodos y, por otro lado, la importancia de la cruz como signum salutis es indiscutible en la monarquía
ástur.

Posiblemente uno de los pasajes más interesantes para la historia guerrera del reino ástur se encuentre
en las rubricas ceremoniales del Ordo quando rex cum exercitu ad prelium egreditur. Tal como afirmó
Ferotin “se ve en él que ha sido redactado a partir de la escena misma de la partida de un rey visigodo para
la guerra al frente de su ejército” (Férotin 1904 : col. 149, not. 1). Se trata de la entrega, al rey, de la cruz de

299
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oro conteniendo una reliquia de la cruz de madera


del Señor. Para Ferotin la ceremonia tenía lugar en
la iglesia pretoriense de los Santos Pedro y Pablo.
En la nueva edición del Liber Ordinum, sus
comentaristas consideran que fue compuesto
“durante la Reconquista en el siglo IX” y, más
exactamente, bajo el reinado de Alfonso II (Janini
1991:46). No sé hasta qué punto el ordo y sus
rubricas fueron adobados en el siglo IX, pero en la
oración todavía se sigue expresando de manera
muy explícita que la ceremonia tiene lugar en la
iglesia de los Santos Pedro y Pablo que identificaba
Ferotin44. Pienso que el espíritu de esta ceremonia
queda perfectamente ilustrado en un triente áureo
del rey Wamba 45 (Fig. 7). El busto del rey se
representa de perfil a la derecha, con casco cónico
(spangenhelm) y enarbolando la cruz46. Sólo nos
Fig. 7. Triente áureo de Wamba, conservado en el Museo
Provincial de Jaén (© Abad).
faltaría poder señalar cuál fue la capilla del
conjunto palatino de Alfonso II, donde tuviera
lugar esta ceremonia. Es posible que, al igual que en Toledo, hubo al menos dos espacios con esta
denominación: La Cámara Santa y San Tirso. Son tan complejas la interpretaciones funcionales de ambos
templos que, al no interferir en un mejor conocimiento de las dependencias civiles del palacio, prefiero
dejarlo para un estudio monográfico de las mismas. Lo que no hay duda, o al menos a mí no me lo parece,
es que la imagen regia de la moneda de Wamba responde al espíritu bélico que informa a un miles Dei
como el monarca visigodo una vez que ha recibido el “lábaro” que le ha de llevar a la victoria. Espíritu e
iconografía que se volverían a repetir con Alfonso II, quien, con su cruz donada a San Salvador, podía
emprender una contienda militar cuyo final ya estaba escrito sobre la misma: HOC SIGNO TUETUR PIUS
/ HOC SIGNO UINCITUR INIMICUS.

Hasta aquí lo que no me parece dudoso de estructuras arquitectónicas “civiles” que constituían el
conjunto palatino de Alfonso II siguiendo la información de las crónicas. En cuanto a la relación del
protocolo palatino con los edificios religiosos de su inmediato entorno prácticamente nada se nos informa,
tan solo podemos hablar con absoluta propiedad y certeza del cementerio real.

5. EL CEMENTERIO REAL Y LA LEGITIMIDAD DE UNA MONARQUÍA FUNDAMENTADA


EN EL LINAJE DE LEOVIGILDO Y RECAREDO

La teoría del reino de Alfonso II basaba uno de sus fundamentos esenciales en el concepto del monarca
y el linaje al que pertenecía. Sólo se podía hablar de unos “reyes visigodos de Oviedo” si estos eran, por el
linaje de la sangre, los herederos directos de los reyes visigodos. A este respecto se entiende mejor como las
crónicas introducen este aspecto, señalando como Alfonso I era ‘descendiente del linaje de los reyes

44
En estos términos se expresa la oratio del Ordo XLVIII: et ab hinc de presentia aeclesie apostolorum tuorum petri et
pauli procedens (Idem p. 146).
45
La moneda, conservada en el Museo Provincial de Jaén, ingresó en esta institución procedente de las excavaciones de
la Plaza de Cambil nº 2. Tiene un diámetro de 2 cm y fue acuñada en la ceca de Toledo.
46
F. López Sánchez ha estudiado el simbolismo de este tipo de moneda con representación del busto del monarca
(López 2009: 176).

300
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1 LA ARQUITECTURA PALATINA COMO EXPRESIÓN MONUMENTAL…

Leovigildo y Recaredo’ (Crónica Ad Sebastianum, p. 207). La importancia que se daba al linaje de los
monarcas exigía un tratamiento monumental que lo perpetuase en el imaginario representativo del reino.
Alfonso respondió a esta necesidad creando un panteón real según nos informan con precisión las crónicas.

El cronista nos informa de una construcción añadida en la parte occidental de la basílica de San María:
in occidentali parte huius uenerande domus edem ad recondenda regum adstruxit corpora (Ad
Sebastianum, 21, p. 139); es decir, en la parte occidental del templo de Santa María construyó una
dependencia destinada a dar sepultura los cuerpos de los reyes. La Rotensis, a la muerte del monarca, se
limita sencillamente a dejar constancia de que este descansa en su tumba: in tumulo in pace quieuit
(Rotensis 22, p. 142). La Ad Sebastianum es más explícita al hablar de un sepulcro de piedra en Santa
María: Corpus uero eius cum omni uenerationes exequiarum reconditum in supra dicta ab eo fundata
ecclesia sancte Marie saxeo tumulo quiescit in pace (Ad Sebastianum, 21, p. 141). Ramiro I, según la
Rotensis, et Oueto in tumulo quiescit (Rotensis 24, p. 144). La Silense se refiere al lugar de enterramiento
como ‘cementerio de los reyes’ de Oviedo: febre correptus, spirauit; qui in ciminterio regum Oueti
tumulatur (Silense, p. 144). El cuerpo de Ordoño I corpore migrauit ad celum cuius artus Oueti tumulus
tegit (Silense, p. 149). Y lo mismo se dice de Alfonso III, aunque tanto la del silense como la de Sampiro
especifican el nombre del templo: Oueto in pace quiescit sub aula sancte Marie Dey genitricis.

Aunque este panteón regio no se conserva, tenemos un buen conocimiento de él gracias a descripciones
antiguas y viejos dibujos. Los planos de Selgas (1908) y de Llano (1926), con ciertas diferencias que para lo
que aquí nos interesa ahora no tienen mayor trascendencia, nos permiten hacernos una idea de su
ubicación y forma 47 . Se trata de un espacio cerrado, dispuesto a manera de contraábside en la parte
occidental de la nave central. En época moderna se documenta la comunicación de este espacio con la nave
central con “una puerta pequeña, con red de hierro muy antigua”. Desconocemos si los reyes visigodos
tuvieron la misma idea sobre la construcción de un panteón real, pero en todo caso, aunque las fuentes que
manejamos sobre enterramientos de reyes visigodos son de dudoso origen y problemática confirmación
arqueológica, no parece que existiera. Alfonso, necesitado de un edificio emblemático para la monarquía y
desconociendo la existencia de un panteón regio toledano, recurrió a una solución de espacios funerarios
para privilegiados que se conocía perfectamente en época hispanogoda. Algunas iglesias contraábsidadas
hispanas, de origen africano, muestran su segundo ábside con un cimiento corrido que evidencia un
espacio cerrado con un muro pleno, cuyos vanos, que muy seguramente los tuvieron, no somos capaces de
reconstruir, ni siquiera de manera ideal. Sin duda, algunos de estos ábsides pudieron servir de
habitationes sepulchri, donde se enterraban personajes ilustres como en algún caso se citan prelados en las
fuentes literarias. Ya en 1991 publicaba las plantas en paralelo de Santa María de Oviedo según Selgas y la
iglesia de Huerta de Nicomedes (Gerena) según Fernández Gómez 48 (Fig. 8) (Bango 1992: 100-103).
Seguramente, dado el catalogo de edificios de los siglos V al VIII conocidos en su época, Schlunk habla de
la singularidad del panteón ovetense. En la década de los 90 del siglo pasado ya no era posible sostener
esta tesis, teniendo en cuenta las publicaciones que por entonces ya había publicado49. El recalcitrante
grupo de investigadores preocupados por las relaciones ultramontanas, más allá de lo posible, han vuelto a
especular, sin ningún tipo de criterio con soluciones francas, carolingias, etc. La idea de ubicar el
cementerio real en un espacio a occidente del templo, comunicado tan solo por un acceso que se abre a la
nave central, será tomado como modelo en el panteón de los reyes en León (San Juan y San Pelayo/San
Isidoro de León), con una clara intención política de enfatizar el pasado ovetense de la monarquía.

47
Sobre los textos y los planos y su base para la reconstrucción del panteón ovetense vid el excelente estudio de Castro
sobre la morfología de los edificios asturianos (García 1995: 404 – 406).
48
El edificio fue dado a conocer por Fernández y Alonso-Lasso 1987: 105-198. Con el paso del tiempo se ha consolidado
su tipología y función funeraria por diferentes especialistas preocupados del tema (Sánchez et alii 2015: 239, nota 32).
49
Además de mis trabajos de los 80 y 90 del siglo XX, volví al tema en la obra Summa Artis (Bango 2007).

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Fig. 8. A. Planta de Santa María (según Selgas, 1908). Planta de la basílica de la Huerta de Nicomedes (según Fenández,
Alonso y Lasso 1987).

A veces planteamos una tesis a partir de afirmaciones previas que en realidad no indican lo que dice.
Un estudio reciente de Santa María parece ‘descubrir’ que esta iglesia no era panteón regio en su origen.
Afirmación que nos extraña, pues evidentemente, y como en el mismo estudio se dice, lo que la crónica
indica es que al muro occidental de la iglesia, ya construida, se adhirió una estancia para sepultar los
cuerpos de los reyes (Borge 2014:147-153). De esto, se deduce que la función primera de Santa María no
fue la de ser panteón, luego no se puede considerar iglesia funeraria. Es lógico y creo que esto no lo discute
nadie. Sin embargo igual de evidente es que, una vez construido el panteón, su importancia emblemática

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1 LA ARQUITECTURA PALATINA COMO EXPRESIÓN MONUMENTAL…

confirió como valor añadido a la iglesia su carácter funerario. ¿Qué se impuso en la sociedad que “vivió”
este edificio? ¿la función original? ¿la segunda? o ¿ambas? Desde luego lo que no dicen las crónicas, ni
ningún documento de época, que esta fuese ecclesia minor y mucho menos que figure como complemento
funcional de una iglesia catedral. Durante el reinado de Alfonso II, y esto es lo importante, ninguna fuente
documental recoge de manera indubitable la existencia de una catedral. Los especialistas en historia de la
Iglesia tendrán que trabajar en este sentido, ya que en realidad hasta ahora se han movido en un plano
meramente especulativo e impreciso.

6. RAMIRO I Y EL CONJUNTO PALATINO DE NARANCO. DE LA POMPA CONSULARIS Y


LA PIEDAD DE UN MONARCA

Resulta desesperante que el complejo palatino cristiano más importante de la España altomedieval
todavía siga siendo un gran desconocido. Se ahonda más en la decepción, si tenemos en cuenta que
contamos con una buena información cronística que lo documenta, y hemos conservado los dos edificios
más significativos del conjunto50.

La historiografía sobre Naranco ha sufrido un cambio interpretativo de su función muy considerable. Para
Schlunk fue ‘residencia de reposo’, donde no había un edificio propiamente representativo de la institución
regia y, por encima de todo, era un lugar ameno donde una arquitectura dotada de belvederes terminaba
fundiéndose con la naturaleza de su entorno (Schlunk 1947: 346-369). Siguió así una propuesta explicativa de
los edificios “para disfrutar del campo, en un lugar ameno, cercano a la ciudad, siguiendo la tradición romana
de las villas o quintas de placer” (Bonet 1967: 132). Frente a esta visión lúdica de la arquitectura ramirense,
ha terminado por imponerse una postura radicalmente diferente: el complejo palatino de Naranco se explica
por el enfrentamiento político entre Ramiro I y su oposición. Es decir, se pasa de una arquitectura palatina,
más o menos lúdica, a una arquitectura de resistencia, militar, que garantice la seguridad de un príncipe
frente a otro. La propuesta de Arias ha elevado esta postura a sus últimas consecuencias: ‘Ello supuso el
mandato regio simultáneo en pleno siglo IX de dos Cortes palatinas con sus centros de poder en lugares
geográficos muy próximos al suburbium de Ovetao, Naranco y Santullano’ (Arias 2011: 9-28).

Antes de proceder a la interpretación funcional de los dos edificios, me gustaría hacer algunas
observaciones sobre la tendencia historiográfica más reciente. En principio resulta muy sugestiva,
especialmente si la incluimos en una tendencia general de buscar segundas y terceras lecturas al
imaginario que se nos presenta ante nosotros. Hoy por hoy, mientras que la arqueología no nos aporte
nuevas informaciones, en la arquitectura de Naranco no descubrimos otra cosa que unos edificios cuyas
formas trascienden con facilidad hacia el paisaje del entorno. El palacio con sus grandes belvederes en sus
extremos no ofrecía ninguna seguridad defensiva a los habitantes del complejo áulico. Si, tal como se está
comentando, el complejo de Naranco representa un símbolo de poder y resistencia frente a Oviedo, poco se
percibe. Por otro lado, las fuentes cronísticas son muy expresivas al respecto: las construcciones se
emprendieron una vez que el monarca acabó con las guerras civiles (uella ciuilia). Sólo cuando se
encuentre el muro perimetral que protegía el conjunto, del que por ahora no sabemos nada, podremos
definir su verdadero valor como una buena arquitectura militar en el contexto de la poliocértica de su
época. Lógicamente, si la preocupación del monarca era su defensa personal, deberíamos encontrar una
torre/baluarte. Como vamos a ver a continuación, los cronistas no destacaron del conjunto el aspecto
militar, sino que nos describieron con absoluta precisión la estética arquitectónica y la importancia de los

50
Reproducir una bibliografía de referencia sería demasiado amplio. Creo que en las obras de García de Castro 1995 y
Lorenzo Arias 2007 se puede encontrar la bibliografía básica. La específica que considero oportuna para una mejor
comprensión del discurso de este trabajo se citará en una nota concreta en su lugar correspondiente.

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recursos técnicos. Lo hacen en tales términos de sentimiento “clásico” que, sino hubiéramos conservado los
monumentos, pensaríamos que se trata de un topos literario.

El primer problema que las fuentes plantean: ¿Los edificios de Naranco se erigen por primera vez?
¿Existía una fundación previa? Las crónicas nada nos dicen al respecto, sin embargo el epígrafe del ara no
deja lugar a dudas. Refiriéndose a Ramiro, consta en el ara la siguiente afirmación: renouasti [hoc]
habitaculu(m) nimia uetustate consu(m)ptu(m)51. Sin duda la información de esta fuente es más directa,
presumiblemente más exacta con la realidad que las noticias de las crónicas. Literalmente se dice:
“renovaste/restauraste esta casa/santuario arruinada por su excesiva vejez”. En una inscripción mandada
realizar por el constructor del edificio no se podía minimizar su obra. Por lo tanto se entiende que el
templo de San María se erigió a partir de otro santuario previo. Las excavaciones del templo no han podido
confirmar este extremo, sin embargo lo que dice el epígrafe no presenta nada que nos haga presumir
manipulación alguna. A este respecto la cita de la inscripción abre una profunda brecha en el conocimiento
del cristianismo en Asturias y sus asentamientos más antiguos.

Hagamos ahora un breve recorrido por las fuentes cronísticas y la información que podemos deducir de
ellas. La Albeldense es la más pobre de todas estas noticias: In locum Ligno ecclesiam et palatia arte
fornicea mire construxit (Albeldense, p. 175). Habla de una sola iglesia y se refiere en plural al conjunto de
edificaciones que constituyen el palacio; tanto iglesia como edificios palatinos estaban abovedados. La
Rotensis no se fija en la funcionalidad de los edificios, llamando la atención sobre los recursos técnicos que
permiten abovedamientos y no el empleo de cubiertas de madera: Postquam a uella ciuilia quieuit, multa
edificia ex murice et marmore sine lignis opere forniceo in latere montis Naurantii duo tantum miliariis
(Rotensis, p. 144). La Ad Sebastianum, según es habitual en este cronista, da rienda suelta a su admiración
por la decoración y la técnica con comentarios muy atinados: Interea supra dictus rex ecclesiam condidit
in memoriam sancte Marie in latere montis Naurantii, distantem ab Oueto duorum milia pasuum mire
pulchritudinis perfecteque decoris et, ut alia decoris eius taceam, cum pluribus centris forniceis sit
concamerata, sola calce et lapide constructa; cui si aliquis edificium consimilare uoluerit, in Spania non
iueniet. Multa etiam non longe a supra dicta ecclesia condidit palatia et balnea pulcra atque decora (Ad
Sebastianum, p. 145; Arias 2011: 10). Se vuelve a insistir en las bóvedas y la decoración monumental del
templo de Santa María, con una interesante descripción de las bóvedas a distintas alturas y siguiendo ejes
diferentes, en clara interpretación de este sistema de bóvedas que todavía podemos adivinar en lo
conservado. A continuación se refiere a los edificios del palacio que no estaban muy lejos de este templo,
como vemos, aunque distingue entre dependencias palatinas y baños, su expresión es tan genérica que
apenas nada podemos deducir52.

La Crónica silense, tan buena conocedora de lo astur, no se limita a reproducir la opinión de las
crónicas del ciclo asturiano, sino que añade detalles que sólo podía saber por conocimiento directo 53.

51
La lectura completa de este epígrafe no ofrece grandes dificultades para su comprensión: + CHRISTE : FILIUS : DEI :
QUI IN UTERO . UIRGINIS : BEA[TA]E MARIAE : INGRESSUS : ES : SINE : HU // MANA : CONTEPTIONE ET
EGRESSUS SINE CORRUPTIONE : QUI P(ER) FAMULUM // TUU(M) RANIMIR[(U)M P]RINCIPE(M)
GLO(RIO)SV(M) CV(M) PA(TER)NA RE(GIN)A CONIUGE . RENOUASTI [HOC] HABITACULU(M) NIMIA
UETUSTATE CONSU(M)PTU(M) : E[T PRO] EIS AEDIFICASTI HANC HARAM BE[NEDIC] TIONIS .
GLO(RIO)SAE : S(AN)C(TA)E MARIAE : IN LOCU(M) . HUNC . SU(U)M : EX[AUDI EOS] DE CAELOR(UM)
HABITACULO TUO ET DIMI[TTE PECCA] / /TA [E]ORV(M) . QVI UIUIS ET REGNAS . P(ER) [INFINIT]A .
S(AE)C(U)LA . S(AE)C(U)LOR(VM) AMEN. [DI]E VIIIº K(A)L(EN)D(A)S . IULIAS : ERA DCCCLXVI (Se me
perdonará que, para una mejor comprensión, realice la irregularidad de unificar las letras u/v en sólo u).
52
La traducción de Bonnaz va más allá del texto, introduciendo términos que no figuran en él, pero que podrían ser
interpretables. A este respecto vid en la Rotensis como figura una ‘piedra calcárea’ etc. (p. 54) .
53
Así lo expresan sus editores (p. 144, nota 93). También podría ocurrir, tal como comentamos más adelante, que se
hubiera servido de una fuente más antigua pero de un conocimiento directo de la edilicia ramirense en Naranco.

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1 LA ARQUITECTURA PALATINA COMO EXPRESIÓN MONUMENTAL…

Además de insistir en las características técnicas y estéticas de los edificios, nos informa del cambio de
función de uno de los edificios y una nueva advocación de la capilla palatina: multa duobus ab Oueto
miliariis remota, ex murice et marmore, opere forniceo, hedificia construxit. Siquidem ad titulum
archangely Michaelis in latere Naurantii montis adeo pulcram eclesiam fabricauit, quod quicumque eam
vident, testantur se secundam ei pulchritudine nusquam uidisse.Quam Michaely victorioso archangelo
bene conuenit, qui diuino nutu Ramiro principi vbique de inimicis triumphum dedit. Fecit quoque, in
spatio LX pasuum ab eclesis, palacium sine ligno, miro opere inferius superiusque cumulatum, quod in
eclesiam postea versumm, beata Dey genetrix uirgo Maria in ibi adoratur (Silense, p. 144). El templo de
Santa María del que conocemos su fecha exacta de consagración, 23 de junio de 848, que debe coincidir
con el final de la obra, pasa ahora a estar bajo la advocación de San Miguel. Tal patronazgo es explicado
porque su patrocinio facilitó al monarca su triunfo en el combate. La advocación original, la de Santa
María, ahora será la titular del templo que se constituyó en el palatium. El cronista nos describe con
exactitud la morfología de este: de dos pisos, abovedados ambos. ¿Cuándo se produce este cambio?
Algunos han considerado que fue en tiempos del propio monarca fundador. No lo creo posible, pues desde
que se inauguró el templo tan solo le restaban a Ramiro apenas 16 meses para su muerte. Un documento
poco fiable, pues pertenece a la colección manipulada por Pelayo nos informa que, en abril del año 857,
existían en Naranco dos iglesias bajo la advocación de San Miguel y Santa María respectivamente54. Si este
dato no lo podemos mantener, y podríamos mantener argumentos en sentido positivo y negativo, al menos
desde el siglo XI existían los dos templos tal como recoge el silense. A partir del siglo XII, figuran diversas
referencias que nos confirman la existencia de ambos templos.

7. LA CAPILLA PALATINA DE NARANCO

La conocida todavía hoy como iglesia de San


Miguel, en su origen de San María fue la iglesia
palatina del complejo áulico de Naranco. Lo más
probable que la iglesia tuviese su altar principal
dedicado a la Virgen, pero que un segundo altar
correspondiese a una segunda advocación, el
arcángel Miguel, y todavía habría una tercera
advocación de la que ignoramos su nombre. Todos
coinciden en aceptar que la cabecera era tripartita,
circunstancia que nos remite a la existencia de tres
altares.

Con la documentación que disponemos no


podemos explicar porque se produjo un traslado de
la advocación principal. Nuestra respuesta será
siempre especulativa: el edificio del palacio dejó de
tener uso después de la muerte de Ramiro.
Todavía, en el siglo IX, no creo que el edificio se
arruinase, pues la información de los dos templos
parece sucederse sin solución de continuidad.
¿Cuándo se hundió el edificio? Carecemos de Fig. 9. San Miguel de Lillo desde el Este (© I.G.Bango).

54
Donación de Ordoño I a San Salvador, del año 857: In latere etiam montis Naurantii, uillam que dicitur Linio, et
aliam que dicitur Suego, et alliam uillam in Castro, ecclesias etiam Sancti Michaelis et Sancte Marie subtus
Narantium (Josefa Sanz: doc. 10, p. 473).

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información al respecto pero, si hacemos caso de la construcción del ábside de testero recto, que se dispuso
como cabecera, esto no sucedería antes del siglo XIII (Fig. 9). Ignoro porque todos datan esta parte del
templo actual en el siglo XI, me parece que la estructura de los muros y la concepción de la saetera
corresponden a una arquitectura popular y puramente inercial que, como muy pronto, habría que datar en
el siglo XIII, incluso con intervenciones historicistas decimonónicas.

Del templo original, tan solo conservamos la estructura tripartita de los pies y el primer tramo de las
tres naves, contiguo a esta. En su proyecto original era un edificio de tres naves totalmente abovedadas
siguiendo una fórmula bien documentada por una réplica posterior, Santa María de Lebeña. Aunque no
podemos entrar aquí en todo un análisis del edificio, si me interesa dejar claro el aspecto estructural de su
parte más occidental (Fig. 10). En el centro de la planta baja se encuentra un pórtico flanqueado por dos
edículos; estos facilitan el acceso a las escaleras que conducen a la tribuna. En la planta superior, a los
lados de la tribuna, se organizan dos soluciones idénticas. Una puerta permite la entrada de cada escalera
al ámbito central, mientras que en paralelo a la caja de cada escalera se dispone un pequeño edículo, a
estos se entra, desde la zona central, por sendas puertas concebidas de manera simétrica a las puertas de
las escaleras (Fig. 11). Edículos y escaleras corresponden al proyecto original, y fueron edificados en el
proceso lógico de construcción55.

Los templos palatinos con una disposición tipológica de forma basilical eran habituales en la tradición
arquitectónica de la más Alta Edad Media, aunque el condicionamiento de las reliquias del príncipe
terminasen por definir un edificio áulico confundido con tipologías martiriales o de relicario. No merece la
pena, por muy conocida, entrar aquí en la tesis clásica de Grabar (martyrium). El aspecto más distintivo de
San Miguel como edificio real, es la adecuación de los espacios penitenciales a los usos de una capilla
palatina. Si observamos lo que es norma para la ubicación de las celdas penitenciales, veremos que estas
aparecen pareadas y simétricas, adecuándose a la concepción arquitectónica de esta parte occidental del
templo. En Santa Cristina de Lena, los espacios penitenciales se adaptan al espacio disponible bajo las
escaleras. La pequeña puerta de acceso a cada una de las cámaras está pensada en la obligación de
agacharse y sufrir al entrar en el espacio de los penitentes (Fig. 12 B). En Valdediós, las celdas penitenciales
se colocan, a uno y otro lado, del pórtico occidental (Fig. 12 A). Los accesos, muy bajos tienen el mismo
sentido de castigo/sacrificio que corresponde a los penitentes. En Lillo la parte occidental del templo
adopta un importante aspecto monumental, muy cuidado en la organicidad del conjunto. Las celdas, como
están destinadas a la pareja real se sitúan en un espacio restringido al uso regio, el nivel de la tribuna real56.

Sobre la rica decoración de este templo, solo me ocuparé, en el último de los apartados de este breve
estudio, de los relieves de las jambas. Sobre el traslado de piezas de un edificio al otro no creo que se pueda
afirmar eso de los arcos de las puertas de la tribuna, tal como asegura Lorenzo Arías (2011). Sobre la
ubicación de las jambas, ofrecen dudas en su situación actual y ofrecerían las mismas dudas si se
encontrasen donde nos informa este investigador. Para concluir este apartado quisiera volver a un tema
que ya he tratado anteriormente, pero que me parece oportuno volver a retomarlo aquí y ahora. Al analizar
la interpretación de muchos, que consideran el programa iconográfico de Santullano como una
manifestación más de las capillas palatinas de la órbita carolingia, les invitaría a que verificasen una
afirmación tan gratuita como la que sostenían. En Santullano hay una pintura de arquitecturas, en su
sentido más genérico estas representa un carácter áulico. Pero en este templo lo que hay es una
manifestación de un programa anicónico, muy propio de elites eclesiásticas, pero que desde luego no tiene

55
Esto parece no ser tenido en cuenta por los que piensan que ha existido una reordenación escultórica posterior,
reutilizando relieves procedentes de otros edificios.
56
He venido estudiando este tema desde 1980, y he hecho alusión a ello en numerosas publicaciones. En donde se puede
ver con más detalle el tema es en Bango 1997 y 2001.

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Fig. 10. San Miguel de Lillo. Planta baja de la parte conservada. Planta del piso de tribuna (© I.G. Bango). Sección de la
parte occidental (según Monumentos Arquitectónicos de España, 1877).

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Fig. 11. Puerta de uno de los ámbitos penitenciales de la tribuna de San Miguel de Lillo y puerta de acceso a una de las
escaleras (© I.G.Bango).

Fig.12. Cámaras penitenciales en el cuerpo occidental. A. San Salvador de Valdediós. B. Santa Cristina de Lena (©
I.G.Bango).

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eco en el arte propiamente palatino e imperial de Carlomagno y sus sucesores que, como todos sabemos o
debiéramos saber, recurría a complejos programas figurativos. La decoración de la capilla palatina de
Naranco, con sus basas figuradas según criterios bien definidos por Isidoro de Sevilla y con diversidad de
temas historiados, ya sean pictóricos o esculpidos, responde a criterios absolutamente diferentes a
Santullano.

8. EL PALATIUM DE NARANCO

Curiosamente las fuentes cronísticas del llamado ciclo ástur no hacen gran caso de las dependencias
propias del palacio. Los palacios, sin especificar tipo de dependencia, son señalados por la Albeldense junto
con la capilla palatina, y admirados todos por su abovedamiento. La Rotense celebra los edificios, pero no
distingue ninguno por su función, aunque no se olvida de alabar los materiales y las bóvedas. La Ad
Sebastianum, además de suministrarnos una interesante descripción de los materiales y recursos técnicos
empleados, nos informa de la capilla palatina, hasta ahora simplemente citada como ecclesiam, y que su
advocación correspondía a Santa María. Para lo que nos interesa ahora, señaló que estaba “no muy lejos de
esta iglesia 57 -palatina/Santa María- y fundó palacios y baños bellos y adornados”. No tenemos más
remedio, si no queremos lanzarnos a la especulación por la especulación, que limitarnos a decir: palatia
son diversas dependencias del rey con sentido de representatividad; balnea no serían otra cosa que
simplemente los baños. Para el plural del término balnea/baños debemos pensar que se está hablando de
un solo edificio, tal como se entiende el término y el mismo edificio durante la Edad Media58. La Cronica
silense nos informa que se construyó un palacio ‘sin madera, obra admirable, abovedada en la planta baja y
en la superior, que después sería transformada en iglesia, dedicada a Santa María’. Como ya hemos
apuntado, el buen conocimiento de los edificios que muestra esta crónica de época románica, tal vez haya
que atribuirla a la existencia de un texto cronístico próximo a los hechos que se narran. De esto se podría
afianzar aún más la opinión de que la trasformación se produjo después de la muerte de Ramiro I,
seguramente la de Ordoño I y transcurrido gran parte del reinado de Alfonso III, puesto que la crónicas del
ciclo ástur nada nos informan al respecto.

La Silense todavía nos permite un mejor conocimiento de los palatia del complejo ramirense. Identifica
con precisión una de las dependencias palatinas, el palacium que hoy conservamos bajo la advocación de
Santa María. Aunque no con una absoluta contundencia, pues los textos no son más explícitos, se podría
pensar que esta dependencia, que hoy admiramos, era la más representativa. Si comparamos los datos de
las crónicas sobre los dos complejos palatinos, el de Alfonso II en Oviedo y el de Ramiro I en Naranco, nos
daremos cuenta de la enorme distancia que existe en su tamaño y representación institucional. En el
cuadro siguiente podemos encontrar toda la información cronística que disponemos. Los dos palacios
contaban con dependencias, que en principio podríamos considerar, grosso modo, idénticas: palatia y
balnea. En Oviedo, además de estas dependencias, figuran otras bajo la referencia de triclinia y domata o
ambas bajo un genérico más amplio promptuaria. Como nos dicen las crónicas, ellas estaban destinadas a
los servicios del reino (omnia regni utensilia) entendidos estos en relación con las funciones de la casa del
monarca. Y no faltan los cuarteles de la guardia real (pretoria). De todo este tipo de dependencias que
citamos en Oviedo, no encontramos ninguna referencia en Naranco. Por lo menos, tal como ya hemos
apuntado, la parte castrense debía tener un gran protagonismo si tuvieran razón aquellos que defienden en
Naranco un núcleo de resistencia del monarca.

57
Conviene recordar aquí la enorme diferencia de lo que dicen estas crónicas con respecto al templo de San Julián de los
Prados. Este último “estaba bastante lejos del palacio”.
58
Los llamados baños, entre cristianos, musulmanes y judíos, son de formas y técnica claramente romanos. Y con
respecto a su expresión en plural (balnea), esta siempre se refiere a un único conjunto arquitectónico.

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Complejo palatino de
regalia palatia Balnea triclinia uel domata pretoria
Alfonso II en Oviedo

Complejo palatino de
regia palatia Balnea
Ramiro I en Naranco

El edificio nos es conocido bien en su concepción estructural y estética, es posible adscribirlo a una
función muy genérica, pero bajar al detalle de su uso no deja de ser una mera especulación que, hoy por
hoy, siempre estará al albur de nuevas especulaciones o hallazgos en el conjunto o en la información
paralela. En las líneas que siguen me limitaré a subrayar los aspectos que me parecen que unánimemente
podría aceptar una gran mayoría de los especialistas, procurando evitar los excesos interpretativos.

La información de la Silense nos aclara de manera indiscutible que esta es una de las dependencias
palatinas del conjunto. Obsérvese que las otras crónicas se referían a estas en plural, mientras que ahora se
cita solo en singular: palacium. Dado que todo indica que el lugar fue amortizado como conjunto palatino
muy pronto, la dependencia palatina más importante, o al menos la más monumental, se convertiría en
iglesia. Es un edificio de planta rectangular, 20 x 6 m, de dos pisos abovedados (Fig. 13). La planta baja
está dividida en tres estancias. La más oriental con acceso desde el espacio central, se ilumina con un orden
de ventanas. El suelo mucho más bajo que el resto de la planta. La presencia de un desagüe de cerámica ha
favorecido la opinión generalizada entre los expertos de que aquí estarían los baños reales. Desde luego a
partir de la información cronística que tenemos, los baños constituían un edificio propio. El espacio central
solo tenía acceso desde la fachada septentrional, en una puerta abierta bajo el modulo de la escalera. La
última estancia está aislada de las otras dos, sólo se puede entrar en ella por una puerta abierta en la
fachada occidental. De manera tradicional se ha querido ver esta habitación como la residencia de un

Fig. 13. Planta del primer piso del palacium de Naranco. La representación de la escalera septentrional es meramente
especulativa (© I.G.Bango).

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1 LA ARQUITECTURA PALATINA COMO EXPRESIÓN MONUMENTAL…

cuerpo de guardia, me parece una interpretación meramente especulativa. En la fachada lateral


septentrional, un cuerpo prismático articula una escalera de doble tiro que permite acceder al gran salón
del primer piso. Haciendo pendant con el cuerpo de escalera, en el exterior del muro meridional se
detectan restos de un edículo que no ha sido interpretado de manera unánime, incluso se ha llegado a
negar su existencia en el proyecto original. La primera planta tiene un gran salón, flanqueado en sus
extremos por sendos miradores a manera de logia. Aunque nada consta de su exacta función, es evidente
que estamos ante el gran espacio de representación del conjunto.

Este gran salón con una potente articulación muraria, producida por una arcada continuada sobre
columnas entregas. El arquitecto ha sabido combinar lo funcional puramente arquitectónico con la
decoración significativa en relación con el espacio. Las bóveda de cañón sobre fajones requiere, si no se
quiere ir a un muro de soporte muy rotundo y pesado, a un típico muro romano armado por arcos. Los
cuatro muros perimetrales disponen en su centro una puerta. Esto durante mucho tiempo me ha
confundido a la hora de señalar un lugar que se destinase a un sitial regio eminente. Pensaba en un
espacio absidado o con una especie de baldaquino, siempre siguiendo prototipos bien conocidos en el
leguaje imaginario al uso. Los que entraban en este salón por el único acceso posible, la puerta de las
escaleras de la fachada septentrional, se encontraban con el rey sentado en su solio bajo un arco. Este
arco ocupaba el centro de la arcada corrida del muro, a partir de él los arcos se van haciendo
progresivamente más estrechos y ligeramente más bajos (Fig. 14). El recurso del tamaño no es un error
de cálculo, se ha buscado para enfatizar la jerarquía del central. Es el ritmo decreciente de la arcada, a
ambos lados del arco destinado a enmarcar el solium, es el que confiere al conjunto el sentido de
jerarquía que la figura regia requiere. Arcadas de puertas monumentales, arcos de triunfo, fachada de
palacios (Porta Triumphalis), la arquitectura que enmarca las imágenes oficiales del emperador y su
corte y un largo etcétera constituyen el referente tradicional de la clásica escenografía regio/imperial, que
será continuada durante toda la Alta Edad Media. Podría citar también algún ejemplo omeya, pero para
evitar, desde mi punto de vista, la errática interpretación que en los últimos tiempos se hace de la cultura
asturiana y de la omeya, prefiero no ahondar más en el error. He dicho error porque esta postura parece

Fig. 14. Muro meridional del salón del palacio de Naranco. Dibujo a partir de Monumentos Arquitectónicos de España
(1877), modificado el fondo del arco central.

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ignorar la realidad del origen de lo omeya y el indiscutible peso de la romanidad hispana, y en este caso la
asturiana en particular59.

Identificada la que podía ser una lógica interpretación del primer piso del palacio como espacio
representativo, podríamos ampliar las funciones del mismo. Si queremos trascender esta lógica
interpretación de las formas arquitectónicas, podemos siempre y cuando se sea consciente que hoy por
hoy carecemos de apoyos documentales. Los dos belvederes de los extremos60 tienen un suelo de madera,
bajo éste están las dependencias respectivas, aquí no existe bóveda. Por lo tanto, aunque no es muy ancho,
al construirse se tenía claro que este espacio iba a ser de uso restringido. El gran salón contaba con una
infraestructura que aguantaba el peso de los asistentes a las audiencias regias, mientras que los extremos
no preveían una ocupación ni siquiera proporcional al espacio. ¿Cómo se solucionaba la visibilidad del
monarca en las grandes solemnidades? En principio parece lógica la respuesta. El edificio estaba
concebido de una manera anfipróstila (Fig. 15), las dos fachadas, salvo la inevitable ubicación de la puerta
del llamado cuerpo de guardia en una de ellas, son idénticas. La imagen “epifánica” del monarca desde
uno de estos miradores aparecía enmarcada por el mismo recurso escenográfico que hemos comentado al
interior: Un gran arco central flanqueado por dos más pequeños. El monarca, ante su pueblo, se colocaría
en el centro del marco arquitectónico, bajo el arco que aparece flanqueado de dos ínfulas que penden de
sendas cruces (Fig. 16). El monarca, ángel de Dios (angelus /minister Dei) se muestra enmarcado por las
insignias de su poder (infulas/gallardetes), poder que ha recibido de Dios mediante la unción. Se podía ir
algo más lejos en esta interpretación especulativa, aunque sin perder la lógica. Además de lo dicho, la
fachada podrá interpretarse en tres niveles jerárquicos: el suelo, destinado al pueblo; en el segundo nivel,
el monarca; y en lo alto, a partir de las cruces, el reino de los cielos. La triple ventana ciega sería la imagen
de la Trinidad61.

Busquemos ahora el posible origen de las formas de este edificio y la tipología en la que se debe
encuadrar. En primer lugar centrémonos en lo que tanta admiración causaba a los hombres que llegaron a
vivir estos edificios: una sólida estructura abovedada en sus dos niveles. De siempre la historiografía
asturiana señaló la hermandad constructiva que unía Naranco con la Cámara Santa. No quiero entrar
ahora en la polémica de si esta última es de la época de Alfonso II o de Alfonso III, en todo caso

59
Muy tajante, aunque es la única forma de evitar la visión sesgada del tema, es el análisis crítico que realizan Uscatescu
y Ruiz Souza (2014). Me parece increíble como todavía, en los albores del siglo XXI, se propagan tesis tan absurdas
que no tienen presente un origen formal común para todos los territorios de la Europa romana, y no digamos ya el
olvido en que se deja el patrimonio romano en África, para plantear originalidades o influencias que suponen dos o
tres siglos posteriores. Creía que ya había pasado aquella forma de catalogar, donde una hojita, una flor o cualquier
otro detalle servían de pista para montar una tesis de un nuevo origen del arte practicado en Hispania en cualquier
etapa de la más alta Edad Media. Hemos tardado más de cincuenta años para desterrar la tesis de que un tal Tioda de
origen armenio, o según otros simplemente oriental, había cruzado el mundo para renovar la arquitectura en el reino
de Asturias. Ahora se habla ya de estos intercambios sin el menor rubor. Cuando todavía no contamos con el corpus
de nuestros capiteles entre los siglos IV y VIII, he conocido a cuatro especialistas que lo han intentado sin el menor
éxito, uno puede llegar a ver las relaciones de los hispanos, todavía sin una catalogación correcta, con los merovingios.
Y no digamos nada de aquellos, que metodológicamente no habían tenido nunca en cuenta el problema del estilo,
ahora se acuerdan de él y realizan una “revolucionaria” teoría del mismo. Por desgracia, esta teoría desconoce el
significado de estilo y el hecho de que algunos historiadores llevamos mucho tiempo buscando un nuevo concepto del
mismo, que se adapte mejor a la historia de las formas y así, a su vez, modificar la historia realizada a partir de los
estilos (Bango: 2012).
60
Mantengo esta expresión porque es muy clara para trasmitir la impresión que causa a quienes los contemplan, aunque
posiblemente no sea muy correcta. Por otro lado, en más de un siglo de historiografía asturiana se ha mantenido con
enorme éxito este término entre los expertos y divulgadores de la arquitectura asturiana.
61
Es evidente que esta última interpretación no es otra cosa que una mera anécdota, aunque lógica. No puedo entrar
aquí en una interpretación de la iconografía, que espero tener terminada a mediados del año que viene.

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Fig. 15. Las dos fachadas del palacio de Naranco (© I.G.Bango).

pertenecen a un mismo tipo constructivo 62 . Estructura que recientemente se ha relacionado con un


interesante edificio, Santa Eulalia de Bóveda 63 . Fuera del Norte peninsular, más al sur y de época
hispanogoda, ha sido estudiado y documentado un edificio que muestra un parecido muy estrecho con el
palacio de Naranco: Los Hitos en Arisgotas. Poco sabemos de él, pero creo que con toda razón se ha puesto
en relación con edificios clave del reino asturiano (Barroso et alii 2015). Si nos centramos en el tipo
genérico que dio origen al palacium de Naranco pienso, al igual que Uscatescu, que Naranco debe ser
incluido en el tipo de palacio que trasfiere a un piso superior las salas de recepción y banquetes según
estudió para Italia Polci64 (Uscatescu 2013: 408 - 409). En este sentido tipológico habría que aceptar la
tesis de Arias relacionando nuestro palacium con la laubia, pues en realidad estamos hablando de la
misma tipología arquitectónica (Arias 2007: 206). Ahora bien reconocido el prototipo sería necesario fijar
como llegó a Asturias. Desde mi punto de vista no pudo “venir volando”, como Tioda, desde Italia. Cuando
ya hace más de treinta años, ponía el palacio de Harold como ejemplo funcional de Naranco, era
consciente que estaba ante un prototipo antiguo que mantenía una forma y función que había sobrevivido

62
En este sentido, yo no corregiría una tendencia, ya clásica, de considerar la arquitectura asturiana como períodos
rígidos perfectamente separados en los tres monarcas. Todo indica, que esta sub-periodización sólo es un recurso más
didáctico que real.
63
La imagen de lo que podríamos considerar la nueva Santa Eulalia es espectacular, con su estructura de dos plantas
totalmente abovedadas, y sus contrafuertes. Se debe a un equipo que con un cuidado método de trabajo ha
conseguido señalar las fases de su construcción y trasformación (Blanco-Rotea et alii: 2009). Solo me permitiría
hacerles una pequeña observación: no tengan miedo a la laxitud cronológica. La pintura de Santullano, si no hubiera
estado tan bien documentada, los expertos, ya sigan los medios que emplean o los de otras técnicas y metodologías,
las clasificarían como pinturas tardorromanas. No entiendo por qué entonces se tiene tanta medrosa preocupación de
hacerlo, siguiendo con el error grave de considerarlas prerrománicas. Y en arquitectura pasa absolutamente lo
mismo.
64
Como ya apunté antes, no creo que en esta secuencia se pueda incluir la cuadra/almacén de Recópolis .

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Fig. 16. Detalle de la fachada(© I.G.Bango). Fig. 17. Palacio del conde Harold en la Tapicería de Bayeux (©
I.G.Bango).

en el transcurso del tiempo65. La relación entre ambos edificios era tan notable que resulta muy ilustrativo
del carácter lúdico del palacio de Ramiro I. Durante la Edad Media la economía de medios llevó a ampliar
las funciones que debían celebrarse en un mismo espacio, para ello era necesario acudir a los elementos
mobiliares para adaptar la sala al fin que requería; así la sala del trono o de audiencias pasaba a ser el
lugar del banquete, de los bailes, etc. Hemos visto como el salón de Naranco se destinaba
fundamentalmente para servir de escenario al ceremonial del rey. La imagen del palacio de Harold nos
muestra un palacio que nos evoca el ramirense (Fig. 17): abajo una estructura abovedada, seguramente
destinada a servicios, mientras que en el piso noble se encuentra la sala de banquetes. Curiosamente,
como en Naranco, los servidores utilizarán una escalera exterior para servir las viandas que se prepararían
en el bajo. Solo faltan los belvederes que se abren al paisaje del entorno.

9. LA POMPA CONSULARIS SOPORTE DE LA IMAGEN REGIA

Indudablemente las dos jambas del pórtico de la iglesia palatina de Naranco, representando las dos hojas
de un díptico consular, constituyen una de las imágenes monumentales de mayor fuerza expresiva de poder
de la plástica altomedieval, no ya hispana, sino europea. Utilizadas como jambas de una puerta de un
edificio confieren a este el valor que en el pasado pudo haber tenido la Porta Triumphalis en relación con el
palacio imperial. He preferido separar el estudio de este díptico pétreo por el estado de opinión que se ha
creado en los últimos años sobre lo que consideran su verdadera ubicación original. Caballero es el primero
en señalar que las jambas y la decoración de la tribuna no corresponden al proyecto original del edificio
(Caballero et alii 2006), después Arias acepta su interpretación y desarrolla un estudio sobre la imagen del
poder (Arias 2010). Arias se encuentra tan convencido de que estos relieves no estuvieron en Santa María, y
que si fueron pensados para el palacio de Naranco, que no duda en afirmar que ‘estudios precisos de carácter

65
Me refiero al palacio del conde Harold, cuñado de Eduardo el Confesor, último rey sajón de Inglaterra. Se representa
en la conocida tapicería de Bayeux, tejida en el siglo XI. Los 37 edificios, civiles y religiosos, que se representan en el
tapiz responden a edificios bien documentados en la arquitectura del primer románico.

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arqueológico y artístico lo confirman con un


alto grado de confianza’. Personalmente no me
convence demasiado que los relieves, tal como
son, no ocupen su lugar original. Aunque sin
conocer las piezas por su cara posterior y otros
análisis del lugar en que se encuentran en la
actualidad, no me atrevo a ser categórico del
todo. Desde luego lo que no me convence
absolutamente nada es el presunto sitio
original. En todo caso, si me fuera posible
buscar un lugar idóneo para las jambas, me
hubiera gustado que hubieran enmarcado las
puertas de acceso al complejo palatino.

Las jambas representan la forma del


díptico de manera tan naturalista que el
escultor no deja de reproducir las inflexiones
del cuerno que se acusan en la forma de ciertas
hojas de marfil aprovechando al máximo el
cuerno (Fig. 18). Pero dicho esto, el detalle de
las escenas es una composición que no se
corresponde exactamente con ninguno de los
dípticos consulares conocidos. Todos habla-
mos del modelo, dando por buena una
tradición historiográfica nada contrastada: el
díptico consular de Areobindo, elegido cónsul
de Constantinopla en 506. En realidad de esta
Fig. 18. Jambas de San Miguel de Lillo (© I.G. Bango). obra no se reproduce nada más que el cónsul
flanqueado por dos funcionarios, está sentado
en una silla (subsellium) manteniendo en la
mano derecha la mappa que señala el comienzo de los juegos, mientras que en la izquierda sostiene el cetro.
Viste la característica toga contabulata propia del imaginario tardorromano. Al igual que citamos el díptico
de Areobindo podíamos referenciar tres o cuatro más que reproducen igual imagen, incluso con más
exactitud: obsérvese como la acción de sostener la mappa no se corresponde con la del citado modelo, esta
se dispone hacia abajo, sino con la de otros. El registro central se ocupa con una escena circense: un
domador excitando a un león para que muestre su agresividad mientras que un saltimbanqui da una
voltereta sobre un bastón. El tercer registro vuelve a repetir la primera imagen.

En primer lugar no creo que se pueda discutir, o al menos a mí me lo parece, que el escultor se inspira
para componer su relieve directamente en un díptico de marfil que tenía presente; cosa que era muy
probable, pues todavía se constatan “dípticos ebúrneos” en el tesoro documentado de las iglesias de la
monarquía asturiana. Incluso puede ser que el tesoro real contase con alguno. De hecho, si las jambas
reproducen una reelaboración convincente de un díptico, los elementos que faltan en las jambas, y que sin
duda estaban en el original, se ven reproducidos por diferentes partes de los edificios de Naranco. Otra
cosa muy distinta es el mensaje iconográfico y mucho más el iconológico, que, según mi parecer, debió
llegar a Oviedo perfectamente codificado por el imaginario regio de época hispanogoda. La pompa
consularis, con sus característicos dípticos y las ceremonias del circo, se habían integrado en la imagen
imperial de manera decidida a partir del siglo IV. Será esta pompa la que sirva para conferir a los nuevos
príncipes y reyes de Europa credibilidad, legitimidad y aspecto regio.

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Territorio, topografía y arquitectura de poder durante la Antigüedad Tardía


Jornadas “Spaniae uel Galliae, territorio, topografía y arquitectura de las sedes regiae visigodas”, Madrid, 2015
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POSTFACE – CONCLUSIONS
JEAN GUYON*

“Las novedades arqueológicas de los últimos cinco años relativas a las arquitecturas de poder
promovidas por las élites militares y civiles, suevas, visigodas y bizantinas, ha sido la principal razón que
nos motiva a lanzar este volumen con el que nos gustaría contribuir al debate científico actual”: c’est ainsi
qu’au terme de leur introduction, les éditeurs de ce livre en ont défini le propos. Contrairement à leur
souhait, étant plus familier des Gaules que des Espagnes, je ne saurais prolonger dans cette postface le
débat qu’ils ont ouvert en y versant une quelconque contribution. Mais je puis du moins porter sur le
volume un regard extérieur: il autorise une appréciation d’ensemble, qui est on ne peut plus positive.

Le livre remplit bien en effet la double fonction que lui ont assignée ses concepteurs: il offre cet ample
panorama de “nouveautés” qu’ils avaient annoncé et contribue par là à nourrir un débat scientifique dont
ils ont pris soin d’exposer la problématique complexe dans les premières pages de leur introduction
auxquelles on renverra pour plus de détail. Tout cela parce que les auteurs qu’ils ont su solliciter pour
répondre au “cahier des charges” ainsi défini ont traité avec acribie et détermination les sujets d’étude qui
leur étaient assignés, sans rien dissimuler des difficultés que pouvait rencontrer leur recherche.

Ainsi Marc Heijmans dans sa contribution sur la Gaule méridionale: après avoir rappelé que pendant
l’Antiquité tardive “le pouvoir était là où était le roi”, il recense les sedes regiae des Wisigoths attestées
dans le région par les sources littéraires et ce qui en est connu par l’archéologie, mais ce recensement met
en évidence que les traces matérielles d’une présence wisigothique dans ces villes sont fort inégales, au
point d’être souvent impossibles à appréhender sûrement. Et autant vaut pour l’étude de Rafael Hidalgo
Prieto sur “Las sedes imperiales al final del Imperio: en torno a la interpretación de la arquitectura palatina
tetrárquica”, qui livre une approche historiographique bienvenue, tant la recherche d’antécédents est
capitale dans un ouvrage visant à étudier une architecture monumentale que ses promoteurs successifs ont
tous voulu enraciner dans un passé qu’ils jugeaient prestigieux. Mais c’est pour conclure en ce domaine
aussi à une aporie: “No es posible establecer un modelo-tipo de palacio tetrárquico – ni tan siquiera
bajoimperial. Sólo existe una serie de “peculiaridades” que con mayor o menor frecuencia se repiten,
constituyendo un importante compendio de indicios en ningún momento alcanzan el rango de norma”.

À quoi bon multiplier les exemples ? Tous iraient dans le même sens, montrant eux aussi à leur façon
que l’étude des sources historiques, comme celle des données de fouille, convainquent également que le
sujet assigné à ce livre relève d’une équation comportant trop d’inconnues pour qu’on puisse prétendre la
résoudre véritablement un jour. Point de ktéma eis aei à attendre, donc, de la lecture des pages qui
précèdent, mais – chose qui, à la réflexion, est autrement stimulante – l’esquisse d’une trajectoire

*
Directeur de Recherche Émérite Au Cnrs, Aix Marseille Université, Cnrs, Mcc, Ccj, Centre Camille Jullian, F-13000,
Aix-En-Provence, France. guyon@mmsh.univ-aix.fr
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JEAN GUYON 1

historico-archéologique qui a toute chance de fournir l’image la plus approchée qui soit de la réalité – du
moins telle qu’elle peut être appréhendée grâce aux acquis de la recherche récente. Cette réserve,
indispensable, ne saurait surprendre: l’historien, comme l’a écrit Michel Labrousse, n’est-il pas “obligé (...)
de se contenter de ce qu’il connaît et de ce qui est”? Et il en va de même pour l’archéologue, bien entendu.

L’origine de cette trajectoire historico-archéologique est à rechercher en Gaule méridionale où


l’archéologie peine largement à retrouver trace des Wisigoths, comme on l’a dit. Il n’est en effet que la
capitale du “royaume de Toulouse” pour faire exception, à cause du palais qu’ils y ont sûrement crée dans
l’angle nord-ouest de l’enceinte et du probable mausolée dynastique qui a été édifié face à lui, extra muros,
à 150 m de distance ; sans parler, intra muros, de la basilique Notre-Dame-de-la-Daurade, siège plausible
de la cathédrale arienne. Mais ailleurs, rien n’est connu pour Aire-sur-Adour et pour Bordeaux, et l’on
dispose seulement de présomptions pour tenter de localiser les résidences royales de Narbonne et d’Arles,
cette ville qui fut capitale impériale au IVe siècle et à laquelle ses nouveaux maîtres auraient dû de ce fait
prêter une particulière attention. Ces carences tiennent sans doute pour une large part à des raisons que
Marc Heijmans a bien mises en évidence: “Il est probable que les rois wisigoths ont pris possession des
bâtiments de l’administration civique antérieure ; difficile dans ce cas de distinguer des traces d’une
modification directement imputable à la présence des nouveaux maîtres.” De fait, sauf à Toulouse,
l’évolution urbaine de ces sedes regiae ne diffère guère de celle des autres villes du Midi gaulois pendant
l’Antiquité tardive, et suit seulement un rythme qui peut être légèrement variable de province à province.

Or le même trait se vérifie largement dans les Espagnes. Un exemple emblématique en est fourni par
Mérida, qui doit sans doute d’abord à son statut d’ancien chef-lieu du diocèse d’Espagne d’avoir largement
conservé dans le courant du Ve siècle sa parure monumentale héritée de l’Antiquité classique, même si elle
avait largement perdu alors sa fonction. Mais cela peut tenir également pour partie à l’installation à
Emerita de la cour des souverains Suèves au milieu du siècle, donc à l’accession de la ville au rang de
capitale de leur royaume, en alternance avec Braga. Pourtant les fouilles, nombreuses et fort attentives aux
réalités de l’Antiquité tardive, que Mérida a connues au cours des dernières décennies, n’ont livré aucun
élément qui puisse être rattaché aux lieux de pouvoir des nouveaux maîtres, de sorte que le bilan que
dresse pour ce siècle Pedro Mateos Cruz au terme de sa contribution reste très générique: “El s. V va a
conformar un período de transición urbanística de la ciudad de la cuarta centuria, heredera y continuista
del paisaje urbano de época altoimperial a otra realidad distinta, marcada fundamentalmente por el
abandono de los principales edificios de carácter público que definían la ciudad clásica y la incorporación
definitiva de una nueva cultura, el cristianismo, con nuevos polos de atracción popular”. Le même
jugement pourrait être appliqué, presque mot pour mot, aux villes de Gaule méridionale.

Une absence plus radicale encore de lieux de pouvoir identifiables par l’archéologie se rencontre dans la
cité de Carthagène, à laquelle Sebastián F. Ramallo Asensio et Felipe Cerezo Andreo ont pourtant consacré
une relation qui étudie l’évolution urbaine sur la longue durée. Fondation des Barca, promue dès le milieu
du Ier siècle avant notre ère grâce à Pompée, puis colonie julienne, la ville connaît une récession aux IIe et
IIIe siècles au point de devoir être administrée par un curator rei publicae, puis une réelle renaissance
économique au IVe siècle, que marque également son accession au statut de capitale provinciale. Le Ve
siècle, quant à lui, se signale moins par l’invasion vandale, qui paraît avoir affecté la proche campagne et
non la ville elle-même, que par un sensible remodelage de l’urbanisme qui coïncide – hasard ou fait
exprès ? –avec l’installation temporaire de l’empereur Majorien, puis s’accuse au VI e siècle quand la
reconquista byzantine fait, de nouveau, de Carthago Spartaria une capitale provinciale. On n’en connaît
guère cependant qu’un quartier installé à l’emplacement du marché qui avait colonisé l’espace du théâtre
aux siècles précédents, mais nul “fort byzantin”– du moins pour l’instant: réservons l’avenir ! C’étaient là
cependant les derniers feux d’une romanité restaurée qui paraît avoir été abolie de façon violente au
VIIe siècle du fait d’une autre reconquête due aux Wisigoths. Ainsi sont fermement dessinés les corsi e

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1 POSTFACE – CONCLUSIONS

ricorsi d’une histoire urbaine qui n’épousent qu’imparfaitement, comme cela se vérifie souvent, ceux d’une
histoire politique que les auteurs ont résumés à la fin de leur étude en citant Isidore de Séville: Afri sub
Hannibale maritima Hispaniae occupantes, Carthaginem Spartariam construxerunt, quae mox a
Romanis capta et colonia facta, nomen etiam provinciae dedit. Nunc autem a Gothis subversa atque in
desolationem redacta est.

Font cependant exception les cas mieux documentés de Barcelone et de Tolède, qui tiennent les rôles
respectifs de Narbonne et de Toulouse dans les Gaules, à cette différence près que l’évolution ultérieure de
ces villes et les inégales opportunités qu’elles ont offertes à l’archéologie font que dans les Espagnes, c’est la
première qui apparaît présentement avec le plus de clarté.

L’appréhension de ce que fut Barcelone pendant l’Antiquité tardive a en effet été profondément
renouvelée au cours des dernières décennies grâce aux fouilles que Julia Beltrán de Heredia Bercero a
conduites avec Charles Bonnet plaça del Rei, puis celles qu’elle a menées tout récemment sous la basilique
des Saints-Just-et-Pastor. Cela l’autorise à esquisser dans ce volume un tableau de l’évolution urbaine qui
convainc que les Wisigoths ont procédé dans cette ville à une véritable “remise en ordre” de la topographie
antique. Le processus paraît avoir été engagé dès le Ve siècle, même si les traces archéologiques en sont
encore ténues alors. La localisation à cette époque du palais des nouveaux maîtres plaza de Sant Miquel
demeure en effet une hypothèse, comme le reconnaît l’auteure, mais bien séduisante en revanche est la
thèse qu’elle défend d’une appropriation de la cathédrale par les ariens et d’un reflux concomitant de la
communauté catholique vers la basilique des Saints-Just-et-Pastor, même si l’on ignore tout de ce que
pouvait être cette basilique au V e siècle. Cela expliquerait bien, de fait, les inflexions décisives que
l’urbanisme de Barcino a connues au siècle suivant, grâce à l’installation auprès de la cathédrale, d’abord
d’un palais comtal adossé à la muraille, puis d’une église cruciforme qui a participé de “ciertas operaciones,
no exentas de marketing” décidées après la conversion du royaume wisigoth au catholicisme, telles le
nouveau plan cruciforme donné alors à la cuve du baptistère de la cathédrale et la titulature de Sainte-
Croix que cette dernière a reçue. La structure bipolaire, ecclésiastique et civile, des pouvoirs de l’Antiquité
tardive a ainsi reçu une traduction monumentale qui marque aujourd’hui encore la topographie de
Barcelone grâce aux élévations médiévales du palais comtal et du groupe épiscopal, dont la haute
silhouette surplombe les remparts conservés du quadrant nord-est de la ville antique.

Tout autant que Barcelone, Tolède a été l’objet de recherches attentives au cours des dernières
décennies, comme le montre la contribution de Rafael Barroso Cabrera, Jesús Carrobles Santos, Jorge
Morín de Pablos et Isabel Sánchez Ramos, qui se recommande par son acribie ; aussi les auteurs
présentent-ils une esquisse séduisante de son évolution urbaine qui prend appui principalement sur l’étude
de l’actuelle ville basse – donc sur un secteur situé hors les murs de la ville antique, qui a fait l’objet de
fouilles importantes. Il n’en est malheureusement pas allé de même dans le centre historique de la ville
haute où sont à rechercher les lieux de pouvoir de la capitale wisigothique, qu’il s’agisse du palais royal, à
imaginer selon toute vraisemblance à l’emplacement de l’Alcazar, ou de la cathédrale dévolue
temporairement par les nouveaux maîtres au culte arien, qui serait à l’emplacement de la cathédrale
médiévale Sainte-Marie. Pour autant, seuls des éléments de décor architectonique remployés à l’intérieur
de ces édifices ou découverts à proximité autorisent ces identifications, et même la basilique Sainte-
Léocadie, probable lieu de réunion extra muros des catholiques aussi longtemps que les nouveaux maîtres
sont restés fidèles à l’arianisme, demeure finalement assez mal connue, bien que cet édifice fût “uno de los
de mayor prestigio de toda Hispania.” Au total, Tolède wisigothique constitue donc – et constituera sans
doute à jamais – une sorte de “point aveugle” de la recherche. Aussi les auteurs ont-ils été bien avisés
d’étendre leur enquête à l’ensemble du territoire tolédan où se manifeste la prégnance du pouvoir urbain
sur les campagnes qui sont densément occupées, non seulement par des exploitations et des résidences de
notables, mais aussi par des fondations que l’ont peut appréhender comme des reflets plus ou moins

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JEAN GUYON 1

lointains des monuments de la cité disparus, tels le mausolée de Los Hitos à Arigostas ou la basilique de
Santa Maria de Melque, à San Martín de Montalbán.

Il est cependant une ville bien plus éloignée de Tolède que ces établissements ruraux qui peut
permettre d’imaginer mieux encore ce que pouvait être le paysage urbain de la capitale des Wisigoths, car il
s’agit d’une ville neuve où les architectes ont eu libre cours pour traduire les partis urbanistiques du
pouvoir royal: c’est la “ville de Récarède”, Recópolis, à laquelle Léovigild, dans le souci d’asseoir le pouvoir
de sa dynastie, avait donné en 578 le nom de son fils. À lire la contribution que Lauro Olmo-Enciso lui a
consacrée, nul doute qu’ils l’ont construite en poussant presque à la caricature cette bipolarisation, civile et
politico-religieuse, de l’urbanisme de l’Antiquité tardive dont les prémices peuvent être entrevus à
Toulouse, avec la concentration des probables fondations wisigothiques dans le secteur nord-ouest de la
ville, et qui s’affirme clairement à Barcelone, au nord est de la cité cette fois, pour se retrouver enfin, de
façon plus hypothétique comme on l’a dit, dans la Tolède wisigothique. Fournir un aperçu aussi précis de
l’urbanisme est un privilège des villes retournées à l’état de nature, de sorte qu’on peut les fouiller à loisir
et, espérons-le pour Recópolis, le faire un jour de façon exhaustive. Sans compter que ces villes permettent
également d’observer plus finement que sur les chantiers archéologiques en milieu urbain, souvent exigus
et aux stratigraphies incomplètes, les phases de déclin, puis d’abandon, et jusqu’aux raisons ayant conduit
à leur délaissement, qui paraissent largement tenir à Recópolis au fait que le climat, au cœur de la
péninsule ibérique, est devenu de plus en plus aride au cours de l’Antiquité tardive. Cette explication, bien
plus convaincante que celles qui sont fondées sur l’histoire-bataille, vaut invitation à considérer les
phénomènes dans leur longue durée, chose que fait opportunément ce livre en étendant l’enquête
jusqu’aux VIIIe et IXe siècles de notre ère.

D’abord par l’étude du palais de Pla de Nadal, près de Valence, objet d’une fouille d’archéologie
préventive qui a été l’une des plus fructueuses des dernières décennies et dont on peut regretter seulement
qu’elle n’ait pu être exhaustive, car toute recherche approfondie a été interdite sur un autre gisement, dit
“Pla de Nadal II”, dont des sondages préliminaires avaient pourtant reconnu la richesse. Comme le
soulignent dans leur relation Albert Vicent Ribera i Lacomba, Isabel Escrivà, Empar Juan, Jorge Morín,
Miquel Rosselló et Isabel Sánchez Ramos, n’est donc appréhendable sur ce site qu’une part d’un complexe
architectural qui comptait probablement une église aux côtés de l’ensemble monumental ouvert au public,
dont le plan est manifestement inspiré des villas de l’Antiquité, tandis que sa décoration architectonique
exposée au musée constitue la plus riche collection qui soit pour l’Espagne wisigothique. Cette permanence
des modèles architecturaux, tout autant que la qualité des ornements sculptés, témoignent de la pérennité
de l’art wisigoth à la veille de la conquête arabe qui a précipité la chute du royaume de Tolède, que minait
de l’intérieur l’émergence d’une société pré-féodale dont la palais du Pla de Nadal témoigne à sa façon.
Comme le prouve le monogramme qui orne certains décors, il a été construit en effet non pour le
souverain, mais pour le dux Theodomir qui le représentait dans la région tout en aspirant sans doute,
comme le supposent les auteurs, à s’y tailler un royaume propre. L’homme put bien avoir l’habileté de se
mettre ensuite au service des Omeyyades, ce fut peine perdue car son palais fut détruit à la fin du siècle,
peut-être précisément en 778-779 quand l’armée d’Abd al-Rahman mata une rébellion dans la région de
Valence.

Cette disparition, comme celle d’autres édifices au sein de la péninsule ibérique, a-t-elle signé la fin des
modes de faire wisigothiques en matière de constructions auliques, qui s’inspiraient eux-mêmes de
pratiques que l’empire romain avait mises en œuvre auparavant, tant en Orient qu’en Occident ? La
réponse à cette question ne peut être cherchée que dans les monuments élevés dans les royaumes nés de la
reconquista menée contre les Arabes, à commencer par celui des Asturies dont l’étude constitue
l’aboutissement de la trajectoire historico-archéologique que dessine ce livre. De façon à la fois très résolue
et très appuyée, son auteur, Isidoro G. Bango Torviso, va à contre-courant d’une école historique en vogue

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1 POSTFACE – CONCLUSIONS

pendant le dernier demi-siècle pour s’inscrire dans une tradition plus ancienne qui opte pour
l’enracinement de l’architecture asturienne dans celle de l’Antiquité tardive et non pour son
rapprochement avec des modèles carolingiens. Aussi plaide-t-il fermement pour créditer Alphonse II (791-
842) et non Alphonse III (866-910) d’avoir doté, grâce à une forgerie, la dynastie asturienne d’un lignage
wisigoth. Et il veut pour autres preuves de l’attachement de cette dynastie au souvenir glorieux, mais aussi
largement mythique, du royaume de Tolède deux créations architecturales majeures: le palais d’Alphonse
II à Oviedo, dont les dispositions reprendraient celles des lieux de pouvoir tolédans si l’on se fie à
l’interprétation des sources littéraires que livre l’auteur, et la chapelle palatine de Naranco, œuvre de
Ramire Ier qu’il rapproche pour sa part de l’église de Los Hitos à Arisgotas, près de Tolède. J’avoue avoir été
sensible à ce brillant plaidoyer mais, connaissant trop mal l’historiographie espagnole pour pouvoir juger
au fond de sa pertinence, j’en retiendrai principalement pour terminer un enseignement de portée plus
générale.

Ce combat que mène Isidoro G. Bango Torviso pour défendre la thèse d’une filiation wisigothique de
l’architecture asturienne contre les partisans de son insertion dans l’art pré-roman occidental est
révélateur en effet des difficultés que rencontre l’étude de l’Antiquité tardive, partagée qu’elle est entre la
nécessité d’en rechercher les racines et celle de tourner le regard vers son héritage, afin de mettre en
évidence par exemple, comme l’a fait Julia Beltrán de Heredia Bercero pour Barcelone, tout ce que la
morphogenèse de la ville médiévale et moderne doit aux transformations urbaines d’une période dont la
spécificité tient précisément à la tension entre ces deux éléments.

Aussi cette conjugaison des points de vues constitue-t-elle la trame de ce livre, qui lui donne d’atteindre
son objectif: appréhender l’évolution de l’urbanisme, de l’architecture et, plus largement, de la culture
matérielle des VIe-IXe siècles afin de rendre justice à “une autre Antiquité, une autre civilisation qu’il faut
apprendre à reconnaître dans son originalité”, comme l’a écrit Henri-Irénée Marrou, l’un des hommes qui
a le plus fait pour la défense et l’illustration de l’Antiquité tardive. C’est ce qui fait le prix de la présente
publication; le mérite en revient non seulement aux contributeurs qu’elle réunit, mais aussi à ses deux
directeurs, Isabel Sánchez Ramos et Pedro Mateos Cruz, qui ont su en définir fermement la problématique.
Que tous en soient félicités et remerciés.

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MYTRA

NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES

Dirección

Redacción: Instituto de Arqueología, Mérida. Plaza de España, 15. 06800 Mérida (Badajoz).

Contenido

La serie Mytra es una colección monográfica perteneciente al IAM (CSIC-Junta de Extremadura) orientada al


ámbito académico especializado. Su objetivo principal es el de servir de cauce de comunicación a una
investigación arqueológica que se defina por su carácter interdisciplinar e innovador. Su núcleo temático
principal se basa en los intereses y resultados de las líneas de investigación de nuestro centro, aunque también
pretende dar cabida a estudios que vayan más allá de marcos o fronteras tradicionales en cuanto a aspectos
disciplinares, cronológicos y geográficos. En función de su formato y temática, dentro de la serie se da cabida a
tres tipos de publicaciones. En primer lugar, monografías, que tratan en profundidad temas específicos de
manera coherente, con un especial interés en la edición de tesis doctorales, dada la vocación del IAM como centro
de formación de investigadores. En segundo lugar, actas de reuniones científicas, un formato para la discusión
especializada al que nuestro centro ha recurrido reiteradamente y que forma parte de sus señas de identidad.
Finalmente, la serie Mytra da cabida a memorias científicas de la actividad del IAM, permitiendo dar así
cumplida cuenta de los resultados de excavaciones, prospecciones u otras labores de documentación.

Financiación

La serie Mytra, editada por la Secretaría General de Ciencia, Tenología e Innovación (Consejería de Economía e
Infraestructuras de la Junta de Extremadura), se encuentra abierta a propuestas editoriales con financiación
externa procedente de otras instituciones.

Formulario de autoría

Al enviar el original, los autores deben incluir una declaración específica de que el manuscrito no se ha sometido
a presentación para su evaluación y publicación en otras series simultáneamente o con anterioridad.

Normas editoriales

1. El texto estará precedido de una hoja con el título del trabajo y los datos del autor o autores (nombre y
apellidos, institución, dirección postal, teléfono, correo electrónico, situación académica) y fecha de entrega.
Tanto si se trata de un trabajo único como de un conjunto de trabajos sobre una temática, cada original
deberá venir acompañado por la traducción del Titulo al inglés, acompañado de un Resumen y Palabras
Claves en español, con los respectivos Summary y Key Words en inglés. De no estar escrito el texto en
español, los breves resúmenes y palabras clave vendrán traducidos al español e inglés. Las palabras clave no
deben incluir los términos empleados en el título, pues ambos se publican siempre conjuntamente.

2. Se entregará una copia completa en soporte informático, preferentemente en MS Word para Windows o Mac
y en PDF, con imágenes incluidas.

3. Los márgenes del trabajo serán los habituales (superior e inferior de 2 cm; izquierdo y derecho de 2, 5 cm). El
tipo de letra empleado será Times New Roman de 12 puntos a un espacio, con la caja de texto justificada.
Aparecerá la paginación correlativa en el ángulo inferior derecho. Se empleará a comienzo de párrafo el
sangrado estándar (1, 25). Salvo la separación lógica entre diferentes apartados, no se dejarán líneas en blanco
entre párrafos. En ningún caso se utilizarán negritas.
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4. El trabajo irá precedido de un índice en el que se cuidará la exacta ordenación jerárquica de los distintos
epígrafes, numerándolos indistintamente mediante guarismos romanos y árabes, e incluso sin numeración.

5. Cuando se empleen citas textuales en el texto o en notas a pie de página se entrecomillarán, evitando la letra
cursiva. Dicha letra se acepta para topónimos o nombres en latín. En estos casos, se preferirán las grafías con
“v” en lugar de “u”, tanto para mayúsculas como para minúsculas (conventus mejor que conuentus).

6. Por lo que se refiere al sistema de cita, deberá emplearse el sistema “americano” de citas en el texto, con
nombre de autor en minúscula y no se pondrá coma entre autor y año (apellido o apellidos del autor año:
páginas). Si los autores son dos se incluirá la conjunción “y” entre ambos. Si los autores fueran más de dos se
indicará el apellido del primero seguido por la locución et alii.

Se incluirá una bibliografía completa al final del trabajo. En la bibliografía final, los títulos de monografías
irán en cursiva, mientras que en los artículos el título se colocará entrecomillado. Los nombres de los autores,
ordenados alfabéticamente por apellidos, en la bibliografía final irán en letra redonda, seguidos por el año de
publicación entre paréntesis y dos puntos. Si los autores son dos, irán unidos por la conjunción “y”. Si son
varios los autores, sus nombres vendrán separados por comas, introduciendo la conjunción “y” entre los dos
últimos. En el caso de que un mismo autor tenga varias obras, la ordenación se hará por la fecha de
publicación, de la más antigua a la más reciente. Si en el mismo año coinciden dos o más obras de un mismo
autor o autores, serán distinguidas con letras minúsculas (a, b, c...). En el caso de las monografías se indicará
el lugar de edición tal y como aparece citado en la edición original (p. e. London, en lugar de Londres),
separado del título de la obra por una coma. En el caso de artículos o contribuciones a obras conjuntas, se
indicarán al final las páginas correspondientes, también separadas por comas. Los nombres de revistas se
incluirán sin abreviar. Las referencia a las consultas realizadas en línea (Internet), deberán indicar la
dirección Web y entre paréntesis la fecha en la que se ha realizado la consulta.

Ejemplos de citas en la bibliografía final:

Monografías:

Caballero Rodríguez, J. 2008: Maximiliano Macías y su tiempo (1867-1934), Mérida.

Artículos en revistas:

Olmos Romera, R. 2005: "Monstruos y geografías imaginarias en la antigua Grecia", Bitarte: Revista
cuatrimestral de humanidades, 36: 43-53.

Contribuciones a congresos y obras conjuntas:

Hurtado Pérez, V. 2005: "El campaniforme en Extremadura. Valoración del proceso de cambio
socioeconómico en las cuencas medias del Tajo y Guadiana", en Rojo Guerra, M.A.; Garrido-Pena, R.; García-
Martínez, I. (coords.), El campaniforme en la Península Ibérica y su contexto europeo, Valladolid.

Trabajos dentro de una serie monográfica:

Aillet, C.; Cressier, P.; Gilotte, S. (Eds.) 2017: Sedrata. Histoire et archéologie d'un carrefour du Sahara
médiéval à la lumière des archives inédites de Marguerite van Berchem, Collection de la Casa de Velázquez
161, Madrid.
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7. Toda la documentación gráfica se considerará como Figura (ya sea fotografía, mapa, plano, tabla o cuadro),
ordenándola correlativamente. Se debe indicar en el texto el lugar ideal donde se desea que se incluya, con la
referencia (Fig. 1), y así sucesivamente. Asimismo debe incluirse un listado de figuras con los pies
correspondientes a cada una al final del artículo. El formato de caja de la Revista es de 15 x 21 cm; el de la
columna, de 7,1x21 cm. La documentación gráfica debe ser de calidad, de modo que su reducción no impida
identificar correctamente las leyendas o desdibuje los contornos de la figura. Los dibujos no vendrán
enmarcados para poder ganar espacio al ampliarlos. Toda la documentación gráfica se publica en blanco y
negro; sin embargo, si se enviara a color, puede salir así en la versión digital. Los dibujos, planos y cualquier
tipo de registro (como las monedas o recipientes cerámicos) irán acompañados de escala gráfica, y las
fotografías potestativamente. Todo ello debe de prepararse para su publicación ajustada a la caja y de modo
que se reduzcan a una escala entera (1/2, 1/3… 1/2000, 1/20.000, etc.). En cualquier caso, se puede sugerir el
tamaño de publicación de cada figura (a caja, a columna, a 10 cm de anchura, etc.). Las Figuras se deben
enviar en soporte digital, preferentemente en fichero de imagen TIFF o JPEG con al menos 300 DPI y con
resolución para un tamaño de 16x10 cm. No se aceptan dibujos en formato DWG o similar y se debe procurar
no enviarlos en CAD a no ser que presenten formatos adecuados para su publicación en imprenta.

Aceptación

Todos los textos son seleccionados por el Consejo de Redacción según su interés científico y su adaptación a
las normas de edición, por riguroso orden de llegada, y posteriormente informados por el sistema de doble
ciego por al menos dos evaluadores externos al IAM y a la institución o entidad a la que pertenezca el autor.
Teniendo en cuenta el informe de los evaluadores externos, el Consejo de Redacción aceptará definitivamente,
o no, la publicación del original.

Correcciones y texto definitivo:

1. Una vez aceptado, el Consejo de Redacción podrá sugerir correcciones del original previo (incluso su
reducción significativa) y de la parte gráfica, de acuerdo con las normas de edición y las correspondientes
evaluaciones. El Consejo de Redacción se compromete a comunicar la aceptación o no del original en un plazo
máximo de seis meses.

2. El texto definitivo se deberá entregar cuidadosamente corregido y homologado con las normas de edición para
evitar cambios en las primeras pruebas. El texto, incluyendo resúmenes, palabras clave, bibliografía y pies de
figuras, se entregará en CD, así como la parte gráfica digitalizada, acompañado de una copia en la que se
incluyan las figuras, sugiriendo el tamaño al que deben reproducirse las mismas. El texto definitivo se podrá
enviar también por correo electrónico.

3. Los autores podrán corregir primeras pruebas, aunque no se admitirá ningún cambio sustancial en el texto.

Varia

1. Entrega de volúmenes: los evaluadores recibirán gratuitamente un ejemplar del volumen en el que hayan
intervenido; los autores o editores 20 volúmenes o un ejemplar por autor si es obra colectiva.

2. Devolución de originales: los originales no se devolverán salvo expresa petición del autor.

3. Derechos: la publicación de monografías en la colección Mytra no da derecho a remuneración alguna. El


autor se hará responsable de los derechos de propiedad intelectual del texto y de las figuras.
Este libro reúne una serie de estudios relacionados con las esferas del poder civil y
eclesiástico en la Antigüedad tardía y la Alta Edad Media (ss. IV al IX) en la Península
Ibérica y en Francia meridional. La finalidad de la publicación es dar a conocer de
manera unitaria las novedades que en los últimos años se han producido en el
conocimiento arqueológico de las ciudades y de sus territorios a través del urbanismo,
arquitectura y de la topografía. Con el ánimo de contribuir al estado actual de la
investigación, este libro contempla con perspectiva diacrónica el fenómeno de la
arquitectura del poder como vehículo de prestigio social y máximo exponente de
transformación de los paisajes culturales. Con apoyo de las nuevas metodologías
arqueológicas y una revisión historiográfica crítica de investigaciones previas, los
trabajos que integran esta monografía actualizan conceptos topográficos y modelos
arquitectónicos como canal básico para comprender el impacto de la nueva
organización social y económica de las aristocracias tardoantiguas en la concepción
jerarquizada del espacio.
Imagen de cubierta: Folio 129 v del Códice Emilianense de los Concilios.
Representación idealizada de los Concilios de Toledo (siglo X).

ISBN 978-84-09-01589-4

JUNTA DE EXTREMADURA
Consejería de Economía e Infraestructuras

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