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en Salud y Cuidados Integrales
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Módulo 4:
Cuidados Integrales
Ministerio de
Ministerio de Salud
Desarrollo Social
Ministerio de Salud
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Módulo 4:
Cuidados Integrales
Bienvenida
Damos inicio al módulo cuatro que tiene como eje los Cuidados Integrales. Entendemos de
fundamental importancia reflexionar sobre las tareas de cuidado dentro de un espacio de
formación de promotorxs comunitarixs, ya que son tareas indispensables para el desarrollo de la
vida y que llevamos adelante cotidianamente en nuestros hogares y en nuestra comunidad, pero
pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre su importancia.
Eleonor Faur
Esta propuesta pretende introducirnos en las discusiones que se vienen llevando a cabo en la
actualidad respecto a las tareas de cuidado. Para ello, haremos un recorrido que nos invite a
reflexionar sobre varias preguntas ¿De qué hablamos cuando hablamos de cuidados? ¿Qué
actividades implican? ¿Quiénes son las personas que cuidan y quiénes son cuidadas? ¿Cuál es el rol del
Estado en estas tareas?
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Si bien las tareas de cuidado son indispensables para el sostenimiento de la vida, las mismas no
están distribuidas de manera equitativa y son realizadas mayoritariamente por mujeres. Según
datos de la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo(1) , 9 de cada 10 mujeres
realizan estas tareas, dedicando tres veces más tiempo que los varones.
La pandemia produjo cambios en las rutinas cotidianas y en la organización de los cuidados que
intensificaron aún más esta sobrecarga de tareas para las mujeres. A partir de las medidas
preventivas de aislamiento tomadas para evitar la expansión del virus, en los hogares se
incrementó el tiempo dedicado a las tareas domésticas (alimentación, limpieza, sanitización,
entre otras) y al cuidado de niñas y niños, de personas mayores, de personas con discapacidad,
tareas a las que se suma el acompañamiento escolar. Estas tareas también se incrementaron en
los ámbitos de organización barrial y comunitaria, en los cuales se replica la mayor carga que
tienen las mismas sobre las mujeres.
“
La pandemia ha mostrado
que las mujeres son la
mayoría del personal
sanitario. En los barrios son
quienes dedican sus tiempos
y energías a la atención de la
población con carencias,
Esta situación da cuenta de la desigualdad
asegurando el comedor que estructural en el reparto de las tareas de cuidado y
alimenta y la demanda de nos invita a preguntarnos ¿por qué el trabajo que
elementos de higiene para involucra el cuidado lo llevamos adelante casi de
proteger la salud colectiva. manera exclusiva las mujeres?
”
(Ana Falú)
(1) La encuesta fue implementada como módulo de la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU)1 durante el tercer trimestre de 2013. Disponible: https://www.indec.gob.ar/uploads/informesdeprensa/tnr_07_14.pdf
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Ministerio de Salud
Es central entonces la pregunta acerca del rol del Estado en relación a los cuidados. Si
involucran actividades esenciales en la reproducción de la vida, ¿debe resolverse en el ámbito
privado-doméstico? ¿Deben ser tareas sin remuneración? ¿Existen políticas públicas de
cuidados?
Asimismo, es importante poder reflexionar en nuestras propias comunidades sobre el valor del
cuidado, el tiempo que le destinamos y cuál es la importancia de lograr el reconocimiento y una
distribución igualitaria de los mismos.
“
Se trata tanto de cuidar (incluso cuidarse a sí
misma/o), como de ser cuidada/o, en distintos
grados, dimensiones y formas a lo largo del ciclo
vital. Cuestionamos, así, el par
autonomía/dependencia sobre el que
tradicionalmente se ha sostenido el concepto de
cuidado, para reclamar por el de interdependencia
social: las personas no somos autónomas o
dependientes, sino que nos situamos en diversas
posiciones en un continuo de interdependencia.
”
(Amaia Pérez Orozco)
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Ministerio de Salud
Los feminismos señalan los aportes culturales, sociales y económicos de estas tareas que se
sostienen en el contexto de una sociedad desigual: con grandes brechas económicas entre
distintos sectores de la población y con diferencias entre hombres, mujeres y disidencias
sexuales, donde prima la división sexual del trabajo. Esta división sexual del trabajo implica la
asignación de tareas de acuerdo al género, donde tradicionalmente la fuerza de trabajo
masculina se desarrolla en el ámbito público, mientras las tareas de cuidados son desarrolladas
mayormente por mujeres en el ámbito doméstico y sin remuneración.
Si bien los cuidados han sido tradicionalmente invisibilizados a partir de los roles y ámbitos
socialmente asignados a mujeres y hombres, estas tareas se constituyen como fundamentales
en términos sociales, y también económicos.
Las distintas actividades y ámbitos donde se desarrollan los cuidados constituyen lo que se
conoce como Economía del Cuidado.
Un reciente informe, que mide el aporte del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados a la
riqueza total del país, pone en evidencia que éste es el sector que más aporta a la economía
(15,9%), incluso más que sectores como la industria (13,2%) y el comercio (13%). Asimismo,
agrega que mientras muchas actividades y sectores productivos redujeron su actividad durante
la pandemia, los trabajos de cuidado se incrementaron y pasaron a representar el 21,8% debido a
factores como el aumento del peso de las tareas de apoyo escolar y cuidados no remunerados en
estos tiempos.
El Estado tiene un rol central en la reducción de las desigualdades y como garante de derechos de
todxs lxs ciudadanxs, debiendo reconocer y valorar el aporte social y económico de la
innumerable cantidad de tareas de cuidados que son llevadas adelante diariamente por mujeres.
El amor, compromiso y responsabilidad con que se desarrollan esos cuidados, no implica que no
deban ser reconocidos como trabajo, que incluso posibilita y sustenta la realización de
muchísimas otras actividades económicas. Asimismo, es importante avanzar en la redistribución
de estas tareas que siguen estando altamente feminizadas, provocando una sobrecarga mental y
representando hasta dobles o triples jornadas de trabajo para las mujeres.
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Ministerio de Salud
¿Quiénes cuidan?
“
Las tareas cotidianas del cuidado se llevan a cabo
en el ámbito doméstico, y durante mucho tiempo
han permanecido invisibles y no reconocidas
públicamente –consideradas como parte
“natural” de la condición femenina, como parte
“natural” de la división del trabajo por género–.
Dentro del hogar, son las mujeres adultas jóvenes
quienes tienen la responsabilidad central y
quienes dedican más tiempo a las tareas
involucradas. Se trata de cuidar a los bebés, niños
y niñas, a los/as viejos/as y enfermos/as, a los
hombres adultos, a ellas mismas.
”
(Eleonor Faur y Elizabeth Jelin)
Lo anteriormente expuesto remite a la pregunta ¿quiénes son las personas que cuidan en nuestra
sociedad? Al pensar este interrogante se suman otros ¿sólo las mujeres cuidan? ¿Por qué? ¿Fue
siempre así? ¿Existe una sola forma de cuidar?
La respuesta a estas preguntas tenemos que buscarlas en los cambios que han tenido las
formas de ver y entender el mundo como sociedad. Muchas de las actividades que realizamos y
las maneras de hacerlas dependen de construcciones históricas, sociales, políticas, económicas
y culturales.
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Esta diferenciación entre ámbito público y privado, entre varones y mujeres, representan la
división sexual del trabajo. En esta división las tareas de cuidado fueron asignadas socialmente
a las mujeres, no como un trabajo, sino como un hecho “natural” determinado (casi) por lo
biológico. Un trabajo invisible.
De esta forma, las mujeres no dejan de desempeñar su rol social asignado (el de cuidar) y, en
tanto no se logra un reparto más equitativo de los cuidados al interior del hogar, añaden más
tareas. Es así que se observan diferentes usos del tiempo por parte de hombres y mujeres.
Después de la jornada laboral, la mujer vuelve a su hogar a realizar el trabajo no remunerado,
mientras que el hombre socialmente está habilitado a dedicar su tiempo en otras actividades.
Esta sumatoria de tareas que realizan las mujeres, el trabajo fuera del hogar y la planificación,
toma de decisiones, logística y coordinación en el hogar produce una sobrecarga de actividades.
A esta sobrecarga se la denomina carga mental.
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trabajo, y la fuerte inequidad en tanto las mujeres se encuentran cada vez más insertas en el
mundo del trabajo y, a su vez, siguen siendo las principales responsables de las tareas de
cuidados.
Estas tareas son desarrolladas mayoritariamente por mujeres. Mujeres que en los peores
momentos de crisis de nuestro país incluso redoblan los esfuerzos. Esta práctica cotidiana de
las trabajadoras socio-comunitarias en comedores, merenderos y distintos espacios
comunitarios, constituye un saber de enorme relevancia y un rol con una función social esencial,
realizada con mucho compromiso, que debe ser reconocida como un trabajo.
¿A quiénes se cuida?
El cuidado de las infancias
El cuidado de las infancias se atribuye históricamente como un rasgo propio de las personas
gestantes. Sustentado sobre el mito de “instinto maternal” el cuidado de lxs niñxs quedó
relegado al trabajo diario y silencioso de las madres, confinado al espacio doméstico y privado.
Hasta bien avanzado el siglo pasado las mujeres eran concebidas ante todo como madres, y las
madres como las mejores cuidadoras posibles.
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falta de ampliación y equiparación de las licencias laborales por cuidado entre mujeres y
hombres.
De este modo, el cuidado de lxs niñxs queda bajo responsabilidad casi exclusiva de las mujeres.
Muchas de ellas, cuidan en soledad, con poco apoyo de otrxs y del Estado, incluso a veces sin
ninguna red de sostén. Contrariamente, las familias que disponen de recursos económicos
suficientes pueden “tercerizar el cuidado” contratando un jardín maternal privado y/o una
trabajadora de casas particulares. Esto genera fuertes desigualdades.
“
El modo en el cual la conjunción entre una cultura
maternalista, las políticas públicas y las limitadas
alternativas para desfamiliarizar los cuidados de
niños tienden a reproducir desigualdades sociales
y de género preexistentes
”
(Eleonor Faur - Francisca Pereyra.)
Por otra parte, es imperioso entender que lxs niñxs son sujetxs activxs de derechos, con
preferencias, necesidades, deseos, emociones y capacidades; y como tales merecen ser
tratadxs.
Las formas de cuidado hacia lxs niñxs han sido modificadas a partir de la pandemia que
atravesó al mundo. El cuidado de quienes no pueden concurrir a instituciones destinadas para
tal fin, recae directamente en las familias y particularmente en las mujeres.
Asimismo, la pandemia ha visibilizado los múltiples espacios de cuidados comunitarios para las
infancias que muchas mujeres vienen construyendo en comedores, merenderos, escuelitas,
CDIS, entre otros. Esa tarea no ha cesado aún en este contexto. Son estas mujeres quienes en
gran medida garantizan la alimentación de muchxs niñxs en esta difícil crisis económica que
vivimos.
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Muchas veces quienes cuidan de lxs niñxs agotan sus habilidades y experimentan situaciones
de angustia, ansiedad y soledad. Y no es fácil acompañar a lxs más pequeñxs si no existe una
red que nos sostenga. A partir de esto, sería interesante plantearnos una pregunta
fundamental ¿quién cuida a lxs que cuidan?
Es en este punto que resulta indispensable el trabajo de lxs cuidadorxs quienes, sostenidos
por las redes comunitarias existentes, deberán promover el cuidado responsable y seguro de
las personas mayores, entendiéndose como población vulnerada y de riesgo.
Debemos contemplar que el cuidado no implica anular aquellas tareas cotidianas que puedan
resolver las personas mayores por sí mismas, sino que constituye un apoyo para el desarrollo
de algunas actividades en las cuales se encuentre el impedimento de realizarla por sus
propios medios.
(3) Guía de recomendaciones y recursos para el cuidado de personas mayores en el contexto de pandemia COVID-19. Secretaria de Economía Social / Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.
Disponible en https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/guia_de_recomendaciones_-_personas_mayores.pdf
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Es oportuno aclarar que una convención es un acuerdo escrito entre los Estados que participan
y se rige por el derecho internacional. Es una herramienta de exigibilidad y su implementación
es obligatoria para todos los Estados una vez que lo firman y ratifican.
Toda legislación tiene mínimamente dos ejes de implementación, el relacionado con aspectos
macro-políticos ya sean lineamientos, programas, políticas públicas, otros; y aquel que
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podemos llevar adelante desde nuestro ámbito social, cultural y territorial que son las prácticas
vinculadas a lo micro-político. En este caso lxs promotorxs comunitarixs constituyen desde el
eje micro-político y el trabajo territorial con su comunidad motores de cambio.
Concepciones
¿Cuáles son las miradas, prejuicios y mitos que se construyen en torno a las personas con
discapacidad?
La infantilización:
Es recurrente que a las PCD se les hable utilizando palabras en diminutivo. Ejemplo: “Tenes que
pedir un turnito” o “le falta un bracito.” Otra forma de infantilización es llamar a los jóvenes y
adultos por sus nombres en diminutivo: Pablito, Inesita, o asumir que siguen siendo niñxs
aunque tengan edad adulta.
La mendicidad:
Considerar a las PCD como objeto de lástima y compasión, es habitual escuchar referirse a una
PCD como “probrecito” “ayudalo que no puede”. Asimismo, se la piensa siempre desde un
abordaje asistencial, como un objeto dentro del entramado productivo que se le debe asistir
con pensiones, subsidios y ayudas permanentes sin contemplarla como un engranaje activo en
la cadena productiva.
La inferiorización:
En ocasiones se suele sobreproteger a la PCD porque se desvalorizan sus capacidades y se
desestiman sus intereses, deseos y necesidades. Es una práctica recurrente que se hable y se
decida por ellxs. Por ejemplo, se les puede llegar a esterilizar sin consentimiento.
Considerar que la PCD es “un eterno niño” o creer que es un sujeto pasivo e inferior que
necesita permanentemente de ayuda, de un otro sin discapacidad, abona la idea que la PCD es
siempre objeto de cuidado y la discapacidad sinónimo de enfermedad. Nada de esto es verdad
ya que la PCD puede asumir el rol y las funciones de cuidadora. Tal es el caso de las madres o
padres con discapacidad.
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interacción de las personas con deficiencias y las barreras del entorno y actitudinales que limitan,
obstaculizan o niegan la participación de éstas. Por ejemplo, el acceso a un menú en un restaurant
por parte de una persona con discapacidad visual es posible si está en braille y en este sentido el
entorno no ofrece limitaciones para que la persona tenga acceso a la información y utilice el
servicio al igual que las demás.
Las deficiencias deben ser parte o una expresión de un estado de salud, pero
no indican necesariamente que esté presente una enfermedad o que el
individuo deba ser considerado como un enfermo, por ejemplo, la pérdida de
una pierna es una deficiencia, no un trastorno o una enfermedad.
(Organización Mundial de la salud, 2001, p. 14).
La concepción médica-rehabilitadora:
Asume que la deficiencia (física, sensorial intelectual o mental) de la persona es la causa única
de la discapacidad. En este modelo el diagnóstico como instrumento médico es usado para
conocer las características individuales de la persona y así poder realizar un tratamiento de
rehabilitación que le permita alcanzar “la mayor normalidad” posible.
¿Por qué se piensa a las PCD desde las concepciones descriptas anteriormente?
Se suma además un nuevo elemento para reflexionar, se trata de entender que la discapacidad
es en definitiva una forma más de ser diferentes y que cobra un sentido distinto en su abordaje,
es decir, en este marco de los cuidados integrales, podemos evidenciar que la discapacidad es
una condición más que posiblemente pueda estar presente en las comunidades. Es habitual
encontrar entre los diferentes grupos de la comunidad a niñxs, jóvenes, adultos mayores,
madres, padres, docentes, profesionales, trabajadorxs, dirigentes, entre otrxs, con alguna
discapacidad y quienes pueden ocupar tanto el rol de cuidadores como el de sujetos de
cuidado. Asimismo, hay que tener en cuenta la diferencia entre requerir cuidados o asistencia
personal para ciertas actividades de la vida diaria.
El contexto generado por la pandemia a causa del COVID-19 nos convoca a reflexionar con
mayor atención sobre la brecha digital, las barreras arquitectónicas, el desconocimiento de la
individualidad y lo colectivo relativo a las PCD por parte de distintos miembros de la
comunidad. Podemos mencionar como ejemplos el caso de una mujer sorda usuaria de LSA
que ingresa por Covid-19 a un hospital del conurbano y no tiene forma de comunicarse con el
personal de salud y recibir información acerca de su estado y las escasas posibilidades que
tienen los estudiantes con discapacidades sensoriales para participar en plataformas en las
que se dictan clases virtuales.
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El rol del Estado es central frente a este derecho universal y se puede sintetizar en el
reconocimiento, valorización y democratización de las tareas de cuidados. Es necesario
construir políticas públicas desde un nuevo paradigma social, que surja desde y para el
mejoramiento de los territorios y las comunidades, donde el cuidado es una tarea
indispensable para el desarrollo de la vida.
“
Las acciones que implica entender el cuidado como
derecho universal se inscriben en tres
dimensiones: Redistribuir, Revalorizar y
Reformular los cuidados. Por “Redistribuir” se
entiende transformar los cuidados en una
responsabilidad colectiva, sacándolo de la órbita
privada. “Revalorizar” implica profesionalizar y
considerar los cuidados como un trabajo digno.
“Reformular” hace referencia a la redistribución
equitativa de los cuidados entre varones y mujeres
y desasociarse de la lógica familiar
”
(Pérez Orozco - Batthyány)
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En esta línea pueden mencionarse como algunas de las políticas más importantes:
• Desde el año 2005, mediantes las leyes de moratoria previsional(4), se incorporaron al Sistema de
Seguridad Social a aquellxs trabajadorxs autónomxs o en relación de dependencia que no reunían
los aportes suficientes para acceder a una jubilación. De esta forma, se garantizó la accesibilidad
a los sectores de mayor vulnerabilidad. Se conoció a esta moratoria como “la jubilación de amas
de casas” ya que si bien estaba destinada a varones y mujeres en general, alrededor del 80% fueron
mujeres.
De esta manera se reconocieron las tareas de cuidado en el hogar por las cuales no se percibieron
ni salario ni beneficios sociales.
• En 2013 se sancionó la ley que regula la actividad del Personal de Casas Particulares(5). Esta ley
representa un avance significativo en relación a los derechos laborales de quienes trabajan en el
empleo doméstico y tienen a su cargo, en numerosas oportunidades, tareas de cuidado.
Por su parte, en la órbita del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, se crea la Dirección de
Cuidados Integrales y Políticas Comunitarias, dependiente de la Secretaría de Economía Social. En
esta área se desarrolla el Programa “El Barrio Cuida al Barrio” como política de abordaje a la
emergencia sanitaria en barrios populares, en articulación con el Programa “Detectar” del
Ministerio de Salud de la Nación, con el propósito de adoptar políticas que contemplen las formas
organizativas en cada territorio, fortaleciendo la organización y las redes de cuidado comunitarias.
Asimismo, mediante diversas políticas, se promueve el reconocimiento social y económico de las
tareas de cuidado, mediante la jerarquización y profesionalización de saberes y la organización del
trabajo con garantía de derechos. En este sentido, también desde la Cámara de Diputados de la
Entre estas políticas puede mencionarse la creación del Registro Nacional de Trabajadores y
Trabajadoras de la Economía Popular (ReNaTEP), de la Secretaría de Economía Social del Ministerio
de Desarrollo Social de la Nación. Esta herramienta permite visibilizar la realidad ocupacional de
millones de argentinas y argentinos, profundizando en el reconocimiento y formalización de las
actividades económicas y productivas de las trabajadoras y trabajadores de la economía popular,
entre ellas las trabajadoras del cuidado.
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Bibliografía
El equipo de redacción de este texto se ha asegurado de que todas las imágenes utilizadas fueran de licencia libre, no infringiendo derechos de autor.
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