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ANSOLABEHERE, P. Martín Fierro. Frontera y Relato.
ANSOLABEHERE, P. Martín Fierro. Frontera y Relato.
Pablo Ansolabehere
M ARTÍN FIERRO: FRONTERA Y RELATO
Sin frontera en Martín Fierro no hay historia. La pena “estrordinaria”
que motiva el desvelo y el canto de gaucho es, al mismo tiempo, la prenda que el
cantor le ofrece a su público como modo de garantizarle que lo que va a referir
es digno de oírse.
Destino
El extranjero
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De algún modo el indio puede funcionar como enemigo porque es, en ese
sentido, un igual con el que se puede establecer una zona de entendimiento
indispensable para el duelo guerrero. De hecho, en el aprendizaje que implica el
paso por “la frontera”, el indio cumple la función clave de iniciar al gaucho
Martín Fierro en el acto de matar (por lo menos en lo que su historia nos
revela).
Pero Martín Fierro es ajeno a esa clase de visiones del país futuro. Y lo
que él ve en la frontera es, además, un tipo particular de inmigrante europeo,
que el propio gaucho designa con el nombre técnico adecuado, en
“enganchado”, a través del cual juzgo toda la política inmigratoria. Ese es el tipo
de inmigrante que conoce Martín Fierro en la frontera y que rápidamente se
transforma en su enemigo, en el “otro” del mismo bando con el que no hay
posibilidad (ni voluntad) de entenderse. El escándalo no es solo que un “nación”
integre el ejército de la nación, sino que, como ya se dijo, sea alguien
completamente inútil para las tareas guerreras y rurales.
Hay dos ejemplos claves que ilustran sobre el lugar de los gringos en el
mundo de Martín Fierro, en “la frontera” donde se encuentran y conviven. Uno
de ellos es el calificativo de “maricas” con el que Martín Fierro los asocia, para
resumir, a través de una cuestión de género, la distancia insalvable que los
separa. El otro ejemplo tiene que ver con el uso de la lengua. El único momento
en que Martín Fierro interactúa con un gringo se transforma en un
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De ese modo, Martín Fierro muestra que la media lengua del gringo le
resulta mucho más inaccesible o lejana que la del indio, con el que se entiende
perfectamente, incluso en el precario castellano que emplea.
Negocios
Lo que no aparece de ningún modo en este paso del gaucho por “la
frontera” es el problema de la nacionalidad, uno de los tópicos de la literatura de
frontera, sobre todo en América. A pesar de haber una disputa por el territorio,
en la que Martín Fierro participa como soldado, lo que predomina en su relato
es una situación que remite más al estado y a la política del gobierno, que a la
nación.
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Picardía es, junto con Fierro, el otro gaucho del poema que cuenta su
paso por “la frontera”, a la que es enviado como castigo por haber pretendido a
la mujer de un sargento de policía, pero también por haberse negado a que
manipularan su voto (actitud que le vale la acusación de “anarquista”). La
diferencia con Fierro es que Picardía, ya entrenado en el oficio del engaño,
puede moverse como pez en las aguas turbulentas de la corrupción del fortín.
Comprende rápidamente que la mejor manera de pasarla bien es poner en
práctica la filosofía de vida que el viejo Vizcacha transmite al Hijo Segundo y
arrimarse a los que llevan “galones”, para beneficiarse, aunque de manera
mínima, del sistema de “mordidas” sobre las raciones y la vestimenta destinadas
a los soldado. Al explicar el funcionamiento de ese sistema, Picardía también
denuncia la corrupción de la frontera.
Sin embargo, donde mejor se ve “la frontera” como espacio por excelencia
de la corrupción política, es decir como un negociado que transforma una
institución militar en una empresa económica particular, es en el relato del
gaucho Cruz. A pesar de no ser enviado en un contingente (solo se acerca a la
frontera cumpliendo alguno de los recados que le pide el comandante), siendo
sargento de policía, Cruz escucha una conversación del juez con otro que forma
parte del grupo de “los que mandan”, y la refiere de este modo:
Primera vuelta
Nunca se puede volver del todo al lugar que se dejó, pero en el caso de
Martín Fierro esa verdad de todo viaje se torna dramática en su contundente
materialidad: nada de lo que dejó queda. Y el despojo (de hijos, hacienda,
mujer) también es parte del negociado de la frontera que describe el gaucho
Cruz.
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Ida
La ida termina, como se sabe, con un cruce de frontera. Atravesar “la
frontera” es dejar atrás todo lo que ella significa (persecución, despojo,
corrupción, injusticia) que, por extensión, termina contaminando el espacio del
territorio cristiano. El infierno de la frontera se extiende como una mancha por
todo el territorio de la nación, la gran frontera.
El poema se cierra con ese cruce, pero enfatizando la instancia de partida
y despedida de esa tierra propia convertida en algo ajeno (en frontera). Se trata,
sin dudas, de un destierro que tanto Cruz como Martín Fierro viven como una
pérdida.
Segunda vuelta
Pero Martín Fierro vuelve. La vuelta de Martín Fierro, siete años
después de la primera parte del poema, anuncia desde el título un regreso que
no solo refiere al texto que continúa El gaucho Martín Fierro, sino también a la
vuelta del protagonista al territorio que había abandonado. Ahora, en el texto de
1879, el énfasis no está puesto en la partida del territorio propio (vuelto ajeno,
convertido todo en “frontera”), sino en la llegada al territorio desconocido, al
otro lado de la frontera.
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Podría decirse, entonces, que el viaje a los toldos, y el cruce del desierto
de allí al territorio cristiano son, en parte, el modo de limpiar el prontuario de
Martín Fierro. De todos modos, y antes de volver definitivamente a ingresar en
ese mundo, el personaje debe reponer una escena a la que le había sacado el
cuerpo cruzando la frontera y yéndose al otro lado: me refiero a la escena en que
el gaucho criminal debe responder por sus delitos ante la justicia que lo
persigue. Ese encuentro diferido tienen lugar en el momento del regreso, claro
que con algunos cambios: el acusado es, al mismo tiempo, juez (ocupa el lugar
del juez muerto). Y entonces se produce la escena del juicio, al que Martín
Fierro, antes de volver definitivamente, se somete.
Ajustes
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Pero hay otra cuenta que no se hace, y que también tiene que ver con “la
frontera”, el cruce de fronteras y el regreso. O mejor sería decir: hay quienes no
entran en las cuentas, ni en las de la ley que persigue a Martín Fierro, ni en las
del propio gaucho perseguido. Esas ausencias que ni siquiera cuentan como
muertos son los indios.
Que Martín Fierro no hable de los indios que ha matado en el momento
en que hace el recuento de sus crímenes tienen que ver más bien con el hecho de
que la justicia que lo ha venido persiguiendo tampoco lo hace, y con ese
recuento del gaucho se produce, de algún modo, en su respuesta al que antes ha
hecho la justicia.
Por eso lo que hay que preguntarse es por qué en las cuentas de la justicia
argentina los indios no entran ni siquiera como muertos. La respuesta es obvia:
no entran porque están del otro lado de la frontera, fuera del alcance de la ley.
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La ciudad es, casi siempre que se alude a ella, el lugar del mal, esto es, el
lugar del gobierno, de donde parten las leyes y disposiciones que se aplican en la
campaña. La ciudad es el origen de “la frontera”, del servicio de fronteras que va
a aplicarse en las zonas rurales.