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1. Concepto
Aunque el ritmo sea un recurso que trabaja con el material sonoro,
conviene estudiarlo aparte, por la importancia que tiene y ha lo
grado en la investigación bíblica.
. v Comienzo citando dos versos hebreos, en una transliteración
simplificada y con una versión interlinear ceñida. Señalo los acen
tos de la pronunciación hoy habitual:
tó b lehodót la-Yahwéh / / lezammér lesimká lelyón
Bueno alabar al Señor y tañer en tu honor EÜón
(Sal 92,2). ’ .
3asré baggéber ’asér teyasserénnu / / Y ah umiltoratéka
Dichoso el hombre a quien tú educas Señor y tu ley
telammedénnu
enseñas (Sal 94,12).
'•*' El primero se ofrece al oído como serie rítmica bastante regu
lar; el segundo quizá no nos suene a verso. Prescindiendo ahora
de problemas de pronunciación antigua, y contando las silabas, po
demos representarlos así:
ó ooó ooó / / ooó ooó ooó 3 + 3 (acentos)
oó oóo oó oooóo / / ó ooooóo oooóo 4 + 3.
Leer esos versos en sus respectivos poemas podría confirmar o me
jorar la primera impresión.
Es indudable que los hebreos cultivaron extensamente el ver
so. El investigador y el estudiante se preguntan: ¿en qué consiste
el verso hebreo?
El ritmo poético estiliza el ritmo natural del lenguaje, de la
frase, para componer el verso y, en menor escala, para la prosa
artística. Pues cualquier lenguaje tiene su ritmo. E l ritmo se produ
ce por la reaparición periódica, en una serie, de un elemento sobre
saliente. En el lenguaje, los elementos discretos mínimos de la serie
son las sílabas. Las sílabas se diferencian establemente por rasgos
diversos; longitud, intensidad, timbre. Llamaré factor constitutivo
al rasgo escogido como diferencial para la reaparición periódica. Si
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Hay a
una especie de proclítica que afecta todo el verso, queda
fuera de él y no se cuenta en la serie acentual. Robinson lo llamó
«anacrusis», pero el fenómeno ya está observado y descrito correc
tamente por Sievers en su obra clásica.
H ay palabras, especialmente monosílabos, que se pueden leer
con o sin acento, según la exigencia del ritmo del poema; la nega
ción lo \ la partícula polisémica k l Sucede también en castellano,
y su valor es de doble filo: por una parte, puede engendrar duda;
por otra, permite unificar y armonizar versos rebeldes. Hay casos
en que el poeta añade la copulativa a la negadón para tener un pie
más: ivel(? (oó).
Recurso contrario es el doble acento. En efecto, hay palabras
particularmente largas, con sufijos o prefijos colgantes, que pueden
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5. Estrofa
Tomando versos enteros como unidad rítmica, subimos al ritmo de
segundo grado, que es la estrofa. Sobre la existencia e identifica
ción de estrofas en la poesía hebrea se discutió mucho hacia el cam
bio de siglo. Gran parte de los resultados o propuestas demostra
ron el ingenio de sus promotores. La estrofa es un hecho excepcio
nal en la poesía hebrea. H e aquí algunos casos indiscutibles.
Las Lamentaciones, excepto la última, usan estrofas de tres o
de dos versos; el artificio alfabético lo demuestra. En el Eclesiástico
son frecuentes los poemas que combinan estrofas de seis y de cua
tro versos. Es probable que el salmo 114 esté compuesto de cuatro
estrofas de dos versos. La presencia de un estribillo podría ser sig
no de composición estrófica, a condición de admitir una regulari
dad aproximada de las estrofas (cosa que no admite nuestra prác
tica ni nuestra teoría). Is 9,7-21 consta de tres estrofas marcadas
por el estribillo «Y con todo no se aplaca su ira, sigue su mano
extendida». En cambio, no es signo de composición estrófica el es
tribillo «Y de todo esto, ¿no os tomaré cuentas? D e un pueblo
semejante, ¿no he de vengarme yo mismo?», presente en Jr 5,9.29
y 9,8 (aunque se trasladase el fragmento correspondiente del capí
tulo 9). El estribillo del salmo 42-43 da una composición estrófica
casi regular. El salmo 46 adquiere una composición estrófica casi
regular si se restablece el estribillo tras el verso 4. El salmo 57
resulta dividido en dos estrofas de siete versos por el estribillo.
Nuestro concepto riguroso de «estrofa» exige la repetición de
un grupo idéntico de versos, por ejemplo, redondillas, cuartetos,
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6. Regularidad rítmica
El ritmo se funda en una reaparición periódica del mismo elemento
o factor. Si falta toda periodicidad, ¿dónde queda el ritmo? Pero
¿qué grado de periodicidad o regularidad se exige? Ante todo, no
cronométrica, sino de lenguaje y su percepción. En una buena re
citación, un endecasílabo puede durar el doble de otro sin turbar
el ritmo. El oído, entrenado, tiene que percibir la regularidad cons
titutiva. (Lo mismo que en la música no destruyen el ritmo el re
tardando, acelerando, rubato, etc.) Y sobre el fondo, marcado por
el metrónomo o subliminar, de la regularidad, percibirá la irregu
laridad pretendida, expresiva.
El ideal de la regularidad rítmica encendió y atizó controversias
en el área de la investigación de la poesía del AT. Estaban los cam
peones de la absoluta regularidad (Grimme, Rothstein) frente a los
tolerantes (Haupt, Staerk, Gray, Konig), Se puso de moda y se
practicó con aplomo la corrección del texto hebreo m e t r i ca u sa , por
razón métrica. Lo que es aceptable como excepción se hizo ordi
nario.
H oy somos más modestos y moderados en el trato de ritmo y
texto. La experiencia de otras lenguas nos ayudará por analogía a
resolver la cuestión. Para salvar la regularidad mínima podemos
contar con: los hechos de pronunciación mencionados anteriormen
te, la conjunción de diversos factores rítmicos, el concepto de célula
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7. Análisis estilístico
Toda la descripción anterior debería desembocar en el análisis esti
lístico del ritmo de los poemas. Si nos contentamos con establecer
fórmulas, habremos reducido la obra a esquema formal; en termi
nología de Kayser, habremos fijado el metro sin percibir el ritmo.
Una vez conocida la técnica como repertorio de posibilidades, hay
que examinar sus valores expresivos y su función concreta. Es un
trabajo casi inexistente en la poesía hebrea. Me he de contentar
con algún ejemplo, concediendo algún margen de duda.
Is 1,2-9 es un poema patético, modelo de predicación profética.
El verso 3a muestra claramente la fórmula 3 + 3, mientras que 4b
se mide 2 + 2. Con las dos fórmulas procuro escuchar el resto.
Para que 2b entre en la fórmula hay que acentuar el final M, car
gándolo de énfasis; apuro la traducción: «Hijos engrandecí y enal
tecí, y ellos se rebelaron contra mí». E l verso 3 opone el conoci
miento de los animales a la inconsciencia de Israel: si 3b sigue la
fórmula 3 + 3, las dos negaciones llevan un acento enfático:
Conoce el buey a su amo;
el asno, el pesebre del dueño;
Israel no me conoce,
mi pueblo no recapacita.
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