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El padre de Lafargue era un acomodado propietario de plantaciones de café en Cuba y, por

ello, Paul pudo comenzar sus estudios en Santiago de Cuba (por aquel entonces una provincia
española) y proseguirlos en Francia. En 1851 la familia Lafargue se mudó a Burdeos, ciudad de
la cual era oriundo su padre François Lafargue. Posteriormente estudió Medicina en París.

Es en París donde Lafargue comenzó su carrera política e intelectual, adhiriéndose a la filosofía


positivista y entrando en contacto con los grupos republicanos que se oponían al reinado de
Napoleón III. Parece que la obra de Pierre-Joseph Proudhon le influyó particularmente en esta
fase de su vida y fue con ideales anarquistas proudhonianos como Lafargue ingresó en la
sección francesa de la "Asociación Internacional de Trabajadores" (la AIT, más conocida como
Primera Internacional). Sin embargo, pronto se relacionó con dos de las personalidades más
prominentes del pensamiento revolucionario, Karl Marx y Luis Augusto Blanqui, cuya influencia
eclipsó completamente las tendencias anarquistas que hasta entonces había mostrado
Lafargue.

Es durante esta época cuando Lafargue entra en contacto con la masonería e ingresa en la
logia L´Avenir1 atraído por el librepensamiento.

En 1865, tras participar en el Congreso Internacional de Estudiantes celebrado en la ciudad


belga de Lieja, las universidades francesas prohibieron que Lafargue pudiera tener ninguna
relación con las mismas, por lo que tuvo que marcharse a Londres para empezar allí de nuevo
su carrera. En Londres se convirtió en un asiduo de la casa de Karl Marx, donde conocería a su
hija Laura, con la que acabaría contrayendo matrimonio en 1868. Su actividad política tomó un
nuevo rumbo en Inglaterra, pues fue elegido miembro del Consejo General de la Primera
Internacional, y acabó siendo nombrado secretario corresponsal para todo lo concerniente a
España (cargo que desempeñó entre 1866 y 1868). Sin embargo, parece que no consiguió
establecer ningún tipo de contacto serio con las organizaciones de trabajadores españolas. Las
organizaciones españolas sólo entrarían a formar parte de la Internacional a partir de la
Revolución Gloriosa de 1868, mientras que la llegada a España del anarquista italiano Giuseppe
Fanelli convirtió al país en un bastión del movimiento anarquista (y no de la corriente marxista
que representaba Lafargue).

La oposición de Lafargue al anarquismo se volvió notoria cuando, al regresar a Francia, escribió


una serie de artículos en los que criticaba la influencia de Proudhon en algunas organizaciones
obreras francesas. Esta serie de artículos supuso el punto de partida de una larga carrera como
articulista político.

Estancia en España

Artículo principal: Nueva Federación Madrileña

Paul Lafargue en 1871.


Tras el episodio revolucionario de la Comuna de París de 1871, la represión política obligó a
Lafargue a emigrar a España. Se estableció en Madrid, donde contactó con algunos miembros
locales de la Internacional, como Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE y la UGT, sobre los
que su influencia acabaría siendo muy importante.

A diferencia de lo que ocurría en otros países europeos, la influencia del anarquismo


(especialmente en el mundo rural de Andalucía e industrial de Cataluña) fue enorme, aun
tratándose de un país tan abrumadoramente agrario como era España entonces. La mayoría
de los revolucionarios españoles formaban parte de la facción anarquista de la Internacional (y
su peso seguiría siendo enorme hasta la Guerra Civil Española). Lafargue se dedicó a intentar
redirigir esta tendencia hacia el marxismo, tarea en la que estuvo cercanamente asesorado por
Friedrich Engels. Esta labor tenía también importantes implicaciones a nivel internacional, ya
que la federación española de la Internacional era uno de los pilares principales de la facción
anarquista.

La tarea encomendada a Lafargue consistía principalmente en reunir en Madrid un grupo


marxista que fuese capaz de liderar la actividad revolucionaria. Al mismo tiempo que llevaba
esto a cabo, Lafargue comenzó a escribir artículos anónimos para el periódico La Emancipación
en los que defendía la necesidad de crear un partido político de la clase obrera (uno de los
principales puntos de desacuerdo con los anarquistas). En algunos de estos artículos, Lafargue
expresaba sus propias ideas acerca de la necesidad de reducir la jornada laboral (una
concepción que no era ajena al pensamiento del propio Marx).

En 1872, tras un ataque de La Emancipación contra el nuevo y anarquista Consejo Federal, la


Federación de Madrid expulsó a los que habían firmado ese artículo. Al poco estos crearon la
Nueva Federación de Madrid, un grupo que nunca llegó a tener una gran influencia. La última
actividad de Lafargue como activista político en España consistió en representar a la
minoritaria sección marxista en el Congreso de La Haya de 1872, congreso que significó el final
de la Primera Internacional como asociación unitaria de todos los socialistas.

Segunda etapa en Francia

En 1873 Lafargue se trasladó a Londres. Para entonces ya había dejado de ejercer la Medicina,
pues ya no tenía fe en ella. Abrió un taller de litografía, pero la escasez de los ingresos que
consiguió con él le obligó en varias ocasiones a pedir dinero a Engels (que era propietario de
industrias). Gracias a la ayuda de Engels volvió a entrar en contacto desde Londres con el
movimiento obrero francés (el cual estaba empezando a ganar de nuevo base social, después
de la tremenda represión reaccionaria que había llevado a cabo Adolphe Thiers durante los
primeros años de la III República francesa).

A partir de 1880 trabajó como editor del diario L`Egalité. En ese mismo año y en las páginas de
ese diario, Lafargue comenzó a publicar los primeros borradores de El derecho a la pereza
Fue un activo militante en la Comuna de París y miembro fundador de sus secciones en
Francia, España y Portugal. Lafargue fue también dirigente de la II Internacional.

Fue uno de los fundadores del Partido Obrero francés en 1879. Uno de sus libros más célebres
es El derecho a la pereza, escrito hacia 1880. Fue uno de los textos más difundidos de la
literatura socialista mundial, probablemente sólo superado por el "Manifiesto del Partido
Comunista" de Karl Marx y Friedrich Engels.

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