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EL INICIO DEL DERECHO AGRARIO.

La dotación de ejidos en zacatecas: 1917-1934.

La revolución de 1910 y el sistema político que surgió de ella fue un proceso


complejo. Cualquiera de ellos está conformado por el desarrollo de la reforma
agraria, más específicamente la distribución y donación de ejidos. Esta tendencia
agraria fue prevista por el Proyecto Nacional de Agricultura de México, que
introdujo el lema popular "tierra y libertad", pero estableció lineamientos muy
claros que permitirían al nuevo estado administrar y regular la propiedad de la
tierra. , donde la tierra adjudicada sigue siendo propiedad de la nación y puede
posteriormente imponer restricciones a su uso. La reforma agraria enfrentó
realidades locales muy específicas, lo que hizo de su adopción un proceso en el
que se pudieron estudiar las relaciones no solo entre terratenientes y agricultores,
sino también entre las clases políticas del estado y el gobierno federal, pues la
estructura de poder estaba apenas reacomodándose y había espacio para los
intereses regionales aun cuando contravinieran las disposiciones del centro.

Definitivamente, los años de 1917 a 1934 fueron fundamentales en la construcción


de los cimientos del nuevo régimen, pues fue cuando, bajo el Plan de Agua Prieta,
se dio el último levantamiento armado triunfante. Fue en este lapso que la "familia
revolucionaria" se aglutinó alrededor de un partido, y los que no se alinearon,
simplemente quedaron fuera, por la vía institucional o por otras menos ortodoxas.
Fue en estos años donde quedó establecida una de las reglas no escritas más
importantes del sistema: la oposición política sólo era tolerada como fuente de
legitimación para el partido oficial. Y sería en estos años cuando la reforma agraria
pasó del papel a la realidad, enfrentándose a múltiples obstáculos, pero que
ayudarían a dar forma clara al reparto de tierras.

Ante la indefinición del Estado nacional de aplicar la reforma agraria, se dieron


múltiples y variadas interpretaciones de cómo repartir la tierra.
Siendo Zacatecas un estado dedicado a la agricultura donde la
mayor parte del territorio pertenecía a las haciendas, el reparto
ejidal se constituyó en punto de encuentro entre diferentes
clases sociales como lo eran: los campesinos, propietarios y
gobernantes, lo cual genero una tensión política, conflictos y
pactos, en la que la propiedad de la tierra se convertía en el eje
de las relaciones económicas, políticas e históricas.

Si bien en este trabajo nos enfocaremos en los


primeros 17 años de aplicación de la reforma agraria:
los cual es de 1917 a 1934, ya que es el periodo más
importante en donde la reforma agraria se vio más
sujeta a los cambios políticos entre el gobierno federal
y las entidades. 1917 fue cuando se dio el reparto de
tierras a los campesinos que carecían de ellas; la
reforma agraria aún estaba en marcha. Mientras que en 1934, estuvo marcado por la reunión y
organización de las numerosas leyes referentes a la tierra en un solo Código Agrario, el cual trataba
de darle más claridad al proceso; además, en enero de ese año, con la adición de la Sección XI,
Cláusula A, al Artículo 27 de la constitución, la gestión de las leyes agrarias y su realización fueron
atendidas por una instancia adscrita directamente al Ejecutivo Federal: el Departamento Agrario.
Aparentemente un mosaico, integrado por representantes del Departamento de Agricultura, el
gobierno estatal y organizaciones campesinas afiliadas al Partido Nacional Revolucionario, la
autonomía de los gobiernos estatales se vio muy restringida en el problema de los campesinos.

Ya en este momento se pueden distinguir tres fases en la política agraria nacional para el periodo
estudiado, los cuales son:

1. Carranza y la definición del problema;


2. el gobierno sonorense con un acercamiento real al problema; y
3. el Maximato y el pretendido cierre del reparto.
Tras la promulgación de la Carta Magna, quedaron establecidos los principios de
la reforma agraria, el gobierno carrancista delineó la postura gubernamental frente
al problema de la tierra, pero en su esmero legalista, y todavía bajo la sombra de
la violencia, durante la presidencia de Venustiano Carranza, no se hizo mucho por
acelerar el reparto de tierras a los campesinos, entregándose sólo 381,949
hectáreas.

Gracias al gobierno de Álvaro Obregón y Plutarco Elías dio un giro a la política


agraria e inicio un reparto de tierras con más conocimiento a la causa, tratando de
centrarse a una base más sólida entre los campesinos nacionales. Los
"experimentos agraristas" de algunos estados en Veracruz y San Luis Potosí
esencialmente demostraron la importante fuerza que podría representar el campo,
y esto no pasó desapercibido para un caudillo como Álvaro Obregón, quien vio la
oportunidad de consolidar al gobierno mediante la integración del sector
económico más numeroso en ese entonces: los campesinos. Así, en 8 años del
gobierno sonorense se entregó la cantidad de 4, 904,027, cantidad mucho mayor
al gobierno de carrancista, pero que apenas representa una quinta parte de lo que
se entregaría durante el sexenio de Cárdenas.

Con la muerte de Obregón, bajo mucho el impulso del reparto agrario viéndose
muy notable el disminuyo. Plutarco Elías Calles se convenció de que había sido
suficiente, y que era momento de cambiar la perspectiva con relación al campo, la
justicia social había hecho su trabajo, lo cual miro que era necesaria una
evaluación netamente económica, que demostraba que el ejido no era redituable
para la salud financiera del Estado.

Esto condujo al "cierre" de la distribución a principios de la década de 1930, lo que


no podría estar más lejos de la realidad, ya que todavía hay grandes granjas y
muchos agricultores sin tierra. La crisis económica que se presentó en Nueva York
en 1929 solo complicó la situación, y el gobierno nacional se encontró en una
encrucijada en la que el gobierno decidió sacrificar a los campesinos y revitalizar
los subsidios a los ganaderos. Esta decisión provocará indignación en todo el país,
allanando el camino para un presidente empeñado en restaurar la confianza tanto
de los agricultores como del público en general.

De 1929 a 1933 se entregaron 4 402 732 hectáreas, por lo que el gobierno


cardenista, que repartió casi 18 millones de hectáreas, con un promedio anual de
2 934 856,7 se convirtió de inmediato en el referente obligado de lo relacionado
con la cuestión agraria, pues sentó las bases de una política populista en el
terreno agrario. El reparto continuó hasta 1992, con una cifra aproximada de 96
608 4758 hectáreas, lo que demuestra que los gobiernos posteriores fueron aún
más generosos con la dotación de ejidos.

El proceso de la reforma agraria fue complejo y tomó vías muy diversas,


centraremos el estudio en una forma específica de dicho proceso: el reparto ejidal.

Esto nos permitirá explicar los conflictos de interés entre el sector del poder estatal
y el gobierno federal, y cómo esta distribución depende de las fluctuaciones de la
relación central del estado. La división de fincas era un asunto del gobierno local,
por lo que la Comisión Nacional Agraria (CNA) no podía revocar la orden del
gobernador; Pero en el caso del financiamiento ejidal, todas las decisiones del
gobernador son opuestas por las agencias federales.

El texto tiene como objetivo profundizar la política agrícola y la legislación


relacionada, y comparar las posiciones del gobierno federal con las de los
reguladores estatales. Los remanentes de la lucha armada destruyeron toda la
década de 1920, durante estos años se produjo un arreglo político, tanto a nivel
nacional como estatal; Pero ambos niveles de gobierno no siempre pueden estar
de acuerdo entre sí. La ley es cada vez más desconcertante, y las circulares y
decretos de la Comisión Nacional tienen importantes lagunas, gracias a las cuales
los abogados pueden encontrar algún disfraz para evitar tomar posesión de la
finca; Las leyes locales señalan las complejidades, sin mencionar las leyes
agrícolas que van de la mano con la política.
La integración del nuevo Estado-nación requirió un gran esfuerzo por parte de los
políticos a causa de la revolución: la política, la economía, las relaciones
exteriores, la diferencia entre el gobierno federal y los estados... El gestor, que
siempre gira en torno a la formación de un número más tarde. Llamando a El
Leviatán. El núcleo de esta consolidación fue el tema de la tierra, y para el nuevo
gobierno significó no solo un medio para "hacer justicia", sino el primer paso para
construir una institución políticamente lo suficientemente fuerte como para
soportar el peso del sistema. Desde el levantamiento huertista de 1924, el
campesinado ha sido un factor importante en la determinación del equilibrio de
poder en el gobierno posrevolucionario. En un plan que busca transformar las
batallas campales en contiendas electorales, es importante convertir a estos
soldados en votantes que seguirán defendiendo, ahora desde las urnas, a estos
recién llegados al poder.

El reparto ejidal fue una herramienta que fue aliada de los campesinos al sistema,
no basto para solucionar los graves problemas del campo. Desde el punto de vista
económico, la reforma agraria está condenada al fracaso, porque los agricultores
necesitan no sólo tierras para la producción, sino también una infraestructura
agrícola completa que permita el uso pleno del agua, aplique mejores técnicas
agrícolas, y esto les permitirá acceder a recursos más adecuados, herramientas
para la producción.

A pesar de esta catástrofe económica, la partición de la tierra estaba tan


"profundamente sumergida" en la memoria pública del país, el gobierno
principalmente el de los cardenistas que se volvió legendario como un sistema
patriarcal que proporcionaría una parte de sí mismo para sus hijos. La tierra se ha
convertido en ancla y salvadora para muchos, nutriendo solo lo suficiente, pero
simbolizando identidad y pertenencia; Ante las tormentas y los vaivenes del
mercado, el ejido era y sigue siendo la única seguridad que tienen los campesinos
ya la que todavía se aferra. El comienzo de esta historia en Zacatecas es lo que
pretendemos ver aquí.
La reforma Agraria.

“La tierra es de quien la trabaja”. De acuerdo con esta premisa, el gobierno que
surgió después de la revolución prometió una nueva distribución de la riqueza,
pero aún después de años de luchas armadas, no solo trabajó por ella, sino que
luchó por ella. Y esta guerra ya no está sitiada. Es una lucha confusa, llena de
distorsión y rincones oscuros, llena de fraude, restricciones y corrupción. Por lo
tanto, estaba en una disputa legal.

El artículo 27 de la Constitución abrió a todo el mundo de reglamentaciones,


artículos, párrafos, y cláusulas, que servirían para regular el proceso de la reforma
agraria. Se instituyó una cadena administrativa para llevar a buen puerto tan
importante empresa, ya que en ella se verían reflejados todos los ideales y logros
revolucionarios.

Pasemos a las partes: primero, se presenta la solicitud al gobernador del estado,


quien envía la solicitud a la comisión agrícola local, la cual se encargará de
recopilar los datos necesarios para recomendar el número de hectáreas a
procesar o restaurar, o bien, en algunos casos, rechazar la solicitud; Aunque este
trabajo puede continuar durante varios años, los operadores locales pueden
ignorar la opinión de la industria agrícola local y ofrecer una solución temporal en
su opinión muy específica.

Tras la decisión del gobernador, la Agencia de Noticias de Chipre continuó con el


caso y realizó su propia investigación y, de acuerdo con los procedimientos
locales, se dio a los respectivos propietarios la oportunidad de presentar sus
diferencias; Al final, esa comisión llegó a la conclusión de que el Presidente de la
República sólo lo legitimaba al firmarlo. Pero el proceso está lejos de terminar, ya
que la propiedad final de la tierra es otorgada por un delegado del Comité
Nacional al Comité Administrativo Especial, elegido por los beneficiarios, y se
ocupará de la distribución de los ejidos. Puede tomar algunos años más.
Como puede observar, el proceso es largo y tedioso, y la falta de personal
capacitado puede causar más retrasos en la implementación. Algunos agricultores
trataron de acelerar las cosas enumerando y midiendo sus escasas tierras. Sin
embargo, este trabajo no ayuda mucho, ya que los datos son muy inexactos y en
ocasiones ni siquiera conocen los nombres completos de los dueños de las fincas
o fincas vecinas. Como resultado, la comisión local rechazó estas prácticas y
dictaminó que solo se deben contratar ingenieros contratados para realizar
trabajos de levantamiento.

En algunos de los casos más graves, el desconocimiento de la ley es tal que los
campesinos no saben que tienen derecho a reclamar la tierra. Los primeros años
de la reforma agraria fueron difíciles, y algunos parlamentarios y organizaciones
locales como el Partido Liberal y el Partido Laborista estuvieron entre los pocos
que intentaron persuadir a los agricultores para que exigieran sus nuevos
derechos. Pero incluso en las sociedades deseadas hay corrupción y hay gente
que usa sus posiciones para lucrar con la tierra.

Los gobernantes por su parte, mantuvieron una posición muy ambigua sobre la
cuestión de la tierra, cuyo apoyo dependía del clima político de las masas
campesinas. Además, el operador local no puede perturbar gravemente las
relaciones con los grandes terratenientes, ya que la incertidumbre política y
económica del país les impide asumir tales riesgos. Como resultado, se han
utilizado varios destinatarios legales para desalentar los sentimientos de algunos
terratenientes cercanos al gobierno estatal: falta de dar a la comunidad la billetera
política necesaria para registrarse en ejidos, certificación de “unidades agrícolas
en acción” a diferentes fincas e incluso recursos no especificados en qué medida
la llamada riqueza funciona pequeño actúa como un retraso y un obstáculo para la
reparación. Realmente en el campo.
Pero la política agrícola del estado tuvo que lidiar con los planes del ejecutivo
nacional, cuyos intereses diferían y iban más allá de los lazos familiares o de
amistad con la clase especial. La consolidación del nuevo estado requería bases
sólidas que sólo podían obtenerse integrando al sistema a la mayoría de la
población; Como resultado, la prioridad de la Comisión Nacional fue ganarse a los
partidarios del régimen, lo que, en algunos casos, generó conflictos de interés
entre los gobernantes y el ejecutivo federal.

De este modo, la cuestión agraria significó también un enfrentamiento entre el


poder regional y el poder central; de tal confrontación, surgirían dos conceptos
fundamentales para la vida de México en el siglo XX: intermediación política y
movilización. El primero se refiere a varios factores: en primer lugar, a la
incapacidad del gobierno central de mantener el control en los grupos más
alejados, los que aprovechan la falta de sujeción por parte del centro para
adueñarse del poder político (materializado en forma de patronazgos y
cacicazgos); y la necesidad que las autoridades formales (representantes del
centro) tienen de pactar con quienes ejercen el poder de facto, y aun, en
ocasiones, de legitimarlos. El concepto de movilización hace referencia a la
participación "excesiva" de los sectores sociales subordinados; es decir, de las
demandas y acciones no previstas por el sistema, que exigen nuevos controles y
ajustes, lo que implica compra-venta de "favores" entre las masas y el gobierno –
ejemplo de ello fue la "paga" en tierras a los campesinos que apoyaron al gobierno
durante la rebelión de la huertista, y más tarde en el conflicto cristero. En períodos
de reacomodo político, "la movilización puede venir ‘desde arriba’, esto sucede
cuando a) existe un orden social privatizado, o b) quienes ejercen relaciones de
patronazgo en el ámbito local buscan consolidar o incrementar su poder, e incluso
aumentar su capacidad de negociación a nivel nacional, mediante la manipulación
de las demandas colectivas".

Además de las relaciones conflictivas entre los poderes locales, regionales y el


propio pueblo, hay que recordar que en esta década y media, cada presidente
tenía objetivos políticos distintos, incluso contradictorios, por lo que la reforma
agraria se detuvo. O impulsado por muchos factores diferentes.

Como resultado, los primeros pasos de la reforma agraria fueron frágiles y


plagados de fracasos políticos y económicos, y el país pos-revolucionario apenas
había aprendido a conducir un país lleno de conflictos y moderados, que acababa
de emerger después de una guerra sangrienta. Las instituciones son solo planes o
proyectos, aún no se han consolidado nuevas alianzas y pirámides de poder, pero
urge la necesidad de justificar el cambio, debe entenderse por revolución. Como
dijo Luis Cabrera:

“La revolución es la revolución, y lo menos que puede hacer una revolución es


reorganizar la propiedad.”

Pero la reforma en el campo fue mucho más que sólo una redistribución de la
propiedad, pues se trató de una excelente estratagema política para legitimar y dar
poder al nuevo gobierno. Aunque desde el punto de vista económico fue un
rotundo fracaso ya que los proyectos acerca de crear una agricultura ejidal
competitiva y ligada a la exportación nunca despegaron por falta de inversión y
tecnología, en el terreno político y social desempeñó una gran tarea: aglutinar al
campesinado en una masa lista para ser movilizada por el gobierno; lo que no
quiere decir que esta población rural fuera pasiva, sino que también supo
aprovechar la coyuntura y se hizo de aquello que más anhelaba: tierra. Las
tensiones entre cada uno de estos bandos y las concesiones que tuvieron que
hacer es lo que aquí trataremos de explicar.

La nueva constitución y la reforma agraria.

Durante el movimiento encabezado por Francisco I.


Madero no hubo en Zacatecas graves dislocaciones
en la vida política. Luis Moya, al lado de Joaquín
Amaro, llevó a cabo algunas acciones militares, pero
se desarrollaron en la región limítrofe entre
Zacatecas y Durango; el resto del estado no
presentó gran resistencia a este movimiento y los
dirigentes estatales se concretaron a esperar el
resultado de la firma de los acuerdos de paz entre
Porfirio Díaz y Madero.

El momento en que el gobierno maderista


representó un intento fallido de revertir las cosas
sin dañar los intereses de la élite económica:
renunció el gobernador zacatecano Francisco de
B. Zárate y el maderista José Guadalupe González
renunciaron. Retiró los cargos de los funcionarios
del partido, lo que llevó al estancamiento y creó
inestabilidad política.

Además, este período sirvió en el ámbito nacional y estatal para darle fuerza a un
grupo considerado como fuente de la oposición o mediatización que se haría a las
futuras reformas constitucionales, en especial, a la reforma agraria: el Partido
Católico Nacional.

En este período hubo un intento por legislar respecto a la cuestión agraria, cuando
el 3 de diciembre de 1912, Luis Cabrera presentó un Proyecto de Ley Agraria;
donde se proponía llevar a cabo los siguientes puntos: "destruir el peonismo,
acabar con el hacendismo y la competencia ventajosa que la gran propiedad rural
ejerce sobre la pequeña; y obviamente, la creación de ejidos, como medida
urgentísima en el orden político." Esta última disposición se basaba en la
seguridad de que el sólo anuncio de que el gobierno procedería al estudio de la
reconstitución de los ejidos, tendría como consecuencia política la concentración
de población en los pueblos, y por lo tanto, facilitaría el dominio militar del país.

Sin embargo, este proyecto no fue más allá del papel, mucho menos tras el golpe
de Estado de Victoriano Huerta en febrero de 1913, el cual desató la segunda
parte de la lucha armada. Esta etapa sirvió para hacer radicalizar algunas
demandas populares, como el fin del cacicazgo y de las tiendas de raya, así como
la elección popular de las autoridades y la autonomía municipal.

La acción más destacada en el estado durante la revolución fue la famosa toma de


Zacatecas el 23 de junio de 1914, que resultó ser clave en el curso que habría de
tomar el movimiento; pero si bien significó la caída de Huerta, fue también el
principio de la división entre las diferentes facciones revolucionarias. En
Zacatecas, personajes como Roque y Enrique Estrada se aliaron a Carranza,
mientras que Pánfilo Natera apoyaba a las fuerzas emanadas de la Convención de
Aguascalientes, y algunos más, como Santos Bañuelos y Tomás Domínguez
siguieron a Villa en sus correrías. La lucha entre estos grupos acabó, como ya
sabemos, con el triunfo de los autonombrados Constitucionalistas con Carranza al
frente, y en Zacatecas, esta victoria se verificó con la llegada de Enrique Estrada a
la gubernatura en octubre de 1916.

Una de las primeras acciones del gobierno carrancista, y sin duda la más
importante, fue la creación de una nueva Carta Magna, la cual legitimaba las
acciones de los revolucionarios llegados al poder y encerraba entre sus artículos,
esencialmente en el 3o., 27 y 123, importantes reformas. La legislación agraria
que dio pie a la reforma constitucional de 1917 comenzó oficialmente con la Ley
del 6 de enero de 1915, que señalaba como principal objetivo aliviar la necesidad
campesina de autonomía a través de la restitución y dotación de tierras, ya que el
despojo de terrenos era "una de las causas más generales del malestar y
descontento de las poblaciones agrícolas de este país." Para solucionar esta
situación, el entonces Primer Jefe, Venustiano Carranza, propuso dotar de tierras
a aquellas comunidades y pueblos que carecían de ella para que así "pudieran
desarrollar plenamente su derecho a la vida, y para que, al fin, se sacudieran de la
servidumbre económica a la que estaban reducidos".

Para llevar a la práctica esta ley se crearon la CNA y sus equivalentes locales,
principales organismos de la posterior reforma. Así, en 1915 se declaraban nulas
todas las enajenaciones de tierras, aguas y montes pertenecientes a los pueblos,
hechas en contravención de la Ley de 25 de junio de 1856; así como las
concesiones o ventas hechas por cualquier autoridad federal desde el 1o. de
diciembre de 1876 hasta la fecha. Sin embargo, el punto crucial de la Ley del 6 de
enero de 1915 radicaba en su artículo 3o., el cual decía literalmente:

“Los pueblos que necesitándolos, carezcan de ejidos o que no pudieran lograr la


restitución por falta de títulos, por imposibilidad de identificarlos o porque
legalmente hubieran sido enajenados, podrán obtener que se les dote del terreno
suficiente para reconstruirlos, conforme a las necesidades de su población,
expropiándose por cuenta del Gobierno Nacional el terreno indispensable para ese
efecto, del que se encuentra inmediatamente colindante con los pueblos
interesados.”

Fue este artículo, escrito en medio de la lucha de la lucha armada entre las
diversas facciones revolucionarias, el que sentó las bases de la reforma agraria.
Cuando los carranianos salieron victoriosos, aunque atraídos por cambios
menores que no amenazaban los intereses de la clase poseedora, se vieron
perjudicados por la urgente necesidad de tierras del pueblo y la decisión de
intención de satisfacer a quienes exigían "justicia revolucionaria" a través del
pueblo llano Artículo 27 de la constitución.

En tal artículo se establecía que “la propiedad de las tierras y aguas comprendidas
dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la
Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los
particulares, constituyendo la propiedad privada." Al igual que su precedente del 6
de enero de 1915, declaraba nulas las enajenaciones, concesiones y ventas de
tierras realizadas por el régimen porfirista; y en el décimo apartado se transcribía
íntegro el artículo 3o. de la ley expedida por Carranza.

Aunque existe una guía de los trámites necesarios para la donación y devolución,
quedan muchos problemas en el derecho agrario. Por ejemplo, para los pequeños
bienes, utopía económica, social y política del sistema de entonces, fijada en una
superficie de cien hectáreas de riego o su equivalente en otro tipo de terrenos; Sin
embargo, posteriormente se decidió que "cada estado, territorio y distrito federal
determinará la cantidad máxima de tierra que un individuo puede poseer".

Enrique Estrada, primer gobernador zacatecano (1917-1920) del período


postrevolucionario, mantuvo la línea trazada por Carranza y entregó muy pocos
ejidos, ya que la idea de proteger la producción se sobreponía a la de un reparto
masivo; y no es para menos, pues estando el país quebrantado tras casi una
década de guerra, lo prioritario era asegurar el abasto interno. Es por ello que en
el caso de Zacatecas, el 20 de noviembre de 1917, se expidió la Ley Agraria del
Estado, cuyo fin era "crear, proteger y fomentar la pequeña propiedad" dejando
ver la preocupación del gobierno local de no enfrascarse en una confrontación
directa con los terratenientes, ya que se establecía que los fraccionamientos
fueran hechos de preferencia por los propietarios, además de que sólo se
decretarían expropiaciones sobre los terrenos si existían solicitudes previas. Aun
así, hubo quejas y protestas por parte de los hacendados, y la presión que
ejercieron sobre el Ejecutivo local se vio reflejada el 4 de diciembre de 1918 con
un decreto que exceptuaba de fraccionamientos, además de las propiedades de
dos mil hectáreas, a los terrenos de riego.

La Ley estatal agraria de 1917 establecía el fraccionamiento de los latifundios, con


sujeción al pago de la tierra por parte de los campesinos favorecidos, fijando un
máximo de 2 mil hectáreas para la propiedad rústica. Los lotes de terreno que
debían ser entregados a los campesinos variaban de acuerdo a las características
del terreno: de tres a 25 hectáreas para las tierras de riego, de siete a 75 para las
de temporal y de 100 a 2 mil para las utilizadas en agostadero. Estas dotaciones
debían ser pagadas en 48 años, con un interés del 5% y a un precio que no
excediera el valor catastral más el 30 por ciento. Sin embargo, las trabas y
dificultades que se opusieron a esta ley, que ya se han comentado más arriba,
obligaron al gobierno zacatecano a modificarla.

En 1919, todavía bajo la gubernatura de Enrique Estrada, se emitió otra Ley


Agraria que prometía mejorar la aplicación de la reforma agraria y dotar a ésta de
un poder más eficiente contra los obstáculos de apariencia legal que por razón
natural oponían los propietarios, en pocas palabras, se trataba de "hacer de esa
Ley (la agraria) una institución invulnerable. No obstante, esta nueva ley estaba
condicionada por la presión de los hacendados y difería, con mucho, de lo que se
había planteado originariamente en el artículo 27 de la Constitución nacional. Esta
ley afirmaba que en Zacatecas "debe existir la gran propiedad, la media y la
pequeña. Los terrenos áridos del norte del Estado, impropios para el cultivo y
utilizables tan solo para la cría de ganado, no se transformarán en campos fértiles
por el solo hecho de fraccionarlos. Sujetar estas tierras al fraccionamiento legal,
produciría el ruinoso efecto de paralizar la producción."

Para los legisladores zacatecanos era más importante proteger la producción que
otorgar tierras a los pueblos desposeídos, de ahí que declararan sin tapujos que
"en la ley se ha tenido especial cuidado de garantizar la preferencia a favor de los
propietarios. Lo que no implica que se olvidaran por completo del reparto de
tierras, pues partían del supuesto de que el acceso a la tierra liberaba a los
pueblos de los propietarios, dándoles libertad económica: "base indefectible de las
demás libertades sociales y muy particularmente de la libertad política. Es decir,
además de resolver esa libertad fundamental un problema económico, crea la
nacionalidad formando ciudadanos que garanticen un regular funcionamiento
democrático.

La prioridad del gobierno zacatecano en ese momento era establecer un cierto


equilibrio en las relaciones entre el gobierno y los terratenientes y campesinos,
protegiendo a los primeros y otorgando tierras a otros, parcelas que la mayoría de
las veces son ineficaces para los hacendados. Es de esta manera que la Ley
Agraria estatal se mostraba divergente de lo estipulado por el artículo 27
constitucional en el sentido más estricto de la ley, ya que el límite estatal para la
pequeña propiedad 2 mil hectáreas no implicaba directamente que las haciendas
con mayor extensión tuvieran que fraccionarse, pues si no había solicitudes de por
medio podían permanecer intactas. Se nota entonces que el espíritu de esta ley no
radicaba en una lucha frontal contra los hacendados y terratenientes, sino en una
dotación o restitución moderada, siempre con base en la cantidad de solicitudes, y
otorgando la posibilidad de que las mejores tierras no fueran afectadas.

Así, las diferencias regionales del país, que no fueron tomadas en cuenta cuando
se promulgó la nueva Constitución, impidieron consolidación de un plan integral
para el mejoramiento de la agricultura como pilar de la economía nacional, pues si
bien, como se ha dicho, se permitió modificar la ley agrícola en interés de cada
país, esto solo provocó una ruptura y , por el contrario, serias diferencias entre las
orientaciones generales de reforma y la situación local de cada estado.

Como resultado de esto, el proceso legal para acceder a la tierra se fue


complejizando cada vez más, las controversias entre las jurisdicciones estatal y
nacional dieron pie a enfrentamientos directos entre la política nacional y la propia
de Zacatecas. La Comisión Local Agraria, el gobernador en turno y la CNA
formaron un triángulo de intereses en el que muchas veces se empantanaban los
procesos de dotación y restitución de tierras, que se suponía debía ser el principal
objetivo de la relación entre estas instancias.

Política Nacional contra la Política Local.

Las demandas de tierras, ya sea por compensación o donación de bienes,


comenzaron el 6 de enero de 1915, y luego de la sanción de la Constitución, que
está protegida por el artículo 27, los agricultores esperaban una respuesta más
eficiente con sus requerimientos.
Por su parte, Carranza mantuvo una política de "indiferencia" en este punto, pues
se sabe que nunca se ha mostrado ante una reestructuración patrimonial radical;
Por no hablar del hecho de que debe preocuparse por defenderse de las
innumerables amenazas que pesan sobre su gobierno, tanto en el interior como en
el exterior. Los ataques a Venustiano Carranza tomaron todas las formas, desde
artículos periodísticos hasta operaciones militares que parecían rodear al
presidente por todos lados: Villa y Felipe Inglés en el norte, y Félix Díaz con sus
aspiraciones presidenciales. Sitio del Istmo de Tehuantepec, Morelos con la
guerrilla zapatista En resumen, a pesar de todas estas amenazas externas, la
bendición de un golpe de estado vino de dentro de sus filas cuando, en junio de
1919, Álvaro Obregón, el general constitucional de la revolución, se postuló para
federal cargo ejecutivo sin la aprobación de Carranza. Grupos de oposición como
la Confederación Regional de Trabajadores de México (CROM), el Partido del
Trabajo y el Partido Cooperativo apoyaron la designación de Sonora.

Otro general, Enrique Estrada Reynoso, identificado en el grupo liberal y que


había apoyado a Carranza en la lucha armada, se convirtió en gobernador de
Zacatecas. Como gobernador se alejó cada vez más de la supervisión del
presidente, asumiendo un papel importante en la vida política del país, siguiendo
de cerca y asistiendo en el proceso de conducción de Obregón a la presidencia,
en el que participó y siguió saliendo. Su posición está en manos del temporal. Esto
restó consistencia al proyecto de reforma agraria en el estado, provocando que su
gobierno recibiera severas críticas, tanto por su displicencia para resolver, como
por la promulgación de la ley agraria de Zacatecas de 1919. Algunos partidarios
de la CROM en Zacatecas hacían pública su inconformidad y expresaban que: si
la realización de este anhelo, dependiera directamente de nosotros, es casi seguro
que se opinaría porque el reparto de tierras se hiciera sin indemnizaciones por
virtud de expropiación, es decir, el reverso de lo que reza la Ley Agraria de este
Estado, con la seguridad que al practicar este supremo deseo, no haríamos más
que devolver un objeto robado a sus antiguos dueños.

La Reforma Obrera y Agraria que nuestra Constitución lleva en sus páginas, son
hermosas como pensamientos; pero esto no satisface al pueblo que trabaja como
endemoniado para enriquecer a unos cuantos, para recibir en cambio mal trato,
miseria, hambre y muchas otras cosas ignominiosas e insoportables.

Y es cierto que en los primeros años de la reforma faltaba una línea política
concreta, porque la CNA no se fijaba objetivos claros, e incluso cuando se
utilizaban conceptos básicos como ejido había confusión. En las publicaciones de
la Comisión Nacional, se puede apreciar que el significado legal de ejido es muy
similar al de las disposiciones ilegales, donde se dota a las ciudades de un terreno
para el pastoreo de sus familias. Dándoles una herencia legal, que es el terreno en
el que pueden construir sus viviendas. Parece que el gobierno carrancista quiere
volver a esta forma de ejido, proveyendo a las ciudades de lo que se necesita de
manera sencilla y sin afectar a los latifundios, ya que estos son los proveedores de
granos del país.

Poco después de la nominación de Obregón a la presidencia, con su desacuerdo


con el plan de Carranza, se sentaron las bases para un enfrentamiento entre el
gobierno de Sonora y el gobierno federal; Y en esta lucha se unió el trío
sonorense, integrado por el propio Obregón, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la
Huerta. Estos hombres enfrentaron la situación que envió tropas federales a
Sonora y anticiparon una nueva lucha armada que podría alcanzar proporciones
nacionales; En respuesta a esta amenaza, De la Huerta lanzó el Plan de Agua
Prieta el 23 de abril de 1920, que daría lugar al último levantamiento armado
exitoso en la historia de nuestro país.

Mientras el levantamiento se extendía por todo el país, Obregón continuó con su


campaña política, en la que el tema de la agricultura fue el principal, así lo dejó
claro en una conferencia pronunciada en la Cámara Nacional Agrícola de Jalisco
en noviembre de 1919, en la que la prensa valoró:

I. Se muestra partidario del fomento y desarrollo de la pequeña agricultura.


II. No cree de ninguna manera que se deba recurrir al fraccionamiento de
propiedades para dotar de ellas a los pequeños agricultores, antes de que
se haya logrado el desarrollo evolutivo de la pequeña agricultura.
III. Tampoco opina que para el desarrollo de esa pequeña agricultura se use
de la violencia y del despojo.
IV. No cree que este trascendental problema pueda resolverse mediante un
ligero estudio ni con la repartición de unos cuantos terrenos.
V. Ofrece esforzarse en el fomento de la pequeña agricultura, sin necesidad
de lesionar los intereses de los demás.

Con estas declaraciones, Obregón fue cauteloso y dejó claro a los terratenientes
que no emprendería una cruzada contra ellos, sino su objetivo es una agricultura
competitiva y productiva basada en pequeños agricultores. Asimismo, aclaró que
agilizará el pago de los salarios de los ejidos, anulando el proceso político, informó
Roque Estrada, representante del gobierno de Zacatecas. En defensa de la ley
agraria y representación del Partido Liberal Progresista de Zacatecas, en carta de
19 de diciembre de 1919.

Obregón también autorizó la creación de las primeras organizaciones campesinas,


como el Partido Nacional Agrarista (PNA) fundado el 13 de junio de 1920 por
Antonio Díaz Soto y Gama, Aurelio Manrique, Rodrigo Gómez y Felipe
Santibáñez. El presidente ha dejado en manos de este núcleo político la CNA, así
como la promoción de los sindicatos agrícolas en los estados. Creyeron oportuno
ordenar tanto a las autoridades agrícolas como a los funcionarios de la república
que no confundiesen sus funciones oficiales con nada sugerente de la política
local o que lo hicieran en general a expensas de la solemnidad y la
condescendencia.

Sin embargo, en las miras del presidente sería la pequeña propiedad la que traería
el progreso al país, por lo que en el Reglamento Agrario del 17 de abril de 1922
bajo el cual se regiría el proceso de restitución, dotación y ampliación de ejidos de
aquí en adelante se declaraba como inafectables a las propiedades no mayores
de 150 hectáreas de riego, de 250 de buen temporal y de 500 hectáreas de otras
clases. En el artículo 3o. de este Reglamento, se daba marcha atrás en algunos
aspectos enunciados en la Ley de Ejidos emitida sólo dos años antes; por
ejemplo, se declaraba que "los núcleos de población comprendidos dentro de las
haciendas que no tengan definida alguna de las categorías políticas que señala el
artículo 1o. (pueblos, rancherías, congregaciones, con dueñazgos, comunidades)
y cuyas fincas hayan sido construidas con el propósito de alojar a los trabajadores
dedicados a la explotación de las mismas, no tendrán derecho a ejidos.

Esta actitud proteccionista hacia los pequeños activos también ha llevado a la


incapacidad de las unidades agrícolas para cerrar, así como fincas frutícolas. Del
mismo modo, se rechazó el regalo a los hijos de Acacillados, a quienes se les
invitó a recuperar las tierras patriotas pero no dispuestos a establecerse en tierras
extranjeras donde crecieron atados a una granja como mano de obra barata.

Obregón definió mejor la política agraria, pero no contaba aún con el poder
necesario como para vigilar que su programa fuera respetado; fue por ello que en
algunos estados se dieron los llamados "experimentos socialistas". Sin embargo,
Zacatecas no se unió a esta tendencia, pues su gobernador era más bien de tinte
conservador y aliado a los terratenientes, y además estaba muy ocupado con las
constantes luchas al interior de su propio gobierno. La estabilidad política no era
algo muy común, ni siquiera dentro de las organizaciones campesinas, por lo que
el 9 de mayo de 1923 el PNA sufrió un cisma, de donde se escindió un grupo de
aquellos cansados de la "dictadura" de Soto y Gama, quienes formaron la
Confederación Nacional Agraria, cuya política no se distinguió sustancialmente del
PNA. Entre sus fundadores estaban Mendoza López, Molina Enríquez y el general
Gildardo Magaña.

Se producirá otra escisión, pero de mayor tamaño y que supone un duro golpe
para la consolidación del nuevo orden.

Con el levantamiento huertista. Adolfo de la Huerta, que había sido presidente


interino en 1920, se sintió con derecho a exigir su candidatura. Presidente en las
elecciones de 1924, por lo que cuando Obregón Plutarco postuló a Elías Calles
como "candidato", Obregón optó por postularse. El 7 de diciembre de 1923,
Obregón fue acusado de violar la soberanía de varias naciones e intentó imponer
a Calis como próximo presidente. El levantamiento fue apoyado por varios
generales revolucionarios, y muchos generales. Oportunismo económico más que
convicciones políticas, pero la mayoría de los ejércitos aún ignoran el conflicto.

En Zacatecas el ex gobernador Enrique Estrada se declaró a favor de De la


Huerta, pero no tuvo mucho respaldo, más que en la región de Jerez y Valparaíso;
más tarde, Obregón diría que Estrada participó sólo por vanidad, pues tras haber
sido Secretario de Guerra y Marina, no fue ratificado en su puesto. La llegada de
tropas federales a Zacatecas hizo que el movimiento quedara rápidamente
desarticulado, aunque a partir de este conflicto, fue que algunos campesinos se
sintieron con derecho de exigir tierras, pues apoyaron a Calles y creían merecer
alguna recompensa.

El 1o. de diciembre de 1924 Plutarco Elías Calles ocupó formalmente la


presidencia de la república, continuando con la labor de Obregón de crear
instituciones sólidas en las que el nuevo gobierno pudiera sentar sus cimientos. De
ahí que comenzara una política mejor estructurada respecto a las organizaciones
campesinas y obreras; éstas debían integrarse al régimen y permitir la creación de
un canal institucional a través del cual se pudieran resolver las divergencias entre
el pueblo y sus gobernantes. En 1926 se formó la primera agrupación nacional de
organizaciones sociales agraristas: la Liga Nacional Campesina, a la que se
adhirieron las ligas estatales ya establecidas. Además, en los dos primeros años
del gobierno callista, se crearon los Bancos Ejidales regionales, la Comisión de
Caminos y las Escuelas Centrales Agrícolas, todas estas instituciones destinadas
a complementar la dotación de tierras y lograr una mejoría en la productividad.

Durante estos años se expidieron varias leyes que pretendían poner orden dentro
de la maraña legal que se refería a la reforma agraria. Casi al final de 1925 se
aprobó la Ley de Patrimonio Familiar Ejidal, la que señalaba la naturaleza exacta
de los ejidos: "tan pronto como al ejidatario le era asignada su parcela, disfrutaba
de un derecho de usufructo inalienable, pero no podía vender, hipotecar o
arrendar a ninguna persona." El 9 de enero de 1926 se promulgó la Ley de Riego,
destinada a fomentar la pequeña propiedad, y que declaraba que las tierras
abiertas al cultivo por medio del riego público deberían dividirse en lotes familiares
asignados no a ejidatarios ni a grandes propietarios, sino al campesino medio.
Finalmente, el 23 de abril de 1927 se expidió la Ley de Restitución y dotación de
tierras y aguas, en un intento de construir un código agrario, pues la confusión que
existía sobre el tema había propiciado largos juicios y hacía que la tenencia fuera
insegura tanto para los hacendados como para los ejidatarios.

A pesar de todo esto, el gobierno callista no tenía todos los hilos en la mano, ya
que en Zacatecas, por ejemplo, había llegado a la gubernatura Aureliano
Castañeda, alguna vez miembro del Partido Católico Nacional, y quien se había
mostrado simpatizante del general Ángel Flores el candidato de la derecha en la
campaña presidencial de 1924 por considerarlo menos radical en cuestiones como
el reparto agrario. Asimismo, este gobernador buscó eliminar a la oposición en
todos los ayuntamientos del estado, poniendo especial énfasis en la remoción de
aquellos afiliados al Partido Laborista, brazo político de la CROM.

La gubernatura de Castañeda es un claro ejemplo de un gobierno atrapado entre


dos fuegos: ganaderos y ganaderos. La fragilidad política con la que nació esta
administración le impidió adoptar un plan de agricultura decidido que se apoyara
en las grandes haciendas que pudieran resistir los embates del enemigo.
Manifestaciones y protestas públicas, sin tener en cuenta las presiones de los
comités locales y nacionales. , ya que el gobierno callista marcó otro camino para
la reforma agraria. El único apoyo de Castañeda eran los propietarios, y al no
poder garantizar la irredimibilidad del agricultor, perdió todo apoyo, y hasta los
repartos de última hora fracasaron. Él puede ayudarlo con cualquier ayuda; En
definitiva, nos muestra lo importante que era ser 'visible' por el cada vez más
poderoso gobierno central durante esos años.

En estos años se promulgó la Ley de Dotaciones y Restituciones de Tierras y


Aguas, la cual establecía en su artículo 2o. que:

En ningún caso gozarán de capacidad para obtener dotación de tierras: las


capitales de la Federación y de los Estados; las poblaciones que tengan más de
10 mil habitantes, si en ellas el censo agrario no arroja por lo menos un total de
200 individuos con derecho a tierra; los puertos de mar; las comunidades donde
no habiten, a lo menos, 25 individuos con derecho a dotación; los centros de
población que se formen dentro de tierras objeto de colonización; los grupos de
peones acasillados alrededor de las fincas de campo en explotación.

También se declaró que sólo transcurridos diez años de la fecha en que, por
resolución presidencial, un poblado hubiera recibido tierras o aguas por dotación o
restitución, podría tramitarse un nuevo expediente.

Rodarte trató de equilibrar la situación en lo referente a la dotación de tierras,


siguiendo los lineamientos de la política callista que, como ya hemos dicho,
planeaba terminar lo más rápido posible con el reparto. Este gobernador
zacatecano recibió ya la "aprobación oficial" por parte del presidente, práctica que
luego sería de lo más común, llegando al cargo con un amplio respaldo, por lo que
su posición no corría peligro y pudo hacer frente a los propietarios sobre una base
política más sólida que sus antecesores. Como podemos apreciar, el sistema se
consolidaba cada vez más, y la libertad de los gobernadores se restringía de
manera inversamente proporcional, tratando de hacer de la reforma agraria un
proceso más homogéneo de acuerdo a los intereses de la cúpula política, lo que
no se lograría plenamente hasta la llegada de Cárdenas. Empero, el camino ya
estaba trazado.
Mientras tanto, el movimiento cristero se extendió en Zacatecas hasta Concepción
del Oro hacia el norte y a algunos municipios del sur como Jalpa, El Plateado y
Villanueva, aunque había actividad esporádica a través de todo el estado. Sin una
idea clara de cómo terminaría el conflicto, las altas autoridades, tanto
gubernamentales como de la Iglesia, emprendieron una ronda de acercamientos y
reuniones, las cuales dieron como fruto las famosas negociaciones secretas de
agosto de 1927, mismas que fueron estropeadas debido a su publicación en la
prensa. A pesar de estas tentativas de paz, la violencia no desapareció sino de
forma muy paulatina; y es que el asesinato del presidente electo Álvaro Obregón
en 1928 no hizo sino echarle más leña al fuego.

Las acusaciones a los callistas estuvieron a punto de provocar otra guerra civil,
por lo que Calles prefirió sacrificar a algunos de sus seguidores, entre ellos a Luis
Morones, líder de la CROM, quien se adhirió tardía y recelosamente a la
candidatura del caudillo y que llegó a ser acusado de ser el autor intelectual del
crimen. Calles, asediado por el descontento, finalmente aceptó "hacer las paces"
con Roma, con lo que la intensidad del conflicto cristero comenzó a decrecer. Sin
embargo, todo este clima de incertidumbre sirvió para la creación de una
institución que lograría cierta estabilidad y le daría continuidad al régimen: el
Partido Nacional Revolucionario (PNR).

Calles en su informe de gobierno del 1 de septiembre de 1928 dijo: "la falta de


caudillos debe permitirnos, va a permitirnos, orientar definitivamente la política del
país por rumbos de una verdadera vida institucional, procurando pasar, de una vez
por todas, de la condición histórica de ‘país de un hombre’ a la de ‘nación de
instituciones y de leyes’."53 Aunque, en realidad, él puede ser considerado como
el último caudillo, o tal vez como el primer caudillo institucional, ya que a partir de
1928 se convirtió en el Jefe máximo de la revolución, gobernando sin ocupar la
presidencia.

El año de 1929 terminó con la victoria del gobierno federal, tanto en las elecciones
como en la lucha armada; tal como Portes Gil preveía, hubo fuertes amenazas,
pero fueron superadas y el régimen salió fortalecido. Pascual Ortiz Rubio, con la
bendición de Calles, asumía la presidencia del país el 5 de febrero de 1930.
Enseguida, el 27 de marzo se expidió un decreto en que se señalaba que la tierra
comprendida en los proyectos de riego era declarada de utilidad pública, por lo
que los propietarios debían vender sus terrenos a la Comisión Nacional de
Irrigación; este decreto tenía como finalidad establecer la pequeña propiedad en
estas superficies.

También se dio un Decreto con el cual se excluía de la dotación a las tierras


sembradas de alfalfa, destinadas al sostén de explotaciones lecheras o cría de
animales en general; igualmente, se establecía como requisito para conceder
ampliación que el pueblo interesado demostrara haber logrado un
aprovechamiento eficiente del ejido, lo que por las condiciones propias de la
agricultura mexicana de la época era casi imposible.

La depresión económica que se dio en el país a finales de la década de los veinte


a consecuencia de los acontecimientos que se dieron en 1929 en los Estados
Unidos aunada a las confrontaciones internas del PNR y a los conflictos
sindicales, orilló a que Calles le sugiriera su renuncia a Ortiz Rubio; aunque
también había de por medio algunos nombramientos que no fueron del agrado del
Jefe máximo. La renuncia se dio el 2 de septiembre de 1932 y dos días después
entró al relevo Abelardo Rodríguez, quien había fungido como Secretario de
Industria, Comercio y Trabajo.

Respecto a la cuestión agraria, Ramos dio un giro en lo que se refiere al reparto


ejidal, pues se enfocó mucho más en los fraccionamientos y en el fomento a las
cooperativas. El tiempo de repartir tierras había pasado y era necesario pasar a la
segunda etapa de la reforma agraria: estimular la creación de infraestructura
hidráulica y de comunicaciones, dar apoyos crediticios y fomentar la creación de
sindicatos y organizaciones campesinas. Esta era la visión del centro y Matías
Ramos estaba convencido de que era la más apropiada Cárdenas y el extensivo
reparto de tierras demostrarían que aún faltaba mucho para concluir la etapa de la
dotación por lo que puso en práctica un plan de gobierno con cuatro puntos a
destacar: 1) un fomento gubernamental que condujera a la formación de una
amplia clase de pequeños productores; 2) la constitución de asociaciones
sectoriales de campesinos, obreros y empleados públicos; 3) una reforma
educativa que permitiera el acceso de toda la población a una enseñanza laica; y,
4) la elevación en general del nivel de vida de la población trabajadora.

Al igual que el gobierno estatal de Matías Ramos, la presidencia de Abelardo


Rodríguez sirvió como punto de transición entre los restos de una política de
hombres por una de instituciones. La recesión económica se frenó y tanto
campesinos como obreros fueron agrupados en organizaciones dirigidas por el
Estado; la figura de Calles aún mantenía el poder, pero se veía próxima su salida
del escenario político. Asimismo, la cuestión agraria parecía tomar un rumbo más
claro y definido, pues fue el 22 de marzo de 1934 cuando se promulgó el Código
Agrario, en el que por primera vez se ordenaban todas las leyes, decretos y
reglamentos relacionados con la reforma agraria, sistematizándolos e
incorporándolos a un Código General. Este Reglamento dio paso a la creación de
una comisión mixta compuesta por representantes de la federación, de los
gobiernos locales, y de los propios campesinos; esta comisión sustituyó las
funciones de la CLA. Los Delegados del Departamento Agrario tenían como
funciones presidir las Comisiones Agrarias Mixtas y vigilar el funcionamiento de
éstas.

El reparto parecía mejor institucionalizado, pero las afectaciones a las haciendas


disminuían, las propiedades de la federación, de los estados o municipios cuando
eran susceptibles de contribuir para las dotaciones o ampliaciones de ejidos o
para la creación de nuevos centros de población agrícola, eran preferidas sobre
las propiedades privadas. Asimismo, conforme a este Código, los dueños de
propiedades afectables tenían derecho a escoger la localización que dentro de sus
predios debe tener la superficie inafectable de acuerdo al artículo 51 (150 horas de
riego y 300 horas de temporal).

Hasta este momento, el problema agrario había sido visto solamente como una
solución parcial y temporal para las clases rurales, como un complemento de su
trabajo en las haciendas; pero, la realidad exigía que se tratara como una forma
de vida para el campesino, como la base de una nueva agricultura y una nueva
sociedad rural. Y así, con esto en mente, fue que el régimen de Lázaro Cárdenas
inició su programa de Reforma Agraria. Los años confusos y de experimentos
habían terminado, los primeros pasos ya estaban dados.

Reforma Agraria Logros y Expectativas.

Sabemos que la agricultura revolucionaria se basa en el vapor y el vuelo, sin un


plan claro o una idea de dónde quieres ir. Lo que sugiere este trabajo, sin
embargo, es ilustrar cómo la relación entre los gobiernos federal y estatal se
convirtió en un factor determinante a la hora de ceder tierras a los agricultores.

Hubo quien vio al reparto de ejidos como una fase intermedia entre el régimen
latifundista y una agricultura moderna, en la que el campesinado obtendría
conciencia de la propiedad y buscaría más tarde convertirse en un pequeño
propietario. El modelo agrícola estadounidense impactó a los gobiernos
postrevolucionarios, y la creación de farmers era el sueño de aquellos que
visualizaban un México poblado de múltiples granjas que impulsarían nuevas
técnicas de cultivo y estarían enfocadas a la exportación. Algunas voces se
alzaron advirtiendo que la simple entrega de tierras no iba a producir ningún
cambio cualitativo en la agricultura nacional, sugiriendo un plan integral, donde se
les otorgara a los campesinos un sistema de crédito que les permitiera el acceso a
las nuevas tecnologías del campo, pues sólo así se lograría elevar la
productividad; sin embargo, fueron pocos y escasamente escuchados aquellos
que planteaban dichas ideas.

Hoy, luego de una nueva reforma en este campo, podemos evaluar con mayor
claridad los logros y fracasos de la revolución mexicana en la vía agrícola, y
concluir que la suerte de los ejidos no ha cambiado, como dicen algunos, la
situación económica del país. , pero hubo una transformación a nivel de la psique.
Los campesinos fueron asimilando poco a poco el concepto de propiedad, no para
montar una finca o intentar ampliar sus tierras, sino en un lugar al que pudieran
volver; Una casa propia, un terreno que apenas les da para comer pero que se
niegan a vender tras la reforma ejidal de 1992.

Los campesinos no jugaron un papel pasivo en la reforma agraria, sino que


aprovecharon la situación y se apoderaron de lo que soñaban: una parcela de
tierra. No vieron esto como un medio de independencia de sus amos o una
posibilidad de iniciar una forma de producción más rentable, sino simplemente el
cumplimiento de un deseo básico: poseer tierra. Trabaja como mejor les parezca,
aunque solo les traiga mala comida. Claramente no es una mentalidad capitalista,
pero ha prevalecido en el campo y su interpretación cultural requiere un estudio
cuidadoso.

Al abordar los aspectos legales de la reforma agraria, específicamente aquellos


que se refieren al ejido, hemos pretendido vincular los acontecimientos políticos y
económicos que circundaron las modificaciones o adiciones hechas al artículo 27
constitucional. El propósito de esto fue mostrar un panorama integral, donde
legislación, sociedad y política se interrelacionan y dan forma a un proceso
determinante para el país: la dotación de tierras a los pueblos que carecen del
Ordenar la reglamentación agraria no fue tarea fácil, las diferencias entre los
propios miembros de la "familia revolucionaria" provocaban serias discusiones al
respecto, las que desembocaban en alteraciones a la ley agraria, que frenaban o
impulsaban el reparto de tierras de acuerdo a los ritmos de la política. Esto sin
contar con las presiones de los detractores por excelencia de la reforma y que
fueron, obviamente, aquellos a quienes se les afectaba en su patrimonio: los
hacendados. Aliada a ellos estaba la Iglesia. Esta afirmación no es un simple
reflejo de nuestra historia broncínea, pues el clero y los propietarios no se unieron
por tener ideas retrógradas y reaccionarias en algunos casos eran más
progresistas que quienes gustaban de etiquetarse bajo este concepto; su alianza
partía de una premisa bastante razonable: cuidar sus propios intereses. A pesar
de haber sufrido grandes expropiaciones durante la segunda mitad del siglo XIX,
el clero aún continuaba siendo propietario o al menos administrador de numerosas
fincas. Además, es bien sabido el uso que hicieron de los presta nombres y cómo
algunos de los hacendados arrendaban sus tierras a eclesiásticos del lugar.

Los obstáculos que presentaron estos personajes a la reforma agraria


repercutieron en cambios a la ley, en los que se "suavizaba" la rigurosidad de las
expropiaciones. En el ámbito nacional, se notan estas modificaciones desde 1917,
cuando Pastor Rouaix, Presidente de la CNA, decreta la protección que se debía
dar a las pequeñas propiedades, o qué decir del Reglamento Agrario de 1922,
donde Obregón se ve obligado a matizar su Ley de Ejidos expedida dos años
antes.

La reforma agraria se convirtió en un escenario más de la reconfiguración del


poder político, construyendo las líneas de mando del centro a los estados, por lo
que resulta pertinente intentar una investigación regional del reparto de tierras. En
Zacatecas, hemos podido observar cómo en los primeros años de la reforma, el
gobierno local intentó reducir las afectaciones lo más posible en ciertas haciendas
que resultaban estratégicas por la preponderancia política y económica de sus
dueños, mientras que la CNA, casi siempre de acuerdo con su representación
local, tenía por objetivo hacer un reparto más amplio, que lograra consolidar una
base firme para el nuevo gobierno. La cadena de poder debía ir del centro a los
estados, y no al contrario.

La política agraria zacatecana reflejó fielmente los acontecimientos nacionales, ya


que los controles políticos del centro permanecieron sin consolidar y esto le dio
algo de tiempo al gobernador. Incluso si, en 17 años, pudiéramos ver más
evidente la necesidad de la aprobación presidencial para permanecer en el cargo
y, por lo tanto, la capacidad de contrarrestar a los grupos influyentes locales.

Gracias al presidencialismo creciente que se dio a partir de la segunda mitad de la


década de 1920, el control político se volvió más sólido, pues los gobernadores
zacatecanos ya no llegaron al puesto sin la aprobación del presidente; para este
momento, era ya necesario ser aceptados como "miembros de la familia
revolucionaria" para llegar al poder. Fernando Rodarte (1926-1928), Luis Reyes
(1930-1932) y Matías Ramos (1932-1934), fueron gobernantes con la "venia" del
Ejecutivo nacional o más bien del que estaba detrás la silla presidencial por lo que
fueron sus gobiernos los que más se apegaron a los planes que salían del centro
del país.

Pero no sólo fueron las relaciones políticas las que dictaron la marcha del reparto
ejidal, pues los campesinos, al igual que los gobernantes o los hacendados, no
respondieron de manera uniforme a la reforma agraria. Si bien la mayoría aspiraba
a tener una parcela propia, hubo otros que vieron en esto una traición a quien les
había brindado seguridad y protección, por lo que renunciaron a su derecho de
exigir tierras.

Hacia 1934 el Gobierno federal trató de dar por finalizada la "primera etapa" de la
reforma agraria con la esperanza de que la pequeña propiedad se convirtiera en el
eje de la economía rural, para con ello crear una industria agropecuaria
competitiva y capaz de exportar. Muy pronto se vería que el gobierno
postrevolucionario estaba equivocado y que sus planes respecto al campo se
vendrían abajo, el ejido se convirtió en la forma predominante de tenencia de la
tierra y la agricultura fue quedando cada vez más rezagada en el ramo económico,
hasta convertirnos en un país importador de granos básicos. La explicación de
este fracaso no se le debe achacar, sin embargo, sólo al manejo político de la
reforma agraria, sino más bien a un desconocimiento de los gobernantes sobre el
territorio y, más importante, sobre el pueblo mexicano.
Fue el comienzo de una nueva historia, donde ejido significa muchas cosas, según
quién lo notó y cuándo; En un estado como Zacatecas, con su clima árido y poco
apoyo a la agricultura, es difícil explicar por qué las miles de personas que viajan
al norte cada año regresan en época de siembra con la esperanza de que ahora
llueva. Sabían muy bien que el campo solo no sería suficiente para alimentar a su
familia, pero se aferraron a su tierra. Si este “amor por la tierra” es impulsado por
promociones reales, no por programas electorales, el sistema agrícola
estadounidense puede no ver la luz del día, pero la agricultura rentable puede
convertirse en una opción de negocio real, porque el campo es un símbolo o un
deseo. , pero no una actividad económica a la que un agricultor pueda dedicarse y
vivir de ella con dignidad.
EVOLUCION DEL NOTARIADO EN MEXICO.

Época Precolonial.

Muchos de los pueblos que habitaron las Américas antes de 1492 (la llegada de
los españoles) compartían una visión cultural común del mundo. Su desarrollo
cultural se refleja en sus conocimientos astronómicos, arquitectónicos, agrícolas y
comerciales. Entre estos pueblos, los aztecas se distinguieron por la lucha, y
durante sus conquistas impusieron su forma de vida y sobre todo sus instituciones.
Antes del descubrimiento de América, no existía escribano público en Tenochtitlan
tal como la entendemos hoy. Hay un personaje llamado tlacuilo, que, como el
escritor de letras egipcias, es diestro en la escritura y el dibujo; Es decir, fue el
artesano azteca quien dejó huellas de los hechos a través de pendones y placas,
que se conservan en la memoria. El término tlacuilo se deriva de tlacuiloa, que
significa escritura o dibujo. Un ejemplo de esto se puede encontrar en la segunda
parte del Codex Mendocino llamada The Tribute Map. 1. Los ceros recogidos por
los tlacuilos suman unos quinientos, de los cuales sólo dieciséis pertenecen a la
época prehispánica.

Época Colonial.

La Conquista culminó en 1521 con la captura de Cuauhtémoc, último emperador


azteca, surgiendo así la Nueva España y la época colonial, en la cual los
conquistadores se dedicaron a organizar la vida política, jurídica, religiosa y
económica. La primera acta del cabildo de la ciudad de México correspondió a la
sesión que se celebró el 8 de marzo de 1524. Después aparecieron la del 13 de
mayo de 1524 y la del 21 de julio de 1525.

En la época colonial, el rey tenía la potestad de nombrar notarios públicos porque


era una de las actividades del estado; Esta empresa fue fundada por Alfonso X
Sabio en Sete Partidas. De hecho, los virreyes, el gobernador, el alcalde y el
ayuntamiento nombraban temporalmente a los notarios, mientras que el rey los
confirmaba.

La función fedataria se ejerció en un principio por escribanos peninsulares,


quienes después fueron sustituidos por criollos. Una de las formas de ingreso a la
escribanía era la compra del oficio.

Las Leyes de Indias declararon vendibles y renunciables los oficios de


escribanías, alféreces mayores, depositarios generales, receptores de penas de
cámaras, receptores de audiencias, regidores, etc., es decir, susceptibles de ser
propiedad privada. De acuerdo con las Siete Partidas, la Novísima recopilación y
las Leyes de Indias, además de la compra del oficio había otros requisitos para el
ejercicio: ser mayor de 25 años, lego, de buena fama, cristiano, reservado, de
buen entendimiento, conocedor del escribir y vecino del lugar. El fedatario debía
realizar sus escrituras en papel sellado, con letra clara y en castellano, sin
abreviaturas ni guarismos y actuar personalmente; también tenía la obligación de
leerlas íntegramente, dar fe del conocimiento y de la firma de los otorgantes. Los
instrumentos tenían valor probatorio pleno. La escribanía era una actividad
privada, y el escribano era retribuido por sus clientes de acuerdo con un arancel
de aplicación obligatoria. El rey señalaba el signo (similar al sello de autorizar
actual) que debía usar cada escribano.

A pesar de la inestabilidad política y un cambio de funcionarios, un notario


permanece en servicio, garantizando la seguridad y continuidad del negocio, y
también es un componente valioso de la recaudación de impuestos sin
financiación pública no habrá progreso.
En los siglos XVI y XVII los protocolos se constituían por cuadernos sueltos, que
posteriormente los escribanos cosían y encuadernaban por lo general cada
semestre. La distinción entre los diferentes tipos de escribanos era confusa por la
diversidad de leyes, decretos y demás disposiciones de la época.

Las Siete Partidas señalan dos clases de escribanos: los de la corte del rey y los
escribanos públicos. Las Leyes de Indias señalan escribanos públicos, reales y de
número. El término escribano público se entendía en dos sentidos: uno se refería
a su función pública y el otro a su cargo. En 1573, ya concluida la Conquista, se
creó la primera organización de escribanos de la Nueva España con el nombre de
Cofradía de los Cuatro Santos Evangelistas. Fue hasta 1792 cuando se erigió el
Real Colegio de Escribanos de México. Al año siguiente se creó la Academia de
Pasantes y Aspirantes de Escribanos. Fue por medio de cédulas, leyes y decretos
como se logró una evolución de la actividad notarial en esa época. Este colegio,
junto con el de abogados, constituyen las instituciones de profesionales más
antiguas de América.

Época Independiente.

A pesar de la situación en que se encontraba el país, el 9 de octubre de 1812 se


logró expedir el Decreto sobre Arreglo de Tribunales y sus Atribuciones, el cual
concedió a las audiencias algunas facultades en materia de exámenes y arancel
para escribanos.
En el México independiente aún se siguió la costumbre de los oficios públicos
vendibles y renunciables, entre los cuales se encontraba la escribanía. Bajo la
vigencia de la Constitución de 1824 se dictaron algunas disposiciones aplicables a
los escribanos.

El 23 de mayo de 1837 se promulgó la Ley de Ordenación Temporal de la


Administración Judicial en los Juzgados y Tribunales Generales, que preveía en
sus artículos 21 y 22 la aprobación del estudio de teoría y práctica como forma de
admisión. En la mesa de escribir. En ese momento, los notarios formaban parte
del poder judicial.

El cobro de honorarios por la prestación del servicio estaba sujeto al arancel que
se expidió el 12 de febrero de 1840. En esta época existían tres clases de
escribanos: nacionales, públicos y de diligencia. En una circular del 27 de octubre
de 1841 se dictaron medidas sobre la conservación y seguridad de los protocolos
de los escribanos, por interesarse en la protección de las fortunas de los
ciudadanos. En 1843 fueron aprobadas las Bases Orgánicas de la República
Mexicana y se expidieron varios decretos sobre la organización de los juzgados
del ramo civil y criminal del Distrito Federal. En el del 30 de noviembre de 1846 se
hizo referencia a los escribanos públicos y de diligencia en materia civil, y se les
integra o adscribe a los juzgados, como señala la Ley para el Arreglo de la
Administración de Justicia en los Tribunales y Juzgados del Fuero Común de
1853. Debían recibirse y matricularse en el Colegio de Escribanos de México.
Recibirse significaba que debían aprobar dos exámenes y, posteriormente, el
Supremo Gobierno extendía el título y debían incorporarse al Colegio de
Escribanos; su número lo fi jaba el Supremo Tribunal. El artículo 309 señalaba los
requisitos.

En 1854 se les impuso a los escribanos la obligación de avisar a las autoridades


políticas acerca de los testamentos, una vez que había fallecido el testador,
cuando se promoviera ante ellos un juicio sucesorio o los inventarios se
presentaran para su protocolización. Disposición similar retomaron los Códigos
Civiles de 1884 y 1928 en sus artículos 3496 y 1508, respectivamente.
En 1856 se autorizó a los escribanos actuarios de los juzgados del ramo criminal
abrir un despacho público en el que ejercieran su profesión.

El 25 de junio de 1856, Ignacio Comonfort, presidente sustituto de la República,


dictó la Ley de Desamortización de los Bienes Eclesiásticos, que disponía: en
caso de que el escribano autorice el contrato en donde se vendan bienes de la
Iglesia, será depuesto e inhabilitado perpetuamente en su ejercicio público, y los
testigos sufrirán pena de uno a cuatro años de presidio.

En la Constitución de 1857 se estableció el sistema federal como organización


política. Esto suscitó varios disturbios sociales, por lo que Benito Juárez tuvo que
establecer su gobierno fuera de la capital. Al mando de Forey, el ejército francés
entró a la República mexicana y se proclamó el Imperio. Se creó una Junta
Superior de Gobierno, con un Poder Ejecutivo y una Asamblea de Notables; esta
última acordó que el Poder Ejecutivo se denominaría Regencia, la cual, en
ejercicio de sus facultades, dictó el decreto de 1864 que regulaba las actividades
del notariado, y por primera vez se habló de notario para referirse al escribano. Al
respecto señalaba.

Artículo 1o. Los oficios públicos de escribanos que en la capital del Imperio existen
hasta hoy legalmente con el nombre y el carácter de vendibles y renunciables, se
denominarán en lo sucesivo notarías públicas; y en ellas solamente podrán existir
y llevarse protocolos o registros en que se extiendan los instrumentos públicos de
cualquier clase. Los dueños y encargados de las notarías se llamarán notarios
públicos del Imperio.

El segundo Imperio fue un gobierno de intensa actividad legislativa. Maximiliano


de Habsburgo expidió la Ley Orgánica del Notariado y del Oficio de Escribano en
1865 y definió al notario público como funcionario que el soberano investía con la
fe pública para redactar y autorizar con su firma las escrituras de las últimas
voluntades, actos y contratos que se celebraran entre las partes, así como los
autores y demás diligencias de los procedimientos judiciales; que poseía funciones
vitalicias, pero podía privársele de ellas temporalmente o de manera perpetua por
causa justa y calificada.

El notariado se consideraba una función que solo podía otorgar el Emperador.


Pueden ser notarios los que ostenten el título de abogado de profesión y también
los que no tengan el título de abogado de profesión. Todos están sujetos a
estudios comunes a todas las profesiones; Estos estudios y prácticas funcionales
se realizaron simultáneamente durante cuatro años. Sin embargo, para iniciar
estudios profesionales, es necesario registrarse con una orden notarial y presentar
documentos tales como prueba de bautismo, certificado de examen, información
judicial de buena fe y prueba de que un notario ha realizado la formación. También
es necesario realizar tres pruebas. Para ese entonces, las oficinas públicas que
podrían haber sido vendidas habían desaparecido y se fueron.

El nombramiento de notarios públicos con el cual se proveía el despacho de las


notarías lo confería el Tribunal Superior de cada capital, a propuesta de los jueces
de lo civil, quienes señalaban a dos candidatos, de los cuales el tribunal debía
elegir a uno. Cada notario tenía la obligación de llevar un libro con el inventario
general del archivo y otro que tuviera el registro general de todos los instrumentos.
Debía utilizarse también un libro por cada bienio de las Recusaciones y sacas de
autos que tuvieran relación con los negocios de la notaría.

La ley define las oficinas notariales como “oficinas en las que ejercen sus
funciones los oficiales religiosos, reconocidos e incorporados al sindicato”. (Art
35).

El protocolo abierto y las herramientas deben escribirse en hojas de papel


separadas y numerarse en orden escalonado. Se debe solicitar un índice de todas
las herramientas. Solo se puede emitir una copia del documento certificado, y la
emisión de otra copia requiere una orden judicial. Podrán intervenir los interesados
o otorgantes, los herederos, los representantes, las personas que hayan sustituido
al otorgante en sus derechos y obligaciones, así como los autores de los actos
contenidos en el Protocolo.
La Ley Orgánica de Notarios y Actuarios del Distrito Federal de 1867 trajo consigo
avances notables, como la confirmación del término de la venta de notarías,
reconociendo, sin embargo, las ya adquiridas, la separación de los actos del
notario y del secretario del juzgado y la sustitución del signo por el sello notarial.

La ley definía al notario como “responsable de plasmar en documento público


actos finales, contratos y testamentos en los casos prohibidos o permitidos por la
ley” (artículo 2). Se refiere a la exclusividad de la autorización de los notarios en
sus protocolos para toda clase de negocios públicos. El protocolo es el único
documento que puede dar fe de su origen. El sistema de protocolo abre y cierra al
final de cada semestre (en junio y diciembre).

Para convertirse en notario o actuario, debe ser abogado. Los notarios pueden
ejercer excepto dentro del Distrito Federal; fuera de él no tenían fe pública y los
instrumentos carecían de validez. Mientras no se les designara un local en el
Palacio de Justicia, se les permitía instalar sus despachos fuera de sus casas, en
un paraje céntrico.

Época Contemporánea. (Leyes del Notariado para el distrito federal).

A principios del siglo XX se estructuró y organizó el notariado en forma definitiva,


con regulación sistemática. Porfirio Díaz promulgó el 19 de diciembre de 1901 la
Ley del Notariado para el Distrito y Territorios Federales, en la cual la función
notarial se consideró de orden público y se debía conferir por el Ejecutivo de la
Unión. Su dirección estaba a cargo de la Secretaría de Justicia, y posteriormente
se encomendó al gobierno del Distrito Federal. Cuando no hubiese notario en el
lugar, los jueces de primera instancia podían desempeñar las funciones de notario
por receptoría. La prestación del servicio era remunerada. La función notarial era
incompatible con otros cargos, empleos o comisiones públicas (excepto el de
enseñanzas); con empleos o comisiones particulares bajo la dependencia de una
persona privada; con el desempeño del mandato y el ejercicio de la profesión de
abogado, comerciante, corredor o agente de cambio; con el ministerio de cualquier
culto, y con cualquier cargo de elección popular. Había notarios que suplían al
titular en su ausencia y tenían derecho a sueldo y honorarios según convinieran
entre ellos.

La Ley del Notariado para el Distrito y Territorios Federales del 29 de enero de


1932 abrogó a la de 1901. Aunque siguió su método y estructura, evolucionó en
los siguientes aspectos: excluyó a los testigos de la actuación notarial y por
disposición del Código Civil sólo subsisten los testigos instrumentales en el
testamento; estableció el examen de aspirante a notario con un jurado integrado
por cuatro notarios y un representante del Departamento del Distrito Federal, y dio
al Consejo de Notarios el carácter de órgano consultivo del Departamento del
Distrito Federal. Contemplaba la fi gura de la adscripción, es decir, admitía que un
notario fuera suplido por alguien que asumía esa función sólo durante ausencia
temporal o definitiva.

La Ley del Notariado para el Distrito Federal y Territorios de 1945, vigente a partir
de marzo de 1946, se componía de 194 artículos divididos en dos títulos. Regía al
notariado como una función de orden público a cargo del Ejecutivo de la Unión,
que a través del Departamento del Distrito Federal la encomendaba a
profesionales del derecho que obtuvieran la patente de notario; correspondía al
Ejecutivo dictar todos los reglamentos necesarios para regular la actividad notarial.

Se designa a un notario como “una persona, hombre o mujer, invertida en un


fideicomiso público para documentar actos y hechos jurídicos para los cuales las
partes involucradas deben o desean dar credibilidad jurídica”. Prescritas por la ley
y autorizadas para intervenir en la formación de tales actos: “Los actos o hechos
jurídicos los revisten de solemnidad y formas jurídicas”. Los notarios conocen las
cualidades de funcionarios y peritos judiciales que ilustran a las partes sobre
cuestiones jurídicas y son los encargados de explicar el valor y las consecuencias
jurídicas del documento emitido. Asimismo, señala la avalancha de mujeres por
acceder a la profesión de notario, que antes era controvertida.
EL NOTARIADO.

Como institución.

Debe entenderse por institución al conjunto de personas y bienes u objetos que se


reúnen y tienden a un fin específico. Los notarios del Distrito Federal están
organizados como una organización, y la ley prevé una garantía institucional de
los notarios públicos en beneficio de la sociedad.

La institución del notariado se forma tanto por notarios como por autoridades o
entes tales como la Consejería Jurídica del Gobierno del Distrito Federal, el
Colegio de Notarios, el Archivo General de Notarías, el Registro Público de la
Propiedad o los Organismos Públicos de Vivienda, que con determinados
elementos materiales tienden a la realización de su fin último y común: brindar
seguridad jurídica mediante la dación de fe.

El artículo 235 de la Ley del Notariado para el Distrito Federal menciona:

El Registro Público, el Archivo, el Colegio, el Decanato, el Registro Nacional de


Avisos de Testamento, la Coordinación Especializada en Materia de Voluntad
Anticipada son instituciones que apoyan al Notariado de la Ciudad de México en
beneficio de la seguridad y certeza jurídicas que impone el correcto ejercicio de la
fe pública.

Un notario de la Ciudad de México es una persona natural (ni servidor público ni


servidor público) que necesariamente es un experto en derecho, lo que le permite
aconsejar a las partes con sentido de profesionalismo y objetividad que bajo su
supervisión o responsabilidad deben protocolizar, reproducir, conservar y autorizar
la autenticidad y autenticación, y previa solicitud, su inscripción en el registro, la
firma pública de la publicidad y la oposición a terceros, todo ello teniendo en
cuenta su carácter latino conservado en el marco de la doctrina del notariado, a
diferencia de la anglosajona o del notariado holístico donde no son notarios
formales ni gozan de la independencia del poder público.
El notariado se justifica porque la sociedad requiere que se le brinde seguridad
jurídica dentro de un estado de derecho.

Notariado por vocación.

La actividad notarial implica muchas responsabilidades, que es la de dar fe


pública; Esto significa que las actuaciones de un notario público se consideran
válidas, ciertas, reales y exigen conciencia y servicio social, así como alta
honradez.

Notariado de especialidad.

La materia notarial se caracteriza por su continua vinculación con todas las ramas
del derecho que el Estado no está técnicamente capacitado para ejercer. El
notario debe ser una persona jurídica, social y personalmente preparada, cuya
función es garantizar la seguridad jurídica. Debido a que un notario debe conocer
todas las ramas jurídicas, está obligado a mantenerse al día de las últimas
novedades, ya que la redacción de la escritura es responsabilidad suya.

El notariado mexicano.

El sistema judicial latino siempre ha estado presente en la consolidación de su


función y la justificación de su existencia a través del asesoramiento que brinda a
la ciudadanía en diversas materias, convirtiéndose en fuente de confianza jurídica
en proyectos sociales de interés del Estado, como la formalización de la vivienda.
Y el terreno, ya sea en la ciudad o en el campo, donde la obra documentada es
legal, tiene una calidad válida y plenamente probada. Brinda asesoría calificada a
inversionistas, personas físicas, instituciones públicas y ciudadanos en general en
una variedad de asuntos legales ya que brinda seguridad y certeza.

Esto obliga al notario a actualizarse de manera constante, sin dejar atrás su


historia ni su razón de ser, pero vislumbrando el futuro del país, el cual será
diferente a la realidad día con día, y en donde aquél seguirá respondiendo a su
función de dar seguridad jurídica en forma más ágil y expedita, aun mezclado con
otros sistemas jurídicos hasta de carácter anglosajón y con plena conciencia social
y de servicio.

El notario mexicano tiene buena causa y es reconocido en la Ciudad de México


como una entidad social altamente productiva que requiere preparación y
dedicación para su actividad. Por otra parte la LNDF, nos menciona en sus
siguientes artículos.

Artículo 6o. Esta Ley regula el tipo de ejercicio profesional del derecho como oficio
jurídico consistente en que el Notario, en virtud de su asesoría y conformación
imparcial de su documentación en lo justo concreto del caso, en el marco de
equidad y el Estado Constitucional de Derecho y de la legalidad derivada del
mismo, reciba por fuerza legal del Estado el reconocimiento público y social de sus
instrumentos notariales con las finalidades de protección de la seguridad jurídica
de los otorgantes y solicitantes de su actividad documentadora.

Artículo 14. De conformidad con los postulados del Notariado Latino incorporado al
sistema del Notariado local, en cada instrumento y en la asesoría relativa el
Notario deberá proceder conforme a los principios jurídicos y deontológicos de su
oficio profesional; consiguientemente, no podrá tratar a una parte como su cliente
y a la otra no, sino la consideración será personal y profesionalmente competente
por igual desde la buena fe y la asesoría imparcial a cada parte o persona que
solicite su servicio. La violación a este artículo ameritará queja.

Artículo 26. La función autenticadora es la facultad otorgada por la Ley al Notario


para que se reconozca como cierto lo que éste asiente en las actas o escrituras
públicas que redacte, salvo prueba en contrario. La función autenticadora deberá
ejercerla de manera personal y en todas sus actuaciones de asesoría,
instrumentación y juicio, conducirse conforme a la prudencia jurídica e
imparcialmente.

La función notarial es el conjunto de actividades que el notario realiza conforme a


las disposiciones de esta Ley, para garantizar el buen desempeño y la seguridad
jurídica en el ejercicio de dicha función autenticadora. Posee una naturaleza
compleja; es pública en cuanto proviene de los poderes del Estado y de la Ley,
que obran en reconocimiento público de la actividad profesional de notario y de la
documentación notarial al servicio de la sociedad. De otra parte, es autónoma y
libre, para el notario que la ejerce, actuando con fe pública.

EL DERECHO NOTARIAL.

Definición y contenido.

Se puede definir al derecho notarial como la rama autónoma del derecho público
que se encarga de regular y estudiar la institución del notariado y la teoría general
del instrumento público notarial.

El derecho notarial estudia la forma de la forma, es decir, la forma como elemento


de validez de los actos; de esta manera, el contenido del derecho notarial es dual:

 Cuando se avoca al estudio de la institución del notariado es porque existe


interés en la regulación de las relaciones jurídicas que hay entre el notario y
el Estado, la sociedad y su gremio, en la importancia del Colegio de
Notarios y en la vigilancia del Estado sobre el notario como delegado de la
fe pública.
 Cuando estudia al instrumento público notarial, establece reglas o principios
que deben regir a lo que se ha denominado forma de la forma; es decir, le
interesa el estudio de la teoría necesaria para elaborar el documento que
contendrá al acto o hecho jurídico, así como su contenido.

Finalmente, es importante requerir un notario para garantizar la corrección de


la forma del procedimiento legal. En este orden de ideas, la nulidad del acto no
debe confundirse con la nulidad del acto jurídico; Es decir, si un acto lícito es
intrínsecamente verdadero porque contiene lo esencial y es válido, aunque
esté contenido en un verbo vacío, seguirá teniendo todos los efectos que tiene
para los que lo celebran, y pueden presentarlo en la forma que piden. con la
afirmación de vuestra observancia. Sin embargo, si el comportamiento es
inválido, no podrá producir su efecto, aunque sea un comportamiento
formalmente válido.

Naturaleza Jurídica.

Derecho adjetivo: el derecho notarial es un derecho adjetivo y no sustantivo,


debido a que indica procedimientos y formas para llevar a cabo el derecho
sustantivo, el cual señala el derecho en sí (podemos citar al artículo 102 de la
LNDF, que establece el procedimiento para realizar una escritura).

Derecho público: el derecho notarial es una rama del derecho público, el cual
tutela al orden público. El Estado encomienda la función notarial mediante
patente a un particular; es así como este último autoriza en nombre del Estado,
y siempre actuará sujeto a las normas que él imponga y bajo una relación de
vigilancia y supervisión.

EL NOTARIO.

¿Qué es un notario?

El notario es un profesional del Derecho, investido de fe pública por el Estado,


que brinda seguridad jurídica y certeza en los actos y hechos de los que da fe,
manteniendo siempre un alto nivel de profesionalismo, total imparcialidad con
los prestatarios del servicio y plena autonomía en sus decisiones, las cuales
sólo tienen por límite el marco jurídico y el Estado de Derecho.

El notario ejerce su función con independencia del poder público y los


particulares. Es así como recibe, interpreta, redacta y da forma legal a la
voluntad de los comparecientes al plasmarla en un instrumento público y
auténtico, redactado bajo su responsabilidad y que puede ser una escritura
pública, si se trata de dar fe de un acto jurídico; por ejemplo, un contrato; o
bien un acta notarial, si se certifica un hecho jurídico o material, por ejemplo,
una notificación o una fe de hechos.
El notario conserva y reproduce el instrumento, brindando así seguridad y
tranquilidad a la sociedad. También auxilia a las autoridades locales y
federales en el cálculo y cobro de impuestos y derechos; y vigila que se
registren los actos que ante él se otorgan.

La función notarial en el estado.

El notario en el estado es un particular, profesional del derecho, que después


de sustentar diversos exámenes, tanto de aspirante como de oposición, ejerce
la carrera u oficio notarial con objeto de brindar seguridad jurídica y certeza en
las transacciones de las que da fe, siempre con un alto nivel de
profesionalismo, de independencia frente al poder público y los particulares,
una completa imparcialidad para sus clientes y una autonomía en sus
decisiones, las cuales sólo tienen por límite el marco jurídico y el estado de
derecho.

El notario, como se ha dicho, redacta el instrumento notarial bajo su


responsabilidad, lo autoriza, conserva y reproduce, brindando así seguridad y
tranquilidad a la sociedad a la que sirve. También se encarga de auxiliar a las
autoridades locales y federales en el cálculo y entero de impuestos de
derechos; en avisarles de determinadas circunstancias relevantes de los que el
notario tenga conocimiento, y vigila que se cumpla con el procedimiento
registral necesario para que se publiciten los actos que ante él se otorgaron.

El notario como delegado del Estado en la función fedante encuentra su


fundamento en los artículos 4o., 26 y 27 de la LNDF, que a continuación se
transcriben:

Artículo 4o. Corresponde al jefe de Gobierno la facultad de expedir las patentes


de Notario y de aspirante a Notario, conforme a las disposiciones contenidas
en la presente ley.
Artículo 26. La función autenticadora es la facultad otorgada por la Ley al
Notario para que se reconozca como cierto lo que éste asiente en las actas o
escrituras públicas que redacte, salvo prueba en contrario.

La función autenticadora deberá ejercerla de manera personal y en todas sus


actuaciones de asesoría, instrumentación y juicio, conducirse conforme a la
prudencia jurídica e imparcialmente.

La función notarial es el conjunto de actividades que el notario realiza conforme


a las disposiciones de esta Ley, para garantizar el buen desempeño y la
seguridad jurídica en el ejercicio de dicha función autenticadora.

Posee una naturaleza compleja: es pública en cuanto proviene de los poderes


del Estado y de la Ley, que obran en reconocimiento público de la actividad
profesional del notario y de la documentación notarial al servicio de la
sociedad. De otra parte, es autónoma y libre, para el notario que la ejerce,
actuando con fe pública.

Artículo 27. Siendo la función notarial de orden e interés públicos, corresponde


a la Ley y a las instituciones que contempla procurar las condiciones que
garanticen la profesionalidad, la independencia, la imparcialidad y autonomía
del Notario en el ejercicio de la fe pública de que está investido, a fi n de que
esta última pueda manifestarse libremente, en beneficio de la certeza y
seguridad jurídicas que demanda la sociedad y sin más limitaciones ni
formalidades que las previstas por la Ley.

En consecuencia, las autoridades administrativas y judiciales proveerán lo


conducente para hacer efectiva y expedita la independencia funcional del
Notariado, auxiliándole de la misma forma, cuando así lo requiera el Notariado,
para el eficaz ejercicio de sus funciones.

La función notarial es, entonces, de orden e interés públicos, y así se establece


en el artículo 1o. de la LNDF:
Artículo 1o. El objeto de esta Ley es regular, con carácter de orden e interés
público y social, la función notarial y al notariado en el Distrito Federal.

Las normas de orden público son irrenunciables y, por tanto, su violación


acarrea la nulidad de los actos, de acuerdo con lo establecido por los artículos
6o., 8o. y 2225 del Código Civil para el Distrito Federal (CCDF), que a la letra
dicen:

Artículo 6o. La voluntad de los particulares no puede eximir de la observancia


de la ley, ni alterarla o modificarla. Sólo pueden renunciarse los derechos
privados que no afecten directamente al interés público, cuando la renuncia no
perjudique derechos de tercero.

Artículo 8o. Los actos ejecutados contra el tenor de las leyes prohibitivas o de
interés público serán nulos, excepto en los casos en que la ley ordene lo
contrario.

Artículo 2225. La ilicitud en el objeto, en el fin o en la condición del acto


produce su nulidad, ya absoluta, ya relativa, según lo disponga la ley.

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