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Ya en este momento se pueden distinguir tres fases en la política agraria nacional para el periodo
estudiado, los cuales son:
Con la muerte de Obregón, bajo mucho el impulso del reparto agrario viéndose
muy notable el disminuyo. Plutarco Elías Calles se convenció de que había sido
suficiente, y que era momento de cambiar la perspectiva con relación al campo, la
justicia social había hecho su trabajo, lo cual miro que era necesaria una
evaluación netamente económica, que demostraba que el ejido no era redituable
para la salud financiera del Estado.
Esto nos permitirá explicar los conflictos de interés entre el sector del poder estatal
y el gobierno federal, y cómo esta distribución depende de las fluctuaciones de la
relación central del estado. La división de fincas era un asunto del gobierno local,
por lo que la Comisión Nacional Agraria (CNA) no podía revocar la orden del
gobernador; Pero en el caso del financiamiento ejidal, todas las decisiones del
gobernador son opuestas por las agencias federales.
El reparto ejidal fue una herramienta que fue aliada de los campesinos al sistema,
no basto para solucionar los graves problemas del campo. Desde el punto de vista
económico, la reforma agraria está condenada al fracaso, porque los agricultores
necesitan no sólo tierras para la producción, sino también una infraestructura
agrícola completa que permita el uso pleno del agua, aplique mejores técnicas
agrícolas, y esto les permitirá acceder a recursos más adecuados, herramientas
para la producción.
“La tierra es de quien la trabaja”. De acuerdo con esta premisa, el gobierno que
surgió después de la revolución prometió una nueva distribución de la riqueza,
pero aún después de años de luchas armadas, no solo trabajó por ella, sino que
luchó por ella. Y esta guerra ya no está sitiada. Es una lucha confusa, llena de
distorsión y rincones oscuros, llena de fraude, restricciones y corrupción. Por lo
tanto, estaba en una disputa legal.
En algunos de los casos más graves, el desconocimiento de la ley es tal que los
campesinos no saben que tienen derecho a reclamar la tierra. Los primeros años
de la reforma agraria fueron difíciles, y algunos parlamentarios y organizaciones
locales como el Partido Liberal y el Partido Laborista estuvieron entre los pocos
que intentaron persuadir a los agricultores para que exigieran sus nuevos
derechos. Pero incluso en las sociedades deseadas hay corrupción y hay gente
que usa sus posiciones para lucrar con la tierra.
Los gobernantes por su parte, mantuvieron una posición muy ambigua sobre la
cuestión de la tierra, cuyo apoyo dependía del clima político de las masas
campesinas. Además, el operador local no puede perturbar gravemente las
relaciones con los grandes terratenientes, ya que la incertidumbre política y
económica del país les impide asumir tales riesgos. Como resultado, se han
utilizado varios destinatarios legales para desalentar los sentimientos de algunos
terratenientes cercanos al gobierno estatal: falta de dar a la comunidad la billetera
política necesaria para registrarse en ejidos, certificación de “unidades agrícolas
en acción” a diferentes fincas e incluso recursos no especificados en qué medida
la llamada riqueza funciona pequeño actúa como un retraso y un obstáculo para la
reparación. Realmente en el campo.
Pero la política agrícola del estado tuvo que lidiar con los planes del ejecutivo
nacional, cuyos intereses diferían y iban más allá de los lazos familiares o de
amistad con la clase especial. La consolidación del nuevo estado requería bases
sólidas que sólo podían obtenerse integrando al sistema a la mayoría de la
población; Como resultado, la prioridad de la Comisión Nacional fue ganarse a los
partidarios del régimen, lo que, en algunos casos, generó conflictos de interés
entre los gobernantes y el ejecutivo federal.
Pero la reforma en el campo fue mucho más que sólo una redistribución de la
propiedad, pues se trató de una excelente estratagema política para legitimar y dar
poder al nuevo gobierno. Aunque desde el punto de vista económico fue un
rotundo fracaso ya que los proyectos acerca de crear una agricultura ejidal
competitiva y ligada a la exportación nunca despegaron por falta de inversión y
tecnología, en el terreno político y social desempeñó una gran tarea: aglutinar al
campesinado en una masa lista para ser movilizada por el gobierno; lo que no
quiere decir que esta población rural fuera pasiva, sino que también supo
aprovechar la coyuntura y se hizo de aquello que más anhelaba: tierra. Las
tensiones entre cada uno de estos bandos y las concesiones que tuvieron que
hacer es lo que aquí trataremos de explicar.
Además, este período sirvió en el ámbito nacional y estatal para darle fuerza a un
grupo considerado como fuente de la oposición o mediatización que se haría a las
futuras reformas constitucionales, en especial, a la reforma agraria: el Partido
Católico Nacional.
En este período hubo un intento por legislar respecto a la cuestión agraria, cuando
el 3 de diciembre de 1912, Luis Cabrera presentó un Proyecto de Ley Agraria;
donde se proponía llevar a cabo los siguientes puntos: "destruir el peonismo,
acabar con el hacendismo y la competencia ventajosa que la gran propiedad rural
ejerce sobre la pequeña; y obviamente, la creación de ejidos, como medida
urgentísima en el orden político." Esta última disposición se basaba en la
seguridad de que el sólo anuncio de que el gobierno procedería al estudio de la
reconstitución de los ejidos, tendría como consecuencia política la concentración
de población en los pueblos, y por lo tanto, facilitaría el dominio militar del país.
Sin embargo, este proyecto no fue más allá del papel, mucho menos tras el golpe
de Estado de Victoriano Huerta en febrero de 1913, el cual desató la segunda
parte de la lucha armada. Esta etapa sirvió para hacer radicalizar algunas
demandas populares, como el fin del cacicazgo y de las tiendas de raya, así como
la elección popular de las autoridades y la autonomía municipal.
Una de las primeras acciones del gobierno carrancista, y sin duda la más
importante, fue la creación de una nueva Carta Magna, la cual legitimaba las
acciones de los revolucionarios llegados al poder y encerraba entre sus artículos,
esencialmente en el 3o., 27 y 123, importantes reformas. La legislación agraria
que dio pie a la reforma constitucional de 1917 comenzó oficialmente con la Ley
del 6 de enero de 1915, que señalaba como principal objetivo aliviar la necesidad
campesina de autonomía a través de la restitución y dotación de tierras, ya que el
despojo de terrenos era "una de las causas más generales del malestar y
descontento de las poblaciones agrícolas de este país." Para solucionar esta
situación, el entonces Primer Jefe, Venustiano Carranza, propuso dotar de tierras
a aquellas comunidades y pueblos que carecían de ella para que así "pudieran
desarrollar plenamente su derecho a la vida, y para que, al fin, se sacudieran de la
servidumbre económica a la que estaban reducidos".
Para llevar a la práctica esta ley se crearon la CNA y sus equivalentes locales,
principales organismos de la posterior reforma. Así, en 1915 se declaraban nulas
todas las enajenaciones de tierras, aguas y montes pertenecientes a los pueblos,
hechas en contravención de la Ley de 25 de junio de 1856; así como las
concesiones o ventas hechas por cualquier autoridad federal desde el 1o. de
diciembre de 1876 hasta la fecha. Sin embargo, el punto crucial de la Ley del 6 de
enero de 1915 radicaba en su artículo 3o., el cual decía literalmente:
Fue este artículo, escrito en medio de la lucha de la lucha armada entre las
diversas facciones revolucionarias, el que sentó las bases de la reforma agraria.
Cuando los carranianos salieron victoriosos, aunque atraídos por cambios
menores que no amenazaban los intereses de la clase poseedora, se vieron
perjudicados por la urgente necesidad de tierras del pueblo y la decisión de
intención de satisfacer a quienes exigían "justicia revolucionaria" a través del
pueblo llano Artículo 27 de la constitución.
En tal artículo se establecía que “la propiedad de las tierras y aguas comprendidas
dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la
Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los
particulares, constituyendo la propiedad privada." Al igual que su precedente del 6
de enero de 1915, declaraba nulas las enajenaciones, concesiones y ventas de
tierras realizadas por el régimen porfirista; y en el décimo apartado se transcribía
íntegro el artículo 3o. de la ley expedida por Carranza.
Aunque existe una guía de los trámites necesarios para la donación y devolución,
quedan muchos problemas en el derecho agrario. Por ejemplo, para los pequeños
bienes, utopía económica, social y política del sistema de entonces, fijada en una
superficie de cien hectáreas de riego o su equivalente en otro tipo de terrenos; Sin
embargo, posteriormente se decidió que "cada estado, territorio y distrito federal
determinará la cantidad máxima de tierra que un individuo puede poseer".
Para los legisladores zacatecanos era más importante proteger la producción que
otorgar tierras a los pueblos desposeídos, de ahí que declararan sin tapujos que
"en la ley se ha tenido especial cuidado de garantizar la preferencia a favor de los
propietarios. Lo que no implica que se olvidaran por completo del reparto de
tierras, pues partían del supuesto de que el acceso a la tierra liberaba a los
pueblos de los propietarios, dándoles libertad económica: "base indefectible de las
demás libertades sociales y muy particularmente de la libertad política. Es decir,
además de resolver esa libertad fundamental un problema económico, crea la
nacionalidad formando ciudadanos que garanticen un regular funcionamiento
democrático.
Así, las diferencias regionales del país, que no fueron tomadas en cuenta cuando
se promulgó la nueva Constitución, impidieron consolidación de un plan integral
para el mejoramiento de la agricultura como pilar de la economía nacional, pues si
bien, como se ha dicho, se permitió modificar la ley agrícola en interés de cada
país, esto solo provocó una ruptura y , por el contrario, serias diferencias entre las
orientaciones generales de reforma y la situación local de cada estado.
La Reforma Obrera y Agraria que nuestra Constitución lleva en sus páginas, son
hermosas como pensamientos; pero esto no satisface al pueblo que trabaja como
endemoniado para enriquecer a unos cuantos, para recibir en cambio mal trato,
miseria, hambre y muchas otras cosas ignominiosas e insoportables.
Y es cierto que en los primeros años de la reforma faltaba una línea política
concreta, porque la CNA no se fijaba objetivos claros, e incluso cuando se
utilizaban conceptos básicos como ejido había confusión. En las publicaciones de
la Comisión Nacional, se puede apreciar que el significado legal de ejido es muy
similar al de las disposiciones ilegales, donde se dota a las ciudades de un terreno
para el pastoreo de sus familias. Dándoles una herencia legal, que es el terreno en
el que pueden construir sus viviendas. Parece que el gobierno carrancista quiere
volver a esta forma de ejido, proveyendo a las ciudades de lo que se necesita de
manera sencilla y sin afectar a los latifundios, ya que estos son los proveedores de
granos del país.
Con estas declaraciones, Obregón fue cauteloso y dejó claro a los terratenientes
que no emprendería una cruzada contra ellos, sino su objetivo es una agricultura
competitiva y productiva basada en pequeños agricultores. Asimismo, aclaró que
agilizará el pago de los salarios de los ejidos, anulando el proceso político, informó
Roque Estrada, representante del gobierno de Zacatecas. En defensa de la ley
agraria y representación del Partido Liberal Progresista de Zacatecas, en carta de
19 de diciembre de 1919.
Sin embargo, en las miras del presidente sería la pequeña propiedad la que traería
el progreso al país, por lo que en el Reglamento Agrario del 17 de abril de 1922
bajo el cual se regiría el proceso de restitución, dotación y ampliación de ejidos de
aquí en adelante se declaraba como inafectables a las propiedades no mayores
de 150 hectáreas de riego, de 250 de buen temporal y de 500 hectáreas de otras
clases. En el artículo 3o. de este Reglamento, se daba marcha atrás en algunos
aspectos enunciados en la Ley de Ejidos emitida sólo dos años antes; por
ejemplo, se declaraba que "los núcleos de población comprendidos dentro de las
haciendas que no tengan definida alguna de las categorías políticas que señala el
artículo 1o. (pueblos, rancherías, congregaciones, con dueñazgos, comunidades)
y cuyas fincas hayan sido construidas con el propósito de alojar a los trabajadores
dedicados a la explotación de las mismas, no tendrán derecho a ejidos.
Obregón definió mejor la política agraria, pero no contaba aún con el poder
necesario como para vigilar que su programa fuera respetado; fue por ello que en
algunos estados se dieron los llamados "experimentos socialistas". Sin embargo,
Zacatecas no se unió a esta tendencia, pues su gobernador era más bien de tinte
conservador y aliado a los terratenientes, y además estaba muy ocupado con las
constantes luchas al interior de su propio gobierno. La estabilidad política no era
algo muy común, ni siquiera dentro de las organizaciones campesinas, por lo que
el 9 de mayo de 1923 el PNA sufrió un cisma, de donde se escindió un grupo de
aquellos cansados de la "dictadura" de Soto y Gama, quienes formaron la
Confederación Nacional Agraria, cuya política no se distinguió sustancialmente del
PNA. Entre sus fundadores estaban Mendoza López, Molina Enríquez y el general
Gildardo Magaña.
Se producirá otra escisión, pero de mayor tamaño y que supone un duro golpe
para la consolidación del nuevo orden.
Durante estos años se expidieron varias leyes que pretendían poner orden dentro
de la maraña legal que se refería a la reforma agraria. Casi al final de 1925 se
aprobó la Ley de Patrimonio Familiar Ejidal, la que señalaba la naturaleza exacta
de los ejidos: "tan pronto como al ejidatario le era asignada su parcela, disfrutaba
de un derecho de usufructo inalienable, pero no podía vender, hipotecar o
arrendar a ninguna persona." El 9 de enero de 1926 se promulgó la Ley de Riego,
destinada a fomentar la pequeña propiedad, y que declaraba que las tierras
abiertas al cultivo por medio del riego público deberían dividirse en lotes familiares
asignados no a ejidatarios ni a grandes propietarios, sino al campesino medio.
Finalmente, el 23 de abril de 1927 se expidió la Ley de Restitución y dotación de
tierras y aguas, en un intento de construir un código agrario, pues la confusión que
existía sobre el tema había propiciado largos juicios y hacía que la tenencia fuera
insegura tanto para los hacendados como para los ejidatarios.
A pesar de todo esto, el gobierno callista no tenía todos los hilos en la mano, ya
que en Zacatecas, por ejemplo, había llegado a la gubernatura Aureliano
Castañeda, alguna vez miembro del Partido Católico Nacional, y quien se había
mostrado simpatizante del general Ángel Flores el candidato de la derecha en la
campaña presidencial de 1924 por considerarlo menos radical en cuestiones como
el reparto agrario. Asimismo, este gobernador buscó eliminar a la oposición en
todos los ayuntamientos del estado, poniendo especial énfasis en la remoción de
aquellos afiliados al Partido Laborista, brazo político de la CROM.
También se declaró que sólo transcurridos diez años de la fecha en que, por
resolución presidencial, un poblado hubiera recibido tierras o aguas por dotación o
restitución, podría tramitarse un nuevo expediente.
Las acusaciones a los callistas estuvieron a punto de provocar otra guerra civil,
por lo que Calles prefirió sacrificar a algunos de sus seguidores, entre ellos a Luis
Morones, líder de la CROM, quien se adhirió tardía y recelosamente a la
candidatura del caudillo y que llegó a ser acusado de ser el autor intelectual del
crimen. Calles, asediado por el descontento, finalmente aceptó "hacer las paces"
con Roma, con lo que la intensidad del conflicto cristero comenzó a decrecer. Sin
embargo, todo este clima de incertidumbre sirvió para la creación de una
institución que lograría cierta estabilidad y le daría continuidad al régimen: el
Partido Nacional Revolucionario (PNR).
El año de 1929 terminó con la victoria del gobierno federal, tanto en las elecciones
como en la lucha armada; tal como Portes Gil preveía, hubo fuertes amenazas,
pero fueron superadas y el régimen salió fortalecido. Pascual Ortiz Rubio, con la
bendición de Calles, asumía la presidencia del país el 5 de febrero de 1930.
Enseguida, el 27 de marzo se expidió un decreto en que se señalaba que la tierra
comprendida en los proyectos de riego era declarada de utilidad pública, por lo
que los propietarios debían vender sus terrenos a la Comisión Nacional de
Irrigación; este decreto tenía como finalidad establecer la pequeña propiedad en
estas superficies.
Hasta este momento, el problema agrario había sido visto solamente como una
solución parcial y temporal para las clases rurales, como un complemento de su
trabajo en las haciendas; pero, la realidad exigía que se tratara como una forma
de vida para el campesino, como la base de una nueva agricultura y una nueva
sociedad rural. Y así, con esto en mente, fue que el régimen de Lázaro Cárdenas
inició su programa de Reforma Agraria. Los años confusos y de experimentos
habían terminado, los primeros pasos ya estaban dados.
Hubo quien vio al reparto de ejidos como una fase intermedia entre el régimen
latifundista y una agricultura moderna, en la que el campesinado obtendría
conciencia de la propiedad y buscaría más tarde convertirse en un pequeño
propietario. El modelo agrícola estadounidense impactó a los gobiernos
postrevolucionarios, y la creación de farmers era el sueño de aquellos que
visualizaban un México poblado de múltiples granjas que impulsarían nuevas
técnicas de cultivo y estarían enfocadas a la exportación. Algunas voces se
alzaron advirtiendo que la simple entrega de tierras no iba a producir ningún
cambio cualitativo en la agricultura nacional, sugiriendo un plan integral, donde se
les otorgara a los campesinos un sistema de crédito que les permitiera el acceso a
las nuevas tecnologías del campo, pues sólo así se lograría elevar la
productividad; sin embargo, fueron pocos y escasamente escuchados aquellos
que planteaban dichas ideas.
Hoy, luego de una nueva reforma en este campo, podemos evaluar con mayor
claridad los logros y fracasos de la revolución mexicana en la vía agrícola, y
concluir que la suerte de los ejidos no ha cambiado, como dicen algunos, la
situación económica del país. , pero hubo una transformación a nivel de la psique.
Los campesinos fueron asimilando poco a poco el concepto de propiedad, no para
montar una finca o intentar ampliar sus tierras, sino en un lugar al que pudieran
volver; Una casa propia, un terreno que apenas les da para comer pero que se
niegan a vender tras la reforma ejidal de 1992.
Pero no sólo fueron las relaciones políticas las que dictaron la marcha del reparto
ejidal, pues los campesinos, al igual que los gobernantes o los hacendados, no
respondieron de manera uniforme a la reforma agraria. Si bien la mayoría aspiraba
a tener una parcela propia, hubo otros que vieron en esto una traición a quien les
había brindado seguridad y protección, por lo que renunciaron a su derecho de
exigir tierras.
Hacia 1934 el Gobierno federal trató de dar por finalizada la "primera etapa" de la
reforma agraria con la esperanza de que la pequeña propiedad se convirtiera en el
eje de la economía rural, para con ello crear una industria agropecuaria
competitiva y capaz de exportar. Muy pronto se vería que el gobierno
postrevolucionario estaba equivocado y que sus planes respecto al campo se
vendrían abajo, el ejido se convirtió en la forma predominante de tenencia de la
tierra y la agricultura fue quedando cada vez más rezagada en el ramo económico,
hasta convertirnos en un país importador de granos básicos. La explicación de
este fracaso no se le debe achacar, sin embargo, sólo al manejo político de la
reforma agraria, sino más bien a un desconocimiento de los gobernantes sobre el
territorio y, más importante, sobre el pueblo mexicano.
Fue el comienzo de una nueva historia, donde ejido significa muchas cosas, según
quién lo notó y cuándo; En un estado como Zacatecas, con su clima árido y poco
apoyo a la agricultura, es difícil explicar por qué las miles de personas que viajan
al norte cada año regresan en época de siembra con la esperanza de que ahora
llueva. Sabían muy bien que el campo solo no sería suficiente para alimentar a su
familia, pero se aferraron a su tierra. Si este “amor por la tierra” es impulsado por
promociones reales, no por programas electorales, el sistema agrícola
estadounidense puede no ver la luz del día, pero la agricultura rentable puede
convertirse en una opción de negocio real, porque el campo es un símbolo o un
deseo. , pero no una actividad económica a la que un agricultor pueda dedicarse y
vivir de ella con dignidad.
EVOLUCION DEL NOTARIADO EN MEXICO.
Época Precolonial.
Muchos de los pueblos que habitaron las Américas antes de 1492 (la llegada de
los españoles) compartían una visión cultural común del mundo. Su desarrollo
cultural se refleja en sus conocimientos astronómicos, arquitectónicos, agrícolas y
comerciales. Entre estos pueblos, los aztecas se distinguieron por la lucha, y
durante sus conquistas impusieron su forma de vida y sobre todo sus instituciones.
Antes del descubrimiento de América, no existía escribano público en Tenochtitlan
tal como la entendemos hoy. Hay un personaje llamado tlacuilo, que, como el
escritor de letras egipcias, es diestro en la escritura y el dibujo; Es decir, fue el
artesano azteca quien dejó huellas de los hechos a través de pendones y placas,
que se conservan en la memoria. El término tlacuilo se deriva de tlacuiloa, que
significa escritura o dibujo. Un ejemplo de esto se puede encontrar en la segunda
parte del Codex Mendocino llamada The Tribute Map. 1. Los ceros recogidos por
los tlacuilos suman unos quinientos, de los cuales sólo dieciséis pertenecen a la
época prehispánica.
Época Colonial.
Las Siete Partidas señalan dos clases de escribanos: los de la corte del rey y los
escribanos públicos. Las Leyes de Indias señalan escribanos públicos, reales y de
número. El término escribano público se entendía en dos sentidos: uno se refería
a su función pública y el otro a su cargo. En 1573, ya concluida la Conquista, se
creó la primera organización de escribanos de la Nueva España con el nombre de
Cofradía de los Cuatro Santos Evangelistas. Fue hasta 1792 cuando se erigió el
Real Colegio de Escribanos de México. Al año siguiente se creó la Academia de
Pasantes y Aspirantes de Escribanos. Fue por medio de cédulas, leyes y decretos
como se logró una evolución de la actividad notarial en esa época. Este colegio,
junto con el de abogados, constituyen las instituciones de profesionales más
antiguas de América.
Época Independiente.
El cobro de honorarios por la prestación del servicio estaba sujeto al arancel que
se expidió el 12 de febrero de 1840. En esta época existían tres clases de
escribanos: nacionales, públicos y de diligencia. En una circular del 27 de octubre
de 1841 se dictaron medidas sobre la conservación y seguridad de los protocolos
de los escribanos, por interesarse en la protección de las fortunas de los
ciudadanos. En 1843 fueron aprobadas las Bases Orgánicas de la República
Mexicana y se expidieron varios decretos sobre la organización de los juzgados
del ramo civil y criminal del Distrito Federal. En el del 30 de noviembre de 1846 se
hizo referencia a los escribanos públicos y de diligencia en materia civil, y se les
integra o adscribe a los juzgados, como señala la Ley para el Arreglo de la
Administración de Justicia en los Tribunales y Juzgados del Fuero Común de
1853. Debían recibirse y matricularse en el Colegio de Escribanos de México.
Recibirse significaba que debían aprobar dos exámenes y, posteriormente, el
Supremo Gobierno extendía el título y debían incorporarse al Colegio de
Escribanos; su número lo fi jaba el Supremo Tribunal. El artículo 309 señalaba los
requisitos.
Artículo 1o. Los oficios públicos de escribanos que en la capital del Imperio existen
hasta hoy legalmente con el nombre y el carácter de vendibles y renunciables, se
denominarán en lo sucesivo notarías públicas; y en ellas solamente podrán existir
y llevarse protocolos o registros en que se extiendan los instrumentos públicos de
cualquier clase. Los dueños y encargados de las notarías se llamarán notarios
públicos del Imperio.
La ley define las oficinas notariales como “oficinas en las que ejercen sus
funciones los oficiales religiosos, reconocidos e incorporados al sindicato”. (Art
35).
Para convertirse en notario o actuario, debe ser abogado. Los notarios pueden
ejercer excepto dentro del Distrito Federal; fuera de él no tenían fe pública y los
instrumentos carecían de validez. Mientras no se les designara un local en el
Palacio de Justicia, se les permitía instalar sus despachos fuera de sus casas, en
un paraje céntrico.
La Ley del Notariado para el Distrito Federal y Territorios de 1945, vigente a partir
de marzo de 1946, se componía de 194 artículos divididos en dos títulos. Regía al
notariado como una función de orden público a cargo del Ejecutivo de la Unión,
que a través del Departamento del Distrito Federal la encomendaba a
profesionales del derecho que obtuvieran la patente de notario; correspondía al
Ejecutivo dictar todos los reglamentos necesarios para regular la actividad notarial.
Como institución.
La institución del notariado se forma tanto por notarios como por autoridades o
entes tales como la Consejería Jurídica del Gobierno del Distrito Federal, el
Colegio de Notarios, el Archivo General de Notarías, el Registro Público de la
Propiedad o los Organismos Públicos de Vivienda, que con determinados
elementos materiales tienden a la realización de su fin último y común: brindar
seguridad jurídica mediante la dación de fe.
Notariado de especialidad.
La materia notarial se caracteriza por su continua vinculación con todas las ramas
del derecho que el Estado no está técnicamente capacitado para ejercer. El
notario debe ser una persona jurídica, social y personalmente preparada, cuya
función es garantizar la seguridad jurídica. Debido a que un notario debe conocer
todas las ramas jurídicas, está obligado a mantenerse al día de las últimas
novedades, ya que la redacción de la escritura es responsabilidad suya.
El notariado mexicano.
Artículo 6o. Esta Ley regula el tipo de ejercicio profesional del derecho como oficio
jurídico consistente en que el Notario, en virtud de su asesoría y conformación
imparcial de su documentación en lo justo concreto del caso, en el marco de
equidad y el Estado Constitucional de Derecho y de la legalidad derivada del
mismo, reciba por fuerza legal del Estado el reconocimiento público y social de sus
instrumentos notariales con las finalidades de protección de la seguridad jurídica
de los otorgantes y solicitantes de su actividad documentadora.
Artículo 14. De conformidad con los postulados del Notariado Latino incorporado al
sistema del Notariado local, en cada instrumento y en la asesoría relativa el
Notario deberá proceder conforme a los principios jurídicos y deontológicos de su
oficio profesional; consiguientemente, no podrá tratar a una parte como su cliente
y a la otra no, sino la consideración será personal y profesionalmente competente
por igual desde la buena fe y la asesoría imparcial a cada parte o persona que
solicite su servicio. La violación a este artículo ameritará queja.
EL DERECHO NOTARIAL.
Definición y contenido.
Se puede definir al derecho notarial como la rama autónoma del derecho público
que se encarga de regular y estudiar la institución del notariado y la teoría general
del instrumento público notarial.
Naturaleza Jurídica.
Derecho público: el derecho notarial es una rama del derecho público, el cual
tutela al orden público. El Estado encomienda la función notarial mediante
patente a un particular; es así como este último autoriza en nombre del Estado,
y siempre actuará sujeto a las normas que él imponga y bajo una relación de
vigilancia y supervisión.
EL NOTARIO.
¿Qué es un notario?
Artículo 8o. Los actos ejecutados contra el tenor de las leyes prohibitivas o de
interés público serán nulos, excepto en los casos en que la ley ordene lo
contrario.