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La consolidación del Estado Argentino

El actual territorio argentino es el resultado de múltiples proyectos y acciones que


surgieron a lo largo de la historia. Las diferentes conformaciones territoriales que tuvieron
lugar a lo largo del tiempo no constituyen una herencia natural, sino que son expresión de
una historia en la que hombres y mujeres actuaron en función de contextos políticos,
sociales y culturales particulares. La organización política del territorio expresa las
desiguales relaciones de poder que se establecieron entre los actores sociales. Conocer la
historia de la formación territorial permite entender cómo llegamos a ser un Estado y una
nación particular, así como comprender más profundamente nuestro presente.

Periodo 1810-1816

El proceso revolucionario abierto en mayo de 1810, que culminó con la


independencia política en julio de 1810, se desencadenó a partir del derrumbe de la
monarquía española. Ante esta crisis, el problema de la representatividad política era clave:
cautivo el rey Fernando VII, era necesario establecer quién gobernaba y en nombre de
quién. En el ámbito del Río de la Plata, la revolución se apoyó en la milicia urbana surgida
en Buenos Aires con motivo de las invasiones inglesas de 1806 y 1807. El triunfo
revolucionario se vinculó profundamente a ese poder militar que, en otras partes de las
colonias hispanoamericanas, tuvo menos peso. En ocasión de este acontecimiento externo,
por primera vez, vecinos de Buenos Aires y de la campaña armaron cuerpos milicianos.

Esas fuerzas voluntarias y precariamente organizadas se convirtieron luego en


milicias urbanas bien organizadas y compuestas, en su mayoría, por criollos. De los cuadros
oficiales saldrá la dirección revolucionaria, y a ellos se unirán quienes lograron elaborar una
opinión política sobre la ruptura colonial. El nombre del jefe del primer regimiento criollo,
Cornelio Saavedra, fue invocado por la muchedumbre reunida en la Plaza Mayor del 25 de
mayo, para presidir la Junta de Gobierno. A partir de ese momento, se recorrerá un largo y
complejo camino hasta alcanzar la unidad territorial.

Las transformaciones territoriales durante la independencia

La ruptura colonial creó, ante todo, un vacío de poder, por lo que la etapa
independentista fue muy difícil. La organización política se fue elaborando colectivamente
en torno a dos puntos principales: cómo resolver el ordenamiento político administrativo
anterior y cómo armar, sobre ese marco territorial indefinido heredado del Virreinato del Río
de la Plata, un proyecto de Estado y nación.

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El problema desencadenado por la crisis del régimen español no se agotaba en su
dimensión política y en la cuestión relativa a la soberanía de las colonias. A partir de la
Revolución de Mayo, las relaciones de fuerza en el plano económico también se
trastocaron.

En la etapa abierta en 1810 se produjeron muchas transformaciones territoriales. A


partir de las ciudades fundadas, se entretejió la organización política y comenzaron a
formarse las primeras provincias. Cuando se independizaron las intendencias de Buenos
Aires, Córdoba y Salta, se formaron las provincias de Jujuy, Salta, San Juan, San Luis,
Santiago del Estero, Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe. Sus límites se fueron
modificando hasta que quedaron fijados los actuales.

El enfrentamiento entre las provincias retrasó la unificación del país y la constitución


de un Estado nacional. Por un lado, había diferencias políticas: las provincias no se ponían
de acuerdo sobre qué forma de gobierno debía adoptar el Estado.

Por el otro lado, se enfrentaban distintos intereses económicos, Al perderse Potosí,


como resultado del desmembramiento del Virreinato, Buenos Aires perdió el 80% de sus
exportaciones, basadas en la plata potosina. De ahí en adelante, las exportaciones
pecuarias fueron reemplazando las de ese metal. La expansión de la ganadería,
especialmente en la provincia de Buenos Aires, se convirtió en el pilar de las
transformaciones económicas. Esta situación acentuaba las diferencias entre Buenos Aires,
el Litoral (Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos), que también comerciaba productos
ganaderos, pero al hacerlo a través del puerto de Buenos Aires no obtenía tantos ingresos,
y el resto de las provincias, que tenían dificultades para comercializar sus productos porque
competían con los que llegaban de Europa.

La integración del territorio

Luego de la Revolución, las provincias se constituyeron en Estados independientes


y soberanos. Sin embargo, no podían mantenerse por separado por lo que firmaron el Pacto
Federal en 1831.

El camino de unificación del territorio fue complejo. En 1853 se sancionó la


Constitución Nacional. La adopción de la misma implicó aceptar la soberanía del gobierno
nacional y la subordinación de todas las provincias a un poder político efectivo. Sólo a partir
de aquella fecha los conflictos civiles pudieron dirimirse en un marco institucional más
sólido, aunque no completo dado que Buenos Aires decidió no formar parte de la

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Confederación Argentina. Este hecho mostró los intereses económicos en juego y puso de
relieve cómo la unidad política y la integración material del territorio estaba condicionada
por las desigualdades económicas provinciales.

La separación de Buenos Aires privaba a la Confederación de su única fuente de


recursos ya que la aduana del puerto concentraba el 90% de las rentas públicas de todo el
territorio y era la única fuente de ingresos provenientes del exterior. El puerto y la aduana
fueron instrumentos de poder que permitieron a Buenos Aires ejercer la hegemonía
económica y política sobre el resto de las provincias.

Por entonces, había dos visiones opuestas respecto de la política económica que
debía seguirse: proteccionismo versus librecambio. Las provincias del interior estaban a
favor de proteger sus producciones de la competencia externa, ya que contaban con una
economía más diversificada. Mientras que el Litoral propiciaba el librecambio, ya que su
economía se basaba en la ganadería que vendía al mercado externo. La política económica
de Buenos Aires consistió en defender a ultranza el liberalismo, ya que la producción
ganadera estaba integrada en el mercado externo y, de esta manera, retenía los ingresos
de la única aduana habilitada del país. Los seguidores de esta perspectiva proponen una
economía que debe desenvolverse sin trabas para equilibrarse, el establecimiento de
relaciones comerciales libres con los demás países del mundo y un Estado que sólo
intervenga para garantizar el orden jurídico y político, el respeto a las libertades individuales
y la propiedad privada.

La Confederación realizó acuerdos comerciales con otros países y favoreció la


inmigración de familias europeas, que fundaron colonias agrícolas. El puerto de Rosario fue
adquiriendo cada vez más importancia y esto aumentó las tensiones con Buenos Aires. En
1859 se produjo la batalla de Cepeda, en la que Mitre (por Buenos Aires) fue derrotado. El
triunfo de Urquiza (Confederación) permitió en 1860 anexar definitivamente a Buenos Aires
y nacionalizar su aduana. En este momento se inició el proceso definitivo para la formación
del Estado argentino.

La Consolidación del Estado Argentino - El avance hacia otras regiones

Luego de la Independencia y hasta mediados de siglo XIX, se podían diferenciar dos


grandes áreas: una formada por los territorios indígenas y la otra, por los territorios
provinciales.

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Los territorios indígenas eran los de ocupación más antigua. Algunos de estos
pueblos fueron rápidamente sometidos por los conquistadores, pasando a formar parte del
territorio colonial ocupado de forma efectiva. Otros, en cambio, se resistieron y sus tierras
quedaron fuera de la ocupación del área española. La zona de transición entre estas se
conoce como “zona de frontera”. Al norte se encontraba la frontera del Gran Chaco y al sur,
la del “desierto”.

La expansión ganadera continuó, mientras que la agricultura inició su crecimiento.


Estas actividades se organizaron en torno a un recurso importante y abundante: la tierra.
Por eso, veremos cómo la apropiación de tierras comenzó a ser un tema de interés para
quienes tenían en sus manos el ordenamiento político del país.

Entre 1850 y 1880, el país asistió a una transición que gestó las bases económicas
y políticas del modelo agroexportador. El nuevo modelo necesitaba imperiosamente una
acumulación territorial significativa. El gobierno nacional, apoyado por las clases más
poderosas, organizó campañas para someter a las poblaciones indígenas y apropiarse de
sus tierras. El objetivo principal era incorporar esos territorios a la producción y sumar a la
población indígena como mano de obra.

Las campañas más importantes fueron llamadas Campaña del desierto, hacia el sur,
y Campaña del Chaco, hacia el norte. La primera fue llevada a cabo por Julio A. Roca en
1879. Durante esta campaña, se promovió la idea de que esas tierras eran un desierto,
cuando en realidad algunas de ellas eran tierras productivas y estaban ocupadas por
pueblos indígenas. La segunda estuvo a cargo de Benjamín Victorica en 1884.

Para administrar estas nuevas tierras, ese año, el Estado creó los territorios
nacionales. Estas nuevas unidades eran divisiones administrativas que dependían
directamente del Poder Ejecutivo nacional y pasaban a ser provincias cuando superaban
los 60.000 habitantes. El último territorio nacional que se provincializó fue la actual provincia
de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, en 1991. Económicamente, la
expansión y consolidación territorial permitió agregar millones de hectáreas de tierra.
Asimismo, este modelo permitió generar un proceso que dio lugar a algunas economías
regionales, como las de Mendoza y Tucumán.

Tanto el Estado nacional como los Estados provinciales, al mismo tiempo que
definieron los límites jurisdiccionales favorecieron la apropiación privada de esas tierras.
Así, grandes extensiones de tierra fueron entregadas y convertidas en latifundios. Como

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consecuencia de este “proyecto civilizador” llevado adelante por el Estado nacional, pueden
mencionarse, también, la desaparición de las fronteras interiores y la desestructuración
social y cultural de las poblaciones indígenas. Efectivamente, después de la conquista
militar, miles de habitantes de los pueblos originarios quedaron en manos de autoridades
estatales, que implementaron una serie de políticas destinadas al desmembramiento de las
familias, a su traslado y su posterior reparto en diferentes destinos alejados de las fronteras.

Fuente: elaboración propia en base a autores varios.

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