Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El estancamiento del área cerealera pampeana era un fenómeno visible antes de la guerra. Este
fenómeno permitió la emergencia de un nuevo actor, el productor chacarero que incluía a pequeños
propietarios de tierras o arrendatarios en vías de constituirse en propietarios. Estos grupos se
enfrentaron al poderoso sector terrateniente por el monopolio de la propiedad de la tierra y sus
estrechas relaciones con el sector exportador. Otro sector no menos importante fueron los obreros
rurales que pugnaban por defender sus salarios y que ocasionalmente acompañaron a los chacareros
en sus demandas. La historiadora Marta Bonaudo argumenta que estos nuevos actores sociales
constituyeron la base de las clases subalternas rurales del área pampeana. Desde este punto de vista
podemos considerar a los chacareros como una suerte de pequeña y mediana burguesía agraria
(producían para el mercado y podían contratar mano de obra asalariada) que disputaron a un sector
poderoso, los terratenientes, un porcentaje de la renta del suelo.
Las demandas del movimiento agrario fueron puntuales y moderadas: contratos escritos por 4
años como mínimo, rebaja general de los arrendamientos y aparcerías; libertad de trillar y desgranar
con las máquinas que cada uno desee, ampliar la cantidad de tierra para pastoreo, mejorar las
condiciones de trabajo y garantizar la suspensión de juicios de desalojo. En este punto, los reclamos
se dirigían al gobierno provincial y nacional solicitando la intervención del estado en el conflicto.
En Santa Fe los radicales habían ganado las elecciones en 1912 y adoptaron frente a la protesta
posturas ambivalentes. Al principio se respaldó a los agricultores, pero posteriormente se puso en
2
marcha el aparato represivo, ante las presiones de la Sociedad Rural de Rosario. El Estado nacional,
acorde con su concepción liberal y conservadora, asumió una actitud prescindente.
Los efectos de la ley electoral 8871 (conocida como Sáenz Peña) en el sistema político y el
triunfo de la UCR en las elecciones de 1916
El cambio más significativo de la ley 8871 fue la ampliación del electorado debido al carácter
obligatorio del voto. Se instauró el principio de “cada hombre un voto” que transformó la vida
política. Los principales fundamentos enunciados por su impulsor se proponían evitar el fraude,
desplazar a los grupos enquistados en el gobierno e instaurar una dinámica política centrada en el
juego “armónico” de partidos que debían rotar o compartir posiciones en el marco del sistema
institucional de poder. Estas transformaciones permitirían moralizar el aparato administrativo del
estado y eliminar las clientelas. La nueva ingeniería electoral involucraba un diagnóstico del
sistema político, acosado por la crisis moral y política debido –según Sáenz Peña- a la ausencia de
partidos orgánicos. La existencia de estas organizaciones permitiría democratizar la vida política y
desterrar el personalismo y los círculos de notables que caracterizaban el ciclo conservador.
Así, la ampliación del sufragio situó a los partidos en el centro de la escena política. Estas
fuerzas debían adaptarse a campañas electorales masivas para cambiar los representantes en el
Congreso y los elencos gobernantes en las situaciones provinciales. Otro efecto destacable de la ley
fue el rol de la oposición expresado en el sistema de la lista incompleta, mecanismo que dinamizó la
discusión y complejizó la relación entre partidos y gobierno. Los legisladores conservadores
reformistas que votaron la ley a instancias de Sáenz Peña creían en la capacidad regeneradora de la
legislación. Por su parte, los conservadores que se opusieron a la misma destacaban la
incertidumbre que se cernía en el panorama político.
La UCR era una organización partidaria fundada en 1891, dotada de un estatuto que creaba una
estructura de funcionamiento de carácter federativo. Sus principales órganos directivos fueron el
Comité Nacional, que dirigía la política y prácticas del partido, y la Convención Nacional, ámbito
donde se discutían las candidaturas. El radicalismo adoptó un modelo territorial, centrado en los
comités. En esas células se formaron los dirigentes locales, provinciales y nacionales. David Rock
3
afirmó que los comités permitieron a Yrigoyen consolidar su liderazgo y forjar su relación con el
electorado. Esta forma organizativa diferenciaba la UCR del PAN, agrupación formada en base
grupos de notables provinciales, que no contaban con una organización centralizada y no tenía
vocación para impulsar la unificación de los grupos conservadores. En efecto, entre 1914 y 1916, se
produjo un movimiento de dispersión de estas fuerzas cuya consecuencia se reflejó en las elecciones
presidenciales de 1916.
Sin embargo, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Marcelino Ugarte, era refractario a
la reforma que desarmaba el rol del presidente como el “gran elector”. No aceptó ese armado que le
impedía su acceso a la presidencia. Impulsó una fórmula alternativa integrada por Luis Güemes
(médico salteño) como candidato a presidente. La propuesta no reunió suficientes apoyos. A menos
de dos meses de sustanciarse la elección, Luis Güemes renunció a su candidatura ante el Comité de
Senadores que la había propiciado. Por lo tanto, este grupo llega a las elecciones sin comprometerse
con ninguna candidatura presidencial.
Los comicios del domingo 2 de abril de 1916, en los que se elegían delegados al Colegio
Electoral (para votar la fórmula de presidente y vicepresidente) y se renovaba la Cámara de
Diputados, transcurrieron con normalidad. En esa oportunidad triunfó la fórmula de la UCR -que
llevaba a Hipólito Yrigoyen como presidente y a Pelagio Luna (riojano) como vicepresidente- con
339.332 votos, caudal que representaba el 47,25 % de los votantes. Habían obtenido 141 electores,
de los 300 que componían el Colegio Electoral, le faltaban 10 para acceder a la presidencia. Ante tal
descalabro electoral, los conservadores (reformistas y refractarios) buscaron una tardía concertación
en el Colegio Electoral que finalmente fracasó. Por lo tanto, los electores conservadores votaron
divididos. Una fracción del PAN, opuesta al reformismo, eligió a Ángel Rojas (gobernador de San
Juan), quien obtuvo un porcentaje de 25.88 % de los votos y 69 electores. Las fracciones
identificadas con el reformismo saenzpeñista lo hicieron por Lisandro de la Torre, del Partido
Demócrata Progresista, quien obtuvo el 13.71% y 57 electores. Luego de arduas negociaciones los
electores santafecinos de la UCR (que estaba dividida en dos sectores) votaron por Yrigoyen en el
Colegio Electoral, quien con este aporte llegó a la presidencia.
Para Halperin Donghi, el triunfo de la UCR significó para el universo conservador un resultado
inesperado. Se trataba de una clase política acostumbrada a vencer sin combate, de modo que la
derrota la sumió en un desconcierto que le impidió configurar una visión y tácticas adecuadas. Con
la vigencia de la democracia de masas el país transitaba de la República posible a la verdadera. Se
iniciaba así una experiencia inédita, signada por la figura de Yrigoyen y la acción de la UCR que
asumía el rol de partido gobernante.
4
La guerra mundial en Europa desató una intensa depresión económica que se sintió en el país a
partir de 1913. La conflagración interrumpió el proceso de integración de la Argentina en la
economía mundial. Se interrumpieron las rutas comerciales, se dejaron aislados los mercados de los
centros de abastecimiento, se cortó la corriente de capitales a los países periféricos y se frenaron las
corrientes inmigratorias. El estallido de la guerra profundizó la depresión, las inversiones
extranjeras cesaron por completo, bajó el valor de las tierras y se redujo notablemente el volumen
del comercio de exportación.
Se pueden diferenciar fases en la época de la guerra. El período 1913-1917 estuvo signado por la
depresión, mientras que en el segundo 1918-1921 creció la demanda externa de las exportaciones
argentinas y aumentó la valorización de los productos exportables casi un 300 % respecto de 1914.
En el primer período se registró una salida neta de capitales hacia los países beligerantes que afectó
al país en su balanza de pagos. En ese contexto, se produjo la caída de los precios mundiales de los
cereales y la carne, baja que coincidió con la mala cosecha de 1913-1914. Estos factores
determinaron el drástico descenso de los ingresos por exportaciones y la difícil situación de la
balanza de pagos. En ese contexto, se produjo la paralización del comercio, la quiebra de empresas,
lo que decidió al gobierno a suspender la convertibilidad en agosto de 1914 para evitar el drenaje de
divisas. Entre 1913-1914 el comercio exterior se contrajo un 20 %, la inversión externa un 30 % y
el producto bruto un 10 %. Estos números explicaban la caída de las importaciones, de 10 millones
de toneladas en 1913 a 2,6 millones en 1918, debido a las dificultades de la navegación oceánica.
El gobierno nacional se vio obligado a reducir el gasto público en el rubro obras y empleados
públicos. Se paralizó la construcción de ferrocarriles y aumentó la desocupación. Otro efecto de la
guerra fue la rápida inflación que incidió en los precios de los productos nacionales e importados
por el encarecimiento de los fletes. La caída del salario real fue pronunciada en los dos últimos años
de la guerra debido al aumento de los artículos de consumo que aumentó un 50% entre 1914 y
1918. De allí el incremento de la conflictividad laboral que se manifestó con virulencia en el
gobierno de Yrigoyen.
La guerra generó además otros movimientos a largo plazo. Aceleró el proceso de decadencia de
Inglaterra y el abandono del patrón oro, base del sistema multilateral de comercio. De manera
paulatina, emergió la centralidad mundial de EE UU, con sus industrias más competitivas. Durante
la contienda este país adquirió ventajas en el aspecto comercial y el financiero debido a la solidez
de su economía, que se mantuvo indemne a los daños de la guerra en el continente europeo. A
diferencia de Gran Bretaña, EE UU era un país altamente proteccionista que aplicaba altos
gravámenes al comercio internacional. El liderazgo de EE UU y el orden mundial que emergió al
final de la contienda resultó mucho más inestable. Para la Argentina, los cambios fueron
problemáticos. Claudio Bellini sostiene que la economía estuvo marcada por la pérdida de
dinamismo de la economía agroexportadora y por las crecientes dificultades en el mercado mundial
de alimentos. EE UU era un país exportador de alimentos, cuyas producciones competían con las de
Argentina. De modo que la posición de nuestro país en el escenario mundial se modificó. A su vez,
el volumen del mercado europeo de alimentos menguó por el declive de su población y las muertes
ocasionadas por la guerra. La menor demanda alteró este mercado debido a la mayor oferta. En ese
contexto se adoptaron aranceles y controles que obstaculizaron el comercio internacional de
alimentos.
5
Otro efecto de la guerra mundial residió en el crecimiento del sector industrial. Este es un tópico
muy debatido por la historiografía económica. En 1914 la Argentina poseía la economía más grande
de América Latina. Su sector manufacturero tenía un tamaño relativamente importante, pues la
participación de la industria en el PBI alcanzaba el 18%, porcentaje que superaba a las economías
más grandes de la región. Se trataba de una industria vinculada con el procesamiento de materias
primas: el 57% de su producción consistía en alimentos y bebidas. Una estimación realizada con las
cifras del censo de 1914 arrojó que el 70% de la producción industrial eran bienes de consumo
no durables, el 21,5% pertenecía a bienes intermedios –materiales de construcción, bolsas, cajas y
productos metálicos– y solo un a 6% bienes durables. La imposibilidad de importar insumos básicos
como acero, carbón y productos químicos fueron obstáculos que redujeron la inversión en nuevos
proyectos industriales.
Claudio Belini argumenta que algunas grandes empresas como la Fábrica Argentina de
Alpargatas y la Compañía General de Fósforos, desarrollaron y diseñaron maquinarias que no
podían importar. Otras grandes empresas como Bunge&Born y Tornquist&Cía, dedicadas a la
exportación no realizaron nuevas inversiones. El grupo Bemberg, propietario de la Cervecería
Quilmes, enfrentó la escasez de malta mediante el fomento del cultivo de lúpulo, estrategia que
permitió a la empresa independizarse de la importación de ese insumo. En suma, la guerra reveló las
fragilidades de la economía argentina basada en la especialización agroexportadora y en el débil
desarrollo del tejido industrial. No obstante, la coyuntura ofreció oportunidades a algunos actores
económicos industriales, pero sobre todo develó los riesgos de una economía integrada al mercado
mundial como productora de bienes primarios.
Otra cuestión importante consiste en analizar el universo laboral del período. Entre 1914 y 1918
una amplia capa de asalariados enfrentó el drástico aumento de la desocupación. Antes de la guerra
nuestro país registraba cierto grado de desempleo estructural, que puede explicarse por las
características del mercado de trabajo, que requería una creciente cantidad de mano de obra no
calificada, con amplia movilidad geográfica y ocupacional. Esta demanda se resolvía con la
captación de una fuerza de trabajo estacional, de carácter migratorio, que alcanzó su pico máximo
entre 1907 y 1913. En las ciudades del litoral pampeano, la principal fuerza de trabajo eran
jornaleros y peones no ligados a ninguna rama específica de la economía. Este grupo constituía el
30% de la población activa masculina, que migraba de la ciudad al campo y viceversa, de acuerdo
con la época del año. Sufrían una permanente inestabilidad laboral que se alternaba con períodos de
desocupación. A partir de 1914, sin la llegada de inmigrantes, la desocupación se incrementó hasta
alcanzar un porcentaje de 19, 4 % en 1917. Este difícil cuadro debe computarse el alza precio de
6
los productos de consumo popular, especialmente del pan, que gravitaron en la caída del salario
real como consecuencia de la inflación.
Con el fin de la guerra, la Argentina inició una compleja transición en el nuevo escenario
mundial. En ese tránsito, los problemas económicos y sociales se agravaron y estallaron conflictos
sociales de inusitada gravedad como la Semana Trágica de 1919 que se explicará en la próxima
clase. A pesar de estas perturbaciones sociales se avanzó a la normalización del comercio
mundial sobre la base de la mejora de los precios internacionales de los cereales. Esta coyuntura
permitió al país reiniciar su crecimiento, a un ritmo menor que el de la década 1900-1910.