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«Escuela de Filosofía»
4. El obstáculo del mal para una concepción racionalista del mundo y del hombre
permanece después de «la muerte de Dios», es decir, cuando se elabora una
concepción del ser, del hombre y de la historia que pretenden sustituir la vieja
cosmovisión basada en la fe en Dios. (p.111)
5. El mal plantea preguntas no solo sobre Dios, sino también sobre la inteligibilidad y
racionalidad del mundo en que vivimos, que es racionalmente injustificable y opaco
contra las pretensiones de una razón total. (p.116)
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7. El problema de las religiones estriba en su perdida de relevancia y credibilidad. El
proceso de racionalización y de secularización socio-cultural va minando
progresivamente los contenidos de las religiones, que aparecen cada vez mas
obsoletas, arcaicas y desfasadas respecto a las sociedades actuales. (p.128)
9. El cristianismo ofrece motivos para luchar y para esperar más allá de la muerte. Es
mucho y es poco, al mismo tiempo: es la respuesta de una religión mayor de edad,
que nunca quita el protagonismo al hombre para dárselo a Dios. La Gloria de Dios
es la vida del hombre y la felicidad humana es tener experiencias de Dios, a pesar
del mal.
10. En cuanto que Dios es la realidad fontanal en la que es el hombre y todo ser,
estamos remitidos a una experiencia fundante, inevitablemente subjetiva y
culturalmente interpretada. No es posible, por ello, una objetividad de la realidad
divina al margen de la experiencia humana en que se da y de la hermenéutica que la
interpreta. Pueden darse indicios y experiencias confirmatorias y aclaratorias, pero
siempre remiten a la subjetividad del creyente.
Conclusión:
En lo general, es una lectura que me ha permitido vislumbrar el panorama de la Teodicea
frente a las diversas posturas filosóficas, tanto de la modernidad como las consecuentes a
esta, respecto al problema del mal y la posibilidad de Dios. Ciertamente vivimos inmersos
en un mundo tan racionalizado que, de suyo, ha permeado en todas sus dimensiones un
criterio secularista, estableciendo una brecha entre la experiencia de Dios y el conocimiento
del mismo a partir de ciertas consideraciones cuya pretensión merma en erradicar por
completo la metafísica heredada desde Grecia.
En efecto, el autor de este texto, ha coadyuvado en mi comprensión de Dios y la
reivindicación de la religión (tal como fue la pretensión del curso para la asignatura de
filosofía de la religión) en términos de lo que el mal podría estar representando cara a cara
con lo divino. Y es que, como lo reitera Juan Antonio Estrada, el problema del mal no es
sólo un problema fundamental para el argumento sobre Dios, se trata más bien de un tema
que puede prescindir de toda elucubración ontológica, es decir, aún en la ausencia de eso a
lo que llamamos Dios es inevitable que el mal se presente en el mundo.
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Finalmente, debo advertir que es una lectura recomendable para integrar las distintas
criticas secularistas a las razones que permean la cosmovisión religiosa, principalmente
cristiana, sobre Dios. Así, me ha permitido descubrir que el problema del mal no solo es un
alicante que atañe al aspecto religioso, sino que, además, concierne a todos esos criterios
filosóficos convencionales que siguen estando vigentes (aunque a veces subyacentes) en
pleno siglo XXI. Por ello, me parece fundamental interpelar las creencias religiosas a pesar
de no contar con respuestas racionales para todas las experiencias del mal.