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CARIDAD EN LA VÍSPERA DE IOM KIPUR

Es costumbre dar caridad (tzedaká) generosa y desinteresadamente durante todos estos


días de arrepentimiento, pero en la víspera de Iom Kipur esta práctica cobra mayor
importancia, ya que la tzedaka es una gran fuente de méritos y salva y protege de los
decretos severos que Dios podría haber dictado sobre el hombre.

COMIDA DE LA VÍSPERA DE IOM KIPUR

Es mitzvá comer y beber en abundancia en la víspera de Iom Kipur. Nuestros Sabios


escriben: La Toráh (Levítico 23:32) declara: Y afligiréis vuestras almas en el noveno día
del mes, en la noche. ¿Acaso ayunamos en el noveno día? ¡Lo hacemos solamente: en el
décimo! -[Siendo así, ¿cómo hemos de entender este versículo?] Nos enseña que todos
los que comen y beben en el noveno, y ayunan en el décimo, son considerados por las
Escrituras como si hubieran ayunado ambos días, el noveno y el décimo.

CINCO AFLICCIONES EN IOM KIPUR

No sólo está prohibido comer y beber en Iom Kipur, sino que también lo están los demás
placeres físicos. Nuestros Sabios han enumerado cinco aflicciones: Debemos
abstenernos de comer, beber., lavar o untar el cuerpo, calzar zapatos de cuero y
mantener relaciones íntimas.

REFLEXIONES SOBRE EL ARREPENTIMIENTO

El Jaiéi Adám escribe: Por el amor que siente Dios por Su pueblo conforme Su modo,
desear la benevolencia, no querer que el hombre muera, sino, más bien, que abandone
su senda [de mal] y viva, y no motivado por alguna necesidad suya o algún beneficio— no
espera uno o dos días para que el pecador se arrepienta, sino que nos amplía el tiempo, y
en el comienzo mismo del año —Rosh HaShaná— y del mes, abre todos los portones —
el Portón del Arrepentimiento, del Perdón y de la Expiación—y estos permanecen abiertos
hasta el momento de Neilá, su "cierre" al final de Iom Kipur.

De El emana la siguiente proclama: Retornad a Mí, hijos errantes; Yo sanaré vuestras


iniquidades (Jeremías 3:22). Quién puede permanecer tranquilo y no estremecerse al oír
al shofar anunciar: ¡Durmientes, despertad de vuestro sueño! ¡Levantaos y clamad a
vuestro Creador pues El es benevolente y misericordioso!
Cuán grave es la transgresión de quien, durante estos días, no presta atención ni se
ocupa de aumentar el tiempo dedicado al estudio de la Toráh y las buenas acciones, más
que el resto del año. ¡Ojalá seamos considerados entre aquellos individuos cuyas buenas
acciones y pecados pesan por igual, cuyo juicio pende hasta el día de Iom Kipur! Mientras
el hombre vive, Dios no aplica Su atributo de benevolencia para inclinar la balanza en
favor de aquellos cuyas buenas acciones y pecados son equivalentes. Sólo después de
su muerte, cuando Dios, con Su bondad, al ver la balanza equilibrada entre buenas
acciones y pecados, quita un pecado o agrega un mérito. Es sólo entonces que Dios
actúa de este modo, ya que el hombre no puede sumar más méritos. Pero mientras vive,
Dios le dice: "La puerta está abierta. En tus manos está el cumplir otra mitzvá y ganarte el
mérito; si eres perezoso, tuya es la culpa". Por lo tanto, cada persona debe esforzarse
para lograr el arrepentimiento por el pasado e incrementar sus mitzvot y buenas acciones,
y de ese modo poder estar limpio y puro antes de llegar este día sagrado, como declara el
versículo (Levítico 16:30): Ante Dios, purificaos.

Que nadie diga: "Me pongo los tefilln, visto tzitzit, recito las bendiciones, y digo mis
plegarias. ¡Seguro que la balanza está inclinada a mi favor!" ¡Solamente una persona
insensible puede hablar de este modo, pues cuántas transgresiones se cometen también
a diario, desperdiciando su tiempo, hablando mal de otros y pecando de otras maneras
con el habla, y asimismo con los demás órganos del cuerpo! Muchos han incurrido en
este mismo error, creyendo que deben arrepentirse solamente de los pecados graves,
como ser la idolatría, las relaciones inmorales, el asesinato, la violación de las leyes del
Shabat y similares. Este punto de vista es absolutamente falso, puesto que existen
muchos otros pecados que el hombre pasa por alto y son mucho más graves que los
mencionados. Observa qué dicen nuestros Sabios respecto del chisme, considerándolo
mucho más grave que la idolatría, las relaciones prohibidas y el asesinato, cosa que
dedujeron de las Escrituras. Este es un pecado muy generalizado, y los Sabios dijeron:
Toda persona es seducida por el lashón hará (la mala lengua). Mira la fuerza del lashón
hará, al grado de que quien sólo diga: "¿Dónde hay fuego? En la casa de fulano, donde
siempre están cocinando algo", ya incurre en "indicios de difamación" [avale lashón hará,
ya que insinúa una crítica respecto de aquel sujeto]. Análogamente, existen otros grupos
de pecados que el hombre comete habitualmente, demasiados como para enumerarlos.
Jura en falso o en vano —a menudo mentimos a nuestros amigos o los convencemos de
algo, y juramos "por Dios" que es verdad; el pecado de jurar en falso en Nombre de Dios
equivale a la idolatría e incluso es más grave aún, como expresa el versículo (Exodo
20:7): Y [Dios] no absolverá a aquél que jura falsamente con Su Nombre—, maldice su
destino o a otras personas, utilizando el Nombre de Dios —y es lo mismo si lo hace en
hebreo o en cualquier otro idioma—, recita una bendición o pronuncia el Nombre de Dios
sin motivo alguno —de hecho, si reflexionamos acerca de nuestras plegarias, podremos
darnos cuenta de que son recitadas sin la devoción adecuada, apenas como un hábito,
por costumbre—. Humillamos a nuestros semejantes en público, y nos enaltecemos a
costa de la vergüenza ajena. Lastimamos y afligimos a nuestro prójimo, tanto con
acciones como con palabras. Si lo hacemos a una viuda o a un huérfano, seremos
merecedores de morir a manos del Cielo. Cobramos [y pagamos] intereses sin utilizar un
“heter iska' (contrato Rabínico legal mediante el cual la operación deja de ser un préstamo
y se convierte en una sociedad). Cada cual encuentra justificativos que le permiten
realizar todo tipo de acciones, sin consultar a los maestros halájicos y rabinos respecto
del modo en que debemos conducir nuestros asuntos. Esto es especialmente así en
aquellos que se dedican al comercio, donde es muy difícil evitar el violar las leyes
relativas al cobro y pago de intereses. Guardamos rencor hacia nuestros semejantes,
actuamos con ira, contemplamos a las mujeres con avidez y deseo, adulamos, nos
burlamos, malgastamos el tiempo en conversaciones vanas, hablamos de negocios en
Shabat y en las Festividades — todo esto nos hemos acostumbrado a hacer. Incluso
quienes son grandes eruditos de la Toráh descubrirán, de reflexionar sobre sus acciones,
que muchos incurren en estas conductas y cometen varios pecados más. El peor es la
negligencia en el estudio de la Toráh, que equivale a todos los demás, puesto que al
alejarse de la Toráh, uno se distancia del servicio a Di-s. Es por este motivo que los
Sabios vincularon ambos temas en una misma bendición en la Amida: Haznos retornar,
Padre nuestro, a Tu Torah; acércanos, Rey nuestro, a Tu servicio (Sidur, pág. 53). Cuanto
mayor sea la dedicación al estudio de la Toráh, tanto más se acercará (.el hombre al
servicio a Dios.

Ahora bien, si el hombre tuviera que comparecer en juicio ante un rey de carne y hueso,
¿no temblaría y estaría sobrecogido de temor? Como dijo Rabí Iojanán ben Zakái [al
describir el pensamiento del hombre ante el juicio de un rey humano]: Si el rey aplica un
castigo a mis finanzas, éste no será eterno, ya que en algún momento podré ganar más
dinero. Si me encarcela, no será para siempre, pues es posible que el rey muera y su
sucesor me deje en libertad. Si me mata, tampoco mi muerte será eterna, ya que él sólo
puede tener dominio sobre mi cuerpo, más mi alma regresará a Dios, Quien me la ha
concedido. Sin embargo, pese a esto, el hombre siente temor de todos modos y acude a
cualquier recurso posible cuando enfrenta un juicio humano, procurando medios para
mitigar la sentencia o eludir el castigo. Nunca se le ocurriría desperdiciar su tiempo en
actividades cotidianas. No labraría su parcela; más bien, en el momento de su tormento
abandonaría todo otro pensamiento y preocupación y se dedicaría de lleno a la búsqueda
de alguna posibilidad de salvación. Y si esto es cierto tratándose de un juicio humano,
¡cuánto más aún debe serlo al estar —junto a sus hijos y todas sus pertenencias—frente
al Rey de los reyes, el Santo, Bendito Sea! Si El castiga al hombre en sus bienes y le
decreta pobreza, el castigo es eterno. Si lo hace físicamente, el dolor perdura por
siempre. Y si decreta su muerte o la de su hijo, también es para siempre. Cuán necias son
entonces aquellas personas que continúan con sus actividades cotidianas durante este
período —especialmente durante los días de Selijot y los Diez Días de Arrepentimiento—
sin saber cuál será su sentencia. Por lo tanto, es imperioso que cada uno tome conciencia
y se dedique menos a sus actividades regulares, fijando tiempos específicos durante el
día y la noche para la introspección y el autoanálisis. Debe levantarse más temprano y
reflexionar sobre las formas de teshuvá y el modo de enmendar su conducta, abriendo su
corazón al Creador y confesando sus pecados. Aumentará su cumplimiento de mitzvot y
buenas acciones, y dedicará más tiempo de lo que acostumbra habitualmente al estudio
de la Toráh. Será más generoso al dar caridad, puesto que éste es un tiempo de gracia y
benevolencia Divina en el que las plegarias son escuchadas.

Se debe poner especial cuidado en corregir los asuntos concernientes a las relaciones
interpersonales, ya que en ese caso, ni Iom Kipur, o siquiera la muerte, permiten lograr la
expiación, hasta tanto uno no enmiende la falta que ha cometido en perjuicio de su
semejante. Devolverá lo que ha robado o recibido injustamente, y apaciguará a la persona
contra la cual ha pecado hasta obtener su perdón. De lo contrario, aunque ayunara cien
años, y ofrendara miles de sacrificios y se confesara cien veces por día, sus pecados no
serían expiados. La Mishna (Bavá Kamá 110a) nos enseña que si alguien trae su Ofrenda
de Culpa (al Gran Templo) antes de restituir lo que ha robado, no ha cumplido con su
obligación. Y cuando se comete una alta en perjuicio de un semejante, la transgresión se
duplica ya que ha procedido mal tanto con su semejante como con Dios, puesto que violó
Sus mandamientos. ¿Cómo puede confesar su pecado antes de apaciguar a la parte
afectada, cuando la confesión implica abandonar el pecado y expresar arrepentimiento,
cosa que todavía no ha hecho?
Por lo tanto, primero se debe obtener el perdón del semejante, y entonces lo que resta es
un asunto entre el hombre y Dios, sobre lo cual la teshuvá es de gran valor. Tal como el
Rey David nos enseña en el Salmo 51, que alude a la teshuvá: Contra Ti solo he pecado
— es decir, el pecado no es entre mí y mi semejante, sino entre Tú y yo; por lo tanto, sólo
Tú puedes perdonarme. De este modo, una vez que el hombre ha rectificado todo lo que
estaba a su alcance, puede confesar sus pecados.

Es adecuado que la persona se acostumbre a recitar a lo largo del año la plegaria del Rey
David: Dios, enséñame Tu camino, para que yo pueda andar en Tu verdad; armoniza mi
corazón para temer a Tu Nombre (Salmos 86:11), hasta que estas palabras broten de sus
labios espontáneamente a toda hora.

La norma es, entonces, que la persona debe hacer todo lo posible, cuando dispone de
tiempo, para liberar sus pensamientos y estudiar Toráh día y noche, siempre y cuando lo
haga con el propósito de cumplir aquello que aprende. Que no estudie por el mero hecho
del deber de aprender, sino el de aprender para saber cómo cumplir, entonces su estudio
de Toráh será preciado [ante Dios].

(Jaiéi Adám, Secc. 143, Leyes de los Diez Días de

Arrepentimiento y de la Víspera de lom Kipur)

PRENDAS BLANCAS

Muchos acostumbran a vestir ropas blancas en Iom Kipur con el propósito de emulara los
ángeles ministeriales: Algunos visten el 571, una especie de guarda polvo blanco que
llevan sobre sus prendas.

LA CANCIÓN DE LOS ÁNGELES — EN VOZ ALTA

Cuando recitamos el Shemá Israel durante el servicio de Maariv (nocturno) y Shajarit


(matutino) en Iom Kipur, la frase "Bendito sea el nombre de la gloria de Su reino por
siempre jamás" —Baruj shem kevod maljutó leolam vaed—, la respuesta de los ángeles,
se recita en voz alta y no silenciosamente como lo hacemos el resto del año (Shulján
Aruj, 619).

El Midrash (Devarím Rabá 2:36, Vaetjanán) explica: Los Sabios enseñaron: cuando
Moshé ascendió al Cielo, escuchó a los ángeles ministeriales que decían a Dios: "Baruj
shem kevod mal iutó leolam vaed", y llevó esta frase al pueblo de Israel. ¿Por qué
entonces se recita usualmente en voz baja? Rabí Amí explicó: ¿A qué se puede comparar
esto? A alguien que robó una joya del palacio del rey y se la entregó a su esposa
advirtiéndole: "No la uses en público, sino sólo en nuestra casa" Pero en Iom Kipur,
cuando los Hijos de Israel son puros y están, limpios de pecados como los ángeles,
pueden recitarla públicamente.

COMO LAS CORTINAS DE SHLOMÓ

El versículo declara: Soy negra y hermosa, hijas de Jerusalén, como las tiendas de Kedar,
como las cortinas de Shlomó (Cantar de los Cantares 1:5). Explica el Midrash: "como las
tiendas de Kedar": tal como las tiendas de Kedar parecen tener un aspecto desagradable,
oscuras y gastadas por fiera, pero por dentro están cubiertas de joyas y piedras
preciosas, del mismo modo los eruditos de la Toráh parecen oscuros y desagradables en
este inundo, pero en su interior están colmados de conocimientos de Toráh, de las
Sagradas Escrituras, la Mishná, el Midrash, la Halajá, el Talmud, las Toseftot y las
Agadot. ¿Es posible que tal como las "tiendas de Kedar" no precisan ser lavadas (pues
siempre son negras], tampoco el pueblo de Israel precise ser purificado? Por eso declara
el versículo: "como las cortinas de Shlomó", tal como las cortinas del rey Shlomó se
ensuciaban y lavaban continuamente, así también es con el pueblo de Israel: aunque se
manche con pecados durante todo el año, llega Iom Kipur y le trae expiación, como está
escrito (Levítico 16.30): "Pues en este día se hará expiación por vosotros", y (Isaías 1:18)
"Aunque vuestros pecados fueran rojos como el carmín, se volverán blancos como la
nieve" (Shir HaShirim Rabá 1:5, y véase allí 6:11).

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