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Trastorno por consumo de alcohol

Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Medellín

Psicología clínica

Medellín, Antioquia

8 de abril de 2022
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Trastorno por consumo de alcohol

Los trastornos por consumo de alcohol han existido a lo largo de la historia y a través de las diferentes
culturas (de Cotte Orozco, 2010); La OMS en 1976 acuñó el término de síndrome de dependencia alcohólica al
estado físico y mental que resulta del consumo de alcohol, caracterizado por conductas y respuestas compulsivas
en la ingestión de las bebidas alcohólicas de manera continua o periódica, con el objetivo de experimentar
efectos psíquicos o para evitar las molestias producidas por su privación o ausencia (Naveillan, 1981); del
mismo modo, comprenden un conjunto heterónomo de problemas y su gravedad varía de acuerdo con la
situación del sujeto, presentándose desde un consumo de no problemático o consumo de abstinencia, hasta
diferentes tipos y grados de consumo problemático. Presenta mayor prevalencia en hombres que en mujeres y en
jóvenes más que en ancianos y afecta a todos los grupos sociales sociodemográficos, no importando su
condición racial, étnico y ocupacional (Barlow, 2018).

El DSM V propone once criterios para identificar el trastorno por consumo de alcohol, basado en una
serie de síntomas que debe presentar el sujeto durante un periodo de un (1) año, que implica consumir con
frecuencia, presentar ansias de consumir la sustancia ya mencionada, el consumo continuado a pesar de sufrir
problemas sociales, laborales o familiares persistentes provocados por los efectos del alcohol, a pesar del daño
que causa o el potencial del daño a provocar, a pesar de los intentos por dejar de beber, beber mayores
cantidades y duración de la planeada, presentar señales de tolerancia y abstinencia, entre otros; se considera la
gravedad del trastorno de acuerdo a la cantidad de síntomas presentados, así, de 2 a 3 síntomas se define leve, de
4 a 5 moderado y de 6 a 7, grave. Según el CIE 10-MC se clasifica según la gravedad actual (leve, moderada y
grave), al igual que por intoxicación (F10.129), abstinencia (F10.232 y F10.239), otros trastornos inducidos por
el alcohol y los no específicos (291.9 – F10.99-) (APA, 2013; Barlow, 2018).

Existen dos leyes federales que regulan la cobertura de la atención en salud (Ley de Paridad en la Salud
Mental y Equidad en el Tratamiento de las Adicciones de Wellstone-Domenici, 2008) y de beneficios en el Plan
de salud como la intervención breve y realizar pruebas de detección de alcohol (La Ley de Protección al Paciente
y Cuidado de Salud Asequible del 2010). A pesar de eso, muchos clínicos rehúyen al trabajo con personas que
presenten trastornos por consumo de alcohol debido a su reputación, por lo que el texto de McCrardy invita a
considerar a tales personas y además brinda herramientas para trabajar con ellos, partiendo de la noción de que el
trastorno por consumo de alcohol puede tratarse, efectuando cambios importantes y satisfactorios de la vida de
una persona que tiene problemas con la bebida (Barlow, 2018).

Asimismo, la autora sostiene que enfocar el trastorno por consumo de alcohol en el diagnóstico permite
una visión más individual, alejándose de clarificar el patrón de consumo, las consecuencias negativas
acumuladas, los excesos y déficits conductuales y fortalezas y habilidades individuales que se emplea en el
enfoque en los problemas, por lo que es más útil utilizar los criterios diagnósticos de los manuales para la
identificación y definición del problema y para la aproximación al análisis y seguimiento clínico, y a la vez
enfocarse en la identificación del problema (Barlow, 2018).

Tomando en consideración lo anterior, se plantea el modelo de prevención de recaídas como guía para el
enfoque en los problemas, dado que, al ser multidimensional no se condensa en un solo enfoque, sino que
propone que el plan de tratamiento debe estar basado en la causa de la enfermedad, en su curso, metas y
duración, dependiendo del cliente, y partiendo del concepto de recaída, que se da cuando la persona que presenta
el consumo de alcohol se expone a situaciones de riesgo y no es capaz de responder de acuerdo a estrategias de
afrontamiento para mantener la abstinencia, por lo que la persona debe desarrollar habilidades de afrontamiento
de manera que perciba mayor control ante la situación de riesgo y disminuya la probabilidad de recaída (Torres
et al., 2014)

Además, se debe tomar en cuenta la gravedad del problema, que tiene que ver con la recurrencia del
consumo y las recaídas; los problemas concomitantes concomitantes, que suelen se múltiples y enfocados en
diversas áreas de la vida; las expectativas del cliente, que deben ser precisas acerca de las generalidades del
tratamiento; su motivación la relación terapéutica, que tiene que ver con el reconocimiento del consumo como
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algo problemático y la disposición que se tenga para cambiarlo y la aproximación del clínico ante el tratamiento,
implicando al sujeto de manera activa; su red social de apoyo, que genera éxito en el tratamiento dado su
participación en el proceso; variables que mantienen el patrón actual del consumo, que pueden ser individual,
ambientales e interpersonales; y el mantenimiento del cambio, que regula los factores de riesgo para la evitación
de las recaídas (Barlow, 2018).

El modelo de tratamiento contiene 14 pasos o componentes centrales en la aplicación clínica que tienen
que ver con 1. la identificación del caso y la motivación del bebedor para que ingrese al tratamiento; 2. la
evaluación (que comprende la evaluación por consumo de alcohol, y otras áreas de funcionamiento
problemáticas, la motivación y recursos del cliente para el tratamiento, análisis funcional o de antecedentes del
consumo, y evaluación de la pareja); 3. Selección del escenario de tratamiento (de acuerdo a la necesidad de
desintoxicación, problemas médicos, historia de tratamiento, intentos anteriores de dejar de beber, sistemas de
apoyo social, recursos personales, actitudes hacia el tratamiento y otras consideraciones; 4 . Selección de las
modalidades de tratamiento (grupos de autoayuda, tratamiento individual, terapia de grupo, terapia de pareja,
terapia familiar, programas de tratamiento intensivo); 5. Aumento de la motivación para cambiar; 6. Selección
de metas para el consumo de alcohol; 7. Inicio de la abstinencia; 8. Desarrollo de un análisis funcional; 9.
Estrategias iniciales de sobriedad; 10. Estrategias de afrontamiento; 11. Participación de la pareja o la familia;
12. Mantenimiento de largo plazo; 13. Manejo de las condiciones de complicación; 14. Grupos de autoayuda
(Barlow, 2018).

Además del modelo de prevención de recaídas, Barbara refiere otros modelos de tratamientos que
poseen validez y apoyo científico como lo son el tratamiento cognitivo-conductual (Epstein y McCrady, 2009),
el tratamiento de facilitación de los 12 pasos, el enfoque motivacional (Cunningham, Sobell, Sobell y Gaskin,
1994; Prochaska y DiClemente; 2005), contemporáneos (Moyers, Martin, Houck, Christopher y Tonigan, 2009),
de enfermedad, el modelo de Minnesota (Staymaker y Sheehan, 2012; Prochaska y DiClemente, 2005) entre
otros modelos que han tenido una efectividad mayor en el mantenimiento (Barlow, 2018)

Dos de los instrumentos que propone Barlow para identificar problemas de consumo de alcohol en
sujetos son Cage y Audit. Cage permite identificar la probabilidad que el sujeto presente un trastorno por
consumo de alcohol, de acuerdo con problemas relacionados al alcohol o tenga dependencia, y AUDIT busca la
detección de problemas relacionados con el alcohol y se enfoca en sujetos renuentes en la aceptación del
consumo (Zernig, Saria, Kurz & O'Malley, 2000). Otro instrumento que se podría añadir es AUI, el cual es un
instrumento diseñado para ayudar al tratamiento del alcoholismo, que mide los beneficios, estado de ánimo,
compulsividad y nivel de sostenimiento del consumo (Juhnke, 2002).

Ambas pruebas (Cage y Audit) le permiten al paciente reconocer tanto las desventajas de su consumo,
como consecuencias pasadas o posibles consecuencias futuras para complementar la técnica de ventajas y
desventajas de la terapia cognitiva de Beck et al., (1993). AUI puede usarse para guiar las metas prosociales del
sujeto en la técnica, ya que el enfoque podría reforzar alternativas para llegar a los mismos beneficios a los que
llega con el consumo, mientras que las medidas del estado de ánimo permiten realizar un seguimiento más
objetivo de los estados de ánimo durante las actividades diarias libres de consumo.

Existen dos tipos de pacientes en un proceso de tratamiento por consumo de alcohol. Primero se
encuentran los pacientes que tienen expectativas altas, estos son aquellos que por lo general obtienen mejores
resultados, ya que tienen mayor disposición, lo que ayuda a tener resultados más favorables. Segundo, los
pacientes con problemas severos, que tienden a obtener resultados más desfavorables debido a la misma
gravedad con la que inician el tratamiento (McCrady, B.S, citada por Barlow, 2018). Hay que tener en cuenta las
razones de los sujetos para acudir a un psicólogo, algunos, porque el consumo en sí presenta un problema para
ellos, o por las consecuencias del consumo, los problemas en una relación o la interrupción de esta, o
dificultades en el ámbito laboral o de la salud.

Uno de los aspectos más importantes en el tratamiento por consumo de alcohol es el mantenimiento del
cambio, Bárbara McCrady, (2002) sostiene que el cambio se mantiene y es frecuente, aún fuera del ambiente de
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tratamiento y que aquellos que cambian sin un tratamiento formal tienen problemas menos severos, relacionados
con la severidad de la conducta abusiva de beber, junto con acontecimientos significativos similares e iguales
mecanismos de afrontamiento. Por otro lado, el cambio en las conductas adictivas presenta diferentes procesos
asociados a los estadios de pre-contemplación, contemplación, preparación, acción y mantenimiento, estos
estadios incluyen recaídas y superposiciones entre estadios. El mantenimiento del cambio tiene que ver con el
reconocimiento del estado actual y la de discrepancia con la situación deseada que se puede generar a través de
las consecuencias propias del consumo de la sustancia, por lo que aquellos eventos vitales pueden generar la
motivación, y una vez generado el proceso de cambio, el compromiso con la abstinencia y la autoeficacia
elevada pueden predecir resultados positivos, además del uso de estrategias de afrontamiento y el apoyo social.

En el ámbito clínico, alrededor del 25% de los clientes presenta un trastorno por consumo de alcohol, por lo que
es indispensable que el clínico posea una metódica y determinada formación en los trastornos por consumo de
alcohol y de otras sustancias, y las herramientas y habilidades adecuadas, mostrando competencia para trabajar
con los diferentes clientes que se presentan, enfocándose en el patrón de consumo, consecuencias negativas,
excesos y deficiencias en áreas de funcionamiento de la persona y sus fortalezas. Para obtener mejores resultados
en el tratamiento, el terapeuta debe ser empático y tener un estilo motivacional, lo que favorecerá su relación con
el paciente, asimismo, debe poseer una escucha activa, transmitir esperanza (que alimenta un cambio positivo a
nivel conductual con relación al consumo del alcohol), ser flexible a la hora de aplicar las técnicas terapéuticas,
acordar metas junto con el paciente, ser comprensivo ante la experiencia subjetiva del paciente con respecto al
problema y tener capacidad de distinguir entre la persona y la conducta alcohólica. (Barlow, 2018)

Conclusión general

El trastorno por consumo de alcohol es un problema de salud pública que genera una carga económica y
sanitaria y comprende repercusiones negativas en los ámbitos de la salud, lo social, lo familiar, etc., y además, es
un factor vital para el surgimiento de trastornos mentales y comportamentales, y de enfermedades no
transmisibles, por lo que requiere de acciones de prevención, identificación temprana, promoción y control para
asegurar una mejor calidad de vida a las personas que tienen mayor posibilidad de sufrir o ya sufren este
trastorno (Ahumada Cortez et al., 2017). La labor del psicólogo clínico implica generar planes y estrategias de
intervención en cualquiera de los ámbitos mencionados, logrando mejorar situaciones específicas no sólo del
sujeto con problemas con las bebidas alcohólicas, son también de las personas que lo rodean, alcanzando un
proceso integral. Asimismo, debe poseer habilidades que permitan una conexión empática con el sujeto y las
competencias necesarias para aplicar el tratamiento y las técnicas de manera adecuada y oportuna.

Es importante tener en cuenta que el alcohol es aceptado en la actualidad como una práctica de inserción
en los diferentes grupos sociales (Ahumada Cortez et al., 2017), lo que permite entender el problema del alcohol
desde una perspectiva más amplia que el consumo mismo, dado que abarca la significación cultural. La
intervención en el trastorno por consumo de alcohol no debe regirse solamente al tratamiento como tal, sino que
debe adentrarse en las significaciones que le da el sujeto al hecho de beber y sobre eso tomar una mirada
multidimensional, y trabajar desde su punto de vista para volver esa significación más equilibrada de manera que
él mismo pueda tomar las riendas de su vida, volviéndose responsable de ella y de sus acciones. Por otro lado, el
consumo de alcohol incrementa el riesgo del consumo de otras sustancias psicoactivas, por lo que es importante
realizar una valoración total del sujeto, incluyendo factores psicosociales de riesgo y asimismo de protección; la
red de apoyo social y la motivación para el mantenimiento de cambio son indispensable en la mejora de la
conducta y asimismo en la prevención de comorbilidades.

Asimismo, permite plantearse la intervención y tratamiento del consumo de alcohol como un desafío para el
psicólogo, puesto que como lo indica el texto de McCrady, está ligado a las recaídas por el deseo tan intenso del
consumo, que a la vez debilita diferentes ámbitos de la persona; es esencial una mirada clínica muy bien
estructurada, que no se quede sólo en el diagnóstico basado en los criterios para definir el trastorno, sino en las
estrategias para lograr que el sujeto aprenda, se empodere y se capacite para considerar las recaídas como parte
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de su proceso y adquisición de nuevos hábitos saludables, así como para prevenir su aparición a pesar de un
reconocimiento pobre del sujeto e incluso con falta o ausencia en la motivación (Castilla Carramiñana, 2016).

Referencias.

Ahumada Cortez, J. G., Gámez Medina, M. E., Valdez Montero, & Carolina. (2017). El consumo de alcohol como
problema de salud pública. Ra Ximhai, 13(2), 13–24.
American Psychiatric Association. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (5th ed.).
https://www.eafit.edu.co/ninos/reddelaspreguntas/Documents/dsm-v-guia-consulta-manual-diagnostico-
estadistico-trastornos-mentales.pdf
Barlow, D. H. (2018). Manual clínico de trastornos psicológicos. Tratamiento paso a paso.
Beck, A. T., Wright, F. D., Newman, C. F., & Liese, B. S. (1993). Cognitive Therapy of Substance Abuse.
Castilla Carramiñana, P. (2016). La prevención de recaídas en drogodependencias desde el modelo de Marlatt.
Aportaciones desde el trabajo social. Trabajo Social Hoy, 78, 109–133.
de Cotte Orozco, J. M. (2010). Las bebidas alcoholicas en la historia de la humanidad. AAPAUNAM Academia,
Ciencia y Cultura. https://www.medigraphic.com/pdfs/aapaunam/pa-2010/pae101i.pdf
Juhnke, G. A. (2002). Standarized Alcohol and Other Speciality Assesment Instruments and Drug Detection Testing.
In Substance Abuse Assessment and Diagnosis. A Comprehensive Guide for Counselors and Helping
Professionals (1st Editio, p. 240).
McCrady, B. S. (2002). Facilitando el cambio en personas con trastorno por uso de sustancias ¿Qué nos dicen las
investigaciones? Revista Argentina de Clínica Psicológica, XVII(2), 103–112.
Naveillan, P. F. (1981). Sobre el concepto de alcoholismo. Pan American Journal of Public Health, 91(4), 340–348.
Torres, L. B., Flores Mares, M., Ramírez García, A. N., & Ramírez Mendoza, C. (2014). Manual del Programa de
Prevención de Recaídas (Primera ed).

 
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Anexos

Preguntas con opción múltiple con única respuesta

1. Según Barbara en el trastorno por consumo de alcohol existen varios tratamientos efectivos
basados en:

a) Solo el curso y duración del tratamiento


b) La etiología, el curso, las metas y la duración del tratamiento
c) Las recaídas
d) Las características del cliente

2. Prochaska y DiClemente (2005) propusieron unas etapas de disposición para cambiar la conducta
alcohólica que son las siguientes: Precontemplación, contemplación, determinación o preparación
y acción. Éstas hacen parte de:

a) El enfoque cognitivo-conductual
b) El enfoque motivacional
c) La terapia conductual de pareja
d) El modelo de mantenimiento del cambio

3. Según McCrady en el libro de Barlow, (2018), propone un modelo que mira el tratamiento del
trastorno por consumo de alcohol desde una perspectiva multidimensional, enfocado en el
desarrollo de habilidades de afrontamiento a factores de riesgo y disminuya la probabilidad de
recaída; el anterior corresponde al modelo:

a) De enfermedad
b) De facilitación de los 12 pasos
c) Cognitivo-conductual
d) De prevención de recaídas

4. ¿Cuáles son los dos tipos de pacientes que menciona McCrady en el libro de Barlow (2018)?

a) pacientes con expectativas altas y los pacientes con problemas severos


b) pacientes que reconocen su problema de adicción y los pacientes que no
c) Pacientes que presentan comorbilidades con trastornos y pacientes que presentan comorbilidades con el
consumo de otras sustancias
d) Pacientes que poseen mantenimiento de cambio estable y los pacientes que son renuentes a la aceptación
del cambio

5. ¿Cuál es la responsabilidad del psicólogo clínico frente al sujeto con trastorno por consumo de
ansiedad?

a) El psicólogo clínico debe generar planes y estrategias de intervención, mostrando habilidades y


competencia para trabajar con los diferentes clientes que se presentan y ser empático con el paciente
distinguiendo entre la persona y la conducta alcohólica.
b) El psicólogo clínico debe adentrarse en los problemas ocupacionales del paciente, dado que la causa de
la falta de motivación y la ambivalencia en el mantenimiento del cambio se debe a que el sujeto no está
ocupado laborando, por lo que en sus espacios libres busca el consumo de alcohol como ocio.
c) El psicólogo clínico debe buscar la red social de apoyo del paciente, dado que éstos permiten un
reforzamiento en la conducta del consumo, pero a la vez pueden y si se hace una adecuada intervención
pueden servir como apoyo para el cambio del paciente.
d) El psicólogo clínico debe intervenir en la prevención del consumo de alcohol.
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6. ¿Qué sostiene McCrady con respecto al enfoque en el diagnóstico?

a) Que es mejor porque permite que se esclarezcan los criterios para definir la gravedad de los síntomas y
por medio de eso estructurar el tratamiento.
b) Que es bueno enfocarse en el diagnóstico, pero también se debe mirar a la persona en sus dimensiones
para que se equilibre el tratamiento.
c) Que no es necesario puesto que sólo se debe enfocar el tratamiento en las dimensiones que el sujeto tiene
afectadas, dado que son los que van a primar en el proceso de mantenimiento del cambio en el sujeto.
d) Que es más útil para la identificación y definición del problema pero se aleja del enfoque en los
problemas, por lo que es esencial que se interrelacionen.

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