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Este libro fue escrito de manera específica para los profesionales de la salud
mental que se encuentran establecidos en consultorios, y tiene la intención de describir
lo que los psicoterapeutas de consulta privada necesitan saber para abordar los
problemas de alcohol y drogas de manera competente y rutinaria. En él se describe la
manera en que los terapeutas pueden enfocar e intervenir a una amplia gama de
pacientes, incluyendo a aquellos presentan problemas de abuso de sustancias o aquellos
con otro tipo de trastornos mentales y que además abusan de las drogas y el alcohol.
En términos muy prácticos y específicos se describe cómo los terapeutas de
consultorio pueden examinar, evaluar, diagnosticar, abordar, motivar, tratar y referir en
forma adecuada a pacientes que consumen alcohol y otras sustancias psicoactivas. El
propósito de este libro es servir como guía práctica de "cómo hacer" para orientar a
profesionales de diferentes disciplinas o escuelas de pensamiento y a aquellas personas
con distintos niveles de experiencia en el tratamiento de Trastornos por Consumo de
Sustancias (SUDs), desde el psicoterapeuta general, con poca o nula
experiencia clínica en el tratamiento de problemas de alcohol y drogas, hasta el
especialista dedicado que, como nosotros, ha trabajado en el campo del tratamiento de
adicciones durante muchos años. Los lectores a los que queremos llegar incluyen
psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, consejeros de salud mental, terapeutas
familiares y matrimoniales, enfermeras de instituciones psiquiátricas, consejeros en
adicciones, y otros profesionales que encuentran pacientes con problemas de abuso de
sustancias en el trabajo clínico La información contenida en este volumen puede resultar
valiosa, no sólo para los clínicos profesionales, sino también para estudiantes.
Capítulo 2
Naturaleza, curso y diagnóstico de los trastornos por consumo de sustancias
Los SUDS son trastornos complejos que deben ser entendidos desde diferentes
perspectivas. Todo profesional necesita comprender la naturaleza y rumbo que toman,
para poder decidir si es necesaria la intervención y de ser así, cuál es la más
conveniente. Ciertamente, existe infinidad de casos donde se presentan a tratamiento
pacientes cuyo consumo es ocasional y que por lo tanto afecta poco sus dolencias. Sin
embargo, se debe estar muy atento a la posibilidad de que aun un consumo moderado
puede afectar el estado de ánimo, el estado mental y las habilidades del paciente para
sobrellevar su padecimiento; esto dificultaría el progreso terapéutico y puede generar la
progresión hacia problemas más serios. Por esta razón, es importante comprender los
factores involucrados en el rumbo que toman estos trastornos, así como también, llegar
a familiarizarse con los criterios de diagnóstico y las categorías que definen a los SUDS.
Los especialistas en adicciones consideran a los SUDs como trastornos
influenciados por la interacción compleja de factores biológicos, psicológicos y
sociales, presentes en distintos grados en cada individuo. Esto explica la amplia
variación en el modelo en general, así como la población clínica. Los factores
biológicos son aquellas diferencias particulares en la reacción hacia las drogas; están
condicionados por el género, la edad y la herencia genética. Los factores psicológicos,
incluyen una gama de cuestiones emocionales y mentales, así como de problemas
cognitivos y conductuales que pueden elevar el riesgo o generar resistencia. Los
factores sociales son aquellas variantes como el nivel socioeconómico, la prevalencia de
consumidores desmesurados en determinados círculos sociales y subculturas, así como
también las prohibiciones impuestas por creencias religiosas hacia el uso de sustancias
psicoactivas.
Existen muchos modelos teóricos que se orientan al estudio de las adicciones y
cada una aporta su grano de arena para aclarar el problema (Margolis y Zweben, 1998)
Diferentes factores son los que influyen tanto en el inicio del consumo de sustancias
como en su desarrollo hacia problemas más serios. Las expectativas positivas al uso de
alcohol y otras drogas se desarrollan con la influencia de amistades, con el ejemplo de
los adultos y a través de los medios de comunicación masiva. Estas expectativas pueden
influir en la experiencia con el alcohol o las drogas una vez iniciada la experimentación,
durante el periodo donde las dosis son relativamente modestas. Por ejemplo. los
participantes de un estudio a los que se les administró un placebo y se les ubicó en un
entorno festivo, reportaron haber pasado un momento igual de placentero que los que en
realidad consumieron alcohol (Marlatt, 1985; Yalisove, 2004). Un consumo ocasional
puede llegar a volverse regular cuando las amistades cercanas refuerzan el deseo de
beber o tornar drogas. Así, el beber alcohol o consumir otras drogas se vuelve parte del
requisito de inclusión, es el precio de la pertenencia. Aunque los adolescentes son más
susceptibles a estas presiones, los adultos por ningún motivo son inmunes.
Una vez que comienza el consumo de alcohol y drogas, se involucran otros
factores para su transición de un consumo ocasional hacia uno más serio. Existe una
extensa bibliografía que documenta la importancia de la predisposición genética en el
desarrollo de este tipo de problemas (Bierut et al., 1998; Kendler y Prescott, 1998;
Pickens, 1997; Pickens et ala, 2001; Schuckit, 1989; Schuckit y Smith, 1996; Tsuang et
1998; Vayunkov y Tarter, 2000). Los factores tanto genéticos como ambientales tienen
diferentes niveles de influencia en cada droga y cada categoría de droga (excepto las
psicodélicas) tiene propiedades únicas y propias, por ejemplo, los factores genéticos que
influyen en la vulnerabilidad al alcoholismo son diferentes de los que son determinantes
para el desarrollo de una adicción a la cocaína. Los factores genéticos incrementan la
vulnerabilidad individual al determinar de qué modo las sustancias psicoactivas afectan
al cerebro y a la conducta. Esto puede actuar a través del metabolismo, de la
sensibilidad a los efectos particulares de las drogas, de la tolerancia inusualmente alta o
baja, así como por cuestión de diferencias neurológicas. Está documentado por diversos
estudios que una alta tolerancia genéticamente transmitida, al alcohol, aunque es
socialmente valorada, puede ser indicio de alcoholismo. Presumiblemente, la capacidad
de algunas personas de ingerir grandes cantidades de alcohol las expone a problemas en
el futuro, debido a que tales individuos carecen de un sistema de alerta que les indique
lo excesivo o problemático que puede ser su manera de beber (Schuckit y Smith, 1996).
Para algunos individuos el alcohol es una ayuda para aliviar los estados emocionales
negativos, como el estrés, la depresión y la ansiedad. La progresión hacia problemas
más serios se ve también influenciado por factores biomédicos. Por ejemplo, en
comparación a los hombres, las mujeres tienen mayores índices de morbidad y
mortalidad con menores niveles de consumo de alcohol, debido a las diferencias de
absorción, distribución y eliminación. A pesar de que las mujeres son menos proclives a
beber, incluso moderadamente, éstas son más susceptibles a sufrir problemas en el
hígado, así como enfermedades cardiovasculares o incluso daños cerebrales. Algunos
estudios recientes llaman la atención sobre la mayor susceptibilidad de las mujeres a los
efectos del consumo de alcohol en sus funciones cognitivas, tales como la atención
dividida y la memoria (Nacional Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism, 2000;
Zweben, 2002). Los terapeutas deben tener en mente que las mujeres que beben se
exponen a un proceso más rápido de deterioro, lo que indica la necesidad de una
intervención más pronta y rigurosa.
El continuum de consumo de sustancias