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EL PROCESO DE LA INSTRUCCIÓN PÚBLICA

, de los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui, con la


estructura de un ensayo, en diapositivas y en Word

INTRODUCCIÓN O PLANTEAMIENTO

La obra de Mariátegui surge en un contexto en que la penetración del capital monopólico inglés-
y luego norteamericano- generó el dominio del capitalismo en nuestro país, aunque se
mantenían rezagos serviles pre moderno.
 
La recepción inicial de los  7 ensayos  en la intelectualidad fue tenue, como lo atestigua el
propio Amauta en una carta que escribe a PorrasBarrenechea en 1929. Algunos académicos
desdeñaban los 7 ensayos porque su autor no era un académico universitario, sino un periodista.
Pese a divergencias ideológicas, Luís Alberto Sánchez, valora su investigación desde la revista
Mundial. Asimismo, desde El mercurio peruano, Porras Barrenechea, aunque cuestiona el
ensayo sobre Regionalismo, afirma que el libro posee “…un espíritu cernido ybeligerante, una
potente cultura…”.Con el tiempo, el análisis realizado por Mariátegui se constituirá en un punto
de partida para bosquejar a nivel práctico el proyecto de desarrollo de la clase obrera. Por esto,
las elites conservadoras irán sistemáticamente cuestionando esta obra, por el contenido
ideológico contrario a sus intereses. Por ejemplo, desde el humanismo liberal, Víctor Andrés
Bela-unde escribió artículos para refutar las tesis de los ensayos, artículos que luego formaron
parte de  su libro La realidad nacional (1930).
Creemos que José Carlos Mariátegui es uno de nuestros más ilustres pensadores. El que analizo
la realidad peruana y planteo los retos de su desarrollo usando el marxismo para adecuarlo a la
particular realidad peruana. En ese contexto es insuperable. Los quepensamos que el socialismo
no es es la mejor opción para el Perú, no nos guiamos por su pensamiento; pero yo
particularmente respeto y admiro a Mariátegui.

DESARROLLO (ANÁLISIS E INTERPRETACIÓN)

LOS SIETE ENSAYOS


DE:
JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI

“Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” (1928) es el libro cenital del genio de
José Carlos Mariátegui. Desde su aparición hasta nuestros días, es el más leído de cuántos libros
peruanos se conocen. Constituye algo así como una obligada estación en que todo espíritu
juvenil, interesado por conocer la realidad de nuestros problemas, se detiene para sumergirse en
el torrente de verdades que atraviesa sus páginas. Macizo el contenido, por captar agudos
problemas —viejos y nuevos a la vez—, no ha sido mellado por ninguno de sus refutadores,
verbigracia Víctor Andrés Belaúnde que escribiera en tono de réplica, su libro “La realidad
nacional”. Además, el copioso contenido de cada uno de sus capítulos, la fuerza analítica del
pensamiento y la moderna erudición en que está encuadrada la obra, devienen revestidos en un
lenguaje armonioso y dúctil. Esta frescura de estilo y el relampagueo frecuente del humor y la
ironía que nos aproximan a Unamuno y Rodó, hacen que la lectura del texto no desmaye en
ningún instante. Mucho del sortilegio del poeta y no poco del magnetismo del filósofo hay en
este libro inmarcesible.
“Desde que aparecieron los 7 Ensayos, por su originalidad, por su fuerza, por sus verdades
penetrantes y por su forma novedosa de abordar los problemas del país, suscitaron por un lado
admiración y alabanzas; por otro, interés y serias críticas… Este libro de José Carlos, de tantas
ediciones y comentarios, tuvo el mérito loable de incentivar nuevos trabajos e iniciar la
búsqueda de derroteros distintos a los tradicionales”.
(José Barba Caballero).
La obra está dividida en los siguientes capítulos:
1) Esquema de la evolución económica;
2) El problema del indio;
3) El problema de la tierra;
4) El proceso de la instrucción pública;
5) El factor religioso;
6) Regionalismo y centralismo; y
7) El proceso de la literatura.

El último de estos ensayos es el que nos da la dimensión exacta del pensamiento literario de
Mariátegui. Sus conceptos son de condenación a la literatura, colonial y colonialista. Propugna
el nacionalismo, es decir que nuestra literatura se sustente en elsubstratum racial y espiritual
indígena con proyecciones al cosmopolitismo, como en el caso de Vallejo. Su estilo es sobrio y
directo.
LOS SIETE ENSAYOS VISTOS POR JORGE BASADRE Con los Siete ensayos, Mariátegui
contribuyó a divulgar en el Perú en sentido serio y metódico de los asuntos nacionales por
encima de la erudición, el culto del detalle y la retórica. Vinculó la historia con los dramas del
presente y las interrogantes del porvenir. Señaló problemas que el pasado no había resuelto y
que inciden sobre las generaciones actuales, junto con otros en el tiempo de éstas suscitados.
Precisó realidades lacerantes y patéticas que muchos no vieron o no quisieron ver. Nunca
escribió algo que en el fondo o, a solas consigo mismo, creyera una mentira. Estuvo exento del
horror o el desdén al estudio que hay en el alma de todo demagogo de izquierda o de derecha.
Al intentar el diagnóstico del propio país (que tantas cosas tiene de común con el de otros países
de América andina) reemplazó (en aquellos años) a otros que pudieron hacer obra similar (desde
el punto de vista de distintas ideologías) y que no lo hicieron porque viajaron al extranjero o por
dejarse llevar por la dispersión, el eruditismo, la fácil literatura o los menudos afanes de la vida
política, burocrática o de vanidad social.
Tuvo muchos aciertos y a menudo suscita serias reflexiones; pero a veces pecó por un sentido
unilateral, o por exceso de esquematismo, o por personales afectos o antipatías (muy visibles,
sobre todo, en el ensayo sobre la literatura) o por el carácter tendencioso de su propaganda o,
simplemente, por deficiente información. El mismo se encargó de advertir en el prólogo de su
libro: “No soy un crítico imparcial y objetivo. Mis juicios se nutren de mis ideales, de mis
sentimientos y de mis pasiones. Tengo una declarada y enérgica ambición: la de concurrir a la
creación del socialismo peruano. Estoy lo más lejos posible de la técnica profesoral y del
espíritu universitario”. El lector nunca debe olvidar estas francas palabras.
Por lo demás, se necesita mucha preparación básica para estudiar, plantear y resolver desde un
sillón de inválido, en unos cinco años de trabajo, el problema del indio, el problema de la tierra,
el problema de la educación pública, el factor religioso, el regionalismo y el centralismo y el
proceso de la literatura. Esto era, en realidad, mucho más difícil que comentar la política
europea contemporánea o las expresiones de la literatura y de las artes que entonces aparecían,
por la carencia o la escasez de estudios especializados, y (en muchos casos) por la necesidad
previa de trabajos monográficos, estadísticos, encuestas y otros materiales.
Pero, a pesar de todo, con todas las rectificaciones que desde los campos más diversos, se hagan
a la obra de Mariátegui, aun suponiendo que ella sea, en algunos aspectos, superada, siempre
quedará en pie su ejemplo y su significado. Nunca merecerá esta obra “el silencio destinado a
los escritorzuelos malévolos, ni el empellón agresivo a las nulidades con aureola y sitial, ni los
romos adjetivos laudatorios a los escritorzuelos meramente simpáticos” sino el “análisis filoso y
desbastado” destinado a las obras que palpitan y viven a pesar del paso del tiempo (Siete
Ensayos ya va a cumplir ochenta años) que enfocan intereses permanentes, que quieren el bien
de los más. Nadie podrá arrebatarle a Mariátegui el titulo de iniciador de los estudios socialistas
en el Perú. Nadie tendrá derecho a dejar de admirar su consagración a la cultura y a la justicia
social en un ambiente frío y envenenado; y, si al principio su vida fue bohemia y quizás impura,
esta disciplina final que el dolor físico no hizo sino acrecentar, es un ejemplo de cómo la
grandeza puede nacer no en el fácil ejercicio de un don innato sino en la libre selección de una
alma que se castiga.
Lo que más vale en Mariátegui no son, pues, sus recetas y sus fórmulas, sino su personalidad
integral. Hoy él deber de interpretar está lejos del “cliché” y del adjetivo convencional que él
tanto odiara. No debe olvidarse, además, que murió a los treinta y cinco años.
(“Historia de la República del Perú”, Octava edición, Tomo 12, pag. 3067 3068).
ARGUMENTO
I. Esquema de la evolución económica:

En este ensayo analiza el proceso socio-económico peruano partiendo de la economía


colonial a la que percibe como una compulsiva escisión histórica que tuerce
antinaturalmente la espontánea y fecunda economía incaica. El incario desarrolló una
economía socialista, el trabajo colectivo tenía un carácter agrario, con fines sociales en
su realización. La economía feudal implantada por los conquistadores resulta ajena al
devenir histórico de estos pueblos, iniciándose una dualidad entre lo oficial impuesto y
lo natural indígena negado. La colonia utilizó el trabajo colectivo como trabajo forzado
en las minas, descuidando el agro y las obras de carácter público. El esquema virreinal
sofrena las inquietudes comerciales de las colonias; la independencia surge como una
respuesta a las necesidades del desarrollo capitalista de la civilización occidental. La
República no logra articular la escisión producida por la conquista. La dependencia con
el capital extranjero no cede ni siquiera ante la aparición de nuevos rubros de riquezas
naturales; por el contrario, con ello se ahonda el carácter centralista, costeño y
dependiente de la economía peruana.

II. El problema del indio:


«Todas las tesis sobre el problema indígena, que ignoran o eluden a éste como
problema económico-social, son otros tantos estériles ejercicios teóricos, —y a veces
sólo verbales—, condenados a un absoluto descrédito. No las salva a algunas su buena
fe. Prácticamente, todas no han servido sino para ocultar o desfigurar la realidad del
problema». Mariátegui concibe el problema del indio no como un asunto racial,
administrativo, jurídico, educativo o eclesiástico, sino como un problema
sustancialmente económico cuyo origen está en el injusto régimen de propiedad de la
tierra, en el gamonalismo; mientras subsista esta forma de propiedad todo intento por
solucionar el problema del indio quedará disuelto en el estéril denuncia lírica o en la
prédica oportunista e inconsciente. Terminar con el gamonalismo, con la feudalidad,
significa de- volver más que tierras; significará para la raza desposeída su rendición
histórica, la recuperación de su esencialidad moral y su auténtica integración a la vida
nacional. «La solución del problema del indio tiene que ser una solución social. Sus
realizadores deben ser los propios indios.
Este concepto conduce a ver en la reunión de los congresos indígenas un hecho
histórico. Los congresos indígenas, desvirtuados en los últimos años por el
burocratismo, no representaban todavía un programa; pero sus primeras reuniones
señalaron una ruta comunicando a los indios de diversas regiones. A los indios les falta
vinculación nacional. Sus protestas han sido siempre regionales. Esto ha contribuido,
en gran parte, a su abatimiento. »

III. El problema de la tierra:

Mariátegui estudia la cuestión agraria unida ineludiblemente a la del indio,


reivindicando el derecho de éste a la tierra, para lo cual era necesario sacarlo del estado
de servidumbre que suponía el feudalismo de los gamonales. Luego, muestra cómo el
colonialismo que destruyó y aniquiló la economía incaica de tipo "comunista", no supo
reemplazarla más que con el feudalismo. ¿Qué le pasó a la comunidad agraria del
ayllu? A pesar de las leyes escritas, de las Leyes de Indias, la comunidad indígena fue
despojada por el feudalismo, cuyas expresiones eran el latifundio y la servidumbre.
Mientras que Europa, por el siglo XVIII, tomaba otro rumbo al fortalecerse y ascender
al poder la clase que desplazó y liquidó el feudalismo: la burguesía (la revolución
francesa fue una revolución burguesa). Pero revolución de la independencia hispano-
americana «encontró al Perú retrasado en la formación de su burguesía...» Si bien se
abolieron las mitas, se dejó en pie la aristocracia terrateniente, la que si bien ya no
conservaba «sus privilegios de principio, conservaba sus posiciones de hecho. Seguía
siendo en el Perú la clase dominante». Esta clase, apoyada por el militarismo
gobernante, retardó el surgimiento de una vigorosa burguesía urbana. Y recién se
intentó una reorganización gradual de este problema cuando se promulgó el Código
Civil (1852), que favoreció la formación de las pequeñas propiedades, en desmedro de
los grandes dominios señoriales y de la comunidad indígena, al mismo tiempo. No
obstante, la pequeña propiedad no prosperó, y por el contrario el latifundio se consolidó
y extendió, siendo la única perjudicada la comunidad indígena, la misma que, pese a
todo, logró sobrevivir.
El latifundio de la costa difería del latifundio serrano; el costeño evolucionó hacia
modos y técnicas capitalistas, en tanto que el de la sierra conservó íntegramente su
carácter feudal, resistiendo a la transformación industrial y capitalista; aún así no logró
destruir la comunidad indígena. El latifundio costeño cada vez más ligado al capital
extranjero prefirió desplazar los tradicionales cultivos alimenticios por el cultivo de
algodón de exportación, generando un círculo vicioso de importación de alimentos y
exportación de materias primas. Indistintamente del tipo de latifundismo, éste impedía
el desarrollo del capitalismo nacional, ya que los terratenientes obraban como
«intermediarios o agentes del capitalismo extranjero»; como una barrera para la
inmigración blanca; se oponían a la renovación de métodos, cultivos, etc.; era incapaz
de atender la salubridad rural; particularmente en la sierra el feudalismo agrario se
mostraba del todo inepto como creador de riqueza y de progreso. En una palabra,
agrega Mariátegui, «que el gamonal como factor económico, está, pues, completamente
descalificado».
Como a Mariátegui más le importaba seguir (y proyectar para el Perú futuro) la
"comunidad agraria indígena", estudia el destino de ésta bajo el régimen republicano. A
pesar de la absorción feudalista, la comunidad ha subsistido por el espíritu del indio: a
pesar de las leyes de cien años de régimen republicano, no se ha tornado individualista.

IV. El proceso de la instrucción pública:

Lo analiza estrechamente ligado al económico-social, como no podía ser de otro modo.


Reconoce y analiza las tres influencias en la educación peruana: la española, la francesa
y la norteamericana, estas dos últimas injertadas en la primera. La educación en la
colonia tuvo «un sentido aristocrático y un concepto eclesiástico y literario de la
enseñanza», en otras palabras, una educación elitista y escolástica. El desprecio por el
trabajo, por las actividades productivas fue alentado por los claustros universitarios
incluso luego de producida la independencia. La República, que heredó las estructuras
coloniales, buscó luego el modelo de la reforma francesa, ya en las postrimerías del
siglo XIX. Hasta que la reforma de la segunda enseñanza de 1902, empezó a reflejar la
influencia creciente del modelo anglosajón: sería el primer paso para adoptar el sistema
norteamericano, coherente con el embrionario desarrollo capitalista del país.
Preconizador del modelo yanqui fue el Dr. Manuel Vicente Villarán, cuyas prédicas
triunfaron con la reforma educativa de 1920, por ley orgánica de enseñanza dada ese
año, pero como no era posible, según Mariátegui «democratizar la enseñanza de un
país, sin democratizar su economía, y sin democratizar, por ende, su superestructura
política» la reforma del 20 devino en fracaso.
La reforma universitaria merece también la atención de Mariátegui. Hasta el Perú
alcanzaron los movimientos reformistas que se iniciaron en Córdoba, en el año 1918,
producto de la «recia marejada post-bélica»,
aunque en ese país, en un principio, la ideología del movimiento estudiantil careció de
homogeneidad y autonomía. Los estudiantes de América, querían sacudir el
medioevalismo también de sus casas de estudio. Sus reclamos se basan en la necesidad
de que los estudiantes intervengan en el gobierno de las universidades y el
funcionamiento de cátedras libres, al lado de las oficiales, cátedras de limpios y nuevos
conocimientos. En una palabra, querían que la Universidad dejara de ser un órgano de
casta, cesara ese divorcio entre su función y la realidad nacional y tomara el verdadero
rumbo que le era asignado. Con relación a este problema, Mariátegui nos hace un
extenso estudio sobre la reforma en el Perú y la reacción en su contra, las ideologías
que intervinieron en esta pugna: los conceptos civilistas burgueses de Villarán, el
aristocratismo idealista de Deustua, etc. Para Mariátegui, «el problema de la enseñanza
no puede ser bien comprendido en nuestro tiempo —dice— si no es considerado como
un problema económico y como un problema social. El error de muchos reformadores
ha estado en su método abstractamente idealista, en su doctrina exclusivamente
pedagógica». No se puede desconocer la ingerencia del factor económico en la
estructuración de planes y programas de enseñanza, en todos los tiempos.
V. El factor religioso:

La religión incaica fue un código moral antes que un conjunto de abstracciones


metafísicas. Su iglesia (por llamarla de algún modo) fue una institución social y
política, cuyo culto estaba subordinado a los intereses sociales y políticos del imperio;
la iglesia era el estado mismo. Es lo que se llama Teocracia. Producida la conquista, se
impuso el culto católico más que la prédica del evangelio, de modo que el culto pagano
de la religión incaica subsistió bajo el culto católico, fenómeno al que se conoce como
sincretismo religioso. El rol de la iglesia católica durante el virreinato fue de aval del
estado feudal y semifeudal instituido. Si bien es cierto que hubo choques entre el poder
civil y el eclesiástico, éstos no tuvieron ningún fondo doctrinal, sino que fueron meras
querellas domésticas. Con el advenimiento de la República no hubo cambio en tal
sentido. La revolución de la Independencia, del mismo modo que no tocó los
privilegios feudales, tampoco lo hizo con los eclesiásticos. El radicalismo gonzalez-
pradista surgido a fines del siglo XIX constituyó la primera agitación anticlerical
surgida en el Perú, pero careció de eficacia por no haber aportado un programa
económico-social. De acuerdo a la tesis socialista, las formas eclesiásticas y doctrinas
religiosas son peculiares e inherentes al régimen económico-social que las sostiene y
produce, y por tanto, su preocupación es cambiar ésta y no aquellas.

VI. Regionalismo y centralismo:

Este problema, en cierto modo, viene vertebrando todos los demás. Aunque reconoce
que existe, sobre todo en el sur peruano, un sentimiento regionalista, dicho
regionalismo no parece ser más que «una expresión vaga de un malestar y un
descontento». En realidad, el problema se plantea entre Centralismo y Federalismo. El
Centralismo se apoya en el caciquismo y gamonalismo regionales (dispuestos, no
obstante, a reclamarse federalistas de acuerdo a las circunstancias), mientras que el
Federalismo recluta sus adeptos entre los caciques y gamonales en desgracia ante el
poder central. Ciertamente, uno de los vicios de la organización política del Perú es y
sigue siendo su centralismo. Pero entiende Mariátegui que toda descentralización que
no se dirija a solucionar el problema agrario y la cuestión indígena, «no merece ya ni
siquiera ser discutida», porque, advierte, no es este problema meramente político, ni
desde este solo punto de vista ella alcanzaría para solucionar los problemas esenciales.
Por otra parte es difícil definir y demarcar en el Perú regiones existentes históricamente
como tales. No obstante Mariátegui estudia las tres regiones físicas: la Costa, la Sierra
y la Montaña (que no significan regiones en cuanto a la realidad social y económica),
afirmándonos que la Montaña carece aún de significación socio-económica; en cambio,
«la actual peruanidad se ha sedimentado en tierra baja» o Costa, y la Sierra es el
refugio del indigenismo.
«Las formas de descentralización ensayadas en la historia de la República, han
adolecido del vicio original de representar una concepción y un diseño absolutamente
centralistas», dice Mariátegui, y como la descentralización a que aspira el regionalismo,
no es legislativa sino administrativa, el problema ha permanecido en pie. ¿Qué opina
Mariátegui sobre la descentralización? Primero, clarificar el propio concepto del
regionalismo, para evitar el gamonalismo regional. Luego una definitiva opción entre el
gamonal o el indio: «no existe un tercer camino». Porque, lo más cierto es que
«ninguna reforma que robustezca al gamonal contra el indio, por mucho que aparezca
como una satisfacción del sentimiento regionalista, puede ser estimada como una
reforma buena y justa». También estudia el problema de la capital, concerniente a todas
las capitales de América, y sostiene que la suerte de Lima está subordinada a los
grandes cambios políticos, como enseña la historia de Europa y la propia América.

VII. El proceso de la literatura:

En éste su último ensayo, Mariátegui renuncia a ser un crítico imparcial: «Declaro sin
escrúpulo, que traigo a la exégesis literaria todas mis pasiones e ideas políticas ...».
Desde su punto de vista analiza la literatura de la Colonia, «de irrenunciable filiación
española», en espíritu y sentimientos, y este colonialismo mental supervive al
Virreinato, dando como resultado una literatura mediocre por falta de raíces propias, no
habiendo podido «eludir la suerte que le imponía su origen». Explica las razones socio-
económicas por qué ha subsistido ese colonialismo literario, y agrega: «el literato
peruano no ha sabido casi nunca sentirse vinculado al Pueblo». Aunque destaca en
Garcilaso, más Inca que conquistador, el primer destello de "peruanidad", y rescata a
Ricardo Palma y a sus
Tradiciones de las pretensiones del colonialismo, pues estas Tradiciones tienen
«política y socialmente una filiación democrática». Hay que esperar hasta la llegada de
González Prada para ver anunciada la posibilidad de una auténtica literatura peruana.
González Prada significa la ruptura con el virreinato; uno de los últimos reductos del
colonialismo intelectual es la universidad, de allí emerge la «generación futurista». En
tales circunstancias el Movimiento Colónida, encabezado por Valdelomar, surge como
una insurrección, como una actitud antiacadémica reclamando sinceridad y
naturalismo, esa sinceridad que no se encuentra en los versos de José Santos Chocano
por su excesiva egolatría pero que si aparece en los ensoñados versos de José María
Eguren.
Son también analizados por Mariátegui: Mariano Melgar, Magda Portal (a quien llamó
la primera poetisa del Perú), Alberto Guillén, Alberto Hidalgo y César Vallejo de quien
dice es el poeta de una estirpe, de una raza, creador absoluto, nostálgico pero no
retrospectivo. «No añora el imperio como el pasadismo perricholesco añora el
virreinato. Su nostalgia es una propuesta sentimental o una protesta metafísica.
Nostalgia de exilio; nostalgia de ausencia».
Y, finalmente, analiza las corrientes de su actualidad, en especial la indigenista, que
llena una función histórica en la sociología peruana en evolución y cuyo más amplio
sentido lo lleva a consubstanciarse con «la reivindicación de lo autóctono», que, no
obstante, no paraliza los otros elementos vitales de la literatura peruana. Y es literatura
"indigenista" y no "indígena" —aclara Mariátegui— porque aún no puede dar una
versión verista del indio, sino que tiene «que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede
darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de mestizos ...» Mariátegui confía en
la suerte del mestizaje, el que debe ser analizado como cuestión sociológica, no étnica.

APÉNDICES: EL MITO DEL SOCIALISMO INDÍGENA EN MARIÁTEGUI ¿De qué fuentes


se nutrió Mariátegui para elaborar sus tesis sobre el potencial socialista de los indígenas
andinos, piedra medular de su proyecto nacional y socialista? En el libro "EL MITO DEL
SOCIALISMO
INDÍGENA EN MARIÁTEGUI" del historiador uruguayo Gerardo Leibner, publicado por la
PUCP en 1999, se trató de dilucidar dichas fuentes. Gerardo Leibner nació en Montevideo,
Uruguay, en 1965. En 1970 llegó a Israel junto con sus padres, quienes dejaron el país durante
la dictadura militar. Historiador de la Universidad de Tel Aviv y especialista en Historia
Latinoamericana Moderna, empezó a investigar a Mariátegui debido a un interés personal
sumado al existente en ámbitos académicos internacionales por su obra. "Mi inclinación desde
un principio fue descifrar los contextos peruanos en los que Mariátegui actuaba—afirma
Leibner—, porque no acepto una historia intelectual desconectada de la historia social y
cultural. Personalmente rechazo el concepto de 'influencia' de ideas, prefiero referirme a la
recepción contextualizada de ideas y, por lo tanto, a su resignificación. O sea, lo sui géneris en
Mariátegui no era el cóctel original de ideas marxistas, sorelianas, etc. que influyeron en su
pensamiento, sino la forma en que las adaptó y usó en los contextos peruanos".
"El Mito del Socialismo Indígena..." empieza por abordar los contactos que tuvo con los
indígenas andinos. "Las fuentes que mediaron entre Mariátegui y el campesinado andino, el
sector supuestamente más numeroso en los 20 y, por lo tanto, indispensable en el proyecto de
integración nacional y revolución social que procuraba elaborar, fueron los entonces pujantes
intelectuales “mistis” en los centros urbanos andinos (Cusco, Puno, Jauja), publicaciones de las
primeras instituciones indigenistas oficiales creadas por Leguía, la experiencia acumulada por
anarco-sindicalistas y por delegados de la Asociación Pro-Indígena en sus participaciones en
conflictos campesinos, y sus propios contactos con los mensajeros de comunidades que en los
20 participaron de los congresos en Lima del Comité Pro-Derecho Indígena Tahuantinsuyu,
entre otros".
A partir de este contexto puede tratar de entenderse cómo elaboró Mariátegui su discurso. Para
Leibner, "tenemos que considerar el eurocentrismo inevitable de la intelectualidad criollo-
mestiza que tuvo que abordar una realidad andina compleja y peculiar con categorías de origen
europeo. Aunque Mariátegui fue consciente del problema y procuró superarlo otorgando nuevos
significados a conceptos o conceptualizando términos surgidos en el contexto andino, él no
inventó el mito del socialismo andino, sino que sintetizaba y reformuló ideas existentes en el
marco teórico de un marxismo heterodoxo y flexible, encaminándolas en función de un
proyecto de transformación nacional utilizando una retórica muy atractiva. Creo que las claves
de su pensamiento residen en el diálogo, mediado por distancias culturales y atravesado por
malentendidos y resignificaciones, entre Mariátegui y sus fuentes andinas. Pero a la vez él
destaca precisamente por su capacidad para vislumbrar e imaginar en base de la información
que poseía un proyecto nacional y social revolucionario. Ése es su gran mérito".
Apuntes autobiográficos de J. C. Mariátegui "Aunque soy un escritor muy poco autobiográfico,
le daré yo mismo algunos datos sumarios. Nací el 95. A los 14 años entré de alcanza rejones en
periódico. hast 1919 trabajé en el diarismo, primero en "La Prensa", luego en "El Tiempo",
finalmente en "La Razón". En esteúltimo diario patrocinarnos la reforma universitaria. Desde
1918, nauseado de política criolla me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con
mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismo y bizantinismo finiseculares, en
pleno apogeo. De fines de 1919 a mediados de 1923 viajé por Europa. Residí más de dos años
en Italia. donde desposé una mujer y algunas ideas. Anduve por Francia, Alemania, Austria y
otros países. Mi mujer y mi hijo me impidieron llegar a Rusia. Desde Europa me concerté con
algunos peruanos para la acción socialista. Mis artículos de esa época señalan estas estaciones
de mi orientación socialista. A mi vuelta al Perú, en 1923, en reportajes, conferencias en la
Federación de Estudiantes, en la Universidad Popular, artículos, etc., expliqué la situación
europea e inicíe mi trabajo de investigación de la realidad nacional, conforme al método
marxista. En 1924 estuve, como ya lo he contado, a punto de perder la vida. Perdí una pierna y
me quedé muy delicado. Habría seguramente ya curado del todo con una existencia reposada.
Pero ni mi pobreza ni mi inquietud espiritual me lo consienten. No he publicado más libros que
el que Ud. conoce. Tengo listos dos y en proyecto otros dos. He aquí mi vida en pocas palabras.
No creo que valga la pena hacerla notoria; pero no puedo rehusarle los datos que Ud. me pide.
Me olvidaba: soy un autodidacta. Me matriculé una vez en letras en Lima, pero con el solo
interés de seguir el curso de latín de un agustino erudito. Y en Europa frecuenté algunos cursos
libremente, pero sin decidirme nunca a perder mi carácter extrauniversitario y tal vez, si hasta
antiuniversitario. En 1925 la Federación de Estudiantes me propuso a la Universidad como
catedrático en la materia de mi competencia; pero la mala voluntad del Rector y, seguramente,
mi estado de salud, frustraron esta iniciativa."
De la carta de fecha 10 de enero de 1927, enviada por José Carlos Mariátegui al escritor Enrique
Espinoza (Samuel Glusberg), director de la revista La Vida Literaria, editada en Buenos Aires.
Se publicó la carta en su número del mes de mayo de 1930, en homenaje al recién fallecido
Mariátegui.

CONCLUSIONES (OBJETIVIDAD)

CRÍTICA

OPINIÓN (SUGERENCIAS O RECOMENDACIONES

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