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INTRODUCCIÓN O PLANTEAMIENTO
La obra de Mariátegui surge en un contexto en que la penetración del capital monopólico inglés-
y luego norteamericano- generó el dominio del capitalismo en nuestro país, aunque se
mantenían rezagos serviles pre moderno.
La recepción inicial de los 7 ensayos en la intelectualidad fue tenue, como lo atestigua el
propio Amauta en una carta que escribe a PorrasBarrenechea en 1929. Algunos académicos
desdeñaban los 7 ensayos porque su autor no era un académico universitario, sino un periodista.
Pese a divergencias ideológicas, Luís Alberto Sánchez, valora su investigación desde la revista
Mundial. Asimismo, desde El mercurio peruano, Porras Barrenechea, aunque cuestiona el
ensayo sobre Regionalismo, afirma que el libro posee “…un espíritu cernido ybeligerante, una
potente cultura…”.Con el tiempo, el análisis realizado por Mariátegui se constituirá en un punto
de partida para bosquejar a nivel práctico el proyecto de desarrollo de la clase obrera. Por esto,
las elites conservadoras irán sistemáticamente cuestionando esta obra, por el contenido
ideológico contrario a sus intereses. Por ejemplo, desde el humanismo liberal, Víctor Andrés
Bela-unde escribió artículos para refutar las tesis de los ensayos, artículos que luego formaron
parte de su libro La realidad nacional (1930).
Creemos que José Carlos Mariátegui es uno de nuestros más ilustres pensadores. El que analizo
la realidad peruana y planteo los retos de su desarrollo usando el marxismo para adecuarlo a la
particular realidad peruana. En ese contexto es insuperable. Los quepensamos que el socialismo
no es es la mejor opción para el Perú, no nos guiamos por su pensamiento; pero yo
particularmente respeto y admiro a Mariátegui.
“Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” (1928) es el libro cenital del genio de
José Carlos Mariátegui. Desde su aparición hasta nuestros días, es el más leído de cuántos libros
peruanos se conocen. Constituye algo así como una obligada estación en que todo espíritu
juvenil, interesado por conocer la realidad de nuestros problemas, se detiene para sumergirse en
el torrente de verdades que atraviesa sus páginas. Macizo el contenido, por captar agudos
problemas —viejos y nuevos a la vez—, no ha sido mellado por ninguno de sus refutadores,
verbigracia Víctor Andrés Belaúnde que escribiera en tono de réplica, su libro “La realidad
nacional”. Además, el copioso contenido de cada uno de sus capítulos, la fuerza analítica del
pensamiento y la moderna erudición en que está encuadrada la obra, devienen revestidos en un
lenguaje armonioso y dúctil. Esta frescura de estilo y el relampagueo frecuente del humor y la
ironía que nos aproximan a Unamuno y Rodó, hacen que la lectura del texto no desmaye en
ningún instante. Mucho del sortilegio del poeta y no poco del magnetismo del filósofo hay en
este libro inmarcesible.
“Desde que aparecieron los 7 Ensayos, por su originalidad, por su fuerza, por sus verdades
penetrantes y por su forma novedosa de abordar los problemas del país, suscitaron por un lado
admiración y alabanzas; por otro, interés y serias críticas… Este libro de José Carlos, de tantas
ediciones y comentarios, tuvo el mérito loable de incentivar nuevos trabajos e iniciar la
búsqueda de derroteros distintos a los tradicionales”.
(José Barba Caballero).
La obra está dividida en los siguientes capítulos:
1) Esquema de la evolución económica;
2) El problema del indio;
3) El problema de la tierra;
4) El proceso de la instrucción pública;
5) El factor religioso;
6) Regionalismo y centralismo; y
7) El proceso de la literatura.
El último de estos ensayos es el que nos da la dimensión exacta del pensamiento literario de
Mariátegui. Sus conceptos son de condenación a la literatura, colonial y colonialista. Propugna
el nacionalismo, es decir que nuestra literatura se sustente en elsubstratum racial y espiritual
indígena con proyecciones al cosmopolitismo, como en el caso de Vallejo. Su estilo es sobrio y
directo.
LOS SIETE ENSAYOS VISTOS POR JORGE BASADRE Con los Siete ensayos, Mariátegui
contribuyó a divulgar en el Perú en sentido serio y metódico de los asuntos nacionales por
encima de la erudición, el culto del detalle y la retórica. Vinculó la historia con los dramas del
presente y las interrogantes del porvenir. Señaló problemas que el pasado no había resuelto y
que inciden sobre las generaciones actuales, junto con otros en el tiempo de éstas suscitados.
Precisó realidades lacerantes y patéticas que muchos no vieron o no quisieron ver. Nunca
escribió algo que en el fondo o, a solas consigo mismo, creyera una mentira. Estuvo exento del
horror o el desdén al estudio que hay en el alma de todo demagogo de izquierda o de derecha.
Al intentar el diagnóstico del propio país (que tantas cosas tiene de común con el de otros países
de América andina) reemplazó (en aquellos años) a otros que pudieron hacer obra similar (desde
el punto de vista de distintas ideologías) y que no lo hicieron porque viajaron al extranjero o por
dejarse llevar por la dispersión, el eruditismo, la fácil literatura o los menudos afanes de la vida
política, burocrática o de vanidad social.
Tuvo muchos aciertos y a menudo suscita serias reflexiones; pero a veces pecó por un sentido
unilateral, o por exceso de esquematismo, o por personales afectos o antipatías (muy visibles,
sobre todo, en el ensayo sobre la literatura) o por el carácter tendencioso de su propaganda o,
simplemente, por deficiente información. El mismo se encargó de advertir en el prólogo de su
libro: “No soy un crítico imparcial y objetivo. Mis juicios se nutren de mis ideales, de mis
sentimientos y de mis pasiones. Tengo una declarada y enérgica ambición: la de concurrir a la
creación del socialismo peruano. Estoy lo más lejos posible de la técnica profesoral y del
espíritu universitario”. El lector nunca debe olvidar estas francas palabras.
Por lo demás, se necesita mucha preparación básica para estudiar, plantear y resolver desde un
sillón de inválido, en unos cinco años de trabajo, el problema del indio, el problema de la tierra,
el problema de la educación pública, el factor religioso, el regionalismo y el centralismo y el
proceso de la literatura. Esto era, en realidad, mucho más difícil que comentar la política
europea contemporánea o las expresiones de la literatura y de las artes que entonces aparecían,
por la carencia o la escasez de estudios especializados, y (en muchos casos) por la necesidad
previa de trabajos monográficos, estadísticos, encuestas y otros materiales.
Pero, a pesar de todo, con todas las rectificaciones que desde los campos más diversos, se hagan
a la obra de Mariátegui, aun suponiendo que ella sea, en algunos aspectos, superada, siempre
quedará en pie su ejemplo y su significado. Nunca merecerá esta obra “el silencio destinado a
los escritorzuelos malévolos, ni el empellón agresivo a las nulidades con aureola y sitial, ni los
romos adjetivos laudatorios a los escritorzuelos meramente simpáticos” sino el “análisis filoso y
desbastado” destinado a las obras que palpitan y viven a pesar del paso del tiempo (Siete
Ensayos ya va a cumplir ochenta años) que enfocan intereses permanentes, que quieren el bien
de los más. Nadie podrá arrebatarle a Mariátegui el titulo de iniciador de los estudios socialistas
en el Perú. Nadie tendrá derecho a dejar de admirar su consagración a la cultura y a la justicia
social en un ambiente frío y envenenado; y, si al principio su vida fue bohemia y quizás impura,
esta disciplina final que el dolor físico no hizo sino acrecentar, es un ejemplo de cómo la
grandeza puede nacer no en el fácil ejercicio de un don innato sino en la libre selección de una
alma que se castiga.
Lo que más vale en Mariátegui no son, pues, sus recetas y sus fórmulas, sino su personalidad
integral. Hoy él deber de interpretar está lejos del “cliché” y del adjetivo convencional que él
tanto odiara. No debe olvidarse, además, que murió a los treinta y cinco años.
(“Historia de la República del Perú”, Octava edición, Tomo 12, pag. 3067 3068).
ARGUMENTO
I. Esquema de la evolución económica:
Este problema, en cierto modo, viene vertebrando todos los demás. Aunque reconoce
que existe, sobre todo en el sur peruano, un sentimiento regionalista, dicho
regionalismo no parece ser más que «una expresión vaga de un malestar y un
descontento». En realidad, el problema se plantea entre Centralismo y Federalismo. El
Centralismo se apoya en el caciquismo y gamonalismo regionales (dispuestos, no
obstante, a reclamarse federalistas de acuerdo a las circunstancias), mientras que el
Federalismo recluta sus adeptos entre los caciques y gamonales en desgracia ante el
poder central. Ciertamente, uno de los vicios de la organización política del Perú es y
sigue siendo su centralismo. Pero entiende Mariátegui que toda descentralización que
no se dirija a solucionar el problema agrario y la cuestión indígena, «no merece ya ni
siquiera ser discutida», porque, advierte, no es este problema meramente político, ni
desde este solo punto de vista ella alcanzaría para solucionar los problemas esenciales.
Por otra parte es difícil definir y demarcar en el Perú regiones existentes históricamente
como tales. No obstante Mariátegui estudia las tres regiones físicas: la Costa, la Sierra
y la Montaña (que no significan regiones en cuanto a la realidad social y económica),
afirmándonos que la Montaña carece aún de significación socio-económica; en cambio,
«la actual peruanidad se ha sedimentado en tierra baja» o Costa, y la Sierra es el
refugio del indigenismo.
«Las formas de descentralización ensayadas en la historia de la República, han
adolecido del vicio original de representar una concepción y un diseño absolutamente
centralistas», dice Mariátegui, y como la descentralización a que aspira el regionalismo,
no es legislativa sino administrativa, el problema ha permanecido en pie. ¿Qué opina
Mariátegui sobre la descentralización? Primero, clarificar el propio concepto del
regionalismo, para evitar el gamonalismo regional. Luego una definitiva opción entre el
gamonal o el indio: «no existe un tercer camino». Porque, lo más cierto es que
«ninguna reforma que robustezca al gamonal contra el indio, por mucho que aparezca
como una satisfacción del sentimiento regionalista, puede ser estimada como una
reforma buena y justa». También estudia el problema de la capital, concerniente a todas
las capitales de América, y sostiene que la suerte de Lima está subordinada a los
grandes cambios políticos, como enseña la historia de Europa y la propia América.
En éste su último ensayo, Mariátegui renuncia a ser un crítico imparcial: «Declaro sin
escrúpulo, que traigo a la exégesis literaria todas mis pasiones e ideas políticas ...».
Desde su punto de vista analiza la literatura de la Colonia, «de irrenunciable filiación
española», en espíritu y sentimientos, y este colonialismo mental supervive al
Virreinato, dando como resultado una literatura mediocre por falta de raíces propias, no
habiendo podido «eludir la suerte que le imponía su origen». Explica las razones socio-
económicas por qué ha subsistido ese colonialismo literario, y agrega: «el literato
peruano no ha sabido casi nunca sentirse vinculado al Pueblo». Aunque destaca en
Garcilaso, más Inca que conquistador, el primer destello de "peruanidad", y rescata a
Ricardo Palma y a sus
Tradiciones de las pretensiones del colonialismo, pues estas Tradiciones tienen
«política y socialmente una filiación democrática». Hay que esperar hasta la llegada de
González Prada para ver anunciada la posibilidad de una auténtica literatura peruana.
González Prada significa la ruptura con el virreinato; uno de los últimos reductos del
colonialismo intelectual es la universidad, de allí emerge la «generación futurista». En
tales circunstancias el Movimiento Colónida, encabezado por Valdelomar, surge como
una insurrección, como una actitud antiacadémica reclamando sinceridad y
naturalismo, esa sinceridad que no se encuentra en los versos de José Santos Chocano
por su excesiva egolatría pero que si aparece en los ensoñados versos de José María
Eguren.
Son también analizados por Mariátegui: Mariano Melgar, Magda Portal (a quien llamó
la primera poetisa del Perú), Alberto Guillén, Alberto Hidalgo y César Vallejo de quien
dice es el poeta de una estirpe, de una raza, creador absoluto, nostálgico pero no
retrospectivo. «No añora el imperio como el pasadismo perricholesco añora el
virreinato. Su nostalgia es una propuesta sentimental o una protesta metafísica.
Nostalgia de exilio; nostalgia de ausencia».
Y, finalmente, analiza las corrientes de su actualidad, en especial la indigenista, que
llena una función histórica en la sociología peruana en evolución y cuyo más amplio
sentido lo lleva a consubstanciarse con «la reivindicación de lo autóctono», que, no
obstante, no paraliza los otros elementos vitales de la literatura peruana. Y es literatura
"indigenista" y no "indígena" —aclara Mariátegui— porque aún no puede dar una
versión verista del indio, sino que tiene «que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede
darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de mestizos ...» Mariátegui confía en
la suerte del mestizaje, el que debe ser analizado como cuestión sociológica, no étnica.
CONCLUSIONES (OBJETIVIDAD)
CRÍTICA