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DOLTO - LOS HÉROES Y LOS MODELOS - CAP 5


¿Quiénes eran los héroes de la juventud? ¿Qué se ofrecía a su imaginación? ¿Qué modelos podían imitar? 

Tras el Antiguo régimen, después de la Revolución Francesa, el crepúsculo de los dioses se corresponde,
antes incluso de la muerte de las ideologías, con el final de los ritos de aprendizaje. La instrucción
obligatoria desvalorizará la habilidad manual y el arte del dominio corporal. La era de los ídolos se
inaugurará. La máquina de triunfar, las estrellas efímeras. Ya no hay modelos en cabeza, modelos de
personas a seguir o a rechazar. 

Es un fenómeno colectivo, no una consumación individual. 

Ya no es el original quién envía el mensaje, sino la fotocopia. 

Se temía a la generación que parecía carecer de entusiasmo combativo, Que se mostraba indiferente y no
tomaba posición sobre temas como la solidaridad y el antirracismo. Ahora la vemos reunirse y bajar a la
calle, organizarse, formar estados generales. Estos jóvenes sienten, pues, muchas cosas, pero las sienten
colectivamente. Del mismo modo que sus mayores intelectuales, filósofos, militantes de los partidos,
derribaron a Stalin y Mao, los jóvenes de hoy nos dicen: incluso con aquellos que vamos a aplaudir, o cuyo
disco compramos, no estamos del todo de acuerdo. Vivimos muy bien sin Dios ni maestro. Pero Tratamos
de vivir con cierta consciencia de la humanidad. Es una sensibilidad colectiva a los derechos del hombre. 

Hay algo, sin embargo, que creo que existe en los adolescentes, algo que no ha cambiado:  su preferencia
por la amistad. Sólo la amistad les hace la vida soportable.

Este intercambio individual es buscado siempre, tal vez más mantenido a raya, quizá con menos frecuencia
satisfecho, pero siempre deseado. Aquellos que están más en peligro, a la deriva, qué más se lanzan al
colectivo, son quizá lo que no han encontrado esta amistad, o han sido traicionados una o dos veces. 

No comprenden por qué son evitados, traicionados por un compañero al que aman. Si ello ocurre por
segunda vez, piensan: me hacen esto porque soy nada. 

Ya no tienen confianza en sí mismos. Este sentimiento existe ya la infancia, Pero es aún más fuerte en el
adolescente que se siente traicionado por un compañero, justamente de la misma edad que él y cuya
amistad considerada al mismo nivel de fidelidad que la suya. Se trata de una amistad amorosa sin
realización física. 

La amistad es algo mucho más sagrado para ellos. Cuando sólo se tiene un amigo y no se tiene confianza en
uno mismo a causa de una anterior traición en la infancia, el choque es terrible. Quizá se alcanzó la
pubertad diciéndose uno mismo: cuando tenga esa edad conseguiré verdaderos amigos. He aquí que se

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descubre que ello es imposible. Se había esperado la pubertad, sin desalentarse completamente, y en la
pubertad, la traición del ser elegido le deja a uno desesperado.

La amistad decepcionada es la prueba más difícil de la pubertad: desde el momento en que hay que
abandonar a la familia, para dirigirse a lo desconocido, empujado por una sexualidad que ha sido marcada
por la prohibición del incesto, los amigos de edades parecidas adquieren una importancia capital.

Y es en este punto de abandono, de soledad y desasosiego, donde, quizá, un colectivo en el que no hay
relaciones personalizadas podrá utilizar aún restos de fuerza dando cierto sentido a esta energía captada
por el grupo. Bien se trate de un colectivo de militancia activa o de un colectivo pasivo: para obtener de
alguna manera satisfacción parcial. La fragilidad, el fallo de los adolescentes en ruptura viene de que
legalmente no existe trabajo valorizado para cada uno individualmente. 

Tienen muchas razones para zozobrar (irse a pique, naufragar), pero no existe el trabajo a través del cual
podrían, de manera individual, recuperar la confianza en sí mismos simplemente ganando dinero, lo cual es
una promesa de futura liberación → comienzo de vida privada. 

Cuando ello ya no es posible, los jóvenes se ven arrastrados a medios ilícitos de ganar dinero o a medios
ilícitos de obtener placer porque es nocivo para la salud. Morir lentamente no es lo mismo que suicidarse
un golpe. El colectivo puede ser un refugio y un sustituto de la confianza en uno mismo. 

En la escuela es donde se aprende a tomar como referencia el discurso medio, el consenso. Siempre está
este intento de agradar al otro, y que ahora se convierte en un colectivo en el lugar del individuo. 

Todo el sistema deriva quizá del hecho de que una máquina fábrica siempre objetos en serie, y que las
máquinas, dado su potencia, han servido de modelos a los humanos. El ser humano ha hecho máquina, y a
continuación se ha convertido en su modelo. No hay duda de que son las individualidades las que hacen las
fuerzas del grupo. 

Los jóvenes se reagrupan, aprietan los codos, emplean un lenguaje algo más gestual, y hacen como si
inventaron nuevos intercambios o como si vivieran contra la sociedad pensando que podrán inventar cosas
nuevas.

CAPÍTULO 8 - RITOS DE PASO Y PROYECTOS ADOLESCENTES


La madre de Cristian, Comenta que él ya no tiene a su padre, que murió en la guerra. Es un apasionado de
la Aviación. Además, sus maestros decían que no podrían seguir recibiéndole en el instituto. 

En el transcurso de las entrevistas se puso de manifiesto que cuando se entregaba sus fantasías era cuando
hacía de mirón del probador de su madre, que se dedicaba a hacer lencería para señoras. El muchacho

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hacía sus deberes en la habitación donde ella recibía las clientes. Las visiones furtivas de la ropa interior
alimentaban su fantasía y le impedían trabajar. 

Cuando regresaba del instituto, se instalaba en la pequeña trastienda donde aquellas damas se probaban
fajas y sostenes. Desviaba su sexualidad hacía la fantasía.

Para no sufrir demasiada tentación y experimentar erecciones frecuentes, se le sugiere que debía pedir a
su madre que le permitiera volver directamente a casa, ahora que era mayor. Se mostró menos distraído
en clase. 

En cada sesión, hablaba sin cesar del avión que construyen su sótano con ayuda de un compañero. Se
mantenía realmente disociado de lo demás, Hasta el punto de haber olvidado un detalle práctico: la única
salida del sótano era un estrecho tragaluz. El avión, una vez montado, estaba condenado a permanecer allí;
ignoraba que el hecho. 

“- ¿Cómo vas a sacarlo?

  - Pues es verdad, no hemos pensado en el día que tenga que volar”

No parecía muy afectado. Así es cómo efectuó con éxito su paso a la adolescencia, su ruptura con la
infancia. Vivía en dos niveles: uno de ellos, un nivel de fantasía que le hacía trabajar agotadoramente en su
avión sin tener la posibilidad de sacarlo del sótano. 

Una parábola: un hermoso pájaro que no volará, pero que hizo volar a su constructor y le hizo soñar y
sublimar una amistad homosexual.

Los dos fabricaban un falo formidable que volaría por los aires… Más tarde, se puede encontrar un oficio
que proporcione de veras unas alas.

En la pubertad, ya no hay iniciación ni aprendizaje.

Diez años más tarde, se había convertido en un piloto de pruebas. Quería casarse. Su novia quería que
abandonara su oficio para casarse con él. Él deseaba hacerla su compañera, pero no tenía ningún deseo de
dejar una profesión de alto riesgo y muy bien remunerada con un elevado salario y primas.

Vino cinco o seis veces a hablarme de su proyecto de matrimonio, preguntándose si debía sacrificar su
profesión. Su última carta: “ahora soy demasiado mayor para seguir siendo piloto de pruebas, aparte de
los vuelos excepcionales, pero formó paracaidistas”.

Convertido en un hombre, y haciendo encontrado unas alas verdaderas para volar, vino a plantearme esta
pregunta: ¿Cómo se puede convencer a una mujer de que se case contigo cuando tienes el riesgo de morir
joven?

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Si no hubiera dicho antes: “Pero, ¿Cómo vas a sacar el avión?”, hubiera detenido su fabricación. Le habría
impedido avanzar. Lo hubiera echado todo a perder. Eso es lo que hacen con demasiada frecuencia los
padres de los adolescentes. 

Conocí a un maestro cuyos alumnos proyectaban ir a pasar una jornada en la torre Eiffel. Toda la clase
preparado el viaje en sus menores detalles: planos del metro, horarios y precio de los trenes. 

El maestro sabía que el proyecto no se realizaría, por falta de medios materiales. Durante 3 meses habían
trabajado. Fue muy divertido a ver fabulado, haber inventado un viaje. Los alumnos estaban en la fase de
latencia: 8 - 11 años.

El que sabía que el objetivo no era realizable no lo decía. Eso es la educación. 

- ¿Se acuerda usted nuestro viaje a la torre Eiffel?


- ¿El viaje? ¡Pero si no llegamos a hacerlo!

Habían olvidado que el proyecto no se había realizado. 

El hombre tiene necesidad de proyectos. Una nación vieja sufre de la falta de grandes proyectos. La utopía
es la realidad de mañana. Los políticos hacen promesas, no tienen programas ambiciosos. Una gran
reforma nace en una mente innovadora. 

Ello desembocará al menos en una experiencia instructiva, y contribuirá a hacer avanzar una idea nueva, a
hacer evolucionar las mentalidades. 

La población adulta aplasta en los adolescentes su deseo de evasión diciéndoles: imposible. 

Los ritos de iniciación favorecían probablemente la sublimación de la castración simbólica.

Estas pruebas colectivas ayudaban a los jóvenes a librarse del sentimiento de culpabilidad transgresiva que
se apodera de ellos, ya que el paso realizado en solitario, sin sostén, es vivido como una transgresión. Pero
es necesario también que se efectúe bajo el peso de cierta amenaza, por el enfrentamiento con un peligro.

Las realizaciones individualizadas no son iniciáticas a la vida social, a la vida del grupo, como lo eran las
iniciaciones de las sociedades tribales.

El proyecto no puede reemplazar el rito de paso. Pero, permite quizá prescindir de él.

El rito de paso servía a una comunidad que tenía necesidad de conservar a todos sus miembros, y
encontraba así el medio de sujetar al clan a todos los niveles, haciéndoles afrontar riesgos en el interior de
la tribu: los riesgos de la iniciación.

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Hoy en día, cuando ya no existe el modelo familiar o social, cuando el hijo sucede cada vez menos al padre,
el rito de paso ya no tiene justificación, pero quizá el proyecto que responde a la tentación del peligro con
cierta prudencia puede ayudar a morir a la infancia para alcanzar otro nivel de dominio en la vida colectiva.

La primera etapa consiste en poder ganar algo de dinero. Es el escollo, en la hora actual, para los jóvenes. 

Lo que caracteriza al adolescente es que dirige su mirada a un proyecto lejano, que él imagina en un
tiempo y un espacio diferentes de aquellos en que ha vivido hasta entonces.

La buena solución es alimentar un sueño que se realiza al día.

Los comportamientos de los adultos agravan mucho las dificultades de los adolescentes.

La adolescencia se prepara con un apartamiento de los padres en la fase de latencia: de una manera
controlada.

En el estadio de la adolescencia, encontramos el mismo “disfraz”: se ponen los uniformes de tal clan, de tal
look. En su interior, los jóvenes ocultan sus verdaderas diferencias.

La adolescencia es un período muy rico si se deja asumir al joven muy pronto todas sus responsabilidades,
sin coartarle.

Si el adolescente tiene un proyecto, incluso a lo largo plazo, está salvado. Hace cosas para alimentar este
proyecto. Esto le hace soportable el purgatorio de la juventud, en ese estadio de impotencia y de
dependencia económica.

MARINA MULLER – EL SUJETO DE LA ORIENTACIÓN VOCACIONAL


La orientación vocacional se realiza en sujetos que transitan la pubertad y la adolescencia.

La pubertad es → la etapa de cambios psicobiológicos: aparición de la menarca y de la polución con células


espermáticas, en niños respectivamente, acompañados de crecimiento corporal y de los caracteres
sexuales secundarios junto con el paso a nuevas posibilidades mentales y la reconstrucción de la identidad
personal. Se presentan tensiones y conflictos afectivos, así como un recrudecimiento de constelaciones
inconscientes más tempranas.

La adolescencia es → “crecer”, “llegar a la maduración”. Implica desprendimiento de la niñez y la entrada


progresiva - a veces sumamente lenta - en el mundo y en los roles de los adultos. Este proceso afecta y es a
la vez afectado por los adultos y por la sociedad, así como por el momento histórico en que transcurre. 

 En algunos casos, el período adolescente se acorta, pues el joven debe asumir muy pronto
responsabilidades y conductas adultas y puede iniciar relaciones de pareja y de paternidad mucho antes

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que en otros medios. Asumen estos casos los aspectos frustrantes del rol adulto (trabajo agotador, mal
remunerado, deserción precoz del sistema educativo, etc.). 
 Cuando los adolescentes pueden seguir estudios secundarios y prepararse para una ocupación que
requiere estudios superiores, la adolescencia se extiende durante todo ese período, hasta
aproximadamente los 22 años e incluso más tarde; en realidad, hasta que el joven se independiza afectiva
y económicamente de la familia. 

Lo que condiciona a la pubertad y en la adolescencia no es el hecho biológico en sí mismo, sino el sentido


que se da al rol de adultos en la sociedad de que se trate. Se interpretan actualmente, estos fenómenos,
como socio-culturales: las sociedades industriales complican el ingreso al mundo adulto por la
multiplicidad de roles socio-económicos existentes y por la complejidad de su aprendizaje. 

Se tiende a mantener más tiempo la dependencia de los jóvenes, y se es contradictorio respecto del rol
que se espera que cumplan. 

Los adolescentes deben llevar a cabo, durante esos años, algunas tareas específicas como:

 Aclarar y tomar su propio papel, autodefiniéndose y reconociéndose sexual y socialmente. 

Tanto en sentido positivo (qué y quién ser) como negativo (qué y quién no ser), lo que al mismo tiempo
requiere una aceptación y una renuncia o desprendimiento.

Los ejes de estas elaboraciones son:

1. La propia identidad; 

2. El trabajo; 

3. El estudio. 

 Desprenderse e independizarse, emocional y económicamente para vivir sus propias experiencias y


aumentar su autonomía. 
 Construir personalmente - y en general, bajo la influencia de grupos de pertenencia y de referencia
- una ideología o sistema interpretativo de la realidad, basado en convicciones y no en
imposiciones.
 Poder trabajar en grupos en forma cooperativa, sin diluir su identidad, no en forma conformista
sino capaz de promover cambios adaptativos activos.

Este proceso de crecimiento tiene sus fundamentos en:

 Las series complementarias;


 Factores socioculturales; 

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 Las oportunidades al alcance del sujeto; 


 Sus posibilidades y límites de aprendizaje y de elección. 

Por otro lado, Erikson, nos habla de un proceso de aprendizaje en que los cambios significan duelos o
abandonos dolorosos del pasado. Esos duelos son, principalmente: 

1) Por el cuerpo de niño. Los cambios se viven como invasores, incontrolables, y, por ello, causan
angustia. 

El desarrollo plantea la evidencia de la identidad sexual y puede movilizar frustraciones en los adolescentes
que tengan dificultades en la aceptación de su propio sexo.

Las informaciones confusas o inexactas respecto del desarrollo: en las niñas, acerca de la menstruación,
que puede ser:

 Fantaseada como daño genital, enfermedad o evidencia de inferioridad; o, por el contrario,


 Cómo comprobación de su femineidad y de su futura actitud genésica.

Según sea la conformidad o descontento con su cuerpo, esto provocará sentimientos de sobrestima y
narcisismo, o minusvalía, timidez e inseguridad.

Las problemáticas se dan en torno a cómo perciben su propio cuerpo y las ansiedades movilizadas: 

 Preocupaciones por la sexualidad;


 Represión o desborde pulsional; 
 Alternancias entre ascetismo y excesos;
 Autoagresion, euforia y autoafirmación;
 Timidez y vergüenza;
 Preocupación masturbatoria y culpa, etc.

Los estándares publicitarios idealizan la apariencia, acrecentando el conflicto por lograr aproximarse a los
modelos sociales o a la frustración por no conseguirlo. 

La angustia frente al transcurso del tiempo puede conducir a sentimientos de despersonalización y gran
temor a la muerte y a las enfermedades. 

La religión puede, a veces, ser utilizada por los adolescentes como refugio y defensa ante las ansiedades de
la vida, por miedo a los cambios y a las situaciones límite.

2) Otro de los duelos está relacionado con la pérdida del rol y la identidad del niño durante los años
previos. 

Las identificaciones, los procesos mentales, la forma de conducirse, sufren una crisis, de allí las sensaciones
de confusión y de vacío por pérdida de lo anterior. A su vez, esto estimula el desarrollo, como

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consecuencia de las intensas ansiedades movilizadas y la necesidad de intentar nuevas conductas que
resuelvan los conflictos. 

Ahora, afronta nuevas responsabilidades y enfrenta nuevos problemas que lo hacen encontrarse más
directamente con la realidad misma, no como el “como sí” del juego y del aprendizaje escolar. 

No existen soluciones unívocas ante los problemas de la sexualidad y la pareja, de los estudios y
ocupaciones, y de las crisis y frustraciones que pueden provenir de ellos. 

Los adolescentes dejan de comportarse de acuerdo con lo esperado y con normas exteriores a sí mismos,
para intentar ser ellos, pero esto sólo lo consiguen como combinación de un largo proceso durante el cual
oscilan entre progresión y regresión. 

En ocasiones, las conductas asumen rasgos maníacos: negar el crecimiento, no crecer nunca; o bien
acelerarlo en forma omnipotente: ser grande de golpe, actuando provocativamente, negando el dolor por
el pasado perdido.

Los nuevos problemas: descubrirse y ubicarse como ser para ti y en un rol social, les provocan conflictos,
pues los obligan a definir, y muchas veces no han ejercitado con suficiente frecuencia y seriedad la
capacidad de decisión, por lo que temen equivocarse o arrepentirse. Dudan de sí mismos, de su propio
criterio. 

La madurez personal les otorgará una mayor autonomía y el poder desprenderse de ser como los padres y
con ellos, pasando de las identificaciones (ser como otros) a la elaboración de su identidad (ser ellos
mismos). 

Necesitan reconocer mejor la realidad, hacer una lectura crítica y comprensiva de la misma y de su posible
lugar en la sociedad. 

Si los adolescentes son tratados y considerados como niños tenderán a prolongar su dependencia e
inseguridad. 

Si las primeras relaciones dejaron huellas positivas, el sujeto podrá identificarse con buenas imágenes que
lo ayuden a vivir su adolescencia en forma menos dramática. 

3) El otro duelo es la pérdida de la relación infantil con los padres. 

Durante la niñez, ellos le brindaban una imagen característica de poder y seguridad, A veces idealizados
tanto en sentido de protección y reaseguros, como en cuanto a ser persecutorios, aterrorizante,
castradores. En la adolescencia, esta idealización entra en crisis, se perciben los conflictos, las fallas, los
problemas, errores y límites de los padres, se los pone en tela de juicio, en algunos casos, fuertes choques. 

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A partir de este momento, replantearan y cuestionaran las normas familiares, poniendo en duda la
infalibilidad de los adultos. A la vez, las fluctuaciones de los adolescentes reeditan las viejas ansiedades y
problemas de los padres, que no estaban totalmente resueltos, ya que los hijos jóvenes les muestran sus
inconsistencias, su envejecimiento, su futura perdida de vigencia. Por ello, los padres pueden intentar
rivalizar con sus hijos adolescentes, o insistir en seguir tratándolos como niños, para así negar el paso del
tiempo y el cuestionamiento de su primacía. 

Esta transformación de las relaciones con los padres puede verse afectada por la actitud que estos asuman:

 Presionar excesivamente para que logre los objetivos propuestos por los padres.
 No comprender los procesos de crecimiento, reaccionando con indiferencia, autoritarismo, o
agresividad ante las conductas adolescentes.

Los padres, recíprocamente, viven también todos estos duelos:

 Aceptar su propio envejecimiento, a la vez que el desprendimiento del cuerpo infantil de su hijo;
 Los cambios en la identidad del hijo los enfrentan a nuevos valores, concepciones e
interpretaciones de la vida, y a la vez los obliga a revisar sus viejos esquemas.
 Nueva etapa de la relación con el hijo.

Desde los 11 a los 15 años, aproximadamente, surgen y se afianza nuevas formas de pensamiento,
derivadas de las estructuras anteriormente disponibles, pero con el agregado de nuevas posibilidades.

El pensamiento de los adolescentes se denomina formal o hipotético deductivo. Puede considerar los
hechos reales como un sector limitado en el interior de un universo de transformaciones posibles, ya que
los explica basándose en un conjunto de hipótesis posibles y compatibles con las situaciones dadas
susceptibles de verificarse lógicamente y no sólo de manera empírica.

Durante la adolescencia, se convierte el sentido de la relación entre lo real y lo posible: lo real se subordina
a lo posible, que abarcativo.

Se opera mediante:

 Implicaciones → Sí...entonces.
 Disyunciones → Uno u otro, pero no ambos.
 Combinaciones y permutaciones: son clasificaciones o relaciones de orden que utilizan un método
exhaustivo y sistemático para tener en cuenta todas las posibilidades, disociando los factores y
construyendo esquemas complejos. 

Practicar estas formas de pensamiento permite a los adolescentes ir más allá de lo que perciben, viven o
piensan, con relación a lo real, para dirigirse a todo lo concebible aun cuando no sea comprobable.

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Las operaciones formales integran una red o reticulado que relaciona en forma previsible, múltiple y
simultánea, lo real y lo posible, incluyéndolo en todas las direcciones de esa red.

DESDE LA ORIENTACIÓN VOCACIONAL

Desde el punto de vista de la orientación vocacional, no debemos quedarnos con lo que el sujeto piensa o
las operaciones que realiza actualmente, sino considerar las que podrá hacer en otras circunstancias: su
capacidad potencial de rendimiento, sus actitudes, así como, la especificidad de las mismas. 

De modo que el pensamiento adolescente y sus posibilidades serán ampliados, interferidos o, en todo
caso, influenciados por los procesos de aprendizaje y las experiencias vigentes en cada sujeto y en cada
grupo. 

Los adolescentes pueden realizar sus nuevos poderes, y absolutizar su pensamiento. 

Poco a poco, el joven irá reconociendo las divergencias, respetándolas, con lo cual sobrepasa ese
egocentrismo intelectual que lo domina. 

En la problemática vocacional, esto puede incidir en proyectos de tipo omnipotente: estudiar al mismo
tiempo varias carreras, hacer descubrimientos y aportes trascendentales para la ciencia o el futuro de la
humanidad. 

En cuanto a la identidad personal, la van constituyendo en forma funcional con algunos aspectos
parcialmente estables y otros móviles.

Con relación a los vínculos sociales, los procesos psicológicos y los histórico-sociales forman un continuo,
aunque puedan separarse a los fines del análisis. 

Las crisis sociales e históricas son fuente de ansiedad confusional y persecutoria, y dificultan a los
adolescentes saber qué está permitido y qué prohibido.

La lucha por ser uno mismo entra en conflicto con la hostilidad y el control social, que espera reducir al
individuo a un objeto manipulable.

Los adolescentes intentan resolver el problema del rol que juegan para los otros y lo que sienten hacia sí
mismos. Por esa razón, muchas veces son portavoces de grupos sociales marginales, porque ellos mismos
se sienten seres con identidad en transformación, y, como consecuencia, se marginan o asumen
identidades negativas, como forma de diferenciarse oponerse a la hostilidad o el desapego que se les
dirige. 

La evolución de sus relaciones sociales los lleva a:

 Profundizar selectivamente ciertos aspectos de la experiencia, preparando la elección vocacional;

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 Preocuparse por la realidad nacional y mundial y por su posición en la misma;


 Comprender mejor las relaciones y los problemas interhumanos;
 Relacionarse con mayor reciprocidad con los adultos. 

El orientador ha de considerar pubertad y adolescencia como momentos evolutivos típicos, de grandes


fluctuaciones, crisis y transformaciones, los que constituyen un síndrome normal.

La participación orientadora acompaña al sujeto para ayudarle a resolver su problemática de identidad


vocacional ocupacional. Esta depende de su identidad personal psicosexual, sus identificaciones y
relaciones con los otros, y las fuentes inconscientes tanto subjetivas como sociales. Son importantes las
ideológicas, referentes al valor atribuido a los diversos trabajos y estudios, consideraciones relativas al
prestigio social ocupacional, las preferencias y los mandatos familiares. 

EL PASO A LA ADULTEZ

La adolescencia finaliza cuando los adultos comienzan a tratar consistentemente a los adolescentes como
adultos. 

Tendemos a considerar como representativos en los adultos maduros a quienes integran nuestro propio
ambiente, en general intelectualmente sofisticado y complejo, sin atender a otros medios y a los conflictos
comunes a la mayor parte de los adultos de la población.

El adulto no ve detenido su crecimiento psicológico, aun cuando se produzca la involución biológica


durante el envejecimiento.

Freud señalaba dos caracteres básicos que englobaría la salud psicológica del adulto: ser capaz de amar y
trabajar.

 Esto implica:

 Vincularse significativamente con los demás y con la realidad, sobrepasando el egocentrismo


narcisista del niño y del adolescente;
 Participar con calidez y energía en distintas actividades que adquieren mayor para él o ella. 
 Dedicarse a asumir una identidad vocacional, efectuando aportes a la sociedad, con su esfuerzo
creativo y activo, buscando la concreción de objetivos no referidos en primera instancia sólo al yo. 

El adulto psicológicamente esa no está dispuesto a reconsiderar y modificar, por la experiencia y el


conocimiento, sus opiniones, actitudes, creencias y conductas; puede desprenderse de las que les resultan
inoperantes con el devenir del tiempo, conservando no obstante su integridad y su orientación básicas. 

Quién ha llegado a la madurez puede sentir que ama y es amado, que hace su tarea, que deja huella en
otra gente y aunque desea tener más tiempo, sabe qué hace lo que puede con el que dispone. 

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El retrato de un adulto o adulta “sano” es bastante de idealizado y, en general, sabemos desde Freud, que
todo ser humano permanece en su inconsciente eternamente infantil, narcisista y egocéntrico, existiendo
grados de salud y de patología en toda personalidad.

Durante la vida humana ocurre en muchas circunstancias que movilizan la identidad y promueven cambios,
con las ansiedades y resistencias consiguientes, con un quantum variable de desestructuración y exigencias
de reestructuración cuya resolución depende de la personalidad y de sus antecedentes e historia.

LOS JÓVENES Y LA FINALIZACIÓN DE LOS ESTUDIOS SECUNDARIOS – CAP 3 –


RASCOVAN
LO JOVEN COMO CAMPO DE PROBLEMÁTICAS DE LA SUBJETIVIDAD

Rascovan va a abordar la noción de juventud, que principalmente se asocia con cierta categoría etaria,
variable de acuerdo a la época. Los límites de edad son siempre arbitrarios. Sin embargo, las fronteras de la
juventud son culturales antes que meramente etarias, en la medida en que están socialmente construidas.
Por lo tanto, varían histórica, geográfica y culturalmente. 

En este contexto, la pregunta por la adolescencia y la juventud toma otras características, se coloca bajo
una nueva luz.

ENTRE EL SIGNIFICANTE Y LA FACTICIDAD

El significante “juventud” es complejo: se refiere a una condición de la vida que se presenta básicamente
en múltiples modalidades; la edad es su eje, en articulación con diferencias sociales y culturales, con
variadas inserciones institucionales y con cuestiones relativas al género, las regiones geográficas, a
microculturas grupales.

Elegimos hablar de lo joven como un intento por desustancializar la noción y ubicarlo en el amplio campo
de las problemáticas de la subjetividad. Los joven es a la vez un hecho fáctico y un significante. No es una
esencia. Se configuran la diferencia, en tanto su significación se construye en la tensión con todo aquello
que no es. Identidad y diferencia que se articulan de este modo en la construcción de la subjetividad, sin
sustancializarse. 

La psicología, la sociología y el conjunto de las ciencias sociales en sus vertientes positivistas han
promovido procesos de normalización y clasificación en una maniobra que permitió mantener estable y
estático lo que en rigor es cambiante, incesante. Las categorías conceptuales “infancia”,” adolescencia” y
“juventud” son un invento moderno, resultado de un conjunto de práctica educativas, sanitarias y jurídicas.

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El subrayado que hacemos está puesto en los procesos de atribución de sentido: Lo joven como categoría
Discreta, como seres que se explicarían a sí mismos por sus propiedades y cualidades que les son
inherentes intrínsecamente. 

El surgimiento de sujetos clasificados por edades a los que se le atribuyeron significaciones propias,
entonces, consecuencias del desarrollo de las fuerzas productivas, de las exigencias que fueron
imponiendo las incipientes sociedades capitalistas industriales para preparar a los individuos en su
integración efectiva a la vida social y productiva.

Esta estructura, que existe en otros casos, recuerda que en la división lógica entre jóvenes y viejos está la
cuestión del poder, de la división de los poderes. Las clasificaciones por edad (y también por sexo o por
clase) vienen a ser siempre una forma de imponer límites, reproducir un orden en el cual cada quien debe
mantenerse, donde cada quien debe ocupar su lugar (Bourdieu, 2002). 

La escuela fue, junto a la familia, la principal institución responsable de producir subjetividad moderna. Al
distribuir a los sujetos por edades, agruparlos y promoverlos de año en año de manera establecida y
estandarizada, la escuela inventa, produce infancia, adolescencia, juventud. Esta separación del mundo de
los adultos ha colaborado a desarrollar propiedades y peculiaridades para una misma edad, a producir
formas propias de vivir. A su vez, fueron los adultos quienes, sostenidos en discursos científicos-
pedagógicos, empezaron a considerar y darle entidad certera a los sujetos de acuerdo con su edad
cronológica específica. Niños, adolescentes y jóvenes se fueron constituyendo en identidades sólidas, y se
les fueron atribuyendo rasgos, cualidades y características psicológicas propias, en función de una norma
social. 

El desarrollo capitalista industrial y su maquinaria simbólico cultural produjeron, de este modo, integración
intergeneracional, en función de agrupamiento sectarios que favorecieron mayor proximidad e
intensificación de vínculos entre pares. 

Una de las cualidades propias que se le atribuye la juventud es la condición de moratoria psicosocial,
categoría que se ha instalado y que requiere su elucidación crítica.

Moratoria psicosocial: es un tiempo que el adolescente necesita para hacer las paces con su cuerpo, para
terminar de conformarse y para sentirse conforme con él.

La moratoria psicosocial corresponde a la necesidad que tiene la sociedad de organizar su producción


económica, y también cultural. 

En las sociedades capitalistas modernas, las actividades de producción económica, cultural y social
reclaman un tiempo de formación prolongado que se adquiere en instituciones educativas especializadas.
Primero fueron las escuelas secundarias y hoy son los estudios superiores. Se alarga cada vez más el

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proceso de capacitación y adquisición de saberes y competencias para la incorporación al mercado de


trabajo.

Las desigualdades sociales en la juventud, estarán, por lo tanto, constituidas por las diferencias existentes
en relación con el beneficio de dicha moratoria psicosocial.

Resulta importante diferenciar la moratoria vital (como aquello que permite distinguir a los jóvenes de los
no jóvenes) de la moratoria social, es decir, lo que diferencia a lo social y culturalmente juveniles de los no
juveniles. Por ejemplo, jóvenes de sectores populares que no tienen el beneficio de una moratoria social,
es decir, al mundo de las responsabilidades y al de la autonomía económica. Jóvenes que no son
portadores de los signos que caracterizan hegemónicamente a la juventud actual.

Son los adultos - ricos y famosos - que, como una mercancía cultural mediática, se ofrecen como modelos
identificatorios para un amplio conjunto de sujetos pertenecientes a los sectores medios y altos de la
sociedad, quienes, a medida que disminuye su crédito vital, asumen las formas juveniles: cirugías estéticas,
lifting y todo tipo de artificialidad - como una forma fallida de evitar que el tiempo pase.

Alrededor de la juventud se va construyendo una “imagen” que se traduce en formas del discurso. Toda
cultura, halla su sustento en determinadas condiciones materiales de la sociedad y en cierto imaginario
social, entendido como el conjunto de imágenes que tiñen la relación de los sujetos con el mundo de los
otros y de los objetos. El conocimiento de la realidad estará, pues, fuertemente condicionado por el
imaginario social, que se nutre, a su vez, de ciertos valores culturales predominantes en cada época. 

¿Qué es la juventud? es una pregunta que podría reemplazar, entonces, por ¿Cuál es el imaginario social
que existe acerca de ella? Desde nuestra perspectiva, la homogeneización es el eje alrededor del que gira
el imaginario en torno a la juventud. Esto es, la existencia de un conjunto de ideas, creencias y opiniones
que puedan servir de explicación a variados aspectos de los jóvenes, como si fueran un todo compacto,
como Si todos fueran iguales, por el hecho de ser así nominados. 

En las diferentes etapas históricas la juventud es portadora de determinadas características. A la manera


de un signo, se le adjudica un conjunto de valores socioculturales con los que predominantemente se la
reconoce. El imaginario social se relaciona con las lógicas de poder, con las expectativas que cada sociedad
tiene en relación con su juventud, y que pueden ser aceptadas y/o legitimadas como propia por los sujetos
que transitan por esa etapa vital. 

La sociedad necesita de la juventud para perpetuarse. Los jóvenes son el relevo generacional que permite
llevar a cabo la transmisión y apropiación cultural. Los adultos son los responsables de esta misión de
integración de las generaciones jóvenes a la sociedad. No se trata de una tarea mecánica, lineal.

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En este proceso surgen fuerzas que pueden tener sentidos contrarios: reforzar lo existente conservando las
actuales estructuras, o promover su transformación. 

Podríamos Ubicar la juventud o, mejor dicho, lo joven, en el significante y la facticidad. Un modo de


encontrarse arrojado en el mundo que articula la moratoria vital, la historicidad de la generación en la que
se es socializado y la experiencia de las duraciones y de la temporalidad. Ser joven es entonces una forma
de la experiencia histórica atravesada por la clase y el género, pero no depende exclusivamente de ellos,
sino que adquiere en ellos modalidades diferenciales. De este modo, la juventud es una condición que se
articula social y culturalmente con la edad, con la generación a la que pertenece, con la clase social de
origen y con el género. 

Bourdieu abona la idea de que las divisiones entre las edades pueden encontrarse como una arbitrariedad
cultural, una imposición de los sectores dominantes para atribuir significaciones que, al mismo tiempo que
encubren relaciones de fuerza, se muestran como únicas y legítimas. 

Evidentemente, hay particularidades que se construyen en lo epocal y otras que trascienden los tiempos
históricos. Entre el significante y la facticidad hay un resto que hace a la condición humana, a lo simbólico,
más allá de las formas particulares que adopte lo sociocultural en cada momento histórico. 

DESUSTANCIALIZAR LA SUBJETIVIDAD

Apartado de una perspectiva ontológica preocupada por la configuración identitaria del ser, de lo uno, es
decir, lejos de pretender saber qué es ser joven, nos interesa abordar cómo se establecen los procesos de
subjetivación. Nos parece necesario promover una elucidación crítica, pensar lo que hacemos, saber lo que
pensamos sobre algunos campos problemáticos.

Pensar la constitución subjetiva en términos de entramado difiere de adoptar la noción de identidad como
forma que tomó la subjetividad bajo la racionalidad moderna siguiendo el modelo identitario. 

El concepto de identidad, al igual que tantos otros, se construyó desde un paradigma moderno
sustancialista, esencialista. Surgió como intento de articulación entre lo individual y lo social, pero terminó
explicándose en sí mismo, como una entidad cerrada, verdadera y única. El individuo fue considerado un
ser autónomo, racional, consciente, libre, capaz de determinarse a sí mismo.

La construcción del sujeto se configura alrededor de un proceso de unión a los otros, de pertenencia, pero
al mismo tiempo, también, de separación con los otros, es decir, de diferencia. Identidad y diferencia
desustancializadas. 

Allí donde la diferencia es pensada como lo negativo de la identidad, se instituye la desigualdad. Se trata de
diferencias desigualadas. Se sostienen así muchos siglos de dispositivos de discriminación, exclusión,

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estigmatización o exterminio. Supone pensar que la construcción de ellas se produce dentro de


dispositivos de poder (de género, clase, etc.) 

Los procesos de subjetivación representan un momento constitutivo de los procesos de sentido y


significación que rompen con una pretendida homogeneización. Qué es subjetivación, hay condiciones
para su producción.

No hay juventud, hay jóvenes. Sujetos que viven sus vidas de una manera socialmente instituida, es decir,
sometidos a ciertas lógicas de poder. Serán los procesos de subjetivación los responsables de producir
ejemplos sobre lo establecido hegemónicamente.

La lógica clasificatoria e identitarias oportunamente funcional en la distribución de sujetos en el campo


social, educativo y productivo, en la actualidad lo es, además, para sostener y reproducir la lógica de
mercado. En un escenario social dominado por el mercado que promueve una cultura homogeneizadora
de la condición juvenil, surgen y se desarrollan diferentes experiencias de carácter contrahegemónico,
distintas formas de resistencia en las que sujetos llamados jóvenes construyen procesos de subjetivación
alternativos, con sus propios saberes, relaciones de poder y estéticas.

El paradigma de la complejidad de la obra pensar el campo de la subjetividad desde el “entre”, por fuera
de las esencias. Supone el desplazamiento conceptual desde los sistemas cerrados y cerca del equilibrio
hacia los sistemas abiertos en interrelación constante con su ambiente. Desde esta perspectiva conceptual,
el sujeto no es lo dado biológicamente, ni una estructura psíquica aislada, sino que el sujeto adviene y
deviene como una configuración única e irrepetible en el intercambio con el ambiente y el entorno social y
cultural humano.

El devenir del sujeto, marcado por sus itinerarios, trayecto y transiciones; por sus puntos, cortes,
articulaciones y fracturas; por procesos de crecimiento, desarrollo y maduración, promovió que el
paradigma moderno lo transformara en etapas, a través de mecanismos de normalización y clasificación.
Nos interesa reconocer distintas dimensiones que se imbrican de manera irreductibles en la configuración
del devenir subjetivo. 

 Las biológicas asociadas con el fenómeno puBeral; 

 La psicológicas, en relación con los procesos de identificación y desidentificación;

 Las sociológicas, en tanto producciones culturales y relaciones intra e intergeneracionales.

Desustancializar la subjetividad no significa desconocer las formas de agrupamiento que efectúan los seres
humanos, sus lugares de pertenencia, sus marcas de origen, sus inscripciones simbólicas y jurídicas, sus
producciones culturales. Desustancializar, hace eje en el entre no en las esencias.

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DE GENERACIONES

Se establecen barreras cognitivas, culturales, tecnológicas. Dichas barreras entre unos y otros provocan
desencuentros basados en que los jóvenes son nativos del presente y en que cada una de las generaciones
coetáneas son resultantes de la época en que se han socializado. Cada generación es portadora de una
experiencia histórica, con sus propios recuerdos, sus iconos culturales, sus marcas colectivas.

Los cambios acelerados están produciendo que, en la actualidad, se puede hablar de generación en lapsos
muchos más acotados que en otras épocas. Hoy, la distancia entre década y década determina que,
prácticamente, se habiten mundos distintos. 

Mientras que a fines de los años 50 parecía que los jóvenes se subsumían en el mundo de los adultos, hoy
son los adultos los que se disfrazan de jóvenes. 

 Generación silenciosa: personas nacidas entre los años 20 y 40. 


 Generación X: personas nacidas entre mediados de los años setenta y mediados de los años 80.
También llamados generación perdida o generación de la apatía.
 Baby boomers: son los nacidos después de la Segunda Guerra Mundial y hasta mediados de los
años 70. 
 Generación Y, mediaticamente nombrada como Milenials. 
 Generación Z: personas nacidas después de la generación del milenio. 

Una verdadera saturación de letras y aplicación de valores y estigmas asociados, por lo general, con
aspectos relativos al manejo del tiempo, del trabajo, del dinero y del aprovechamiento del tiempo libre. 

MODALIDADES EXISTENCIALES. PLUSCONFORMIDAD Y PULSIONAL SALIDO DE CAUSE

Los jóvenes contemporáneos se enfrentan a la dura tarea de construir su propia biografía en un contexto
de creciente incertidumbre. En el marco de la libertad - restringida - qué les otorga las sociedades
postindustriales, se ven obligados a elegir, a tomar decisiones individuales, aunque sin poder prever con
claridad todas las implicaciones de sus elecciones.

Se produce una biografización y se promociona cada vez más un modelo biográfico. Inventarse a sí mismo
se vuelve una empresa. El modo en que uno viva se vuelve una solución biográfica. Los sujetos son
abandonados a sí mismos, obligados a hacerse cargo de su persona, bajo el imperativo: “Todo recae sobre
el individuo. Sólo a él le corresponde cubrir qué es capaz de hacer, ampliar esa capacidad al máximo y
elegir los fines a los cuales aplicar esa capacidad - o sea, aquellos que le produzcan la mayor satisfacción.”

Las formas de configurar las trayectorias vitales basculan entre quienes pueden elegir recorridos
individuales relacionados con sus propios intereses, expectativas e ilusiones y quienes se hallan

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comprendidos a tomar decisiones adaptativas o sobre adaptativas como modo de hacerles frente a los
procesos de incerteza, vulneración y exclusión social a los que se ven sometidos. 

Ana María Fernández sostiene que cada época produce modalidades existenciales, estilos de vida como
modos argumentativos de operar en lo social, en muchos casos como racionalizaciones defensivas. 

La autora describe dos formas de subjetivación es prototípicas de los jóvenes, que denomina “de vidas
grises”. 

1. Se refiere a los jóvenes que responden excesivamente a la demanda, es decir, a lo vivido “en
plusconformidad”, lo que les genera desconexión con las propias necesidades, gustos, anhelos y
elecciones. 

2. Denominada pulsional salido de cauce. Supones jóvenes que tienden a desbordarse en crisis de
angustia y accionan y practican abusos y excesos de diverso orden, desde violencias, crueldades y
severos trastornos alimentarios y adicciones de muy diferente tipo y problemas con la ley o
conductas delictivas. 

Estas dos modalidades constituyen entramados entre lo social y lo singular. Pueden configurarse de modo
separado, aunque también pueden coexistir, en tensión. Desde luego, se trata de dos formas extremas con
todas sus intermediaciones. En ambas quedan alternadas cuestiones relativas a la pregunta por el deseo y
a la temporalidad. Mientras que en la plusconformidad se clausura la pregunta por el deseo, en las
urgencias de satisfacción directamente de la arrasa. 

Ambas están ligadas a las problemáticas vocacionales y a las cuestiones del elegir, en las que soñar,
imaginar, crear y proyectar se presentan como capacidades debilitadas, o peor aún, ausentes. 

Destacamos que el proceso de elegir supone una lógica de la anticipación, que se ve notablemente
fragilizada cuando lo que predomina es la lógica del instante. Las modalidades descritas establecen
configuraciones subjetivas y modalidades del lazo social que clausuran, obturan o arrasan las condiciones
de posibilidad de elegir. Es decir que las posibilidades de planificación, de aspiraciones futuras y de
pensamiento a largo plazo se ven seriamente afectadas. 

La apatía, el desinterés y el desgano pueden ser las formas en que se presentan estas dificultades.
Debilitando las esperanzas colectivas, constituyendo estrategias biopolíticas de vulnerabilización. Por ello,
se hace necesario pensar cómo operan tales estrategias configurando similitudes en jóvenes de diferentes
clases sociales, género, etc.

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Pareciera que una de las formas más eficaces de vulnerabilizar es configurando existenciarios específicos,
con sus propios componentes de desigualación. Habrá que distinguir formas de subjetivación como Plus a
lo instituido, como inventos de resistencia, de creatividad, de búsqueda, de invención. 

FINALIZAR LA ESCUELA SECUNDARIA

Finalizar la escuela secundaria significa enfrentarse con un momento de decisión e inicio de un proceso de
transición. Un salto que entraña Inevitable riesgos, con intensidades diferentes, de acuerdo a la
singularidad de cada sujeto, pero en función de las coordenadas propias de cada época. Escenarios sociales
más fijos y estables o más variables y cambiantes. 

En las sociedades actuales, la finalización de la escuela secundaria implica un proceso de cambio, de


readaptación, de reacomodamiento subjetivo. Un salto que para muchos tiene la marca, el estigma, de un
salto al vacío. Ellos viven este proceso con el temor de caer, en una sociedad que no garantiza la existencia
de una red protectora. 

La dificultad para encarar los procesos de transición con inclusión social. Justamente es la amenaza
exclusión para quienes todavía están relativamente dentro del sistema social. 

Terminar la escuela secundaria marca un punto de inflexión, de un antes y un después producido por una
forma particular del contexto social de época.

TEMPORALIDADES EN LOS PROCESOS SECUNDARIOS

La finalización de los estudios secundarios se entiende como proceso en la medida en que compromete un
tiempo que se inicia mucho antes que el día en que se terminan las clases en la escuela y que finaliza
mucho después que el día en que se inscriben o comienzan las clases en la universidad, o que empiezan a
trabajar o que encaran cualquier otro proyecto.

Desde una perspectiva subjetiva, la transición está dominada por cierto desajuste temporal entre los
tiempos del sujeto y las exigencias del tiempo histórico que, en la actualidad, asume la forma de tiempos
acelerados. 

Es ese desajuste estructural el que muchas veces el joven recusa y, desde luego, también sus familias, al
iniciar un proceso de transición. Para muchos, la ilusión de una armonía entre los tiempos subjetivos y
sociales funciona como presión para encontrar verdades sobre sus vidas presentes y futuras. Es la creencia
en la existencia de un tiempo homogéneo, un mismo tiempo de ajuste para todos y cada uno. 

El carácter paradojal e irreversible del tiempo y las vivencias de inadecuación temporal suelen ser una
experiencia subjetiva dolorosa. El tiempo subjetivo tiene una particularidad de construir el pasado
mientras se dirige hacia el futuro, significándolo y resignificándolo.

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Frente a los tiempos de las urgencias, de las obligaciones y de los calendarios, resultaría saludables que el
sujeto intentase construir un tiempo otro en el que pueda pensar, soñar, imaginar un proyecto de vida
futuro. 

Los jóvenes están cada vez más obligados a pensar y construir proyectos que respondan a las exigencias
sociales dominantes. 

Si el rasgo que domina la escena social gira alrededor de la lógica exclusión-inclusión, pareciera haber un
discurso totalizador que les exige decisiones que los ubiquen en una posición que les permita competir en
una lucha de todos contra todos, para no quedarse afuera del sistema.

Es habitual que los jóvenes construyan modalidades existenciales para defenderse del malestar que genera
el proceso de elegir. 

 Una de ellas es la posición omnisciente-omnipotente, organizado en la pretensión de querer


poder todo y saber todo lo necesario para encarar una correcta elección, con la aspiración de
tener la seguridad acerca de aquello que se elegirá.
 Como contraparte, está la posición impotente, de quién nada puede, nada sabe sobre lo que
elegirá. 

En rigor, son dos modalidades existenciales, 2 formas de posicionamiento subjetivo que indican lo mismo:
la búsqueda - infructuosa - por parte del sujeto de crear condiciones ideales para producir una decisión. 

Podría decirse entonces Que la decisión es el acto que viene después de que se ha accedido a un punto de
indecibilidad.

Las elecciones vocacionales, al igual que las otras decisiones de la vida, son siempre prematuras, en el
sentido de que sólo en el futuro podrá saberse sobre sus efectos. Una decisión produce un acontecimiento
que modificará la flecha del tiempo en la historia subjetiva; sin embargo, se trata de desdramatizar este
momento, de sustraerlo de la categoría trascendente suprema con la que habitualmente el discurso social
persigue a los jóvenes que están por elegir. Desdramatizar no significa minimizar la importancia del
momento de finalización de la escuela secundaria, sino de ubicarlo como periodo de decisión que tiene,
indefectiblemente, carácter exploratorio. 

LAS TRAYECTORIAS TRANSICIONALES

En el contexto actual, las transiciones de los jóvenes a la vida adulta están sufriendo un proceso de
desestandarización, mientras que las instituciones y políticas orientadas a facilitar tales transiciones siguen
operando, en muchos casos, bajo el supuesto de un modelo lineal del curso de la vida, en el que la
integración social es equivalente a la integración en el mercado laboral. 

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Las trayectorias transicionales serían la trama en que el itinerario vital, siempre en clave de plus, configura
los trayectos y las transiciones cuando tienen un carácter dinámico, abierto, discontinuo. Se trata de
experiencias que no encajan en las categorías preestablecidas del trayecto, entendido como tramo de un
recorrido (educativo/laboral) ni de transición pensada como proceso a partir del corte del trayecto.

Los jóvenes Irán recorriendo caminos que comenzarán a entrecruzarse de manera tal que las transiciones
puedan considerarse como trayectos en sí mismos y no necesariamente como pasaje.

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