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Indice

Inicio
Créditos
Presentación
Prefacio
Advertencia
I Introducción
a. ¿Por qué este libro?
b. ¿Por qué un sacerdote?
II ¿En qué ambiente nos encontramos?
a. Una cultura hedonista
Una aclaración importante: ¿es malo el placer?
b. Bombardeados incesantemente por mensajes sensuales, eróticos
y egoístas
c. La mujer como objeto de placer
d. Amor sin compromiso
e. Relaciones sexuales: ¿una necesidad?
f. La presión social
g. El gran negocio del sexo
h. Una nueva educación sexual perversa y pervertidora
III Hechos para amar y ser amados
IV ¿Qué es la castidad?
V ¿Por qué es importante vivir la castidad?
VI ¿Es posible vivir la castidad?
VII ¿Cómo vivir la castidad?
1. Cuida tu mirada
2. ¿Qué escuchas?
3. Lo que tocas…
4. El autoerotismo o masturbación
5. ¿Qué pensamientos te permites?
6. ¿Qué ves en Facebook?
7. ¿Cómo son tus conversaciones por chat?
8. ¿A qué fiestas o discotecas vas?
9. Lugares a los que no debes ir
10. ¿Cómo llevas la relación con tu enamorada?
11. ¿Qué pasa si mi enamorada quiere saber si ya he tenido

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experiencias sexuales?
12. ¿Hasta dónde puedo llegar con mi enamorada?
13. ¿A qué lugares la llevo?
14. ¿Qué hay del sexo oral?
15. ¿Qué y cuánto tomas?
16. ¿Quiénes son mis amigos?
17. ¿Viajes con la enamorada?
18. ¿Robando besos?
19. ¿Y qué hay de los “besos apasionados”?
20. ¿Y los besos y “caricias” en partes íntimas?
Para terminar

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Sexualidad y castidad

Para jóvenes que quieren ser hombres de verdad

P. Jürgen Daum

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Sexualidad y castidad
Para jóvenes que quieren ser hombres de verdad
P. Jürgen Daum
Publicación digitalizada
Arequipa, marzo de 2015

Cuidado editorial
Patricia Calvi de Quintanilla

Diseño y diagramación
Johseline Perochena C. de Sumaria

© Universidad Católica San Pablo


Urb. Campiña Paisajista s/n, Quinta Vivanco, Cercado.
Arequipa - Perú
Teléfono: (+51 54) 60 5630, anexos 403 - 388.
fondoeditorial@ucsp.edu.pe
ISBN: 978-9972-825-78-1

No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un


sistema informático, ni su transmisión por cualquier medio, sea este electrónico,
mecánico, por fotocopia o grabación, sin la autorización escrita de los titulares del
copyright.

«A ustedes jóvenes les digo: No tengan miedo de ir contracorriente, cuando nos quieren
robar la esperanza, cuando nos proponen estos valores que están pervertidos, valores
como el alimento en mal estado, y cuando el alimento está en mal estado, nos hace
mal. Estos “valores” nos hacen mal. ¡Debemos ir contracorriente! Y ustedes jóvenes,
son los primeros: vayan contracorriente y tengan este orgullo de ir precisamente
contracorriente. ¡Adelante, sean valientes y vayan contracorriente!

¡Y estén orgullosos de hacerlo!».

Papa Francisco

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Presentación

Quiero agradecer al Padre Jürgen Daum, por su dedicación y compromiso con la


juventud, por querer formarla en la castidad, y por presentar argumentos necesarios y
suficientes para orientarlos en la vida, protegiéndolos de las más peligrosas amenazas
a las que están expuestos y curando sus más profundas heridas cuando ya sufrieron
las consecuencias de una vida sexual desordenada.

El padre Jürgen Daum, estudioso de la sexualidad, levanta su voz y dando una tremenda
demostración de amor por la juventud, se aproxima a ella para aligerar su yugo y
hacerle comprender la maravilla de su sexualidad cuando se la vive con rectitud. Él
enseña a los jóvenes a ser mujeres y hombres de verdad, y se ofrece como pastor,
para protegerlos del hedonismo. El hedonismo es tal vez uno de los más terribles
reduccionismos antropológicos que amenaza al hombre y a la mujer en estos tiempos
en los que, en todo momento se trata de convencernos de que los placeres se deben
vivir sin límites, sin controles, y que el hombre solo se explica en función del placer
que es capaz de experimentar.

La publicación de documentos como el que me honro en presentar, están de acuerdo con


la declaración de identidad de la Universidad Católica San Pablo, que busca formar a
los futuros líderes agentes del cambio cultural, justamente en momentos en los que los
medios de comunicación nos bombardean con mensajes cargados de erotismo, que
agreden incluso la dignidad de la persona humana y que quieren convencernos de que
resistirse a las tentaciones por los placeres del mundo es anticuado, incluso absurdo.

Agradezco nuevamente al padre Jürgen Daum por enseñarnos a vivir el verdadero amor,
el amor que nos enaltece, el amor que nos permite vivir nuestra naturaleza humana a
la altura de la dignidad que nos ha sido regalada por el Creador, el amor que nos hace
semejantes a Él.

Germán Chávez Contreras

Rector

Universidad Católica San Pablo

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Prefacio

El 31 de enero de 2012 una nueva y apasionante aventura abría sus horizontes ante mí.
¿Qué pasó aquel día memorable? Di una charla que provocó una inesperada reacción
y conmoción. ¿El tema? “Pureza y sexualidad”, dirigido a jóvenes. Honestamente yo
pensaba que sería “una charla más”, pero no fue así. Aquella primera charla, a la que
asistieron unas trescientas mujeres jóvenes, fue como la explosión que echó a andar
un motor, fue el inicio de una misión que jamás imaginé: promover entre los jóvenes
«el aprecio de la virtud de la castidad» 1, como camino exigente y necesario para
alcanzar el amor verdadero en sus vidas.

Nunca olvidaré la reacción de algunas de aquellas jóvenes. De entre las que se acercaron
al final para agradecerme una me dijo: «Padre, me ha cambiado usted la perspectiva
de la vida»; otra me preguntaba: «Yo ya no soy virgen, ¿cómo puedo hacer para
recuperar la pureza?». Ambas tenían dieciocho años. Pero lo que más me impactó fue
el testimonio de una madre que llevó a su hija de doce años. Me decía que su hija al
principio no quería ir —habría pensado que sería muy aburrido escuchar a un cura
hablar de esos temas—, pero que la convenció diciéndole: «vamos veinte minutos, y
si te aburres, nos vamos». Aquella misma noche me escribía aquella mamá
diciéndome: «Padre, no sabe, mi hija se quedó la hora y media que ha hablado usted
y al final me dijo: “mamá, ¡tenemos que volver de todas maneras la próxima
semana!”», es decir, a la segunda parte de la charla. La siguiente semana ella estaba
sentada muy atenta, en primera fila. Pocos días después me escribió una sencilla carta
que aquí copio:

«Las dos charlas me parecieron bonitas y me entretuve mucho, creo que me servirán
para en un futuro poder decidir bien las cosas antes de hacerlas. El tema fue bastante
interesante, aunque al principio no quería ir porque no sabía cómo iban a ser. Me
gustó también que se dijeran las cosas directas y claras. Además me pareció que el
lenguaje que usó fue bueno porque usó palabras que nosotros los chicos entendemos,
y por eso el mensaje de toda la charla se nos hacía más claro. Finalmente la charla me
dejó varias cosas para reflexionar».

El 2 de febrero empezó el curso para los jóvenes hombres. El impacto fue semejante.
Uno me decía: «¡Al fin alguien habla de estos temas!» Otro me confesó: «Yo vine a
insistencia de mi amigo. A la entrada me compré una Coca Cola porque pensaba: “a
los diez minutos seguro que me quedo dormido, ¿qué me va a decir un cura si yo ya
lo sé todo sobre el sexo?” ¡Pero a los diez minutos estaba sentado al filo de la silla

7
escuchando lo que decía!». Asimismo un hermano de comunidad me pedía con
insistencia que fuese a Guayaquil, Ecuador, para dar estas charlas por allá. Estos y
otros comentarios me dieron la sensación de que había “despertado un monstruo”, y
de que habiendo tanta necesidad y pudiendo tocar los corazones de los adolescentes y
de los no tan adolescentes con solo ser claro y presentar una visión positiva de la
castidad, sencillamente no podía dejar de hablar.

Así, aquel 31 de enero marcó el inicio de una gran aventura en mi vida, la aventura de
luchar con y por los jóvenes que en busca del amor verdadero están dispuestos a ir
contracorriente y deciden asumir la castidad como un estilo de vida. Considero que en
esta etapa de mi vida esta es una hermosa misión que Dios me confía, y me
compromete con todos los jóvenes que libremente asumen esta opción en sus vidas y
deciden luchar para amar y ser amados de verdad.

¿Qué dije en aquellas pláticas que despertó tanto interés y el deseo en muchos de ir
contracorriente? Eso es lo que esencialmente encontrarás en las páginas de este libro.
Esencialmente, digo, porque se trata de un desarrollo en base a esas pláticas.

Espero que también a ti la lectura de estas páginas te aliente a ir contracorriente y


perseverar heroicamente en la lucha por encontrar el amor verdadero en tu vida.

Con mi bendición, P. Jürgen Daum

Lima, 25 de julio de 2013

Fiesta de Santiago Apóstol

Quiero agradecer ante todo a Dios, quien me ha encomendado esta hermosa misión.
Quiero agradecer también a la prestigiosa

Universidad Católica San Pablo y a todas aquellas personas —cuyos nombres guardo en
mi corazón— que con su aporte y aliento han hecho posible esta publicación.

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«La juventud no ha sido hecha para el placer, sino para el heroísmo».

Paul Claudel

1
Esta tarea está en total sintonía y responde a la exhortación hecha por el entonces Papa
Benedicto XVI a un grupo de obispos norteamericanos en visita Ad Limina: «Hay una
necesidad urgente de que toda la comunidad cristiana recupere el aprecio de la virtud
de la castidad» (9/3/2012).

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Advertencia

Siempre empiezo mis charlas advirtiendo que voy a hablar abiertamente y que por lo
tanto algunas cosas que diga pueden ser fuertes o chocantes para algunos. En esto me
adhiero a lo que decía hace ya décadas un famoso apologeta cristiano, el mismo autor
de Las crónicas de Narnia:

«Las perversiones del instinto sexual son numerosas, difíciles de curar y terribles.
Siento tener que entrar en todos estos detalles, pero debo hacerlo. La razón por la
que debo hacerlo es que ustedes o yo, a lo largo de los últimos veinte años, hemos
sido permanentemente alimentados de rotundas mentiras acerca del sexo»1
Si digo cosas fuertes y claras a veces a riesgo de escandalizar a algunas personas, es
porque debo hablar de lo que ven y escuchan no solo los adultos y jóvenes, sino
también los niños todo el día. Como me decía una persona con criterio y preocupada
por la formación de los jóvenes en un colegio, uno no puede dejar de hablar a los
jóvenes del alcohol o de las drogas y de mostrarles el efecto dañino que estos tienen
por temor a despertar en alguno la curiosidad. Por otro lado, ¿no presentan ahora
obligatoriamente las cajetillas de cigarrillos imágenes fuertes de los efectos terribles
que causa el cigarro, para advertir y tratar de disuadir a las personas de fumar? Hablar
con claridad es necesario, pues todos estamos expuestos a una serie de mentiras,
ilusiones y “dogmas” sobre el sexo que es necesario encarar y desmontar para que no
sigan haciendo tanto daño, para que no sigan destrozando vidas, corazones, almas.

Por la manera abierta en la que suelo hablar, una vez me hicieron llegar esta inquietud:
«¿No es mejor ser reservados y prudentes ante este tema que en los jóvenes sobre
todo despierta mucho interés?». Atendiendo a esta razonable inquietud pedí a una
psicóloga que escuchase las charlas que di en un colegio a chicos y chicas cuyas
edades variaban entre trece y dieciocho años, para que luego me diese su opinión
profesional. En su primer comentario me dijo:

«Educar en sexualidad sigue siendo un campo minado por el que tienen que
caminar con cuidado quienes intervienen en este tema y se comprometen a hacer
algo que muchas veces otros adultos evitan o delegan. Es irresponsable permitir
que nuestros jóvenes se auto eduquen con información distorsionada que reciben
de una poderosa industria que bombardea con mensajes hipersexualizados a niños
y adolescentes. No se puede educar en sexualidad con reservas ni prejuicios; ser
reservados en este tema es irresponsable».

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También un padre de familia ofreció una opinión que recojo acá:

«Es cierto que para alguien inocente esto puede ser un despertar a algo nuevo,
pero qué bueno si lo descubre en una página como esta (La Opción V) donde
puede encontrar “una opción diferente” a lo que se escucha y vive en los medios
de comunicación social. Yo soy de una localidad pequeña y puedo decirle que por
esa inocencia que HABÍA —y digo “había” porque los medios de comunicación
como la televisión y el cine se han encargado de destruirla—, en la actualidad se
está dando una vivencia de las relaciones sexogenitales a edades cada vez más
tempranas. Por eso creo que sí debemos hablar de sexualidad, con intención de
educar en lo que es la verdadera sexualidad, su trascendencia y la importancia de
vivir la castidad antes del matrimonio y dentro de este».
Claro que debemos ser prudentes y aprender a moderar el discurso y eliminar lo que es
innecesario decir para alcanzar el fin de educar, pero tampoco hay que tener miedo de
decir las cosas claras cuando todos nosotros seguimos siendo bombardeados día a día
por los medios de comunicación y la publicidad que no tienen ningún tipo de pudor o
restricción moral, sino que más bien presentan cosas cada vez más escandalosas,
degradantes o pervertidas con el fin de aumentar el “rating” y las ventas.

Finalmente, pido disculpas si he escandalizado a alguien con algo que haya podido decir,
y quiero dejar en claro que mi intención es observar y evidenciar una realidad, emitir
un juicio sobre ella desde una perspectiva humana y cristiana, así como ofrecer
finalmente una opción para los jóvenes que quieran libremente asumir el reto de ir
contracorriente. El criterio, la responsabilidad y la decisión de leer o no este libro o
dárselo a leer a alguien, depende de cada uno.  

1
C.S. Lewis, Mero Cristianismo, Traducción de Verónica Fernández Muro, 6ª ed.,
RIALP, Madrid 2009, p. 112.

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I Introducción

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a. ¿Por qué este libro?

Mi objetivo a través de este libro es ayudarte a encontrar el amor verdadero, ese amor
que anhela todo ser humano, ese amor que todo joven quiere descubrir y vivir
intensamente y para siempre.

¿Existe? ¿Es posible encontrarlo?

Quiero decirte desde el inicio que yo creo firmemente que ese amor sí existe, que me he
encontrado con Él, que tú estás hecho para el amor y que sí es posible conquistarlo.

Sí, yo creo en el Amor, que venimos del Amor, que vamos al Amor, y que toda nuestra
existencia es un llamado a la felicidad en la participación del Amor. Creo, además, que
el amor es eterno y no solo cosa de “sentimientos de momento”. Yo no creo en un
amor que “cambia”. El amor es para siempre, y si “cambia”, no es amor. Cuando es
amor, dura para siempre, no cambia, no se altera, no depende de los años, ni de los
sentimientos o de las emociones pasajeras. Al contrario, cuando es amor, crece,
madura, se hace más profundo, más fuerte y sólido, es fiel y fecundo. El amor «dura
para siempre» (1 Cor 13, 6).

Ya creer y afirmar esto hoy en día es ir totalmente contracorriente. Muchos han dejado
de creer en el amor eterno. Muchos, decepcionados en su propia búsqueda, quieren
hacernos creer que el amor eterno no existe, que es irreal, y que «dura
aproximadamente tres meses». Mientras los enamorados se siguen jurando amor
eterno y afirman que su amor es para siempre, la experiencia parecería demostrar que
tan solo son ilusiones de adolescentes. Opino que si la sociedad proclama que el amor
eterno no existe, es porque se ha separado y rechaza sistemáticamente la fuente única
de ese amor verdadero, de ese amor eterno, que es Dios. Sí, yo creo en el amor
eterno y yo creo que ese amor existe, porque creo en Dios y porque creo que «Dios
es Amor» (Jn 4, 8. 16).

En este sentido, con el Papa Juan Pablo II, yo creo y profeso que

«el ser humano no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser
incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se
encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él
vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor (…) revela plenamente el
hombre al mismo hombre»1.
Ahora bien, es evidente que una sociedad que se aleja de Dios y con ello se cierra a la
fuente de amor que es Él, tarde o temprano se seca y se convierte en un desierto en el

13
que las personas andan buscando saciar su sed de amor de cualquier forma, en
cualquier charco, llenándose la boca de arena en cualquier espejismo. Dejan de creer
en el amor porque obviamente no todo lo que parece amor lo es. Uno puede
equivocarse, cometer errores, ilusionarse, y muchas veces desengañarse. Por eso
quisiera ahorrarte muchos sufrimientos, decepciones, desilusiones y heridas
emocionales profundas hablándote del camino que necesitas recorrer para encontrar y
conquistar el amor verdadero.

Este camino es para valientes, para arriesgados, para hombres y mujeres de verdad, para
aquellos que quieren vivir la vida con heroísmo. El camino es cuesta arriba, es
contracorriente, nada popular, rechazado por la mayoría, causa de burla y mofa para
tantos. Quizá no te guste lo que voy a decirte y te cierres a la sola posibilidad de
pensarlo, pero debo decírtelo y advertirte que si quieres encontrar el amor verdadero,
auténticamente humano, un amor que dure para siempre, solo hay un camino: la
castidad.

Antes de rechazar esta propuesta, es importante que sigas leyendo y entiendas bien qué
es la castidad. La profunda ignorancia con respecto a esta virtud hace que muchos,
muchísimos, la rechacen con tan solo escuchar la palabra.

Además de esta ignorancia proverbial estamos expuestos continuamente a mensajes que


presentan la castidad como algo completamente anormal. Como si fuera poco, la
publicidad contemporánea está dirigida a avivar nuestros deseos sexuales y busca

«hacernos sentir que los deseos a los que nos resistimos son tan “naturales”, tan
“sanos” y tan razonables que es casi perverso resistirse a ellos. Cartel tras cartel,
película tras película, novela tras novela asocian la idea de la permisividad
sexual con las de la salud, la normalidad, la juventud, la franqueza y el buen
humor. Esta asociación es una mentira. Como todas las mentiras poderosas, está
basada en una verdad, la verdad... de que el sexo en sí (aparte de los excesos y las
obsesiones que han crecido a su alrededor) es “normal” y “sano” y todo lo
demás. La mentira consiste en pretender que todo acto sexual al que te sientes
tentado es ipso facto saludable y normal. Pues bien, esto, desde cualquier punto
de vista y sin ninguna relación con el cristianismo, tiene que ser una insensatez.
Ceder a todos nuestros deseos evidentemente conduce a la impotencia, la
enfermedad, los celos, la mentira, la ocultación y todo aquello que es lo opuesto a
la felicidad, la franqueza y el buen humor. Para cualquier tipo de felicidad,
incluso en este mundo, se necesitará una gran dosis de control, de modo que lo
que pretende cualquier clase de deseo fuerte, ser sano y razonable, no cuenta para
nada»2.
¿Es posible vivir la castidad en un ambiente en el que estamos expuestos continuamente
a mensajes cargados de sensualidad, de erotismo o de sexo explícito?

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Quisiera hacer una comparación: Cuando llega el verano se nos advierte cuando el índice
de radiación solar es alto para que tomemos las debidas precauciones y nos
protejamos de los rayos del sol, ya que, de no hacerlo, a la larga estos pueden
producir lesiones en la piel y con el tiempo incluso cáncer. No se trata de ocultarse de
los rayos solares, sino de tomar conciencia del daño que producen para protegernos y
cuidarnos debidamente con bloqueadores, lentes de sol, sombrillas, etc. De la misma
manera estamos expuestos continuamente a mensajes cargados de erotismo y
sensualidad que, de no protegernos, pueden dañar irremediablemente nuestra recta
visión de la persona —la convierten en mero objeto de placer— y deformar con ello
la recta aproximación a la sexualidad humana, convirtiendo el sexo en una simple
“diversión” o “juego” que produce un placer sumo. Para evitar esa deformación y
degradación del amor verdadero, habrá que tomar también ciertas medidas que lo
protejan y cuiden.

Por otro lado, existe una gran confusión entre lo que es realmente el amor y el sexo.
Muchos de ustedes, jóvenes, creen que si se aman nada tiene de malo “demostrarlo”
mediante “caricias” que van “subiendo de tono” cada vez más hasta que finalmente
llegan a tener relaciones sexuales. En una ocasión una joven de trece años,
confundida, se me acercó a preguntarme: «Mi enamorado me ha pedido tener
relaciones sexuales… ¿qué le digo?». Su enamorado también tenía trece años y recién
estaban juntos hacía dos semanas. ¿Cuántas jóvenes ilusionadas le entregan todo al
chico en un momento de confusión, pensando que “es por amor”, que “es para
siempre” y que deben demostrar su amor cediendo a los requerimientos sexuales de
sus enamorados?

Ante esta creciente confusión entre ustedes, jóvenes, existe la urgente necesidad de echar
luz sobre un tema del que se habla todos los días, que está en la boca y en la mente
de todos. ¿Quién no habla de sexo hoy en día? En la radio, en la televisión, en la
prensa, en el colegio, en la universidad, entre amigos y amigas, en todos lados se
habla de ello, y se impone cada día con más fuerza el dogma de que “es anormal no
tener sexo” y que “todo está permitido” con tal de que ambos “estén de acuerdo”.
Muchas cosas que antes se consideraban claramente inmorales, hoy en día no solo
son aceptadas sino que se imponen de tal modo que tú terminas creyendo que “así es”
y que “así debes actuar”: disfrutar del sexo con cuanta mujer puedas, sin importar
nada más que tu propio placer y satisfacción.

En este libro te hablo de la castidad porque creo que es un tema importantísimo en tu


vida. Independientemente de que seas creyente o no, quiero tratar de ofrecerte
argumentos sólidos y convincentes para que entiendas que lo mejor es esperar hasta el
matrimonio. Además de lo que yo te pueda decir en este libro, te recomiendo leer otro
libro pequeño llamado Amor puro, de Jason Evert3. En este librito su autor da razones
y argumentos sólidos que te ofrecen una perspectiva positiva en lo que se refiere a la
castidad, invitándote desde su propia experiencia a ser hombre de verdad y a luchar

15
por un amor puro, verdadero, fuerte. Este libro, dicho sea de paso, no es solo para
personas vírgenes, es también para aquellos jóvenes que ya no lo son pero que
quieren “empezar de nuevo” para en adelante “hacer las cosas bien”.

1
Juan Pablo II, Redemptor hominis, 10.
2
C. S. Lewis, Mero Cristianismo, ob. cit., pp. 114 - 115.
3
Jason Evert ha escrito otro libro exclusivamente para hombres titulado Masculinidad
pura, que también te recomiendo leer. Ambos libros puedes encontrarlos en Internet,
y descargarlos gratuitamente en versión PDF.

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b. ¿Por qué un sacerdote?

Ahora quiero responder a otra pregunta: ¿por qué yo, que soy sacerdote, te hablo de
sexualidad?

Hace poco me encontraba hablando ante un grupo de chicas. Tú que has tenido o tienes
enamorada, o tú que tienes esposa, sabrás qué difícil es entender a la mujer. Pero
cada uno de nosotros es un misterio, por lo que es difícil también entendernos a
nosotros mismos. Sin embargo, hablarte a ti, que eres varón, me resulta más sencillo;
soy varón y entonces ya hay una sintonía; conozco las luchas que el hombre tiene que
librar día a día para vivir la castidad, para dominar sus impulsos y purificar sus
intenciones. Como una persona consagrada a Dios desde los diecisiete años y hace
veinte como sacerdote, he librado mis propias batallas para vivir la castidad día a día,
de acuerdo a mi compromiso de vivir el celibato por todos los días de mi vida,
compromiso al que he sido fiel en todos estos años.

Quizá te preguntes justamente por eso: «¿qué me puede decir un cura sobre sexo, si él
no lo vive, si no tiene las mismas luchas que yo tengo? ¿Qué puede enseñarme a mí?»
Desde mi condición de sacerdote no necesito haber experimentado personalmente
todo aquello de lo que te hablaré. Para curar un cáncer, un médico no necesita haber
tenido cáncer: necesita haber estudiado medicina y haberse capacitado debidamente,
tratando a muchas personas que padecen cáncer. Por favor, no quiero que entiendas
que estoy diciendo —como ya alguien me acusó— que el sexo es una enfermedad.
No. Simplemente quiero decirte que para hablar de algo con autoridad no tienes que
haberlo experimentado todo tú mismo.

Una mujer que va al ginecólogo varón no piensa «él no sabe nada de mujeres, porque no
es mujer». Tan sencillo como eso. No necesito haber experimentado todo para saber
de qué estoy hablando, o para curar las heridas que veo que se hacen cuando “juegan
a estar casados” sin estar casados. He estudiado el tema y lo sigo estudiando, y a lo
largo de veinte años como sacerdote he escuchado a miles de jóvenes como tú que
me han confiado lo que a nadie más se atreven a confiar, que me han mostrado sus
heridas más vergonzosas y profundas para encontrar perdón, consuelo, liberación, o
un consejo que los ayude a curar esas heridas. Los sacerdotes somos también
médicos, que curamos las heridas del alma.

Por eso, lo que por un lado parece ser una gran desventaja —ser sacerdote—, es una
tremenda ventaja. Al sacerdote los jóvenes le confían sus secretos, le muestran lo que
pasa dentro, las heridas que se causan cuando empiezan a jugar con el sexo. ¡Cuántas
veces he visto el daño que los hombres son capaces de causarle a una mujer cuando
quieren “avanzar sin esperar”! ¡A cuántas jóvenes engañadas, abusadas,

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desilusionadas, heridas, descartadas he visto llorar amargamente! He visto también el
daño que ustedes mismos se hacen cuando se obsesionan con el sexo, cuando de una
u otra forma terminan sometidos a la dura esclavitud que causa la pornografía, la
masturbación o el sexo, y que los vuelve tan torpes para poder amar de verdad a una
mujer.

Llegó un momento en mi vida en el que yo ya no podía permanecer indiferente ante


tanto dolor, ante tanto sufrimiento, ante tanta confusión e ignorancia. Por eso he
querido alzar mi voz para hablarte e invitarte a ser hombre de verdad, para hablarte en
nombre de las mujeres que esperan que no las mires o las uses como un objeto, que
necesitan que las trates con respeto aunque estén regaladas, borrachas o desesperadas
por llenar un vacío.

Como el mal avanza cuando nadie lo denuncia, siento que debo hablar del daño que
ustedes se ocasionan y ocasionan a las mujeres física, psicológica y espiritualmente
cuando quieren “vivir la vida” sin límites ni restricciones. La necesidad de hablar me
apremia más aún cuando veo que en este tema ustedes jóvenes andan literalmente
«como ovejas sin pastor», expuestos a ser devorados por aquellos lobos o “lobbies”
que hace décadas trabajan por destruir los valores morales de siempre para construir
una nueva sociedad en la que todo esté permitido, una sociedad hedonista, sensual y
liberal al extremo.

Finalmente considero que todo sacerdote tiene otra gran ventaja, que es el poder y
capacidad de perdonar los pecados en nombre de Dios a quien se acerca arrepentido a
pedir perdón. No son pocas las veces que he acogido a hijas o hijos “pródigos”, que
luego de haber malgastado toda su herencia de mala manera, que luego de haber
renunciado a su propia dignidad hundiéndose profundamente en el cieno, han
encontrado en Dios el perdón, se han encontrado con el abrazo del Padre
misericordioso y con una oportunidad para empezar de nuevo, con una vida nueva.
¿Quién mejor que una de estas hijas que ha experimentado el perdón de Dios para
que entiendas la grandeza de este sacramento que Él ha dejado a su Iglesia, perdón
que puedes encontrar a través de un sacerdote? He aquí sus palabras luego de
encontrarse con la misericordia de Dios a través del Sacramento de la Reconciliación:

«No sé si me podrá entender: ¡¡¡hoy he regresado a la vida!!! Lo agradecida que


estoy con el Señor, estuve esperando por casi veinte años, el hecho de saber que
vuelvo a ser su hija, no tiene precio, me hace sentir aun más comprometida ahora
con la vida, y con cada ser humano que se me acerque para lo que necesiten de mí
si el Señor desea que sea herramienta suya… La mujer pecadora, esa mujer no se
puede parecer a la mujer que soy... el día de hoy, gracias al Señor, he vuelto a
nacer, yo caminaba con el alma destrozada y muerta… sentía la necesidad de
acabar con ese sufrimiento pero me daba terror hablar con un sacerdote ya que
una vez que me confesé y por decirle que no iba a Misa casi me latiga... yo me

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decía: “merezco ir a la hoguera por lo que hice”... trataba de buscar el perdón
que mi corazón clamaba y no sabía cómo... yo me decía que el Señor no me iba
perdonar tremendos hechos y me merecía eso y más, vivía muy triste
espiritualmente hablando… Al ser rescatada por el Señor a través suyo, recibí un
bálsamo en el alma que me curó de todo, al reconocer mis faltas y mis culpas, al
confesarlas, me di cuenta que el amor de Dios es más grande que TODOS
nuestros pecados y que no existen para Él escalas de pecados, que por hacer una
cosa sí te perdona o por hacer otra más grande no te perdona, la misericordia del
Señor nos llega porque nos ama. Él vio mis miedos, mis temores y salió en mi
búsqueda, ¡¡¡y ahora vivo muy agradecida!!! Gracias al Señor esta mañana al ver
el sol y el día, para mí el día tenía otros colores y hasta otro olor... [ahora huelo]
¡¡¡a PAZ!!! ¡¡¡Gracias, Padre, gracias por rescatarme!!!».

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II ¿En qué ambiente nos encontramos?

Para hablar de pureza o castidad creo que es importante en primer lugar tomar
conciencia de la realidad en la que vivimos y analizar con objetividad los mensajes
que nos llegan a diario ya sea por televisión, Internet, radio, prensa, publicidad,
profesores, profesionales, parientes, amigos, amigas, etc. Si no te ejercitas en una
sana actitud crítica, asimilarás los mensajes sin cuestionarlos y terminarás pensando
“como piensa todo el mundo”, que “así son las cosas” y que así debes vivir tú
también “para ser feliz”.

20
a. Una cultura hedonista

Lo primero que descubrimos al observar nuestro entorno es que vivimos en un ambiente


sobrecargado de hedonismo. Esta palabra viene del griego hedoné, que significa
placer. El hedonismo es la doctrina que proclama el placer como fin supremo de la
vida, elevándolo a categoría de ídolo. En otras palabras, para ser feliz lo que debes
perseguir en la vida es el placer. El hedonismo hace del placer, especialmente del
placer sexual, el ídolo ante el que debes sacrificar todo, incluso a las personas y a ti
mismo.

Algunos proclaman un hedonismo radical y sostienen que todos los placeres físicos deben
ser satisfechos sin ninguna restricción. Otros proclaman un hedonismo moderado y
sostienen que la actividad de placeres debe ser moderada para que así aumente el
placer. En ambos casos la finalidad es la misma: alcanzar el máximo placer posible. Es
aquí donde el placer sexual tiene un lugar privilegiado, como lo expresa una empresa
que se ha propuesto “llevar el placer sexual más allá de sus límites”:

«Sexo. Es el placer supremo. ¿Pero qué si se puede aumentar? (…) está probando
nuevas ideas y productos para empujar los límites del placer más allá».
La excusa para disfrutar de los placeres de la vida sin límite alguno es que «la vida es
corta y hay que disfrutarla». No es nada nuevo, ya en la antigüedad se decía:
«Comamos y bebamos que mañana moriremos» (1 Cor 15,32). De este modo el
placer se convierte para el hedonista en la norma última de sus acciones, sin importar
a quienes use o el daño que cause en el camino a las personas que usa como objetos
para satisfacer sus placeres.

Esta mentalidad de buscar constantemente el máximo placer en todo se manifiesta


también de otra manera: huir del dolor y del sufrimiento a toda costa. Los avances en
la producción y uso de los anestésicos han hecho posible eliminar prácticamente todo
dolor en cualquier intervención quirúrgica. La industria farmacéutica ha elaborado
pastillas para aliviar o quitar todo tipo de dolor. No digo que sea algo malo, ¡todo lo
contrario! ¡Es muy bueno! Pero el efecto colateral es que nos ha hecho menos
valientes o resistentes al dolor, al sufrimiento, de modo que se nos hace fácil acudir a
otras formas de evadir o calmar el dolor que ya no son tan buenas, como tomar
alcohol en exceso “para olvidar las penas”, o consumir drogas para evadir la realidad,
o buscar ciertas “aventuras” o experiencias para “relajarse” o huir de la monotonía en
la que ha caído una relación. Hay también en el mercado una droga cuyo nivel de
consumo hoy es alarmante, y que conjuga la evasión de la realidad con la experiencia
del “placer último”: la pornografía.

21
Desde que existe Internet, la pornografía se ha vuelto mucho más accesible de lo que era
antes. ¡Qué difícil se hace no ver “algo” cuando estás navegando, cuando nadie te ve
y cuando estás “tenso” y quieres “relajarte”, o cuando simplemente quieres ver!
Como hombre que soy, he experimentado la tentación de “curiosear” haciendo un
“clic”, y le doy gracias a Dios por no haberlo hecho. Ante la tentación me detenía la
certeza de que la primera vez solo me llevaría a una segunda, y esa segunda a una
tercera, sin poder luego parar, porque muchas veces basta mirar una sola imagen para
que quedes “enganchado”. Pienso en tantos niños y adolescentes que se ven
expuestos hoy en día a esta seducción diaria y que no tienen la voluntad formada para
poder resistirse. ¿Qué fuerza puede tener un adolescente en el “despertar hormonal”
para rechazar la primera oportunidad que se le presente para ver pornografía, más aún
si sus compañeros de colegio hablan todo el día de lo último que han visto y del placer
supremo que les produjo? De esto no se salvan ni los niños, pues los productores de
pornografía están continuamente ingeniando nuevas maneras para que incluso los
niños “accidentalmente” se encuentren con imágenes seductoras o provocativas a la
hora de hacer sus tareas en Internet, haciendo que aparezcan “de la nada” imágenes
que los invitan a “ver más” y para que, mordido el anzuelo, con el tiempo generen
una adicción a la pornografía. Según una encuesta realizada en Estados Unidos, la
edad promedio en la que los niños ven pornografía por primera vez es de nueve años.

¿Pero no es exagerado hablar de una “adicción” a la pornografía? No. De esto


hablaremos más adelante. Por ahora basta decir que la pornografía se convierte
también en una forma de evasión de la realidad, porque eso que tú ves en la
pornografía es pura fantasía, diseñada para que tú te frustres en la vida real y siempre
termines acudiendo a ese único lugar que te puede proporcionar esa “perfección” de la
vida sexual: la pornografía.

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Una aclaración importante: ¿es malo el placer?

Hemos hablado del hedonismo, de cómo hoy se propaga en nuestra sociedad como
norma suprema buscar el máximo placer. Quizá alguien en este punto se pregunte: ¿es
que acaso es malo el placer? La respuesta es NO:

«La actitud cristiana no significa que haya nada malo en el placer sexual, como
tampoco lo hay en el placer de comer. Significa que no debemos aislar el placer e
intentar obtenerlo por sí mismo, del mismo modo que no debemos intentar obtener
el placer del gusto sin tragar ni digerir, masticando cosas y escupiéndolas
después»1
Imagínate que te inviten a cenar a una casa en la que todos, luego de masticar los
alimentos y disfrutar su sabor, escupen el bolo alimenticio al suelo. Imagínate que
viajas a un país en el que todos hacen lo mismo. ¿No te chocaría? ¿No pensarías que
algo anda mal con estas personas? ¿No consideramos como una enfermedad o un
problema cuando una persona se acostumbra a inducirse el vómito luego de comer,
“para no engordar”? Ahora piensa en el placer que produce el sexo y el punto al que
hemos llegado en nuestra sociedad de separar el placer de las consecuencias naturales
de la relación sexual, que es un hijo. Lo que he planteado en esa situación hipotética
con respecto a la comida es lo se hace en nuestra sociedad cuando se busca disfrutar
únicamente del placer sexual separándolo de su finalidad procreativa. Claro, al
plantear eso muchos reaccionan inmediatamente diciendo: «¿Pero acaso la idea es
llenarse de hijos?». Lo mismo podrían argumentar las bulímicas y anoréxicas que
siguen bajando de peso para que las dejen en paz: «¿Acaso la idea es llenarse de
kilos?». Si no quieres “llenarte de hijos” o si no quieres “llenarte de kilos”, hay otro
camino: el autodominio, la moderación y también en ciertos momentos la restricción o
abstinencia. Pero claro, si no estás dispuesto a considerar esa opción y de plano crees
que es imposible vivir la castidad y que las relaciones sexuales son una “necesidad”
para el hombre, no te queda más que justificar tu comportamiento equivocado y
convencer a todos los demás de que el tuyo es el comportamiento correcto y que son
ellos los que están mal o deben avergonzarse si no se comportan como lo haces tú.

Naturalmente el ser humano experimenta el placer al comer justamente para que coma,
se alimente y de esa manera se mantenga vivo y tenga energías para hacer muchas
cosas. ¿Quién comería si no se le despertase el apetito y disfrutase de la comida? De
hecho las personas que pierden el apetito corren el riesgo de desnutrirse y de morir, ¡y
qué difícil es que un niño coma algo que no le gusta! El placer de comer es bueno en
sí mismo, pero está unido a una finalidad natural: tu supervivencia. Algo semejante
sucede con el placer sexual; es bueno en sí mismo, pero está asociado a una doble
finalidad: producir una profunda comunión entre el hombre y la mujer (una unión que

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no solo es física, sino también psicológica y espiritual), así como la reproducción de la
humanidad. Eso es lo natural, lo que está inscrito en la naturaleza del hombre y de la
mujer. Pero lo que se viene haciendo en nuestra sociedad es separar el sexo no solo
de su finalidad procreativa sino también de la finalidad unitiva. Las relaciones sexuales
se presentan cada vez más como un “pasarla bien juntos” sin asumir ningún tipo de
compromiso, algo que tan solo requiere un mutuo consentimiento de momento para
proporcionarse un mutuo “beneficio”. En estas relaciones no solo se busca evadir a
toda costa un hijo “no deseado”, sino que también se plantea incluso reglas que
impidan toda involucración emocional y sentimental que el acto sexual naturalmente
fortalece, como sucede con las reglas para los “amigos con derechos”. En última
instancia, aunque se le ponga el rótulo de “lo hacemos por amor” para justificarlo
todo, las relaciones sexuales que se cierran al compromiso se convierten poco a poco
—si no lo son desde un principio— en un “egoísmo compartido” por dos.

Sabemos que las personas que sufren de anorexia se van destruyendo cada vez más a sí
mismas, se van haciendo cada vez más daño e incluso pueden acarrear la muerte
sobre sí mismas. Lo mismo sucede con el ejercicio de la sexualidad cuando se lo
separa de sus dos finalidades naturales: el hombre y la mujer se van destruyendo a sí
mismos, se van volviendo cada vez más egoístas, más centrados en su propio placer y
más alejados del amor verdadero. Como les sucede a las anoréxicas, que siempre se
ven gordas por más flacas que estén y por más huesos que se les vean, así también les
sucede a quienes han separado el placer de sus fines naturales: ven que lo que les falta
es más sexo sin compromiso, más placer, y enflaquecen cada vez más por falta de
amor hasta que mueren de inanición. No por nada muchas estrellas porno han
terminado suicidándose: tanto sexo las ha dejado vacías de amor, y sin amor sus vidas
carecen de sentido. El problema, pues, no está en el placer en sí mismo, sino en el
abuso de este don y en la separación que se ha hecho de su finalidad natural. Tarde o
temprano todo lo que se hace en contra de la naturaleza se vuelve contra el hombre
mismo, lo afecta a veces irremediablemente. Guardando la unidad del placer con sus
finalidades naturales, el placer es algo muy bueno, querido por Dios, hace bien al ser
humano y es algo que se puede y debe disfrutar plenamente.

Aclarado este punto, quisiera volver a centrar nuestra mirada en el ambiente en el que
vivimos. En esta “atmósfera” cuyo “aire” respiramos cada día, los medios de
comunicación masiva y la publicidad nos bombardean incesantemente con imágenes y
mensajes cargados de sensualidad, de erotismo y de egoísmo.

1
C. S. Lewis, Mero Cristianismo, ob. cit., p.119.

24
b. Bombardeados incesantemente por mensajes
sensuales, eróticos y egoístas

En las películas de cine no falta la escena sensual o sexual, cuando no es explícitamente


“para mayores”. No pocas veces vemos que la pareja que se conoce un día, al poco
tiempo —a veces ese mismo día— ya están juntos en la cama. Se transmite un amor
sin compromiso, sexo fácil sin consecuencias ni compromisos más allá de las
promesas de momento, cuando las hay.

La televisión, con tal de generar audiencia, se esfuerza en transmitir imágenes o mensajes


que provocan y estimulan sexualmente al hombre. Muchas presentadoras lucen sus
generosos atributos con minifaldas, ropa apretada y escotes llamativos. Las
telenovelas se han vuelto cada vez más “calientes”. Se ofrecen programas para
jóvenes que incluyen competencias entre hombres y mujeres que rayan en lo erótico.
Como “solo son juegos divertidos” se presentan estos programas a la hora que todos
los niños y jóvenes pueden verlos sin control de sus padres. Series como “Sex in the
city”, o los viedoclips de MTV, o incluso dibujos animados reflejan la manera
“moderna” de vivir la vida y van imponiendo entre los jóvenes estereotipos de
comportamiento, “modelos a seguir”. Con este continuo bombardeo los niños y los
jóvenes son introducidos en este tipo de comportamiento sensual, erótico y sexual tan
“moderno” y liberal. Ni qué decir de la programación “para adultos” que se ofrece a
partir de cierta hora o en ciertos canales por los que se debe pagar una suscripción.

También algunas emisoras radiales contribuyen a la difusión de estos mensajes. A veces


encontramos programas en los que psicólogos profesionales hablan y aconsejan a los
oyentes sobre temas referidos a la sexualidad. ¿Alguna vez has escuchado a alguno
recomendarles a los jóvenes que esperen hasta el matrimonio? El único criterio que
parece importar es: ¿están ambos de acuerdo? Si hay consentimiento, todo está
permitido, todo es “bueno”, “sano” y hasta “terapéutico”. ¿Cuántos psicólogos les
recomiendan a los jóvenes tener relaciones sexuales con sus parejas como parte del
tratamiento? Para ellos es importante que “se conozcan sexualmente” para mejorar
una relación que va mal.

Hace ya varios años está de moda un tipo de música urbana llamada “reggaetón”. El
contenido de muchas de sus letras es explícitamente sexual. Se baila de manera
sensual, e incluso con movimientos de pareja que imitan el acto sexual. Canciones con
ese contenido influyen en nuestra visión de la mujer y del hombre, así como en
nuestro comportamiento sexual. La visión de la mujer expresada en estas letras la
degrada a un nivel de objeto sexual.

25
La publicidad usa a las mujeres bonitas para vender más. Creo que no es secreto para
nadie, y funciona. No falta la mujer hermosa, sensual, seductora o incluso erótica
junto a un automóvil, o en publicidad de ropa, perfume o champú para hombres, de
cerveza, etc. Cualquier producto al que se le pone una mujer hermosa al lado vende
más, tan sencillo como eso. Cuando se asocia el producto con el placer que le produce
al hombre el solo ver a una mujer seductora con esa ropa o en esa pose, las ventas
suben.

Vemos también en las calles carteles publicitarios que promocionan condones. Se ha


convertido en algo normal y aceptable. Los ubican estratégicamente frente a colegios
y universidades. No hace mucho vi uno que promocionaba condones «con sabor a
fresa y chocolate». Les dicen, en otras palabras: «es normal, y te vendemos un
producto para que lo disfrutes más». Me da pena tener que decirlo tan crudamente,
pero no estoy más que evidenciando lo que ese tipo de publicidad les transmite a miles
de jóvenes día a día. Yo me pregunto: ¿eso es lo que hacen “porque es amor”? ¿Qué
hay de amor en eso? A mí me parece francamente degradante para la mujer que haga
algo así, y que “libremente” se tenga que someter a eso “porque todos lo hacen”, o
porque “es lo que se hace en la pornografía”. ¡Qué lástima! No son pocas las que se
sienten tan avergonzadas, sucias, rebajadas en su dignidad luego de ceder a la petición
del enamorado, aunque no dicen nada porque se les hace creer que es lo que deben
hacer para mantener contento al chico. Sí, lo sé: no siempre es culpa del hombre, no
todos los hombres son así, no siempre es él quien avanza en estas cosas sino la mujer
quien lo seduce y se ofrece. ¿Pero puede el hombre aprovecharse por eso? No. Un
verdadero hombre respeta a la mujer aunque ella “se regale”.

En fin, basta prestar atención a los carteles o spots publicitarios para entender que
crecemos rodeados de publicidad que nos incita a no ser castos. ¿Por qué? Porque
hay gente que desea despertar y mantener inflamados nuestros deseos sexuales para
vender más, para ganar más.

Están también las revistas “para adultos” y los periódicos con fotos de mujeres sensuales,
a veces casi desnudas y en poses provocativas, o también Internet, con abundantes
imágenes de mujeres hermosas, seductoras, y no pocas veces vestidas con ropas que
dejan poco a la imaginación del hombre. ¿Quién no ha tenido de pequeño la
experiencia de ver una revista de moda femenina, porque le atraía ver a la mujer en
ropa interior? Todo niño, cuando las hormonas empiezan a transformarlo poco a poco
en un hombre, experimenta cierto placer al ver esas imágenes. Es en la pubertad
cuando empieza también la atracción por la pornografía. Del porqué de esta atracción
hablaremos más adelante. Baste ahora mencionar que se despierta en el joven un
deseo de ver siempre “un poco más”, y de este deseo o curiosidad se valen la
publicidad y la pornografía para vender.

Lamentablemente no es solo quien quiere ganar dinero quien “ceba” al hombre con estas

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imágenes, sino que son las propias mujeres —piensa en tus amigas, o tus hermanas—
quienes proporcionan a los chicos —muchos de ellos desconocidos— estas imágenes
al colgar sus fotos en bikini o “modelando” en su Facebook, o cayendo en la trampa
del sexting. Lo hacen porque les gusta que sus amigos les digan «qué linda te ves»,
«qué sexy estás», así se sienten valoradas por los abundantes halagos que reciben por
su cuerpo. Ciertamente, mostrar públicamente los atributos del cuerpo es una manera
muy fácil de atraer las miradas y piropos de los chicos, así como también las
alabanzas de las amigas.

Hemos mencionado el sexting, palabra generada de la fusión de “sex” y “texting”. En


otras palabras, se trata de las conversaciones o comunicación de contenido sexual que
se tiene con otras personas a través de los dispositivos electrónicos. Es muy fácil y
frecuente hoy en día “chatear” o hablar de cosas sexuales por celular o por la
computadora, así como también enviarse fotografías o filmarse ante la cámara web
para mostrarse semidesnudos o desnudos a la persona que está al otro lado de la
pantalla, sin considerar el riesgo enorme que existe en este tipo de actividad: lo que
envías a través de la web queda grabado para siempre, se convierte en algo “de
dominio público”. El sexting, en muchos casos, ha dañado terriblemente la fama de las
personas al difundirse masivamente lo que se supone que era privado, y en algunos
casos ha llevado incluso a algunos jóvenes al suicidio:

«Jessi de dieciocho, Amanda de quince años y Gauthier de dieciocho, no se


conocieron, ni vivieron en la misma ciudad, ni estudiaron en el mismo colegio,
pero los tres tienen cosas en común. Jessie, Amanda y Gauthier vieron cómo su
intimidad se convertía en objeto público, al punto de sentirse incapaces de seguir
viviendo y decidir quitarse la vida»1.
A la pornografía que se encuentra en revistas o en los canales de TV por cable se suma la
abundante pornografía que se encuentra en Internet, al alcance tan solo de un “clic”.
Gracias a Internet el material pornográfico se ha vuelto totalmente accesible (lo
puedes ver donde sea, sin que nadie se dé cuenta) y asequible (lo tienes gratis, con
solo tener una conexión a Internet). Hoy en Internet se puede ver de todo, allí las
perversiones de la sexualidad no encuentran límite. De paso, la industria pornográfica
es un negocio redondo para sus productores. Las ganancias son bimillonarias y van en
aumento cada año.

Pasemos a hablar ahora de la moda femenina. Hoy en día se ha descartado totalmente la


modestia y el pudor como criterio para el diseño de la ropa femenina. Sencillamente,
la modestia “no está de moda” y el pudor es algo que la mujer debe superar si quiere
ser atractiva y estar “a la moda”. El verano o los lugares calurosos se convierten en la
excusa típica para vestir lo más “ligero” posible, ya no solo en las playas, sino también
en las discotecas o al caminar por la calle.

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Las jóvenes que son fácilmente influenciadas por la moda y por el “qué dirán” de sus
amigas, buscan vestirse “a la moda” ya sea para “encajar en el grupo”, para llamar la
atención de los chicos o para no ser objeto de burla de sus amigas. En medio de un
ambiente cargado de superficialidad y sensualidad, en el que razones de mercado
imponen cada temporada estilos y modas “de vanguardia”, pocos son los padres que
se atreven a educar a sus hijas en el pudor y la modestia, dándoles razones y criterios
fundamentales para que aprendan ellas mismas a escoger la ropa que van a vestir y
verse bien sin tener que exponer tanto a la vista de los hombres.

Pero, ¿qué es la modestia? ¿Qué es el pudor? Por definición, la modestia es una «virtud
que ordena la apariencia externa de la persona». También ordena y modera no solo la
vestimenta, sino el comportamiento en general. El pudor o recato, por su parte, es un
sentimiento que lleva a la persona a ocultar lo que debe permanecer velado y que por
lo mismo protege la intimidad.

Al dejar de lado la modestia y el pudor, las mujeres no nos hacen ningún favor a los
hombres. Dicen que si pensamos mal “es nuestro problema”, que ellas no tienen
responsabilidad alguna sobre lo que despierte en nosotros su modo de vestir. No se
dan cuenta que al mostrar “sus atributos” nos hacen más difícil ver su corazón.
Pienso que también es problema de ellas el cómo las mire un hombre, pues al mostrar
mucho están dando un mensaje que invita al hombre a faltarles el respeto. Es difícil
no mirar a una mujer que muestra demasiado, ¿verdad? La lucha interior es fuerte
para quien decide purificar su mirada, para quien quiere hacer el esfuerzo de mirar el
corazón antes que “las partes” de la mujer.

1
Véase http://www.protegetucorazon.com/2012/11/04/sextiando-yo/

28
c. La mujer como objeto de placer

En nuestra cultura muchas veces la mujer es vista como un objeto de placer y de


consumo: usar y botar. Un día vi un panel publicitario que llamó mi atención.
Promocionaba tres tipos distintos de condones con tres chicas en bikini al lado y
decía: «¿Cuál de estas prefieres para el verano?» ¿Qué te están diciendo con eso?
Que la mujer es solo para “disfrutarla sexualmente” mientras dura un verano. Usar…
y botar.

Hace unos días le decía a un grupo de chicas que me gustaría mucho verlas a ellas
paradas junto a ese cartel protestando. ¿Es que no se sienten ofendidas con ese tipo
de publicidad que las presenta como objetos?

Para muestra un botón. Lo cierto es que nuestra cultura “educa” a los hombres a ver a la
mujer como un león mira a una gacela, o como el lobo mira a una gallina: como a una
presa. Acostumbrados a ver en los anuncios o revistas o películas a las mujeres
“perfectas”, terminamos valorando a la mujer por su apariencia externa, por el físico,
o por el placer que es capaz de ofrecer. Un hombre así se vuelve incapaz de mirar el
corazón de una mujer, se vuelve incapaz de amarla de verdad.

La revolución sexual

Probablemente has escuchado hablar de ella:

«La revolución sexual, como toda revolución, fue un largo período de crisis, de
cambio. Fue producto de una corriente de pensamiento que conllevó numerosas
reformas filosóficas y antropológicas, legales, sociológicas, y toda una movida
política, económica, social y cultural. Todo esto se vio acompañado por lo que
Lipovetsky, filósofo y sociólogo francés, llama la “era del vacío”, era en que se
ha olvidado el sentido de las cosas, se vaciaron de contenido las instituciones…
era en que nos toca vivir. Esto arrastró, sobre todo, cambios en las percepciones
sobre la virginidad, la relación entre sexo y amor, la concepción de familia y el
papel de la mujer»1.
Pienso que a partir de esta “revolución sexual” las mujeres comenzaron a cuestionar por
qué los hombres podían tener sexo con cualquiera sin ser mal vistos, mientras que a
ellas se las calificaba prácticamente de prostitutas si no llegaban vírgenes al
matrimonio. Reclamaron igualdad, con toda justicia. Sin embargo la igualdad que
reclamaban iba más o menos en esta línea: «si ellos pueden tener sexo antes de
casarse, ¿por qué nosotras no?». Y así, en vez de exigir un cambio en la mentalidad
de los hombres, se pusieron “a la altura” de ellos, es decir, rebajaron sus estándares.

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La igualdad exigida por las mujeres ha llevado a que ahora también ellas tengan el
derecho a tener sexo con quien les plazca, cuando les plazca y con cuantos les plazca.

Con esta revolución lo que han conseguido las mujeres, en vez de propiciar una nueva
generación de hombres que las respeten y valoren, es devaluarse a sí mismas en su
dignidad y grandeza. En lugar de elevar al hombre, la mujer se ha rebajado. Como
consecuencia, los hombres ya no piensan en casarse sino hasta pasados los treinta,
luego de haber “disfrutado” de tantas mujeres que se entregan tan fácilmente porque
ellas mismas andan a la caza de aventuras sexuales. Me pregunto: ¿ha sido una
manera inteligente de combatir la mentalidad machista? ¿Acaso no se ha reforzado el
machismo en muchos, gracias a que se han multiplicado las mujeres dispuestas a
entregarse sin ningún tipo de compromiso? ¿Para qué casarte, si tienes todos los
“beneficios” que te ofrece el matrimonio sin las complicaciones y compromisos del
mismo?

«Cuando el sexo es parte del paquete de casarse y tener hijos, está sujeto a un
conjunto estricto de condiciones y responsabilidades. Las consideraciones
prácticas, tales como el ingreso, el alojamiento, y la estabilidad general, se
aplican necesariamente. El sexo se convierte en solo un aspecto de un
compromiso de por vida hacia otra persona. Pero si el sexo está divorciado de
todas estas condiciones, entonces nos quedamos con un acto meramente natural y
agradable que está limitado solo por las propias opciones y oportunidades en la
vida. Esta es la forma idealizada del sexo en el mundo moderno. Todo lo que
queda es maximizar el propio potencial sexual, mediante el cultivo de los
atributos sexuales considerados más deseables en la sociedad actual»2.
De esta revolución poco inteligente habla Crystalina Evert en su libro Feminidad pura:

«Un señor mayor lo dijo de la mejor manera: “He visto pasar muchas
generaciones, y todos los chicos han sido siempre iguales: siempre diciéndoles
palabras dulces a las chicas para hacer cosas con ellas. Pero esta generación de
mujeres es diferente. Son lo suficientemente estúpidas como para permitirle a los
chicos obtenerlo”».3
Torpemente las mujeres han renunciado a un poder que ellas tienen sobre los hombres.
Como dice también Crystalina Evert:

«Las mujeres tenemos un poder. Por la forma como nos vestimos, por la forma
como bailamos y por la forma como nos comportamos, podemos invitar a un
hombre a ser un caballero o a ser un animal... tenemos el poder de volver
miradas. Pero también tenemos el poder de cambiar corazones».4
Lo dice, de otro modo, Carlos Vives en una canción titulada “Volví a nacer”:

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«Puedo trabajar de sol a sol, puedo subirme hasta el Himalaya, o batirme con mi
espada para no perder tu amor… Quiero casarme contigo, quedarme a tu lado,
ser el bendecido con tu amor».
El hombre es capaz de todo por una mujer a la que ama. ¿Qué se espera de ti? Que seas
un hombre de verdad, que eleves tus estándares, que tengas altos ideales y valores,
que te domines a ti mismo, que no te aproveches de las mujeres que se te ofrecen
fácilmente, que las respetes a todas como si fuesen tus propias hermanas, y que si
amas a una mujer, se lo demuestres sacrificándote tú por ella, esperándola,
respetándola, cuidándola de tu propio egoísmo o impulsos, dándole lo mejor de ti para
que ella crezca como mujer, como persona, como cristiana. Todo esto lo deberás
hacer contracorriente, porque en nuestra sociedad es “tonto” el hombre que no se
aprovecha de la mujer, o que no se acuesta con su enamorada.

1
Dolores Cedrone, en http://gsolido.wordpress.com/2012/11/27/la-revolucionsexual-una-
mirada-hacia-adelante/
2
Zac Alstin, en
http://www.mercatornet.com/articles/view/defending_children_against_eroticised_adult_culture
3
Crystalina Evert, Feminidad pura, Catholic Answers, San Diego 2008, p. 8.
4
Allí mismo, pp. 6ss.

31
d. Amor sin compromiso

Se difunde en nuestra sociedad un amor sin compromiso. Cada vez son más los jóvenes
que tienen miedo o problemas para comprometerse. En Europa ya no se casan, solo
conviven y se está poniendo cada vez más de moda esa costumbre también en nuestra
cultura.

El matrimonio católico no es, como se ha puesto de moda decir, «firmar tan solo un
papel». Claro que se firma un papel, como se firma “tan solo un papel” cuando el
banco le concede a uno un préstamo. ¡Pero ay de quien incumpla aquello a lo que se
compromete cuando firma ese papel! Por tanto, no es “solo firmar un papel”. La
firma es signo de un compromiso serio, que manifiesta una voluntad e implica
responsabilidades que uno se compromete a asumir. En el caso del matrimonio, la
promesa se refiere a cosas que uno puede hacer, a acciones, no a sentimientos, pues
nadie puede prometer seguir sintiendo de una determinada manera con el paso de los
años. El matrimonio no es “solo firmar un papel”, es asumir un compromiso de modo
solemne, un compromiso que uno está decidido a honrar y cumplir. La firma es para
que conste por escrito, y para que en el futuro uno no pueda evadir las
responsabilidades que se comprometió a asumir. Un hombre que ve el matrimonio
como algo sin valor, es un hombre que no está dispuesto a asumir los deberes y
compromisos que derivan del matrimonio, es un hombre que no ama de verdad.

Hace un tiempo se me acercó un psicoterapeuta muy arrepentido porque, habiendo


abandonado su matrimonio por irse con otra mujer y queriendo justificarse a sí
mismo, había difundido por años la teoría de las “familias ensambladas”. ¿De qué se
trata? Son nuevas familias que se “ensamblan” con piezas de matrimonios rotos: un
divorciado con sus hijos que se junta con una divorciada con sus hijos, forman una
nueva sociedad, una “familia ensamblada”. Me decía él, que por diez años había
formado una “familia ensamblada”, que en una familia así «no puedes tener ideales
muy altos, porque si no te frustras». Me contaba además que su hijo le había dicho en
una ocasión, con la crudeza propia de la verdad: «Entonces tú no puedes creer en
Dios, porque si crees en Dios y has hecho una promesa ante Él, tienes que sacarlo de
esa familia ensamblada». Su hijo entendía bien que el matrimonio como lo entiende el
cristianismo es un compromiso para toda la vida, y que dura no solo hasta que las
personas sienten que ya no están enamoradas entre sí, o cuando una se enamora de
otra persona. Cuando eso sucede, por la razón que sea, debe entrar a tallar la justicia,
que incluye el mantener las promesas, promesas que ha hecho de modo solemne y
público todo aquel o aquella que se ha casado en la iglesia: fidelidad hasta que la
muerte los separe.

El asunto es que hoy en día se cree que ya no debe lucharse por una relación cuando “se

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ha desgastado” o “cuando ya no hay amor”, es decir, cuando uno ya no se siente
enamorado como al principio, cuando las emociones intensas o “mariposas” han
dejado de revolotear en el estómago. Pues la vida real no es así; hoy te sientes
profundamente enamorado de tu enamorada, pero en dos años no vas a sentir lo
mismo. El enamoramiento es una mezcla de ilusión, sueños, ideales, fantasías, todo el
día pensando en la enamorada y chateando con ella; eso tiene una importancia para
dar inicio a un amor más profundo, ese amor que es compromiso, que es voluntad de
unir tu vida a una persona y permanecer con ella para siempre y formar un hogar,
pase lo que pase, cueste lo que cueste, por todos los días de sus vidas.

Este amigo psicoterapeuta, luego de un profundo proceso de conversión, ha vuelto con


su esposa, la verdadera, la única. No fue fácil, ciertamente, pero su esposa y sus hijos
lo acogieron nuevamente. Hace poco dio una conferencia titulada: “¿Es el amor para
siempre?”. Allí dijo:

«Al hacerme la pregunta de si el amor es para siempre, en realidad me estoy


haciendo la pregunta de si el amor existe… Cuando le entregaste tu amor de joven
a esa mujer u hombre que tienes a tu lado, ¿tú le dijiste: “te amo, pero por un
ratito, o por un tiempo, hasta que se nos pasen las maripositas”? ¿O le dijiste:
“te amo, y te amo porque necesito que sea para siempre”? ¿Era ese encuentro con
la persona amada un encuentro por un ratito, o para siempre? Si tú te entregaste
cuando te encontraste con aquella persona, ¿tú crees que no pasó nada?
¡Cambiaste! ¡Para siempre! Por lo tanto, si yo me pregunto si el amor es para
siempre, tendría que preguntarme si existe. Si el amor no es para siempre, si el
amor está destinado solamente a cuanta anfetamina esté en mi cabeza rondando,
o cuánto mi cerebro le está mandando a mi corazón que lata más rápidamente, y
dura un año o dos años y medio aproximadamente, ¡eso no es amor! El amor me
cambia totalmente, por decisión, por compromiso. ¿Y si un día decido que “no”,
que “ya no quiero seguir”? No era amor o no estás amando, o lo que es peor, de
repente sí era amor, o sí es amor, y el que lo está dejando pasar eres tú. Si de algo
estoy convencido es que la entrega no es solamente de mi cuerpo, la entrega no es
solamente de mi mente, es algo que viene de algún sitio y va hacia algún sitio, y
en ese camino utilizo la única ruta que existe. Yo vengo del Amor, voy hacia el
Amor, y es a través del Amor que hago mi recorrido. Eso es lo que comparto
contigo. Tú también sientes lo mismo, tú también vienes del mismo sitio y vas
hacia el mismo sitio: el Amor. ¿Qué compartimos todos nosotros aquí? ¿Por qué
me atrevo a hablarte del amor así? Porque yo no te estoy hablando de nada nuevo,
porque está calzado en ti, porque es parte de ti, porque siempre estuvo allí. ¿Y
sabes qué pasó? En los ojos de esa mujer que tienes al lado o en la que estás
pensando, descubriste esa huella imborrable, imperecedera, ese afán que te es
imposible acallar no importa lo que ocurra, no importa cómo lo llames, pero que
te lanza otra vez a mirarte en el espejo de sus ojos y decir: yo soy capaz de

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amarte y tú eres capaz de amarme. Identificamos el amor en nosotros que nos
hace distintos. Por eso lo intentaste, por eso te arriesgaste, porque no es
cualquier cosa, porque no estamos hablando simplemente de algo perecedero,
porque ansiamos y tenemos un afán impresionante de ir mucho más allá de algo
que acabe con nuestros días. Además, hablar de amor no es hablar de pequeñas
cositas, hablar de amor es hablar de gente osada, de gente que se atreva, de gente
que realmente quiera entregarse».

34
e. Relaciones sexuales: ¿una necesidad?

Un gran mito circula en nuestra cultura sin ser cuestionado. Todos lo creen. Es una
especie de dogma moderno que muchos consideran una verdad absoluta e
incuestionable: «no podemos vivir sin tener relaciones sexuales». Particularmente
cuando se trata del hombre se les considera una “necesidad”.

En una ocasión me escribió una joven de dieciséis años diciéndome:

«Hoy mi profesor del curso de “Persona, familia y relaciones humanas” —él


tiene unos sesenta años— dijo en clase que “los hombres necesitan desfogarse y
que, en vez de masturbarse, deberían tener relaciones sexuales”… Me dejó muy
molesta porque los hombres del salón le creen y como que se lo toman en serio.
No debería hablar así porque los hombres no son animales y pueden controlarse.
No debería hacer esos comentarios tan machistas y tontos porque estamos
presentes las mujeres y como que algunas compañeras mías también se la creen».
En efecto, no son pocas las mujeres que terminan creyendo que porque “los hombres
tienen necesidades” no les queda más que entregarse o aceptarles relaciones paralelas.
En vez de exigirles que aprendan a dominar sus impulsos y deseos sexuales, les
consienten todo pensando que “es una necesidad para ellos”.

Pero, ¿es verdaderamente una necesidad para el hombre? ¿Te vas a morir si no tienes
sexo? Necesidades son: comer, beber, respirar, dormir… Si no comes, si no bebes, si
no respiras, te mueres. Pero si no te masturbas o si no tienes relaciones sexuales, no
te mueres ni te enfermas. Las relaciones sexuales no son una “necesidad” para el
hombre. Nadie se muere por no tener sexo. Tan sencillo como eso.

¿Por qué el sexo ha llegado a considerarse una “necesidad”? Porque se ha vuelto una
obsesión. Todos hablan de sexo, todo el día se habla de sexo, y así muchos terminan
pensando que tienen que experimentarlo y que “necesitan” de él. Por otro lado, el
apetito sexual crece no solo cuando todo el día se habla y se piensa en el sexo, sino
también cuando somos indulgentes con ese apetito. Pongamos una comparación: si
todo el día uno piensa en comida, y si todo el día estoy probando esto y lo otro, el
apetito de comer crece, se hace más fuerte, se vuelve una “necesidad” estar comiendo
siempre. En lo que toca al apetito sexual, si todo el día recibimos estímulos externos,
si todo el día se habla de sexo, si nos acostumbramos a estimularnos sensualmente a
nosotros mismos o con otras personas, terminaremos pensando que “es imposible
vivir la castidad” y que masturbarse o tener sexo es una “necesidad”. Parece
necesidad, porque se ha vuelto una obsesión, o en muchos casos una compulsión o
esclavitud. Y sí, un hombre obseso, compulsivo o esclavo de la pornografía, de la

35
masturbación o del sexo “no puede vivir sin sexo”, pero no es verdad que porque él
no pueda contenerse tenga que ser una regla general el que “nadie pueda vivir sin
sexo” y sea una “necesidad” para el hombre.

También dicen que en nuestros tiempos es algo normal y sano tener relaciones sexuales
antes del matrimonio «porque es parte del proceso de crecimiento y maduración de
los jóvenes». Esto lleva a que ahora, por ejemplo, ya sea normal que a los niños de
doce años se les reparta gratuitamente preservativos a modo delivery con tan solo
llamar por teléfono, como sucede en California. Lleva también a que el estar de
enamorados implique ya de por sí las relaciones sexuales como parte integral de la
relación. Lleva además a que se esté poniendo de moda lo que se ha venido a llamar
“amigos con derechos” o “amigos con beneficios”.

Pienso que lo que viene pasando en el Perú y en otros países de América Latina es fruto
de la imposición de una cultura occidental liberal y decadente. Se mira a los países
desarrollados como el modelo hacia el cual nuestros países tienen que avanzar incluso
en temas de moral, sin cuestionar si es bueno o malo para el país y su gente.
Simplemente es lo moderno, y hay que “avanzar” hacia la “liberación total” mirando a
países como Estados Unidos o España.

Corre también por allí el mito de que si tú reprimes tus impulsos sexuales vas a terminar
hecho un neurótico. Por ello te dicen que es natural y sano masturbarse.

«La gente a menudo malinterpreta lo que la psicología nos enseña acerca de las
“represiones”. La psicología nos enseña que el sexo “reprimido” es peligroso.
Pero “reprimido” es aquí una palabra técnica: no significa “suprimido” en el
sentido de “negado” o “resistido”. Un deseo o pensamiento reprimido es uno que
ha sido relegado al subconsciente (generalmente a una edad muy temprana) y que
puede presentarse ahora a la conciencia solo de un modo disfrazado e
irreconocible. La sexualidad reprimida no le parece al paciente sexualidad en
absoluto. Cuando un adolescente o adulto se ocupa de resistir un deseo
consciente, no está tratando con una represión ni está en el menor peligro de
crear una represión. Por el contrario; aquellos que seriamente intentan practicar
la castidad son más conscientes, y pronto saben mucho más acerca de su propia
sexualidad que ningún otro. Llegan a saber de sus deseos como Wellington sabía
de Napoleón, o como Sherlock Holmes sabía de Moriarty; como un cazador de
ratas sabe de ratas, o un fontanero de tuberías que pierden agua. La virtud —
incluso la virtud que se intenta— trae consigo la luz; la permisividad trae las
tinieblas».1
Quienes luchan día a día por vivir la castidad experimentan paz, una paz que no tienen
quienes se apresuran a dar rienda suelta a sus curiosidades o impulsos sexuales. El
daño emocional, psicológico, espiritual y físico que uno mismo se hace o hace a otras

36
personas cuando “se deja llevar” por sus apetitos sexuales puede llegar a ser muy
profundo, severo y difícil de curar. Muchas veces toma años recuperarse de estas
heridas. La verdadera felicidad no está en gozar de los placeres físicos sin restricción,
sino en la paz interior que es fruto de la pureza de corazón.

Para entender mejor por qué no produce neurosis ni hace daño aprender a dominarse se
me ocurre una comparación. ¿Qué pasa cuando a un automóvil se le vacían los
frenos? El conductor pierde el control del vehículo, puede causar un accidente grave,
lesiones a sí mismo y a otros, incluso la muerte. Pues algo semejante pasa contigo
cuando quieres vivir “desenfrenadamente” tu sexualidad, sin poner freno a tus deseos
o impulsos sexuales cuando estos se despiertan. El freno en el automóvil no es algo
malo, al contrario, es esencial porque protege a sus ocupantes y a otras personas que
andan por la calle, porque evita accidentes y el daño consecuente, porque gracias a él
los ocupantes pueden llegar sanos a su destino. Tú también necesitas aprender a poner
freno a tus impulsos, dominarlos. En realidad, el que seas feliz tú y hagas felices a
otras personas, ya sea tu enamorada, tu novia, tu futura esposa o tus hijos, requiere
de mucha restricción de tu parte, de mucho autodominio. El reclamo de que todo
deseo o impulso sexual debe ser satisfecho porque es saludable y natural, tan solo
porque es un impulso, no vale para nada. La salud física, emocional, psicológica e
incluso espiritual solo se obtiene a partir de una serie de principios morales por los que
la persona admite unos y rechaza otros. Eso es lo que hace hombre al hombre: que
sea capaz de autodominarse para conseguir un fin supremo, que en este caso es el
amor verdadero. Si no quieres arruinar toda tu vida y la vida de otros, lo primero que
debes aprender a controlar y dominar son los impulsos de tu propia naturaleza.

Para educarme en ese autodominio debo ser inteligente. Es muy común que si uno se
pone en ciertas situaciones con una mujer, las pasiones se encienden y uno
simplemente termina dejándose llevar. Cuando el fuego se enciende no se apaga sino
hasta que lo ha consumido todo. ¡Cuántas veces “pasó” porque se quedaron solos en
un cuarto o en la casa! Poner freno a mis impulsos sexuales empieza por no
exponerme, no ponerme en situaciones tentadoras o estar en lugares a solas con una
chica. Quien piensa que “no va a pasar nada”, quien se siente fuerte y cree que puede
“manejar la situación”, no tardará en experimentar su fragilidad y terminar haciendo lo
que no quería. Hay lugares y situaciones en los que uno no tiene la suficiente fuerza
de voluntad para decir “no”. En este asunto, nunca está de más un poco de humildad:
no puedes ponerte en la boca del lobo pensando que no te va a comer.

Pero volvamos a la comparación: ¿Es malo decir “no”? ¿Frenarse? ¿Dominarse?


Respondo con otra pregunta: ¿Es malo frenar cuando la luz del semáforo cambia a
rojo? ¿Frenar causa daño al automóvil? ¡Todo lo contrario! El freno te cuida, te
protege, cuida y protege a quienes viajan contigo, a quienes más amas. Si frenas ante
una luz roja, o cuando alguien intempestivamente se cruza en el camino, no le saltan
las tuercas al auto. No le hace daño alguno, como no te hace daño decir “no” y frenar

37
tus o sus impulsos sexuales. El hombre y la mujer tienen que saber ponerse límites
muy claros y saber decir “no” si no quieren hacerse daño y destruir el amor que se
tienen, convirtiéndolo en un egoísmo de a dos. Las manifestaciones sexuales pueden y
deben esperar para que el amor pueda madurar. De lo contrario, “hacer el amor” se
convertirá en “deshacer el amor”.

1
C. S. Lewis, Mero Cristianismo, ob. cit., pp. 116 - 117.

38
f. La presión social

Otro factor importante que influye en las relaciones sexuales precoces y en una visión
sexualizada de la juventud es la presión social. En una ocasión me escribía una joven
de trece años, al día siguiente de haber hecho una promesa de castidad con el apoyo y
presencia de sus padres:

«Al llegar al colegio le conté muy contenta a mi mejor amiga que había hecho
una promesa de castidad y su reacción no me sorprendió. Ella se rio y pasaron
cinco minutos y llegó otra amiga, ella le contó y se rieron juntas y me dijeron que
no la iba a cumplir».
Otra joven me contó que cuando tenía doce años sus amigas la segregaron del grupo
porque ella era de la postura de guardar su virginidad hasta el matrimonio.

En cuanto a las mujeres, la presión es tan fuerte que muchas terminan pensando que la
virginidad es una vergüenza y que deben liberarse de ella cuanto antes. Las vírgenes
son objeto de burla por parte de sus amigas. Algunas, porque son sexualmente activas,
les hacen creer a quienes no lo son que algo anda mal con ellas:

«Mis “amigas” sabían que yo era virgen y en una de las reuniones de estudio se
empezaron a burlar y a reír de mí, diciendo: “No nos gustaría estar en tu lugar y
llegar, como tú, a los veinte y no conocer el sexo”. Al escucharlas, rompí en
llanto, porque me sentía muy débil e impotente».
Es muy común que se rían de quienes quieren vivir la castidad. La presión es fuerte. Las
burlas de los amigos son tan o más crueles que las que reciben las chicas por parte de
sus amigas. Un hombre que hace esa opción, es tildado de “raro”, de homosexual.
Nadie se atreve ya a hablar de esperar hasta el matrimonio. Eso, sencillamente, es
demasiado “marciano”, de “nerds” o “pavos”. Los chicos ya hablan de sexo y de
pornografía apenas las hormonas empiezan a producir los cambios fisiológicos en
ellos. En mi época muchas veces se hablaba de ir al prostíbulo o “levantarse” a una
prostituta. Hoy eso ya no es necesario: basta que tengas enamorada. Es lo que un
padre le recomendaba incluso a su hijo: «en vez de coger una enfermedad con una
prostituta, hazlo con tu enamorada».

Hay “amigos” que les ofrecen a chicos menores llevarlos al prostíbulo y pagarles su
“iniciación”. Otras veces son llevados por sus mismos padres o incluso madres. Ya
nada sorprende hoy. Un joven me contó en una ocasión de una señora que,
preocupada por su hijo, le preguntó a su mamá cómo había hecho para educar tan
bien a su hijo, que a qué edad lo había llevado al prostíbulo. “Nunca”, le dijo su
mamá, y esta señora no le creía. En la mentalidad machista de nuestras culturas parte

39
del “hacerse hombre” pasa necesariamente por la iniciación sexual temprana.

¿Quién puede resistir a la presión y a las burlas por mucho tiempo? ¿Qué chico, en este
ambiente hipersexualizado, no quiere “hacerse hombre” cuanto antes? Como me
escribía una joven de trece años, «ya varios de mis amigos de catorce años me han
pedido tener relaciones sexuales, y cuando les digo que “no”, me dicen: “¡no sabes lo
que te pierdes!”».

40
g. El gran negocio del sexo

Hay gente interesada en promover el sexo para ganar dinero, tan crudo y sencillo como
eso. Invierten dinero para fomentar el libertinaje y una sexualidad precoz entre los
jóvenes.

¿Ejemplos de cómo se hace plata vendiendo sexo? La industria pornográfica, que se


presenta a sí misma como industria de “entretenimiento”, es una de las industrias que
más ganancias produce a nivel mundial. En los últimos años la industria de la
pornografía en Internet está creciendo a un ritmo del 40% anual. Actualmente las
ganancias a nivel mundial se calculan en 57 mil millones de dólares, y solo en Estados
Unidos 12 mil millones.1

¡Negocio redondo! ¿Y quién llena los bolsillos de estos magnates? Tú… cada vez que
consumes pornografía… y no puedes dejar de consumir, porque la pornografía te
atrapa y una vez que empiezas no puedes dejar de verla, al contrario, te mete en un
dinamismo en el que siempre quieres ver más, y cosas más fuertes.

Una vez que te obsesionas con el sexo compras condones, anticonceptivos para las
mujeres, “píldoras del día siguiente”, revistas, pagas un canal de cable “para adultos”,
compras “juguetes sexuales” que te prometen aumentar tus experiencias de placer,
etc. Creo que no hay que crear una teoría de la conspiración para entender que toda
una industria se pone en movimiento cuando se mantienen inflamados tus deseos
sexuales y cuando te hacen creer que “el sexo es una necesidad”. ¿No es eso
justamente a lo que se dedica la publicidad? Crearnos necesidades, para que
compremos tal o cual producto “porque lo necesitamos”, cuando no es verdad.

1
Estas estadísticas y muchas otras referidas al consumo actual de pornografía derivan de
fuentes reputables como Alexa research, NRC,PBS, WordTracker, Google, y
MSNBC. Las encuentras en
http://www.familysafemedia.com/pornography_statistics.html

41
h. Una nueva educación sexual perversa y pervertidora

Existe malicia en personas y organizaciones que además de dinero buscan “educar” a los
niños y jóvenes para que piensen que “todo es normal”, incluso lo perverso y
degradante.

Michael Coren, en un artículo titulado “Promoviendo perversidad”, cuenta cómo a


comienzos de julio de 2013 la policía de Toronto arrestó a un hombre de nombre
Benjamín Levin. Este hombre de sesenta y un años fue acusado de siete episodios de
explotación infantil, incluyendo acusaciones de poseer y acceder a pornografía de
menores. Levin, miembro de una poderosa e influyente familia, es él mismo «un
educador que ha influenciado escuelas y maestros en todo el mundo». En Canadá
llegó a ser profesor en el Instituto de Estudios en Educación de Ontario, una entidad
crucial para orientar los métodos de enseñanza del país. También fue viceministro de
educación en Ontario entre 2004 y 2009.

Levin, liberado ahora bajo una fianza de 100.000 dólares,

«ha estado al centro de la política educativa y el poder de una generación, y era


una figura principal en el sistema educativo que nos dio [al Canadá] el más
reciente currículum de educación sexual extremista y perverso. Este currículum se
pospuso por presión del público… Para los que han olvidado lo sórdida y
provocadora que era esta basura, propuso que chicos de once años aprendieran
sobre la identidad de género, homofobia, satisfacción personal, y que descubran
sus cuerpos a través de la masturbación y lubricación vaginal. A los doce y trece
años se les enseñaría sobre sexo anal y oral. A todo tiempo, se les diría que hay
varios géneros, que nosotros éramos del género que queríamos ser o pensábamos
que éramos, y no necesariamente con lo que hubiéramos nacido. También había
una concentración en homosexualidad, bisexualidad, y cambios de género, y una
extraña y grotesca obsesión por una sexualidad sin amor y al margen que no tiene
lugar en la educación, y ciertamente no en la educación de niños pequeños».
¿No es esa la “educación sexual” que se busca imponer en los colegios públicos de varios
países de América Latina, gracias a la presión de lobbies interesados en que las nuevas
generaciones sean educadas en esa misma visión del hombre y de la mujer? ¿Es gente
normal la que produce esos programas educativos y promueve una sexualidad sin
amor? El mismo autor del artículo llama la atención sobre

«Alfred Kinsey y sus libros e investigación sobre sexualidad, que han formado la

42
enseñanza y pensamiento sobre sexo, niños, y comportamiento por décadas, y
todavía lo hacen. Ahora sabemos, sin embargo, que él mismo era un psicópata,
mentiroso y pedófilo que torturó y abusó de niños y bebés. Sus ideas han causado
innumerables daños, y la batalla continúa. En Croacia, por ejemplo, buenas
personas están intentando prevenir que sus ideas sean introducidas en las
escuelas».1
Hasta aquí he querido hacer un largo aunque muy incompleto recuento de algunos
elementos que forman parte del ambiente cultural en el que estamos sumergidos y nos
movemos. ¿No vamos absorbiendo día a día estos mensajes o formas de pensar y
actuar, haciéndolos “nuestros”? ¿Cuánto nos influyen? ¿Somos libres de pensar como
pensamos en temas que tienen que ver con la sexualidad humana? ¿O estamos siendo
condicionados por la forma como otros quieren que pensemos y actuemos?

Me doy por satisfecho si comprendes que tu modo de pensar o actuar no está libre de
todas estas influencias, y que si quieres hacer la opción por vivir la castidad, tendrás
que ir contracorriente y tendrás que asumir una lucha tenaz, ardua y heroica. Pero
créeme que ¡vale la pena!

1
Véase http://www.theinterim.com/politics/promoting-perversity/

43
III Hechos para amar y ser amados

Todos experimentamos un profundo deseo de amar y de ser amados. Sepámoslo o no,


nuestra felicidad depende de que encontremos y vivamos un amor auténtico,
verdadero. He citado ya al Papa Juan Pablo II cuando decía que «el ser humano no
puede vivir sin amor» . Amar y ser amados es crucial para cada uno de nosotros. Solo
el amor nos lleva a la felicidad. Solo el amor da sentido a nuestra existencia.

Pero encontrar el amor no es fácil, y la dificultad de encontrar el verdadero amor


aumenta por la confusión reinante en nuestra sociedad. Muchos creen que es lo
mismo “amar” que “estar enamorados”, que por lo tanto el amor puede cambiar con
el tiempo y que el amor dura lo que dura el sentimiento. El amor verdadero existe, y
es eterno, pero la cuestión es dónde y cómo encontrarlo. Si muchos han dejado de
creer en el amor eterno no es porque no exista, sino porque se han frustrado en su
búsqueda, y se han frustrado porque no han sabido o no han querido buscarlo en el
único lugar donde se encuentra: en Dios.

Aparte de esta confusión reinante, a ustedes jóvenes se les confunde más aún cuando se
les dice: «si hay amor, no está mal, no es pecado».1 ¡Eso no es verdad! . Llevados de
esta confusión muchos terminan heridos y desengañados en su búsqueda del amor
verdadero. Con el tiempo y con las heridas acumuladas pierden la esperanza de que
exista un amor que dure para siempre o que sean capaces de vivirlo, y así renuncian a
su búsqueda.

¿Qué tiene que ver Dios con el amor que necesitamos vivir? Hace poco hablé a un grupo
de preadolescentes sobre la importancia de vivir la castidad para encontrar el amor
verdadero. Lo hice en base al mandamiento del triple amor: «Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón… y al prójimo como a ti mismo» (Lc 10, 27). ¿Cuál es la
relación de este amor con la castidad? Para explicártelo quisiera primero que leas este
texto:

«Lo extraordinario no es que se nos mande amar a Dios, sino que se nos permita
amarlo y que se nos dé la posibilidad de hacerlo y de gozar de su amor. Nosotros,
pequeños hombres. Esto no es un decreto, una imposición ¡es una maravilla!, un
regalo abrumador, una gracia de locos y, al mismo tiempo, el único fundamento
del amor a los demás que, por otra parte, es, en esta vida, la sola posibilidad de
la verdadera felicidad: “amar y ser amado”, como decía Ovidio. ¡Qué tristeza
ver al hombre de hoy perdiendo, poco a poco, esta su dignidad suprema, lanzado
a amores pedestres, a objetivos falaces, a metas tontas, motivos banales! ¡Estar

44
hecho para Dios y terminar ambicionando la cloaca! Pero así lo quieren los
grandes rectores de las masas: al hombre que ama a Dios no se lo puede manejar;
al que ama la zanahoria se le cuelga una delante de las narices y se lo lleva a
cualquier parte»2.
Conoces esa figura, ¿no? Si a un caballo le cuelgan en una caña una zanahoria delante,
empieza a caminar hacia la zanahoria para comérsela. Si la mueves hacia la derecha,
el caballo irá hacia la derecha, si a la izquierda, irá hacia la izquierda. Así te tienen
muchas veces, llevándote a donde quieren sin que tú te des cuenta porque lo único en
lo que piensas es en comerte la zanahoria y en lo rico que será cuando te la comas.

Sigue diciendo el autor de esta nota:

«(…) Eliaschev le preguntó a Victor Frankl,3 de visita en Buenos Aires, qué


opinaba de la educación sexual, y Frankl le contestó: “la única educación sexual
que yo concibo es la educación para el verdadero amor”. Y cuando Eliaschev le
insistió: “¿pero de qué amor me está hablando?” Frankl le respondió: “del amor
a Dios y el de la monogamia”. Y, a pesar de ser judío, desde entonces, Frankl no
apareció más en televisión».
¿Entiendes? Este mensaje del amor a Dios y de la monogamia no solo “no vende”, sino
que algunos piensan que debe ser desterrado de nuestras sociedades junto con Dios
mismo. Lo que “los grandes rectores de las masas” han buscado hacer es eliminar ese
mensaje de la cultura moderna. Logrando sacar a Dios de tu vida y volviéndote
enemigo de la Iglesia —añado yo— te cuelgan una “zanahoria” delante y te llevan
donde quieran.

Ahora sí te explico cuál era mi enfoque sobre el mandamiento del triple amor: Dios te ha
creado por amor, tú procedes del Amor y estás hecho para amar. Pero no puedes
amar separado de la fuente del Amor, sin abrirte al Amor, sin acoger ese Amor en tu
vida, sin participar de ese Amor intensamente. Cuando Dios te manda amarlo no es
un capricho suyo, sino que es algo que responde a tu naturaleza más profunda. Tú
necesitas amarlo para poder amar y ser amado de verdad. De eso depende tu felicidad
no solo en esta vida, sino para toda la eternidad.

Pero este amor no se restringe a Dios: Él te ha creado para amarlo no solo a Él, sino
también para amar y ser amado por otros semejantes a ti, para amar a otros seres
humanos como tú. Ahora bien, es un grave error pensar que, siendo Dios la fuente de
nuestro amor, podrás amarte a ti mismo rectamente o a otros si no lo amas a Él
primero. Dios es la fuente y el fundamento de todo amor humano. Si tú quieres amar
verdaderamente a tus amigos, a tus padres, a tu novia o a tu mujer, ¡ama a Dios, ama
a Cristo! Amándolo a Él amarás como Él a tus amigos, a tus padres, a tu novia o a tu
mujer. Él ha venido a “reconectarte” con Dios, fuente de todo amor humano. Él,
además ha venido a enseñarte cómo se ama verdaderamente: «Ámense los unos a los

45
otros como yo los he amado» (Jn 15, 12). Él es la fuente y el maestro del amor
verdadero y verdaderamente humano. No hay amor más grande que el suyo, y ese
amor existe y es para siempre. Unido a Él y participando de su amor Él te invita a
amar a tu enamorada, a tu novia y a quien en el futuro será tu esposa.

Ahora bien, quizá no sepas esto, pero cuando una mujer cede a las exigencias sexuales de
su enamorado o de cualquier hombre, empieza a desvalorarse a sí misma, hasta el
punto de poder llegar a despreciarse gravemente. Muchas jóvenes mujeres me han
confiado lo mal que se sienten consigo mismas luego de haber permitido “juegos”
sexuales. Se sienten avergonzadas de sí mismas, a veces sucias e indignas. ¿Tú crees
que una persona que se valora poco o se desprecia a sí misma puede amar rectamente
a los demás? ¡No! Quien quiere amar verdaderamente a otra persona tiene que
empezar por amarse rectamente a sí mismo, a sí misma. Yo les decía a aquellas
jóvenes que tenían que aprender a amarse y valorarse a sí mismas, y que para ello es
fundamental amar a Dios. ¡De esa manera descubrimos nuestra enorme dignidad y
grandeza, descubrimos que somos inmensamente valiosos y amados!

Mientras que el hombre parece “afirmarse a sí mismo” mediante los avances y


conquistas sexuales con las mujeres, la mujer se desvalora cada vez más a sí misma
toda vez que cede y se entrega sexualmente. Quizás por fuera pueda aparentar que
“todo está bien”, que todo es felicidad y que tener sexo sin compromiso “es
maravilloso”, pero por dentro es otra la historia.

A ti te digo: piensa en el daño que tú le haces a la mujer que amas con tus avances
sexuales aunque ella te siga, o aunque a veces incluso ella te lo pida porque se
despiertan sus deseos sexuales o porque piensa que de esa manera estarán más
unidos. Entiende que a la mujer debes cuidarla y respetarla aunque esté “regalada”,
borracha o desesperada por un poco de atención y afecto, ¡y más aún debes respetarla
si es alguien a quien amas y aprecias mucho! ¡Qué pena me da cuando “el amor” se
convierte en la razón o excusa para dar rienda suelta a las propias pasiones! “Por
amor” terminan usándose quienes dicen amarse. Si amas de verdad a tu enamorada o
a tu novia, serás capaz de decirle: «Porque te amo, te voy a esperar. No tengo apuro,
porque tendremos toda la vida para disfrutar del don de la sexualidad una vez que nos
unamos para siempre, ante el Altar de Dios». El verdadero hombre no es aquel que le
pide a la mujer demostrarle su amor en la cama, sino el que le demuestra su amor a
ella esperándola, dominándose, respetándola, sacrificándose por ella. Sí, todavía
existen hombres así y tú estás llamado a ser uno de ellos.

Pero, ¿hasta dónde puedes llegar con tu enamorada o novia sin faltarle el respeto? Luego
de una de mis charlas un joven me preguntó justamente eso. Se me ocurrió
responderle con otra pregunta: «¿Tienes hermana?». «Sí», me dijo. Mi siguiente
pregunta fue: «¿hasta dónde quisieras que su enamorado llegue con tu hermana?». Su
respuesta no se dejó esperar, veloz como un rayo pronunció un firme y rotundo

46
«¡NADA!». «Bueno —le dije— ese es el límite al que puedes llegar con tu
enamorada». Como un manotazo de ahogado vino entonces la inesperada repregunta
de aquel joven: «No, pues, padre, ¿y si no tuviese hermana?». En ese momento todos
los presentes nos reímos, aunque él parecía estar hablando muy en serio. ¿Por qué
tiene que ser uno el límite para el enamorado de tu hermana, y otro el límite para ti?
¿Por qué tú puedes avanzar “más allá, hasta un cierto punto”, y le exiges a otros que
respeten a tu hermana al máximo? ¿Es que tu enamorada o novia no es hermana de
alguien, hija de alguien, que también espera de ti el máximo respeto hacia su hija o
hermana? ¡Respeta a la mujer que amas como tú quisieras que respeten a tus hijas
cuando las tengas!

Otra cosa que veo es cómo la falta de castidad y pureza inmediatamente aparta de Dios.
Si bien el pecado de impureza no es el más grave de los pecados —muchísimo más
grave es la soberbia—, sí es el que más avergüenza. Quien cae en impureza se llena
de vergüenza ante Dios y, si se atreve, le cuesta una infinidad ir a confesarse. Si esto
te sucede, si la vergüenza te aparta de Dios, estarás apartándote de Aquel único capaz
de devolverte la pureza y paz del corazón. Es tan patético como huir de un médico
cuando uno se está muriendo. ¡Pero si él es el único que puede salvar tu vida! Así
somos de tontos cuando nos apartamos de Dios por la vergüenza que sentimos
cuando faltamos a la pureza de cualquier manera. No hay pecado que Dios no te
pueda perdonar si estás arrepentido, no hay impureza que Él no pueda purificar, no
hay herida que Él no pueda curar. Por ello, si tú caes, en vez de apartarte de Dios lo
inteligente es acercarte a Él, humilde y arrepentido, para pedir perdón. Entonces Él te
devolverá la pureza, y una nueva oportunidad para hacer las cosas bien en adelante.

Si amas a tu enamorada, sin duda querrás lo mejor para ella. Si tú no te educas en el


verdadero amor que hunde sus raíces en el amor de Dios, si no permaneces unido a
Dios, y si con su fuerza no aprendes a dominarte a ti mismo, ¿quién le enseñará a tu
enamorada a amarse rectamente a sí misma? Nuestra sociedad necesita de hombres
que amen de verdad, que respeten a las mujeres, que no las traten como cosas o
como objetos de placer; necesita de hombres recios, que sepan dominar y orientar
rectamente sus impulsos y pasiones, que luchen por purificar sus corazones de su
propio egoísmo; hombres que amen más y que sean menos egoístas. Amarte a ti
mismo rectamente es amarte como Dios te ama; amar con el amor de Cristo es amar
de verdad. Lo otro es un egoísmo disfrazado de “amor”, mientras que «la castidad
libera a las parejas del egoísmo de usarse uno al otro como objetos, dejándolos libres
para tener y gozar de un amor verdadero» 4.

¿Qué es lo que quieres para ti? ¿Qué es lo que quieres para tu enamorada, para tu novia
o futura esposa? ¿No quieres amar y ser amado de verdad? ¿No quieres que ella sea
amada de verdad, para que aprenda a valorarse a sí misma rectamente? Si quieres
amarla de verdad, cuídala de tu propio egoísmo, de querer avanzar en lo sensual o
sexual para satisfacer tus impulsos o “necesidades” de momento.

47
1
Juan Pablo II, Redemptor hominis, 10.
2
Gustavo E. Podestá, Sermón, 1987 en http://www.catecismo.com.ar/sermones
durante26/30_87A.htm
3
Viktor Emil Frankl (Viena, 1905 – 1997), neurólogo y psiquiatra, fundador de la
Logoterapia.
4
Jason Evert, Amor puro, Catholic Answers, San Diego 2007, p. 4.

48
IV ¿Qué es la castidad?1

La castidad ante todo es una virtud. Nuestra voz virtud proviene de la palabra latina
virtutem, y tiene su origen en la palabra vir, “varón”. Solo la virtud lleva al hombre a
ser hombre de verdad. Hoy quizá muchos creen que “ser hombre” es ser un macho
musculoso capaz de vencer a otros “machos” (ser un “macho alfa”), o ser tan
atractivo y galán que pueda seducir a cuanta mujer desee. Eso, sencillamente, no es
ser hombre, es ser “macho” como machos llamamos a los animales. Ser hombre de
verdad es aprender a dominar no a los otros —por medio de la fuerza, el dinero, la
manipulación, el “arte” de la seducción, etc. — sino dominarse uno a sí mismo, es
decir, aprender a dominar los propios impulsos, pues estos, si no se los restringe y se
les da rienda suelta, si no se los orienta debidamente, causarán un terrible daño a los
demás y a uno mismo.

Nuestros impulsos interiores, si se me permite una comparación, son como la energía que
produce un reactor atómico: si se controla la fusión nuclear, es capaz de generar una
energía que ilumina ciudades enteras. Pero si se sale de control, mata o causa serias
deformaciones a los seres vivos que son expuestos a su radiación, además que torna
estéril la tierra contaminada. Así es la persona que no aprende a dominar sus impulsos
y pasiones: se convierte en un desastre, e irradia ese desastre a quienes entran en
contacto con ella.

La virtud lleva a la persona a comportarse verdaderamente como ser humano, a


conducirse como tal. Para ello se necesita fuerza moral, coraje, hombría, excelencia
(todo eso refleja la palabra latina vir).

¿Y en qué consiste esta virtud de la castidad? La sola mención de la palabra produce


rechazo en muchos, porque ni siquiera saben lo que significa. Muchos creen que la
castidad es lo mismo que “no tener sexo nunca” y que “eso es solo para curas y
monjas”. Quizá tú mismo, en medio de tanta confusión e ignorancia, no sabes bien
qué es la castidad. Por eso es importante ahora aclarar su significado y sus
implicancias, para que tengas las cosas claras y para que puedas dar razón a otros de
su significado.

Vayamos primero a la etimología de la palabra. Castidad viene del latín castus, y se


traduce al español como puro. Por tanto, castidad y pureza son sinónimos, significan
lo mismo.

49
Sobre la pureza podemos decir que la buscamos y preferimos en todo. Así por ejemplo,
cuando se trata de beber agua, procuramos beber agua pura y rechazamos el agua
sucia. Lo mismo podemos decir del aire o del alimento. Si se trata de metales o de
joyas, sucede lo mismo: su calidad o valor aumenta de acuerdo a su pureza.
Pensemos en un diamante, por ejemplo.

Cuando de personas se trata, nos repugna la compañía de una persona sucia y


maloliente, mientras que nos agrada la compañía de personas limpias y perfumadas.
Así se da en todo: naturalmente preferimos lo que es puro y limpio, lo que no quiere
decir que hay personas que prefieren la suciedad o que no tienen alternativa, por
ejemplo, cuando se trata de beber agua: si no hay otra agua para beber, mejor es
arriesgarse a tomar agua sucia que morirse de sed.

¿A dónde vamos con todo esto? Pues la castidad es la virtud que purifica y protege el
amor humano del egoísmo. No todo lo que dice ser amor es verdaderamente amor, o
no todo amor es de por sí un amor puro. Hay un amor puro y hay otro que no lo es, y
todo amor humano necesita purificarse continuamente para que no se contamine.

¿Y qué es el egoísmo? Ponerse uno a sí mismo primero o en el centro, buscar los propios
intereses antes que el bien de los demás. Es “amarse uno a sí mismo” pero por
encima de todos, y querer que lo amen a uno por encima de todo. Soy egoísta cuando
quiero que la otra persona haga lo que yo quiero y no lo que es bueno para ella. Soy
egoísta cuando antepongo mis caprichos, mis impulsos o mi placer al bien de la otra
persona. Si lo primero que busco en una relación es disfrutar del placer que me
proporciona, aunque sea “de mutuo acuerdo”, estoy siendo egoísta y la otra persona
también. La relación se convierte en un egoísmo compartido por dos “mendigos” que
buscan algo en el otro: o un placer, o llenar un vacío de amor, o lo que sea.

Al egoísta no le importa hacer sufrir a otras personas, causarles daño con tal de obtener
lo que quiere. A veces el egoísmo llega a disfrazarse de “amor”. En una encuesta
realizada entre jóvenes varones universitarios en EE.UU, el 40% admitió haberle
dicho a una mujer «te amo» tan solo para tener sexo con ella.

Otras veces, cuando hay un amor incipiente, cuando hay un afecto verdadero entre un
joven y una joven, el egoísmo es capaz de deformar y destruir ese amor. Ese egoísmo
se mete en la relación cuando los besos se tornan apasionados, cuando llevados por el
impulso se exceden en caricias, cuando se van quebrando los límites y se avanza cada
vez más hacia el sexo.

Alguno objetará: «pero si los dos estamos de acuerdo y nos amamos, ¿qué tiene de
malo?» Le respondo: cuando la búsqueda del placer y del sexo entran en la relación
antes de tiempo (o sea, antes del matrimonio), la relación se distorsiona. El amor es
como una semilla que echa su tallo. Si no cuidas esa pequeña y frágil planta, si la

50
expones al fuego o al sol intenso, se marchita y se muere. Para que el amor crezca y
madure, para que se convierta en un árbol sólido que dé buenos frutos en el futuro,
hay que cuidarlo hoy con la castidad, con el mutuo respeto, poniendo los límites
claros y luchando juntos por mantenerlos. El grave riesgo que se corre cuando se
adelantan las cosas es este:

«Hace once meses que estoy con mi enamorada, recién hemos tenido relaciones
sexuales por primera vez y me duele tanto haberlo hecho, porque desde que lo
hice ya no soy capaz de mirar su corazón como lo hacía antes; ¡ahora solo pienso
en eso!» (Un joven de diecisiete años).
Había amor, pero un amor que necesitaba madurar, crecer, hacerse fuerte en la espera.
Al apresurarse, la mirada del joven se deformó, se enturbió. Eso es lo que suele
suceder en un joven que no tiene madurez, que no es capaz de dominarse, de esperar,
de purificar sus intenciones: deja de ver el corazón de su amada y empieza a verla
cada vez más como un objeto de placer. Así crece el egoísmo, mientras el amor
sincero decrece y se marchita.

Varias jóvenes a quienes yo les contaba lo que me había dicho aquel muchacho me
dijeron: «siento que con nosotros pasó lo mismo». Las relaciones sexuales no son un
juego, son algo muy serio, algo incluso sagrado. Los químicos que entran a tallar en el
cuerpo durante la relación sexual causan cambios importantes en el hombre y en la
mujer, cambios no solo biológicos sino también psicológicos, con consecuencias
también espirituales. Cuando no se sabe esperar y se apresuran las cosas, el hombre
corre el riesgo de terminar enamorándose del cuerpo de la mujer y del placer que le
proporciona.

A las relaciones sexuales entre enamorados no se llega de la noche a la mañana,


normalmente. Todo empieza con un exceso, cuando por primera vez se rompe un
límite. Roto un límite, el cuerpo siempre pide más, nunca menos, y así, de a pocos, se
va avanzando hasta que finalmente “pasa todo”. Una vez que el hombre tiene
relaciones sexuales es muy probable que ya empiece a pensar “solo en eso”, porque
los químicos hacen que la experiencia se quede fuertemente impregnada en su
memoria.

Cuando se apresuran las cosas, cuando no hay la madurez necesaria que proporciona un
trato en el que prima el respeto, el amor en vez de “hacerse” se deshace. Por preferir
el placer del momento, por querer experimentar el éxtasis que produce la relación
sexual, vas ahogando el amor verdadero. El precio que pagas es muy alto: se te hace
más difícil, si no imposible, ver en adelante el corazón de la persona, verla y tratarla
con respeto. Esa desviación y deformación del amor es un peligro del que muy pocos
jóvenes son conscientes, y que muchos se niegan a aceptar que pueda pasarles,
«porque lo nuestro sí es amor». Pero lamentablemente se produce con mucha

51
facilidad cuando se exceden los límites en la relación, cuando se da rienda suelta a la
sensualidad que va llevando poco a poco al erotismo y a las relaciones sexuales. En
palabras de una joven:

«Me di cuenta de que mi relación fracasó totalmente porque después de haberme


entregado no había libertad, se fue el respeto, ni paz ni tranquilidad estaban en
mi día a día, se acabaron los detalles y después de eso dejó de haber confianza,
ocasionó millones de problemas y en vez de sentirme segura me sentía insegura al
100%».
Cuando te enamoras de una mujer la miras con respeto, como a una hermana. El amor
hace que uno deje de lado la típica mirada cosificadora de la mujer y se fije en su
belleza interior, en toda su persona. Realmente todo eso se malogra si empiezas a
ceder a tu egoísmo, a tus impulsos y empiezas a avanzar en el campo sexual.
Entonces pierdes el respeto hacia la persona, el amor se marchita, tu visión de ella se
deforma. Es por eso que tú tienes una grave responsabilidad frente a ella y frente a ti
mismo: si no quieres que la relación con la mujer de tus sueños se dañe, ¡respétala! Si
quieres que el amor perdure y se haga más profundo, ¡espera! Solo en la espera el
amor puede madurar, crecer, hacerse fuerte y sostenerse por toda la vida.

La castidad no reprime ni limita el amor, sino que lo purifica del egoísmo y lo eleva a su
máxima madurez. Vivir la castidad no es ir en contra de tu naturaleza, no es
“antinatural” como algunos quieren hacerte creer, sino que «te vuelve de salvaje en
humano», más aún, el ejercicio de la castidad lleva a que tu naturaleza humana
evolucione a un nivel espiritual superior. Solo entonces serás capaz de amar y ser
amado como lo reclama todo tu ser, porque fuiste hecho para el amor y porque solo
un amor verdadero podrá satisfacer esa necesidad de infinito que hay en ti.

Ahora te pregunto: ¿qué clase de amor quieres para ti? ¿Un amor puro? ¿O un amor
contaminado por el egoísmo? Si has leído hasta acá, seguro que quieres un amor
puro, verdadero, auténtico, que responda a tus anhelos más profundos, un amor que
traiga gozo, paz, alegría y felicidad a tu corazón y al corazón de la persona que amas.
El camino para conquistar ese amor es la castidad, que

«según la visión cristiana, (…) no significa absolutamente rechazo ni


menosprecio de la sexualidad humana: significa más bien energía espiritual que
sabe defender el amor de los peligros del egoísmo y de la agresividad, y sabe
promoverlo hacia su realización plena» .2
Insisto en que la castidad no es simplemente “no hacer esto, o no hacer esto otro”. No es
represión de tus “impulsos naturales”. No es un conjunto de prohibiciones que te
limitan o impiden expresar todo tu amor. Quien cree que eso es la castidad, no pasa de
ser un gran ignorante. La castidad es, en cambio,

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«una forma de vida que te da libertad, respeto, paz, alegría y hasta romance, sin
reproches, sin temores ni angustias. La castidad libera a las parejas de la actitud
egoísta de usarse uno al otro como objetos, dejándolos libres para tener y gozar
de un amor verdadero. Vivir la virtud de la castidad, de forma positiva, va
purificando tu corazón en todos los ámbitos, fortalece tu voluntad y tu relación
íntima con el Señor»3.
« [Es] algo positivo, es una virtud, significa entender y vivir el auténtico amor,
no solo antes del matrimonio, sino durante toda la vida. El amor auténtico no
busca la propia satisfacción, sino lo que es mejor para el otro. Eso lo consigue la
castidad, porque nos hace entender que la sexualidad es un valioso regalo que
hemos recibido y nos hace respetarnos a nosotros mismos y a los demás, de forma
que podamos amar a otra persona y no caer en la tentación de utilizarla en
nuestro propio provecho. Esa clase de amor auténtico, sincero y generoso no es
fácil de encontrar hoy en nuestra sociedad»4.
Finalmente, la castidad para los cristianos implica esperar hasta el matrimonio para la
entrega sexual. Por eso es que seguirá siendo la menos popular de las virtudes
cristianas. La norma cristiana es y será siempre: nada antes del matrimonio, y nada
fuera del matrimonio. Quien te diga «si hay amor no es pecado adelantarse» es un
gran ignorante. No es verdad. La enseñanza de la Iglesia en ese sentido es clara y no
admite excepciones “por amor”:

«La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del
matrimonio [evidentemente se entiende también antes del matrimonio]. Es
gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana,
naturalmente ordenada al bien de los esposos, así como a la generación y
educación de los hijos. Además, es un escándalo grave cuando hay de por medio
corrupción de menores»5.

1
La enseñanza de la Iglesia sobre la castidad la encuentras en el Catecismo de la Iglesia
Católica, números 2337 al 2350.
2
Juan Pablo II, Familiaris consortio, 33.
3
Jason Evert, Amor puro, ob. cit., p. 4.
4
Mary Beth Bonacci, Tus preguntas y respuestas sobre el sexo, Palabra, Madrid, pp. 11-
12.
5
Catecismo de la Iglesia Católica, 2353.

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V ¿Por qué es importante vivir la castidad?

En el capítulo anterior hemos aclarado qué es la castidad. Ahora es necesario insistir en la


importancia de vivirla.

¿No es una locura intentar vivir la castidad cuando todo y todos nos dicen que «es
antinatural», que «no tiene sentido esperar» cuando hay condones y anticonceptivos
para evitar contagios y embarazos, que «hay que disfrutar de la juventud», que
«tienes que ganar experiencia para cuando te cases», etc.? ¿No es tonto rechazar los
placeres que te ofrece el sexo? «¡No sabes lo que te pierdes!», te dirán una y otra
vez. ¿Por qué no dejarse llevar por la corriente?

Antes de dejarte llevar por la corriente, por tus propios impulsos o por la presión de otras
personas, es necesario que te detengas siempre un momento y te preguntes: ¿a dónde
me llevará esa corriente? ¿A dónde quiero ir? ¿Qué es lo que quiero para mí y para mi
enamorada, mi novia o futura esposa? ¿Quiero descubrir y vivir el amor verdadero?
¿Apresurar los placeres me llevará a encontrar el amor verdadero, o me apartará de
él?

La pregunta sobre lo que quieres vivir en el futuro es crucial, porque lo que siembres
hoy, es lo que vas a cosechar en el futuro, para ti, para tu esposa y para tus hijos.
¡Claro que es fácil y muy agradable dejarse llevar y disfrutar de los placeres sexuales!
Pero, ¿eso te va a llevar a la fuente del amor o a la catarata?

Ante tanta resistencia, ante tantas dificultades que podemos encontrar en el camino,
necesitamos razones poderosas que nos impulsen a luchar día a día por vivir la
castidad. Optar por vivir la castidad es asumir una lucha dura, complicada, es
aprender a frenar tus impulsos e ir contracorriente todos los días.

¿Por qué es importante vivir la castidad? Porque de lejos es la mejor opción, aunque sea
costosa y difícil. ¿Qué gano yo? ¿Qué gana mi enamorada? Quiero ofrecerte algunas
razones para que entiendas por qué vale la pena asumir esta lucha contracorriente.

La castidad es el camino que lleva al hombre a la cumbre del amor verdadero. No olvides
que como seres humanos «no podemos vivir sin el amor». Nuestra vocación es al
amor: estamos hechos para el amor, y por ello necesitamos amar y ser amados. Pero
este amor del que necesitamos participar vivamente no es cualquier amor y no se
puede confundir con el sentimentalismo, el romanticismo y menos aún con la pasión y
el sexo. El sexo puede esperar. El sexo no es “la prueba” de un amor verdadero, más

54
bien es la muestra del gran egoísmo que existe en el corazón de un hombre cuando le
pide a su enamorada que se entregue sexualmente a él. La verdadera prueba de amor
es que tú te sacrifiques por ella, que tú le demuestres cuánto la amas con la espera
paciente y el dominio de tus impulsos. La espera purifica el amor del egoísmo que
significa poseer a la otra persona tan pronto acceda, «cuando estés lista». La castidad
protege el amor auténtico y educa a ver el corazón de la mujer, evita que termines
usándola para satisfacer tus pasiones y amando su cuerpo antes que a ella.

Ahora bien, además de esto, ¿cuáles son los beneficios de la castidad? Hagamos una
breve lista:

1. Te hace hombre de verdad, capaz de amar verdaderamente a una mujer, capaz de dar
la vida por ella día a día, capaz de defenderla, protegerla, velar por ella, hacerte
responsable de ella ahora y a futuro.

2. La castidad en la relación permite centrar la atención en la amistad, en el diálogo, en el


conocimiento profundo de la persona amada. De este modo se va forjando una
relación sana y consistente. Da mayor libertad en la relación.

3. Les permite a ambos vivir un amor sin remordimientos. Su fruto es la paz y la alegría
de corazón.

4. Te permite amar de un modo más profundo a tu enamorada, novia y/o futura esposa.
Es sabido que «solo se ama lo que se conoce». Es necesario conocerte a ti mismo y
conocer a la persona de la que te has enamorado. ¡Conocerse es fundamental!
Cuando la sensualidad se abre paso en la relación, ese conocimiento corre el peligro
de quedarse solo en la piel y no ir a lo profundo. Irá primando cada vez más “eso”, no
“ella” o “ustedes”, sino “tú”. ¡Para conocer verdaderamente a la persona es tan
necesaria la castidad! La pureza en la relación permite centrar la atención en el mutuo
conocimiento. El testimonio que ahora te ofrezco lo escribió una mujer de unos
veinticinco años, que luego de vivir una vida no casta con su novio hicieron la opción
de vivir la castidad:

«Los meses de castidad que él y yo tuvimos antes de casarnos hicieron que me


enamore más de él... Lo valoré más porque él se valoraba más y también empecé a
disfrutar cosas más inocentes y diferentes, las conversaciones eran más libres,
como de dos amigos que se respetaban más, y por último, lo más importante, es
que los besos se volvieron más especiales porque era lo más cercano que
teníamos... No sé si la castidad funciona para todos siempre, pero sí creo que vale
la pena vivirla con la persona que crees es la indicada».
5. Ejercitarte en el dominio personal y saber esperar forja tu voluntad, te da en términos
generales una mayor tolerancia a la frustración, una mayor seguridad en ti mismo, una

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capacidad de lograr una comunicación más asertiva. Ejercitarte en la virtud de la
castidad te ayuda a madurar como persona.

6. Te proporciona una mayor objetividad para ver los aspectos importantes de una
relación, puedes descubrir las virtudes y también los defectos de la persona que amas,
de modo que puedes aceptarla tal y como es, no tal y como te la imaginas o esperarías
que sea. Eso es fundamental para la consistencia de un futuro matrimonio.

7. Te entrena para ser fiel a tu futura esposa. Sí, y es que si hoy das rienda suelta a tus
impulsos, te acuestas con una, luego con otra, o con dos a la vez, cuando te cases no
serás capaz de serle fiel a tu esposa.

Sin duda puedes encontrar muchos otros beneficios, pero basta con estos que me
parecen los más importantes. Por otro lado, creo que también es importante
considerar los daños que uno se hace o puede hacer a la persona amada cuando no se
vive la castidad. Aquí te ofrezco una breve lista:

1. Daño a nivel físico/biológico

a. Posibilidad de contagio de enfermedades de transmisión sexual, si alguno de los dos ha


tenido contacto sexual con otra pareja anteriormente.

b. ¿Qué harías si ella queda embarazada? Una mujer que aborta corre riesgos de daños
físicos y sufre daños emocionales muy fuertes. Luego de haber escuchado a muchas
mujeres que han abortado te puedo decir que es muy difícil que se perdone a sí
misma haber matado a su propio hijo. No hay nada más duro para una mujer que eso.
La mujer en el fondo no se cree aquello de que lo que ha concebido es solo “un tejido
de células”, o un “quiste”: ella sabe bien que es su hijo, digan lo que digan. Una mujer
que aborta no solo mata a su hijo, también muere algo en ella.

c. La masturbación continua causa en el hombre un problema de compulsión y/o


adicción.

2. Daño a nivel psicológico

a. Te genera una autoestima distorsionada: crees que vales por tu desempeño sexual, por
tu atractivo físico, por tu capacidad de conquista, confundes ser hombre con ser
“macho”.

b. Te lleva a tomar a las mujeres —incluyendo a tu enamorada— como objetos de placer


o juguetes sexuales. Poco a poco degradas a las mujeres y a tu enamorada o a tus
amigas, pidiéndoles te hagan ciertos “favores”. Al degradarlas, te degradas también ti
mismo.

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c. Te incapacita para amar verdaderamente, pues al buscar “eso” alimentas tu propio
egoísmo, por más que digas que lo haces “por amor”. Cuando no esperas, tiendes a
ver a la mujer que has conquistado sexualmente como “tu posesión”, especialmente si
era virgen. Empiezas a celarla porque no tienen un compromiso serio (matrimonio) y
porque se te pasa por la cabeza: «si lo hizo conmigo, lo puede hacer con cualquiera».
Así de patético.

d. Alimenta una actitud machista, que con el tiempo te lleva a la obsesión sexual que
deriva en actitudes de abuso, maltrato emocional y físico, o de violencia sexual hacia
las mujeres, incluso con algún pariente tuyo y en el futuro acaso con tus propias hijas.
El hombre, por no vivir la castidad, se puede volver literalmente una bestia, ¡y eso te
puede pasar a ti!

e. Devaluación del valor de la sexualidad: las relaciones sexuales se convierten en un


“juego” o un “entretenimiento” que produce un intenso placer, pero que se apartan
cada vez más de una real manifestación de amor.

3. Daño a nivel espiritual

a. La falta de castidad nos aparta de Dios y por lo mismo, nos aparta de nuestra
identidad más profunda. Asimismo nos aparta de la Iglesia. Cuando los jóvenes
comprometidos con la vida cristiana y el apostolado —en su parroquia o en un
movimiento, por ejemplo— faltan a la castidad, dejan de rezar porque se sienten
indignos, poco a poco dejan de confesarse, de ir a misa y de cumplir sus obligaciones
apostólicas.

b. La falta de castidad nos aleja también de las verdaderas amistades, de aquellos amigos
o amigas que saben aconsejarnos bien, porque sentimos que los hemos defraudado,
porque tememos que se molesten con nosotros, porque sabemos que no nos van a
consentir lo que nosotros queremos consentirnos. Con eso, volvemos a las
“amistades” que nos arrastran por el camino fácil.

c. Con el pecado, y con la repetición del pecado, se produce un endurecimiento del


corazón, un adormecimiento de la conciencia frente al pecado (ya no me parece que
está mal, me justifico y voy perdiendo la vergüenza) y una actitud cada vez más
cínica.

d. Generamos un hábito de mentir para ocultar, lo que prepara el camino para llevar una
doble vida, rompiendo en el presente o futuro promesas y compromisos asumidos
verbal o solemnemente.

e. No vivir la castidad genera un subjetivismo moral por el que se rechaza todo criterio
objetivo sobre lo que es bueno o malo: «todo es relativo; yo determino qué es lo

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bueno y qué lo malo según mi parecer o placer».

Hemos considerado brevemente los beneficios que trae vivir la castidad, así como
también los daños de no vivirla. La lista no pretende ser ni exhaustiva ni completa,
pero sí darnos una idea de por qué es importante vivir la castidad.

Una vez que hemos entendido su importancia, viene otra pregunta que es necesario
responder.

58
VI ¿Es posible vivir la castidad?

Podemos entusiasmarnos mucho cuando se nos explica bien qué es la castidad, cuáles
son sus beneficios y cómo esta virtud es el camino para encontrar el amor verdadero
y vivirlo en plenitud. Sin embargo, no podemos ser ingenuos. Junto con el entusiasmo
debemos ser muy realistas: hoy en día es especialmente difícil vivir la castidad, por
todo lo que hemos visto al principio. Vivimos en una cultura que desprecia la castidad
y nos presiona a todos a ir en una misma dirección.

La dificultad aumenta porque no solo somos víctimas de un continuo bombardeo de


mensajes cargados de hedonismo, sensualidad y egoísmo, o de la presión social, sino
que a toda esta presión externa se añade nuestra propia inclinación al mal, la tentación
y la acción de nuestras propias hormonas. Vivir la castidad no es fácil. Como me
decía alguien que decidió hacer esa opción, «no me imaginé que el camino se iba a
volver más complicado».

Teniendo todo esto en cuenta, volvemos a hacernos la pregunta: ¿es posible vivir la
castidad? Por más bombardeo o presión externa que experimentemos, por más
revueltas o alocadas que estén nuestras hormonas, por más tentados o inclinados que
estemos al mal, no dejamos de ser libres. No estamos inexorablemente condicionados
a vivir una vida no casta. No podemos echarle la culpa “a los demás”, “a las
circunstancias”, “a las hormonas”, “al exceso de trago” o a lo que sea. Cada uno de
nosotros es dueño de sus propios actos y responsable de sus propias decisiones. A
pesar de la dificultad, a pesar de que muchos te digan que es imposible, tú sí puedes
vivir la castidad si te lo propones firmemente.

La verdad es que la gran mayoría hoy en día piensa —antes de intentar siquiera— que es
imposible vivir la castidad. Pero, cuando se trata de intentar algo, nunca hay que
pensar acerca de posibilidades o imposibilidades. ¡Cuántas veces nos sorprende ver
que otros hacen lo que antes parecía imposible! Impresiona lo que el ser humano es
capaz de lograr o hacer cuando se lo propone. Y si a punta de voluntad, de
inteligencia, de esfuerzo, de entrenamiento, de superación de límites, de audacia, es
capaz de lograr cosas admirables y de someter y dominar energías insospechables,
¿por qué de plano muchos piensan que es imposible vivir la castidad? Hay quienes lo
están haciendo, tan sencillo como eso. No es imposible. ¿Qué hace que sea posible?
La firme decisión, la práctica, la tenacidad, la persistencia, el ponerse una y otra vez
de pie luego de cada caída, la motivación de obtener el premio, que en el caso de la
castidad es el amor verdadero. Lo único que impide vivir la castidad es la limitación

59
mental que uno se pone a sí mismo, el “creer que no se puede”. Por cierto, a quien
decide intentarlo, Dios le ofrece la ayuda necesaria, una ayuda que es absolutamente
necesaria dada nuestra fragilidad:

«Podemos ciertamente estar seguros de que la castidad perfecta, como la caridad


perfecta, no serán alcanzadas por nuestros meros esfuerzos humanos. Debemos
pedir la ayuda de Dios. Incluso cuando esto ya se ha hecho, es posible que nos
parezca que durante mucho tiempo ninguna ayuda, o menos de la que
necesitamos, nos es otorgada. No importa. Detrás de cada fracaso, pidan perdón,
levántense del suelo y vuelvan a intentarlo. Muy a menudo, lo que Dios nos otorga
primero no es la virtud en sí sino este poder de volver a intentarlo de nuevo. Pues
por muy importante que sea la castidad (o el valor, la sinceridad, o cualquier otra
virtud), este proceso nos entrena en hábitos del alma que son más importantes
todavía. Nos cura de nuestras ilusiones con respecto a nosotros mismos y nos
enseña a depender de Dios. Por un lado, aprendemos que no podemos confiar en
nosotros mismos ni siquiera en nuestros mejores momentos y, por el otro, que no
debemos desesperar ni en nuestros peores momentos, porque nuestros fracasos son
perdonados. La única cosa fatal es sentirse satisfecho con cualquier cosa que no
sea la perfección»1.
¡Qué importante es esto! Si decides hacer esta opción valiente por vivir la virtud de la
castidad, ¡no confíes en ti mismo ni en tu mejor momento! ¿Por qué? Porque es en
esos momentos en los que piensas que eres fuerte, que tienes todo bajo control, que
“no va a pasar nada”, cuando te expones a situaciones complicadas, cuando tienes la
guardia baja y cuando recibes los golpes más duros, cuando se dan las caídas más
fuertes. Cuando eso sucede, viene inmediatamente la desesperación, el desaliento, la
idea de que “nunca vas a poder”, de que “siempre será igual”, de que “nunca podrás
superar tu debilidad”, la tentación fuerte de abandonarte y seguir revolcándote en tu
miseria. ¡No! En esos momentos, ¡no desesperes! ¡Sé humilde! Pide perdón2,
perdónate a ti mismo, pide la ayuda necesaria a Dios y ponte de pie para volver a
empezar de nuevo, con la conciencia de que la única cosa fatal es renunciar a la lucha.

Así, pues, ¿se puede vivir la castidad? ¿Es posible? Sí. Sí se puede. Sí es posible. Con tu
decisión y con la fuerza de Dios, todo es posible. 

1
C. S. Lewis, Mero Cristianismo, ob. cit., p. 116.
2
Si eres católico, ¡acude a la confesión! En nuestro esfuerzo por educarnos en la virtud
de la castidad para amar de verdad necesitaremos ser curados y perdonados muchas
veces. Si caes, el Señor te espera en su sacerdote para perdonarte, para curar tus
heridas, para alentarte a ponerte nuevamente de pie y volver a la batalla.

60
VII ¿Cómo vivir la castidad?

Quien hace la opción de vivir la castidad porque entiende que es lo mejor para él y para
la mujer a la que ama, que ese es el camino para crecer y madurar en un amor
auténtico, se encuentra ante una gran pregunta: ¿Y cómo vivo la castidad en lo
práctico, en lo cotidiano? ¿Qué implica concretamente?

Para vivir la castidad lo primero es quererlo con firmeza. Desearlo con convicción y
encontrar la motivación apropiada son fundamentales para la adquisición de la virtud
de la castidad. En ese mismo sentido es importante que entiendas y estés convencido
de que sí se puede vivir la castidad. Quien dice que es imposible, es porque no lo ha
intentado seriamente o porque ni siquiera quiere intentarlo, y no porque él no quiera o
no pueda, quiere decir que los demás tampoco pueden. En esto de intentar vivir la
virtud de la castidad también se aplica aquello de que “querer es poder”.

La castidad ciertamente no se alcanza de la noche a la mañana, con solo quererlo y


decidirlo. Requiere lucha y perseverancia en esa lucha. La castidad es una virtud, y
nadie llega a ser un virtuoso sin esfuerzo, constancia, sacrificio, entrena miento y
mucha paciencia. No te desanimes jamás si fallas al primer intento, al segundo o al
tercero. Lo importante es seguir intentando siempre de nuevo y nunca darte por
vencido, nunca quedarte con la última experiencia de derrota.

Teniendo la decisión y con la convicción de que sí se puede, toca entrenarte. Como en


las artes marciales, solo se puede alcanzar su perfecto dominio mediante técnicas, con
un maestro que te enseñe y con la repetición diaria de ciertos movimientos y
ejercicios. Recuerda que como en todo lo que requiere entrenamiento, también en el
dominio de los propios deseos e impulsos sexuales por medio de la castidad, la
repetición de actos virtuosos y la perseverancia son fundamentales.

Perseverar es nunca darse por vencido. Perseverar es ser un porfiado: si me caigo, ¡me
vuelvo a poner de pie y vuelvo a la batalla! ¡Nada de quedarse tirado en el suelo luego
de una caída! Perseverar implica ver la caída no como un fracaso, como la derrota
final, sino como una oportunidad para aprender, para ser más inteligente en adelante y
no cometer los mismos errores. Una caída no hace el final de la carrera. Es tan solo
eso: un tropezón en el camino. Aunque falles, ¡el Señor siempre te ofrece una nueva
oportunidad! Solo te pide que con humildad aceptes tu fragilidad, que aprendas de tus
caídas y que vuelvas a la lucha apoyado en su fuerza.

El fracaso no consiste en una caída, sino en no querer levantarse nuevamente, en la

61
decisión de abandonar la lucha. Aunque vuelvas a caer “siempre en lo mismo”, jamás
debes ceder al desaliento, al desánimo. Siempre se puede volver a intentar de nuevo.
Si siempre te vuelves a poner de pie, poco a poco, con el tiempo, con paciencia, verás
que puedes ir adquiriendo un mejor dominio de ti mismo.

Ten en cuenta que por más buena intención que tengas en un momento de mucho
entusiasmo, las caídas en el caminar son parte de la vida. Como me escribió un joven
acongojado:

«He pecado, caí en la tentación, perdí mi castidad, mi segunda oportunidad para


volver amar de verdad... me siento horrible… siento que decepcioné a todos los
que me aman y sé que si no me quieren perdonar me lo merezco... en mi mente
aún tengo como prioridad seguir amando a Dios y encontrar la felicidad, aunque
por lo que hice diga todo lo contrario a todo lo que siento. Me siento mal
conmigo mismo, me siento asqueroso, siento que no tengo cara para mostrársela
a Dios. Yo quiero vivir en paz, he estado asistiendo a misa todos los domingos y
entre semana también, pero sin embargo fallé. Necesito consuelo porque siento
que iba bien y fallé y mandé todo al drenaje en un momento. Quiero vivir en paz y
amar a la que algún día será mi esposa, ayúdeme, ayuden a este pobre pecador
que implora redención, paz interior y seguir el camino de Dios».
También una joven me escribió luego de caer:

«Le cuento que caí, me siento avergonzada y triste, pensé seguir en la lucha
constante, pero no pude. Ahora me doy cuenta de que es una lucha muy fuerte, que
no pude seguir, pero me levanté, miré de frente. Pero ahora tengo más miedo que
antes, me dejé llevar, me puse a tomar, tuve la oportunidad de dejar de tomar y no
lo hice, y terminé casi cediendo a tener relaciones sexuales con un chico que
supuse que era mi amigo. Me siento mal, no me porté bien, pero no me dejaré
vencer por esta caída así que iré a confesarme para retomar mi lucha».
¡De eso se trata! De levantarse nuevamente, de pedir perdón, de aprender de los errores,
de volver a intentarlo con más humildad y prudencia.

Como aquellos jóvenes que cayeron a pesar de haberse propuesto vivir la castidad, tú
también puedes caer en medio de tus luchas. En ese momento podrás experimentar
frustración, amargura, tristeza, vergüenza, podrás sentir que has decepcionado a Dios
o a quienes confiaron en ti, o a ti mismo, y que ya no mereces ser perdonado. A pesar
de ello el Señor no te dirá jamás «hasta aquí no más», «ya no mereces que te
perdone». No dejes jamás que la decepción de ti mismo te aparte de Dios o de
quienes están allí para ayudarte a levantarte si caes y alentarte a seguir caminando.
Por tanto, si caes, ¡pide inmediatamente perdón a Dios, levántate y vuelve a la batalla!
¡El Señor siempre te da la posibilidad de empezar de nuevo!

62
Ahora bien, en nuestra opción por vivir la virtud de la castidad para amar de verdad es
fundamental poner medios proporcionados. Un “medio” es algo que me permite
alcanzar un fin. Así por ejemplo un medio para llegar a un lugar es un bus, un
automóvil o una bicicleta. Pero un medio “proporcionado” es aquel medio adecuado
que me permite llegar al fin deseado. No todos los medios son suficientes o
apropiados. Por ejemplo, si quiero ir a un país que queda en otro continente no lo
puedo hacer a pie o en automóvil únicamente.

Debo hacer uso de otro medio de transporte: un avión o un barco. El automóvil, aunque
sirve para movilizarse, no me sirve para cruzar el mar. No cualquier medio me
permite alcanzar un fin deseado. Para alcanzarlo debo usar un medio proporcionado al
fin que espero alcanzar.

Finalmente, lo que parece imposible, con Dios se hace posible. Los cristianos creemos
que además de ser una virtud moral, la castidad «es también un don de Dios, una
gracia» 1.

En cuanto tal, hay que pedirla insistentemente a Dios. Decía San Agustín: «Creía que la
continencia dependía de mis propias fuerzas, las cuales no sentía en mí; siendo tan
necio que no entendía lo que estaba escrito: que nadie puede ser continente, si tú no
se lo das. Y cierto que tú me lo dieras, si con interior gemido llamase a tus oídos, y
con fe sólida arrojase en ti mi cuidado».

El Señor en el Evangelio nos dice: «Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en
ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán» (Jn 15, 7), y también: «Yo les digo:
Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá» (Lc 11, 9). Así pues,
la oración para pedir pureza y castidad es indispensable en nuestra lucha diaria.

Además de la oración, la fuerza para luchar y el amor que queremos vivir los
encontramos en los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación. Acudir a los
sacramentos es fundamental. En la Eucaristía nos nutrimos de quien es el Amor
mismo, de Cristo. De ese modo podemos crecer día a día en un amor verdadero, el
mismo amor que Cristo nos tiene, el amor que Él nos manda vivir. Él, además, es
fuerza para nuestra debilidad. Necesitamos de Él para amar más, para amar
verdaderamente y para poder ser cada día más fuertes en nuestro empeño de vivir la
castidad. Por otro lado, en el sacramento de la Reconciliación nos encontramos con el
amor y la misericordia de Dios, que nos acoge cuando nos caemos, nos perdona, nos
alienta y anima a ponernos de pie y volver a la batalla, cura nuestras heridas y nos
fortalece en todas nuestras luchas con una gracia particular.

Comprometerse a vivir la castidad es entrar en una lucha dura. Quien entra en combate
es muchas veces herido, a veces con gravedad. Comprometerse a vivir la castidad no
es comprometerse a “nunca caer”, sino a luchar, día a día, y si en medio de la lucha

63
caes, es tomar la decisión de ponerte nuevamente de pie para volver a la batalla. Si
fallamos, necesitaremos ser perdonados y curados, una y otra vez. Si te caes, acude al
Señor a pedir perdón. Él te espera para perdonarte, para curar tus heridas, para
alentarte a ponerte nuevamente de pie y seguir en la batalla. De eso se trata: no de
nunca caer, sino de levantarnos SIEMPRE, y levantarnos CUANTO ANTES, sin
consentir la tristeza que nos hunde en el desaliento, en la desesperanza, que quiere
hacerte creer que “no puedes”, que “siempre será igual”, que “nunca podrás superar
tu debilidad”. ¡Nada de eso es verdad! El Señor nunca te va a decir: “es verdad, tú no
puedes”. ¡Jamás! El Señor nunca te va a rechazar. Nunca te condenes a ti mismo
cuando el Señor te está esperando en su sacerdote para perdonarte «setenta veces
siete» (Mt 18, 22), es decir, sin límite, sin medida.

Dicho esto, pasemos ahora a revisar las distintas situaciones que ponen en riesgo nuestra
castidad, todo aquello que hemos de tener en cuenta para ser prudentes y para crecer
en la virtud de la pureza. Sugeriremos también algunos medios que pueden parecer
exagerados, pero que son muchas veces los medios necesarios para romper con
situaciones pasadas que nos han llevado a la impureza. Hay momentos en los que
sencillamente debo dejar de hacer cosas con ciertos “amigos” o apartarme de ciertas
personas o lugares si es que quiero vivir la castidad, “recuperarme” y fortalecerme en
el dominio de mis impulsos sexuales, a fin de orientarlos al amor verdadero.

1
Catecismo de la Iglesia Católica, 2345.

64
1. Cuida tu mirada

Los sentidos son como ventanas o puertas por donde entran los mensajes que despiertan
la sensualidad, la imaginación, la fantasía, los pensamientos y deseos que finalmente
nos llevan a la acción en contra de la castidad. Para vivir la castidad, debes aprender a
purificar y cuidar tus sentidos, empezando por la mirada.

Los hombres somos “visuales”. Esto tiene una explicación desde la fisiología del varón.
Con el inicio de la pubertad, la testosterona empieza a circular en mayores cantidades
y esta influencia hormonal genera cambios químicos y anatómicos en el cerebro; las
áreas responsables de la agresión y el sexo se hacen más grandes (2.5 veces más) en
el cerebro masculino que en el femenino, por eso el hombre no solo piensa más en el
sexo, sino que es más sensible (que la mujer) a los estímulos visuales y ello contribuye
a que empiece a experimentar un interés inusual por las chicas. Por eso, mirar a las
mujeres nos produce un placer inmediato, y mientras más muestra la mujer, mayor es
el placer. El hombre ha sido diseñado así, para que las mujeres le llamen la atención y
lo atraigan. Es algo natural. Todo esto es parte de cómo Dios nos ha diseñado. Si el
sexo opuesto no atrajera nuestra atención y el sexo no fuese tan apelante, seguiríamos
como en la escuela corriendo detrás de una pelota sin hacer caso de las niñas, o solo
nos gustaría ir a la aventura.

Pero la distorsión viene cuando desde pequeños somos bombardeados por imágenes que
nos estimulan continuamente, mostrándonos a mujeres hermosas, sensuales,
provocativas, con muy poca y apretada ropa o con ninguna. Desde pequeños se nos
“programa” a los hombres por medio de la publicidad, televisión, cine y demás a mirar
a las mujeres como un león hambriento mira a una gacela herida.

Es importante que entiendas ahora lo que hace mucho entienden personas que se
aprovechan de ese conocimiento para obtener algo de ti. Solo así podrás hacer algo al
respecto. En una ocasión la doctora Reisman explicó ante el Congreso de los EE.UU.
el efecto que producen sobre el cerebro del niño las imágenes de mujeres seductoras
(no tienen que ser explícitas). ¿Qué dijo?

a. El cerebro de niños y jóvenes está siendo expuesto a material sexualmente sugestivo,


que produce una respuesta emocional.

b. En solo tres décimas de segundo la imagen pasa por la retina al cerebro y ocurre un
cambio químico. Esta reacción automática ocurre mucho más rápido de lo que puedan
pensar racionalmente, antes de que la mente consciente pueda decidir cómo
responder.

65
c. La parte cerebral que ayuda a pensar en las consecuencias de sus actos todavía no se
ha desarrollado plenamente, ni lo hará hasta una década después. Es decir, se trata de
“estímulo y respuesta” en su más pura esencia. Esta exposición a las imágenes altera
su cerebro sin su conocimiento ni consentimiento.

d. Estas imágenes causan una reacción emocional en el niño, y de este modo se inicia en
él un patrón de adicción:

• Con el tiempo estas imágenes seductoras se convierten en algo común y ya no causan


el mismo estímulo que ocasionaron la primera vez que las vio.

• La “desensibilización gradual” reclama imágenes cada vez más fuertes para poder
experimentar la misma intensidad de sensaciones de la primera vez. Es un hecho que
la mayor parte de nuestra sociedad ha sido desensibilizada por la cantidad de violencia
y sexo que ven en TV. Ya todo nos llega a parecer “normal”.

• Los deseos por una cada vez mayor estimulación se vuelven cada vez más exigentes y
fuertes, y no hay nada que los satisfaga. Sin embargo, se filtra la idea de que “el
siguiente nivel te traerá la satisfacción que buscas”.

• Cuando las imágenes ya no bastan, el cerebro “le grita” al adolescente que para quedar
satisfecho tiene que EXPERIMENTAR aquello que está viendo, ya sea mediante la
masturbación o buscando experiencias sexuales cada vez más intensas con mujeres o
con hombres.

¿Qué pasa en nuestro cerebro y a nuestro cuerpo cuando vemos una imagen o mujer
seductora? Estudios revelan que cuando miramos a una mujer atractiva o tan solo una
foto de ella, nuestro cerebro reacciona inmediatamente —en un tercio de segundo—.
En ese instante el centro del placer es estimulado liberando dopamina, esta hace que
te sientas bien; al mismo tiempo el hipotálamo hace que se dé una excitación
fisiológica y se genera el sentimiento de placer. Con pequeñas cantidades de dopamina
el hombre se siente bien, pero si los estímulos y las descargas de dopamina son
abundantes y continuos, se producirá un efecto mayor de placer. Este mismo efecto
es el que experimentan las personas que usan drogas como cocaína, anfetaminas,
marihuana y heroína. Por este motivo la pornografía es catalogada como una DROGA
VISUAL.

Tener el centro del placer estimulado suena divertido y es excitante. Sin embargo, cuanto
esto sucede repetidas veces el sistema se desequilibra: el centro del placer se vuelve
insensible a la dopamina (la persona se ve más necesitada del estímulo) hasta llegar al
grado de la tolerancia (el sentimiento del placer se vuelve cada vez más difícil de
conseguir). Con el tiempo, la excesiva estimulación en el cerebro crea una disminución
de dopamina dando origen a una variedad de problemas y sensaciones no placenteras

66
(distrés psicológico). Para empeorar la situación, la disminución de la dopamina
reduce la capacidad emocional de tomar decisiones, por eso las personas adictas a la
pornografía tienen dificultad para resistirse a la misma y ello crea un comportamiento
problemático a largo plazo (interfiriendo con la vida de pareja porque muchas veces
buscan solo la autocomplacencia).

A los cambios químicos se le suman los cambios anatómicos: erecciones y con ello la
masturbación. Sin embargo, las frecuentes eyaculaciones en los adictos a la
pornografía producen la liberación de dopamina y prolactina y ello exacerba el
problema significativamente, puesto que además se produce ansiedad y desesperación
cuando cesa la actividad (ver pornografía y/o masturbarse).

Gary Lynch, neurocientífico de la Universidad de California en Irvine, revela en su libro


The Brain and Nervous System (El cerebro y el sistema nervioso):

«Cada evento que dura medio segundo, entre cinco a diez minutos ha producido
un cambio estructural que en algunos casos es más profundo que los cambios
vistos en aquellos que tienen daño cerebral (…). Una pequeña señal, que en tu
cabeza es una señal eléctrica de tan solo pocos segundos, puede dejar rastro en tu
cerebro y durar por años».
Ahora bien, Internet permite que podamos acceder a todo tipo de material pornográfico
con solo hacer un “clic”. En un instante un niño puede entrar a ver “algo”, y en una
mezcla de temor y excitación, tener una “dosis” que le produce una explosión de
sensaciones. Lo que ve queda profundamente grabado en su memoria, de modo que
no lo olvidará por años. Además, la primera vez despierta el deseo de una segunda
vez, pues la experiencia fue tan intensa y emocionante que se queda “con la miel en la
boca”. Así un niño o adolescente queda “enganchado”, tanto que no dejará de ver eso
aunque tenga que pasar vergüenza o reciba un duro castigo. Lo único que se logra con
la represión es que la próxima vez sea más cuidadoso para evitar ser descubierto: toda
droga genera dependencia y adicción, y la pornografía hace lo mismo.

No solo los niños, casi todos los hombres y cada vez más mujeres han descubierto cómo
“obtener esta dosis” de químicos con tan solo un “clic”. Hay quienes pasan horas de
horas mirando pornografía, y no se dan cuenta que el tiempo pasa. Mirar pornografía
lleva a abusar de estos químicos producidos por nuestros propios cuerpos. El cuerpo
se acostumbra tanto a recibirlos que cuando el nivel habitual en el sistema corporal
desciende, se empiezan a sentir decaídos. El cuerpo reclama una nueva “dosis” para
subir los niveles nuevamente, y el cerebro produce deseos fuertes que llevan a buscar
ver nuevamente imágenes pornográficas para liberar una dosis de químicos en el
torrente sanguíneo. Por el proceso de desensibilización del que hemos hablado ya,
cada vez se necesitan dosis más altas, haciendo que los deseos sean cada vez más
intensos.

67
¿Ya entiendes por qué, si has intentado dejar la pornografía o la masturbación, de vez en
cuando “no resistes más” y vuelves a lo mismo? Has sido condicionado desde
pequeño, ¡y salir de eso no es nada fácil!

Un joven me escribió en una ocasión:

«Mi debilidad se muestra a través de la pornografía. Siento a veces un “impulso”


tan fuerte o ganas de hacer cosas impuras que se calman luego de ver películas
pornográficas y masturbarme. El hecho es que estoy cayendo con frecuencia y ya
me cuesta mucho ver con pureza a las chicas que me gustan. Inclusive, luego de
rezar he caído aparatosamente. Por otro lado, este vicio se alimenta de los
muchos años que estoy sin enamorada. También de las frustraciones que llevo en
mi corazón por las muchas veces que he sido rechazado por las chicas que me
interesaban. Actualmente, también es una fuga perfecta para mi fastidio por no
tener trabajo hace meses. En estas condiciones, quisiera afrontar con más éxito
mi lucha contra la pornografía. Está lacerando mi corazón de manera que
aparecen ideas cada vez más pervertidas dentro de mi cabeza, aunque el fuerte
grito de mi conciencia hace que solo se queden en fantasías. Pero sé que si sigo
en esta senda llegará el momento en que no seré capaz de dominarme».
Las consecuencias de mirar pornografía1 son graves, van llevando poco a poco al
descontrol de uno mismo. Como me decía una vez un joven de dieciocho años, que
ya había recibido tratamiento psicológico a los quince por adicción a la pornografía:

«Te jala a un agujero oscuro, cada vez más profundo, ¡y te chupa el alma!».
Mirar pornografía no es broma, no es un juego, no es algo “inofensivo”. La pornografía
tiene un mecanismo perverso que te destruye lentamente, como un cáncer. Una vez
que empiezas, es muy difícil dejar de verla. Por ello te aconsejo: si nunca has visto
pornografía, ¡NO LO HAGAS! Si te da curiosidad mirar alguna de esas imágenes
seductoras que aparecen en tu pantalla sin que la hayas buscado y te invita a hacer
“clic”, ¡NO LO HAGAS! Parece algo sin importancia, pero no lo es. Una vez que
hagas “clic”, será el inicio de muchos otros “clics” y puede que nunca puedas parar y
termines destruyéndote a ti mismo y destruyendo a muchas personas en el camino.
Esto es algo que debes tener en cuenta: ¡muchos matrimonios se quiebran por culpa
de la pornografía!

¿Y si haces “clic” “solo por esta vez”? Pues al principio experimentas que te da una
satisfacción que no trae mayores consecuencias. Acaso sientes que te estás saliendo
con la tuya, por un tiempo. Sin embargo, antes de que te des cuenta, el daño ya está
hecho: has quedado enganchado en un vicio del que ya no podrás liberarte fácilmente:
has mordido el azuelo debido a la “apetecible carnada”. Te dirás: «si ya vi una vez,
qué importa una segunda; además, ¡no me ha pasado nada! ¡Me hace sentir bien!».
Volverás a hacer “clic” cada vez con más frecuencia, buscarás “dosis” cada vez más

68
altas, te pasarás incluso horas ante la computadora sin darte cuenta que el tiempo pasa
y te encontrarás dependiendo de la pornografía como quien depende de la droga.

Junto con la pornografía viene la masturbación y —cuando la tengas— vas a querer


hacer con tu enamorada o novia aquellos mismos actos que ves en la pornografía.
Entonces harás de la persona a la que amas tu propia fuente de placer, tu propia
“conejita”, terminarás usándola para satisfacer tus propias fantasías sexuales,
terminarás perdiendo tu capacidad de amar de verdad. El hombre que ve a la mujer
como una presa que ansía devorar terminará destruyéndose a sí mismo, y rebajando a
muchas mujeres en su dignidad. Si te parece exagerado, lee este testimonio:

«Yo empecé a ver pornografía como a los catorce años más o menos. Esto fue
porque entré en una gran depresión, y se empezó a convertir en mi vicio. Era muy
atractivo, poco a poco fue aumentando el deseo por ver más y más. Veía videos de
ese tipo, después me metía a páginas de chat erótico y platicaba con chavas y les
decía tantas cosas pervertidas… en verdad me sumergí en un vacío inmenso, tanto
que cuando veía a una chica solo pensaba en hacerle lo que veía en los videos.
Deseándolas sexualmente, con mi mirada casi hasta las desnudaba.»Después de
unos años dejé de ver por un tiempo. Confesé lo que hice y en verdad me ayudó
porque dejé los chats eróticos, pero aun así volvía a caer en la pornografía, de vez
en cuando, en medio de la lucha. »Yo sé lo que es estar atrapado por la
pornografía. Por propia experiencia puedo decirles cómo el ver porno te deforma
la mente y la mirada, de modo que llegas a ver a la mujer solo como un objeto
para tu satisfacción sexual. Conozco el hoyo oscuro y vacío en el que toda esa
actividad te sumerge. Por eso es que quiero trabajar en esta labor de ayudar a
jóvenes como yo y alentarlos: ¡NO se dejen arrastrar por la pornografía que
envenena y carcome el alma! ¡Jóvenes! ¡NO CEDAN por más llamativo o
atractivo que sea! ¡No se dejen atrapar por las garras de la pornografía, es muy
difícil que te suelte una vez que te atrapa! ¡Cual araña con su presa, te paraliza,
te envuelve en su telaraña y luego te succiona lentamente la vida! ¡En esta lucha
contra la pornografía verdaderamente te juegas la vida, tu futuro, y el futuro de tu
futuro matrimonio, el de quienes serán tus hijos y tu esposa!».
Considera además que la pornografía ¡es pura fantasía! Como le dijo una señora a su
esposo psicólogo que le mostró una revista pornográfica requisada a un estudiante de
trece años en el colegio en el que enseñaba: «La calidad del papel es extraordinaria,
los colores son fabulosos, la fotografía impresionante… ¡pero esto NO ES REAL!»
Ninguna mujer o escena en la vida real llegará a ser tan “perfecta” como son
mostradas en la pornografía, porque lo que aparece allí es un montaje para crear un
mundo de ilusión y fantasía que te mantendrá esclavo de la pornografía de por vida,
por tanto, gastarás dinero en ese mercado. Como en la vida real nunca es igual,
siempre volverás a consumir pornografía en busca de aquello que no encuentras en la
realidad. ¡Así funciona! ¡Así está pensado y diseñado por quienes se benefician de tu

69
adicción!

Ahora bien, a pesar de las evidencias científicas contundentes hay quienes sostienen en
su ignorancia que ver pornografía no hace daño a nadie. ¡Eso no es verdad! Como
hemos visto, te hace daño a ti, produce un daño cerebral en ti y afecta tremendamente
tu capacidad de amar verdaderamente a una mujer. Por otro lado, hace un terrible
daño a las personas, hombres y mujeres, que se prestan a ser fotografiados y filmados
para generar ganancias multimillonarias a la industria pornográfica. ¿Es que acaso las
estrellas porno son las personas más felices del planeta, según el mito de que «el sexo
tipo porno te hará feliz»? NO. Basta echar un vistazo a la vida terriblemente vacía
que llevan estas “estrellas”, y que las empuja en muchísimos casos a acabar con su
propia vida:

1. Savannah se suicidó de un disparo, en 1994.

2. Kristi Lynn se mató en un accidente automovilístico, yendo a 160 km/h.

3. Chloe Jones murió debido a la falla del hígado, por abuso de alcohol y drogas.

4. Anastasia Blue se suicidó con una sobredosis de Tylenol en 2008.

5. Eva Lux murió por sobredosis de heroína el 2005.

6. Tylor Summers fue asesinada durante el rodamiento de una escena sexual.

7. Karen Dior murió a consecuencia de cirrosis y SIDA.

8. Camila de Castro se suicidó saltando al vacío desde un edificio de 8 pisos.

9. Angela Devi se suicidó por asfixia en 2006.

10. Susan Britton se suicidó.

11. Juliet Jett murió por sobredosis de heroína en 2005.

12. Rebecca Steele sufría de SIDA y murió por sobredosis de droga en 2004.

13. Celia Young se suicidó en 1992.

14. Charlie Waters fue asesinada a hachazos por un cliente de prostitución en 1989.

15. Arcadia Lake murió por sobredosis de droga en 1990.

16. Karen Lancaume se suicidó por sobredosis de droga en 2005.

70
17. Linda Wong murió por exceso de alcohol y sobredosis de droga en 1987.

18. Alex Jordan se suicidó por ahorcamiento en 1995.

19. Bambi Woods murió por aparente sobredosis de droga en 1986.

20. Lisa de Leeuw murió de SIDA en 1993.

21. Lisa Bridges murió por sobredosis de heroína en 2002.

22. Megan Leigh se suicidó de un disparo en 1990.

En fin, esta triste lista2 es mucho más larga. Si ver pornografía le roba el alma y hunde
paulatinamente en un hoyo oscuro y frío a quienes la ven, ¡cuánto más a quienes
“trabajan” para esta industria! Son mujeres y hombres para quienes amar y ser
amados sencillamente ya no es posible, y eso se convierte tarde o temprano, cuando
pasa el efecto de la “droga”, en una angustia insoportable. Según declaró una ex actriz
porno que logró liberarse de esa dura esclavitud: «Era como un robot o como una
muñeca Barbie de caucho. No tenía sentimientos». Tanta ausencia de amor, tanto
dolor, la hizo refugiarse en el alcohol y en las drogas para «adormecer mi dolor, para
poder sobrevivir». Como esto no le dio resultado, pasó a métodos más severos, se
hizo cortes en el cuerpo e incluso intentó suicidarse varias veces: «Pasé muchas
noches solitarias mientras me cortaba las muñecas. Me gastaba toda mi paga en
drogas».

Ahora te pido que consideres esto: cada vez que haces “clic”, tú te haces responsable de
la muerte de esas mujeres u hombres, tú estás ayudando a esa mujer desgraciada a
que jale el gatillo, tú con tu dedo le estás dando el empujón para que se tire por el
balcón, tú le estás suministrando esa sobredosis de droga para que acabe con su vida.
¿La pornografía no hace daño a nadie? ¡Claro que hace daño! Te hace daño a ti que
miras, le hace daño a esas “estrellas pornográficas”. Por más que digas «soy una gota
de agua en el océano», o «ellas lo harán aunque yo deje de mirar», tú no puedes
evadir tu responsabilidad personal a la hora de contribuir con tan solo mirar una de
esas imágenes, a que la industria pornográfica siga generando ganancias exorbitantes y
llevando a la ruina la vida de tantas personas que viven atrapadas en esa industria, por
la razón que sea.

Como escribe en la introducción de su libro otra ex estrella porno, que lidera ahora un
proyecto llamado Pink Cross para rescatar a estas personas de este submundo:

«Quien quiera intentar escribir un libro sobre su horrorosa experiencia dentro de


la industria pornográfica que opera ilegalmente y años de abuso sexual desde la
infancia hasta la prostitución, afronta una tarea terrible, y requiere de mucho

71
amor y comprensión por parte de los lectores. Esta es la cosa más dura que he
tenido que hacer en mi vida y me tomó años de dolor, preparación y oración antes
de poder hacerlo. Pero por la gracia de Dios todopoderoso, lo escribí y ahora
necesito que lo leas. Necesito que leas acerca de la explotación y violencia contra
mujeres y hombres en la industria pornográfica para que tú puedas empezar a
sanar. Necesito que comprendas seriamente que cada vez que haces “clic” para
ver un sitio pornográfico estas contribuyendo a la destrucción de vidas humanas
valiosas. Necesito que leas este libro de principio a fin y luego inclines
humildemente tu cabeza ante el Cielo y con lágrimas te lamentes hasta que la
única fuerza que te quede sea para dejar de ver pornografía»3 .
Si estás enganchado, ¡lucha por dejar de ver pornografía! ¡Sé humilde y busca ayuda!
¡No contribuyas a sostener esta “industria” que degrada y destruye tantas vidas!

Finalmente, si estás enganchado no es imposible salir de esta adicción, aunque te costará


mucho. Si quieres liberarte de esta esclavitud, te recomendamos leer el libro La
Trampa Rota, de Miguel Ángel Fuentes. Lo encuentras acá:
http://www.teologoresponde.com.ar/adiccion_sexual/ La_Trampa_Rota.pdf

1
El juicio moral sobre la pornografía lo encuentras en el Catecismo de la Iglesia Católica,
2354: «La pornografía consiste en sacar de la intimidad de los protagonistas actos
sexuales, reales o simulados, para exhibirlos ante terceras personas de manera
deliberada. Ofende la castidad porque desnaturaliza la finalidad del acto sexual. Atenta
gravemente a la dignidad de quienes se dedican a ella (actores, comerciantes, público),
pues cada uno viene a ser para otro objeto de un placer rudimentario y de una
ganancia ilícita. Introduce a unos y a otros en la ilusión de un mundo ficticio. Es una
falta grave. Las autoridades civiles deben impedir la producción y la distribución de
material pornográfico».
2
Véase http://www.youtube.com/watch?v=r0q_VGacfNk
3
Shelley Lubben, Truth behind the fantasy of porn. The greatest illusion on the earth,
Shelley Lubben Communications, Lexington 2010, prefacio.

72
2. ¿Qué escuchas?

Innumerables mensajes entran a diario por nuestros oídos. Los escuchamos y asimilamos
de una o de otra manera. Lamentablemente, muy pocos tienen criterios morales y
sentido crítico para saber discernir entre lo que es bueno o malo y, en este caso, la
música que conviene escuchar o no.

Como ya hemos mencionado anteriormente, hoy está de moda un tipo de música urbana
llamada “reggaetón”, cuyo contenido en muchos casos incita al sexo libre y a ver a la
mujer como un objeto sexual.

¿Te gusta esa música y la escuchas sin hacer caso a la letra? Pues aunque no la escuches
conscientemente, los mensajes se te van quedando y van deformando tu pensamiento.
Si crees que puedes escucharlas sin que te afecten, ¿no será que te has hecho
insensible al mal y que por eso no te choca algo que es verdaderamente degradante
para las personas?

Un chico de dieciocho años me contó en una ocasión que escuchar esta música por radio
lo llevaba a tener imaginaciones y fantasías impuras. Finalmente, acababa
masturbándose. La letra de este tipo de canciones enciende la pasión y despierta el
deseo de “querer hacer lo mismo”, o —si de momento no se da la ocasión— de
buscar al menos experimentar el placer mediante el autoerotismo. Al tomar conciencia
del daño que le hacía escuchar este tipo de canciones se propuso dejar de escucharlas.

Poco después otro joven de diecinueve años dejó un mensaje en la página de La Opción
V1 diciendo:

«Gracias a ustedes he dejado de escuchar reggaetón (y eso que era muy fanático
de aquella música, la escuchaba desde que tenía doce o trece años) y he dejado de
hacer varias cosas que me llevaban por el mal camino. Escuchar esa música
alimentaba mis pensamientos y fantasías sexuales, y me llevaba a la
masturbación. En las fiestas o discotecas me llevaba a tocar y besar a cualquier
chica que se prestaba fácilmente para ello. Tener relaciones sexuales con alguna
de ellas era solo cuestión de tiempo. Solamente veía a la mujer como un objeto y
no como una persona digna de respeto».
El reggaetón con contenido sexual no solo es una música que no conviene bailar, sino
tampoco escuchar si es que quieres vivir la castidad.

He aquí otro testimonio de una joven de diecisiete años que hizo la opción por vivir la
castidad luego de “tocar fondo”. Comentaba ella desde la perspectiva de quien sin

73
tomar alcohol ve las cosas como son:

«Ayer fui a una fiesta. ¡Me chocó un montón! Yo llegué como a las once y ya mis
amigas estaban muy borrachas, y otras bailando malazo. Me quedé una hora con
ellas y luego me fui. A mí me daba un poco de vergüenza ajena verlas bailar tipo
perreo, mientras que a los chicos que están acostumbrados a tomar hasta
emborracharse y usar a las chicas como si nada, les parecía de lo más normal».
Otro gran tema que tiene que ver con lo que escuchas es el de las conversaciones de
doble sentido, obscenas o de contenido sexual.

Sobre esto escribía una joven:

«Mi entorno de amigos en la universidad y en el trabajo siempre hacen bromas en


doble sentido. Yo, por entrar en el juego, empecé a entender esas bromas. Ahora
sé que no me ayudan a guardar mi pureza, y yo ya no quiero eso. Por más que
esté en ese ambiente quiero ser capaz de no contaminarme con eso. Lo que ahora
en verdad necesito es purificarme».
Hablar de sexo, hacer bromas de doble sentido o faltar el respeto a las mujeres haciendo
comentarios obscenos y morbosos se ha convertido en una especie de “tema diario”
incluso ya en el colegio, no solo entre hombres sino también en presencia y con
participación de las mujeres.

Hablar de esta forma no solo manifiesta una enorme pobreza de espíritu sino también
una tremenda falta de respeto hacia las personas. Niégate a participar en los diálogos
morbosos entre amigos y amigas del colegio, de la universidad, de tu centro de trabajo
o en las reuniones sociales. No te rías ni festejes las bromas de doble sentido u
obscenas. Si les faltan al respeto a tus compañeras, ¡defiéndelas como si estuviesen
hablando de tu propia madre o hermana! ¡Sé valiente y anda contracorriente!

Muchas jóvenes lamentablemente han adoptado el lenguaje grosero de los hombres. En


vez de exigir a los hombres respeto en el hablar, se han rebajado ellas mismas
poniéndose “a su altura”. Enséñales a tus amigas que serán tratadas de acuerdo al
lenguaje que usen, y que si quieren que las traten con respeto no les conviene hablar
con vulgaridad.

En lo que te toca a ti, ¡usa la palabra para edificar!2 Que de tu boca no salgan bromas de
doble sentido, vulgaridades, chistes obscenos, etc.

En cuanto a lo que uno escucha, están también hoy de moda las clases de educación
sexual. Me decía una joven que desde los doce años iban a su salón a darles estas
charlas, para enseñarles básicamente cómo funciona el cuerpo del hombre, cómo
funciona el cuerpo de la mujer, cómo funciona el condón y cómo los métodos

74
anticonceptivos. Con ese discurso le están diciendo ya a los preadolescentes que
«tienen permiso para todo, con tal de que “se cuiden” para no quedar embarazadas o
contagiarse de alguna enfermedad de transmisión sexual».

Charlas que solo se enfocan en eso despiertan en los escolares el deseo de


experimentar los placeres sexuales mediante el autoerotismo o el erotismo con la
enamorada o amigas incluso. Los “profesionales” que dan las clases de educación
sexual les dicen que todo es “normal”, parte de un proceso de crecimiento natural
de la juventud, y que lo único que deben hacer es aprender a usar bien los métodos
anticonceptivos para disfrutar del sexo sin las consecuencias indeseadas. Pero, como
me decía una joven de dieciséis años, en esas charlas de educación sexual nadie les
habla «de lo que pasa dentro, de lo que pasa en el corazón», es decir, de las
profundas consecuencias psicológicas, emocionales y espirituales que tienen para los
jóvenes iniciarse tempranamente en una sexualidad sin límites ni frenos.

No creas todo lo que te dicen las personas mayores tan solo por ser profesores,
psicólogos, psiquiatras, etc. Cuestiona lo que te dicen y prepara argumentos para
poder rebatir públicamente los “mitos” y “dogmas” que estos profesores o
profesionales repiten como loros. No debes quedarte callado nunca, pues lo único que
el mal necesita para avanzar y destrozar vidas es que tú te quedes callado.

1
Véase https://www.facebook.com/LaOpcionV
2
«No salga de tu boca palabra dañina, sino la que sea conveniente para edificar según la
necesidad y hacer el bien a los que te escuchen» (Ef 4, 29).

75
3. Lo que tocas…

En busca de experiencias más intensas el hombre siempre busca avanzar. Incluso a pesar
de haberse propuesto guardar su castidad y respetar a su enamorada o novia, en un
momento de excitación puede llegar a olvidar todos sus buenos propósitos. Por ello es
importante que evites “jugar con fuego”, que seas prudente y que cambies la
mentalidad —si la tienes— de “avanzar hasta un punto” sin llegar a hacerlo todo.

Evita los besos apasionados. Evita las caricias o besos en zonas llamadas “erógenas”,
pues estas caricias van despertando la sensualidad y excitación en ambos hasta que
llegue el momento en el que “pierdan el control”. ¡De ninguna manera te permitas
manosear a tu enamorada y tocarla en zonas íntimas! Eso solo convertirá tu amor por
ella en un deseo de satisfacerte a ti mismo.

Recuerda que a las relaciones sexuales no se llega de inmediato, se va llegando de a


pocos, avanzando cada vez un poco más hasta que finalmente se quiebra el último
límite. Una vez que esto sucede, te das cuenta que tu mirada cambia, que la amas
cada vez menos a ella y que amas cada vez más su cuerpo y el placer que ella te
puede proporcionar, es decir, crece tu egoísmo, el querer buscarla y estar con ella para
obtener una satisfacción sensual. ¡No dejes que esto te suceda! ¡Domínate a tiempo!
¡No “avances” en el aspecto sexual! Solo quien se domina y se conquista a sí mismo
puede hacer madurar y conquistar finalmente el amor verdadero.

Otra cosa: ¡Jamás le pidas a tu enamorada hacer las cosas que son tan comunes en la
pornografía! Una sexualidad “tipo porno” solo degrada a las personas y deforma el
amor verdadero, haciendo que se usen el uno al otro con un objetivo: producirse el
máximo placer.

76
4. El autoerotismo o masturbación

Se te dice que la masturbación es algo normal y bueno, pues forma parte de una
“autoexploración” de tu cuerpo para conocer cómo se comporta. Pero, ¿es verdad?

«En esta época del SIDA y otras enfermedades transmitidas sexualmente de


manera desenfrenada, muchas organizaciones que reciben fondos
gubernamentales promueven la masturbación como forma de tener “sexo seguro”.
Los centros de planificación familiar están a la vanguardia en este esfuerzo,
diciéndole a la juventud en su sitio web, Teenwire, que la masturbación es un
“ensayo” para las relaciones sexuales. No solo libera la tensión sexual, dicen los
centros de planificación familiar, sino que también permite aprender lo que a uno
le excita y por lo tanto puede prepararse mejor para el acto sexual.» (…) Cuando
[la masturbación] se convierte en el modelo que el coito tiene que emular, el
resultado es un concepto del sexo centrado en el orgasmo, en el que el cuerpo de
uno y el de la pareja se vuelven meros accesorios de las sensaciones genitales.
»(…) El sexo, el cual debería unir a un esposo y su esposa en el amor más intenso
que se pueda obtener, queda reducido a una carrera desenfrenada por alcanzar la
meta de la mera satisfacción.» Así que, por medio de la masturbación, me estaba
enseñando a ser una compañera sexual egoísta y superficial. ¿Y para qué? Unos
segundos de orgasmo, después del cual me sentiría más sola que antes».1
El ejercicio de la masturbación o autoerotismo produce una deformación en la manera
como me tomo a mí mismo y como tomo o tomaré a las mujeres: como un objeto
para alcanzar mi máxima satisfacción sensual.

Esto aumenta por el hecho de que muchas veces la masturbación está ligada a la
pornografía: el hombre se masturba mirando no pajaritos, sino pornografía, o
fantaseando sexualmente con alguna mujer. Sí, normalmente, uno se masturba
pensando en mujeres. Dejar de masturbarse implica, por tanto, un esfuerzo de dejar
de mirar a la mujer como un objeto de placer, así como dejar de usarse uno a sí
mismo como objeto de placer. Cuando uno hace el esfuerzo de dejar de masturbarse,
también piensa en los demás, pero desde una perspectiva totalmente opuesta al
egoísmo. Dejas de pensar en otras personas para producirte un placer y pasas a
pensar en ellas como personas dignas de respeto, incluso tan solo en tu pensamiento.
Esto es muy importante porque las acciones brotan de los pensamientos. Si no respeto
a las personas en mis pensamientos —aun cuando ellas no se respeten a sí mismas—,
no respetaré a las personas en el trato diario, cotidiano. La masturbación acrecienta
nuestro egoísmo, pues nos lleva a estar centrados en nosotros mismos y a priorizar
nuestro placer por encima de la dignidad de las personas. En cambio el dominio de sí
alimenta el amor verdadero, que se basa en el respeto a las personas, en priorizar a la

77
persona por encima de mi placer y satisfacción sensual.

Finalmente, en los hombres al menos, la masturbación está muchas veces asociada a la


pornografía: el hombre se masturba viendo pornografía, para que la excitación sea
mayor, para producirse más placer. ¿Es sano? ¿No deforma más aún en el hombre su
visión de la mujer y su visión de una recta sexualidad? ¿No buscará luego hacer eso
mismo con su novia, usarla como un objeto sexual solo para obtener ese placer, o uno
mayor? ¿Piensas que porque nadie te ve no le haces daño a nadie masturbándote?
¡Tú te ves! ¡Tú te haces daño al volverte más egoísta! Y luego, en el trato con
mujeres, les harás daño porque las mirarás y tratarás de acuerdo a las fantasías que
has alimentado en esos momentos de autosatisfacción solitaria. La masturbación va
incapacitando al hombre para hacer de la relación sexual una verdadera entrega y acto
de mutuo amor, convirtiéndolo en cambio en una masturbación con una muñeca de
carne.

A quienes creen que «si no te masturbas te vas a enfermar», les decimos que no es
verdad. Si no te masturbas ¡no pasa nada! El cuerpo del hombre tiene maneras
naturales para hacerse cargo de la sobreproducción de semen. No te vas a enfermar ni
te vas a volver loco si no te masturbas.

Finalmente, la enseñanza de la Iglesia considera la masturbación como una falta a la


castidad:

«Por masturbación se ha de entender la excitación voluntaria de los órganos


genitales a fin de obtener un placer venéreo. “Tanto el Magisterio de la Iglesia,
de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han
afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y
gravemente desordenado”. “El uso deliberado de la facultad sexual fuera de las
relaciones conyugales normales contradice a su finalidad, sea cual fuere el motivo
que lo determine”. Así, el goce sexual es buscado aquí al margen de “la relación
sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido
íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor
verdadero”»2.

1
Dawn Eden, La aventura de la castidad, Grupo Nelson, Nashville 2008, p. 164.
2
Catecismo de la Iglesia Católica, 2352.

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5. ¿Qué pensamientos te permites?

Que aparezcan “pensamientos impuros” en la mente es algo normal, más aún en medio
de tantas imágenes que vemos a diario.

Muchos creen que ya “es pecado” el simple hecho de que un mal pensamiento aparezca
en la mente, y no es así. Conviene aclarar que si un pensamiento o recuerdo aparece
en tu mente, no es ya automáticamente un pecado. Solo es pecado si empiezas a darle
vueltas, a pensar, a imaginar, a dar rienda suelta a tu fantasía. Pero si lo rechazas, si
con tranquilidad te dices a ti mismo: «no quiero pensar en esto», entonces no has
caído. Más bien, de lo que se trata es de eso: la tentación muchas veces aparece de la
nada, a través de algo que viste, oíste, de un recuerdo, de algo que alguien dijo. En
ese momento tú puedes decir «no», rechazarlo con firmeza y serenidad. Entonces
habrás ganado una batalla.

79
REDES SOCIALES

6. ¿Qué ves en Facebook?

Facebook (o cualquier otra red social) es el lugar perfecto para ver a tus amigas y otras
chicas posando y modelando.

No falta alguna que pone sus fotos en bikini para que la vea todo el mundo y la alaben
por su cuerpo.

Este es el testimonio que me hizo llegar un día un chico:

«Ayer miré una foto de una amiga mía, vestida de forma muy provocativa… Por
un instante dejé de mirarla como amiga, pasó a ser un objeto deseado, despertó
mi imaginación, mi fantasía, me deleité en su sensualidad para experimentar un
placer interior… ¡Qué pena me da! ¡Por mí y por ella!».
¿Cómo quieres mirar a tus amigas? Tú tienes una responsabilidad sobre ellas: míralas
como si fuesen tus hermanas y diles que no les conviene poner esas fotos en su
Facebook. No te ayudan a ti y ellas mismas se exponen demasiado.

80
7. ¿Cómo son tus conversaciones por chat?

Normalmente a las mujeres no les atrae la pornografía tanto como a los hombres. Pero a
lo que sí son proclives a volverse “adictas” es a las conversaciones o “chats” afectivos
y emocionales, que luego pueden convertirse también en “chats” sexuales y eróticos.

De maneras inocentes muchas mujeres terminan involucrándose en actividades de


“cibersexo”, que implica cualquier tipo de conducta relacionada con el sexo que se
lleva a cabo a través de Internet, chat y/o cámara de video. Mientras se producen los
diálogos eróticos en los que se expresan fantasías sexuales, se filman y se muestran
semidesnudos o desnudos, todo frente a la cámara para excitar al interlocutor.

El “cibersexo” puede darse entre conocidos (enamorados) o desconocidos. Quien se


involucra con este tipo de personas desconoce no solo la identidad del interlocutor que
está “al otro lado de la pantalla”, sino también sus reales intenciones. Esto favorece
los abusos de menores1 y sitúan a la persona en una posición de alto riesgo
prestándose al chantaje por la difusión de sus fotos o videos por la red. Una vez que
algo se envía a través de la red, deja de ser privado: lo que subes a Internet, ya no lo
puedes borrar nunca más, queda para siempre allí.2

El “cibersexo” tiene un grave riesgo: facilita que se desarrollen comportamientos


adictivos, adoptando actitudes incontroladas que llegan a interferir tanto hasta perder
el contacto con el entorno real.

1
Se recomienda ver la película: “Desconfianza”.
2
Véase el caso de Amanda Todd, una chica que por estos chantajes y bullying terminó
suicidándose a los 15 años en 2012 en Canadá.

81
LUGARES A LOS QUE VAS

8. ¿A qué fiestas o discotecas vas?

Hacer una opción por vivir la castidad no necesariamente incluye no ir a lugares como las
discotecas. Divertirse y bailar no es malo, lo malo es cómo muchos utilizan el baile de
una manera insana. Hay personas que disfrutan mucho de bailar y pueden acudir a
fiestas o discotecas que no interfieren en su opción por vivir la pureza y castidad. Si
vas a una discoteca y bailas sanamente, para divertirte y pasar un buen rato con tus
amigos y amigas, no tiene nada de malo.

No debemos juzgar y menos condenar a nadie porque decide ir a una discoteca. Como
principio básico, no podemos saber lo que sucede en el corazón de cada uno, por más
que según nuestros estándares la persona se esté comportando de una manera que no
nos parece adecuada. No debemos ser jueces y menos verdugos de quienes no se
comporten como nosotros esperaríamos que lo hagan, o como lo hacemos nosotros.

No juzgar no quiere decir que debemos permanecer indiferentes. Decir las cosas en las
que objetivamente alguien ha obrado mal no es lo mismo que condenar o juzgar a tu
amigo o amiga. Si ves que tu amigo o amiga obra mal debes decírselo a solas, en un
momento oportuno, con todo el cuidado del mundo, sin que se sienta juzgado por ti.

Ahora bien, si quieres cuidar tu castidad, aquí te ofrecemos algunas consideraciones para
que tú mismo veas y decidas si te conviene ir o no…

a. Si eres menor de edad, debes contar con el permiso de tus padres. No les mientas y
diles a qué lugar quieres ir y con qué amigos y amigas. Si te dicen NO, es NO. Si te
dan una hora de llegada, es importante que retribuyas su confianza llegando a la hora
señalada.

b. Es importante conocer bien el sitio adonde se va, porque no todas las discotecas y
fiestas son iguales. No se debe generalizar. Debes averiguar bien sobre el ambiente
que tiene el lugar al cual vas a ir, el tipo de música que ponen o el tipo de espectáculo
que habrá. Si va en contra de tus principios y propósito de vivir la castidad, no vayas.
Hay discotecas o fiestas a las que definitivamente no conviene ir, ya sea por lo
inapropiado de la música, por la forma como se baila, por la gente que va o por las
cosas que se ven. Si vas a una discoteca en la que las canciones suelen tener
contenido sexual, o se ven parejas bailando de maneras eróticas (como el perreo), o
corre mucho alcohol y droga, mejor sería que no vayas a esa y busques otra más

82
adecuada. Si vas a una fiesta o discoteca en la que las cosas se van poniendo feas, no
dudes en salir de allí. No tienes por qué quedarte hasta el final.

c. Es importante conocer bien a las personas con las que vas, y es igualmente importante
que la mayoría de amigos con los que salgas sean amigos que tengan los mismos
valores que tú, que sean amigos con quienes puedas contar ante cualquier situación
complicada. No es bueno que vayas con “amigos” o “amigas” que van a estar
presionándote para hacer cosas que no quieres, sino con aquellos que respetan tu
forma de pensar y actuar. ¡Déjate cuidar por tus amigos y cuida tú también de ellos!

d. Hay circunstancias o temporadas en las que es mejor que no vayas, por ejemplo, si
estás emocionalmente débil o si eres muy frágil ante la presión social. Tú debes
conocerte y saber cuándo no te conviene ir. Quizá has sido de los que van todos los
fines de semana a las discotecas y acaban mal, y ahora que quieres hacer las cosas
bien te cuesta mucho dejar de ir. Debes entender que es por un tiempo, pero en ese
tiempo deberás mantenerte firme en tu decisión, especialmente ante la presión de
“amistades” que no solo no te ayudarán sino que te presionarán hasta que vuelvas con
ellos a la discoteca a “divertirte” como antes.

e. Cuando vayas, mantente firme en tus convicciones y no cedas a ningún tipo de


presión. Recuerda que tú debes ser coherente con tus principios en todo momento.
Tener personalidad es fundamental, debes saber decir NO a lo que va en contra de tus
principios.

f. Elige bien las canciones que bailas y cuida la forma en que lo haces. Hay canciones
que no es adecuado bailar por el contenido que estas tienen, como por ejemplo
algunas canciones de reggaetón. Si a pesar de ir a una buena discoteca te encuentras
con alguna canción que no va de acuerdo a lo que quieres vivir, no la bailes. Si te
preguntan por qué no quieres bailar, ¡no tienes que dar explicaciones como si
estuvieses en falta! No cedas a la presión, burla o manipulación emocional de nadie.
Quédate siempre cerca de tus amigos y amigas.

g. Lo mejor es no tomar alcohol y si lo haces toma muy poco. Debes ser consciente de
los efectos que tiene el alcohol en ti. El alcohol desinhibe y te puede llevar a hacer
cosas que no querías. Hoy en día te dicen que si no te emborrachas, no la vas a pasar
bien, pero eso es mentira. No necesitas tomar o estar borracho para divertirte. Te
puedes divertir mucho sin tomar una gota de alcohol. Cuida especialmente a las
amigas con quienes vayas a las fiestas: ¡sé para ellas como un hermano mayor!

h. No entres en el “juego” de los besos. No porque te guste una chica le tienes que estar
buscando el beso. No tienes por qué dárselo tampoco a una chica que por estar
tomada o por otra razón quiere que la beses. Dile que no y punto.

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i. Es importante tener el criterio para saber cuándo es momento de retirarse de un lugar.
Si en un momento estamos expuestos a que pasen cosas que nos pongan en riesgo o
pongan en riesgo a nuestros amigos o amigas, es el momento de retirarnos con ellos.

84
9. Lugares a los que no debes ir

Hay lugares a los que, si quieres cuidar tu castidad, no debes ir bajo ninguna
circunstancia. Puede parecer obvio lo que te digo, pero mejor dejarlo claro. De
ninguna manera debes acudir a un prostíbulo. Si algunos “amigos” te dicen para ir,
niégate rotundamente, aunque eso acarree burlas de su parte.

Otro lugar al que no debes ir es a los night clubs, o a lugares en los que se ofrecen
espectáculos sensuales, eróticos o sexuales.

Asimismo debes evitar a toda costa ir a “saunas” o “centros de masajes”, así como a
hoteles con amigos y amigas a “pasar la noche”.

85
LA RELACIÓN CON TU ENAMORADA O NOVIA

10. ¿Cómo llevas la relación con tu enamorada?

En la relación con tu enamorada debes “trazar la línea” y poner los límites claros desde el
principio. Si ya tienes enamorada y no lo hiciste en su momento, quizá sea necesario
hablar con ella ahora para poner límites claros.

Me escribía un joven:

«Con mi enamorada, cuando recién empezamos nuestra relación, nos pusimos


medios concretos que consistían en evitar situaciones como: estar solos en su
casa o la mía, ver películas o conversar con la luz apagada, que ella se siente
encima mío. Evitando estas situaciones —que al principio nos costaron pero
luego se nos hicieron hábito— logramos mantener nuestra pureza».
Quizá esto te pueda parecer muy exagerado o “aburrido”. Pero es mejor eso a que la
relación se vaya deslizando cada vez más hacia lo sexual.

Algunos enamorados creen que el límite al que pueden llegar es al máximo placer sin
llegar al sexo. Para quien quiere vivir la castidad, hasta los besos deben ser castos. Tú
sabes o sabrás cuándo no lo son, y no lo son cuando se vuelven “demasiado
apasionados”, cuando excitan y dan paso a “caricias indebidas” que despiertan la
sensualidad y las pasiones que luego arrastran a cosas mayores. El límite debe estar al
principio del camino, no a la mitad ni justo antes del final. Quien juguetea con el fuego
de la pasión y piensa que puede llegar hasta cierto punto sin perder el control,
terminará perdiéndolo. ¡A cuántas he escuchado decir: «quería llegar virgen al
matrimonio, pero me dejé llevar por el momento»! Creyeron que podían tener todo
bajo control, pero tarde se dieron cuenta de que cuando la pasión se enciende el
control se pierde. Como un fuego que se descontrola, todo en un instante queda
consumado y consumido.

86
11. ¿Qué pasa si mi enamorada quiere saber si ya he
tenido experiencias sexuales?

Hoy en día es muy común en el colegio hablar libremente de todo lo relativo a la


sexualidad. Es común también que los chicos les pregunten a sus enamoradas si ya
han tenido alguna experiencia sexual o no, o ellos les cuenten cuando ya han tenido
esta experiencia. En general, existe un interés y curiosidad —tanto del hombre como
de la mujer— de querer saber la vida pasada de sus parejas, de cuántas enamoradas
tuvo, de cómo era su relación con cada una de ellas. Hablar de esto perturba la mente
y afecta la relación en sí misma.

Cuando uno está con alguien no está porque tuvo una o dos enamoradas o enamorados,
o porque fue de tal o cual forma, o porque tuvo relaciones con él o ella, sino porque
te enamoras de la persona, de sus cualidades, de sus virtudes, de sus valores. El
problema está en que en medio de su inmadurez muchas chicas y chicos se enamoran
de la imagen que el chico o la chica proyectan y no de la persona que lleva en su
interior. Es entonces cuando se vuelve importante saber sobre la vida sexual pasada
del enamorado o enamorada.

Si tu enamorada ha tenido relaciones sexuales antes es una pregunta que no corresponde


hacer, y es una pregunta que tampoco ella te debe hacer. No es sano iniciar una
relación hablando de eso. Esto solo será algo de lo que hablarán en el futuro, si es que
piensan seriamente en unir sus vidas para siempre, y siempre y cuando sea prudente y
conveniente.1

Entonces será el momento de hablar, no por curiosidad, sino porque habrá cosas que
tienen que saber de su pasado para perdonarse y aceptarse cada cual con su propia
historia personal. La transparencia, la aceptación de cualquier error de la vida pasada
y el perdón deben ser el criterio para hablar de ese tema con madurez.

1
Hay historias pasadas que pueden dañar mucho la relación, cuando no hay la suficiente
madurez por parte de la otra persona. Si sientes que algo de eso te puede pasar, y
tienes miedo de decirle las cosas por las que has pasado a tu novia, lo mejor es que
consultes con alguna persona entendida y prudente para que te aconseje si debes
hablar de eso o no, o de qué modo y cuánto es necesario decir en su momento.

87
12. ¿Hasta dónde puedo llegar con mi enamorada?

¿Recuerdas la historia de aquel chico que me preguntó: «Hasta dónde puedo llegar con
mi enamorada?». Al que le pregunté: «¿hasta dónde quisieras que llegue el enamorado
de tu hermana con ella?», y de inmediato me dijo: «¡NADA!»?

Es impresionante ver cómo especialmente en esto aplicamos la “ley del embudo”:


angosto para ti, ancho para mí. Es decir, a los otros les exijo estándares elevados de
comportamiento, pero cuando se trata de mí, rebajo todos los estándares al mínimo.

Si tú quieres que respeten a tu hermana, y si quieres que respeten a tu(s) futura(s)


hija(s), ¿por qué no piensas que esa chica que es tu enamorada o novia, es hermana
de alguien, es hija de alguien que espera lo mismo de ti, es decir, que la trates con el
máximo respeto? El hecho de que te quiera no te da derecho a “avanzar” y
aprovecharte de la confianza que te tiene para hacer cosas con ella que no quisieras
que otros hagan con tu hermana.

Algunos argumentan que mientras esté de acuerdo, ¿por qué no avanzar? Pues hoy en
día muchas chicas tienen miedo de decir «no» a los enamorados por miedo a «herir sus
sentimientos» o por miedo a perderlos. Prefieren permitir cosas a quedarse solas. Por
eso, tu deber para con ella es protegerla incluso si ella misma quiere avanzar. Enséñale a
respetarse a sí misma y a hacerse respetar. Créeme que aunque te diga que «no hay
problema», sí lo hay, sí le haces daño, te haces daño a ti mismo y haces daño a la
relación. Por ello, trátala como si fuese tu propia hermana. No tienen por qué adelantar
las cosas. Si verdaderamente se aman, el sexo puede esperar para cuando estén casados.

Este es el razonamiento que cambió la vida de Eduardo Verástegui, un ex actor de


telenovelas mexicano considerado antiguamente un sex symbol y latin lover, y que en
un momento hizo la opción por vivir la castidad. Como entenderás, tenía todo lo que
el mundo le podía ofrecer:

«Gracias a mi maestra de inglés, Jazmine, cambió mi vida. Ella me veía salir con
una niña un día y al siguiente con otra, hasta que me preguntó: “Eduardo: ¿a ti te
gustaría tener una familia algún día? ¿Te gustaría tener hijos?” — “Sí”. —
“¿Hijas?” — “¡Claro que me encantaría tener muchas hijas!” — “¿Y qué tipo de
hombre te gustaría que tus hijas encontraran para formar una familia?” Y bueno,
yo describí casi un santo: un hombre que dé la vida por ellas, fiel, un hombre
honesto, íntegro, trabajador, que las ponga en un pedestal como si fueran
diamantes, leal, que las respete y bueno, una listota enorme… casi describí a un
santo, el hombre ideal, el hombre perfecto. Y ella al final me dijo: “Y tú, ¿eres ese
hombre?” Y casi con una lágrima en el ojo, porque me llegó al corazón lo que me

88
estaba preguntando, le dije: “No”. Y me dijo: “¿Entonces por qué exiges lo que
tú no das?”».
Él mismo, luego de 10 años de vivir la castidad dijo en una entrevista que le hizo el diario
El Comercio en Lima (2012):

«La castidad no es una cuestión fácil. Vas contracorriente todos los días.
Aristóteles decía: “no hay conquista más grande que la conquista de uno mismo”.
Es una libertad, la libertad de hacer lo correcto… La castidad es un
entrenamiento. Le estoy siendo fiel a mi esposa antes de conocerla».

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13. ¿A qué lugares la llevo?

Se ha hecho normal que los enamorados se encierren en el cuarto de alguno de ellos a


ver una película, a hacer tareas, a jugar en la computadora, o para echarse en la cama.
Algunas veces se quedan solos en casa. Algunos se van a un hotel o motel. ¿Por qué
llevar a tu enamorada a tu cuarto, o a un hotel? ¿Por qué quedarte a solas con ella
cuando no hay nadie en casa? Muchos jóvenes buscan justamente esas oportunidades
y lugares íntimos, solitarios, para poder avanzar con sus enamoradas en temas
sexuales. El lugar, la situación, la soledad, la comodidad se presta incluso para quienes
no tienen esas intenciones de experimentar de un momento a otro el despertar del
impulso sexual que los lleva a ir más allá del límite.

Leamos lo que una joven de veinte años nos comparte desde su experiencia:

«En menos de cinco meses ya jurábamos que nos amábamos, pero grande fue la
sorpresa cuando ambos nos dimos cuenta de que no era así. Todo ese tiempo lo
único que yo buscaba era agradarle, y confundí “amor” con “consentirle todo”.
Sí, llegamos a realizar algunos “juegos” que nunca llenaron mis ansias de amar y
ser amada, tan solo me alejaban más y más de mi anhelo de un amor auténtico.
¿Cuándo se daban estas situaciones? Pues cuando estábamos en su sala. Tan
tonta yo, no me daba cuenta que todas las veces que íbamos a su casa “a ver una
película” terminábamos en eso, porque el lugar se prestaba y nosotros no nos
controlábamos. Yo, por miedo, cobardía y bastante inseguridad nunca le dije que
eso no me llenaba. Luego de que sucedían estas cosas me preguntaba: “¿de eso se
trata el amor?”. No, eso no era amor. Con el tiempo nos dimos cuenta de que en
realidad nunca habíamos llegado a amarnos de verdad: ¡SOLO SENTÍAMOS
PASIÓN! Fue doloroso reconocerlo, pero era la verdad. Es triste saber que tan
buenos momentos se perdieron por consentir esos “juegos” y centrarnos cada vez
más en darnos placer».
Como recomendación concreta, nunca estés a solas con tu enamorada en tu cuarto, o en
el suyo, o en la casa. Si todos salen de casa, tampoco ustedes se deben quedar allí.
No basta con hacer una opción por vivir la castidad, es necesario no exponerse,
porque los lugares cerrados y semioscuros ofrecen demasiada intimidad para avanzar
en besos y caricias que despiertan la fuerza de la pasión que, de un momento para
otro, toman el control sobre nosotros.

¿Y si te lo pide tu enamorada o novia? Eres tú quien debe decirle «no». Así sucedió con
un chico de unos veinticinco años, cuya enamorada de unos veintiún años le pidió ir a
un hotel a ver televisión, porque no tenían nada que hacer e ir a su casa donde estaba
su familia no era opción. «Eso sí —le advirtió ella— no creas que va a pasar algo».

90
Fueron una vez, no pasó nada. Fueron una segunda vez, tampoco pasó nada. Fueron
una tercera vez —como que era costumbre para ella— y a él se le fue la mano porque
tomó de más. Ella se molestó con él y le terminó. Bien por ella, por hacerse respetar,
¿pero no lo puso ella en esa situación, al ir a un hotel a ver televisión echados en la
misma cama? ¿Es que aquella chica no se daba cuenta de todo lo que estaba
despertando en aquel hombre? ¿No era ella en gran parte responsable de los excesos
del chico? Obvio que sí. En esos casos, eres tú el que debes decir: «¡a un hotel no
vamos!».

Es muy importante que entiendas que a veces el «no» debe decirse antes, porque en
ciertos lugares, momentos o bajo el efecto del alcohol, no vas a poder decir «no», no
vas a poder dominarte, simplemente darás rienda suelta a tus pasiones.

91
14. ¿Qué hay del sexo oral?

La práctica del sexo oral se viene incrementando en nuestra sociedad. Hay enamorados
que les piden sexo oral a sus enamoradas o chicas que se lo ofrecen a sus
enamorados. Este testimonio nos ayuda a entender lo que sucede cuando una mujer
cede a tal pedido:

«Llevo tres años con mi enamorado, tengo dieciocho. Nos habíamos propuesto
llegar vírgenes al matrimonio. Estos últimos meses las cosas han “avanzado” un
poco más allá de las caricias. Hemos llegado masturbarnos y él me pidió tener
“sexo oral”. Yo accedí. Desde entonces me siento fatal, no puedo más conmigo
misma. Me siento tan avergonzada, trato de convencerme de que es normal, pero
no puedo con mi conciencia, me siento sucia, indigna totalmente de Dios, he
dejado de rezar, ya no voy a misa. Me pregunto si no soy una más de esas chicas
que aparecen en las páginas porno. ¿Y por qué me lo pidió mi enamorado? ¿Por
amor? ¿Es eso a lo que lleva el amor verdadero? ¿Es eso lo que tengo que pasar o
soportar por amor? Claro, yo también lo he propiciado… soy una estúpida… ¡por
encerrarme con él en su cuarto! ¿En qué pensará él cada noche, cada vez que se
acuesta en la cama en la que hicimos esas cosas que me repugnan? ¿Cuánto
tiempo más pasará para que empiece a pedirme algo más?».
No se trata tan solo de un “sentimiento de culpa por su formación religiosa”. De acuerdo
a un estudio hecho por el Instituto Alan Guttmacher y publicado en la revista de
diciembre de 2000, Perspectivas de la planificación familiar, «ofrecer sexo oral hace
que las chicas se sientan explotadas, pero igual lo hacen porque quieren ser populares
o “hacer felices a los chicos”» 1. Una mujer que se siente explotada y usada,
psicológicamente se empieza a desvalorizar ante sus propios ojos y a despreciarse a sí
misma.

Y que «el sexo oral no tiene nada de malo» es una creencia equivocada: además de
degradar psicológicamente a la mujer, las enfermedades sexuales pueden ser
fácilmente transmitidas de los genitales a la boca.

¿Quieres hacer pasar por todo esto a la mujer que amas, “porque todos lo hacen”?
¡Nunca consideres que es algo “normal” en una relación de pareja! ¡No lo es, y no
solo en una relación de enamorados o novios, sino tampoco en el matrimonio!

1
Ben Shapiro, Porn Generation, Regnery Publishing, Washington 2005, p. 27.

92
15. ¿Qué y cuánto tomas?

Entre hombres siempre hay una ocasión para celebrar con una buena borrachera, y si no
hay ocasión, se inventa.

En las fiestas el alcohol propicia “agarres” (abrazos y manoseos), “chapes” (besos) y


sexo de ser posible. ¿Por qué siempre hay que “beber hasta emborracharse” para
pasarla bien? Muchas mujeres al tomar se desinhiben y empiezan a lanzarse en brazos
de los chicos mientras ellos se aprovechan de su estado de ebriedad:

«En el cumple de mi amiga salimos con otras amigas a bailar. Ella creo que
bebió mucho y no sabemos ni cómo pasó, porque estaba bien. ¡Habíamos hablado
justo antes de nuestro deseo de vivir la pureza, pero en ese estado besó como a
tres chicos y había como un sofá y estaba ella ahí muy ebria, con un chico que
estaba perfectamente bien, aprovechándose de su estado!».
Ten en cuenta que el alcohol es un desinhibidor: suelta todos los frenos. Al tomar alcohol
ciertamente nos experimentamos “más libres”, “más sueltos y alegres”, capaces de
hacer o decir cosas que no haríamos o diríamos en estado de sobriedad. Tomar nos
pone en un estado de euforia primero y, si se sigue tomando, en un estado de absoluto
descontrol e inconciencia de uno mismo. Historias como estas se repiten
interminablemente, sobre todo en las mujeres, de quienes algunos se aprovechan
justamente porque están borrachas:

«Cuando tenía dieciocho años, conocí a un chico y en menos de una semana,


perdí mi virginidad de la peor manera posible: estaba borracha, y lo peor, el
chico desapareció, y nunca supe qué fue de su vida».
Lo cierto es que

«muchos embarazos indeseados provienen de una noche de copas. Miles de


abusos sexuales se planean con la maña de emborrachar a la mujer. Infinidad de
jóvenes acaban rompiendo todos sus límites, desinhibidos por el alcohol. Los
novios que beben, son varias veces más propensos a tener caricias eróticas
profundas y relaciones sexuales. Cuando la mecha está impregnada con alcohol,
siempre resulta muy corta para apagarla a tiempo»1.
Tú puedes tener un propósito muy firme de guardar tu castidad, pero bajo el efecto del
alcohol todo puede cambiar. Cuando tomes, hazlo con moderación. No te excedas.
Cuida también a tus amigas y enamorada o novia, para que no se excedan en lo que
toman y para que, si se exceden, nadie se aproveche de su estado. ¡Sé responsable de
ti mismo y de los demás!

93
Si tus amigos se burlan de ti o te presionan porque no tomas, mantente firme, no cedas,
no hagas las cosas tan solo para “no quedar mal”. Hombre no es el que toma mucho,
sino el que vive de acuerdo a sus ideales, se domina a sí mismo y tiene la personalidad
para resistir a la “presión social”.

1
Carlos Sánchez Cuauhtémoc, Free sex?, Diamante, Ciudad de México 2008, p. 99.

94
16. ¿Quiénes son mis amigos?

«Con el hombre perverso te pervertirás» 1. Tan sencillo como eso: si quieres vivir la
castidad, tienes que saber buscar y elegir a tus amigos y amigas, porque lo quieras o
no, ellos influirán sobre ti, para bien o para mal. Escoge amistades que te ayuden a ser
una mejor persona, y a quienes tú al mismo tiempo puedas ayudar a ser mejores.

1
Carta de San Clemente I, Papa, a los corintios, cap. 46, 2.

95
17. ¿Viajes con la enamorada?

Se ha vuelto una especie de moda que los enamorados o novios viajen juntos a cualquier
lugar de su país o al extranjero, solos los dos, o con otras parejas de enamorados. ¿Es
bueno o malo irse de vacaciones con la enamorada o novia? La respuesta en este caso
es variada.

Si te invitaron a pasar un fin de semana con la familia de tu enamorada o novia, no vas a


rechazar la invitación. Esta invitación puede ser una oportunidad para relacionarte con
su familia y de ver cómo se comporta ella en el núcleo familiar, algo que es muy
importante para el futuro de la relación. Conocer a la familia ayuda mucho a conocer
a tu enamorada o novia y cómo se comportará en el futuro contigo y con sus hijos (en
caso se lleguen a casar). En este caso, sí creo que es correcto que vayas y conozcas
más sobre ella y su familia. Obviamente, tendrás que evitar estar a solas con ella en
lugares cerrados, y si se hospedan en un hotel, no dormirán en el mismo cuarto.

Si vas con amigos, que sea con amigos de verdad, de aquellos que cuidan de ambos. Hay
“amigos” que buscan estas vacaciones para poder hacer lo que se les venga en gana.
Cuida de las amistades que tienen, rodéate de gente que te ayude a avanzar y que
comparta tus mismos ideales y aspiraciones. Si tienen algún plan con amigos, averigua
siempre quiénes van, a dónde van, cuáles son los planes del viaje, cuál es el objetivo y
opta por lo que no represente una ocasión peligrosa para ti y para tu enamorada o
novia.

Si se trata de ir solos, la respuesta es ¡NO! ¡Un NO rotundo y sin excepciones! ¡Ir de


vacaciones solos es exponerse demasiado! La clave para responder a esta pregunta es
la prudencia. Puede ser que ambos tengan bien clara la idea de mantenerse castos,
pero al ir solos a un sitio por muchos días ya están siendo imprudentes, pues aunque
no estén pensando en hacer nada y piensen que «no va a pasar nada entre nosotros»,
la pasión puede encenderse de un momento a otro. Es verdad que esto puede suceder
aun cuando no se vayan de viaje juntos, pero también es cierto que el riesgo de que
suceda en un viaje es muchísimo mayor. La prudencia en este caso aconseja no
exponerse porque sí puede pasar de todo.

Tal vez te preguntes a qué me refiero con “no exponerse”. Es no ponerse en situaciones
u ocasiones en las que será más difícil controlar sus expresiones sensuales. Te doy un
ejemplo: muchas mujeres no ven nada de malo en quedarse a dormir en la misma
habitación e incluso en la misma cama con el enamorado o novio. Para muchas esto
no tiene nada de malo, es más, puede parecerles tierno estar simplemente echados
juntos en la cama. Pero tomando en consideración nuestra biología, los hombres
reaccionamos de manera distinta y para nosotros puede ser una situación muy

96
complicada de manejar. Situaciones como estas (acostarse en la misma cama,
acariciarse mucho, besarse mucho) pueden llevarte a cruzar la línea del cariño a la
excitación en solo segundos, y si eso sucede, lo más probable es que arrastres también
a tu enamorada por ese camino. Así que lo mejor es no ponerse en esas situaciones
peligrosas para los dos, o no quedarte a solas con ella en lugares cerrados y/o muy
oscuros (una habitación, o en una casa). Si amas a tu enamorada o novia, ¡cuida de
ella!

Recuerda que vivir la castidad va más allá de abstenerse de tener sexo cuando todavía no
es el momento, es purificar incluso las intenciones. Siempre cuestiónate y cuestiónale
a tu enamorada si te lo propone: ¿por qué irse de vacaciones a solas? Cuestionen el
lugar donde van a ir y con quiénes van a ir. Si detrás de estas preguntas encuentras
una respuesta con una doble intención, es mejor no ir.

Si alguien te dice que es necesario irse de vacaciones con la enamorada o novia para
“conocerse mejor”, pues la respuesta es ¡NO! No es necesario tener esas
“experiencias” previas de fin de semana o de vacaciones para conocerse o divertirse
juntos.

Vivir la castidad exige una conquista diaria. Habrá momentos en tu vida en los que te
costará más, pero para poder conquistarla debes poner los medios humanos
necesarios en cada caso, y eso muchas veces requerirá huir de las ocasiones y no
exponerse a ellas.

Lo que el resto hace no siempre es lo correcto. Tú edúcate en la virtud y en el momento


que se presente la situación sabrás actuar correctamente1.

1
Respuesta ofrecida por Verónica Ortega de Manning, Doctora en Medicina General y
Cirugía.

97
18. ¿Robando besos?

Se ha puesto de moda también “regalar” o “robar” besos, especialmente en las fiestas.


Hoy en día ya los besos no tienen nada de especial, se han hecho fáciles, es “normal”
besarse con quien sea “porque te gusta”. Basta que se atraigan, que se quieran
“vacilar” o que tomen un poco para que se empiecen a regalar besos “sin
compromiso”, es decir, sin que el beso signifique nada, sin que sea el inicio de una
relación formal y seria.

Obvio que a las chicas también les gusta divertirse y disfrutar de los besos, de la
sensación que producen. ¡Y para el hombre evidentemente es placentero y genial si las
mujeres andan regalando besos! Y cuando no, el reto de robarle un beso es mayor:

«Yo tengo un amigo muy amigo del cole y siempre me abraza cuando me ve. La
cosa es que no sé por qué ayer se le dio por abrazarme a cada rato. Se ponía a mi
costado, me abrazaba y en una de esas me contó que la semana pasada había ido
a una discoteca y se había besado con una chica y me dijo: “así”, y me cogió la
cara, se me acercó y yo le dije: “aléjate”. Él me insistió y me dijo: “¡para
mostrarte!”, y yo tonta me dejé, se me acercó y me dio un beso. Yo reaccioné y lo
aparté. Él se rio y me fui. Pero él me seguía buscando… quería besarme a toda
costa, y me decía: “dame un beso en el cachete”, se lo di y me pidió: “otro, otro,
otro” y cuando se lo iba a dar volteó la cara y me dio otro beso en la boca (pico)
y yo: “¡Contrólate!” (…) Mis amigas me dicen: “¡vive la vida!”, “¡no es nada
malo!”, “¡eres joven!”, y cosas así, ¡y a veces me la creo!».
Enséñale a tus amigas que los besos para una mujer digna también son sagrados, que no
se pueden estar regalando a cualquiera, por simple “juego y diversión”. La experiencia
de esta joven nos ayuda a entender que algo tan “simple” como un beso, que para un
hombre puede significar únicamente un placer, para la mujer es “dar algo de sí” y
debe también esperar a cambio un compromiso:

«Hace poco fui a una fiesta y todo estaba súper tranquilo. Al final llegó un chico
que me parecía atractivo y empezamos a bailar. Luego nos quedamos hablando un
gran rato “conociéndonos”, luego me di cuenta que él quería que nos besáramos
y por mucho rato no dejé que pasara, pero después me dejé llevar y nos besamos.
Al día siguiente me sentía terrible, pues a algo muy pequeño no le había podido
decir que no, no hui de la tentación en el momento debido y claro, la culpabilidad
me mataba pues no es el ejemplo que debo dar. Además de que es algo que no me
hace feliz, más bien sentía que se había llevado algo de mí. ¡No me imagino cómo
debe ser cuando las personas se entregan completamente! ¿Por qué cedí? Pues en
un momento me dije a mí misma que la verdad él había intentado mucho

98
(obviamente no, ja, ja) y que la verdad podía “aprovechar esa oportunidad”. En
ese momento a una se le pueden ocurrir mil excusas y al final creo que no hay ni
una sola suficiente como para regalar besos. En serio, después de un beso una
quiere tener cierto tipo de unión con esa persona, pero en esas condiciones pasa
totalmente lo contrario y por lo tanto terminamos dando algo que no le pertenece
a nadie más y no es posible recuperar».
Antes de besar a una mujer que quieres honestamente debes pasar por el riesgo de
decirle que quieres comprometerte con ella a algo más serio, es decir, a estar de
enamorados. En otras palabras, lo correcto es una declaración formal. Solo si acepta
podrás darle un beso como expresión de compromiso, de afecto y de un amor que
exige hacer las cosas bien, por etapas, sin apuros.

99
19. ¿Y qué hay de los “besos apasionados”?

¿Es correcto besar apasionadamente o no? Y, en caso de ser aceptable, ¿en qué
momento hacerlo?

En la vivencia del enamoramiento y noviazgo surgen muchas maneras de expresar el


cariño por la persona amada, pero hay que tener mucho cuidado en cómo
demostramos ese cariño. Te preguntarás, ¿por qué tener cuidado?

En primer lugar debes tener muy en claro, como hemos dicho, que hombres y mujeres
no somos iguales. Hay muchas características que nos hacen muy diferentes. Los
hombres somos más apasionados, está en nuestra naturaleza el cortejar; en cambio la
mujer es más afectiva, su naturaleza es ser cortejada, conquistada. En el plano
biológico el hombre tiende a “prenderse” más rápido que la mujer.

Partiendo del conocimiento de estas diferencias, debemos actuar con cuidado con las
caricias que damos y recibimos, y ello incluye los besos. Tanto los besos como las
caricias (abrazos, tomarse de las manos) son lícitos (permitidos) siempre y cuando
sean moderados y que no busquen provocar la excitación de la pareja.

Moderar un beso es muy difícil, por eso es mejor no meterse en terreno peligroso. La
pregunta es si los besos apasionados (entendiendo como besos apasionados aquellos
que son largos en duración, o en los que se utiliza la lengua y cosas semejantes) están
bien en el enamoramiento o en el noviazgo. Pues la respuesta es contundente: ¡NO!
No están bien por las siguientes razones:

a. En el plano biológico los hombres somos más sensibles y el simple roce del cuerpo,
más aún los besos, podrían hacer que te excites en tan solo segundos. Ello no quiere
decir que no te puedas contener, pero es más complicado para los hombres que para
las mujeres. Por eso es recomendable que no te prolongues en los besos para evitar
que se vuelvan apasionados, y que tampoco beses a tu enamorada en zonas que van a
despertar su sensualidad.

b. Un beso prolongado y apasionado puede cruzar fácil-mente del plano de ser cariñoso
al plano de la excitación.

c. Es más difícil controlar un beso que se ha subido de tono, ya que muchas veces ese
beso no va solo, sino que se acompaña con caricias impropias.

Muchas parejas de enamorados o novios que habiendo hecho un propósito de esperar


hasta el matrimonio tuvieron relaciones sexuales se preguntan: ¿cómo es que llegamos

100
a este punto? ¿Cómo nos pudo pasar esto? En casi el 100% de las veces encontrarás
la respuesta en un simple beso que se extendió y excedió más allá de lo que podían
manejar, un beso que encendió el fuego incontrolable de la pasión. No caigas en la
ilusión de que puedes controlar las caricias y besos apasionados si ya los han iniciado.
Estos fueron pensados para ser vividos solamente por los esposos.

Entonces, ¿cuál es la solución? La respuesta es simple: evitar la situación, es decir,


detente antes de que las caricias y los besos enciendan la pasión.

Se dice: «El hombre llega hasta donde la mujer le permite», pero a veces sucede que la
mujer no solo le permite al hombre llegar más lejos, sino que incluso se lo insinúa, lo
incita o se lo pide explícitamente en un momento de excitación. Definitivamente la
responsabilidad es de los dos, tanto de la mujer como del hombre. A ti te toca cuidar a
tu enamorada o novia de los excesos, cuidarte de no besarla demasiado ni muy
prolongadamente, y saber decirle «tranquila, para, yo no te quiero para eso», en el
caso de que ella “se aloque” o sencillamente quiera avanzar más.

La virtud de la castidad se vive todos los días de nuestra vida, no podemos dejarla de
lado cuando estamos con la enamorada o con la novia. Al contrario, es allí cuando
más se ejercita: cuando nadie los ve, cuando el cuerpo o la sensualidad quieren
imponerse ante la voluntad y compromiso de vivir la pureza y el mutuo respeto en la
relación.

¿Cuándo son aceptables los besos y caricias apasionadas? Cuando estés con tu esposa.
¡Antes no! Los besos apasionados antes del matrimonio están fuera de lugar, no te
corresponde vivirlos, y la mejor manera de guardar y cuidar tu castidad y la de tu
enamorada o novia es evitando ponerse en una situación peligrosa.

Luego de leer esta respuesta, una joven de dieciocho años nos compartía su experiencia
y reflexión:

«La verdad es que necesitaba que alguien me aclarase, porque cuando estaba con
mi ex enamorado nos besábamos feo, muy apasionadamente. Estuvimos cuando yo
tenía diecisiete y él veinte. Al comienzo eran besos normales, pero pronto, a
partir de la tercera semana, se volvieron muy apasionados y eso dio pie a otras
cosas que no me atrevo a decir. Yo siempre sentía que aunque eran solo besos algo
estaba mal, pero cuando le preguntaba a alguien siempre, siempre me respondía
que era algo “normal”, que “no tenía nada de malo”. Ahora, gracias a esta
respuesta, veo las cosas desde otra perspectiva y entiendo que de haber evitado
esos besos apasionados probablemente no habríamos llegado a hacer otras cosas
de las que ahora me avergüenzo, y no habríamos perdido la oportunidad de
amarnos bien. Aquellos besos fueron la “puerta de entrada” para otras cosas más
“fuertes” que también me decían muchos que eran “normales” entre enamorados,

101
pero que definitivamente terminaron haciéndome mucho daño y deterioraron la
relación con mi ex».
Un hombre de unos treinta años, gracias a que su enamorada le ha explicado la
importancia de la castidad y su deseo de llevar una relación casta, ha empezado a
entender este mensaje y a ponerlo en práctica. Por amor a su enamorada está
haciendo cambios significativos en su modo de pensar y de aproximarse a ella. Ella
me escribía hace poco, contenta por un gran avance:

«Hoy me dio un beso y me dijo que no me besaba mucho rato porque le era difícil
luego no querer avanzar. A mí me quedó más claro en ese momento que esa es una
clave para no meter la pata yo misma y besarlo mucho, pues sin que sea mi
intención, lo puedo complicar a él».

102
20. ¿Y los besos y “caricias” en partes íntimas?

Hay muchos que piensan que estas caricias o besos forman parte de la relación de
enamorados:

«Llevo ya tres años con mi novio, a pesar de que él está de acuerdo en no tener
relaciones, cree que ciertas “caricias” (debajo de la ropa, en las partes íntimas e
incluso besos... si es que se les puede llamar así) no están mal y cree que me he
vuelto fanática y exagerada al respecto. ¿Están bien esas caricias? Y si no, ¿qué
le digo para hacerle entender?».
No es una “fanática exagerada” la mujer que te pide sacar esas “caricias” de la relación.
Este sencillo razonamiento y comparación te ayudará a entender por qué debes evitar
estas caricias o tocamientos:

Si alguien te roba cien dólares, ¿está bien o está mal? Obvio que vas a decir que está mal,
¿verdad? ¿Y si te roba cincuenta? ¿Varía tu respuesta? ¿Deja de estar mal porque es
menor la cantidad? No, ¿verdad? ¿Y si tan solo te roba diez? ¿O cinco? La respuesta
seguirá siendo la misma, ¿verdad? ¿O en algún momento tú dices que robar, porque
es poco, está bien? ¡No! Seamos honestos: ¡en todos los casos está mal, sea mucho o
sea poco! Lo mismo sucede con la castidad: tener relaciones es como robar los cien, y
tener esas “caricias” es como robar uno. Pero como el cuerpo siempre te pide más,
una vez que le das uno, luego robas dos, luego tres, luego cinco y luego un poco más,
hasta que —aunque no era tu intención al principio— finalmente le robarás los cien.
¡Pues en ninguno de esos casos está bien que le robes la pureza a tu enamorada o
novia, sea cien o sea uno!

Demuéstrale a tu enamorada o novia que de verdad la amas dominándote a ti mismo,


renunciando a este tipo de caricias y besos, respetando los límites que se han puesto
en vez de rebajarlos con el argumento de «no tiene nada de malo». La respuesta de
un hombre de verdad debe ser la respuesta que este hombre ofreció a esta mujer:

«Yo tomé la decisión de mantenerme virgen hasta el matrimonio. Fui a la escuela,


a la universidad, entré al mundo laboral, fui considerada por muchos como una
mujer atractiva e inteligente, y estaba siempre rodeada de muchos amigos. En la
medida que pasaban los años mis familiares, compañeros de trabajo y amigos me
repetían una y otra vez que por qué no tenía una pareja, a qué le tenía miedo, que
si iba a “vestir santos” o que sería la tía solterona de la familia. Mi respuesta
siempre era una sonrisa y les decía: “todo en el tiempo de Dios, Él sabe el día y
la hora”. Nadie entendía, porque según ellos dejaba pasar las oportunidades, y
me decían que era muy selectiva o pretenciosa. Otros simplemente hacían bromas

103
y me decían que “la virginidad enferma”. A los 25 años conocí a un hombre
maravilloso, que fue mi primer y único novio. La única condición que le puse
para ser su novia era que respetara mi decisión de guardar mi virginidad hasta el
matrimonio. Él me dijo: “no solo la respeto, sino que te ayudaré a cuidarla”. Y
así fue, hasta el día que nos casamos, un año y tres meses después. Él cumplió su
palabra».
Cuando uno opta por vivir la castidad está más atento a lo que nos rodea, a lo que
hacemos y ciertamente nos damos cuenta de que muchas conductas que podrían
parecer “normales” entre pareja (de enamorados o novios) no lo son. Las tentaciones
están siempre pero ahora quizá las notas más porque tienes más conciencia sobre lo
que está mal y buscas evitarlo. En vez de ponerte en una situación en la que vas a
estar luchando por controlarte y en peligro de perder el dominio de ti mismo, lo
inteligente, lo que debes hacer, es evitar ponerte en esas situaciones. De ese modo
evitarás todas las tentaciones y luchas interiores que vienen una vez que te encuentras
en esa situación complicada, que te “invita incesantemente” a dejar de lado todo
propósito y lucha por vivir la castidad.

La opción por la castidad es una opción radical, no se puede hacer a medias, y ello
conlleva a no ceder ni un centímetro en la lucha. No seas iluso creyendo que vas a
poder manejar la situación si te expones a la tentación. La mejor forma de vencer es
siendo humilde y evitando toda situación peligrosa.

Inmersos en una cultura o rodeados de amistades que nos dicen que están bien ciertas
caricias, debemos mantenernos firmes en nuestra opción por ir contracorriente. A
nosotros nos toca cambiar nuestra mentalidad y optar por vivir una vida digna de un
hombre verdadero que cuida y protege a quien ama. ¡Tu enamorada merece tu
respeto!

No dejes de acudir a los sacramentos, Dios da la fuerza pero hay que ir a buscarla. Dios
te dará lo que necesites para que sigas firme en esta lucha que es difícil pero no
imposible.

Busca la orientación de personas prudentes, rodéate de gente que te ayude a crecer,


gente que viva o al menos que esté luchando por vivir tus mismos ideales. Muchas
personas que nos rodean y que a veces llamamos “amigos”, no lo son. Un verdadero
amigo siempre te lleva a descubrir la verdad, un verdadero amigo te ayuda a que
crezcas como persona. Esto no significa que te aísles de las otras personas pero sí
significa que seas prudente con lo que compartes.

104
Para terminar

Quiero concluir estas recomendaciones con el valioso testimonio de un hombre de


veintiséis años que estoy seguro te alentará en tu propia opción por luchar y vivir un
estilo de vida diferente, contracorriente: el de la castidad, el de la pureza de mente,
corazón y cuerpo, con el fin de conquistar el amor verdadero:

«Cuando somos pequeños muchos de nosotros estamos expuestos a una formación


familiar o social extremadamente “de machos”. Crecemos queriendo que el
tiempo pase muy rápido y hacer cosas de “grandes” sin aprovechar ese tiempo
que Dios nos da para disfrutarlo inocentemente, aprendiendo de a pocos, paso a
paso.» A pesar de todas esas cosas buenas que he tenido en mi vida debo decir
que crecí con pensamientos muy confundidos acerca de cómo llevar una relación y
mi rol como hombre. Considero que nosotros somos más débiles que las mujeres,
ellas definitivamente son más fuertes que nosotros en muchos aspectos, pero
muchas veces son tan frágiles ante ese “amor” común y desechable que hoy en
día les vende la sociedad y convive en el corazón de los hombres.» Desde pequeño
anhelé una relación como la de mis padres. No es perfecta, pero tienen bases muy
sólidas: buena comunicación, se conocen bien, se aman, se cuidan entre ellos,
van a misa todos los domingos. Siempre quise conocer a una mujer como mi
madre: responsable con la familia, que ame a Dios sobre todas las cosas, que me
haga crecer en lo espiritual y muchas otras cosas esenciales. De igual manera me
parecía lógico que si yo esperaba eso de una mujer, yo debería ser ese hombre que
siga el ejemplo de San José, hombre justo.» La verdad es que el camino para
llegar a ser eso es demasiado complejo, despojarte del día a día, tratar de ser
diferente parece imposible, negarte a propuestas “interesantes” de tus amigos es
un verdadero reto, decir que NO o parar la mano cuando debías hacerlo, otro
tanto complicado.» Cometí infinitos errores desde que era un niño. Luego, en mi
adolescencia, cuando creí conocer por primera vez el “amor”, la fregué varias
veces y después, aun cuando fui consciente de esas experiencias erróneas, volví a
caer. No sabía hasta cuándo sucedería esto. Puedo resumir que gran parte de mi
vida tuvo muchos desaciertos de los cuales he aprendido y que en estos últimos
años estoy esforzándome por hacer las cosas bien, como Dios quiere.» Hoy tengo
veintiséis años, llevo una relación de casi cinco años con una mujer tres años
menor que yo, mujer que me ha enseñado y demostrado que el amor puro y santo
¡sí existe! La lucha contra la tentación no ha sido fácil, fuimos ingenuos
muchísimas veces y de esos malos tratos, por los que sentimos que nos habíamos
fallado a nosotros mismos, el uno al otro y a Dios, hemos ido aprendiendo y
madurando.» En honor a la verdad, no fueron fáciles los inicios de nuestra
relación, y les puede sonar exagerado lo que les voy a contar. Tenía yo veintidós

105
años cuando la conocí y ella diecinueve, y las reglas que nos habían puesto sus
padres eran tan básicas pero a la vez tan complicadas de cumplir: no podía
llamarla más de las nueve de la noche, ¡y el primer mensaje de texto que le envié
para invitarla a salir no tuvo respuesta sino hasta el siguiente día porque cuando
lo hice, eran pasadas las diez de la noche! No pude ir a su casa al principio y
peor entrar a ella aun cuando sus padres estaban ahí dentro. Obvio que ella no
podía ir a mi casa tampoco. Sin embargo, las cortas horas de permiso que tenía
para salir conmigo se volvieron mis mejores amigas. Debíamos respetar la hora
de salida y de llegada, ¡ni un minuto más de lo acordado! Si no, sencillamente
¡ardía Troya! Las primeras salidas yo la veía llegar y la veía irse, sus padres eran
responsables y muy estrictos. ¡La primera vez que hablé con sus padres recuerdo
que fue más complicado que la sustentación de mi tesis cuando me gradué en la
universidad! ¡Estuve tan nervioso! Podría seguir contando muchas otras
experiencias de este tipo, pero el punto al que quiero llegar es que todos estos
detalles —que a los ojos del mundo son “anticuados” o “demasiado
tradicionales”— eran la garantía para saber con la clase de mujer con la que
estaba, y eso fue lo que me enamoró profundamente de ella: ¡tuve que pasar todo
eso para encontrar a la mujer que siempre quise!» Todo lo anteriormente dicho ha
cambiado de cierta forma porque hoy hay flexibilidad, pero siguen existiendo las
reglas de sus padres que aún como enamorados respetamos. No fue fácil
aceptarlas, tuve que ceder en mucho y renunciar a muchas cosas, puesto que
estuve acostumbrado a otras cosas. Ahora comprendo que todo tenía su propósito.
¿Podía encontrar de otra manera a la mujer de mis sueños, si no era
sacrificándome a mí mismo y cambiando “las maneras” aprendidas desde
pequeño de cómo un “macho” encuentra a su “hembra”? Pues no, este sacrificio
era necesario para encontrar el amor puro y verdadero en una mujer excepcional.
Hoy no quiero ni pensar qué habría pasado si no hubiésemos luchado y optado
por vivir el camino de la pureza, si en vez de corregirnos oportunamente en los
excesos cometidos al principio, yo hubiese presionado un poco más o ella se
hubiese dejado llevar “por amor”. Sencillamente, habría destrozado el amor
profundo y verdadero del que ahora podemos disfrutar.» El que menos hoy te dice
“no sabes lo que te pierdes” cuando haces una opción por vivir la castidad, pero
yo les puedo decir a ellos ahora con toda serenidad y verdad: “eres tú quien no
sabes lo que te pierdes”. En efecto, muchos por querer “avanzar rápido” y querer
disfrutar del “éxtasis” que sin duda produce el placer de un momento, se pierden
literalmente el amor verdadero y todo el gozo y paz que este puede traer a
nuestros corazones.» La clave para seguir en la batalla de la castidad ha sido
nuestro sueño de esperar al momento fijado por Dios —el matrimonio— para la
entrega total. Hemos buscado medios de formación en pareja para lograrlo, que
hoy en día existen. A partir de esta opción por vivir la virtud de la castidad mi
enamorada y yo tenemos conversaciones muy profundas, basadas en nuevas
experiencias compartidas. Así mismo hablamos de la santidad como algo

106
alcanzable. Sin duda alguna debo afirmar que no sirve de nada asistir a miles de
cursos si en nuestros corazones — ¡los de ambos!— no está cimentado ese anhelo
de pureza y santidad. Si uno de los lados no colabora, simplemente ese anhelo se
derrumba, pues la tentación está a la orden del día y nosotros debemos ser fuertes
para evitarla, pero fuertes en la gracia.» Alguna vez un sacerdote me dijo en una
confesión: ¿Por qué luchar contra la tentación, si la podemos evadir o evitar? ¡Y
es verdad! es muy sabio ese cuestionamiento y muy acertado. La lucha se hace
muy fuerte si ambos —como suelen hacer muchos enamorados hoy en día— se
meten en sus cuartos y cierran la puerta tras de sí. ¡Te ahorrarás toda esa lucha si
sencillamente no te expones!» Me gustaría cerrar este testimonio invitando a
todos los “machos” a que seamos verdaderos caballeros y dignos hijos de Dios,
que tengamos a San José siempre presente y que pidamos su intercesión para
llegar a ser hombres puros y castos. ¡Solo así podremos ser agentes de
transformación en esta sociedad que necesita de cambios urgentes y radicales!
¡Los invito a seguir luchando por vivir la castidad como un estilo de vida! Y ante
cualquier caída, ¡los invito a pedir perdón, levantar la cabeza y volver a la
batalla! Finalmente los invito a seguir confiando, a buscar el verdadero amor y
luchar por él, porque hoy puedo dar fe de que ¡sí existe!».
Este libro se terminó de imprimir

el 28 de agosto de 2014,

Memoria de San Agustín de Hipona,

doctor de la Iglesia.

107
Table of Contents
Indice
Inicio
Créditos
Presentación
Prefacio
Advertencia
I Introducción
a. ¿Por qué este libro?
b. ¿Por qué un sacerdote?
II ¿En qué ambiente nos encontramos?
a. Una cultura hedonista
Una aclaración importante: ¿es malo el placer?
b. Bombardeados incesantemente por mensajes sensuales, eróticos y egoístas
c. La mujer como objeto de placer
d. Amor sin compromiso
e. Relaciones sexuales: ¿una necesidad?
f. La presión social
g. El gran negocio del sexo
h. Una nueva educación sexual perversa y pervertidora
III Hechos para amar y ser amados
IV ¿Qué es la castidad?
V ¿Por qué es importante vivir la castidad?
VI ¿Es posible vivir la castidad?
VII ¿Cómo vivir la castidad?
1. Cuida tu mirada
2. ¿Qué escuchas?
3. Lo que tocas…
4. El autoerotismo o masturbación
5. ¿Qué pensamientos te permites?
6. ¿Qué ves en Facebook?
7. ¿Cómo son tus conversaciones por chat?
8. ¿A qué fiestas o discotecas vas?
9. Lugares a los que no debes ir
10. ¿Cómo llevas la relación con tu enamorada?
11. ¿Qué pasa si mi enamorada quiere saber si ya he tenido experiencias sexuales?
12. ¿Hasta dónde puedo llegar con mi enamorada?
13. ¿A qué lugares la llevo?
14. ¿Qué hay del sexo oral?
15. ¿Qué y cuánto tomas?

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16. ¿Quiénes son mis amigos?
17. ¿Viajes con la enamorada?
18. ¿Robando besos?
19. ¿Y qué hay de los “besos apasionados”?
20. ¿Y los besos y “caricias” en partes íntimas?
Para terminar

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Index
Indice 2
Inicio 4
Créditos 5
Presentación 6
Prefacio 7
Advertencia 10
I Introducción 12
a. ¿Por qué este libro? 13
b. ¿Por qué un sacerdote? 17
II ¿En qué ambiente nos encontramos? 20
a. Una cultura hedonista 21
Una aclaración importante: ¿es malo el placer? 23
b. Bombardeados incesantemente por mensajes sensuales, eróticos y egoístas 25
c. La mujer como objeto de placer 29
d. Amor sin compromiso 32
e. Relaciones sexuales: ¿una necesidad? 35
f. La presión social 39
g. El gran negocio del sexo 41
h. Una nueva educación sexual perversa y pervertidora 42
III Hechos para amar y ser amados 44
IV ¿Qué es la castidad? 49
V ¿Por qué es importante vivir la castidad? 54
VI ¿Es posible vivir la castidad? 59
VII ¿Cómo vivir la castidad? 61
1. Cuida tu mirada 65
2. ¿Qué escuchas? 73
3. Lo que tocas… 76
4. El autoerotismo o masturbación 77
5. ¿Qué pensamientos te permites? 79
6. ¿Qué ves en Facebook? 80
7. ¿Cómo son tus conversaciones por chat? 81

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8. ¿A qué fiestas o discotecas vas? 82
9. Lugares a los que no debes ir 85
10. ¿Cómo llevas la relación con tu enamorada? 86
11. ¿Qué pasa si mi enamorada quiere saber si ya he tenido experiencias
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sexuales?
12. ¿Hasta dónde puedo llegar con mi enamorada? 88
13. ¿A qué lugares la llevo? 90
14. ¿Qué hay del sexo oral? 92
15. ¿Qué y cuánto tomas? 93
16. ¿Quiénes son mis amigos? 95
17. ¿Viajes con la enamorada? 96
18. ¿Robando besos? 98
19. ¿Y qué hay de los “besos apasionados”? 100
20. ¿Y los besos y “caricias” en partes íntimas? 103
Para terminar 105

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